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Santuario de Samotracia (Grecia) La miranda DIARIO de IBIZA VIERNES, 5 DE JUNIO DE 2009 | 51 Lecturas mediterráneas PÁGINAS DE CULTURA Nº 59 Libros que hablan del Mediterráneo, de un estilo de vida, de un pasado, de su patrimonio cultural y espiri- tual. Descubrir el Mediterráneo –como continuación del imaginario creado por los románticos del XIX–, ha sido uno de los temas literarios más recurrentes del siglo XX. Conforman lo que podríamos llamar una Bi- blioteca del Mediterráneo. Sus autores, nativos o extranjeros, han explorado en la vida cotidiana de sus ha- bitantes, en sus paisajes, en su alma antigua Páginas 52 y 53 54 VIAJES Y PEREGRINACIONES | 55 CINE: MEDITERRÁNEOS DE PELÍCULA [email protected] - blog.diariodebiza.es/lamiranda

Viajeros mediterráneos

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Suplemento La Miranda dedicado a los libros de tema mediterráeo.

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Page 1: Viajeros mediterráneos

Santuario de Samotracia (Grecia)

La mirandaDIARIO de IBIZA VIERNES, 5 DE JUNIO DE 2009 | 51

Lecturasmediterráneas

PÁGINAS DE CULTURA Nº 59

Libros que hablan del Mediterráneo, de un estilo de vida, de un pasado, de su patrimonio cultural y espiri-tual. Descubrir el Mediterráneo –como continuación del imaginario creado por los románticos del XIX–, hasido uno de los temas literarios más recurrentes del siglo XX. Conforman lo que podríamos llamar una Bi-blioteca del Mediterráneo. Sus autores, nativos o extranjeros, han explorado en la vida cotidiana de sus ha-bitantes, en sus paisajes, en su alma antigua Páginas 52 y 53

54 VIAJES Y PEREGRINACIONES | 55 CINE: MEDITERRÁNEOS DE PELÍCULA

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DIARIO de IBIZA

Los sabios antiguos enseñaban, con su cé-lebre laconismo, que el Mediterráneo se ex-tendía hasta donde llega el olivo. Enseña-ban también algo más: las propiedades deun clima y de un paisaje que lo mismo ser-vían al dios del vino que a la diosa de la sa-biduría, al dios del mar y a la diosa del amor.La filosofía, que era sobre todo una prácti-ca, una manera de vivir, arraigó como unabella planta. El resto lo hicieron los aventu-reros y los comerciantes. A estos últimos,por cierto, los elogió Hölderlin, «pues con-ciliaban los buenos dones de la tierra y uní-an lo lejano con lo próximo»; eran tambiénpor ello, según el poeta alemán, «amadospor los dioses». (No sé si este gremio ha vuel-to a recibir algún elogio como este por par-te de la poesía, pero casi me atrevería a de-cir que no).

El Mediterráneo siempre ha estado aso-ciado a la idea del viaje (en Homero mismo,por ejemplo). Seguramente porque siempreha sido para el hombre, por encima de cual-quier otra cosa, un mar de comunicaciones,una posibilidad de conocer, de emigrar, deir y de volver. Y hemos aprendido a pensar,en definitiva, en un Mediterráneo no yacomo una geografía del olivo, sino como unviaje interior, como un estado de ánimo.

Sobre este estado de ánimo nos hablanmuchos libros que tratan precisamente demostrar una idea del Mediterráneo. Dos ti-pos de autores muy diferentes han descritosu experiencia: aquellos que nacieron aquíy aquellos otros que llegaron de lejos. Comoescribir siempre es un descubrimiento, am-bos comparten este mismo sentimiento dedescubrir. Pero, a partir de ahí, casi todo esdiferente entre ellos. La mirada del viajerose detiene en todas las cosas que ve y cono-ce, con un asombro que parece provenir so-bre todo de sus propias carencias y de suspropios deseos. Son propicios a la idealiza-ción y, a veces, a todo lo contrario: no exis-te en sus relatos el término medio.

La mirada del escritor nativo, sin embar-go, es diferente: parece presentir cosas cer-teras en su asombro, porque nos habla so-bre todo de su cuerpo, no de una idea. Noshabla de su propio crecer, del sol y del maren sus ojos, de sus recuerdos de infancia, dela muerte de sus padres, de su primer amor.Su mirada contiene la memoria. El Medite-rráneo no es para él un nuevo paisaje ad-mirado, sino el lugar cotidiano y familiar,con sus luces y sus sombras, un lugar que hasido, eso sí, transfigurado por la belleza, esdecir por la capacidad del sujeto para per-cibirla y expresarla ahora.

