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Revista Ideálogos Especial 28F

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La Fundación Alfonso Perales es el think tank del PSOE de Andalucía: una institución investigadora en el ámbito de la reflexión intelectual. Perseguimos prestigiar el debate político, cargándolo de rigor.

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La FAP edita libros y

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profundizan o refuerzan

las ideas progresistas

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La FAP ha firmado acuerdos de cOLAbOrAcióN cON LAS uNivErSidAdES andaluzas: en ellas se encuentra el conocimiento y la

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social o político, expresan sus ideas a través de

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publica artículos de autores de reconocido prestigio y recibe miles de visitas mensuales.

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Rafael Escuredo RodríguezPresidente de la Junta de andalucía desde 1979 a 1984

Andalucía, nos relegaban a un segundo plano estatuta-rio sin derecho a las instituciones básicas como el po-der legislativo, el ejecutivo y el judicial, y en el marco de un ámbito competencial restringido.

Pues bien, mediante el Referéndum del 28 F, el pue-blo andaluz fue capaz de superar todos los obstáculos constitucionales de acceso a la Autonomía de primera, y equipararnos a los Estatutos inicialmente reservados para las nacionalidades anteriormente referenciadas. Aquel acontecimiento supondría la quiebra del dise-ño estatutario inicial, y sentaría las bases de un Estado Autonómico en el camino hacia un Estado Federal.

Pero toda aquella batalla ¿para qué?, se preguntarán algunos. En primer lugar, y como decía anteriormente, para recuperar nuestra autoestima como pueblo, que no es poco; en segundo lugar, para gobernarnos a no-sotros mismos; tercero para reivindicar nuestra cultura y, por último, para establecer un marco de convivencia democrático en el que la proximidad de gobernantes y gobernados generaría confianza y facilitaría la inter-pretación de los anhelos y deseos de nuestro pueblo.

A partir de entonces, cualquiera que haya visto y vivi-do la Andalucía de entonces, y la de ahora, estará en condiciones de testimoniar hasta qué punto hemos sido capaces de cambiar la faz de nuestra tierra que, de ser un país subdesarrollado, ha pasado a ser una Co-munidad emprendedora y moderna.

Una Comunidad en la que sectores tradicionales como la agricultura, el turismo y los servicios han alcanza-do cotas tecnológicas homologables a las de los países más avanzados de nuestro entorno europeo, mientras que otrossectores punteros como la aeronáutica, la in-vestigación en células madres y trasplantes, las nuevas tecnologías de uso empresarial, la competitividad de nuestras Universidades, los cambios en el modelo pro-ductivo, las energías renovables y el medio ambiente, son algunas de las muestras palpables de los avances alcanzados, por no hablar de la red de autovías de últi-ma generación que hoy cubren horizontalmente nues-tra tierra.

Pues bien, todo eso y mucho más, que por razón de espacio no podemos reseñar, se produjo a partir de aquel 28 F en el que millones de hombres y mujeres de nuestra tierra se pusieron en pié, dijeron basta, y empezaron a caminar.

Un 28 de febrero

o resulta arriesgado decir que la fecha del 28 F representa para nosotros algo más que el recordatorio de un referén-dum que los andaluces ganamos y que marcaría un antes y un después en la historia de nuestra tierra. En efecto, aquel día que amaneció frío y soleado, no fue un día como cualquier otro; su-

puso de hecho y de derecho la catarsis de una socie-dad históricamente marginada por las élites gobernan-tes, en el camino de su redención como pueblo, y en la senda de la recuperación de su propia autoestima.

Porque, por encima de cualquier otra consideración, dicha fecha supuso que el pueblo andaluz, tradicio-nalmente anclado en el pesimismo y la marginalidad, se pusiera en pie y comenzara a reclamar lo que en justicia le pertenecía, y lo que durante tanto tiempo se le había negado: un autogobierno en un plano de igualdad con el resto de las llamadas nacionalidades históricas, y la necesidad de poner en marcha nuevas políticas de carácter económico y social que pusieran fin al endémico subdesarrollo que padecíamos.

