¿Qué fue del marxismo analítico?

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  • 7/30/2019 Qu fue del marxismo analtico?

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    Antoni Domnech: Qu fue del marxismo analtico? (En la muerte de Gerald Cohen) www.sinpermiso.info

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    Qu fue del marxismo analtico? (En la muerte de Gerald Cohen)

    El artculo que reproducimos a continuacin es una versin ligeramente resumida de untexto que aparecer en el N 6 SinPermiso (diciembre de 2009). El autor agradece aCasiopea Altisench el esfuerzo por editarlo en versin resumida para SP-electrnico, ascomo las crticas de Mara Julia Bertomeu, David Casassas, Joaqun Miras, Daniel

    Ravents y Carlos Abel Surez a un primer borrador.

    El pasado 5 de agosto muri el filsofo oxoniense Gerald A. Cohen (Montreal,1941), el animador principal del llamado Grupo de Septiembre, compuesto porintelectuales de distintas disciplinas (filosofa, politologa, teora econmica ehistoria) que se reunan anualmente en Oxford en los 80 y los 90, dando lugar a

    una corriente acadmica conocida como marxismo analtico.

    El significado de analtica predicado de la filosofa ha ido desdibujndosecada vez ms desde sus orgenes (cuando lo que se pretenda era el anlisislgico del lenguaje, cientfico o cotidiano), al punto de convertirseparadjicamente en un trmino vagaroso y polismico, capaz, en el mejor delos casos, de identificar cierto estilo de escribir y ensear filosofa propio de una

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    tradicin histrica dominante en el mundo acadmico angloparlante de lasegunda mitad del siglo XX. Es lo ms probable que si Wittgenstein o Neuratho Reichenbach o Carnap o Russell (o Ryle) levantaran la cabeza, apenasreconoceran a la filosofa analtica como tradicin vividera ni en el realismomodal extremista de David Lewis (1941-2001) ni en la metafsica teora causal

    de la referencia de Saul Kripke, (1940-) por limitarnos a los nombres de dos desus grandes e indiscutibles representantes en nuestros das.

    Parte importante en el calificativo de analtico aplicado a l marxismo del Grupode Septiembre fue el primer libro publicado por Gerald A. Cohen, La teora dela historia de Karl Marx: una defensa, que recibi en 1978 el premio IssacDeutscher, acaso el ms prestigioso de la izquierda intelectual britnica. Cohenhaba nacido en el seno de una familia de emigrantes judos comunistas enCanad, se haba penetrado en su infancia y primera juventudcomo l mismogustaba de contar con cierto donaire no exento de autoirona de la versinms esquemtica del marxismo doctrinalmente normalizado por el estalinismo,

    y, luego, los avatares de la vida le haban llevado a estudiar filosofa en Oxfordcon uno de los representantes ms caracterizados de la filosofa analticabritnica de posguerra, Gilbert Ryle. Pues bien; su defensa de la teora de lahistoria de Karl Marx vena a juntar ambas cosas. Porque La teora de lahistoria de Karl Marx puede leerse como un intento de reconstruir y defender

    una versin supuestamente ortodoxa del materialismo histrico eldeterminismo tecnolgico1 con instrumentos conceptuales sacados delarsenal de la filosofa analtica de la poca, sealadamente el anlisis lgico delos conceptos disposicionales funcionales y de las explicaciones funcionalistas

    a travs de leyes de consecuencia.

    En contra de lo que a veces se sugiere, el cruce de la filosofa de tradicinanaltica con el marxismo no era una novedad; mucho menos, una novedad

    radical. Por dar algunos ejemplos:

    Otto Neurath (1882-1945), a justo ttulo considerado uno de los fundadores dela tradicin analtica, fue un marxista convencido, adems de un activistapoltico de primera magnitud en la Viena y en el Munich revolucionarios de losaos 20. Karl Korsch (1886-1961), el gran terico y dirigente de la extremaizquierda comunista antibolchevique en la primera posguerra, se carte y llega apreciar en el exilio norteamericano el trabajo filosfico de Rudolf Carnap

    (1892-1970), el profesor rojo, y de Hans Reichenbach (1891-1953), otrosocialista convencido.2 El secretario de Trotsky, Jean van Heijenoort (1912-1 O, como l mismo dej d icho, una versin old-fashioned, pasada de moda, del materialismo histrico.2 En el curriculum preparado por el propio Karl Korsch en 1940 para acceder a alguna plaza en las universidadesnorteamericanas podemos leer: Mi conocimiento del clculo lgico y materias conexas deriva principalmente de laobra de B. Russell y A.N. Whitehead, que estudi bajo la gua del profesor W. Dubislav en Berln. Participactivamente en la Sociedad para la filosofa emprica en Berln [bajo Hans Reichenbach, miembro destacado delCrculo de Viena], y hace poco le unpapersobre Mathematical Constructs in Psychology ans Sociology en elPrimer Congreso Internacional para la Unidad de la Ciencia, celebrado en Cambridge, Mass. (Karl Korsch,Gesamtausgabe , Vol. IX: Briefe (1940-1958),Amsterdam(Hanover, Stichting beheer IISG/Offizin, 2001, pg. 911).En la carta de Korsch a Hans Reichenbach, su viejo camarada del movimiento estudiantil revolucionario alemnposterior a 1918, y una de las principales cabezas del movimiento filosfico neopositivista, puede leerse: Podra

    hablarle de una discusin habida anteayer en el Instituto de Investigacin Social [de la Escuela de Francfort en elprimer exilio neoyorquino] a propsito de una ponencia de Frank y una co-ponencia ma sobre la aplicacin a lasciencias sociales del empirismo lgico. No dej de tener su inters. Mi propia posicin era difcil, habida c uenta de

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    1986), fue el autor de uno de los hitos clsicos de la filosofa de estirpeanaltica, el manual From Frege to Gdel (Harvard Univ Press, Cambridge,Mass.,1967). Y por terminar en algn sitio, los que acaso hayan sido los dosmayores filsofos en lengua castellana de la segunda mitad del siglo XX, elargentino Mario Bunge (1919-) y el espaol Manuel Sacristn (1925-1985),

    fueron, cada uno a su modo, filsofos marxistas o de conviccionesprofundamente socialistas formados en la tradicin analtica.

    La reconstruccin funcionalista de la pretendida teora de la historia de Karl Marx

    La novedad vena ms bien de otro sitio. Porque, por lo pronto, ninguno de losfilsofos que se acaban de mencionar se habra allanado tan fcilmente apretender que en Marx hubiera una teora de la historiael propio Marx, secalla por sabido, no; ni siquiera a suponer que fuera posible construir, y nodigamos reconstruir, cosa semejante a una teora de la historia. Porquetheoren e historen, teorizar e historiar, tareas intelectualmente respetables

    ambas, son, como bien ense Aristteles, de naturaleza cognitiva hartodistinta. Lo cierto es que cuando inquirimos en las realidades histricaspodemos hacer muchas cosas, pero no, desde luego, limitarnos a pasar de lonecesario a lo necesario a travs de lo necesario, por seguir con Aristteles.Sin teora, Aristteles no habra conseguido ordenar el material para escribirsu fabulosa historia de la constitucin de Atenas (la nica que se conserva delas cerca de 150 historias constitucionales que lleg a escribir de otras tantaspleis mediterrneas). Pero la investigacin histrica de la trayectoria nicaseguida por la vida poltica de Atenas no era una empresa propiamenteterica. Una filosofa de la historia que no entienda eso, que trate de arrebatara la investigacin historiogrfica estudio de trayectorias nicas todatangencia con lo contingente con lo necesariamente contingente, si se quiereas est condenada al fracaso. O al ridculo. Nadie ha expresado esto mejorque el historiador marxista britnico Edward P. Thompson (1924-1993) en sudemoledor libro La miseria de la teora (trad. castellana en la editorial Crtica,

    Barcelona 1981), precisamente publicado en Gran Bretaa en el mismo ao

    (1978) que el de Gerald Cohen.

    El lcido y mordaz ensayo de Thompson era una crtica inmisericorde de lathorie francesa, particularmente del marxismo estructuralista de ascendencia

    althusseriana, empeado en esquemticas reconstrucciones tericas

    escolsticas del materialismo histrico (es escolstica sin la nica virtud de losescolsticos, a saber: la claridad, dijo una vez el filsofo Manuel Sacristn,amigo poltico de Thompson y tambin editor suyo en castellano). Esemarxismo tartarinesco a la moda parisina haba hecho estragos en la izquierdabritnica a partir de la reconversin glica de la revista New Left Review, tras la

    marcha del propio Thompson y de toda una generacin de historiadores eintelectuales marxistas tan slidos como brillantes que la haban fundado luegode romper con el Partido Comunista britnico a finales de los 50. El juicio deThompson no era slo cientfico: en el transfondo de la Thoriey de la prctica

    que no poda coincidir ni con la lnea ortodoxa del positivismo (representado por Frank, Zilsel y algunos otros, entre

    ellos, algo menos rgido, Hempel), ni con el craso idealismo filosfico que las gentes del Instituto dan en llamarmarxismo y materialismo. (...) Habra sido bueno tenerle a usted all! (Karl Korsch, Gesamtausgabe, Vol. VIII:Briefe (1908-1939),Amsterdam(Hanover, Stichting beheer IISG/Offizin, 2001, pg. 811-2.)

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    terica de impronta althusseriana supo ver con gran penetracin y sagacidadpolticas secuelas del doctrinarismo cerrado de la normalizacin estalinista del

    marxismo.

    no sois una generacin postestalinista. Sois una generacin en cuyo seno

    las razones y legitimaciones del estalinismo, mediante la prctica terica,vienen siendo reproducidas da tras da.3

    La idea de reconstruir conceptualmente una pretendida teora de la historia deMarx estaba en el aire en esa generacin postestalinista que, segnThompson, no acababa de serlo. Althusser (1918-1990) y sus seguidoresacometieron la tarea con los mostrencos instrumentos de la lamentableepistemologa francesa de posguerra y con una hermenutica marxiana por lomenos tan creativa como la contabilidad financiera de los actuales hedgefunds.4 Jrgen Habermas, quien, aunque fuera por la smosis de su ambiente,conoca un poquito mejor a Marx, acometi tambin por esa poca la tarea de

    reconstruir el materialismo histrico;5 el instrumental vena aqu de muyvariados y encajonados sitios, pero sealadamente de la psicologaontogentica de Kohlberg: el desarrollo de la historia humana poda entenderseobscuramente, hay que apresurarse a aadir como el desarrollo de un

    programa ontogentico de aprendizaje moral.