Lecturas esencialesPodemos hacer la prueba leyendo, por ejem-plo, dos libros deliciosos sobre Cerdeña. Elde un escritor inglés, D. H. Lawrence, titu-lado 'Cerdeña y el mar', y el de un escritoritaliano, Elio Vittorini, titulado 'Cerdeñacomo una infancia’. O sobre Grecia: el céle-bre libro de Henry Miller, 'El coloso de Ma-rusi', o el menos conocido pero maravillosolibrito de Yannis Ritsos, 'Sueño de un me-diodía de verano'. O sobre Mallorca: la no-vela de Albert Vigoleis, 'La isla del segundorostro', o 'Bearn', de Llorenç Villalonga. Osobre Ibiza: podemos leer 'L'any en estam-pes', de Marià Villangómez, o 'Hyle. Ser-sue-ño en España', de Raoul Hausmann.

Podemos hacer muchas pruebas, por su-puesto, pero no para establecer parámetrosde calidad o de aciertos, sino para comple-mentar ambas visiones, ambas maneras deasombrarse. Porque las dos miradas, la delviajero y la nativa, siempre han sido y sonnecesarias aún para conocer la verdaderarealidad. Adentrarse en una literatura quellamamos mediterránea es conocer una re-alidad amplia y compleja, que posee dife-rentes perspectivas y que, a pesar de los dis-tintos idiomas en la que está escrita, poseeun sustrato común en el que resulta fácil re-conocerse.

Ya hemos citado un libro que es para-digmático en el imaginario mediterráneo:'El Coloso de Marusi'. Leer este libro unavez más es un regalo que nos hacemos. Pocoimporta que apenas reconozcamos aquelMediterráneo de 1940, nos basta con quehaya existido y que todavía nos llegue a ve-ces algo de su olor. De la misma manera le-emos 'El cuarteto de Alejandría', de La-wrence Durrell, cuyos personajes pareceque forman parte de nuestra propia bio-grafía.

Durrell ha sido, en parte, para el Medi-terráneo de los años 40 y 50, lo que fueronlos románticos alemanes e ingleses en el si-glo XIX: un descubridor emocionado, uncaminante bajo la luz de las estrellas. Perotambién fue lo que no pudieron ser aque-llos: alguien que percibía que el Mediterrá-neo estaba a punto de dejar de ser lo quehabía sido siempre. 'La celda de Próspero',dedicado a la isla de Corfú, y 'Carrusel si-ciliano' son dos de sus obras más bellas. En-tre sus descubrimientos más célebres se en-cuentra la poesía de Kavafis, mediterráneacomo pocas.

La isla de Sicilia es rica en libros y, entreestos, hay que leer también 'La Honorablesociedad. La mafia siciliana y sus orígene-s', de Norman Lewis, publicado en 1964 yrecién editado ahora en español por Alba.Lewis, que perteneció al servicio de inteli-gencia británico, amaba el Mediterráneo–aunque viajó por todo el mundo y escri-bió libros sobre los lugares más inverosí-miles–, se casó con una italiana y estudió afondo la sociedad y la cultura de Italia. So-bre Norman Lewis y sus dos viajes a Ibiza

en los años 50 y 60 ya me he referido en milibro 'Viajeros contemporáneos. Ibiza, si-glo XX'. Era uno de esos elegantes viajerosinlgleses, de mirada perspicaz y prosa es-merada, que hizo de su vida un largo viaje–de hecho, murió con 95 años–.

Hay muchas maneras de acercarnos alMediterráneo a través de sus grandes libros.Creo imprescindible leer a Albert Camus,el de 'El verano' y el de 'Bodas' sobre todo.Ambos son, sin pretenderlo, auténticos tra-tados de mediterraneidad. Como a veces mepreguntan qué significa ser mediterráneo ennuestros días, yo me limito siempre a reco-mendar estos dos libritos de Camus. Ahíestá todo lo que hay que saber sobre el asun-to y yo no sabría explicarlo mejor.

Y por supuesto que hay mucho más parainiciarse en la literatura mediterránea. Nodebemos olvidar la poesía: Juan Gil-Albert,Carles Riba, Odiseus Elitis, de Ilhan Berk,Yorgos Seferis, Mahmud Darwisch, Euge-nio Montale, René Char... Los relatos deSciascia y de Lampedusa. Las novelas deBufalino y de Kazanzakis (¡cómo olvidarlas páginas de su ‘Zorba, el griego’!). Y sólode pensar en todos los libros y autores queno estoy citando, así como en aquellos otrosque, además, ni conozco, se me ponen lospelos de punta.

Hace unos días recibí un librito titulado'Carta para una señorita griega'. Su autores un joven y notable poeta canario, Fran-cisco León, que ha viajado a Sicilia y a Gre-cia en estos últimos años... Y leyéndolo unono puede menos que alegrarse (y asom-brarse, pese a la deriva turística del Medi-terráneo en las últimas décadas) por la cá-lida pervivencia del mito.Tal vez sea cierto,como piensan algunos, que los dioses nohan muerto. Tal vez sea cierto que el Me-diterráneo puede ser descubierto todavía.

