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Howard Zinn - Colón y la civilización occidental - 1 Colón y la civilización occidental por Howard Zinn

Zinn, Howard - Colón y La Civilización Occidental

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Howard Zinn - Colón y la civilización occidental - 1

Colóny la civilización occidental

por

Howard Zinn

Howard Zinn - Colón y la civilización occidental - 2

Titulo original: Columbus and Western civilization

Autor: Howard Zinn

Origen: ZNet

Traductor: Déborah Gil, revisado por Josue Pérez – Marzo 2000

Fuente del texto: Archivo Chile

http://www.archivochile.com/America_latina/al_vg/america_latina_dg_00002.pdf

Procedencia de la ilustración de la portada:

http://blogs.ua.es/descubridores/colon/

Maquetación actual: Demófilo, 2010-08-28

Biblioteca Libre

OMEGALFA

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Howard Zinn

Colón y la civilización occidental *

George Orwell, que era un hombre muy sabio, escribió: "El quecontrola el pasado controla el futuro. Y quien controla el presentecontrola el pasado". En otras palabras, los que dominan nuestrasociedad tienen facultad de escribir nuestra historia. Y si puedenhacerlo, pueden decidir nuestro futuro. Es por esto que es impor-tante contar la historia de Colón.

Permítanme hacer una confesión. Yo sabía muy poquito acerca deColón hasta hace aproximadamente 12 años, cuando empecé aescribir mi libro "La otra historia de los Estados Unidos" (título quese le ha dado en España). Tenía un doctorado en historia de laUniversidad de Columbia, es decir, tenía la formación apropiadapara un historiador. Y todo lo que sabía acerca de Colón era pocomás de lo que había aprendido en la escuela primaria.

Pero cuando empecé a escribir "La otra Historia de los EEUU", de-cidí que debía instruirme sobre Colón. Ya había llegado a la conclu-sión de que no quería escribir otra revisión de la historia america-na – sabía que mi punto de vista tendría que ser diferente. Iba a

*Titulo original: Columbus and Western civilizationAutor: Howard ZinnOrigen: ZNetTraductor: Déborah Gil, revisado por Josue Pérez – Marzo 2000

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escribir sobre los Estados Unidos desde el punto de vista de esagente largamente olvidada en los libros de Historia: Los indígenasamericanos, los esclavos negros, las mujeres, los trabajadores,bien nativos o inmigrantes.

Quería contar la historia del progreso industrial de la nación nodesde el punto de vista de Rockefeller, Carnegie y Vanderbilt, sinode la gente que trabajó en sus minas, en sus campos de petróleo,los que perdieron sus miembros o sus vidas construyendo el ferro-carril.

Quería escribir la historia de las guerras, no desde el punto de vis-ta de los generales y presidentes, no desde el punto de vista deaquellos héroes militares cuyas estatuas se pueden ver a lo largode este país, sino a través de los ojos de los soldados, o a travésde los ojos del "enemigo". Sí, ¿por qué no ver la guerra de Méjico,aquel gran triunfo militar de los Estados Unidos, desde el punto devista de los mejicanos?.

Por tanto, ¿como debería contar la historia de Colón? Conclusión.Debía verle a través de los ojos de la gente que estaba aquí cuan-do él llegó, la gente que él llamó "indios" porque pensó que estabaen Asia.

Bueno, éstos no dejaron memorias, ni historias. Su cultura era unacultura oral, no escrita. Además , unas décadas después de la lle-gada de Colón habían sido eliminados. Así que me vi obligado arecurrir a la siguiente mejor opción. Los españoles que estuvieronen escena en aquella época. Primero el mismo Colón. El había lle-vado un diario.

Su diario fue revelador. Describió a la gente que le dio la bienveni-da cuando llegó a las Bahamas. Eran indios Arawak, algunas vecesllamados Taínos – y contó como se tiraron al agua para darle labienvenida a él y a sus hombres, que debían parecer y sonar como

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gente de otro mundo, llevándoles regalos de varias clases. Losdescribió como apacibles, amables y dijo: "No llevan armas ni lasconocen, porque les mostré una espada , la tomaron por el filo yse cortaron".

A través de su diario, durante los meses siguientes, Colón habló delos nativos americanos con lo que parecía temerosa admiración:"Son la mejor gente del mundo y sobre todo la mas amable, noconocen el mal –nunca matan ni roban... aman a sus vecinos comoa ellos mismos y tienen la manera más dulce de hablar del mun-do... siempre riendo".

Y en una carta que escribió a uno de sus patrocinadores españoles,Colón dijo: "Son muy simples y honestos, y extremadamente libe-rales con sus posesiones." En su diario, Colón escribe: "Seríanbuenos sirvientes... Con cincuenta hombres podríamos subyugar-los y que hicieran lo que quisiéramos".

Sí, así es como Colón veía a los indios –no como anfitriones hospi-talarios, sino como "sirvientes" para hacer "lo que queramos quehagan".

¿Y qué es lo que quería Colón? Esto no es difícil de determinar, enlas dos primeras semanas de anotaciones en el diario, hay unapalabra que se repite setenta y cinco veces: ORO.

En los argumentos habituales sobre Colón, en lo que se hace hin-capié una y otra vez es en su sentimiento religioso, su deseo deconvertir a los nativos a la Cristiandad, su reverencia hacia la Bi-blia. Sí, estaba interesado por Dios. Pero mucho más por el Oro.Solo una letra menos, el suyo era un alfabeto limitado. Sí, tanto élcomo sus hermanos, sus hombres, erigieron cruces a lo largo delas islas de la Española, donde pasaban la mayoría del tiempo.Pero también erigieron horcas –en el año 1500, había 340. Crucesy horcas, esa mortal yuxtaposición histórica.

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En su búsqueda de oro, Colón, viendo que los indios llevaban pe-dacitos de oro, concluyó que habría grandes cantidades de él. Or-denó a los nativos que encontraran una cierta cantidad de oro, enun cierto periodo de tiempo, y si no cumplían con su cupo, les cor-taban los brazos. El resto aprendía la lección y traía el oro.

