230
Núria Masot Núria Masot La llave de oro La llave de oro ~1~

Nuria Masot-TT3-La Llave de Oro

  • Upload
    adolf52

  • View
    74

  • Download
    16

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Guillem de Montclar y la Orden del Temple buscan desesperadamente La llave de oro, un texto sagrado cátaro que la Inquisición también ambiciona

Citation preview

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    ~~11~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    NNRIARIA M MASOTASOT

    LLAA LLAVELLAVE DEDE OROOROIII Serie del TemplarioIII Serie del Templario

    ~~22~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    NDICENDICE

    Resumen ................................................................................... 5 Captulo I. Primavera de 1272 ............................................... 7 Captulo II. Ciudad de Lleida .............................................. 20 Captulo III. Encomienda de Gardeny ............................... 34 Captulo IV .Vall d'Aran ...................................................... 47 Captulo V. Seu d'Urgell ...................................................... 59 Captulo VI. El Crculo Interior ........................................... 72 Captulo VII. Ciudad de Tremp .......................................... 84 Captulo VIII. Susterris ......................................................... 97 Captulo IX. Adalbert de Gaussac ..................................... 111 Captulo X. Ciudad de Sort ................................................ 125 Captulo XI. Peramea .......................................................... 138 Captulo XII. Gerri de la sal ............................................... 152 Captulo XIII. Camino de Espl ......................................... 167 Captulo XIV. Monasterio de Santa Mara ....................... 182 Captulo XV. La Garra del Diablo ..................................... 196 Captulo XVI. La llave de oro ............................................ 210 Captulo XVII. In memriam ............................................. 225

    ~~33~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    A la Vane i l'Amanda. I al poble i gent de Gerri que, estiu a estiu, les ha vist crixer..

    ~~44~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    RRESUMENESUMEN

    Guillem de Montclar y la Orden del Temple buscan desesperadamente La llave de oro, un texto sagrado ctaro que la Inquisicin tambin ambiciona.

    1272. El caballero templario Guillem de Montclar recibe un nuevo encargo de la Orden: debe ir tras la pista de un misterioso libro, La llave de oro, uno de los pocos textos sagrados de los ctaros que logr escapar de la Inquisicin y cuyo ltimo poseedor conocido es Adalbert de Gaussac. ste, a su vez, quiere vengarse de dos hombres: fray Acard y fray Ermengol, dos miembros de la Iglesia relacionados con la Santa Inquisicin.

    La llave de oro es la tercera entrega de la tetraloga templaria protagonizada por el espa Guillem de Montclar, que empez con La sombra del templario y El laberinto de la serpiente.

    ~~55~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    sta no es una historia sobre los ctaros y su fe, aunque hable de ellos. Tampoco se detiene en los detalles de la Cruzada que arras el sur de Francia, a pesar de que se nombra. Mi intencin ha sido reflexionar sobre la guerra, o ms bien de lo que queda tras su paso, de las heridas que nunca cicatrizan. Si hay algo que consigue sorprenderme, es la incapacidad de los seres humanos para analizar y utilizar su experiencia de las mltiples carniceras que han tenido lugar a lo largo de los siglos. Carniceras es la nica palabra que logro extraer del vocabulario, ante el continuo panorama que se extiende desde que el hombre se adue de su entorno. Da a da, en todas las pocas que nombran los libros de historia, la guerra es el nexo de unin que marca y delimita nuestro viaje. Y las estudiamos de pequeos, desde las guerras pnicas a las mundiales, como si con ello no pudiramos aprender ms que a sealar el final de un imperio para dejar paso a otro... Quizs slo sea la impotencia ante nuestra propia naturaleza, la que teje esta historia de personajes condenados por el horror e incapaces de desprenderse de l. Quizs la simple reflexin acerca de que lo somos, de lo que hacemos y callamos, pudiera detener esta furia depredadora del hombre contra el hombre. Quizs lo nico que est a nuestro alcance sea romper el silencio.

    N. Masot

    ~~66~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    Captulo I. Captulo I. Primavera de 1272Primavera de 1272

    Sabis, mi buen Seor, que slo miento por necesidad, sin mala intencin. Y siendo as, que la mentira es parte esencial de mi voluntad de sobrevivir, no creo que sea ofensa digna de molestaros. Y tambin es cierto, Dios misericordioso, que si tal talento me habis regalado, peor pecado fuera rechazarlo. Y ello me lleva a pensar que no sera exacto tenerme por mentiroso, sino ms bien por virtuoso del engao. Y decidme, entonces, mi buen Dios, acaso la virtud es pecado?

    Mart de Biosca

    El camino ascenda en una abrupta cuesta de difcil acceso, elevndose en una marcada pendiente sobre las aguas del ro Segre. Los resoplidos de Mart de Biosca se acentuaron, irregulares, el aire que intentaba atrapar se negaba a entrar en sus pulmones. Se detuvo un instante para recuperar el resuello en tanto miraba en todas direcciones, sin lograr advertir el ms mnimo indicio de sombra. El sendero se empinaba en grandes curvas cerradas, trepando por la piedra, araando cada palmo de terreno que la montaa era reacia a facilitar. Era la nica va que, deslizndose al comps del ro, comunicaba las tierras de la Cerdaa con la ciudad de la Seu d'Urgell, aprisionada por las imponentes masas montaosas de los Pirineos y la sierra del Cad.

    Mart de Biosca levant los ojos, las fuerzas le abandonaban y el paisaje en el que estaba inmerso no mejoraba sus nimos. Exhausto, se sent en una piedra baja, casi a ras del suelo, observando con inquietud el pequeo derrumbe que la haba situado all, temiendo que en cualquier momento la escarpada muralla ptrea cayera sobre l y lo aplastara. Sin embargo, no se movi, el cansancio superaba cualquier sensacin de temor. Aquel mes de mayo era extraamente insoportable, el calor del medioda abrasaba y el ambiente era seco y estril, como si a cada inspiracin un torrente de ceniza ardiendo le atravesara la garganta. Aunque no era menos cierto que la noche anterior haba traspasado todos los lmites de la prudencia, la cena haba sido

    ~~77~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    excesiva y su medida de vino sobrepas los niveles razonables. Y despus..., bien, no poda negar que la moza haba valido la pena. Not una ligera vibracin entre sus muslos, su miembro viril pareca despertar con precisin ante el recuerdo, mucho ms sensible que su embotada mente. Cerr los ojos, la intensidad de la luz del medioda quemaba sus prpados hinchados e impeda que recordara con claridad aquellos grandes pechos, la calidez del bajo vientre de la mujer que cabalgaba sobre l con el conocimiento de largos aos de experiencia. A pesar del esfuerzo de concentracin, su mente se obstinaba en tomar un atajo independiente a su memoria: No, no era una joven de grandes pechos le susurraba una voz encerrada en su cerebro, era una vieja reseca igual que el aire que respiras, marchita y ajada, el vino la convirti en tu deseo, una infeliz vieja hambrienta que intent robarte la bolsa.

    Mart de Biosca se levant de un salto, con una agilidad impropia de su exceso de peso, su redonda cara expresaba un manifiesto gesto de repugnancia. Era un hombre bajo, cosa que acentuaba an ms su obesidad, y, a unos metros de distancia, su imagen recordaba la forma de un tonel en movimiento. Parado en medio del camino, con expresin desorientada, era la pattica representacin de un ser extraviado incapaz de encontrar su destino. De repente, unas desagradables arcadas interrumpieron su instante de vacilacin, obligndole a inclinarse aferrado al muro rocoso, con el cuerpo estremecido por violentos espasmos que le sacudan de lado a lado. Abstrado en su malestar, no percibi el ligero movimiento de una oscura silueta que retroceda con rapidez, ocultndose hasta volver a la invisibilidad.

    Un tanto recuperado, rescat su bastn del suelo y se apoy en l respirando con fuerza. Nunca hubiera tenido que aceptar aquel encargo, pens, ni por todo el oro del mundo, pero estaba demasiado borracho para rechazar la oferta, la considerable bolsa que bailaba ante sus embotados ojos. Y no poda olvidar que aquella semana haba gastado mucho ms de lo que posea de forma estpida e irresponsable: una semana instalado en aquella posada de Pont de Bar, harto de andar y de huir, dispuesto a pasar unos das que se fueron alargando gracias a la buena comida y al excelente vino. Fue entonces, en aquel preciso momento, cuando se le acerc el forastero, cojeando, con una beatfica sonrisa en el rostro. Y le haba credo, desde luego, estaba tan borracho que hubiera confiado en el mismsimo Lucifer. Y por qu no hacerlo ante el brillo de las monedas? Era un encargo sencillo, sin complicaciones, simplemente tena que hacer llegar un paquete a su destino. El forastero le haba explicado que haba sufrido un accidente, una aparatosa cada del caballo, con tan mala fortuna que se haba roto el pie y se vea obligado a volver a casa. Llevaba un paquete que deba ser entregado con urgencia, y aquel estpido percance alteraba todos sus planes..., pero acaso sera posible que, a cambio de una generosa recompensa, le pudiera hacer aquel favor?

    ~~88~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    Mart de Biosca respir hondo, todava apoyado en su bastn, llegado a aquel punto de la historia, su memoria flaqueaba: a quin deba entregar el paquete? Era a un hermano del forastero o a un sobrino? Era una boda, de eso estaba seguro, el paquete contena un obsequio para los novios y deba llegar a tiempo a la ceremonia..., pero los vapores del vino haban construido un espeso muro, una impenetrable niebla que le impeda recordar los detalles con claridad. Al menos no haba olvidado el lugar donde deba hacerse la entrega! Pero a quin? Aquella misma maana haba pagado al posadero una considerable cuenta para saldar sus deudas y, sin pensrselo dos veces, emprendi la marcha con un optimismo poco realista que iba disolvindose a medida que avanzaba el da. A sus espaldas, el pequeo pueblo escalonado en la falda de la montaa desapareca entre la bruma matinal, y slo el perfil de la iglesia y del castillo, en lo alto de la poblacin, parecan despedirle con un bostezo de aburrimiento. El pueblo en donde haba muerto san Ermengol, segn le cont el posadero, aquel obispo de Urgell que muri ahogado mientras supervisaba las obras del puente que daba nombre a la poblacin: Pont de Bar. Malos presagios!, pens Mart de Biosca, como si el espectro del santo dignatario eclesistico, fallecido haca ya ms de ciento cuarenta aos, pudiera alzarse de las aguas y arrastrarlo a su tumba lquida.

