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ANTOLOXÍA DAS LITERATURAS ORIENTAIS 1. Capítulo do Tao-te-King (Libro do Tao e do Te) Lo que hace que el río y el mar puedan ser reyes de los Cien Valles, es que saben ponerse por debajo de ellos. He aquí por qué pueden ser reyes de los Cien Valles Igualmente, si el santo desea estar por encima del pueblo, tiene que rebajarse primero en palabras; si desea ponerse a la cabeza del pueblo, necesita ponerse en la última fila. Así el santo está encima del pueblo y el pueblo no siente su peso; dirige al pueblo y el pueblo no sufre. He ahí por qué todo el mundo le empuja gustoso a la cabeza y no se cansa de él. Puesto que no rivaliza con nadie, nadie rivaliza con él.

Textos das literaturas orientais

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Antoloxía de textos da literatura chinesa e india

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ANTOLOXÍA DAS LITERATURAS ORIENTAIS

1. Capítulo do Tao-te-King (Libro do Tao e do Te)

Lo que hace que el río y el marpuedan ser reyes de los Cien Valles,es que saben ponerse por debajo de ellos.He aquí por qué pueden ser reyes de los Cien Valles

Igualmente, si el santo desea estar por encima del pueblo,tiene que rebajarse primero en palabras;si desea ponerse a la cabeza del pueblo,necesita ponerse en la última fila.

Así el santo está encima del puebloy el pueblo no siente su peso;dirige al puebloy el pueblo no sufre.

He ahí por qué todo el mundo le empuja gustoso a la cabezay no se cansa de él.Puesto que no rivaliza con nadie,nadie rivaliza con él.

2. Neste episodio do Ramayana o heroe-deus Rama ten dezasete anos cando coñece a Sita. Sita era a bellísima ahijada do rei Janaka , á que atopara recentemente nada nun surco do campo,coma se nacese do seo da terra.Cando chegou o momento de elixirlle esposo, o rei Janaka somete aos pretendientes a unha proba: debían tensar un xigantesco e pesadísimo arco. Só Rama o consegue ( Recordade que era a encarnación de Visnú)

Un día durante uno de sus viajes, llegó a oídos de Rama la belleza y dulzura sin par de la princesa Sita. Su corazón se inflamó y se puso inmediatamente en camino hacia el reino videha, en cuya corte se congregaban ya héroes legendarios de todo el continente.            Cargó a la espalda su arco y su carcaj de flechas. Los tigres devoradores de hombres, al acecho en la selva, le reconocían y eludían su encuentro. El agua de los torrentes le reconocía y se amansaba al paso de sus sandalias. Hasta el sol le reconocía y le enviaba sus más benignos rayos. Pero Rama, el inexpugnable, era ajeno a tales maravillas, porque en su pecho no había lugar para ningún prodigio que no fuera el de su amor por la más dulce y hermosa de las mujeres, la princesa Sita, la de los ojos de gacela, hermosas caderas y fina cintura.            Llegó por fin al palacio de Djanaka. Príncipes y reyes, procedentes incluso de los países bárbaros, exhibían ante el rey sus merecidos títulos para convertir en su esposa a la princesa Sita. Ella, entre tanto, se mantenía con la mirada baja, tranquilamente reclinada entre almohadas de seda a los pies de su padre. Pero cuando Rama, el inexpugnable, atravesó los corredores de palacio; cuando Rama, el más glorioso héroe, entró en el amplio salón donde vociferaban  -e incluso amenazaban con la guerra, si el rey Djanaka no accedía a sus pretensiones- los  arrogantes pretendientes, Sita sintió la presencia de un aura poderosa y alzó la mirada por primera vez. Vio al príncipe Rama, y sus mejillas, de color de la miel, se entintaron como cobre batido. Sus ojos de gacela quedaron imantados en los del joven Rama y tuvo la certeza de que nunca jamás podría apartarlos ya de él.

