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Discurso del presidente de la FEU Alberto Galarza al Dr. Mario Molina.

Discurso de Alberto Galarza a Mario Molina

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Page 1: Discurso de Alberto Galarza a Mario Molina

Discurso del presidentede la FEU Alberto Galarza al

Dr. Mario Molina.

Page 2: Discurso de Alberto Galarza a Mario Molina

Nos estamos dirigiendo a un precipicio. Marchamos hombro con hombro. Miles de millo-nes del ejército que conforma la humanidad. La idea que nos mueve es una idea de supe-rioridad absoluta e incuestionable. Creemos merecer, sólo porque sí, vivir como nos plazca y al costo que sea. Desde generaciones irrastreables, sin la contención de cualquier frontera, prevalece una forma de organización que implica que podemos destruir, modificar y apropiarnos de todo lo que el planeta nos presenta. La forma en la que hemos construido nuestras socie-dades es a todas luces insostenible. Transcurren nuestros días sin una conciencia plena sobre el tiempo en el que vivimos. Formamos parte de las masas desorientadas y negadas a entender el rol que es necesario jugar para un fin tan precioso y simple como la conservación de la vida. No hemos enten-dido aún nuestro momento, sus complejidades, nuestros retos, las valiosas y pasajeras oportunidades que nos quedan.

El desinterés con el presente es apenas una muestra de lo que hemos hecho con el futuro, al que hemos convertido en una forma retórica en la que se valen las promesas, aunque no correspondan con lo que hacemos cotidianamente. Inconscientes del mundo que hemos de legar a los hijos de la tierra, consumimos a un ritmo más rápido del que nuestros recur-sos se regeneran, invadimos y fragmentamos hábitats. No me quiero ir lejos, nuestro propio país se encuentra entre los primeros con mayor deforestación en el mundo. Creo que no hemos entendido enteramente que somos únicamente una parte de la larga y delicada cadena que es la vida en la tierra. Si forzamos demasiado el balance que permite el milagro de la vida, podríamos crear un daño irreversible. Debemos dejar de entender todos los recursos y especies desde un punto de vista utilitario, estético, de disfrute, pensando que todo lo que está en el mundo ha de servirle a la humanidad y dejando de lado la evidente verdad: nuestra vida depende de garantizar la de todas las especies.

Nuestro poco respeto a las demás formas de vida se ve claramente ejemplificado en la lista Roja de Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. De las 63, 837 especies evaluadas 19,817 están amenazadas por la extinción, incluyendo el 41% de los anfibios, 33% de los corales formadores de arrecifes, 25% de los mamíferos, 13% de las aves y 30% de las coníferas.

No hemos sido capaces de ver más allá de nosotros mismos, ni siquiera entre huma-nos. El daño que le estamos haciendo al mundo hoy nos cuesta a nosotros mismos. Millones de personas son desplazadas cada año por causas medioambientales y la propia Organización Internacional para las Migraciones estima que en las próximas cuatro décadas el número de desplazados llegaría a los mil millones.

Vivir para nosotros mismos, sin importar nada más, como dije antes es insostenible. Debemos dejar de actuar como si el planeta estuviera rendido a nuestros pies para otorgarnos lo que le solicitamos, debemos de romper con la costumbre que nos empuja a una privatización de la cultura, el conocimiento, el disfrute y servicios. Vivir ensimismados es una parte central del problema en el que estamos metidos.

Nuestras ciudades, la forma más representativa de cómo vivimos, son un claro ejem-plo de lo que hemos hecho: El crecimiento desordenado, la cantidad de desechos que producimos, el esquema fallido que genera excedentes de todo y que al mismo tiempo no ha sido capaz de erradicar el hambre del mundo. Por poner solamente un ejemplo, la manera en que nos movemos, está rodeada de una arcaica y destructiva idea de que la manera de moverse es en privado. Solamente en nuestra ciudad se estima que tenemos casi 2 millones de autos y estos, de acuerdo a la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Territorial generan más del 96% de la contaminación atmosférica en Jalisco.

Los costos ambientales de una vida pensada para lo privado y la comodidad, están a la vista de todos. No podemos dejar de hablar en éste foro de las constantes contingen-cias de la Ciudad de México, urbe en la que reinó la falta de organización, planeación y en la que, como en el resto del país, se despreciaron las alternativas masivas de movi-lidad, privilegiando a los automovilistas. Hoy nuestra ciudad no está exenta de esos peligros. Si no se ha declarado con mayor frecuencia estado de contingencia es, en gran medida, por una falta de monitoreo total de la calidad del aire, de acuerdo con la propia SEMADET que reconoce que solamente puede cubrir el 80% de la urbe y sin evaluar la totalidad de contaminante nocivos para los humanos. Ningún pueblo del mundo está libre del daño que generamos. Es preocupante vivir en la ciudad mexicana con la tasa de crecimiento más alta en la flota de automóviles privados. Algo estamos haciendo mal.

Se requieren acciones inmediatas y bien pensadas, centradas en la razón y el aporte científico. Hoy es evidente la necesidad de cambiar el paradigma de desarrollo e incli-narnos a uno que garantice que nuestra vida se sostenga, que aumente su esperanza y calidad, pero que haga un compromiso firme e irrevocable por sostener todas las otras formas, que entienda su tiempo y asuma la responsabilidad frente al que viene. Requerimos dejar de comprometer el futuro para comprometernos con el futuro.

Sí. El escenario es desalentador y amenazante. El tiempo es corto. Pero en ésta marcha al precipicio hay quienes abren los ojos, miran al otro, quieren cambiar el rumbo. En el horizonte se pintan luces por quienes deciden luchar contra un destino que traza-mos, pero que no tenemos que abrazar y que con mucha decisión podremos reordenar.

Hoy somos testigos cotidianos de la lucha de pueblos como Temaca, Wirikuta o personas que, como Bertha Cáceres en Honduras, dan la vida por la defensa del patrimonio de todos y de la casa común. También comienzan a popularizarse algunas formas de economía solidaria y la tendencia de hogares que parcialmente producen sus propios alimentos, en beneficio de la explotación excesiva de los suelos. Casos como el del corredor conocido como La Milla, en la Primera Sección del Bosque de Chapultepec, que se convirtió en el mercado de productos ecológicos y sustentables más grande de la Ciudad de México y del país, pueden iniciar una transformación del sistema de producción que hoy sostenemos. Cabe decir que dicho proyecto fue responsabilidad de nuestra última catedrática Martha Delgado.

La ciencia al mismo tiempo juega un rol importante en este intento de cambiar la forma en la que hacemos las cosas. El terreno que comienzan a ganar las fuentes de energía limpias y renovables, son una muestra clara de que el aporte que la investiga-ción nos ha dado, nos permiten pensar que el cambio es todavía posible. Destacan por ejemplo trabajos como el de la empresa SolarCity de Elon Musk que también es pro-pietario de Tesla Motors, quienes diseñan, financian e instalan sistemas de energía solar, realizan auditorías de eficiencia energética y modernizaciones y construcción de estaciones de carga para vehículos eléctricos, que utilizan electricidad renovable. Estas alternativas y un mayor grado de información e involucramiento de los ciuda-danos en las construcciones colectivas, en la apropiación del espacio público y en la renuncia a la privatización sin sentido, nos han llevado a casos prometedores como el de la ciudad de Copenhague, en la cual el 50% de los ciudadanos van al trabajo en bicicleta cada día. La mayoría lo hacen todo el año, incluso bajo la lluvia o nieve.

Todos estos procesos esperanzadores, implican compromisos para romper con la visión sobre la que fue creado el mundo en el que vivimos hoy. Requiere también un conjunto de pequeñas acciones y grandes medidas políticas. Hay que, por una parte, renunciar a hábitos sin fundamento en la actualidad, comodidades excesivas y dañi-nas, al tiempo que se produzcan políticas bien diseñadas y marcos normativos que permitan la salvaguarda de los recursos esenciales. Es ese círculo virtuoso el que nos puede dar un nuevo norte y para hacerlo realidad todos somos responsables.

Por eso sostengo que se deben de exigir y promover el diseño de programas que permitan un desarrollo sostenido y sustentable, basado en la idea de la conservación de la vida, en el que los intereses particulares no se impongan, se respeten como sagradas las áreas naturales protegidas, se cuide la calidad del aire y del agua.

Hoy hago un reconocimiento a la visión impresa en plan estatal de desarrollo 2013-2033 que contempla el aprovechamiento y conservación de la biodiversidad, la protección y gestión ambiental, el cambio climático y energías renovables, la planea-ción urbana y territorial, así como la movilidad sustentable; sin embargo, es necesario aceptar que quedan muchas cosas por hacer y que se requiere de mayor energía y contundencia. Un ejemplo que mencioné antes es el de la insuficiente medición de la calidad del aire, la endeble defensa histórica de nuestras áreas naturales protegidas, los cambios de uso de suelo y una lista casi interminable de irregularidades. La misión hoy es contar con mecanismos que garanticen que los compromisos en sustentabilidad tengan una amplia base técnica y que queden resguardados de los intereses políticos. Pero el reto no es exclusivo de los gobiernos. La universidad de Guadalajara debe de asumir su responsabilidad como la institución ejemplar y de alta credibilidad social que es. La formación de miles de jóvenes con un amplio sentido de responsabilidad con el ambiente es quizá una de las primeras y más importantes tareas, al mismo tiempo que dirigir la investigación científica a atacar temas tan trascendentes como es el calentamiento global, la escasez de agua y la sustentabilidad en términos generales. En ese sentido no puedo dejar de reconocer los loables esfuerzos por contar con el Museo de Ciencias Ambientales, que documentará y protegerá nuestro patrimonio ambiental. Mismo caso que el Instituto de Agua y Energía del Centro Universitario de Tonalá que junto a los planes de estudio que se encuentran en diversos centros son una fuerte apuesta para el futuro no sólo de la Universidad, sino del Estado e incluso del mundo. Así como el programa universitario integral de transición energética. Pero también tenemos mucho qué hacer. Rector, reconozco plenamente, los esfuer-zos, las iniciativas y la invitación puntual que ha hecho a los nuevos directivos de la Universidad para atender el tema como uno de los ejes torales de nuestro esquema de desarrollo. Queremos una universidad sustentable, para eso hay que apretar el paso y cuenta con el apoyo de todos los estudiantes. Todas éstas luces que se pintan en el horizonte, son gracias a los esfuerzos de personas ejemplares. Hoy en éste paraninfo histórico, una nueva página se agrega a su valioso devenir. Nos acompaña un hombre extraordinario que desde muy joven tuvo el valor de seguir una inspiración y la motivación de una curiosidad científica. Inspirado por el afán de saber qué efecto tenían los gases industriales en la atmósfera, nuestro galardona-do comenzó a investigar y a estudiar el caso hasta dar cuenta de un hecho a la vez sorprendente y preocupante: los gases industriales estaban adelgazando la capa de ozono, escudo responsable de absorber el 98% de la radiación ultravioleta del sol. El descubrimiento de un científico apasionado por entender el funcionamiento atmosfé-rico, lo hizo responsable de provocar el primer tratado internacional que ha enfrentado con efectividad un problema ambiental de escala global y de origen antropogénico: el

Protocolo de Montreal; mismo que permitió la interrupción en el uso de componentes químicos que estaban dañando nuestra atmósfera.

