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Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales ISSN: 0186-0348 [email protected] Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora México Jiménez Marce, Rogelio Problemática sanitaria y conflictos políticos en una ciudad del centro de Veracruz: la epidemia de cólera morbus de 1833 en Xalapa Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales, núm. 91, enero-abril, 2015, pp. 67-101 Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora Distrito Federal, México Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=319133004003 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Secuencia. Revista de historia y ciencias

sociales

ISSN: 0186-0348

[email protected]

Instituto de Investigaciones Dr. José María

Luis Mora

México

Jiménez Marce, Rogelio

Problemática sanitaria y conflictos políticos en una ciudad del centro de Veracruz: la epidemia de

cólera morbus de 1833 en Xalapa

Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales, núm. 91, enero-abril, 2015, pp. 67-101

Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora

Distrito Federal, México

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=319133004003

Cómo citar el artículo

Número completo

Más información del artículo

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Sistema de Información Científica

Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal

Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Rogelio Jiménez Marce

Profesor-investigador del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” dela Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Líneas de investigación: historia religiosa, his-toriografía, historia ambiental e historia cultural. Autor de los libros La palabra reprimida. El con-trol social sobre el imaginario del más allá. Siglos XVII y XVIII, Editora de Gobierno de Veracruz, México,2010, y La pasión por la polémica. El debate sobre la historia en la época de Francisco Bulnes, InstitutoMora, México, 2003. Ha publicado varios artículos en revistas como Secuencia, Historias, Takwá,Contrapunto, Fronteras de la Historia y Memoria y Sociedad.

Resumen

El objetivo de este trabajo es mostrar las accio-nes que las autoridades del Ayuntamiento deXalapa realizaron, en materia de políticas sani-tarias, para evitar que el cólera morbus provocaragraves daños en la ciudad. El que el Cabildotomara en sus manos el control de la políticasanitaria preventiva evidenciaba una nueva visiónde la sociedad, en la que el Estado buscaba con-vertirse en el eje rector de las acciones. Antesde la llegada de la enfermedad, las autorida-des municipales dispusieron una serie de medi-

das tendentes a preservar la salubridad pública,como la publicación de bandos y la formación de comisiones tendentes a preservar la tranqui-lidad pública, pero una de ellas, su decisión decambiar la ubicación de los hospitales –entreellos el militar–, les generaría conflictos con lasautoridades castrenses. La disputa por la posesióndel Cuartel Grande, que tanto unos como otrosconsideraban propio, evidenciaba una lucha depoder, pues las autoridades civiles buscabanimponer sus decisiones sobre las militares.

Fecha de recepción:agosto de 2013

Fecha de aceptación:noviembre de 2013

Palabras clave:Cólera morbus; Xalapa; métodos curativos; disposiciones sanitarias; hospitales.

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Research professor at the “Alfonso Vélez Pliego” Institute of Social Sciences and Humanities ofthe Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Lines of research: religious history, historio-graphy, environmental history and cultural history. He is the author of the books La palabra repri-mida. El control social sobre el imaginario del más allá. Siglos XVII y XVIII, Editora de Gobierno deVeracruz, Mexico, 2010, and La pasión por la polémica. El debate sobre la historia en la época de FranciscoBulnes, Instituto Mora, Mexico, 2003. Jiménez has published several articles in journals such asSecuencia, Historias, Takwá, Contrapunto, Fronteras de la Historia and Memoria y Sociedad.

Abstract

This paper studies the health policy measurestaken by the local government of Xalapa to pre-vent cholera morbus from causing serious harmin the city. The fact that Cabildo assumed con-trol of preventative sanitary policy was evidenceof a new vision of society, in which the Statesought to take a leading role in actions. Beforethe outbreak of the disease, the municipal aut-horities implemented a series of measures desig-ned to preserve public health, such as public

announcements and the creation of commis-sions to preserve public order. However one ofthese –the decision to change the location of the hospitals, including the military one–led to conflicts with the military authorities.The dispute over the possession of the MilitaryHeadquarters, which many groups consideredtheir own, revealed a power struggle, as thecivil authorities sought to impose their deci-sions on the military.

Final submission:August 2013

Acceptance:November 2013

Key words: Morbus cholera; Xalapa; healing methods; health measures; hospitals.

Health Problems and Political Conflict in aCity in the Center of Veracruz: the 1833

Morbus Cholera Epidemic in Xalapa

Rogelio Jiménez Marce

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Secuencia [69] núm. 91, enero-abril 2015

Problemática sanitaria y conflictos políticosen una ciudad del centro de Veracruz:

la epidemia de cólera morbus de 1833 enXalapa

Rogelio Jiménez Marce

El cólera morbus fue una de las enfer-medades que mayor impacto tuvie-ron en el siglo XIX, motivo por el

cual se le ha considerado como uno de lospadecimientos “más dramáticos de la his-toria de la humanidad”, pues las investi-gaciones han mostrado que causó uno delos mayores índices de mortandad en elmundo durante esa centuria (Márquez,1994, p. 269; Velasco, 1992, p. 98; Alca-lá, 2012, p. 128; Tovar y Bustamante,2000, p. 178; Zavala, 2007, p. 41; Ma-chuca, 2006, p. 141; Cuenya, 2006, p. 4;Lafuente, Villela, Serrano, González yBruni, 2006, pp. 10-11).1 El cólera salióde su medio natural en la planicie delGanges en mayo de 1817 y se extendiópor diversos países de Asia, África y

Europa. Una segunda oleada se produci-ría en 1826 y llegó a Europa en 1830,lugar desde el que pasó al continente ame-ricano en junio de 1832. Las primeras ciu-dades afectadas fueron Quebec y Montreal.Siguió su camino a Nueva York y seexpandió por la costa atlántica de EstadosUnidos hasta llegar en noviembre a NuevaOrleans (Carbajal, 2011, pp. 2026-2027;Alcalá, 2012, pp. 115 y 120; Rivera, 1978,p. 213; Netzahualcoyotzi, 2011, p. 31).En el caso de México, el cólera ingresó pordos caminos: Tampico y Campeche, luga-res desde los que se desplazaría al restodel país, situación que evidenciaba unaalteración del esquema de propagacióncuyo origen se situaba, por lo regular, enel puerto de Veracruz (Escobedo, 1833,p. 3; Alcalá, 2012, pp. 116 y 120; Car-bajal, 2011, pp. 2030 y 2061; Márquez,1992, p. 77; Tovar y Bustamante, 2000,p. 179; González, 2004, pp. 56-57, yMalvido, 1994, p. 220).2 El impacto del

1 El cólera es una enfermedad diarreica agudacausada por la bacteria vibrio cholerae, la cual se carac-teriza por la pérdida excesiva de líquidos y electroli-tos que provoca la muerte con una rapidez inusitada.Por este hecho, en Yucatán se le conoció como el“temible mal devorador”. Se han producido ocho pan-demias de cólera: 1817, 1826 a 1837, 1854, 1863,1883, 1899, 1970 y 1992. La de 1826 tenía la pecu-liaridad de que fue la primera enfermedad infecciosaglobalizada, debido, entre otras cosas, a las moviliza-ciones militares y al incremento del comercio. Unacaracterización general de la enfermedad se puedeconsultar en Flores (1990, pp. 212 y ss.)

2 La epidemia llegó a Tampico vía Nueva Orleansel 24 de mayo y a Campeche el 21 de junio, lugardel que se propagó a Mérida el 10 de julio. AunqueNueva Orleans era un puerto de segunda, tenía laparticularidad de que controlaba el comercio del Golfode México y de las Antillas. Es probable que la enfer-medad no entrara por el puerto de Veracruz, debido

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cólera dejaría su huella en los testimoniosde la época. Por ejemplo, Manuel RiveraCambas (1978, p. 214) indicaba que enMonclova y Nuevo León se había enfer-mado la mayor parte de la población, entanto que en Perote no se presentó nin-gún caso. El viajero ruso Ferdinand Wrán-gel (1975, p. 64) refería, por ejemplo, queen Tepic murieron 960 personas, pero elpuerto de San Blas se mantuvo libre de laenfermedad. El francés Mathieu de Fossey(1994, p. 58) indicaba que en el puertode Veracruz murieron 3000 personas, cifraque mostraba, desde la perspectiva del viajero, que las autoridades no lograrondetener el contagio a pesar de, como loindicaba el comerciante alemán C. C. Be-cher (1959, p. 228), la imposición de unacuarentena a los barcos procedentes deEuropa, lugar en el cual, se decía, “seño-reaba el cólera” (Carbajal, 2011, p. 237;Rubio y Tzuc, 1995, p. 104, y García,2002, pp. 97 y ss.).3

Esta disposición le causó “asombro” ydisgusto” al alemán, pues no comprendíael porqué tenía que seguir las disposicio-nes sanitarias de las autoridades mexica-nas. El cólera, tanto en su manifestaciónde 1833 como en la de 1850, ha sido una de las enfermedades que mayor aten-ción ha recibido por parte de los estudio-sos (Alcalá, 2012, pp. 116-119).4 En el

a que, al saberse de la presencia de la enfermedad enTampico y Campeche, se impuso una cuarentena alos barcos provenientes de La Habana y de otros luga-res infectados, mismos que permanecían en la isla deSacrificios y cuando pasaba el periodo, las mercancíasse rociaban con cloro, nitrato nitroso o sulfuroso, ovinagre. La dolencia llegó al puerto de Veracruz enagosto de 1833 vía la ciudad de México.

3 La cuarentena impuesta a los barcos provenien-tes de Europa fue dictada por el presidente AnastasioBustamante. El puerto de Veracruz no fue el únicoque aplicó la cuarentena, sino que también se realizóen Campeche. La efectividad de las cuarentenas sepuede constatar en el caso de Perú, país en el cual sedecretó el 22 de octubre de 1833 que se aplicaría a losbarcos provenientes de México y Centroamérica, dis-posición que ayudó a que la enfermedad no penetraraen esa nación. Uriel García (2002) considera que lacuarentena marítima propuesta por el gobiernoperuano debe considerarse “una primicia en el con-

texto mundial”, afirmación un tanto exagerada puesen otros puntos del planeta ya se practicaba.

4 Alcalá (2012) ha realizado una revisión de loescrito sobre este tema, de tal manera que mencionaque autores como Cecil Hutchinson, María del PilarVelasco, Lourdes Márquez Morfín y Donald Stevensestudian el impacto de la enfermedad en la ciudadde México; Elsa Malvido y Miguel Ángel Cuenya enPuebla, Lilia Olivier y David Carbajal en Guadalajara;Carmen Zavala en Michoacán; María ConcepciónLugo en Cuauhtitlán; Manuel Rubio y Lizbeth Tzuc,Jorge Castillo, Laura Machuca y Carlos Alcalá en lapenínsula de Yucatán. Otros estudios que no fueronmencionados por Alcalá son los de Rogelio VargasOlvera (1993) y Concepción Lugo y Elsa Malvido(1984) para la ciudad de México; los de Raquel Oliver(1982) y Sergio Emilio Prieto (2012) para Guadala-jara; los de Fernando Laviada, Eduardo Laviada yÁlvaro Puga (1993, 1994) para Yucatán; el de MiguelÁngel Cuenya y Carlos Contreras (2005) para Puebla;el de María del Carmen Zavala (2007) para Michoa-cán; el de Marciano Netzahualcoyotzi (2011); los deElsa Malvido y Miguel Ángel Cuenya (1992), Ber-nardo Martínez Ortega (1992) y Elsa Malvido y MaríaElena Morales (2004) sobre el cólera en general; y losde Salvador Rueda (1992) y María del Pilar Iracheta(1998) sobre la epidemia de cólera de 1850. Sonnumerosos los estudios sobre el cólera a nivel mundial.Para el caso español se pueden consultar los de EstebanRodríguez Ocaña (1981), Pilar Rodríguez y PilarAntona (1997), David Alberto Delante (2003), JoséJesús Hernández Palomo (2004), Gregorio García(2004), Manuel Jesús Fernández (2004) y FranciscoFeo (2009). Para Cuba los de Manuel SalvadorVázquez (2004) y Letier Pérez y Ramón Madri-gal (2010). Para Perú el de Ciro Maguiña (2010) y

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caso del estado de Veracruz, existen diver-sos trabajos que permiten vislumbrar loacontecido en 1833 en varias poblacionesde la entidad,5 pero para el caso particu-lar de Xalapa sólo se encuentran referen-cias generales sobre este asunto. Así, porejemplo, Leonardo Pasquel (1978, p. 38)se limita a enfatizar el papel de FranciscoLerdo de Tejada como el principal pro-motor de la lucha contra el cólera o que enuno de los mejores libros sobre Xalapa, elde Carmen Blázquez (1992, p. 121), semenciona escuetamente que el cólera“causó estragos” en la ciudad, empero,como se expondrá a continuación, la situa-ción fue distinta. El objetivo de esta inves-tigación es mostrar las acciones que lasautoridades del Ayuntamiento de Xalaparealizaron en materia de políticas sanita-rias (Zavala, 2007, p. 41),6 para evitar queel cólera morbus provocara graves dañosen una ciudad que, en la década de 1830,era la cabecera del cantón del mismo nom-bre. De acuerdo con los informes estadís-ticos, Xalapa cabecera contaba con 10 628habitantes, mientras que el cantón de Xa-lapa tenía 42 704 (Blázquez, 1992, p. 40,y Solís, 1998, p. 390).

