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El primer círculo de aleksandr solzhenitsyn r1.0

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  1. 1. En una oscura tarde del invierno de 1949, un funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores de la URSS llama a la embajada norteamericana para revelarles un peligroso y aparentemente descabellado proyecto atmico que afecta al corazn mismo de Estados Unidos. Pero la voz del funcionario quedaba grabada por los servicios secretos del Ministerio de Seguridad, cuyos largos tentculos alcanzan tambin la Prisin Especial n. 1, donde cumplen condena los cientficos rusos ms brillantes, vctimas de las siniestras purgas estalinistas, y donde son obligados a investigar para sus propios verdugos. A esa prisin de lujo, que es en realidad el primer crculo del Infierno dantesco, donde la lucha por la supervivencia alterna con la delacin y las trampas ideolgicas, le llega la misin de acelerar el perfeccionamiento de nuevas tcnicas de espionaje con el fin de identificar lo antes posible la misteriosa voz del traidor
  2. 2. Aleksandr Solzhenitsyn El primer crculo ePub r1.0 bigbang951 09.10.14
  3. 3. Ttulo original: Aleksandr Solzhenitsyn, 1968 Traduccin: Josep Maria Gell Editor digital: bigbang951 ePub base r1.1
  4. 4. Dedicada a mi compaeros de sharashka
  5. 5. Tal es el destino de los libros rusos actuales: aunque salgan a flote, pierden sus plumas. As sucedi no hace mucho con El maestro y Margarita de Bulgkov: el agua trajo luego sus plumas. Y lo mismo con esta novela ma: para darle por lo menos una dbil vida, para atreverme a mostrarla y a llevarla a la redaccin, yo mismo la condens y deform o, ms exactamente, la desmont y volv a montarla de nuevo, y fue conocida bajo un determinado aspecto. Y, aunque ahora ya no hay modo de recuperarla ni corregirla, es autntica. Por lo dems, al restaurarla, he perfeccionado algunas cosas: tngase en cuenta que entonces tena yo cuarenta aos y ahora cuento cincuenta. Escrita: 1955-1958 Deformada: 1964 Restaurada: 1968
  6. 6. 1 Las agujas de encaje marcaban las cuatro y cinco. En aquel encalmado da de diciembre, el bronce del reloj, sobre el estante, era completamente oscuro. Los cristales del alto ventanal empezaban a ras de suelo. A travs de ellos se divisaba abajo, en Kuznetski la apresurada agitacin de la calle y el obstinado ir y venir de los porteros que barran, bajo los pies de los transentes, la nieve recin cada, pero pesada ya y de color marrn sucio. Viendo y sin ver realmente todo esto, Innokenti Volodin, consejero de Estado de segunda, permaneca apoyado en el marco de la ventana silbando una tonadilla lnguida y prolongada. Con la punta de los dedos pasaba las coloridas y brillantes pginas de una revista extranjera. Pero no se enteraba de lo que haba en ella. Volodin, consejero de Estado de segunda categora, lo que equivala a teniente coronel del servicio diplomtico, era alto y estrecho de hombros, no llevaba uniforme sino un traje de tela sedosa, y ms bien pareca un joven ocioso y de fortuna que un responsable funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores. Era hora de encender la luz en el despacho, y no la encenda; o de irse a casa, y no se marchaba. Las cuatro y pico no significaban el fin de la jornada laboral, sino slo el fin de su parte diurna, de su parte ms breve. Ahora se iran todos a casa, a comer y a dormir, pero a las diez de la noche volveran a iluminarse las miles y miles de ventanas de los cuarenta y cinco ministerios de la Unin y de los veinte de las repblicas. Tras una docena de muros, en una fortaleza, haba un hombre, slo uno, que no poda dormir por las noches y que haba acostumbrado al funcionariado de Mosc a permanecer en vela con l hasta las tres o las cuatro de la madrugada. Conociendo las costumbres nocturnas del jefe, seis decenas de ministros velaban como escolares a la espera de ser llamados. Para que no les venciera el sueo, convocaban a sus secretarios, los cuales fastidiaban a los jefes de negociado. Los archiveros revolvan los archivos encaramados en sus escalerillas, los escribientes volaban por los pasillos, las taqugrafas afilaban sus lpices. Incluso hoy, vspera de la Navidad occidental (desde haca dos das todas las embajadas occidentales parecan silenciosas, no telefoneaban), su Ministerio pasara, pese a todo, la noche en blanco. Los dems tendran dos semanas de vacaciones. Inocentes. Asnos orejudos! Los dedos nerviosos del joven hojeaban la revista con rapidez, maquinalmente. En su interior, una sensacin de miedo ora le dominaba y enardeca, ora se retiraba dejndole cierta frialdad. Innokenti arroj la revista y pase por la estancia con los hombros encogidos. Telefonear o no telefonear? Enseguida? Sin falta? Sera all demasiado tarde? Mejor el jueves o el viernes? Sera demasiado tarde Quedaba tan poco tiempo para meditarlo! Y nadie, absolutamente nadie, a quien consultarlo! Existira un medio para identificar a alguien que llamara desde un telfono pblico? Y si slo hablara en ruso? Y si no se demoraba y se marchaba rpidamente? Reconoceran por telfono su voz ahogada? Tcnicamente, era imposible. Dentro de tres o cuatro das volara hacia all en persona. Lo ms lgico era esperar. Lo ms sensato, esperar. Pero sera demasiado tarde. Oh, diablos! Un escalofro recorri sus hombros, poco acostumbrados a soportar cargas. Habra sido mejor no enterarse. No saberlo. No estar al tanto Recogi cuanto haba sobre la mesa y lo llev a la caja fuerte. Su inquietud iba en aumento. Innokenti apoy la cabeza sobre la caja, de hierro y pintada de color pardo, y descans con los ojos cerrados. De pronto, como si hubiera malgastado los ltimos instantes disponibles, Innokenti se puso en movimiento. No telefone pidiendo el coche, no tap los tinteros. Cerr la puerta, y al final del pasillo entreg la llave al ordenanza de servicio. Descendi por la escalera casi corriendo, adelantndose al personal de plantilla, con sus bordados de oro y sus galones. Abajo se puso el abrigo de cualquier manera, se encasquet el sombrero y entr corriendo en el hmedo crepsculo. La rapidez de sus movimientos fue un alivio. Sus zapatos franceses, y sin chanclos, como dictaba la moda, se hundieron en la nieve sucia y deshelada. Al pasar junto a la estatua de Vorovski, en el patio casi cerrado del Ministerio, Innokenti levant los ojos y se estremeci. Descubri un nuevo sentido al reciente edificio de la Gran Lubianka, la prisin que daba a la calle Furkassovskaya. Aquella mancha gris-negra de nueve pisos era un acorazado, y las dieciocho pilastras colgaban de su borda derecha como dieciocho torres encaonadas. La solitaria y frgil lancha de Innokenti se sinti atrada hacia la proa del rpido y pesado navo. No, el acorazado no atraa a la lancha, era esta la que iba hacia l como un torpedo! Eso no poda ser! Para esquivarlo, torci a la derecha, y amarr en Kuznetski. Un taxi se dispona a abandonar la acera, Innokenti lo tom y lo mand calle abajo, y luego le orden torcer a la izquierda, hacia los faroles de la calle Petrovka, los primeros que se encendan. Dudaba an, no saba desde dnde llamar para que no le agobiaran, para que no le apremiaran ni espiaran a travs de la puerta. Pero si buscaba una cabina aislada y tranquila se notara ms. No sera mejor llamar rodeado de una multitud ms densa, siempre que la cabina fuera hermtica, de obra? Qu estupidez ir en taxi y tener al chfer por testigo. Revolvi una vez ms el bolsillo buscando los quince cpeks con la esperanza de no hallarlos. En
  7. 7. ese caso, como es natural, lo aplazara. En el semforo de Ojotn y Riad sus dedos tentaron y extrajeron a la vez dos monedas de quince cpeks. O sea, haba que hacerlo. Pareci tranquilizarse. Peligrosa o no, era la nica decisin que poda tomar. Acaso es de hombres andar siempre temeroso? Sin que Innokenti lo hubiera decidido, estaba pasando por Mojovaya, precisamente ante la embajada. Era el destino. Se peg al cristal doblando el cuello, quera ver qu ventanas estaban iluminadas. No tuvo tiempo. Dejaron atrs la universidad. Con una sea, Innokenti indic hacia la derecha. Pareca dar un giro a su torpedo para colocarlo en mejor posicin. Irrumpieron en Arbat. Innokenti entreg dos billetes y sigui a pie por la plaza procurando mantener un paso mesurado. Tena la garganta y la boca secas, con esa sequedad que ninguna bebida puede aliviar. Arbat estaba ya completamente iluminado. Ante el Artstico haba una densa cola para ver Amor de bailarina. Una ligera neblina azulada envolva la M roja del metro. Una mujer morena, una meridional, venda pequeas flores amarillas. En este momento, el condenado a muerte no vea el acorazado, pero una brillante desesperacin dilataba su pecho. Deba recordarlo: ni una palabra en ingls. Y mucho menos en francs. No deba dejar a los sabuesos ni una pluma ni una cola. Innokenti caminaba muy erguido, ahora sin ningn apresuramiento. Una muchacha levant los ojos al cruzarse con l. Y otra. Muy bonita. Desame salir bien librado. Qu ancho es el mundo y cuntas posibilidades ofrece! Pero a ti no te queda nada fuera de este desfiladero. Una de las cabinas exteriores de madera se encontraba vaca, pero al parecer tena el cristal roto. Innokenti sigui adelante, hacia el metro. All, las cuatro cabinas incrustadas en la pared estaban ocupadas. En la de la izquierda, sin embargo, un tipo de aspecto vulgar, algo achispado, terminaba de hablar y colgaba ya el auricular. El tipo sonri a Innokenti y quiso decirle algo. Innokenti le sustituy en la cabina. Con una mano tir cuidadosamente de la gruesa puerta vidriada y la mantuvo cerrada; con la otra, temblorosa, enguantada, dej caer la moneda y marc el nmero. Despus de largas seales, levantaron el auricular. El secretariado? pregunt alterando la voz. S. Le ruego que me ponga urgentemente con el embajador. Al embajador no se le puede molestar le respondieron en un ruso impecable. De qu se trata? En este caso, pngame con el encargado de negocios. O con el agregado militar! No se demore, se lo ruego! En el otro extremo reflexionaban. Innokenti se prometi que, si rehusaban ponerle, dejara as la cosa, no lo intentara por segunda vez. Est bien, le pongo con el agregado. Establecieron la conexin. Tras los cristales, ms all de las cabinas, pasaban los transentes, se apresuraban, se adelantaban unos a otros. Alguien se aproxim y se puso a esperar ante la cabina de Innokenti dando muestras de impaciencia. Con fuerte acento extranjero, una voz satisfecha, indolente, dijo por el auricular: Diga. Qu desea? El seor agregado militar? pregunt bruscamente Innokenti. Yes, aviation solt la voz desde el otro extremo. Qu poda hacer? Innokenti puso la mano como pantalla y argument en voz baja pero decidida: Seor agregado de aviacin! Le ruego que tome nota y se la pase urgentemente al embajador Espere un momento le respondieron sin prisas. Voy a llamar al intrprete. No puedo esperar! se enardeci Innokenti. (Ni siquiera se contena lo suficiente para alterar la voz!). No hablar con ningn sovitico! No cuelgue! Se trata del destino de su pas! Y no slo de su pas! Escuche: uno de estos das, el agente sovitico Gueorgui Koval, de Nueva York, recibir, en una tienda de piezas de radio situada en Le comprendo mal replic tranquilamente el agregado. Cmo no, estaba sentado en un blando sof y nadie le persegua. Se oa una animada charla femenina al fondo de la habitacin. Llame in el consulado of Canad, all comprenden muy bien el ruso. El suelo de la cabina arda bajo los pies de Innokenti, el negro auricular, con su pesada cadena de acero, se funda en sus manos. Pero una sola palabra extranjera poda perderle! Oiga! Oiga! exclam desesperado. Dentro de unos das, un empleado de la embajada sovitica, llamado Koval, recibir en una tienda de aparatos de radio importantes piezas para fabricar una bomba atmica Cmo? En qu avenida? se sorprendi el agregado, y empez a reflexionar. Y cmo s que usted decir verdad? No comprende a lo que me expongo? restall Innokenti. Al parecer, a su espalda golpeaban el cristal. El agregado callaba, quiz daba una chupada al cigarrillo. Una bomba atmica? repiti incrdulo. Quin es usted? Deme su nombre. Se oy un chasquido sordo en el auricular, seguido de un silencio de algodn, sin susurros ni tintineos. Haban cortado la lnea.