Por eso hoy es un honor y una oportunidad invaluable contar con la presencia del Dr. Mario Molina en éste paraninfo Enrique Díaz de León, con todo lo que ello significa. El Dr. Molina ha sido reconocido ampliamente por su trayectoria científica, destacan-do el premio Nobel de química en 2005. Hoy los estudiantes universitarios le hacemos un reconocimiento que tiene su valor especial en que han sido los jóvenes quienes reco-nocen en usted, en su trayectoria y aporte, una esperanza para enfrentarnos al destino que nos hemos construido en generaciones, pero que hoy estamos dispuestos a mejorar.

La importancia del Dr. Molina no solamente se mide en premios o en la relevancia de su actuar cotidiano, en el que destaca que es miembro de la Academia Nacional de Ciencias y del Instituto de Medicina de los Estados Unidos, y desde 2011 es uno de los 21 científicos del Consejo de Asesores de Ciencia y Tecnología del Presidente Barack Obama; su importancia radica en que entiende el tiempo en el que vive y nos ayuda a entenderlo. El respeto que tiene en todo el mundo es porque en gran medida es uno de los responsables de que hoy podamos discutir y estudiar con seriedad asun-tos como el cambio climático o el efecto invernadero en la atmósfera.

Ha sido además un hombre constante, en más de 40 años de investigación no se ha dete-nido, incluso cuando el resultado de sus investigaciones desafía algunos de los modelos de desarrollo industrial sobre los que parte de la economía descansa. Hay que decirlo también de manera clara, Mario Molina no es un enemigo del progreso, sino alguien que entiende que se tiene que hacer con responsabilidad y pensando en el futuro. También su aporte es esencial porque ha promovido la seriedad en el debate sobre el cambio climático y las consecuencias del desarrollo actual en Estados Unidos, el país que es catalogado como el principal participante en la contaminación relacionada con el cambio climático.

Las discusiones que ha generado Mario Molina a través de sus diversas líneas de investigación, han dado lugar a una conciencia de nuestro paso por la tierra y de la sustentabilidad del otro. Molina ha entendido y nos ha hecho entender que en la conservación de la vida de todo lo que nos rodea, se mantiene también la esperanza de nuestra propia conservación.

Mario Molina es importante porque tiene un corazón que lo mueve a seguir su curio-sidad y sus pasiones. Su corazón lo hace investigar, producir conocimiento y ofrecerlos al mundo. En eso se parece al corazón de Carmen Aristegui.

Su corazón le aporta conciencia a las políticas y lo hace esperar honestidad y compro-miso. Lo liga al futuro y prosperidad de los pueblos del mundo y como resultado de su trabajo, se convierte en un ejemplo para todos y nos da esperanza. En eso se parece al corazón de Pepe Mujica. Su corazón lo lleva a hacer de su vida obra y de su obra un legado para la posteridad. Aunque quizá no fue la primera idea que lo movió, Molina ha provocado actos heroicos para la vida en la tierra y lo que ha hecho ya es un patrimonio de todos. En esa ganan-cia para la posteridad, su corazón se parece al de nuestro querido Fernando Del Paso.

Su corazón, su razón, su conciencia, su trabajo arduo, su curiosidad, su amor por el conocimiento, lo ha llevado a proteger la casa común y a pintar una luz más en el horizonte de la humanidad. Molina es uno de los que abrió los ojos a otra cosa en medio de la marcha al precipicio, de los que nos invitan a cambiar la ruta, de los que necesitamos como referencia para seguir luchando. Para ser como Mario Molina hay que asumir un compromiso muy grande, un valor a prueba de todo, una solidaridad y un apego a la vida que solamente las grandes personas tienen en la historia. Dr. Molina, como he dicho antes, lo que usted le aportó al mundo es algo por lo que ningún reconocimiento hará lo suficiente para gratificar, pero hoy le ofrecemos uno que va cargado de una admiración legítima, cariño, el compromiso de seguir en la tarea que usted y muchas mentes brillantes y espíritus gigantes le dejan a la humani-dad. Le ofrecemos nuestra casa, nuestra juventud y nuestras ganas de que el futuro que estamos dibujando, sea uno en el que la superioridad de la humanidad se centre solamente en el respeto pleno a toda la vida, la sustentabilidad y la conciencia. Le ofrecemos sobre todo nuestra razón e ímpetu, la enorme promesa de ésta universidad y nuestro corazón que ahora es suyo: el corazón de león.

Page 3: Discurso de Alberto Galarza a Mario Molina

Nos estamos dirigiendo a un precipicio. Marchamos hombro con hombro. Miles de millo-nes del ejército que conforma la humanidad. La idea que nos mueve es una idea de supe-rioridad absoluta e incuestionable. Creemos merecer, sólo porque sí, vivir como nos plazca y al costo que sea. Desde generaciones irrastreables, sin la contención de cualquier frontera, prevalece una forma de organización que implica que podemos destruir, modificar y apropiarnos de todo lo que el planeta nos presenta. La forma en la que hemos construido nuestras socie-dades es a todas luces insostenible. Transcurren nuestros días sin una conciencia plena sobre el tiempo en el que vivimos. Formamos parte de las masas desorientadas y negadas a entender el rol que es necesario jugar para un fin tan precioso y simple como la conservación de la vida. No hemos enten-dido aún nuestro momento, sus complejidades, nuestros retos, las valiosas y pasajeras oportunidades que nos quedan.

El desinterés con el presente es apenas una muestra de lo que hemos hecho con el futuro, al que hemos convertido en una forma retórica en la que se valen las promesas, aunque no correspondan con lo que hacemos cotidianamente. Inconscientes del mundo que hemos de legar a los hijos de la tierra, consumimos a un ritmo más rápido del que nuestros recur-sos se regeneran, invadimos y fragmentamos hábitats. No me quiero ir lejos, nuestro propio país se encuentra entre los primeros con mayor deforestación en el mundo. Creo que no hemos entendido enteramente que somos únicamente una parte de la larga y delicada cadena que es la vida en la tierra. Si forzamos demasiado el balance que permite el milagro de la vida, podríamos crear un daño irreversible. Debemos dejar de entender todos los recursos y especies desde un punto de vista utilitario, estético, de disfrute, pensando que todo lo que está en el mundo ha de servirle a la humanidad y dejando de lado la evidente verdad: nuestra vida depende de garantizar la de todas las especies.

Nuestro poco respeto a las demás formas de vida se ve claramente ejemplificado en la lista Roja de Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. De las 63, 837 especies evaluadas 19,817 están amenazadas por la extinción, incluyendo el 41% de los anfibios, 33% de los corales formadores de arrecifes, 25% de los mamíferos, 13% de las aves y 30% de las coníferas.

No hemos sido capaces de ver más allá de nosotros mismos, ni siquiera entre huma-nos. El daño que le estamos haciendo al mundo hoy nos cuesta a nosotros mismos. Millones de personas son desplazadas cada año por causas medioambientales y la propia Organización Internacional para las Migraciones estima que en las próximas cuatro décadas el número de desplazados llegaría a los mil millones.

Vivir para nosotros mismos, sin importar nada más, como dije antes es insostenible. Debemos dejar de actuar como si el planeta estuviera rendido a nuestros pies para otorgarnos lo que le solicitamos, debemos de romper con la costumbre que nos empuja a una privatización de la cultura, el conocimiento, el disfrute y servicios. Vivir ensimismados es una parte central del problema en el que estamos metidos.

Nuestras ciudades, la forma más representativa de cómo vivimos, son un claro ejem-plo de lo que hemos hecho: El crecimiento desordenado, la cantidad de desechos que producimos, el esquema fallido que genera excedentes de todo y que al mismo tiempo no ha sido capaz de erradicar el hambre del mundo. Por poner solamente un ejemplo, la manera en que nos movemos, está rodeada de una arcaica y destructiva idea de que la manera de moverse es en privado. Solamente en nuestra ciudad se estima que tenemos casi 2 millones de autos y estos, de acuerdo a la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Territorial generan más del 96% de la contaminación atmosférica en Jalisco.

Los costos ambientales de una vida pensada para lo privado y la comodidad, están a la vista de todos. No podemos dejar de hablar en éste foro de las constantes contingen-cias de la Ciudad de México, urbe en la que reinó la falta de organización, planeación y en la que, como en el resto del país, se despreciaron las alternativas masivas de movi-lidad, privilegiando a los automovilistas. Hoy nuestra ciudad no está exenta de esos peligros. Si no se ha declarado con mayor frecuencia estado de contingencia es, en gran medida, por una falta de monitoreo total de la calidad del aire, de acuerdo con la propia SEMADET que reconoce que solamente puede cubrir el 80% de la urbe y sin evaluar la totalidad de contaminante nocivos para los humanos. Ningún pueblo del mundo está libre del daño que generamos. Es preocupante vivir en la ciudad mexicana con la tasa de crecimiento más alta en la flota de automóviles privados. Algo estamos haciendo mal.

Se requieren acciones inmediatas y bien pensadas, centradas en la razón y el aporte científico. Hoy es evidente la necesidad de cambiar el paradigma de desarrollo e incli-narnos a uno que garantice que nuestra vida se sostenga, que aumente su esperanza y calidad, pero que haga un compromiso firme e irrevocable por sostener todas las otras formas, que entienda su tiempo y asuma la responsabilidad frente al que viene. Requerimos dejar de comprometer el futuro para comprometernos con el futuro.

Sí. El escenario es desalentador y amenazante. El tiempo es corto. Pero en ésta marcha al precipicio hay quienes abren los ojos, miran al otro, quieren cambiar el rumbo. En el horizonte se pintan luces por quienes deciden luchar contra un destino que traza-mos, pero que no tenemos que abrazar y que con mucha decisión podremos reordenar.

Hoy somos testigos cotidianos de la lucha de pueblos como Temaca, Wirikuta o personas que, como Bertha Cáceres en Honduras, dan la vida por la defensa del patrimonio de todos y de la casa común. También comienzan a popularizarse algunas formas de economía solidaria y la tendencia de hogares que parcialmente producen sus propios alimentos, en beneficio de la explotación excesiva de los suelos. Casos como el del corredor conocido como La Milla, en la Primera Sección del Bosque de Chapultepec, que se convirtió en el mercado de productos ecológicos y sustentables más grande de la Ciudad de México y del país, pueden iniciar una transformación del sistema de producción que hoy sostenemos. Cabe decir que dicho proyecto fue responsabilidad de nuestra última catedrática Martha Delgado.

La ciencia al mismo tiempo juega un rol importante en este intento de cambiar la forma en la que hacemos las cosas. El terreno que comienzan a ganar las fuentes de energía limpias y renovables, son una muestra clara de que el aporte que la investiga-ción nos ha dado, nos permiten pensar que el cambio es todavía posible. Destacan por ejemplo trabajos como el de la empresa SolarCity de Elon Musk que también es pro-pietario de Tesla Motors, quienes diseñan, financian e instalan sistemas de energía solar, realizan auditorías de eficiencia energética y modernizaciones y construcción de estaciones de carga para vehículos eléctricos, que utilizan electricidad renovable. Estas alternativas y un mayor grado de información e involucramiento de los ciuda-danos en las construcciones colectivas, en la apropiación del espacio público y en la renuncia a la privatización sin sentido, nos han llevado a casos prometedores como el de la ciudad de Copenhague, en la cual el 50% de los ciudadanos van al trabajo en bicicleta cada día. La mayoría lo hacen todo el año, incluso bajo la lluvia o nieve.

Todos estos procesos esperanzadores, implican compromisos para romper con la visión sobre la que fue creado el mundo en el que vivimos hoy. Requiere también un conjunto de pequeñas acciones y grandes medidas políticas. Hay que, por una parte, renunciar a hábitos sin fundamento en la actualidad, comodidades excesivas y dañi-nas, al tiempo que se produzcan políticas bien diseñadas y marcos normativos que permitan la salvaguarda de los recursos esenciales. Es ese círculo virtuoso el que nos puede dar un nuevo norte y para hacerlo realidad todos somos responsables.