    Haban sido necesarias dcadas de normalizacin y falsificacin delpensamiento de Marx (un proceso que arranc en la propia socialdemocraciade comienzos de siglo y culmin en el estalinismo) para dar por sentado que enMarx haba una teora de la historia conceptualmente reconstruible. Algoque el propio Marx, y por motivos filosficos bastante interesantes, habanegado mil veces expresis verbis. Un solo ejemplo (de 1877), pero tan

    elocuente, que vale la pena citarlo generosamente:

    mi crtico (se) siente obligarlo a metamorfosear mi esbozo histrico de la gnesis delcapitalismo en la Europa occidental en una teora histrico-filosfica de la marcha generalque el destino impondra a todo pueblo, cualesquiera sean las circunstancias histricas en quese encuentre, a fin de que pueda terminar arribando a la forma de economa que le asegure,

    junto con la mayor expansin de las fuerzas productivas del trabajo social, el desarrolloms completo del ser humano. Que me disculpe, pero me honra y me avergenza demasiado.

    Dar un ejemplo:

    3 La parte de su ensayo especficamente dedicada al estalinismo concluye de manera an ms rotunda y brutal: lahe escrito por compasin hacia la inocencia de una generacin postestalinista. Un da u otro alguien tena quecontarles las cosas.4 En sus impresionantes confesiones publicadas in articulo mortis pueden leerse pasos tan iluminadores como elque sigue: Je venais dans l'euphorie de publierPour Marxet Lire Le Capital, parus en octobre. Je fus alors saisid'une incroyable terreur, l'ide que ces textes allaient me montrer tout nu la face du plus large public : tout nu,c'est--dire tel que j'tais, un tre tout d'artifices et d'impostures, et rien d'autre, un philosophe ne connaissantpresque rien l'histoire de la philosophie et presque rien Marx (dont j'avais certes tudi les uvres de jeunessede prs, mais dont j'avais seulement srieusement tudi le Livre I du Capital, dans cette anne 1964 ou je tins ce

    sminaire qui devait dboucher sur Lire Le Capital). Je me sentais un philosophe lanc dans une constructionarbitraire, bien trangre Marx mme.5 Habermas, Zur Rekonstruktion des historischen Materialismus, Francfort, Suhrkamp, 1976.

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    En diversos pasos de El Capitalaludo al destino que les cupo a los plebeyos de la antiguaRoma. En su origen haban sido campesinos libres que cultivaban por su cuenta su propiaparcela de tierra. En el curso de la historia romana, fueron expropiados. El mismo movimientoque los divorci de sus medios de produccin y subsistencia trajo consigo no slo la formacinde la gran propiedad agraria, sino tambin la del gran capital financiero. As que, una buena

    maana, lo que haba eran, de un lado, hombres libres despojados de todo menos de su fuerzade trabajo, y del otro, prestos a explotar ese trabajo, quienes se haban apropiado de toda lariqueza. Qu pas? Los proletarios romanos se convirtieron, no en asalariados, sino en unachusma ociosa, ms abyecta an que los antiguos blancos pobres del Sur de los EstadosUnidos, y con eso lo que se desarroll fue un modo de produccin que, lejos de ser capitalista,dependa de la esclavitud. As pues, acontecimientos asombrosamente anlogos pero que sedan en ambientes histricos diferentes llevan a resultados totalmente diferentes. Estudiandocada una de estas formas de evolucin por separado y luego comparndolas podr acasodescubrirse fcilmente la clave del fenmeno, pero nunca se llegar a eso mediante el pasaporteuniversal de una teora general histrico-filosfica, la virtud suprema de la cual consiste en ser

    suprahistrica.6

    En general, ninguno de esos intentos reconstructivos suprahistricosde Marx

    que se pusieron de moda en los 70 escap a la regla de que los llamadosfilsofos o epistemlogos de la historia suelen ser grandes ignorantes de lahistoriatambin de la historia de las ideas: por lo pronto, como se ve, de lasde Marx, y no digamos de la labor de los historiadores. El Cohen de 1978 noescapaba a esa regla. Pero, a diferencia de otros intentos, su instrumentalconceptual era ms slido, y desde luego, ms claro, porque proceda del

    arsenal de la tradicin analtica.

    Podra decirse: la construccin del edificio estaba condenada de antemano a laruina, porque el plan de obra era absurdo (filosficamente absurdo); pero losmateriales empleados eran, en general, nobles. En no menos de 400 pginastrataba de probarse la cogencia conceptual de las dos siguientes afirmaciones:primero, que las fuerzas productivas tienen una tendencia a desarrollarse, ysegundo, que todas las manifestaciones de la vida social, poltica y cultural sonfuncionales al grado de desarrollo de la tecnologa y las fuerzas productivas.Esa nocin de funcin quedaba recogida en una ley de consecuencia (quetrata de explicar algo por sus consecuencias), con la forma [(A B) A] (si esel caso que A es condicin suficiente de B, entonces eso es suficiente para que

    A sea el caso).

    Supongamos que la tesis central de la visin de la historia humana de Marx yEngels fuera esta; que todas las manifestaciones importantes de la vida social,poltica, jurdica y econmica, en todos los tiempos y en todos los lugares,pueden explicarse, en principio, porque son ms o menos mediatamentefuncionales al respectivo grado de desarrollo de las fuerzas productivas,

    tecnolgicamente determinado. Todava quedara por hacer lo ms importante.

    6 Carta de Marx al director del peridico ruso Otyecestvenniye Zapisky(El Memorial de la Patria), escrita en francs

    a finales de noviembre de 1877. [No est recogida en la MEW. Una mediocre versin castellana de la misma puedeencontrarse en Marx, Engels: El Capital visto por su autor, Mxico, Grijalbo (Coleccin 70, No. 84), 1970, pp. 146150].

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    Y a eso que habra sido lo ms importante ni se asomaba el libro de Cohen: 1)identificar conceptualmente las fuerzas histrico-dinmicas capaces deseleccionar unas u otras instituciones, segn su funcionalidad o capacidadadaptativa (el papel que cumplen en la biologa evolutiva la seleccin natural yla deriva gentica); 2) identificar conceptualmente la o las unidades de

    seleccin cultural o institucional (los memes, como dicen algunos, es decir, elequivalente de los genes en la biologa evolutiva); y 3) identificar lasrestricciones de la evolucin histrico-cultural (no slo las geogrficas y fsicas;tambin, por ejemplo, las restricciones puestas por la arquitectura cognitivahumana). El funcionalismo como programa de investigacin en las cienciassociales se dio por definitivamente muerto (en los aos 60 del siglo pasado)cuando algunos cientficos sociales con cierta autoconsciencia metodolgica(como Robert Merton) cayeron en la cuenta de que era vana tarea buscar en laevolucin socio-cultural algn equivalente mnimamente plausible del papeldesempeado en la biologa evolutiva por los algoritmos darwinianos demaximizacin local o aun parcial de la adaptacin ecolgica. Y sin ese

    equivalente, las explicaciones funcionales de los hechos y de los procesosculturales y sociales no son, por decirlo con el giro de Goethe que tantogustaba a Marx, sino eco y humo; a lo sumo, metforas poco frtiles (como la

    de los memes del bilogo Dawkins para explicar la evolucin cultural).

    El xito cosechado en su da por el libro de Cohen no se explica, en mi opinin,por su valor filosfico, o no slo por ese valor, sino por el contexto poltico-intelectual de su aparicin. Precisamente en el momento en que, en elContinente, los filosofastros prt--penserde tres al cuarto, poltrones aupadosa la ola de la moda y convertidos en los 60 en estrellas acadmico-mediticas acuenta de sus especulaciones gratuitas y arbitrarias sobre Marx y elmarxismo, queran, apagados ya todos los fuegos del 68, seguir acaparandola atencin del respetable con el anuncio urbi et orbe de una crisis delmarxismo; precisamente en ese momento, hete aqu que en la prfida Albinapareca un filsofo intelectualmente respetable, con las mejores y msvenerandas seas de identidad acadmicas y un pedigree de raza,defendiendo a Karl Marx, y nada menos que una versin old-fashioned ysupuesta yms importante an expresamente ultraortodoxa de la teora dela historia del barbudo de Trveris. El libro de Cohen, huelga decirlo, fueignorado en Pars ya por entonces capital intelectual de la contrarrevolucinmundial, como sentenciara Perry Anderson, pero en los pases, si no ms

    serios filosficamente, s menos parroquianos, recibi crticas extremadamentefavorables desde prcticamente todos los lados del espectro poltico-acadmico: desde el guerrero fro y antiguo agente de la CIA Isaiah Berlin(1909-1997) (irnicamente, segn se ha sabido luego, implacable inquisidoracadmico en la sombra de Isaac Deutscher (1907-1967)), hasta elvenerable decano de la historiografa comunista britnica Eric Hobsbawm(1917-) y el filsofo trotskista Alex Callinicos (1950-). El propio EdwardP.Thompson le dijo al autor de estas lneas en 1985 que el libro de Cohen, contodos sus defectos (una cultura marxista extremadamente primitiva, seancuales fueren sus aclamados mritos filosficos, que t juzgars mejor queyo), poda servir de saludable antdoto a la catastrfica penetracin del

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    estructuralismo y el posestructuralismo francs en la izquierda acadmica

    anglosajona.7

    Nunca un libro tan alabado dej, sin embargo, rastro tan poco perdurable.

    Actitud ante la llamada ciencia social burguesa

    Porque lo cierto es que el propio Cohen se desinteres pronto de su proyectode reconstruccin conceptual funcionalista de la pretendida teora de lahistoria de Marx, y ms en general, de las explicaciones funcionalistas en lasciencias sociales. Los escritos de dos de los entonces miembros del Grupo deSeptiembre, el economista californiano John Roemer y, sobre todo, el filsofonoruego Jon Elster (1940-), ardiente crtico no siempre con los mejoresargumentos filosficos de las explicaciones funcionalistas en cienciassociales y decidido partidario de una versin del individualismo metodolgicorgidamente maridada con la interpretacin estndar de la teora formal de la

    racionalidad, despertaron el inters de Cohen por esa teora y por losinstrumentos conceptuales usaderos en la teora econmica neoclsica, o porlo que, burla burlando, terminaron varios de ellos llamando la ciencia social

    burguesa.

