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Ramón Portilla Hernández Sociedad y Cultura Siglo XX y XXI 120120142 México S.A de C.V El nuevo contexto de la realidad social. Cuando un investigador como el antropólogo se dispone a estudiar una parte de la realidad social no puede perder de vista que dicho fenómeno se encuentra inmerso y contextualizado en una serie de relaciones político-económicas que lo determinan de manera importante. En la actualidad y ante el avance del capitalismo a nivel global se perfila como crucial comprender el impacto que las fuerzas del mercado tienen en las dinámicas a nivel nacional, regional y local. En el caso de la nación mexicana, estamos siendo testigos de la implementación, desde la administración federal, de un conjunto de políticas neoliberales desde hace casi tres décadas que modifican de manera importante la estructura de los procesos productivos y la vida nacional; comprender estas políticas nos permitiría rastrear su impacto en los fenómenos estudiados y de este modo ampliar la comprensión de la realidad social dentro de una dinámica que se perfila cada vez más compleja y global. El inicio de la segunda década del siglo XXI en el ámbito político y económico el desarrollo de la nación se ve marcado por dos acontecimientos que considero importante revisar: el regreso del Partido Revolucionario Institucional (PRI) al poder ejecutivo y la implementación de un paquete de reformas estructurales encaminadas a limitar la intervención estatal sobre industrias que históricamente han sido consideradas como vitales para el desarrollo nacional. La dictadura perfecta….nunca se fue. El 1° de diciembre del 2012 en medio de intensas protestas sociales en la calles, acusaciones de fraude electoral y el eufórico aplauso de los militantes priistas asumió la presidencia de la república el C. Enrique Peña Nieto candidato por el Partido

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Ensayo que analiza las políticas publicas y estatales del estado mexicano en relación al desarollo de las ideas sobre el Estado nacional de competencia, implementedas desde el sexenio de Lopez Portillo.Se hace un recuento histórico de las políticas estatales desde el sexenio de Lázaro Cárdenas hasta el de Enrique Peña Nieto

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Ramón Portilla Hernández Sociedad y Cultura Siglo XX y XXI 120120142

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El nuevo contexto de la realidad social.

Cuando un investigador como el antropólogo se dispone a estudiar una parte de la

realidad social no puede perder de vista que dicho fenómeno se encuentra inmerso y

contextualizado en una serie de relaciones político-económicas que lo determinan de

manera importante. En la actualidad y ante el avance del capitalismo a nivel global se

perfila como crucial comprender el impacto que las fuerzas del mercado tienen en las

dinámicas a nivel nacional, regional y local. En el caso de la nación mexicana, estamos

siendo testigos de la implementación, desde la administración federal, de un conjunto

de políticas neoliberales desde hace casi tres décadas que modifican de manera

importante la estructura de los procesos productivos y la vida nacional; comprender

estas políticas nos permitiría rastrear su impacto en los fenómenos estudiados y de este

modo ampliar la comprensión de la realidad social dentro de una dinámica que se

perfila cada vez más compleja y global.

El inicio de la segunda década del siglo XXI en el ámbito político y económico el

desarrollo de la nación se ve marcado por dos acontecimientos que considero

importante revisar: el regreso del Partido Revolucionario Institucional (PRI) al poder

ejecutivo y la implementación de un paquete de reformas estructurales encaminadas a

limitar la intervención estatal sobre industrias que históricamente han sido consideradas

como vitales para el desarrollo nacional.

La dictadura perfecta….nunca se fue.

El 1° de diciembre del 2012 en medio de intensas protestas sociales en la calles,

acusaciones de fraude electoral y el eufórico aplauso de los militantes priistas asumió la

presidencia de la república el C. Enrique Peña Nieto candidato por el Partido

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Revolucionario Institucional, hecho que marcaría el regreso al poder ejecutivo del

partido político más antiguo del país y el que también había controlado el destino de la

nación por poco más de 70 años de manera ininterrumpida.; fue el temido regreso de la

que sería alguna vez llamada “la dictadura perfecta”, un regreso que se dio después de

una intensa campaña política y mediática tanto a favor como en contra del candidato

finalmente ganador y como telón de fondo un país hundido en la violencia después de