Samuel Eliot Morison, un historiador de Harvard, que fue un admi-rado biógrafo de Colón, reconoció este punto. Escribió "Quien fuerael que inventara este espantoso sistema, como único método deproducir oro para la exportación, el responsable del mismo fue soloColón... aquellos que huyeron a las montañas fueron cazados conperros, y de los que escaparon se ocuparon el hambre y la enfer-medad, mientras miles de pobres criaturas, en su desesperacióntomaron veneno de mandioca para acabar con su miseria".

Morison continúa: "Así que la política y los actos de Colón, de loscuales solo él fue responsable, comenzaron la despoblación delparaíso terrenal que fue "La Española" en 1492. De los nativosoriundos, estimados por etnólogos modernos en 300.000, entre1494 y 1496 un tercio había muerto. En 1508 el censo mostrabasólo 60.000 vivos... en 1548 Oviedo (Morison se refiere a Fernán-dez de Oviedo, el historiador Español oficial de la Conquista) duda-ba sobre si quedaban 500 indios.

Pero Colón no obtuvo oro suficiente para mandarlo a casa e impre-sionar al Rey y la Reina, y a sus financieros españoles, así quedecidió mandar a España otra clase de partida. Esclavos. Rodearona cerca de 1200 nativos, seleccionaron a 500, y a esos los manda-ron, encadenados unos junto a otros, en el viaje a través delAtlántico. En el camino murieron doscientos, de frío y enfermedad.

En la anotación de Septiembre de 1498 en el diario de Colón selee: " Desde aquí uno puede mandar, en el nombre de la SantísimaTrinidad, tantos esclavos como se puedan vender…"

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Lo que los españoles hicieron a los indios se cuenta en horribledetalle por Bartolomé de las Casas, cuya escritura da la cuentamás completa del encuentro hispano-indio. Las Casas era un sa-cerdote Dominico que llegó al Nuevo Mundo unos años después deColón, pasó cuarenta años en "La Española" e islas adyacentes, yse convirtió en el valedor principal en España de los derechos delos nativos. Las Casas, en su libro "Brevisima Relación De La Des-truición De Las Indias", escribe de los Arawaks: "... de todo el infi-nito universo de la humanidad, esta gente es la más inocente, lamás desprovista de maldad y doblez... y a este redil de ovejas...vinieron algunos españoles que inmediatamente se comportaroncomo bestias furiosas... Su razón para matar y destruir ... es quelos cristianos tenían un único propósito que era el de adquirir oro".

Las crueldades se multiplicaron. Las Casas vio a soldados acuchi-llar indios por deporte, estrellar las cabezas de bebés contra rocas.Y cuando los indios se resistían, los españoles los cazaban, equi-pados para la matanza con caballos, armaduras, lanzas, picas,rifles, ballestas y perros feroces.

Los indios que tomaban cosas pertenecientes a los españoles –noestaban acostumbrados al concepto de la propiedad privada, yentregaban libremente sus posesiones– eran decapitados o se lesquemaba en la pira.

El testimonio de "Las Casas" fue corroborado por otros testigos. Ungrupo de frailes Dominicos, se dirigieron a la monarquía española,en 1519, esperando su intercesión, contando atrocidades innom-brables; niños lanzados a los perros para que los devoraran, reciénnacidos de prisioneras arrojados a la selva para que murieran.

Los trabajos forzados en las minas o en el campo produjeron mu-chas enfermedades y muerte. Muchos niños murieron, porque susmadres, exhaustas y hambrientas, no tenían leche para ellos. Las

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Casas, en Cuba, estimó que en tres meses murieron 7.000 niños…

La mayor mortandad fue causada por enfermedades, ya que losEuropeos trajeron consigo enfermedades para los que los nativosno estaban inmunizados, fiebres tifoideas, tifus, difteria, viruela.

Como en cualquier conquista militar, las mujeres recibieron untratamiento especialmente brutal. Un noble italiano llamado Cu-neo, documentó un reciente encuentro sexual. El "Almirante" alque se refiere es Colón, quien, como parte de su acuerdo con lamonarquía española, insistió en que lo hicieran almirante. Cuneoescribió:

"... Capturé una mujer Caribe muy hermosa, la cual el almiranteme otorgó, y con quien ... concebí el deseo de obtener placer.Quería poner mi deseo en ejecución pero ella no quiso y me arañócon sus uñas de un modo que deseé que nunca hubiera empezado.Pero viendo esto, tomé una cuerda y la castigué bien... finalmentenos pusimos de acuerdo".

Hay otras pruebas que demuestran el panorama de la violaciónextendida de mujeres nativas. Samuel Elliot Morison: "En las Ba-hamas, Cuba y La Española, encontraron hermosas mujeres jóve-nes que estaban siempre desnudas, en todos los lugares accesiblesy supuestamente complacientes". ¿Quién supone esto? Morison, yotros muchos.

Morision vio la conquista, como muchos otros escritores como élhabían hecho, como una de las grandes aventuras románticas dela historia mundial. Parecía encantado con lo que creía que era unaconquista masculina. Escribió: "Nunca jamás hombre mortal espe-rará recapturar la emoción, la maravilla, el encanto de esos díasde Octubre en 1492, cuando el nuevo mundo graciosamente rindiósu virginidad a los conquistadores castellanos".

El lenguaje de Cuento ("Nos pusimos de acuerdo"), y el de Morison

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("rendir graciosamente") escrito casi quinientos años después,seguramente sugiere cuan persistente, a través de la historia mo-derna, ha sido la mitología que racionaliza la brutalidad sexual,pero viéndola como "complacencia".

Así que leí el diario de Colón, leí a Las Casas. También leí el traba-jo pionero para nuestro tiempo de Hans Konings, "Colón, Su Em-presa", que para el tiempo en que escribía mi "Otra historia" era laúnica narración contemporánea que pude encontrar que difería deltratamiento estándar.

