Mori Ogai - El Intendente Sansho

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El intendente Sansho

El intendente Sansho ofrece una seleccin de seis de los mejores relatos de Ogai Mori (1862-1922), una de las figuras ms importantes e influyentes de la literatura japonesa. Cinco de los relatos (el que da ttulo al volumen, El barco del ro Takase, Las ltimas palabras, La seora Yasui y La historia de Iori y Run) pertenecen al gnero de la ficcin histrica, gnero en el que el autor logr sus mejores pginas. Por su parte, Sakazuki es, en palabras del prologuista, Carlos Rubio, una delicada alegora sobre el efecto perturbador producido en el grupo por un elemento extrao, ms concretamente sobre la aparicin del extranjero en la sociedad japonesa. El relato con el que se abre el volumen, El intendente Sansho, una conmovedora historia protagonizada por dos nios que son separados de su madre y vendidos como esclavos a un desptico seor, sirvi de base para una de las pelculas ms conocidas del director japons Kenji Mizoguchi. Carlos Rubio dice en el prlogo: Las seis pequeas joyas que podr disfrutar el lector de este libro las escribi el ltimo samuri escritor: una mscara, es decir, una persona, de una sobriedad deslumbrante.

Ogai Mori

El intendente Sansho

Ttulos originales: (El intendente Sansho), (El barco del ro Takase), (Las ltimas palabras), (Sakazuki), (La seora Yasui), (La historia de Iori y Run)

Ogai Mori, 1915

Prlogo: Carlos Rubio

Traduccin: Elena Gallego

Para un escritor japons de estatura clsica que no pase por hacerse el haraquiri ni por recibir el Nobel resulta heroico ser reconocido en Occidente, ms an en el mundo de habla hispana, en donde, en pleno siglo XXI, ni siquiera est afianzado el principio tico de traducir a un autor japons desde el original. Por ambas razones es admirable que una editorial, y adems pequea, emprenda la estampa de un autor poco conocido entre nosotros[1] hacindolo desde el texto japons. El hecho, adems, es digno de doble celebracin porque la eleccin ha recado sobre Ogai Mori, un gigante de la literatura en Japn; y la traduccin, limpia y potica, la firma Elena Gallego, una experta profesional.El gnero de la novela ha adquirido tal preponderancia en Occidente que tiende a oscurecer cualquier otra forma de narrativa. Parte del desconocimiento general que de Ogai Mori se tiene fuera de Japn radica en que no se le puede llamar con propiedad novelista. Es cierto que escribi tres novelas de cierta extensin El ganso salvaje, Seinen (Juventud) y Kaijin (Las cenizas), aparte de otras breves, pero las dos primeras fueron mediocres y la tercera no la termin. Se senta mucho ms cmodo escribiendo relatos que novelas. Los seis aqu presentados bajo el ttulo de uno de ellos, El intendente Sansho, son de la clase que Richard Bowring ha denominado relatos lricos y fundamentan dos de las mejores cualidades literarias del Ogai escritor cuando no es ledo en japons: la concisin y el poder evocador. Pero no fueron suficientes los veinticinco o treinta que escribi, ni sus poemas, diarios, dramas, mltiples traducciones, revistas literarias (y mdicas!) por l creadas y alimentadas, ensayos crticos. La elevada estatura moral y literaria de Ogai Mori descansa, elusivamente, en su imponente sombra. Y en tres ngulos principales de la misma.Primero, su estilo. Aclamado como el maestro Ogai por autores tan dispares como Tanizaki, Akutagawa y Mishima, su lenguaje literario severo, masculino y contenido tal vez deudor de su formacin en los clsicos chinos es el logro ms difcil de apreciar en trminos objetivos. Baste decir que el problema de explicar la trascendencia de su estilo es parejo al de razonar la influencia del lenguaje potico de Garcilaso de la Vega en espaol para quien no sepa espaol o del de Goethe en la poesa alemana para quien no sepa alemn. Las innovaciones estilsticas y retricas de Ogai allanaron el camino para el desarrollo del moderno lenguaje literario japons, que se consolida solo a principios del siglo XX.El segundo, su labor como traductor y forjador de la nueva literatura de Japn. Hay que situar esta labor en el marco del acelerado y complejo proceso de transferencia de conceptos literarios de Occidente al Japn recin salido de un secular perodo de aislamiento (1603-1868). Este proceso exiga un conocimiento mucho ms profundo de la cultura europea que el necesario para la modernizacin militar, tecnolgica, industrial e institucional en la que Japn se haba embarcado en la llamada era Meiji (1868-1912). En los aos setenta del siglo XIX los intelectuales japoneses fueron dndose cuenta de que la posicin de la novela en Europa, como gnero rey de la literatura, era muy superior a la que tena en Japn. La ficcin, de cualquier gnero que fuese, era denostada sin contemplaciones por el establishment cultural, de slidas races confucianas. Como prueba, estas reveladoras palabras que, bajo el encabezamiento de Los cuatro perniciosos efectos de leer novelas, escribe un hombre vanguardista para su poca, Nakamura Keiu, el traductor japons del primer libro occidental: Quienes gustan de leer novelas no se comportan como ciudadanos decentes; las mujeres que las leen tienen mala fama o mueren jvenes; los hijos o los hermanos pequeos de quienes coleccionan novelas estn en situacin de leerlas a escondidas; y los aficionados a las novelas a menudo contraen tuberculosis[2].Desde que se publicaron esas afirmaciones, que hoy nos hacen sonrer, hasta que Ogai empez a escribir tuvieron que pasar bastantes aos. Un camino sembrado de debates y reacciones. En el ao 1885 se puede situar el inicio de la introduccin de los conceptos literarios europeos, especialmente en el mbito de la narrativa, como la voz del narrador, el estilo neutro (no teido de pertenencia al grupo social), la caracterizacin de los personajes, el concepto del yo, el simbolismo. Fue en ese ao cuando Tsubouchi Shoyo publica la primera parte de un largo ensayo titulado La esencia de la novela, en donde propone la novela realista como el vehculo ms adecuado para expresar las aspiraciones y la verdad del nuevo Japn. Shoyo estableca una distincin entre la novela didctica y la artstica, pero conceda que esta ltima tambin era vlida, como se haba demostrado en Occidente, para retratar el estado real de la sociedad. Lo que en realidad estaba proponiendo era un concepto Victoriano de la novela como forma artstica capaz de satisfacer el sentido moral del lector a travs de la representacin artsticamente fidedigna de la realidad social de su tiempo. Aun as, sus contemporneos criticaron a Shoyo por atacar el didactismo de la literatura (bun) y por abogar por el realismo literario.Pero Shoyo era un crtico, no un creador, y tuvo que ser su amigo Futabatei Shimei quien escribiera la que ha sido considerada primera novela japonesa, Las nubes errantes (Ugikumo), en 1887-1889, una obra sobresaliente por reflejar a travs de la psicologa de los personajes la realidad japonesa del momento y por introducir con xito un nuevo lenguaje literario basado en el japons hablado.Fue entonces, en 1888, cuando nuestro autor regresa de Alemania y entra en la escena literaria.Nacido Rintaro Mori (1862-1922) Ogai fue el pseudnimo adoptado siguiendo la moda de entonces, era el hijo mayor del mdico del seor feudal de la localidad de Tsuwano (actual provincia de Shimane). Recibi la formacin adecuada a un nio samuri: clsicos neoconfucianos, artes marciales y la lengua holandesa, que era la obligada entonces para leer los libros de medicina occidentales. Trasladado a Tokio a los diez aos, cuando tena diecinueve se haba licenciado en Medicina, despus de haber estudiado alemn con profesores nativos y destacar en la composicin de poesa china y japonesa. Siguiendo los pasos de su padre, se hace mdico militar y obtiene a los veintids aos una generosa beca del Ejrcito Imperial para ampliar estudios mdicos en la Alemania de Bismarck, modelo militar de Japn por entonces. Para Ogai Mori fue Alemania. Para Natsume Soseki sera Inglaterra.Es un tpico comparar a estas dos figuras de la literatura japonesa, contemporneos pero que no se trataron, resultando difcil hablar de uno sin referirse al otro. Es opinin comn, adems, que quien gusta especialmente de uno no suele hallar mucho agrado en el otro. Por encima de comparaciones estriles, se ha visto en ellos a los progenitores espirituales de la modernidad literaria de Japn. Natsume Soseki y Ogai Mori. La madre y el padre. Respectivamente? En trminos chinos tal vez ms adecuados para estos dos intelectuales de la ltima generacin en recibir una formacin confuciana, el yin y el yang de las letras modernas niponas. La luna y el sol. ntimo, lrico y humanista, el primero; austero, distante y luminoso, el segundo. El poeta y el filsofo. Inglaterra y Alemania. Aparte de la diferente extraccin familiar de uno y otro, el primer contraste, y tal vez decisivo, de la larga cadena de oposiciones entre Soseki y Ogai tiene que ver precisamente con la condicin de vida que conocieron uno y otro en esos dos pases de Europa. La vida de perros que en Inglaterra llev Soseki, un becario pobre, de ingls balbuciente, tiritando de soledad y rindose amargamente de s mismo al mirarse en el cristal de los escaparates de Londres, es diametralmente opuesta a la que pase en diversas ciudades de Alemania el apuesto oficial Ogai Mori, de alemn fluido aprendido desde nio. Por ejemplo, durante su estancia en Dresde (1885-1886) se diverta con sus colegas alemanes, oficiales como l, asista a galas y bailes, lo invitaban al Palacio Imperial de esa ciudad, lo presentaban al rey Alberto, enamoraba a una joven alemana[3]. Hay indicaciones de que sus xitos sociales no fueron muy del agrado de sus superiores, a quienes les pareci que el joven becario lo estaba pasando demasiado bien. Uno de estos, Ishiguro Tadanori, le lleg a escribir una carta, fechada el 3 de enero de 1886, en la cual le adverta que no dedicara tanto tiempo a asuntos militares y que se concentrara ms en sus estudios de higiene pblica, para lo cual haba sido enviado a Alemania. Pero, lector voraz, tambin fueron esos cuatro aos un perodo formativo crucial en el cual absorbi las principales corrientes de la literatura, la filosofa y la ciencia europeas.S, fue en 1888 cuando Ogai regresa a Japn y, armado del conocimiento de primera mano de las literaturas europeas, se implica en el debate que marca el nacimiento en Japn de la crtica literaria moderna. Convencido, en contra de Shoyo, de que haba que separar claramente verdad y didctica, se entregar entre 1889 y 1892 a verter al japons un caudal constante de traducciones de obras en prosa y dramas. Y tambin poemas que agrup en la coleccin Omokage (Vestigios). Entre sus traducciones, que publicar en la revista Shigarami zoshi, fundada por l mismo, las haba francesas (Daudet, Rousseau), norteamericanas e inglesas (Irving, Byron, Shakespeare), rusas (Tolsti y Turgunev), espaolas (Caldern) todas estas desde el alemn y, sobre todo, alemanas (Hoffmann, Goethe, Lenau, Schiller, Heine, Rilke, Hartmann). Su versin de Fausto todava se lee en Japn. La contribucin de Ogai al establecimiento del teatro moderno japons tambin habra de ser notable. Las escenificaciones de versiones suyas de obras de Ibsen, Hauptmann y Sudermann seran