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T.8. Transformaciones demográficas, sociales y económicas durante el siglo XIX. - 1 - T.8. Pervivencias y Transformaciones económicas en el siglo XIX: un desarrollo insuficiente Las trasformaciones políticas implicaron un cambio en la estructura social, pasando de la sociedad estamental a una sociedad de abierta de clases donde la jerarquía social estaba marcada por la riqueza. El gran crecimiento demográfico no se puede considerar como revolución demográfica, pero implicó una transformación en la distribución de la población, campo- ciudad y el inicio de movimientos migratorios. El proceso desamortizador repercutió en el aumento de la superficie cultivada, sin que hubiera modernización agraria. La economía se caracterizó por un crecimiento lento pero con retraso con respecto a Europa sin que hubiera una verdadera revolución industrial. En Cataluña y las provincias Vascongadas, con algunas comarcas valencianas hubo un crecimiento industrial que empezó a atraer a la población rural del interior. I. DEMOGRAFÍA. Identificar los factores del lento crecimiento demográfico español en el siglo XIX”. Se trataba de un crecimiento demográfico de tipo antiguo, caracterizado por alta natalidad y alta mortalidad y crecimiento lento con numerosas oscilaciones. El crecimiento demográfico dependía fundamentalmente de la tasa de natalidad, mortalidad y emigración. El descenso de la mortalidad propició el crecimiento debido al aumento de la producción agrícola que permitió mejorar la alimentación. Sólo a partir de las dos últimas décadas de siglo se inició en algunas regiones un ciclo demográfico moderno con el descenso de natalidad y mortalidad. 1.1. Crecimiento demográfico. La población española pasó de 10,5 millones de habitantes al iniciar el siglo a 18,6 millones en 1900; su crecimiento fue casi del 80 %. Se señalan dos etapas de crecimiento: en la primera mitad de siglo el crecimiento fue de un 0,63% interanual, en la segunda mitad del siglo, el crecimiento fue de un 0,43%. A) Natalidad: la Tasa Bruta de Natalidad superaba el 35% o, mantenía un régimen demográfico tradicional. Había diferencias diferente según regiones, el desequilibrio entre población-recursos motivaba la emigración. B) Mortalidad: se redujo la mortalidad, pero se mantuvo elevada. Esta elevada mortalidad, superior al 27% fue la principal causa de que no se produjera un crecimiento Las causas eran varias: atraso económico, crisis alimentarias, falta de higiene, problema de las aguas así como el desconocimiento y carencia de un sistema sanitario adecuado. Aunque las epidemias tradicionales fueron desapareciendo, hubo importantes epidemias de como el cólera y la fiebre amarilla que afectaron especialmente en 1833-34, en 1854-55, 1865-66 y la última conocida fue la de 1885. Las malas condiciones sanitarias y ausencia de higiene incrementaban el efecto de las enfermedades infecciones que afectaban especialmente a la mortalidad infantil debido a la ausencia de vacunas ante enfermedades como el sarampión, la tosferina, viruela, etc. La esperanza media de vida pasó de 30 años al iniciarse el siglo a 35 en 1900. No todas las regiones crecieron por igual: las regiones que crecieron por encima del 6% o fueron Cataluña, Valencia, Murcia, Andalucía y Extremadura; entre el 5% o y 6% o: Galicia, Asturias, Navarra y Vascongadas; todas las demás provincias del interior tuvieron un crecimiento inferior al 56% o.

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T.8. Transformaciones demográficas, sociales y económicas durante el siglo XIX.

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T.8. Pervivencias y Transformaciones económicas en el siglo XIX: un

desarrollo insuficiente

Las trasformaciones políticas implicaron un cambio en la estructura social, pasando de

la sociedad estamental a una sociedad de abierta de clases donde la jerarquía social estaba

marcada por la riqueza. El gran crecimiento demográfico no se puede considerar como

revolución demográfica, pero implicó una transformación en la distribución de la población,

campo- ciudad y el inicio de movimientos migratorios. El proceso desamortizador repercutió en

el aumento de la superficie cultivada, sin que hubiera modernización agraria. La economía se

caracterizó por un crecimiento lento pero con retraso con respecto a Europa sin que hubiera

una verdadera revolución industrial. En Cataluña y las provincias Vascongadas, con algunas

comarcas valencianas hubo un crecimiento industrial que empezó a atraer a la población rural

del interior.

I. DEMOGRAFÍA. “Identificar los factores del lento crecimiento demográfico español en el siglo XIX”.

Se trataba de un crecimiento demográfico de tipo antiguo, caracterizado por alta

natalidad y alta mortalidad y crecimiento lento con numerosas oscilaciones. El crecimiento

demográfico dependía fundamentalmente de la tasa de natalidad, mortalidad y emigración. El

descenso de la mortalidad propició el crecimiento debido al aumento de la producción agrícola

que permitió mejorar la alimentación. Sólo a partir de las dos últimas décadas de siglo se inició

en algunas regiones un ciclo demográfico moderno con el descenso de natalidad y mortalidad.

1.1. Crecimiento demográfico.

La población española pasó de 10,5 millones de habitantes al iniciar el siglo a 18,6 millones

en 1900; su crecimiento fue casi del 80 %. Se señalan dos etapas de crecimiento: en la primera

mitad de siglo el crecimiento fue de un 0,63% interanual, en la segunda mitad del siglo, el

crecimiento fue de un 0,43%.

A) Natalidad: la Tasa Bruta de Natalidad superaba el 35%o, mantenía un régimen

demográfico tradicional. Había diferencias diferente según regiones, el desequilibrio entre

población-recursos motivaba la emigración.

B) Mortalidad: se redujo la mortalidad, pero se mantuvo elevada. Esta elevada

mortalidad, superior al 27% fue la principal causa de que no se produjera un crecimiento Las

causas eran varias: atraso económico, crisis alimentarias, falta de higiene, problema de las

aguas así como el desconocimiento y carencia de un sistema sanitario adecuado. Aunque las

epidemias tradicionales fueron desapareciendo, hubo importantes epidemias de como el cólera

y la fiebre amarilla que afectaron especialmente en 1833-34, en 1854-55, 1865-66 y la última

conocida fue la de 1885. Las malas condiciones sanitarias y ausencia de higiene incrementaban

el efecto de las enfermedades infecciones que afectaban especialmente a la mortalidad infantil

debido a la ausencia de vacunas ante enfermedades como el sarampión, la tosferina, viruela,

etc. La esperanza media de vida pasó de 30 años al iniciarse el siglo a 35 en 1900.

No todas las regiones crecieron por igual: las regiones que crecieron por encima del 6%o

fueron Cataluña, Valencia, Murcia, Andalucía y Extremadura; entre el 5%o y 6%o: Galicia,

Asturias, Navarra y Vascongadas; todas las demás provincias del interior tuvieron un

crecimiento inferior al 56%o.

