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Presencia Apostólica 1

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Presencia apostólica La voz de San Judas Tadeo El número mayo-junio 2012 nos habla de los Dones y los Frutos del Espiritu Santo y la importacia de compartir sin perder ese niño Interior.

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2 Presencia Apostólica

realizando labores de evangelizacióny promoción social en:

Ven a vivir la alegría de servir

n Xochitepec, Montaña Alta de Guerrero n El Ciruelo y Lo de Soto, Costa Chica de Oaxaca

n Ciudad Juárez n Nuevo Laredon Torreón n León n Morelian Guadalajara n D.F. n Tolucan Cuauhtenco, Estado de México

n Y en más de 60 países

MISIONEROS CLARETIANOS

Presencia Apostólicade San Judas Tadeoen la Radio

Cápsula devocionalAhora los domingos a las 8:55 a.m.

ABC radio 760 AM

Ilust

raci

ón: L

eticia

Asp

rón

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2 Editorial

3 Vida cotidiana

4 Aventuras de un misionero

6 Conoce más sobre san Judas Tadeo

8 El niño interior: ese pequeño perdido y olvidado que siempre nos acompaña

10 La importancia de compartir

1 2 Un país sin bigotes

1 5 Refl exiones

1 6 Los dones y los frutos del Espíritu Santo

1 8 El cristiano ante las elecciones

19 A manera de fermento

20 De la Palabra a la acción

CONTENIDODirectorErnesto Mejía Mejía, CMF

Consejo EditorialAlejandro Cerón Rossainz, CMFJosé Juan Tapia, CMFAlejandro Quezada Hermosillo, CMFEnrique Mascorro López, CMFRené Pérez Díaz, CMFErnesto Bañuelos C.

EditoraMarisol Núñez Cruz

Corrección de estiloErnesto Bañuelos C.

ColaboradoresEnrique A. Eguiarte Bendímez, OARJesús García Vázquez, CMFJuan Carlos Martos, CMFEnrique Marroquín Zaleta, CMF

Arte y DiseñoMirta Valdés Bello

DistribuciónLiga Nacional de San Judas Tadeo

PRESENCIA APOSTÓLICA, La voz de San Judas Tadeo, es una publicación bimestral. Editor respon sable: José Juan Tapia Tapia. Edi-tada por la Liga Nacional de San Judas Tadeo, A.C. Registro No. 04-2008-041014062100-102. Número ISSN 1665-8914 Distribuida por el Templo Claretiano de San Hipólito y San Ca-siano, A.R., Zarco 12, Col. Guerrero, C.P. 06300, México, D.F. Publicación Claretiana. El material contenido en Presencia Apostólica puede ser reproducido parcialmen te, citando la fuente y sin fi nes comerciales.Tel: (55) 55 18 79 50 Fax: (55) 55 21 38 89mail: [email protected]úmero suelto: $15.00 M.N. / $2.50 US.Suscripción anual: $150.00 M.N. / $25.00 US.(Incluye gastos de envío).

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EDITORIAL

Nosotros somos la tierra en la que tienen que germinar las semillas del Reino de Dios; en nosotros se tienen que desa-rrollar, hasta que lleguen a dar los frutos esperados. Nos explica el evangelio que esas semillas germinan y crecen,

aunque no sepamos cómo lo hacen… y, dentro de la misma analogía, podemos decir que somos tierra fértil y llena de vida, gracias a que re-cibimos la lluvia del Espíritu Santo. Recibir al Espíritu Santo implica de nuestra parte una apertura y un deseo de hacerlo.

La manera en que el Espíritu Santo nos vivifi ca es a través de sus dones, como son la sabiduría para decidir cómo actuar y la fuerza para actuar en consecuencia. Lo que la acción del Espíritu produce son sus frutos, como el amor, la alegría y la paz que experimentamos y compartimos con quienes nos rodean, cuando nos dejamos mover por el Espíritu de Dios. El Espíritu nos hace sentir el amor del Padre y nos fortalece para continuar la misión de Jesús.

En este número ofrecemos artículos para seguir creciendo y desa-rrollándonos como personas, a través de conocernos mejor, así como para ser más conscientes de la importancia de compartir con otros nuestras experiencias y aprendizajes, ya que los dones del Espíritu son para el bien común.

Recibir y compartir los dones del Espíritu

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AVEMARíADios te salve María,

por la luz de la luz transfi gurada,Dios te llena y te guía

y el fruto de tu vientrees tu mirada.

Dios te salvó, María.Te llenó de su fuerza

complaciente, como el fuegodel sol llena la aurora,como el agua la fuente.

Maduró con su luz y su ternurael fruto de tu amor y de tu vientre.

Santa María, hija del pueblo,madre paciente, fi el, generosa,

pobre y rebelde...Míranos peregrinos,vacilantes, cultivandoeste viejo paraíso,caminando haciatu cielo lentamente.

No queremos cansarnosde este mundo, ni buscamos

un refugio celeste.Pero tú no te canses de mostrarnos

la meta, los caminos, ahora y siempre.

“Ave María” es una expresión compuesta de la voz latina ave, empleada como saludo, y el nombre de la virgen María.

La oración “Avemaría” está compuesta por dos partes. La primera contiene dos pasajes de la Biblia. El primero es la cita de las palabras con las que el arcángel san Gabriel saludó a la virgen María en el momento de la Anuncia-ción del nacimiento de Jesús: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» (Lc 1,28)

El segundo pasaje bíblico que se cita con-tiene las palabras con que santa Isabel, pri-ma de la virgen María y madre de san Juan Bautista, inspirada por el Espíritu Santo, la saluda al recibir la visita de la madre de Cris-to: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.» (Lc 1,42)

La segunda parte de la oración fue agrega-da por la Iglesia y es la petición de la interce-sión de la virgen María.

El Ave María ha sido uno de los principa-les textos musicalizados por los composito-res, desde la Edad Media y el Renacimien-to. La más conocida es la célebre versión de Franz Schubert.

Vida cotidiana

El Ave María

Arbeloa-VM.Cantos de fi esta y lucha en www.mercaba.org

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4 Presencia Apostólica

Aventuras de un misionero

Monterrey es una ciudad muy ca-liente en primave-ra, verano y otoño y frigidísima en in-

vierno; muy extremosa en cuanto al medio ambiente. Ahí viví tres años. Desde mi punto de vista, la gente vive intoxicándose con-tinuamente, pues se come mucha carne, mucho cadáver de res, de cabrito, de pollo... Claro que tam-bién me encantó comer cabrito ¡Mm, que rico! Igual las parrilladas de carne de res con chile morrón y harto queso, sin faltar las cebo-llitas. Y, con el pretexto de digerir estos suculentos platillos hay que beber tequila, cerveza o de perdi-da coca cola. Y claro, hay mucha gente obesa, con problemas car-diacos, con gota, o cáncer. Y a pro-pósito de cáncer…

En una noche muy tenebrosa y fría me pasaba las horas en silen-cio. Entonces escuché las once y media de un reloj, así como lo que tal vez serían los aleteos de un cenzontle que bajaba.

Ya cansado le daba gracias al Santísimo porque ese día me permi tió subir hasta la cum-bre del famoso Cerro de la Silla desde donde se contempla, en-tera, la hermosísima ciudad in-dustrial de Monterrey.

De repente me quitó la ins-piración el rin, rin del timbre de la puerta. Como los otros padres ya estaban descansando fui yo a contestar. Y, ¡cuál va siendo mi sorpresa!, quien llamaba era una señora bañada en lágrimas, páli-da, cadavérica, como de cuaren-ta años, pero que parecía como de setenta, acompañada por otra persona que sí tenía los setenta

pero que se veía más joven que la de cuarenta.

–Padre, disculpe la molestia a esta hora. Vengo a confesarme y a que me ponga los santos óleos porque me dijo el doctor que sólo me queda una semana de vida.

Yo, al verla, casi le digo: “¡Ay señora, así como viene, no creo que amanezca para mañana!”, pero me contuve. Ella prosiguió:

–Tengo cáncer, padre, y el doctor dice que ya estoy invadi-da. La quimioterapia y las radia-ciones han sido muy agresivas y son tremendos los dolores que me causan y, además, ya termi-né con todo lo que tenía para pa-garlas y ya no tengo dinero. En esos momentos recordé el descu-brimiento que hizo un monje so-bre las propiedades de la sábila mezclada con miel y un poco de aguardiente que ayuda a curar el cáncer, alimenta, regenera los te-jidos y es muy económico.

En fin, me armé de valor para tratar de reanimarla y le dije:

–Señora, tranquilícese que na-die se muere si Dios no lo permite. Para el médico, de acuerdo con su ciencia, clínicamente, ya no hay remedio, por eso le dijo eso, pero falta lo que Dios diga. Mire, nos vamos a jugar la última carta. ¿Se anima a hacer lo que yo le diga? Y lo demás se lo dejamos a Dios.

–Sí, padre, pero ya no ten-go alientos para hacer nada. Me contestó muy desanimada.

–Bueno, bueno, entonces se va a beber lo que yo le dé– le dije re-suelto a prepararle el brebaje de la sábila y me dije a mí mismo: “Aho-ra es cuando hay que poner en práctica lo que dice el monje…” Sin más, fui a cortar una hermo-

sa penca de la susodicha planta, le quité los piquitos, bien lava dita la hice pedacitos y la puse en la licua-dora con todo y cáscara, le puse su medio litro de miel y una copa de tequila, todo esto bien licuadi-to se lo puse en un frasco de vi-drio y le indiqué que se tomara una cucharada sopera quince mi-nutos antes de cada alimento. No cabe duda que la fe mueve monta-ñas porque cuando le dí el frasco se le iluminaron los ojitos como si estuviera segura de que con eso se curaría.