sucesos sobresalientes en la cultura de las tres dcadas siguientes, y l mismo habra de sobresalir como dramaturgo y crtico teatral.Uno de los escollos ms formidables que afrontaban los traductores japoneses era la abundancia de trminos extranjeros que haba que hacer inteligibles. Ogai a veces usaba el ideograma chino equivalente ms prximo y aada una glosa; pero, ms a menudo, prefera dejar tal cual el vocablo original en katakana el alfabeto silbico empleado para transcribir trminos extranjeros y aadir una explicacin cuando fuera necesaria. Trminos musicales como violn, meloda y orquesta, por ejemplo, aparecan en katakana y como tal han quedado para siempre en japons sin apenas explicacin, dotando as de un sabor extranjero al texto, sin ofrecer muchas concesiones al lector. Tal procedimiento, al igual que la seleccin de sus traducciones, tal vez estuvieran motivados por el deseo de Ogai de educar al pblico japons de su tiempo y de presentar la literatura ms representativa de Occidente.Esta eleccin nos lleva al tercer logro de Ogai Mori: su funcin de introductor de corrientes literarias. El romanticismo, el realismo y el naturalismo, que en Europa jalonan sucesivamente la literatura del siglo XIX, en Japn fueron cocinados en la misma olla e ingeridos al mismo tiempo. Y ello gracias a las traducciones y ensayos de Ogai Mori. Y tambin a sus obras originales. As, la influencia del posromanticismo alemn de autores como Hoffmann y Kleist se puede rastrear en tres novelas cortas de las cuales interesa destacar por su contenido autobiogrfico La bailarina, de 1890. No son solo romnticas por tratar de amores desgraciados, sino por estar basadas en el concepto de la autonoma del arte, en la creencia de la primaca de lo Bello. Las tres serviran como modelos para el joven subgnero japons de la novela corta, y al joven autor le hicieron ganar una notoriedad literaria que no lo abandonar hasta el fin de su vida.Pero ya uno o dos aos antes Ogai, en distintos artculos, haba empezado a airear sus ideas sobre literatura. El tema principal era una acerba crtica a las tesis naturalistas de mile Zola, que empezaban a cosechar seguidores entre los escritores japoneses ms jvenes. En Francia, las teoras de este escritor, centradas en la idea de aplicar mtodos cientficos al arte y, en consecuencia, de convertir al novelista en cientfico con la responsabilidad de ser puramente objetivo, haban empezado a ser materia de intenso debate desde 1875. En la Alemania que haba acogido a Ogai, por el contrario, estas ideas fueron recibidas con hostilidad porque se pensaba que no solamente eran inmorales, sino que no favorecan la esttica, un terreno sacrosanto para la crtica literaria alemana. No debe extraar que el joven japons, como mdico y escritor en ciernes, tomara inters y que se propusiera divulgar las teoras de Zola y expresar sus propias opiniones. As lo hizo en el ensayo Shosetsu ron, aparecido en el diario Yomiuri el 3 de enero de 1889, solo tres meses despus de su regreso. En l examina el concepto zoliano de la novela experimental y describe las investigaciones del mdico Claude Bernard. Concluye:Yo mismo soy mdico. Ni el escalpelo ni las probetas pasan mucho rato lejos de mis manos. Pero el ansia de buscar los hechos reales que propugnan los naturalistas jams ha sido un obstculo para mis sueos de visitar el reino de lo Infinito.[4]A pesar de esa proclama romntica, en el Japn de Meiji las modas literarias cambiaban como las veletas, y las corrientes aparecan, desaparecan y reaparecan. Nuevas figuras hacan su entrada en la escena. La antologa de traducciones de poesas europeas de Ogai Omokage, ya citada, y su traduccin del Improvisatoren de Andersen fueron dos de las fuentes del movimiento romntico japons. Pero el romanticismo de Ogai, debido ms probablemente a su estancia en Alemania que a su temperamento austero y a su formacin confuciana, haba prendido mecha: en la dcada de los noventa, el romntico Kitamura Tokoku realiza una breve y trgica aparicin en escena, y los novelistas Shimazaki Toson[5] y Kunikida Doppo exploran la libertad de expresin preconizada por los romnticos europeos cincuenta aos antes.En los seis aos entre su regreso de Alemania y el comienzo de la Guerra chino-japonesa en 1894, Ogai trat de poner en prctica con entusiasmo juvenil las experiencias y conocimientos recin aprendidos; tambin los de ndole cientfica, promoviendo la ciencia mdica emprica de Occidente en contra de la tradicional de China. Esto le granje a menudo la incomprensin y a veces la censura de sus superiores militares. Con su voz airada, de un ardor inslito entre japoneses, tal vez trataba de sublimar la frustracin sentida ante el desarrollo de sus problemas personales y profesionales. En lo personal, por la resolucin de su familia y de sus superiores militares de despedir a la joven alemana que se haba presentado en Japn en su busca y de arreglarle un matrimonio sin amor con la hija de un almirante, que se deshizo al ao de celebrarse. Era indudable que la estancia alemana de Ogai haba despertado en l la autoestima y el sentido de libertad necesarios para dificultarle en el futuro el sometimiento a una vida social, la japonesa, minuciosamente reglamentada por el grupo, especialmente cuando ese grupo estaba armado de la rigidez del ejrcito japons de corte prusiano.Es interesante constatar que, despus de 1891, Ogai no vuelve a escribir ninguna obra literaria hasta 1909. Un silencio de dieciocho aos. Es atribuido por muchos a su descontento por las tres obras de juventud mencionadas; por otros, a cierta desconfianza hacia la ficcin; por otros, a la conviccin de que la realidad social japonesa de los aos noventa no encajaba en el molde literario romntico; por otros, la mayora, al ajetreo y sinsabores de su vida como mdico militar, que le llev en ese perodo a ser testigo de dos guerras y a sufrir un destierro.La Guerra chino-japonesa (1894-1895) pone punto final al primer Ogai escritor. En su diario de esos dos aos pasados en el frente brilla por su ausencia la expresin de sentimientos patriotas, presente en la mayora de las figuras literarias de la poca. Al regresar de la guerra, vuelve a ocupar puestos de responsabilidad en el ejrcito y publica algunas de sus investigaciones mdicas. En 1899, el viejo rencor de uno de sus superiores le acarre ser degradado a un puesto lejos de Tokio, en Kokura (Kiushu), una asignacin con todos los visos de un exilio poltico en la mejor tradicin japonesa. Esta etapa en Kokura, que se prolongar hasta 1902, fue de intensa actividad intelectual: publica artculos mdicos, funda con su hermano la revista Kabuki, traduce la obra de Clausewitz Sobre la guerra, estudia la tica de Paulsen y el pensamiento poltico de Maquiavelo, escribe su primer drama. He aqu la rutina del escritor tal como la revela en una carta a su hermana fechada el 19 de diciembre de 1899:ltimamente salgo al trabajo a las nueve y vuelvo a casa a las tres de la tarde. Enseguida me cambio el uniforme militar y voy a clase de francs, donde me espera mi profesor. La clase acaba a las seis. Vuelvo a casa, me bao, ceno y despus doy un paseo con un puro en la boca. El puro me dura exactamente una hora, tiempo suficiente para recorrerme todo Kokura, lo cual me hace sentir muy bien. Con eso ya son las nueve. Entonces hago mis deberes de francs y estudio un poco de snscrito. Con eso llego a las diez y media u once. Entonces, me acuesto.[6]El perodo de Kokura ha sido comparado a los aos en Alemania en el sentido de que fue una fase preparatoria para su actividad creadora siguiente. Sus intereses se iban alejando de la esttica, empezaba a mostrar inters en la moral y en la motivacin de las acciones humanas, especialmente en el marco de un ambiente autoritario como el militar. Mientras estaba en Kokura y ya cuarentn, se cas por segunda vez, un matrimonio tambin concertado por su madre, con una atractiva divorciada de veintitrs aos. El matrimonio esta vez funcion no sin que, poco despus de la boda, la nueva esposa y la madre de Ogai se enfrentaran en disputas domsticas descritas en el relato Hannichi (Medio da), cuya publicacin fue vetada por su esposa hasta 1951, despus de su muerte[7].Rehabilitado y de regreso en Tokio, se encontr con un gobierno que haca preparativos para una nueva guerra, esta vez contra Rusia, que amenazaba sus intereses colonialistas en el noreste de China. De la minuciosa preparacin preblica del pas y tambin de la naturaleza de las ocupaciones de Ogai dan fe los trabajos que le encargaron a principios de 1904: un artculo sobre las enfermedades padecidas por el ejrcito napolenico en la campaa de Rusia, una breve cronologa de la historia militar rusa y varios estudios sobre los efectos del fro intenso en el cuerpo humano y sobre los remedios para combatirlo.Hay informacin sobre las actividades del mdico militar Ogai en la Guerra ruso-japonesa (1904-1905) gracias a sus informes enviados peridicamente desde el frente, y tambin sobre sus emociones a travs de una coleccin de poemas de guerra titulada Uta nikki (Diario potico). La mayora de estos, unos cincuenta, son estampas impresionistas de las secuelas de la guerra, descripciones de suspiros y sonidos con acentos en la naturaleza y en las estaciones del ao, y piezas convencionales sobre el valor del soldado japons en combate.En 1907, sus mritos en las dos guerras y tambin la templanza demostrada en los aos de destierro en Kokura fueron reconocidos cuando alcanz la mxima distincin de un mdico militar, el puesto de general inspector de Sanidad. Eso no signific que dispusiera ahora de mayor libertad para realizar aplicaciones cientficas en el ejrcito, aunque s que le permiti que los ltimos descubrimientos de la ciencia en Europa hallaran voz en las revistas militares.El comienzo del segundo momento de creatividad literaria de Ogai estuvo marcado en 1909 con la aparicin de la revista Subaru, un rgano fundado por un grupo de escritores interesados en neutralizar la creciente influencia del naturalismo entre novelistas como el mencionado Shimazaki Toson un antiguo romntico, Tayama Katai y otros. En este contexto de contrarrestar esa corriente, publica tres relatos, uno de los cuales, Sakazuki o La copa de sake, de 1910, aparece en esta coleccin. Se trata de una delicada alegora sobre la intrusin, sobre el efecto perturbador producido en el grupo por un elemento extrao, ms concretamente sobre la aparicin del extranjero en la sociedad japonesa. Un grupo de siete nias, cuando van a beber de una fuente con una copa cada una en la que aparece inscrita la palabra naturaleza, son interrumpidas por una octava nia provista de una copa diferente y que, adems, habla en francs.Se ha especulado con la posibilidad de que la emergencia de Natsume Soseki como escritor de prestigio por esos aos pudo estar detrs del regreso de Ogai a la palestra literaria. O tal vez el alza del naturalismo en Japn durante el perodo 1906-1915. Lo cierto es que, pasada su borrachera de idealismo alemn, Ogai va a dar cauce ahora a una preocupacin cada vez ms inquietante: cmo llenar el vaco dejado por el derrumbe de los valores tradicionales y cmo expresar la naturaleza de los que estaban ocupando su lugar en el alma de los japoneses. Una de las manifestaciones del cambio de