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Universidad de CórdobaEscuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos y de Montes
Instituto de Sociología y Estudios CampesinosPrograma de Doctorado en Agroecología, Campesinado e Historia
Acción Colectiva y Procesos de TransiciónAgroecológica en Rio Grande do Sul, Brasil
José Antônio CostabeberTESIS DOCTORAL
1998
Acción Colectiva y Procesos de Transición
Agroecológica en Rio Grande do Sul, Brasil
Por José Antônio Costabeber
Director Eduardo Moyano Estrada
Tesis presentada como parte de los requerimientos para optar al grado de Doctor en Agronomía.
Programa de Doctorado en Agroecología, Campesinado e Historia Instituto de Sociología y Estudios Campesinos
Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos y de Montes Universidad de Córdoba – España
Octubre de 1998
“La crisis pone en marcha, aunque no sea más que por un momento, aunque no sea más que en estado naciente, todo aquello que puede aportar cambio, transformación, evolución” (Morin, 1995:172).
Dedico este trabajo a
Angelo (in memoria) y Utilina, mis padres
Ijoni Hilda, más que esposa, una gran amiga
Ane Micheli y Giampaolo, nuestros amados hijos
AGRADECIMIENTOS
Durante el período en que he trabajado en la realización de esta tesis, fueron
muchas las personas e instituciones que, de un modo u otro, han influido en su desarrollo
y contribuido a que llegara a su término. A pesar de la dificultad de recordar a todas, es
necesario señalar aquellas que representaron algo de especial.
Todavía en Brasil, en la fase de preparación de mi venida a Córdoba, recibí
importantes y decisivos apoyos de Adayr da Silva Ilha, Eduardo Guillermo Castro,
Joaquim Anecio Almeida y Roberto T. Neder.
Mi llegada a Córdoba fue ampliamente facilitada por el apoyo de José Renato
Duarte Fialho y sus familiares. A ellos mis sinceros agradecimientos.
Mientras estudiaba en la Universidad de Córdoba, he tenido el privilegio de contar
con las enseñanzas y la amistad de varios maestros. Entre ellos, quiero destacar a
Eduardo Moyano Estrada, Eduardo Sevilla Guzmán, Fernando Sánchez de Puerta Trujillo
(mi Tutor), José Taberner Guasp, Manuel Pérez Yruela, Rafael Morales Ruíz y Roberto
García Trujillo. Asimismo, fueron muchas las posibilidades de participación en cursos y
seminarios promovidos en el seno del ISEC, IESA y Universidad Internacional de
Andalucía, donde también tuve la oportunidad de escuchar y debatir con un sinnúmero de
profesores e investigadores vinculados a mi tema de estudio.
La tarea académica que me ocupó en los últimos años se hizo menos dura justo por
la oportunidad de convivir con los colegas del doctorado y sus familias que se
enfrentaban a los mismos objetivos y desafíos. A todos ellos mis agradecimientos. Y, en
especial, nos marcó mucho la convivencia fraterna con el “muchacho” Marcelo Héctor
Recarey, el “casi hermano” Eros Marion Mussoi y el “compañero de todas las horas”
Francisco Roberto Caporal, así como con sus familias.
María Angeles Plata, del ISEC, y María Dolores Vélez, de la sección de Doctorado
de la Universidad de Córdoba, mis agradecimientos por su colaboración.
Agradezco también a Antonia Palacios y a Antonio Quesada, por su simpatía y
sincera amistad.
Mariléa Fabião Borralho y Gustavo Ramón Cimadevilla, con sus mensajes
animadoras, estuvieron presentes y contribuyeron en momentos importantes.
Mis agradecimientos muy particulares al colega y amigo Gilberto Luiz Marin Righi,
por su inestimable apoyo a lo largo de estos cuatro años.
Durante mi estancia en Rio Grande do Sul, de marzo a mayo de 1997, para la
realización de la investigación de campo, he contado con la colaboración de varios
colegas, entre los que destaco: Alberto Bracagioli, Ari Uriartt, Arno Borowski, Emocir
Santos, Jorge Vivan, Fábio Esswein, Laercio Meirelles, Lino Moura, Luiz Boemeke, Luiz
Moresco, Luiz Wolf, Maria Guazzelli, Neudi Balancelli, Sanderlei Pereira, Soel Claro y
Sebastião Pinheiro. Asimismo, tuve la felicidad de conocer y conversar con más de 40
agricultores ecológicos, que me proporcionaron informaciones valiosas para los fines de
esta tesis doctoral; especialmente a ellos, dedico los mayores agradecimientos.
También quiero decir que mi participación en el Programa de Doctorado en
“Agroecología, Campesinado e Historia” de la Universidad de Córdoba fue posible gracias
al apoyo institucional que recibí tanto de la Associação Rio-grandense de
Empreendimentos de Assistência Técnica e Extensão Rural (EMATER/RS), como del
Conselho Nacional de Desenvolvimento Científico e Tecnológico (CNPq).
Finalmente, es necesario destacar que la elaboración de esta tesis doctoral me ha
enseñado lo cuanto es importante tener un acompañamiento sistemático y el apoyo
constante del Director de Tesis. Desde de diciembre de 1997, hemos contado con la
amistad y la orientación de Eduardo Moyano Estrada. A él le agradezco sinceramente por
su extremada dedicación y entusiasmo para que esta tarea académica pudiera llegar a su
final.
ÍNDICE
PRESENTACIÓN..................................................................................................... 1
El contexto académico.......................................................................................... 1
Estructura de la tesis doctoral............................................................................... 2
1. Crisis agraria, sustentabilidad y transición agroecológica ................................. 7
2. Modernización agrícola y diferenciación social en Rio Grande do Sul ............ 12
3. Antecedentes de la tesis doctoral ................................................................... 15
Bases empírica y metodológica de la investigación................................................ 21
1. Sobre el marco de referencia de la investigación............................................ 21
2. Las hipótesis de trabajo .................................................................................. 28
3. Los objetivos de estudio ................................................................................. 30
4. Consideraciones metodológicas ..................................................................... 31
4.1. Registro de las organizaciones de agricultores ........................................ 31
4.2. Unidades de análisis y criterios de selección ........................................... 34
4.3. Los instrumentos y las técnicas de investigación ..................................... 38
5. A modo de conclusión .................................................................................... 43
Sobre la agricultura familiar en el desarrollo capitalista .......................................... 47
1. Perspectiva marxista tradicional ..................................................................... 48
2. Perspectiva liberal tradicional ......................................................................... 57
3. Perspectiva chayanoviana .............................................................................. 68
4. Perspectiva agroecológica.............................................................................. 78
5. A modo de conclusión .................................................................................... 87
Transición agroecológica: del productivismo a la ecologización ............................. 91
1. La hegemonía del paradigma productivista..................................................... 91
1.1. La revolución verde y su estado de “crisis”............................................... 91
1.2. La biotecnología como “respuesta” a la crisis........................................... 99
2. La emergencia del paradigma de la sustentabilidad ..................................... 104
2.1. Sobre el medio ambiente y desarrollo .................................................... 105
2.2. Sobre el marco del desarrollo sostenible................................................ 109
2.3. Sobre la agricultura y el contexto de la sustentabilidad .......................... 120
3. La transición hacia una agricultura con base ecológica ................................ 129
3.1. La ecologización de la agricultura y las vías de la transición .................. 131
3.2. La transición desde el enfoque agroecológico........................................ 140
4. A modo de conclusión .................................................................................. 142
Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul ............................................... 147
1. Características geopolíticas de Rio Grande do Sul ....................................... 148
2. Sobre la ocupación del territorio gaucho....................................................... 152
3. Sobre el contexto general del desarrollo de la agricultura gaucha ................ 165
3.1. Caracterización del proceso de modernización ...................................... 166
3.2. Aspectos demográficos y fundiarios ....................................................... 187
3.3. Algunos indicadores del cambio tecnológico .......................................... 194
3.4. La producción agropecuaria gaucha - algunos datos ............................. 199
3.5. La participación de las unidades familiares de producción ..................... 205
4. Sobre las organizaciones de agricultores en Rio Grande do Sul................... 209
4.1. Las organizaciones profesionales agrarias............................................. 209
4.1.1. Representación de intereses en la agricultura patronal.................... 209
4.1.2. Representación de intereses en la agricultura familiar ..................... 216
4.1.3. Representación de intereses en el cooperativismo agrícola............. 226
4.2. Las organizaciones de agricultores con orientación ecológica ............... 231
4.2.1. Organizaciones para la “gestión del suelo y el agua” ....................... 234
4.2.2. Organizaciones orientadas a “procesos no convencionales”............ 240
5. A modo de conclusión .................................................................................. 245
Transición agroecológica y acción social colectiva............................................... 249
1. Sobre la transición ........................................................................................ 249
2. La multidimensionalidad del proceso de cambio: una aproximación teórica.. 251
3. Dimensiones del proceso de cambio: su nivel empírico ................................ 263
3.1. Sobre la dimensión económica .............................................................. 263
3.2. Sobre la dimensión social....................................................................... 272
3.3. Sobre la dimensión medioambiental....................................................... 282
4. La acción colectiva como “motor” de la transición agroecológica.................. 291
5. A modo de conclusión .................................................................................. 293
Caracterización de las experiencias asociativas................................................... 297
1. La “Associação dos Fruticultores Ecológicos de Sobradinho”....................... 297
1.1. Contexto de génesis y desarrollo ........................................................... 298
1.2. Base social y estructura organizativa ..................................................... 305
1.3. Enfoque tecnológico y estratégico.......................................................... 308
1.4. La AFES o la coexistencia entre lo convencional y lo ecológico............. 311
2. La “Associação dos Agricultores Ecologistas de Ipê e Antonio Prado”.......... 314
2.1. Contexto de génesis y desarrollo ........................................................... 314
2.2. Base social y estructura organizativa ..................................................... 321
2.3. Enfoque tecnológico y estratégico.......................................................... 325
2.4. La AECIA o la agricultura ecológica como utopía social ......................... 329
3. La “Associação dos Produtores Ecologistas da Linha Pereira Lima”............. 332
3.1. Contexto de génesis y desarrollo ........................................................... 333
3.2. Base social y estructura organizativa ..................................................... 339
3.3. Enfoque tecnológico y estratégico.......................................................... 342
3.4 La experiencia de Ipê o una vía hacia la modernización ecológica.......... 344
4. La “Associação dos Citricultores Ecológicos do Vale do Caí” ....................... 347
4.1. Contexto de génesis y desarrollo ........................................................... 347
4.2. Base social y estructura organizativa ..................................................... 354
4.3. Enfoque tecnológico y estratégico.......................................................... 358
4.4 La ECOCITRUS o una vía empresarial hacia la ecologización................ 362
5. A modo de conclusión .................................................................................. 364
Conclusiones ....................................................................................................... 369
Bibliografía ........................................................................................................... 381
Anexos................................................................................................................. 407
Anexo I ............................................................................................................. 407
Anexo II ............................................................................................................ 411
Anexo III ........................................................................................................... 414
Anexo IV........................................................................................................... 419
Anexo V............................................................................................................ 420
1
PRESENTACIÓN
El contexto académico
La presente investigación fue desarrollada en el periodo comprendido entre
noviembre de 1994 y octubre de 1998, durante la estancia del doctorando en la
Universidad de Córdoba como alumno del Programa de Doctorado en “Agroecología,
Campesinado e Historia”, impartido por Instituto de Sociología y Estudios Campesinos
(ISEC).
El doctorando es Ingeniero Agrónomo por la Universidad Federal de Santa Maria,
Brasil (1978), y posee un “Master of Science” en Extensión Rural por la misma
Universidad (1989). Hoy en día es extensionista rural de la “Associação Rio-grandense
de Empreendimentos de Assistência Técnica e Extensão Rural” (EMATER/RS), entidad
responsable de los servicios oficiales de asistencia técnica y extensión rural en el estado
de Rio Grande do Sul. Merece la pena destacar que la permanencia del doctorando en
España para seguir el Programa de Doctorado y realizar esta Tesis Doctoral, fue posible
gracias al apoyo institucional recibido de la EMATER-RS, empresa a la cual está
vinculado desde hace 20 años, y del “Conselho Nacional de Desenvolvimento Científico e
Tecnológico” (CNPq), que le concedió una beca de estudios para la realización de su
labor de investigación.
El tema de estudio de esta tesis, titulada “Acción Colectiva y Procesos de
Transición Agroecológica en Rio Grande do Sul, Brasil”, no surge por casualidad, y es el
resultado de una serie de reflexiones que viene efectuando el doctorando respecto a la
realidad de la agricultura familiar de Rio Grande do Sul. A decir verdad, la labor como
extensionista siempre ha supuesto su vinculación con los pequeños agricultores
familiares, en la búsqueda de alternativas de producción que hagan viable el desarrollo
socioeconómico de los sectores que todavía no han logrado beneficiarse de los avances
tecnológicos basados en el modelo de agricultura convencional. La participación en la
Maestría de Extensión Rural (1986-1989) le permitió aproximarse al tema de la “energía
en agroecosistemas” en el contexto de las pequeñas unidades familiares de producción.
2
La cuestión agro-ambiental, la pequeña producción familiar y los modelos alternativos de
agricultura continuaron siendo temas de interés para el doctorando, principalmente a
partir de su vinculación con el grupo “Ecodesarrollo” de investigación, con sede en Santa
Maria. La búsqueda de estas respuestas siempre supuso la posibilidad de adecuar los
servicios de la extensión rural oficial a la realidad de la pequeña producción familiar en la
actual fase de desarrollo del capitalismo en la agricultura de Rio Grande do Sul.
La participación en el Programa de Doctorado, impartido por el ISEC en la
Universidad de córdoba, representó una oportunidad más para que el doctorando siguiera
su formación académica, buscando respuestas aplicables a su ambiente de trabajo, la
Extensión Rural de Rio Grande do Sul, Brasil. Tras la finalización del programa y la
presentación del correspondiente proyecto de tesis doctoral, el doctorando se trasladó a
Rio Grande do Sul, donde realizó —entre marzo y mayo de 1997— la recogida de datos
empíricos, entrevistando a agricultores y asesores técnicos de una docena de
asociaciones de agricultores ecológicos. La vinculación con el Instituto de Estudios
Sociales Avanzados de Andalucía (IESA), a través de su Director de Tesis, a partir de
diciembre de 1997, completó un cuadro favorable para la continuidad de la elaboración
de esta tesis.
Estructura de la tesis doctoral
La tesis doctoral que aquí presentamos está estructurada de la siguiente forma: una
introducción, seis capítulos, conclusiones, bibliografía y anexos.
En la Introducción presentamos una aproximación al contexto general en el que se
inserta nuestra investigación, destacando la crisis agraria actual y el reto que supone
alcanzar niveles más equilibrados de sustentabilidad en la agricultura riograndense, en un
ambiente marcado por la diferenciación social.
El capítulo I trata sobre las bases empíricas y metodológicas de esta tesis doctoral.
Tras contextualizar el marco de referencia de la investigación, se exponen las hipótesis y
objetivos del estudio, así como los procedimientos metodológicos utilizados para la
selección de las unidades de análisis y para la realización de la recogida de los datos
empíricos en Rio Grande do Sul
3
En el capítulo II se aborda el tema de la “Agricultura familiar en el desarrollo del
capitalismo”, revisando las perspectivas marxista clásica, liberal tradicional, chayanoviana
y agroecológica.
El capítulo III está dedicado al tema de la “Transición agroecológica: del
productivismo a la ecologización”. Nuestro recorrido parte de lo que consideramos la
hegemonía del paradigma “productivista”, pasando por la emergencia del paradigma de la
“sustentabilidad”, y finaliza con el tema de la transición hacia una “agricultura con base
ecológica”.
El capítulo IV es dedicado a una caracterización general de la agricultura y de la
sociedad rural de Rio Grande do Sul. Tras un breve resumen de la ocupacion del territorio
e inicio de las actividades agropecuarias, señalamos algunos aspectos que marcaron la
evolución reciente de la agricultura gaucha, destacando el proceso de modernización
agraria del periodo post-guerra y sus efectos socioeconómicos, especialmente sobre las
unidades familiares de producción. Presentamos también algunas informaciones
generales sobre las organizaciones profesionales agrarias de Rio Grande do Sul, como
complemento al análisis de las organizaciones de agricultores con “orientación
ecológica”, que son el objeto central de nuestro estudio.
En el capítulo V, titulado “Transición agroecológica y acción social colectiva”,
exponemos nuestro modelo analítico y realizamos los análisis empíricos del proceso de
ecologización y de la acción colectiva desde las tres dimensiones consideradas como
básicas en nuestro modelo: la económica, la social y la medioambiental.
El capítulo VI es dedicado a la caracterización y análisis de las experiencias
asociativas que sirvieron como casos de estudio en nuestra investigación. Para cada
asociación realizamos una caracterización de su contexto de génesis y desarrollo, de su
base social y estructura organizativa, y de su enfoque tecnológico y estratégico,
finalizando con el análisis de sus rasgos básicos respecto a la transición agroecológica y
a las estrategias de acción colectiva.
La tesis doctoral finaliza con unas conclusiones finales sobre la acción colectiva y el
proceso de transición agroecológica en el contexto de las asociaciones de agricultores
ecológicos de Rio Grande do Sul. En estas conclusiones se discuten las hipótesis de
trabajo inicialmente planteadas en el proyecto de tesis doctoral, y se comprueba hasta
qué punto han sido confirmadas con la investigación realizada. Asimismo, se plantea
4
algunas cuestiones abiertas que, a lo largo de la tesis doctoral, han surgido, pero que no
han podido ser analizadas convenientemente, por lo que constituyen líneas de futuras
investigaciones.
5
Acción Colectiva y Procesos de Transición Agroecológica en Rio Grande do Sul, Brasil.
INTRODUCCIÓN
Introducción
7
INTRODUCCIÓN
1. Crisis agraria, sustentabilidad y transición agroecológica
La historia de la humanidad muestra que la agricultura ha experimentado diversas
“revoluciones” en diferentes períodos históricos. La incorporación de nuevos métodos y
procedimientos tecnológicos de producción ha ido acompañada de nuevas formas de
organización social, así como de distintas maneras de relación del hombre con la
naturaleza. “Desde la prehistoria, las actividades de depredación y de producción
humanas han supuesto la reducción general y la continua transformación de los
ecosistemas naturales o seminaturales, según un cierto número de grandes tendencias
pluriseculares, e incluso plurimilenarias”1.
En ese proceso de desarrollo agrícola, el hombre aumenta sus dominios sobre las
fuerzas naturales que afectan a la producción y la productividad agrícolas, con el fin de
reducir las incertidumbres y garantizar una mayor regularidad en la oferta de alimentos,
fibras y otros productos necesarios para su supervivencia. En todas las regiones del
mundo, como enseña Deléage, “(...) los ecosistemas naturales han sido sustituidos por
agrosistemas, incorporando por supuesto un número de especies naturales, que se han
convertido en la parte esencial de todos los complejos ecológicos actuales. Su formación
y luego su generalización habrán resultado, en definitiva, de la destrucción irreversible de
los equilibrios naturales primarios y de su sustitución por equilibrios secundarios
inestables”. Hay que tener en cuenta, pues, que “ninguna civilización ha sido
ecológicamente inocente”, resultando de ello que “las tensiones actuales entre las
sociedades y la naturaleza tienen (...) un origen muy lejano, son el resultado de crisis
ecológicas acumuladas”2.
A pesar de los enormes cambios acaecidos en la actividad agrícola en los últimos
siglos, y en especial a partir del final del siglo XIX, hay quien considera que, “entre todas
1 Cf. Deléage, J. P. (1993): Historia de la ecología: una ciencia del hombre y de la naturaleza. Barcelona: Icaria Editorial; p. 283.
2 Cf. Deléage (1993): Historia de la ecología ...; op. cit. p. 283.
José A. Costabeber
8
las denominadas revoluciones agrarias que pretendidamente han tenido lugar en los
diferentes períodos históricos, tan sólo una es realmente merecedora de tal nombre
debido a su velocidad, escala y ubicuidad, y es la revolución agraria de la postguerra”3.
La difusión a escala planetaria de un conjunto de tecnologías genéricas4, basadas en el
avance de la química, la mecánica y la producción de semillas de alto potencial genético,
marcó lo que se conoce como Revolución Verde. Sus paquetes tecnológicos han
garantizado la sobreproducción agrícola en diversas regiones del mundo industrializado5,
así como reducido el déficit alimentario en otras tantas regiones del mundo
subdesarrollado o en desarrollo6. La ciencia agraria moderna, que tuvo sus orígenes en el
mundo occidental y que ha sido el soporte de la Revolución Verde, es percibida como el
resultado de la capacidad del hombre para dominar su entorno físico, superar las
restricciones impuestas por la naturaleza y evitar catástrofes alimentarias derivadas de
los fenómenos climáticos adversos, tan ampliamente registrados en la historia de la
humanidad.
Pero la historia agrícola más reciente no puede ser considerada tan sólo como de
éxito y aumento de la autonomía del hombre en sus formas de relacionarse con el medio
ambiente. El avance de la agricultura moderna también ha traído impactos negativos
sobre el medio ambiente, además de provocar una disminución sin precedentes en la
base de los recursos naturales, poniendo en riesgo la capacidad productiva de los
agroecosistemas en diversos puntos del planeta7.
3 La afirmación se debe a Mingay (1990). Cf. Lowe, P. et al. (1993): “Cambio tecnológico, gestión agraria y regulación: el ejemplo de Gran Bretaña”. En: Lowe, P.; Marsden, T.; y Whatmore, S. (coords.): Cambio tecnológico y medio ambiente rural (procesos y reestructuraciones rurales). Madrid: MAPA, Serie Estudios; pp. 97-142; p. 100.
4 La expresión es de Buttel, F. H. (1995): “Transiciones agroecológicas en el siglo XX: análisis preliminar”. En: Agricultura y Sociedad, nº 74, ene.mar./1995; pp. 9-37.
5 “El análisis de las tendencias de la postguerra en el campo de la tecnología agraria pone de relieve la convergencia de las tecnologías mecánicas y químicas en las innovaciones genéticas, con el objetivo de establecer “paquetes” tecnológicos integrados que puedan ser aplicados con facilidad a diferentes sistemas agrarios”. Cf. Lowe et al. (1993): “Cambio tecnológico, gestión agraria y regulación ...”; op. cit. p. 116.
6 Asimismo, la humanidad se encuentra “ante la cruda realidad de una desnutrición crónica que afecta a unas 800 millones de personas, el 20 por ciento de la población de los países en desarrollo, hasta el 37 por ciento de la población del África subsahariana y una proporción aún mayor en determinados países”. Cf. Alexandratos, N. (dir.) (1995): Agricultura mundial hacia el año 2010. Estudio de la FAO. Madrid: FAO y Mundi-Prensa; p. 14.
7 Es verdad que ya no se pueden borrar los cambios y tampoco olvidar las tecnologías y procedimientos de la última “revolución agraria”. No obstante, por lo que se refiere a la contaminación ambiental, “más bien parece que las consecuencias y los problemas se están agigantando”. Cf. Lowe et al. (1993): “Cambio tecnológico, gestión agraria y regulación ...”; op. cit. p. 100.
Introducción
9
Las palabras de Caldwell son muy precisas para caracterizar, de un modo general,
el estado actual de las cosas bajo el avance de la agricultura industrializada: “En muchas
partes del mundo la agricultura industrializada actual ha convertido paisajes rurales en
fábricas al aire libre. Los economistas agrícolas han aconsejado a los granjeros que aren
de lado a lado de la cerca. Las excavadoras han allanado los terrenos y derribado
árboles; los setos han sido arrancados y los campos ensanchados para acomodarlas a la
gran maquinaria. Esta extensa y monótona superficie de hectáreas de tierra se empapa
con pesticidas, herbicidas y fertilizantes inorgánicos para producir un milagro verde de
producciones prodigiosas —a menudo apoyadas por subvenciones estatales—. Sólo en
zonas aisladas, inaccesibles al cultivo, se pueden encontrar vestigios de matorrales y de
flores salvajes. En muchos lugares, los pájaros y los animales de pelo de los antiguos
setos y arboletas se han ido, desplazados por la tecnología a gran escala biológicamente
empobrecedora que, además de destruir la fauna, ha reducido el nivel hidrostático
mediante el bombeo de pozos profundos, secando frecuentemente los pozos poco
profundos de pequeños granjeros de los alrededores que no pueden permitirse utilizar
equipos muy costosos para perforar a tanta profundidad y para regar amplias extensiones
de tierra”8. Además de esto, en muchas partes del mundo ha aumentado de forma
espectacular la diferenciación social en el campo, una vez que las posibilidades de
adopción de los paquetes tecnológicos quedaron restringidas a un selecto grupo de
agricultores detentores de mayores recursos de capital, acceso a los incentivos
gubernamentales y mejores tierras para la aplicación más completa de los avances de la
ciencia moderna.
En otro extremo, agricultores con menos recursos de capital, poseedores de tierras
menos apropiadas para la intensificación en el uso de insumos modernos y más alejados
de las fuentes de información, no tuvieron la misma suerte con los programas financiados
y/o fomentados por los organismos oficiales internacionales. Tal situación es más patente
en países del Tercer Mundo, donde cuestiones estructurales y políticas agrícolas
deficientes no permitieron la superación de las barreras para un mayor alcance de las
propuestas modernizadoras del sector agrario. Asimismo, las agriculturas más
autóctonas, y por ello menos dependientes de los factores productivos modernos, se han
visto obligadas a participar en un sistema de mercado regido por la lógica de la
8 Cf. Caldwell, L. K. (1993): Ecología, ciencia y política medioambiental. Madrid: McGraw-Hill; p. 157.
José A. Costabeber
10
producción a gran escala, quedándose, pues, en situación de fuerte desventaja
competitiva y aumentando su grado de marginación frente a los avances tecnológicos
disponibles y a los mecanismos de mercado establecidos.
Las denuncias de la agresión ambiental causada por la agricultura moderna, y
especialmente por la mala utilización de los pesticidas e insecticidas químicos sintéticos,
ya no son un hecho nuevo, sino que, al menos, se remontan a mediados de la década de
los años 19609. Desde entonces, las preocupaciones y el conocimiento del deterioro
medioambiental se han multiplicado, especialmente a partir de eventos y propuestas
emanadas desde organismos internacionales. Las acciones más importantes en este
sentido son el primer informe del Club de Roma10 (1972), la Conferencia de las Naciones
Unidas sobre el Medio Ambiente Humano (Estocolmo, 1972), el Informe Brutland de la
Comisión Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo (1987) y la Conferencia de las
Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y Desarrollo (Rio de Janeiro, 1992), donde las
cuestiones pertinentes a la agricultura siempre han estado relacionadas con las temáticas
generales abordadas. A partir del concepto de desarrollo sostenible, formulado en el
documento Nuestro Futuro Común11, el desarrollo rural sostenible y la agricultura
sostenible aparecen como objetivos a ser alcanzados, aunque sus posibilidades de éxito
aún están muy lejos de ser logrados.
En este final de milenio, hay que tener en cuenta, además, lo que Frederick Buttel
denomina la “segunda transición agroecológica del siglo XX”, que acaba de empezar12.
Se trata “del comienzo de un periodo de politización ‘ecológica’ de la agricultura y los
alimentos, en el que los movimientos ecologistas y afines ejercen una influencia creciente
sobre las políticas agrarias y alimentarias”. Esta transición agroecológica “ha de verse
9 El suceso aislado más frecuentemente apuntado como significativo del comienzo de la revolución ambiental fue la publicación de Silent Spring, la “Primavera Silenciosa” de Rachel Carson (Boston: Houghton Mifflin, 1962). El impacto de esa obra resulta de “una combinación de su moralismo, de la controversia que ha causado y del efecto que produjo, sacando la cuestión de los pesticidas de los círculos académicos y de las publicaciones técnicas, y poniéndola en la arena política”. Cf. McCormick, J. (1992): Rumo ao paraíso: a história do movimento ambientalista. Rio de Janeiro: Relume-Dumará; p. 69-70 y 71.
10 Meadows, D. H.; Meadows, D. L.; Randers, J.; Behrens III, W. W. (1978): Limites do Crescimento. São Paulo: Perspectiva.
11 Cf. Comisión Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo (1992): Nuestro futuro común. Madrid: Alianza Editorial.
12 La “primera transición agroecológica” del siglo XX, según ese autor, “tuvo lugar desde el principio hasta la mitad del siglo, e en ella se pasó de unas agriculturas que podrían denominarse de creación autóctona a otras que cabe caracterizar en sentido amplio como agriculturas de la Revolución Verde”; Cf. Buttel (1995): “Transiciones agroecológicas en el siglo XX ...”; op. cit. p. 10-11.
Introducción
11
como el lento agotamiento o desintegración del modelo tecnológico genérico de
mediados del siglo”. El proceso de ecologización —entendido como la extensión de
valores medioambientales en la opinión pública y en las agendas políticas— representa
precisamente la esencia de esta segunda transición agroecológica y constituye, para
Buttel, “una fuerza socio-ecológica combinada en la que la dinámica social y ecológica
desempeñan papeles importantes”13.
Hay que reconocer, no obstante, que la agricultura representa tan sólo una parte
del complejo escenario cambiante. El movimiento ambientalista, que ha logrado un
considerable espacio político en diversas partes del mundo, también lucha por hacer
valer sus propuestas de cambio en las orientaciones políticas y tecnológicas vigentes. Lo
que está en juego, pues, son la búsqueda y la construcción de nuevos estilos de
desarrollo, basados en tecnologías menos agresivas ambientalmente y más justas
socialmente, capaces de generar mayores oportunidades a los estratos sociales hasta
ahora marginados y de ofrecer posibilidades para el logro de niveles crecientes de
sustentabilidad14 en los recursos biofísicos del planeta. Como ha señalado Tamames, “la
[sustentabilidad] es el reto último para la creatividad de la especie humana”. La
desaceleración del proceso entrópico constituye “la oportunidad de aliviar al sufrido
planeta Tierra”, pero eso “no puede hacerse sin una buena carga filosófica y con un
fuerte contenido ético; dos elementos de los que tanto necesita la ciencia económica en
estos tiempos que corren”15.
13 Cf. Buttel (1995): “Transiciones agroecológicas en el siglo XX ...”; op. cit. p. 24-25. La noción de “greening process” (proceso de ecologización) de Buttel, aplicada a la agricultura, es una noción amplia para expresar la introducción de valores ambientales en las prácticas agrícolas y en las políticas agrarias. Cf. Buttel, F. (1993): “The environmentalization and greening: origins, processes and implications”. En: Harper, S. (ed.): The greening of rural policy international perspectives. London: Belhaven Press; pp. 12-26. La agricultura ecológica sería una manifestación extrema de dicho proceso de ecologización, existiendo en posiciones intermedias otras formas no convencionales de agricultura, como la de bajos insumos.
14 El doctorando es consciente de la diversidad de usos de los términos “sustentabilidad”, sostenibilidad, sustentable y sostenible. En esta tesis doctoral se ha optado por el siguiente criterio. Utilizamos el término “sustentabilidad” cuando aparezcan en la frase gramatical como un sustantivo. Por ejemplo, la sustentabilidad de la agricultura. Utilizamos el término “sostenible cuando aparezca en la frase como adjetivo. Por ejemplo, el “desarrollo sostenible” o la “agricultura sostenible”.
15 Cf. Tamames, R. (1995): Ecología y desarrollo sostenible. La polémica sobre los límites al crecimiento. Madrid: Alianza Editorial; p. 289.
José A. Costabeber
12
2. Modernización agrícola y diferenciación social en Rio Grande do Sul
En las últimas tres décadas, Brasil se ha transformado en uno de los baluartes de la
modernización en el contexto de América Latina, tanto de sus campos de cultivo, como
de la explotación ganadera de sus rebaños. Los programas oficiales —asentados en el
crédito rural subsidiado, en la investigación agrícola y en la asistencia técnica y extensión
rural— han mostrado gran éxito al alcanzar una notable velocidad de cambio en
importantes áreas de producción agrícola en el país, especialmente en la región sur,
donde las condiciones para la difusión de los paquetes tecnológicos de la Revolución
Verde se mostraron más favorables. Pero también allí, los intentos de homogeneizar el
modelo técnico de producción agrícola han encontrado importantes límites. En efecto, el
resultado de tal proceso ha generado una gran variedad de sistemas de producción, que
van desde los de elevada intensificación tecnológica, de capital y de consumo energético
hasta los de subsistencia y de bajo grado de utilización de insumos modernos y energía.
El estado de Rio Grande do Sul, situado en la parte más meridional del país, es
quizás un buen ejemplo de como la agricultura ha podido asumir formas tan diferenciadas
en el grado de evolución tecnológica. Con sus casi 500.000 explotaciones agrícolas y un
área total de 281.963 Km², el estado “gaúcho”16 posee hoy un segmento productor de
cereales y de producción ganadera altamente tecnificado, lo que le permite la obtención
de destacados índices de productividad y de producción agropecuaria a nivel nacional17.
Este segmento productor se ha caracterizado por una amplia utilización de insumos
modernos típicos de la Revolución Verde, tales como una alta motomecanización, la
fertilización química de los suelos, el control agroquímico de plagas, enfermedades y
malezas, y la utilización de semillas y reproductores seleccionados de alto potencial
genético. En él es donde se han verificado los mayores aumentos en la productividad de
la mano de obra, teniendo en cuenta los más elevados índices de mecanización de las
labores agrícolas. El proceso de tecnificación, de modo semejante a lo observado en los
16 Gaucho: “Campesino que, en los siglos XVIII y XIX, habitaba en las llanuras rioplatenses de la Argentina, en el Uruguay y en Río Grande do Sul (Brasil) Cf. Real Academia Española (1992): Diccionario de Lengua Española. Madrid: RAE; p. 726-727. En esta tesis doctoral empleamos indistintamente el término gaucho y el término riograndense, como perteneciente o relativo al estado de Rio Grande do Sul.
17 A título de ejemplo, el estado de Rio Grande do Sul ostenta hoy, en el contexto de la agricultura brasileña, el primer lugar en la producción de arroz, soja, tabaco y uva; y el segundo lugar en la producción de manzanas, maíz y trigo, además de poseer un desarrollado sector de ganadería, produciendo un significativo volumen de carnes (cerdos, vacunos y aves) y leche.
Introducción
13
países desarrollados, ha contribuido al incremento de los problemas ambientales, tales
como la degradación y pérdida de suelos, la contaminación por el excesivo uso de
agrotóxicos y la abusiva utilización de combustibles fósiles. Actualmente, los intentos por
superar los problemas ambientales se dirigen a la utilización de tecnologías ahorradoras
de insumos energéticos (menor uso de la motomecanización), la adopción de prácticas
conservadoras del suelo y agua (siembra directa, cultivo mínimo y rotación de cultivos) y
el uso más controlado de agrotóxicos en los tratamientos fitosanitarios.
Sin embargo, junto a ese segmento de agricultores modernizados según el patrón
tecnológico convencional, aún existe un significativo número de explotaciones agrícolas
que no ha conseguido acompañar los avances tecnológicos más que en algunos
productos aislados, normalmente los fomentados por el complejo agroindustrial mediante
el suministro de insumos y la compra de la producción. Podría decirse, grosso modo, que
estas explotaciones aún se encuentran en una fase de “transición” de la agricultura
tradicional a una agricultura “moderna”. Al estar muy extendido por todo el territorio y
tener como fuerza básica de trabajo los miembros del grupo familiar, este segmento de
explotaciones es responsable de un considerable volumen del empleo y la producción
agrícola del estado de Rio Grande do Sul. Las propuestas tecnológicas para completar la
transición de este sector encuentran barreras casi infranqueables debido a la propia
descapitalización de los pequeños agricultores —que les impide emprender nuevas
inversiones— y a la baja capacidad de financiación por parte del Estado, así como a las
dificultades inherentes a la mecanización agrícola en áreas que no siempre presentan
características topográficas adecuadas para la intensificación del proceso modernizador.
Aunque, como se ha dicho, este sector no ha incorporado todavía de forma completa los
métodos y procedimientos tecnológicos de la agricultura surgida de la Revolución Verde,
los problemas de carácter ambiental también se manifiestan de forma tangible, aunque
localizada, pues la utilización intensiva de factores de producción modernos en
determinados cultivos sigue la misma lógica productivista dominante.
Finalmente, hay que señalar la presencia de una enorme cantidad de familias
rurales que, además de poseer limitaciones de tierras en cantidad y calidad, no presentan
condiciones apropiadas para la incorporación sistemática y duradera de los “beneficios”
de la última revolución agraria. Esta forma de agricultura está aún a la espera de políticas
agrarias que, al igual que ocurrió en la Unión Europea de los años 60, posibiliten su
inserción en el proceso de desarrollo económico y social. La presión demográfica sobre
los recursos naturales, la explotación agrícola en áreas minifundistas y el uso continuado
José A. Costabeber
14
de tierras marginales hacen que se multiplique el deterioro de la base de los recursos
productivos y se reduzca la capacidad de supervivencia de las familias en esas áreas de
alto potencial de degradación. Son justamente las familias de agricultores con estas
características —y alejadas de los programas asistenciales del Estado—, las que han
participado en mayor grado del intenso éxodo rural acaecido en las últimas décadas.
El dinamismo presentado por algunos sectores de la agricultura de Rio Grande do
Sul hacia la modernización de los procesos productivos ha sido considerado, por un lado,
como un importante avance en términos de crecimiento de la producción y de la
productividad, incorporación de insumos y maquinarias industriales e integración de
capitales en los mercados internacionales. Pero por otro lado, la agricultura de altos
insumos generada en esos sectores también ha sido cuestionada por los impactos
sociales y ecológicos negativos que ha causado.
En efecto, a nivel nacional Rio Grande do Sul ha sido uno de los estados pioneros
en la denuncia y contestación de las consecuencias ecológicas y sociales perversas
provocadas por la agricultura químico-mecánica. Ello ha contribuido al surgimiento de un
movimiento ecológico-ambientalista en el estado que, desde el inicio de la década de los
setenta, viene alimentando debates y propuestas conducentes a estilos “alternativos” de
agricultura. Los intentos de propugnar y divulgar entre los agricultores tecnologías
“alternativas” menos agresivas al medio ambiente ayuda, pues, a consolidar unos
espacios de acción en contra de la difusión de los paquetes tecnológicos que
caracterizaron en los últimos años no sólo la actuación de las agencias de investigación y
extensión agrarias del estado, sino de las demás entidades públicas y privadas con
actuación en el medio rural.
Si en el pasado tan sólo las agencias vinculadas al estado tenían voz activa en la
determinación y difusión de los métodos y técnicas de producción agrícola, actualmente
ya se suman a ellas otras entidades (instituciones privadas, ONG’s, etc.) que, en mayor o
menor grado, trabajan en la búsqueda de modelos tecnológicos más respetuosos con el
ambiente, acompañando los debates y las críticas que, desde la década de los años
1970, han empezado a manifestarse en el estado.
En ese contexto, ya son muchas las experiencias que promueven formas de
agricultura menos despilfarradoras de combustibles fósiles, menos dependientes de
plaguicidas químicos y más conservadoras del suelo y agua. Aunque no se pueda aún
hablar de un proceso de ruptura del paradigma tecnológico dominante, quizás se pueda
Introducción
15
hacer referencia a un cambio en la postura de las agencias de desarrollo existentes en el
estado, que ahora pasan a considerar en mayor grado las externalidades negativas del
modelo de agricultura derivado de la Revolución Verde.
Una importante característica de ese proceso de cambio es el surgimiento de
grupos, clubes y asociaciones de agricultores con vistas a desarrollar estrategias de
acción colectiva y a buscar nuevas orientaciones tecnológicas para la agricultura. Esta
Tesis Doctoral surge al observar la importancia de las experiencias asociativas para la
consolidación del proceso de transición agroecológica en Rio Grande do Sul. Estas
organizaciones desarrollan una labor fundamental en la introducción de modelos
alternativos de agricultura, más ahorradores de recursos naturales y menos agresivos
con el medio ambiente y, por ello, encuadrables dentro de las propuestas conducentes a
una agricultura sostenible en su acepción más genérica. Han sido, por tanto, estas
asociaciones las que nos han interesado de modo especial como objeto de investigación
de la presente Tesis Doctoral, dando continuidad a algunos trabajos ya realizados en la
Universidad de Córdoba.
3. Antecedentes de la tesis doctoral
Desde 1992, diversas tesis doctorales leídas en la Universidad de Córdoba en el
área de las ciencias sociales agrarias, han centrado sus investigaciones en la agricultura
brasileña. Algunas de ellas, como las de Osvaldo Hidalgo da Silva, ”Acción colectiva y
organizaciones patronales en la agricultura brasileña” (1992), han analizado, desde
enfoques próximos al corporativismo/neocorporativismo, los procesos de acción colectiva
en el periodo de transición democrática, centrando su atención en las viejas y nuevas
élites representativas de la sociedad rural brasileña. El interés de este trabajo radica en el
hecho de haber desentrañado las claves del tránsito desde las viejas estructuras
corporativas del Estado Novo al nuevo marco de pluralismo representativo propiciado por
la Constitución de 1988, mostrando la coexistencia entre procesos de ruptura y
continuidad. Aspectos más directamente relacionados con las dinámicas de cambio en
las estructuras agrarias brasileñas a nivel regional o con los efectos del proceso de
modernización no fueron objeto de interés en el trabajo de Hidalgo da Silva.
José A. Costabeber
16
La tesis doctoral de Antonio César Ortega, “Acción colectiva y articulación de
intereses en los complejos agroindustriales brasileños: las interprofesiones” (1995),
siguiendo las recomendaciones del trabajo anterior, tenía por objetivo analizar la
articulación de los intereses en los sectores más modernizados de la agricultura
brasileña, es decir, en el interior de los CAIs (complejos agroalimentarios). Su trabajo
aportó importantes informaciones sobre las relaciones entre productores e industriales en
varios complejos estratégicos de la agricultura brasileña, poniendo de manifiesto que, en
esos sectores, se reproducen modelos de funcionamiento similares a los que acontecen
en los sectores más avanzados de la agricultura europea. Dejaba sin estudiar, por tanto,
las dinámicas diferenciadoras del proceso modernizador y sus efectos excluyentes en
amplias capas de la población rural.
A diferencia de los dos trabajos anteriores —que estaban centrados en ámbitos
nacionales—, José Renato Duarte Fialho descendía en su tesis doctoral “Acción colectiva
y asociacionismo en la agricultura de Rio Grande do Sul” al ámbito regional para conocer
los procesos de vertebración de los intereses agrarios brasileños en el estado de Rio
Grande do Sul. El enfoque analítico utilizado era similar al de Hidalgo da Silva, es decir,
un enfoque macrosocial inspirado en la perspectiva neocorporativista y centrado en el
análisis de los procesos de reestructuración de las élites agrarias en una región brasileña.
Su trabajo ha significado una valiosa contribución al conocimiento de la estructura social
agraria en Rio Grande do Sul, así como a la comprensión de las claves que han
conformado históricamente el espacio agrario y rural en esa región brasileña. No
obstante, aunque Fialho apuntaba el carácter dual del proceso modernizador en la
agricultura gaucha, su investigación se centraba en las élites que representan los
modelos hegemónicos, es decir, en las organizaciones que vertebran los intereses de los
sectores modernizados —o en procesos de modernización— en esa región. No se
detuvo, por tanto, en analizar los sectores excluidos o situados en la periferia de la
modernización agraria, con lo que dejaba así un espacio importante para ser cubierto por
investigaciones posteriores.
Las tesis doctorales de João Carlos Canuto (1998), Eros Marion Mussoi (1998) y
Francisco Roberto Caporal (1998), realizadas desde la perspectiva de la agroecología,
han sido las primeras que se han centrado en los sectores excluidos de la modernización
o con dificultades para seguir el ritmo marcado por lo que Crochane denominó “treadmill
of production” (el engrenaje de la producción). El primero de estos dos trabajos, titulado
“Agricultura ecológica en Brasil. Perspectivas socioecológicas”, se ha ocupado de
Introducción
17
analizar la lógica que subyace a los procesos de extensión de la agricultura ecológica
Brasil. Su contribución ha sido de gran utilidad al proponer un marco explicativo de
carácter general sobre la agricultura ecológica, mostrando la diversidad interna dentro de
este sector. Su distinción entre “agricultura ecológica de mercado” y “agricultura ecológica
familiar” constituye una interesante aportación al conocimiento y comprensión de este
sector emergente de la agricultura brasileña. Asimismo, sus reflexiones acerca del
carácter multidimensional del proceso de ecologización, ha sido un importante punto de
partida para nuestra tesis doctoral.
Por su parte, el trabajo de Eros Marion Mussoi, “Integración entre investigación y
extensión agraria en un contexto de descentralización del Estado y sustentabilización de
políticas de desarrollo: el caso de Santa Catarina, Brasil”, ha aportado valiosas
informaciones sobre cómo el proceso de ecologización ha penetrado en los organismos
de la extensión rural brasileña y cómo de ahí ha irradiado hacia el propio sector agrario.
La importancia del extensionismo rural en la implementación de modelos de agricultura
entre los agricultores de tipo familiar es un hecho bastante común en Brasil, habiendo
tenido una gran responsabilidad en la introducción de los paquetes tecnológicos
vinculados a la Revolución Verde en los años sesenta y setenta. Los cambios
experimentados en la última década por los extensionistas rurales brasileños han
modificado sus discursos sobre la agricultura y sobre los efectos sociales y ecológicos de
las prácticas agrícolas, teniendo una fuerte influencia en la introducción de estilos de
agricultura sostenible entre los agricultores. La investigación realizada por Mussoi
constituye, por tanto, otro importante punto de partida para nuestra tesis doctoral, por
cuanto aquélla ha estado centrada en los servicios de extensión rural en el vecino estado
de Santa Catarina.
La Tesis Doctoral de Francisco Roberto Caporal, titulada “La extensión agraria del
sector público ante los desafíos del desarrollo sostenible: el caso de Rio Grande do Sul,
Brasil” (1998), proporciona excelentes aportaciones sobre el cómo se enfrenta la
Extensión Rural a los problemas y desafíos planteados por los discursos de la
sustentabilidad. En sus análisis, Caporal explora el tema mediante entrevistas realizadas
con actores sociales representativos de diferentes instituciones públicas y colectivos de
agricultores, mujeres y jóvenes rurales, así como de encuestas dirigidas a Ingenieros
Agrónomos de la EMATER/RS y representantes de ONGs que actúan con agricultura
ecológica en el ámbito de Rio Grande do Sul. Entre sus aportaciones, destaca la
propuesta de implementación de una Extensión Rural Agroecológica en sustitución de la
José A. Costabeber
18
Extensión Rural Convencional, una vez que ésta, por estar basada en la difusión de
innovaciones, no parece ser la más adecuada para apoyar a los agricultores en procesos
de transición a estilos de agricultura sostenibles, dada la naturaleza local determinada por
las diferencias entre los agroecosistemas y la necesaria importancia que debe ser dada al
conocimiento, necesidad e intereses de los campesinos. No obstante, y de manera
similar a Canuto y Mussoi, Caporal no se propuso analizar los discursos de los actores
sociales directamente implicados en el proceso de producción agrícola, es decir, los
propios agricultores, con el objetivo de identificar aspectos relativos a sus motivaciones
respecto al proceso de ecologización.
No obstante, estos tres últimos trabajos —al igual que otros realizados en Brasil
sobre las organizaciones que promueven la agricultura ecológica— se han caracterizado
por no haber tenido como objeto central de investigación los agricultores que optan por la
agricultura ecológica y por no haber prestado atención al papel que juega la acción
colectiva en el avance del proceso de ecologización en Brasil.
Este vacío es el que pretende cubrir nuestra tesis doctoral. En ella, el objeto central
de investigación son los agricultores de Rio Grande do Sul y las formas asociativas en las
que se integran para llevar a cabo nuevas formas de agricultura. Creemos que el proceso
de ecologización de la agricultura gaucha y brasileña no puede explicarse sin analizar las
razones que fundamentan las acciones colectivas, por cuanto que estas experiencias
asociativas están contribuyendo a que dicho proceso avance y se consolide entre los
pequeños agricultores familiares. Nuestra tesis doctoral pretende aportar información
para un mejor conocimiento de los procesos de ecologización y de la función que
desempeñan las asociaciones de agricultores ecológicos.
CAPÍTULO I
Bases Empírica y Metodológica de la Investigación
CAPÍTULO I
Bases empírica y metodológica de la investigación
En este capítulo se exponen los elementos metodológicos que han guiado la
investigación empírica desarrollada en el marco de esta Tesis Doctoral.
En un primer apartado se presenta el marco de referencia en el que se ha situado el
tema objeto de la investigación, a saber: las experiencias asociativas de los agricultores
ecológicos en el estado brasileño de Rio Grande do Sul. En un segundo apartado se
exponen las hipótesis de trabajo que fueron planteadas en el proyecto de Tesis Doctoral
presentado hace dos años en la Universidad de Córdoba; estas hipótesis han guiado el
desarrollo de la investigación empírica, por cuanto que en ella el doctorando ha
comprobado el grado de cumplimiento en el caso concreto de la agricultura gaucha.
Finalmente se indican las unidades de análisis y los criterios de selección que se han
empleado, así como las técnicas de investigación utilizadas.
1. Sobre el marco de referencia de la investigación
Como ya se ha indicado en la Introducción de esta tesis, en las últimas tres
décadas el estado de Rio Grande do Sul se ha destacado en el escenario brasileño por la
modernización acelerada de algunos segmentos de su sector agrícola. La utilización de
semillas mejoradas, la quimificación y la mecanización de la agricultura han tenido
importantes efectos en el aumento del área cultivada y en los incrementos de producción
y productividad agrícolas. Sin embargo, actualmente hay una posición crítica muy
extendida respecto al modelo tecnológico de la Revolución Verde, especialmente por las
consecuencias sociales y ecológicas negativas que ha generado. Entre los elementos
desencadenantes de tales críticas destacan la aceleración del éxodo rural, la
concentración de la posesión de la tierra, la degradación y erosión del suelo, la
José A. Costabeber
22
contaminación ambiental por la excesiva utilización de agrotóxicos y abonos químicos, la
destrucción de los cultivos locales y de los recursos genéticos, y el empobrecimiento y
marginalización económica de un gran número de familias que no pudieron incorporarse
a los avances tecnológicos propuestos.
Desde finales de los años 1970 e inicio de los años 1980, a nivel nacional y
especialmente en la región sur de Brasil, se han agudizado las críticas al patrón
tecnológico de la Revolución Verde. Junto a ello se fue consolidando una serie de
experiencias e iniciativas dirigidas a la búsqueda de modelos tecnológicos menos
agresivos con el medio ambiente y más adecuados a las condiciones sociales y
económicas de los agricultores familiares. En la década de los años 80, crecieron los
movimientos sociales y sus organizaciones, sumándose a ellos las ONG’s y diversas
formas organizativas ya existentes1. La noción de “tecnologías alternativas” fue utilizada
por muchas ONG’s “como el principal argumento contrario al ‘paquete tecnológico’ de la
agricultura convencional’ (...) buscando recuperar, experimentar y difundir tecnologías
socialmente apropiadas a los pequeños agricultores”2. En ese mismo periodo la
Extensión Rural oficial3 empieza a cambiar su discurso e incorporar en su proceso de
intervención difusionista las cuestiones ambientales y las citadas “tecnologías
alternativas” o “adaptadas”.
Ya a comienzos de los años 90 se constata un incremento del número de
organizaciones de agricultores (clubes y asociaciones de agricultores, grupos
comunitarios, etc.) interesadas en el proceso de “ecologización” de la agricultura. En ese
período, la Extensión Rural pasa a dedicar mayor atención a la promoción de nuevos
estilos de agricultura más respectuosa con el medio ambiente. Además de la Extensión
Rural y las ONG’s, también algunas cooperativas de productores, instituciones de
investigación y empresas privadas de consultoría han venido participando en el
1 Cf. Navarro, Z. e Almeida, J. (1997): “O ‘desenvolvimento rural sustentável’: uma promessa fugaz ou a possibilidade real de um outro padrão de desenvolvimento?”. En: Almeida, J. e Navarro, Z. (orgs.): Reconstruindo a agricultura: idéias e ideais na perspectiva de un desenvolvimento rural sustentável. Porto Alegre: Editora da Universidade; pp. 7-16; p. 8.
2 Cf. Almeida, J. (1997): “Da ideologia do progresso à idéia de desenvolvimento (rural) sustentável”. En: Almeida e Navarro (orgs.): Reconstruindo a agricultura ...; op. cit. pp. 33-55; p. 48.
3 La “Associação Riograndense de Empreendimentos de Assistência Técnica e Extensão Rural” — EMATER/RS es responsable de la prestación de los servicios públicos de extensión en el estado de Rio Grande do Sul. De aquí en adelante, cuando utilicemos la expresión “Extensión Rural” nos estaremos refiriendo a los servicios oficiales prestados por el Estado, es decir, ejecutados por la EMATER/RS. Haremos, por otra parte, las debidas aclaraciones cuando no sea éste el caso, pues actualmente otras entidades, gubernamentales o no, también realizan actividades de este género en Rio Grande do Sul.
Capítulo I - Bases empírica y metodológica de la investigación
23
asesoramiento técnico y en la dinamización de organizaciones de agricultores en pro de
un uso más adecuado de los recursos naturales.
Más recientemente, en 1995, la realización de la “Conferência Internacional sobre
Tecnologia e Desenvolvimento Rural Sustentável” representó un importante marco para
la presentación y discusión de propuestas, así como para la apertura de espacios para la
continuidad de debates y proyectos futuros en torno a este tema. A decir verdad, la citada
Conferencia no ha sido un hecho aislado, sino el resultado de la labor del “Programa
Tecnologia e Desenvolvimento Rural Sustentável”, constituido a partir de 1994 e
integrado por instituciones gubernamentales y no-gubernamentales de investigación,
enseñanza y extensión rural4.
Al final de este evento, los representantes de las entidades e instituciones que
componen el Programa firmaron un documento (la Agenda de Compromissos)
conteniendo las principales recomendaciones derivadas de los debates y manifestaciones
habidas durante la Conferencia. En ella queda expreso el compromiso con el concepto de
Desarrollo Rural Sostenible, “fundado en una visión interdisciplinar, sistémica e
interinstitucional”.
Para responder al compromiso con el concepto de Desarrollo Sostenible las
entidades integrantes del Programa asumieron los objetivos de: “afirmar política e
institucionalmente la opción por la agricultura familiar, como forma social de uso de la
tierra que mejor corresponde a la noción de sustentabilidad y a las necesidades locales,
regionales y del país; fortalecer los procesos organizativos de la agricultura familiar en
sus diversas formas asociativas; concretizar formas duraderas de cooperación entre
organizaciones gubernamentales y no-gubernamentales en la perspectiva de la
consolidación de la Agricultura Sustentable; elaborar una agenda de políticas públicas
capaz de orientar la acción del Estado en la dirección del desarrollo rural socialmente
justo, económicamente eficiente y ambientalmente sustentable; revaluar la generación y
la difusión de tecnologías a partir del concepto de Agricultura Sustentable, garantizando
4 La “Conferência Internacional sobre Tecnologia e Desenvolvimento Sustentável”, realizada en la capital del estado, Porto Alegre, entre el 18 y el 22 de septiembre de 1995, desde su inicio fue concebida como un consorcio involucrando importantes instituciones, tales como la UFRGS, EMBRAPA, EMATER/RS, FEPAGRO, Prefeitura Municipal de Porto Alegre, Rede TA-Sul y el Programa de Cooperação em Agroecologia. Una muy bien elaborada compilación de los principales trabajos presentados en dicha conferencia puede verse en Almeida e Navarro (orgs.) (1997): Reconstruindo a agricultura ...; op. cit.
José A. Costabeber
24
competitividad productiva, respetando los modo de vida de las poblaciones rurales y
generando oportunidades de trabajo”.
Entre las proposiciones finales de la Agenda, destacamos la que expresa la
necesidad de “incentivar la continuidad de foros regionales con la participación de los
movimientos sociales, organizaciones no gubernamentales y gubernamentales, para
construir un campo de interlocución en la búsqueda de una agenda común”5. Desde
nuestro punto de vista, todo ello ha estimulado la creación de nuevos frentes de trabajo
con la participación interinstitucional y fortalecido la legitimidad de aquellas experiencias
individuales y/o asociativas —orientadas al proceso de transición agroecológica—
empezadas anteriormente, tanto dentro como al margen de la influencia de las
instituciones del Estado.
Hay que matizar, no obstante, que la dinámica general de ese proceso de
“transición agroecológica” en Rio Grande do Sul permite identificar, por una parte,
agricultores y organizaciones de agricultores que se mueven en dirección a una
agricultura más ahorradora de inputs industriales y más conservadora de los recursos
naturales —especialmente el suelo—, sin que esto deba significar el propósito de ruptura
con el paradigma tecnológico industrial dominante. Por otra parte, pueden identificarse
también agricultores y organizaciones de agricultores que hoy demuestran interés en
conducir sus prácticas y procedimientos tecnológicos de manera distinta, explicitando,
incluso, su opción por un estilo de agricultura “ecológica”, “agroecológica”,
“regenerativa”, “alternativa”, “orgánica”, entre otros. En este segundo caso, el proceso de
transición asumiría formas más alejadas del modelo tecnológico de la Revolución Verde.
En ese contexto, podría decirse que algunas de las experiencias asociativas de
agricultores en Rio Grande do Sul son el resultado de la búsqueda de una mayor
racionalización del proceso productivo. En efecto, las restricciones al crédito rural
subsidiado y la elevación de los precios de los insumos han impuesto a los agricultores la
necesidad de una utilización más racional de los inputs agrícolas. Además, los problemas
de degradación de suelos y de contaminación ambiental por residuos de agroquímicos,
intensificados por la práctica de monocultivos, han repercutido económica y
ecológicamente en el seno de las explotaciones rurales. Esto ha motivado el surgimiento
5 Cf. “Programa tecnologia e desenvolvimento rural sustentável: Agenda de Compromissos”. En: Almeida e Navarro (orgs.) (1997): Reconstruindo a agricultura ...; op. cit. pp. 316-318.
Capítulo I - Bases empírica y metodológica de la investigación
25
de organizaciones de agricultores orientadas a hacer frente a tales problemas, aunque
sus objetivos estuvieran dirigidos principalmente al manejo y conservación de suelos y
agua. Teniendo en cuenta estos objetivos y sus formas de organización, se puede dividir
este conjunto de organizaciones en dos grupos: los Clubes Amigos de la Tierra y las
organizaciones de agricultores para la gestión de microcuencas hidrográficas:
• Los Clubes Amigos de la Tierra son organizaciones que se fundamentan,
básicamente, en el intercambio de experiencias y formas de animación cultural para la
adopción de tecnologías ahorradoras de combustibles fósiles y protectoras del suelo y
agua. Además, tales organizaciones han tenido un importante papel en la
experimentación y difusión de la “siembra directa” como práctica recuperadora y
mejoradora del suelo, especialmente entre agricultores de la región cerealista (productora
de soja y trigo) más modernizada y mecanizada de Rio Grande do Sul. Otra característica
de los Clubes Amigos de la Tierra, lo constituye el que, de manera general, no reciban
asesoría técnica específica de una única entidad, estando abiertas a todas las corrientes
de investigación y de asistencia técnica —incluso las empresas vendedoras de máquinas
y agroquímicos—, si éstas les permitan alcanzar sus objetivos.
• Las organizaciones de agricultores para la gestión de microcuencas
hidrográficas6, nacidas a partir de la influencia de la Extensión Rural oficial, están
organizadas también para desarrollar actividades orientadas al manejo y conservación
del suelo y agua, pero elaborando sus planes de recuperación ambiental en
microcuencas, que pasan a ser consideradas como “la unidad lógica y técnica de
planeamiento”7. Tales organizaciones son, en su mayoría, de carácter informal y con bajo
grado de formalización burocrático-administrativa. Normalmente las acciones colectivas
desarrolladas por los agricultores se limitan al ámbito interno, es decir, a nivel de las
propias explotaciones agrícolas, en el sentido de encontrar formas cooperativas para el
planeamiento de las actividades conservacionistas y del manejo de los recursos naturales
en sus respectivas comunidades.
6 Aunque el mayor crecimiento en el número de microcuencas asistidas por la Extensión Rural haya ocurrido en el inicio de la presente década, las primeras acciones para la organización de agricultores para el manejo del suelo y agua en microcuencas hidrográficas comenzaron en la primera mitad de los años 1980. Cf. Ferreira, T. N. e Gausmann, E. (1996): “Extensão conservacionista, educação ambiental, capacitação técnica e pesquisa - Rio Grande do Sul”. Trabajo presentado en el Seminario Manejo de Cuencas Hidrográficas en el Cono Sur de América Latina. Blumenau (Brasil), 18 a 22 de noviembre de 1996; mecanografiado; p. 21-22.
José A. Costabeber
26
Además de los Clubes Amigos de la Tierra y de las organizaciones de agricultores
para la gestión de microcuencas hidrográficas, recién mencionados, en la realidad de Rio
Grande do Sul pueden identificarse otras formas asociativas orientadas a la ecologización
de la agricultura. De un modo un tanto provisional, estas formas asociativas podrían
denominarse organizaciones de agricultores orientadas a “procesos no convencionales”.
Sus características fundamentales son la implementación de acciones colectivas
vinculadas a la organización de la producción para el mercado y la búsqueda de
alternativas tecnológicas menos dependientes de insumos químico-industriales. En este
conjunto de organizaciones también se puede establecer, grosso modo, una división en
dos grupos: las organizaciones de agricultores para la “producción con tecnologías
alternativas” y las organizaciones de agricultores para la “producción ecológica”:
• Las organizaciones para la “producción con tecnologías alternativas” buscan la
viabilidad de las actividades agrícolas teniendo en cuenta las posibilidades de cambio en
las formas de producir, a través de la utilización de prácticas, métodos y procedimientos
que consideran “alternativos” al modelo tecnológico dominante. Aunque no hayan sido
creadas con el objetivo específico de “producción ecológica”, en su seno y en las
orientaciones de las entidades asesoras, existe hoy, en mayor o menor grado, una
preocupación respecto a un manejo de los recursos naturales más sano ambientalmente
y apropiado socialmente. No obstante, estas características han de compatibilizarse con
el objetivo de incrementar la renta y mejorar las condiciones de vida de ese segmento de
la agricultura familiar. Sus acciones colectivas van desde la compra conjunta de insumos
agrícolas y el uso asociativo de máquinas y equipamientos, en algunos casos, hasta la
clasificación, transporte y comercialización de la producción. Las primeras asociaciones
de esta naturaleza surgieron a finales de los años 1980, estando la Extensión Rural oficial
presente en buena parte de estas experiencias. Asimismo, participan en la asesoría de
estos grupos —de forma aislada o en cooperación interinstitucional—, otras entidades,
tales como Cooperativas Agrícolas, ONG’s y Sindicatos de Trabajadores Rurales.
• Las organizaciones de agricultores para la “producción ecológica” están
representadas por todas aquellas formas asociativas de agricultores —sean de carácter
formal o informal—, que poseen como objetivos explícitos de su trabajo la “producción
agrícola ecológica”. Otra importante característica de estas organizaciones es el hecho
7 Cf. Ferreira, T. N. (1995): Programa Estadual de Microbacias Hidrográficas. Porto Alegre: EMATER/RS; p. 15.
Capítulo I - Bases empírica y metodológica de la investigación
27
de que buscan efectuar la comercialización en mercados alternativos que reconozcan la
calidad “intrínseca” de su producción ecológica. Esto, quizás, sea el rasgo distintivo de
las organizaciones de este grupo en relación a las del grupo anteriormente mencionado.
Es decir, estas organizaciones tienen como objetivos estatutarios no solamente la
utilización de “tecnologías alternativas” más ahorradoras de insumos industriales y la
organización para el mercado, sino que poseen la determinación de que es necesario
desarrollar procesos de trabajo que permitan el paso del modelo agroquímico dominante
a un “estilo ecológico de producción”, y ello desde perspectivas tanto tecnológicas como
organizativas.
Finalmente, merece la pena registrar que estas organizaciones de agricultores con
objetivos de producción ecológica constituyen un hecho nuevo en Rio Grande do Sul, ya
que las primeras iniciativas para la dinamización de grupos y asociaciones de agricultores
de esta naturaleza empezaron a mediados de los años 1980. No obstante, la formación
de los primeros grupos ocurrió tan sólo en 1988. Actualmente, existen por lo menos una
veintena de organizaciones de agricultores con objetivos de producción ecológica en el
estado de Rio Grande do Sul. Muchas de ellas cuentan con la asesoría técnica y
organizativa de más de una institución; es decir, se constatan acciones de cooperación
interinstitucional en apoyo a varias de esas iniciativas de producción ecológica. Hay que
dejar claro, sin embargo, el importante papel jugado por algunas ONG’s en la
organización y en el asesoramiento técnico a muchos de eses grupos, lo que será
comentado en el Capítulo IV.
Es en este último grupo donde se encuentran las “Asociaciones de Agricultores
Ecológicos” que constituyen el objeto de interés central para la investigación empírica de
esta Tesis Doctoral. Hay que reconocer, por una parte, que estas formas asociativas
están geográficamente dispersas y aún no poseen una “expresiva visibilidad social”8.
Aunque se pueda objetar, pues, que sus experiencias son aún relativamente incipientes
(al considerarse la dimensión temporal) y de alcance hasta ahora poco significativo (si
consideramos el tamaño del territorio riograndense y el número de agricultores allí
existentes), estas organizaciones de agricultores tienen, por otra parte, un carácter
pionero e innovador en la búsqueda de un nuevo estilo de agricultura y de un manejo
más adecuado de los recursos naturales.
José A. Costabeber
28
Por representar un movimiento surgido a partir de una crisis9 del modelo productivo
dominante —y que, además, viene demostrando un crecimiento en el número de
entidades y de miembros adherentes—, se consideró oportuno, pues, analizar los
elementos determinantes de la acción colectiva desarrollada y de las expectativas de sus
principales actores en relación al estilo de agricultura que se proponen realizar. Lo que
justifica nuestra opción por esta línea de investigación, por tanto, no es la importancia
numérica de las organizaciones de agricultores para la producción ecológica, sino el
aspecto novedoso de tales experiencias y su potencial para contribuir a la construcción y
consolidación de modelos alternativos de agricultura. Dicho en palabras de Edgar Morin:
“Aquello que era rechazado como insignificante, imponderable o estadísticamente
minoritario, aquello que perturba la estructura o el sistema, todo eso para nosotros es
extremamente significativo como revelador, desencadenante, enzima, fermento, virus,
acelerador, modificador ...”10.
2. Las hipótesis de trabajo
La presente investigación surgió a partir de unas preguntas muy generales
suscitadas por la observación de la realidad de la agricultura familiar en Rio Grande do
Sul. A saber: ¿cuáles son las razones que mueven a los agricultores familiares de esta
región brasileña a optar por estilos alternativos de agricultura?; ¿por qué los agricultores
familiares tienden a organizarse en grupos y otras formas de acción colectiva para
desarrollar modelos alternativos de producción agrícola?; ¿qué grado de sintonía hay
entre los discursos que emanan de instituciones, como la extensión rural y las ONGs,
comprometidas con la introducción de métodos de agricultura sostenible, y la forma en
que estos agricultores perciben los problemas de la relación entre agricultura y medio
ambiente?
8 La expresión la tomamos de Navarro e Almeida (1997): “O ‘desenvolvimento rural sustentável’ ...”; op. cit. p. 8.
9 “La crisis pone en marcha, aunque no sea más que por un momento, aunque no sea más que en estado naciente, todo aquello que puede aportar cambio, transformación, evolución”. Cf. Morin, E. (1995): Sociología. Madrid: Editorial Tecnos; p. 172.
10 Cf. Morin (1995): Sociología ...; op. cit. p. 189.
Capítulo I - Bases empírica y metodológica de la investigación
29
En el proyecto de tesis doctoral presentado en 1996 en la Universidad de Córdoba,
el proceso de ecologización era percibido por el doctorando como un proceso alternativo
al de modernización, que reflejaba las contradicciones de éste en materia de
diferenciación social y de degradación del medio ambiente. Se consideraba que la opción
por estilos de agricultura ecológica era una alternativa de los pequeños agricultores
familiares excluidos de la modernización, para asegurar su reproducción social como
agricultores y garantizar su status de ciudadanía. Asimismo, se consideraba que la
agricultura ecológica era el resultado de un proceso de concienciación social acerca de
los efectos negativos sobre el medio ambiente de la agricultura moderna basada en el
paradigma productivista. Implícito en ese planteamiento estaba la idea de que los
agricultores familiares, concebidos como un colectivo relativamente homogéneo, eran los
que mejor reflejaban las contradicciones del proceso modernizador y, por ello, los más
concientes de los costes económicos, sociales y ecológicos de dicho proceso.
Junto a esas consideraciones sobre la agricultura familiar y su lugar estratégico en
el proceso de modernización de la agricultura gaucha, se planteaba la idea de que estos
agricultores de tipo familiar no tienen capacidad para orientarse por sí solos hacia nuevos
estilos de agricultura, por lo que se consideraba necesario que recibieran el apoyo de
instituciones externas (organismos de extensión rural, organizaciones no
gubernamentales interesadas en los problemas ecológicos) para incentivarlos
promoviendo en ellos formas de acción colectiva que les permita superar las dificultades
con las que tienen que enfrentarse.
En definitiva, en el proyecto de tesis doctoral se planteaban cuatro hipótesis de
trabajo que han guiado el desarrollo de la investigación. A saber:
1ª) Los agricultores familiares en Rio Grande do Sul optan por estilos de
agricultura ecológica como forma de garantizar su reproducción social como
agricultores. La lógica que subyace a esta opción es fundamentalmente de
naturaleza económica y social, y responde a una racionalidad de tipo
instrumental.
José A. Costabeber
30
2ª) Los agricultores familiares gauchos son los que están en mejores condiciones
para concienciarse de los efectos negativos sobre el medio ambiente que
tienen las prácticas agrícolas basadas en el paradigma productivista. Por ello,
sus opciones hacia la agricultura ecológica responden también a una
racionalidad sustantiva orientada a valores en la que está presente el deseo
de construir una nueva ética medioambiental.
3ª) Los agricultores familiares gauchos se agrupan en formas de acción colectiva
para superar las dificultades que les crea la introducción de nuevos estilos de
agricultura ecológica en un contexto poco favorable marcado por el
paradigma de la modernización productivista. Este proceso de integración en
experiencias asociativas no es sólo un proceso instrumental, sino que tiene
una base de búsqueda de identidad y de construcción de intereses
compartidos, lo que convierte a las asociaciones de agricultores ecológicos en
formas de organización próximas a los movimientos sociales.
4ª) Las instituciones públicas, como la extensión rural, o privadas, como las
ONGs, desempeñan un papel fundamental en la dinamización de los
agricultores familiares en pro de la ecologización de sus prácticas agrícolas.
Los discursos y concepciones de estas instituciones acerca de los problemas
ecológicos de la agricultura están en sintonía con la realidad que
experimentan los agricultores familiares en Rio Grande do Sul.
3. Los objetivos de estudio
El objetivo general de esta Tesis Doctoral ha sido el de identificar las razones que
fundamentan las acciones colectivas orientadas a generar procesos de transición
agroecológica en el contexto de las asociaciones de agricultores ecológicos estudiadas
en el estado de Rio Grande do Sul - Brasil. De ello resultaron los siguientes objetivos
específicos:
Capítulo I - Bases empírica y metodológica de la investigación
31
a) Describir los procesos históricos de conformación de cada una de las
asociaciones estudiadas, identificando los aspectos determinantes de su
constitución como actor colectivo.
b) Analizar cómo las necesidades de reproducción de las condiciones sociales
de los agricultores (actores) inciden en su interés en participar en procesos de
cambio tecnológico y organizativo hacia modelos alternativos de agricultura.
c) Caracterizar el discurso de los agricultores en relación a la dimensión
ecológica de sus procesos productivos, sus formas asociativas y la naturaleza
de su acción social colectiva.
d) Identificar los elementos potenciadores de los procesos de transición
agroecológica en el contexto de las asociaciones de agricultores ecológicos
estudiadas.
e) Discutir qué proyección pueden tener estas asociaciones para sostener
procesos más amplios de “difusión” de alternativas ecológicas en la
agricultura familiar de Rio Grande do Sul.
4. Consideraciones metodológicas
4.1. Registro de las organizaciones de agricultores
Frente a la realidad cambiante y heterogénea de la agricultura de Rio Grande do
Sul, el primer paso metodológico para la investigación empírica de esta tesis fue la
identificación y registro de las principales Asociaciones de Agricultores Ecológicos
existentes en el estado. En ausencia de algún trabajo significativo sobre este tipo de
asociaciones, fue de gran utilidad el Informe de las Experiencias en Agroecología en Rio
Grande do Sul, que reflejaba “la realidad de las iniciativas existentes hasta el comienzo
de 1992”11; y los Informes del Primer y del Segundo Encuentros de las Asociaciones de
11 Cf. Beroldt, L. et al. (orgs.) (1994): Relatório das Experiências em Agroecologia no Rio Grande do Sul. Porto Alegre: Programa de Cooperação em Agroecologia.
José A. Costabeber
32
Agricultores Ecologistas12 realizados en 1993 y 1996, respectivamente13. Además, la
vivencia profesional como extensionista rural en la región de estudio y los conocimientos
previos que tenía el doctorando sobre algunas de las experiencias con “agricultura
ecológica”, fueron también de gran ayuda para la realización de esta tarea de carácter
exploratorio. A todo eso se han sumado los diversos contactos que se efectuaron con
técnicos que poseían vinculación directa con organizaciones de agricultores para el
desarrollo de la agricultura ecológica. De ello resultó que, a comienzos del segundo
semestre de 1996, ya se poseía una lista preliminar de las organizaciones de agricultores
identificadas por su labor hacia la producción “ecológica”.
No obstante, esta lista inicial no daba garantía alguna de que no existieran otras
organizaciones de este género en los casi 300.000 km² del estado de Rio Grande do Sul.
Para intentar controlar este problema, se decidió distribuir un cuestionario entre los
extensionistas rurales de EMATER/RS a fin de completar la información sobre las
organizaciones de agricultores ecológicos. Las respuestas recibidas nos permitieron
detectar un amplio colectivo susceptible de análisis, disponiendo, así, de una muestra
más real sobre el alcance numérico y la distribución geográfica que posee el proceso
incipiente de ecologización respecto al trabajo asociativo orientado a nuevos estilos de
agricultura y de organización de la producción en el estado de Rio Grande do Sul14.
La información solicitada en los cuestionarios se centraba, fundamentalmente, en
las Organizaciones de Agricultores con Orientación Ecológica, definidas como aquellas
formas asociativas que utilizan estrategias de acción colectiva para promover e
implementar prácticas, métodos, procedimientos y tecnologías orientadas a un manejo
12 Agricultores ecologistas: así son identificados los agricultores que se vinculan a la labor del Centro de Agricultura Ecológica Ipê. Ser agricultor ecologista corresponde a una “opción” de buscar un nuevo camino y construir una nueva identidad; implica “una mudanza de identidad, una diferencia en la forma como los agricultores se miran dentro del mundo”. Cf. Centro de Agricultura Ecológica Ipê (1997): O que é ser agricultor ecologista. Ipê: CAE Ipê (Material técnico de divulgación); p. 21-22.
13 Cf. Centro de Agricultura Ecológica Ipê (1993): Relatório do I Encontro das Associações de Agricultores Ecologistas. Ipê: CAE Ipê (2 a 4 de agosto de 1993). Cf. también Centro de Agricultura Ecológica Ipê (1996): Relatório do II Encontro das Associações de Agricultores Ecologistas. Ipê: CAE Ipê (20 a 21 de mayo de 1996). Queremos expresar nuestros sinceros agradecimientos al Ingeniero Agrónomo Laércio Meirelles, Coordinador del Centro de Agricultura Ecológica Ipê, por habernos proporcionado estos materiales y otras informaciones aún cuando nuestra labor para la realización del trabajo de campo se encontraba en un estadio inicial.
14 Los cuestionarios —y las correspondientes orientaciones para su aplicación— fueron distribuidos a los extensionistas en el mes de octubre de 1996, siendo todos devueltos antes del 31 de diciembre del mismo año. Todo este trabajo fue coordinado por la Directoria Técnica de la EMATER/RS, a través de su Departamento de Operaciones. Por supuesto, somos muy gratos a los colegas de trabajo y, de modo especial, a los extensionistas locales, por esta valiosa y fundamental contribución.
Capítulo I - Bases empírica y metodológica de la investigación
33
más ecológico de los recursos naturales en el ámbito de la actividad agrícola. A través de
los cuestionarios se recibió información sobre el nombre de la organización, el año de
inicio de sus actividades, el número de afiliados, su naturaleza jurídica, sus objetivos, las
tecnologías empleadas, los principales cultivos, las actividades colectivas y las entidades
asesoras, entre otras cuestiones. El modelo de cuestionario utilizado se presenta en el
Anexo I.
Como complemento, en los cuestionarios se pidió información sobre otros tipos de
organizaciones que, sin estar relacionadas con la agricultura ecológica directamente,
pudieran tener algún interés para los propósitos específicos de la investigación.
Considerando la existencia del Programa Estadual de Microcuencas Hidrográficas,
coordinado por la Extensión Rural —y teniendo en cuenta que en esta estrategia de
trabajo se incorpora una serie de tecnologías, prácticas y procedimientos de interés
ambiental y ecológico—, se pidió información sobre el mismo: número de microcuencas
asistidas, número de agricultores asistidos, área de cada microcuenca, relación de los
municipios donde hay grupos organizados de agricultores para el manejo del suelo y
agua en microcuencas, etc.
Todo el trabajo realizado en esta fase ha sido bastante útil para —además de
identificar las asociaciones de agricultores ecológicos de interés directo para esta tesis
doctoral— observar la tendencia creciente en el número de formas asociativas orientadas
a la ecologización de la agricultura riograndense en los últimos 10 años. Una descripción
sumaria de esas formas asociativas y de sus principales objetivos de trabajo será
presentada en el Capítulo IV.
La siguiente fase consistió en seleccionar las organizaciones para la realización del
trabajo de investigación empírica. Cuando llegó el doctorando a Rio Grande do Sul para
la realización del trabajo de campo, a finales de febrero de 1997, ya tenía un razonable
conocimiento del ámbito espacial en que se encontraba la mayor parte de las
asociaciones que constituían el objeto de estudio. Para la selección final se consultó a
técnicos y extensionistas rurales a fin de confirmar las informaciones disponibles y
escuchar sus recomendaciones sobre los casos de estudio más apropiados teniendo en
cuenta el interés de las experiencias asociativas y la facilidad de acceso a ellas.
José A. Costabeber
34
4.2. Unidades de análisis y criterios de selección
Como ya se ha dicho anteriormente, el surgimiento de organizaciones de
agricultores para la producción ecológica constituye un hecho reciente y aún carece de
una expresiva visibilidad social, presentando, además, gran dispersión geográfica en el
contexto del estado de Rio Grande do Sul. No obstante, se puede observar la
conformación de algunos polos regionales en los que se da una mayor concentración de
esas formas asociativas, dándose, en realidad, ciertas condiciones favorables para su
consolidación, como, por ejemplo, la presencia de ONG’s y/o de técnicos de instituciones
gubernamentales comprometidos con propuestas de cambio hacia estilos más ecológicos
de producción agrícola.
Dado el carácter exploratorio de la investigación a realizar en esta tesis doctoral, se
optó por técnicas cualitativas, lo que significaba utilizar como criterios de elección de las
unidades de análisis aquéllos que privilegiaran la “intencionalidad” y el principio de la
“representatividad social” o “expresiva”, alejándolo, al mismo tiempo, del principio de la
“representatividad estadística”.
Siguiendo la aportación de Thiollent, “el principio de la intencionalidad es adecuado
en el contexto de la investigación social con énfasis en los aspectos cualitativos, donde
todas las unidades no son consideradas como equivalentes o de relevancia igual”,
existiendo “un tratamiento cualitativo de la interpretación del material captado en
unidades cualitativamente representativas del conjunto del universo y de modo
diferenciado en función de las características del material investigado”. En este caso,
“personas o grupos son elegidos en función de su representatividad social dentro de la
situación considerada”. Es decir, la representatividad expresiva o cualitativa “presupone
criterios de evaluación política en el seno de la conjuntura. La importancia social de los
grupos ‘más avanzados’ es mayor que su peso numérico en el conjunto de la población”.
Así, la representatividad cualitativa “es dada por una evaluación de la relevancia política
de los grupos y de las ideas que vehiculan dentro de una cierta conjuntura o
movimiento”15.
15 Las investigaciones basadas en muestras estadísticamente representativas tienen tendencia a dar una visión bastante ‘conformista’ de la realidad; sus criterios son falsamente igualitarios cuando postulan que cada individuo vale por uno y que cada opinión es equivalente a cualquier otra. Los criterios numéricos pueden llegar a hacer desaparecer las minorías.” (el subrayado es nuestro). Cf. Thiollent, M. (1992): Metodologia da pesquisa-ação. São Paulo: Cortez Editora/Autores Associados. p. 62-63.
Capítulo I - Bases empírica y metodológica de la investigación
35
En la investigación cualitativa, los criterios de selección del perfil, de la composición
y del número de los grupos que intervienen “son criterios de comprensión, de pertinencia
—y no de representatividad estadística—”. Según Andrés Davila, estos criterios “se
refieren a los conjuntos, a su estructura y a su génesis; es decir, por ellos se pretende
incluir a todos los componentes que reproduzcan mediante su discurso relaciones
relevantes (...) Se trata de una muestra estructural, no estadística: es decir, con el diseño
hay que localizar y saturar el espacio simbólico, el espacio discursivo sobre el tema a
investigar”16.
Asumiendo el principio de la “intencionalidad” —y considerando la pertinencia de
buscar una aproximación al principio de la “representatividad social”—, se ha contado con
el apoyo y la opinión de especialistas y técnicos directa o indirectamente vinculados a
trabajos con agricultura ecológica en Rio Grande do Sul17, en el sentido de proceder a
una selección de las unidades de análisis compatible con los objetivos y propósitos
planteados en la investigación. Los criterios, “condiciones” y “supuestos” que sirvieron
como elementos de apoyo al proceso final de selección, fueron los siguientes:
• 1º criterio - En cuanto a la naturaleza jurídica de la organización:
Condición: Preferir aquellas organizaciones que presentaban una naturaleza
jurídica formal-legal en su constitución como actor colectivo, dejando en un plano
secundario los casos en que la articulación entre sus miembros aún se mantenía de un
modo informal.
Supuesto: Aun reconociendo que la “institucionalización” de un grupo no es
sinónimo de “complejidad organizativa” o “capacidad de articulación”, se dió por supuesto
que las experiencias muy incipientes y con bajo grado de formalización presentarían una
menor probabilidad de proporcionar elementos fundamentales para el análisis.
16 Cf. Davila, A. (1995): “Las perspectivas metodológicas cualitativa y cuantitativa en las ciencias sociales: debate teórico e implicaciones praxeológicas”. En: Delgado, J. M. y Gutiérrez, J. (coords.): Métodos y técnicas cualitativas de investigación en ciencias sociales. Madrid: Editorial Síntesis; pp. 69-83; p. 77.
17 Este procedimiento se ha desarrollado en diversos momentos de la investigación. Estamos especialmente agradecidos por las contribuciones que nos han dado Ari Henrique Uriartt, Arno Alberto Borowski, Fábio José Esswein, Francisco Roberto Caporal, Gervasio Paulus, João Carlos Costa Gomes, Jorge Luiz Vivan, Laércio Meirelles, Luiz Antonio Rocha Barcellos y Soel Antonio Claro.
José A. Costabeber
36
• 2º criterio: En cuanto al tiempo de existencia de la organización:
Condición: Elegir preferentemente organizaciones con mayor tiempo de experiencia
y de actuación como actor colectivo.
Supuesto: Cuanto mayor sea la trayectoria histórica de la organización, mayores
serán las posibilidades para enriquecer la comprensión de sus estadios actuales y de sus
perspectivas futuras en torno al trabajo realizado por sus miembros, tanto en los aspectos
tecnológicos como organizativos.
• 3º criterio: En cuanto a la fuente de asesoramiento técnico:
Condición: Incluir organizaciones que se diferencien entre sí en sus fuentes de
asesoramiento técnico, ya sean instituciones gubernamentales o no-gubernamentales.
Supuesto: Cada entidad que participa en tareas de asesoramiento a las
organizaciones de agricultores ecológicos tiene su propuesta para la implementación de
estilos alternativos de agricultura, resultando de ello distintos enfoques y estrategias
tecnológicas y organizativas en cada grupo.
• 4º criterio: En cuanto a la ubicación geográfica de la organización:
Condición: En la selección final, optar, dentro de lo posible, por organizaciones que
estén ubicadas en distintas regiones geográficas del estado de Rio Grande do Sul.
Supuesto: La implementación de estilos ecológicos de producción se encuentra
condicionada en parte por los sistemas de cultivos históricamente utilizados por los
agricultores. La variabilidad de esos sistemas, en el caso de Rio Grande do Sul, está en
buena medida asociada a las diferentes regiones agrícolas del estado.
La aplicación conjunta de estos cuatro criterios y de las opiniones emitidas por los
técnicos consultados dio como resultado, en un primer momento, la selección de tres
asociaciones de agricultores ecológicos (AFES, AECIA y ECOCITRUS) que, desde
nuestro punto de vista, eran poseedoras de una cierta relevancia social, especialmente
por el contexto histórico de su surgimiento y por el carácter pionero e innovador de sus
propuestas.
Capítulo I - Bases empírica y metodológica de la investigación
37
a) La primera organización elegida, la “Associação dos Fruticultores Ecológicos de
Sobradinho” (AFES) fue formalmente fundada en el año 1990, aunque sus primeras
actividades de experimentación hacia la producción ecológica de frutas empezaron a
mediados de los años 1980. Desde el inicio de sus trabajos, viene contando con el apoyo
técnico y organizativo de la EMATER/RS y constituye la primera experiencia concreta de
la Extensión Rural oficial con una forma asociativa orientada al desarrollo de la agricultura
ecológica. La AFES tiene su sede de trabajo en Sobradinho, municipio situado en las
encuestas de la “Serra Geral”, en la región central del estado de Rio Grande do Sul. Los
cultivos más expresivos en la producción agrícola del municipio son el tabaco, frijol y
maíz.
b) La “Associação dos Agricultores Ecologistas de Ipê e Antonio Prado” (AECIA) fue
fundada en el año 1991. No obstante, sus primeras actividades como grupo organizado
comenzaron a finales del año 1989. El trabajo de dinamización para la formación del
grupo fue realizado por el Centro de Agricultura Ecológica Ipê (CAE Ipê) y la Parroquia de
Antonio Prado. La AECIA constituye la primera organización de agricultores ecológicos
asesorada técnicamente por el CAE-Ipê. Su ejemplo de trabajo técnico y organizativo ha
inspirado el surgimiento de otros grupos en la región. El municipio de Antonio Prado,
sede de la AECIA, está ubicado en la “Encosta Superior do Nordeste”, región “serrana”
del estado, históricamente caracterizada por su colonización italiana y por una expresiva
producción vitícola.
c) La “Associação dos Citricultores Ecológicos do Vale do Caí” (ECOCITRUS) es de
las seleccionadas en este estudio la de formación más reciente. Aunque sus orígenes
pueden localizarse en el año 1992, su constitución formal se produjo dos años más tarde,
en 1994. Desde sus inicios, contó con el asesoramiento técnico y organizativo de la
EMATER/RS y GTZ18. La opción por la producción ecológica en una actividad específica
—la citricultura— constituye uno de los rasgos fundamentales de la ECOCITRUS en
relación a las demás asociaciones estudiadas. Su sede de trabajo está situada en el
municipio de Montenegro —región de la “Depressão Central” de Rio Grande do Sul—,
distante 60 km de la capital del estado, Porto Alegre.
18 Se refiere a la Deutsche Gesellschaft für Technische Zusammenarbeit, que actúa en la región a través de un convenio de cooperación técnica con el Gobierno del Estado de Rio Grande do Sul.
José A. Costabeber
38
Seleccionadas estas tres organizaciones e iniciado el trabajo de campo, el
doctorando consideró la conveniencia de ampliar el número de unidades de análisis,
dada la mayor concentración de asociaciones de agricultores ecológicos que existía en la
región “serrana”. Así, mientras que en Antonio Prado existía tan sólo una asociación (la
AECIA), en el municipio vecino, Ipê, había seis grupos constituidos y otro en formación.
Además de esta diferencia, ya conocida de antemano, durante las entrevistas con
afiliados de la AECIA se oyeron muchas críticas en relación a la indiferencia de la
Extensión Rural local respecto a la agricultura ecológica. En el municipio de Ipê, la
EMATER aparecía, sin embargo, junto al CAE Ipê, como una de las principales entidades
en el asesoramiento de la agricultura ecológica. Este hecho hizo que el doctorando
realizara una serie de entrevistas con miembros de las seis asociaciones existentes en
Ipê, descubriendo importantes diferencias respecto a la asociación AECIA de Antonio
Prado. Recordando que “el diseño cualitativo se caracteriza por la invención: esto es, por
dar cabida siempre a lo inesperado (...)”19, se decidió incluir como cuarta asociación una
del municipio de Ipê. Se eligió a la “Associação dos Produtores Ecologistas da Linha
Pereira Lima” (APEMA) por haber sido la primera organización creada en dicho municipio
a partir de un trabajo articulado entre CAE-Ipê y EMATER/RS local. Su formalización
legal ocurrió en 1993, aunque sus actividades asociativas para la producción ecológica
empezaron casi un año antes.
4.3. Los instrumentos y las técnicas de investigación
Las prácticas históricas cualitativas de investigación social suponen, en palabras de
Alfonso Ortí, “una recuperación de la subjetividad real de las relaciones sociales,
devolviendo (de forma relativa) el protagonismo y la voz a los propios sujetos/objeto
(entrevistados/grupos de referencia) de la investigación social”. Además, su carácter
renovador constituye “el intento de sustitución del artificioso (y represivo) lenguaje
informático (reductivo) de la encuesta precodificada (lenguaje del poder del encuestador)
por la riqueza viva del proceso de comunicación real del intercambio simbólico entre
19 Cf. Davila (1995): “Las perspectivas metodológicas cualitativa y cuantitativa en las ciencias sociales ...”; op. cit. p. 77.
Capítulo I - Bases empírica y metodológica de la investigación
39
sujetos totales, capaces no sólo de reformular las preguntas, sino incluso de cambiar el
código de intercambio”20. Los sujetos/objetos, antes que masa pasiva e indiferenciada de
individuos, están en condiciones, pues, de expresar sus propios deseos, creencias y
valores.
La característica fundamental de las técnicas cualitativas al servicio de la
investigación social consiste en ser técnicas de observación directa que suponen un
contacto vivo, una determinada interacción personal del investigador con los grupos y/o
sujetos investigados. Antes de buscar “cualquier forma de “medida” de opiniones y/o
actitudes y no aspirando a “producir” ningún dato “métrico” referente a la conducta de los
sujetos y/o grupos observados, las técnicas cualitativas se orientan (...) a captar, (...)
analizar e interpretar los aspectos significativos diferenciales de la conducta y de las
representaciones de los sujetos y/o grupos investigados”21.
Como técnica cualitativa de investigación social, la entrevista “abierta” o “libre”
consiste en un diálogo face to face, directo y espontáneo, de una cierta concentración e
intensidad entre el “sujeto investigado” y el “sujeto investigador”, que oriente el discurso
lógico y afectivo de la entrevista de forma más o menos “directiva”, conforme los fines
buscados en cada caso22. Como práctica de investigación constituye un proceso
comunicativo mediante el cual el investigador obtiene informaciones del investigado que
se hallan contenidas en el conjunto de las representaciones asociadas a los
acontecimientos vividos por ese interlocutor. La información, pues, ha sido experimentada
y absorbida por el entrevistado y “será proporcionada con una orientación e interpretación
significativa de la experiencia del entrevistado”. Esta técnica de investigación resulta útil,
argumenta Alonso, para la obtención de informaciones de carácter pragmático y tiene un
espacio de cobertura fundamentado en el comportamiento ideal del individuo concreto en
su relación con el objeto de investigación, “circunscribiendo un espacio pragmático en
cuanto que el proceso de significación se produce por el hecho que el discurso es
susceptible de ser actualizado en una práctica correspondiente”. De ello resulta que “las
20 Cf. Ortí, A. (1995): “La confrontación de modelos y niveles epistemológicos en la génesis e historia de la investigación social”. En: Delgado y Gutiérrez (coords.): Métodos y técnicas cualitativas ...; op. cit. pp. 85-95; p. 87.
21 Cf. Ortí, A. (1994): “La apertura y el enfoque cualitativo o estructural: la entrevista abierta semidirectiva y la discusión de grupo”. En: García Ferrando, M.; Ibáñez, J.; y Alvira, F. (comps.): El análisis de la realidad social: métodos y técnicas de investigación. Madrid: Alianza Editorial; pp. 189-221; p. 213.
22 Cf. Ortí (1994): “La apertura y el enfoque cualitativo o estructural...”; op. cit. p. 214.
José A. Costabeber
40
preguntas adecuadas son aquellas que se refieren a los comportamientos pasados,
presentes o futuro, es decir, al orden de lo realizado o realizable, no sólo a lo que el
informante piensa sobre el asunto que investigamos, sino a cómo se actúa o actuó en
relación con dicho asunto”23.
Además, la entrevista posibilita, a través de la recogida de un conjunto de saberes
privados de un individuo, la construcción del sentido social de la conducta individual o del
grupo de referencia de ese individuo. La utilización de esa técnica presupone, entonces,
que el objeto temático de la investigación “será analizado a través de la experiencia que
de él poseen un determinado número de individuos que a la vez son parte y producto de
la acción estudiada”, pues el análisis del informante es parte de la historia que se narra24.
La entrevista individual abierta se presenta potencialmente productiva para el
estudio de casos típicos o extremos, en el cual la actitud de ciertos individuos simboliza
“el modelo ideal de una determinada actitud, mucho menos cristalizada en la “media” del
colectivo de referencia”25.
Dado el carácter exploratorio de la investigación abordada en esta tesis doctoral, y
la metodología de “estudio de casos” por la que se ha optado, la entrevista individual
abierta y semidirectiva ha constituido la base principal del proceso de obtención de datos
primarios a nivel de las unidades de análisis seleccionadas.
La puesta en marcha del plan de entrevistas empezó en el municipio de Sobradinho
con agricultores afiliados a la AFES. El hecho de que el investigador ya conociera con
alguna profundidad la agricultura en esta región, los extensionistas locales e incluso
algunos de los agricultores a quien iba a entrevistar, facilitó sobremanera la
reformulación, adaptación y adecuación de las cuestiones básicas de las entrevistas a la
realidad empírica encontrada.
Las entrevistas se realizaron de forma individualizada; sólo en un caso se realizó
una entrevista colectiva con la participación de cinco miembros de una misma asociación.
Siempre se concertaron las entrevistas con la necesaria antelación y directamente con el
23 Cf. Alonso, L. E. (1995): “Sujeto y discurso: el lugar de la entrevista abierta en las prácticas de la sociología cualitativa”. En: Delgado y Gutiérrez (coords.): Métodos y técnicas cualitativas ...; op. cit. pp. 225-240; p. 226-7.
24 Cf. Alonso (1995): “Sujeto y discurso: el lugar de la entrevista ...”; op. cit. p. 228-229. 25 Cf. Ortí (1994): “La apertura y el enfoque cualitativo o estructural...”; op. cit. p. 214-215.
Capítulo I - Bases empírica y metodológica de la investigación
41
entrevistado, ocasión en que se exponían los principales objetivos de la investigación y la
temática general que pretendía abordar el investigador.
Los agricultores entrevistados fueron seleccionados a partir de la experiencia de los
informantes (extensionistas y asesores técnicos), los cuales estaban directamente
vinculados al trabajo con las asociaciones. Se buscó entrevistar primeramente a
agricultores con características de “informantes-clave” de la historia, de la dinámica
asociativa y de los planes presentes y futuros de su respectiva asociación en términos de
la producción ecológica. Ello hubo que ser compatibilizado también con los criterios de
“disponibilidad” y “accesibilidad” de esos informantes en relación a otros de su misma
posición26. En otros casos se entrevistaron a agricultores específicos por haber sido
citados por sus compañeros en entrevistas anteriores.
Durante el trabajo de campo se realizaron 27 entrevistas con dirigentes e
informantes-clave de las cuatro asociaciones seleccionadas como unidades de análisis27.
Asimismo, fueron realizadas otras 5 entrevistas con informantes-clave pertenecientes a
cada una de las demás asociaciones existentes en el municipio de Ipê; se han utilizado
esas entrevistas como material de apoyo, una vez que sus contenidos se mostraron muy
homogéneos en comparación con los expresados por los entrevistados miembros de la
APEMA, elegida como unidad de análisis en aquel municipio. Las relaciones de las
asociaciones visitadas y de las entrevistas realizadas con agricultores ecológicos se
encuentran en el Anexo II.
En casi todas las entrevistas realizadas se utilizó el magnetofón, pero siempre con
el acuerdo previo del entrevistado. La utilización de esta técnica permitió la reproducción
posterior —y con la máxima fidelidad— de todos los temas relevantes abordados28. Los
26 La selección de personas para entrevistas intensivas no obedece a reglas mecánicas. “La selección supone la disponibilidad del entrevistado, la cual no es previsible antes de un primer contacto. La selección resulta de una evaluación de la relevancia o de la representatividad social (no estadística) de las personas. Tal evaluación queda por cuenta de la ‘intuición’ de los investigadores”. Cf. Thiollent, M. (1985): Crítica metodológica, investigação social e enquete operária. São Paulo: Editora Polis. p. 34.
27 Sin propósitos analíticos, pero intentando ampliar un poco más la visión sobre el contexto de la transición agroecológica en el estado, también se hicieron 6 entrevistas con agricultores pertenecientes a la “Associação dos Produtores Orgânicos de Panambí” — APO —, no incluida como unidad de análisis. Creada en 1988, y una de las más antiguas del estado, sería de gran importancia su inclusión en este estudio, una vez que su propuesta inicial era principalmente la producción orgánica de cereales. Sin embargo, aunque permanezca formalmente constituida, la APO se encuentra actualmente en situación de “paralisia”, no habiendo reunido más sus miembros desde el año 1992.
28 Se podría objetar que la presencia del magnetofón afecta la propia entrevista, las respuestas del entrevistado y, consecuentemente, el contenido de su discurso. Pese esa dificultad, “parece que las ventajas
José A. Costabeber
42
temas y las cuestiones generales que sirvieron de base para la realización de las
entrevistas con dirigentes e informantes-clave se presentan en el Anexo III.
Como parte de la metodología se realizaron, además, 10 entrevistas con los
asesores técnicos más directamente vinculados, actual o anteriormente, al trabajo de
esas asociaciones. En una fase posterior se buscó entrevistar también a otros
profesionales vinculados con el trabajo en agricultura ecológica, especialmente los
citados por agricultores y/o técnicos en entrevistas anteriores. La relación de asesores y
técnicos entrevistados y las cuestiones básicas utilizadas para la realización de esas
entrevistas se encuentran en los Anexos IV y V, respectivamente.
Durante los tres meses en que permaneció en Rio Grande do Sul, el trabajo de
campo del doctorando no se limitó a la realización de entrevistas con técnicos y
agricultores. Además de visitar y observar trabajos prácticos a nivel de finca y participar
en reuniones de trabajo de extensionistas con agricultores ecológicos, también
acompañó, especialmente en la región de Ipê y Antonio Prado, algunas excursiones de
agricultores de otros municipios —e incluso de otros estados— que venían a conocer los
trabajos e intercambiar experiencias con los agricultores ecológicos. En Montenegro,
participó en una reunión ordinaria de la ECOCITRUS, ocasión en que tuvo la oportunidad
no sólo de concertar las entrevistas directamente con los agricultores, sino de acompañar
y observar la dinámica del trabajo grupal desarrollada por esos agricultores. También
visitó algunas propiedades y sedes de Asociaciones en las fechas en que colectivamente
se organizaba la producción ecológica destinada a la comercialización.
En Porto Alegre, visitó la Feria de la Cooperativa Ecológica Coolméia, donde volvió
a encontrarse con agricultores ecológicos de la región serrana que habían sido
entrevistados pocos días antes. Ello se mostró particularmente productivo, pues —
además de dar al investigador oportunidad de poder observar la dinámica de la
comercialización en la que es la mayor y más importante feria ecológica del estado—,
posibilitó un diálogo informal sobre temas relacionados a la investigación.
son superiores”, pues “también existe probablemente el deseo de que la verdad se cuente, sobre todo si los entrevistados han sido marginados de la historia ‘oficial’ o pueden decir algo importante de sus vidas (...) Aunque cada uno de ellos pueda tener su verdad, esto no parece especialmente grave, sobre todo si tenemos en cuenta que también las instituciones, el gobierno, partidos y asociaciones varias, todos ellos produciendo grandes cantidades de materiales impresos, lo hacen, asimismo, contando también su verdad”. Cf. Morales Ruiz, R. (1996): “Una propuesta metodológica para el análisis de los conflictos obreros en el franquismo”. En: Revista Sociología del Trabajo, nº 26, Invierno 1995-96; pp. 141-168; p. 160.
Capítulo I - Bases empírica y metodológica de la investigación
43
También en la capital del estado, Porto Alegre, en donde el gobierno municipal
regido por el PT (Partido dos Trabalhadores), lleva a cabo una política de carácter
participativo, el doctorando acompañó la participación de agricultores ecológicos de Ipê y
Antonio Prado ante la Reunión Preparatoria del Presupuesto Participativo Municipal,
convocada por la Prefectura del municipio. El objetivo de esos agricultores era, a través
de su presencia, conquistar algunos puestos como “delegados” y garantizar su futura
representación en la elaboración del presupuesto municipal.
5. A modo de conclusión
En un contexto caracterizado por el creciente cuestionamiento del modelo
tecnológico ligado a la Revolución Verde, por sus efectos de diferenciación social y de
deterioro medioambiental, esta Tesis Doctoral analiza el proceso de ecologización de la
agricultura gaucha y las experiencias asociativas utilizadas por los agricultores familiares
que optan por estilos alternativos de agricultura. Las hipótesis planteadas reflejan el
interés del doctorando por analizar las dimensiones socioeconómicas y
medioambientales de la lógica que inspira los comportamientos y actitudes de los
agricultores familiares de Rio Grande do Sul a la hora de optar por nuevos estilos de
agricultura. La contrastación empírica de tales hipótesis se ha realizado mediante la
utilización de técnicas de tipo cualitativo, además de una exhaustiva revisión bibliográfica
y de un análisis pormenorizado de bases estadísticas para caracterizar la estructura
social y agraria de esa región brasileña.
CAPÍTULO II
Sobre la Agricultura Familiar en el Desarrollo Capitalista
47
CAPÍTULO II
Sobre la agricultura familiar en el desarrollo capitalista
Dado que el objeto central de esta Tesis Doctoral han sido los agricultores que
orientan sus producciones hacia estilos de agricultura ecológica, y dado que estos
agricultores se caracterizan por poseer pequeñas explotaciones de tipo familiar, ha
parecido conveniente dedicar un capítulo al tema de la inserción de la agricultura familiar
en el proceso de desarrollo capitalista.
Diversas perspectivas teóricas han abordado este tema, y es muy abundante la
literatura sobre el mismo. Con un carácter meramente instrumental se incluye este
capítulo, siendo nuestro objetivo revisar cómo algunas de esas perspectivas teóricas han
analizado en proceso de integración/exclusión de la agricultura familiar en el sistema
capitalista de producción y consumo. El interés de una revisión como la que se va a
realizar en este capítulo consiste en que algunas de estas perspectivas (como la liberal o
la marxista) proporcionan elementos de análisis para comprender, de un lado, las
dificultades que encuentra la agricultura familiar para seguir la lógica del paradigma
productivista y, de otro, la necesidad de que existan políticas públicas capaces de
remover tales dificultades y de facilitar la inserción de las explotaciones familiares en la
economía agroalimentaria. En ausencia de tales políticas, los agricultores de tipo familiar
no pueden asegurar su reproducción social y corren el riesgo de verse excluidos y de
abandonar su actividad.
Las ideas de la agricultura ecológica como vía alternativa de los agricultores para
evitar su exclusión se inspiran en algunas de las perspectivas que aquí se han
seleccionado (la chayanoviana y la agroecológica), por lo que una revisión de sus
principales elementos teóricos nos permitirá comprender mejor el proceso de
ecologización de la agricultura gaucha.
José A. Costabeber
48
1. Perspectiva marxista tradicional
Desde la perspectiva que aquí se denomina marxista tradicional o “marxismo
agrario”1, nos referiremos básicamente a sus dos autores clave, Lenin y Kautsky, dada la
enorme relevancia que han representado sus trabajos en el pensamiento social agrario.
El primero, con su obra El desarrollo del capitalismo en Rusia, realiza su análisis teniendo
como base empírica la realidad de este inmenso país europeo. La cuestión agraria, de
Kautsky, toma como referente empírico la agricultura de Alemania2. Aunque hayan sido
publicadas a finales del Siglo XIX, merece la pena recordar la notable influencia que han
ejercido estas obras en la práctica de las ciencias sociales respecto a los análisis del
desarrollo del capitalismo en la agricultura, notoriamente hasta los años setenta del
presente siglo. No obstante, lo que se intentará hacer en este apartado es tan sólo una
rápida caracterización de cómo es visto y cual es el destino del campesinado y de la
explotación agrícola familiar bajo la perspectiva del marxismo tradicional.
En el inicio del Capítulo II de la obra ya referida, Lenin se propone estudiar las
“características fundamentales” y analizar la “importancia” del proceso de “diferenciación
del campesinado” que acaecía en la agricultura rusa a final del Siglo XIX. Su
argumentación iba en el sentido de que “el proceso de descomposición de los pequeños
agricultores en patronos y obreros agrícolas constituye la base sobre la cual se forma el
mercado interno en la producción capitalista”3. Para una mejor comprensión del contexto
empírico en que operaba tal proceso de diferenciación, es necesario tener en cuenta que,
en el sistema de clasificación utilizado por Lenin, el campesinado ruso está agrupado
básicamente en tres categorías distintas, según la estructura productiva existente en
1 Esta terminología ha sido utilizada, por ejemplo, por Sevilla Guzmán al referirse al “esquema teórico explicativo de la agricultura a lo largo del desarrollo del capitalismo que ha ocupado una dimensión hegemónica en sus conclusiones respecto a la desaparición del campesinado” (Cf. Sevilla Guzmán, E. (1990): “Redescubriendo a Chayanov: hacia un neopopulismo ecológico”. En Agricultura y Sociedad, nº 55, abr.jun./1990; pp. 201-237; p. 203). En el mismo sentido también la utilizan González de Molina, M. y Sevilla Guzmán, E. (1993): “Ecología, campesinado e historia. Para una reinterpretación del desarrollo del capitalismo en la agricultura”. En: Sevilla Guzmán, E. y González de Molina, M. (eds.): Ecología, campesinado e historia. Madrid: La Piqueta; pp. 23-129; p. 37 y ss.
2 Ambos autores publican las referidas obras en el año 1899. Hemos aquí utilizado las ediciones en lengua portuguesa. Cf. Lênin, V. I. (1985): O desenvolvimento do capitalismo na Rússia: o processo de formação do mercado interno para a grande indústria. São Paulo: Nova Cultural; y Kautsky, K. (1986): A questão agrária. São Paulo: Nova Cultural.
3 Cf. Lenin (1985): O desenvolvimento ...; op. cit. p. 35. Esta obra no trata específicamente de la agricultura, sino más bien del desarrollo capitalista en Rusia de manera general. El capítulo II contiene una interpretación del fenómeno respecto a la agricultura, y el proceso de “desintegración del campesinado” ruso constituye su temática central.