T.8. Transformaciones demográficas, sociales y económicas durante el siglo XIX.

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1.2. Proceso de urbanización

La mayoría de la población española durante el siglo XIX vivía en aldeas y pueblos. En

1860, el 87,7% de la población era rural y en 1900 se había pasado al 83,4%. A medida que iba

creciendo la población rural, la incapacidad para absorber dicho crecimiento fue paralela al

inicio de una industrialización en la periferia, el crecimiento de los sectores comerciales y de

servicios en los centros comarcales, especialmente en las capitales de provincia provocó un

lento proceso de urbanización y emigración exterior.

Al inicio del siglo XIX, 3 millones de habitantes vivían en ciudades se pasó a 6

millones en 1900. El crecimiento urbano fue muy desigual, las ciudades crecieron como

consecuencia del éxodo rural aunque la mayoría de la población española seguía siendo rural.

Madrid y Barcelona duplicaron su población, en 1900 tenían medio millón de habitantes. El

crecimiento urbano estuvo relacionado con el crecimiento industrial, comercial y tráfico

ferroviario: Bilbao con 25.000 habitantes en 1850, triplicó su población, llegando en 1900 a

80.000 habitantes. Valladolid, se afianzaba como ciudad industrial y comercial de la submeseta

norte; Valencia, Sevilla, Málaga, Santander, Vigo, La Coruña y Cádiz fueron otros tantos

núcleos en donde se incrementó el proceso de urbanización. Estos procesos de urbanización

provocaron la reforma de las ciudades con la creación de los “Ensanches” y nuevas

morfologías urbanas.

1.3. Movimientos migratorios.

No existen estadísticas oficiales de migraciones hasta 1882, por lo que hasta esa fecha, son

cálculos aproximados. La emigración incidió por una parte en un menor crecimiento porque

esta era especialmente de gente joven, por otra en las desigualdades en el crecimiento según

regiones. La emigración presenta dos aspectos diferentes: exterior, normalmente de carácter

intercontinental, y la emigración interna a los nacientes centros industriales.

a) Emigración exterior: Desde el inicio del siglo XIX estuvo prohibida la emigración

hasta que en 1853 se autorizó la emigración a América, especialmente a Argentina, país de

destino preferido por los emigrantes españoles a donde se calcula llegaron entre 1830 y 1900

1,4 millones de personas. Otros lugares de destino fueron México, Brasil y Venezuela.

Las limitaciones a la emigración se basaban en la consideración de la población

como un recurso económico y militar. La Constitución de 1869 reconoció la libertad de

emigración pero con una fianza que quedó suprimida totalmente en 1873. En la última década

del siglo había una media de 61.000 emigrantes al año. Los habitantes de la costa levantina y

baleáricos emigraban al norte de África; catalanes, gallegos, asturianos, canarios y peninsulares

preferían en continente americano. La emigración hacia países europeos fue escasa,

exceptuando los exilios temporales por motivos políticos como las que se dieron en 1814, 1823,

1839, 1868, 1873 y 1876 que tenían como destino preferente Francia o Inglaterra para, una vez

cambiado el régimen político, volver a España.

b) Emigración interior: característica de la España contemporánea es la

corriente migratoria centrífuga, desde las zonas del centro a la periferia. Las causas están

relacionadas con el flujo del comercio y el crecimiento industrial. Se iniciaba el estancamiento

de los tradicionales centros agrarios y ganaderos del interior, frente a las nuevas ciudades

emergentes como Madrid, Barcelona, Bilbao, Valladolid, o Zaragoza. La consecuencia fue el

incremento del proceso de urbanización y aparición de un permanente éxodo rural que se ha ido

progresivamente incrementando.

Por lo tanto, durante el siglo XIX, si hubo un crecimiento proporcionalmente mayor que

en los siglos anteriores, su lentitud se debió al mantenimiento de una alta mortalidad por la

pervivencia de epidemias, crisis de subsistencia, falta de higiene, alta mortalidad infantil y

emigración; en menor medida, los momentos bélicos mayor mortalidad y menor natalidad.

T.8. Transformaciones demográficas, sociales y económicas durante el siglo XIX.

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II. DE LA SOCIEDAD ESTAMENTAL A LA NUEVA

SOCIEDAD DE CLASES. “Especifica las características de la nueva sociedad de clases y compárala con la sociedad

estamental del Antiguo Régimen”

La sociedad ESTAMENTAL del Antiguo Régimen, basada en los privilegios jurídicos y

fiscales de la nobleza y el clero, desapareció y se pasó a una nueva sociedad abierta de clases

donde las diferencias estaban marcadas por el nivel económico. Durante el siglo XIX, a

partir de las Constituciones de 1812 y 1837 se desarrolló una legislación que suprimió los

estamentos privilegiados, las formas de propiedad vinculada, las estructuras gremiales y

limitaciones económicas. Se establecía el principio de igualdad de derechos sociales de todos

los españoles ante la ley. El término “clase social” fue utilizado a mediado del siglo XIX para

diferenciar a las “clases ricas” de las “clases trabajadoras”; paulatinamente se va formando una

clase social intermedia, la “clase media” que se fue incrementando a partir de 1860, siendo el

componente más característico de la nueva sociedad. Hay una percepción tripartita de la

sociedad: Clase alta, propietaria y dirigente, clase media en donde se incluyen variedad de

oficios y pequeños propietarios y clase baja o popular de jornaleros agrícolas e industriales.

2.1. Las Clases altas.

Las clases altas o dirigentes estaban formadas por la vieja aristocracia, aunque había

perdido sus privilegios estamentales, conservaban las propiedades a los cuales se unía la nueva

burguesía, que como nueva clase social dirigente trataba de fundir sus intereses económicos

con el nuevo sistema político y de ascenso social, acercándose a la nobleza. La característica

común de esta clase alta era la riqueza y el formar parte de la clase dirigente del país. Un

segundo componente de este grupo era el formado por los altos mandos del Ejército,

jerarquía eclesiástica y funcionarios de alto rango como eran los Magistrados, ministros,

etc., que con menor riqueza, mantenían el control político del país formando parte de los

Gobiernos, las Cortes y altas jerarquías del Estado. En conjunto suponían el 16% de la

población.

