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de Perlas sabiduría sanadora

Myrtle Fillmore PerlasDeSabiduriaSanadora

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Las ofrendas de amigos como tú son el apoyo principal del ministerio continuo de Unity. Tu generosidad ayuda a que nos sea posible ofrecer este folleto inspirador. Nuestro deseo es hacer que la literatura de Unity esté disponible a todos los que la soliciten, especialmente para aquellos que más necesitan aliento espiritual. En Unity estamos comprometi-dos a no excluir a nadie.

Un mensaje de apoyo

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Introducción

La obra sanadora de Unity comenzó con nuestra cofundadora Myrtle Fillmore, quien venció una enfermedad fatal a finales de los años 1880 al reclamar salud para su cuerpo por medio de palabras y acciones lle-nas de fe. Después de haber sanado, Myrtle pasó amorosamente el resto de su larga vida ayudando a otros a encontrar su curación.

Perlas de sabiduría sanadora co-mienza con la historia de Myrtle, de cómo ella encontró la salud. Otras “perlas” en este folleto incluyen historias edificantes de cu-ración basadas en las enseñanzas de Myrtle, así como en la sabiduría práctica de la cura-ción de maestros y sanadores modernos.

También encontrarás tres poemas sobre curación, incluyendo uno al final es-crito por Myrtle Fillmore y que ella misma tituló “Mi amor por Ti”. A medida que lees este folleto, esperamos que sientas la calidez sanadora del amor de Unity por ti.

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ÍndiceCómo encontré la salud por Myrtle Fillmore . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3

La curación viene silenciosamente por Leona Hayes Chunn . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6

El trabajo de la oración en la curación por J . Douglas Bottorff . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

Entregándonos al amor por Gerald G . Jampolsky, M .D . . . . . . . . . . . . . . 13

Nunca caminarás por Martis Jones, Ph .D . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18

Entregando todo a Dios por Rev . Gardiner Rapelye Jr . . . . . . . . . . . . . . . . 28

Yo Soy

por Geraldine Wells . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33

¡La oración hace maravillas!

por Bernie S . Siegel, M .D . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35

Viaje al corazón de Dios por Rev . Joan Gattuso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40

Mi amor por Ti por Myrtle Fillmore . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48

©2009 por Unity

Las citas bíblicas en este folleto han sido tomadas de la Santa Biblia Reina-Valera 1995, Edición de estudio, a menos que se indique de otro modo.

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por Myrtle Fillmore, cofundadora de Unity, en 1897

He hecho lo que me parece un descubrimiento. Estaba terriblemente enferma, sufría de todos los males de la mente y del cuerpo que podía soportar. Los médicos y sus medicamentos dejaron de proporcionarme alivio y estaba desesperada, hasta que encontré el cristianismo práctico. Afirmé mis creencias y sané. La mayor parte de la curación la hice yo misma porque quería tener el conoci-miento para uso futuro. Así es como hice lo que llamo “mi descubrimiento”.

Estaba reflexionando acerca de la vida. De la vida que está en todas partes —en los animales, así como en la gente. “Luego me pregunté ¿Cómo es que la vida de un animal no forma un cuerpo como el del ser humano?” Después pensé: “Un animal no tiene tanta inteligencia como el ser humano”. ¡Ah! entonces hace falta inteligencia

Cómo encontré la

salud

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además de vida para formar un cuerpo. He aquí la clave de mi descubrimiento. La vida tiene que ser guiada por la inte-ligencia para tomar forma. La misma ley obra en mi cuerpo. La vida es simplemente una forma de energía y tiene que ser guiada y dirigida en el cuerpo humano por la inteligen-cia del ser humano. ¿Cómo comunicamos inteligencia? Por medio del pensamiento y la palabra, por supuesto. De repente, se me ocurrió que podía hablarle a la vida en todas partes de mi cuerpo para hacer que éste funcionara según yo dispusiese. Empecé a disciplinar mi cuerpo y obtuve resultados maravillosos.

A la vida en mi hígado, le dije que no era torpe ni inerte, sino vigorosa y enérgica. Le dije a la vida en mi ab-domen que no era débil o ineficiente, sino vigorosa, fuerte e inteligente; que no estaba infestada con ideas ignorantes de enfermedad puestas allí por mí y por los médicos, sino que estaba llena de energía divina, dulce, pura y perfecta. Les dije a los miembros de mi cuerpo que eran activos y fuertes; a mis ojos que no veían por sí solos, sino que ex-presaban la visión del Espíritu y recibían su fuerza de una fuente ilimitada; que eran ojos jóvenes, claros, brillantes, porque la luz de Dios brillaba a través de ellos. Le dije a mi corazón que el amor puro de Jesucristo fluía en y a tra-vés de sus latidos y que todo el mundo sentía sus gozosas pulsaciones.

Me dirigí a todos los centros de vida en mi cuerpo y les hablé palabras de Verdad, fuerza y poder. Les pedí per-dón por la actitud insensata e ignorante que había asumido en el pasado, cuando los condenaba llamándolos débiles, ineficientes y enfermos. El que se demoraran en despertar no me desalentaba, sino que seguía adelante, tanto en si-lencio como audiblemente, declarando palabras de Verdad

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hasta que los órganos respondían. No me olvidé de decirles que ellos eran Espíritu libre e ilimitado y no esclavos de la mente carnal; que no eran carne corruptible, sino centros de vida y energía omnipresente.

Entonces le pedí al Padre que me perdonara por ha-ber desperdiciado Su vida en mi organismo. Le prometí que nunca, nunca más, retardaría la corriente libre de esa vida a través de mi mente y cuerpo con ningún pensamiento o palabra falsa; que siempre la bendeciría y estimularía con pensamientos y palabras de Verdad en su sabia labor de edi-ficar mi cuerpo-templo; que usaría toda diligencia y sabidu-ría al dirigirla según mi voluntad.

También me di cuenta de que usaba esta vida del Padre para pensar y decir mis palabras, por lo que tuve cui-dado de lo que pensaba y decía.

No dejé que entrara a mi mente ningún pensamiento de preocupación o de ansiedad y dejé de murmurar, de hablar palabras violentas, frívolas y petulantes. Elevaba una pequeña oración cada hora para que Jesucristo estuviera conmigo y me ayudara a pensar y a hablar sólo palabras de bondad, amor y verdad. Tengo la seguridad de que Él está conmigo, porque me siento en paz y feliz ahora.

Quiero que todo el mundo conozca y use esta ley bella y verdadera. No es un descubrimiento nuevo, mas cuando lo uses y recojas sus frutos de salud y armonía, te parecerá algo nuevo, como si fuera tu propio descubrimiento.

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La curación viene silenciosamentepor Leona Hayes Chunn

La curación es algo silencioso.

No desciende sobre quien la busca

con aclamación estruendosa;

ninguna fanfarria anuncia que se aproxima.

Con fe como su contraparte,

la curación viene silenciosamente,

obrando su bendición como aire sagrado,

con ternura,

sobre avenidas de oración.

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La curación viene silenciosamente

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Estás buscando expresar más a Dios, en tu concien-cia, en tu cuerpo y en tus asuntos. Puede que no hayas llamado tus deseos por curación, prosperidad y armonía, deseos por Dios, mas eso es exactamente lo que es. Quizás al intercambiar la palabra Dios por la palabra bien, como alguien lo ha sugerido, puedas verlo claramente.

Todos tus esfuerzos han sido para el logro de un bien mayor, bien sea para ti, tus seres queridos o tu comu-nidad. El bien que buscas puede que haya sido algún tipo de curación, un aumento de salario, una carrera, un cón-yuge, o hasta una casa o un automóvil nuevo. Mas la moti-vación detrás de tu búsqueda, pasada y presente, ha sido, y es, el deseo de experimentar un bien mayor.