    Volvi a iniciar el ascenso con un brusco movimiento, rechazando el mensaje de dolor que le enviaban sus hinchadas piernas. Lo mejor sera no preocuparse, olvidar los espectros fantasmales y concentrarse en el viaje, ya recordara el nombre del destinatario del paquete en cuanto dejara de dolerle la cabeza. No quera pensar en nada. Aunque s haba algo importante sobre lo que era imprescindible reflexionar sin perder un minuto. Era necesario encontrar un refugio seguro, a salvo de alimaas y salteadores, no era prudente acampar al aire libre, y mucho menos en aquel estrecho camino que se precipitaba hacia el ro y... Comida!, pens con espanto. Slo llevaba una pequea provisin a fin de no cargar con un peso excesivo, un envoltorio que le haba facilitado el posadero para que se alimentara durante aquella jornada. Mart de Biosca siempre confiaba en que el buen Seor pusiera en su camino comodidad y facilidades, en la absoluta creencia de que sa era la nica obligacin de la Divinidad hacia l, no peda mucho ms. Era un plan que casi nunca le haba fallado, un slido pilar de su fe, aunque era bien cierto que se ocupaba con esmero de que as ocurriera. Por esta razn, llevaba un tiempo disfrazado de fraile franciscano, siempre en busca de compaeros inexistentes. Dios auxiliaba al que era capaz de imaginar la ayuda exacta que necesitaban de l, y era innegable que Mart de Biosca saba interpretar la voluntad divina en la medida de sus necesidades. Quin iba a sospechar de un pobre franciscano? Era una representacin sencilla que slo necesitaba de un hbito andrajoso y polvoriento, poco ms. La gente estaba encantada de recibirle, de alimentarle, felices de cooperar en la salvacin de sus

    ~~99~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    almas a travs de la virtud de la caridad, nadie le haca preguntas incmodas ni pona en duda sus intenciones. Era una idea digna de un artista como l, una representacin a la medida de su talento, aunque los problemas se haban acumulado en los ltimos meses. Y no poda culpar al Seor de sus desgracias, l era el nico y exclusivo responsable de sus males, de su precipitada huida de la Cerdaa, en donde viva a cuerpo de rey desde haca meses. Aquello le haba complicado la vida de mala manera y l odiaba las complicaciones; a lo nico que aspiraba era a llevar una existencia pacfica siempre que los dems acarrearan con los gastos, nada ms... Era su maldita e irrefrenable inclinacin a las hembras lo que siempre lo estropeaba todo! Y desde su nueva identidad de fraile franciscano se haca imposible de excusar, no haba explicacin que convenciera a nadie. Evidentemente, ya no poda enmendar sus errores y era intil recriminarse aquella absoluta falta de prudencia. No haba gozado de otra opcin que la huida, aquella gente le hubiera colgado del primer rbol, y era bien cierto que no exista explicacin teolgica posible al hecho de que le pillaran desnudo y encima de la hija del carpintero, en el centro exacto de un pajar.

    Volvi a detenerse, sus pulmones eran incapaces de atrapar un solo soplo de aire. El sendero, lejos de ofrecerle facilidades, tena un aspecto cada vez ms abrupto y empinado, estrechndose en una delgada cornisa que caa en picado sobre las tumultuosas aguas. Por un momento, la desesperacin hizo mella en l. Desconoca por completo aquella zona, el hostil paisaje en el que no se apreciaban seales de vida, y el tiempo pasaba, pronto caera la noche sin un techo bajo el que guarecerse. Un repentino ruido entre unos matorrales altos encendi todas las alarmas en su mente, girndose con el espanto reflejado en su redondo rostro y resbalando a causa del brusco movimiento. Se aferr a una reseca mata de tomillo al tiempo que su bastn caa, rebotando en la piedra hasta precipitarse por el despeadero. Mart de Biosca se paraliz, con la mirada fija en los saltos enloquecidos de su bastn que giraba sobre s mismo en una extraa danza hasta hundirse en un remolino espumoso. A los pocos segundos, contempl cmo el cayado reapareca, flotando, empujado por la corriente en un apresurado viaje de destino incierto. Despert de la pesadilla con los ojos muy abiertos, las oscuras bolsas de sus ojeras todava temblando y, casi sin moverse, levant la mirada hacia lo alto, al lugar en donde el matorral haba dado seales de vida. El silencio dominaba el entorno, sin respuestas ni murmullos. Se enderez con dificultad, recuperando el equilibrio y arrastrndose con precaucin hacia un recodo que se abra a su izquierda, alejndose de la proximidad del abismo. Con un suspiro de alivio, observ cmo el camino se ensanchaba y, a pesar de seguir en lnea ascendente, la cuesta era ms suave y estaba protegida a ambos lados por espesos matorrales que formaban un tnel vegetal. Se dej caer en medio del sendero, el redondo cuerpo pegado a la tierra hmeda, al cobijo de la inesperada sombra. Se quedara all, pens, no se movera hasta exhalar

    ~~1010~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    el ltimo suspiro, todo su cuerpo se negaba a continuar, adems..., qu prisa tena? Qu demonios poda ocurrir si no entregaba jams aquel maldito paquete? Quin iba a enterarse?...

    Mart de Biosca nunca haba tenido problemas con su conciencia, sus necesidades se imponan siempre, sin escrpulos ni culpabilidades. Quizs por ello, experiment una agradable e inesperada sensacin de tranquilidad, un sentimiento de sosiego que se extenda por todo su cuerpo. Por fin la luz penetraba lentamente en su mente, la niebla del vino levantaba su espeso velo y le permita adivinar lo que la voluntad divina sealaba. Ante todo, descansar. Si Dios hubiera deseado de l un excelente andarn, le hubiera proporcionado otro cuerpo, otras piernas, otros pulmones... Pero no era as, medit. Descansara un buen rato y despus desandara el camino aprovechando la bajada, volvera a la posada de Pont de Bar, acaso a la mujer de grandes pechos... Y el maldito paquete? Lo tirara al ro! Sera la mejor manera de desembarazarse de tan molesta carga. Una corta y tmida carcajada asom entre sus carnosos labios, volva a escuchar los consejos divinos con difana claridad, una suave voz interior que no cesaba de susurrarle la mejor manera de solucionar sus problemas. Y si se encontraba con aquel forastero, qu iba a decirle?... En realidad, aquel hombre era un incauto imprudente, no estaban los tiempos para confiar en desconocidos, y mucho menos en desconocidos con varias copas de ms. Posiblemente, haba sido el disfraz de franciscano el que le haba permitido confiar en l, pero tena alguna culpa de que el forastero confiara ms en las apariencias que en su intuicin? Rotundamente no, susurr la voz que habitaba en las profundidades de su cabeza. Y si segua en la posada?... Inconscientemente, Mart de Biosca ya tena el esbozo de una posible respuesta, una increble historia que slo necesitaba redondear con algn detalle: Oh, Dios misericordioso, qu terrible tragedia, casi pierdo la vida! Resbal en un peligroso paso de montaa y qued sostenido en el abismo, convencido de que haba llegado mi ltima hora, seor... Mi bolsa cay en las negras aguas y ni siquiera recuerdo cmo logr salvarme. Su voz expresaba una honda desesperacin, un gemido controlado y medido que consigui convencerle. S, era una buena representacin, aunque era harto improbable que volviera a encontrarse con aquel hombre. Segn le haba dicho, parta aquella misma maana, en direccin contraria, aprovechando la salida de unos comerciantes que transportaban sal y que se haban ofrecido a facilitarle el retorno a casa. No haba razn por la que preocuparse.

    Se tranquiliz al instante, incorporndose, era un buen momento para reponer fuerzas y descansar de sus penalidades, comera y dormira un buen rato antes de emprender el regreso. Investig en su bolsa, tirando el paquete del forastero a un lado del camino, hasta extraer una generosa hogaza de pan y un pringoso trozo de asado de la noche anterior. La boca se le haca agua ante aquella visin memorable, y

    ~~1111~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    cuando estaba a punto de dar un buen mordisco a la carne, una repentina inquietud se adue de su estmago: y el ruido en el matorral? Habra alguien vigilando sus movimientos, posibles ladrones esperando un momento de descuido?... Acaso un jabal?... Y si slo era una estpida perdiz hurgando en su nido? Una suave fragancia se desprenda del asado llenando sus fosas nasales, la saliva inundaba su boca reseca y spera hasta llegar a la comisura de los labios. Escuch durante unos segundos, con la cabeza ladeada, slo el fragor de las aguas girando en sus concntricos torbellinos rompa la aparente calma. Se encogi de hombros, todo era producto de su frtil imaginacin, de su cansancio y, sobre todo, de la resaca de la noche anterior que le impeda pensar con claridad. Qu demonios importaba, perdices o gorriones, o lo que fuera? Abri la boca y arranc un considerable pedazo de carne, masticando con deleite en tanto su rostro expresaba una satisfaccin absoluta y las inquietantes preguntas se alejaban de su mente, dejando un mnimo espacio en blanco. Despus de registrar de nuevo su bolsa, intilmente, y de maldecir al posadero por lo escaso de la provisin, decidi que haba llegado el momento de echar una cabezadita, una hora, quizs dos. Tena tiempo de llegar a la posada, todo el penoso esfuerzo del ascenso se convertira ahora en un alegre y cmodo paseo cuesta abajo y... Sus pensamientos se detuvieron bruscamente, sustituidos por sonoros ronquidos que se alzaron compitiendo con el estrpito de las aguas del ro.

    Despert sobresaltado, cubierto de sudor, una excitacin extraa recorra sus pulmones y una violenta presin pareca empujar sus ojos desde dentro, como si alguien se hubiera quedado encerrado tras sus rbitas oculares y clamara por escapar. Se incorpor de golpe, sentado en medio del camino, con el cuerpo rgido y envarado. Una neblina lechosa flua de las pequeas piedras que tapizaban el sendero, formando espirales transparentes que ascendan hacia l envolvindole en anillos brumosos. Parpade varias veces, asombrado ante el prodigio, alzando sus manos en un intento por capturar una de las volutas blanquecinas que se acercaba sinuosamente hacia su nariz. La fina espiral retrocedi, desconfiada, alejndose de su mano y danzando en curvas imposibles, transformndose. Mart de Biosca, atnito, contempl cmo un contorneado y nveo brazo sala de la neblina, una piel translcida y suave, como una serpiente que deseara hechizarlo con su danza. Y tras el brazo, un rostro de increble belleza que le sonrea. Las facciones del falso franciscano tenan una expresin perpleja, sus dilatadas pupilas brillaban encendidas, era la mujer ms hermosa que haba visto en su vida y, lejos de rechazarle, le rogaba que se acercara a ella. Se levant gilmente, comprobando que su cuerpo careca de peso y que sus cortas piernas desaparecan envueltas en la bruma que lo abrazaba. Nunca se haba sentido tan feliz, tan ligero, con la sensacin de flotar en medio del paraso prometido. Y eso era exactamente lo que estaba ocurriendo, volaba, sus pies no tocaban el suelo y la felicidad embargaba su alma,

    ~~1212~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    cada poro de su piel gritaba de alegra incontenible. Vestida de niebla azulada, la mujer murmuraba palabras dulces, suplicndole que se acercara, que la besara, que permaneciera con ella hasta el final de los tiempos. Y Mart de Biosca flotaba hacia la hermosa aparicin, sin el menor asomo de duda o incertidumbre.

