La emancipación de las colonias españolas en América 1810-1826

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La emancipación de las colonias españolas en América de 1819 a 1826

Juan SANZ BOTÍN (201112220)

Universidad Pontificia de Comillas

jsanzbotin@gmail.com

Resumen:

Las abdicaciones que tuvieron lugar en Bayona el 5 de mayo de 1808 desplegaron una

revolución social, política y económica en América que iría ganando fuerza con el curso

de los acontecimientos en la península y que traería consigo la independencia de las

colonias españolas en el Nuevo Continente. La revolución estuvo determinada y fue

dirigida según los intereses de la elite criolla, que buscaba reemplazar a los funcionarios

peninsulares de la administración colonial y obtener una mayor libertad comercial y

política. Los factores más reconocibles del proceso fueron las ideas liberales e ilustradas

y las reformas que el ministro Godoy había aplicado en la última década del siglo XVII.

El movimiento emancipador al que este trabajo se refiere terminó en 1825 con una serie

de consecuencias, tanto para España como para los territorios emancipados, que

incluyeron el final de las relaciones monopolistas con la metrópoli y la apertura de las

nuevas repúblicas al modelo liberal de comercio, pero que también trajeron ineficiencia

administrativa, corrupción, guerra, y otra serie de problemas estructurales que

aumentaron las diferencias económicas entre unos y otros Estados.

Palabras clave: Colonias, América, Emancipación, España, Criollos, Bolívar,

Revolución, Libertad.

Juan Sanz Botín

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Title: The Emancipation of the Spanish Colonies in America from 1819 to 1826

Abstract:

As a consequence of the abdications of Bayonne (May 5th, 1808) a social, political and

economic revolution was displayed in America. It would grow stronger as changes

happened in the Iberian Peninsula. Its main consequence was the independence of the

Spanish colonies in America. The revolution was, first of all, determined and directed

by the interests of the American-born ruling class, that looked forwards to replacing the

peninsular civil servants in the American administration and achieving a wider political

and commercial freedom. Secondly, it was boosted by the liberal and enlightened ideas,

and by the reforms the Spanish Minister Godoy had applied in the last decade of the 17th

century.

The revolutionary movement, on which this paper is meant to focus, ended in 1825 in a

series of consequences, for both Spain and the emancipated territories. It meant the end

of the monopolist commercial relations with the peninsular Spain and the access of the

new republics to the liberal model of commerce. But they also brought by

administrative inefficient, corruption, war and many other structural problems that

augmented the economic differences existing amongst the new States.

Keywords: Colonies, America, Emancipation, Spain, Criollos, Bolívar, Revolution,

Freedom.

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Marcha a mi bandera (Argentina)

Aquí está la bandera idolatrada,

la enseña que Belgrano nos legó,

cuando triste la Patria esclavizada

con valor sus vínculos rompió.

Aquí está la bandera esplendorosa

que al mundo con sus triunfos admiró,

cuando altiva en la lucha y victoriosa

la cima de los Andes escaló.

Aquí está la bandera que un día

en la batalla tremoló triunfal

y, llena de orgullo y bizarría,

a San Lorenzo se dirigió inmortal.

Aquí está, como el cielo refulgente,

ostentando sublime majestad,

después de haber cruzado el Continente,

exclamando a su paso: ¡Libertad!

¡Libertad! ¡Libertad!

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Objetivo: El objetivo de este trabajo es analizar en ocho mil palabras y

con la mayor meticulosidad posible el transcurso, los precedentes,

causas, y consecuencias del proceso emancipador de las colonias

españolas americanas durante el período comprendido entre 1810 y

1826. El primero por coincidir con las revoluciones de Hidalgo y Túpac

Amaru en Nueva España y el Perú, respectivamente, al considerarlos los

primeros golpes emancipadores de gran magnitud que tuvieron lugar en

las colonias españolas. Y el segundo, por coincidir con el Congreso de

Panamá, que trató de poner orden después del caos y sembrar las

semillas de un nuevo orden instaurado en América.

Contexto socio histórico

A finales del siglo XVIII la Corona Española se extendía sobre un territorio de unos 20

millones de kilómetros cuadrados, gran parte de los que se encontraban en el continente

americano. Las modificaciones en la distribución territorial de las colonias americanas

implantadas el 27 de octubre de 1776 dividían el continente en cuatro grandes

virreinatos: Nueva España, Río de la Plata, Nueva Granada, y el Perú1 (Martino & Vega,

2006).

Una de las características fundamentales de la distribución demográfica en la América

colonial imprescindibles para comprender las relaciones entre sus pobladores era la

enorme disparidad de su distribución: «entre estos diversos núcleos del imperio español,

organizados en virreinatos de distinta fisonomía, las comunicaciones eran difíciles

debían ser establecidas mediante la lucha con un medio geográfico de dimensiones

sobrehumanas, tomando el adjetivo en su estricto significado» (Cerdá Crespo, 2008).

Por otro lado, se trataba de un mundo jerárquico, determinado por estatutos de limpieza

de sangre donde los blancos, fueran criollos o gachupinos 2 , ocupaban la mejor

1 El primero se extendía toda Centroamérica y sus fronteras incluían una gran porción del sur y centro de los actuales

EEUU. El segundo, comprendía el actual Paraguay, Argentina, Uruguay, Bolivia y Partes de Brasil y Chile. Cuba y

Filipinas, eran consideradas capitanías generales que dependían del virreinato de Nueva España, con capital en la antigua Tenochtitlán, hoy Ciudad de México. 2 Nombre que recibían los blancos nacidos en la península, que generalmente ocupaban puestos en el alto funcionariado colonial.

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consideración social y los indígenas y negros, la peor, víctimas de la desigualdad étnica.

Entre medias se encontraba todo un sistema institucionalizado de castas que a menudo

perdía su rigor (Navarro García, 1989).

Al contrario que las otras potencias con presencia colonial en América, en España los

pobladores se centraron menos en la explotación económica en sí y más en la creación

de sociedades con una organización política, jurídica y cultural a la imagen y semejanza

de la metrópoli3 (Cerdá Crespo, 2008). De acuerdo con las investigaciones de Sánchez

Barba con una muestra de 1721 emigrantes que llegaron a América entre 1794 y 1796

(Delgado Ribas, 1982): sólo un 42,1% de los arribados eran comerciantes y

negociantes4.

No en vano, estas comunidades políticas en América son a menudo descritas como una

«sociedad rica, culta, sofisticada, y también sorprendentemente variada, con ciudades

muy densamente pobladas, orgullosa de sí misma además, y, sobre todo dinámica, en

movimiento: una sociedad de oportunidades» (Marco, 2011).

Tras la Guerra de Sucesión, la firma de los tratados de Utrecht (1713) y Rastadt (1714)

le abrieron las puertas de una nueva serie de rutas comerciales en América al Reino

Unido, que pasó a ocupar una posición privilegiada dentro del mercado internacional

(EJCYL, 2012). No obstante, las prácticas comerciales promovidas por los borbones

para favorecer el comercio entre España, Francia y las Américas, había dejado aislados

a los anglosajones, que empeoraron sus relaciones con la Corona, especialmente a partir

del Primer Pacto de Familia con Luis XV en 1733 (Marco, 2011).