Este deseo de experimentar mayor bien es universal. Una de las grandes maestras de Charles y Myrtle Fillmore, Emma Curtis Hopkins, observó que hasta el gusano más pequeño tiene este deseo. Cada vez que un gusano se mueve lo hace porque desea algún beneficio. Bien sea alimento, seguridad o placer, la motivación siempre es el logro de un bien mayor.

Tu deseo de salud

Tu deseo de salud perfecta tiene su origen en Dios. La cofundadora de Unity, Myrtle Fillmore, escribió: “Cuando experimentamos enfermedad, ésta es evidencia de

El trabajo de la oración en

la curaciónpor J . Douglas Bottorff

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que hemos dejado ir nuestra posesión de los dones de Dios. Hemos dejado de apropiarnos, analizar, asimilar y hacer uso de la vida del Espíritu por medio de nuestros pensa-mientos, nuestras palabras, nuestras acciones, nuestros hábitos de vida.”

Dios te da continuamente el don de la salud y expe-rimentas este don como el deseo de experimentar salud. En tus ratos de meditación experimentarás la verdad de que Dios es completa, sin necesidad de nada sino de expresarse por medio de ti como salud. La señal de vida de la salud está siendo transmitida desde lo más profundo de tu ser y es interpretada por ti como el deseo de salud perfecta. Tu mente y cuerpo son los vehículos por medio de los cuales la salud se manifiesta.

Sanando tu actitud hacia tu cuerpo

En tu oración por curación, recuerda que la oración es primordialmente una herramienta para elevar la con-ciencia. Tu primera preocupación no es sanar tu cuerpo, sino sanar tu actitud hacia tu cuerpo y hacia cualquier condición en tu vida que proporcione estrés y limitación a tu cuerpo. Esto significa que debes elevar la imagen de tu cuerpo de enfermo y débil a saludable y vibrante. Para lograr esto debes negar o dejar ir la imagen antigua de tu cuerpo y afirmar o establecer una más saludable.

Al compartir este pensamiento con un hombre quien enfrentaba un reto de salud, él vio inmediatamente lo duro que había estado trabajando para sanar su cuerpo. Había asumido una responsabilidad que no era suya. Él se dio cuenta de que no sabía cómo el sistema inmune trabajaba ni cómo las células se limpiaban y reproducían. Encontró que en realidad estaba dificultando el problema

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al visualizar forzadamente el proceso de curación como él pensaba que debería funcionar. En su lugar, él comenzó a verse simplemente libre de enfermedad. Comenzó a confiar en que Dios haría el trabajo. Me dijo que esta nueva actitud le quitó un gran peso de encima y, a la larga, lo ayudó a manifestar su recuperación.

Un rato de la concentración silenciosa

Comienza tu rato de oración sentándote en una silla cómoda y en un lugar donde no te molesten. Aunque el proceso de oración puede tener lugar dondequiera que estés, bien sea en el trabajo, en la oficina o en la línea de ensamblaje, caminando por la calle o conduciendo el au-tomóvil, es bueno tener ratos especiales de concentración silenciosa en los cuales veas claramente y experimentes tu meta de curación. Descansa el cuerpo durante unos mo-mentos y establece la actitud de que al orar estás coope-rando con el deseo de Dios de tu curación. La voluntad de Dios es que seas sanado.

Con los ojos cerrados, ve tu cuerpo como es ahora. Si sientes algún dolor o una sensación incómoda, tráelos claramente a tu mente. Cuando lo hayas hecho, el proceso de dejar ir comenzará.

Deja ir

Crea una frase de liberación. Puede ser algo tan sencillo como esto: “Ahora dejo ir esto de mi vida”. Repite esta frase varias veces, siente cómo la liberación mental y emocional tiene lugar.

Durante el proceso de liberación, pon atención a cualquier impresión fuerte que recibas. La imagen de una persona o situación puede venirte a la mente, posiblemente como una señal de que hay la necesidad de dejarlas ir (per-

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donarlas) también. No busques tales cosas, pero si apare-cen, inclúyelas en tu proceso de liberación o anótalas para que trates con ellas luego.

Afirma

A medida que sientes que dejas ir la imagen limi-tante del cuerpo, pasa suavemente al lado afirmativo de tu oración. Siguiendo las sugerencias dadas anteriormente, crea una frase similar a ésta: La salud perfecta de Dios se es-tablece ahora en mi mente y cuerpo . Soy sano y libre . Gracias, Dios . Visualiza la vida perfecta de Dios llenando todo as-pecto de tu cuerpo, y siente el gozo y la gratitud que vienen a ti naturalmente con esta visión. Al lograr cualquier grado de éxito en esta transición de una imagen no saludable del cuerpo a una imagen de salud, ten la seguridad de que algo maravilloso está sucediendo. No busques que las cosas sucedan. Permíteles que se presenten a su debido tiempo. Simplemente continúa haciendo tu parte en oración.

Junto con tus ratos especiales de oración, ten re-ceptividad a las ideas que puedan venir a tu mente durante el día. Puede que recibas la inspiración de inscribirte en un programa de ejercicios, asistir a una conferencia acerca de curación, leer un libro acerca de dietas o un sinnúmero de cosas. Confía en Dios para que te hable a un nivel que

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puedas entender. Tu trabajo diario en meditación también será invaluable para orientarte en las soluciones en esta área importante. La combinación de estas dos prácticas de meditación y oración producirá resultados maravillo-sos en el área de la curación si te dedicas a ponerlas en práctica y eres paciente contigo mismo al aprender a creer que la oración ha sido contestada, aun antes de que haya evidencia de que tu creencia es firme.

La marea baja y el fluir del crecimiento espiritual

En nuestra práctica de la meditación y oración, es importante tener presente que habrá una marea baja y un fluir en nuestro crecimiento espiritual. Momentos cuando parece que no progresamos y otros en los que sentimos que estamos avanzando con pasos gigantescos. De modo que, cuando pasamos por una “sequía” ocasio-nal en nuestro viaje, podremos sentir que no progresamos y desalentarnos.

Lo que es todavía más frustrante es que conoce-mos las verdades más elevadas, pero debido a una indife-rencia espiritual, elegimos ideales menores. Pablo lo dijo muy contundentemente cuando escribió: “Lo que hago, no lo entiendo, pues no hago lo que quiero, sino lo que detesto, eso hago” (Ro. 7:15). ¿Quién en el camino espi-

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ritual no se identifica con los sentimientos de Pablo? ¿Por qué, entonces, cuando hemos visto posibilidades mayo-res, continuamos eligiendo ser abrumados por emociones negativas, patrones de pensamiento antiguos y limitativos y reacciones a apariencias circunstanciales? ¿Qué hay en nosotros que nos mantiene aferrados a la manera antigua y espiritualemente degradante de manejar las cosas cuando sabemos que el gozo y la libertad de elegir una perspectiva más elevada están tan cerca como un pensamiento o dos?

Esta pregunta probablemente ha importunado a los miembros de la raza humana desde que comenzó a ocurrír-senos que, aunque la superficie de nuestro ser está muy in-volucrada en el mundo finito de expresión, nuestra esencia está fundamentada en el Infinito. En un sentido, tenemos un pie en el cielo y el otro en la Tierra, y como estamos en las etapas iniciales del desarrollo espiritual, prestamos más atención al pie terrenal que al celestial.

