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Paul Gauguin & Vincent van Gogh. Cartas, 1888-1890Van gogh issue

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La presente edición recopila la correspondencia entre los artistas Paul Gauguin y Vincent van Gogh en torno a la realización del llamado «Estudio del Sur»; un proyecto de colonia artística donde ambos trabajarían y convivirían. Entre octubre y diciembre de 1888, intervalo en el que Gauguin se instaló con Van Gogh en la casa amarilla del pueblo de Arlés, la correspondencia reproducida se compone de una selección cartas que ambos artistas escribieron al benefactor del proyecto, Theo van Gogh, acerca de las vivencias compartidas y el aprendizaje mutuo de ambos artistas. La última parte de la edición, está dedicada a aquellas cartas que de nuevo volvieron a escribirse después de la marcha de Gauguin y la disolución del proyecto, y que continuaron hasta los últimos días de Vincent en agosto de 1890. Alrededor de estas páginas podemos apreciar la confrontación entre el «arte abstracto y simbólico» al que alude Gauguin y el naturalismo trascendente de Van Gogh.

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PAU L G AU G U I N

V I N C E N T VA N G O G H

C A RTA S

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PAU L

G AUG UINV I N C E N T

VAN G OG H

C ARTA S1888–189 0

IN T RO DU C C I Ó N

JUAN ÁNGEL LÓPEZ-MANZANARES

T R ADU C C IÓ N

GUIDO SENDER

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Paul GauguinLa visión tras el sermón o La lucha de Jacob con el ángel, 1888Óleo sobre lienzo. Scottish National Gallery, Edimburgo

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DE PAUL GAUGUIN A VINCENT VAN GOGH

Pont-Aven, ca. 26 de septiembre de 1888

Querido Vincent:Le respondo con mucho retraso: qué quiere que le diga, mi

estado enfermizo y afligido me deja a menudo en un estado de postración que me recluye en la inacción. Si conociera usted mi vida comprendería que, después de haber luchado tanto (de todas las maneras), tome aliento y en estos momentos repose. Su proyecto de intercambio, al que todavía no le he respondi-do, me seduce, y haré el retrato que usted quiera, pero todavía no. No estoy en disposición de hacerlo, habida cuenta de que lo que usted desea no es una copia de un rostro sino un retrato tal como yo lo entiendo. Observo al joven Bernard y todavía no lo tengo. Puede que lo haga de memoria, pero en cualquier caso será una abstracción. Tal vez mañana, no lo sé, me venga de golpe. En este momento tenemos una racha de buen tiempo que nos empuja a ambos a probar muchas cosas.

Acabo de hacer un cuadro religioso, muy mal hecho, pero ha-cerlo me ha resultado interesante y me gusta [p. 32]. Quería dárselo a la iglesia de Pont-Aven. Naturalmente, no lo quieren.

Un grupo de bretonas reza, vestidos negro muy intenso. Los gorros, blanco amarillo muy luminoso. Los dos gorros de la dere-cha son como cascos monstruosos. Un manzano atraviesa el lien-zo, violeta oscuro, y el follaje está dibujado en masas como nubes verde esmeralda con intersticios verde amarillo de luz solar. La tierra, bermellón puro. En la iglesia baja y se vuelve marrón rojizo.

El ángel está vestido de azul ultramar violento, y Jacob ver-de botella. Las alas del ángel, amarillo de cromo puro n.º 1. Los

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Carta de Paul Gauguin a Vincent van Gogh (boceto adjunto), ca. 26 de septiembre de 1888. Van Gogh Museum, Ámsterdam

cabellos del ángel, cromo n.º 2, y los pies, color carne anaranjado. Creo haber logrado una gran simplicidad rústica y supersticiosa con las figuras. En conjunto, muy severo. La vaca bajo el árbol es pequeñita comparada con la realidad, y se encabrita. Para mí en este cuadro el paisaje y la lucha no existen más que en la imagi-nación de las personas que rezan siguiendo el sermón; por esta razón hay un contraste entre la gente real y la lucha en su paisaje no real y desproporcionado.

En su carta parecía usted enfadado por nuestra pereza con el retrato, y eso me causa dolor; los amigos no se enfadan (en la distancia las palabras no pueden interpretarse en su justo valor). Otra cosa. Me mete usted el dedo en la llaga cuando se esfuerza

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en demostrarme que debo ir al Midi, habida cuenta de que sufro por no estar allí en este momento. Cuando usted me invitó a ir como parte de su plan, le escribí formalmente una última carta afirmativa, contento por el ofrecimiento de su hermano. En ningún caso contemplo fundar un taller en el norte, puesto que cada día espero una venta que me permita irme de aquí. La gente que aquí me da de comer, el médico que me atendió, lo hicieron a crédito y no me aceptarían ningún cuadro, ninguna prenda de vestir; con-migo son impecables. No los puedo dejar sin cometer una maldad que me perturbaría sobremanera. Si fueran ricos o ladrones no me importaría nada. Esperaré, pues. Por otra parte, si llegado el día no estuviera usted dispuesto y tuviera que decirme: «Demasiado tarde...», preferiría que lo hiciera enseguida.

Temo que su hermano, que aprecia mi talento, lo haya cotizado demasiado. Si encontrara un coleccionista o un especulador tenta-do por los precios bajos, que lo haga. Soy un hombre de sacrificios y querría de veras que comprenda que lo que haga me parecerá bien.

El joven Bernard llevará dentro de poco varios lienzos míos a París. Laval cuenta con venir a verme al Midi hacia el mes de febrero. Ha encontrado a alguien que le va a pagar 150 francos al mes durante un año.