Además, para luchar con el comercio ilícito, del que los ingleses se habían convertido

en grandes maestros, el ministro Patiño optó por adoptar medidas drásticas, apoyándose

en gran medida en las grandes mejoras tecnológicas que experimentó la industria

náutica española en el momento. El gobierno de Robert Walpole estimó que, sólo entre

1713 y 1731, los guardacostas españoles ilegalmente confiscaran más de 180 barcos

ingleses. Suma que seguiría creciendo. (Cerdá Crespo, 2008).

3 Si bien se ha calculado que en el siglo XVI América había recibido 200 mil inmigrantes, y 350 mil en el XVII, para

el siglo XVIII se calcula que sólo 55 mil personas llegaron al Nuevo Continente (Delgado Ribas, 1982). Además, a

mayores de los factores de presión–fiscales, ideológicos, etc.- presentes durante dos primeros siglos de la Edad

Moderna, cada vez más gente partía con el objetivo de cumplir una función en la economía colonial (Márquez Macías, 1995). 4 Un 32,5% eran funcionarios civiles; un 9,3% eclesiásticos; un 6,2% artesanos; un 3% militares y un 0,6%

labradores (Cerdá Crespo, 2008).

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En este contexto estalló la llamada Guerra de la Oreja de Jenkins o del Asiento el 23 de

octubre de 1739, cuando el Capitán de Guardacostas español Juan León Fandiño

detuvo y le cortó la oreja al capitán del navío inglés Rebecca, que había sido abordado y

acusado de contrabando5. Tras nueve años de guerra, el Teniente General Blas de Lezo

obtuvo la victoria en la batalla de Cartagena de Indias, poniendo fin a la que para

muchos fue la primera guerra moderna (Cerdá Crespo, 2008).

Causas6

La revolución social: ¿quiénes contra quiénes?

Por un lado, la lucha que se dio en América en el período que nos ocupa no es heredera

de las luchas entre indígenas y conquistadores europeos que caracterizó los primeros

siglos de la dominación colonial, sino que tuvo lugar entre criollos y con respecto a sus

intereses y relación con el continente y. Así se fue conformando un polo a favor de la

independencia y otro en contra, a menudo realista. En torno a cada polo comenzaron a

girar colectivos en función de sus ganancias (EJCYL, 2012).

Fue común identificar en el bando realista a mestizos e indios –por la protección que

recibían de la Corona-, y a los miembros del alto clero –por los beneficios que la

estabilidad del régimen les reportaba-, así como los actores sociales favorables a la

revolución solían ser comerciantes, ilustrados, militares criollos, población urbana,

artesanos y bajo clero (Llano, 2002). A menudo los negros estaban a caballo entre

ambos bandos.

Por otro lado, la naturaleza del problema traspasaba la mera lucha dicotómica de

criollos contra la metrópoli. La división entre criollos y peninsulares era a menudo muy

tenue y no todos los conflictos se debían a este elemento: había opiniones favorables y

contrarias a la emancipación en ambos grupos, y lazos de solidaridad paralelos entre los

favorables y entre los contrarios de ambos continentes. Además, en el curso de la

5 La monarquía española siembre había sido reacia a una excesiva emigración a América, especialmente a finales del

siglo XVIII, cuando las medidas de prevención de polizones y los requisitos aduaneros aumentaron enormemente en

rigidez. No obstante, la implantación de las nuevos decretos de libre comercio de 1778, volvieron a aumentar el número de comerciantes, nacionales y extranjeros, en las colonias (Delgado Ribas, 1982). 6 Las causas que dieron pie al estallido de la revolución emancipadora en las colonias españolas en América están

algo borrosas por la carencia de estudios detallados al respecto. Por ello es interesante observar las discrepancias de

los historiadores que han investigado sobre este tema. La intención de esta investigación, no es otra que arrojar algo

de luz sobre este período histórico con las conclusiones que he podido colectar (EJCYL, 2012).

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revolución quedó patente que el lugar de nacimiento pasaba a un segundo orden si el

peninsular respetaba y abrazaba el nuevo orden revolucionario.

La revolución ideológica

El conflicto tiene, además, una raigambre ideológica fruto de la literatura e ideas

románticas tan influyentes en la época que, por una parte, ensalzaban la historia que

compartían los criollos y, por otra, tendían a satanizar la metrópoli como solución para

luchar contra su propia historia (Llano, 2002).

En una sociedad sin libertad de prensa, fueron las élites, con posibilidad de leer y viajar,

quienes protagonizaron en las últimas dos décadas del siglo XVIII la conquista

ideológica de América, marcada por las ideas liberales –si bien sólo un puñado de

liberales, incluyendo al utilitarista Bentham, eran partidarios de la independencia

americana- y, en especial, por los respectivos ejemplos de la Revolución Francesa y de

la Independencia de las Trece Colonias, respaldada, para más inri, por la Corona

Española (Lynch, 2001)7.

Si bien pocos de los pensadores progresistas del siglo XVIII revolucionarios8, las ideas

de Thomas Paine y el Abbé Raynal ofrecieron un presupuesto ideológico que justificara

la revolución. Paine hablaría de la independencia Americana como un «verdadero

interés», debido a las miserias padecidas, a las compensaciones negadas, y al derecho a

resistir la opresión (Lynch, 2001). Irónicamente, también fueron decisivas las obras de

los españoles Francisco de Vitoria, Francisco Suárez y Juan de Mariana, con sus ideas

monárquicas contractualistas y del origen popular de la soberanía (Martínez Díaz, 1991).

Hasta 1810 la crítica al sistema colonial y la cuestión modernizadora, estaban presentes

en toda discusión política, siempre sin traspasar los límites ni cuestionar el sistema en sí

(Marco, 2011). Más bien fue la inestabilidad política existente en la península durante el

primer cuarto del siglo XIX lo que precipitó el triunfo de la revolución.

Primeros brotes independentistas.

Pese a los diferentes levantamientos que se habían producido a lo largo del siglo XVIII,

como el de los 20 mil comuneros, encabezado por Juan Francisco Berbeo por oposición

a una subida impositiva en marzo de 1781, sus reivindicaciones estaban más basadas en

reivindicaciones populares de tipo económico, político y social que en una auténtica

7 También hay quien dice que Francisco Suárez y los Neolescolásticos aportaron ideas revolucionarias (Lynch, 2001). 8 ni Montesquieu, Voltaire, Diderot, ni tampoco Rousseau defendían cambios políticos violentos (Lynch, 2001).

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lucha por la autonomía, como ocurriría de manera institucionalizada en el movimiento

juntista y de forma popular en territorios como Haití, Nueva España y Venezuela .

A. De origen elitista: el juntismo

Ya existía en América un cierto malestar con respecto a las políticas del gobierno

central, especialmente por la enorme cantidad de impuestos que debían pagar los

americanos, situación agravada por la larga guerra contra Inglaterra. Además, sus

órdenes de expropiar una parte grande de las posesiones de la Iglesia en América como

experimento modernizador, también dañaron la unidad eclesiástica y social en América,

pese a su pronta revocación por sus consecuencias inmediatas. (Marco, 2011)

No obstante, la crisis que llevaría consigo el estallido de la revolución no tuvo lugar

hasta la firma del Tratado de Fontainebleau en octubre de 1807, caída de Godoy, y las

abdicaciones de Bayona, en mayo de 1808 (Amores, 2006). En contra de lo que

esperaba Napoleón, las colonias americanas trataron «... de contribuir con nuestros

socorros a beneficio de la Nación oprimida por la felonía de Napoleón Emperador de los

Franceses, Robador [sic] sacrílego de la augusta persona de Nuestro Rey el Señor Don

Fernando Séptimo y su Real Familia...»9 (1808). Por ello, la inmensa mayoría de las

colonias juró fidelidad de Fernando VII y rechazaron al usurpador. (Núñez, 2010)

Al igual que en la península, la invasión napoleónica de la Península trajo consigo la

creación de multitud de Juntas de gobierno10 que renegaban de un poder central que ya

no representaba al pueblo –multitud de autores hablan de un «vacío de poder». En este

sentido, los movimientos revolucionarios americanos fueron iniciados por criollos que

aprovecharon la situación para sustituir en el poder a burócratas peninsulares que habían

perdido apoyos11. En esta realidad convergen las dos crisis superpuestas a la que los

americanos hubieron de hacer cara en el primer cuarto del siglo XIX: la crisis por la

independencia, y la crisis por la naturaleza del sistema que debía continuar rigiendo

España (Marco, 2011).