Así, en este trabajo se busca mostrar,en primer lugar, la manera en la que elAyuntamiento de Xalapa tomó en susmanos el control de la política sanitariapreventiva, situación que no resultaba ex-cepcional sino que formaba parte de unanueva visión de la sociedad, en la cual elestado buscaba convertirse en el eje rec-tor de las acciones. Como lo han mostradovarios autores, la aparición del cólera seríadeterminante pues obligó a las autorida-des seculares, influidas por las modernascorrientes médicas europeas, a imponeruna nueva concepción del espacio urba-no y social regida por el orden, lo cual nosólo significaba sacar los hospitales, mer-cados y cementerios de los centros paraevitar enfermedades, sino que la salubri-dad de los ciudadanos se convertiría enuna responsabilidad de los gobiernos mu-nicipales y estatales, con el consiguientedesplazamiento de la Iglesia en esa ma-teria (Malvido y Cuenya, 1994, p. 221;Cuenya, 2006, pp. 5, 9; Cuenya y Con-treras, 2005, pp. 43, 56, y Castillo, 2012,p. 112). Antes de la llegada de la enfer-medad, las autoridades municipales dis-pusieron una serie de medidas tendentesa preservar la salubridad pública, como lapublicación de bandos y la formación decomisiones tendentes a preservar la tran-quilidad pública, pero una de ellas, sudecisión de cambiar la ubicación de loshospitales, entre ellos el militar, les gene-raría conflictos con las autoridades cas-trenses, materia que ocupara nuestra aten-ción, como segundo objetivo, sobre todoporque entró en disputa la posesión de unedificio que tanto unos como otros con-sideraban propio y, por lo mismo, busca-ban darle una utilización adecuada a susintereses, aunque en el fondo se ocultabauna lucha de poder pues las autoridades

para Brasil el de Tania Salgado (2011), sólo por citaralgunos.

5 El caso de Córdoba-Orizaba es estudiado porFlorescano (1992) y por Herrera (1973); el deTlacotalpan por Molinari (1991); el del puerto de Veracruz por González (2004) y Cruz (1999); y el de Ixhuatlán por Lozano (2000).Una de las másimportantes estudiosas de las epidemias y la demogra-fía en Xalapa es Silvia Méndez Maín, quien ha publi-cado sus resultados en tres trabajos (2006; 2010, y2011).

6 Por políticas sanitarias se entiende las decisio-nes tomadas por los gobiernos y respaldadas por lasinstituciones médicas del estado, a fin de atender ala población en cuestiones de salud y enfermedad.

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civiles buscaban imponer sus decisionessobre las militares.

Un tercer aspecto del que se ocupa lainvestigación es la identificación de loscostos de la epidemia. En primer lugar, sepondrá atención en los recursos erogadospor la administración, tanto municipalcomo estatal, para detener el contagio. Eneste punto, resulta de interés determinarsi las medidas fueron efectivas o no. Ensegundo lugar, se mostraran las consecuen-cias políticas del conflicto suscitado porla posesión del hospital militar, mismoque, como se observara, generó una divi-sión entre las autoridades civiles y mili-tares y cuya disputa concluiría a finalesdel siglo XIX. Con lo expuesto se buscadestacar que un asunto de salud pública,como la manifestación de la epidemia delcólera, pondría de manifiesto un conflictopolítico preexistente cuya manifestaciónúltima sería la querella por un edificio.

LOS AMAGOS DE UNA EPIDEMIA: MEDIDAS PREVENTIVAS

El 21 de enero de 1833, el gobernador deVeracruz, Antonio Juillet, comunicó alAyuntamiento de Xalapa,7 por medio deljefe del departamento Francisco Díaz yHerrera, que se habían recibido noticiasprovenientes de la ciudad de México y fir-madas por el presidente Manuel GómezPedraza, en las que advertía de la presen-cia del cólera morbus en el estado deChiapas, motivo por el cual se ordenó a

la Junta de Sanidad que dictara las medi-das necesarias para evitar su propagación;8asimismo, se solicitó al regidor juez depolicía que pusiera atención en el aseo delas calles, plazas y basureros (Método, 1833,p. 8; Escobedo, 1833, p. 6, y Marín, 1833, p. 3).9 El Cabildo obedeció los man-datos del gobernador, pero la enfermedadno se manifestó en la ciudad. El 6 demarzo de 1833 se recibieron informes, porparte de un militar asentado en Chiapas,de que Guatemala había sido atacada porla dolencia y se habían manifestado algu-nos brotes en Comitán, razón por la cualla corporación determinó que se volvie-ran a poner en práctica las disposicionesestipuladas en enero, pero advertía que sedebía poner especial atención en la vigi-lancia de la cárcel y los hospitales. Estasmedidas fueron aplaudidas por los legis-ladores locales pues decían que era nece-sario redoblar los esfuerzos, sobre tododespués de que enteraron que el cólerahabía causado estragos en La Habana

7 El Cabildo estaba integrado por Juan Franciscode Bárcena, Miguel Palacio, Pascual Caballero, MiguelValle, Francisco Lerdo de Tejada, Francisco Peña,Rafael Pensado, Manuel Hidalgo, Francisco Riveray Bernardo Sayago.

8 Existen versiones contradictorias sobre la apa-rición del cólera en Chiapas. Zavala (2007, p. 48)aduce que los primeros casos se presentaron el 9 deenero de 1833, pero Carbajal (2011, pp. 2028-2029y 2061) niega que se hayan producido y, más bien,asegura que las noticias difundidas daban cuenta dela angustia que se sentía ante la posibilidad de la apa-rición de la enfermedad. El pánico que causaba elcólera era fruto de tres factores: la novedad de la afec-ción, el desconocimiento de los medios para comba-tirla y la intensidad con la cual la bacteria causabaestragos.

9 En las cartillas escritas para evitar la propaga-ción del cólera, se sugería mantener limpias las calles,bañarse, respirar aire puro, evitar la humedad, fumi-gar las habitaciones, evitar los hospitales, iglesias,cementerios y cárceles, habitar, en la medida de lasposibilidades, en lugares altos y bien ventilados o sise podía, en el campo.

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(Carbajal, 2011, p. 2029; Tovar y Bus-tamante, 2000, p. 180),10 motivo por elcual resultaba indispensable aumentar lavigilancia en las costas. Respecto a la cár-cel, se tomó la determinación de limpiarlay de pintar su interior de blanco; en tantoque en el segundo caso, el municipio soli-citó que los dos hospitales ubicados en elcentro de la población, el Militar y el deCaridad, se trasladaran al Cuartel Chico.La disposición no fue bien recibida por elcomandante militar Gregorio Gómez,quien pidió que no se hiciera la mudanzasino sólo se procediera a pintarlo de blanco(Rivera, 1978, p. 213).11

El Ayuntamiento no sólo accedió a lapetición sino que también decidió asumirlos gastos de la pintura, situación expli-cable por el hecho de que en 1832 se bus-có hacer el traslado, pero se encontró conla oposición de los militares y para evitaruna nueva confrontación, resultaba mejortransigir en ese momento (Camacho,1986, p. 337, y Castillo, 2012, p. 109).12

No sucedió lo mismo con el gobernador,quien ordenó, el 13 de mayo de 1833,que los hospitales debían cambiarse alCuartel Chico. Si el mandatario tomó estadeterminación, se debió a la presión ejer-cida por el Congreso que avalaba la pro-puesta del Ayuntamiento por considerarlapertinente. Como el Cuartel Chico perte-necía a la federación, el mandatario ordenóque el Cabildo lo tuviera bajo su custodiamientras se resolvía el problema sanita-rio. A regañadientes, la Jefatura de Armasentregó las llaves del edificio al municipio,pero se les hizo la advertencia de que estepertenecía a la federación. Como la cor-poración quería evitar un conflicto con losmilitares, pidió al gobernador que sedevolvieran las llaves y que los hospitalesse reubicaran en el edificio del CuartelGrande, el cual era propiedad de la ciudad.El municipio solicitaba que se ocupara eseinmueble, debido a que fue ocupado porlas tropas de la federación quienes, a decirde los regidores, no pagaban ningún tipo derenta. Así, se aprovechó el asunto de laepidemia para tratar de desalojar a losmilitares de una manera cordial. Ante laposibilidad de que el cólera llegara, se pre-firió continuar con la disposición de ubi-car a los hospitales en el Cuartel Chicopero se advirtió que cuando pasaran lascomplicaciones, se buscaría la mudanza alCuartel Grande pues le pertenecía almunicipio. Por tal motivo, se formó unacomisión, integrada por el regidor Fran-cisco Peña y el contralor militar, quienesinformaron, el 19 de junio, que no eraposible trasladar los hospitales por variasrazones: se carecía de fondos, el edificioera estrecho, carecía de ventilación y los

10 El cólera llegó a la isla el 25 de febrero de 1833proveniente de España.

11 Actas de Cabildo. Libro 44, sesión del 21 deenero de 1833, f. 7; sesión del 11 de marzo de 1833,ff. 21-22; sesión del 1 de abril de 1833, p. 28; sesióndel 22 de abril de 1833, p. 38; sesión del 22 de abrilde 1833, p. 38; sesión del 27 de abril de 1833, p.40; sesión del 13 de mayo de 1833, p. 44; Anexo dedocumentos de Cabildo de 1833, pp. 128, 140, 191-193, 210-213, 241, 251. Archivo HistóricoMunicipal de Xalapa (en adelante AHMX), México.

12 Desde la década de 1820, y con motivo de ladiscusión que se presentó acerca de la creación de unnuevo cementerio, el cura de la parroquia del Calvariocuestionaba la permanencia de los hospitales en elcentro de la ciudad, pues decía que estos despedían“miasmas”. En 1832 se volvió a insistir en la reubi-cación de los hospitales, pero el gobernador SebastiánCamacho adujo que no se podía sacar el Hospital

Militar, debido a que la federación no había resueltonada respecto a su ubicación en un edificio distinto.

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hospitales tanto el de hombres como elde mujeres quedarían unidos.13

Por las anteriores razones proponíanla utilización de la Casa de Recogidas parainstalar los hospitales. Después de escu-char los argumentos, el Ayuntamiento de-terminó adecuar una parte del CuartelChico para ubicar a los hospitales, pues lainminente llegada del cólera no dabatiempo para tomar otras medidas. No sedebe pensar que los motivos esbozadospor los regidores tenían la intención deacabar de una vez por todas con el debate,sino más bien reflejaba que la situaciónsanitaria se podía tornar complicada yantes de ahondar el problema de la propie-dad del edificio, las autoridades civilesprefirieron ocuparse de la epidemia. Dehecho, Francisco Lerdo presentó un pro-yecto de bando de policía para el aseo decalles y casas, asimismo se nombró unacomisión, integrada por Francisco Gon-zález, Manuel Hidalgo, Bernardo Sayagoy el médico Jorge Ojeda, quienes tenían lamisión de recorrer las tiendas y panade-rías para hacer evaluaciones de los alimen-tos y bebidas expendidas, a fin de inutili-zar las que “por su mala calidad” fueranperjudiciales a la salud pública. Otras delas atribuciones de la comisión era vigi-lar el cumplimiento de la limpieza de lascalles por parte de los particulares, tarea enlas que los ayudaría el regidor de policía,quien, a su vez, también debía realizar eldesagüe de las aguas estancadas. Al mismotiempo se pidió a los médicos residentes

en Xalapa la elaboración de un métodocurativo contra el cólera, y que evaluaranlos que se habían formulado en otros luga-res para saber si eran aplicables a una ciu-dad que contaba con un clima distinto ycon una población cuyos habitantes teníancierto “tipo de costumbres”.

La demanda de las autoridades eraexplicable, pues de acuerdo con RiveraCambas (1978) no se había podido seña-lar las razones por las cuales la enfermedadse produjo (Netzahualcoyotzi, 2011, pp.24-25),14 motivo por el que aparecieronnumerosos preservativos y métodos cura-tivos cuyos resultados no habían sido satis-factorios. Entre los métodos empleados se encontraban los llamados “polaco”,“austriaco”, “excitante”, “refrescante” y“draforético”. Otros tenían como base lanuez vómica, el amoniaco y una combi-nación de bismuto con opio. Rivera Cam-bas (1978) consideraba que los más ade-cuados eran los propuestos en las cartillaspublicadas en San Luis Potosí, Guatemala,

13 Actas de Cabildo. Libro 44, sesión del 10 dejunio de 1833, p. 53; sesión del 15 de junio de 1833,p. 56; sesión extraordinaria del 19 de junio de 1833, p. 57; Anexo de documentos de Cabildo de 1833, pp. 179, 252-253, 269-270, 298-299, 304,378. AHMX, México.