doce años de un gobierno de “oposición” fallido y una izquierda que no logro

convencer a importantes estratos de la sociedad. Evitando el espinoso debate sobre si

las elecciones fueron legítimas o no, sería importante rescatar las dos principales

dimensiones que dentro de la narrativa popular significo el regreso del PRI al poder:

por una parte se veía como el regreso a un régimen que más allá de todos los fallos que

se le pudieran imputar había logrado mantener un estado de paz social duradero, cosa en

la que el gobierno de oposición había fallado rotundamente; para otros significaba el

regreso de un régimen opresor, corrupto, de guerra sucia que poco tenía que ver ya con

la defensa de los ideales de la revolución.

Una dimensión poco explorada y comentada fue la relacionada a la continuidad de

un proyecto económico neoliberal de mas de tres décadas de desarrollo que preparó y

posicionó a México como un destino altamente rentable para la inversión de capital

privado extranjero, es decir, tanto el ascenso al poder del gobierno de oposición como el

regreso del PRI podrían ser dos etapas, por demás planeadas, de un proyecto

económico que busca migrar a la nación desde una economía enfocada en el

crecimiento interno de la industria y amplias facultades proteccionistas del estado como

la protección arancelaria, herencia de la época cardenista, hacia una economía de libre

mercado con pocas o nulas regulaciones y un aparato estatal enfocado en generar

condiciones óptimas para la atracción de capital extranjero, lo que algunos autores

denominarían “Estado nacional de competencia”.

Dirigir a una nación a convertirse en un Estado nacional de competencia involucra la

implementación de políticas públicas y estatales que generen condiciones en las que los

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capitales extranjeros, ahora más flexibles y racionalizados, puedan obtener tasas de

ganancia más altas en comparación a otros Estados-nación, limitando la intervención

estatal sobre los procesos económicos y abogando por una economía de libre mercado

donde las fuerzas de este logren contenerlo y autorregularlo, es decir, convertir a la

nación en una oferta atractiva y laxa para la inversión capitalista extranjera que logre

destacar de otras opciones por su disponibilidad a ser explotada. (Hirsch: 1996).

De este modo el paquete de reformas estructurales (educativa, telecomunicaciones,

energética, etc.) que se han impuesto como parte fundamental del proyecto político de

la nación mexicana durante el presente sexenio sería la manifestación más tangible de la

parte final del viraje hacia un desarrollo económico de competencia nacional.

Aparte de la desregulación, dos ejes se consolidan como fundamentales para

impulsar esta serie de medidas económicas, la educación y la estabilidad interna de la

nación. Ofertar mano de obra eficientemente calificada para llevar a buen término los

procesos productivos es parte esencial para atraer la inversión y esto requiere de masas

de obreros calificados para el uso de las herramientas tecnológicas; por otro lado se

requiere una sólida imagen de estabilidad y paz social que asegure que las inversiones

corren el mínimo riesgo. Ante esto el Estado se encuentra con la titánica tarea de

asegurar por la vía que sea necesaria, incluida la violencia, una imagen corporativa

empresarial de éxito seguro hacia el mercado mundial.

México antes del neoliberalismo.

Para poder visualizar los efectos que las medidas neoliberales tienen sobre el aparato

estatal y la vida nacional nos vemos en la necesidad de interpretarlas desde un momento

histórico anterior a la implementación de las mismas. En este caso las directrices

aplicadas durante la época cardenista serían al mismo tiempo la conformación del

sistema político y estatal inmediato anterior al actual y el modelo que las políticas

neoliberales buscan erradicar.

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El sexenio de Lázaro Cárdenas del Río (1934-1940) fue la consolidación de los

ideales de una revolución impulsada por enormes masas de trabajadores que se había

propuesto del modo más claro la conquista del poder para la construcción de una

sociedad más igualitaria. (Córdova: 1972). Esta igualdad no se concebía en los términos

comunistas de una sociedad sin clases sociales, más bien contemplaba la incorporación

de las diferentes clases a un proyecto de desarrollo nacional donde las desigualdades

inherentes a la clase explotada se podían remediar con una adecuada protección política

y jurídica a cargo del Estado. (Ibídem, 178). Ya dentro del conocido Plan Sexenal se

