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Vol. 1 (1) 2007 Intersticios: Revista Sociológica de Pensamiento Crítico http://www.intersticios.es La metodología cualitativa para la investigación en Ciencias Sociales. Una aproximación “mediográfica”. Mariano Urraco Solanilla. Universidad Complutense de Madrid [email protected] 0. A modo de presentación. “Recuerdo haberme aburrido muchísimo en alguna asignatura allá en mi instituto de Guadalajara. En aquella situación me planteé varias alternativas para descubrir si el tedio era general. Podía: 1) hacer una encuesta sobre el aburrimiento entre mis compañeros de clase; 2) simplemente observar si daban cabezadas o, en general, qué estaban haciendo durante las sesiones; 3) hablar uno por uno con todos ellos (o con unos cuantos, según las energías del momento) para que me contaran sus experiencias al respecto; 4) analizar sus mesas, para ver si las pintaban, qué escribían, etc.; por ejemplo. La encuesta parecía lo más “usual”, pero pronto descubrí, con cierta sorpresa, que quizás no todos compartiésemos la misma definición de “aburri- miento”. Necesitaba algo más ”. La fabulilla anterior ilustra de algún modo cómo surgió mi interés por las técnicas de investigación cualitativas, antes incluso de que se “despertase” mi vocación sociológica. “El sociólogo es alguien interesado por el comportamiento de los demás”, decía un folleto de orientación académica que nos pasaron cuando estábamos acabando el Bachillerato. Aquello me cautivó y fui cayendo en la trampa de la Sociología . Ya no era problema que hubiera de desplazarme diariamente a un campus hasta entonces desconocido para mí, a más de dos horas de trayecto desde mi casa 1 . Pero sería durante el segundo curso de licenciatura cuando empecé a entrever que mi “futuro sociológico” podría estar ligado a la investigación. Fue entonces cuando conocí al que es hoy mi director de tesis, maestro en este campo, y referente básico en la metodología cuali- tativa nacional: el profesor Miguel Valles 2 . Vi que podía ser tan interesante buscar respuestas como plantear interrogantes… Vaya honestamente por delante que el recorrido que vamos a plantear aquí, en torno a una noción tan extensa como difícil de acotar: “la metodología cualitativa”, es sólo una de las muchas propuestas posibles (algunas de ellas documentadas bibliográficamente, otras en forma de “cosas pendientes” en la cabeza de alguien) y que, en cualquier caso, corresponde a una situación vital y académico-formativa muy concreta y, habría que añadir, todavía incipiente. El encargo de escribir sobre esta cuestión es sugerente, pero su ampli- 1 Lo cual, a la postre, acabaría constituyendo el tema de mi propia tesis doctoral, todavía en proceso de realización, que tiene el provisional y genérico título de “Movimientos pendulares de la población. El caso de los jóvenes commuters del Corredor del Hena- res”. 2 Junto a otros compañeros, trabajé intensamente aquel año en un proyecto que llevaba por título “No tan Cercanías. Una aproxi- mación cualitativa a la realidad diaria de los universitarios guadalajareños que cursan sus estudios en facultades (o escuelas uni- versitarias) de Guadalajara, Alcalá y Madrid; con especial interés en los aspectos socio-sanitarios derivados de los desplazamientos que realizan entre sus domicilios y sus centros de estudio”, y que derivó finalmente en el germen de mi trabajo actual (así como también dio nombre a mi primera cuenta de correo electrónico).

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  • Vol. 1 (1) 2007

    Intersticios: Revista Sociolgica de Pensamiento Crtico http://www.intersticios.es

    La metodologa cualitativa para la investigacin en Ciencias Sociales. Una aproximacin mediogrfica.

    Mariano Urraco Solanilla. Universidad Complutense de Madrid [email protected] 0. A modo de presentacin. Recuerdo haberme aburrido muchsimo en alguna asignatura all en mi instituto de Guadalajara. En aquella situacin me plante varias alternativas para descubrir si el tedio era general. Poda: 1) hacer una encuesta sobre el aburrimiento entre mis compaeros de clase; 2) simplemente observar si daban cabezadas o, en general, qu estaban haciendo durante las sesiones; 3) hablar uno por uno con todos ellos (o con unos cuantos, segn las energas del momento) para que me contaran sus experiencias al respecto; 4) analizar sus mesas, para ver si las pintaban, qu escriban, etc.; por ejemplo. La encuesta pareca lo ms usual, pero pronto descubr, con cierta sorpresa, que quizs no todos compartisemos la misma definicin de aburri-miento. Necesitaba algo ms.

    La fabulilla anterior ilustra de algn modo cmo surgi mi inters por las tcnicas de investigacin cualitativas, antes incluso de que se despertase mi vocacin sociolgica. El socilogo es alguien interesado por el comportamiento de los dems, deca un folleto de orientacin acadmica que nos pasaron cuando estbamos acabando el Bachillerato. Aquello me cautiv y fui cayendo en la trampa de la Sociologa. Ya no era problema que hubiera de desplazarme diariamente a un campus hasta entonces desconocido para m, a ms de dos horas de trayecto desde mi casa1. Pero sera durante el segundo curso de licenciatura cuando empec a entrever que mi futuro sociolgico podra estar ligado a la investigacin. Fue entonces cuando conoc al que es hoy mi director de tesis, maestro en este campo, y referente bsico en la metodologa cuali-tativa nacional: el profesor Miguel Valles2. Vi que poda ser tan interesante buscar respuestas como plantear interrogantes Vaya honestamente por delante que el recorrido que vamos a plantear aqu, en torno a una nocin tan extensa como difcil de acotar: la metodologa cualitativa, es slo una de las muchas propuestas posibles (algunas de ellas documentadas bibliogrficamente, otras en forma de cosas pendientes en la cabeza de alguien) y que, en cualquier caso, corresponde a una situacin vital y acadmico-formativa muy concreta y, habra que aadir, todava incipiente. El encargo de escribir sobre esta cuestin es sugerente, pero su ampli-

    1 Lo cual, a la postre, acabara constituyendo el tema de mi propia tesis doctoral, todava en proceso de realizacin, que tiene el provisional y genrico ttulo de Movimientos pendulares de la poblacin. El caso de los jvenes commuters del Corredor del Hena-res.

    2 Junto a otros compaeros, trabaj intensamente aquel ao en un proyecto que llevaba por ttulo No tan Cercanas. Una aproxi-macin cualitativa a la realidad diaria de los universitarios guadalajareos que cursan sus estudios en facultades (o escuelas uni-versitarias) de Guadalajara, Alcal y Madrid; con especial inters en los aspectos socio-sanitarios derivados de los desplazamientos que realizan entre sus domicilios y sus centros de estudio, y que deriv finalmente en el germen de mi trabajo actual (as como tambin dio nombre a mi primera cuenta de correo electrnico).

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    tud amenaza con desbordarnos si no reducimos la ingente produccin sobre el tema a unos cuantos trazos necesariamente gruesos (que no grotescos) que enfaticen una serie de nombres y de aportaciones funda-mentales. En la bsqueda de ese algo ms con que finalizaba la fbula biogrfica de entrada a este artculo, nos detendremos en descripciones, necesariamente someras pero pretendo que sugerentes, sobre las diver-sas tcnicas (prcticas) de investigacin que configuran la perspectiva metodolgica cualitativa, complemen-taria ms que contraria a la perspectiva cuantitativa, con la que ha guardado una ambivalente relacin a lo largo de la historia de la disciplina sociolgica. Es precisamente a la sombra del desarrollo de la Sociologa (por centrarnos en una perspectiva de estudio concreta) como debemos aproximarnos al progreso metodol-gico y, as, entender las diversas vicisitudes histricas que han ido configurando el escenario en que las tc-nicas a las que aqu nos referiremos han ido mostrando sus potencialidades y, obviamente, tambin sus eventuales carencias. Se parte, as, en este artculo de una breve revisin histrica por las races de la indagacin cualitativa en Ciencias Sociales, para despus hacer un ejercicio anlogo de mnima historiografa del caso espaol. A continuacin se ofrece una reflexin sobre las principales tcnicas cualitativas de investigacin en Sociologa, en lo que es ms un reconocimiento de dbitos del autor que una revisin exhaustiva. Se intenta aportar una pequea gua de entrada a la materia, por lo que abundan las referencias bibliogrficas a algunos de los maestros (siempre tan relativos) en las diversas tcnicas que se recogen, subrayando siempre la posible (ne-cesaria) complementariedad de usos, tanto entre las diversas tcnicas cualitativas como entre stas y otras de corte ms cuantitativista. Finalmente se esbozan las lneas de desarrollo ms reciente de la metodologa cualitativa, haciendo referencia al software especfico de anlisis de materiales cualitativos (CAQDAS), para acabar mostrando la potencialidad y la riqueza que este tipo de tcnicas tiene en el estudio de dinmicas sometidas a la dupla opresin-exclusin, como la que aborda el proyecto DISCATIF, en el marco de una defi-nicin de la realidad que se lleva a cabo por parte de los propios actores implicados, que por fin reciben la voz (y el voto) y, con ella, la capacidad de construir una realidad divergente con respecto a la oficial. Una aproxi-macin, en definitiva, que se revela como ms idnea que el mero tratamiento estadstico al uso, para acer-carnos a un fenmeno complejo, como siempre complejos son los fenmenos sociales, humanos al fin y al cabo.

    Esa es la tarea que me he propuesto con este artculo y eso, una revisin resumida, es lo que el lec-tor encontrar en las pocas hojas que siguen a esta pequea introduccin personal. 1. El zahor de lo concreto: La metodologa cualitativa en perspectiva histrica. Sobre Prometeo informan cuatro leyendas. As comienza Franz Kafka uno de sus relatos breves3. Cualquier anlisis que postule la bsqueda de las races ms profundas de esta forma de entender la investi-gacin social a lo profundo de la Historia ha de hacerse cargo de la propia historia de la disciplina sociolgica. Lo que equivale a plantearse las pertinentes dudas sobre dicha historia (entrecomillamos casi para referir-nos a la story de los anglosajones, por contraposicin a la sacrosanta history, por ms que obviemos en este caso las maysculas) segn su narracin, sus fuentes, etc. No es ese nuestro propsito aqu, por lo que remi-timos a la literatura especializada en esa historiografa general de la materia, tan extensa como compleja es la cuestin del desarrollo histrico de la Sociologa (esta vez s con maysculas), para pasar directamente a rastrear las aportaciones que, en torno a la metodologa cualitativa (nos desligamos tambin del polo cuantita-tivo de la investigacin social, si bien es preciso ver este yin de forma paralela), han aparecido, en un reduci-do nmero, lo que apunta lo arduo del trabajo de quien intenta encontrar vetas de conocimiento (o slo de metodologa?) en el tantas veces hollado y transitado camino de los Hombres.

    3 Se puede encontrar el texto completo (no es ms de una cuartilla) en la edicin castellana de La muralla china. Cuentos, relatos y otros escritos (1983:83).