Capítulo II - Sobre la agricultura familiar en el desarrollo capitalista
49
cada situación: los campesinos “ricos” (producción orientada al mercado y compra de
fuerza de trabajo asalariado); los campesinos “medios” (situación intermedia e inestable);
y los campesinos “pobres” (pequeña o nula producción mercantil y venta de su fuerza de
trabajo). La tesis de Lenin era que el avance del capitalismo en la agricultura habría de
provocar el desarrollo de los dos grupos “extremos” en detrimento del campesinado
“medio”. Como consecuencia de ello, ocurriría la desintegración del campesinado y la
consolidación de dos grupos de la población rural que presentarían en común “el carácter
mercantil y monetario de la economía”: la burguesía rural y el proletariado rural4.
Estas consideraciones indican, aunque resumidamente, que la tesis de Lenin está
asentada en la idea de que la economía campesina no existe al margen de las relaciones
socioeconómicas de carácter capitalista y, por lo tanto, no está exenta de todas las
contradicciones inherentes al modo capitalista de producción. Esto queda evidenciado
más claramente cuando Lenin observa que: “El sistema de relaciones económicas y
sociales entre el campesinado (agrícola y comunal) muestra la existencia de todas las
contradicciones propias de cualquier economía mercantil y de cualquier capitalismo: la
competencia, la lucha por la independencia económica, el acaparamiento de la tierra
(comprada o tomada en arriendo), la concentración de la producción por una minoría, la
proletarización de la mayoría y su expoliación por la minoría que detenta el capital
comercial y emplea obreros agrícolas. No hay ningún fenómeno económico en el
campesinado que no presente esta forma contradictoria exclusivamente propia del
sistema capitalista, es decir, que no traduzca la lucha y la divergencia de intereses, que
no redunde en más para unos y menos para otros”. Para Lenin, son precisamente estas
contradicciones las que prueban, “notoria e irrefutablemente, que el sistema de relaciones
económicas existentes en la comunidad rural no constituye, en hipótesis alguna, una
formación particular (...), sino un sistema pequeño burgués”5.
Desde esta perspectiva, y concordando con la interpretación que realiza Pérez
Touriño, la agricultura basada en el trabajo familiar —en Lenin—, “no representa un tipo
particular de organización socio-económica, sino que, en la medida en que está inserta
4 Cf. Lenin (1985): O desenvolvimento ...; op. cit. p. 115-116. La eliminación de los componentes medios y la intensificación de los extremos constituye un “fenómeno específicamente propio de la economía capitalista”. Así, el campesinado medio “oscila entre el grupo superior —en torno del cual gravita y en el cual tan sólo una pequeña minoría de favorecidos logra penetrar— y el grupo inferior —para donde lo empuja todo el proceso de evolución social” (Ibid, p. 118).
5 Cf. Lenin (1985): O desenvolvimento ...; op. cit. p. 113.
José A. Costabeber
50
en un régimen de producción de mercancías y el capitalismo es dominante en la totalidad
de la economía rusa, las formas de producción campesinas son, como cualquier otra
forma pequeño burguesa, algo sin entidad propia, en cuyo seno se están formando
constantemente los elementos de las relaciones capitalistas: capital y fuerza de trabajo”6.
La visión unilineal del proceso histórico de cambio social en la agricultura que
subyace en la consideración leniniana, por tanto, enseña que, por una parte, la
transformación del campesinado pobre en proletario crea un mercado principalmente
para los artículos de consumo (y la conversión de la fuerza de trabajo en mercancía); y,
por otra parte, la transformación del campesinado rico en burguesía rural crea un
mercado para los medios de producción (y la conversión de los medios de producción en
capital). Esta doble conversión proporciona, pues, el proceso de formación del mercado
interno en la economía capitalista en general7.
A partir de lo expuesto hasta aquí, puede decirse que el incremento de la
diferenciación social en el seno de la economía campesina y, especialmente, la creciente
proletarización social agraria, están en el centro de la teoría de Lenin sobre el desarrollo
del capitalismo en la agricultura. Así, la descomposición de la economía campesina
llevaría al surgimiento de pequeñas empresas capitalistas y de una gran cantidad de
asalariados rurales desprovistos de cualquier autonomía y de sus medios de producción.
En suma, la economía campesina y la explotación agrícola con base en el trabajo familiar
estarían fatalmente condenadas a la desaparición en cuanto ente social y no
representarían ninguna relevancia política o socioeconómica para el progreso de la
agricultura bajo el avance del capitalismo.
En Kautsky, a su vez, aparece la idea de que “cuanto más la agricultura se
identifica con las pautas y modelos capitalistas, tanto más se diferencian cualitativamente
6 Cf. Pérez Touriño, E. (1983): Agricultura y capitalismo: análisis de la pequeña producción campesina. Madrid: Mapa; p. 20.
7 Cf. Lenin (1985): O desenvolvimento ...; op. cit. p. 108-113. La larga cita, a continuación, deja clara la idea de Lenin sobre el papel que tenía la desintegración del campesinado en la formación de un mercado interno para el capitalismo: “En el grupo inferior ese proceso de formación del mercado interno ocurre por cuenta de los artículos de consumo (mercado de consumo individual); consumiendo menos que el campesino medio, y consumiendo productos de mala calidad (...), el proletario rural compra más. La formación y el desarrollo de la burguesía campesina crean el mercado de dos maneras: por un lado, y esencialmente, por cuenta de los medios de producción (mercado del consumo productivo), porque el campesinado rico se esfuerza por convertir en capital los medios de producción que “acumula” en detrimento de los propietarios fundiarios “empobrecidos” y de los campesinos arruinados. Por otro lado, un mercado se forma aquí por cuenta del consumo personal como consecuencia de la ampliación de las demandas de los campesinos más ricos” (Ibid. p. 118).
Capítulo II - Sobre la agricultura familiar en el desarrollo capitalista
51
las técnicas utilizadas por las grandes explotaciones en relación a las empleadas por las
pequeñas”8. El gran esfuerzo de este autor ha ido, pues, en el sentido de demostrar que
la gran explotación agrícola supera técnicamente a la pequeña explotación en todas las
ramas más importantes de la agricultura, resultando de ello la necesaria inferioridad
técnica y económica de la pequeña explotación familiar en el proceso de penetración
capitalista en la agricultura.
En diversos pasajes de su obra puede observarse claramente esa idea de que,
frente al previsible avance de la industria en varios sectores de la agricultura (el proceso
de industrialización de la agricultura, para utilizar la expresión del propio Kautsky), se
asistiría en el futuro a un proceso de creciente polarización social, donde, por un lado,
estarían las grandes explotaciones agrícolas basadas en el trabajo asalariado,
incorporando crecientemente el progreso técnico y aumentando sus economías de
escala, y, por otro lado, la pequeña explotación, sin ninguna posibilidad de competir con
la agricultura de gran escala y condenada a aumentar sus grados de pobreza,
marginación y miseria9.
Para Kautsky la aparente superioridad de la pequeña agricultura familiar sobre la
gran agricultura no era el resultado de su mayor eficiencia, capacidad de producción y de
competición en el mercado capitalista, sino en su mayor capacidad de autoexplotación de
la mano de obra familiar: “El pequeño campesino no sólo mete el chicote en sí mismo,
sino que de éste también se sirve para poner a trabajar, igualmente, a su familia (...) Es
necesario ser un admirador fanático de la pequeña explotación para ver cualquier ventaja
en esa coacción que ejerce sobre sus propios trabajadores, coacción que los transforma
en simples animales de carga y cuya vida toda, excepto en las horas de dormir o de
comer, no pasa del tiempo exclusivamente dedicado al trabajo”10.
Sin alejarse del intento de demostrar la inferioridad de la pequeña producción
familiar, Kautsky llega incluso a utilizar palabras cargadas de ironía, tal como se puede
8 Cf. Kautsky (1986): A questão agrária; op. cit. p. 87. 9 Aunque el énfasis de los análisis de Kautsky resida en la cuestión de la superioridad técnica de la
grande sobre la pequeña explotación agrícola —y la consecuente polarización social agraria—, la lectura de su obra también permite la identificación de elementos que muestran las posibilidades que tiene el campesinado para sobrevivir en el marco capitalista. Una muy bien elaborada interpretación de esta naturaleza puede verse en Alavi, H. y Shanin, T. (1988): “La cuestión agraria: el discurso marxista de Kautsky”. En: Agricultura y Sociedad, nº 47, abr./jun.; pp. 43-54.
10 Cf. Kautsky (1986): A questão agrária; op. cit. p. 100.
José A. Costabeber
52
observar en el siguiente párrafo de La cuestión agraria: “Entonemos un himno de
alabanza a la bendita pequeña explotación que consigue extraer de las condiciones ‘más
modestas’, o sea, de la miseria sucia y degradante, un pequeño superávit! Incluso en el
campo, el trabajador asalariado se considera una persona, no un animal de carga; sus
necesidades son mayores que las del pequeño campesino. Él presenta un grado de
cultura más elevado que este último. Abajo, pues, el asalariado, es decir, la gran
explotación y viva la pequeña, infinitamente superior!”11.
En el contexto de las posibilidades de organización de los agricultores, una vez más
Kautsky argumenta sobre la mayor capacidad de las grandes explotaciones para mejor
aprovechar las oportunidades ofrecidas por la agricultura moderna. No hay, según este
autor, sector de la economía donde las condiciones previas para la organización
cooperativa se encuentren más débilmente desarrolladas que entre los campesinos. “Sus
condiciones de vida y de trabajo les aíslan completamente, reducen al mínimo su
horizonte político y le quitan el tiempo libre que la autogestión cooperativa le exige”. Por
otra parte, el latifundista existe en menor número, dispone de más tiempo libre, tiene
mejores relaciones y mayor conocimiento comercial, resultando de ello una mayor
facilidad para asociarse en cooperativas. Toda la argumentación de Kautsky va en el
sentido de mostrar la gran importancia que tienen las cooperativas para el desarrollo de
la agricultura moderna, aunque éstas no representan, sin embargo, “ningún medio de
disminuir la extensión de las ventajas que las grandes explotaciones llevan sobre las
pequeñas”12.
Creemos que esta apretada síntesis del pensamiento teórico de Kautsky es
suficiente para mostrar que, desde su perspectiva, bajo la penetración del capitalismo en
la agricultura la “expropiación campesina” es un hecho inexorable contra el cual no hay
posibilidad de luchar. Según la interpretación que hace Abramovay, el paradigma ofrecido
por Kautsky se concentra en las relaciones que se establecen entre la agricultura y la
industria, ante la imposibilidad de la pequeña explotación de incorporar los avances de la
ciencia y, por tanto, “en la tendencia de que el grande y no el pequeño agricultor se
integre con la industria”13. La demostración de la superioridad técnica y económica de la
11 Cf. Kautsky (1986): A questão agrária; op. cit. p. 104 (cursivas añadidas). 12 Cf. Kautsky (1986): A questão agrária; op. cit. p. 109 y ss. 13 Cf. Abramovay, R. (1991): Paradigmas do capitalismo agrário em questão. São Paulo:
HUCITEC; Rio de Janeiro: ANPOCS; Campinas: Editora da UNICAMP; p. 46.
Capítulo II - Sobre la agricultura familiar en el desarrollo capitalista
53
gran explotación agrícola sobre la pequeña implica, en Kautsky, pues, la inutilidad de
cualquier intento político que procure atenuar la irreversible decadencia de la economía
campesina. “Defender al campesinado y sus raíces económicas sería obstaculizar la
marcha de la evolución social y el progreso”14. Dicho en otras palabras, la revolución
agrícola genera una carrera “en que todos son empujados para adelante, sin do ni piedad
—con excepción de algunos felices desalmados que, pisando sobre los vencidos,
consiguen acompañar el ritmo de la carrera: me refiero, en el caso —dijo Kautsky—, a los
grandes capitalistas”15.
Entre los autores contemporáneos que aún mantienen sus teorías muy cercanas a
la ortodoxia marxista, puede destacarse a Alain de Janvry, que considera el campesinado
como un estrato social transitorio bajo el capitalismo. La integración de los campesinos
en el mercado laboral, tanto en la venta como en la compra de trabajo asalariado,
caracteriza de manera rigurosa el proceso de formación de clases entre los productores
directos y la incorporación al modo capitalista de producción dominante. Mientras una
minoría alcanza el estatus de productor de bienes, la gran mayoría se ve obligada a
vender su fuerza de trabajo a medida que pierde el acceso a los medios de producción.
Para Deere y de Janvry, en tal proceso de cambio la transición no implica un ritmo
particular y puede llevar tiempo, mientras el número absoluto de campesinos en el Tercer
Mundo puede aún aumentar mucho en el futuro, tanto bajo la fuerza de la explosión
demográfica como de la descomposición de otros modos de producción (feudales y
comunitarios) que empujan a los campesinos al modo capitalista de producción16.
Las consideraciones sobre los esquemas teóricos de Lenin (la proletarización
campesina) y Kautsky (la polarización social agraria), que aquí se han expuesto en
relación al desarrollo del capitalismo en la agricultura, demuestran que una de las
características fundamentales del marxismo agrario es la interpretación que hace de la
evolución de la estructura agraria en el proceso histórico como una “evolución unilineal”:
“Las transformaciones que se operan en la agricultura responden al cambio de la
sociedad global. Tal cambio está determinado por el crecimiento de las ‘fuerzas
productivas’ y la configuración del progreso como resultado”. El marco teórico
14 Cf. Pérez Touriño (1983): Agricultura y capitalismo ...; op. cit. p. 49. 15 Cf. Kautsky (1986): A questão agrária; op. cit. p. 259. 16 Cf. Deere, C. y Janvry, A. de (1992): “Marco conceptual para el análisis empírico de los
campesinos”. En: Agroecología y Desarrollo, nº 2/3, jun./1992; pp. 2-8; p. 7-8.
José A. Costabeber
54
consolidado a partir de las tesis de Lenin y Kautsky ha influenciado enormemente las
interpretaciones sobre las formas de penetración del capitalismo en la agricultura.
Asimismo, “la consecuente prevalencia de una interpretación macrosocial del cambio
agrario ha supuesto una clara visión mecanicista de la agricultura en el proceso histórico.
Cambio social agrario sólo perceptible a través de la transición de un modo de producción
a otro y de la lucha efímera de éstos por la dominación del conjunto de las formaciones
sociales sin la posibilidad de coexistencia17”.
La versión teórica tradicional del marxismo ha sido también considerada como una
variante más de las teorías de la modernización agraria (lo que será comentado en el
próximo apartado) al condenar a la desaparición, por anacrónicas, determinadas formas
de explotación agrícola. La producción familiar campesina es así considerada como “una
anomalía residual en vía de liquidación”, un obstáculo a la plena expansión del
capitalismo en general18.
De todo ello, y a pesar de las valiosas contribuciones teóricas generadas por el
Marxismo Agrario, es necesario resaltar que, en la mayoría de los casos, algunas de sus
previsiones no se han realizado. En efecto, en las sociedades capitalistas avanzadas
persisten formas de explotación agrícola basadas en la mano de obra familiar. En las
sociedades en desarrollo “lo que realmente se desarrolló fue el subdesarrollo”19. La
prognosis clásica de la superioridad de las formas capitalistas de producción en la
agricultura no se ha confirmado, por lo menos en la medida en que éstas son
conceptualizadas en términos de sus relaciones salariales20.
En esa misma línea de razonamiento, los excelentes análisis que realiza
Abramovay sobre la dinámica de la agricultura familiar en las sociedades avanzadas
demuestran de modo convincente que algo ha ocurrido que contradice no sólo las
previsiones de Lenin y Kautsky, sino también las explicaciones que dieron ellos sobre la
17 Cf. González de Molina y Sevilla Guzmán (1993): “Ecología, campesinado e historia ...”; op. cit. p. 34 y 38-41.
18 Cf. Vergopoulos, K. (1986): “Capitalismo disforme: o caso da agricultura no capitalismo”. En: Amin, S. e Vergopoulos, K. A questão agrária e o capitalismo. Rio de Janeiro: Paz e Terra; pp. 141-179; p. 135.
19 Cf. González de Molina y Sevilla Guzmán (1993): “Ecología, campesinado e historia ...”; op. cit. p. 41 y 42.
20 Cf. Redclift, M. R. y Goodman, D. E. (1987): “La agricultura de Europa occidental en transición: la producción simple y el desarrollo del capitalismo”. En: Agricultura y Sociedad, nº 43, abr.jun./1987; pp. 9-45; p. 38 (cursivas en el original).
Capítulo II - Sobre la agricultura familiar en el desarrollo capitalista
55
supervivencia de las pequeñas explotaciones agrícolas en el capitalismo: “es imposible
afirmar que la supervivencia de la producción familiar en el capitalismo contemporáneo
sea explicable por la miseria del agricultor”. Además, continua este autor, “la
incompatibilidad entre progreso técnico y producción familiar —tan decisiva en el trabajo
de Kautsky— se muestra hoy (...) completamente abolida, si es que alguna vez existió”21.
No obstante —y sin pretender hacer un balance de las contribuciones teóricas
generadas a partir del marxismo tradicional—, esta síntesis del pensamiento de sus dos
autores principales en relación al destino de la agricultura familiar y del campesinado
quedaría demasiado incompleta si no se mencionaran algunos de los aspectos que
permanecen muy presentes en los debates actuales sobre el desarrollo del capitalismo
en la agricultura y que guardan estrecha vinculación con uno de los temas que nos
ocupa: las transiciones agroecológicas. Comentemos, a continuación, algunos de estos
aspectos en la obra de Kautsky.
Desde nuestro punto de vista —y considerando que La cuestión agraria completa
ya cien años desde su primera publicación—, ha sido notable la “intuición” de Kautsky al
referirse, por ejemplo, a los posibles impactos causados por el desarrollo de la industria
química (biotecnologías?) sobre la agricultura. Tal intuición se manifiesta claramente
cuando observa que: “La transformación de la producción agrícola en producción
industrial está recién comenzada. Personas de imaginación fértil, principalmente los
químicos, ya sueñan con un futuro en que el pan será hecho de piedra y los alimentos
producidos en las fábricas, químicamente. Es claro, sin embargo —concluye Kautsky—,
que difícilmente tendremos la oportunidad de ver este sueño realizado”22.
Además de eso, y en estrecha vinculación con el tema del párrafo anterior, al
referirse a la acción de la industria sobre la agricultura, constata Kautsky que “el progreso
industrial ha dado lugar a la sustitución de materias primas de alta calidad por material de
baja calidad, principalmente con el aprovechamiento de los residuos industriales y con la
producción de subproductos. Al final, la industria llega incluso a producir, ella misma, los
materiales que antes eran suministrados por la agricultura, o a sustituirlos, de manera
que convierte en superfluos los producidos por esta última”23. Desde esta perspectiva,
21 Cf. Abramovay (1991): Paradigmas do capitalismo agrário ...; op. cit. p. 47. 22 Cf. Kautsky (1986): A questão agrária; op. cit. p. 258. 23 Cf. Kautsky (1986): A questão agrária; op. cit. p. 248 (cursivas añadidas).
José A. Costabeber
56
vale destacar que el sustitucionismo y el “apropiacionismo” son los dos conceptos clave
del excelente trabajo de Goodman y sus colegas24, dedicado a analizar el papel
revolucionario que pueden ejercer las biotecnologías sobre los sistemas agrícola y
alimentario y las estructuras sociales rurales a partir de este final de milenio.
Por último, es necesario también resaltar que, aunque sin perder de vista su tesis
de la superioridad técnica de la grande en relación a la pequeña explotación, Kautsky ya
preveía los crecientes problemas de la agricultura moderna, tales como el
empobrecimiento del suelo y el aumento de plagas y enfermedades. Aunque las pérdidas
de sustancias nutrientes de los suelos agrícolas es mitigada por su fertilización química,
tal práctica no soluciona el problema: el progreso técnico, dijo Kautsky, no pasa de ser un
método perfeccionado de expoliar cada vez más el suelo. Los aumentos de las plagas y
enfermedades son el resultado de la menor adaptación de las razas animales y especies
vegetales —producidas por selección artificial— a las condiciones ambientales; de la
desaparición de pájaros; de la reducción de forestas, etc.25. Vale recordar que
consideraciones de esta naturaleza se sitúan en el centro de las actuales críticas que,
desde la ecología, son dirigidas contra el modelo tecnológico de la agricultura química
actualmente dominante.
En resumen, en el marxismo agrario los cambios experimentados por los
agricultores obedecen a una evolución unilineal, y la transición es un proceso acorde a
las transformaciones que operan en la sociedad global. No hay razones, por tanto, para
estudiar las formas de racionalidad existentes en la producción familiar campesina, ya
que su destino estaría predeterminado. La transición hacia la agricultura industrializada,
producto de la ciencia agrícola moderna, representaría no sólo una forma evolucionada
portadora de progreso, sino también la propia desaparición del campesinado y de la
agricultura familiar en cuanto forma de producción agrícola. A excepción de las breves
“intuiciones” de Kautsky, no hay en el marxismo agrario preocupación alguna por las
cuestiones ambientales respecto a la nueva agricultura. Como veremos en el próximo
apartado, tal omisión se mantiene también entre los teóricos adscritos a la perspectiva
liberal tradicional. Bajo esta perspectiva, la agricultura familiar tradicional —que a veces
24 Cf. Goodman, D.; Sorj, B.; Wilkinson, J. (1987): From farming to biotecnology. New York: Basil Blackwell. Hemos utilizado la edición portuguesa de 1990: Da lavoura às biotecnologias: agricultura e industria no sistema internacional. Rio de Janeiro: Editora Campus.
25 Cf. Kautsky (1986): A questão agrária; op. cit. p. 189-191.
Capítulo II - Sobre la agricultura familiar en el desarrollo capitalista
57
se le considera como “extremadamente racional” en la asignación de recursos, y otras
veces como “económicamente irracional”— constituye una forma también anacrónica
destinada a ser superada mediante la transición hacia una agricultura moderna en base a
insumos suministrados por la industria.
2. Perspectiva liberal tradicional
Desde la perspectiva liberal tradicional se han realizado esfuerzos teóricos y
trabajos empíricos en distintas áreas de investigación (sociología, antropología,
economía, psicología, etc.) que, de modo general, se encuadran en las ampliamente
conocidas como teorías de la modernización agraria. Mientras el marxismo agrario
considera, como se ha visto anteriormente, al campesinado y la agricultura tradicional
como formas agónicas y residuales bajo el avance del capitalismo, la perspectiva liberal
propone, de manera similar, la transformación (y, por consiguiente, su eliminación) de la
agricultura tradicional, dando paso a una agricultura moderna en base a los valores de la
sociedad urbana industrial. Sin ánimo de recorrer la extensa bibliografía existente sobre
esta segunda perspectiva, bastará con citar los trabajos de algunos de sus más genuinos
representantes —tales como Banfield y Foster (desde la antropología), Rogers (desde la
sociología rural) y Schultz (desde la economía agrícola)—, cuyos aportes teóricos han
influenciado enormemente la comunidad científica vinculada a este campo de estudio.
Desde el enfoque antropológico, varias investigaciones empíricas, notoriamente en
los años cincuenta y sesenta, se centraron en los valores, normas y percepciones
característicos de las sociedades tradicionales, mostrando una imagen opuesta a la
estereotipada del homus economicus de las sociedades occidentales modernas. Se
asume, en estos trabajos, “que los sistemas tradicionales y modernos se excluyen
mutuamente y que, entre ellos, existe un conflicto permanente”26. Edward C. Banfield, por
ejemplo, al examinar los factores necesarios para hacer posible acciones de tipo
cooperativo en una cultura campesina, y tomando como base empírica de investigación
una comunidad rural italiana de mediados del siglo, desarrolla su ambiciosa
26 Cf. Heynig, K. (1982): “Principales enfoques sobre la economía campesina”. En: Revista de la CEPAL, nº 16, abr./1982; pp. 115-142; p.119.
José A. Costabeber
58
conceptualización de familismo amoral, más tarde incorporada a una serie de estudios
sobre la modernización de la agricultura tradicional. Para este autor, la cultura campesina
se caracterizaría “en gran medida por la incapacidad de los miembros de la comunidad
para actuar conjuntamente por su común bienestar o, ciertamente, por algún fin que
trascienda el inmediato interés material de la familia nuclear. Esta incapacidad para
concertar la actividad más allá de la familia inmediata surge de un ethos, el de familismo
amoral”27.
Según Banfield, todo el comportamiento de los campesinos de la comunidad
estudiada puede explicarse si se tiene en cuenta que actúan maximizando las ventajas
materiales de su familia nuclear a corto plazo como consecuencia de que se asume que
todos los demás actúan así. El comportamiento familístico amoral “sigue la regla de
actuar sin moralidad sólo en relación con una persona fuera de la familia”, si bien
respecto a los miembros de la familia, “aplica criterios de correcto o erróneo”. Hay que
resaltar que el concepto de familismo amoral —la pauta o síndrome de desconfianza y
sospecha mutua hacia todo lo que no sea de la familia y de familismo—, ha sido tomado
por la tradición de la modernización agraria, “asumiendo, en cierto sentido, que los
‘modernos’ del mundo urbano industrial se caracterizan por la hospitalidad y la confianza
entre sus miembros, para los cuales el círculo de familiares y amigos es abierto y fuera
de él no existe la competitividad”. Esta última característica, la competitividad entre
miembros de una sociedad, paradójicamente, pasa a ser atribuida a las sociedades
campesinas28.
Quizás el trabajo de George M. Foster —especialmente su conocida Teoría de la
Imagen del Bien Limitado29—, haya alcanzado una repercusión aún mayor que el de
27 Cf. Banfield, E. C. (1958): The moral basis of a backward society. New York: The Free Press; p. 10. Citado por Sevilla Guzmán, E. y Sevilla Guzmán, J. L. (1984): “La tradición sociológica de la vida rural: una larga marcha hacia el funcionalismo”. En: Sevilla Guzmán, E. (coord.): Sobre agricultores y campesinos: estudios de sociología rural de España. Madrid: MAPA; pp. 39-107; p. 87.
28 Cf. Banfield (1958): The moral basis ...; op. cit. p. 83. Citado por Sevilla Guzmán y Sevilla Guzmán (1984): “La tradición sociológica de la vida rural ...”; op. cit. p. 87. Además, todas estas características del comportamiento campesino (desconfianza, sospecha mutua, familismo, competitividad) apuntadas por Banfield entran en clara colisión con el concepto de comunidad campesina, sobre el cual existe una relevante acumulación teórica que los teóricos de la tradición “modernicista” de la vida rural parecen ignorar (Ibid, p. 88).
29 Cf. Foster, G. M. (1974): “La sociedad campesina y la imagen del bien limitado”. En: Bartolomé, L. J. y Gorostiaga, E. E. (comps.): Estudios sobre el campesinado latinoamericano: la perspectiva de la antropología social. Buenos Aires: Ediciones Periferia; pp. 57-90. La versión original inglesa es de 1965: Foster, G. M., “Peasant Society and the image of limited good”. En: American Anthropologist, vol. 67, nº 2; pp. 293-315.
Capítulo II - Sobre la agricultura familiar en el desarrollo capitalista
59
Banfield entre los teóricos de la modernización agraria. Al objeto de resaltar la dimensión
dominante en la orientación cognoscitiva de las sociedades campesinas, Foster intentó
construir un modelo que pudiera explicar el comportamiento campesino. Su preocupación
es con la naturaleza y la representación económica de la orientación cognoscitiva,
buscando la construcción de modelos que den cuenta del comportamiento observado y
que permitan la predicción de comportamientos futuros, especialmente aquéllos
relacionados con el tema de la participación de los campesinos en el desarrollo
económico. Como resalta el mismo autor, los modelos tienen una doble función: no sólo
conducen a mejorar el trabajo de campo, sino que tienen “utilidad práctica como guía
para la política y acción en estos programas de desarrollo”30.
¿En que consiste, pues, tal imagen del bien limitado? Para Foster, amplias áreas
del comportamiento campesino están modeladas por la percepción que tienen los
campesinos de su universo socioeconómico y natural; perciben que todos los bienes y
cosas deseadas en la vida (la tierra, la salud, la riqueza, la amistad, el amor, la virilidad,
el honor, el respeto y el status, el poder y la influencia, la seguridad y la protección),
“existen en una cantidad finita y limitada y son siempre escasos“. Asimismo, para ellos
“no hay manera posible de incrementar las cantidades disponibles“31. Excepto en un
sentido especial, el campesino ve su comunidad como un sistema cerrado y su existencia
determinada y limitada por los recursos naturales y sociales de su entorno más
inmediato.
Considerando que los bienes son percibidos como limitados y que no hay manera
de incrementarlos en la comunidad, se deduce, pues, que “un individuo o una familia sólo
pueden mejorar su posición a expensas de otros”. Como consecuencia de ello, debe
suponerse, señala Foster, “que las instituciones sociales, el comportamiento personal, los
valores y la personalidad van a mostrar pautas que pueden ser vistas como funciones de
esta orientación cogniscitiva. El comportamiento preferido va a ser el que para el
campesino lleve al máximo su seguridad, preservando su posición relativa en el orden
tradicional de las cosas”32.
30 Cf. Foster (1974): “La sociedad campesina ...”; op. cit. p. 62. 31 Cf. Foster (1974): “La sociedad campesina ...”; op. cit. p. 65 (cursivas en el original). 32Cf. Foster (1974): “La sociedad campesina ...”; op. cit. p. 65-71 (cursivas en el original).
José A. Costabeber
60
Desde esta perspectiva, la mejoría relativa lograda por un miembro de la
comunidad en relación a la obtención de un “bien” será percibida como una amenaza
para todos los individuos y familias de esta comunidad. Aquéllos que se encuentran en
circunstancias “amenazantes”, reaccionan promoviendo la máxima cooperación u
optando por un individualismo extremo. Foster afirma que las sociedades en cuestión
tienden a optar por la segunda de las alternativas, el individualismo, lo que lleva “a que
cada unidad social mínima se vea en una perpetua y tenaz lucha con sus compañeros
por la posesión o el control de lo que considera que debe ser su parte de los escasos
recursos”33.
Como señala Foster, todo el comportamiento normativo de un grupo es una función
de su particular orientación cognoscitiva, de su “visión del mundo”, lo que supone que
todo comportamiento es “racional” y tiene sentido. El comportamiento campesino —como
función de su orientación cognoscitiva reflejada en la imagen del bien limitado— no sólo
sería altamente racional en el contexto que lo determina, sino que se hace indispensable
para el mantenimiento de la sociedad campesina en su forma tradicional. No obstante, y
a pesar del reconocimiento de esta forma de racionalidad, Foster es implacable en sus
comentarios respecto a lo que habría que hacer para cambiar ese estado de cosas: las
sociedades campesinas poseen una irracionalidad económica que frena el progreso
económico de una nación. Por tanto, la participación del campesinado en el desarrollo
nacional sólo puede ser activada mediante la creación de oportunidades económicas y de
otro tipo que animen al campesino a “abandonar su tradicional y creciente orientación
cognoscitiva irreal por una nueva que refleje las realidades del mundo moderno”34.
Tanto la tesis de Banfield (el familismo amoral) como la de Foster (la imagen del
bien limitado), recién comentadas, han sido posteriormente incorporadas en nuevos
estudios sobre la “cultura campesina” y sobre la necesidad de superarla para el logro del
progreso económico. Todo ello se ha venido planteando en el marco de los programas
desarrollistas promovidos por organismos internacionales, especialmente aquellos
dirigidos hacia el cambio tecnológico y la modernización en los sectores más “atrasados”
de los países subdesarrollados. El paso de la “sociedad tradicional” a la “sociedad
moderna” y la transformación de la agricultura tradicional en una agricultura moderna en
33 Cf. Foster (1974): “La sociedad campesina ...”; op. cit. p. 72. 34 Cf. Foster (1974): “La sociedad campesina ...”; op. cit. p. 64 (cursivas añadidas).
Capítulo II - Sobre la agricultura familiar en el desarrollo capitalista
61
base a insumos y tecnologías industriales, han constituido el telón de fondo de estos
programas de desarrollo y crecimiento económico.
En este contexto, ha sido Everett M. Rogers uno de los sociólogos rurales más
influyentes en la teoría y práctica de la tesis de la modernización agraria. Desde los
principios de los años sesenta, y teniendo como base de trabajo la Universidad del
Estado de Michigan (EE.UU.), ha liderado y participado activamente en proyectos de
investigación sobre comunicación, extensión agraria y difusión de innovaciones en
diversos continentes, llegando a convertirse en “el más relevante de los numerosos
científicos sociales adscritos a esta tradición intelectual”35. No obstante, no nos
dedicaremos a analizar detenidamente su amplia aportación al estudio de la “difusión de
innovaciones”36, puesto que esto nos alejaría de nuestro propósito de partida. Lo más
importante a destacar de su trabajo es la caracterización que hace de la “subcultura
campesina” y la necesaria superación de ésta a través de la difusión de tecnologías
modernas.
Desde la óptica rogeriana, el campesinado impide el desarrollo económico y frena
el proceso de modernización de los países subdesarrollados. Para Rogers, la
modernización entre los campesinos —mediante la generalización de “la adopción de
fertilizantes químicos, variedades de semillas mejoradas, maquinaria agrícola e
irrigación”— constituía la clave para acelerar tal proceso de desarrollo económico y
solucionar el problema de la creciente escasez de alimentos que acaecía en estos
países37. Dicho en otras palabras, “para que un país pueda avanzar en el proceso de
modernización, la mayor parte de la población debe cambiar su estilo de vida”. Además
de difundir tecnologías agrícolas a los agricultores, es también necesario “persuadirlos de
las ventajas de las ideas nuevas frente a los usos tradicionales”38. De este modo, el
campesino dejaría de representar un freno al proceso de desarrollo económico y pasaría
a integrarse como sujeto activo en los valores de una sociedad urbana industrial.
35 Cf. González de Molina y Sevilla Guzmán (1993): “Ecología, campesinado e historia ...”; op. cit. p. 28.
36 Rogers, E. M. (1962): Diffusion of innovations. New York: The Free Press. 37 La renovación de las tesis malthusianas —el incremento de la población mundial en mayor ritmo
que el de la producción de alimentos—, proporcionaba la justificación necesaria para la implementación de programas de modernización agrícola destinados a combatir el hambre en el Tercer Mundo.
38 Cf. Rogers, E. M. (1969): Modernization among peasants. New York: Holt, Rinehart and Winston. Hemos utilizado la versión castellana: Rogers, E. M. (1973): Modernización entre los campesinos. México: Fondo de Cultura Económica; p. 30-31 (cursivas añadidas).
José A. Costabeber
62
A pesar de las importantes variaciones culturales que se dan entre los campesinos
—encontradas entre países, entre regiones del mismo país o incluso entre campesinos
de una misma región—, partía Rogers del supuesto de que “existen muchas actitudes y
creencias básicas comunes” al campesinado. Con el intento de encontrar este patrón
general del estilo de vida campesino, describe los diez principales elementos que definen
la “subcultura” de los campesinos. A saber: 1) la desconfianza mutua en las relaciones
personales; 2) una percepción de lo bueno como limitado; 3) la dependencia y hostilidad
hacia la autoridad gubernamental; 4) el familismo; 5) la falta de espíritu innovador; 6) el
fatalismo; las aspiraciones limitadas; 8) la ausencia de espíritu de superación; 9) la visión
limitada del mundo; y 10) la escasa empatía. Para Rogers, tales elementos de la
subcultura campesina están interrelacionados funcionalmente, por lo que la separación
de algunos de ellos sería “realizar una violación heurística que sólo puede permitirse en
sentido analítico” 39.
Como se puede observar, en buena parte de los elementos mencionados por
Rogers aparece la influencia de Banfield y Foster en la definición de la subcultura
campesina. Así, la mentalidad de sospecha mutua y la desconfianza, por ejemplo,
conducen al campesino al individualismo, resultando de ello un obstáculo poderoso para
la implementación de programas de desarrollo basados en la cooperación; la
desconfianza interpersonal se transmite a actitudes de dependencia y hostilidad hacia los
gobiernos; y la subordinación de las metas individuales a las de la familia también resulta
de la desconfianza y sospecha mutua. El fatalismo desalienta el intento de progresar
mediante el esfuerzo propio y representa, también, un escollo para los programas de
cambio social dirigido. Además, los campesinos no adoptan una actitud positiva ante las
ideas nuevas, y ello es el resultado de generaciones de acondicionamiento cultural
desfavorable y de su visión limitada del mundo. “Una sensación de fatalismo, la imagen
del bien limitado y la realidad de las oportunidades obstruidas, han determinado que los
campesinos tengan un bajo nivel de aspiraciones de progreso”. Todo ello parece indicar,
observa Rogers, que la conducta campesina “no es guiada completamente por
consideraciones racionales y económicas”. Tan sólo una mayor exposición a los medios
39 La argumentación sobre cada uno de estos elementos puede verse en Rogers, E. M. (1973): Modernización ...; op. cit. p. 35-48. El mismo tema puede verse también en Rogers, E. M. & Burdge, R. J. (1972): Social change in rural societies. Englewood Cliffs: Prentice-Hall; p. 418-428.
Capítulo II - Sobre la agricultura familiar en el desarrollo capitalista
63
de comunicación podría ayudar a ampliar la visión de mundo que tienen los campesinos y
a convencerlos sobre la necesidad del cambio40.
Por último, es necesario destacar que el “paradigma difusionista” —estrechamente
ligado a las contribuciones teóricas de Rogers y sus colaboradores en los años sesenta y
setenta—, ha alcanzado notable hegemonía en los servicios de Extensión Rural de
diversas regiones, tanto del mundo desarrollado como del subdesarrollado. Los
partidarios de este paradigma de transferencia de tecnologías “parten de la idea
‘optimista-tecnológica’ de que el hombre puede dominar la naturaleza a través de la
ciencia”; y consideran la tecnología industrial, científicamente producida, “como un dato
deseable”. La “curva de adopción de innovaciones” por los agricultores, central en este
paradigma, constituye “un producto intelectual de la asunción de que la ciencia agraria
desarrolla tecnologías para mejorar el bien estar de los agricultores”41. La base de estos
estudios han sido entrevistas realizadas directamente con los potenciales usuarios de las
innovaciones tecnológicas, llevadas a cabo por un gran número de investigadores en
diversas partes del mundo. Esta corriente teórica parte del supuesto de que la
investigación sobre difusión de innovaciones es deseable siempre42. Caracterizar las
barreras psicológicas y sociales que presenta el campesinado al cambio ha sido su
preocupación central43, al objeto de encontrar los mecanismos adecuados para acelerar
el proceso de cambio hacia la modernización agraria.
Siguiendo el esquema expositivo propuesto, es necesario también destacar el
notable impacto causado por una corriente que, desde la economía, lanzó nuevas luces
teóricas para caracterizar el “comportamiento del agricultor tradicional”: lejos de la
“irracionalidad económica” —tal como planteada por Foster y Rogers, por ejemplo—, la
conducta del agricultor tradicional es analizada como “maximizadora de lucro” y
40 Cf. Rogers (1973): Modernización ...; op. cit. p. 37-47. 41 Cf. Sánchez de Puerta, F. (1996): Extensión agraria y desarrollo rural. Madrid: MAPA; p. 241 y
262. 42 Cf. Ban, A. W. van den y Hawkins, H. S. (1996): Extensión agraria. Zaragoza: Editorial Acribia; p.
126. Vale destacar que el tema de la difusión de innovaciones ha recibido el mayor apoyo de la investigación empírica sobre extensión rural. Según datos aportados por estos autores, “más de 3.000 informes de investigación se han publicado sobre el proceso de comunicación, que involucra la difusión o diseminación de las innovaciones, y sobre cómo deciden adoptar o rechazar las innovaciones los clientes de extensión agraria”. La mayor parte de estos trabajos se ha realizado en Estados Unidos en los años cincuenta; durante los años sesenta hubo un auge de este tipo de investigación en países poco industrializados (Ibid, p. 106).
43 Cf. González de Molina y Sevilla Guzmán (1993): “Ecología, campesinado e historia ...”; op. cit. p. 28-29.
José A. Costabeber
64
“optimizadora en la asignación de recursos escasos”. El principal protagonista de esta
tesis es Theodore W. Schultz, quien —al inicio de la década de los años 1960—,
especialmente a través de su Transforming traditional agriculture44, se convirtió en uno de
los economistas neoclásicos más conocidos e influyentes en la elaboración de políticas
públicas dirigidas a la implementación de programas de modernización de la agricultura
en diversas partes del mundo. Ciertamente, en el campo de la extensión y de la
investigación agrarias pocos fueron los técnicos que, durante las décadas sesenta y
setenta —período del auge de la Revolución Verde—, no oyeron hablar de Schultz y su
teoría del eficiente, pero pobre, al referirse al sector agrícola tradicional dominante en los
países subdesarrollados. En las líneas que siguen se intentará sintetizar algunos puntos
de su teoría y de sus propuestas de transición para sacar adelante los crónicos
problemas de este tipo de agricultura.
Como ha señalado Schultz, el objetivo de su estudio consistía en demostrar que la
característica decisiva de la agricultura tradicional está fundada en el bajo rendimiento
proporcionado por las inversiones en los factores agrícolas que los agricultores vienen
utilizando desde generaciones atrás. Para transformar esta mísera agricultura tradicional
en un sector muy productivo sería necesario —dijo Schultz—, idear y poner en el
mercado unos factores de producción más rentables, en base a los conocimientos
científicos y técnicos establecidos. “Construir y vender esos factores, así como aprender
a utilizarlos con eficiencia, es una cuestión de inversión, tanto en capital humano como en
capital material”45.
Lo más atractivo de su teoría, no obstante, es la caracterización que hace de los
agricultores tradicionales respecto a la combinación de los factores (no modernos) de
producción. Partiendo del supuesto de que el rasgo común fundamental de las
comunidades agrícolas tradicionales es que, durante largos años, no han experimentado
cambios significativos en el “estado de las artes” (técnicas), Schultz desarrolla su
argumentación en el sentido de que “en la agricultura tradicional existen relativamente
pocas ineficiencias en cuanto a la distribución de los factores productivos entre sus
44 Cf. Schultz, T. W. (1964): Transforming traditional agriculture. New Hawen: The Yale University Press. Hemos aquí utilizado la versión castellana: Schultz, T. W. (1968): Modernización de la agricultura. Madrid: Aguilar.
45 Cf. Schultz (1968): Modernización ...; op. cit. p. XIII-XIV. La agricultura tradicional es definida por este autor como “aquella basada exclusivamente en los factores de producción utilizados por agricultores generación tras generación”, excluyendo de esta definición cualquier agricultura que haya ya empezado algún proceso de cambio técnico con base en factores externos (Ibid, p. 3).
Capítulo II - Sobre la agricultura familiar en el desarrollo capitalista
65
diversas aplicaciones posibles”46. Incluso en condiciones de extrema pobreza o en
contextos económicos de pequeña o casi nula circulación mercantil, el agricultor
tradicional es un óptimo asignador de recursos. Dicho en otras palabras, los agricultores
tradicionales son bastante racionales y eficientes en la utilización de los factores de
producción que disponen. No sólo eso, sino que también son individuos que buscan —
como cualquier agricultor capitalista— la máxima satisfacción de sus necesidades y la
mayor ganancia en sus actividades productivas y en la venta de sus productos.
Resulta de ello que no hay ninguna especificidad de la agricultura tradicional en
relación a una agricultura moderna dirigida al mercado. Si las comunidades agrícolas son
pobres, no es porque los campesinos carezcan de una racionalidad de lucro en la
asignación de los factores entre sus diversas y posibles aplicaciones, sino porque “los
factores de los que su economía depende no son capaces de producir más en las
circunstancias vigentes”. Es decir, las oportunidades ofrecidas por la agricultura
tradicional para el crecimiento económico son mínimas, una vez que los agricultores
hayan “agotado las posibilidades de producción que resultaban rentables dado el estado
de las artes”47. De ahí que la expresión eficiente, pero pobre —mencionada repetidas
veces en su texto—, se ha convertido en la expresión clave para argumentar sus puntos
de vista en favor de un proyecto político de modernización a gran escala de los
campesinos.
En la argumentación de Schultz no hay ninguna posibilidad lógica de incrementar la
utilización o mejorar la combinación de los factores tradicionales de producción que
históricamente disponen los agricultores. Ni siquiera el más competente técnico podría
enseñar a los campesinos formas más adecuadas de combinar estos factores48. Salta a
la vista, pues, que la racionalidad en la asignación de recursos observada en la
agricultura tradicional —reconocida por las experiencias y conocimientos que durante
décadas se han pasado de generación tras generación— resulta, en el esquema de
Schultz, insuficiente para que los campesinos salgan de su atraso. La laboriosidad y la
frugalidad campesinas no son suficientes para romper la pobreza y el estancamiento
económico de este tipo de agricultura. No hay posibilidad de evolución de la agricultura
tradicional desde dentro; lo que hay que buscar no es su perfeccionamiento, sino su
46 Cf. Schultz (1968): Modernización ...; op. cit. p. 32-33. 47 Cf. Schultz (1968): Modernización ...; op. cit. p. 43 y 113. 48 Cf. Schultz (1968): Modernización ...; op. cit. p. 46.
José A. Costabeber
66
transformación. Por ello, pues, tan sólo a través de programas de modernización desde
fuera podría transformarse la agricultura tradicional en un sector más productivo49.
Aceptado el supuesto anterior, no tendría sentido que el extensionista buscara
soluciones endógenas para sacar las comunidades tradicionales de su estancamiento
económico. En términos de Schultz, no cabe al técnico preguntar lo que estas
comunidades podrían producir invirtiendo o incrementando los factores de producción de
que disponen. Al técnico sólo le correspondería pensar en “el problema fundamental de
modernizar la agricultura”, que es una cuestión distinta de la primera50. Por consiguiente,
cuando Schultz se refiere a la necesidad de “mejorar” el capital humano y el capital
material como si fueran un capital indisoluble, queda evidente en su propuesta que los
recursos humanos deben ser capacitados para que hagan una correcta utilización de los
capitales materiales, capitales que, en el modelo de Schultz, deben ser externos y
proporcionados por el mercado51.
En síntesis, la transición propuesta por Schultz corresponde a un proceso unilineal
de desarrollo, materializado en una ruptura radical con las bases tecnológicas de la
agricultura tradicional y en el olvido de las experiencias y los conocimientos autóctonos
de esos agricultores, así como en la adopción de un tipo nuevo, moderno, de agricultura,
basado en insumos de alto rendimiento ofertados por el mercado: “los campesinos
sujetos a la agricultura tradicional han de adquirir, adoptar y aprender a manejar
eficientemente otra serie, nueva, de factores rentables”52. La agricultura tradicional es,
pues, anacrónica y obsoleta como fuente de crecimiento económico y nada puede aportar
para el incremento de la renta de los agricultores involucrados en tal dinámica de
producción.
49 Tales inversiones deberían partir del Estado, especialmente a través de la implantación de instituciones (sin finalidades lucrativas) para realizar actividades de investigación (y adaptación) y suministrar factores modernos a la economía agrícola, preparando el camino a la labor de empresas privadas. La instalación de Centros Internacionales de Investigación Agrícola en la década de sesenta constituye un claro ejemplo de la concreción de algunas de las propuestas formuladas por Theodore Schultz.
50 “Si toda la producción agrícola dependiese exclusivamente de los factores utilizados por la agricultura tradicional, las perspectivas de este sector serían en verdad yermas”. Cf. Schultz (1968): Modernización ...; op. cit. p. 114.
51 “Los oferentes o abastecedores de los factores agrícolas modernos (no tradicionales) son quienes verdaderamente tienen la llave del crecimiento económico en el sector agrícola”. Cf. Schultz (1968): Modernización ...; op. cit. p. 125 (cursivas añadidas).
52 Cf. Schultz (1968): Modernización ...; op. cit. p. 124 (cursivas añadidas).
Capítulo II - Sobre la agricultura familiar en el desarrollo capitalista
67
Efectivamente, las aportaciones de los autores adscritos a la perspectiva liberal
tradicional —aunque presentando algunas diferencias entre sus enfoques—, han
contribuido a la consolidación del paradigma de la transferencia de tecnologías, antes
referido, como base para acelerar la penetración de las relaciones capitalistas en la
agricultura. Los resultados obtenidos en las muchas investigaciones realizadas sobre el
proceso de adopción de las nuevas tecnologías agrarias por parte de los agricultores, han
sido usados por diversas organizaciones de extensión rural con vistas a acelerar el índice
de adopción de las nuevas ideas o para cambiar el proceso de adopción, de tal modo que
ciertas categorías de agricultores adoptasen las innovaciones más rápidamente53. No
obstante, este modelo de difusión en base a técnicas de comunicación persuasivas ha
sido duramente criticado, notoriamente a partir de finales de los años setenta. Sin ánimo
de profundizar sobre estas críticas, basta con señalar que, por una parte, el modelo
presenta prejuicios intrínsecos al focalizar y favorecer primeramente a aquellos
agricultores que tienen mayor potencial y mejores condiciones (disponibilidad de capital,
acceso al crédito, calidad de las tierras, posibilidad de riego, etc.) para el incremento de la
producción y productividad agrícolas. Para algunos analistas, ello ha sido parte de una
política de apostar conscientemente por los agricultores fuertes, sin estimular el
aprendizaje por los investigadores de los agricultores de bajos recursos54. Las
consecuencias negativas de este proceso se han hecho notar más intensamente en
países del Tercer Mundo al incrementar la desigualdad social en el seno de la agricultura.
Por otra parte, “los efectos negativos de la adopción de innovaciones agrarias y sus
posibles resultados no se han estudiado dentro del paradigma de la transferencia de
tecnologías”55. Teniéndose en cuenta, pues, que la tecnología moderna es normalmente
considerada como una fuerza externa e independiente y que, además, no se cuestionan
las posibles externalidades negativas de dichas innovaciones, se evalúan tan sólo los
resultados a corto plazo, sin considerar los efectos colaterales a medio o largo plazo. Lo
que cuenta es la velocidad de la adopción y el número de adoptantes de las nuevas
tecnologías científicas, sin cuestionarse la racionalidad de esta misma adopción. En
efecto, los impactos negativos causados por las tecnologías químicas sobre los
ecosistemas y la salud humana constituyen un claro ejemplo de externalidades. En su
53 Cf. Ban y Hawkins (1996): Extensión agraria ...; op. cit. p. 258. 54 Cf. Chambers, R. y Ghildyal, B. P. (1992): “El modelo de agricultor primero y último”. En:
Agroecología y Desarrollo, nº 2/3, jul./1992; pp. 9-24; p. 10. 55 Cf. Sánchez de Puerta (1996): Extensión agraria ...; op. cit. p. 264.
José A. Costabeber
68
perspicaz crítica al proceso de difusión de innovaciones, Quesada lo compara con un
modelo quirúrgico, donde “el paciente se murió, pero la operación fue un éxito”56.
La negación de la racionalidad del agricultor familiar tradicional como base para
implementar programas de modernización de la agricultura (perspectiva liberal
tradicional), y la aceptación del proceso de desintegración del campesinado como
necesario e irreversible (perspectiva marxista tradicional), tal como se ha visto en el
apartado anterior, no es lo que se observa en otra corriente teórica, sobre todo la
derivada de la aportación intelectual del economista ruso Alexander V. Chayanov. En
este caso, la transición de la agricultura campesina hacia formas más racionales debería
basarse en un plan de desarrollo que considerara, como marco inicial, la razón
organizativa de la unidad de explotación doméstica. De ello dependería, por supuesto, el
destino y el futuro de este tipo de explotación en el marco del desarrollo de las relaciones
capitalistas. Aunque el origen de este enfoque se enmarca en el primer cuarto del siglo
XX, sus propuestas se han difundido con mayor vigor a partir de los años 1960,
influyendo de manera significativa en la tradición intelectual de los Estudios Campesinos.
A pesar de los límites que presenta la teoría de Chayanov para su aplicación en las
sociedades agrarias contemporáneas, aún mantiene elementos valiosos para aquellos
investigadores que buscan nuevas herramientas metodológicas para los análisis de la
agricultura familiar en el actual contexto de crisis ecológica y social que se manifiesta en
diferentes grados y en diversas regiones del mundo. Así, el próximo apartado será
dedicado a la apreciación de la especificidad y el destino de la unidad de explotación
doméstica familiar bajo la perspectiva “chayanoviana”.
3. Perspectiva chayanoviana
En este apartado se indicarán, aunque resumidamente, los aspectos clave respecto
a la especificidad del campesinado y de la agricultura familiar en base a la aportación
teórica de Alexander V. Chayanov, considerado el exponente principal de la Escuela de la
Organización de la Producción, nacida en Rusia a principios del siglo. De modo muy
56 Cf. Quesada, G. (1980): Comunicação e comunidade: mitos da mundança social. São Paulo: Edições Loyola; p. 49.
Capítulo II - Sobre la agricultura familiar en el desarrollo capitalista
69
distinto del enfoque marxista, anteriormente comentado, sus investigaciones atribuyen
gran importancia al conocimiento profundo de las formas de organización de la
explotación agrícola familiar57. Asimismo, puede considerarse a Chayanov como “el único
que ha ofrecido una teoría coherente del fenómeno de la pequeña producción campesina
en su estructura interna y acerca de su capacidad de supervivencia en un sistema
capitalista”58. Sus principales obras fueron rescatadas y traducidas al inglés tan sólo a
partir de los años sesenta59, influyendo, a partir de entonces, en gran medida el desarrollo
de la tradición teórica de los Estudios Campesinos60. Esencial en Chayanov es presentar
en sus análisis una concepción multilineal y no lineal del proceso histórico, suponiendo
así la posibilidad de que coexistan distintas formas de explotación agrícola bajo el avance
del capitalismo en la agricultura.
Como punto de partida nos parece pertinente caracterizar brevemente el contexto
histórico en el que adquiere relevancia teórica y política la producción intelectual de
Chayanov. Como ya se ha visto, las tesis del marxismo agrario —y especialmente las de
Lenin— tenían como premisa fundamental la necesaria e irrefrenable tendencia a la
descomposición del campesinado ruso y la formación de dos clases antagónicas: el
proletariado y la burguesía rurales, en detrimento del campesinado “medio” (el más
inestable, pues no compraba ni vendía fuerza de trabajo). Las causas de esta
diferenciación social del campesinado ruso habría que buscarlas, según Lenin, en el
predominio de las relaciones mercantiles de carácter capitalista. Asimismo, en Kautsky se
observa la indiscutible superioridad técnica de la grande sobre la pequeña explotación
agrícola y la inevitable polarización social entre ambas: de un lado, la gran explotación
capitalista, basada en el trabajo asalariado y beneficiada del progreso técnico; y, de otro
lado, la economía campesina, decadente y condenada a aumentar su grado de pobreza y
marginación.
57 “Nuestra tarea es el estudio de la estructura de esta máquina y de su mecanismo para el trabajo realizado dentro de los límites del plan organizativo”. Chayanov, A. V. (1974): La organización de la unidad económica campesina. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión; p. 135.
58 Cf. Heynig (1982): “Principales enfoques sobre la ...”; op. cit. p. 116. 59 Chayanov, A. V. (1966): The theory of peasant economy. Edit. por Thorner, D., Kerblay, B. &
Smith, R. E. F. Illinois: Homewood. 60 Especialmente a partir de la década de los setenta, la tradición de los Estudios Campesinos “ha
significado sobre todo la recuperación para el pensamiento social agrario de la antigua tradición europea de estudio sobre el campesinado”, de la cual Chayanov constituye un buen ejemplo. Cf. Sevilla Guzmán y Sevilla Guzmán (1984): “La tradición sociológica de la vida rural ...”; op. cit. p. 104-105.
José A. Costabeber
70
La tradición neopopulista61, que emerge en los años iniciales del presente siglo y de
la cual Chayanov sería su representante máximo y principal portavoz, plantearía una tesis
completamente diferente a la del marxismo. Como bien ha sintetizado Harrison, la
tradición neopopulista “destacaba la viabilidad de la agricultura campesina y su capacidad
de sobrevivir y prosperar en cualquier situación, pues el campesino no tenía esa
tendencia forzosa a desarrollar las crecientes desigualdades económicas y los
antagonismos de clase de la sociedad industrial burguesa; no verificaba una tendencia a
crear grupos cada vez mayores de campesinos ricos y pobres o sin tierra con un grupo
intermedio de campesinos medios cada vez más inestable. La aldea era una comunidad
abrumadora homogénea, capaz de reproducirse constantemente tanto económica como
socialmente”. No obstante, Chayanov compartía la idea de la desigualdad económica
dentro del campesinado. Pero, desde su perspectiva, esas desigualdades, antes de
representar una “diferenciación capitalista del campesinado” como señalaban los
marxistas, tenían su causa en los procesos “demográficos”. Así, la desigualdad se podría
considerar “cíclica” y representaba “los procesos puramente campesinos de una
economía homogénea de base familiar”62, y no habría de significar la necesaria
desintegración de la sociedad campesina ni el surgimiento de dos nuevas clases
polarizadas y antagónicas.
Además, en su visión de futuro del campesinado ruso, “Chayanov veía la
modernización de la pequeña agricultura tradicional no como parte de una vía capitalista
o socialista, sino como una vía campesina que elevara el nivel técnico de la producción
agrícola a través del trabajo de extensión agraria y la organización cooperativa,
conservando al mismo tiempo el marco institucional de la pequeña propiedad familiar”63.
Su propuesta de Agronomía Social —definida como un conjunto de medidas y
procedimientos con el fin de orientar la evolución de la economía agrícola de un país
hacia formas más racionales, respetando las condiciones de tiempo y de lugar64—
61 El neopopulismo puede interpretarse como la “propuesta teórica que, en el contexto del debate sobre la colectivización, tiene lugar en los años veinte del presente siglo a la hora de construir el socialismo en la Unión Soviética”. Cf. Sevilla Guzmán (1990): “Redescubriendo a Chayanov ...”; op. cit. p. 203.
62 Cf. Harrison, M. (1987): “Chayanov y la economía del campesinado ruso”. En: Aricó, J. (comp.): Chayanov y la teoría de la economía campesina. México: Ediciones Pasado y Presente; pp. 153-188; p. 154-155 y 166-167. La versión original de este texto es de 1975: Harrison, M. “Chayanov and the economics of the rusian peasantry”. En: The Journal of Peasant Studies, vol. 2, nº 4; pp. 389-417.
63 Cf. Harrison (1987): “Chayanov y la ...”; op. cit. p. 155. 64 Cf. Chayanov, A. V. (1988): L’economia di lavoro: scritti scelti. Milano: Franco Angeli/Insor; p.
178.
Capítulo II - Sobre la agricultura familiar en el desarrollo capitalista
71
suponía la necesidad de generar una dinámica desde abajo, desde la base, y de definir
una racionalidad campesina, teniendo en cuenta la razón organizativa del campesinado65.
Desde el punto de vista analítico, tal propuesta de Agronomía Social articulaba una doble
perspectiva66: la “microanalítica”, que formula los conceptos clave para analizar la lógica
de la explotación campesina y que propone estrategias cooperativas como base para el
desarrollo rural; y la “macroanalítica”, que considera la multilinealidad del proceso
histórico y la posibilidad que tienen las formas de explotación campesina de coexistir
junto a otras. El estudio Sobre la teoría de los sistemas económicos no capitalistas67,
como ejemplo de esta segunda perspectiva, proponía la tesis de que, a escala nacional,
“la economía campesina debe ser tratada como un sistema económico propio, como un
sistema no capitalista de la economía nacional”68.
Sin embargo, es necesario destacar que, en una de sus más destacadas obras —
La organización de la unidad económica campesina—, Chayanov enfatiza que su
principal interés radica no en el destino de la unidad económica campesina, ni en su
concepción económica histórica y nacional, sino más bien en la comprensión de qué es la
unidad económica campesina desde un punto de vista organizativo y en la explicación
teórica de sus particularidades. Es decir, se trata de una teoría de alguna manera en el
nivel “micro”. Para utilizar sus propios términos, la preocupación de Chayanov se centra
en los elementos morfológicos estáticos de las unidades de explotación campesinas. La
tarea que se propone, entonces, es analizar “la organización de la actividad económica
de la familia campesina, una familia que no contrata fuerza de trabajo exterior, que tiene
65 Cf. Sevilla Guzmán (1990): “Redescubriendo a Chayanov ...”; op. cit. p. 230-231. Para Kerblay, en esa estrategia de intervención “el agrónomo debe estar muy atento para analizar las formas de organización de la agricultura local, ya que ellas son el fruto de varios decenios de experiencias, y todo el arte de la agricultura consiste en encontrar las mejores combinaciones que se adecuen a las particularidades de una tierra (...) su campo de acción no son pues las máquinas y los campos, sino los individuos (...) la acción del agrónomo es ante todo social” Cf. Kerblay, B. (1987): “A. V. Chayanov: su vida, carrera y trabajo”. En Aricó (comp.): Chayanov y la teoría ...; op. cit. pp. 83-137; p. 100 (cursivas en el original). Un muy bien elaborado análisis sobre las propuestas de la Agronomía Social de Chayanov, orientado a rescatar elementos para la construcción de una propuesta teórica de Extensión Rural Ecosocial aplicable a las sociedades contemporáneas, puede verse en Sánchez de Puerta (1996): Extensión agraria y ...; op. cit. pp. 99-128.
66 Cf. Sevilla Guzmán, E.; Encina, J.; y Ruano, R. (1995): “La génesis de la ecología en el pensamiento marxista”. En: Colectivo de Estudios Marxistas (coord.): Marxismo y sociedad. Propuestas para un debate. Sevilla-Bogotá: Muñoz Moya y Montraveta Editores; pp. 61-106; p. 94.
67 Chayanov, A. V. (1987): “Sobre la teoría de los sistemas económicos no capitalistas”. En: Aricó (comp.): Chayanov y la teoría ...; op. cit. pp. 49-79.
68 Cf. Thorner, D. (1987): “Una teoría neopopulista de la economía campesina”. En: Aricó (comp.): Chayanov y la teoría ...; op. cit. pp. 138-152; p. 140.
José A. Costabeber
72
una cierta extensión de tierra disponible, sus propios medios de producción y que a veces
se ve obligada a emplear parte de su fuerza de trabajo en oficios rurales no agrícolas”69.
La hipótesis de Chayanov, en la obra referida, está basada en “el concepto de la
unidad de explotación agrícola como una unidad económica familiar en la cual la familia,
como resultado de su trabajo, recibe una simple remuneración de trabajo y mide sus
esfuerzos en relación con los resultados materiales obtenidos”. Como señala el propio
autor, toda la originalidad de su teoría sobre este tipo de organización reside en un
“modesto prerrequisito”: analizar “la motivación de la actividad económica del
campesinado no como la de un empresario que como resultado de la inversión de su
capital recibe la diferencia entre el ingreso bruto y los gastos generales de producción,
sino más bien como la motivación del obrero por un peculiar sistema de salario a destajo
que le permite determinar por sí mismo el tiempo y la intensidad de su trabajo”70.
En este contexto, además de argumentar sobre la existencia de una lógica
económica no-capitalista de la familia campesina, Chayanov enfatiza la contraposición —
y siempre en el nivel de la organización de la producción— entre la unidad de explotación
doméstica y la unidad económica basada en el trabajo asalariado. Todo ello lo hace en el
sentido de demostrar que “hay dos maquinarias económicas completamente distintas que
reaccionan de modo diferente ante los mismos factores económicos”71. Es decir, aunque
dichas unidades de explotación campesinas sean mercantiles —dado que están insertas
en un sistema económico que coexiste con ellas—, no por ello los campesinos deben ser
considerados capitalistas. “El campesino, en la medida en que está empleando su propia
fuerza de trabajo y la familiar, no opera ni puede dividir el ingreso obtenido en términos
de los distintos conceptos propios de la lógica capitalista de la estructura de costes de
producción: salarios y beneficios”72. La ausencia de la categoría “salario” implica también
la ausencia de la categoría “beneficio”.
69 Cf. Chayanov (1974): La organización ...; op. cit. p. 44. Como se puede deducir, la unidad de análisis de Chayanov es justamente la que correspondería al “campesinado medio” en la clasificación de Lenin. Vale recordar que este grupo, por su situación más inestable, estaría condenado a reforzar los dos grupos extremos en formación: una minoría de los campesinos medios alcanzaría la posición de burguesía rural y la mayoría de ellos se transformaría en proletarios rurales.
70 Cf. Chayanov (1974): La organización ...; op. cit. p. 33-36. 71 Cf. Chayanov (1974): La organización ...; op. cit. p. 266. 72 Cf. Pérez Touriño (1983): Agricultura y capitalismo ...; op. cit. p. 55.
Capítulo II - Sobre la agricultura familiar en el desarrollo capitalista
73
En efecto, resulta para Chayanov que los instrumentos de la economía
“convencional” son incompatibles e insuficientes para una adecuada y profunda
comprensión del comportamiento del sujeto económico de la unidad de explotación
campesina, es decir, de la familia que la dirige: “la unidad de explotación familiar, al
carecer de la categoría del salario, difiere en su comportamiento económico de la unidad
económica basada en el trabajo asalariado, tanto al hacer sus estimaciones como en la
motivación para el trabajo, y que la circulación del capital se produce en ella de manera
diferente a la forma en que se da en la empresa capitalista”73.
El mecanismo definido por Chayanov para analizar los procesos de continuidad en
la unidad de explotación doméstica y para establecer la naturaleza de la motivación de la
actividad económica de la familia campesina —y que constituye la clave para entender
toda su teoría— es el principio del equilibrio entre trabajo y consumo. Para Chayanov,
cada familia campesina actúa a través de una evaluación subjetiva —basada sobre una
larga experiencia agrícola de la generación actual y de las generaciones precedentes—74,
e intenta obtener un equilibrio óptimo entre el grado de satisfacción de las necesidades
de consumo familiares y la medida de la fatiga del trabajo requerido.
Desde esa perspectiva, la satisfacción de la demanda familiar y la penosidad del
trabajo van a determinar el grado de autoexplotación que la familia campesina está
dispuesta a soportar. Este grado de autoexplotación del trabajo familiar —fundamental
para la comprensión de la lógica de la unidad económica campesina— no viene
determinada “por la obtención de la ganancia neta más elevada, sino por las necesidades
de la familia”75. Dicho en palabras de Chayanov, “el cálculo aritmético objetivo del
beneficio neto más alto posible en la situación de mercado dada no determina si se
aceptará o no una acción económica, ni la actividad total de la unidad económica familiar;
eso se realiza mediante la confrontación económica interna de evaluaciones subjetivas”76.
En síntesis, la diferenciación social encuentra un límite muy preciso en el punto central de
su argumentación acerca de la conducta campesina: más allá de la cobertura de
73 Cf. Chayanov (1974): La organización ...; op. cit. p. 260. 74 Cf. Thorner (1987): “Una teoría neopopulista de ...”; op. cit. p. 143-144. 75 Cf. Kerblay (1987): “A. V. Chayanov: su vida, carrera y ...”; op. cit. p. 109. 76 Cf. Chayanov (1987): “Sobre la teoría de los sistemas ...”; op. cit. p. 55.
José A. Costabeber
74
determinadas necesidades, al campesino “no le interesa incrementar el grado de
explotación de su fuerza de trabajo”77.
Además, hay que matizar que, en Chayanov, los dos elementos del balance
subjetivo —la necesidad de consumo y la intensidad del trabajo familiares— son
decididamente afectados por otro elemento: la composición y el tamaño de la familia
campesina, que determina el monto de la fuerza de trabajo, su composición y el grado de
actividad. A partir de ello, “cada familia, según su edad, constituye en sus diferentes fases
un aparato de trabajo completamente distinto de acuerdo con su fuerza de trabajo, la
intensidad de la demanda de sus necesidades, la relación consumidor-trabajador, y la
posibilidad de aplicar los principios de la cooperación compleja”78.
Esencial en el aserto anterior es el hecho de que el carácter familiar constituye uno
de los factores centrales en la organización de las actividades productivas domésticas.
Asimismo, el grado de autoexplotación de la fuerza de trabajo está directamente
influenciado no tanto por el número de trabajadores, sino más bien por el número de
consumidores en el grupo doméstico: “el trabajador campesino estimulado al trabajo por
las necesidades de su familia desarrolla mayor energía al aumentar la presión de estas
necesidades. La medida de la autoexplotación depende en mayor grado del peso que
ejercen sobre el trabajador las necesidades de consumo de su familia”79.
No obstante —y considerando que la energía física no es ilimitada en el organismo
humano—, llegará el punto donde el incremento marginal de la penosidad del trabajo
resultará subjetivamente desventajoso en relación a la unidad marginal de ingreso que se
pueda obtener. Al alcanzar este punto de equilibrio, la familia campesina cesará de
producir. En suma, cualquier unidad doméstica de explotación agraria posee un límite
natural para su producción, representado por el equilibrio peculiar (balance) entre el
grado de satisfacción de sus necesidades familiares (consumo) y la fatiga del desgaste
de la fuerza de trabajo a lo largo del año (trabajo).
La demostración empírica del balance trabajo-consumo en la economía campesina
permite a Chayanov hacer afirmaciones distintivas respecto a las “dos maquinarias
77 Cf. Pérez Touriño (1983): Agricultura y capitalismo ...; op. cit. p. 60. 78 Cf. Chayanov (1974): La organización ...; op. cit. p. 55-56. 79 Cf. Chayanov (1974): La organización ...; op. cit. p. 80-81.
Capítulo II - Sobre la agricultura familiar en el desarrollo capitalista
75
económicas” que querría contraponer. Por una parte, mientras la unidad agraria
capitalista —basada en el trabajo asalariado— puede expandir su tamaño de manera
teóricamente ilimitada, la unidad doméstica campesina tiene su extensión determinada
por la relación entre las necesidades de consumo y la fuerza laboral. Por otra parte, el
balance va explicar también la gran viabilidad y la estabilidad que presenta la unidad
económica campesina, especialmente en situaciones de deterioro de las condiciones de
mercado. En lenguaje de Chayanov, a menudo “el equilibrio básico interno de la unidad
familiar de explotación agrícola hace que sean aceptables remuneraciones muy bajas por
unidad doméstica de trabajo, lo cual le permite existir en condiciones que llevarían a la
ruina segura a una unidad de explotación capitalista”80.
A pesar de su argumentación teórica sobre la existencia de esa lógica económica
no-capitalista —explicada por el balance entre el trabajo y el consumo— en el seno de la
empresa campesina, Chayanov no ignoraba que la penetración del capitalismo en la
agricultura tuviera consecuencias que ponían en entredicho el mantenimiento de la
racionalidad basada en una economía “natural” en el campesinado ruso. Para él, el
incremento de la producción agrícola en la unidad doméstica no dependía tan sólo del
aumento de las necesidades de consumo derivadas de algún cambio en la composición o
en el tamaño del grupo familiar. Bastaría, por ejemplo, la influencia de la cultura urbana
para que se incrementara el nivel de las necesidades campesinas. Asimismo, y aunque
su compromiso básico haya sido el de estudiar la morfología de las unidades
campesinas, Chayanov no dejó de expresar sus opiniones y predicciones sobre el destino
del campesinado, sobre la transición necesaria y sobre la nueva racionalidad requerida
en el marco del desarrollo capitalista en la agricultura, cuestiones éstas que serán
resumidas a continuación.
Ya en su época Chayanov tuvo que rebatir duras críticas sobre la inutilidad de
estudiar la unidad económica campesina81, habiendo insistido, sin embargo, sobre la
posibilidad de que sus análisis estáticos pudieran servir en el futuro como herramienta
para el análisis dinámico de la economía campesina en toda su complejidad, así como
sobre la utilidad que tenían para los funcionarios y organizadores agrícolas de su época.
80 Cf. Chayanov (1974): La organización ...; op. cit. p. 94. 81 Según sus críticos, este tipo de explotación, por una parte, estaría ya pasando de moda como
fenómeno a escala de la economía nacional y en poco tiempo resultaría en un anacronismo; y, por otra parte, cuando son viables, están plenas de actividad adquisitiva y empresarial y en la primera oportunidad se hacen capitalistas. Cf. Chayanov (1974): La organización ...; op. cit. p. 39.
José A. Costabeber
76
Desde esa perspectiva, estudiar profundamente los mecanismos de gestión y
funcionamiento de las unidades económicas campesinas no significaba, para Chayanov,
el intento de mantenerlas sin cambios y en su forma tradicional82, sino más bien construir
formas futuras a partir de las formas existentes, en base a los avances de la ciencia y del
progreso técnico en todas sus dimensiones.
Si, como se ha comentado anteriormente, para el marxismo agrario el campesinado
era un anacronismo frente al desarrollo del capitalismo en la agricultura, para Chayanov
había la posibilidad de coexistencia de distintas formas de agricultura, donde la unidad de
explotación doméstica familiar tenía un papel central. La ampliación de los vínculos
comerciales convertiría esas unidades en pequeñas productoras de mercancías agrarias
y constituiría una primera manera de promover su organización y de abrir las primeras
vías de penetración del capitalismo en el campo. De ahí que la propuesta política de
Chayanov era la de “introducir en la futura organización de la agricultura elementos cuyo
desarrollo posterior llegue a superar el capitalismo de Estado y pueda constituir la base
para un futuro sistema económico socialista”. Su idea central es, pues, la “cooperación
vertical”, como la única vía posible “para introducir en la explotación campesina los
elementos de la industrialización agrícola en gran escala y la planificación estatal”, dando
paso a que la economía campesina se desarrolle en extensión y profundidad según sus
propias posibilidades. Además, las nuevas y evolucionadas formas de cooperación
agrícola obligarían al campesino “a cambiar el plan organizativo de su unidad de
explotación de acuerdo con la venta cooperativa y la política de procesamiento, a mejorar
sus técnicas y a adoptar métodos perfeccionados para el cultivo y la explotación
ganadera para asegurar un producto absolutamente normal, que estará sujeto a
cuidadosa selección, procesamiento y envase, de acuerdo con la demanda del mercado
mundial”83. Ello muestra, pues, que la idea de “cooperación vertical” suponía “la
necesidad de grandes unidades de producción agraria y su crecimiento ulterior conforme
avanzara la tecnología”84.
82 “Es muy posible que en algún momento las formas de unidades económicas campesinas que hemos estudiado sólo existan en crónicas históricas y canciones folklóricas”. Cf. Chayanov (1974): La organización ...; op. cit. p. 39.
83 Cf. Chayanov (1974): La organización ...; op. cit. p. 315-319. 84 Cf. Shanin, T. (1988): “El mensaje de Chayanov: aclaraciones, faltas de comprensión y la ‘teoría del
desarrollo’ contemporánea”. En: Agricultura y Sociedad, nº 48, Jul.Sep./1988; pp. 141-172; p. 151.
Capítulo II - Sobre la agricultura familiar en el desarrollo capitalista
77
De lo expuesto hasta aquí, puede decirse que en la perspectiva de Chayanov y su
escuela no habían razones para creer en la desintegración del campesinado, así como no
sería viable mantenerlo en sus condiciones “naturales” como una forma idealizada de
organización económica. Esto queda claramente evidenciado en el último párrafo de La
organización, cuando afirma que: “Lo más probable es que en las primeras fases del
desarrollo de la cooperación estos cambios no sean muy notables. Pero es indudable que
con el aumento cuantitativo de los elementos de economía social en nuestro campo nos
encontraremos con el desarrollo de una nueva psicología económica, y esperamos que la
evolución de la agricultura, en muchos aspectos, vaya modificando gradualmente las
bases de la unidad de explotación familiar que hemos establecido en nuestro estudio de
la actual unidad económica campesina”85. Ello demuestra, utilizando las precisas
palabras de Shanin, que “no había ningún mensaje de ‘lo pequeño es bello’ en Chayanov,
sólo una fuerte objeción a la hipótesis imperante en aquel momento de que ‘cuanto más
grande, necesariamente será más eficaz’ y una sugerencia funcional de un desarrollo
combinado destinado a ‘optimizar’ (...) y a tener un dispositivo democrático de toma de
decisiones ‘desde abajo’. Puede deducirse el relativamente bajo ritmo de cambio,
relacionado una vez más con el deseo de ‘optimizar’ en vez de maximizar y con las
características de la agricultura como se entendía”86.
Esencial en Chayanov, por tanto, es la idea de promover la transición mediante el
progreso técnico en perfecta sintonía con el progreso socioeconómico, respetando la
lógica campesina y potenciando su racionalidad hacia formas más evolucionadas de
cooperación. Más recientemente, las enseñanzas de Chayanov han influenciado algunas
corrientes teóricas que —al defender una mayor participación del agricultor en la
definición de instrumentos y en el diseño de estrategias compatibles para la adecuada
gestión de los recursos naturales—, proponen la racionalidad ecológica campesina y el
conocimiento local como elementos potenciadores de una nueva ética social y de la
viabilidad de coexistencia de distintas formas de agricultura como modo de enfrentar los
crecientes problemas ecológicos y sociales causados por el modelo agroquímico
dominante. La perspectiva agroecológica, que se presenta a continuación, representa en
buena medida algunas de las propuestas donde el agricultor pasa a ser sujeto en la
construcción de formas alternativas para un manejo racional de los agroecosistemas.
85 Cf. Chayanov (1974): La organización ...; op. cit. p. 320. 86 Cf. Shanin (1988): “El mensaje de Chayanov ...”; op. cit. p. 151-152.
José A. Costabeber
78
4. Perspectiva agroecológica
Pese los constantes esfuerzos desarrollados hacia la homogeneización de los
agroecosistemas —notoriamente a partir de mediados del siglo mediante políticas de
modernización agraria—, una de las características fundamentales de la agricultura sigue
siendo su “heterogeneidad”87, como resultado de la diversidad de los ecosistemas
naturales y de los etnoecosistemas88. Es decir, cada identidad cultural construye
socialmente su propia forma de relacionarse con la sociedad y el ambiente natural89, lo
que caracteriza un proceso continuo de coevolución social y ecológica: “tanto la cultura
humana moldea los sistemas biológicos, así como éstos moldean la cultura humana”90.
Ello supone que no puede haber una forma única de intervención tecnológica para el
desarrollo agrícola91, debiendo considerarse las diferencias existentes no sólo en las
características biofísicas de los ecosistemas locales, sino también en las condiciones
socioeconómicas de las poblaciones rurales.
En ese contexto, las dificultades inherentes a los enfoques productivistas
convencionales son evidentes, dado que no consideran las variaciones locales de diversa
índole (económica, sociocultural y ecológica), dando paso a la conformación de paquetes
tecnológicos homogéneos poco respetuosos con el medio ambiente y, especialmente en
el contexto de los países del Tercer Mundo, poco adecuados a las condiciones de
aquellos agricultores pobres en recursos. Actualmente, parece haber consenso, entre un
gran número de investigadores, de que es necesario desarrollar y poner en práctica
nuevos conocimientos y metodologías de intervención en el medio rural, dando mayor
87 Cf. Ploeg, J. D. van der (1993): “El proceso de trabajo agrícola y la mercantilización”. En: Sevilla Guzmán y González de Molina (eds.): Ecología, campesinado e historia; op. cit. pp. 153-195; p. 169. Cf. también Ploeg, J. D. van der (1994): “Stylus of farmings: an introductory note on concepts and methodology”. En: Ploeg, J. D. van der & Long, A. (eds.): Born from within. Assen: Van Gorcum; pp. 7-30.
88 Cf. Toledo, V. M. (1991): El juego de la supervivencia: un manual para la investigación etnoecológica en Latinoamérica. Santiago: CLADES.
89 Cf. Alonso Mielgo, A. M. y Sevilla Guzmán, E. (1995): “El discurso ecotecnocrático de la sostenibilidad”. En: Cadenas Marín, Alfredo (ed.): Agricultura y desarrollo sostenible. Madrid: MAPA; pp. 91-119; p. 97.
90 Cf. Norgaard, R. B. (1989): “A base epistemológica da Agroecologia”. En: Altieri, M. A. (ed.): Agroecologia: as bases científicas da agricultura alternativa. Rio de Janeiro: PTA/FASE; pp. 42-48; p. 45. Cf. también Norgaard, R. B. (1984): “Traditional agricultural knowledge: past performance, future prospects, and institutional implications”. En: American Journal of Agricultural economics, vol. 66, nº 5; pp. 874-878; p. 875.
91 Cf. Altieri, M. A. (1995): “El ‘estado del arte’ de la agroecología y su contribución al desarrollo rural en América Latina”. En: Cadenas Marín, A. (ed.): Agricultura y desarrollo sostenible. Madrid: MAPA; pp. 151-203; p. 153.
Capítulo II - Sobre la agricultura familiar en el desarrollo capitalista
79
importancia no sólo a los conocimientos, experiencias y necesidades de los propios
agricultores en la determinación de las prioridades de investigación, sino también a la
dimensión ecológica-ambiental de las prácticas agrarias, con objeto de promover estilos
de agricultura orientados a aumentar la sustentabilidad de la producción en sus diversos
niveles.
Desde esta óptica, quizás el rasgo distintivo de la perspectiva agroecológica en
relación a las perspectivas ya comentadas anteriormente sea el hecho de incorporar en
su núcleo teórico la dimensión ecológica de la actividad agraria, a fin de “promover
tecnologías de producción estable y de alta adaptabilidad ambiental”92. Asume, además,
un componente de fuerte sensibilidad social al apostar firmemente por la viabilidad
técnico-económica de las agriculturas tradicionales familiares, y considerar al indígena,
campesino o agricultor, según sea el caso, portador de unos conocimientos sobre el
agroecosistema a través de los cuales debería partir cualquier estrategia interesada en
un uso y explotación más racional de los recursos naturales.
Aunque, como ya se ha dicho, el enfoque agroecológico presenta en sus objetivos
la implementación de estilos de agricultura basados en tecnologías más acordes con el
medio ambiente y orientadas a abordar el reto de la sustentabilidad —lo que constituye
también una propuesta plausible para aquellos agricultores practicantes de la agricultura
moderna en su acepción genérica—, es necesario resaltar que, actualmente, su
preocupación central es la generación y difusión de tecnologías de bajos insumos y
adaptables a las condiciones, necesidades y circunstancias de los agricultores de pocos
recursos. El gran desafío de esta corriente teórica es, pues, el de proporcionar
alternativas viables —económica, ecológica y socialmente— para atender los intereses y
necesidades de una inmensa mayoría de familias de agricultores que no tuvieron la
oportunidad de beneficiarse de los programas auspiciados por la Revolución Verde. En
palabras de Miguel Altieri —uno de los autores más representativos de este enfoque
como solución para los graves problemas que afrontan los casi nueve millones de
familias campesinas de Latinoamérica—, “las tecnologías agroecológicas ofrecen
mejores opciones a aquellos campesinos que operan en condiciones de marginalidad
ecológica y socioeconómica”93.
92 Cf. Altieri (1995): “El ‘estado del arte’ de la agroecología ...”; op. cit. p. 175. 93 Cf. Altieri (1995): “El ‘estado del arte’ de la agroecología ...”; op. cit. p. 198.
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80
Como se intentará demostrar a continuación, los conocimientos y las experiencias
de las poblaciones rurales juegan en esta perspectiva una decisiva y fundamental
contribución para el diseño de sistemas agrícolas alternativos y ecológicamente
relevantes. Así, lejos de estar despojado de cualquier papel en el desarrollo tecnológico
agrícola, el agricultor es visto como dotado de una especial sabiduría ecológica, a través
de la cual deberían asentarse los programas de investigación y de extensión agrarias
para generar formas alternativas de agricultura sostenible.
La perspectiva agroecológica, aquí considerada, está estrechamente relacionada
con la Agroecología —aunque no sólo a ella— que, como disciplina científica, se
aproxima al estudio de la agricultura desde una perspectiva ecológica. Aunque la
utilización del término agroecología es de fecha muy reciente, la práctica agroecológica
“tiene la edad de la propia agricultura”, una vez que muchos sistemas agrícolas primitivos
ya incluían mecanismos de acomodación y adaptación de los cultivos a las variaciones y
restricciones ambientales, buscando asimismo el mantenimiento de su base productiva a
través del tiempo. Como campo de estudio orientado a abordar fenómenos ecológicos en
la producción agrícola, la agroecología tiene sus inicios en la década de los años 1970,
cuando se observa una gran expansión de la literatura agronómica con enfoque
ecológico. Ha sido bastante influenciada por la emergencia del movimiento ambientalista,
por los análisis de agroecosistemas tradicionales y por las corrientes teóricas que
propugnaban la tecnología “alternativa” o “apropiada” como manera de “humanizar” el
desarrollo. Además, el fracaso de la Revolución Verde en muchas partes del mundo y las
críticas sobre sus efectos sociales y ecológicos negativos, contribuyeron a la evolución
del pensamiento agroecológico y la emergencia de la agroecología como disciplina
científica94.
Como campo de estudio emergente que incorpora ideas y métodos de diversas
áreas del conocimiento, aún no ha desarrollado plenamente sus límites de actuación. No
obstante, pueden enumerarse las premisas generales que conforman la base
epistemológica y que definen, explícitamente, el campo de acción de la Agroecología: “1.
Los sistemas biológicos y sociales tienen potencial agrícola; 2. Ese potencial ha sido
captado por los agricultores tradicionales a través de procesos de ensayos, errores,
selección natural y aprendizaje cultural; 3. Los sistemas sociales y biológicos han
94 Sobre ese tema puede verse Hecht, S. B. (1989): “A evolução do pensamento agroecológico”. En: Altieri (ed.): Agroecologia: as bases científicas da agricultura alternativa; op. cit. pp. 25-41.
Capítulo II - Sobre la agricultura familiar en el desarrollo capitalista
81
coevolucionado de tal manera que la sustentación de cada uno depende de sus
relaciones con el otro. Los conocimientos incorporados en las culturas tradicionales, a
través del aprendizaje cultural, estimulan y regulan la retroalimentación de los sistemas
sociales a los ecosistemas; 4. La naturaleza del potencial de los sistemas social y
biológico puede comprenderse mejor dado nuestro estado actual de conocimiento formal,
social y biológico, estudiando cómo las culturas agrícolas tradicionales han captado ese
potencial; 5. El conocimiento formal, social y biológico, el conocimiento obtenido del
estudio de los sistemas tradicionales, el conocimiento y algunos de los insumos
desarrollados por la ciencia agrícola convencional, y la experiencia acumulada con las
instituciones agrícolas occidentales pueden combinarse para mejorar tanto los
agroecosistemas tradicionales como los agroecosistemas modernos; 6. El desarrollo
agrícola, a través de la agroecología, puede mantener más opciones culturales y
ecológicas para el futuro y producir menos efectos perjudiciales culturales y ecológicos
que los enfoques de la ciencia agrícola convencional sola”95.
Tales premisas, en su conjunto, proporcionan las bases para definir no sólo los
límites, sino las propias aspiraciones de la Agroecología en cuanto disciplina científica.
En efecto, ésta puede ser definida como “un marco teórico, cuyo fin es analizar los
procesos agrícolas de manera más amplia. El enfoque agroecológico considera a los
ecosistemas agrícolas como las unidades fundamentales de estudio; y en estos sistemas
los ciclos minerales, las transformaciones de la energía, los procesos biológicos y las
relaciones socioeconómicas son investigados y analizados como un todo. De este modo,
a la investigación agroecológica le interesa no sólo la maximización de un componente
particular, sino más bien la optimización del agroecosistema como un todo. Esto tiende a
replantear el énfasis en la investigación agrícola más allá de las consideraciones
disciplinarias hacia interacciones complejas entre personas, culturas, suelo y animales”.
Asimismo, constituye “un enfoque nuevo al desarrollo agrícola más sensible a las
complejidades de las agriculturas locales, al ampliar los objetivos y criterios agrícolas
para abarcar propiedades de sustentabilidad, seguridad alimentaria, estabilidad biológica,
conservación de los recursos y equidad, junto con el objetivo de mayor producción”96.
95 Cf. Norgaard (1989): “A base epistemológica da Agroecologia”; op. cit. p. 46-47. 96 Cf. Altieri (1995): “El ‘estado del arte’ de la agroecología ...”; op. cit. p. 154-155 y 174-175. Sobre el
mismo tema, véase también Altieri (1989): Agroecologia: as bases científicas da agricultura alternativa; op. cit. p. 18.
José A. Costabeber
82
La agroecología pretende, además, “el manejo ecológico de los recursos naturales,
para a través de un enfoque holístico y mediante la aplicación de una estrategia
sistémica, reconducir el curso alterado de la coevolución social y ecológica, mediante un
control de las fuerzas productivas que frene selectivamente las formas degradantes y
expoliadoras de producción y consumo”. Por ello, reivindica el concepto de
agroecosistema “como unidad de análisis en la que aparecen integrados y articulados el
hombre junto a los recursos naturales”. Es en el agroecosistema que el campesino, a
través de los procesos de aprendizaje sobre las formas de relacionarse con el ambiente y
asegurarse de la producción agrícola necesaria para su supervivencia, actúa y lucha
abiertamente para reducir los impactos ecológicos de su intervención. Asimismo, son las
formas de organización social que le permiten intercambiar sus experiencias y asegurar
que los conocimientos de ahí generados puedan ser socializados en la comunidad a la
cual pertenecen. Es en la comunidad local “donde se mantienen las bases de la
renovación sociocultural del conocimiento campesino generado en las explotaciones
campesinas”. De ello resulta que “la estructura interna de los agroecosistemas es una
construcción social producto de la coevolución social del hombre con la naturaleza”. En la
estrategia agroecológica la dimensión local aparece, por lo tanto, “como portadora de un
potencial endógeno, que a través del conocimiento campesino permita la potenciación de
la biodiversidad ecológica y sociocultural mediante el diseño de sistemas alternativos de
agricultura sostenible”97.
Ello supone, pues, un programa de investigación y de capacitación sobre la base de
un enfoque “desde abajo”, comenzando con las necesidades y aspiraciones de la gente,
sus recursos naturales y conocimientos autóctonos, donde la conservación y el
fortalecimiento de la lógica productiva de los agricultores constituyen uno de los ejes
centrales de este enfoque. En ese sentido, el enfoque agroecológico asume
metodologías de intervención de carácter participativo, a ejemplo del Farmer First (“el
agricultor en primer lugar”) propuesta por Chambers98, donde el proceso de investigación
empieza y termina no con las prioridades, percepciones y necesidades de los científicos,
97 Cf. Sevilla Guzmán, E. y González de Molina, M. (1996): “Sobre la agroecología: algunas reflexiones en torno a la agricultura familiar en España”. En: García de León, M. A. (ed.): El campo y la ciudad. Madrid: MAPA; pp. 153-197; p. 158, 161 y 168.
98 Cf. Chambers, R.; Pacey, A.; & Thrupp, L. A. (1993) (eds.): Farmer first: farmer innovation and agricultural research. Londres: Intermediate Technology Publications. Cf. también Scoones, I. & Thompson, J. (1994) (eds.): Beyond farmer first: rural people’s knowledge, agricultural research and extension practice. Londres: Intermediate Technology Publications.
Capítulo II - Sobre la agricultura familiar en el desarrollo capitalista
83
sino con las de las familias de agricultores. Además, bajo este enfoque de intervención se
parte de que, efectivamente, los agricultores también poseen “una gran capacidad para
experimentar e innovar, y pueden contribuir como colegas profesionales al proceso de
investigación y diseño”99.
Uno de los exponentes máximos de esta perspectiva, Víctor M. Toledo, considera
que es necesario enfrentar y resolver la actual crisis profunda generada por la aplicación
de los actuales sistemas productivos altamente especializados e irracionales desde el
punto de vista ecológico. Para ello se requiere, además de una nueva estrategia
tecnológica, “de una verdadera revolución ecológico-agraria, que planifique y ordene el
espacio con nuevos criterios y que otorgue a los productores todos los instrumentos
necesarios para su implementación”. Sin embargo, como bien ha destacado este autor,
“de primordial importancia en esta perspectiva es la revaloración de todo el cúmulo de
conocimientos, tecnologías y estrategias de producción de las culturas campesinas”. Las
estrategias campesinas juegan un papel central y constituyen “el punto de partida para el
diseño de formas adecuadas de manejo de los recursos naturales, acordes con la
vocación de los espacios y sobre todo capaces de aprovechar, no de destruir, la
diversidad ambiental, biológica y genética del planeta”100.
En un trabajo más reciente, Toledo considera que las investigaciones que hoy se
realizan en torno a los aspectos ecológicos de las culturas tradicionales, se han basado
en la asunción central de que “en contraste con los sistemas modernos de producción
rural, las culturas tradicionales tienden a implementar y gestionar sistemas
ecológicamente correctos, para la apropiación de los recursos naturales”. De esta
asunción, considerada potencialmente como un “nuevo paradigma científico”, Toledo
extrae su tesis de que “existe una cierta racionalidad ecológica de la producción
tradicional, aunque no ha sido cuidadosamente analizada”. Para él, los campesinos —al
adoptar una estrategia que maximice la variedad de productos para el suministro de las
necesidades de la unidad familiar—, gestionan el paisaje natural a modo de favorecer dos
99 Cf. Chambers y Ghildyal (1992): “El modelo de agricultor primero y último”; op. cit. p. 19. 100 Cf. Toledo, V. M. (1990): “Modernidad y ecología: la nueva crisis planetaria”. En: Ecología Política,
nº 3; pp. 9-22; p. 17-18.
José A. Costabeber
84
características medioambientales: la “heterogeneidad espacial” y la “diversidad biológica”
101.
A través de esta estrategia “multiuso”, que constituye para Toledo una
“característica ecológicamente valiosa”, los campesinos pueden gestionar no sólo
diferentes unidades geográficas, sino diferentes componentes bióticos y físicos, evitando
así la especialización de sus espacios naturales y de sus actividades productivas. No
menos importante es el hecho de que tal estrategia de apropiación de los recursos
naturales representa “un rasgo intrínsecamente contradictorio con las tendencias
predominantes de la mayoría de los proyectos de modernización rural”. De ello resulta
que el reconocimiento de una cierta racionalidad ecológica campesina desafía los
paradigmas centrales de la modernización rural, que normalmente han considerado a las
culturas tradicionales como un sector arcaico y sin valor para la modernidad. En la
argumentación de Toledo queda clara, pues, la necesidad de cambiar los objetivos de la
modernización, reconociendo al mismo tiempo el papel fundamental que pueden
desempeñar los campesinos para un “desarrollo alternativo ecológicamente relevante”102.
La Agroecología, por tener por principio metodológico la visión holística y sistémica
de los procesos sociales relacionados con la agricultura, ciertamente supone una
concepción globalizadora de tales fenómenos sociales. Sin embargo, al partir del
agroecosistema como unidad de análisis para en él estudiar las formas más adecuadas
de artificialización de los procesos productivos, de acuerdo con las leyes ecológicas, “su
primer ámbito de estudio ha de tener una naturaleza local”. Dicho de otro modo, desde el
punto de vista ecológico “cada ecosistema es un arreglo o combinación de factores
naturales particularmente diferente; pero además, la artificialización humana dota a tal
arreglo de una naturaleza social singular: de una identidad. El conocimiento local
generado de la interacción hombre-naturaleza en cada agroecosistema supone la
acumulación histórica de formas específicas de manejo y por tanto de soluciones
endógenas producto de la coevolución social y ecológica”. Por ello se justifica el porqué
de la importancia que en la Agroecología juegan la dimensión local y sus especificidades,
en las que su elemento central lo constituye el conocimiento tradicional. En todo caso,
queda preservada la explotación agrícola familiar como el ambiente adecuado para el
101 Cf. Toledo, V. M. (1993): “La racionalidad ecológica de la producción campesina”. En: Sevilla Guzmán y González de Molina (eds.): Ecología, campesinado e historia; op. cit. pp. 197-218; p. 209-210.
102 Cf. Toledo (1993): “La racionalidad ecológica de la ...”; op. cit. p. 210-215.
Capítulo II - Sobre la agricultura familiar en el desarrollo capitalista
85
rescate de la lógica ecológica de las tecnologías de uso múltiple y el “desarrollo de
tecnologías participativas de naturaleza agroecológica”103.
No obstante los importantes avances teóricos y prácticos alcanzados en este
campo de estudio en los últimos años, existe el reconocimiento de que la propuesta
agroecológica aún se encuentra en su infancia —habiendo formulado más cuestiones
que soluciones—, y presentando, además, muchos límites para su desarrollo a gran
escala104. Por ello, sus seguidores consideran necesario intensificar las investigaciones
de carácter tecnológico y ajustar las metodologías de intervención, además de evaluar los
impactos habidos en las áreas ya intervenidas bajo este enfoque.
Aunque, como se ha dicho anteriormente, los mayores esfuerzos estén actualmente
dirigidos a aquellos agricultores que no lograron la “modernización” de sus campos de
cultivo, no se puede deducir que las aspiraciones de la corriente agroecológica se limite a
este espacio de actuación. Justamente por incluir en su núcleo teórico la dimensión
ambiental sin desconsiderar las dimensiones socioeconómicas y culturales, sus
partidarios reivindican para la Agroecología el estatus de paradigma directivo para
concebir estrategias, métodos y procedimientos adecuadas para lograr el “desarrollo
sostenible ecológicamente”105. En opinión de Miguel Altieri, los avances en los estudios
sobre los agroecosistemas tradicionales podrán ser útiles para el diseño de
agroecosistemas sustentables también para el contexto de las naciones industrializadas,
corrigiendo así muchas de las deficiencias que afectan a la agricultura moderna.
Defiende, pues, el rescate del conocimiento tradicional lo más pronto posible “no sólo
porque está siendo perdido en forma irreversible, sino también porque es crítico para el
avance de la ecología agrícola”106.
Sin embargo, de todo ello no resulta una fe ciega de que los conocimientos
tradicionales sean por sí solos suficientes para generar las bases para una agricultura
más acorde con el medio ambiente. Como dejan claro algunos de los más destacados
autores de este enfoque teórico, la agroecología no significa “un pensamiento nostálgico
103 Cf. Sevilla Guzmán y González de Molina (1996): “Sobre la agroecología ...”; op. cit. p. 167-178. 104 Cf. Hecht (1989): “A evolução do pensamento agroecológico”; op. cit. p. 41. 105 Cf. Altieri (1995): “El ‘estado del arte’ de la agroecología ...”; op. cit. p. 174. 106 Cf. Altieri, M. A. (1992): “¿Por qué estudiar la agricultura tradicional?”. En: González Alcantud, J. A.
y González de Molina, M. (eds.): La tierra. Mitos, ritos y realidades. Barcelona: Anthopos; pp. 332-350; p. 333-335.
José A. Costabeber
86
ni reivindica la vuelta a los sistemas tradicionales de cultivo, ni reniega en absoluto de
muchos de los logros de la agricultura convencional (...) No todas las estrategias de
manejo tradicional resultaron exitosas y por tanto no se trata de reivindicarlas todas, sino
de extraer aquellos principios útiles de las que fueron más eficientes y las enseñanzas
pertinentes de las que resultaron fallidas”107. Por ello, si se quiere asegurar una
producción agrícola más sustentable en base a tecnologías ecológicamente correctas, es
necesario desarrollar modelos de agricultura “que combinen elementos de ambos
conocimientos, el tradicional y el moderno científico”108.
Se podría resumir este apartado diciendo que, desde la perspectiva agroecológica,
la transición asume un carácter multilineal y está asentada en las necesidades y
potencialidades locales, donde al agricultor se le reserva el papel de sujeto activo en la
determinación y construcción de sus opciones futuras. Es decir, de sujeto pasivo de una
transformación social inevitable frente a los paquetes tecnológicos, el agricultor pasa a
tener una participación activa en la conformación de formas de manejo más adecuadas a
sus condiciones socioeconómicas y culturales, y a las particularidades biofísicas de los
ecosistemas locales.
Asimismo, mediante estrategias de organización social y comunitaria, los
agricultores pueden lograr mayor espacio de participación en la toma de decisiones y de
inserción en los mercados, potenciando así la implementación de formas alternativas de
producción que respondan al imperativo de preservación medioambiental. La perspectiva
agroecológica asume, pues, la posibilidad de coexistencia de diferentes escalas de
producción y de distintas formas de explotación agraria y de organización social, lo que
es especialmente importante en los primeros estadios de la transición, cuando suelen
convivir procesos de producción convencionales, agresivos al medio ambiente, y
procesos de producción alternativos, menos entrópicos y más conservadores de la base
de los recursos naturales.
Y, finalmente, vale registrar que sus autores no desconocen los escollos políticos e
institucionales a superar si se quiere la masificación de las prácticas agroecológicas. En
efecto, como observa Altieri, bajo condiciones de subsidio económico o si se dispone de
107 Cf. González de Molina, M. (1992): “Agroecología: bases teóricas para una historia agraria alternativa”. En: Agroecología y Desarrollo, nº 4, dic./1992; pp. 22-31; p. 31.
108 Cf. Altieri (1992): “¿Por qué estudiar la agricultura tradicional?”; op. cit. p. 350.
Capítulo II - Sobre la agricultura familiar en el desarrollo capitalista
87
suelos planos y acceso riego, las tecnologías de la revolución verde se tornan atractivas
para los agricultores, ya que en el corto plazo parecen ofrecer rendimientos superiores.
Por otra parte, y desde una perspectiva muy optimista, “esta discrepancia no existiría si
hubiera centros de investigación y extensión a nivel nacional que promovieran la
agroecología con tanto ahínco como actualmente las instituciones de gobierno impulsan
la agricultura química y mecanizada”109.
5. A modo de conclusión
Una vez revisadas las cuatro perspectivas que, de modo diferente, han abordado el
tema de la agricultura familiar en el desarrollo capitalista, estamos en condiciones de
analizar el proceso de transición agroecológica y, dentro de éste, la expansión entre los
agricultores de tipo familiar de modos alternativos de agricultura orientados hacia un uso
más equilibrado de los recursos naturales.
Las perspectivas marxista y liberal nos han mostrado que la agricultura familiar no
es capaz, por sí sola, de seguir las pautas de la modernización productivista, necesitando
la intervención del Estado a través de políticas agrarias; sin éstas, los agricultores
familiares quedarían condenados a la exclusión. Por su parte, la perspectiva
chayanoviana nos enseña que las dificultades de la agricultura familiar para insertarse en
la economía capitalista no es resultado de factores estructurales innatos a la lógica
campesina, sino de ausencia de modelos tecnológicos adaptados a los requerimientos de
este tipo de agricultura. Finalmente, la perspectiva agroecológica nos muestra las
potencialidades de la agricultura familiar si orienta su lógica productiva a la explotación
equilibrada de los recursos naturales y a la utilización de sus saberes y conocimientos
tradicionales.
109 Cf. Altieri (1995): “El ‘estado del arte’ de la agroecología ...”; op. cit. p. 199.
89
CAPÍTULO III
Transición Agroecológica: del Productivismo a la Ecologización
91
CAPÍTULO III
Transición agroecológica: del productivismo a la ecologización
En este capítulo se analizarán los elementos fundamentales del proceso de
transición agroecológica. Este análisis se realiza desde una perspectiva general, con
objeto de disponer de elementos suficientes para comprender el modo con que dicho
proceso se manifiesta en la agricultura de Rio Grande do Sul.
El capítulo se inicia con un primer apartado en el que se analizan los rasgos
característicos del paradigma productivista y sus crisis tanto ecológica, como social. En
un segundo apartado se analiza la emergencia del paradigma de la sustentabilidad como
respuesta a la crisis del productivismo y como forma integradora de distintas perspectivas
(económicas, políticas, sociales, medioambientales). Finalmente, se exponen los
elementos característicos del proceso de ecologización de la agricultura, como forma
concreta en que se manifiesta la transición agroecológica, al ir extendiéndose entre
diversos estratos de agricultores nuevos estilos de agricultura orientados hacia un uso
más equilibrado de los recursos naturales.
1. La hegemonía del paradigma productivista
1.1. La revolución verde y su estado de “crisis”
En los últimos cien años de la historia agraria se puede hacer referencia a dos
transiciones agroecológicas en gran escala. Buttel considera que la primera de ellas tuvo
unos comienzos balbuceantes en Europa y en América del Norte a finales del siglo XIX y
se extendió hasta la mitad del presente siglo. En esa transición se pasó de unas
agriculturas de “creación autóctona a otras que cabe caracterizar en sentido amplio como
José A. Costabeber
92
agriculturas de la Revolución Verde”1. La segunda transición agroecológica tiene como
esencia un proceso de “ecologización” de la agricultura, y acaba de empezar.
La primera transición agroecológica supuso el declive de la influencia de las fuerzas
biofísicas en la determinación de las prácticas agrarias y el comienzo de una fase en la
que un reducido número de tecnologías genéricas hicieron posible una significativa
homogeneización de las agriculturas mundiales2. Asimismo, la Revolución Verde —que
representa precisamente la culminación de esta primera transición— ha sido
tradicionalmente asociada a la difusión internacional de las llamadas variedades de alto
rendimiento, a partir de la Segunda Guerra Mundial. La principal realización científica que
dio paso a ese proceso fue la difusión de técnicas de creación de plantas desarrolladas
en la agricultura de clima temperado para las condiciones ambientales de regiones
tropicales y subtropicales. “Los altos rendimientos y las variedades de culturas
positivamente sensibles al uso de fertilizantes constituyen la innovación central de la
‘Revolución Verde’, principal vehículo para la transformación de la agricultura del Tercer
Mundo por parte de los capitales agroindustriales multinacionales”3. No obstante, las
bases teórica y práctica para este desarrollo ya estaban establecidas desde el inicio del
siglo, especialmente a partir de la utilización de técnicas de hibridación en semillas de
maíz en Estados Unidos4.
El caso del maíz híbrido en Estados Unidos resulta paradigmático de cómo las
innovaciones genéticas han sido tan rápidamente incorporadas a los avances químicos y
mecánicos para la revolución tecnológica en el campo. La utilización de variedades
híbridas contribuyeron de modo significativo para la interrupción de la tendencia
declinante de la productividad física acaecida a finales del siglo pasado e inicio del siglo
1 Cf. Buttel, F. H. (1995): “Transiciones agroecológicas en el siglo XX: análisis preliminar”. En: Agricultura y Sociedad, nº 74, ene.mar./1995; pp. 9-37; p. 10.
2 Cf. Buttel (1995): “Transiciones agroecológicas ...”; op. cit. p. 10-11. 3 Cf. Goodman, D.; Sorj, B.; Wilkinson, J. (1990): Da lavoura às biotecnologias: agricultura e
industria no sistema internacional. Rio de Janeiro: Editora Campus; p. 26-27 y 32. 4 Aunque las técnicas de hibridación en maíz ya estaban dominadas y aplicadas en escala comercial
desde el inicio del siglo, la difusión en gran escala de variedades de cultivos de alto rendimiento en países del Tercer Mundo se ha facilitado grandemente por la instalación de los llamados Centros Internacionales de Investigación Agrícola, tales como el CIMMYT (México) y el IRRI (Filipinas). Toda esa labor ha contado con el apoyo técnico y operacional de institutos y agencias subvencionados por gobiernos e instituciones internacionales de desarrollo. Una buena síntesis sobre la labor de la red internacional de investigación agraria (CGIAR) y su vinculación con las propuestas y desafíos de una agricultura orientada hacia la sustentabilidad, puede verse en García-Ramos, F. J. (1995): “El sistema internacional de investigación agraria y el reto de la agricultura sostenible”. En: Cadenas Marín, A. (ed.): Agricultura y desarrollo sostenible. Madrid: MAPA; pp. 329-360.
Capítulo III - Transición agroecológica: del productivismo a la ecologización
93
XX, y ejercieron un importante “papel catalizador” en la expansión de los mercados de
fertilizantes y productos químicos para la protección fitosanitaria. Además, la creación de
plantas con características especiales minimizó las pérdidas en cosechas mecanizadas y
dio paso a la mecanización completa del cultivo5.