contemplaba de vital importancia la participación y crecimiento del sector privado, al

igual que la organización y agrupación corporativa de los sectores obrero, campesino y

militar a modo de contrapeso y motor del desarrollo; la protección a la producción

nacional por medio de políticas arancelarias restrictivas y el fomento a la creación de

industrias estatales en aquellos campos donde la iniciativa privada no tenía

intervención, no podríamos hacer omisión de la nacionalización de la industria petrolera

consumada el 18 de marzo de 1938, considerada de vital importancia para el desarrollo

nacional en los años posteriores; de este modo el Estado sería el encargado de dirigir y

controlar la actividad económica, proteger la producción nacional y limitar los intereses

de la clase capitalista a los del bien común de la nación y en especial de la clase

trabajadora.

“En términos de pura eficacia productiva, la clase capitalista, debidamente

controlada y dirigida, bien podía asegurar un funcionamiento adecuado del aparato

económico del país: todo dependía del papel que el Estado se decidiera a desempeñar.

México, por tanto, podía renunciar al capitalismo sin renunciar a la clase capitalista. El

capitalismo al que se renunciaba, por supuesto, era ese tipo de economía que se cifraba

en el privilegio de los poseedores de la riqueza, en la sujeción sin límites de la sociedad

y de su Estado a los intereses de unos cuantos.” (Ibídem, 179)

El fuerte desarrollo de la industria interna, permitió, al igual que el régimen de

acumulación fordista en los Estados Unidos de Norteamérica, un crecimiento

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económico sólido y constante y generó cambio importantes tanto en la vida cotidiana de

la nación como en las estructuras geográficas y poblaciones “La creciente demanda de

fuerza de trabajo no sólo condujo a la incorporación de las masas asalariadas en el

proceso de producción […] sino que también fue la causa de grandes movimientos

migratorios: una fuerte migración laboral tuvo lugar desde la periferia industrial”

(Hirsch: 1996, 109)

Tanto el modo de regulación fordista en los Estados Unidos como la economía mixta

del sexenio cardenista se fundamentaron de manera esencial en la existencia de grandes

organizaciones sociales corporativizadas como sindicatos, federaciones, cámaras

empresariales, agrupaciones agrarias, de médicos y otros sectores de interés vital para el

desarrollo nacional; un Estado con facultades intervencionistas en amplias e

importantes esferas de las sociedad que en conjunto con las agrupaciones sociales

podían manejar políticamente los procesos del mercado capitalista al igual que las

estructuras y desarrollos de la sociedad, mediante sistemas de negociación

centralizados. Estamos ante un Estado de seguridad, en el sentido de que busca

bienestar para la población y de que ejerce control y vigilancia sobre las dinámicas

nacionales. (Hirsch: 1996; 110-111)

Esta restructuración de la vida política, económica y cotidiana de la nación

proporcionó una base sobre la cual actuar y mantener un desarrollo económico

generalizado y sostenido hasta mediados de los años 70´s cuando, visto de una manera

simplificada, la expansión de las fuerzas productivas se desacelero y la tasas de

ganancia del capital se vieron importantemente reducidas, esto sucedió tanto en la

economía mexicana como en otras metrópolis capitalistas, incluido el máximo

exponente, Estado Unidos. En los centros capitalistas más desarrollados se mostraba

inminente la necesidad de expandir los mercado donde pudieran circular los bienes, y

en las economías periféricas como la mexicana la incapacidad de satisfacer la demanda

interna orillaba a la apertura del mercado a productos extranjeros que competían

directamente, y la mayoría de las veces con una ventaja notable, con los de fabricación

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nacional; el crecimiento coordinado por la esfera estatal enfocado hacia el interior y la

protección del mercado, consumo y producción nacional ahora se vislumbraban como

barreras para el libre desarrollo nacional y para los intereses del capital privado.

(Hirsch: 1996). “Al inicio de los 80 el fenómeno que se venía perfilando desde la

década anterior cumple su cometido, es decir, el modelo de desarrollo que

anteriormente había asegurado el crecimiento económico y la estabilidad política en el

México posrevolucionario estaba en crisis” (Rogozinski: 1997, 32)

Hay que “bajar de peso” al Estado… hasta la anorexia.