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    Este captulo introductorio, cuya inclusin parecera inevitable, es sistemticamente elidido (o, cuando menos, reducido a un par de pginas) en la mayora de los manuales al uso sobre metodologa cualitativa. Y ello pese a que la Biblia apcrifa de los cualitativistas, el famoso Handbook of Qualitative Research de Denzin y Lincoln, abra precisamente su primera edicin con unos cuantos artculos (entre ellos el firmado por los propios editores) dedicados a situar el terreno4. El texto de Seale et al. (2004), que viene a ser una revisin del compendio de Denzin y Lincoln, se va a centrar ms en los aspectos metodolgicos, en el how to do, ob-viando cuestiones epistemolgicas claves en la investigacin5. Esta ser tambin la orientacin que tome el conocido texto de Bogdan y Taylor (1984), quienes, en el prefacio a la segunda edicin en castellano (1994) marcan claramente el rumbo que habr de seguir su manual: Este libro trata sobre cmo conducir la investigacin cualitativa. Existen algunas obras excelentes sobre enfoques cualitativos especficos, en especial la observacin participante, la narracin personal perspicaz de investigadores de campo, y tratados sobre los basamentos tericos de la investigacin cualitativa. Pero ellas no proporcionan a quienes no estn familiarizados con los mtodos cualitativos una introduccin adecuada, una perspectiva general de la gama de enfoques diferentes ni una gua sobre el modo de conducir realmente un estudio. La finalidad de este libro es cubrir esas carencias6. All se ofrece tan slo una breve nota sobre la historia de los mtodos cualitativos, en el marco de un texto que dedica nicamente un captulo, la introduccin, a explicar vagamente qu es la perspectiva cualitativa de investigacin en Ciencias Sociales, para despus centrarse en el aspecto preferente de gran parte de la tradicin anglosajona, el tan manido how to do7. La ms actual obra de Flick (2004) va a iniciar su tambin breve repaso a la historia de esta metodologa tomando los lmites de la investigacin cuantitativa como punto de partida (2004:16), para pasar por Weber8 y plantear finalmente un recorrido histrico centrado en el desarrollo, comparado, de la metodologa cualitativa en Alemania y 4 Denzin, N.K. y Lincoln, Y.S. (1994:1-17). Amn del primer captulo, Introduction: entering the Field of Qualitative Research, escri-to por los citados editores, se introducen cuatro artculos ms bajo el epgrafe genrico de la Part I del libro (Locating the field). Al consultar esta obra, bsica, de la investigacin cualitativa, ha de tenerse cuidado con las ediciones, pues las dos revisiones poste-riores, de 2000 y 2005, presentan significativos cambios, tanto en los autores colaboradores y sus aportaciones, como en el conte-nido y las posiciones de algunos que repiten.

    5 Denzin y Lincoln reservan tambin un importante nmero de pginas de su recopilacin a contribuciones que giran en torno a las nociones de paradigma y perspectiva, aspectos cuya presencia se echa de menos en demasiada cantidad no ya slo de manua-les, sino tambin de investigaciones, ya sea porque se den por implcitamente explicitados o bien porque, simplemente, se consi-deran un engorro para la realizacin del trabajo de investigacin. Es cierto que volveremos despus al artculo (el ltimo en el orden de aparicin de los mismos en el texto de Seale et al.) que firma Alasuutari, donde s encontramos una revisin, a diez aos vista, de lo planteado en el texto de Denzin y Lincoln en cuanto a la historizacin que estos hacen de la investigacin social cualita-tiva.

    6 Pginas 11-12 de la citada edicin castellana (la cursiva aparece en el original). Se trata de un manual de lectura amena, centrado como decimos en el cmo hacerlo, en cmo ir hacia y estar entre- la gente.

    7 En cuanto al contenido de ese brevsimo repaso histrico, Bogdan y Taylor contraponen dos orientaciones bsicas: de un lado el positivismo (que derivar, metodolgicamente, en las tcnicas cuantitativas), y de otro la fenomenologa (que habr de sustentar las tcnicas de indagacin cualitativas). Siguiendo a Wax (1971), sealarn a Le Play (1855) como uno de los principales promotores de la metodologa cualitativa, que habra de quedar en un segundo plano ante la influencia preeminente de Durkheim, siendo rele-gada al campo de la Antropologa (donde autores como Boas o Malinowski la adoptarn pronto para sus trabajos de campo). La Escuela de Chicago supondr un resurgimiento, que se ver extinguido por la obra posterior de Parsons. El ltimo regreso de la metodologa cualitativa se apreciar a partir de Becker, Goffman, o los etnometodlogos, que ya enlazara con el momento actual, en que ambas perspectivas conviviran en sus respectivos mbitos de aplicacin preferentes

    8 A partir de su concepto de desencanto (1919), adoptado despus por Bonh y Hartmann (1985), que habra de marcar el giro hacia la cotidianeidad y, as, hacia lo cualitativo. Y esto porque con el modelo clsico, de predominio de lo cuantitativo, est claro que los resultados de las ciencias sociales rara vez se perciben y utilizan en la vida cotidiana porque para cumplir los estndares metodolgicos- sus investigaciones y hallazgos a menudo estn muy alejados de las preguntas y los problemas cotidianos. Por otro lado, los anlisis de la prctica de la investigacin han demostrado que una gran parte de los ideales de objetividad formulados con antelacin no se pueden satisfacer. A pesar de todos los controles metodolgicos, en la investigacin y sus hallazgos intervienen inevitablemente los intereses y el fondo social y cultural de los implicados. Estos factores influyen en la formulacin de preguntas e hiptesis de investigacin lo mismo que en la interpretacin de los datos y las relaciones (Flick, 2004:17). De nuevo, la tesis fun-damental de que sern las limitaciones de la metodologa cuantitativa lo que alimente el desarrollo de la perspectiva cualitativa.

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    rico centrado en el desarrollo, comparado, de la metodologa cualitativa en Alemania y Estados Unidos9. Si-gamos, por lo tanto, la versin original, por primera, del Handbook, en busca de huellas histricas registra-das por los expertos que han dedicado mayor espacio en sus reflexiones a esta cuestin. Hamilton10 va a dejar pronto constancia de lo turbulenta que puede ser la historia de la cartografa de cualquier disciplina cientfica. Tomando como punto de arranque de su argumentacin el trabajo de Jacob (1987), y las posteriores crticas vertidas por Atkinson, Delamont y Hammersley (1989) y Wolcott (1992), se alinear junto a este ltimo, en la tesis de que, frente a una visin esttica (cercana a la definicin kuhniana -la oficial entre tantas!- de paradigma) de las tradiciones de investigacin, se debera hablar ms bien de un mercado de ideas (marketplace of ideas, 1994:61), que sostiene la concepcin diasprica del concepto de tradicin, tomado como un mutable conjunto (constelacin) de ideas a las que habr de enfrentarse el investigador social, eligiendo de algn modo la posicin que tomar frente a ellas. La postura de Wolcott se refiere a la bsqueda de un camino propio, a la tradicin ms como re-invencin y adopcin constante que como mera herencia intelectual ineludible11. Tomado partido en la disputa, Hamilton se lanza atrs en el tiempo para marcar el hito histrico de eclosin de lo cualitativo, y lo encuentra en la ruptura epistemolgica que se da en el siglo XVIII, a partir de lo que supone Kant (su idealismo, su nfasis en la interpretacin, su perspectiva trascendental) frente a Descartes12. En una perspectiva tal, el investigador adquiere un peso fundamental frente a los hechos, puestos bajo sospecha. La interpretacin libera al investigador, activo al fin, pero al tiempo le subyuga a unos compromisos, siempre orientados hacia la emancipacin de la raza humana. Esta idea emancipatoria estar presente en los neokantianos de diverso signo que irn apareciendo con posterioridad, y llegar hasta nuestros das, con mayor o menor predicamento (y puesta en prctica), haciendo de esta perspectiva con raz kantiana la ms duradera de la investigacin cualitativa (1994:68). La idea de emancipacin, destacada como crucial por Hamilton, aparecer tambin, de un modo me-nos explcito en el artculo que firman Vidich y Lyman13. Estos autores, en su recorrido histrico, van a dejar de lado la controversia cualitativo-cuantitativo, para centrarse en el desarrollo de la investigacin etnogrfica (en la Sociologa y la Antropologa norteamericana14), tomando como hilo de su narracin la concepcin de, y la posicin frente a, el otro. Segn su anlisis, la investigacin etnogrfica habra pasado, pues, por cinco fases, con una quinta (la actual) inevitablemente abierta al desafo (The postmodern challenge titulan el apartado final de su artculo, referido a este momento actual de hace doce aos, tambin de ahora-). En todas estas fases se destaca la presencia activa del etngrafo, miembro de una cultura concreta, inextrica-blemente unido a unos valores determinados, que no deben ser ocultados. El investigador, como el escritor o 9 Referir aqu al proyecto de cartografiar un mapa de la investigacin cualitativa en los distintos pases europeos, cuya contribucin para el caso espaol corre a cargo de los profesores de la Complutense Miguel Valles y Alejandro Baer (2005), quienes realizan un retrato de la investigacin cualitativa en Espaa, en un artculo al que nos referiremos en varias ocasiones a lo largo de este co-mentario.

    10 Su artculo lleva por ttulo Traditions, Preferences, and Postures in Applied Qualitative Research (pginas 60-69 del texto de Denzin y Lincoln, 1994).

    11 Valles, cuya lectura de esta cuestin se puede encontrar en su manual de 1997 (captulo 1: Genealoga histrica y planteamien-tos actuales de la investigacin cualitativa), sintetiza as la propuesta de Wolcott, que consistira en ofrecer (a los que se aden-tran por primera vez en el territorio de lo cualitativo) un repertorio pluralista de posturas existentes en la arena de la indagacin cualitativa, y dejar que sean ellos mismos los que encuentren su posicin (1997:22-23. La cursiva es ma).

    12 El modelo kantiano de racionalidad humana construye el proceso y la emergencia de conocimiento sobre una epistemologa que trasciende los lmites de lo emprico. Esta perspectiva trascendental abri la puerta a epistemologas que posibilitan, si no procla-man, procesos mentales (inside-the-head processes). Dichas epistemologas son totalmente distintas al objetivismo cartesiano (1994:63. La traduccin es propia).

    13 Qualitative Methods: Their History in Sociology and Anthropology (pginas 23-59 de la ya citada recopilacin editada por Denzin y Lincoln, 1994).

    14 Ms tarde volveremos sobre esta nueva dupla aparentemente en conflicto que nos surge aqu, al referirnos al acotamiento aca-dmico-profesional de las diversas disciplinas desde las que se lleva a cabo investigacin social empleando estas tcnicas.

