3
al encuentro Mairena: “no olvidemos que, precisamente, es el tiempo (el tiempo vital del poeta con su propia vibra- ción) lo que el poeta pre- tende intemporalizar, di- gámoslo con toda pompa: eternizar. El poema que no tenga muy marcado el acento temporal estará más cerca de la lógica que de la lírica”. Por eso los campos de Castilla y los de Soria, el viejo arco de ballesta del Duero, el ol- mo hendido por el rayo o los caminos –¿a dónde el camino irá?–, por más que sean los mismos que eternizó –con toda pom- pa, de acuerdo– el poeta, no se podrán ver con ojos de su tiempo, sino con el acento propio, aún recor- dando a Machado, de quien hace camino por las mismas calles y tie- rras. Los mismos rinco- nes, tiempos diferentes; como la guitarra de me- són, Soria, siempre que te escuche el caminante, ten- drás el sonido de la vi- sión nueva. Tiempo para mirar. El pri- mer curso escolar del nuevo catedrático de francés empieza en octu- bre. Sólo tiene dos clases al día, una quincena en total de alumnos adoles- centes de trece o catorce años, y mucho tiempo pa- ra pasear la ciudad y fijar- se en sus gentes. Su tiem- po libre discurre por la Dehesa –así conocen los sorianos a la Alameda de Cervantes, pulmón verde de la ciudad–, alguna pa- rada en el casino Amistad de la calle Collado, cami- nata hasta el paseo entre San Polo y San Saturio y, en fin, las clases que de- sinteresadamente –si es que dedicar tiempo a ins- truir a los más desfavore- cidos es desinterés– im- partía en la Escuela de Artes y Oficios. A pocos metros de la puerta de su pensión, ca- mino de la Dehesa, está la Plaza de Ramón Beni- to Arceña, que fue y si- gue siendo para muchos la Plaza de Herradores. Allí vivieron los herma- nos Bécquer y allí se ges- taron leyendas de Gusta- vo Adolfo como “El Rayo de Luna” o “El Monte de la Ánimas”, ambas situa- das en Soria. ¿Alguien se anima a descubrir, entre el bullicioso tapeo que hoy puebla la plaza, las sensaciones del profesor de francés recién llegado intentando revivir los sentimientos de un Béc- quer, también sevillano, que unos años antes ha- bía puesto paisajes caste- llanos a su literatura? Amor quinceañero. Soria, para Machado, es segura- mente sinónimo de Leo- nor. En diciembre, aun- que quizá ya la había vis- to antes, conoce a Leonor Izquierdo: trece años ella, treinta y dos él. Era sobrina de los patrones de su primera pensión, la de la calle Collado, e hija de los que se quedaron en aquella fecha con el nego- cio y lo trasladaron a la calle Estudios. A él le de- bió enamorar el espíritu infantil –¡qué otro cabría esperar!– de ella, pero “Las ascuas mortecinas del horizonte humean… Blancos fantasmas lares van encendiendo estrellas” Escritura PÚBLICA 79 Antiguo convento de los jesuitas, en 1907 era el Instituto General Técnico. Desde los años sesenta se llama como quien fuera su profesor de francés. 78 Escritura PÚBLICA Ermita de San Saturio, a orillas del Duero, testigo de innumerables paseos de Machado. S ORIA DE ANTONIO MACHADO LA HARTOS DE MIRAR SIN VER Han transcurrido cien años desde que Antonio Machado llegara a Soria para hacerse cargo de la cátedra de francés en el instituto. Así que viene a cuento mirar la capital castellana, quizás con los ojos de otro Juan de Mairena, un siglo después. Y si no, al fin y al cabo, el Duero sigue corriendo hacia el mar por los campos de Castilla. Texto y fotos: J. ORTIZ F UE en mayo de 1907 cuando Machado puso rumbo a la es- tación de tren soriana, siempre sobre la madera de su vagón de tercera. Na- ció en la capital andaluza, cierto que llenó su tierna infancia de recuerdos de un patio de Sevilla y un huerto claro en el que ma- dura el limonero, pero a los ocho años se trasladó a Madrid con su familia y allí se hizo el Machado adolescente y joven. Tras viajar a París un par de veces, y codearse con fi- guras como Oscar Wilde, Pío Baroja, Rubén Darío o Jean Moréas, obtuvo la Cátedra de Lengua Fran- cesa del Instituto General y Técnico de Soria. Co- mienzan así los cinco años que orientaron sus ojos y su corazón hacia lo esen- cial castellano. Será necesario citar, para mirar esta Soria del siglo XXI sin falsos ve- los, al alter ego filosófico de Machado, Juan de “¡Álamos del amor cerca del agua que corre y pasa y sueña, álamos de las márgenes del Duero, conmigo vais, mi corazón os lleva!” “Jugando, a la sombra de una plaza vieja, los niños cantaban…”