Cuando apareció mi libro, comencé a recibir cartas de todo el paíssobre el mismo. Aquí teníamos un libro de 600 páginas que empe-zaba con Colón, [y todas las cartas] sobre un único tema: Colón.Pude haber interpretado que ya que este era el principio del libro,eso es todo lo que la gente había leído. Pero no, parecía que lahistoria sobre Colón era simplemente la parte de mi libro que loslectores encontraron más alarmante. Porque todos los americanos,desde primaria en adelante, aprenden la historia de Colón, y laaprenden del mismo modo: "En mil cuatrocientos noventa y dos,Colón surcó la mar oceana..."

Cuantos de Vds. han oído hablar de Tigard, Oregon? Bueno, yo no,hasta que hace siete años empecé a recibir, cada semestre, unmontón de cartas, veinte o treinta, de estudiantes de un colegio deenseñanza secundaria en Tigard, Oregon. Parece que su profesorles había hecho (conociendo los colegios de enseñanza secundaria,yo diría "obligándoles a") leer mi "Otra historia de los EEUU". Ha-bía fotocopiado varios de los capítulos y se los había dado a losestudiantes. Luego les había hecho escribirme, haciéndome co-mentarios y preguntas. Apenas la mitad de ellos me dio las graciaspor darles los datos que nunca habían considerado antes. Los otrosestaban indignados o se preguntaban cómo conseguí tal informa-ción, y cómo había llegado a tan indignantes conclusiones.

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Una estudiante de secundaria, llamada Bethany me escribió. "Detodos los artículos suyos que he leído considero que -Colón, losindios y el progreso humano- es el mas impactante."

Otro estudiante de diecisiete años, llamado Brian, me escribió: "unejemplo de la confusión que siento después de leer su artículo serefiere a la llegada de Colón a América...... De acuerdo con Vd.,parece que vino por mujeres, esclavos y oro. Dice Vd. que consi-guió gran parte de esta información del propio diario de Colón. Mepregunto si existe tal diario, y si es así ¿por qué no es parte denuestra historia? ¿Por qué nada de lo que Vd. dice aparece en milibro de historia o en los libros de historia a los que la gente tieneacceso a diario?.

Sopesé esta carta. Podría interpretarse como el que la escribióestaba indignado porque otros libros de historia no le contaron loque yo. O, más probablemente estaba diciendo "No me creo ni unapalabra de lo que Vd. escribió, se lo ha inventado".

No me sorprenden estas reacciones. Nos dicen algo sobre las rei-vindicaciones de pluralismo y diversidad en la cultura Americana,del orgullo de nuestra "sociedad libre", que generación tras gene-ración ha aprendido exactamente los mismos hechos sobre Colón,y han terminado sus estudios con las mismas deslumbrantes omi-siones.

Un profesor de colegio en Portland, Oregon, llamado Bill Bigelow ,ha emprendido una cruzada para cambiar la forma de enseñar lahistoria de Colón en América. Cuenta como a veces empieza unanueva clase. Se dirige a una chica en la fila delantera y coge subolso. Ella exclama "¡Ha cogido mi bolso!", Bigelow responde: "No,lo he descubierto".

Bill Bigelow realizó un estudio de recientes libros infantiles sobreColón. Encontró que eran notablemente parecidos en su repetición

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del punto de vista tradicional. La biografía típica de Colón de quin-to grado empieza: "Había una vez un chico que amaba la mar sa-lada". ¡Bueno!, me puedo imaginar una biografía infantil de Atila elHuno que empezara con la frase "Había una vez un chico queamaba los caballos".

Otro libro infantil en el estudio de Bigelow, esta vez para niños desegundo grado: "El rey y la reina vieron el oro y los indios. Escu-charon maravillados las historias de aventura de Colón, entoncesfueron todos a la iglesia a rezar y cantar. Lágrimas de júbilo llena-ron los ojos de Colón".

Una vez hablé sobre Colón a un grupo de trabajo de profesoresescolares, uno de ellos sugirió que los niños eran demasiado pe-queños para oír los horrores relatados por Las Casas y otros. Otrosestuvieron en desacuerdo, dijeron que las historias infantiles inclu-ían mucha violencia, pero los que la perpetraban eran brujas,monstruos y gente mala, no héroes nacionales con fiestas naciona-les en su honor.

Algunos profesores sugirieron cómo se podría contar la historia deforma que no asustara innecesariamente a los niños, pero eso evi-taría que tuviera lugar la falsificación de la historia.

Los argumentos acerca de que los niños "no están preparados paraoír la verdad" no tienen en cuenta el hecho de que, en la sociedadamericana, cuando el niño crece, tampoco se le dice la verdad.Como dije antes, en la secundaria no se me presentó (aun cuandoestaba haciendo estudios superiores no se me habia presentado) lainformación que podría contradecir los mitos que se me contaronen cursos anteriores. Está claro que mi experiencia es la típica, ajuzgar por las reacciones escandalizadas que ha provocado mi libroen lectores de todas las edades.

Si buscamos en un libro para adultos, la enciclopedia de Colón (mi

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edición se recopiló en 1950, pero la información relevante ya esta-ba disponible para entonces, incluyendo la biografía de Morison),hay un gran artículo sobre Colón (unas 1.000 palabras), pero noencontrarán mención alguna de las atrocidades cometidas por él ysus hombres.

En la edición de 1986 de Historia Mundial, publicada por la Univer-sidad de Columbia, hay varias menciones a Colón, pero nada acer-ca de lo que les hizo a los nativos. Hay varias páginas dedicadas a"España y Portugal en América" en las que el tratamiento a la po-blación nativa se presenta como una cuestión controvertida, entrelos teólogos de la época, y entre los historiadores actuales. Pode-mos hacernos idea de este "acercamiento imparcial", que contieneun poquito de realidad, por el siguiente pasaje de esa historia.

"La determinación de la Corona y la Iglesia de cristianizar a losindios, la necesidad de mano de obra para explotar las nuevas tie-rras y los intentos de algunos españoles de proteger a los indios,trajo como resultado un notable conjunto de costumbres, leyes einstituciones que todavía hoy llevan a los historiadores a conclu-siones contradictorias acerca del mandato español en América.....Los conflictos académicos prosperan en este debate y son en algúnsentido una cuestión de difícil solución, pero no hay duda que lacrueldad, el exceso de trabajo y la enfermedad dieron lugar a unadespoblación espantosa. Según estimaciones recientes, en 1519había cerca de 25 millones de indios en Méjico, en 1605 quedabanpoco más de 1 millón.

