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LA HEREJÍA DE HORUS Volumen I: Sobre el nacimiento del Imperio de la Humanidad y su expansión El nacimiento del Imperio de la Humanidad empezó con la muerte de la raza Eldar. Los poderes psíquicos innatos en los Eldar les llevaron a su propia destrucción por los poderes del Caos. Su grito psíquico de agonía reverberó en la Disformidad, y marcó el nacimiento de un nuevo y terrible dios del Caos. Esta entidad emergente era Slaanesh, el Príncipe del Dolor y del Placer, la Perdición de los Eldar. El shock psíquico del nacimiento de Slaanesh tuvo dos efectos inmediatos. En primer lugar, la catarsis dispersó definitivamente las tormentas de la Disformidad provocadas desde hacía milenios por la gestación de Slaanesh, terminando así con el largo aislamiento de la Tierra. Sin embargo, las energías liberadas fueron tan intensas que no pudieron contenerse por completo en el interior del espacio Disforme. Allí donde la densidad de la población Eldar era mayor, la Disformidad literalmente se derramó a través de sus mentes y se mezcló con el espacio material. Esto provocó la aparición de áreas dispersas en las que el espacio Disforme y el universo material se superponen; la mayor y más significativa de esas áreas es el Ojo del Terror. Hacía tiempo que el Emperador de la Humanidad había previsto la creación de Slaanesh, y se había preparado para ese fatídico día. Cuando las tormentas de Disformidad desaparecieron por causa de la creación de Slaanesh, los marines Espaciales y el resto de las fuerzas de Imperiales estaban dispuestos a iniciar su reconquista de la galaxia. Las fuerzas del Caos también eran numerosas, y muchos mundos humanos habían sido ocupados por Adoradores del Caos o alinígenas. Fue una contienda larga y dura, pero el poder del Imperio crecía con cada victoria, y nuevos guerreros se unían continuamente a la Gran Cruzada. La Gran Cruzada de la Humanidad se produjo bajo el Liderazgo directo del propio Emperador y sus poderosos Primarcas, barriendo la galaxia como una tormenta de fuego. Incontables billones de humanos en miles de planetas fueron liberados por las triunfantes legiones de Marines Espaciales. El oscuro y siniestro yugo de los Dioses del Caos fue destruido; la dominación alienígena fue erradicada y el Imperio fue forjado en una era heroica de conquista y redescubrimiento. La humanidad emprendió la tarea de reconstruir su herencia ancestral: los opresores alienígenas fueron derrotados por doquier y obligados a huir. El Caos se retiró a sus propios reinos; a las zonas de superposición del espacio Disforme y el espacio real, como por ejemplo el Ojo del Terror. Volumen II: Sobre como la semilla de la Traición arraigó en los otrora puros corazones de los Primarcas Sin embargo, las tropas del Caos no podrían ser vencidas con tanta facilidad. Susurraron a los Primarcas desde la Disformidad perturbando sus sueños son promesas de Poder, apelando a su orgullo, a su valentía

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LA HEREJÍA DE HORUS

Volumen I: Sobre el nacimiento del Imperio de la Humanidad y su expansión

El nacimiento del Imperio de la Humanidad empezó con la muerte de la raza Eldar. Los poderes psíquicos innatos en los Eldar les llevaron a su propia destrucción por los poderes del Caos. Su grito psíquico de agonía reverberó en la Disformidad, y marcó el nacimiento de un nuevo y terrible dios del Caos. Esta entidad emergente era Slaanesh, el Príncipe del Dolor y del Placer, la Perdición de los Eldar. El shock psíquico del nacimiento de Slaanesh tuvo dos efectos inmediatos. En primer lugar, la catarsis dispersó definitivamente las tormentas de la Disformidad provocadas desde hacía milenios por la gestación de Slaanesh, terminando así con el largo aislamiento de la Tierra. Sin embargo, las energías liberadas fueron tan intensas que no pudieron contenerse por completo en el interior del espacio Disforme. Allí donde la densidad de la población Eldar era mayor, la Disformidad literalmente se derramó a través de sus mentes y se mezcló con el espacio material. Esto provocó la aparición de áreas dispersas en las que el espacio Disforme y el universo material se superponen; la mayor y más significativa de esas áreas es el Ojo del Terror. Hacía tiempo que el Emperador de la Humanidad había previsto la creación de Slaanesh, y se había preparado para ese fatídico día. Cuando las tormentas de Disformidad desaparecieron por causa de la creación de Slaanesh, los marines Espaciales y el resto de las fuerzas de Imperiales estaban dispuestos a iniciar su reconquista de la galaxia. Las fuerzas del Caos también eran numerosas, y muchos mundos humanos habían sido ocupados por Adoradores del Caos o alinígenas. Fue una contienda larga y dura, pero el poder del Imperio crecía con cada victoria, y nuevos guerreros se unían continuamente a la Gran Cruzada. La Gran Cruzada de la Humanidad se produjo bajo el Liderazgo directo del propio Emperador y sus poderosos Primarcas, barriendo la galaxia como una tormenta de fuego. Incontables billones de humanos en miles de planetas fueron liberados por las triunfantes legiones de Marines Espaciales. El oscuro y siniestro yugo de los Dioses del Caos fue destruido; la dominación alienígena fue erradicada y el Imperio fue forjado en una era heroica de conquista y redescubrimiento. La humanidad emprendió la tarea de reconstruir su herencia ancestral: los opresores alienígenas fueron derrotados por doquier y obligados a huir. El Caos se retiró a sus propios reinos; a las zonas de superposición del espacio Disforme y el espacio real, como por ejemplo el Ojo del Terror.

Volumen II: Sobre como la semilla de la Traición arraigó en los otrora puros corazones de los Primarcas

Sin embargo, las tropas del Caos no podrían ser vencidas con tanta facilidad. Susurraron a los Primarcas desde la Disformidad perturbando sus sueños son promesas de Poder, apelando a su orgullo, a su valentía y su habilidad marcial. Ninguno de los Primarcas era completamente inmune a estas tentaciones silenciosas. La personalidad de cada uno fue sometida a una dura prueba, y la mitad de ellos sucumbieron. Tan sutil fue su tentación que los Primarcas nunca sospecharon que sus propias lealtades estaban cambiando. Por ejemplo, Mortarion, Primarca de la Legión de la Guardia de la Muerte, creyó firmemente que era el heraldo de una nueva era de justicia. Angron, de los Devoradores de Mundos, estaba convencido que tan solo él podía salvar a la humanidad de la destrucción. También Horus, el más formidable Primarca de todos, estaba convencido de la virtud de los ideales marciales por los cuales luchaba. Apelando a su virtud y coraje, los Primarcas fueron tentados a rebelarse con sus Legiones de Marines Espaciales contra el Emperador. Inicialmente incluso los Primarcas ignoraban que habían sucumbido al poder del Caos, pero cuando se rebelaron, sus buenas intenciones fueron desmoronándose gradualmente a medida que el Caos saturaba sus almas. Las Legiones de Marines Espaciales que estaban a su mando también sucumbieron lenta e inexorablemente. La influencia corrupta del Caos pronto se extendió a la Guardia Imperial y a los Adeptus Mecanicus, incluyendo las Legiones de Titanes y la Legión Cibernética. Desde allí, la infección se propagó a lo largo del Imperio. Muestra de ello es que más de la mitad de las tropas de los Adeptus Mecanicus se declararon dispuestas a unirse a un Imperio adorador del Caos. El líder de la rebelión era el Señor de la Guerra Horus, el Primarca más poderoso y en el que más confiaba el Emperador. Había luchado junto al Emperador durante los largos años de la Gran Cruzada. Habían peleado espalda contra espalda en elasedio a Reillis, donde el Emperador salvó la vida de Horus. En el campo de batalla de Gorro, Horus pagó su deuda segando el brazo de un Orco enloquecido de rabia que se disponía a matar al Emperador estrangulándolo. El Emperador había confiado a Horus el control de la Cruzada en la Frontera Oriental, mientras él regresaba a la Tierra a consolidar el control del vasto Imperio que ahora tenía bajo su control. En ausencia del Emperador, los planes de Horus fructificaron cuando el comandante Imperial de Istvaan

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III declaró la independencia de todo el sistema de Istvaan. El emperador ignorante del cambio producido en el Señor de la Guerra, ordenó a Horus que pacificara el sistema. Horus decidió complir las órdenes bombardeando con cargas víricas Istvaan III desde la órbita. El voraz virus devorador de vida aniquiló a todos los seres de Istvaan III en cuestión de minutos; doce billones de almas murieron entre aullidos de agonía que provocaron una señal psíquica más intensa que el propio Astronomicón. Continentes y Ciudades Colmena enteras resultaron reducidas a cenizas cuando el oxígeno liberado por la putrefacción instantánea de todo el material orgánico del planeta ardió en la atmósfera y barrió el mundo con una gigantesca tormenta de fuego que rugió durante días. Antes de que los ultimos fuegos se hubieran sofocado, Horus envió a los Titanes de la Legión Mortis a la superficie del planeta para aniquilar a cualquier superviviente que hubiera conseguido escapar al virus ocultándose en un refugio o búnker subterráneo.

Volumen III: Sobre lo acontecido durante el inicio de la Rebelión

La corrupción de Horus afectó profundamente al Emperador, que no supo cómo reaccionar; estaba aturdido por la magnitud de la traición del Señor de la Guerra, y era incapaz de creer que su amigo y general se hubiese levantado en armas contra él. La Inquisición inició una purga de los Adeptus Mecanicus y la Guardia Imperial, pero casi inmediatamente estalló la lucha, ya que ambas organizaciones estaban divididas en facciones leales y rebeldes. En Marte, los Tecnosacerdotes emplearon armamento ancestral y prohibido cuando los bandos se enfrentaron para conseguir el control. La intrincada jerarquía Imperial empezó a resquebrajarse con la resurrección de antiguas rivalidades: los ambiciosos gobernadores planetarios aprovecharon la oportunidad para declararse independientes o unirse al Señor de la Guerra. Muchos de ellos no sabían con que tipo de monstruo estaban aliándose; pero otros, aceptaron el Caos de todo corazón. A lo largo y ancho de la galaxia estallaron guerras planetarias cuando los rebeldes atacaron a los leales o viceversa. Los mandos de la flota Imperial titubearon, y la flota solo consiguió expulsar a las astronaves rebeldes del sistema natal del Imperio. Durante la lucha, las unidades navales sufrieron pérdidas graves que las obligaron a refugiarse en sus bases Lunares. Tras un regreso casi fatal, el Emperador finalmente ordenó a siete de las Legiones de los Adeptus Astartes que destruyeran a Horus y a sus rebeldes. Solo con la muerte de Horus, cabeza visible e instigador en la rebelión, podría sofocarse la revuelta. Sin embargo, la organización y movilización de tal cruzada llevó unos meses vitales. Horus invirtió bien este tiempo, consolidando su posición y reivindicando su título de "Nuevo Emperador" en cientos de sistemas. Allí donde Horus era aceptado, la adoración del Caos llegaba tras él. El asalto de las Legiones leales a las posiciones de Horus en Istvaan V resultó un desastre. Las legiones atacaron con su acostumbrada ferocidad y astucia táctica, pero esta vez se enfrentaban a hermanos Marines Espaciales. Cada bando contaba con tropas tan hábilies y endurecidas como el otro; cada estrategia era identificada y contrarestada. Al final, la traición pudo más que la estrategia: la oloeada inicial de tres Legiones leales sufrió bajas catastróficas mientras desembarcaba, y posteriormente resulttó destruida por completo. Solo cinco Marines Espaciales, encargados de poner a salvo la estructura genética de sus hermanos caídos, consiguieron escapar e informar al Emperador del desastre. De alguna forma, Horus había conseguido corromper a cuatro de las siete Legiones enviadas contra él, Después del desembarco de la oleada inicial, las oleadas posteriores de Marines Espaciales "leales" habían atacado a sus aliados en vez de a los rebeldes. Horus controlaba en aquel momento nueve Legiones de Marines Espaciales y había destruido a tres legiones leales. A lo largo y ancho del Imperio, los leales y los rebeldes lucharon entre sí hasta llegar a un punto muerto sin un vencedor claro, pero la batalla se decantaba lentamente hacia el bando del Emperador. Horus sabía que aplastando el corazón de la resistencia del Emperador podría reconstruir el Imperio a su propia y pervertida imagen. Horus ordenó asaltar la tierra.

Volumen IV: Sobre cómo los Traidores osaron mancillar la Sagrada Tierra

La vulnerable tragedia de la Herejía de Horus fue que la creación más formidable del Emperador resultó arruinada; no sólo los Primarcas, sino también los Marines Espaciales sufrieron un daño irreparable. Las tropas rebeldes extendieron la destrucción material y el dolor, pero también hicieron algo peor: propagaron la corrupción del Caos allí donde fueron. Las tropas del Caos aumentaban su poder por toda la galaxia, a medida que los humanos eran seducidos por los valores representados por los Poderes del Caos y se unían a su adoración. El gran espíritu del Emperador fue debilitado, mientras las mejores virtudes de la humanidad eran pervertidas y confundidas

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por la sutil influencia transformadora del Caos. Esta era la situación en el momento que las tropas de Horus se apostraron alrededor de la Tierra. Las bases Lunares, primer bastión de las defensas de la Tierra, cayeron en el poder de Horus tras una dura batalla, y la flota rebelde avanzó hasta situarse en la órbita de la Tierra. Después de un corto enfrentamiento, las baterías láser de defensa de la Tierra fueron destruidas por un intenso bombardeo desde el espacio. Los últimos escuadrones de cazas espaciales leales dispararon sin descanso contra las gigantescas naves, pero ni tan solo consiguieron penetrar sus pantallas de energía. Tras disparar sus últimas descargas, los pilotos estrellaron sus cazas contra las naves enemigas. Fue un último gesto de desafío, pero nada más. Las cápsulas de desembarco de Horus cayeron entonces como la lluvia sobre el palacio Imperial, vomitando compañía tras compañía de Marines Traidores. El palacio se extendía a lo largo de cientos de kilómetros cuadrados de bastiones, muros, corredores, torres de gran altitud y gigantescos espaciopuertos; la batalla fue feroz y encarnizada. Los Marines Traidores y las unidades rebeldes de la Guardia Imperial, apoyados por Titanes del Caos y gigantescas máquinas demoníacas, obligaron a los Marines Espaciales leales y a la Guardia del Emperador a replegarse gradualmente. Sin Embargo, los defensores se negaban a darse por vencidos: los asaltantes tuvieron que abrirse paso metro a metro, pasando por encima de las numerosas bajas de ambos bandos. En algunos lugares, los montones de cadáveres eran tan altos que los corredores quedaban obstruidos por los cuerpos. Las tropas leales no pudieron evitar que la batalla se convirtiera en un asedio: los combates rugieron a lo largo de los muros del palacio exterior durante más de un mes. Finalmente, los Titanes de la Legión Mortis consiguieron destruir algunas partes de los imponentes muros, y las Legiones Traidoras pudieron penetrar por estas brechas para asaltar el palacio interior.

