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Nico en busca del sonido. Un cuento de Inés Díez Rodríguez Ilustración: José Berriguete Sanz En las lejanías del bosque Aquiléa había una gran familia de ardillas. Nico, la más pequeña, acababa de nacer. Era preciosa, inquieta y muy despierta. Nico había nacido sin orejas. Eso le daba la apariencia de ser aún más pequeña. Aprendía viendo cómo los demás hacían las cosas. Era muy lista y observadora. Había cumplido tres años. Ya todas las ardillas jugaban a grandes juegos, juegos de mayores y saltaban de rama en rama con gran agilidad.

Un cuento de Inés Díez ... - Mi Fabrica de Cuentos · cuento infantil para niños con perdida auditiva, sordera,implante coclear, material didáctico ,taller práctico con actividades

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Nico en busca del sonido.

Un cuento de Inés Díez Rodríguez

Ilustración: José Berriguete Sanz

En las lejanías del bosque Aquiléa había una gran familia de ardillas. Nico, la más pequeña, acababa de nacer. Era preciosa, inquieta y muy despierta. Nico había nacido sin orejas. Eso le daba la apariencia de ser aún más pequeña.

Aprendía viendo cómo los demás hacían las cosas. Era muy lista y

observadora.

Había cumplido tres años. Ya todas las ardillas jugaban a grandes juegos, juegos de mayores y saltaban de rama en rama con gran agilidad.

¡A coger las hojas rojas! Gana el que más tenga. ¡A correr al prado!

¿Quién será el primero? ¡Premio a la que suba el abeto más alto!! Estos eran alguno de sus interminables juegos.

Nico al no escuchar estas palabras no lograba seguir los juegos de

sus compañeras. Jugaba cada vez menos con sus hermanas. Aro y Tico, sus mejores amigos le llevaban siempre las mejores

almendras, los piñones más duros y las nueces más difíciles de partir. De esta forma Nico nunca se aburría mientras ellas jugaban.

Nora, su mamá, veía cómo Nico pocas veces saltaba y corría con las

demás. Se sentía triste y preocupada.

Una noche decidió hablar con Don Búho, conocido en Aquiléa por su gran sabiduría. _ Viajad a la ciudad, dijo con su ronca voz.- En el Zoológico

encontrareis al veterinario- ¡El os ayudará!

Así lo hicieron. Y tardaron, pero no se les hizo largo el camino. En la

ciudad comían cosas extrañas: migas de pan, trozos de bollo y algunas de las “chuches” que se les caen a los niños. Nico estaba encantado, disfrutaba con

todo.

Nora habló con el veterinario, gran amigo de los animales.

Éste le fabricó unas bonitas orejas de suave cuero. Le operó y se las puso. Después abrió el agujerito del oído. Pero Nico no podía oír nada.

Aquel agujerillo estaba vacío. Nora contuvo sus lágrimas para no llorar.

Aun así, nuestro amigo estaba muy contento. Aquellas graciosas orejas le daban una apariencia muy especial. ¡Me gustan! Señalaba Nico

saltando

El veterinario del zoo aconsejó a Nora buscar la magia oculta en la montaña de Onís. -La encontrareis bajo los brilloluces. La dijo susurrando. Si alguien

le oía, podría tomarle por loco.

Nora continuó el viaje algo temerosa. No sabía qué eran esos brilloluces ni dónde podría encontrarlos.

El veterinario oyó de

su magia, pero nunca los vio. ¡Menos mal! Ya

estamos en el bosque. -Aquí lo pasaremos mejor._Pensó Nora. Nico fue directo a

saltar en los charcos. Nora sonreía.

Después de saltar

trescientos árboles, cosa que para las ardillas está chupado, al pasar por un

puente de madera encontraron un brillo

extraño.

Se acercaron despacio. Habían encontrado del primer brilloluz: azulado, verdoso. Allí, bajo el puente, vivía el hechicero.

Nora le contó su historia, y sin decir nada, Coúm se encerró en su

cabaña.

Tardó dos largos días en salir. - Aquí tienes Nora.- dijo contento- Guarda bien éste objeto que te

doy. Es un procesador de voz. - Atrapa todas las ondas del sonido y las convierte en palabras,

música, silbidos y susurros. Que jamás se moje. Que jamás se humedezca. Protégele de la lluvia, neblina y el rocío de la mañana.

- Ve a buscar más ayuda, dijo tiernamente. Esto es lo mejor que puedo ofrecerte, pero no funciona por sí solo.

Así muy contentos y con esperanzas, continuaron su camino. Nora después de un largo rato se dio cuenta de que alguien les

vigilaba. ¡Sal de ahí! ¡Quién eres!-grito asustada.