Por eso sostengo que se deben de exigir y promover el diseño de programas que permitan un desarrollo sostenido y sustentable, basado en la idea de la conservación de la vida, en el que los intereses particulares no se impongan, se respeten como sagradas las áreas naturales protegidas, se cuide la calidad del aire y del agua.

Hoy hago un reconocimiento a la visión impresa en plan estatal de desarrollo 2013-2033 que contempla el aprovechamiento y conservación de la biodiversidad, la protección y gestión ambiental, el cambio climático y energías renovables, la planea-ción urbana y territorial, así como la movilidad sustentable; sin embargo, es necesario aceptar que quedan muchas cosas por hacer y que se requiere de mayor energía y contundencia. Un ejemplo que mencioné antes es el de la insuficiente medición de la calidad del aire, la endeble defensa histórica de nuestras áreas naturales protegidas, los cambios de uso de suelo y una lista casi interminable de irregularidades. La misión hoy es contar con mecanismos que garanticen que los compromisos en sustentabilidad tengan una amplia base técnica y que queden resguardados de los intereses políticos. Pero el reto no es exclusivo de los gobiernos. La universidad de Guadalajara debe de asumir su responsabilidad como la institución ejemplar y de alta credibilidad social que es. La formación de miles de jóvenes con un amplio sentido de responsabilidad con el ambiente es quizá una de las primeras y más importantes tareas, al mismo tiempo que dirigir la investigación científica a atacar temas tan trascendentes como es el calentamiento global, la escasez de agua y la sustentabilidad en términos generales. En ese sentido no puedo dejar de reconocer los loables esfuerzos por contar con el Museo de Ciencias Ambientales, que documentará y protegerá nuestro patrimonio ambiental. Mismo caso que el Instituto de Agua y Energía del Centro Universitario de Tonalá que junto a los planes de estudio que se encuentran en diversos centros son una fuerte apuesta para el futuro no sólo de la Universidad, sino del Estado e incluso del mundo. Así como el programa universitario integral de transición energética. Pero también tenemos mucho qué hacer. Rector, reconozco plenamente, los esfuer-zos, las iniciativas y la invitación puntual que ha hecho a los nuevos directivos de la Universidad para atender el tema como uno de los ejes torales de nuestro esquema de desarrollo. Queremos una universidad sustentable, para eso hay que apretar el paso y cuenta con el apoyo de todos los estudiantes. Todas éstas luces que se pintan en el horizonte, son gracias a los esfuerzos de personas ejemplares. Hoy en éste paraninfo histórico, una nueva página se agrega a su valioso devenir. Nos acompaña un hombre extraordinario que desde muy joven tuvo el valor de seguir una inspiración y la motivación de una curiosidad científica. Inspirado por el afán de saber qué efecto tenían los gases industriales en la atmósfera, nuestro galardona-do comenzó a investigar y a estudiar el caso hasta dar cuenta de un hecho a la vez sorprendente y preocupante: los gases industriales estaban adelgazando la capa de ozono, escudo responsable de absorber el 98% de la radiación ultravioleta del sol. El descubrimiento de un científico apasionado por entender el funcionamiento atmosfé-rico, lo hizo responsable de provocar el primer tratado internacional que ha enfrentado con efectividad un problema ambiental de escala global y de origen antropogénico: el

Protocolo de Montreal; mismo que permitió la interrupción en el uso de componentes químicos que estaban dañando nuestra atmósfera.

Por eso hoy es un honor y una oportunidad invaluable contar con la presencia del Dr. Mario Molina en éste paraninfo Enrique Díaz de León, con todo lo que ello significa. El Dr. Molina ha sido reconocido ampliamente por su trayectoria científica, destacan-do el premio Nobel de química en 2005. Hoy los estudiantes universitarios le hacemos un reconocimiento que tiene su valor especial en que han sido los jóvenes quienes reco-nocen en usted, en su trayectoria y aporte, una esperanza para enfrentarnos al destino que nos hemos construido en generaciones, pero que hoy estamos dispuestos a mejorar.

La importancia del Dr. Molina no solamente se mide en premios o en la relevancia de su actuar cotidiano, en el que destaca que es miembro de la Academia Nacional de Ciencias y del Instituto de Medicina de los Estados Unidos, y desde 2011 es uno de los 21 científicos del Consejo de Asesores de Ciencia y Tecnología del Presidente Barack Obama; su importancia radica en que entiende el tiempo en el que vive y nos ayuda a entenderlo. El respeto que tiene en todo el mundo es porque en gran medida es uno de los responsables de que hoy podamos discutir y estudiar con seriedad asun-tos como el cambio climático o el efecto invernadero en la atmósfera.

Ha sido además un hombre constante, en más de 40 años de investigación no se ha dete-nido, incluso cuando el resultado de sus investigaciones desafía algunos de los modelos de desarrollo industrial sobre los que parte de la economía descansa. Hay que decirlo también de manera clara, Mario Molina no es un enemigo del progreso, sino alguien que entiende que se tiene que hacer con responsabilidad y pensando en el futuro. También su aporte es esencial porque ha promovido la seriedad en el debate sobre el cambio climático y las consecuencias del desarrollo actual en Estados Unidos, el país que es catalogado como el principal participante en la contaminación relacionada con el cambio climático.

Las discusiones que ha generado Mario Molina a través de sus diversas líneas de investigación, han dado lugar a una conciencia de nuestro paso por la tierra y de la sustentabilidad del otro. Molina ha entendido y nos ha hecho entender que en la conservación de la vida de todo lo que nos rodea, se mantiene también la esperanza de nuestra propia conservación.

Mario Molina es importante porque tiene un corazón que lo mueve a seguir su curio-sidad y sus pasiones. Su corazón lo hace investigar, producir conocimiento y ofrecerlos al mundo. En eso se parece al corazón de Carmen Aristegui.

Su corazón le aporta conciencia a las políticas y lo hace esperar honestidad y compro-miso. Lo liga al futuro y prosperidad de los pueblos del mundo y como resultado de su trabajo, se convierte en un ejemplo para todos y nos da esperanza. En eso se parece al corazón de Pepe Mujica. Su corazón lo lleva a hacer de su vida obra y de su obra un legado para la posteridad. Aunque quizá no fue la primera idea que lo movió, Molina ha provocado actos heroicos para la vida en la tierra y lo que ha hecho ya es un patrimonio de todos. En esa ganan-cia para la posteridad, su corazón se parece al de nuestro querido Fernando Del Paso.

Su corazón, su razón, su conciencia, su trabajo arduo, su curiosidad, su amor por el conocimiento, lo ha llevado a proteger la casa común y a pintar una luz más en el horizonte de la humanidad. Molina es uno de los que abrió los ojos a otra cosa en medio de la marcha al precipicio, de los que nos invitan a cambiar la ruta, de los que necesitamos como referencia para seguir luchando. Para ser como Mario Molina hay que asumir un compromiso muy grande, un valor a prueba de todo, una solidaridad y un apego a la vida que solamente las grandes personas tienen en la historia. Dr. Molina, como he dicho antes, lo que usted le aportó al mundo es algo por lo que ningún reconocimiento hará lo suficiente para gratificar, pero hoy le ofrecemos uno que va cargado de una admiración legítima, cariño, el compromiso de seguir en la tarea que usted y muchas mentes brillantes y espíritus gigantes le dejan a la humani-dad. Le ofrecemos nuestra casa, nuestra juventud y nuestras ganas de que el futuro que estamos dibujando, sea uno en el que la superioridad de la humanidad se centre solamente en el respeto pleno a toda la vida, la sustentabilidad y la conciencia. Le ofrecemos sobre todo nuestra razón e ímpetu, la enorme promesa de ésta universidad y nuestro corazón que ahora es suyo: el corazón de león.

Page 4: Discurso de Alberto Galarza a Mario Molina

Nos estamos dirigiendo a un precipicio. Marchamos hombro con hombro. Miles de millo-nes del ejército que conforma la humanidad. La idea que nos mueve es una idea de supe-rioridad absoluta e incuestionable. Creemos merecer, sólo porque sí, vivir como nos plazca y al costo que sea. Desde generaciones irrastreables, sin la contención de cualquier frontera, prevalece una forma de organización que implica que podemos destruir, modificar y apropiarnos de todo lo que el planeta nos presenta. La forma en la que hemos construido nuestras socie-dades es a todas luces insostenible. Transcurren nuestros días sin una conciencia plena sobre el tiempo en el que vivimos. Formamos parte de las masas desorientadas y negadas a entender el rol que es necesario jugar para un fin tan precioso y simple como la conservación de la vida. No hemos enten-dido aún nuestro momento, sus complejidades, nuestros retos, las valiosas y pasajeras oportunidades que nos quedan.

El desinterés con el presente es apenas una muestra de lo que hemos hecho con el futuro, al que hemos convertido en una forma retórica en la que se valen las promesas, aunque no correspondan con lo que hacemos cotidianamente. Inconscientes del mundo que hemos de legar a los hijos de la tierra, consumimos a un ritmo más rápido del que nuestros recur-sos se regeneran, invadimos y fragmentamos hábitats. No me quiero ir lejos, nuestro propio país se encuentra entre los primeros con mayor deforestación en el mundo. Creo que no hemos entendido enteramente que somos únicamente una parte de la larga y delicada cadena que es la vida en la tierra. Si forzamos demasiado el balance que permite el milagro de la vida, podríamos crear un daño irreversible. Debemos dejar de entender todos los recursos y especies desde un punto de vista utilitario, estético, de disfrute, pensando que todo lo que está en el mundo ha de servirle a la humanidad y dejando de lado la evidente verdad: nuestra vida depende de garantizar la de todas las especies.

Nuestro poco respeto a las demás formas de vida se ve claramente ejemplificado en la lista Roja de Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. De las 63, 837 especies evaluadas 19,817 están amenazadas por la extinción, incluyendo el 41% de los anfibios, 33% de los corales formadores de arrecifes, 25% de los mamíferos, 13% de las aves y 30% de las coníferas.

No hemos sido capaces de ver más allá de nosotros mismos, ni siquiera entre huma-nos. El daño que le estamos haciendo al mundo hoy nos cuesta a nosotros mismos. Millones de personas son desplazadas cada año por causas medioambientales y la propia Organización Internacional para las Migraciones estima que en las próximas cuatro décadas el número de desplazados llegaría a los mil millones.

Vivir para nosotros mismos, sin importar nada más, como dije antes es insostenible. Debemos dejar de actuar como si el planeta estuviera rendido a nuestros pies para otorgarnos lo que le solicitamos, debemos de romper con la costumbre que nos empuja a una privatización de la cultura, el conocimiento, el disfrute y servicios. Vivir ensimismados es una parte central del problema en el que estamos metidos.

Nuestras ciudades, la forma más representativa de cómo vivimos, son un claro ejem-plo de lo que hemos hecho: El crecimiento desordenado, la cantidad de desechos que producimos, el esquema fallido que genera excedentes de todo y que al mismo tiempo no ha sido capaz de erradicar el hambre del mundo. Por poner solamente un ejemplo, la manera en que nos movemos, está rodeada de una arcaica y destructiva idea de que la manera de moverse es en privado. Solamente en nuestra ciudad se estima que tenemos casi 2 millones de autos y estos, de acuerdo a la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Territorial generan más del 96% de la contaminación atmosférica en Jalisco.