Puedes demostrar cualquier tipo de vida que elijas, pero las reglas de expresión son éstas: Primero, debes edi-ficar una conciencia para lo que deseas, y segundo, debes estar dispuesto a hacer el esfuerzo necesario para manifes-tarla. La oración no es un medio para evitar el reto: no es una formula mágica que te permitirá obtener algo por nada. La oración es el medio por el cual edificas la conciencia que vencerá el reto y manifestará lo que deseas.

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por el doctor Gerald G . Jampolsky

Fui ateo durante la mayor parte de mi vida, pero en 1975 tuvo lugar en mí una transformación espiritual. Sentía la presión de ser médico y, a la vez, pasaba por un penoso divorcio. A pesar de que me mataba a mí mismo con el alcohol, tenía miedo de morir.

Un día, mientras hacía las visitas de rutina en el hospital, oí por casualidad a un niño, que era paciente de cáncer, hacerle a su médico una pregunta que también ha-bía estado en mi mente: “¿Qué ocurre cuando uno muere?” Sin honrar la confianza que ese niño había puesto en él, el médico ignoró la pregunta y cambió el tema.

En ese momento, comencé mi investigación para ver qué sucede con los niños en un hospital cuando hacen tal pregunta. ¿En quién podrían confiar? Encontré que mu-chas veces la única persona a quien podían acudir en busca de cariño y apoyo, era la encargada de la limpieza quien venía a sus habitaciones cada mañana.

Comencé a orar y recibí la guía para fundar un cen-tro donde se ayudara a los niños a tratar con sus preguntas. Este es un centro gratuito para la curación de las actitudes, y para niños que sufren de enfermedades crónicas como cáncer, leucemia y SIDA. Sin embargo, lo que pronto des-cubrí, fue que esos niños eran espíritus sabios en cuerpos

Entregándonos

al amor

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infantiles. Me enseñaron a no temerle a la muerte, y que nuestro propósito aquí en la Tierra es amar y perdonar.

En el centro, no sólo ayudamos a niños, sino que también tenemos grupos de apoyo para personas de todas las edades, para cualquiera que desee incorporar los princi-pios de la curación de las actitudes en su propia vida.

Encontrando paz

Definimos salud como paz interior y curación como dejar ir el miedo. Hay una serie de principios que enseña-mos, siendo el primero que la esencia misma de nuestro ser es el amor. El personal, los voluntarios y las personas que vienen aquí, lo hacen con el propósito principal de encontrar paz mental, consistiendo ésta en sentir la paz de Dios. Cuando médicos o doctores en otras materias vienen a nuestro centro, cortésmente les decimos que pongan a un lado sus títulos universitarios y resistan la tentación de dar consejo o interpretar la conducta de las personas, y que hagan lo posible por dar amor incondicional. Eso es de lo que el centro se trata.

Hemos encontrado que una de las mejores maneras de encontrar la paz de Dios es ayudar a otras personas. Al enfocarnos en ayudar a otros con amor puro y sin hacer juicios sobre ellos, comenzamos a sentir el gozo y la paz que nunca antes habíamos sentido.

Todo es posible

Los niños en el centro son nuestros maestros. Un niño de doce años llegó a nosotros debido a un accidente en el que un camión lo atropelló mientras el niño montaba bicicleta. Había sufrido lesiones severas en el cerebro y estaba en coma. Se les dijo a sus padres que lo pusieran en

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una institución para que recibiera atención por un largo tiempo, pero ellos decidieron que era mejor llevárselo a su casa.

Después, recobró el conocimiento y vino a nuestro centro, donde creemos que todo es posible. Al principio le tomaba diez minutos contar un simple chiste, pero todos los niños del grupo lo escuchaban. Dijo que esa era la primera vez que había podido terminar un chiste desde el accidente. Los niños demostraron que amar es realmente escuchar. Ese niño, cuya lesión cerebral fue tan grave que se suponía pasaría su vida como un vegetal, ahora esquía a campo traviesa y trabaja en la industria hotelera. El es una maravillosa demostración de alguien que vive para ayudar a otras personas, una vida en la que la paz mental es lo pri-mero. El es una verdadera luz de amor en nuestro mundo. Nuestra meta en el centro es ofrecer a las personas apoyo psicológico y espiritual, sin importar por lo que pasen. Reconocemos que las personas pueden tener paz mental aun cuando tengan cáncer y dolores. También comprende-mos que la muerte no es un fracaso.

Todos podemos tener esperanza porque Dios está siempre con nosotros, porque somos uno en espíritu, por-que la vida es eterna y porque hay amor.

En nuestro centro, un niño de once años quien es-taba a punto de morir, dijo que creía que cuando morimos nos despojamos de nuestro cuerpo y entonces nos volve-mos uno con todas las almas. Sugirió que a veces regresa-mos y actuamos como ángeles de la guarda para los demás.

No hay duda en mi mente de que ese niñito es mi ángel de la guarda. Sé que está ahí, guiándome y ayudán-dome a lo largo del camino a medida que continúo traba-jando con niños de todas partes del mundo.

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Amor incondicional

El amor es una experiencia más allá de toda defini-ción, ya que es difícil definir a Dios. El amor es incondi-cional y nunca cesa, nunca juzga y es la eterna respuesta a todo problema, toda enfermedad, todo dolor. El amor es la única respuesta. Entregarnos al amor, entregarnos a Dios, eso es de lo que la vida se trata, y estoy aquí para aprender eso y espero poder demostrarlo. Por lo tanto, me esmero por hacer de cada momento una oración en mi sendero hacia Dios.

Creo que la muerte, como dijo aquel niñito, es sólo dejar ir el cuerpo y volvernos de nuevo una luz pura. Todos somos seres de luz, y tal vez esa sea la descripción más cer-cana de lo que está más allá de nuestra comprensión.

Somos uno con Dios para siempre. Dios es nuestro origen, y somos Sus hijos sagrados. Estamos aquí en la Tierra para hacer lo mejor que podemos para sanar lo que debe ser sanado.

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Sin embargo, pronto descubrí que esos niños eran espíritus sabios en cuerpos infantiles. Me enseñaron a no temerle a la muerte, y que nuestro propósito aquí en la Tierra

es amar y perdonar.

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por Martis Jones, Ph .D .

“Nunca caminarás.” Estas palabras sonaron como una sentencia de muerte. Y, como que si esto no fuera suficiente para hacerme sentir devastada, el doctor añadió el hecho de que mi artritis reumatoidea estaba en una etapa avanzada y que estaría confinada a una silla de ruedas el resto de mi vida. No estoy segura de qué era más trágico, silla de ruedas o inválida. No poder caminar me hacía sentir desolada; la silla de ruedas desolada, aislada y sola. Ninguna de las alternativas eran vida.

Mi doctor continuó con una letanía de cosas que yo no iba a poder hacer. Sentada frente a él, perdí el contacto visual a medida que pensaba en lo que me gustaba hacer y para lo cual necesitaba caminar: ir de compras hasta caer desmayada, viajar a lugares exóticos, reunirme con amigas para disfrutar de postres decadentes, hacer caminatas con mi familia, caminar incesantemente en salones de exhibi-ción tan grandes como un estadio e ir a festivales, patinar y, simplemente, pararme bajo una ducha tibia por cinco o diez minutos. Me sentí sin espíritu, deprimida y derrotada. Paralizada en pensamiento y acción, absorta, sin dirección. Bloqueé todos los planes que había hecho por el resto de los días, las semanas y los meses venideros.