14 El relator de la Comisión Central y del ConsejoSuperior de Sanidad francés Alex Moreau (1832, pp.II y 41) indicaba que resultaba difícil determinar lascaracterísticas patológicas del cólera, sus condicionesde existencia y propagación, las circunstancias quefavorecían su transmisión y los métodos curativosnecesarios para detenerla; motivo por el cual sugeríaque se llevaran a cabo dos acciones: el aislamiento yel alejamiento, aunque aclaraba que estas sólo la deten-drían mas no la curarían. Por su parte, Febles (1833,pp. 3 y 6) mencionaba que se desconocía la causa pri-mitiva del cólera, aunque algunos la ubicaban en laatmósfera. Decía que el tipo de daño causado en elcuerpo variaba de acuerdo a si se tragaba con los ali-mentos o si lo aspiraba el pulmón. Este médico con-sideraba que existían seis tipos de cólera: aguda, desen-térica, vomitoria, espasmódica, seca e inflamatoria.Esta observación resulta de particular interés, puesdespués del descubrimiento de la bacteria que pro-

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Veracruz y París.15 Las cartillas mencio-nadas no fueron las únicas difundidas enese momento, pues en diversos estados sepropusieron diversos métodos que se con-sideraban como los más adecuados.16 Losmunícipes estipularon que cuando seconocieran los métodos presentados porlos facultativos, se buscaría probarlos paraverificar sus resultados y, en ese caso, se

procedería a repartirlos de forma impresaentre la población. Los únicos galenos querespondieron a la invitación fueron JoséMaría Pérez y Jorge Ojeda, quienes acor-daron proponer un método curativo asícomo algunos medios para prevenir elcontagio o para actuar de manera inme-diata en caso de haberlo contraído. El 27de junio de 1833, la comisión inspectorainformó que, en una primera revisión delos alimentos y bebidas expendidos en lastiendas de la ciudad, encontraron semi-llas y media barrica de sardinas en estadode descomposición, lo cual motivó su con-fiscación.17

Como la epidemia seguía sin manifes-tarse en la ciudad, el Cabildo propuso va-rias medidas preventivas: en primer lugar,se sugirió prohibir la entrada de carne deoveja, cabra y chivo (Escobedo, 1833, p. 6;Marín, 1833, p. 5, y Método, 1833, p. 2).18

En segundo lugar se crearon tres comisio-nes: la primera, formada por los regidoresLerdo y Sayago, debía apresurar el tras-lado de los hospitales al Cuartel Chico; lasegunda, integrada por los regidores Lerdoy Peña, investigaría en dónde había que-dado el dinero recolectado con la intenciónde ayudar a las mujeres de los soldadosque enfermaron en Veracruz, asimismodebía organizar una suscripción pública

duce la enfermedad, en 1883, diversos médicos men-cionaron que existían seis manifestaciones del cólera,además de dos de un tipo que llamaban “colerina”.

15 Las cartillas a las que se hacía referencia eran:Método preservativo y curativo de la cólera morbus epidé-mica (1833); Tratado del cólera morbus (1832). ParaGuatemala se encontraron dos: Molina (1832), yMétodo por L. P. (1833). Para París se localizaron tres:Instrucción popular (1833); Historia de la epidemia (1833),Broussais (1833).

16 Ejemplos de cartillas que circularon en diferen-tes lugares del país son las siguientes: Hordas (1832);J. L. Chavert, 1833; Consejos (1833); Dictamen de laJunta General (1832); Dictamen de la Junta de Sanidad(1833); Febles (1833a); Febles (1833b); Esposición(1833); Marín (1833); Escobedo (1833); Método pre-servativo de curación (1833). En cada una de las carti-llas se puede observar la amplia gama de métodoscurativos que se proponían, aunque la mayoría inci-día en la necesidad de tomar diversos tipos de tés,diferentes tipos de medicinas, lavativas, linimientos,friegas en el cuerpo, sangrías, nieves y limonadas frías,y en algunos casos se debía recurrir al fuego para puri-ficar el aire. Una amplia recopilación de los métodoscurativos de diferentes países se encuentra en Moreau(1833, pp. 22-39); Marín (1833, p. II); Zavala (2007,p. 54), y Laviada, Laviada y Puga (1993, p. 96). Al-gunos médicos europeos sugerían el uso de piezas decobre en el epigástrico, pero Marín (1833) rechazabaesa propuesta pues decía que resultaba dañino por lassales y óxidos de metales. Por su parte, los alemanesproponían usar planchas de cobre sobre el cutis comomedida preventiva. Resulta paradójico, para Malvidoy Cuenya (1994, p. 223), que en México se traduje-ran los métodos curativos extranjeros y se distribu-yeran en una población mayoritariamente analfabeta.

17 Actas de Cabildo. Libro 44, sesión extraordi-naria del 20 de junio de 1833, pp. 57-58; sesión del25 de junio de 1833, pp. 59-60; sesión del 5 de juliode 1833, p. 63; Anexo de documentos de Cabildo de1833, pp. 306-309, 640-641. AHMX, México.

18 En diversas cartillas se mencionaba que sedebían evitar las carnes saladas y se debía preferir lascarnes tiernas y jugosas. También se prohibía las car-nes de pescado, conejo, pato y puerco, así como elchicharrón, la longaniza, la leche y los quesos “viejossalados”.

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para socorrer a los enfermos de cólera(Alcalá, 2009, p. 237),19 y la tercera, enca-bezada por los regidores Lerdo, Bonilla yel encargado de la Junta de Sanidad, ela-boraría un bando de policía en el cual seintegrarían las medidas sanitarias necesa-rias para combatir la enfermedad, ademásse permitiría a los vecinos de la ciudadque cortaran maderas resinosas de losmontes cercanos para realizar fumigacio-nes. En tercer lugar, y ante la indiferenciamostrada por los médicos de Xalapa paraproponer métodos curativos de la enfer-medad, el gobernador de Veracruz, gene-ral Ciriaco Vázquez, solicitó al de Pueblael traslado de tres facultativos con expe-riencia en el tratamiento de la enfer-medad. Los designados por la Junta deSanidad de Puebla fueron Manuel Camar-go, José María Molina y Manuel Ortiz.20

Como las autoridades de la ciudad solici-taron que los galenos presentaran sus títu-los, estos contestaron que no los tenía porcausa de la premura de su salida. Sin em-bargo, Vázquez ordenó que se les otorgarael permiso de trabajo, un hecho excepcio-nal pues en Xalapa no se le permitía aningún médico ejercer si no contaba conel aval de la comisión dictaminadora.

Pese a la disposición, se les advirtió alos facultativos que pidieran por correosus títulos para “asegurar la confianza delpúblico”.21 Resulta significativo el caso

de los médicos poblanos, pues el cólera semanifestó en la ciudad de Puebla el 23 deagosto, es decir, unos días antes de quehiciera la petición el gobernador veracru-zano, pero lo más sorprendente es que seles haya otorgado el permiso, pues enPuebla sólo existían 26 médicos para aten-der a una población cercana a los 40 000habitantes (Malvido y Cuenya, 1994, pp. 223-224).22 También se tomaron lassiguientes providencias: las campanas delas iglesias no tocarían dobles y agonías,así como tampoco se debía utilizar la cam-panilla del viático y los cantos lúgubres,acciones que buscaban impedir la difu-sión del “terror” y de la “consternaciónpública” en la ciudad (Método, 1833, pp.8; Escobedo, 1833, p. 4; Marín, 1833,

19 En Campeche también se formó una Junta deAuxilios cuya misión era recaudar fondos para ayudara los enfermos.

20 Actas de Cabildo. Libro 44, sesión del 19 deagosto de 1833, pp. 79-80; sesión del 26 de agosto de1833, pp. 82-83; Anexo de documentos de Cabildode 1833, pp. 324, 832, 849-850. AHMX, México.

21 Actas de Cabildo. Libro 44, sesión del 26 deagosto de 1833, p. 83; sesión del 31 de agosto de

1833, p. 87; sesión del 2 de septiembre de 1833, p.89; sesión del 30 de septiembre de 1833, p. 98; sesióndel 14 de octubre de 1833, p. 100; Anexo de docu-mentos de Cabildo de 1833, pp. 434-435, 832, 851-854, 872. AHMX, México. Igual postura asumiríanen el caso de Andrés Hurtado, segundo ayudante delCuerpo de Sanidad y cirujano del Segundo BatallónPermanente, cuando solicitó que se le permitiera tra-bajar en la ciudad pero se le advirtió que se le otor-garía el permiso cuando su documentación fuera vali-dada por las autoridades competentes. Como el 30de septiembre de 1833 se le contestó a Hurtado queno se le otorgaría el permiso para ejercer, este solicitóque se nombrara un cuerpo de médicos que lo exami-nara pero el Ayuntamiento no lo autorizó. La resolu-ción no significó el final del pleito, pues el 14 deoctubre Hurtado informó al Cabildo que el jefe polí-tico le autorizó la licencia, pero los munícipes le con-testaron que mientras no presentara sus títulos, no sele permitiría que sus recetas fueran surtidas en lasboticas. Resulta extraño el empecinamiento de la cor-poración, pues se le negaba la autorización al médicocuando la epidemia se encontraba en pleno auge, peroa la vez daba cuenta del estricto control mantenido enmateria sanitaria.

22 A Puebla llegó a través de Oaxaca.

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pp. 3, 11; Esposición, 1833, p. 11; Febles,1833, pp. 3 y 12; Rivera, 1978, p. 214;Zavala, 2007, p. 50; González, 2004, p.58, y Carbajal, 2010, p. 139);23 asimismose pidió la presencia de los sacerdotes enlas sacristías de las parroquias San José yel Calvario, a fin de que los feligresestuvieran los “auxilios espirituales” cuandolo requiriesen (Malvido y Cuenya, 1994,p. 223, y Cuenya, 2006, p. 5).24 Al mis-mo tiempo se estipuló que el alcalde rea-lizara una inspección en las boticas deJoaquín Ruiz, Manuel Reyes y Félix Qui-roz para evitar la alteración del precio delas medicinas. Tras las visitas se acordó

amonestar a Félix Quiroz, dueño de labotica de la calle de Belén, debido a que no sólo ejercía su profesión de far-macéutico, sino también la de médico ycirujano, asimismo se le pidió evitar quesus criados o “personas faltas de inteligen-cia” despacharan medicinas, abuso del cualtenían noticia. Los regidores pidieron quelos facultativos residentes se reunieran conJosé María Pérez, a fin de determinar sise podía elaborar un método curativoacorde con las circunstancias particula-res de la población, el cual debía acabarcon la “incertidumbre” vivida en la ciudadpues existían varias recetas y méto-dos curativos cuya eficacia no había sidocomprobada.

El Cabildo consideró pedir al gober-nador que los presos menos peligrosos sedestinaran a las obras públicas durante laepidemia, lo cual evitaría que permane-cieran encerrados en un lugar “estrecho eincómodo” y en el caso de que no se auto-rizara la propuesta, se debía sugerir larepartición de los delincuentes en dos loca-les para evitar que su concentración en unsolo sitio propiciara la aparición de laenfermedad. Para enfrentar la problemá-tica sanitaria con mayor libertad, el Ayun-tamiento decidió otorgarse facultadesextraordinarias al Ayuntamiento y sedeterminó que sesionaran dos veces porsemana, lunes y viernes, mientras persis-tiera la enfermedad.25 Asimismo, se formóuna comisión, integrada por Miguel Pala-cios, Bernardo Sayago, el vicegobernadorJavier Echeverría y Francisco FernándezAgudo, con una triple intención: averiguar

23 Los autores de las cartillas recomendaban queno se tocaran las campanas, pues causaban cambiosen los estados de ánimo lo que, desde su perspectiva,podía propiciar la enfermedad, motivo por el cual re-comendaban que se tratara de reprimir el miedo, elterror, el espanto, la ira, la cólera, el abatimiento, ladesesperación, las “fuertes meditaciones”, las cavila-ciones, la falta de ejercicio, la exposición al sol fuerte,los viajes largos, los desvelos, el trabajo inmoderado,el estudio tenaz, la embriaguez, los enfriamientos, los“placeres vivos” y todo “género de intemperancia”.En este sentido, se pedía observar una buena con-ducta, buen aseo personal, “tranquilidad de espíritu”,suficiente abrigo y templanza. Recurrir a este tipo depropuesta evidenciaba que los médicos se afiliaban ala visión no contagionista de la enfermedad, pues sesubrayaban los factores físicos y psicológicos. Lo con-trario sucedió en el puerto de Veracruz en donde serealizaron procesiones y plegarias tendentes a invo-car el favor divino. Resulta interesante mencionar queel periódico El Oriente, en 1826, cuestionó los constan-tes tañidos de campanas, pues se aducía que era un“sonido molestísimo” por lo cual pedía su modera-ción o eliminación.

24 Una medida similar se realizó en la ciudad dePuebla, en donde el Ayuntamiento se encargó de rea-lizar el nombramiento de los médicos que atenderíana los enfermos y se le pidió al obispo hacer lo mismopara el caso de los sacerdotes.

25 Actas de Cabildo. Libro 44, sesión del 31 deagosto de 1833, p. 87; Anexo de documentos deCabildo de 1833, pp. 301, 398-399, 649, 674-675,855. AHMX, México.

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en dónde había quedado el dinero reco-lectado para auxiliar a las mujeres de lossoldados enfermos de Veracruz; solicitara los donantes que ese dinero se destinaraa los enfermos de cólera; y promover unasuscripción popular. Como la Jefatura deArmas consideraba que la elaboración delbando de policía era un asunto priorita-rio, se conminó al Cabildo a concluirlo enel menor tiempo posible, situación queevidenciaba la persistencia del conflictode intereses entre las dos instituciones. El28 de agosto se presentó una primera ver-sión que sería aprobada en lo general yque seguía, en buena medida, los linea-mientos del redactado en 1830.26 Elbando constaba de once puntos que con-minaban a los vecinos a barrer su calleantes de las ocho de la mañana y evitaríanregar el suelo con agua proveniente de loscaños, medida que también se debía llevara cabo en las casas desocupadas. En caso deque no se cumpliera con la disposición seaplicaría una multa de cuatro reales a dospesos o de tres a ocho días de trabajo en lasobras públicas (primer punto). Los due-ños de “tiendas mestizas”, tocinerías y car-nicerías debían mantener limpios suscomercios y si desobedecían la orden, seles aplicaría una multa de cuatro reales acinco pesos (segundo punto).