La nueva burguesía, cuyos límites son muy imprecisos, incluían banqueros,

comerciantes, industriales, y terratenientes. La mayoría vivían en Madrid y Barcelona, tienden

a imitar las costumbres sociales de la aristocracia, aunque su actividad y trabajo les

diferenciaba. En función de sus actividades se diferencian cuatro grupos: Burguesía comercial

ligada al desarrollo del comercio a partir de 1827, tras la pérdida de las colonias localizada en

ciudades portuarios como Barcelona, Valencia, Santander, Bilbao, Cádiz y Sevilla; Burguesía

industrial ligada a las primeras industrias en Málaga, Madrid, Valencia, Asturias y Cádiz;

Burguesía financiera de carácter especulativo vinculada con los bancos, las inversiones

bursátiles a raíz de la expansión del ferrocarril, la creación de tranvías, gas, centrales eléctricas,

etc. Viven principalmente en Madrid y Barcelona; Burguesía agraria terrateniente formada

por “labradores ricos” que habían accedido a la propiedad a partir de las desamortizaciones; es

una burguesía provinciana que se convirtieron en los “caciques” del lugar. Esta nueva burguesía

con la nobleza es reconocida como la oligarquía.

2.2. Clases medias.

Era un grupo social minoritario al principio, que fue creciendo a medida que avanza el

siglo. La frontera social entre la nobleza y burguesía por un lado y la clase baja por otro, era

imprecisa. Despreciada por las clases altas, que las consideraban como “clases trabajadoras”,

eran criticadas por el proletariado considerándolas como una clase “explotadora” asimilada a la

burguesía. Se diferenciaban la clase media rural, formada por labradores medianos y pequeños

con una situación económica de cierto bienestar y sin situaciones carenciales y la Clase media

urbana, más numerosa e influyente desde el punto de vista político y social, formada por

artesanos, funcionarios, profesionales liberales, profesores, médicos, pequeños rentistas,

comerciantes, dueños de talleres, etc. Esta clase media estuvo muy vinculada a todos los

T.8. Transformaciones demográficas, sociales y económicas durante el siglo XIX.

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pronunciamientos y su intervención política fue esencial en la construcción del estado

constitucional liberal durante el siglo XIX. Al inicio de siglo significaban el 5% de la población,

al finalizar eran el 10%.

2.3. Clases populares.

Constituían la mayor parte de la población (71,5 %). Se considera como tales a toda la

población asalariada trabajadora, de la que se excluían a los marginados. Se diferencia el

campesinado, mayoritario durante el siglo XIX y las clases bajas urbanas.

a) El campesinado. Significaba el 66% de toda la población española, formado

por labradores, ganaderos, jornaleros y pastores y personas vinculadas al campo. Dos de cada

tres personas en España vivían dependiendo del campo. En 1860 se considera que había 3

millones de pequeños y medianos propietarios, considerados en muchos casos como clase

media, pero la gran masa del campesinado estaba formada por 5,3 millones de jornaleros, cuyo

número se fue incrementando a lo largo del siglo a medida que crecía la población. Un pequeño

número de campesinos accedieron a propiedades gracias a la venta de tierras comunales o

baldíos (terreno sin cultivar dentro de los límites municipales que carece de dueño), aunque

fueron pocos y su capacidad productiva estaba limitada por la imposición del libre mercado. El

prototipo de campesino era el jornalero, especialmente en Castilla-La Mancha, Andalucía y

Extremadura, donde predominaban los grandes latifundios de secano o las dehesas ganaderas.

Trabajaban sólo parte del año por lo que los ingresos eran bajos; sus condiciones de vida eran

malas, trabajando de sol a sol, sufriendo hambrunas, escasez y falta de medios para subsistir. La

solución fue el éxodo rural. La actitud del campesinado ante los cambios políticos era muy

diferente, mientras en el norte los pequeños propietarios mantienen una actitud pacífica, en

Andalucía y Extremadura, en los momentos revolucionarios eran frecuentes los motines,

acciones revolucionarios y asalto a las grandes propiedades en contra de las oligarquías locales.

b) Clases bajas urbanas: Las clases populares urbanas eran muy diversas; la

mayor parte se dedicaban al sector servicios, transportes, comercio y tareas domésticas; un

importante número de artesanos de herreros, zapateros, carpinteros sobrevivieron tras la

supresión de los gremios. Este sector, unido a los inmigrantes procedentes del medio rural, se

fueron proletarizando durante el siglo XIX.

En el censo de 1860, los artesanos y ayudantes sumaban en toda España un total de 1,1

millón de personas. En esas mismas fechas los obreros industriales sumaban tan solo 177.000,

entre empleados de fábrica y mineros; en 1877, el total del proletariado industrial (sumando los

trabajadores del ferrocarril) eran 240.00 personas. Los obreros se concentraban en pocas

ciudades, especialmente Barcelona, donde se censaron en ese año 13.500 fabricantes. Sus

condiciones de vida laboral eran duras con jornadas laborales entre 10 y 15 horas diarias, con

salarios bajos, despido libre y ausencia de seguridad social. Era una cifra insignificante por lo

que el movimiento obrero no fue especialmente significativo durante esta etapa.

2.4. Los marginados.

Las clases excluidas de la sociedad era un variado conjunto de personas que vivían de la

caridad, como vagabundos, mendigos, niños expósitos, prostitutas o delincuentes.

Tradicionalmente la Iglesia católica, a través de las instituciones de caridad atendía a los pobres

y enfermos en hospicios, hospitales o repartía la “sopa boba”. En algunos casos, los municipios

atendían a través de la beneficencia a algunas viudas y pobres. En total suponían el 2,5 % de la

población, llegando en algunas regiones como Extremadura o Andalucía al 4%. En la categoría

de pobres y mendigos se incluían los que vivían de la caridad, fueran viudas, personas con

minusvalía física, ancianos sin familia y huérfanos; eran personas que sin ninguna propiedad ni

posibilidad de trabajo vivían de la mendicidad. Grupo diferente eran los “vagabundos”,

“vagos” o “maleantes”, inadaptados sociales que se confundían con los enfermos y

alcohólicos. Sin casa ni trabajo cambiaban con frecuencia de ciudad. A este grupo se unían los

gitanos, asociados con el engaño y la delincuencia, estaban excluidos de la sociedad. Dentro

T.8. Transformaciones demográficas, sociales y económicas durante el siglo XIX.

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del grupo marginado se incluían los presidiarios, los enfermos abandonados en hospitales de

caridad, los niños expósitos y las prostitutas.

III. LA REFORMA AGRARIA LIBERAL. LAS DESAMORTIZACIONES.

“Compara las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz, y especifica los objetivos

de una y otra”.

La estructura agraria del Antiguo Régimen estaba basada en las propiedades, de la nobleza,

el clero y de los municipios. La nobleza poseía grandes propiedades rústicas y urbanas

considerados señoríos territoriales y jurisdiccionales bajo el régimen de mayorazgo,

vinculaciones patrimoniales por el que las propiedades, fueran rústicas o urbanas, quedaban

perpetuamente unidas al poseedor del título nobiliario, no podían ser vendidas ni enajenadas.