  8. 8. 2 En ciertas entidades uno tropieza en la puerta con un letrerito luminoso, oscuro y purpreo: Privado. O, al estilo moderno, con una grave tablilla de cristal: Queda rigurosamente prohibida la entrada a toda persona ajena a la empresa. O bien con un imponente cancerbero que, sentado tras una mesita, controla los pases. Y tras aquella puerta inaccesible, como en todo lo prohibido, uno imagina vyase a saber qu. Y no obstante, lo que hay es el mismo pasillo de antes, quiz ms limpio. Discurre por su centro el flujo de una alfombra de esa tela roja de la administracin. El parquet aparece razonablemente raspado. Y razonablemente distribuidas las escupideras. Pero est desierto. Nadie va de una puerta a otra. Y las puertas estn forradas con piel negra hinchada por el relleno, con ribetes blancos y un acristalado valo con un nmero. Los que trabajan en una de estas oficinas conocen menos los acontecimientos de la oficina contigua que las novedades que corren por el mercado de la isla de Madagascar. En este mismo anochecer de diciembre, algo sombro y tibio, dos tenientes estaban de guardia en la Central Telefnica de Mosc, en uno de esos pasillos reservados, en una de esas estancias inaccesibles, la conocida con el n. 194 por el jefe de la casa, y con el nombre de Puesto A-1 por la XI Seccin del VI Departamento del MGB[1]. Los dos tenientes, claro est, no iban de uniforme sino de paisano: era ms adecuado para entrar y salir del edificio de la Central Telefnica. Una de las paredes estaba cubierta de tableros y paneles de seales luminosas, donde destacaba el negro del plstico y el brillo metlico de los equipos de escucha telefnicos. De otra pared colgaba un papel gris con unas instrucciones detalladas. Estas instrucciones contemplaban y prevenan todos los casos posibles de infraccin e incumplimiento en el cometido de escuchar y anotar las conversaciones de la embajada norteamericana y, a tenor de las mismas, all deban trabajar dos hombres: uno de ellos debera escuchar continuamente, sin quitarse los auriculares; el segundo no abandonara la habitacin como no fuera para ir al lavabo, y reemplazara a su compaero cada media hora. Trabajando con estas instrucciones era imposible equivocarse. Pero la trgica contradiccin entre la perfeccin ideal de los organismos estatales y la msera imperfeccin humana hizo que esta vez las instrucciones fueran infringidas. No porque los tenientes de guardia fueran novatos, sino precisamente porque tenan experiencia y saban que nunca sucede nada especial. Y menos la vspera de la Navidad occidental. Uno de ellos, el teniente Tiukin, que ostentaba una gran nariz, tena clase de poltica el lunes, y no dejaran de preguntarle quines son los amigos del pueblo y cmo luchan contra los socialdemcratas, por qu en el Segundo Congreso haba que distanciarse de ellos, cosa muy acertada, en el Quinto Congreso ir a la unificacin, lo que de nuevo resultaba acertado, y en el Sexto Congreso cada uno por su lado, decisin acertada una vez ms. Por nada del mundo Tiukin se hubiera puesto a estudiar en sbado, pues desconfiaba recordar lo ledo; el domingo se haba comprometido a empinar el codo con el marido de su hermana despus del servicio, y el lunes esas frusleras an le entraran menos en la cabeza con la resaca. El responsable del partido se lo haba advertido y amenazaba con citarle ante el Comit. Sin embargo, lo principal no era la respuesta oral sino la presentacin de un resumen escrito. Tiukin no haba encontrado tiempo para hacer este resumen en toda la semana, y hoy lo haba estado aplazando todo el da. Ahora, sin embargo, haba pedido a su compaero que de momento trabajara sin sustituciones e, instalado en un rincn junto a la lmpara de sobremesa, iba copiando en su cuaderno ora un prrafo ora otro del Curso abreviado. An no haban encendido la luz del techo. Una lmpara iluminaba los magnetfonos. El teniente Kuleshov, de cabello rizado y rechoncho mentn, permaneca en el asiento escuchando con los auriculares. Por la maana, los norteamericanos haban encargado unas compras, pero despus de la comida la embajada pareca dormida, ni una sola llamada. Despus de largo rato en est posicin, a Kuleshov se le ocurri echar una mirada a los abscesos de su pierna izquierda. Por causas desconocidas, le salan continuamente nuevos granos y, aunque se los untaba con mercromina, zinc o estreptomicina, los granos no cicatrizaban, sino que se agrandaban bajo la costra. El dolor empezaba a molestarle al andar. En la clnica del MGB le haban inscrito en la consulta de un especialista. Kuleshov haba obtenido recientemente una nueva vivienda, y su esposa esperaba un hijo, pero los fornculos envenenaban una vida tan bien arreglada. Kuleshov se quit los opresivos auriculares y se traslad a un sitio ms cmodo, bajo la luz. Se remang la pernera izquierda del pantaln y de los calzoncillos largos, y empez a tantear con cuidado las costras y a romper sus bordes. Si las oprima, rezumaban un icor pardo. El dolor era tan grande que repercuta en la cabeza y se apoderaba de su atencin. Por primera vez se le ocurri la idea de que aquello no eran fornculos sino sino Le vino a la memoria una terrible palabra que oyera en otro tiempo en alguna parte: gangrena? y tambin otro nombre Por eso tard en advertir que las bobinas del magnetfono giraban silenciosamente, conectadas por el automtico. Sin sacar la pierna desnuda de su punto de apoyo, Kuleshov alcanz los auriculares, se acerc uno a la oreja y oy: Y cmo s que usted decir verdad? No comprende a lo que me expongo? Una bomba atmica? Quin es usted? Deme su nombre. UNA BOMBA ATOMICA!! Cediendo a un impulso tan inconsciente como el de agarrarse, cuando uno va a caerse, Kuleshov arranc la clavija del panel de conmutaciones desconectando los telfonos. Slo entonces cay en la cuenta de que, infringiendo las instrucciones, no haba localizado el nmero del abonado. Su primer movimiento fue volver la cabeza. Tiukin pergeaba a toda prisa su resumen y no haba visto nada. Tiukin era un amigo, pero Kuleshov tena la obligacin de controlar a Tiukin, y por lo tanto este tena la obligacin de controlarlo a l.
  9. 9. Con dedos temblorosos, Kuleshov rebobin la cinta no sin conectar el magnetfono de emergencia a la red de la embajada. Primero pens borrar la grabacin y ocultar su fallo, pero acto seguido record que las grabaciones del puesto se duplicaban con una grabacin automtica en otro lugar, el jefe lo haba dicho ms de una vez, por lo que abandon su absurda idea. Se duplicaba, naturalmente, y por ocultar semejante conversacin le fusilaban a uno. La cinta estaba rebobinada. Conect la reproduccin. El criminal tena mucha prisa, estaba inquieto. Desde dnde poda hablar? Naturalmente, no sera desde una casa particular. Y difcilmente desde su lugar de trabajo. Para llamar a las embajadas siempre procuran hacerlo desde una cabina. Kuleshov despleg la lista de las cabinas pblicas y llam apresuradamente a un nmero de telfono, el de la escalera de la estacin de metro Sokolniki. Guenka! Guenka! llam con voz ronca bajndose la pernera del pantaln. Emergencia! Llama a la Seccin Operativa! Quizs an puedan agarrarlo!
  10. 10. 3 Nuevos! Han llegado presos nuevos! De dnde vens, camaradas? Amigos, de dnde vens? Qu llevis en el pecho y en la gorra? Qu son esas manchas? Ah estaban nuestros nmeros. Y tambin en la espalda, y en la rodilla. Cuando nos sacaron del campo de concentracin nos los arrancaron. Qu quiere decir eso de nmeros? Seores, por favor, en qu siglo vivimos! Nmeros en las personas? Lev Grigrich, permtame preguntarle si esto es signo de progreso. No generalice, Valentulia, mejor vyase a cenar. Cmo voy a cenar si hay lugares donde la gente lleva nmeros en la frente! Amigos! La segunda quincena de diciembre darn nueve paquetes de Bielomor por cabeza. Es una oportunidad. Al ataque! Es Bielomor Yava o Bielomor Dukat? Mitad y mitad. Qu canallas, nos inundan de Dukat. Me quejar al ministro, lo juro. Y qu monos son esos? Por qu parecis todos paracaidistas? Han impuesto ese uniforme. Antes nos daban vestidos de lana y abrigos de pao, pero ahora nos aprietan las clavijas, esos perros. Fijaos, presos nuevos! Han llegado presos nuevos. Eh! Guapos! No habis visto nunca presidiarios de carne y hueso? Llenan todo el pasillo! Bah! A quin estoy viendo! Dof-Donski! Pero dnde has estado, Dof? En el 45 te estuve buscando por toda Viena, por toda Viena te estuve buscando! Y van andrajosos, sin afeitar. De qu campo de concentracin vens, amigos? De diferentes campos. De Rechlag de Dubrovlag Hace nueve aos que estoy preso y no creo haber odo hablar de tales campos. Son nuevos, son los osoblag[2]. Aparecieron despus de 1948. A m me pescaron a la salida del Prater de Viena, me pillaron y al cuervo Espera Mitiok, deja que escuchemos a los nuevos A pasear! A pasear! Al aire libre! Lev interrogar a los nuevos, no te preocupes. Segundo turno! A cenar! Oziorlag, Luglag, Steplag, Kamyshlag Cabe suponer que en el MVD[3] hay un poeta incomprendido. Le falta cuerda para un poema y no se decide a versificar, pero da nombres poticos a los campos de concentracin. Ja, ja, ja! Qu gracioso, seores, qu gracioso! En qu siglo vivimos? Silencio, Valentulia, silencio! Dispense, cmo se llama usted? Lev Grigrich. Tambin es ingeniero? No, soy fillogo. Fillogo? Tienen aqu hasta fillogos? Pregunte usted a quin no tienen aqu. Hay matemticos, fsicos, qumicos, ingenieros en radio, ingenieros en telefona, constructores, pintores, traductores, encuadernadores, e incluso trajeron a un gelogo por equivocacin. Y qu hace el gelogo? No lo pasa mal, se ha buscado trabajo en el laboratorio fotogrfico. Incluso hay un arquitecto. Y qu arquitecto! El arquitecto particular del propio Stalin. Le ha construido todas sus dachas. Ahora est preso con nosotros. Lev! Te haces pasar por materialista, pero atiborras a la gente de alimento espiritual. Atencin, amigos! Cuando os lleven al comedor veris las tres decenas de platos que hemos apartado para vosotros en la ltima mesa de la ventana. Saciad la panza pero no reventis! Muchsimas gracias, pero por qu os privis de ellos? No nos cuesta nada. Quin comera ahora salazones de Mezen y gachas de mijo! Bazofia. Qu ha dicho? Que las gachas de mijo son bazofia? Pues yo hace cinco aos que no veo gachas de mijo! Quiz no sean de mijo. No sern de magar?
