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Martín Pinos Quílez

Soy la abejita Berta

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Martín Pinos Quílez

¡Hola chicos y chicas! Este es un cuento muy cuentista. Sus protagonistas, Berta y el abuelo Li os llevarán en cada capítulo a un cuento distinto dentro de su cuento. Es como un cuento con sabor a gominolas de tuti fruti, como les gusta decir a los italianos. Incluso puedes saborear cada capítulo por separado, así no te darás un atracón. Prepárate a conocer a una abeja muy especial, Berta, la única abejita alérgica a las flores. ¡Vaya problema!, el polen le hace estornudar. Un día, una niña me preguntó -¿y qué come? – Frutas, toda clase de frutas (y le encantan las chuches con sabor a mandarina, aunque eso es un secreto). El abuelo Li, una abeja china tan sabia como mayor, también es muy especial. Las abejas, como las personas, son seres sociales. Su instinto les anima a vivir junto a las demás formando una comunidad, la colmena. Pero Li decidió un buen día irse a vivir solo a las montañas. Quería tener tiempo para pensar, para no pensar… y en la colmena no lo tenía.

El abuelo Li llegó a nuestro país tras un largo viaje en avión. ¡Esto sí que resulta extraño! Una mañana de primavera, en las montañas de China, Li se quedó dormido sobre una exótica orquídea. Antes de que pudiera hacer nada para evitarlo, acabó empaquetada, junto con la orquídea, en un delicado embalaje rumbo a Europa. Lo de viajar en avión fue toda una experiencia para este sabio anciano que cuando se dio cuenta de lo que ocurría, en lugar de lamentarse dijo: -En avión y entre flores. ¡Esto es viajar y lo demás tonterías!

Así es como Berta, una abeja española, pudo conocer a Li, una abeja nacida en China. Como las fronteras de los países sólo las ven los hombres, para Berta, Li era alguien que venía de muy lejos. Y para Li, Berta era una nueva y cariñosa amiga. Enseguida se dio cuenta de que el abuelo sabía muchas, muchísimas cosas, así que a menudo acudía a charlar con él.

El día en que se conocieron, la pequeña Berta se sentía desagraciada. Todos sus amigos se dedicaban a recoger polen para la colmena. ¿Para qué servía ella si su alergia no le dejaba acercarse demasiado a las flores? - Yo tampoco recojo polen para ninguna colmena- dijo el abuelo- y no soy infeliz por ello. - ¡Ya! Pero podrías hacerlo. Yo no puedo elegir – se quejó Berta. - ¡Claro que puedes! Puedes elegir ser desgraciada por tu alergia, o ser feliz a pesar de ella. Una abeja es más que recoger polen. Si piensas un poco descubrirás que hay muchas cosas que podrías hacer por ti y por los demás. - ¿Sí? - Sí. - ¿Como qué? - Dime algo que te guste –dijo el abuelo- - Me gusta jugar… ¡me gusta inventar poesías! - Eso es fantástico. Cuéntame con un poema cómo eres y así podré saber lo especial que es Berta. - ¿Yo soy especial? –preguntó - - No lo dudes. Especial y única. Como todos.

Hoy cumplo días, me llamo Berta y estoy requetecontenta; he cumplido veinticinco y con dos aleteos y un brinco he salido de la colmena ¡Ya soy una abeja mayor!, ¡Por fin podré ver el sol! Una gota de rocío me lava la cara y me peina. - ¡No te mojes mucho, que aun hace frío! - Me dice mi madre, la reina.

Volé sobre un prado de flores con más colores que el parchís, enseguida me dieron picores y mi naricita dijo: ¡Aachis!

Tiene alergia la pequeña Berta, y para colmo a las flores, pero entre estornudos y ababoles recorre el campo y la huerta.

Revoloteando por el bosque, de repente… vi una manada de lobos con el rabo entre las garras. Corrían acobardados, mirando a todos los lados. Tras los lobos una piara de jabalís. Pasaron con tanta prisa que casi me entró la risa. ¡Vaya mosqueo! No me enteraba de nada. ¿Jabalís persiguiendo a lobos? Y la cosa no paraba.

De repente… salieron dos lagartijas arrastrando la panza y la cola. ¡Cómo corrían las muy canijas! ¡Iban a mil por hora! Y lo mismo de repente dos ceñudos cazadores, armados hasta los dientes, aparecieron entre los árboles.

Tan extraña persecución ahora comprende esta abeja, que aun con miedo, no se aleja. -¡Voy a darles una lección! Me dije con decisión. -¡Que sepan esos furtivos lo que vale una abeja! Mientras huían despavoridos. les zumbé por las orejas, las pestañas y las cejas,

Yendo de aquí para allá se me ha ido todo el día. - No podré recoger polen –pensé- - Pero para las demás haré

poesía. Miré al cielo de la noche contenta y compuse este poema:

“Quiero dormitar en la Luna cuando está en cuarto creciente. Cuando más que astro parece cuna, para una abejita valiente”.

Había una vez una abeja alérgica a las flores,

y era feliz. Había una vez un pintor que no veía los colores,

y era feliz. Había una vez un héroe lleno de temores.

y era feliz. Porque alguien les contó un secreto:

Y la abeja supo que la vida es más que recoger polen. Y el pintor que la pintura más que colores.

Y el héroe que el valor está en vencer los temores.

Había una vez un niño que tenía problemas, y era infeliz.

Porque no sabía