Los avances en la genética vegetal fueron, pues, acompañados también de nuevas
tecnologías químicas y mecánicas, dando paso a que la agricultura incorporase
crecientemente en su base técnica los insumos producidos industrialmente. “Todos los
sectores agroindustriales, el de maquinaría agrícola, el químico y el de procesamiento,
fueron forzados a adaptar sus estrategias de crecimiento al objeto de incorporar las
oportunidades revolucionarias creadas por las semillas híbridas y por la nueva genética
de las plantas (...) La tendencia dominante ha sido la convergencia de las innovaciones
mecánicas, químicas y genéticas para formar un ‘paquete’ tecnológico complementario y
de integración creciente, que incorpora tanto el proceso de trabajo como el proceso
natural de producción”. Como observan David Goodman y sus colaboradores, la
Revolución Verde —en su intento persistente de controlar y modificar los procesos
biológicos en la agricultura—, “marca una mayor homogeneización del proceso de
producción agrícola en torno a un conjunto compartido de prácticas agronómicas y de
insumos industriales genéricos”6. El desarrollo y la aplicación de esas tecnologías
genéricas permitieron, pues, la superación relativa de la variabilidad agroecológica local,
hasta entonces determinante en gran medida de los sistemas y formas de producción de
las agriculturas tradicionales.
Goodman y sus colegas se refieren a la acción emprendida por los capitales
industriales con objeto de reducir la importancia de la naturaleza en la producción rural,
específicamente como una fuerza ajena a su dirección y control. Designan con el término
“apropiacionismo” a este “proceso discontinuo, pero persistente, de eliminación de
elementos discretos de la producción agrícola, su transformación en actividades agrícolas
y su reincorporación en la agricultura bajo la forma de insumos”. En este proceso,
diferentes aspectos de la producción agrícola son transformados en sectores específicos
de la producción industrial. Como observan estos autores, “aunque el apropiacionismo
haya producido cambios en las características genéticas de organismos vivos a través de
5 Cf. Goodman et al. (1990): Da lavoura às biotecnologias ...; op. cit. p. 32-33. 6 Cf. Goodman et al. (1990): Da lavoura às biotecnologias ...; op. cit. p. 26 y 34.
José A. Costabeber
94
técnicas de hibridación, los procesos biológicos subyacentes a la producción rural
continuaron siendo determinados fundamentalmente por condiciones ambientales con
base en la tierra”7.
De ello resulta que una de las características más notables del desarrollo agrario de
este siglo “ha sido la cristalización de una visión de las nuevas tecnologías como una
fuerza revolucionaria que en principio, si no en la práctica, es esencialmente autónoma
respecto de la sociedad (...) La tecnología agraria, desde este punto de vista, gira en
torno a un pequeño grupo de innovaciones que revolucionan la producción en grandes
zonas”. Asimismo, durante el auge del proyecto desarrollista de la Revolución Verde, a
mediados del siglo, había una concepción, compartida tanto por los defensores, como por
los detractores de la trayectoria de modernización, de que “el avance de la tecnología
agraria [era] en gran medida independiente de la sociedad”. La tecnología era
considerada, pues, como una fuerza relativamente autónoma, “cuyas bases se asientan
en las propias instituciones de investigación científica”. Es decir, serían las decisiones, las
actividades y los productos tecnológicos de un reducido grupo de científicos las que
desempeñan un papel relevante en la configuración de la estructura y la productividad de
las sociedades rurales8.
Buttel se refiere a la “edad dorada” de la investigación agrícola estadounidense en
su fase “normal” y base ideológica. Había, según este autor, una ideología “productivista”
dominante: “la doctrina de que producción aumentada es, intrínsecamente, socialmente
deseable y de que todas las partes se benefician de un producto aumentado”. Esta
ideología productivista era eficaz, por una parte, en proporcionar un sentido compartido
de propósitos entre los actores sociales de la comunidad (científicos, formuladores de
políticas para agricultura, organizaciones de agricultores, agroindustriales) y enfatizaba
los beneficios colectivos de las nuevas tecnologías; por otra parte, y al mismo tiempo,
implícitamente ocultaba el modo de reparto de los beneficios y los costes sociales del
cambio tecnológico9.
7 Cf. Goodman et al. (1990): Da lavoura às biotecnologias ...; op. cit. p. 1, 3 y 8. 8 Cf. Buttel (1995): “Transiciones agroecológicas ...”; op. cit. p. 20-22. 9 Cf. Buttel, F. H. (1993): “Ideologia e tecnologia agrícolas no final do século XX: biotecnologia como
símbolo e substância”. En: Ensaios FEE, Porto Alegre, vol. 1, nº 14; pp. 303-322; p. 306. A título de ejemplo, en Estados Unidos la utilización de insecticidas químicos se multiplicó por doce entre 1945 y 1977, si bien en este mismo período las pérdidas ocasionadas por insectos casi se duplicaron, y las pérdidas por esta causa fueron similares a las de los demás países. Cf. Perkins (1984) citado por Lowe, P.; Marsden, T.; y Whatmore,
Capítulo III - Transición agroecológica: del productivismo a la ecologización
95
Sin ánimo de proceder a una evaluación crítica de los resultados de la aplicación
del modelo tecnológico agroquímico en las últimas décadas, basta señalar que, de modo
general, hay una visión bastante negativa de sus causas y efectos, especialmente en lo
que respecta a las alteraciones medioambientales e implicaciones sociales que ha
causado. En el contexto de los países industrializados, donde la generalización de la
“agricultura industrial” ha sido más intensa, algunas de las críticas consideran que “los
indudables éxitos logrados por las tecnologías agroindustriales en el reducido terreno de
las mejoras de productividad ya no se pueden considerar como una justificación
suficiente para la continuidad de su uso”10.
En el contexto de algunos países del Tercer Mundo, no se puede negar el enorme
impacto que ha tenido la Revolución Verde, principalmente cuando se considera el
incremento de la producción y productividad de importantes cereales (maíz, trigo y arroz,
por ejemplo). A pesar de ello, también ha sobrellevado los problemas de la equidad y los
fracasos para alcanzar la estabilidad y la sustentabilidad de la producción. Asimismo, las
experiencias sugieren que existen importantes límites para reproducir el éxito de los
tradicionales paquetes tecnológicos de la Revolución Verde en áreas agrícolas más
marginales, al mismo tiempo que hay señales ya de disminución en los rendimientos de
las semillas mejoradas y de la producción intensiva de altos insumos11. Michael Redclift,
valiéndose de datos de producción de varios países de Asia y América Latina, argumenta
que —a pesar de la espectacular mejora de los rendimientos agrarios y de la producción
de cereales durante la década de 1970 e inicios de los años 1980—, a partir del año 1984
la situación ha sido muy distinta: “El impulso de los primeros años de la “Revolución
Verde” ha desaparecido y se ha estabilizado la producción”12.
Actualmente, algunos analistas consideran razonable afirmar que los grandes
incrementos en la productividad agrícola acaecidos en la postguerra no volverán a ocurrir
en el caso de que se mantengan las mismas bases tecnológicas que caracterizaron a la
S. (1993): “Introducción”. En: Lowe, P.; Marsden, T.; y Whatmore, S. (coords.): Cambio tecnológico y medio ambiente rural (procesos y reestructuraciones rurales). Madrid: MAPA, Serie Estudios; pp. 17-27; p 22.
10 Cf. Munton, R.; Marsden, T.; y Whatmore, S. (1993): “El cambio tecnológico en una época de ajuste agrario”. En: Lowe et al. (coords.): Cambio tecnológico y medio ambiente rural ...; op. cit. pp. 179-215; p. 181.
11 Cf. Conway, G. R. & Barbier, E. D. (1990): After the green revolution: sustainable agriculture for development. London: Earthscan; p. 11 y 22.
12 Cf. Redclift, M. (1993): “La función de la tecnología agraria en el desarrollo sostenible”. En: Lowe et al. (coords.): Cambio tecnológico y medio ambiente rural ...; op. cit. pp. 143-178; p. 167.
José A. Costabeber
96
Revolución Verde13. Habría que considerar, por otra parte, que hay en la agricultura una
tendencia predominante que consolida una espiral interminable en la que ciclos
consecutivos de innovaciones, necesarios para mantener la acumulación de capital, son
repetidamente aclamados como solución a problemas surgidos en parte desde ciclos
anteriores. Así, pese a que el cambio tecnológico de la posguerra haya sido un factor
destacado de la sobreproducción (en el contexto de los países desarrollados) y de los
problemas medioambientales de la agricultura, se siguen anunciando nuevas tecnologías
como si fuesen la panacea y como si —aparte de sus múltiples beneficios— no
comportasen también sus propios riesgos particulares, consecuencias indeseables y
potencial perturbador14.
Desde esta perspectiva, una de las características fundamentales de la agricultura
en el marco del sistema capitalista de producción —en cuanto actividad atomizada y
abierta a la competición— ha sido atribuida a su tendencia y necesidad de incorporar
continuamente innovaciones tecnológicas al proceso productivo, con objeto de reducir los
costes de producción y, por consiguiente, aumentar los márgenes de rentabilidad
económica. Las explicaciones de este proceso de cambio tecnológico por los sociólogos
rurales han sido bastante influenciadas por la teoría del treadmill of technology —la
“espiral tecnológica”—, desarrollada por el economista agrícola Willard Cochrane a
mediados del siglo15.
En esencia, la teoría de Cochrane está construida en base a observaciones sobre
el proceso de difusión-adopción de innovaciones y sugiere que los agricultores
innovadores disfrutan ventajas económicas de corto plazo —las “rentas de
innovadores”— proporcionadas por la adopción de nuevas técnicas y métodos de
13 Cf. Winkelmann, D. L. (1993): “La Revolución Verde: sus orígenes, repercusiones, críticas y evolución”. En: Cubero, J. I. y Moreno, M. T. (coords.): La agricultura del siglo XXI. Madrid: Ediciones Mundi-Prensa; pp. 35-45; p. 42.
14 Cf. Lowe, P. (1992): “Industrial agriculture and environmental regulation: a new agenda for rural sociology”. En: Sociologia Ruralis, vol. XXXII, nº 1; pp. 4-10; p. 8.
15 Cochrane, W. W. (1958): Farm prices. Minneapolis: University of Minnesota Press. Citado por Buttel, F. H.; Larson, Olaf F.; & Gillespie Jr., G. W.(1990): The sociology of agriculture. Connecticut: Greenwood Press. En las traducciones al castellano, “treadmill of technology” ha aparecido como “rueda tecnológica de molino”, especialmente en Lowe et al. (coords.) (1993): Cambio tecnológico y medio ambiente rural ...; op. cit.; y “espiral tecnológica”. Optamos por esta última traducción, utilizada recientemente por Izcara Palacios, S. P. (1997): Modernización de la agricultura española y contaminación de las aguas en relación con la aplicación de la política medioambiental de la Unión Europea. Departamento de Ecología Humana y Población. Universidad Complutense de Madrid (Tesis Doctoral). Las consideraciones sobre la teoría de la “espiral tecnológica”, a continuación, están apoyadas sobre todo en los trabajos de Buttel (1990, p. 129-130) e Izcara Palacios (1997, p. 28-38), recién mencionados.
Capítulo III - Transición agroecológica: del productivismo a la ecologización
97
producción, a causa de su capacidad para reducir el promedio de costes por unidad de
producción. La utilización de las nuevas tecnologías por innovadores y adoptantes
tempranos suele originar un aumento de la productividad y de la producción agregada de
una determinada mercancía beneficiada por el progreso técnico, mientras el precio de
dicha mercancía tiende a declinar desproporcionadamente debido a la baja elasticidad de
demanda que suelen presentar los productos agrícolas. Ello significa pérdidas
económicas para aquellos agricultores no adoptantes que, para mantener sus niveles de
ingresos, se ven obligados a acompañar las mismas estrategias utilizadas por sus
competidores —los innovadores y adoptantes tempranos.
Así que, en palabras de Cochrane, “La posición del rezagado, que no desea o no
puede adoptar las nuevas tecnologías, es trágica. El agricultor que pertenece a una secta
religiosa que no permite el desarrollo tecnológico, el viejo o joven agricultor que no
pueden afrontar el coste inicial de la tecnología o práctica de producción, o el tipo
perezoso que prefiere ir de pesca, ven cómo sus ingresos disminuyen. El precio relativo
del producto cae en la medida en que una técnica tras otra es adoptada en las
explotaciones, pero los costes de producción no se reducen. Entonces, el agricultor que
no adopta las nuevas tecnologías y prácticas se encuentra cada vez más estrujado. El
avance tecnológico agrario se convierte para él en una pesadilla”16.
Como se ha dicho, tras el declive de los precios de los productos agrícolas
provocado por el progreso técnico, aquellos agricultores no adoptantes se verán forzados
a utilizar la nueva tecnología para también reducir sus costes de producción. No obstante,
estos adoptantes obtienen ganancias muy pequeñas de la nueva tecnología: ellos la
adoptan meramente para poder permanecer en la actividad. Los adoptantes tardíos y los
no adoptantes, a su vez, serán forzados a abandonar la agricultura, porque no son
capaces a la larga de competir en el mercado debido a sus altos costos promedios de
producción17.
16 Cf. Cochrane, W. W. (1964): Farm prices: myth and reality. Minneapolis: University of Minnesota Press; p. 97. Citado por Izcara Palacios (1997): Modernización de la agricultura española y contaminación ...; op. cit. P. 30.
17 No obstante, habría que objetar que —si bien las innovaciones suelen ser introducidas con la finalidad de disminuir los costes de producción—, en los últimos años han llevado a un aumento relativo de estos costes como porcentaje de la renta agraria. En la agricultura de Estados Unidos, por ejemplo, en la década de 1940, aproximadamente el 50% de los ingresos brutos de los agricultores se destinaba a cubrir los costes. En los años 1970, este porcentaje alcanzaba ya el 70%. Cf. Byman, W. J. (1993): “Las nuevas tecnologías en el sistema agroalimentario y las relaciones comerciales entre Estados Unidos y la Comunidad
José A. Costabeber
98
En efecto, como han puesto de manifiesto Munton y sus colegas, “a medida que se
desarrollan las fuerzas competitivas asociadas con el proceso de cambio tecnológico, el
sector agrario en su conjunto recibe unos beneficios económicos cada vez más escasos”,
determinando que la mayor parte de las ganancias queden limitadas a los inversores
industriales y a un selecto y pequeño grupo de agricultores. Asimismo, la espiral
tecnológica “prima la adopción generalizada de tecnologías intensivas en capital, que por
lo general no pueden abandonarse bruscamente o sin pagar una penalidad, a causa de
su carácter global, de su dilatado horizonte de planificación y de la dependencia que
resulta a su creciente sofisticación”18. En suma, Cochrane ve el proceso de cambio
tecnológico en la agricultura como una “espiral”, donde la gran mayoría de los
agricultores es forzada a innovar continuamente a cambio de recibir poco o ningún
beneficio de las nuevas tecnologías19.
Las biotecnologías, como ejemplo concreto de las nuevas y revolucionarias
tecnologías de este final de siglo, han sido presentadas como potencialmente capaces de
solucionar los principales problemas ecológicos derivados de la aplicación de los criterios
operativos del paradigma productivista convencional. Es decir, hay una visión positiva de
que las “biotecnologías agrarias” serían más “limpias” que sus antecesoras “agro-
químicas” al posibilitar, por ejemplo, la obtención de la resistencia biológica de cultivos a
problemas de plagas y enfermedades. Por otra parte, y desde una perspectiva menos
optimista, los conocimientos biotecnológicos podrían ser usados para la obtención de
cultivos resistentes a los agroquímicos, manteniendo así la dependencia de la agricultura
respecto a productos comerciales potencialmente dañinos al medio ambiente. En este
caso, antes que representar un proceso revolucionario, el modelo biotecnológico podría
ser visto más bien como un proceso evolutivo que da continuidad al modelo Revolución
Europea”. En: Lowe et al. (coords.): Cambio tecnológico y medio ambiente rural ...; op. cit. pp. 253-286; p. 260.
18 De ello también resulta que en muchos casos los agricultores estarían crecientemente alejados de una comprensión de las tecnologías utilizadas en su proceso productivo, limitando su función de gestión a tan sólo “leer las instrucciones que trae el envase”. Cf. Munton et al. (1993): “El cambio tecnológico en una época de ajuste agrario”. op. cit. p. 190-191.
19 La teoría de la “espiral tecnológica” de Cochrane ha sido ampliamente aceptada en recientes trabajos de sociología rural como perspectiva orientadora, una vez que efectivamente ha articulado conocimientos desde fuentes muy diversas (sociología rural, economía agraria, etc.). “La teoría de Cochrane, sin embargo, tiene sus límites, en particular, en su inaplicabilidad a la agricultura industrial (...). Además, la noción de espiral tecnológica da poca atención a los orígenes de la tecnología, es decir, al porqué tecnologías que han desplazado labor o beneficiado mayores operadores sobre unos menores han sido desarrolladas, un tema que (...) más recientemente ha venido a ser un importante enfoque de investigación para aquellos que trabajan en la sociología de la ciencia agraria”. Cf. Buttel et al. (1990): The sociology of agriculture. op. cit. p. 130.
Capítulo III - Transición agroecológica: del productivismo a la ecologización
99
Verde. A continuación, se comentarán someramente algunos aspectos respecto a este
tema.
1.2. La biotecnología como “respuesta” a la crisis
Antes de considerar como finalizada la “edad dorada” que hacía referencia Buttel20,
parece que “podríamos estar en los albores de una nueva e importante etapa de cambio
tecnológico en la agricultura, determinada por los descubrimientos en el terreno de la
biotecnología”21, en la cual nuevas expectativas son creadas sobre una agricultura más
acorde con las cuestiones sociales y ambientales. Desde esta perspectiva, el papel de las
biotecnologías y sus potenciales futuros de aplicación en diversos campos de la
economía han ocupado espacio notable en las discusiones políticas y académicas en
este último cuarto de siglo22. En lo que se refiere a la ciencia agrícola y a la agricultura,
en particular, las especulaciones sobre el tema estuvieron dirigidas sobre todo en el
sentido de una futura “revolución biotecnológica” o “biorrevolución”: “La expectativa de
conseguir indefinidamente aumentos de productividad comparables en los principales
cultivos alimentarios fue el factor subyacente en el auge de la biotecnología agraria a
principios de la década de 1980. Y sigue siendo un criterio relevante para evaluar la
viabilidad y la convivencia de alternativas como la agricultura sostenible”23.
Junto a este potencial revolucionario y casi milagroso de la biotecnología aparece,
una vez más, una dimensión ideológica. En opinión de Buttel, en la medida en que surge
20 Cf. Buttel (1993): “Ideologia e tecnologia...”; op. cit. 21 Cf. Lowe, P.; Cox, G.; Goodman, D.; Munton, R.; y Winter, M. (1993): Cambio tecnológico, gestión
agraria y regulación de la contaminación: el ejemplo de Gran Bretaña”. En: Lowe et al. (coords.): Cambio tecnológico y medio ambiente rural ...; op. cit. pp. 97-142; p. 100.
22 Como enseñan Goodman y Wilkinson, las biotecnologías “están cada vez más integradas dentro del sistema económico, donde se ven como innovaciones que trascienden potencialmente los límites de un modelo de industrialización centrado en los recursos inorgánicos no renovables. La capacidad tecnológica para manipular el código genético con el fin de obtener productos completamente nuevos, desde drogas hasta alimentos, pasando por los materiales biodegradables, y para manipular los microorganismos para convertirlos en una fuerza productiva al servicio del ahorro de energía/reciclado de residuos, configura al nuevo paradigma bioindustrial”. Cf. Goodman, D. y Wilkinson, J. (1993): “Pautas de investigación e innovación en el sistema agroalimentario moderno”. En: Lowe et al. (coords.): Cambio tecnológico y medio ambiente rural ...; op. cit. pp. 217-251; p. 228.
23 Cf. Buttel (1995): “Transiciones agroecológicas ...”; op. cit. p. 21.
José A. Costabeber
100
la biotecnología, ideas particulares sobre su naturaleza y su potencial “revolucionario” se
tornaron dominantes, tanto entre sus mayores defensores y proponentes, como también
entre sus principales oponentes24. Las biotecnologías pasaron a ser vistas como capaces
de solucionar los problemas resultantes de la aplicación de los métodos de la agricultura
moderna, especialmente aquellos relacionados con las contaminaciones ambientales
producidas por la utilización intensiva de productos agroquímicos y recursos energéticos
no renovables. Además de eso, las biotecnologías han sido vistas también como
potencialmente capaces de dar un nuevo dinamismo a los rendimientos de los cultivos y
aliviar la presión creciente sobre los recursos naturales, reduciendo, al mismo tiempo, los
requerimientos de combustibles fósiles en la actividad agraria. Al final de la década de los
años 1980, la mayoría de los políticos y activistas de la biotecnología estaban
esencialmente de acuerdo en su carácter mágico y transformador25, en su potencial
asombroso para mejorar la producción agrícola26, y en su capacidad para provocar una
revolución cuyo impacto dejaría pequeño al de la anterior “Revolución Verde”27.
Desde un escenario optimista, por tanto, el viejo paradigma tecnológico de la
Revolución Verde, orientador de las investigaciones realizadas en el ámbito de la ciencia
agrícola “normal”, estaría dando paso a un nuevo paradigma, ahora “biotecnológico” y
asentado en nuevos referenciales teóricos e instrumentales. A ejemplo de ello, y como ya
se ha comentado en el apartado anterior, la tendencia intrínseca de las innovaciones
genéticas en semillas ha sido la de disminuir la influencia de la calidad de la tierra y del
ambiente físico-químico como determinante de la producción y productividad agrícolas.
Pero, también se ha señalado que las variedades de alto rendimiento —base de los
paquetes tecnológicos de la Revolución Verde— son fuertemente dependientes de
fertilizantes sintéticos y agrotóxicos para maximizar su potencial productivo. Es decir, los
requerimientos nutricionales y de protección exigidos por estas variedades son atendidos
a través de una creciente artificialización agroecosistémica. En este contexto, las
biotecnologías, en general, y la ingeniería genética, en particular, prometen las
herramientas para la creación de variedades de plantas adaptadas a ambientes hasta
24 Cf. Buttel (1993): “Ideologia e tecnologia...”; op. cit. p. 303. 25 Cf. Buttel (1993): “Ideologia e tecnologia...”; op. cit. p. 314. 26 Cf. Hobbelink, H. (1992): “La diversidad biológica y la biotecnología agrícola. ¿Conservación o
acceso a los recursos?. En: Ecología Política, nº 4; pp. 57-72; p. 63. 27 Cf. Tait, J. (1993): “Riesgos medioambientales y regulación de la biotecnología”. En: Lowe et al.
(coords.): Cambio tecnológico y medio ambiente rural ...; op. cit. pp. 287-339; p. 289.
Capítulo III - Transición agroecológica: del productivismo a la ecologización
101
ahora considerados como de menor capacidad productiva. En este caso, son las semillas
que se estarían adaptando a condiciones ecosistémicas adversas, lo que podría ser
usado en beneficio de la humanidad al permitir la obtención de mayores niveles de
productividad y lucratividad en la producción agraria, incluso en suelos más
empobrecidos y con menor fertilidad natural28.
Sin embargo, la utilización de las biotecnologías vegetales puede aumentar, en vez
de reducir, la dependencia de la actividad de producción de alimentos y fibras al
suministro de agroquímicos sintéticos tradicionales. Como sugieren Goodman y sus
colaboradores, “así como en la Revolución Verde, los nuevos cultivares formarán el
núcleo de ‘paquetes tecnológicos’, pero las semillas originarias de la ingeniería genética
garantizarán que los agricultores quedarán mucho más presos de los agroquímicos
patentados”29. Ello equivale a decir que las biotecnologías no sólo podrán convertirse en
un instrumento poderoso para dinamizar la productividad agrícola, sino también que
podrán propiciar los medios para aumentar el grado de monopolización de la industria
sobre la actividad agraria30.
Desde una perspectiva ecológico-ambiental, parece que no hay todavía una
definición clara sobre el rumbo que podrán tomar los productos e innovaciones
biotecnológicas para la agricultura. Frederick Buttel, por ejemplo, considera que la
ideología de la biotecnología “es una extensión lógica de la ideología productivista de la
ciencia agrícola post-guerra”, habiendo, además, “considerable evidencia a sugerir que la
biotecnología no tendrá ningún efecto sobre el futuro previsible”. Más aún, las actuales
aplicaciones de las más poderosas y “nuevas biotecnologías” a la agricultura “parecen
envolver un conjunto de productos que se siguen de forma evolutiva (y no revolucionaria),
a partir de la revolución petroquímica verde”. Así, los esfuerzos de investigación en
tecnologías de naturaleza biotecnológica estarían siendo dirigidos básicamente a atender
a dos objetivos: a) corregir los problemas —especialmente los de repercusión
ambiental— que han sido provocados por las tecnologías anteriores; y b) prevenir
28 Cf. Goodman et al. (1990): Da lavoura às biotecnologias ...; op. cit. p. 103. 29 Cf. Goodman et al. (1990): Da lavoura às biotecnologias ...; op. cit. p. 97-98. 30 Cf. Hobbelink (1992): “La diversidad biológica y la biotecnología ...”; op. cit. p. 63. Sobre ese tema,
véase también Hobbelink, H. (1987) (ed.): Más allá de la Revolución Verde - Las nuevas tecnologías genéticas para la agricultura: desafío o desastre?. Barcelona: Lerna/ICDA. Hemos utilizado la versión portuguesa de 1990: Biotecnologia: muito além da Revolução Verde. As novas tecnologias genéticas para a agricultura: desafio ou desastre?. Porto Alegre: Pallotti.
José A. Costabeber
102
retornos decrecientes y plateaus de productividad que se tornaron manifiestos con las
tecnologías petroquímicas actuales. Las variedades tolerantes a herbicidas (para
racionalizar el control de malas hierbas y mantener las ventas de agroquímicos)
constituyen un perspicaz ejemplo dado por Buttel sobre los nuevos productos
biotecnológicos de aplicación en la agricultura31, lo que podría conducir a una utilización
mayor, y no menor, de productos fitosanitarios comerciales32.
Desde esta óptica, los avances tecnológicos esperados en base biotecnológica
estarían en línea con la “trayectoria petroquímica” de la agricultura del período
postguerra, mientras algunas aplicaciones tecnológicas más potencialmente significativas
(como serían la mayor eficiencia fotosintética en vegetales y la fijación de nitrógeno
atmosférico en cereales por medios biológicos) tienden a envolver características
poligénicas que presentan, hasta ahora, dificultades para ser manejadas con las técnicas
actualmente disponibles33. Ello torna poco probable que grandes aumentos de producción
atribuibles a un reducido conjunto de factores productivos —tal como ha ocurrido en la
Revolución Verde— se repitan en el futuro como resultado de la aplicación biotecnológica
en la agricultura34.
En línea con el razonamiento de Buttel, y valiéndonos de la interpretación que hace
Tait, podría decirse que —cuando se trata de indagar sobre nuestra relación con la
Naturaleza— sería posible contemplar la biotecnología de dos maneras muy distintas. La
primera manera sería considerar la agricultura como actividad industrial básicamente
artificial, tratando de minimizar su impacto sobre el entorno. Al incrementar
31 Cf. Buttel (1995): “Transiciones agroecológicas ...”; op. cit. p. 21. 32 Cf. Byman (1993): “Las nuevas tecnologías en el sistema agroalimentario ...”; op. cit. p. 265. En tal
contexto, cabría cuestionar —como hace Hobbelink—, por qué los recursos son orientados a la producción de cultivares resistentes a los agrotóxicos cuando podrían ser dirigidos hacia la producción de variedades resistentes a las plagas y enfermedades. Cf. Hobbelink, H. (1990): “As novas biotecnologias para o Terceiro Mundo. Novas esperanças ou falsas promessas?”. En: Hobbelink (ed.): Biotecnologia: muito além da Revolução Verde ...; op. cit. pp. 105-168; p.145.
33 Cf. Buttel (1993): “Ideologia e tecnologia...”; op. cit. p. 315. Habría que considerar, no obstante, que las grandes empresas biotecnológicas están muy bien posicionadas cuando la investigación sobre la fijación biológica del nitrógeno y la resistencia de cultivos a problemas fitosanitarios pueda explorarse comercialmente. Cf. Goodman y Wilkinson (1993): “Pautas de investigación e innovación ...”; op. cit. p. 239.
34 Cf. Buttel (1995): “Transiciones agroecológicas ...”; op. cit. p. 21. Vale observar, siguiendo a Enrique Leff, que el actual énfasis de la biotecnología en resolver problemas derivados de la práctica del monocultivo podría abrirse para nuevos desarrollos, especialmente para el manejo múltiple e integrado de recursos, valorizando el saber etnobotánico y biotecnológico desarrollado durante siglos por las poblaciones rurales del Tercer Mundo en sus prácticas de policultivo y potenciando la biodiversidad y el uso sostenible de los recursos naturales. Cf. Leff, E. (1994): Ecología y capital. Racionalidad ambiental, democracia participativa y desarrollo sustentable. México: Siglo Veintiuno Editores; p. 330-331.
Capítulo III - Transición agroecológica: del productivismo a la ecologización
103
substancialmente la productividad agraria, la biotecnología posibilitaría la reducción del
área cultivada y daría la oportunidad a la rehabilitación a gran escala de los ecosistemas
naturales en base a los nuevos conocimientos científicos y tecnológicos disponibles,
reduciendo, al mismo tiempo, la contaminación y el impacto negativo de la agricultura
sobre el medio ambiente. La segunda manera sería considerar la agricultura como una
parte de la naturaleza, enfatizando su alto grado de sometimiento a las fuerzas naturales.
En este caso, como pone de manifiesto Tait, la biotecnología estaría conduciendo “la
agricultura a un nuevo círculo vicioso tecnológico, alejándola de una posible
sustentabilidad a largo plazo, solamente alcanzable a base de colaborar con la
Naturaleza, no de ir en su contra”35.
Asimismo, siguiendo al mismo autor, resulta razonable esperar que la biotecnología
pudiera ser más “biológica” y más “natural” que las anteriores tecnologías industriales de
naturaleza química. No obstante, ello dependerá en gran medida de cuál camino seguirán
las industrias en el futuro: generar productos que pueden ahorrar factores de producción
(como serían los cultivos resistentes a las plagas) o bien hacer un uso mayor de dichos
factores (por ejemplo, los cultivos resistentes a los herbicidas). En efecto, las
biotecnologías podrán exacerbar el grado de polarización entre estos dos puntos de vista
extremos acerca de la relación agricultura y naturaleza: “Para quienes la agricultura es
ante todo una actividad industrial y no natural, su sentido de dominio sobre la Naturaleza
se verá incrementado. Por el contrario, quienes consideran la agricultura como una guía
benigna de la Naturaleza, la biotecnología será una amenaza para el sistema, todavía
mayor que la anterior revolución química”36.
Por todo lo anterior, podría decirse que la transición a una agricultura con base
biotecnológica, menos agresiva con el medio ambiente, más justa socialmente y
asentada en nuevos valores que incorporen la dimensión ética en la apropiación
económica de los recursos naturales, no presenta ninguna garantía de su realización en
el corto plazo37. Las biotecnologías agrarias podrán ser utilizadas tanto “para ‘parchear’ el
35 Cf. Tait (1993): “Riesgos medioambientales ...”; op. cit. p. 331. 36 Cf. Tait (1993): “Riesgos medioambientales ...”; op. cit. p. 332. 37 “Las aplicaciones de la biotecnología pueden acelerar o desacelerar el aumento de la entropía, tanto
en procesos no sostenibles como sostenibles, tanto en un orden internacional más equitativo como en uno menos equitativo”. Cf. Droste, B. von y Dogsé, P. (1997): “El desarrollo sostenible. El papel de la inversión”. En: Goodland, R.; Daly, H.; El Serafy, S.; Droste, B. von (eds.): Medio ambiente y desarrollo sostenible: más allá del Informe Brundtland. Madrid: Editorial Trotta; pp. 89-102; p. 100.
José A. Costabeber
104
modelo agroquímico actual, para lograr sistemas más sostenibles, o para dar prioridad a
los problemas del Tercer Mundo, mejorando, por ejemplo, los rendimientos de los cultivos
en las regiones pobres en recursos”38. Su fuerza impulsora hacia mayores niveles de
sustentabilidad, entre tanto, sólo podría darse a partir de una confluencia de intereses
sociales capaces de garantizar unas metas encaminadas a la formación de una
racionalidad de carácter ambiental desprovista del puro reduccionismo productivista-
instrumental. Y esto ciertamente no será tarea fácil. Como ha puesto de relieve Buttel, la
“ecologización” de la agricultura podrá no ser consistente con el creciente impulso en la
dirección de política de comercio agrícola neoliberal. En una palabra, “el productivismo en
forma alguna está muerto y puede muy bien resurgir si la “óptica verde” de la agricultura
decae”39.
2. La emergencia del paradigma de la sustentabilidad
Para algunos analistas, la crisis ecológica actual significa una novedad radical en la
historia de la humanidad, novedad ésta en el sentido del carácter a la vez global e
irreversible de las alteraciones causadas a la ecosfera por las prácticas productivas
basadas en el excesivo consumo de recursos naturales40. Esta problemática ambiental ha
sido analizada por algunos autores como una crisis de civilización y puede ser entendida,
según Leff, desde diversas perspectivas. Por un lado, como el resultado de la presión
poblacional sobre los finitos recursos del planeta y, por otro, como el efecto de la
acumulación del capital y de la maximización de las tasas de ganancias en el corto plazo,
generando modelos tecnológicos que explotan los recursos naturales41. Como
consecuencias inmediatas de este proceso, se podría estar asistiendo a la emergencia de
problemas macroecológicos tales como el efecto invernadero, la reducción de la capa de
ozono, la contaminación química del agua y alimentos, el agotamiento de la base de los
recursos no renovables y la dificultad para la regeneración y mantenimiento de la
38 Cf. Goodman y Wilkinson (1993): “Pautas de investigación e innovación ...”; op. cit. p. 247. 39 Cf. Buttel (1993): “Ideologia e tecnologia...”; op. cit. p. 319. 40 Cf. Deléage, J. P. (1990): “¿Un capitalismo verdoso?”. En: Ecología Política, nº 3, pp. 27-34; p. 28. 41 Cf. Leff (1994): Ecología y capital ...; op. cit. p. 68.
Capítulo III - Transición agroecológica: del productivismo a la ecologización
105
capacidad productiva de los agroecosistemas. Así, pues, para Leff, la crisis ambiental
pone de manifiesto “el mito del desarrollismo y muestra el lado oculto de la racionalidad
económica dominante”42.
Sea como fuere, lo cierto es que la humanidad vive una época en que se acentúan
las alteraciones sobre el medio ambiente y se modifican los procesos sociales a escala
global en tal magnitud, que “los riesgos aumentan más rápidamente que nuestra
capacidad para controlarlos”43. A partir de ello, se ha generalizado lo que Jiménez
Herrero denomina el síndrome del cambio global, asentado en tres aspectos principales:
a) el síndrome de la amenaza a la seguridad global, derivada de la destrucción
medioambiental y que amenaza la viabilidad del sistema económico mundial y la
supervivencia humana; b) el síndrome de los límites al crecimiento, al reconocerse la
imposibilidad del crecimiento material ilimitado dentro de un planeta finito; y, c) el
síndrome de la interdependencia entre pobreza y riqueza, resultante de la intrincada
interrelación entre medio ambiente y desarrollo humano. Este síndrome del cambio global
ha propiciado la conciencia de la insostenibilidad de las prácticas productivas actuales y,
al mismo tiempo, la posibilidad de integración conceptual entre medio ambiente y
desarrollo. Los conceptos clave que propician esta integración son, siguiendo a Jiménez
Herrero, la sustentabilidad y la globalidad, constituyéndose éstos en “las nuevas ideas-
fuerza que sirven para impulsar los enfoques integradores entre medio ambiente y
desarrollo, así como, de forma paralela, entre economía y ecología”44.
2.1. Sobre el medio ambiente y desarrollo
Efectivamente, hoy por hoy se ha hecho imprescindible reflexionar en términos
ecológicos y medioambientales no como una nostalgia del pasado45, sino, al contrario,
42 Cf. Leff (1994): Ecología y capital ...; op. cit. p. 283. 43 Cf. Comisión Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo (1992): Nuestro futuro común. Madrid:
Alianza Editorial, p. 58. 44 Cf. Jiménez Herrero, L. M. (1996): Desarrollo sostenible y economía ecológica. Integración
medio ambiente-desarrollo y economía-ecología. Madrid: Editorial Síntesis; p. 33 y 40 (cursivas en el original).
45 Cf. Deléage (1990): “¿Un capitalismo verdoso?”. op. cit. p. 33.
José A. Costabeber
106
como una manera más realista de privilegiar el largo plazo y de construir formas
alternativas de desarrollo. Así, si la orientación al crecimiento económico ha prevalecido y
dominado las políticas desarrollistas del período postguerra como la única vía para el
“despegue” de los países del Tercer Mundo hacia los patrones de producción y consumo
de los del Primer Mundo46, los años ochenta se han caracterizado por la agudización de
un debate político-académico donde la noción de “desarrollo” es contrapuesta a la noción
de “crecimiento”. En opinión de Goodland y sus colegas, resulta absurdo seguir haciendo
del crecimiento económico “convencional” el objetivo indiscutible de la política de
desarrollo económico. Este concepto de “crecimiento de transformación cuantitativa” —
basado en el uso creciente de materias primas y energía— “es insostenible y debe dejar
lugar a una búsqueda imaginativa de fines económicos que hagan un uso menos
intensivo de los recursos”47.
Las estimaciones llevadas a cabo por Vitousek y sus colaboradores demuestran
que, actualmente, la economía humana se apropia —de manera directa o indirecta— del
40% de la producción primaria neta de la fotosíntesis con base terrestre48. Mientras llegar
a este punto ha requerido todo el tiempo de la historia humana, la apropiación del
producto fotosintético bruto podría alcanzar el 80% en el año 2030, en caso de que
continúen las tasas actuales de crecimiento de la población y del consumo49. Para
Herman Daly, una supuesta apropiación al cien por ciento de la biomasa en base
terrestre caracterizaría un mundo “lleno” y constituiría una situación improbable
ecológicamente y no deseable socialmente. Además, “aun cuando el 40% sea menos de
la mitad, es sensato pensar que indica plenitud relativa, ya que este porcentaje se
46 Las “etapas del crecimiento económico” tornaron mundialmente conocido el economista Rostow. Para él, en el proceso de crecimiento económico cada sociedad ha de pasar por las siguientes etapas: a) sociedad tradicional; b) condiciones previas para el despegue; c) despegue; d) camino hacia la madurez; y e) fase del consumo de masa. Cf. Rostow, W. W. (1965): Las etapas del crecimiento económico. México: Fondo de Cultura Económica.
47 Cf. Goodland et al. (1997) (eds.): “Introducción”. En: Medio ambiente y desarrollo sostenible ...; op. cit. p. 14. Como distinguen Daly y Gayo, el crecimiento económico implica un incremento físico en tamaño y es el resultado de la acumulación o asimilación de materiales (cambios cuantitativos), mientras el desarrollo económico se refiere a la realización de las potencialidades, a la evolución de un estadio más completo, mejor o diferente (cambios cualitativos). Cf. Daly, H. E. y Gayo, D. (1995): “Significado, conceptualización y procedimientos operativos del desarrollo sostenible: posibilidades de aplicación a la agricultura”. En: Cadenas Marín (ed.): Agricultura y desarrollo sostenible; op. cit. pp. 19-38; p. 21.
48 Vitousek, P. M. et al. (1986): “Human appropiation of the products of photo-synthesis”. En: Bioscience, vol. 34, nº 6; pp. 368-373. Citado por Daly, H. E. (1997): “De la economía del mundo vacío a la economía del mundo lleno”. En: Goodland et al. (eds.): Medio ambiente y desarrollo sostenible ...; op. cit. pp. 37-50; p. 38.
49 Cf. Brown, L. R.; Postel, S.; y Flavin, C. (1997): “Del crecimiento al desarrollo sostenible”. En: Goodland et al. (eds.): Medio ambiente y desarrollo sostenible ...; op. cit. pp. 115-122; p. 119.
Capítulo III - Transición agroecológica: del productivismo a la ecologización
107
encuentra a sólo un período de distancia del 80%, cifra que representa un grado de
plenitud excesivo”50.
Desde esta perspectiva, ya no se pueden negar los grandes esfuerzos académicos
e institucionales que se han realizado —especialmente a partir de los años 1970— en la
búsqueda de nuevos enfoques para subvencionar programas de desarrollo, tanto en
países industrializados como en países en desarrollo, con el fin de afrontar las cuestiones
ambientales y los desequilibrios sociales agravados por la aplicación de los criterios de la
racionalidad económica “productivista” en las últimas décadas.
En el plan académico, el influyente informe Los Límites del Crecimiento, elaborado
por un equipo del Massachussets Institute of Technology al Club de Roma (1972), puso
en cuestión el optimismo imperante en los países industrializados sobre la posibilidad de
sostener el crecimiento económico basado en el consumo ilimitado de recursos naturales
no renovables51. Además de fundamentar empíricamente el incremento de la escasez
real de estos recursos naturales y sus implicaciones medioambientales, el Informe,
coordinado por Donella Meadows, ponía en entredicho la creencia de que el hombre
podría seguir superando los obstáculos por las vías tecnológicas con independencia de
los límites biofísicos del planeta, despertando de esa forma la preocupación por los
problemas ecológicos especialmente entre las poblaciones de las naciones
industrializadas.
Las dos grandes crisis del petróleo —acaecidas en 1973 y 1979— contribuyeron a
alertar aún más sobre el peligro que representaría el acercamiento a los límites físicos del
planeta, y el riesgo que supondría la transferencia del modelo productivista de los países
industrializados a los países en desarrollo. Respecto a la agricultura, el trabajo de
Pimentel y sus colaboradores —ampliamente difundido desde el inicio de la década de
1970—, por ejemplo, se tornó clásico al poner de manifiesto la insostenibilidad energética
de la agricultura moderna practicada en Estados Unidos y los riesgos de expandir el
50 Cf. Daly (1997): “De la economía del mundo vacío a la ...”; op. cit. p. 38. 51 En el modelo simulado de Meadows y sus colaboradores, los cinco elementos de interés global que
estarían presentando un crecimiento exponencial son la población, la producción de alimentos, la industrialización, el consumo de recursos naturales no renovables y la polución. Cf. Meadows, D. H.; Meadows, D. L.; Randers, J.; Behrens III, W. W. (1978): Limites do Crescimento. São Paulo: Perspectiva; p. 25.
José A. Costabeber
108
modelo tecnológico de la Revolución Verde a las demás regiones del mundo desarrollado
y en desarrollo52.
En el plan institucional, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio
Ambiente Humano, celebrada en Estocolmo en 1972, representó un importante paso en
el camino hacia la integración de los conceptos y estrategias relacionados con el
“desarrollo” y el “medio ambiente”. Como observa Jiménez Herrero, el propio título de
esta Conferencia expresaba que “el medio ambiente no debía ser concebido bajo un
sentido estrictamente ‘físico-natural’, sino que, siendo una realidad sistémica que nace de
la interacción entre el sistema natural y el sistema social, además del medio físico, hay
que contar con el medio construido y el medio socio-cultural donde los hombres
desenvuelven su existencia”53.
Los años ochenta serán testimonios de nuevos e importantes intentos de incorporar
las cuestiones ambientales a los programas de desarrollo, alimentando los debates y
propuestas iniciados en la década anterior. En efecto, quizás la labor de la Comisión
Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo (CMMAD) y la consecuente publicación de
Nuestro Futuro Común —el conocido Informe Brundtland— en 1987, hayan sido el
principal suceso y la más valiosa referencia en torno a la cual se ha consolidado el
desarrollo sostenible como marco conceptual y estratégico de cara a la problemática
ambiental y la conservación de recursos naturales desde una perspectiva política de largo
alcance.
En el inicio de la década de 1990, la realización de la Conferencia de las Naciones
Unidas sobre el Medio Ambiente y Desarrollo, en Río de Janeiro, contribuyó a que se
alcanzara un mayor acuerdo político en torno a la finalidad y objetivos del desarrollo
sostenible. Uno de los resultados de la Cumbre de Río ha sido la adopción de un
programa de acción a largo plazo —la Agenda 21— que sienta las bases para poner en
práctica el concepto de desarrollo sostenible y que constituye una respuesta a las
cuestiones formuladas en el Informe Brundtland. En efecto, como veremos a
continuación, a pesar de la vaguedad de su concepto y la dificultad para definir
indicadores operativos, el desarrollo sostenible —como un objetivo de política— plantea
52 Cf. Pimentel, D.; Hurd, L. E.; Bellotti, A. C.; Forster, M. J.; Oka, Y. N.; Sholes, O. D.; Whitman, R. J. (1973): “Food production and the energy crises”. En: Science, nº 182; pp. 443-449.
53 Cf. Jiménez Herrero (1996): Desarrollo sostenible y economía ecológica ...; op. cit. p. 95.
Capítulo III - Transición agroecológica: del productivismo a la ecologización
109
la necesidad de una transición a la sustentabilidad, donde “la ecología y la economía se
entreveran cada vez más —en los planos local, regional, nacional y mundial— hasta
formar una red concatenada de causas y efectos”54.
2.2. Sobre el marco del desarrollo sostenible
El desarrollo sostenible, tal como lo concibe el Informe Brundtland, es aquel
“desarrollo que satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la
capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”. Esta
genérica formulación conceptual de desarrollo sostenible encierra en sí otros dos
conceptos fundamentales: “el concepto de ‘necesidades’, en particular las necesidades
esenciales de los pobres, a las que se debería otorgar prioridad preponderante”; y “la
idea de limitaciones impuestas por el estado de la tecnología y la organización social
entre la capacidad del medio ambiente para satisfacer las necesidades presentes y
futuras”. Asimismo, ello implica una transformación progresiva de la economía y de la
sociedad, aumentando el potencial productivo y asegurando la igualdad de oportunidades
para todos55.
En la base de esta propuesta formulada por la CMMAD reside un pronunciado
desafío político, poniendo en “manos de la humanidad” la responsabilidad de solucionar
los problemas sociales, económicos y medioambientales a través de rápidas y decisivas
acciones: “el desarrollo sostenible no es un estado de armonía fijo, sino un proceso de
cambio por el que la explotación de los recursos, la dirección de las inversiones, la
orientación de los progresos tecnológicos y la modificación de las instituciones
concuerdan con las necesidades tanto presentes como futuras”; y para que ello pueda
concretarse, “el desarrollo sostenible deberá apoyarse en la voluntad política”56. Dicho de
otra manera, el discurso del desarrollo sostenible “busca generar un consenso y una
solidaridad internacionales en los problemas ambientales globales, borrando los intereses
54 Cf. CMMAD (1992): Nuestro futuro común. op. cit. p. 25. 55 Cf. CMMAD (1992): Nuestro futuro común. op. cit. p. 67-68. 56 Cf. CMMAD (1992): Nuestro futuro común. op. cit. p. 29.
José A. Costabeber
110
opuestos de naciones y grupos sociales, en relación con el usufructo y manejo de los
recursos naturales para el beneficio de las poblaciones mayoritarias y los grupos
marginados”57.
Si bien los objetivos hacia el desarrollo sostenible emanados desde la CMMAD
hayan tenido amplia aceptación por la comunidad internacional, hay unanimidad de
opinión de que aún no existe una definición clara y universalmente compartida sobre el
concepto de sustentabilidad58. Asimismo, la expresión “desarrollo sostenible” presenta
dificultades para la elaboración de una definición genérica que conserve precisión
analítica, y su verdadera fuerza reside precisamente en su “vaguedad”59. Como ha
señalado Michael Redclift, sus significados suelen ser distintos para ecologistas,
planificadores, economistas y activistas ambientales, aunque pudiera parecer la
existencia de consenso sobre su conveniencia. En efecto, sus diversos significados para
los diferentes grupos al exponer sus proyectos y objetivos reflejan “la variedad de sesgos
disciplinarios, de diferencia entre paradigmas y de disputas ideológicas”60.
La vaguedad del término desarrollo sostenible es también apuntada por Alonso
Mielgo y Sevilla Guzmán, para quienes, al ser el concepto de necesidad una construcción
social, deja “abiertas las puertas de dicho informe [Brundtland] a cualquier acción que
justifique el viejo modelo economicista de desarrollo con una nueva cosmética
medioambiental”61. Para El Serafy, pese la “vaguedad” del término sustentabilidad, se
trata de un concepto complejo y de la definición de Brundtland “no debe restar nada a la
validez de su preocupación por abordar los problemas de la distribución, en los que se ve
con acierto una parte integrante del problema medioambiental”. Además, los intentos de
definir de modo preciso la sustentabilidad no ha dado unos resultados concretos y, según
57 Cf. Leff (1994): Ecología y capital ...; op. cit. p. 79-80. 58 Cf. Hurrel, A. & Kingsbury, B. (1992): “The international politics of the environment: an introduction”.
En: Hurrel, A. & Kingsbury, B. (eds.): The international politics of the environment. Actors, interests and institutions. Oxford: Clarendon Press; pp. 1-50. Citado por Paniagua Mazorra, A.; Garrido Fernández, F.; Gómez Benito, C.; y Moyano Estrada, E. (1996): Análisis conceptual de la cuestión ambiental en la agricultura. Madrid: CSIC, Cuadernos de Trabajo del IEG; p. 7.
59 Cf. Redclift (1993): “La función de la tecnología agraria ...”; op. cit. p. 150. 60 Cf. Redclift, M. (1995): “Desarrollo Sostenible: ampliación del alcance del debate”. En: Cadenas
Marín (ed.): Agricultura y desarrollo sostenible. op. cit. pp. 39-70; p. 43. 61 Cf. Alonso Mielgo, A. M. y Sevilla Guzmán, E. (1995): “El discurso ecotecnocrático de la
sostenibilidad”. En: Cadenas Marín (ed.): Agricultura y desarrollo sostenible. op. cit. pp. 91-119; p. 103-104 y 108.
Capítulo III - Transición agroecológica: del productivismo a la ecologización
111
el mismo autor, actualmente, “somos cada vez más conscientes de que, a efectos
prácticos, la sustentabilidad debe percibirse únicamente en términos aproximativos”62.
Asimismo, como observa Jiménez Herrero, “la capacidad de convicción del término
‘sostenible’ para calificar el desarrollo se deriva mucho más de su alcance implícito que
de su contenido lingüístico explícito”, pudiendo significar tanto sostener o sustentar, como
soportar o tolerar. A pesar de su ambigüedad, la idea clave del término sostenible reside
en la noción de ‘sustentabilidad’ (como característica de un proceso que puede
mantenerse indefinidamente), y su fundamento viene determinado por el concepto de
equilibrio entre las potencialidades y limitaciones existentes. Así, el desarrollo humano
requiere un equilibrio dinámico entre población, capacidad del medio ambiente y vitalidad
productiva, lo que supone que la utilización de recursos no puede exceder “la capacidad
de regeneración y de mantenimiento de la integridad y equilibrio de los ecosistemas”63.
En opinión de Redclift, la confusión existente sobre el significado de la expresión
“desarrollo sostenible” proviene de la inexistencia de consenso en cuanto a qué es
fundamentalmente lo que debe sostenerse: si los niveles de consumo o si los niveles de
producción, lo que remite esta cuestión al examen de las relaciones “Norte-Sur” y de las
contradicciones inherentes a las desigualdades estructurales del sistema global, una vez
que sería el modelo de consumo de los países del norte el que impide un desarrollo
sostenible persistente a escala planetaria64. De hecho, Nuestro futuro común no descarta
el crecimiento económico como una vía adecuada para promover el desarrollo sostenible
a escala global. Al contrario, a partir de la constatación de que “la brecha que separa a
las naciones ricas de las pobres se amplía en vez de reducirse”65, propone el incremento
del crecimiento entre cinco y diez veces en los próximos años como meta imprescindible
62 Cf. El Serafy, S. (1997): “Sostenibilidad, medición de la renta y crecimiento”. En: Goodland et al. (eds.): Medio ambiente y desarrollo sostenible ...; op. cit. pp. 73-87; p. 73-74.
63 Cf. Jiménez Herrero (1996): Desarrollo sostenible y economía ecológica ...; op. cit. p. 40. 64 En este contexto, y siguiendo el mismo autor, vale señalar que el éxito del capitalismo industrial en
las sociedades desarrolladas permitió la obtención de niveles de vida relativamente altos para la mayoría de la población, y son pocas las personas que perciben las medidas necesarias a la conservación ambiental como amenazas para sus medios de vida. De ahí que los planteamientos de la gente son para lograr mejor “calidad de vida”. En las sociedades en desarrollo, en cambio, los conflictos ambientales suelen ocurrir en otros niveles (en la provisión de las necesidades básicas, por ejemplo) y los individuos son impulsados a actuar “egoístamente” en sus estrategias de supervivencia, no habiendo razones para recurrir “al idealismo o al altruismo a fin de proteger el medio ambiente”. Cf. Redclift (1995): “Desarrollo Sostenible: ampliación del alcance del debate”; op. cit. p. 43-44.
65 Cf. CMMAD (1992): Nuestro futuro común. op. cit. p. 22.
José A. Costabeber
112
para atender las necesidades y aspiraciones de la pobreza mundial y reducir la
desigualdad internacional.
En esta propuesta de crecimiento para todos radica uno de los puntos más
polémicos del Informe, pues, como han puesto de manifiesto algunos analistas, el
concepto de desarrollo sostenible formulado por la CMMAD “implica invariablemente
levantar la base más que rebajar la cúspide”66, además de ser improbable que el mundo
pueda soportar una economía dos veces superior —y mucho menos entre cinco y diez
veces como propone el Informe. No obstante, las necesidades básicas que tienen las
poblaciones carentes requieren un crecimiento en la utilización de recursos en los países
pobres, y esto, para ser alcanzado, requeriría unas reducciones de este tipo de
crecimiento en los países ricos67. En palabras de Brown, “mientras haya crecimiento, hay
esperanza de que pueda mejorarse la vida de los pobres sin que los ricos tengan que
sacrificar sus intereses. La realidad es, sin embargo, que alcanzar una economía global
ecológicamente sostenible no es posible sin que los afortunados limiten su consumo y
dejen sitio para que los pobres aumenten el suyo”68.
En todo caso, queda evidente que la sustentabilidad es un concepto enormemente
complejo al abarcar distintos problemas derivados de la relación hombre-naturaleza y de
las asociaciones que se establecen entre ellos. De acuerdo a Myers, las principales
asociaciones de problemas que la sustentabilidad intenta resolver se darían: a) entre
diferentes problemas ambientales; b) entre diferentes esferas de la actividad humana,
66 Cf. Haavelmo, T. y Hansen, S. (1997): “De la estrategia consistente en tratar de reducir la desigualdad económica ampliando la escala de la actividad humana”. En: Goodland et al. (eds.): Medio ambiente y desarrollo sostenible ...; op. cit. pp. 51-62; p. 53.
67 Partiendo de la propuesta de Brundtland de incrementar la renta per cápita el 3% anual, al cabo de diez años ello habría aumentado, por ejemplo, la renta de los etíopes en 41 dólares y de los estadounidenses en 7.257 dólares. Resultados de esa naturaleza ponen en tela de juicio lo deseable de las proyecciones del Informe Brundtland. Cf. Goodland et al. (1997) (eds.): “Introducción”. En: Medio ambiente y desarrollo sostenible ...; op. cit. p. 17. En opinión de Alonso Mielgo y Sevilla Guzmán, el Informe enfatiza el crecimiento económico para todo el mundo cuando los límites físicos del planeta señalan como ecológicamente más plausible la distribución de la riqueza existente”. Así, “el discurso de los organismos internacionales sobre el desarrollo sostenible plantea, a través del Informe Brundtland, un método bastante parcial, ya que defiende los intereses de los países del centro, al pretender continuar con el modelo productivo vigente, proponiendo tan sólo restringir el consumo ‘dentro de los límites ecológicamente posibles’, cuando éstos no llegan a definirse en ningún caso”. Cf. Alonso Mielgo y Sevilla Guzmán (1995): “El discurso ecotecnocrático de la sostenibilidad”; op. cit. p. 108.
68 Cf. Brown et al. (1997): “Del crecimiento al desarrollo sostenible”; op. cit. p. 122. Además, “Los países industriales tienen un exceso de consumo, y por tanto producen sobrecontaminación. Son con mucho los responsables de la mayoría de los casos en los que se ha llegado al límite. El 20% más rico de la producción mundial consume más del 70% de la energía que se comercializa en el mundo”. Cf. Goodland, R. (1997): “La tesis de que el mundo está en sus límites”. En: Goodland et al. (eds.): Medio ambiente y desarrollo sostenible ...; op. cit. pp. 19-36; p. 22, 31 y 33.
Capítulo III - Transición agroecológica: del productivismo a la ecologización
113
como la protección ambiental y el desarrollo; c) entre el mundo desarrollado y el mundo
en desarrollo; d) entre la generación presente y las generaciones futuras; e) entre la
protección de los recursos naturales y las necesidades humanas básicas; f) entre la
ecología y la economía; y g) entre la eficiencia económica y la equidad social69.
El concepto de sustentabilidad implica, por tanto, la prudencia de tener en cuenta
otras dimensiones además de la económica. Al analizar el término sostenible, Daly y
Gayo consideran que éste abarca tres distintos aspectos: a) la sustentabilidad ecológica,
que implica el mantenimiento de las principales características del ecosistema que le son
esenciales para su supervivencia en el largo plazo; b) la sustentabilidad económica, que
se refiere a la gestión adecuada de los recursos naturales que torne atractivo el continuar
con el sistema económico vigente; y c) la sustentabilidad social, alcanzada cuando los
costes y beneficios estén distribuidos de manera adecuada tanto entre el total de la
población actual (la equidad intrageneracional) como entre la generación presente y las
generaciones futuras (la equidad intergeneracional)70.
En el corto plazo, estas tres dimensiones de la sustentabilidad son conflictivas entre
sí y el maximizar una de ellas (la economía, la ecología o la equidad) implica que sea
siempre a costa de las demás que actúan como restricciones. Como han puesto de
manifiesto Daly y Gayo, dadas las relaciones de interdependencia que existen entre ellas,
en el largo plazo sería conveniente que la ciencia humana procediera su unificación en
una meta común: la “sustentabilidad del sistema económico”. Sin embargo, y con
independencia de la definición que se tome, destacan estos autores la existencia de tres
características comunes en el concepto de sustentabilidad: “se amplía la extensión del
horizonte temporal; se exige una valoración del medio ambiente más adecuada; y se
busca la satisfacción de las necesidades (presentes y futuras) surgiendo el problema de
la equidad intra e intergeneracional”71.
En línea con el razonamiento anterior, Atkinson considera que el fundamento de la
sustentabilidad es el reconocimiento de los efectos que podrán tener sobre las futuras
69 Cf. Myers, M. (1993): “The question of linkages in environment and development”. En: Bioscience, nº 43; pp. 225-241. Citado por Paniagua Mazorra et al. (1996): Análisis conceptual de la cuestión ambiental ...; op. cit. p. 7.
70 Cf. Daly y Gayo (1995): “Significado, conceptualización y procedimientos operativos del desarrollo sostenible ...”; p. 21-22.
71 Cf. Daly y Gayo (1995): “Significado, conceptualización y procedimientos operativos ...”; p. 21-22.
José A. Costabeber
114
generaciones las actividades actuales de uso de los recursos naturales. Desde este
punto de vista, la sustentabilidad sería factible de ser alcanzada desde que se pudiera
lograr un bienestar humano per capita no decreciente a través del tiempo. Ello implicaría,
a su vez, que cada generación transfiriera a la siguiente al menos tanto capital como el
que heredó. El identificar qué capital debe ser mantenido o conservado lleva Atkinson a
distinguir el capital en tres distintas categorías: a) el capital manufacturado (máquinas,
edificios y carreteras); b) el capital humano (conocimientos y habilidades); y c) el capital
natural (recursos naturales renovables y no renovables)72.
Esta cuestión de qué capital debe ser mantenido para las futuras generaciones ha
originado dos escuelas de pensamiento diferentes: la escuela de la sustentabilidad débil y
la escuela de la sustentabilidad fuerte. Aunque ambas escuelas reconozcan la existencia
de distintos tipos de capital, no coinciden respecto a la importancia respectiva de cada
tipo. Según Atkinson, la escuela de la sustentabilidad débil “considera que la sustitución
de capital manufacturado (o capital humano) por capital natural es relativamente fácil” y
que “la pérdida de capital natural no es importante en sí misma, siempre y cuando
aumente la riqueza en forma de capital manufacturado o de capital humano”. Sin
embargo, esta escuela ha sido criticada por no tener en cuenta que ciertos “servicios
ambientales” (la oferta de biodiversidad, por ejemplo) constituyen sistemas de
mantenimiento de la vida y para los cuales no existen auténticos sustitutos. La escuela de
la sustentabilidad fuerte, a su vez, parte del supuesto de que no hay sustitutos auténticos
para ciertos bienes naturales. Además, tiene en cuenta dos características esenciales de
muchos activos naturales: la incertidumbre (no comprendemos el funcionamiento
completo de los sistemas ecológicos) y la irreversibilidad (la pérdida de activos naturales
es definitiva) que, combinadas, demuestran la pertinencia de considerar con mayor
prudencia el agotamiento del capital natural en sus diversas formas73.
Los diferentes matices que se dan al concepto de sustentabilidad pueden vincularse
a los distintos enfoques del desarrollo sostenible y de sus respectivas propuestas de
solución a los conflictos generados a partir de la relación hombre-naturaleza. Grosso
modo, estos enfoques se enmarcan en dos grandes grupos, según tengan más peso en
72 Cf. Atkinson, G. (1995): “La sostenibilidad como resiliencia en sistemas agroecológicos”. En: Cadenas Marín (ed.): Agricultura y desarrollo sostenible; op. cit. pp. 281-299; p. 284-285.
73 Cf. Atkinson (1995): “La sostenibilidad como resiliencia ...”; op. cit. p. 285-286. Sobre este tema véase también Andrés, R. y Urzainqui, E. (1995): “Comercio internacional agrario, GATT y desarrollo sustentable”. En: Cadenas Marín (ed.): Agricultura y desarrollo sostenible; op. cit. pp. 361-384; p. 376-377.
Capítulo III - Transición agroecológica: del productivismo a la ecologización
115
su discurso la tecnología o la ecología74. El primer grupo estaría representado por el
enfoque tecnocéntrico, caracterizado por una fe casi ilimitada en la tecnología como
solución de los problemas derivados de la escasez y agotamiento de los recursos
naturales. Este grupo podría ser dividido en otros dos subgrupos, según la actitud que se
tenga respecto al capital natural: el enfoque de economía de frontera, que supone la
posibilidad de sustitución perfecta entre capital humano y capital natural; y el enfoque de
economía ambiental, que considera que la sustitución de estos capitales no es perfecta y
que, por lo tanto, se hace necesario considerar los costes sociales de la degradación
ambiental en las estrategias de desarrollo. De manera general, los partidarios del enfoque
tecnocéntrico estarían más alineados con la “sustentabilidad débil”, anteriormente
indicada, que considera la posibilidad de sustituir capital natural por capital humano o
manufacturado.
El segundo grupo estaría representado por el enfoque ecocéntrico, que propone la
consideración de una mayor amplitud de aspectos que los existentes en el actual
pensamiento económico. La fe en la tecnología como solución de los problemas es más
restringida en este enfoque, y la opción por un cambio en el modelo de desarrollo
económico es apuntada como la vía más adecuada para evitar posibles catástrofes. Al
considerar la imposibilidad de sustitución perfecta de capital natural por capital humano o
manufacturado, la “sustentabilidad fuerte” sería el principio rector de este enfoque, en el
cual también se pueden identificar dos subgrupos. En una posición más moderada
estaría el enfoque comunalista o ecodesarrollo, caracterizado por su intento de incluir los
principios de la termodinámica dentro de la ciencia económica. En una posición más
extrema destacaría el enfoque de la ecología profunda o de la economía en estado
estacionario.
Herman Daly, uno de los representantes máximos del enfoque ecocéntrico más
radical, defiende que la economía —al ser un subsistema del ecosistema global— no
podrá seguir creciendo más allá de un punto que se aproxima al estado estacionario en
su dimensión física, aunque pueda desarrollarse cualitativamente. Partiendo de este
supuesto, propone el “desarrollo sin crecimiento, [es decir] una economía físicamente en
estado estacionario que pueda continuar el desarrollo de una mayor capacidad de
satisfacción de las necesidades humanas a través de un incremento de la eficiencia en el
74 Las consideraciones a continuación están basadas en Daly y Gayo (1995): “Significado, conceptualización y procedimientos operativos ...”; op. cit. p. 22-24.
José A. Costabeber
116
uso de los recursos, pero sin incrementar el volumen total de transumos procesados”. En
este caso, la sustentabilidad sólo podría ser alcanzada si se cumpliera dos principios:
primero, que el nivel de extracción de recursos naturales no exceda la capacidad
regenerativa del medio ambiente; y, segundo, que el nivel de emisión de desechos al
medio ambiente no supere la capacidad de asimilación de los ecosistemas receptores75.
Efectivamente, la falta de unanimidad en torno al concepto de desarrollo sostenible
—popularizado desde el Informe Brundtland— ha suscitado por lo menos dos reacciones
conflictivas entre sí. Siguiendo a Goodland y su equipo, una de ellas sería la que propone
la continuidad del crecimiento y la expansión de la economía —aunque a un ritmo menos
acelerado— como la única vía capaz de eliminar la pobreza. Trátase de un realismo
político que cree difícil, si no imposible, la redistribución de la renta y la estabilidad
demográfica. La otra reacción sería la que defiende el desarrollo sin crecimiento del uso
de recursos y los desechos ambientales más allá de la capacidad de soporte del
ecosistema. Constituye esta segunda reacción un realismo ecológico que considera que
la economía mundial ha sobrepasado ya los límites sostenibles del ecosistema global, y
que cualquier expansión llevaría del estado actual de “insostenibilidad a largo plazo” al
estado de “inminente colapso”. Para estos autores, si se quiere avanzar hacia el
desarrollo sostenible, es la realidad política la que debería ceder terreno a la realidad
biofísica. Cabrá a la humanidad decidir, por tanto, entre una planificación de una
transición ordenada o esperar que los límites físicos y el daño al medio ambiente
determinen “el ritmo y el curso de la transición”76.
Las diferencias de énfasis que se establecen entre las posiciones “tecnocéntrica” y
“ecocéntrica” pueden ser vistas también como una relación dialéctica basada en tres
dilemas inherentes a todas las sociedades: a) el deseo de transformar la naturaleza con
el fin de tener mayor certidumbre en el suministro de bienes naturales, frente a la
necesidad de conservar el mundo natural a fin de asegurar la supervivencia; b) una
preferencia por mejorar las condiciones de vida de la población a corto plazo
promoviendo un incremento en el uso de los recursos naturales, frente a una
preocupación a largo plazo por los efectos negativos de dicho aumento en el consumo de
75 Cf. Daly y Gayo (1995): “Significado, conceptualización y procedimientos operativos ...”; op. cit. p. 24 y 33.
76 Cf. Goodland et al. (eds.) (1997): “Introducción”. En: Medio ambiente y desarrollo sostenible ...; op. cit. p. 15-16.
Capítulo III - Transición agroecológica: del productivismo a la ecologización
117
recursos, efectos que pueden poner en peligro la viabilidad futura del sistema económico;
c) la creencia de que la eficiencia, como forma de valorizar las inversiones, constituye la
más apropiada directriz económica, frente al reconocimiento de que el principio de
equidad debe contrarrestar tal objetivo de maximización (dilema eficiencia versus
equidad)77.
Asimismo, sobre la base de estos tres dilemas a los que se enfrentan las
sociedades contemporáneas, se estaría desarrollando una continua negociación entre
ecocentristas y tecnocentristas. No obstante, los elementos que componen tales dilemas
podrían ser vistos más bien como complementarios, alimentándose mutuamente en una
sociedad sostenible. Como dijo Redclift, “el desarrollo sostenible puede tratar de
satisfacer las necesidades humanas, aspirar a mantener el crecimiento económico,
preservar el capital natural, o las tres cosas a la vez”78. En este contexto, cuando en una
determinada sociedad los tres dilemas, o alguno de ellos, resultan irreconciliables, ello
significa, según O’Riordan, que no se están produciendo las condiciones necesarias para
la sustentabilidad, aunque también es posible la existencia de fases de estabilidad
alternadas con otras fases de tensión79. En todo caso, vale recordar, como ya se ha
comentado antes, que los “ecocentristas” comparten la noción de sustentabilidad fuerte
(el capital natural y el capital humano o manufacturado son complementarios, pero no es
posible la sustitución), mientras que los “tecnocentristas” adoptan la noción de
sustentabilidad débil (el capital natural y el capital humano o manufacturado son
intercambiables).
La sustentabilidad, vista desde una óptica político-social, requiere, según
O’Riordan, el cumplimiento de cinco condiciones, a saber: a) una forma de democracia
que transcienda el marco del Estado-nación; b) una garantía para los derechos civiles y la
justicia social, que promueva un uso equilibrado de los recursos y que aprecie los
derechos intrínsecos de la naturaleza; c) la eliminación de los regímenes políticos frágiles
en términos ambientales; d) la eliminación del principio de explotación; e) el
establecimiento de una variedad de mecanismos no gubernamentales público-privado,
77 Cf. Paniagua Mazorra et al. (1996): Análisis conceptual de la cuestión ambiental ...; op. cit. p. 10. 78 Cf. Redclift (1993): “La función de la tecnología agraria ...”; op. cit. p. 153. 79 Cf. O’Riordan, T. (1995): “Linking the environmental and social agendas”. En: The
Environmentalist, nº 15; pp. 233-239. Citado por Paniagua Mazorra et al. (1996): Análisis conceptual de la cuestión ambiental ...; op. cit. p. 10.
José A. Costabeber
118
para la distribución y gestión de recursos en áreas y comunidades con necesidad de
ello80.
Como se puede observar, cuando se trata de definir las condiciones de la
sustentabilidad desde el punto de vista político-social, tal como son propuestas por
O’Riordan, aparece una combinación de criterios éticos, morales, políticos y sociales,
criterios que también han sido admitidos desde muchas otras disciplinas. En efecto, las
preocupaciones por el medio ambiente y la equidad intra e intergeneracional, por
ejemplo, sobrepasan la visión estricta de una sustentabilidad alcanzable en base
únicamente a modificaciones de los sistemas físicos; sugieren, asimismo, que el alcance
de la sustentabilidad en sentido amplio pasaría por cambios también en el
comportamiento de los agentes humanos, como serían los valores y las actitudes
sociales.
Por último, es necesario observar que el contexto de la sustentabilidad se torna aún
más complejo al plantearse la cuestión de las escala geográfica o espacial en donde
operaría el desarrollo sostenible. En principio, pueden identificarse dos niveles para los
cuales la sustentabilidad resulta importante. El primer nivel consideraría, desde una
perspectiva ecológica, la interacción entre las soluciones planteadas a problemas
particulares y las que se refieren a problemas de carácter más general81. El segundo nivel
correspondería a los distintos ámbitos sociales o territoriales de actuación. Estos ámbitos
pueden variar, por ejemplo, desde el de la explotación agraria, pasando por el de la
región, hasta el ámbito nacional. La distinción de los diferentes niveles y ámbitos de la
sustentabilidad son de gran importancia, una vez que “lo que resulta sostenible a un
determinado nivel puede que no lo sea a otro”82.
80 Cf. O’Riordan, T. (1993): “The politics of sustainability”. En: Turner, R. K. (ed.): Sustainable environmental economics and management. Principles and practice. Londres: Belhaven Press; pp. 37-69. Citado por Paniagua Mazorra et al. (1996): Análisis conceptual de la cuestión ambiental ...; op. cit. p. 11.
81 Cf. Lemons, J. & Morgan, P. (1995): “Conservation of biodiversity and sustainable development”. En: Lemons, J. & Brown, D. A. (eds.): Sustainable development: science, ethics, and public policy. Dordrecht: Kluwer; pp. 77-109; p. 99. Citado por Paniagua Mazorra et al. (1996): Análisis conceptual de la cuestión ambiental ...; op. cit. p. 12.
82 Cf. Redclift (1993): “La función de la tecnología agraria ...”; op. cit. p. 153.
Capítulo III - Transición agroecológica: del productivismo a la ecologización
119
Partiendo de los diferentes niveles en que puede operar la sustentabilidad, diversos
autores consideran el nivel local como el más apropiado83, puesto que tan sólo a esta
escala las propuestas y estrategias se tornarían suficientemente operativas para su
puesta en práctica y podrían ser asumidas por los agentes humanos de las comunidades
implicadas. Desde esta perspectiva, se asume que es necesario fijar mecanismos y
pautas de coordinación —adaptadas al origen, carácter y efectos de los problemas
ambientales—, debiéndose, en consecuencia, iniciar un proceso de institucionalización
en unidades agregadas de mayor dimensión. Así, sería posible abordar problemas de
compensación entre comunidades por los recursos que se utilizan en el proceso de
sustentabilidad84.
Efectivamente, si se quiere avanzar hacia el desarrollo sostenible en su acepción
más amplia, parece haber consenso de que es necesario incorporar nuevas variables en
los análisis de la realidad, especialmente introduciéndose las dimensiones ecológicas y
éticas (valores, justicia social, etc.) en los distintos niveles en que se da la relación
hombre-naturaleza. Como bien ha sintetizado Daly, es indispensable que se genere “un
cambio de conciencia en las sociedades tanto de los países en vías de desarrollo como
en los desarrollados, que permita la asimilación de nuevos valores ecológicos, es decir, la
conformación de una nueva ética social”85.
En suma, a pesar de la vaguedad y de la imprecisión conceptual del desarrollo
sostenible hasta aquí observadas, así como las dificultades para definir indicadores de
sustentabilidad adecuados a la nueva realidad que desea construir la humanidad, queda
como inspiración el mensaje de Brundtland cuando dice que “el desarrollo sostenible es
un proceso de estudio y adaptación, más que un estado definitivo de completo
equilibrio”86. Ello adquiere particular importancia al trasladarse el concepto de
sustentabilidad a los sistemas agrarios en general, pues, como se intentará demostrar a
continuación, aunque el concepto de agricultura sostenible haya tenido amplia
83 Cf. Martell, L. (1994): Ecology and society. An introduction. Oxford: Polity Press; Cf. también Rucht, D. (1993): “Think globally, act locally? Needs, forms and problems of crossnational cooperation among environmental groups”. En: Liefferink, J. D.; Lowe, P. D. & Mol, P. J. (eds.): European integration and environmental policy. Londres: Belhaven Press; pp. 75-96. Citado por Paniagua Mazorra et al. (1996): Análisis conceptual de la cuestión ambiental ...; op. cit. p. 12.
84 Cf. Paniagua Mazorra et al. (1996): Análisis conceptual de la cuestión ambiental ...; op. cit. p. 12. 85 Cf. Daly y Gayo (1995): “Significado, conceptualización y procedimientos operativos ...”; op. cit. p.
37. 86 Cf. CMMAD (1992): Nuestro futuro común. op. cit. p. 92.
José A. Costabeber
120
repercusión y aceptación a nivel internacional, su precisión conceptual y la definición de
indicadores operativos aún requieren una tarea de gran complejidad.
2.3. Sobre la agricultura y el contexto de la sustentabilidad
La agricultura —no sólo como una actividad de naturaleza ecológico-biológica, sino
también como una práctica socio-cultural y económica— ha recibido en los últimos años
una destacada atención respecto al tema de la sustentabilidad. De hecho, como creemos
haber demostrado a lo largo de los apartados anteriores, el advenimiento de la llamada
agricultura moderna o industrializada en el presente siglo se caracterizó por la
incorporación creciente de métodos y técnicas agroquímicas de producción que, de modo
general, han sido considerados como fuente importante de degradación de recursos
naturales y de contaminación medioambiental. Asimismo, el proceso de difusión de
tecnologías genéricas de tipo Revolución Verde —aunque haya sido potencialmente
capaz de promover el incremento de la producción y productividad de la agricultura en
diversas regiones del mundo— ha sido bastante criticado por haber privilegiado a los
agricultores más dotados de recursos y a los agroecosistemas con mayor capacidad de
respuesta a las inversiones tecnológicas, aumentado con ello las desigualdades sociales.
Esta crítica se ajusta más al contexto de los países del Tercer Mundo, donde la
agricultura moderna de alta productividad pasó a convivir con agriculturas poco
productivas y estancadas tecnológicamente. Y, no menos importante, la dependencia
cada vez mayor de la agricultura respecto al suministro de inputs energéticos externos —
para mantener o incrementar la productividad— ha aumentado los problemas
económicos de los agricultores al aumentar los costes de producción y degradar la base
de recursos naturales. La conjugación de problemas económicos, sociales y ecológicos
en la agricultura ha conllevado a un continuo proceso de artificialización-degradación de
los ecosistemas que, además de poner en riesgo las rentas agrarias, tiende a alimentar el
proceso entrópico a medio y largo plazos87. Por supuesto, estas dificultades se hacen
87 “El concierto continuo es uno de los costes de las civilizaciones de alta energía”. Cf. Odum, E. P. (1986): Ecologia. Rio de Janeiro: Editora Guanabara; p. 57.
Capítulo III - Transición agroecológica: del productivismo a la ecologización
121
notar con más intensidad en aquellos países donde la agricultura no está al amparo de
políticas de subsidios patrocinadas por el Estado.
Todo ello ha contribuido a que se comience a cuestionar el modelo tecnológico
dominante, tanto por los problemas sociales y económicos, como por los desequilibrios
ecológicos y ambientales que ha causado o que, por lo menos, no ha sabido resolver. La
supuesta crisis del modelo tecnológico agrícola ha sido considerada a menudo como una
crisis del paradigma productivista, y el discurso de la productividad a cualquier costo ha
cedido espacio para la emergencia del discurso de la sustentabilidad —ésta reivindicada
por muchos como un nuevo paradigma para la agricultura del próximo siglo. Si hasta
ahora un bien organizado proceso de producción agraria suponía reproducir
continuamente los tradicionales factores tierra, trabajo y capital, el énfasis puesto en la
sustentabilidad agregaría “el medio ambiente como un cuarto factor de producción”88.
Si bien es cierto que las preocupaciones por la sustentabilidad agraria estaban ya
implícitamente presentes en las propuestas que defendían una “agricultura alternativa” en
los años setenta, el debate y la producción académica en torno al tema recibieron mayor
ímpetu en los años ochenta y, especialmente, a partir de la publicación del Informe
Brundtland y de la consecuente popularización de la expresión desarrollo sostenible en
los medios académico, político e institucional. En efecto, los planteamientos en favor de
la agricultura sostenible deben entenderse como parte del discurso más general del
desarrollo sostenible y, por lo tanto, no están exentos de contradicciones y dificultades
conceptuales y operativas89.
En este contexto, no es nuestra intención definir de un modo más preciso el
concepto de agricultura sostenible. El propósito —más modesto— de las líneas que
siguen es tan sólo señalar algunos aspectos, propuestas y principios generales que, en la
actualidad, dan sentido y representan en buena medida el contexto de la sustentabilidad
en que se inserta la agricultura. En vez de cerrar las puertas a agriculturas “alternativas”,
más bien parecería que el discurso de la agricultura sostenible abre importantes vías para
88 Cf. Glasbergen, P. (1992): “Agro-environmental policy: trapped in an iron law?”. En: Sociologia Ruralis, vol. XXXII, nº 1; pp. 30-48; p. 30.
89 Como bien ha sintetizado Cadenas Marín, es inevitable que la inconsistencia conceptual de desarrollo sostenible “impregne y se deslice hasta extenderse a los conceptos operativos relativos a la sustentabilidad de los sistemas agroecológicos y de los sistemas de producción agroalimentaria”. Cf. Cadenas Marín, A. (1995): “Conceptos y criterios operativos de sustentabilidad de sistemas de producción agraria, forestal y alimentaria”. En: Cadenas Marín (ed.): Agricultura y desarrollo sostenible; op. cit. pp. 71-89; p. 74.
José A. Costabeber
122
la diversidad de los sistemas agrarios, todo lo contrario a la homegeneidad característica
del discurso tecnológico hasta ahora dominante.
El Informe Brundtland, aunque sin ofrecer formalmente un concepto de agricultura
sostenible, señala que “la producción agrícola sólo puede sostenerse a largo plazo si no
se degrada la tierra y el agua que la sustenta”, lo que exigiría una nueva orientación de la
intervención gubernamental que, a través de políticas específicas, permitiera la
protección de “los recursos de base para mantener, y aún acrecentar, la productividad
agrícola y los medios de subsistencia de todos los habitantes del campo”. Sugiere,
además, que la agricultura sostenible “debe tener como meta elevar no solamente la
productividad y los ingresos medios, sino también la productividad y los ingresos de
aquellos que son pobres en recursos”90, poniendo así de relieve la necesidad de
considerar la equidad como parte de las preocupaciones medioambientales.
Desde la aparición del Informe de la CMMAD, al menos se han construido setenta
definiciones de agricultura sostenible, cada una con sus propias sutilezas y enfatizando
diferentes valores, prioridades y metas. El supuesto implícito en estos intentos es la
posibilidad de alcanzar una definición correcta de agricultura sostenible, aunque una
definición precisa no parece posible: la sustentabilidad es en sí misma un concepto
complejo y polisémico91. La agricultura sostenible está abierta, pues, a muchas
interpretaciones, asumiendo distintos significados para agricultores, ambientalistas,
economistas y sociólogos92.
Con independencia de las diferentes interpretaciones existentes —que, según
Conway y Barbier, pueden ser incluso contradictorias en algunos casos—, se acepta
ampliamente la agricultura sostenible como una meta que debe ser incorporada en el
diseño de proyectos y en las políticas de desarrollo. No obstante, la coalición de intereses
en torno a la relevancia de promover la agricultura sostenible no ha contribuido a clarificar
los conceptos y definiciones sobre el tema. Por consiguiente, bajo el paraguas de la
90 Cf. CMMAD (1992): Nuestro futuro común. op. cit. p. 167 y 176. 91 Cf. Pretty, J. N. (1996): Regenerating agriculture. Policies and practice for sustainability and
self-reliance. London: Earthscan; p. 11. Una categorización de distintas definiciones de sustentabilidad puede verse en Camino, R. y Müller, S. (1993): Sostenibilidad de la agricultura y de los recursos naturales: bases para establecer indicadores. San José, C.R.: Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura/Proyecto IICA/GTZ.
92 Cf. Conway & Barbier (1990): After the green revolution ...; op. cit. p. 9.
Capítulo III - Transición agroecológica: del productivismo a la ecologización
123
“agricultura sostenible” se incluye, en opinión de estos autores, todo aquello que se
percibe como “bueno” o benigno93.
En efecto, se pueden encontrar muchas definiciones de agricultura sostenible,
variando desde formulaciones bastante simples hasta aquéllas de elaboración más
compleja. Para Reijntjes y sus colegas, por ejemplo, la sustentabilidad en el contexto de
la agricultura se refiere básicamente a la “capacidad de seguir siendo productivo y a la
vez mantener la base de recursos”94. Desde un punto de vista eminentemente
agronómico, la agricultura sostenible podría ser definida también como un “sistema de
producción agraria que persigue la conservación de los recursos, la mejora del medio y la
viabilidad económica de las explotaciones, mediante un aporte de agroquímicos de forma
racionalizada, lucha integrada para el control de plagas, laboreo de conservación y
fomento de tecnologías de baja inversión”95. Altieri considera que los elementos decisivos
de un agroecosistema sostenible serían la conservación de los recursos renovables, la
adaptación de las especies cultivadas a las condiciones medioambientales y el
mantenimiento de niveles moderados, pero sostenibles de productividad. En todo caso, el
objetivo de tal estrategia sería la sustentabilidad ecológica de largo plazo en lugar de la
productividad de corto plazo96.
93 Estas características “benignas” de la agricultura sostenible serían: a) producción estable, eficiente y alta; b) insumos baratos, uso total de técnicas de agricultura orgánica y el conocimiento tradicional; c) seguridad y autosuficiencia alimentaria; d) conservación de la biodiversidad; e) conservación de los valores tradicionales; f) ayuda para las poblaciones más pobres; y g) alto nivel de participación de los agricultores en la toma de decisiones. Cf. Conway & Barbier (1990): After the green revolution ...; op. cit. p. 9-10.
94 Cf. Reijntjes, C.; Haverkort, B.; & Waters-Bayer, A. (1992): Farming for the future. An introduction to low-external-input and sustainable agriculture. Londres: MacMillan Press. Hemos utilizado la edición castellana de 1995: Cultivando para el futuro. Introducción a la agricultura sustentable de bajos insumos externos. Montevideo: Editorial Nordan-Comunidad; p. 2. De manera similar, el CGIAR — Grupo Consultivo de Investigación Agrícola Internacional define la agricultura sostenible como la correcta gestión de los recursos agrarios, a fin de que se puedan satisfacer las cambiantes necesidades humanas y al mismo tiempo se conserven los recursos naturales y se respete o mejore el medio ambiente”. Cf. García-Ramos (1995): “El sistema internacional de investigación agraria ...”; op. cit. p. 344.
95 Cf. Labrador Moreno, J. y Altieri, M. A. (1995): Manejo y diseño de sistemas agrícolas sustentables. Madrid: MAPA, Hojas Divulgadoras, nº 6-7/94; p. 49.
96 Para lograr la sustentabilidad ecológica de largo plazo el sistema de producción debería: “a) reducir el uso de energía y recursos y regular la inversión total de energía de manera de obtener una relación alta de producción/inversión; b) reducir las pérdidas de nutrientes mediante la contención efectiva de la lixiviación, escurrimiento, erosión y mejorar el reciclado de nutrientes mediante la utilización de leguminosas, abonos orgánicos, compost y otros mecanismos efectivos de reciclado; c) estimular la producción local de cultivos adaptados al conjunto natural y socioeconómico; d) sustentar una producción neta deseada mediante la preservación de los recursos naturales, esto es, mediante la minimización de la degradación del suelo; e) reducir los costos y aumentar la eficiencia y viabilidad económica de las granjas de pequeño y mediano tamaño, promoviendo así un sistema agrícola diverso y flexible”. Cf. Altieri, M. A. (1995): “El ‘estado del arte’ de la agroecología y su contribución al desarrollo rural en América Latina”. En: Cadenas Marín (ed.): Agricultura y desarrollo sostenible. op. cit. pp. 151-203; p. 167-168.
José A. Costabeber
124
Definiciones más elaboradas sugieren seis perspectivas clave para determinar la
sustentabilidad de un sistema de producción agroalimentaria: a) la contabilidad ambiental,
que identificaría los límites físicos; b) la productividad, que se refiere a la producción por
unidad de área; c) la capacidad de carga, que apuntaría al máximo tamaño de la
población que el ambiente puede soportar de una manera continuada; d) la viabilidad de
la producción, que consideraría la viabilidad a largo plazo de las unidades de producción
agrarias, bien explotaciones o grupos de explotaciones; e) el abastecimiento y seguridad
en la producción, que partiría de la autosuficiencia en la producción de alimentos como la
clave de la estabilidad política y económica; y f) la equidad, que implicaría la seguridad
alimentaria intergeneracional, incluyendo una distribución equitativa de los alimentos97.
Para Conway y Barbier, la sustentabilidad agrícola puede ser definida como “la
capacidad para mantener la productividad sea de un campo de cultivo, de una
explotación o de una nación, en el caso de que haya tensión o choque”. Es la
sustentabilidad la que va a determinar la persistencia de la productividad de un
agroecosistema bajo condiciones conocidas o posibles de ocurrir. La sustentabilidad es
“una función de las características intrínsecas de un sistema, de la naturaleza e
intensidad de las tensiones y choques a que está sujeto el sistema, y de los inputs
humanos que pueden ser introducidos para contener estas tensiones o choques”98.
Interesante en la aportación de estos autores es la introducción de una perspectiva de
análisis agroecosistémica, bajo la cual la evaluación de la viabilidad de un ecosistema
agrícola incluiría, además de la sustentabilidad, otros tres criterios fundamentales: a) la
productividad, que se refiere al rendimiento de producto valorado (output) por unidad de
insumo suministrado al sistema (input); b) la estabilidad, que se define como la
constancia de productividad en presencia de pequeñas fuerzas perturbadoras que
provienen desde los ciclos y fluctuaciones normales en el ambiente circundante; y c) la
97 Cf. Cadenas Marín (1995): “Conceptos y criterios operativos de sustentabilidad ...”; op. cit. p. 76-85. 98 Según estos autores, el incremento de la erosión de suelos constituye un ejemplo de tensión,
caracterizándose por ser un fenómeno normalmente continuado, relativamente pequeño, previsible y con efecto acumulativo en el largo plazo. El choque se refiere a un evento mayor, como por ejemplo el surgimiento de una nueva plaga o el inesperado incremento en el precio de los insumos agrícolas. Bajo condiciones de tensión o choque, la productividad de un sistemas puede mantenerse inalterada, pude disminuir y retornar al nivel anterior o fijarse en un nuevo nivel más inferior, o incluso el sistema puede derrumbarse completamente. Cf. Conway & Barbier (1990): After the green revolution ...; op. cit. p. 37.
Capítulo III - Transición agroecológica: del productivismo a la ecologización
125
equidad, entendida como la distribución equitativa de la productividad del sistema
agrícola entre los beneficiarios humanos99.
Desde una perspectiva más amplia de desarrollo agrícola, Glico establece una
importante distinción al abordar el concepto de sustentabilidad. Partiendo de un punto de
vista eminentemente ecológico, define la sustentabilidad como la capacidad de un
ecosistema de mantener constante su estado a través del tiempo. Ello puede ser
alcanzado tanto de forma espontánea en la naturaleza (estado de clímax) como en
situaciones donde haya intervención humana (estado de disclímax), siempre que se
mantenga la equivalencia entre las salidas y las entradas de materia, energía e
información, es decir, manteniéndose invariables el volumen de biomasa, las tasas de
cambio y los ritmos de circulación que caracterizan el estado constante del ecosistema en
cuestión100.
Sin embargo, desde de una óptica ambiental, Glico considera que la sustentabilidad
supone relaciones mucho más complejas al “incorporar plenamente la problemática
relación entre la sociedad y la naturaleza”, pues cualquier estrategia de desarrollo
siempre implica, desde el punto de vista físico, una transformación o artificialización
ecosistémica sobre la base de la intervención del hombre. Así, alcanzar la sustentabilidad
ambiental significa, sobre todo, lograr una coexistencia armónica entre el hombre y su
ambiente, evitando el deterioro del ecosistema artificializado. Todo ello requiere la
consideración de conceptos temporales (estrategias de desarrollo de largo plazo);
tecnológicos (acervo tecnológico e información para equilibrar los costes ecológicos de la
artificialización); y financieros (disponibilidad de recursos materiales y energéticos para
realizar transformaciones de carácter sostenible)101.
Farshad y Zinck sintetizan algunos de los principales aspectos reconocidos en
distintas definiciones de sustentabilidad revisadas, a saber: a) la sustentabilidad se refiere
a la continuidad cualitativa y cuantitativa en el uso de recursos; b) la agricultura sostenible
es dinámica porque está vinculada al uso de la tierra (que refleja las necesidades
cambiantes de la población) y la fluctuante economía mundial; c) la sustentabilidad
99 Cf. Conway & Barbier (1990): After the green revolution ...; op. cit. p. 39-43. 100 Cf. Glico, N. (1990): “Los factores críticos de la sustentabilidad ambiental del desarrollo agrícola”.
En: Comercio Exterior, vol. 40, nº 12, dic./1990; pp. 1135-1142; p. 1135. 101 Cf. Glico (1990): “Los factores críticos de la sustentabilidad ambiental ...”; op. cit. p. 1136.
José A. Costabeber
126
implica un estado de equilibrio entre las actividades humanas —influenciadas por el
comportamiento social, conocimientos adquiridos y tecnologías aplicadas—, por un lado,
y los recursos para la producción de alimentos, por otro; d) la sustentabilidad significa
alimentar la presente y las futuras generaciones, lo que requiere una infraestructura
mejorada y una economía estable; y e) la agricultura sostenible implica la adecuada
gestión de los recursos productivos, de manera a evitar la degradación o contaminación
del medio ambiente. En opinión de estos autores, la equidad, por ser una medida de
como se distribuyen los beneficios a los agentes humanos, constituye uno de los más
relevantes aspectos de la sustentabilidad102.
Doering considera que, con independencia de la definición que se tome, la noción
implícita de agricultura sostenible es que ésta sería un sistema estructuralmente diferente
de los sistemas actuales. Implicaría, pues, una menor utilización de inputs externos y la
introducción de nuevos métodos de gestión y nuevos sistemas de cultivo, privilegiando el
mejor aprovechamiento de recursos localmente disponibles. Estos métodos y sistemas de
producción deberían, por tanto, ejercer una mínima presión sobre el medio ambiente al
objeto de permitir el mantenimiento de la productividad a largo plazo103.
Asimismo, como ha señalado Neher, existirían tres aspectos comunes a la
definición de agricultura sostenible: la productividad agraria, la calidad ambiental y la
prudencia ecológica, y la viabilidad socioeconómica104. De manera similar, Allen y sus
colaboradores definen la agricultura sostenible como aquélla que “equilibra los intereses
de calidad ambiental, viabilidad económica y justicia social entre todos los sectores de la
sociedad”105. En todo caso, para que se pueda lograr una agricultura sostenible, debería
haber una conjugación equilibrada de los tres aspectos considerados (el económico, el
social y el ecológico).
102 Cf. Farshad, A. & Zinck, J. A. (1993): “Seeking agricultural sustainability”. En: Agriculture Ecosystems and Environment, nº 47, pp. 1-12; p. 2.
103 Cf. Doering, O. (1992): “Federal policies as incentives or disincentives to ecologically sustainable agriculture systems”. En: Olson, R. K. (ed.): Integrating sustainable agriculture, ecology, and environmental policy. New York: The Haworth Press; pp. 21-36; p. 22.
104 Cf. Neher, D. (1992): “Ecological sustainability in agricultural systems: definition and measurement”. En: Olson (ed.): Integrating sustainable agriculture ...; op. cit. pp. 51-61; p. 54.
105 Cf. Allen, P.; Van Dusen, D.; Lundy, J.; & Gliessman, S. (1991): “Integrating social, environmental, and economic issues in sustainable agriculture”. En: American Journal of Alternative Agriculture, vol. 6, nº 1; pp. 34-39; p. 37.
Capítulo III - Transición agroecológica: del productivismo a la ecologización
127
Al analizarse las distintas definiciones y propuestas operativas de agricultura
sostenible que han aparecido en la literatura, parece haber consenso sobre las
dificultades para alcanzar los diversos objetivos compatibles con la sustentabilidad
agraria a la vez. Como ponen de manifiesto Conway y Barbier, “hay que hacer opciones:
la productividad a expensas de la equidad, por ejemplo, o la sustentabilidad a expensas
de la productividad. Dadas estas transacciones, no es sorprendente que el logro de la
agricultura sostenible emerja como una tarea difícil”106.
Las dificultades para definir con precisión los indicadores y criterios operativos de lo
que sería una agricultura verdaderamente sostenible, ha llevado a muchos autores a
enumerar toda una serie de métodos y técnicas de producción que estarían más acordes
con los principios generales básicos de la sustentabilidad. Muchas de estas prácticas
agrarias sostenibles se establecen en contraposición a aquéllas que han sido dominantes
en el modelo agroquímico convencional en las últimas décadas, y su rasgo distintivo sería
especialmente la mayor valorización y aplicación de los conocimientos y recursos
localmente disponibles107. Así, en vez de monocultivos producidos con elevados aportes
de insumos químico-mecánicos, la agricultura sostenible estaría asentada en una mayor
diversificación de culturas, integración de agricultura y ganadería, rotación de cultivos,
fertilización orgánica del suelo, reciclaje de nutrientes, control biológico de plagas,
malezas y enfermedades, reducción del consumo energético, eliminación del uso de
insumos agroquímicos, incremento de la biodiversidad, etc.
La mayor o menor utilización de estas prácticas sostenibles caracterizaría los
diversos estilos de agricultura que pueden ser calificadas como agricultura sostenible y
que, de modo general, son utilizados para describir alternativas al modelo tecnológico
dominante. Estas alternativas incluirían, por ejemplo, la agricultura de bajos inputs
externos, la agricultura ecológica, la agricultura orgánica, la agricultura biodinámica, la
agricultura agroecológica, la permacultura, entre otras denominaciones108. En efecto,
utilizando los términos de Conway y Barbier109, podría decirse que el concepto de
agricultura sostenible funciona como un paraguas bajo el que se incluyen toda una serie
106 Cf. Conway & Barbier (1990): After the green revolution ...; op. cit. p. 10-11. Cf. también Conway, G. R. y Barbier, E. D. (1990): “Después de la revolución verde: agricultura sustentable para el desarrollo”. En: Agroecología y Desarrollo, nº 4, dic./1990; pp. 55-57; p. 56.
107 Cf. Pretty (1996): Regenerating agriculture ...; op. cit. p. 8. 108 Cf. Pretty (1996): Regenerating agriculture ...; op. cit. p. 8. 109 Cf. Conway & Barbier (1990): After the green revolution ...; op. cit.
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128
de tecnologías agrarias, sistemas de producción y estilos de agricultura que, en mayor o
menor grado de intensidad y en distintos niveles, expresan los criterios o principios
básicos que definen la sustentabilidad.
Desde esta perspectiva, y con independencia del estilo de agricultura de que se
trate, un sistema de producción sería sostenible, según Pretty, si persigue
sistemáticamente las siguientes metas: a) una más completa incorporación de procesos
naturales, como serían el reciclaje de nutrientes, la fijación de nitrógeno atmosférico y las
relaciones predador-presa en los procesos de producción agraria; b) una reducción en el
uso de inputs externos y no renovables con mayor potencial de daño al medio ambiente y
a la salud de agricultores y consumidores, y un uso más objetivo de los demás inputs en
el sentido de minimizar los costes variables de producción; c) un acceso más equitativo a
los recursos productivos y oportunidades, y evolución hacia formas socialmente más
justas de agricultura; d) un mayor uso productivo del potencial biológico y genético de las
especies animal y vegetal; e) un mayor uso productivo de las prácticas y conocimientos
locales, incluyendo enfoques innovadores todavía no completamente entendidos por los
científicos o largamente adoptados por los agricultores; f) un incremento de la confianza e
interdependencia entre agricultores y población rural; g) un mejoramiento en el equilibrio
entre estilos de agricultura, potencial productivo y restricciones ambientales de clima y
suelo, de manera a asegurar la sustentabilidad de los niveles de producción a largo
plazos; y h) la producción eficiente y rentable, con énfasis en la gestión agraria integrada
y la conservación del suelo, del agua, de la energía y de los recursos biológicos110.
Efectivamente, la agricultura sostenible es mucho más un proceso, que un punto
final; más que un conjunto de técnicas, la sustentabilidad agraria puede ser vista como un
enfoque que permite encontrar un balance entre los óptimos agronómicos, ambientales,
110 Cf. Pretty (1996): Regenerating agriculture ...; op. cit. p. 9. Desde otro punto de vista, sería tanto o más importante entender cuándo un agroecosistema deja de ser sostenible, es decir, “cuando ya no puede asegurar los servicios ecológicos, los objetivos económicos y los beneficios sociales”. Según Altieri, un agroecosistema dejaría de ser sostenible cuando presenta: “a) disminución en la capacidad productiva (debido a la erosión, a contaminación con fitosanitarios, etc); b) reducción de la capacidad homeostática de adecuarse a los cambios, debido a la destrucción de los mecanismos internos de control de plagas o de las capacidades de reciclaje de nutrientes; c) reducción en la capacidad evolutiva, debido por ejemplo a la erosión genética o la homogeneización genética a través de los monocultivos; d) reducción en la disponibilidad o en el valor de los recursos necesarios para satisfacer las necesidades básicas (por ejemplo, acceso a la tierra, al agua y otros recursos); e) reducción en la capacidad de manejo adecuado de los recursos disponibles, debido a una tecnología inapropiada o a una incapacidad física (enfermedad, malnutrición); f) reducción de la autonomía en el uso de recursos y toma de decisiones, debido a la creciente disminución de opciones para los productores agrícolas y consumidores”. Cf. Altieri (1995): “El ‘estado del arte’ de la agroecología ...”; op. cit. p. 172-173.
Capítulo III - Transición agroecológica: del productivismo a la ecologización
129
económicos y sociales111. La agricultura sostenible no es un simple modelo o paquete
para ser impuesto a los agricultores, sino más bien un proceso de aprendizaje112. Y, como
tal, puede ser entendida como una meta, como un objetivo de llegada que trata de
asegurar que todos los sistemas agrarios cumplan ciertos principios básicos para la
sustentabilidad. Vista desde esta óptica, la agricultura sostenible podría ser alcanzada a
través de distintas vías o estilos, llámense agricultura ecológica, agroecológica, biológica,
de bajos inputs, etc113.
3. La transición hacia una agricultura con base ecológica
Como hemos visto anteriormente, en los últimos años se ha ido generando un
consenso de que es necesario investigar y difundir formas sostenibles de agricultura, si
bien aún no existe una definición precisa y ampliamente compartida de sustentabilidad.
Hay también evidencia de que, cuando se trata de analizar principios, propuestas y
estrategias orientadas a la transición del actual modelo productivista hacia sistemas
agrarios más sostenibles, sería preciso considerar —además de la dimensión
tecnológica— la interrelación de una serie de aspectos (económicos, sociales,
ecológicos, políticos y culturales) de la producción agraria. De hecho, la sustentabilidad
es un concepto complejo, construido socialmente, y sus significados dependen, por
consiguiente, del contexto en el que se inserta. En cualquier caso, sin embargo, “existe
un acuerdo general de que la sustentabilidad tiene una base ecológica”114.
En efecto, la transición agroecológica que ha comenzado en este final de milenio —
la segunda transición del siglo XX en la clasificación de Buttel— podría ser definida como
el paso del modelo productivista convencional hacia formas de producción más
111 Cf. Flora, C. B. (1992): “Building sustainable agriculture: a new application of farming systems research and extension”. En: Olson (ed.): Integrating sustainable agriculture ...; op. cit. pp. 37-49; p. 38.
112 Cf. Pretty (1996): Regenerating agriculture ...; op. cit. p. 12. 113 Sin embargo, aunque el tema de la sustentabilidad de la agricultura haya llamado la atención de la
comunidad científica y de diversos profesionales ligados al campo del desarrollo, habría que tener en cuenta el interrogante de si la labor hacia la agricultura sostenible tendrá un carácter más permanente o si constituye nada más que una “moda pasajera”. Cf. Conway & Barbier (1990): After the green revolution ...; op. cit. p. 9.
114 Cf. Gliessman, S. R. (1997): Agroecology: ecological processes in sustainable agriculture. Chelsea: Ann Arbor Press; p. I-13 (cursivas añadidas).
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130
evolucionadas desde el punto de vista de la conservación de los recursos naturales y,
consecuentemente, más sostenibles en el medio y largo plazos. La característica
fundamental de este proceso de transición sería la “ecologización” de la agricultura,
asumiendo las consideraciones de carácter ambiental y bio-físico un papel activo en la
determinación de las prácticas agrarias. Esta ecologización de las prácticas agrarias
estaría, a su vez, crecientemente marcada por una mayor integración entre la Agronomía
y la Ecología —dos campos de estudio hasta ahora poco explotados en sus
complementariedades para generar conocimientos relevantes a la mejora de métodos y
técnicas de intervención con fines agrícolas del hombre sobre los ecosistemas.
Hay que resaltar, no obstante, que el proceso de ecologización de la agricultura no
se presentaría como una tendencia unilineal de cambio hacia una nueva
“homogeneización” de las agriculturas mundiales —como se había supuesto que ocurriría
a partir de la difusión internacional de los “paquetes” de la Revolución Verde. Al contrario,
es la noción misma de que la intervención humana en el proceso de producción agrícola
debe respetar las especificidades, potencialidades y limitaciones inherentes a cada
ecosistema la que hace de la ecologización un proceso dinámico, continuo, multilineal y
en constante adaptación a las condiciones de tiempo y de lugar. Es decir, la
ecologización tendría que adecuarse a las diversas características ecosistémicas que
potencialmente intervienen en la sustentabilidad agraria.
Algunos analistas consideran, sin embargo, que no se puede pensar en proponer
modelos alternativos que no sean capaces de garantizar niveles de producción y
productividad agrarias similares a los alcanzados con el modelo tecnológico dominante.
Destacan, además, que fue tan sólo en este siglo —a partir del advenimiento de la
agricultura moderna— que algunas sociedades lograron superar el problema de la
escasez de alimentos e, incluso, asegurar una sobreproducción agrícola y alimentaria
nunca antes alcanzada en la historia de la humanidad. Teniéndose en cuenta que en la
mayor parte del planeta no se ha conseguido todavía un adecuado suministro de
alimentos, sería ilusorio, por tanto, “imaginar que pueda perder fuerza un modelo que
garantiza la seguridad alimentaria de otros pueblos”115. Desde un punto de vista más
115 Cf. Veiga, J. E. (1995): “Entrevista”. En: Agricultura Sustentável, Jaguariúna, ano 2, nº 1, ene.jun./1995; pp. 5-10; p. 8. Véase también Veiga, J. E. (1996): “Agricultura familiar e sustentabilidade”. En: Cadernos de Ciência & Tecnología, Brasília, vol. 13, nº 3; pp. 383-404.
Capítulo III - Transición agroecológica: del productivismo a la ecologización
131
optimista, por otra parte, la predominancia de modelos agrícolas “alternativos” sobre el
modelo convencional sería “sólo una cuestión de tiempo”116.
En todo caso, cambiar el actual modelo productivista por otro más sostenible no
sería, en esencia, una simple opción que se presenta a la sociedad, sino más bien un
imperativo ecológico, ya que son problemas ambientales y sus manifestaciones sociales
y económicas las que determinan la necesidad de mayores esfuerzos con objeto de
asegurar la sustentabilidad de la agricultura en el medio y largo plazos. Es decir, hay una
visión compartida de que el modelo convencional es ecológicamente insostenible o está
caminando en esta dirección, y ello, evidentemente, justificaría los intentos de
implementación de estilos o sistemas de producción agraria —más o menos alejados del
patrón dominante— que se han desarrollado en años más recientes.
En este contexto, varios autores consideran que el actual modelo tecnológico
inspirado en la Revolución Verde estaría ya en fase de desagregación, si bien todavía no
sería posible precisar cuánto tiempo podrá tardar su sustitución por un nuevo modelo
más acorde con los principios de la sustentabilidad en sentido amplio. Además, no existe
hasta ahora una perspectiva clara de cuál sería el patrón tecnológico resultante de esta
segunda transición agroecológica del siglo. Actualmente, son muchas las tecnologías
llamadas “alternativas” que ya se han incorporado a la agricultura industrial, mostrando
con ello el dinamismo del modelo convencional en absorber y adaptar propuestas y
tecnologías que surgen incluso desde el polo opuesto y contestario. En efecto, sería de
esperar que el futuro modelo mezcle “elementos de la agricultura moderna con datos
nuevos de la investigación agropecuaria y de la agroecología”117.
3.1. La ecologización de la agricultura y las vías de la transición
Aun reconociendo que la tecnología por sí sola no sería suficiente para solucionar
los problemas socio-económicos y ambientales que enfrenta la humanidad, algunos
116 Cf. Paschoal, A. D. (1995): “Modelos Sustentáveis de Agricultura”. En: Agricultura Sustentável, Jaguariúna, ano 2, nº 1; ene.jun./1995; pp. 11-16; p. 11.
117 Cf. Veiga (1995): “Entrevista”; op. cit. p. 7.
José A. Costabeber
132
autores consideran que “la transición hacia una agricultura sostenible depende del
avance del conocimiento científico”118 y que “al sector tecnológico le corresponde una
participación importante en la consecución de sistemas agrícolas sustentables”119. Es
decir, los retos planteados por la sustentabilidad— especialmente en el contexto del
Tercer Mundo— exigirían modelos productivos más acordes con los imperativos
ecológicos y, al mismo tiempo, más adaptados a las circunstancias socio-económicas y
culturales de la población rural120.