Les soy sincero, yo pensé que la señora se moriría en dos días, pero cuál va siendo mi sorpresa, que a los ocho días la señora lle-gó, casi igual de amolada pero muy contenta (eso ya era ganan-cia), porque no se había muerto como se lo anunció el doctor. Y me dijo:

–Padre estoy contenta porque no me he muerto y aquí le traigo un regalo.– ¿Qué creen que era? Una hermosa y potente licuadora de muy buena marca.

–Y además, padre, ya me sien-to con más fuerzas y ánimos. El próximo frasco de sábila, me lo preparo yo.

Hasta entonces se me acaba-ron las dudas de lo que podría hacer la sábila y decidí tomarla como preventivo contra el cán-cer y hasta me corrigió una fuerte gastritis que por esos días traía.

¡Qué grande es Dios que nos proporciona los medios para cu-rarnos naturalmente! Y, claro que hay que reconocer a los buenos médicos que reconocen que es mejor prevenir una enferme-dad con una buena alimentación, que curarla.

Una señora de MonterreyJesús García Vázquez, CMF

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Últimamente he aprendido que también se puede ayudar a preve-nir y curar el cáncer, comiendo es-párragos, guanábana, Noni, y to-mando, después de cada comida, un vaso de agua de limón sin azú-car y una cucharadita de bicarbo-nato. Todo esto fundamentado en estudios que se han hecho. Pero eso ya investíguenlo ustedes para no hacerles el cuento largo.

Quiero terminar esta charla compartiéndoles un poco más de mi experiencia: Mi preocu-pación por la salud del cuerpo ha ido unida a la preocupación por la salud del alma y la mente. Ya lo dice la antigua cita que sue-len repetir los deportistas: “mente sana en cuerpo sano” Ya les he ex-plicado que me ha tocado hacer-la de médico. San Antonio María Claret, nuestro fundador, viendo que en algunos pueblos a donde iba no había médico, se las in-geniaba para curar, leyendo algu-nos libros de medicina. Así, me tocó vivir a mí en la sierra de Guerrero. Y, con la experiencia, me fui dando cuenta de que ha-bía enfermedades que respon-dían muy bien a tratamientos con plantas y algunos otros productos naturales, como la miel, la jalea real, el polen etc. De manera que la búsqueda de alternativas natu-rales para la salud se convirtió en parte de mi vida misionera.

Me encanta la naturaleza y he visto cómo Dios es tan maravi-lloso que pone a nuestro alcan-ce los más variados medios para curar cualquier enfermedad. Hay variedad de plantas, raíces y pro-ductos del campo que ni nos ima-ginamos su utilidad para prevenir enfermedades. La mayor parte lo he aprendido en las misiones y cuando propongo algo es porque lo he experimentado.

Nada menos ahora que me fui de misiones a la Costa Chica, me

tocó llegar a Corralero, ahí me dieron un agua fresca de moringa y me dijeron que era una maravi-lla para adelgazar, para diabetes, artritis y muchas otras cosas. En el Internet he aprendido más co-sas. Ya busqué la moringa en In-ternet y parece que es una mara-villa. En el pueblo de Corralero una persona me dio un testimo-nio. Me platicó que le desapare-ció algunos achaques y hasta se le aclaró la vista.

Yo sé que Dios nos va a llevar un día con Él, pero los años que nos deje aquí que los vivamos sa-ludables y dándole gloria. Y ¿qué tal si se le ocurre dejarnos más años de los que nos imaginamos?

Evitemos comer carnes rojas. Lácteos, a menos que sea leche de soya. Las cremas, mantequillas, alimentos enlatados y todo tipo de harinas, favorecen la formación de células cancerígenas. Si de plano hay que comer grasas, no le eche-mos nada frío, porque la grasa se hace pelotas en el cuerpo y no se digiere y acabamos por conver-tirnos en una enorme pelota o un enorme “rotoplás”.

Les aconsejo que nutran más su cuerpo y lo contaminen me-nos, que consuman más alimen-

tos naturales y no procesados. Ya verán cómo se curan de muchas enfermedades. Yo creo que el arte de ser feliz se basa en saber puri-ficar el cuerpo y el alma.

Y por último, con el tiempo he aprendido que hay algunos médi-cos que no aman a sus pacientes pero sí los “quieren” mucho. Y, como decía José José en la can-ción que cantaba: “Amar y que-rer no es igual” (les recomiendo que la escuchen). Y es cierto que el que quiere, tiende a sacarle al otro hasta lo que no tiene; y el que ama, tiende a dar todo lo que tiene a la persona amada hasta la propia vida, como lo hizo Cristo por nosotros…

Hasta la próxima.

Aventuras de un misionero

La publicación de este artículo no justifica dejar de recurrir al tratamiento médico especializado en el nivel que corresponda, según el caso. Hay que tener en cuenta que los avances de la medicina han permitido a una gran cantidad de personas curarse de muchos tipos de cáncer, sobre todo cuando el diagnóstico se hace oportunamente.

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6 Presencia Apostólica

Iconografía (descripción de la imagen) n Lo más signifi cativo en las representaciones del

apóstol san Judas Tadeo es portar en el pecho la imagen de Jesucristo, simbolizando que lo lleva en su corazón, que es parte central de su perso-na. Como misionero san Judas Tadeo llevó a Cris-to a los pueblos paganos.

n Se le representa con las armas o herramientas que la tradición ha asociado con su martirio: mazo, hacha o espada.

n La llama que aparece sobre su cabeza representa el fuego del Espíritu Santo y simboliza su presen-cia en Pentecostés.

n En el simbolismo medieval se consideró la piedra crisopasa (piedra preciosa, variedad del cuarzo) como atributo del apóstol san Judas Tadeo.

Advocación y popularidad enEstados Unidos, Canadá, América Latina y México Es el patrono de las “causas difíciles”, advocación que lo ha convertido en uno de los santos más in-vocados popularmente. Su fi esta se celebra en la li-turgia católica el 28 de octubre, aunque el pueblo lo recuerda los días 28 de cada mes.

La devoción a san Judas Tadeo se ha esparcido en muchos lugares del mundo. Los siguientes son solo ejemplos de lugares de nuestro continente, pero en realidad son muchos más.

n La devoción al apóstol se ha extendido en todo Estados Unidos. Comenzó en Chicago, donde se encuentra el Santuario Nacional de San Judas Tadeo, fundado en 1929 por los misioneros cla-retianos. En la misma ciudad se encuentra otro santuario a cargo de los frailes dominicos.

n En Chile los misioneros claretianos comenzaron a promover la devoción a san Judas alrededor de 1920. Actualmente tienen a su cargo el Santua-rio Nacional de San Judas que se encuentra en la ciudad de Santiago.

n Es popular en Perú, donde se han fundado varias hermandades que llevan su nombre.

n En Panamá es uno de los santos de mayor devoción.n En Guatemala es considerado el patrono de los

negocios y los trabajos.n En Cuba existe una extendida devoción por san

Nuestra devoción

Conoce más sobre san Judas Tadeo

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Nuestra devoción

Conoce más sobre san Judas TadeoJudas Tadeo. Se le invoca por su patrocinio ante los “casos imposibles, difíciles y desespe rados”. Su imagen está en la Parroquia de San Judas y San Nicolás en La Habana, donde acuden miles de devotos en la fi esta del 28 de octubre. Joco-samente también es invocado en la isla como el “abogado de las visas”.

n En México la devoción a san Judas Tadeo se ha extendido por todo el país, destacando la capital cuya mayor actividad se concentra en el Templo de San Hipólito, ubicado en la esquina de Av. Hidalgo y Paseo de la Reforma, donde miles de devotos acuden cada 28 y en especial en la fiesta del 28 de octubre. También desta-can en esta devoción los estados de Hidalgo y Puebla.

El sentido de las imágenes religiosasn Las imágenes sagradas son parte del patrimonio

artístico y cultural que podemos encontrar en iglesias y santuarios.

n Nunca debemos olvidar que los honores tributa-dos a las imágenes se dirigen a las personas que ellas representan y no a las imágenes mismas.

n Según la enseñanza de la Iglesia, las imágenes son traducciones iconográfi cas (es decir representa-ciones) del mensaje evangélico. Representan ac-titudes muy acordes con el Evangelio: “Imagen y Palabra se esclarecen mutuamente.” (Cfr. Cate-cismo de la Iglesia Católica, 1160).

n Son recuerdo de nuestros hermanos santos que continúan participando en la historia de la sal-vación y son un estímulo para la imitación de la fi delidad a Cristo, así como de la apertura al Es-píritu Santo.

n Ayudan a la oración y a la meditación: «La be-lleza y el color de las imágenes estimulan mi oración. Es una fi esta para mis ojos, del mismo modo que el espectáculo del campo estimula mi corazón para dar gloria a Dios.» (San Juan Damasceno)

n «La veneración de su memoria redunda en pro-vecho nuestro, no suyo. En cuanto a mí, confi e-so que, al pensar en ellos, se enciende en mí un fuerte deseo.» (San Bernardo)

n Todas las imágenes de los santos hacen referencia a Cristo que es glorifi cado en ellos. (Ibid., 1161)

San Judas Tadeo, Apóstol de Jesucris-to, que diste la vida para dar testimonio de la fe cristiana y que ahora, junto a tu Maestro, el Señor Jesús resucitado, gozas plenamente de la vida de Dios, intercede por nosotros, los que toda-vía caminamos hacia el Padre; bendice nuestros hogares, que haya en ellos paz y alegría; protege a los que trabajamos en el campo o en la ciudad, que constru-yamos unidos en la justicia una Patria li-bre y próspera para todos los habitantes de esta tierra.