VICENTE VALERO

«Sobre el Mediterráneocomo estado de ánimo,como viaje interior, noshablan dos tipos de autores diferentes:aquellos que nacieron aquí y aquellos otros quellegaron de lejos»

«Lawrence Durrell fuetambién un descubridoremocionado, uncaminante bajo la luz de las estrellas. Entre sus hallazgos máscélebres se encuentra la poesía de Kavafis»

Un estado de ánimo

Hedwig Hausmann leyendo en Eivissa en 1933, fotografiada por Raoul Hausmann

La mediterraneidad traspasa con sus libros la frontera idiomática y nos muestra un modo de ser y de vivir

LECTURAS MEDITERRÁNEAS-LIBROS

Viernes, 5 de junio de 2009 | La miranda

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Tengo predilección por dos escritores de li-teratura viajera. Los dos, soldados y británi-cos, aunque esto último, en ambos casos, nosirva más que para describir simplemente unaprocedencia. El primero de ellos, PatrickLeigh Fermor (Paddy), tiene también sangreirlandesa y durante años ha vivido entre oli-vos en la península de Mani, al sur del Pelo-poneso (Grecia). El segundo, Norman Lewis,que murió en 2003, aseguró, cuando apenashabía transcurrido su primer año entre ita-lianos, que, si le hubieran dado la posibilidadde nacer de nuevo, habría elegido hacerlo enItalia, dada la historia y la cultura de este paísy la capacidad inventiva de quienes lo habi-tan.

No es de extrañar entonces que Lewis, apartir de un diario de guerra, haya escrito unode los mejores libros, ‘Nápoles 44’, sobre lacapital de la Campania. Y que también sedeba a él uno de los más grandes relatos so-bre la mafia siciliana, ‘La honorable socieda-d’, basado en reportajes escritos para la re-vista The New Yorker y recopilados en un vo-lumen en 1964, que ahora edita Alba. A Le-wis casarse con una italiana le ayudó a en-tender mejor el país, pero eso jamás sería su-ficiente para adentrarse en la piel de Sicilia yextraer las claves del fenómeno feudal que laha caracterizado desde los tiempos de VitoCascio Ferro, considerado el primer padrino,hasta el último capo Bernardo Provenzano.

Las claves aparentes, por supuesto, ya queuno de los aspectos que mayor fascinaciónproduce de la Cosa Nostra es precisamentecómo sus maniobras han sido envueltas en lapenumbra de la incertidumbre. Tanto es asíque en la época en que Lewis escribió sus re-portajes, la misma existencia de la organiza-ción era puesta en duda, a veces interesada-

mente, y lo que se publicaba sobre ella se atri-buía a la prensa sensacionalista.

De hecho, Norman Lewis cita en ‘La ho-norable sociedad’ la novela de LeonardoSciascia, ‘El día de la lechuza’, para tratar deexplicar este intento de mantener vivo el se-cretismo, por medio de la conversación entreun político y un oficial de los Carabinieri quese ha atrevido a detener a un ciudadano im-portante supuestamente implicado en activi-dades mafiosas. «¿Usted cree —pregunta elpolítico— que es posible concernir la exis-tencia de una asociación criminal tan enor-me, tan bien organizada, secreta y poderosaque pueda hacer su voluntad, no sólo aquí,sino también en Estados Unidos? (...) Muybien, digámoslo así: ¿podría decirme un solojuicio que haya aportado pruebas de la exis-tencia de una asociación criminal llamadamafia dedicada a encargar y cometer actoscriminales? ¿Se ha encontrado un solo docu-mento, y estoy hablando de auténtica docu-mentación escrita, algún tipo de prueba, dehecho, que relacione la criminalidad con lallamada mafia?».

Evidentemente desde que esto fue escritopor Sciascia en 1961 se han aportado más quepruebas sobre las actuaciones criminales. Lospolíticos, el tiempo que no se ha dedicado acombatir a la mafia, lo han empleado en aliar-se con ella.

La mafia y las tropas americanas La historia que cuenta Norman Lewis parte,sin embargo, de los frutos de la alianza delgánster Lucky Luciano, el héroe de Américapara los sicilianos por su contribución pa-triótica a la liberación de la isla, con Caloge-ro Vizzini, Don Calò, el Rey Sol, padrino depadrinos, un personaje de singular y repug-nante grandeza que recibió como alcalde de

Villalba, capital mafiosa, a las tropas ameri-canas recién desembarcadas en Sicilia.

Las tropas, tras el desembarco, se habíanencontrado, cerca del monte Cammarata, en-tre Villalba y Mussomeli, con la feroz resis-tencia de los hombres del coronel Salemi que,sin ayuda aérea, estaba dispuesto, por un acu-sado y heroico sentido del deber militar, a fre-nar el avance aliado.

Lewis cuenta cómo Don Calò se presentóal oficial estadounidense en mangas de cami-sa y tirantes, de manera distraída y patosa,frente al grupo de soldados que le esperabanen un tanque, nerviosos y asombrados de lo

que veían. «En aquella época tenía sesenta yseis años, estaba gordo y su expresión era iner-te, pero sus ojos se movían como lagartos».Relata también la manera en que el Padrinoles mostró el pañuelo amarillo con una letraL pintada en negro que le habían lanzado des-de uno de los aviones, dando a entender elhombre más poderoso de la isla que estabadispuesto a colaborar con la invasión aliadacomo ya lo había hecho antes Luciano.