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    el pintor, debe hacerse presente en lo que hace, debe hacer valer su subjetividad, en un acto de democratiza-cin del propio trabajo cientfico, y en un acto, tambin, de honestidad con aquello que estudia15. Se trata, as, de perder el miedo que durante generaciones ha obsesionado a tantos trabajadores del campo: convertir-se en nativo (becoming native). No existe el investigador social de bata blanca: estamos en un nuevo momen-to (el quinto the fifth moment-, segn recogern, en esa misma edicin, Denzin y Lincoln a modo de conclu-sin global de los derroteros futuros de la investigacin social). Esa idea, tantas veces repetida, de colgar la bata blanca de cientfico de laboratorio, nos conduce, de hecho, a la revisin histrica que los propios editores, Norman Denzin e Yvonna Lincoln, ofrecen, ms como complementaria que como contrapuesta a las ya presentadas16. En su breve artculo, introductorio al resto de textos que compilan, encontramos toda una reflexin programtica, que carga las tintas en una serie de pun-tos que son abordados sin dilacin. Primero, qu es la investigacin cualitativa (1994:2); segundo, quin es ese seor que se hace llamar investigador y qu es lo que hace (1994:2-3); y tercero, de qu hablamos cuando nos referimos a la polmica entre lo cuantitativo y lo cualitativo (1994:4-6), para acabar ofreciendo una historiografa completa del ltimo siglo de investigacin social cualitativa, en la que la idea fundamental que mantienen seala la necesidad de abandonar esquemas histricos unilineales, en forma de escalera ascendente (como la de Jacob), puesto que esta fragmentacin temporal slo puede generar confusin ante una realidad mucho ms compleja, en la que el pasado pesa sobre el presente sin que pueda darse fase al-guna como superada. Precisamente ser a partir de aqu desde donde inicie su ataque a la postura de Denzin y Lincoln el socilogo finlands Alasuutari (2004). Recogiendo el testigo del quinto momento a que se referan los autores antes mencionados, Alasuutari sita la investigacin social en el mundo actual (este ms actual, en 2004, para nosotros, que aquel en que escriban Denzin, Lincoln, y todos los autores por ellos recopilados), caracte-rizado por la globalizacin. A partir de aqu, en estas coordenadas socio-histricas novedosas, Alasuutari va a criticar la visin centrada en lo temporal, pues escondera la idea de progreso (2004:599 y ss.17), para ir a una visin centrada en lo geogrfico, libre del sesgo etnocentrista que cree identificar en otras visiones de la historia18. Ms centrado en el desempeo profesional y acadmico de la investigacin, en lo disciplinar, ofre-cer una short history (2004:603-604) de la metodologa cualitativa, para acabar narrando, en primera perso-na, cmo se llega a ser investigador social cualitativista (que no ya, como titulase Howard Becker por ms que pueda tener algn parecido- fumador de marihuana19). 15 Ms an, la sentencia que cierra su aportacin indica que La comprensin social y cultural puede ser alcanzada por los etngra-fos slo si son conscientes de dnde surgen las ideas que les motivan y estn dispuestos a confrontarlas con todo lo que dicha confrontacin supone (1994:42-43. La traduccin es ma).

    16 Introduction: Entering the Field of Qualitative Research (pginas 1-18 de la primera edicin del Handbook, la de 1994).

    17 Los propios editores, Seale, Gobo, Gubrium, y Silverman, plantean en su introduccin al texto (Inside Qualitative Research), la necesidad de superar estas narrativas de progreso (lo cual enlazara, de algn modo, con los problemas analizados por Davis -2002- sobre los perniciosos efectos de lo que se ha dado en llamar narrativizacin de la vida cotidiana), puesto que cualquier categorizacin de la prctica de la investigacin cualitativa en una serie de etapas progresivas corre el riesgo de ser percibida como intil, adems de ideolgica (2004: 2. Citado en Valles y Baer, 2005:12), al tiempo que viene a suponer una vacuna que imposibi-lita el aprendizaje mutuo (2004:2). La literatura antropolgica da sobrada cuenta de estas cuestiones, por lo que a ella podramos remitir para una profundizacin en la materia.

    18 Comparada con las narrativas de la modernizacin y del progreso, la historia de la globalizacin est menos afectada por el sesgo etnocentrista, porque implica difusin global e implica interconexiones mutuas ms que desarrollos unidireccionales. En la metfora espacial que subyace al concepto de globalizacin, es ms fcil investigar las mltiples rutas de influencia en el mundo de los acadmicos, los libros, y las instituciones acadmicas (2004:601. Traduccin propia).

    19 Ver al respecto el trabajo de Becker (1953), si bien la obra entera del socilogo de Chicago merece una lectura detenida. Puede seguirse esta cuestin en la obra que constituy la tesis doctoral de David Matza (1964), titulada precisamente Becoming Deviant en homenaje a su maestro Becker. Ttulo que, en su trnsito a travs de la traduccin castellana (que data de 1981), adopt el curioso giro con que se encuentra en los catlogos espaoles: El proceso de desviacin.

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    1.1. Mnima historiografa del caso espaol. Cualquier aproximacin que quiera hacerse al proceso de desarrollo de la metodologa cualitativa en Espaa ha de hacer referencia a la obra de Bernab Sarabia y Juan Zarco (1997), que se presenta como una gua de lectura imprescindible para quien se quiera adentrar en estas cuestiones, con un inters que radica, probablemente, ms en los links que presenta hacia diversas obras de distintas orientaciones que en el propio contenido del Cuaderno Metodolgico que firman. Paralelamente a la descripcin de lo que est sucediendo en la investigacin social basada en tcnicas cualitativas, se hace un recorrido por la propia evolucin de la Sociologa en Espaa, siempre inserta en un contexto socio-histrico particular y, en determinados momen-tos, ciertamente dual (esquizofrnico), en el cual muchas de las pioneras aportaciones internacionales al es-tudio de la sociedad mediante el empleo de este tipo de tcnicas no encontraron comentario alguno. Tal es el caso de las obras de Le Play, Mayhew (al que nos referiremos ms adelante) o Booth (1997:18-23), quienes son sealados por Sarabia y Zarco como autnticos promotores del mtodo biogrfico o de la observacin-participante, tecnologas que seran explotadas con gran intensidad por los socilogos de la Escuela de Chi-cago, con autores como Anderson (1923), Zorbaugh (1965), Shaw (1929), Cressey (1932), Sutherland (1937), o Whyte (1943), que publican obras de referencia obligada20, textos que, no obstante su importancia, apenas alcanzan repercusin en la incipiente sociologa espaola del momento, demasiado influida por corrientes filosficas procedentes del idealismo alemn. Ser precisamente a partir del forzado exilio que sigue a la Guerra Civil espaola cuando algunos auto-res entren en contacto con el mundo acadmico estadounidense, encontrando en l la potencia de ese algo ms all de la lgica (Sutherland y Cressey, 1966:72. Citado en Sarabia y Zarco, 1997:29). As encontramos una serie de nombres fundamentales en la historia de la sociologa espaola, en su vertiente ms metodol-gica, si se quiere. Medina Echavarra conoce la obra de Znaniecki21 antes de afirmar que debe ponerse fin al fetichismo de las tcnicas cuantitativas. En primer lugar, slo son aplicables all donde se da materia cuantifi-cable, y en segundo lugar, la cuantificacin no supone algo valioso por s mismo. Una correlacin perfecta puede ser una simple tontera o algo sin la menor importancia (Medina, 1941:149. Citado en Sarabia y Zarco, 1997:36-37)22. En cualquier caso, el propio trnsito geopoltico que envuelve a Espaa, con la apertura progresiva hacia los Estados Unidos, va a permitir un cambio en la tradicin sociolgica espaola, que abandonar las corrientes de influencias alemanas para acoger la nueva sociologa (Perpi: 1967), que pronto se manifies-ta, a los ojos de los investigadores espaoles del momento, como ciertamente frvola y desprovista del nece-sario substrato terico (se tratara de un empirismo abstracto, que ya fuera criticado por Wright Mills en su clebre obra La imaginacin sociolgica, 1961). Por un lado, por lo tanto, a partir de los aos sesenta sobre

    20 Puede seguirse una lectura de la produccin bibliogrfica y la metodologa aplicada por las sucesivas Escuelas de Chicago en la antes citada obra de David Matza (1981), si bien las monografas que recoge se van a centrar en trabajos dedicados a procesos de desviacin social, en el marco de un movimiento epistemolgico que el propio Matza describe cmo se produce en los sucesivos desarrollos de esta prolfica Escuela.

    21 Tomada como un hito en la historia de la investigacin sociolgica, a la altura, en la vertiente cualitativa, de lo que representa-ra, para el polo de lo cuantitativo Las reglas del mtodo sociolgico de Durkheim (Bruyn, 1972:28). Hablamos de obra para referir-nos al conjunto de libros publicados por Znaniecki, ya sea en solitario (The method of Sociology, 1934) o conjuntamente con William I. Thomas (The Polish peasant in Europe and America, 1918-1920).

    22 En la misma lnea se van a manifestar otros dos autores espaoles del momento: Francisco Ayala (1984:123. Citado en Sarabia y Zarco, 1997:37) cuando seala que la inadecuacin de los mtodos de la ciencia natural para captar las realidades del espritu se le ha hecho evidente al pensamiento occidental; y Luis Recasens, quien afirma que lo social es algo humano, cuya esencia no puede ser suministrada por explicaciones causales y mtodos cuantitativos; porque lo humano a diferencia de la naturaleza, no puede ser slo explicado por causas sino entendido en su sentido; en su sentido radica su ser esencial (1939:37. Citado en Sara-bia y Zarco, 1997:38).

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    todo, se observa este giro hacia los influjos procedentes del otro lado del Atlntico, y que se materializar en la revisin de las obras de Goffman (y de Garfinkel a partir de l), Cicourel, Bruyn, Glaser y Strauss Por otra parte, el salto cualitativo (Ort) que se observa en Espaa, responde tambin al creciente empleo de estas tcnicas en la investigacin comercial y de mercados, a partir de figuras marginales en el plano de lo acad-mico que van a constituir un importantsimo grupo en torno a la escuela CEISA (Ibez, De Lucas, Ort, De Zrraga). El proceso de la institucionalizacin de la Sociologa en Espaa ser entonces imparable (y, con l, el de la investigacin social y de mercados-)23, y va a cristalizar, en el terreno que ahora nos atae, en la edi-cin de sucesivos manuales de tcnicas cualitativas (Delgado y Gutirrez, Ruiz Olabunaga e Ispizua, Valles, Ruiz OIabunaga), as como en el equivalente espaol del Handbook de Denzin y Lincoln, que bajo el ttulo de El anlisis de la realidad social es editado por Alvira, Ibez, y Garca Ferrando, los tres primeros socilogos espaoles que alcanzan una ctedra en el campo de la metodologa. En todos estos textos se puede seguir un intenso debate sobre la (supuesta) contraposicin entre metodologas cuantitativa y cualitati-va24. Una exhaustiva revisin bibliogrfica puede hallarse en el texto de Sarabia y Zarco, que finaliza con una mirada al exterior actual de la investigacin social cualitativa, y un breve apunte sobre uno de los temas en auge en estos momentos: el software de anlisis cualitativo25. 2. La Metodologa Cualitativa, hermana menor en la investigacin sociolgica.