Se debía realizar una “rigurosa” lim-pieza de los cuarteles, mesones, estableci-mientos públicos y privados, casas par-ticulares, cuartos interiores, accesorias,corrales de ganado y caballerizas. En casode no hacerlo se pagaría una multa de unoa diez pesos o de cuatro a quince días deobras públicas (tercer punto). Los sacos

de basura e inmundicia no se debían colo-car en las banquetas y en caso de incum-plimiento, la multa sería de cuatro realesa dos pesos o de dos a cuatro días de tra-bajo en las obras públicas (cuarto punto).Se prohibía que los cadáveres perma-necieran descubiertos en su tránsito alcementerio. La desobediencia implicaríauna sanción de dos a 25 pesos (quintopunto). Se suprimía la venta de cerveza,tepache, vinos, aguardientes y licores. Sóloen casos de “absoluta necesidad” se auto-rizaría aunque debían ser conducidos enbotellas. Los que infringieran la ordenrecibirían una multa de diez a 25 pesospara el caso de cerveza y tepache, de cincoa diez para vinos, aguardientes y licores, yse cerraría el establecimiento en caso dereincidencia (sexto punto) (Método, 1833,p. 8; Escobedo, 1833, p. 6; Marín, 1833,pp. 6-7, y Esposición, 1833, p. 11).27 Seprohibía la venta de carne fresca de puerco,chivo, oveja, tejón, mono y armadillo, asícomo la salada, la de pescado salpreso, elqueso y la mantequilla (séptimo punto).Se prohibía la venta de frutas, verduras ylegumbres a excepción del arroz, maíz,habas, papas y garbanzos (Método, 1833, p.8; Escobedo, 1833, p. 6; Marín, 1833,pp. 3, 6, y Esposición, 1833, p. 10).28 En

26 Actas de Cabildo. Libro 44, sesión del 26 de agosto de 1833, p. 84; Anexo de documentos deCabildo de 1833, p. 389. AHMX, México.

27 Similares medidas se tomaron en otros lugares.Escobedo (1833) indicaba que se debían evitar lascervezas, las sidras, el champaña, los vinos “generosos”,los licores dulces y bebidas fermentadas como la chi-cha, el charape, el sendechó, el tepache y el pulquecompuesto. Marín (1833) sugería que sólo se tomaraagua y esta se debía hervir si provenía de un jagüeyo de un aljibe. Al agua hervida se debía agregar uncarbón bofo. El autor de la Esposición (1833) advertíaque las autoridades debían comprometerse a mante-ner la pureza de las aguas para consumo de la población.

28 Las cartillas mostraban notables diferenciasrespecto a los alimentos recomendables para comer.

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caso de incumplimiento se impondría unamulta de cuatro reales a diez pesos o dedos a quince días de trabajo en las obraspúblicas (octavo punto). La alteración delos precios en los artículos de primeranecesidad, tanto de alimentos como demedicinas, sería castigada con una multade diez a 50 pesos o de uno a dos meses deprisión (noveno punto).

Los médicos estaban obligados a aten-der a los enfermos, sin importar la hora oel lugar. En caso de que no cumplierancon la disposición se les impondría unamulta de 25 a 100 pesos por la primeravez, de 50 a 200 por la segunda y si rein-cidía, se le privaría de su derecho de ejer-cer en la ciudad (décimo punto). Los boti-carios debían surtir las recetas de losmédicos sin importar la hora en que serequirieran, y si no lo hacían se les impon-

drían las mismas penas que a los galenos(undécimo punto). En el bando no setomaron en cuenta algunas disposicionespropuestas por el jefe del departamento,entre las cuales se encontraban la destruc-ción de los basureros, el nombramientode un ayudante del regidor jefe de cuartelque vigilaría el aseo de las casas, y la for-mación de una comisión que evitaría laespeculación de alimentos, la cual pon-dría especial atención en el frijol que nosólo constituía el principal sustento de la“gente pobre”, sino también era uno delos alimentos que no causaba indigestión(Velasco, 1992, p. 127).29 Tras la promul-gación del bando de policía, los regidoresjefes de cuartel convocaron a los jefes demanzana para informarles sobre el conte-nido del bando y pedirles su cumpli-miento, pues en caso de omisión se lesimpondría una multa de cuatro reales acinco pesos. Los regidores solicitaron uninforme al médico José María Pérez res-pecto a la manera en la que se auxiliaría alas personas cuando mostraran los prime-ros síntomas de la enfermedad, el cual seimprimiría y repartiría en la ciudad.30

También se propuso la formación de doscomisiones cuya misión sería, en el casode la primera, integrada por los regidoresAparicio y Bonilla así como el médico enturno, realizar una inspección de los luga-res en los cuales se expendían comestibles;

Por ejemplo, la de San Luis Potosí indicaba que sepodía consumir chile y frijoles aunque se debía evitarlas “legumbres menos jugosas”. La de Pedro Escobedo(1833) pedía evitar los guisados con salsas compues-tas, las ensaladas, las yerbas “húmedas y ventosas”como los ejotes, las coles, los nabos, las lechugas, loschícharos, los quelites, las verdolagas, las espinacas ylos nopales. En el caso de las frutas no se debían con-sumir las peras, las manzanas, los duraznos, los cha-bacanos, los higos, los zapotes, las tunas, los pláta-nos, los aguacates, los capulines y las guindas. Marín(1833) proponía comer “alimentos de fácil digestión”como los cocidos de carne y ternera, pan, huevo, leche,queso fresco, pollo, vegetales “harinosos”, todos los“preparados” del maíz, los frijoles y las habas, perose debía evitar el chile, las especias, ciertos tipos delegumbres y frutas “húmedas o cargadas de azúcar”como el melón, la chirimoya, el mamey y todas lasque provenían de Tierra Caliente. Las frutas sólo sepodían comer cuando estaban maduras o se debíancocer. Para el autor de la Esposición (1833) el huevo yel queso eran alimentos indigestos por lo cual suge-ría que no se consumieran.

29 La prohibición de introducir ciertos tipos decarnes, verduras y frutas provocaron abusos de loscomerciantes en la ciudad de México, situación que,al parecer, no se produjo de la misma manera enXalapa donde se logró tener un mayor control.

30 Actas de Cabildo. Libro 44, sesión del 28 de agosto de 1833, p. 85; Anexo de documentos deCabildo de 1833, pp. 294-295, 383-385. AHMX,México.

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y en lo que se refiere a la segunda, con-formada por los regidores Lerdo, Caballeroy Sayago, asignar precios a los artículosde primera necesidad.

Los miembros de la segunda comisiónpropusieron que se autorizara la venta defrijol, pese a que algunos médicos loprohibían, pues constituía el principal ali-mento de los pobres y no resultaba dañinocuando se le cocía con tequesquite. La co-misión encargada de la vigilancia de lasboticas notificó que la de Félix Quirozmostraba numerosas transgresiones: pesosy medidas incompletas, píldoras caducas,carencia de medicinas, desaseo y abandonodel establecimiento, motivo por el cualpedían que realizara las modificacionesnecesarias y si no hacía caso de las reco-mendaciones, se procedería al cierre de sunegocio. El informe de la comisión seríaobjetado por Quiroz, quien mencionó queeran falsas las aseveraciones imputadas yfruto de un “informe siniestro”, pues sóloproporcionaba “remedios caseros” que nocausaban ningún tipo de daño y le resul-taba incomprensible que se le buscara cas-tigar, cuando uno de los miembros delAyuntamiento había ejercido la medicinasin autorización y no existía ninguna par-tera que contara con título. Como la ma-yoría de los cargos eran “maliciosos”, soli-citaba que las autoridades los desecha-ran.31 Por su parte, la comisión encargadade la vigilancia de los precios notificó quela medida podría resultar contraprodu-cente, pues no existían suficientes reser-vas de alimentos en Xalapa y sugerían quela Jefatura de Armas permitiera la entrada

de productos, pues la abundancia ayuda-ría a bajar los precios.

Algunos miembros del Ayuntamientosugirieron que se estableciera un lazare-to para disminuir el impacto de la epi-demia, pero a causa de sus problemas económicos decidieron solicitar ayudapecuniaria del gobernador, quien contestóque no podía extender la ayuda a títulopersonal, por lo cual el Cabildo debía soli-citar un préstamo de las arcas del estado ycomprometerse a pagarlo cuando conclu-yera la “peste”. Ante tal situación, el mu-nicipio solicitó un empréstito de 3 000pesos, pero el gobernador sólo autorizóque el administrador de la Aduana les en-tregara 1 500 pesos en varias partidas(Quiroz, 1986, pp. 200, 386, 388 y 390,y Florescano, 1992, pp. 79 y 81).32 La cor-poración acordó que el vicegobernadorJavier Echeverría sería el depositario del di-nero. Al asumir la administración deldinero, Echeverría informó que en 1832 sehabía realizado una colecta para ampliar el hospital de mujeres, de la cual se obtu-vieron 391 pesos que se gastaron en sutotalidad. Por tal motivo, inició una recau-dación que logró reunir 100 pesos graciasa las donaciones de once personas y pen-saba solicitar en donación el reunido en

31 Actas de Cabildo. Libro 44, sesión del 28 deagosto de 1833, pp. 85-86; sesión del 2 de septiem-bre de 1833, pp. 88-89; Anexo de documentos deCabildo de 1833, pp. 386, 856-859. AHMX, México.

32 Es probable que el gobernador no haya apro-bado el monto solicitado por el Ayuntamiento, debidoal incremento en los gastos del rubro de “Calamidadespúblicas”. Por ejemplo, entre enero y mayo de 1831se destinaron 200 pesos, entre julio de 1831 y mayode 1832 aumentó a 500 pesos, de junio de 1832 amayo de 1833 se dispusieron 1 588 pesos y de juniode 1833 a mayo de 1834, fechas en las cuales se pre-sentó el cólera en el Estado, se gastaron 9 277 pesos,aunque de esa cantidad 7 485 correspondieron a lasmedidas contra la enfermedad. El cantón de Córdobatambién solicitó apoyo al gobernador, pero sólo se leautorizó un préstamo de 1 000 pesos.

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1829 con la intención de ayudar a los gas-tos en la guerra contra la invasión espa-ñola.33 Ante la carencia de dinero, se lepidió un reporte al regidor Peña sobre el número de camas de los hospitales y de la cantidad requerida para elaborarnuevas. El regidor informó que faltabanfrazadas pero no mencionó nada de lascamas. El 6 de septiembre, el Ayunta-miento recibió de la Junta de Facultativosel método curativo que, según creían, era elmás adecuado para aplicarse a las condicio-nes de la ciudad. Ellos estipulaban que sumétodo podía aplicarlo cualquier vecinode “regular razón” y habían integrado va-rios puntos referentes a la higiene.

Por tal motivo, el Cabildo determinóimprimir “suficientes ejemplares” que se

entregarían a los párrocos, jefes de cuar-tel, facultativos y capitulares, quienesdebían distribuirlos en la ciudad y en lospueblos del cantón.34 La comisión encar-gada de vigilar los alimentos informó quehabían encontrado algunos tercios de ha-rina y varios productos, entre los cualesse contaban jamón frescal y pescado sal-preso, en malas condiciones, por lo queordenaron su confiscación mientras pasabael peligro.

LA EPIDEMIA RECORRE LAS CALLESDE XALAPA

A pesar de las previsiones tomadas por losmiembros del Cabildo, los primeros casosde cólera se manifestaron entre el 6 y el10 de septiembre. La epidemia llegó alestado de Veracruz vía la ciudad de Mé-xico, es decir, siguió la ruta comercial quepasaba por Perote hacia Xalapa, situaciónque evidenciaba la carencia de una regu-lación estricta en el tránsito de los porta-dores de gérmenes (Netzahualcoyotzi,2011, p. 111, y Womack, 1994, p. 33).35

Con el arribo de la enfermedad, el regi-dor Peña informó que se contaban conpocas camas en los hospitales y que serequerían diez pesos para fabricar nuevas,por lo cual la corporación determinó que

33 Actas de Cabildo. Libro 44, sesión del 2 deseptiembre de 1833, p. 90; sesión del 9 de septiem-bre de 1833, pp. 90-91; Anexo de documentos de Cabildo de 1833, pp. 396, 400-402, 644-645,653-658, 797. AHMX, México. El vicegobernadormencionaba que fueron 25 donantes: uno de 100 pe-sos (los Echeverría); uno de 40 pesos (J. F. Barcena);dos de 30 pesos (Juan Francisco y M. M. Pérez), tresde 25 pesos (Dionisio Camacho, Francisco Lerdo yFrancisco Fernández); uno de 20 pesos (Agustín Ro-dríguez); uno de quince pesos (Manuel Orduña); cua-tro de diez pesos (Juan Cano y Valles, Juan N. Va-negas, Diego Briceño y Mariano Pasquel), dos de ochopesos (Camilo Campero y Agustín Priceni), siete deseis pesos (Manuel María Medina, Nicolás Castorena,Bernardo Sayago, Jorge de la Serna, José MaríaBonilla, Joaquín Ruiz y José María Herrera); uno decinco pesos (Vicente Segura) y dos de cuatro pesos(Alonso Feriz de Feriz y Miguel Palacios). Las canti-dades donadas sumaban 421 pesos pero Echeverríaindicaba que se tuvieron que descontar 30 pesos, locual daba 391 pesos de los cuales 150 se entregarona Francisco Rivadeneyra, 221 se le abonaron a J. F.Barcena por compra de cobertores, telas y catres, dospesos se le pagaron al contralor y catorce se repartie-ron a varios pobres.