    Empecemos por notar ingenuamente que la expresin ciencia social burguesa(o, alternativamente, proletaria o aun marxista) habra asombrado a Marx.La idea misma de que la investigacin cientfico-social estuvierainevitablemente polarizada conforme a barreras de clase (o de gnero, o deetnia) era completamente ajena a este estupendo hijo de la Ilustracin, a quienno se le ocurri crtica ms despiadada del clrigo reaccionario que fue Malthus

    que la de acusarle de deshonrar la ciencia:

    Pero a la persona que busca acomodar la ciencia a un punto de vista que noderiva de la ciencia misma (por errado que pueda ser), sino de fuerade ella, deinteresesque le son extraos, ajenos, a esa persona la llamo yo canalla.8

    Marx slo distingui entre ciencia buena y ciencia mala.9 Criticpremonitoriamente a otros socialistas y aun marxistas por construirse loque l llamaba una ciencia privada.10 Separ estrictamente su condicin de

    7 Thompson fue muy activo en su apoyo a la campaa que se desarrollaba en Espaa contra la entrada del pas enla OTAN. La conversacin tuvo lugar en una cena organizada por un grupo de amigos tras una de susparticipaciones en Barcelona, cena a la que no pudo asistir Manuel Sacristn por hallarse enfermo, pero a la quepidi permiso para asistir alguien que estaba en la otra orilla de la campaa, nada menos que el entonces alcaldesocialista de Barcelona, Pasqual Maragall, quien se comport, me complace decirlo, como un contertulio ms,humilde, intelectualmente curioso, polticamente abierto al debate, incluso charmant. Pues bien; hasta el alcalde deBarcelona saba de qu iba el libro de Gerald Cohen. Qu tiempos aquellos!8Theorien ber den Mehwert, MEW, 26.2, pg. 112. Los subrayados son del propio Marx.9 Valgan como pequea muestra de su interesante deontologa epistmica estas palabras dedicadas a DavidRicardo: los dos primeros captulos producen un gran gozo terico [por] su originalidad, unidad en la visin de base, simplicidad, concentracin, profundidad, novedad y amplitud de espectro (MEW, 26.2, pg. 166).10 Por ejemplo: lo que se ve son intentos de poner en armona ideas socialistas, superficialmente hechas propias,con los ms dispares puntos de vista teorticos que los seores de la Universidad o de cualquier otros sitio han

    trado consigo, y a cul ms errado, merced al proceso de putrefaccin en que se hallan hoy los restos de la filosofaalemana. En vez de empezar a estudiar concienzudamente (), [cada quin] se ha construido sin ms ni ms unaciencia privadapropia, y se ha avilantado sin dilacin a entrar en escena con la pretensin de ensearla. (Carta de

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    hombre de partido de su condicin de hombre de ciencia,11 entendiendosiempre su propia obra cientfica como una aportacin libremente debatible alforo pblico de la razn, a la repblica universal de la ciencia. 12 No se priv ensu mocedad, por ejemplo, de hacer suyos conceptos e ideas de quien, ministrodel interior en la Francia orleanista, haba firmado personalmente el decreto

    que lo expulsaba de Pars en 1844, el historiador Franois Guizot (1787-1874).13 Ni en el otoo de su vida, por otro ejemplo, dej de colaborarcientficamente, y aun de mantener una buena amistad personal, con jveneshombres de ciencia valiosos y completamente alejados de sus puntos de vistapolticos, como, por ejemplo, el historiador, jurista, economista y destacado

    poltico liberal ruso Maxim Maximovich Kovalevsky (1851-1916).14

    En suma, y a despecho de lo que luego fueran el marxismo o buena parte delos marxistas acadmicos normalizados del siglo XX, lo cierto es que laproduccin intelectual de Marx estuvo gobernada por normas epistmicasdeontolgicas que excluan toda perspectiva consecuencialista en la que la

    ciencia, la obtencin de conocimiento, o ms en general, la vida intelectual tuvieraun valor puramente instrumental, o como ancilla politiae, como esclava o fmulade la poltica, o como preambula fides, como proemio al dogma de fe.

    La broma de la ciencia social burguesa poda tener, desde luego, un ladorefrescantemente valioso, si lo de lo que se trataba era de violartransgresoramente las pretensiones del marxismo acadmico ypseudoacadmico del que el propio Cohen vena.15 Un marxismotartarinescamente autoproclamado ciencia, encastillado en s mismo ysubstrado pro domo sua al foro de la razn pblica, es decir, por volver al

    prsago sarcasmo de Marx, ciencia privada. Ahora bien:

    Marx y Engels a la direccin del Partido Socialdemcrata alemn, 17-18 de septiembre de 1879, en: MEW34, pgs..407-408. El subrayado es mo.)11Me permitir usted la observacin marginal de que yo, como hombre de partido, tengo una posicin de todopunto hostil al comtismo, y como hombre de ciencia, tengo de Comte una opinin muy modesta (Carta a SpencerBeesly, 12 de junio de 18 71, en: MEW33, pg. 228).12Lo deseable ahora es un torrente de crticas slidas y concienzudas, vengan de amigos o de enemigos. Marxa Kugelman, 11 octubre de 1867, MEW31, pg. 562.13Por ejemplo, el concepto de lucha de clases como elemento de central dinamismo en la historia poltica y social

    lo tom Marx del muy antidemocrtico ministro de la monarqua orleanista y padre del llamado liberalismodoctrinario.14 El testimonio del viejo Kovalevsky sobre su relacin personal y cientfica con Marx es, en mi opinin, uno de losms interesantes y conmovedores de todos los prestados por quienes le trataron en vida. Est recogido en elvolumen de recuerdos sobre Marx recopilado por Vladimir Victorov Andoratskij, Karl Marx, eine Sammlung vonErinnerungen und Aufstzen (Zurich, Ring-Verlag, 1934), desgraciadamente, y hasta donde se me alcanza, nuncams reeditado.15 En varias ocasiones proclam Cohen su cercana al althusserismo en los 60, y en el libro del 78 no se recat deconfesar la influencia de Althusser en la formacin de su propio inters por la reconstruccin filosfica delmaterialismo histrico. En su divertido ensayito de 2002 Deeper in the bullshit (en. Buss, S., Overton, L. (comps.),Contours of Agency : Essays on Themes from Harry Frankfurt, Cambridge, Mass. MIT Press, 2002) dedicado a lacrtica de la impostura filosfica escrita con el lenguaje entre crtico y delirante de gentes como Deleuze o Derrida oZisek, Cohen volvi a hablar de su fascinacin por Althusser en los aos 60. (Bullshites una palabra expletiva del

    ingls americano popular que el filsofo Harry Frankfurt incorpor al lxico filosfico para referirse a productosintelectuales que no son exactamente falsarios o mentirosos, sino algo acaso peor: porque el falsario y el mentirosoan son capaces de distinguir la verdad de la falsedad; en cambio, el bullshiterha perdido incluso esa capacidad.

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    Ciencia social burguesa quera decir en este contexto la ciencia social mainstream en las instituciones universitarias de los pases desarrollados,particularmente en los EEUU. Y aqu poda esperarse alguna cautela enscholars de cierta experiencia y, sobre todo, en gentes procedentes de la

    cultura poltica socialista. Porque lo cierto es que la evolucin de la vida

    acadmica durante la Guerra Fra haba llevado, a su vez, a una intensapolitizacin burguesa sigamos con la broma de las ciencias sociales en laenseanza superior. Bastar recordar que, en los EEUU, comoquiera que a losodos macartistas lo de ciencias sociales sonara demasiado a socialismo, sefavoreci oficialmente durante aos el neologismo de ciencias delcomportamiento (behavioural sciences). Y de mucho antes de la Guerra Fravena algo que, para lo que aqu interesa, tiene todava mayor importancia: elviejo y venerando nombre de economa poltica aplicado a la disciplina quehaban cultivado y profesado Adam Smith, David Ricardo o el propio padre deKeynes (John Neville), fue substituido en todas las universidades del mundodesde comienzos del siglo XX por el neologismo economics, normalmente

    traducido por teora econmica. (En Espaa y en la mayora de paseshispnicos el nombre de economa poltica se mantiene ya slo en lasFacultades de Derecho.) La autonoma de la vida universitaria la "muycelebrada libertad acadmica", tan despreciada por el nazi Heidegger haconocido en el siglo XX ataques lo suficientemente devastadores y notorios,sealadamente en el mbito de las ciencias sociales y las humanidades, comopara que resulte cuando menos ingenuo creer que proporciona un contextointelectual impoluto para la investigacin cientfica proba y sin compromisos. Yen cualquier caso, y ya que en Marx estamos, puede recordarse de pasada queel propio Marx tena una opinin nada benvola sobre la naturaleza del

    acadmico profesoral:

    Conforme a su naturaleza, [es] incapaz de ir ms all de aprender y ensear lo aprendido, sinllegar jams a instruirse a s propio, [como el] Wagner [del Fausto],16 [] En la esencia de lanaturaleza del acadmico profesoral est [] que l mismo no entienda laspreguntas; de aqu elerrtico olisqueo eclctico que llega hasta la cosecha de sus respuestas; pero tampoco aquhonradamente, sino siempre con un ojo puesto en los prejuicios y los intereses de quienes le

    pagan! Cualquier picapedrero es respetable comparado con semejante canalla.17

    Pues bien; cuando tratamos de estimar retrospectivamente las aportacionesrealizadas por el marxismo analtico, una de las cosas que ms llama la

    atencin es que en el grueso de los componentes del Grupo de Septiembrepredominara una actitud acrtica cientfica, filosfica y polticamente acrticafrente al main streamacadmico de la llamada ciencia social burguesa. (Dosexcepciones notables son el historiador Robert Brenner y, en cierto sentido, elsocilogo Eric Olin Wright, pero ambos han sido muy perifricos al ncleo

    inicial del grupo.)

    Esa actitud acrtica puede verse sobre todo en tres puntos. Primero: laincapacidad para someter a una crtica filosfica (si se quiere, filosfico-analtica) consecuente la teora de la eleccin racional (rational choice).

    16 En este fmulo del Doctor Fausto presenta Goethe al seco escolstico que halla la sabidura pgina por pgina,librescamente, como personificacin del pensamiento medieval.17 Carta de Marx a Lassalle, 16 de junio de 1862 (MEW, 30, pg. 628).

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    Segundo: la incapacidad (en parte dimanante de la primera) para comprenderlas limitaciones de la teora econmica neoclsica. Y tercero: la incapacidadpara sacar provecho filosfico-poltico de la crisis generalizada del utilitarismoacadmico que desat la aparicin en 1971 del gran libro de John Rawls (1921-

    2002) sobre la justicia como equidad.