En opinión de Michael Redclift, por ejemplo, hoy en día sería posible distinguir dos
vías para el desarrollo de la tecnología agraria: a) la vía de “alta tecnología”, que se
caracterizaría por la adopción de tecnologías de la ingeniería genética combinadas con
factores de producción industriales de origen comercial; y b) la vía de “baja tecnología”,
que privilegiaría la adopción de tecnologías más ajustadas a los recursos y
procedimientos del pequeño agricultor. No obstante, parece haber evidencia de que
hemos alcanzado ya los límites de la vía de “alta tecnología”, a juzgar por el
estancamiento e incluso la caída de los rendimientos de algunos cereales en muchos
países del Tercer Mundo. También la vía de “baja tecnología” presentaría evidentes
limitaciones, pues resulta poco probable que esta tecnología, por más apropiada que sea,
pueda solucionar los problemas estructurales que enfrentan los agricultores de las zonas
de escasos recursos. Dadas estas limitaciones, uno de los desafíos planteados por
Redclift es el desarrollo de una “tercera vía tecnológica”, que podría ser caracterizada
como “baja en factores de producción/alta en tecnología”121.
En efecto, la transición a una agricultura que incorpore una base ecológica —
independiente del contexto en que se trata— no debería entenderse como un retorno
118 Cf. Veiga, J. E. (1995): “Entrevista”; op. cit. p. 8. Véase también Veiga, J. E. (1994): “Problemas da transição à agricultura sustentável”. En: Estudos Econômicos, São Paulo, vol. 24, nº especial; pp. 9-24.
119 Cf. Labrador Moreno y Altieri (1995): Manejo y diseño de sistemas agrícolas sustentables. Madrid: MAPA, Hojas Divulgadoras, nº 6-7/94; p. 44-45.
120 Enrique Leff, por ejemplo, considera necesario el desarrollo de innovaciones “apropiadas-apropiables”, cuyas características y requerimientos de capital las hagan manejables por los propios agricultores, lo que supondría adoptar una política tecnológica selectiva e innovadora, orientada a proporcionar los satisfactores a escala local y a generar el desarrollo de un gran número de comunidades rurales. Cf. Leff (1994): Ecología y capital ...; op. cit. p. 225.
121 Ello ciertamente no está exento de dificultades, una vez que su consolidación dependería de una mayor colaboración en el campo de la investigación, de un consenso internacional sobre las aplicaciones prácticas y, principalmente, de una visión a mucho más largo plazo de las consecuencias que sobre el medio ambiente conllevan aparejados los modelos de desarrollo convencionales. Cf. Redclift (1993): “La función de la tecnología agraria ...”; op. cit. p. 175 (cursivas añadidas).
Capítulo III - Transición agroecológica: del productivismo a la ecologización
133
romántico a tecnologías “primitivas” de bajos rendimientos. Al contrario, parece no haber
dudas de que resultaría absurdo cualquier intento de regresar a las tecnologías agrarias
tradicionales, aunque la revalorización y el rescate de dichas tecnologías sí que podrían
contribuir a la generación de nuevos conocimientos orientados al desarrollo de una
agricultura asentada en bases ecológicas y, tal vez, menos dependiente de inputs
industriales intensivos en capital. Dicho de forma breve, la ecologización de la agricultura
no obstaculizaría el avance científico y el progreso tecnológico.
Si esto es así, a partir de la “tercera vía baja en factores de producción y alta en
tecnología” propuesta por Redclift, se podría imaginar, grosso modo, distintas vías de
transición a lo largo de un continuum. Más cerca de uno de los polos de este continuum
se situarían las formas de “agricultura alternativa” que —bajo las aportaciones de la
Agroecología— estarían buscando una mayor integración entre los conocimientos
agronómicos, ecológicos y de otras disciplinas correlacionadas, al objeto de generar unas
bases científicas y tecnológicas más alejadas de aquéllas que, hasta ahora, han
caracterizado el modelo agroquímico convencional. En las cercanías del polo opuesto, se
situarían las formas de “intensificación sostenible” que, si bien con algún grado y cierto
tipo de “ecologización” de su proceso productivo, continuarían muy próximas al patrón
tecnológico dominante. Entre estas dos posiciones más extremas, y en algún punto del
continuum, estarían, por ejemplo, las denominadas “agriculturas sostenibles de bajos
inputs externos”, que combinarían características tanto de la “intensificación sostenible”,
como de la “agricultura alternativa”.
La idea de continuum nos indica que no habrían “tipos puros” de transición; es
decir, la “intensificación sostenible”, por ejemplo, podría incorporar algunas
características de las “agriculturas ecológicas”, mientras éstas podrían beneficiarse de
avances tecnológicos y sistemas de gestión típicos de la intensificación. En cualquier
caso, las características comunes de esas tres vías de transición, como veremos a
continuación, serían la incorporación del progreso técnico y el proceso de ecologización
—en su sentido genérico— de la agricultura.
La expresión “intensificación sostenible” ha sido utilizada por la FAO para referirse a
la tendencia tecnológica que presentaría la agricultura mundial de aquí hasta el año 2010.
La FAO estima que seguirán aumentando no sólo las presiones sobre los recursos
naturales y la degradación del medio ambiente, sino también el empleo de insumos en la
agricultura (fertilizantes inorgánicos y plaguicidas químicos), significando que “la
José A. Costabeber
134
intensificación de la agricultura continuará siendo, en mayor medida que en el pasado, la
base del crecimiento de la producción agrícola en el futuro”122, especialmente en el
contexto de las agriculturas practicadas en áreas de alto potencial productivo123.
El estudio de la FAO considera, no obstante, que no tiene ya sentido debatir sobre
ventajas o inconvenientes de la utilización de modelos tecnológicos con alto o bajo nivel
de insumos externos, una vez que ninguno de los dos planteamientos proporcionaría una
respuesta total; propone así la transición hacia una agricultura más sostenible mediante
una integración equilibrada de ambos sistemas124.
Así, la mayor racionalización del proceso productivo —vía reducción de insumos
industriales— constituiría el objetivo principal de estas agriculturas, incorporando, al
mismo tiempo, nuevos procesos y tecnologías consideradas ambientalmente más sanas
(la siembra directa y el control biológico de plagas, por ejemplo), reduciendo los costes de
producción, manteniendo los niveles de productividad, y disminuyendo los impactos
ecológicos de la actividad agraria. Sería tal vez la más probable línea a ser seguida por la
actual agricultura moderna practicada en países desarrollados y en determinadas áreas
de países en desarrollo. Podría decirse que el modelo productivista se estaría adaptando
a la incorporación de una “segunda generación tecnológica de la Revolución Verde”,
aprovechando incluso los avances más recientes de la biotecnología .
122 Alexandratos, N. (Dir.) (1995): Agricultura mundial hacia el año 2010. Estudio de la FAO. Madrid: FAO y Mundi-Prensa; p. 57. La FAO reconoce, por otra parte, que “los rendimientos de las zonas bien dotadas de recursos donde la tecnología con uso intensivo de insumos (revolución verde) ha obtenido resultados espectaculares en el pasado se están estancando”, y que, además, “la degradación de los recursos está aumentando tanto en las tierras buenas como en las marginales” FAO (1995): “Objetivo: conseguir alimentos para todos”. En: El Boletín, nº 27, oct./1995, MAPA; pp. 6-12, p. 6. El Informe Brundtland también reconoce las amenazas que representan los insumos agroquímicos sobre la salud humana y la vida de las demás especies (“en los países en desarrollo mueren anualmente 10.000 personas envenenadas por pesticidas y alrededor de 400.000 sufren sus efectos”); reconoce también que ha aumentado la cantidad de especies de insectos nocivos resistentes a los agrotóxicos y que se han multiplicado diversas plagas muy dañinas que ponen en riesgo la productividad agrícola. Resulta curioso, sin embargo, cuando el mismo Informe afirma que “el empleo de productos químicos en la agricultura no es nocivo en sí mismo”, proponiendo a partir de ello la mayor utilización de estos productos en aquellas regiones donde el nivel de aplicación sigue siendo bajo y las consecuencias de los residuos sobre el medio ambiente todavía no constituyen un problema. Sus autores, por tanto, parecen concordar y tomar para sí la crítica que dirigen hacia las “administraciones del medio ambiente”, que “se han concentrado principalmente en reparar los daños después de ocurridos”. Cf. CMMAD (1992): Nuestro futuro común; op. cit. p. 61 y 159 (cursivas añadidas).
123 En efecto, dicho estudio parte de la hipótesis de que “la actual vía tecnológica predominará durante los próximos 15-20 años, especialmente en las regiones de alto potencial”, aunque reconozca que “habrá un desplazamiento progresivo en busca de soluciones que sean aplicables a las zonas más marginales”. Cf. Alexandratos (1995): Agricultura mundial hacia ...; op. cit. p. 391.
124 Cf. Alexandratos (1995): Agricultura mundial hacia ...; op. cit. p. 389.
Capítulo III - Transición agroecológica: del productivismo a la ecologización
135
Por otra parte, la perspectiva de una necesaria intensificación de la agricultura
demandaría, según la FAO, nuevos esfuerzos de investigación orientados por dos
dinámicas principales: a) la de promover aumentos sostenibles de la productividad en las
zonas de más alto potencial; y b) la de invertir la degradación actual y estabilizar, o
elevar, la producción en los entornos marginales. En ambos casos, los esfuerzos
deberían completarse con otros dos planteamientos complementarios y transversales: “la
rehabilitación y restablecimiento de la ecología y la explotación de la sinergía de los
conocimientos técnicos indígenos y la ciencia moderna”125.
La transición hacia la ASBIE (Agricultura Sustentable de Bajos Inputs Externos) —el
punto intermedio del continuum— puede ser entendida como “el proceso de conversión
de un sistema agrícola convencional o tradicional en desequilibrio, a otro económica,
ecológica y socialmente equilibrado126”. Su principal objetivo sería la optimización de los
recursos locales en las agriculturas menos tecnificadas o autóctonas de regiones poco
aptas para un uso elevado de inputs externos, especialmente en países en desarrollo.
Podría ser tomada como representativa de este enfoque la obra de Reijntjes y sus
colaboradores, producida bajo los auspicios del ILEIA (Centro de Información sobre
Agricultura Sustentable de Bajos Insumos Externos) (Holanda).
Para Reijntjes y sus colegas, la agricultura sostenible de bajos insumos externos se
refiere a los sistemas agrícolas que “buscan obtener el máximo resultado del uso de
recursos localmente disponibles, mediante la combinación de diferentes componentes del
sistema agrario (animales, suelo, agua, clima y gente) de manera que se complementen
unos a otros y tengan los mayores efectos sinérgicos posibles; buscan formas de utilizar
insumos externos sólo en la medida en que necesitan suministrar elementos cuya
producción en el ecosistema es deficiente, y buscan mejorar los recursos biológicos,
físicos y humanos disponibles. Al utilizar insumos externos, se presta primordial atención
al reciclaje máximo y a provocar el menor impacto negativo al medio ambiente”. En
cualquier caso, la ASBIE estaría buscando la incorporación de “los mejores componentes
del saber y las prácticas autóctonas de los agricultores, de una agricultura
125 Cf. Alexandratos (1995): Agricultura mundial hacia ...; op. cit. p. 408. 126 Cf. Reijntjes et al. (1995): Cultivando para el futuro ...; op. cit. p. 109.
José A. Costabeber
136
ecológicamente sensible, de la ciencia convencional y de los nuevos enfoques científicos
(sistemas, agroecología, biotecnología, etc.)”127.
Además, la transición desde el enfoque de la ASBIE representaría no sólo una
racionalización en la utilización de los recursos internos y externos, sino que estaría
dirigida a rescatar la participación y el saber de los agricultores en la determinación de las
prioridades de investigación y en la generación de tecnologías adaptadas a los distintos
contextos socio-económicos y ecológicos. Mediante métodos de intervención de carácter
participativo, este enfoque propone que se inicie la investigación a nivel de explotación
agraria, valorizando las capacidades y habilidades de los agricultores como insumo para
la innovación y adaptación tecnológica128. Asimismo, como ponen de manifiesto sus
autores, ello “no sustituye a la investigación llevada a cabo en las estaciones
experimentales ni a los ensayos de campo manejados por los científicos”. Se trataría de
“un proceso complementario que implica vincular el poder y las capacidades de la ciencia
agronómica con las prioridades y capacidades de las comunidades rurales para
desarrollar sistemas agrarios productivos y sostenibles”129.
En síntesis, podría decirse que la transición bajo la perspectiva de la ASBIE prioriza
el uso racional de los recursos locales (humanos y naturales) y admite su combinación
con insumos externos, mientras que en el enfoque de la intensificación sostenible estaría
implícita la idea de priorizar el uso racional de inputs externos, pero admitiendo la
integración equilibrada con insumos locales. Por otra parte, el énfasis en métodos
participativos, la valorización del saber de los agricultores y la consideración de principios
ecológicos para el manejo adecuado de los agroecosistemas aproximaría la ASBIE a las
propuestas de transición que, desde el enfoque agroecológico, estarían apoyando la
agricultura alternativa.
Como hemos señalado, cerca de uno de los polos del continuum estarían las
formas de agricultura alternativa (orgánica, biodinámica, natural, biológica, ecológica,
127 Cf. Reijntjes et al. (1995): Cultivando para el futuro ...; op. cit. p. 21-22. 128 Como método de intervención, los autores proponen el DPT - Desarrollo Participativo de
Tecnologías, caracterizado como “el proceso de combinar el conocimiento autóctono y las capacidades de investigación de las comunidades agrarias locales con las de las instituciones de investigación y desarrollo de manera interactiva, para identificar, generar, probar y aplicar nuevas técnicas y prácticas y fortalecer la capacidad experimental y de manejo de la tecnología existente entre los agricultores”. Cf. Reijntjes et al. (1995): Cultivando para el futuro ...; op. cit. p. 216.
129 Cf. Reijntjes et al. (1995): Cultivando para el futuro ...; op. cit. p. 122.
Capítulo III - Transición agroecológica: del productivismo a la ecologización
137
regenerativa, entre otras) que se han venido conformando en las últimas décadas al
margen del modelo productivista convencional. Particularmente a partir de la década de
los años setenta, estos estilos, en su conjunto, pasaron a ser vistos como parte de un
movimiento de oposición a los principios y prácticas del modelo convencional, planteando
la necesidad de implementar sistemas de producción más sanos ecológicamente y justos
socialmente130. La expresión agricultura alternativa sería, pues, una de las formas de
identificación de este movimiento. En efecto, como sugiere Paschoal, este término “no
expresa un modelo, una filosofía de agricultura”. En su opinión, agricultura alternativa “es
tan sólo una terminología útil para reunir todos los modelos que tienen idénticos
propósitos y técnicas semejantes, que no se identifican con los intentos puramente
económicos, imediatistas y poco científicos de la agricultura químico-industrial”131.
Actualmente, no parece ser tarea fácil caracterizar los distintos estilos no
convencionales que se han desarrollado y continúan desarrollándose en todo el mundo.
Nicolas Lampkin, en su extensa obra Organic Farming, observa que existirían por lo
menos 16 diferentes términos para designar lo que él prefirió llamar “agricultura
orgánica”, si bien en algunos casos hay poca o ninguna diferencia de significados entre
ellos. En Reino Unido, por ejemplo, “orgánico y biológico significan la misma cosa y son
intercambiables”. Mientras el término “biológico” tiene mayor aceptación en países del
continente europeo, el “orgánico” es comúnmente más utilizado en países de habla
inglesa y EUA. No obstante, como señala Lampkin, a veces la diferencia en los términos
puede indicar la existencia de diferencias conceptuales o filosóficas entre los estilos
considerados; la agricultura biodinámica, por ejemplo, genuinamente es parte de un
conjunto filosófico que comprende educación, religión y nutrición, además de la propia
agricultura. En cualquier caso, los principios y prácticas que subyacen en los distintos
términos serían, en esencia, similares132.
Dicho eso, y sin ánimo de profundizar sobre las diferentes formas de manifestación
de la agricultura alternativa, presentamos en el Cuadro Nº 1 una síntesis sobre los
principales proponentes, principios básicos y época de surgimiento de algunos de los
130 Según Paschoal, el término agricultura alternativa se popularizó a partir del Informe Holandés, publicado en 1977 por el Ministerio de Agricultura y Pesca de Holanda, en el que se presentaban análisis de todos los estilos no convencionales de agricultura. Cf. Paschoal (1995): “Modelos sustentáveis ...”; op.cit. p. 16.
131 Cf. Paschoal (1995): “Modelos sustentáveis ...”; op. cit. p. 16. 132 Cf. Lampkin, N. (1992): Organic farming. Ipswich: Farming Press Books; p. 4.
José A. Costabeber
138
estilos no convencionales que han logrado mayor repercusión. Podría decirse, siguiendo
a Miguel Altieri, que una de las características comunes a los diversos estilos
“alternativos” serían las estrategias de producción agraria en base a conceptos
ecológicos, “de tal manera que el manejo resulte en el reciclado de nutrientes y de
materia orgánica optimizados, flujo y sistemas energéticos cerrados, poblaciones de
plagas equilibradas y creciente uso múltiple de la tierra”133.
Más recientemente, la Agroecología —definida como la aplicación de los principios
y conceptos ecológicos al diseño y gestión de agroecosistemas sostenibles—134 se ha
presentado como un enfoque teórico que proporcionaría las bases científicas para el
desarrollo de la agricultura alternativa135. Reivindicando la aplicación de un enfoque
distinto de aquél utilizado por la investigación agrícola convencional, la Agroecología
parte de que es necesario entender el funcionamiento de los ecosistemas naturales y
revalorizar los conocimientos y capacidades de los actores locales para —a partir de
ello— diseñar modernos sistemas agrarios sostenibles.
133 Cf. Altieri, M. A. (1989): Agroecologia: as bases científicas da agricultura alternativa. Rio de Janeiro: PTA/FASE; p. 18.
134 Cf. Gliessman (1997): Agroecology ...; op. cit. p. I-14. 135 Es necesario matizar la distinción entre la “agricultura alternativa” y la “agroecología”. Siguiendo a
Miguel Altieri, podría decirse que la agricultura alternativa, en sus diversas manifestaciones o estilos, constituye “un conjunto de prácticas y tecnologías que permiten la utilización de ciertos insumos, y no de otros”. La agroecología es considerada como “una ciencia que presenta una serie de principios y metodologías para estudiar, analizar, dirigir, diseñar y evaluar agroecosistemas (...) no es una práctica o un sistema de producción”. Cf. Altieri, M. A. (1995): “Entrevista”. En: Agricultura Sustentável, Jaguariúna, vol. 2, nº 2, jul.dic./1995; pp. 5-11; p. 6 (cursivas añadidas).
Capítulo III - Transición agroecológica: del productivismo a la ecologización
139
Cuadro 1. Principales estilos de “agricultura alternativa”: protagonistas y principios
básicos.
Principales protagonistas y seguidores Principios básicos y alcance
Agricultura Orgánica
Albert Howard: desarrolla investigaciones en India (años veinte); publica An agricultural testament en Inglaterra (1940). Técnicas aprimoradas por L.E. Balfour (Método Howard-Balfour). Introducida en EUA por J.I. Rodale (años treinta). Otros: N. Lampkin (1990).
Principios: uso de compost, plantas de raíces profundas, actuación de micorrizas en la salud de los cultivos. Difundida en varios continentes. El IFOAN actúa en la armonización de normas técnicas, certificación de productos e intercambio de informaciones y experiencias.
Agricultura Biodinámica
Rudolf Steiner desarrolla una serie de conferencias para agricultores en Alemania (años veinte) y establece los fundamentos básicos de la biodinámica. Investigaciones prácticas realizadas en EUA, Alemania y Suiza (p.e. Pfeiffer,1938; Koepf, Shaumann & Petterson, 1974)
Principios: Antroposofía (ciencia espiritual), preparados biodinámicos, calendario astrológico; posee marcas registradas (Demeter y Biodyn). Muy difundida en Europa. Presente en Brasil: Instituto Biodinâmico de Desenvolvimento Rural, Estancia Demétria e Instituto Verde Vida.
Agricultura Natural
Mokiti Okada: funda la Iglesia Mesiánica y establece las bases de la agricultura natural; M. Fukuoka: método semejante, pero alejado del carácter religioso (Japón-años treinta). Las ideas de Fukuoka se difun-dieron en Australia como Permacultura a través de B. Mollison (1978).
Principios: compost con vegetales (inoculados con ‘microorganismos eficientes’), valores religiosos y filosóficos-éticos. Movimiento organizado por la MOA-International y WSAA (EUA). Shiro Miyasaka dirige la actuación de la MOA en Brasil.
Agricultura Biológica
Inicia con el método de Lemaire-Boucher (Francia - años sesenta). Grupo disidente funda la ‘Nature et Progrès’. Gran influencia del investigador francés Claude Aubert, que critica el modelo convencional y presenta los fundamentos básicos de L’agriculture biologique (1974).
Principios: la salud de los cultivos y alimentos depende de la salud de los suelos; énfasis en el manejo de suelos y en la rotación de cultivos. Influenciada por las ideas de A. Voisin y por la Teoría de la Trofobiosis (Chaboussou, 1980). Difundida en Francia, Suiza, Bélgica e Italia.
Agricultura Ecológica
Surge en EUA (años setenta), estimulada por el movimiento ecológico e influenciada por trabajos de Rachel Carson, W.A. Albrecht, S.B. Hill, E.F. Schumacher. En Alemania recibió importante aportación teórico-filosófica y práctica del profesor H. Vogtmann (Universidad de Kassel): Ökologicshe Landbau (1992).
Principios: concepto de agroecosistema, métodos ecológicos de análisis de sistemas; tecnologías blandas, fuentes alternativas de energía. Está difundida en varios países. Su introducción en Brasil está ligada a J.A. Lutzenberger, L.C. Pinheiro Machado, A.M. Primavesi, A.D. Paschoal y S. Pinheiro, entre otros.
Fuente: Elaborado a partir de Paschoal (1994, 1995); Ehlers (1996); y Jesus (1996).
José A. Costabeber
140
3.2. La transición desde el enfoque agroecológico
Como hemos visto, bajo la denominación de agricultura alternativa se incluiría toda
una gama de estilos no convencionales de agricultura que, desde el inicio del siglo, se
han venido conformando —con mayor o menor repercusión y alcance— en distintas
regiones del mundo. La aplicación de principios y conceptos ecológicos constituiría el
fundamento básico de los estilos ecológicos de producción. Vale recordar que, para fines
de esta tesis, tal como se ha indicado en el Capítulo I, estos estilos estarían
representados por la agricultura ecológica que se manifiesta como resultado de un
proceso de transición en el ámbito de experiencias asociativas de agricultores familiares
en Rio Grande do Sul.
Desde el enfoque agroecológico, Altieri considera la “agricultura alternativa” con
base ecológica como aquella que persigue “un medio ambiente balanceado, rendimiento
y fertilidad del suelo sostenidos y control natural de plagas, mediante el diseño de
agroecosistemas diversificados y el empleo de tecnologías auto-sostenidas”. Constituiría
una propuesta tecnológica apoyada en conceptos ecológicos, donde las
complementariedades y sinergías resultantes de la combinación de especies animales y
vegetales en distintos arreglos espacio-temporales proporcionan las bases para la
optimización agroecosistémica136.
Asimismo, las características comunes a los sistemas alternativos con base
ecológica serían la mayor diversidad de cultivos, el uso de rotaciones con leguminosas, la
integración de la producción animal y vegetal, el reciclaje y uso de residuos agrícolas y el
uso reducido de agroquímicos sintéticos. Es el incremento de la biodiversidad agrícola,
no obstante, lo que constituiría el elemento clave para el diseño y manejo de sistemas
agrarios, a fin de promover una variedad de procesos de renovación ecosistémica y
proveer servicios ecológicos que potencien las metas de una producción sostenible a
largo plazo137.
136 Hay que resaltar, siguiendo a Altieri, que muchas de las tecnologías propuestas para implementar sistemas “alternativos” ya son parte de manejos agrícolas “convencionales” (como, por ejemplo, las rotaciones culturales, el manejo integrado de plagas, las técnicas conservacionistas de labranza del suelo, el mejoramiento genético de cultivos, etc.). Cf. Altieri (1995): “El ‘estado del arte’ de la agroecología ...”; op. cit. p. 156-157.
137 Cf. Altieri (1995): “El ‘estado del arte’ de la agroecología ...”; op. cit. p. 159-163. Para este autor, al agregarse diversidad a los agroecosistemas —incluso en los “modernos”—, puede obtenerse, por ejemplo, una mayor abundancia de enemigos naturales y un más eficiente manejo de plagas.
Capítulo III - Transición agroecológica: del productivismo a la ecologización
141
En todo caso, como pone de relieve Gliessman en una de sus más recientes obras,
la agricultura del futuro deberá ser no sólo sostenible, sino también altamente productiva
al objeto de proporcionar los alimentos requeridos por una población que va en aumento.
Ese doble desafío —la sustentabilidad y la productividad— enseña que no sería viable
simplemente abandonar las prácticas convencionales y retornar a las prácticas
tradicionales, aunque se reconozca que la agricultura tradicional podría proporcionar
modelos y prácticas útiles para el desarrollo de una agricultura sostenible. Se trataría más
bien de buscar un nuevo enfoque para la agricultura y el desarrollo agrícola que se
construya sobre aspectos de la conservación de recursos de la agricultura tradicional y de
pequeña escala, diseñando al mismo tiempo conocimientos y métodos ecológicos
modernos138.
La transición agroecológica, desde la perspectiva aquí adoptada, puede ser definida
como el proceso gradual de cambio a través del tiempo en las formas de manejo y
gestión de los agroecosistemas, teniendo como meta el paso de un sistema de
producción “convencional” (que puede ser más o menos intensivo en insumos externos) a
otro sistema de producción que incorpore principios, métodos y tecnologías con base
ecológica. En esta definición, la idea de “base ecológica” de la actividad agraria se refiere
a un proceso de ecologización dinámico, continuo y creciente a través del tiempo, y sin
tener un momento final determinado. Este proceso de ecologización implicaría no sólo
una mayor racionalización productiva en base a las especificidades bio-físicas de cada
agroecosistema, sino también un cambio de actitudes y valores de los actores sociales en
relación al manejo de los recursos naturales y a la conservación del medio ambiente.
Según Gliessman, se podrían distinguir tres niveles fundamentales en el proceso de
transición hacia agroecosistemas sostenibles: a) El incremento de la eficiencia de las
prácticas convencionales para reducir el uso y consumo de inputs costosos, escasos y
dañinos al medio ambiente; ha sido el principal énfasis de la investigación agraria
convencional, resultando de ello muchas prácticas y tecnologías que ayudan a reducir los
impactos negativos de la agricultura convencional. b) La sustitución de inputs y prácticas
convencionales con prácticas alternativas; la meta sería el reemplazo de productos y
prácticas intensivas en recursos y degradadoras del medio ambiente con otras más
benignas desde el punto de vista ecológico. En este nivel de transición la estructura
138 Cf. Gliessman (1997): Agroecology ...; op. cit. p. I-14.
José A. Costabeber
142
básica del agroecosistema sería poco alterada, pudiendo ocurrir, por tanto, problemas
similares a los de los sistemas convencionales. Y c) el rediseño del agroecosistema para
que funcione en base a un nuevo conjunto de procesos ecológicos. En este nivel se
buscaría eliminar las causas de los problemas que todavía continúan existiendo en los
dos niveles anteriores. Conforme el mismo autor, en términos de investigación ya se han
hecho buenos trabajos en relación a la transición del primer nivel al segundo nivel, pero
están recién comenzando las labores para la transición al tercer nivel139.
Gliessman considera que las prácticas agrícolas convencionales constituyen el
principal área para iniciar la transición a sistemas más sostenibles. Respecto al uso de
fertilizantes y pesticidas químicos, por ejemplo, observa que hay, por un lado, quienes
creen que esa práctica estaría contribuyendo a la degradación de los ecosistemas y, por
otro lado, quienes insisten que sin ella habría una inmediata reducción de los niveles de
producción y productividad. Sin embargo, señala el mismo autor, el desafío es justamente
entender cómo los sistemas de producción podrían ser diseñados y gestionados de
manera a disminuir o evitar nuestra dependencia a este tipo de insumos. El enfoque
agroecológico, que pone juntos la agronomía y la ecología, ”abarca simultáneamente el
incremento de la productividad y el entendimiento de los procesos que hacen posible el
mantenimiento de aquéllas productividades”140.
4. A modo de conclusión
El eje central de este capítulo ha sido la crisis del paradigma productivista y las
distintas respuestas que se han dado para salir de ella proponiendo nuevos modelos de
agricultura. Los efectos diferenciadores de los modelos productivistas basados en la
utilización de patrones tecnológicos de alto consumo de inputs químicos y uso de
maquinaria, ha significado, en ausencia de políticas agrarias eficientes, la exclusión de
amplios sectores de la población agrícola, especialmente la formada por los agricultores
familiares. Asimismo, esos modelos han provocado graves problemas de deterioro
139 Cf. Gliessman (1997): Agroecology ...; op. cit. p. XX-7-8. 140 Cf. Gliessman, S. R. (1995): “Sustainable agriculture: an agroecological perspective”. En:
Advances in Plant Pathology, vol. 11; pp. 45-57; p. 45-46.
Capítulo III - Transición agroecológica: del productivismo a la ecologización
143
medioambiental, con riesgos importantes para la salud y el equilibrio de los ecosistemas.
Ante ese panorama, distintas respuestas han surgido, destacando el paradigma de la
sustentabilidad, en el que se procura integrar elementos económicos, políticos, sociales y
medioambientales en pro de un uso más equilibrado de los recursos naturales.
El capítulo ha puesto de manifiesto cómo las orientaciones hacia estilos ecológicos
de agricultura constituyen respuestas importantes de los agricultores familiares para
evitar la exclusión económica y social y, de paso, contribuir a la extensión de modelos
agrícolas sostenibles.
145
CAPÍTULO IV
Agricultura y Sociedad Rural en Rio Grande do Sul
147
CAPÍTULO IV
Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
El objetivo de este capítulo es mostrar los rasgos más significativos de la agricultura
y la sociedad rural en el estado de Rio Grande do Sul, que es el ámbito geográfico en el
que se ha desarrollado el trabajo empírico de esta tesis doctoral.
En los dos primeros apartados se hará una breve presentación de las
características geopolíticas del estado gaucho, con el fin de ofrecer al lector una
información básica para comprender el proceso de construcción histórica de la sociedad
rural en Rio Grande do Sul.
En el tercer apartado se expondrán los aspectos más relevantes de la estructura
agraria, en sus aspectos económicos y sociales, de esta región brasileña. Se presentarán
las claves del proceso de modernización agraria y se ofrecerán algunos datos sobre el
actual proceso de cambio y sus efectos diferenciadores.
En un cuarto apartado se analizarán los actores sociales colectivos de la agricultura
de Rio Grande do Sul. En primer lugar, se presentarán las organizaciones profesionales
agrarias, como representantes de los sectores integrados —o en proceso de
integración— en la economía de mercado y en el proceso de modernización. En segundo
lugar, se hará una breve presentación de las organizaciones con orientación ecológica,
entre las cuales se encuentran las de agricultores ecológicos, que serán objeto de un
análisis detallado en el capítulo V.
José A. Costabeber
148
1. Características geopolíticas de Rio Grande do Sul
Para mejor caracterizar la posición geopolítica de Rio Grande do Sul en el territorio
brasileño, sería conveniente comenzar con algunas breves notas sobre Brasil. Con una
superficie de 8.547.403,5 km2, Brasil ocupa la parte centro-oriental de Sudamérica y
constituye el quinto mayor país del mundo en extensión territorial. Las distancias entre
sus puntos extremos son 4.394,7 km en el sentido norte-sur y 4.319,4 km en el sentido
este-oeste. Los límites de sus tierras se extienden por 23.086 km de frontera, de los
cuales 7.367 km son límites costeros con el Océano Atlántico y 15.719 km límites
fronterizos con diez países sudamericanos1. Está situado entre los paralelos de 5º16’20’’
de latitud norte y 33º45’03’’ de latitud sur, y los meridianos de 34º47’30’’ y 73º59’32’’ a
oeste de Greenwich. Está cortado por la línea del Ecuador (en la parte norte) y la del
Trópico de Capricornio (en la parte sur), lo que significa que la mayor parte de sus tierras
se sitúa en zona de clima tropical2.
Geográficamente, Brasil está dividido en cinco grandes regiones: Norte, Nordeste,
Sudeste, Centro-oeste y Sur que, no obstante, no constituyen unidades político-
administrativas. La mayor región, la Norte, ocupa un 45% del territorio nacional y en ella
está ubicada la Amazonía brasileña; la Región Sur, ocupando menos de un 7% del
territorio, está situada por debajo del Trópico de Capricornio y es la menor entre las cinco
regiones. A efectos político y administrativo, el país está organizado federalmente en 26
“estados”. Rio Grande do Sul es el estado más meridional de Brasil y, conjuntamente con
los estados de Santa Catarina y Paraná, forma parte de la denominada Región Sur del
país.
El estado de Rio Grande do Sul posee una superficie de 281.963 Km2, lo que
representa un 3,32% del territorio brasileño3. De este total, 14.656 km2 corresponden a
aguas internas, sobre todo grandes lagunas, lo que le convierte en el estado brasileño
con mayor porcentaje de aguas internas. Tiene sus límites geopolíticos con el estado de
Santa Catarina (al norte), Uruguay (al sur), Argentina (al oeste) y Océano Atlántico (al
1 Argentina, Bolivia, Colombia, Guyana, Guyana Francesa, Paraguay, Perú, Suriname, Uruguay y Venezuela.
2 Cf. FIBGE. Fundação Instituto Brasileiro de Geografia e Estatística (1995): Anuário estatístico do Brasil. Rio de Janeiro: IBGE.
3 A título de comparación, el territorio gaucho es equivalente a ocho veces el de Holanda o a tres veces el de Portugal. Cf. Moreira, I. A. G. e Costa, R. H. (1995): Espaço e sociedade no Rio Grande do Sul. Porto Alegre: Mercado Aberto; p. 7.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
149
este). Sus largos límites internacionales con Argentina (724 km) y Uruguay (1.003 km)
representan más de un 10% de los límites fronterizos de Brasil4. La ciudad de Porto
Alegre, situada en las orillas del Guaíba, es la sede del Gobierno del Estado.
La posición geográfica de Rio Grande do Sul es dada por la latitud de 27º03’41’
(extremo norte) y 33º45’09’’ (extremo sur); y por la longitud de 49º42’41’’ (extremo oeste)
y 57º40’57’’ (extremo este). Está situado, pues, en la franja terrestre comprendida entre el
Trópico de Capricornio y el Círculo Polar Antártico, genéricamente denominada de zona
templada. Esta posición latitudinal determina que, desde el punto de vista climático, Rio
Grande do Sul presente características muy distintas de las que normalmente se
observan en las demás regiones del país. Es decir, posee un clima entre el tropical y el
templado típico de latitudes medianas, que se clasifica como subtropical. Eso tiene
evidentes implicaciones respecto a la agricultura, ya que permite la explotación tanto de
cultivos característicamente tropicales (el plátano y la caña de azúcar, por ejemplo), como
de cultivos de clima templado (la manzana, el trigo), variando según la zona.
Además de la posición latitudinal, la proximidad al Océano Atlántico también tiene
influencia sobre el clima del estado. O sea, durante la mayor parte del año, Rio Grande
do Sul está bajo la influencia de masas de aire polares atlánticas (frías y húmedas).
Sobre todo en el verano, es dominado tanto por masas de aire tropicales de origen
oceánico (calientes y húmedas), como por masas de aire de origen continental (calientes
y secas) provenientes del Chaco paraguayo. La mayor parte de las precipitaciones y
variaciones bruscas de temperatura que suelen ocurrir en el estado son el resultado de la
dinámica de estas masas de aire.
En efecto, Rio Grande do Sul se caracteriza por una distribución pluviométrica
uniforme a lo largo de las cuatro estaciones del año, con precipitaciones medias que
varían entre los 1.300 mm y los 1.500 mm anuales5; la temperatura media anual sitúase
entre los 16ºC y los 18ºC, según la zona. Asimismo, vale mencionar que, a pesar de que
el clima sea más o menos uniforme en todo el territorio gaucho, también presenta
algunas diferenciaciones locales, sobre todo respecto a las condiciones térmicas. Ello
4 Amazonas es el único estado brasileño cuyas fronteras internacionales son mayores que las de Rio Grande do Sul. Cf. Moreira e Costa (1995): Espaço e sociedade ...; op. cit. p. 11-13.
5 En algunas zonas la precipitación media alcanza los 2.456 mm anuales. En cualquier caso, han sido también frecuentes las sequías de verano y, por consiguiente, sus reflejos negativos en la producción agraria del estado.
José A. Costabeber
150
permite identificar, pues, dos subtipos climáticos: el subtropical, con veranos calientes e
inviernos suaves, característico de la mayor parte del estado; y el subtropical, con
veranos suaves e inviernos rigurosos, que suele manifestarse en zonas de mayor altitud6.
Respecto a sus características geomorfológicas, Rio Grande do Sul presenta
notable diversidad, diversidad que se hace más manifiesta al tenerse en cuenta también
el tipo de cobertura vegetal y el paisaje existentes. La combinación de estas
características tuvo influencia incluso en la ocupación del territorio por los primeros
colonizadores y en el tipo de agricultura que se desarrolló posteriormente.
La región norte, denominada “Planalto”, ocupa cerca de la mitad del área del estado
y originariamente se caracterizaba por su amplia cobertura forestal y, en menor medida,
por sus áreas de campo en determinadas zonas. El “Planalto” posee altitudes muy
variables, que van desde menos de 100 metros (en el valle del Río Uruguay) hasta más
de 1.000 metros (en los “Campos de Cima da Serra”)7. De un modo general, presenta
terrenos con ondulaciones poco acentuadas, lo que ha favorecido en las últimas décadas
la mecanización agraria y la producción intensiva de granos, especialmente la soja y el
trigo, en áreas que antes se caracterizaban por el policultivo. La expansión de la
producción agraria se dio, evidentemente, a costa de una espectacular deforestación en
toda esta región, como forma de aumentar el área de cultivo y facilitar las operaciones
mecanizadas8.
Por otra parte, en la región norte también existen importantes áreas donde las
acentuadas pendientes y la topografía quebrada del terreno no han permitido la
modernización agraria en base a la mecanización convencional. Algunas de estas áreas
están situadas en las cuestas de valles o en las escarpas que separan el “Planalto” de
otra región de menor altitud, la “Depressão Central” del estado. Estos valles y escarpas
del Planalto constituyen lo que hoy se conoce por la región serrana colonial de Rio
Grande do Sul. Sus primeros colonizadores fueron los inmigrantes europeos
(principalmente alemanes e italianos), que allí se instalaron a partir del siglo XIX. Debido
6 Para la caracterización del clima de Rio Grande do Sul nos hemos basado sobre todo en Moreira e Costa (1995): Espaço e sociedade ...; op. cit. p. 35-41.
7 La altitud media del estado es de 318 metros. El “Pico do Realengo”, situado en el extremo nordeste del “Planalto”, alcanza 1.500 metros y constituye el punto más elevado de Rio Grande do Sul.
8 Los datos de geógrafos e historiadores indican que Rio Grande do Sul poseía originariamente un 55% de sus tierras ocupadas por campos, y un 37% cubiertas por “matas”. Datos más recientes mencionan que las matas nativas se han reducido a menos de un 6%.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
151
al tipo de asentamiento realizado, representado por la “colônia”, la agricultura en esta
zona se desarrolló, como veremos más adelante, en base al policultivo y a la pequeña
explotación familiar.
La región de la “Depressão Central” del estado está situada entre el “Planalto”, al
norte, y el “Escudo”, al sur, extendiéndose desde la franja litoral hacia a oeste y sur. Se
caracteriza por su baja altitud (menos de 200 metros) y por sus tierras planas. El tipo de
suelos, el relieve y la disponibilidad de agua en determinadas zonas (las várzeas)
permitieron que se desarrollara con bastante éxito, desde finales del siglo pasado, la
producción de arroz irrigado, que constituye actualmente uno de los más importantes
cultivos de Rio Grande do Sul. Asimismo, la región se destaca también por la producción
de soja, trigo, tabaco y maíz, así como por poseer importantes áreas de campo
destinadas a la producción ganadera extensiva.
En la parte sur, el “Escudo Sul-Rio-Grandense” se presenta con sierras y
afloramientos frecuentes de superficies rocosas. Su contacto con los terrenos más
recientes de la “Depressão Central” se da mediante cuestas comúnmente suaves. De
modo general, los terrenos del Escudo son erosionados y con baja fertilidad natural, lo
que justificaría la menor utilización relativa de las tierras de esta región en la actividad
agrícola.
La franja litoral, al este del territorio, tiene origen sedimentario reciente y constituye
la región de menor altitud del estado. Está configurada por la “Planície Costeira”, que
alterna dunas de arena, lagunas, charcos, campos y pequeñas áreas de árboles bajas; es
una de la mayores áreas clasificadas como de “vegetación compleja litoránea” en Brasil9.
Sus primeros colonizadores fueron inmigrantes de las Islas de los Azores, a partir del
siglo XVIII. Aunque las tierras de esta región presentan, de manera general, baja fertilidad
natural, determinadas zonas del litoral sur se han destacado en la producción de
cebollas; en el litoral norte, las peculiares condiciones climáticas han favorecido la
producción de frutas tropicales, como los plátanos y las piñas.
La parte situada más al oeste —la “Cuesta de Haedo”— forma parte de la
denominada “Campanha”, que es “la región campestre por excelencia de Rio Grande do
Sul”, cuyos campos configuran el mayor área abierta de Brasil. Su relieve se caracteriza
9 Cf. Moreira e Costa (1995): Espaço e sociedade ...; op. cit. p. 57.
José A. Costabeber
152
por la presencia de las coxilhas —terrenos con modestas elevaciones y largos declives—,
consideradas como un monótono paisaje y una identidad geomorfológica del estado10.
Ocupada sobre todo por colonizadores luso-brasileños, a partir del siglo XVIII, la
“Campanha” gaucha se caracteriza fundamentalmente por la actividad ganadera en
grandes latifundios.
Como hemos dicho antes, la diversidad geomorfológica de Rio Grande do Sul
tendría implicaciones incluso en la propia ocupación del territorio y en las formas de
explotación agraria que se han ido estableciendo en el transcurso de los años. Podría
decirse, grosso modo, que hubo dos fases bien distintas durante el proceso inicial de
colonización del estado gaucho. La primera fase marcaría la ocupación del área
campestre, donde se crean grandes “estâncias” para la explotación ganadera, sobre todo
a partir del siglo XVIII. La segunda fase, a partir del siglo siguiente, correspondería a la
ocupación del área de “matas” por inmigrantes europeos, encargados de diversificar la
producción agrícola en base a la pequeña explotación familiar. En el próximo apartado,
señalaremos, aunque de modo breve, algunos de los acontecimientos más relevantes
que caracterizaron la ocupación del espacio agrario riograndense.
2. Sobre la ocupación del territorio gaucho
Uno de los principales elementos que marcaron la historia económica y política de
Rio Grande do Sul fue su tardía integración al Brasil de la época colonial. En efecto,
aunque las primeras expediciones exploratorias hacia el Atlántico sur se realizaron en el
inicio de los años 1530 —es decir, tan sólo treinta años tras el descubrimiento de Brasil,
acaecido en 1500—, Rio Grande do Sul quedaría prácticamente inexplorado durante más
de un siglo. De estas pioneras expediciones —típicas de la fase pré-colonizadora—
resultaron registros y descripciones de la costa gaucha, así como la generalización del
10 La palabra “coxilha” se deriva del español cuchilla, una vez que esta forma de relieve presenta un perfil que se asemeja a la curvatura próxima a la punta del cuchillón usado por el antiguo gaucho. Aunque la coxilha caracterice de modo más fuerte el relieve de la región de la “Campanha”, está presente en prácticamente todas las regiones del territorio gaucho. Cf. Moreira e Costa (1995): Espaço e sociedade ...; op. cit. p. 52.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
153
nombre Rio Grande de São Pedro para toda la zona11. Pero, vista desde el mar, la tierra
de São Pedro, con sus extensas dunas de arena, “apenas dejaba adivinar a los más
imaginativos los fértiles valles de su interior” y, “de inmediato, no ofrecía riquezas”12.
De facto, Portugal prácticamente no tuvo presencia en el extremo sur hasta finales
del Siglo XVII. Desde el inicio del proceso de colonización del territorio brasileño, los
intereses de la metrópoli estaban orientados, sobre todo, a la extracción de excedentes
económicos generados por la colonia, a través tanto de la explotación de las riquezas
naturales allí existentes (las maderas y los minerales), como de la implementación de
formas de producción agraria directamente integradas al mercado internacional (el
monocultivo de la caña de azúcar y la producción azucarera). Rio Grande do Sul, con su
litoral inhóspito, no mostraba poseer las riquezas minerales necesitadas por los
colonizadores, y, además, estaba muy lejos de los principales núcleos de colonización —
establecidos en las regiones sudeste y nordeste—, donde empezaron, ya en el siglo XVI,
la expansión de la caña y la producción de azúcar en base a los grandes latifundios y a la
explotación de mano de obra esclava procedente de África.
La situación de relativa indiferencia hacia el sur empieza a cambiar con la
instalación de la “Colônia do Santíssimo Sacramento”, en las orillas del Río de la Plata, a
partir del año 1680. El objetivo de esta incursión portuguesa en la parte meridional era
constituir un núcleo de apoyo a sus fuerzas militares existentes en la zona y, asimismo,
asegurar la conquista del mercado colonial en la región platense. Sin ánimo de
profundizar sobre el contexto más amplio que determina la adopción de tales estrategias,
baste con señalar que Rio Grande do Sul tuvo su desarrollo social y político
profundamente condicionado por los constantes y sucesivos conflictos entre Portugal y
España, ambas naciones deseosas de establecer sus dominios sobre esta zona13.
En cualquier caso, estos y otros sucesos tendrían implicaciones en la ocupación del
espacio de Rio Grande do Sul y, por consiguiente, en el propio proceso inicial de
desarrollo de la agricultura gaucha. Así que, si bien los primeros pobladores europeos
permanentes —jesuitas y estancieros— llegaron en el siglo XVII, el proceso de
11 Cf. Pesavento, S. J. (1994): História do Rio Grande do Sul. Porto Alegre: Mercado Aberto; p. 7. 12 Cf. Cesar, G. (1993): “Ocupação e diferenciação do espaço”. En: Dacanal, J. H. e Gonzaga, S.
(orgs.): RS: economia e política. Porto Alegre: Mercado Aberto; pp. 7-28, p. 8. 13 Cf. Piccolo, H. I. L. (1993): “A política rio-grandense no império”. En: Dacanal, J. H. e Gonzaga, S.
(orgs.): RS: economia e política. Porto Alegre: Mercado Aberto; pp. 93-117, p. 93.
José A. Costabeber
154
colonización sistemática del territorio riograndense sólo empezaría oficialmente en 1737,
a partir de la construcción de la fortaleza Jesús María José, en la actual ciudad de Rio
Grande.
Según los historiadores, la introducción de la agricultura en Rio Grande do Sul se
debe a los jesuitas españoles de la Compañía de Jesús, residencia de Paraguay, en su
misión de catequizar a los indígenas de la región. No obstante, la labor de los jesuitas no
se limitaba a la catequesis, pues lograron desarrollar una original experiencia de
colonización europea en las Américas. Como explica Cesar, una de las primeras tareas
de los jesuitas fue promover el asentamiento —en régimen de vida sedentaria— de las
tribus nómadas que vivían en ambas orillas del Río Uruguay. Para ello fue necesario
desarrollar la agricultura, la ganadería, pequeñas industrias caseras, la extracción de
yerba mate y de maderas14. Los indígenas, pues, bajo la orientación y fiscalización de los
jesuitas, se instalaron en lugares fijos para el cultivo de la tierra y la producción ganadera.
En un primer momento, las acciones de los jesuitas se concentraban en la orilla
derecha del Río Uruguay, en territorio castellano. Considerando que los indígenas se
encontraban ya organizados en aldeas y adestrados para el trabajo y la obediencia,
pronto las misiones jesuíticas se presentarían como “importante fuente de mano de obra”,
atrayendo la atención de los “bandeirantes” paulistas que, en la época, se dedicaban al
aprisionamiento de indígenas para su venta como esclavos a las regiones azucareras del
país. En un segundo momento, como observa Pesavento, “siendo atacadas las misiones
del Paraguay, los misioneros, para huir de los paulistas, penetraron en territorio
riograndense, en 1626, estableciendo misiones en la llamada zona del Tape”. Allí se
dedicaron a la agricultura y formaron estancias de producción de ganado traído de la
provincia de Corrientes, Argentina15.
Los bandeirantes, continuando su labor de aprisionamiento de indígenas aldeados y
siguiendo las huellas de los jesuitas, penetraron en Rio Grande do Sul, atacando las
misiones. Alrededor de los años 1640, tras el combate final y la aprehensión de muchos
14 Cf. Cesar (1993): “Ocupação e diferenciação do espaço”; op. cit. p. 9. 15 Cf. Pesavento (1994): História do Rio Grande do Sul; op. cit. p. 8-9. Como explica este autor,
antes de los misioneros de Paraguay, jesuitas portugueses habían ya penetrado en territorio gaucho, a partir de 1605, formando reducciones en la parte este del estado. “Sin embargo, tanto por falta de apoyo de las autoridades jesuitas de la Provincia de Brasil, con sede en Salvador, como por la hostilidad de los bandeirantes, este ‘ciclo portugués’ de penetración misionera en Rio Grande no dejó marcas duraderas” (Ibid, p. 9).
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
155
indígenas, los jesuitas abandonan el área y se dirigen otra vez a la orilla derecha del Río
Uruguay, llevando consigo a los indígenas, pero dejando el ganado que habían criado en
las reducciones. Es importante mencionar que este ganado había sido distribuido en
planteles en distintos puntos de la región misionera, cuyo clima y condiciones de
vegetación favorecieron ampliamente su reproducción y multiplicación. Con el paso de los
años, los rebaños bovinos, caballares y mulares se desparramaron por los campos y,
dados los abundantes pastos naturales allí existentes, formaron una notable reserva de
ganado bravo, conocida como la Vacaría del Mar16.
No tardó mucho para que la noticia de la existencia de este inmenso rebaño en los
campos meridionales se difundiera en distintas regiones del país. A consecuencia de ello,
diferentes grupos sociales se dirigieron al estado gaucho con el intento de apropiarse de
tamaña riqueza. La aprehensión del ganado bravo se convertiría en una práctica común,
pero, en cualquier caso, el interés principal no residía en la carne, sino en el cuero de los
animales sacrificados. En efecto, de esta ganadería surgieron las primeras actividades
lucrativas en Rio Grande do Sul: la extracción y comercialización de cueros17. O, como
sugiere Pesavento, la aprehensión del ganado salvaje constituyó el fundamento
económico básico de apropiación de la tierra gaucha18.
A finales del siglo XVII hubo una renovación del contexto colonial brasileño. Por una
parte, la producción azucarera, que había dominado la economía desde el primer siglo de
la ocupación del territorio, se enfrentaría a un período de decadencia. Por otra parte, el
descubrimiento de las minas de oro y diamantes, en la región de las “Minas Gerais”,
interiorizaría el polo económico de atracción de la colonia portuguesa, con implicaciones
que afectarían incluso a Rio Grande do Sul. En efecto, “la minería, actividad altamente
especializada, concentrando densas masas de población, con gran poder adquisitivo y
localizadas a distancia del litoral, hizo que surgiera un mercado interno en Brasil”. A partir
de este momento, pues, pasarían a asumir mayor relevancia los rebaños de ganado del
16 Cf. Pesavento (1994): História do Rio Grande do Sul; op. cit. p. 9. 17 Ha sido tan intensa y desordenada la extracción de cueros que, en 1739, el gobierno ya establecía
el “Regimento da Courama”, para vigorar en todo el territorio gaucho, a modo de regualr y disciplinar la actividad e impedir “el despilfarro de tan preciosa materia prima”. Cf. Cesar (1993): “Ocupação e diferenciação do espaço”; op. cit. p. 12.
18 Cf. Pesavento (1994): História do Rio Grande do Sul; op. cit. p. 9.
José A. Costabeber
156
sur del país, conectándose Rio Grande do Sul a la zona de Minas Gerais, como
economía subsidiaria de la economía central de exportación19.
Merece la pena destacar que la ascensión del negocio del ganado no pasó
desapercibida a los propios jesuitas que, en 1682, habían empezado ya su retorno a Rio
Grande do Sul, donde fundaron los Siete Pueblos de las Misiones20. Además de
aprehender el ganado salvaje y establecer estancias para su producción, separaron parte
del rebaño y lo llevaron a la región nordeste del estado, lo que dio origen a una nueva
reserva: la “Vacaria dos Pinhais”. Los Siete Pueblos vendrían a alcanzar notable
desarrollo, transformándose en importantes centros económicos y constituyéndose en
“una línea de expansión rumbo al sur prácticamente independiente de la lusitana o
española propiamente dicha, que se entrechocaban en la frontera por la disputa del
ganado, de la tierra y del comercio platino”21.
Mientras el oro de las minas Gerais creaba mercado para el ganado gaucho, se
iniciaba paralelamente una corriente migratoria espontánea hacia el sur, en la búsqueda
de la riqueza representada por los abundantes rebaños que cubrían los pastizales. Pero,
ahora, el ganado salvaje sería valorado no sólo por su producción de cuero, sino también
por su utilización como animal de carga y fuente alimentaria en las zonas de minería.
En esta fase de la historia gaucha, adquiere relevancia la figura del “tropeiro”, que
transportaba las tropas de ganado para São Paulo donde, en las ferias de Sorocaba, eran
vendidas a otros grupos de troperos que se encargaban de transportarlas hasta su punto
de destino: las minas de las Gerais. Podría decirse, pues, que “el ganado bravo y sus
efectos, generando relaciones económicas, atrajo al poblador, que aquí [en Rio Grande
do Sul] vino a ‘extraerlo’ de los rincones donde había prosperado a la ley de la
naturaleza”. Por ello, Cesar considera que el espacio sur-riograndense se transformó en
19 Cf. Pesavento (1994): História do Rio Grande do Sul; op. cit. p. 13. 20 São Borja, São Nicolau, São Miguel, São Luís Gonzaga, São Lourenço, São João Batista y Santo
Ângelo. 21 Vale mencionar que estas unidades económicas, desarrolladas y prácticamente autónomas,
pasaron a representar una “amenaza” política al absolutismo de las monarquías ibéricas, generándose el bulo de que los jesuitas pretendían fundar un “Imperio Teocrático” en la América. A consecuencia de ello, los misioneros fueron expulsados de Portugal (1759), España (1767) y América (1768), siendo confiscadas sus propiedades. A partir de ello, los Siete Pueblos entran en gran decadencia y los indígenas pasan a abandonar el área. Cf. Pesavento (1994): História do Rio Grande do Sul; op. cit. p. 12-13 y 22.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
157
una especie de proteinato, alrededor del cual se asentaría la defensa de la tierra y se
afirmarían las bases de una nueva ocupación del territorio: la del ciclo pastoril22.
Efectivamente, la aprehensión desmesurada del ganado bravío se convirtió en una
actividad predatoria, acelerando la devastación de los rebaños gauchos y exigiendo, al
mismo tiempo, la adopción de medidas para la reposición de los animales. Así que, a
partir del siglo XVIII, comenzaría la ocupación de las zonas de campo de Rio Grande do
Sul por portugueses y sus descendientes, estableciéndose grandes explotaciones
pastoriles, las denominadas “estâncias”.
En este contexto, formó parte de las estrategias de la Corona portuguesa dar un
nuevo ordenamiento a la anárquica situación creada con la aprehensión del ganado
bravío y, concomitantemente, iniciar un proceso de ocupación de las tierras
riograndenses, al objeto de asegurar sus poderes e influencias sobre el sur, incluida ahí
la Colonia del Santísimo Sacramento, en la región platense. Se iniciaba, así, la
distribución de las “sesmarias”23, beneficiando principalmente a los antiguos troperos y a
los militares que habían prestado servicios a la Corona en los diversos enfrentamientos
con los castellanos24.
De hecho, como ha señalado Cesar, las sesmarias eran donadas a las personas
poseedoras de bienes o prestigio, y sirvieron de base a la implementación de las
estancias, en cuyos campos el ganado prosperó grandemente. Así que, “de la mera caza
a los bueyes y caballos, en el campo indiviso, pasábase, ahora, a una nueva fase, que
iba a abrir a la estancia, en su sentido clásico de explotación destinada a la creación de
ganado, la oportunidad de centrar, constelar actividades económicas en todas las áreas
de Rio Grande do Sul. El estanciero pasaría a constituir, por lo tanto, “el primer agente
estable en el capitalismo mercantilista” del estado gaucho25.
A partir de finales del siglo XVIII, empieza a decaer la importancia de la minería en
la región de las Gerais y, por consiguiente, disminuye también la demanda del ganado
gaucho, tanto para el sacrificio como para el transporte. En cualquier caso, ello no
22 Cf. Cesar (1993): “Ocupação e diferenciação do espaço”; op. cit. p. 10. 23 Áreas de tierra con aproximadamente 13.000 hectáreas. 24 De acuerdo a la legislación vigente en la época, donábanse tierras “a las personas que pudieran
poblarla y defenderla, con sus esclavos y agregados, en caso de agresiones venidas de las colonias españolas”. Cf. Cesar (1993): “Ocupação e diferenciação do espaço”; op. cit. p. 10.
25 Cf. Cesar (1993): “Ocupação e diferenciação do espaço”; op. cit. p. 10-14.
José A. Costabeber
158
provocaría la ruina de la producción ganadera riograndense, que pasaría ahora a
orientarse a la producción de “charque”. Este proceso rústico de conservación de la
carne, mediante el uso de la sal, permitía el transporte de la carne a largas distancias. La
expansión del mercado interno brasileño para el charque haría que aumentase el número
de “charqueadas” (los saladeros) en Rio Grande do Sul. Especialmente a partir de 1810,
la industria de charque pasaría a asumir gran dinamismo y destacada participación en la
economía del estado26, promoviendo, además, a los “charqueadores” social y
económicamente.
De lo expuesto hasta aquí, cabe observar que la consolidación de las grandes
explotaciones pastoriles y la forma de organización del proceso de trabajo ahí
predominantes estarían generando dos clases muy distintas y jerarquizadas: por un lado,
los estancieros y, por otro, los troperos y peones. A partir del advenimiento de la industria
del charque, estancias y charqueadas se convierten en los dos polos complementarios de
la economía de Rio Grande do Sul: estancieros y charqueadores constituían, pues, la
clase dominante27.
Además de la distribución de las sesmarias y del comienzo de la producción
comercial de charque, otro suceso marcaría la economía y la ocupación del espacio
agrario de Rio Grande do Sul durante el transcurrir del siglo XVIII. Uno de los objetivos de
las políticas portuguesas en la época era “crear, junto con la sociedad pastoril en
formación, otra sociedad, constituida de pequeños agricultores dedicados a la agricultura
y capaces de propiciar la urbanización de los puntos fortificados”28. Así que, a partir de
mediados del siglo, inmigrantes provenientes de las Islas de los Azores y Madera fueron
asentados en la región litoral y en el valle del bajo Jacuí, al objeto de iniciar una
producción agrícola que, en base a la mano de obra familiar, pudiera suplir las
necesidades de subsistencia de la colonia29.
26 Cf. Silva, E. M. (1993): “Ligações externas da economia gaucha”. En: Dacanal, J. H. e Gonzaga, S. (orgs.): RS: economia e política. Porto Alegre: Mercado Aberto; pp. 55-91, p. 59.
27 A diferencia de las explotaciones ganaderas extensivas, donde los estancieros contaban con trabajadores libres (troperos y peones), en las charqueadas —con su trabajo fatigante— predominó fundamentalmente la mano de obra esclava africana. Cf. Maestri Filho, M. J. (1993): “O escravo africano no Rio Grande do Sul”. En: Dacanal, J. H. e Gonzaga, S. (orgs.): RS: economia e política. Porto Alegre: Mercado Aberto; pp. 30-54, p. 40.
28 Cf. Silva (1993): “Ligações externas da economia gaucha”; op. cit. p. 58. 29 En verdad, las familias de inmigrantes azorianos quedaron a la espera de las tierras prometidas por
la Corona portuguesa por un periodo superior a diez años. Después, pasaron a recibir las “datas”, áreas de
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
159
De hecho, los inmigrantes azorianos adoptaron una estrategia de producción
agraria diversificada, expandiéndose los cultivos de subsistencia, tales como el maíz, el
arroz, la patata, la yuca. Asimismo, el cultivo comercial de trigo se tornó común en estas
zonas de inmigración, apareciendo expresivamente en las exportaciones gauchas a
finales del siglo XVIII y a comienzos del siglo XIX. No obstante, los agricultores se
enfrentaron a una serie de dificultades, resultantes tanto de la precariedad técnica del
cultivo, como de su inserción en un mercado extremamente competitivo. Además de la
falta de apoyo gubernamental para encarar estos obstáculos, la incidencia de problemas
fitosanitarios —especialmente en el año 1814— fue un factor más para completar el
cuadro de la total falta de estímulo a nuevas plantaciones de trigo30. En el curso del
tiempo, los azorianos y sus descendientes pasaron gradualmente a abandonar el cultivo
de trigo y a orientarse a la rama ganadera y a las charqueadas, que por aquel entonces
se presentaban como actividades más lucrativas. Estos acontecimientos generaron,
como observa Silva, una regresión de los pequeños núcleos agrícolas, incrementándose
todavía más la población implicada en la actividad pastoril31.
El siglo XIX marcaría la llegada de un gran contingente de inmigrantes europeos,
especialmente los provenientes de Alemania e Italia, dándose inicio a la ocupación del
área de “matas” de Rio Grande do Sul32. Respecto a los alemanes, las primeras familias
empiezan a llegar al estado en 1824, ocupando las tierras planas del valle del “Rio dos
Sinos”. Posteriormente, nuevos inmigrantes alemanes se instalarían en los valles y
altiplanos de la “Encosta da Serra”, una zona de transición entre el “Planalto”
riograndense y la “Depressão Central” del estado. Cincuenta años más tarde, en 1875,
sería la vez de las familias oriundas del norte italiano. Estando las zonas más planas de
la región “serrana” ocupadas ya por los alemanes, las familias italianas pasaron a
instalarse en las altas “cuestas”, tanto de la “Encosta Inferior do Nordeste”, como de la
“Encosta Superior do Nordeste”.
tierra con 372 hectáreas, donde empezaría la diversificación de la producción agraria gaucha, hasta entonces esencialmente pastoril. Cf. Pesavento (1994): História do Rio Grande do Sul; op. cit. p. 16.
30 Cf. Pesavento, S. J. (1983): RS: Agropecuária colonial e industrialização. Porto Alegre: Mercado Aberto; p. 154-156.
31 Cf. Silva (1993): “Ligações externas da economia gaucha”; op. cit. p. 61. 32 Aunque en menor número, otras etnias (poloneses, austríacos, rusos, franceses, húngaros, etc.)
contribuyeron a la ocupación del espacio y al desarrollo de la agricultura gaucha.
José A. Costabeber
160
Es importante destacar que, en nítido contraste a lo que había sucedido en el área
de campo, donde los pobladores luso-brasileños recibieron las sesmarias para la
producción ganadera, cada familia de inmigrantes europeos sería asentada en un lote
rural de menor dimensión —la denominada “colônia”33—, al objeto de comenzar una
agricultura diversificada y volcada a la producción de alimentos para el mercado interno.
Los diversos núcleos poblacionales formados por inmigrantes de una única nacionalidad
—alemanes o italianos— pasarían a denominarse “Colônias” y, posteriormente, “Colônias
Velhas”, caracterizando así una primera etapa del proceso de ocupación de las áreas de
“matas”, en la región centro-nordeste del estado. Asimismo, este proceso señalaría, en
definitiva, el surgimiento de un sector agrario de tipo colonial o tradicional, caracterizado
por la pequeña explotación familiar policultora en Rio Grande do Sul.
En efecto, la colonización alemana, tras un periodo inicial de adaptación y
estructuración para suplir las necesidades de las propias colonias (fase que se extendería
hasta 1840), cumpliría un importante papel en la dinamización de una producción agrícola
diversificada en Rio Grande do Sul. Inicialmente, prosperarían las colonias más cercanas
a los centros urbanos, donde pudieron realizar la venta de sus productos. En una fase
posterior, la producción agrícola comercial se expandiría a otros núcleos coloniales.
Asimismo, la economía colonial alemana se caracterizaría también por el desarrollo de
una artesanía y una industria de transformación en base agropecuaria34.
La importancia de la agricultura colonial alemana, de carácter comercial, se haría
notar especialmente a partir de la segunda mitad del siglo XIX. En un primer momento
(1840-1870), estuvo orientada al abastecimiento del mercado regional, principalmente el
de la región metropolitana de Porto Alegre. Pero, a partir de 1870, esa economía colonial
se vuelve especializada en la producción de géneros de subsistencia destinados al
consumo en el centro del país35. Así que, en esta época, hacían parte de las pautas de
33 Estos lotes de tierra han variado de tamaño, siempre en el sentido decreciente, en el transcurso del tiempo. Hasta mediados del siglo XIX, cada colonia de tierra correspondía a 77,4 hectáreas y era donada por el gobierno al “colôno”. A partir de 1851, la colonia fue reducida a 48,4 hectáreas y debía ser pagada con el resultado de las cosechas. Tras nuevas reducciones en los años siguientes, en 1889 una colônia fue fijada en 25 hectáreas.
34 El tabaco, por ejemplo, era cultivado desde la primera fase de la colonización alemana y, en 1832, habían ya pequeñas unidades artesanales de preparo del tabaco, al objeto de atender la demanda de los propios nucleos coloniales. Este cultivo se fue expandiendo a lo largo de los años para otros nucleos, adquiriendo mayor expresión en la Colonia de Santa Cruz do Sul que, en 1881, tenía ya su actividad agrícola especializada en la producción de tabaco. Cf. Pesavento (1983): RS: Agropecuária colonial ...; op. cit. p. 193-194.
35 Cf. Pesavento (1983): RS: Agropecuária colonial ...; op. cit. p. 193.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
161
exportación agraria gaucha importantes productos, tales como el frijol, el maíz y la yuca,
además del tabaco36. También la producción de manteca de cerdos —que se remontaba
a la fase inicial de la inmigración alemana— pasaría en esa época a adquirir mayor
relevancia, una vez que la transformación del maíz en manteca se mostraba como una
actividad más lucrativa que la mera exportación de granos. A consecuencia de ello, en
1880, se constataría una reducción en la exportación de maíz en granos y un incremento
en la exportación de manteca y tocino de cerdos37.
Respecto a los italianos, que como hemos dicho, llegaron al estado a partir de
1875, experimentaron desde el inicio una situación de desventaja en relación a los
alemanes: además de recibir colonias menores, las mejores tierras estaban ya ocupadas.
Por ello, fueron asentados en zonas de altas cuestas con topografía más quebrada. Sin
embargo, pasada la fase de adaptación y estructuración, los italianos habrían de seguir
una trayectoria semejante a la experimentada por alemanes, es decir, se involucraron en
la producción agrícola para abastecer el mercado interno, en base a la explotación
intensiva de los recursos localmente disponibles: la mano de obra familiar y la fertilidad
natural de los suelos. La producción asociada maíz-cerdo y la fabricación de la manteca
para atender el mercado nacional, por ejemplo —actividades éstas bastantes comunes
en la colonia alemana—, también se difundieron entre los colonos italianos tan pronto
éstos lograron vencer la fase de autosuficiencia.
Los inmigrantes italianos encontraron una red de comercialización ya organizada
por los alemanes, lo que facilitaba, por una parte, la colocación de la producción en el
mercado; por otra parte, la utilización de los canales existentes tornaba los italianos
sumisos al capital y a los comerciantes alemanes. Asimismo, los italianos afrontarían la
competencia de los alemanes, que se encontraban ya estructurados y exportando sus
productos para el centro del país. Así que, como ha señalado Pesavento, la desarrollada
producción agrícola alemana, diversificada y mercantilizada, bastante tiempo atrás, hizo
que algunas zonas de colonización italiana tendiesen a la especialización de un único
producto en las últimas décadas del siglo. De hecho, el cultivo de la vid y la producción
36 Cf. Silva (1993): “Ligações externas da economia gaucha”; op. cit. p. 77-80. 37 Cf. Pesavento (1983): RS: Agropecuária colonial ...; op. cit. p. 70-71.
José A. Costabeber
162
de vino se constituirían en una actividad característica de la región de colonización
italiana en Rio Grande do Sul38.
Efectivamente, la región de colonización alemana e italiana se caracterizaría por
una significativa participación en la producción agrícola destinada al abastecimiento del
mercado interno. La gran contribución de Rio Grande do Sul en la producción de
alimentos le daría el sobrenombre de “Celeiro do Brasil” (relativo a granero), término que
derivaba tanto de la producción de géneros de subsistencia, como de su forma de
inserción periférica en el mercado nacional en formación39.
Además de la producción colonial, el cultivo del arroz —producto de consumo
popular— también experimentaría una gran expansión a partir del inicio del siglo XX,
alcanzando el tercer lugar en las pautas de exportación del estado en el año 1920. Es
importante mencionar, sin embargo, que el arroz, aunque fuera ya cultivado por los
colonos alemanes e italianos desde el siglo anterior, experimentó un notable cambio en
su forma de producción, tornándose un cultivo con características típicamente
capitalistas. Introducido en el inicio del siglo XX por alemanes en la región de la
Depressão Central del estado —donde habían tierras planas y abundantes manantiales
de agua—, el cultivo del arroz incorporaría la técnica de irrigación mecánica, el uso de
equipamientos modernos, el cultivo en grandes áreas, el empleo de fertilizantes, la fuerza
de trabajo asalariada y la producción totalmente destinada al mercado. Además,
considerando que las tierras planas y con capacidad de riego (las “várzeas”) estaban ya
ocupadas por los latifundios pastoriles, se introduciría el arriendo de tierras como una
práctica común, una vez que en esta nueva actividad se incorporarían —además de
estancieros y charqueadores— comerciantes, banqueros y profesionales liberales40.
A partir de la última década del siglo XIX, tuvo inicio una segunda etapa en la
ocupación de las áreas de “mata” del Planalto riograndense, originando las que se
38 El vino producido por las colonias italianas encontraría amplio mercado en el centro del país, especialmente entre la población de orígen italiana. Cf. Pesavento (1983): RS: Agropecuária colonial ...; op. cit. p. 26-27.
39 Cf. Pesavento, S. J. (1993): “República velha gaucha: Estado autoritário e economia”. En: Dacanal, J. H. e Gonzaga, S. (orgs.): RS: economia e política. Porto Alegre: Mercado Aberto; pp. 193-228; p. 194.
40 “La producción en gran escala de arroz en Rio Grande do Sul, desde su inicio, en la primera década del siglo, se caracterizó por el predominio del trabajo asalariado, por la separación del arrendatario-capitalista del propietario de tierras en la organización del proceso productivo, por la formación de la renta fundiaria capitalista, por la utilización de medios de producción agrícola producidos industrialmente y por la producción destinada básicamente a los mercados consumidores urbanos”. Cf. Beskow, P. R. (1986): O arrendamento capitalista na agricultura. São Paulo: HUCITEC; Brasília: CNPq; p. 28 y 40.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
163
denominarían “Colônias Novas”. Estos nuevos núcleos coloniales se crearon por
inmigrantes de distintas nacionalidades, que se dirigieron inicialmente hacia las regiones
más al norte y noroeste del Planalto. Se trató más bien de un proceso de migración rural-
rural, una vez que, si bien continuaron llegando inmigrantes directamente de Europa,
predominó en esta fase la colonización por antiguos inmigrantes o sus descendientes,
procedentes de las mencionadas Colônias Velhas, en la medida en que en éstas ya se
agravaba la escasez de tierras y aumentaban los excedentes de población41.
Ahora bien, las “Novas” y “Velhas” colonias en Rio Grande do Sul experimentarían
un relativo dinamismo y expansión económica, estimulando de esta manera el
surgimiento de actividades artesanales con base agropecuaria y el desarrollo de
pequeñas y medias industrias, así como la activación del comercio en las colonias. Sin
embargo, la prosperidad de la colonia —como generadora de riquezas y puestos de
trabajo para la mano de obra familiar— también habría de encontrar importantes
dificultades. En 1910, la agricultura colonial gaucha se enfrentaría con una dura crisis.
Por un lado, otras regiones del país pasaban a competir con Rio Grande do Sul en el
abastecimiento del mercado interno. Por otro lado, la utilización de técnicas
rudimentarias, asociada al continuo fraccionamiento de las tierras, daba lugar al rápido
agotamiento de los suelos y la consecuente reducción de la productividad agrícola. La
migración para nuevas áreas y la expansión del área cultivada continuaron siendo los
mecanismos utilizados por los colonos para compensar, en alguna medida, el
estancamiento de la producción en áreas ya degradadas42.
La agricultura colonial, entre tanto, tuvo un gran estímulo para superar la crisis a
partir de la eclosión de la Primera Guerra Mundial. Ahora, Rio Grande do Sul poseía la
oportunidad de abastecer con géneros alimenticios no sólo el mercado interno nacional,
sino también el mercado de naciones aliadas involucradas en la guerra. La mayor
demanda por alimentos también era acompañada por una elevación en los precios de los
productos, completando así un cuadro ampliamente favorable para la expansión de la
producción.
41 Cf. Brum, A. J. (1988): Modernização da agricultura. Trigo e soja. Petrópolis: Vozes; Ijuí: FIDENE; p. 27-28.
42 Cf. Pesavento (1994): História do Rio Grande do Sul; op. cit. p. 72.
José A. Costabeber
164
La situación creada por la guerra favoreció no sólo a la agricultura, sino también al
sector ganadero, que pasaría por un período de gran euforia debido a la ampliación de
las perspectivas de mercado y a la elevación de los precios de la carne. Fue durante la
Primera Guerra Mundial que se instalaron grandes frigoríficos extranjeros en Rio Grande
do Sul. Además de la disponibilidad de materia prima, estas industrias se beneficiaban de
la existencia de un mercado interno en potencia, y de las posibilidades de exportación de
la producción. Sin embargo, la coyuntura depresiva del período postguerra, en el inicio de
la década de 1920, determinaría la retracción de los mercados europeos por carne,
provocando una crisis de los frigoríficos y reflejos directos sobre los ganaderos gauchos.
Respecto a la agricultura colonial, pasado el periodo de euforia de la coyuntura
favorable de mercado, ésta también habría de encarar nueva fase de dificultades,
acentuándose aquellos factores restrictivos evidenciados ya en el período de preguerra.
Desde la perspectiva de la ocupación del territorio, tema que nos propusimos tratar en
este apartado, es necesario resaltar que la década de 1920 estaría anunciando el
agotamiento de las tierras disponibles para la expansión de la agricultura colonial
tradicional. Estando ocupado prácticamente todo el área de “mata” de Rio Grande do Sul,
se iniciaría un nuevo proceso de migración rural-rural, pero ahora las familias de colonos
migrarían hacia las tierras de “mata” de los vecinos estados de Paraná y Santa Catarina.
En efecto, Brum considera que el agotamiento del suelo, el fraccionamiento de las
explotaciones y el bajo precio de los productos agrícolas fueron los principales
determinantes del proceso de decadencia por el que pasaría la producción colonial
gaucha: “a) el agotamiento de la fertilidad natural del suelo, en muchos casos hasta la
exhaustión, derivada de la intensa explotación agrícola practicada con métodos y
técnicas que generalmente olvidaban la preservación de la naturaleza y la conservación,
defensa y recuperación de la tierra; b) la reducción sustancial del tamaño de las
explotaciones rurales, a consecuencia del fraccionamiento por herencia, lo que forzaba
una explotación todavía más intensa de la escasa tierra, acelerando su agotamiento al
mismo tiempo en que reducía los frutos del trabajo; c) los bajos precios de los productos
agrícolas, constantemente presionados a la baja en el mercado por la exploración de los
intermediarios y de los que controlaban la comercialización en los diversos niveles”43.
43 El estancamiento de la agricultura tradicional y la falta de perspectivas en el estado han generado un nuevo proceso de migración rural-rural. Pero, ahora, millares de familias gauchas se desplazan para los
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
165
Este proceso de estancamiento y decadencia de la agricultura colonial empezaría a
manifestarse de modo más visible en las áreas de colonización más antigua, las llamadas
Colônias Velhas, extendiéndose posteriormente a las áreas de ocupación más reciente,
las Colônias Novas. Vale notar que la fase más aguda de esta crisis de la agricultura
tradicional ocurriría tras la Segunda Guerra Mundial, coincidiendo con el período en que
estaría comenzando una nueva etapa en el desarrollo capitalista de la agricultura gaucha:
la modernización tecnológica en base a insumos suministrados por la industria.
3. Sobre el contexto general del desarrollo de la agricultura gaucha
Como hemos dicho en otra parte de esta tesis, en las tres últimas décadas Rio
Grande do Sul se ha destacado en el escenario brasileño por la acelerada tecnificación
de importantes sectores de la actividad agrícola y ganadera. Este proceso de mudanza
de la base técnica ha estado estrechamente articulado a las políticas oficiales
establecidas para la modernización de la agricultura a nivel nacional, especialmente a
partir de mediados del siglo. Tratar de señalar algunos de los aspectos que marcaron la
evolución reciente de la agricultura gaucha supone, por tanto, considerarla en el contexto
más amplio, donde el proceso de modernización de la agricultura brasileña, promovido
por el Estado, adquiere una notable relevancia.
Así que, en este apartado, caracterizaremos brevemente el proceso de cambio en
la base técnica de la agricultura brasileña y riograndense, en el que sobresale la
creciente subordinación del sector agrario al sector productor de insumos y comprador de
la producción. En un segundo punto, señalaremos algunos datos básicos respecto a los
aspectos demográficos y fundiarios de Rio Grande do Sul en las últimas décadas. La
exposición de indicadores sobre la dinámica del sector agrario del estado —
destacándose sobre todo la utilización de máquinas e insumos modernos— en su
inserción al proyecto nacional modernizador, es el objetivo del tercer punto.
Finalizaremos el apartado con una síntesis descriptiva de la actual composición de la
estados de Paraná y Santa Catarina, donde inician un nuevo ciclo de producción agrícola en áreas hasta entonces cubiertas de mata. Cf. Brum (1988): Modernização da agricultura; op. cit. p. 59.
José A. Costabeber
166
producción agrícola y ganadera del estado, así como su participación relativa en el
contexto agropecuario nacional.
3.1. Caracterización del proceso de modernización
Como sugiere Sorj, la formación de la agricultura brasileña contemporánea en el
proceso de acumulación del capital comprendería dos distintas fases. La primera fase se
iniciaría a partir de los años 1930, cuando parte importante del sector agrícola pasa a
orientarse al mercado interno. Ello expresaba, por un lado, la crisis del sector agrario
tradicional (representado por el complejo cafetalero) y, por otro lado, la expansión del
floreciente sector urbano-industrial en el centro del país. La segunda fase, si bien con sus
comienzos aún en los años cincuenta, se consolidaría a partir de mediados de la década
de 1960, marcando la reestructuración de la agricultura y su inclusión en el circuito de la
producción industrial, no sólo como consumidora de insumos y maquinarias modernas,
sino también como productora de materia prima para su procesamiento y transformación
en la industria44.
Durante la primera fase (1930-1964), la economía brasileña, hasta entonces
asentada en un modelo agro-exportador, pasaría a orientarse por un nuevo modelo,
basado en la expansión industrial vía sustitución de importaciones, buscando con ello
generar un desarrollo nacional y autónomo45. En un primer momento de esta fase, se
observaría un proceso de industrialización restringida, mediante el cual “la economía
nacional se libera progresivamente de la dependencia que mantenía, directa o
indirectamente, con el sector cafetalero exportador”46. Empieza así una transferencia
gradual del eje de acumulación del sector agro-exportador hacia el sector urbano
44 Cf. Sorj, B. (1986): Estado e classes sociais na agricultura brasileira. Rio de Janeiro: Guanabara; p. 11.
45 Brum, A. J. (1987): O desenvolvimento econômico brasileiro. Rio de Janeiro: Petrópolis; Ijuí: FIDENE; p. 7.
46 Cf. Graziano da Silva, J. (1982): A modernização dolorosa. Estrutura agrária, fronteira agrícola e trabalhadores rurais no Brasil. Rio de Janeiro: Zahar Editores; p. 45.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
167
industrial, siendo que, en 1939, el valor de la producción industrial había sobrepasado ya
el de la producción agraria47.
Respecto al sector agrario, el hecho más importante observado hasta mediados del
siglo sería la diversificación de la producción y, principalmente, “el paso del énfasis del
mercado externo para el del mercado interno”48. De ello resultaría la creciente
monetarización, mercantilización y especialización de la agricultura, tanto de la pequeña
producción como del latifundio tradicional orientados al mercado interno, aumentando con
ello la oferta de excedentes agrícolas. Aunque presentando un ritmo de expansión
productiva inferior al observado en el sector industrial, el crecimiento de la producción
agrícola era suficiente para atender a la demanda de los centros urbanos, así como para
sostener las importaciones de bienes necesarios al referido proceso de industrialización
por substitución de importaciones49.
No obstante, es necesario señalar que el incremento de la producción agrícola en
este periodo inicial se daría fundamentalmente mediante la expansión del área cultivada,
con pocas alteraciones en los instrumentos y métodos de cultivo de la tierra. Además,
este aumento sobrevino básicamente a través del aumento del excedente de producción
comercializado por la pequeña explotación, así como de la ocupación de nuevas áreas de
cultivo, pero teniéndose como base el mantenimiento de una estructura de distribución de
la tierra altamente concentrada y polarizada50.
Con el advenimiento del proceso de industrialización como un nuevo modelo de
acumulación de capital en el centro del país, Rio Grande do Sul mantendría su papel
periférico en la economía nacional —tal como venía ocurriendo desde la época de la
aprehensión del ganado bravo, de la expansión de las charqueadas, y de la
implementación de la agricultura colonial policultora en el siglo anterior— como histórico
suministrador de géneros alimenticios destinados a trabajadores con bajo poder
adquisitivo de otras regiones de Brasil. Asimismo, la eclosión de la Segunda Guerra
Mundial provocaría una mayor demanda y una elevación en los precios de los productos
agrícolas en el mercado externo, favoreciendo en buena medida la economía de sector
47 Cf. Graziano da Silva, J. (1996): A nova dinâmica da agricultura brasileira. Campinas: UNICAMP-IE; p. 14.
48 Cf. Graziano da Silva (1996): A nova dinâmica da ...; op. cit. p. 18. 49 Cf. Sorj (1986): Estado e classes sociais ...; op. cit. p. 15. 50 Cf. Sorj (1986): Estado e classes sociais ...; op. cit. p. 16-19.
José A. Costabeber
168
agrario riograndense. De hecho, durante los primeros años del periodo postguerra, Rio
Grande do Sul empezaría una nueva etapa en el desarrollo de su sector agrario, tanto por
la consolidación del arroz irrigado como cultivo empresarial, como por el inicio del cultivo
mecanizado de trigo.
Efectivamente, durante los años cuarenta, el cultivo del trigo —que continuaba
siendo producido en la agricultura tradicional a pequeña escala— comenzaría un periodo
de rápida expansión y, seguidamente, constituiría el primer producto a hacer parte del
denominado proceso de modernización de la agricultura apoyado desde el estado. Así
que la difusión de la nueva manera de producir se daría a partir de la región del Planalto
riograndense, donde había extensas áreas de campo compatibles para la introducción de
prácticas mecanizadas en la actividad agraria.
En esta época existían determinadas condiciones básicas para que el proyecto
modernizador del cultivo de trigo pudiera ser llevado a cabo. En opinión de Brum, los
diversos factores que concurrieron para la expansión de la producción triguera a escala
moderna en Rio Grande do Sul serían: a) el objetivo gubernamental de buscar la
autosuficiencia productiva de este cereal, considerado básico en la alimentación, a modo
de evitar las crecientes importaciones desde el exterior; b) los intereses de corporaciones
transnacionales de implantar el complejo agroindustrial también en Brasil, como forma de
extender sus negocios; y c) la existencia, en la región del Planalto riograndense, de
condiciones favorables para la implantación de cultivos mecanizados extensivos, tanto en
términos de tierras adecuadas, como de personas capaces de aceptar el desafío de llevar
adelante tal empresa51.
Sin embargo, es necesario destacar que el cultivo mecanizado de trigo empezaría
no por las manos de los agricultores tradicionales, sino por individuos urbanos
(comerciantes, profesionales liberales y pequeños industriales) con algún tipo de
vinculación con la agricultura y con una visión empresarial capitalista. Estos individuos se
convertirían, pues, en los pioneros del proceso de modernización que entonces se
iniciaba en el Planalto gaucho, comenzando así el desarrollo de la producción de trigo en
tierras de “campo”, lo que más tarde se extendería para otras regiones del estado y del
país52. Tal como ocurría en la producción capitalista y modernizada de arroz —instalada
51 Cf. Brum (1988): Modernização da agricultura ...; op. cit. p. 72. 52 Cf. Brum (1988): Modernização da agricultura ...; op. cit. p. 74-75.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
169
desde el inicio del siglo en las áreas de llanura de la Depressão Central del estado—, la
práctica del arrendamiento sería largamente empleada en el cultivo de trigo mecanizado.
Paralelamente al desarrollo de la moderna producción de trigo en los campos del
Planalto, los años cuarenta y cincuenta continuarían mostrando, y de una manera más
visible, el agravamiento de la crisis de la agricultura colonial: “el bajo nivel técnico de los
minifundios, que limitaba la productividad, venía a asociarse a una política de bajos
precios para los productos agrícolas, impuesta por el capital comercial y/o industrial. Las
máquinas se presentaban muy caras para los pequeños propietarios, que no tenían
condiciones de obtener crédito fácil para poder adquirirlas”. Asimismo, “la creciente
concentración de la propiedad de la tierra en el estado limitaba las oportunidades de
expansión del área agrícola policultora”. Como resultado de ello, Rio Grande do Sul, en
los años 1950, se presentaba como el estado que más emigrantes proporcionaba a otros
estados del país, mientras era él que menos brasileños recibía53.
Es en este contexto de crisis creciente de la agricultura tradicional y de expansión
de la producción mecanizada y empresarial de trigo que se desenvuelve el proceso de
modernización de la base técnica de la producción agraria riograndense. A partir de
ahora, el sector agrícola pasaría a depender cada vez más de los insumos y maquinarias
de origen industrial para producir sus mercancías. Evidentemente, el fenómeno de la
modernización agraria no quedaría circunscrito a Rio Grande do Sul, sino que sería
expandido por otras regiones de Brasil. En cualquier caso, este proceso de cambio en la
base técnica de la producción agrícola pasaría a ser denominado de modernización
conservadora, una vez que no se proponía alterar la ya fuertemente concentrada
estructura fundiaria existente en el país54.
En efecto, la década de los años cuarenta marcaría también el inicio de los
servicios institucionalizados de extensión rural en el país, como resultado de las
negociaciones y convenios efectuados entre Brasil y Estados Unidos. Más
53 Cf. Pesavento (1994): História do Rio Grande do Sul; op. cit. p. 124. En opinión de Brum, es a partir de la crisis de la explotación policultora y de la falta de perspectivas o alternativas para su superación, que “se deshace el imagen idealizado del granero del país”, ostentado por Rio Grande do Sul desde el inicio del siglo. Cf. Brum, A. J. (1988): Rio Grande do Sul: crise e perspectivas. Ijuí: UNIJUÍ Editora; p. 34.
54 “Durante el proceso de modernización conservadora de la agricultura brasileña, la propiedad de la tierra permaneció no sólo como patrimonio económico, sino también como medio de producción, así como fuente de poder político. No obstante, se trata de una posición de poder que no acepta la transformación tecnológica de la agricultura, manteniendo inmensas áreas de tierras como improductivas”. Cf. Brumer, A. e Santos, J. V. T. (1997): “Tensões agrícolas e agrárias na transição democrática brasileira”. En: São Paulo em Perspectiva, São Paulo, vol. 11, nº 2, abr.jun./1997; pp. 3-14, p. 6.
José A. Costabeber
170
especificamente, el año de 1948 señalaría la implantación del Programa Piloto de Santa
Rita do Passa Quatro, estado de São Paulo, y la fundación de la ACAR (Associação de
Crédito e Assistência Rural), estado de Minas Gerais, mediante convenio entre el
Gobierno del Estado y la AIA (American International Association for Economic and Social
Development).
A partir de mediados de la década de 1950, haciendo parte de las políticas de
modernización de la agricultura en el país, los servicios de Extensión Rural se
extenderían a diversos estados brasileños. En 1955, por ejemplo, era creada la ASCAR
(Associação Sulina de Crédito e Assistência Rural), en el estado de Rio Grande do Sul,
cuya misión, al igual que la de sus similares en otros estados de la federación, era el de
educar a los agricultores para la correcta utilización de las nuevas tecnologías
agropecuarias y, por consiguiente, incrementar la producción, la productividad y la mejora
de las condiciones sociales y económicas de las familias rurales55. La rápida expansión
de las organizaciones de extensión rural en distintas regiones del país resultaría en la
creación, en 1956, de la ABCAR (Associação Brasileira de Assistência Técnica e
Extensão Rural), entidad encargada de coordinar las diversas organizaciones afiliadas a
nivel nacional y acelerar el incipiente proceso de modernización agraria.
Si bien la modernización de la agricultura gaucha y brasileña se mostraría más
tarde como un proceso parcial, selectivo y excluyente, además de presentar una
dinámica de penetración en el campo distinta por región, por cultivo y por categoría de
agricultores, es posible señalar algunas características generales que se manifestarían a
lo largo de su proceso de desarrollo. En opinión de Brum, estas características serían: la
especialización de la producción, con fuerte tendencia al establecimiento de monocultivos
regionales; la consolidación de la empresa rural capitalista, acompañada de la progresiva
pérdida de estabilidad y desaparición de la pequeña propiedad en régimen de trabajo
familiar; la concentración de la propiedad de la tierra, sea mediante la adquisición de
extensas áreas de tierras en nuevas fronteras agrícolas, sea por la absorción de
pequeñas propiedades rurales por parte de medianos y grandes agricultores; la
supervaloración de las tierras, frustrando las aspiraciones de los agricultores más débiles;
55 La implementación de los servicios de extensión rural en el país contó, desde sus inicios, con el asesoramiento técnico, organizativo y operacional de técnicos pertenecientes a agencias americanas de cooperación, significando, por tanto, que el modelo de extensión americano servió de base para la organización e implantación de este tipo de servicio en Brasil. Cf. Fonseca, M. T. L. (1985): A extensão rural no Brasil: um projeto educativo para o capital. São Paulo: Edições Loyola; p. 59-60.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
171
el uso intenso del factor capital en forma de máquinas y equipamientos, de un lado, y de
mano de obra barata y de trabajadores temporarios, de otro lado; la elevada utilización de
capital de terceros y la dependencia acentuada en relación al sector bancario; el estímulo
preferencial y el incremento de productos de exportación en detrimento de los cultivos
destinados al consumo interno; la expulsión de un gran contingente de población de la
zona rural para las periferias urbanas, agravando los problemas sociales decurrentes56.
La larga cita anterior muestra claramente que la modernización de la agricultura
brasileña y riograndense se refiere no sólo a un proceso de cambio en la base técnica,
sino también a una mudanza en las relaciones sociales de producción. En su acepción
más amplia, puede ser entendida como “un proceso genérico de creciente integración de
la agricultura en el sistema capitalista industrial, especialmente por medio de mudanzas
tecnológicas y de ruptura de las relaciones de producción arcaicas y del dominio del
capital comercial”. No obstante, el concepto de modernización puede asumir significados
diferentes, según la época en que se trata. Graziano da Silva proporciona una buena
aclaración al distinguir tres distintas etapas a lo largo de este genérico proceso: la
modernización de la agricultura propiamente dicha, la industrialización de la agricultura y
la constitución de los complejos agroindustriales.
En su significado estricto, como ya hemos dicho antes, la primera etapa de la
modernización correspondería al proceso de transformación en la base técnica de la
producción agropecuaria en el periodo de postguerra, en un esfuerzo de incrementar la
productividad a través de una “nueva manera de producir”. En este periodo de transición,
“la agricultura internaliza en gran medida sus mercados de destino, pero pasa a depender
del exterior (...) para importar máquinas e insumos. Es decir, la tendencia de ‘lo que’
producir se internalizaba gradualmente en función de las exigencias del mercado
nacional, pero los instrumentos necesarios para producir (...) todavía dependían de las
iniciativas individuales y pioneras de los productores”. Sería tan sólo a partir de la
consolidación de la hegemonía del capital industrial con la industrialización pesada en
Brasil (finales de los años cincuenta e inicio de los sesenta) que se despega el proceso
de modernización de la agricultura brasileña57.
56 Cf. Brum (1988): Modernização da agricultura ...; op. cit. p. 69. 57 Los datos relativos al uso de tractores en la agricultura brasileña en este periodo son ilustrativos de
estos cambios: entre 1940 y 1950 el número de tractores pasó de 3.380 unidades para 8.372 unidades; en 1960 eran utilizados ya 61.345 unidades. Asimismo, hasta 1960 la oferta interna de tractores era nula, pero la
José A. Costabeber
172
La segunda etapa —la industrialización de la agricultura— constituiría un momento
específico del proceso de modernización, “a partir del cual la industria pasa a comandar
la dirección, las formas y el ritmo de la mudanza en la base técnica agrícola”. Su
consolidación se da a partir de mediados de la década de los sesenta, cuando el sector
agroindustrial instalado proporciona las máquinas e insumos necesarios para la
continuidad con carácter irreversible del proceso de modernización. La capacidad de
modernización de la agricultura pasa a ser endógena, interna.
Y, finalmente, la tercera etapa del largo proceso de transformación de la agricultura
brasileña —la constitución de los Complejos Agro-industriales— se manifestaría ya en la
década de los años 1970, “a partir de la integración técnica intersectorial entre las
industrias que producen para la agricultura, la agricultura propiamente dicha, y las
agroindustrias procesadoras, integración que sólo se torna posible a partir de la
internalización de la producción de máquinas e insumos para la agricultura58.
Cabe señalar que, dentro de la periodización que hemos referido en el inicio de este
apartado, las dos últimas etapas del proceso de modernización corresponderían ya a la
segunda fase (a partir de 1964) de la formación de la agricultura brasileña
contemporánea y, por ello, merecen algunas consideraciones adicionales.
Efectivamente, esta segunda fase, aunque con sus comienzos aún en los años
1950 a través de la modernización de la base técnica, se profundizaría a partir de
mediados de los años sesenta y en ella se observaría una redefinición de las relaciones
entre la agricultura y la industria, con efectos cualitativamente más complejos sobre el
proceso de producción agrícola. Los años 1960 son señaladores del comienzo de la
“industrialización de la agricultura” brasileña, caracterizada por la intensificación en las
tasas de crecimiento del consumo intermedio en el sector agrario, cuando “el proceso de
producir se torna cada vez más complejo, más dependiente de la producción de otros
sectores de la economía, más intensivo en el uso de capital fijo y circulante”59.
producción interna suplía un 90% de la oferta ya en 1964 y un 99% en 1970. Cf. Graziano da Silva (1996): A nova dinâmica ...; op. cit. p. 18-19.
58 Cf. Graziano da Silva (1996): A nova dinâmica ...; op. cit. p. 30-32 (cursivas en el original). 59 El consumo intermedio —expreso como porcentaje del valor bruto de la producción— indica la
dependencia de la agricultura en relación a la compra de insumos desde fuera; era tan sólo un 13% a finales de los años 1930, alcanzó el 23,5% en 1965, y saltó para casi un 38,7% en 1980. Para Graziano da Silva, “la participación del consumo intermedio en el valor da la producción puede entonces ser vista como un indicador síntesis del proceso de modernización: cuanto más compleja es la base técnica de la producción,
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
173
En este contexto, como pone de manifiesto Graziano da Silva, “el largo proceso de
transformación de la base técnica —llamado modernización— culmina (...) en la propia
industrialización de la agricultura”, que representa “la subordinación de la Naturaleza al
capital que, gradualmente, libera el proceso de producción agropecuaria de las
condiciones naturales dadas, pasando a fabricarlas siempre que fuesen necesarias”. Así
que esta transformación de la base técnica se manifiesta en dos distintos procesos: “uno,
de destrucción de la economía natural, por la retirada progresiva de los diversos
componentes que aseguraban la ‘armonía’ de la producción asentada en la relación
Hombre-Naturaleza (y sus contradicciones); y el otro, de una nueva síntesis, de
recomposición de una y otra ‘armonía’ —también permeada por nuevas
contradicciones— basada en el conocimiento y control cada vez mayor de la Naturaleza y
en la posibilidad de reproducción artificial de las condiciones naturales de la producción
agrícola. A este pasaje se denomina industrialización de la agricultura”60.
En esta fase, “la agricultura pasa a reestructurarse a partir de su inclusión inmediata
en el circuito de producción industrial, no sólo como consumidora de insumos y
maquinarias, sino como productora de materia prima para su transformación industrial”.
El complejo agroindustrial pasa a comandar los procesos de producción en la agricultura,
en la medida en que permite: a) la expansión de la producción agrícola tanto para el
mercado interno como para el mercado externo; b) la generación de un nuevo campo de
valorización del capital, de insumos y de productos industriales vinculados a la
agricultura; y c) el incremento de divisas necesarias para la expansión del modelo
económico, además de ahorrarlas a través del suministro de las necesidades del
mercado interno61.
Este proceso de transformación de la agricultura tradicional en una moderna
agricultura —en base a la introducción de insumos y maquinarias de origen industrial—
adquiriría notable dinamismo en el periodo comprendido entre los años 1965 y 1980,
destacándose en él la decisiva participación del Estado en la interiorización de políticas
con la utilización creciente de insumos (químicos, físicos y biológicos), mayor tiende a ser la proporción del consumo intermedio en la producción”. Cf. Graziano da Silva (1996): A nova dinâmica ...; op. cit. p. 21-23.
60 Cf. Graziano da Silva (1996): A nova dinâmica ...; Op. Cit. p. 3 (cursivas en el original). Con la industrialización de la agricultura, las limitaciones naturales a la producción van siendo superadas: “es como si el hombre pasara a ‘fabricar’ las tierras necesarias mediante la utilización de las técnicas que desarrolló (...) y de las relaciones que se establecen entre los varios agentes sociales de producción”. Cf. Graziano da Silva (1982): A modernização dolorosa ...; op. cit. p. 45.
61 Cf. Sorj (1986): Estado e classes sociais ...; op. cit. p. 11-12.
José A. Costabeber
174
públicas orientadas a la adaptación, difusión y financiación de los paquetes tecnológicos
de la Revolución Verde en distintas regiones del país. Entre estas políticas, y como
veremos adelante, el crédito rural se convertiría en uno de los principales instrumentos
para promover la modernización de la base técnica. Asimismo, era necesario imprimir
mayor dinamismo a la investigación y a la extensión rural en el país. Así que, en 1972,
sería creada la EMBRAPA (Empresa Brasileira de Pesquisa Agropecuária), al objeto de
coordinar y dinamizar las actividades de investigación agraria a nivel nacional. En 1974,
el sistema nacional de asistencia técnica y extensión rural, hasta entonces coordinado
por la ABCAR, sería reestructurado y dinamizado a través de la creación de la
EMBRATER (Empresa Brasileira de Assitência Técnica e Extensão Rural), vinculada al
Ministerio de Agricultura. A nivel de los estados, serían creadas las EMATER,
generalmente vinculadas a las Secretarías Estaduales de Agricultura, al objeto de
ejecutar los servicios de asistencia técnica y extensión rural62. Todos estos cambios
institucionales se han hecho en el sentido de mejor articular los esfuerzos de
investigación y extensión rural (mediante una coordinación nacional centralizada) y de
tornar más eficiente el proceso de difusión de las tecnologías de tipo Revolución Verde
generadas y/o adaptadas en los diferentes centros de investigación instalados en el país.
En efecto, como bien ha sintetizado Aguiar, el proceso de modernización agraria
brasileña estuvo asentado en el trípode sistema nacional de investigación agropecuaria,
sistema nacional de asistencia técnica y extensión rural, y sistema nacional de crédito
rural. Estos tres instrumentos de políticas públicas giraron en torno al paquete
tecnológico: “El primero es el responsable por su generación. El segundo, por su difusión
junto a los agricultores. El tercero, por su financiación (adquisición de máquinas,
fertilizantes, agrotóxicos, semillas). El ‘paquete tecnológico’, por lo tanto, constituye el
vector del proceso de modernización”63.
62 En Rio Grande do Sul, la EMATER/RS (Associação Rio-grandense de Empreendimentos de Assistência Técnica e Extensão Rural) incorporaría, a partir de 1975, la antigua ASCAR.
63 Cf. Aguiar, R. C. (1986): Abrindo o pacote tecnológico: estado e pesquisa agropecuária no Brasil. São Paulo: Pólis; Brasília: CNPq; p. 17. En opinión del mismo autor, “el paquete tecnológico consiste en un conjunto de prácticas y procedimientos técnicos que se articulan entre si y que son utilizados indivisiblemente en un cultivo, según patrones establecidos por la investigación. De esa manera, el paquete tecnológico pasa a corresponder, en verdad, a una línea de montaje, donde el uso de una dada innovación técnica (o insumo de origen industrial) exige el empleo de una dada innovación técnica anterior y la utilización de una cierta innovación técnica posterior. Esa combinación de uso de insumos (y máquinas) no puede ser rompida, bajo el riesgo de invalidar totalmente los resultados de la explotación agraria”. Ibid, p. 123.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
175
Como hemos dicho antes, parece haber consenso entre los analistas de que el
Sistema Nacional de Crédito Rural —instituido en 1965 y operado a partir de 1967— y la
política de crédito rural adoptada se convirtieron en el principal mecanismo para
desencadenar el proceso de cambio en la base técnica y la propia industrialización de la
agricultura brasileña, por lo menos hasta finales de la década de los setenta. En efecto,
aunque se reconozca el importante papel desempeñado por la investigación agraria y
extensión rural en la dinamización del proceso de cambio tecnológico en la agricultura
brasileña, es necesario resaltar que el crédito rural subvencionado representó un
poderoso instrumento para viabilizar económicamente la incorporación de inputs
industriales en el sector agropecuario. Es decir, el mecanismo de crédito rural permitió
mantener los costes de producción artificialmente bajos, e incluso con tasas reales
negativas, abriendo camino para la sustitución de los insumos tradicionales por insumos
modernos intensivos en capital y energía. En el año de 1977, por ejemplo, los beneficios
en la financiación de máquinas y equipamientos agrícolas “representaban una reducción
en el precio nominal de adquisición superior a un 25%” para el usuario del crédito rural64.
Por otra parte, la política de crédito rural adoptada en Brasil ha recibido muchas
críticas por su carácter selectivo y excluyente, ya que los recursos subsidiados,
destinados a la financiación de la modernización agraria, fueron distribuidos de modo no
equitativo entre el conjunto de los agricultores, privilegiando principalmente las medianas
y grandes explotaciones situadas en las mejores tierras. Además, tan sólo cinco cultivos
(soja, café, caña de azúcar, algodón y trigo) consumieron alrededor del 60% de los
recursos crediticios, mientras los productos de consumo popular (maíz, frijol y mandioca)
recibieron menos de un 10% del crédito rural65. Dicho en pocas palabras, las políticas de
crédito oficiales fueron fundamentales para la intensificación tecnológica en la agricultura
brasileña, especialmente en los cultivos destinados a la exportación y/o con mayor
potencial de integración en los complejos agroindustriales, mientras los cultivos
alimentarios de mercado interno y de consumo popular poco se beneficiaron para la
transformación de sus bases técnicas.
64 Cf. Graziano da Silva, J. (1981): Progresso técnico e relações de trabalho na agricultura. São Paulo: Hucitec; p. 99. Como ha señalado Sorj, “La disminución de los precios de la maquinaria permitió viabilizar la mecanización, en la medida en que encareció relativamente el precio de la fuerza de trabajo. En muchos casos, significó un desperdicio sistemático, en la medida en que generó una gran capacidad ociosa y la sustitución innecesaria de maquinarias, por ser más barata la compra de un nuevo instrumento que la sustitución de sus partes”. Cf. Sorj (1986): Estado e classes sociais ...; op. cit. p. 89.
65 Cf. Aguiar (1986): Abrindo o pacote tecnológico ...; op. cit. p. 126.
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176
Eliseo Alves expone, de manera cruda, los supuestos básicos que orientaron la
aplicación del crédito rural en el periodo de auge de la modernización brasileña: “Las
regiones más próximas de los mercados y de mejor infraestructura fueron elegidas para
ser beneficiadas, y dentro de ellas los agricultores de mejor capacidad. Por ello, fue
utilizado un instrumento que tuviera gran capacidad de auto-selección. O sea, que fuera
capaz de eliminar los que no atendían a los objetivos de la política. Este instrumento fue
el crédito rural con tasas de interés muy subsidiadas y plazos convenientes, con la
condición de que fuera usado para la adquisición de insumos modernos. (...) Un
instrumento con esta característica acaba generando presión para que todos puedan
participar de sus beneficios. A finales de los años setenta, este tipo de presión era ya
muy grande. (...) A mediados de la década de los ochenta, el instrumento perdió la
finalidad para la cual había sido imaginado, es decir, beneficiar aquellos agricultores y
regiones con mejores condiciones de modernización”66.
Efectivamente, como defendían Alves y Pastore en la época, “Siendo el objetivo
central el aumento de la producción a corto plazo, es natural concentrar esfuerzos en los
grupos de agricultores que tienen mayor capacidad de absorber la tecnología existente y
de dar respuesta rápida a los incentivos del Gobierno. Estos grupos de agricultores,
innegablemente, pertenecen a los estratos de los medianos y grandes propietarios”67.
Desde esta perspectiva, y valiéndonos de la interpretación que hace Santos, merece la
pena señalar que los argumentos en pro de la transformación de la base técnica de la
agricultura brasileña no necesariamente seguían los fundamentos originales de la “teoría
de la modernización”, a ejemplo de los defendidos por Schultz, ya que éste no preveía
que tan sólo los grandes y medianos agricultores pudieran responder a estímulos de
cambio tecnológico en la agricultura. Ahora bien, en Brasil se procuró “moldear el proceso
de modernización a la estructura agraria existente”, al objeto de acelerar la difusión de
tecnologías modernas mediante fuertes subvenciones, beneficiando primordialmente a
los agricultores mejor dotados de tierra y capital68.
66 Cf. Alves, E. (1993): “Reflexões sobre política agrícola”. En: Revista de Economia e Sociologia Rural, Brasília, vol. 31, nº 2, abr.jun./1993; pp. 91-102, p. 96 (cursivas añadidas).
67 Cf. Alves, E. R. A. e Pastore, A. C. (1980): “A política agrícola do Brasil e a hipótese da inovação induzida”. En: Alves, E. R. et al. (orgs.): Coletânea de trabalhos sobre a EMBRAPA. Brasília: EMBRAPA-DID; pp. 9-20, p. 15. Citados por Santos, R. F. (1988): “Análise crítica da interpretação neoclássica do processo de modernização da agricultura brasileira”. En: Revista de Economia Política, vol. 8, nº 3, jul.sep./1988; pp. 131-148, p. 144.