    Slo not una imperceptible chispa de iluminacin, un destello de luz que intentaba abrirse paso entre el vaho azul, aquella lejana voz interior que pareca gritar algo ininteligible. Sin embargo, la leve percepcin de peligro desapareci en el mismo momento en que Mart de Biosca, arrebatado en su delirio, se precipit por el escarpado barranco, sin deseo alguno de despertar de su sueo, volando tras la niebla que abra sus brazos para recibirle, aquel rostro de infinita belleza que le rogaba que se hundiera en las aguas, que olvidara.

    Despus del estruendo que su voluminoso cuerpo produjo al caer en la corriente, el silencio volvi al lugar que le corresponda.

    Una silueta contemplaba el ro desde un recodo del camino, observando el inesperado viaje que el falso franciscano emprenda, aquel rostro redondo y sonriente abrazado a un grueso tronco que la corriente arrastraba golpeando las rocas a su paso. Cuando hombre y madero desaparecieron de su vista, la silueta volvi lentamente al sendero y recogi el paquete tirado en el suelo, en medio de los restos de asado, lo guard en su bolsa y reemprendi el viaje canturreando en voz baja.

    Guillem de Montclar dio un rpido salto, retrocediendo, hasta que su espalda encontr la fra textura de la pared. El veloz recorrido de la daga, dibujando un semicrculo perfecto, traz una fina lnea roja en su camisa a la altura del pecho. El inesperado movimiento provoc la alarma entre los clientes del mesn que, entre gritos y maldiciones, se alejaron de los combatientes en medio de una lluvia de fragmentos de loza. El estrpito de jarras y platos estrellndose contra el suelo resonaba en toda la amplia estancia, junto al ruido inconfundible de los bancos y sillas que se desplazaban de lugar. Un rumor creciente de juramentos estall en la cabeza de Guillem, en tanto todo su cuerpo se pona en tensin y los msculos de sus brazos marcaban lneas entrecruzadas que destacaban en su camisa. Haba sido un error bajar la guardia, confiarse en exceso, desatendiendo la insistente seal de peligro que su intuicin le aconsejaba. El hambre y el cansancio haban impuesto sus propias reglas, anulando los principios bsicos de la profesin a la que perteneca y olvidando, por unos pocos minutos, que un espa goza de muy poco tiempo de paz. Un error imperdonable, pens un tanto irritado. Ni tan slo cuando uno cree haber finalizado con xito un trabajo es capaz de predecir que realmente ha terminado, no finaliza nunca..., y l estaba obligado a tenerlo muy presente.

    ~~1313~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    Se qued unos segundos apoyado en la pared, estudiando la situacin y sin perder de vista la afilada hoja ni el gesto hostil de su agresor. El hombre esperaba su reaccin, con las piernas separadas, el brazo extendido marcando el territorio del cuchillo, equilibrando el peso de su cuerpo en un balanceo constante. Guillem envolvi lentamente su brazo derecho en la oscura capa que colgaba de su hombro, mirando con irona al desconocido, al tiempo que intentaba situar aquel rostro en la geografa de su memoria sin conseguirlo. Poda jurar que no lo haba visto en su vida, aunque fuera un tipo vulgar, muy parecido a muchos otros que se haban cruzado en su camino. Era pequeo y nervudo, de tez plida, casi transparente, seal inequvoca de que haba pasado un tiempo alejado de la luz del sol, posiblemente dentro de una mazmorra. Toda la energa de aquel sujeto emanaba de unos ojos rasgados, mnimos, encerrados en unas cuencas reducidas, aunque el acerado brillo de su mirada de reflejos ocres no dejaba lugar a dudas sobre sus intenciones. Y era intil negar su capacidad de disimulo e improvisacin, haba logrado sorprenderlo hasta el punto que ni tan slo se haba apercibido de su llegada. Guillem sinti una profunda irritacin, aquel imbcil le haba desconcertado con su inesperado ataque, y no le gustaban las sorpresas. Saba que la herida que le haba causado era superficial, se haba apartado a tiempo, pero el intenso escozor en su pecho no haca ms que aumentar su enfado.

    No me parece la mejor manera de iniciar una conversacin, amigo. Las palabras del joven eran un murmullo ronco y amenazante.

    No tengo ninguna intencin de conversar con vos, hermano, las palabras me aburren. Era una voz aguda, un tanto nerviosa ante la pasividad de su contrincante.

    Una torva sonrisa se extendi en el rostro de Guillem, sin que sus ojos perdieran de vista la reluciente hoja que lo amenazaba. De improviso, casi sin moverse, de una brutal patada lanz la mesa que los separaba contra el sicario de ojos rasgados. Por unos momentos, la sorpresa paraliz a su atacante que intent zafarse sin conseguirlo, la slida mesa de pino se estrell contra su estmago lanzndole al suelo, mientras la daga se escurra de sus dedos y se perda entre la confusin de bancos revueltos. Rpido como un reptil, el hombre trat de escabullirse del peso de la vieja madera, mirando en todas direcciones en busca de su arma. Fue un gesto poco prudente, olvid una regla de principiantes que consista en no perder jams de vista al contrincante. La urgencia por recuperar su arma, moviliz todos sus miembros, arrastrndose hacia la izquierda, all donde la daga pareca esperarle.

    Los parroquianos observaban la escena a una prudencial distancia, sin intervenir, cuchicheando las incidencias de la pelea al tiempo que las apuestas cambiaban de direccin. Los ojos rasgados del hombre brillaron de excitacin, su espalda

    ~~1414~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    encorvada en un esfuerzo final, con los engarfiados dedos de su mano a pocos centmetros de la empuadura del arma, araando el pavimento de tierra pisada. Incluso logr acariciar el tosco mango de la daga, cuando un terrible alarido torci sus facciones en una mueca de dolor, todo su cuerpo retorcido en una contorsin imposible. La bota negra de Guillem de Montclar estaba destrozando su mano, sin parecer preocupado por ello.

    Hubo un murmullo general de desencanto, no era lugar que ofreciera demasiadas distracciones y las peleas cortas apenas conseguan romper la monotona del aburrimiento. Sin mediar palabra, los clientes volvieron a sus mesas, levantado bancos y sillas, reanudando su interrumpida conversacin con gesto de hasto. Ni tan slo alzaron la mirada ante la aparicin de un nuevo forastero que, con la sorpresa en la cara, entraba en aquel momento.

    Por todos los santos, Guillem, ests herido! Ebre, el joven escudero, estaba lvido ante la visin de la sangre que manchaba la camisa de Guillem. Qu est sucediendo?

    Guillem de Montclar no se dign contestar, simplemente lanz una mirada cargada de advertencias al joven. Apart la bota de la mano del infeliz, agarrndolo por el cuello de la camisa, indiferente a sus continuos aullidos de dolor y lo arrastr hacia la puerta de salida, detenindose un breve segundo ante el sorprendido posadero.

    Y bien, maestro..., tenis algn lugar tranquilo en vuestro palacio, en donde este amigo y yo podamos continuar nuestra alegre conversacin? En su mirada haba un destello de irona.

    El establo, creo que el establo os servir, caballero... balbuci el posadero con los ojos abiertos como platos. Es un lugar tranquilo a estas horas, dudo mucho que alguien se atreva a molestaros.

    Guillem agradeci la informacin con un ligero movimiento de cabeza, continuando su marcha hacia la salida, sin soltar a su presa, aparentemente ajeno a los dos escalones que hicieron rebotar el cuerpo de su atacante que volvi a retorcerse de dolor. Haba sido una jornada agotadora, pens, cabalgando de sol a sol sin detenerse, con la nica idea de llegar a la ciudad de Lleida lo antes posible. Guillem y Ebre estaban exhaustos y, lo que era peor, hartos del cansancio y del hambre, el nico motivo por el que haban decidido pararse en aquel lugar. Saban que era una parada necesaria, el sueo nunca fue un buen compaero en su trabajo, impeda pensar con claridad. Guillem suspir mientras segua arrastrando a aquel imbcil ante la indiferencia general, sin soltarlo, pensando en los posibles motivos de aquel ataque. Un ladrn? sa era una idea harto improbable, ni al ladrn ms

    ~~1515~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    estpido se le habra ocurrido atacarle ante una concurrencia tan nutrida. Un loco? Bien, el mundo empezaba a llenarse de ellos, y cada da era ms difcil captar la diferencia entre los que se crean cuerdos y los que negaban estar trastornados. Quin demonios era aquel sujeto impresentable? La mente de Guillem trabajaba a toda velocidad buscando una razn creble. Haca slo quince das haba dado por terminada su ltima misin, no haba dejado ningn cabo suelto, pero... esa seguridad jams exista. Ser espa de la poderosa Orden del Temple no era garanta de una existencia tranquila y ordenada, era algo que saba desde su ms tierna infancia, para ello haba sido instruido y educado desde los catorce aos por el mejor maestro, Bernard Guils. Era algo difcil de olvidar. De golpe, en tanto se aproximaba al establo arrastrando a su estridente carga, record las nicas palabras que ste haba pronunciado despus de la primera agresin. Se haba dirigido a l llamndole hermano y recalcando la palabra con sarcasmo. Y no eran buenas noticias. Sin duda alguna, significaba que conoca su verdadera identidad, su condicin de caballero templario. Pero sa era una informacin restringida, difcil de obtener, del anonimato dependa tanto su vida como su trabajo, nadie poda reconocerle como a un miembro de la milicia. Los parroquianos de la posada hubieran jurado que aquel joven, vestido con sencillez pero con ropas de calidad, no poda ser otra cosa que un comerciante de alguna ciudad en busca de mercanca interesante. El disfraz era parte importante de su trabajo, de sus falsas identidades, y no representaba un buen augurio que aquel malnacido supiera lo que no deba. Era una seal de peligro que haba que solucionar con la mxima urgencia si deseaba mantener su cabeza unida al resto del cuerpo. Bien, maldito asno, a pesar de que la charla no te interese, no tendrs otro remedio que empezar a hablar conmigo. Guillem arroj sin contemplaciones al desconocido sobre un montn de paja. Y para empezar, podras decirme quin diablos eres.

    Ya te gustara, hermano, pero no teng... El hombre se interrumpi bruscamente cuando un grueso leo fue a estrellarse contra su frente.