Los costos ambientales de una vida pensada para lo privado y la comodidad, están a la vista de todos. No podemos dejar de hablar en éste foro de las constantes contingen-cias de la Ciudad de México, urbe en la que reinó la falta de organización, planeación y en la que, como en el resto del país, se despreciaron las alternativas masivas de movi-lidad, privilegiando a los automovilistas. Hoy nuestra ciudad no está exenta de esos peligros. Si no se ha declarado con mayor frecuencia estado de contingencia es, en gran medida, por una falta de monitoreo total de la calidad del aire, de acuerdo con la propia SEMADET que reconoce que solamente puede cubrir el 80% de la urbe y sin evaluar la totalidad de contaminante nocivos para los humanos. Ningún pueblo del mundo está libre del daño que generamos. Es preocupante vivir en la ciudad mexicana con la tasa de crecimiento más alta en la flota de automóviles privados. Algo estamos haciendo mal.

Se requieren acciones inmediatas y bien pensadas, centradas en la razón y el aporte científico. Hoy es evidente la necesidad de cambiar el paradigma de desarrollo e incli-narnos a uno que garantice que nuestra vida se sostenga, que aumente su esperanza y calidad, pero que haga un compromiso firme e irrevocable por sostener todas las otras formas, que entienda su tiempo y asuma la responsabilidad frente al que viene. Requerimos dejar de comprometer el futuro para comprometernos con el futuro.

Sí. El escenario es desalentador y amenazante. El tiempo es corto. Pero en ésta marcha al precipicio hay quienes abren los ojos, miran al otro, quieren cambiar el rumbo. En el horizonte se pintan luces por quienes deciden luchar contra un destino que traza-mos, pero que no tenemos que abrazar y que con mucha decisión podremos reordenar.

Hoy somos testigos cotidianos de la lucha de pueblos como Temaca, Wirikuta o personas que, como Bertha Cáceres en Honduras, dan la vida por la defensa del patrimonio de todos y de la casa común. También comienzan a popularizarse algunas formas de economía solidaria y la tendencia de hogares que parcialmente producen sus propios alimentos, en beneficio de la explotación excesiva de los suelos. Casos como el del corredor conocido como La Milla, en la Primera Sección del Bosque de Chapultepec, que se convirtió en el mercado de productos ecológicos y sustentables más grande de la Ciudad de México y del país, pueden iniciar una transformación del sistema de producción que hoy sostenemos. Cabe decir que dicho proyecto fue responsabilidad de nuestra última catedrática Martha Delgado.

La ciencia al mismo tiempo juega un rol importante en este intento de cambiar la forma en la que hacemos las cosas. El terreno que comienzan a ganar las fuentes de energía limpias y renovables, son una muestra clara de que el aporte que la investiga-ción nos ha dado, nos permiten pensar que el cambio es todavía posible. Destacan por ejemplo trabajos como el de la empresa SolarCity de Elon Musk que también es pro-pietario de Tesla Motors, quienes diseñan, financian e instalan sistemas de energía solar, realizan auditorías de eficiencia energética y modernizaciones y construcción de estaciones de carga para vehículos eléctricos, que utilizan electricidad renovable. Estas alternativas y un mayor grado de información e involucramiento de los ciuda-danos en las construcciones colectivas, en la apropiación del espacio público y en la renuncia a la privatización sin sentido, nos han llevado a casos prometedores como el de la ciudad de Copenhague, en la cual el 50% de los ciudadanos van al trabajo en bicicleta cada día. La mayoría lo hacen todo el año, incluso bajo la lluvia o nieve.

Todos estos procesos esperanzadores, implican compromisos para romper con la visión sobre la que fue creado el mundo en el que vivimos hoy. Requiere también un conjunto de pequeñas acciones y grandes medidas políticas. Hay que, por una parte, renunciar a hábitos sin fundamento en la actualidad, comodidades excesivas y dañi-nas, al tiempo que se produzcan políticas bien diseñadas y marcos normativos que permitan la salvaguarda de los recursos esenciales. Es ese círculo virtuoso el que nos puede dar un nuevo norte y para hacerlo realidad todos somos responsables.

Por eso sostengo que se deben de exigir y promover el diseño de programas que permitan un desarrollo sostenido y sustentable, basado en la idea de la conservación de la vida, en el que los intereses particulares no se impongan, se respeten como sagradas las áreas naturales protegidas, se cuide la calidad del aire y del agua.

Hoy hago un reconocimiento a la visión impresa en plan estatal de desarrollo 2013-2033 que contempla el aprovechamiento y conservación de la biodiversidad, la protección y gestión ambiental, el cambio climático y energías renovables, la planea-ción urbana y territorial, así como la movilidad sustentable; sin embargo, es necesario aceptar que quedan muchas cosas por hacer y que se requiere de mayor energía y contundencia. Un ejemplo que mencioné antes es el de la insuficiente medición de la calidad del aire, la endeble defensa histórica de nuestras áreas naturales protegidas, los cambios de uso de suelo y una lista casi interminable de irregularidades. La misión hoy es contar con mecanismos que garanticen que los compromisos en sustentabilidad tengan una amplia base técnica y que queden resguardados de los intereses políticos. Pero el reto no es exclusivo de los gobiernos. La universidad de Guadalajara debe de asumir su responsabilidad como la institución ejemplar y de alta credibilidad social que es. La formación de miles de jóvenes con un amplio sentido de responsabilidad con el ambiente es quizá una de las primeras y más importantes tareas, al mismo tiempo que dirigir la investigación científica a atacar temas tan trascendentes como es el calentamiento global, la escasez de agua y la sustentabilidad en términos generales. En ese sentido no puedo dejar de reconocer los loables esfuerzos por contar con el Museo de Ciencias Ambientales, que documentará y protegerá nuestro patrimonio ambiental. Mismo caso que el Instituto de Agua y Energía del Centro Universitario de Tonalá que junto a los planes de estudio que se encuentran en diversos centros son una fuerte apuesta para el futuro no sólo de la Universidad, sino del Estado e incluso del mundo. Así como el programa universitario integral de transición energética. Pero también tenemos mucho qué hacer. Rector, reconozco plenamente, los esfuer-zos, las iniciativas y la invitación puntual que ha hecho a los nuevos directivos de la Universidad para atender el tema como uno de los ejes torales de nuestro esquema de desarrollo. Queremos una universidad sustentable, para eso hay que apretar el paso y cuenta con el apoyo de todos los estudiantes. Todas éstas luces que se pintan en el horizonte, son gracias a los esfuerzos de personas ejemplares. Hoy en éste paraninfo histórico, una nueva página se agrega a su valioso devenir. Nos acompaña un hombre extraordinario que desde muy joven tuvo el valor de seguir una inspiración y la motivación de una curiosidad científica. Inspirado por el afán de saber qué efecto tenían los gases industriales en la atmósfera, nuestro galardona-do comenzó a investigar y a estudiar el caso hasta dar cuenta de un hecho a la vez sorprendente y preocupante: los gases industriales estaban adelgazando la capa de ozono, escudo responsable de absorber el 98% de la radiación ultravioleta del sol. El descubrimiento de un científico apasionado por entender el funcionamiento atmosfé-rico, lo hizo responsable de provocar el primer tratado internacional que ha enfrentado con efectividad un problema ambiental de escala global y de origen antropogénico: el

Protocolo de Montreal; mismo que permitió la interrupción en el uso de componentes químicos que estaban dañando nuestra atmósfera.

Por eso hoy es un honor y una oportunidad invaluable contar con la presencia del Dr. Mario Molina en éste paraninfo Enrique Díaz de León, con todo lo que ello significa. El Dr. Molina ha sido reconocido ampliamente por su trayectoria científica, destacan-do el premio Nobel de química en 2005. Hoy los estudiantes universitarios le hacemos un reconocimiento que tiene su valor especial en que han sido los jóvenes quienes reco-nocen en usted, en su trayectoria y aporte, una esperanza para enfrentarnos al destino que nos hemos construido en generaciones, pero que hoy estamos dispuestos a mejorar.

La importancia del Dr. Molina no solamente se mide en premios o en la relevancia de su actuar cotidiano, en el que destaca que es miembro de la Academia Nacional de Ciencias y del Instituto de Medicina de los Estados Unidos, y desde 2011 es uno de los 21 científicos del Consejo de Asesores de Ciencia y Tecnología del Presidente Barack Obama; su importancia radica en que entiende el tiempo en el que vive y nos ayuda a entenderlo. El respeto que tiene en todo el mundo es porque en gran medida es uno de los responsables de que hoy podamos discutir y estudiar con seriedad asun-tos como el cambio climático o el efecto invernadero en la atmósfera.

Ha sido además un hombre constante, en más de 40 años de investigación no se ha dete-nido, incluso cuando el resultado de sus investigaciones desafía algunos de los modelos de desarrollo industrial sobre los que parte de la economía descansa. Hay que decirlo también de manera clara, Mario Molina no es un enemigo del progreso, sino alguien que entiende que se tiene que hacer con responsabilidad y pensando en el futuro. También su aporte es esencial porque ha promovido la seriedad en el debate sobre el cambio climático y las consecuencias del desarrollo actual en Estados Unidos, el país que es catalogado como el principal participante en la contaminación relacionada con el cambio climático.

Las discusiones que ha generado Mario Molina a través de sus diversas líneas de investigación, han dado lugar a una conciencia de nuestro paso por la tierra y de la sustentabilidad del otro. Molina ha entendido y nos ha hecho entender que en la conservación de la vida de todo lo que nos rodea, se mantiene también la esperanza de nuestra propia conservación.

Mario Molina es importante porque tiene un corazón que lo mueve a seguir su curio-sidad y sus pasiones. Su corazón lo hace investigar, producir conocimiento y ofrecerlos al mundo. En eso se parece al corazón de Carmen Aristegui.

Su corazón le aporta conciencia a las políticas y lo hace esperar honestidad y compro-miso. Lo liga al futuro y prosperidad de los pueblos del mundo y como resultado de su trabajo, se convierte en un ejemplo para todos y nos da esperanza. En eso se parece al corazón de Pepe Mujica. Su corazón lo lleva a hacer de su vida obra y de su obra un legado para la posteridad. Aunque quizá no fue la primera idea que lo movió, Molina ha provocado actos heroicos para la vida en la tierra y lo que ha hecho ya es un patrimonio de todos. En esa ganan-cia para la posteridad, su corazón se parece al de nuestro querido Fernando Del Paso.

Su corazón, su razón, su conciencia, su trabajo arduo, su curiosidad, su amor por el conocimiento, lo ha llevado a proteger la casa común y a pintar una luz más en el horizonte de la humanidad. Molina es uno de los que abrió los ojos a otra cosa en medio de la marcha al precipicio, de los que nos invitan a cambiar la ruta, de los que necesitamos como referencia para seguir luchando. Para ser como Mario Molina hay que asumir un compromiso muy grande, un valor a prueba de todo, una solidaridad y un apego a la vida que solamente las grandes personas tienen en la historia. Dr. Molina, como he dicho antes, lo que usted le aportó al mundo es algo por lo que ningún reconocimiento hará lo suficiente para gratificar, pero hoy le ofrecemos uno que va cargado de una admiración legítima, cariño, el compromiso de seguir en la tarea que usted y muchas mentes brillantes y espíritus gigantes le dejan a la humani-dad. Le ofrecemos nuestra casa, nuestra juventud y nuestras ganas de que el futuro que estamos dibujando, sea uno en el que la superioridad de la humanidad se centre solamente en el respeto pleno a toda la vida, la sustentabilidad y la conciencia. Le ofrecemos sobre todo nuestra razón e ímpetu, la enorme promesa de ésta universidad y nuestro corazón que ahora es suyo: el corazón de león.