A menudo, los sublevados que buscaban sustituir la antigua burocracia basaban su

legitimidad en cabildos cuyos puestos podían comprarse, heredarse y obtenerse

9 Fragmento de un mensaje enviado por el cabildo de Buenos Aires (Núñez, 2010). 10 1808 Montevideo, Santa Fe de Bogotá y México; 1809 Buenos Aires, Chuquisaca, La Paz y Quito… (CEEFBI, 2010) 11 Al contrario que la independencia de las Trece Colonias, en las españolas no había existido nunca un modelo

descentralizado de administración. Lo más parecido al autogobierno habían sido cofradías y asambleas de vecinos

que se reunían para convenir la gobernación de tierras comunales (Marco, 2011)

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mediante cooptación. Por ello, para decisiones mayores solían convocarse «cabildos

abiertos». Estos estaban integrados por los notables de la ciudad y acabaron

conformando juntas de gobierno en casi todos los territorios coloniales, de manera

análoga a la española. En otros lugares fueron los antiguos burócratas los que

constituyeron las juntas, como en Santiago o en Bogotá, cuyo virrey se puso al mando

de la Junta Suprema bogotana –aunque fuera depuesto cinco días después (Isaza, 2010).

Las asamblea constituyente convocada en San Fernando el 14 de septiembre de 1810 y

la Constitución que en su seno se gestó, sembraron «el nervio liberal del cual partieron

los movimientos constitucionales en Hispanoamérica, […] origen de nuevas

instituciones, así como iniciación de políticas sociales y económicas» (Hernández

Sánchez-Barba, 2009). La Pepa no sólo fue relevante para las colonias americanas por

la abolición de los Virreinatos; también reforzaba la idea de nación proclamando que

“La Nación Española es la unión de todos los españoles de ambos hemisferios.”

Además, pese a su corta aplicación –inexistente, además, en Nueva Granada, por su

pronta independencia (1810), y en Río de la Plata-, fue determinante en la redacción de

las leyes que regirían las nuevas repúblicas12.

Por otro lado, las medidas progresistas tomadas en las Cortes de Cádiz (libertad de

prensa, abolición del tributo indígena, o privilegios jurisdiccionales) no fueron bien

recibidas por algunas oligarquías locales, que favorecieron el regreso de Fernando en

1814. La reinstauración del liberalismo en España hizo que muchas de estas optaran por

la emancipación para desvincularse de los arriesgados cambios que estaban teniendo

lugar en la oleada realidad política peninsular (Marco, 2011).

B. De origen popular: México, Perú y Haití

En México, Perú y Haití, sin embargo, se dieron fenómenos alternativos. En México, el

Grito de Dolores del 16 de septiembre de 1810 tuvo un carácter eminentemente

popular, con lo que los revolucionarios no contaron con el apoyo de las clases

gobernantes, que permanecieron fieles a la Corona (González, 2009).

En el Perú, convergieron tres circunstancias, la estancia en el poder del virrey

conservador José Fernando de Abascal (1743-1821), que mantuvo una política muy

12 Por ejemplo, la primera constitución mejicana (28 de octubre de 1814) sería una copia de la Pepa que, a su vez,

sería promulgada en el año 1820 en Cartagena. En la constitución de 1819 de las Provincias Unidas de Sudamérica,

por su parte, se estableció que «todas las leyes españolas son válidas, a menos que atenten contra el espíritu o las letra

de la libertad e independencia del país» (Hernández Sánchez-Barba, 2009).

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firme, el carácter eminentemente contrarrevolucionario de la población peruana, y el

precedente de la revolución de 1810. Túpac Amaru II13, caudillo (curaca) peruano,

había añadido a su discurso las ideas independentistas estadounidenses, reivindicaciones

sobre la nación indígena y agravios sobre la nueva reforma de la administración (Lynch,

2001). Así, encabezó una revolución de mestizos y criollos contra la corona española

que acabaría un año más tarde con el cruel ajusticiamiento de Túpac Amaru II (Marco,

2011).

En las zonas coloniales azucareras caribeñas, donde los esclavos tenían un papel

determinante en la producción de bienes, existía el precedente de la revolución de los

negros en Haití (Marco, 2011) en 1791, donde se originaba el 60% del café y el 40% del

azúcar importados por Francia y Gran Bretaña. Esta rebelión precipitó la independencia

de Haití, una sociedad formada mayoritariamente por esclavos negros14 (Richardson,

1992). Con enorme sigilo, los esclavos de confianza de distintas plantaciones en el norte

de la isla de Santo Domingo habían preparado una insurrección que estallaría el 22 de

agosto y que ganaría adeptos de manera exponencial: de dos cientos a casi diez millares

de insurrectos en apenas quince días (Grafenstein, 2009).

La revolución haitiana tuvo sus consecuencias en el continente, como la insurrección en

La Guaira y Caracas encabezada por el oficial Manuel Gual y el teniente José María

España en 1797. Buscaban hacer de Venezuela una república democrática libre para

cuya consecución buscaron apoyos entre los esclavos (Rojas, 1985). Sin embargo, la

dura represión del golpe impediría su trascendencia.

Este precedente supuso, asimismo, el retraso en la explosión de los movimientos

emancipadores en Cuba y Puerto Rico, cuyos administradores y colonos, siendo

colonias eminentemente dedicadas a la producción agrícola mediante la explotación

esclavista, vieron en la revolución un fenómeno demasiado arriesgado como para

apostar por ella (Amores, 2006).

De qué manera los cambios en la península fueron afectando el curso del proceso

emancipador americano

En 1814 se creó la llamada Comisión de Reemplazos, con respecto a tres hechos

fundamentales: «El estado de insurrección en que se hallan algunas Provincias de

13 Llamado en realidad José Gabriel Condorcanqui Noguera (1738-1781). 14 En su libro, Richardson habla de apenas 40 mil colonos blancos para administrar una población de más de 450 mil

esclavos.

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Ultramar, la urgente necesidad de enérgicas medidas para la pacificación clase y

extensión de las que deben adoptarse con este objeto y males que amenazan á la Nación

Española si el Gobierno no remite los auxilios que se reclaman» (Representación de la

Comisión de Reemplazos a la Regenica sobre la necesidad de mandar tropas a la

América, 1814).

Esta Comisión buscó, por medio del consulado gaditano, centralizar el envío de tropas

contrarrevolucionarias a América estableciendo un fondo común al que todas lo

territorios coloniales habían de contribuir. No obstante, si bien los consulados de Lima y

el de La Habana aportaron escaso dinero, los de Ciudad de México, Guadalajara y

Veracruz, no contribuyeron en absoluto.