Volumen V: El relato de todo lo acontecido durante el Asalto a la Sagrada Tierra

Capítulo I: Sobre la llegada de las Fuerzas Traidoras

En el décimo tercer día de Secundus empezó el bombardeo. Desde sus posiciones orbitales, las naves del Señor de la Guerra dejaron caer una lluvia implacable de misiles y de mortíferos rayos de energía. El objetivo de este ataque no era otro que el de desestabilizar las defensas que rodeaban al Palacio del Emperador para dar paso a la invasión en masa de Terra. Las bases lunares habían caído ya hacía tiempo y la Flota de Batalla Solar encargada de defender el planeta se había visto obligada a dispersarse. En la superficie de Marte, al igual que en todos los vastos dominios del Imperio, la encarnizada guerra civil proseguía con furia. En un sinfín de planetas, multitud de guerreros totalmente enloquecidos por la matanza seguían enfrentándose entre sí. Los que habían jurado lealtad al Emperador luchaban contra los que rendían pleitesía al Señor de la Guerra Horus, y por consiguiente a los poderes oscuros del Caos. El reino del Emperador estaba sumido en una gran confusión y se estaban librando algunas de las mayores batallas de toda la historia de la humanidad. En el mundo colmena de Thranx, más de un millón de guerreros murieron en un solo día en la matanza de Perdagor. En los ardientes desiertos de Tallarn, sobre el Saliente de Ka'an, cincuenta mil tanques se enfrentaron en la mayor ofensiva pesada de todos los tiempos. Durante el desembarco espacial llevado a cabo en Vanaheim, la población entera de tres ciudades colmena fue totalmente aniquilada por las tropas rebeldes como advertencia para prevenir cualquier tipo de resistencia, y aún así los defensores del planeta lucharon hasta el final. La Herejía iba extendiéndose como un cáncer por todo el esqueleto del Imperio. Pero en todos los lugares había hombres valientes decididos a sacrificar sus vidas para tratar de extirpar dicho mal.

Fue en Terra, en el mismísimo centro de los dominios del Emperador, donde acabaría decidiéndose el destino de la galaxia. En aquellos últimos días, las nubes de polvo oscurecían el cielo y unas grietas gigantescas dividían la tierra. Las placas tectónicas se movían bajo la presión de los bombardeos, las cordilleras se hacían añicos y los mares se evaporaban y se convertían en desiertos áridos. Del cielo en tinieblas llovía sangre y cenizas, unos coros astropáticos rezaban cánticos repletos de augurios catastróficos y los hombres enloquecían de puro horror. Las repugnantes y aborrecibles naves repletas de caídos y condenados orbitaban alrededor de aquel planeta arrasado. Sin embargo, unos pocos seguían preparados para repeler el ataque de los invasores, al quedar protegidos de la devastación gracias a las defensas astutamente urdidas por el Adeptus Mecanicus. Los restos del ejército del Emperador seguían tratando de resistir desesperadamente hasta que llegaran los refuerzos. El mismo Emperador supervisó la defensa de su fortaleza-palacio y tomó personalmente el mando del Adeptus Custodes, su guardia de élite. Con él se encontraba Sanguinius, el Primarca de blancas alas de los Ángeles Sangrientos y su legión de Marines Espaciales, y en los terrenos del palacio se

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encontraban los fieles miembros del Adeptus Arbites. Pero el palacio no era el único foco de resistencia; había otros, cada uno emplazado en una ciudad fortificada repleta de soldados sin temor. Bajo las ruinas de la Basílica Imperial, Rogal Dorn, con su siempre adusto semblante, dirigía a los disciplinados Puños Imperiales en sus últimas plegarias. En el interior de los complejos industriales de fábricas de vehículos acorazados del Adeptus Mecanicus, los tecnosacerdotes dejaban sus herramientas de construcción para empuñar el temible armamento propio de su orden. Entre los escombros de las zonas de habitaje incendiadas, el Primarca Jaghatai Khan reunía a los Cicatrices Blancas, el Capítulo de Marines Espaciales al que él mismo había instruido en el arte de los ataques relámpago. Finalmente, tres legiones completas de Titanes estaban preparadas para defender a su Emperador. Mientras la tierra seguía temblando bajo aquel bombardeo continuo, las divisiones de tanques recorrieron aquel paisaje hecho jirones para tomar posiciones ante la inminente invasión. Los hombres valientes revisaban sus armas y rezaban sus últimas plegarias. Los láseres de defensa empezaron a girar para encararse al cielo turbulento y amenazante. De súbito, la noche se iluminó con las estelas de plasma que dejaron en el cielo las cápsulas de desembarco. En el interior de los salones del Emperador, hasta los Marines Espaciales sintieron escalofríos al ver que pronto se iban a enfrentar a sus hermanos condenados y malditos. La perspectiva de tener que enfrentarse a todos esos Primarcas corruptos que había vendido sus almas al Caos hizo que las mentes de aquellos hombres se llenaran de un horror y temor indescriptibles. Las cápsulas llegaron a tierra y de ellas surgieron los paladines más poderosos del Caos, los Marines Espaciales renegados de las legiones condenadas. Ya no eran los excelentes y legendarios guerreros humanos que habían sido, sino criaturas deformes con cuerpos retorcidos por las energías del Caos y con las mentes distorsionadas debido a su devoción por los dioses oscuros. Si lo que les ocurrió a los Marines Espaciales ya fue horrible de por sí, los cambios ocurridos en los Primarcas eran todavía peores. Al haber sido creados con una mayor estimación por parte del Emperador, estos habían caído en un pozo de condenación mucho más hondo. Ninguno de sus anteriores camaradas los hubiera podido reconocer, ya que se habían transformado en criaturas tan demoníacas como arrogantes. El gran Angron vociferaba las órdenes a sus seguidores bebedores de sangre, los llamados Devoradores de Mundos, y empuñando su gran espada rúnica los condujo contra los defensores del Astropuerto Muralla de la Eternidad. Los disparos bolter silbaban alrededor de sus seguidores de armaduras rojas, pero ellos siguieron avanzando impasiblemente, decididos a derramar sangre en honor al Dios de la Sangre. A la dura orden de Mortarion, la Guardia de la Muerte surgió silenciosamente de los repugnantes capullos de sus cápsulas de desembarco y empezó a avanzar en dirección a sus enemigos, sumiéndolos en el terror. Las runas de la muerte inscritas en la guadaña de Mortarion brillaban de forma misteriosa en la oscuridad de la noche mientras él les hacía gestos para que avanzaran. Magnus el Rojo miró a su alrededor a través de su único ojo con aire triunfal y entonces dio la orden a los magos-guerreros de los Mil Hijos de lanzar sus hechizos de muerte y destrucción. Una lluvia de letales proyectiles bolter derribó por docenas a los Hijos del Emperador. Sin embargo, eso no les detuvo, y los heridos aullaron de placer y cantaron alabanzas a su Primarca, Fulgrim. Los Marines Espaciales renegados se lanzaron hacia delante para abrirse un camino sangriento a través de sus enemigos. Quizás el miedo hizo que algunos defensores perdieran la razón. Quizás la corrupción del Caos estaba más extendida de lo que nadie sospechaba. Quizás algunos fueron lo bastante necios como para pensar que se podía negociar con el enemigo más acérrimo que tenían. Fuera cual fuera la razón, lo cierto es que aún quedaba por ocurrir una traición de una vileza incomparable. Muchas de las unidades del ejército del Imperio que habían jurado lealtad al Emperador rompieron su juramento de forma sacrílega en cuanto los Marines Espaciales de las tropas traidoras empezaron su desembarco. Fue casi como una señal preparada de antemano. Y llevando a cabo una de los actos de traición más infames de toda la historia de la Humanidad, se volvieron contra sus hermanos guerreros y los mataron como a perros. Así fue como el Astropuerto del Portal del los Leones cayó ante las fuerzas de los rebeldes. Cuando los herejes terminaron de canturrear sus enloquecidas plegarias a base de aullidos, el aire pareció distorsionarse y aparecieron unos demonios provenientes de la disformidad que empezaron a sembrar el terror y la desesperación.

Volumen V: El relato de todo lo acontecido durante el Asalto a la Sagrada Tierra

Capítulo II: De como se inició el asalto al Palacio

Fue entonces cuando los defensores comenzaron a creer de verdad que estaban viviendo los últimos días previos al fin de la Humanidad. Enormes Desangradores provistos de alas de murciélago cruzaban aquel

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cielo ajado con aire triunfal; los Guardianes de los Secretos de grandes garras bailaban lascivamente sobre pilas y pilas de cadáveres; las Grandes Inmundicias se reían entre dientes a la vez que se cernían sobre las calles en ruinas extendiendo un rastro de mugre, babosidades y enfermedades y los enigmáticos Señores de la Transformación se erguían en lo alto de las torres y las estatuas y supervisaban la llegada del Caos al centro del mundo. Por otro lado, unas naves descomunales empezaron a descender provenientes de la órbita del planeta, con la intención de arrollar a los defensores por el mero peso de sus números. Sin embargo, al contrario que con las cápsulas de desembarco, las naves eran blancos fáciles para los cañones de los defensores, y entonces empezó la batalla de veras. Los láseres de defensa destruyeron a una multitud de naves rebeldes cuando estas todavía no habían aterrizado, con lo que provocaron que una lluvia de miles de toneladas de metal fundido cayera sobre los ejércitos en combate. Una de las gigantescas embarcaciones perdió el control y fue a estrellarse contra una unidad de habitáculos, matando en el acto a unas cien mil personas. Otra fue derribada y se fundió con el suelo, sumiendo a sus tripulantes en un lago burbujeante de alquitrán y plasticemento. La embarcación del Legio Damnatus fue desintegrada, y el nombre de aquella Legión Titán pasó a la historia en un segundo. Nada más desembarcar, los traidores renegados se abalanzaron desde los astropuertos para asediar a los bastiones de los defensores. Su primer objetivo era acabar con los láseres de defensa que estaban provocando un gran número de bajas entre sus camaradas. Los rebeldes se toparon con una oleada de defensores imperiales, hombres desesperados que sabían que estaban sacrificando sus vidas por su mundo natal y por el Emperador. En las estrechas calles que rodeaban a los puertos espaciales, el combate era acérrimo y feroz. Los bolters llenaban el aire con su estruendo y los lanzamisiles arrojaban cargas mortales de un edificio a otro. Los tanques de los traidores hacían crujir el asfalto por las avenidas, y hacían girar sus torretas para concentrar sus disparos sobre las barricadas levantadas a toda prisa por sus antiguos compañeros de armas. En poco tiempo, los defensores del Astropuerto Muro de la Eternidad acabaron por caer ante aquel asalto despiadado y las hordas del Señor de la Guerra tomaron por completo el campo aéreo. De la órbita del planeta descendieron naves de desembarco de diseños cada vez más complicados, cuyo descomunal tamaño, una vez sobre la pista de aterrizaje, las convertía en rascacielos de pesadilla, sobre los que brillaban malignamente unas runas oscuras. Las compuertas de cientos de metros de altura por kilómetros de ancho se abrieron, y de sus rojas profundidades emergieron Titanes. Eran como gigantes deformes, con el blindaje de su caparazón fundido y moldeado por los poderes del Caos hasta crear formas nuevas. En su interior había hombres mezclados con máquinas. Algunos de estos repugnantes Titanes estaban provistos de armamento extraño aunque muy potente, mientras que había otros que eran híbridos extravagantes producto de una mezcla de material orgánico y mecánico, que hacían chasquear sus tentáculos metálicos y hacían balancear sus colas repletas de pinchos arriba y abajo. Sus motores retumbaban como si fueran las voces de bestias furiosas. Por otro lado, los Titanes de las legiones de los Señores de la Tormenta y de los Cráneos Llameantes empezaron a avanzar con los estandartes ondeando al viento. Mientras tanto, en el Astropuerto del Portal de los Leones, los traidores daban la bienvenida a las máquinas de guerra negras de la hueste de Khorne. Una miríada de monstruos, mutantes y fanáticos se revolvían alrededor de sus bases como hormigas rabiosas. Al verse apoyados por esta nueva oleada de tropas de refuerzo, las hordas siguieron en su avance e hicieron retroceder a las tropas imperiales agotadas y desmoralizadas hasta las mismas murallas del palacio del Emperador. Los guerreros de Khorne se lanzaron a la carrera contra el círculo exterior de mármol y acero lanzando al aire sus bestiales gritos de guerra parecidos a aullidos. Las imparables hordas de los Mil Hijos marcharon imperturbablemente hacia delante, barriendo a los defensores con los disparos de sus bolters. Los Marines Ruidosos de Slaanesh acabaron con la infantería de la Guardia Imperial y alcanzaron el Portal Saturnino. A lo largo de los muros se produjo un combate encarnizado, en el que los soldados del Imperio hicieron una salida para tratar de forzar la retirada de los atacantes antes de que llegara la masa principal de las tropas de asalto. Los hombres morían a miles. Desde las cápsulas situadas en los muros del palacio, los artilleros imperiales despedían sus cargas mortales sobre los implacables atacantes. Las calles a las afueras del palacio eran barridas de herejes una y otra vez, pero siempre aparecían nuevos enemigos para ocupar su puesto. En aquel momento empezó a verse realmente que la batalla se estaba decantando a favor de los enemigos del Emperador. Los astropuertos se encontraban totalmente controlados por los secuaces del Señor de la Guerra. Poco después cientos de miles de tropas descendieron de la órbita del planeta. Un sinfín de mutantes balbuceantes y engendros del Caos asquerosos y amorfos emergieron de aquellas naves terribles. Y bajo el estandarte del gran ojo, el símbolo de Horus, los lacayos de los cuatro grandes poderes del Caos marcharon unidos. Ya fuera montados en Rhinos, acechando en el interior de enormes monstruos gigantescos o agarrados de los laterales de máquinas de guerra colosales, se pusieron en camino en masa hacia el palacio del Emperador.

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Al mirar hacia abajo y contemplar aquel mar de maldad, a los defensores se les heló el corazón. Entre los demonios, los fanáticos de ojos desorbitados y los mutantes, se podían observar Marines Espaciales herejes y Guardias traidores. Todos ellos eran gente junto a la que podrían haber luchado alguna vez, y que por aquel entonces habían sido tan leales al Emperador como ellos mismos. Se estaban mirando en el espejo oscuro de sus almas. Ahí abajo podían ver cómo el honor guerrero se convertía en locura asesina, la inteligencia humana se transformaba en astuta traición, la esperanza en maldad y el amor en lujuria abominable. Los hombres valientes apostados en las murallas sabían perfectamente que no había escapatoria. Debían resistir y morir allí. Los de ahí abajo no iban a tener ninguna piedad. Era un guerra que no podía acabar con una paz honorable. Se trataba de destruir o ser destruido. Durante un momento todo se mantuvo en silencio, y entonces Angron salió al frente. Con un cierto tono de descaro en la voz, exigió la rendición de las tropas leales al Imperio. Les dijo que su causa estaba perdida, ya que se enfrentaban a un enemigo al que no podrían derrotar, y que se encontraban aislados, superados en número y pretendían defender a un gobernante demasiado débil para ser merecedor de su lealtad. Al escuchar aquellas palabras los hombres de las murallas sintieron que su determinación se debilitaba. Y al mirar el rostro demacrado del Primarca que antaño había sido uno de los mejores guerreros del Emperador, vieron a un enemigo invencible e implacable apoyado por una horda infinita y todo el poder demoníaco del Caos. Pero cuando llegó Sanguinius y los Ángeles Sangrientos, se alzó un clamor por todas las murallas. El Primarca con alas de ángel contempló a Angron desde el muro, lleno de furia. Durante unos momentos que parecieron años, sus miradas se clavaron en los ojos del otro, y cada Primarca pareció estar midiendo el poder de su contrario, buscando grietas en la armadura, en busca de cualquier signo de debilidad o falta de decisión. ¿Quién sabe lo que vieron? Quizás se comunicaron telepáticamente, de hermano Primarca a hermano Primarca. Nadie lo sabrá nunca. Al final, Angron dio media vuelta y se dirigió a las filas de sus tropas. Informó a sus soldados de que no habría rendición, por lo que debían matar a todo el que encontraran en el palacio. No tenían que dejar piedra sobre piedra. Lanzando un enorme rugido, la horda se abalanzó contra las murallas. Los grandes Lords of Battle echaron hacia delante sobre sus ruedas de hierro, aplastándolo todo a su paso, disparando un gran número de misiles y convirtiendo la zona superior de las murallas en tormentas ardientes de muerte. Los Doom Burners arrojaron chorros de metal súper calentado sobre los puestos de defensa. El metal fundido e incandescente se filtraba por las ventanas y achicharraba a los que se encontraban en el interior. Los Calderos de Sangre iban lanzando chorros de líquido ulceroso aberrante y demoníaco, seguidos de cerca por unos enormes mastines de Khorne que avanzaban a grandes zancadas. Los Titanes armados con armas de asedio especialmente construidas caminaron torpemente hasta situarse en posición. Mientras tanto, los cruceros de combate dejaban caer megatones de muerte explosiva sobre las cabezas de los defensores. Todo guerrero leal al Emperador sabía que podía considerarse muerto, puesto que no había manera alguna de sobrevivir ante la llegada del ejército demoníaco. Los soldados combatían con la ferocidad desesperada típica de los hombres sin esperanza, y disparaban hasta vaciar sus armas, momento en el que cogían las de sus compañeros muertos o luchaban con la culata de sus pistolas al agotarse toda la munición. La horda consiguió en tres ocasiones escalar los muros, y tres veces fueron repelidos por los valerosos esfuerzos de Sanguinius y los Ángeles Sangrientos. A pesar del cansancio, el Primarca dirigió a los defensores, reagrupó a los desmoralizados, dedicó palabras tranquilizadoras a los heridos de muerte, y luchó con una furia fría e implacable cuando se vio obligado a ello. Pero a pesar de todos sus esfuerzos, las fuerzas del Caos consiguieron ir minando poco a poco las defensas. Sus tropas parecían ser tan numerosas como los granos de arena de la costa, y Horus sacrificaba sus vidas con despreocupación. Al otro lado de los muros, las tropas imperiales salieron corriendo de sus fortalezas desesperadamente para intentar liberar al palacio. Las legiones de Titanes se abrieron camino audazmente en dirección al centro del ejército rebelde, mientras los Marines Espaciales Cicatrices Blancas les protegían los flancos. Pero ninguno de los intentos de atravesar las filas de los rebeldes tuvo verdadero éxito. Atravesar aquella horda sedienta de sangre era una misión casi imposible. Los cuatro Primarcas demoníacos infundían una valentía endiablada a todos sus seguidores, y por cada guerrero del Caos que era abatido parecía que dos más ocuparan su puesto.