  11. 11. Est usted loco. De magar! Que intenten darnos magar! Les Qu tal se come ahora en las prisiones de trnsito? En la prisin de Cheliabinsk En Cheliabinsk-nuevo o en Cheliabinsk-antiguo? Por la pregunta veo que es un experto. En el nuevo Continan economizando los retretes y obligando a los presos a defecar en una parashka, y luego, con la cubeta a cuestas, tienen que bajar desde la segunda planta? Todo sigue igual. Ha dicho usted sharashka. Qu significa sharashka? Qu cantidad de pan dan aqu? Quin no ha cenado todava? Segundo turno! Cuatrocientos gramos de pan blanco, y el negro est en las mesas. Perdone, qu quiere decir en las mesas? Pues eso, en las mesas, cortado. Si quieres lo tomas, si no, lo dejas. Disculpe, esto qu es? Europa? Europa dice? En las mesas de Europa hay pan blanco y no negro. S, pero a cambio de esta mantequilla y de este Bielomor doblamos el espinazo doce y hasta catorce horas al da. Do-bla-mos el espinazo? En un escritorio no se dobla nada! Dobla el espinazo aquel que maneja el zapapico. Qu diablos, estamos en esta sharashka como empantanados, apartados de la vida. Habis odo, seores? Dicen que ahora se persigue la delincuencia y que ni en Krasnaya Presnaya se hace la calle. A los profesores les dan cuarenta gramos de mantequilla, a los ingenieros veinte. Cada uno da segn sus facultades, a cada uno se le da segn las posibilidades. As que usted trabaj en Dneprostroi? S, trabaj con Winter. Y por culpa de esta central hidroelctrica me encuentro aqu. Cmo es eso? Pues ver, se la vend a los alemanes. La central elctrica? Pero si la volaron! Y qu, que la volaran? Incluso volada, se la vend. Palabra de honor, es como una bocanada de aire fresco! Los traslados! Las etapas! Los campos de concentracin! El movimiento! Ah, si pudiera llegar hasta el Pacfico! Y volver, Valentulia, y volver! S! Y volver cuanto antes, naturalmente! Sabe usted, Lev Grigrich, este aflujo de impresiones, este cambio de ambiente, hace que la cabeza me d vueltas. He vivido cincuenta y dos aos, he sanado de una enfermedad mortal, me he casado dos veces con mujeres hermosas, he tenido hijos, he publicado obras en siete idiomas, me han concedido premios acadmicos, pero nunca me sent tan beatficamente feliz como hoy! Dnde he venido a parar? Maana no me harn marchar sobre agua helada! Cuarenta gramos de mantequilla! Pan negro en las mesas! Los libros no estn prohibidos! Puedo afeitarme yo mismo! Los carceleros no pegan a los presos! Qu gran da es ese? Qu cumbre luminosa es esa? Me habr muerto? Lo estar soando? Se me antoja que estoy en el paraso! No, respetable amigo, contina estando en el infierno, pero ha ascendido a su mejor y ms alto crculo, al primer crculo. Me preguntaba qu era la sharashka? La sharashka, si quiere usted, la invent Dante. Se devanaba los sesos pensando dnde colocar a los antiguos sabios. Su deber de cristiano le ordenaba arrojar a esos paganos al infierno. Pero la conciencia de un renacentista no poda aceptar que tan ilustres varones se mezclaran con los dems pecadores y fueran sometidos a castigos corporales. Y Dante ide para ellos un lugar especial en el infierno. Permtame suena aproximadamente as: Surgi ante m un alto castillo ved qu bvedas tan antiguas! Rodeado siete veces por magnficas murallas Por siete puertas conduce el sendero al interior entraste en un cuervo, por eso no viste las puertas Haba hombres de cara imponente, De mirada pausada y tranquila De rasgos ni alegres ni severos Y pude ver que una respetable E ilustre muchedumbre se mantena aparte Dime, quines son esos hombres venerables Diferentes de la turba que les rodea?
  12. 12. Eh, eh, Lev Grigrich, yo le explicar de un modo muchsimo ms accesible a Herr Professor lo que es la sharashka. Hay que leer los editoriales del Pravda: Est demostrado que la alta produccin de lana depende de cmo se alimente y se cuide a la oveja.
  13. 13. 4 Tenan un rbol de Navidad: una rama de pino clavada en la raja de un taburete. Una guirnalda de coloridas bombillas de bajo voltaje lo rodeaba dos veces y enviaba hacia abajo sus cables lechosos de cloruro de vinilo hasta un acumulador que haba en el suelo. El taburete estaba colocado en el paso entre dos literas de dos pisos, en un extremo de la estancia, y uno de los colchones superiores daba sombra a todo el rincn, y al diminuto abeto, protegindolo de la viva luz de las lmparas del techo. Seis hombres vestidos con gruesos monos de paracaidista permanecan de pie ante el abeto con la cabeza inclinada escuchando a uno de ellos, al brioso Max Adam, que rezaba una oracin de la Navidad protestante. En la gran sala, estrechamente ocupada por esas literas dobles, de pies soldados, no haba nadie ms: despus de la cena y de la hora de paseo, todos se haban marchado a su trabajo nocturno. Max termin la oracin y los seis hombres se sentaron. Cinco de ellos se sentan invadidos por la agridulce sensacin de la patria, de su pas slido y bien organizado, de su dulce Alemania bajo cuyos techos de tejas resultaba tan emocionante y luminosa esta fiesta principal del ao. El sexto, un hombre corpulento de ancha y negra barba, era judo y comunista. Las ramas de la paz y los ltigos de la guerra haban unido el destino de Lev Rubin a Alemania. En tiempos de paz haba sido fillogo germanista. Hablaba un irreprochable y moderno hoch-Deutsch, y en caso de necesidad recurra al habla alemana media, antigua o superior. Recordaba sin esfuerzo, como a amigos personales, a cuantos alemanes hubieran aparecido algn da en la prensa. Hablaba de las pequeas ciudades del Rin como si hubiera recorrido ms de una vez sus pulcras y sombreadas callejuelas. Pero haba estado slo en Prusia, y adems en el frente. Era comandante de la seccin de desmoralizacin de las tropas enemigas. Iba a los campos de prisioneros y pescaba a los alemanes que no queran permanecer tras el alambre de espino y aceptaban colaborar con l. Los sacaba de all y les proporcionaba ciertas comodidades en una escuela especial. A unos los enviaba al otro lado del frente provistos de trinitrotolueno, marcos falsos, cartillas militares falsas y permisos falsos. Podan dinamitar puentes o podan volverse a casa y pasear en libertad hasta que los capturaran. A otros les hablaba de Goethe y de Schiller, discuta con ellos los textos ms convincentes para los camiones de propaganda con el fin de que sus hermanos combatientes volvieran las armas contra Hitler. A los ayudantes ms capacitados ideolgicamente, a los que mejor podan asimilar el paso del nazismo al comunismo, los traspasaba a diferentes comits de liberacin alemanes, donde se preparaban para la futura Alemania socialista. A los ms simples, a los ms soldados, Rubin se los llev con l un par de veces, en las postrimeras de la guerra: atravesaron la descompuesta lnea del frente y ocuparon algunos puntos fortificados utilizando slo la persuasin, y ahorrando as el esfuerzo a los batallones soviticos. No obstante, habra sido imposible convencer a los alemanes sin injertarse en ellos, sin amarlos, y cuando Alemania estuvo vencida sin compadecerlos. Por esta razn Rubin fue a parar a la crcel: los enemigos que tena en la Direccin le acusaron de hacer campaa despus de la ofensiva de enero de 1945 contra el eslogan ojo por ojo, diente por diente. Algo haba de esto, y Rubin no lo negaba, pero todo era inconmensurablemente ms complejo de cmo habra podido publicarse en la prensa o de lo que figuraba en el acta de acusacin. Juntaron dos mesitas de noche ante el taburete donde resplandeca la rama de pino y formaron una especie de mesa. Empez el festn: conservas de pescado (haba quien compraba para los presos en las tiendas de la capital a cuenta de sus peculios personales), un caf que se estaba enfriando y una tarta casera. Se entabl una comedida conversacin. Max la encauz hacia temas pacficos: los antiguos usos populares, las tiernas historias de la noche de Navidad. El estudiante viens Alfred no termin la carrera de fsica, que llevaba gafas, pronunciaba graciosamente las palabras al modo austraco. El joven Gustav, de cara redonda y orejas transparentes como las de un lechn, miembro de las Juventudes Hitlerianas (hecho prisionero una semana despus de terminar la guerra), casi no se atreva a intervenir en la conversacin de los mayores y miraba con ojos desorbitados las bombillitas navideas. Y, pese a todo, la conversacin descarril. Alguien record la Navidad del 44, cinco aos atrs, cuando la ofensiva de las Ardenas, de la que los alemanes se sentan unnimemente orgullosos como de una gesta de la Antigedad: los vencidos perseguan a los vencedores. Y recordaron que aquella Nochebuena Alemania haba escuchado a Goebbels. Mesndose un mechn de su dura barba negra, Rubin asinti. Recordaba el discurso. Fue un xito. Goebbels habl con toda la fuerza de su alma, como si cargara sobre s todas las penalidades que haban cado sobre Alemania. Probablemente, presenta ya su fin. El Obersturmbahnfuhrer de las SS, Reinhold Simmel, cuya larga figura apenas caba entre las mesitas de noche y las literas, no apreci la fina cortesa de Rubin. Le resultaba insoportable la idea misma de que aquel judo se atreviera a opinar sobre Goebbels. Nunca se habra rebajado a sentarse a la misma mesa de haber tenido el valor de renunciar a la velada de Navidad con sus compatriotas. Pero los dems alemanes queran que Rubin estuviera con ellos. Para la pequea colonia alemana, metida en la jaula de oro de la sharashka, perdida en el corazn del salvaje desorden de la Moscovia, el nico amigo, el nico hombre a quien podan comprender, era aquel comandante del ejrcito enemigo que durante toda la guerra haba estado sembrando entre ellos la discordia y la ruina. Slo l poda explicarles los usos y costumbres de las gentes de aqu, aconsejarles cmo actuar, o traducirles del ruso noticias internacionales frescas. Con la evidente intencin de expresarse del modo ms hiriente para Rubin, Simmel dijo que en el Reich haba centenares de oradores deslumbrantes. Por qu los bolcheviques haban determinado preparar los textos por anticipado, y leer los discursos sin levantar los ojos del papel? El reproche era tan ofensivo como justo. Y Rubin no iba a explicarle a un enemigo, a un asesino, que la elocuencia exista en nuestro pas, y qu