68 Cf. Santos (1988): “Análise crítica da interpretação ...”; op. cit. p. 144.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
177
Sin ánimo de adentrarnos con más profundidad en este tema, baste con decir que,
como consecuencia inmediata de la política de crédito rural llevada a cabo en los años
sesenta y setenta, hubo “una creciente diferenciación y división de trabajo entre los
agricultores más subsidiados, equipados con tecnología moderna y orientados al
mercado externo o a la agroindustria, por un lado, y la gran mayoría de pequeños
agricultores sin acceso a la tecnología y a la asistencia técnica, cuya producción se
destina al auto-consumo y al mercado interno, por otro”69. En cualquier caso, como pone
de manifiesto Sorj, considerar que la política de crédito rural haya favorecido tan sólo una
minoría de agricultores “no desmerece el hecho de que, desde el punto de vista
capitalista, haya sido cubierta de éxito”70.
Desde esta perspectiva, el hecho de que la agricultura se hace cada vez más
dependiente de la industria suministradora de inputs y compradora de la producción —
conforme avanza el proceso de modernización— modifica también el papel y la
importancia de los diversos actores involucrados en la actividad agraria, mientras la
plusvalía relativa y la capacidad de capitalización de la pequeña producción pasan a
situarse en el centro de ese proceso de reestructuración de las relaciones de producción
en la agricultura. Es decir, “el proceso de penetración creciente del capital en la base del
proceso productivo agrícola determina una transformación y diferenciación constante de
las características de los diferentes tipos de empresas agrícolas”. Mientras gran parte de
los latifundios se transforma en modernas empresas capitalistas, diferenciándose
gradualmente de los latifundios tradicionales, la pequeña producción, a su vez, se
margina o se integra en el complejo agroindustrial, generando una capa de pequeños
agricultores capitalizados71.
En efecto, el proceso de transformación de las relaciones de producción en el
contexto de la agricultura brasileña de los años sesenta y setenta —sin alterar la
estructura fundiaria existente— se ha movido en una triple dirección: “a) depurar las
relaciones de producción capitalistas en las grandes empresas agrícolas; b) fortalecer un
importante sector de agricultores familiares capitalizados; y c) generar una masa de
pequeños agricultores empobrecidos y crecientemente marginados —por su baja
69 Cf. Martine, G. e Beskow, P. R. (1987): “O modelo, os instrumentos e as transformações na estrutura de produção agrícola”. En: Martine e Garcia (orgs.): Os impactos sociais ...; op. cit. pp. 19-39, p. 32.
70 Cf. Sorj (1986): Estado e classes sociais ...; op. cit. p. 116. 71 Cf. Sorj (1986): Estado e classes sociais ...; op. cit. p. 12.
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178
productividad— de los grandes circuitos productivos”. Es también a partir de esta fase
que se instalan en el país un gran número de empresas multinacionales agroindustriales.
Sorj considera que la entrada de estas empresas ha sido facilitada por la casi inexistencia
de investigación nacional en este sector, significando que la agroindustria pasara a
utilizar tecnologías exógenas y, por lo tanto, “no totalmente adecuadas a las necesidades
económicas y ecológicas del país”72.
Sin ánimo de analizar los diversos impactos ecológicos agravados por el modelo de
la Revolución Verde adoptado en Brasil, baste con señalar algunos indicadores que
muestran la intensidad de dichos impactos. El fenómeno de la erosión de suelos, por
ejemplo, acompañó la aceleración de la mecanización y la expansión de los sistemas
agrarios simplificados, en base a monocultivos. Estudios efectuados por el Instituto
Agronômico de Campinas indican que las pérdidas de suelo en la agricultura brasileña
alcanzarían, de media, 25 toneladas por hectárea a cada año73. En determinadas áreas
cultivadas con trigo y soja en la Región Sur de Brasil, se estarían perdiendo más de 100
toneladas de suelo por hectárea, anualmente74. En el caso especifico de Rio Grande do
Sul, estimaciones realizadas por el Departamento de Recursos Renovables de la
Secretaría de Agricultura indican que, en 1985, se perdieron un total de 242,4 millones de
toneladas de suelos fértiles75. Estas pérdidas por erosión se situarían, como media,
alrededor de 40 toneladas por hectárea76, alcanzando, en algunos casos, las 297
toneladas por hectárea77. Asimismo, existirían ya por lo menos 6.000 hectáreas de
72 Como sugiere Sorj, las formas específicas adquiridas por el complejo agroindustrial son producto del contexto político-económico predominante en aquellos años. De esta manera, “la imposición de una tecnología importada, no siempre adecuada a las condiciones ecológicas, el privilegiamento de cierto tipo de maquinaria e insumos, y el ritmo general de expansión del complejo agroindustrial no pueden ser disociados de la apertura de la economía al capital extranjero, a la estructura de distribución de renta, a los subsidios estatales al crédito agrícola y a la represión política dominante en el periodo”. Cf. Sorj (1986): Estado e classes sociais ...; op. cit. p. 12 y 33-34.
73 Cf. Graziano Neto, F. (1986): Questão agrária e ecología: crítica da moderna agricultura. São Paulo: Editora Brasiliense; p. 99.
74 Cf. Paschoal, A. D. (1994): Produção orgânica de alimentos: agricultura sustentável para os séculos XX e XXI. Piracicaba: Escola Superior de Agricultura “Luiz de Queiroz”; p. 12.
75 Cf. Silva, S. T. (1990): “O sul no contexto nacional”. En: FIBGE. Geografia do Brasil. Rio de Janeiro: IBGE; pp. 219-259, p. 250.
76 Cf. EMATER/RS (1991): O setor primário no Rio Grande do Sul - Diagnóstico e perspectivas sócio-econômicas. Porto Alegre: EMATER/RS; p. 23.
77 Cf. Cassol, E. A. (1995): “Perdas de solo por erosão hídrica no Rio Grande do Sul”. En: PRÓ-GUAÍBA. Subprograma sistemas de manejo e controle da contaminação por agrotóxicos. Manejo e conservação de solo (Manual Técnico nº 1). Porto Alegre: EMATER/RS; pp. 29-39.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
179
desiertos en Rio Grande do Sul78, siendo que, en los próximos 50 años, el área
desertificada podrá sobrepasar los 200.000 hectáreas79. En este contexto, merece la
pena recordar que el área cubierta por forestas nativas —que ocupaban originariamente
un 40% del territorio gaucho— estaba reducida ya a un 5,62% de la superficie total en el
inicio de la década de 198080.
A partir de la década de 1970, también aparecería una serie de estudios que
denunciaban las repercusiones económicas, ecológicas y sociales negativas del creciente
uso de agrotóxicos en la agricultura brasileña. Paschoal, por ejemplo, demostraba que la
evolución en la demanda de agrotóxicos estaría acompañando la expansión de los
monocultivos, al mismo tiempo que aumentaban, en número absoluto, las especies
consideradas como “plagas” en los principales cultivos de Brasil81. Y, como no podría ser
diferente de lo sucedido en otros países que experimentaron semejante proceso, las
repercusiones del intenso uso de agrotóxicos también se han manifestado en la
contaminación del suelo, del agua, de los alimentos, de los animales y del propio
hombre, con nítidos reflejos sobre la salud pública brasileña82. Asimismo, la
homogeneización de los procesos de producción en extensas áreas agrícolas del país —
mediante la introducción de variedades de semillas de “alta respuesta” a los tradicionales
insumos modernos de la Revolución Verde— estaría contribuyendo a acelerar la erosión
genética y la pérdida de la biodiversidad, así como a aumentar la dependencia de los
agricultores brasileños respecto a las industrias productoras de semillas e insumos
químicos83.
Además, Müller —refiriéndose al resultado de las transformaciones de la agricultura
brasileña acaecidas en el periodo de 1960 a 1980— concluye que “alrededor de un 20%
78 Cf. Soffiati, A. (1988): Ecologia: reflexões para debate. São Paulo: Edições Paulinas; p. 57. 79 Cf. Silva (1990): “O sul no contexto nacional”; op. cit. p. 250. 80 Los datos son del Inventario Florestal Nacional - Floresta Nativas do RGS (1983), realizado por la
Universidade Federal de Santa Maria a través de la FATEC (Fundação de Apoio à Tecnologia e a Ciência). Cf. Feldens, L. P. (1989): A dimensão ecológica da pequena propriedade no Rio Grande do Sul. Porto Alegre: Secretaria da Agricultura e Abastecimento; p. 129.
81 Según este autor, en 1958 se conocían 193 especies consideradas plagas; en 1976, eran conocidas ya 593 plagas en la agricultura brasileira. Cf. Paschoal, A. D. (1979): Pragas, praguicidas e a crise ambiental: problemas e soluções. Rio de Janeiro: Fundação Getúlio Vargas; p. 80.
82 Cf. Rüegg, E. F. et al. (1991): Impacto dos agrotóxicos sobre o ambiente, a saúde e a sociedade. São Paulo: Icone Editora.
83 En este sentido, véase, por ejemplo, Paschoal, A. D. (1987): “Prefácio do tradutor”. En: Mooney, P. R. O escândalo das sementes: o domínio na produção de alimentos. São Paulo: Nobel; pp. XII-XXVI.
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de los agricultores [hacían] parte de la agricultura dinámica, moderna, y [respondían] por
algo como el 80% de la producción”. Por consiguiente, un 80% de los agricultores
continuaban en la agricultura atrasada, produciendo cerca de una quinta parte de la
producción agraria nacional84. Ello en nada reduce el valor social que seguía teniendo la
pequeña producción agraria en este periodo, pues, como ha apuntado Martine, “en 1980,
las explotaciones de menos de 50 ha, con un 12,6% del área total, respondían por un
69% de todo el personal ocupado en la agropecuaria”85.
Durante los primeros años de la década de los ochenta —cuando empiezan a
decaer gradualmente las tasas de subvención al crédito rural, así como los volúmenes de
recursos colocados a la disposición de los agricultores para nuevas inversiones en pro de
la modernización—, el ritmo del proceso de transformación de la base técnica se
mostraría “significativamente más lento comparado con los de los dos quinquenios
anteriores”. Asimismo, “la proporción de establecimientos con tractor se mantuvo
aproximadamente en el mismo nivel de 1980 (un 7%), mostrando que todavía [regía] en
el proceso de modernización de la agricultura brasileña, iniciada en el postguerra, un
aspecto fundamental: su carácter excluyente”86.
Tomando los datos de la producción agropecuaria brasileña de los años ochenta,
Graziano da Silva señala que el subsector agrícola presentó un crecimiento de un 28%
en el período 1980/90, mientras el subsector ganadero de casi un 50%. En ambos casos,
las tasas de crecimiento sobrepasaron a la tasa de crecimiento de la población. En el
periodo 1980/89, el índice de rendimientos físicos ponderado por el valor del producto
creció un 58%, y el índice ponderado por el área aumentó un 36%. El crecimiento de la
“productividad de la tierra” estaría representando, pues, una novedad histórica, una vez
que el incremento de la producción agropecuaria brasileña siempre ha sido por la
expansión del área cultivada87.
84 Cf. Müller, G. (1989): Complexo agroindustrial e modernização agrária. São Paulo: HUCITEC-EDUC; p. 127. Para el mismo autor, el proceso de industrialización del campo en Brasil fue parcial, pero sus determinaciones han sido generales: “la pobreza y la desnutrición en el campo son sus efectos visibles” (Ibid, p. 76).
85 Cf. Martine, G. (1991): “A trajetória da modernização agrícola: a quem beneficia?”. En: Lua Nova, nº 23, São Paulo, CEDEC, mar./1991; pp. 7-37, p. 22.
86 Cf. Graziano da Silva (1996): A nova dinâmica ...; op. cit. p. 123-124. 87 Cf. Graziano da Silva (1996): A nova dinâmica ...; op. cit. p. 127. Podrían estar contribuyendo para
este aumento de los rendimientos físicos los siguientes aspectos: a) la reorganización espacial en tierras más aptas y la reducción de la incorporación de tierras menos fértiles; b) una reducción significativa de los costes
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
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Pese a este relativo dinamismo que sigue manteniendo la agricultura brasileña en
los años más recientes, varios autores señalan el incremento de las desigualdades
sociales, con reflejos especialmente importantes sobre las pequeñas unidades de
producción. El proceso de modernización agraria en el periodo postguerra “es parte del
proceso capitalista de desarrollo a que está sometido el país, y se expresa de manera
contradictoria por la riqueza y la miseria que genera: de un lado, por el crecimiento de la
producción y de la productividad; de otro lado, por los resultados perversos desde el
punto de vista de sus implicaciones sociales”88. Como consecuencias más inmediatas de
este proceso, se asiste la continuidad del éxodo rural, la concentración de la posesión de
la tierra y de la renta en manos de un número cada vez menor de agricultores
tecnificados y orientados al cultivo de productos con mayor valor relativo en la
agropecuaria nacional. En el otro extremo, millones de familias de agricultores no
consiguen su plena integración en la nueva manera de producir, lo que pone en
evidencia, una vez más, el carácter parcial y selectivo del proceso de modernización
conservadora implantado en el país.
En efecto, una de las características esenciales de la agricultura brasileña
contemporánea es su notable heterogeneidad, tanto en lo que respecta a la tecnología y
los procesos productivos empleados, como a las condiciones socioeconómicas y
culturales de las poblaciones rurales en las distintas regiones del país. En este contexto,
es necesario resaltar que, actualmente, sería posible identificar un “bimodalismo” en la
estructura de la producción agraria nacional, donde destaca la fuerte presencia de dos
grandes modelos de organización de la producción: la agricultura patronal y la agricultura
familiar. Pese a una serie de ventajas aparentes que presenta la explotación familiar
sobre la patronal89, las políticas públicas diseñadas para la modernización de la
con mano de obra; y c) una posible mejor utilización de insumos modernos en función del aumento de sus costes relativos. Serían, pues, esencialmente innovaciones de procesos, no sólo agronómicas, sino también organizativas, las que permitieron una mejor gestión de las empresas agrarias en la década de los años 1980. (Ibid, p. 146-147).
88 Cf. Graziano da Silva, J. e Kageyama, A. A. (1989): “As estrategias sociais dos agricultores: a produção camponesa e o desenvolvimento recente do capitalismo no Brasil”. En: Anais do Seminário sobre a Agricultura Brasileira nos Anos 90: Desafios e Perspectivas. Curitiba: Editora da UFPR; pp. 153-177; p. 174.
89 Como sugiere la FAO/INCRA, “la agricultura patronal utiliza poca cantidad de trabajadores residentes y provoca fuerte concentración de renta y exclusión social, mientras la agricultura familiar, al contrario, presenta un perfil esencialmente distributivo, además de ser incomparablemente mejor en términos socioculturales. Desde el punto de vista de la sustentabilidad (...), son inmensas las ventajas presentadas por la organización familiar en la producción agropecuaria, debido a su énfasis en la diversificación y a la mayor maleabilidad de su proceso de toma de decisiones”. Cf. FAO/INCRA (1994): Diretrizes de política agrária e
José A. Costabeber
182
agricultura brasileña en las últimas décadas no sólo han privilegiado las grandes
explotaciones por su supuesta mayor eficiencia técnico-económica y productiva, sino que,
sobre todo, han limitado las oportunidades de evolución social y económica de la
agricultura familiar90, lo que convierte a Brasil en uno de los ejemplos más chocantes de
“desprecio e intolerancia” respecto a esta forma de organización de la producción”91. No
obstante, la agricultura familiar sigue resistiendo, además de ser numéricamente
importante y de tener significativa participación relativa en la producción agraria en
determinadas regiones del país.
De hecho, las estimaciones realizadas por la FAO/INCRA en 1996 indican la
existencia de 4.339.053 unidades familiares de producción, lo que representaría el 74,8%
de las 5.801.809 explotaciones agrarias existentes en el país. A pesar de esta
predominancia numérica, la agricultura familiar ocupa tan sólo un 22,2% de los 374.925
mil hectáreas de área total y utiliza sólo un 10,7% de los recursos destinados a la
financiación de la agricultura en el país. Aún así, las explotaciones familiares producen un
28% del valor bruto de la producción agraria y proporcionan puestos de trabajo para
13.913 mil personas, es decir, el 59,5% del total de puestos de trabajo en la agricultura
nacional.
En el ámbito de la Región Sur, donde se incluye el estado de Rio Grande do Sul, el
peso social y económico de la agricultura familiar se hace más visible. Es decir, en su
conjunto, los tres estados más meridionales de Brasil presentan 918.827 explotaciones
familiares, correspondiendo a un 76,7% de las 1.198.542 explotaciones existentes en la
región. Ocupando un 36,5% del área total y utilizando un 19,7% de los recursos
destinados a la financiación de la agricultura, estas explotaciones familiares logran
producir un 43% del valor de la producción agraria total regional. Además, responden de
desenvolvimento sustentável. Versión resumida del Informe Final del Proyecto UFT/BRA/036; noviembre de 1994. Brasília: FAO/INCRA, p. 2-3.
90 El estudio de la FAO/INCRA sobre el perfil de la agricultura familiar brasileña considera tres las características esenciales que definen este tipo de empresa: a) la gestión de la unidad productiva y las inversiones en ella realizadas son ejecutadas por individuos que mantienen entre sí lazos de parentesco o de matrimonio; b) la mayor parte del trabajo es igualmente proporcionado por los miembros de la familia; y c) la propiedad de los medios de producción (aunque no siempre la tierra) pertenece a la familia y es en su interior que se efectúa su transmisión en caso de fallecimiento o de jubilación de los responsables por la unidad productiva. Cf. FAO/INCRA (1996): Perfil da agricultura familiar no Brasil: dossiê estatístico. Brasília: FAO/INCRA; p. 4. Las consideraciones a continuación están basadas sobre todo en este documento.
91 Cf. Veiga, J. E. (1996): “Política agrícola diferenciada”. En: Teixeira, E. C. e Vieira, W. C. (eds.): Reforma da Política Agrícola e Abertura Econômica. Viçosa: VIII Seminário Internacional de Política Agrícola; pp. 31-47, p. 33.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
183
un 65,6% del personal ocupado en la agricultura, lo que representa un componente de
gran interés social.
Efectivamente, el estudio de la FAO observa que, si bien los agricultores familiares
poseen menor cantidad de tierra y reciben menor volumen de crédito que los agricultores
patronales, son capaces de contribuir relativamente con un volumen mayor de la
producción que estos últimos. Dicho en otras palabras, “los agricultores familiares son
más eficientes en el uso de los factores tierra y capital que los agricultores patronales”92.
Sin embargo, la agricultura familiar tanto en el ámbito del país, en general, como en el
contexto riograndense, en particular, no constituye un todo homogéneo, sino más bien un
sector altamente heterogéneo y de gran complejidad. Esta heterogeneidad se manifiesta
desde diferentes aspectos de la producción, sea en términos de la posesión de la tierra y
de la renta, sea en términos de inserción en el mercado y de integración en el moderno
sistema de producción agroindustrial.
Esta diversidad de formas y de estadios por las que viene pasando la agricultura
familiar brasileña —y esto es válido también para el ámbito de Rio Grande do Sul—
queda satisfactoriamente sintetizada en los estudios realizados por la FAO/INCRA, recién
mencionados, que consideran la existencia de tres grandes categorías de agricultura
familiar: a) la consolidada; b) la en transición; y c) la periférica93.
Es necesario resaltar que, de las 4.339.053 explotaciones consideradas familiares,
tan sólo 1.150.433 (un 26,5%) estarían incluidas en el estrato de la agricultura familiar
consolidada. Con una superficie media de 32,1 hectáreas, estarían generando una RMB
(Renda Monetaria Bruta) media de 57,1 s.m.a. (salarios mínimos anuales), lo que le
permite atender las necesidades de alimentación de la familia y, al mismo tiempo, realizar
92 Cf. FAO/INCRA (1996): Perfil da agricultura familiar ...; op. cit. p. 14. 93 De modo harto esquemático, podría decirse que la agricultura familiar consolidada se refiere a “las
explotaciones familiares integradas al mercado y con acceso a las innovaciones tecnológicas y a las políticas públicas; la mayoría funciona en patrones empresariales, algunas de ellas incluso logrando integrar el llamado agribusiness”. La agricultura familiar en transición, a su vez, sería constituida por “las explotaciones familiares con acceso sólo parcial a los circuitos de la innovación tecnológica y del mercado, sin acceso a la mayoría de las políticas y programas gubernamentales; aunque no estén consolidadas como empresas, poseen amplia potencia para su viabilización económica”. Y, finalmente, la agricultura familiar periférica estaría integrada por “explotaciones rurales generalmente inadecuadas en términos de infraestructura y cuya integración productiva en la economía nacional depende de fuertes y bien estructurados programas de reforma agraria, crédito, investigación, asistencia técnica y extensión rural, agroindustrialización, comercialización, entre otros”. Cf. Ministério da Agricultura e do Abastecimento. Secretaria de Desenvolvimento Rural (1996): Programa nacional de fortalecimento da agricultura familiar. Brasília: Ministério da Agricultura e Abastecimento; p. 7.
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determinadas inversiones en actividades productivas. En este sentido, el sector
consolidado —que está concentrado sobre todo en la región sur— estaría contribuyendo
con prácticamente dos tercios del valor de la producción generado por la agricultura
familiar en el país.
La agricultura familiar en transición estaría representada por 1.020.312
explotaciones, correspondiendo a un 23,5% del total de explotaciones familiares del país.
La superficie media de este estrato es de 16,1 hectáreas, o sea, la mitad del estrato
anterior. Sin embargo, la RMB alcanza 12,0 s.m.a., lo que representa tan sólo un 20% de
la obtida por la agricultura familiar consolidada. Con esta renta, el sector en transición
consigue atender por lo menos los requerimientos alimentarios básicos del grupo
doméstico, pero se mantiene con baja capacidad de inversión en actividades de carácter
productivo. El gran desafío sería, pues, el establecimiento de instrumentos que generaran
nuevas oportunidades de expansión y/o reconversión productiva para el mayor número
posible de estas explotaciones familiares en transición94. Si no reciben apoyo inmediato
de políticas agrarias y agrícolas, asegura el estudio de la FAO/INCRA, las más de un
millón de explotaciones en transición podrán convertirse en un grupo periférico95.
Y, finalmente, el estrato de la agricultura familiar periférica estaría constituido por
2.168.308 explotaciones, es decir, un 50% del total. Poseyendo una superficie media de
13,7 hectáreas, obtienen una RMB media de apenas 0,5 s.m.a., es decir, veinticuatro
veces menor que la obtenida por las explotaciones en transición y cientocatorce veces
menor que la obtenida por las explotaciones consolidadas. Con una renta monetaria casi
nula, gran parte de este sector de la agricultura familiar no tiene vinculación alguna con
los mercados de insumos y productos y no presenta un perfil de producción agropecuaria,
viviendo, pues, fundamentalmente de otras actividades rurales, pero no agrícolas.
Asimismo, los agricultores familiares periféricos estarían desarrollando sus actividades en
zonas de recursos naturales más pobres comparadas con las explotadas por aquellos
agricultores de mejores rentas. De acuerdo con la FAO/INCRA, este sector de la
agricultura familiar brasileña debería ser objeto tanto de políticas agrarias —para la
reestruccturación de sus sistemas productivos—, como de políticas sociales96.
94 Cf. FAO/INCRA (1994): Diretrizes de política agrária ...; op. cit. p. 5. 95 Cf. FAO/INCRA (1996): Perfil da agricultura familiar ...; op. cit. p. 23. 96 Cf. FAO/INCRA (1996): Perfil da agricultura familiar ...; op. cit. p. 23.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
185
Como hemos dicho antes, aunque las explotaciones familiares consolidadas estén
distribuidas en todo el territorio brasileño, su mayor concentración se da en la Región Sur.
El estudio de la FAO/INCRA no menciona en qué categorías (consolidada, en transición o
periférica) se sitúan las 918.827 explotaciones familiares existentes en esta región, ni
mucho menos en el caso específico de Rio Grande do Sul97. Pero, en cualquier caso, es
posible observar el desequilibrio, en términos de RDB media, existente entre las tres
categorías de explotación familiar en dicha región. O sea, las explotaciones familiares
consolidadas obtienen una RMB media de 100,1 s.m.a., lo que corresponde a cuatro
veces la obtenida por las explotaciones en transición (23,0 s.m.a.) y a cincuenta veces a
la obtenida por las explotaciones periféricas (2,1 s.m.a.). En términos de la superficie
media de las tres categorías de explotación familiar en la Región Sur, el estudio indica
31,5 hectáreas para la consolidada, 16,7 hectáreas para la en transición, y 13,4
hectáreas para la periférica98.
Como creemos haber demostrado hasta aquí, el proceso de transformación
tecnológica en la agricultura brasileña —por su carácter parcial y selectivo— estaría
resultando en un considerable aumento de las desigualdades sociales, con notables
reflejos sobre la agricultura familiar. Como consecuencia de ello, se estaría diseñando
una polarización creciente: “de un lado, una pérdida gradual del papel productivo de los
segmentos más pobres de pequeños agricultores, de modo a convertir la tierra que
poseen en mero local de morada o, cuando mucho, producción para auto-consumo de la
familia; de otro, una tecnificación creciente de los productores familiares integrados en los
complejos agroindustriales, aliando un patrimonio inmovilizado cada vez mayor a
menores niveles de autonomía en la organización de su propio proceso productivo. O
sea, de un lado, un segmento de empresas familiares relativamente prósperas y bastante
97 Respecto al contexto de Rio Grande do Sul, es interesante la tipología y cuantificación elaborada por Fandiño sobre las formas básicas de agricultura familiar. Sus resultados indican que un 93% de la explotaciones gauchas se encuadrarían como forma familiar de producción, siendo posible distinguirlas en tres categorías: a) la familiar capitalizada, que estaría representada por un 16% de las explotaciones; b) la familiar de subsistencia, que sería compuesta por un 20% de las explotaciones; y c) la familiar marginal, que incluiría un 64% de las explotaciones. Los agricultores familiares encuadrados en la forma marginal, por la precariedad de sus recursos productivos, estarían complementando sus rentas agrarias con actividades extra-predial, pero sin abandonar su residencia en el campo. Cf. Fandiño Mariño, J. M. (1994): “A forma de produção pós-chayanoviana na agricultura familiar: conceituação e quantificação”. En: Cadernos de Sociologia - Número Especial, Porto Alegre: UFRGS; pp. 43-61.
98 Como señala el propio Informe, estos datos muestran que la diferencia de renta observada entre el segmento periférico y el segmento en tansición no se explica por el tamaño de la superficie de la explotación; así que el tamaño de la explotación no es condición suficiente en el sentido de garantizar la ascención de un grupo periférico a un grupo de transición. Cf. FAO/INCRA (1996): Perfil da agricultura familiar ...; op. cit. p. 18-21.
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186
tecnificadas, que tiende a ser más estable y a ‘inmovilizarse’ mediante contratos de
integración en distintas ramas de actividades; de otro, una continua
recreación/destrucción en todas las zonas del país de pequeños agricultores
empobrecidos, poco tecnificados y no integrados en los CAIs”99.
Paralelamente a este proceso de diferenciación interna, se observa una elevación
de la escala mínima de la producción, obligando al pequeño agricultor a desarrollar una
tecnificación continua —a ejemplo de la ya mencionada “espiral tecnológica” de
Cochrane— para poder permanecer en la actividad. En opinión de Graziano da Silva, “las
fuerzas que controlan esa carrera —es decir, la adopción de las innovaciones
tecnológicas— tenderán a acelerar su velocidad de transformación en los próximos años.
Con eso, se eliminarán una parte significativa de estos productores hoy tecnificados,
marginándolos de los complejos agroindustriales”. La tendencia es a que, en el futuro, la
agropecuaria brasileña estaría segmentada no más en grandes o pequeños agricultores,
sino en agricultores integrados y agricultores no integrados en los CAIs. Aquellos no
integrados estarían, a su vez, condenados a actividades marginales, tanto desde el punto
de vista productivo, como desde el punto de vista de la reproducción de la clase
trabajadora100.
En síntesis, podría decirse que la modernización conservadora de la agricultura
brasileña, iniciada en el periodo de postguerra e intensificada a partir de mediados de la
década de 1960, estaría presentando tres características fundamentales. Primero, ha
permitido el incremento de la producción y de la productividad en importantes cultivos y
en determinadas regiones geográficas del país, pero manteniendo una estructura agraria
fuertemente concentrada. Segundo, no ha sido capaz de incorporar una enorme masa de
familias de agricultores en el proceso de cambio tecnológico, aumentando así las
desigualdades socioeconómicas históricamente existentes en el seno de la agricultura
brasileña. Tercero, el proceso de modernización de la base técnica, asentado en la
utilización intensiva de insumos químicos y mecánicos de origen industrial, ha también
agravado los problemas de carácter ecológico-ambiental, poniendo en riesgo la
sustentabilidad de las prácticas agrarias en el medio y largo plazos. De las
contradicciones generadas a partir del proceso de modernización e industrialización de la
99 Cf. Graziano da Silva (1996): A nova dinâmica ...; op. cit. p. 173-174. 100 Cf. Graziano da Silva (1996): A nova dinâmica ...; op. cit. p. 174-175.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
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agricultura brasileña en las últimas décadas, resulta que, “dependiendo de la visión del
analista, Brasil es apuntado como modelo a seguir o como ejemplo a ser evitado”101.
3.2. Aspectos demográficos y fundiarios
La población de Rio Grande do Sul prácticamente se ha duplicado en un período de
treinta años (1950-1980), alcanzando en el inicio de los años 1990 más de 9 millones de
habitantes. Conforme se puede observar en el Cuadro nº 2, ha habido grandes cambios
respecto a la evolución de las poblaciones rural y urbana a partir de la mitad del siglo. En
el año 1950, cerca de dos tercios de la población gaucha vivían en el campo. En 1980,
menos de un tercio de la población permanecía en las zonas rurales, mostrando con ello
no sólo una brutal reducción porcentual de la población rural, sino también una expresiva
disminución de su número en términos absolutos. Según Schneider, 854.000 personas
abandonaron el campo en Rio Grande do Sul en los años sesenta; en la década de los
setenta, otras 1.262.000 personas migraron de las zonas rurales hacia los centros
urbanos102. Ello supone, pues, un éxodo rural de más de dos millones de personas en un
periodo de tan sólo veinte años.
El último censo demográfico, realizado en 1991, indica que la población total de Rio
Grande do Sul en aquel año era de 9.138.670 habitantes, siendo 6.996.542 (76,6%)
residentes en las zonas urbanas y tan sólo 2.142.128 (23,4%) residentes en las zonas
rurales. Vale observar que, actualmente, casi la mitad de la población urbana gaucha
está concentrada en la región metropolitana de la capital, Porto Alegre. Asimismo, parece
que la tendencia hasta ahora observada de reducción (relativa y absoluta) de la población
rural deberá continuar en los próximos años, pues según las estimativas realizadas por el
IBGE, en el año 2000 más del 80% de la población de Rio Grande do Sul estaría viviendo
en centros urbanos.
101 Cf. Martine, G. (1987): “Efeitos esperados e imprevistos da modernização agrícola no Brasil”. En: Martine, G. e Garcia, R. C. (orgs.): Os impactos sociais da modernização agrícola. São Paulo: Caetés; pp. 9-15, p. 11.
102 Cf. Schneider, I. (1994): “Êxodo, envelhecimento populacional e estratégias de sucessão na exploração agrícola”. En: Indicadores Econômicos, Porto Alegre, vol. 2, nº 4, ene./1994; pp. 259-268, p.
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188
Cuadro 2 - Evolución de la población urbana, rural y total en Rio Grande do Sul (1950-2000).
Población Urbana Población Rural Población Total
Años Nº hab. % Nº hab. % Nº hab. %
1950 1.421.980 34,1 2.742.841 65,9 4.164.861 100,0
1960 2.445.774 44,9 3.003.049 55,1 5.448.823 100,0
1970 3.553.006 53,3 3.111.885 46,7 6.664.891 100,0
1980 5.250.940 67,5 2.522.897 32,5 7.773.837 100,0
1990 7.037.100 76,8 2.126.100 23,2 9.163.200 100,0
2000∗ 8.570.100 82,0 1.884.300 18,0 10.454.400 100,0
Fuente: Elaborado a partir de Tambara (1985) y DESER (1992). ∗ Datos proyectados por el IBGE.
Evidentemente, la reducción de la población rural no constituye una particularidad
de Rio Grande do Sul y no está al margen de los cambios estructurales resultantes de las
políticas de modernización de la agricultura llevadas a cabo a nivel nacional en las
últimas décadas. Los años sesenta y setenta fueron testimonio de un espectacular éxodo
rural en todo el país, y los datos disponibles muestran que “el desfase entre el ritmo de
reproducción de la fuerza de trabajo y la expansión de la oferta de empleo en el campo
produjeron, durante la década de los setenta, el mayor éxodo rural conocido en Brasil.
Casi 16 millones de personas abandonaron una residencia rural para vivir en las
ciudades”103. Al considerarse el periodo comprendido entre 1960 y 1980, ese éxodo
alcanza casi 30 millones de brasileños104.
260. En opinión de este autor, el crecimiento del éxodo rural en Rio Grande do Sul “confirma la tesis de que la modernización de la agricultura es factor de su aceleración”.
103 Cf. Martine, G. (1987): “Êxodo rural, concentração urbana e fronteira agrícola”. En: Martine, G. e Garcia, R. C. (orgs.): Os impactos sociais da modernização agrícola. São Paulo: Caetés; pp. 59-79, p. 59.
104 Cf. Martine, G. (1987): “Efeitos esperados e imprevistos da modernização agrícola no Brasil”. En: Martine, G. e Garcia, R. C. (orgs.): Os impactos sociais da modernização agrícola; op. Cit. pp. 9-15, p. 11. Cf. también Martine, G. (1991): “A trajetória da modernização agrícola: a quem beneficia?”; op. cit. p. 10.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
189
El Cuadro nº 3 es ilustrativo de los cambios demográficos habidos a nivel nacional
en los últimos 50 años y de la similitud que presentan en relación a la situación
observada en Rio Grande do Sul. Vale resaltar que la población brasileña para el año
2000 está estimada en 180 millones de habitantes, lo que significa un incremento de
250% en relación a la población existente a mediados del siglo. En el mismo periodo, la
población urbana se habrá multiplicado por casi ocho veces, correspondiendo, en
términos absolutos, a un incremento de 125 millones de personas. Por otra parte, la
población rural —que en 1950 representaba casi dos tercios de la población total—
estaría reducida a tan sólo una quinta parte en el año 2000. Como se puede observar en
el mismo cuadro —y eso es válido también para Rio Grande do Sul—, es a partir de los
años 1970 que se inicia una disminución de la población rural también en términos
absolutos; la observación de tal fenómeno es coincidente con el periodo en que se
intensifica el proceso de cambio en la base técnica de la agricultura brasileña.
Cuadro 3 - Evolución de la población urbana, rural y total en Brasil (1950-2000).
Población Urbana Población Rural Población Total
Años Nº hab. % Nº hab. % Nº hab. %
1950 18.782.891 36,2 33.161.596 63,8 51.944.487 100,0
1960 31.303.034 44,7 38.767.423 55,3 70.070.457 100,0
1970 52.084.984 55,9 41.054.053 44,1 93.139.037 100,0
1980 80.436.409 67,6 38.566.297 32,4 119.002.706 100,0
1990 112.743.700 75,0 37.624.100 25,0 150.367.800 100,0
2000∗ 143.105.100 79,7 36.381.400 20,3 179.486.500 100,0
Fuente: Elaborado a partir de IBGE (varios años) y DESER (1992). ∗ Datos proyectados por el IBGE.
Respecto a los aspectos fundiarios, el Cuadro nº 4 muestra la evolución de la
distribución de las tierras en Rio Grande do Sul por estratos de superficie en el periodo de
1970 a 1985. Como se puede observar, en el año 1985 existían 497.000 explotaciones
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190
agrarias, ocupando un área de casi 24.000.000 de hectáreas. Hay que resaltar que, de
este total, cerca de 320.000 explotaciones (64%) poseían una superficie inferior a 20
hectáreas y ocupaban tan sólo 2.730.000 hectáreas (11%) del total de las tierras. Al
considerarse las explotaciones con superficie de hasta 50 hectáreas, se observa que
representaban el 86% del número total de explotaciones existentes y ocupaban una
cuarta parte del área total. En el otro extremo de la distribución, se constata que las 8.200
explotaciones con 500 o más hectáreas, representando tan sólo un 10% del número total,
ocupaban un área de 10.000.000 de hectáreas, es decir, más de un 40% de las tierras de
Rio Grande do Sul.
El Cuadro nº 4 también permite que se observe la evolución de la estructura de
distribución de las tierras. Comparando los datos de 1970 y 1985, se puede notar que
hubo una disminución en el número absoluto (de 448 mil para 430 mil) y en el área
ocupada (de 6.500 mil para 6.065 mil hectáreas) por las explotaciones con hasta 50
hectáreas. Por otro lado, hubo un aumento tanto en el número absoluto, como en el área
ocupada por las explotaciones con 500 o más hectáreas. De modo similar, tales
incrementos también se observan en el estrato de 50 a 500 hectáreas de área: en 1970
eran 56.000 explotaciones con 7.420 mil hectáreas; en 1985 totalizaban 58.000
explotaciones con 7.820 mil hectáreas. Estos datos muestran, pues, que está habiendo
un crecimiento en las tasas de concentración de la posesión de la tierra: el Índice de Gini,
que era de 0,756 en 1970, alcanzó 0,764 en 1985105.
Aunque siendo ya bastante elevada la concentración de la propiedad de la tierra en
Rio Grande do Sul, a nivel de Brasil esta concentración es todavía mayor. A título de
ilustración de la realidad nacional, presentamos el Cuadro nº 5, que sintetiza la evolución
de la estructura de distribución de la tierra por estrato de área de 1970 a 1985. Como
puede verse, en 1985 había 5.800.000 de explotaciones, distribuidas en 375.000.000 de
hectáreas. Cabe notar que, en 1985, las explotaciones con menos de 50 hectáreas
(4.787.000) representaban más de 80% del total de explotaciones existentes, mientras el
área ocupada por ese estrato (49.400.000 hectáreas) era de tan sólo un 13% del total.
Asimismo, es necesario resaltar que, de 1970 a 1985, ha disminuido de un 15% a un 13%
la participación relativa de ese estrato en el área total ocupada.
105 Los datos son de Hoffmann, R. (1982, 1987), citados por Sousa Filho, F. R. (1994): “As transformações no espaço agrário ‘Sul-Rio-Grandense’ pós 60”. En: Cadernos de Sociologia - Número Especial, Porto Alegre: UFRGS; pp. 74-96, p. 89.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
191
Las explotaciones de tamaño comprendido entre 50 y 500 hectáreas
representaban, en 1985, un 15% del número total de explotaciones, y ocupaban casi un
tercio del área total. Entre 1970 y 1985 hubo poca variación relativa tanto en el número
de explotaciones, como en el área ocupada en ese estrato. Sin embargo, es el estrato
que reúne las explotaciones con área igual o superior a 500 hectáreas el que presentó los
cambios más significativos. Así, en 1970, las 85.000 explotaciones (1,70%) abarcaban
150.000.000 hectáreas, lo que equivale a la mitad del área total. En 1985, eran ya
110.080 explotaciones (1,90%) y ocupaban más de 200.000.000 de hectáreas, lo que
corresponde a un 55% de las tierras. Se puede concluir, por tanto, que la concentración
en la posesión de la tierra en Brasil ha crecido en las últimas décadas, y eso queda
reflejado en el Índice de Gini: sus valores alcanzaron 0,842 en 1960; 0,855 en 1975; y
0,858 en 1985106.
106 Cf. Graziano da Silva, J. (1996): “Brasil: cambios estructurales y movimientos sociales en el campo" En: Zamosc, L.; Martínez Borrego, E. y Chiriboga, M. (coords.): Estructuras agrarias y movimientos campesinos en América Latina (1950-1990). Madrid: MAPA, Serie Estudios; pp. 25-73, p. 33.
José A. Costabeber
192
Cuadro 4 - Evolución de la estructura agraria por estrato de área en Rio Grande do Sul:
(1970-1985).
1970 1985 Estrato por Área
(ha) Expl. (nº) % Área
(ha) % Expl. (nº) % Área
(ha) %
Menos de 10 177.519 34,65 853.462 3,58 181.777 36,57 874.990 3,67
De 10 a 20 143.774 28,06 1.964.259 8,25 135.464 27,25 1.859.307 7,80
De 20 a 50 126.849 24,76 3.685.854 15,48 113.108 22,75 3.331.014 13,98
De 50 a 100 30.446 5,94 2.049.507 8,61 30.768 6,19 2.075.575 8,71
De 100 a 200 14.530 2,84 2.000.960 8,40 15.471 3,11 2.119.088 8,90
De 200 a 500 10.940 2,14 3.368.818 14,15 11.754 2,36 3.628.034 15,23
De 500 a 1000 4.348 0,85 3.001.508 12,61 4.908 8,99 3.385.945 14,21
De 1000 a más 3.235 0,63 6.882.811 28,91 3.329 0,66 6.547.739 27,50
Sin declaración 653 0,13 593 0,12
Total 512.294 100,0 23.807.179 100,0 497.172 100,0 23.821.695 100,0
Fuente: DESER - Departamento Sindical de Estudos Rurais (1992).
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
193
Cuadro 5 - Evolución de la estructura agraria por estrato de área en Brasil: (1970-1985).
1970 1985 Estrato por Área
(ha) Expl. (nº) % Área
(ha) % Expl. (nº) % Área
(ha) %
Menos de 10 2.519.630 51,17 9.083.496 3,09 3.064.822 52,83 9.986.637 2,66
De 10 a 20 768.448 15,61 10.742.832 3,65 815.029 14,04 11.309.866 3,02
De 20 a 50 824.090 16,74 25.424.849 8,64 907.481 15,64 28.115.016 7,50
De 50 a 100 341.854 6,94 23.902.023 8,13 437.830 7,55 30.140.278 8,04
De 100 a 200 215.329 4,37 29.700.402 10,10 283.004 4,88 37.402.696 9,98
De 200 a 500 151.514 3,08 45.958.057 15,62 174.758 3,01 53.071.677 14,16
De 500 a 1000 47.903 0,97 33.084.216 11,25 59.669 1,03 40.958.293 10,92
De 1000 a más 36.874 0,75 116.249.590 39,52 50.411 0,87 163.940.463 43,72
Sin declaración 18.377 0,37 8.805 0,15
Total 4.924.019 100,0 294.145.466 100,0 5.801.809 100,0 374.924.929 100,0
Fuente: DESER - Departamento Sindical de Estudos Rurais (1992).
José A. Costabeber
194
3.3. Algunos indicadores del cambio tecnológico
La difusión de la moderna agricultura en Rio Grande do Sul tuvo sus comienzos a
mediados del siglo, pero sus efectos se han hecho notar con mayor intensidad a partir de
los años sesenta y setenta. Este proceso de modernización —entendido como el cambio
de la base técnica de la agricultura— ha presentado un enorme dinamismo,
especialmente en lo que respecta a la acelerada expansión de la producción de granos y
de la consecuente mecanización y quimificación del proceso productivo agrario en
extensas áreas del estado.
A partir de la década de los setenta, la soja pasó a ocupar la mayor parte del área
cultivada de granos y se transformó en el más dinámico cultivo de la economía agraria
riograndense. Para que se tenga una idea de tal dinamismo, basta señalar que, en un
período de tan sólo 20 años, el área cultivada de soja se multiplicó por 24 veces, pasando
de 167.384 hectáreas (1960) a 3.987.200 hectáreas (1980). Se ha difundido no sólo en
medias y grandes explotaciones tradicionalmente productoras de trigo y ganadería, sino
también en regiones de agricultura familiar “colonial”, históricamente caracterizadas por la
producción en policultivos de pequeña escala. En efecto, en poco tiempo la producción
de soja se convirtió en el principal impulsor del proceso de modernización agrícola,
incorporando crecientemente los insumos agroquímicos y maquinarias de origen
industrial. Por otra parte, en el período considerado se han observado reducciones en el
área cosechada de cultivos alimentarios de mercado interno —tales como el frijol, la yuca
y la patata—, así como declives y/o estancamientos de los rendimientos físicos de
algunos de estos cultivos.
La mayoría de los trabajos que tratan de analizar los impactos económicos de la
acelerada modernización ocurrida en las últimas tres décadas suele considerar que hubo
un gran efecto positivo sobre el volumen de la producción agrícola de Rio Grande do Sul.
Por otra parte, son también muchos los análisis que ponen énfasis en los impactos
sociales negativos de dicho proceso. La concentración de la posesión de la tierra, el
éxodo rural y la marginación social serían las más inmediatas y evidentes consecuencias
del acelerado proceso de cambio tecnológico. Más recientemente, las preocupaciones de
carácter ecológico-ambiental han aparecido como un elemento adicional, conjugadas, al
mismo tiempo, con la cuestión social. El énfasis en el monocultivo y el exceso de
mecanización en determinadas áreas han ocasionado serios problemas de erosión de
suelos, al paso que la intensa utilización de agrotóxicos ha provocado graves problemas
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
195
de contaminación ambiental, afectando a las personas, los animales, el agua, los suelos,
los alimentos, etc.
La utilización de agrotóxicos (insecticidas, herbicidas y fungicidas) en la agricultura
brasileña se ha incrementado sobre todo a partir de la década de los setenta. Según los
datos compilados por Rüegg y sus colaboradores, el consumo de agrotóxicos en Brasil
era de sólo 16.193 toneladas en el año 1964, alcanzando 61.316 toneladas en 1984; el
incremento ha sido, pues, de 279% en un período de apenas 20 años. Sin embargo, hubo
variaciones en este periodo, destacando el año de 1974, cuando fueron utilizadas
100.674 toneladas de pesticidas107. Hay un cierto consenso entre los analistas de que el
rápido incremento en el uso de agrotóxicos ha sido incentivado por las propias políticas
diseñadas para la agricultura, una vez que la obtención del crédito rural subvencionado
por parte del agricultor estaba vinculada a la adopción de paquetes tecnológicos que
privilegiaban el uso de insumos químicos industriales.
Desde el año 1985, la utilización de agrotóxicos en Brasil sigue el ritmo creciente,
por lo menos si se consideran los volúmenes de ventas en valores monetarios. Según los
datos divulgados por la ANDEF (Asociación Nacional de Defensa Vegetal), la
comercialización de agrotóxicos en el año 1985 fue de US$ 653.688.000; cinco años
después, el volumen comercializado era de US$ 1.084.333.000. En 1995, las ventas de
agrotóxicos a nivel nacional alcanzaban ya US$ 1.535.249.000, lo que corresponde a un
aumento de 135% en relación a las ventas practicadas diez años antes. De esta última
cifra, cerca de un 54% correspondía a los herbicidas, un 22% a los insecticidas y un 18%
a los fungicidas y otros productos108.
Desgraciadamente, no hay datos estadísticos sobre la evolución en el consumo de
agrotóxicos para el contexto específico de Rio Grande do Sul. Sin embargo, vale
mencionar que este estado, desde el inicio del proceso de modernización de la
agricultura brasileña, ha sido considerado uno de los más dinámicos en la utilización de
insumos químicos, tanto fertilizantes como agrotóxicos. El uso de agrotóxicos se ha
hecho notar con más intensidad en el control de plagas en el cultivo de la soja, que, como
ya se ha dicho, se ha convertido en el principal cultivo, en términos de área cultivada, a
107 Todos estos datos se refieren a cantidad de principio activo. Cf. Rüegg, E. F. et al. (1991): Impacto dos agrotóxicos sobre o ambiente, a saúde e a sociedade; op. cit. p. 21-40.
108 Estos datos fueron informados por la ANDEF a Valdir Antonio Secchi, Asistente Técnico Estadual de Defesa Vegetal de la EMATER-RS, quien nos ha prestado verbalmente dichos datos.
José A. Costabeber
196
partir de mediados de los años 1970. Los datos del Cuadro nº 6 muestran que, en 1975,
el 50,4% de las explotaciones gauchas ya utilizaban agrotóxicos, cuando la media
nacional era de tan sólo un 29,2% de las explotaciones. En 1985, estos datos
porcentuales prácticamente se mantuvieron inalterados en relación a los observados en
1970: un 50,3% en Rio Grande do Sul, y un 31,9% en Brasil109.
Respecto al uso de abonos en la agricultura gaucha, un 12,2% de las explotaciones
utilizaban algún tipo de fertilizante químico aún en 1960, elevándose ese porcentaje a un
60,1% en 1985. A título de comparación vale mencionar que, a nivel de país, ese
indicador era de tan sólo un 4,7% en 1960, y un 24,9% en 1985 (Cuadro nº 6).
Cuadro 6 - Utilización de insumos químicos en las explotaciones de Brasil y Rio Grande do Sul (1960-1985).
Agrotóxicos Fertilizantes Calcáreo
Años Brasil (%) RGS (%) Brasil (%) RGS (%) Brasil (%) RGS (%)
1960 nd nd 4,7 12,2 0,7 0,9
1970 nd nd 12,6 40,3 1,5 5,5
1975 29,2 50,4 17,9 51,3 3,4 14,2
1980 38,4 57,5 26,1 64,8 5,4 16,4
1985 31,9 50,3 24,9 60,1 5,6 15,1
Fuente: Censos agropecuarios del IBGE, citados por Sousa Filho (1994)
La participación de Rio Grande do Sul también se muestra expresiva cuando
paralelamente se observan las cantidades de fertilizantes químicos consumidas a nivel
nacional. El Cuadro nº 7 sintetiza la evolución del consumo de fertilizantes en Rio Grande
do Sul y en Brasil entre 1988 y 1995; muestra también la participación relativa de este
estado en relación al consumo total nacional. Como puede verse, hubo pequeña
variación en el volumen consumido cuando se consideran el primer y el último año de la
109 Cf. Sousa Filho (1994): “As transformações no espaço ...”; op. cit. p. 81.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
197
serie temporal. El mayor consumo de fertilizantes ocurrió en 1994, tanto en Rio Grande
do Sul (1.615.118 toneladas), como en Brasil (11.944.479 toneladas). No obstante, es
importante destacar que, en términos medios, Rio Grande do Sul ha consumido el 13,5%
de todo el fertilizante químico utilizado en Brasil en el período considerado, lo que le hace
ser uno de los mayores consumidores de este insumo en el país.
Cuadro nº 7 - Consumo aparente de fertilizantes químicos en Rio Grande do Sul y Brasil (1988-1995).
Consumo aparente de fertilizantes (toneladas)
Participación (%)
Años Rio Grande do Sul Brasil RGS/Brasil
1988 1.302.352 9.765.385 13,34
1989 1.140.920 8.758.849 13,03
1990 1.149.911 8.222.474 13,98
1991 1.172.348 8.492.966 13,80
1992 1.292.921 9.277.463 13,94
1993 1.530.915 10.541.334 14,52
1994 1.615.118 11.944.479 13,52
1995 1.303.284 10.782.607 12,09
Total 10.507.769 77.785.557 13,50
Fuente: Datos informados por el Sindicato da Industria de Adubos do Rio Grande do Sul (1997).
Como ya hemos dicho anteriormente, Rio Grande do Sul también se ha
caracterizado por una intensa mecanización de sus campos de cultivo, sobre todo a partir
de la década de los setenta. El incremento en el uso de tractores es un buen ejemplo de
ello, como se puede ver en el Cuadro nº 8. En 1960 existían cerca de 15 mil tractores
para un área cultivada de 3,7 millones de hectáreas, lo que equivalía a 244 hectáreas por
tractor. En un periodo de diez años, el número de tractores se multiplicó por 2,5 veces,
José A. Costabeber
198
alcanzando un total de casi 40 mil unidades en 1970. En los años setenta el ritmo de
crecimiento fue todavía mayor, resultando en 120 mil unidades en 1980, es decir, un
incremento de 8 veces en relación al existente en 1960.
Cuadro nº 8 - Evolución del área cosechada con granos y del número de tractores: Rio Grande do Sul (1960-1985).
Área cultivada Tractores
Año Hectáreas Índices Unidades Índices
1960 3.709.781 100 15.169 100
1970 4.978.173 134 39.923 263
1975 5.929.490 160 77.254 509
1980 6.682.613 180 120.070 792
1985 6.615.873 178 136.681 901
Fuente: Censos agropecuarios del IBGE, citados por Sousa Filho (1994)
En los años iniciales de la década de los ochenta, hubo una disminución de ese
ritmo, pero, en cualquier caso, los 137 mil tractores para los 6,6 millones de hectáreas
cultivados, existentes en 1985, representaron un promedio de un tractor por cada 48
hectáreas. En síntesis, pues, en un período de apenas 25 años (1960-1985) la agricultura
gaucha incrementó en un 800% su número de tractores, mientras el área cultivada de
granos aumentaba un 78%, demostrando con ello, a partir de ese indicador, la gran
intensificación tecnológica también en lo que respecta a la mecanización de sus procesos
productivos.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
199
3.4. La producción agropecuaria gaucha - algunos datos
Históricamente, Rio Grande do Sul ha sido considerado el Celeiro do Brasil110, tanto
por su diversificada producción agropecuaria, como por sus elevados índices de
producción y productividad agrarias alcanzados en relación a la mayoría de los demás
estados del país. Aunque los avances tecnológicos —inicialmente circunscritos a São
Paulo e Rio Grande do Sul— se hayan expandido en los últimos años a otras regiones
agrarias del país (especialmente a estados del Sul, Sudeste y Centro-Oeste brasileños),
Rio Grande do Sul sigue manteniendo un importante liderazgo en la producción de ciertos
productos agropecuarios, tanto destinados al consumo interno, como destinados a la
exportación. En 1995, el área cultivada de los cinco principales cultivos de granos era de
6.374.156 hectáreas, con una producción de 17.350.582 toneladas, lo que correspondía a
una productividad media de 2.722 kg/ha111.
El Cuadro nº 9 sintetiza los datos de área cultivada, producción, productividad y
participación nacional de algunos de los principales cultivos de Rio Grande do Sul,
tomándose como base el año 1995. Como se puede notar, el arroz es cultivado en un
área de casi un millón de hectáreas y presenta una productividad de más de 5.000 kg/ha.
Ello ha sido posible debido al uso de las modernas técnicas de riego que se han
desarrollado desde el inicio del siglo. Además, el cultivo de arroz se concentra en áreas
que se han mostrado bastante favorables, desde el punto de vista agronómico, para la
intensificación tecnológica convencional. La producción de cinco millones de toneladas de
arroz —destinada sobre todo al consumo interno— representa más de un 40% de la
producción nacional, lo que hace de Rio Grande do Sul el principal productor de arroz de
Brasil. A título de comparación, la productividad media nacional de arroz se sitúa
actualmente en alrededor de 2.000 kg/ha.
110 Relativo a granero del país. 111 Los cultivos aquí considerados son el arroz, el frijol, el maíz, la soja y el trigo. Cf. Grando, M. Z.
(coord.) (1997): Agropecuária do Rio Grande do Sul 1980-1995. A caminho da eficiência? Porto Alegre: Fundação de Economia e Estatística.
José A. Costabeber
200
Cuadro 9 - Área, producción, productividad y participación nacional de los principales cultivos del Rio Grande do Sul (1995).
Cultivos Área (ha)
Producción (1.000 t)
Productividad (kg/ha)
Participación nacional (%)
Rankink nacional
Arroz 988.866 5.058 5.095 44,8 1º
Tabaco 130.155 223 1.714 49,2 1º
Manzana 10.184 231 22.702 44,5 2º
Maíz 1.883.445 5.936 3.151 16,4 2º
Soja 3.006.535 5.848 1.945 22,9 1º
Trigo 270.247 335 1.238 22,2 2º
Uva 38.008 480 12.619 57,8 1º
Avena 49.375 47 960 28,0 2º
Frijol 181.393 162 894 12,0 4º
Fuente: Datos preliminares del IBGE, citados por EMATER-RS (1996).
La soja, introducida en Rio Grande do Sul en los años cuarenta, es el cultivo que
actualmente ocupa el mayor área cultivada de granos en el estado. En los tres millones
de hectáreas cultivadas, son producidas seis millones de toneladas, con un rendimiento
físico medio de poco menos de 2.000 kg/ha. Esta producción representa casi un 25% de
la producción nacional y coloca a Rio Grande do Sul como el mayor productor de soja del
país. Vale mencionar que el cultivo de esta leguminosa representaba una pequeña
expresión económica en la agricultura gaucha hasta finales de los años 1950, cuando
sólo se producían alrededor de 135 mil toneladas en 100 mil hectáreas. A partir de la
década de los sesenta experimentó una notable expansión, alcanzando, en el inicio de
los años setenta, más de un millón de hectáreas cultivadas. Sin embargo, el más
espectacular incremento de área cultivada se ha dado en la década de setenta,
alcanzando un total 4,1 millones de hectáreas y una producción de 3,6 millones de
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
201
toneladas en el año de 1979112. Es importante destacar que, en este periodo, la soja
asume la hegemonía en el proceso de modernización de la agricultura gaucha; las
políticas agrícolas existentes —el crédito rural subvencionado, la investigación agraria, y
la asistencia técnica y extensión rural— han impulsado la incorporación de los inputs
industriales característicos de la Revolución Verde: fertilizantes químicos, agrotóxicos y
semillas mejoradas, además de nuevos equipos y maquinarias agrícolas.
El cultivo de trigo, aunque presentando en 1995 un área relativamente pequeña
comparada con el área ocupada por la soja, ha sido históricamente uno de los cereales
más destacados en la economía agraria del estado. Basta con decir que su área de
cultivo sólo fue sobrepasada por la soja en 1972; su récord de área cultivada (2,0
millones de hectáreas) se dio en 1976, cuando se produjeron 1,8 millones de toneladas.
Asimismo, como se puede observar en el Cuadro nº 9, Rio Grande do Sul produjo en
1995 casi una cuarta parte de la producción nacional, y eso le concede la posición de
segundo mayor productor de trigo del país113. Habría que resaltar, además, que el trigo
normalmente es cultivado en sucesión con la soja; es decir, es cultivado en el periodo de
invierno en áreas que son ocupadas por aquella leguminosa en el periodo de verano.
Respecto a los aspectos tecnológicos, hubo muchos incentivos gubernamentales,
especialmente en la década de los setenta e inicio de los ochenta, para que los
agricultores incorporaran las tecnologías de la Revolución Verde, si bien los resultados en
términos de productividad física hayan sido poco alentadores, por los menos hasta la
mitad de los años 1980.
Retornando al Cuadro nº 9, se observa que, en 1995, el maíz presentó el segundo
mayor área cultivada del estado (1,9 millón de hectáreas) y el mayor volumen de
producción (5,9 millones de toneladas) entre todos los demás cultivos de granos.
Contribuyendo con más de un 15% de la producción nacional, Rio Grande do Sul es el
segundo mayor productor de maíz de Brasil. En efecto, el maíz siempre representó una
importante significación social en la economía del estado114; es decir, se ha vinculado
históricamente al mantenimiento de la agricultura tradicional y, más recientemente, ha
112 El record de producción ha sido alcanzado en 1987, cuando fueron cosechadas 6,3 millones de toneladas de soja en un área de 3,2 millones de hectáreas.
113 El estado mayor productor de trigo es Paraná, que en 1995 contribuyó con un 70% de la producción nacional.
114 En los mediados de los años cincuenta, por ejemplo, el área cultivada con maíz en Rio Grande do Sul alcanzaba ya alrededor de un millón de hectáreas.
José A. Costabeber
202
servido como materia prima para abastecer el moderno sistema agroindustrial de
producción ganadera. En cualquier caso, no siempre la producción gaucha de maíz ha
sido suficiente para atender la creciente demanda interna, lo que hace necesaria la
importación desde otros estados productores.
Además de la significativa participación en la producción nacional de granos, Rio
Grande do Sul también se destaca como el mayor productor de tabaco. En 1995 fueron
producidas 223 mil toneladas en 130 mil hectáreas, lo que corresponde a la mitad de la
producción del país; la mayor parte de esta producción se destina a la exportación. Es
importante registrar que el cultivo de tabaco está fuertemente condicionado por los
intereses y determinaciones de las agroindustrias del sector: éstas establecen los
paquetes tecnológicos, proporcionan la asistencia técnica, suministran las semillas y los
insumos químicos, y garantizan la adquisición de la producción de los agricultores
integrados en el sistema para su posterior industrialización. Desde el punto de vista
ecológico, el modelo tecnológico utilizado en el cultivo del tabaco ha recibido muchas
críticas, no sólo por requerir una intensa utilización de insumos químicos, sino también
por demandar gran cantidad de leña para el secado artificial de las hojas producidas. En
cualquier caso, la producción de tabaco en Rio Grande do Sul en los últimos años viene
mostrando una tendencia de crecimiento.
Cabe aún mencionar, tomándose como referencia el mismo Cuadro nº 9, algunos
ejemplos significativos de la producción frutícola de Rio Grande do Sul y su participación
nacional. En 1995 fueron cultivados 38 mil hectáreas de vid y producidas 480 mil
toneladas de uvas. Ello representaba casi un 60% de la producción brasileña y, por
consiguiente, colocaba al estado gaucho como líder absoluto en la producción vitícola. Es
importante destacar que la viticultura se vincula históricamente a la colonización italiana
en Rio Grande do Sul, concentrada sobre todo en la región de la “Serra Gaucha” desde
finales del siglo pasado.
Más recientemente, el cultivo de la manzana ha sido introducido como alternativa a
la producción comercial de frutas, especialmente en aquellas áreas que poseen potencial
agronómico (climáticos, sobre todo) para tal producción. Las 230 mil toneladas
producidas en 1995 representaron el 45% de la producción nacional, lo que hace de Rio
Grande do Sul el segundo mayor productor de manzanas de Brasil. Asimismo, la
producción gaucha de manzanas viene presentando un notable crecimiento en los
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
203
últimos años, pasando de 135 mil frutos (producidos en 3.620 hectáreas) en 1980 a 1.541
mil frutos (producidos en 10.184 hectáreas) en 1995.
Respecto a la fruticultura, también la producción de naranjas viene adquiriendo
importancia creciente en el contexto agrario de Rio Grande do Sul, aunque su producción
representara, en 1995, tan sólo el 2,2% de la producción brasileña. Sin embargo,
poseyendo un rendimiento medio de alrededor de 80.000 frutos por hectárea, el estado
presenta la tercera mayor productividad del país. Asimismo, el área cultivada ha crecido
en los últimos años, pasando de 22.931 hectáreas (1980) a 27.443 hectáreas (1995).
Además de los cultivos mencionados en el Cuadro nº 9, Rio Grande do Sul produce
también otros productos que, si bien no presentan una mayor expresión económica en el
ámbito nacional, tienen gran significación en el abastecimiento del mercado interno y en
el mantenimiento de las propias poblaciones rurales. Serían los cultivos “alimentario-
domésticos” o de consumo popular (patata, frijol, yuca). De modo general, estos
productos han sido menos beneficiados por las políticas de modernización agrícola de las
últimas décadas. Es decir, mientras avanzaba el progreso técnico en los cultivos para
exportación o transformación agroindustrial, los cultivos de mercado interno —con
especial excepción del arroz— quedaron prácticamente estancados tecnológicamente,
presentado incluso reducciones en la producción y productividad en determinados
períodos y en ciertas regiones.
Un análisis del desarrollo más reciente de estos cultivos de consumo popular en Rio
Grande do Sul115 muestra que, en el periodo 1980-1995, el frijol y la patata presentaron
aumentos en la producción y productividad; por otra parte, hubo reducciones en el área
cultivada y en la producción de la caña de azúcar y yuca. El Cuadro nº 10 sintetiza
algunos datos de producción y productividad de estos cuatro cultivos en 1995.
El sector agrario de Rio Grande do Sul también posee gran expresión nacional por
su producción ganadera. El rebaño bovino, ligado a las tradiciones históricas y culturales
del estado, representaba un 15,66% del total nacional y el segundo mayor de Brasil en
1970. No obstante, la expansión de esta actividad en otros estados ha hecho que
disminuyera la participación relativa del rebaño gaucho: en 1993, esa participación estaba
reducida a un 9,09% y representaba el cuarto mayor rebaño del país. A pesar de que el
115 Cf. Grando (coord.) (1997): Agropecuária do Rio Grande do Sul 1980-1995 ...; op. cit. 55-83.
José A. Costabeber
204
sacrificio haya alcanzado 1.151.190 cabezas en el año 1995, la ganadería bovina en Rio
Grande do Sul está siendo considerada —desde el punto de vista de la producción— una
actividad estancada en los últimos 15 años.
Cuadro nº 10 - Área, producción y productividad de algunos cultivos de consumo doméstico en Rio Grande do Sul (1995).
Cultivos Área (ha)
Producción (t)
Productividad (kg/ha)
Frijol 225.113 192.713 856
Patatas 48.228 478.677 9.925
Caña de azúcar 26.902 831.091 30.893
Yuca 101.440 1.505.935 14.846
Fuente: Grando (1997).
El estado de Rio Grande do Sul detenta, además, el mayor rebaño porcino del país,
aunque con índices de productividad menores a los alcanzados en el vecino estado de
Santa Catarina. El sacrificio de cerdos fue de 3.078.853 cabezas en 1995 y, tal como la
pecuaria bovina, la producción porcina se muestra estancada desde el inicio de los años
ochenta. Situación diferente se observa en la producción avícola, que viene
experimentando una notable expansión: el sacrificio de aves presentó un incremento de
233% en los últimos 15 años, pasando de 100.359.145 cabezas en 1980 para
333.878.860 cabezas en 1995. Y, finalmente, cabe mencionar que Rio Grande do Sul
presenta la mayor productividad lechera y sitúase como el tercer mayor productor de
leche de Brasil (un 8% de la producción nacional), habiendo producido más de 2.000
millones de litros en 1995116.
Creemos que esta apretada síntesis descriptiva haya sido suficiente para dar una
visión general de cómo se distribuye la producción agraria de Rio Grande do Sul en sus
116 Cf. Grando (coord.) (1997): Agropecuária do Rio Grande do Sul 1980-1995 ...; op. cit. p. 106-149.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
205
diversos productos agrícolas y pecuarios, destacándose, desde el punto de vista sócio-
económico, aquellos que han adquirido mayor relevancia en los años más recientes.
3.5. La participación de las unidades familiares de producción
El propósito de este apartado es señalar, aunque resumidamente, la participación
relativa que han tenido las pequeñas explotaciones familiares en la producción agraria de
Rio Grande do Sul. Para eso elaboramos el Cuadro nº 11, donde aparecen los principales
cultivos anteriormente comentados, así como sus áreas cosechadas y producciones
obtenidas por estrato de área, referentes al año 1985.
Empezando por el cultivo del arroz, lo que se percibe es que menos de un 10% de
la producción total proviene de explotaciones con área inferior a 50 hectáreas. Son las
explotaciones con área superior a 200 hectáreas las que participan con la mayor parte de
la producción, es decir, un 70% del total producido. Las explotaciones con 1.000 o más
hectáreas, consideradas aisladamente, contribuyen con prácticamente un tercio de la
producción gaucha de arroz.
Esta mayor participación relativa de las grandes explotaciones en la producción
agraria de Rio Grande do Sul —tal como la constatada en el caso del arroz— no es lo
que se observa en todos los demás cultivos citados en el Cuadro nº 11. Alrededor de un
40% del trigo son producidos en explotaciones con área de hasta 50 hectáreas. La
participación del área cultivada por estas explotaciones también se acerca a un 40%, lo
que muestra un equilibrio entre el porcentaje de la producción y el porcentaje del área
cultivada. El grupo que abarca las explotaciones con 500 o más hectáreas produce tan
sólo un 18% de la producción total de trigo. Valores semejantes son observados en el
caso de la soja: un 42% de la producción se origina en explotaciones con área inferior a
50 hectáreas, y apenas un 17% son producidos en explotaciones con área superior a 200
hectáreas.
La importante participación de las pequeñas explotaciones en la producción agraria
riograndense queda más evidente cuando se observa la producción de maíz: casi un 50%
de la producción se concentra en explotaciones con área no superior a 20 hectáreas. Si
se consideran también las explotaciones con área de 20 a 50 hectáreas, el porcentaje de
José A. Costabeber
206
producción alcanza un 78%, valor éste casi idéntico al de la participación relativa del área
cultivada. En el otro extremo del estrato, las explotaciones con área superior a 500
hectáreas contribuyen con menos de un 5% de la producción de maíz en Rio Grande do
Sul.
La observación de los datos del cultivo del tabaco también deja claro, y de una
manera más rotunda, la notable participación de las menores explotaciones: un 30% de la
producción de tabacos resultan del trabajo de pequeños agricultores que poseen
explotaciones con área inferior a 10 hectáreas. Los datos del Cuadro nº 11 muestran
también que más de un 90% del tabaco son producidos en explotaciones con área
inferior a 50 hectáreas, lo que significa decir que prácticamente no hay cultivo de este
producto en medias y grandes explotaciones. Son las familias de pequeños agricultores
las preferidas por las agroindustrias para este tipo de producción que, para tener éxito,
requiere una elevada y persistente participación de la mano de obra familiar durante un
largo ciclo productivo.
La producción vitícola constituye otro ejemplo del significativo papel que viene
desempeñando la agricultura familiar de pequeña escala en la actividad agraria de Rio
Grande do Sul. Como se puede notar, prácticamente la mitad de la producción de uvas
del estado es producida en explotaciones con área no superior a 20 hectáreas. Este
porcentaje se incrementa para más de un 90% si se incluyen también las explotaciones
con área entre 20 y 50 hectáreas.
Por último, cabría mencionar que la gran participación relativa de las pequeñas
explotaciones familiares en la producción agraria gaucha también se manifiesta en la
actividad ganadera, especialmente en la producción de cerdos, aves y leche. A título de
ejemplo, los datos estadísticos muestran que un 80% de la producción lechera gaucha y
un 87% de los cerdos sacrificados en el estado son provenientes de explotaciones con
menos de 50 hectáreas de área117.
117 Los datos se refieren al año 1985. Cf. Departamento Sindical de Estudos Rurais (1992): Cadernos de Estudos 01 - Região Sul en dados. Curitiba: DESER.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
207
Cuadro 11 - Producción y área plantada de algunos cultivos por estrato de área (1985):
Rio Grande do Sul
Arroz Trigo Maíz
Producción Área Producción Área Producción Área Estrato de Área
(ha) Toneladas % Hectáreas % Toneladas % Hectáreas % Toneladas % Hectáreas %
Menos de 10 28.973 0,80 14.643 1,83 27.938 3,10 32.683 3,43 399.095 16,50 253.200 17,76
De 10 a 20 62.960 1,80 26.029 3,26 97.520 10,80 110.660 11,62 702.343 28,90 411.412 28,85
De 20 a 50 193.761 5,50 55.756 6,98 222.683 24,60 236.172 24,80 800.584 33,00 450.964 31,63
De 50 a 100 292.517 8,30 66.470 8,32 136.770 15,10 140.475 14,75 224.757 9,20 127.787 8,96
De 100 a 200 482.060 13,70 104.723 13,11 106.007 11,70 117.083 12,30 95.650 3,90 58.805 4,12
De 200 a 500 758.080 21,40 161.858 20,27 147.672 16,30 155.312 16,32 88.251 3,60 53.282 3,74
De 500 a 1000
602.942 17,00 132.564 16,60 89.072 9,80 89.668 9,42 57.906 2,40 36.169 2,54
De 1000 a más
1.114.853 31,50 236.314 29,59 75.702 8,40 68.091 7,15 59.184 2,50 33.969 2,38
Sin declaración
1.151 0,00 349 0,04 1.361 0,20 2.023 0,21 521 0,00 329 0,02
Total 3.537.302 100,0 798.709 100,0 904.728 100,0 952.173 100,0 2.428.297 100,0 1.425.922 100,0
Continua ....
José A. Costabeber
208
Cuadro 11 - Continuación
Soja Tabaco Uva (vino)
Producción Área Producción Área Producción Área Estrato de Área
(ha) Toneladas % Hectáreas % Toneladas % Hectárea
s % Tonelada
s % Hectárea
s %
Menos de 10 325.137 5,70 239.460 6,63 48.972 29,70 31.307 29,43 83.785 15,20 5.232 13,70
De 10 a 20 750.182 13,10 503.364 13,94 53.670 32,60 34.777 32,69 182.750 33,20 11.841 31,00
De 20 a 50 1.298.677 22,70 803.263 22,25 51.884 31,50 33.418 31,41 240.694 43,80 16.879 44,19
De 50 a 100 755.103 13,20 454.264 12,58 8.708 5,30 5.659 5,32 36.275 6,60 3.345 8,75
De 100 a 200 668.134 12,00 414.604 11,48 1.259 0,80 962 0,90 4.949 0,90 534 1,40
De 200 a 500 902.828 15,80 568.510 15,74 274 0,10 231 0,22 631 0,10 69 0,18
De 500 a 1000
551.871 9,60 343.337 9,51 4 0,00 6 0,00 58 0,00 10 0,03
De 1000 a más
454.785 7,90 281.018 7,78 10 0,00 10 0,00 838 0,20 287 0,75
Sin declaración
4.137 0,00 3.209 0,09 39 0,00 30 0,03
Total 5.710.859 100,0 3.611.032 100,0 164.824 100,0 106.404 100,0 549.982 100,0 38.200 100,0
Fuente: Adaptado a partir de DESER - Departamento Sindical de Estudos Rurais (1992).
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
209
4. Sobre las organizaciones de agricultores en Rio Grande do Sul
4.1. Las organizaciones profesionales agrarias
Las Organizaciones Profesionales Agrarias de Rio Grande do Sul han sido
detenidamente analizadas por Fialho (1994), que identifica tres grandes categorías de
representación de intereses en la agricultura gaucha: la Patronal Agraria, representada
especialmente por la “Federação de Agricultura do Rio Grande do Sul” (FARSUL); la
Agricultura Familiar, en la que destaca la “Federação dos Trabalhadores na Agricultura
do Rio Grande do Sul” (FETAG); y el Cooperativismo Agrícola, que se manifiesta
principalmente a través de la recién creada “Federação das Cooperativas Agropecuárias
do Estado do Rio Grande do Sul” (FECOAGRO-RS) y de la “Federação das Cooperativas
de Trigo e Soja do Rio Grande do Sul” (FECOTRIGO). Estas tres grandes estructuras de
representación de intereses, que caracterizaremos a continuación, muestran no sólo la
gran complejidad del asociacionismo agrario, sino también la propia heterogeneidad y
diversidad de la agricultura de Rio Grande do Sul118.
4.1.1. Representación de intereses en la agricultura patronal
La FARSUL, con el nombre de “Federação das Associações Rurais do Rio Grande
do Sul”, surge ya en el año 1927, durante la realización del 2º Congreso de los
Ganaderos, con el objetivo de defender los intereses del latifundio pastoril. Como hemos
visto antes, durante un largo periodo de la historia, los ganaderos y charqueadores
constituyeron una clase económica y políticamente dominante en el estado, si bien su
privilegiada posición regional no les garantizaba semejante hegemonía en el ámbito
nacional. Dada la situación periférica de Rio Grande do Sul en el contexto de la economía
del país, el asociacionismo entre los ganaderos era fomentado por los propios gobiernos
estaduales, interesados que estaban en apoyar un sector que se mostraba el más
importante de la región.
118 La breve caracterización que haremos de estas Organizaciones Profesionales Agrarias está basada sobre todo en la Tesis Doctoral realizada por Fialho, J. R. D. (1994): Acción colectiva y
José A. Costabeber
210
Hasta mediados de los años cuarenta, las asociaciones de ganaderos que
componían la FARSUL no eran reconocidas como órganos de defensa y representación
de la clase patronal. A partir de 1945, fueron reconocidas como tal, pero sin las
prerrogativas sindicales de representar el sector patronal en las negociaciones colectivas
con los sindicatos de asalariados. Tan sólo a partir de 1963, cuando el Estatuto del
Trabajador Rural sentó las bases para el desarrollo del sindicalismo en Brasil, las
asociaciones patronales vinculadas a la FARSUL y la propia Federación pasarían a
“reformar sus estructuras y asumir el estatuto sindical si querían ser reconocidas por el
Estado para representar los intereses patronales en el medio rural, lo que hizo que los
ganaderos afiliados a la FARSUL se tuviesen que replantear su federación y sus antiguas
asociaciones”. Así que, en 1965, se daría la transformación de la antigua federación en la
que actualmente se denomina Federación de la Agricultura del Estado de Rio Grande do
Sul —manteniendo, no obstante, la sigla FARSUL—, mientras las antiguas asociaciones
se transformarían gradualmente en sindicatos, como parte de un proceso inducido desde
el gobierno estadual y conducido desde la cúpula directiva hacia la base social119.
Tras la fase de adaptación como organización ya estructurada en sindicato, la
FARSUL se fue consolidando gracias a su condición de órgano técnico consultivo del
gobierno estadual y a los servicios “asistencialistas” que ofrecía a sus afiliados120. Sin
embargo, otras actividades caracterizarían los intereses de esta federación y de su base
social. En el inicio de los años 1960, por ejemplo, con el aumento de la presión por la
tierra y la orientación del gobierno federal de proceder a una reforma agraria en el país,
los ganaderos incluirían la defensa de la propiedad privada como otra gran preocupación
de su interés.
Además de esto, la historia de la FARSUL muestra una clara opción “por la
negociación directa con el Estado sobre las condiciones más favorables para los
intereses de sus representados asumiendo las tareas que éste le delegue, unos
representados que han estado mayoritariamente constituidos por los ganaderos”. En
cualquier caso, es necesario señalar que, si bien los intereses de los ganaderos hayan
asociacionismo en la agricultura de Rio Grande do Sul, Brasil. Departamento de Economía, Sociología y Política Agrarias. Universidad de Córdoba.
119 Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 151-153. 120 Estas actividades asistencialistas (la asistencia médica y odontológica; el asesoramiento
agronómico, veterinario y contable, entre otras) todavía permanecen como parte de las actividades de muchos de los sindicatos afiliados a la FARSUL, prevaleciendo incluso sobre otras atribuciones típicas del sindicalismo agrario. Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 153.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
211
predominado en el seno de la FARSUL, ésta ha ido incorporando, paulatinamente, la
defensa de intereses de otros grupos de agricultores, como los productores de arroz y
trigo, y, posteriormente, los de la agricultura empresarial modernizada y de larga escala,
ampliando así la heterogeneidad de su base social121.
Como entidad sindical de grado superior, la FARSUL posee, entre otras
atribuciones, el deber de “colaborar con el poder público como órgano técnico consultivo
en el estudio y solución de los problemas que se relacionen con la categoría profesional
representada”. En coherencia con su naturaleza jurídica y disposiciones estatutarias,
pues, la estrategia de actuación de la FARSUL “se concentra más en las tareas propias
de un órgano consultivo del gobierno y en su papel de representante de los intereses del
sector ante el poder público, que en acciones de formación, movilización y concienciación
de las bases”. Como señala Fialho, esta federación es reconocida como representante
oficial del sector patronal de la agricultura gaucha no sólo por el gobierno estadual, sino
también por las demás organizaciones agrarias y las que representan los sectores de la
industria y los servicios de Rio Grande do Sul122.
Respecto a su base social, los “sindicatos rurales” que integran la FARSUL se
distinguen de los “sindicatos de trabajadores rurales” que componen la FETAG, entidad
representante de los agricultores familiares y obreros agrícolas que será caracterizada
más adelante. Es importante destacar que la base social de los sindicatos rurales
vinculados a la FARSUL está compuesta, en buena medida, por titulares de
explotaciones —propietarios o no— que emplean mano de obra asalariada en sus
actividades productivas, adquiriendo, pues, la condición de patronos. Tomándose por
base los datos de 1993, los 116 sindicatos que integran la FARSUL reunían alrededor de
200.000 agricultores que, de modo general, son denominados “productores rurales”,
“ruralistas”, “hacendados” o, en ciertos casos, “ganaderos”123.
121 En efecto, “la diversificación de la agricultura gaucha ha hecho que ya en la década de los 90 la FARSUL tenga que tener en cuenta, a la hora de emprender sus acciones de representación, una veintena aproximada de productos agrícolas y ganaderos dada la heterogeneidad de su base social”. Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 156.
122 Siendo una federación estadual de sindicatos agrarios, la FARSUL tiene su ámbito de actuación restringido únicamente a Rio Grande do Sul. No obstante, se hace también representar ante el gobierno federal por la “Confederação Nacional de Agricultura” (CNA), que congrega las federaciones de la agricultura patronal existentes en cada uno de los distintos estados del país. Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 159-160.
123 Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 169-171.
José A. Costabeber
212
Más allá de las denominaciones que reciben sus afiliados, la realidad muestra de
facto una diferenciación interna en el cuadro asociativo de la FARSUL. O sea, “el hecho
de que todo agricultor que tenga empleados no eventuales sea considerado empleador
rural a efectos del encuadramiento sindical, permite que la FARSUL también represente a
los pequeños productores modernizados y a los pequeños empresarios rurales (del arroz,
del trigo, de la soja, etc.), junto a los grandes propietarios tradicionales y grandes
empresarios agrícolas”. No obstante la existencia de este cuadro potencialmente
conflictivo —más bien perceptible en el ámbito de ciertos sindicatos locales que
externamente desde la Federación—, lo cierto es que “la imagen que da la FARSUL
hacia el exterior no es ésta, sino todo lo contrario, presentándose como la representante
de un segmento modernizado de productores rurales de importancia crucial para el
abastecimiento interno del país y también para el sector de exportación”124.
Respecto al discurso y programa reivindicativos de la FARSUL, que en el pasado
se identificaban más bien con los intereses de los ganaderos, han ido cambiando con el
paso del tiempo, englobando, actualmente, cuestiones de política agraria que benefician
el cuadro asociativo en general. Una de las reivindicaciones defendidas por la FARSUL
es la de que Brasil sólo será un país viable mediante el desarrollo de su agricultura y que,
para ello, es necesario “el retorno de una política proteccionista basada en subsidios
agrícolas”. Argumenta, asimismo, que “la producción de alimentos es una cuestión de
seguridad nacional, lo que justifica que el sector reivindique un tratamiento diferenciado
ante los órganos del gobierno federal encargados de formular y aplicar la política
económica”125. Además de la disposición de fondos públicos para financiar los procesos
de producción y comercialización agrícola y ganadera, la FARSUL reivindica, en carácter
más general, “una política agrícola a largo plazo, que defina claramente sus objetivos
abandonando la improvisación que ha regido hasta ahora”126.
124 Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 171. 125 Los dirigentes argumentan que las subvenciones —aplicadas a la producción, al crédito agrícola o
al consumo de alimentos, haría viable la comercialización de buena parte de la producción agrícola y ganadera que no podría ser adquirida a precios de mercado por la gran masa de población pobre existente en el país. Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 172-174.
126 O sea, una política agrícola con normas de comercialización definidas, con criterios para los precios mínimos y con un sistema de subsidios que defina los recursos que el poder público pone a disposición de los agricultores y ganaderos para financiar el coste de los procesos de producción y comercialización, dando prioridad a los sectores del trigo, la soja, el arroz, el maíz, el bovino de carne y de leche, y la ovinocultura, es decir, los sectores predominantes en la agricultura empresarial y en el latifundio pastoril. Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 176-177.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
213
Por su papel asumido como órgano consultivo del gobierno, la FARSUL se obliga a
participar en una serie de comisiones, consejos, grupos de trabajo y comités no sólo en
órganos de la Administración Pública, sino también en consejos de economía mixta,
además de asesorar al gobierno del estado en materias que tratan sobre la categoría
profesional que representa. La entidad concentra, pues, sus esfuerzos de representación
de intereses sobre todo en el ámbito de lo “público”, o sea, “en el ámbito del Estado y la
administración pública relacionada con la política agraria, para representar formalmente
los intereses patronales y representarlos en los centros de decisión”.
Desde esta perspectiva, sus estrategias de acción se centran en dos distintas
áreas: a) el de la participación en los órganos colegiados de definición y aplicación de la
política agraria, mediante su presencia en una amplia relación de órganos colegiados de
la Administración estadual de Rio Grande do Sul, “como prueba de su situación
privilegiada de interlocutor ante el poder público, y de la importancia que la FARSUL
presta a este tipo de acciones”; y b) el de la reivindicación directa ante el poder público en
temas de formulación y aplicación de políticas agrícolas, a través de la elaboración y
presentación de documentos e informes, así como de contactos frecuentes con los
cargos intermedios de la Administración pública127.
Aunque su actuación debiera restringirse al ámbito de Rio Grande do Sul, en la
práctica sucede que —debido a la importancia que representan algunos productos
agrícolas del estado— la FARSUL actúe, con frecuencia, como interlocutora privilegiada
del Gobierno Federal, muchas veces por delegación expresa de la “Confederação
Nacional de Agricultura” (CNA). En este contexto, en los últimos años ha sido significativa
la presencia de la patronal agraria gaucha en los gabinetes de las autoridades federales
del más alto nivel, donde también suele manifestar las reivindicaciones del sector que
representa.
En efecto, las acciones de representación ejercidas en el ámbito de lo “público” son
las que mejor caracterizan la FARSUL como federación patronal de la agricultura de Rio
Grande do Sul. Asimismo, como pone de manifiesto Fialho, estas acciones “no dependen
directamente de la movilización de las bases, sino más bien al contrario, descansando en
la existencia de una Directiva activa, que tenga autonomía y agilidad para reaccionar ante
127 Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 181-183.
José A. Costabeber
214
los requerimientos del Estado y las tradicionales reivindicaciones del sector patronal de la
agricultura gaucha”128.
Es preciso señalar que, si bien en menor medida, la FARSUL también ejerce sus
estrategias de representación en el ámbito de lo “privado”, manteniendo relaciones y
alianzas con organizaciones patronales que representan a los sectores de la industria y
del comercio y servicios. Asimismo, mantiene relaciones con otras organizaciones con las
que comparte la representación del sector patronal agrario, destacándose, en este caso,
la “União Democrática Ruralista de Rio Grande do Sul” (UDR-RS)129 y la “Federação das
Associações de Arrozeiros do Rio Grande do Sul” (FEDERARROZ)130. Importantes
128 Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 185. 129 En su Tesis Doctoral, Fialho analiza también las que él considera como las organizaciones
patronales “disidentes” de la hegemónica FARSUL, como son la UDR-RS y la FEDERARROZ. Respecto a la UDR-RS, sus antecedentes pueden ser situados a partir de las intensas movilizaciones llevadas a cabo por los terratenientes brasileños en defensa del principio de inviolabilidad del derecho de propiedad. Estas movilizaciones, —particularmente importantes en el año de 1985—, darían origen, en un primer momento, a la UDR-Nacional que, pronto, se extendería a todo el país mediante la creación de sus afiliadas a nivel de los estados. Su objetivo explícito era el de actuar con agilidad y contundencia ante las intenciones de reforma agraria que anunciaban los nuevos gobernantes civiles al comienzo de la transición democrática. Como organización de representación de intereses que agrupa a medianos y grandes propietarios de inmuebles rurales en el ámbito de Rio Grande do Sul, la UDR-RS se establece en 1986 como contrapunto a las movilizaciones y la lucha por la tierra desarrolladas por el Movimiento de los Sin Tierra (MST). Asimismo, sus dirigentes consideran que la UDR-RS “es también una respuesta al Estado, por su omisión, en algunos casos, y su acción de apoyo, en otros, en los temas de la cuestión de la tierra y más especificamente de la reforma agraria”. Respecto a su base social, es dificil diferenciar los afiliados de la UDR-RS de los afiliados de la FARSUL, una vez que incluso una gran mayoría de los afiliados de la primera son también afiliados de la segunda. La base en que se apoya la UDR-RS se presenta, pues, diversificada, incluyendo tanto los propietarios de latifundios pastoriles, como los granjeros arrendatarios, o sea, mezcla en su seno los grupos considerados más conservadores con otros grupos involucrados en actividades agrícolas modernizadas. En cualquier caso, “el perfil que más define al ‘uderrista’ ante la sociedad gaucha es el de ser radicalmente conservador en lo que se refiere al derecho de propiedad privada y no recatarse a la hora de utilizar los medios de lucha para su defensa”. Desde el punto de vista de sus críticos, la UDR representaría el brazo armado de la FARSUL, mientras que para sus dirigentes “la UDR-RS y la FARSUL son entidades distintas e independientes, pero con una gran ‘identidad filosófica’, ‘identidad de ideas y de frentes de trabajo’ que las coloca en una situación sin par de cooperación”. En efecto, “la UDR-RS no desarrolla ninguna acción relevante en lo que se refiere a la política agrícola, dejando esto en manos de la FARSUL, a la que considera como la ‘organización madre de los grandes propietarios gauchos, principalmente de los ganaderos y arroceros, en la tarea de actuar de lobby sobre el gobierno estadual y sobre su aparato administrativo’”. Por último, es necesario recordar que, frente a la UDR-RS —cuya estrategia de acción se centra en al cuestión de la defensa del colectivo de los propietarios fundiarios— está el MST y sus aliados (la iglesia progresista, la Central Única de los Trabajadores y el Partido de los Trabajadores, así como algunos sectores del aparato estatal), que es su principal enemigo y lo que realmente da sentido a su existencia. Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 191-217.
130 La constitución de la FEDERARROZ es apuntada por Fialho también como un movimiento disidente que surge desde dentro de la FARSUL, ilustrando, asimismo, la dinámica que se produce cuando afloran problemas específicos que afectan a un colectivo singular en el seno de una organización de tipo corporativo. En efecto, los antecedentes de la FEDERARROZ pueden ser encontrados en los acontecimientos que se produjeron a mediados de la década de 1980, cuando los arroceros de Rio Grande do Sul —que enfrentaban serias dificultades financieras— protagonizaron una serie de protestas y movilizaciones en contra de la política agrícola impuesta por el Gobierno Federal. Sus protagonistas, especialmente los “nuevos empresarios del arroz”, fueron los responsables de la expansión de la producción arrocera hacia otras zonas del estado, sobre la base del arrendamiento de tierras, el trabajo asalariado y el empleo de tecnologías modernas, valiéndose para ello de una amplia utilización de los recursos del crédito
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
215
relaciones de cooperación también se manifiestan entre la FARSUL y las federaciones de
cooperativas del estado, entre las que destacan la “Federação das Cooperativas de Arroz
do Rio Grande do Sul” (FEARROZ) y la “Federação das Cooperativas de Trigo e Soja do
Rio Grande do Sul” (FECOTRIGO).
Por otra parte, la Patronal Agraria concede un tratamiento hostil a las
Organizaciones Profesionales Agrarias identificadas con los trabajadores rurales y,
principalmente, con los campesinos sin tierra. Es el caso de la FETAG, no sólo por su
proximidad al “Movimento dos Sem Terra” (MST), sino también por su discurso de apoyo
a la reforma agraria. Respecto al MST, la FARSUL no reconoce su legitimidad y combate
radicalmente sus estrategias de lucha por la tierra. Asimismo, no reconoce el
protagonismo del “Departamento Estadual dos Trabalhadores Rurais” (DETR) —ligado a
la “Central Única dos Trabalhadores” (CUT)—, “limitándose a denunciar la participación
de la CUT en las acciones lideradas por el MST”131.
Finalmente, es necesario destacar el status privilegiado que ostenta la FARSUL
ante el sector público y el privado; las buenas relaciones que mantiene con el gobierno
estadual; y la imagen de los ganaderos, los grandes propietarios de tierra, los modernos
empresarios del arroz, del trigo y de la soja que transmite en los círculos sociales y
políticos que suele frecuentar intensamente. Sin embargo, las actividades de la FARSUL
en relación a su base social —tanto las de formación sindical, como las de movilización
rural subsidiado. Los problemas financieros de estos productores emergieron sobre todo con la caída de los subsidios, el cambio en la forma de corrección monetaria aplicada a las financiaciones, la alta incidencia de impuestos sobre el sector, entre otros sucesos. Aunque el grupo de los arroceros siempre haya ejercido gran influencia en la dinámica reivindicativa de la FARSUL, en verdad no aceptaban la forma con que la FARSUL venía tratando la cuestión, lo que dio origen a la creación de asociaciones de arroceros para tratar de sus problemas específicos. Tras nuevas movilizaciones en 1989, deciden la creación de la FEDERARROZ, agrupando las distintas asociaciones de arroceros existentes, con el objetivo de “abrir una vía política para la defensa de los intereses específicos del sector de arroz” y reconquistar un apoyo más comprometido por parte del Estado. El eje reivindicativo de la nueva organización de representación de intereses se caracterizaría por “el aumento de los precios mínimos del producto, el cese de las importaciones de arroz por parte del gobierno federal, y la exigencia de una pronta solución a la cuestión de las deudas de los arroceros”. Asimismo, como señala Fialho, el surgimiento de la nueva entidad de representación “parece que afecta más a los dirigentes de las viejas organizaciones que a su base social”, y que, si bien “entre las directivas, las relaciones pueden ser competitivas e incluso conflictivas (...), en la base, muchas veces lo que ocurre son relaciones de cooperación, cuando no aparecen fundidas en un único discurso y una misma acción colectiva”. En definitiva, la disidencia representada por la FEDERARROZ, por limitarse a la problemática específica del arroz, “no tiene condiciones ni intenciones de concurrir con la FARSUL en otros puntos de política agrícola general”, lo que permite suponer que la actuación de la patronal agraria hegemónica en defensa de los productores de arroz no parece que vaya a cesar, ya que “ahí permanecen representados los más tradicionales nombres de uno de los más importantes y consolidados sectores de la agricultura capitalista de Rio Grande do Sul”. Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 218-222.
131 Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 187-188.
José A. Costabeber
216
de los afiliados— son poco significativas si se las comparan con las desarrolladas en el
ámbito de lo “público” y de lo “privado”. Estas actividades, además de no ser prioritarias
en el programa de la FARSUL, tampoco parecen ser reivindicadas por las bases, “lo que
demuestra el carácter de organización cúpula de la Federación”. Efectivamente, “la
FARSUL es vista, por los sindicatos de base, como la legítima representante de los
intereses de los productores rurales, una representante que, dada su condición de órgano
consultivo del gobierno, se constituye en un importante instrumento para las
negociaciones con el mismo y para la apertura de espacios políticos en aras de la
defensa de los intereses de los agricultores en general”. Así que el status conquistado no
puede, o no debe, ser comprometido en conflictos directos con el Estado, del cual, en
cierta medida, la FARSUL es parte integrante. “Por eso, su estrategia es más bien de
concertación, quedando la protesta y la indignación al nivel de la retórica de sus
discursos”132.
4.1.2. Representación de intereses en la agricultura familiar
La FETAG (Federación de los Trabajadores de la Agricultura de Rio Grande do
Sul), de modo similar a la FARSUL, es considerada un sindicato de grado superior, o sea,
está constituida por la asociación de sindicatos de base y no por la afiliación de
agricultores a título individual. Reconocida oficialmente como sindicato desde 1965, se
dedica “al estudio, defensa, coordinación, protección y representación legal de los
trabajadores rurales” del estado de Rio Grande do Sul. Es también la organización
reconocida por los poderes públicos como la representante oficial del sector de la
agricultura familiar gaucha, o sea, de los agricultores titulares de pequeñas explotaciones
que las gestionan sea en régimen de propiedad, sea en forma de arrendamiento o
aparcería.
Sin ánimo de profundizar sobre el contexto histórico en que surge la FETAG, es
importante recordar que los años 1950 señalaron el inicio de un intenso proceso de
modernización de la agricultura brasileña, proceso éste que se caracterizaría, desde sus
132 Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 189-190.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
217
comienzos, como parcial, selectivo y excluyente133. En Rio Grande do Sul, donde la
modernización agraria se presentó de forma pionera, la nueva manera de producir
vendría a agravar aún más la diferenciación social en el seno de la agricultura. En un
contexto de gran concentración de la posesión de la tierra y del agotamiento de la
frontera agrícola regional, el estado asistiría a la emergencia de intensas manifestaciones
y movilizaciones de campesinos sin tierra, que resultarían en la creación, en 1960, del
MASTER (“Movimento dos Agricultores Sem Terra”).
Este movimiento —apoyado por comunistas gauchos, por el partido del gobernador
(Partido Trabalhista Brasileiro) y por el propio gobernador del estado, Leonel Brizola—,
pasaría a coordinar las acciones en defensa de la reforma agraria. El MASTER tenía
como propuesta de organización la constitución de asociaciones de pequeños y
medianos agricultores sin tierra, considerada como la estrategia más adecuada para que
se pudiera emprender la lucha por la tierra, mezclando en su actuación o bien acciones
legales o bien acciones de confrontación directa con los terratenientes134. Su mayor
ofensiva en pro de la reforma agraria se daría a partir de 1962, organizando numerosas
acampadas de campesinos sin tierra en áreas de latifundio. A través del IGRA (“Instituto
Gaúcho de Reforma Agrária”), creado por el gobernador, el Estado garantizaba la entrega
de tierras a los campesinos.
Como contrapunto al MASTER se presentó la FAG (“Frente Agrária Gaúcha”),
movimiento alternativo impulsado por la jerarquía regional de la Iglesia católica,
preocupada que estaba con la delicada situación que pasaba la agricultura en la región
sur y con el rumbo de los acontecimientos bajo el liderazgo del MASTER135. De ello
133 En efecto, durante la década de cincuenta surgieron ya importantes manifestaciones y movilizaciones de campesinos en determinadas zonas del país —especialmente en la región nordeste—, señalando en cierta forma una reacción en contra de las consecuencias indeseables y perversas de la penetración de las relaciones de producción capitalista en la agricultura brasileña. Estas movilizaciones adquirieron notabilidad y repercutieron nacionalmente, atrayendo la atención no sólo de campesinos y trabajadores rurales de otras regiones, sino también de sectores políticos, religiosos y sociales más sensibles a la poblemática de exclusión social a que estaba sometida la mayor parte de la población rural brasileña.
134 Tanto la FARSUL como la jerarquía de la Iglesia católica en Rio Grande do Sul “descalificaban al MASTER como movimiento legítimo de los campesinos sin tierra, considerándolo más bien como un movimiento político ideologizado y vinculado a los partidos marxistas, un movimiento revolucionario ‘indeseable y nocivo para la sociedad gaucha’”. Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 227.
135 Siguiendo a Fialho, “los obispos gauchos pretendian, a través de la FAG, crear un sindicalismo católico, que buscara, antes de nada, la defensa y mantenimiento de la agricultura familiar, reivindicando una mejora de las condiciones de vida de los trabajadores rurales, si bien respetando el orden establecido y negando de forma rotunda la lucha de clases. La reforma agraria, por ejemplo, sólo era concebida por el movimiento católico de la FAG como una acción del Estado dentro del repeto a la propiedad privada, lo que
José A. Costabeber
218
resultaría una intensa disputa entre la FAG y el MASTER por la creación de sindicatos de
trabajadores rurales y, con eso, consolidarse como legítimo representante de la
categoría, ya que regía en la época el principio de la unidad sindical.
En 1963, ocho sindicatos de trabajadores rurales, animados por la FAG, crean la
“Federação dos Pequenos Proprietários e Trabalhadores Autônomos do Rio Grande do
Sul”. Es importante mencionar que, a partir de 1964 —cuando se instala la dictadura
militar en Brasil—, la mayor parte de los sindicatos de trabajadores rurales identificados
con las propuestas del MASTER entraría en decadencia y sucumbiría ante las presiones
y hostigamientos ejercidos por las nuevas autoridades militares con la colaboración de la
FAG. Mientras tanto, la FAG avanzaría en su labor de creación de nuevos sindicatos de
pequeños agricultores y asalariados rurales, pero ahora sin la competencia del MASTER,
prácticamente desmantelado. Así que, en 1965, la anterior federación de pequeños
agricultores sería reconocida como sindicato oficial, con la denominación de “Federação
dos Trabalhadores da Agricultura do Rio Grande do Sul” (FETAG).
Hay que destacar que, en su etapa inicial de desarrollo, la FETAG daría sus
primeros pasos de la mano de los dirigentes de la FAG, dependencia ésta que
continuaría hasta que pudiera alcanzar su propia autofinanciación vía recaudación de la
cota sindical obligatoria. Asimismo, las directivas de la FETAG se mostrarían muy
cercanas a los gobiernos militares y autoridades estaduales, así como dispuestas a
“cooperar con el gobierno estadual a cambio de favores y de delegación de competencias
para la prestación de servicios a los trabajadores rurales, delegación que, a la vez, les
proporcionaba condiciones favorables para la consolidación del modelo de sindicalismo
paternalista que la FETAG representaba en la región”136.
La FETAG comenzaría una nueva etapa de su desarrollo a partir de los años
setenta, cuando el gobierno optó por hacer de los sindicatos una agencia de prestación
de servicios sanitarios (asistencia médico-odontológica y hospitalaria), a modo de
suavizar las presiones y reivindicaciones de los trabajadores rurales respecto a esta
materia. La participación directa de los sindicatos locales en la prestación de servicios de
asistencia sanitaria a los trabajadores rurales representaría para la FETAG “un momento
haría diferenciarla radicalmente de las propuestas del MASTER a ese respecto. Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 227.
136 Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 230.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
219
importante en su desarrollo organizativo al permitirle aumentar su base social de afiliados
y ampliar su capital patrimonial”137. Asimismo, la Federación se ocuparía también de la
defensa de los intereses de sus afiliados en cuanto productores de mercancías,
centrando sus acciones en los sectores más relacionados con el tipo de agricultor que
componía su base social, y contratando incluso técnicos agrícolas —a través de convenio
con el gobierno estadual— para la prestación de asistencia técnica a los agricultores
afiliados. En síntesis, en esta etapa la FETAG consolida su modelo de sindicalismo
asistencialista, contribuyendo para ello la realización de servicios delegados o apoyados
desde el Estado.
Los años ochenta marcarían una nueva fase de la FETAG en tanto representante
oficial de los intereses de los agricultores familiares y trabajadores rurales. Como ya
hemos visto, la acelerada modernización de la agricultura —acaecida sobre todo en los
años setenta— ponía de manifiesto un proceso paralelo de exclusión y diferenciación
social, con reflejos particularmente importantes sobre los pequeños agricultores y
trabajadores en la agricultura. En un contexto de crisis de la pequeña explotación familiar
gaucha, la FETAG emprendería un cambio en su estrategia reivindicativa, poniendo
“énfasis en la movilización y en la participación directa de su base social, y menos en su
relación clientelar con el poder público. Los trabajadores rurales de la FETAG pasarán a
ocupar las calles para protestar, denunciar y reivindicar un mejor tratamiento por parte del
Estado, lo que constituirá una novedad en la tradición de la Federación”138. Además de
ello, la FETAG pasaría reivindicar una política agrícola diferenciada en favor del pequeño
agricultor, tanto para proteger a productos y sectores específicos, como para proteger los
intereses de la agricultura familiar con un carácter más amplio.
137 Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 231. 138 Si en el inicio la FETAG sólo prestaba su apoyo a los movimientos de protesta protagonizados por
su base social, más tarde se implicaría directamente incluso en su coordinación. Así, durante los años ochenta crecerá la insatisfacción por parte de la FETAG y de sus sindicatos afiliados en relación a la baja calidad de los servicios de asistencia sanitaria, como fruto de la falta de apoyo gubernamental. Una vez más, “los trabajadores rurales vinculados a la FETAG ocuparán las calles para presionar al gobierno y sensibilizar a la opinión pública del deterioro de sus condiciones de vida, y de la injusta discriminación que sufrían, principalmente en relación a los servicios mínimos que el Estado prestaba a los trabajadores de la industria y los servicios”. Hay que señalar que, al tratar este tema, la FETAG se destacaría de las demás Federaciones que componían la CONTAG (“Confederação dos Trabalhadores da Agricultura”). Su lucha por mejores condiciones de seguridad social a sus afiliados sobrepasaría incluso en importancia a las cuestiones más relacionadas con la política agrícola. Respecto a la cuestión de la lucha por la tierra, que en Rio Grande do Sul adquirió contornos singulares, la FETAG adoptaría una posición de simpatía en relación a las manifestaciones promovidas por MST en pro de la reforma agraria, apoyando incluso algunas ocupaciones de tierras, si bien no consideraba este tema como central en sus prioridades de acción. En realidad, la FETAG no podría arriesgarse demasiado en perder la confianza de la mayoría de su base social, los
José A. Costabeber
220
La FETAG agrupaba, a finales de 1993, a 311 sindicatos locales, ubicados en
distintos municipios del estado y vinculados a 22 estructuras regionales de administración
intermedia, denominadas Regional Sindical. El modelo sindical de la FETAG tiene como
universo de referencia a la categoría profesional de los trabajadores rurales, categoría
ésta definida en los Estatutos Sociales de la Federación como: “la formada por todos
aquéllos que ejercen una actividad como asalariados en la agricultura, ganadería y
similares, y en la producción extractiva rural, así como por los agricultores, propietarios o
no, que ejerzan su actividad individualmente o en régimen de economía familiar,
entendiendo por tal el trabajo de los miembros de la familia, ejecutándola en condiciones
de mutua dependencia y colaboración, y con la ayuda eventual de terceros”. En cualquier
caso, “el colectivo que más caracteriza a los sindicatos de la FETAG es el de los
agricultores familiares que se dedican a la producción de una variada gama de productos
agropecuarios, destinados, en su gran mayoría, al sistema agroalimentario, bien para
consumo directo, bien como materia prima para la industria alimentaria”139.
Como hemos visto antes, esta agricultura familiar —la principal base en que se
apoya la Federación que estamos comentando— presenta gran heterogeneidad
socioeconómica no sólo en el ámbito nacional, sino también a nivel del estado de Rio
Grande do Sul. Creemos que las categorías de agricultura familiar consolidada, en
transición y periférica, —utilizadas por la FAO/INCRA para caracterizar la diferenciación
interna de la agricultura familiar en diversas regiones del país140— sean también
suficientes para poner de relieve que el más importante colectivo representado por la
FETAG no es homogéneo, trayendo dificultades para esta federación a la hora de
elaborar su programa reivindicativo. Si a los agricultores familiares consolidados les
interesan políticas agrícolas orientadas a productos, quizás a los en transición la
reivindicación más importante sea la que les permitan una mejora en el aparato
productivo y una mayor integración al mercado de insumos y productos, mientras para los
periféricos podrán ser más interesantes programas de redistribución de tierras o, incluso,
políticas sociales que les permitan vivir con mayor dignidad, incluyendo ahí “una política
pequeños agricultores propietarios, que nunca antes se movilizó para apoyar decididamente la lucha por la tierra. Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 233-237.
139 Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 248-249. 140 FAO/INCRA (1994): Diretrizes de política agrária ...; op. cit.; y FAO/INCRA (1996): Perfil da
agricultura familiar ...; op. cit.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
221
de mejora de las condiciones laborales y el respeto a sus derechos como trabajadores y
ciudadanos”141.
Para finalizar esta breve caracterización de la FETAG, es necesario aún resaltar
que la defensa de los intereses de los trabajadores rurales, principalmente los de los
pequeños propietarios agrícolas, además de la busca para esta categoría social de
reconocimiento y legitimación ante el Estado y la sociedad civil, están en el centro de su
discurso. Defienden, pues, la permanencia de la pequeña explotación familiar no sólo
como una garantía para el abastecimiento alimentario, sino también como una ayuda
para mantener un tejido social articulado en el medio rural, evitándose así el éxodo rural y
sus consecuencias perversas. En cualquier caso, desde la perspectiva de la FETAG, “la
viabilidad de la explotación familiar sólo sería posible con una política diferenciada en
favor de los pequeños agricultores”, diferenciación ésta que afectaría a todas las distintas
áreas de la política agraria, “al ser el colectivo de la agricultura familiar el soporte básico
de la agricultura y la economía de la región”142.
Sin ánimo de adentrarnos en los proyectos de la FETAG, es necesario destacar
algunos de los elementos básicos que forman parte del discurso de esta Federación en
tanto defensa de un plan de viabilidad de la agricultura familiar en la región. En el terreno
de la comercialización, por ejemplo, la FETAG apuesta por “el modelo cooperativo como
vía para incorporar a la [agricultura familiar] en el sistema agroindustrial de modo que le
permita conquistar valor añadido y mejorar el margen de beneficios en su confrontación
con el sector industrial”. Defiende, además, un modelo basado en pequeñas cooperativas
—cuya gestión pueda ser controlada por los propios asociados—, así como la creación
de asociaciones comunitarias con proyectos colectivos tanto para el uso de
equipamientos agrícolas e instalaciones, como para la compra y venta de insumos y
productos agrícolas143.