Cuatro datos, tan dramáticos como elocuentes, pue-den servirnos para definir el grado depostración de nuestro pueblo: un paro muy por encima del veinticin-co por ciento, trescientos mil niños sin escolarizar, más de un millón de analfabetos, y una red de carreteras regionales tan deficiente como mejorable. Claro que podríamos extendernos en los déficits que engalana-ban el perfil de una tierra que parecía condenada a la eterna postración de sus gentes.

No conviene olvidar que el Constituyente de 1978 no quiso o no pudo equiparar a todas las regiones y te-rritorios del Estado bajo un mismo patrón en el ám-bito competencial, y político. Por el contrario, diseñó un mapa territorial de España por virtud del cual las denominadas nacionalidades históricas del norte, Ga-licia, Euskadi y Cataluña disfrutarían desde el primer momento de unos Estatutos de primera clase, mientras que al resto de las regiones, entre las que se encontraba

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José Rodríguez de la Borbolla CamoyánPresidente de la Junta de andalucía desde 1984 a 1990

a lucha por la Autono-mía de Andalucía no se planteó únicamente pensando en Anda-lucía. Y no se plan-teó tampoco desde la perspectiva de una mera recuperación de

una identidad perdida o sojuzga-da. Se planteó pensando en Espa-ña y en todos los españoles.Y se planteó con la idea de conseguir un instrumento político de gran alcance que, al mismo tiempo que sirviera para transformar Andalucía desde ella misma, sirviera para hacer posible una mayor igualdad entre todos los ciudadanos de España, tanto en lo relativo a los niveles de vida y de renta como en lo que se refie-re a la prestación de los servicios públicos básicos.

En estos momentos, de grave cri-sis institucional y pensando que la mejor vía de resolverla es una “adecuación” o reforma del Tex-to Constitucional, con la que se recoja lo construido desde 1978 hasta aquí; mediante la cual se completen los mecanismos ne-cesarios para un funcionamien-to más federal del Estado, de las CC.AA. y de las Administracio-nes Públicas respectivas; y por la que se consoliden, y “ritualicen”, en su caso, los hechos diferen-

ciales y las singularidades histó-ricas de cada territorio, Andalu-cía debe seguir trabajando por España y por los españoles, con la vista puesta en Europa y en el-mundo globalizado.

La posición del PSOE, fijada en la Declaración de Granada y rati-ficada por la Conferencia Política es una propuesta solvente, so-bre la base de la cual habría que avanzar en busca de acuerdos. Las posiciones firmemente de-fendidas por la Presidenta Díaz nos hacen pensar que Andalucía seguirá teniendo un papel clave en ese proceso para España. Pero quizás no fuera negativo hacer algunas reflexiones adicionales.

Para dirigir y transformar un territorio, lo básico son las com-petencias y la financiación. Com-petencias nítidas, financiación suficiente y equitativa para la prestación de los servicios públi-cos derivados de esas competen-cias, y financiación bastante para la inversión y la obra pública, ya sea de mantenimiento, ya sea para nuevas infraestructuras. A partir de ahí, se puede dialogar sobre muchas otras cosas. Con-vendría que se empezara a pen-sar sobre ello.

En primer lugar, será necesario

desarrollar, para que se apliquen, más y mejores mecanismos de cooperación y coordinación en-tre el Estado y las Comunida-des Autónomas. En un mundo globalizado, tiene cada vez me-nos sentido que sean colocadas “fronteras autonómicas” para la regulación de cuestiones simples o para problemas que han de te-ner soluciones comunes.

Por otra parte, la gran mayoría de las CC.AA., desde mi punto de vista han incurrido, al menos, en dos prácticas “exageradas”: La primera de ellas ha sido la de la “legislación sin tasa”. Los Gobier-nos creen que la política consiste únicamente en hacer leyes; los Parlamentos creen que se legiti-man legislando continuamente; y las leyes que se producen, a menudo, son más programáticas y retóricas que realmente efecti-vas. En muchos casos no sirven ni para ordenar mínimamente la realidad. Convendría pensar en el papel de los Parlamentos Au-tonómicos, una vez consolidadas las Autonomías.