Valmiki

Rama

3. Conto do Panchatantra.Os brahamanes e o león, un dos más coñecidos, figura nunha antoloxía realizada por Jorge L. Borges y Adolfo Bioy Casares " CUENTOS BREVES Y EXTRAORDINARIOS"

Los brahamanes y el león, ilustración de Roxana Escolar

Los brahamanes y el león

En cierto pueblo había cuatro brahmanes que eran amigos. Tres habían alcanzado el confín de cuanto los hombres pueden saber, pero les faltaba cordura. El otro desdeñaba el saber; sólo tenía cordura.Un día se reunieron. ¿De qué sirven las prendas, dijeron, si no viajamos, si no logramos el favor de los reyes, si no ganamos dinero? Ante todo, viajaremos.Pero cuando habían recorrido un trecho, dijo el mayor:- Uno de nosotros, el cuarto, es un simple, que no tiene más que cordura. Sin el saber, con mera cordura, nadie obtiene el favor de los reyes. Por consiguiente, no compartiremos con él nuestras ganancias. Que se vuelva a su casa.El segundo dijo:- Mi inteligente amigo, careces de sabiduría. Vuelve a tu casa.El tercero dijo:- Ésta no es manera de proceder. Desde chicos hemos jugado juntos. Ven, mi noble amigo. Tú tendrás tu parte en nuestras ganancias.

Siguieron su camino y en un bosque hallaron los huesos de un león. Uno de ellos dijo:- Buena ocasión para ejercitar nuestros conocimientos. Aquí hay un animal muerto; resucitémoslo.El primero dijo:- Sé componer el esqueleto.El segundo dijo:- Puedo suministrar la piel, la carne y la sangre.El tercero dijo:- Puedo darle vida.El primero compuso el esqueleto, el segundo suministró la piel, la carne y la sangre. El tercero se disponía a infundir la vida, cuando el hombre cuerdo observó:- Es un león. Si lo resucitan, nos va a matar a todos.- Eres muy simple -dijo el otro-. No seré yo el que frustre la labor de la sabiduría.- En tal caso -respondió el hombre cuerdo- aguarda que me suba a este árbol.Cuando lo hubo hecho, resucitaron al león; éste se levantó y mató a los tres. El hombre cuerdo esperó que se alejara el león, para bajar del árbol y volver a su casa.

4. Fragmentos de los cantos de los Vedas

I

Nada más grande que yo.De mí pendientes estánLos seres, como las perlasSuspendidas del collar,Soy aroma en las flores, En el sol la luz vital,En los labios la plegariaY en los pechos la bondad.Yo soy la simiente eterna,Quien la vida a todo da,Principio y fin de las cosasY espíritu universal.Entre todas las especiesSoy una especie sin par;Entre los cuatro elementos,El fuego ardiente y voraz;Entre los astros radiantes,El eterno luminar;Entre los montes, el canoHimalaya colosal;Entre las sierpes, aquellaQue enroscada al mundo está;Entre los ríos, el Ganges;

Entra las aguas, la mar, Y entre todas las palabrasLa divina, la verdad.

II

Cuando ni cielo ni tierra,Ni ser ni no ser había;Cuando ni el agua ni el fuego, Ni la muerte ni la vida,Ni el placer ni los doloresEran verdad ni mentira,Dios sólo consigo mismoY sin alentar vivía.-¿Quién soy yo?-se preguntaba-Y en la extensión infinita,Oscura, callada y sola,Nadie a su voz respondía.Y girando en torno suyoAtribulado la vista,Sintió miedo al ver que soloA si mismo se veía.¡Por eso es miedoso el hombreSi en la soledad se mira!Pensó entonces, y se dijo:-¿Por qué el terror me dominaSi fuera de mí no hay nada?-Y del espanto se libra;Pero, en vez de miedo, entoncesSintió tristeza infinita.¡Por eso el hombre está tristeSi en la soledad se mira!

José Velarde