    El individualismo metodolgico y las limitaciones de la teora de la eleccin racional

    La crtica de los filsofos analticos de la ciencia a la interpretacin estndar dela teora de la eleccin racional, y a cualquier individualismo metodolgico quetrate de anclarse en ella, tiene un largo historial: desde Otto Neurath y sussarcsticas y devastadoras crticas del marginalismo de los economistasultraliberales vieneses de los aos 20, hasta, en nuestros das, John Searle(1932-) y su teora filosfica sobre los hechos institucionales , o Philip Pettit(1945-) y su crtica del atomismo metodolgico (la variante del individ ualismometodolgico rgidamente maridada con la teora estndar de la eleccin

    racional).

    Sorprendentemente, nada de esa larga tradicin crtica de la filosofa analticade las ciencias sociales puede encontrarse en el marxismo analtico deCohen, Elster o Roemer. Enseguida volveremos sobre eso. Pero no estar dems observar antes que, haciendo bueno una vez ms el aforismo de Marx,segn el cual el descubridor de una idea puede exagerarla honorablemente,pero el plagiario que la exagera lo que hace es un negocio,18 para algunosprofesores de ciencia poltica, de derecho y de sociologa, ajenos a la filosofaprofesional, y a los que, a travs del marxismo analtico, se les revelacasotambin como negocio la teora estndar de la racionalidad, esa teora yuna cosa enigmtica y misteriosa llamada filosofa analtica seran,

    literalmente, trminos coextensivos.

    Como resultado del debate, no exento de inters, que Cohen tuvo con Elster acomienzos de los 80, al tiempo que quedaban prcticamente liquidadas lasexplicaciones funcionales que tanto interesaban al Cohen de 1978, se abri,expedito, el camino a considerar que las nicas explicaciones posibles enciencias sociales eran las explicaciones intencionales, que afirmar esoequivala abrazar el individualismo metodolgico, y que abrazar elindividualismo metodolgico traa inexorablemente consigo la aceptacin,

    acaso con pequeos retoques, de la teora de la racionalidad estndar. Porqueel libro ms influyente del marxismo analtico, despus del Cohen de 1978,fue el intento de Elster de reconstruir a Marx qu empecinamiento, el deesta generacin de acadmicos! de modo estrictamente antifuncionalistacon ayuda de la versin ms o menos estndar de la teora de la eleccinracional.19 Lejos de la buena recepcin de que goz el libro de Cohen enprcticamente todos las franjas del espectro poltico-acadmico, el de Elsterrecibi crticas dursimas de marxistas tan sofisticados y comprometidos

    18MEW, 26.2, pg. 113.19 Jon Elster, Making Sense of Marx, Cambridge, Camb. Univ. Press, 1985.

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    polticamente como Ernest Mandel o Andrew Levine,20 y en general, fue msapreciado por la derecha acadmica como una especie de demolicin tericadel marxismo aupada a la moda micro que se iba imponiendoideolgicamente, a la par que el neoliberalismo, en las facultades de economay de ciencias sociales: cuando empez a ser chic decir cosas como que la

    macroeconoma de Keynes no tena microfundamentos, era incompatible conla teora de la racionalidad y, por lo mismo, no era cientficamente mejor que la

    astrologa.21

    Si la tesis del individualismo metodolgico consiste en sostener que nuncapodr eliminarse sin resto de las explicaciones cientfico-sociales el lenguajeintencional con que se describe habitualmente la accin humana individual(deseos, creencias, preferencias, expectativas, etc.), la tesis es una gedeonadams o menos trivialmente verdadera, que slo negarn los aferrados a dogmascientficos en buena hora desacreditados (el positivismo sociolgico ms chato)o filosficos (conductismo metodolgico) hoy completamente superados y sin

    apenas defensores.

    Cosa harto distinta es: 1) si la teora matemtica de la eleccin racional,aplicada a las ciencias sociales, es compatible con el individualismometodolgico, y ms en general, con la intencionalidad (en el sentido tcnico-filosfico del trmino); y 2) si esa teora, caso de serlo, tiene modelos empricosen la vida social. Y la discusin de estas dos cuestiones nos lleva directamenteal statuspositivo y normativo de la teora econmica neoclsica (la que vino a

    substituir en la vida acadmica a la economa poltica).

    Teora econmica, economa poltica y socialismo

    Una de las influencias ms decisivas en las discusiones del Grupo deSeptiembre vino del economista californiano John Roemer. A travs de l,principalmente, los instrumentos de la teora econmica neoclsica y en sucentro, la teora estndar de la racionalidad entraron a formar parte de la cajade herramientas conceptuales de los marxistas analticos. Se podra decir,

    20Cfr. Andrew Levine, Review of Making Sense of Marx, Journal of Philosophy(1986), 721-2; y, sobre todo, ladevastadora crtica de Ernest Mandel, How to Make No Sense of Marx, Canadian Journal of Philosophy, Vol. 15(1989), pgs. 105-132.21 Nada ejemplifica mejor el carcter cargadamente ideolgico de esa pulsin micro que iba abatindose sobre las

    facultades de economa que el asombro y el disgusto que causaron en economistas para nada alejadospolticamente del neoliberalismo, pero que, precisamente por su condicin de hombres polticamente a ctivos, sevean obligados a lidiar con el capitalismo realmente existente. Oigamos a uno de esos economistas, el famosoLarry Summers, en 1986 (antes, pues, de convertirse en el facttum econmico de la administracin Clinton): esasnuevas teoras modelan la economa como un equilibrio walrasiano flotante perturbado porshocks de productividad() niegan afirmaciones consideradas evidentes por muchos macroeconomistas acadmicos y por todos quienestrabajan en labores de prediccin de la economa da a da. () Si esas teoras son correctas, lo que implican esque la macroeconoma desarrollada en la estela de la revolucin keynesiana est confinada en el basurero de lahistoria. Y sugieren que el grueso del trabajo desarrollado por los macroeconomistas contemporneos apenas tienems valor que el de los astrlogos. Summers se asombraba de que el fundamentalismo de esos tericos les lleve aextremos metodolgicamente inconcebibles, como el de afirmar lo que sigue: Una parte importante de estasdesviaciones e incongruencias [entre la teora y las observaciones empricas] muy bien podra desaparecer, si lasvariables econmicas se midieran de manera ms conforme a la teora. De aqu que () la teora de los ciclos

    econmicos deba ir por delante de las medidas empricas de esos ciclos. (Larry Summers, Some SkepticalObservations on Real Business Cycle Theory, Federal Reserve Bank of Minneapolis Quarterly Review, Vol. 10, No.4 , (primavera de1986), pp. 23-27.

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    incluso, que no es ajeno a eso el que muchos de ellosCohen y Roemer, porlo pronto siguieran considerndose socialistas aun despus de dejar de

    considerarse marxistas.

    En su libro sobre socialismo de mercado, 22 Roemer observ correctamente no

    slo que cierto neoliberalismo europeo duro (el de Hayek o el de Schumpeter,por ejemplo) ha sido implacablemente hostil a la teora econmica neoclsica ya su concepcin del equilibrio general y de los mercados perfectamentecompetitivos, sino que muchos economistas neoclsicos de la primera y de lasegunda generacin eran explcitamente socialistas, socialistas de mercado. Pero asombrosamente, no sac mayores consecuencias de eso, sino que, deuna u otra forma, vino a sumarse a la corriente acadmica general que,interesadamente, termin por ver en Walras, no a un terico normativo de lajusticia social y de un socialismo cientfico fundado en el derecho naturalrevolucionario heredero de la I Repblica francesa de 1792 je ne suis pas unconomiste; je suis un socialiste, sino a un terico positivo imbuido de la

    pretensin de describir y aun de explicar el funcionamiento de los mercadoscapitalistas histrico-realmente existentes. Vale la pena detenerse un momentoen este asunto, no slo por su inters intrnseco, sino tambin porque ilustra demanera muy clara la radical solucin de continuidad en que se hallaba estanueva generacin de marxistas normalizados de los 60 con las grandes (ylibres) discusiones cientficas y polticas socialistas del perodo deentreguerras: tambin aqu, por volver al terrible diagnstico de EdwardThompson, puede verse que no fueron una generacin verdaderamente

    postestalinista.

    Len Walras (1834-1910), el economista, moralista y matemtico francs quelogr la primera formulacin matemtica seria del equilibrio general enmercados perfectamente competitivos era un socialista convencido. Y esperfectamente conocido que ese lado poltico radical de Walras fueconscientemente dejado de lado, y aun escondido, por su sucesor en la ctedrade Lausana, el ultraliberal italiano Vilfredo Pareto, luego senador de Mussolini.Lo que es menos conocido es que el lado poltico del socialista Walras nopoda separarse de su condicin de terico de los mercados perfectamentecompetitivos y del equilibrio general, sin perder el sentido mismo de su

    empresa terica.

    Los mercados perfectamente competitivos que aspiraban al equilibrio generaleran una construccin normativa, no positiva. Por lo pronto slo erantericamente posibles luego de medidas polticas radicalmente socialistas,como la nacionalizacin de la tierra (y de la banca). Adems, esos mercadosslo podan mantenerse a travs de una intervencin estatal a gran escala quegarantizara polticamente lo que Walras llam la organizacin de losmercados, a fin de impedir, por ejemplo, la formacin de monopolios uoligopolios que, derivados de las economas de escala (en el equilibrio generalno hay economas de escala), perturbaran la libre competencia. Y laintervencin estatal era tambin obligada para producir la mirada de bienespblicos (en el sentido tcnico de la palabra) que, por definicin, no puede

    producir ningn mecanismo de mercado.22 John Roemer, Un futuro para el socialismo, trad. A.Domnech, Barcelona, Crtica, 1999.