valores fue el inters literario por el sexo. Como mdico, Ogai tena un inters profesional en el comportamiento sexual, que los naturalistas trataban como fuerza motriz de la vida. En tal contexto hay que situar la aparicin en 1909 de Vita sexualis, donde se rastrea, no sin cierto humor cido, el despertar de su propia sexualidad desde la edad de seis hasta los veintids aos, cuando viaja a Alemania. Este tema era inslito en el Japn de Meiji, que, abandonando el tratamiento desinhibido que se otorgaba a esa materia en el Japn premoderno, haba adoptado, tambin en esto, la actitud puritana de la moral victoriana importada por los occidentales a final de siglo. As se puede entender que el gobierno japons, bajo el pretexto de corrupcin de la moral pblica, prohibiera la obra, la cual haba sido bien acogida por la crtica y el pblico. Ogai, un alto funcionario del ejrcito, recibi una severa reprimenda. El xito relativo de Vita sexualis contrasta con el fracaso que supuso la publicacin sucesiva y por entregas de las tres novelas de altos vuelos que escribi Ogai en los tres aos siguientes: Seinen (Juventud), una rplica mediocre del Sanshiro de Soseki; El ganso salvaje, hoy todava leble por la acertada evocacin de lo que pudo ser, pero de endeble caracterizacin de los personajes, simbolismo faciln y fallos estructurales (los tres ltimos captulos aparecieron solo cuando ya estaba publicado en forma de libro en 1915); y la inacabada Kaijin (Las cenizas). Lo mejor, sin duda, de este segundo perodo creativo de Ogai son los relatos, pero no todos. Los ms notables muestran un equilibrio entre la tesis intelectual y la trama, es decir, las ideas estn orgnicamente insertadas en las escenas descritas.El suicidio del general Nogi Maresuke, en el ao 1912, marca el comienzo del tercer perodo de Ogai, que llegar hasta su muerte. En l se pueden distinguir dos fases bien diferenciadas por los dos gneros literarios cultivados respectivamente: la ficcin histrica, en los primeros cuatro aos; las biografas y obras de onomstica y cronologa, hasta su muerte. En la primera se encuadra la mayora de los relatos aqu presentados. En ambas fases se introduce la historia como protagonista literaria. Para entender adecuadamente todo el perodo final de su vida conviene tener presente el compromiso apasionado de Ogai por preservar la independencia del intelectual y su conviccin de que el espritu moderno de la investigacin racional no poda desarrollarse sin causar daos irreparables a la vida cultural de Japn. Un vocabulario personal va a expresar la complejidad de ese estado de nimo: resignacin (teinen), mscara (kamen), eterno descontento (eien naru fuheika), actitud de observacin (bokansha), diletantismo o juego (asobi). Todos ellos, en mayor o menor grado, traducen las reacciones ante dos sucesos casi simultneos, la muerte del emperador Meiji y el suicidio de su amigo el general Nogi, que van a empujarlo al estudio de la historia. Escapaba Ogai de la realidad cuando desvi su atencin del presente? Se imponan en l los viejos prejuicios confucianos contra toda forma de ficcin? Puede pensarse que el escritor, a la madura edad de cincuenta aos, se haba dado cuenta de que, para l, el presente estaba agotado como fuente de inspiracin habida cuenta de su incapacidad para representarlo artsticamente por medio de la novela. Por otro lado, su mente analtica pudo hacerle reconocer que algo vital de la cultura japonesa podra desaparecer si se repudiaban abiertamente ciertos mitos. Efectivamente, el mes de septiembre de 1912 pone ante sus ojos el demoledor poder del mito. El emperador Meiji muere el 30 de agosto, y dos semanas despus, mientras se celebraba el funeral de Estado, el general Nogi y su esposa se suicidan ritualmente reviviendo la tradicin del junshi, segn el cual el vasallo debe acompaar a su seor en la tumba[8]. En las entraas del Japn moderno el viejo Japn estaba vivo. Para hombres de la generacin de Ogai Mori, este acto simbolizaba con dolorosa vivacidad la lucha que todos ellos haban estado librando entre la seguridad de la tradicin y el tirn de la modernidad. Qu significaba el junshi de Nogi? Era un anacronismo, un vestigio del pasado, un gesto de rebelda estril en el siglo XX, una prueba admirable del sentido tico del alma japonesa? Tal vez algo de todo eso. Para la mayora de los japoneses, significaba el reconocimiento de la pervivencia de un mito. Por un famoso pasaje de Kokoro, de Soseki la mejor novela del Japn moderno, conocemos la simpata que levant la accin trgica de Nogi. Para Soseki era el final de una era. Pero para el Ogai samuri se trataba del suicidio de un vasallo fiel, de la expresin condensada de los valores de la vieja sociedad de samuris. No solo eso: para el Ogai abogado de Occidente era la prueba desconcertante del enorme poder de la tradicin, que es visceral y espiritual, y de la futilidad de los esfuerzos de toda su vida por insuflar los planteamientos racionales y cientficos aprendidos de Occidente. No cabe duda de que nuestro escritor tuvo plena conciencia de las graves implicaciones de ese suceso: las obras literarias que escribir desde entonces relatos de marco histrico y biografas, que son lo mejor del Ogai creador, parten de ese impacto. En el Japn premoderno de Edo (1603-1868), morir en nombre del emperador hubiera sido anatema. Las races de Japn, por mucho xito que hubiera conseguido en modernizarse y muchas guerras que se hubieran ganado, se hundan naturalmente en la era de Edo. Y de ese perodo histrico sacar agua Ogai para dar vida a su futura produccin.As, su primer relato histrico, Okitsu Yagoemon no isho (El testamento de Okitsu Yagoemon), es un tributo rendido a la accin de Nogi. Indirectamente tambin lo es Sakai jiken (El incidente de Sakai), escrito un poco despus, en donde se describe a un grupo de samuris de clase baja que con serenidad pasmosa cometen seppuku (suicidio ritual) ante la mirada atnita de los diplomticos franceses, como gesto de expiacin por el asesinato de unos marineros extranjeros. Es el contraste de dos culturas donde, gracias a la iluminacin del artista, sale favorecida la japonesa. Igualmente situados en el pasado de Edo estn Abe ichizoku (La familia Abe) para muchos el mejor ejemplo de ficcin histrica, en donde un grupo de samuris reclaman en 1641 su derecho a quitarse la vida para seguir en la muerte a su seor y Gojingahara no katakiuchi (La venganza de Gojingahara). Todos son ficcin histrica (rekishi shosetsu). Bajo tal subgnero se entienden narraciones situadas en un perodo reconocible del pasado. Son todas realistas en el sentido de que las normas de realidad geogrfica y cronolgica se respetan, pero los personajes, sus dilogos, acciones y pensamientos se tratan con entera libertad. Cinco de los relatos aqu presentados pertenecen a este subgnero, pero, a diferencia de los anteriores, poseen un tono ms clido y amable, un lirismo ausente desde El ganso salvaje. Son narraciones histricas entresacadas de la historia tal como fue, segn confes el autor en un ensayo con ese mismo ttulo (Rekishi sono mama to rekishi banare).El barco del ro Takase es una historia inquietante sobre la dudosa validez de la justicia humana. Tambin sobre la eutanasia, tema al que Ogai como mdico no poda permanecer indiferente. Se desarrolla a bordo del barco que trasladaba a los malhechores de Kioto a Osaka antes de ser desterrados a alguna isla lejana. El criminal, Kisuke, le cuenta al vigilante la enfermedad de su hermano, que, para aliviar su mal incurable, haba intentado suicidarse cortndose l mismo el cuello con una navaja. Tras el relato de Kisuke, el vigilante, ahora inquieto al lado del condenado, se pregunta: Es culpable Kisuke?. Mientras, el barco la vida? se desliza mansamente por las aguas negras del ro.Los asuntos del valor y abnegacin infantil y de la devocin y entrega femenina dan cuerpo a otros tres relatos, El intendente Sansho, La seora Yasui y Las ltimas palabras. El primero, quiz el ms emocionante de todos, que da ttulo a este volumen y que fue llevado con xito al cine por Kenji Mizoguchi en 1954 como El intendente Sansho, est basado en un relato de la coleccin de sekko bushi (historias edificantes budistas) que durante cierto tiempo haba interesado al autor. Se trata de la separacin de una madre de sus hijos. Se inicia cuando la madre, sus dos hijos y la criada parten desde el norte de Japn para visitar al padre, desterrado en Kiushu. No tienen en cuenta las asechanzas y peligros del viaje a travs de un pas donde el rapto, la esclavitud infantil y la crueldad son moneda corriente, pero donde tambin hay espacio para el milagroEn La seora Yasui se presenta la vida del erudito confuciano Yasui Chuhei y de su esposa, Sayo. Chuhei es tuerto y con el rostro afeado por las viruelas, pero aplicado y perseverante en el estudio. Cuando se hace mayor y su padre decide buscarle una esposa, sabe que la empresa no ser fcil por la fealdad de Chuhei. Se lo propone a una joven conocida por su inteligencia, gracias a la cual, piensa el padre, no tendr en cuenta el aspecto fsico de su hijo. Pero la joven rechaza la propuesta. No as su hermana menor, la bella Sayo, que acepta casarse con l. El resto de la historia describe la vida de la pareja hasta la muerte del sabio Chuhei a la avanzada edad de setenta y ocho aos. En los seis prrafos finales se narran la cronologa y detalles de los descendientes de Chuhei. Enmarcado en la audaz historicidad de detalles, nombres y fechas, Ogai logra una recreacin del viejo mito de la Bella y la Bestia: el feo conquista a la bella, que, adems, resulta ser una esposa ideal. La creacin consciente de otro mito la proverbial dedicacin y belleza moral de la esposa japonesa contrasta con la objetividad adusta del marco histrico. Por esa va del contraste, vuelve a adentrarse, como en su primera poca, en el terreno mgico de la Belleza.Las ltimas palabras, publicado en octubre de 1915, es el elogio de la abnegacin de una nia y la historia de sus esfuerzos por salvar a su padre, enfrentado a la represin de las autoridades en la poca de Edo. Que lo consiga o no, el lector lo sabr. Es tal vez un trasunto de la amarga realidad que durante toda su carrera el propio Ogai tuvo que vivir a causa sobre todo del autoritarismo de sus superiores militares. El historiador literario Shuichi Kato ha afirmado con justicia que la transformacin de los compromisos de la vida cotidiana de Ogai Mori en creacin literaria es la clave para apreciar toda su produccin[9].En otro de los relatos, La historia de Iori y Run, compuesto tambin en el perodo 1914-1915, se trata el mismo tema de la lealtad de la mujer, pero ahora flanqueado por dos nuevos: la atraccin fatal del samuri por el sable y la fuerza incontrolable del impulso de autodestruccin. La trama es bien sencilla: el feliz regreso a la vida en comn de dos ancianos, Iori y Run, separados durante los treinta y siete aos de destierro del marido, provocado por una reyerta. Pero, sutilmente, por debajo de esa sencillez, por debajo del rido sabor cronstico de fechas, topnimos y patronmicos, hay una caracterizacin palpitante, una tersura en el lenguaje, certeramente capturada por la traductora, que parece estallar de fuerza. La impresin producida, como sucede en otros relatos de Ogai, es la de contemplar el flujo lento y apacible de unas aguas por debajo de las cuales bulle una oculta corriente pictrica de significados y fuerza. El novelista contemporneo Ishikawa Jun escribe acerca de esta historia:Los dos personajes centrales y sus destinos respectivos se yerguen ante nosotros con viveza, y el mundo descrito en la historia tiene un carcter eterno. Nos hacen, por as decir, subir a la cresta de las olas de la vida que los japoneses han seguido sin interrupcin desde el pasado lejano hasta el presente. Cuando tratamos de observar cmo el mundo de esta historia ha sido construido, es probable que antes o despus descubramos que nos estamos mirando a nuestros propios pies.