    Guillem se gir con lentitud, moviendo los labios en un monlogo silencioso. Ebre, que haba entrado tras l, aguant la feroz mirada de su superior sin pestaear, balanceando otro grueso tronco en su mano.

    Crees que es la mejor manera de empezar, Ebre, arrendole un leazo como presentacin? Guillem masticaba las palabras, controlando su enfado.

    Es que estoy cansado, tengo hambre. Los ojos del joven escudero parecan hacer esfuerzos para mantenerse abiertos. Ese hombre no hablar fcilmente, Guillem, nos har perder el tiempo..., adems, te ha herido.

    Y aliviar tu hambre una lluvia de leos sobre su cabeza? Eso es lo que te he enseado en un largo ao, con sus doce meses completos, lo que ha logrado

    ~~1616~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    incrustarse en tu cerebro de mosquito, Ebre? Crees que atravesarle el crneo es la solucin? Guillem hablaba lentamente, haciendo largas pausas entre las preguntas. Francamente, si el alumno indica la calidad del maestro, este desgraciado va a pensar que, como instructor, no valgo ni el peso de la paja sobre la que est.

    Un fragor de aguas torrenciales, procedente del estmago del joven escudero, hizo innecesaria la respuesta. Guillem fij la vista en el techo del establo en actitud resignada, girndose hacia el hombre que gema con la cabeza entre las manos.

    Puedes entenderlo t?... Esta juventud no da para ms, slo piensa en comer, comer, comer. No les importa lo mucho que te esfuerces en su educacin. Guillem se haba acercado lo suficiente para provocar un movimiento de defensa en el desconocido, que intent retroceder cubrindose con las manos. Por los clavos de Cristo, no seas exagerado! Deberas hacerme caso y responder a mis preguntas. Ah donde lo ves, este cro es peligroso con el estmago vaco y yo estoy cansado y harto. Si quieres seguir callado, se ser tu problema, yo slo tengo que apartarme y dejar que el lanzador de leos siga con su distraccin... Veamos, lo intentar una vez ms y luego me largar a dormir, a qu viene eso de hermano y qu demonios significa?

    Me dijeron que vos sois un miembro de la milicia del Temple susurr el hombre con la voz entrecortada, mirando de reojo a Ebre.

    Te dije que slo hablara a las malas, Guillem, lo ves? Ebre se sent sobre un taburete de ordear, arrastrando otro leo de tamao considerable.

    O cierras la boca, Ebre, o te tragars el tronco. La fra mirada de Guillem dej mudo a su escudero. Bien, veamos si puedo continuar sin interrupciones. Tengo yo aspecto de templario, quin demonios te ha dicho tamaa tontera?

    Un hombre... respondi escuetamente el ladrn, sin atreverse a levantar la vista.

    Dios misericordioso, los cielos se han abierto, un hombre! Y yo que me tema que tenas largas charlas con una mula. Pero la respuesta es tan intil como un plato vaco, amigo mo, tendrs que esforzarte un poco ms. Aunque es posible que este maldito cro tenga razn y slo seas capaz de reaccionar a base de jarabe de palo. Una sombra de hasto cruz por las facciones de Guillem.

    No lo s a ciencia cierta, quiero decir que no lo conozco, es un hombre peligroso, sabis? Me ofreci una buena bolsa y me pag por adelantado. Eso es todo, y... La voz temblaba en una cadencia irregular, con pequeos gemidos realzando las pausas.

    Guillem hizo el gesto de marcharse, extendiendo un brazo hacia Ebre que salt como impulsado por un resorte, blandiendo el grueso leo.

    ~~1717~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    No, por favor, no podis hacer eso, es una barbaridad! Os juro que os digo la verdad, no conoca de nada a ese hombre! La mirada de terror inund las estrechas rendijas donde se escondan sus ojos.

    Barbaridad, has dicho barbaridad, hijo de mala madre? Intentas matarme y me hablas de barbaridad por un simple leazo! Guillem estaba realmente enfadado. Pero de qu maldito agujero sales t, perro sarnoso! Vers, la cosa es muy simple, o me dices lo que deseo saber, o me importa un rbano lo que esta criatura hambrienta haga contigo.

    Es un maldito mercenario, Guillem, escoria pagada, nos est engaando. Ebre no estaba dispuesto a que pasara su momento de gloria.

    Magnfico, eso s es realmente bueno! No s lo que me enfurece ms, Ebre, si este idiota con aires de matasiete o tus nfulas de ciencia infusa... Es que alguien te ha preguntado, por todos los infiernos! Acaso sabes algo que yo desconozca? Eres una especie de colegio teolgico al completo, chico... El ronco vozarrn de Guillem reson en las paredes del establo. Ebre retrocedi ante el estallido de mal humor de su superior, refugindose de nuevo en el taburete en absoluto silencio. Qu? Puedo continuar o crees que un plato del grasiento estofado maloliente es ms interesante que averiguar lo que pretende este hijo de Satans?

    Los gritos de Guillem quedaron flotando entre los dos, uno frente al otro, como un muro de cansancio y enojo en una particular guerra de voluntades, que se sald con el rostro enfurruado de Ebre, con los brazos cruzados sobre el pecho y la boca apretada en una fina lnea.

    Os lo juro por lo ms sagrado, caballero, no s quin era el que me pag para atacaros. La dbil voz se dej or, recordando con ello su presencia. Slo que...

    Qu! El grito de Guillem reson como una coz.

    Era un hombre de religin, un hombre de Iglesia. Bien, al menos vesta como tal, creo que era un hbito de dominico... Le encontr en el pueblo de Ponts, seor, yo slo estaba all de paso, sabis? El hombre pareca haber captado la creciente irritacin en el ambiente, cosa que facilitaba la conversacin. Bueno, en realidad, intent robarle la bolsa, sa es mi profesin.

    Profesin! Y desde cundo robar se ha convertido en profesin? ladr Guillem.

    No quiero discutir, seor, slo intento explicaros cmo sucedi. Veris, yo intent robarle y l me pill, se dio cuenta de lo que estaba haciendo y me amenaz con las peores penas del Infierno. Me asust mucho, la verdad..., y cuando intentaba entregarme al alguacil, me propuso un negocio. Me asegur que sera muy sencillo,

    ~~1818~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    dijo que no tena que matar a nadie, desde luego, slo asustaros... Bien, en realidad, heriros lo suficiente pora dejaros intil durante un tiempo. Os lo juro por la Santa Madre! Me cont que vos erais un renegado de vuestra orden, que merecais un escarmiento. Era una buena bolsa, mucho mejor que volver a la mazmorra!

    Cmo te llamas? Guillem se haba acercado a Ebre con cara de malas pulgas, hacindole retroceder instintivamente hasta que cay del taburete con expresin perpleja.

    Gombau, seor...

    Gombau, el ladrn de Ponts, bonito nombre! Bien, amigo Gombau, ahora me explicars con detalle todo lo que recuerdes de ese hombre de Iglesia, tal como t dices. Cmo era, cmo hablaba, cmo vesta, incluso el olor que desprenda. En fin, un sencillo ejercicio de memoria. Y t, Ebre, lrgate a comer.

    El joven escudero se levant del suelo de un salto. Su figura alta y desgarbada de adolescente vacilaba, el hambre y el leo en su mano entablaron un desigual combate, en que inevitablemente venci la necesidad. Abandonando el madero con gesto de enfado, dio media vuelta corriendo hacia la salida.

    Durante media hora, Guillem escuch sin interrumpir el desordenado relato del ladrn. Sentado en el taburete que haba ocupado Ebre, prest atencin a cada palabra, a cada vacilacin, luchando por mantener los ojos abiertos y la mente despejada. No haba nada en el relato que clarificara los hechos, ni tampoco que permitiera perfilar los rasgos del misterioso dominico y le proporcionara una identificacin posible. No tena ni la ms remota idea de quin era aquel personaje que pagaba tan generosamente por mantenerlo apartado de la accin.

    Bien, Gombau, estoy realmente cansado y dudo que puedas aadir algo interesante. Que tengas dulces sueos... El seco crujido retumb entre las cuatro paredes del establo, turbando a los pocos caballos que haba. Guillem, con el leo de Ebre en la mano, se qued mirando el cuerpo inerte del ladronzuelo. Espero que duermas un par de das y que el dolor de cabeza te mantenga alejado de m una buena temporada. Y si no es as, amigo mo, acaso la prxima vez no tengas tanta suerte, en el fondo creo que soy bastante rencoroso, detesto las sorpresas...

    ~~1919~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    Captulo II. Captulo II. Ciudad de LleidaCiudad de Lleida

    Mentir?... Me estis preguntando por la naturaleza de la mentira, seor? Os responder desde mi baja condicin de hombre simple y sencillo, sin grandes palabras ni teologas, lejos de las aulas en que los hombres sabios buscan el fondo exacto de cada letra. La mentira, seor, es la excusa del que teme perder algo. Y su gravedad aumenta en tanto aumentan los bienes en peligro, confundindose el derecho a la posesin con el poder que sta otorga. De ah, seor, que el mentiroso sea siempre un ladrn de todo aquello que, por ley, no le pertenece.

    ORSET

    A qu vienen tantas preguntas? Ignoraba que fuerais tan entrometido, de lo contrario no hubiera aceptado vuestra compaa en tan largo viaje.

    Acard de Montcorts, fraile de la Orden de los Predicadores, utiliz un tono agrio y descorts al tiempo que lanzaba una despreciativa mirada a su interlocutor.

    Slo me he limitado a hacer una simple pregunta, no era mi intencin molestaros. Ignoraba que interesarme por el lugar de vuestra procedencia fuera una ofensa. Os ruego que me disculpis... Tal y como muy bien habis dicho, ste es un largo viaje, y si os he ofrecido mi compaa no se debe a ninguna Intencin de fisgonear en vuestra vida, fray Acard. Supongo que sabis que ste es un trayecto peligroso y no es prudente viajar en solitario. De todas maneras, an estis a tiempo de prescindir de mi insoportable curiosidad, ni yo ni mis muas os lo tendremos en cuenta. Orset call con esfuerzo, eran tiempos en que toda cautela era poca y el hbito de su compaero no invitaba a dejar la lengua suelta.

