HISTORIA, RETÓRICA Y POÉTICA: PARA LA DEFINICIÓN DE UN ANTIGUO GÉNERO LITERARIO

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EUROPA RENASCENS

CRISTÓBAL MACÍAS VILLALOBOS, JOSÉ MARÍA MAESTRE MAESTRE, JUAN FRANCISCO MARTOS MONTIEL (EDS.)

EUROPA RENASCENS

La cultura clásica en Andalucía

y su proyección europea

ZARAGOZA

2015

LibrosPórtico

© FEDERACIÓN ANDALUZA DE ESTUDIOS CLÁSICOS

INSTITUTO DE ESTUDIOS HUMANÍSTICOS

LIBROS PÓRTICO

I.S.B.N.: 978-84-7956-149-9

DEPÓSITO LEGAL: Z 1713-2015

MAQUETACIÓN: Yanira Macías Fuentes

IMPRIME: Ulzama Digital

Impreso en España / Printed in Spain

Europa Renascens. La cultura clásica en Andalucía y su proyección europea / Cristóbal Macías Villalobos, José María Maestre Maestre, Juan Francisco Martos Montiel (eds.). Federación Andaluza de Estudios Clásicos, Instituto de Estudios Humanísticos, Libros Pórtico, Zaragoza, 2015.

1 vol.; 1124 pp.; 17 x 24 cms.

I.S.B.N: 978-84-7956-149-9

1. Filología Clásica Griega y Latina, Historia Antigua. 2. Filología Greco-Latina Me-dieval. 3. Humanismo y Tradición Clásica. 4. Didáctica de las Lenguas Clásicas. ed. I. Macías Villalobos, Cristóbal; ed. II. Maestre Maestre, José María; ed. III. Martos Montiel, Juan Francisco; ed. IV. Federación Andaluza de Estudios Clásicos; ed. V. Instituto de Estudios Humanísticos; ed. VI. Libros Pórtico.

Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo sanciones estable-cidas en la legislación vigente, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento.

HISTORIA, RETÓRICA Y POÉTICA: PARA LA DEFINICIÓN DE UN ANTIGUO GÉNERO LITERARIO

JESÚS LUQUE MORENO

Universidad de Granadajluquemo@ugr.es

ABSTRACT

Historiography in the ars poetica and the ars rhetorica system.

KEY WORDS

History, Rhetoric, Poetic.

0. No voy a ocuparme1 directamente de cuestiones de estilo, de compo-sitio o de elocutio, que podrían ser una de las veredas a tomar en el tema que me he propuesto. No pretendo tampoco hablar a fondo de la entidad retórica o retórico-literaria de los escritos historiográfi cos de los romanos: resultaría prolijo y, por supuesto, reiterativo volver aquí una vez más sobre la cuestión del carácter literario de este tipo de escritos en la Antigüedad y llegar por esa vía a los problemas que plantea su defi nición como género2.

En efecto, reconocida la entidad literaria, de pleno derecho, de los es-critos historiográfi cos antiguos, y más, en concreto, romanos3, se plantea como primer problema el de la posibilidad de defi nir la narración histórica, en cuanto que verdadera obra de arte, como tal género literario, tratando de reconocer y sistematizar los rasgos formales y de fondo que lo pueden

1 Lo que aquí presento es en esencia el texto de una conferencia pronunciada hace más de veinte años en un curso universitario de verano, texto que, releído al cabo del tiempo, me ha parecido que conserva cierto interés para quienes se interesan por estas cuestiones. Agradezco a la profesora Carmen Hoces sus correcciones y consejos.

2 Cf., por ejemplo, Leeman (1955).3 Sus peculiaridades lingüísticas permiten hablar de una verdadera “poética de la his-

toria” (en el sentido de Dessons 1995), como propuso Foucher (2000). Cf. además en este sentido, por ejemplo, Rambaud (1953); Kuntz (1962); Chausserie-Laprée (1969); Hanell (1969); Pöschl (1969).

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caracterizar frente a otros géneros y defi nirlo dentro del sistema literario general.

Este problema, a su vez, se abre enseguida en dos vertientes: de un lado, la posible defi nición de la historiografía desde los presupuestos de las mo-dernas teorías literarias, en general, y de los géneros en particular; de otro, la necesaria consideración de dichos escritos historiográfi cos desde la óptica de las doctrinas literarias antiguas, a la luz de la teoría retórica y poética.

Y es en esta segunda vertiente donde me voy a colocar, pero sin pre-tender, ni mucho menos, abarcarla en toda su riqueza; no voy a abordar, por supuesto, el problema del concepto de historiografía que parecen expresar o traslucir los principales historiadores romanos, induciendo así unas líneas de evolución en el mismo4. No pretendo tampoco plantear la rica relación entre retórica e historiografía a lo ancho y largo de los escritores romanos, tanto historiadores como rétores, y de la historiografía latina posterior; poco sabría añadir a cuanto hay escrito en este campo5, donde se cuenta con aportaciones magistrales como la de A. D. Leeman6.

Me voy a limitar, por tanto, a unas consideraciones elementales sobre la entidad de la historiografía romana dentro del ámbito de la antigua teo-ría y preceptiva literarias, es decir, dentro del sistema teórico de la retórica y de la poética. Y aun así, no voy a tratar la cuestión entera, sino que mi intención no pasa de añadir a lo que ya está dicho, y por voces mucho más autorizadas que la mía, alguna pequeña puntualización.

Van estas consideraciones sobre un telón de fondo bien conocido: la realidad tantas veces constatada de que en la preceptiva antigua la his-toriografía no fi gura como tal género literario, ni tiene un específi co tratamiento explícito en los escritos al respecto, ni en los griegos, ni en los romanos.

Quiero decir que no tiene la historiografía un puesto propio en el sistema doctrinal canónico; no fi gura, por así decirlo, en el programa de los manuales; no tiene un apartado específi co en el conjunto del ars rhetorica o del ars poetica.

Y es aquí justamente donde pretendo que nos situemos, tratando de ver qué partes o aspectos de dichos sistemas de doctrina podrían afectar directa o indirectamente a los escritos de los historiadores.

4 Cf., por ejemplo, Codoñer (1986).5 Cf., por ejemplo, Wiseman (1979); Aubrion (1985); Woodman (1988); Sancho Royo

(1998); López Eire (2008); Sánchez Salor (2008).6 Leeman (1963).

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1. Quedan, por tanto, a un lado las importantes referencias a la historio-grafía y las refl exiones sobre ella que podemos encontrar en otros escritos que sobrepasan el marco de un manual técnico propiamente dicho. Tal es el caso, ante todo, de muchos escritos de Cicerón7, que casi permiten demostrar la existencia en un plano teórico de una auténtica conciencia de la historiografía como género literario autónomo y trazar las líneas fun-damentales que defi nirían dicho género en la forma y en el fondo.

Los historiadores romanos anteriores a Cicerón, con independencia de sus méritos prácticos como cultivadores del género (Cicerón8 los criti-cará como simples narratores rerum), son irrelevantes en lo que atañe a especulación teórica sobre su propia actividad. Es Cicerón quien, a partir de su crítica de la historiografía romana que él conoce, refl exiona en Roma por primera vez sobre el tema, echando así los cimientos de una teoría del género literario9. De él, además, como se puede constatar, esperaba la sociedad romana el impulso defi nitivo al género en un plano práctico:

Postulatur a te iam diu vel fl agitatur historia. Sic enim putant, te illam tractante effi ci posse, ut in hoc etiam genere Graeciae nihil cedamus10.

Hay un largo pasaje en el De oratore de gran trascendencia, como vamos a ver enseguida, para la cuestión que nos ocupa, al término del cual el propio Cicerón se muestra consciente de que existe un vacío en este campo y de que, por ello, él es pionero en este tipo de refl exiones y normas sobre el género historiográfi co:

neque eam (historiam) reperio usquam separatim instructam rheto-rum praeceptis [...] Harum tot tantarumque rerum videtisne nulla esse praecepta quae in artibus rhetorum reperiantur?11

7 Cf., por ejemplo, Causeret (1886); Henze (1899); Boyancé (1940); Defourny (1953); Kelley (1968); Petzold (1972); Sánchez Salor (2008).

8 Leg. 3, 6-7; De orat. 2, 51-54.9 Sobre Cicerón y su fundamentación retórica de la historiografía, cf., por ejemplo,

Foucher (2000: 33 ss.).10 Leg. 1, 5. Recuérdese que el De legibus fue redactado y publicado el año 52 a. C,

cuando Salustio aún no había iniciado su obra historiográfi ca y César, en todo caso, había empezado a publicar sus Commentarii de bello Gallico. Sobre las posibles razones por las que Cicerón no llevó a la práctica tan esperados proyectos historiográfi cos, cf. Leeman (1963: 169 ss.). Cornelio Nepote (frg. 40 P.) escribirá luego a este propósito: unum hoc ge-nus Latinarum litterarum [...] omnino rude atque inchoatum Ciceronis morte relictum; ille Cicero fuit unus qui potuerit et etiam debuerit historiam digna voce pronuntiare.

11 De orat. 2, 62 y 64.

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Esto, desde luego, no signifi ca, decía Leeman12, que no hubiera teorías, griegas al menos, sobre la historia; sólo quiere decir que dichas teorías había que buscarlas en otro sitio, fuera del sistema de doctrina retórica. En efecto, a la mayor parte de las ideas que sobre la historiografía encontramos en Cicerón se les puede reconocer antecedentes13.

Pues bien, entre este pasaje del De oratore y el anteriormente mencio-nado del De legibus, completados con algún otro de otras obras, se pueden recopilar una serie de indicaciones que permiten confi gurar cuál era la idea que Cicerón tenía de la historiografía, cuál era su concepción del género.

Dicha concepción, tras formular como primera ley del mismo la veri-tas, la desarrolla distinguiendo entre rerum ratio y verborum ratio14 y ex-presando con mayor o menor detalle en cada una de estas dos vertientes sus puntos de vista.

Se trataba, en realidad, de una antigua cuestión, aún abierta en vida de Cicerón, que refl ejaba15 el confl icto básico existente entre las concepciones e ideales de la tradición romana, que no despegaban de lo primitivo y elemental, y las de la historiografía helenística16, que representaba las últimas y sofi sticadas etapas de un largo proceso; un confl icto que, según Leeman, se reduce a cuatro puntos principales: el asunto o contenido, la presentación y disposición del mismo, la función con que se plantea y el estilo con el que se debe expresar.

1.1. En lo que se refi ere a la rerum ratio, es decir en el terreno de lo que algún tratadista moderno ha denominado la “forma interna”17, se muestra

12 Leeman (1963: 171).13 Cf. Leeman (1963: 172): entre estos predecesores se hallaban, ante todo, los pro-

pios historiadores a partir de Tucídides, entre los cuales destaca Polibio por sus frecuentes planteamientos teóricos y por sus polémicas contra los llamados “historiadores trágicos”. Cf. asimismo López Eire (2008). Tratados sobre la historia (περὶ ἱστορίας) sabemos que escribieron Teofrasto, su discípulo Praxífanes y varios rétores de época augústea, pero nin-guno de ellos ha llegado hasta nosotros. Lo mismo ocurre con el Sisenna de historia de Varrón. El único tratado antiguo sobre teoría de la historiografía que ha sobrevivido es el de Luciano, Πῶς δεῖ ἱστορίαν συγγράφειν (ca. 170 d. C), que contiene un material intere-sante, sobre todo porque remonta a anteriores pronunciamientos sobre el tema. Su frecuente concordancia con las opiniones de Cicerón hace pensar que tenía que haber un corpus de teoría historiográfi ca en época helenística.