Nunca

caminarás

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Viviendo en una crisálida

Me fui a casa y convertí mi habitación en un capullo seguro donde lloré, día y noche, sin cesar. No había escape de la oscuridad ni la desesperación. Entraba y salía de un estado conciente para evitar el dolor constante e insoporta-ble. Las rodillas me dolían más que cien dolores de muela. Estaban tan hinchadas que no las podía doblar. Mis piernas parecían dos barriles colocados uno al lado del otro —sin curvatura ni demarcaciones claras de articulaciones, huesos y músculos. Cuando miraba mis extremidades inferiores, lloraba todavía más. Me preguntaba si había una salida, además de la muerte, del desastre que veía.

Como si ya no hubiera tenido suficientes desilu-siones, también descubrí que era alérgica a las medicinas antiinflamatorias sin esteroides vendidas con prescripción y libremente —Motrin®, Feldene ,Naposyn®, Ibuprofen, Advil®, Aleve®, etc, etc. Pensé, “No hay esperanza ni medi-cina”. Pedí a Dios que me permitiera morir —allí mismo y en ese mismo momento.

La voluntad de vivir

Casi tan pronto como imploré a Dios que me permi-tiera morir, todo lo que era importante para mí me vino a la mente —la familia, los amigos, el trabajo, los viajes, los amaneceres y los atardeceres, las olas embravecidas rom-piendo sobre las playas, las grandes sinfonías, las obras de Rodín, volar en globo, las águilas remontándose, el verano, la primavera, Sedona, la risa. El dolor, la ira y la desilusión se volvieron triviales. Con toda la fuerza que pude, eché la cabeza hacia atrás y como el león Vicente en La Bella y la Bestia, rugí: “Caminaré y correré, escalaré y me agacharé, me levantaré y pasaré por sobre todos los obstáculos, y me

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pararé en la punta de los pies y alcanzaré el cielo. Soy más que esto.”

La pura voluntad de vivir eclipsó toda preocupa-ción, duda y temor. Mi despertar abrupto me sacó de mi trance y me ayudó a recordar mi misión —ser dirigida por la pasión, la determinación, la sabiduría, la integridad, la lealtad; decretar y no preocuparme; dejar ir y dejar a Dios actuar; negarme a rendirme o entregarme; continuar tra-tando de alcanzar lo más elevado y mejor, no conformarme con menos. Guiada por el Espíritu, tomé cartas en el asunto y comencé a dar pasos pequeños hacia mi curación. ¡Qué cambio! Pasé de la desesperación al deseo, de una existencia sin pena ni gloria a añorar la vida activa, de sen-tirme víctima y atrapada a sentir entusiasmo y pasión por la vida. ¡Qué maravilla!

Liberándome

Como la crisálida, la cual se reorganiza para libe-rarse de las capas apretadas del capullo y emerge como una bella mariposa, yo también sufrí un gran cambio. Comencé abriendo las puertas de mi casa y mi corazón a mis fami-liares y amigos. Les permití que me ayudaran con tareas sencillas (como servirme un vaso de jugo o ayudarme con mis muletas) y con unas más difíciles (como vestirme y desvestirme, acostarme y levantarme, entrar y salir del automóvil, hacer el trabajo de la casa y subir las escale-ras). Este sistema de apoyo amoroso me enseñó a confiar en los demás. Aprendí cómo expresar mis sentimientos y discutir mis temores y deseos de manera abierta y honesta. Profundizamos nuestras relaciones personales. Su cuidado y preocupación me ayudó a enfrentar la curación ante mí sintiéndome segura e inspirada.

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Receta para la curación —de cuerpo, alma y espíritu

Estaba lista para comenzar el trabajo verdadero. Al asociarme con el Espíritu, comencé un largo período de descubrimiento y renovación —un encuentro sagrado con todos los aspectos de mi ser— intelectual, mental, emocio-nal, físico y espiritual. A nivel intelectual, busqué las causas y curas de la artritis y encontré que no es una enfermedad individual, sino un grupo de más de 100 enfermedades y síndromes que han afectado al ser humano desede el período del Pleistoceno. La artritis es la primera causa de incapacidad en Estados Unidos. Más de cuarenta millones de personas sufren de ella; dos millones con artritis reuma-toidea. Las dos terceras partes de las personas son mujeres. De todas las enfermedades degenerativas, la artritis reuma-toidea es la más incapacitante y dolorosa.

A medida que descubría estos datos deprimentes, las palabras de Myrtle Fillmore, cofundadora de Unity, me dieron valor: “No existe tal cosa como una ‘enfermedad’ o condición incurable. Estas actividades, debilidades o anor-malidades a las que la profesión médica les pone nombre no son sino los esfuerzos de la inteligencia interna dada por Dios para tratar con las condiciones que el individuo ha producido debido a su fracaso en comprender la Verdad y reconocerse como una creación perfecta de Dios .... Cualquier cosa que no dé la talla según el patrón crístico de perfección puede ser cambiada.” Me aferré a las palabras de Myrtle a medida que se convirtieron en un faro para mis investigaciones futuras acerca de la salud y la curación.

El poder sanador de la farmacia mental

Elegí utilizar mi mente como mi farmacia para la curación natural. A nivel mental, aprendí a incorporar uno

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de los principios básicos de Unity : “Los pensamientos mantenidos en la mente producen según su especie.” No podemos sembrar semillas de maíz y cosechar calabazas. Creé un mantra diario: Mi mente es mi Reino. Lo gobierno con sabiduría al dejar ir cualquier pensamiento que no sea verdad —cualquier pensamiento de que no soy digna, cualquier pensamiento de culpa, vergüenza, bochorno o pobreza heredado de instituciones o familia, iglesia, educa-ción, empleo y medicina.

Comencé a eliminar los pensamientos erróneos y las creencias equivocadas que habían estado acampando en mi mente y cuerpo y manteniéndome en la esclavitud de la depresión, la crítica, el resentimiento, los sentimientos de no ser amada y de ser muy abusada. Reemplacé estos sentimientos debilitantes y errados con afirmaciones (ex-presiones fuertes de lo que es verdad) tales como éstas: Mi autoimagen es mi imagen divina. Soy una creación amada y bendecida, imagen y semejanza de Dios. Me amo y me acepto en la imagen perfecta en la cual fui creada. Soy una expresión viviente, amorosa y floreciente de vida. Y por último, fluyo con el cambio con facilidad y flexibilidad. Me gustaba aplicar estas afirmaciones para limpiar mi mente.

El buen humor sana las heridas emocionales

A nivel emocional, aprendí cómo practicar un cam-bio positivo por medio del uso del buen humor. Comencé viendo con buen humor todo a mi alrededor en juegos de palabras, ironía y situaciones graciosas. Recordaba siempre que cuando no podía ver la ironía, podía ser víctima de una deficiencia de ironía. La falta de humor podía causar humorroides. (¡Éstas pueden hacerte sentir muy mal!) También encontré el humor en términos cotidianos como

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camarones gigantes y cirugía menor. El buen humor me ayudó a condicionar la mente lógica hasta que ésta dio paso a la omnisciencia del Espíritu tierno y amoroso.

Creé un “frasco de gozo” al escribir dichos positivos en franjas de papel y meterlas en el frasco cada día. Al final del año, el frasco estaba lleno con 365 dichos positivos. Al año siguiente sacaba un dicho cada día y lo leía en voz alta. ¡Cuánto gozo y cuánta inspiración! Estos dichos se convir-tieron en el comienzo del día y en la curación para la salud, sanando a su vez el corazón, la mente y el espíritu. Fui inspirada a transformarme “por medio de la renovación de vuestro entendimiento” (Ro. 12:2).