En 1814, los contingentes militares enviados por Fernando VII, pese a su escaso éxito,

limitado a algunas zonas de Nueva Granada, así como la favorable evolución de la

historia en la Europa continental para los intereses absolutistas, hizo que el absolutismo

ganara apoyos pancistas en América (EJCYL, 2012).

Sin embargo, el golpe de Riego en 1820 hizo que la balanza del proceso volviera a

inclinarse hacia el lado revolucionario. En primer lugar, la primera consecuencia de

aquel pronunciamiento fue la imposibilidad de enviar un contingente militar de 14 mil

hombres que se había reunido en Andalucía para reprimir el proceso emancipador

americano (Marco, 2011). En segundo lugar, los liberales mostraban una mayor

disposición a la negociación que los absolutistas, y se llegó a conceder un alto al fuego

para negociar la aceptación de la constitución por parte de las colonias (Balbuena, 2006).

Empero, liberal o no, el Gobierno seguía sin estar dispuesto a reconocer la

independencia de las colonias.

Las peticiones de libre comercio, de eliminación de la burocracia despótica y de

igualdad de representación que sostenían los americanos que aún no se habían dejado

seducir por la revolución no fueron escuchadas por los liberales peninsulares15, que

sostenían que «la libertad no era suficiente, [ya que] podía ser un fin en sí mismo y no

conducir a la liberación» (Lynch, 2001). Además, el Trienio Constitucional trajo una

serie de incertidumbres a las oligarquías americanas realistas, particularmente a las

peruanas y mejicanas, que no hicieron sino acelerar el proceso emancipador en las dos

regiones.

15 Si bien las Cortes de Cádiz suprimieron aquel mismo 25 de la mita, el repartimiento y la servidumbre personal de

los indígenas (González, 2009).

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Las dos guerras: económica y política. Reformas de la administración colonial.

Una de las causas principales de las demandas emancipadoras americanas era el enorme

papel de los peninsulares en la administración americana, constituyendo esencialmente

el alto funcionariado debido a sus contactos y afinidad política con la burocracia

peninsular y a su falta de lazos con la élite americana local –positivo en aras de la

centralización y la eficiencia-.

Otro agravante fueron las medidas modernizadoras del ministro Godoy, por la

dislocación comercial producida tras casi doce años de guerra con Inglaterra. El nuevo

modelo, liberal, inspirado en el del Imperio Británico, trajo consigo la creación del

comercio de neutrales, especialmente con la real orden de 1797 (Ortiz de la Tabla,

1999).

Pese a que las exportaciones a España se multiplicaron por diez entre 1778 y 1796

(Marco, 2011), beneficiando a los nuevos comerciantes y extranjeros, sobre todo en el

Atlántico y el Caribe, el nuevo modelo perjudicaba notablemente los intereses de la élite

comercial criolla, especialmente en el Perú y Nueva España. Además, los beneficiados

comenzarían a demandar mayores libertades comerciales que no llegarían16 y la llegada

de miles de comerciantes peninsulares atraídos por estas medidas también contribuirían

a erosionar la actitud criolla hacia los metropolitanos (Llano, 2002).

Por otro lado, las empresas a las que el Gobierno de Madrid destinaba el dinero de sus

arcas eran tan ajenas a los habitantes de las colonias que cada vez había más gente que

creía que «el plan económico del Gobierno monárquico es, dejar a cada uno buscar

como pueda – mandarle pagar – gastar – y no darle cuentas» (Rodríguez, 1830). Esta

opinión ganó momentum el 4 de diciembre de 1776, cuando por don José de Gálvez,

Ministro de Indias (Intendencias de la Nueva España, 2008), instauró un modelo de

organización fiscal basado en intendencias para facilitar la recuperación económica de

la Corona mediante un mayor control de las finanzas públicas y una crecida de los

ingresos (Marco, 2011).

La influencia y participación internacional

El Reino Unido, por su apetito comercial, tuvo un peso importante durante el proceso.

En un principio neutral por el tinte liberal de la España revolucionaria, con el regreso

16 El revolucionario venezolano Juan Pablo Vizcardo escribía: «¿De qué sirven tantas tierras fértiles, si además de la

falta de instrumentos necesarios para labrarlas, nos es por otra parte inútil el hacerlo más allá de nuestra propia

consumación?» (Vizcardo, 1792?).

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del rey borbón en 1814 comenzó a participar de manera activa en el conflicto, armando

a independentistas hispanoamericanos y permitiendo y favoreciendo que súbditos

ingleses se enrolaran en sus ejércitos. Tras el Trienio Constitucional y el reconocimiento

de las nuevas repúblicas, la contienda se aceleró.

En 1814, tras la total consolidación de la independencia de las Trece Colonias, con la

Paz de Gante, los EEUU adoptaron una naturalidad empática con los americanos y que,

tras la compra de la Florida en 1822 –momento en que EEUU dejó de necesitar

mantener buenas relaciones diplomáticas con España-, se convirtió en un apoyo

evidente. No obstante, debido a su debilidad militar y problemas internos, los EEUU no

tuvieron un papel demasiado relevante en el proceso emancipador del primer cuarto del

siglo XIX (Casanueva de Diego, 2010).

En Europa, la derrota de Napoleón en 1815 motivó la creación de un sistema de

congresos para firmar la paz de Viena, restaurar la Europa anterior a la revolución y

garantizar la paz y estabilidad del continente basada en el absolutismo (Alija, 2009).

Con la instauración del gobierno liberal en España, en 1820, la Santa Alianza,

compuesta por Rusia, Prusia y Austria, junto con Francia se encargarán de acabar con el

nuevo régimen y devolverle el poder absoluto a Fernando VII mediante el contingente

Francés de Los Cien Mil Hijos de San Luis en 1823.

El proceso emancipador

El proceso emancipador fue, en definitiva, un proceso largo y complejo protagonizado

por las minorías blancas donde los enfrentamientos, también entre los propios

americanos, no promovieron un cambio social sino una redistribución del poder, que fue

a parar en manos de las élites criollas (Cruz, 2011).

El proceso en Río de la Plata y Chile

La explosión del proceso emancipador en Buenos aires fue causada por la convergencia

de tres factores fundamentales: la crisis política sobre la posible liberalización del

comercio, entre antiguos beneficiarios del monopolio gaditano y aquellos que buscaban

eliminarlo; la presión de las diferentes potencias europeas para defender sus intereses en

el conflicto; y la rivalidad entre las élites criollas y los burócratas coloniales

(Chiaramonte, 2008).

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Asimismo, los intentos británicos de conquistar el Río de la Plata en 1806 –cuando

Buenos Aires fue tomado durante 45 días- y, más tarde, en 1807 (Martino & Vega, 2006)

hicieron que los criollos empezaran a tomar conciencia de su potencia militar y de la

incapacidad española para asegurar la protección de sus colonias. Especialmente a raíz

de la segunda, cuando los porteños se defendieron ejemplarmente17. El 25 de mayo de

1810 se creó la primera Junta de Gobierno bonaerense, que encabezaría la declaración

de independencia de la ciudad aquel mismo año (Martínez Díaz, 1991).

Buenos Aires comenzó a extender su influencia al resto del virreinato. Pese al éxito

adquirido en Córdoba y Tucumán, su incapacidad para ejercer su autoridad en la región

guaraní, precipitó la declaración de independencia de Paraguay, el 15 de mayo de 1811,

encabezada por José Gaspar Rodríguez de Francia, El Supremo.