Volumen V: El relato de todo lo acontecido durante el Asalto a la Sagrada Tierra

Capítulo III: De la Desesperación a la Victoria

En la órbita del planeta, el Señor de la Guerra observaba satisfecho todo lo que sucedía. Si el palacio caía y mataban al Emperador, las legiones imperiales de toda la galaxia perderían su empeño y conseguiría la victoria absoluta. Desprovista del escudo psíquico del poder del Emperador, la Humanidad caería presa

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del Caos rápidamente. Horus se alzaría triunfante sobre las ruinas del mayor imperio de la Humanidad. Se transformaría en un nuevo dios castigador. Si no obtenía pronto la victoria, podrían infiltrarse refuerzos en el bando de sus enemigos, y su ofensiva se vería amenazada. Para el Señor de la Guerra, aquel ataque significaba su última apuesta. Todo dependía de aquel ataque. Tenía que conseguirlo, y en aquel momento parecía que iba a ser así. El asedio siguió un día tras otro, y las bajas pasaron de ser miles a ser decenas de miles y luego cientos de miles. Delante de las vías de acceso al Portal Saturnino, las máquinas de guerra tuvieron que retirar los cadáveres con palas excavadoras. Los titanes del Caos atacaban los muros sin cesar, y los misiles especialmente construidos para ello arrancaban grandes secciones de la muralla. Los titanes de los Avispas de Fuego contrarrestaron estos disparos con sus cañones volcán. El hedor a carne carbonizada impregnó el aire después de que los cuerpos de los muertos fueran incinerados en piras funerarias de treinta metros de altura, y la garganta de los defensores se llenó de unas cenizas obscenas. Los Devoradores de Mundos construyeron una pirámide de cráneos quemados de veinte metros de altura en la Plaza del Templo. Por la noche, los cánticos de los adoradores degenerados se oían por todas las calles y los demonios revoloteaban por entre las ruinas de Terra. Lentamente, centímetro a centímetro, los defensores fueron obligados a retirarse. Las grandes murallas del palacio estaban plagadas de cientos de kilómetros de mamparos y pasillos. En el interior de este laberinto se libró un combate cuerpo a cuerpo muy cruento que siguió y siguió hasta que secciones enteras de los pasillos se vieron repletas hasta el techo de cadáveres hinchados. Al ver que el avance iba demasiado lento, Horus ordenó a los titanes de la legión de los Cabezas de la Muerte que demolieran pedazos enteros de la muralla. A pesar de afrontar numerosas bajas, los grandes titanes Warlord consiguieron penetrar las murallas, con lo que las tropas del Señor de la Guerra pudieron entrar en masa en los recintos del palacio. Mientras sucedía todo esto, Jaghatai Khan de los Cicatrices Blancas ya había llevado a cabo un cambio de planes. En lugar de arrojar sus tropas contra la casi invencible masa principal del ejército del Caos, optó por lanzar un ataque relámpago contra el Astropuerto del Portal de los Leones. Al frente de este ataque nocturno se encontraban los salvajes guerreros de los Cicatrices Blancas, quienes condujeron a los restos de la Primera División Acorazada y a otros componentes de los ejércitos supervivientes de la Guardia contra los sorprendidos herejes. Khan trazó un perímetro defensivo alrededor del astropuerto y lo defendió de todos los contraataques posibles. De esta forma consiguió que la masa de soldados y de material bélico que se dirigía hacia el palacio se viera reducida de golpe a la mitad. Esta victoria aumentó la moral de los defensores, quienes rápidamente trataron de hacerse con el astropuerto de Muro de la Eternidad, si bien ahí las tropas del Señor de la Guerra se encontraban mejor preparadas. Los traidores tendieron una emboscada a los atacantes y más tarde los expulsaron. Horus sabía que era vital mantener seguro aquel punto de entrada. El ataque definitivo al interior del palacio había dado comienzo. La batalla se extendió por todos los Jardines Interiores. Lo que antaño habían sido grandes extensiones de parques se transformaron rápidamente en un campo de batalla. Las estatuas se utilizaron de cobertura y los monumentos servían de búnkeres. La sangre se mezclaba con el agua de los lagos ornamentales. Los bosquecillos de secoyas antiquísimas ardían sin cesar y el olor a quemado se fundía con los hedores punzantes de las armas, de las máquinas y de la muerte. Con los ojos enrojecidos y obteniendo momentos de sueño cuando se daba la ocasión, ambos bandos libraron una guerra total. En los prados se excavaban trincheras a toda prisa y los francotiradores mataban a los hombres que se acercaban a las fuentes en ruinas para beber un poco de aquel agua salobre. Ambos bandos combatieron con una ferocidad brutal e inimaginable, ya que ambos bandos sabían que el fin estaba cerca. Al final Sanguinius fue obligado a retirarse al interior del mismo palacio, y él mismo se encargó de defender la Última Puerta contra la horda que se aproximaba, mientras los últimos heridos de entre sus hombres pasaban adentro. Justo cuando la puerta de ceramita estaba a punto de cerrarse, un Desangrador de Khorne saltó encima suyo y las descomunales garras del demonio se cerraron en torno a su garganta. El Primarca alzó el vuelo, y ángel y demonio fueron luchando por encima de los demás ejércitos. Tanto el uno como el otro se detuvieron un instante para contemplar aquella batalla de proporciones titánicas. Se trataba de una guerra de las que no suelen verse a menudo; con dos seres de fabulosos poderes forcejeando por los aires. Sanguinius estaba cansado y se encontraba casi al final de sus fuerzas, con lo que el demonio logró abrirle grandes heridas en la piel. La muchedumbre formada por los herejes lanzó un rugido de júbilo cuando el Primarca fue arrojado contra el suelo, haciendo saltar trozos de granito al chocar contra el suelo. Durante un instante, el Primarca se quedó tendido, y los Ángeles Sangrientos dejaron escapar un gemido de indignación al ver cómo el demonio lo pisaba y lanzaba un aullido de triunfo. Pero entonces, poco a poco y con mucho sufrimiento, el Primarca de los Ángeles Sangrientos se levantó y cogiendo a la criatura por

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el cuello, le rompió la espalda doblándosela sobre la rodilla. Acto seguido, Sanguinius, con una aureola de poder alrededor de la cabeza, arrojó los restos quebrados del demonio contra sus seguidores. Estos empezaron a golpearse el pecho con violencia, se tiraron de los pelos y lanzaron alaridos de desesperación, y la Última Puerta se cerró. Muy por encima de todos ellos, la gran Fortaleza Celestial llevaba a Rogal Dorn y al resto de los Puños Imperiales al palacio interior. El leal Primarca estaba decidido a resistir y morir con su Emperador en la hora final. Luego, la Fortaleza Celestial abandonó el palacio a toda prisa con la misión desesperada de llegar a donde se encontraba Jaghatai Khan para devolverlo al palacio. Sin embargo, una lluvia de disparos procedentes de la Legión de Titanes de Cabeza de la Muerte destruyeron la nave. El comandante de esta, a pesar de estar ya sentenciado, decidió causar el máximo daño posible al enemigo, y dirigió la nave derribada para que fuera a caer en el centro de la horda del Caos. Cuando el reactor de plasma explotó, fue como si un nuevo sol hubiera nacido en Terra, y se creó un cráter de tres kilómetros de diámetro. Los que se encontraban en el interior del palacio supieron entonces que estaban totalmente aislados, y que a partir de aquel momento estaban completamente solos. Solo un milagro podría salvarlos.

Después de aquello empezó el asedio final. Por las brechas de las murallas exteriores comenzó a entrar más armamento y más refuerzos. El mismísimo Señor de la Guerra se preparó para teletransportarse a la superficie del planeta y así supervisar la destrucción de su antiguo señor. Pero entonces un demonio de la Disformidad le susurró al oído lo que él había estado temiendo. Una flota leal al Emperador bajo las órdenes de Leman Russ y Lion El'Johnson con un ejército de Lobos Espaciales y de Ángeles Oscuros se encontraba a tan solo unas horas de distancia. Iba a llevarle días tomar por completo la última fortaleza de la Humanidad, aunque Horus bajara para ponerse al mando de las tropas. Todo parecía indicar que al Señor de la Guerra se le había acabado el tiempo, y que su apuesta había fallado. Horus fue el primero en corromperse, tenía el poder de un dios y la astucia de un demonio. Por eso decidió intentar una última jugada a la desesperada. Todavía podía asesinar al Emperador. Dio la orden de bloquear todas las comunicaciones por red para que los defensores no pudieran tener noticias de sus salvadores, y luego llevó al máximo la capacidad de sus poderes psíquicos para que el Emperador no pudiera enterarse de ello. Por último bajó los escudos de su nave de mando. Se trataba de una invitación y desafío personal que sabía perfectamente que el Emperador no podría rechazar. Le estaba ofreciendo la oportunidad de acabar de una vez por todas con el enemigo que le había hostigado durante tanto tiempo.

El Emperador aceptó el desafío, y tanto él como los Primarcas supervivientes se teletransportaron a bordo de la gran nave de batalla del Señor de la Guerra. Con todo, Horus utilizó sus poderes para separar al Emperador de sus leales seguidores. Estos fueron teletransportados a diferentes puntos de su repugnante nave mutante. Pero Sanguinius consiguió abrirse camino directamente hasta la sala del trono de Horus, y allí el Señor de la Guerra, haciendo gala de una perversa astucia le propuso al Ángel Sangriento que se uniera a su bando, argumentando que los seguidores del Primarca alado le serían muy útiles a la hora de enfrentarse a los Lobos Espaciales y a los Ángeles Oscuros. Sanguinius rechazó la oferta, con lo que Horus se enfureció y le atacó. Aunque el Ángel Sangriento hubiera estado al máximo de sus facultades, no hubiera sido rival para el Señor de la Guerra, por lo que en aquel momento, al estar gravemente herido y fatigado, no tuvo ni la más mínima posibilidad. Horus lo estranguló con sus propias manos ante el trono con el que los dioses del Caos le habían obsequiado. El Emperador se encontró con Horus poco después, y lo que ocurrió entonces forma parte de la leyenda. Los dos seres más poderosos de toda la historia de la Humanidad se enfrentaron en combate. Lucharon espada contra espada, poder contra poder, mente contra mente y pusieron a prueba todas sus capacidades físicas y psíquicas hasta extremos insospechados. Horus contaba con todo el poder infinito de los dioses del Caos. El Emperador estaba solo, y aún así logró triunfar, a pesar de que recibió heridas muy graves en el proceso. La onda expansiva de energía psíquica que provocó el fallecimiento del Señor de la Guerra se expandió por la Disformidad. En Terra, los demonios gritaron y se desvanecieron, y los Primarcas rebeldes se quedaron mudos de asombro. Era su líder, y no el de sus enemigos, el que estaba muerto, y lo sabían. Ahora que el que había levantado el estandarte de la rebelión estaba muerto, ya no había nada que pudiera unir a los rebeldes bajo la misma causa, por lo que estos quedaron desmoralizados y consternados. Y cuando les llegó la noticia de la flota que se aproximaba supieron que había llegado el momento de huir. En el interior del perímetro del Astropuerto Portal de los Leones, Jaghatai Khan y un puñado de Cicatrices Blancas heridos contemplaron atónitos cómo la horda se detenía presa de la confusión y luego se retiraba. Angron, Fulgrim, Magnus el Rojo y Mortarion condujeron a sus hombres hacia sus naves y partieron, dejando a los engañados seguidores traidores del Caos a su propia suerte. Al subir a bordo de su nave, Angron dio media vuelta y levantó el puño contra la brillante cúpula del palacio imperial que al final había quedado fuera del alcance de sus garras.

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Luego se encogió de hombros, pues tanto él como sus compañeros rebeldes disponían de toda la eternidad para cumplir con su venganza. La Batalla por Terra había terminado del todo, y la Herejía de Horus había llegado a su fin. Rogal Dorn encontró el cuerpo maltratado del Emperador entre las ruinas del salón del trono del Señor de la Guerra. Con sus mutilados labios, el Emperador logró susurrar las instrucciones para proceder a la creación de su trono dorado. Dorn esbozó una sonrisa, dado que mientras el Emperador siguiera con vida, seguiría habiendo esperanzas. El veterano Primarca regresó a Terra. Había mucho por hacer.

DIARIO DEL CUSTODIO CRIPIASExtraido del Reglamento Warhammer 40.000 3ªed.

He trabajado durante setenta años al igual que el Maestro Finnias trabajó antes de mi y el Maestro Shadiel antes de él, durante ochocientas treinta y seis generaciones de Custodios de la Biblioteca Sanctus de la Tierra. Ha sido nuestro desafio, la misión de nuestras vidas, compilar una historia de la majestad de la Raza Humana a partir de los archivios que debemos guardar. En su benevolente sabiduria el Emperador me ha concedido el singular y gran honor y el placer de completar esta sagrada tarea durante mi popria vida.

Gracias a las abundantes notas y periodos de estudio he reunido la historia y prehistoria de la Humanidad desde los tiempos más remotos. Es aquí donde revelo por primera vez mis descubrimientos, ya que desde la época del Primer Custodio, Solomon, nuestros conocimientos han pasado de forma oral y no mediante la palabra escrita. Sin embargo en estos tiempos turbulentos nadia va a sucederme, por lo que me parece propio y adecuado que ya el último Custodio Cripias registre nuestra Gran Obra en estas páginas para la eternidad.