Sanando físicamente: Dios nos da a todos la misma oportunidad de sanar

Mis afirmaciones a nivel mental y emocional die-ron un empujón a mi curación a nivel físico: Estoy creada a la imagen y semejanza de un Creador amoroso quien da a todos la misma oportunidad. Vi esto como el amor in-condicional obrando en mí y por medio de mí. Junto con este poder sanador y armonizador de amor en acción, apli-qué 1 Juan 3:14 como mi mantra para mi curación física: “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, porque amamos.” El amor incondicional forja el perdón, la paciencia, la gentileza y la bondad. Éstos fueron esenciales para la curación completa y crearon compresas sanadoras para infundir profundamente esta energía sanadora en las cé-lulas, los órganos y tejido de mi cuerpo. Mi conciencia de la unidad entre el espíritu, el alma y el cuerpo se agudizó más.

Combiné la energía sanadora del amor con nuevos estilos de vida, incluyendo el alimentarme correctamente. Dejé de comer carne roja, productos lácteos y huevos, golo-

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sinas saladas y dulces (incluyendo el chocolate), la harina blanca, la cafeína y los alimentos altamente procesados y refinados, y comencé a comer frutas frescas, jugo de vege-tales y vegetales al vapor, tofu, granos, semillas, vegetales marinos y pescado fresco. Combiné esto con el ejercicio y terapias manuales (masajes, toque terapéutico, vaciado manual de los nódulos linfáticos, acupresión, reflexología). Fui capaz de restaurar mi vitalidad y “rehacer” todo mi cuerpo. Mi estado de inválida se transformó en un estado de autovalidación.

Espiritualidad sanadora: Eres heredero de millones

A nivel espiritual, mis vitaminas múltiples de alta potencia se convirtieron en afirmaciones, meditación y oración afirmativa, tomadas diariamente para elevar la conciencia del Espíritu. La naturaleza de Dios es nuestra naturaleza verdadera, nuestra semejanza y nuestro dere-cho de nacimiento. Reclamar mi derecho de nacimiento causó un gran cambio en mi manera de pensar, de víctima a heredera. Me declaré heredera de millones —entre los millones que heredan todo lo que es Dios— salud, bienes-tar, bien, felicidad, paz y prosperidad verdadera. Encontré esta confirmación en el Evangelio de Juan: “He venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Jn. 10:10).

¡Una nueva yo!

Los médicos me habían dicho que no podría ca-minar de nuevo. Dios me aseguró que nunca caminaría sola. Después de practicar estas alternativas naturales para un estilo de vida saludable en todas las áreas de mi vida, renové mi mente, cuerpo y alma. Me convertí en una crea-ción nueva —intelectual, mental, emocional, física y espi-

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ritualmente. Mi curación completa tomó casi cinco años. Encontré a Unity durante ese período y aprendí mucho más acerca de cómo recibir de la única Presencia y el único Poder, Dios omnisciente. Durante las subidas y bajadas, los fracasos y las desilusiones, Dios me susurraba continua-mente, “Estoy aquí”. Yo repetía constantemente Jeremías 30:17: “Mas yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus heridas”.

Hoy estoy sana y activa físicamente. Tomo parte en paseos de 100 millas en bicicleta para recabar fondos para la lucha contra la artritis, el cáncer, la esclerosis múltiple y la diabetes. Camino cinco millas diarias, me ejercito regularmente con aparatos y practico kick boxing (tipo de boxeo donde están permitidas las patadas). Me siento elevada en espíritu y ligera de peso —sin muletas, sin silla de ruedas— libre.

Tu naturaleza es divina, sana y completa de manera innata

Tú y yo estamos aquí por cita divina. La semilla divina de la curación está plantada profundamente en cada uno de nosotros porque nuestra naturaleza es divina, sana y completa de manera innata. Nuestro deseo de salud, armonía y prosperidad —bien sea para sanar relaciones personales, finanzas, empleo o el cuerpo— despierta nues-tro potencial encerrado y hace que surja como un nuevo nacimiento.

Si buscas una curación ahora —en cualquier área de tu vida— te invito a que confíes en las promesas del Espíritu para que tu necesidad sea sanada. Descubre y renueva todo tu ser —cuerpo, alma y espíritu. Lo puedes lograr al afirmar tu derecho de nacimiento de salud y vida radiantes; al aquietarte cada día; al practicar la oración y

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Tú y yo estamos aquí por cita divina. La semilla divina de la curación está

plantada profundamente en cada uno de nosotros porque nuestra naturaleza es

divina, sana y completa de manera innata.

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meditación con regularidad y escuchar la voz del Espíritu; al actuar físicamente en las promesas de Dios de salud para ti; al fijarte expectativas elevadas para tu bien; al buscar la bendición en las desilusiones; al tener buen humor y al expresar amor por ti mismo y por los demás por medio del perdón, la paciencia, la gentileza, la compasión y la bon-dad. Te revitalizarás y reinventarás tu vida y restaurarás en ella la paz, la armonía, la salud, la felicidad y la prosperi-dad verdadera. Y al hacerlo, ten la seguridad de que nunca caminarás solo.

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por Rev . Gardiner Rapelye Jr .

“La peor pesadilla es que te llamen de un hospital para decirte que tu hijo está en cuidados intensivos.”

Cuando mis hijos Tanner y Beau tenían ocho y ca-torce años respectivamente, su madre y yo nos divorciamos, y comencé una nueva vida como padre soltero. En esos días ya me había acostumbrado a que mis hijos sufrieran raspaduras y lesiones menores características de la infancia. Sin embargo, el sábado 17 de septiembre del 2005 a las 11:00 p.m., recibí una llamada que dio un vuelco a mi mundo. Tanner, mi hijo de 24 años, se había caído de un balcón del cuarto piso del edificio donde vivía en Kansas City, Missouri.

Entregando

todo a Dios

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Salí apresurado hacia el hospital que queda a 20 millas de mi casa, e hice varias llamadas. Llamé a Beau en California y a su madre en North Carolina. Llamé a Silent Unity, y llamé a la reverenda Debbie Taylor, mi compañera de oración de la escuela ministerial, para apoyo de oración.

A tempranas horas de ese día, Tanner y uno de sus amigos me habían ayudado a empacar cajas en el Templo de Unity en Kansas City, para ser enviadas como donaciones a la región del Golfo de México para ayudar a aliviar las nece-sidades de los afectados por el huracán Katrina. Tanner me había comunicado su deseo de hacer mucho más que eso. Almorzamos juntos y luego nos despedimos. Esa noche, una hermosa tarde con mi hijo se convirtió en una crisis horrible.

Cuando llegué a la sala de emergencia, un doctor me dijo: “Tu hijo podría sobrevivir, pero si sobrevive, quedará fi-siológicamente incapacitado”. Y cuando me dijo que no podía estar con él, le dije: “Tengo que estar a su lado. Soy ministro ordenado y puedo manejar esta situación”.

Mi pequeño muchacho

Cuando Tanner nació, yo me encontraba en la sala de parto, y al nacer, el doctor lo puso en mis brazos. Tanner agarró mi pulgar, y recuerdo haber pensado: “Este niñito me ayudará”. Al verlo herido, comprendí que era yo quien tenía que agarrar su pulgar ahora.

Cuando por fin pude verlo, Tanner se encontraba en coma, con fractura de pelvis y costillas rotas que habían dañado su bazo. Antes de que le hicieran traqueotomía y lo pusieran en un respirador artificial, traté de endere-zar el tubo que tenía en la nariz, porque a pesar de que él estaba en coma, quise hacer algo que lo ayudara a estar más cómodo. Uno de los doctores que me observaba dijo:

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“Esto no es una película, no habrá música ni un final feliz”. “Bien”, afirmé, “estoy en oración, consciente de que habrá un final feliz y él estará bien”.