Fortalece nuestra fe en el Señor Jesús, aumenta nuestra esperanza en la venida de su Reino y haz que junto con María, la Madre de Jesús, nos amemos todos como hermanos. AMEN

Santuario Nacional de San Judas Tadeo,Santiago de Chile. www.sanjudas.cl

Oración a San Judas

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8 Presencia Apostólica

Crecimiento personal

“Se busca niño pe-queño, con cara de inocencia pero con muchas he-ridas en el alma,

con características personales pare-cidas a las propias, pero correspon-dientes a la edad infantil. Se per-dió hace mucho tiempo, tanto que casi es olvidado, aunque él nunca ha dejado de dar señales de que-rer ser visto. Quien lo localice se dará cuenta de que está hambrien-to de amor, aceptación, valoración y otros elementos que lo hubieran hecho un ser más feliz. Pero cuida-do si lo encuentras. Tiene su peli-gro el descubrirlo, ya que implica aceptar dolores y recuerdos difíci-les. Después de hallarlo se tiene la necesidad de hacer cambios que lo transformen de un ser, proba-blemente, poco vivo y deshonesto en un ser con vida y autenticidad. Recompensa: Encontrarte contigo mismo y volverte íntegro y com-

prometido con la vida.”Si hubiera un anuncio como

este por cada niño interior, se-guramente no habría sufi cientes lugares para su publicación. Pero lo paradójico es que una gran ma-yoría no ayudaría a encontrarlo o, de ser posible, evitarían que fuera encontrado. Quien encuentra a su niño interior comienza a ser él mismo y su ejemplo es una invita-ción para otros a seguir sus pasos. En esto radica su peligrosidad.

En el ser humano coexisten el presente y el pasado

En el ser humano coexisten el pre-sente y el pasado, de hecho entre ambos se alimentan. Lo que vivi-mos marca los surcos por los que seguiremos en la vida. Voltear a ver y entender lo vivido nos da la posi-bilidad de corregir y darle nuevas interpretaciones y, con esto, gene-rar renovación y cambio. El mejor ejemplo de esto es que el adulto coexiste con el niño que alguna

vez fue, el cual entre más lo tra-temos de olvidar, minimizar o de-formar, en mitos que nunca ocu-rrieron –como suele ser la creencia en infancias “felices”_, más ciegos nos volvemos a su presencia e in-tervención en nuestra vida actual.

Por más lejana que nos parezca hoy aquella etapa infantil, sus im-plicaciones en la vida adulta son una realidad. Lo que en muchos autores, cursos y pláticas psicoló-gicas se ha llamado el niño interno, no es otra cosa que aquel pasado, de cuando éramos menores, que generalmente es como una herida abierta y presente de manera dolo-rosa y activada. Desconocer esto muchas veces nos impide actuar en el ahora, disfrutando nuestra vida y resolviendo los problemas con adultez y objetividad.

Observemos que ni siquiera es la totalidad de la niñez que vivi-mos lo que nos aqueja o se hace presente, sino que muchas veces perdemos los aspectos positivos y renovadores de nuestra experien-cia infantil, como son: la energía, la capacidad de sorprenderse en la vida, la apertura de corazón a los otros y a la vida, así como la ho-nestidad y verdad con las que nos abrimos paso y fl uimos en aquella etapa. Lo que se nos suele presen-tar de aquellas épocas son por lo general eventos o factores recu-rrentes que tuvieron cargas negati-vas (como situaciones agresivas de los padres, abandonos, descalifi ca-ciones, comparaciones constantes con otros hermanos u otros niños, etc.) y que ahora reactivamos de forma dolorosa, no como la perso-na que ahora somos, sino como el niño que entonces fuimos.

Partamos del principio de que las diversas etapas que hemos vivido no desaparecen de nuestro mundo interno. El pasado, especialmente el de la niñez, está siempre pre-sente con dos posibilidades o caras

8 Presencia Apostólica

Dinko Alfredo Trujillo Gutiérrez

El niño interior:ese pequeño perdido y olvidado que siempre

nos acompaña

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que, al no ser vistas o atendidas, tendrán repercusiones posteriores. Estas pueden repercutir tanto en el sentido positivo como negativo, tanto en cualidades como en de-fectos y dolores. Pero dejan siem-pre huellas en nosotros, sea la cara que sea. En el caso del lado nega-tivo o doloroso, sobre todo cuanto más significativas e intensas hayan sido este tipo de experiencias, la impronta que marcan está siempre latente. Por esta razón puede suce-der que conforme crecemos nos volvemos más complejos y, a ve-ces, crípticos y confusos, hasta para nosotros mismos. Parte de esos lu-gares ocultos y que no terminamos de entender de nuestra identidad estriba en aquel pasado olvidado, pero que no es borrado aunque lo pretendamos. El pasado que nos marcó son heridas abiertas que no sanarán, mientras no sean vistas y curadas para volverse cicatrices. Un pasado no visto, entendido y sanado nos hace más complicados y más alejados de nosotros y de la vida misma.

Somos la suma de fases y expe-riencias, por lo que no es posible despojarnos de nuestra infancia: cuanto más se trata de olvidarla, más se hace presente, pero tras-tornada. Así, cuando no le damos cabida y lo entendemos, conver-timos a aquel niño que fuimos en un pequeño tirano que domina áreas centrales, desde esos lugares olvidados que son su escondite, donde se deforma en la oscuridad y, especialmente, en el olvido. Un signo que denota que estamos con pendientes e inclusive atrapados en una fase de desarrollo pasado es el comportamiento motivado por sentimientos y/o ideas infan-tiles o paternales que puede llegar a presentarse de forma exagerada. Como cuando somos y nos com-portamos ya sea como los niños o como la madre o el padre de otro,

sea quien sea, en situaciones en que corresponde ser adulto y ma-duro, donde correspondería dejar que cada quien cargue con la pro-pia responsabilidad y pretende-mos cargar con la responsabilidad de otros o que otros carguen con la nuestra. Estos comportamientos extremos nos hablan seguramente de pendientes que corresponden a nuestra época infantil.

Liberarse del pasado no esdesconectarse de su sabiduría

No hay que olvidar que el pasado puede ser un recurso que nos vivifi-que y alivie, pero, mal manejado y tratado, puede también ser una urna que nos encierre y aísle de la vida y de lo que ésta nos da y depara. Si bien hay que liberarse del pasado, para dejar de ser su prisionero, tam-bién se necesita estar conectados con él, para obtener aprendizaje, crecimiento y fuerza. Un niño inte-rior visto, bien tratado y aceptado nos trae a un adulto pleno y madu-ro. Paradójicamente estar fijado en el pasado es negarlo y rechazarlo. Vivir peleando con lo que ya pasó, especialmente con las viejas histo-rias, hace que no vivamos el pre-sente. Por lo que habría que dejar de luchar contra el propio pasado y estar, al mismo tiempo y cuando es pertinente, conectados con él. Esto nos dará la sabiduría y la libertad necesarias para navegar por las co-rrientes de la vida y responder así a nuevas oportunidades.

Enfrentar el pasado vivificael presente

Partamos de que enfrentar el pasa-do vivifica el presente. Por lo que habrá que empezar por deshacer-nos de mitos que o se han hecho en familia o hemos construido, generalmente para tapar verdades dolorosas y evitar tener que derri-bar imágenes que no nos dejan ver a las personas reales que nos acompañaron y que, probablemen-te, fueron y son significativas en

nuestra vida, como es el caso de los padres. Necesitamos empezar por derribar primero el mito de la infancia feliz o infeliz, pues los ab-solutos de las historias excluyen sus opuestos. Las infancias perfectas generalmente ocultan mucho dolor y descalabros, mientras que las que se titulan las más infelices no dejan ver lo bueno y a las personas que sí estuvieron ayudando y amándo-nos. Es necesario que en primer lugar veamos quienes fueron real-mente los padres que nos tocaron. A veces se toma como que ver lo que realmente fueron equivaliera a juzgarlos, pero hay que tener en cuenta que una equivocada acti-tud de respeto lo único que hace es una deformación de papá y mamá, que si no fueron santos no les toca estar en altares. Los padres que se suelen tener en altares o pe-destales en realidad están lejos de ser padres reales. Los padres reales son siempre humanos y así deben ser, pues de ellos y de sus aciertos y errores es de donde aprendemos precisamente a ser humanos. Tam-bién habría que considerar con humildad qué es lo que hay de verdad y de realidad respecto a las familias y los mitos de sus orígenes, de los personajes importantes (como los abuelos o tíos destacados, etc.) y del orgullo o la vergüenza de al-guna de las familias de proceden-cia, materna o paterna. En fin, se trata de hacer un análisis profundo y auténtico que nos muestre nues-tras raíces, ya que sin éstas no se-riamos lo que somos ni podríamos sostenernos en la vida. Este mundo familiar es el que enmarca al niño que todos llevamos dentro y mues-tra por qué es como es y qué nece-sita para permitirnos ser plenos en nuestro presente.

El autor es licenciado en psicología y filo-sofía con maestrías en terapia familiar y de pareja. Terapeuta, catedrático universitario y conferencista.

Crecimiento personal

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Aveces escuchamos el refrán “Al que parte y reparte le toca la mejor parte” que se refi ere a que, cuando

hay que repartir algo, el que repar-te podría caer en la tentación de verse beneficiado… en el caso de quien comparte, he tenido la oportunidad de verifi car que ese sí se queda con la mejor parte, y sin quitársela a nadie, pues cuan-do compartimos, el bien se multi-plica y la resonancia que impacta en nosotros es maravillosa.