34 Actas de Cabildo. Libro 44, Anexo de docu-mentos de Cabildo de 1833, p. 642. La Junta deFacultativos estaba conformada por José María Pérez,Joaquín García, Jorge Ojeda, José María de Molina,Manuel Ortiz, José Manuel Camargo, Juan B. deOrduña y Bonilla. AHMX, México.

35 En 1796 se establecería un nuevo camino realentre el puerto de Veracruz y la ciudad de Méxicoque tenía como punto central la villa de Xalapa, puesen ese lugar se realizaban las “ferias anuales”.

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Lerdo y Sayago solicitaran, al comandantemilitar, el préstamo de las camas y losutensilios médicos que no se ocupaban enel Hospital Militar, los cuales serviríanpara habilitar los hospitales de caridad enlos que se atendería a los enfermos pobres.Se aclaraba que los materiales prestadosserían devueltos cuando acabara la epide-mia y se repondrían los que se perdierano inutilizaran. La petición de la comisiónsería aprobada por el comandante y seprestaron 686 camas con sus respectivosutensilios. Los munícipes también estipu-laron que el regidor jefe de cuartel debíanombrar dos ayudantes, quienes lo ayu-darían a llevar un censo de los enfermosque requirieran alimentos y medicinas.Para que se les entregaran las medicinas enlas boticas, los facultativos debían especi-ficar que los contagiados eran pobres ydebía llevar la firma del regidor jefe y deuno de los comisionados (Rubio, 1995,p. 105).36 También se especificó que sólose recibirían en los hospitales a las perso-nas que no podían ser atendidas en suscasas.37

Los regidores jefes de cuartel y loscomisionados podían solicitar al vicego-bernador que les prestara las cantidadesque se requirieran para la atención de losenfermos, para lo cual debían entregar unaboleta en las que se registraría el nombrede la familia, el número de personas aten-didas y la ayuda otorgada. Los jefes demanzana debían entregar diariamente unarelación de los enfermos y muertos a losregidores jefes de cuartel, quienes a su vezdebían remitirlos a la jefatura. Se estipulóque las medicinas serían surtidas en la bo-tica de Joaquín Ruiz, a quien se le entre-garía, al igual que al vicegobernador, unarelación de firmas de las personas queautorizarían las recetas. También se deter-minó que se designaría a un médico paracada cuartel y si este se ausentaba, losdemás podían asistir al que lo solicitara.Como los galenos se mostraron en desa-cuerdo, con el argumento de la insuficien-cia de médicos para atender las necesida-des del vecindario, el Ayuntamiento lespidió su solidaridad en la atención de losenfermos pobres. Como medida adicio-nal, se imprimieron un mayor número decuartillas para repartirlas entre los habi-tantes de la ciudad y de las poblacionescercanas, pues la primera tirada, consis-tente en 150 ejemplares, había resultadoinsuficiente. La nueva publicación seríafinanciada por Juan F. Bárcena y BernardoSayago. Con la intención de colaborar conesta “buena obra”, el diputado Ramón Ma-ría Terán negoció con su hermano, quienera dueño de una imprenta, que hiciera laimpresión, pero el 15 de septiembre deci-

(cuarto), Juan Oliva y Manuel Díaz (quinto), ElíasLópez y Andrés Semeria (sexto), José María Córdovay Juan Luna (séptimo) y Miguel Contreras y FranciscoCampos (octavo).

36 En Campeche se determinó que los pobres sólorecibirían la medicina cuando contaran con el avaldel facultativo de su departamento.

37 Actas de Cabildo. Libro 44, sesión del 9 deseptiembre de 1833, p. 91; sesión extraordinaria del12 de septiembre de 1833, p. 92; Anexo de docu-mentos de Cabildo de 1833, pp. 629, 647-648, 659-661, 805, 807-808. AHMX, México. Los regidoresjefes de cuartel eran: Rafael Pensado (primer cuartel),José María Aparicio (segundo), Francisco Rivera (ter-cero), José María Ruiz (cuarto), Francisco Lerdo(quinto), Joaquín García (sexto), José María Rebolledo(séptimo) y Antonio J. Peredo (octavo). Los comisio-nados nombrados para tal efecto fueron: MiguelMolina y Ramón Álvarez (primer cuartel), MarianoRincón y Dionisio Camacho (segundo), Manuel Llereny Francisco Rosas (tercero), Juan Franco y Tadeo Díaz

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dió retirar su apoyo pues decía que Cris-tóbal Rajadel vendía los ejemplares amedio real, acción que no sólo ponía enduda el “buen crédito” de la corporación.38

El regidor Peña informó a Terán quesu apreciación era falsa, pues Rajadel habíamandado imprimir 500 ejemplares de lacartilla, los cuales vendió para solventarel costo de tiraje. No obstante, la carenciade ejemplares de la cartilla había ocasio-nado que se maximizaran los recursos. Así,por ejemplo, se les pidió a los párrocosque los feligreses compartieran la infor-mación relativa a los métodos curativos.Al sacerdote Campomanes también se lesolicitó que notificara sobre la distribu-ción de los eclesiásticos en la ciudad, a finde que se entregara esa información a losregidores jefes de cuartel y a los jefes demanzana. José Manuel Casas, en nombrede Campomanes, indicó que dos sacerdo-tes se ocuparían del auxilio de los feligre-ses residentes entre las calles de Rocha ylas garitas de arriba, dos más atenderíandesde el callejón de Techacapa hasta lacasa de Miguel Carara, otros dos lo haríanen la jurisdicción de la vicaria de San José,y dos estaban dispuestos a atender casapor casa, labor en la cual también estaríaninvolucrados los franciscanos. El Ayun-tamiento solicitó al vicegobernador que,como depositario del préstamo, pagara elcosto de las boletas que se les entregaríana los regidores jefes de cuartel, a los comi-sionados y a los médicos, prevención cuyoobjetivo era evitar la falsificación de losdocumentos. Como medida adicional, los

boticarios tendrían una lista con las fir-mas de los jefes de cuartel quienes, a suvez, debían remitir una lista diaria de losenfermos. Sólo en los casos graves se auto-rizaría el expendio de medicinas, sin quelas boletas llevaran las firmas autorizadaspero sí la de alguno de los médicos “anti-guos” (José María Pérez, Joaquín García,Jorge Ojeda y Juan Ignacio Bonilla) y seincluiría su nombre, estado social y cuar-tel en el que residía.39

Para ayudar a las labores de auxilio delos enfermos, el vicegobernador donó trescamillas que se entregaron a los hospi-tales de caridad. Ante la cantidad de en-fermos ingresados a los nosocomios, elregidor Peña solicitó la contratación de unpracticante destinado al auxilio del hos-pital de caridad para mujeres, circunstan-cia aprovechada por Agustín Díaz, quiense desempeñaba como segundo ayudantedel Cuerpo de Sanidad Militar, para pedirel otorgamiento del puesto. La gravedadde la situación ocasionó un mayor invo-lucramiento de las autoridades militaresy eclesiásticas. Así, el comandante mili-tar, coronel Gregorio Gómez, autorizó elpréstamo de más camas y utensilios paralos hospitales de caridad; en tanto que elpresbítero José Manuel Casas, quien erael encargado del curato de la ciudad,comunicó que se había hecho una nuevadistribución de los párrocos para evitarque la población careciera de “auxiliosespirituales”, lo cual fue notificado a losjefes de cuartel. Por su parte, el goberna-

38 Actas de Cabildo. Libro 44, sesión extraordi-naria del 12 de septiembre de 1833, pp. 92-93; sesióndel 17 de septiembre de 1833, pp. 94-95; Anexo dedocumentos de Cabildo de 1833, pp. 406, 410-411,646, 650, 672, 679-681. AHMX, México.

39 Actas de Cabildo. Libro 44, sesión del 17 deseptiembre de 1833, pp. 94-95; sesión del 23 de sep-tiembre de 1833, p. 96; sesión del 30 de septiembrede 1833, p. 98; Anexo de documentos de Cabildo de1833, pp. 414, 419, 643, 673, 676-678, 681, 909.AHMX, México.

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dor pidió que se le remitiera un informedel estado de las cosechas de maíz, puestemía que la epidemia generara su carencia.Las noticias remitidas por las autoridadesmunicipales resultaron alentadoras, puesse esperaba obtener una regular cose-cha (Oliver, 2010, p. 49, y Reina, 1999,p. 175).40 Como las autoridades munici-pales consideraban que no se había logradodetener la propagación de la enfermedad,determinaron que se pusieran en prácticaotras medidas. En primer lugar, se buscóque el jefe político autorizara el estableci-miento de un depósito de cadáveres en elcuartel de San José, pues resultaba “perju-dicial” que permanecieran en las casas par-ticulares durante 24 horas (Velasco, 1992,p. 127).41

El cuartel se consideraba el lugar másadecuado para tal asunto, debido a que seencontraba en las afueras de la ciudad ycerca del cementerio general, lo cual per-mitiría el traslado de los muertos porcalles alejadas del público. En segundolugar, se exhortó a las autoridades de lospueblos y de las rancherías del cantón queenterraran a una profundidad convenientea los muertos, pues de esa manera se evi-tarían mayores trastornos a causa de los“miasmas” que desprendían los cuerposen descomposición. En tercer lugar, paraevitar la rápida descomposición de loscuerpos se cubrirían con cal, por lo cual

se emplearía la destinada para la construc-ción del nuevo mercado. En cuarto lugar,los regidores jefes de cuartel y los comisio-nados tratarían de convencer a los pobla-dores de evitar la realización de funeralesy reuniones, pues de esa manera se pro-pagaban los miasmas productores de laenfermedad. En quinto lugar, se pidió alos regidores Lerdo y Sayago que busca-ran un sitio para establecer un cementerioprovisional, en caso de que no fuera sufi-ciente el que se encontraba en funciona-miento. En sexto lugar, se volvió a insistirque los médicos asistieran a los enfermossin importar el cuartel de residencia, puesse tenían noticias de que algunos contagia-dos no habían recibido auxilio oportuno.En séptimo lugar, se exhortó a los regi-dores jefes de cuartel que observaran elcumplimiento del bando de policía, puesse sabía que ninguno lo hacía. De hecho,y para mostrar que no sólo era una reco-mendación, se hizo la revocación del regi-dor jefe del octavo cuartel, cargo que seencomendó a Pascual Caballero en tanto se nombraba a un sucesor.42

La petición de instalar un depósito decadáveres en el cuartel de San José no fueautorizada por el comandante militar, de-bido a que, según la opinión de José MaríaPérez, quien fungía como inspector de loshospitales militares del estado, resultaríaperjudicial la reunión de los cadáveres yde los enfermos en un mismo lugar, pues

40 El temor de las autoridades era fundado, pueslas epidemias podían generar crisis agrícolas que alte-raban los comportamientos sociales. Así, la vida dela sociedad y la producción agrícola estaba determi-nada por las inclemencias del clima, los trastornosnaturales y las enfermedades.

41 En la ciudad de México también se emitió unadisposición similar, aunque Velasco (1992) no men-ciona si se llevó a cabo la propuesta.

42 Actas de Cabildo. Libro 44, sesión del 23 deseptiembre de 1833, pp. 96-97; sesión del 30 de sep-tiembre de 1833, p. 97; sesión del 23 de diciembrede 1833, p. 120; Anexo de documentos de Cabil-do de 1833, pp. 421-422, 424-425. AHMX, México.Francisco Lerdo informó el 23 de diciembre de 1833que para cubrir los cuerpos se habían gastado 87 arro-bas de cal (una tonelada).

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43 Actas de Cabildo. Libro 44, sesión del 30 deseptiembre de 1833, p. 99; sesión del 14 de octubrede 1833, pp. 99-101; Anexo de documentos deCabildo de 1833, pp. 412-413, 430-433, 439-440,651, 677. AHMX, México.