El golpe que recibió al caerse de un cuarto piso, causó que el contenido de su estómago se alojara en sus pulmones, lo que causó quemaduras en el interior de los mismos. Su cerebro se había inflamado enormemente, pero era el daño a los pulmones lo que amenazaba su vida.

Casi lo perdimos varias veces. En dos ocasiones, el doctor recetó tratamiento con esteroides, y dijo: “Tienes dos opciones: puedes verlo sufrir y morir o permitirnos salvar su vida con esteroides. Pero ten presente que él tal vez no sobreviva el tratamiento”.

Pensé: “Bien, vamos a planear un funeral o un tra-tamiento de por vida, y haré aquello a lo cual sea llamado”. Fue evidente desde ese momento que tenía que entregarme, y escuchar a la guía divina.

Beau vino de California, y la madre de los muchachos llegó de North Carolina. Al menos uno de nosotros acompa-ñaba a Tanner en todo momento. Sentí consuelo al saber que en Silent Unity oraban 24 horas al día todos los días. Debbie dio comienzo a una cadena de oración para Tanner, y recibi-mos tarjetas de muchas partes del mundo, diciéndonos que estaban orando por él.

Nunca lo dejamos solo, y creo que durante las ocho semanas en que permaneció en coma, él de algún modo sa-bía que estábamos allí, apoyándolo en todo. Oré la “Oración de protección” por él una y otra vez, creyendo firmemente que él me oía:

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La luz de Dios te rodea; el amor de Dios te envuelve;el poder de Dios te protege; la presencia de Dios vela por ti.¡Dondequiera que estás, está Dios!

La recuperación de Tanner fue un proceso lento. La primera indicación que tuve de que él saldría del coma fue cuando movió parte de uno de sus labios, como si estuviera tratando de sonreír. Luego comenzó a mover unos de sus dedos. Lo aupamos, esperando y orando que volvería en sí. Los doctores fueron precavidos al respecto; nos decían: “No se emocionen mucho”.

Por otro lado, las oraciones por él continuaban, y progresó paulatinamente. Tanner se tornó más activo y coherente. Él podía presionar el botón para llamar a las enfermeras, lo cual las mantenía muy ocupadas.

Una mañana cuando llegué temprano al hospital, Tanner tenía el control remoto de la televisión en su mano. Me dijo: “¡Papá! ¡Mira!” Encontró un canal religioso que presenta panoramas hermosos, música agradable, citas bíblicas y mensajes inspiradores 24 horas al día. Él había estado despierto toda la noche viendo ese canal.

De 250 libras Tanner llegó a pesar 140 mientras estuvo en el hospital. Tuvo que aprender todo de nuevo, desde mover sus manos, brazos y piernas hasta caminar, hablar y cuidar de sí mismo.

Cuando salió del hospital, Tanner se quedó conmigo por dos semanas. Al principio, me sentí tan nervioso como si hubiese traído un recién nacido a la casa. Estuve atento a cualquier ruido que él hacía, por ejemplo, si estaba tosiendo, si daba vueltas en su cama, etc. En vista de que tuvo que ser

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atendido por enfermeras y doctores por mucho tiempo, dudé de que pudiera cuidarse a sí mismo. Pero Tanner mejoró tan rápidamente que en verdad no necesitó mucha ayuda.

Beau renunció a su trabajo en California, y él y Tanner comenzaron a vivir juntos. Ellos decidieron vivir frente a mi casa. Queríamos estar cerca, lo cual fue muy consolador.

Encontrando el bien

Cuando Tanner se cayó de un cuarto piso, aterrizó sobre un promontorio de grama y tierra, de tres pies de ancho por cinco pies de largo. Esa área, rodeada por ro-cas, ladrillos, escalones de piedra y cercas de metal, había sido regada. Al caer, el cuerpo de Tanner quedó marcado en la grama. De haber caído en otro sitio, no hubiera sobrevivido.

Hasta la fecha, no sé por qué ni cómo Tanner se cayó. Él no lo recuerda. Lo que sí sé es que Dios tiene grandes planes para este joven. Doy gracias a Dios de que él haya sobrevivido los procedimientos y las cirugías. Él sanó hermosamente. Me gusta expresar que “Él está vivo, despierto, alerta, entusiasta y prosperando”. Ahora trabaja como planificador financiero. Su novia de la secundaria, Sara, regresó a su vida como resultado de este accidente, y están ahora comprometidos para casarse.

Mis hijos y yo siempre hemos sido muy apega-dos, pero ahora lo somos mucho más. He aprendido que cuando oro y busco el bien en toda situación, lo encuen-tro. También sé que Dios me guía a través de cualquier situación a la que me haya llevado. Bien sea una crisis o una oportunidad para el bien, me aparto del camino y me entrego a Dios.

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Yo soypor Geraldine Wells

Yo soy la vida que no sabe morir.

Yo soy el gozo que no sabe suspirar.

Yo soy la Verdad que libera todo.

Yo soy la perfección de todo lo que puede ser.

Yo soy la fe que no conoce el temor.

Yo soy la luz que aclara todo.

Yo soy el bien que todos pueden conocer.

Yo soy la victoria dondequiera que voy.

Yo soy pureza que no conoce mancha.

Yo soy salud que no conoce el dolor.

Yo soy fortaleza que no conoce debilidad.

Yo soy humildad que sirve con mansedumbre.

Yo soy la ley que cumple el deseo.

¡Yo soy Dios irradiando un fuego sagrado!

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¡La oración

hace maravillas!

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por Bernie S . Siegel, M .D .

¿Qué hacemos cuando nosotros o algún ser querido enfrenta un serio reto de salud? Tal vez nos sintamos abru-mados y sin recursos que puedan ayudarnos. No sabemos dónde acudir. Lo que hago, y aconsejo a los demás que hagan, es orar.

En los hospitales se han hecho muchos estudios sobre los efectos de la oración en las personas que están enfermas. Los resultados son asombrosos: ¡Aquellos por los que se ora sanan mejor y más rápidamente!

Hay misterio en la curación, pero podemos aceptar el misterio aun cuando no comprendamos por qué o cómo sucede. Creo que los científicos tienen que tener la mente más abierta para explorar lo misterioso e inexplicable.

Tenemos la esperanza de que cuando nuestro cono-cimiento aumente, podremos saber cómo sana la oración. Creo que encontraremos que, cuando oramos por otro, enviamos energía (por falta de una palabra mejor) a esa persona y esa energía la ayuda a recobrarse. Tal vez no lo sepamos nunca, pero eso no me preocupa. He aprendido que la oración funciona, y la utilizo. La he puesto en prác-tica en el salón de operaciones, donde he tomado las manos de mis pacientes y ellos han sabido que oraba por ellos.

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Ellos se beneficiaron con la oración. Estudios han demos-trado que si alguien acompaña a las mujeres —queriéndo-las y cuidándolas— mientras dan a luz, ellas tienen menos dolores y hay menos cesáreas.

Orar por otros

Científicamente se acepta con más facilidad el he-cho de que el amor y la paz que sienten las personas que cuidan de otras ayudan a éstas. Pero ... ¿cómo explicamos que personas por las que alguien ora en la sala de espera, sin ellas saberlo, reciban ayuda? ¿O qué si alguien en Silent Unity, a cientos de kilómetros de distancia, ora por ellas? Sabemos que la oración ayuda a las personas, pero ...¿cómo? Eso es lo que tenemos que explorar.

El no comprender cómo funciona la oración o qué sucede, no me impide lograr su beneficio. Lo miste-rioso de ello me emociona porque brinda más opciones y potencialidad.