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    Una forma interesante de ver hoy a Walras es entender sus preocupacionesanalticas y polticas en lnea de continuidad con las de la vieja economapoltica. El mercado libre de Walras sigue siendo en buena medida libre enel sentido normativo de Smith o de Ricardo, porque: 1) las rentas no ganadasde la propiedad privada de la tierra desaparecen; 2) las rentas financieras no

    ganadas desaparecen; 3) las rentas monoplicas u oligoplicas no ganadas,dimanantes de las economas de escala y de la adquisicin de posiciones deventaja y poder en los mercados, desaparecen; y finalmente 4) los beneficiosempresariales bien ganados quedan reducidos a prcticamente nada, porqueen un mercado perfectamente competitivo los mrgenes de beneficio seevaporan (sin este ltimo punto no se entendera la simpata activa de Walrashacia las empresas formadas por cooperativas de trabajadores). El socialismosera eso, una sociedad en la que se realizan plenamente la justiciaconmutativa y la justicia distributiva. Nacionalizada la tierra y organizadopolticamente el mercado para garantizar la competicin perfecta, el Estadopodra prescindir de impuestos sobre salarios y beneficios y mantener un

    generoso presupuesto fundado en la renta de la tierra nacionalizada (y en elgravamen fiscal impuesto a las posibles rentas monoplicas u oligoplicas

    subsistentes o incipientes):

    Gracias a la justicia conmutativa y a la igualdad de oportunidades, e l Estado subsistira merceda [los recursos aportados por] la renta de la tierra, y, gracias a la justicia distributiva y a ladesigualdad de posiciones, el individuo quedara en plena y completa posesin de los frutos de

    su trabajo.23

    El socialismo, que para Walras era justicia social colmada, se distinguaentonces netamente del activismo fiscal reformista del radicalismo de la

    izquierda burguesa:

    Lo quedistingue () el socialismo del radicalismo es que el primero, reconociendo la injusticiasocial, pretende erradicarla para que impere la justicia, mientras que el segundo la deja subsistir,esforzndose en compensarla con una injusticia de signo contrario [la exaccin fiscal sobre

    salarios y beneficios ganados en buena lid] .24

    Lo dicho hasta ahora basta para justificar una respuesta negativa a nuestrasegunda pregunta: la teora de los mercados perfectamente competitivos deestirpe walrasiana no tiene modelos empricos reales. Podemos entrar ahora a

    discutir brevemente la primera cuestin, la de si la teora de la racionalidadeconmica es compatible con el individualismo metodolgico, y en general, con

    la intencionalidad en el sentido tcnico-filosfico de la palabra.

    Tambin aqu la respuesta es negativa. En los mercados walrasianos, laracionalidad de los agentes econmicos individuales, lejos de ser la piezaconstructiva bsica de la arquitectura de los mercados de competicin perfecta,es, al revs, una propiedad dimanante de la estructura global de esosmercados (y de su organizacin poltica).La racionalidad bayesianamaximizadora de los agentes econmicos se enfrenta siempre al problema de

    23 L. Walras, Elments d'conomie politique pure. (Thorie de la richesse sociale). Lausanne/ Paris:Rouge/ Pichon, 1990 (edicin original de 1896), pg. 404.24Ibid., pg. 402.

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    la informacin. Porque la informacin es un bien muy particular; el nico bienal que no puede aplicarse un anlisis coste/beneficio: no puedo saber elbeneficio que me reportar la informacin X hasta que no la poseo, y paraposeerla, necesito incurrir en unos costes que no puedo carear analticamentecon los posibles beneficios de obtenerla. Los agentes bayesianos pueden

    maximizar sus funciones de utilidad slo bajo dos condiciones: o bien seconforman con el nivel de informacin de que disponen, sea el que fuere, obien pueden obtener toda la informacin ulterior que necesiten a coste cero (lo

    que equivale a decir que son omniscientes).

    La primera opcin trae consigo complicaciones muy importantes: porque, casode transitar por el camino que ella abre, necesitaramos disponer de otra teoradistinta de la de la racionalidad bayesiana para saber por qu los individuos seconforman con un determinado nivel de informacin, y no con cualquier otro; y,ms complicado an, necesitaramos averiguarde manera conceptualmenteindependiente de la teora bayesiana de la racionalidad qu tipos de

    informacin (subjetiva) tienen los agentes econmicos.25

    La teora walrasiana de los mercados de competicin perfecta opt, como esharto sabido, por la segunda opcin, por la de la omnisciencia de los agenteseconmicos. Pero, y eso es lo decisivo, slo pudo hacerlo porque: 1) en unmercado walrasiano perfectamente competitivo toda la informacin quenecesitan los agentes econmicos para actuar maximizadoramente estcontenida en los precios de equilibrio; y 2) la informacin sobre los precios deequilibrio en esos mercados tranparentes resulta, por definicin, accesible acoste ceropara todos los agentes econmicos. La capacidad de omniscienciaque hace posible la racionalidad bayesiana maximizadora individual no es,pues, una propiedad de los individuos, sino una propiedad estructural e

    institucional de los mercados perfectamente competitivos. 26

    Dado que el supuesto de omnisciencia hace coincidir exactamente lascreencias subjetivas de los agentes econmicos con la realidad objetiva (de losmercados), una de las patas de la intencionalidad (entendida como capacidadsubjetiva faliblede representacin del mundo objetivo) desaparecera eo ipsode esta construccin terica: las creencias o expectativas de los agenteseconmicos que actan omniscientemente en un mercado walrasiano no sonintencionales en el sentido tcnico-filosfico del trmino. (La otra pata, la de

    los deseos o preferencias, desapareci tambin, dicho sea de paso, de lateora neoclsica de ascendencia pretendidamente walrasiana, vctima delimpacto de la psicologa conductista imperante en la franja central del siglo XXen las facultades de ciencias econmicas de todo el mundo: las preferencias delos agentes nos seran meramente reveladas por su comportamiento en el

    mercado.)

    As pues, el uso de la teora de la racionalidad en la economa neoclsica deascendiente walrasiano no slo es incompatible con el individualismo

    25 Esa idea est en el ncleo de la clsica crtica del Premio Nbel Herbert Simon a la racionalidad maximizadora,

    as como en la base de su propuesta de una racionalidad satisfactora. 26Cfr. John K. Arrow: (1987) Rationality of self and others in an economic system, en: R. M. Hogarth and M. W.Reder (comps.), Rational Choice, Chicago, The University of Chicago Press, 1987.

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    metodolgico en el sentido ms habitual del trmino ( id est: un atomismo

    metodolgico que exige explicar cualquier estructura o agregado macrosociala partir de sus componentes individuales, atmicos, micro), sino que seraincompatible incluso con el individualismo metodolgico que a m me parecems o menos trivialmente verdadero: pues, caso de que hubiera algn modelo

    emprico real para esa teora, nos hallaramos entonces ante un rarsimoejemplo de estructura social o institucional explicable sin restos deintencionalidad, es decir, sin necesidad alguna de apelar a la capacidad

    cognitiva representacional de los individuos.27

    En suma: es difcil resistirse a la idea de que la fascinacin, no siempremoderada, experimentada a trechos por Cohen, Elster o Roemer con la teoraestndar de la racionalidad y con el instrumentarium conceptual de la teoraeconmica neoclsica es tan hija del marxismo acadmico imaginario eintelectualmente desvalido del que generacionalmente procedan (y del que, nosin buenas razones, consiguieron ser crticos implacables), como de su acrtica

    y parroquiana apertura de parvenus a una ciencia social burguesa que sehallaba ya plenamente inmersa en el inconcebible proceso de degradacinintelectual que habra de abrir puertas y ventanas a lo que Paul Krugman ha

    llamado recientemente la era obscura de la macroeconomoma.28

    La crisis del utilitarismo en la filosofa del derecho, poltica y moral

    Mirando retrospectivamente la historia de la ciencia econmica y de la filosofasocial y poltica normativas del siglo XX, puede observarse que una de lasrazones ms claras y profundas de la mala inteligencia y aun de la increbletergiversacin sufridas por el pensamiento de Walras es la asimilacin delmismo al formato utilitarista de la llamada revolucin marginalista del ltimotercio del XIX, la que dio lugar a que la ciencia econmica acadmica terminara

    perdiendo el predicado de poltica.

    En ese formato utilitarista desaparecen como por un sumidero los derechos y ellenguaje de los derechos (Bentham: los derechos son un sinsentido, y losderechos humanos, un sinsentido maysculo), y se evaporan asimismo lasclases sociales y sus dinmicas pugnaces: la vida social tiende a verse comouna coleccin de depsitos individuales de utilidades, equipotentes yposiblemente intercomparables. Los individuos con derechos, las personas con

    existencias separadas, tienden a desaparecer de esa perspectiva,

    29

    yparalelamente, se evapora tambin la compleja y dinmica regimentacininstitucional de los individuos en clases sociales. En la versin ms tradicionaldel formato intelectual utilitarista, queda, como ya sugerido, una coleccin dedepsitos individuales de utilidades maximizandas, de un lado, y, del otro, unmisterioso unicum sui generis de ignota urdimbre institucional llamadogobierno o Estado. En el lmite, la vida social queda reducida, en su

    27 Cfr. Antoni Domnech, Algunos enigmas de la racionalidad econmica, en Noam Chomsky, et al., Los lmites dela globalizacin, Barcelona, Ariel, 2002.28 No desde luego el historiadorRobert Brenner; autor de uno de los libros ms importantes para entender laevolucin de la economa capitalista mundial en el ltimo medio siglo, en el que prosigui crticamente con gran

    fecundidad las elaboraciones de Ernest Mandel.29Cfr. Rawls, Social unity and primary goods, en Sen y Williams (comps.), Utilitarianism and Beyond, Cambridge,Cambridge Univ. Press, 1982.

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    categorizacin descriptiva, a una coleccin de sacos de utilidades quecompiten en un espacio mtico pero pretendidamente real llamado mercado(no en los virtuales mercados libres y perfectamente competitivos de Walras,sino en los histrico-reales mercados capitalistas, fantaseados como libres),de un lado; y del, otro, a un complejo no menos mtico: un Estado

    normativamente conminado a interferir lo menos posible en un mercadopretendidamente libre, tan capaz de asignar eficientemente los recursos comode distribuir con justicia los ingresos de acuerdo con la productividad marginal

    de los factores de produccin.30

    Walras fue un enemigo implacable de esa ideologa de los economistas (como se les llamaba en la Francia de la segunda mitad del XIX), tan afn alliberalismo poltico antidemocrtico y antirrepublicano dominante en lasmonarquas constitucionales europeas hasta la I Guerra Mundial. (Su boutadems clebre ya se ha recordado antes: no soy un economista; soy unsocialista.) Su economa pura, como todava era capaz de recordar en los 70

    el gran economista matemtico marxista Morishima (1923-2004), era unacrtica de los mercados capitalistas realmente existentes, y no una descripcinde ellos,31 y resulta incomprensible si no se la entiende, primero, comoderivada de su teora de la justicia (su moral pura), que enlaza exp lcitamentecon el derecho natural revolucionario de la I Repblica francesa,32 y segundo,como realizable poltico-institucionalmente conforme a su teora econmica

    aplicada.

    Sea ello como fuere, lo cierto es que el formato utilitarista se impuso en la vidaacadmica del siglo XX, tanto en las facultades de economa como en elmundo anglosajn, sealada y expresamente en los departamentos de

    filosofa poltica, moral y del derecho.