La segunda práctica errónea a la que quiero referirme es el exce-sivo “mimetismo institucional”, ya sea en relación con el Estado español, ya sea en observación de otros entes territoriales in-termedios, españoles o de fuera. Puede que sobren instituciones y órganos. El árbol de la Autono-mía andaluza, por ejemplo, está lo suficientemente enraizado y crecido como para que se pueda pensar en podarle algunas ramas. Ello podría redundar, incluso, en su propia vigorización.

Es una opinión.

Algunas ideas para España

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Amparo Rubiales Torrejóndoctora en derecho administrativo u.s. vicePresidenta eJecutiva de la faP

EEl modelo autonómico es un modelo abierto, que, después de más de treinta años, conviene cerrarlo y este cierre, para que siga haciendo posible la con-vivencia en paz y armonía entre los diferentes terri-torios que integran España, no puede ser otro que el Estado federal, para lo cual habrá que reformar la Constitución, algo que puede ser, con voluntad política y esfuerzo de todos, relativamente sencillo, porque de hecho el Estado de las Autonomías es un Estado federal, aunque así no se llame, pero cono-cemos aquel viejo aforismo que dice que “las cosas son lo que son y no como se las denomine”.

Reformar la Constitución es una ardua tarea, pero no es imposible, ni conviene sacralizarla; en todos los países se hace cuantas veces es necesario y hay ya algunas cosas que son de importante consenso: la reforma del Senado para que cumpla realmente su función de Cámara de representación territorial, garantizando la presencia de los Gobiernos auto-nómicos, el reparto competencial para que quede constitucionalmente cerrado y una financiación au-tonómica justa para todos; a esto, y algo más, se le debe añadir el reconocimiento de las singularidades existentes y muy arraigadas en algunos territorios, sin que eso suponga privilegios ni desigualdades para los demás.

Si el 28 F significó la extensión y consolidación des-de Andalucía del Estado de las autonomías, ahora estamos en condiciones de ser los impulsores de ese Estado federal que será la única manera del salir del grave atolladero territorial en el que estamos.

De la autonomía al federalismo

l 28 de febrero, glosado año tras año, marcó la organización territorial de Es-paña, uno de nuestros graves problemas de convivencia, de acuerdo con lo que la Constitución recogía cuando hablaba del derecho a la autonomía de “nacio-nalidades y regiones”, pero que solo los denominados territorios históricos sa-

bían a donde conducía, los demás teníamos abier-tos dos caminos, y Andalucía eligió el más difícil que terminó generalizándose, dando lugar a lo que conocemos como Estado de las Autonomías, que tiene, pues, su origen en nuestra tierra y que se ha mostrado muy eficaz durante más de 30 años, con tensiones evidentes, como es normal en los Estados compuestos.

Que hay un antes y un después en la organización territorial de España no lo discute nadie ni que la autonomía ha sido un instrumento esencial para la convivencia democrática y el desarrollo de nuestra tierra. Las dificultades han sido muchas y graves problemas siguen subsistiendo, pero Andalucía tie-ne una influencia política en toda España que, en estos momentos de grave crisis económica y territo-rial, y con un nuevo liderazgo, se acentúa.

En el estudio “Por una reforma federal del Estado autonómico” realizado por un grupo de expertos/as por encargo de la Fundación Alfonso Perales se dice, con acierto, que: “El Estado autonómico ha perdido legitimidad de ejercicio en estos últimos años y, al carecer de una legitimidad de origen cla-ramente reconocible, se ha quedado suspendido en el aire”. Los problemas, sobre todo los derivados del independentismo catalán, no han hecho más que acentuarlos.

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as legendarias colum-nas de Hércules se-ñalaban el límite del mundo conocido para los antiguos navegan-tes del mediterráneo. Estas columnas han formado parte de la

heráldica española e iberoame-ricana por el indudable atractivo y simbología del mito, de hecho las columnas de Hércules forman parte del escudo de España y del escudo de Andalucía, la tierra en la que se alzaron.