  14. 14. elocuencia!, pero que la haban exterminado los comits del partido. A Rubin Simmel le repugnaba, pero nada ms. Lo recordaba de cuando era un recin llegado a la sharashka despus de muchos aos de encierro en Butyrki: una crujiente chaqueta de piel en cuya manga se adivinaban los galones arrancados de miembro civil de las SS, la peor especie de SS. Ni la crcel haba podido dulcificar la expresin de arraigada crueldad en la cara de Simmel. Si a Rubin le resultaba desagradable asistir a esta cena de hoy era por Simmel. Pero los dems se lo haban pedido muy encarecidamente, y Rubin senta lstima de ellos, solitarios y perdidos en aquel lugar, de modo que no poda amargarles la fiesta con su negativa. Ahogando el deseo de estallar, Rubin tradujo el consejo de Pushkin: no juzgar a nadie por encima de sus botas. El pragmtico Max se apresur a cortar la creciente discusin: l, Max, bajo la direccin de Lev, ya empezaba a deletrear a Pushkin en ruso. Por qu Reinhold se haba servido tarta sin nata? Dnde haba estado Lev aquella lejana Nochebuena? Reinhold tom tambin nata. Lev record que haba pasado el mencionado da en el campo de operaciones de Narev, cerca de Rozhan, en su refugio. Y del mismo modo que los cinco alemanes recordaban hoy su Alemania destrozada y pisoteada, adornndola con los mejores colores del espritu, tambin renacieron en Rubin los recuerdos, primero del campo de operaciones de Narev y luego de los hmedos bosques de Ilmen. Las bombillitas de colores se reflejaban en los emocionados ojos de los hombres. Tambin hoy preguntaron a Rubin qu noticias haba. Pero a este le incomodaba dar una panormica de lo sucedido en diciembre. En realidad, no poda permitirse informar como un hombre ajeno al partido, renunciar a la esperanza de reeducar a aquellas personas. Tampoco poda persuadirles de que nuestro complicado siglo exiga que la verdad del socialismo a veces se abriera paso por caminos deformes que daban rodeos. Por eso deba elegir para ellos, y para la Historia (como inconscientemente los elega tambin para s mismo), slo aquellos sucesos que confirmaban el anunciado camino real, y despreciar aquellos otros que torcan poco menos que a la marisma. Pero en diciembre, precisamente, no pareca haber sucedido nada positivo fuera de las conversaciones chino-soviticas, por lo dems muy dilatadas, y del septuagsimo cumpleaos del Amo. Hablar a los alemanes del proceso de Traicho Kostov, donde tan burdamente se haba montado la comedia judicial, y donde a los corresponsales de prensa se les haba entregado con retraso una falsa retractacin escrita, segn decan, por Kostov en la celda de los condenados, habra sido vergonzoso y no habra servido a sus fines educativos. Por esta razn, Rubin se detuvo hoy sobre todo en la victoria histrico-universal de los comunistas chinos. El benvolo Max escuchaba a Rubin y asenta con movimientos de cabeza. Sus ojos tenan un aire inocente. Senta afecto por Rubin, pero durante el sitio de Berln empez a no creerle demasiado. Adems (Rubin no lo saba), arriesgando la cabeza, en ratos perdidos empez a fabricarse un aparato de radio en su laboratorio de ondas decimtricas, una miniatura que no tena parecido alguno con un aparato de radio. Ahora escuchaba la BBC en alemn desde Colonia y haba odo hablar no slo de Kostov y de cmo haba negado en pleno juicio las autoacusaciones que le arrancaran durante la investigacin, sino tambin de la estrecha unin de los pases atlnticos y del florecimiento de Alemania Occidental. Como es natural, lo haba comunicado a los dems alemanes, y todos vivan con la sola esperanza de que Adenauer los sacara de all. Pero, ante Rubin, asentan con la cabeza. Por lo dems, haca rato que Rubin tena que ausentarse, pues a l no le haban dispensado del trabajo nocturno de la jornada. Rubin elogi la tarta (el cerrajero Hildemut se inclin halagado) y pidi disculpas a los reunidos. Los invitados lo retuvieron un poco, le agradecieron la compaa y l se la agradeci a ellos. Luego, los alemanes se dispusieron a cantar villancicos a media voz. Rubin sali al pasillo tal como iba, llevando en la mano un diccionario mogol-fins y un pequeo tomo de Hemingway en ingls. El pasillo era amplio, con el suelo de madera basta, sin pintar, careca de ventanas, la luz elctrica brillaba da y noche. Era el mismo pasillo donde una hora antes, durante el animado descanso de la cena, Rubin y otros amantes de las novedades haban interrogado a los nuevos presos llegados de los campos de concentracin. Una de las puertas de este pasillo conduca a la escalera interior de la crcel; las otras, a las correspondientes habitaciones- celda. Eran habitaciones porque en la puerta no haba cerrojos, pero eran tambin celdas porque en las hojas de las puertas se haban practicado unas mirillas, unas ventanitas vidriadas. Estas mirillas, que nunca eran usadas por los celadores del lugar, se haban copiado de las crceles autnticas a tenor del reglamento, pues, sobre el papel, la sharashka llevaba el nombre de Prisin Especial n. 1 del MGB. A travs de una mirilla de esas poda verse ahora, en una de las habitaciones, la Nochebuena de la colonia letona, que tambin haba pedido permiso. Los dems presos estaban en el trabajo y Rubin tema que lo detuvieran a la salida y lo llevaran ante el oper a escribir una justificacin. Ambos extremos del pasillo terminaban en una puerta que abarcaba toda su anchura: una de ellas, bajo un arco de medio punto, era de madera, tetravalva, y daba al presbiterio de lo que fuera la iglesia del seminario, hoy da tambin habitacin-celda; la otra, de dos hojas, cerrada y blindada hasta arriba, conduca al trabajo (los presos la llamaban la puerta santa). Rubin se acerc a la puerta de hierro y llam a la ventanilla. La cara del celador se arrim al cristal por la parte opuesta. La llave gir silenciosamente. El celador era de los indiferentes. Rubin sali a la escalera principal del antiguo edificio, de doble tramo, y atraves el descansillo de mrmol ante dos afiligranados faroles antiguos que ya no se encendan. Entr luego en el pasillo de los laboratorios, en ese mismo primer piso, y empuj una puerta con el rtulo: LABORATORIO DE ACUSTICA.
  15. 15. 5 El laboratorio de acstica ocupaba una estancia de techo alto, espaciosa, con varias ventanas, desordenada y llena de muebles: aparatos de fsica sobre estantes de madera y montantes de aluminio vivamente blanco; bancos de trabajo; mesas y armarios de chapa nuevos, de fabricacin moscovita; confortables escritorios que haban vivido ya lo suyo en el edificio de la firma berlinesa de Lorenz-Radio. Grandes bombillas en globos esmerilados proporcionaban desde lo alto una luz difusa, agradable y clara. En un alejado rincn de la estancia se elevaba, sin llegar al techo, una cabina acstica insonorizada. Por su forro exterior de simple arpillera atiborrada de paja, pareca a medio construir. La puerta, de setenta centmetros de grueso vaca por dentro como las pesas de los payasos de circo estaba ahora abierta con la cortina de lana echada encima para dejar que se aireara la cabina. Cerca de esta, la laca negra del panel-conmutador central mostraba el brillo bronceado de sus hileras de clavijas. De espaldas a la cabina, una muchacha frgil, muy pequea, de cara severa y exange, estaba sentada ante un escritorio con sus estrechos hombros arropados en un chal de lana de angora. Las restantes personas de la sala, que llegaran a la decena, eran del sexo masculino y vestan monos azules idnticos. Iluminados por la luz del techo y por las manchas luminosas de las lmparas flexibles de sobremesa, tradas tambin de Alemania, estos hombres manipulaban, caminaban, golpeaban, soldaban, o permanecan sentados ante los bancos de trabajo o ante los escritorios. Tres aparatos de radio de confeccin casera, sin caja, montados de cualquier manera sobre paneles de aluminio de ocasin, difundan por la estancia, de forma discordante, msica de jazz, de piano, y canciones de los pases de la Europa del Este. Rubin camin lentamente por el laboratorio hacia su mesa de trabajo, con el diccionario mogol-fins y el Hemingway en la mano cada. Pequeas migas de tarta haban quedado atrapadas en su rizada barba negra. Aunque a los presos les haban dado unos monos tallados del mismo patrn, cada cual lo llevaba a su manera. El de Rubin tena un botn arrancado, la cintura floja, y un exceso de tejido colgando sobre el vientre. En su camino, un joven preso llevaba el mismo mono azul y pareca elegante: el cinturn de tela azul cea con las hebillas su fino talle, y en el pecho, en el escote del mono, poda verse una camisa de seda azul celeste, aunque descolorida por los muchos lavados, pero cerrada con una corbata de colores vivos. El joven ocupaba toda la anchura del pasillo lateral al que se diriga Rubin. Con la mano derecha agitaba levemente el soldador, conectado y ardiente; el pie izquierdo se apoyaba en una silla. El joven, acodado en su rodilla, observaba atentamente el esquema de radio de una revista inglesa abierta sobre la mesa. Al mismo tiempo canturreaba: Boogie-woogie, boogie-woogie. Samba! Samba! Rubin no poda pasar y permaneci un minuto inmvil con rostro de afectada dulzura. El joven no pareci advertir su presencia. No podra recoger un poco su pata posterior, Valentulia? Sin levantar la cabeza del esquema, Valentulia respondi machacando enrgicamente las frases: Lev Grigrich! Desaparezca! Esconda las uas! Por qu anda por ah de noche? Qu vienen a hacer aqu? y levant hacia Rubin unos ojos claros e infantiles muy asombrados. Para qu necesitamos aqu a un fillogo? Ja, ja, ja! pronunci espaciadamente. Usted no es ingeniero, qu vergenza! Estirando graciosamente sus carnosos labios en forma de tubo, como hacen los nios, Rubin cece: Hijito mo! Pero si hay ingenieros que estn vendiendo agua mineral. Ese no es mi estilo! Soy un ingeniero de primera clase. Tenlo en cuenta, muchachito! cort bruscamente Valentulia. Deposit el soldador sobre su soporte de alambre y se enderez echando para atrs sus cabellos, mviles, flexibles, del mismo color que el pedazo de colofonia que descansaba sobre la mesa. Valentulia tena el frescor de la juventud, la piel de su rostro no estaba marcada por las huellas de la vida y sus movimientos eran infantiles. Era imposible creer que hubiera terminado la carrera antes de la guerra, hubiera soportado el cautiverio alemn, hubiera estado en Europa y llevara ya cinco aos de prisin en su patria. Rubin suspir: Sin un informe legalizado de su boss belga, nuestra administracin no puede De qu informe me est hablando? Valentn fingi una indignacin muy convincente. Est sencillamente atontado! Pinselo usted mismo: me gustan locamente las mujeres! La pequea muchacha severa no pudo contener una sonrisa. Cerca de la ventana, hacia donde deba abrirse paso Rubin, otro preso haba abandonado el trabajo y escuchaba a Valentn con aire alentador. Al parecer, slo tericamente respondi Rubin con el movimiento de quien mastica por aburrimiento. Y adems me gusta locamente despilfarrar el dinero! Pinselo: para amar a las mujeres, y siempre a mujeres diferentes!, se necesita mucho dinero. Y para tener mucho dinero hay que ganar mucho! Y para ganar mucho, si uno es ingeniero, hay que dominar brillantemente su especialidad! Ja, ja! Se pone plido!