    En algn apartado rincn del universo, desperdigado de innumerables y centelleantes sistemas sola-res, hubo una vez un astro en el que animales astutos inventaron el conocer. Fue el minuto ms soberbio y ms falaz de la Historia Universal, pero, a fin de cuentas, slo un minuto

    23 Referir aqu a los dos ltimos captulos del libro Historia de la Sociologa espaola (2001), firmados respectivamente por Manuel Navarro (La investigacin social aplicada en Espaa) y por M ngeles Durn (La actual institucionalizacin de la Sociologa en Espaa) para una descripcin detallada de este proceso en las ltimas dcadas del siglo XX.

    24 De gran inters para el tema de la historia de la investigacin social resulta el artculo que firma Fernando Conde en Mtodos y Tcnicas de cualitativas de investigacin en ciencias sociales (Delgado y Gutirrez, eds., 1995, pp.97-119). En dicho captulo, titu-lado Las perspectivas metodolgicas cualitativa y cuantitativa en el contexto de la historia de las ciencias, Conde va a marcharse hasta la Grecia clsica para contraponer a Platn y a Aristteles, representantes de las perspectivas cuantitativa y cualitativa, res-pectivamente. La riqueza de la mirada de Conde se ve acrecentada por el hecho de que toma en consideracin desarrollos proce-dentes de diversas ciencias (Naturales, en este caso) para tratar de rastrear el proceso seguido en la Sociologa o, ms en general, en la investigacin en Ciencias Sociales. As, autores como Galileo, Newton, Heisenberg (y su principio de incertidumbre) o Einstein (y su principio de la relatividad) aparecen en el relato para abordar la controversia cualitativo vs. cuantitativo y, as, el propio avan-ce de la metodologa cualitativa.

    25 Cerraramos as este apartado con una nueva referencia al profesor Valles. Referencia doble, en este caso, pues sus actuales lneas de investigacin (algunas de ellas) pasan por dos temas sealados en esta ltima frase de nuestro comentario. El software de investigacin cualitativo (2000, 2001) y la historiografa de la investigacin social cualitativa en Espaa (Valles y Baer, 2005). Este autor va a enfatizar la necesidad, en toda historia de la disciplina, de introducir los conceptos de generacin y de escuela, cuya formulacin ms detallada puede encontrarse en los trabajos, fundamentalmente en los que firman conjuntamente, de lvarez-Ura y Varela (1992, 2000, 2004). En el artculo que Valles escribe con Baer se puede encontrar un esbozo del caso espaol, que constituye una nueva cronologa en seis grandes etapas, y que aporta como novedad la ascensin de Marsal como figura de talla comparable a la de Ibez, para acabar con una reflexin en los albores del siglo XXI sobre el futuro de la metodologa cualitativa en nuestro pas. Asimismo, se revisa brevemente lo que ya se expuso tiempo atrs (en el manual de 1997) sobre las lecturas histo-riogrficas de Hamilton, Vidich y Lyman, Denzin y Lincoln o Conde, enfatizando nuevamente la necesidad de una lectura integrado-ra de conjunto para acercarse al estudio de la historia de la metodologa cualitativa: Ya se anotaba entonces [en el manual de 1997] que los cuatro relatos historiados se enriquecan mutuamente; y que ninguno por separado lograba transmitir el efecto cogni-tivo que proporciona la lectura cudruple (Valles y Baer, 2005:10).

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    Con estas palabras, cargadas de una inusitada lrica en la obra del gran pensador alemn, se abre uno de los ms breves (pero al tiempo ms sugerentes) libros de Nietzsche: Sobre Verdad y Mentira en senti-do extramoral (1872). Quisiera comenzar mi argumentacin en este punto ms metodolgico de mi artculo rescatando esta cita, pues considero que lo que en ella aparece se encuentra en la base de la totalidad de lo que hacen los socilogos, siempre persiguiendo, como si de un Moby Dick se tratase, ese conocer inventa-do, constituido, manipulado, empleado al fin, por esos astutos animales ms all de la fbula. Conocer, expli-car, comprender, controlar.

    En la bsqueda de aprehender lo inaprensible, el espritu humano, si se quiere, lo que hacen y por qu lo hacen los seres humanos, el socilogo ha desarrollado gran cantidad de tcnicas, instrumentos heurs-ticos de estandarizacin, al fin y al cabo. La metodologa cuantitativa, que descansa sobre los sacrosantos presupuestos, tomados en principio como ciertos, en lugar de por falsables, de la cientificidad objetiva del positivismo ms rancio, se constituy pronto como la forma oficial de indagar en la realidad del hombre. La metodologa cualitativa, cuya historia hemos brevemente esbozado, se refugi en los intersticios, precisamen-te, de aquella realidad tan compleja, tan difcil (por no decir imposible) de medir, de cuantificar, de normalizar en distribuciones Z. La realidad cotidiana, el mundo de la vida, se manifiesta como un ente demasiado com-plejo que, como dira Ibez, requiere una aproximacin igualmente compleja desde el punto de vista metodo-lgico26. Y aqu aparece ya la apertura, la interpretacin (la libertad?), la imaginacin sociolgica. Frente a la encuesta estadstica, baza principal de lo cuantitativo, los socilogos cualitativistas, astutos integrantes de la tribu sociolgica, inventaron y desarrollaron toda una panoplia de tcnicas que pretendan no tanto complementar (como se aboga ahora) cuanto sustituir (subvertir) el orden metodolgico imperante. Como nios que miden con sus hermanos mayores sus bceps (tomo la metfora, que me parece muy ilustra-tiva, de la exposicin que haca en clase el profesor Noya hablando del carcter cientfico de la Sociologa), se presenta todo un arsenal, fundamentado en distintas disciplinas y con influencias tericas de los ms di-versos campos, para perseguir a ese escurridizo sujeto (que no objeto, se insistir) de estudio27. Cada una de las tcnicas28 cualitativas que presentaremos a continuacin merecera, por s sola, un estudio monogrfi-co29. Aqu slo vamos a esbozar, brevemente, sus principales implicaciones en la prctica investigadora.

    26 Estamos aqu aludiendo ya a un punto sobre el que volveremos al final de este apartado: la necesaria (imprescindible) comple-mentariedad de las tcnicas de investigacin. Ms all: la idea de continuum cualitativo-cuantitativo, superadora de visiones parcia-les, inevitablemente miopes y sesgadas, que privilegian uno cualquiera de los extremos del binomio (la tradicional universal cultu-ral en autores como Radcliffe-Brown, por citar slo un ejemplo- visin binaria bueno-malo, blanco-negro) que tendera a oponer ambos enfoques. El metodlogo (y al final, como recojo de mis maestros ms cercanos, el socilogo es, sobre todo, un metodlogo) ha de ser ambidiestro (Valles, 2000), saber aprovechar(se) de ambos polos del continuo, combinar, triangular.

    27 La caza del replicante, ttula Daz (1989) un artculo que viene a recoger, y a criticar, la expansin de estudios que sobre la juven-tud, se llevaron a cabo durante la dcada de los ochenta en Espaa. Los excesos en el uso parecen conducir a un desgaste, y, as, a la trivializacin (Alonso). El boom de la metodologa cualitativa podra haber conducido, por lo tanto, a un cierto agotamiento de aquella gallina tan peculiar que, refugiada en su granja (todo muy artesanal, por supuesto), no puede adaptarse a los ritmos y horarios de la produccin serial de estudios cualitativos. Sea como fuere, ese es otro tema que resulta en cierto modo lateral a la exposicin que estamos llevando a cabo en este punto.

    28 El propio trmino de tcnica, aplicado a estos procedimientos que se insertan en la tradicin investigadora cualitativa, est puesto en entredicho. As, por ejemplo, en la obra de uno de los grandes maestros de maestros, Alfonso Ort, quien prefiere utilizar la nocin de prctica, evocando las palabras del venerado Sennett y su concepto de craftmanship. Del mismo modo, la metodolo-ga cualitativa no hablar de individuos, sino de sujetos Mantenemos el trmino de tcnica, siquiera porque es el que yo aprend (es el empleado en los manuales ms usuales, como Valles 1997), apuntando no obstante este importante matiz terminol-gico, procedente, adems, de un socilogo que presta especial atencin a los aspectos lingsticos, como lo es Alfonso Ort.

    29 Obviamente, a estas alturas, los manuales dedicados especficamente a una sola de estas tcnicas abundan en la literatura tanto espaola (menos) como anglosajona. Con un nivel didctico y de profundidad muy dispar, la coleccin de Cuadernos Metodo-lgicos del CIS ha dedicado algunos nmeros a algunos de los procedimientos metodolgicos ms comunes en la investigacin sociolgica de raz cualitativa. As tenemos, en lo que ahora nos atae, los nmeros 5 (El mtodo biogrfico: el uso de las historias de vida en ciencias sociales, de Pujadas), 17 (Auto/biografas, Jess M. De Miguel), 20 (Observacin participante, firmado por Guasch), 31 (Diarios de campo, de Garca Jorba) o 32 (Entrevistas cualitativas, firmado por M. Valles).

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    2. 1. Anlisis documental30.

    All is data. Hay una serie de frases que, a modo de consigna, se escuchan en la facultad, y que tienen gran riqueza evocadora para m. Recuerdo, ahora mismo, el qu est pasando aqu?, que el profesor de la UNED Javier Izquierdo, invitado para dar algunos seminarios en el marco de la Especialidad de Mtodos de Investigacin, deca tomar de Sacks (de Harvey Sacks recuerdo tambin una frase que nos acerca a la re-flexin, ms general, sobre la identificacin metodlogo-socilogo31: no importa tanto qu observemos como el modo en que lo hagamos). Asimismo, el tantas veces repetido so what, que Narciso Pizarro, un conver-so al anlisis de redes (la red como nodo de unin entre los aspectos cualitativos y los cuantitativos: la malla es una metfora adecuada para este continuo sin fractura), pronunciaba cuando algo le pareca extremada-mente farragoso para los resultados prcticos que despus tena. La frase de Glaser, uno de los padres, junto con el difunto profesor Anselm Strauss, de la teora fundamentada (Grounded Theory), es el mejor resumen de mis aprendizajes durante los distintos aos (pocos de momento) que llevo cado en la trampa de la Sociologa, como dira Martn Criado en la dedicatoria de su tesis doctoral (1998).