Page 5: Discurso de Alberto Galarza a Mario Molina

Nos estamos dirigiendo a un precipicio. Marchamos hombro con hombro. Miles de millo-nes del ejército que conforma la humanidad. La idea que nos mueve es una idea de supe-rioridad absoluta e incuestionable. Creemos merecer, sólo porque sí, vivir como nos plazca y al costo que sea. Desde generaciones irrastreables, sin la contención de cualquier frontera, prevalece una forma de organización que implica que podemos destruir, modificar y apropiarnos de todo lo que el planeta nos presenta. La forma en la que hemos construido nuestras socie-dades es a todas luces insostenible. Transcurren nuestros días sin una conciencia plena sobre el tiempo en el que vivimos. Formamos parte de las masas desorientadas y negadas a entender el rol que es necesario jugar para un fin tan precioso y simple como la conservación de la vida. No hemos enten-dido aún nuestro momento, sus complejidades, nuestros retos, las valiosas y pasajeras oportunidades que nos quedan.

El desinterés con el presente es apenas una muestra de lo que hemos hecho con el futuro, al que hemos convertido en una forma retórica en la que se valen las promesas, aunque no correspondan con lo que hacemos cotidianamente. Inconscientes del mundo que hemos de legar a los hijos de la tierra, consumimos a un ritmo más rápido del que nuestros recur-sos se regeneran, invadimos y fragmentamos hábitats. No me quiero ir lejos, nuestro propio país se encuentra entre los primeros con mayor deforestación en el mundo. Creo que no hemos entendido enteramente que somos únicamente una parte de la larga y delicada cadena que es la vida en la tierra. Si forzamos demasiado el balance que permite el milagro de la vida, podríamos crear un daño irreversible. Debemos dejar de entender todos los recursos y especies desde un punto de vista utilitario, estético, de disfrute, pensando que todo lo que está en el mundo ha de servirle a la humanidad y dejando de lado la evidente verdad: nuestra vida depende de garantizar la de todas las especies.

Nuestro poco respeto a las demás formas de vida se ve claramente ejemplificado en la lista Roja de Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. De las 63, 837 especies evaluadas 19,817 están amenazadas por la extinción, incluyendo el 41% de los anfibios, 33% de los corales formadores de arrecifes, 25% de los mamíferos, 13% de las aves y 30% de las coníferas.

No hemos sido capaces de ver más allá de nosotros mismos, ni siquiera entre huma-nos. El daño que le estamos haciendo al mundo hoy nos cuesta a nosotros mismos. Millones de personas son desplazadas cada año por causas medioambientales y la propia Organización Internacional para las Migraciones estima que en las próximas cuatro décadas el número de desplazados llegaría a los mil millones.

Vivir para nosotros mismos, sin importar nada más, como dije antes es insostenible. Debemos dejar de actuar como si el planeta estuviera rendido a nuestros pies para otorgarnos lo que le solicitamos, debemos de romper con la costumbre que nos empuja a una privatización de la cultura, el conocimiento, el disfrute y servicios. Vivir ensimismados es una parte central del problema en el que estamos metidos.

Nuestras ciudades, la forma más representativa de cómo vivimos, son un claro ejem-plo de lo que hemos hecho: El crecimiento desordenado, la cantidad de desechos que producimos, el esquema fallido que genera excedentes de todo y que al mismo tiempo no ha sido capaz de erradicar el hambre del mundo. Por poner solamente un ejemplo, la manera en que nos movemos, está rodeada de una arcaica y destructiva idea de que la manera de moverse es en privado. Solamente en nuestra ciudad se estima que tenemos casi 2 millones de autos y estos, de acuerdo a la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Territorial generan más del 96% de la contaminación atmosférica en Jalisco.

Los costos ambientales de una vida pensada para lo privado y la comodidad, están a la vista de todos. No podemos dejar de hablar en éste foro de las constantes contingen-cias de la Ciudad de México, urbe en la que reinó la falta de organización, planeación y en la que, como en el resto del país, se despreciaron las alternativas masivas de movi-lidad, privilegiando a los automovilistas. Hoy nuestra ciudad no está exenta de esos peligros. Si no se ha declarado con mayor frecuencia estado de contingencia es, en gran medida, por una falta de monitoreo total de la calidad del aire, de acuerdo con la propia SEMADET que reconoce que solamente puede cubrir el 80% de la urbe y sin evaluar la totalidad de contaminante nocivos para los humanos. Ningún pueblo del mundo está libre del daño que generamos. Es preocupante vivir en la ciudad mexicana con la tasa de crecimiento más alta en la flota de automóviles privados. Algo estamos haciendo mal.

Se requieren acciones inmediatas y bien pensadas, centradas en la razón y el aporte científico. Hoy es evidente la necesidad de cambiar el paradigma de desarrollo e incli-narnos a uno que garantice que nuestra vida se sostenga, que aumente su esperanza y calidad, pero que haga un compromiso firme e irrevocable por sostener todas las otras formas, que entienda su tiempo y asuma la responsabilidad frente al que viene. Requerimos dejar de comprometer el futuro para comprometernos con el futuro.

Sí. El escenario es desalentador y amenazante. El tiempo es corto. Pero en ésta marcha al precipicio hay quienes abren los ojos, miran al otro, quieren cambiar el rumbo. En el horizonte se pintan luces por quienes deciden luchar contra un destino que traza-mos, pero que no tenemos que abrazar y que con mucha decisión podremos reordenar.

Hoy somos testigos cotidianos de la lucha de pueblos como Temaca, Wirikuta o personas que, como Bertha Cáceres en Honduras, dan la vida por la defensa del patrimonio de todos y de la casa común. También comienzan a popularizarse algunas formas de economía solidaria y la tendencia de hogares que parcialmente producen sus propios alimentos, en beneficio de la explotación excesiva de los suelos. Casos como el del corredor conocido como La Milla, en la Primera Sección del Bosque de Chapultepec, que se convirtió en el mercado de productos ecológicos y sustentables más grande de la Ciudad de México y del país, pueden iniciar una transformación del sistema de producción que hoy sostenemos. Cabe decir que dicho proyecto fue responsabilidad de nuestra última catedrática Martha Delgado.

La ciencia al mismo tiempo juega un rol importante en este intento de cambiar la forma en la que hacemos las cosas. El terreno que comienzan a ganar las fuentes de energía limpias y renovables, son una muestra clara de que el aporte que la investiga-ción nos ha dado, nos permiten pensar que el cambio es todavía posible. Destacan por ejemplo trabajos como el de la empresa SolarCity de Elon Musk que también es pro-pietario de Tesla Motors, quienes diseñan, financian e instalan sistemas de energía solar, realizan auditorías de eficiencia energética y modernizaciones y construcción de estaciones de carga para vehículos eléctricos, que utilizan electricidad renovable. Estas alternativas y un mayor grado de información e involucramiento de los ciuda-danos en las construcciones colectivas, en la apropiación del espacio público y en la renuncia a la privatización sin sentido, nos han llevado a casos prometedores como el de la ciudad de Copenhague, en la cual el 50% de los ciudadanos van al trabajo en bicicleta cada día. La mayoría lo hacen todo el año, incluso bajo la lluvia o nieve.

Todos estos procesos esperanzadores, implican compromisos para romper con la visión sobre la que fue creado el mundo en el que vivimos hoy. Requiere también un conjunto de pequeñas acciones y grandes medidas políticas. Hay que, por una parte, renunciar a hábitos sin fundamento en la actualidad, comodidades excesivas y dañi-nas, al tiempo que se produzcan políticas bien diseñadas y marcos normativos que permitan la salvaguarda de los recursos esenciales. Es ese círculo virtuoso el que nos puede dar un nuevo norte y para hacerlo realidad todos somos responsables.

Por eso sostengo que se deben de exigir y promover el diseño de programas que permitan un desarrollo sostenido y sustentable, basado en la idea de la conservación de la vida, en el que los intereses particulares no se impongan, se respeten como sagradas las áreas naturales protegidas, se cuide la calidad del aire y del agua.

Hoy hago un reconocimiento a la visión impresa en plan estatal de desarrollo 2013-2033 que contempla el aprovechamiento y conservación de la biodiversidad, la protección y gestión ambiental, el cambio climático y energías renovables, la planea-ción urbana y territorial, así como la movilidad sustentable; sin embargo, es necesario aceptar que quedan muchas cosas por hacer y que se requiere de mayor energía y contundencia. Un ejemplo que mencioné antes es el de la insuficiente medición de la calidad del aire, la endeble defensa histórica de nuestras áreas naturales protegidas, los cambios de uso de suelo y una lista casi interminable de irregularidades. La misión hoy es contar con mecanismos que garanticen que los compromisos en sustentabilidad tengan una amplia base técnica y que queden resguardados de los intereses políticos. Pero el reto no es exclusivo de los gobiernos. La universidad de Guadalajara debe de asumir su responsabilidad como la institución ejemplar y de alta credibilidad social que es. La formación de miles de jóvenes con un amplio sentido de responsabilidad con el ambiente es quizá una de las primeras y más importantes tareas, al mismo tiempo que dirigir la investigación científica a atacar temas tan trascendentes como es el calentamiento global, la escasez de agua y la sustentabilidad en términos generales. En ese sentido no puedo dejar de reconocer los loables esfuerzos por contar con el Museo de Ciencias Ambientales, que documentará y protegerá nuestro patrimonio ambiental. Mismo caso que el Instituto de Agua y Energía del Centro Universitario de Tonalá que junto a los planes de estudio que se encuentran en diversos centros son una fuerte apuesta para el futuro no sólo de la Universidad, sino del Estado e incluso del mundo. Así como el programa universitario integral de transición energética. Pero también tenemos mucho qué hacer. Rector, reconozco plenamente, los esfuer-zos, las iniciativas y la invitación puntual que ha hecho a los nuevos directivos de la Universidad para atender el tema como uno de los ejes torales de nuestro esquema de desarrollo. Queremos una universidad sustentable, para eso hay que apretar el paso y cuenta con el apoyo de todos los estudiantes. Todas éstas luces que se pintan en el horizonte, son gracias a los esfuerzos de personas ejemplares. Hoy en éste paraninfo histórico, una nueva página se agrega a su valioso devenir. Nos acompaña un hombre extraordinario que desde muy joven tuvo el valor de seguir una inspiración y la motivación de una curiosidad científica. Inspirado por el afán de saber qué efecto tenían los gases industriales en la atmósfera, nuestro galardona-do comenzó a investigar y a estudiar el caso hasta dar cuenta de un hecho a la vez sorprendente y preocupante: los gases industriales estaban adelgazando la capa de ozono, escudo responsable de absorber el 98% de la radiación ultravioleta del sol. El descubrimiento de un científico apasionado por entender el funcionamiento atmosfé-rico, lo hizo responsable de provocar el primer tratado internacional que ha enfrentado con efectividad un problema ambiental de escala global y de origen antropogénico: el

Protocolo de Montreal; mismo que permitió la interrupción en el uso de componentes químicos que estaban dañando nuestra atmósfera.

Por eso hoy es un honor y una oportunidad invaluable contar con la presencia del Dr. Mario Molina en éste paraninfo Enrique Díaz de León, con todo lo que ello significa. El Dr. Molina ha sido reconocido ampliamente por su trayectoria científica, destacan-do el premio Nobel de química en 2005. Hoy los estudiantes universitarios le hacemos un reconocimiento que tiene su valor especial en que han sido los jóvenes quienes reco-nocen en usted, en su trayectoria y aporte, una esperanza para enfrentarnos al destino que nos hemos construido en generaciones, pero que hoy estamos dispuestos a mejorar.