141 Según estimaciones de la FETAG, cerca de 1.500.000 pequeños productores constituyen su cuadro potencial de afiliados, incluidos ahí las mujeres agricultoras y los jóvenes mayores de 14 años. El número de afiliados a la Federación asciende a 500.000 trabajadores rurales. Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 251-252.
142 Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 253-254. 143 Según la interpretación que hace Fialho, “en la concepción que la FETAG tiene sobre el
cooperativismo hay implícita una condena del tipo dominante de macrocooperativas heredero de los antiguos proyectos intevencionistas del Estado y que actúan bajo el control de los grupos de mayor poder económico en la región”. Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 255-256.
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222
En sus análisis sobre el proyecto de la FETAG para la viabilidad de la agricultura
familiar, Fialho considera que ello “refleja un cambio cualitativo importante de su
programa reivindicativo en materia de política agrícola, pasando del nivel de las
reivindicaciones puntuales (...) al de las reivindicaciones más globales de política agraria”.
Asimismo, este cambio estaría respondiendo a dos elementos centrales: “uno de ellos, de
carácter más político, apunta a una mayor implicación de la Federación en la lucha por
introducir cambios en el modelo de agricultura y de sociedad rural vigente en Brasil (...).
El otro elemento, más pragmático, se centra en la apuesta de la FETAG por la
municipalización de su actividad sindical, o sea, por la puesta en marcha de una actividad
más asociativa, más integrada a nivel de municipio y trabajando encima de los problemas
locales”144.
Respecto a la estrategia de acción colectiva, al igual que la FARSUL, la FETAG
actúa tanto en el ámbito de “lo público”, como en el de “lo privado”. En el ámbito de “lo
público”, hay que destacar la buena relación que mantiene con organismos del gobierno
estadual (la EMATER/RS y la Secretaría de Agricultura y Abastecimiento, por ejemplo)
que comparten intereses por el mismo tipo de público. Es necesario destacar también
que, si bien durante un importante periodo de su existencia la FETAG centraba su acción
en el asistencialismo y la prestación de servicios, lo cierto es que, a partir del comienzo
de la década de 1980, “la movilización de masas, con la participación directa de su base
social, pasó a formar parte de la estrategia cotidiana de la FETAG y de sus sindicatos
locales”145.
Puede decirse que, en el ámbito de lo público, la estrategia de acción de la FETAG
se manifiesta de tres formas complementarias: la primera forma potencia los contactos
entre sus dirigentes y los poderes públicos; la segunda forma se caracteriza por la
movilización de masas en los centros urbanos, tanto en la región como en la capital
federal; y la tercera forma es representada por las acciones judiciales, utilizadas como
último recurso en situaciones en que la concertación fracasa y la movilización de protesta
no surte el efecto deseado146.
144 Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 256-259. 145 Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 264-265. 146 Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 266-268.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
223
La FETAG también desarrolla una serie de acciones en el ámbito de “lo privado”,
tales como la de intermediar “en las negociaciones de precios y criterios de clasificación
de los productos que se establecen entre sus asociados y las empresas agroindustriales
implantadas en la región”. Asimismo, mantiene relaciones con otras organizaciones
profesionales agrarias, especialmente aquellas vinculadas a los intereses de los
pequeños y medianos agricultores (por ejemplo, la FECOTRIGO, la OCERGS, y la
AFUBRA). Por otra parte, las relaciones con la FARSUL y la UDR encuentran serias
divergencias, sobre todo en lo que se refiere al tema de la reforma agraria147.
Actualmente, puede decirse que el papel de la FETAG —en cuanto representante
oficial de los intereses de los agricultores familiares— asume singular importancia148,
justo en un momento en que está abierto un gran debate en torno al fortalecimiento de la
agricultura familiar, considerada por muchos como un sector en potencia para dar un
nuevo dinamismo a la agricultura brasileña, no sólo cuando se tratan de aspectos
sociales y económicos, sino también cuando están en juego las cuestiones de índole
medioambiental.
En todo caso, hay que considerar que, en los años más recientes, la hegemónica
FETAG también ha experimentado la oposición de movimientos disidentes. La principal
disidencia y oposición al sindicalismo corporativo ejercido por la FETAG viene siendo
representada por el “Departamento Estadual dos Trabalhadores Rurais” (DETR-RS) —
vinculado orgánicamente a la “Central Única dos Trabalhadores” de Rio Grande do Sul
(CUT-RS)—149, cuya labor se dirige hacia la construcción de un “nuevo sindicalismo”,
auto-denominado de “sindicalismo combativo”, capaz de romper en definitiva con el
147 Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 271-274. 148 Véase, por ejemplo, FETAG (1995): Proposta de viabilização econômica e social das
pequenas propriedades rurais do estado do Rio Grande do Sul. Porto Alegre: FETAG-RS; mecanografiado. Seminário de Desenvolvimento Alternativo da Região Sul (1996): Relatório (versão para discussão em plenário). Porto Alegre, 26 a 29 de febrero de 1996: CONTAG/FETAG-RS/STR’s, mecanografiado; y Seminário Estadual sobre Agricultura Familiar (1996): Relatório (versão preliminar). Porto Alegre, 18 a 20 de marzo de 1996: FETAG-RS/STR’s, mecanografiado.
149 La CUT-RS, creada en el año 1984, forma parte de una estructura de representación de alcance nacional —la Central Única de Trabajadores (CUT), fundada en 1983—, que constituye, hoy en día, la organización sindical que congrega el mayor número de trabajadores rurales y urbanos en Brasil. La CUT “nacional” está organizada horizontalmente en “centrales estaduales” (la CUT-/RS, por ejemplo) que, a su vez, se organizan verticalmente en departamentos o federaciones (en el caso de Rio Grande do Sul, el DETR-RS se ocupa, pues, de las cuestiones sindicales relativas a la categoría de los trabajadores rurales). La CUT posee “una clara posición en favor del socialismo como alternativa para la resolución de los problemas de la categoría que representa, [propugnando] el tratamiento globalizado de los problemas de los trabajadores para cambiar el modelo económico y la estructura de poder, cambiando con esto la sociedad como un todo”. Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 279.
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224
modelo sindical asistencialista que históricamente ha caracterizado la actuación de la
FETAG.
Puede decirse que el DETR-RS, persiguiendo la desestabilización de la estructura
de la FETAG, desarrolla una estrategia de oposición tanto “desde de dentro” de los
Sindicatos de Trabajadores Rurales, buscando atraerlos y controlarlos, como “desde
fuera”, intentando conquistar los espacios de representación ocupados por la Federación
hegemónica. Asimismo, en el ámbito de “lo público”, el DETR-RS intenta forzar su
participación y buscar el reconocimiento por parte del gobierno estadual, ya que es la
FETAG la organización reconocida como interlocutora oficial de los pequeños agricultores
ante el Estado. Igualmente busca ampliar su espacio de participación e influencia en el
ámbito de “lo privado”, compitiendo con la FETAG, por ejemplo, en la representación de
los intereses de los agricultores en las negociaciones que se establecen con el sector
agroindustrial150.
En este contexto, merece la pena destacar que la mayor adhesión de agricultores y
Sindicatos de Trabajadores Rurales al “nuevo sindicalismo” propuesto por el DETR-RS se
dio en zonas de la región Norte del estado, justo donde los conflictos agrarios (la lucha
por la tierra, por ejemplo) se notaron con mayor intensidad durante la década de 1980.
Los datos disponibles indican que el DETR-RS agrupa ya a 38 Sindicatos de
Trabajadores Rurales en Rio Grande do Sul. Asimismo, alrededor de 50 Sindicatos de
esta naturaleza estarían “próximos” a la propuesta de actuación sindical del DETR-RS,
mientras más de 300 sindicatos permanecen afiliados a la FETAG151.
Los Sindicatos afiliados al DETR-RS, de manera similar a los que permanecen
vinculados a la estructura coordinada por la FETAG, tienen su base social compuesta
sobre todo por pequeños agricultores que trabajan en régimen de economía familiar. Este
colectivo de agricultores familiares, como hemos visto antes, no es homogéneo, sino, al
contrario, sufre una violenta diferenciación interna que tiende a agravarse conforme
avanza el proceso de modernización de la agricultura. Fialho considera que esta opción
150 El DETR-RS “se mueve en el espacio ya ocupado por la FETAG, solapándose con ésta en muchas de sus acciones (...), y buscando ocupar los espacios internos de la estructura de la FETAG con la perspectiva de sustituirla y convertirse en organización hegemónica de los trabajadores rurales”. Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 290 y 303-307.
151 Cf. Schmitt, C. J. (1996): “A CUT dos colonos: histórias da construção de um novo sindicalismo no campo no Rio Grande do Sul”. En: Navarro, Z. (org.): Política, protesto e cidadania no campo. Porto Alegre: Editora da Universidade/UFRGS; pp. 189-226, p. 225.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
225
del DETR-RS por la labor con los pequeños agricultores familiares puede ser explicada,
en cierta medida, por la intención del DETR de “atacar el problema central, identificado
como el de la producción agrícola, y no las consecuencias, como serían la expropiación y
expulsión del agricultor, el desempleo, el subempleo y la proletarización. La intención es
la de frenar la expulsión y transformación del pequeño agricultor en asalariado agrícola,
buscándolo a través de la organización colectiva de la producción, comercialización e
industrialización de la agricultura familiar”152.
Los ejes fundamentales de la propuesta formulada por el DETR-RS —tomándose
como ejemplo la presentada durante el II Congreso del Departamento Estadual de
Trabajadores Rurales de Rio Grande do Sul, realizado en 1993— dan una buena muestra
de las orientaciones que esta organización considera relevantes para que se pueda
iniciar un proyecto alternativo de desarrollo capaz de asegurar la viabilidad de la
agricultura familiar en la región. Serían necesario, pues, “a) un nuevo modelo tecnológico
que lleve en cuenta las cuestiones sociales y ecológicas de la producción agrícola (...); b)
nuevas formas de organización de la producción, comercialización, clasificación de la
producción y abastecimiento (...); c) reforma agraria en cuanto instrumento para la
transformación del actual modelo de desarrollo de la agricultura brasileña (...); d) política
agrícola diferenciada para el pequeño agricultor (...); e) investigación y extensión rural
dirigidas hacia los intereses de los trabajadores (...); y f) construir las bases culturales de
un desarrollo alternativo, rescatando valores como la solidaridad, la cooperación y
estableciendo una nueva relación hombre-naturaleza”153.
En esta propuesta de desarrollo alternativo aparecen algunos elementos que
merecen ser destacados. Uno de ellos es que el DETR considera la estrategia de
organización colectiva de la producción, comercialización e industrialización como la
“única salida” para la supervivencia de los pequeños agricultores en la actual coyuntura
que vive la agricultura brasileña y la de Rio Grande do Sul154. Otro elemento se refiere a
152 Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 292. 153 Cf. Departamento Estadual dos Trabalhadores Rurais: II Congresso. Texto base para discussão.
Citado por Schmitt (1996): “A CUT dos colonos ...”; op. cit. p. 221-222. 154 En esta propuesta de organización de la producción estarían contempladas dos direcciones: “de la
explotación agraria hacia dentro, y de ésta hacia fuera”. “En la primera dirección, dicha organización debería llevarse a cabo a través de asociaciones cooperativas para la viabilización de la producción, la adquisición colectiva de insumos y la utilización en común de la maquinaria. En la segunda dirección, es decir, en el nivel externo, tendría que ser una organización tal que proporcione condiciones para hacer viable la industrialización de la producción agraria mediante el fomento de pequeñas empresas agroindustriales, y para posibilitar la comercialización en común de los productos agrícolas a través de formas alternativas a los
José A. Costabeber
226
la necesidad de “viabilizar la adopción de un nuevo modelo tecnológico”, donde
destacaría la valorización de las tecnologías llamadas “alternativas” a la convencional de
la Revolución Verde. En el nuevo modelo tecnológico subyace la consideración de las
cuestiones sociales, económicas y ecológicas de la producción agraria, debiendo la
tecnología ser capaz también de proporcionar “mejores condiciones de salud tanto a
quienes producen, como a los que consumen los productos agrícolas”. En todo caso,
todas las proposiciones estarían integradas en una propuesta general de mayor alcance,
es decir, en “la construcción de un proyecto alternativo de desarrollo económico para el
campo gaucho”155.
4.1.3. Representación de intereses en el cooperativismo agrícola
Como ya hemos dicho en este mismo capítulo, Rio Grande do Sul experimentó, en
el periodo de postguerra, el inicio del proceso de modernización de su agricultura, siendo
el cultivo del trigo mecanizado el primer producto favorecido por las políticas agrícolas
oficiales de la época. Los grandes incentivos gubernamentales para aumentar la
producción de este cereal, como parte de una política más amplia de sustitución de
importaciones y de abastecimiento del mercado interno, resultó en la adhesión de
grandes productores, comerciantes, industriales y profesionales liberales, expandiéndose
la producción triguera a gran escala en zonas de “campo” del Planalto gaucho.
Más tarde, también los pequeños agricultores familiares de las zonas de “colonia”
—estimulados por los incentivos ofrecidos por el Estado— se incorporarían al cultivo de
trigo destinado a atender la demanda del mercado interno. Además de aportar recursos
financieros a los agricultores, mediante una política de crédito subsidiado para un cultivo
que, de modo general, presentaba baja productividad, el Estado también establecería una
política de asistencia técnica e investigación agrícola, así como apoyaría la construcción
modelos tradicionales de cooperativas”. En este contexto, el DETR-RS se posiciona en contra al cooperativismo empresarial, pues considera, entre otros males, que en este modelo el pequeño agricultor pierde el control de gestión de las cooperativas. Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 293 y 298.
155 Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 294-295.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
227
de una infraestructura de almacenamiento, comercialización e industrialización de la
producción.
El programa de desarrollo de la producción de trigo favorecería también la
organización de los productores de trigo en cooperativas especializadas. La rápida
expansión de las cooperativas trigueras en el estado de Rio Grande do Sul, observada
sobre todo a partir de mediados de los años cincuenta156, conduciría, a su vez, a la
creación de una organización de segundo grado, con el objetivo de “hacerse con el
control de todo el sector, en un intento más, por parte de los triticultores, de maximizar los
numerosos incentivos gubernamentales, principalmente los destinados a la instalación de
almacenes y silos”157.
En efecto, en 1957 se crea la FECOTRIGO que, un año después, entraría en
funcionamiento. En sus comienzos, esta Federación tenía como objetivo “actuar como
una central de cooperativas y, en función de esto, aprovechando los incentivos estatales,
desarrolló una infraestructura de almacenamiento, industrialización, transporte,
comercialización, financiación, seguros, etc., que abarcaba una gama enorme de
servicios”. Posteriormente, sobre todo a partir de la década de 1970, la soja pasaría a ser
fuertemente incentivada por las políticas del Estado, convirtiéndose rápidamente en el
principal cultivo de Rio Grande do Sul, tanto en términos de área cultivada y volumen de
producción, como en términos de incorporación de tecnologías modernas e insumos de
origen industrial. El cooperativismo agrícola ganaría nuevo impulso y participaría
directamente en la consolidación de la nueva etapa de desarrollo de la agricultura
gaucha, destacándose una vez más la FECOTRIGO en este proceso.
Antes de pasar adelante, es necesario mencionar que la FECOTRIGO —en cuanto
organización de segundo grado que congrega cooperativas del sector agrícola— no es la
única federación de esta naturaleza existente en Rio Grande do Sul. De hecho, otras
cuatro federaciones más —la FEARROZ, la FECOLÃ, la FECOCARNE, y la
FECOVINHO— también agrupan cooperativas agropecuarias de primer grado que
operan en el estado. En su conjunto, las cinco federaciones constituyeron, recientemente,
la Federación de las Cooperativas Agropecuarias de Rio Grande do Sul (FECOAGRO-
156 Las veinte primeras cooperativas trigueras en la región se crearon en el año 1957; otras surgirían en los años subsiguientes. Cf. Brum (1988): Modernização da Agricultura ...; op. cit. p. 112.
157 Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 338-339.
José A. Costabeber
228
RS), que se propone buscar “una actuación coordinada [de las cinco federaciones] en
torno de objetivos comunes”, es decir, en pro de “obtener mayor representatividad y
competitividad en el mundo de la economía globalizada”158. En cualquier caso, la
FECOTRIGO —entre las cinco federaciones que componen la FECOAGRO-RS—, es la
que posee el mayor protagonismo, tanto desde el punto de vista del volumen de
producción, como del número de agricultores a ella vinculados.
De facto, la FECOTRIGO, poseyendo un cuadro asociativo compuesto por 70
cooperativas de primer grado, representa a 208 mil agricultores que, a su vez, responden
por casi un 50% de la producción agrícola de Rio Grande do Sul159. Su base social está
constituida principalmente por las antiguas cooperativas tritícolas que, más tarde,
pasarían a dedicarse sobre todo a la soja. No obstante, en los últimos años estas
cooperativas han optado por una mayor diversificación en la pauta de sus actividades,
huyendo, en buena medida, del tradicional binomio trigo-soja. Esta diversificación varía
según la zona donde esté ubicada la cooperativa afiliada y no necesariamente implica
una mayor diversidad productiva en el ámbito de las explotaciones. En cualquier caso, la
mayor diversificación de productos agrícolas y ganaderos comercializados o
industrializados por las cooperativas afiliadas estaría ampliando, cada vez más, la labor
158 Creada el 30 de septiembre de 1997, la “Federação das Cooperativas Agropecuárias do Rio Grande do Sul” (FECOAGRO-RS) agrupa, como hemos dicho, las cincos federaciones de cooperativas de los sectores agrícola y ganadero existentes en el estado. Las federaciones que actualmente integran la FECOAGRO-RS son a) la “Federação das Cooperativas de Trigo e Soja do Rio Grande do Sul” (FECOTRIGO); b) la “Federação das Cooperativas de Arroz do Rio Grande do Sul Ltda” (FEARROZ); c) la “Federação das Cooperativas de Lãs do Brasil Ltda” (FECOLÃ); d) la “Federação das Cooperativas de Carnes do Rio Grande do Sul Ltda” (FECOCARNE); y e) la “Federação das Cooperativas Vinícolas do Rio Grande do Sul Ltda” (FECOVINHO). En efecto, la FECOAGRO-RS reúne, en su cuadro asociativo, a 170 cooperativas agropecuarias y a 227.000 familias asociadas que, a su vez, responden por un significativo porcentaje de la producción agrícola y ganadera de Rio Grande do Sul. Entre sus principales directrices de trabajo, la FECOAGRO-RS destaca las siguientes líneas de acción: a) la representación política; b) el reposicionamiento y acompañamiento de la estructura y dinámica organizacional de las asociadas; c) el asesoramiento en la constitución y funcionamiento de organizaciones intercooperativas en las áreas industrial, comercial y tecnológica; d) la estructuración y dinamización del agribusiness cooperativo; e) la prestación de servicios especializados de soporte técnico; f) el sistema y estrategia de gestión por la cualidad en las asociadas y en los productores asociados. Para el alcance de sus objetivos, la FECOAGRO-RS se propone establecer “criterios standard a ser observados por sus asociadas, disciplinando los encargos, funciones, atribuciones y prerrogativas de los administradores elegidos y del personal contratado, así como la recogida de datos estadísticos, informaciones socioeconómicas, en el cadastramiento y en los servicios de educación, capacitación y comunicación” (Fuente: Fecoagro/RS (1998): FECOAGRO/RS. Integrar para fortalecer. url: http://www.redeagro.tche.br/default.htm)
159 Los agricultores asociados a las 70 cooperativas que integran la FECOTRIGO participan con el 48% de la producción de soja, el 20% del arroz, el 16% del maíz, el 15% del frijol, el 27% del sorgo, el 70% del trigo, el 30% de la cebada, el 55% de la leche y el 30% de la lana, además de producir 59.077 toneladas de carne de cerdos, 1.005 toneladas de carne de aves y 10.070 toneladas de carne bovina.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
229
de representación ejercida por la FECOTRIGO en la defensa de los intereses de su base
social160.
Grosso modo, los agricultores vinculados al sistema FECOTRIGO pueden ser
encuadrados en tres categorías, según la superficie de sus explotaciones: a) los
empresarios rurales —también denominados “granjeiros”—, que poseen más de 50
hectáreas y representan un 23% del cuadro social; b) los medianos agricultores, que
totalizan un 65% del cuadro asociativo y poseen entre 5 y 50 hectáreas; y c) los
pequeños agricultores que, con áreas de tierras inferiores a 5 hectáreas, constituyen un
12% del total de afiliados de sistema161. Si bien la hegemonía de los granjeros haya sido
una característica importante de la FECOTRIGO, en los años más recientes esta
Federación ha recibido la influencia y la contestación de los pequeños y medianos
agricultores que, liderados y orientados tanto por la FETAG como por el DETR-RS,
buscan formas para mejor aprovechar los servicios ofrecidos por sus respectivas
cooperativas162.
Sin ánimo de analizar la larga e importante trayectoria de la FECOTRIGO en sus
cuatro décadas de existencia, merece la pena destacar, siguiendo los análisis realizados
Fialho, que, a partir de la década de 1980, esta Federación se transforma en una
organización con fines de representación, reivindicación y defensa de los intereses
políticos, económicos y sociales del sistema cooperativo, empezando también “a
cuestionar el papel interventor del Estado en la agricultura y particularmente en el
cooperativismo. Las críticas a las medidas de política agrícola adoptadas por el gobierno
federal coinciden con el agotamiento del modelo económico y con la consecuente
disminución del flujo de recursos para el crédito agrícola bonificado y otros programas de
intereses de la base social representada por la federación”. Asimismo, en este periodo
empieza a desarrollar un proyecto de auto-control de su sistema cooperativista, dejando
de apoyarse tanto en el Estado y buscando el diálogo con el asociado163.
Efectivamente, el discurso de la FECOTRIGO ha ido cambiando con el paso del
tiempo. En sus comienzos, su discurso era el de defensa del trigo, cambiando más tarde
160 Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 355-356. 161 Cf. datos socioeconómicos de la FECOTRIGO, relativos al año 1987. Actualmente, esta Federación
informa que un 80% de los agricultores afiliados poseen menos de 50 hectáreas. 162 Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 356-357. 163 Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 342-343.
José A. Costabeber
230
para el del binomio trigo-soja, con tendencia al fortalecimiento de la soja. Posteriormente,
la base de su discurso será el “cooperativismo empresarial, fuerte, competitivo y
diversificado” en cuanto a los servicios prestados a sus afiliadas. Más recientemente, en
un contexto de crisis económico-financiera que afecta al sector de la producción, su
discurso se dirige hacia “la diversificación, la tecnología y los procesos gerenciales con el
fin de mantener la competitividad de la agricultura y buscar la profesionalización del
agricultor”164.
Desde esta perspectiva, la FECOTRIGO apuesta por un proceso de
agroindustrialización —apoyado en el concepto de agribusiness— con la integración de
los tres segmentos que componen el CAI (la industria productora de insumos y
maquinarias, la industria transformadora de la producción y la agricultura propiamente
dicha), pues percibe que, dentro del CAI, existe un espacio que puede ser conquistado
por las grandes cooperativas. Además, esta Federación considera la presencia del
Estado imprescindible para el desarrollo de la agricultura, destacando la necesidad de
políticas adecuadas de financiación, comercialización y de precios mínimos, así como
políticas de control de la transferencia de rentas de la agricultura para otros sectores. En
efecto, se posiciona en contra de las políticas neoliberales adoptadas en Brasil, ya que
“descomprometen al Estado con respecto a la agricultura, dejando ésta en manos de la
iniciativa privada”165.
Por fin, es necesario destacar que, si bien el ámbito de actuación de la
FECOTRIGO esté limitado a Rio Grande do Sul, donde están instaladas sus cooperativas
afiliadas, esta federación todavía sigue manteniendo el status de interlocutora ante el
gobierno federal, especialmente para asuntos relacionados con el trigo y la soja, siendo
también consultada sobre medidas de política agrícola relacionada con otros productos
agropecuarios. Asimismo, la FECOTRIGO conserva su prestigio en el ámbito estadual,
“lo que le permite gozar todavía de un importante espacio de negociación y de liderazgo
164 En este contexto, algunos de sus dirigentes consideran que es necesario buscar un “nuevo patrón tecnológico” para la agricultura, patrón éste que permita “alcanzar un mayor nivel de producción y productividad, así como una mayor eficiencia gerencial con el fin de poder competir con productores y estructuras más eficientes y menos costosas”. La creciente degradación del suelo constituye una de las preocupaciones al respecto, y su solución pasaría por la participación del Estado en la financiación de la recuperación de la capacidad productiva de los suelos agrícolas de Rio Grande do Sul. Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 358-364.
165 Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. 364-365.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
231
como representante de un segmento productivo, en crisis, es verdad, pero que sobrevive
y que lucha por encontrar un nuevo camino”, y que lo hace bajo su coordinación166.
En sus análisis sobre el sistema FECOTRIGO, Fialho concluye que las estrategias
que la Federación persigue son, sobre todo, capacitar a las cooperativas a
autogestionarse, además de posibilitar la integración del sistema con reducción de costes
y preservación del espacio económico conquistado, superando la crisis en busca de un
nuevo perfil para el cooperativismo de producción de Rio Grande do Sul”167.
4.2. Las organizaciones de agricultores con orientación ecológica
Como hemos dicho en el Capítulo I, adoptamos como definición operativa el
concepto de Organizaciones de Agricultores con Orientación Ecológica para referirnos a
las distintas formas asociativas que vienen utilizando estrategias de acción colectiva en
defensa de intereses comunes de sus miembros, al mismo tiempo que incorporan —en
sus líneas actuales de trabajo y en sus planes futuros— algunas prácticas, métodos y
tecnologías orientadas a un manejo más ecológico de los recursos naturales en el ámbito
de la actividad agraria. Estas organizaciones estarían experimentado —en mayor o en
menor grado, en distintos niveles y, ciertamente, por las más diversas razones— un
incipiente proceso de ecologización de la agricultura.
De manera general, las organizaciones con orientación ecológica poseen afiliados
pertenecientes a un ámbito local o comunitario, si bien algunas de ellas abarcan
asociados de diversas comunidades y, menos frecuente, de distintos municipios. En la
mayoría de los casos, los cuadros sociales varían su tamaño entre 10 y 50 miembros por
organización, lo que normalmente favorece la relación cara a cara entre los afiliados.
Asimismo, aunque muchas de estas organizaciones poseen naturaleza jurídica
formalizada —con estatutos y reglamentos internos registrados en las instancias
oficiales—, sus estructuras burocrático-administrativas son poco complejas. Son los
propios afiliados los que, aumentando sus jornadas de trabajo, ocupan los puestos de
166 Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. p. 349. 167 Cf. Fialho (1994): Acción colectiva y asociacionismo ...; op. cit. 377-378.
José A. Costabeber
232
coordinación y ejecutan las tareas necesarias para el funcionamiento de la organización,
no contando, por tanto, con la contratación de servicios de asesores especializados
externos al cuadro social, aunque reciban asesoría de forma gratuita. En cualquier caso,
la mayor parte de estas organizaciones aún mantiene un carácter informal, no
disponiendo de instrumentos legales para disciplinar y/o coordinar la actuación de sus
miembros y de la organización misma en tanto representante de intereses colectivos.
Se podría decir que, en buena medida, las acciones colectivas llevadas a cabo por
las organizaciones con orientación ecológica se sitúan en el “nivel interno”, es decir,
tratan de afrontar los problemas y buscar soluciones a aspectos directamente vinculados
a los procesos productivos que se realizan en el ámbito local o comunitario. Serían
ejemplos de estas acciones: a) la animación sociocultural, promovida por los propios
agricultores o por los organismos de extensión rural, con el objetivo de promover el
intercambio de experiencias y/o la difusión de nuevas tecnologías y métodos de
producción; b) el uso colectivo y coordinado de máquinas y equipamientos agrícolas,
pretendiendo maximizar la eficiencia en la aplicación de los recursos de los agricultores y
reducir los costes de producción agraria; c) la planificación técnica y estratégica del
manejo integrado del suelo y agua en microcuencas hidrográficas, de manera a mitigar
los efectos medioambientales negativos de la artificialización de ecosistemas para fines
agrícolas; d) la instalación de pequeñas agroindustrias comunitarias para el
procesamiento y transformación de la producción agraria a nivel local; e) la
experimentación de nuevas tecnologías y procesos de producción —validados o no por
los organismos oficiales de investigación—, aumentando la oportunidad de elección por
parte de los agricultores; f) la promoción de encuentros, seminarios y reuniones, con el fin
de discutir y elaborar líneas alternativas de acción, tanto en aspectos tecnológicos, como
organizativos y de gestión de la actividad agraria; etc.
No obstante, también suelen observarse acciones colectivas en el “nivel externo”,
es decir, acciones que van más allá de las actividades productivas realizadas en el
ámbito de las explotaciones agrarias propiamente dichas. En este nivel, las acciones de
carácter colectivo más comunes suelen ser: a) la negociación para la adquisición
conjunta de insumos y maquinarias agrícolas; b) la búsqueda y la organización de
mercados convencionales o alternativos para la comercialización de la producción de los
afiliados; c) la obtención de crédito y recursos para la financiación tanto de actividades
productivas realizadas por los afiliados individualmente, como de actividades gestionadas
colectivamente; d) el establecimiento de lazos y relaciones de trabajo con agentes e
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
233
instituciones de investigación y de asistencia técnica y extensión rural; y, e) en menor
medida, la concertación de intereses con entidades representativas de los agricultores en
la esfera más amplia de las políticas agrícolas y económicas.
La gran mayoría de las organizaciones de agricultores con orientación ecológica
existentes en Rio Grande do Sul recibe asesoramiento de la EMATER/RS, entidad
ejecutora de las políticas oficiales de asistencia técnica y extensión rural del Estado.
Asimismo, una serie de otras entidades (cooperativas agrícolas, universidades,
instituciones de investigación agraria, empresas privadas, ONG’s, Sindicatos de
Trabajadores Rurales, sectores de la Iglesia) participan, de forma exclusiva o no, en el
asesoramiento técnico y organizativo de determinadas organizaciones de agricultores.
Finalmente, merece la pena destacar que una de las principales características de
las organizaciones que estamos tratando es que la casi totalidad de sus afiliados se
encuadra en la categoría de “agricultores familiares”. Es decir, estos agricultores
normalmente poseen explotaciones con una superficie media inferior a 50 hectáreas,
organizan el proceso de trabajo y la gestión de las actividades agrarias en torno a la
disponibilidad de la mano de obra familiar, y se dedican no sólo a la producción destinada
al mercado, sino también a la producción orientada a la subsistencia familiar. En zonas
de terrenos más planos, prevalece el cultivo de cereales (soja, maíz, trigo) y el empleo de
operaciones moto-mecanizadas. En zonas de topografía quebrada, la producción agraria
tiende a mostrarse más diversificada, incluyéndose, además de los cereales, el cultivo de
tabaco, patata, yerba mate, yuca, frijoles, hortofrutícolas y la producción tradicional de
cerdos, aves y ganado de leche. Por otra parte, es necesario mencionar también la
existencia de algunas organizaciones donde se nota la presencia de afiliados detentores
de mayores superficies de tierra. En estos casos, la actividad agraria normalmente está
organizada en base a la producción integrada de cereales (soja, trigo, maíz) y ganadería
(ganado para corte), en terrenos que favorecen el uso de la moto-mecanización y la
explotación intensiva del suelo.
A continuación, caracterizaremos brevemente a dos de las categorías de
organizaciones de agricultores que, desde nuestro punto de vista, estarían
experimentando un incipiente proceso de ecologización en sus actividades agrarias: las
organizaciones para la “gestión del suelo y el agua”; y las organizaciones orientadas a
procesos “no convencionales” de producción. Sin embargo, merece la pena recordar, una
José A. Costabeber
234
vez más, que son las Asociaciones de Agricultores Ecológicos —incluidas en la segunda
categoría— las que constituyen la base empírica de la presente investigación.
4.2.1. Organizaciones para la “gestión del suelo y el agua”
Las organizaciones de agricultores que ponen énfasis en el manejo y conservación
del suelo y agua pueden ser divididas en dos distintos grupos, según sus orígenes y sus
enfoques tecnológicos, organizativos y estratégicos. Serían, pues, a) los Clubes Amigos
de la Tierra que, con preocupación inicial por la difusión de la siembra directa entre sus
afiliados, nacieron sin la influencia de las entidades asistenciales del Estado; y b) los
grupos de agricultores para el manejo integrado del suelo y agua en microcuencas
hidrográficas, nacidos principalmente a partir de las acciones movilizadoras de la
Extensión Rural oficial.
• Los Clubes Amigos de la Tierra
Los primeros “Clubes Amigos da Terra” de Rio Grande do Sul surgieron en el inicio
de la década de los ochenta, principalmente en la región del Planalto riograndense, justo
donde el cambio de la base técnica de la agricultura se había hecho notar con mayor
intensidad. Como hemos dicho anteriormente, en esta región hubo una gran expansión
de los cultivos de soja y trigo —principalmente a partir de la década de 1970—,
provocando el uso más continuado de la tierra, la disminución de los sistemas de rotación
de cultivos, el incremento de la utilización de agroquímicos y la reducción de las áreas de
bosques y forestas. Todo ello, asociado a una mayor utilización de maquinaría agrícola
pesada, acentuó la escorrentía superficial de las aguas y, por consiguiente, los problemas
de erosión hídrica del suelo. La expansión del monocultivo de la soja hizo más
acentuadas las externalidades negativas de la agricultura química-industrial sobre los
recursos naturales, despertando una mayor preocupación por la conservación del suelo y
agua, como forma de recuperar y mantener la capacidad productiva de los
agroecosistemas —en especial, la fertilidad de los suelos— y, por consiguiente, reducir
los costes de producción. A partir de los años ochenta, la erosión del suelo era vista ya
como uno de los más graves problemas de la agricultura gaucha, motivando a
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
235
agricultores, técnicos e investigadores a buscar soluciones y a adoptar medidas y
estrategias conducentes al enfrentamiento del problema.
En este contexto es donde se organizarían los primeros Clubes Amigos de la Tierra
de Rio Grande do Sul, en su intento de promover “el intercambio de experiencias sobre el
sistema de siembra directa u otras técnicas para la conservación de suelos” entre sus
miembros. Las acciones colectivas asumirían, así, una forma de “animación
sociocultural”, donde uno de los intereses principales sería el de proporcionar a sus
afiliados el acceso a las nuevas y más adecuadas tecnologías para el alcance de los
propósitos y metas establecidas. Además, estas organizaciones de agricultores también
pasarían a desarrollar algunas estrategias de tipo “reivindicativo”, al tomar como uno de
sus objetivos la tarea de “reivindicar —junto a las instituciones financieras, órganos de
investigación y extensión rural, así como a empresas detentoras de tecnologías— la
liberación de recursos e informaciones con el objetivo de facilitar la adopción de técnicas
conservacionistas aplicables a las explotaciones de sus asociados”168.
De manera general, los Clubes Amigos de la Tierra no reciben asesoría técnica
específica de una única entidad o institución, estando abiertos a todas las corrientes de
investigación y empresas de asistencia técnica —sean del sector público, sean del sector
privado—, lo que les permite aproximarse a los diversos profesionales e instituciones,
promoviendo y favoreciendo el intercambio de tecnologías, conocimientos y experiencias
aplicables a su contexto de actuación. Algunos Clubes poseen su propio Departamento
Técnico, compuesto por miembros del cuadro social, facilitando así la conexión con otras
entidades y agencias dispuestas a apoyar sus iniciativas. Los Clubes están abiertos,
pues, a la participación de agricultores y de cualquier persona o institución —incluso las
empresas vendedoras de máquinas y agrotóxicos—, siempre que estén “interesadas en
la preservación del medio ambiente y vinculadas al sistema de siembra directa”.
Una importante característica de los Clubes Amigos de la Tierra es que la mayoría
de los agricultores que componen sus cuadros sociales normalmente tienen fuerte
vinculación con la producción de granos en áreas favorables a la moto-mecanización.
Además, muchos de sus afiliados poseen grandes explotaciones, con superficies medias
bastante superiores a la superficie media observada en el ámbito de Rio Grande do Sul, y
168 Las consideraciones aquí hechas sobre los objetivos y propuestas de los Clubes Amigos de la Tierra en Rio Grande do Sul están basadas sobre todo en el Estatuto Social e Informes del “Clube Amigos da Terra de Cruz Alta”, fundado en 01.06.1987 y uno de los más activos del estado.
José A. Costabeber
236
adoptan estilos capitalistas de producción. Por otra parte, vale destacar también que,
actualmente, existen varios Clubes cuyos cuadros asociativos son compuestos
esencialmente por agricultores detentores de menores superficies de tierra y que trabajan
en régimen de economía familiar. En efecto, la siembra directa —muy ligada a la
actuación y filosofía de trabajo de los Clubes Amigos de la Tierra— se ha difundido en
casi toda la región granera riograndense, con adaptaciones tecnológicas para los
distintos estratos de área. Esto le convierte en una práctica posible de utilización tanto en
pequeñas, como en medianas y grandes explotaciones.
En síntesis, estas organizaciones de agricultores que estamos tratando estarían
poniendo énfasis en una técnica que, según Romero, constituye un claro ejemplo de
especificación de dos componentes —el ecológico y el económico— del concepto de
desarrollo sostenible aplicado a la agricultura. O sea, la siembra directa “proporciona, de
manera económicamente eficiente, una reducción de la erosión a un mínimo, abajo del
cual es prácticamente imposible operar un ecosistema diseñado para la producción de
alimentos y materias primas agrícolas”. Estarían implícitos en este ejemplo, pues, los
criterios de compatibilización entre la viabilidad económica y la prudencia ecológica. No
obstante, como señala el mismo autor, cuando aplicada a un monocultivo, los beneficios
ambientales de la siembra directa se limitan “exclusivamente a la reducción de la
erosión”, exigiendo, además, el uso sistemático de herbicidas, cuyos efectos a largo
plazo en el medio ambiente sólo ahora comienzan a ser mejor evaluados169.
• Las organizaciones en microcuencas hidrográficas
Las actividades en microcuencas hidrográficas en el estado empezaron durante la
primera mitad de la década de los ochenta. Su objetivo era el de estimular a los
agricultores para la adopción de prácticas conservacionistas capaces de frenar el intenso
proceso de erosión hídrica a que estaba, y que todavía está, sometida la mayor parte de
la principal región productora de granos de Rio Grande do Sul. Las diversas experiencias
169 Desde la perspectiva de la ecologización de las prácticas agrarias, por tanto, la siembra directa “debería ser parte de un conjunto de técnicas articuladas para mantener el equilibrio ecológico de los sistemas agrícolas, involucrando rotaciones de cultivos e integración agricultura-ganadería”, lo que pondría en confronto dos distintas lógicas económicas: la lógica de la simplificación versus la lógica de la complejidad. Cf. Romero, A. R. (1996): “Agricultura sustentável, tecnologia e desenvolvimento rural”. En: Agricultura Sustentável, Jaguariúna, vol. 3, nº 1/2, ene.dic./1996; pp. 34-42, p. 36-37.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
237
hasta entonces realizadas mostraban que la utilización aislada de prácticas químicas y
mecánicas no era suficiente para garantizar la recuperación y el mantenimiento de la
fertilidad de los suelos. Además, se percibía que los límites geopolíticos de las
explotaciones agrarias no siempre coincidían con los límites naturales para una adecuada
gestión de los recursos de suelo y agua. Era necesario, pues, promover formas
asociativas, al objeto de integrar a los agricultores no sólo en el planeamiento, sino
también en la ejecución de las prácticas orientadas a la conservación de los recursos
naturales.
Desde sus inicios, los trabajos de dinamización y movilización de los agricultores
para acciones colectivas de combate a la erosión del suelo fueron ejecutados por
extensionistas de la EMATER/RS. En esta estrategia de intervención, la Extensión Rural
adoptaría el criterio hidrológico como base de sus trabajos, y la microcuenca hidrográfica
pasaría a ser considerada como “la unidad lógica y técnica de planeamiento”, sirviendo
de “base demostrativa para la difusión de tecnologías que produzcan resultados técnicos,
económicos, sociales, comunitarios y ambientales”170. Así, los agricultores también serían
estimulados a organizarse en grupos —formales o informales—, como manera de hacer
más eficientes las acciones de recuperación, conservación y manejo de los recursos
naturales en las microcuencas hidrográficas.
El programa experimentó notable expansión a partir de 1987 —año en que fue
reglamentado por el Gobierno del Estado como “Programa Estadual de Microbacias
Hidrográficas”—, principalmente en zonas del Planalto riograndense donde había una
mayor concentración de pequeñas y medianas explotaciones y una importante
producción agrícola171. Aunque la coordinación haya quedado en manos de la Secretaría
de Agricultura del Estado de Rio Grande do Sul y de la EMATER/RS, hubo una amplia
integración interinstitucional172 en apoyo a la ejecución del Programa173, aumentando su
170 Cf. Ferreira, T. N. (1995): Programa Estadual de Microbacias Hidrográficas. Porto Alegre: EMATER/RS; p. 15.
171 Cf. Ferreira, T. N. e Gausmann, E. (1996): “Extensão conservacionista, educação ambiental, capacitação técnica e pesquisa - Rio Grande do Sul”. Trabajo presentado en el Seminario Manejo de Cuencas Hidrográficas en el Cono Sur de América Latina. Blumenau (Brasil), 18 a 22 de noviembre de 1996; mecanografiado. p. 21-22.
172 También hubo intenso conflicto técnico entre Ingenieros Agrónomos de la EMATER/RS y de la Secretaría de Agricultura del Estado, una vez que los últimos no coincidian acerca de la orientación tecnológica seguida por los primeros. Tal conflicto fue mediado por la Sociedad de Agronomía de Rio Grande do Sul y resuelto tras varias reuniones de especialistas de ambas entidades.
173 La Comisión Estadual de Microcuencas Hidrográficas, creada por la Portaría Nº 859/87 del Secretario de Agricultura y Abastecimiento del Estado de Rio Grande do Sul, congrega casi una treintena de
José A. Costabeber
238
alcance y el número de agricultores asistidos. A finales de 1996, la Extensión Rural
actuaba ya en 455 microcuencas hidrográficas —distribuidas en 225 municipios—, lo que
correspondía a la participación de 20.041 familias y a un área asistida de 342.457
hectáreas174. Las metas previstas para el desarrollo del Programa son todavía más
ambiciosas, estimándose, para el año de 1998, la actuación en 1.000 microcuencas,
distribuidas en 325 municipios del estado. La concretización de estas metas permitiría el
alcance de 50.000 familias rurales y un millón de hectáreas de área asistida175.
Es importante aclarar, no obstante, que la EMATER/RS, en sus informes y planes
estratégicos de intervención, normalmente no se refiere a “asociaciones”, “grupos” u
“organizaciones” de agricultores de la microcuenca, sino más bien a la “microcuenca”
asistida o trabajada, lo que puede estar indicando una motivación más tecnológica que
socioambiental. Sin embargo, la Extensión Rural invariablemente destaca el imperativo
de promover la organización de los agricultores y de las comunidades, al objeto de hacer
factible el trabajo integrado en microcuencas176, así como la necesidad de motivar el
espíritu asociativo y movilizar los núcleos de agricultores para la adopción de prácticas
conservacionistas177, es decir, una “justificación funcional”178 orientada a objetivos
establecidos por especialistas en suelos. Parecería, pues, que las formas asociativas
entidades de apoyo al Programa. Cf. Ferreira (1995): Programa Estadual de Microbacias ...; op. cit. p. 21-21.
174 Cf. correspondencia personal del Director Técnico de la EMATER/RS, Zootecnista Jair Seidel (17.12.1996).
175 Cf. Ferreira (1995): Programa Estadual de Microbacias ...; op. cit. p. 14. Más recientemente, el Programa Estadual de Microcuencas Hidrográficas ha sido potenciado por el Programa PRÓ-GUAÍBA (“Programa para o Desenvolvimento Racional, Recuperação e Gerenciamento Ambiental da Bacia Hidrográfica do Guaíba”) y, especialmente, por el Sub-programa “Sistemas de Manejo y Control de la Contaminación por Agrotóxicos”, que viene siendo coordinado y ejecutado por EMATER/RS. El Sub-programa prevé la inversión de US$ 25.496.627 en obras destinadas al control de la erosión del suelo, al control de la contaminación por agrotóxicos y a la reforestación ambiental, debiendo beneficiar directamente a 7.820 explotaciones agropecuarias y 40.000 personas de 100 distintos municipios del estado. Estas explotaciones están ubicadas en 117 microcuencas hidrográficas de las sub-cuencas del “Alto Jacuí” y del “Baixo Jacuí”. El PRÓ-GUAÍBA, creado por la Ley nº 9893/93, fue elaborado bajo la coordinación de la Secretaría de Planeamiento y Administración del Gobierno del Estado de Rio Grande do Sul. El Programa tiene un presupuesto de US$ 220,5 millones, siendo el 60% financiados por el BID (Banco Interamericano de Desarrollo) y un 40% aportado como contrapartida del Tesoro del Estado de Rio Grande do Sul. La Cuenca del Guaíba posee 85.950 km2 de área y en ella viven 5,3 millones de personas en 176 municipios. Cf. EMATER/RS. Informativo PRÓ-GUAÍBA. Porto Alegre: EMATER/RS; mecanografiado.
176 Cf. PRÓ-GUAÍBA. Subprograma sistemas de manejo e controle da contaminação por agrotóxicos (1997): Resenha. Porto Alegre: EMATER/RS; p. 13.
177 Cf. Ferreira (1995): Programa Estadual de Microbacias ...; op. cit. p. 12. 178 Cf. Pretty, J. N. (1995): “Participatory learning for sustainable agriculture”. En: World
Development, vol. 23, nº 8, aug./1995; pp. 1247-1263, p. 125.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
239
para el manejo integrado en microcuencas hidrográficas todavía se están sucediendo en
carácter incipiente en buena parte de las experiencias en curso.
En este contexto, merece la pena destacar que, si bien el Programa de
Microcuencas Hidrográficas expresa sus pretensiones de abarcar simultáneamente
diferentes aspectos de la realidad social de las familias participantes179, queda claro que
su principal énfasis está puesto en “la mejora, la conservación y el manejo integrado del
suelo, del agua y de las forestas”, donde la contención de la erosión del suelo constituiría
el principal desafío para los grupos de agricultores y para la propia Extensión Rural. En
efecto, como pone de relieve Ferreira, el beneficio principal del programa “se refiere al
progreso socioeconómico de las familias de agricultores, a ser alcanzado a partir de la
contención del proceso de erosión, con la recuperación de la capacidad productiva de las
áreas depauperadas y, sobre todo, con la reducción de las pérdidas actuales y futuras de
la fertilidad de los suelos anualmente cultivados”180. Por otra parte, eso no invalida el
hecho de que algunas de las organizaciones existentes estén experimentando un
proceso de ecologización de la agricultura, mediante la integración de distintas prácticas
y tecnologías agrarias181. Asimismo, en muchos casos, este proceso se estaría
manifestando de una manera un tanto tímida e incipiente, con la mera introducción de
tecnologías orientadas a la conservación del suelo en el contexto de la agricultura
convencional.
Es oportuno reconocer que las 455 experiencias en el manejo de microcuencas
hidrográficas no serían homogéneas entre sí. En verdad, como hemos visto antes, Rio
Grande do Sul presenta enorme heterogeneidad respecto a su agricultura, tanto por sus
características de clima, relieve y fertilidad de los suelos, como por sus características de
estructura fundiaria, grado de tecnificación y tipos de cultivos. Y esto, evidentemente, se
179 Como asegura Ferreira, “El ordenamiento de una cuenca o microcuenca tiene implicaciones mayores que la conservación del suelo. Supone la planificación del aprovechamiento de todos los recursos naturales de la microcuenca, de manera que beneficie a todos sus habitantes, tanto en el presente, como en el futuro. Dentro de lo posible, se recomienda un tratamiento multidisciplinar en que se fundamentará la planificación con amplias informaciones de base, involucrando suelos, sistemas actuales y potenciales de aprovechamiento de la tierra, condiciones socioeconómicas y aspiraciones de las familias, y prioridades establecidas en un plan de desarrollo regional”. Por ello, “manejar bien una microcuenca significa intentar imitar el equilibrio de los ecosistemas”. Cf. Ferreira, T. N. (1995): “Microbacia: unidade de planejamento rural”. En: PRÓ-GUAÍBA. Subprograma sistemas de manejo e controle da contaminação por agrotóxicos. Manejo e conservação de solo (Manual Técnico nº 1). Porto Alegre: EMATER/RS; pp. 11-15, p. 12.
180 Cf. Ferreira (1995): Programa Estadual de Microbacias ...; op. cit. p. 23. 181 Un buen ejemplo del esfuerzo de demostrar esa integración, tanto de resultados económicos, como
sociales y ecológicos, puede verse en Ferreira e Gausmann (1996): “Extensão conservacionista, educação ambiental, capacitação técnica e pesquisa - Rio Grande do Sul”; op. cit.
José A. Costabeber
240
estaría reflejando en la forma de actuación de cada grupo de agricultores y en sus
respectivas motivaciones tecnológicas y organizativas. Podría suponerse, pues, que una
organización de agricultores para la conservación de suelos —ubicada en región donde
haya predominancia de medianas y grandes explotaciones, suelos planos, cultivos de
granos, uso intenso de mecanización e insumos químicos—, tendrá necesidades
tecnológicas e intereses colectivos distintos de otra organización donde las
características regionales sean las de pequeña explotación, topografía quebrada,
producción diversificada y menor grado de “modernización” agraria. Desgraciadamente,
no hemos encontrado ningún trabajo de investigación que haya intentado establecer una
categorización de las centenas de experiencias de manejo integrado del suelo y agua en
microcuencas existentes en Rio Grande do Sul. En cualquier caso, la realización de tal
tarea ciertamente sobrepasaría los objetivos y propósitos establecidos para esta tesis
doctoral.
4.2.2. Organizaciones orientadas a “procesos no convencionales”
Además de los Clubes Amigos de la Tierra y de los grupos de agricultores para el
manejo integrado del suelo y agua en microcuencas hidrográficas, recién mencionados,
en Rio Grande do Sul pueden identificarse otras formas asociativas orientadas a la
ecologización de las prácticas agrarias. De modo un tanto provisional, estas formas
asociativas podrían denominarse organizaciones de agricultores orientadas a “procesos
no convencionales de producción”. Sus características principales serían la
implementación de acciones colectivas dirigidas a la conquista de nuevos mercados y la
búsqueda de alternativas tecnológicas consideradas no sólo menos dependientes de la
industria productora de insumos, sino también mejor adaptadas al contexto
socioeconómico y ambiental de las familias rurales participantes. En este conjunto de
organizaciones de agricultores, también se pueden identificar dos distintos grupos: a) las
organizaciones para la “producción con tecnologías alternativas” y b) las organizaciones
para la “producción ecológica”, tales como se describen a continuación.
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
241
• Organizaciones para la “producción con tecnologías alternativas”
En el grupo que aquí denominamos de organizaciones para la “producción con
tecnologías alternativas”, se encuentran diversas formas asociativas (grupos,
asociaciones, condominios), cuyas características esenciales serían la implementación
de acciones colectivas orientadas a la organización de la producción para el mercado y la
búsqueda de alternativas tecnológicas menos dependientes de insumos químico-
industriales. Estas acciones van desde la compra conjunta de insumos y el uso colectivo
de equipamientos agrícolas, en algunos casos, hasta la clasificación, el transporte y la
comercialización de la producción, en otros, como forma de reducir los costes
económicos y facilitar la inserción de sus productos en el mercado.
Las primeras organizaciones de esta naturaleza surgieron sobre todo a partir de la
segunda mitad de los años 1980, estando la Extensión Rural oficial de Rio Grande do Sul
presente en buena parte de estas iniciativas. Además de EMATER-RS, participan en el
asesoramiento, de forma aislada o en forma de cooperación interinstitucional, otras
entidades, tales como ONG’s, cooperativas agrícolas, Prefecturas Municipales, sectores
de la Iglesia y Sindicatos de Trabajadores Rurales.
Las organizaciones para la producción con tecnologías alternativas poseen, de
modo general, un bajo grado de formalización burocrático-administrativa y cuadros
sociales relativamente pequeños, compuestos por 10 a 20 miembros. Asimismo, la mayor
parte de sus participantes estaría encuadrada en la categoría de la “agricultura familiar”.
Es decir, los agricultores afiliados normalmente poseen explotaciones con superficies
medias inferiores a 20 hectáreas y trabajan casi exclusivamente en base a la mano de
obra familiar. Las organizaciones de esta naturaleza se han desarrollado con mayor
intensidad en zonas donde predominan terrenos con mediano o acentuado declive, más
propensos, pues, a la erosión del suelo y menos adecuados a la explotación intensiva en
base a cultivos anuales.
Aunque estas organizaciones, como hemos dicho antes, no hayan sido creadas con
una filosofía de trabajo especialmente dirigida a una producción que se pudiera
denominar “ecológica”, existe hoy, en mayor o menor grado, en su seno y en las
orientaciones de las instituciones de asistencia técnica y extensión rural, la preocupación
y la labor hacia la adopción de prácticas menos agresivas al medio ambiente. En este
contexto, estarían adquiriendo creciente relevancia tanto las tecnologías, los métodos y
procesos “alternativos” de producción —consideradas ambientalmente más sanas y
José A. Costabeber
242
socialmente apropiadas—, como las estrategias de organización y de gestión con
potencial de incrementar la renta y mejorar las condiciones de vida de este segmento de
la agricultura familiar de Rio Grande do Sul.
Habría que reconocer, sin embargo, que el grado de utilización de tecnologías y
procesos “alternativos” estaría presentando marcadas diferencias entre las distintas
organizaciones. En algunos casos, la adopción de tecnologías llamadas “alternativas”
constituiría todavía un procedimiento puntual y aislado, limitándose, por ejemplo, al uso
del estiércol de cerdos para la fertilización del cultivo de maíz, como forma de reducir los
desembolsos con la compra de fertilizantes químicos comerciales. En otras situaciones,
la utilización combinada de distintas tecnologías de carácter ecológico-ambiental (el
laboreo mínimo, el uso de plantas de cobertura de suelos, el abonado verde, la siembra
directa, la rotación de cultivos, el control biológico y el manejo integrado de plagas, el uso
del estiércol, el incremento de la biodiversidad vegetal) en determinados cultivos, es más
corriente y forma parte de la rutina y de los procedimientos de muchos agricultores.
Existen importantes indicios, pues, de que la labor de estas organizaciones está
contribuyendo a la construcción de nuevos caminos hacia una producción agraria más
sostenible desde la perspectiva socio-ecológica.
En este contexto, merece la pena registrar que, dentro de este grupo de
organizaciones de agricultores, existen asociaciones y grupos que empezaron sus
actividades con intereses meramente de organizar la producción para el mercado en
ferias de hortofrutícolas en el ámbito local o comunitario, pero que más recientemente
vienen cambiando sus metas y propuestas de trabajo, adoptando como objetivo la
producción “ecológica”. Ello estaría demandando, también, la necesidad de nuevas
fuentes de información y asesoría técnica, además de nuevos canales para la
comercialización de la producción de los afiliados.
Finalmente, y como una última observación respecto a este grupo, se puede
mencionar el hecho de que la mayoría de las asociaciones que lo componen tienen en los
productos alimentarios de consumo popular (patatas, frijol, yuca), hortofrutícolas (para la
venta en ferias locales y regionales) y maíz (para la transformación en productos de
mayor valor agregado) sus principales fuentes de renta. Estos productos estarían
representando importantes “alternativas” para la diversificación de las pautas de ingreso
de las pequeñas explotaciones familiares que, hasta entonces, tenían en la producción de
granos la principal base para el mantenimiento y reproducción de su fuerza de trabajo. El
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
243
desafío para adecuar tecnologías más ahorradoras de insumos capital-intensivos,
implementar cultivos alternativos y conquistar nuevos mercados, al objeto de aumentar la
viabilidad de la pequeña explotación familiar, parecería constituir, por lo tanto, una
primera justificación para las acciones colectivas desarrolladas por la mayoría de las
organizaciones de agricultores aquí caracterizadas como de “producción con tecnologías
alternativas”.
• Organizaciones para la “producción ecológica”
En este grupo se incluirían todas las organizaciones de agricultores —sean de
carácter formal, sean de carácter informal—, que poseen objetivos explícitos de
experimentar estilos ecológicos de producción agraria. Esto, quizás, constituye el rasgo
distintivo de este grupo respecto a todos los anteriores. Es decir, las organizaciones de
agricultores para la producción ecológica no sólo se preocupan por la conservación de
suelos o por el uso de tecnologías alternativas más ahorradoras de insumos industriales,
sino que poseen la determinación de que es necesario desarrollar y adoptar procesos
productivos que —desde el punto de vista tecnológico y organizativo— permitan la
transición del modelo agroquímico dominante a un estilo de agricultura con base
ecológica.
Es importante recordar que las organizaciones de agricultores con objetivos de
producción ecológica constituyen un hecho novedoso en Rio Grande do Sul, ya que las
primeras iniciativas para la dinamización de grupos y asociaciones de esta naturaleza
empezaron a manifestarse a mediados de la década de 1980. No obstante, la formación
de los primeros grupos ocurriría tan sólo en 1988, impulsada tanto por la labor de
técnicos de ONG’s y de sectores de la Iglesia, como de técnicos vinculados a los
servicios de extensión rural del Estado.
Actualmente, existen por lo menos una veintena de grupos, asociaciones y
condominios de agricultores ecológicos en Rio Grande do Sul. Estas organizaciones
poseen entre 6 y 49 afiliados, con media de 15 miembros por organización. Así, y de
modo semejante al observado en las organizaciones anteriormente comentadas, las
formas asociativas para la producción ecológica no poseen estructuras burocrático-
administrativas complejas, siendo los propios afiliados quienes, aumentando sus jornadas
de trabajo, planifican, gestionan y ejecutan las actividades de interés colectivo.
José A. Costabeber
244
Aproximadamente, el 40% de las asociaciones, especialmente las de creación más
reciente, todavía mantienen un carácter de organización informal, careciendo, pues, de
estatutos, reglamentos internos o normas escritas para normatizar y disciplinar sus
actividades como organización de representación de intereses colectivos.
Los agricultores identificados por la producción ecológica trabajan, de modo
general, en régimen de economía familiar. En su mayor parte, las explotaciones poseen
superficies inferiores a 30 hectáreas y están situadas en zonas con topografía quebrada,
con mediano o acentuado declive, lo que constituye un impedimento natural para la
completa mecanización de los procesos productivos agrarios. Desde la perspectiva de la
producción ecológica destinada al mercado, obsérvase que los agricultores suelen
dedicarse a los productos hortofrutícolas y de consumo popular, aunque mantengan otras
actividades productivas (granos y ganadería) en sus explotaciones.
La comercialización de los productos ecológicos normalmente está vinculada a
ferias locales o ferias de municipios vecinos con mayor capacidad de consumo. Esto ha
llevado a que los asociados desarrollen estrategias colectivas tanto para el
procesamiento y clasificación, como para el transporte y comercialización de la
producción, facilitando de ese modo su inserción en el mercado. Asimismo, existen
asociaciones que comercializan ya la producción ecológica exportándola de Rio Grande
do Sul para otros estados de la federación.
Actualmente, la mayoría de las asociaciones de agricultores ecológicos cuenta con
la asesoría técnica y organizativa de más de una institución. Es decir, suele manifestarse
un trabajo de cooperación interinstitucional —aunque no siempre formalizado— en
apoyo a estas formas asociativas orientadas a la implementación de la agricultura
ecológica. Habría que mencionar, no obstante, el importante y decisivo papel jugado por
determinadas ONG’s para el inicio y consolidación de este tipo de experiencias. El CAE
Ipê (“Centro de Agricultura Ecológica Ipê”), por ejemplo, presta asesoramiento y fue el
dinamizador en la formación de más de una decena de asociaciones y grupos de
agricultores ecológicos en Rio Grande do Sul y Santa Catarina. Otras entidades, tales
como el CETAP (“Centro de Tecnologias Alternativas Populares”); la “Fundação Gaia”; la
COOLMÉIA (“Cooperativa Ecológica Coolméia”); el CAPA (“Centro de Apoio ao Pequeno
Agricultor”, vinculado a la Iglesia Evangélica); la “Comissão Pastoral da Terra”, vinculado
a la Iglesia Católica; y la propia EMATER/RS, han participado tanto en la dinamización y
Capítulo IV - Agricultura y sociedad rural en Rio Grande do Sul
245
articulación de grupos y asociaciones, como en la asesoría tecnológica y organizativa
para el desarrollo de la agricultura ecológica.
Una última observación en relación a estas organizaciones se refiere al alcance del
proceso de ecologización en el ámbito de las explotaciones que estarían participando de
esta estrategia de cambio. Como sería de esperar, estas organizaciones —aunque
presentando algunas similitudes entre sí— no son homogéneas en todos sus aspectos;
en muchos casos, el trabajo se encuentra en fase inicial y, por tanto, la ecologización y la
implementación de acciones colectivas todavía se encuentran en un estadio incipiente.
Además, incluso en las más antiguas, permanecen cultivos o fases del proceso
productivo donde aún prevalece la utilización de tecnologías y métodos de producción
más característicos de la agricultura química convencional. No obstante, es necesario
resaltar, una vez más, el papel innovador de estos agricultores y asociaciones en la
búsqueda de un nuevo estilo de agricultura con “base ecológica”, lo que los convierte,
como hemos dicho en el Capítulo I, en un importante referente para nuevos
planteamientos teóricos. Dedicaremos los próximos capítulos, pues, a los análisis de los
casos elegidos entre estas organizaciones como base empírica de investigación de la
presente tesis doctoral.
5. A modo de conclusión
Este capítulo proporciona elementos de análisis para comprender la formación y el
desarrollo de la agricultura y la sociedad rural en Rio Grande do Sul. Tras exponer sus
principales características geopolíticas, hemos señalado algunos aspectos históricos que
marcaron la ocupación del territorio y el inicio de las actividades agropecuarias en este
estado brasileño. Los análisis históricos muestran que la agricultura de Rio Grande do Sul
tuvo sus comienzos sobre la base de grandes explotaciones —productoras de ganado—
en áreas de “campo” (las estancias), por un lado, y de pequeñas explotaciones de tipo
familiar —productoras de alimentos básicos— en áreas de “mata” (las colonias), por otro.
Vimos que ese “dualismo” en la estructura de producción agraria se viene manifestando,
en buena medida, hasta la actualidad, reflejándose en la existencia de una agricultura de
tipo patronal y otra de tipo familiar.
José A. Costabeber
246
En este capítulo también presentamos los rasgos principales del proceso de
modernización, indicando que Rio Grande do Sul fue uno de los estados pioneros en
iniciar la mudanza de la base técnica de su agricultura según el patrón productivista
convencional. Esencial en ese proceso fue la creciente incorporación de insumos y
maquinarias industriales, la tendencia a la especialización de la producción, el incremento
del área cultivada y el aumento de la producción destinada a la exportación. Algunos
sectores de la agricultura familiar pudieron acompañar este proceso de tecnificación
agraria, consolidando así su relevancia como productores de alimentos, fibras y materias
primas. Señalamos también que la modernización de la agricultura gaucha se mostró
como un proceso parcial, selectivo y excluyente, una vez que un gran número de familias
de agricultores quedaron al margen de los beneficios de la modernización. El éxodo rural,
la concentración de la posesión de la tierra y la diferenciación social en el campo son
fenómenos que acompañaron y continúan acompañando el desarrollo capitalista en la
agricultura de Rio Grande do Sul. Asimismo, el estado también ha sufrido pérdidas
ambientales a causa del uso intensivo del suelo, de la práctica del monocultivo, de la
deforestación y de la utilización masiva de agrotóxicos en la producción agrícola.
En ese marco, la sociedad rural gaucha se ve atravesada por un proceso interno de
diferenciación que se refleja en el nivel individual y colectivo. A nivel individual, puede
observarse que la agricultura familiar se diversifica internamente, distinguiéndose entre
agricultores periféricos —excluidos de la modernización—, en transición —en proceso de
modernización inacabada— y consolidados —integrados plenamente en el complejo
agroindustrial. En el capítulo siguiente se analizará cómo la agricultura ecológica
encuentra una respuesta más favorable en unos grupos que otros. A nivel colectivo, el
proceso de diferenciación se refleja en formas asociativas que representan intereses del
sector modernizado de la agricultura, y en formas de organización en las que se analizan
los intereses de agricultores que orientan sus actividades hacia nuevos estilos de
agricultura como vía de reproducción social y económica.
247
CAPÍTULO V
Transición Agroecológica y Acción Social Colectiva
249
CAPÍTULO V
Transición agroecológica y acción social colectiva
Tal como se puso de manifiesto en la introducción de esta Tesis Doctoral, uno de
los rasgos más significativos del proceso de ecologización de la agricultura en Rio
Grande do Sul es el papel que desempeñan las formas asociativas, de tal modo que
puede afirmarse que la acción colectiva es un elemento fundamental para comprender la
introducción y consolidación de nuevos estilos de agricultura. Este aspecto constituye una
de las principales aportaciones de esta tesis doctoral, por lo que nos ha parecido
conveniente dedicar un capítulo a analizar la convergencia entre la transición
agroecológica —y dentro de ella, la ecologización de la agricultura— y los procesos de
acción colectiva en la agricultura de Rio Grande do Sul.
1. Sobre la transición
El término transición, en su acepción semántica, puede designar simplemente la
“acción y efecto de pasar de un modo de ser o estar a otro distinto”1. Ello implica, desde
luego, la idea misma de proceso, es decir, un curso de acción más o menos rápido que
se manifiesta en la realidad concreta a partir de una intrincada y compleja configuración
de causas —pasadas, presentes o futuras— y que siempre ha de provocar
consecuencias y efectos, previsibles o no, en la nueva situación que se establece.
Fenómenos físico-naturales pueden representar, por sí mismos, procesos de transición,
tales como son los cambios climáticos en distintos períodos de tiempo y en un contexto
espacial dado. Ello no necesariamente depende de la acción, de la intención y de la
interacción humanas; la observación de su repetición cronológica y espacial, así como la
1 Cf. Real Academia Española (1992): Diccionario de la lengua española. Madrid: RAE; p. 1425.
José A. Costabeber
250
identificación de sus causas, puede aumentar los grados de predictibilidad de su
ocurrencia, evolución y estado futuro.
Sin embargo, donde interfieren procesos sociales suelen ocurrir externalidades en
la transición, fruto de complejas redes de relaciones e interacciones entre los actores
sociales y entre éstos y el medio ambiente, resultando de ello nuevas y mayores
dificultades para la predictibilidad de su desarrollo, evolución y estado final. Es decir, “no
hay reglas predeterminadas que rijan la evolución de las sociedades en su conjunto al
margen de las sociedades mismas”. Lo que se puede observar, no obstante, son
regularidades en el hecho de que sociedades concretas han evolucionado como
consecuencia de estrategias desarrolladas en base a la consecución de sus intereses
específicos. En efecto, la transición —como proceso de mudanza social— puede ser
entendida como el resultado de estrategias más o menos conscientes de los diversos
grupos sociales, surgidas como consecuencia de la confrontación de intereses distintos y
contradictorios. Antes que a un proceso unilineal de cambio, más bien parece, pues, que
el concepto de transición se adecuaría a la noción de multilinealidad, como resultado de
las intrincadas y complejas relaciones sociales que en él subyacen2.
Además de la multilinealidad de su desarrollo y evolución, la transición supone
también la consideración de la noción de coexistencia. El paso de la sociedad tradicional
a la sociedad moderna puede resultar útil como ejemplo: la modernización representó un
proceso de transición, incluso programado para algunas sociedades, que, sin embargo,
no logró generalizarse de manera homogénea, sino más bien, al contrario, siendo fuente
generadora de heterogeneidad y diferenciación social. La coexistencia de lo tradicional y
de lo moderno, incluso en el seno de las actuales sociedades post-industriales, muestra
la pertinencia de considerar la transición como proceso social multilineal, y como proceso
dinámico donde la diferencia y la coexistencia suelen estar presentes. “Su éxito o fracaso
dependería, en todo caso, del resultado de un conflicto de interés (...) que dinamiza
procesos de resistencia, confrontación o, finalmente, de adaptación”3.
Creemos que estas someras notas sobre la “transición” como concepto sociológico
pueden ser adecuadas para contextualizar teóricamente los cambios que se producen en
2 Cf. González de Molina, M. y Sevilla Guzmán, E. (1993): “Ecología, campesinado e historia. Para una reinterpretación del desarrollo del capitalismo en la agricultura”. En: Sevilla Guzmán, E. y González de Molina, M. (eds.): Ecología, campesinado e historia. Madrid: La Piqueta; pp. 23-129; p. 59-60.
3 Cf. González de Molina y Sevilla Guzmán (1993): “Ecología, campesinado e historia ...”; op. cit. p. 60.
Capítulo V - Transición agroecológica y acción social colectiva
251
los procesos de transición agroecológica. Es decir, la que se denomina crisis socio-
ambiental exige, por una parte, pensar globalmente sobre sus causas y efectos, así como
sobre las formas de frenar su evolución. Por otra parte, plantea la necesidad de actuar a
nivel local y o comunitario con el fin de ampliar los espacios para la emergencia y
viabilidad de formas alternativas de producción, y de generar nuevos caminos que
conduzcan a la conformación de una sociedad sostenible desde un punto de vista social,
económico y medioambiental.
Cuando se analizan los límites del modelo tecnológico heredado de la Revolución
Verde, y se examinan las propuestas orientadas al desarrollo sostenible, se pone de
manifiesto —tal como hemos visto en el capítulo III— que la transición hacia una
agricultura con base ecológica no es un proceso unilineal, sino de múltiples dimensiones,
lo que refleja la propia complejidad de la noción de sustentabilidad agraria en cuanto
meta a ser alcanzada a medio y largo plazos.
Desde esta perspectiva, el proceso de transición agroecológica —tal como nos
hemos referido en otras partes de esta tesis doctoral— no puede ser comprendido a partir
de una sola dimensión. Aunque la dimensión económica suele representar una categoría
fundamental en los análisis teóricos y empíricos que tratan esta cuestión, aquí
proponemos incluir otras dos dimensiones más: la medioambiental y la social, a fin de
establecer un cuadro teórico para la comprensión de las razones y actitudes de los
actores sociales que se involucran en procesos de cambio tecnológico y en formas
asociativas dirigidas a la construcción y experimentación de estilos de agricultura con
base “ecológica”.
2. La multidimensionalidad del proceso de cambio: una aproximación teórica
Nuestro punto de partida es que el enfoque de la unidimensionalidad —que enfatiza
la dimensión económica y que es tan frecuente en las explicaciones de los procesos de
cambio en la agricultura en cuanto actividad orientada al mercado—, es insuficiente para
dar cuenta de la compleja y heterogénea realidad de la agricultura en cuanto espacio de
producción y reproducción sociocultural, económica y ambiental. Por ello, adoptamos un
enfoque multidimensional para referirnos a las dimensiones económica, social y
José A. Costabeber
252
medioambiental, enfoque que conformaría un marco teórico más idóneo para explicar las
razones que mueven a algunos segmentos de la agricultura familiar a adherirse a
procesos de cambio tecnológico y organizativo orientados a la ecologización de la
agricultura. Desde esta óptica, adquiere relevancia una visión más amplia de la
agricultura no sólo como espacio de transacciones económicas, sino también como
escenario de actividades socio-culturales, interacciones ecológicas y relaciones
medioambientales.
El Diagrama nº 1, que presentamos a continuación, representa de forma bastante
esquemática nuestro modelo explicativo. Este modelo conjuga las dimensiones básicas
que estarían determinando la búsqueda de alternativas por parte de aquellos segmentos
de la agricultura familiar que se ven gradualmente sometidos a la presión del
estancamiento económico (dimensión económica), de la exclusión social (dimensión
social) y del deterioro del medio ambiente (dimensión medioambiental).
En este modelo, la transición agroecológica —en cuanto proceso social orientado a
la obtención de niveles más equilibrados de productividad y equidad en la actividad
agraria— supone, pues, la consideración de las tres dimensiones articuladas entre sí,
pero en constante proceso de adaptación y retroalimentación. Sus puntos de articulación
funcionan unas veces favoreciendo el establecimiento de una relación armónica entre los
propósitos y metas de las distintas dimensiones del proceso en curso, y otras veces como
elementos de conflicto entre unas y otras. Por ejemplo, aunque el logro de mejores
niveles de rentabilidad en la agricultura puede ser valorado en términos positivos desde el
punto de vista económico, sus resultados ecológicos no necesariamente serán valorados
positivamente en el caso de que ello determine nuevos deterioros en el agroecosistema.
Asimismo, si se toman como referencia sólo los supuestos maximizadores implícitos en la
racionalidad productiva dominante, objetivos como el respeto al medio ambiente y la
mejora de la calidad de vida pueden resultar incompatibles con el objetivo de lograr el
máximo de rentabilidad económica de la explotación agraria, provocando, en
consecuencia, nuevas formas de agresión ambiental y de deterioro de las condiciones de
vida en las comunidades rurales.
Capítulo V - Transición agroecológica y acción social colectiva
253
Diagrama nº 1 – Las dimensiones del proceso de cambio.
DimensiónEconómica
Alternativas
Esta
ncam
ient
o Exclusión
Deterioro
DimensiónSocial
DimensiónMedioambiental
José A. Costabeber
254
En cualquier caso, el proceso de cambio estaría dirigido a la búsqueda de nuevos
puntos de equilibrio entre dichas dimensiones, con el objetivo de superar la crisis
afrontada por los agricultores. Esta crisis puede ser percibida tanto desde el punto de
vista “económico”, como “ecológico” o “social”; “combinadas dos a dos”; o “conjugadas
las tres a la vez”. Entre las alternativas elegidas, que variarán según la percepción de la
“crisis” y según las posibilidades y limitaciones que tengan los agricultores en términos de
recursos y apoyo externo, podría optarse por estilos de agricultura con “base ecológica”,
cuyo supuesto implícito principal, como hemos visto en el capítulo III, sería su
potencialidad para generar mayores niveles de sustentabilidad mediante la ecologización
de las prácticas agrarias. Pero también, y como proceso que se manifiesta de modo casi
paralelo al anterior, podrían desarrollarse estrategias de acción colectiva como forma de
dinamizar y potenciar los recursos humanos, naturales y materiales existentes,
posibilitando el avance del proceso de transición ecológica y la consolidación de nuevas
formas de agricultura sostenible.
Como se puede observar en el Diagrama nº 2, el proceso de transición
agroecológica —que se estaría manifestando mediante la ecologización de las prácticas
agrarias— y el proceso de acción social colectiva —que se estaría caracterizando por la
adhesión de sus actores sociales a proyectos colectivos en base a sus intereses,
expectativas, creencias y valores compartidos—, podrían representar, en su conjunto, una alternativa para superar la “crisis socio-ambiental” percibida por los agricultores
familiares.
Capítulo V - Transición agroecológica y acción social colectiva
255
Diagrama nº 2 – La ecologización y la acción colectiva como procesos complementarios.
Alternativas
Contexto de laSustentabilidad
Ecologización
AcciónColectiva
José A. Costabeber
256
El Cuadro nº 1, que se presenta a continuación, representa una síntesis de los
fundamentos básicos de estos dos procesos respecto a las tres dimensiones
consideradas como básicas para explicar la adhesión de los agricultores a formas de
agricultura con base ecológica. A efectos analíticos, estas tres dimensiones pueden ser
tratadas como “tipos ideales”, en el sentido weberiano, cuyos elementos característicos
se exponen a continuación4.
Cuadro nº 1. Fundamentos básicos de la transición agroecológica y de la acción social colectiva desde la perspectiva multidimensional.
Ecologización Acción colectiva
Económica
Lucha contra el estancamiento y la marginación económica
Incorporación e intensificación tecnológica vía implementación de estilos alternativos de pro-ducción ahorradores de capital.
Estrategias para incrementar y diversificar las rentas agrarias vía organización de la produc-ción y conquista de mercados alternativos.
Social
Lucha contra la exclusión social y la pérdida de la calidad de vida
Incremento de la calidad de vida mediante la producción de alimentos sanos y la mejora de las condiciones de trabajo y de salud.
Estrategias para la inclusión social y derecho a la partici-pación ciudadana en la cons-trucción de alternativas orien-tadas a las necesidades loca-les.
Medioambiental
Lucha contra el deterioro medioambiental y la pérdida de la capacidad productiva del agroecosistema
Recuperación de la capacidad productiva de los agroeco-sistemas a través de la adop-ción de métodos y técnicas más sanos ecológicamente.
Estrategias para el intercambio de experiencias y generación de conocimientos aplicados al perfeccionamiento del proceso productivo.
4 Precisamente su consideración de “tipos ideales” significa que son categorías analíticas de un cierto nivel de abstracción teórica, y que en la práctica nunca podrán ser encontradas de forma aislada, sino combinadas entre sí.
Capítulo V - Transición agroecológica y acción social colectiva
257
• Una dimensión económica, determinada por la resistencia de los pequeños
agricultores y sus familias al estancamiento y marginación económica a que se ven
sometidos bajo el avance del proceso de acumulación capitalista en la agricultura,
proceso éste selectivo y excluyente y que genera un desarrollo desigual de las
oportunidades de participación en las bondades de las tecnologías agrícolas intensivas.
En primer lugar, es necesario tener en cuenta que la agricultura como actividad
económica orientada al mercado está inserta en una dinámica que privilegia el uso de
recursos naturales hacia la maximización de su valor de cambio, lo que suele dificultar o
impedir el uso planificado de los agroecosistemas de manera que puedan atender otros
valores orientados a la preservación del medio ambiente, a la mejora de la calidad de
vida o a la equidad social.
Las contradicciones que se generan entre los objetivos económicos y las
necesidades de renovación agroecosistémica ponen en riesgo el mantenimiento de los
niveles de producción de biomasa a través del tiempo, así como su distribución equitativa
intra e intergeneracional. Es decir, la racionalidad instrumental —que se establece en
base a supuestos netamente economicistas— se sobrepone a la racionalidad sustantiva,
portadora de valores que van más allá de la mera apropiación de la naturaleza como
forma de acumulación de capital5.
5 Utilizamos aquí estas dos categorías de racionalidad inspiradas en la sociología weberiana. Para Max Weber, la acción social “es una acción en donde el sentido mentado por su sujeto o sujetos está referido a la conducta de otros, orientándose por ésta en su desarrollo”, y puede ser determinada por cuatro clases de comportamiento del agente: “1) racional con arreglo a fines: determinada por expectativas en el comportamiento tanto de objetos del mundo exterior como de otros hombres, y utilizando esas expectativas como “condiciones” o “medios” para el logro de fines propios racionalmente sopesados y perseguidos. 2) racional con arreglo a valores: determinada por la creencia consciente en el valor —ético, estético o religioso o de cualquiera otra forma como se le interprete— propio y absoluto de una determinada conducta, sin relación alguna con el resultado, o sea puramente en méritos de ese valor. 3) afectiva, especialmente emotiva, determinada por afectos y estados sentimentales actuales, y 4) tradicional: determinada por una costumbre arraigada”. En cualquier caso, y como señala Weber, estas formas de orientación no constituyen una clasificación exhaustiva y deben considerarse “como puros tipos conceptuales, construidos para fines de la investigación sociológica, respecto a los cuales la acción real se aproxima más o menos o, lo que es más frecuente, de cuya mezcla se compone” (Weber, M. (1993): Economía y sociedad. Esbozo de sociología comprensiva. Madrid: Fondo de Cultura Económica; p. 5 y 20-21; cursivas en el original). Asimismo, hay que tener en cuenta que “cualquiera que sea el ideal-tipo, tanto de la actividad tradicional como el de la actividad afectiva y el de la actividad racional por valor o por finalidad, no es más que un marco utópico, elaborado teóricamente para facilitar la investigación. Su validez es siempre problemática y su utilidad se mide por su fruto en la investigación” (Freund, J. (1985): Sociología de Max Weber. Barcelona: Ediciones Península; p. 100). Diversos autores han estudiado la obra de Weber procurando extraer una tipología de la racionalidad a partir de las categorías weberianas de acción social. De acuerdo con Ritzer, una tipología bastante útil es la que realiza Kalberg al identificar cuatro tipos básicos de racionalidad en la obra de Weber: a) la racionalidad práctica, definida como “toda forma de vida que mira y juzga la actividad mundana en relación a los intereses puramente pragmáticos y esencialmente egoístas de los individuos”; b) la racionalidad teórica, caracterizada por implicar “un esfuerzo cognitivo para dominar la realidad mediante conceptos crecientemente abstractos
José A. Costabeber
258
La dimensión económica, pues, adquiere notable relevancia a la hora de explicar la
intensificación y la incorporación tecnológica, ya que los actores sociales involucrados en
la lógica de mercado son inducidos a maximizar sus beneficios económicos como forma
de mantenerse en el negocio. El treadmill of technology de Cochrane, mencionado ya en
otra parte de esta tesis, sería ilustrativo de esta dinámica de cambio tecnológico impuesta
más que a través de la acción (...) En la medida en que implica procesos cognitivos, no necesita influir en la acción y tiene el poder de introducir nuevas pautas de acción sólo indirectamente”; c) la racionalidad sustantiva, que “implica la elección de medios en función de fines en el contexto de un sistema de valores”, lo que significa decir que “un sistema de valores no es más racional (sustantivamente) que otro”; y d) la racionalidad formal, que es la más importante en el esquema de Weber y que implica el cálculo de medios y fines. Sin embargo, “mientras en la racionalidad práctica este cálculo se presenta referido a los propios intereses pragmáticos, en la racionalidad formal se presenta en referencia a reglas, leyes y regulaciones universalmente aplicadas” (Ritzer, G. (1995): Teoría sociológica clásica. Madrid: McGraw-Hill; p. 275-276). No obstante, es bastante común encontrar en la literatura interpretaciones más simplificadas y que vinculan directamente la acción social racional con arreglo a fines a una racionalidad de carácter formal o instrumental; y la acción social racional con arreglo a valores a una racionalidad de carácter sustantivo o normativo. El propio Weber hace una distinción semejante refiriéndose a la gestión económica: “Llamamos racionalidad formal de una gestión económica al grado de cálculo que le es técnicamente posible y que aplica realmente. Al contrario, llamamos racionalidad material al grado en que el abastecimiento de bienes dentro de un grupo de hombres (cualesquiera que sean sus límites) tenga lugar por medio de una acción social de carácter económico orientada por determinados postulados de valor (cualquiera que sea su clase), de suerte que aquella acción fue contemplada, lo será o puede serlo, desde la perspectiva de tales postulados de valor. Éstos son en extremo diversos” (Weber (1993): Economía y sociedad ...; op. cit. p. 64; cursivas en el original). De acuerdo con Giner, Karl Mannheim ya había señalado que el verdadero género racional de acción social en Weber era el de la racionalidad sustantiva (por valores), mientras la racionalidad funcional (por fines) poseía una ambigüedad moral indiscutible que ponía en entredicho su racionalidad: “la pura instrumentalidad es la inmoralidad pura” (Giner, S. (1974): El progreso de la conciencia sociológica. Barcelona: Ediciones Península; p. 79). La diferenciación weberiana entre racionalidad instrumental y racionalidad sustantiva también ha sido adoptada por los teóricos de la Escuela Crítica, para quienes la racionalidad formal (definida como la adecuación de los medios más efectivos a cualquier propósito determinado) entra en conflicto con la racionalidad sustantiva, que implica “la valoración de los medios en términos de valores humanos fundamentales de la justicia, la paz y la felicidad” y constituye “la gran esperanza de la sociedad” (Ritzer, G. (1993): Teoría sociológica contemporánea. Madrid: McGraw-Hill; p. 165). Habermas, uno de los teóricos clave de la Escuela Crítica, ha dado una interpretación más completa de la racionalidad formal de Weber: “una acción orientada al éxito la llamamos instrumental cuando la consideramos bajo el aspecto de observancia de reglas técnicas de acción y evaluamos el grado de eficacia de la intervención en un estado físico; en cambio, a una acción orientada al éxito la llamamos estratégica cuando la consideramos bajo el aspecto de la observancia de reglas de elección racional y evaluamos el grado de eficacia cosechado en el intento de influir sobre las decisiones de un oponente racional. Las acciones instrumentales pueden ir asociadas a interacciones sociales, las acciones estratégicas son acciones sociales” (Habermas, J. (1997): Teoría de la acción comunicativa: complementos y estudios previos. Madrid: Ediciones Cátedra; p. 384-385; cursivas en el original). La racionalidad instrumental y la estratégica, tomadas conjuntamente, constituyen para Habermas lo que Weber llama racionalidad formal, “por contraposición al enjuiciamiento material del sistema de valores que subyace a las preferencias” (Habermas, J. (1988): Teoría de la acción comunicativa. Tomo I. Racionalidad de la acción y racionalización social. Madrid: Taurus; p. 231). Resumiendo lo dicho hasta aquí, y siguiendo una vez más a Habermas, podemos decir que a la acción social por fines corresponde una racionalidad formal, que puede asumir dos formas a la vez: la racionalidad instrumental (“la solución racional de tareas técnicas, como construcción de medios eficaces que dependen del saber empírico”) y la racionalidad estratégica (“la decisión consistente entre posibilidades de elección, dadas unas determinadas preferencias y máximas de decisión, y teniendo en cuenta las decisiones de oponentes racionales”). A la acción social por valores corresponde una racionalidad sustantiva o normativa (“la solución racional de tareas prácticas en el marco de una moral regida por principios”). Así, “a través de las técnicas y estrategias penetra en la acción racional con arreglo a fines un saber teórico-empírico, y a través de las competencias y motivos de la acción penetra en la acción racional con arreglos a valores tanto un saber práctico-moral como también un saber práctico-estético” (Habermas, 1997, op. cit. p. 377).
Capítulo V - Transición agroecológica y acción social colectiva
259
a los agricultores desde la perspectiva económica, una dinámica que no tiene en cuenta
si los procesos productivos son o no ahorradores de recursos naturales, si deterioran o
no el medio ambiente, y si causan o no desequilibrios sociales y pérdida de calidad de
vida en las comunidades rurales.
Por otra parte, sería la percepción misma de las dificultades económicas y
financieras para seguir el ritmo marcado por estos avances tecnológicos lo que podría
explicar la opción por un “nuevo” patrón tecnológico por parte de los agricultores. En el
centro del proceso de ecologización, desde la dimensión económica, estaría, por tanto, la
incorporación e intensificación tecnológica vía adopción de estilos alternativos de
producción agraria ahorradores de capital y energía, abriendo paso, pues, a la
implementación de una agricultura con base ecológica.
Paralelamente al proceso de ecologización se genera un proceso de acción
colectiva, a través del cual los actores sociales identifican sus intereses, necesidades y
expectativas comunes respecto al desarrollo de las alternativas elegidas. En este caso, la
elaboración y la puesta en práctica de estrategias colectivas dirigidas al incremento de las
rentas agrarias —vía la organización de la producción y la conquista de mercados
alternativos, por ejemplo— constituirían el fundamento principal en la lucha de los
agricultores para superar el estancamiento y la marginación económica a que estarían
sometidos.
• Una dimensión social, caracterizada por la resistencia de los pequeños
agricultores ante el proceso de exclusión social que experimentan bajo el avance del
proceso de acumulación capitalista en la agricultura. Esta lucha incluiría también la
búsqueda de mejores niveles de calidad de vida y de trabajo, mediante la producción y
consumo de alimentos más sanos, lo que comporta la eliminación del uso de insumos
agrotóxicos en el proceso productivo agrícola.
En efecto, si se considera que el patrimonio de recursos naturales existentes en la
biosfera —insumos energéticos, biodiversidad, suelos, agua, aire— está formado por
bienes públicos a disposición de la humanidad para su desarrollo y evolución, su
apropiación privada generaría externalidades que serán socialmente compartidas. Por
una parte, las externalidades negativas, tan comunes en esas transacciones económico-
ecológicas, suelen ser la contaminación del medio ambiente, la concentración de la
José A. Costabeber
260
posesión de la tierra, la pérdida de la calidad de los alimentos, la destrucción de las
culturas locales, y la exclusión socioeconómica de las capas sociales menos favorecidas
por los patrones de producción y consumo dominantes. Por otra parte, las externalidades
serían también la pérdida de importancia de valores sustantivos (éticos, morales,
culturales, estéticos, religiosos) capaces de contribuir a la conformación de nuevos
patrones sustentables de relación hombre-naturaleza en la agricultura, no sólo como
negocio, sino como espacio de reproducción sociocultural y relaciones medioambientales.
La tecnología agraria convencional, en cuanto materialización de la ciencia que
representa la racionalidad instrumental desde la óptica de la acumulación de capital, pasa
a constituir, por un lado, una fuente generadora de ingresos y rentas para aquellos
agricultores que reúnen las condiciones para su adopción, al menos cuando se
consideran los resultados económicos de corto plazo sin la debida consideración de los
efectos ecológicos y sociales de mediano o largo plazos. Pero, por otro lado, esa misma
tecnología también constituye una fuente generadora de desigualdades sociales al no ser
accesible a una gran masa de agricultores con menos recursos o poco motivados y
preparados para insertarse en la “espiral tecnológica” con la velocidad y la dinámica por
ésta exigidas.
En este contexto, es la percepción misma de las externalidades y sus
consecuencias negativas sobre las oportunidades de reproducción económica y de
participación social, así como sobre la calidad de vida y las condiciones de trabajo de
estos agricultores, lo que podría generar actitudes favorables a un cambio en sus
orientaciones tecnológicas y formas organizativas. Puede, por tanto, señalarse que
determinados segmentos de la agricultura familiar, menos integrados en los circuitos
agroindustriales y comerciales y con menor nivel de intensificación tecnológica en el
proceso productivo, podrán asignar distintos valores a determinados bienes y servicios
proporcionados por la naturaleza, valores éstos que no necesariamente estarán en
concordancia con la racionalidad instrumental que determina las formas de uso y
explotación de los recursos naturales y la incorporación tecnológica dominante en los
procesos productivos agrarios.
Efectivamente, el proceso de ecologización, cuando es observado desde la
dimensión social, puede explicarse a partir de una mayor valoración por parte del
agricultor de ciertos beneficios materiales y no materiales, tales como la mejora de la
salud vía producción y consumo de alimentos exentos de contaminantes químicos, así
Capítulo V - Transición agroecológica y acción social colectiva
261
como la propia mejora de las condiciones de trabajo mediante la reducción o eliminación
del uso de productos agrotóxicos en el proceso productivo. Es un proceso que puede
también ofrecer beneficios sociales más amplios al conjunto de la sociedad, como sería la
oferta de estos productos sanos a los consumidores. Es evidente que estos cambios sólo
son posibles sobre la base de una racionalidad sustantiva y no instrumental por parte del
agricultor, al aceptar utilizar alternativas tecnológicas que no son capaces de asegurar los
mismos niveles de producción y productividad alcanzados vía el modelo agroquímico
dominante, lo que supone asumir riesgos económicos en la utilización de dichas
alternativas.
La dimensión social contempla también un proceso de acción colectiva de carácter
identitario, a través del cual los actores establecen relaciones de interés común en aras
de buscar el reconocimiento y la inclusión social y la construcción de alternativas
orientadas a la resolución de sus propios problemas6. Como ejemplo de ello, estaría la
conquista de oportunidades para expresar sus puntos de vista, deseos, creencias y
expectativas en torno a su futuro como agricultor y ciudadano. En síntesis, la satisfacción
y la realización personal como ganancia derivada de la participación ciudadana en la
discusión, planificación y experimentación de alternativas —sean las de aplicación
individual o colectiva, sean las de naturaleza tecnológica u organizativa—, podrían
representar una importante razón social para ciertos tipos de cambio por parte de los
agricultores.
• Una dimensión medioambiental, representada por la lucha de los actores
locales contra la degradación del medio ambiente, así como contra la pérdida de la
capacidad productiva de los ecosistemas utilizados para fines agrícolas.
Es necesario tener en cuenta que, desde una perspectiva ambiental, la agricultura
familiar —en cuanto actividad de naturaleza socio-ecológica— supone también la
6 El movimiento social es considerado una forma de acción colectiva (es un proceso de identificación), aunque no toda acción colectiva constituye la acción de un movimiento social. Revilla Blanco define “el movimiento social como proceso de (re)constitución de una identidad colectiva, fuera del ámbito de la política institucional, que dota de sentido (certidumbre) a la acción individual y colectiva en la articulación de un proyecto de orden social”. Para este autor, “El movimiento social surge cuando la situación de disonancia o incertidumbre entre preferencias y expectativas me coloca en una situación, vivida individualmente, de ‘exclusión’ respecto de las identidades colectivas y las voluntades políticas que actúan en una sociedad en un momento dado” Cf. Revilla Blanco, M. (1994): “El concepto de movimiento social: acción, identidad y sentido”. En: Zona Abierta, nº 69; pp. 181-213; cursivas en el original).
José A. Costabeber
262
movilización de una mayor diversidad de recursos naturales y humanos, promoviendo y
abriendo espacio para un mayor protagonismo y participación de sus actores locales en
la generación de alternativas y en la búsqueda de soluciones tecnológicas y organizativas
sobre la base de las necesidades, capacidades, potencialidades y limitaciones humanas,
materiales y naturales.
En el centro de la dimensión medioambiental, y desde la perspectiva del proceso de
ecologización, estaría el objetivo de recuperar y mantener la capacidad productiva de los
agroecosistemas a través de la adopción de métodos, técnicas y procesos de producción
ecológicamente más sanos. Su fundamento esencial sería la opción por un nuevo estilo
de agricultura, donde destaca su “base ecológica” como supuesto de partida para el
alcance de mayores niveles de sustentabilidad. La artificialización en base a insumos
químicos de origen industrial pasa a ser sustituida por la noción de potenciación del uso
de recursos naturales localmente existentes, en una nueva conjugación y combinación de
insumos y productos en la agricultura, lo que supone también la necesidad de nuevos
conocimientos y experiencias aplicadas a ecosistemas específicos.
Bajo la perspectiva del proceso de acción colectiva, las acciones concertadas por
los actores locales para el manejo ecológico de los recursos naturales podrán ser
entendidas como una estrategia de enfrentamiento con las actuales tendencias a la
homogeneización y centralización productiva, buscando a partir de ello un nuevo punto
de equilibrio ambiental mediante la ampliación de las posibilidades de participación en el
ámbito local y regional. Entre las estrategias elegidas destacarían las acciones colectivas
para fortalecer el proceso de intercambio de experiencias de naturaleza ecológico-
ambiental entre los agricultores y entre éstos y los agentes mediadores del proceso de
cambio tecnológico y organizativo. Así, desde la perspectiva del manejo sostenible de los
recursos naturales, los actores sociales estarían involucrados en una nueva dinámica —
ahora de carácter participativo— orientada a la generación y construcción social de
conocimientos y tecnologías, cuyo fundamento sería el propio perfeccionamiento del
proceso de producción agraria con base ecológica. Dicho en otras palabras, la
producción y socialización de informaciones y conocimientos se presentarían como
elementos con potencialidad para apoyar el desarrollo del proceso de ecologización de la
agricultura, o sea, la recuperación y el mantenimiento de la capacidad productiva del
agroecosistema sobre la base de una orientación de naturaleza ecológica.
Capítulo V - Transición agroecológica y acción social colectiva
263
3. Dimensiones del proceso de cambio: su nivel empírico
En este apartado analizaremos las tres dimensiones del proceso de transición
agroecológica en Rio Grande do Sul, utilizando para ello el material empírico obtenido en
la investigación de campo realizada en el marco de esta tesis doctoral. En el análisis de
cada una de estas tres dimensiones se distinguirá entre el nivel de la ecologización —la
opción individual del agricultor por estilos ecológicos de agricultura— y el nivel de la
acción colectiva —la integración en experiencias asociativas para afrontar los problemas
y buscar soluciones y nuevas identidades.
3.1. Sobre la dimensión económica
La supuesta crisis económica que estaría afectando el desarrollo socioeconómico y
ambiental de las unidades familiares de producción en Rio Grande do Sul es percibida
desde diferentes perspectivas por los agricultores que se implicaron en estilos o procesos
productivos orientados a la ecologización de la agricultura. De ello resulta, pues, distintas
respuestas a los desafíos que supone embarcarse en experiencias con agricultura
ecológica: garantizar la permanencia de la familia en el medio rural; conquistar nichos de
mercado ecológico que permitan incrementar los ingresos familiares; o, incluso, apostar
por las posibilidades de exportación de productos sanos para otros países, son ejemplos
de las expectativas que tienen estos agricultores de cara a su futuro como profesionales
de la agricultura.
Aunque, como mostraremos a continuación, los elevados costes y riesgos
económicos que supone seguir la dinámica de tecnificación agraria convencional
aparezcan, de manera general, como uno de los determinantes fundamentales de la
búsqueda de estilos de producción ahorradores de capital y energía, también las
expectativas de inserción en un mercado distinto que remunera mejor la producción
ecológica, así como las perspectivas optimistas respecto a una futura expansión del
mercado para productos sanos, constituyen una importante razón, expresada por la gran
mayoría de los agricultores en sus decisiones favorables a adoptar nuevas vías
José A. Costabeber
264
tecnológicas y formas organizativas. Por supuesto, dicen ellos, “necesitamos dinero,
porque sin dinero no podemos vivir” (EAE-19)7.
• La vía de la ecologización:
Si bien son pocos los agricultores que consideran el cambio de estilo de agricultura
como una última esperanza para su permanencia en el medio rural en cuanto productores
de alimentos, sus palabras ponen de relieve que el fuerte estancamiento económico a
que están sometidos —o, simplemente, la ausencia de ingresos monetarios en sus
actividades agrarias— constituye el determinante fundamental de su opción por una
agricultura con base ecológica, tal como se puede percibir en las siguientes
manifestaciones:
“Comenzamos la agricultura ecológica con el intento de hacer viable nuestra
permanencia en el campo. Sería una nueva salida para el sostenimiento económico de
nuestra explotación, dado que, hasta aquel momento, trabajábamos prácticamente para
garantizar el auto-consumo y apenas obteníamos rendimientos económicos” (EAE-14).
La difícil situación económico-financiera vivida por la familia indicaba que “necesitábamos
agarrarnos en alguna cosa para continuar viviendo en la colonia (...). Entonces nos
apareció la agricultura ecológica como una alternativa de trabajo y de vida diferentes (...).
Pienso que el mayor beneficio fue justo la posibilidad de continuar viviendo aquí” (EAE-
27).
En el comienzo de la discusión del proyecto en la comunidad, “la primera cosa que
percibimos [en la agricultura ecológica] fue una oportunidad más de medio de vida, de
ganancia y de renta para la familia. Por supuesto, lo que nos anima a invertir en la
agricultura es la posibilidad de obtener una ganancia; nadie se animaría si no tuviera
ventaja ninguna” (EAE-2). No podemos olvidar que, pese las dificultades con las que se
enfrenta el pequeño agricultor, “hemos de tener la convicción de que el mundo nos
presenta oportunidades, y precisamos aprovechar estas oportunidades. [La agricultura
ecológica] fue una oportunidad que nos surgió, y la abrazamos (...). Antes de que
7 Con EAE estamos nos refiriendo a “Entrevista con Agricultor Ecológico”, según la relación de los entrevistados en el Anexo II.
Capítulo V - Transición agroecológica y acción social colectiva
265
comenzáramos con la agricultura ecológica, la situación económica de nuestra
explotación no estaba nada fácil, ya no era viable” (EAE-27).
En el discurso de algunos agricultores, la creencia en la agricultura ecológica como
alternativa superadora de las dificultades económicas aparece vinculada no sólo a la
conveniencia de iniciar cambios técnicos en las explotaciones, sino más bien a la
necesidad de identificar y combinar productos y actividades agrarias para ampliar sus
fuentes y márgenes de ingresos. En realidad, percibían la producción de los cultivos
tradicionales como el principal factor generador del estancamiento económico a que
estaban sometidos, lo que significó buscar nuevas orientaciones productivas para sus
explotaciones, estuviesen o no acompañadas de un mayor grado de diversificación de
actividades:
“La principal dificultad con la agricultura convencional era nuestra situación
económica”; y ahora, con la agricultura ecológica, “siempre buscamos mejorar el
resultado económico y la salud” (EAE-1). No se puede olvidar, dicen ellos, que
actualmente “es calamitoso querer sobrevivir tan sólo de la renta generada por los
cultivos tradicionales” (EAE-2). Para algunos agricultores, la producción ecológica de
frutas, por ejemplo, se presentaba como una importante alternativa para aumentar sus
rentas por unidad de área de cultivo, sin perder de vista que “era necesario diversificar la
producción para nuestro consumo, pero habíamos de invertir en un producto clave, de
manera a obtener una producción razonable que hiciera viable la comercialización” (EAE-
6, EAE-8).
En determinadas circunstancias socioeconómicas simplemente “ya no era posible
sobrevivir en base a los cultivos tradicionales”. Así que, como una alternativa de renta y
de trabajo diferentes, el huerto [ecológico] se tornó una actividad más fácil para nuestra
familia: no necesitábamos invertir tanto capital [en el proceso de producción], no
dependíamos de grandes superficies de tierra, y la mano de obra del grupo familiar era
suficiente para ello” (EAE-25).
Para otros agricultores, la búsqueda de informaciones sobre cómo seguir el proceso
de intensificación tecnológica y asegurar una mayor viabilidad y continuidad de sus
actividades agrarias les llevaría a conocer experiencias exitosas en agricultura, pero
conducidas bajo el modelo agroquímico en medianas y grandes explotaciones. Sin
embargo, antes que ejemplo a seguir, las experiencias visitadas pasarían a constituir una
fuente de inspiración a los agricultores para buscar un estilo de producción menos
José A. Costabeber
266
exigente en capital. Es decir, la percepción misma de sus limitaciones económicas para
afrontar los costes que supone la intensificación vía modelo convencional vendría a
constituir una razón fundamental para que estos agricultores iniciaran el debate sobre la
viabilidad de un proceso de tecnificación alternativo:
“Con las pequeñas parcelas de tierra que tenemos, de hecho ya no era posible
continuar en la línea de la [agricultura] química. Era preciso encontrar una manera de
hacer que nuestras pequeñas explotaciones nos diesen el máximo retorno posible, pero
sin que ello representara mayores costes de producción” (EAE-16). Entonces,
“empezamos a ver que, si es para trabajar con tan gran cantidad de agrotóxicos, amén de
intoxicarnos, nosotros no tenemos poder y ni capacidad para ello: nuestra producción es
muy pequeña para permitirnos afrontar los costes de la agricultura convencional.
Habíamos, pues, de buscar una alternativa” (EAE-15). Antes de iniciar la agricultura
ecológica, “los gastos con la compra de insumos [industriales] nos quitaban el lucro”
(EAE-30). Ahora, “la cuestión económica es la que marca la principal diferencia entre el
sistema convencional y el sistema ecológico de producción: a través de los abonos
verdes y de los cultivos de cobertura de suelo, se economizan agrotóxicos y abonos
químicos, mientras que el suelo produce más y mejor” (EAE-2).
No obstante, merece la pena destacar que, en la casi totalidad de las entrevistas, el
tema de la comercialización de la producción aparece fuertemente vinculado a la opción
por un estilo de agricultura menos dependiente de inputs agroquímicos, y constituye, de
modo evidente, otra importante vía para explicar la adhesión de los agricultores al
proceso de ecologización desde la dimensión económica. Por una parte, las alternativas
capaces de incrementar la eficiencia económica de sus pequeñas explotaciones y de
aumentar su competitividad en el mercado pasaban, inicialmente, por la eliminación del
intermediario, como manera de aumentar los grados de libertad a la hora de vender la
producción en un mercado cada vez más competitivo y con tendencia a remunerar cada
vez menos a los cultivos tradicionales:
“Antes ya no era posible hacer inversiones en la agricultura (...). Entregábamos
nuestros productos al intermediario a cualquier precio” (EAE-26). “Los intermediarios nos
quitaban el lucro” (EAE-24). Ahora, “la mayor ventaja es que sabemos que vamos a
vender mejor todo lo que producimos (...) Si no fuera por esto, no sé como estarían
nuestras vidas hoy (...) Mi decisión —y, estoy seguro, que las de todos mis vecinos— fue
más por el mercado” (EAE-26). En efecto, “desde que empezamos con la agricultura
Capítulo V - Transición agroecológica y acción social colectiva
267
ecológica, estamos compitiendo en un mercado diferente, menor y con menos
concurrentes; es un mercado seguro” (EAE-28).
Por otra parte, la decisión por un estilo distinto de agricultura fue reforzada también
por “la mentalidad de ciertas personas que estaban pidiendo ya comprar productos
ecológicos” (EAE-6). Algunos agricultores pensaban incluso que “no necesitaremos
producir tanto cuanto estamos produciendo en la [agricultura] química (...), porque
después conseguiremos vender [la producción ecológica] por un precio mejor” (EAE-12).
Sin duda, la agricultura ecológica fue para ciertos grupos “el despertar para la búsqueda
de un nuevo mercado (...); el intento de recibir un precio justo por nuestro producto”
(EAE-23).
Así, “nuestra expectativa es la de lograr una buena producción, sin depender de la
compra de productos agroquímicos. Y, lógicamente, obtener mejores precios para
nuestros productos. Quien vende [su producción] como producto orgánico, siempre
estará recibiendo un mayor precio, aunque haya que buscar mercado para ello” (EAE-
16). Por todo esto, “nosotros apostamos mucho por la posibilidad de que un día podamos
ganar dinero [con la agricultura ecológica]. Existe un consenso de que tenemos un
mercado en potencia a conquistar, y pronto. Tenemos que cogerlo cuanto antes mejor, de
modo que podamos ganar dinero con nuestra actividad”. En realidad, dicen, “nos atrajo
mucho la posibilidad de vender mejor nuestra producción” (EAE-19).
Como se puede notar, las expectativas presentes y futuras de un mercado latente y
prometedor para productos exentos de agrotóxicos han ejercido notable influencia en las
decisiones de estos agricultores, en el sentido de iniciar una producción cualitativamente
diferenciada, capaz de aumentar sus grados de competitividad y de ampliar los ingresos
monetarios de la pequeña unidad de explotación, dado que ya “no se puede negar que el
factor económico es muy importante para nosotros, porque existe una perspectiva de
mercado muy buena para la producción ecológica” (EAE-18).
Es necesario señalar también que, para un determinado número de agricultores, los
cambios tecnológicos orientados a la producción ecológica estarían representando no
sólo una alternativa para hacer viable “la oferta de productos sanos, distintos e, incluso,
con mejor precio” (EAE-15), sino también una importante expectativa de conquistar el
mercado externo y garantizar en el futuro una mayor capitalización de sus pequeñas
explotaciones: “Hablemos financieramente. Espero que un día esto nos compense,
porque los costes de producción son mayores que si estuviera usando abonos químicos y
José A. Costabeber
268
agrotóxicos (...). Tenemos la expectativa de poder exportar nuestro producto” (EAE-17).
De hecho, “nuestra expectativa y nuestra esperanza son cada día mejores,
ecológicamente, a través de exportaciones y mejores precios” (EAE-20). Dicho en otras
palabras, “cambiamos porque es una situación financiera mejor, ya que la agricultura
ecológica nos da más renta, por lo menos hasta ahora”. Asimismo, “estamos apostando
por las distintas posibilidades de comercialización que existen. También sabemos
perfectamente que el mercado externo está exigiendo, cada vez más, productos
orgánicos. Significa, entonces, que tenemos un campo muy grande a explotar” (EAE-16).