Digo esto, porque tengo la sen-sación de que Andalucía vuelve a sostener los principales pilares que identifican el mundo cono-cido hasta hoy. La educación y la sanidad se alzan en Andalucía como dos columnas firmes que sostienen la sociedad tal y como quisimos diseñarla aquel 28 de Febrero.

El esfuerzo que está realizando el gobierno de Susana Díaz para garantizar el mantenimiento de estas dos políticas imprescindi-bles para la igualdad de oportu-nidades y el bienestar de la ciu-dadanía será más visible dentro de unos años que hoy. Dentro de unos años, en la mayor parte de España serán irremediables las consecuencias brutales del

Mar Moreno Ruizsenadora Por la comunidad autónoma de andalucía

proceso de privatización y adel-gazamiento de ambos servicios públicos esenciales. Las políticas conservadoras, con la excusa de la tormenta, están tirando por la borda el tesoro más valioso que hemos conseguido en los prime-ros treinta años de exitosa de-mocracia española: la cohesión social.

Han sido las políticas de cohesión social las que han hecho posible el milagro de que, en una sola generación, una madre jornalera pueda abrazar a su hija magistra-da. Han sido las políticas de co-hesión social las que han hecho posible que el hijo de un albañil sea operado en el mismo quirófa-no, por los mismos especialistas que la hija de un arquitecto.

Esos fueron los objetivos que los progresistas de este país se propusieron cuando se redactó la Constitución Española, aun-que para ello tuvieran que ceder en tantas otras cosas. Ese fue el anhelo con el que Andalucía se echó a la calle para conquistar un autogobierno que hiciera a los andaluces y andaluzas más libres e iguales.

Andalucía está cumpliendo con sus obligaciones presupuestarias. El Gobierno de España nos mira

con lupa, buscando un fallo para que sobre nosotros caiga la ira de los dioses financieros, pero se está encontrando con una ges-tión más responsable, austera y eficiente que la de muchas otras comunidades gobernadas por el Partido Popular. El presente de Andalucía pasa por cumplir con los objetivos de déficit y cumplir con la palabra dada a la ciuda-danía, de manera y forma que mañana, esas dos columnas, la educación y la salud públicas si-gan alzándose fuertes y firmes en Andalucía, aunque por desgra-cia, en otros lugares de España lleven camino de convertirse en un recuerdo legendario.

Superaremos esta crisis. Volverá a crearse empleo (no voy a hablar hoy de en qué condiciones). La economía no tardará en generar dinamismo y oportunidades. En otros lugares, cuando eso ocu-rra, los ciudadanos comprobaran que la crisis se llevó por delante la construcción de décadas: el estado del bienestar. En Anda-lucía, con muchos sacrificios, tomando decisiones muy difíci-les, priorizando y decidiendo, la ciudadanía comprobará que las columnas vertebrales de lo que quisimos ser siguen en pie.

Columnas de Hércules

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C“históricas”. De esta manera, tras la superación del referendum el 28 de febrero de 1980 y la aprobación del Estatuto en 1981, Andalucía incidió con gran fuerza en el proceso auto-nómico, introduciendo la dinámica de una distribución territorial del poder político tendencialmente homogénea y sin situaciones dife-renciadas de privilegio. Sin Anda-lucía y la irradiación de su impulso autonómico no podría entenderse nuestro actual modelo de Estado, cuyas características federales, pese a los déficits que en este sentido presenta, son evidentes.

Como subrayara en su día el Prf. Antonio Domínguez Ortíz, la ad-hesión de los andaluces a la idea autonómica lo fue por razones sentimentales y de eficacia, y no comportaba ninguna insolidaridad ni afán de confrontación con los demás territorios de España, sino la búsqueda de la igualdad. La au-tonomía se concibió como un gran instrumento para el cambio y el desarrollo de nuestra tierra y de los demás territorios de España. Y, con aciertos y errores, en ese empeño hemos estado desde la promulga-ción de nuestro Estatuto en 1981 y ahora con el reformado de 2007, cuando es preciso, debido a la glo-balización, a nuestra pertenencia a la UE y sobre todo a la crisis econó-mica, redefinir objetivos y sentar las bases para un nuevo giro en la es-tructura económica, aprovechando nuestras potencialidades y la siner-gia del proceso de modernización y desarrollo experimentado a lo largo de los tres últimos decenios. Pero

Andalucía en el Estado autonómico

Gregorio Cámara Villar catedrático de derecho constitucional uGr

para esto necesitamos generar un contexto de modernidad en nues-tra cultura política, adoptando va-lores universalistas y culminar una ambiciosa reforma administrativa, cuya realización está demorándose desde hace años.