A pesar de este lenguaje erudito… "conclusiones contradictorias.....disputas académicas..... cuestión de difícil solución"—no hay unadiscusión real acerca de los hechos de la esclavitud, el trabajo for-zado, la violación, el asesinato, la toma de rehenes, los estragosde las enfermedades traídas de Europa, y la desaparición de ungran número de nativos. La única discusión es acerca de la impor-

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tancia que se le debe dar a estos hechos y como se trasladan a lapráctica en nuestros tiempos.

Por ejemplo, Samuel Eliot Morison pasa algún tiempo detallando eltratamiento de Colón y sus hombres a los nativos, y utiliza la pala-bra "genocidio" para describir el efecto global del "descubrimien-to". Pero lo esconde en una neblina del largo tratamiento de admi-ración hacía Colon, y resume su visión en los párrafos finales de supopular libro, "Cristóbal Colón, Marino", como sigue:

"Tuvo sus faltas y sus defectos, pero fueron en gran manera losdefectos y cualidades que lo hicieron un gran hombre –su indómitavoluntad, su magnífica fe en Dios, y su propia misión como el por-tador de Cristo a las tierras de allende los mares; su obstinadaperseverancia a pesar de la indolencia, pobreza y desaliento. Perono había defecto, ninguna cara oscura en la más excepcional yesencial de todas sus cualidades, su capacidad náutica.

¡Sí, su capacidad náutica!

Déjenme que me explique. No me interesa ni denunciar ni ensalzara Colón. Es demasiado tarde para eso. No le estamos escribiendouna carta de recomendación para decidir si es apto para realizarotro viaje a otro lugar del universo. Para mí, la historia de Colón esimportante por lo que nos dice de nosotros mismos, de nuestraépoca, sobre las decisiones que tomamos para nuestro país para elsiglo que viene.

¿Por qué esta gran controversia hoy acerca de Colón y la celebra-ción del Quinto Centenario?

¿Por qué la indignación de los nativos americanos y otros acercade la exaltación de ese conquistador? ¿Por qué otros defiendenapasionadamente a Colón? La intensidad del debate solo puede

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ser porque no se trata de 1492 sino de 1992.

Nos podemos hacer una idea al respecto si miramos cien añosatrás, a 1892, el año del cuarto centenario. Hubo grandes celebra-ciones en Chicago y en Nueva York. En Nueva York hubo cinco díasde desfiles, fuegos artificiales, marchas militares, exhibiciones na-vales. La ciudad recibió un millón de visitantes, se descubrió unaestatua conmemorativa en una esquina del Central Park, ahoraconocido como Columbus Circle. Tuvo lugar una reunión de cele-bración en el Carnegie Hall, dirigida por Chauncey DePew.

No conocerán el nombre de Chauncey DePew a menos que hayanleído recientemente el trabajo clásico de Gustavus Myer’s, "La his-toria de las grandes fortunas americanas". En ese libro se describea Chauncey DePew como la mano derecha de Cornelius Vanderbilty su nuevo ferrocarril central de Nueva York. DePew viajó a Alba-ny, la capital del Estado de Nueva York, con la cartera llena dedinero y pases gratis de tren para los miembros de la legislaturadel estado de Nueva York, volviendo con subsidios y concesionesde tierras para el New York Central.

DePew vio en las festividades de Colón la celebración de la riquezay prosperidad, se podría decir que "remarca la abundancia y lacivilización de una gran gente.. remarcan las cosas que pertenecena su comodidad y a su tranquilidad, a su placer y a sus lujos... ysu poder."

Debemos saber, que en el momento en que dijo esto, había muchosufrimiento entre los trabajadores pobres de América, amontona-dos en cuartuchos en la ciudad, sus niños enfermos y desnutridos.Los apuros de la gente que trabajaba en el campo, que en estaépoca eran una parte considerable de la población eran desespera-dos, esto les condujo a la indignación y a las alianzas de granjerosy al nacimiento del Partido del Pueblo. Y el año siguiente, 1893,

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fue un año de crisis económica y de profunda miseria.

DePew debió haber notado, mientras estaba en la plataforma delCarnegie Hall, algunos murmullos de descontento a la autosufi-ciencia que acompañó aquel espíritu de investigación histórica quepone todo en duda; ese espíritu moderno que destruye todas lasilusiones y todos los héroes que han sido la inspiración del patrio-tismo a lo largo de los siglos.

Así que enaltecer a Colón era patriótico. Dudar de él era antipatrió-tico, ¿y qué significaba "patriotismo" para DePew?. Significaba laexaltación de la expansión y la conquista –representada por Colóny representada por América. Fue solo seis años después de estediscurso, cuando los Estados Unidos, expulsando a los Españolesde Cuba, comenzaron su larga ocupación (esporádicamente mili-tar, y continuamente política y económica) de Cuba, tomaronPuerto Rico y Hawaii, y comenzaron la sangrienta guerra contra losFilipinos para ocupar su país.

Ese "patriotismo" que estaba conectado al enaltecimiento de Colóny al enaltecimiento de la conquista, fue ratificado en la segundaguerra mundial por el ascenso de los Estados Unidos como el su-perpoder, ahora que todos los imperios europeos estaban en decli-ve. En esa época, Henry Luce, el poderoso fabricante de presiden-tes y multimillonario, dueño de Time, Life y Fortune (no solo lapublicación sino las posesiones¡) escribió que el siglo veinte seestaba convirtiendo en el "Siglo Americano", en el que los EstadosUnidos tendrían su oportunidad en el mundo.

En, 1988, George Bush, aceptando su nominación presidencial di-jo: "Este ha sido llamado el Siglo Americano debido a que en él,hemos sido la fuerza dominante del bien en el mundo.... ahoraestamos a punto de entrar en un nuevo siglo, y cual será el nom-bre del país que llevará?, yo digo que será otro Siglo Americano".