[10]Dos relatos, Tsuge Shirozaemon y Suginohara Shin, marcan la transicin de la narracin histrica a la biografa, un subgnero que en japons tiene un nombre, shiden, y que es la nica innovacin de toda la literatura japonesa de la poca de Meiji en cuanto a gneros se refiere. Para los admiradores de Ogai, resume la quintaesencia de su arte como escritor. Antes de l, la biografa en Japn era una suerte de hagiografa patrocinada por el poder, un mero ejercicio de exaltacin. Para Ogai ser una verdadera investigacin cientfica. Y algo ms. Aunque el rasgo dominante de las que escribi Ogai fue el esfuerzo constante por presentar los datos biogrficos del modo ms objetivo posible, su valor como obra literaria descansa en la identificacin del autor con su personaje, en el hlito vital, pero siempre sutil, que insufla a un material que, de no ser por eso, se hubiera quedado en un insoportable alarde de investigacin histrica. Es el caso, sobre todo, de la primera de todas, sealizada desde enero de 1916, Shibue Chusai. No solo cumple ambas condiciones, sino que esta obra se avecina en su espritu a los relatos lricos aqu presentados. El autor descubre claramente su simpata por su biografiado, un mdico confuciano desconocido que vivi en la primera mitad del siglo XIX. Es ms: Shibue Chusai se puede leer no tanto como una novela enmascarada cuanto como una autobiografa en clave. A travs del estudio de la vida de un hombre del pasado que pudo haber sido l mismo, Ogai preserva la distancia entre autor y personaje, que para l parece haber sido una necesidad. En su biografiado halla el hombre y el colega que, consciente de las limitaciones y secretamente a disgusto con su entorno, se sumerge como hizo el mismo Ogai en la rutina mecnica del presente. Curiosamente, sin embargo, este elemento de implicacin personal que da vida y encanto a esta primera obra del subgnero, Ogai, indiferente a la impopularidad de estas obras entre la mayora de los lectores y al creciente influjo de la cultura popular, va a tratar de borrarlo cuidadosamente en las otras biografas, Isawa Ranken y Hojo Katei. En los tres casos, sus biografiados son personajes oscuros en los cuales el escritor descubre humanidad y esa silenciosa grandeza tan del agrado en Japn.En 1917, dos aos despus de haber dimitido de su rango militar, fue nombrado director de la Biblioteca Nacional y del Museo Imperial, un premio de consolacin tras haber sido rechazada su candidatura para ocupar un asiento en la Cmara de los Pares. En septiembre de ese ao compone lo que se puede denominar su testamento literario, el Nakajiriki. Vale la pena citar algunos fragmentos del mismo.La vejez se acerca. Es un deseo humano bastante comn revisar las sombras del pasado de uno cuando la luz de la esperanza del futuro se va haciendo ms tenue. La vejez nos invita a entrar en el mundo de los recuerdos.Estudi Medicina y me hice mdico aunque, como tal, nunca me impliqu en problemas sociales. Recientemente he escrito estos dos versos: Indeciso e intil como una talla en madera podrida / He envejecido slo para evitar seguir cayendo bajo.Ha sido en el reino de las letras donde he sido ms o menos reconocido. [] Por lo que respecta a la prosa, he hecho incursiones en bastantes relatos como ejercicio para mayores logros, pero fracas en la novela. Igualmente, en el teatro solo he escrito algunas obras de un acto, insignificantes si se comparan con la multitud de obras de tres actos que vea a lo lejos. En el campo de la filosofa, senta cierta perplejidad como mdico ante la falta de unidad que hall en las ciencias naturales y me refugi temporalmente en el pensamiento del inconsciente de Hartmann. Tal vez me sent atrado por las ideas de Schopenhauer porque todava tena vagos recuerdos de los conceptos del confucianismo Sung que aprend de joven. Por lo que respecta a la historia, mis propias experiencias y encuentros me llevaron al final a escribir biografas histricas para la gente a pesar de ser un campo en donde antes esperaba no entrar. Quiz el mismo mpetu de las ciencias naturales que a Zola le llev a investigar el linaje de los Rougon-Macquart hizo que mi obra tomara la forma de ridas genealogas.Sin embargo, jams fue mi intencin ser un escritor o un artista, ni verme como filsofo o historiador. Cuando acertaba a estar en el campo, cultivaba la tierra; y, si estaba a la orilla de un ro, me pona a pescar. En resumen, siempre he sido conocido como un diletante[11].Hay que matizar, descifrando el cdigo de la proverbial modestia de los japoneses cuando escriben o hablan sobre s mismos, que no es cierto que permaneciera alejado de problemas sociales. Siempre sinti una profunda preocupacin por la pobreza que haba en amplios sectores de la poblacin japonesa de su tiempo y trabaj para mejorar las condiciones de vida y de trabajo de sus compatriotas, as como para frenar la represin de la libertad de expresin y el autoritarismo del gobierno japons.Muri unos aos despus de escribir ese testamento, a los sesenta aos. Sus aos finales estuvieron animados, en lo poltico, por su constante inquietud ante la propagacin del socialismo y las posibles repercusiones en Japn de la Primera Guerra Mundial y la Revolucin bolchevique de la vecina Rusia.Tres das antes de morir, el 6 de julio de 1922, dict a su amigo ntimo Kako Tsurudo su ltima voluntad. En este escrito hay unas frases que arrojan una luz turbadora sobre la vida y obra de este hombre conocido por la sociedad como Ogai Mori:Quiero morir como Rintaro Mori, natural de Iwami. He estado ligado a la Casa Imperial y al Ejrcito, pero ahora, en el umbral de la muerte, rechazo toda seal de esas dos relaciones. Quiero morir como Rintaro Mori y deseo que mi epitafio solo contenga estas palabras: Aqu yace Rintaro Mori. Ni una palabra ms Exijo que en mi funeral se rechace cualquier honra u honor por parte de esas dos instituciones[12]Fue la nica vez en su vida en que se opuso directamente a la autoridad. La cuestin de su identidad, de ser l mismo y no quien los dems queran que fuera, cuando la muerte llamaba a su puerta exclua cualquier otra preocupacin: familia, obra, fama. Este deseo vehemente de no identificarse con el Ogai Mori general mdico-famoso hombre de letras, de asociarse en la tumba con su nombre real y con un lugar de nacimiento al que jams haba vuelto, de volver a un anonimato estril, era una forma de insinuar su escepticismo ante su obra y vida en servicio de su pas?, un gesto altivo de rebelda contra una sociedad que en tantas ocasiones haba cortado las alas a su individualidad, descubierta por su conocimiento vital de Occidente? Natsume Soseki tal vez sufri psicolgicamente ms que Ogai por el desgarro entre individualidad y tradicin, pero al menos se pudo identificar felizmente con su papel de escritor. Tal consuelo no lo tuvo este samuri, de rigor intelectual y virtuosismo estilstico, que haba dejado los sables por los pinceles, que se haba puesto una mscara que tuvo el valor de quitarse cuando se vio con un pie en el estribo de la muerte.La multiplicidad de sus facetas mdico, militar, gestor, dramaturgo, poeta, novelista, traductor, crtico, creador del lenguaje literario japons qued diluida en la simplicidad sobrecogedora del epitafio elegido por l mismo. La experiencia vital de Ogai Mor se resume en un agudo conflicto bifronte entre lo pblico su trabajo y lo privado su vida personal, la ciencia la Medicina y el arte las Letras, el aprendizaje occidental primeras obras y la tradicin japonesa ltimas obras, un microcosmos agnico de la batalla librada a escala nacional por un pas que, a fuer de modernizarse, quera ser al mismo tiempo asitico y europeo. Una lid todava en proceso.Las seis pequeas joyas que podr disfrutar el lector de este libro las escribi el ltimo samuri escritor: una mscara, es decir, una persona, de una sobriedad deslumbrante.CARLOS RUBIO

Toledo, 26 de septiembre de 2011

EL INTENDENTE SANSHO

El intendente Sansho

Un extrao grupo de viajeros caminaba por la ruta desde Kasuga, en la provincia de Echigo[13], hacia Imazu. Estaba formado por una madre, de apenas treinta aos, y sus dos hijos. La nia tena catorce aos y el nio doce. Con ellos iba una criada, de unos cuarenta aos, que alentaba a los fatigados hermanos a seguir: Enseguida llegaremos a alguna posada donde pasar la noche, les deca. De los dos, la nia aparentaba ms resistencia y, aunque arrastraba los pies, mantena fuerte su espritu y trataba de no mostrar ante su madre y su hermano lo cansada que estaba. De vez en cuando se recordaba a s misma que deba mantenerse firme y demostrar que poda continuar adelante.Su indumentaria era la adecuada para el peregrinaje a algn templo cercano, sombreros y varas de bamb, y su actitud, valiente y dispuesta, despertaba ora curiosidad, ora ternura.El camino por el que pasaban, bordeado a trechos por casas de labradores, estaba lleno de arena y piedrecillas que, mezcladas con la arcilla, se haban endurecido cuando empez a soplar el seco aire del otoo, y, a diferencia de lo que suceda en los caminos junto al mar, no les hacan dao en los tobillos al andar.Pasaron ante una hilera de casas con tejados de paja, una de ellas rodeada por una arboleda de robles que los vespertinos rayos del sol iluminaron de repente.Oh! Mirad qu hermosas son las hojas otoales! dijo la madre, dirigindose a sus hijos.Los nios miraron en silencio hacia donde sealaba su madre.Como las hojas estn ya tan rojas, no es extrao que haga fro por la maana y por la noche intervino entonces la criada.Quiero llegar pronto a donde est nuestro padre dijo de repente la nia, volvindose hacia su hermano.Hermana, todava queda mucho camino respondi l juiciosamente.As es. Debemos atravesar todava tantas montaas como las que hemos atravesado hasta ahora y cruzar ros y mares en barco. Debemos esforzarnos por andar con energa todos los das les amonest su madre.Bien, entonces quiero llegar tan pronto como sea posible dijo la hija.Siguieron andando un buen rato en silencio. A lo lejos vieron acercarse una mujer que traa un barreo vaco. Era una trabajadora que regresaba de las salinas de la playa.Oiga, conoce por aqu algn lugar donde ofrezcan posada a unos viajeros? pregunt la criada.La mujer se detuvo y mir con atencin a los cuatro.Ah! Lo siento mucho por ustedes, pero por desgracia ya ha oscurecido, y en este lugar no hay ni una sola casa que aloje a viajeros dijo entonces.Cmo es posible? dijo la criada. Por qu es tan poco hospitalaria la gente?Los dos nios se acercaron interesados en la conversacin, cada vez ms animada.No se trata de eso sigui diciendo la mujer. En esta