    Y es que prcticamente todo es material (documento) susceptible de ser analizado en la investigacin social. Veamos algunas definiciones de esta nocin, aparentemente sencilla de documento32. El trmino documento se refiere a la amplia gama de registros escritos y simblicos, as como a cualquier material y datos disponibles. Los documentos incluyen prcticamente cualquier cosa existente previa a y durante la in-vestigacin, incluyendo relatos histricos o periodsticos, obras de arte, fotografas, memoranda, registros de acreditacin, transcripciones de televisin, peridicos, folletos, agendas y notas de reuniones, audio o video-cintas, extractos presupuestarios o estados de cuentas, apuntes de estudiantes o profesores, discursos33. En una lnea similar se manifiestan MacDonald y Tipton (1993), quienes establecen una diferenciacin entre documentos escritos y visuales, considerando asimismo la intencionalidad de dichos tipos de documentos a disposicin del investigador social. Los documentos son cosas que podemos leer y que se refieren a algn aspecto del mundo social () esto incluye aquellas cosas hechas con la intencin de registrar el mundo so-cial () pero tambin los registros privados y personales como cartas, diarios y fotografas, los cuales puede que no se hayan hecho para sacarlos a la luz pblica34. Entre nosotros, en la reflexin metodolgica llevada

    30 Especialmente interesante de cara a este punto ser la lectura del ya clsico texto de Plummer (1989. Original de 1983), con cuanto va a detenerse en los aspectos ms interesantes del anlisis documental en las distintas disciplinas de las Ciencias Socia-les. Tambin es de destacar el lugar preeminente que lo visual alcanza en la compilacin de Seale et al. (2004).

    31 Y que tambin est presente en la obra de otros muchos autores, desde tiempos remotos, como Cuevillas, quien seala que la naturaleza esencial del objeto social es la que fija la esencia y especificidad de los mtodos, tornando a unos aptos y a otros no (1957:241. Citado en Sarabia y Zarco, 1997:53). Ya seal antes que es una enseanza informal (off the record, si se quiere) co-mn: el socilogo es un metodlogo. Lo cual enlaza con la tpica (y no menos frustrante) expresin de sorpresa: ah, as que para eso vale un socilogo, que nos conducira a una discusin profesional que no viene al caso aqu y ahora.

    32 Remitimos aqu al manual del profesor Valles (1997): Tcnicas cualitativas de investigacin social. Reflexin metodolgica y prctica profesional, que en su captulo 4: La investigacin documental: tcnicas de lectura y documentacin (pginas 106-139) va a referirse a esta tcnica. Se comentan, entre otros temas, las ventajas e inconvenientes de este tipo de tcnica investigadora. El carcter didctico y acadmico de esta obra hacen de su lectura una recomendacin bsica para cualquier estudiante que se quiera acercar a la investigacin social de corte ms cualitativista. Huelga decir que fue el manual con el que yo me introduje en la investi-gacin social (o en el inters por un futuro centrado en ella). El escritor (como el pintor) debe hacerse visible en lo que escribe.

    33 Erlandson, D. A.; Harris, E. L.; Skipper, B. L. y Allen, S. D. (1993): Doing naturalistic inquiry, London: Sage. Pgina 99. Citado en Valles (1997: 120).

    34 MacDonald y Tipton (1993): Using documents. London: Sage. Pgina 188.

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    a cabo en Espaa, destacaramos los trabajos de Ruiz Olabunaga e Ispizua35, o de Amparo Almarcha y otros36.

    Pero este abigarrado marasmo de productos culturales37 que constituye el material de anlisis reci-be pronto una compartimentacin por parte de los investigadores. As, son diversas las clasificaciones que pretenden ubicar el documento (ms al investigador frente al objeto que al propio objeto). Algunos autores hablan de documentos escritos / documentos visuales (MacDonald y Tipton, 1993:189-195), otros de do-cumentos literarios / documentos numricos / documentos audiovisuales (Almarcha et al., 1969:150-151), etc. al tiempo que queda siempre presente la clsica divisin entre documentos primarios vs. secundarios, con la elaboracin secundaria de datos primarios (Almarcha et al., citado en Valles, 1997:121) como nexo de unin38.

    Para un seguimiento ms intenso del debate sobre las potencialidades del empleo de documentos (del tipo que sean, segn la clasificacin que queramos seguir), debate que ya abandono aqu, remito al manual de Miguel Valles (1997), quien dedica un captulo de su obra a entrar en consideraciones tericas y prcticas sobre el empleo de documentos en la investigacin social cualitativa. Recojo la reflexin con la que finaliza su recorrido por la historia de la consideracin terica acerca del anlisis documental, antes de pasar a considerar los usos que dichos documentos posibilitan. En suma, son varias las clasificaciones posibles de los materiales documentales que interesan al investigador social. Las clasificaciones en s mismas no son lo ms importante, sino el reconocimiento de la riqueza de elementos documentales aprovechables en la inda-gacin cualitativa39.

    Recuperando ahora las reflexiones, entre otros autores, de Wright Mills, en su clsica obra (pero no por ello ms leda) La imaginacin sociolgica, sobre los usos de la historia40, encontramos la potencialidad

    35 Ruiz Olabunaga, J. I. e Ispizua, M. A. (1989): La descodificacin de la vida cotidiana. Mtodos de investigacin cualitativa. Bilbao: Universidad de Deusto. A la observacin y la entrevista podramos aadir una tercera tcnica de recogida de datos, la lectura de textos, entendiendo por tales, todos los documentos que contienen significado (una carta, un peridico, una autobiogra-fa, una estatua, un edificio, las pinturas de una cueva prehistrica, las tumbas faranicas). A todos estos textos, en realidad, se les puede entrevistar mediante preguntas implcitas y se les puede observar () la lectura es una mezcla de entrevista/observacin y puede desarrollarse como cualquiera de ellas (pgina 69). La cursiva es ma. Pensemos, por ejemplo, en la publicidad, que por su carcter eminentemente pblico (hecha para sacarla a la luz, retomando la cita anterior de MacDonald y Tipton), parece ofrecer unas mayores facilidades de adquisicin (y de entrevista) por parte del investigador social.

    36 Almarcha, A.; De Miguel, A.; De Miguel, J. M.; y Romero, J. L. (1969): La documentacin y organizacin de los datos en la inves-tigacin sociolgica, Madrid: Fondo para la Investigacin Econmica y Social de la Confederacin Espaola de Cajas de Ahorro. Rescatar, pese a la antigedad del texto, la clasificacin de documentos que los autores proponen: Documentos literarios, numri-cos, y audiovisuales.

    37 Ian Hodder (1994) se refiere a esta cuestin introduciendo el concepto de material culture, aspecto cultural que parece haberse desgajado del anlisis sociolgico con excesiva frecuencia, siendo apropiado por la antropologa, cuyos practicantes han escrito bellas monografas en torno a la nocin de Cultura (Popular), tan cercana a todo lo que aqu estamos abordando.

    38 El empleo de material documental fue la base, sin ir ms lejos, de la clebre obra de Thomas y Znaniecki, El campesino polaco en Europa y Amrica, considerada autntica obra cumbre de la tradicin cualitativista (Bruyn, 1972; Sarabia y Zarco, 1997). Cree-mos interesante, asimismo, introducir la distincin entre documentos personales de encargo y aquellos otros que no tienen este carcter de peticin, siendo, en principio, algo ms voluntario. Este debate, y enlaces para profundizar en el mismo, se encuentra en Valles y Baer (2005:41).

    39 Valles, M. S. (1997:123). La cursiva es ma y viene a reflejar la idea con la que abramos este apartado: la omnipresencia (no slo del anlisis, tema ste recurrente en la reflexin del profesor Valles) de los materiales a estudiar, y el necesario carcter ambi-diestro del investigador para obtener la mxima riqueza de los mismos (o con los mismos).

    40 Mills, C. W. (2000. Original de 1959): La imaginacin sociolgica. Dedica un captulo, precisamente con el ttulo de Usos de la historia, a reflexionar sobre la importancia del momento histrico concreto en la produccin social de los documentos, en la produc-cin social de la realidad vivida, y, por tanto, sobre la absoluta necesidad, para el investigador social que aborde el estudio de dicha realidad, de mantener una perspectiva histrica con la que abordar los fenmenos pasados y presentes a los que vaya a aplicar la lupa investigadora (excavadora, cimentadora o el smil que se adopte en funcin de la posicin paradigmtica de partida).

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    que nos ofrecen las distintas tcnicas de anlisis documental para el estudio de cualquier tema que nos dis-pongamos a abordar, por cuanto va a dar cuenta de los procesos de cambio en las formas de representarse una sociedad (as la publicidad, retomando a McLuhan entre otros autores que se han pronunciado en este respecto- no es sino uno ms de los medios por los que la sociedad se representa a s misma, se configura, se documenta)41.

    Y es que McLuhan (citado en Frith, 1998: 142) sealaba que la publicidad nos daba el mejor docu-mento posible sobre cmo se representa una sociedad a s misma43. Reconociendo el valor que para el so-cilogo tiene lo cotidiano (aprehendido por la perspectiva cualitativa, pretendidamente natural, frente a la artificialidad de lo cuantitativo)44, no podemos dejar de abordar su estudio (de la publicidad) para tratar de aportar algo de luz (el socilogo con quin est: con Prometeo, con Zeus, con el guila? o era un buitre?...) al estudio de nuestras sociedades (y a la comparativa entre ellas: dependiendo siempre de las divisiones que queramos establecer en ese ambiguo trmino de nuestras).

    2. 2. Observacin y Participacin. Observacin y Participacin, ni son equivalentes, ni presentan la supuesta continuidad que el usual

    guin con el que tienden a aparecer ambos trminos vinculados da a entender. Segn carguemos el nfasis en uno o en otro la situacin del investigador es significativamente distinta. Valles vuelve a presentar (1997:149 y ss.) una minuciosa discusin sobre los distintos roles que puede adoptar el investigador en la aplicacin de esta tcnica. Retomando a los grandes clsicos de la materia (Junker, Schatzman y Strauss, o Spradley45) va a contraponer las escalas de participacin (o, en sentido inverso, si se prefiere, de observa- 41 Tambin Wernick (1991:22) abra el captulo dedicado a esta cuestin con una cita de McLuhan (1967:202): La tendencia gene-ral en publicidad es presentar el producto como una parte integrada en procesos y fines sociales de gran alcance.

    42 Los historiadores y arquelogos descubrirn un da que los anuncios publicitarios de nuestros das son el reflejo diario ms rico y fiable que una sociedad haya hecho jams de todo el conjunto de sus actividades (Frith, no obstante, no seala la procedencia de esta cita).