La importancia del Dr. Molina no solamente se mide en premios o en la relevancia de su actuar cotidiano, en el que destaca que es miembro de la Academia Nacional de Ciencias y del Instituto de Medicina de los Estados Unidos, y desde 2011 es uno de los 21 científicos del Consejo de Asesores de Ciencia y Tecnología del Presidente Barack Obama; su importancia radica en que entiende el tiempo en el que vive y nos ayuda a entenderlo. El respeto que tiene en todo el mundo es porque en gran medida es uno de los responsables de que hoy podamos discutir y estudiar con seriedad asun-tos como el cambio climático o el efecto invernadero en la atmósfera.

Ha sido además un hombre constante, en más de 40 años de investigación no se ha dete-nido, incluso cuando el resultado de sus investigaciones desafía algunos de los modelos de desarrollo industrial sobre los que parte de la economía descansa. Hay que decirlo también de manera clara, Mario Molina no es un enemigo del progreso, sino alguien que entiende que se tiene que hacer con responsabilidad y pensando en el futuro. También su aporte es esencial porque ha promovido la seriedad en el debate sobre el cambio climático y las consecuencias del desarrollo actual en Estados Unidos, el país que es catalogado como el principal participante en la contaminación relacionada con el cambio climático.

Las discusiones que ha generado Mario Molina a través de sus diversas líneas de investigación, han dado lugar a una conciencia de nuestro paso por la tierra y de la sustentabilidad del otro. Molina ha entendido y nos ha hecho entender que en la conservación de la vida de todo lo que nos rodea, se mantiene también la esperanza de nuestra propia conservación.

Mario Molina es importante porque tiene un corazón que lo mueve a seguir su curio-sidad y sus pasiones. Su corazón lo hace investigar, producir conocimiento y ofrecerlos al mundo. En eso se parece al corazón de Carmen Aristegui.

Su corazón le aporta conciencia a las políticas y lo hace esperar honestidad y compro-miso. Lo liga al futuro y prosperidad de los pueblos del mundo y como resultado de su trabajo, se convierte en un ejemplo para todos y nos da esperanza. En eso se parece al corazón de Pepe Mujica. Su corazón lo lleva a hacer de su vida obra y de su obra un legado para la posteridad. Aunque quizá no fue la primera idea que lo movió, Molina ha provocado actos heroicos para la vida en la tierra y lo que ha hecho ya es un patrimonio de todos. En esa ganan-cia para la posteridad, su corazón se parece al de nuestro querido Fernando Del Paso.

Su corazón, su razón, su conciencia, su trabajo arduo, su curiosidad, su amor por el conocimiento, lo ha llevado a proteger la casa común y a pintar una luz más en el horizonte de la humanidad. Molina es uno de los que abrió los ojos a otra cosa en medio de la marcha al precipicio, de los que nos invitan a cambiar la ruta, de los que necesitamos como referencia para seguir luchando. Para ser como Mario Molina hay que asumir un compromiso muy grande, un valor a prueba de todo, una solidaridad y un apego a la vida que solamente las grandes personas tienen en la historia. Dr. Molina, como he dicho antes, lo que usted le aportó al mundo es algo por lo que ningún reconocimiento hará lo suficiente para gratificar, pero hoy le ofrecemos uno que va cargado de una admiración legítima, cariño, el compromiso de seguir en la tarea que usted y muchas mentes brillantes y espíritus gigantes le dejan a la humani-dad. Le ofrecemos nuestra casa, nuestra juventud y nuestras ganas de que el futuro que estamos dibujando, sea uno en el que la superioridad de la humanidad se centre solamente en el respeto pleno a toda la vida, la sustentabilidad y la conciencia. Le ofrecemos sobre todo nuestra razón e ímpetu, la enorme promesa de ésta universidad y nuestro corazón que ahora es suyo: el corazón de león.

Page 6: Discurso de Alberto Galarza a Mario Molina

Nos estamos dirigiendo a un precipicio. Marchamos hombro con hombro. Miles de millo-nes del ejército que conforma la humanidad. La idea que nos mueve es una idea de supe-rioridad absoluta e incuestionable. Creemos merecer, sólo porque sí, vivir como nos plazca y al costo que sea. Desde generaciones irrastreables, sin la contención de cualquier frontera, prevalece una forma de organización que implica que podemos destruir, modificar y apropiarnos de todo lo que el planeta nos presenta. La forma en la que hemos construido nuestras socie-dades es a todas luces insostenible. Transcurren nuestros días sin una conciencia plena sobre el tiempo en el que vivimos. Formamos parte de las masas desorientadas y negadas a entender el rol que es necesario jugar para un fin tan precioso y simple como la conservación de la vida. No hemos enten-dido aún nuestro momento, sus complejidades, nuestros retos, las valiosas y pasajeras oportunidades que nos quedan.

El desinterés con el presente es apenas una muestra de lo que hemos hecho con el futuro, al que hemos convertido en una forma retórica en la que se valen las promesas, aunque no correspondan con lo que hacemos cotidianamente. Inconscientes del mundo que hemos de legar a los hijos de la tierra, consumimos a un ritmo más rápido del que nuestros recur-sos se regeneran, invadimos y fragmentamos hábitats. No me quiero ir lejos, nuestro propio país se encuentra entre los primeros con mayor deforestación en el mundo. Creo que no hemos entendido enteramente que somos únicamente una parte de la larga y delicada cadena que es la vida en la tierra. Si forzamos demasiado el balance que permite el milagro de la vida, podríamos crear un daño irreversible. Debemos dejar de entender todos los recursos y especies desde un punto de vista utilitario, estético, de disfrute, pensando que todo lo que está en el mundo ha de servirle a la humanidad y dejando de lado la evidente verdad: nuestra vida depende de garantizar la de todas las especies.

Nuestro poco respeto a las demás formas de vida se ve claramente ejemplificado en la lista Roja de Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. De las 63, 837 especies evaluadas 19,817 están amenazadas por la extinción, incluyendo el 41% de los anfibios, 33% de los corales formadores de arrecifes, 25% de los mamíferos, 13% de las aves y 30% de las coníferas.

No hemos sido capaces de ver más allá de nosotros mismos, ni siquiera entre huma-nos. El daño que le estamos haciendo al mundo hoy nos cuesta a nosotros mismos. Millones de personas son desplazadas cada año por causas medioambientales y la propia Organización Internacional para las Migraciones estima que en las próximas cuatro décadas el número de desplazados llegaría a los mil millones.

Vivir para nosotros mismos, sin importar nada más, como dije antes es insostenible. Debemos dejar de actuar como si el planeta estuviera rendido a nuestros pies para otorgarnos lo que le solicitamos, debemos de romper con la costumbre que nos empuja a una privatización de la cultura, el conocimiento, el disfrute y servicios. Vivir ensimismados es una parte central del problema en el que estamos metidos.

Nuestras ciudades, la forma más representativa de cómo vivimos, son un claro ejem-plo de lo que hemos hecho: El crecimiento desordenado, la cantidad de desechos que producimos, el esquema fallido que genera excedentes de todo y que al mismo tiempo no ha sido capaz de erradicar el hambre del mundo. Por poner solamente un ejemplo, la manera en que nos movemos, está rodeada de una arcaica y destructiva idea de que la manera de moverse es en privado. Solamente en nuestra ciudad se estima que tenemos casi 2 millones de autos y estos, de acuerdo a la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Territorial generan más del 96% de la contaminación atmosférica en Jalisco.

Los costos ambientales de una vida pensada para lo privado y la comodidad, están a la vista de todos. No podemos dejar de hablar en éste foro de las constantes contingen-cias de la Ciudad de México, urbe en la que reinó la falta de organización, planeación y en la que, como en el resto del país, se despreciaron las alternativas masivas de movi-lidad, privilegiando a los automovilistas. Hoy nuestra ciudad no está exenta de esos peligros. Si no se ha declarado con mayor frecuencia estado de contingencia es, en gran medida, por una falta de monitoreo total de la calidad del aire, de acuerdo con la propia SEMADET que reconoce que solamente puede cubrir el 80% de la urbe y sin evaluar la totalidad de contaminante nocivos para los humanos. Ningún pueblo del mundo está libre del daño que generamos. Es preocupante vivir en la ciudad mexicana con la tasa de crecimiento más alta en la flota de automóviles privados. Algo estamos haciendo mal.

Se requieren acciones inmediatas y bien pensadas, centradas en la razón y el aporte científico. Hoy es evidente la necesidad de cambiar el paradigma de desarrollo e incli-narnos a uno que garantice que nuestra vida se sostenga, que aumente su esperanza y calidad, pero que haga un compromiso firme e irrevocable por sostener todas las otras formas, que entienda su tiempo y asuma la responsabilidad frente al que viene. Requerimos dejar de comprometer el futuro para comprometernos con el futuro.

Sí. El escenario es desalentador y amenazante. El tiempo es corto. Pero en ésta marcha al precipicio hay quienes abren los ojos, miran al otro, quieren cambiar el rumbo. En el horizonte se pintan luces por quienes deciden luchar contra un destino que traza-mos, pero que no tenemos que abrazar y que con mucha decisión podremos reordenar.

Hoy somos testigos cotidianos de la lucha de pueblos como Temaca, Wirikuta o personas que, como Bertha Cáceres en Honduras, dan la vida por la defensa del patrimonio de todos y de la casa común. También comienzan a popularizarse algunas formas de economía solidaria y la tendencia de hogares que parcialmente producen sus propios alimentos, en beneficio de la explotación excesiva de los suelos. Casos como el del corredor conocido como La Milla, en la Primera Sección del Bosque de Chapultepec, que se convirtió en el mercado de productos ecológicos y sustentables más grande de la Ciudad de México y del país, pueden iniciar una transformación del sistema de producción que hoy sostenemos. Cabe decir que dicho proyecto fue responsabilidad de nuestra última catedrática Martha Delgado.

La ciencia al mismo tiempo juega un rol importante en este intento de cambiar la forma en la que hacemos las cosas. El terreno que comienzan a ganar las fuentes de energía limpias y renovables, son una muestra clara de que el aporte que la investiga-ción nos ha dado, nos permiten pensar que el cambio es todavía posible. Destacan por ejemplo trabajos como el de la empresa SolarCity de Elon Musk que también es pro-pietario de Tesla Motors, quienes diseñan, financian e instalan sistemas de energía solar, realizan auditorías de eficiencia energética y modernizaciones y construcción de estaciones de carga para vehículos eléctricos, que utilizan electricidad renovable. Estas alternativas y un mayor grado de información e involucramiento de los ciuda-danos en las construcciones colectivas, en la apropiación del espacio público y en la renuncia a la privatización sin sentido, nos han llevado a casos prometedores como el de la ciudad de Copenhague, en la cual el 50% de los ciudadanos van al trabajo en bicicleta cada día. La mayoría lo hacen todo el año, incluso bajo la lluvia o nieve.

Todos estos procesos esperanzadores, implican compromisos para romper con la visión sobre la que fue creado el mundo en el que vivimos hoy. Requiere también un conjunto de pequeñas acciones y grandes medidas políticas. Hay que, por una parte, renunciar a hábitos sin fundamento en la actualidad, comodidades excesivas y dañi-nas, al tiempo que se produzcan políticas bien diseñadas y marcos normativos que permitan la salvaguarda de los recursos esenciales. Es ese círculo virtuoso el que nos puede dar un nuevo norte y para hacerlo realidad todos somos responsables.