44 Estas dos poblaciones se ubicaban entre Chil-toyac y Tlalnehuayocan.

45 Actas de Cabildo. Libro 44, sesión del 14 deoctubre de 1833, pp. 100-101; sesión del 17 de octu-bre de 1833, p. 102; sesión del 21 de octubre de1833, p. 103; sesión del 29 de octubre de 1833, p. 104; Anexo de documentos de Cabildo de 1833,p. 436. AHMX, México.

se corría el riesgo de crear una “atmósferacorrompida” que provocaría la expansiónde la enfermedad. Por tal motivo, el regi-dor Lerdo propuso rentar una de las casascercanas al camposanto. El dueño de lacasa elegido se negó a prestarla, pero ofre-ció venderla en 250 pesos. Como lavivienda debía acondicionarse, el regidorpresidente manifestó que se utilizaría, demanera momentánea, el hospital de muje-res para resguardo de los cadáveres. Sinembargo, el inmueble no se adquirió porcarencia de fondos, pues se decía que tan sólo en un mes se habían destinado276 pesos para el hospital de hombres y 250 pesos para el de mujeres, dineroque, en su mayor parte, se destinó a lacompra de frazadas. Ante tal hecho, Lerdosugirió que se consiguiera una de menorvalor y cercana al cementerio, situaciónurgente en virtud de que los médicos buscaban sacar a los fallecidos de los hos-pitales.43 Respecto al asunto del nuevocementerio, Lerdo y Sayago manifestaron,el 14 de octubre, que no habían encon-trado un terreno adecuado, por lo cualsugerían abrir zanjas profundas para ente-rrar a los muertos. La escasez de espacioera producto, según los regidores, de quela inhumación de los fallecidos de las ran-cherías de Soncautla y Yerbabuena se rea-lizaba en el cementerio de la ciudad, razónpor la cual solicitaron que el gobernadordictara órdenes para evitar este tipo deacciones.44

Como se temía que los boticarios co-metían abusos, se pidió a Lerdo realizaruna inspección de los establecimientospara constatar que las boletas contaran conlas firmas de los galenos autorizados. Elregidor notificó que Félix Quiroz habíainfringido varias de las disposiciones delbando de policía, razón por la cual se leimpuso una multa aunque después se le condonó por haberse estipulado ciertasexcepciones en la materia. Quiroz no fueel único implicado en actos deshonestos,pues el jefe del cuarto cuartel informó dela aplicación de varias multas. La muertede uno de los practicantes del hospitalpara hombres provocó que FranciscoMoreno solicitara la plaza, pero los muní-cipes determinaron que el regidor Peñapropusiera a la persona más adecuada,quien informó que Francisco no era elúnico que aspiraba a la plaza, pues tam-bién se habían postulado Santiago León yJosé Benítez.45 Después de analizar los ex-pedientes y con la premura de las circuns-tancias, Peña eligió a Moreno, mientrasque León y Benítez servirían como interi-nos en el mismo lugar aunque debían obe-decer las órdenes del primero. La resolu-ción no fue del agrado de los dos últimosque se negaron a trabajar como interinos,motivo por el cual se determinó evaluarsus expedientes para destinar a uno deellos al hospital de mujeres. Peña conside-raba que Benítez era adecuado para elpuesto, pero los médicos comisionados eli-gieron a Francisco Moreno.

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46 Actas de Cabildo. Libro 44, sesión del 4 denoviembre de 1833, p. 105; sesión del 11 de noviem-bre de 1833, pp. 106-107; sesión del 18 de noviem-bre de 1833, p. 109; Anexo de documentos deCabildo de 1833, pp. 449-451. AHMX, México.

En los primeros días de noviembre sepercibió una disminución en el númerode infectados por el cólera, motivo por elcual el gobierno del estado solicitó alAyuntamiento la elaboración de tres infor-mes: el primero debía mencionar elnúmero de enfermos y muertos durantela epidemia; el segundo debía consignarlos “ramos de la riqueza pública” afecta-dos; y el tercero debía proponer solucionespara remediar la situación provocada porla epidemia. Respecto al primer punto, yde acuerdo con los datos recopilados porlos regidores jefes de cuartel, 853 personassufrieron la enfermedad y 162 fueron lasque fallecieron, aunque no se especifica-ba, en ninguno de los dos casos, el sexo ola edad.46 El comportamiento en los cuar-teles mostraría notables diferencias, talcomo se aprecia en el cuadro 1. A las can-tidades reportadas por los regidores jefesde cuartel se les debe sumar los infor-mes de los médicos residentes aunque esde advertir que no todos lo entregaron,pese a que el Ayuntamiento se los solicitóen varias ocasiones. Los únicos médicosque cumplieron su labor fueron JoaquínGarcía y Jorge Ojeda.

Joaquín García indicaba que entre el 6de septiembre y el 21 de octubre habíaatendido 138 casos, de los cuales sólo nue-ve habían resultado fatídicos. Es impor-tante mencionar que el médico se ocupódel primer cuartel, es decir, del corazón dela ciudad. Como se puede apreciar en elcuadro 1, existían variaciones en las cifraspresentadas por el médico y el regidor jefe,

quien reportó 133 enfermos, es decir, Gar-cía reportaba cinco enfermos más perotambién un menor número de muertos,nueve por catorce del jefe de cuartel, dife-rencia que resulta significativa sobre todoen el caso de los muertos, pues su reducidonúmero significaba, en última instancia,que el impacto de la enfermedad habíasido de menor gravedad en ese cuartel. Adiferencia de los regidores jefes de cuar-tel, García desglosaba el número de enfer-mos por calle, de tal manera que la de LosÚltimos Asientos había sido la más afec-tada pues se reportaron 22 casos, despuésla del Molino con diez y seguían 30 callesen las cuales se notificaban diferentes nú-meros de enfermos: tres con ocho, dos consiete, dos con seis, cuatro con cuatro, nue-ve con tres, siete con dos y tres con uncaso. De los fallecidos atendidos porGarcía, había cinco hombres y cuatromujeres. Las edades variaban: dos eranmenores de quince años, tres oscilaban

Cuadro 1. Número de enfermos y muertos en cada uno de los cuarteles

Cuartel Enfermos Muertos

1 133 142 60 103 83 94 149 185 55 76 130 367 88 288 155 40

Total 853 162

Fuente: elaboración propia con base en los datosobtenidos del Archivo Histórico Municipal de Xalapa,libro 44.

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entre los 20 y 40 años, y tres eran mayo-res de 50 años, sólo en un caso no sereportó la edad por ser un “hombre desco-nocido”. En total, Ojeda atendió a 213enfermos de los cuales seis murieron, perono mencionó el periodo en el que lo hizo,el cuartel que le correspondía vigilar, lasedades y su sexo. Las cifras presentadaspor Ojeda no concordaban con ningunade las presentadas por los regidores jefes,por lo cual es de suponerse que se ocupóde dos o más cuarteles, o bien exageró lascantidades para mostrar que había tenidouna activa participación.47

Es probable que la segunda opción seala más viable, pues resulta insignificanteel número de muertos en función de loscasos atendidos y sólo en uno de los cuar-teles, el número 5, se encontró casi la mis-ma cantidad de fallecidos aunque el totalde enfermos era menor. La sumatoria delas cantidades proporcionadas por los regi-dores jefes de cuartel mostraba que habíansido 853 enfermos y 162 muertos. Estascifras evidenciaban que 19% de los conta-giados había fallecido. Resultan signi-ficativas las diferencias entre las cifrasaportadas por los regidores jefes de cuar-tel y los médicos, pues los datos de losúltimos rebasaban a los de los primeros.Sin embargo, la comparación de las doscifras permite dar cuenta que fueron 1204enfermos y 177 muertos, cifras que evi-denciaban que sólo 14% de los contagia-dos feneció. Respecto a la población totalde la ciudad, las cifras muestran que 11%se infectó, pero sólo 0.016% murió poresa causa. Como a los boticarios no se lespidió que hicieran una lista de las recetas

que tuvieron que surtir, no existe formade comprobar cuáles eran las cantidadesmás cercanas a la realidad y, de esa manera,determinar el impacto de la epidemia enla ciudad.48 Sobre la evaluación de la situa-ción económica no se presentó ningúninforme, al igual que tampoco se propu-sieron soluciones a las problemáticas quese padecían. Los regidores argumentaronque su silencio era consecuencia de que el“cuidado de la salud pública” había ocu-pado la mayor parte de su atención, perocomo la epidemia comenzaba a cederpodían realizar una evaluación de los ra-mos que incrementaban el “bien público”,así como efectuar un padrón de indivi-duos cuyas edades oscilaran entre los 18 y50 años.

Un problema que tuvo que enfrentarel Ayuntamiento fue la petición de losmédicos Jorge Ojeda, Manuel Ortiz, JoséMaría Molina y Manuel Camargo de quese les pagara por los servicios prestadosdurante la contingencia. El primero adu-cía que requería pagar el alquiler de lacasa utilizada para atender a los dolientes,mientras que los otros pedían una com-pensación por su trabajo profesional. Losregidores reconocieron que se les habíaprometido sufragar la atención proporcio-nada, pero las arcas municipales carecíande fondos pues en octubre habían pagado772 pesos por gastos de los hospitales.49

47 Actas de Cabildo. Libro 44, Anexo de docu-mentos de Cabildo de 1833, pp. 441, 501, 517-518,677, 682-683. AHMX, México.

48 La carencia de datos respecto al número dehabitantes por cuartel impide establecer un compara-tivo para conocer cuál fue el más afectado en funcióndel número de enfermos y de muertos.

49 Actas de Cabildo. Libro 44, sesión del 4 denoviembre de 1833, libro 44, f. 105; sesión del 18de noviembre de 1833, p. 109; sesión del 30 denoviembre de 1833, p. 113; sesión del 9 de diciem-bre de 1833, pp. 116-117; Anexo de documentos de

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Cabildo de 1833, pp. 456, 459, 685-686, 689-690;Libro 45, sesión del 3 de enero de 1834, p. 3; sesióndel 7 de enero de 1834, p. 5; sesión del 20 de enerode 1834, p. 9; sesión del 27 de enero de 1834, p. 11;sesión del 25 de abril de 1834, p. 47; sesión del 5 demayo de 1834, p. 47; Anexo de documentos deCabildo de 1834, pp. 160-161, 163, 233, 813. AHMX,México. Como Ojeda insistía en que se le pagara 108pesos por la atención a los enfermos, el Ayuntamientole informó, el 19 de diciembre, que no se le podíadar ningún tipo de gratificación, comunicación con lacual daba por concluido el asunto. Sin embargo, Ojeday los otros tres médicos se quejaron con la jefatura,situación por la cual el Cabildo aclaró, el 3 de enerode 1834, que a los galenos poblanos sí se les habíanasignado un pago de diez pesos diarios y el resto desus ingresos provenía de las gratificaciones de los en-fermos. Para finiquitar el asunto, se tomó la decisiónde formar una comisión que estudiara el caso de Ojeday esta determinó pagarle el dinero exigido a causa desu “pobreza”. Es de interés mencionar que Félix Qui-roz solicitó que se le pagaran 64 pesos seis reales porlas recetas surtidas a los pobres, aunque su preten-sión, a diferencia de la de los médicos, la realizó hastaabril de 1834. El Cabildo le respondió que para sol-ventar los gastos era necesario que mostrara la ordenque recibió del cuerpo para entregar medicinas, puesel único autorizado para tal efecto era Joaquín Ruiz.

50 Actas de Cabildo. Libro 44, sesión del 11 denoviembre de 1833, p. 107; sesión del 25 de noviem-bre de 1833, p. 111; Anexo de documentos deCabildo de 1833, pp. 465-467, 492. AHMX, México.

Resulta interesante mencionar que losmiembros del Ayuntamiento, encabeza-dos por el regidor Francisco Lerdo, apro-vecharon el asunto de la epidemia pararemitir una representación al Congresoestatal en la que solicitaban que el gobier-no se trasladara de Veracruz a la ciudadde Xalapa, a fin de que, desde este lugar,se pudieran tomar las medidas necesariaspara evitar la propagación del mal. La pro-puesta no tuvo respuesta, aunque eviden-ciaba la situación política que se vivía puesse buscaba que la capital de nueva cuentaestuviera en Xalapa. Las autoridades muni-cipales advertían, el 11 de noviembre, quela epidemia casi había desaparecido, mo-

tivo por el cual pidieron la derogación dela prohibición de introducir carne salada,pues se tenía conocimiento de que se ven-día de manera clandestina y no generaba,por lo mismo, ningún dividendo a lasarcas de la ciudad. Quince días después, elregidor León solicitó que se derogara el bando de policía emitido en agosto, de-bido a que había aumentado el consumode frutas y verduras, circunstancia quesólo beneficiaba a los “comerciantes clan-destinos”, pues la ciudad no podía cobrarlos respectivos impuestos.

El Cabildo también determinó darleslas gracias a los médicos poblanos quehabían ayudado en la atención de los con-tagiados. Como uno de ellos, ManuelOrtiz, decidió permanecer en la ciudad,los regidores le pidieron entregar su títulopara continuar con su ejercicio.50

CONFLICTOS DE JURISDICCIÓN ENTRE ELAYUNTAMIENTO Y LA JEFATURA DE ARMAS

Concluido el problema de salud, el muni-cipio decidió retomar el asunto del lugaren el cual se debían ubicar los hospitales,situación derivada del hecho de que lajefatura militar había trasladado su noso-comio al edificio en el que se encontrabaantes de la manifestación de la epidemia,movimiento realizado sin pedir autoriza-ción de la corporación. Ante tal situación,se formó una comisión, integrada por Ler-do, Aparicio y Sayago, que se evaluaría elacto efectuado por los militares y le expli-carían al jefe del departamento, el teniente

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51 Actas de Cabildo. Libro 44, Anexo de docu-mentos de Cabildo de 1833, pp. 443-447. AHMX,México. El 26 de octubre de 1833, Francisco Díazremitió un escrito al Ayuntamiento en el que protes-taba por la manera en la cual se había producido sudestitución, pues la consideraba improcedente en fun-ción de que el gobernador había violado las leyes parareemplazarlo. El Cabildo no le otorgó importancia ala nota de Díaz, quizá por el hecho de que no estabade acuerdo con su proceder anterior a la manifesta-ción de la epidemia. Guzmán tomó posesión delpuesto el 27 de octubre.