  16. 16. La cara provocadora de Valentulia se levant burlonamente hacia Rubin. Ah! exclam el preso de la ventana, cuyo escritorio estaba adosado frente por frente a la mesa de la pequea muchacha. Mira, Liovka, ahora s he captado la voz de Valentulia. La tiene campanuda! Lo anoto as, eh? Una voz como esa se puede reconocer en cualquier telfono. Y con las interferencias que sea. Despleg una gran hoja de papel en la que haba unas columnas de nombres, una distribucin en casilleros y una clasificacin en forma de rbol. Ah, qu disparate! se desentendi Valentulia cogiendo el soldador y haciendo salir humo de la colofonia. El paso qued libre. Rubin, camino de su silln, se inclin tambin sobre la clasificacin de las voces. Los dos la examinaban en silencio. Hemos avanzado considerablemente, Glebka dijo Rubin. Eso, en unin del habla visible, nos proporciona una buena arma. T y yo no tardaremos en comprender de qu depende una voz por telfono Qu estn retransmitiendo? Lo que sonaba ms fuerte en la estancia era el jazz, pero all, en el antepecho de la ventana, dominaba un receptor de confeccin casera que emita una gil msica de piano. En esta msica haba una meloda que emerga obstinadamente, desapareca y de nuevo sala a la superficie. Gleb respondi: La sonata nmero diecisiete de Beethoven. No s por qu, nunca he Escucha. Ambos se inclinaron hacia el receptor, pero el jazz no les dejaba or bien. Valentain! dijo Gleb. Ceda por una vez. D muestras de generosidad! Ya las he dado gru aquel. Os he montado el receptor. Os voy a desoldar la bobina y no la encontraris ms. La pequea muchacha arque sus severas cejas e intervino: Valentn Martnych! La verdad, resulta imposible escuchar tres receptores a la vez. Desconecte el suyo, ya ve que se lo estn pidiendo. (El receptor de Valentn estaba emitiendo precisamente un fox lento, y a la muchacha le gustaba mucho). Serafima Vitalievna! Es monstruoso! Valentn tropez con una silla vaca, la agarr al vuelo y empez a gesticular como si se hallara en una tribuna: Cmo puede no gustarle el brioso y enrgico jazz a una persona sana y normal? La estn estropeando a usted con toda clase de antiguallas! Ser posible que no haya bailado nunca el Tango Azul? Que no haya visto nunca el nmero de variedades de Arkadi Raikin? Pero si usted no ha estado ni en Europa! Dnde habr podido aprender a vivir? Se lo aconsejo muy de veras: necesita amar a alguien! peror por encima del respaldo de la silla sin observar la arruga amarga en los labios de la muchacha. A alguien, ga depend! El resplandor de las luces nocturnas! El frufr de los vestidos! Ya le viene nuevamente el desfase! dijo Rubin inquieto. Hay que hacer uso de la autoridad! Y l mismo, por la espalda de Valentulia, desconect el jazz. Este se volvi como si le hubieran pinchado: Lev Grigrich! Quin le ha dado el derecho a? Frunci el ceo y quiso poner cara amenazadora. Una vez liberada, la gil meloda de la sonata nmero 17 fluy en toda su pureza compitiendo ahora solamente con la burda cancioncilla que llegaba del lejano rincn. La figura de Rubin apareca relajada, su cara eran sus condescendientes ojos castaos y su barba con migas de tarta. Ingeniero Prianchikov! Recuerda todava la Carta del Atlntico? Ha hecho testamento? A quin ha dejado sus zapatillas de noche? La cara de Prianchikov se puso seria. Mir lmpidamente a los ojos de Rubin y pregunt en voz baja: Oiga, qu diablos es eso? Ni en la crcel puede un hombre tener libertad? Dnde, pues, podr tenerla? Le llam uno de los montadores y se march muy abatido. Rubin se dej caer silenciosamente en su silln, espalda contra espalda con Gleb, y se dispuso a escuchar. La emergente y sedante meloda, sin embargo, se cort inesperadamente como un discurso interrumpido en mitad de una palabra: era el modesto y sencillo fin de la sonata nmero 17. Rubin solt un grosero taco slo audible para Gleb. Deletramelo, que no lo oigo replic este, siempre de espaldas a Rubin. Deca que nunca tengo suerte respondi roncamente Rubin sin volverse tampoco. Ya ves, me he perdido la sonata Porque eres un desorganizado, cuntas veces hay que repetrtelo! refunfu el amigo. Pero la sonata es muy, muy buena. Has observado el final? Ni estruendo ni murmullo. Se ha cortado y basta. Como la vida Dnde has estado? Con los alemanes. Celebrando la Navidad sonri Rubin. As solan charlar, sin verse, con la nuca de uno casi sobre el hombro del otro. Magnfico Gleb reflexion. Me gusta tu relacin con ellos. Te pasas horas ensendole el ruso a Max. Y en realidad tendras motivos para odiarlos. Odiarlos? No. Pero se ha ensombrecido mi antiguo amor por ellos. Incluso ese dulce Max, que no es nazi, no comparte cierta responsabilidad con los verdugos? En realidad no se opuso, verdad? Bueno, como t y yo no nos oponemos a un Abakumov ni a un Shishkin-Mishkin Escucha, Gleb, a fin de cuentas no soy ms judo que ruso, verdad? Y no soy ms ruso que ciudadano del mundo, o no? Lo has dicho muy bien. Ciudadano del mundo! Suena sin rabia, con pureza. Es decir, cosmopolita. Hicieron bien en meternos en la crcel. Claro que hicieron bien. Aunque continuamente intentas demostrar lo contrario ante el Tribunal Supremo. Desde el antepecho de la ventana el locutor prometi para dentro de medio minuto las efemrides de la emulacin socialista. Durante este medio minuto, Gleb fue extendiendo la mano con calculada lentitud hacia el receptor. Luego, sin dejar que el locutor chistara una sola palabra, dio vuelta al botn del interruptor como si le retorciera el cuello. Prianchikov estaba absorto en un nuevo problema. Mientras consideraba qu tipo de amplificador deba colocar, canturreaba despreocupadamente en voz alta:
  17. 17. Boogie-woogie, boogie-woogie. Samba! Samba!
  18. 18. 6 Gleb Nerzhin, aunque de la misma edad de Prianchikov, pareca mayor. Sus cabellos rubios, cados hacia los lados, eran espesos, pero en sus ojos y en sus labios figuraban ya abanicos de arrugas, as como prolongados surcos en la frente. La piel del rostro, sensible a la falta de aire fresco, tena un matiz marchito. Le envejeca especialmente el ahorro de movimientos, este prudente ahorro de que se sirve la naturaleza para conservar las fuerzas de los presos, agotadas en el campo de concentracin. Ciertamente, en las condiciones libres de la sharashka, con dieta de carne y sin el agotador trabajo muscular, no haba necesidad de ahorrar movimientos, pero Nerzhin, consciente del perodo de reclusin a que haba sido condenado, procuraba asimilar este gasto calculado de sus movimientos y habituarse a l para siempre. En aquel momento, sobre la gran mesa de Nerzhin los libros y carpetas formaban una barricada, y el espacio libre que quedaba en medio estaba ocupado igualmente por carpetas, textos mecanografiados, libros y revistas rusos y extranjeros colocados en posicin abierta. Cualquier persona poco suspicaz que se acercara a la mesa vera en ella la instantnea del huracn del pensamiento investigador. Y sin embargo, todo aquello era un bluff, Nerzhin montaba una desinformacin por las noches, para el caso de una visita de los jefes. En realidad, sus ojos no distinguan lo que tena delante. Haba descorrido la cortina de seda clara y contemplaba los cristales de la negra ventana. En las profundidades del espacio nocturno empezaban a distinguirse las dispersas e intensas luces de Mosc, y toda la ciudad, invisible tras la colina, iluminaba el cielo con una inabarcable columna de difusa luz blancuzca que daba a este un matiz pardo oscuro. La silla especial de Nerzhin, cuyo flexible respaldo se acomodaba a cualquier movimiento de la espalda, su mesa tambin especial, con plisadas cortinillas colgantes como no se fabrican aqu, y el cmodo lugar que ocupaba frente a la ventana meridional, habran delatado a Nerzhin a toda persona que conociera la historia de esta institucin como uno de los fundadores de la sharashka de Marfino. Se puso a la sharashka el nombre de Marfino por el pueblo de Marfino, que antao estuvo all pero que ya se encontraba dentro del permetro de la ciudad desde haca mucho tiempo. La fundacin de la sharashka tuvo lugar unos tres aos atrs, una tarde de julio. Una decena y media de presos, sacados de los campos de concentracin, fueron llevados al antiguo edificio de un seminario de los arrabales de Mosc previamente rodeado de alambre de espino. Aquellos tiempos, que hoy la sharashka mencionaba con el nombre de tiempos de Krylov, el clebre fabulista, eran recordados como una poca buclica. Se poda poner la BBC a todo volumen en los dormitorios de la crcel (todava no saban interferira); por las tardes se poda pasear a voluntad por la zona, tenderse en el roco de una hierba que nadie segaba a pesar del reglamento (la hierba deba segarse a ras de tierra para que los presos no se arrastraran hasta el alambre de espino); y se poda contemplar, en fin, el espectculo de las imperecederas estrellas, o bien el del perecedero y sudoroso brigada del MVD, Zhvakun, cuando durante la guardia nocturna robaba las vigas destinadas a la reparacin del edificio y se las llevaba a casa para lea pasndolas por debajo del alambre de espino. Entonces, la sharashka no saba an lo que deba investigar cientficamente. Se ocupaba de desembalar las innumerables cajas tradas de Alemania en tres convoyes ferroviarios; se apoderaba de cmodas mesas y sillas alemanas; clasificaba materiales de radio de ondas decimtricas, de acstica, anticuados y entregados con desperfectos; y descubra que los alemanes haban conseguido llevarse o destruir los mejores equipos y la documentacin ms nueva. Mientras, un capitn del MVD que saba mucho de muebles y poco de radio y de idioma alemn, y al que haban enviado a Alemania para cambiar el emplazamiento de la firma Lorenz-Radio buscaba por los alrededores de Berln unos muebles para los pisos moscovitas de sus jefes y para el suyo propio. Ahora, haca tiempo que se segaba la hierba y se abra la puerta del paseo slo al sonar el timbre. La sharashka pas de los dominios de Beria a los de Abakumov, y la obligaron a trabajar en la telefona secreta. Esperaban agotar el tema en un ao, pero haca dos que se iba alargando, ensanchando, enmaraando, abarcando ms y ms cuestiones limtrofes, y en las mesas de Nerzhin y de Rubin la cosa haba llegado al reconocimiento de voces por telfono y al estudio de la voz humana y de la causa que la individualiza. Al parecer, nadie se haba ocupado antes de semejantes temas. En todo caso, no pudieron encontrar ninguna bibliografa anterior. Les dieron ao y medio de plazo, luego medio ao ms, pero no haban avanzado mucho y ahora los plazos les caan encima. Bajo la sensacin de tan desagradable presin en el trabajo, Rubin se lament, siempre por encima del hombro: Creo que hoy no tengo humor para el trabajo Impresionante rezong Nerzhin. Segn creo, slo estuviste cuatro aos combatiendo y apenas llevas cinco aos completos entre rejas. Ya te has cansado? Intenta conseguir unas vacaciones en Crimea. Hicieron una pausa. Ests trabajando en lo tuyo? pregunt Rubin en voz baja. Aj. Y quin se ocupar de las voces? Debo confesar que contaba contigo. Qu coincidencia. Yo contaba contigo. No tienes conciencia. Cunta literatura has retirado de la Biblioteca Lenin con este pretexto! Discursos de famosos abogados. Las memorias de Koni, Trabajo del actor sobre s mismo. Y finalmente, perdiendo ya todo vestigio de vergenza, una investigacin sobre la princesa Turandot! Qu