Las propiedades de la Iglesia, de las Instituciones de beneficencia o Congregaciones

Religiosas eran numerosas como consecuencia de las numerosas donaciones que había ido

recibiendo a lo largo de los tiempos, eran propiedades amortizadas, fuera del mercado, eran

bienes de “manos muertas”. En los municipios, además de las propiedades privadas de los

vecinos existían varios tipos de propiedades: los baldíos ó tierras yermas que no tenían

propietario o no habían sido ocupadas; las tierras comunales que procedentes de los sistemas

de repoblación concejil, habían quedado para el disfrute de los vecinos y tierras o bienes de

propios, aquellas tierras propiedad del ayuntamiento que podían ser arrendadas o explotadas

directamente por los Ayuntamientos.

En cuanto a la explotación de la tierra, los privilegios ganaderos de La Mesta habían

dado ventajas a la ganadería trashumante en detrimento de la agricultura con la prohibición de

cercamiento de los campos; era imposible roturar montes y baldíos. El mercado de bienes

libres era muy reducido.

Desde el punto de vista geográfico la situación era muy distinta según las regiones: en

el norte de España hasta el Duero, la sociedad agraria labradora eran más del 60% y los

jornaleros apenas llegaban al 30%. A partir del Tajo, en Extremadura y Castilla La Nueva los

pequeños y medianos propietarios representaban entre el 20-40% de la población y los

jornaleros eran más del 50 %. El caso extremo era Andalucía donde el 75% de la población

agraria era campesina, de ellos el 20% eran propietarios y un 10% arrendatarios.

A esta estructura de la propiedad, se añaden los bajos rendimientos por las técnicas

arcaicas, las frecuentes crisis de subsistencia por malas cosechas debidas a la climatología y la

imposibilidad de transformación por falta de inversión. Ya en el siglo XVIII, los ilustrados en

EL INFORME DE LEY AGRARIA de Jovellanos (1794) exponían la necesidad de una reforma

para que España saliera del retraso en que se encontraba en agricultura con respecto a otros

países europeos.

3.1. LAS PRIMERAS REFORMAS AGRARIAS LIBERALES.

Las Reformas agrarias en España van unidas al cambio de la estructura de la propiedad a

través de la desamortización de tierras, repartimientos o nuevas roturaciones. Las reformas

agrarias durante el siglo XIX, tiene varias fases según los momentos históricos:

- José (1808-1813) hizo varias confiscaciones para sufragar los gastos de la guerra. Tras

su derrota, los bienes confiscados fueron devueltos a sus legítimos dueños.

- Reformas decretadas por las Cortes de Cádiz entre 1810-1814: Según los tipos de

propiedad se dieron varios decretos: Para las Tierras de Señorío y mayorazgos se decretó la

Ley de abolición de los señoríos jurisdiccionales y Ley de desvinculación de los mayorazgos;

para las tierras comunales de los municipios, la Ley de reparto de bienes de propios y

comunes; para las propiedades eclesiásticas, Ley de nacionalización de los bienes de

T.8. Transformaciones demográficas, sociales y económicas durante el siglo XIX.

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monasterios y conventos disueltos entre 1812-1814. Todas estas reformas se anularon con la

llegada de Fernando VIII a partir de los DECRETOS DEL 4 de Mayo de 1814.

- Trienio liberal (1820-1823): se vuelven a dar las mismas leyes para los Señoríos y

bienes eclesiásticos aprobadas por las Cortes de Cádiz; para las tierras comunales se decreta la

Ley de cercamiento.

3.2. REFORMAS AGRARIAS DURANTE LA ETAPA DE

REGENCIAS (1833-1843) Durante la regencia de Mª Cristina, J. Álvarez Mendizábal (1790-1853), liberal

progresista, como Ministro de Hacienda - ver Biografía- dirigió la reforma agrarias en varias

direcciones: En cuanto a la nobleza decretó la desvinculación de la tierra, desapareciendo

por completo los Señoríos jurisdiccionales y Mayorazgos, de este modo todas las tierras

quedaban libres para entrar en el libre mercado. En cuanto a las propiedades eclesiásticas,

por un lado se decretaba la disolución las órdenes religiosas (1835) con pocos miembros y por

otra parte, la LEY DE BIENES NACIONALES impuso la desamortización de los bienes

eclesiásticos (1836).

El proceso desamortizados implicaba la nacionalización de bienes eclesiásticos, tanto

propiedades rústicas como inmuebles y patrimonio cultural para posteriormente sacarlo a

pública subasta y privatizar las propiedades.

Mendizábal, al hacerse cargo de la cartera de Hacienda, tenía que resolver el grave

problema de la deuda pública y proveerse de fondos para mantener la guerra carlista.

a) Los objetivos de de la desamortización eran varios: Desde el punto de vista

económico se trataba de obtener dinero para el pago de la deuda pública y mantenimiento de la

guerra, acabar con la gran cantidad de bienes rústicos y urbanos en poder de la Iglesia, bienes

de “manos muertas”, para que entraran en el mercado libre, consolidar la propiedad privada,

aumentar la producción y productividad y crear un sistema económico liberal que fuera la base

para la industrialización y el crecimiento. Desde el punto de vista socio-político quería quitar

la influencia de la Iglesia y su apoyo a la causa carlista, crear una numerosa clase media de

propietarios agrícolas que apoyaran el nuevo sistema liberal constitucional.

b) Para llevar a cabo estas medidas no adoptaba una política novedosa, sino que

aplicó y radicalizó las medidas que se habían tomado anteriormente: Real Decreto de 1835

por el que se obligaba a la exclaustración de religiosos, supresión de conventos y monasterios,

por lo que estas propiedades pasaban al Estado, Decreto de Desamortización eclesiástica del

clero regular (órdenes religiosas) de 1836, por el que se nacionalizaban dichos bienes y se

sacaban a pública subasta y Decreto de 1837 por el que quedaban abolidos los señoríos,

desvinculación de mayorazgos y supresión de todo tipo de privilegios legales. Posteriormente,

durante la Regencia de Espartero, en 1841 se decretó la desamortización de los bienes del

clero secular.

El proceso de desamortización de 1836 se hizo mediante la subasta pública de bienes

con dos formas de pago: se pagaba en metálico 1/5 parte y el resto se pagaba con títulos de

Deuda pública (esto suponía una pérdida del valor real de la tierra por el poco valor de los

títulos de Deuda Pública); si se hacía el pago íntegro en efectivo, se pagaba 1/5 parte y el resto a

lo largo de seis años. Este sistema de pago provocó la pérdida de beneficios.