tierra hay muchos creyentes y gente buena, pero, como es una orden del gobernador de la provincia, nosotros no podemos hacer nada. Ven aquel camino? agreg sealando la direccin por donde haba venido; si van hasta aquel puente, vern all un letrero donde est escrito todo con detalle. ltimamente anda por aqu mala gente que compra esclavos. Por esa razn nos han prohibido alojar a viajeros. Parece que en los alrededores hay siete familias implicadas.En ese caso, estamos en apuros. Creo que los nios no pueden seguir andando ms por hoy. Qu podramos hacer?Si van hasta la playa por donde he venido, cuando oscurezca por completo, quiz por all podrn encontrar algn lugar resguardado para dormir. No les queda ms remedio que pasar la noche a la intemperie, pero creo que pueden cobijarse bajo aquel puente. A lo largo de la orilla hay un muro de piedra y muchos troncos grandes apilados, que bajaron flotando desde el curso alto del ro Ara. Durante el da, los nios juegan all debajo, y el interior est oscuro y protegido del viento. Yo voy todos los das, como hoy, a la propiedad del dueo de las salinas, justo en medio del robledal. Cuando oscurezca, les llevar unas gavillas de paja y unas esteras.La madre, que haba permanecido algo apartada oyendo la conversacin, en ese momento se acerc a la mujer.Somos muy afortunados por haber encontrado una persona tan amable dijo. Vayamos y descansemos all esta noche. Le estaramos muy agradecidos si nos pudiera traer unas esteras, al menos para poder hacer un lecho para los nios.La mujer se mostr de acuerdo y se dirigi hacia el bosque de robles, y los cuatro caminantes se apresuraron hacia el puente.Llegaron a los pies del puente Oge, que atraviesa el ro Ara. Tal como la mujer haba dicho, all haba un letrero nuevo en el que estaba escrita la orden del gobernador de la provincia. Si haba traficantes de esclavos, por qu no daban una batida por esa zona?, por qu el gobernador prohiba alojar a los viajeros, causndoles as tremendas dificultades? No me parece que esa sea la solucin al problema. No obstante, para la gente de aquella poca una orden as era algo muy serio. La madre solo sufra por las grandes incomodidades que les causaba esa orden, sin pararse a pensar si era buena o mala.Al pie del puente haba un camino por el cual bajaba la gente a lavar al ro. Por all bajaron hasta la orilla y encontraron, como esperaban, los grandes troncos apilados sobre el muro de piedra. Siguieron a lo largo del muro y se resguardaron bajo ellos.El nio, lleno de curiosidad, entr valientemente el primero. Arrastrndose hacia el profundo interior, encontr una especie de cueva. El suelo estaba cubierto por grandes tablones de madera, como si fuera un entarimado. Avanz sobre las tablas hasta llegar al fondo y llam a su hermana.Ven enseguida!Su hermana le sigui con cautela.Espera un poco dijo la criada, descargando el equipaje que llevaba a la espalda. Entonces sac una de sus prendas de abrigo y, acercndose a los nios, la extendi en el rincn. Pronto se sentaron all abrazndose a su madre.Desde que partieron de su casa en Shinobugori, provincia de Iwashiro[14], hasta ahora, haban pasado noches en lugares ms descubiertos que este, aunque estuvieran cobijados bajo un techo. Ya se haban ido acostumbrando a la penosa situacin, y este lugar no les pareca de los peores. En el equipaje de la criada no solo haba ropas, sino tambin alimentos que guardaba con especial cuidado. Los sac y los coloc ante los tres.Aqu no podemos encender fuego. Podra encontrarnos alguna persona malvada. Voy a acercarme hasta la casa del dueo de las salinas; pedir agua caliente, algunas esteras y gavillas de paja dijo, y se march con paso vivo.Los nios, entusiasmados, empezaron a comer okosigome[15] y frutos secos.Unos instantes despus, entre las sombras de los maderos oyeron pasos de alguien que se acercaba.Ubatake? pregunt la madre, llamando a la criada por su nombre, pensando que se trataba de ella, aunque dudaba que hubiera podido ir y volver tan pronto desde el bosque de robles.Entr un hombre de unos cuarenta aos, de constitucin muy fuerte, sin una pizca de grasa, cuyos msculos se le podan contar a travs de la piel. En su rostro, como el de una mueca tallada en marfil, se dibujaba una sonrisa, y en su mano llevaba un rosario budista. Como si se encontrara en su propia casa, ech a andar con paso despreocupado hacia donde estaban cobijados la madre con los hijos y se sent a su lado junto a los troncos.La madre y los nios se limitaron a mirarle atnitos. No les pareci que pudiera ser peligroso un hombre de ese aspecto ni sintieron miedo.Soy un marinero llamado el capataz Yamaoka se present el hombre. ltimamente se dice que hay comerciantes de esclavos por estos alrededores y, por eso, el gobierno ha prohibido alojar a los viajeros. Sin embargo, no me parece la medida adecuada para capturar a los malhechores. Siento compasin por los viajeros; por eso, me gustara servirles de ayuda. Por suerte, como mi casa est alejada de la ruta, si se alojan all en secreto, no sern descubiertos por nadie. A veces voy por el bosque o bajo el puente en busca de viajeros que duermen a la intemperie, y hasta ahora he alojado a mucha gente. Veo que los nios estn comiendo dulces; eso no les llena el estmago y les daa los dientes. En mi casa no hay grandes manjares, pero puedo ofrecerles imogayu[16]. Por favor, vengan sin ninguna preocupacin.Las palabras del hombre parecan ms un monlogo que una invitacin.La madre, que le oy con atencin, se conmovi con sus laudables intenciones y no pudo menos que expresar gratitud a este hombre que llegaba incluso a quebrantar una orden para ayudar a los dems.Estamos muy agradecidos por su amable invitacin dijo. Pero, como est prohibido alojar a viajeros, me temo que causaremos muchas molestias a quien lo haga. De todos modos, yo puedo pasar como sea; pero, si pudiera darles de comer a los nios imogayu o algo caliente y alojarlos bajo un techo, le estaramos eternamente agradecidos.El capataz Yamaoka afirm con la cabeza.Es usted una dama que sabe tomar sabias decisiones. Entonces, djenme guiarles dijo, haciendo ademn de levantarse.Por favor, espere un poco ms aadi la madre en tono de lamento. Ya es bastante carga para usted cuidar de nosotros tres y siento mucho abusar de su bondad, pero tengo que comunicarle que con nosotros viene una persona ms.El capataz Yamaoka aguz el odo:Han venido con otra persona? Es hombre o mujer?Es la criada que me acompaa para cuidar de los nios. Dijo que iba a buscar agua caliente por aqu cerca y estar a punto de regresar.Una criada? Bien, en ese caso tendremos que esperarla dijo el capataz Yamaoka con la expresin tranquila; pero en el fondo de su rostro impasible pareca adivinarse la sombra de una alegra.En la baha de Naoe, el sol se ocultaba tras las montaas de Yone y sobre el mar, de un azul intenso, se perfilaba una fina niebla. Un marinero estaba soltando amarras y ayudando a un pequeo grupo a subir a un barco. Eran el capataz Yamaoka y los cuatro viajeros que haban pasado la noche en su casa.Despus de encontrar al capataz bajo el puente Oge, la madre y los nios esperaron con este a que la criada, Ubatake, regresara con el agua caliente, que por fin trajo en una jarrita medio rota para sake[17], y se fueron a su casa a pasar la noche. Ubatake les sigui con una expresin llena de preocupacin y de temor. Yamaoka les aloj en una cabaa que estaba en un bosque de pinos, al sur de la ruta que haban tomado, y les ofreci imogayu. Ellos le preguntaron sobre el itinerario que deberan seguir en su viaje. Y, despus de acostar a los agotados nios, la madre habl sobre su situacin, a grandes rasgos, con su anfitrin bajo la tenue luz de la lmpara.Ella dijo que era de Iwashiro. Su esposo haba ido a Tsukushi, y, como no regresaba, haba emprendido este viaje en su bsqueda con los nios. Ubatake estaba en su casa como niera desde que naci su hija. Como no tena familiares, haba decidido acompaarles en este largo y arriesgado viaje. Ahora, aunque haban llegado hasta all, pensando en la distancia que les quedaba todava hasta Tsukushi, se podra decir que era como si acabasen de salir de casa. A partir de este momento, no saba si era mejor seguir su camino por tierra o por mar. Como Yamaoka era marinero, seguramente deba de conocer esas tierras tan lejanas, y la madre le pidi consejo.El capataz Yamaoka, como si considerase esa pregunta la ms simple de todas las cuestiones, sin dudar un momento le aconsej ir por mar. En un viaje por tierra, sigui diciendo, les esperaran dificultades desconocidas al pasar la frontera de la vecina regin de Etchu[18], donde las embravecidas olas azotan las escarpadas rocas. Los viajeros tienen que esperar en el interior de alguna cueva a que se calmen las olas para poder atravesar el estrecho camino bajo las afiladas rocas. Cuando eso ocurre, los padres no pueden volver la vista atrs para proteger a sus hijos, ni los hijos pueden ayudar a sus padres. Las olas les impiden verse mutuamente. Es un paso muy difcil y angosto.Aadi que, por otra parte, atravesar la montaa tambin era muy arriesgado, pues, si pisaban alguna piedra suelta o daban un paso en falso, se exponan a caer a las profundidades del valle. Antes de llegar a la regin del oeste se encontraran con innumerables peligros, sentenci. En cambio, viajar en barco era ms seguro.Si encuentran algn marinero de confianza, podrn recorrer cien o incluso mil ri[19] sin ningn esfuerzo. Yo no puedo ir hasta las provincias del oeste, pero conozco a algunos marineros en varias provincias que podran conducirles a algn barco que llegue hasta aquella zona. Maana temprano partiremos en el barco propuso el capataz con la mayor naturalidad.Al amanecer, Yamaoka y sus cuatro huspedes salieron de su casa con paso ligero. Entonces, la madre sac dinero de una pequea bolsa con la intencin de pagarle el alojamiento. El marinero lo rechaz diciendo que no aceptara nada, pero que le guardara bien tan valiosa bolsita con el dinero.Los objetos de valor debe guardarlos el posadero cuando se alojen y el marinero en caso de que se embarquen afirm.La madre, desde que haba aceptado que el capataz Yamaoka les alojara en su casa, se mostraba cada vez ms confiada y decidida a seguir sus consejos. Aunque le estaba muy agradecida por su ayuda, ya que haba llegado hasta a quebrantar la ley ofrecindoles alojamiento, eso no significaba que confiara en l hasta el punto de hacer todo lo que dijera sin dudar lo ms mnimo. Pero en las palabras del capataz haba un cierto tono enrgico que empujaba a la gente y le haca merecer el inters de la madre, impidindole oponer resistencia. Esto tena algo de terrible. Pero la madre pensaba que no tena miedo de l. Ella no comprenda con claridad su propio corazn.La madre subi al barco con la sensacin de que no le quedaba ms remedio que hacerlo. Los nios, contemplando la calmada superficie del mar, que se extenda ante sus ojos como una gran alfombra azul, subieron al barco sintiendo la intensa emocin de lo desconocido. Solamente Ubatake reflejaba una profunda preocupacin en su rostro desde el da anterior, cuando salieron de debajo del puente Oge. El capataz Yamaoka solt amarras y empuj la orilla con la prtiga; el barco, tambalendose un poco, empez a deslizarse.Durante un rato, Yamaoka fue