El caso es que a la mañana siguiente, trescuartas partes de los hombres de Salemi ha-bían desertado convencidos por la mafia. Elpropio coronel no tardó en caer víctima deuna emboscada. El avance prosiguió sin ne-cesidad de disparar un tiro.

Norman Lewis formó parte durante unaetapa de los Servicios de Inteligencia británi-cos, para los que trabajó en Yemen y en Ita-lia, en cuya liberación participó durante la IIGuerra Mundial.

En una ocasión aseguró ser la única per-sona capaz de entrar en una habitación lle-na de gente y marcharse sin que nadie sepercatase de que había estado allí. Es po-sible que estas facultades de hombre invi-sible le sirviesen después para escribir susagudas observaciones de viajero.

LUIS M. ALONSO

DIARIO de IBIZA

En una buena biblioteca de libros del Me-diterráneo no debería faltar 'Cerdeña y elmar', de D. H. Lawrence. Publicado origi-nalmente en 1921, y traducido ahora por pri-mera vez al español por Miguel Martínez-Lage, este libro describe el viaje que el céle-bre novelista inglés realizó con Frieda, su mu-jer, a esta isla, en enero de 1921. Aunque fueun viaje bastante veloz –atravesó la isla ensólo seis días, del 4 al 10, desde Cagliari aTerranova, internándose por las montañasde Gennargentu–, lo cierto es que el libro su-pera las trescientas páginas y el pulso narra-tivo de su autor no decae en ningún mo-mento, avanza siempre con prontitud, dis-puesto siempre también a la descripción y lareflexión personal, a la anécdota divertida ya la crítica amarga.

No es 'Cerdeña y el mar' una evocaciónidealista. Acabada la Gran Guerra, Cerdeñasufre, como buena parte de Europa, la po-breza y el desánimo. A esto viene a añadirseel carácter profundamente arcaico de las cos-tumbres y del estilo de vida sardo, isla «per-dida entre Europa y África, sin pertenecer auna ni a la otra. Sin pertenecer a nada, sinhaber jamás pertenecido a nada. A Españay a los árabes y a los fenicios a lo sumo. Perocomo si nunca hubiera tenido destino pro-pio. Sin destino. Al margen del tiempo y dela historia». Casi lo mismo podría haber di-

cho Lawrence entonces de Malta o de Ibiza,y, de hecho, otros vinieron a decirlo en losaños 30.

Seis días son, desde luego que sí, muy po-cos para conocer cualquier lugar, pero me-nos aún una isla del tamaño de Cerdeña. Sinembargo, la perspicacia y la sensibilidad deD. H. Lawrence, adornadas por su profun-do conocimiento de Italia, sobre todo de Si-cilia, donde residía por entonces, penetrancon sabiduría en los escenarios que se le pre-sentan durante el viaje por el interior de laisla, en tren y en autobús, trayectos lentos ypesados que ponen muchas veces fuera de síal autor del libro, siempre bastante críticocon todo lo relacionado con los medios detransporte y el alojamiento.

Está claro que, en los pequeños y a vecesmiserables pueblos por los que pasa, nuncaesperan a nadie y mucho menos a un ma-niático escritor inglés con su esposa. Ambosviajan siempre con un termo lleno de té, ob-jeto que despierta siempre la curiosidad delos lugareños, quienes, en alguna ocasión,llegan a confundirlo con una bomba.

Pero más allá de esta y de otras anécdo-tas, tan típicas por cierto de la literatura an-glosajona de viajes, en las que el viajero nodesperdicia la oportunidad de expresar susentimiento de superioridad, 'Cerdeña y elmar' es un libro maravilloso, lleno de aque-lla fuerza que parece provenir de los mismos

paisajes milenarios y de una cultura remotapero viva, y que tantas veces hemos encon-trado también en otros libros mediterráne-os de viajeros, desde 'Historias y relatos' deWalter Benjamin hasta 'El coloso de Maru-si' de Miller. Una fuerza que es cultura y na-turaleza, sí, pero que llega profundamente allector sobre todo por aquella sensación de

descubrimiento personal, subjetivo, por par-te del que se ha acercado y ha decidido es-cribirlo.

En 'Cerdeña y el mar' está presente el Me-diterráneo en su expresión más pura y re-presentativa. Seis días bastan para ver los al-mendros en flor, las procesiones religiosas,los trajes típicos, los campos de olivos y elmar. Lo que D. H. Lawrence encuentra es so-bre todo una manera de vivir, una culturaque no está en los museos.