  19. 19. otro preso de todo el Gulag podra vanagloriarse de semejante coleccin de libros? Rubin alarg sus gruesos labios en forma de tubo, con lo que su cara, como cada vez, adquiri un aspecto entre gracioso y estpido. Qu curioso. Con quin he ledo en horas de trabajo todos estos libros, incluido el de la princesa Turandot? No sera contigo? Yo hara ese trabajo. Hoy trabajara abnegadamente. Pero hay dos circunstancias que me sacan de mis carriles laborales. En primer lugar, me atormenta la cuestin del suelo de madera. De qu suelo? En el puesto de Kaluga, la casa del MVD es semicircular, con una torre. Nuestro campo particip en su construccin, en el 45, y yo trabaj de ayudante del parquetista. Hoy me he enterado de que Reutmann vive en esa casa. Y me est atormentando la conciencia, bueno, la simple conciencia de creador, o si quieres es una cuestin de prestigio: crujen mis suelos o no crujen? Porque si crujen significara que se puso la madera de un modo chapucero. Y soy impotente para corregirlo! S, eso es un drama, Propio del realismo socialista. Y en segundo lugar: no es una canallada trabajar el sbado por la tarde sabiendo que el domingo slo ser fiesta para los que estn libres? Rubin suspir: A esta hora, los libres ya se han dispersado por los lugares de diversin. Naturalmente, es una marranada bastante evidente. Pero eligen los lugares de diversin convenientes? Sacan ms satisfaccin de la vida que nosotros? Esa es otra cuestin. Siguiendo la obligada costumbre de los presos, hablaban en voz baja, de modo que incluso Serafima Vitalievna, sentada frente a Nerzhin, no deba orles. Ambos se haban ladeado ahora un poco: de espaldas a todo lo dems que haba en la estancia, de cara a la ventana, a los faroles de la zona, a la torre de vigilancia que se adivinaba en la oscuridad, a las aisladas luces de los lejanos invernaderos y a la nebulosa y blancuzca columna de luz que llegaba al cielo procedente de Mosc. Aunque matemtico, Nerzhin no era ajeno a la lingstica. Por ello, a partir del da en que el sonido del habla rusa se convirti en trabajo material del instituto de investigacin cientfica de Marfino, emparejaron continuamente a Nerzhin con Rubin, el nico fillogo que haba all. Haca ya dos aos que se sentaban espalda contra espalda doce horas al da. Desde el primer instante descubrieron que ambos haban estado en el frente; que ambos estuvieron juntos en el Frente Noroeste y juntos tambin en el Bielorruso; que ambos posean el mnimo de condecoraciones que requiere un caballero; que ambos haban sido arrestados el mismo mes, por la misma Smersh[4] y a tenor del mismo flexible punto dcimo[5]; que ambos fueron condenados a la decena (por lo dems, todos haban sido condenados a esa misma cantidad). Entre sus edades haba una diferencia de slo seis aos, y entre sus grados militares de slo una unidad: Nerzhin era slo capitn. La buena predisposicin de Rubin hacia Nerzhin se deba tambin a que este no se encontraba en la crcel por haber sido prisionero de guerra de los alemanes, y por lo tanto no estaba contaminado por el espritu antisovitico del extranjero: Nerzhin era un hombre nuestro, sovitico, que se haba pasado la juventud tragando libros hasta el embrutecimiento, y que a travs de estos libros haba llegado al descubrimiento de que, al parecer, Stalin deformaba el leninismo. Apenas tuvo tiempo de escribir esta conclusin en un pedazo de papel y ya lo haban arrestado. Destrozado por la crcel y por el campo de concentracin, Nerzhin, sin embargo, continu siendo fundamentalmente nuestro, y por ello Rubin tena la paciencia de escuchar sus enmaraados y absurdos pensamientos efmeros. Continuaban mirando en la misma direccin, hacia la oscuridad. Rubin solt un chasquido con los labios: De todos modos, eres mentalmente pobre. Eso me preocupa. No tengo pretensiones a este respecto: en este mundo hay mucha inteligencia pero poca cosa buena. Toma, aqu tienes un buen libro, lelo. Trata tambin de pobres toros atormentados? No. De leones perseguidos, pues? Tampoco! Escucha, si no puedo entender a las personas, de qu me sirven los toros? Debes leerlo! Yo no debo nada a nadie, recurdalo! He pagado a todos mis deudas, como dice Spiridn. Me das lstima! Es uno de los mejores libros del siglo XX! Me descubrir realmente lo que todos debemos comprender? Aquello en lo que la gente suele equivocarse? Es un escritor inteligente, bueno, infinitamente honesto, un soldado, un cazador, un pescador, un borracho y un mujeriego que tranquila y abiertamente desprecia toda falsedad, que reclama la sencillez, muy humano, genialmente ingenuo Vete al diablo se ech a rer Nerzhin. Atiborras todas las orejas con tu jerga. He vivido treinta aos sin Hemingway y an vivir algunos ms. Ya me han amargado bastante la vida. Deja que me limite! Deja que vaya a alguna parte Y se volvi hacia su mesa. Rubin suspir. Continuaba sin encontrar en s mismo las ganas de trabajar. Empez a contemplar el mapa de China, apoyado en un estante de su escritorio. En cierta ocasin haba recortado aquel mapa de un peridico y lo haba pegado en un cartn; el ao pasado estuvo coloreando con un lpiz rojo los avances de las tropas comunistas, y ahora, despus de la victoria total, lo haba dejado de pie ante l para que en los momentos de desnimo y de cansancio le elevara la moral. Hoy, sin embargo, una insistente tristeza oprima el corazn de Rubin y ni siquiera el denso rojo de la victoriosa China poda con ella. Por su parte, Nerzhin, pensativo, chupaba de vez en cuando el mango de plstico de su estilogrfica e iba escribiendo con diminuta caligrafa que no pareca salida de una pluma sino de la punta de una aguja. En una hojita perdida en medio del camuflaje del trabajo oficial, anot: Para un matemtico, la historia del ao 17 no contiene nada inesperado. Ya se sabe que a los 90 grados una tangente se eleva hacia el infinito para
  20. 20. caer acto seguido en el abismo del menos infinito. As tambin Rusia, despus de elevarse hasta una libertad inaudita, se ha convertido ahora en la peor de las tiranas. Esto nadie lo consigue a la primera. La gran sala del laboratorio acstico viva su pacfica vida cotidiana. Zumbaba el motorcito de la fresa elctrica. Se oan rdenes: Conecta!, Desconecta!. Por radio transmitan la pegajosa meloda sentimental de turno. Alguien peda en voz alta una lmpara 6-K-7. Aprovechando un momento en que nadie la vea, Serafima Vitalievna contemplaba atentamente a Nerzhin, que continuaba llenando el pedazo de papel con su escritura de aguja. El oper, el comandante Shikin, le haba encargado que vigilara a aquellos presos.
  21. 21. 7 Tan menuda que resultaba difcil no llamarla por el diminutivo de Smochka, Serafima Vitalievna, teniente del MGB, llevaba una blusa anaranjada y se envolva en un pauelo de lana. En aquel edificio, todos los colaboradores externos eran oficiales del MGB. De acuerdo con la Constitucin, los colaboradores externos gozaban de los ms diversos derechos, incluido el derecho al trabajo. Sin embargo, este derecho tena el lmite de ocho horas diarias y no era trabajo de produccin, sino que se reduca a la vigilancia de los presos. Por su parte, los presos, privados de todos los dems derechos, tenan en cambio un derecho ms amplio al trabajo: doce horas al da. Los colaboradores externos de cada laboratorio deban cubrir esta diferencia horaria de las seis de la tarde hasta las once de la noche, incluyendo el descanso de la cena vigilando por turno el trabajo de los presos. Hoy era el turno de Smochka. La pequea muchacha, que pareca un pajarillo, era en este momento el nico poder y la nica autoridad en el laboratorio de acstica. Segn las instrucciones, deba vigilar que los presos trabajaran y no estuvieran ociosos, que no utilizaran el local de trabajo para fabricar armas o instrumentos de zapa, o que, aprovechando la abundancia de piezas de radio, no fabricaran transmisores de onda corta. A las once menos diez minutos deba guardar en una gran caja de caudales toda la documentacin secreta de que disponan los presos y sellar la puerta del laboratorio. No haca siquiera medio ao que Smochka terminara la carrera en el Instituto de Ingenieros de Transmisiones y fuera destinada, debido a su cristalino expediente, a este instituto de investigacin cientfica codificado y especialmente secreto que los presos llamaban sharashka en su lenguaje simple e insolente. Los externos admitidos reciban al instante el grado de oficial, cobraban un salario doble en comparacin con los ingenieros normales (por el grado, por el uniforme, por el equipo), y se les exiga fidelidad y vigilancia. Slo en segundo trmino, conocimientos y prctica. Esto a Smochka le vena como anillo al dedo. No slo a ella, sino a muchas de sus amigas haban salido del Instituto sin sacar demasiados conocimientos de l. Los motivos eran muchos. Las chicas llegaban de la escuela sin saber matemticas ni fsica (en las clases superiores haba llegado hasta ellas un rumor: en el Consejo Escolar, el director reprenda a los profesores por los suspensos que ponan. De modo que, aunque no estudiaran en absoluto, les daran el ttulo). Y en el Instituto, cuando haba tiempo y se ponan a estudiar, las chicas se abran paso en las matemticas y en la radiotecnia como en un incomprensible e impenetrable bosque, ajeno a sus almas. Cada otoo enviaban a los estudiantes a recoger patatas en los koljs durante un mes y an ms, por lo que deban pasarse el ao asistiendo a clase ocho y hasta diez horas al da, y luego no quedaba tiempo para estudiar los apuntes. Los lunes haba clase de poltica, durante la semana caa necesariamente alguna reunin, y en ocasiones era preciso hacer obras sociales, editar el peridico mural, dar conciertos con fines benficos; adems, deban ayudar tambin en las tareas de la casa, ir de compras, lavarse, vestirse. Y el cine? Y el teatro? Y el club? Si en la poca estudiantil no podan divertirse, ir a bailar, cundo lo haran despus? No se nos da la juventud para devanarnos los sesos! Y, en los exmenes, Smochka y sus compaeras copiaban de gran cantidad de chuletas que escondan en lugares del vestido femenino inaccesibles a los varones, sacaban durante el examen la chuleta necesaria y una vez alisada la hacan pasar por un guin previo. Naturalmente, los examinadores habran podido conocer fcilmente la inconsistencia de los conocimientos de sus alumnas mediante preguntas complementarias, pero ellos tambin estaban sobrecargados hasta el lmite por las reuniones, las asambleas, los diversos planes y sistemas de informes al decanato y al rectorado, y les resultaba fatigosa una repeticin de los exmenes. Adems, les amonestaban con motivo del fracaso escolar, como en la industria por las piezas defectuosas, apoyndose en una cita, al parecer de Krupskaya[6], en el sentido de que no hay malos estudiantes sino slo malos maestros. Por esta razn, los examinadores no se esforzaban en buscar los fallos de los estudiantes; por el contrario, procuraban que el examen se desarrollara del modo menos complicado y rpido. En los cursos superiores, Smochka y sus amigas comprendieron abatidas que no les gustaba su especialidad y que incluso les fastidiaba, pero ya era tarde. Y Smochka estaba inquieta: qu le pasara en el mundo profesional? Mas he aqu que fue a parar a Marfino. Lo primero que le encant fue que no le encargaran ningn trabajo independiente. Resultaba sobrecogedor, incluso para quien no fuera una chiquilla como ella, atravesar la zona de aquel aislado castillo de los alrededores de Mosc, donde una guardia escogida y un cuerpo de celadores vigilaban a destacados criminales de Estado. Las instruyeron a todas juntas, a las diez muchachas que haban terminado sus estudios en el Instituto de Transmisiones. Les explicaron que haban ido a parar a un lugar peor que la guerra: aquello era el foso de las serpientes, donde un solo movimiento imprudente amenazaba con su perdicin. Les contaron que all se encontraran con la escoria del gnero humano, con gente indigna del idioma ruso que, por desgracia, dominaban. Les previnieron de que esa gente era especialmente peligrosa porque no mostraba abiertamente sus dientes de lobo y llevaba siempre la mscara falsa de la amabilidad y la buena educacin; si se les interrogaba sobre sus crmenes (lo que estaba rigurosamente prohibido!), soltaban mentiras astutamente urdidas para hacerse pasar por vctimas inocentes. Indicaron a las muchachas que tampoco ellas deban descargar todo su odio sobre aquellos canallas, sino que, a su vez, deban mostrar una amabilidad superficial, aunque sin entablar conversaciones al margen de las oficiales ni aceptar de ellos ningn encargo para el exterior. A la primera infraccin, sospecha de infraccin o posibilidad de sospecha de infraccin, deban acudir corriendo al oper, el comandante Shikin. El comandante Shikin, un hombre bajito de aire grave, con el pelo canoso en forma de cepillo sobre su gran cabeza y unos pequeos pies calzados con zapatos de la medida de un adolescente, manifest a este respecto el siguiente pensamiento: aunque l y otros hombres curtidos vean con perfecta claridad el interior viperino de aquellos malvados, entre unas chicas inexpertas como las recin llegadas podra encontrarse una cuyo humano corazn