    Cinco generaciones de utilitaristas, apoyados en la ciencia social posterior a la revolucinmarginalista neoclsica, destruyeron la conexin clsica entre la reflexin filosfica normativa y

    el mundo de los derechos y de las instituciones sociales.33

    Y no slo en la vida acadmica: junto con la pretensin de comprender lasdinmicas causales socio-institucionales, y contra una opinin hoy tanvulgarmente comn como histricamente ignorante, el lenguaje de losderechos humanos forjado por el iusnaturalismo republicano-revolucionario

    moderno desapareci tambin del derecho constitucional mundial durante lafriolera de 150 aos: exactamente, entre la contrarrevolucin de Termidor

    30En cambio, Walras neg explcitamente que su mercado perfectamente competitivo tuviera que tener el menor

    papel en la distribucin de los ingresos; era un mecanismo neutral. Como en la economa poltica clsica, ladistribucin de ingresos tena que quedar fijada poltico-institucionalmente antes, y la economa pura tena quelimitarse a mostrar normativamente cmo pueden desarrollarse los procesos econmicos de manera tal, que nopongan en cuestin la justicia del reparto determinada por el derecho natural (Antoine Rebeyrol, La penseconomique de Walras, Pars, Dunod, 1999, pg. 33). La productividad marginal de los factores slo jugara unpapel importante en la eleccin de tcnicas productivas.

    31 Michio Morishima, Walras's Economics. A Pure Theory of Capital and Money, Cambridge, Cambridge UniversityPress, 1977.32El derecho natural del Estado [entendido como el conjunto de personas que tienen los mismos derechos y las

    mismas obligaciones] tiene el m ismo valor que el derecho natural del individuo. (Elments, op. cit, pg. 137.)33 Mara Julia Bertomeu y A.Domnech, El republicanismo y la crisis del rawlsismo metodolgico, en Isegora, 33,diciembre de 2005, pg. 51.

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    (1794) y la derrota poltico-militar del nazismo con que concluy la II GuerraMundial en 1945. Cuando el lenguaje de los derechos humanos universales einalienables fue oficial y expresamente recuperado en 1948 tras la catstrofecivilizatoria del nazi-fascismo,34 se hizo de espaldas al main stream de la

    filosofa normativa y de la ciencia jurdica europea y norteamericana de la

    poca. Los cuatro redactores principales del texto fueron un oscuro juristacanadiense (Humphrey), un filsofo cristiano, ms o menos neotomista,libans, Charles Malik, un filsofo chino confuciano (Peng Chun Chang),35 unjurista menor, miembro de la Resistencia antifascista francesa (Rene Cassin),y, acaso sobre todo lo que no deja de ser muy significativo, un mdicofisilogo procedente de las filas del socialismo pacifista, masnico yrepublicano, asimismo miembro de la Resistencia antifascista francesa: Henri

    Laugier.

    Signo de los tiempos, los grandes juristas y filsofos normativos acadmicosdel momento, mantenidos al margen de la redaccin del documento

    iusfilosfico-normativo acaso ms importante del siglo XX, o despreciaron eldocumento, como Hannah Arendt,36 o, los ms inteligentes y polticamentecomprometidos con el radicalismo democrtico del antifascismo militante, comoHans Kelsen, se limitaron a observaciones crticas de carcter metodolgico. 37

    34 En el Prembulo de consideraciones de la Declaracin Universal de los Derechos Humanos, solemnementeaprobada por las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948, puede leerse: Considerando que eldesconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han orig inado actos de barbarie ultrajantes para laconciencia de la humanidad35En las memorias de Eleanor Roosevelt (presidenta del Comit de redaccin del documento) puede leerse: El Dr.Chang era un pluralista, y avanz con donaire la tesis de que hay ms de un tipo de realidad ltima. La Declaracin,

    vino a decir, debera reflejar a lgo ms que las ideas occidentales (). Su observacin, aunque dirigida al Dr.Humphrey [el redactor del primer borrador], iba en realidad dirigida al Dr. Malik, de quien obtuvo una rpida rplicapor la va de entrar en una detallada exposicin de la filosofa de Toms de Aquino. El Dr. Humphrey se sumentusisticamente a la discusin, y recuerdo que, en un momento dado, el Dr. Chang sugiri que el Secretariadobien podra dedicar unos cuantos meses a estudiar los principios del confucianismo. (The Autobiography of EleanorRoosevelt, Nueva York, Da Capo Press, 1992, pg. 317.)36Cfr. Hannah Arendt, Es gibt nur ein Menschenrecht (No hay sino un solo derecho humano), publicado en 1949(reproducido en Hffe et al. (comps.), Praktische Philosophie/Ethik, Vol. 2, Francfort, Fischer, 1981). En ese texto,

    Arendt atacaba el derecho natural revolucionario del siglo XVIII (sin privarse de alabar a Edmund Burke, el granenemigo reaccionario de los derechos humanos revolucionarios), subrayaba la notoria falta desentido de realidad(pg. 166) de la Declaracin de las Naciones Unidas, y soltaba lindezas retrocomo la que sigue: hay que guardarsede seguir definiendo ese derecho humano [el nico que Arendt reconoce como tal: el derecho a tener derechos, aformar parte de una comunidad poltica] con las categoras del siglo XVIII. Haberlo hecho no ha sido parte menor en

    la confusin actual, que resulta en pretensiones filosficamente tan absurdas y polticamente tan irrealizables comola de que todo ser humano ha nacido con el derecho imprescriptible a un subsidio de desempleo y a una pensin de

    jubilacin (pgs.. 163-164).37No es muy afortunado que la Declaracin de Derechos Humanos comience con una afirmacin problemtica[Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como estn de razn yconciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros'], poniendo as todo el documento bajo la gidade una doctrina enormemente controvertida [el derecho natural]. Hans Kelsen, The Law of the United Nations. ACritical Analysis of Its Fundamental Problems, New Jersey, Lawbook Exchange, 2000 (edicin original de 1950),pg. 41. La hostilidad filosfica hacia el iusnaturalismo por parte de Kelsen y de tantos otros demcratas radicales ysocialistas del siglo XX es, hay que decirlo, perfectamente comprensible: tras el eclipse del iusnaturalismorevolucionario a partir de 1794, la reivindicacin del derechonatural qued en manos de la Iglesia Catlica y, engeneral, de la extrema derecha cristiana. No har falta decir lo: la relacin que el meftico iusnaturalismoreaccionario neotomista del XIX y del XX guarda con el iusnaturalismo revolucionario de los siglos XVI, XVII y XVIII

    es todava ms remota, si ello cabe, que la que puedan tener con Walras sus falsificadores neoliberales neoclsicoso la del imaginario marxismo normalizado del siglo XX con Marx y Engels. Sea ello como fuere, y como el propioMarx observ alguna vez a propsito del Derecho romano: toda conquista de un perodo antiguo de la que luego se

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    La visin positivista y/o utilitarista del derecho y, en general, de las disciplinasnormativas se haba impuesto rotundamente en el siglo XIX, colonizando elgrueso de la vida acadmica de la primera mitad del siglo XX. Y es lo cierto quela Declaracin de Naciones Unidas, fueren cuales fueren sus mritospropiamente filosficos, represent un shock, algo as como el principio de una

    entrada de aire social y poltico vital en el ambiente anxico de la filosofaprctica acadmica europea y norteamericana.

    La visin positivista y/o utilitarista del derecho y de la filosofa prctica puederecapitularse, a los efectos que aqu importan, como la aceptacin, si no de

    todos, s al menos del grueso de los siguientes 6 puntos:

    1) Las leyes son rdenes dadas por unos seres humanos con capacidadpara amenazar creblemente a otros en caso de no cumplirlas.

    2) No hay vnculo alguno necesario (en algn sentido filosfico de lapalabra) entre derecho y tica.

    3) El anlisis del significado de los conceptos jurdicos es central, y debeser tajantemente diferenciado de las investigaciones histricas sobre lascausas generadoras de las leyes y de las investigaciones cientfico-sociales sobre la relacin entre las leyes y otros fenmenos sociales, ascomo de la evaluacin normativa de las leyes en trminos ticos o depolticas pblicas.

    4) La evaluacin normativa tico-social de las leyes es una tarea posible ycientficamente respetable, a condicin de que: a) el formato de esaevaluacin sea estrictamente consecuencialista (slo se consideran lasconsecuencias de una norma, no hay posibilidad de valorar la norma pors misma); y b) la mtrica empleada sea la de la utilidad (las nicasconsecuencias contemplables son las que afectan a la utilidad social,entendida como agregado de utilidades individuales, entendidas stas,al modo de los economistas neoclsicos, como grado de satisfaccin delas preferencias o deseos de los agentes sociales).

    5) Un sistema jurdico es un sistema lgicamente cerrado en el que lasdecisiones jurdicamente correctas pueden inferirse lgico-deductivamente de normas jurdicas predeterminadas, sin necesidad dereferirse a criterios morales, propsitos sociales o polticas pblicas.

    6) Las disputas ticas o morales o, en general, normativas son indirimiblesracionalmente, y, a diferencia de las disputas cientfico-positivas sobre

    hechos, no pueden apelar al foro de la razn pblica. (Una versinpositivista del weberiano politesmo tico del mundo moderno.)

    Todos y cada uno de esos principios comenzaron a ser cuestionados

    acadmicamente de un modo cada vez ms abierto despus de 1948:

    El principio 1 (en realidad, una versin monrquico-constitucional decimonnicadel principio protoutilitarista de Hobbes: auctoritas non veritas facit legem) erasimple y llanamente incompatible con la realidad jurdico-poltica de losregmenes republicano-parlamentarios que el movimiento obrero socialista

    apropia una poca posterior es la antigua mal comprendida() y es la forma mal comprendida, precisamente, laque se generaliza y, en un determinado estadio evolutivo de la sociedad, logra hacerse universalmente usadera(Carta a Lasalle, 22 julio 1861, MEW, 30, pgs. 630-631).

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    contribuy decisivamente a forjar en Europa tras el desplome de las

    monarquas constitucionales continentales entre 1918 y 1931.38

    De la crisis del principio 2eran testigos, por ejemplo, la propia Declaracin de

    Naciones Unidas, o la conversin del otrora positivista Gustav Radbruch, el

    gran jurista socialista que tanto influy en el derecho pblico alemn deposguerra con su tesis de la naturaleza jurdicamente rrita, por inmoral, de las

    leyes nacionalsocialistas.39

    Del principio 3poda mantenerse la centralidad del anlisis lgico-conceptualde las normas, pero, precisamente, el avance de ese anlisis mostr la futilidadde la pretensin de separar tajantemente esa tarea intelectual de la de loshistoriadores, cientficos sociales y filsofos normativos: los conceptos

    jurdicos, como los polticos, estn histrico-socialmente indexados.