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¡Qué arrogancia!, que el siglo veintiuno, cuando deberíamos con-seguir alejarnos del patrioterismo homicida del siglo, se deba yaanticipar como el siglo americano, o como el siglo de cualquierotro país. Bush debe pensar en sí mismo como en un nuevo Colón,"descubriendo" y plantando la bandera de su país en un nuevomundo, porque exigió una colonia americana en la luna para prin-cipios del siglo que viene. Y pronostica una misión a Marte en elaño 2019.

El "patriotismo" invocado por Chauncey DePew, durante la con-memoración de Colón estaba profundamente conectado a la nociónde inferioridad del pueblo conquistado. Los ataques de Colón a losindios estaban justificados por su estatus de infrahumanos. La to-ma de Texas y gran parte de Méjico, por los Estados Unidos, justoantes de la Guerra Civil se hizo con la misma lógica racista. SamHouston, el primer gobernador de Texas, proclamó: "La raza an-glosajona debe dominar todo el extremo meridional de todo el con-junto del extremo meridional de este vasto continente. Los meji-canos no son mejores que los indios, y no veo la razón por la queno debamos ocupar sus tierras".

Al principio del siglo veinte, la violencia del nuevo expansionismoamericano en el Caribe y el Pacifico fue aceptada porque estába-mos tratando con seres inferiores.

En el año 1900, Chauncey DePew para entonces senador de losEEUU, habló otra vez en el Carnegie Hall, esta vez para apoyar lacandidatura de Teodore Roosevelt para Vicepresidente. Ensalzandola conquista de Filipinas como el comienzo del avance Americanoen China y mas allá, proclamó:

"Las pistolas de Dewery en la bahía de Manila se oyeron a travésde Asia y Africa, hicieron eco a través del palacio de Pekín y traje-ron a las mentes orientales una potente nueva fuerza entre las

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naciones occidentales. Nosotros, igual que los países de Europa,estamos procurando entrar en los infinitos mercados del este. Estagente no respeta nada mas que la fuerza. Creo que las Filipinasserán unos enormes mercados y fuentes de riqueza".

Teodore Roosevelt, que aparece interminablemente en las listas denuestros "Grandes presidentes" y cuya cara es una de las cuatroesculturas colosales de presidentes americanos (junto con Was-hington, Jefferson, Lincoln) talladas en el monte Rushmore, enDakota del Sur, fue "un crimen contra la civilización blanca" En sulibro "la vida tenaz" Roosevelt escribió:

"Por supuesto, toda nuestra historia nacional ha sido una historiade expansión.... que o los bárbaros retroceden o son conquista-dos... es solo debido a la supremacía de las poderosas razas civili-zadas que no han perdido el instinto de lucha".

Un oficial de la marina en las Filipinas lo dijo con muchos menosrodeos: "no hay necesidad de andarse con pelos en la lengua....exterminamos a los indios americanos y supongo que la mayoríade nosotros estamos orgullosos... y si fuera necesario no debemostener escrúpulos en la exterminación de esta otra raza que se in-terpone en el camino del progreso y la ilustración."

El historiador oficial de las Indias a principios del siglo XVI,Fernández de Oviedo, no negó lo que los conquistadores habíanhecho a los nativos. Describió "innumerables muertes crueles tanincontables como las estrellas". Pero esto era aceptable ya que"usar la pólvora contra paganos es como ofrecer incienso al Se-ñor".

(Uno se acuerda de la decisión del Presidente McKinley de enviar ala marina y el ejercito para tomar las Filipinas, diciendo que eradeber de los Estados Unidos "Cristianizar y civilizar" a los filipinos).

Contra las peticiones de misericordia hacia los indios de Las Casas,

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el teólogo Juan Ginés de Sepúlveda declaró: "¿Cómo podemos du-dar que esa gente, tan incivilizada, tan bárbara, tan contaminadacon tantos pecados y obscenidades ha sido justamente conquista-da?

En el año 1531 Sepúlveda visitó su antigua universidad en Españay se sintió ultrajado al ver que los estudiantes estaban protestandopor la guerra española contra el Turco. Los estudiantes decían "to-da guerra es contraria a la religión católica".

Esto le hizo escribir una defensa filosófica del tratamiento españolhacia los indios. Citó a Aristóteles, que en su Política escribió quealgunas personas eran "esclavos por naturaleza" que "debían seracorralados como bestias salvajes para poder hacerlos volver alsistema de vida correcto".

Las Casas respondió: "Mandemos Aristóteles a freír espárragos,porque tenemos en nuestro favor el mandamiento de Cristo.Amarás a tu prójimo como a ti mismo!".

La deshumanización del enemigo ha sido un aliado necesario en lasguerras de conquista.

Es mas fácil explicar atrocidades si éstas se cometen contra infie-les, o gente de raza inferior. Así se justificaron la esclavitud y lasegregación racial en los Estados Unidos, y el imperialismo Euro-peo en Asia y Africa.

Los bombardeos de aldeas vietnamitas por los Estados Unidos, lasmisiones de búsqueda y destrucción, la masacre de My Lai, todo sehizo agradable a sus autores mediante la idea de que las víctimasno eran humanas. Eran "Gooks" (Término despectivo con el que sedesignaba a los vietnamitas) o comunistas, y se lo merecían.

En la Guerra del Golfo, la deshumanización de los iraquíes consis-tió en no reconocer su existencia. No estábamos bombardeando a

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mujeres, niños, ni bombardeando o acribillando a jóvenes iraquíesen actos de vuelo y rendición, estabamos actuando contra unmonstruo tipo Hitler, Saddam Hussein, aunque la gente a la queestábamos matando fueran las víctimas iraquíes de este monstruo.Cuando se le preguntó al general Colin Powell acerca de las bajasiraquíes, dijo que: "Realmente no era algo en lo que estuviera te-rriblemente interesado".

El pueblo americano fue conducido a aceptar la violencia de la gue-rra en Iraq porque los iraquíes se hicieron invisibles –porque losEstados Unidos solo utilizaron "bombas inteligentes". La mayoríade la prensa ignoró el numero de víctimas en Irak, ignoró el infor-me del equipo médico de Harvard que visitó Irak poco después dela guerra y encontró que decenas de miles de niños iraquíes esta-ban muriendo debido al bombardeo de los suministros de agua ylas resultantes epidemias de enfermedades.