  22. 22. vacilara y se permitiera alguna infraccin, por ejemplo proporcionar un libro de una biblioteca exterior (no dijo echar una carta, pues una carta, aunque fuera dirigida a cualquier Mara Ivnovna, inevitablemente tendra por destino el centro norteamericano de espionaje). El comandante Shikin se mostr edificante al rogar a las muchachas que, si vean la cada de una amiga, prestaran a la chica su ayuda de camarada, es decir, comunicaran sinceramente al comandante Shikin lo sucedido. Al final de la charla, el comandante no les ocult que toda relacin con los presos se castigaba por el Cdigo Penal, y que este cdigo, como se sabe, era muy amplio e inclua penas de incluso veinticinco aos de trabajos forzados. Era imposible imaginar sin estremecerse el lgubre futuro que les esperaba. A algunas muchachas incluso les brotaron lgrimas en los ojos. Pero entre ellas ya se haba sembrado la desconfianza. Y al salir de estas instrucciones ya no hablaron de lo que haban odo, sino de otras cosas. Ms muerta que viva, Smochka sigui al comandante Reutmann y entr en el laboratorio de acstica, e incluso en los primeros momentos sinti deseos de fruncir el ceo. Haba pasado medio ao desde entonces y Smochka haba sufrido una extraa transformacin. No, las negras artimaas del imperialismo no haban hecho vacilar sus convicciones. Continuaba admitiendo fcilmente que todos los presos que trabajaban en las dems salas eran sanguinarios malvados. Pero cada da, al encontrarse con la docena de presos del laboratorio acstico lgubremente indiferentes ante la libertad, ante su destino, ante sus sentencias de diez aos y de cuarto de siglo, al encontrarse con el licenciado en ciencias, con los ingenieros y montadores, diariamente preocupados slo por su trabajo, un trabajo ajeno que no necesitaban, que no les reportara ni un cntimo de salario, ni un granito de gloria, en vano se esforzaba en ver en estos hombres a los encarnizados bandidos internacionales que tan fcilmente descubra el espectador en el cine y que tan hbilmente cazaba nuestro contraespionaje. Smochka no experimentaba terror ante ellos. No poda encontrar en s misma ningn odio hacia ellos. Aquella gente slo despertaba en ella un respeto incondicional por sus amplios conocimientos, por su firmeza para soportar las adversidades. Y aunque su deber de komsomol[7] se lo indicaba a gritos, y aunque su amor a la patria la llamaba a denunciar al oper todas las infracciones y actos de los presos, eso, inexplicablemente, empezaba a parecerle a Smochka ruin e imposible. Tanto ms imposible an en el caso de su vecino y colaborador ms prximo, Gleb Nerzhin, que se sentaba frente a ella separado por dos mesas. Durante todo el tiempo transcurrido, Smochka haba trabajado estrechamente con l, pues la haban puesto bajo su mando para llevar a cabo experimentos sobre la articulacin. En la sharashka de Marfino era preciso evaluar continuamente la calidad de la audicin de diversos circuitos telefnicos. Pese a la perfeccin de los aparatos, todava no se haba inventado uno que sealara con una aguja esa calidad. Slo la voz de un locutor leyendo slabas, palabras o frases sueltas, y los odos de quien escuchaba y captaba el texto al final del circuito sometido a prueba, podan dar una valoracin, y salvando un cierto porcentaje de errores. Estos eran los experimentos que llevaban el nombre de articulacin. Nerzhin se ocupaba o deba ocuparse, segn el proyecto de la superioridad en la formulacin matemtica ptima de dichos experimentos. Estos se desarrollaban con xito, y Nerzhin incluso haba dedicado una monografa en tres tomos a su metodologa. Cuando a Smochka y a l se les acumulaba mucho trabajo, Nerzhin determinaba con precisin el orden consecutivo de las acciones aplazables e inaplazables, tomaba disposiciones con seguridad, y al hacerlo su rostro se rejuveneca, y Smochka, que imaginaba la guerra por lo que haba visto en el cine, vea en aquellos momentos a Nerzhin con uniforme de capitn en medio del humo de las explosiones, con sus rubios cabellos ondeando al viento, gritando a la batera: Fuego!, (la secuencia ms repetida en las pelculas). Sin embargo, Nerzhin necesitaba de esa rapidez para, una vez realizado el trabajo, poder abandonarse por ms tiempo a la inactividad. As se lo dijo una vez a Smochka: Soy activo porque odio la actividad. Y qu le gusta a usted?, pregunt la muchacha tmidamente. Meditar, respondi l. Y efectivamente, cuando disminua la racha de trabajo, permaneca sentado durante horas casi sin cambiar de posicin, la piel de su rostro se tornaba griscea, envejeca, mostraba los surcos de las arrugas. Dnde estaba su aplomo? Se tornaba lento e indeciso. Pensaba largo rato antes de escribir algunas frases en sus notas de letra diminuta y aguda que Smochka haba visto claramente sobre su mesa, tambin hoy, entre un alud de manuales tcnicos y de artculos. Advirti incluso que las meta en alguna parte del compartimento izquierdo de su mesa, pero no pareca meterlas en el cajn. Smochka se mora de curiosidad por saber qu escriba y para quin. Sin saberlo, Nerzhin se haba convertido para ella en el hombre que concentraba toda su compasin y su admiracin. La vida sentimental de Smochka se haba desarrollado hasta entonces con muy poca fortuna. No era hermosa: estropeaba su cara una nariz excesivamente larga, sus cabellos no eran espesos, crecan mal, y se reunan en la nuca en un msero moo. La estatura de Smochka no era simplemente baja, sino desmedidamente pequea, y su silueta era ms propia de una pequea colegiala que de una mujer adulta. Adems, la muchacha era muy seria, poco dispuesta a las bromas y al juego frvolo, y esto tampoco atraa a los jvenes. De modo que a los veintitrs aos nadie la haba cortejado todava, nadie la haba abrazado ni besado. Recientemente, haca aproximadamente un mes, algo no funcionaba en el micrfono de la cabina y Nerzhin llam a Sima para que le ayudara a repararlo. La joven entr con el destornillador en la mano; en la estrechez sofocante e insonora de la cabina, donde apenas caban dos personas, se inclin sobre el micrfono, que Nerzhin estaba examinando, y al hacerlo, sin darse cuenta, roz la mejilla de l con la suya. La roz y qued paralizada de horror: qu iba a suceder ahora? Habra debido apartarse, pero continuaba examinando estpidamente el micrfono. Aquel terrible minuto de su vida fue alargndose ms y ms, sus mejillas unidas ardan, l no se mova! Luego, rode de pronto la cabeza de la joven y la bes en los labios. Una gozosa languidez inund todo el cuerpo de Smochka. En aquel instante, la muchacha no dijo nada ni del komsomol ni de la patria, slo: La puerta no est cerrada! Una fina y ondeante cortina azul los separaba del ruidoso da, de las personas que transitaban y charlaban por all y que podan entrar y apartar la cortina. El preso Nerzhin no arriesgaba nada, a lo sumo diez das de calabozo. La joven arriesgaba su hoja de servicios, su carrera y posiblemente incluso su libertad, pero careca de fuerzas para separarse de los brazos que echaban hacia atrs su cabeza. Un hombre la besaba por primera vez en su vida! As, la cadena de acero forjada con la astucia de la serpiente se rompa por el eslabn fabricado con un corazn femenino.
  23. 23. 8 De quin es esta calva que me roza por detrs? Hijo mo, estoy de un humor lrico, pese a todo. Anda, charlemos un poco. En realidad, estoy ocupado. Vaya, ya est bien, ocupado! Yo estoy destemplado, Glebka. Estuve ante este improvisado rbol de Navidad alemn, habl un poco de mi refugio en el campo de operaciones del Pultusk septentrional y, toma, de pronto, se present el frente, y tan vivamente, tan dulcemente Escucha, la guerra tiene, pese a todo, mucho de bueno, verdad? Antes de que lo dijeras lo haba ledo en las revistas de los soldados alemanes, a veces caan en nuestras manos: purificacin de las almas, soldatentreue Bribn. Pero si quieres, hay en ello, con todo, un grano de verdad Es algo que uno no puede permitirse. La tica taosta dice: Un arma es un instrumento de desgracia y no de nobleza. El hombre sensato vence a disgusto. Qu estoy oyendo? T, tan escptico, te has convertido al taosmo? Todava no est decidido. Primero he recordado a mis dos mejores alemanes. Juntos componamos los pies de las vietas de las octavillas: una madre abrazando a sus hijos, y tambin una llorosa y rubia Gretchen, que fue nuestra octavilla cumbre, con su texto potico. La recuerdo, recog una. Y entonces todo afluy de golpe No te he hablado nunca de Milka? Era una estudiante del Instituto de Lenguas Extranjeras, termin la carrera en el 41 y la mandaron de intrprete a nuestra seccin. Algo chatita, de movimientos vivos. Espera, es la que vino contigo a recibir la capitulacin de Graudenz? Aj! Era una nia sorprendentemente vanidosa, le gustaba mucho que elogiaran su trabajo (y Dios nos libre de reirla) y que la propusieran para una condecoracin. Recuerdas un bosque en el Frente Noroeste, ms all del Lobat, yendo de Rajlits a Novo-Svinujovo, al sur de Podtsepochie? All hay muchos bosques. A este lado del Redya o al otro lado? A este lado. S, lo recuerdo. Pues pas un da entero vagando por ese bosque con ella. Estbamos en primavera No era primavera, sino marzo: chapotebamos en el agua, bamos por los charcos con botas de cuero artificial y la cabeza cubierta con una gorra de pieles hmeda de calor. Y adems, sabes, aquel aroma!, aquel aire! Vagbamos como en un primer amor, como recin casados. Por qu cuando una mujer es nueva para ti vuelves a vivirlo todo con ella desde el principio, te esponjas como un joven y eh? Era un bosque interminable! Raramente apareca el dbil humo de un refugio, o una batera del 76 en el calvero. Los rehuamos. Y as vagamos hasta el anochecer, hmedo, rosado. La joven me haba tenido en vilo todo el da. Y entonces, un Rama empez a dar vueltas sobre nuestras posiciones. Y Milka tuvo este antojo: No quiero que lo derriben, no lo odio. Si no lo derriban, de acuerdo, pasaremos la noche en el bosque. Era como entregarse! Dnde se ha visto que nuestros antiareos acertaran a un Rama! S, todos los antiareos que haba a este lado del Lobat, y tambin al otro lado, estuvieron una hora entera disparando sin acertar. As pues Encontramos un pequeo refugio vaco En la superficie? Lo recuerdas? Exacto. En un ao se haban construido muchos refugios como aquel, como madrigueras para animales. La tierra era all tan hmeda que no se poda excavar. Claro. El interior estaba cubierto de pinaza, ola a troncos resinosos y a humo de fogatas anteriores, no haba hornillo, se encenda el fuego sobre el suelo. En el techo haba un agujero. Y, naturalmente, ninguna luz Mientras arda la hoguera, las sombras paseaban por las vigas Glebka! Qu vida, eh? He observado una cosa en los relatos que se cuentan en la crcel: cuando sale una doncella, todos los oyentes, yo mismo entre ellos, desean ardientemente que al final de la historia la doncella deje de serlo. Para los presos, este es el principal inters de la narracin. Hay en eso una bsqueda de la justicia universal? No te parece? A travs de los que ven, el ciego tiene que cerciorarse de que el cielo contina siendo azul y la hierba verde. El preso tiene que creer que en el mundo, tericamente, quedan an bonitas mujeres vivas que se entregan a los afortunados. Vaya hombre, qu noche te ha dado por recordar! Con una amante, en un refugio oliendo a resina, y encima en momentos de calma en el frente. Te has reconstruido una buena guerra! Y tu esposa aquella noche haba cambiado los vales de azcar por un dulce sacaroso, pegajoso, aplastado, mezclado con el papel, y calculaba cmo dividir aquello entre sus hijas y en raciones de treinta das. Est bien, reprchamelo, reprchamelo Un hombre, Glebka, no puede conocer a una sola mujer, significara no conocer en absoluto a las mujeres. Empobrecera nuestro espritu. Ahora incluso el espritu? Alguien dijo: Si has conocido bien a una sola mujer. Tonteras.