C) Las CONSECUENCIAS fueron de muy distinto signo:

Desde el punto de vista económico el traspaso de la propiedad agraria a manos

particulares significó el 18% del total de la tierra cultivada; de los beneficios esperados, sólo

se pago en dinero el 11% del valor de las propiedades, el resto se hizo en títulos de deuda. El

Estado no resolvió el problema del crédito, la deuda no disminuyó y la reforma prevista

de la Hacienda no pudo llevarse a cabo. Se produjo un trasvase de capital urbano, que

T.8. Transformaciones demográficas, sociales y económicas durante el siglo XIX.

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hubiera podido dedicarse a la industria, a la compra de propiedades que en muchos casos

fueron dadas en arrendamientos. Se produjo un proceso de concentración de propiedades,

pero no se invirtió en innovaciones técnicas. Hubo un aumento de la superficie cultivada y de la producción agraria, especialmente de trigo, pero la productividad por Hectárea era menor

por la Ley de rendimientos decrecientes en zonas marginales

Desde el punto de vista social el número de religiosos descendió notablemente y la Iglesia

perdía influencia a nivel político. En las zonas de Extremadura y Andalucía, la venta de grandes

extensiones sólo podía ser comprada por la propia nobleza o por personas con capitales,

apareciendo una nueva burguesía terrateniente que desde ese momento se vinculaba

políticamente al régimen liberal progresista. El ideal de formar una clase media de

labradores fracasó porque la mayoría de los campesinos no tenían recursos para la compra de

las tierras; sólo en algunas zonas en la zona norte del Tajo, en función de las cantidades de tierra

que sacaban a subasta, en los pueblos surgió un grupo de hacendados medianos y pequeños

propietarios. Los campesinos vinculados a la tierra, a los señoríos y a la Iglesia pasaban a

ser libres, pero empeoraron sus condiciones de vida al proletarizarse o ser arrendatarios;

aumentó el número de jornaleros y braceros eventuales. Se produce un permanente malestar

entre el campesinado. Algunas casas nobiliarias, ante la desvinculación de sus propiedades,

fueron perdieron su patrimonio a los pocos años, el ritmo de ventas se aceleró a partir de los

años sesenta como consecuencia de las primeras herencias libres; en otros casos incrementaron

el patrimonio con la compra de bienes amortizados.

Una de las mayores pérdidas fue el patrimonio cultural que durante siglos había

mantenido la Iglesia: se destruyó una parte importante de obras arquitectónicas que fueron

destruidas o abandonadas, obras de arte, archivos y bibliotecas cerrados, expoliados o quemados

con el cierre de conventos y desaparición de las órdenes religiosas. En muchos casos se

provecharon para edificios oficiales, en otros se sustituyeron por mansiones, en cualquier caso

se modificó la morfología urbana.

Valor de los bienes desamortizados durante el siglo XIX. (millones de reales)

Clero Beneficencia Ayuntamientos Otros Total

1798-1814 1.505 1.505.

1836-1844 3.447 0 0 0 3.447

1855-1856 324 167 160 116 767

1858-1867 1253 461 1998 438 4150

1868-1900 888 327 1415 309 2939

Total 1836-1900 5.912 955 3573 863 11303

3.3. DESAMORTIZACIONES DURANTE EL GOBIERNO DE

ISABEL II. Durante el bienio progresista, en 1855 el ministro de Hacienda, Pascual MADOZ,

por medio de la Ley de DESAMORTIZACIÓN GENERAL, rompiendo el Concordato, saca a

la venta todas las propiedades de las Ordenes Militares, Cofradías, Obras Pías, Santuarios,

Clero, Ex-Infante Don Carlos, Propios y Comunes de los Pueblos, Beneficencia y del Estado.

El sistema de venta fue rápido y con dinero, con lo que se sacó más rendimiento, pero

los campesinos se quedaron sin tierras comunales. En esta desamortización hay diferencias con

respecto a la de Mendizábal: 70% de las propiedades eran de Instituciones de Beneficencia y de

los Ayuntamientos y el 30% del clero secular. Las propiedades que no eran de la Iglesia, no

pasaban al Estado, se vendía en pública subasta y los beneficios iban a un fondo en Bonos del

Estado para financiar el Ferrocarril, por lo que se le daba una utilidad inmediata a los beneficios.

Al igual que la anterior, las tierras fueron en su mayoría compradas por inversores y

terratenientes; el cambio en la estructura de la propiedad incidió en un aumento de la superficie

cultivada, pero se acentuó el proceso de concentración de la propiedad agraria en manos de la

T.8. Transformaciones demográficas, sociales y económicas durante el siglo XIX.

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oligarquía. En esta desamortización la participación de medianos y pequeños propietarios fue

mayor que en la anterior, ya que las tierras concejiles se parcelaron y dieron opciones a su

compra al campesino medio; el grave problema fue la desaparición de las tierras comunales que

tradicionalmente eran aprovechadas y suponía una pérdida económica al tener que prescindir de

pastos, madera, agua, etc.

Durante el Sexenio Revolucionario se siguieron desarrollando las desamortizaciones de

carácter municipal que en muchos casos generó un conflicto civil, al enfrentar a los partidarios

de seguir con la privatización de los bienes públicos a través de las subastas y las peticiones de

reparto de tierras entre campesinos o mantenimiento de los terrenos comunales.

IV. TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS A MEDIDADOS

DEL SIGLO XIX.

“Compara la revolución industrial española con la de los países más avanzados de

Europa”.

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España tenía un retraso económico con respecto a otros países europeos, aunque hubo

transformaciones importantes, no se puede habla de revolución industrial. Las causas son muy

complejas: causas geográficas, como eran la configuración del territorio y climatología que

condicionaban las actividades agrarias; la escasez de materias primas y falta de capitales para

iniciar un fuerte desarrollo industrial; analfabetismo, falta de formación profesional y de

cuadros técnicos preparados en las nuevas industrias; la pérdida de las colonias americanas y

de mercados internacionales, la guerra de Independencia, la guerra carlista y los permanentes

conflictos políticos generaron una Hacienda siempre endeudada y por último, hay factores

culturales y sociológicos como la falta de una mentalidad comercial y espíritu emprendedor,

la mentalidad tradicional apegada a la posesión de la tierra, símbolo de prestigio que no era

partidaria de las inversiones industriales y/o financieras. En esta situación, durante todo el siglo

XIX, España mantuvo una economía eminentemente agraria que ocupaba a la mayor parte de

la población; se realizaron importantes reformas en cuanto a la estructura de la propiedad, pero

no hubo revolución agraria ni industrialización.