    El principio 4comenz a ser demolido por sus dos pilares bsicos: su formato

    (el consecuencialismo estricto), incompatible, por ejemplo, con lainalienabilidad de determinados derechos fundamentales no puramenteinstrumentales constitutivos de la nocin misma iusrepublicana de libertad;y su mtrica, una mtrica (la utilidad) que ni siquiera permita la categorizacinde los individuos como existencias separadas, y no digamos como protegidas y

    aun constituidas por derechos fundamentales.

    El principio 5fue demolido por el propio progreso del anlisis lgico-conceptualde las normas jurdicas, y tuvo que ser abandonado, incluso por los ms

    38 Contra la opinin comny comnmente divulgada por el marxismo normalizado, no slo no es verdad queMarx no se interesara por el derecho, sino que tuvo una slida formacin como jurista fue discpulo, entre otros, deSavigny, y si se repasa con un poco de cuidado lo que los marxlogos competentes llaman el Lesefeld(el campode lecturas) de Marx, enseguida se cae en la cuenta de que ms de la mitad de sus lecturas cientficas lo fueron detemas jurdicos y de historia del derecho. Dicho esto, la concepcin tanto de la ley como del derecho de Marxestuvieron desde el principio en la lnea republicana antihobbesiana que vena de la Ilustracin y sealadamente dela democracia revolucionaria francesa, lnea que qued eclipsada en la vida acadmica por el triunfo del utilitarismoa partir del primer tercio del XIX. (Cfr. Antoni Domnech, Droit, droit naturel et tradition rpublicaine moderne, enMarc Belissa, et al. (comps.), Rpublicanismes et droit naturel. Des humanistes aux rvolutions des droits delhomme et du citoyen, Pars, Kim, 2009.) Un ejemplo, del propio Marx (joven) : Lejos de ser la ley de prensa unamedida represiva contra la libertad de prensa, un mero medio para prevenir con la pena la repeticin del delito, lo

    que debera es ms bien considerarse que la ausencia de una legislacin sobre la prensa excluye a la libertad deprensa de la esfera de la libertad jurdica, pues la libertad jurdicamente reconocida existe en el Estado como ley.() Las leyes son, antes bien, las normas positivas, luminosas, universales, merced a las cuales la libertad haganado una existencia impersonal, terica, independiente del capricho del individuo. Un cdigo de leyes es la bibliade la libertad de un pueblo (Rheinische Zeitung, N132, 12 de mayo de 1842). Y otro ejemplo, este del viejo Engels:la primera condicin de toda libertad: que todos los funcionarios pblicos en todos los asuntos relacionados con sucargo puedan ser obligados por cualquier ciudadano a responder de sus responsabilidades ante tribunalesordinarios y conforme al derecho comn (Carta de Engels a Bebel, 28 de marzo de 1875, en: MEW, 34, pg. 128).39Cfr. Gustav Radbruch, Gesetzliches Unrecht und bergeseztliches Recht [Injusticia legal y derecho supralegal],en Sddeutsche Juristen-Zeitung, 105, 1946. Entre los filsofos y los juristas marxistas, el ms interesante yperceptivo al respecto fue Ernst Bloch, quien en la inmediata posguerra comenz su serie de escritos histticosfilosficos sobre el iusnaturalismo revolucionario (Naturrecht und menschliche Wrde, Francfort, Suhrkamp, variasediciones) y sobre el derecho natural de Thomas Mntzer y su papel en las guerras campesinas alemanas de los

    aos 20 del siglo XVI. El gran jurista Franz Neuman escribi piezas importantes de revisin histrica iusfilosfica(por ejemplo, su texto de 1955 Zum Begriff der politischen Freiheit, reproducido luego en Demokratischer undautoritrer Staat, Francfort, Basis, 1967.

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    ardientes defensores del positivismo jurdico, tambin so pena de tener que dar

    a los jueces un margen de discrecionalidad arbitraria prcticamente infinito. 40

    Por ltimo, el principio 6 qued filosficamente desacreditado en cuanto se

    comprendi que la misma epistemologa postpositivista cultivada por los

    filsofos analticos de posguerra era una empresa de todo punto normativa (nopuramente descriptiva o explicativa). En lo tocante a la filosofa poltica y delderecho, y por limitarnos a un solo ejemplo, el mismsimo Kelsen, que antes dela guerra haba defendido el relativismo moral como condicin necesaria de lademocracia parlamentaria entendida como organizacin iuspblica del conflictode intereses sociales, se vea obligado a precisar, si no a matizar radicalmente,

    su tesis.41

    Pero el empuje decisivo, desde luego en el mundo anglosajn, vino una vezms de fuera de los anxicos recintos de la vida acadmica: como observ ensu da con gran penetracin el economista matemtico Serge-Christoph Kolm,

    el gran libro de Rawls (Justicia como equidad, 1971) que dio la puntillaacadmica final a la tradicin utilitarista sera apenas inteligible sin comprender,entre otras cosas, el papel desempeado por una dcada de luchasencarnizadas en favor de los derechos civiles en los Estados Unidos.42 Desdeeste punto de vista, tal vez nada ilustra mejor la importancia y la singularidadhistrico-filosfica del libro de Rawls que recordar la rotunda oposicin a losderechos civiles de los negros norteamericanos expresada slo doce aos

    antes por Hannah Arendt.43

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    Cfr. la pionera y devastadora crtica de Ronald Dworkin, The Model of Rules, en University of Chicago LawReview, 14, 1967.41 Un ejemplo de 1955: Una teora relativista de los valores no niega la existencia de un orden moral y () no esincompatible con la responsabilidad moral o jurdica. Lo que niega es que haya slo un orden de este tipo que puedatener la pretensin de validez en exclusiva, y por lo mismo, aplicabilidad universal. Sostiene que hay varios rdenesmorales harto distintos entre s, y que, por lo tanto, hay que optar entre ellos. El relativismo impone as al individuo ladifcil tarea de decidir por s propio qu es bueno y qu es malo. Lo que, huelga decirlo, implica una responsabilidadmuy seria, la responsabilidad moral ms seria que un hombre pueda asumir. El relativismo positivista significa:autonoma moral. (Kelsen, Fundamentos de la democracia, 1955. El texto est recogido en el volumen, compiladopor Mathias Jestaedt et al.: Hans Kelsen, Verteidigung der Demokratie, Tubinga, Mohr Siebek, 2006, pg. 304.)42A pesar de su elevacin terica, [Rawls] pescaba sus cuestiones por abstraccin de las que flotaban en elambiente. No es aventurado, y desde luego no es falso, leer en el principio de diferencia, a la vez, la consignademcrata de lucha contra la pobreza, el descubrimiento del subdesarrollo y la consciencia norteamericana de la

    eficacia de las lites; verreflejarse el combate demcrata por los derechos civiles de los negros en el principio deigual acceso a las posiciones; hallar la guerra, fra o no, contra el totalitarismo, a continuacin de la guerra contralas dictaduras, en la prioridad absoluta de las libertades bsicas; leer Norteamrica , y a decir verdad, lamodernidad, en los individuos neutros unos respecto de otros y sin cultura terica especfica; y aun la ideologa delMayfloweren el contrato social original. A pesar del Kant y del Aristteles del filsofo de oficio, y a pesar de sualtura, Rawls va a la deriva del riachuelo de la historia del momento. (Kolm, Le contrat social libral, Pars, P.U.F,1985, pg. 355.) El juicio de Kolm resulta an ms relevante, si se recuerda que este matemtico francs fue elforjador de instrumentos analtico-formalescomo el ndice de agregacin leximin que luego sirvieron a Rawlspara armar piezas bsicas de su teora de la justicia distributiva (como el mismo principio de la diferencia maximin).43 Hannah Arendt, "Reflections on Little Rock", publicado en la revista Dissent, primavera de 1959. En ese artculo(cuya publicacin fue rechazada antes por la revista Commentary) Hannah Arendt se mostraba abiertamentecontraria a la intervencin del gobierno federal estadounidense en punto a terminar con la prctica de segregacinracial en las escuelas de algunos estados federados norteamericanos. Congruente con el marco general de su

    filosofa poltica, Arendt sostena que, aunque la discriminacin deba erradicarse de la esfera poltica (todos tienenderecho al sufragio), no resultaba inadecuada en la esfera pr ivada (en donde los padres tendran derecho a elegirla compaa que desean para sus hijos): Lo que la igualdad es para la poltica su ms ntimo principio, eso

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    El marxismo analtico y la filosofa poltica postutilitarista

    Con el auge de la filosofa poltica postutilitarista en buena parte propiciado porel libro de Rawls (y por los trabajos pioneros del iusfilsofo norteamericanoestablecido en Oxford Ronald Dworkin), volvieron los derechos, volvieron hasta

    cierto punto las clases sociales y sus conflictos; volvi, si as puede decirse, ellenguaje normativo dieciochesco volvi hasta el desacreditadsimocontractualismo! , prcticamente desterrado de la vida acadmicarespetable desde por lo menos el primer tercio del siglo XIX. Y no razonabanlos viejos economistas polticos precisamente en esos trminos? No eranAdam Smith y David Ricardo tan partidarios como el mismsimo Kant delderecho natural dieciochesco? Volvera, entonces, tambin algo parecido ala vieja economa poltica, y con eso, una forma radicalmente otra de pensar ycategorizardinmicamentelos problemas econmico-sociales e institucionales,una forma completamente alejada de los dogmas y las miopas puramenteestticas de una tradicin neoclsica pseudowalrasiana de todo punto

    enfangada en los destronados dogmas del utilitarismo?

    En ese ambiente, era lo ms natural que personas inteligentes procedentes dela tradicin intelectual marxista, e interesados en renovarla, revitalizarla orectificarla, sintieran viva curiosidad por la evolucin postutilitarista de lafilosofa poltica y de la filosofa del derecho acadmicamente establecidas. Los

    marxistas analticos, y muy particularmente Cohen, no fueron una excepcin.