    43 Con qu suea el hombre blanco? se preguntaba el jefe indio Seattle, de la tribu Dewanish, en una clebre misiva recogida en Enterrad mi corazn en Wounded Knee (Brown, 1982). La publicidad, por referirnos a un material documental omnipresente en nuestras culturas (y no slo en estas fechas pre-navideas en que escribo) nos puede dar algn rastro interpretativo de estos sue-os; y, tambin, aunque mantenga su carcter esencialmente sesgado, como dice Wernick (1991:42), nos acerca a la comprensin de las pesadillas que les atormentan cuando duermen. Por cierto, Suean los androides con ovejas elctricas?, como titulaba P.K. Dick en lo que despus muy modificado- se convertira en una pelcula de culto: Blade Runner Nota para la lectura de este texto: suelo emplear las cursivas para denotar un cierto doble significado o un nfasis especial en un trmino concreto. Es as, con el ejemplo de esta nota al pie, para comprensin (por la referencia a la verstehen de Dilthey y Weber, una de las races de la indaga-cin cualitativa rescatadas por Valles, 1997: 22-24 y 60), y para duermen (el estado natural del hombre blanco- es la vigilia o el sueo? Sueo profundo o angustiada duermevela sazonada con pastillas coadyuvantes? El ciego deca despertad, en una vieta de El Roto (que desgraciadamente no puedo citar exactamente), a lo que el ejecutivo responda furioso: S hombre, con lo que nos ha costado dormirnos)

    44 No volveremos aqu a la disputa entre una y otra perspectivas de investigacin en ciencias sociales, debate, por lo dems, cier-tamente documentado a lo largo de la historia de nuestra propia disciplina. Sobre la riqueza de lo cotidiano, pensamos en las obras de referencia de Goffman, de la Escuela Etnometodolgica, o de las distintas Escuelas de Chicago, aparte de las aportaciones al respecto llevadas a cabo desde la Antropologa o diversas corrientes de la Psicologa Social, con el Interaccionismo Simblico al frente de la lista. Con este breve apunte aprovechamos para introducir una cuestin crucial: el oficio de investigador social no es un coto privado de los socilogos. Profesionales de mltiples reas producen material que ha de ser conocido por el socilogo, que ha de salir de su torre de marfil a buscar (perdn, a construir) los datos de su estudio. Adems, como dijo Cicourel en su ltima visita a Espaa, despus de todo, hay mucho de poltica acadmica detrs de las segmentaciones de la ciencia social (como tambin detrs de la oposicin cualitativo/cuantitativo) Ver, asimismo, en esta lnea, Snchez Prez (2005).

    45 Estos autores han escrito didcticos textos sobre el cmo hacerlo. La importancia de entrar en esa trastienda de la investigacin (ver, por ejemplo, con este mismo ttulo, la compilacin de textos de Wainerman y Sautu, 1997), tantas veces cubierta de un velo (de ignorancia). Una mnima bibliografa al respecto incluira los textos clsicos de los autores mencionados, y una referencia obli-

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    cin) que establecen cada uno de estos autores. Del observador total al participante total. El observador total se aproxima, dirn sus detractores, al poltico, distante de una realidad que intenta comprender, mientras que el rol de participante total nos evoca tierras lejanas y antroplogos participando en potlatch y fumando con nativos cortos de ropa pero llenos de plumas, etc.46. El estudio del field, del escenario goffmaniano (con toda la profundidad de la nocin que emplea el socilogo estadounidense), es una cuestin crucial para todas las sociologas de la vida cotidiana (Wolf, 1982; Sociologas de la situacin, titular despus Daz, 2000). Si el anlisis documental podra parecer una tarea de gabinete (o de bsquedas en Internet, en ltima instan-cia47), la observacin-participante despierta el inters ms primigenio del socilogo nefito: salir a la calle y aprender, como dice la cancin. Habr que buscar aqu las races del rechazo acadmico a las corrientes ms microsociolgicas, encarnadas en Garfinkel o Goffman? (Probablemente deberamos apuntar tambin a las tan manidas demarcaciones profesionales: socilogos y antroplogos buscando sus nichos especfi-cos). Eso no es cientfico es lo ms comn que se puede escuchar cuando un socilogo relata sus expe-riencias de trabajo en el campo. Un debate sobre la ciencia, sobre la construccin social de la sacrosanta Ciencia (con maysculas, como Estado, etc.), se puede encontrar en la tesis doctoral del profesor Miguel A.V. Ferreira (2004), as como en reflexiones anteriores de Woolgar (1988), o en el reciente trabajo de Lizcano (2006).

    La dificultad de desligar la observacin comn de la observacin cientfica (el etic y el emic que dicen los antroplogos?), y el hecho de que todo el mundo tiene un socilogo en su interior, hacen caer esta tcnica en el ostracismo, pese a sus mltiples potencialidades y a su capacidad de adaptacin a las ms di-versas situaciones48. Es una constante en los manuales cualitativistas al uso, que se arrogan la insignia de la Observacin (con mayscula para distinguir, en trminos de Bourdieu, si se quiere), destacar las diferencias entre el trabajo del socilogo en el campo y el no-trabajo del observador cotidiano. En La descodificacin de la vida cotidiana49 (1989:79-80), los autores marcan el camino que ha de seguir una observacin (actividad comn de la vida diaria), hasta convertirse en poderosa herramienta de investigacin social y en tcnica cientfica de recogida de informacin. Para ello es necesario que dicha observacin se haga orientndola y enfocndola a un objetivo concreto de investigacin, formulado de antemano; planificndola sistemticamente en fases, aspectos, lugares y personas; controlndola y relacionndola con proposiciones y teoras sociales; y

    gada a la obra de Whyte (obra como conjunto de publicaciones, entre las que cabe destacar, a los efectos que aqu perseguimos, dos: Participatory Action Research -1991-, de la que es editor, y la ya citada Street corner society -1943). En cualquier caso, otros manuales de tcnicas cualitativas tambin pueden servir como llave de lectura.

    46 Los manuales de etnografa se convierten en ocasiones en recetarios aplicables a distintas sociedades en que el antroplogo puede llevar a cabo su trabajo, significativamente llamado, de campo. Ver al respecto cualquier obra de los clsicos (Malinowski, Boas, etc.). Como contrapunto, la obra de uno de los grandes antroplogos espaoles de la actualidad, el profesor Ricardo Sanmar-tn (1989, 2003).

    47 Que no lo es, como ejemplifican abundantes investigaciones en que destacan las intensas fases de campo, tales como los trabajos de Chulilla (2004, sobre lpidas funerarias, en lo que constituye su tesis doctoral) o de Figueroa Saavedra (acerca del fenmeno del graffiti, como su propia tesis doctoral -1999- o sus trabajos posteriores al respecto).

    48 De vuelta a la trastienda, quisiera destacar el valor que tiene la incorporacin, en el Cuaderno que firma scar Guasch en la coleccin del CIS (parece inevitable referirse a este socilogo como el autor de La sociedad rosa ?), de una serie de ejemplos de cuadernos de campo empleados en investigaciones reales. En esa misma lnea, resultara interesante el contraste con el texto, bsico en la Etnografa espaola, de Daz de Rada y Velasco (1997). Por ltimo, rescatar aqu nuevamente el manual de Valles, para referir a los textos clsicos que el presenta sobre este arte de las fieldnotes (Spradley, Schatzman y Strauss, Silverman, apa-recen como tutores).

    49 Interesante ttulo para el manual, prcticamente pionero en Espaa, que firman conjuntamente Ruiz Olabunaga y M.A. Ispizua (1989). Despus, Ruiz Olabunaga publicar, ya en solitario, un texto que pretende ser tambin manual de referencia, siquiera en nuestro pas, para los practicantes de esta metodologa investigativa: Metodologa de la investigacin cualitativa (1996)

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    sometindola a controles de veracidad, de objetividad, de fiabilidad y de precisin50. Al final, como vemos, la cuestin vuelve a situarse ms en el cmo (cmo se observa, en este caso) que en el qu, frente a (o casi ms bien de acuerdo con) aquel postulado de la Ley de Murphy que deca que se puede aprender mucho si simplemente se presta atencin.

    2. 3. Tcnicas de conversacin-narracin51.

    Las diversas tcnicas que cabran debajo de este epgrafe pueden agruparse mediante la imagen del paraguas (Valles, 1997), que da cuenta de la existencia, en ltima instancia, de un sustrato comn, del que posteriormente colgaran diversos desarrollos que habran de afrontar un material anlogo: el discurso, la conversacin, el lenguaje52. Aqu nos encontraramos las tcnicas que toman por elemento principal para el proceso de investigacin, el lenguaje (?) o, ms especficamente, la produccin de narraciones, intercambios verbales, etc. Cosas que se pueden hacer con palabras (Austin, 1962; Bourdieu, 1982). Aqu encontraramos tres tcnicas fundamentales: la entrevista en profundidad, el grupo de discusin, y el mtodo biogrfico53.

    2.3.1. Las entrevistas cualitativas o en profundidad.

    Hablar de entrevistas en profundidad nos vuelve a situar frente al problemtico status cientfico de un acto cotidiano. Las entrevistas cualitativas y las conversaciones cotidianas, titula el apartado correspondien-te Valles (2002:37-41), quien afirma: El arte de la conversacin, aprendido de modo natural durante la socia-lizacin, constituye el mejor fundamento conceptual y prctico para el aprendizaje de las diversas formas de entrevista cualitativa (2002:37. Cursivas en el original). Y, sin embargo, hay una serie de rasgos que distin-guen ambas situaciones, elementos que difieren en la argumentacin de los distintos autores que han escrito al respecto, pero que, en ltima instancia, sealan hacia el mismo punto: el inters (probablemente unidirec-cional) del investigador por lo que el otro le dice, que puede derivar en una asimetra de poder54. El investi-gador es un conversador interesado, que, por diversos medios aprendidos (casi siempre en el oficio, en la prctica: de nuevo la artesana de lo cualitativo), persigue una informacin.

    50 Elementos que recuerden a los planteados mucho tiempo atrs por Knig, en su aejo Tratado de Sociologa emprica (1973:148, citado en Valles, 1997:143), a saber, 1) el principio de la constancia en la observacin, 2) el principio del control del sesgo del observador, y 3) el principio de la orientacin terica de los actos de observacin cientfica.

    51 Flick (2004:87-146) hablar de distintos tipos de datos verbales, en la tercera parte de su libro, distinguiendo tres tcnicas fun-damentales en este grupo: entrevistas semiestructuradas, narraciones, y entrevistas y debates del grupo de discusin.

    52 Bien es cierto que Valles aplica el valioso smil del paraguas a las diversas denominaciones de las entrevistas cualitativas. Adopto la metfora por cuanto tiene de valor visual inmediato a la hora de explicar este apartado de nuestro artculo.

    53 La entrevista en profundidad (para una delimitacin terminolgica detallada remitimos a la obra de Valles, 1997, 2002) ha merecido tambin la dedicacin de un nmero en la coleccin amarilla del CIS, el nmero 32 firmado precisamente por Miguel Valles. Asimismo, con mucha anterioridad, las Auto/biografas constituyeron uno de los primeros ejemplares de dicha coleccin, bajo la firma de Jess M. De Miguel (nmero 17, ao 1996), cuyo texto se vino a sumar al anlisis, ms sistemtico tal vez, que haba realizado anteriormente Pujadas, en el nmero 5 (1992). El grupo de discusin, entendido en buena medida como un invento propiamente espaol (slo sealaremos la relacin existente con otras tcnicas afines desarrolladas en otros mbitos geogrficos) qued hurfano en lo que a produccin bibliogrfica atae con la prematura muerte de Jess Ibez, cuyas obras siguen siendo la referencia primordial para quien desea profundizar (quizs sean un poco ridas para quien quiera introducirse) en esta materia.