Las festividades de Colón se divulgan como celebraciones no solode sus proezas marítimas sino del "progreso", de su llegada a lasBahamas (Guanahaní), como el comienzo de los muy alabadosquinientos años de civilización occidental. Pero debemos revisarestos conceptos. Cuando se le preguntó en una ocasión a Gandhique qué pensaba sobre la civilización de occidente, respondió: "Esuna buena idea".

La idea no es negar los beneficios del "progreso" y la "civilización"– los avances en tecnología, conocimientos, ciencia, salud, educa-ción y niveles de vida. Pero debemos hacernos una pregunta: pro-greso, sí, pero ¿a qué coste humano?

¿Debemos medir el progreso simplemente en las estadísticas delcambio tecnológico e industrial, sin tener en cuenta las consecuen-cias de tal "progreso" para los seres humanos? ¿Aceptaríamos lajustificación rusa del mandato de Stalin, incluyendo la gran canti-

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dad de sufrimiento humano, basándose en que transformó a Rusiaen un gran poder industrial?.

Recuerdo que en mis clases de Historia americana, en la secunda-ria, cuando llegamos al periodo después de la Guerra Civil, en elcorto intervalo entre esa guerra y la segunda guerra mundial, alque se llamó la época dorada, el periodo de la gran revolución in-dustrial, cuando los Estados Unidos se convirtió en un giganteeconómico. Recuerdo qué emocionados estábamos al conocer elcrecimiento dramático de las industrias del petróleo y el acero, laconstrucción de las grandes fortunas, el entrecruzamiento del paíspor el ferrocarril.

No se nos contó el coste humano de este gran proceso industrial.Cómo la enorme producción de algodón provenía del trabajo deesclavos negros, como la industria textil se construyó sobre el tra-bajo de jovencitas que entraban en los telares a los doce años ymorían a los veinticinco; cómo los ferrocarriles fueron construidospor inmigrantes irlandeses y chinos a los que prácticamente sehacia trabajar hasta la muerte, bajo el calor del verano y el frío delinvierno; cómo los trabajadores, inmigrantes y nativos, tuvieronque ir a la huelga y ganar el derecho de la jornada de ocho horas,cómo los hijos de la clase trabajadora, en los barrios bajos de lasciudades tenían que beber agua contaminada y cómo morían pre-maturamente de malnutrición y enfermedad. Todo esto en nombredel "progreso".

Y sí, es verdad que se han obtenido enormes beneficios de la in-dustralización, las ciencias, la tecnología y la medicina. Pero hastael momento, en estos 500 años de civilización occidental, de domi-nación del mundo por parte del occidente, la mayoría de esos be-neficios han recaido en una parte muy pequeña de la raza huma-na. Ya que millones de personas en el Tercer Mundo aun se en-frentan al hambre, a la falta de vivienda, a la enfermedad, y a la

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muerte prematura de sus hijos.

¿Que la expedición de Colón marcó la transición de la incultura a lacivilización? ¿Y las civilizaciones indias que habían sido construidasunos cientos de años antes de que llegara Colón.?

Las Casas y otros se maravillaron con el espíritu de participación ygenerosidad que caracterizaba a las sociedades indias, los edificioscomunales en los que vivían, sus sensibilidad estética, la igualdadentre hombres y mujeres.

Los colonos ingleses en Norte América se asombraron de la demo-cracia de los Iroquíes –las tribus que ocupaban gran parte de Nue-va York y Pennsylvania. El historiador americano Gary Nash des-cribió la cultura iroquesa: "no hay leyes ni ordenanzas, alguacilesni guardias, jueces o jurados, tribunales, o cárceles – el aparato deautoridad de las sociedades europeas – nada de eso se podía en-contrar en los bosques del noreste antes de la llegada europea.Aun así estaban firmemente establecidos los limites aceptables deconducta. Aunque estaban orgullosos de ser individuos indepen-dientes, los iroquies tenían un estricto sentido del bien y del mal."

En el transcurso de su expansión hacia el oeste, los Estados Uni-dos, la nueva nación, robaron las tierras de los indios, los mataroncuando se resistieron, destruyeron sus fuentes de comida y abrigo,los empujaron hacia secciones cada vez mas pequeñas del país, sededicaron a la destrucción sistemática de la sociedad india. En lostiempos de la guerra de Halcón Negro, en los años de 1830 – unade las cientos de guerras contra los indios de Norte América . Le-wis Cas, el gobernador del territorio de Michigan, se refirió a latoma de millones de acres de los indios como "el progreso de lacivilización." Dijo: "Un pueblo bárbaro no puede vivir en contactocon una comunidad civilizada".

Ya sabemos cuan bárbaros eran esos indios cuando, en los años de

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1880, el congreso preparó una legislación para parcelar las tierrascomunales en las que aun vivían los indios, en pequeños minifun-dios, lo que hoy en día alguna gente admirativamente llamaría"privatización".

El Senador Henry Dawes, artífice de esta legislación, "Visitó la na-ción Cherokee y describió lo que encontró: "....no había una solafamilia en toda la nación que no tuviera casa propia. No había niun pobre en la nación, y la nación no debía ni un dólar.....habíaconstruido sus propias escuelas y hospitales. Sin embargo su des-apego hacia el sistema era aparente. Habían llegado todo lo lejosque pudieron, porque tenían las tierras en común.....no había ocu-pación que hiciera que tu casa fuera mejor que la de tus vecinos.No había egoísmo, lo que está en el escalón mas bajo de la civili-zación".

Ese egoísmo que está en el escalón más bajo de la civilización estáconectado con lo que empujó a Colón, y con lo que causa granadmiración hoy en día . También está vinculado a lo que dicen losdirigentes políticos americanos y los medios de comunicación,acerca de cómo Occidente le hará un gran favor a la Unión Soviéti-ca y Europa del este, introduciendo el afán de lucro.