Miguel de la Madrid Hurtado asume la presidencia de la república (1982-1988) en

medio de una fuerte crisis económica marcada por un amplio déficit en la balanza de

pagos, una deuda total (interna y externa) cercana al 60% del PIB, inflación del 100%

anual y una devaluación monetaria que alcanzó su punto máximo en el 3100%

(Aguirre:2003), de igual manera las grandes estructuras políticas de agrupaciones

obreras, que en otro tiempo habían impulsado el desarrollo de la nación, se encontraban

controladas y puestas al servicio clientelar de un sistema político que monopolizaba el

acceso al poder por medio de la conciliación interna de las diferentes facciones de poder

al interior de un gran partido, el PRI. (Aguilar: 1994)

Es durante este sexenio cuando tienen sus primeras aplicaciones las ideas

neoliberales en México, con la intención de reducir la carga económica que las

empresas estatales significaban para la administración federal, se procedió a la venta y

privatización de buena parte de empresas paraestatales , que incluyeron a “Vehículos

Automotores Mexicano y Renault de México, así como empresas fundidoras,

productoras de hierro y acero, de aviación, de bienes de capital, ingenio azucareros,

textiles, teléfonos, fábricas de material y equipo ferroviario, etcétera” (Vidales: 1996 en

Salas: 2009). Durante el primer año del sexenio, el gobierno federal contaba con

participación en 45 ramas de la economía y tenía en su control 1155 empresas

paraestatales, para su término en 1988 solo había participación en 23 ramas económicas

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y tenía en su haber 412 compañías paraestatales. “La desincorporación de estas

empresas obedeció a que no eran estratégicas ni prioritarias para el desarrollo nacional,

argumento presentado en un documento informativo por el gobierno federal”

(SHCP:1998 en Salas:2009). La desregulación de los mercados y la apertura estatal a la

inversión privada, mayoritariamente extranjera, había llegado para quedarse.

Durante el siguiente sexenio, a cargo de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) el

proyecto neoliberal se fue profundizando y se plantearon con mayor claridad los

principales postulados de la política económica gubernamental; nombrada por algunos

autores como la etapa del desmantelamiento, se realizan reformas constitucionales que

impactan enormemente en la estructura de la administración estatal y su relación con las

dinámicas sociales, por mencionar algunas tenemos la modificación de los artículos 28,

73 y 123 referidos a la privatización de la Banca (nacionalizada unos años antes), los

procesos electores y las relaciones estado-iglesia respectivamente; le declaración de

término del proceso de reparto agrario y la modificación al artículo 27 que abrió la

posibilidad a los ejidatarios para vender sus parcelas a capitales tanto nacionales como

extranjeros. (Salas: 2009).

En efecto, la modificación al artículo 27 abre la puerta a los capitales privados para

asumir la responsabilidad del desarrollo de la capacidad productiva ya no en relación a

las necesidades del consumo interno, si no a el posicionamiento de los productos en el

mercado internacional al que la nación se estaba incorporando, que dicho sea de paso

contaba con mejor infraestructura productiva.

Se creó un nuevo estrato social conformado por los poseedores de capital privado

que lograron adquirir las empresas paraestatales a precios “regalados” y que no en

pocos casos lo hacían mediante el tráfico de influencias. La venta de México se

convirtió en un negocio ampliamente redituable tanto para la inversión privada como

para los funcionarios en el poder.

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Las ideas de libre mercado fueron implementadas en todos niveles como la firma en

1992 del Tratado de Libre Comercio de América del Norte TLCAN (entra en vigor el

1° de enero de 1994) un proyecto que eliminaba las cuotas arancelarias para los

productos que transitaran entre los tres países de América del Norte. Para Estados

Unidos (aún la potencia económica y militar del momento) constituía la posibilidad de

asegurar un área de influencia y la expansión de los mercados disponibles para sus

industrias, por mucho más eficientes que las mexicanas; para México la posibilidad de

incorporarse al mercado mundial e inyectar inversión para nivelar (o al menos tratar) los

serio déficits que tenía y que se habían visto agravados por la mismas políticas de

privatización y desregulación implementadas. (Centeno: 1997). (Hirsch: 1996)