Por eso llega a exclamar: “Feliz el puebloque nada tiene que enseñar. ¡Cuántos trucos,cuántas afectaciones se ahorra! La vida, así,es la vida misma y no el relleno de un mu-seo. Se puede pasear por una calle anodina,angosta, el lunes por la mañana y ver a lasmujeres cotillear un poco; se puede ver a unvejestorio que pasa con una cesta de pan enla cabeza, se puede ver a los que haragane-an y se abstienen de trabajar mientras pue-den (...) La vida es la vida, las cosas son así”.

VICENTE VALERO

Viaje a Cerdeña en 1921

53LECTURAS MEDITERRÁNEAS-LIBROS

La miranda | Viernes, 5 de junio de 2009

Honorables padrinos

Cementerio siciliano D. I.

Pastor del Gennargentu (Cerdeña)

D. H. LAWRENCE� ALHENAMEDIA- 2008

‘Cerdeña y el mar’El viaje a Cerdeña del escritorbritánico en 1921

NORMAN LEWIS� ALBA - 2009

‘La Honorable sociedad’Crónica sobre los orígenes de la mafia siciliana

Page 4: Viajeros mediterráneos

DIARIO de IBIZA

George Santayana se quejaba de la au-sencia de una filosofía del viaje y sugeríaque, tal vez, la inteligencia humana no sedebía a su cabeza, sino a sus pies, a la mo-vilidad que facilitan los pies al hombre yle permiten el descubrimiento más allá delas raíces de las plantas. Hay muchos ti-pos de viajeros. Santayana hablaba delexiliado, del turista, del explorador, delmercader... Sin embargo, hay un viajeroque busca una especie de reencuentro conun lugar del que ya ha oído hablar. O conla otredad, que muchas veces se convier-te en un encuentro consigo mismo, desdeese lugar.

Es curioso que, a pesar de google earthy otras ofertas virtuales, en este mundotecnológico donde todo está al alcance dela pantalla digital, echemos de menos,más que nunca, la tangibilidad. No nosbasta con ver una película, deseamos ob-servar en persona a los actores o acudiral concierto del cantante cuya música es-cuchamos cuando queremos; es como sinos faltara algo si no podemos aventu-rarnos a la presencia.

Igual nos ocurre con el lugar. Hay lu-gares que nos llaman y despiertan en nos-otros una inquietud que nos empuja aacudir. Lugares por motivos dispares: hayquien viaja a Fátima, a Pompeya o a laBombonera, hay quien acude a paisajesnaturales asombrosos y quien busca el lu-gar donde nació, murió o transitó tal per-sonaje, y hay quien se ve obligado a bus-car una arquitectura egipcia fragmenta-da en museos europeos o un clima o bal-neario de aguas termales que cure sus do-lencias.

Viaje al espectáculoNosotros, los isleños, hemos heredado laconciencia de que el Mediterráneo es unlugar y, a su vez, un viaje. La primera li-teratura itinerante de esta cultura (quecreó a su vez otro mediterráneo) habla deaventuras y peregrinaciones, pero tam-bién de viajes de regreso (‘La Odisea’, ellargo regreso tras el triunfo, ‘Anábasis’,el regreso tras la derrota), como si ya nosanunciara que todos debíamos regresar,alguna vez, a este mar de entre tierras.

Sin embargo, a este mismo lugar, todosvienen a buscar algo único, como si fue-ra un reconocimiento irremplazable.¿Qué poeta no ha imaginado, de algúnmodo, su libro de viajes por este mar? Laliteratura y la leyenda crean lugares y, así,el Mediterráneo es quizá el mar más mí-tico de todos, no por sus aguas de mitoseclécticos desde épocas preclásicas, sinopor ser rememorado y nuevamente miti-ficado en una y múltiples miradas que lohan buscado y recreado, sobre todo a par-tir del siglo XVIII. Estas recreaciones seconvierten a su vez en llamada para nue-vos viajeros.

Si el turista es aquel que viaja por pla-cer, el tiempo libre se hace imprescindi-ble, algo sobre lo que ha trabajado conintensidad la industria del ocio. Graciasa las políticas culturales y turísticas don-de el patrimonio se utiliza como reclamoy fuente de ingresos, lo que Jean-LouisDeotte denominó «museificación del ob-jeto» (la extracción de un contexto y el

sometimiento a una exposición que nopermite ni el descubrimiento ni el miste-rio), también ocurre en la arquitectura yel monumento enraizado, hasta llegar alpunto en que el viaje se convierte para-dójicamente en un viaje a un no lugar(porque está suspendido del lugar) o in-cluso a lo que Umberto Eco ha llamadola hiperrealidad (en referencia a parquestemáticos que ya no simulan el lugar, sinoque lo sustituyen con decorados de ima-ginario inducido).