Dejar ir y dejar a Dios actuar

Admiro la vida en el universo, ¡y esa admiración siempre va en aumento! Como orador o durante entrevis-tas, he estado en varios lugares con personas que se ven muy bien, mas cuando comienzan a hablarme sobre ellas, sus historias me sorprenden. Me dicen cosas como: “Me dijo el médico que tenía cáncer (o esclerosis múltiple o SIDA) y que no hay nada que puedan hacer por mí. Así que me fui a mi casa y dije: ‘Dios, este es Tu problema’, y me llené de paz en ese momento”.

Continúan diciendo: “... ¡y me puse bien! ¡Mi en-fermedad ha desaparecido!” La oración personal les mostró recursos que ni sabían que poseían en un nivel consciente o

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intelectual. Ahora están receptivos a la energía del universo que está a nuestra disposición aun en un nivel incons-ciente. Como científico, por supuesto, deseo ver evidencia que la oración funciona. Hace años, Randolph Byrd, del Hospital General de San Francisco, llevó a cabo un estudio sobre personas que habían sufrido ataques al corazón. Sus nombres fueron seleccionados al azar con una computa-dora. Por algunos se iba a orar y por otros, no. Estudió cuatrocientas personas y encontró que aquellas por las que se había orado tenían menos complicaciones después de los ataques, comparadas con aquellas que no habían recibido el apoyo de la oración.

¡La oración funciona!

Tomó algún tiempo, pero finalmente su estudio fue publicado en una revista médica. Más tarde, en cartas al editor, unos médicos expresaron su ira sobre el estudio. Dijeron que no era científico, lo que no es cierto, porque fue totalmente científico. Preguntaron: “¿Por qué apa-rece en una revista médica?” ¡Bueno! ¡Es ahí exactamente donde tiene que estar —en una revista médica— para que la gente despierte y piense sobre lo que está pasando! Para hacerles comprender que hay algo aquí que no puede ser explicado ahora mismo, pero que ayuda y cura a las personas.

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Viaje al

corazón de Diospor la Rev . Joan Gattuso

Esta mañana me senté en oración cerca de la cama de una mujer valiosa, amable y amorosa, quien dormía profundamente la primera mañana después de su cirugía de cáncer cervical. Ella es una estudiante de metafísica, una mujer que estudia, ora y medita diariamente; y quien ha pertenecido a Unity por muchos años.

Dos semanas antes se había sentido aterrorizada, cuando sin ningún indicio de su diagnóstico físico, su mé-dico general la había remitido a otro médico, quien sugirió varias fechas para la cirugía. Atónita y perpleja, preguntó, “¿Por qué razón necesito cirugía?”

El doctor respondió, “¿Su médico general no le dijo por qué venía a verme?”

No se lo había dicho. Entonces el doctor le dio las noticias alarmantes del cáncer cervical.

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Crisis de comprensión

Quienes estamos sanos y no hemos tenido noticias alarmantes como esa podemos creer que entendemos lo que tal diagnóstico puede significar. Creemos que podemos demostrar empatía y sentir lo que la persona siente. Yo he aprendido personal y profundamente que no es así.

Por más de doce años me he sentado con pacientes con cáncer, he orado con ellos, he hecho trabajo de cu-ración con ellos y he trabajado a varios otros niveles con ellos. Tengo una fe tremenda en sus habilidades para ser sanados o, por lo menos, para que la enfermedad se con-tenga. Pensé que tenía cierto grado de comprensión acerca de lo que las personas en mi congregación experimentaban, sentían, qué emociones y temores surgían cuando recibían tal diagnóstico. Mi comprensión era ingenua.

Entonces, un día de agosto de 1991, un médico nuevo con quien había tenido una consulta llamó con los resultados de unos exámenes. Yo sabía que todo estaba bien.

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Había sido metafísica desde que tenía un poco más de veinte años. Varios años más tarde había dedicado mi vida a Dios y entrado en la escuela ministerial. Había meditado y orado cada día por más de veinte años. Practico inmediatamente el perdón cuando quiera que experimento la más mínima per-turbación. Había sido defensora de no comer carne e ingerir alimentos naturales la mayor parte de mi vida. Sin embargo, ese día, recibí las noticias más devastadoras de mi vida. Tenía células cancerosas en las paredes del útero.

Me sentí aturdida. La cabeza me daba vueltas. Instantáneamente comencé a sudar frío. La noticia fue devastadora. El doctor continuó hablando, pero yo ya no escuchaba, no podía oír. Mi mente se desbocó.

¿Cómo podía ser posible? Sentí que había fallado miserablemente como estudiante de la Verdad, sin men-cionar como maestra y ministra. Mi ser estaba programado para pensar que, si uno hacía todo lo “correcto” —tenía la conciencia correcta, la vida de oración correcta, hacía las meditaciones correctas, tenía la dieta correcta, hacía los ejercicios correctos, pensaba de la manera correcta, tenía el corazón amoroso correcto, los sentimientos correctos— uno era invencible, o casi lo era.

Habiendo sido una estudiante de la Verdad por tantos años, no corrí a buscar el significado del cáncer en el libro de Louise Hays Usted puede sanar su vida ni en mi ejemplar viejo de Divine Remedies. Yo ya conocía el vínculo entre la mente y el cuerpo. Sabía que un pensamiento pe-netrante mantenido consistentemente en la mente crea una condición correspondiente en el cuerpo.

Bueno, si había mantenido heridas profundas, resentimientos por mucho tiempo u odio, ellos claramente

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no vivían en ningún nivel consciente. Tampoco parecía que yo había “rechazado mi feminidad”.

A menudo podemos utilizar tales enseñanzas como una fórmula mágica para explicar cualquier situación desagradable. Yo tenía la certeza de haberlo hecho en el pasado. ¿Una herida en el brazo derecho? Oh, eso quiere decir que tu parte masculina tiene miedo de avanzar, tienes miedo de extenderte. ¿Te lastimaste la rodilla izquierda? Eso debe significar que tu aspecto femenino necesita ejerci-tar la humildad. ¿Problemas cardíacos? Eso es amor “blo-queado”. Y podemos continuar eternamente.

Luché con esta información alarmante toda la noche, como Jacob, quien no dejó ir al ángel hasta que lo bendijera (Gn. 32:22-32). Muchas bendiciones fueron el resultado de esta experiencia, ninguna de las cuales pude ver cuando miraba a través de lentes de terror.

“Este cáncer es una bendición”

Recuerdo estar en el teléfono con Silent Unity, llo-rando y contando mi historia a una asociada de oración de una ternura y compasión admirables, quien afirmó una y otra vez que yo no era un fracaso como estudiante de la Verdad ni como ministro por ese diagnóstico. Ella me dijo que ésta era una lección del alma para mí, pero no sólo para mí. Era una lección para todos aquellos a quienes yo servía y que serviría en el futuro. Era y sería una bendición para mí y para muchas personas más. Aunque no pude asimilar todo lo que ella decía, sus palabras me calmaron y resonaron como Verdad en mí.

Posteriormente pasé algún tiempo con un amigo, Dennis Adams, quien es reconocido internacionalmente como un sanador. Él me dijo: “Este cáncer es un regalo. Éste es tu regalo”.

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Me burlé y repliqué: “Si esto fuera un regalo, prefe-riría que hubiera venido en una de esas cajitas lindas color turquesa de Tiffany.”

Sus ojos me taladraron. Él tomó mis manos y una vez más declaró en voz más alta: “¡Esto es un regalo!” Bajó la voz un poco y añadió: “No lo ves ahora, pero lo verás”.