14 Una distinción que también se encuentra en Dionisio de Halicarnaso (epist. ad Pomp. 3): πραγµατικὸς τόπος y λεκτικὸς τόπος.

15 En palabras de Leeman (1963: 86).16 Cf., por ejemplo, López Eire (2008).17 Para este término y concepto (disposición de contenidos, actitud, tono, intencionali-

dad, etc.), contrapuesto al de “forma externa” (entendiendo por tal todo lo referente al metro

215Historia, retórica y poética

Cicerón bastante explícito, de modo que quedan sufi cientemente claras sus ideas sobre los contenidos de la prosa historiográfi ca y la organización de los mismos.

1.1.1. El primer punto a defi nir en dicha “forma interna” de este género historiográfi co es el de los temas o contenidos, dentro de la cuestión de los límites temporales de los asuntos de que ha de ocuparse el historiador: A quibus temporibus scribendi capiatur exordium18.

Testimonia aquí Cicerón una diversidad de tendencias, una problemática pendiente desde antiguo entre los historiadores romanos, orientados unos más hacia los orígenes legendarios19 y otros más interesados por la historia reciente20; es precisamente en esta línea donde parece que él se situaba:

QUINTVS.- A quibus temporibus scribendi capiatur exordium. Ego enim ab ultimis censeo, quoniam illa sic scripta sunt ut ne legantur quidem, ipse (Cicero) autem aequalem aetatis suae memoriam deposcit, ut ea conple-ctatur quibus ipse interfuit.

ATTICVS.- Ego vero huic potius adsentior. Sunt enim maxumae res in hac memoria atque aetate nostra; tum autem hominis amicissimi Cn. Pompeii laudes inlustrabit, incurret etiam in praeclarum illum et memo-rabilem annum suum: quae ab isto malo praedicari quam, ut aiunt, de Remo et Romulo.

o a la forma ligüística de un género literario), cf. Wellek-Warren (1953: 278 ss.). También esta “forma interna” ha de caracterizar el género historiográfi co frente a otros escritos en prosa (los escritos de los anticuarios, tan próximos a la hisitoriografía; los tratados de fi -losofía o de política; otros escritos técnicos) e incluso frente a la oratoria. Con algunas de estas parcelas de la prosa los límites son bien claros, puesto que en ellas no se trata, como en la hisitoriografía, de narración sistemática de hechos históricos; con otras, en cambio, dichas fronteras tienden a difuminarse.

18 Leg. 1, 8.19 Los Origines de Catón o, más tarde, Ab urbe condita de Livio. Interés por los re-

motos orígenes legendarios que (cf. Leeman l963: 86) no responde tanto a un afán libresco y de erudición escolar, cuanto a la búsqueda de las causas de la grandeza romana, de las raíces de los mores, persiguiendo así la integración de lo romano en la historia del mundo y, en último término, la autoafi rmación de Roma frente a Grecia; todo ello también bajo el estímulo de Polibio y con un impulso no sólo patriótico, sino gentilicio, familiar (recuérde-se la extracción aristocrática de los primeros historiadores romanos).

20 Este otro foco de atención se halla presente también ya en Catón y se mantiene vivo a lo largo de la historiografía romana: Salustio, César, el propio Tácito. Tiene también (cf. Leeman 1963: 86) un carácter nacionalista y moral, pero a la vez un interés político, que en época republicana le hará refl ejar las dos tendencias en lucha, la de los optimates (Gayo Fannio) y la de los populares (Licinio Macro).

216 JESÚS LUQUE MORENO

MARCVS.- Intellego equidem a me istum laborem iam diu postulari, Attice [...]21.

1.1.2. El segundo punto de discusión abarcaba, como ya he dicho, todo lo referente al modo de presentación de los temas y materiales elegidos22: frente a los analistas,

qui sine ullis ornamentis monumenta solum temporum, hominum, locorum gestarumque rerum reliquerunt23,

el auténtico historiador debe dejar constancia de muchas más cosas, como, las causas, los efectos y el desarrollo de las acciones; debe ahondar en el interior de los personajes; tiene además que aportar en todo ello sus juicios personales:

Rerum ratio ordinem temporum desiderat, regionum descriptionem; volt etiam, quoniam in rebus magnis memoriaque dignis consilia primum, deinde acta, postea eventus expectentur, et de consiliis signifi cari quid

scriptor probet, et in rebus gestis declarari non solum quid actum aut

dictum sit, sed etiam quo modo, et quom de eventu dicatur, ut causae expli-

centur omnes vel casus vel sapientiae vel temeritatis hominumque ipsorum

21 Leg. 1, 8.22 El orden básico era el analístico, que hunde sus raíces en los Annales Maximi.

Pero (cf. Leeman 1963: 87) frente a dicho entramado básico, que nunca desaparecerá de la historiografía romana, se detectan reacciones tempranas (ya en el propio Catón o en Sempronio Aselión), que, en la línea de Polibio, reclaman una prioridad para las relaciones causa-efecto por encima de la organización cronológica. Por otra parte, en lugar de esta historia general desde el comienzo al fi nal se concentra a veces el historiador en un período, componiendo una monografía con aire dramático, en la que el devenir histórico se hace girar en torno a uno o unos pocos protagonistas; Antípatro introdujo en Roma esta modali-dad a imitación de modelos helenísticos. Sempronio Aselión y Sisenna siguieron luego sus huellas. También en un sólo “héroe” se centra la biografía, que para los antiguos queda, de suyo, fuera del género historiográfi co propiamente dicho; en época republicana se presenta bajo la forma de autobiografía o de memorias, un género en el que importantes personajes políticos, sin grandes pretensiones literarias, en principio, tratan de hacerse propaganda abriéndose camino hacia el poder o justifi cando sus conductas desde el mismo; ahí están los escritos de G. Graco, de M. Emilio Escauro, de P. Rutilio Rufo, de Q. Lutacio Cátulo (a cuya obra se refi ere Cicerón —Brutus 132— en estos términos: <librum> de consulatu

et de rebus gestis suis conscriptum molli et xenophonteo genere sermonis) y del propio Sila. En esta misma línea jenofontea de biografía y autobiografía se inscribirán luego los escritos de Nepote o los Commentarii de César.

23 De orat. 2, 53.

217Historia, retórica y poética

non solum res gestae, sed etiam, qui fama ac nomine excellant, de cuiusque vita atque natura24.

El material historiográfi co, la rerum ratio, según Cicerón, comprende, además de los aspectos cronológicos (ordinem temporum) y topográfi cos (regionum descriptionem), los consilia, los acta y los eventus, atendiendo además al cómo (quomodo) y a las causas (causae) y sin olvidar la psico-logía de los personajes. En todo ello sólo se introduce un elemento subje-tivo, por cierto, en absoluta consonancia con el tradicional moralismo ro-mano: signifi care quid probet scriptor25. Un planteamiento de la historia, éste de Cicerón, altamente pragmático26.

1.1.3. El tercer aspecto27 que conforma la historiografía es la funcionalidad con que se plantea la narración.

En este punto la opinión de Cicerón no parece ofrecer, en principio, dudas: la historiografía tiene ante todo una función didáctica (docere): historia magistra vitae28. La veracidad se constituye así para él en piedra angular (fundamentum) de la arquitectura (exaedifi catio) historiográfi ca:

QUINTVS.- Intellego te, frater, alias in historia leges observandas

putare, alias in poemate.

MARCVS.- Quippe cum in illa ad veritatem. Quinte, quaeque referantur. in hoc ad delectationem pleraque29;

‘Age vero’ —inquit Antonius— ‘qualis oratoris et quanti hominis in

dicendo putas esse historiam scribere?’

‘Si, ut Graeci scripserunt, summi’ —inquit Catulus—‘si, ut nostri,

nihil opus est oratore; satis est non esse mendacem30;

nam quis nescit primam esse historiae legem, ne quid falsi dicere

audeat? deinde ne quid veri non audeat? ne qua suspicio gratiae sit in

24 De orat. 2, 63.25 A casi todos estos puntos del pensamiento de Cicerón sobre la rerum ratio en la

historiografía, se les pueden encontrar precedentes o paralelismos (cf. Leeman 1963: 172) en historiadores y tratadistas, sobre todo, griegos (cf. López Eire 2008).

26 Leeman (1963: 172).27 Siempre siguiendo a Leeman (1963: 86 ss.); cf. asimismo Sánchez Salor (2008:

128 ss.).28 De orat. 2, 36: historia vero testis temporum, lux veritatis, vita memoriae,

magistra vitae, nuntia vetustatis, qua voce alia nisi oratoris inmortalitati com-

mendatur?29 De leg. 1, 5.30 De orat. 2, 51.

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scribendo? ne qua simultatis? haec scilicet fundamenta nota sunt omni-bus, ipsa autem exaedifi catio posita est in rebus et in verbis31.

La veracidad y la imparcialidad objetiva son, pues, para Cicerón, el fundamento de cualquier narración historiográfi ca32.

Bien es verdad que semejante claridad de ideas parece oscurecerse cuando en el libro primero De legibus dice Ático:

quippe cum sit (historia) opus, ut tibi quidem videri solet, unum hoc oratorium maxime [...]33.

A primera vista, podría parecer que se establece cierta contradicción entre lo que allí se afi rmaba, poniendo la veracidad como ley suprema del historiador, y lo que ahora se dice aquí, cuando se considera la histo-riografía una obra oratoria por excelencia, una obra, por tanto, planteada esencialmente más desde los presupuestos de la persuasión que de los de la veracidad a ultranza. Pero tal contradicción no existe en el fondo, si se examinan con detenimiento los textos y las afi rmaciones que en ellos se hacen. Según Leeman, hay que referir esta afi rmación a otras del propio Cicerón, como ésta del De oratore (tres años anterior al De legibus): Videtisne, quantum munus sit oratoris historia?34

La historia, en efecto, es para Cicerón un opus oratorium35; una buena exposición (rerum ratio) de los hechos históricos ha de adaptarse y someterse a los dictados y exigencias de la inventio y de la dispositio retó-ricas con el mismo rigor con que lo debe hacer la oratoria; y dicha estricta normativa en uno y en otro caso, y sobre todo en el del historiador, no van orientadas tanto al movere cuanto al docere.

En efecto, la función docente es algo de primer rango en la historio-grafía romana. En medio de un sistema educativo que tiene siempre ante

31 De orat. 2, 62.32 Profesiones de veracidad se pueden encontrar en casi todos los historiadores, desde

Hecateo, Heródoto y Tucídides en adelante. Sobre todo ello y sobre otras formulaciones parecidas a éstas de Cicerón, cf. Leeman (1963: 172); López Eire (2008).

33 De leg. 1, 5.34 De orat. 2, 62. Unos párrafos más arriba (2, 36) había escrito: Historia [...] qua voce

alia nisi oratoris immortalitati commendatur?35 Lo cual no quiere decir que él piense que debe ser escrita oratorio genere dicendi, es

decir, que en lo que respecta a la “forma externa”, a estilo, haya de seguir las mismas pautas de la oratoria; más adelante veremos la opinión de Cicerón al respecto.

219Historia, retórica y poética

los ojos el mos maiorum36, el historiador, consciente de que la historia es magistra vitae, tiene el deber de presentar al lector el ejemplo de su pro-pio pasado, la responsabilidad cívica de trasmitir el sistema tradicional de valores37.

Pero la funcionalidad de la historiografía no se agota en lo docente. Ni siquiera esta dimensión retórica de la historiografía se debe reducir al docere38.