4.1. DESARROLLO DE LA AGRICULTURA. La venta de tierras afectó a la producción agrícola; se calcula de 10 millones de Has

cambiaron de dueño. En principio se pensaba que este trasvase de propiedad potenciaría la

producción pero no fue así; hay un aumento de la superficie cultivada, pero el incremento de la

producción fue modesto y los rendimientos fueron bajos. El resultado inmediato fue el

incremento de la superficie cultivada, pero a largo plazo, se dejan de cultivar; lo mismo ocurre

con la producción, en principio aumenta pero posteriormente retrocede; el comportamiento del

rendimiento de la tierra es diferente; en principio los rendimientos por hectárea eran bajos por

la mala calidad de las tierras puestas en explotación; la elevación de los rendimientos a partir

de 1860 se debe a la introducción de fertilizantes, a la selección de tierras para cultivar y

abandono de las tierras malas. La mejora de las comunicaciones significó la integración de

mercados y homogeneización de precios, por lo que las tierras poco rentables dejaron de ser

cultivadas.

TIERRAS CULTIVADAS

Superficie

cultivada.

Miles de

Hectáreas

1800 1860 1900

Trigo 2.900 5.100 3700

Vid 400 1.200 1450

Cereales 6.100 9000 7000

Olivar ¿? 859 1360

PRODUCCIÓN

T.8. Transformaciones demográficas, sociales y económicas durante el siglo XIX.

- 9 -

Producción

agrícola en

Millones de

Unidades

Trigo (Qm) 18,3 29,6 25,7

Vid (Hl) 3,85 10,8 21,6

Cereales (Qm) 29,5 55,8 51,5

Olivar ¿? 1,4 2,1

RENDIMIENTOS

Rendimientos

por Hectárea

Trigo (Qm/Ha) 6,3 5,8 6,9

Vid (Hl/Ha) 9,6 9 14,9

Cereales (Qm/Ha) 4,8 6,2 7,4

Olivar ¿? 1,6 1,5

Durante este siglo se consolida en España la trilogía de cultivos mediterráneos:

cereales, vid, y olivo. El cultivo del viñedo logró su máxima expansión durante la década de

los ochenta, durante la Restauración debido a la devastación de los viñedos franceses por la

filoxera. La extensión del olivo en Andalucía, Aragón y Cataluña está relacionada con la

demanda del aceite de oliva y de la aceituna de los emigrantes españoles en América. A partir

de 1870 empezaron a surgir en Levante nuevos cultivos como los cítricos (naranjas y

limones), que se convierten en cultivos rentables tanto para el consumo interior como para la

exportación, expansión de la remolacha, patatas y maíz. A pesar de ser una nación productora de

granos, la producción de granos no bastaba para satisfacer la demanda de una población en

crecimiento; España pasó de ser exportadora de trigo y harina entre 1826-1850, a ser

importadora desde 1875. La agricultura fue un sector económico que se mantuvo, pero no

aportó capitales, no se modernizó y se convirtió en demandante de productos industriales del

exterior para su aplicación al campo. En definitiva, el estancamiento de la agricultura fue una

de las causas del atraso de la economía española durante el siglo XIX.

4.2. NUEVA ECONOMÍA PRODUCTIVA: MINERÍA E INDUSTRIA.

“Describe la evolución de la industria textil catalana, la siderurgia y la minería a lo

largo del siglo XIX”.

En España se habla de “fracaso de la revolución industrial” por falta de modernización

en los sistemas de producción, falta de capitales e industrias nacionales. No obstante, fue un

fracaso relativo porque se potenció la minería, se construyó una red ferroviaria, surgieron focos

de industrialización y se extendió la educación.

A) Minería: La minería española se basaba en la riqueza de los yacimientos, una mano de obra

barata y el capital extranjero para su explotación. La inversión de capital extranjero se facilitó

con dos leyes: Ley de minas de 1868 que permitía la concesión de minas a perpetuidad y Ley

de aranceles librecambista de 1869 que permitía la exportación. Los principales yacimientos

de hierro, carbón, plomo y cinc estaban cercanos a zonas portuarias, por lo fue posible la

formación de núcleos mineros, siderometalúrgicos en la periferia. Durante el siglo XIX la

producción de hierro del norte de España se multiplicó por diez pero el 90% era exportado.

Las minas de carbón de la cordillera Cantábrica, (Asturias y León) se unieron a la explotación

del hierro generando centros siderometalúrgicos. En el Sur, los yacimientos de Sierra Morena

(Córdoba-Ciudad Real) al ser de inferior calidad y poca rentabilidad se abandonaron. A pesar

de todo, el desarrollo de la minería tuvo aspectos positivos en cuanto a la contribución a

equilibrar la balanza de pagos, crear empleos y llegada de técnicos extranjeros que

aportaron sus conocimientos y ayudaron a modernizar la sociedad. Se creó una demanda de

servicios y de bienes como el desarrollo bancario, comercio, vivienda, alimentación, obras

públicas o industrias subsidiarias que fueron muy positivas en el desarrollo económico general.

b) Industria la mayoría de las actividades industriales eran más de carácter artesanal que

fabril. La modernización industrial fue escasa y estuvo reducida a unos focos en regiones

periféricas. La mayor parte de la producción artesanal eran curtidos, cerámica, corcho,

harinas, conservas, aceite, jabón y vinícola. A partir de 1825 se inicia el establecimiento de

modernas fábricas de textiles y metalúrgicas, seguidas de industrias químicas y papeleras.

Desde 1825 hasta 1855 se conoce una etapa de expansión de la industrial textil

T.8. Transformaciones demográficas, sociales y económicas durante el siglo XIX.

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catalana y la siderurgia vasca que, aunque lentamente, van impulsando el desarrollo

industrial del norte de España; los acontecimientos sociales de 1835 y revolución de 1854

fueron momentos de crisis para el sector textil. Sin embargo, fueron décadas importantes porque

empezó a introducirse una mentalidad industrial en algunos sectores sociales.

La industria Textil algodonera fue la que próspero más rápidamente, a partir de la

introducción de máquinas hidráulicas o de vapor; estuvo centrada en Cataluña; La Textil

lanera, centrada en Castilla y León; los centros tradicionales de Béjar, Antequera y Alcoy se

especializaron en mantas bayetas y tejidos militares. La industria de la seda de Valencia,

Murcia y Granada entró en crisis por la expansión de otros cultivos más rentables y

competencia con otros países. La industria del lino, tradicional en Galicia, acabó por

extinguirse.

La INDUSTIRA TEXTIL CATALANA significó el inicio de la industrialización. Las

causas de esta expansión se debe a varios factores: tenía una tradición del siglo XVIII de

manufacturas de tejidos de algodón, indianas, el sistema de herencia catalán que obligaba a la

mayoría de los campesinos a buscar otra actividad que no fuera el campo, propició que se

desarrollara un espíritu emprendedor en las actividades artesanales. Contaba con empresarios y

capitales dispuestos a invertir y una situación geográfica que les permitía un activo comercio

tanto en el interior como el exterior.