    El camino de los dos hombres se haba cruzado a la salida del pueblo de Ponts, reuniendo en un misterioso designio a dos seres totalmente opuestos. El visible desprecio de fray Acard se deba en gran parte al aspecto fsico de Orset, un enano de cuerpo deforme y piernas arqueadas. Sin embargo, Acard se equivocaba en su apreciacin superficial, ya que tras la apariencia del enano se esconda una mente brillante e intuitiva que le haba proporcionado una envidiable situacin econmica y

    ~~2020~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    social. A diferencia del dominico, Orset jams haca ostentacin de sus logros, ya que la vida le haba enseado que lo ms prudente era protegerse de la envidia ajena, y saba que sus semejantes preferan siempre mostrar una manifiesta compasin por sus defectos fsicos. La piedad representaba para l una especie de salvoconducto que le permita seguir vivo. Haca ya muchos aos que se dedicaba al comercio de hierbas medicinales, negocio que haba ampliado pacientemente con los preparados especiales de los mejores curanderos, con los que mantena un trato excelente. Preciosos aceites vegetales para las enfermedades de la piel, jarabes para los males del pecho, pcimas y ungentos que sus muas acarreaban con delicadeza. No era menos cierto que su probada y conocida honradez le haba proporcionado clientes fieles, ansiosos por verle llegar a sus pueblos y que formaban largas colas para adquirir sus remedios. No poda quejarse, las cosas le iban bien, y el ltimo mercado en el pueblo de Ponts confirmaba una vez ms los beneficios de su trabajo. Beneficios cuidadosamente protegidos y ocultos en uno de sus frascos de hierbas. Orset era consciente de su fragilidad fsica, cosa que compensaba con una absoluta confianza en sus animales de carga, sus muas eran animales fuertes e inteligentes, adiestrados para huir a toda velocidad en respuesta a uno de sus gritos, sobre todo, Isabella, pens, un animal terco y obstinado que slo pareca sensible a las indicaciones de su amo. S, aqulla era la ventaja de criar uno mismo a los animales, de ser el primer ser vivo que podan contemplar al nacer, el rostro ancho y aplastado de sapo sonriente que los miraba con satisfaccin. Sus tres muas, Isabella, Boira y Lluna, eran sus mejores compaeras, las ms fieles, convencidas de su responsabilidad hacia l, como si interiormente supieran que deban compensar las carencias de su amo y formar a su lado un universo especial y privado.

    He visto que gozis del respeto de la gente, Orset, es evidente que confan en vos y en vuestros remedios. Siempre viajis de un lado a otro con vuestra mercanca? A pesar del visible esfuerzo, la arrogancia no haba desaparecido del tono de fray Acard.

    En realidad no es as. Mis viajes empiezan en la primavera y terminan al final del verano, fray Acard, siempre en compaa del buen tiempo. stas son tierras hostiles en pleno invierno, y slo los desesperados se lanzan a ellas en mitad de la nieve y el fro. Gracias a Dios misericordioso, ste no es mi calo... Orset respondi con naturalidad, inmune al tono altanero del dominico.

    Malas tierras, un norte repleto de herejes y rebeldes, deberan quemar todos en el Infierno! La sbita exclamacin del fraile sobresalt a Orset.

    Si os refers a las revueltas que de vez en cuando azotan estas tierras de Urgell, dudo que el fuego del infierno fuera la solucin ms sensata, fray Acard. Adems, es

    ~~2121~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    poco probable que hallarais lea suficiente para tan monumental hoguera. Supongo que ya sabis que el pobre conde de Foix ha sido hecho prisionero de los franceses...

    Orset dej la frase en el aire, su instinto de supervivencia se Impuso. Al fin y al cabo, slo haca tres aos que Roger Bernat, conde de Foix y vizconde de Castellb, haba firmado la paz con el rey Jaime en una tregua inquietante. Y no slo eso, el obstinado conde se haba rebelado contra el rey de Francia, cuando ste avanzaba hacia el condado de Tolosa para tomar posesin de l, las hermosas tierras del Languedoc haban perdido la batalla.

    Ralea de herejes esos Foix, se lo tiene bien merecido, ojal se pudra en una mazmorra para siempre! Fray Acard no pudo evitar una cierta satisfaccin ante las penalidades del noble.

    Me temo que seis injusto, fray Acard. Y os ruego me excusis, pero culpar al pobre Roger Bernat de Foix de todos los males de esta tierra... Orset pensaba, no deseaba pasar varias jornadas oyendo los exabruptos del dominico y, despus de lanzar un profundo suspiro, sigui hablando: Estoy seguro de que sabis que el malestar que perturba el nimo de estas gentes comenz hace cuatro aos con la muerte de Alvar, el conde de Urgell, y con el intento de apartar a sus hijos de la sucesin en favor de su hermano, Guerau de Cabrera. Eso fue lo que encendi los nimos, fray Acard.

    Acaso estis defendiendo a un maldito rebelde a nuestro buen rey Jaime? La voz del dominico era helada.

    Como muy bien podis comprobar vos mismo, tengo poca altura para defender a nadie, fray Acard. Slo me limito a exponer las habladuras que corren de boca en boca..., y el conde de Foix, que tambin est ligado a esta tierra desde hace muchos aos como vizconde de Castellb, es una figura importante en la regin, muy respetada. Al mismo tiempo, es tutor de los hijos de Alvar de Urgell, que en paz descanse. Como es natural, no tuvo ms remedio que defender los derechos de los muchachos a la muerte de su padre. Espero que no olvidis que nuestro buen rey Jaime apoya las pretensiones contrarias.

    O sea, que estis insinuando que esos rebeldes del demonio tienen razones de peso para enfrentarse al rey! Los ojos de Acard despedan chispas.

    No, fray Acard, no insino nada, me limito a exponer las pequeas turbulencias que azotan esta tierra y causan miseria y pesar en las pobres gentes como yo. Podis hacer con dicha informacin lo que os plazca, sois hombre ms educado que yo para estos menesteres de poderosos. Y permitidme que os diga, que aunque detestis las preguntas, tal parece que estis acostumbrado a hacerlas de manera descorts y

    ~~2222~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    amenazadora... Es posible que ni yo ni mis muas estemos acostumbrados a este trato.

    Bien, bien, disculpadme si os he ofendido, Orset, pero os aseguro que no necesito de vuestras simples clases de historia. Acard reprimi su hostilidad, intentando suavizar sus modales. No poda olvidar la importancia de su misin, y aquel enano deforme le estaba sacando de sus casillas. Pero ya que admits mi educacin superior, no estara de ms que os recuerde que los hijos del difunto conde Alvar, que habis mencionado, son fruto de un matrimonio ilegtimo... Con una hermana del de Foix!

    Ilegtimo? Pues no lo entiendo, fray Acard, a m me contaron una historia muy diferente a la vuestra. Segn dicen, cuando el pobre conde Alvar no era ms que un nio, lo casaron con una sobrina del rey Jaime, una Monteada. Y despus, tus consejeros, y ya me diris qu consejeros!, intentaron casarlo con una Anglesola, cosa que no consiguieron. Finalmente, cuando pudo escoger por s mismo, se qued con Cecilia de Foix, provocando la clera del rey Jaime y de los Monteada... Hasta el mismsimo Papa meti baza en el asunto! Pero, aunque os pese, los hijos de Cecilia algn derecho tendrn, no os parece? Eso es lo que la gente sencilla sabe, fray Acard, aunque desconozcamos el nombre de las fuerzas oscuras que mueven el mundo. Y comprendo que no os guste, pero esos chicos tienen sus derechos, y por esta simple razn andamos inmersos en guerras interminables que no nos dejan vivir en paz. Orset respir hondo despus de tan largo discurso.

    Estis muy informado a pesar de la ignorancia de la que hacis gala, Orset. Acard fij la mirada en el pequeo comerciante, como si quisiera atravesar su mente, disgustado ante tanta erudicin.

    Me educaron bien, puede decirse que tuve mucha suerte. Orset lade la cabeza, aguantando la mirada de Acard sin pestaear. Veris, mis pobres padres quedaron horrorizados ante mi aspecto, sabis? No era lo que ellos esperaban, desde luego...: un joven fuerte que les ayudara en las duras tareas del campo. Incapaces de aceptar mi pobre persona, acudieron a un convento de franciscanos que accedieron a hacerse cargo de m. Y no slo me acogieron con gran ternura, fray Acard, sino que se preocuparon seriamente por mi futuro. Fueron ellos quienes me facilitaron el estudio de las hierbas medicinales. Orset sonri, saba que lo ms prudente era ceirse a la verdad siempre que fuera posible, la mentira deba tener causas importantes y precisas, sin abusar nunca de ella, bordeando la frgil frontera de las medias verdades.

    El dominico guard silencio, haba escuchado con suma atencin. Orset aprovech aquella pausa para reflexionar. Tal como haba planeado, su encuentro con Acard tuvo lugar a la salida del pueblo de Ponts, despus de una espera de dos das. La

    ~~2323~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    larga sombra del fraile, montado en un caballo pardo, sali del antiguo monasterio de Gualter, y sa era la seal que esperaba Orset para emprender la marcha. Despus, hacerse el encontradizo en el camino no haba sido difcil, era el tiempo adecuado en que mucha gente emprenda viaje. Y aunque fray Acard no haba dado grandes muestras de entusiasmo por su compaa, Orset adivin un silencioso gesto de alivio, un respiro contenido ante la posibilidad de compartir los riesgos del camino.

    Decidme, Orset, sois hijo de estas tierras? La repentina amabilidad de la pregunta no enga al comerciante.

    Cada ao hago esta ruta, fray Acard, ya os lo he dicho. Recorro todo el norte. Es por ello por lo que conozco bien esta tierra, pero mi lugar de origen est lejos de aqu, cerca de la ciudad de Tarragona, en un pequeo pueblo. Minti con toda naturalidad. Y vos, puedo preguntaros si sois originario de estas tierras?

    No, no, no..., tampoco. Se apresur a contestar el dominico con una sonrisa forzada. Es a causa de mi trabajo por lo que me hallo aqu. Soy un humilde servidor del obispo de Urgell.

    Entiendo. Orset reprimi una sonrisa al or la palabra humilde en boca de Acard. Y decidme, tiene algo que ver vuestro trabajo con la Inquisicin, fray Acard?

    Pero qu estis diciendo! El rostro de Acard expresaba algo cercano al temor.

    Bueno, yo crea que vuestra orden se ocupaba de esos asuntos. Todo el mundo sabe que llevis las riendas del tribunal de la Inquisicin, es de sobra conocido. Orset le miraba con aire inocente. Como habis dicho que trabajabais para el obispo de Urgell...

    El obispo nada tiene que ver con el Tribunal, ni todos mis hermanos son inquisidores, qu tontera! Adems, no creo que sean asuntos de vuestra incumbencia, Orset. Mis pobres hermanos que combaten la hereja, cumplen una difcil tarea, mucho ms difcil de lo que nunca os podis imaginar. No pasa un da sin que d gracias al Altsimo por esa labor tan dura y peligrosa, y vos deberais hacer lo mismo! Esos herejes son gente violenta y perversa, no slo expanden sus monstruosos errores como la lepra, sino que osan alzar su mano contra mis pobres hermanos. No sabis nada del enemigo con el que se enfrentan, Orset, nada! Acard estaba lvido, el esfuerzo por contenerse provocaba un extrao rictus en sus labios.