    54 Remitimos a la obra de Valles (2002:37 y ss.) para una revisin minuciosamente documentada de esta cuestin, apoyada en las obras de Schatzman y Strauss (1973), Erlandson et al. (1993), Caplow (1956), Denzin (1970), Rubin y Rubin (1995), Atkinson (1998), Johnson (2002), Wengraf (2001), Kvale (1996)

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    Aqu creo interesante destacar la problemtica eleccin del verbo perseguir empleado. Afrontamos la cuestin con la que Kvale (1996:3-5) abre su reflexin sobre las entrevistas, aludiendo a los presupuestos tericos de partida. El entrevistador, nos dice, puede ser entendido como un minero o como un viajero. Cada una de estas metforas tiene importantes implicaciones: En la metfora del minero, el conocimiento es con-cebido como un metal precioso enterrado, y el entrevistador es un minero que desentierra ese valioso metal. Algunos mineros buscan hechos objetivos que puedan ser cuantificados, otros buscan pepitas de significado. En ambos casos, el conocimiento est esperando en el interior de los sujetos, a la espera de ser descubierto, incontaminado, por el minero investigador () La metfora alternativa del viajero, entiende al entrevistador como un viajero en trnsito () El entrevistador-viajero pasea con los habitantes locales, formula preguntas que llevan a los sujetos a contarle sus propias historias, de su propio mundo, y conversa con ellos en la acep-cin original latina de conversacin55. No es de extraar, en vista de esto, el nfasis, que se puede estimar en el propio ttulo de su obra, sobre el carcter mutuo, compartido, de las entre-vistas (en la portada se dibu-jan dos perfiles de rostros, frente a frente, ambos con la boca abierta: InterViews, con dos maysculas en la misma palabra).

    Sea como sea, una cuestin crucial ha salido a la luz a partir de la referencia a Kvale: el arte de escu-char. The art of hearing data, titulan los Rubin; Interviewing: The art of science, se llama la contribucin de Fontana y Frey a la primera edicin del Handbook de Denzin y Lincoln. El carcter cuasialqumico, por conti-nuar con las metforas, del oficio de entrevistador (y del analista, que no tiene porqu ser el mismo, si bien es una recomendacin total como tambin lo es que el entrevistador-analista transcriba sus entrevistas-), remite a una realidad formativa (cientfica) difcil: se aprende en la prctica, cada uno ha de hacer su camino (own way, own style). En este sentido, adems, la tradicin espaola ha resultado ms opaca que la anglosa-jona56. As, las referencias sobre el cmo convertirse, esta vez en entrevistador en profundidad, son ms fcilmente obtenibles a partir de la lectura de manuales norteamericanos o ingleses al uso. As, Wengraf (2001) va a dedicar su libro a seguir la secuencia por la que habr de transcurrir el investigador que desea hacer uso de esta tcnica, ilustrando su exposicin con mltiples ejemplos de la prctica investigadora real, jalonados de comentarios, consejos, pistas Kvale (1996), por su parte, tambin va a conceder mucha im-portancia a los aspectos prcticos del proceso de entrevista, al tiempo que va a destacar las implicaciones ticas (e incluso legales) que debe considerar el investigador social57. De especial inters resulta el captulo que dedica a la transcripcin, significativamente titulado From Speech to Text, punto tradicionalmente de-nostado pero que puede poner en riesgo el rigor (la calidad) de toda la investigacin58. Al final, la consigna es

    55 Kvale (1996:3-4. Traduccin propia). Ambas metforas, indica este autor, representan diferentes modos de entender el conoci-miento, y tienen, diferentes reglas de juego. La metfora del minero vendra a representar la concepcin positivista, en tanto que una visin ms postmoderna (constructivista) sera propia de la perspectiva del investigador (entrevistador, en este caso) como viajero. La primera se vendra a referir a la ingeniera humana (human engineering), mientras que la segunda engarzara con las humanidades y el arte.

    56 No obstante se pueden encontrar tcticas de entrevista en la obra de Valles (1997:219-221; y 2002:111-126). El texto ms reciente incluye ejemplos al respecto de investigaciones reales. En ambos casos, se observar que las referencias a modo de consejos prcticos proceden de reflexiones de autores extranjeros.

    57 Despus de todo, el sujeto entrevistado nos est haciendo entrega de un valioso tesoro, como recoge Atkinson (1998:39. Cita-do en Valles, 2002:87): Es importante mantener una perspectiva tica en todo el proyecto y ser un practicante reflexivo cuando se trata de trabajar tan cerca de alguien que te ha dado tal regalo, tal confianza como un relato de vida.

    58 La transcripcin supone traducir de un lenguaje oral, que tiene sus propias reglas, a un lenguaje escrito, con otro conjunto de reglas (1996:165). En ese sentido, la transcripcin no es el reflejo de una realidad original, sino que son construcciones interpretati-vas, herramientas, tiles para determinados propsitos de investigacin. Las transcripciones son conversaciones descontextualiza-das, abstracciones, del mismo modo que los mapas son abstracciones del paisaje original que dicen representar. Por lo tanto, la pregunta Cul es la transcripcin correcta? no puede ser respondida, porque no hay una verdadera, objetiva, transformacin del modo oral al escrito. Una pregunta ms constructiva es: Qu es una transcripcin til para mis propsitos de investigacin? (1996:166). As, transcribir supone transformar, pasar de un modo a otro. Los sociolingistas y los etnometodlogos han enfatizado las diferencias existentes entre ambas formas de comunicacin. Y, as, aunque supuestamente representan el mismo momento de

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    siempre la misma: no hay recetas (ni para el anlisis ni para la realizacin de las entrevistas) y cada uno ha de buscar, eclcticamente, su propio estilo. Esto presenta, por otra parte, evidentes problemas de mtodo, en cuanto a la validez y fiabilidad (terribles palabras, aplicadas aqu) de las entrevistas59.

    2.3.2. La metodologa biogrfica.

    Estamos en la poca de las biografas (Bowker, 1993). Quizs la afirmacin sea un tanto categrica, pero una mirada a la produccin literaria (no slo sociolgica) nos va a mostrar un panorama en el que los materiales personales60 ocupan un lugar preeminente en nuestros das. De un modo un tanto grosero, se suele asociar biografa (o auto-biografa) a relatos referidos a grandes hombres, personas importantes, elites en el sentido comn con que se utiliza este trmino. Pero en la investigacin sociolgica nos estamos refiriendo a una realidad mucho ms profunda y compleja. Dos sern las obras fundamentales que nos orien-ten en el recorrido por esta tcnica: las aportaciones de Sarabia y de Pujadas61.

    Una cuestin crucial que es abordada pronto en cualquier escrito sobre este conjunto de tcnicas que toman lo biogrfico como eje es la problemtica polisemia en torno a las mismas, y los problemas de traduc-cin en relacin a otros idiomas. Pujadas deja constancia del debate muy pronto en su obra (1992:13-14), al abordar la problemtica distincin, en castellano, de la divisin anglosajona entre life story y life history: As, la life story (en francs rcit de vie) corresponde a la historia de una vida tal como la persona que la ha vivido la cuenta, mientras que el trmino life history (en francs histoire de vie) se refiere al estudio de caso referido

    interaccin, las diferencias que observamos son evidentes, y se pueden sintetizar en la aparente falta de coherencia, que, no obs-tante, no se aprecia en la interaccin cara a cara, puesto que est mediatizada por todo un conjunto de elementos extra-lingsticos que acompaan a las palabras y que no aparecen en las transcripciones al uso, que son conversaciones descontextualizadas destemporalizadas [en las que] el flujo de conversacin () es reemplazado por el texto escrito, fijo, estable (1996:167). La trans-cripcin tradicional se relaciona con el realismo ingenuo, en la idea de que bajo lo dicho y lo transcrito late una misma realidad aprehensible. Frente a esto, las (post)modernas concepciones del conocimiento sealan la naturaleza intrnsecamente contextual del significado, que deber reflejarse de algn modo a la hora de hacer las transcripciones, a la hora de hacer el trnsito de lo oral a lo escrito. (Traducciones propias). 59 Kvale, despus de aquilatar su reflexin sobre la transcripcin y los riesgos que acechan a los resultados de la investigacin en cada momento de la misma, va a hablar del control del anlisis, una cuestin clave para el anlisis de grandes cantidades de complejo material de entrevista (1996:207). El lector de un informe no tiene, normalmente, acceso a las transcripciones, por lo que su lectura depender mucho de la visin que el investigador haya aportado al material a la hora de analizarlo (seleccionarlo, contex-tualizarlo, etc.). Se sealan, en este sentido, dos posibilidades para aumentar la fiabilidad del anlisis efectuado: 1) el trabajo con-junto de varios intrpretes (Usando varios intrpretes para las mismas entrevistas es posible un cierto control del azar o del sesgo subjetivo en el anlisis, 1996:208. Traduccin propia), que adems enriquecer el anlisis que se realice, al incluir diferentes pers-pectivas; y 2) la explicacin de procedimientos, consistente, por ejemplo, en la presentacin de un ejemplo sobre cmo ha interpre-tado el investigador a partir de un material que es expuesto, para que los lectores puedan rastrear el proceso seguido en el anli-sis. Estas cuestiones se recogern en casi cualquier reflexin sobre las potencialidades ventajas del empleo de software en el hasta hoy artesanal (handcrafted) mundo del anlisis cualitativo. 60 La nocin de documentos personales de que hablaba Plummer (1983) nos a marcar un importante nexo de unin entre esta tcnica y el anlisis documental antes expuesto (toda biografa es un documento, al fin y al cabo todo es un documento, de hecho).

    61 Bernab Sarabia es el encargado de firmar el captulo dedicado al mtodo biogrfico en la primera edicin de El anlisis de la realidad social (1989). Es asimismo el autor de un texto clsico al respecto en Espaa (1985). J.J.Pujadas, por su parte, es el autor de El mtodo biogrfico: El uso de las historias de vida en ciencias sociales (1992), que aparece en la misma coleccin del Centro de Investigaciones Sociolgicas, coleccin en la que tambin encontramos la publicacin de Jess De Miguel antes mencionada sobre la misma cuestin: Auto/biografas (1996). Esto da una muestra del desarrollo que esta metodologa ha alcanzado en Espaa (y en Latinoamrica). Una muestra de la abundante bibliografa al respecto se puede encontrar en Marinas y Santamarina (eds., 1993) o en la obra clsica de J. Baln (1974). Asimismo, resulta inevitable una referencia a la obra de Marsal, autor, entre otros, de Hacer la Amricas (1969, primera edicin en Espaa de 1972, omitiendo el valioso apndice metodolgico de la edicin original argentina), as como de su importante discipulado, que ha hecho gran uso de estas tcnicas biogrficas.

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    a una persona dada, comprendiendo no slo su life story, sino cualquier otro tipo de informacin o documen-tacin adicional que permita la reconstruccin de dicha biografa de la forma ms exhaustiva y objetiva posi-ble. Ya que en espaol los trminos no han sido fijados todava, propongo relato de vida (sinnimo de otros trminos de resonancias literarias como relato biogrfico o narracin biogrfica, para referirnos al primer con-cepto, frente al ya habitual trmino de historia de vida, que corresponde al segundo62.