Las primeras máquinas de hilar se introdujeron en 1780, pero fue la prohibición de la

entrada de algodón en España en 1802, cuando empezaron a consolidarse las empresas textiles.

Terminada la guerra de la Independencia y superada la interrupción del comercio con las

colonias americanas tras su emancipación, a partir de 1830 y durante las décadas siguiente,

siguió un importante crecimiento. La introducción de la máquina de vapor y la mecanización

(1830), seguido de la introducción de los husos mecánicos, impulsaron la producción al

abaratar los costes.

La debilidad de la demanda interior, compuesto de un campesinado con poca capacidad

adquisitiva, hizo que el sector exigiera constantemente políticas proteccionistas para hacer

frente a la competencia con tejidos extranjeros. La fase de crecimiento se vio paralizada

momentáneamente por la Guerra de Secesión ameericanam pero a partir de 1874 y hasta final de

siglo siguió creciendo, desplazando a la tradicional industrial textil algodonera y lanera dispersa

por otras regiones.

La industria siderúrgica se inicia tardíamente en 1848 en Vizcaya donde se construyó el

primer alto horno; a partir de 1856 se inicia su expansión que se hace más importante a partir

de 1871. El retraso con respecto a Europa se explica por la libertad de importación de

maquinaria establecida en la Ley de ferrocarriles de 1855. El núcleo fundamental de la

siderurgia estuvo centrado en el País Vasco, Málaga, Asturias y Cataluña.

Otras actividades industriales fueron los Molinos para moler granos y fabricación de

papel que experimentaron un crecimiento en la segunda mitad del siglo, industrias alimenticias

derivadas de la producción agraria como eran aceites, aguardientes, y vinos; las industrias

mecánicas iniciaron su despegue a partir de 1855.

4.3. Comercio y Comunicaciones

“Explica los objetivos de la red ferroviaria y las consecuencias de la Ley General

de Ferrocarriles de 1855”.

La necesidad de las transformaciones en las infraestructuras era fundamental para la

integración de un mercado nacional e internacional: la mejora de la radial de carreteras

unificaba y generalizaba las comunicaciones, de este modo, la especialización de las

producciones regionales van unidas a la facilidad de los transportes que en esos momentos se

vincula con la expansión del ferrocarril especialmente a partir de la ley de 1855, cuyos efectos

se reflejan en la modernización del comercio.

T.8. Transformaciones demográficas, sociales y económicas durante el siglo XIX.

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A) Construcción de la red de ferrocarriles: el primer ferrocarril se inauguró en

1848 en Barcelona, le siguieron el de Madrid y el de Gijón. Se intentó adaptarse a la red radial

con ramales de acercamiento a las provincias o centros mineros. Se encontraron varios

problemas de distinta índole: en unos casos la propia orografía impedía la continuidad del

trazado, los puentes de hierros podían ser excesivamente costosos en relación al desarrollo

económico de la zona, la demanda del transporte de mercancías y el tráfico de personas que lo

hacían poco rentable.

La LEY DE FERROCARRIL DE 1855 propició un impulso importante con la concesión

de subvenciones, se permitió la libre la importación de los materiales necesarios para la

construcción de vías y trenes, se permitieron las inversiones del extranjero y se dieron las

concesiones de explotación a particulares. Momento de expansión de 1874-1900 en que se

construyen 11.000 kms. Significó un cambio importante en varios aspectos: se incrementó la

industria siderometalúrgica, las comunicaciones, el comercio y con ello, el desarrollo de

productos agrícolas. El ferrocarril, fue motor de integración del país, de culturización y creación

de nuevos mercados y indudablemente modificó las formas de vida incrementando la movilidad

de la población (se iniciaron las temporadas de verano en los balnearios y en la costa).

Esta expansión repercutió en todas las actividades comerciales, tuvo importantes consecuencias

en todo el ámbito de las comunicaciones y de la cultura.

B) La modernización del comercio se inició con la proclamación de la libertad de

industria, trabajo y comercio a partir de las Cortes de Cádiz de 1812, supresión de los gremios

(1834) y creación de sucesivos Códigos de comercio (1829) y abolición de los derechos de

paso (portazgo, pontazgo). Se creó un sistema de mercado unificado con el establecimiento de

los sistemas de medidas con la imposición del Sistema métrico decimal, y modificación

monetaria: la peseta facilita el sistema de intercambio. A esto, se une el aumento de la demanda

de productos por el crecimiento demográfico y mejora del nivel de vida.

La evolución del comercio exterior estuvo en función de la coyuntura

internacional: la pérdida de las colonias terminó con el monopolio comercial de España que

actuaba de intermediaria entre Europa y América; en otros momentos se vio favorecido durante

la Guerra de Crimea (1854-56) o crisis de la filoxera en Francia (1875-85. La evolución del

comercio exterior sufrió muchos altibajos dependiendo también de las etapas

proteccionistas, librecambistas y demandas internaciones. Lo más característico es el

carácter primario del comercio: venta de granos, vino, alimentos y minas, compra de productos

manufacturados.

C) Modernización de los puertos: se construyen nuevos puertos y se potenciaron lo

ya existentes, se hicieron obras públicas de mejora de puertos como Cartagena, Algeciras,

Cádiz, Huelva, Almería, Alicante, Valencia, Barcelona, Bilbao, Santander, El Ferrol, La

Coruña, Vigo… Esto fue posible por innovaciones de los instrumentos para la construcción

(ampliación de diques, sistema de dragado para los fondos, etc.); mecanización de operaciones

de carga y descarga con la implantación de grúas, construcción de pantalanes metálicos,

creación de Almacenes carboneros y de mercancías y diseño de la conexión entre ferrocarril y

puertos navieros. Se creó una nueva legislación comercial librecambista; se incrementaron y

diversificación las empresas navieras dedicadas al comercio.

D) Incremento y mejora de las carreteras: Reconstrucción de las carreteras

destruidas durante la Guerra de Independencia. Entre 1814-1840 la reconstrucción de las

carreteras y puentes acaparan casi la totalidad de los presupuestos de obras públicas; se

incrementó del kilometraje, a final de siglo había 40.000 Km. Los medios de transporte se

basaban en vehículos de tracción animal: mulas y bueyes en mercancías, caballos y diligencias

por lo que era necesario es establecimiento de postas; a lo largo del siglo se generalización de

los servicios regulares de comunicaciones en cuanto a fechas y horas de salida para los destinos.

El primer automóvil se matriculó en 1900.

T.8. Transformaciones demográficas, sociales y económicas durante el siglo XIX.