“La estrategia económica era engañosamente simple. México iba a atraer grandes

cantidades de capital internacional […] y ese capital por un lado ayudaría a disminuir la

carga de la deuda, y por el otro se invertiría en nuevas empresas productivas. La clave

del esquema estaba en ofrecer estabilidad monetaria e incentivos económicos [como

condonación del pago de impuestos] como mano de obra barata y acceso a los

mercados. Para garantizar lo primero se redujeron radicalmente los presupuestos

públicos [sacrificando buena parte de las políticas proteccionistas que funcionaban,

hasta cierto punto, como un aparato redistributivo de la riqueza nacional] –produciendo

los primeros superávits de explotación de México durante décadas- y se vinculó el peso

al dólar. Para lo segundo fue necesario abrir la economía mexicana el comercio mundial

(y asegurar la reciprocidad). Obviamente el TLACN era el toque maestro, pues le

prometía a los inversionistas el acceso al mercado consumidor más rico del mundo. […]

Durante los primero años de la década de los 90 entraron a México cantidades masivas

de capital” (Centeno: 1997).

En este punto podría parecer que se ha perdido de vista la dimensión social en todos

estos procesos político-económicos, sin embargo, fueron estos mismos procesos los que

contextualizaron y dieron pie a múltiples fenómenos sociales de trascendencia histórica

como la lucha sindical del magisterio en 1989, el desmantelamiento del sindicato

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petrolero o levantamiento del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional EZLN en

Chipas en 1994.

Las relaciones sociales entre la clase obrera y campesina se ven importantemente

modificadas por los requerimientos de un sistema que se introduce en todos los ámbitos

de la vida nacional y al que el Estado ya no puede, ni quiere, controlar en favor de los

desposeídos, fue la entrada de un sistema que restringió los salarios y las prestaciones,

limitó los derechos sindicales básicos y dio vía libre a la concentración y centralización

del capital.

México se vio “aplastado” dentro de la economía de mercado mundial, las

estrategias para mantener la nación a flote ya no se enfocarían más en el desarrollo de la

industria interna o en la regulación estatal de sectores vitales en una economía planeada,

a partir de ahora lo opción era ser el mejor destino para la inversión de capital privado

nacional y extranjero. Crear incentivos fiscales para el capital, asegurar la producción

de mano de obra barata y certificada por organismos con reconocimiento internacional

(CONOCER, ISO), debilitar la organización sindical, facilitar la movilidad laboral, y

tomar el control de los recursos naturales para ofertarlos a la explotación serían a partir

de ahora las tareas del estado, un nuevo Estado nacional de competencia.

Al final de estos dos sexenios el saldo final fue una disminución en el poder salarial

real de 47.5 %, el desempleo y subempleo alcanzó a 10 millones de mexicanos y la

pobreza extrema incluía a 13.7 millones de habitantes; la distribución del PIB se orientó

hacia el capital en una relación frente al trabajo de 55% a 25% respectivamente para el

año 1991. Durante los dos sexenios neoliberales, los trabajadores de México perdieron

252 mil 503 millones de dólares, que fueron a para a manos de las 300 familias que

controlan la economía nacional. (Salas: 2009)

La devaluación del peso en el conocido “error de diciembre” fue el tiro de gracia para

grandes sectores de la población que apenas habían sobrevivido a 12 años de golpes

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económicos, para algunos fue sencillamente imposible cumplir con las deudas

contraídos y lo créditos que les habían sido otorgados (de manera bastante laxa) y los

llevo a la ruina total.

Posteriormente, durante el último periodo priista, la presidencia de Ernesto Zedillo

Ponce de León (1994-2000), el neoliberalismo continuó su marcha. En el plano

constitucional, modifica el artículo 28, con el objetivo de permitir la participación del

capital privado en áreas de comunicación vía satelital y los ferrocarriles, crea las Afores

transformando con ello las seguridad social de los trabajadores y se compromete con el

capital financiero internacional para privatizar la petroquímica y la industria eléctrica.

(Salas: 2009)

Hoy verdes, mañana azules, siempre los mismos.