1.1.3.1. En primer lugar, hay que anotar que, a pesar de que Cicerón no asigne expresamente a la historiografía la función persuasiva o propa-gandística (movere), tenía que conocer la existencia de escritos de historia en dicha clave (los autobiográfi cos, por ejemplo); consta además que él mismo estuvo preparando una obra autoapológetica acerca de su consulado e incluso que estuvo en contacto personal directo con historiadores que se movían dentro de esa corriente historiográfi ca especialmente dramática e impresiva, intentando infl uir sobre ellos para que dejaran de él en sus escritos una imagen lo mejor posible39. Además, ya en un plano meramente teórico, hay que tener en cuenta que la persuasión, el movere, pieza clave tanto de la oratoria como de ese tipo de historiografía propagandística, no tiene por qué implicar falta a la verdad. El orador, sin salirse de los cauces morales estoicos del vir bonus dicendi peritus, puede, y debe, tener el sufi ciente dominio de recursos técnicos como para, sin llegar a mentir, saber presentar la verdad acomodándola a sus objetivos persuasivos; era el arte de la deformación, como diría Rambaud40 .

El propio Leeman41 reconocía que ya algunos analistas, como Antí-patro, Valerio Antias o Sisena, añadían entre sus propósitos al docere el delectare y el movere, buscando tras la huella de historiadores griegos como Clitarco y Duris una historiografía más atractiva e impresiva.

1.1.3.2. La segunda puntualización que hay que hacer es que Cicerón no excluye de la historiografía la función oratoria del delectare; ni siquiera

36 Marrou (1971: 280 ss.).37 Aselión, por ejemplo (Leeman 1963: 87), bajo la infl uencia de Polibio, unía a sus

puntos de vista morales las lecciones políticas del pasado, para que a partir de ellas sacaran conclusiones para el presente los ciudadanos y los políticos.

38 Y en esto sigo sugerencias de mi amigo y colega Fidel Argudo, quien me dio en su día bastantes ideas y materiales para la elaboración de este trabajo.

39 Tal es el caso de la carta al orador e historiador Lucio Luceyo (Fam. 5, 12), en la que me detendré más adelante.

40 Rambaud (1966).41 Leeman (1963: 87).

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en pasajes como el anteriormente citado del De legibus, donde a primera vista parece que relega el placer estético a las obras de fi cción, a las composiciones poéticas.

Incluso en dicho pasaje la afi rmación de la veracidad como ley suprema de la historia se complementa o atempera en estos términos:

Quippe cum in illa (historia) ad veritatem, Quinte, quaeque referantur, in hoc ad delectationem pleraque; quamquam et apud Herodotum patrem historiae et apud Theopompum sunt innumerabiles fabulae42.

El delectare, el componente estético o de deleite que pueda haber en la historiografía no ya sólo por parte del lector, sino también por parte del escritor, parece relegar el género a ojos de un romano al ámbito sereno del otium, segregándolo de los inquietos afanes de la vida activa, de la vi-da pública, del negotium. El propio Salustio escribe en este sentido:

At populo Romano nunquam ea copia (historicorum) fuit, quia pruden-tissimus quisque maxume negotiosus erat, ingenium nemo sine corpore exercebat, optumus quisque facere quam dicere, sua ab aliis benefacta laudari quam ipse aliorum narrare malebat43.

Y otro tanto podemos leer en Cicerón:

ATTICVS.- ‘Postulatur a te iam diu vel fl agitatur potius historia [...]’. MARCVS.- ‘Intellego equidem a me istum laborem iam diu postulari,

Attice. Quem non recusarem, si mihi ullum tribueretur vacuum tempus et liberum. Neque enim occupata opera neque inpedito animo res tanta suscipi potest: utrumque opus est, et cura vacare et negotio’44;

‘Minime mirum’ inquit Antonius ‘si ista res adhuc nostra lingua inlustrata non est. nemo enim studet eloquentiae nostrorum hominum, nisi ut in causis atque in foro eluceat; apud Graecos autem eloquentissimi homines, remoti a causis forensibus, cum ad ceteras res inlustris tum ad historiam scribendam maxime se applicaverunt. namque et Herodotum illum, qui princeps genus hoc ornavit, in causis nihil omnino versatum esse accepimus; atque tanta eloquentia est, ut me quidem [...] magno opere delectet; et post illum Thucidydes omnis dicendi artifi cio mea sententia facile vicit [...] atqui ne hunc quidem, quamquam est in re publica versatus

42 De leg. 1, 5.43 Cat. 8, 5.44 De leg. 1, 8.

221Historia, retórica y poética

ex numero accepimus eorum qui causas dictitarunt, et hos ipsos libros tum scripsisse dicitur, cum a re publica remotus [...] hunc consecutus est Syracusius Philistus, qui [...] otium suum consumpsit in historia scribenda [...] postea vero ex clarissima quasi rhetoris offi cina duo praestantes ingenio, Theopompus et Ephorus, ab Isocrate magistro impulsi se ad his-toriam contulerunt; causas omnino numquam attigerunt. denique etiam a philosophia profectus princeps Xenophon Socraticus ille, post ab Aris-totele Callisthenes comes Alexandri scripsit historiam [...]45.

Cicerón se muestra aquí consciente, y casi se lamenta, de la orienta-ción eminentemente práctica que la retórica y la oratoria tenían en Roma. En Grecia, en cambio, hombres ilustres aplicaron sus dotes oratorias y sus saberes técnicos al ejercicio apartado de la historiografía, ejercicio que, como se ve claramente, tanto en Grecia como en Roma lo liga Cicerón a la serena refl exión de la vida retirada, un otium que él mismo no supo o no pudo encontrar para llenarlo deleitándose con la realización de sus proyectos como historiador46 .

El delectare no se halla, por tanto, ausente del quehacer historiográ-fi co, en cuanto que se lo concibe ligado al otium por parte del escritor y probablemente también por parte del lector. En este sentido irán orientados más de un recurso retórico-literario habitual en los historiadores, como, por ejemplo la introducción de discursos en medio del entramado na-rrativo, unos discursos que, junto a una fi nalidad ética o psicológica (la caracterización de los personajes) tienen también, como cualquier otro discurso en el ámbito oratorio o retórico, la función de deleitar al lector47.

Así, pues, la fi nalidad estética (delectare) y la fi nalidad ético-psico-lógica o impresivo-actuativa (movere) se suman a la fi nalidad didáctica (docere) y constituyen la triple funcionalidad de la historiografía romana. Y es desde esa triple funcionalidad desde donde hay que interpretar el carácter oratorio por excelencia que Cicerón le reconoce a la historiografía cuando la considera opus oratorium maxime.

1.1.3.3. La oratoria, esencialmente orientada al persuadere, se plantea toda ella en función de tres objetivos (docere, delectare, movere):

45 De orat. 2, 55-58.46 En realidad (cf. Leeman 1963: 251 ss.), no era tanto el otium (un otium que terminó

consagrado a la fi losofía) cuanto la securitas lo que buscaba Cicerón: ne in nostra tempora incurrens offenderem quempiam (Ad Q. fr. 3, 51).

47 Ullman (1927: 251 ss.). Cf. asimismo, en lo que atañe a las arengas, Iglesias Zoido (2008).

222 JESÚS LUQUE MORENO

ita omnis ratio dicendi tribus ad persuadendum est nixa: ut probemus vera esse ea quae defendimus, ut conciliemus eos nobis qui audiunt, ut ani-mos eorum ad quemcumque causa postulabit motum vocemus48.

Esos mismos son los objetivos de la historiografía, en cuanto que opus oratorium maxime.

Por tanto, lo que Cicerón piensa al considerar así la historia es que en lo que afecta al contenido y a su organización (rerum ratio) es el orator el que tiene la clave, porque sabe aplicar los métodos de la inventio y de la dispositio, indispensables para cualquier historiador que pretenda presentar los hechos esenciales en una buena trama narrativa.

Y no queda ahí la cosa, sino que ya en el terreno de la expresión, de la “forma externa” (la verborum ratio) es también el orator, en cuanto que poseedor de las claves de la elocutio, el que ha de trazar la pauta al historiador.

1.2. Y llegamos así al cuarto punto en la defi nición de la historiografía como género literario: el estilo, lo que en términos de Wellek-Warren deno-minaríamos “forma externa”.

Que dicha forma es la prosa no había ni qué decirlo; de lo que se tra-taba era sólo de precisar el tipo de prosa más conveniente para la narración de hechos históricos.

En los primeros tiempos algunos historiadores, como Catón, Pisón, Aselión o Quadrigario, consideraron un estilo intencionadamente simple el vehículo mejor y más “honesto” para trasmitir una imagen de antigüedad y de pureza moral. Otros, como Hémina y Valerio Antias, creyeron, quizás bajo el infl ujo de Polibio, que el medio mejor para hablar del pasado era el estilo grave y elaborado de los documentos y archivos. Para otros, en cambio, como Antípatro, Macro y Sisena, la historiografía era un medio de deleite que requería un estilo más coloreado de recursos retóricos, como el que practicaba entre los griegos Clitarco49.

De todo ello parece consciente Cicerón en el De oratore:

Age vero’ inquit Antonius ‘qualis oratoris et quanti hominis in dicendo putas esse historiam scribere?’ ‘Si, ut Graeci scripserunt, summi’, inquit Catulus; ‘si, ut nostri, nihil opus est oratore; satis est non esse mendacem’. ‘Atqui, ne nostros contemnas’, inquit Antonius, ‘Graeci quoque ipsi sic initio scriptitarunt, ut noster Cato, ut Pictor, ut Piso; erat enim historia

48 De orat. 2, 114, y todo lo siguiente hasta 216.49 Leeman (1963: 87).

223Historia, retórica y poética

nihil aliud nisi annalium confectio [...]. Hanc similitudinem scribendi multi secuti sunt, qui sine ullis ornamentis monumenta solum temporum, homi-num, locorum gestarumque rerum reliquerunt; itaque qualis apud Graecos Pherecydes, Hellanicus, Acusilas fuit aliique permulti, talis noster Cato et Pictor et Piso, qui neque tenent, quibus rebus ornetur oratio —modo enim huc ista sunt importata— et, dum intellegatur quid dicant, una dicendi laudem putant esse brevitatem. Paulum se erexit et addidit maiorem his-toriae sonum vocis vir optimus, Crassi familiaris, Antipater; ceteri non exornatores rerum, sed tantum modo narratores fuerunt50.

Y otro tanto se puede leer en el De legibus:

ATTICVS.- Nam post annalis pontifi cum maximorum [...] si aut ad

Fabium aut ad eum qui tibi semper in ore est Catonem, aut ad Pisonem

aut ad Fannium aut ad Vennonium venias, quamquam ex his alius alio plus

habet virium, tamen quid tam exile quam isti omnes? Fannii autem aetati

coniunctus <Coelius Anti>pater paulo infl avit vehementius, habuitque

vires agrestis ille quidem atque horridas, sine nitore ac palaestra, sed

tamen admonere reliquos potuit ut adcuratius scriberent. Ecce autem

successere huic <G>elli<us>, Clodius, Asellio, nihil ad Coelium, sed

potius ad antiquorum languorem et inscitiam. Nam quid Macrum numerem?

Cuius loquacitas habet aliquid argutiarum nec id tamen ex illa erudita

Graecorum copia, sed ex librariolis Latinis: in orationibus autem multa

s<ane a>pt<a L>ati<n>o <ser>m<oni> imp<er>t<iens>, Sisenna, eius

amicus, omnis adhuc nostros scriptores —nisi qui forte nondum ediderunt,

de quibus existimare non possumus— facile superavit. Is tamen neque

orator in numero vestro unquam est habitus, et in historia puerile quiddam

consectatur, ut unum Clitarchum neque praeterea quemquam de Graecis

legisse videatur, eum tamen velle dumtaxat imitari: quem si adsequi posset,

aliquantum ab optumo tamen abesset. Quare tuum est munus hoc, a te

exspectatur; nisi quid Quinto videtur secus51.