Por descontado, puede haber algunas veces en las cuales el incen-tivo de afán de lucro pueda ser de ayuda en el desarrollo económi-co, pero tal incentivo, en la historia del "libre mercado" del oeste,ha tenido consecuencias espantosas. Ha llevado, a través de lossiglos de la "civilización occidental" a un imperialismo despiadado.

En la novela de Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas, escritaen 1890 después de pasar una temporada en el Congo superior, enAfrica, describe el trabajo que hacían hombres negros encadena-dos para los hombres blancos cuyo único interés era el marfil. Es-cribe. "La palabra marfil, tañía en el aire, se susurraba, se suspira-

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ba. Se podría pensar que le rezaban....arrancar el tesoro de lasentrañas de la tierra era su anhelo, sin que les respaldara otropropósito moral que el que tienen los ladrones al allanar una pro-piedad".

Este anhelo incontrolado por el afán de lucro ha conducido a unenorme sufrimiento humano, explotación, esclavitud, crueldad enel trabajo, condiciones laborales peligrosas, trabajo infantil, la des-trucción de campos y bosques, el envenenamiento del aire querespiramos, del agua que bebemos, de nuestros alimentos.

En su biografía, el jefe Luther Oso Plantado, escribió: "Es ciertoque el hombre blanco trajo grandes cambios, pero los frutos varia-dos de su civilización, aunque muy exagerados e incitadores, sonescalofriantes y mortales. Y si es parte de la civilización el mutilar,robar, y arruinar, entonces ¿qué es el progreso?. Voy a aventurarque el hombre que se sienta en el piso de su tipi, meditando acer-ca de la vida y su significado, aceptando la hermandad de todaslas criaturas y reconociendo una unidad en el universo de las co-sas, tiene imbuido su ser con la verdadera esencia de la civiliza-ción."

Las amenazas actuales al medio ambiente han hecho que científi-cos y otros académicos reconsideren el valor del "progreso", tal ycomo ha sido definido hasta ahora. En diciembre de 1991 hubouna conferencia de 5 días en el MIT (Masachussets Institute ofTechnology) en los que cincuenta científicos e historiadores discu-tieron la idea del progreso en el pensamiento occidental. Esta esuna parte del informe de esa conferencia aparecida en el BostonGlobe.

"En un mundo, donde los recursos están siendo dilapidados, y elentorno envenenado, dijeron ayer los participantes de una confe-rencia en el MIT, ya es hora de que la gente empieza a pensar en

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términos de sostenibilidad y estabilidad en vez de en crecimiento yprogreso. Las discusiones entre académicos de economía, religión,medicina, historia y ciencias se caracterizaron por fuegos artificia-les verbales y acalorados intercambios que a veces llegaron hastalos gritos".

Uno de los participantes, el historiador Leo Marx, dijo que trabajarhacia una mayor coexistencia armónica con la naturaleza es en simisma una clase de progreso, aunque diferente del tradicional enel que la gente trata de dominar la naturaleza.

Así que mirar hacia el pasado, hacia Colón, de forma critica es re-plantearse la cuestión del progreso, la civilización, nuestras rela-ciones con otros, nuestra relación con la naturaleza.

Probablemente hayan oído, muy a menudo, como yo, que es unaequivocación tratar la historia de Colón como lo hacemos. Lo quenos dicen es "Están sacando a Colón fuera de contexto, mirándolocon los ojos del siglo XX. No deben superponer los valores denuestra era en sucesos que tuvieron lugar hace 500 años, eso esantihistórico.

Este argumento me parece extraño. ¿Quiere eso decir que lacrueldad, la explotación, la avaricia, la esclavización, la violenciacontra pueblos indefensos son valores característicos de los siglosquince y dieciséis? ¿Y que nosotros en el siglo XX estamos por en-cima de eso? ¿Es que no hay ciertos valores que son comunes a laépoca de Colon y a la nuestra? Prueba de ello es que tanto en suépoca como en la nuestra hubo y hay esclavizadores y explotado-res; tanto en su época como en la nuestra hubo y hay quienesprotestaron contra esto, en nombre de los derechos humanos.

Es muy alentador que, en este año del Quinto Centenario, hay unaola de protestas, sin precedentes en todos los años de la celebra-ción de Colón, a lo largo de los EEUU, y a través de las Américas.

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La mayoría de estas protestas están dirigidas por Indios, que estánorganizando conferencias y reuniones, que se comprometen enactos de desobediencia civil, que están tratando de educar alpúblico americano sobre lo que realmente pasó hace quinientosaños, y que nos dice mucho sobre los problemas de nuestro tiem-po.

Hay una nueva generación de profesores en las escuelas, y la ma-yoría de ellos insiste en que se cuente la historia de Colón desde elpunto de vista de los Americanos nativos. En el otoño de 1990 mellamó de Los Angeles un locutor de un programa de debates quequería discutir sobre Colón. En otra línea, también estaba una es-tudiante de secundaria de esa ciudad, llamada Blake Lindsey, quehabía insistido en que el Ayuntamiento de Los Angeles se opusieraa las celebraciones tradicionales del día de Colón. Ella les contó elgenocidio cometido por los españoles contra los indios Arawak, y elayuntamiento ni siquiera respondió.

Alguien llamó al programa presentándose como una mujer quehabía emigrado de Haití. Dijo "Esa chica tiene razón –ya no quedanindios- En nuestra ultima revuelta contra el gobierno el puebloderribó la estatua de Colón y ahora esta en el sótano del ayunta-miento de Port-au-Prince". La que llamaba terminó diciendo. ¿Porqué no erigimos estatuas de los aborígenes?.

A pesar de los libros de texto aún vigentes, cada vez más profeso-res tienen dudas , más estudiantes tienen dudas.....Bill Begelowinforma sobre las reacciones de sus estudiantes después de queles hace leer información que contradice la historia tradicional. Unestudiante escribió: "En 1492 Colón surcó la mar oceana...... esahistoria es tan completa como un queso de gruyere".

Otra escribió una critica de su libro de texto de Historia Americanaal editor, Allyn y Bacon, señalando que había demasiadas omisio-

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nes importantes en el texto. Dijo: "para hacer las cosas fáciles,solo escogeré un tema. ¿Qué tal Colón?"