van encendiendo estrellas” HARTOS DE MIRAR SIN VER

  • Upload
    others

  • View
    8

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: van encendiendo estrellas” HARTOS DE MIRAR SIN VER

• a l e n c u e n t r o •

Mairena: “no olvidemosque, precisamente, es eltiempo (el tiempo vital delpoeta con su propia vibra-ción) lo que el poeta pre-tende intemporalizar, di-gámoslo con toda pompa:eternizar. El poema queno tenga muy marcado elacento temporal estarámás cerca de la lógica quede la lírica”. Por eso loscampos de Castilla y losde Soria, el viejo arco deballesta del Duero, el ol-

mo hendido por el rayo olos caminos –¿a dónde elcamino irá?–, por másque sean los mismos queeternizó –con toda pom-pa, de acuerdo– el poeta,no se podrán ver con ojosde su tiempo, sino con elacento propio, aún recor-dando a Machado, dequien hace camino porlas mismas calles y tie-rras. Los mismos rinco-nes, tiempos diferentes;como la guitarra de me-

són, Soria, siempre que teescuche el caminante, ten-drás el sonido de la vi-sión nueva.

TTiieemmppoo ppaarraa mmiirraarr.. El pri-mer curso escolar delnuevo catedrático defrancés empieza en octu-bre. Sólo tiene dos clasesal día, una quincena entotal de alumnos adoles-centes de trece o catorceaños, y mucho tiempo pa-ra pasear la ciudad y fijar-se en sus gentes. Su tiem-po libre discurre por laDehesa –así conocen lossorianos a la Alameda deCervantes, pulmón verdede la ciudad–, alguna pa-rada en el casino Amistadde la calle Collado, cami-nata hasta el paseo entreSan Polo y San Saturio y,en fin, las clases que de-sinteresadamente –si esque dedicar tiempo a ins-truir a los más desfavore-cidos es desinterés– im-partía en la Escuela deArtes y Oficios.

A pocos metros de lapuerta de su pensión, ca-mino de la Dehesa, estála Plaza de Ramón Beni-to Arceña, que fue y si-gue siendo para muchos

la Plaza de Herradores.Allí vivieron los herma-nos Bécquer y allí se ges-taron leyendas de Gusta-vo Adolfo como “El Rayode Luna” o “El Monte dela Ánimas”, ambas situa-das en Soria. ¿Alguien seanima a descubrir, entreel bullicioso tapeo quehoy puebla la plaza, lassensaciones del profesorde francés recién llegadointentando revivir lossentimientos de un Béc-quer, también sevillano,que unos años antes ha-bía puesto paisajes caste-llanos a su literatura?

AAmmoorr qquuiinncceeaaññeerroo.. Soria,para Machado, es segura-mente sinónimo de Leo-nor. En diciembre, aun-que quizá ya la había vis-to antes, conoce a LeonorIzquierdo: trece añosella, treinta y dos él. Erasobrina de los patronesde su primera pensión, lade la calle Collado, e hijade los que se quedaron enaquella fecha con el nego-cio y lo trasladaron a lacalle Estudios. A él le de-bió enamorar el espírituinfantil –¡qué otro cabríaesperar!– de ella, pero

“Las ascuas mortecinasdel horizonte humean…Blancos fantasmas laresvan encendiendo estrellas”

EscrituraPÚBLICA79

Antiguoconvento de losjesuitas, en 1907era el InstitutoGeneral Técnico.Desde los añossesenta se llamacomo quienfuera suprofesor defrancés.