Más de un tercio de siglo después, el juicio certero de Dominguez Ortíz tiene plena vigencia. Desde Andalucía se ha venido apostando de manera realista por el modelo federal cooperativo, primero mar-cando líneas de desarrollo político al Estado de las Autonomías, con-tribuyendo a su cohesión y norma-lización y a la realización del Esta-do de bienestar; y ahora, cuando las circunstancias han cambiado y así lo requieren el desafío sobera-nista, los intentos recentralizado-res y la superación de los déficits estructurales y de funcionamiento de este modelo, desde el socialismo andaluz se propicia una ambiciosa y sugestiva reforma constitucional-federal del Estado que, partiendo de los principios de unidad, auto-nomía y estado social, tiene como ejes centrales la igualdad, la soli-daridad y el respeto a la pluralidad territorial manifestada en los “he-chos diferenciales”. Una propuesta que está sirviendo para articular en instancias nacionales un pro-yecto político integrador, capaz de asegurar las mismas condiciones sociales básicas de vida y de dere-chos y deberes a la ciudadanía en el conjunto del Estado, reconociendo y respetando la diversidad social y cultural de formas de vida, de tra-diciones y de instituciones como una extraordinaria riqueza para to-dos, pero sin admitir que esas sin-gularidades puedan hacerse valer para cualquier clase de privilegio o para romper la solidaridad entre los territorios.

ontemplando el subdesarro-llo en el que nos tenía sumido un régimen autoritario y una estructura económica clasis-ta y agraria, el Prof. Murillo Ferrol escribió en los años sesenta: “Si el andaluz aco-modado piensa en Madrid y

el andaluz pobre piensa en Barcelo-na, ¿quién piensa entonces en An-dalucía?”. La imagen de Andalucía era la de una región subdesarrolla-da, anclada en el tipismo, penetrada de la cultura de la desigualdad y la sumisión. Pese a sus rasgos estereo-tipados, esta descripción respondía a la realidad de aquellos tiempos. Pero no respondía al ser de Anda-lucía, sino que era la consecuencia de la opresión política, económica y social a la que estaba sometida la mayoría de la población.

Pero Andalucía despertó con fuer-za en la Transición y se empleó a fondo en reanudar lo que quedó pendiente en la Segunda Repúbli-ca para lograr su autonomía y po-nerla al servicio de la superación de aquella dura realidad. El fervor autonómico del pueblo andaluz que expresaba profundos deseos de autogobernarse alcanzó su cima el 4 de Diciembre de 1977 en las ma-nifestaciones que realizaron un mi-llón y medio de andaluces y anda-luzas; y con el respaldo de este gran caudal de apoyo popular se siguió con éxito, pese a numerosas trabas políticas, la vía del artículo 151 de la Constitución para el acceso a la au-tonomía con el máximo nivel com-petencial permitido, equiparándo-se a las nacionalidades llamadas

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Javier Pérez Royocatedrático de derecho constitucional

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El Tribunal Constitucional con su decisión y el Parlament y el Govern con su reacción frente a la misma han puesto fin al acuerdo político en el que había venido descansando la estructura del Estado desde la entrada en vigor de la Constitución. El Es-tado Autonómico ha sido pacto político traducido en norma jurídica. Sin el pacto político, la norma jurídica es una norma vacía.

Y no solamente para Cataluña, sino para todas las comunidades autónomas. Cataluña somos todos en lo que al ejercicio del derecho a la autonomía se refiere. Si la fórmula consensuada para la integra-ción de Cataluña en el Estado no vale para Catalu-ña, tampoco vale para las demás. La unidad política de España sin Cataluña sería muy diferente que con ella. No solamente Cataluña tendría que hacer un proceso constituyente. España y las demás naciona-lidades y regiones también tendrían que hacerlo.