Y ocurrió que, en la Primera Edad del Hombre, la Edad Dorada, apareció el Emperador. A escondidas y sin darse a conocer preparó a la Vieja Tierra para la llegada de la Humanidad y observó y esperó. A él se unieron los Primeros Hombres de la Raza de Oro, de miembros proporcionados y fuertes de mente, pero el Emperador prefirió continuar en las sombras para observar y aprender de la Humanidad. La Razas de Oro se extendió por la superficie de la Vieja Tierra, multiplicandose y estableciendo el Orden y la Civilización en la anarquía de la Naturaleza. Con el tiempo, llegaron los Segundos Hombres de la Raza de Piedra, y con su despertar aparecieron muchos milagros y maravillas tecnólogicos que reforzaron el poder de los Hombres de Piedra, pero que también fueron utilizadas por la Raza de Oro. Aunque físicamente inferiores a la Raza de Oro, y sin su temperamento y disposición filosófica, los Hombres de Piedra poseían enormes capacidades mecánicas. Con el tiempo la Raza de Oro miró a las estrellas para expandir sus dominios. La Raza de Piedra construyó grandes máquinas de poder que enviaron tanto a los Hombres de Piedra como a los de Oro al Éter. Sin embargo, una vez la floreciente raza de la Humanidad dio sus primeros pasos en el gran cosmos, la Raza de Oro perdió su influencia debido a su dependencia de los artefactos de la Raza de Piedra. Y así la Edad de Oro llegó a su fin y los Hombres de Piedra prevalecieron.

Nuestros cálculos a partir de los archivos más lejanos y arcaicos, y a través de comparaciones de constelaciones hemos fechado el final de esta Edad de Oro en 20.000 años antes de nuestra era.

Durante los siguientes 5.000 años, la Raza de Piedra vivió la Era Siniestra de la Tecnología. Poco se sabe de esta época, puesto que la mayoría de los archivos existentes referentes a este periodo se hallan en la Librarius Omnis de Marte, y nadie aparte de las más altas esferas de los Adeptus Mechanicus pueden tener acceso sin encontrarse a sus decididos Guardianes (el Custodio Malrubius intentó una vez, pero sin éxito). Hemos conjeturado que en la era Siniestra de la Tecnología los Hombres de Piedra crearon a los Hombres de Hierro para ayudarles en la

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construcción de su gran imperio. Al principio los Hombres de Hierro fueron sirvientes dispuestos a obedecer a sus amos.

Sin embargo, los Hombres de Hierro, al igual que hacen todas las criaturas evolucionaron y crecieron hasta hacerse iguales a la Raza de Piedra y juntos se dispusieron a conquistar la galaxia. La Era Siniestra dela Tecnología es una época de máquinas y aparatos técnicos, utilizados por los Hombres de Piedra y más tarde por los Hombres de Hierro en sus trabajos. Muchas de las maravillas técnicas que poseen los Sacerdontes de Mrte se remontan a esta época y fue hacia el final de este periodo cando se creo la gran organización conocida como Adeptus Mechanicus. Durante la Era Siniestra de la Tecnología nacieron los austeros antepasados de la Navis Nobilite del Imperio, y gracias a su capacidad única, la humanidad avanzó a través de las estrellas. Las armas de destrucción masiva evitaron las agresiones de las razas alienígenas enemigas extendiendo las fronteras de los dominios del Humanidad.

El final del a Era Siniestra de la Tecnología es el mayor misterio en la evolución del hombre. Por motivos y razones ideológicas desconocidas, los Hombres de Piedra y los Hombres de Hierro comenzaron a luchar entre sí. Los Hombres de Hierro no poseían alma, un anatema para cualquier Hombre auténtico. Los Hombres de Piedra, en un acto final de autopreservación, aniquilaron a los Hombres de Hierro que habían pasado a ser enemigos en vez de aliados, e incluso aquellos de los Hmbres de hierro que permanecieron fieles a sus antigus amos fuerons destruidos en la ardiente forja del campo de batalla. Pero el Emperador, en su eterna sabiduria, esperaba el momento para revelar el auténtico sendero del destino de la Humanidad. Ese fue el comienzo de la Era de los Conflictos.

Durante la era de los Conflictos se produjo el colapso del antiguo imperio construido por los Hombres de Piedra. La Humanidad quedo dividida. Ya no existía la Raza del Hombre, solo bandos que luchaban entre sí, en medio de los mayores peligros de la galaxia. Al ver la debilidad de la humanidad el poder de los alienígenas creió de nuevo, ya que las armas de los Hombres de Piedra habían sido destruidas y la protección ofrecida por los Hombres de Hierro desapareció en los últimos años de la Era Siniestra de la Tecnología. Durante cinco largos milenios, la raza humana vivió en el crepusculo de su antigua grandeza, luchando y enfrentandose por los escasos recursos existentes. Sin un guia que los dirigiera, ni un destino común, la humanidad quedó confusa. Incluso la Tierra, la piedra fundacional de la humanidad quedó sumida en guerras internas durante generaciones. Los viles alienígenas que habían sido contenidos por el poder de los Hombres de Hierro y los Hombres de Piedra surgieron de sus guaridas y madrigueras, y destruyeron las defensas de la humanidad, matando o esclavizando a los protegidos del Emperador. La Humanidad se vió envuelta por una plaga de mutaciones físicas, y por toda la galaxia aparecieron hombres poseedores de poderes psíquicos, trayendo consigo más confusión. Sin una autoridad central estas almas y psíquicos perdidos se extendieron sin control por toda la raza humana. Fue entonces cuando el Emperador reveló su autentica naturaleza y comenzó sus planes para acabar con la anarquía.

Durante los últimos diez mil años hemos vivido en la gloriosa Era del Imperio, el reinado del Benévolo Emperador de la humanidad. Utilizando su vasto intelecto y los conocimientos de eras pasadas, el Emperador creó una raza de guerreros para eliminar las facciones enfrentadas en la Tierra y estableciendo su lugar como centro de la galaxia conocida. Después de establecer su control sobre el lugar de nacimiento de la Humanidad, el Emperador inició el restablecimiento del justo destino de la Humanidad. Con sus Legiones de Marines Espaciales, el Emperador inició la Gran Cruzada de Reconquista. Fue una guerra larga y encarnizada, pero mundo tras mundo, al reconocer al Emperador como el auténtico dirigente de la Humanidad pasaron a su control. Los Marines Espaciales que eran millares, establecieron bases en los confines de la galaxia, y desde estas bases en

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asteroides, lunas y planetas, lanzaron incursiones hacia la oscuridad llevando consigo la Luz y la Palabra del Emperador. En medio de toda esta lucha -la rastrera traición del Señor de la Guerra y el sacrificio del Emperador, el contacto con los nobles oficios de los Sacerdotes de Marte, el establecimiento de la Navis Nobilite y otros grandes avances que ahora damos por sentados, además de las purgas de mutantes y psíquicos- el Imperio se forjó a sangre y fuego, en un millón de millares de mundos donde la justa ley del Emperador se reimplantó.

Y así es como diez mil años después de que comenzará la Gran Cruzada podemos vivir bajo la guia de la Luz del Emperador y tenemos los cañones de la Armada Imperial, de la Guardia Imperial y de los Adeptos Astartes para protegernos de las traiciones y los viles alienígenas.

Pero la historia no acaba aquí porque en nuestras investigaciones los Custodios de la Biblioteca Sanctus de la Tierra hemos descubierto muchos secretos, conocimientos ocultos, historias de traición y heroismo. Aunque en absoluto hemos llegado a la omnisciencia, sabemos muchas cosas que no deberíamos conocer. Por ejemplo, pocos fuera de esta cámara de piedra conocen la Traición de Luther, la Maldición de la Sed Roja, la siniestra fundación de la Hermandad ¿Quién ha recitado tales historias de fatalidad como las escritas en los Legados de Gathalamor, los desconocidos misterios referentes a los orígenes de las Legiones de Marines Espaciales, los siniestros peligros que esperan a aquellos que cruzan las Puertas de Varl, los nombres de los siniestros arquitectos del Monolito de Ymgarl. Seguid leyendo, porque los que vengan destrás deberán conocer estas siniestras verdades. De los acechantes peligros de...

+++ Documento Censurado y Sellado por orden del Adepto Cronevald +++

Fecha: 0243994

+++ Autor declarado hereje y juzgado culpable en presencia de sus iguales +++

Fecha: 0244994

LA GUERRA GÓTICAExtraido del reglamento de BattleFleet Ghotic edición inglesa. Traducido por Asgaard

Durante diez mil años ha subsistido el Imperio de la Humanidad, sometido a los designios y guía del Inmortal Emperador de la Tierra. La humanidad puebla más de un millón de mundos que se extienden a lo largo y ancho de la galaxia, luchando por la supervivencia contra horribles criaturas primigenias, alienígenas hostiles y rebeliones internas. Vivir en la Edad del Imperio es vivir tiempos muy duros; las guerras son algo común, y millones mueren a diario, al entregar los fieles sirvientes del Emperador sus vidas por el futuro de la Humanidad.

El Imperio es tan vasto que se encuentra más allá de la comprensión mortal. Se extiende sobre decenas de miles de años luz, protegido por ejércitos que cuentan con muchos billones de soldados. La poderosa burocracia de los Adeptus Terra, conocidos por muchos como El Clero, intenta dotar de sentido a la incontrolable cantidad de datos de este colosal Imperio – informes de guerras y batallas, tributos de lejanos sistemas estelares, hombres y materiales embarcados a distantes estrellas – aunque tratar de comprender en toda su profundidad un dominio tan masivo es una invitación a la locura.

 

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EL ESPACIO DISFORME

La realización de la colonización humana de la galaxia se debe a un hecho – la existencia del espacio alternativo, un reino de pesadilla conocido como el Espacio Disforme. El espacio disforme yace alrededor y junto al universo material, una dimensión compuesta exclusivamente de energías cambiantes y conciencias informes. En el espacio disforme no existen el tiempo ni las distancias, tan sólo una corriente de inmaterium que fluye incesante. Una nave estelar equipada con motores de disformidad puede desgarrar la barrera que separa el universo real del espacio disforme, retirándose así de la corriente temporal normal. Sólo viajando a través del espacio disforme se pueden cubrir las inmensas distancias entre las estrellas en el período de una vida humana, aunque ni siquiera estos viajes sean instantáneos. Podría pasar un único mes de tiempo percibido a bordo de la nave, y sin embargo en el reino material podrían haber transcurrido desde seis meses hasta varios años. Por esto, a veces flotas y ejércitos enviados en respuesta a llamadas de auxilio aparecen con semanas, meses o incluso años de retraso, demasiado tarde para ayudar, lo que se añade a la anarquía y confusión que resultan de sostener cientos de guerras a lo largo y ancho de toda la galaxia.

La navegación por la disformidad

Una nave puede practicar pequeños saltos de entre cuatro y cinco años luz con cierto grado de eficacia. Sin embargo, para distancias mayores es necesario desplazarse a través de la propia disformidad. El espacio disforme es como un océano, con corrientes, tormentas y mareas que deben ser aprovechadas o evitadas. En el Imperio, sólo los Navegantes, humanos mutados, son capaces de distinguir las variables tensiones de la disformidad y dirigir una nave a su través, pilotando de ese modo las naves hasta su destino final.

Incluso los Navegantes necesitan un punto de referencia, que les es proporcionado por la inmensamente poderosa baliza conocida como el Astronomicón. Guiado por las mentes de diez mil psíquicos humanos especialmente entrenados en la Tierra, el Astronomicón envía su señal hasta 70.000 años luz hacia los confines más alejados de la galaxia. Un Navegante puede sentir el rayo del Astronomicón y usarlo para configurar su ruta. Faros más débiles, de menor alcance, dirigidos por astrópatas, y balizas de todo tipo, se emplean también para señalar las rutas de navegación y para ayudar a cruzar las zonas más traicioneras de la disformidad.

LA ARMADA IMPERIAL

Casi cada nave en el Imperio forma parte de la Flota Imperial, controlada por el Clero: el puñado relativamente escaso de buques que no lo hacen pertenecen algunas organizaciones especiales, como los Adeptus Mecánicus, los Capítulos de Marines Espaciales y la Inquisición, o a un pequeño número de antiguas y gloriosas familias mercantes. Incluso los regimientos de la Guardia Imperial deben confiar en la Flota Imperial para que los transporte a distantes zonas en conflicto. La Flota está dividida en los buques civiles de la Flota Mercante y las naves de combate de la Armada Imperial.

Para intentar organizarse de algún modo, el Imperio está dividido en cinco Segmentae Majoris, cada uno de los cuales dispone de su propia flota mercante y militar. Las estaciones para estas naves están en la Fortaleza del Segmentum en cada Segmentum – Marte en el Segmentum Solar, Kar Duniash en el Ultima Segmentum, Bakka en el Segmentum Tempestus, Hydraphur en el Segmentum Pacificus y Cypra Mundi en el Segmentum Obscuras. Los comandantes de la flota en cada segmento, los Altos Lores Almirantes, son individuos de gran poder, alguno de los cuales a veces puede llegar a convertirse en uno de los fabulosos Altos Señores de Terra.

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Todo el espacio habitado por humanos está a su vez dividido en sectores, a menudo cubos de espacio de aproximadamente 200 años luz de lado. Cada sector está compuesto por subsectores, de entre diez y veinte años luz de diámetro, centrados en clústeres estelares de abundante densidad de población, mundos importantes o puntos de encuentro de varias rutas de comercio que atraviesen la disformidad. Las áreas entre subsectores y sectores – regiones sin explorar o habitar, imperios alienígenas, áreas bloqueadas por la disformidad, etc… – son conocidas como el espacio yermo o las regiones yermas, y componen una proporción de la galaxia mucho mayor que la que controla la Humanidad.

A todos los efectos prácticos, la flota de combate de un sector es la mayor organización naval operacional, bajo el mando de un Lord Almirante. Cada flota de combate se divide en varias agrupaciones. Las agrupaciones no son organizaciones permanentes, sino fuerzas expedicionarias, escoltas de convoyes, flotillas de patrulla y otras flotas reunidas para realizar tareas concretas. Hay algunas agrupaciones que se han constituido en instituciones casi permanentes, como la famosa 1ª Armada Terrana de Acorazados, pero la mayoría se forman y se disuelven según dicta la necesidad. Dependiendo de su tamaño y su papel, una agrupación puede ser dirigida por un capitán de nave con experiencia, un comodoro, un almirante de flota o a veces incluso por el propio Lord Almirante en persona.

Naves de batalla del Imperio

Cada flota suele contar con entre 50 y 75 naves de distintos tamaños, aunque en algunos sectores esta cifra puede variar ampliamente, según la importancia del sector y el número de enemigos con que deba contender. Además de estos destructores, fragatas, cruceros y acorazados, una flota también tiene acceso a incontables buques menores como transportes, cohetes, aviación de mensajería y aviación de reconocimiento de largo alcance. Además de buques interestelares, un sector también está protegido por abundantes naves incapaces de viajar a través de la disformidad, como naves de patrulla de sistemas y monitores defensivos. Estos se encuentran apoyados por defensas estacionarias – estaciones espaciales, plataformas de defensa orbital, láseres de defensa con base en tierra, silos de misiles y minas orbitales.

Puede parecer una armada desproporcionada, pero el área que hay que cubrir es enorme y la flota debe estar preparada para realizar multitud de tareas variadas y complejas. Un sector promedio, quizá en uno de los brazos septentrionales de la espiral, donde la población humana es más densa, puede contener decenas de miles de estrellas y cubre un área de 8.000.000 de años luz cúbicos. En una región yerma de este tamaño, sólo una pequeña fracción de los sistemas tendrá planetas, de los cuales a su vez sólo una pequeña fracción estará habitada, o será habitable. Sin embargo, las naves de una flota deben purgar constantemente esta área de enemigos, además de proteger las naves mercantes de ataques de alienígenas y piratas, transportar y escoltar ejércitos de Guardia Imperial, proporcionar apoyo en órbita a ejércitos planetarios y proporcionar flotas de exploración y patrullas de rutina.