Con la exposición, la arquitectura seconvierte en una monumentalidad que yano tiene un valor histórico o geográfico,sino simbólico y mercantil, y pasa a for-mar parte de un espectáculo global conraigambre económica. La espectaculari-dad de las imágenes que percibe el turis-ta-cliente no depende únicamente de suforma de mirarlas, sino más bien, de unescenario sobresaturado de estímulos queha sido montado para que lo goce pasi-vamente, debiendo acomodarse así a lasmodalidades de un turismo masivo y a unmodo de sentir el paisaje instaurado por

la cultura de masas. Este fenómeno conlleva en ocasiones

una disneylización del patrimonio, y unejemplo son las ferias medievales que tan-to gustan a los políticos de cualquier lu-gar (la puesta en escena, los saltimban-quis y comerciantes son los mismos en to-das ellas), los hitos de los arquitectos demoda (que nacen para identificar un lu-gar y, sin embargo, son edificios casi idén-ticos) o el trazo de rutas guiadas llenas depuestos que venden falsas copias para losamantes de los souvenirs y con cunetassembradas de latas de refrescos y bolsasde patatas. Pero, sobre todo, con un rui-do y una muchedumbre que no dejan es-cuchar ni admirar los sonidos propios dellugar.

Astucia y derivaGuy Debord, ante la impotencia frente aeste imaginario institucional e instituido,apuesta por un acercamiento con dos ca-racterísticas odiseicas: la astucia y la de-riva. Frente a la anulación de la expe-

riencia en el turismo de masas, que sigueborreguilmente al guía pastor por sus sen-deros de plástico, en la deriva uno en-cuentra, entonces, la posibilidad de con-vertir en única la experiencia del viaje.

En esta deriva uno puede inventar des-de sí mismo el camino y convertir la des-orientación en encuentro, detenerse en losdetalles a elección propia o por azar y sen-tir de otro modo lo sagrado. Seferis, en‘Todo está lleno de dioses’, escribe que«cuando las cabañas de los inmortales sedestruyeron, cuando se convirtieron enruinas, los dioses, privados de techo, vol-vieron al lugar de donde habían venido:se desparramaron por todo el paisaje».

Seferis apuesta también por la deriva,pero no sólo en el acercamiento al lugar,sino también en los escritos sobre ese lu-gar. Por eso, continúa: «En lo que se re-fiere a los templos, si un amigo muy cer-cano buscara acercarse a ellos con la com-pañía de los textos de los antiguos, meatrevería a aconsejarle que se familiari-zara con rodeos, y no mediante descrip-ciones directas... Que prefiera ese vastoespacio».

La cultura no toma su etimología sólodel cultivo, sino también del culto. Poreso, para el descubrimiento del lugar, esnecesario siempre algo de fe (y esto es algode cada uno o no es), sobre la que Seferisescribe: «...una fe en esos indicios que seencuentran en sus propios sitios; una feen que tienen un alma propia. Sólo así elperegrino podrá sostener un diálogo conellos, solo, reflejando su alma bien dis-puesta en el alma de los mármoles inse-parables de su tierra».

Desparramémonos, pues, y procure-mos, como rezaba otro griego, que el via-je sea largo.

HELENA TUR

«Si el turista es aquel que viaja por placer, el tiempo libre se haceimprescindible, algo sobrelo que ha trabajado con intensidad la industriadel ocio»

«Frente a la anulación de la experiencia en el turismo de masas, uno encuentra en la deriva la posibilidad de convertir en única la experiencia del viaje»

Viajes y peregrinaciones

Las ruinas de Pompeya en plena visita turística D. I.

La política turística impone un modelo de viaje que con frecuencia anula la experiencia auténtica

LECTURAS MEDITERRÁNEAS-VIAJES

Viernes, 5 de junio de 2009 | La miranda

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Page 5: Viajeros mediterráneos

DIARIO de IBIZA

Rossellini y Visconti ofrecen una visión profunda y oscura de la mediterraneidad en películas que tienen el volcán y la isla como símbolos mayores

Mediterráneo: la tierra tiembla

Mediterráneos cinematográficos (y ex-tracinematográficos) hay muchos. Está elde ‘La batalla de Argel’, con su reclamode identidad de una africanidad medite-rránea, o el de la ribera del Magreb testi-moniado en ‘Bajo el cielo protector’ poresa suerte de Robert Graves exiliado másal Sur que es Paul Bowles. El de Joan Ma-nuel Serrat, lírico y sentimental («Y a míenterradme sin duelo entre la playa y elcielo...»), que tuvo la capacidad de do-tarnos de un destino común doméstico ypreeuropeo. El de Luis Racionero, cuyaprincipal virtud consistió en permitir sa-cudirnos de complejos frente a los bárba-ros del Norte. El superficial e indolente de‘Bonjour tristesse’, reflejo de la volátil le-vedad de la nueva clase burguesa tendidaal sol de la Riviera, que llevó al cine unaustriaco emigrado a Hollywood.

También está el de Ulises, el de los ar-gonautas (una de cuyas mejores recrea-ciones cinematográficas, ‘Jasón y los ar-gonautas’, tuvo por catalizador al geniode Ray Harryhausen, por medio de unalegión de muñequitos animados), aquelmar cantado por Cavafis, de quien todoel mundo ama repetir que lo que cuentano es la meta sino el viaje, aunque en re-alidad nunca lo hayan leído de su propiavoz. El de ‘Avanti’, al fin, por el que de lamano de Billy Wilder, Hollywood dejóimpreso en el imaginario colectivo la ideade un Mediterráneo hedonista y sensual,paraíso de tolerancia y de libertad de cos-tumbres.