Cuando se ama se comparteEl evangelio nos lo dice: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22,39) y, cuando se ama, compar-tir es una necesidad que se da de la manera más natural. Claro que compartir no se limita sólo a cues-tiones materiales, también se com-parte una sonrisa, el optimismo, el conocimiento, la esperanza de que siempre lo mejor está por venir, etc.

Por otra parte, el Evangelio nos da también la “regla de oro” para convivir: “Traten a los demás como quieren que los demás los traten” (Mt 7,12). Tener en cuenta estas dos referencias mejorará nues-tra capacidad de compartir y nos mantendrá a salvo del egoísmo que muchas veces es el principal impedimento para lograrlo. Compartir nos hace fuertes ante

la adversidad Compartir con nuestros semejan-tes no sólo las bendiciones y si-tuaciones positivas, sino también aquellas que nos afectan negati-vamente, es un principio saluda-ble y liberador.

Como producto de mi expe-riencia personal, en repetidas opor-tunidades he comprobado que muchos problemas vivenciales de otras personas o propios, resul-tan menores, menos agravantes o más rápidamente solucionables, si los afectados los compartimos

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¿Por qué elijoperdonar?

Desarrollo humano

La importanciade compartir

Gylda Valadez Lazcano

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con otras personas, pues el hablar hace la carga menos pesada, y muchas veces compartir nuestros temas y problemas con otros nos da ideas diferentes a las nuestras y eso enriquece y amplía nuestra visión, dándonos mayores posi-bilidades para salir adelante. Así funcionan los grupos de apoyo o grupos de terapia y, de hecho, por naturaleza la gente tiene la necesidad de reunirse para afrontar necesida-des y problemas.

A veces la vida nos ha puesto ante situacio-nes para compartir, y México es un país a toda prueba, pues las adversi-dades a las que nos he-mos enfrentado nos han mostrado que sabemos hermanarnos para apo-yar causas nobles como auxiliar a nuestros com-patriotas en necesidad, cuando se han presen-tado desastres naturales como temblores, inundaciones o sequías. Entonces hemos compar-tido lo que tenemos con el afán de dar bienestar a otros que lo están necesitando. También tenemos el ejemplo de los japoneses en la catástrofe de hace un año. La ma-yoría trataba de mantener la ética que aprendieron desde niños: dar lo mejor de sí mismos buscando el bien del grupo, llegando incluso a suprimir sus propios sentimientos.

Compartir es participarCompartir no es exactamente lo mismo que dar. Su diferencia es esencial, pues compartir, además de significar repartir y distribuir, implica participar, gozar y disfrutar, o en su caso, sufrir con los otros. Compartir se refiere a lo que tene-mos y somos; de persona a perso-na, de igual a igual en dignidad e importancia. Dar muchas veces lo entendemos como desprendernos

de lo que nos sobra, como algo que va del que tiene al que no tie-ne, del que sabe al que no sabe.

Compartir es un arte que tiene que ver con vivir la vida de forma ligera, sin tanta expectativa y sin tomarnos las cosas de manera tan personal. Dar, por el simple he-cho de hacerlo con la franca in-tención de que quien lo recibe lo

pueda ver así de la misma forma sencilla. Sin embargo, es respon-sabilidad de cada persona cómo recibe aquellas cosas que la vida nos brinda, muchas veces a tra-vés de personas que se cruzan en nuestro camino.

Compartir nos enriquece Al fin de cuentas, todo aquello que damos o hacemos se nos re-gresa multiplicado. Entonces por donde lo queramos ver, compar-tir tiene un impacto positivo en las partes participantes. Cuántas veces, después de un día azaroso lleno de ajetreo, una sonrisa nos devuelve la paz y pensamos que vale la pena seguir adelante.

En resumen, estamos compar-tiendo un país, el planeta y la vida. Entonces despleguemos el arte de compartir. Parece magia. Cuando uno comparte se genera una ener-gía que propicia el encuentro con

personas que están en la misma intención y se inicia una asocia-ción que atraerá a más personas a aquello que queremos compar-tir, permitiendo desarrollar ma-yor espiritualidad y plenitud en nuestra vida.

Por supuesto que esto nos trae un crecimiento en todos los ám-bitos, nos hace mejores personas

para nosotros y para los demás. Se establece un cír-culo virtuoso, porque cuan-do nos sentimos plenos hay algo en nosotros que nos mueve a querer compartir con otros aquellas mie-les que ya probamos en nuestra vida.

Enseñemos a compartir Compartir es un valor que bien vale la pena incluir en nuestro sistema axiológico y enseñárselo a nuestros niños. Debemos enseñar-les a pensar también en los demás, y no sólo en ellos mismos, y a hacer, siempre

que puedan, algo por los demás. Seguramente esta actitud acarrea-rá un sinfín de beneficios y a la larga evitará que las personas cai-gan en una falta de sentido en su vida. De hecho, ponerse a hacer algo por otros es un buen remedio contra la depresión.

Una manera sencilla de com-partir es la costumbre de regalar abrazos, pues un abrazo dado con calidez resulta muy benéfico para ambas partes. Impacta en nuestra sa-lud física y emocional y viene a ser como con un abrigo para el alma.

Es tiempo de compartir lo que tu vida y tus posibilidades te per-mitan. Seguramente encontrarás el placer que implica y cada uno des-de nuestro lugar compartiremos más allá que el simple hecho de respirar en el mismo planeta.

Presencia Apostólica 11

...compartir lo que tu vida y tus posibilidades te permitan.

Desarrollo humano

La autora es [email protected]

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12 Presencia Apostólica

Sue len dec i r que los reyes se parecen a sus reinos y a sus súbditos. No obs-tante, éste no era el

caso del rey de Adelphia, según cuentan las antiguas crónicas del reino. Este rey era un tirano que tenía sometidos a sus vasa-llos y los gobernaba según las inclinaciones de su caprichosa voluntad. Independientemente del juicio que esta situación nos merezca, el caso es que es que un día, el rey había tenido un mal sueño, según explican los historiadores franceses, y al levantarse del lecho acortinado en el que dormía, hizo venir a toda prisa al escribano mayor del reino para dictarle un nue-vo edicto de ley. El rey le dictó entre solemne y colérico:

–Ordeno y mando, como rey de Adelphia, de todas sus regio-nes y comarcas, que a partir de hoy quede prohibido en mi rei-no llevar bigote. Cualquier per-sona que no se haya afeitado el bigote para mañana a las ocho de la mañana, será reo de que le corten junto con el bigote la cabeza. He dicho.

Al terminar de escribir la nueva voluntad del rey, el escri-bano palideció, pues llevaba debajo de los lentes, y la nariz, a la usanza del país, un tupido bigote que lo asemejaba más a una morsa que a un escribano.

El rey, una vez que terminó de dictar, miró de reojo al escribano y al verlo palidecer, se alegró en su interior, pues veía que su caprichoso deseo y vo-luntad empezaba a ser eficaz. Movido por la insana alegría y el morboso placer que produce el deseo desordenado de dominio, siguió diciendo:

–Haga el favor de darse prisa en dar a conocer mi orden a todos los voceros y pregoneros. Como he dicho, mañana a las ocho de la mañana mis alcaldes y jueces deberán llevar a cabo una inspección en todos los pueblos, aldeas y poblaciones del reino y ejecutar a los que no hayan cumplido lo establecido por mi nueva ley.

El pobre escribano sólo le pudo decir al rey con voz entrecortada y sumisa:

12 Presencia Apostólica

Historia para meditar

Ilust

raci

ón: L

eticia

Asp

rón

Un paísEnrique A. Eguiarte, OAR

sin bigotes

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Presencia Apostólica 13

–Pierda cuidado su majestad, sus órdenes serán prestamente comunicadas a todos los voceros y pregoneros del reino. Mañana mismo, le aseguro a su majestad, no quedará un solo bigote en el rei-no…–Y maquinalmente se llevó la mano izquierda al rostro para taparse con ella el bigote, pues a par-tir de ese momento su bigote se había convertido en reo de muerte y tal parece que su presencia podría ofender al rey.

Y de ese modo, tapándose el bigote con la mano izquierda y llevando en la derecha el decreto del rey y la pluma, después de hacer una profunda reveren-cia, salió a toda prisa de la alcoba del rey.

Nada más salir, lo abordaron los ministros del reino que se habían enterado de que el rey lo había mandado llamar tan a deshoras, y esperaban ansio-sos saber qué había pasado. Al enterarse de la noti-cia, todos ellos se llenaron de una profunda tristeza, pues todos ellos, como casi todos los varones de respeto de reino, llevaban largos, tupidos y cuidados bigotes, pues era parte de la idiosincrasia nativa del país, aunque el rey, cosa rara, era lampiño.

Algunos de ellos una vez que supieron la noticia, después de intercambiar algunas palabras con los de-más consejeros, dijeron:

–Me voy corriendo al barbero para que me afeite el bigote, antes de que se formen filas interminables frente a la puerta de todos los barberos y peluqueros del reino, pues es mejor perder el bigote que la vida.