Tanto si se produce la secesión de Cataluña como si no, lo que no se va a poder mantener es el bloque de la constitucionalidad de estas últimas décadas. El binomio Constitución-Estatuto ya no puede ser la fórmula para la integración de Cataluña y País Vas-co en España. La respuesta tiene que ser otra.

Esa otra respuesta puede limitarse a resolver el pro-blema vasco y catalán o puede diseñarse como una respuesta con alcance para todo el territorio del Es-tado.

Esta segunda sería, en mi opinión, la que Andalucía debería proponer. Tiene un nombre: Estado Fede-ral.

Y ahora¿qué?

esde la Sentencia del Tribunal Cons-titucional sobre la reforma del Esta-tuto de autonomía de Cataluña Es-paña se ha quedado sin Constitución territorial. Formalmente todo sigue igual, pero materialmente todo es distinto. A la renovación de la unidad política de España mediante el ejerci-

cio del derecho a la autonomía de las nacionalida-des y regiones que fue el núcleo esencial del proceso constituyente de 1978 y de los diversos procesos es-tatuyentes de los años inmediatamente posteriores a la entrada en vigor de la Constitución, le puso fin el Tribunal Constitucional con la Sentencia sobre la reforma del Estatuto de Autonomía de Cataluña. El Estatuto no se pacta. El Estatuto se impone inclu-so contra la voluntad expresada en referéndum. El principio de unidad se hace efectivo no mediante el ejercicio del derecho a la autonomía sino contra el ejercicio del derecho a la autonomía.

En estas estamos. El Estado, a través del Tribunal Constitucional, ha dicho la última palabra. La inter-pretación del pacto constituyente de 1978 mediante los pactos estatuyentes de 1979 a 1983 sigue siendo el marco para el ejercicio del derecho a la autono-mía. El principio de unidad política del Estado no admite una interpretación distinta de la que se hizo en el momento de inicial puesta en marcha de la Constitución.

La reacción desde Cataluña ya sabemos cual ha sido. Si no se respeta el pacto alcanzado entre las Cortes Generales y el Parlament, refrendado por el cuerpo electoral, si el ejercicio del derecho a la au-tonomía siguiendo el procedimiento previsto tanto en la Constitución como en el Estatuto, no es com-patible con el principio de unidad política del Es-tado, pues entonces, tendremos que que convertir la autonomía en independencia y poner en marcha un proceso de secesión. Es el proceso que, a trancas y barrancas, se viene abriendo camino desde que se hizo pública la STC 31/2010.

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Javier Arocalicenciado en derecho y antroPoloGía

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cuencia, a pesar del estatus conquis-tado, desde fuera de Andalucía, del reconocimiento a la desconsidera-ción; desde dentro, de la creencia y convicción en nuestro propio papel, a la desconfianza en nuestras posibi-lidades . Hoy eso es impensable, el autogobierno ha sido determinante. Andalucía es actor político de pri-mer nivel y no hay una sola cuestión que nos ataña que pueda ser trata-da sin tener en consideración a sus instituciones de autogobierno, por mucho que se pretenda ignorarlas. Ese es el verdadero cambio cualita-tivo: Andalucía actor político. Poder político sin embargo modulado en función de la personalidad y la con-vicción política de los titulares de ese poder, andaluz, pero que se llevará por delante a quién no lo ejerza.

Han pasado más de treinta años y hoy nadie pone en cuestión el en-tramado institucional de Andalucía. Solo el centralismo embozado de siempre o el aventurerismo de parti-dos lowcost sin apenas implantación en nuestro país. La última encuesta de CADPEA, de la Universidad de Granada, a pesar de la lluvia fina de desprestigio contra el Estado de las Autonomías, pone de relieve que más del 63% de los andaluces son partidarios de la descentralización política, como la actual o avanzada hacia el estado federal. No hay mar-cha atrás, lo cual no quiere decir que debamos vivir en la complacencia y ausencia de crítica. Hemos fallado, pudiendo haber empezado de nue-vo. Se han reproducido vicios del centralismo que hemos mimetizado, se han inaugurado nuevos cliente-lismos , creado inercias que, a veces, nos han conducido por el peor de los caminos: la corrupción; no hemos erradicado uno de nuestros vicios: el localismo. Lo más grave, sin em-bargo, es que no hemos marcado un nuevo tiempo económico, no hemos acertado con el modelo productivo,