bordeando la costa hacia el sur, remando en direccin a la frontera de la provincia de Etchu. La niebla desapareci en unos instantes y las olas brillaban bajo el sol. Navegaban a la sombra de rocas, por unos lugares completamente desiertos, sin el menor rastro de existencia humana. Las olas lavaban la arena y arrastraban algas marinas.Llegaron donde haba dos barcos anclados. Los barqueros, al ver a Yamaoka, gritaron:Qu hay? Se ofrece algo?Yamaoka levant la mano derecha mostrando el dedo pulgar doblado y despus amarr tambin el barco.La seal de doblar solo el dedo pulgar significaba que vena con cuatro personas. Uno de los barqueros se llamaba Miyazaki no Saburo y era de Miyazaki, en la provincia de Etchu. l mostr a Yamaoka la mano izquierda abierta. Segn haban acordado, la mano derecha indicaba el nmero de mercancas y la mano izquierda indicaba el precio ofrecido. Por tanto, ese gesto indicaba el precio de cinco kanmon[20].Eh, yo pujo ms alto! grit el otro barquero, levantando rpido el brazo izquierdo, y, despus de mostrar la mano abierta, mostr el dedo ndice recto. Su nombre era Sado no Jiro y ofreca seis kanmon.Te atreves a desafiarme, eh, bellaco! grit Saburo levantndose.Eres t el que trat de pujar ms alto que yo! grit Jiro, preparndose para la pelea.Los dos barcos se tambalearon y sus cubiertas quedaron salpicadas de agua.El capataz Yamaoka mir con frialdad los rostros de ambos barqueros, estudindolos.No os precipitis. Ninguno de los dos va a volver con las manos vacas. Para que los seores viajeros no vayan apretados, podemos zanjar el asunto repartiendo dos para cada uno. El precio ser el ltimo ofrecido y, despus de decir esto, Yamaoka se volvi a mirar a los viajeros. Por favor, suban dos a cada barco. Ambos se dirigen hacia la regin del oeste, pero, si se los sobrecarga, no resisten bien.Yamaoka ayud a los dos nios a montarse en el barco de Saburo y a la madre y a Ubatake en el de Jiro. Y, en esa misma mano que haba ayudado a los viajeros, cada barquero dej unas cuantas monedas engarzadas por una cuerda.De pronto, Ubatake, tirando de la manga a su seora, exclam:El marinero nos guard la bolsa con el dinero!Pero Yamaoka ya haba zarpado solo en su barco, tras gritarles:Yo con esto me despido. De unas manos seguras les dejo en otras tambin seguras. Ya he cumplido mi deber. Espero que les vaya muy bien.Los remos resonaban con mayor velocidad y el barco de Yamaoka cada vez se alejaba ms y ms.Iremos por la misma ruta para atracar en el mismo puerto, verdad? dijo la madre a Jiro.Saburo y Jiro se miraron y rompieron a rer a grandes carcajadas.He odo que el abad del templo Rengebu-ji dice que un barco en el que montas es un enviado de Buda para pasar de la orilla del infierno a la del paraso dijo Jiro.Los dos marineros soltaron amarras en silencio. Sado no Jiro se dirigi hacia el norte y Miyazaki no Saburo hacia el sur. La madre y los hijos se llamaban desesperados, pero los barcos se alejaban cada vez ms.El destino fatal ha cado sobre nosotros! grit la madre acongojada de angustia, levantndose y aferrndose a la borda. Quiz no nos volvamos a ver nunca. Anju!, guarda bien la imagen del jizo[21], vuestro amuleto protector. Zushio!, lleva siempre contigo la espada protectora que te regal tu padre. No os separis nunca!Anju era el nombre de la hija y Zushio el del hijo.Los nios no hacan ms que llamar a su madre. La distancia entre los dos barcos iba aumentando. Se vea a los nios gritar, pero las mujeres ya no oan su voz y en la lejana parecan pajarillos esperando la comida.Ubatake se dirigi a Sado no Jiro:Oiga, oiga, seor capitn!Pero este no le hizo ningn caso, y la criada, de repente, se aferr a sus piernas, fuertes como troncos de pino rojo.Seor capitn! Qu est haciendo? implor. Cmo podemos seguir viviendo despus de habernos separado de los nios? La seora piensa lo mismo. Su vida sin los nios no tiene sentido. Por favor, vaya tras el otro barco. Se lo ruego!Cierra la boca! grit Jiro, volvindose hacia atrs y dndole un puntapi.Ubatake cay en la cubierta. Su cabello se desat desparramndose por la borda del barco.Ubatake se levant.Perdneme, seora. No puedo soportar esto dijo, y se lanz al mar de cabeza.Eh! grit el marinero, alargando el brazo para sujetarla; pero ya era demasiado tarde.La madre se quit su uchigi[22] y lo puso delante de Jiro.Es una prenda de poco valor, pero quisiera drsela como muestra de mi agradecimiento, y, con esto, yo tambin me despido dijo, poniendo las manos en la borda del barco, dispuesta a seguir a Ubatake.Usted est loca! grit Jiro, agarrndola del cabello y arrastrndola a cubierta. Cmo voy a dejarla morir? Es una mercanca muy valiosa.Sado no Jiro sac las amarras del barco y con ellas at con fuerza a la madre, dejndola tumbada sobre la cubierta. Despus se puso a remar rumbo al norte.Miyazaki no Saburo, bordeando la costa, se dirigi al sur, llevando a bordo a los nios, que llamaban desesperados a su madre.Dejad ya de llamarla! les ri. Aunque os oigan los peces del fondo del mar, vuestra madre ya no puede oros. Probablemente hayan atravesado Sado y ya las estarn haciendo trabajar espantando a los pjaros que vienen a picotear la cosecha de mijo.Anju y Zushio se abrazaron y lloraron. Haban dejado atrs su pueblo natal para hacer un largo viaje junto a su madre; ahora haban sido capturados y separados de ella a la fuerza, y no saban qu hacer. Aterrados de angustia, eran incapaces de imaginar hasta qu punto esta separacin poda afectar a sus destinos.Al llegar el medioda, Saburo sac unas tortas de arroz y se puso a comer. Dio una a Anju y otra a Zushio. Los dos nios, con las tortas en las manos, sin ganas de comerlas, se miraron y lloraron. Por la noche, tambin hechos un mar de lgrimas, se acostaron bajo la estera de juncos con que les cubri Saburo.De esta forma pasaron varios amaneceres y atardeceres. El barquero naveg por las bahas y puertos de Etchu, Noto[23], Echizen[24], Wakasa[25], con la intencin de buscar un buen comprador para su mercanca.Sin embargo, los dos nios, aunque jvenes, daban la impresin de tener un cuerpo dbil; por eso, no hallaba a nadie dispuesto a comprarlos y, cuando por fin encontraba a alguien interesado, no llegaban a un acuerdo sobre el precio.Hasta cundo vais a seguir llorando? les reprendi Saburo, que poco a poco iba perdiendo la paciencia, con ganas de pegarles.Continu de un lugar a otro con su barco, hasta que lleg al puerto de Yura, en Tango. All haba un lugar llamado Ishiura, donde viva un rico propietario llamado el intendente Sansho. Posea grandes mansiones y tierras, en las que sus esclavos trabajaban plantando trigo y arroz, cazando en la montaa, pescando en el mar, criando gusanos de seda, tejiendo en los telares, forjando el hierro, elaborando piezas de cermica, esculpiendo la madera o realizando algn otro de los muchos quehaceres que haba. Tratndose de personas, aquel comprara todas las que le ofrecieran y les buscara alguna labor. Saburo, como tena una mercanca que hasta ahora nadie haba comprado, se dirigi con ellos a visitar la hacienda del intendente Sansho. El encargado de los esclavos, que acababa de regresar del puerto, enseguida compr a Anju y a Zushio por siete kanmon.Bueno, ahora que me he quitado de encima a estos chiquillos, me siento mucho mejor dijo Miyazaki no Saburo, metindose en el bolsillo el dinero recibido. Y entr en una taberna junto al muelle.Una resplandeciente hoguera de carbn arda en medio de la estancia central de la enorme mansin, construida sobre unos pilares tan gruesos que no los abarcaran los brazos de un hombre. All en el fondo estaba el intendente Sansho sentado sobre tres cojines apilados y reclinado en un reposabrazos. Le flanqueaban, sentados, sus dos hijos, Jiro y Saburo, como dos leones guardianes de un templo. El intendente Sansho haba tenido tres hijos; pero el mayor, Taro, cuando tena diecisis aos, presenci cmo su padre grababa a fuego una seal en un esclavo que haba intentado escaparse, y, sin decir nada, se fue de casa y no volvieron a saber de l. Este incidente haba sucedido diecinueve aos atrs.El jefe de los esclavos llev a Anju y a Zushio a aquella estancia, los present y les orden que hicieran las debidas reverencias. Pareca que los nios no haban odo sus palabras y, sin parpadear, miraban atnitos al intendente Sansho.Ese ao, el intendente haba cumplido sesenta aos. Tena un rostro rojizo, de frente amplia y mandbula prominente. Su pelo y su barba brillaban plateados. Los nios, ms sorprendidos que aterrados, seguan mirando su rostro fijamente.Estos son los nios que has comprado? pregunt el intendente. Son distintos de los esclavos que traes otras veces. Dices que no sabes para qu utilizarlos y que son extraos, pero, ya que me los has trado, no s Estn plidos y delgados. Yo tampoco s para qu utilizarlos.Padre, les estoy observando desde hace un rato, y, aunque antes les han dicho que hagan las reverencias, no las han hecho, ni se han presentado como otros esclavos dijo Saburo, el menor de sus hijos, de treinta aos, que estaba a su lado. Aunque parecen dbiles, son obstinados. En principio, los varones deben cortar lea y las mujeres extraer sal. Hagmosles hacer esas labores.Tal y como dice, a m tampoco me han dado a conocer su nombre dijo el jefe de los esclavos.Parecen imbciles! Bien, yo les pondr nombre el intendente Sansho sonri burlonamente. La nia se llamar Itatsuki wo Shinobugusa[26] y el nio Wagana wo Wasuregusa[27]. Shinobugusa ir a la playa y cada da secar tres medidas de sal. Wasuregusa ir a la montaa y cortar tres haces de lea. Traern tanta carga como les permita su dbil cuerpo.Creo que ests siendo demasiado generoso dijo Saburo. Venga, jefe!, llveselos rpido y entrgueles las herramientas.El jefe llev a los nios a la cabaa de los esclavos recin llegados. A Anju le dio un balde y una pala de agua, y a Zushio, un cesto y una hoz. Despus, a cada uno le entreg una fiambrera para llevar el almuerzo del medioda. La cabaa de los esclavos nuevos estaba en un lugar diferente de donde vivan los dems. Cuando se fue el encargado, todo alrededor qued a oscuras.Al da siguiente por la maana haca un fro espantoso. La vspera, como la ropa de cama estaba muy sucia, Zushio haba salido a buscar una esterilla. Y, como haban hecho en el barco, los dos se cubrieron con ella y se durmieron.Tal como le haba enseado el jefe de los esclavos el da anterior, Zushio cogi su fiambrera y se dirigi a la cocina a recoger el almuerzo. El tejado y la paja desperdigada sobre la tierra estaban cubiertos de escarcha. Sobre el extenso suelo de tierra batida de la cocina, un gran nmero de esclavos esperaban que les dieran la comida. Como el lugar que les corresponda a hombres y mujeres era diferente, regaaron a Zushio por intentar recoger su racin y la de su hermana. Pero, cuando prometi que a partir del da siguiente vendra cada uno a recoger sus provisiones, adems de llenarle las dos fiambreras, le dieron dos raciones de arroz cocido con sal y dos cuencos de madera con agua caliente.Mientras desayunaban, los dos hermanos llegaron a la valiente conclusin de que, dadas las adversas circunstancias y la situacin en que se encontraban, no les quedaba sino doblegarse ante el fatal destino. Por lo tanto, la hermana deba ir a la playa y el hermano a la montaa. Atravesaron juntos el portal