Me parece ahora, mi querido Vincent, que cuenta usted mal. Conozco los precios del Midi. Dejando a un lado el restaurante, yo me encargo del mantenimiento de la casa por 200 francos al mes, con comida para tres. He llevado una casa y sé arreglárme-las. Más aún con cuatro. En cuanto al alojamiento, aparte de la suya, Laval y Bernard podrían tener cerca una pequeña habitación amueblada. Me gusta mucho la disposición de su casa de ensueño y se me hace la boca agua de ganas de verla.

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Bernard me habla de que él, Moret, Laval y otro querrían ha-cer un intercambio conmigo. En principio soy de veras partidario de los intercambios entre artistas, puesto que veo que los artistas japoneses le concedían un espacio considerable en sus vidas; así que un día de estos le enviaré los estudios que tengo disponibles ya secos, y usted podrá elegir el primero. Pero no le cambio ningu-no si por su parte tuviera que costarle algo tan importante como su retrato, que será demasiado bonito. Desde luego que no osaría. Puesto que mi hermano se lo compraría de buen grado a cambio de un mes entero de asignación.

DE VINCENT VAN GOGH A PAUL GAUGUIN

Arlés, 17 de octubre de 1888

Querido Gauguin:Gracias por su carta y gracias sobre todo por su promesa

de venir ya el 20. Ciertamente la razón que usted da no debe de contribuir a hacer del trayecto en tren un viaje de placer, y es normal que posponga su viaje hasta que pueda hacerlo sin líos. Pero aparte de eso, casi envidio ese viaje que le enseñará de pasa-da kilómetros y kilómetros de campos de diversa índole con los esplendores del otoño.

Sigo teniendo presente en la memoria la emoción que este in-vierno me causó el trayecto de París a Arlés. ¡Cómo miraba fuera para ver «si ya era Japón»! Qué chiquillada, ¿verdad?

Mire, le escribía el otro día que tengo la vista extrañamente cansada. Pues bien, descansé dos días y medio y luego me puse a trabajar. Pero sin atreverme aún a salir al aire libre, hice, siempre para la decoración [de la casa], un lienzo del 30 de mi dormitorio

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Carta de Vincent van Gogh a Paul Gauguin (p. 2/4), 17 de octubre de 1888

The Morgan Library & Museum, Nueva York

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Vincent van GoghLa habitación, 1888

Óleo sobre lienzo. Van Gogh Museum, Ámsterdam

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con los muebles de madera blanca que usted conoce. Y bien, me divirtió enormemente hacer este interior sin nada.

De una simplicidad a lo Seurat.En tonos planos, pero con pinceladas groseras y muy empas-

tadas, las paredes lila pálido, el suelo de un rojo roto y descolori-do, las sillas y la cama amarillo de cromo, los cojines y la sábana limón verde muy pálido, la manta rojo sangre, la mesita de aseo anaranjada, la palangana azul, la ventana verde. Quería expresar un reposo absoluto con todos esos tonos tan distintos, ¿sabe?, y sin más blanco que el de esa pequeña nota que da el espejo cuadrado negro (para incorporar también el cuarto par de complementarios).

En fin, lo verá con los demás y hablaremos de ello. Porque a menudo no sé lo que hago, trabajando casi sonámbulo.

Comienza a hacer frío, sobre todo en los días de mistral. He mandado poner gas en el taller para que tengamos buena

luz en invierno.Puede que Arlés le desilusione si viene en días de mistral, pero

espérese... La poesía de aquí penetra con el tiempo.No encontrará todavía la casa tan cómoda como poco a poco

lograremos que sea. Hay muchos gastos, y no se pueden hacer de una sola tacada.

En cualquier caso, creo que una vez aquí le dará a usted, como a mí, una furia por pintar los efectos del otoño, entre los perio-dos de mistral. Y que comprenderá que le haya insistido para que venga, ahora que los días son muy bonitos. En fin, hasta la vista.

Siempre suyo, Vincent

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creas que estoy desfalleciendo. Lamento, como siempre, ya lo sabes, la escasez de modelos, las mil contrariedades para vencer esta difi-cultad. Si fuera otro hombre completamente distinto y más rico, eso lo podría forzar, pero actualmente no me rindo y cavo sin hacer ruido.

Si con 40 años hago un cuadro de figuras como el de las flo-res del que hablaba Gauguin, como artista ocuparía un lugar a la altura de cualquiera.

Así que perseverancia. Mientras tanto te puedo decir que los dos últimos estudios

tienen bastante gracia. Lienzos del 30, una silla de madera y mim-bre toda amarilla sobre baldosas rojas contra una pared (de día) [en esta página]. Luego el sillón de Gauguin rojo y verde [p. 77],

Vincent van Gogh. La silla de Van Gogh, 1888Óleo sobre lienzo. The National Gallery, Londres

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efecto de noche, pared y suelo también rojo y verde; en el asiento dos novelas y una vela. En lona y empaste graso.

Lo que te digo de reenviarme los estudios, no corre ningu-na prisa, y me refiero a los malos que, pese a todo, me servirán de documentos –o los que te incordian en el apartamento–. Además, acerca de lo que digo de los estudios, mantengo una sola cosa: que la posición sea clara. No hagas negocios para mí fuera de la casa; por mi parte, o bien no volveré jamás donde los Goupil, lo que es más probable, o bien volveré e iré de frente, lo que es bastante imposible.

Apretón de manos otra vez y gracias por todo lo que has he-cho por mí. Siempre tuyo,

Vincent

Vincent van Gogh. La silla de Gauguin, 1888Óleo sobre lienzo. Van Gogh Museum, Ámsterdam