Trilogía del volcánHay «otro» Mediterráneo sin embargo,profundo y oscuro, cuyos límites queda-ron cartografiados en lo que se podría lla-mar la «trilogía del volcán». Un mar quehunde sus raíces en la historia de la hu-manidad, llegando hasta ayer mismo, jus-to después de la Segunda Guerra Mun-dial, tocado por un hálito de devastacióny pobreza, del que se decidieron a levan-tar acta dos de los más grandes directo-res italianos, Rossellini y Visconti.

No ya ese privilegiado territorio entremares, epicúreo cuando no voluptuoso,capaz de seducir con la envolvente cali-dez de un abrazo, sino un mar embrave-cido, en blanco y negro, que exige una ca-pacidad de supervivencia no muy aleja-da de la de aquellos «hombres de Arán»descritos por Flaherty, expuestos a la fu-ria de la Naturaleza con igual coraje queciega predeterminación.

Un mar igual de peligroso que el de lacosta oeste irlandesa, pero poblado portiburones humanos dispuestos a dar tes-timonio de que el lobo de mar con barcade propiedad es un lobo para el pescadorque no disponga de otro bien que una redzurcida. La Catania de Visconti devieneasí un ejemplo viviente (a través de las dé-cadas) de que la lucha por la existenciaes una condena aún en aquel paraíso te-rrenal en el que las serpientes te aguar-dan con una manzana en la boca.

En ‘Stromboli’, y tal vez culpabiliza-do por haber arrastrado a una vestal ru-bia de origen nórdico rebautizada enHollywood a un país calcinado por el

sol y sospechoso de una no muy lejanadevoción por Mussolini, Rossellini pareun film como un exorcismo, en el que laBergman deambula por entre los sedi-mentos de lava como por un paisaje lu-nar y por entre sus gentes como una dio-sa lejana que hubiera venido a naufra-

gar entre un pueblo menor. Del realismoabrupto a la iluminación metafísica,cuando Karin se abra al fin como unafruta madura en lo alto del volcán, sinotro refugio sobre su cabeza que el cie-lo tachonado de estrellas.

Una vez más Rossellini, se traerá a los

Johnson a la Italia inmortal, y allí lesaguardará el destino con una calma de si-glos, a los pies de Pompeya, mientras lospobladores de hace dos mil años toma-rán cuerpo frente a sus ojos como un mi-lagro bíblico.

Demasiado para un matrimonio dora-do a fuego lento a la lumbre de la tradi-ción occidental, carcomido calladamen-te por el tedio y la convención, y sin em-bargo capaz de dejarse atravesar por elritual de amor y muerte de un país tan an-tiguo como sus piedras, calcinadas bajoun sol productor de espejismos como mi-lagros que brotasen por la fuerza demi-úrgica de su sola voluntad.

Y no es extraño que cada una de estaspelículas nacieran bajo la admonición deun volcán: el Vesubio en ‘Viaggio in Ita-lia’ (‘Te querré siempre’, 1954), de Ro-berto Rossellini; el de Stromboli en la pe-lícula de mismo título también de Rosse-llini (1950); y el Etna, si bien ausente enel desarrollo de la trama, presente desdesu mismo nombre: ‘La terra trema’ (Lu-chino Visconti, 1948), cuya acción trans-curre cerca de Catania, al pie de la mon-taña, a modo de metáfora de la sacudidaque habrá de estremecer la tierra el día enque todos los seres desheredados de lafortuna se decidan a unirse en su (mala)suerte.

CARLES FABREGAT

Secuencia de la película ‘Stromboli’ (1950), de Roberto Rossellini, protagonizada por Ingrid Bergman

«La Catania de Viscontideviene así un ejemploviviente de que la luchapor la existencia es una condena aún en aquel paraíso terrenalen el que las serpienteste aguardan con una manzana en la boca»

«Rossellini pare en ‘Stromboli’ un filmcomo un exorcismo, en el que la Bergmandeambula por entre los sedimentos de lavacomo por un paisajelunar y por entre susgentes como una diosa»

55LECTURAS MEDITERRÁNEAS-CINE

La miranda | Viernes, 5 de junio de 2009

Page 6: Viajeros mediterráneos

INavegantes mitómanos

«Los navegantes mediterráneos viajabangracias a la experiencia adquirida en supropio mar. Los apuntes tomados durantelas primeras grandes navegaciones (diariosde a bordo, etcétera) muestra que las tri-pulaciones se sorprendían al ver que lascostas descubiertas eran distintas, como siesperaran que fueran iguales: parece quelos que desde el Mediterráneo buscabanotros mares seguían buscando el Medite-rráneo entre ellos. Tal vez no carece de fun-damento la hipótesis, atribuida a uno delos mayores antropólogos de nuestra épo-ca, de que los exploradores partieron obe-deciendo más al deseo de comprobar suspropias ideas fijas, leyendas y creencias –laAtlántida, las Hespérides, el Vellocino deOro, el Dorado, la Arcadia, el Edén– queal de descubrir un mundo nuevo».