  24. 24. Y si son dos? Con dos tampoco se consigue nada. Slo a travs de muchas comparaciones se puede llegar a comprender algo. No es un vicio nuestro, ni un pecado, es un designio de la naturaleza. Volvamos a la guerra! En Butyrki, en la celda nmero setenta y tres la del primer piso, en el pasillo estrecho Exacto! El joven moscovita Razvodovski, profesor de historia, recin ingresado en prisin (naturalmente nunca haba estado en el frente), intentaba ardorosa y persuasivamente demostrar con argumentos sociales, histricos y ticos que en la guerra hay tambin cosas buenas. En la celda haba unos diez hombres, exsoldados nuestros y de Vlsov[8], temerarios, cabezas calientes que haban combatido en todas partes, y se enfurecieron hasta el punto que por poco se comen vivo al profesor: en la guerra no hay pizca de bueno! Yo escuchaba y callaba. Razvodovski tena argumentos poderosos, haba momentos en que me pareca que tena razn, mis recuerdos tambin me sugeran cosas buenas a veces, pero no me atreva a discutir con los soldados: algunas de las cosas en las que quera estar de acuerdo con el profesor civil eran aquellas que constituan la diferencia entre un artillero de caones pesados, como yo, y unos soldados de infantera como ellos. Comprndelo, Lev, en el frente t fuiste (excepto en la toma de aquella fortaleza) un verdadero enchufado, ya que no tuviste que seguir las normas del combate, esas que no se pueden infringir si no es bajo pena de muerte. Y yo fui tambin en parte un enchufado, pues no ataqu personalmente ni hice levantar a mis hombres para atacar. Lo que pasa es que las cosas horribles se hunden en nuestra falaz memoria Pero si yo no digo que y lo agradable emerge a la superficie. Pero un da como aquel, en que los Junkers en picado por poco me hacen pedazos cerca de Oriol, no puede por descontado recrear en m ninguna satisfaccin. No, Liovka, la guerra dista mucho de ser buena! Yo no digo que sea buena, pero se recuerda con gusto. As, tambin un da recordaremos con gusto los campos de concentracin. Y los traslados. Las crceles de trnsito? La de Gorki? La de Krov? Vamos Lo dices porque all la administracin te rob la maleta, por eso no quieres ser imparcial. Pero si alguno fue all un personaje importante (almacenero o encargado de baos) y vivi maritalmente con una de la sharashka, contar a todo el mundo que no hay lugar mejor que una crcel de trnsito. Ya sabes que, en general, el concepto de felicidad es un convencionalismo, una invencin. Verdaderamente, la sabia etimologa imprimi en el concepto un carcter de transitoriedad y de irrealidad. La palabra schastie, felicidad, procede de es-chas, es decir, esta hora, este instante! No, maestro, disculpe usted! Consulte el diccionario Dahl. Schastie procede de sochastie, es decir, a cada uno su parte, la parte que le ha tocado, a cada uno la parte que ha arrancado de la vida. La sabia etimologa nos da una interpretacin muy pobre de la felicidad. Espera, mi explicacin tambin procede de Dahl. Me asombra. La ma tambin. Hay que investigarlo en todos los idiomas. Me lo anotar! Manaco! Zoquete quien lo dice! Vamos a ocuparnos un poco de lingstica comparada. La de que todo procede de la palabra mano? La Tesis de Marr? Vete al cuerno. Escucha, has ledo la segunda parte de Fausto? Pregunta ms bien si he ledo la primera. Todo el mundo dice que es genial, pero nadie lo ha ledo. O lo estudian leyendo a Gounod. No, la primera parte es accesible. Qu me vas a decir! Nada tengo que decir de soles y mundos, veo slo los sufrimientos del hombre Eso s que lo comprendo! O bien: Lo que necesitamos es algo que no sabemos, lo que sabemos es algo que no necesitamos. Magnfico! La segunda parte, la verdad, es un poco pesada. Pero, en cambio, qu idea tan profunda! Ya conoces el pacto de Fausto con Mefistfeles: este se apoderara del alma de Fausto slo cuando Fausto exclamara: Detnte, instante, eres maravilloso!. Pero todo cuanto Mefistfeles pone a los pies de Fausto (el regreso a la juventud, el amor de Margarita, la fcil victoria sobre su rival, las ilimitadas riquezas, el conocimiento de los misterios de la existencia) no arranca del pecho de Fausto la famosa exclamacin. Pasan largos aos, y a Mefistfeles ya le fastidia vagar tras aquel ser insaciable, ya ve que es imposible hacer felices a los hombres, quiere abandonar aquel proyecto infructuoso. Viejo por segunda vez y ciego, Fausto manda llamar a miles de obreros para excavar unos canales que secaran las marismas. En su cerebro, doblemente caduco (ofuscado y atontado segn el cnico Mefistfeles) haba brillado una gran idea: hacer feliz a la humanidad. A una sea de Mefistfeles aparecen los servidores del infierno, los lemures, que empiezan a excavar la tumba de Fausto. Mefistfeles slo quiere enterrarlo para quitrselo de encima, sin ninguna esperanza ya de poseer su alma. Fausto oye el ruido de muchas palas. Qu es eso?, pregunta. Mefistfeles es fiel a su espritu burln. Pinta a Fausto el falso cuadro de los pantanos, que se estn secando. A nuestra crtica le gusta de interpretar este momento en un sentido socialmente optimista: al advertir que proporcionaba un beneficio a la humanidad y al encontrar en ello el gozo supremo, Fausto exclama: Detnte, instante, eres maravilloso! Pero, estudindolo bien, no se estara burlando Goethe de la felicidad humana? Porque, en realidad, aquello no aportaba ningn beneficio a
  25. 25. ninguna humanidad. No pronunciaba Fausto la largamente esperada frase sacramental a un paso de la tumba, engaado y quiz verdaderamente loco? Los lemures lo arrojaron inmediatamente a la fosa. Qu es esto, un himno a la felicidad o una burla de ella? Ah, Livuchka, as me gustas, slo as, cuando razonas con el corazn, cuando hablas sensatamente, en lugar de poner etiquetas insultantes. Msero epgono de Pirrn! Ya saba que te dara gusto. Escucha algo ms. Sobre este fragmento de Fausto. En una de mis conferencias de antes de la guerra, y eran endiabladamente temerarias!, desarroll la elegiaca idea de que la felicidad no exista, de que era inalcanzable o ilusoria Y de pronto me entregaron una nota arrancada de un diminuto cuaderno en pequea cuadrcula: Pues yo estoy enamorada y soy feliz! Qu dice usted a eso?. Qu le dijiste? Qu se puede decir a eso?
  26. 26. 9 Estaban tan absortos que no oan ni el ruido del laboratorio ni la machacona radio del lejano rincn. Nerzhin daba de nuevo la espalda al laboratorio en su silla giratoria; Rubin estaba ladeado, con la barba apoyada sobre los brazos, cruzados sobre el respaldo del silln. Nerzhin hablaba como suelen hacerlo quienes comunican pensamientos largo tiempo acariciados. Antes, en libertad, cuando lea en los libros lo que los sabios pensaban sobre el sentido de la vida o sobre la felicidad, comprenda poco esos pasajes. Les conceda el mrito debido: a los sabios, por oficio, les corresponde pensar. Pero el sentido de la vida? Vivimos, y ese es su sentido. La felicidad? Cuando te sientes bien, pero que muy bien, eso es la felicidad, todo el mundo lo sabe Bendita sea la crcel! Ella me permiti reflexionar. Para comprender la naturaleza de la felicidad empecemos por estudiar la naturaleza de la saciedad. Recuerda la Lubian-ka o el contraespionaje. Recuerda aquel pur de cebada o de avena tan claro, casi acuoso, sin un solo lunar de grasa. Te lo tragabas? Te lo comas? Comulgabas con l! Te comunicabas con l con religiosa palpitacin, como si fuera el Prana de los yogas! Lo comas lentamente, lo comas de la punta de la cuchara de madera, lo comas absorto en el proceso de la ingestin, en el pensamiento de la comida, y esta se difunda por todo tu cuerpo como un nctar, y te estremecas con la delicia que descubras en aquellos granitos cocidos y en la turbia humedad que los una. Y he aqu que alimentndote en esencia con nada vivas seis meses, doce meses. Puede compararse con esto la grosera consumicin de unas chuletas? A Rubin no le gustaba, ni era capaz, de escuchar mucho rato. Comprenda toda conversacin (y as ocurra la mayora de las veces) como un acto en el que l, precisamente l, esparca ante los amigos la presa espiritual que haba cazado su perceptibilidad. Tambin ahora intentaba interrumpir, pero Nerzhin haba clavado los cinco dedos en la pechera de su mono de trabajo, le sacuda y no le dejaba hablar: De modo que gracias a nuestra pobre piel, y a nuestros desgraciados compaeros, averiguamos la naturaleza de la saciedad. La saciedad no depende en absoluto de la cantidad que comemos, sino de cmo lo comemos! Lo mismo que la felicidad, Livuchka, lo mismo que la felicidad, que no depende en absoluto del volumen de bienes materiales que hayamos arrancado de la vida. Depende slo de nuestra actitud hacia esos bienes! Lo dice tambin la tica taosta: El que sepa utilizar las cosas estar siempre satisfecho. Rubin sonri: Eres un eclctico. Arrancas una pluma de colores de aqu y otra de all y te las vas poniendo en la cola. Nerzhin mene bruscamente la cabeza y la mano. Los cabellos le cayeron sobre la frente. Encontraba muy interesante discutir, pareca un chico de dieciocho aos. No confundas las cosas, Liovka, no es as ni mucho menos! No saco conclusiones de filosofas ledas, sino de biografas de personas contadas en el interior de las crceles. Y luego, cuando necesito formular mis conclusiones, para qu descubrir otra vez las Amricas? En el planeta de la filosofa hace tiempo que se descubrieron todos los continentes! Hojeo los libros de los sabios antiguos y encuentro all mis ideas ms nuevas. No me interrumpas! Quisiera poner un ejemplo: en el campo de concentracin, y an ms en la sharashka, cuando se produce un milagro, un encalmado domingo sin trabajo en el que el alma