Y cuando Cicerón tiene que formular expresamente cuál debe ser, a su juicio, el estilo de la historiografía, rehúye tanto esa simplicidad de los antiguos, desprovista de todo aliento estilístico, de todo ornatus, como el excesivo rebuscamiento retórico de cierto tipo de discursos. Y dentro de los tria genera dicendi se aparta de los extremos52 quedándose con el genus

50 De orat. 2, 51-54.51 De leg. 1, 6-7.52 Tria sunt omnino genera dicendi quibus in singulis quidam fl oruerunt [...] nam et

grandiloqui, ut ita dicam, fuerunt cum ampla et sententiarum gravitate et maiestate ver-

224 JESÚS LUQUE MORENO

medium53. Así, después de haber hablado de la rerum ratio exigida por la narración histórica, añade:

verborum autem ratio et genus orationis fusum atque tractum et cum lenitate quadam aequabiliter profl uens sine hac iudiciali asperitate et sine sententiarum forensibus aculeis persequendum est54.

Este sutil estilo medio de dulce fl uir, libre de la carga retórica habitual en la oratoria judicial o forense al uso, es, según Leeman55, con el pre-cedente prototípico de Heródoto (dulcis et candidus et fusus56), el estilo isocrático, tal como lo habían obervado sus discípulos, los historiadores Éforo y Teopompo; un estilo que hace un uso moderado de los recursos del ornatus, combinando lo placentero (ἡδονή) con lo didáctico (διδαχή) en sabias dosis, sin dar entrada a lo patético (παθητικόν), tan del gusto de otros historiadores helenísticos.

También Luciano recogerá luego en su tratado sobre la historia esta distinción entre orador e historiador en lo que a ratio verborum se re-fi ere. Y es posible que Teofrasto ya se hubiese pronunciado en la misma línea de proponer como modelo de prosa historiográfi ca el estilo de He-ródoto-lsócrates, dejando a un lado a Tucídides como a un admirado “he-terodoxo”.

Este ornatus que Cicerón propugna aquí para la prosa historiográfi ca, frente a la desnudez de los antiguos historiadores romanos (entre los cuales la mayoría eran non exornatores rerum, sed tantummodo narratores) no

borum, vehementes varii copiosi graves, ad permovendos et convertendos animos instructi et parati —quod ipsum alii aspera tristi horrida oratione neque perfecta atque conclusa, alii levi et structa et terminata – et contra tenues acuti, omnia docentes et dilucidiora, non ampliora facientes, subtili quadam et pressa oratione <et> limata (Orat. 20).

53 Est autem quidam interiectus inter hos medius et quasi temperatus nec acumine posteriorum nec fulmine utens superiorum, vicinus amborum, in neutro excellens, utriusque particeps vel utriusque, si verum quaerimus, potius expers, isque uno tenore, ut aiunt, in dicendo fl uit nihil afferens praeter facultatem et aequalitatem aut addit aliquos ut in coro-na toros omnemque orationem ornamentis modicis verborum sententiarumque distinguit (orat. 21).

54 De orat. 2, 64.55 Leeman (1963: 172).56 Según palabras de Quintiliano (10, 1, 73), que lo contraponía a Tucídides, sus dos

historiadores preferidos: Historiam multi scripsere praeclare, sed nemo dubitat longe duos ceteris praeferendos, quorum diversa virtus laudem paene est parem consecuta. Densus et brevis et semper instans sibi Thucydides, dulcis et candidus et fusus Herodotus: ille conci-tatis, hic remissis adfectibus melior, ille contionibus, hic sermonibus, ille vi, hic voluptate.

225Historia, retórica y poética

supone, ni mucho menos, un complejo aparato de recursos, capaces incluso de deformar la verdad en pro de una narración impresiva, sino simplemente el embellecimiento literario de la narración, que, en cuanto que histórica, ha de ser verídica y objetiva, mediante los oportunos medios de la elocutio.

1.3. He aquí, pues, la opinión de Cicerón sobre la prosa historiográfi ca ideal. Hay que reconocer, no obstante57, que en otros lugares él mismo apunta hacia otros tipos de historiografía, contradiciendo, en cierto modo, los ideales aquí defi nidos; algo así como si en la práctica incumpliera los principios teóricos que defendía.

Tal es el caso de la carta a Luceyo (Fam. 5, 12), a la que me referí antes, donde se dirige al historiador, que está acabando una obra sobre las guerras civiles entre Mario y Sila y, después de haberle pedido que lo trate bien (ut ornes me), añade:

ut et ornes ea vehementius etiam quam fortasse sentis, et in eo leges historiae neglegas [...] amorique nostro plusculum etiam quam concedat veritas, largiare58 .

De entrada, escandaliza esta falta de coherencia con los principios de veracidad a ultranza que expondrá luego en el De oratore59. Pero aquí lo que hay que ver60 es una situación personal y un estado de ánimo peculiar que llevan a Cicerón a un tipo de historiografía diferente por completo del ideal que, un año después (55 a. C.) y desde una situación bien distinta, expondrá en el De oratore61. Se trata aquí de una historiografía de características bien marcadas, muchas de las cuales remontan a modelos griegos: un héroe que centra en torno a sí una serie de sucesos organizados dramáticamente (fa-bula, fortunae vicissitudines) y cuya historia pretende cautivar al lector, inspirándole admirationem, expectationem, laetitiam, molestiam, spem, timorem. Son los rasgos característicos de la denominada historiografía peripatética, practicada por hombres como Calístenes, Clitarco, Duris yFilarco, que, antes que unos fi nes didácticos como los de Isócrates y su

57 Leeman (1963: 173 ss.).58 Fam. 5, 12, 2 y 3.59 Máxime cuando en otra ocasión (Ad Att. 4, 6,4) recomienda a Ático la lectura de esta

comprometedora carta: Epistulam Lucceio quam misi, qua meas res ut scribat rogo, fac ut ab eo sumas (valde bella est) eumque ut adproperet adhorteris [...]. Cf. Hall (1998).

60 Cf. Leeman (1963: 174).61 Sobre tales dos concepciones ciceronianas de la historia y sus posibles fuentes,

cf., por ejemplo, Foucher (2000: 43 ss.).

226 JESÚS LUQUE MORENO

escuela, perseguía la complacencia (ἡδονή) a través del principio aristoté-lico de la “purifi cación de los afectos” (κάθαρσις παθηµάτων). Era el tipo de historiografía que, según algunos, introduciría luego en Roma Salustio.

Otra ocasión en que Cicerón parece apartarse de sus propios principios, expresados en el De oratore, es en el Brutus (año 46 a. C), donde a propósito de César escribe:

Tum Brutus: orationes quidem eius mihi vehementer probantur. com-pluris autem legi; atque etiam commentarios quosdam scripsit rerum suarum. Valde quidem, inquam, probandos; nudi enim sunt, recti et venusti, omni ornatu orationis tamquam veste detracta. sed dum voluit alios habere parata, unde sumerent qui vellent scribere historiam, ineptis gratum fortasse fecit, qui volent illa calamistris inurere: sanos quidem homines a scribendo deterruit; nihil est enim in historia pura et inlustri brevitate dulcius62.

Pone aquí Cicerón ante nuestros ojos otro tipo de historiografía, dis-tinto tanto de la isocrática, que fl uye suave dentro de los cauces del genus medium, como de la impresiva y dramática historiografía peripatética. Y no sólo la presenta, sino que la ensalza, poniendo como modelo su estilo ayuno de ornamentos en la más estricta pobreza del genus humile.

¿Hay que tomar estas afi rmaciones suyas al pie de la letra? Más bien habría que interpretarlas63 teniendo en cuenta dos cosas: la primera, lo que estas palabras tienen de cumplido y cortés correspondencia a César, quien, a su vez, lo había considerado a él paene principem copiae atque inventorem64. La segunda, que Cicerón está considerando aquí a César un narrator rerum, no un exornator rerum; es decir, que Cicerón, y también el propio César, son conscientes de que lo que tienen por delante son unos simples commentarii, no una obra historiográfi ca, sino unos materiales para escribirla luego, un género que, como los ὑποµνήµατα helenísticos, había sido ampliamente practicado por los magistrados romanos e incluso en ocasiones, como en el caso Cátulo o de Sula y en el del propio César, se había escrito con especial cuidado (remarcando incluso rasgos ya de por sí típicos, como pueden ser la brevedad escueta de un lenguaje casi formular —los ablativos absolutos de César—, de estilo lacónico y cancilleresco —el uso extensivo del estilo indirecto—).

62 Brut. 262.63 Cf., por ejemplo, Leeman (1963: 175); Foucher (2000: 13).64 Brut. 253.

227Historia, retórica y poética

César había conseguido en esto la perfección: había creado un nuevo subgénero historiográfi co65, había conseguido un modelo de latín puro vigente hasta nuestros días. Pero este estilo no satisfi zo los ideales ni de Cicerón ni de la posteridad romana: Quintiliano no incluirá a César en su nómina de historiadores66; el propio Cicerón en el Brutus seguirá consi-derando la historiografía un genus scriptionis nondum satis Latinis litteris illustratum67.

La primera gran obra historiográfi ca en lengua latina no tardará en aparecer. Saldrá de manos de Salustio. Pero Salustio, en vez de asumir el mismo ideal historiográfi co de Cicerón, es decir, la tradición de Heródoto y los historiadores isocráticos, tomó otros derroteros, proponiéndose un modelo claramente contrapuesto a ojos de los críticos desde hacía tiempo, el modelo de Tucídides.

Y esta elección fue decisiva para la posterior hisitoriografía romana.

2. No es, por tanto, difícil reconocer en el pensamiento ciceroniano una serie de rasgos y de normas que conforman la historiografía como un au-téntico género literario, con unos límites bien defi nidos respecto a otros géneros afi nes escritos también en prosa. Pero, como ya he dicho, no es eso lo que tengo como objetivo en este momento; mi propósito, insisto, es centrarme en la posible presencia de la historiografía dentro del sistema de doctrina literaria de la antigua Roma. Una presencia tácita, por supuesto, ya que, como también he dicho, no fi gura expresamente defi nida como tal género dentro del sistema.

Eso, sin embargo, no impide que hagamos algunas consideraciones acerca de qué partes de dicho sistema de doctrina retórica y poética po-dían afectar más directamente a esta importante parcela de la literatura latina (véase a este propósito el esquema general que adjunto al fi nal del trabajo).

65 Aunque de corta vida en la literatura romana: recuérdese la imitación llevada a cabo por Hircio.

66 Quint. 10, 1,101.67 Brut. 228. Tampoco consiguieron elevar sus escritos al nivel exigido para la autén-

tica historiografía otros tres coetáneos de Cicerón, cuyas obras o bien no pasaron de ser recopilaciones más o menos ricas de materiales o bien se redujeron al ámbito más modesto de la biografía; me estoy refi riendo a T. Pomponio Ático (Liber annalis), M. Terencio Va-rrón (Antiquitatum libri XLI, Annalium libri III) y a Cornelio Nepote (Chronicorum libri III —cf. Catull. 1— , De viris illustribus). Recuérdense las palabras del propio Nepote (frg. 40 P.) mencionadas en la nota nº 10.