• La vía de la acción colectiva:
“Tal vez merecería la pena ser agricultor ecológico sin pertenecer a una asociación,
pero los costes serían muy altos; el individuo solo no consigue nada, es difícil (...) Hoy día
las cosas ya no son como antes, porque la carrera es [en el sentido] de siempre buscar lo
mejor, y la competencia [para ello] es muy alta. Entonces, aliado a un grupo, el sujeto
tiene más fuerza para conseguir sus propósitos” (EAE-16).
Creemos que la cita anterior vale como indicativo de que, hoy en día, muchos de
los agricultores entrevistados perciben sus condiciones económico-financieras
insuficientes para permitir su implicación de manera individual en procesos de
ecologización de la agricultura. Por ello, la opción por la agricultura ecológica ha estado
acompañada —por lo menos en los casos estudiados— también por la adhesión a formas
asociativas de carácter local y/o comunitario. Las respuestas de los entrevistados ponen
de manifiesto la existencia de una serie de motivos que les lleva a interesarse por el
trabajo en grupo, como se puede apreciar en las siguientes manifestaciones:
“Cuando empezamos la agricultura ecológica, surgió la necesidad de buscar
nuevas tecnologías, de comercializar nuestros productos e, incluso, de industrializar la
producción (...). Sin embargo, somos todos pequeños agricultores, y esto nos exigió
formar un grupo para hacer viable el proyecto” (EAE-13).
“Nos adherimos a la asociación siempre pensando en mejorar nuestra producción y
la comercialización (...), [pues no se puede negar que] las personas quieren ver el dinero”
[como fruto de su labor] (EAE-5).
Capítulo V - Transición agroecológica y acción social colectiva
269
“Yo me adherí a la asociación con el objetivo de facilitar la venta de mi producción,
así como de recibir asistencia técnica para poder desarrollar la agricultura ecológica”
(EAE-1).
Por estos y otros motivos, parece que “quien no se adhirió a la asociación está
callado; o se está marchando para la ciudad (...). Y si yo no hubiera tenido éxito [con
nuestro proyecto], me habría marchado ya también (...). Actualmente, ya no es necesario
implorar a nadie para que formen una asociación (...), porque muchos está desanimados
respecto a sus actividades [agrarias]” (EAE-26).
En realidad, en su opción por implicarse en acciones de carácter colectivo, la gran
mayoría de los agricultores ecológicos entrevistados manifiesta unas expectativas de
inspiración fuertemente económica. Esto puede ser observado cuando los agricultores
expresan sus deseos e intenciones no sólo de eliminar el intermediario de la cadena de
comercialización, sino de conquistar mayores espacios de participación en mercados
ecológicos establecidos o emergentes. Estas expectativas incluyen también la búsqueda
de una mejor y más justa remuneración para la producción ecológica comparada con la
producción convencional, así como la posibilidad de producir insumos para potenciar el
proceso de ecologización, dado que:
“Nuestras perspectivas siempre estuvieron volcadas al dinerillo, al dinero, porque el
precio del producto ecológico es siempre mejor. Entonces, estamos trabajando encima de
esto, tan sólo por motivo de la comercialización (...). Y también porque existen estas
asociaciones de consumidores orgánicos que exigen productos exentos de [residuos de]
agrotóxicos (...). Sabemos que existe mercado para este tipo de producto, y esto fue un
motivo más para que cambiáramos” (EAE-16).
Efectivamente, es la percepción misma de las dificultades y limitaciones para lograr
estos objetivos de manera individual lo que puede explicar la adhesión de los agricultores
a formas asociativas orientadas a apoyar la implementación y el desarrollo de
experiencias de producción ecológica. Ello les llevaría a seguir una racionalidad
instrumental y estratégica orientada a alcanzar ciertos beneficios de mercado, en aras de
mejorar la situación económica de sus explotaciones. O sea, “cuando tomamos
conocimiento de la existencia de un mercado para productos de la agricultura ecológica,
copiamos el ejemplo de otras asociaciones: fue una buena salida. Si no fuera por esto,
ciertamente nuestra situación como pequeños agricultores estaría peor” (EAE-23).
José A. Costabeber
270
En determinadas circunstancias socioeconómicas, la necesidad que tenían los
agricultores de solucionar sus problemas de mercado respecto a los cultivos tradicionales
estaría incluso por encima de los objetivos de iniciar la agricultura ecológica, como lo
pone de manifiesto la siguiente contestación: dadas las condiciones económicas de los
afiliados en la época de la formación de la asociación, “nuestro grupo nació pensando
más en el factor dinero, de ganar alguna cosa más, de hacer alguna cosa distinta para
ganar dinero” (EAE-25). Por cuestiones de naturaleza similar, otro entrevistado dice que:
“quizás el inicio de nuestro trabajo no fuera bien por la cuestión ecológica, sino más bien
por el intento de los miembros de nuestro grupo de independizarse del intermediario”
(EAE-30).
De cualquier manera, librarse del intermediario también supondría organizar nuevos
canales de comercialización y articular estrategias de acción colectiva capaces de romper
las barreras que se presentaban en el plan de acción individual: “yo solo, no conseguiría
comercializar mis productos en el mercado ecológico”. Sin embargo, “uniendo nuestras
familias, encontramos fuerzas para hacer viable la comercialización” (EAE-23). Asimismo,
las dificultades para transportar la producción hasta los nichos de mercado emergentes
en la época, alejados casi 200 km del local de producción, “queriendo o no queriendo,
nos llevaron a pensar en grupo y formar una asociación” (EAE-12).
Hoy día, en determinadas asociaciones de agricultores ecológicos hay un cierto
consenso de que, “si no fuera por nuestra labor asociativa, no habríamos logrado
alcanzar las ventas que estamos realizando hoy” (EAE-10). Es decir, “donde existe un
grupo, el retorno es mayor, porque se hace más fácil comercializar la producción” (EAE-
28). Estas facilidades proporcionadas por sus estrategias colectivas son valoradas por los
agricultores incluso en lo que respecta a la legitimación de la cualidad intrínseca de sus
productos, una vez que, “cuando vamos a negociar, el consumidor cree en nosotros,
porque no somos uno en riesgo, sino más bien una asociación”. Dicho de forma breve, “el
propio nombre de la asociación nos da una fuerza ante el consumidor” (EAE-6).
Aunque esté presente de modo más evidente en tan sólo una de las experiencias
asociativas analizadas, la producción de insumos para la agricultura también ha sido
percibida como un objetivo de gran importancia, y las posibilidades de su logro han
ejercido notable influencia en las decisiones de los agricultores de tomar parte en formas
asociativas orientadas a la producción ecológica. No sólo esto, sino que, para muchos de
los entrevistados, del alcance de este objetivo dependería la propia adopción de la
Capítulo V - Transición agroecológica y acción social colectiva
271
agricultura con base ecológica como proyecto colectivo de la asociación que se estaba
formando. En opinión de los propios agricultores:
[Creamos la Asociación] “exactamente por la oportunidad que teníamos de obtener
la materia prima y fabricar el compost [de forma colectiva]; y, es lógico, por la posibilidad
de utilizarlo como fertilizante en nuestras explotaciones. Fue esencialmente por esto”. Así
que “me decidí por iniciar la producción ecológica porque tendría el compost. Si
tuviéramos que fabricar el compost [individualmente] en [el ámbito de] la explotación, tal
vez el coste [de producción] sería el doble y tendríamos mucho más trabajo para
fabricarlo”. Asimismo, dijo, “si no hubiera [la fabricación colectiva de] compost, la decisión
de adoptar la agricultura ecológica tendría que ser repensada”, por lo menos en su caso
(EAE-16). De modo más enfático, otros entrevistados consideran que sin el compost
colectivamente producido sería simplemente “inviable optar por la agricultura ecológica”
(EAE-19, EAE-20).
La dimensión económica también aparece de modo sobresaliente en las palabras
de agricultores que han formado parte de asociaciones de creación más reciente. “La
renta que obtenemos con la producción tradicional ya no es suficiente para garantizar la
permanencia de nuestras familias en el campo”, dicen ellos. Como opciones, “teníamos
dos alternativas: marcharnos a la ciudad o empezar alguna cosa juntos, a través de una
asociación”. Así que, “con la agricultura ecológica, deseamos garantizar el mantenimiento
de las familias”. Sin embargo, “si no logramos éxito con el proyecto colectivo que ahora
estamos comenzando, ciertamente no habrá otra alternativa, sino el definitivo abandono
de la agricultura en cuanto medio de vida” (EAE-32).
Agricultores involucrados en grupos que están recién iniciando su organización
como actor colectivo, también ponen de manifiesto cuáles son sus expectativas respecto
al trabajo asociativo y al proceso de ecologización de la agricultura. Una vez más, los
deseos de mejorar los ingresos familiares y de superar el estancamiento económico de
sus explotaciones parecen ser suficientemente fuertes para determinar la opción por la
agricultura ecológica y la adhesión a un grupo de trabajo: “Estamos organizando una
asociación y queremos comenzar la producción ecológica lo más pronto, con el objetivo
de aumentar el retorno económico de las familias de nuestra comunidad. Ya no es
posible disfrutar una vida digna produciendo únicamente los cultivos tradicionales” (EAE-
33).
José A. Costabeber
272
De lo expuesto hasta aquí, creemos que queda reflejada en buena medida las
racionalidades de carácter instrumental y estratégico que subyacen en las palabras de
gran parte de los agricultores ecológicos que optaron por la agricultura ecológica y que se
adhirieron a formas asociativas. Las razones económicas que manifiestan los agricultores
aparecen vinculadas no sólo a las perspectivas de obtener una mayor ganancia por su
participación en un mercado diferenciado, sino también a las expectativas de lograr un
nivel de ingresos y de renta que les permita garantizar la reproducción del grupo familiar.
3.2. Sobre la dimensión social
Aunque, como hemos visto en el apartado anterior, aparezcan en muchas
entrevistas los costes económicos como uno de los principales limitantes para seguir o
ingresar en el proceso de intensificación tecnológica convencional —lo que constituye por
sí mismo una razón importante para la adhesión de los agricultores a la propuesta de
implementar una agricultura menos costosa en términos de capital—, ello no significa la
aceptación, por parte de la mayoría de los entrevistados, de cualquier tipo de vinculación
del proceso de ecologización con una situación socioeconómica de marginación,
alejamiento o privación respecto al uso y acceso a los insumos, conocimientos y
tecnologías modernas. El agricultor ecológico no es el que posee sello verde o produce
alimentos sanos por su incapacidad económico-financiera de adquirir insumos modernos;
no es el individuo que está alejado de los avances tecnológicos, sino el sujeto que elige
conscientemente vías tecnológicas orientadas a mejorar su calidad de vida y también la
salud de los consumidores.
De modo similar, la adhesión de los agricultores a formas asociativas no atendería
a una racionalidad meramente instrumental guiada por estímulos de mercado, sino que
respondería también a postulados de valor derivados de sus expectativas de inclusión
social respecto a la construcción de espacios de participación y realización personal.
Antes que fruto de una circunstancia de privación económica o marginación social, el
proceso de transición agroecológica correspondería, pues, a una opción social resultante
de la toma de conciencia del individuo en cuanto agricultor y ciudadano integrado y
valorizado en las relaciones comunitarias de su medio socioeconómico y ambiental. En
Capítulo V - Transición agroecológica y acción social colectiva
273
una palabra, “nosotros queremos ser agricultores ecológicos no por circunstancia, sino
más bien por opción” (EAE-18).
• La vía de la ecologización:
Quizás uno de los rasgos fundamentales de los agricultores ecológicos sea sus
firmes convicciones de que es necesario adoptar estilos de producción o vías
tecnológicas que dispensen o reduzcan la utilización de insumos químicos de origen
industrial en sus actividades agrarias. Con independencia de la velocidad y del grado de
alcance de esta adopción, es posible identificar en sus discursos —además de los
indicadores de naturaleza económica— otros elementos que ayudan a comprender el
porqué eligen la agricultura con base ecológica como alternativa para superar la crisis
socioeconómica que afrontan en cuanto agricultores familiares.
Con la misma claridad con que manifiestan sus deseos de poder aumentar sus
ingresos monetarios, así como de conquistar mercados de excelencia que permitan una
cierta capitalización económica en el futuro, la gran mayoría de los agricultores
ecológicos invoca la “salud” como el más importante bien público8 a lograr mediante los
cambios tecnológicos que se están produciendo. En efecto, entre las distintas y
heterogéneas contestaciones de los agricultores respecto al porqué de su opción por la
agricultura ecológica, destaca la expresión “salud en primer lugar”, proferida como
8 En la teoría económica, y de manera diferente de los bienes privados, los bienes públicos no se suministran en el mercado y se caracterizan por dos propiedades: la oferta conjunta y la imposibilidad de exclusión. De acuerdo con Hardin, cuando hay oferta conjunta de un bien, su consumo por un individuo no afectará la cantidad disponible para cualquier persona. Aunque haya bienes no físicos que puedan ser clasificados como de oferta conjunta, “no es fácil pensar en bienes físicos que sean totalmente de oferta conjunta”. La segunda característica del bien público —la imposibilidad de exclusión— significa que es imposible evitar que un número relevante de personas los consuma. Si bien no es difícil hacer una lista de bienes de los cuales ninguna persona sea de hecho excluida, “no es fácil pensar en casos puros de bienes caracterizados por la imposibilidad de exclusión (...) en el sentido de que los consumidores adicionales no disminuyen en nada el consumo de los consumidores previos”. Por ello, parece más fácil pensar en bienes similares a los bienes públicos que, a partir de un determinado número de consumidores, adquieran la característica de un bien compartido. Cf. Hardin, R. (1991): “La acción colectiva y el dilema del prisionero”. En: Colomer, J. M. (comp.): Lecturas de teoría política positiva. Madrid: Instituto de Estudios Fiscales; pp. 81-114, p. 82-85. Dadas las limitaciones conceptuales de los bienes públicos, donde el concepto lógico no se corresponde con lo que ocurre en la realidad concreta, parece más adecuado que —al tratarse de acciones colectivas— se haga referencia a la provisión de bienes colectivos, lo que ya circunscribe el suministro del bien a un grupo de interés determinado o a una colectividad de individuos movilizados para el logro de intereses compartidos. Desde esta perspectiva, la caracterización del bien público o colectivo está en línea con el empleo que hace Olson, en el sentido de que el bien público es ofrecido por el Estado a sus ciudadanos; por analogía, el bien colectivo es suministrado por una organización cualquiera a todos los miembros del grupo en su conjunto. Cf. Olson, M. (1992): La lógica de la acción colectiva. Bienes Públicos y la teoría de grupos. México: Editorial Limusa; p. 25-26.
José A. Costabeber
274
sinónimo de una mejor calidad de vida a alcanzar especialmente a través de la no
utilización de agrotóxicos en el proceso productivo.
De hecho, el agrotóxico y sus efectos ocupan una centralidad en el discurso de los
agricultores ecológicos para justificar su interés y adhesión a las propuestas tecnológicas
emanadas desde los técnicos y orientadas a la ecologización de la agricultura9. En
algunos casos, los entrevistados defienden la eliminación del uso de pesticidas a cambio
de una mayor seguridad de sus familias. “Lo que más me preocupaba —dijo uno de
9 Es importante señalar que el tema de los pesticidas químicos y sus efectos contaminantes ha alcanzado enorme relevancia en los medios político, académico y profesional en Brasil y, especialmente, en el estado de Rio Grande do Sul. Para que se tenga una idea de la gravedad del fenómeno, datos aportados por Amstalden indican que, entre los años de 1986 y de 1991, se registraron 9.030 casos de intoxicación por agrotóxicos en Brasil, lo que corresponde a un promedio anual de 1.505 casos, si bien hay un gran desfase entre los casos “registrados” y los casos “reales”. Aplicando las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, este autor señala que el número de intoxicaciones reales causadas por agrotóxicos en el país sería alrededor de 451.500 casos en el periodo considerado, o sea, 75.250 casos cada año o 206 casos cada día (Amstalden, L. F. F. (1993): “Meio Ambiente, pesticidas e contaminações: as muitas faces de um problema”. En: Reforma Agrária, vol. 23, nº1, jan.abr./1993; pp. 87-99). En el caso específico de Rio Grande do Sul, según datos divulgados por la Secretaría de Salud y Medio Ambiente del estado, en un periodo de diez años (1986 a 1995) se registraron 4.005 casos de intoxicación humana por agrotóxicos. Desgraciadamente, en el mismo periodo 150 personas murieron por esta causa (EMATER/RS (1996): Defesa Sanitaria Vegetal. Diretrizes para o Plano Plurianual 1997/2000. Porto Alegre; mecanografiado.). Al considerarse tan sólo los casos registrados en el año 1995, y sin aplicar índice alguno para estimar el número de casos “reales”, puede decirse que 34 personas se intoxican y una muere en Rio Grande do Sul cada 20 días a causa de la contaminación por agrotóxicos. De todos los modos, cabe destacar que Rio Grande do Sul fue el estado pionero en Brasil en iniciar el debate en torno al tema de los agroquímicos, favoreciendo asimismo la aparición de una conciencia crítica muy extendida respecto a los efectos contaminantes y perjudiciales de estos productos sobre la salud pública y el medio ambiente. Merece la pena destacar que ya en 1982, en el seno de la Comisión de Derechos Humanos de la Asamblea Legislativa del estado y con la participación de diversas entidades civiles, fue elaborada una avanzada “Ley Estadual de los Agrotóxicos”, aprobada en 1983. Más tarde esta ley sería adoptada por otros estados brasileños (Ferrari, A. (1985): Agrotóxicos: a praga da dominação. Porto Alegre: Mercado Aberto). Obsérvese que, por influencia política de Ingenieros Agrónomos gauchos, pasó a ser utilizada en la Ley la palabra “agrotóxico”, término que pretendía hacer clara la falsa denominación de “defensivos agrícolas” difundida por la industria. Según Pinheiro y sus colegas, el germen de la Ley de los Agrotóxicos fue el descubrimiento, en 1982, de que el agua del Rio Guaíba, consumida por la población de Porto Alegre, estaba contaminada por doce insecticidas organoclorados. Por decreto del Gobernador del Estado, fue prohibido el uso de organoclorados en Rio Grande do Sul, y seguidamente fue instituido el Recetario Agronómico como mecanismo para evitar la utilización desordenada de agrotóxicos en el estado. En realidad, en los años iniciales de la década de los 80 ocurrieron varios hechos que pusieron de manifiesto el alcance del problema y alertaron a la población gaucha respecto a los efectos negativos de los agrotóxicos sobre la salud y el medio ambiente. En esta época fueron denunciados, por ejemplo, casos de tomates contaminados por mercuriales y de fresas contaminadas por ditiocarbamatos, así como la utilización de centenas de toneladas de semillas de maíz híbrido —tratadas con el organoclorado Aldrín— en la fabricación de piensos, lo que resultó en la contaminación de millares de gallinas y huevos destinados al consumo humano. Asimismo, ganaron notoriedad las investigaciones que mostraban los posibles efectos de los agrotóxicos sobre el creciente número de niños nacidos con anomalías neurológicas, gástricas y óseas en importante región agrícola de Rio Grande do Sul (Cf. Pinheiro, S. et al. (1993): A agricultura ecológica e a máfia dos agrotóxicos no Brasil. Porto Alegre: Edição dos Autores). Más recientemente, un trabajo de investigación sugiere la existencia de una relación directa entre el elevado índice de suicidios de agricultores y la utilización de agrotóxicos en el cultivo del tabaco, en un municipio situado en la región centro del estado. Sus autores proponen como hipótesis de trabajo la de que “el uso de agrotóxicos (especialmente los organofosforados) es uno de los principales factores de riesgo para suicidios” en la región estudiada (Cf. Falk, J. W. et al. (1995): “Suicídio e uso de agrotóxicos: conseqüências do uso de agrotóxicos organofosforados?”. En: Comissão de Cidadania e Direitos Humanos da Assembléia Legislativa do Estado do Rio Grande do Sul (ed.): Relatório Azul 1995. Porto Alegre: Assembléia Legislativa/RS. Diretoria de Anais; pp. 244-262, p. 259).
Capítulo V - Transición agroecológica y acción social colectiva
275
ellos— era la salud de mis familiares (...). Yo me decidí: si es para producir con
agrotóxicos, prefiero producir menos, incluso si mis ganancias [económicas con la
agricultura] se reducen” (EAE-17).
El miedo que tenían algunos agricultores respecto a los pesticidas se justificaría no
sólo por sus efectos ya conocidos, sino también por sus posibles consecuencias
negativas sobre la salud que todavía están por conocerse: “la primera cosa [que me
despertó para adoptar la agricultura ecológica] fue el miedo de los agrotóxicos (...), ya
que nunca se sabe todo sobre los [efectos de los] productos químicos que estamos
utilizando” (EAE-1).
Otros agricultores llegan a afirmar que la inseguridad que sentían en la época en
que utilizaban pesticidas era motivo incluso para pensar en marcharse del campo, a
pesar de que el uso de estos productos en sus explotaciones todavía seguía a pequeña
escala. La oportunidad de implicarse en la agricultura ecológica vendría a solucionar el
problema: “Nosotros nos decidimos por la agricultura ecológica a causa de los
agrotóxicos, que dañaron la salud de nuestra familia (...). Estábamos en una situación de
querer abandonar el campo” (...). No utilizábamos tanto los pesticidas (...), pero me
intoxiqué con uno de los menos tóxicos que existía”. Motivados por estas circunstancias,
“teníamos que cambiar [el estilo de agricultura] lo más pronto. Caso contrario, los
agrotóxicos nos iban a matar”, dijo el entrevistado (EAE-10). En esta misma línea de
razonamiento, algunos ponen énfasis en el hecho de que “aquí [en el campo] no era el
lugar para seguir trabajando (...). Yo sentía un gran temor de manosear el agrotóxico (...).
[Cuando surgió la propuesta de la agricultura ecológica], me estaba preparando ya para
abandonar la agricultura” (EAE-12).
Asimismo, la cuestión de los agrotóxicos y sus efectos sobre la salud aparece en el
discurso de los agricultores no sólo en el contexto de la manipulación de los productos,
sino también en lo que respecta a la contaminación de alimentos que puede producir. Sin
embargo, de manera general los entrevistados señalan el tema de la “calidad de los
alimentos” no como la causa de sus decisiones de cambio, sino más bien como el
resultado de la adopción de métodos y técnicas de producción que evitan el uso de
agrotóxicos. Por un lado, era la salud de los miembros de la familia la que se estaría
beneficiando con la opción por la agricultura ecológica, una vez que: “el bienestar de la
familia cambia, porque pasamos a comer alimentos sanos” y libres de residuos tóxicos
(EAE-2). Consideraciones de esta naturaleza se encuentran de forma más o menos
José A. Costabeber
276
generalizada en las respuestas de los entrevistados, a pesar de que la mayor parte de
ellos también afirma que el uso de agrotóxicos en los cultivos destinados al auto-
consumo era ya prácticamente nula antes de que comenzara la agricultura ecológica.
Por otro lado, el beneficio proporcionado por el consumo regular de alimentos
sanos sobrepasaría el ámbito meramente local y familiar para abarcar también al
colectivo de los consumidores. De un bien privado alcanzado a través de la producción
ecológica, el producto exento de residuos químicos se transforma —en el discurso
defendido por una gran parte de los agricultores ecológicos— en un bien público a la
disposición de la población en general: “estamos trabajando para el futuro, para la salud,
no sólo para nosotros, sino para toda la gente” (EAE-20). En este contexto, las
manifestaciones que a continuación se mencionan, son representativas de la perspectiva
que poseen algunos de los entrevistados respecto a su papel en cuanto productores de
alimentos:
“La salud está en primer lugar” (EAE-5). Tiene importancia “no sólo la nuestra, sino
también la de los consumidores, ya que nosotros no queremos ser vendedores de
enfermedades” (EAE-19). En realidad, los agricultores ecológicos “no somos ricos —
dicen—, pero queremos preservar la salud de la gente a través de la producción de
alimentos de buena calidad” (EAE-20).
“Creo que lo que no me sirve como alimento tampoco sirve a otras personas”.
Ahora, mediante la producción ecológica, “estoy dando [a los consumidores] comida de
verdad”. Con independencia de otras ganancias que puede obtener, el entrevistado
señala que este hecho por sí solo le deja satisfecho, le realiza personalmente (EAE-12).
Aunque estas contestaciones implican ciertos valores éticos que, en algún grado,
las alejan de una racionalidad netamente instrumental orientada por la lógica de mercado,
también poseen elementos que tienden a aproximar las dimensiones social y económica
del proceso de cambio hacia la agricultura con base ecológica. Es decir, la oferta de un
bien público —en este caso, alimentos exentos de residuos de pesticidas y, por tanto,
portadores de salud— a los consumidores exigiría la toma de conciencia por parte de los
agricultores de las externalidades negativas sobre la salud pública que supone la
utilización de agroquímicos en sus actividades agrarias. De esta toma de conciencia
resultarían, pues, elementos de naturaleza ética y moral, capaces de estimular el
cumplimiento del deber del agricultor de adoptar técnicas y procesos ecológicos de
Capítulo V - Transición agroecológica y acción social colectiva
277
producción con el objetivo de suministrar alimentos de elevada calidad biológica a la
población en general, una vez que:
“Lo que más importa es la vida de la tierra y la vida de quien consume los productos
de la tierra” (EAE-27). Por esto, “nuestra labor, en cuanto agricultores ecológicos, tiene
por objeto la vida y no la muerte, porque ya no utilizamos agrotóxicos en producción
agrícola” (EAE-23).
Sin embargo, este cumplimiento del deber con la vida también supone correr ciertos
riesgos económicos que el pequeño agricultor familiar no siempre está en condiciones de
asumir, una vez que, por encima de todo, “precisamos mantener nuestras familias en el
medio rural; necesitamos hacer viables económicamente nuestras pequeñas
explotaciones” (EAE-23). Es el momento en que la racionalidad sustantiva se contrapone
a la racionalidad instrumental, no como indicativo de abandono o de olvido de los
postulados de valor, sino más bien como actitud prudente de evaluar hasta qué punto la
reproducción socioeconómica de las familias puede ser amenazada por la adopción de
los cambios tecnológicos propuestos. Creemos que los interrogantes que tenían los
agricultores antes de comenzar el proceso de transición agroecológica son ilustrativos de
esta cuestión:
“En el inicio, yo sabía que los agrotóxicos y abonos químicos perjudicaban el suelo.
Pero yo me preguntaba: si abandono el uso de estos insumos, ¿cómo conseguiré
producir?” (EAE-17).
“¿Es posible pasar a otro estilo de agricultura sin haber un declive en nuestra
producción? ¿Conseguiremos sobrevivir? Esta era una de nuestras preocupaciones!”
(EAE-15).
“En el caso de una frustración de cosecha, ¿de qué íbamos a vivir durante el año?”
(EAE-12).
En realidad, los riesgos económicos implícitos en el proceso de transición no son
asumidos a cambio de nada por los agricultores que se adhieren a las propuestas
orientadas a la agricultura ecológica. Es decir, desde la dimensión social que aquí
estamos tratando, aunque las expectativas que tienen los agricultores respecto a la
remuneración que tendrán por la oferta de un producto exento de residuos de agrotóxicos
—y, por lo tanto, con capacidad para preservar la salud a los consumidores— no se
José A. Costabeber
278
evalúan directamente en términos monetarios, sí suponen alguna forma de
compensación y de reconocimiento social que, en alguna medida, podrá volverse en
dimensión económica.
Desde esta perspectiva, y como ponen de relieve algunos de los entrevistados,
cultivar sin el uso de agrotóxicos, producir alimentos sanos y perder la producción por
falta de mercado o por bajos precios no es solución para nadie (EAE-9). Tampoco les
parece justo “vender un producto limpio como si fuera sucio” (EAE-30). Por ello, todo
indica que las expectativas que llevaron a la mayoría de los agricultores a adherirse a la
agricultura ecológica “caen en un lugar común, que es vender la producción” (EAE-9).
La comercialización de la producción ecológica representaría, por tanto, el
momento en que, en definitiva, el comprador o el consumidor reconoce el bien público
que está adquiriendo, valorizando no sólo al producto sano, sino también al propio
agricultor ecológico, una vez que: “no nos parece nada dignificante producir de manera
ecológica y vender nuestro producto para el mercado convencional a cualquier precio. La
búsqueda de la dignidad está en la valorización de nuestro producto”. Por esto, “no
queremos colocar nuestro producto ecológico en el mercado convencional”, ya que es en
el mercado ecológico donde “el consumidor consciente valoriza no sólo el producto, sino
también la persona del agricultor”. Dicho en otras palabras, “el consumidor se siente
valorizado, valorizando nuestro producto y pagando un precio justo, animando el
agricultor a permanecer en la tierra” (EAE-9).
• La vía de la acción colectiva:
Cuando preguntamos sobre el porqué se adhieren a un grupo para implementar la
agricultura ecológica, salta a la vista las respuestas que dan los agricultores en términos
económico-financieros, tal como se ha analizado en el apartado anterior. No obstante, es
posible identificar en las distintas respuestas de los entrevistados otros elementos que
también parecen influir en sus decisiones de involucrarse en acciones de carácter
colectivo orientadas a la ecologización de la agricultura. Aquí consideraremos estos
elementos bajo la dimensión social.
En efecto, si la creación de formas asociativas para hacer viable la inserción en el
mercado ecológico constituye —desde el punto de vista económico— una estrategia
Capítulo V - Transición agroecológica y acción social colectiva
279
coherente con las expectativas y aspiraciones que tienen los agricultores respecto a sus
posibilidades de reproducción y/o de capitalización en la agricultura, parece que la acción
colectiva —desde la perspectiva social— se hace manifiesta en aras de lograr la inclusión
social, entendida como la ampliación de los espacios de participación ciudadana y de
representación de los agricultores ante la sociedad:
“El mayor beneficio [que estamos teniendo a partir] de nuestra experiencia colectiva
es el despertar de la conciencia de ciudadano (...). Cada uno de nosotros tiene una
función [a desempeñar], y nuestro papel no es quedarnos dentro de la explotación
agraria, sino más bien relacionarnos con toda la sociedad, con todo lo que está a nuestro
alrededor, así como tener un poder de influencia y de decisión. Hoy día, esto está muy
fuerte en nuestro grupo” (EAE-18).
Es necesario señalar, no obstante, que en la mayor parte de las entrevistas las
razones sociales que expresan los agricultores respecto a su adhesión a formas
asociativas aparecen no como expectativas o deseos que tenían antes del surgimiento
del grupo organizado, sino más bien en términos de beneficios o ganancias sociales que
estarían adquiriendo a partir de su participación en la nueva organización.
Efectivamente, lo que puede parecer una cosa simple y de poca importancia para
unos, podrá no serlo para aquellos agricultores que hasta ahora apenas habían tenido
oportunidades de debatir y participar en la construcción de propuestas orientadas a la
resolución de sus problemas más básicos: “Antiguamente, nosotros íbamos a las
reuniones [convocadas por los técnicos] para escuchar. Ahora, participamos de las
reuniones para conversar” (EAE-29). Participando de la asociación, ”la gente se expresa;
aprendemos a hablar. Ayer, por ejemplo, yo no tenía el coraje de pedir la palabra en un
grupo de tres o cuatro personas, mientras que, hoy, si tu idea no se corresponde con la
mía, yo no tengo miedo de exponer mi punto de vista, mi propia manera de ver las cosas”
(EAE-27).
La realización personal en cuanto agricultores más independientes de los
tradicionales intermediarios de la comercialización también asume un carácter más
sustantivo y menos instrumental a la hora de evaluar la dinámica de evolución de la labor
asociativa: “Hoy somos los dueños de nuestro producto: cultivamos, cosechamos y
vendemos directamente al consumidor (...). Tenemos una participación desde el inicio
hasta el fin del proceso; dejamos de ser una parte muy pequeña [en el proceso de
comercialización]” (EAE-12).
José A. Costabeber
280
Asimismo, la dinámica de trabajo asociativo también ha generado, en algunos
casos, un ambiente más adecuado para que el debate de ideas sobrepase los aspectos
puntuales de la producción agraria y abarque cuestiones de interés social más amplio.
Esto es lo que parecen sugerir algunas de las respuestas que vinculan las expectativas y
los beneficios de la acción colectiva a aspectos de naturaleza política: “Nosotros
discutimos políticas sociales. Directa o indirectamente, por lo tanto, nuestro grupo discute
cambios en la sociedad que nos rodea. Entonces, crecemos como personas; y crecemos
también como agricultores” (EAE-14).
Además, hay otra dimensión expresiva de la acción colectiva que, al menos en el
contexto de algunas de las experiencias asociativas visitadas, se muestra muy presente
en el discurso de los agricultores ecológicos entrevistados. Esta dimensión expresiva
refleja, por un lado, la satisfacción personal derivada del reconocimiento social que
obtienen los agricultores por su labor y éxito en actividades que tienen en su seno la
preocupación con el medio ambiente, la vida y la salud de las personas: “Yo tengo orgullo
de ser agricultor ecológico, de recibir visitas de gente grande de otros países en mi
pequeñina explotación; no sólo en la mía. En realidad somos más gente y siempre hemos
de pensar en nosotros” (EAE-20).
Por otro lado, la satisfacción personal aparece también como un fruto adquirido a
partir de la propia participación en la difusión de la agricultura ecológica a otros contextos
socioeconómicos. De una propuesta meramente tecnológica, la agricultura ecológica se
estaría difundiendo ahora —si dependiera de los agricultores— como un nuevo proyecto
social incluyente: “Estamos sobrecargados de trabajo, pero asimismo precisamos salir
muchas veces para dar cursos y asistencia a otros grupos que necesitan de nuestro
apoyo (...). Viajamos para vender la producción, recibimos visitas frecuentes, conocemos
nuevas experiencias, damos cursos para personas que estudiaron más que nosotros:
esto valoriza en mucho nuestro trabajo y nos anima a seguir nuestra marcha” (EAE-12).
Por ello, dicen, lo más importante de nuestra asociación “es que estamos ampliando,
diseminando e irradiando la idea de agricultura ecológica, sin el uso de agrotóxicos y
productos químicos”, y que el gran beneficiado será el consumidor al tener a su
disposición productos sanos (EAE-19).
En cualquier caso, no se puede negar la racionalidad instrumental del agricultor a la
ahora de adherirse a un grupo, como forma de buscar legitimidad a su nuevo proyecto
social. Por lo menos es lo que indican algunos entrevistados cuando dicen que: “¿Cómo
Capítulo V - Transición agroecológica y acción social colectiva
281
podemos obtener credibilidad ante el consumidor trabajando solo? Nadie va creer que
soy agricultor ecológico. Cuando descubrimos que podemos hacer un trabajo ecológico,
sentimos pues la necesidad de formar una asociación, que también facilitaría la
industrialización y la venta conjunta de la producción” (EAE-13).
Efectivamente, no parece ser una tarea fácil desvincular la opción social de las
expectativas económicas que subyacen en las decisiones de los agricultores de adherirse
a una asociación para implementar la agricultura ecológica. Lo cierto es que hay una
estrecha vinculación de las dimensiones económica y social en varias de las
manifestaciones de los agricultores a la hora de exponer las expectativas que tenían —y
que siguen teniendo— respecto al proceso de transición agroecológica en base a
estrategias de acción colectiva. Sin ánimo de adentrarnos en demasiadas respuestas que
vinculan las dos dimensiones, baste con señalar algunas de ellas que ponen en evidencia
la interacción de lo social y de lo económico en la percepción de los problemas por parte
de los agricultores y en la determinación de la necesidad de buscar alternativas
tecnológicas y organizativas para su superación:
“Discutíamos en nuestros grupos el porqué había tanto éxodo de jóvenes del medio
rural. Llegamos a la conclusión de que la colonia ya no era rentable; ya no era posible
sobrevivir en la colonia. Asimismo, había un problema serio de salud: nuestros padres
vivían enfermos. Y preguntábamos: ¿Por qué? El agrotóxico! El agrotóxico nos quita el
lucro, nos enferma y no hace viable nuestra permanencia como joven y como agricultor
en la tierra” (EAE-13).
“En el caso de la agricultura química, los costes son incompatibles con nuestras
pequeñas explotaciones y, además, nunca sabemos si nuestro producto está
alimentando o si está perjudicando nuestra salud y la del consumidor” (EAE-15).
“La agricultura ecológica en aquella época fue un despunte de renta (...). Con la
formación de la asociación, construimos una nueva familia, de la cual ya no podemos
dejar de formar parte” (EAE-14).
“Nuestra propuesta era ésta: obtener más salud y evitar la salida del joven de la
colonia. Y para evitar el éxodo del joven, era necesario tener retornos económicos. Esto
estamos consiguiendo, gracias a Dios, porque logramos reducir los costes de producción
y porque estamos comercializando” (EAE-13).
José A. Costabeber
282
A modo de síntesis, podría decirse que, si bien hay evidencias de la existencia de
razones sociales para la adhesión de los agricultores a formas colectivas para desarrollar
procesos de ecologización, parece que estas razones estarían subordinadas, en gran
medida, a razones de naturaleza económica. Ahora bien, estas razones sociales, que se
expresan en términos de producción de alimentos sanos y de mayor participación
ciudadana, serían suficientes para justificar la agricultura ecológica como opción social
que, no obstante, encuentra su principal aplicación en la lógica de mercado. En palabras
de los propios actores del proceso de transición, los agricultores ecológicos “obtenemos
más salud no sólo mediante la producción sin agrotóxicos; necesitamos vender el
producto; precisamos comer y sustentar nuestras familias. Nosotros no vivimos
únicamente de los productos de la agricultura. Vivimos aquí [en el campo], pero miramos
el mundo que está a nuestro alrededor. Desafortunadamente, también tenemos ganas de
consumir lo que los medios de comunicación nos ofrecen (...). Entonces, queremos
trabajar en la agricultura también para capitalizarnos, vivir y vivir felices” (EAE-9).
3.3. Sobre la dimensión medioambiental
Como hemos intentado demostrar en los dos apartados anteriores, tanto las
consideraciones de carácter económico, como las de naturaleza social, aparecen en el
discurso de los agricultores como razones para generar procesos de cambio tecnológico
y organizativo orientados a incrementar los niveles de sustentabilidad agraria en el
contexto de las unidades familiares. Sin perjuicio de ello, y como parte de nuestro
esquema de análisis, hemos de considerar aún las razones que se manifestarían bajo la
dimensión medioambiental del proceso de transición. La opción por estilos ecológicos de
producción sería el resultado también de la percepción que tienen los agricultores de una
supuesta crisis ecológica —como parte de una crisis socioeconómica y ambiental más
amplia— que se estaría manifestando a través de la pérdida de la capacidad productiva
de los agroecosistemas locales. En efecto, la cuestión de la degradación de los
ecosistemas y sus implicaciones sobre los resultados de la agricultura en cuanto
actividad social y económica también se manifiesta en el discurso de los agricultores y
forma parte de sus argumentos respecto al porqué de sus opciones por estilos ecológicos
de producción.
Capítulo V - Transición agroecológica y acción social colectiva
283
Respecto a las estrategias de acción colectiva —y de acuerdo con las expectativas
y aspiraciones que tienen los agricultores ecológicos de poner en marcha procedimientos
técnicos para la recuperación de la base de sus recursos productivos—, parece que las
oportunidades de intercambio de experiencias y de participación en la experimentación
de tecnologías más adecuadas a las necesidades locales constituyen beneficios que
surgen durante el proceso de cambio. La percepción de estos beneficios también se
presenta con potencialidad para estimular a los agricultores ecológicos a seguir su
marcha hacia la ecologización de la agricultura tomando parte de estrategias de acción
colectiva.
• La vía de la ecologización:
Aunque “la sustentabilidad posee una base ecológica”, el tema del agotamiento de
los ecosistemas agrícolas aparece de manera menos generalizada en el discurso de los
agricultores para justificar su opción por estilos “alternativos” de agricultura. O sea, la
espontaneidad que tienen los entrevistados para expresar sus expectativas económicas y
aspiraciones sociales respecto a la adopción de la agricultura ecológica no se traslada
con la misma intensidad a la cuestión de la degradación de la base de los recursos
naturales como una de las causas de la supuesta crisis que estaría afectando el
desarrollo socioeconómico de sus explotaciones.
No obstante, es necesario destacar que tanto las respuestas que se refieren a las
expectativas, como las que vinculan los resultados que se estarían alcanzando ya con el
nuevo estilo de agricultura, expresan de manera clara los problemas ecológicos que
afrontan los agricultores a la hora de definirse por la agricultura con base ecológica. Los
problemas de erosión de suelos y los efectos de los pesticidas sobre los recursos
naturales, así como el declive de la productividad de los ecosistemas, son ejemplos de
respuestas que dan los agricultores para justificar la necesidad del cambio tecnológico.
Con ello queremos decir que también la dimensión medioambiental juega un destacado
papel en nuestra labor de identificar algunas de las razones de la implicación de los
agricultores en procesos de ecologización.
De facto, para algunos de los entrevistados el principal problema que limita el éxito
de las actividades agrícolas es fundamentalmente la pérdida de la capacidad productiva
del suelo en sus explotaciones. En determinadas situaciones, el problema se les
José A. Costabeber
284
presentaba de forma un tanto moderada a los agricultores. Antes de comenzar la labor
con la agricultura ecológica, “la erosión de suelo en mi explotación era ya una cuestión
preocupante”, y no era recomendable seguir en la misma línea de producción (EAE-28).
Para otros agricultores, la degradación del suelo era no sólo un hecho preocupante
desde el punto de vista de la producción, sino más bien un serio problema con tendencia
a agravarse en el futuro, con independencia de la utilización o no de los insumos de la
agricultura convencional: “Estábamos percibiendo que nuestras tierras se agotaban; la
productividad disminuía cada vez más; el uso de abonos químicos ya no era solución
para nosotros” (EAE-31).
El empobrecimiento del suelo —como resultado de su uso intenso y continuado, así
como del empleo de prácticas agrícolas equivocadas desde el punto de vista ecológico—
también aparece en las respuestas como uno de los determinantes esenciales de la
necesidad de cambio, una vez que “nuestras tierras estaban casi a cero“ en términos de
su potencial productivo (EAE-30). No es de extrañar, por lo tanto, que la baja producción
sea también apuntada por algunos de los entrevistados como el principal problema que
afrontaban antes de la adhesión a la agricultura ecológica: “Llegamos a una situación y
decidimos que era preciso cambiar de inmediato nuestros sistemas de cultivos”, dicen
ellos (EAE-6).
Las expectativas optimistas y el deseo de lograr la recuperación de la principal base
de sostenimiento de la agricultura —el suelo— parecen encontrar confirmación en las
palabras de los agricultores cuando se refieren a los beneficios obtenidos a partir de su
implicación en el proceso de ecologización: “La cuestión de la conservación de suelos es
una cosa fantástica. La tierra se conserva más, pues forma parte de la agricultura
ecológica cubrir el suelo con abonos verdes” (EAE-2). Por todo ello, la toma de
conciencia y la decisión de proteger el suelo a través de métodos y técnicas de carácter
ecológico se presentan como elementos importantes en el discurso de los agricultores, en
el sentido de hacer viable la lucha contra el deterioro de los ecosistemas, así como la
obtención de mayores frutos sociales de su labor: “El suelo es una cosa viva”. Por tanto,
su conservación en cuanto tal supone “un retorno, un beneficio cuando en él se aplica el
trabajo” (EAE-25).
Como ya hemos indicado antes, el tema de los agrotóxicos está muy presente en
las manifestaciones de naturaleza social de la mayoría de los agricultores, es decir, en
términos de la salud de los familiares y de los consumidores. Desde esta perspectiva, hay
Capítulo V - Transición agroecológica y acción social colectiva
285
un cierto consenso entre los entrevistados de que “la opción [por la agricultura ecológica]
se consolida en la medida en que empezamos a descubrir lo que es el agrotóxico, el mal
que él nos hace a nuestra salud” (EAE-18).
Sin perjuicio de ello, es preciso señalar que las preocupaciones de los entrevistados
en torno a los pesticidas químicos y sus efectos se vinculan no sólo al tema de la salud
pública, sino también al contexto medioambiental más amplio, donde se incluye el
agroecosistema y su potencial productivo. En este caso, algunos agricultores reivindican
la conciencia ecológica como la única y la más importante vía para que de hecho se
pueda afrontar los problemas causados por la agricultura convencional y avanzar hacia
estilos de producción menos dañinos a los recursos naturales que sostienen la
productividad agraria a medio y largo plazos. En primer lugar, dicen ellos, “es preciso
tener conciencia de que el uso de agrotóxicos no es el camino, porque derrumba y mata
todo, está destruyendo nuestro medio ambiente” (EAE-16).
La adopción de la vía de la ecologización agraria sería —para estos agricultores—
el resultado de la toma de conciencia de que el modelo tecnológico de “la agricultura
convencional es suicida, porque degrada la base de los recursos productivos” y
compromete la productividad a largo plazo. La agricultura ecológica, por otra parte, dicen,
“nos da una mayor seguridad, una cierta garantía de que nuestras actividades en cuanto
agricultor van a continuar en el futuro, porque [ahora] estamos en un proceso [de
producción] regenerativo”. De cualquier manera, la toma de conciencia no surge de un
vacío de conocimientos, sino más bien supone que los agricultores comprendan los
principios ecológicos básicos que subyacen en la producción agraria: “Es en el momento
en que entendemos el suelo, la estructura del suelo, cuando despertamos a la agricultura
ecológica” (EAE-18).
Evidentemente, la percepción de los problemas medioambientales y las
expectativas optimistas respecto a la adopción de una agricultura basada en principios
ecológicos no aparecen de manera aislada en el discurso de los entrevistados. En
realidad, la dimensión medioambiental del proceso de cambio tecnológico que subyace
en las palabras de los agricultores puede ser considerada tanto causa como
consecuencia de las dimensiones económica y social, es decir, las tres dimensiones se
muestran estrechamente vinculadas y se refuerzan mútuamente.
Como ponen de manifiesto los propios actores del proceso de transición, el
conocimiento y la comprensión de los efectos negativos que ejercen los productos
José A. Costabeber
286
agroquímicos sobre la salud humana y sobre la salud del medio ambiente hicieron que
“nosotros asumiésemos un compromiso mayor con la naturaleza, con el suelo, con el
agua, con la vida en el suelo”. Asimismo, “descubrimos que la agricultura ecológica es el
camino: por una cuestión de salud, por una cuestión económica e, incluso, por la cuestión
de que el agricultor sea reconocido como sujeto en la sociedad”. Por tanto, añaden, “la
agricultura ecológica no fue una cosa dada: construimos y todavía estamos construyendo
la propuesta” (EAE-9). Una propuesta cuyos beneficios parciales se evalúan
positivamente por muchos agricultores, ya que: “La productividad [del agroecosistema]
aumentó; obtuvimos ganancias [sociales] en la salud; y ahora tenemos menores gastos
[económicos]” (EAE-1).
En este contexto, parece estar claro para la gran mayoría de los agricultores de que
ellos están embarcados en un proceso de cambio cuyo eje más novedoso es
precisamente la dimensión medioambiental. Por esto, dicen, “Estamos construyendo —
somos pioneros— y podemos caminar en una dirección equivocada; y quizás precisemos
volver. Pero es importante tener en cuenta que, incluso volviendo, nosotros estaremos
evolucionando” (EAE-13).
Este proceso evolutivo supondría “abrir un nuevo campo de la ecología, porque
hasta ahora la agricultura ecológica fue estructurada básicamente sobre la fertilización
del suelo y la no utilización de agroquímicos (...). Sin embargo, la ecología va más allá del
huerto”. Incluye también la reforestación, la protección de las aguas, el rediseño de los
sistemas de cultivo, la gestión económico-financiera de la explotación, etc., lo que
significa vencer importantes desafíos. Toda esta labor exigiría nuevos conocimientos y
tecnologías que permitan al agricultor avanzar en la producción de alimentos sanos y en
la preservación de los agroecosistemas. No sólo esto, sino que la sociedad deberá ser
capaz de reconocer y remunerar de manera justa los servicios y productos ecológicos
ofrecidos por los agricultores. En cualquier caso, queda preservada la razón ecológica del
proceso de transición, una vez que “sólo avanzaremos —dicen los agricultores— en la
medida en que logramos identificarnos con la tierra, permitir que la tierra permanezca
viva (...). La tierra no es sólo nuestra; pertenece también a los que vendrán después”
(EAE-25).
En efecto, muchos de los agricultores entrevistados parecen estar convencidos de
que “la agricultura ecológica constituye un trabajo más prolongado” y que no permite
obtener ganancias medioambientales a corto plazo. Esto exigiría, a su vez, que de facto
Capítulo V - Transición agroecológica y acción social colectiva
287
el agricultor fuera conciente de su importante papel en la sociedad, ya sea como
productor de alimentos de elevada calidad biológica, ya sea como ciudadano con
capacidad para contribuir a la preservación de los recursos naturales y al mantenimiento
del potencial productivo de los agroecosistemas. Por ello, dicen, “si tuviéramos que volver
a usar insumos químicos en nuestras explotaciones, ciertamente abandonaríamos el
campo”, ya que “estamos haciendo una cosa que no es sólo para nosotros: es para las
próximas generaciones, para el futuro del medio ambiente y de la naturaleza”. En suma,
la adopción de la agricultura ecológica, con independencia de las razones económicas y
sociales que expresan los agricultores, también estaría determinada, en buena medida,
por las expectativas y beneficios de carácter ecológico, en el sentido de vencer los retos
que supone la cuestión medioambiental de la agricultura. Dicho en pocas palabras, “lo
que importa es que yo haga mi parte” (EAE-23), cumpla con mi deber.
• La vía de la acción colectiva:
Como hemos visto antes, la adhesión a la vía de la ecologización —analizada
desde la dimensión medioambiental— tiene como base el deseo y la creencia de los
agricultores de recuperar y/o mantener la capacidad productiva de sus agroecosistemas,
con la finalidad de lograr mayor éxito en las actividades agrarias en una perspectiva de
medio y largo plazos. La razón ecológica que determina el proceso de cambio estaría
exigiendo, pues, acciones de carácter instrumental —en el sentido de afrontar los
desafíos tecnológicos que supone la transición hacia estilos de producción más
sostenibles—, así como acciones de naturaleza sustantiva, en tanto que la lucha de los
agricultores para superar el deterioro de los recursos naturales también implicaría la toma
de conciencia de que la tierra es una cosa viva, y que su mantenimiento para las futuras
generaciones no permite una evaluación netamente económica de los resultados de la
agricultura a corto plazo.
Desde esta perspectiva, la vía de la ecologización encontraría su complemento
lógico en la vía de la acción colectiva, cuyo fundamento principal son las expectativas que
tienen los agricultores de adquirir los bienes públicos con capacidad para alimentar el
proceso de transición agroecológica. Estos bienes públicos estarían representados, pues,
por los conocimientos tecnológicos y las posibilidades de intercambio de experiencias
entre los agricultores y entre éstos y los asesores técnicos, de manera a dinamizar el
proceso de cambio en su sentido instrumental. Asimismo, las estrategias de acción
José A. Costabeber
288
colectiva supondrían nuevas formas de valorización del agricultor por su participación
también en la experimentación y difusión de tecnologías orientadas a perfeccionar una
propuesta tecnológica novedosa. En efecto, las respuestas de los entrevistados muestran
que tanto las expectativas que tenían, como los beneficios que vienen obteniendo de esa
participación, también forman parte de los argumentos del porqué adherirse a una
asociación para desarrollar la agricultura ecológica.
De modo general, los agricultores ecológicos entrevistados valoran positivamente
tanto las oportunidades de recibir asistencia de asesores técnicos comprometidos con la
causa de la agricultura ecológica, como las posibilidades de participar en la
experimentación y difusión de tecnologías y conocimientos aplicables al proceso de
ecologización. No sólo esto, sino que también consideran indispensable su vinculación a
un grupo de trabajo como manera de mitigar la falta de tecnologías adecuadas a sus
contextos agroecológicos locales.
En primer lugar, merece la pena mencionar que la visita a experiencias de
producción ecológica y la realización de cursos sobre ecología agrícola en la fase inicial
de formación de ciertas asociaciones parecen haber tenido notable influencia en la
decisión de los agricultores respecto a su adhesión al trabajo asociativo, potenciando
ciertas expectativas y deseos que tenían de iniciar la recuperación de los ecosistemas en
base a principios ecológicos de producción: “A pesar de que yo tendría algunas nociones
de lo que debería hacer, en realidad yo no sabía el cómo hacer. A veces queremos hacer
una cosa, pero no sabemos cómo hacerla, hasta el momento en que alguien nos da la
información” (EAE-16). A partir de la orientación de los técnicos, “nosotros aprendemos a
hacer el compost, a usar materiales orgánicos que teníamos en la explotación;
empezamos a valorizar los estiércoles de ganado, que antes ya no eran aprovechados en
nuestra agricultura” (EAE-15). Además, “aprendemos hacer las cosas de manera más
fácil, sin necesitar agroquímicos; conseguimos trabajar con menores costes” (EAE-20).
En realidad, “hace 8 años no utilizábamos pesticidas. A través de la EMATER/RS
aprendemos a usar los agrotóxicos. Pero ahora los extensionistas también percibieron
que estaban equivocados” (EAE-20).
Es necesario indicar también que los agricultores ponen de relieve que —a pesar
de los éxitos parciales que vienen alcanzando a partir del comienzo del proceso de
ecologización—, todavía carecen de mayores conocimientos tecnológicos, como forma
de mejorar la eficiencia de sus prácticas ecológicas: “Nosotros estamos siempre
Capítulo V - Transición agroecológica y acción social colectiva
289
corriendo por detrás de la máquina”. En la agricultura convencional, dicen ellos, “también
corríamos, pero no tanto: había las fechas fijas para la aplicación de agroquímicos, y listo!
Y, si no funcionaban las técnicas, culpábamos el clima: el calor, la lluvia, el viento o el
granizo”. Por otra parte, existen pocas informaciones consistentes para la agricultura
ecológica, lo que estaría exigiendo mayor empeño de los agricultores en la carrera de
buscar nuevas tecnologías (EAE-16).
En este contexto, parece haber consenso entre los agricultores entrevistados de
que “precisamos más trabajos de investigación, más opciones técnicas. Todavía no
estamos seguros de que el compost que estamos produciendo va a generar resultados
satisfactorios” (EAE-17). Amén de a los asesores directamente vinculados a las
experiencias en curso, “no tenemos a quien recurrir” (EAE-20). “No tenemos nadie que
trabaje con nosotros. Precisamos hacer nuestras propias experiencias e investigaciones;
a veces tenemos perjuicios” (EAE-12). Esto constituye un escollo importante para llevar
adelante el proyecto y ampliar su difusión entre otros agricultores, una vez que “la
agricultura ecológica es simple, pero es detallista”, es decir, son pequeñas cosas las que
determinan su éxito o su fracaso (EAE-13). Esto implicaría la necesidad de mayores
apoyos institucionales de experimentación e investigación agraria para agilizar la
producción de conocimientos. A falta de estos apoyos, muchos entrevistados consideran
que, actualmente, “nuestra principal fuente de información tecnológica es representada
por el intercambio de experiencias”, tanto entre los agricultores, como entre éstos y los
asesores técnicos (EAE-20).
Efectivamente, para la mayoría de los agricultores entrevistados el intercambio de
experiencias y de conocimientos parece constituir una especie de bien público,
alcanzable mediante sus acciones colectivas y con potencia para fortalecer el proceso de
transición agroecológica: “El intercambio de experiencias es el primer paso; es el paso
fundamental dentro de una asociación (...). Este intercambio se da no sólo dentro de
nuestro grupo, sino también con otros grupos de agricultores, incluso de otros estados del
país” (EAE-16).
Son muchas las manifestaciones espontáneas de agricultores que indican las
oportunidades de perfeccionamiento de su labor surgidas a partir del asociacionismo de
la ecología. Es decir, “el grupo nos está ayudando cada uno a conocer mejor la manera
de trabajar del otro (...). La ventaja en un grupo es poder conocer el trabajo del otro,
facilitando corregir lo que estamos haciendo de modo equivocado” (EAE-21). Hoy día,
José A. Costabeber
290
“todo es discutido y pensado; examinamos juntos las distintas posibilidades técnicas a
nuestro alcance” (EAE-31). Este intercambio de ideas “es un trabajo valioso dentro de la
asociación; es fantástico” (EAE-29). Por todo ello, “creo que con la asociación se hace
bastante más fácil. El grupo se apoya [mútuamente] e intercambia experiencias casi cada
semana (...). Es como si fuera una familia: lo que uno sabe, lo enseña al otro” (EAE-30).
En realidad, la mayoría de los entrevistados contextualiza estas oportunidades a
partir de su inserción en el proceso de ecologización, una vez que, cuando practicaban la
agricultura convencional, “no nos encontrábamos [para intercambiar ideas y
experiencias], porque no había motivos para ello (...); cada uno trabaja por sí mismo”
(EAE-27); “yo realizaba mi trabajo y no tenía nada que ver con el trabajo de mi vecino”
(EAE-29). Otros agricultores dicen que, antes de constituir la asociación, “también
intercambiábamos experiencias, pero bastante menos, porque cuando la producción se
hacía con base en los agroquímicos, cada uno sabía ya lo que debía utilizar” (EAE-24).
Esta socialización de ideas y conocimientos también adquiere una dimensión más
sustantiva y menos instrumental para el agricultor en el momento de evaluar su papel
como sujeto de un proyecto más amplio que sobrepasa el ámbito de su propia
explotación: “A partir del momento en que consolidamos nuestro grupo de trabajo,
pasamos a ver nuestro vecino no más como un competidor, sino, todo lo contrario, como
un aliado. Antes nos veíamos así, como compitiendo uno con el otro” (EAE-15). Por ello,
es esencial que “el conocimiento que yo tengo, que tú tienes, que tenemos, sea
compartido, sea socializado entre nosotros” (EAE-9).
Aunque las oportunidades de intercambio de experiencias para afrontar la
recuperación y el mantenimiento de los agroecosistemas sobre la base de principios
ecológicos sean percibidas por los agricultores como una importante vía para seguir sus
proyectos individuales y colectivos, también es necesario señalar que, para muchos, y
con independencia de la asociación en que participan, el intercambio de experiencias se
está realizando con una frecuencia menor que la deseada o la necesaria. Las
experimentaciones están un tanto individualizadas y el intercambio se da más
espontáneamente, en encuentros y reuniones del grupo (EAE-16), sin haber algo más
organizado en términos formales y estratégicos.
Efectivamente, “estamos ejercitando poco el intercambio, bastante menos de lo que
deberíamos hacerlo (...). Nuestra producción está muy individualizada todavía;
necesitamos conversar más (...). Sin embargo, por el hecho de que formamos un grupo
Capítulo V - Transición agroecológica y acción social colectiva
291
que se reúne una vez al mes, siempre debatimos los problemas comunes que afrontamos
en las explotaciones” (EAE-17). Por esto, “comentamos la necesidad de iniciar un plan de
visitas en las explotaciones de los asociados para ver y discutir [cuestiones técnicas], con
el objetivo de tener más conocimientos para trabajar en casa” (EAE-21) y de dar mayor
eficiencia al proceso de transición agroecológica. No podemos olvidarnos, dicen los
entrevistados, que “estamos en un proceso, y nunca llegaremos a la perfección, porque
siempre va a surgir algo novedoso a realizar dentro de nuestras explotaciones” (EAE-28).
En síntesis, tanto el intercambio de ideas y de experiencias —en su sentido
instrumental y estratégico volcado a la producción agraria misma—, como la socialización
de conocimientos —en su sentido más sustantivo—, también se incluyen en las
expectativas, oportunidades y beneficios percibidos por los agricultores, y nos ayudan a
comprender mejor las razones que fundamentan las acciones colectivas orientadas a
generar procesos de transición agroecológica en el contexto de las unidades familiares
de producción.
4. La acción colectiva como “motor” de la transición agroecológica
Antes que un proceso autónomo, endógeno o espontáneo, la transición
agroecológica supondría, primeramente, la adhesión de los agricultores a las propuestas
de extensionistas del servicio público o de asesores técnicos de ONG’s o de otras
instituciones vinculadas con el medio rural, generando expectativas y originando
experiencias dirigidas a la puesta en práctica de métodos, técnicas o estilos de
producción agraria que huyen del patrón de desarrollo tecnológico dominante. Aunque
estas manifestaciones de adhesión no siempre se dan a partir de estructuras
organizativas consolidadas, sí que suelen venir acompañadas de interacción social,
donde la intervención de los “empresarios políticos” —para usar la terminología
olsoniana— también sufre un primer proceso de filtración por parte de los actores
sociales sometidos a dicha intervención.
En un segundo momento, a partir de los análisis y diagnósticos sobre las
posibilidades y límites para el desarrollo de las propuestas hacia el cambio en las
estrategias tecnológicas y productivas, la dispersión de los agricultores —en cuanto
José A. Costabeber
292
actores sociales involucrados en una actividad atomizada como es la agricultura—, tiende
a ser sustituida por la idea de agrupación en cuanto estrategia para apoyar actividades y
acciones fundamentales, pero no siempre alcanzables por la actuación individualizada de
los actores sociales.
Nuestro argumento es que, si bien el comienzo de la transición agroecológica
depende mucho más de acciones aisladas de individuos con actitudes favorables al
cambio, su consolidación como proceso de ecologización genera paralelamente nuevos
desafíos e incertidumbres sobre sus consecuencias y resultados futuros, originando, a
partir de ello, la necesidad y la pertinencia de abordar de forma colectiva los nuevos retos
que se establecen. La acción colectiva y las estrategias asociativas no sólo son
resultados de este proceso, sino que inciden y afectan a su desarrollo y evolución. Las
acciones sociales colectivas son, pues, el resultado y la causa a la vez del proceso de
transición hacia una agricultura con base ecológica.
Es decir, los agricultores que se adhieren a las propuestas de agricultura con base
ecológica se ven en la necesidad de articular sus intereses particulares mediante
estrategias de acción colectiva. Estas acciones de tipo colectivo inciden —dependiendo
de su éxito y de la capacidad de los empresarios políticos— en la propia determinación
de los agricultores de perfeccionar su labor y buscar los instrumentos y apoyos para
seguir adelante con sus proyectos de ecologización de las prácticas agrarias. El proceso
de acción social colectiva se transforma, así, de “consecuencia“ a “motor“ de la transición
agroecológica, dependiendo de su éxito el logro de resultados económicos, sociales y
medioambientales que aseguren la continuidad del proceso de ecologización.
De lo expuesto hasta aquí, hay que retener que, en determinadas circunstancias
socioeconómicas y ambientales, estos dos procesos —la ecologización y la acción
colectiva— pueden resultar en una interacción positiva y necesaria para orientar la
búsqueda y la construcción de una alternativa superadora de la actual crisis agro-
ambiental. Esta crisis, percibida en diferentes grados de intensidad y desde diversas
perspectivas por los actores sociales por ella afectados, estaría proporcionando el
fermento para la elaboración de nuevas estrategias por parte de los agricultores
familiares, cuyos objetivos serían los siguientes: asegurar mayores grados de autonomía
respecto al proceso productivo; diversificar y ampliar las rentas agrarias; ofrecer la
posibilidad de participar en la generación y socialización de tecnologías y conocimientos;
aumentar la calidad de vida y mejorar las condiciones de trabajo; y recuperar y preservar
Capítulo V - Transición agroecológica y acción social colectiva
293
los recursos ambientales, como forma de ampliar sus espacios de producción y
reproducción social y económica desde una perspectiva de gestión sostenible de los
agroecosistemas.
En cualquier caso, la interacción del proceso de ecologización y del proceso de
acción social colectiva expresaría la búsqueda y el deseo de construcción de una
alternativa tecnológica y organizativa que sea capaz de superar dicha crisis socio-
ambiental que afecta y pone en riesgo la continuidad de la reproducción socio-económica
de aquellos segmentos de la agricultura familiar que no quieren o ya no pueden seguir o
ingresar en el proceso de modernización agraria según el patrón convencional de
intensificación tecnológica.
En el siguiente capítulo trataremos de contextualizar y analizar el desarrollo de
cuatro experiencias asociativas —tomadas como base empírica de nuestra investigación
de campo realizada en Rio Grande do Sul—, en las que se pone de manifiesto la
interacción de la transición agroecológica y la acción social colectiva.
5. A modo de conclusión
En este capítulo hemos analizado la interacción entre los procesos de ecologización
y de acción colectiva. Al tratar el proceso de ecologización, hemos comprobado que la
opción de los agricultores por nuevos estilos de agricultura no puede ser analizado con
un enfoque unidimensional, que enfatice la importancia de una dimensión (sea la
económica, la social o la medioambiental) sobre las otras. Hemos concluido que es
necesario un enfoque multidimensional, por cuanto que en las razones que motivan las
opciones de los agricultores por estilos ecológicos de agricultura, están presentes, en
mayor o menor medida, diversas dimensiones del comportamiento humano. No obstante,
cuando se pasa al análisis empírico se comprueba que, según el tipo de agricultores,
unas dimensiones pueden ser más relevantes que otras para explicar sus actitudes
respecto a la agricultura ecológica.
Asimismo, en este capítulo hemos analizado la acción colectiva, en tanto que
resultado del proceso de ecologización —los agricultores se agrupan para poner en
José A. Costabeber
294
común sus expectativas—, y en tanto que motor de dicho proceso, ya que, sin la puesta
en común de esas experiencias y sin la cobertura técnica que les presta los cuadros
técnicos de las asociaciones en que se integran, el proceso de ecologización no
avanzaría.
295
CAPÍTULO VI
Caracterización de las Experiencias Asociativas
297
CAPÍTULO VI
Caracterización de las experiencias asociativas
El objetivo de este capítulo es caracterizar las cuatro experiencias asociativas —
tomadas como casos de estudio en Rio Grande do Sul— que se vienen desarrollando
para promover la adopción de una agricultura con base “ecológica” entre sus miembros.
Partiremos de una breve contextualización histórica de cada caso, destacándose,
además, las características de su base social y sus estructuras organizativas, así como
los respectivos enfoques tecnológicos y estratégicos adoptados por sus equipos técnicos.
Finalizaremos la caracterización identificando los rasgos principales de cada experiencia
asociativa estudiada, teniendo en cuenta siempre la manifestación de un doble proceso:
la transición agroecológica y la acción social colectiva. Esperamos, con ello, mostrar la
interacción de éstos dos procesos en las distintas asociaciones y complementar los
análisis efectuados en el capítulo anterior sobre la multidimensionalidad del proceso de
cambio.
1. La “Associação dos Fruticultores Ecológicos de Sobradinho”
La Asociación de los Fruticultores Ecológicos de Sobradinho (AFES) —en cuanto
entidad que agrupa a agricultores identificados con la producción ecológica— tiene su
sede en el municipio de Sobradinho1, aunque reúne afiliados también de otros municipios
1 El municipio de Sobradinho, que obtuvo su independencia político-administrativa en 1927, está ubicado en la región de la “Encosta Inferior do Nordeste”, a 460 metros de altitud con relación al nivel del mar, y dista 236 km de la capital del estado, Porto Alegre. Su superficie total es de 242 km2 y, junto a otros 12 municipios, forma la “Microrregião Geográfica de Santa Cruz do Sul”. En 1991, la población total del municipio alcanzaba los 20.140 habitantes, siendo 9.645 (47,9%) residentes en el medio urbano y 10.495 (52,1%) residentes en el medio rural (Cf. FIBGE, 1994). Esta población está compuesta básicamente por descendientes de colonos italianos y alemanes —con predominio de los primeros— que se instalaron en la región sobre todo a partir del inicio de este siglo.
José A. Costabeber
298
de la región. La AFES fue formalmente constituida en el año de 1990, pero sus orígenes
pueden ser encontrados a principios de la década de los ochenta.
1.1. Contexto de génesis y desarrollo
Convencidos de que era necesario buscar y generar tecnologías “alternativas”
capaces de sustituir las técnicas y los métodos característicos del sistema “convencional”,
los extensionistas de la oficina local de la EMATER-/RS empezarían, en el año 1982, una
labor de “experimentación agraria”, con el objetivo de generar y difundir “tecnologías
ecológicas” de producción. Aun reconociendo que sus investigaciones no seguían
ninguna “metodología científica rigurosa”, estaban convencidos de que sí permitían la
obtención de rendimientos importantes y que podían incentivar la introducción de estas
prácticas agrícolas no convencionales (EAT-3)2.
Teniendo como telón de fondo el hecho de que la agricultura del municipio pasaba
por una dura “crisis” —crisis motivada por el fracaso del modelo basado en la Revolución
Verde en la resolución de los problemas más básicos de los agricultores y sus familias—,
los referidos extensionistas consideraban necesario no sólo incentivar la diversificación
agropecuaria3, sino también introducir nuevas técnicas y procesos productivos que
permitiesen un cambio hacia un nuevo modelo de producción. Un modelo que, además
de mostrarse más respectuoso con el medio ambiente, fuese capaz de mejorar las
condiciones sociales y económicas de la gran mayoría de las familias rurales existentes
en el municipio, familias que tenían en la agropecuaria su principal actividad4.
2 Con EAT estamos nos refiriendo a “Entrevista con Asesor Técnico”, según la relación de los entrevistados en el Anexo IV.
3 Los principales cultivos del municipio, en términos de área cultivada, son el frijol (2.120 hectáreas), el maíz (3.500 hectáreas) y el tabaco (3.000 hectáreas). También se producen, aunque en menor cantidad, soja, trigo, caña de azúcar, yuca, frutas y hortalizas. Más recientemente, la actividad agropecuaria ha experimentado una fase de diversificación con fines comerciales, sea a través de la expansión de la producción porcina, sea mediante el incentivo a la ganadería de leche. Merece la pena señalar que, dada la gran importancia socioeconómica que el frijol históricamente viene representando en la agricultura municipal y regional, el municipio detenta el título de “Capital do Feijão” y realiza periódicamente, desde el año 1984, la Fiesta Estadual del Frijol y la Feria Agro-Industrial de Sobradinho (FEJÃO).
4 Uno de los rasgos principales de la agricultura en Sobradinho es su carácter de agricultura familiar en base a pequeñas unidades de explotación que, de manera general, están organizadas y estructuradas
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
299
La labor de experimentación y difusión de tecnologías ecológicas comenzaría
mediante la colaboración y participación de un grupo reducido de agricultores,
identificados como “innovadores” por los extensionistas en diferentes comunidades del
interior del municipio, y a los que se les invitaba a participar tanto en el diseño, como en
el seguimiento y evaluación de las experiencias. Estas iniciativas se desarrollaban en
diversas áreas de trabajo, con el objetivo de aprovechar mejor las potencialidades
naturales y humanas y afrontar los problemas existentes en estas zonas.
Una de estas áreas de trabajo pretendía estimular y apoyar a los agricultores
residentes en un área de “microclima” situado a orillas del río Jacuí, a cultivar hortalizas y
aprovechar las condiciones naturales favorables a la producción de estos productos en
periodo entre cosechas5. Por tratarse de tradicionales productores de tabaco —en su
mayoría, dependientes económicamente de este único cultivo comercial— se buscaba
introducir en esta zona la producción de hortalizas como una alternativa económica al
cultivo del tabaco. El segundo objetivo perseguido por los extensionistas, y no menos
importante que el primero, era la búsqueda de “tecnologías agroecológicas” de
producción que redujeran el uso de agrotóxicos, ya que los agricultores involucrados en
el proyecto solían quejarse, frecuentemente, de los serios problemas de salud que sufrían
a causa del excesivo y continuo uso de pesticidas químicos en el cultivo del tabaco6.
Este trabajo en el área de microclima alcanzaría razonables resultados e incluiría,
además, alguna labor de investigación y experimentación en fruticultura tropical (plátano,
piña, papaya, maracuyá), favorecida por las condiciones climáticas y las posibilidades de
riego existentes en la zona. En 1987, algunos pequeños agricultores, organizados en
grupo, comercializaban ya de dos a tres toneladas de productos hortícolas,
sobre la base de la mano de obra de la familia, si bien suele ser necesaria la contratación temporal de mano de obra externa para completar los requerimientos de trabajo en ciertos cultivos y en determinadas épocas del año. Existen, actualmente, 1.380 explotaciones, de las cuales un 94,3% (1.302 unidades) poseen superficie inferior a 50 hectáreas. Asimismo, las explotaciones con menos de 20 hectáreas (875 unidades) alcanzan casi dos tercios del total.
5 Según un entrevistado, en el área considerada de “microclima”, situada en las orillas del Río Jacuí, la temperatura media de invierno era de 9ºC superior a la media observada en el área “normal” del municipio. Las condiciones climáticas en esta zona de microclima eran favorables, pues, a la producción de determinadas hortalizas en el periodo de entre cosecha (mayo a noviembre), cuando Rio Grande do Sul normalmente lanzaba mano de importaciones de estos productos de otros estados brasileños (EAT-3).
6 Además de los extensionistas de la Extensión Rural oficial, participaban de esta labor los asesores técnicos del CAPA (Centro de Apoyo al Pequeño Agricultor), comprometidos en la búsqueda de alternativas para mejorar la situación socioeconómica de las unidades familiares de producción existentes en la región.
José A. Costabeber
300
semanalmente, en el mercado de la Companhia Estadual de Abastecimento S. A.
(CEASA) de la capital del estado, Porto Alegre7.
No obstante, el incipiente proceso de cambio en la matriz productiva y la aplicación
de una tecnología agroecológica en el área de microclima encontrarían serios límites para
su continuidad. Ello se dio cuando el Gobierno retomó el proyecto para la construcción
del Embalse de Dona Francisca en el río Jacuí —un proyecto ya existente desde hacía
años y cuya ejecución provocaría la inundación de todo el área considerada de
microclima—, justo donde se estaban desarrollando las experimentaciones e
investigaciones en fruticultura tropical. Tras algunas protestas populares en contra de la
construcción de dicho embalse, las familias involucradas en el trabajo de “tecnología
agroecológica en microclima” decidieron desistir de su intento: “se tornó realmente no
viable hacer inversiones en una cosa incierta, sobre todo en fruticultura tropical, que es
una actividad más perenne” (EAT-3).
Otro área de trabajo, también iniciado en los primeros años de la década de 1980,
fue desarrollado en el sentido de “ecologizar” el cultivo de la vid y mejorar la calidad del
vino artesano producido a pequeña escala. Considerando que el cultivo de la vid
constituía una actividad ya tradicional para algunas familias de agricultores de
Sobradinho y sus alrededores, el objetivo más general del proyecto era recuperar y
reactivar antiguos viñedos que se encontraban en “total decadencia por falta de labores
importantes”. Dentro de la filosofía de trabajo adoptada por los extensionistas, era
necesario desarrollar prácticas y técnicas de naturaleza ecológica y eliminar el uso de
productos químicos altamente tóxicos, comúnmente utilizados por los agricultores en este
cultivo. Efectivamente, con la colaboración inicial de tres agricultores y, posteriormente,
con la participación de ocho agricultores colaboradores, se dio continuidad a la
experimentación e investigación de una “tecnología ecológica” adecuada al cultivo y
adaptada a las condiciones socioeconómicas de estos colaboradores8. Más tarde, esta
línea de trabajo se expandiría a otros cultivos frutícolas, con la implantación de pequeños
7 Para ello, hubo un decisivo apoyo por parte de la Cooperativa Tritícola Superense Ltda, que proporcionaba los medios necesarios para el transporte de la producción desde las explotaciones hasta la unidad de la CEASA de Porto Alegre. Otro importante apoyo logrado por la oficina de la EMATER/RS fue la participación de la EMBRAPA de Pelotas en la instalación de una “mini-estación meteorológica” en el municipio. Eso permitía la obtención de datos e informaciones climatológicas hasta entonces inexistentes para el contexto agroecológico local (EAT-3).
8 Estos agricultores colaboradores, en sus prácticas cotidianas anteriores al proceso de experimentación ecológica, “gestionaban mal el suelo y la arquitectura de las plantas, y utilizaban fertilizantes minerales solubles y una gran cantidad de pesticidas químicos” (EAT-3).
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
301
pomares de melocotón y, a menor escala, higo, naranja, ciruela, manzana, pera y
membrillo.
De este trabajo conjunto de extensión e investigación agrarias —involucrando a
agricultores colaboradores y con actitudes favorables a la experimentación y generación
de nuevas tecnologías ahorradoras de insumos químicos— resultó que, a mediados de la
década de 1980, había ya algunos agricultores produciendo uvas sin la utilización de
pesticidas químicos. Los avances logrados hasta aquel momento fueron considerados
como bastante significativos, una vez que estos mismos agricultores estaban
acostumbrados a realizar de 9 a 11 aplicaciones de agrotóxicos durante el ciclo
productivo de la vid.
Asimismo, el perfeccionamiento del proceso productivo daría como resultado, en el
año 1987, una razonable producción de uvas y melocotones “ecológicos” en condiciones
de ser comercializados. No obstante, al considerarse su inserción en el mercado, esta
producción ecológica no presentaba ninguna característica distintiva en relación con la
producción convencional practicada en el municipio o con la importada de otras regiones
del estado9. Era preciso, por tanto, diferenciar, destacar y valorizar los aspectos
cualitativos de la producción ecológica respecto a la convencional, mostrando al
consumidor las ventajas de su consumo sobre la salud y el medio ambiente. Ello
supondría, pues, desarrollar una estrategia de marketing y propaganda que permitiese
llevar al conocimiento del público consumidor urbano la existencia de un producto de alto
valor intrínseco y, además, producido por agricultores del propio municipio, quienes
deberían ser apoyados en su noble empresa por la comunidad local.
La extensión rural se encargaría, así, de organizar a los agricultores en grupo y a
estimular la realización de “ferias especiales” —las Ferias Ecológicas de Frutas y
Hortalizas— en el municipio, con el fin de divulgar y promover la comercialización del
producto ecológico10. A partir de un trabajo integrado con la COTRISUL11 y la Prefectura
9 Durante la realización de la II Feria Estadual del Frijol, en el año 1987, ya fue posible exponer a los visitantes cerca de 1.000 kg de uvas producidas sin el uso de pesticidas químicos. Sin embargo, en aquel momento todavía no se pensaba en divulgar el producto como ”ecológico”, aunque fuera producido con la aplicación de una “tecnología agroecológica” desarrollada por extensionistas rurales con el apoyo de los propios agricultores (EAT-3).
10 En la primera Feria Especial, realizada en la Plaza de Sobradinho en el año de 1988, fueron comercializados más de 2.000 kg de “uvas ecológicas” provenientes de varias explotaciones del municipio (EAT-3).
11 Cooperativa Tritícola Superense Ltda.
José A. Costabeber
302
Municipal, se inició la confección de embalajes especiales para mejor acondicionar y
presentar la producción; y con el apoyo de la oficina central de la EMATER/RS se
elaboraron sellos para la identificación de la “producción ecológica”. Tenían en cuenta, en
esta estrategia, que los productos ecológicos —en aquel período de transición— podrían
no presentar un buen aspecto visual, habiendo la necesidad, por lo tanto, de informar y
concienciar a los consumidores para que compraran estos productos aunque
presentasen una apariencia menos atractiva. Además, y desde una perspectiva de futura
expansión del proyecto, era preciso mostrar e informar también a los propios agricultores
sobre la viabilidad y el potencial existente para incrementar la producción de frutas
ecológicas no sólo para atender a la demanda del mercado local, sino también para
conquistar los mercados regionales y/o estaduales (EAT-3).
En 1989, perfeccionándose la labor de marketing y valiéndose de la existencia de
una significativa producción de frutas —especialmente uvas— con características
“ecológicas”, se hizo posible que un grupo de agricultores, informalmente organizados,
iniciase el proceso de comercialización conjunta de esa producción en un gran
supermercado en la ciudad de Santa María. La estrategia elaborada permitía que los
agricultores participasen directamente en el proceso de venta a los consumidores finales,
ocasión que aprovechaban para explicar los métodos y las técnicas utilizados para la
obtención de una producción ecológica exenta de residuos agroquímicos. El éxito
alcanzado en la primera experiencia de comercialización conjunta —más allá del ámbito
municipal— estimularía su repetición en los dos años siguientes. No sólo esto, sino que
también constituiría una justificación adicional para la creación de una Asociación
encargada de apoyar el desarrollo del proceso de ecologización iniciado desde hacía
años.
De hecho, con el objetivo general de organizar y disciplinar la producción y la
comercialización de frutas ecológicas en Sobradinho y región, un grupo de 15 agricultores
—asesorados por técnicos de la oficina local de la EMATER/RS y apoyados por la
COTRISUL y Prefectura Municipal— fundaría formalmente, el 8 de junio de 1990, la
“Associação dos Fruticultores Ecológicos de Sobradinho” (AFES). “Felizmente o
infelizmente —dijo uno de los técnicos entrevistados—, el paso inicial que culminó en la
creación de la AFES fue una iniciativa del equipo de la oficina local de la EMATER/RS, y
no de los agricultores” (EAT-3). Nuestra investigación sugiere que la AFES constituye la
primera experiencia asociativa en agricultura ecológica desarrollada en el estado de Rio
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
303
Grande do Sul con la participación directa de la Extensión Rural oficial, a través de su
oficina local de Sobradinho.
El éxito obtenido en las primeras experiencias de comercialización de la producción
ecológica de uvas en el ámbito regional —sumado a las expectativas optimistas tras la
creación de la AFES— fue, no obstante, contrarrestado por una realidad que mostraba
que, si bien el volumen de producción era ya elevado para ser absorbido por el mercado
consumidor local, al mismo tiempo era insuficiente e irregular para que se pudiera
garantizar una oferta con la cantidad y cualidad requeridas por los mercados regionales
más exigentes.
Así que, desde el punto de vista de sus asesores técnicos y de algunos de sus
miembros, la AFES debería crecer tanto en el número de afiliados, como en el volumen
de producción ecológica, de manera que hiciese viable la organización de estructuras de
transporte y comercialización aprovechando ciertas economías de escala y los nichos de
mercado. No se puede perder de vista que las primeras experiencias de la AFES en
materia de comercialización en el ámbito regional tan sólo fueron posibles mediante el
apoyo recibido por parte de determinadas entidades locales (EMATER/RS, Prefectura
Municipal y COTRISUL), dado que la AFES no disponía de estructuras propias
(especialmente las de transporte) ni experiencia comercial y de gestión para afrontar tales
retos12.
En este contexto, el paso siguiente fue la elaboración, por parte de la Comisión
Técnica, de un plan de expansión del área cultivada de frutales en el ámbito de actuación
de la AFES, ampliando también las oportunidades de afiliación de nuevos agricultores
interesados en el proyecto de agricultura ecológica. En un principio, fue posible la
implantación de aproximadamente 10 hectáreas de nuevos pomares, algunos de ellos
financiados con recursos del FEAPER13, un programa del Gobierno del Estado destinado
a apoyar la recuperación y el desarrollo socioeconómico de pequeñas unidades de
producción.
12 Apoyos de este tipo también permitieron la instalación de una “central de recepción y distribución de los productos ecológicos de la AFES”. Dotada de una cámara frigorífica en la sede del municipio, esta central se encargaba de administrar la comercialización de las frutas ecológicas; actualmente, se encuentra desactivada (EAT-3).
13 “Fundo Estadual de Apoio ao Desenvolvimento dos Pequenos Estabelecimentos Rurais”.
José A. Costabeber
304
En 1993, tras un proyecto técnico elaborado por la oficina local de la EMATER/RS,
la AFES logró firmar un convenio con el Ministerio do Meio Ambiente e da Amazônia
Legal/Fundo Nacional do Meio Ambiente del Gobierno Federal, cuyo objetivo era
“estimular a los agricultores del municipio de Sobradinho a producir frutas con técnicas
ecológicas, sin agresión al medio ambiente y a la salud de los consumidores”. Con los
recursos obtenidos a través de este convenio, se hizo viable el incremento de
aproximadamente otras 30 hectáreas de pomares a partir del invierno de 1994 (EAT-3).
Como resultado inmediato del plan de expansión y de los recursos obtenidos, el
cuadro asociativo de la AFES experimentaría un notable salto cuantitativo, alcanzando 50
afiliados a finales del año 199314. Asimismo, con el aumento del área cultivada con
pomares ecológicos en este mismo periodo, la AFES pasaría a proyectar la instalación de
una planta agroindustrial para transformación de frutas. Con ese proyecto se pensaba
reducir las elevadas pérdidas observadas durante el proceso de comercialización en
fresco, asegurar un mejor aprovechamiento de la producción de sus afiliados y aumentar
el valor añadido de dicha producción. Sin embargo, las dificultades para la obtención de
recursos para la financiación de este ambicioso proyecto —a tasas de interés y plazos
compatibles con las condiciones económicas de sus afiliados— determinaron que la
instalación de la agroindustria de frutas no fuera lograda, por lo menos hasta la
realización de nuestra investigación empírica en la zona.
Si el proyecto de instalación de una planta agroindustrial de frutas generó, por un
lado, unas expectativas optimistas para los afiliados de la AFES respecto al futuro de la
producción ecológica, su no realización ha causado, por otro lado, un cierto desencanto
entre ellos. En realidad, parecería que el proyecto era esperado como solución para un
problema mayor —el de la comercialización— aún no resuelto por la AFES. Esta cuestión
estaría sobrepasando incluso determinadas dificultades inherentes a la agroecologización
de los cultivos, que antes parecía constituir el principal desafío, tanto para los
extensionistas como para los agricultores.
En efecto, la AFES estaría pasando actualmente por un momento difícil en su
trayectoria, ya que, a pesar de los esfuerzos dispensados por sus afiliados y asesores, la
cuestión de la comercialización sigue representando un importante escollo para el avance
14 En cualquier caso, hay que tener en cuenta que “los últimos agricultores a afiliarse a la AFES aún no tenían una estructura básica consolidada para que pudieran realizar una producción ecológica” (EAT-4).
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
305
de la producción ecológica, y ciertamente exigirá del cuadro asociativo la elaboración de
nuevas estrategias colectivas de cara al futuro de la Asociación. No obstante, los
agricultores involucrados en el proyecto continúan avanzando en su labor de producción
ecológica, como lo prueba el hecho de que, en la época de nuestra estancia en la zona,
la AFES contaba con una base asociativa de 40 afiliados.
1.2. Base social y estructura organizativa
Conforme sus disposiciones estatutarias, la AFES es una entidad civil, sin ánimo de
lucro, con sede en Sobradinho. Asumiendo para sí el papel de vertebración de los
intereses de los “fruticultores ecológicos” afiliados, se propone desarrollar una labor de
carácter fundamentalmente “educativo, social, organizativo y técnico”, con el objetivo de
“mejor organizar y disciplinar la producción y comercialización de frutas ecológicas”,
estimulando su producción y consumo “sin riesgos de contaminación de los fruticultores,
de los consumidores y del medio ambiente”. Asimismo, la AFES se propone estimular el
desarrollo de la fruticultura ecológica en el municipio y región, con objeto de transformar
esta actividad en una importante alternativa de renta para un gran número de familias
rurales15.
Los agricultores que actualmente constituyen la base social de la AFES son
propietarios de pequeñas y medianas explotaciones, con superficie media de
aproximadamente 20 hectáreas por explotación16. Por estar ubicadas en una región que
presenta relieve con topografía quebrada y afloramiento de rocas, estas explotaciones no
siempre ofrecen condiciones para la completa mecanización de los cultivos, lo que hace
que el uso de la tracción animal permanezca como una alternativa importante para la
realización de determinadas operaciones agrícolas. Asimismo, la organización del
15 En efecto, la fruticultura ecológica, que todavía tiene carácter incipiente, sigue siendo apuntada por la EMATER/RS local como una de las más viables alternativas para diversificar la renta en las pequeñas explotaciones familiares y para mitigar los efectos dañinos de los cultivos anuales en áreas con topografía quebrada. La “modalidad ecológica” de la fruticultura permitiría atraer a los consumidores mejor informados y competir con aparentes ventajas en el proceso de comercialización.
16 La menor explotación vinculada a la AFES posee 3,5 hectáreas de área total, mientras la mayor posee 68 hectáreas.
José A. Costabeber
306
proceso de trabajo en base a la mano de obra familiar es otro rasgo fundamental de los
fruticultores ecológicos afiliados a la AFES17.
La mayoría de esas familias —de descendencia alemana e italiana— todavía
mantiene una producción agraria relativamente diversificada, donde destacan los cultivos
del tabaco, maíz, frijol y frutícolas. Asimismo, son cultivados, a menor escala, otros
productos, tales como: trigo, soja, caña de azúcar, patata, yuca y hortalizas, que hacen
parte de una diversificación volcada a garantizar primeramente la producción de auto-
consumo en el ámbito de estas explotaciones. Como parte de esta diversificación de
actividades, los afiliados de la AFES también se dedican a la ganadería a pequeña escala
(ganado de leche, cerdos y aves), vendiendo sus excedentes. De modo general, las
explotaciones aún mantienen cerca de un 20% de su superficie cubierto con matas
naturales y/o cultivadas.
En cualquier caso, es importante retener que la mayoría de los fruticultores
ecológicos tiene en el cultivo del tabaco su principal fuente de renta y de ingresos. El
sistema de producción integrado en las agroindustrias del tabaco determina, por una
parte, la adopción de paquetes tecnológicos intensivos en insumos industriales
(fertilizantes y pesticidas químicos)18, mano de obra19 y leña20. Por otra parte, son las
propias industrias las que suministran los insumos químicos, prestan la asistencia técnica
en el ámbito de las explotaciones y adquieren la producción de tabaco. Todo ello
17 En cualquier caso, no se puede olvidar que el cultivo del tabaco, presente en la casi totalidad de estas explotaciones, exige invariablemente una gran participación del trabajo humano, lo que suele implicar la contratación de trabajadores temporeros en determinadas fases del cultivo.
18 Según estimaciones realizadas por la EMATER/RS local, los tres principales cultivos del municipio (frijol, maíz y tabaco) consumen cerca de 2.323 toneladas de fertilizantes químicos (considerándose las formulaciones comerciales) cada año, si bien el cultivo del tabaco, de forma aislada, absorbe 1.800 toneladas, es decir, un 77,5% del total; el maíz, que presenta un área cultivada similar al tabaco, recibe tan sólo un 17% de estos abonos. Además, las mejores tierras existentes en el municipio, en términos de su fertilidad natural, son también reservadas para el cultivo del tabaco, que está presente en la gran mayoría de las propiedades rurales.
19 El cultivo del tabaco, por las características cualitativas y cuantitativas del trabajo requerido durante su largo ciclo productivo, también exige una gran demanda de mano de obra, hecho que, según la EMATER/RS local, perjudica substancialmente el desarrollo de otras actividades y dificulta la expansión del proceso de diversificación que se intenta llevar a cabo en el municipio; hace más difícil también la adopción, por parte de los agricultores, de determinadas prácticas y tecnologías ambientalmente más sanas que, en muchos casos, requieren un uso más intenso de mano de obra.
20 Existen actualmente 1.210 estufas (hornos) para el secado de las hojas de tabaco en el municipio. Cada una de estas estufas estaría consumiendo de media 60 metros cúbicos de leña, anualmente, lo que corresponde a un consumo total de 72.600 metros cúbicos al año en el municipio a causa del cultivo del tabaco. Es decir, este consumo de leña supone la tala de 363 hectáreas de matas, anualmente.
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
307
proporciona una cierta garantía al agricultor, tanto a la hora de implantar los cultivos,
como a la hora de proceder a la venta de la producción.
Actualmente, son pocos los afiliados de la AFES que no tienen vinculación directa a
la producción del tabaco o que poseen su mayor funte de ingresos en otros cultivos. En
estos casos, normalmente es la fruticultura —en su modalidad ecológica— la actividad
productiva que viene destacándose en la generación de renta, sea a través de la venta de
la producción in natura, sea mediante la transformación artesanal de la producción
frutícola en productos de mayor valor añadido (EAT-4). Como ejemplo de la última, se
puede mencionar la fabricación de vino “colonial” en pequeñas bodegas.
Respecto a la estructura organizativa de AFES, su órgano máximo de decisión es la
Asamblea Ordinaria, que se reúne obligatoriamente al final del primer trimestre de cada
año. Además, posee órganos administrativos como: a) la Directoria, compuesta por un
Presidente, un Vicepresidente, un 1º Secretario, un 2º Secretario, un 1º Tesorero y un 2º
Tesorero; b) el Consejo Fiscal, compuesto por tres asociados; c) el Consejo Consultivo,
formado por representantes de 13 entidades locales, cuya función es la de asesorar y
contribuir con la Asociación en temas vinculados a la producción y comercialización de
frutas ecológicas. Asimismo, la entidad cuenta con una Comisión Técnica, constituida por
técnicos vinculados a la EMATER/RS local, COTRISUL y Secretaría Municipal de
Agricultura, la cual funciona bajo la coordinación de la oficina local de la EMATER/RS y
ostenta grandes poderes en las decisiones que implican conflictos de naturaleza
tecnológica21.
Entre los mecanismos de control disciplinario que dispone la AFES, están la
expulsión o suspensión temporal del afiliado que cometa alguna infracción o falta grave
que vaya en contra de los reglamentos estatutarios, lo que implicaría la pérdida,
permanente o transitoria, de la “tarjeta de socio ecológico de la AFES”. Para los fines que
nos interesan, es necesario destacar que constituye falta grave cualquier acto de
“infidelidad” a los fundamentos ecológicos de la Asociación. Mediante este dispositivo,
21 Merece la pena señalar que, entre las atribuciones de la Comisión Técnica, destaca la de “establecer, en todas sus formas, la tecnología de producción ecológica a ser adoptada por los afiliados de la AFES”. Además, son funciones de esta Comisión la de proporcionar “asistencia técnica ecológica” a todos los afiliados de la AFES —sea en forma individual mediante visitas sistemáticas, sea en forma colectiva a través de reuniones, cursos, demostraciones u otros métodos de intervención—, así como la de indicar a la Directoria y al cuadro asociativo nuevos productores que reúnen las condiciones necesarias para participar de la AFES como fruticultores ecológicos.
José A. Costabeber
308
podrá ser suspendido del cuadro social todo afiliado que, por ejemplo, “adopte en sus
pomares cualquier práctica que caracterice una transgresión de la tecnología ecológica
establecida por la Comisión Técnica o que entre en conflicto con los principios ecológicos
de la AFES”22.
1.3. Enfoque tecnológico y estratégico
Según dicen los asesores técnicos que participaron desde el inicio del proceso que
originó la AFES, lo que les ha estimulado a preocuparse por la cuestión ecológica en la
agricultura han sido principalmente sus lecturas respecto a los efectos dañinos de los
agrotóxicos sobre la salud del hombre y el medio ambiente. Además, percibían ellos que
la difusión de la “tecnología convencional” —que constituía la base de sus trabajos de
intervención en el medio rural— no estaba trayendo los esperados beneficios sociales y
económicos para las familias de agricultores del municipio. A partir de esta constatación,
pasarían a considerar que cualquier tecnología que comprometiese la salud de las
personas sería indeseable e incompatible con los propósitos más nobles de una
producción agraria sana. Este principio sería adoptado como “bandera de lucha” en su
labor de asistencia técnica y extensión rural (EAT-3).
En el inicio del trabajo orientado a la ecologización de las prácticas agrarias, en
1982, los extensionistas rurales no hacían referencias a la “agricultura sostenible” y ni
mucho menos a la “Agroecología” como metas a ser alcanzadas. Sus investigaciones —a
partir de la colaboración activa de agricultores dispersos en el municipio— tenían el
objetivo de generar conocimientos tecnológicos que permitiesen que “el agricultor
obtuviera la máxima producción de alimentos con costes de producción mínimos”, a
través de una adecuada gestión de los recursos naturales existentes en el ámbito de las
explotaciones. Es decir, pensaban que, con los mismos recursos de mano de obra que
22 En situaciones de esta naturaleza, sería deber de la Comisión Técnica elaborar y proporcionar a la Directoria un laudo técnico detallado sobre las “distorsiones ocurridas respecto a la aplicación de la tecnología ecológica en el pomar del socio en juicio”. En cualquier caso, tan sólo la asamblea general podrá decidir —con base en el parecer de la Directoria— sobre la suspensión o no del afiliado en cuestión. Por otra parte, el retorno a la AFES del afiliado suspendido temporalmente se daría mediante decisión de la Directoria, lo que también supondría la elaboración de un nuevo laudo técnico por parte de la Comisión Técnica como subsidio a esta decisión.
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
309
poseía el agricultor, “bastaba reordenar sus actividades dentro de un nuevo modelo de
gestión para que él pudiera obtener un resultado mejor”, tanto en términos económicos,
como en términos sociales y medioambientales (EAT-3).
Los pocos conocimientos disponibles sobre el tema, en la época, determinaron que
la práctica de los extensionistas estuviera dirigida sobre todo a la “sustitución de
pesticidas químicos”, mediante el uso de “productos y tecnologías alternativas”, de
fabricación local (caldos bordalés y sulfo-cálcico, por ejemplo) y de menor toxicidad para
hombres y animales. Aunque reconociendo que estas soluciones alternativas han
representado un importante papel en determinadas fases del trabajo, al permitir la
obtención de resultados positivos a nivel de las explotaciones, su importancia en la
actualidad es menor y tienen una función “complementaria”, siendo utilizadas sólo en
casos necesarios. En efecto, hoy por hoy los asesores técnicos de la AFES siguen un
enfoque “más complejo”, que sería el de buscar un mayor “equilibrio suelo-planta”, con el
objetivo de obtener cultivos sanos y, por ende, más productivos (EAT-3). Este enfoque
estaría apoyado en la Agroecología en cuanto disciplina científica, si bien en los
discursos de los asesores ésta aparece como “modelo técnico” y como “estilo” de
agricultura al mismo tiempo.
Desde la perspectiva de un estilo de agricultura “ecológica”, el mantenimiento de la
capacidad productiva del agroecosistema se daría mediante la integración de las diversas
prácticas que hasta ahora se han mostrado potencialmente capaces de proporcionar una
mayor producción con menor grado de deterioro medioambiental. Entre ellas, estarían,
por ejemplo, el uso de calizas en bajas cantidades, fostatos naturales, micro-nutrientes y
aminoácidos; el empleo de insecticidas y fungicidas de fabricación casera; la utilización
de abonos verdes y orgánicos, plantas de cobertura del suelo y siembra directa; la
diversificación y rotación de cultivos; y la integración agricultura-ganadería.
La recuperación y la mejora de las condiciones físicas, químicas y biológicas del
suelo aparecen en el centro de la propuesta tecnológica, ya que ello permitiría obtener
plantas más sanas, más resistentes y, consecuentemente, menos propensas al ataque
de plagas y enfermedades. Aunque no lo hagan explícito, el enfoque adoptado conlleva
alternativas preconizadas por la Teoría de la Trofobiosis23. El paso siguiente sería, según
23 Cf. Chaboussou, F. (1987): Plantas doentes pelo uso de agrotóxicos — A teoria da trofobiose. Porto Alegre: L & PM Editores.
José A. Costabeber
310
los asesores, la reducción y eliminación del uso de agrotóxicos en la actividad agraria. De
cualquier manera, los métodos, técnicas y procedimientos agroecológicos estarían
dirigidos no sólo al sector de producción de frutas y hortalizas, sino también a la
explotación agraria como un todo.
Desde el punto vista estratégico, y como ya nos hemos referido antes, el comienzo
del trabajo estuvo asentado en la experimentación de métodos y técnicas de carácter
ecológico en distintas explotaciones del municipio. El establecimiento de “polos de
investigación y difusión de tecnologías ecológicas” pasaría a constituirse, así, en una de
las principales estrategias de trabajo de la oficina local de la EMATER/RS, tanto antes
como después de la creación formal de la AFES. En los últimos años, estos polos han
servido de escaparate para la aplicación de los tradicionales métodos de intervención
utilizados por la extensión rural, tales como: reuniones, demostraciones técnicas y días
de campo, con el objetivo de difundir las técnicas agroecológicas no sólo entre los
afiliados a la AFES, sino también a otros agricultores del municipio y región.
Asimismo, en una determinada fase de desarrollo de la AFES —y considerando la
dispersión de los socios en el municipio— sus asesores estimularían y coordinarían la
formación de cuatro “grupos locales de asistencia técnica”, lo que permitía mejor adecuar
el mensaje ecológico a las necesidades y capacidades productivas de las distintas zonas
donde se ubicaban los principales núcleos de la AFES24. Esa estrategia de difusión de
tecnologías ecológicas parece haber sido coherente con la orientación asumida por la
asesoría, de que “la preocupación de la Asociación [debería] ser el aumento de la
producción, con métodos más eficientes, productivos”, y localmente adaptados (EAT-3).
Pese a esa clara orientación difusionista, los asesores de la AFES se dicen
partidarios de “una postura dialógica, participativa y no persuasiva”, recordando el
“repensar de la extensión rural” oficial de Rio Grande do Sul como un momento que
proporcionó el debate crítico y lanzó luces para la adopción de la nueva postura25.
Reconocen, por una parte, que, en algunos momentos de su actuación, fueron
persuasivos en su labor, empujados tal vez por el exceso de optimismo respecto a la
24 No se puede perder de vista que la AFES posee una base social geográficamente “dispersa”, reuniendo afiliados de diversas comunidades rurales, una vez que tuvo sus núcleos de formación esencialmente a partir de los propios agricultores “colaboradores” que, a su vez, vivían en distintas zonas del municipio.
25 EMATER/RS (1987): Seminário extensão rural: enfoque participativo. Porto Alegre: EMATER/RS.
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
311
nueva línea ecológica que creían ser la mejor opción para los agricultores. Consideran,
por otra parte, que, por tratarse de tecnologías nuevas, de un proceso de producción
distinto, había la necesidad de enseñar a los agricultores: “Para que el agricultor tenga
éxito, tiene que practicar la nueva tecnología; y para ello, tenemos que entrenarlo”26.
Respecto al trabajo asociativo, los asesores técnicos de la AFES reconocen que el
ideal sería que los agricultores se auto-organizasen; que buscasen la “agroecología” de
una forma natural, espontánea, por voluntad o necesidad propias, sean éstas de carácter
ambiental, sean de carácter económico. “Es lo que esperamos: que el grupo luche por
sus objetivos, sus deseos, sus aspiraciones en base a lo que realmente quiere alcanzar,
pero esto no fue lo que sucedió en Sobradinho. Si no hubiéramos iniciado una serie de
actividades —como fue la propia concienciación ecológica27—, posiblemente la
Asociación no habría sido formada en aquella época, y tal vez hubiera tardado 5 o 10
años más para consolidarse” (EAT-3).
En este contexto, las estrategias de acción colectiva han sido encaradas por los
asesores principalmente como un mecanismo capaz de promover la mejor organización y
comercialización de la producción ecológica de los afiliados. Quizás por ello, los asesores
técnicos de la AFES defienden que la implantación de una fábrica de dulces, por ejemplo,
estimularía a los agricultores a invertir en la fruticultura, ya que pasarían a obtener renta
de aquella producción que era antes perdida por falta de mercado.
1.4. La AFES o la coexistencia entre lo convencional y lo ecológico
A la luz de los análisis efectuados en el Capítulo V, y tomando como referente la
trayectoria de formación y desarrollo de la AFES, es posible proceder algunos análisis
26 Vanclay & Lawrence afirman la necesidad de acciones extensionistas de este tipo cuando se trata del tema medioambiental, ya que no siempre los agricultores estarán dispuestos a utilizar prácticas y tecnologías más adecuadas desde el punto de vista de la preservación del medio ambiente. Cf. Vanclay, F. & Lawrence, G. (1995): The environmental imperative: ecosocial concerns for australian agriculture. Australia: Central Queensland University Press; p. 172.
27 Importantes nombres vinculados al movimiento ambientalista y a la agricultura ecológica, tales como los de José Lutzenberger y Sebastião Pinheiro, están entre los que, en su momento, participaron de debates y charlas en la sede del municipio de Sobradinho, contribuyendo de esta forma para la divulgación del mensaje ecológico y la necesidad de iniciarse una agricultura que fuera menos agresiva al medio ambiente.
José A. Costabeber
312
adicionales para marcar los rasgos fundamentales de esta Asociación respecto a su
actuación en cuanto actor colectivo orientado a la ecologización de la agricultura. En
primer lugar, es preciso recordar que la AFES presentó un notable crecimiento
cuantitativo en su cuadro social desde su creación hasta mediados de la década de 1990.
Este incremento estuvo basado principalmente en un discurso técnico, en buena medida
coherente con la situación socioeconómica de las familias de agricultores que se
adhirieron al proyecto. El cultivo del tabaco, por demandar grandes cantidades de
insumos químicos y requerir gran participación de la mano de obra durante su largo ciclo
productivo, debería ser cambiado por cultivos alternativos en base a un modelo ecológico
de producción, en aras de aumentar el nivel de ingresos y mejorar la calidad de vida de
las familias de agricultores, así como de disminuir la agresión al medio ambiente causada
por las tecnologías del modelo convencional.
Aunque pueda ser cierto que “la AFES agrupó a los agricultores que más
apostaban por la ecología”; y que este hecho representó “no sólo un testimonio de
cuantos apostaban por la agricultura ecológica, sino más bien una prueba de aquellos
que tenían ya una conciencia ecológica”; también parece ser que “nuestra asociación se
encuentra [hoy en día] un tanto estancada, ya que la mayor ocupación de los socios
todavía sigue siendo con los cultivos no ecológicos” (EAE-2). En realidad, en poco tiempo
la AFES se tornó grande, y “en un grupo grande es más difícil homogeneizar [los
intereses de los socios], o sea, conseguir que todos trabajan [por el grupo] y que todos
tengan ganas y objetivos iguales”. En un grupo grande, “siempre hay aquellos que van de
carona”, afirma un dirigente (EAE-2). Estas observaciones muestran que la AFES todavía
no logró superar algunas dificultades típicas del problema de la acción colectiva, y que el
grupo sigue un tanto disperso en torno a sus intereses comunes.
De un lado, estaría una pequeña minoría de socios que lograron liberarse del
cultivo del tabaco y convertir la fruticultura ecológica en su principal fuente de ingresos,
conquistando, además, su mercado ecológico particular, con independencia de la
actuación de la AFES. El discurso de estos asociados indica que la propia AFES estaría
obsoleta, una vez que, “si la asociación acabase hoy, yo estaría preparado ya para seguir
adelante solo, aunque acompañado por los técnicos. En realidad, no podemos pensar
solamente en asociación; es necesario que tengamos nuestro interés particular” (EAE-6).
Asimismo, “ahora yo empezaría [la agricultura ecológica] independiente [de la
asociación], porque en el transcurso de los años fuimos aprendiendo a producir y
adquiriendo experiencias de cómo producir mejor” (EAE-8). Si bien reconocen que la
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
313
asociación es muy importante, ponen énfasis en la dificultad para cohesionar el grupo en
torno a la ecologización mientras la mayor parte de los socios sigue teniendo el tabaco
como actividad principal.
De otro lado, estaría la gran mayoría de los asociados que aún siguen dependiendo
del cultivo del tabaco como fuente de ingresos y encontrando serias limitaciones para
hacer viable la expansión de la producción y la comercialización de frutas ecológicas.
Para muchos de ellos, el proceso de ecologización sigue en la periferia, ya que “no puedo
abandonar el cultivo del tabaco y aumentar el área con fruticultura, pues corro el riesgo
de no encontrar mercado para las frutas. El tabaco, o bien o mal, siempre posee
mercado”. Este sería uno de los mayores problemas que limitan el desarrollo de la
producción ecológica de los socios de la AFES y, como consecuencia de ello, “pretendo
continuar como está”, afirma categóricamente el entrevistado, ya que actualmente la
fruticultura ecológica constituye una alternativa que le permite complementar las rentas
de su explotación en determinadas épocas del año (EAE-7).