Por eso sostengo que se deben de exigir y promover el diseño de programas que permitan un desarrollo sostenido y sustentable, basado en la idea de la conservación de la vida, en el que los intereses particulares no se impongan, se respeten como sagradas las áreas naturales protegidas, se cuide la calidad del aire y del agua.

Hoy hago un reconocimiento a la visión impresa en plan estatal de desarrollo 2013-2033 que contempla el aprovechamiento y conservación de la biodiversidad, la protección y gestión ambiental, el cambio climático y energías renovables, la planea-ción urbana y territorial, así como la movilidad sustentable; sin embargo, es necesario aceptar que quedan muchas cosas por hacer y que se requiere de mayor energía y contundencia. Un ejemplo que mencioné antes es el de la insuficiente medición de la calidad del aire, la endeble defensa histórica de nuestras áreas naturales protegidas, los cambios de uso de suelo y una lista casi interminable de irregularidades. La misión hoy es contar con mecanismos que garanticen que los compromisos en sustentabilidad tengan una amplia base técnica y que queden resguardados de los intereses políticos. Pero el reto no es exclusivo de los gobiernos. La universidad de Guadalajara debe de asumir su responsabilidad como la institución ejemplar y de alta credibilidad social que es. La formación de miles de jóvenes con un amplio sentido de responsabilidad con el ambiente es quizá una de las primeras y más importantes tareas, al mismo tiempo que dirigir la investigación científica a atacar temas tan trascendentes como es el calentamiento global, la escasez de agua y la sustentabilidad en términos generales. En ese sentido no puedo dejar de reconocer los loables esfuerzos por contar con el Museo de Ciencias Ambientales, que documentará y protegerá nuestro patrimonio ambiental. Mismo caso que el Instituto de Agua y Energía del Centro Universitario de Tonalá que junto a los planes de estudio que se encuentran en diversos centros son una fuerte apuesta para el futuro no sólo de la Universidad, sino del Estado e incluso del mundo. Así como el programa universitario integral de transición energética. Pero también tenemos mucho qué hacer. Rector, reconozco plenamente, los esfuer-zos, las iniciativas y la invitación puntual que ha hecho a los nuevos directivos de la Universidad para atender el tema como uno de los ejes torales de nuestro esquema de desarrollo. Queremos una universidad sustentable, para eso hay que apretar el paso y cuenta con el apoyo de todos los estudiantes. Todas éstas luces que se pintan en el horizonte, son gracias a los esfuerzos de personas ejemplares. Hoy en éste paraninfo histórico, una nueva página se agrega a su valioso devenir. Nos acompaña un hombre extraordinario que desde muy joven tuvo el valor de seguir una inspiración y la motivación de una curiosidad científica. Inspirado por el afán de saber qué efecto tenían los gases industriales en la atmósfera, nuestro galardona-do comenzó a investigar y a estudiar el caso hasta dar cuenta de un hecho a la vez sorprendente y preocupante: los gases industriales estaban adelgazando la capa de ozono, escudo responsable de absorber el 98% de la radiación ultravioleta del sol. El descubrimiento de un científico apasionado por entender el funcionamiento atmosfé-rico, lo hizo responsable de provocar el primer tratado internacional que ha enfrentado con efectividad un problema ambiental de escala global y de origen antropogénico: el

Protocolo de Montreal; mismo que permitió la interrupción en el uso de componentes químicos que estaban dañando nuestra atmósfera.

Por eso hoy es un honor y una oportunidad invaluable contar con la presencia del Dr. Mario Molina en éste paraninfo Enrique Díaz de León, con todo lo que ello significa. El Dr. Molina ha sido reconocido ampliamente por su trayectoria científica, destacan-do el premio Nobel de química en 2005. Hoy los estudiantes universitarios le hacemos un reconocimiento que tiene su valor especial en que han sido los jóvenes quienes reco-nocen en usted, en su trayectoria y aporte, una esperanza para enfrentarnos al destino que nos hemos construido en generaciones, pero que hoy estamos dispuestos a mejorar.

La importancia del Dr. Molina no solamente se mide en premios o en la relevancia de su actuar cotidiano, en el que destaca que es miembro de la Academia Nacional de Ciencias y del Instituto de Medicina de los Estados Unidos, y desde 2011 es uno de los 21 científicos del Consejo de Asesores de Ciencia y Tecnología del Presidente Barack Obama; su importancia radica en que entiende el tiempo en el que vive y nos ayuda a entenderlo. El respeto que tiene en todo el mundo es porque en gran medida es uno de los responsables de que hoy podamos discutir y estudiar con seriedad asun-tos como el cambio climático o el efecto invernadero en la atmósfera.

Ha sido además un hombre constante, en más de 40 años de investigación no se ha dete-nido, incluso cuando el resultado de sus investigaciones desafía algunos de los modelos de desarrollo industrial sobre los que parte de la economía descansa. Hay que decirlo también de manera clara, Mario Molina no es un enemigo del progreso, sino alguien que entiende que se tiene que hacer con responsabilidad y pensando en el futuro. También su aporte es esencial porque ha promovido la seriedad en el debate sobre el cambio climático y las consecuencias del desarrollo actual en Estados Unidos, el país que es catalogado como el principal participante en la contaminación relacionada con el cambio climático.

Las discusiones que ha generado Mario Molina a través de sus diversas líneas de investigación, han dado lugar a una conciencia de nuestro paso por la tierra y de la sustentabilidad del otro. Molina ha entendido y nos ha hecho entender que en la conservación de la vida de todo lo que nos rodea, se mantiene también la esperanza de nuestra propia conservación.

Mario Molina es importante porque tiene un corazón que lo mueve a seguir su curio-sidad y sus pasiones. Su corazón lo hace investigar, producir conocimiento y ofrecerlos al mundo. En eso se parece al corazón de Carmen Aristegui.

Su corazón le aporta conciencia a las políticas y lo hace esperar honestidad y compro-miso. Lo liga al futuro y prosperidad de los pueblos del mundo y como resultado de su trabajo, se convierte en un ejemplo para todos y nos da esperanza. En eso se parece al corazón de Pepe Mujica. Su corazón lo lleva a hacer de su vida obra y de su obra un legado para la posteridad. Aunque quizá no fue la primera idea que lo movió, Molina ha provocado actos heroicos para la vida en la tierra y lo que ha hecho ya es un patrimonio de todos. En esa ganan-cia para la posteridad, su corazón se parece al de nuestro querido Fernando Del Paso.

Su corazón, su razón, su conciencia, su trabajo arduo, su curiosidad, su amor por el conocimiento, lo ha llevado a proteger la casa común y a pintar una luz más en el horizonte de la humanidad. Molina es uno de los que abrió los ojos a otra cosa en medio de la marcha al precipicio, de los que nos invitan a cambiar la ruta, de los que necesitamos como referencia para seguir luchando. Para ser como Mario Molina hay que asumir un compromiso muy grande, un valor a prueba de todo, una solidaridad y un apego a la vida que solamente las grandes personas tienen en la historia. Dr. Molina, como he dicho antes, lo que usted le aportó al mundo es algo por lo que ningún reconocimiento hará lo suficiente para gratificar, pero hoy le ofrecemos uno que va cargado de una admiración legítima, cariño, el compromiso de seguir en la tarea que usted y muchas mentes brillantes y espíritus gigantes le dejan a la humani-dad. Le ofrecemos nuestra casa, nuestra juventud y nuestras ganas de que el futuro que estamos dibujando, sea uno en el que la superioridad de la humanidad se centre solamente en el respeto pleno a toda la vida, la sustentabilidad y la conciencia. Le ofrecemos sobre todo nuestra razón e ímpetu, la enorme promesa de ésta universidad y nuestro corazón que ahora es suyo: el corazón de león.

Page 7: Discurso de Alberto Galarza a Mario Molina

Nos estamos dirigiendo a un precipicio. Marchamos hombro con hombro. Miles de millo-nes del ejército que conforma la humanidad. La idea que nos mueve es una idea de supe-rioridad absoluta e incuestionable. Creemos merecer, sólo porque sí, vivir como nos plazca y al costo que sea. Desde generaciones irrastreables, sin la contención de cualquier frontera, prevalece una forma de organización que implica que podemos destruir, modificar y apropiarnos de todo lo que el planeta nos presenta. La forma en la que hemos construido nuestras socie-dades es a todas luces insostenible. Transcurren nuestros días sin una conciencia plena sobre el tiempo en el que vivimos. Formamos parte de las masas desorientadas y negadas a entender el rol que es necesario jugar para un fin tan precioso y simple como la conservación de la vida. No hemos enten-dido aún nuestro momento, sus complejidades, nuestros retos, las valiosas y pasajeras oportunidades que nos quedan.

El desinterés con el presente es apenas una muestra de lo que hemos hecho con el futuro, al que hemos convertido en una forma retórica en la que se valen las promesas, aunque no correspondan con lo que hacemos cotidianamente. Inconscientes del mundo que hemos de legar a los hijos de la tierra, consumimos a un ritmo más rápido del que nuestros recur-sos se regeneran, invadimos y fragmentamos hábitats. No me quiero ir lejos, nuestro propio país se encuentra entre los primeros con mayor deforestación en el mundo. Creo que no hemos entendido enteramente que somos únicamente una parte de la larga y delicada cadena que es la vida en la tierra. Si forzamos demasiado el balance que permite el milagro de la vida, podríamos crear un daño irreversible. Debemos dejar de entender todos los recursos y especies desde un punto de vista utilitario, estético, de disfrute, pensando que todo lo que está en el mundo ha de servirle a la humanidad y dejando de lado la evidente verdad: nuestra vida depende de garantizar la de todas las especies.

Nuestro poco respeto a las demás formas de vida se ve claramente ejemplificado en la lista Roja de Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. De las 63, 837 especies evaluadas 19,817 están amenazadas por la extinción, incluyendo el 41% de los anfibios, 33% de los corales formadores de arrecifes, 25% de los mamíferos, 13% de las aves y 30% de las coníferas.

No hemos sido capaces de ver más allá de nosotros mismos, ni siquiera entre huma-nos. El daño que le estamos haciendo al mundo hoy nos cuesta a nosotros mismos. Millones de personas son desplazadas cada año por causas medioambientales y la propia Organización Internacional para las Migraciones estima que en las próximas cuatro décadas el número de desplazados llegaría a los mil millones.

Vivir para nosotros mismos, sin importar nada más, como dije antes es insostenible. Debemos dejar de actuar como si el planeta estuviera rendido a nuestros pies para otorgarnos lo que le solicitamos, debemos de romper con la costumbre que nos empuja a una privatización de la cultura, el conocimiento, el disfrute y servicios. Vivir ensimismados es una parte central del problema en el que estamos metidos.

Nuestras ciudades, la forma más representativa de cómo vivimos, son un claro ejem-plo de lo que hemos hecho: El crecimiento desordenado, la cantidad de desechos que producimos, el esquema fallido que genera excedentes de todo y que al mismo tiempo no ha sido capaz de erradicar el hambre del mundo. Por poner solamente un ejemplo, la manera en que nos movemos, está rodeada de una arcaica y destructiva idea de que la manera de moverse es en privado. Solamente en nuestra ciudad se estima que tenemos casi 2 millones de autos y estos, de acuerdo a la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Territorial generan más del 96% de la contaminación atmosférica en Jalisco.