228 JESÚS LUQUE MORENO

Hablo de retórica y poética no ya sólo por tratarse de dos ámbitos doctrinales íntimamente relacionados en el plano de la teoría68 sino porque prosa (prosa retórica) y poesía guardan también entre sí en territorio romano lazos bastante estrechos69. “El terreno común para el poeta que compone y para el orador que ejerce es la mutua compenetración de ambas artes en los artistas creadores; el terreno común de ambas artes para el público que goza de la literatura es la crítica literaria (en cuanto que aspecto ‘teórico’ tanto de la poética como de la retórica) Poética y retórica se encuentran, pues, en su común abstracción ‘teórica’ del ejercicio del arte”70.

Esta compenetración entre Retórica y Poética nos permite y nos exige contemplar la historiografía no sólo desde el punto de mira de aquélla, sino también desde las perspectivas y presupuestos de ésta71; y ello por encima del hecho de que la historiografía se halle escrita en prosa, lo cual, es decir, el estar al margen de los géneros poéticos, siempre escritos en verso72, po-dría, en principio, hacer concebirla como algo completamente ajeno al ars poetica.

La relación entre historiografía y poética es algo reconocido ya desde antiguo: Historia [...] Est enim proxima poetis, et quodam modo carmen solutum est73; y sufi cientemente analizado por los estudiosos modernos74, cuando se han ocupado de los escritos de los historiadores como género

68 Por su entidad como tales artes —en parte prácticas, en parte teóricas—; por su funcionalidad <offi cia>, distinta en principio —pues, mientras el offi cium del orador es infl uir sobre el público, el del poeta es la mímesis—, pero ampliamente compartida; como compartida es buena parte de su doctrina (de inventione, de dispositione, de elocutione) o su vecindad con la gramática: cf. Lausberg (1966: 86 ss.); Fontán (1964); Michel (1976); Russell (1981); López Eire (2008).

69 La proximidad entre retórica y poesía no es algo limitado a las especulaciones teó-ricas clásicas de Cicerón, de Horacio o de Quintiliano, ni se ciñe tampoco al proceso de evolución de la literatura postclásica, sino que se constata fácilmente desde los comienzos de la producción literaria en lengua latina: desde Plauto (Fraenkel 1960), desde Ennio (Nor-den 1986), desde los epígrafes de los Escipiones.

70 Lausberg (1966: 89).71 Es lo que voy a hacer a continuación, ateniéndome a las líneas establecidas por

Lausberg (1966).72 Nam etiam poetae quaestionem attulerunt, quidnam esset illud quo ipsi differrent

ab oratoribus: numero maxume videbantur antea et versu, nunc apud oratores iam ipse

numerus increbruit (Cic., Orat. 66).73 Quint. 10, 1, 31.74 Cf., por ejemplo, Segal (1973); Mellor (1993: 114); Grant (1995: 30); Foucher (2000);

López Eire (2008).

229Historia, retórica y poética

literario, de sus vínculos con la retórica, de sus objetivos o funciones y de sus rasgos estilísticos.

Pero, como vengo diciendo, no es ése aquí y ahora mi objetivo; dentro de unos márgenes más modestos, me limito a precisar qué aspectos de la antigua doctrina poética podrían afectar a la defi nición de la historiografía como género literario.

2.1. Se defi ne fundamentalmente la poética frente a la retórica por la µί-

µησις, por su funcionalidad e intención mimética75: “en efecto, al paso que el orador ve su offi cium en infl uir sobre el público, el offi cium del poeta consiste en la imitación (µίµησις) concentrada, en conjunto (καθόλου), de la realidad humana y extrahumana”76; por ello “los genera del discurso se distinguen a tenor de su relación al público, mientras que los genera de la poesía están determinados por la clase y objeto de la µίµησις”77:

Historia [...] scribitur ad narrandum, non ad probandum, totumque

opus non ad actum rei pugnamque praesentem sed ad memoriam posteritatis

et ingenii famam componitur78.

La historiografía, sin embargo, como vengo diciendo, no fi gura, desde luego, entre los genera poéticos reconocidos, como tampoco se halla expre-samente entre los retóricos. Pero ello no impide que la consideremos a la luz de los presupuestos de la µίµησις poética.

2.1.2. Como tal arte mimética o poético-mimética la Poética se defi ne, ade-más de por los medios miméticos que emplea, por el objeto de su mímesis y por la clase de dicha mímesis.

2.1.2.1. El medio mimético de la poesía es el habla (sonido organizado rítmicamente), el sistema lingüístico. La selección concreta de los medios lingüísticos y rítmicos viene determinada en cada caso por el decoro (ap-

tum) tanto del artifex (sus posibilidades o facultades), como del público (competencia) y del opus (según el género de que se trate). Todo ello afecta, sin duda, a los rasgos lingüísticos de la prosa historiográfi ca79.

Para que un opus pueda ser adscrito a la poesía es imprescindible su intención mimética. Falta dicha intención, por ejemplo, en los discursos forenses y deliberativos, cuyo objeto práctico es la persuasio (por ello la

75 Cf., por ejemplo, La Drière (1939); Flashar (1979).76 Lausberg (1966: 87).77 Lausberg (1966: 88).78 Quint. 10, 1, 31.79 Cf., por ejemplo, Foucher (2000: passim).

230 JESÚS LUQUE MORENO

retórica no forma parte por sí misma de las artes miméticas, por más que se sirva ampliamente de elementos miméticos como algo auxiliar)80. En cambio, el género epidíctico sí persigue fi nes totalmente miméticos, por lo que desde siempre se lo ha visto identifi cado con la poesía81. A este pro-pósito, enseguida veremos los claros lazos que unen la historiografía con este género oratorio.

En cuanto a la relación entre la obra poética y el público, la intención del poeta y de la obra es epidíctica, mostrar (ἐπίδειξις, demonstratio); a lo cual corresponde una actitud contemplativa (θεωρεῖν) por parte del pú-blico. De donde nacen dos efectos: delectare y docere82.

“La demostración poética es, pues, por naturaleza demostración de un objeto. El objeto es la realidad de la vida que se condensa en el opus como µίµηµα por medio del καθόλου en forma tipológica. La obra de arte ayuda así a dominar e interpretar la realidad”. Y el opus poético puede considerarse, además de como demostración de la práctica del arte,

como demostración instructiva y provechosa de un objeto, con el que el poeta [...] habla a su público no sólo mediante el delectare como a un espectador pasivo, sino que principalmente le instruye mediante el idonea dicere vitae [...] el delectare constituye un medio de captarse la simpatía en favor del objeto y de la intención instructiva83.

De nuevo llegamos aquí a un punto de encuentro entre la funciona-lidad y fi nalidades del opus poético y de la obra historiográfi ca.

2.1.2.2. Objeto de la mímesis de la poesía84 es el mundo que rodea al poeta, tanto el contorno extrahumano (animado e inanimado, que se describe, por

80 Cf., por ejemplo, Quint. 10, 1, 73; 101; Foucher (2000: 10 ss.)81 Bien es verdad que el opus poético puede aproximarse al genus deliberativum en

la medida en que tenga unas miras instructivas; la diferencia entre discurso y poesía resi-diría entonces, sobre todo, en el grado de motivación momentánea, en el καθόλου de la mímesis poética.

82 Aut prodesse volunt aut delectare poetae || aut simul et iucunda et idonea dicere vitae (Hor., Ars 333 s.).

83 Lausberg (1966: 447 s.).84 Cuestíón paralela a la materia artis rhetoricae constituida, según los minimalistas,

por las civiles quaestiones (las de la esfera ético-política, la vida pública, las cuestiones de derecho; quedando excluidas las cuestiones técnicas y fi losófi cas), y por cualquier tema, según los maximalistas: omni de re, quaecumque sit proposita, ornate ab eo copioseque di-catur (Cic., De orat. 1, 21); omnes res quaecumque ei ad dicendum subiectae erunt (Quint. 2, 21, 4). También en la poética se plantea el problema de la universalidad de la materia artis, dentro del cual se enmarca el de la licitud de la llamada “poesía científi ca”.

231Historia, retórica y poética

ejemplo, en la laus o en la descriptio) como, y sobre todo, el contorno hu-mano, individual y, especialmente, social; éste último constituye el objeto mimético más rico en contenidos, pues abarca también la esfera humana individual y la esfera extrahumana en su relación con la humana. En este sentido la poesía es un hecho social y la poética constituye una parte de la sociología.

Recuérdese a este propósito cuanto quedó dicho más arriba sobre los contenidos (res) que asignaba Cicerón a la historiografía: regiones, con-silia, acta, eventus (De orat. 2, 62).

La realidad social del hombre es una mezcla de virtud (ἀρετή) y de maldad (κακία). La mímesis poética puede acentuar aquélla (épica85, trage-dia) o ésta (comedia).

Semejante enfoque ético afecta igualmente a los planteamientos histo-riográfi cos, que, en cuanto que persiguen una fi nalidad didáctica, han de estar atentos a la virtus para proponerla como ejemplo. El historiador, por ello, no debe limitarse a presentar hechos, sino que ha de valorarlos y en-juiciarlos, penetrando en sus causas y consecuencias:

Haec scilicet fundamenta nota sunt omnibus, ipsa autem exaedifi catio

posita est in rebus et verbis: rerum ratio ordinem temporum desiderat,

regionum descriptionem; vult etiam, quoniam in rebus magnis memoriaque

dignis consilia primum, deinde acta, postea eventus exspectentur, et de

consiliis signifi cari quid scriptor probet et in rebus gestis declarari non

solum quid actum aut dictum sit, sed etiam quo modo, et cum de eventu

dicatur, ut causae explicentur omnes vel casus vel sapientiae vel temeritatis

hominumque ipsorum non solum res gestae, sed etiam, qui fama ac nomine

excellant, de cuiusque vita atque natura86.

2.1.2.3. En lo que respecta a los tipos de mímesis, se establecen en la poé-tica dos clasifi caciones, una según el grado de totalidad y otra según el grado de inmediatez.

2.1.2.3.1. En cuanto al grado de totalidad, la realidad circundante puede imitarse bien con una exactitud minuciosa que trata de reproducir todos los detalles (καθ᾽ἕκαστον) bien de forma general, atendiendo a la esencia del conjunto (καθόλου).

Es esta última la mímesis propia de la poesía, que en este sentido se sitúa en la misma óptica que la fi losofía. La mímesis καθ᾽ἕκαστον, en

85 Sobre los lazos entre épica e historiografía latina, cf. Foucher 2000.86 De orat. 2, 63.

232 JESÚS LUQUE MORENO

cambio, es la propia de la ἱστορία, es decir, de la investigación científi ca, pero también del relato histórico, que pretende una reproducción exacta, detalladamente exhaustiva (si bien, como es propio también de la ciencia, tratará de dar además una explicación del conjunto) de la realidad, del acontecer real (τὸ τὰ γενόµενα λέγειν: Arist., Poet. 9, 1) y que tiene como objetivo la verdad, con las únicas limitaciones, en este sentido, de tratarse al fi n y al cabo de una mímesis que se sirve del lenguaje como instrumento.

He aquí, pues, de nuevo la historiografía.

2.1.2.3.2. En cuanto a grado de inmediatez, la mímesis se puede llevar a cabo con un grado mínimo (la narración, ἀπαγγελία) o con un grado máximo (la acción, πράττειν)87. Dentro de la narración, que se corresponde con la narratio de la retórica, puede que ese mínimo de inmediatez se atempere, aproximándose al drama, es decir, introduciendo, por ejemplo, intervenciones o discursos de los personajes en estilo directo (sermocinatio). Surge así una especie de variante intermedia, la que refl eja la épica.

Y es ése, con la única diferencia de no expresarse en verso, sino en pro-sa, el lugar de la narratio rhetorica y la narratio historica, en las que tam-bién se recurre ocasionalmente a la intervención directa de los personajes, al discurso directo.