Al inicio del presente texto se planteó la hipótesis de que el ascenso al poder de un

gobierno de “oposición” fue parte del proyecto neoliberal en México y no represento en

ningún momento algún tipo de viraje en el plan económico político que venía

manejando la nación.

Rumbo a las elecciones del año 2000 el sistema político mexicano priista se

encontraba “desgastado”, la percepción poblacional sobre el partido se encontraba

fuertemente debilitada por tres causas:

a) Se podría suponer que todo sistema político después de 70 años requiere renovarse

de alguna manera.

b) Las crisis económicas que había sufrido la nación bajo el mando del PRI.

c) Los altamente cuestionados procesos electorales que habían llevado a la

presidencia a Ernesto Zedillo en 1994 en detrimento de Cuauhtémoc Cárdenas

(candidato salido de la facción nacional revolucionaria del PRI) que postuló por el

Frente Democrático Nacional, y que se presume, ganó realmente las elecciones.

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Un sexenio más podría significar ir más allá de lo que la población podría estar

realmente dispuesta a soportar, además ante los ojos del mundo capitalista la

permanencia en el poder por el mismo grupo durante setenta años no era algo que los

mantuviera tranquilos, definitivamente no por su preocupación por los sistemas

democráticos y representativos de los intereses del pueblo, sino porque no había nada

que asegurara que con un eventual cambio de régimen sus inversiones seguirían siendo

protegidas y favorecidas por la administración estatal; la alternancia era la opción.

Un proceso de alternancia política, de acuerdo con Góngora (2014), es “un cambio

regulado por vías o pactos intrínsecos o extrínsecos que no representa una modificación

profunda en la forma de administración o dirección política”; bajo este entendido la

alternancia del poder con el ascenso de Vicente Fox Quezada a la presidencia de la

república (2000-2006), un ex-directivo de una de las compañías transnacionales más

grandes del mundo, The Coca-Cola Company mandaba un mensaje muy claro hacia los

capitales nacionales y extranjeros: México estaba listo para cambiar de manos el

régimen político sin que esto significara una amenaza para sus intereses, seguirían

siendo bien recibidos en un gobierno de y para ellos; al mismo tiempo abría el espacio

para un “respiro” que permitía la reorganización interna de las filas priistas; habría que

acotar que aun perdiendo el control del poder ejecutivo, en buena parte de la república

los legisladores adscritos al PRI de ambas cámaras, tanto a nivel estatal como federal,

seguían siendo mayoría.

No habría de sorprendernos que la política económica de Vicente Fox se encaminara

bajo el mismo esquema que el de sus antecesores. Dentro de sus acciones se cuentan la

intervención del capital privado en los servicios de salud a cargo del estado, la

disminución en gran medida del presupuesto otorgado a la educación superior en

universidades públicas. (Salas: 2009). Así como el intento de gravar con impuesto al

valor agregado IVA alimentos, medicinas, libros y revistas, entre otros.

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Los siguientes seis años estarían a cargo del también panista Felipe Calderón

Hinojosa que asumió la presidencia del 2006 al 2012, sexenio en el que el país se

hundió en la violencia con una “guerra contra el crimen organizado” que dejó un saldo

de 71 mil muertos, regiones del país controladas totalmente por organizaciones

delictivas y una estructura política infiltrada en gran escala por organizaciones

criminales. Para el 2012 49 millones de personas vivían en la pobreza, un aumento del

92% en la deuda externa y de un 40% en los bienes de la canasta básica. (Blanco: 2012)

Tratando de evitar por un momento la tragedia humana que se vivió durante este

sexenio, también se vislumbraron los resultados de más de dos décadas de políticas

neoliberales, las remesas pasaron a formar el segundo ingreso en volumen de divisas al

país, producto del éxodo migratorio que arrasó la geografía nacional, el aumento de la

capacidad de explotación laboral llego a los trabajadores del Estado por medio de las

reformas a la ley orgánica del ISSSTE, se desintegró, con el uso de la fuerza y tomando

las instalaciones de madrugada, al Sindicato Mexicano de Electricistas uno de los más

fuertes y a la compañía Luz y Fuerza del centro. No hace falta decir que fue durante

esta misma administración que el empresario Carlos Slim es nombrado por la revista

Forbes la persona más rica del mundo.