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E) Correos y Telégrafos. El servicio de correos se gestionaba por el sistema de postas

hasta la llegada del ferrocarril, por lo que sólo comunicaba las principales poblaciones. A partir

de la Segunda mitad de siglo se empieza la utilización del ferrocarril para el servicio de correos,

quedando generalizado su uso. La gran revolución en la comunicación vino con el telégrafo,

especialmente al comunicar las capitales con las principales ciudades, lo cual repercutió en la

mejora de todos los intercambios de carácter económico.

4.4. La Banca y el sistema monetario.

“Explica el proceso que condujo a la unidad monetaria y a la banca moderna

Se produce la modernización del sistema bancario y monetario: surgen los Bancos, se

creó el Banco de España que monopolizó la emisión de moneda, se reguló el sistema monetario

con la imposición del sistema bimetálico plata-oro.

a) Modernización del sistema bancario español: en 1829 se creó el Banco

Nacional de San Fernando para resolver el problema de la deuda; por una parte prestaba

dinero al Estado y por otra emitía acciones y moneda. Se formaliza la creación del Banco de

España cuyo origen están en la fusión del Banco de Isabel II en Madrid y Banco de Barcelona;

debido a la crisis de 1848, ambos bancos se fusionan el Nuevo Banco Español de San Fernando

que durante el Bienio Progresista se convierte en el Banco de España (1856). Durante el

periodo de 1854-1864 surgieron numerosos Bancos, unos llamados Bancos de emisión,

autorizados a emitir billetes, y otros Bancos de Créditos, dirigidos a negocios. La crisis

económica de 1866 conllevó a una reestructuración bancaria: desaparecieron los bancos

provinciales y el estado concede el monopolio de emisión al Banco de España. A partir de

1874, sólo el Banco de España podía emitir billetes. La multiplicidad de bancos privados

fueron fusionándose, los cuatro que han permanecido hasta el siglo XX fueron el de Barcelona,

Bilbao, Santander y Crédito Mobiliario. De menor importancia fue la creación de las Cajas de

Ahorro con fines asistenciales, la primera fue la de Madrid en 1838, para promover el ahorro y

seguridad de las clases medias y trabajadoras.

b) Sistema monetario: durante el primer tercio del siglo XIX existía en España

una anarquía de monedas, pesos y medidas. Las leyes de 1848 y 1864 implantaron el sistema

bimetálico de oro-plata. La moneda básica era el Escudo equivalente a 10 reales. En 1868 se

implantó la peseta, equivalente a 4 reales.

c) En 1831 se creó la Bolsa de Comercio en Madrid para la negociación de

valores de empresas.

4.5. El Estado y la Hacienda Pública. Políticas Arancelarias:

Proteccionismo y Librecambismo.

“Compara los apoyos, argumentos y actuaciones de proteccionistas y

librecambistas a lo largo del siglo XIX”.

En la consolidación de un Estado moderno la reformas fiscales y arancelarias eran

fundamentales. La primera porque implicaba la abolición de los privilegios estamentales e

imponía la igualdad ante la ley, la segunda porque se defendía la producción nacional o se

abrían a una política librecambista de ce acuerdo con el capitalismo liberal.

a) Reformas fiscales: Las Cortes de Cádiz intentaron la primera gran reforma

fiscal con la abolición de los privilegios fiscales estamentales. Los intentos de reforma fiscales

durante el reinado de Fernando VII fracasaron. Durante el reinado de Isabel II, la reforma fiscal

más importante fue la de 1845, siendo Ministro de Hacienda Alejandro Mon y gobernador del

Banco de España, Ramón de Santillana. La reforma Mon-Santillana se basó en organizar el

sistema de impuestos directos e indirectos, regularizar los presupuestos generales del Estado y

creación de una serie de medidas de control para reducir la deuda pública, aunque esta subsistió

durante todo el siglo. Las reformas posteriores de Figuerola (1869) y de la Fernández

T.8. Transformaciones demográficas, sociales y económicas durante el siglo XIX.

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Villaverde (1899-1900) fueron modificaciones de la de 1845. El mayor problema financiero de

la Hacienda española es una Deuda pública permanente; las inversiones privadas se

dirigieron primero a la compra de tierras, inmovilizando el capital y convirtiéndose en rentista y

en la segunda mitad de siglo se invierten en títulos de deuda más que en inversiones

productivas. La Hacienda pública tenía el problema de una inmensa ocultación de la

riqueza y la producción real.

b) La política arancelaria se debatía entre un proteccionismo para proteger y

fomentar el desarrollo de la producción interna para lo cual pedían aranceles a los productos

del exterior y un librecambismo que permitía la libre entrada de productos extranjeros para

estimular la competitividad. El proteccionismo era defendido por tres sectores importantes: los

industriales catalanes, los empresarios siderúrgicos vascos y los propietarios cerealistas

castellanos que pedían la imposición del Arancel correspondiente; los gobiernos moderados y

conservadores entendían que los granos castellanos, el algodón catalán y la siderurgia del norte,

no podían competir con el extranjero porque implicaría cierre de fábricas, paro y escasez.

El librecambismo era defendido fundamentalmente por una burguesía progresista de

carácter comercial y financiero; consideraban que el proteccionismo obstaculizaba la

vinculación con el mercado internacional, frenaba la especialización y la introducción de nuevas

tecnologías. De hecho los gobiernos liberales progresistas se identificaron con el librecambismo

y pretendían legislar con respecto al comercio exterior según los principios del liberalismo

económico; entendían que la competencia con el exterior representaba la entrada de capitales y

avances tecnológicos, abaratamiento de precios y especialización de la producción

Evolución de la política arancelaria

1823 1823-1841 1841 1845-1869 1869-1870 1891

Establecimiento

de aranceles

Liberalización

comercial

(Espartero)

Protección

Arancelaria

Liberalización

comercial

(Figuerola)

Aranceles

proteccionistas

La primera reforma arancelaria importante se dio durante el reinado de Fernando VII,

con el Real Arancel General de entrada de frutos, géneros y efectos del extranjero en 1836

por el cual se establecía la prohibición expresa de seiscientos productos. Esta política

proteccionista se mantuvo hasta la Regencia de Espartero en que estableció un arancel en 1841

por el que se reducción muchísimos artículos. La Reforma de Mon-Santilla en 1845 y el

Arancel de 1849 combinan productos protegidos con matices librecambistas en cuanto a

tecnología y capitales. En pleno Sexenio Democrático, en 1869, la reforma arancelaria de

Laureano Figuerola, se inclinó hacia el librecambismo. Durante la Restauración, Cánovas del

Castillo vinculó prácticamente el proteccionismo a la política del partido conservador, evitando

un enfrentamiento con catalanes y vascos, mientras los progresistas se inclinaban hacia el

librecambismo.