2.2. Y llegamos así a la Retórica, en un sentido estricto al ars bene di-cendi, orientada fundamentalmente a la persuasión y convencimiento del oyente: Primum oratoris offi cium esse dicere ad persuadendum accom-

modate88; persuadere que, a su vez, puede dividirse y concretarse en la triple fi nalidad del docere, delectare, movere.

Una rhetorica (eloquentia, ars bene dicendi) que desde muy tem-prano había desbordado su propio cauce convirtiéndose en crítica y pre-ceptiva de toda expresión literaria. El propio Cicerón hace girar el uni-verso literario en torno a la eloquentia, aun cuando en sus días dicha elo-

quentia se hallaba presidida por el genus iudiciale, al que seguía el genus

deliberativum. El genus demonstrativum, el más “literario”, en cuanto que más próximo a la poesía, según acabamos de ver cuando hemos hablado del carácter mostrativo del opus poético, y más próximo a la historiografía, como vamos a comprobar enseguida, tiene mucha menos presencia en la Roma republicana, en la que prácticamente se ve reducido a las lauda-

tiones funebres (por cierto, como es bien sabido, una de las raíces de la historiografía romana).

87 Cf. González Rolán (1972: 216 ss.).88 Cic., De orat. 1, 138.

233Historia, retórica y poética

Esa retórica literaria, consolidada en la cultura romana y, sobre todo en las escuelas, convertida junto a, e incluso por encima de, la fi losofía en reina de la enseñanza, sobrevive en Roma, como lo había hecho en Grecia, a las condiciones sociales y políticas que la habían hecho fl orecer. Y, una vez que los géneros judicial y deliberativo quedan relegados a un segundo plano por las circunstancias, la elocuencia epidíctica se enriquece y desarrolla fl oreciente e incluso hipertrofi ada, desbordándose sobre todos los terrenos más o menos próximos; la retórica de ese modo termina imponiendo sus principios y sus recursos a la poesía, a la historia e incluso a la fi losofía89. La historiografía griega había accedido al rango de prosa literaria gracias a la retórica; la historiografía romana terminó haciendo otro tanto cuando puso sus ojos en los modelos griegos90.

¿Cuáles son, entonces, los puntos del sistema de la retórica más cer-canos a la historiografía? ¿Qué aspectos o sectores de la doctrina retórica afectaban más directamente a la narración historiográfi ca?

2.2.1. En cuanto a la materia artis, hemos visto ya la relación de la retórica con la poética y hemos apuntado también que de los tres genera dicendi aristotélicos en que se divide dicha materia el más próximo a lo poético, a lo literario y, en consecuencia, a la prosa historiográfi ca es el demonstrativum, concebido ya desde Aristóteles en torno a la virtud y el vicio91, como oca-sión de que el orador demuestre su capacidad técnica o artística para, res-pectivamente, la alabanza (laudatio) o la crítica (vituperatio).

Sin que ello signifi que una identidad total y, mucho menos, expresa entre la historiografía y dicho genus oratorio. El propio Cicerón que, como hemos visto, tantas y tantas veces relaciona la historiografía con la retórica y que tan reiteradamente asigna al orator, en cuanto que conocedor de la técnica de los rétores, la tarea de escribir historia, no determina de modo explícito en cuál de los tres genera se integra dicha prosa historiográfi ca o con cuál se relacionaría de modo particular. Sólo indirectamente parece poder establecerse que, a juicio de Cicerón, este genus es el demonstrati-vum. Según Codoñer92, un par de pasajes del Orator pueden orientarnos en este sentido; uno, por exclusión:

at laudatus est (Thucydides) ab omnibus. fateor; sed ita ut rerum explicator prudens severus gravis, non ut in iudiciis versaret causas sed ut

89 Marrou (1971: 238 ss.).90 Cf., por ejemplo, Foucher (2000 : 14 ss.).91 Arist., Rhet. 1, 19; Cic., De invent. 2, 12 y 156.92 Codoñer (1986: 11 ss.).

234 JESÚS LUQUE MORENO

in historiis bella narraret. itaque nunquam est numeratus orator nec vero, si historiam non scripsisset, nomen eius exstaret93;

en otro, aunque sin llegar tampoco a conectar explícitamente la prosa histo-riográfi ca con el genus demonstrativum, parece que se avanza un poco más, distinguiéndola de los genera iudiciale y deliberativum y asemejándola a la prosa de los fi lósofos en general y de los sofi stas en particular e, indirectamente, a la poesía:

Quanquam enim et philosophi quidam ornate locuti sunt [...] tamen horum oratio neque nervos neque aculeos oratorios ac forensis habet. locuntur cum doctis quorum sedare animos malunt quam incitare, si de rebus placatis ac minime turbulentis docendi causa non capiundi locuntur, ut in eo ipso quod delectationem aliquam dicendo aucupentur [...] Sophistarum [...] magis distinguenda similitudo videtur, qui omnis eosdem volunt fl ores quos adhibet orator in causis persequi. sed hoc differunt quod, cum sit iis propositum non perturbare animos sed placare potius nec tam persuadere quam delectare, et apertius id faciunt quam nos et crebrius, concinnas magis sententias exquirunt quam probabilis, a re saepe discedunt, intexunt fabulas, verba altius transferunt eaque ita disponunt ut pictores varietatem colorum, paria paribus referunt, adversa contrariis, saepissimeque similiter extrema defi niunt. Huic generi historia fi nitima est, in qua et narratur ornate et regio saepe aut pugna describitur; interponuntur etiam contiones et hortationes. sed in his tracta quaedam et fl uens expetitur, non haec contorta et acris oratio. ab his non multo secus quam a poetis haec eloquentia quam quaerimus (perfecti oratoris et summae eloquentiae species) sevocanda est94.

En último término, sugería Codoñer95, esta concomitancia entre histo-riografía y genus demonstrativum, a la que conducen indirectamente las refl exiones de los rétores y, por exclusión, los manuales de retórica, podría remontar al hecho de que en dicho genus no interviene activamente el espectador o destinatario, cosa que sí ocurre en los otros dos96. Estaríamos

93 Orat. 32.94 Orat. 62-66.95 Codoñer (1986: 13). Según Codoñer, se puede reconocer también una relación tácita

de la historiografía con el genus demonstrativum en Quint. 3, 8, 9, donde se equiparan los prólogos de Salustio con la Laus Helenes y el Olympicum de Gorgias.

96 El juez o jueces, que deciden sobre un hecho pasado en el genus iudiciale; el público de la asamblea, que decide sobre un hecho futuro en el genus deliberativum.

235Historia, retórica y poética

así más cerca de lo poético; el genus demonstrativum, según ya he dicho, no persigue actuar sobre alguien, sino simplemente mostrar, mostrar el µίµηµα, es decir, el opus resultado de la µίµησις, para “enseñar” y “delei-tar” al público que lo “contempla”.

2.2.2. Tampoco hay una alusión explícita a la historiografía en el siguiente gran capítulo de la retórica, las partes artis, las cinco fases (inventio, dis-positio, elocutio, memoria, pronuntiatio) a través de las cuales se van articulando res y verba al servicio de la fi nalidad del discurso, la persua-sio, en sus tres grados o facetas, docere, delectare, movere.

Se rastrean en los escritos de los rétores referencias a cuál debe ser el estilo de la prosa historiográfi ca, observaciones esporádicas sobre la composición o el empleo de los recursos lingüísticos, que, en todo caso, corresponderían a la elocutio y puede que también a la dispositio.

Pero previa a la elocutio es la inventio, es decir, el “proceso produc-tivo-creador” en el que las cualidades innatas se combinan con la técnica del orador para “extraer las posibilidades de desarrollo de las ideas conteni-das más o menos ocultamente en la res” y ajustarlas “al grado de desarrollo del hilo de los pensamientos en el conjunto del discurso”97, disponiéndolas u organizándolas dentro del esquema general de las partes orationis (“las partes del discurso”) que suministraba la dispositio.

Dichas cuatro partes98, aunque sin unanimidad entre los tratadistas, son, como es bien sabido, el exordium (prooemium, προοίµιον), la narratio (πρόθεσις), la argumentatio (πίστις) y la peroratio (ἐπίλογος), cada una con una función específi ca: praeparare, docere, probare, commovere99.

Pues bien, tampoco en todo este amplio sector central del sistema de la retórica constituido por los capítulos de la inventio (o de la inventio-dispo-sitio) se puede decir que haya una presencia explícita de la historiografía. No existía tal presencia, por supuesto, en los manuales; en otros tipos de escritos sobre teoría retórica, lo más que podemos alcanzar son alusiones indirectas. No estaba, pues, tipifi cada como tal la historiografía en estas ramas del gran árbol de la técnica retórica.

Dos son, no obstante, las partes en que más cabría esperar una pre-sencia de normas u observaciones sobre la prosa histórica: el exordium y la narratio. Del exordium ya se ocupó con acierto Codoñer100 a propósito

97 Lausberg (1966: 135 ss.).98 Concebidas, como es lógico, en torno al genus principal, es decir, el iudiciale, aun-

que extendidas luego a los otros dos genera: Lausberg (1966: 237).99 Cf. Quint. 9, 4, 4.100 Codoñer (1986).

236 JESÚS LUQUE MORENO

de los prólogos de Salustio, Livio y Tácito a sus respectivas obras historio-gráfi cas, constatando, según he dicho, la falta de una normativa explícita al respecto en la retórica clásica101 y reconociendo que la única posibilidad de relacionar con dicho exordio los prólogos de los historiadores es la que suministran los lazos que, aunque sólo sea por vía indirecta, se constatan entre historiografía y genus demonstrativum. Partiendo de la hipótesis de que tales proemios de los historiadores han pretendido seguir las laudatio-nes o vituperationes del genus demonstrativum,

aunque el proemio no reciba un tratamiento específi co, sí encontramos normas sobre el tipo de loci communes que convienen a este género [...] exaltación de valores como el honor, las cosas memorables, las virtudes, acciones nobles, etc. o el rechazo de sus correspondientes vicios (esto según Aristóteles). Con este mismo se corresponden los topoi recogidos por Cicerón a propósito del genus demonstrativum en de inv. 2, 177-178: [...] partiatur in animum et corpus et extraneas res [...] corporis valetudo, dignitas, vires, velocitas; extraneae honor, pecunia [...]. Estos serían, pues, los ejes en torno a los cuales estaría concebida la monografía salustiana102.

Inmediatamente después del exordio, que, se entiende, ha dejado al receptor preparado, viene la narratio103:

narratio est rerum gestarum aut ut gestarum expositio104.narratio est rei factae aut ut factae utilis ad persuadendum expositio,

uel —ut Apollodorus fi nit— oratio docens auditorem quid in controversia

sit105.

La narratio, en general, se aproxima a la historiografía, en cuanto que es la más “literaria” de las etapas de la inventio, ya que consiste en una ex-

positio (demonstratio, ἐπίδειξις) dispuesta para el docere (y el delectare)

101 Según Codoñer (1986: 15), la Rhetorica ad Herennium (3, 11-12) se limita a tras-ladar al demonstrativum las normas dadas para el exordio de los otros genera y Cicerón en el De inventione ni siquiera le concede un tratamiento específi co. Sólo en un autor tardío se habla de loci communes propios del proemio historiográfíco: de historia, de persona, de

materia, citando precisamente a Salustio como ejemplo del locus de persona.102 Codoñer (1986: 16 s.).103 También denominada πρόθεσις / propositio, aunque ambos términos se han espe-

cializado para indicar un breve resumen inicial de lo que luego se va a exponer con detalle en la narratio / διήγησις.