52 Actas de Cabildo. Libro 44, sesión del 5 dediciembre de 1833, p. 114; sesión extraordinaria del7 de diciembre de 1833, p. 115; Anexo de documen-tos de Cabildo de 1833, pp. 126, 521-522, 524-525.AHMX, México.

coronel José Antonio Guzmán que tam-bién era comandante militar,51 lo perjudi-cial de la medida pues, según decían, sehabían presentado algunos casos de cóleradespués de la reinstalación del hospitalmilitar en el centro de la ciudad. El jefedel departamento les indicó a los comi-sionados que tenía órdenes de desocupar elcuartel de San José, situación que habíaobligado al traslado del hospital militara su antiguo local, pero les pedía que eligieran el punto más adecuado para ins-talarlo. Tras discutir el asunto, el Ayunta-miento acordó que los hospitales, tanto el militar como los de caridad, se situa-ran en el Cuartel Grande. Sin embargo,el jefe de departamento no autorizó el tras-lado y, por el contrario, ordenó que el decaridad desocupara el Cuartel de San José,pues, según decía, estaba enterado que supréstamo era provisional y se requería paraalbergar a las tropas que llegarían a la ciu-dad. También se debía tomar en cuentaque la epidemia había acabado y ya no serequería la reubicación de los hospitales.Para finalizar, el jefe de departamento de-cía que el Cuartel Grande requería nume-rosas reparaciones, pues no se podía permi-tir que los enfermos estuvieran expuestosal “desabrigo” y a la “peor asistencia”.

La determinación no fue del agradodel Cabildo, quien respondió que se habíaacordado que el municipio determinaría elmejor lugar para ubicar a los hospitales ylas nuevas órdenes sólo contribuían a po-ner en peligro la salubridad de la pobla-ción, motivo por el cual pedían que se lesentregara el Cuartel Grande para empla-zar los hospitales militar y de caridad. Losregidores consideraban que de no hacersela entrega del edificio, su autoridad seponía en entredicho y, por lo mismo, exi-gieron que se llevara a cabo como unaforma de devolverle el “decoro” al cuer-po.52 El Ayuntamiento manifestaba quesi el jefe de departamento no otorgaba unarespuesta satisfactoria, acudirían con elpresidente de la república y publicaríanlas notas de contestación en el periódico,a fin de que el vecindario se diera cuentade quiénes eran los culpables del retor-no de la epidemia. Como la jefatura, segúnel Cabildo, respondió de manera ofensiva,se determinó, en un primer momento,contestar de la misma manera, pero des-pués se acordó que se hiciese caso omisodel documento y no se guardaría en el ar-chivo del Ayuntamiento. Para nuestra for-tuna la carta se preservó y muestra que elcuerpo exageraba en su posición, pues lajefatura proponía que se trasladaran losdos hospitales al antiguo convento de SanJuan de Dios. Guzmán advertía que en elfondo del asunto, más bien, se encontrabael dilucidar a quién pertenecía el CuartelGrande, pues el Ayuntamiento trataba dequedarse con un edificio que pertenecía a

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53 Actas de Cabildo. Libro 44, sesión del 9 dediciembre de 1833, p. 116; Anexo de documentosde Cabildo de 1833, pp. 526-529, 533-534. AHMX,México.

54 Actas de Cabildo. Libro 44, sesión del 23 dediciembre de 1833, p. 120; Anexo de documentosde Cabildo de 1833, pp. 544-548. AHMX, México.

55 Actas de Cabildo. Libro 145, sesión del 14 denoviembre de 1834, p. 128. AHMX, México. En elinforme de Javier Echeverría se evidenciaba que nohabía recibido 1 500 pesos, tal como lo ordenó elgobernador, sino 1102 pesos cuatro reales, de los cua-les había gastado 1 052 pesos dos reales, pero adver-tía que su familia solventaría el costo de la casa adqui-rida para depósito de cadáveres, motivo por el cualsólo se debía cobrar 995 pesos cuatro reales al Ayun-tamiento. Como el dinero recibido había alcanzadopara atender la contingencia, pedía que se devolvieralo colectado entre la población pero el Cabildo leindicó que no se podía hacer, pues existían gastos sinsolventar pero no se indicaba cuáles eran.

la federación. Bajo estos argumentos, lavía legal se presentaba como la únicamanera de resolver la disputa entre lasautoridades estatales y las federales.

Como el 8 de diciembre Guzmán en-tregó la jefatura a Ángel Ochoa, el Ca-bildo pensó, en un primer momento, nocontestar las imputaciones pero despuésdecidió hacerlo, pues consideraba que selesionaban sus intereses, sobre todo por laexistencia de nuevos casos de cólera y porel hecho de que se presentó al municipiocomo un organismo que manejaba una“política oscura” y “escabrosa”.53 Ante losdimes y diretes generados entre los mili-tares y el Ayuntamiento, el gobernadordecidió intervenir e informó que existíaun documento del virrey Pedro de Ga-ribay, fechado el 1 de mayo de 1809, en elcual se manifestaba que el Cuartel Grandepertenecía a la corporación. El mandatariorecordaba que su antecesor había pregun-tado al Ministerio de Hacienda, en juniode 1831, si estaba dispuesto a pagar por elalquiler o si lo compraría por las dos ter-ceras partes de su valor, pero no obtuvoninguna respuesta. Ante tal situación, enagosto del mismo año se planteó la com-pra del edificio por la módica cantidad de100 pesos, misma que se pagaría en abo-nos de 20 pesos mensuales. La oferta delgobernador tenía la intención de que el erario federal se beneficiara con la adqui-sición de un inmueble “cómodo” que po-dría destinar para el servicio militar. Elofrecimiento tampoco encontró eco entrelas autoridades castrenses, pese a que loreiteró en dos ocasiones. Ante este hecho,

el mandatario pidió al presidente de larepública la entrega del Cuartel Grandeal municipio, pues se requería para insta-lar los hospitales en virtud de que, segúnlos informes de la Comisaría Subalterna, lasalubridad pública se encontraba en peli-gro a causa de la reaparición de la epide-mia del cólera.

La acción sería elogiada por la corpo-ración, misma que le solicitó al goberna-dor que mientras no se daba la resolución,se le permitiera preservar el hospital deCaridad en el cuartel de San José, pues losmilitares habían trasladado su hospital aun edificio que no era de su propiedad.54

El mandatario contestó de manera afir-mativa a la petición, al mismo tiempopidió al municipio que le informara acercade la manera en la cual se destinó el dine-ro para el auxilio de los enfermos, infor-me que se entregó hasta noviembre de1834.55 La atención prodigada por elgobernador al Ayuntamiento ocasionó el enojo de la jefatura, la cual remitió unanota a la corporación para manifestarleque el mandatario buscaba encontrar una

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56 Actas de Cabildo. Libro 44, sesión del 30 dediciembre de 1833, p. 122; Anexo de documentosde Cabildo de 1833, pp. 543-547, 652; Libro 45,sesión del 7 de enero de 1834, pp. 4-6; sesión del 17

de enero de 1834, p. 7; sesión del 20 de enero de1834, p. 9; Anexo de documentos de Cabildo de 1834, pp. 168-169. AHMX, México.

solución adecuada al problema del uso delCuartel Grande. En este contexto, solici-taba el cese de las comunicaciones, con“carácter odioso”, que se dirigían unos aotros. La propagación de noticias referen-tes a la aparición de nuevos casos de cóle-ra, tanto en la ciudad como en la cercanacongregación del molino de San Roque,provocó que el Ayuntamiento pidiera alos regidores jefes de cuartel que hicieranrecorridos en sus respectivas demarcacio-nes, a fin de tener noticias exactas delhecho. La información recabada por losregidores jefes de cuartel evidenciaba quese habían presentado cinco casos, tres en elprimero, uno en el sexto y uno en el sép-timo. Ante esta situación, el gobernadordecidió revocar su decisión de que el hos-pital de Caridad permaneciera en el deSan José y dispuso que se trasladara alantiguo convento de San Juan de Dios. Laresolución no fue del agrado de los muní-cipes que enviaron a un médico a la con-gregación para verificar los casos y en vir-tud de su gravedad, auxiliar a los enfermoscon medicinas.

En un primer momento se pensó enentregar frazadas a los enfermos, pero laorden se suspendió el 17 de enero de 1834por la disminución en el número de conta-giados. No obstante, se creó una comisiónpara vigilar los alimentos que se vendíana la población. La desaparición de la epide-mia de cólera y el haber rentado una partedel convento para realizar funciones teatra-les, sirvieron de argumentos para que elAyuntamiento buscara evitar el trasladodel hospital de hombres a ese lugar.56 Sin

embargo, el mandatario no aprobó la ins-talación del teatro e insistió en que el hos-pital se estableciera en el convento, dispo-sición que adquirió mayor fuerza cuandoel comandante militar solicitó la entregade un edificio para alojar a la milicia cí-vica. Ante tal situación, el presidente delAyuntamiento, José María Palacio, pidióla asistencia del jefe del departamento a la sesión extraordinaria del 8 de febrerode 1834, en la que se debatiría sobre laposibilidad de que los hospitales y el tea-tro ocuparan el mismo espacio. De acuer-do con la comisión encargada del puntoexistían dos inconvenientes: el prime-ro consistía en determinar si había sufi-ciente distancia entre los enfermos y ellugar en el que se desarrollarían las funcio-nes; y el segundo es que se debía estudiarsi los “miasmas pútridos” no ocasionaríanproblemas de higiene pública. El jefe deldepartamento opinó que los hospitales dehombres y mujeres se trasladaran al con-vento, decisión que, desde su perspectiva,generaría tres consecuencias: el aleja-miento de los nosocomios del centro, elaumento de las utilidades de la corpora-ción pues se podría arrendar el edificiodesocupado, y se podría reducir el perso-nal que atendía los dos lugares.

El razonamiento del jefe no fue acepta-do por todos los munícipes; de hecho, elsíndico Rivera propuso, unos días después,que el edificio del convento fuera ocupadopor la milicia cívica y que el hospital dehombres se instalara en otro lugar. Alfinal, la corporación no sólo logró que suproposición fuera aceptada, sino además

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59 Actas de Cabildo. Libro 45, sesión extraordi-naria del 3 de junio de 1834, pp. 63-64; sesión del 6 de junio de 1834, p. 65; sesión del 14 de junio de1834, p. 71; Anexo de documentos de Cabildo de 1834, pp. 410-413, 643. AHMX, México.

consiguió que el gobernador ordenara eldesalojo del hospital militar.57 Por tal mo-tivo, el comisario militar pidió se le in-dicara en qué lugar se debía ubicar elnosocomio y el Cabildo contestó que debíatrasladarse al cuartel de San José, lugarcon buenas condiciones pues se encontra-ba aislado, no existían vientos dominantesy existía un departamento separado delresto del edificio. Sin embargo, el gober-nador llegó a la conclusión que no se podíahacer el cambio por carecer de fondos ypor las malas condiciones del edificio.58

En los primeros días de junio de 1834 serecibieron informes de que en la vecinapoblación de Coatepec se habían presen-tado algunos casos de enfermos de cólera.Ante tal circunstancia, el cuerpo solicitóque la Junta de Sanidad le remitiera infor-mación sobre este punto, se ordenó el cui-

dado del aseo de la ciudad y se prohibió laventa de frutas “inmaduras” y “podridas”.La Junta de Sanidad notificó que no habíacasos de cólera en Coatepec, sino unas“irritaciones gástricas agudas” complica-das a causa del “abandono o desorden” delos pobladores, quienes utilizaban medi-cinas inadecuadas que agravaron sus sín-tomas o les produjeron la muerte. Paraimpedir el progreso de la enfermedad, sedebía evitar la venta de medicinas que nofueran expedidas por médicos autoriza-dos, se debía prohibir la venta de frutas“inmaduras o podridas”, se debían lim-piar las calles y las casas, la poblacióndebía abstenerse de las “comidas indiges-tas” y evitar los baños con agua fría.59

La carencia de fondos del Ayuntamien-to provocó la venta de la casa que se uti-lizó para depósito de cadáveres, medidaque podría parecer contradictoria si setoma en cuenta que no había certeza de la desaparición del cólera. Si bien el 1 de julio la Junta de Sanidad determinóque no había cólera en la ciudad, no porello se relajaron las medidas y se estipulóque la población debía abstenerse detomar “licores espirituosos”; debía obser-var moderación en la comida; debía asearsus habitaciones y personas; no se debíanvender frutas inmaduras o podridas; sedebía evitar que los cadáveres permane-cieran mucho tiempo en las casas; seformó una comisión, integrada por losregidores Campillo, Camacho y Franco,para recolectar dinero con la intención deauxiliar con medicinas a los enfermos

57 Actas de Cabildo. Libro 45, sesión del 17 deenero de 1834, p. 8; sesión del 27 de enero de 1834,pp. 10-11; sesión extraordinaria del 8 de febrero de1834, p. 16; sesión del 14 de febrero de 1834, p. 19;Anexo de documentos de Cabildo de 1834, pp. 39,244, 248, 253-257. AHMX, México. El teatro iniciófunciones en febrero, pues los munícipes se negarona cancelar el contrato debido a que, según ellos, les traería graves consecuencias. La presencia del teatro enuna antigua iglesia generó las críticas del franciscanoJosé Bastida, motivo por el cual el Cabildo mandóuna nota al provincial franciscano de la ciudad deMéxico para explicar el proceder de las autoridadesmunicipales. El conflicto terminó con la salida deBastida de Xalapa, misma que se efectuó por “conve-nir a la tranquilidad pública”.

58 Actas de Cabildo. Libro 45, sesión del 14 defebrero de 1834, p. 19; sesión del 17 de febrero de 1834, p. 22; sesión del 25 de febrero de 1834, p. 24;sesión extraordinaria del 8 de marzo de 1834, p. 33;Anexo de documentos de Cabildo de 1834, pp. 154-155, 206-207, 209, 428, 739-741, 746-747. AHMX,México.