    Tenis razn, poca cosa s, la verdad. Acaso por ello me sea precisa vuestra iluminacin, porque hay cosas que no entiendo, fray Acard... No comprendo los motivos de vuestros hermanos para desenterrar cadveres y quemarlos, por muy

    ~~2424~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    herejes que hayan sido! Acaso creis que sus espritus siguen vivos y clamando sus pecados? Orset estaba disfrutando en tu papel de comerciante iletrado e ignorante, le produca una satisfaccin difcil de explicar. Saba que el dominico no poda hacer nada contra l, no en aquellos momentos, y eso representaba un autntico alivio, porque de lo contrario..., bien, de lo contrario, se habra guardado sus palabras en el lugar ms oculto. Pero era una tentacin demasiado grande y no poda resistirse. Es que mucha gente se hace las mismas preguntas que yo, fray Acard, es algo que nos impresiona y asusta. Veris, creo que har unos siete aos no se hablaba de ninguna otra cosa, desenterraron los huesos del pobre seor de Castellb y los de su hija, la abuela del de Foix que tanto detestis, y los quemaron, fray Acard, los quemaron all mismo. Y Dios me libre de discutir sus equivocadas creencias, jams ocultaron sus simpatas por los cataros, pero... creis que los huesos contagian la hereja?

    Os habis vuelto loco, Orset? No os deberais expresar de forma tan imprudente, alguien podra pensar que os hallis en la frontera hertica. Tenis suerte de que mi labor se limite A la de ser un simple mensajero del obispo, pero cualquiera de mis hermanos podra sospechar que vuestras palabras encierran un velo de crtica o, lo que es peor, una estpida simpata por esos herejes. Os aconsejo que seis prudente.

    Dios de misericordia, fray Acard, vos veis herejes hasta en el aire que respiris! Orset pareca escandalizado. Mis palabras slo son simples preguntas que pretenden entender mejor los designios de nuestra Santa Madre Iglesia. Cmo podis sospechar de la oveja que busca la proteccin de su pastor? S muy bien que cuidis de nuestras almas para que nada las confunda, pero tambin es cierto que os ocupis de educar nuestros dbiles espritus... No creis? Mi pregunta se debe a mi temor, fray Acard, hay habladuras de espectros errantes, de almas pecadoras de los condenados que vagan en la noche al acecho de los inocentes y...

    Eso es una simple barbaridad, Orset! Cmo podis prestar atencin a tales estupideces? La Iglesia no est obligada a dar explicaciones, ni a vos, ni a gente como vos. La teologa es una ciencia difcil que requiere aos de estudio y de meditacin, demasiado compleja para mentes simples. La fe es suficiente! Fe en nuestro Seor y en sus mandamientos, que son los de la Santa Madre Iglesia, no necesitis nada ms! Y si tenis fe, ninguna pregunta turbar vuestra alma inmortal, no existirn las preguntas. Y os suplico de nuevo que seis ms prudente, estas tierras del norte alimentan la ponzoa en su vientre, y cualquier precaucin para arrancar de cuajo el veneno de la hereja es poca. Y estad atento! Vuestro trabajo os permite la cercana con la gente, y es posible que apreciis algn detalle que pase desapercibido a mis hermanos. Las habladuras pueden ser un engao, Orset, insidias para perder

    ~~2525~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    vuestra alma, vigilad a aquel que las propaga. Y sabed que cualquier informacin, por pequea que os parezca, os engrandecer a los ojos de Dios y de mis hermanos.

    Acard dio por terminada la molesta conversacin, espoleando su montura hasta situarla ante la reata de muas de Orset. Necesitaba alejarse y recuperar la compostura. Cmo era posible?... Estaba perdiendo el control y pona su misin en peligro. Desde el inicio, haba permitido que aquel deforme enano marcara el ritmo de la conversacin, atrayndole hacia temas sumamente delicados en su actual situacin y, lo que era peor, no haba sido capaz de detenerlo. Haba picado el anzuelo como un estpido barbo ignorante, sin pensar en las consecuencias. Acard de Montcorts estaba de mal humor, llevaba das con la furia palpitando en sus sienes, contrariado por la actitud del superior del monasterio de Gualter, que pretenda mantenerse al margen con una retahla de ambigedades, como si aquellos perversos tiempos se solucionaran con un compendio de tratados filosficos. Hasta una parte del propio clero se atreva a poner en duda sus mtodos! Hastiado y lleno de clera, reprimiendo oscuras amenazas contra el abad de Gualter, Acard haba partido precipitadamente sin despedirse. Era la nica razn lgica de su conducta ante Orset, aquella rabia incontenible que no haba encontrado otro curso de salida y que, sin previo aviso, se haba desbordado sin contencin, haciendo peligrar de forma imprudente la tarea que llevaba entre manos. Y no poda repetirse! Sin embargo, Acard saba que exista algo ms que provocaba su reaccin, una repugnancia extrema ante la visin de aquel ser deformado hasta la pesadilla, de aquel hombre, hombre?... El dominico se permiti una risa contenida, breve, era difcil comprender la voluntad del Todopoderoso al alumbrar a aquella monstruosidad. Aunque lo ms probable fuera que el Seor se hubiera limitado a castigar los flecados de sus padres, no poda existir otra respuesta. Y aquellos obscenos y sacrlegos comentarios acerca de la quema de los cadveres de herejes consumados? Cmo se atreva a poner en duda la actuacin de sus hermanos? Aquello haba sido lo peor, su esfuerzo por disimular la indignacin y el apretado nudo que se haba formado en su estmago, le haban dejado exhausto, con la mandbula dolorida y los dientes todava rechinando en su boca. Acaso aquel individuo era idiota? Desde luego no era una idea imposible, las deformaciones del cuerpo siempre escondan las de la mente, de lo contrario, quin, en su sano juicio, se hubiera expresado en tales trminos ante un miembro de la Orden de los Predicadores?

    Acard de Montcorts intent relajarse en su silla de montar, sus miembros estaban agarrotados y doloridos, la nica manera en que su cuerpo responda a la presin contenida, convirtindole en una rgida vara de roble. Sacudi la cabeza de lado a lado, moviendo el cuello, alejando pensamientos perturbado res... Orset, un hereje? Solt una carcajada seca, todo aquello rayaba en la locura, ni siquiera un ctaro

    ~~2626~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    convencido sera capaz de tanta estupidez. Deba tranquilizarse, serenar el nimo, ya eran muchos aos al servicio del inquisidor, sospechando de todos los que se cruzaban en su camino, calibrando palabras y gestos. Aunque no poda negar que posea un olfato especial para la hereja y pocas veces se equivocaba, la ola al igual que un campesino percibe el estircol. Hubo algunos errores, deslices sin importancia, pero la bsqueda de la verdad tena un precio y era inevitable pagarlo. Acard no crea en la inocencia, no existan los inocentes, hasta la ms tierna criatura vena al mundo marcada con la culpa ancestral y perversa del pecado. De repente, la imagen de una cabellera roja atraves su mente, unos ojos abiertos en una muda pregunta, llamas danzando sobre unos pies desnudos... Sacudi la cabeza de nuevo, con fuerza, no era el momento indicado para perder el tiempo en divagaciones, era preciso concentrarse en el papel que representaba. Soy un simple servidor del obispo, nada ms, nada ms, nada ms..., repiti con insistencia. Deba olvidar la arrogancia de su autntico cargo, desaparecer en el anonimato de un simple criado y dejar de cometer errores, haba demasiado en juego. Adems, la presencia del enano poda servir a sus intereses, quin iba a sospechar de su autntica personalidad al lado de aquel sapo retorcido? Era un factor que deba convertir en ventaja, siempre que fuera capaz de controlar su carcter, sin permitir que los absurdos comentarios de aquella mente perturbada le enfurecieran. Se removi inquieto, la perspectiva no era halagea, era difcil aceptar que un ser insignificante y sin entendimiento lograra arrancarle su disfraz con tanta facilidad. No poda volver a ocurrir.

    Orset contempl la envarada espalda del dominico con la risa bailando en sus labios. Haba conseguido ponerle nervioso, hasta el punto de verse obligado a alejarse para mantener el control. No era un mal comienzo, conoca perfectamente el carcter colrico de Acard, siempre dispuesto a lanzar rdenes y muy estricto en que fueran cumplidas de manera tajante. Era posible que fuese la primera vez que se enfrentaba a la representacin de un personaje tan diferente de s mismo, un papel para el que no estaba preparado. Un servidor del obispo aquel hombre arrogante y autoritario? Era algo difcil de creer. Pero nadie le haba obligado a pasar por tal trance, su propia ambicin le arrastraba en la creencia de que aquella delicada misin le encumbrara a las ms altas cimas del poder. Y Acard no compartira esta posibilidad con nadie, y precisamente en ello radicaba su punto dbil... Orset conoca los detalles y, a pesar de ello, se maravillaba de la extraa casualidad que haban esperado durante tanto tiempo, mucho tiempo. Quizs Dios, su Dios, en su bondad infinita, alteraba el complicado tablero de juego en donde los humanos no cesaban de probar suerte. Y aunque as estaba planeado cuidadosamente, no exista la absoluta seguridad de que Acard tomara el mando personalmente, pero all estaba. La intervencin divina mova los peones a su favor, con lentitud, y despus de muchos aos volva su rostro hacia ellos.

    ~~2727~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    Acunado por el agradable y familiar ritmo de Isabella, Orset contemplaba la figura alta y enjuta del dominico, su rostro alargado en donde los visibles huesos del crneo daban forma a la carne, la piel tirante en unos pmulos que sobresalan como montaas hostiles.

    Presta atencin, Isabella susurr Orset, acariciando el cuello del animal, fjate en cmo su cuerpo expresa sus sentimientos, esa rigidez severa que lo domina y que su pobre animal carga con esfuerzo, el peso de tanta arrogancia y pecado. Dios es generoso con nosotros, mi buena compaera, por fin ha recibido con misericordia nuestras plegarias y nos ha enviado este inesperado regalo. Nos toca ahora recibirlo con cautela y prudencia, con sus pautas marcadas hace ya mucho tiempo, como en una compleja y misteriosa pieza musical, mi querida amiga. Va llegando la hora de que los msicos tomen asiento y afinen sus instrumentos, todo debe estar a punto para la armona final.