La conquista del Alto Perú también falló, por el carácter conservador de la élite

altoperuana que, además, había reprobado las medidas populistas de los bonaerenses en

su región. Tras devolver la región a la dependencia de Lima en julio de 1811, las tropas

peruanas del general Goyeneche hicieron retroceder las fronteras de la zona de

influencia revolucionaria, hasta que Martín de Güemes, apoyándose en el campesinado,

logró detener el avance (CEEFBI, 2010).

Montevideo, que se había erigido como el rival realista de Buenos Aires gracias a la

influencia de los marinos españoles en la ciudad, nueva capital del Virreinato (Amores,

2006), tuvo su primer golpe revolucionario el 28 de febrero de 1811. Este Grito de

Asencio o la Admirable Alarma, pronto atraería a los contingentes revolucionarios

argentinos del general José de Artigas, que fueron ahogados por los portugueses, a

petición del Virrey Francisco Javier de Elío (Martínez Díaz, 1991).

Tras la derrota de Artigas18 en Tucuarembó, el 14 de enero de 1820, la Banda Oriental

(Uruguay) pasó a ser administrada por el Reino de Portugal bajo el nombre de Estado

Cisplatino y, tras 1822, por el nuevo Imperio de Brasil. Sin embargo, el 19 de abril de

1825, un grupo de revolucionarios uruguayos conocidos como Los Treinta y Tres

Orientales sitiaron Montevideo y convocaron una asamblea que declaró la

17 Uno de los héroes de esa guerra fue Manuel Belgrano, que más tarde sería proclamado general del ejército del Alto

Perú, y un símbolo de la independencia., que defendería la emancipación en el Congreso de Tucumán y la creación de una monarquía constitucional en el Río de la Plata (Martínez Díaz, 1991). 18Artigas fue un líder independentista argentino que se había ganado su proscripción por defender posturas demasiado

populares, de protesta social, y que creía en la creación de una nación latinoamericana –algo irónico dado el gran

apoyo popular, indígena y campesino, que recibieron los revolucionarios porteños en el Alto Perú y en la lucha contra

Goyeneche, respectivamente- (Martínez Díaz, 1991).

Juan Sanz Botín

La emancipación de las colonias españolas en América (1810-1826)

15

independencia de Uruguay bajo el gobierno del héroe revolucionario Juan Antonio

Lavalleja el 25 de agosto de 1825. La primera constitución del Estado Oriental del

Uruguay no sería, sin embargo, jurada, hasta el 18 de julio de 1830 (Martínez Díaz,

1991).

El general José de San Martín (1778) tenía experiencias en todos los conflictos bélicos

en los que se había visto envuelta la Península, la guerra contra Francia, la de las

Naranjas, los conflictos contra Inglaterra por Gibraltar y la de Independencia. Pese a

haber nacido en Yapeyú, Argentina, era hijo de peninsulares y se educó en Málaga

(Amores, 2006). Ya como capitán, unos amigos de la masonería19 le instigaron a luchar

por la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, adonde llegaría en

1812. Además de destacar por su triunfo en el Combate de San Lorenzo (3 de febrero

1813), fue el creador del Ejército Andino con el que venció a las tropas realistas

destacadas en Chile en 1818 (Marco, 2011).

En 1813 fue convocada en Buenos Aires una Asamblea General Constituyente que,

además de aprobar una serie de medidas muy progresistas, como la supresión del

mayorazgo y de los títulos nobiliarios, adoptó un escudo y un himno nacional. La

independencia de las Provincias Unidas de Sudamérica llegaría el 9 de julio de 1816 en

Tucumán, en el marco del Congreso General Constituyente20, trasladado a Buenos Aires

en 181721 (Amores, 2006).

Lejos de satisfacer a todos, la Constitución de 1819, que proclamaba una república

unitaria y un régimen económico liberalista, creó una escisión entre las provincias del

interior, de ideas federalistas, y más proteccionistas que las de la burguesía comercial

del litoral. Este conflicto dio lugar a una guerra civil entre el poder centralista porteño y

las provincias, por la autonomía, que no concluiría hasta 1862, con la Constitución de

San Nicolás22 (Martínez Díaz, 1991).

19 Las ideas de la independencia argentina eran representadas por los principios de la Logia Lautaro, en 1812,

liderado por el general José de San Martín. Junto a este, Manuel Belgrano, Martín Miguel de Güemes, Tomás Guido,

Tomás Anchorena, Fray Justo Santa María de Oro, y Juan Martín de Pueyrredón, lucharon por la independencia del

Río de la Plata (Amores, 2006). 20 El plan de Belgrano reflejaba el espíritu del congreso de Tucumán: colonial, democrático, monarquista, doctoral y

pedantesco, con tendencias a la unión, al orden y al americanismo (Mitre, 1947). 21 Originalmente, la independencia era «del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli» pero, desmintiendo

rumores sobre una supuesta anexión a Portugal o Inglaterra, diez días más tarde se añadiría la fórmula «y de toda otra dominación extranjera » (Grosso, 1972). 22 Himno nacional argentino (extracto): Oíd, mortales, el grito sagrado: /«¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!» / Oíd el

ruido de rotas cadenas / ved en trono a la noble igualdad / / Ya su trono dignísimo abrieron / las Provincias Unidas del

Sud / y los libres del mundo responden: / «¡Al gran pueblo argentino, salud!»

Juan Sanz Botín

La emancipación de las colonias españolas en América (1810-1826)

16

En Chile, los líderes de la emancipación fueron José Carrera y sus hermanos, de

ideología radical, y Bernardo O’Higgins, moderado. En 1810, al igual que en casi toda

América, se formó una Junta de Gobierno que convocaría un congreso nacional dividido

en revolucionarios y reformistas, que buscaban pertenecer al Estado español

conservando autonomía. Carrera se hizo con el poder ejecutivo mediante una coalición

y promulgó una constitución en 1812. Sin embargo, por su debilidad militar, O’Higgins

acabaría tomando el poder (Martínez Díaz, 1991).

En 1813, el desembarco de una milicia realista peruana en el sur comenzaría un proceso

bélico que acabaría un año más tarde con la entrada del general sevillano Mariano

Osorio en Santiago. O’Higgins, tras la derrota de Rancagua, en octubre, buscó refugió

en Mendoza, donde se aliaría con San Martín para planear la conquista de Chile. Dos

años más tarde, San Martín y sus tres mil hombres cruzaban los Andes para obtener su

primera victoria en Chacabuco, el 12 de febrero de 1817 (Martínez Díaz, 1991).

La guerra se ganó en abril, con la victoria de Maipú, pese a la derrota de Cancha Rayada

que tanto riesgo para la independencia había supuesto apenas un mes atrás. No obstante,

el sur del país siguió siendo un foco de resistencia realista y el clima político chileno

continuó turbulento, por las tensiones existentes entre los revolucionarios. O’Higgins,

nombrado Director Supremo de la República de Chile, trató de poner fin a esta situación

por medio de la represión social, llegando incluso a ejecutar a su compadre Manuel

Rodríguez, uno de los héroes revolucionarios de Chile, por apoyar a los Carrera23

(Chiaramonte, 2008).

El proceso en el Perú

Tras la liberación chilena, tanto los estadounidenses como los británicos quisieron

involucrarse activamente en la oleada emancipadora latinoamericana. Así, San Martín,

cuya flota en un principio constaba con siete buques de guerra, pasó a estar secundado

por 16 navíos, gracias a la escuadra de Lord Cochrane. No obstante, con sólo 4.500

soldados los revolucionarios habrían de plantar cara a un virreinato escoltado por más

de 20 mil24.