Y se fueron con prisa recorriendo las estrechas calles del recinto amurallado de Adelphia, buscan-do un barbero. Cuando alguno de ellos ya había llegado a la puerta de uno de los barberos más famosos de la ciudad, éste acababa de abrir su es-tablecimiento y se extrañó de ver llegar corriendo a toda prisa a uno de los ministros del reino. La cara desencajada del ministro le auguró malas noticias. Después de que ambos se saludaron en la calle y antes de que el ministro le pudiera dar la noticia al barbero, se oyó en la plaza mayor del reino el soni-do de la trompeta del pregonero mayor quien dijo con fuerte y clara voz:

–Se les hace saber a todos los habitantes del rei-no de Adelphia que a partir de hoy ha quedado prohibido el uso del bigote. Quien no se lo haya cortado para mañana a las ocho de la maña-na será reo de muerte. Es voluntad del rey, a quien Dios dé larga vida…

El barbero no pudo sino quedarse mudo y comprender que lo que había supuesto era ver-dad, algo malo había sucedido en el reino. Supo también que le esperaba una jornada agotadora en

la que debería desbigotar a miles de habitantes de Adelphia, por lo que una vez que hubo terminado su trabajo con el ministro del reino, afiló sus mejo-res navajas y llamó a su hijo y a algunos aprendi-ces. Hoy sería la jornada más larga de la historia de la barbería.

Y no se equivocaba. A lo largo de la mañana se fue oyendo por diversos puntos del recinto amuralla-do de Adelphia el sonido de la trompeta del pregone-ro mayor, quien fue recorriendo puntualmente todas las plazas y sitios públicos de la ciudad para dar a conocer la nueva a todos. Muy pronto numerosos va-rones estaban ya esperando en fila frente a su estable-cimiento. Dentro de él, tanto su diestra navaja, como la de su hijo y las no tan diestras de los aprendices, fueron dando cuenta de cientos de bigotes de adel-phianos, quienes asustados por la orden del rey, ha-bían acudido a afeitarse el bigote para salvar la vida.

A pesar de todo, muy pronto de algunas aldeas cercanas llegaron noticias de motines y rebeliones. Se trata de los levantamientos que los historiadores del reino han denominado como la “Révolution du moustache”, que quiere decir la revolución del bi-gote, o simplemente “la Moustachée”. El rey por su parte en cuanto supo de la rebelión, envió sin tardar a sus tropas, todas ellas bien afeitadas y fuertemente armadas, para combatir a los que se negaban a cum-plir sus órdenes.

Y de seguro esta rebelión hubiera acabado muy mal, con un gran derramamiento de sangre, si no hubiera sido por un pequeño y aparentemente in-significante comunidad de frailes. Ellos, que vivían cerca del pueblo, al enterarse tanto de la orden del rey como de la rebeldía de sus paisanos, en primer lugar se habían afeitado todos los largos bigotes que coronaban sus luengas barbas y después se habían presentado ante los jefes de la revuelta. No había tiempo que perder pues se sabía que el ejército, con las lanzas en ristre y las espadas desenvainadas ve-nía en camino. De este modo el fraile más anciano, que a la vez era el Superior, le dijo a los rebeldes:

–Hermanos, no merece la pena perder la vida y sembrar el odio en el reino por algo que no tiene importancia como el bigote.

A estas palabras uno de los jefes de la revuelta respondió airado:

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Historia para meditar

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14 Presencia Apostólica

Historia para meditar

–¿Cómo que no tiene importancia? Claro que la tiene, lo que pasa es que de seguro a usted el rey le ha pagado para que nos convenza de sus ideas, es usted un viejo vendi-do, un… –y dijo una sarta de improperios y malas palabras a los que el anciano fraile no respondió. Tampoco se dejó llevar por la ira. Sólo le dijo:

Buen hombre, dígame usted, qué importancia tiene para usted el bigote y si esto es más importante que la vida.

Este jefe de la rebelión, era un hombre ambicioso de largos bigotes e ideas cortas y radicales, por ello le dijo, todavía sobresaltado, al fraile:

Nuestro bigote representa nuestra honra, es un signo de nuestra hombría, es señal de pertenencia a nuestro pueblo…

El buen fraile le respondió:Como usted ha dicho es sólo un símbolo, un

signo, que en sí mismo no produce ni la honra, ni la hombría ni la pertenencia a la nación. ¿Aca-so se muestra menos la honra con el trabajo de to-dos los días realizado con honestidad, prontitud y perfección, que con un bigote? ¿Qué le añade a su hombría, manifestada en el control de sus pasiones desordenadas, un tupido bigote? ¿Cree usted que es más adelphiano por llevar bigote, que por cumplir con sus deberes cívicos como súbdito del reino?

–Sí, pero no puedo permitir que me impongan una ley injusta.

–Es verdad amigo, le dijo serenamente el ancia-no fraile. La ley es arbitraria e injusta, pero es mejor padecer una injusticia que cometerla, y es mejor someterse en algo que no es importante, antes de comprometer y arriesgar lo que verdaderamente es importante, como la vida o la propia familia. Mire, si este rey hubiera atentado directamente contra los valores esenciales de nuestro reino, no estaría yo aquí para disuadirlo, pues esto sería una cuestión de conciencia. Pero en este asunto tan superficial como es un bigote y arriesgar por él la vida…, ade-más piense que el bigote que usted se puede cortar hoy volverá a crecer mañana, mientras que los actos violentos que usted pueda hacer hoy, tendrán con-secuencias por mucho tiempo, y dañarán en algu-na medida a su propia familia y al reino…

Ante estas palabras, que son conocidas por los historiadores como la “exhortación de fray Quod-vultdeo”, muchos de los partidarios de la “Revolu-

ción del Bigote”, abandonaron las armas y se fueron a sus casas o directamente a las barbe-

rías para acabar de manera pacífica esta cues-tión. No obstante, tanto el jefe de la rebelión –

quien en el fondo no estaba movido por ninguna de las motivaciones que antes había señalado (honra, hombría, patriotismo), sino sólo por el oportunismo y el ansia de poder– le dijo finalmente al fraile:

–Pues usted dirá lo que quiera, pero yo no re-nuncio a mi bigote y si me lo quieren afeitar que vengan a hacerlo.

Y montando en su caballo se fue al encuentro de las tropas del rey seguido por un puñado de hom-bres bigotudos.

Los frailes los vieron alejarse a todo galope e ir al encuentro de una nube de polvo que se alzaba en el horizonte. Ninguno de ellos volvió. Ni tampoco sus bigotes.

Al día siguiente, no quedaba un solo bigote en el reino y el rey se sentía feliz porque todos se ha-bían sometido a su voluntad. Y tanta fue su alegría, que organizó una fiesta descomunal, como nunca se había hecho en el reino. Sin embargo, esa mis-ma noche el rey murió. Los historiadores alemanes cuentan que fue envenenado por un grupo de radi-cales simpatizantes de la Revolución del Bigote que le dieron de comer un gracioso pan en forma de bigote que contenía arsénico; por su parte los his-toriadores franceses, dicen que murió al caer ebrio desde una de las torres de su palacio. Los historiado-res italianos simplemente dicen que en su ansia des-ordenada de dar órdenes arbitrarias, murió al darse órdenes a sí mismo de no respirar…

Una vez que fue conocida la noticia de la muerte del rey, muchas personas salieron a las calles enarbo-lando gigantescos bigotes hechos de tela o de lana, en una manifestación conocida por los historiado-res como la “Fête du Grand Moustache”. A partir de aquel momento el bigote se convirtió no solo en un elemento de la identidad nacional, sino también en un símbolo de lucha contra la injusticia. De hecho, todo esto se recuerda en el lema latino que rodea el escudo del país, que hoy sigue un sistema de go-bierno de monarquía constitucional: quid amittit qui pila supra orem deponet et non essentiam amittit? (¿qué es lo que pierde el que se quita el bigote y con ello no pierde su esencia?)

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Presencia Apostólica 15

Refl exiones

Señor, tú sabes mejor que yo,que estoy envejeciendoy un día seré vieja.No permitas que me haga charlatana y, sobre todo, adquiera el hábito decreer que tengo quedecir algo sobre cualquier tema, en toda ocasión.

Libérame de las ansiasde querer arreglarla vida de los demás.Que sea pensativa perono taciturna, solícitapero no mandona.

Con el vasto acopio de sabiduría que poseo, parece una lástimano usarla toda, pero tú sabes,Señor, que quiero queme queden algunos amigos al fi nal.

Mantén mi mente libre de la recitaciónde infi nitos detalles.Dame las alas para ir derecho al grano.

Sella mis labios para que no hablede mis achaques y dolores.

Ellos van en aumento con el pasarde los años, como también

mi gusto por recitarlos.

Pido la gracia de poderescuchar con pacienciael relato de los males ajenos.

Enséñame la gloriosalección de que a veces

es posible que esté equivocada.

Mantén en mí unarazonable dulzura.

No quiero ser santa; es difícilconvivir con algunas de ellas.

Pero una vieja amargada es unade las obras supremas del diablo.

Ayúdame a extraer de la vidatoda la diversión posible.Nos rodean tantas cosas divertidas,que no quiero perderme ninguna.AménAutor desconocido

Refl exiones que viajan por la webOración para no ser una vieja insoportable

Un muchacho va al encuentro de un gran maestro sufi , y le dice: “Maestro, mi confi anza en Dios

es tan grande que ni siquiera até mi camello allá afuera. Lo dejé a la provi-dencia de Dios; al cuidado de Él.”

Y el maestro dijo: “Vuelva y ate su camello al poste, ¡loco! No es necesa-rio molestar a Dios por algo que usted mismo puede hacer.”

Anthony de Mello

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16 Presencia Apostólica

Refl exiones de Pentecostés

Con la llegada de Je-sús conocimos a la Santísima Trinidad y se inició una nueva etapa de la acción sal-

vadora de Dios, en la que la actua-ción del Espíritu Santo vino a ser cada vez más abierta.