78EscrituraPÚBLICA

Ermita de SanSaturio,a orillas delDuero, testigode innumerablespaseos de Machado.

SORIADE ANTONIO MACHADOLA

HARTOS DE MIRAR SIN VER

Han transcurrido cien años desde que Antonio Machado llegara a Soria para hacerse cargo de lacátedra de francés en el instituto. Así que viene a cuento mirar la capital castellana, quizás con

los ojos de otro Juan de Mairena, un siglo después. Y si no, al fin y al cabo, el Duero siguecorriendo hacia el mar por los campos de Castilla.

Texto y fotos: J. ORTIZ

FUE en mayo de 1907cuando Machadopuso rumbo a la es-

tación de tren soriana,siempre sobre la maderade su vagón de tercera.Na-

ció en la capital andaluza,cierto que llenó su tiernainfancia de recuerdos deun patio de Sevilla y unhuerto claro en el que ma-dura el limonero, pero alos ocho años se trasladóa Madrid con su familia yallí se hizo el Machado

adolescente y joven. Trasviajar a París un par deveces, y codearse con fi-guras como Oscar Wilde,Pío Baroja, Rubén Daríoo Jean Moréas, obtuvo laCátedra de Lengua Fran-cesa del Instituto Generaly Técnico de Soria. Co-

mienzan así los cinco añosque orientaron sus ojos ysu corazón hacia lo esen-cial castellano.

Será necesario citar,para mirar esta Soria delsiglo XXI sin falsos ve-los, al alter ego filosóficode Machado, Juan de

“¡Álamos del amor cerca del aguaque corre y pasa y sueña,álamos de las márgenes del Duero,conmigo vais, mi corazón os lleva!”

“Jugando, a la sombrade una plaza vieja,los niños cantaban…”

Page 2: van encendiendo estrellas” HARTOS DE MIRAR SIN VER

también seguramente lasensibilidad hacia lo queescribía. A ella le gustó,seguro, el aura de profe-sor dedicado –en marzode 1908 le nombraron vi-cerrector del Instituto–,su capacidad de observa-ción, sus poemas, su ama-ble condescendencia consus actitudes niñas. Y am-bos soñaron que iban porla blanca vereda, en mediodel campo verde, hacia elazul de las sierras, hacialos montes azules, una ma-ñana serena.

Paseo hasta San Satu-rio arriba, calle Zapateríaabajo, calle Collado arri-ba, Plaza Mayor abajo…Ya compartían la mismacasa, pero los amores deentonces nacían en lospaseos, quizá en las mira-das furtivas, sí; pero sólomiradas. Por eso algunaamiga dejó caer que al-gún joven barbero hacía“tilín” a la niña –¿trucosde adolescente?– Ay, si laniña que yo quiero preferi-rá casarse, con el mocitobarbero. Ganó el profesorpoeta.

La boda entre Anto-nio y Leonor tuvo lugaren julio de 1909 y se cele-bró en Santa María laMayor, no sin provocaralgunos desacuerdos so-ciales en aquella Soriafría de principios del si-glo XX por la diferenciade edades. Dos años mástarde ambos viajan a Pa-rís merced a una beca deestudios del profesor.Ella vuelve enferma detuberculosis a Soria.

Le recomiendan aireseco y limpio. Él lo en-cuentra, paseo del Mirónadelante, en Los CuatroVientos. Decían, quienesles vivieron, que resultaba

emocionante verle empu-jar la silla de ruedas adiario, camino del lugar,colmándola de cuidados.Él habría dado mil vidaspor la suya, pero en agos-to de 1912 se rompió elhilo entre los dos. Macha-do no lo soportó y aban-donó Soria ocho díasdespués.