El Ojo del Terror

Aunque el espacio disforme es una dimensión distinta, a menudo separada del reino material, hay algunas regiones de la galaxia donde los límites de la disformidad y el espacio real se pliegan y ambos se mezclan. Estas regiones se manifiestan como rugientes tormentas de energía destructiva, donde se quiebran las leyes de la física, y la energía pura de la disformidad rebosa hasta nuestro reino. El Ojo del Terror es la mayor de este tipo de regiones, un área tormentosa donde la naturaleza y la pesadilla se funden febrilmente – mundos con océanos de sangre y cielos de fuego;

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lunas que aúllan al éter; estrellas que cruzan rugientes los cielos, enfrentándose y provocando gigantescas supernovas. El Ojo del Terror es la más peligrosa de las fortalezas de los seguidores del Caos, renegados que han vuelto la espalda al Emperador y han traficado con su alma ante antiguos y malignos dioses a cambio de poder e inmortalidad. Desde el Ojo del Terror estos siniestros traidores lanzan incursiones y ataques, sumidos en una lucha eterna por derrocar el Imperio de la Humanidad, barrer todo símbolo de orden y ley y reemplazarlos con desorden y anarquía.

139-142.M41 –PRESAGIOS FUNESTOS

Muchos estudiosos imperiales creen que la Guerra Gótica empezó varios años antes de que la primera flota invasora entrara realmente en el Sector Gótico. En retrospectiva parece que puede encontrarse sentido a varios sucesos aparentemente inconexos que ya presagiaban la oscuridad y el derramamiento de sangre que habrían de venir.

La incursión contra Arx

Aunque el núcleo de las defensas imperiales en la zona del Ojo del Terror se localiza en la región conocida como el Portal de Cadia, existen multitud de estaciones dedicadas a monitorizar lo que sucede en el Segmentum Obscurus. Estos puestos de guardia repelen constantes agresiones y ataques de los enemigos del Emperador, pero a mediados del segundo siglo del cuadragésimo primer milenio el número de estas incursiones aumentó dramáticamente. El más importante, en opinión de los estudiosos, fue el dirigido contra la estación de vigilancia en Arx. Debido a su escasa importancia y a no ser un puesto prioritario, en Arx sólo residía una escuálida guarnición de Guardia Imperial, cuyo deber consistía en proteger al puñado de Tecnoadeptos necesarios para ocuparse del mantenimiento del equipo de observación.

A principios del 139.M41, la fragata de exploración Ascendence recibió una confusa petición de auxilio del anciano Astrópata de la estación de Arx. Se desconocía la naturaleza de los atacantes y cuando llegaron los refuerzos, cuatro meses después, no se pudo encontrar ni una sola huella de los responsables. Los Guardias Imperiales estacionados en el planeta habían sido completamente barridos. Así lo describió el capitán Thetis del 122º de la Guardia de Borlia en su diario:

"Era una carnicería terrible, habían dejado sus cadáveres mutilados abandonados, para que los siempre atentos perros carroñeros que son los únicos depredadores naturales de Arx se cebaran en ellos."

La Inquisición envió a uno de sus agentes, el experimentado Inquisidor Horst, pero quedaban pocas pistas que seguir.

De haber sido Arx el único puesto fronterizo así atacado, la incursión no dejaría de ser otra intrigante adivinanza en una galaxia llena de misterios, y pronto habría sido olvidada. Sin embargo, durante los siguientes tres años se recibieron informes de cierto número de ataques similares contra sistemas vecinos, extendiéndose poco a poco hacia sistemas adyacentes. El Inquisidor Horst empezó a sospechar que seguían un desconocido esquema. Carente, sin embargo, de pruebas que pudieran servir para apoyar a su instinto o para identificar a los atacantes, decidió observar y esperar el siguiente movimiento de su enigmático enemigo.

Una epidemia de condenación

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Apenas un año después del asalto contra Arx, algunos buques patrulla realizaron macabros descubrimientos en el Sector Athena. Cierto número de buques mercantes imperiales y naves de combate, entre ellas un crucero clase Emperor, aparecieron flotando incontrolados en el espacio yermo. Al abordarlos, se descubrió que todos los tripulantes de las naves estaban muertos, y sus cadáveres corrompidos y enfermos estaban dispersos por los pasillos y camarotes, algunos incluso en las mismas estaciones científicas. Xebal Astolax, Magos Biologis de los Adeptus Mecánicus, describió los diversos síntomas descubiertos al examinar los cadáveres del buque mercante Shanxi:

"La piel estaba llagada y cubierta de ampollas, de algunas de las cuales fluía abundante pus. Además estaba inflamada y enrojecida. Se habían producido crecimientos fúngicos en la cavidad cerebral, lo que debió causar dolor insoportable y delirio mientras las víctimas siguieron vivas."

Las naves mostraban además señales de una breve batalla espacial y parecían haber sido abordadas, aunque no se pudo encontrar ningún enemigo muerto.

Mientras el Inquisidor Horst se preguntaba acerca de estos nuevos descubrimientos, sus muchos agentes y espías encontraron aún más noticias nuevas. Entre los capitanes de la Armada Imperial se empezaba a murmurar acerca de una nave del Caos. Una nave del Caos conocida como Plagueclaw, Garra de Plaga, un antiguo y despreciado buque tripulado por los pestilentes seguidores del Dios de la Corrupción, que había sido azote de la Armada Imperial durante más de cuatro milenios. La infección de los tripulantes de las naves y la reaparición del Plagueclaw debía ser algo más que coincidencia, y cuando una fuerza de Marines del Caos de la Legión Traidora de la Guardia de la Muerte saqueó el Mundo Colmena Morganghast, Horst se convenció de que las fuerzas del Caos estaban planeando una incursión de enorme importancia. Puso en alerta todos los puestos de vigilancia alrededor del Portal de Cadia, y buques de la Armada pertenecientes a todos los sectores del Segmentum Obscurus comenzaron a patrullar más intensamente la zona alrededor de Cadia.

La extensión de la anarquía

Mientras el Inquisidor Horst investigaba la actividad caótica alrededor de Arx y sus sistemas vecinos, los acontecimientos emprendieron un giro aún más siniestro en el Sector Gótico, a 2.500 años luz de allí. Los Navegantes de la Navis Nobilite informaron de cada vez mayores turbulencias en la disformidad alrededor de dicha región. Aún peor, la incidencia de las tormentas de disformidad se incrementaba gradualmente a medida que el año avanzaba. En muchos mundos se recibieron estas noticias con pánico, una situación que no tardaría mucho en tornarse aún más precaria, a medida que varios fanáticos religiosos comenzaron a declarar que el Emperador estaba descontento y por eso enviaba tormentas de disformidad que habrían de purgar a los impíos.

Todo esto condujo, inevitablemente, a la formación de un gran número de sectas, cuyos miembros se sentían dominados por el temor al final que se acercaba inexorable. Aguardaban desesperados el perdón imperial, y, como el sorprendido predicador de Flexeberg anotó:

"Dedican horas a flagelarse para purificar sus almas, deprecando contra los excesos de otros humanos, y obligando a los vecinos a expulsar a los pecadores y purgar sus propias blasfemias. Aunque un comportamiento muy loable de por sí, les ha llevado a olvidar su sagrado deber para con el Emperador – mientras se lamentan y hacen rechinar los dientes, las arcas resuenan vacías."

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En muchos planetas los cultos adquirieron un enorme poder, engrosando constantemente sus filas y recibiendo tal apoyo popular que no había nada que la Eclesiarquía (y, a veces, ni siquiera el propio gobernador planetario) pudiera hacer para detener a las febriles hordas. Al extenderse la histeria empezaron a rugir los pelotones de linchamiento en las colonias mineras y los mundos colmena, persiguiendo a los impuros. Hogueras y ahorcamientos espontáneos se popularizaron mientras los desesperados ciudadanos se entregaban enfervorecidos a su fe apocalíptica, azotando a amigos y amantes por pecados reales o imaginarios contra el Emperador. Sin obtener resultados. El Almirante de Flota Bratha, al enviar un mensaje a la base naval de Port Maw, se lamentaba así:

"Y sin embargo la disformidad ruge airada, y gira y se arremolina y bulle, y la situación se vuelve cada vez más desesperada."

Cubiertos por la arremetida de paranoia popular, cultos secretos y sectas empezaron a infiltrarse en las posiciones de poder, subvirtiendo cada vez a más personas para su causa siniestra. Confundidos seguidores de los Dioses Oscuros empezaron a proclamar abiertamente que el Caos salvaría a la humanidad cuando el Emperador les hubiera vuelto la espalda. Miles, millones incluso de ciudadanos imperiales, atraídos con falsas promesas, se aferraron así a vanas esperanzas, y la Inquisición se encontró pronto incapaz de perseguir a todos los miembros de cultos, pervertidos y herejes. Para acabar de empeorar las cosas, varios buques de la Armada fueron destruidos en los talleres portuarios, a causa de sobrecargas de reactores y explosiones de munición. Aunque los informes oficiales declararon que los incidentes habían sido consecuencia de errores en el mantenimiento, munición defectuosa u otras causas comunes, muchos empezaron a creer en los rumores de sabotajes y rebeliones en el seno de la Armada.

La Mano de la Oscuridad

Mientras la anarquía y la confusión se apoderaban del Sector Gótico, Horst buscaba indicios del plan de los herejes. Cuando se enteró de que se había producido un ataque del Caos contra el mundo imperial conocido como Purgatory, solicitó ser acompañado por la flota de investigación. Había algo que diferenciaba Purgatory de las otras docenas de mundos que habían sufrido incursiones: el artefacto conocido solamente como la Mano de la Oscuridad. Su existencia sólo había sido revelada a algunos de los miembros de la Inquisición de mayor confianza, pues se trataba de un artefacto alienígena increíblemente antiguo que permanecía oculto a gran profundidad bajo la superficie de Purgatory. Todos los intentos por adivinar su función habían resultado infructuosos, y sin embargo se había oído de leyendas distantes de razas más sabias, como los Eldar, que hablaban de la Mano de la Oscuridad con horror y repulsa. Se había generalizado la opinión de que se trataba de un arma de inconmensurable poder, aunque su funcionamiento exacto permanecía ignorado. Cuando Horst llegó a Purgatory, los temores más secretos del Inquisidor se revelaron ciertos – la Mano de la Oscuridad había desaparecido. Si los seguidores del Caos aprendían a usar este arma de inimaginable poder, ¿quién podría predecir qué clase de energías destructivas serían capaces de desencadenar contra los ejércitos del Imperio?

La invasión de Ornsworld

Horst había oído hablar de otro artefacto relacionado con la Mano de la Oscuridad en los viejos mitos. Llamado el Ojo de la Noche, se encontraba en el planeta Ratling conocido como Ornsworld. Mientras Horst se apresuraba hacia allí a bordo de la nave más rápida que pudo conseguir, recibió un informe acerca de un ataque lanzado contra los Ratlings. Una pequeña fuerza de renegados había aterrizado cerca del lugar donde se encontraba el Ojo, incrustado en una antigua estatua que los Ratlings adoraban en los tiempos pre-imperiales. Tras una breve escaramuza

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una fuerza de reclutamiento de la Guardia Imperial estacionada cerca del punto de aterrizaje de las fuerzas del Caos frustró su asalto inicial. Un mes después, sin embargo, las naves del Caos bloqueaban Ornsworld, dando comienzo a una invasión a escala planetaria. Los indefensos Ratlings no tenían ninguna oportunidad ante los depravados Marines del Caos, y la cifra de muertos pronto alcanzó varios millones, mientras las montañas y las colinas eran registradas a sangre y fuego por los seguidores de los Dioses Oscuros. El Teniente Compton-Hawkins, destinado en el equipo de reclutamiento, recuerda las escenas que siguieron al ataque:

"Pilas de cráneos de Ratlings se elevaban sobre las llanuras y las piras funerarias ennegrecían los cielos, mientras los traidores arrasaban sistemáticamente todo lo que encontraran en su camino. El pequeño asentamiento de Esmeralda´s Dale ahora es sólo un cráter humeante, donde los huesos de sus 4.000 habitantes han sido reducidos a polvo y dispersos por todo el vecindario. Un potente detonador sísmico arrasó la [ladera montañosa de] Great Belly (la Gran Panza), acabando con siete ciudades y 82.000 Ratlings a causa de los desprendimientos de pedruscos y deslizamientos de barro hirviente."

En medio de la matanza, alguien arrancó el Ojo de la Noche de su montura, y a continuación se retiró hacia las estrellas. Las fuerzas del Caos poseían ahora tanto la Mano de la Oscuridad como el Ojo de la Noche, y con ellos quizá el poder suficiente para derrocar el Imperio por completo. Había una pregunta que atormentaba al Inquisidor Horst: ¿dónde planeaban lanzar su primer ataque? Pronto habría de conocer la respuesta.

Comienza la tormenta

El anciano Inquisidor comenzó a recopilar informes dispersos acerca de actividad inusual en un área cada vez mayor, y se enteró de la tormenta de disformidad que parecía avecinarse en el Sector Gótico. Al dirigirse hacia la región, cada vez había más informes de incursiones caóticas que llamaban la atención del Inquisidor Horst, reforzando así su creencia de que el Sector Gótico había de ser el escenario de esta última incursión. Un mes después de la llegada de Horst al sector, tras tres años investigando (desde la incursión contra Arx), una onda expansiva cataclísmica cruzó la disformidad. La imparable tempestad envolvió el Sector Gótico en rugientes torbellinos, aislando así la región del resto del Imperio. Fuera lo que fuera a ocurrir a continuación, las naves y guerreros del Sector Gótico deberían afrontarlo en solitario.

143.M41 – ATAQUE SORPRESA

Las primeras auténticas batallas de la Guerra Gótica tuvieron lugar a finales del 143.M41. Durante los primeros meses del conflicto, las flotas del Caos lanzaron gran cantidad de ataques a vida o muerte contra bases de la Armada Imperial en el sector.

El primer ataque

Se empezaron a recibir multitud de informes acerca de flotas del Caos atacando en todas direcciones contra el Sector Gótico. Es indudable que el importantísimo primer ataque había sido cuidadosamente planificado, ya que las flotas del Caos se concentraron contra una docena de las principales bases imperiales del Sector. Los renegados atacaron por sorpresa, veloces y furiosos, emboscando las naves imperiales estacionadas en los propios puertos o en órbita alrededor de sus bases. Golpeada de improviso y ya fatigada por al aumento de la tensión en el sector, la Armada Imperial no estaba preparada para responder a la repentina ofensiva. En Bladen la Rhadamanthine fue impactada por torpedos enemigos que destrozaron

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sus plataformas de despegue de babor, mientras en Cherys bombarderos Doomfire de la Heartless Destroyer dañaron los motores de disformidad de la Lord Sylvanus con tanta eficacia que se necesitarían casi dos años de reparaciones constantes, antes de que la nave fuera capaz de efectuar saltos a través del espacio disforme de más de cinco años luz.