    Pujadas hablar, asimismo, de un escaso desarrollo de la investigacin basada en metodologa bio-grfica en Espaa (1992:85), con la vaguedad que siempre implica un juicio de este tipo basado en la nocin de trabajos con cierta difusin. Se ha de reconocer la importancia de la tradicin estadounidense en el desa-rrollo de esta tcnica (con autores como el antroplogo scar Lewis o los socilogos de las distintas Escuelas de Chicago Sutherland, Zorbaugh, Thomas y Znaniecki, entre otros muchos-), pero ha de sealarse tambin el valor de los trabajos que, antes y despus de la publicacin del Cuaderno Metodolgico de Pujadas (1992, recordemos), han empleado algn tipo de tcnica de raz biogrfica63. As, son necesarias las referencias a Marsal (1969), Funes y Roman (1985), Gamella (1990) As como la edicin de un manual por parte de Cristina Santamarina y Jos Miguel Marinas (1993). Y todo ello dentro de un contexto internacional muy rico, con aportaciones procedentes de Latinoamrica (Baln, 1974), o Europa (la obra magna de Ferraroti, 1981; la compilacin de Bertaux, 1981; etc.).

    2.3.3. El grupo de discusin.

    El grupo de discusin es quizs la tcnica ms respetada (en el sentido castizo del trmino, por cuanto temida incluso) entre los investigadores sociales, reacios por lo general a embarcarse en una aventura de estas caractersticas (hay que considerar el elevado coste econmico de realizar este tipo de reuniones gru-pales) sin haber alcanzado antes cierta pericia64. La expresin grupo de discusin procede de la obra de Ibez, autor de referencia obligada en este campo (y en otros muchos), a partir de sus trabajos65. En la tradicin anglosajona se ha venido hablando del focus group, a partir del influjo de la obra de Merton y colabo-radores (1946, 195666), as, por ejemplo, Morgan (1988) habla de los grupos focalizados, o Stewart y

    62 Una reflexin anloga, anterior a la que lleva aqu a cabo Pujadas, ya haba sido realizada por Cachn (1989:554. Citado en Valles, 1997:240), cuando afirma que En 1970, N. K. Denzin propone distinguir entre life story y life history. El primero designara la historia de vida tal como la cuenta la persona que la ha vivido. Denzin propone reservar el segundo, a los estudios de casos sobre una persona dada, que comprenden no slo su propio relato, sino tambin todo tipo de documentos. La expresin propuesta por Bertaux (1980, p.200) como equivalente a life story en francs sera rcit de vie; en castellano el trmino equivalente puede ser relato de vida, reservando historia de vida para la life history.

    63 Por seguir con la distincin de tres tipos de tcnicas en la metodologa biogrfica que establece el propio Pujadas, a partir de la propuesta de Poirier et al. (1983), a saber, Tcnicas de relato nico; Tcnicas de relatos cruzados; y Tcnicas de relatos paralelos. Una descripcin de cada una de ellas puede seguirse en Pujadas (1992) y en el captulo que a esta metodologa dedica Valles en su manual (1997).

    64 Tal vez tambin sea a la hora de escribir sobre este tema, al menos en Espaa, donde la sombra de Ibez contina siendo muy alargada, y la veneracin por este maestro de maestros es impresionante. Ya dijimos que no hay, todava, ningn nmero de la coleccin metodolgica del CIS al respecto del grupo de discusin. Referir un texto que nos llega desde Argentina, sobre los pro-blemas que se le pueden presentar a un coordinador (moderador, director, etc.) de este tipo de reuniones grupales: Las esce-nas temidas del coordinador de grupos (1978).

    65 Su tesis doctoral, Ms all de la sociologa. El grupo de discusin: Tcnica y crtica (1979) sienta las bases tericas de un proce-dimiento de investigacin en el que el propio Ibez vena trabajando, en el mbito de la investigacin comercial y de mercados, desde mucho tiempo atrs. Ms tarde, la revista Anthropos (suplemento nmero 22, 1991) dedicar un monogrfico a esta misma cuestin, dirigido por el malogrado socilogo espaol.

    66 El artculo que firma junto a Patricia Kendall, The focused interview (1946) y The focused interview (1956), junto a Kendall y Fiske. El propio Merton publicar en 1987 un artculo que bajo el prometedor ttulo de The Focused Interview and Focus Groups.

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    Shamdasani (1990) se refieren a la entrevista de grupo focalizada. En cualquier caso, todos los autores que han planteado el recorrido histrico de esta tcnica coinciden en su origen en el mundo de lo comercial67. La importancia de los elementos motivacionales, y la potencialidad de las reuniones grupales para rastrearlas, queda patente en la obra de Ibez y sus compaeros (Ort, De Lucas, De Zrraga). El propio Ibez plantea (1991) la relacin existente entre los grupos de discusin (sociolgicos) y los grupos teraputicos. Por su par-te, los autores anglosajones (Morgan, 1988; Stewart y Shamdasani, 1990; Frey y Fontana, 1993), van a sea-lar los grupos focalizados como una variante dentro de un conjunto mayor de tcnicas de investigacin basa-das en la reunin grupal (grupos Delphi y nominales, tormenta de ideas, etc.). La idea es siempre la misma: buscar la tcnica ms idnea para una situacin de investigacin concreta, combinar tcnicas siempre que sea posible, en aras de lograr un mejor acercamiento al objeto de estudio68.

    2.4. La estrategia de la triangulacin.

    A partir de la frase con que cerrbamos el prrafo anterior, y presentadas ya por separado las tcnicas cualitativas de uso ms frecuente en la investigacin social (y de mercados), hemos de concluir de nuevo en la fusin de todas ellas. Muchos son los autores (por no decir que prcticamente son todos, pese a las espe-cializaciones de cada uno) que abogan por un uso complementario de diversas tcnicas de investigacin, bien sea combinando unas tcnicas cualitativas con otras, o bien llevando a cabo un uso conjunto (ms all incluso de la tradicional secuencia de hacer primero una parte cualitativa a modo casi de pre-test- para obte-ner tems a manejar en la posterior y definitiva- parte cuantitativa) de ambas metodologas, cuantitativas y cualitativas. Esta apuesta ya la encontramos en Gini (1947), en Denzin (1970), o, entre los espaoles, por citar algunos, en Anguera (1985), Valles (1997), etc. amn de en todas las enseanzas ms informales que reciben los aprendices de investigadores. Hablamos, en definitiva de triangulacin (o de estrategia de estra-tegias, Valles, 1997:100). En este sentido, se aboga por borrar los lmites impuestos entre metodologa cuali-tativa y metodologa cuantitativa, por considerarla una distincin estril y un acercamiento inevitablemente miope a la realidad que se investiga. Mltiples son los ejemplos de argumentaciones que apuntan en este sentido de lograr una armoniosa integracin de ambas perspectivas en la investigacin social69. Mltiples son, asimismo, los ejemplos de una combinacin ms o menos feliz de estas dos perspectivas. As Rodrguez Cabrero, quien combina (1988) la estrategia cuantitativa de la encuesta con la realizacin de entrevistas en profundidad, grupos de discusin, observacin, y anlisis documental. O Funes y Roman, quienes en su tra-bajo Dejar la herona (1985) llevan a cabo una serie de historias de vida que combinan con datos de los servi-cios sanitarios o con observacin directa en los centros y domicilios de sus informantes. En un nivel ms mo-desto, esta es la misma estrategia seguida en el ltimo trabajo en que he colaborado como ayudante de in-vestigacin, el trabajo dirigido por la profesora Lucila Finkel sobre Trayectorias de carrera y situacin socio-laboral de ex deportistas profesionales, cuya fase de campo todava se encuentra en marcha70.

    Continuities and Discontinuities acaba haciendo ms opaca an si cabe la cuestin sobre las eventuales conexiones de ambas tcnicas de investigacin.

    67 Por ejemplo, Patton (1990:335. Citado en Valles, 1997:284-285) plantea al respecto que los investigadores de mercado comen-zaron a usar grupos focalizados en los 50, como una forma de simular el proceso de toma de decisiones grupal de consumo.

    68 Para una revisin minuciosa de los usos de los grupos de discusin, sus ventajas e inconvenientes, as como para una intro-duccin (con sus correspondientes enlaces bibliogrficos para profundizar) sobre los aspectos de diseo y realizacin de grupos de discusin, aquilatada mediante la inclusin de ejemplos reales, se remite nuevamente a la obra de Valles (1997:294-334).

    69 As lo podemos ver, entre los grandes popes de la metodologa sociolgica, en las obras de Alvira (1983), Cook y Reichardt (1979), Silverman (1985), Ort (1989, 1994), Conde (1990, 1994), Alonso (1988), Ibez (1988)

    70 Siguiendo esa lnea autobiogrfica, sealar que esta estrategia de la triangulacin se encuentra presente en el desarrollo metodolgico que sustenta mi tesis doctoral, donde se lleva a cabo un anlisis de los datos secundarios existentes, que sirve como

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    3. El futuro de la investigacin social cualitativa. Normalmente, los artculos que suponen algn tipo de abordaje histrico finalizan con una breve previ-sin del futuro en el campo concreto de que se trate. Hablando de metodologa cualitativa, es obligada la referencia a los avances, actuales y, sobre todo, futuros, del CAQDAS71. En noviembre de 2001 tuvo lugar en Granada el primer Seminario sobre investigacin avanzada cualitativa asistida por ordenador, a cuyas ponencias nos remitimos para la discusin all generada72. Mucho antes, en distintos medios de debate aca-dmicos, fundamentalmente del mundo anglosajn, se planteaba la propia utilidad del empleo de esta herra-mienta en el oficio del investigador social de corte ms cualitativista. La bibliografa al respecto es abundan-te73, as como tambin son numerosos los distintos programas que se han ido desarrollando, en ocasiones por los propios investigadores sociales, en ocasiones por personas ajenas a la situacin profesional de quien despus habra de utilizar sus programas74. La aportacin de Valles al respecto nos indica la existencia de un conjunto de ventajas y desafos del uso de este tipo de herramientas (2001:13-19). Hablaramos de un total de cinco aspectos a considerar: 1) Ahorro de tiempo y bazas asociadas; 2) Exploracin y codificacin, intuitivas y sistemticas; 3) Inclusivi-dad e hipertextualidad; 4) Intersubjetividad: falseabilidad y otras ventajas desafos; y 5) Modelizacin y visualizacin analticas, de las que yo destacara la tercera y la cuarta. El principal atractivo que encuentro en el software de anlisis cualitativo es la hipertextualidad, por cuanto ofrece una serie de posibilidades de hacer que todo sea data. Recuerdo que en una de mis clases de licenciatura, el conferenciante invitado arroj despectivamente un bloc de notas sobre la mesa, iniciando con ello su exposicin, cargada de parabie-nes, sobre la irrupci