De hecho, desde el momento de la anunciación a María, vemos cómo el Espíritu Santo se manifi es-ta, operando de una manera deter-minante. En la anunciación dijo el Ángel: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra” (Lc 1,35).

Y es el Espíritu Santo también quien guía a Jesús en el cumpli-miento de su misión, como mues-tran los siguientes textos de san Lu-cas: “Jesús, lleno del Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y era condu-cido por el Espíritu en el desierto” (4,1); “Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu” (4,14).

Jesús, actuando en unión del Es-píritu Santo, también nos enseña, nos anuncia y nos ofrece al mismo

Espíritu, para que nos acompañe y nos guíe después de su partida.

El Espíritu Santo es quien nos enseña y recuerda las enseñanzas de Jesús: “Les he dicho estas cosas estando entre ustedes. Pero el Pará-clito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, les enseña-rá todo y les recordará todo lo que yo les he dicho” (Jn 14,25-26).

El Espíritu Santo vino para estar con nosotros para siempre y mora en nosotros: “Si me aman guarda-rán mis mandamientos; y yo pediré al Padre y les dará otro Paráclito, para que esté con ustedes siempre, el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir; porque no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes lo conocen, porque mora en ustedes y en ustedes está” (Jn 14,15-17).

El Espíritu Santo nos guiará a la verdad completa: “Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, los guia-rá hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y les anunciará lo que ha de venir” (Jn 16,13).

Después de Pentecostés la ac-ción del Espíritu Santo se siente poderosamente sobre toda la Igle-sia en general y sobre cada cristia-no en particular. Por eso dice san Pablo: “Los exhorto, pues, yo, pre-so por el Señor, a que vivan de una manera digna de la vocación con que han sido llamados… ponien-do empeño en conservar la uni-dad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu” (Ef 4, 1,3-4).

Necesitamos, además, tener siem pre presente que nuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, y poder así glorificar a Dios en nuestro cuerpo: “¿O no saben que su cuerpo es santua-rio del Espíritu Santo, que está en ustedes y han recibido de Dios y que ustedes no se pertenecen?... Glorifi quen, por tanto, a Dios en su cuerpo” (1 Cor 6,19-20).

Si revisamos el Nuevo Testa-mento nos daremos cuenta de que todos los que actúan dentro del plan salvador de Dios, lo hacen porque están “llenos del Espíritu Santo”. Así ocurrió cuando Isabel recibió a María: “Y en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo” (Lc 1,41). Igualmente ocurre con Zaca-rías cuando entona el Benedictus (cfr. Lc 1,67), con Simeón cuan-do ve al niño en el Templo (cfr. Lc 2,25), con Juan Bautista cuando el ángel anuncia a Zacarías su con-cepción (cfr. Lc 1,15), con los após-toles después de Pentecostés (cfr. Hch 2,4), con Pedro cuando habla ante el Sanedrín (cfr. Hch 4,8), con la elección de los 7 diáconos (cfr. Hch 6,2-3). Asimismo ocurre con Esteban cuando iba a ser martiri-zado (cfr. Hch 7,55) y con Saulo después de ser derribado del caba-llo, a quien Ananías le dijo: “Saulo, hermano, me ha enviado a mi el Se-ñor Jesús, el que se te apareció en

Los dones y los frutosdel Espíritu Santo

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Presencia Apostólica 17 Apostólica 17

el camino por donde venías, para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo” (Hch 9,17).

En todos ellos prevalecía la con-dición de que estaban “llenos” del Espíritu Santo. Y una muestra de esa íntima unión y relación con el Espí-ritu Santo, la encontramos cuando los apóstoles dijeron: “Hemos de-cidido el Espíritu Santo y nosotros no imponerles más cargas que és-tas indispensables” (Hch 15,28).

Nuestro gran problema de fe ahora pudiera ser que no veamos ni sintamos al Espíritu Santo, por lo cual también podría ser posible que no estemos actuando acordes con el Espíritu. Por eso conviene revisar nuestra vida y refl exionar acerca de cómo es nuestra relación con el Espíritu Santo.

El Espíritu está con nosotros, el asunto es saber si nosotros esta mos con él, por lo que cabría pregun-tarse: ¿Estaremos nosotros “llenos” del Espíritu Santo? ¿Lo que hace-mos y decimos, o lo que no ha-cemos ni decimos, será fruto del Espíritu Santo?

No basta aceptar mentalmen-te al Espíritu Santo. Tiene que ha-ber en nosotros una transforma-ción, una conversión. Porque no somos nosotros los que vamos a decidir “estar llenos” del Espíritu Santo, nosotros sólo podemos vi-vir de tal manera que el Espíritu quiera “llenarnos”.

Y si nos dejamos llenar por el Espíritu Santo, el nos guiará hasta la Vida Eterna, donde nos aguarda Jesús, porque así él se lo pidió al Padre: “Padre, quiero que donde yo esté, estén también conmigo los que tú me has dado, para que contemplen mi gloria” (Jn 17,24).

Por eso Pablo dice: “Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios… Y, si hi-jos, también herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo” (Rom 8,14-17).

En ese dejarnos guiar ayuda tener presente los dones del Espí-ritu Santo, que son disposiciones que nos hacen dóciles para seguir los impulsos del Espíritu Santo en nuestra vida. Estos dones se toman de Isaías 11,1-2, que dice: “Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará. Se posará sobre él el Espíritu de Yahvé: Espíritu de sabiduría e inte-ligencia, Espíritu de consejo y for-taleza, Espíritu de ciencia y temor de Yahvé”. La Biblia de los LXX y la Biblia Vulga ta añadieron luego el don de “Piedad”, por desdobla-miento del “Temor de Dios”, convir-tiéndose así en los siete dones que hoy conocemos: Sabiduría, Inteli-gencia, Consejo, Fortale za, Cien-cia, Piedad y Temor de Dios.

l Sabiduría: gusto por lo espiri-tual, capacidad de juzgar se-gún Dios.

l Inteligencia: gracia del Espíritu para comprender la Palabra de Dios y profundizar las verda-des reveladas.

l Consejo: ilumina la conciencia en las opciones que la vida dia-ria le impone, sugiriéndole lo que le conviene más al alma.

l Fortaleza: fuerza sobrenatu ral pa ra hacer lo que Dios quiere, sobrellevar las contra riedades de la vida, resistir las instigacio-nes de las pasiones internas y las presiones del ambiente. Su-pera la timidez y la agresividad.

l Ciencia: nos da a conocer el verdadero valor de las criaturas en su relación con el Creador.

l Piedad: sana nuestro corazón de todo tipo de dureza y lo abre a la ternura para con Dios como Padre y para con los her-manos como hijos de Dios.

l Temor de Dios: espíritu contri-to y temor fi lial de ofender a Dios, deseo de permanecer y crecer en el amor a Dios.

Además, el Espíritu Santo, ac-tuando en nosotros con sus dones, produce unos frutos, que S. Pablo enumera de esta manera en la car-ta a los Gálatas 5,22-23: “El fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fi -delidad, mansedumbre, templan-za, castidad”.

Pero hoy hablamos de doce fru-tos del Espíritu Santo, porque así se tomó de la Tradición de la Iglesia. Estos son: caridad, gozo, paz, pacien-cia, longanimidad, bondad, benig-nidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia y castidad.

l Caridad: es el amor del Padre y del Hijo que se proyecta en el ser humano.

l Gozo: es el complemento del amor del Padre y del Hijo que se manifi esta en el hombre.

l Paz: es el lazo que une al Padre con el Hijo y que alcanza a la humanidad.

l Paciencia: modera la tristeza y los primeros impulsos del hombre.

l Longanimidad: nos mantiene perseverantes y fi eles al Señor a largo plazo.

l Bondad: inclinación que lleva a ocuparse de los demás y a compartir lo que uno tiene.

l Benignidad: dulzura, gusto, gozo, alegría en el trato con los demás, sin hacer distingos con nadie.

l Mansedumbre: modera el eno-jo, la cólera y las reacciones viscerales.

l Fidelidad: facilidad para acep-tar lo que hay que creer, fi rmeza para afi anzarnos en ello y segu-ridad de la verdad que creemos.

l Modestia: regula los movimien-tos del cuerpo, los gestos y las palabras.

l Continencia: refrena el desor-den en el comer y beber, impi-diendo los excesos.

l Castidad: regula el uso de los placeres de la carne.

Refl exiones de Pentecostés

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18 Presencia Apostólica

k Fe y vida

Nos encontramos en plenas campañas de los candidatos de los partidos políticos que contienden para

puestos públicos de los próxi-mos años, especialmente la Pre-sidencia. Se trata, por tanto, del evento político más importante del sexenio. Sabemos que la política es aquella actividad hu-mana orientada a gobernar o re-orientar la acción del Estado. Es, por tanto, una actividad noble y necesaria. Lamentablemente, los puestos de gobierno suelen regirse por el “poder de domina-ción”, es decir, la capacidad para hacer que otros apoyen los inte-re ses que la persona o grupo persigue. El cristianismo –a dife-rencia de otras religiones intimis-tas– implica tareas relacionadas con el quehacer en el mundo, con-forme a la orientación que Jesús dio al poder: “Saben que los que son tenidos como gobernantes dominan a las naciones y los po-derosos imponen su autoridad.