En un nuevo escenario

lo que nos ha impedido acometer con éxito la lucha contra la peor de nuestras lacras, la que más sufri-miento nos causa: el paro, que nos llevó, históricamente, a la amputa-ción de una parte de nosotros mis-mos, vía emigración forzosa. Pero, aún estamos a tiempo, el capital del 28-F no se ha agotado, sólo hay que hacerlo salir de la caja fuerte del pueblo. En tiempos de crisis, no sólo económica sino también de puro golpismo ideológico, hasta los más incrédulos con el autogobierno, des-de la izquierda , se ven contagiados por su utilidad. Vale el autogobierno para demostrar y demostrarnos que con autonomía y la voluntad polí-tica que en ella se deposite, es posi-ble transitar de manera alternativa frente a los modelos más regresivos, defendiendo los valores colectivos y el sentido social de lo público. El autogobierno sirve a la personalidad política de un pueblo que puede a través de sus instituciones ser ac-tor destacado de su destino, influir solidariamente en objetivos com-partidos con otros pueblos, y de-fender en un mundo que confunde globalización con la negación de la identidad, caminos singulares hacia el progreso y la igualdad. Andalu-cía es marca política y eso significa que previamente ha alcanzado el ni-vel de actor respetado, respetable y respetuoso, en un mundo en el que renunciar a ser protagonista político es tanto como ceder la responsabili-dad de tu propio futuro a los demás, situarse de manera irresponsable en la minoría de edad, en la dependen-cia, situación que la historia ha de-mostrado deparar para Andalucía, postergación, abandono y sumisión. no sólo a los intereses ajenos, sino a otros propios desgraciadamente asociados que, juntos, han propor-cionado a nuestro país los momen-tos más infelices de su historia.

n 1983, unos jóvenes políti-cos andaluces negociaban en Madrid con sus homólogos capitalinos un importante paquete de transferencias. Eran unos chicos de provin-cias, de apenas a diez kilóme-tros de África, como oyeron

murmurar a sus henchidos interlo-cutores, y eso que eran del mismo signo político; de ahí mejoraron a chicos de la autonomía. En Madrid dudaban no sólo de su capacidad de ser autónomos sino incluso de su competencia profesional. Con el tiempo acabaron viendo reconoci-do su talento, luego, incluso su lide-razgo en lo que se traían entre ma-nos. Recordaba la anécdota con sus protagonistas, al tiempo que repasa-ba unas notas sobre la historia de los acuerdos de pesca con Marruecos. A pesar de que, ya desde el Protecto-rado, una gran mayoría de la flota en aquellas aguas era andaluza, Anda-lucía no aparecía una sola vez en los textos como tal, hasta que la compe-tencia pasó de española a europea y, en el nuevo marco, adquirió el papel institucional hasta entonces negado. Las dos referencias marcan dos mo-mentos. En el primero, a comienzos de la autonomía, apenas se nos re-conocía un papel subordinado, in-cómodos a veces, éramos intrusos, actores secundarios como máximo; en el segundo, mucho antes, cuando sólo pensaban en el autogobierno algunos a los que llamaron ilusos, Andalucía no era sujeto político de nada, no existía, daba igual que fue-ra de su interés. Ha sido un duro aprendizaje. Hemos pasado con fre-

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stábamos empezando a andar en libertad por un presente que denotaba el abando-no y las carencias a las que Andalucía ha-bía sido sometida y hacía falta voluntad para comprometerse con el futuro. La hubo.

Andalucía se comprometió en la con-quista de su Autonomía, en un movimiento impen-sable para los que desde fuera observaban y para los que gobernaban y se resistieron a entender que o jugaban de verdad a cambiar las cosas o perderían. Su apuesta sobre Andalucía fue un cálculo equivo-cado, una presunción de sometimiento al poder, y erraron, porque Andalucía llevaba siglos esperando y había decidido que se había acabado la espera.