de madera que daba paso a las posesiones del intendente Sansho y, pisando la escarcha, se separaron, uno hacia la izquierda y otro hacia la derecha, mientras se volvan varias veces para mirarse.La montaa adonde enviaron a Zushio estaba cerca del pico de Yura, un poco hacia el sur desde Ishiura. La zona donde tena que cortar lea no estaba lejos del pie de la montaa. Pasando por un trecho cubierto de rocas color violeta, se llegaba a una extensa llanura poblada por un frondoso bosque.Zushio se qued de pie en medio del frondoso bosquecillo, mirando los alrededores. Pero, como no saba de qu forma cortar lea, durante unos instantes se qued de brazos cados, y, cuando empez a fundirse la escarcha matinal, se sent tranquilo sobre las hojas secas, apiladas como cojines, y dej pasar el tiempo. Al poco rato volvi en s, y, al cortar unas ramas, se hiri en un dedo. Entonces, se volvi a sentar sobre las hojas; si en la montaa haca tanto fro, su hermana, que haba ido a la playa, sin duda lo estara pasando mucho peor. Pensando eso, se ech a llorar.Cuando el sol ya estaba bastante alto, pas por all un leador que bajaba la montaa con su haz cargado a la espalda.T tambin eres esclavo del intendente Sansho? pregunt al ver a Zushio. Cuntos haces de lea tienes que cortar al da?Debo cortar tres, pero todava no he hecho ms que empezar respondi Zushio con honradez.Si son tres haces al da, con cortar dos hasta el medioda es suficiente. Te ensear cmo se hace.El leador descarg la lea que traa a la espalda y enseguida le cort un haz. Zushio, decidido a hacer su labor, cort otro haz antes del medioda y por la tarde cort uno ms.Su hermana Anju, bordeando la orilla del ro hacia el norte, se dirigi a la playa. Cuando por fin lleg a las salinas, tampoco ella saba de qu forma se extraa la sal. Sac fuerzas de su corazn y se dispuso a empezar, pero, tan pronto como deposit la pala en la arena, se la llevaron las olas.La muchacha que estaba a su lado extrayendo la sal la recogi con gran rapidez y se la devolvi.As no puedes secar la sal dijo. Te ensear cmo se hace. Con la mano izquierda coges el balde, con la derecha la pala, y vas echando agua en el balde.Finalmente, le sec una medida de sal.Muchas gracias dijo Anju. Gracias a tu ejemplo, ya he aprendido a hacerlo. Voy a intentarlo yo misma.A esta muchacha le gust la inocente y dcil Anju. Mientras almorzaban juntas, se contaron su historia e hicieron un juramento de hermanas. La muchacha le dijo a Anju que se llamaba Ise no Kohagi, ya que era de Ise, y que haba sido comprada en Futamigaura.As pasaron los nios ese primer da. Ambos consiguieron finalizar con xito su tarea: la hermana, las tres medidas de sal, y el hermano, los tres haces de lea, una parte de ambas gracias a la bondad de sus compaeros.Iban pasando los das. Anju, extrayendo sal del mar, pensaba en Zushio; y l, cortando lea en el bosque, pensaba en su hermana. Esperaban el atardecer y, al regresar a la pequea cabaa, se tomaban las manos y aoraban a su padre, que estaba en Tsukushi, y a su madre, que estaba en Sado. Y hablaban y lloraban, y lloraban y hablabanAs transcurrieron diez das y lleg el momento en que tenan que dejar la cabaa destinada a los recin llegados. Esto implicaba que deban unirse a sus respectivos grupos de esclavos y esclavas. Los dos dijeron que preferan la muerte antes que la separacin. El jefe de los esclavos se lo comunic al intendente Sansho.Qu estupidez! respondi. Llevadle a l al grupo de los esclavos y a ella al grupo de las esclavas.Cuando el encargado se dispona a cumplir esta orden, Jiro, que estaba a su lado, le detuvo.Tal como has dicho, est bien que separemos a los nios, pero han dicho que no se separarn aunque mueran dijo a su padre. Como son unos estpidos, es posible que se quiten la vida. Aunque l corte poca lea y ella extraiga poca sal, no podemos perder mano de obra. Yo creo que podramos llegar a un buen arreglo.Es verdad. Yo tambin detesto que haya prdidas. Bien, haced como os parezca dijo el intendente Sansho, dirigiendo su mirada a otro lado.Jiro tena una cabaa construida en el recinto de la residencia de su padre, y all instal a los dos hermanos.Un da al atardecer, los dos nios, como siempre, estaban hablando de sus padres. Al pasar por all, Jiro escuch su conversacin. Normalmente, vigilaba los alrededores de la mansin por si los esclavos dbiles eran vctimas de robos o de algn abuso por parte de los esclavos fuertes o por si se producan altercados.Aunque aoris a vuestros padres, Sado est lejos y Tsukushi ms lejos an. No son lugares a los que puedan ir unos nios solos. Si queris ver a vuestros padres, lo mejor es que esperis a cuando seis mayores dijo Jiro, entrando en la cabaa, y sin aadir nada ms se march.Unos das despus, al atardecer, de nuevo estaban hablando de sus padres. En esta ocasin fue Saburo el que pas por all y les oy. A Saburo le gustaba cazar pjaros en los nidos, y estaba buscndolos, provisto de arco y flechas, entre las arboledas del recinto de la mansin.Los dos estaban hablando de sus padres, a los que deseaban ardientemente ver, pensando qu podan hacer, tratando de decidir qu pasos deban dar para conseguirlo, fantaseando incluso sobre los distintos modos de escapar.No es porque seamos pequeos; de cualquier forma, no podemos realizar tan largo viaje. Pero queremos hacerlo dijo la hermana. Pensndolo bien, es completamente imposible que podamos huir juntos. No te preocupes por m, debes escapar solo. Entonces, irs primero a Tsukushi y, cuando encuentres a nuestro padre, le preguntars qu podemos hacer. Despus iris a Sado a buscar a nuestra madre.Desgraciadamente, Saburo oy estas palabras.Eh! No sois con escaparos! dijo, entrando de repente en la cabaa con el arco y las flechas en las manos. A los que intentan huir les grabamos a fuego la seal con unas varillas de hierro candente. Es la norma de esta casa.Los nios palidecieron.Todo es mentira dijo Anju tras acercarse a Saburo. Si mi hermano huyera solo, hasta dnde podra llegar? Como tenemos muchas ganas de ver a nuestros padres, dijimos eso. El otro da tambin le dije a mi hermano que me gustara que nos convirtiramos en pjaros y que volramos juntos. Todo son imaginaciones.Mi hermana tiene razn aadi Zushio. Siempre nos entretenemos hablando como ahora sobre sueos que no podemos realizar porque echamos mucho de menos a nuestros padres.Saburo escudri los rostros de ambos, y durante un rato permaneci en silencio.Hum Si son mentiras, no importa; lo cierto es que yo he odo lo que habis dicho dijo, marchndose de repente.Esa noche, los dos se acostaron con el amargo sabor de boca de este recuerdo. Tras dormir un rato, de pronto oyeron un ruido y se despertaron. Desde que haban llegado a esa cabaa tenan permitido utilizar una linterna. Al alumbrar con la tenue luz de esa lmpara, vieron a Saburo de pie junto a su almohada. Se acerc hasta ellos, les agarr de la mano y les arrastr hasta la puerta. Bajo la plida luz de la luna, les condujo por el mismo largo pasillo que haban recorrido cuando fueron llevados por primera vez ante el intendente Sansho. Subieron tres escalones, atravesaron un pasillo y, dando vueltas y ms vueltas por los corredores de la mansin, llegaron a la misma sala que haban visto unos das antes. All se encontraron rodeados por una gran cantidad de personas sentadas en silencio. Saburo les arrastr hasta el gran brasero que arda rebosante de candentes carbones. Cuando les sac a la fuerza de la cabaa, se disculparon repetidas veces; pero, a pesar de eso, les arrastr hasta all sin responder. Finalmente, los dos nios tambin se callaron. El intendente Sansho estaba sentado sobre tres grandes cojines al otro lado del brasero. Su enrojecido rostro, brillando a la luz de las dos antorchas que le flanqueaban, pareca estar ardiendo.Saburo retir unas varillas metlicas de atizar las brasas y, sostenindolas en la mano, se qued mirndolas unos instantes. Al principio eran de un rojo vivo transparente y poco a poco se fueron ennegreciendo. Entonces, Saburo las fue acercando al rostro de Anju. Zushio trat de impedirlo agarrndolo por el codo. Saburo lo derrib de una patada y lo inmoviliz bajo su rodilla derecha. Al fin, grab una cruz a fuego en la frente de Anju, cuyo desgarrado grito reson en toda la sala rompiendo el silencio.Saburo dej a Anju y, levantando a Zushio, que estaba bajo su rodilla, tambin grab en su frente una cruz con las varillas candentes. Esta vez, el grito de Zushio se mezcl con el ya casi apagado sollozo de su hermana. Saburo tir las varillas y, tal como haba hecho la primera vez que los trajo a esa sala, los volvi a agarrar de la mano y, despus de mirar a su alrededor, rode el edificio principal llevndolos hasta los tres escalones, donde los dej tirados sobre la tierra helada. Los dos nios, sintiendo el intenso dolor que les causaba la herida y con el corazn aterrado, se quedaron all apenas sin sentido. Poco a poco, trataron de sacar fuerzas para levantarse y, casi sin fuerzas para andar, regresaron a la cabaa. Los dos hermanos, medio desmayados sobre su lecho, permanecieron all inmviles como muertos.Hermana, rpido, saca nuestro jizo grit entonces Zushio.Anju se levant tan rpida como pudo y sac la bolsa de piel. Con manos temblorosas, solt el nudo y, sacando la estatuilla, la puso junto a la almohada. Los dos se postraron delante de la imagen. Tenan los dientes apretados con fuerza para poder soportar el dolor, pero en ese momento desapareci como por arte de magia. Al pasarse la palma de la mano por la frente, descubrieron que se haba borrado la cicatriz. Entonces, se despertaron sorprendidos. Se incorporaron sobre el lecho y hablaron sobre su sueo. Los dos haban tenido el mismo. Anju sac el amuleto y lo puso junto a la almohada, como haba hecho en el sueo. Se arrodillaron ante esta imagen, iluminada bajo la dbil luz de la lmpara, y miraron la frente del jizo. A ambos lados de la sagrada marca blanca tena esculpida una ntida cruz.Desde la noche en que Saburo oy su conversacin y tuvieron esta horrible pesadilla, la mirada de Anju se fue volviendo dura. En su rostro apareci una expresin amarga, el entrecejo empez a arrugrsele, sus ojos miraban fijos a la lejana y permaneca en absoluto silencio. Antes, al volver al atardecer de la playa, esperaba a que su hermano regresara de la montaa y conversaban largo y tendido. Pero ahora apenas hablaban.Hermana, qu te pasa? pregunt Zushio preocupado.No me pasa nada, no te preocupes repuso sonriendo con esfuerzo.Lo que haba cambiado en Anju era tan solo su expresin, pues segua haciendo y diciendo lo mismo que antes. Pero Zushio, que segua consolndola y se consolaba con ella, al ver su expresin cambiada, sufra profundamente y no poda desahogarse con nadie. El mundo que rodeaba a los dos hermanos se volvi mucho ms triste que antes.Cayeron varias nevadas y el ao lleg a su fin. Los esclavos y esclavas dejaron de trabajar fuera y empezaron a hacer labores dentro de la casa. Anju hilaba y Zushio trituraba la paja. No era necesario aprender a triturar la paja, pero hilar era difcil. Al anochecer, vena Kohagi a ayudarle y ensearle. No solo haba cambiado la actitud de Anju hacia su hermano; tampoco hablaba apenas con Kohagi y, poco a poco, fue perdiendo su actitud cariosa. Pero esto no afectaba al estado de nimo de Kohagi, que