Nacionalismo Cosmopolita, Thibaud

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  • 7/23/2019 Nacionalismo Cosmopolita, Thibaud

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    Frdric Martnez, E l n ac i on al i sm o co sm op ol i ta . L a r efer en ci a eu r op ea en

    l a c on st r uc ci n n ac io na l en C o l om bi a 1 84 5 1 90 0.

    Bogot: Banco de la Repblica

    - Instituto Francs de Estudios Andinos, 2001.

    El n ac i on al i sm o c osm o po l i ta da un vuelco importante a dos conceptos capi-

    tales ligados a la construccin de las identidades nacionales en Amrica Latina: el de

    la difusin de los modelos polticos occidentales y otro conexo, el del modelo centro-

    periferia, segn los cuales las innovaciones de Europa habran llegado a una periferia

    pasiva ymarginalizada, en este caso Colombia. Reparando en las mltiples formas de

    referirse a Europa entre 1845 y 1900, el autor desbroza perodos de la historia cultural

    y poltica colombiana consideradas hasta ahora sin mayor inters.

    En aquella poca, Colombia trata de constituirse en nacin. Desde el punto de vista

    cultural, las lites buscan definir valores comunes capaces de edificar una identidad

    coherente. En lo poltico se trata de conjurar la tradicin de debilidad del Estado

    construyendo una administracin eficaz e imparcial. Dentro de esta bsqueda, las lites

    colombianas se vuelcan hacia lo que ellas dan por sentado como el centro de la

    civilizacin: Europa. Desde 1845 examinan sin cesar, durante cincuenta aos, las

    instituciones, la vida poltica social y cultural de algunos pases faros: Francia a lacabeza,

    luego Gran Bretaa

    y

    enseguida Alemania, Italia y Espaa. Atrayente para algunos,

    repulsivo para otros, este modelo europeo deviene en un inters fundamental de la vida

    nacional. Es necesario copiar, como se piensa de buen grado hacia 1850, los aspectos

    positivos de lamodernidad ultra atlntica? Opor el contrario como se cree a fines de siglo

    hay que adaptar las instituciones y las tcnicas al carcter nacional salvaguardando

    al mismo tiempo los valores fundamentales de la sociedad colombiana - la religin

    catlica, la civilizacin rural y el conservadurismo popular del campo?

    A travs de esta maduracin, en la que la opinin pasa de una devota admiracin

    a un intento de instrurnentalizacin de los xitos europeos, se pone enjuego un asunto

    fundamental cmo cambiar el destino funesto que parecen imponer al pas la

    compartimentacin geogrfica, la diseminacin de la poblacin en polos aislados, la

    casi inexistencia de transportes y la larga tradicin de debilidad econmica y

    administrativa, es decir la fragmentacin y la dislocacin? Frdric Martinez escribe

    la historia melanclica de un doble fracaso, el de la edificacin de un Estado regulador

    de la vida social, y su correlato, el de la construccin de una identidad nacional

    unificadora. Este balance desalentador, provisional, slo ha sido posible a costa de

    efectuar una inversin de las problemticas hasta ahora aceptadas en la historia de

    las relaciones entre Europa y su periferia.

    El rechazo del modelo difusionista

    El autor ataca con fuerza la abstracta concepcin difusionista de las relaciones

    culturales, dominante hasta 1900. En efecto, a este modelo se le hacen dos graves

    objeciones: no tener en cuenta el carcter dinmico de la adopcin de innovaciones

    europeas y olvidar que la difusin cultural se lleva a cabo con actores concretos: las

    ideas no se difunden por obra y gracia de su propia fuerza.

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    El modelo corriente de difusin cultural presupone que las ideas parten de un

    centro productor para informar a una periferia adormecida. El contrasentido funda-

    mental de esta concepcin se basa en la conviccin de una relacin disimtrica en el

    campo de la circulacin cultural entre Europa y el resto del mundo. Por el contrario

    l

    N a ci on al i sm o C o sm op ol i ta detalla los vaivenes incesantes entre los dos continen-

    tes. Dentro de estos contactos, Colombia no estuvo inerte en el empleo de las ideas

    extranjeras. Los trminos de referencia a Europa muestran la amplitud del cambio

    de perspectiva: lo que prima son los intereses locales, ya partir de ellos se construye

    la inconsistente nocin de modernidad europea .