    Guillem de Montclar solt las riendas de su montura extendiendo los brazos por encima de su cabeza y bostezando. Estaba realmente cansado, y un molesto calambre le recorra la espalda hasta detenerse, con insistencia, en la base de la nuca. La hermosa yegua rabe que montaba, indiferente a su aburrimiento, sigui su cansino paso a travs de la puerta de la Suda, encaminndose hacia el camino de Gardeny. Guillem dio un brusco tirn a las riendas, detenindose y desmontando, e iniciando una serie de movimientos de flexin que provocaron la repentina hilaridad de Ebre. La brusca parada, pill al muchacho medio dormido, despertndose con la sorpresa reflejada en el rostro y nervioso ante el eminente topetazo de su caballo con el trasero blanquecino de la yegua que le preceda. Durante la ltima hora, Ebre dormitaba al comps de su montura, incapaz de mantener el peso de sus prpados. Llevaban unos das a un ritmo inhumano, casi sin descansar, viajando da y noche, hasta el punto de que el muchacho se haba acostumbrado a dar largas cabezadas sobre su caballo.

    Baja, Ebre, llevas das soando sobre ese pobre animal, y toda fortuna tiene un lmite. Lo ltimo que necesito es a un escudero con las piernas partidas o con el crneo hecho pedazos. Despierta, chico, contempla esta maravilla!

    En la vertiente sudeste de la colina que contemplaban, la impresionante mole de la Suda se alzaba dominando toda la ciudad de Lleida. Despus de cuatro siglos de dominacin musulmana, la gran ciudadela de la Suda continuaba transformndose, remodelacin a remodelacin, adaptndose a los gustos cristianos. El 24 de octubre de 1149, las tropas del conde Ramn Berenguer IV, junto a las del conde de Urgell, haban conquistado la dudad a sus antiguos habitantes y, a pesar del tiempo transcurrido, las obras seguan incesantes. La dudad pareca cautiva de una actividad febril. Los mercaderes del otro lado de los Pirineos haban potenciado la fabricacin de tejidos, aprovechando las miles de cabezas de ganado procedentes de la Vall

    ~~2828~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    d'Aran, del Pallars y de los extensos prados de Andorra, donde pasaban los inviernos en las verdes tierras del Urgell y la Llitera. Lleida se haba convertido en una de las ms importantes ciudades textiles, y sus productos viajaban a toda Catalunya, a Aragn y Valencia.

    Sabes por qu la llaman la Suda, Ebre, qu significa? Porque deberas saberlo, tu padre se removera en su tumba ante tu ignorancia. Guillem tena una sonrisa irnica, contemplando el rostro somnoliento del muchacho.

    Recinto fortificado, fortaleza, lugar protegido por murallas... recit Ebre, molesto ante el sarcasmo. Y mi padre seguir en su tumba en paz.

    Por todos los demonios, chico, qu susceptibilidad! Deberas encontrar un poco de sentido del humor en este cuerpo desgarbado. Se te est poniendo cara de mulo empecinado, y si no le pones remedio, se te va a quedar esa mueca agria para el resto de tu existencia.

    Igual me quedo como t respondi Ebre con el ceo fruncido y los labios apretados en una fina lnea. Por qu tanta prisa, parece que nos est persiguiendo el mismsimo diablo, desde que nos encontramos al tal Gombau no tenemos tiempo ni para respirar!

    Guillem no contest, miraba al muchacho con curiosidad. Conoca perfectamente su historia, tan parecida a la suya propia. Ebre era el hijo del mejor patrn de las barcazas templaras de la Encomienda de Miravet, un musulmn que haba muerto ahogado en un desafortunado accidente. Su hijo, de tres aos, que iba con l en la barcaza, no muri de milagro gracias a los esfuerzos de una tropa de templarios que patrullaban el ro. Fue acogido en la Encomienda de Miravet y se le otorg el nombre del ro que a punto estuvo de abrazarlo entre sus aguas. Haca un ao que Guillem de Montclar haba sido llamado a la fortaleza de Miravet para hacerse cargo de un extrao caso, la desaparicin de un enigmtico constructor templario en circunstancias desconocidas.1 All haba conocido al joven que fue puesto a su servicio a pesar de sus reticencias, y ms tarde, cuando finaliz su misin, sus superiores le ordenaron hacerse cargo de la instruccin del muchacho. Fue una imposicin que Guillem acept a regaadientes, no se senta preparado para instruir a nadie. Sin embargo, no poda rehusar una orden, y tampoco olvidar que l haba empezado de la misma manera y casi en parecidas circunstancias. Tambin su padre haba muerto cuando contaba pocos aos, tambin el Temple de Barbera le haba acogido hasta convertirse en su propia familia, tambin le haba otorgado un maestro..., el mejor maestro, Bernard Guils. Una punzada de dolor inconsciente le atraves el pensamiento, la muerte de Guils le haba dejado hurfano de nuevo, y todava senta una pena profunda ante su ausencia. Saba que all se esconda el 1 El laberinto de la serpiente, publicado en esta editorial.

    ~~2929~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    motivo, en la sensacin de prdida que an le atrapaba, por lo que haba sido hostil a hacerse cargo de Ebre. Todava se senta un alumno como para ser un buen maestro. Sin embargo, Dalmau, su superior, haba sido inflexible, haba llegado el momento de responsabilizarse de la formacin de un nuevo espa, era parte de sus obligaciones, tal como Bernard Guils haba hecho con l. Guillem no deseaba discutir, saba que era intil, pero en su fuero interno dudaba; l no era Guils, no estaba preparado. Pero comprenda las razones de su superior y en cierto sentido le daba la razn, no poda pasarse la vida llorando la ausencia de su maestro.

    Tena muchas cosas en comn con aquel hosco muchacho que le miraba con desafo y se rebelaba ante cada orden, como si cada uno de sus quince aos le retara da a da y sin cesar. Sin embargo, poco a poco, durante aquel ao, un delgado e incipiente hilo de comprensin se estableci entre ellos, casi sin esfuerzo. Las constantes rebeliones de Ebre contra su autoridad, contra todo tipo de imposicin, empezaron a hacerle sonrer..., le recordaban a alguien. Y no pudo dejar de admirarse por la paciencia ejercida por su maestro. l, por su parte, no gozaba de aquel caudal de aguante y sus broncas con Ebre eran interminables.

    Fjate, Ebre, el mismsimo Julio Csar arras a los ejrcitos de Pompeyo muy cerca de aqu, chico, en las proximidades del ro Segre. Fue atacado desde all arriba, lo ves? Observa los muros cortados en la roca viva, a golpes de pico. Y mira hacia all, el portal de Sas! Un tnel perforado en la piedra por nuestros antepasados, fueran quienes fueran. Guillem sonrea, estaba repitiendo las mismas palabras que una vez oy a Bernard Guils ante el mismo panorama.

    Supongo que encuentras muy gracioso rerte de m y de mi padre, no es cierto?... Que fuera musulmn es motivo de broma. Ebre miraba en direccin contraria, de espaldas, con sus oscuros ojos medio entornados.

    Vaya, vaya, o sea, que buscas una excusa para pelearte con alguien y descargar ese malhumor. Guillem se acerc a l lentamente, sin dejar de flexionar los brazos. Vers, tu padre fue el mejor patrn que tuvo el Temple de Miravet, conoca el ro como quien conoce su propia casa. Todava ahora, en la Encomienda, explican sus proezas como si fueran parte de una leyenda, porque no slo se le apreciaba, fue un fiel amigo del Temple al que se amaba por su vala y su forma de ser. An lloran su ausencia, Ebre..., y que yo recuerde, el hecho de ser musulmn jams disminuy su prestigio. Personalmente, no tuve el placer de conocerle, pero no quiero que olvides su lengua, se es un patrimonio que te leg y que algn da puede serte necesario. En cuanto a m, dej muy buenos amigos en Palestina, y algunos de ellos eran musulmanes... Lo sabras si alguna vez tuvieras el detalle de escuchar lo que te cuento. Simplificando, Ebre, yo no tengo esa clase de problemas, aunque es posible

    ~~3030~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    que t s te los hayas planteado. Y si es as, chico, no me compliques en tus absurdos desvaros.

    Ebre dio un largo suspiro, en silencio, decidindose por fin a descabalgar, imitando inconscientemente a Guillem en sus flexiones y aspavientos de brazos y piernas. Estaba cansado y de mal humor, slo deseaba dormir y que le dejaran en paz una semana entera. De pronto, se vio sacudido por una fuerte palmada en la espalda que le hizo perder el equilibrio.

    Despierta de una vez, seor susceptible, pareces ms muerto que vivo, por los clavos de Cristo! Deberas aprender de tu pobre caballo, tambin est reventado de cansancio y no por ello anda relinchando barbaridades.

    Y por qu tanta prisa, qu demonios sucede? Ebre se apart del joven con prudencia, no quera volver a recibir una palmada refrescante. Llevamos das corriendo como locos, como si se hubiera prendido fuego en todo el mundo, y no entiendo la urgencia. Te dijo algo ese ladronzuelo mercenario que no me hayas contado?

    No, chico, ya te lo he explicado unas cien veces, el tal Gombau no aport la menor luz a las tinieblas. Y el motivo de la urgencia es muy simple, tenemos rdenes de llegar a la Encomienda de Gardeny a toda velocidad, y como tambin te he enseado otras cien veces, las rdenes no se discuten en la Orden del Temple, se cumplen y basta. Queda claro?

    Clarsimo, tan claro que estoy igual que al comienzo. Mataste a ese hombre, Guillem, por eso me enviaste a comer? insinu Ebre, clavando sus ojos en Guillem para captar cualquier atisbo de disimulo.

    No, no lo hice, chico..., no vala la pena cansarse. En realidad, me limit a seguir tus sabias instrucciones y le arre un considerable leazo en tu honor. Yo tambin tena hambre. Guillem le dio la espalda, contemplando de nuevo la vista que se ofreca a sus ojos.

    Largos cinturones de muralla abrazaban la ciudad, defendindola y aprisionndola a la vez, destacando en un cielo de media tarde donde anchas bandas de nubes rosadas se alargaban perezosas. Frente a la colina de la Suda, se alzaba la de Gardeny, y en la extensa planicie de su cima eran visibles los edificios de la Encomienda del Temple, las orgullosas torres desafiando el paso del tiempo. Guillem mont de nuevo con suavidad, palmeando el poderoso cuello de la yegua al tiempo que haca una sea a Ebre.

    Sabes lo que deca mi maestro, Bernard, cuando era yo quien pona esa cara de burro muerto como la tuya? Sin esperar respuesta, Guillem inici una cancin a

    ~~3131~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    voz en grito, con una ronca y fuerte voz: La cara de asno te pesar, tu espalda se doblar y, con la nariz enterrada en la tierra, tu alma se perder.