Tras un arbusto apareció Lati, una conejita algo curiosa que decía

saberlo todo. Nora la preguntó y Lati la supo indicar.

Se comentaba en el bosque que tras el gran sauce del camino viejo aparecían luces extrañas. _Nadie se atreve a caminar por allí, ten mucho cuidado.

Así fue cómo Nora encontró al Hada de la torre. Le contó su

historia. Aránzazu sonrió y con el pensamiento hizo entender a Nico- ¡Tengo lo que necesitas! -Cuida bien lo que coloco en el procesador. Es un cable frágil, de bigote de lince, muy difícil de encontrar.

Este cablecito es capaz de transportar todo sonido. Que no se

doble, no lo chupes, que no cuelgue y sobre todo, no lo estires. Es finito y delicado, se partiría. Sin él, no podrá escuchar. También te coloqué un portaenergía, será inagotable, tienes suerte.

Nora, aún más contenta todavía, continuó su viaje y tras cruzar seis

pueblos, encontró el tercer brilloluz. Precioso, amarillo pardo. Allí, oculto en la cascada del río, encontró al Mago Áston. Tras

escuchar su historia, les acomodó en la cueva y partió de viaje.

Cuando regresó le dijo seriamente a Nora:_ Esto que traigo y coloco

en el cable, es una bovina.- En su interior hay algo especial que lanzará el sonido al interior de su cabecita.-Explicó -Busca al científico de la ciudad y terminará tu viaje.

Al igual que Aránzazu,el mago Astón mirando a Nico le hizo

entender lo que sucedía. Al no poder oír. Le lanzaba sus pensamientos.

El científico se encontraba en el desván trabajando entre sus máquinas y papeles.

Tras preguntar a mucha gente por las calles de la ciudad, encontró

un mendigo. Medio dormido, la dijo que buscara la chimenea de los mil colores. Nora no sabía que quería decir con eso ¿estaría soñando?

Continuó largo rato, ya muy cansada, se puso a colocar su mantita

para dormir.

¡Mira Nico! -

Nora le hizo señas con sus manos. ¡Allí sale humo de colores!

Sin darse

cuenta del dolor de sus patitas corrieron hacia la casa.

Una vez comentado su problema Norman el científico, les regaló un procesador interno. El lo inventó. Fue uno más de sus experimentos. Nunca imaginó que sería tan importante para alguien.

- Es un aparatito

muy delicado, guárdalo bien. El veterinario del Zoo se lo colocará.

Así fue. Operaron a Nico. Le colocaron el procesador interno bajo la piel de la cabecita, pasando por un agujerito al oído que por fin dejó de estar vacío.

El veterinario aconsejó: -Sed prudentes. Muy, muy prudentes. No puede golpearse la cabecita. Podría romperse y parar el sonido. Tendría muy mal solución.

Nico llegó a casa. Era la ardillita más feliz del bosque. Tenía un aparato especial para oír, le llamaron implante (coclear).

¡¡¡ Podía oír!!! A él llegaban infinidad de sonidos que aún no entendía pero le entusiasmaban.

Tras ir a la escuela con la urraca Paca poco a poco aprendió a escuchar, después a hablar. Nico era una ardilla muy estudiosa.

Aprendía rápido Todas las noches “después del cuentito” su papá le quitaba el

procesador. Nico todavía era algo pequeño. Cuando lo intentaba solito, rompía las gomas que lo sujetaban y tiraba sin querer el delicado cable. Eso sí, después con su suave colita lo cepillaba. Lo dejaba bien limpio.

Por último lo guardaba en un baúl protector que le regaló su papá. -De esta manera estará siempre seco, le repetía -¡Y fuera del alcance de los ratoncillos! ¡Todo lo muerden!, dijo Nico

a carcajadas. ¡Os lo aseguro chicos! No había caras más felices en el pinar que las

de Nico y su familia. Por fin llegó aquel día tan deseado por todos.

Era Nico quien gritaba. ¡A coger las hojas rojas! Gana el que más

tenga. ¡A correr al prado! ¿Quién será el primero? ¡Premio a la que suba al abeto más alto!

Nico jugaba a los grandes juegos. Nunca más se sentiría solo.

Nora desde su árbol se pasaba horas mirando como Nico jugaba. Su voz le parecía un canto de ángel.

-¡Buen trabajo Nora! - ¡Enhorabuena Nico!

Éstas eran las palabras que a menudo se oían en el bosque. Palabras que

hacían saltar lágrimas de felicidad a Nora.