HHoommbbrree sseennssiibbllee.. Así que,algún posterior homenajeal margen, la relación So-ria-Leonor con AntonioMachado tiene cinco añosde vigencia en cronos ymuchos más –Baeza, Se-govia, Madrid, Valencia,Collioure– en el recuerdo.Dice de sí mismo que eshombre extraordinaria-mente sensible al lugar enque vive. Y añade que lageografía, las tradiciones,las costumbres de las po-blaciones por donde pasa,le impresionan profunda-mente y dejan huella en suespíritu.

No debe preguntarse ellector si, en sentido con-trario, Machado dejó hue-lla en Soria. Intelectual-mente sí; quizá tambiéngeográficamente. Pero laciudad y los campos pisa-dos por el poeta tienen laimpronta de lo temporal yya se sabe lo que dejó di-cho Juan de Mairena. Cla-ro que, ¿importa acaso pa-ra versificar de nuevo So-ria? El propio Antonio–cien años mediante– lohabría hecho para evitarla tristeza de volver sobrenuestra obra, que no pro-viene de la conciencia de lomucho logrado, sino de lomucho que renunciemos aacometer.

Cabe pues, señor pro-fesor de francés, hacerese camino suyo desde laprimera pensión hasta elInstituto por la calle delmismo nombre, quizáshaciendo unos metrosmás allá hasta la Iglesiade Santo Domingo para

contemplar las cuatromagníficas arquivoltas yesa broma románica delos tres Reyes Magos dur-miendo en una misma ca-ma. Y volver luego por lacalle Estudios abajo, pa-sar delante del mercado ymoverse por Collado has-ta el casino de la Amis-tad, a compartir café conlos hombres que no son deayer ni de mañana.

La tarde, buen Anto-nio, es propicia para ba-jar por Zapatería y Real,con la Iglesia de San Ni-colás y la Concatedral deSan Pedro –bello claus-tro– al paso, para desem-bocar en San Agustín,cruzar el puente sobre elDuero y dirigirse haciaSan Polo, primero, cruzarlos dos arcos paralelos delantiguo monasterio y en-filar la alameda haciaSan Saturio, más hermo-so, si cabe, cuando el solnaranja del atardecer ilu-mina su fachada más flu-

vial. Habrá bullicio en elcamino, risas de jóvenesposiblemente; y ecos demuchas Leonores y mu-chos Antonios que hanhecho el mismo caminodecenas, cientos de veces,sonriendo al amor unos,encontrando las palabraspara fotografiar ese Due-ro que corre terso y mudo,mansamente, otros.

Algún día también, vi-cerrector Machado, en elcamino de vuelta desdeSan Saturio cabe un bre-ve paseo hasta San Juan,cuyos arcos del viejoclaustro impactan por suvariedad de formas y alos que Gerardo Diego–también profesor en elmismo instituto, añosmás tarde– dedicó susversos. Al frente, miran-do por encima del Río, elmonte de la Ánimas queBécquer convirtió en le-yenda. ¡Cuánta inspira-ción contagia desde eserincón de sus aguas elDuero!

La Plaza Mayor, entrealegrías y penas, tiene surincón en la esquina deSanta María la Mayor:boda un mes de julio yfuneral dos agostos mástarde… Amada, el auradice tu pura veste blanca.El reloj y la campana si-guen presidiendo la Ca-sa de la Ciudad –antesAudiencia- y el Ayunta-miento, antigua Diputa-ción de los Doce Linajes,mantiene también su es-cudo heráldico mirandode reojo a la viajeraFuente de los Leones.

El Camino de la SantaCruz, que parte de SanPedro y lleva hasta ElMirón –¡cuánta pena ro-dó monte arriba!–, semantiene como siempre:

EscrituraPÚBLICA

• a l e n c u e n t r o •

80Escritura

PÚBLICA81Olmo seco en la Iglesia del Espino, anexa al cementerio en el que está la tumba de Leonor Izquierdo.

Dos arcos del Monasterio de San Polo abren paso a la ribera que lleva hastaSan Saturio y que puede considerarse el lugar machadiano por excelencia.