23 El periódico "La Crónica Argentina", órgano de ideas democráticas, se encargaba de comentar estas palabras: "No puede haber monarquía sin despotismo." (Mitre, 1947). 24 Se calcula que el número de hombres que lucharon al servicio del rey durante las guerras de independencia, hasta

1825, fue de algo menos de 30 mil españoles, de los 50 mil que se encontraban en todo el territorio americano,

especialmente en Cuba (de Vergara, 2006).

Juan Sanz Botín

La emancipación de las colonias españolas en América (1810-1826)

17

Efectivamente, San Martín era consciente de la necesidad de una estrategia que fuera lo

suficientemente infalible como para tener alguna oportunidad de obtener la victoria en

el Perú, donde las primeras Juntas de Gobierno habían nacido en 1814. Confiaba en

aprovechar el agotamiento del virreinato por la erosiva duración de la guerra, el bloqueo

comercial que pudiera quebrar la lealtad política de los terratenientes locales, y el apoyo

de la población indígena (Amores, 2006).

El desembarco de San Martín en la Bahía de Paracas se produjo el 7 de septiembre de

1821. Los alzamientos espontáneos en varias ciudades, especialmente en Trujillo el 29

de diciembre de 1820, gracias al cambio de bando del Marques de Torre Tagle, dieron

una posición ventajosa a los republicanistas. El 25 de septiembre de 1820 el virrey

Joaquín de la Pezuela convocó una reunión para negociar con San Martín, que no dio

ningún resultado por los irreconciliables intereses de ambos interlocutores25.

Tras este fracaso, el 28 de julio de 1821 San Martín tomaba Lima y era nombrado

Protector del Perú26, donde siguió dictatorialmente una política muy conservadora con

el fin de ganarse la confianza de la oligarquía peruana, que tanto había temido con el

golpe de Estado liberal de 1820. El 1 de agosto San Martín proclamaba: «El Perú es,

desde este momento, libre e Independiente. Por la voluntad general de los pueblos y por

la justicia de su causa que Dios defiende. ¡Viva la Patria!, ¡Viva la Libertad!, ¡Viva la

Independencia!» (Cruz, 2011).

Antes de 1822, el proceso bélico se había estancado en las montañas, donde indios

mapuches y pequeños lugartenientes llevaban a cabo una guerra de desgaste. El 26 de

julio, San Martín y Bolívar se reunieron en la Conferencia de Guayaquil para discutir el

futuro del Virreinato del Perú. Este último se encargó, según lo pactado, de continuar la

guerra en el virreinato peruano en reemplazo del primero.

El general Bolívar (1783-1830), también llamado El Libertador, era un venezolano

miembro de la aristocracia hacendada, con una rica educación humanista, y

conocimiento de Europa. Pese a no ser un militar profesional, sus dotes estratégicas le

reportaron grandes éxitos en la Independencia Venezolana y la batalla de Ayacucho

(Marco, 2011). Sus ideas políticas para el futuro de América consistían en «formar de

25 El 29 de enero de 1821, se produjo el pronunciamiento de Aznapuquio en el que el virrey, adepto al absolutismo, fue derrocado por una serie de políticos liberales encabezados por el general José de la Serna (EJCYL, 2012). 26 El protectorado de San Martín duró un año y diecisiete días y, en este período, se sentaron las bases de la nación:

acuñación de moneda, bandera, himno, creación de un sistema legal, administrativo y judicial, fundación de una

biblioteca nacional…

Juan Sanz Botín

La emancipación de las colonias españolas en América (1810-1826)

18

todo el Mundo Nuevo una sola Nación con un solo vínculo, que ligue sus partes entre sí

como un todo» (Bolívar, 1815). No obstante, jamás lograría ver su ideal realizado, por

las complejidades sociales y, especialmente, territoriales de la España americana

(Amores, 2006).

Bolívar venció las tropas del nuevo virrey La Serna en Junín en agosto de 1824 y Sucre

en Ayacucho. En 1825 Sucre derrotó a los últimos insurgentes y, en 1826, al último

foco de lucha realista organizada: la guarnición de El Callao. «El Perú es, desde este

momento, libre e Independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia

de su causa que Dios defiende. ¡Viva la Patria!, ¡Viva la Libertad!, ¡Viva la

Independencia!» –San Martín (1 de agosto de 1821).

El proceso en Nueva Granada

El 19 de abril de 1810 se había producido una revolución en Venezuela con la

participación de un jovencísimo Bolívar. El cabildo de Caracas destituyó al Capitán

General de Venezuela para crear una Junta Suprema. Un año más tarde, el 2 de marzo,

un triunvirato encabezado por Cristóbal de Mendoza se encargó de hacer los

preparativos para la independencia, el 5 de julio (Marco, 2011).

Francisco de Miranda (1750-1816), El Americano Más Universal, militar venezolano

con experiencia Revolución de las Trece Colonias y en la francesa de 1789, sería

nombrado en 1812 Dictador plenipotenciario y Jefe Supremo de los Estados de

Venezuela, con apoyos principalmente en la zona litoral.

La derrota se debió a la gran influencia de los realistas en el centro y el interior del

territorio unida al inexorable avance de las tropas realistas de Juan Domingo de

Monteverde, que llevó consigo la pérdida de la cardinal guarnición de Puerto Cabello,

bajo comando de Bolívar, así como de diversos apoyos que se cambiaron al bando

realista –como los hacendados del litoral cocotero, que temían revueltas entre sus

esclavos, como había ocurrido en Haití en 1791 (Amores, 2006).

Así, en julio de 1812 Miranda firmó un armisticio en la ciudad de San Mateo con los

españoles y se preparó para embarcarse al día siguiente. Por estas dos decisiones, un

grupo de militares, entre los que se encontraba el propio Bolívar, lo apresaron y

entregaron a los realistas. Miranda murió en Cádiz en 1816, de acuerdo con la

historiadora Carmen Bohórquez, como el chivo expiatorio de la primera derrota

revolucionaria en Venezuela (Hernández González, 2009).

Juan Sanz Botín

La emancipación de las colonias españolas en América (1810-1826)

19

La rebelión continuaba, sin embargo, en Cumaná y e Isla Margarita, sostenida por

negros y mulatos y encabezada por Santiago Mariño. En una espiral de violencia, los

rebeldes comenzaron a masacrar a la multitud de colonos canarios que se habían

asentado en la región. Así, en junio de 1813 Bolívar proclamaba la llamada “guerra a

muerte”, que concluiría un mes más tarde, cuando los rebeldes llegaron a Caracas.

No obstante, la participación de los terratenientes ganaderos de los Llanos venezolanos

volvió a darle el poder a los realistas, bajo la dirección de José Tomás Boves, que

venció a los ejércitos de Bolívar en los Andes y a los de Mariño en la costa. Bolívar

huiría entonces a Nueva Granada y a Jamaica, y Venezuela se alzaría realista,

especialmente a partir de 1815, con la llegada de los 10 mil efectivos enviados a las

órdenes del general Pablo Morillo para sofocar la revolución en Nueva Granada

(EJCYL, 2012).

Gracias a su alianza con Antonio Páez, cabecilla revolucionario de los Llanos, al

regresar en 1816, Bolívar volvió a tener esperanzas en la conquista venezolana. En

febrero de 1819 se convocó en Angostura un segundo congreso constituyente en el que

se sentaron las bases de la República de Colombia, con Capital en Santa Fe (actual

Bogotá) y compuesta por Venezuela, Cudinamarca (antigua Nueva Granada) y Quito

(Ecuador, aunque todavía bajo dominio Español) (Bolívar, 1819).