    Hay que decir que, desde el punto de vista de la tradicin poltica republicanaen que arraiga el socialismo moderno en general, y el marxismo originario noimaginario en particular, la evolucin de la filosofa poltica acadmicapostutilitarista resultaba prima faciedecepcionante o insatisfactoria en al menos

    tres puntos:

    1) El nivel de abstraccin elegido. Desde el comienzo mismo de su libro de1971, Rawls advirti cautamente con toda honradez de que su teora semova slo en el plano de las teoras ideales. Es decir, que el ejerciciointelectual que se propona era bsicamente una exploracin normativaconceptual de la idea de justicia (distributiva), haciendo abstraccin delos problemas motivacionales. Con eso quedaba excluido el importanteproblema de la observancia de las normas por parte de los agentes (la

    observancia parcial o no-estricta de las normas quedara fuera de lateora ideal [2, 25, 39]), y en la medida en que Rawls entenda aqulas instituciones en un sentido mximamente general (y vagaroso), comosubconjuntos de prcticas sociales reguladas por normas (10),

    exactamente es la discriminacin para la sociedad. () En cualquier caso, sin discriminacin de algn tipo, lasociedad simplemente dejara de existir y desapareceran posibilidades muy importantes de libre asociacin y deformacin de grupos. Little Rock es el nombre de la poblacin en la que el 4 de septiembre de 1957 se produjo unode los episodios que dieron el tiro de salida para el gran movimiento de derechos civiles que domin la vida poltico -social norteamericana en los aos 60: la adolescente afroamericana Elizabeth Eckford se present en la EscuelaSuperior Central (para blancos) de Little Rock en abierto desafo de las leyes segregacionistas del estado de

    Arkansas, y una enfurecida muchedumbre blanca respaldada por la Guardia Nacional de ese estado le impidi la

    entrada al colegio. Gracias a las picas luchas por los derechos civiles de la poblacin afroamericana, no pasaranmuchos aos antes de que la Corte Suprema de los EEUU le hiciera tragar a Hannah Arendt sus palabras de 1959:La costumbre social de la segregacin racial no es inconstitucional.

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    quedaban fuera tambin del alcance de su teora ideal los diseosnormativos de la relacin de los agentes sociales con las institucionessociales, y por lo mismo, la configuracin normativa de stas. Elegidoese nivel de abstraccin dicho sea de paso: el grueso de losrawlsianos (y de los antirawlsianos) pareci no advertirlo, careca

    de sentido discutir, por ejemplo, asuntos filosfico-polticos clsicoscomo el del papel de la virtud ciudadana, porque esos asuntos slopueden y debendiscutirse en el marco de alguna concepcinnormativa no-ideal, en la que s resultan filosficamente centrales losproblemas de la capacidad de los agentes para observar normas. Engeneral, puede decirse que el compromiso metodolgico de Rawls conla teorizacin normativa ideal, a pesar de la explcita claridad con queRawls lo enunci desde el principio, gener una gran confusin entre elpblico receptor de su. Dirase que, ansiosos de traducirla a polticas, sino concretas, cismundanas, sus lectores y no slo los amateurs

    ignoraron aquel compromiso. En Europa, por ejemplo, fue generalmente

    interpretada y popularizada como una fundamentacin filosfica rigurosadel Estado de Bienestar, a despecho de que el propio Rawls semolestara en negarlo expressis verbis.44

    2) El radio de los problemas normativos considerados. Aunque el espectrode problemas normativos abarcado por Rawls en su libro de 1971 eramuy amplio, su ncleo central era la justicia distributiva. Su filosofapoltica es, bsicamente, una teora de la justicia distributiva, la justiciacomo equidad. Todo lo dems (la democracia, la vida buena, elautorrespeto de los ciudadanos, etc.), entra slo derivativamente. Enparticular, por ejemplo, el problema de la justicia conmutativa (porejemplo, la destruccin poltica previa de la apropiacin privada de lasfuentes de renta no ganada, lo que Keynes llam en 1936 la necesidadde practicar polticamente la eutanasia del rentista), tan central, segnhemos visto, para el socialismo walrasiano (y para la visin clsica de loque significaba un mercado libre), quedaba fuera de consideracin.

    3) La adinamicidad (a-historicidad y a-institucionalidad) en el planteamientodel importante problema de lo que Rawls, siguiendo aparentemente aHume, llam circunstancias de la justicia, un problema conocido ya enla teora poltica de Aristteles (las anankaia, las restricciones que lasnecesidades morales, dinmico-sociales, tecnolgicas, y en general,dimanantes de la trayectoria histrica anteriormente seguida imponen

    a las aspiraciones a la justicia social y poltica en un momento dado). Setrata del problema consistente en determinar el espacio de lasconfiguraciones socio-morales y econmico-tecnolgicas en las que lajusticia no slo es necesaria, sino posible. El haber planteadoexplcitamente este problema en su gran libro de 1971 puedeconsiderarse un indicio ms de la voluntad de Rawls de enlazar con lateora poltica clsica (en la tradicin utilitarista, el problema ni siquierase plantea, porque, sean cualesquiera las circunstancias, siempre hay,en principio, incluso en la ms inmoral o en las ms pauprrima de lascomunidades humanas, una forma de promover la utilidad socialagregada). Vale, empero, la pena observar algo que no siempre se

    aprecia debidamente, y es a saber: el modo de enfocar las44 Enseguida entrar en este punto.

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    circunstancias de la justicia de Rawls difiere por completo del clsico, ypor lo pronto, del de Hume. El ilustrado escocs enfoc el problemadesde un punto de vista conscientemente histrico-contingente, como nopoda ser de otra manera en el autor de los 6 volmenes sobre laHistoria de Inglaterra o en el esplndido analista de la dinmica poltica

    de la Inglaterra hanoveriana de Walpole y Bolingbroke; Rawls,ahistricamente. Las circunstancias de la justicia rawlsianas determinan

    meramente un espacio conceptual a-histrico y a-institucional (moralidadmnima de los agentes y escasez moderada de los recursos) en el queresultan concebibles y plausiblemente hacederos sus criterios dejusticia (distributiva).45 Se trataba, seguramente, de una eleccinobligada por su eleccin metodolgica primera de un nivel ideal deteorizacin. Sea como fuere, ello tuvo como consecuencia un estilo de

    hacer filosofa poltica completamente a-histrico.

    El segundo Rawls, tan honrado intelectualmente como el primero, parece haber

    sido muy consciente de algunas de esas limitaciones del rawlsismometodolgico.46 En Justice as Fairness. A Restatement (JFAR),47 puedehallarse un sinnmero de pasos que lo atestiguan. Hay en JFAR, adems, uninteresante esfuerzo por concretar el tipo de instituciones y hasta deregmenes econmico-sociales compatibles o incompatibles con su teora de lajusticia como equidad. As, la Parte IV (dedicada a las instituciones de unaestructura social bsica justa) precisaque se ve en la necesidad de esbozarcon ms detalle el tipo de instituciones bsicas que parecen necesarias cuandonos tomamos en serio la idea de que la sociedad es un sistema equitativo decooperacin entre ciudadanos libres e iguales (pg. 136). Y el detalle seelabora al menos hasta el punto de dejar meridianamente claro que su teoraes incompatible con el capitalismo en general (tanto en su versin de laissezfaire, como en su versin socialmente reformada, provista con un Estado deBienestar) y con el socialismo burocrtico y centralmente planificado,presentando, en cambio, como compatibles con ella, por un lado, lo que pareceser su primera preferencia (una democracia anticapitalista de pequeospropietarios, en la tradicin republicana jeffersoniana),48 as como, por el otro,un socialismo democrtico de mercado, al que, sin ser su primera preferencia,

    Rawls deja abiertas todas las puertas de la teora de la justicia como equidad.

    La crtica, por ejemplo, del capitalismo reformado con un Estado de Bienestar

    ms o menos robusto es excelente por su lacnica precisin al contrastarlo consu propio ideal de una democracia de pequeos propietarios:

    Las instituciones de base de la democracia de pequeos propietarios funcionan en el sentido dedispersar la propiedad de la riqueza y del capital, tratando as de prevenir que una pequea partede la sociedad controle el conjunto de la economa, y a su travs, la vida poltica toda. En

    45Aos despus de su libro de 1971, matiz que su teora de la justicia slo pretenda validez para los pases

    industriales ms o menos avanzados y con democracias consolidadas, pero sin ulteriores precisiones hsitrico-institucionales. Cfr. Rawls, El liberalismo poltico, trad. A. Domnech, Barcelona, Crtica, 1999.46Para la crtica del rawlsismo metodolgico, cfr. Mara Julia Bertomeu y Antoni Domnech, El republicanismo y lacrisis del rawlsismo metodolgico, en Isegora, N 33 (diciembre de 2005). Los prrafos que vienen a continuacin

    siguen de cerca ese texto.47 Harvard University Press, Cambridge (Mass.), 2001.48Pensamos en esa democracia como alternativa al capitalismo (pgs. 135-7). Vase tambin la nota 58.

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    cambio, el capitalismo del Estado de Bienestar permite que una pequea clase tengaprcticamente el monopolio de los medios de produccin. La democracia de pequeospropietarios evita ese resultado, no redistribuyendo el ingreso a los que menos tienen al final deun perodo dado, por as decirlo, sino ms bien asegurando la difusa propiedad de los bienesproductivos y del capital humano (esto es, educacin y entrenamiento pericial) al comienzo de

    cada perodo, y todo eso sobre la base de la igualdad equitativa de oportunidades. De lo que setrata no es de asistir a quienes han resultado perdedores a causa de un accidente o de la malafortuna (aunque eso puede hacerse tambin), sino de poner a todos los ciudadanos en situacinde ocuparse de sus propios asuntos sobre la base de un grado adecuado de igualdad social y

    econmica.49

    Rawls necesitaba acaso entrar en esos detalles en JFAR porque laindefinicin y la ambigedad fundamentales del concepto de estructura bsicainstitucional a la que se aplica en exclusiva su idea de justicia polticaofrecido en 1971 haban sido criticadas por una mirada de autores, hasta elextremo de generar dudas sobre si, por ejemplo, la familia o la empresa privada

    eran instituciones pertenecientes a la estructura bsica. En el ltimo Rawls(ya por lo menos desde su The Idea of Public Reason Revisited incluidaluego en la edicin de su para tantos decepcionante The Law of Peoples50),esos interrogantes quedan despejados por la afirmativa. Pero de un modo

    curioso, que nos va a ocupar aqu unos instantes.

    No se ha insistido lo bastante, en mi opinin, en el hecho de que tanto Rawlscomo los rawlsistas metodolgicos son deudores o prisioneros de laciencia social acadmica de su poca. Se ha observado ya alguna vez esto apropsito del uso harto acrtico por parte de muchos rawlsistas metodolgicosdel instrumental de la teora econmica neoclsica, un instrumental que, entreotras cosas, condena inexorablemente a quien lo usa al anlisis esttico oesttico-comparativo, cegndole la visin analtico-dinmica de la vidaeconmica.51 Pero tambin puede verse en el uso an ms acrtico, tal vezde la teora sociolgica y politolgica de las instituciones predominante en losEEUU de los aos 50 y 60. Para lo que aqu interesa, se puede resumir esateora a la que puede llamarse teora del pluralismo institucional en laafirmacin de que la sociedad est compuesta por una muchedumbre deinstitu