Él tenía razón.

Mi experiencia no me llevó a mi defunción, sino que me hizo colocarme a un lado y reevaluar cada aspecto de mi vida. Me obligó a mirar a esas cosas pequeñas en la vida que pueden ser tan importantes, tan valiosas, pero que no tienen ningún valor. Rápidamente, comencé a eliminar todo lo que no tenía consecuencias, todas las pequeñeces.

La vida y su maravilla espiritual cobraron signifi-cado esencial. Mi expresión personal de esa fuerza de vida divina tuvo una importancia equivalente. Inmediatamente dejé de hacer todas las cosas que “debía” y que habían con-sumido tanto de mi tiempo. Aprendí que lo que era crucial para mí era mantener mis tanques llenos y darme a mí de mí misma, en vez de siempre elegir dar de mí misma a los demás. Anteriormente había dado a tal grado que quedaba muy poco para mí misma. Ésta no es una situación extraña para un ministro o proveedor de cuidados.

Mi amigo Dennis tenía razón. Fue un regalo. Simplemente yo no lo veía como tal. Mas este regalo hizo que fuera al fondo de mi alma y al corazón de Dios, más de lo que yo había hecho en mis más de veinte años de medi-tación y oración.

Tres semanas después de una cirugía mayor, apenas pudiendo caminar erecta, viajé a la ciudad de Nueva York para estudiar con Su Santidad el Dalai Lama por ocho días.

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¿Por qué? Porque sabía que tenía que ir. Mi esposo David recuerda que dudó de su salud mental cuando me llevó al avión, pero él también confiaba en el proceso de curación.

Recibí dos grandes regalos durante esos ocho días. Primero, el Dalai Lama mencionó que hay ocasiones cuando, debido a una enfermedad, uno puede tener que ofrecer alguna parte del cuerpo. Si eso es necesario y es llevado a cabo con la conciencia apropiada, la experiencia puede conducir a la persona a profundidades espirituales mayores. Esta sabiduría me proporcionó paz y una com-prensión mayor.

Segundo, varios días después, uno de los 4.000 asis-tentes le preguntó cuánto tiempo recomendaba que pasá-ramos en meditación diariamente. El Dalai Lama hizo una pausa, reflexionó y luego dijo: “Cuatro horas”. El sonido colectivo de asombro de los 4.000 asistentes resonó en todo el Madison Square Garden.

Antes de esa declaración, pensé que lo estaba ha-ciendo muy bien, meditando cuarenta y cinco minutos al día. Cuatro horas no era realista para mí, dado mi horario tan ocupado, pero en ese momento hice el compromiso de comenzar a meditar dos horas al día. Ahora bien, hay muchas personas que dicen que meditar por tanto tiempo no es necesario, y para ellas es posible que así sea. Para mí, mantener un nivel tan alto de compromiso con mi vida de meditación ha causado adelantos sorprendentes y notables en mi conciencia y en el aspecto externo de mi vida.

Comencé a sanar muy rápidamente, tanto así que cuando fui a mi examen después de la operación, el ciru-jano estaba asombrado del grado de curación y como se veía el tejido. Le dije que era debido a la meditación y el

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trabajar con luz sanadora. Él subió las cejas. Cuando co-mentó que el dolor que yo sentía por las adhesiones nunca desaparecería por completo, yo no estuve de acuerdo y le dije que no estaba dispuesta a “aprender a vivir con ese dolor”, y que sí desaparecería.

Y así fue.

Llamando a la fuerza de la vida

¿Qué es la vida? Bueno, es un poder espiritual. Sabemos lo que es. Pero es mucho más. La vida es el regalo más valioso de Dios. No fue sino hasta que temí que mi expresión de vida acabara demasiado pronto que comencé a concebir la profundidad de su significado. Y no fue mi te-mor lo que lo logró. El temor fue simplemente un cataliza-dor que me hizo trabajar para entregárselo al Espíritu Santo y llegar más profundamente al corazón de Dios. Mi propio corazón estaba lleno de una gratitud inimaginable por estar viva, por haberme hecho un “examen médico innecesario”, por haber descubierto células cancerosas en la primera etapa, porque todo salió bien, por tener mi vida de nuevo y tenerla diferente que antes.

Lleva la vida que se supone que debas vivir

El bien, la curación y las bendiciones pueden surgir de cualquier condición, hasta de la que nos parece más es-pantosa, si estamos receptivos al bien mayor y a una cura-ción más completa. En muchos casos el virus del SIDA, tan terrible como es, ha llevado a muchas de las personas que lo tienen y, a sus seres queridos, amigos y familiares, a un lugar más profundo de honestidad, comunicación, ternura, compasión y amor.

Creo que, a medida que trabajamos con la fuerza de la vida y tenemos el deseo sincero de individualizar este

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El bien, la curación y las bendiciones pueden surgir de cualquier condición, hasta de la que nos parece más espantosa, si estamos receptivos al

bien mayor y a una curación más completa.

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poder a un grado mayor, es verdaderamente importante no juzgar —a nosotros mismos, a la condición, a los demás.

El no juzgar ciertamente no siempre es fácil, pero siempre es necesario. Cuando juzgamos, bloqueamos la po-sibilidad de todo lo que pudiera ser. Juzgar una condición nunca ayuda en su curación. En muchos casos una condi-ción está presente para abrir nuestros corazones, para abrir nuestras cáscaras de protección.

Necesité ser sacudida para comenzar verdadera-mente a vivir la vida que se suponía que llevara.

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Mi amor por Tipor Myrtle Fillmore

Las horas que he pasado Contigo, querido Señor,

son perlas de precio incalculable para mí.

Mi alma, mi ser se unen en dulce acuerdo,

en amor por Ti, en amor por Ti.

Cada hora es una perla, cada perla una oración,

trayendo Tu presencia cerca de mí;

sólo sé que Tú estás allí,

y yo me pierdo en Ti.

¡Oh, gozos gloriosos que emocionan y bendicen!

¡Oh, visiones dulces de amor divino!

La dicha extática de mi alma mal puede expresar

¡Que eres mío, oh, Señor! ¡Que eres mío!

Adaptación de “El Rosario”

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Folleto diseñado por Karen Rizzo, artista gráfico de Unity.

1901 NW Blue ParkwayUnity Village, MO 64065-0001

www.unityenlinea.org

Apoyo de oraciónA veces las personas necesitan ayuda de oración —un

apoyo espiritual adicional cuando sienten que es demasiado difícil enfrentar los retos solas. En momentos como éstos, es reconfortante poder contactar un ministerio de oración como Silent Unity®, uno de los ministerios de oración más antiguos y más grandes en el mundo. Silent Unity sirve a personas de todas las creencias religiosas y todas las peticiones de oración son tratadas con reverencia y confidencialidad y son envueltas en oración por treinta días.

La obra de Silent Unity está basada en la creencia de que la satisfacción verdadera del alma sólo puede provenir del conocer a Dios —de experimentar la presencia de Dios. En otras palabras, Dios no tiene lo que deseamos —Dios es lo que deseamos.

Silent Unity ayuda a que las personas conozcan su unidad con Dios, que estén receptivas a la presencia divina y la reconozcan en todas las personas y circunstancias.

Para ayuda de oración confidencial, Llámanos: 1-866-379-1500 Visítanos: www.silentunity.org/oracion Escríbenos: Silent Unity 1901 NW Blue Parkway Unity Village, MO 64065-0001

Silent Unity y todos los ministerios de Unity School son sostenidos principalmente con ofrendas voluntarias.

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Perlas sabiduría sanadora

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