El 7 de agosto, Bolívar y sus tres mil hombres obtuvieron la victoria en Boyacá, lo que

supuso el control de Bogotá y de las regiones central y norte de Nueva Granada.

Además, el golpe de Riego en la Península, que había desestabilizado la organización

militar realista, confirió una ventaja estructural a los revolucionarios. Bolívar entraría en

Caracas en junio de 1821, con la batalla de Carabobo, y Sucre, en Quito, en mayo de

1822, con la batalla de Pichincha

El Congreso de Cúcuta de 1821 (30 agosto-3 octubre) dio lugar a una constitución para

una Colombia más centralizada que la dibujada en Angostura tres años atrás. República

de la que Francisco de Paula Santander sería el primer gobernante de facto, aunque el

enorme poder de Páez sobre el ejército revolucionario se convertiría en una peligrosa

fuente de inestabilidad para el gobierno de Santander, a menudo percibido como

excesivamente liberal (CEEFBI, 2010).

Juan Sanz Botín

La emancipación de las colonias españolas en América (1810-1826)

20

El proceso en Nueva España

«¡Viva la Virgen de Guadalupe! ¡Abajo el mal gobierno! ¡Viva Fernando VII!». Estas

fueron las palabras que resonaron en la villa de Dolores27 (Guanajuato) la madrugada

del 16 de septiembre de 1810. Reunidos en torno a un estandarte de la Virgen de

Guadalupe, el párroco Miguel Hidalgo instigó a la población –especialmente peones

indios y mestizos- a tomar armas contra la administración del Virreinato de Nueva

España (Marco, 2011). Con la matanza de la alhóndiga de Guanajuato, donde se

guarecían los notables de la ciudad, la causa revolucionaria perdió inmediatamente el

apoyo de la élite mexicana durante una década.

El ejército rebelde tomó Celaya, Guanajuato y Valladolid en dos días y venció a las

tropas realistas en el Monte de las Luces, pero cometieron el error de no avanzar hasta

Ciudad de México por miedo de ser cercados. Esto precipitó la derrota de los 80.000

hombres de Hidalgo, batallón muy desorganizado, a manos de los 7.000 del general

realista Trujillo. Hidalgo fue capturado y ejecutado (González, 2009).

A pesar de esta derrota, y del retraimiento territorial que trajo consigo, el movimiento

insurgente aumentó y se unió al encabezado por José María de Morelos, otro cura, en la

región de Tierra Caliente. Pronto dominarían Oaxaca, Tehuacán y Acapulco. En 1813,

Morelos declararía la independencia de la República de México, que duraría poco. En

1815, Morelos fue capturado y fusilado (González, 2009).

El radicalismo popular de Morelos28 favoreció la unión de criollos y peninsulares en

defensa del orden, así como de la Iglesia, que temía perder poder en el territorio

mexicano. No obstante, en 1820, temerosos de los cambios que el nuevo orden liberal

pudiera llevar a las colonias, muchos realistas se cambiaron al bando independentista,

como Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero.

Estos dos militares criollos diseñaron el Plan de Iguala, que describía un México

independiente, católico y socialmente igualitario (entre razas, y entre criollos y

peninsulares) gobernado por un infante nombrado por el rey de España (González,

2009). El llamado Ejército Trigarante se apoderó rápidamente de todo el territorio en

una guerra que concluyó en septiembre de 1821.

27 El golpe ya había sido preparado en Valladolid, San Miguel el Grande, Dolores y Querétaro por grupos criollos y

con apoyo de representantes de las élites, pero el golpe fue descubierto y Miguel Hidalgo tuvo que actuar de inmediato (González, 2009). 28 «Que quede abolida la hermosísima jerigonza de calidades indio, mulato o mestizo, tente en el aire, etc. y sólo se

distinga la regional, nombrándonos todos generalmente americanos» (Morelos, 1813).

Juan Sanz Botín

La emancipación de las colonias españolas en América (1810-1826)

21

Los Tratados de Córdoba reflejan el reconocimiento español de la independencia de

México29, que conservaría las fronteras del Virreinato de Nueva España excluyendo las

capitanías generales de Cuba, Santo Domingo y Filipinas, todavía fieles a la Corona

(Lynch, 2001). Un año más tarde Iturbide se hizo nombrar emperador y, sin apoyos,

habría de huir del país. En 1824 la nueva constitución dio paso a una nueva etapa de

convulsión política que concluiría con las denominadas invasiones norteamericanas.

En Centroamérica, por otro lado, Gabino Gainza, último gobernador de la capitanía

general de Guatemala, había convocado una junta de notables para discutir la

declaración de independencia, a raíz de la escisión de la intendencia de Chiapas, que se

uniría a México el 14 septiembre de 1824. El 1 de julio de 1823, en un congreso con

representantes de todos los territorios centroamericanos, se declaró la emancipación de

las Provincias Unidas del Centro de América con capital en Guatemala. Independientes

de España, de México y de cualquier otra nación. Sin embargo, la federación no duraría

mucho: Nicaragua declaró su independencia en abril de 1838, y fue seguida por todas

las demás30 (Amores, 2006).

El Congreso Anfictiónico de Panamá

La hora de la verdad había llegado para los revolucionarios americanos. Entre el 22 de

junio y el 15 de julio de 1826 se convocaron en el Convento de San Francisco, en la

ciudad de Panamá, representantes de todos los territorios iberoamericanos (el Alto Perú

acababa de ser liberado por Bolívar y Sucre), el Reino Unido y Holanda para discutir el

futuro de Hispanoamérica.

Este congreso era la realización del máximo sueño de Bolívar, que, a pesar de ser

consciente de las dificultades territoriales, económicas y militares de su proyecto31,

defendía la creación de una federación de estados independientes y dirigidos de manera

centralista 32 (Beluche, 2006). Según el mismo: «este Congreso parece destinado a

29 Es necesario destacar que el Virreinato de Nueva España se extendía por en norte del México actual y abarcaba los

Estados de California, Nevada, Utah, y grandes porciones de Colorado, Arizona, Nuevo México, Wyoming, Ocklahoma, Kansas y Texas, hoy en día pertenecientes a los EEUU. 30 Nicaragua firmaría su independencia en abril de 1838; Costa Rica, a la vez que Honduras, en noviembre de 1838; Guatemala, en abril de 1839 y, por último, El Salvador, en enero de 1841. (CEEFBI, 2010) 31 Él mismo reconocería, en su Carta de Jamaica: «Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una

religión, debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes estados que hayan de

formarse; mas no es posible, porque climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes, dividen a la América» (Bolívar, 1815). 32 Principalmente para prevenir el fracaso como el de las primeras repúblicas independizadas en América, en el llamado período de “la patria boba” (Beluche, 2006).

Juan Sanz Botín

La emancipación de las colonias españolas en América (1810-1826)

22

formar la liga más vasta, o más extraordinaria o más fuerte que ha aparecido hasta el día

sobre la tierra. La Santa Alianza será inferior en poder a esta confederación [...]».

Los puntos que conformaban la agenda del congreso eran de vital importancia para las

nuevas repúblicas, como renovación y creación de tratados comerciales y de navegación,

con respecto a la esclavitud, la conservación de las fronteras coloniales de 1810 y en

materia de derecho internacional. A este respecto, se discutieron las independencias de

Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Canarias y, de una forma u otra, se aceptó el liderazgo de

los EEUU de Monroe como medida de protección contra nuevos ataques españoles

(Alija, 2009).