Otro estudiante: "Me parecía que los editores solo habían impresouna historia gloriosa que se suponía que nos haría sentir mas pa-trióticos hacia nuestro país.......querían hacernos ver nuestro paíscomo algo grande y poderoso, y siempre del lado de larazón......nos han estado alimentando con mentiras".

Cuando los estudiantes descubren que en la primera historia queaprenden –la historia de Colón– no se les ha estado contando todala verdad, esto les conduce a un escepticismo muy saludable acer-ca de su educación histórica. Una de las estudiantes de Begelow,llamada Rebecca, escribió: "¿Qué importa realmente quien descu-brió América?... solo el pensar que me han mentido toda la vidaacerca de esto, y quien sabe acerca de qué mas, realmente mecabrea.

Este nuevo pensamiento critico en los colegios e universidadesparece asustar a los que han glorificado lo que se ha llamado "Civi-lización occidental". El Secretario de Educación de Reagan, WilliamBennet, en su "Informe sobre humanidades en la Educación Supe-rior" habla acerca de la civilización occidental como "nuestra cultu-ra común.... sus más altas ideas y aspiraciones"

Uno de los defensores más feroces de la civilización occidental esel filosofo Allan Bloom, que escribió "El final de la mentalidad ame-ricana" con un sentimiento de pánico con respecto a lo que losmovimientos sociales de los sesenta habían hecho para cambiar laatmósfera educativa de las universidades Americanas. Estaba es-pantado con las manifestaciones de estudiantes de las que fuetestigo en Cornell, que consideraba una terrible interferencia con laeducación.

La idea de educación de Bloom era un pequeño grupo de estudian-

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tes muy inteligentes, en una universidad de élite, estudiando aPlatón y Aristóteles, y rechazando ser molestados en su contem-plación por el ruido exterior causado por estudiantes manifestán-dose contra el racismo o protestando contra la guerra de Vietnam.

Mientras lo leía, me recordó a algunos colegas míos, de cuandoenseñaba en una universidad para estudiantes de raza negra enAtlanta, Georgia, que movían su cabeza con desaprobación cuandonuestros estudiantes dejaron sus clases para una sentada, paraser arrestados, en protesta en contra de la segregación racial. De-cían que estos estudiantes estaban descuidando su educación. Dehecho, estos estudiantes aprendieron más en unas cuantas sema-nas de participación en lucha social de lo que podrían haberaprendido en un año de asistencia a clase.

¡Vaya entendimiento limitado y atrofiado de la educación! Se co-rresponde perfectamente con la visión de la historia que insiste enque la civilización occidental es el cenit del logro humano. Comoescribió Bloom en su libro...".....solo en las naciones occidentales,es decir, las que recibieron la influencia de la filosofía griega, hayalguna voluntad en dudar la identificación del bien con las actitu-des personales". Bueno, si esta voluntad de poner en duda es elsello de la filosofía griega, entonces Bloom y sus compañeros, idó-latras de la civilización occidental, no tienen ni idea de tal filosofía.

Si la civilización occidental es la cúspide del progreso humano, losEEUU son el mejor exponente de esta civilización. Aquí tenemosotra vez a Allen Bloom: "Este es el momento de EEUU en la histo-ria mundial....América nos cuenta una historia, el continuo, inevi-table progreso de la libertad y la igualdad. De sus primeros coloni-zadores y de sus comienzos políticos en adelante, es indiscutibleque la libertad y la igualdad son la esencia de la justicia para noso-tros.."

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Sí, dile a los negros y a los americanos nativos, a los vagabundos,a los que no tienen Seguro de Enfermedad, y a todas las víctimasde la política exterior americana, que América "nos cuenta unahistoria.... de libertad e igualdad".

La civilización occidental es muy compleja. Representa muchascosas, algunas decentes, otras espantosas. Tendríamos que dete-nernos a pensar antes de ensalzarla sin criticas cuando advertimosque David Duke, un miembro del Ku Klux Klan de Louisiana, y exNazi, dice que lo malinterpretaron. "El fundamento más fuerte demi pensamiento" le dijo a un periodista "es mi amor por la civiliza-ción occidental".

Los que insistimos en considerar críticamente la historia de Colón,e igualmente todo aquello de nuestra historia tradicional, somoshabitualmente acusados de insistir en la corrección política, enperjuicio de la libertad de expresión. A mi esto me parece raro. Esel guardián de las viejas historias, las historias ortodoxas, el querechaza abrir el espectro de las ideas, exponerlas en libros nuevos,nuevos enfoques, nueva información, nuevas visiones de la histo-ria. Los que reivindican creer en el "libre mercado" ya no creen enun libre mercado de ideas, creen en un libre mercado de bienes yservicios. En ambos casos, bienes materiales e ideas, quieren unmercado dominado por aquellos que siempre han detentado elpoder y la riqueza. Les preocupa que si hay nuevas ideas en elmercado, la gente pueda empezar a reflexionar sobre los planessociales que nos han causado tantos sufrimientos, tanta violencia,tantas guerras durante estos últimos quinientos años de "civiliza-ción".

Por supuesto que ya nos pasaba eso antes de que Colón llegara aeste hemisferio, pero los recursos eran insignificantes, la genteestaba aislada unos de otros, y las posibilidades eran muy limita-das. En los siglos recientes, sin embargo, el mundo se ha converti-

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do en un lugar sorprendentemente pequeño, nuestras posibilida-des de crear una sociedad decente se han incrementado enorme-mente, así que ya no existen excusas para el hambre, el analfabe-tismo, la violencia y el racismo.

Revisando nuestra historia, no solo estamos mirando al pasado,sino al presente, y tratando de observarlo desde el punto de vistade aquellos que han sido excluidos de los beneficios de las llama-das civilizaciones. Lo que estamos intentando realizar es una cosamuy sencilla pero profundamente importante, mirar el mundo des-de otros puntos de vista. Necesitamos hacerlo empezando estenuevo siglo, si queremos que este siglo sea diferente, si queremosque sea, no un siglo Americano, o un siglo occidental, o un sigloblanco o un siglo masculino, o el siglo de alguna nación o algúngrupo, sino el siglo de la raza humana. ■