    La mano resbal lentamente, aflojando la presin, las intensas venas azuladas que la recorran palidecieron, como caminos que olvidaran su trayecto a ninguna parte. Una sonrisa se extendi en sus labios en un gesto de profundo alivio, el dolor menguaba, viajaba lejos en un vano intento por atrapar uno de los senderos que marcaban las lneas azules de su mano. Entre sus parpados todava poda contemplar la imagen que quedara grabada para siempre en su memoria, acompandole en aquel viaje sin retorno. En su piel, el suave roce de los cabellos cobrizos, como olas de un mar de fuego que le protegan del intenso fro que empezaba a ascender por sus piernas. Un recuerdo atraves su mente como una espada afilada, los cabellos dispersos sobre una blanca almohada dibujando hermosas geometras imposibles..., cabellos que ardan, enmarcando un rostro sin facciones, envuelto en un espeso humo gris.

    Adalbert de Gaussac sinti cmo un grito se abra paso a travs de su garganta reseca, un alarido de terror escondido en algn lugar de su cuerpo, encerrado en una celda estrecha y olvidada. En un ltimo esfuerzo, el seor de Gaussac atrap la voz que pugnaba por escapar, con la frente perlada de sudor y angustia, incapaz de detener la marea de recuerdos que se agolpaban en su mente y que pasaban velozmente: Adalais, Adalais!. Cunta memoria desvanecindose en un tiempo que expiraba, cunta carga dejaba en sus frgiles hombros. Sus brazos perdieron fuerza y, por un breve instante, el miedo desapareci. El miedo! El fiel camarada que le haba acompaado durante toda su vida, una silueta opaca pegada a su piel que lentamente se haba apoderado de su alma. Perdname, Adalais, perdona mi cobarda, este horror profundo adherido a mis pobres huesos, ese espanto que es mi nico patrimonio! Ignoraba si sus palabras, como una brisa callada, haban logrado salir de sus labios. Acaso fueran slo pensamientos, murmullos demasiado tiempo encarcelados, que su voluntad ya no poda controlar. Una serena melancola le invada, suba por su cuerpo sin prisa y borraba cualquier sensacin de que alguna vez hubiera posedo carne y sangre, no era capaz de recordar ni el aspecto de su propio rostro. Quizs ni siquiera fuera su voz la que oa, alguien hablaba en el interior de su cabeza, un desconocido que susurraba palabras suaves.

    La encanecida barba de Adalbert de Gaussac se inclin hacia la izquierda, la luz le rodeaba, un fulgor azulado y clido que le envolva y le protega del fro helado. Olvid su nombre y el nombre de todos aquellos a los que haba amado, la historia que dejaba atrs sin rencor ni amargura, y entr en la luz sin una vacilacin. En su primer paso, not una sensacin extraa, la pesada culpa que le haba encadenado durante aos desapareci sin dejar rastro. Un paisaje familiar le rodeaba, caminaba junto a otros que le miraban con ternura, acercndose a un ordenado montn de lea.

    ~~3232~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    Una mano apret la suya y el reflejo brillante de un cabello en llamas le envolvi, el color del cobre pulido por el mejor artesano fue lo ltimo que sus prpados cerrados le permitieron ver.

    ~~3333~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    Captulo IIICaptulo III. Encomienda de GardenyEncomienda de Gardeny

    Los hombres que se consagran a Dios son los nicos que pueden establecer la diferencia entre la verdad y la mentira. Y ya que conocen la fina lnea que separa lo que ha de ser, de todo aquello que no debe existir, son los jueces indiscutibles de la Verdad que ha de perdurar. Y si para ello necesitan atravesar dicha lnea, nunca sern responsables de engao ni falacia, pues no es mentir recurrir a las fuertes vigas que soportan el peso ineludible de la nica Verdad. Y de su fe nadie puede dudar ni vacilar, y aquel que lo hiciera, a buen seguro se convertira en la esencia misma de la mentira.

    VERAT, cannigo

    No he podido convencerle, lo he intentado, os lo juro..., pero todo ha sido intil. El tono de voz se debata entre la excusa y la indignacin. Veris, no quera perder el tiempo. Adems, tena la intencin de detenerse en el monasterio de Gualter, en Ponts, creo que su abad no estaba muy dispuesto a cooperar con nosotros.

    Ya es suficiente, fray Ermengol, no os esforcis en encontrar excusas sin sentido. Esto no es lo que planeamos, ni tampoco lo que se me ofreci. Bertrn de Trmens contemplaba al dominico con aire hosco. Os dir lo que pienso, ser sincero con vos. Creo, simplemente, que fray Acard ha preferido llevar este asunto en solitario y, por descontado, exigir toda la gloria para l. No esperaba un trato corts ni justo de la Inquisicin, os lo aseguro, vuestra fama os precede.

    Por todos los santos, caballero, eso es una blasfemia! Una tercera voz intervino, nerviosa, su poseedor miraba a los dos contendientes con un perceptible temblor de manos.

    Blasfemia, cannigo Verat? La pregunta reson como un viento helado. Bertrn de Trmens se volvi bruscamente, encarando de frente al cannigo. Acaso creis que vuestro obispo aprobara vuestra presencia en esta reunin?

    ~~3434~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    No podis amenazarme, mis asuntos nunca han sido incumbencia del obispo!

    El enflaquecido cannigo retrocedi con la alarma en los ojos. Era un hombre de pequea estatura, delgado en exceso, con una amplia sotana que bailaba a su alrededor, buscando algn fragmento de cuerpo al que pegarse.

    Deberamos conservar la calma, seores, este enfrenta miento no nos lleva a ninguna parte. Bertrn, no me habis entendido, nadie piensa en prescindir de vuestros valiosos servicios. Fray Ermengol de Prades levant los brazos en un gesto de conciliacin. Debis comprender a fray Acard, amigo mo, estaba ansioso por solucionar el problema, slo se os ha adelantado unas jornadas, nada que vos no podis solucionar.

    Por un momento, los tres hombres se quedaron en silencio, suspendidos en el ambiente hmedo del claustro del convento de los Predicadores. En el aire flotaba una tensin que los mantena unidos, atados por un cordel invisible de textura resbaladiza. El cannigo Verat se pas un pauelo por la frente, en tanto observaba a sus interlocutores con desconfianza, sobre todo a Bertrn de Trmens, qu se poda esperar de un hombre semejante? Ni tan slo conoca las especiales leyes que regan en la ciudad de la Seu d'Urgell, en las que los cannigos se repartan el poder con el obispo, eran un poder por s mismos. Maldito entrometido!, pens con rencor; era lo nico que faltaba en aquel turbio asunto, un advenedizo convencido de su propia importancia.

    Entiendo lo que veo, fray Ermengol, nada ms. Pero tenis razn en algo, no debo preocuparme lo ms mnimo. Nuestro querido fray Acard se llevar una sorpresa, debera saber que no es prudente precipitarse en lo referente a temas serios. La carcajada de Bertrn sorprendi a los eclesisticos.

    No os entiendo, qu estis insinuando? Fray Ermengol intentaba disimular su asombro.

    Bertrn se apoy en el muro, con los brazos cruzados sobre el pecho. Era un hombre alto y corpulento, y se poda permitir el beneficio de contemplar a sus compaeros desde una altura considerable. El pelo lacio y negro estaba veteado por finas lneas grises en sus sienes, y su poderoso mentn cuadrado sobresala con determinacin. Los ojos, de un extrao tono verde, cambiaban de color como si poseyeran una desconocida virtud de adaptacin a la luz.

    Nada de insinuaciones, fray Ermengol. Simplemente os recuerdo que vuestro superior, fray Acard, ha emprendido un camino sin poseer los datos precisos, con la nica carga de su desmesurada ambicin, dando palos de ciego y confiando en su buena estrella.

    ~~3535~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    Eso no es posible, Bertrn, fuisteis muy claro en vuestra informacin, y... El fraile se call de golpe.

    Estis confesando que mentisteis! chill el pequeo cannigo, interviniendo en el duelo verbal.

    Oh no, no exactamente, cannigo Verat, Dios nos guarde de la mentira! Bertrn no se movi, sus ojos cambiaron de tonalidad al clavarse en Verat, y una sonrisa irnica se extendi por sus facciones. En realidad, lo nico que he hecho es procurar guardarme las espaldas. Ya os he dicho que la fama de los hombres de la Inquisicin no es demasiado buena, y no me gustara que con cualquier excusa me convirtierais en ceniza para alegrar una de vuestras piras.

    Exijo una explicacin, Bertrn, inmediatamente. A fray Acard no le gustan las chanzas, y mucho menos cuando hay algo tan importante en juego. Os aseguro que carece por completo de sentido del humor.

    La aparente calma de fray Ermengol disminua, su mente corra veloz en busca de una explicacin satisfactoria. No le gustaba Bertrn de Trmens, desde el principio haba sospechado de sus intenciones y de la informacin que pretenda vender, pero Acard haba atajado sus dudas sin un momento de vacilacin. Necesitaba que aquellos datos fueran parte de la realidad, era la ocasin que haba esperado tanto tiempo para subir en el escalafn y se impona su deseo de convertirse en el indiscutible sucesor del inquisidor general. Pero ste, Pere de Cadireta, no pareca muy entusiasmado con su trabajo y exiga a Acard un esfuerzo mayor, siempre insatisfecho en su obsesin por acabar con la ltima brizna de la hereja catara. Fray Acard, a su vez, intentaba impresionarle por todos los medios posibles, algunos de ellos bastante discutibles. Un escalofro de inquietud sec la boca de fray Ermengol, tema el carcter irascible y vengativo de su superior.

    Hablad de una vez, Bertrn, en esta casa no estamos para soportar vuestros absurdos juegos! Sus palabras restallaron como un eco que rebot en los muros de la galera, sin impresionar al hombre al que iban dirigidas.

    Por todos los santos, fray Ermengol, habis logrado asustarme! La burla impregnaba cada slaba. Veris, creo que os habis equivocado conmigo, no soy uno de los pobres desgraciados que mandis a la mazmorra para que se pudra en pago a sus chivatazos, no os hagis ilusiones. Slo necesit medio segundo para contemplar la ambicin de Acard, el brillo de la codicia del poder bailando en sus ojos. Le su mente con una claridad aterradora, y sabis lo que vi?... Que ya antes de proporcionarle la informacin, maquinaba las cien formas diferentes y posibles de hacerme desaparecer. Creis que es una forma elegante de hacer negocios?

    ~~3636~~

  • Nria MasotNria Masot La llave de oroLa llave de oro

    Ermengol de Prades no contest, no se le ocurra ninguna respuesta. Estaba claro que Bertrn era un hombre inteligente, no se dejara engaar con facilidad,