También se trató de mantener una serie de contingentes militares hispanoamericanos,

pero esta, junto con muchas de otras medidas, fracasó por la precaria situación

económica y política de la mayoría de los integrantes de la Conferencia (Beluche, 2006).

Ello, unido a la falta de popularidad del modelo bolivariano causó el desengaño de

Bolívar, que comentó: “El Congreso de Panamá sólo será una sombra”. Lo cierto es que

tenía razón, y las sucesivas conflagraciones bélicas estalladas por discrepancias entre

sus miembros lo confirmaron (Pinillos, 2010).

Consecuencias de la emancipación

Es interesante observar cómo, al contrario de lo que ocurrió en Brasil, donde el Imperio

independiente conservó la unidad colonial, las colonias españolas quedado

fragmentadas en un gran número de Estados independientes. Además, el proceso

emancipador hispano no sólo fue más violento y extenso en el tiempo, sino que los

conflictos bélicos no cesaron en el momento de la independencia (Prados de la Escosura

& Amaral, 1993). En términos económicos, los enormes gastos militares y la debilidad

de los medios de producción tras guerra trajeron exigentes políticas impositivas que

agravaron el malestar social en muchos territorios (EJCYL, 2012).

La movilización popular que llevó consigo el proceso emancipador, en algunos casos,

había provocado la división en dos bandos que, con la erosión de la disciplina social y el

aumento de las diferencias entre pobres y ricos –que en muchos casos habían ganado

mucho poder-, degeneró en verdaderas guerras civiles. Efectivamente, la revolución no

implicaba un cambio social, como reclamaron Artigas e Hidalgo, sino una

redistribución de poder conservando modelo jurídico y social español (Cruz, 2011). El

Juan Sanz Botín

La emancipación de las colonias españolas en América (1810-1826)

23

pueblo, por su parte, tendió a ser marginado en los procesos políticos de toma de

decisiones (Marco, 2011).

Una de los aspectos positivos que conllevó la independencia fue el incremento de la

tolerancia social entre los americanos, con la que el viejo sistema de castas comenzó a

decaer en favor de la movilidad social. Para ganarse el favor de la gente muchos

políticos habían recurrido a políticas populistas que beneficiaban a indios, mestizos y

negros (como la abolición del tributo o la esclavitud) y la necesidad de fortificar y

construir nuevos ejércitos americanos trajo consigo la incorporación de reclutas de

diferentes estratos sociales y étnicos (Marco, 2011). Muchos españoles, por otro lado,

hubieron de exiliarse, o bien por las circunstancias de la guerra, o bien por las leyes de

expulsión promulgadas en diferentes regiones a lo largo del movimiento emancipador

(Kamanovitz, 2008).

Muy al pesar de los detractores del modelo político bolivariano, lo cierto es que la

balcanización política y la anemia financiera que sufrieron los nuevos Estados fue

consecuencia de la excesiva descentralización del territorio hispanoamericano

(Hernández Sánchez-Barba, 2009). Esta realidad, que había sido lidiada por los EEUU,

una federación con una unidad admirable y un emprendimiento político que les llevaría

muy lejos, sería la lacra del sistema iniciado por la Conferencia de Panamá y

transmitiría una gran vulnerabilidad a los territorios ex coloniales (Llano, 2002).

Si bien el reducido tamaño de los Estados supuso que los criollos podían disponer de la

totalidad de su excedente económico, en algunos países sin una población autóctona

estable donde no se había establecido un pacto claro entre la élite criolla y los españoles,

esta ventaja degeneró en pobreza, corrupción y mala administración, con constantes

cambios políticos que prevenían una eficaz distribución de bienes públicos 33

(Kamanovitz, 2008). Por otro lado, en los países que, conservando las fronteras

coloniales, no hubieron de hacer cara a grandes guerras, como Argentina34, Chile o

Costa Rica, el progreso llegó pronto, estableciéndose como países comerciales de tipo

liberal que gozaban de estabilidad política35.

33 En Colombia, por ejemplo, se promulgaron nueve constituciones diferentes entre 1830 y 1916, y en el mismo período, Venezuela y Ecuador tuvieron doce (Kamanovitz, 2008). 34 En Río de la Plata, por ejemplo, donde la marginación comercial y la impuesta fiscalidad impedían que la zona se

desarrollase, el «el contrabando puso las bases de lo que sería el más importante centro de negocios del Atlántico Sur

en la segunda mitad del siglo XVIII, proporcionando experiencia a los mercaderes y creando las primeras fortunas»

(Cerdá Crespo, 2008). 35 Ninguno de estos países tuvo más que una constitución durante el período mencionado (Kamanovitz, 2008).

Juan Sanz Botín

La emancipación de las colonias españolas en América (1810-1826)

24

En España, pese a la enorme importancia de la plata americana para las arcas de la

Corona, lo que para los comerciantes gaditanos, los aristócratas y la administración

española fue un auténtico desastre, para el español humilde no significó mucho. En

cualquier caso, la posesión de Cuba, Filipinas y Puerto Rico almohadillaron el desastre

económico (Prados de la Escosura & Amaral, 1993). Según John H. Coastworth, «los

beneficios económicos derivados de la destrucción del orden institucional fueron

grandes y proporcionales a los elevados costes impuestos por la ineficiente organización

económica del antiguo régimen». Fernando VII murió en 1833 y el 4 de diciembre de

1836, su hija Isabel II recibía la autorización parlamentaria para renunciar a cualquier

derecho soberano sobre los territorios independizados.

Pese a la discrepancia de algunos historiadores, se suele dar por hecho que el abandono

de un sistema político mercantilista como el existente en la Corona Española, supuso el

inmediato crecimiento económico y transformación estructural de las nuevas repúblicas.

Muchos añaden, asimismo, que las colonias dejaron de estar subordinadas a la débil

España para estarlo a un poder emergente y capitalista, como el Reino Unido en el siglo

XIX y los EEUU en el XX, que encontraron las puertas abiertas a un nuevo y riquísimo

mercado que había dejado de ser monopolizado por los españoles (Prados de la

Escosura & Amaral, 1993).

Asimismo, la independencia de las colonias españolas, unida al incipiente crecimiento

de los EEUU, ya perceptible en la segunda mitad del siglo XIX, facilitaron la aplicación

de la Doctrina Monroe en todo el continente. Así, EEUU se declaraba opositor de

cualesquiera futuribles tentativas de colonización o intervención europea en América,

percibido como una amenaza para la paz y la seguridad, y desechaba su injerencia

política en asuntos europeos (Casanueva de Diego, 2010).

Lo cierto es que «la idea de Monroe de lo que constituía los asuntos americanos de todo

el hemisferio occidental era realmente expansiva» (Eliot, 1980). Así, la independencia

de las colonias también daría lugar a una etapa en la que los EEUU adoptaron políticas

muy comparables a las de los reyes europeos de la época, al buscar extender sus

territorios, comercio, influencia y poder a toda costa. Sería el comienzo de una época de

oportunidades pero también de desdichas para los habitantes de lo que una vez fueran

colonias españolas en América (Hernández Sánchez-Barba, 2009).

Número de palabras: 8.605

Juan Sanz Botín

La emancipación de las colonias españolas en América (1810-1826)

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Bibliografía:

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