104 Cic., De inv. 1, 27.105 Quint. 4, 2, 31.

237Historia, retórica y poética

con vistas en último término a la persuasión (ad persuadendum)106. Hay, no obstante, como vamos a ver enseguida, algunos tipos de narratio cuya cercanía a la prosa historiográfi ca parece ser mayor.

En efecto, se distinguen varios géneros de narratio según el con-tenido: Narrationum tria sunt genera107; narrationum genera tria sunt108;

A. La descripción o exposición parcial de la causa ante el tribunal:

cum exponimus rem gestam et unumquidque trahimus ad utilitatem nostram vincendi causa, quod pertinet ad eas causas, de quibus iudicium futurum est109; unum genus est, in quo ipsa causa et omnis ratio controversiae continetur110;

B. La narración como digresión en un discurso forense:

Alterum genus est narrationis, quod intercurrit nonnumquam aut fi dei aut criminationis aut transitionis aut alicuius apparationis causa111; alterum, in quo digressio aliqua extra causam aut criminationis aut simili-

tudinis aut delectationis non alienae ab eo negotio, quo de agitur, aut

amplifi cationis causa interponitur112;

C. Lo que Lausberg113 denominaba la “narración literaria”:

Tertium genus est id, quod a causa civili remotum est, in quo tamen

exerceri convenit, quo commodius illas superiores narrationes in causis

tractare possimus114; tertium genus est remotum a civilibus causis, quod

delectationis causa non inutili cum exercitatione dicitur et scribitur115.

106 Narratio est rerum explicatio et quaedam quasi sedes ac fundamentum constituen-

dae fi dei: Cic., Part. 31. Los lazos de esta narratio con los escritos de los historiadores fueron puestos ya de relieve por Barwick (1928) y Hepperle (1954).

107 Rhet. ad Her. 1, 8, 12.108 Cic., De inv. 1, 19, 27. Cf. asimismo Merino (2008: 179 ss.).109 Rhet. ad Her., loc. cit.110 Cic., loc. cit.111 Rhet. ad Her., loc. cit.112 Cic., loc. cit.113 Lausberg (1966: 262).114 Rhet. ad Her., loc. cit.115 Cic., loc. cit.

238 JESÚS LUQUE MORENO

Consiste, como se ve, esta “narración literaria” en algo ajeno al pro-ceso propiamente dicho, planteado más bien como ejercicio preparatorio del orador (exercitatio). Es algo, por otra parte, conectado con el ars poe-tica116, según dije más arriba.

Así, pues, los géneros de narratio rhetorica que se pueden considerar más cercanos a la narración histórica son el segundo, en cuanto que margi-nal al proceso judicial, y el tercero, ajeno a dicho proceso y con un carácter altamente poético, en cuanto que demonstratio de un µίµηµα (aunque sea un µίµηµα καθ᾽ἕκαστον), probablemente con un grado de imediatez interme-dio (mezcla de la exposición en tercera persona y de la sermocinatio).

A su vez, en este género que con Lausberg vengo denominando “narra-ción literaria” se distinguen dos subgéneros o especies según dicha narración afecte más a las personas o a las cosas.

c.1. En el primer caso nos hallaríamos, según Lausberg, ante la “narra-ción personal como novela psicológica”:

Illud genus narrationis, quod in personis positum est, debet habere sermonis festivitatem animorum dissimilitudinem, gravitatem lenitatem, spem metum, suspicionem desiderium, dissimulationem, misericordiam rerum varietates fortunae commutationem, insperatum incommodum subitam laetitiam iucundum exitum rerum117; illa autem narratio, quae versatur in personis, eiusmodi est, ut in ea simul cum rebus ipsis perso-narum sermones et animi perspici possint, hoc modo: ‘Venit ad me saepe clam[it]ans: Quid agis, Micio? Cur [...]118;

c.2. La narración de cosas y procesos, que puede, a su vez, ser de varios tipos, según su grado de realidad (determinado por lo verum y lo verisimile):

c.2.a. La fabula, que no es ni verdadera ni verosímil:

Fabula est, quae neque veras neque veri similes continet res, ut eae sunt, quae tragoedis traditae sunt119; fabula est, in qua nec verae nec veri similes res continentur120.

116 Lausberg (1966: 262).117 Rhet. ad Her. 1, 8, 13.118 Cic., De inv. 1, 19, 27.119 Rhet. ad Her., loc. cit.120 Cic., loc. cit.

239Historia, retórica y poética

Su función es ante todo delectare, ya que lo que presenta son materia-les de la tradición poética carentes de la virtud de la narratio probabilis.

c.2.b. El argumentum, que, aunque no verdadero, sí es verosímil: Ar-gumentum est fi cta res, quae tamen fi eri potuit, velut argumenta com<o>e-

diarum121; argumentum est fi cta res, quae tamen fi eri potuit122.Orientados también, como los anteriores, a la delectatio, estos mate-

riales, presentados según la µίµησις poética, sí poseen la virtud de la narra-

tio probabilis: fi cta voluptatis causa sint proxima veris123.

c.2.c. La historia, que es verdadera (y verosímil, en su realización literaria): Historia est gesta res, sed ab aetatis nostrae memoria remota124; historia est gesta res, ab aetatis nostrae memoria remota125.

Su fi nalidad primaria es el docere y, ocupándose de asuntos reales (vera) emplea en su forma literaria los recursos de la naratio verisimilis “en especial la fundamentación psicológica de los sucesos históricamente reales. Esta fundamentación psicológica puede utilizar los recursos de la ἔκφρασις (descripción detallada), de la sermocinatio, etc. Así, por ejem-plo, los discursos que con tanta frecuencia aparecen en los historiadores tienen como fi nalidad lo verisimile. En la historia lo verisimile está, pues, al servicio de lo verum”126.

En cuanto que integrada en un ars que, como tal, pretende la perfec-ción, la narratio rhetorica se somete a los dictados de la virtus. Participa, pues, la narración de la virtus más general del discurso, el bene dicere, y de su fi n más general, el persuadere. Pero ese marco general se concreta en nuestro caso en unas narrationis virtutes específi cas127.

Así, dentro del fi n general del persuadere, ya hemos dicho que el fi n específi co de la narratio es el docere128. Aunque también entren en juego en

121 Rhet. ad Her., loc. cit.122 Cic., loc. cit.123 Hor., Ars 338.124 Rhet. ad Her., loc. cit.125 Cic., loc. cit.126 Lausberg (1966: 263 s.), donde además se recogen otras características de la

narratio que, en parte, establecen otros parámetros de clasifi cación y, en parte, completan o puntualizan la que acabo de exponer.

127 Aunque, de suyo, son virtudes que afectan a todo el discurso: Quoniam narratio est

rerum explicatio et quaedam quasi sedes ac fundamentum constituendae fi dei, ea sunt in ea

servanda maxime quae etiam in reliquis fere dicendi partibus: quae partim sunt necessaria,

partim assumpta ad ornandum (Cic., Part. 31).128 Quint. 4, 2, 31, 35 y 111. Un docere para el que ya había preparado al receptor el

exordio.

240 JESÚS LUQUE MORENO

la narración las otras dos facetas del persuadere, es decir, el delectare y el movere, es al docere a donde fundamentalmente se orientan aquí las cosas. A ese docere van orientadas las virtudes esenciales de la narración, las virtu-tes necessariae; en ellas el delectare y el movere son sólo algo secundario. Sólo las virtutes assumptae, es decir, las virtudes complementarias, van di-rectamente orientadas a estas otras dos funciones:

Quoniam narratio est rerum explicatio et quaedam quasi sedes ac fundamentum constituendae fi dei, ea sunt in ea servanda maxime quae

etiam in reliquis fere dicendi partibus: quae partim sunt necessaria,

partim assumpta ad ornandum. Nam ut dilucide probabiliterque narremus,

necessarium est, sed assumimus etiam suavitatem129.

Las virtutes necessariae de la narración son tres, la brevedad, la clari-dad y la credibilidad:

Tres res convenit habere narrationem, ut brevis, ut dilucida, ut veri

similis sit130; oportet igitur eam tres habere res: ut brevis, ut aperta, ut

probabilis sit131.

Dentro del objetivo principal de que el público acepte el contenido de la narración (docere), cada una de estas viritudes tiene un fi n específi co. La claridad (narratio dilucida, lucida, aperta) se orienta a la compren-sión (intellegere), a conseguir en el destinatario la cognitio del objeto de la narración. La brevedad (narratio brevis) apunta, según unos tratadistas, a mantener la buena disposición del público (conseguida en el exordio); según otros, está más bien al servicio de la memoria132. Ahora bien, la brevedad y la claridad, a su vez, se hallan subordinadas a la credibilidad, en cuanto que están concebidas como medios para lograrla. Recuérdese que la meta, el fi n supremo de todo este proceso es la persuasio, es decir, que eldestinatario se convenza de la veracidad de lo narrado; en orden a ese con-vencimiento se busca, se exige que la narración (de cosas verdaderas, por supuesto) se haga verosímil (narratio verisimilis, probabilis).

129 Cic., Part. 31.130 Rhet. ad Her. 1, 9, 14.131 Cic., De inv. 1, 28. Otras veces se enumeran por este orden: claridad, brevedad,

credibilidad: Cic., Top. 26, 29; Quint. 4, 2, 23.132 Ambos fi nes de la brevedad aparecen combinados en Horacio (Ars 335 s.): quid-

quid praecipies, esto brevis, ut cito dicta || percipiant animi dociles teneantque fi deles.

241Historia, retórica y poética

La narratio, que, inmersa en el cauce general del discurso, fl uye en último término hacia la persuasio, se orienta, por tanto, sobre todo hacia el docere, aunque, sin descartar, por supuesto, si bien en un segundo plano, el delectare y el movere. A estos dos fi nes secundarios van orientadas las virtutes assumptae, que, como se ve por el texto de las Partitiones ciceronianas antes citado, buscan el ornatus, por supuesto, con vistas a la delectatio. Destacaba Lausberg133 dentro de la virtud general de la narratio ornata la iucunditas (narratio iucunda) y la suavitas (narratio suavis):

Nam ut dilucide probabiliterque narremus, necessarium est, sed assumimus etiam suavitatem. [...] Suavis autem narratio est quae habet admirationes, exspectationes, exitus inopinatos, interpositos motus ani-morum, colloquia personarum, dolores, iracundias, metus, laetitias, cupi-ditates134.

Se añaden a veces otras virtudes de la narratio, si bien no con carácter estrictamente exclusivo, sino con infl uencia en todo el conjunto del dis-curso:

Nec solum perpetuae actiones sed etiam partes orationis isdem locis adiuvantur, partim propriis, partim communibus; [...] effi ciendum

est propriis locis narrationes ut ad suos fi nes spectent, id est ut planae

sint, ut breves, ut evidentes, ut credibiles, ut moderatae, ut cum dignitate.

Quae quamquam in tota oratione esse debent, magis tamen sunt propria

narrandi135.

His tribus narrandi virtutibus adiciunt quidam magnifi centiam, quam

µεγαλοπρέπειαν vocant, quae neque in omnes causas cadit [...] neque

semper est utilis [...]. Quare non magis proprium narrationis est magnifi ce

dicere quam miserabiliter invidiose graviter dulciter urbane: quae cum

suo quoque loco sint laudabilia, non sunt huic parti proprie adsignata

[...] Theodectes [...] non enim magnifi cam modo vult esse verum etiam

iucundam expositionem. Sunt qui adiciant his evidentiam, quae ἐνάργεια

Graece vocatur136.