No será así entre ustedes; más bien, quien quiera llegar a ser grande que se haga servidor de los demás (Mc 20, 42-44)”. Los cristianos,

por tanto, tratarán de que la política benefi cie a toda la sociedad, o como dice la en-señanza social de la Iglesia,

que se dirija hacia el “bien común”. La fe

nos empuja a colabo rar con el proyec to de Jesús, –su gran utopía– que Él

denominaba “Rei-no de Dios”. Esto signi-

fi ca transformar las estructuras dominadas por el poder, por otras más justas y participativas. Alguien dijo que “La política como voca-ción, es la más sublime; pero en-tendida como negocio, es el más vil”. Quienes se sientan llamados a la vida política, habrán de con-siderar su actividad como una vocación, y su ejercicio, como un verdadero ministerio o una forma de Caridad. Si la política se toma como profesión, “modus vivendi”, búsqueda de poder o negocio… se degrada.

Vivimos en un régimen demo-crático, en donde se supone que la titularidad del poder reside en la totalidad de sus miem-bros y que esto garantiza que la toma de decisiones responda mejor a la voluntad colectiva. La comple jidad de las sociedades moder nas no permite por ahora la demo cracia directa (participar en las principales decisiones), y su ejercicio se reduce simple-

mente a que los ciudadanos vo-ten cada seis años por quienes los representen, agrupados en algún partido político. En México no tenemos mucha experiencia histórica de democracia. Todavía en el siglo pasado en las eleccio-nes se recurría mucho al fraude electoral, con aquellas modalida-des consagradas por el ingenio mexicano como: “operación ta-mal”, “el carrusel”, “la rasura del padrón”, “el ratón loco”, el robo de urnas, etc. Muchas de estas prácticas fraudulentas se han po-dido corregir; aunque todavía se dé la manipulación, la compra de votos y la inducción corporativa. En los últimos años se ha ade-lantado en credibilidad electoral; pero aún falta mucho camino por recorrer: los partidos políticos ac-tuales han desdibujado las ideo-logías que les dieron origen y la gente reprueba el precio tan caro de las elecciones y la poca ope-ratividad de los partidos. Sin em-bargo, construir hoy el ideal cris-tiano requiere forzosamente de la mediación de instituciones parti-distas. Ninguna de estas organi-zaciones se adecua totalmente al ideal evangélico. Por eso es po-sible dar el voto a un partido, sin estar al 100% de acuerdo con el programa propuesto. Aun así hay que vincularse con alguna de las organizaciones existentes, cons-cientes de su provisionalidad.

La Arquidiócesis Primada de México ha dado algunas orienta-ciones pastorales generales que pueden ayudar a los católicos en el momento de elegir:

EL CRISTIANO ANTELAS ELECCIONES

Enrique Marroquín, CMF

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Presencia Apostólica 19

Teléfono abierto

A manera de fermento

Sería fatal que la espi-ritualidad del laico se concibiera como una vida “angelical”, sin contacto con la

existencia de cada día. Es todo lo contrario, porque la Iglesia como Pueblo de Dios tiene ne-cesidad de que el laico llegue a todos los espacios del mun-do contemporáneo. Tratemos de clarificar esta afirmación.

Si nos preguntamos cuál fue la misión de Jesús al encarnarse como uno de nosotros, la respuesta nos la da Él mismo cuando se presenta en la sinagoga de Nazareth (Lc 4, 18-21): El Se-ñor me ha ungido para traer Buenas Nuevas a los pobres, para anunciar a los cautivos su libertad y a los ciegos que pronto van a ver. A despedir libres a los oprimidos y a proclamar el año de gracia del Señor.

Cuando el Señor termina la lectura y agrega: Hoy mismo se ha cumplido esta Escritura delante de ustedes, está procla-mando su misión y anunciando que el Reino está presente. En adelante será el tema de su predicación y será el contenido de la predicación de los apóstoles y de quienes pretendamos ser discípulos de Cristo.

De manera que todo lo que hagamos en orden a instaurar el Reino es prolongación de la misión de Jesús y cuanto más participemos en esa actividad tanto más creceremos y nos acer-caremos al Señor. Esa actividad es a lo que llamamos apostola-do. “Y como lo propio del estado seglar es vivir en medio del mundo y de los negocios temporales, Dios llama a los seglares a que, con el fervor del espíritu cristiano, ejerzan su apostolado en el mundo a manera de fermento.”

Ser cristiano no es cosa de juego. Ser cristiano, ciertamente, es tener una gran amistad con el “mero, mero” del universo y lugares aledaños (con nuestro Señor); significa ser de familia muy importante, más importante que todas las familias reales (la familia de Dios, rey del universo).

Pero junto con los beneficios que todo eso nos reporta hay responsabilidades que nos comprometen. No es para infundir miedo, pero si no tenemos los pantalones o las faldas suficien-tes, mejor ni nos metamos, y si nos metemos, perdonen las pala-bras poco elegantes, hay que “entrarle”. De manera particular se aplica en este principio de siglo, en nuestro México y en la pro-yección social que tiene nuestra espiritualidad de laicos.

[email protected]

Ernesto Bañuelos C.

1. Que la persona humana y sus derechos humanos ocupen la prioridad en el quehacer político.

2. Que se promueva la edu-cación integral desde la infancia. Igualmente, el respeto, la frater-nidad, la justicia, la seguridad, la paz…

3. Que se promueva la fami-lia, impulsando las nuevas ge-neraciones en los valores mora-les y cívicos. Hay que favorecer el matrimonio entre un hombre y una mujer.1

4. Promover la justicia social, fomentando una cultura de la sub-sidiariedad, la solidaridad, el em-pleo, etc., recordando que más de la mitad de la población del país está sumida en la pobreza.

5. Luchar contra la corrup-ción, mediante leyes y mecanis-mos que la combatan. Atender a que el candidato tenga un his-torial limpio.

6. Asegurarse que al candida-to le preocupe realmente el de-sarrollo económico del país, sin que haya desvíos hacia intereses del partido o de grupos que da-ñan al país.

7. Respetar en todo momento los derechos humanos, median-te una educación para la paz y los valores cívico morales

8. Que se proteja a grupos en situación de vulnerabilidad, abatiendo la discriminación y la marginación.

9. El cuidado y la preservación ecológica, lo que implica la conser-vación de los recursos naturales, el combate a la contaminación.

10. El derecho a la vida, des-de la concepción hasta su termi-nación natural

11. Un derecho fundamental es la libertad religiosa, de modo que los ciudadanos puedan ex-presar libremente su fe.

Presencia Apostólica 19

1 En el país, el 25% de las familiasson monoparentales.

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20 Presencia Apostólica

Mayo 65o Domingo de PascuaJn 15,1-8

(…) Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto.

Ustedes ya están purifi cados por las palabras que les he dicho. Permanezcan en mí y yo en us-tedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, us-tedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer. Al que no permanece en mí, se le echa fuera, como al sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde.

Si permanecen en mí y mis palabras perma-necen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. La gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos míos.”

Tomemos para nuestra refl exión la última frase de esta lectura: “La gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifi esten así como discí-pulos míos.” ¡Cuántas implicaciones tiene esta afi r-mación de Jesús! Nos está diciendo que viviendo plenamente, realizando nuestros sueños persona-les, desarrollando nuestras aptitudes y poniéndolas al servicio de los demás –que sería la forma de ma-nifestarnos como discípulos de Jesús– es la manera en que podemos dar gloria a Dios.

Y Jesús nos da otra clave para lograr todo esto: “Permanezcan en mí y yo en ustedes.”

Mayo 136o Domingo de PascuaJn 15,9-17

(…) Jesús dijo a sus discípulos: “Como el Padre me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo los mandamien-tos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena.

Éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos, que el que da la vida por ellos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes les llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que le he oído a mi Padre.

No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca, de modo que el Padre les conceda cuanto le pidan en mi nombre. Esto es lo que les mando: que se amen los unos a los otros.”

Si verdaderamente cumpliéramos el manda-miento de Cristo de amarnos los unos a los otros nuestro mundo sería transformado por completo. De pronto el hambre y las necesida-des de todos los hombres y mujeres nos preocu-parían y nos ocuparían, por la simple razón de que los amamos y no podemos quedarnos con los brazos cruzados.

Cumplir el mandamiento del amor, como ver-daderos amigos de Jesús nos haría vivir además en plena alegría.

LaPalabra

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Presencia Apostólica 21

mayo-junio

Mayo 20La Ascensión del SeñorMc 16,15-20

(…) Se apareció Jesús a los Once y les dijo: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado. Éstos son los milagros que acompañarán a los que hayan creído: arrojarán demonios en mi nombre, habla-rán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y éstos quedarán sanos.”

El Señor Jesús, después de hablarles, subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor ac-tuaba con ellos y confi rmaba su predica-ción con los milagros que hacían.

Con la Ascensión concluye un tipo de pre-sencia y empieza otro nuevo. Jesús nos en-comienda continuar su misión, impulsados y animados por su Espíritu. No estaremos solos en la misión. Su Espíritu nos acompa-ña y nos dará la fuerza para realizar ahora signos actualizados de que él está presente entre nosotros y así mostraremos que so-mos sus testigos. De este modo, la Ascen-sión es la eterna compañía de Jesús resu-citado entre nosotros y además, la toma de conciencia de la responsabilidad que tenemos para prolongar en nuestra histo-ria, aquí y ahora, lo que Él dijo e hizo.

LaPalabraMayo 27Domingo de PentecostésJn 20,19-23

Al anochecer del día de la re-surrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presen-tó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con us-tedes.” Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuan-do los discípulos vieron al Se-ñor, se llenaron de alegría.

De nuevo les dijo Jesús: “La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha envia-do, así también los envío yo.” Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reci-ban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los peca-dos, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar.”