    En otros trminos, la adopcin de una institucin, como la polica, la aceptacin

    de una innovacin tcnica, o la copia de un establecimiento educativo o cultural,

    dependen de un proceso dinmico en el que el receptor es pues el que desempea un

    rol motor. En vez de hablar de

    t r asp lan te ,

    Frdric Martinez prefiere razonar en

    trminos de adopc i n . La idea, la invencin, la institucin o las tcnicas europeas son

    acogidas porque son deseadas por los actores colombianos, los mismos que tienen

    una necesidad concreta de ellas para responder a los intereses locales.

    An ms, este proceso de adopcin posee una dimensin de metamor fos i s : al

    atravesar el ocano, la copia cambia de sentido. El caso ms patente es la Revolucin

    de 1848. Este ejemplo alimenta apasionados debates polticos; les permite a los

    liberales radicales colombianos forjarse un concepto positivo del rol del pueblo en la

    vida pblica a pesar de las diferencias entre ambas sociedades. No quepan dudas: los

    artesanos urbanos de Bogot sern la estampa colombiana de inencontrables obreros.

    Porque el vuelco conceptual que produce El N ac i ona l ism o C osm opo l i ta

    permite finalmente poner en relieve las relaciones ambiguas que mantenan los actores

    colombianos con el Viejo Continente. Lejos de ser un modelo aplastante, Europa ha

    sido a menudo objeto de repulsa simblica e intelectual. Los conservadores que viajan

    a Francia o a Gran Bretaa estn espantados por la miseria obrera, la inestabilidad

    poltica y la falta de piedad. Por reaccin, se afirma un estereotipo colombiano que

    pone de manifiesto las relaciones contradictorias con el viejo mundo: si la Europa de

    las tcnicas es grande por sus obras materiales, el Edn republicano y espiritual de

    Amrica traza una lnea infranqueable en materia de religin y de poltica.

    Mientras ms desbarata, a lo largo de su libro, el famoso modelo europeo,

    Frdric Martinez logra mostrar mejor la fineza y la complejidad de las relaciones

    Europa-Amrica. Aqu no hay ningn suspenso, ese modelo no existe ya que carece

    de consistencia y de unidad. Es tan eclctico como los actores colombianos que se

    apoderan de l para construirlo, cada uno a su manera. En este sentido, el concepto

    centro-periferia vuela en pedazos; a lo ms, esta circulacin cultural y poltica se limita

    al estatuto de una referencia retrica, edificada por la multitud de puntos de vista

    colombianos sobre una Europa deseada ya la vez odiada pero sobre todo imaginaria.

    Esto ocurre esto porque las lites colombianas tienen primero una relacin

    instrumental con la cultura poltica del viejo continente. En efecto, tratan de construir

    una identidad especfica con algunos ingredientes extranjeros sin que eso signifique

    querer importar de Europa la civilizacin. Cuando los diputados colombianos disertan

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    largamente sobre las ventajas y los inconvenientes de los diferentes regmenes

    polticos, no es ndice de una dominacin sino prueba de una relacin dinmica con

    la civilizacin del viejo continente, cuya historia y actualidad sirven de reservorio

    argumentativo en las batallas polticas locales. La amplitud y la naturaleza nica de

    la experiencia histrica europea constituyen una caj a de herramientas conceptual para

    las proposiciones identitarias. Y como la identidad colombiana no es objeto de

    consenso, la Europa imaginaria ser unas veces catlica y tradicionalista para los

    conservadores, otras veces moderna y francmasnica para los liberales.

    D el

    pretexto polmico

    a l o r d en i m p o r t ad o u n a n u ev a cr o n ol oga

    En

    u n

    nivel ms general, El

    N aci on al i sm o C osm op ol i ta

    busca elucidar la

    articulacin entre el proceso de construccin nacional y la referencia a las naciones

    de Europa occidental, que caracteriza al siglo XIX latinoamericano . El autor propone

    una cronologa de los cambios en tres perodos.

    De 1845 a 1867, ao en que se desploma el Estado central colombiano, si es que

    alguna vez existi, la referencia sirve ms a alimentar los discursos, los debates y las

    discordias internas que a construir el Estado . La Europa imaginada sirve de pretexto

    en los conflictos de las facciones polticas que, poco a poco, se consolidan en

    partidos.

    Hasta 1880, los liberales tratan de dar una administracin viable al Estado, y para

    hacerlo, se inspiran en el estudio de la organizacin administrativa de los pases

    europeos y en sus leyes nacionales, tratan de fundar una red de colegios calcada del

    modelo alemn, intentan provocar una inmigracin europea. Por falta de consenso

    sobre el tema de la educacin pblica, estas reformas desembocan en una sangrienta

    guerra civil. Sin preparacin poltica, el trasplante del modelo europeo termina en un

    desastre.