133 Lausberg (1966: 291).134 Cic., Part. 31-32. Narratio suavis en la que hay que reconocer con Lausberg (1966:

291), entremezclada con partes epidíctico-patéticas, una de las subespecies de “narración literaria” que distinguíamos antes, a saber, el relato personal y psicológico (genus quod in

personis positum est).135 Cic., Top. 26, 97.136 Quint. 4, 2, 61-64.

242 JESÚS LUQUE MORENO

He aquí, pues, el cuadro de funciones y fi nalidades de la narratio rhetorica, y junto con ellas el conjunto de virtutes que las sirven. Y es evidente que todo este panorama de funciones y de virtudes, tanto en lo que tiene de crítica a posteriori, como de normativa a priori, es imposible verlo como algo exclusivo del orator y que no afecta para nada a la prosa historiográfi ca. No sería posible siquiera restringir el ámbito del orator a la práctica de la oratoria, completamente desentendida de los otros géneros de prosa artística. Mucho menos posible es pensar que quien se acercara, bien como escritor, bien como público o lector, a la historiografía, es decir, al opus oratorium maxime, no tuviera presente toda la anterior doctrina.

243Historia, retórica y poética

HISTORIA, POÉTICA Y RETÓRICA

ARS POETICA (MÍMESIS):

1. medios2. objeto3. tipos: a.según grado detotalidad: a.1. en conjunto a.2. en detalle (καθ᾽ἕκαστον) b. según grado de inmediatez: b.1. mínimo b.3. intermedio b.2. máximo

ARS RHETORICA (PERSVASIO: DOCERE, DELECTARE, MOVERE):

I. MATERIA ARTIS: GENERA ORATIONIS: iudiciale deliberativum demonstrativum

II. PARTES ARTIS: inventio dispositio elocutio memoria actio

III. PARTES ORATIONIS: exordium narratio argumentatio peroratio (praeparare) | (docere) (probare) (commovere)

♦intellectio ← aperta, dilucida

♦memoria ← brevis >virtutes necessariae ♦persuasio ← probabilis | (delectare) >virtutes assumptae | (movere) Genera narrationis: 1. exposición de la causa

2. digresión 3. “narración literaria”:

a. personal

b. cosas y procesos:

b.1. fabula b.2. argumentum b.3. historia

244 JESÚS LUQUE MORENO

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rature 1948), trad. J. M. Jimeno, Madrid.

ÍNDICE

PRÓLOGO ............................................................................................ 7

FILOLOGÍA CLÁSICA GRIEGA Y LATINA,

HISTORIA ANTIGUA

VIRGINIA ALFARO BECH, “Relectura del código doméstico de Col 3, 18-19 desde una perspectiva cultural” .......................................................

EULOGIO BAEZA ANGULO, “Plinio, un amante marido elegíaco” .........

MACARENA CALDERÓN SÁNCHEZ, “La catábasis y el ánodos de Persé-fone en su iconografía” ..............................................................................

INÉS CALERO SECALL, “Las viejas reinas del teatro de Eurípides: imbri-cación de rasgos femeninos y masculinos” ................................................

MARINA DEL CASTILLO HERRERA, “La perfección del parto sietemesino: una propuesta de lectura de Favonio Eulogio 14, 2” .................................

MATILDE CONDE SALAZAR, “Incunables y postincunables de historia-dores latinos tardíos en bibliotecas de Andalucía” ....................................

PAMINA FERNÁNDEZ CAMACHO, “La tumba de Heracles en Gades: una indagación fi lológico-literaria” ..................................................................

ALEJANDRO FORNELL MUÑOZ, “El aceite bético y su difusión por Occi-dente a través de los autores clásicos y otras fuentes antiguas” ................

RAFAEL J. GALLÉ CEJUDO, “La perversión progimnasmática en las Epístolas de Filóstrato” .............................................................................

FUENSANTA GARRIDO DOMENÉ, “Las fuentes del libro IV de Las nupcias de Filología y Mercurio: lecturas paralelas” ................................

JULIÁN GONZÁLEZ, “Augusto y su transformación de la Hispania Ul-terior” .........................................................................................................

LUISA LESAGE GÁRRIGA, “Algunas consideraciones sobre la tradición textual del tratado De Facie de Plutarco” ..................................................

JESÚS LUQUE MORENO, “Historia, retórica y poética: para la defi nición de un antiguo género literario” ..................................................................

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1120 ÍNDICE

FILOLOGÍA GRECO-LATINA MEDIEVAL

CRISTÓBAL MACÍAS VILLALOBOS Y DELIA MACÍAS FUENTES, “Simbolis-mo de las aves saturninas en los textos grecolatinos” ...............................

BENITO MÁRQUEZ CASTRO, “El concepto de conventus en el siglo V en Hispania según la crónica de Hidacio de Chaves y el mantenimiento del signifi cado de época clásica” .....................................................................

JUAN FCO. MARTOS MONTIEL, “Sexo y género en los textos astrológicos de la Antigüedad grecolatina” ....................................................................

Mª PILAR MOLINA TORRES, “Mujer y religión romana: una visión his-toriográfi ca en la Europa del s. XXI” ........................................................

JUAN CARLOS PÉREZ ARQUES, “Tradición épica en la obra de Juvenco y su infl uencia posterior” ..............................................................................

AURELIO PÉREZ JIMÉNEZ, “Religiones orientales e iconografía numis-mática antigua” ..........................................................................................

FERNANDO PÉREZ LAMBÁS, “Sobre algunos paralelismos en Áyax y Antígona” ...................................................................................................

SANDRA I. RAMOS MALDONADO, “Nemo dulcius, nemo aptius...: Cice-

rón extractado por Plinio el Viejo” ............................................................

MIGUEL RODRÍGUEZ-PANTOJA, “El latín de los soldados” .....................

SANDRA RODRÍGUEZ PIEDRABUENA, “Boeotica incerti auctoris?” .........

HELENA RODRÍGUEZ SOMOLINOS, “El valor de repetición / continuidad en ἐπι- preverbio” ......................................................................................

LUCÍA P. ROMERO MARISCAL, “El texto escénico de Las Troyanas de Eurípides: maquinaria, objetos, vestuario, escenografía y comunicación trágica” .......................................................................................................

EMILIA RUIZ YAMUZA, “Periferias derecha e izquierda en griego an-tiguo”..........................................................................................................

EUSTAQUIO SÁNCHEZ SALOR, “S. Leandro, S. Isidoro y el papa Grego-rio Magno. La unidad de España en época visigoda como parte de un programa europeo” ....................................................................................

ÁNGEL URBÁN FERNÁNDEZ, “La edición y estudio fi lológico de un manuscrito inédito bilingüe, greco-árabe, del Evangelio de Lucas del siglo XI (BnF, suppl. gr. 911, año 1043): problemática de la edición de textos bíblicos” ..........................................................................................

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1121ÍNDICE

HUMANISMO Y TRADICIÓN CLÁSICA

JOSÉ IGNACIO ANDÚJAR CANTÓN Y JUAN MIGUEL LLODRÁ PERIS, “El hé-roe trágico y el universo épico de John Ford” ...........................................

JESÚS BERMÚDEZ Y RUBÉN MONTAÑÉS, “La traducción al latín de Alessandro Pazzi en el comentario a la Poética de Aristóteles de Frances-co Robortello: criterios para su evaluación” ..............................................

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO, “La biblioteca grecolatina de Isaac Newton” .....................................................................................................

MARÍA JOSÉ CEA GALÁN, “La fi gura de Agesilao Palmireno en el mar-co del humanismo español o del laboratorio doméstico del maestro Juan Lorenzo Palmireno” ...................................................................................

JEAN-LOUIS CHARLET, “Trois lectures du mythe d’Orphée dans la poésie néo-latine: Pétrarque (Bucolicum carmen), Politien (Siluae), Pon-tano (Urania, Eclogae)” .............................................................................

CRISTIANA FIMIANI, “Navigare necesse est, vivere non necesse: las (re)lecturas del Odiseo homérico y del Ulises dantesco en la cultura an-daluza y europea” .......................................................................................

HELENA GUZMÁN, “Ulises y Circe en la escena de la ópera cómica francesa del siglo XVIII” ...........................................................................

ÁLVARO IBÁÑEZ CHACÓN, “Cíane de Siracusa, o Las Bacanales de Cándido María Trigueros: argumento mitológico y fábula impleja” .........

JUAN CARLOS JIMÉNEZ DEL CASTILLO, “Las profecías de la Austriaca siue Naumachia de Francisco de Pedrosa” ................................................

YULIA KOVARSKAYA, “Querelle des Anciens et des Modernes en la estética literaria rusa del siglo XIX” ..........................................................

INMACULADA LÓPEZ CALAHORRO, “La sombra de Grecia y Roma en la obra poética de José Hierro” ......................................................................

DELIA MACÍAS FUENTES, “Una Medea cubana: la versión de Reinaldo Montero” ....................................................................................................

JOSÉ MARÍA MAESTRE MAESTRE, “Las anotaciones de Rodrigo Fer-nández de Santaella a los Quinque articuli contra Iudaeos en la copia de esta obra sacada en 1773 (ms. 125-3-28 de la Biblioteca Capitular y Colombina de Sevilla)” ..............................................................................

CLELIA MARTÍNEZ MAZA, “El mundo clásico en la forja de una nueva nación: apodos grecorromanos en los albores de los EEUU (1776-1790)..

MANUEL MOLINA SÁNCHEZ, “El teatro humanístico español: claves para su estudio” ..........................................................................................

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1122 ÍNDICE

DIDÁCTICA DE LAS LENGUAS CLÁSICAS

MARIA CRISTINA PIMENTEL, “Leena y Epícaris, dos ejemplos de valor femenino” ...................................................................................................

EDUARDO DEL PINO GONZÁLEZ, “Identifi cación de dos poemas latinos de Levino Torrencio en el ms. &-IV-22 del Monasterio del Escorial” .......

Mª DOLORES RINCÓN GONZÁLEZ, “El eco en Roma de la toma de Má-laga: La Oratio de victoria Malachitana de Pedro Bosca (1487)”.............

ALEJANDRO RODRÍGUEZ DÍAZ DEL REAL, “La antigua Grecia en María Zambrano” ..................................................................................................

MIGUEL ÁNGEL RODRÍGUEZ HORRILLO, “El De Xenophonte historico de Friedrich Creuzer y las causas de la decadencia de la historiografía griega”

VICTORIA E. RODRÍGUEZ MARTÍN, “Aproximación a la simbología del

topo en Pierio Valeriano: sus fuentes” ........................................................

THEODORICUS SACRÉ, “De bellis Pygmaeorum iocosis sive de argu-mento antiquo quod in carmen heroico-comicum sive poema ludicrum convertit Iacobus Moireau poeta (saec. XVII)” ..........................................

JOSÉ ANTONIO SÁNCHEZ MARÍN, “Aportaciones al estudio de la poética renacentista italiana en lengua latina” ........................................................

MARÍA SEBASTIÀ SÁEZ, “Manuel Lassala como dramaturgo neoclásico del Settecento: de Ifi genia a Andrómaca” ..................................................

GEMA SENÉS RODRÍGUEZ, “El vuelo del fénix: de los clásicos a los Hieroglyphica de P. Valeriano y la tradición simbólico-emblemática” ......

FRANCISCO J. TALAVERA ESTESO, “Pierio Valeriano y la fi lología clásica”

GALA LÓPEZ DE LERMA, “Benignus Juanes y la didáctica del latín”.....

ALBERTO REGAGLIOLO, “Latin in England’s Primary Schools: The 2013 National Curriculum as a Refl ection Point”.................................................

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