La Andalucía de la que se pensaba más en silencios que en rebeldías, acabó con los planes conservado-res que la dejaban al margen. El valor político del 28 F no oscurece el valor emocional de lo vivido como periodista en Sevilla, cerca de la gente, en la calle, en los barrios en los quede balcón a balcón, en los ten-dederos por donde blanqueaba la ropa, ondeaban banderas de esperanza.

De las emociones de aquellos días guardo como un tesoro la imagen de una mujer. Bajaba deprisa por la calle Canalejas desde la vieja Estación de Auto-buses del Barranco. Llevaba al brazo un cestillo de mimbre y sobre su toquilla negra una pegatina con la bandera de Andalucía, con una contundente le-yenda: “Yo voto sí”, como un grito. Le sonreí al pasar y ella se tocó el pecho, como defendiendo su dere-cho. Animó aun más el paso de mujer con prisa por acabar de poner, de una vez, las cosas en su sitio. La pregunta decía “¿Da usted su acuerdo a la ratifica-ción de la iniciativa prevista en el artículo 151 de la Constitución, a efectos de su tramitación por el pro-cedimiento previsto en dicho artículo?” innecesario intento de confundir. Ella, que acaso no supiera leer tantas palabras seguidas, sabía lo importante: que su respuesta sería SÍ. Con eso no contaban los que en un error político histórico, buscaron el No.

María Esperanza SánchezPeriodista. medalla de andalucía 2014

EYo voto sí

Nuevo patronato de la FAPPresidente: Carlos Perales Pizarro. diplomado en educación General Básica y Licenciado en Filosofía y Letras (Miembro nato).

ViCePresidenta ejeCutiVa: amparo rubiales torrejón, doctora en derecho administrativo por la universidad de sevilla.

rafael escuredo rodríguez. abogado y ex presidente de la junta de andalucía.

josé antonio Griñán Martínez. Licenciado en derecho por la universidad de sevilla y ex presidente de la junta de andalucía.

Concha Caballero Cubillo. Licenciada en Filología Hispánica. Profesora Lengua y Literatura. analista y articulista de varios medios de comunicación.

adela Muñoz Páez, Catedrática de Química inorgánica de la universidad de sevilla.

Fernando Martínez López. Catedrático de Historia Contemporánea en la universidad de almería.

ana rubio Castro, Catedrática de Filosofía del derecho y Filosofía Política de la universidad de Granada.

antonio Ávila Cano, Licenciado en Ciencias económicas por la universidad de Málaga y Magíster en análisis económico del Consejo superior de investigaciones Científicas.

Gregorio Cámara Villar, Catedrático de derecho Constitucional de la universidad de Granada.

MieMBros natos: antonio Perales Pizarro, josé alfonso Perales Moreno y ofelia Perales Moreno

VoCaLes: rafaela Crespín rubio, Maestra de educación especial y Carmelo Gómez domínguez, Parlamentario andaluz.

direCtor: juan María jiménez díaz (no es patrono). Licenciado en Periodismo.

Gerente: Francisco josé García Ligero (no es patrono). Licenciado en derecho.

revista ideálogos nº2 2014dirige: Juan María Jiménezdiseño: Paco Oca

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LA rEFOrmA dE LA LEy dEL AbOrtO

almería: 18 de febrero, con Luis García Montero y Martirio tesoro.

Córdoba: 23 de enero, con Mercedes osuna y Ángel Gabilondo.

Huelva: 13 de febrero, con Carmen alborch y Mario jiménez.

Málaga: 6 de febrero, con Ángel Gabilondo y María Gámez.

Cádiz: 11 de febrero, con eduardo Mendicutti y adela Muñoz Páez.

Granada: 28 de enero, con Miguel Lorente y ana rubio.

jaén: 3 de febrero, con Micaela navarro y antonio Ávila.

sevilla: 21 de enero, con Concha Caballero y Miguel Lorente.

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