    Finalmente, el tercer perodo va de 1880 a 1900; es el de la Regeneracin: la

    ambicin de los conservadores, que para ese entonces toman el poder, se une a la de

    sus predecesores liberales: construir un Estado y estabilizar la identidad nacional

    alrededor de valores simples y movilizadores. Mediante un discurso poltico

    autenticista , los conservadores le dan la espalda, en apariencia, a los valores

    europeos para cultivar una diferencia, que toman como la garanta de su identidad.

    Esta resolucin remodela, ms que anula, la referencia a Europa, porque lejos de

    apartarse del viejo continente, los conservadores buscan all mucha de su inspiracin,

    al mismo tiempo que no cesan de denunciar el carcter extranjero de la ideologa de

    sus adversarios liberales, inadecuado a las realidades colombianas. Se valoriza a la

    Madre Patria espaola, modelo de catolicidad, y la estabilidad de las instituciones

    inglesas. Al mismo tiempo, el gobierno intenta importar algunas instituciones desa-

    rrolladas por la III Repblica francesa, que tuvo el mrito de resolver los problemas

    de inestabilidad que se planteaban, casi en los mismo trminos que en Colombia.

    Frdric Martinez ha caracterizado este perodo como el del orden importado .

    Congregaciones religiosas para educar al pueblo pero mantenindolo sometido a Dios

    ya las autoridades civiles, polica, crceles, ejrcito; todo es copiado de Francia para

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    dar vida a una Repblica de Notables. Una vez ms, el intento es un fracaso, a pesar

    de algunos xitos parciales.

    De Europa a Colombia viceversa: los mediadores culturales

    La afinidad cultural entre Colombia y Europa en el siglo XIX sera letra muerta

    sin la existencia de mediadores culturales. Aqu tambin el autor invierte el punto de

    vista habitual. El viajero por excelencia es el occidental que recorre comarcas lejanas;

    le siguen sabrosos relatos de viaje en los que la diferencia toma el sabor del exotismo.

    Retomando la astucia de Montesquieu en C a r ta s P er sa s, el autor analiza al viajero

    extico que recorre el viejo mundo. El estudio prosopogrfico de 580 colombianos

    habiendo viajado a Europa principalmente entre 1860 Y1880 permite restituir los pasos

    concretos de la difusin cultural de Amrica hacia Europa pero por supuesto y

    sobretodo, de Europa hacia Amrica. Vivaz y detalladamente el autor indica las

    motivaciones, amenudo literarias, de estos viajes iniciticos, trae a la memoria los tipos

    de vida, comenta lo que stos permiten: los colombianos formados en las universida-

    des alemanas y francesas, al retomar al pas desarrollan el comercio, la industria y la

    medicina, traen nuevas ideas de reformas polticas, administrativas o fiscales. Este

    microcosmos restringido, pero activo, ha desempeado un rol seminal en Colombia

    a lo largo del siglo XIX.

    Los viajeros colombianos fueron a buscar a Europa una superioridad y un origen.

    Ahora bien, es verdad que muchos se decepcionan por la mediocridad de los medios

    polticos o artsticos que haban adulado de lejos, o por la suciedad y la pobreza de

    las ciudades europeas con las cuales haban soado tanto. Otros se deslumbran con

    lo que ven. Pero sea cual fuere su reaccin, la experiencia del viaje suscita, al regreso,

    una reflexin sobre la colombianidad . Los decepcionados buscan afirmar su

    diferencia con una Europa indigna de su prestigio; los entusiastas, menos numerosos,

    tratan de trasplantar las novedades admiradas sin tocar empero la identidad profunda

    y contradictoria - catlica, republicana, rural - de su pas. De hecho, el encuentro entre

    burguesas europeas y colombiana es con frecuencia objeto de amargura. Los

    patricios americanos son muy frecuentemente considerados como curiosos salvajes

    por la alta sociedad; en reaccin brota en ellos el sentimiento de una separacin entre

    las dos civilizaciones. Este desencanto americano frente a la ignorancia europea de

    Amrica Latina da pie a una profunda reflexin sobre las particularidades nacionales.

    Anima la bsqueda de una va propia hacia la modernidad. En esta parte de su estudio,

    Frdric Martinez articula la historia social con la historia poltica y cultural. Escapan-

    do as del defecto comn de los estudios de historia de las ideas que descuidan las

    modalidades concretas de los mecanismos de difusin intelectual.