Las estaciones en órbita también cayeron ante los invasores del Caos, destruidas o capturadas a causa de la velocidad del ataque. La pérdida de muchos de estos astilleros, como los Muelles Tripol, Port Imperial y la estación Gathara, se convirtió en una doble derrota: no sólo los buques imperiales necesitaban reparaciones con desesperación, sino que además era el enemigo quién disponía de los medios, ¡y los estaba usando! El capitán Grove de la Admiral Drake, un antiguo crucero clase Relentless que se usaba como buque de entrenamiento, fue uno de los pocos supervivientes al asalto contra la Base Halemnet en el Clúster Cyclops, atacado de la forma típica por las naves del Caos. Grove y su tripulación pudieron escapar gracias a la buena suerte, como se puede comprobar en esta cita del cuaderno de bitácora:

4ª Guardia, 3er. Día de Euphistles. Atacados por buques enemigos. Se acercaron con la estrella a sus espaldas, cegando nuestros topógrafos. Impactos de torpedos de largo alcance han destruido la Vanguard [un crucero ligero clase Dauntless] e inutilizado la Indomitus Imperious [un crucero clase Lunar]. Abandonamos el muelle con los reactores a un 75% de su capacidad operacional. Atrapados en un intercambio de fuego a corto alcance con un escuadrón de escoltas renegados, nuestras baterías de armas de estribor y los tubos de torpedos sufrieron daños graves.

Estallaron incendios en las galerías de babor; hubo que descender las mamparas de emergencia. Se estiman las bajas en 5.000, quizá más. Muchos de ellos artilleros o tripulantes de las cubiertas de babor. Ahora intentamos destrabarnos, tratando de evitar un clase Slaughter que se aproxima ayudado por el pozo de gravedad de Halemnet. Se está transmitiendo toda la energía disponible a los motores, se trata de superarles en movilidad. Hora de visitar la capilla y rogar por la protección del Emperador.

Afortunadamente para la tripulación del Admiral Drake y otros muchos, las flotas del Caos no suelen estar preparadas para batallas de desgaste, prefiriendo en su lugar atacar de forma contundente y retirarse a continuación. Esto, sin embargo, suele causar a la Armada Imperial considerables pérdidas, incluyendo naves comandante destruidas o que no podrán ser reparadas hasta muchos meses, o incluso años, después.

La defensa de Orar

Sin embargo, el éxito de las flotas del Caos no fue absoluto. En algunas batallas los traidores sufrieron serios reveses, especialmente en la defensa del mundo colmena de Orar. Cuando una de las muchas partidas navales del Caos, dirigida por el Señor de la Guerra Malephica Arkham, emboscó a la flotilla estacionada en Orar, no encontraron un enemigo sorprendido, acobardado ni, mucho menos, indefenso.

Tras haber recibido órdenes de ayudar a sofocar una rebelión en un sistema vecino la flotilla imperial, dirigida por el Capitán Compel Bast a bordo del crucero Imperious, estaba preparándose para abandonar la órbita. Desplegadas en estado de máxima alerta, las naves imperiales esquivaron fácilmente la andanada inicial de torpedos de los atacantes, y se dispusieron a responder. Lo que ocurrió a continuación lo explica el propio Bast en persona:

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"Incapaces de abortar su ataque, las naves del Caos se abalanzaron hacia delante, embistiendo ciegamente contra una nube de torpedos , disparos de lanza y fuego de las baterías de las defensas orbitales de Orar. Nuestro cañón nova acertó de lleno al vil renegado Soulless. El impacto destrozó la nave y produjo una nube de gases y residuos flotantes junto a ella. Los artilleros recibieron doble ración de bebida esa noche.

Mientras nos acercábamos para rematarlos, el resto de naves del Caos se dieron a la fuga, abandonando a su compañera allí. Su resquebrajado casco recibió un verdadero torrente de fuego y por fin fue destruida, al implosionar sus motores de disformidad, sometidos a una presión excesiva a causa de nuestro bombardeo. La nave de Arkham, la Deathbane, soportó una extraordinaria cantidad de fuego del Iron Duke, pero finalmente el puente acabó absolutamente barrido. Se rumorea que Arkham fue el único de los que se encontraban en ese momento en el puente que consiguió escapar al desastre, protegido del algún modo por sus Siniestros Amos.

Los tripulantes de la aviación de ataque se hicieron acreedores de una mención honorífica por su admirable actuación en servicio. Varios de nuestros bombarderos intervinieron decisivamente para ayudar a reducir al Deathskull a un pecio inservible. Por desgracia, no pudimos reclamar la recompensa, pues el pecio fue atrapado por la fuerza gravitacional de Orar y desapareció entre llamas en la atmósfera superior."

Tan sólo un puñado de escoltas del Caos lograron escapar indemnes, y el Deathbane y su flota fueron perseguidos hasta los confines del sistema por los airados comandantes imperiales.

Alianza inverosímil

Orar no fue el único descalabro sufrido por las fuerzas de la Oscuridad en los primeros momentos de la guerra. En un incidente, una pequeña flota del Caos formada por varias escoltas de las clases Iconoclast e Infidel que preparaba una incursión contra Denerair, del Clúster Cyclops, cayó víctima de una de las abundantes bandas de piratas Orkos de la región. Las confusas transmisiones emitidas por las naves del Caos fueron parcialmente interceptadas, permitiendo al Imperio formarse cierta idea de lo que estaba ocurriendo.

Haciendo uso de su táctica tradicional, consistente en acechar en campo de asteroides hasta que cruce una víctima confiada, los Orkos se abalanzaron desde su refugio contra el núcleo de la flota enemiga. Incapaces de recurrir a su superior maniobrabilidad entre los torbellinos de asteroides, gases y nubes de polvo estelar, las naves del Caos fueron despiadadamente barridas por los Orkos. Ni un solo buque del Caos sobrevivió a la batalla.

Se dice que el Almirante Lord Ravensburg, al oir la noticia, exclamó: "¡Si no fueran maldita chusma con la piel verde, nombraría buque insignia a su comandante!" Él, sin embargo, negó haber dicho nada similar.

Acontecimientos como éste no eran, sin embargo, más que sucesos aislados e inconexos, y por regla los pieles verdes se mostraban igualmente felices al atacar a las flotas imperiales o invasoras.

La batalla por Blackstone IV

Los ataques iniciales del Caos se concentraron contra instalaciones de gran importancia, como los mundos forja de los Adeptus Mecánicus o las bases navales. De las diecisiete bases existentes en el Sector Gótico, seis habían sido fundadas

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sobre las Fortalezas Blackstone (también conocidas como Fortalezas Azabache o Fortalezas Oscuras). Como se explica en el Liber Monumenta:

"Los arquitectos de las construcciones conocidas como Fortalezas Oscuras permanecen aún hoy desconocidos. Los análisis de sus materiales y métodos de construcción han resultado equívocos, incongruentes e inútiles. Los intentos de fecharlas dan resultados dispares, que varían tremendamente, oscilando entre diecisiete mil y trescientos mil años. Permanecen durmientes desde que fueron descubiertas a principios del segundo milenio del reino de su divinidad el Emperador. Pero incluso con la mayoría de sus sistemas inoperativos, las Fortalezas de Azabache suponen una estructura incomparable para fundar bases navales."

Tras efectuar extensas reestructuraciones, los Adeptus Mecánicus añadieron torretas defensivas de construcción imperial y sistemas de armamento primarios. De este modo la capacidad defensiva de las Fortalezas Oscuras rivalizaba con la de las estaciones de Mando de la Armada en el mismo Port Maw. Era considerado motivo de orgullo para la Flota Gótica no haber tenido que emplear todavía las Fortalezas Oscuras en batalla.

Pero esto iba a cambiar en el sistema de Rebo, donde la base naval Blackstone IV orbitaba alrededor del quinto mundo del sistema. Una flota del Caos, probablemente dirigida por Abaddon en persona, atacó Rebo V. Las naves imperiales en la estación opusieron una feroz resistencia, pero se vieron prontamente superadas por el tamaño de la flota a la que se enfrentaban. Veinte naves comandante, entre las que se encontraban dos acorazados clase Despoiler, y docenas de buques escolta, barrieron el perímetro defensivo exterior y atacaron la misma Fortaleza Blackstone IV.

La batalla fue breve y sangrienta – en el momento en que la flota del Caos la alcanzaba, los sistemas del energía de la Fortaleza se apagaron completamente. Con la fuente de energía completamente bloqueada, las armas eran incapaces de disparar, las puertas blindadas de las plataformas de lanzamiento de aviación no se abrían y el personal a bordo quedaba aislado, incomunicado e indefenso. Poco después de que el Astrópata Jefe de la estación consiguiera transmitir esta información, Blackstone IV cayó en manos de sus atacantes. No se recibieron más noticias de Rebo y hubo que asumir que no sobrevivió nadie. Este fue el primero de lo que habrían de ser una serie de golpes demoledores para las fuerzas imperiales, en los comienzos de la guerra.

La muerte de Savaven

Mientras Abaddon lanzaba su brutal ataque contra Rebo, más desastres acechaban a los leales defensores del Sector Gótico. En Savaven, un mundo Cardenalicio de la Eclesiarquía, las escasas naves de defensa del sistema poco podían hacer por proteger este planeta frente a un nuevo y terroríficamente armado enemigo. Apodado Planet Killer, el Asesino de Planetas, de esta nave monolítica despuntaban cañones, baterías de lanzas y sistemas de lanzamiento de torpedos. Mientras las naves defensivas se retiraban, impotentes ante su implacable avance, el Asesino de Planetas alcanzó la órbita de Savaven. Jeremiah Soldagen, comandante de las fuerzas de defensa orbitales, describió los acontecimientos que siguieron del siguiente modo:

"En el interior de su cavidad central [del Asesino de Planetas], podíamos detectar una fuente de energía verdaderamente masiva. La energía chisporroteaba en algunas de las portillas del casco. De repente, con un crujido que cegó el sol de nuestros escáneres, abrió fuego. El chorro de energía duró una media hora.. Sólo el Emperador sabe cómo se las arreglaron para generar tal cantidad de energía. Nos conectamos con los monitores planetarios para observar lo que sucedía en la

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superficie del planeta. El rayo se fue abriendo camino a través de la corteza planetaria, atravesando a continuación el manto interno. Al acabar el ataque, el magma surgió desde esta herida en el pecho del continente, desgarrando Savaven desde dentro. Los mares hirvieron, evaporándose a los cielos, mientras al mismo tiempo las capas de hielo se derretían y continentes enteros eran anegados por las mareas y el oleaje. Ante semejante desprendimiento de energía, Savaven abandonó su órbita regular, girando sobre su eje imaginario. Supongo que para entonces nadie estaba vivo, pero si alguien había sobrevivido no debió durar mucho más. Como el paquete de raciones que aplastas en tu puño, Savaven se desplomó sobre sí mismo, y a continuación estalló en miles de fragmentos. Ahora mismo hay allí un campo de asteroides, de densidad muy elevada y que imposibilita la navegación. Vivían catorce billones de personas en Savaven. Catorce billones de muertos en menos de una hora."

Soldagen y otros supervivientes comenzaron a sufrir trastornos mentales como consecuencia de lo que habían presenciado, y tres meses después acabaron con sus propias vidas en un suicidio en masa de grandes proporciones. El efecto de todo esto sobre la moral imperial fue devastador. Todo el mundo había oído hablar del Exterminatus, con torpedos de fusión, bombas víricas e implosionadores másicos, pero ahora el enemigo disponía de la posibilidad de destruir un planeta entero, no sólo la vida en su superficie. Posiblemente el pensamiento más escalofriante en la vida de un tripulante de nave. Mientras la Armada Imperial se sobrecogía sólo con imaginárselo, el Inquisidor Horst se preguntaba si este poder tenía que agradecérselo el Caos a la Mano de la Oscuridad y el Ojo de la Noche. Porque si se trataba de otra cosa, entonces aún podían ocurrir cosas peores.

Problemas con los Eldar

Un problema constante al que tenía que enfrentarse el Almirante Lord Ravensburg, comandante de la Flota Gótica al completo, era la presencia de un gran número de Eldar en el Sector, lanzando veloces incursiones desde sus escondites en la nébula Graildark (o del Cáliz Oscuro). Se baraja incluso la hipótesis de que hubiera un Mundo Astronave en el sector durante el conflicto, aunque no lo llegó a ver nadie y su localización nunca pudo ser determinada.

De todas las fuerzas de piratas que infestaban el Imperio, la denominada los Ejecutores se volvió muy activa a medida que la Guerra Gótica progresaba, de modo que el número de sus incursiones y correrías había aumentado de tres durante el 143.M41, a ocho durante el 147.M41. Incapaz de rastrear a las sofisticadas naves Eldar hasta su base, y pese a sus sospechas de que estaban relacionadas de algún modo con el esquivo Mundo Astronave, Ravensburg tan sólo podía defenderse de los alienígenas y dejar en manos de los comandantes de cada flotilla individual la defensa contra los escurridizos enemigos.

Reuniones de Manadas de Lobos

Pero no sólo los Eldar se cebaban en los transportes y naves mercantes del Imperio. Bandas de piratas humanos, renegados del Ojo del Terror e incluso buques de otras razas alienígenas aumentaron su actividad. Denominados Manadas de Lobos por los oficiales encargados de perseguirlos, estas bandas de traficantes en pequeñas naves asaltaban las naves de todo el mundo, y de nadie en concreto. El Almirante Koburn, de la Segunda Flota de Cruceros, comentaba con amargura:

"Si se tratara de una batalla abierta, no tendrían ninguna oportunidad contra nuestro armamento. Pero [los incursores] actúan de manera zorruna, sin arriesgarse nunca a un enfrentamiento al descubierto, no si pueden evitarlo. Las Manadas olfatean los talones de nuestras flotas, capturando un transporte aquí y un buque allí. Su táctica favorita consiste en acechar en campos de asteroides y operar

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desde lunas desiertas, donde es imposible rastrearlos, por no hablar de eliminarlos. He llegado a oir hablar de una banda de rufianes que operaban desde una estación situada en la atmósfera exterior de un gigante gaseoso en el sistema de Fullarn. Cada mes aumentan los informes de sus ataques, pero no podemos permitirnos el lujo de retirar más buques del frente para que escolten convoyes."

La flota imperial tenía que hacer frente a dos enemigos a la vez: la flota del Caos y los piratas humanos, orkos y eldar que ya suponían una seria amenaza a la navegación por el Sector Gótico antes incluso del comienzo de la guerra. Por todas partes el Imperio se replegaba, luchando a la defensiva, expulsado de un mundo tras otro, de un sistema tras otro. Las bajas eran muchas y los astilleros y las estaciones orbitales combatían con desesperación por proporcionar cada vez más munición, armas y hombres. La Oscuridad había descendido sobre el Sector Gótico, y parecía como si la luz no fuera a regresar jamás.

144.M41 – LAS FORTALEZAS OSCURAS

El Imperio estaba siendo acosado por multitud de flotas del Caos acaudilladas por Señores de la Guerra individuales (estimadas entre ocho y veinte, aunque algunos creen que incluso más). Cada una de ellas rivalizaba con cualquier fuerza de combate que el Almirante Lord Ravensburg pudiera reunir en ese momento. Una en particular, dirigida por el implacable Abaddon en persona, iba a suponer la mayor de las amenazas.

La estación de Lukitar

Ante la amenaza del asesino de planetas de Abaddon muchos mundos imperiales se rindieron sin luchar. Uno tras otro, el Imperio perdió el dominio de varios subsectores, y con ellos de sus astilleros y puertos orbitales. A medida que aumentaban las dificultades para reparar los buques dañados, la construcción de nuevos se hacía cada vez más improbable. Gracias a sus ataques iniciales, el Caos podría haber ganado la guerra antes de que hubiera empezado.