Los costos ambientales de una vida pensada para lo privado y la comodidad, están a la vista de todos. No podemos dejar de hablar en éste foro de las constantes contingen-cias de la Ciudad de México, urbe en la que reinó la falta de organización, planeación y en la que, como en el resto del país, se despreciaron las alternativas masivas de movi-lidad, privilegiando a los automovilistas. Hoy nuestra ciudad no está exenta de esos peligros. Si no se ha declarado con mayor frecuencia estado de contingencia es, en gran medida, por una falta de monitoreo total de la calidad del aire, de acuerdo con la propia SEMADET que reconoce que solamente puede cubrir el 80% de la urbe y sin evaluar la totalidad de contaminante nocivos para los humanos. Ningún pueblo del mundo está libre del daño que generamos. Es preocupante vivir en la ciudad mexicana con la tasa de crecimiento más alta en la flota de automóviles privados. Algo estamos haciendo mal.

Se requieren acciones inmediatas y bien pensadas, centradas en la razón y el aporte científico. Hoy es evidente la necesidad de cambiar el paradigma de desarrollo e incli-narnos a uno que garantice que nuestra vida se sostenga, que aumente su esperanza y calidad, pero que haga un compromiso firme e irrevocable por sostener todas las otras formas, que entienda su tiempo y asuma la responsabilidad frente al que viene. Requerimos dejar de comprometer el futuro para comprometernos con el futuro.

Sí. El escenario es desalentador y amenazante. El tiempo es corto. Pero en ésta marcha al precipicio hay quienes abren los ojos, miran al otro, quieren cambiar el rumbo. En el horizonte se pintan luces por quienes deciden luchar contra un destino que traza-mos, pero que no tenemos que abrazar y que con mucha decisión podremos reordenar.

Hoy somos testigos cotidianos de la lucha de pueblos como Temaca, Wirikuta o personas que, como Bertha Cáceres en Honduras, dan la vida por la defensa del patrimonio de todos y de la casa común. También comienzan a popularizarse algunas formas de economía solidaria y la tendencia de hogares que parcialmente producen sus propios alimentos, en beneficio de la explotación excesiva de los suelos. Casos como el del corredor conocido como La Milla, en la Primera Sección del Bosque de Chapultepec, que se convirtió en el mercado de productos ecológicos y sustentables más grande de la Ciudad de México y del país, pueden iniciar una transformación del sistema de producción que hoy sostenemos. Cabe decir que dicho proyecto fue responsabilidad de nuestra última catedrática Martha Delgado.

La ciencia al mismo tiempo juega un rol importante en este intento de cambiar la forma en la que hacemos las cosas. El terreno que comienzan a ganar las fuentes de energía limpias y renovables, son una muestra clara de que el aporte que la investiga-ción nos ha dado, nos permiten pensar que el cambio es todavía posible. Destacan por ejemplo trabajos como el de la empresa SolarCity de Elon Musk que también es pro-pietario de Tesla Motors, quienes diseñan, financian e instalan sistemas de energía solar, realizan auditorías de eficiencia energética y modernizaciones y construcción de estaciones de carga para vehículos eléctricos, que utilizan electricidad renovable. Estas alternativas y un mayor grado de información e involucramiento de los ciuda-danos en las construcciones colectivas, en la apropiación del espacio público y en la renuncia a la privatización sin sentido, nos han llevado a casos prometedores como el de la ciudad de Copenhague, en la cual el 50% de los ciudadanos van al trabajo en bicicleta cada día. La mayoría lo hacen todo el año, incluso bajo la lluvia o nieve.

Todos estos procesos esperanzadores, implican compromisos para romper con la visión sobre la que fue creado el mundo en el que vivimos hoy. Requiere también un conjunto de pequeñas acciones y grandes medidas políticas. Hay que, por una parte, renunciar a hábitos sin fundamento en la actualidad, comodidades excesivas y dañi-nas, al tiempo que se produzcan políticas bien diseñadas y marcos normativos que permitan la salvaguarda de los recursos esenciales. Es ese círculo virtuoso el que nos puede dar un nuevo norte y para hacerlo realidad todos somos responsables.

Por eso sostengo que se deben de exigir y promover el diseño de programas que permitan un desarrollo sostenido y sustentable, basado en la idea de la conservación de la vida, en el que los intereses particulares no se impongan, se respeten como sagradas las áreas naturales protegidas, se cuide la calidad del aire y del agua.

Hoy hago un reconocimiento a la visión impresa en plan estatal de desarrollo 2013-2033 que contempla el aprovechamiento y conservación de la biodiversidad, la protección y gestión ambiental, el cambio climático y energías renovables, la planea-ción urbana y territorial, así como la movilidad sustentable; sin embargo, es necesario aceptar que quedan muchas cosas por hacer y que se requiere de mayor energía y contundencia. Un ejemplo que mencioné antes es el de la insuficiente medición de la calidad del aire, la endeble defensa histórica de nuestras áreas naturales protegidas, los cambios de uso de suelo y una lista casi interminable de irregularidades. La misión hoy es contar con mecanismos que garanticen que los compromisos en sustentabilidad tengan una amplia base técnica y que queden resguardados de los intereses políticos. Pero el reto no es exclusivo de los gobiernos. La universidad de Guadalajara debe de asumir su responsabilidad como la institución ejemplar y de alta credibilidad social que es. La formación de miles de jóvenes con un amplio sentido de responsabilidad con el ambiente es quizá una de las primeras y más importantes tareas, al mismo tiempo que dirigir la investigación científica a atacar temas tan trascendentes como es el calentamiento global, la escasez de agua y la sustentabilidad en términos generales. En ese sentido no puedo dejar de reconocer los loables esfuerzos por contar con el Museo de Ciencias Ambientales, que documentará y protegerá nuestro patrimonio ambiental. Mismo caso que el Instituto de Agua y Energía del Centro Universitario de Tonalá que junto a los planes de estudio que se encuentran en diversos centros son una fuerte apuesta para el futuro no sólo de la Universidad, sino del Estado e incluso del mundo. Así como el programa universitario integral de transición energética. Pero también tenemos mucho qué hacer. Rector, reconozco plenamente, los esfuer-zos, las iniciativas y la invitación puntual que ha hecho a los nuevos directivos de la Universidad para atender el tema como uno de los ejes torales de nuestro esquema de desarrollo. Queremos una universidad sustentable, para eso hay que apretar el paso y cuenta con el apoyo de todos los estudiantes. Todas éstas luces que se pintan en el horizonte, son gracias a los esfuerzos de personas ejemplares. Hoy en éste paraninfo histórico, una nueva página se agrega a su valioso devenir. Nos acompaña un hombre extraordinario que desde muy joven tuvo el valor de seguir una inspiración y la motivación de una curiosidad científica. Inspirado por el afán de saber qué efecto tenían los gases industriales en la atmósfera, nuestro galardona-do comenzó a investigar y a estudiar el caso hasta dar cuenta de un hecho a la vez sorprendente y preocupante: los gases industriales estaban adelgazando la capa de ozono, escudo responsable de absorber el 98% de la radiación ultravioleta del sol. El descubrimiento de un científico apasionado por entender el funcionamiento atmosfé-rico, lo hizo responsable de provocar el primer tratado internacional que ha enfrentado con efectividad un problema ambiental de escala global y de origen antropogénico: el

Protocolo de Montreal; mismo que permitió la interrupción en el uso de componentes químicos que estaban dañando nuestra atmósfera.

Por eso hoy es un honor y una oportunidad invaluable contar con la presencia del Dr. Mario Molina en éste paraninfo Enrique Díaz de León, con todo lo que ello significa. El Dr. Molina ha sido reconocido ampliamente por su trayectoria científica, destacan-do el premio Nobel de química en 2005. Hoy los estudiantes universitarios le hacemos un reconocimiento que tiene su valor especial en que han sido los jóvenes quienes reco-nocen en usted, en su trayectoria y aporte, una esperanza para enfrentarnos al destino que nos hemos construido en generaciones, pero que hoy estamos dispuestos a mejorar.

La importancia del Dr. Molina no solamente se mide en premios o en la relevancia de su actuar cotidiano, en el que destaca que es miembro de la Academia Nacional de Ciencias y del Instituto de Medicina de los Estados Unidos, y desde 2011 es uno de los 21 científicos del Consejo de Asesores de Ciencia y Tecnología del Presidente Barack Obama; su importancia radica en que entiende el tiempo en el que vive y nos ayuda a entenderlo. El respeto que tiene en todo el mundo es porque en gran medida es uno de los responsables de que hoy podamos discutir y estudiar con seriedad asun-tos como el cambio climático o el efecto invernadero en la atmósfera.

Ha sido además un hombre constante, en más de 40 años de investigación no se ha dete-nido, incluso cuando el resultado de sus investigaciones desafía algunos de los modelos de desarrollo industrial sobre los que parte de la economía descansa. Hay que decirlo también de manera clara, Mario Molina no es un enemigo del progreso, sino alguien que entiende que se tiene que hacer con responsabilidad y pensando en el futuro. También su aporte es esencial porque ha promovido la seriedad en el debate sobre el cambio climático y las consecuencias del desarrollo actual en Estados Unidos, el país que es catalogado como el principal participante en la contaminación relacionada con el cambio climático.

Las discusiones que ha generado Mario Molina a través de sus diversas líneas de investigación, han dado lugar a una conciencia de nuestro paso por la tierra y de la sustentabilidad del otro. Molina ha entendido y nos ha hecho entender que en la conservación de la vida de todo lo que nos rodea, se mantiene también la esperanza de nuestra propia conservación.

Mario Molina es importante porque tiene un corazón que lo mueve a seguir su curio-sidad y sus pasiones. Su corazón lo hace investigar, producir conocimiento y ofrecerlos al mundo. En eso se parece al corazón de Carmen Aristegui.

Su corazón le aporta conciencia a las políticas y lo hace esperar honestidad y compro-miso. Lo liga al futuro y prosperidad de los pueblos del mundo y como resultado de su trabajo, se convierte en un ejemplo para todos y nos da esperanza. En eso se parece al corazón de Pepe Mujica. Su corazón lo lleva a hacer de su vida obra y de su obra un legado para la posteridad. Aunque quizá no fue la primera idea que lo movió, Molina ha provocado actos heroicos para la vida en la tierra y lo que ha hecho ya es un patrimonio de todos. En esa ganan-cia para la posteridad, su corazón se parece al de nuestro querido Fernando Del Paso.

Su corazón, su razón, su conciencia, su trabajo arduo, su curiosidad, su amor por el conocimiento, lo ha llevado a proteger la casa común y a pintar una luz más en el horizonte de la humanidad. Molina es uno de los que abrió los ojos a otra cosa en medio de la marcha al precipicio, de los que nos invitan a cambiar la ruta, de los que necesitamos como referencia para seguir luchando. Para ser como Mario Molina hay que asumir un compromiso muy grande, un valor a prueba de todo, una solidaridad y un apego a la vida que solamente las grandes personas tienen en la historia. Dr. Molina, como he dicho antes, lo que usted le aportó al mundo es algo por lo que ningún reconocimiento hará lo suficiente para gratificar, pero hoy le ofrecemos uno que va cargado de una admiración legítima, cariño, el compromiso de seguir en la tarea que usted y muchas mentes brillantes y espíritus gigantes le dejan a la humani-dad. Le ofrecemos nuestra casa, nuestra juventud y nuestras ganas de que el futuro que estamos dibujando, sea uno en el que la superioridad de la humanidad se centre solamente en el respeto pleno a toda la vida, la sustentabilidad y la conciencia. Le ofrecemos sobre todo nuestra razón e ímpetu, la enorme promesa de ésta universidad y nuestro corazón que ahora es suyo: el corazón de león.

Page 8: Discurso de Alberto Galarza a Mario Molina