    Un occidente ampliado

    La ambicin del libro no se detiene en estas necesarias precisiones. Los factores

    coyunturales no pueden explicar por s solos la centralidad de la referencia a Europa

    en los debates colombianos de la segunda mitad del siglo. El rechazo del modelo

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    difusionista obliga a reconsiderar sin anacronismo las relaciones particulares que

    unen a Europa con Hispanoamrica. Los movimientos descolonizadores de los aos

    1950 y 1960 efectivamente concentraron la atencin historiogrfica sobre los fenme-

    nos de resistencia o de dominacin culturales y polticos. Desgraciadamente muchos

    de estos tiles estudios se dedicaban ms a construir que a explicar sus objetos. El

    deseo de exaltar la visin de los vencidos dio a luz utopas identitarias. En efecto estas

    concepciones estticas ponan frente a frente dos identidades puras - la del pueblo

    dominado contra la del pueblo dominante -, enfrentadas a muerte en el marco de una

    progresiva intervencin occidental sobre el mundo. Desde hace veinte aos se ha

    puesto el acento sobre los fenmenos de hibridacin y de mestizaje biolgico, poltico

    y cultural entre conjuntos humanos cuyas identidades son vistas como procesos o

    dinmicas ms que como objetos estticos. Los fenmenos de contra-aculturacin y

    de intercambio de abajo hacia arriba cabrn inters . Los recientes genocidios

    ocurridos en Europa y Africa han hecho reflexionar a los investigadores sobre lo

    inconveniente de considerar como un absoluto la identidad de una comunidad tnica

    o nacional. La exaltacin de la pureza cultural daba demasiados argumentos a lderes

    tnicos , pacficos o guerreros. La globalizacin refuerza este proceso revisionista.

    Dentro de esta perspectiva, lejos de oponer resistencia a una cultura hegemnica

    de origen europeo, las lites colombianas se creen herederas de la tradicin de 1viej o

    continente - hasta por lo menos 1860. La Independencia no es vivida como una ruptura

    con occidente. Al contrario, al emanciparse de Espaa, Colombia se coloc entre los

    primeros pases donde se afirmaron el liberalismo poltico, la modernidad de los

    derechos humanos y el rgimen representativo. Sobre este punto, no existen comple-

    jos en relacin a la vieja Europa monrquica. Retomando la imagen de Bernard de

    Clairvaux, aunque Colombia es todava un enano en la escala de las naciones, por lo

    menos es un enano encaramado sobre los hombros del gigante republicano, lo que

    le permite abarcar un horizonte poltico ms amplio que aquel de las monarquas

    europeas, y de estar en la vanguardia del progreso. Este orgullo republicano se afirma

    sobre todo entre 1854 y 1867.

    Por este motivo Amrica Latina republicana no se vi a s misma como una

    periferia servil de Europa sino como un miembro ms de una civilizacin comn. La

    pertenencia asumida al mundo occidental permite la rpida circulacin de las ideas

    polticas y de las novedades artsticas, culturales y tcnicas, porque estos intercam-

    bios simblicos se hacen en un mismo plano de civilizacin. Es verdad que las

    poblaciones rurales escapan frecuentemente de esta cultura cannica, urbana y

    elitista. Pero gracias a la escuela y a la accin civilizadora del Estado, los patricios de

    las capitales no pierden la esperanza de integrar a la nacin a estas masas amorfas .

    El estudio de Frdric Martnez repudia el europeocentrismo ingenuo de las

    historiografias tanto del viejo continente como de Amrica, mostrando que los

    Los estudios de Serge Gruzinski son caractersticos de esta nueva manera de abordar

    los intercambios culturales. Consultar, por ejemplo, La pen se

    m t i s s

    Paris, Fayard, 1999.

    Ver larecientetesis dedoctorado deElisabethCunin sobre estetema, L e m i issa ge d an s

    l a v i l/e. A ppa r ences r aci al es, ancr age ter r i to r ia l et const r uc t i on de ca tgo r i es Ca r t agena

    Co l omb i e ,

    niversit

    de Toulouse, 2000.

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    intercambios entre ambos continentes se deben a la profundidad y a la intensidad de

    esta pertenencia a un mismo plano de civilizacin que juntos van construyendo. Por

    esta razn el nacionalismo colombiano es cosmopolita, como todos los nacionalismos

    y todas las identidades tanto en su origen como en su evolucin. En este sentido, el

    magnfico trabajo de Frdric Martnez contribuye a una profunda renovacin de la

    reflexin sobre los intercambios culturales.

    l m en t T h i b au d

    IFEA-Bogot

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