Sin embargo, aún quedaba esperanza para la Armada Imperial. En una luna desolada que orbitaba el gigante gaseoso del sistema de Lukitar se encontraba una instalación de los Adeptus Mecánicus. Los tecnosacerdotes se esforzaban buscando entre la documentación de sus sabios predecesores, tratando de encontrar el conocimiento de sistemas de armas más poderosos, motores más eficaces y mejores generadores de escudos. Se instalaron algunos de estos equipos optimizados en un puñado de naves imperiales, pero sin llegar a conseguirse nunca resultados enteramente satisfactorios. La cantidad de energía a la que tenía acceso una nave era limitada, y si se mejoraba la artillería empeoraba el funcionamiento de las comunicaciones; si el consumo de los motores aumentaba, los escudos parpadeaban hasta fundirse. La búsqueda continuaba, cada nuevo experimento cada vez un poco más perfecto que el anterior.

Hasta que llegaron las naves de Abaddon. El Comodoro Vandez, que dirigía el Escuadrón Rojo 202, compuesto por cuatro fragatas clase Sword, se contaba entre los primeros imperiales que veían a Abaddon desde su ataque contra Blackstone IV.

2ª Vigilia, Decimonono de Aphrodael, sistema Lukitar. Los informes de las estaciones vigías eran ciertos. Nuestros asaltantes poseen un pulso de energía de magnitud inimaginable. Los tripulantes hablan en murmullos aterrorizados sobre el Asesino de Planetas, pero lo cierto es que la última vez que se avistó al Asesino fue

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en Saviour, a 65 años luz de aquí. Nos dirigimos hacia el enemigo a máxima velocidad para investigar.

9ª Guardia, Decimonono de Aphrodael, sistema Lukitar. ¡Pese a estar viéndolo con mis propios ojos, no puedo creérmelo! Varias naves comandante renegadas avanzan por el sistema, con una docena de escoltas. ¡Les acompaña una Fortaleza Blackstone! ¡Es cierto, maldición! Parece distinta, más orgánica; en cierto modo, parece viva. ¡Como si eso fuera posible! Nuestros sensores han registrado varios sistemas armamentísticos no pertenecientes al Imperio. ¿Cómo han conseguido despertar a la bestia? Por la sangre del Emperador, están concentrando energía para un disparo, como si no les importara la distancia.

3ª Guardia, Primo de Sanacleus, Inmaterium. Atrás quedan los restos de la estación de Lukitar. La Fortaleza de Azabache capturada parecía casi inmune a nuestras armas, las de los pocos que nos abrimos camino hasta ella. Tiene armas como no he visto nunca antes, ni siquiera cuando me enfrenté a los piratas eldar o perseguí a los incursores Fra´al en Bhein Morr. La fortaleza redujo la estación de Lukitar a restos en tan sólo unos minutos, para lo cual empleó todo su armamento contra ella.

Para alcanzar Brinaga desde aquí basta con un salto de siete años luz. Allí se encuentra estacionada la Fortaleza de Azabache VI, y allí es donde nos dirigimos a toda máquina, esperando poder avisarles del ataque. Imagino que los renegados tratarán de capturar otra de las fortalezas. Ruego al Emperador que no sea así.

Incluso avisados por Vandez, había pocas naves disponibles para la defensa de Blackstone VI. Igual que sucedió con la captura de la primera fortaleza, los renegados disponían de alguna de forma de control sobre la fortaleza desde lejos, lo que les permitía inutilizar sus sistemas de control y convertirla en una trampa mortal para las decenas de miles de tripulantes a bordo. El sistema de Brinaga cayó en manos de Abaddon cuatro meses después del ataque contra Lukitar.

Poder inconmensurable

Mientras el Almirante Lord Ravensburg sopesaba los problemas militares y logísticos a los que se enfrentaba su sector, completamente aislado, recibió la visita del Inquisidor Horst. Lo que sucedió entre ambos no ha sido registrado, aunque la creencia generalizada es que el Inquisidor habló a Ravensburg acerca de la Mano de la Oscuridad y el Ojo de la Noche. Se preparó una estrategia que permitiera recuperar las fortalezas por medio de la astucia, en vez de atacar directamente.

Sin embargo, antes de que este plan diera resultados visibles, se recibieron noticias de que la flota de Abaddon había lanzado otro ataque, en esta ocasión contra la Fortaleza Blackstone I en el sistema Fularis. En el pecio que se encontró orbitando la estrella de Fularis se halló el cuaderno de anotaciones personal del Primer Teniente Elijáh Borgia del Vindictive:

"Estamos de suerte. [La flota de Abaddon] ha atacado desde el otro extremo de Fularis II, lo que significa que tendrán que sobrepasar los sistemas defensivos orbitales y planetarios para alcanzar Blackstone I. Acabamos de potenciar nuestro armamento en Fularis II, precisamente en previsión de una eventualidad como esta, y dudo que ni siquiera con sus dos fortalezas pueda sobrevivir nuestro enemigo."

Pronto se derrumbaría el optimismo inicial de Borgia:

"Las dos Fortalezas Oscuras se han aproximan a la quinta estación a miles de ligas una de otra, a setenta y cinco mil ligas de Fularis II, y justo fuera del alcance de las plataformas de armas, excepto los lanzadores de torpedos. Nuestros sensores

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registran un aumento de energía en ambas Fortalezas: se están preparando para algo. El tecnosacerdote Flavix sugiere que podría estar produciéndose alguna clase de intercambio de energía entre ellas. Por los dientes del Emperador, hasta yo puedo verlo ahora: es como una columna de energía crepitante que une ambas Fortalezas. Mientras la energía acumulada sigue aumentando, el chorro de energía se hace más visible. Ahora el maldito Astrópata se ha puesto a gritar, aullando algo sobre una brecha en la disformidad. ¿Qué truco diabólico se traen entre manos? Oh, no , no, por el..."

Textos parecidos recuperados posteriormente coinciden en que se empleó un rayo de energía de algún tipo contra Fularis II. El Vindictive fue atrapado de lleno; sus escudos se sobrecargaron al instante y el casco externo se vaporizó al pasar el chorro de energía sobre la nave. La atmósfera de Fularis II había desaparecido, y la superficie había quedado reducida a una llanura rocosa. No se encontraron trazas de Blackstone I.

144-149.M41 – SIGUE LA GUERRA

Por todo el Sector Gótico se enfrentaban las flotas del Caos y el Imperio. Durante cinco años la guerra devastó el Sector, mientras el saldo de bajas alcanzaba millones por cada bando. Se invadían y se recuperaban planetas, las flotas eran emboscadas, las bases atacadas... Mientras tanto, el Sector seguía aislado a cualquier ayuda externa.

Matanza entre las estrellas

Desde las Profundidades Hammerhead (Cabeza de Martillo) hasta el Clúster Cyclops, las naves imperiales luchaban con desesperación por detener a las naves del Caos que se desparramaban por todo el Sector Gótico. En algunas regiones las fuerzas del Emperador eran empujadas por la ferocidad del ataque enemigo, mientras en otras, dirigidos por comandantes de más edad o experiencia, conseguían frenar el empuje inicial del ataque del Caos. Es imposible describir con exactitud cada batalla, o el desarrollo concreto de la campaña, pues hubo mundos que cambiaron de manos cuatro, cinco y hasta seis veces durante el período más cruento de la guerra. Hacia el 147.M41 el subsector Lysades había sido casi completamente sojuzgado, y las naves del Caos se concentraban en la docena de sistemas que rodeaban Port Maw. Sin embargo, en el Clúster Cyclops los Orkos presentaron una feroz resistencia ante los buques invasores, mientras desde puntos de vanguardia en Quinrox Sound la flota imperial lanzaba sus contraataques, abriéndose camino entre las líneas del enemigo antes de tener que concentrar su atención en alguna otra incursión en otro lugar.

Mientras la Armada Imperial y los renegados se batían entre las estrellas, los ataques de piratas eldar, orkos y humanos aumentaban. Libres de la férrea vigilancia a que eran sometidos por la Armada Imperial, estos bandidos daban rienda suelta a su brutalidad. Capturaban convoyes, grupos de incursores saqueaban ciudades enteras, y en docenas de mundos morían millones de personas de inanición y enfermedad. Los convoyes que conseguían llegar intactos a menudo encontraban naves enemigas navegando por el sistema al que se dirigían, naves enemigas que bloqueaban el paso hasta estrangular a los mundos asediados. En el mundo colmena de Stranivar tres colmenas, con más de cien billones de almas, fueron arrasadas por las revueltas debido a la escasez de agua potable. Sin suministros a la vista, los centros de reciclaje del propio planeta no eran suficiente para el total de población, y cuatro quintas partes de los pobladores murieron deshidratados antes de que un nuevo convoy rompiera el bloqueo establecido por el Caos. Los muelles y los astilleros a menudo carecían de equipo, y las naves que

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accedían a ellos en busca de reparaciones y reaprovisionamiento a menudo volvían al combate con arreglos primitivos a mano y los cargadores medio vacíos.

El refugio pirata

Mientras las fuerzas de Lord Ravensburg luchaban contra las naves de los Señores de la Guerra, la flota imperial realizó progresos significativos contra otro enemigo mortífero. Una primitiva y vulgar coalición de casi dos docenas de bandas piratas se había reunido en Quinrox Sound. Con más de 50 buques de escolta, un crucero clase Gothic capturado y dos cruceros clase Lunar, los incursores se habían convertido en una seria amenaza para la seguridad de los navegantes en el subsector. El Almirante Lord Ravensburg, concentrado intentando detener la incursión del Caos, dio plenos poderes al Almirante Mourndark para que se hiciera cargo de los piratas como considerara apropiado.

Mourndark escogió sus naves de entre distintas flotillas de todo el sector, incluyendo la Espada de Orión, el Hacedor de Estragos, el Uziel, el Fortaleza, y el temible Cypra Probatii. Junto a estas naves comandante, Mourndark también tomó el mando del 24º Escuadrón de Destructores (los Hacedores de Viudas), el 1er. Grupo de Fragatas (el Garras de Águila), y las fragatas clase Sword de la Flotilla de Patrulla 206 Yunque. Con un enorme convoy de transportes vacíos Mourndark atrajo el ataque pirata. Cuando las naves imperiales contraatacaron, Mourndark ordenó que se permitiera huir a al menos uno de los corsarios. Con ayuda del Maestro Navegante Absalom Draal, Mourndark y su flota fueron capaces de seguir a los piratas supervivientes hasta su refugio en el sistema Barbarus Costa. Convencidos de la seguridad que les otorgaba su escondite, los piratas habían dedicado poco esfuerzo a preparar las defensas. El ataque imperial llegó como una auténtica sorpresa, como Mourndark explicaba en un informe a Lord Ravensburg tras la batalla:

"Caímos sobre ellos como sabuesos en una cacería. Intentaron escurrirse hasta sus agujeros, pero mis escoltas estaban preparados para eso. La misma Cypra Probatii consiguió quince derribos ese día, y las bajas que causó debieron superar los treinta buques. Muchos huyeron hacia la superficie de Barbarus III, creyéndose a salvo de nuestras armas. Cuán equivocados estaban. Usando los torpedos de plasma modificados por el Magos Urilun de los Adeptus Mecánicus prendimos fuego a la atmósfera del mundo desértico, quemándolos a todos. Sólo tres buques emergieron del infierno desencadenado, suplicando piedad. Nuestras armas les otorgaron la piedad del Emperador."

Resuelto el problema de los piratas de forma rápida y eficaz, Ravensburg quedaba libre para concentrar sus fuerzas contra el Caos.

150-151.M41 – EL IMPERIO RESURGE

Durante los siete primeros años de la Guerra Gótica el Imperio había estado luchando a la defensiva a lo largo de un extenso frente. Al pasar del 150.M41 al 151.M41 el Almirante Lord Ravensburg decidió enfrentarse al enemigo y recuperar lo que había sido perdido.

La batalla de Gethsemane

Con el conocimiento de que los buques caóticos eran superiores en número pero estaban divididos en muchas flotas menores, Lord Ravensburg esperaba poder destruir a sus atacantes si podía hacer valer todo el potencial de la Flota Gótica contra cada una de las flotillas del Caos individualmente. Era una jugada de enorme

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riesgo, porque concentrar la flota significaba debilitar las escoltas a los convoyes, las patrullas de los sistemas y los escuadrones encargados de eliminar a los piratas. Ravensburg explicaba sus motivos en una carta al Inquisidor Horst del siguiente modo:

"Son éstos tiempos turbulentos que exigen acciones tremendas y decisión. Debemos actuar con audacia y fe en el Emperador, o nuestros territorios se desangrarán en diez años, y tendremos que ceder el sector entero al enemigo. Un golpe importante, en cambio, no sólo servirá para eliminar algunas naves, sino que nos permitirá enviar un mensaje a amigos y enemigos a la vez – el Imperio no se va a rendir sin plantar cara."

Tras numerosos ataques abortados y falsas expectativas, Ravensburg encontró su primera auténtica oportunidad a mediados del 151.M41, cuando las naves de exploración informaron de una flota del Caos moviéndose en masa hacia el sistema Gethsemane (también pronunciado Getsemaní). Ordenando a su fuerza que avanzara a máxima velocidad, Ravensburg tomó el mando personalmente a bordo del Derecho Divino. Con diecisiete naves capitanas (entre las que se incluían dos acorazados y dos cruceros de combate) y veinte escoltas a sus órdenes, Ravensburg persiguió a la flota enemiga hasta la región de Gethsemane. Repentinamente conscientes de la inquietante situación a la que se enfrentaban, las fuerzas del Caos se dirigieron hacia el exterior del sistema, decididas a alejarse lo suficiente de la estrella de Gethsemane para poder efectuar el salto a la disformidad. Ravensburg encargó a las más veloces de entre sus naves perseguir a la flota que escapaba. Lo que sucedió a continuación está registrado en las memorias del Capitán Blythe de la Guardiana:

"Mientras perseguíamos al enemigo huido empezamos a recibir señales de aviso relativas al acercamiento de una nueva flota enemiga que se acercaba directamente hacia nosotros. ¡Habíamos sido atraídos a una trampa! Reforzados por una docena más de naves, los buques del Caos dieron media vuelta y todo lo que pudimos hacer fue evadir su ataque, operación que supuso la pérdida de tres destructores y cuatro fragatas en una serie de pequeñas escaramuzas. Las bajas sufridas por el enemigo supusieron al menos cinco escoltas y quizá hasta diez o más. Con todas nuestras armas pesadas a las órdenes de Lord Ravensburg, poco podíamos hacer salvo correr. ¡El cazador cazado!"

Blythe y su grupo de naves regresaron junto a la flota principal de Lord Ravensburg, pero incluso contando las naves comandante de Lord Ravensburg la flota imperial era superada de forma importante en potencia de fuego. Durante tres días las dos flotas trataron de rodearse y esquivarse mutuamente por todo el sistema, sin que ninguno de los comandantes se atreviera a enviar al grueso de sus naves contra un enemigo cuya posición exacta era, cuando menos, desconocida. La flota de Lord Ravensburg se enfrentó a la del Caos tres semanas después de llegar al sistema. Seis fragatas clase Firestorm localizaron a la flota enemiga cerca de Gethsemane II, empleando la cobertura que les proporcionaban varias nubes de polvo para evitar ser detectadas. Aprovechando la ocasión, el Almirante se lanzó al ataque con toda su flota. Los destructores de la clase Cobra lanzaron una serie de andanadas de torpedos a máximo alcance – aunque las probabilidades de causar daños serios eran muy escasas, los torpedos forzaron a las naves del Caos a variar su rumbo, de forma que se acercaran a las naves comandante del Imperio. El Teniente Martyrn, de la Nave Insignia Derecho Divino, narró del siguiente modo los acontecimientos:

"Obligados a un enfrentamiento frontal contra nuestra flota, los buques del Caos salieron maltrechos del intercambio inicial de fuego. Constantemente aullaban nuestros torpedos, dirigidos hacia sus naves. Algunas lograban evadirse, otras florecían con pétalos de ardiente plasma. Con nuestros escudos delanteros y proas blindadas su fuego de respuesta servía de poco. Nuestros escoltas, como perros pastores, mantenían juntas y apretadas a las naves enemigas, que formaban una

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masa compacta contra la que dirigir el fuego. Por fin llegó el momento en que una flota y otra nos cruzamos. Nuestra nave retumbó al abrir fuego ambos costados simultáneamente. A la orden de Lord Ravensburg comenzó una descarga continua y estruendosa contra sus naves. Juntas y recortándose contra las estrellas, difícilmente podíamos fallar."