senta compasin por Anju y la acompaaba.Como decoracin de Ao Nuevo colocaron arreglos de pino en la puerta de la mansin del intendente Sansho. Sin embargo, no hubo celebraciones y, como las mujeres de la familia vivan al fondo y apenas salan, no se notaba un ambiente animado. Solo los jefes y los esclavos se dedicaban a beber sake, y en la cabaa de estos de vez en cuando surga alguna disputa. Pese a que provocar peleas estaba severamente castigado, el jefe de los esclavos haca la vista gorda en estas fechas. Y en caso de que se produjese algn derramamiento de sangre finga no saber nada. En cualquier caso, aunque se cometiera algn asesinato, tampoco le daba importancia.De vez en cuando, Kohagi iba a visitarles a la triste cabaa, llevando algo de la animacin de la vivienda de las esclavas. Mientras hablaba, llenaba de una alegra primaveral la sombra habitacin; tanto que en esa poca hasta en la expresin cambiada de Anju empez a florecer la sombra de una sonrisa que apenas se vea.Pasaron los tres das de las fiestas de Ao Nuevo y volvieron a empezar los trabajos dentro de la casa. Como antes, Anju hilaba y Zushio trituraba la paja. Por la noche, aunque viniera Kohagi, Anju ya se haba acostumbrado de tal manera a hilar con la rueca que no necesitaba su ayuda. A pesar de que a Anju le haba cambiado la expresin, el estar repitiendo siempre, tan silenciosa, el mismo trabajo sin ningn estorbo y con esmero pareca que le daba una gran tranquilidad. Zushio, que ya no poda hablar con Anju como antes, se senta muy reconfortado cuando Kohagi hablaba con su hermana mientras estaba hilando.Lleg la poca en que el agua se torn templada y brot la hierba. La vspera del da en que comenzaban los trabajos fuera de la casa, Jiro, que estaba vigilando los alrededores de la mansin, se dirigi a la cabaa de los nios.Qu hay por aqu? Podris salir a trabajar maana? Entre tanta gente hay algunos que estn enfermos. Como acabo de hablar con el jefe de los esclavos, todava no conozco bien la situacin, y hoy estoy haciendo la ronda por todas las cabaas.Zushio, que estaba triturando la paja, trat de responder; pero, antes de que dijera nada, Anju, que estaba hilando, dej su labor y, con desacostumbrada expresin, avanz de repente hasta ponerse delante de Jiro.En cuanto a ese asunto, tengo un favor que pedir dijo. Yo quisiera que me dejasen trabajar en el mismo lugar que mi hermano. Por favor, djennos ir juntos a la montaa. Se lo ruego, haga lo posible por nosotros su plido rostro haba recobrado el color sonrosado y los ojos le brillaban.Zushio, sorprendido al ver la expresin de su hermana cambiada por segunda vez, se extra de que hiciera esta peticin sin consultarle a l primero y se qued contemplndola fijamente. Jiro, en silencio, miraba atentamente a Anju.No tengo nada ms que pedir, solo este favor. Djennos ir juntos a la montaa repeta Anju.Pasado un rato, Jiro comenz a hablar:El trabajo de los esclavos y esclavas de esta hacienda es algo difcil de determinar y es mi padre mismo quien lo decide todo. Pero, como me parece, Shinobugusa, que solicitas este favor despus de haberlo pensado con detenimiento, har todo lo que pueda por ti y estoy seguro de que podrs ir a la montaa. Qudate tranquila. Bueno, me alegro de que los dos, aunque sois pequeos, hayis pasado el invierno sin problemas dijo saliendo de la cabaa.Zushio dej su mazo y se acerc a Anju:Hermana, qu te pasa? Si vas conmigo a la montaa, me alegrar mucho, pero por qu lo has pedido de repente y sin contarme nada?Me alegro de que pienses as dijo Anju con el rostro brillante de alegra. Ni yo misma supe que se lo pedira hasta que le vi. Fue algo que se me ocurri de pronto.Ah, s? Eso es muy raro, no? pregunt Zushio, contemplando extraado el rostro de su hermana.El jefe de los esclavos, trayendo consigo un cesto y una hoz, entr en la cabaa.Shinobugusa, he odo que dejas el trabajo en la playa y que quieres ir a la montaa. Te traigo las herramientas para cortar lea y me llevar las de extraer sal.Muchas gracias por haberse tomado la molestia de hacer esto por m dijo Anju, levantndose con agilidad y devolvindole el balde y la pala.El jefe de los esclavos, despus de recibir las herramientas, no mostraba trazas de irse. En la expresin de su rostro se dibuj una amarga sonrisa. Era un hombre que escuchaba las rdenes de la familia del intendente Sansho como si fueran orculos de los dioses y las llevaba a cabo sin importarle lo crueles o inhumanas que fueran. Pero, por naturaleza, no le gustaba ver a otras personas gritando o retorcindose de dolor. Prefera que todo se realizase de la forma menos dolorosa posible. Cuando no le quedaba ms remedio que dar o hacer cumplir rdenes que causasen disgusto a alguien, apareca con una sonrisa amarga dibujada en el rostro.Todava tengo algo ms que decirte dijo el jefe de los esclavos, dirigindose a Anju. Puedes ir a cortar lea porque el seor Jiro ha intercedido por ti ante el intendente Sansho. El seor Saburo tambin estaba presente y dijo que, si queras ir a la montaa, debas simular que eres un muchacho. El seor intendente rio a carcajadas aplaudiendo esta idea. Por eso no tengo ms remedio que cortarte el cabello y llevrmelo.Zushio sinti que estas palabras se le clavaban en el pecho como un pual y, mientras miraba a su hermana, se le inundaron los ojos de lgrimas. Al contrario de lo esperado, la alegra no se borr del rostro de Anju.De acuerdo. Como voy a cortar lea, yo tambin ser un hombre. Adelante, corte mi cabello con esta hoz dijo, acercando su nuca al jefe de los esclavos.El largo cabello brillante de Anju fue cortado con la afilada hoz de un limpio tajo.A la maana siguiente, los dos nios, con los cestos a la espalda y las hoces al cinto, salieron de la cabaa con las manos entrelazadas. Era la primera vez que andaban juntos desde que les haban trado a los dominios del intendente Sansho.Zushio, triste y sin comprender qu senta su hermana, tena el corazn lleno de amargura. El da anterior, despus de que se marchara el jefe de los esclavos, le haba preguntado muchas cosas, pero ella no acababa de contarle con claridad lo que pareca estar pensando.Hermana, como hace mucho tiempo que no andamos juntos como ahora, pienso que debera alegrarme, pero, sin saber por qu, estoy triste dijo Zushio, sin poder aguantar ms, cuando llegaron al pie de la montaa. Mientras vamos de la mano y te miro, no puedo soportar ver tu pelo cortado. Ests pensando algo que me escondes. Por qu no lo compartes conmigo?Esa maana, Anju tambin tena una expresin muy alegre en su rostro y sus grandes ojos brillaban resplandecientes. Pero no contest a las palabras de su hermano; solo apret con fuerza su mano. Al comenzar la subida a la montaa, haba una zona pantanosa. A lo largo de las orillas, como haba visto el ao pasado, haba carrizos marchitos desparramados en fila, y entre las hojas doradas de las hierbas que bordeaban el camino va haban empezado a crecer brotes verdes. En la orilla del terreno pantanoso, hacia la derecha, de un resquicio entre las rocas brotaba una fuente de agua pura. Pasaron por all y, guiados por el muro de piedra que haba a su derecha, siguieron subiendo por el camino lleno de curvas. Justo entonces, el sol comenz a despuntar entre las siluetas de las muros ptreos. Anju descubri unas pequeas violetas, que florecan con sus races escondidas entre las erosionadas rocas.Mira! Ya ha llegado la primavera dijo, sealndoselas a Zushio.Zushio afirm en silencio. Su hermana guardaba algn secreto en el corazn; por eso l, apesadumbrado, no poda pensar en otra cosa, y sus palabras se diluyeron como el agua en la arena.Al llegar a los alrededores de la arboleda donde haba trabajado el ao pasado, Zushio se detuvo.Hermana, en esta zona es donde tenemos que cortar lea.Podemos subir un poco ms, no? dijo Anju, adelantndose y subiendo poco a poco.Zushio la sigui extraado y, despus de un rato, llegaron a un lugar ms elevado que el bosque frondoso, desde donde se podan ver las cimas de otras muchas montaas.Anju, de pie sobre la cumbre, se qued mirando fijamente hacia el sur. Sus ojos contemplaron el recorrido desde Ishiura pasando por el puerto de Yura, baado por el curso del ro Okumo, apenas a un ri de distancia de la orilla opuesta, y se detuvieron al llegar al pico de la torre de Nakayama, que se divisaba entre el tupido bosque.Zushio! llam a su hermano, y comenz a hablar. Llevo un tiempo reflexionando mucho. Como ltimamente no hablo contigo como antes, has pensado que estoy muy rara, verdad? Bueno, aunque hoy no cortemos lea ni hagamos nada, no importa; pero escucha bien lo que te voy a decir. Como a Kohagi la trajeron tras comprarla en Ise, me ha enseado el camino desde su pueblo natal hasta este lugar; atravesando aquellas montaas de Nakayama, Kioto est muy cerca. Es difcil ir a Tsukushi y desde all a Sado; pero seguro que se puede llegar a la capital. Desde que salimos juntos con nuestra madre de Iwashiro, solo nos hemos encontrado con personas crueles, pero, si el ser humano debe buscar su propio destino, encontrar tanto personas buenas como malvadas. Ahora, t, con decisin, debes escapar de este lugar y conseguir llegar a la capital. Con la proteccin de los dioses y la ayuda de personas buenas que encuentres, entrate de la situacin de nuestro padre en Tsukushi. Y despus podrs ir al encuentro de nuestra madre en Sado. Deja el cesto y la hoz, coge solo el almuerzo y vete.Zushio la estaba escuchando en silencio, mientras las lgrimas le rodaban por las mejillas:Entonces, hermana, qu hars t?No te preocupes por m. Es algo que debes hacer t solo. Pero tenme en tu memoria como si furamos juntos. Cuando encuentres a nuestro padre y cuando hayis rescatado a nuestra madre en Sado, venid a salvarme.Pero, si yo huyo, te torturarn dijo Zushio, recordando su horroroso sueo, con la imagen de las varillas candentes grabada en su corazn.Supongo que sern muy duros conmigo, pero tratar de tener paciencia. No asesinan a los esclavos que han comprado. Al desaparecer t, seguro que a m me harn trabajar el doble. En la arboleda que me has enseado cortar mucha lea. Aunque no pueda cortar seis haces, tratar de cortar cuatro o cinco. Venga, bajaremos hasta all; dejars la hoz y el cesto y te acompaar hasta el pie de la montaa diciendo esto, Anju se adelant y comenz a bajar.Zushio, sin poder pensar ni decidir nada, la sigui dcilmente. Ese ao, Anju haba cumplido quince aos y su hermano trece. Ella ya pareca una persona adulta y adems, como si estuviera inspirada por los dioses, iba tomando decisiones con sabidura y prudencia. Zushio no poda oponerse a las palabras de su hermana.Bajaron hasta la arboleda y dejaron sus cestos y sus hoces sobre las hojas cadas. Anju sac el amuleto protector y se lo entreg a su hermano.Como es un amuleto muy importante, hasta que nos volvamos a ver debes guardarlo t dijo. Piensa que esta imagen soy yo, y junto con tu espada protectora gurdalos como grandes tesoros.Pero, hermana, t te quedas sin el amuleto.No te preocupes. T te encontrars con ms peligros que yo, por eso debes llevrtelo. Seguro que esta noche, cuando se den cuenta de que has escapado, iniciarn la bsqueda. Date toda la prisa que puedas, pues, como has huido, es normal que te persigan. Debes llegar a un lugar llamado Wae, situado en el curso alto del ro que hemos