Tal como fue prometido por Jesús, Pentecostés es el momento de recibir al Espíritu Santo. Como nos dice la narración de Juan, antes de la llegada del Espíritu los discípulos estaban encerra-dos, aislados por el miedo, necesitados de la fuerza y el impulso del Espíritu, como tal vez estamos muchos de nosotros.

El Espíritu Santo impulsó y guió a los apóstoles para que realizaran su misión. A nosotros también nos impulsa a tra-bajar por un mundo justo donde todos los hombres y mujeres vivan con dignidad y donde abunden sus frutos: “amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fi delidad, modestia, do-minio propio…” (cfr. Gal 5,22-24).

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22 Presencia Apostólica

De la Palabra a la acción

Junio 3La Santísima TrinidadMt 28,16-20

(…) Los once discípulos se fueron a Galilea y subieron al monte en el que Jesús los había citado. Al ver a Jesús, se postraron, aunque algu-nos titubeaban.

Entonces, Jesús se acercó a ellos y les dijo: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Es-píritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fi n del mundo.”

El fi nal de este evangelio de Mateo que leemos hoy cierra las apariciones de Jesús Resucitado y nos abre

al compromiso misionero de todo creyente de trabajar para “hacer discípulos” a todos las naciones, a través del bautismo y la evangeli-zación. Esta tarea la realiza-mos con la confi anza en que Él nos acompaña en todo momento.

Para realizar esta misión debemos tener presente a la Santísima Trinidad, de-jándonos guiar por el Espí-ritu Santo, sintiéndonos en verdad hijos en el Hijo para poder llamar con confi anza Padre a Dios y participar en los sufrimientos de nuestro hermano Jesús, el Hijo. Este Dios, uno y trino, es quien debe mover nuestra vida. Podríamos decir en este do-

mingo la siguiente oración: Padre, que busque hacer tu voluntad; Jesús, que continúe tu misión que me encomendaste; Espíritu Santo, entra en el fondo de mi ser y dame vida para ofrecerla a los demás.

Junio 7Jueves • El Cuerpo y la Sangre de CristoMc 14,12-16.22-26

El primer día de la fi esta de los panes Ázimos, cuan-do se sacrifi caba el cordero pascual, le preguntaron a Jesús sus discípulos: “¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?” Él les dijo a dos de ellos: “Vayan a la ciudad. Encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y díganle al dueño de la casa en donde entre: «El maestro manda preguntar: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?» Él les enseñará una sala en el segundo piso, arreglada con divanes. Prepárennos allí la cena.” Los discípulos se fueron, llegaron a la ciudad, encontraron lo que Jesús les ha-bía dicho y prepararon la cena de Pascua.

Mientras cenaban, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen: esto es mi cuerpo.” Y tomando en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias, se la dio, todos bebieron y les dijo: “Esta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama

por todos. Yo les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios.”

Después de cantar el himno, salieron hacia el monte de los Olivos.

La celebración del “Jueves de Corpus” nos remite a la última cena de Jesús con sus discípulos que celebramos el jueves santo. Jesús adelanta e ins-tituye su máxima prueba de amor por nosotros: la Eucaristía. Dar la vida derramando su sangre y ofreciendo su carne por nuestra salvación. En esto consiste la “consagración”, una palabra muy fuer-te en su signifi cado pues no se trata sólo de repetir las palabras de Jesús sino de comprometernos a entregar la vida como Jesús lo hizo esa noche y el viernes santo.

Quienes nos atrevemos a recibir el cuerpo y la sangre de Cristo, al responder “Amén”, estamos dando nuestra palabra de que seguiremos los pasos de nuestro Maestro, dando también nuestra vida –cuerpo y sangre– en bien de los demás, a través del servicio y la generosidad diarias.

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Presencia Apostólica 23

De la Palabra a la acción

Junio 10DomingoMc 3,20-35

(…) Jesús entró en una casa con sus discípulos y acudió tanta gente, que no los dejaban ni co-mer. Al enterarse sus parientes, fueron a buscar-lo, pues decían que se había vuelto loco.

Los escribas que habían venido de Jerusalén, decían acerca de Jesús: “Este hombre está po-seído por Satanás, príncipe de los demonios, y por eso los echa fuera.”

Jesús llamó entonces a los escribas y les dijo en parábolas: “¿Cómo puede Satanás ex-pulsar a Satanás? Porque si un reino está divi-dido en bandos opuestos, no puede subsistir. Una familia dividida tampoco puede subsis-tir. De la misma manera, si Satanás se rebela contra sí mismo y se divide, no podrá subsis-tir, pues ha llegado su fin. Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y llevarse sus cosas, si primero no lo ata. Sólo así podrá sa-quear la casa.

Yo les aseguro que a los hombres se les per-donarán todos sus pecados y todas sus blasfe-mias. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo nunca tendrá perdón; será reo de un pe-cado eterno.” Jesús dijo esto, porque lo acusa-ban de estar poseído por un espíritu inmundo.

Llegaron entonces su madre y sus parientes; se quedaron fuera y lo mandaron llamar. En tor-no a él estaba sentada una multitud, cuando le dijeron: “Ahí fuera están tu madre y tus herma-nos, que te buscan.”

Él les respondió: “¿Quién es mi madre y quié-nes son mis hermanos?” Luego, mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: “Estos son mi madre y mis hermanos. Porque el que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.”

Este domingo nos presenta tres reflexiones: Jesús incomprendido, la duda de su obra y el parentesco de Jesús. Veamos éste último por ser parte de las re-flexiones que llevamos estos domingos.

Jesús nos ofrece una gran noticia. Somos su fa-milia, su madre y sus hermanos, siempre y cuando busquemos como Él, cumplir la voluntad de Dios. Jesús nos abre al horizonte de una gran familia, unida ya no por la sangre sino por el espíritu de quienes reconociendo a Dios como su Padre y a

Jesús como su Hermano se comprometen con la fuerza del Espíritu Santo a trabajar y a transfor-mar las realidades inhumanas de hambre, extrema pobreza, analfabetismo… en condiciones de vida humanas, fomentando la dignidad y la justicia de tantos pobres y excluidos que van aumentando en nuestro mundo.

Esforcémonos por ser cada día hermanos de Je-sús cumpliendo en todo la voluntad de su Padre que es nuestro Padre.

Ilustraciones: Cerezo Barredo • www.servicioskoinonia.org

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24 Presencia Apostólica

Junio 24Natividad de san Juan Bautista Lc 1,57-66.80

Por aquellos días, le llegó a Isabel la hora de dar a luz y tuvo un hijo. Cuan-do sus vecinos y parientes se enteraron de que el Señor le había manifestado tan grande misericordia, se regocija-ron con ella.

A los ocho días fueron a circunci-dar al niño y le querían poner Zacarías, como su padre; pero la madre se opu-so, diciéndoles: “No. Su nombre será Juan.” Ellos le decían: “Pero si ninguno de tus parientes se llama así.”

Entonces le preguntaron por señas al padre cómo quería que se llamara el niño. Él pidió una tablilla y escribió: “Juan es su nombre.” Todos se queda-ron extrañados. En ese momento a Zacarías se le soltó la lengua, recobró el habla y empezó a bendecir a Dios.

Un sentimiento de temor se apoderó de los veci-nos, y en toda la región montañosa de Judea se co-mentaba este suceso. Cuantos se enteraban de ello se preguntaban impresionados: “¿Qué va a ser de este niño?” Esto lo decían, porque realmente la mano de Dios estaba con él.

El niño se iba desarrollando física-mente y su espíritu se iba fortaleciendo, y vivió en el desierto hasta el día en que se dio a conocer al pueblo de Israel.

El nombre de Juan signifi ca “el Señor tiene misericordia” y así lo mostró a sus padres Isabel y Zacarías que eran estériles y no tenían hijos hasta que recibieron a este hijo, afi rmado por Jesús como “el mayor entre los hom-bres”. Juan el Bautista, precursor de Jesús, con características y rasgos propios y con una misión personal, preparará el camino del Señor de tres formas: denunciando, anunciando y ofreciendo signos claros de profeta.

Denuncia la transgresión de la ley de Dios y las tradiciones, invitando a la conversión. Anuncia la llegada del Mesías, invitando a la renovación perso-nal para que Dios habite en el pueblo. Y es Signo de una actitud nueva de justicia y misericordia.

Jesús de varias formas muestra la estima por Juan y su misión y también afi rma que “el más pequeño en el Reino de los cielos es mayor que Juan”, ofreciendo con esto una motivación a comprometernos como el Bautista, a ofrecer lo mejor de nosotros cada día.

De la Palabra a la acción

Junio 17DomingoMc 4,26-34

(…) Jesús dijo a la multitud: “El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuan-do ya están maduros los granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha.”

Les dijo también: “¿Con qué compararemos el Rei-no de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos repre-sentar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra.”

Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.

Estas parábolas de Jesús nos motivan para vivir sem-brando las semillas del Reino. Pero, qué necesitamos para hacerlo. Necesitamos amor, esperanza y buena voluntad para buscar siempre la justicia y la paz.

Algo muy importante que nos enseñan estas pa-rábolas es que las semillas del Reino tienen en sí mismas el poder y el potencial para crecer sin que nosotros sepamos cómo lo hacen. La parábola del grano de mostaza nos ayuda a confi ar en la fuerza del Reino de Dios, pues de la semilla más pequeña nace el mayor de los arbustos.

El ejemplo de las aves nos habla del sentido uni-versal y generoso del Reino que es capaz de reci-bir y cobijar a todos los que lo necesiten.

Comentarios elaborados por Alejandro Cerón Rossainz, CMF y Marisol Núñez Cruz.

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Presencia Apostólica 25

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