Predrag Matvejevic, ‘Breviario Mediterrá-neo’ (1987), Anagrama, 1991.

IIKatsimbalis

«Nunca he conocido a un individuo máshumano que Katsimbalis. Paseando conél por las calles de Amaroussion tenía lasensación de caminar por la Tierra de unamanera absolutamente nueva. La Tierrase hacía más íntima, más viva, más pro-metedora. Es verdad que Katsimbalis ha-blaba frecuentemente del pasado, pero nocomo algo muerto y olvidado, sino másbien como algo que llevamos con nos-otros, que fecunda el presente y haceatractivo el futuro. Hablaba con la mis-ma veneración de las cosas pequeñas quede las grandes. Siempre tenía tiempo, porocupado que estuviese, para detenerse lar-gamente en lo que le había emocionado.¿Cómo he de olvidar esa última impresiónque me llevé de él, cuando nos despedi-mos en la estación de autobuses, en el co-razón de Atenas?»

Henry Miller, ‘El coloso de Marusi’ (1941),Seix Barral, 1982.

III En las horas del tedio

«La dulzura de Árgel es más bien italiana.El brillo cruel de Orán tiene algo de espa-ñol. Encaramada en lo alto de unas rocasy por encima de las gargantas del Rummel,Constantina hace pensar en Toledo. PeroEspaña e Italia rebosan de recuerdos, deobras de arte y de vestigios ejemplares. YToledo tuvo a su Greco y a su Barrès. Lasciudades a que me refiero, en cambio, sonciudades sin pasado. Son por tanto ciuda-des sin abandono y sin enternecimiento. Enlas horas de tedio, que son las de la siesta,la tristeza se hace allí implacable, falta detoda melancolía. Pero en la luz matinal oen el esplendor natural de las noches, encambio, la alegría no reconoce dulzura. Es-tas ciudades nada ofrecen a la reflexión,pero lo ofrecen todo a la pasión. No estánhechas para el sabio ni para aquellos quese complacen en los matices del gusto.»Albert Camus, ‘El verano’ (1954), Edha-sa, 1995.

IVOrgulloso historiador

«Jervis asegura que solamente hay treshistoriadores importantes de la isla (Cor-fú), pero si hay que decir la verdad exis-te una sola historia de la isla escrita converdadero espíritu corcirano, alegra,mendaz y segura de sí misma. Es la deAndrea di Marmora, que la publicó enVenecia en 1670. Su historia de Corfú esconsiderada con justicia por Zariancomo una obra básica. «Confieso –diceJervis– que quedé algo atónito cuandoleí en este autor que los romanos con-quistaron Gran Bretaña y derrotaron alos partos por la ayuda recibida de loshombres de Corfú, pero hay cierto en-canto en leer la historia de Roma bajoesta luz».

Lawrence Durrell, ‘La celda de Próspero’(1945), Edhasa, 1988.

VMercado de Cagliari

«En los puestos hay un pan moreno re-cién hecho, de formas distintas. Es un panque brilla. Y hay puestecillos donde sevenden unos deliciosos pastelillos locales,que tengo ganas de probar; abunda la car-ne de ternera y de cordero, y hay puestosde queso, de toda clase de quesos, de to-das las formas, de todas las blancuras, detodos los colores crema, hasta llegar a unamarillo como el de los narcisos. Hay que-so de cabra, hay queso de oveja, hay que-so suizo, hay parmesano, stracchino, ca-ciocavallo, torolone, ¡y cuántos otrosquesos cuyos nombres no conozco! (...)

También hay un poco de mantequilla fres-ca, a treinta o treinta y dos francos el kilo.Hay montañas espléndidas de olivas ne-gras, saladas, y grandes cuencos de olivasverdes. Hay pollos, hay patos, hay avesde caza, a once y doce y quince francos elkilo. Hay mortadela, el enorme embuti-do de Bolonia, gruesa como una colum-na de iglesia, a dieciséis francos, y hay va-rias clases de embutidos más pequeños,salami, que se comen en rodajas. (...) Lle-gamos un poco tarde para el pescado, so-bre todo por ser viernes. Pero hay unhombre descalzo que nos ofrece dos ex-traños objetos sacados del fondo del Me-diterráneo, que parece un enjambre demonstruos marinos»

D. H. Lawrence, ‘Cerdeña y el mar’(1921), Alhenamedia, 2008.

DIARIO de IBIZA

Perlas cultivadas

LECTURAS MEDITERRÁNEAS-TURNO DE PALABRAS

Viernes, 5 de junio de 2009 | La miranda

56 «En la ladera de un monte,más alto que el horizonte,quiero tener buena vista»

J. M. Serrat

Safo y las Musas. Cerámica ática de mediados del siglo V a. C.