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60 Actas de Cabildo. Libro 45, sesión del 1 dejulio de 1834, pp. 74-75; sesión extraordinaria del 3de julio de 1834, p. 76; sesión del 5 de julio de 1934,p. 77; Anexo de documentos de Cabildo de 1834,pp. 459-460, 466, 484-485, 642. AHMX, México.

pobres; se nombrarían comisiones pararepartir las medicinas que se proponíanen la receta de Amozoc y verificar si teníaresultados fehacientes; se establecería unhospital provisional en el cuartel de SanJosé, y se pidió a los sacerdotes que ayu-daran a los contagiados y omitieran lostoques de las campanas. El informe de laJunta de Sanidad sería cuestionado por la Junta de Facultativos, conformada por Jorge Ojeda, J. V. Donel, José ManuelCamargo, Juan Ignacio Bonilla, JoaquínGarcía y Andrés Hurtado, quienes consi-deraban que sí se había producido unnuevo brote de cólera en la ciudad, por loque era necesario cambiar algunas de lasdisposiciones propuestas por la Junta deSanidad, tal como la de la prohibición de la venta de frutas y verduras pues nohabía surtido ningún efecto el año anteriory sólo generó abusos, por lo cual sugeríanque no se vendieran las “inmaduras” y seretiraran los puestos de comida “condi-mentada” e “indigesta” ubicados en laplaza principal y el portal.60

También se debía remover los basure-ros de las inmediaciones de la población oen su defecto, evitar que aumentaran suvolumen. Cuando no se pudiera eliminarlos basureros, se debía cubrir con cal paradestruir los “miasmas pútridos”. En lascasas en las que se produjeran muertes acausa de la epidemia, se debía proceder asu fumigación con cloro, vinagre con salo cal. Por último, recomendaba la redac-ción de un método curativo con un tirajede 500 ejemplares. Por su parte, el Ca-

bildo solicitó que los médicos atendierana los enfermos sin importar la hora o ellugar, pues habían recibido noticias deque algunas personas murieron por norecibir atención oportuna.61 Para el 11 deagosto, el nuevo brote de cólera habíadesaparecido por lo cual el encargado dehospitales informó al Ayuntamiento que,entre mayo y julio, se habían recibido docecontagiados en el hospital de hombres y17 en el de mujeres, de los que murieronocho hombres y siete mujeres. Estas cifrasdifieren de otro informe entregado alCabildo en el cual se decía que enferma-ron diez hombres y diez mujeres, de loscuales fallecieron cuatro hombres y todaslas mujeres. El encargado de hospitalesindicaba que los hombres estuvieron inter-nados 68 días, mientras que las mujerespermanecieron 102. La atención de loscontagiados había importado 85 pesos,mismos que el Cabildo determinó pagarcon el dinero recolectado por la comisiónen el vecindario. Joaquín Ruiz informó,a su vez, un adeudo de 350 pesos por lasrecetas que surtió a los enfermos pobres,pero el Ayuntamiento no logró solven-tarlo, en ese momento, por carecer dedinero.

Una situación similar se vivió en elcaso del hospital militar, mismo que habíasido alquilado para atender a los conta-giados y cuya cuenta ascendía a 697 pesos.Esta situación resulta contradictoria si setoma en cuenta que el cuerpo devolvióparte del dinero obtenido en la colecta.Para resolver la situación del hospital, se

61 Actas de Cabildo. Libro 45, sesión del 11 deagosto de 1834, p. 90; sesión del 12 de septiembre de 1834, p. 105; sesión del 19 de septiembre de1834, p. 108; Anexo de documentos de Cabildo de 1834, pp. 646, 804. AHMX, México.

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62 Actas de Cabildo. Libro 45, sesión del 14 denoviembre de 1834, p. 129; sesión del 21 de noviem-bre de 1834, p. 131; sesión del 28 de noviembre de1834, pp. 132-133; sesión extraordinaria del 31 de di-ciembre de 1834, p. 139; Anexo de documentos deCabildo de 1834, pp. 645, 792-793. AHMX, México.

63 Existen importantes variaciones sobre el nú-mero de muertos registrados en la ciudad de México:Tovar y Bustamante (2000) mencionan 14000; Alcalá(2012), 9 606; Netzahualcoyotzi (2011), 9 445, yCarbajal (2011), 6 165. Lo mismo sucede en el casode Guadalajara: Oliver (2005) refiere que fueron4993; Netzahualcoyotzi (2011) y Prieto et al. (2012)coinciden en que fueron 3 275 y Carbajal (2011),3 292. Para el caso de Campeche, Alcalá (2009) pro-porciona dos cifras: 6 156 y 5 574. Las variaciones enlas cifras presentadas por los autores obliga a pregun-tarse cuáles son las causas de las divergencias y de quémanera modifican las interpretaciones del fenómenoen consecuencia. Es de advertir que las cifras propor-cionadas son absolutas y no revelan el verdadero im-pacto de la epidemia en un determinado lugar, puespara ello se requiere calcular las tasas de morbilidady letalidad en función del tamaño de la población.Este ejercicio ha sido realizado por varios de los auto-res mencionados en la bibliografía antecedente y sepueden consultar sus análisis para determinar elimpacto en cada uno de sus casos de estudio. En miinvestigación, en particular, se utilizaron las cifrasabsolutas como una forma de evidenciar el impactogenerado por la enfermedad en Xalapa visto en retros-pectiva con otras poblaciones.

propuso que el gobernador prestara eldinero o que el comisario general expi-diera un certificado en el cual se estipu-laría un plazo para la liquidación de ladeuda. Al final se decidió que para satis-facer el adeudo se debía tomar dinero delos derechos directos e indirectos. Por suparte, Javier Echeverría indicó que con-taba con 291 pesos de la colecta que rea-lizó en 1833, mismos que puso a disposi-ción del municipio para sufragar el costode las medicinas,62 aunque no tenemoscerteza de que los munícipes hayan utili-zado el dinero pues no existen documen-tos que prueben su recepción y a qué fineslo destinaron.

A MANERA DE CONCLUSIÓN

La epidemia de cólera morbus mostró laintensa actividad de las autoridades muni-cipales y sanitarias de Xalapa tendente aevitar que la enfermedad se propagara porla ciudad y causara un número importantede muertes, tal como sucedió en otros pun-tos de la república que resultaron másafectados. Así, por ejemplo, en la ciudadde México fallecieron 9 606 personas,6 156 en Campeche, 4 283 en Méri-da, 4366 en San Luis Potosí, 4 433 en Tea-bo, 3292 en Guadalajara, 3 049 en Puebla,1 600 en Oaxaca, 1 244 en Guanajua-to, 1 200 en Tampico, 700 en Zamora,689 en Tlaxcala, 608 en Monterrey, 604en Frontera, Tabasco, más de 600 en Zi-

napécuaro, 458 en Monclova, 300 en Ta-jimaroa y 63 en Morelia. Para el estadode Querétaro se mencionaban más de10000 muertes y en Uruapan se produje-ron, según las fuentes, 33 defunciones dia-rias aunque no se especificaba por cuántotiempo (Carbajal, 2011, pp. 2030-2036 y2046; Alcalá, 2012, pp. 120 y 135; Tovary Bustamante, 2000, p. 181; Zavala,2007, p. 55; Oliver, 2005, pp. 27 y 32;Machuca, 2006, p. 144; González, 2004,p. 59; Netzahualcoyotzi, 2011, p. 7;Alcalá, 2009, p. 240; Rubio y Tzuc,1995, p. 107; Laviada, Laviada y Puga,1993, pp. 44-45; Prieto, Jiménez, Gue-rrero y Mora, 2012, p. 372).63 En el casoparticular del estado de Veracruz, el go-bernador Juillet informó que murieron

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17 000 personas, cifra que es difícil decomprobar pues no existen muchos estu-dios que puedan aportar datos al respecto.No obstante, se sabe que en Orizaba falle-cieron 1 800 individuos, en el puerto deVeracruz 511, en Córdoba 208 y en Ix-huatlán 66 (Lozano, 2000, pp. 21-22, yFlorescano, 1992, pp. 80-82). De acuerdocon las anteriores cifras, los 177 muertosen Xalapa la ubicaban como una pobla-ción con una mortalidad menor, pese aque el número de infectados alcanzó 11%del total de habitantes. El cólera se mani-festó en tres ocasiones en Xalapa y susalrededores: la primera tuvo una duraciónde tres meses, de septiembre a noviem-bre de 1833, en tanto que las otras dosfueron de corta duración, pues la segundasólo se presentó en enero de 1834 y la ter-cera entre junio y julio de 1834.

Es probable que el número de muertosfuera limitado debido, en buena medida,a las políticas establecidas por el Ayun-tamiento y las autoridades sanitarias, si-tuación que no debe sorprender puesMachuca ha mostrado que las estrictasmedidas aplicadas en el pueblo de Bolon-chenticul, en Campeche, impidieron quela epidemia afectara a la población y evi-denciaba que las medidas concretas en ma-teria sanitaria podían funcionar (Machuca,2006, p. 145). Aunque también se debetener en cuenta que en las otras dos mani-festaciones de la enfermedad no se realizóun seguimiento pormenorizado de loscontagiados, situación explicable por elhecho de que se creía que el cólera habíasido desterrado de tierras xalapeñas y quelos pacientes habían confundido los sín-tomas. Es pertinente mencionar que elcólera fue una enfermedad que afectó, entérminos generales, a indígenas y perso-nas de escasos recursos, aunque los secto-

res sociales altos también sufrieron susconsecuencias, como se puede apreciar enel caso de Puebla entre cuyas primera víc-timas se contó al gobernador, al hermanodel gobernador, al deán de la catedral y alobispo de Chiapas que se encontraba devisita, misma situación se observó enOrizaba donde también murieron variaspersonas notables, lo cual muestra que elcólera no respetó diferencias sociales oétnicas pero los resultados eran diferen-ciales en cada grupo social, es decir, sufrie-ron mayores estragos los que carecían derecursos y se encontraban en condicioneshigiénicas lamentables. Los datos presen-tados en el texto evidencian que no sepuede aseverar que este padecimientogeneró una catástrofe demográfica en elpaís, sino más bien se debe tener en cuentaque los impactos fueron diferenciados:mientras en algunos lugares murió másde la tercera parte de su población, enotros no se presentó ningún caso, situa-ción que, sin duda, requiere ser analizadapara tratar de entender el comportamientode la enfermedad (Alcalá, 2012, p. 119;Márquez, 1994, pp. 274 y ss; Márquez,1992, p. 92; Netzahualcoyotzi, 2011, p. 369; Malvido y Cuenya, 1994, pp.223-224; Cuenya, 2006, pp. 4-5, yFlorescano, 1992, p. 82).

Como se mencionó antes, el cólera no ingresó por el puerto de Veracruz, sinopor Tampico de donde se desplazó a SanLuis Potosí, Querétaro, la ciudad de Mé-xico y llegó al estado de Veracruz a tra-vés de Tlaxcala o de Puebla, entidades enlas que se había manifestado a mediadosde agosto. Las políticas sanitarias en Xa-lapa se manifestaron a través de la publi-cación de bandos, decretos y la divulga-ción de métodos curativos, mismos queevidenciaban el papel que las autoridades

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civiles cumplieron en ese momento de cri-sis sanitaria, pues no sólo encabezaron lasacciones de prevención y tratamiento delos enfermos, sino que dictaron una seriede medidas tendentes a poner a sus órde-nes a la Iglesia y a la jefatura militar.Aunque la Iglesia se mostró dispuesta acooperar con el Ayuntamiento, no suce-dió lo mismo con los militares que noestuvieron de acuerdo en que se les quitarala posesión del Cuartel Grande, conflictoresuelto a favor del Ayuntamiento en losprimeros años del siglo XX.64 La pugnaexistente entre el Cabildo y la jefaturamilitar no constituyó un obstáculo paraque estos actuaran de manera conjunta enla erradicación de la enfermedad. Así, porejemplo, los militares facilitaron diversosmateriales que el Cabildo les solicitó conla intención de acondicionar los hospita-les que dependían del municipio, mismosque, a decir de las autoridades civiles,tenían numerosas carencias de mobiliario,de utensilios y de personal dedicado alcuidado de los enfermos. Es importantemencionar que la disputa por el CuartelGrande daba cuenta de las rivalidades quese generaban en la vida política de lapoblación, pues nunca se habló de trasla-

dar el hospital ubicado en San Juan deDios, el cual se encontraba, al igual quelos otros nosocomios, en el centro de laciudad.

Así, el Cuartel Grande se convirtió enun pretexto para que la corporación bus-cara quitarle poder a una institución quehabía acompañado el nacimiento y con-solidación de la ciudad (Womack, 1994,p. 33, y Castillo, 2012, p. 102).65 En estesentido, la incautación del edificio signi-ficaba, de cierta forma, el triunfo de laesfera civil sobre la militar. Resulta curiosomencionar que en la población campe-chana de Bolonchenticul, al igual que enXalapa, la enfermedad sirvió como un pre-texto para sacar a la luz los conflictos polí-ticos que existían en el interior de laspoblaciones. En los dos casos, los conten-dientes unieron esfuerzos para detener elavance de la enfermedad, pero en cuantopasó la crisis volvieron a resurgir los con-flictos en torno a los espacios de poder.

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65 Desde 1765 se estableció un cantón militaren Xalapa, pero en 1805 se fortalecería la presenciacastrense cuando se instalaron cinco regimientos detropa.

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