La flota Imperial arrasó a sus adversarios, inutilizando cuatro de sus naves comandante y destrozando once escoltas en la primera pasada. En lugar de girar para hacer frente al enemigo, que en retrospectiva habría servido para darle alguna oportunidad de victoria, el Señor de la Guerra ordenó a su flota que no variase el rumbo, intentando desesperadamente escapar.

El ataque de los Ejecutores

Mientras las más rápidas de las naves enemigas empezaban a acelerar alejándose de la flota de Ravensburg, parecía como si la flota del Caos fuera a volver a eludir la justicia. Pero a medida que el enemigo se alejaba, un nuevo drama se preparaba, como muestra este relato del Capitán Drew de la Fortitude:

"Atacaron sin avisar – un minuto la pantalla estaba vacía, y al siguiente una auténtica armada de naves eldar había surgido ante la flota del Caos. Al reconocer los colores de los Ejecutores entre sus buques temimos por nuestras vidas. Pero cuando intentábamos emprender un nuevo rumbo, nuestro miedo se convirtió en extática alegría. ¡Los eldar estaban atacando al enemigo, no a nosotros! Recuerdo los gritos de alegría en el puente, y un disparo de lanza perforando uno de sus acorazados, que se desgarraba en docenas de partes, consumido por las llamas que lamían sus baterías de armas."

Atrapados entre los eldar atacantes y la flota de Ravensburg, las naves del Caos fueron rápidamente aniquiladas, aunque una docena más de los buques imperiales quedara inutilizada o simplemente dañada antes del final de la batalla. Por qué los eldar decidieron prestar su apoyo a la causa imperial es algo que nunca se ha podido explicar, aunque la creencia generalizada es que finalmente se habían enterado de que Abaddon había capturado las Fortalezas de Azabache y habían comprendido que sólo una alianza les permitiría sobrevivir.

Nuevos acontecimientos

Aunque ya se extendía por toda la flota la noticia de la gran victoria de Lord Ravensburg, aún había mejores noticias en camino. Durante los últimos meses del 151.M41, las tormentas en la disformidad que habían aislado el Sector Gótico empezaron a perder intensidad, y varias naves de flotas vecinas llegaron para reforzar a los fatigados buques de Lord Ravensburg. Con ellas llegaron transportes de combate y cruceros de asalto de varios capítulos de Marines Espaciales, incorporando tropas frescas de élite a la lucha. La sólida defensa imperial, aunque rota en algunos puntos, había evitado que las flotas del Caos consiguieran una victoria rápida, y con la ayuda de los eldar y las naves de sectores vecinos los sirvientes del Emperador podían pasar a la ofensiva.

La destrucción de Tarantis

Pero igual que Ravensburg había sido antes demasiado terco como para aceptar la derrota, ahora Abaddon parecía igualmente decidido a no perder lo que había conseguido. Con dos, quizás incluso tres, Fortalezas Oscuras a sus órdenes, Abaddon suponía la mayor de las amenazas para los mundos imperiales del Sector Gótico. Hasta qué punto era peligroso nadie lo había sabido hasta que atacó el sistema de Tarantis. Cercano a una de las fronteras del Sector Gótico, Tarantis era un punto de reunión habitual para las naves que se disponían a entrar o abandonar

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la región del Sector Tamahl, así que hacia allí se lanzó Abaddon tratando de frenar la llegada de refuerzos imperiales.

Su flota principal, acompañada por las tres Fortalezas de Azabache desaparecidas, barrió al puñado de naves imperiales cercanas a lugar por el que surgieron del espacio disforme. Acercándose rápidamente al sistema, los cruceros y acorazados de la armada caótica se abrieron camino entre los defensores para permitir el paso de las Fortalezas Oscuras. Incontables millones de personas, muchas de ellas reclutas pertenecientes a la Armada o a la Guardia Imperial, murieron mientras los planetas eran destruidos y perecían incontables inocentes. Pero lo que sucedió a continuación, en el combate entre ambas flotas, iba a eclipsar todos los horrorosos sucesos desencadenados hasta el momento. Combinando su poder del mismo modo que en el sistema de Fularis, las Fortalezas Oscuras liberaron una onda masiva de energía contra la estrella de Fularis. Alcanzado su objetivo, las naves del Caos se retiraron combatiendo y saltaron a la disformidad de nuevo.

Durante todo un mes la estrella de Tarantis rugió hirviente. Retorcidas tormentas recorrían su ardiente superficie, mientras que su corona (su diámetro) se expandía hasta llegar a engullir los dos mundos más cercanos. Todos los que podían abandonaron el sistema, pero evacuar la población de tres mundos enteros era una tarea imposible. Cuatro semanas tras el ataque de Abaddon la estrella de Tarantis se convirtió en nova, arrasando todo lo que se encontraba a muchos miles de billones de kilómetros en todas direcciones en una terrorífica tempestad de gas y plasma. Tarantis, un sistema estelar entero, había dejado de existir. Abaddon tenía suficiente poder como para emplear estas armas contra cualquier sistema que se le antojase.

La trampa

Lord Ravensburg estaba firmemente convencido de que Abaddon trataría de capturar las otras tres fortalezas Blackstone, pero no tenía la menor idea de cuál de las tres sería la siguiente en recibir las atenciones del Señor de la Guerra. La cacería continuó durante seis meses, durante los cuales las naves imperiales y eldar patrullaron sistemas olvidados hacía tiempo, en un intento desesperado de encontrar a Abaddon y sus terribles armas. A finales del sexto mes, las fuerzas aliadas consiguieron una ventaja decisiva: los eldar habían encontrado la flota de Abaddon en el Bajo Lysades y eran capaces de usar sus sofisticadas naves para seguir su rastro a través de la disformidad.

Dado su rumbo, era claro que el Señor de la Guerra se estaba preparando para lanzar un ataque contra Schindlegeist, donde la Blackstone V flotaba en las profundidades estelares. Dejando atrás tan sólo un puñado de buques para que se ocuparan de las otras flotas del Caos, Ravensburg y los eldar se apresuraron para alcanzar Schindlegeist antes que el propio Abaddon. Empleando antiguos portales en la disformidad que les fueron mostrados por los eldar, los almirantes imperiales alcanzaron el Sector cinco días antes de la fecha en que se esperaba el ataque de Abaddon. Mientras recibían una corriente constante de datos acerca de las acciones de Abaddon, las naves imperiales y eldar acechaban, a la espera.

Superados en número y cogidos por sorpresa, había poco que los capitanes de las naves traidoras pudieran hacer, salvo morir luchando. Durante tres días se enfrentaron las poderosas flotas enemigas, sufriendo horrendas bajas por cada lado. Pero pese a toda su ferocidad, las naves caóticas sencillamente no podían igualar las fuerzas desplegadas contra ellas. Mientras el tercer día de lucha alcanzaba su sangriento clímax, Abaddon consiguió una vez más cruzar las líneas imperiales con sus Fortalezas y dirigirse hacia la estrella. Ravensburg ordenó interceptarle a todas las naves disponibles, aunque sabía que había poco que se pudiera hacer para frenar a las bestias. Sólo la Llama de Pureza estaba lo

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suficientemente próxima para atacar, pero el armamento del crucero servía de poco contra las enormes estaciones.

A medida que las Fortalezas acumulaban energía para lanzar su cataclísmico ataque surgieron nuevos rayos que las unían entre sí. Comprendiendo que sólo había una posibilidad, el capitán Abridal ordenó dirigir todo el potencial disponible a los escudos, y maniobró con la Llama de Pureza hasta situarse en medio de los rayos convergentes. La nave explotó casi instantáneamente, dispersándose en sus átomos constitutivos. Sin embargo, la detonación había bastado para agotar temporalmente la energía de las fortalezas, y, tal y como Abridal había esperado, necesitarían tiempo para volver a acumular el poder necesario para lanzar un nuevo ataque. Y tiempo era precisamente lo que Abaddon no tenía.

La derrota de Abaddon

Agotada su energía, poco podían hacer las Fortalezas de Azabache. Abaddon se las arregló para escapar con dos de ellas, tras una larga cacería hasta los límites del sistema Schindlegeist y un salto a la disformidad desde una posición peligrosamente cercana a un pozo de gravedad. La flota imperial acorraló a la tercera, abriendo fuego contra ella con toda su potencia, aunque con escaso éxito. Finalmente, dos cruceros de asalto del capítulo de Marines Espaciales de los Ángeles Redentores, combinados con botes de asalto del Derecho Divino, abordaron la solitaria fortaleza, intentando recuperarla. Ensign Goldwyn, que formaba parte de la fuerza de asalto, informó más tarde a sus superiores:

"Estábamos realmente sorprendidos ante la ausencia de tripulación a bordo de la Blackstone. Nuestro abordaje no tuvo que hacer frente a oposición de ningún tipo, y al acceder a su interior se había convertido en algo extraordinariamente distinto a la base en la que yo me había entrenado. Las mismas paredes latían con energía, habiéndose tornado su superficie negra, de un negro aterciopelado y surcado por profundas venas. Era absolutamente distinta de la nave de pasillos y habitaciones blanco chillón que había sido mi hogar seis años antes. No se veían rastros de las modificaciones realizadas por los Tecnosacerdotes, como si nuestra intrusión hubiera sido un sueño por fin acabado. Llevábamos a bordo quizá una hora cuando un pitido agudo inundó el aire y las paredes adquirieron un tono rubicundo. El pánico se apoderó de nuestros corazones y nos apresuramos a regresar a los Tiburones [los botes de asalto]. Justo a tiempo, pues apenas la abandonábamos, la fortaleza comenzó a desgajarse, fragmentándose lentamente en miles de secciones. Contemplar la destrucción del enemigo suele ser un momento agradable, pero en este caso, y aunque no soy capaz de explicar por qué, mi corazón se llenó de pesar y no podía escapar a la sensación de que algo excelso acababa de morir."

Aproximadamente al mismo tiempo que la Fortaleza reconquistada se autodestruía, las otras Fortalezas del Sector Gótico hacían exactamente lo mismo. Nadie sabe si el mismo destino alcanzó a las Fortalezas a las órdenes de Abaddon, y hay rumores de avistamientos en los que el Señor de la Guerra es acompañado por las antiguas máquinas, y otros en los que no. Cómo o por qué las Fortalezas fueron destruidas es aún hoy un enigma, pero se asegura que el Inquisidor Horst declaró a Lord Ravensburg:

"¿Quién puede imaginarse hasta dónde habría llegado Abaddon con las seis en su poder? Hay cosas que son demasiado peligrosas para existir, y alguien o algo ha decidido que las Fortalezas Azabache se cuentan entre éstas…"

152-160.M41 – LOS AÑOS FINALES

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Huida la flota de Abaddon, la atención de la Armada Imperial se concentró en las otras flotas del Caos. Las tormentas de disformidad habían cesado casi completamente, y decenas de naves se dirigían al Sector Gótico.

Fuerzas superiores

Muchos de los Señores de la Guerra del Caos siguieron a Abaddon y huyeron al Ojo del Terror, donde acunan su odio y amargura hasta que surja una nueva oportunidad para atacar. Cuatro grupos especiales, cada uno de ellos compuesto por varias docenas de naves comandante y escoltas, supervisaron la destrucción sistemática de aquellos que optaron por quedarse, erradicándolos uno tras otro. En el subsector de Port Maw se produjeron batallas titánicas entre el Segundo Grupo de Cruceros del Almirante Storn y la flota de Heinrich Bale durante dos años, mientras las naves del Caos se escurrían de sistema en sistema, dando la cara cuando las circunstancias les favorecían, huyendo de la ira del Emperador en las demás ocasiones. La batalla por Quinrox Sound reclamó aún más vidas, pues las naves del Caos se dispersaron y huyeron individualmente, cebándose en el ocasional escolta o crucero enviado para detenerlas.

Se limpia la mancha

Aunque las batallas entre las estrellas estaban acabando, todavía se necesitaron ocho años para recuperar los mundos tomados por el Caos. Muchos de ellos habían sido completamente arrasados, y sus poblaciones esclavizadas o sacrificadas a los Dioses Oscuros. Lenta pero metódicamente, la Guardia Imperial comenzó a limpiar estos planetas de la mancha del Caos. Los Confesores y Misioneros de la Eclesiarquía se dispusieron a restaurar la fe en el Emperador, y la Inquisición a perseguir a aquellos que habían colaborado con los seguidores de los Dioses Oscuros. Sin embargo, la lucha nunca acaba definitivamente. Aún hay mundos en la Nebulosa Graildark que aguardan a las flotas imperiales que han de rescatarlos; hay naves caóticas individuales, e incluso dos o tres flotas, que aún acechan en la oscuridad entre las estrellas de las Profundidades Hammerhead y el Clúster Cyclops, esperando su oportunidad para golpear de nuevo.

Los lobos se dispersan

A medida que las naves del Caos huían o eran destruidas, Lord Ravensburg ordenó a dos de los mayores grupos especiales concentrarse en eliminar a los piratas, cuyo poderío había aumentado desde las matanzas anteriores. Al igual que las flotas del Caos, fueron perseguidos de uno en uno y por turnos. Muchas de las bandas se deshicieron y huyeron buscando asilo en sistemas estelares olvidados hacía largo tiempo, o en campos de asteroides que ni siquiera figuran en las cartas astrales. Los Orkos del Clúster Cyclops fueron objetivo de inacabables persecuciones, expulsados de mundos en los que habían esclavizado a millones y de sistemas estelares en los que sus crudas construcciones (es difícil llamarlas naves) se habían cebado en los navegantes imperiales.

Veinte años de guerra habían dejado profundas cicatrices y se necesitarán siglos de sangre, sudor y esfuerzo para reparar el daño, tanto físico como espiritual, causado por Abaddon y sus seguidores.

Las recompensas de la victoria

Para la Armada Imperial en general, y para la Flota Gótica en concreto, el coste había sido elevado, tanto en vidas humanas como en pérdidas materiales. Se habían hecho grandes sacrificios, y habían hecho falta grandes héroes para aceptar los retos. Gracias a la determinación, coraje y lealtad de cada hombre en la Armada, se había ganado la guerra.

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Los Altos Señores De La Tierra reconocieron los esfuerzos de la flota entera en el Sector, y el nombre de cada tripulante que sirvió en la guerra, desde el Almirante Lord Ravensburg hasta el grumete más novato en la nave mercante de más bajo rango, se grabó en un monolito especialmente construido para la ocasión, que se eleva a diez veces la altura de un hombre en la Cámara de los Héroes, en el propio Palacio Imperial. El Inquisidor Horst simplemente desapareció, para proseguir con su tarea en algún otro lugar, y se rumorea que pasó el resto de su vida persiguiendo a Abaddon, tratando de adivinar cuál había sido el destino de las Fortalezas con las que había escapado. Sobre el éxito de su misión no se puede decir nada: no se ha recibido ni un solo informe, y él no ha sido visto desde la conclusión de la Guerra Gótica.

El Sector Gótico ha sobrevivido a estos tiempos de oscuridad, y la vida regresará eventualmente a sus cauces normales para los valientes hombres de la Armada: las batallas de rutina con los piratas eldar, la búsqueda constante de contrabandistas traidores, el aniquilamiento de herejes y rebeldes, y un millar más de trabajos por los que la Humanidad debe agradecimiento eterno a la Armada Imperial.