Buena parte de la crisis económica vivida durante esta época fue producto del

impacto de la crisis que sacudió a los Estado Unidos como producto de las prácticas

voraces de un capitalismo que por medio de la especulación generó ganancias

multimillonarias del empobrecimiento de amplios sectores de la población.

El nuevo PRI, corregido y aumentado.

Mientras se acercaban las elecciones del 2014, .la imagen de un nuevo PRI se hizo

presente de forma masiva en los medios de comunicación, la época de corrupción,

impunidad y totalitarismo había terminado, estaban listos para encarar, con una visión

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joven los retos que el siglo XXI tenía para México, un notable esfuerzo por desdibujar

el pasado histórico de la institución.

Sin embargo, por debajo de la nueva imagen que se buscaba dar, se lanzaba una

intensa campaña, para algunos en complicidad con una de las grandes televisoras

mexicanas (Televisa), para posicionar a Enrique Peña Nieto como candidato a la

presidencia, reactivar la economía nacional, reducir los niveles de violencia y combatir

la descomposición estructural del aparato estatal, eran las principales propuestas para el

sexenio.

Algunos autores como Naomi Klein podrían incluso argumentar que el crecimiento

desmesurado de la violencia durante el sexenio Calderonista podría ser generado o

permitido como un “shock” para la posterior implementación de una “terapia” en

conjunto con políticas neoliberales.

El proyecto político de Peña Nieto, que resulto finalmente ganador de la presidencia

para el periodo 2012-2018 contemplaba la implementación de 11 reformas estructurales

en áreas de vital interés para los capitales privados y para el mantenimiento, desde la

administración estatal, de las condiciones propicias para el desarrollo de la actividad

capitalista, por ejemplo:

a) Reforma energética: Busca abrir a la inversión privada la exploración y explotación

de yacimientos petroleros, aquella industria que durante el cardenismo se vislumbró

como esencial para el desarrollo nacional y que aún hoy día lo es, pretende ser

entregada, si no de manera total por lo menos si en buena parte, al mercado global.

b) Reforma laboral: Flexibilizar la fuerza de trabajo y disminuir las obligaciones

patronales así como la seguridad social adquirida por medio del ámbito laboral son

indispensables para aumentar la rentabilidad en los procesos productivos, ahora se

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contempla la contratación y pago del trabajo por hora, al mejor de los estilos

Estadounidense.

c) Reforma Educativa: Después de una campaña mediática para desprestigiar el sistema

educativo, que se ha visto abandonado en muchos sectores desde hace varios años, se

modificaron leyes orgánicas que más que implementar cambios en los planes y

programas o en las estrategias de enseñanza, se centró en hacer mucho más laxas la

relaciones laborales para con los profesores y un duro golpe para la estabilidad laboral.

Conclusiones

Estamos viviendo la introducción de relaciones capitalistas en áreas de la sociedad

que anteriormente estaban a cargo de un Estado que velaba, hasta cierto punto, por el

bienestar de las clases trabajadoras. Esto es algo que no se puede perder de vista al

reconstruir el contexto de los fenómenos sociales en la actualidad mexicana.

Finalmente y afianzando el anterior planteamiento, la política neoliberal en México

aplicada desde 1982, no ha logrado los objetivos de desarrollo planteados, pues existe

una crisis recurrente en la economía nacional, el crecimiento sostenido no ha podido

lograrse, y existe el padecimiento de inflaciones constantes, desempleo, inseguridad,

pobreza, etcétera; demostrando con ello, su incapacidad para generar el bienestar que

tanto se pregonaba

El trazado histórico del desarrollo de las políticas neoliberales en el Estado

mexicano, nos permite comprenderlas implicaciones que ha tenido en las relaciones

entre el aparato estatal y la esfera productiva con sus respectivas repercusiones en la

vida social, de igual manera, pone en perspectiva los objetivos del presente sexenio y el

funcionamiento del sistema político mexicano en la primera década del siglo XXI

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Los procesos de desregulación y el viraje hacia la construcción de un Estado

nacional de competencia, involucrarán la desposesión total de los estratos más

desprotegidos de la sociedad y seguramente la configuración de luchas sociales de

reivindicación.

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