“No será, cual los álamos cantoresque guardan el camino y la ribera,habitado de pardos ruiseñores”.

“He vuelto a ver los álamos doradosálamos del camino en la riberadel Duero, entre San Polo y San Saturio,tras las murallas viejas”

“Entre las hierbas alguna humilde flor ha nacido,azul o blanca. ¡Belleza del campo apenas florido,y mística primavera!”

Page 3: van encendiendo estrellas” HARTOS DE MIRAR SIN VER

EscrituraPÚBLICA

• a l e n c u e n t r o •

82

por él no pasa el tiempo. Yal lado de la Ermita, aunos metros de Los Cua-tro Vientos, un nuevo edi-ficio dedicado a acoger alos viajeros lleva el nom-bre de Leonor. Sí se puededecir aquí que la huelladel amor, más que la depoeta, quedó marcada eneste mirador del Duero.

TTiieerrrraa ddee AAllvvaarrggoonnzzáálleezz..El Duero emocionó a An-tonio Machado hasta elpunto de querer ver su

nacimiento, de adentrar-se en los Picos de Urbióny las poblaciones de suentorno para conocer esaotra Soria. Es posibleimaginar a un Machadofeliz y enamorado, pocoantes de comenzar el cur-so de 1910, que se embar-ca en una excursión a lasfuentes del Río. Cidones,Vinuesa, Covaleda, LaLaguna Negra –el son-darla inútil fuera, que lalaguna es insondable–,tormentas, conversacio-

nes… Paisaje y paisanajeque hacen posible “LaTierra de Alvargonzá-lez”, ora prosa ora verso,porque el profesor vivióy sintió aquel ambientecon toda intensidad. Subíal Urbión, al nacimientodel Duero. Hice excursio-nes a Salas, escenario dela trágica leyenda de losInfantes. Y de allí nació elpoema de Alvargonzález.

Quien lo camine hoyno se perderá: está todobien señalizado. Se pue-

den hacer por separadolos dos ramales que cir-cundan a la Laguna Ne-gra: siempre desde Vi-nuesa, por un lado, Sal-duero,Covaleda, Durueloy, poco más adelante,una pista forestal parallegar a la Fuente de Be-rro; por otro lado, haciaSanta Inés para, cerca deQuintanarejo, seguir laruta que lleva hasta laLaguna. De este modo sehabrá llegado por amboslados a la “insondable”.Otra alternativa, que ne-cesita coche de apoyo, esir por uno cualquiera delos lados y, ya sea desdela Fuente del Berro o des-de la Laguna Negra, paraver las Fuentes del Dueroen un entorno magníficoy descender por el otro…Campos de Soria, al fin,capaces de llenar el alma,¿o acaso estabais en el fon-do de ella? n

“Agua transparente y mudaque enorme muro de piedra,donde los buitres anidany el eco duerme, rodea”Laguna Negra,

en los Picos de Urbión,elementoesencial en la leyenda de“La tierra deAlvargonzález”.

INFORMACIÓNPatronato Provincial

de TurismoC/ Caballeros, 17

42003 – SoriaTel.: 975 220 511

[email protected]

www.centenariomachadoensoria.org

ALOJAMIENTO RUTA SORIA

Hotel y mesón Leonor ****Paseo del Mirón, s/n

42005 - SoriaTel.: 975 220 250

[email protected]://www.hotel-leonor.com

Restaurante Casa AugustoPlaza Mayor, 542001 - Soria

Tel.: 975 213 [email protected]

RUTA “ALVARGONZÁLEZ”Casa Rural Quinta de San Jorge

C/ Única, s/n42156 – El Quintanarejo (Vinuesa)

Tel.: 975 378 293www.quintasanjorge.com

El Balcón del BrezalC/ Única, s/n

42156 – El Quintanarejo (Vinuesa)Tel.: 975 378 293

“¿Lloras?... Entre los álamos de oro,lejos, la sombra del amor te aguarda”

Soria y el Duero desde Los Cuatro Vientos, muy cerca de El Mirón, donde el poetallevaba a su esposa enfermapara tomar aire puro.