Otros entrevistados ponen énfasis en el hecho de que fueron los graves problemas
de intoxicación por los agrotóxicos que determinaron su decisión de buscar alternativas al
cultivo de tabaco y de optar por la fruticultura ecológica. No obstante, aseguran que no se
sienten con capacidad para abandonar la producción de tabaco y dedicarse en mayor
grado a la fruticultura, atribuyendo a la falta de recursos para inversión a largo plazo su
principal limitación para dar seguimiento al proceso de ecologización. Manifiestan, de
esta forma, la naturaleza contradictoria de la situación en que se encuentran: por un lado,
ser productores de frutas exentas de contaminantes químicos; por otro lado, ser
productores de tabaco en base a la utilización de una gran cantidad de insumos
químicos. Por todo ello, son éstos los agricultores que más apuestan por el
perfeccionamiento de las estrategias de acción colectiva como única manera de hacer
viable la continuidad del proceso de transición y la consolidación de la fruticultura
ecológica como su principal actividad de mercado. Como indica uno de los dirigentes de
la AFES, “el avance de la fruticultura ecológica se dará en la medida en que esta
actividad se muestre más lucrativa a los socios que todavía mantienen el tabaco como la
principal actividad económica de sus explotaciones”, y ello dependerá de la dinámica de
actuación de la AFES en cumplimiento de su papel como actor colectivo (EAE-1).
En síntesis, podemos decir que —con independencia de valores sustantivos y de
preocupaciones con la preservación medioambiental que también aparecen en el
José A. Costabeber
314
discurso de los entrevistados— tanto la vía de la ecologización, como la vía de acción
colectiva adoptadas por los socios siguen una lógica instrumental, en la cual la
reproducción socioeconómica de las familias constituye la principal razón del proceso de
cambio. Dicho de forma breve, en la actual fase de desarrollo de la AFES, la
ecologización representaría no tanto una alternativa al modelo convencional, sino más
bien una alternativa de complementariedad de ingresos económicos para hacer viable la
continuidad del proceso de reproducción social.
2. La “Associação dos Agricultores Ecologistas de Ipê e Antonio Prado”
Fundada oficialmente en 1991, la Asociación de los Agricultores Ecologistas de Ipê
y Antonio Prado (AECIA) tiene su sede en Antonio Prado, municipio ubicado en la región
de la “Encosta Superior do Nordeste”, a una distancia de 184 km de Porto Alegre28. Como
hemos dicho en el Capítulo I, la AECIA se trata de la primera experiencia de carácter
asociativo —orientada a la implementación de una agricultura con base ecológica—
consolidada a partir de la labor del Centro de Agricultura Ecológica Ipê (CAE Ipê), en
estrecha colaboración con la Parroquia de la Iglesia Católica de Antonio Prado.
2.1. Contexto de génesis y desarrollo
El análisis de los principales sucesos que caracterizan el contexto de génesis y
desarrollo de la AECIA muestra claramente que tuvo unos antecedentes importantes a su
constitución como asociación. De facto, las primeras reuniones y encuentros de jóvenes
agricultores para discutir los temas ecológico y medioambiental de la agricultura —que
28 El municipio de Antonio Prado, políticamente emancipado el 11 de febrero de 1899, pertenece a la Microrregião Geográfica de Caxias do Sul y está situado a una altitud que varía entre los 450 y los 850 metros. Su actual población está compuesta predominantemente por descendientes de familias de italianos que se instalaron en la zona a partir del año 1884. Según datos del FIBGE, la población total del municipio, en 1991, era de 10.989 habitantes, siendo 6.320 (un 57,5%) residentes en el medio urbano y 4.669 (un 42,5%) residentes en el medio rural. Cf. FIBGE (1994).
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
315
más tarde darían paso a la creación de la AECIA— pueden ser temporalmente situadas a
finales de 1987 y comienzos de 1988. Asimismo, es necesario señalar que el periodo en
que ocurre la movilización en torno a la idea del asociacionismo y la ecología coincide
con la fase de consolidación del CAE Ipê en cuanto entidad identificada con la causa
agro-ambiental y la viabilidad técnico-económica de pequeñas unidades familiares de
producción existentes en su zona de actuación.
Como ya hemos dicho en otra parte de esta tesis, en los últimos años el CAE Ipê
viene alcanzando una notable visibilidad social no sólo por su labor de difusión de la
propuesta de agricultura ecológica, sino también por su trabajo de asesoramiento, directo
e indirecto, a varias asociaciones de agricultores ecologistas, ONG’s, y empresas
públicas y privadas, tanto en Rio Grande do Sul como en otros estados de la federación.
Por supuesto, describir o analizar su exitosa trayectoria en apoyo a la agricultura
ecológica y al asociacionismo agrario, en el ámbito de las unidades familiares de
producción, constituye una tarea totalmente fuera de los propósitos y objetivos de esta
tesis.
Merece la pena mencionar, no obstante, que el actual CAE Ipê —instalado en una
propiedad rural con 70 hectáreas en el interior del municipio de Ipê— surgió en 1985,
bajo la denominación de “Projeto Vacaria”: un centro de producción, experimentación y
demostración de prácticas en agricultura con base ecológica. Su objetivo inicial era
“desarrollar una explotación demostrativa-modelo, trabajando con agricultura ecológica e
intentando probar su viabilidad técnica, económica y práctica”. Se proponía, además,
“desarrollar tecnologías agrícolas capaces de preservar el medio ambiente, hacer viable
la pequeña explotación y mantener el agricultor en su tierra”. Según nos dijo uno de los
idealizadores del Proyecto Vacaría, la idea inicial era, de hecho, trabajar con la
“tecnología agraria” (EAT-9), es decir, con la dimensión tecnológica de la producción, sin
detenerse demasiado en cuestiones no directamente relacionadas con el proceso
productivo per se.
Más tarde, ya con la denominación de Centro de Agricultura Ecológica Ipê, el
proyecto sufriría algunos cambios en su dinámica de actuación, asumiendo “un carácter
menos de centro demostrativo y más de difusor de conocimientos”, e incrementando,
asimismo, sus actividades de extensión agraria. A consecuencia de ello, crecería su
vinculación orgánica con agricultores de la región, hecho potenciado por las relaciones
que se establecieron con la Parroquia de Antonio Prado y la Comisión Pastoral de la
José A. Costabeber
316
Tierra29. En realidad, la estructuración del trabajo del CAE Ipê tuvo lugar a partir de la
constatación de una crisis experimentada por las unidades familiares de producción y de
una falta de perspectivas para los jóvenes del medio rural. Esta crisis tenía sus orígenes
en el propio modelo de modernización de la agricultura llevado a cabo en la región,
modelo que —además de presentar un carácter parcial y excluyente— privilegiaba el uso
intensivo de fertilizantes químicos y agrotóxicos, por lo menos en determinados cultivos
de mayor interés comercial30.
Desde esta perspectiva, según los asesores del CAE Ipê, la aplicación del modelo
tecnológico de la Revolución Verde no estaba siendo suficiente para promover el
desarrollo socioeconómico de las pequeñas unidades de producción en la zona, sino, al
contrario, estaba contribuyendo a la erosión y degradación del suelo y exigiendo, al
mismo tiempo, la utilización creciente de insumos agroindustriales para sostener la
producción y la productividad agrarias. Además de la mayor dependencia económica que
esto significaba para los pequeños agricultores, la cuestión de la salud pública y sus
relaciones con el excesivo uso de agroquímicos aparecían de manera muy pronunciada
en las argumentaciones de la asesoría sobre la necesidad de buscar un nuevo modelo
técnico para la agricultura de la región.
Según el relato de uno de los actuales agricultores ecologistas de la AECIA, en la
época en que se iniciaba la divulgación de la propuesta tecnológica orientada a la
ecología se oían muchas críticas de parte de agricultores en contra del proyecto del CAE
Ipê y su intento de difundir en la región un estilo de agricultura distinto del modelo
convencional. Estas críticas sugerían que “el CAE era muy eficiente en producir dentro su
propia explotación”, pero, si fuese transferida a la realidad práctica vivida por las
unidades de producción de los agricultores, “la agricultura ecológica sería un fracaso”.
29 Cf. Bracagioli Neto, A. (1993): Relatório de estudo para a avaliação do Centro de Agricultura Ecológica Ipê. Ipê, jun./1993; mecanografiado. Actualmente, el CAE Ipê forma parte, en el ámbito internacional, de la Red Tierra del Futuro (Suecia); en el ámbito nacional, de la Red de Tecnologías Alternativas (Red PTA), que congrega a 21 entidades; y, en el ámbito regional, de la Red de Tecnologías Alternativas-Sul (Red TA-Sul), de la cual participan 11 entidades.
30 El municipio de Antonio Prado tuvo su momento de auge de la modernización agrícola especialmente a partir de mediados de los años 1970, cuando se notaría un gran avance del proceso de quimificación de la agricultura. El proceso de motorización, a su vez, quedaría más restringido al empleo de microtractores y equipos de pulverización, ya que las características del relieve predominantes en la zona constituyen un obstáculo natural a la adopción de maquinarias agrícolas en mayor escala. En cualquier caso, “a pesar de la buena fertilidad natural de los suelos, existen ya varios lugares con graves procesos erosivos y de degradación que ponen en riesgo el rendimiento de la mayor parte de los cultivos” Cf. Bracagioli Neto (1993): Relatório de estudo ...; op. cit.
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
317
Por otra parte, de acuerdo con este mismo entrevistado, la idea de promover una
agricultura más respetuosa con el medio ambiente y capaz de mejorar la salud de los
agricultores y consumidores fue recibida con gran simpatía por la Parroquia de la Iglesia
Católica de Antonio Prado, donde había, desde hacía años, una labor pastoral de base y
una Comisión Pastoral de la Juventud. Todo el trabajo que se hacía con los jóvenes
“estaba quedando vacío, porque teníamos un discurso y no teníamos una práctica”
concreta de acción (EAE-9). Estaban abiertas las puertas, pues, para que se iniciaran, a
través de la acción de los jóvenes, la discusión y la divulgación de la propuesta de
comenzar una agricultura con base técnica distinta de la que se estaba desarrollando en
el municipio y región.
La historia narrada por los pioneros del proyecto AECIA muestra que, en el
comienzo del proceso de cambio, tan sólo 3 o 4 jóvenes agricultores aceptarían en
seguida la propuesta formulada por los asesores del CAE y de la Iglesia. Sin embargo, la
adhesión a la idea de iniciar las experiencias con un estilo distinto de agricultura no
garantizaba, de inmediato, el desarrollo práctico de la propuesta en el ámbito de las
explotaciones. Antes fue necesario romper algunas barreras en el propio ambiente
familiar, y ello no sucedió sin el establecimiento de relaciones conflictivas entre padres e
hijos:
“Es increible cómo el trabajo de la juventud tuvo éxito, pero no sin conflictos. Hubo
un debate muy grande en las familias de los jóvenes: el padre es el dueño de la
explotación, aquel que emite las órdenes y quiere garantizar el mantenimiento de la
familia. En el caso de la ocurrencia de un problema [en la producción], la responsabilidad
recae sobre él. Entonces, la juventud querría empezar un cambio [en las formas de
producir], pero no eran ellos los señores de la tierra, no eran ellos quienes decidían qué
hacer. Ellos obedecían la orden del padre. No obstante, tenían ellos el deseo de cambiar,
y fue con este deseo que algunos jóvenes consiguieron iniciar [el proceso de cambio],
asumiendo, en determinados casos, la conducción de la empresa de la familia. Otros,
comenzarían en pequeñas parcelas, conquistando, poco a poco, la confianza de los
padres respecto al proyecto de agricultura ecológica” (EAE-9).
De hecho, algunos jóvenes lograron conquistar sus espacios para dar comienzo en
la práctica al proceso de ecologización, especialmente en frutales, contando para ello con
la asesoría de técnicos del CAE Ipê. A mediados del año 1989, había ya una serie de
resultados prácticos en términos productivos, tanto en el ámbito del Centro como en el
José A. Costabeber
318
ámbito de las unidades de producción que acataban las propuestas de implementar
métodos y técnicas ecológicas en la actividad agraria. En este mismo año, la
COOLMÉIA31 —una cooperativa naturalista y ecologista con sede en Porto Alegre—
promovería la realización de una Feria de Agricultores Ecologistas, “creando la
oportunidad [a los jóvenes agricultores] de comercializar directamente con los
consumidores los primeros frutos de la agricultura ecológica”32.
El CAE Ipê, invitado a participar y comercializar sus productos ecológicos en dicha
Feria, extendería la oportunidad de participación también a los agricultores de la zona
que, bajo su animación y orientación técnica, estaban ya experimentando un incipiente
proceso de agroecologización de sus sistemas de cultivo. Los razonables resultados
obtenidos en las primeras cosechas y en la experiencia de comercialización en una Feria
en la capital del estado estimularían a los jóvenes agricultores a seguir su marcha hacia
la agricultura ecológica.
Todo ello daría lugar a la necesidad de resolver nuevas cuestiones, pues era
prácticamente imposible para los pocos agricultores seguir sus planes de comercializar la
producción en la capital del estado: “los costes de transporte eran grandes y la
producción ecológica era todavía pequeña (...) Nosotros sentimos la necesidad de
ampliar el grupo”, dijo uno de los jóvenes pioneros del proyecto (EAE-9). Estaba lanzada,
así, la propuesta del asociacionismo de la ecología, como forma de afrontar los retos
establecidos. A partir de este momento, los jóvenes pasarían a asumir un mayor
protagonismo en la difusión de la idea, que pronto se extendería a otros jóvenes
vinculados al trabajo de la Comisión Pastoral de la Juventud, especialmente en el ámbito
31 La Cooperativa Ecológica Coolméia, fundada en 1978, fue una de las entidades pioneras en la promoción del cultivo y de la venta de productos agrícolas sin agrotóxicos en Rio Grande do Sul. Apoyándose en los principios del ecologismo, del naturismo y del cooperativismo, su trabajo abarca simultáneamente la alimentación natural, la agricultura ecológica y la defensa del medio ambiente, así como la auto-gestión y la co-gestión entre sus más de 1.000 afiliados (asociados-consumidores, asociados-servidores y asociados-productores). Para la COOLMÉIA, el ecologismo se caracterizaría por la defensa de la naturaleza y la búsqueda de una mejor calidad de vida, lo que también implica: “el uso racional de los recursos naturales; la correcta utilización del suelo; la práctica de una agricultura natural, sin agrotóxicos; el reciclado de basuras; la defensa del consumidor desde el punto de vista de la salud pública; la subordinación de la tecnología a una ética ecológica que privilegie no el lucro, sino la vida y la naturaleza. El naturismo, a su vez, significaría “la intención de vivir de acuerdo a la naturaleza en el plan personal, y ello incluye: “la consciencia ecológica, que se manifiesta en la acciones cotidianas de preservación del medio ambiente (...); la opción por la autosuficiencia; la búsqueda del auto-desarrollo; [y la opción por] un régimen alimentario vegetariano en cualquiera de sus modalidades”. Cf. Costa, C. F. (1992): Ecologia, agricultura e pequena produção: concepções e prática de uma experiência gaúcha. Porto Alegre: UFRGS; p. 100-103.
32 Cf. Bracagioli, A. (1994): “Agricultura ecológica: reconstruyendo un mosaico de saberes”. En: Cuadernos Rurales - América Latina, nº 2. Santiago del Chile, nov./1994; pp. 6-17, p. 10.
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
319
del municipio de Antonio Prado. Al CAE ipê le cupo la tarea de invitar y agrupar a los
agricultores pertenecientes al municipio de Ipê que ya habían manifestado su interés o
comenzado en sus explotaciones la adopción de prácticas agrarias de naturaleza
ecológica.
En efecto, en marzo de 1990 se constituía, con carácter informal, una asociación de
agricultores ecologistas, cuyos miembros pasarían a reunirse frecuentemente para
discutir la viabilidad de consolidar y formalizar un proyecto asociativo orientado a
incrementar el proceso productivo agrario en base a la ecología. Así que, “con el trabajo
realizado a través de la Parroquia de Antonio Prado, con la Pastoral de la Juventud y la
Comisión Pastoral de la Tierra, además de las actividades desarrolladas por el CAE Ipê,
se [consolidaba] la propuesta asociativa”, representada por la creación formal de la
Asociación de los Agricultores Ecologistas de Ipê y Antonio Prado (AECIA), el 21 de
agosto de 1991. En cualquier caso, es preciso señalar que “las relaciones establecidas
con la Cooperativa Coolméia también fueron importantes para consolidar la experiencia,
ya que la labor de organización de la Feria de los Agricultores Ecologistas y la
concienciación del público urbano permitieron la comercialización de la producción de los
pioneros agricultores ecologistas” de la región33, abriendo paso a que nuevos agricultores
se uniesen al proyecto.
Actualmente, el conjunto de asociados de la AECIA produce y comercializa una
gama de más de 40 tipos de productos —entre hortalizas, frutas, granos y productos de
agroindustrialización casera— que se encuadran como producción ecológica. Asimismo,
posee una razonable estructura de comercialización de la producción, en la que destaca
su participación en la Feria de Agricultores Ecologistas, que se realiza semanalmente en
Porto Alegre. Nótese que, en este caso, la comercialización es efectuada colectivamente
por los asociados y sus familiares, lo que les exige un bien organizado esquema de
escalonamiento de trabajo, de manera que todos los miembros tengan la oportunidad de
participar, de tiempo en tiempo, del proceso de venta y del contacto directo con los
consumidores de la capital del estado. Por otra parte, la AECIA también organiza la
comercialización de parte de la producción ecológica de sus asociados en mercados
situados fuera de Rio Grande do Sul, a través de cooperativas de productos ecológicos,
tales como la COONATURA (Rio de Janeiro) y la COOPERNATURA (São Paulo).
33 Cf. Bracagioli Neto (1993): Relatório de estudo ...; op. cit.
José A. Costabeber
320
Además, la AECIA posee tres agroindustrias “regionalizadas”, o sea, gestionadas y
operadas por subgrupos de asociados en distintas comunidades. Estas agroindustrias —
que funcionan a pequeña escala y con carácter casi artesanal— permiten la elaboración
de productos ecológicos de mayor valor añadido, tales como: zumo de uva, tomate frito,
tomate triturado y mermeladas. Entre ellos, el zumo de uva constituye el principal ejemplo
de producto ecológico comercializado en mayor escala por afiliados de la AECIA, siendo
la mayor parte de esta producción canalizada para grandes redes de supermercados de
otros estados del país, especialmente São Paulo (EAE-10).
Es necesario mencionar que la mayoría de los agricultores entrevistados manifiestó
espontáneamente su profundo resentimiento respecto a la total falta de apoyo por parte
de los técnicos de la oficina de EMATER/RS de Antonio Prado desde el inicio del proceso
de cambio dirigido a la implantación de una agricultura ecológica. Según dicen ellos, se
trató no sólo de la omisión de estos técnicos, sino más bien de una acción abiertamente
contraria a la propuesta formulada por el CAE Ipê de iniciarse en una agricultura con otra
base tecnológica y mejor adaptada a los intereses de las familias de agricultores. Por otra
parte, ello no sucedería en el municipio de Ipê, donde la oficina de la EMATER/RS,
instalada a partir de 1990, abriría sus puertas y ofrecería su apoyo técnico y operativo,
por lo menos a aquellos agricultores del municipio que mantenían vínculos con la
embrionaria AECIA. De hecho, hasta hoy los socios de la AECIA que poseen sus
explotaciones en el municipio de Ipê siguen contando con la asesoría técnica tanto del
CAE Ipê, como también de la oficina de la EMATER/RS34.
Finalmente, es conveniente señalar que, actualmente, hay una fuerte indagación
por parte de algunos líderes de la AECIA respecto a la evolución del asociacionismo
ecologista en Antonio Prado. Mientras que la AECIA viene logrando un razonable éxito en
34 Aunque no sea nuestro propósito adentrarnos en analizar los supuestos conflictos técnicos ocurridos en el municipio de Antonio Prado, es necesario aclarar que visitamos la oficina local de la EMATER/RS, donde tuvimos la oportunidad de charlar con uno de los extensionistas que participaron de los debates desde el inicio del proceso. Desde su punto de vista, de hecho hubo dificultades de relación interinstitucional durante la fase de divulgación de la propuesta de transición a la agricultura ecológica, ya que “faltó conocimiento de causa por ambas las partes [EMATER/RS y CAE Ipê]”. El problema principal se habría originado a partir del “exceso de radicalismo de parte de algunos técnicos vinculados al CAE”, que querían imponer la eliminación de los tratamientos químicos en la producción de manzanas de forma completa, radical, y de manera drástica, sin dar tiempo para la observación de los resultados con mayor rigor o para buscar las alternativas tecnológicas adecuadas para compensar la retirada de los agrotóxicos. El entrevistado recuerda que, actualmente, todavía son necesarias alrededor de 25 aplicaciones de productos químicos en los pomares de manzanas del municipio, cada año, al objeto de garantizar un cierto patrón de calidad y una productividad satisfactoria. Concluye, pues, que no tiene nada en contra del CAE, de la AECIA o de la agricultura ecológica, pero que no podría recomendar a los agricultores la simple retirada de insumos sin tener alternativas tecnológicas seguras para compensar tal decisión (EAT-12).
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
321
su trayectoria como actor colectivo orientado a la producción ecológica, no se observa la
aparición de nuevos grupos de agricultores ecologistas en el municipio de Antonio Prado.
Dicho en palabras de un entrevistado: “Es un hecho curioso. La AECIA cumplirá su 8º
año de trabajo. ¿Por qué tenemos sólo la AECIA en Antonio Prado? Es un absurdo, una
contradicción. Nuestra experiencia está dando fruto; estamos comercializando; tenemos
tres agroindustrias; los asociados se capitalizaron, unos más y otros menos. Entonces,
¿por qué no crece el número de agricultores ecologistas en nuestro municipio?” (EAE-9).
En realidad, este interrogante cobra sentido especialmente cuando se considera
que el vecino municipio de Ipê viene presentado, en los últimos años, un notable salto
cuantitativo en términos de trabajo asociativo en pro de la implementación de la
agricultura con base ecológica. Además, hay un cierto consenso acerca de que las
experiencias conducidas en Ipê y en otros municipios de la región fueron inspiradas, en
gran medida, en el éxito y en el dinamismo presentados por la pionera AECIA. En
cualquier caso, la no observación de un proceso similar de expansión en el municipio de
Antonio Prado, justo donde se concentra la mayor parte de la base social de la AECIA, en
nada estaría agradando a sus miembros, cuyo proyecto social más amplio también
incluye la difusión y la viabilización de la agricultura ecológica entre las demás familias de
pequeños agricultores de su municipio.
2.2. Base social y estructura organizativa
Conforme establece su estatuto social, la Asociación de los Agricultores Ecologistas
de Ipê y Antonio Prado es una sociedad civil, con personalidad jurídica y sin ánimo de
lucro. Proponiéndose actuar en el ámbito local y regional, la AECIA tiene como objetivo
general “la viabilización de la explotación agraria a través de la agricultura ecológica, así
como la integración de sus asociados en la búsqueda de superación, en conjunto, de sus
problemas comunes”.
La agricultura ecológica —que ocupa el centro de los objetivos de la Asociación—
es definida como un conjunto de procedimientos y prácticas que corresponden a cuatro
fases distintas, pero estrechamente relacionadas: a) la generación de tecnologías; b) la
producción; c) la comercialización; y d) la socialización de conocimientos. Ello significa
José A. Costabeber
322
que “las tecnologías generadas deberán propiciar una producción ecológicamente
equilibrada, una comercialización accesible a todos [los asociados] y conocimientos
posibles de ser socializados”.
Entre sus objetivos específicos, merece la pena destacar que la AECIA se propone
“incentivar el plantío de manera ecológica no sólo entre sus miembros, sino también entre
otros agricultores; actuar en la transformación de nuestro ambiente sociocultural,
mediante la práctica y la divulgación de la agricultura ecológica; y promover charlas,
cursos y cualesquiera otros eventos que divulguen la agricultura ecológica”. De hecho, en
su trayectoria de casi diez años de trabajo con agricultura ecológica y asociacionismo, la
AECIA y sus afiliados han procurado responder a estos objetivos, apoyando directamente
a grupos de agricultores ecológicos en sus momentos de dificultades, así como
participando en eventos en distintas regiones del estado y país para divulgar sus
experiencias35.
De manera similar a la AFES, anteriormente comentada, la AECIA posee un cuadro
asociativo compuesto esencialmente por pequeños agricultores que organizan su
proceso de trabajo en base a la mano de obra del grupo familiar. Una característica
importante de las familias que componen su cuadro social es el hecho de que todavía
mantienen una matriz productiva relativamente diversificada, destacando en ella no sólo
la producción ecológica orientada al mercado (hortalizas, frutas, granos y productos de
agroindustrialización casera), sino también la producción de alimentos básicos destinados
al auto-consumo. Se puede decir, además, que las explotaciones de los afiliados de la
AECIA, en su gran mayoría, están ubicadas en terrenos con topografía quebrada y
afloramiento de rocas, lo que las hace menos favorables al uso de la mecanización
agrícola a larga escala. Estas explotaciones tienen superficie media de 15 hectáreas; la
menor explotación posee 3 hectáreas, mientras que la mayor posee 45 hectáreas de
superfície36.
35 En el libro de Actas de la AECIA aparece, por ejemplo, que uno de sus afiliados “visitó a los agricultores ecologistas del municipio de Torres. La situación de ellos no es facil, y es principalmente el monocultivo lo que está dificultando los trabajos (...) La AECIA, entonces, ayudará periódicamente a los interesados de Torres, enviándoles un asociado para pasarles nuevas experiencias”. Otra cuestión que aparece es la necesidad de mejorar la planificación de la participación de los socios en las actividades de representación, teniéndose en cuenta las frecuentes invitaciones que la AECIA ha recibido para explicar sus experiencias en eventos que apoyan la agricultura ecológica.
36 Merece la pena señalar que el municipio de Antonio Prado —donde se ubica la mayor parte de las familias que componen el cuadro asociativo de la AECIA— posee 1.679 explotaciones, de las cuales 1.600
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
323
Actualmente, la AECIA cuenta con la participación de 21 familias de agricultores, de
las cuales 16 familias pertenecen al municipio de Antonio Prado y 4 familias pertenecen
al vecino municipio de Ipê. Es oportuno señalar que esta base social también presenta un
carácter de relativa “dispersión” en el ámbito territorial, una vez que, como hemos visto
antes, el proceso de génesis de la AECIA tuvo unos comienzos a través de encuentros y
reuniones de concienciación de agricultores y jóvenes sobre el tema medioambiental,
eventos éstos que se realizaban en distintas comunidades rurales del municipio de
Antonio Prado.
No obstante, se puede notar que esta base social presenta un elevado grado de
homogeneidad, principalmente en lo que se refiere a la edad y orientación religiosa de
sus miembros. Eso ha constituido un razonable factor de agregación y favorecido una
mayor identidad de propósitos entre los afiliados, aunque también haya causado algunas
dificultades a la adopción de la propuesta por otras familias, tal como se puede notar en
la siguiente afirmación: “Nosotros no conseguimos romper una barrera que se construyó
en torno a la agricultura ecológica. Nos parece que la cosa quedó muy cerrada. Nosotros
no invitamos a la gente [que se encontraba] fuera de nuestro círculo [de convivencia].
Invitamos sólo a quienes estaban en nuestro alrededor, debido a que —por una cuestión
lógica— el trabajo debería tener éxito. Esta era una norma, una orientación que teníamos
de la Parroquia: el trabajo no podría retroceder. Entonces, apostamos en las personas de
nuestra confianza (...) El principal factor de agregación [de la gente] fue la Pastoral de la
Juventud (...) La Pastoral proporcionó una amistad (...) Hoy por hoy, nuestro desafío es
precisamente romper este bloqueo” (EAE-9).
Hay otros puntos de vista de los propios asociados que también contribuyen a una
mejor caracterización de la actual base social de la AECIA: “Todo el agricultor que entró
en el asociacionismo para trabajar con agricultura ecológica, y entró con cuerpo y alma,
con ganas, con ánimo, tuvo y tiene éxito, gana dinero con su actividad. Creció no sólo
económicamente, sino también en cabeza [concienciación] y en espíritu [postulados de
(un 95,3%) presentan superficie inferior a 50 hectáreas. Las 1.034 explotaciones con área menor que 20 hectáreas representan casi dos tercios del total. Actualmente, el sector agropecuario se presenta relativamente diversificado en el ámbito del municipio, si bien las explotaciones siguen una cierta tendencia a la especialización en base a la producción de unos pocos productos agrícolas o pecuarios destinados al mercado. Los cultivos más destacados son el maíz (3.500 hectáreas), la vid (874 hectáreas), la manzana (330 hectáreas), el melocotón (180 hectáreas), la cebolla (350 hectáreas), la calabaza (300 hectáreas) y la col (200 hectáreas). En los últimos años, la producción ganadera orientada al mercado (aves, cerdos y leche) viene experimentando un importante crecimiento, contribuyendo así al proceso de diversificación de rentas en el sector agrario del municipio.
José A. Costabeber
324
valor], así como en su relación [de solidaridad] con el compañero, con el grupo y con la
tierra. Y el agricultor que entró en el grupo con un interés estrictamente económico,
solamente con la idea de ganar dinero a corto plazo, inmediatamente, no quedó y no
quedará en la AECIA” (EAE-9).
Respecto a la estructura organizativa de la AECIA, la Asamblea General constituye
el órgano máximo de decisión y se reúne todos los meses, salvo deliberación contraria de
la propia Asamblea. Los socios también se reúnen una vez al año con el fin específico de
deliberar sobre temas económico-financieros y elegir los miembros encargados de la
coordinación de la Asociación37. Esta Coordinación se compone de 4 asociados, que
ejercen las funciones de: Coordinador, Vice-coordinador, Secretario y Suplente, siendo
todos ellos elegidos en Asamblea General para un mandato de un año.
La AECIA posee, asimismo, una Comisión de Ética —compuesta por 3 socios
también elegidos en Asamblea— que tiene la incumbencia general de observar para que
la ética esté presente en todas las relaciones entre los asociados y entre éstos y los
consumidores. Forma parte de su labor controlar los patrones de los productos
ecológicos destinados al mercado, orientando a los socios, cuando sea el caso, sobre la
necesidad de mejorar la calidad de dichos productos. Además, la Comisión busca
estimular la participación de los asociados en todas las actividades sociales, internas o
externas, promovidas por la AECIA.
La Comisión de Ética es también importante —según observa uno de sus
miembros— para hacer que se cumplan las decisiones tomadas colectivamente. La venta
de productos “no ecológicos”, por ejemplo, constituye falta grave y “pone en riesgo el
nombre de la Asociación”. Es esta Comisión, pues, quien orienta al asociado para que
éste pueda corregir un error cometido (EAE-10). En realidad, la Comisión de Ética ha
adquirido un importante papel dentro de la Asociación, una vez que, entre sus
atribuciones, está también la de “certificar la calidad de los productos de los asociados en
caso de denuncia o desconfianza”38.
37 Para la admisión de nuevos socios, se exige que el aspirante sea propuesto por 3 afiliados y que, además, tenga su nombre aprobado en Asamblea General de la Asociación. Asimismo, el nuevo socio deberá someterse, obligatoriamente, a la realización de un curso sobre agricultura ecológica.
38 Cf. Bracagioli (1994): “Agricultura ecológica: reconstruyendo un mosaico de saberes”; op. cit. Es necesario destacar que, en la historia de la AECIA, se han registrado ya casos en que el afiliado es invitado a abandonar la Asociación por el hecho de no cumplir el estatuto social, especialmente en el tema de la
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
325
Finalmente, merece la pena destacar que, pocos meses antes de la realización de
nuestra investigación empírica en la zona, los socios de la AECIA habían creado una
nueva organización de agricultores ecologistas, ahora bajo la forma jurídica de
cooperativa: la Cooperativa de los Agricultores Ecologistas de Ipê y Antonio Prado
(COOPAECIA). Conforme el relato de uno de sus integrantes, la formación de una
cooperativa ya se hacía necesaria para facilitar las actividades de naturaleza económica
de la AECIA, especialmente en lo que se refiere a la comercialización de la producción
agroindustrial y a la adquisición de insumos, materiales e instrumentos de trabajo (EAE-
12). La consolidación de esta nueva y más evolucionada estructura organizativa
representaría, en buena medida, pues, las perspectivas optimistas que tienen los socios
vinculados a la AECIA respecto a su opción por la agricultura ecológica y a su futuro
como agricultores ecologistas.
2.3. Enfoque tecnológico y estratégico
Como hemos dicho antes, la AECIA puede ser entendida como el resultado de un
trabajo articulado entre asesores técnicos del CAE Ipê, miembros de la Iglesia Católica y
agricultores. Toda la labor que le dio origen se fue realizando como parte de un proceso
de discusión más amplio sobre la situación de deterioro socioeconómico a que estaban
sometidos determinados segmentos de la agricultura familiar en la región. La propuesta
de implementar la agricultura con base ecológica sería difundida como una vía capaz de
asegurar a sus adoptadores la obtención de mejores resultados en la actividad agraria.
Desde el punto de vista defendido por técnicos del CAE Ipê, “la agricultura
ecológica no es más que agricultura, en contraposición a la agricultura industrializada,
representada por el modelo tecnológico de la Revolución Verde”. Por esto, dicen,
“intentamos generar o utilizar tecnologías que traigan beneficios para el agricultor, para la
prohibición del uso de productos agroquímicos en áreas de producción ecológica destinada al mercado, lo que muestra claramente la seriedad con que la Comisión de Ética viene desarrollando su labor. A ejemplo de ello, en un pasaje en el Libro de Actas de la AECIA consta que: “Se supo que un miembro de la AECIA utilizó herbicida en sus cultivos, contrariando totalmente los principios ecológicos del grupo. Se decidió que esta familia queda excluida del grupo. La Comisión de Ética entrará en contacto con la familia para comunicar la decisión”.
José A. Costabeber
326
agricultura en sí, y no para los sectores que se colocan antes y después de la agricultura
(...) y que siempre quieren apropiarse de parte de la renta generada por el sector
agrícola” (EAT-8). Partiendo del supuesto de que las modernas tecnologías agroquímicas
fueron generadas y difundidas para atender a intereses externos a la agricultura,
consideran, pues, que el cuadro actual sólo podrá ser revertido mediante la sustitución de
las energías y recursos externos —especialmente los derivados del petróleo— por
energías y recursos naturales localmente disponibles en el ecosistema (energía solar,
suelo, agua, aire, etc.). En una palabra, la modalidad de agricultura ecológica que
proponen se basa en la idea de utilización racional de los recursos naturales renovables
existentes en la zona, como marco de referencia principal.
Desde esta perspectiva, el enfoque tecnológico adoptado por el CAE Ipê está
fundamentado de manera explícita en la Teoría de la Trofobiosis, que parte del supuesto
de que una planta adecuadamente nutrida estará menos sujeta al ataque de “plagas” y
“enfermedades”. Esta teoría sugiere, grosso modo, que “la planta o parte de la planta
cultivada será atacada por insectos, ácaros, nematodos, hongos o bacterias tan sólo
cuando tenga en su savia el alimento en la forma exacta requerida por éstos organismos.
Este alimento es constituido principalmente por aminoácidos, que son sustancias simples
y solubles. Para que la planta tenga una cantidad mayor de aminoácidos, baste con
tratarla de manera inadecuada”. Dicho de modo breve, el vegetal sano y nutrido de forma
equilibrada difícilmente será atacado por las llamadas plagas y enfermedades39.
Los asesores del CAE Ipê no reivindican para sí una escuela propia o exclusiva de
agricultura ecológica y tampoco poseen una definición precisa sobre en qué corriente o
estilo de agricultura encuadrarían su enfoque tecnológico y estratégico de intervención.
Sin embargo, por una identidad de propuestas y propósitos, estos asesores estarían más
próximos a la Agroecología, en cuanto disciplina científica que incluye no sólo los
planteamientos de naturaleza tecnológica, sino también las dimensiones económica,
social, cultural y ecológica de la producción. En cualquier caso, la denominación utilizada
39 Cf. Fundação Gaia e Centro de Agricultura Ecológica Ipê (1995): A teoria da trofobiose de Francis Chaboussou - Novos caminhos para uma agricultura sadia (Material técnico de divulgación). El CAE Ipê reivindica su labor pionera, en los ámbitos regional y nacional, respecto a la aplicación de la Teoría de la Trofobiosis para desarrollar investigaciones y recomendaciones sobre la agricultura ecológica. En palabras de uno de sus técnicos: “Nosotros no sólo hemos trabajado [técnicamente con la Teoría de la Trofobiosis], sino que, seguramente, fuimos los primeros y los que lograron mayor éxito en poner en la práctica esta teoría”. En realidad, una de las obras de Francis Chaboussou fue traducida al portugués precisamente por Maria José Guazzelli, idealizadora y creadora del Proyecto Vacaría y del CAE Ipê. Véase: Chaboussou, F. (1987): Plantas doentes pelo uso de agrotóxicos — A teoria da trofobiose. Porto Alegre: L & PM Editores.
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
327
para expresar el resultado práctico de su intervención es la de agricultura ecológica,
opción que se relaciona especialmente con el peso atribuido a la dimensión de la cultura
en su propuesta técnica y pedagógica, lo que está reflejado en el propio logotipo de la
entidad: AgriCultura Ecológica.
Esta agricultura ecológica que vienen experimentando los socios de la AECIA
supone, evidentemente, la combinación de una serie de prácticas, métodos y
procedimientos tecnológicos articulados entre sí, con el objetivo de alcanzar un mejor
equilibrio suelo-planta y, a consecuencia de ello, mayores niveles de sustentabilidad
agraria. Sin ánimo de describir o analizar la propuesta tecnológica en sus detalles, baste
con decir que el manejo del suelo con abonos verdes y orgánicos constituye una práctica
central en este enfoque. O sea, “el suelo es tomado como un organismo vivo, que posee
su genética y dinámica propias, necesitando, por tanto, alimentación, diversidad y
regularidad adecuadas (...) La intensidad de la actividad biológica es un factor
determinante de la fertilidad [del suelo] que depende, a su vez, de la disponibilidad de
materia orgánica”40. En definitiva, los abonos verdes, las plantas de cobertura de suelo y
los estiércoles de animales, por ejemplo, aparecen como fuente importante de nutrientes
y de materia orgánica, de manera a potenciar la vida en el suelo y recuperar el complejo
equilibrio suelo-planta. No sólo esto, sino que incluso las llamadas malas hierbas, cuando
son correcta y adecuadamente manejadas, pasan a ser tomadas como plantas
indicadoras de la salud del suelo, pudiendo contribuir, asimismo, al incremento de la
biodiversidad, a la disminución del proceso de erosión y al aumento de la materia
orgánica en el suelo.
No obstante, la dinámica del proceso de transición agroecológica que se observa
en la labor de la AECIA y sus afiliados no se agota en los aspectos tecnológicos de la
producción. Según las palabras de los propios asociados, para que el agricultor pueda
desarrollarse y vivir mejor, se hace necesario, además de optar por la agricultura
ecológica, proceder a la comercialización de la producción directamente a los
consumidores y realizar la agroindustrialización de la producción en el ámbito de las
propias explotaciones. Para tener éxito, estas dos líneas de acción deberán ser
potenciadas por una tercera línea, representada por el asociacionismo o la cooperación
agrícola (EAE-13).
40 Cf. Bracagioli (1994): “Agricultura ecológica: reconstruyendo un mosaico de saberes”; op. cit. p. 11.
José A. Costabeber
328
En efecto, la comercialización de la producción directamente a los consumidores
constituye una de las principales caracteristicas de la labor realizada por la AECIA, y
forma parte de la estrategia defendida por los asesores como forma de eliminar el
intermediario y asegurar una mejor remuneración a los agricultores. La tradicional figura
del intermediario representaría, actualmente, una fuente importante de explotación a los
agricultores y de apropiación de la renta producida en la agricultura. Su eliminación
significaría no sólo ampliar los márgenes de ingreso económico, sino también conquistar
una mayor autonomía respecto al proceso productivo.
El procesamiento y la fabricación de productos ecológicos en agroindustrias a
pequeña escala, instaladas en el ámbito comunitario y gestionadas por los propios
asociados, constituyen otra importante línea de acción que viene siendo utilizada por la
AECIA en perfecta sintonía con la orientación defendida por sus asesores técnicos. Ello
forma parte de una estrategia no sólo de diversificación de ingresos, sino también de
ampliación del valor añadido sobre la producción ecológica. Como hemos dicho en otra
parte, el zumo de uva ecológico de la AECIA, por ejemplo, viene conquistando mercados
consumidores incluso fuera del estado de Rio Grande do Sul y representa, en buena
medida, el éxito de los agricultores ecologistas en la búsqueda de alternativas que mejor
valoricen su trabajo en cuanto profesionales dedicados a la producción de alimentos
exentos de agrotóxicos. En cualquier caso, la comercialización de zumos y de otros
productos no siempre se realiza directamente a los consumidores finales, lo que sugiere
que el actual volumen de producción estaría sobrepasando ya las propias capacidades
físicas que tienen los agricultores de mantener su esquema de venta directa a los
consumidores.
El asociacionismo, a su vez, es considerado una línea de acción de fundamental
importancia para completar la propuesta de transición, tanto por su fuerza de romper la
cadena de intermediación existente en la producción agrícola, como por su potencia de
permitir una participación más activa de los asociados en la construcción de su futuro
como agricultor ecologista. Asimismo, la labor asociativa representaría una importante vía
para favorecer el intercambio de experiencias y promover la socialización de
conocimientos entre los afiliados y entre éstos y los asesores, de manera a dinamizar el
proceso de cambio al nuevo estilo de agricultura.
Respecto a su estrategia de intervención, los asesores de la AECIA consideran que
no poseen algo más formal en términos de concepción metodológica, de cómo trabajar
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
329
con el agricultor (EAT-10). Es decir, el proceso de difusión de tecnologías “ha sido
desarrollado sin una metodología determinada”, y “las intervenciones [técnicas] han
correspondido prioritáriamente a la demanda de los agricultores”41. No obstante, esto no
significa la ausencia de principios rectores o la falta de claridad en los objetivos que
tienen los asesores en su propuesta metodológica. Para ellos, la clave está en “preparar
a los individuos para que puedan caminar solos”, o sea, “dar oportunidad a los
agricultores para que sean ellos los propios actores de su desarrollo” (EAT-8).
Finalmente, es oportuno señalar que la carencia de tecnologías ecológicas
probadas para el contexto agroecológico local viene siendo compensada por la
generación y validación de nuevos conocimientos, siempre con la participación de los
agricultores. En esta dinámica, los asesores aseguran el “diálogo franco y abierto con los
agricultores”, que “siempre supieron que están en un proceso [de transición], remando en
contra de un modelo de agricultura dominante que empuja a todos en una sola dirección”.
El compromiso de los agricultores con el desarrollo de la propuesta resultaría del hecho
de que ellos “saben que van en la dirección contraria y que no cuentan con el respaldo de
las instituciones de investigación, enseñanza y extensión rural” (EAT-8).
2.4. La AECIA o la agricultura ecológica como utopía social
La caracterización de los orígenes, desarrollo y evolución de la AECIA, así como los
análisis de las razones del proceso de cambio desde las tres dimensiones —tal como
hemos visto en el capítulo anterior—, nos permiten señalar algunas consideraciones
respecto a los rasgos esenciales de esta experiencia asociativa orientada a promover el
proceso de transición a un estilo ecológico de producción entre sus afiliados.
Primeramente, es preciso recordar el hecho de que la AECIA surge principalmente de la
movilización de jóvenes agricultores que tenían ya vínculos de interacción social
anteriores, a través de su participación en grupos ligados orgánicamente a la Comisión
Pastoral de la Juventud, coordinados por la Iglesia Católica. La propuesta emanada
desde los asesores del CAE Ipê de comenzar una agricultura con base ecológica, que
41 Cf. Bracagioli Neto (1993): Relatório de estudo ...; op. cit.
José A. Costabeber
330
posteriormente evoluciona para la creación de una asociación, encontraría un ambiente
social fértil, representado por jóvenes insertados en una dinámica de discusión y de
debates en la que las cuestiones ideológicas de naturaleza política y religiosa no estaban
ausentes.
La readecuación de la orientación productiva de las explotaciones seguiría una
lógica de diversificación de los productos destinados al mercado, incrementando la
producción de cultivos que se mostraban más prometedores desde el punto de vista de la
comercialización ecológica (hortalizas, frutas) y reduciendo gradualmente la importancia
económica de los cultivos demandadores de tierra (maíz, frijol) o que estaban basados en
el uso intensivo de agrotóxicos (manzanas). El tradicional cultivo de la vid sería
mantenido, pero dirigido sobre todo a la transformación de la uva en productos de mayor
valor añadido (zumo ecológico). Desde el punto de vista de la acción social colectiva, las
estrategias seguidas por la AECIA permitirían, de inmediato, que la producción ecológica
de los socios alcanzara mercados diferenciados y más rentables económicamente, sin
depender del intermediario de la comercialización. El éxito logrado a través de esta labor
daría como resultado la constitución de una cooperativa de agricultores ecológicos,
teniendo como base social los afiliados de la AECIA.
Respecto a las razones que determinan el proceso de cambio tecnológico y
organizativo, es necesario destacar que los socios de la AECIA presentan respuestas
muy homogéneas y bastante articuladas entre sí, vinculando en gran medida las
dimensiones económica, social y ecológica. No obstante, también aquí destacan las que
consideramos las dimensiones económica y social. Es decir, las respuestas que dan los
agricultores entrevistados para argumentar sobre sus decisiones de adoptar nuevas vías
tecnológicas y formas organizativas ponen de manifiesto la percepción de una crisis
socioeconómica de la pequeña unidad familiar de producción, crisis ésta que tendría sus
orígenes en el estancamiento económico de las familias, en la apropiación de la renta de
la agricultura por los intermediarios de la comercialización, en la pérdida de la salud a
causa de la utilización de agrotóxicos en la actividad agraria. A consecuencia de ello,
destacan la imposibilidad de permanencia del joven agricultor en la tierra y el inevitable
éxodo rural. En este contexto, estos agricultores asumen un discurso fuertemente
contrario a la utilización de agrotóxicos y fertilizantes químicos de origen industrial en la
producción agraria, como forma de recuperar la dignidad de la vida en el campo: “el
agrotóxico nos quita el lucro, nos enferma y no hace viable nuestra permanencia como
joven y como agricultor en la tierra”. En efecto, los socios de la AECIA se consideran
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
331
agricultores ecológicos, en la medida en que hoy día ya no estarían utilizando productos
de esta naturaleza en sus explotaciones.
Desde esta perspectiva, podría decirse, por una parte, que tanto la vía de la
ecologización, como la vía de la acción colectiva desarrolladas por la AECIA siguen una
lógica instrumental orientada, en primer lugar, a resolver sus problemas socioeconómicos
y garantizar la reproducción social de las familias de agricultores. La producción
ecológica y su inserción en mercados distintos y más rentables, así como el esquema de
venta directa al consumidor, les ha permitido afrontar y superar sus problemas más
básicos. De hecho, hay un cierto consenso entre los entrevistados de que la agricultura
ecológica les posibilitó la obtención no sólo de mejores niveles de salud, sino también de
mayores ingresos económicos para sus familias. Además, la ecologización y la acción
colectiva también aparecen vinculadas en sus aspectos instrumentales orientados al
mercado, una vez que, dicen ellos, “podemos ser agricultores ecológicos individualmente,
pero será una lástima vender una producción de mejor cualidad en el mercado
convencional” (EAE-12). Dicho de otra forma, “un pequeño agricultor, como somos
nosotros, no tendría condiciones de afrontar el mercado [ecológico] sin el soporte de un
grupo” (EAE-14).
Por otra parte, nos parece un reduccionismo limitar las razones del proceso de
cambio de los agricultores de la AECIA a una lógica de carácter meramente instrumental
dirigida a garantizar la reproducción social. En realidad, y esto parece ser el rasgo
distintivo de la AECIA, el discurso de los entrevistados también pone de manifiesto
elementos sustantivos e ideológicos, en los que destacan tanto la lucha por la
recuperación del status de ciudadanía, como la valorización de la vida en sus aspectos
éticos y morales, así como la necesidad de participación en la difusión de la ecología
como un proyecto social incluyente. En efecto, y con independencia de los aspectos
económicos, defienden la producción, el consumo y el suministro de productos sanos
como un acto de ciudadanía, de generación de vida. Quién produce o quien adquiere
productos ecológicos es un ciudadano y está generando vida.
Los agricultores de la AECIA se proclaman ecologistas en un tono militante, ya que
su proyecto también incluye el apoyo y la solidaridad a otros grupos y agricultores que se
decidan por la causa agroecológica: “La agricultura ecológica no puede ser una cosa
cerrada en sí misma; ella debe tener una preocupación con lo político, con lo social, con
lo cultural; debe estar ligada a los movimientos populares, a la lucha por la reforma
José A. Costabeber
332
agraria y por políticas agrícolas. No es porque estoy teniendo éxito económico con mi
producción de uvas que voy a permitir que los demás viticultores vayan mal. Hemos de
participar en la comunidad, en las luchas populares, en las organizaciones de todos los
agricultores. No podemos cerrarnos en lo ecológico en sí mismo y olvidarnos del mundo
que nos rodea (...). Está en el Evangelio. No vamos a recibir ahora, pero un día vamos a
recibir; vamos a comenzar a recibir ahora, no vamos a recibir todo, pero un día seremos
recompensados (...). Creemos que de alguna forma obtendremos los frutos de nuestro
trabajo” (EAE-9). Podría decirse, pues, que la convergencia de intereses de sus
miembros respecto a su papel en la difusión de la agricultura ecológica como proyecto
alternativo confiere a la acción colectiva desarrollada por la AECIA algunas
características de movimiento social que le aleja de la acción instrumental más típica de
las organizaciones con finalidades económicas.
3. La “Associação dos Produtores Ecologistas da Linha Pereira Lima”
Aunque a efectos metodológicos más formales hemos elegido la Asociación de los
Productores Ecologistas de la Linha Pereira Lima (APEMA) como caso de estudio en el
municipio de Ipê, es conveniente destacar que la caracterización de esta experiencia
asociativa tendrá como telón de fondo un contexto social más amplio, en el cual se
incluyen otras cinco asociaciones de agricultores ecológicos que se formaron tras la
creación de la APEMA. En realidad, Ipê es el municipio que cuenta actualmente con el
mayor número de organizaciones de esta naturaleza, en Rio Grande do Sul. Ello puede
ser atribuido, en buena medida, al trabajo de sensibilización y asesoramiento llevado a
cabo conjuntamente por técnicos del CAE Ipê y extensionistas de la oficina local de
EMATER/RS, desde el comienzo de la década de 1990.
Merece la pena recordar, tal como hemos dicho en el Capítulo I, que, en un primer
momento, realizamos entrevistas con afiliados y dirigentes de cada una de las
Asociaciones existentes en Ipê, y, en un segundo momento, concentramos nuestras
entrevistas con asociados de la más antigua de ellas, la APEMA. Dada la similitud de la
dinámica que dio origen a estas asociaciones, así como la homogeneidad de las
respuestas de los entrevistados, creemos razonable, pues, considerar la caracterización
que se realiza a continuación como representativa no sólo de la APEMA, sino también de
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
333
todas las seis asociaciones de agricultores ecológicos existentes en el municipio. En la
época de la realización de nuestra investigación empírica, estas asociaciones, en su
conjunto, agrupaban a más de 50 familias de pequeños agricultores que, en alguna
medida, estaban ya incorporadas a la producción y a la comercialización de productos
ecológicos.
3.1. Contexto de génesis y desarrollo
Como hemos indicado en el apartado anterior, si en el municipio de Antonio Prado
las experiencias asociativas con agricultura ecológica quedaban circunscritas a una sola
asociación —la AECIA—, esto no es lo que ocurrió en el vecino municipio de Ipê, donde
hubo una multiplicación de estas formas asociativas, especialmente a partir del inicio de
esta década. En realidad, la Asociación de los Productores Ecologistas de la Linha
Pereira Lima (APEMA) constituye la primera experiencia asociativa orientada a la
ecologización de las prácticas agrarias desarrollada en Ipê42. Tras su formación, en 1992,
otras cinco organizaciones de igual naturaleza surgirían en Ipê, dinamizando todavía más
el proceso de ecologización en algunos sectores de la agricultura familiar del municipio.
Hoy en día, Ipê es el municipio que posee el mayor número de Asociaciones de
Agricultores Ecológicos en Rio Grande do Sul, lo que le convierte en uno de los más
destacados puntos de referencia tanto para técnicos e investigadores, como para
agricultores e instituciones interesadas en el tema de la agricultura ecológica y del
asociacionismo orientado a la ecología.
El análisis de los principales acontecimientos que dieron como resultado la
formación de estas asociaciones muestra que, en una primera fase, hubo una notable
influencia de la AECIA, en cuanto experiencia asociativa desarrollada en el vecino
42 Con una superficie total de 742 km2, el municipio de Ipê pertenece a la “Microrregião Geográfica de Vacaria”, y está situado en un área de transición entre la “Encosta Superior do Nordeste” y los “Campos de Cima da Serra”, a una altitud media de 750 metros y distante 190 km de la capital del estado, Porto Alegre. Esta zona fue ocupada, inicialmente, por portugueses, que se dedicarían a la producción ganadera extensiva en áreas de “campo”. Posteriormente, a partir de la última década del siglo XIX, llegarían las familias de italianos para poblar las áreas de “sierra”, donde iniciarían una actividad agraria más diversificada en base a pequeñas unidades familiares de producción, las llamadas “colonias”. En realidad, la ocupación del actual municipio de Ipê por familias italianas se trató más bien de una corriente de migración interna, formada por colonos procedentes de la Colonia Antonio Prado. Cf. Bracagioli Neto, (1993): Relatório de estudo ...; op. cit.
José A. Costabeber
334
municipio de Antonio Prado desde el final de la década de los ochenta. En una segunda
fase, sin embargo, serían los propios resultados alcanzados por las primeras
experiencias asociativas los que estimularían la formación y el desarrollo de nuevos
grupos de agricultores ecológicos en el municipio de Ipê.
Merece la pena señalar que Ipê obtuvo su independencia político-administrativa
muy recientemente, en diciembre de 1987, contando con su primera administración
municipal a partir de enero de 198943. La instalación de una oficina de la EMATER/RS en
el municipio, en 1990, presentaba algunas particularidades y características propias
respecto a la orientación tecnológica adoptada por los extensionistas en su labor de
apoyo al desarrollo socioeconómico de las familias y comunidades rurales. En efecto, por
recomendación del poder ejecutivo municipal, los técnicos de la oficina local de la
EMATER/RS debían identificarse con la propuesta de agricultura ecológica, a fin de
fortalecer el trabajo comenzado desde hacía algunos años por el CAE Ipê. Así, los
extensionistas designados para trabajar en Ipê tenían ya alguna experiencia o, por lo
menos, el ánimo y la disposición para apoyar la agricultura con base ecológica como
opción tecnológica y política de desarrollo agrícola municipal (EAT-9).
En el caso de Ipê, y de manera similar a la situación observada en Antonio Prado,
la cuestión de los impactos de los agrotóxicos sobre la salud de la población rural
constituía una de las razones para hacer avanzar la propuesta de implementación de la
agricultura ecológica en el municipio. Además, el modelo tecnológico alternativo
propuesto tenía como objetivo no sólo mitigar los efectos dañinos de la agricultura
moderna —considerada altamente consumidora de inputs químicos y agresiva al medio
ambiente—, sino reducir la dependencia económica de los agricultores respecto a los
suministradores de insumos industriales. El diagnóstico efectuado por los técnicos se
completaba con la observación de que era también necesario organizar nuevos canales y
formas de comercialización de la producción.
Esta orientación general de implementar un estilo de agricultura que redujera el uso
de insumos químicos y que aumentase el grado de autonomía y el nivel de calidad de
vida de las familias de pequeños agricultores del municipio no debe enmascarar, sin
embargo, el hecho de que, en Ipê, todavía persistían “áreas muy atrasadas en términos
43 En 1991, la población total del municipio alcanzaba los 5.718 habitantes, de los cuales 1.816 (un 31,8%) vivían en el medio urbano y 3.902 (un 68,2%) vivían en el medio rural (Cf. FIBGE, 1994).
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
335
tecnológicos”, donde los avances del modelo de la Revolución Verde habían sido
mínimos comparados con los observados en otras zonas agrícolas de la región e, incluso,
del propio municipio. Por esta razón, señala uno de los asesores técnicos entrevistados,
“aquí en Ipê había y hay casos de agricultores que, de hecho, se están intoxicando por el
uso de agrotóxicos, pero también existen situaciones en las que los agricultores nunca
utilizaron insumos químicos en sus cultivos” (EAT-7).
De lo expuesto hasta aquí es importante retener que, para los técnicos involucrados
en el proyecto de producción ecológica, la crisis enfrentada por la agricultura familiar en
el municipio no se limitaba meramente a una cuestión ecológica o medioambiental, sino
más bien representaba la falta de alternativas concretas que pudieran diversificar las
rentas agrarias y aumentar el nivel de ingresos monetarios de estas familias. En realidad,
para muchas de las familias de agricultores ya no era posible permanecer en la actividad
agraria sobre la base de la explotación de los cultivos y productos tradicionales hasta
entonces predominantes en la zona.
Sin embargo, las alternativas percibidas por los técnicos como capaces de
contribuir a la superación del estancamiento socioeconómico no debían basarse en la
intensificación tecnológica vía modelo agroquímico convencional, sino, todo lo contrario,
en la búsqueda de un modelo técnico distinto, capaz de mejorar la calidad de vida y
ampliar los ingresos y las oportunidades de permanencia de estas familias en el medio
rural. Esta estrategia parece ser coherente con la afirmación de un asesor técnico, para
quién las preocupaciones esenciales que justifican el desarrollo de la agricultura
ecológica en el municipio de Ipê “eran, y siguen siendo, la supervivencia del agricultor y
su familia“ (EAT-7).
El inicio de la divulgación y discusión de la “propuesta ecológica” en el ámbito
municipal seguiría una dinámica similar a la observada en el caso de Antonio Prado,
donde había surgido la pionera AECIA. Por supuesto, la sensibilización de las
comunidades rurales respecto a los daños causados por los agrotóxicos sobre la salud de
las personas y sobre la calidad de los alimentos y del medio ambiente era parte de las
estrategias de divulgación adoptadas por los extensionistas. Sin embargo, había
diferencias importantes respecto a la experiencia que se realizaba en Antonio Prado. Una
de ellas era que, en Ipê, el proyecto de la agricultura ecológica estaba apoyado no sólo
por técnicos del CAE Ipê, sino también por extensionistas de la oficina de la
José A. Costabeber
336
EMATER/RS44. Otra diferencia se refiere a las estrategias utilizadas para favorecer la
constitución de diversos grupos de agricultores, teniendo en cuenta tanto las capacidades
de identificación y articulación de intereses de las propias comunidades rurales, como las
potencialidades y limitaciones productivas de los distintos ecosistemas existentes en la
zona.
En realidad, pronto aparecerían unos pocos agricultores motivados para desarrollar
la producción ecológica. Estos agricultores poseían ya alguna experiencia en el cultivo de
hortalizas con fines comerciales, pero teniendo como modelo tecnológico de referencia la
agricultura convencional. Su historia mostraba un gran desencanto y una enorme
frustración respecto al proceso de comercialización de sus cosechas: con independencia
de la calidad de la producción, “los intermediarios despreciaban el producto y fijaban el
precio —siempre a niveles mínimos—, así como exigían la utilización sistemática de
insumos químicos, como forma de garantizar la obtención de aspectos visuales
adecuados para atraer la atención de los consumidores” (EAE-26).
La búsqueda de alternativas para superar éstos y otros problemas les llevaría a
procurar el apoyo y la orientación de técnicos del CAE Ipê y de la oficina de la
EMATER/RS. La opción por una agricultura con base ecológica y la necesidad de iniciar
un trabajo asociativo con sus vecinos estaban en el centro de sus planes y expectativas,
inspirados y animados, en gran medida, por los razonables resultados que venían siendo
obtenidos por los agricultores ecológicos de la AECIA. Como señaló uno de los
agricultores pioneros en adoptar la agricultura ecológica —y que más tarde apoyaría la
formación y asumiría el liderazgo de la APEMA—, “[él] sabía que la AECIA estaba
funcionando [con éxito], ya [se] había fijado en este hecho desde hacía tiempo, lo cual [le]
llevó a informarse de cómo producir sin lanzar mano a los productos químicos”. Si los
socios de la AECIA consiguen producir sin agrotóxicos, dijo, “¿porque nosotros no lo
intentamos también?” (EAE-26). Las primeras experiencias mostrarían que era posible
producir sin el uso de agrotóxicos, quedando por resolver la cuestión del mercado.
Sin embargo, en el inicio de la experiencia no había agricultores en número
suficiente en la comunidad que estuviesen dispuestos a afrontar los retos que implicaba
44 Hay un consenso entre los técnicos entrevistados de ambas instituciones de que el trabajo articulado entre el CAE Ipê y la EMATER/RS local generó una dinámica altamente productiva, tanto desde el punto de vista de la orientación tecnológica adoptada, como del enfoque estratégico de intervención en las comunidades rurales.
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
337
el proyecto de producción ecológica, especialmente en lo que se refiere a la inserción en
el mercado. Como solución provisional, los pioneros iniciarían la comercialización de su
producción en las ferias de Porto Alegre, valiéndose de la estructura de la AECIA y
recibiendo total apoyo de sus miembros, como forma de mejor conocer la nueva dinámica
de producir y comercializar.
El paso siguiente sería la sensibilización y movilización de otros agricultores de la
comunidad, en aras de formar su propia asociación. Esto dependería, por supuesto, no
sólo de los resultados obtenidos por los primeros adoptadores, sino también de la
estrategia de intervención utilizada por los asesores técnicos. Según el extensionista que
actuaba en esta época, “cuando venían cinco o seis agricultores de una misma
comunidad a la oficina [de la EMATER] local para decir que tenían ganas de comenzar la
producción comercial de hortalizas —porque habían oído sobre su viabilidad— nosotros
estimulábamos su organización en grupos. Después, hacíamos una reunión en la
comunidad, ocasión en que les explicábamos nociones básicas sobre comercialización,
horticultura y agricultura ecológica. Manteníamos, en cierta medida, una asistencia
técnica convencional, pero siempre intentando formar grupos” (EAT-2).
Hay que destacar que, mediante esta estrategia, los extensionistas buscaban la
formación de asociaciones con carácter más comunitario y menos disperso en cuanto a la
distribución geográfica de sus socios. Intentaban, pues, compatibilizar la cuestión
ecológico-ambiental con los aspectos socio-geográficos del municipio, abriendo paso a
que las formas asociativas comenzasen su proceso de ecologización no necesariamente
a través de la introducción de la horticultura, sino también mediante la adopción de otras
actividades o prácticas agrarias que se mostrasen compatibles con los sistemas de
cultivo existentes y las circunstancias socioeconómicas de las familias, pero siempre
teniendo como punto de partida el grupo de vecinos y sus capacidades de identificación y
articulación de sus intereses colectivos. En cualquier caso, la condición fundamental para
implementar dicha estrategia era la existencia de mercados que permitiesen la
comercialización de la futura producción ecológica (EAT-2).
Como un primer resultado del proceso de discusión y articulación de intereses en el
ámbito de las comunidades rurales, un grupo de 12 agricultores formaría, en abril de
1992, la “Associação dos Produtores Ecologistas da Linha Pereira Lima” (APEMA), que
vendría a constituirse en la primera organización de agricultores para la producción
ecológica del municipio de Ipê. Un año más tarde, a 10 de mayo de 1993, la APEMA
José A. Costabeber
338
daría otro paso en cuanto actor colectivo, transformándose en Asociación con carácter
jurídico formal.
Las estrategias de intervención que dieron origen a la APEMA se mostrarían útiles
en otras comunidades, dando como resultado la aparición de nuevas asociaciones de
agricultores ecológicos. En efecto, en el momento de la realización de nuestra
investigación empírica en Ipê, existían, además de la APEMA, otras cinco
organizaciones: la “Associação dos Agricultores Ecologistas da Vila Segredo” (APEVS),
también fundada en 1992; la “Associação dos Agricultores Ecologistas de Santo Antão do
Abade” (APESAA), formada en 1993; la “Associação dos Agricultores Ecologistas da
Capela Santa Catarina” (APESC), creada en 1994; la “Associação dos Agricultores
Ecologistas da Capela São José” (APEJ), fundada en 1995; y la “Associação dos
Agricultores Ecologistas da Capela São João” (APESJ), formada en 199645.
Es importante recordar que los agricultores que se adhirieron a la propuesta de
ecologización de la agricultura, en su gran mayoría, no eran productores de hortalizas
con fines comerciales hasta el momento de formación de las asociaciones. La opción por
un nuevo estilo de agricultura les llevaría a realizar alteraciones en la orientación
productiva de sus explotaciones. Por una parte, trataron de incluir en su estrategia
productiva a cultivos hortícolas y frutales; y, por otra parte, redujeron la importancia
económica relativa de ciertos productos hasta entonces tradicionales en los sistemas de
producción vigentes. La opción por estrategias asociativas, que corría paralela al proceso
de ecologización, permitió la inserción de estos agricultores en nichos de mercado
existentes fuera del ámbito municipal.
Como se puede notar, el esquema de venta adoptado por las Asociaciones de
Agricultores Ecológicos de Ipê es comparable a la dinámica de comercialización iniciada
por la AECIA. Esencial en este proceso, según los asesores técnicos, es la posibilidad
que tienen los agricultores de vender sus productos directamente a los consumidores,
eliminando de esta manera la participación del intermediario en la cadena de
comercialización de la producción ecológica. Por supuesto, el mantenimiento de este
proceso de venta viene exigiendo —además de la planificación sistemática de las
45 También ya estaba constituida, informalmente, una séptima asociación de agricultores: la “Associação dos Pequenos Produtores Rurais da Capela São Francisco” (APAR). Además de dar continuidad a diversos proyectos de interés socio-económico que se vienen desarrollando en la comunidad, forma parte de los objetivos de los líderes de esta asociación incentivar la adopción de la agricultura ecológica entre sus miembros e ingresar en el mercado de productos ecológicos (EAE-33).
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
339
actividades productivas que se realizan a nivel de las explotaciones—, la adopción de un
esquema de escalonamiento de trabajo entre los miembros de cada asociación. Es
importante recordar que el proceso de comercialización directa exige, cada semana, el
transporte de la producción y el desplazamiento de miembros de cada una de las
asociaciones hasta la capital del estado.
Respecto al proyecto de producción ecológica, puede decirse que las familias
pertenecientes a las seis asociaciones existentes en Ipê están consiguiendo ofrecer al
mercado una producción relativamente diversificada. En efecto, la pauta de venta de
estas asociaciones presenta una gama de aproximadamente 50 diferentes productos
(hortalizas, frutas, granos y productos de agroindustrialización casera). Actualmente, la
comercialización de la producción es efectuada en nichos de mercado, especialmente en
las Ferias de los Agricultores Ecologistas —que se realizan bajo la coordinación de la
COOLMÉIA— y en los “Pontos de Oferta”, gestionados por la Secretaría Municipal de
Industria y Comercio de la Prefectura Municipal de Porto Alegre.
3.2. Base social y estructura organizativa
La Asociación de los Productores Ecologistas de la Linha Pereira Lima (APEMA) es
una sociedad civil, sin ánimo de lucro, con sede en Ipê. Conforme establecen sus
estatutos, la APEMA tiene por finalidad apoyar y promover, entre sus afiliados, la
organización global de las explotaciones y la racionalización de los factores de
producción; la mejora de los niveles de ingresos de los asociados y, por consiguiente, la
calidad de vida y el bienestar de sus familias; y la construcción de una agricultura
ecológicamente sana y socialmente justa46.
Para que esto pueda ser alcanzado, la APEMA posee, entre otros propósitos, los de
promocionar la formación y la capacitación de sus miembros —tanto en los aspectos
productivos, como en las cuestiones de comercialización de la producción— e
46 De las seis Asociaciones de Agricultores Ecológicos que estaban en actividad en la época de nuestra estancia en Ipê, tan sólo dos de ellas (la APEMA y la APEVS) poseían naturaleza jurídica legal-formal, funcionando las demás con carácter informal, o sea, sin tener estatutos sociales registrados en las instancias oficiales.
José A. Costabeber
340
intercambiar conocimientos y experiencias con otros grupos de agricultores en los
distintos sectores de su actuación. Además, se propone crear las condiciones para que
sus afiliados tengan acceso al crédito rural y a programas y servicios de apoyo
proporcionados por otras entidades. También forma parte de los objetivos de la APEMA
la representación de intereses de sus socios ante Consejos municipales y estaduales, así
como ante instituciones gubernamentales y empresas privadas. Y, no menos importante,
la APEMA considera necesaria “la concienciación de los asociados y no asociados sobre
los beneficios a ser alcanzados por el pequeño agricultor a través de la libre asociación
para la resolución de sus problemas comunes”.
Efectivamente, la base social de la APEMA, así como de las demás asociaciones
de agricultores ecológicos del municipio, está constituida por agricultores que trabajan en
régimen de economía familiar y que tienen en la agricultura su principal fuente de
ingresos. Estas familias poseen explotaciones con superficie media de 25 hectáreas —en
su mayor parte ubicadas en las zonas de sierra del municipio— y, de modo general,
todavía mantienen una razonable diversificación de sus actividades agrarias47. Entre
estas actividades, destacan —además de la producción orientada al mercado ecológico—
la producción de una serie de otros productos agrícolas (maíz, frijol, uva, manzana,
patata, hortalizas) y pecuarios (leche, pollos, cerdos, bovinos) destinados al auto-
consumo y, en menor medida, al mercado convencional. Además, algunas de las familias
producen pollos y/o tabaco en sistemas integrados con agroindustrias. Como
característica común a todas las 54 familias, se puede mencionar el hecho de que, hoy
por hoy, la producción ecológica de hortalizas, frutas, granos y productos de agroindustria
a pequeña escala constituye no sólo una destacada fuente de ingresos, sino también una
importante actividad desde el punto de vista de la ocupación de la mano de obra familiar.
En lo que respecta a la estructura organizativa, el órgano soberano de la APEMA es
la Asamblea General, que se reúne obligatoriamente por lo menos una vez al año para
discutir y deliberar sobre temas de naturaleza financiera y de gestión administrativa, y
una vez cada dos años para elegir, por votación secreta, la Directoria (compuesta por el
Presidente, Vicepresidente, Secretario y Tesorero) y la Comisión de Ética. Ésta Comisión
47 Grosso modo, las zonas de sierra del municipio—con topografía quebrada y afloramiento de rocas— todavía siguen siendo explotadas por familias de descendientes de italianos que se dedican al policultivo en pequeñas y medianas explotaciones. En las zonas de campo, a su vez, predominan principalmente familias de origen portuguesa que se dedican a la ganadería extensiva y a la fruticultura en medianas y grandes explotaciones.
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
341
—que también existe en todas las asociaciones de Ipê— ejerce un importante papel en la
fiscalización y orientación de los asociados respecto a su comportamiento en relación a
sus colegas y a los consumidores. En el centro de sus preocupaciones está la cuestión
de los agrotóxicos, ya que está claramente prohibida la utilización de insumos de esta
naturaleza en los cultivos destinados al mercado bajo la tutela de la Asociación.
Como último punto, merece la pena mencionar que el crecimiento cuantitativo de
las formas organizativas orientadas a la ecologización de la agricultura, así como el
gradual incremento de la complejidad de las estrategias de acción necesarias para el
buen desarrollo del trabajo, vienen estimulando a los agricultores ecológicos de Ipê a
buscar una mejor articulación y representación de sus intereses colectivos. Uno de los
resultados de ello fue la creación, a mediados de 1996, del Consejo de las Asociaciones
de Agricultores Ecologistas, cuyas atribuciones principales son: a) acompañar el trabajo
de los grupos ecológicos en el proceso de construcción de la explotación ecológica; b)
encaminar un proceso de discusión con el CAE Ipê, EMATER/RS y demás entidades, con
el objetivo de definir con mayor claridad la demanda de los grupos respecto a los
asesores, calificando y racionalizando el trabajo de acompañamiento técnico y
organizativo que se está realizando; c) ser una instancia política de representación de los
grupos ante sus aliados, actuando también en la búsqueda de nuevos compañeros; y d)
actuar en forma conjunta con la asesoría en cuanto instancia de discusión y
acompañamiento de nuevos grupos de agricultores ecológicos48.
En efecto, este Consejo constituye un importante paso cualitativo respecto al
proceso de ecologización y asociacionismo. Sus miembros se reunen cada 40 días y
representan las seis asociaciones existentes en Ipê (EAT-6). Con independencia de los
objetivos inicialmente planteados, lo cierto es que las reuniones del Consejo estarían no
sólo propiciando un espacio privilegiado para la discusión de temas de interés común de
las diversas asociaciones, sino también favoreciendo el intercambio de informaciones
entre ellas. Este intercambio, al salir del ámbito comunitario y abarcar las varias
asociaciones, estaría representando, por lo menos, un elemento impulsor de las
experiencias en curso.
48 La creación de éste Consejo fue una de las deliberaciones del II Encuentro de las Asociaciones de Agricultores Ecologistas, promovido por el CAE Ipê y AECIA, con el apoyo del Centro de Asesoría Multiprofesional, de la Oficina de la EMATER/RS de Ipê y de la Pastoral Rural de Antonio Prado. Cf. CAE Ipê (1996): Relatório do II Encontro das Associações de Agricultores Ecologistas. Ipê, 20 a 21 de mayo de 1996.
José A. Costabeber
342
3.3. Enfoque tecnológico y estratégico
Las experiencias asociativas orientadas a la implementación de una agricultura con
base ecológica que surgen en el municipio de Ipê, a partir del comienzo de la presente
década, están insertas en la misma concepción de desarrollo defendida y aplicada por el
CAE Ipê para el caso de la experiencia de la AECIA, ya narrado en el apartado anterior.
Es decir, la situación de deterioro socioeconómico y ambiental enfrentada por algunos
sectores de la agricultura familiar debería ser contrarrestada por una nueva orientación
tecnológica y organizativa, de modo a hacer viable la utilización racional de los recursos
naturales disponibles en el ecosistema. Además, el proceso de cambio técnico debería
ser acompañado por una nueva metodología de intervención, capacitando a los
agricultores y sus familias para ser sujetos de su proceso de desarrollo económico y
social.
Es necesario recordar que las experiencias conducidas en Ipê han contado con el
apoyo no sólo de técnicos del CAE Ipê, sino también de extensionistas de la
EMATER/RS local. La labor interinstitucional ha favorecido, en gran medida, la expansión
del proyecto de agricultura ecológica, así como el perfeccionamiento de la propuesta
técnica y metodológica de intervención. En este contexto, hay que destacar que, si bien
pueden haber determinadas diferencias entre los enfoques de intervención adoptados por
los técnicos de las dos entidades, lo cierto es que no se perciben en sus discursos algo
que se pudiera considerar como divergente o conflictivo en el seno de la propuesta más
amplia, o algo que se pudiera considerar como un escollo al seguimiento del trabajo
interinstitucional, por lo menos en el ámbito local. En realidad, lo que se percibe —y esto
parece ser de fundamental importancia— es una substancial convergencia en los
supuestos básicos de intervención técnica y organizativa en por lo menos tres cuestiones
esenciales.
Primero, el proceso de intervención técnica en las comunidades debe considerar las
potencialidades y limitaciones del ecosistema en cuanto fuente de recursos y energía. El
manejo racional del ecosistema constituye una condición básica para alcanzar mayores
niveles de sustentabilidad agraria. Segundo, los agricultores son considerados como
actores relevantes del proceso de desarrollo y, por lo tanto, en condiciones de participar
tanto en la definición de sus opciones presentes y futuras, como en la generación,
validación y difusión de conocimientos y experiencias orientadas a la construcción de una
agricultura ecológicamente sana y socialmente justa. Y, tercero, tanto los técnicos del
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
343
CAE Ipê como los extensionistas de la EMATER/RS defienden la necesidad de apoyar y
consolidar formas de autogestión en las comunidades rurales, como un mecanismo
capaz de proporcionar a los agricultores y sus familias un mayor grado de autonomía
respecto a los agentes sociales que interfieren en el proceso de producción agraria e
intentan apropiarse de la renta generada por la agricultura. La reducción de la
dependencia de los agricultores sería válida incluso en relación a los propios asesores
que trabajan en el proyecto49.
Asimismo, las experiencias que se desenvuelven en Ipê también están asentadas
—de modo similar al observado en la AECIA— en tres líneas básicas de acción, como
soporte del proceso de transición: la comercialización directa, la agroindustrialización y el
asociacionismo. La agricultura ecológica, articulada mediante estas líneas básicas,
implicaría una posibilidad real y concreta para que el agricultor sea reconocido no más
como un productor anónimo de mercancías, sino más bien como un ciudadano con cara y
nombre, o sea, con una identidad (la del agricultor ecologista), que produce alimentos
sanos y conocimientos relevantes para toda la sociedad.
Como hemos dicho en otra parte, los asesores del CAE Ipê no reivindican una
escuela propia de agricultura ecológica y ni tampoco definen de manera inflexible en qué
corriente o estilo de agricultura encuadran su concepción tecnológica. Estas ideas son
compartidas también por los extensionistas de la oficina de la EMATER/RS, que se dicen
abiertos y dispuestos a recibir y aprender de las enseñanzas de toda y cualquier corriente
de agricultura alternativa, desde que se presenten en condiciones de ser adaptadas y
aplicadas de manera coherente con sus convicciones técnicas. Estos técnicos también
adoptan la Teoría de la Trofobiosis como marco de referencia y consideran el adecuado
manejo del suelo como esencial en su concepción tecnológica. El enfoque agroecológico
es recibido con simpatía (EAT-6), dada su capacidad para integrar conceptos, principios y
conocimientos de diversas disciplinas científicas.
Los asesores técnicos reconocen, por un lado, que los resultados hasta ahora
obtenidos en las experiencias asociativas de Ipê todavía siguen lejos de lo que esperan
alcanzar en el medio y largo plazos. Esencial, para ellos, es tener la claridad de que los
agricultores están experimentando un proceso de transición y que, por lo tanto, todavía
49 “Nuestra política de actuación es la de que el agricultor dependa cada vez menos de nosotros en cuanto técnicos. Esta siempre fue nuestra propuesta. Queremos ser un orientador, un compañero de trabajo, pero no queremos que los agricultores dependan de nosotros” (EAT-7).
José A. Costabeber
344
no hay respuestas acabadas o definitivas. La meta era, y sigue siendo, sin embargo,
alcanzar la “propiedad 100% ecológica”50, lo que supone aún vencer importantes retos.
Por otro lado, los asesores ponen énfasis en el hecho de que las familias que optaron por
participar en el proyecto de agricultura con base ecológica estarían recibiendo ya
importantes frutos de su labor y dedicación (EAT-6). Éstos incluyen, por ejemplo, la
mayor autonomía respecto al proceso productivo, la mejor calidad de vida y el mayor
nivel de ingresos de estas familias. La reducción en el uso de inputs químicos de origen
industrial que se viene observando en las distintas experiencias, así como la preparación
de los agricultores para que comprendan y dominen los principios ecológicos en sus
prácticas cotidianas, son percibidas por los asesores como un importante paso que se
está dando hacia una agricultura que pueda considerarse verdaderamente sostenible.
3.4 La experiencia de Ipê o una vía hacia la modernización ecológica
Siguiendo nuestra propuesta de caracterizar y analizar el proceso de génesis y
desarrollo de experiencias asociativas en Ipê —y teniendo como material de apoyo los
análisis ya efectuados en el capítulo anterior—, se hace conveniente poner énfasis en
determinados aspectos que nos ayuden a complementar la caracterización no sólo de la
APEMA, sino también de las demás asociaciones existentes en el municipio. Esperamos
con ello señalar algunos rasgos esenciales de estas experiencias orientadas a apoyar el
proceso de transición agroecológica entre las más de cincuenta familias que forman parte
del proyecto. Antes de todo, merece la pena señalar que en Ipê estaría ocurriendo, en
cierta medida, una “expansión horizontal” del proceso de transición agroecológica,
expansión ésta que se caracteriza por el surgimiento de diversas asociaciones con
carácter local y a pequeña escala, dando oportunidad a que las familias articulen sus
intereses y expectativas, y fortaleciendo, al mismo tiempo, determinados vínculos de
comunidad anteriores al comienzo del proyecto. Desde esta perspectiva, no se puede
perder de vista que el trabajo de dinamización de grupos tuvo sus comienzos en un
contexto de integración interinstitucional bastante favorable, en la medida en que diversas
50 En la explotación 100% ecológica, “todos los cultivos agrícolas y la producción animal no dependen de agrotóxicos y productos químicos”. Cf. Centro de Agricultura Ecológica Ipê (1997): O que é ser agricultor ecologista. Ipê: CAE Ipê (Material técnico de divulgación); p. 23.
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
345
entidades locales —Prefectura Municipal, CAE Ipê y EMATER/RS— dieron importantes
apoyos al desarrollo de la propuesta. Tal vez por esta convergencia de intereses y, por
supuesto, por las razones que tenían los propios sujetos del proceso de cambio, Ipê se
ha convertido en el municipio con mayor número de formas asociativas orientadas a la
agricultura ecológica en Rio Grande do Sul.
La experiencia de Ipê es llamativa por una cuestión. Según dicen los propios
agricultores —y ello es compartido también por los asesores técnicos—, el proceso de
modernización agraria en Ipê fue muy parcial e incipiente, comparado con el observado
en otros municipios de la región. Por ello, la quimificación y la mecanización de la
agricultura se manifestaron desde hace pocos años y alcanzaron niveles poco
apreciables. Quizás por ello muchos de los entrevistados afirman que “nuestras familias
apenas utilizaban abonos químicos y agrotóxicos”. En realidad, “el uso de agrotóxicos no
constituía un problema serio” (EAE-23), si bien algunos de los actuales socios estaban ya
implicados —y todavía continúan— en algunos cultivos demandadores de productos
químicos a gran escala —por ejemplo, los manzanos— antes de iniciar la labor con
agricultura ecológica. El mayor problema que afrontaban los agricultores era más bien el
agotamiento de los cultivos tradicionales como generadores de rentas compatibles con
las necesidades de las familias. Una alternativa para intentar superar la crisis surge en el
momento en que muchos de los agricultores “necesitábamos agarrarnos a alguna cosa
para continuar viviendo en la colonia”. La agricultura ecológica representó, pues, “una
alternativa de trabajo y vida diferentes” (EAE-27), en un contexto en el que la agricultura
convencional se presentaba poco desarrollada.
Efectivamente, es necesario destacar que el proceso de transición asumiría algunas
características muy particulares en Ipê. En un primer momento, acontecen alteraciones
en la orientación productiva de la gran mayoría de las explotaciones, en la medida en que
se incluyen los cultivos hortícolas con finalidad comercial como actividad prioritaria, si
bien los agricultores no abandonan sus cultivos tradicionales hasta un segundo momento,
en el que también pasan a ser ecologizados. La inclusión de las hortalizas a escala
comercial no representó, pues, precisamente una transición del modelo químico al
modelo ecológico, sino más bien el inicio de una nueva actividad en base a principios
ecológicos, adaptándose así la orientación produtiva a las posibilidades de inserción en
los mercados ecológicos existentes.
José A. Costabeber
346
Desde esta perspectiva, y sin perjuicio de los valores sustantivos y de las
preocupaciones con la cuestión medioambiental —que también se manifiestan en el
discurso de los agricultores que participan de la experiencia de Ipê—, no se puede olvidar
la gran influencia que tuvo la expectativa respecto a las posibilidades de ganancias
económicas en el mercado de productos ecológicos. Además de estimular la adhesión a
la agricultura ecológica, el mercado parece aún estar condicionando incluso la propia
continuidad del proceso de transición, una vez que, “si la feria acabase hoy —dijo uno de
los afiliados—, tal vez muchos de nosotros tendríamos que abandonar la agricultura
ecológica” (EAE-23). Es una cuestión que depende también del propio trabajo asociativo,
en la medida en que si no existiera la asociación, “¿donde y cómo íbamos a vender
nuestros productos ecológicos?” (EAE-28).
De lo expuesto hasta aquí, lo que hay que retener es que para muchos de los
agricultores implicados en el proyecto Ipê —que hasta ahora apenas tuvieron
oportunidades o condiciones económicas para tomar parte del proceso de modernización
agraria estimulado desde el Estado— la adhesión al nuevo estilo de producción estaría
significando, precisamente, una nueva forma de modernización, que también
representaría la posibilidad de mejorar las condiciones de renta y de bienestar, una vez
que, “hasta hoy, no hemos ganado mucho, si bien todo lo que hemos conseguido se debe
a la agricultura ecológica” (EAE-27). Quizás por ello no sea exagerado sugerir que la
experiencia de Ipê constituye una modernización tardía, aunque ecológica, donde los
sujetos del proceso esperan una respuesta no sólo de quienes consumen los productos
sanos, sino más bien del propio Estado, de manera que, mediante políticas públicas
adecuadas a su contexto socioeconómico, puedan llevar adelante su proyecto de
modernización ecológica. En síntesis, y dicho en las palabras de aquéllos que están
apostando por los cambios y creyendo en la agricultura ecológica como un proyecto
moderno y sostenible, “nuestras expectativas son las de que en el futuro tengamos más
consumidores concientes y que el sector político apoye nuestra labor (...), de manera que
podamos realmente producir más [dimensión económica], con menos trabajo [dimensión
social] y sin agredir a la naturaleza [dimensión medioambiental]” (EAE-23).
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
347
4. La “Associação dos Citricultores Ecológicos do Vale do Caí”
Entre las cuatro organizaciones de agricultores con orientación ecológica que
hemos elegido como “casos de estudio” para nuestra investigación empírica, la
Asociación de los Citricultores Ecológicos del Valle del Caí (ECOCITRUS) es la de
formación más reciente, habiendo iniciado su trayectoria a partir de finales de 1994. La
ECOCITRUS tiene su sede en Campo do Meio, municipio de Montenegro51, situado a una
distancia de 60 km de la capital del estado de Rio Grande do Sul. Su actual cuadro social
reúne citricultores de distintos municipios de la región (Barão, Harmonia, Montenegro y
Parecí Novo)52.
4.1. Contexto de génesis y desarrollo
A ejemplo de las asociaciones antes analizadas, esta organización de agricultores
ecológicos no está desprovista de historia y, para su consolidación como actor colectivo,
también ha recibido importantes influencias externas. Sus orígenes se sitúan a mediados
de la década de 1980, gracias al pionerismo de algunos agricultores y técnicos en la labor
de buscar nuevas opciones tecnológicas y organizativas para los citricultores de la región.
La ECOCITRUS sería la resultante de una serie de debates, reuniones de trabajo, cursos
y viajes de individuos que, motivados por un mensaje ecológico y de preservación
51 El municipio de Montenegro, políticamente emancipado a 05.05.1873, está situado en una zona de transición entre la “Depressão Central” y la “Encosta Inferior do Nordeste”, a una altitud de 34 metros acima del nivel del mar. Junto a otros 20 municipios de la región, integra la “Microrregião Geográfica de Montenegro”. Su superficie actual es de 457 km2. La formación étnica de su población ha recibido importante influencia de inmigrantes alemanes, que se instalaron en la región a partir de 1855. Conforme datos del FIBGE, la población total del municipio, en 1991, era de 49.099 habitantes, siendo 36.917 (un 75,2%) residentes en el medio urbano y 12.182 (un 24,8%) residentes en el medio rural (Cf. FIBGE, 1994).
52 La producción de frutas cítricas en pequeñas y medianas explotaciones constituye una importante característica de la agricultura de varios municipios que pertenecen al llamado Valle del Caí, si bien el sector agrario se presenta relativamente diversificado en el ámbito de estos municipios. Montenegro, sede de la ECOCITRUS, por ejemplo, tiene su matriz productiva en base a los a) Cultivos permanentes: acacia negra (9.568 hectáreas), eucalipto (3.100 hectáreas), bergamota (3.500 hectáreas), naranja (1.700 hectáreas), limón (300 hectáreas); b) Cultivos temporarios: maíz (1.500 hectáreas), yuca (1.600 hectáreas), caña de azúcar (688 hectáreas), arroz irrigado (320 hectáreas) y sandía (350 hectáreas); y la c) Producción ganadera: bovinos para carne y leche, pollos, huevos y miel. El municipio produce también 17 millones de mudas de eucalipto y acacia negra, y 250 mil mudas de frutícolas cítricas, anualmente.
José A. Costabeber
348
medioambiental, deciden abrazar una línea extremamente novedosa en términos de
producción agraria en la región donde estaban ubicados: la citricultura ecológica.
Efectivamente, se pueden situar los antecedentes de la actual ECOCITRUS en la
fecha del 24 de mayo de 1986, cuando se formó la “Associação dos Citricultores
Harmonia” (HARMONICITRUS), una entidad que pretendía representar y apoyar la
organización y el desarrollo socioeconómico de los citricultores de la región del Valle del
Caí53. Aunque durante sus primeros años de actividad no ejerció ninguna labor que se
pudiera identificar como de naturaleza ecológica, la situación empezaría a cambiar a
partir de 1989, cuando extensionistas de la EMATER/RS se implicarían más directamente
en el asesoramiento técnico a la HARMONICITRUS y sus afiliados.
En realidad, estos asesores comenzarían su labor elaborando un diagnóstico sobre
las condiciones tecnológicas de la producción de cítricos (manejo del suelo, fertilización,
fitosanidad, variedades) e identificando, al mismo tiempo, sus eventuales problemas y
posibles soluciones. A consecuencia de ello, pronto se iniciaría la instalación de unidades
demostrativas, donde se preconizaban algunos cambios en las formas de manejo del
suelo comúnmente utilizadas por los agricultores en la zona. Como un primer e incipiente
paso en dirección al enfoque ecológico de las prácticas agrarias, las alternativas técnicas
propuestas incluían, por ejemplo, la reducción del uso de máquinas, una fertilización
química más racional y la conservación de los suelos, con el objetivo inicial de aumentar
la eficiencia económica y evitar la degradación del suelo, que iba en aumento (EAT-5).
Más tarde, en 1990, como parte de un convenio de cooperación técnica entre la
República Federal de Alemania y el Gobierno Brasileño, el estado de Rio Grande do Sul
pasaría a beneficiarse del Proyecto PRORENDA Agricultura Familiar, mediante la
colaboración entre la Secretaría de Agricultura y Abastecimiento del Gobierno del Estado
y la GTZ54, teniendo, además, la participación de la EMATER/RS como entidad ejecutora
de la asistencia técnica a los agricultores. El proyecto sería llevado a cabo en tres
distintas regiones agrarias del estado, siendo una de las elegidas la región productora de
53 La HARMONICITRUS posee su sede en el municipio de Harmonía y tiene actuación en el ámbito estadual. Para afiliarse a ella, se exige la condición de ser citricultor, con independencia de la región donde posea la explotación. Entre sus objetivos, se pueden destacar la promoción de asistencia técnica más intensa a los agricultores organizados; la organización de los agricultores para la compra de insumos y venta de la producción; la negociación de precios de las frutas con industrias y comerciantes; la creación de condiciones para la permanencia de los agricultores, especialmente los jóvenes, en el campo.
54 Deutsche Gesellschaft für Technische Zusammenarbeit.
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
349
cítricos, justo donde actuaba ya la HARMONICITRUS, una entidad representativa de los
citricultores y que pasaría a integrar y coparticipar del desarrollo del proyecto
PRORENDA.
En la base de las acciones de la HARMONICITRUS/PRORENDA, estarían la
formación y la dinamización de grupos de agricultores, contribuyendo así para la
continuidad de los trabajos ya iniciados que apoyaban el asociacionismo entre los
citricultores de la zona. Teniendo como uno de sus puntos fuertes el apoyo metodológico
para la dinámica de grupo, sus instructores pondrían énfasis en tres palabras clave: la
capacitación, la organización y la responsabilización, como forma de apoyar el
asociacionismo y generar mecanismos de autogestión en las comunidades. Además, el
proyecto daría paso a la ampliación de los espacios para la discusión de temas de
naturaleza ecológica y medioambiental ligados a la agricultura (EAE-19).
De hecho, como nos dijo uno de los asesores entrevistados (EAT-5), el segundo
paso, y el más importante, para afrontar la cuestión ecológica fue dado tras la instalación
del proyecto PRORENDA en la región. A partir de ello, se buscaron conocer experiencias
que se realizaban en otras regiones del estado —especialmente aquellas que
involucraban el asociacionismo y el trabajo con grupos organizados de agricultores—, y
ampliar el conocimiento sobre las opciones tecnológicas existentes. Ello permitió que, en
los primeros años de la década de 1990, algunos agricultores vinculados al PRORENDA
tuviesen la oportunidad de visitar los trabajos asociativos orientados hacia la agricultura
ecológica que se desarrollaban en la región de Ipê, bajo el liderazgo del CAE Ipê55.
Siguiendo la estrategia de despertar en los agricultores el interés por la cuestión
ecológica y de ampliar las informaciones de naturaleza tecnológica, EMATER/RS y
HARMONICITRUS promoverían, en 1992, la realización de un Curso sobre
Vermicompost, del cual participarían 64 citricultores vinculados a los grupos organizados
del PRORENDA. Como nos han dicho algunos de nuestros entrevistados, este curso ha
tenido una significación importante para todos aquellos agricultores que venían pensando
en cambiar sus sistemas de producción, dado que proporcionó una oportunidad para
55 En realidad, durante los últimos años el proyecto ha apoyado la participación de agricultores en diversos cursos y viajes sobre el tema del asociacionismo y de la agricultura ecológica, estimulando el intercambio de experiencias y la capacitación de estos agricultores. El Centro de Agricultura Ecológica Ipê (CAE Ipê) —dados los significativos resultados de su labor con diversas organizaciones de agricultores ecológicos en la región serrana de Rio Grande do Sul— ha constituido un destacado punto de referencia para los dirigentes del proyecto y citricultores del Valle del Caí.
José A. Costabeber
350
reflexionar sobre alternativas tecnológicas menos agresivas con el medio ambiente. A
partir de ello, se constituyó informalmente un grupo de individuos con interés en dar un
paso adelante en dirección a la citricultura ecológica.
En esta época, la Asociación de los Apicultores de Montenegro (APIMONT) poseía
en su cuadro asociativo algunos defensores de la adopción de técnicas de naturaleza
ecológica en la actividad agraria, como manera de hacer viable una “agricultura
regenerativa” que permitiera la producción de alimentos más sanos y el mantenimiento de
la capacidad productiva de los agroecosistemas sin la utilización de pesticidas. Estas
ideas también permitirían, más tarde, una confluencia de intereses entre socios de la
APIMONT y miembros del embrionario grupo de agricultores vinculados al PRORENDA
que discutía la viabilidad de iniciar un proyecto de citricultura ecológica. De hecho, uno de
los líderes de los apicultores, que era también citricultor, pasaría a tomar parte del selecto
grupo de citricultores identificados con la propuesta de una agricultura con base
ecológica, trayendo nuevas informaciones y dinamizando todavía más las discusiones
sobre el proyecto existente.
De lo expuesto hasta aquí, es importante retener que, si hasta el final de la década
de 1980 apenas había señal alguna que indicara la ecologización de las prácticas
agrarias en la región citricultora, los años siguientes marcarían, como vimos, el
surgimiento de debates y acciones que vinculaban el tema del asociacionismo y la
posibilidad de buscarse opciones tecnológicas distintas de las preconizadas por el
modelo convencional y que pudiesen, además, dispensar el uso de pesticidas químicos.
Para ello fue decisiva la contribución de los asesores técnicos de la Extensión Rural
oficial, en su papel de orientar sobre la cuestión ecológica y medioambiental en el
contexto agrario: “Nosotros siempre transmitimos conocimientos en el área ecológica.
Empezamos trayendo mensajes y ejemplos de trabajos asociativos que vinculaban la
comercialización de productos y la producción agraria sin la utilización de agrotóxicos.
Intentamos despertar a la gente, llevando, enseñando y charlando”56.
56 Durante esta trayectoria, no sólo los extensionistas de la EMATER/RS estarían implicados en la difusión del tema medioambiental, sino también técnicos vinculados a otras instituciones, como la Fundación Gaia y el Centro de Agricultura Ecológica. Sin embargo, no menos importante fue el papel desarrollado por algunos asesores del Proyecto PRORENDA: “Este proyecto fue importante en esta cuestión porque permitió que los agricultores viajasen y conociesen experiencias ecológicas en otros sitios. Como algunos de los asesores de la GTZ que vinieron trabajar a la región eran ecologistas, intentaban provocar los hechos para que ellos sucediesen en la línea ecológica. Si hubiesen sido técnicos que no tuvieran nada a ver con la
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
351
En cualquier caso, tampoco se puede perder de vista que los temas de la ecología,
del medio ambiente y de la agricultura eran discutidos en un contexto marcado por un
importante avance en las experiencias asociativas de los agricultores. Como afirma uno
de los asesores del proyecto, los agricultores vinculados a los grupos PRORENDA y
asistidos técnicamente por los extensionistas de la Extensión Rural estaban siendo
preparados para la “autogestión”, para la toma de decisiones con independencia de la
palabra de agentes externos, incluso de los propios asesores (EAT-5).
Dadas estas condiciones y circunstancias, un grupo restringido de agricultores —
pero con mucha determinación respecto a sus planes y opciones futuras— pasaría a
discutir concretamente, en 1994, la idea de transformar su principal actividad económica,
la citricultura, en una actividad orientada por principios ecológicos que dispensara el uso
de los tradicionales insumos químicos de la agricultura moderna. En esta fase de los
debates, habría ya menor influencia de agentes externos y serían los propios agricultores
quienes establecerían sus estrategias para llevar adelante su proyecto en pro de la
citricultura ecológica.
En efecto, tras varias reuniones y encuentros, un grupo de veinte agricultores
fundaría, a 02.11.1994, la “Associação dos Citricultores Ecológicos do Vale do Caí”
(ECOCITRUS), tenida por algunos socios como “la hija de la HARMONICITRUS” (EAE-
17) y, por otros, como la “hija predilecta del PRORENDA” (EAE-19).
Como decisión anterior a la propia creación de la nueva entidad, se planteaba un
primer desafío para estos agricultores: la implantación de una planta industrial para la
fabricación de compost orgánico a gran escala, a fin de hacer viable la producción de
cítricos sin la necesidad de aportación de fertilizantes químicos de síntesis en sus
pomares.
En este contexto, y como se ha dicho antes, serían los propios agricultores los que,
con base en los conocimientos e informaciones que disponían respecto a la existencia de
una gran cantidad de residuos agroindustriales en Montenegro y región, negociarían
directamente el proyecto con dirigentes y técnicos de grandes empresas poseedoras de
la materia prima considerada como el bien colectivo fundamental para el inicio del
proyecto de la ECOCITRUS: los residuos orgánicos agroindustriales.
ecología, el desarrollo del trabajo aquí tal vez hubiera tardado mucho más o no hubiera acontecido como de
José A. Costabeber
352
Sin ánimo de describir las distintas y complejas fases de estas negociaciones —que
ciertamente exigieron una enorme capacidad de articulación y concertación de intereses
por parte de los citricultores—, baste con decir que la ECOCITRUS, a pesar de su corta
trayectoria temporal en cuanto actor colectivo, muy pronto lograría un gran dinamismo en
la consecución de su principal empresa orientada a sostener el proceso de transición
hacia una citricultura ecológica: la construcción y la puesta en funcionamiento de la
fábrica de compost orgánico en base a residuos agroindustriales existentes en su área de
actuación. De hecho, tras la identificación de un área apropiada para su instalación, la
realización de estudios sobre su viabilidad técnica, la ejecución de estudios sobre sus
impactos medioambientales y la elaboración del proyecto técnico según las normativas
ambientales vigentes, la fábrica de compost orgánico pasaría a ser construida ya en el
inicio de 1995, entrando en operación a partir de mediados del mismo año57.
La fábrica de producción de abonos orgánicos está instalada en un área de 3,8
hectáreas, que fue arrendada por la ECOCITRUS para su utilización durante un periodo
de diez años58. La gestión de la fábrica viene siendo efectuada por la propia
ECOCITRUS, mediante la labor de uno de sus afiliados que ostenta el cargo de
administrador. Asimismo, invariablemente todos los asociados han dedicado un día de
trabajo por mes para la realización de obras en “mutirón” en la usina.
Como hemos dicho antes, para la fabricación del abono son usados residuos
orgánicos provenientes de importantes agroindustrias del municipio59. Merece la pena
destacar que estas empresas estarían suministrando a la ECOCITRUS alrededor de
hecho aconteció” (EAT-5). 57 Es conveniente señalar que, para la instalación de su fábrica de transformación de residuos
agroindustriales en abonos orgánicos, la ECOCITRUS ha procurado atender a todas las normativas técnicas previstas en la legislación vigente, con el objetivo de reducir los riesgos de contaminación medioambiental. Para ello, contrató un geólogo para la elaboración del proyecto técnico y viene contando, además, con la asesoría especializada de técnicos de la GTZ. La ECOCITRUS recibió la Licencia de Operación de su fábrica de abono orgánico tras cumplir a las exigencias ambientales de la “Fundação Estadual de Proteção Ambiental” (FEPAM).
58 Es importante destacar que el arrendamiento de este área de tierra es, en realidad, otra forma de aparcería que sigue la filosofía de articulación y concertación de intereses adoptada por la ECOCITRUS. Según nos ha informado el dueño de la tierra donde se instaló la fábrica, él recibirá, durante todo el periodo de arriendo, un 7,5% de la producción de abono orgánico, y ello le permitirá comenzar el proceso de ecologización de sus 34 hectáreas de pomares: “No basta querer utilizar el abono orgánico. Es preciso tenerlo y, de manera individual, es imposible obtenerlo”. Su expectativa es la de poder dispensar totalmente el uso de fertilizantes químicos y agrotóxicos en sus pomares, pues cree que en el futuro el mercado privilegiará los productos ecológicos, exentos de agroquímicos.
59 En la época de nuestra visita a la ECOCITRUS, ésta estaba recibiendo residuos especialmente de las empresas TANAC S.A., ARIPÊ S.A., ANTÁCTICA y FRIGONAL.
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
353
50.000 m3 de residuos, anualmente, lo que exige también un trabajo coordinado y
concertado entre la ECOCITRUS y las empresas para el transporte de esta gran cantidad
de materiales. Por ello, la ECOCITRUS posee tres camiones —cedidos en comodato por
una de las empresas— para el transporte de los residuos de las industrias hasta la
fábrica durante todos los días del año. Además, la ECOCITRUS recibe una remuneración
financiera de las empresas por volumen de residuos transportados, lo que le permite
cubrir los costes de combustibles, el mantenimiento de los camiones y el pago de los
salarios de sus tres motoristas, que pertenecen también al cuatro asociativo como “socios
especiales” (EAE-15).
Según las estimaciones técnicas efectuadas por los asesores, la fábrica tiene
capacidad para producir entre 15 mil y 20 mil m3 de compost orgánico, anualmente, y
ésta es la meta de la ECOCITRUS. Teniéndose en cuenta un consumo medio anual de
100 litros de compost por planta, el alcance de esta producción permitiría la fertilización
de 400 hectáreas de pomares. El volumen de producción atendería, pues, perfectamente
la demanda de todos los afiliados que, en su conjunto, poseen alrededor de 250
hectáreas de pomares.
Por otra parte, y desde una perspectiva optimista respecto a la expansión de la
citricultura ecológica en la región, la producción de compost proyectada representaría
menos de un 25% de la demanda potencial existente entre las 350 familias de
citricultores vinculados a la HARMONICITRUS. En conjunto, estas familias poseen
alrededor de 1.750 hectáreas de pomares, es decir, una capacidad de absorción de
compost de 4 a 5 veces superior a la actual capacidad de producción de la fábrica
instalada.
Hasta ahora, toda la producción de compost viene siendo usada para la fertilización
de los pomares de los afiliados de la ECOCITRUS, no siendo permitida su
comercialización para personas ajenas al cuadro social. En cualquier caso, la
ECOCITRUS se dispuso hacer donaciones de abono para todas las escuelas que deseen
desarrollar programas educativos en la línea ecológica. Asimismo, el proyecto a largo
plazo que tiene la ECOCITRUS es suministrar, sin ánimo de lucro, posibles excedentes
de compost a otros agricultores de la región —de modo especial a sus colegas
vinculados a la HARMONICITRUS— que deseen y decidan abrazar la causa de la
producción ecológica de frutas en sus pomares.
José A. Costabeber
354
Para finalizar, es preciso señalar que, además de haber concretado su fábrica de
abonos orgánicos, la ECOCITRUS sigue su marcha hacia la ecologización de los cultivos
cítricos. En 1996, por ejemplo, tres de sus afiliados ya habían obtenido la Certificación de
sus pomares por parte del Instituto Biodinámico de Desarrollo Rural, que es la entidad
homologada a conceder el sello de “producto orgánico” en el ámbito nacional, como
representante del IFOAN. Además, en el mismo año, algunos de sus socios han
conseguido comercializar parte de sus cosechas como “ecológica” no sólo en el mercado
local, sino también en mercados situados fuera del estado de Rio Grande do Sul (EAE-
17).
4.2. Base social y estructura organizativa
La “Associação dos Citricultores Ecológicos do Vale do Caí” (ECOCITRUS) es una
sociedad civil, sin ánimo de lucro, con sede en Campo do Meio, municipio de
Montenegro. Como orientación general, la ECOCITRUS —en cuanto entidad que asocia
a agricultores adeptos a la producción de alimentos más sanos— se propone contribuir
para la difusión de la citricultura ecológica entre los agricultores de su área de actuación.
Entre los diversos objetivos que persigue la ECOCITRUS, está el de representar los
intereses de su base social ante Consejos municipales y estaduales, así como ante
Entidades gubernamentales y no gubernamentales, en aras de buscar soluciones para
los problemas comunes de sus miembros. Además, se propone generar y promover las
condiciones que permiten ampliar las ganancias de escala y el acceso al crédito rural, a
los programas especiales y a los servicios de apoyo emanados desde entidades estatales
y/o privadas, así como a fomentar programas de formación y capacitación de su cuadro
social, y a estimular el intercambio de experiencias respecto a la gestión técnica,
administrativa, financiera y económica de las explotaciones agrarias a ella vinculadas60.
60 Merece la pena destacar, además, que son considerados objetivos específicos de la ECOCITRUS: la producción de compost; la racionalización de los factores de producción; la mejora de la calidad de vida y el nivel de renta de sus afiliados; la agilización del proceso de difusión y adopción de tecnologías agrarias dirigidas a la agricultura ecológica entre sus miembros; la contribución para el cambio de la mentalidad vigente; el acceso a los servicios de asistencia técnica; y, por supuesto, la producción de alimentos más sanos.
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
355
Como hemos dicho antes, la ECOCITRUS surge desde dentro de otra organización,
la HARMONICITRUS. Es importante señalar que, conforme establece su estatuto social,
la primera está directamente vinculada a la segunda y, a consecuencia de ello, todo el
asociado de la ECOCITRUS debe, necesariamente, pertenecer a la HARMONICITRUS61.
Antes que disidentes de un proyecto y de una organización inicial, los fundadores de la
ECOCITRUS más bien representarían una “masa crítica” —para usar la terminología de
Marwell y Oliver (1993)— que percibe la oportunidad de aportar cambio en la estructura
organizativa existente, pero sin perder la perspectiva de atraer a los demás compañeros
en su nuevo proyecto social. Para los afiliados, estaba clara la idea de que era necesario
valorizar aún más la HARMONICITRUS, en vez de crear una organización paralela que
pudiera convertirse en una competidora en el futuro.
La base social de la ECOCITRUS se compone de 49 familias de agricultores que,
en su conjunto, poseen 256 hectáreas de pomares y producen alrededor de 5.000
toneladas de cítricos al año. Es necesario señalar, no obstante, que estas familias están
orgánicamente vinculadas a la Asociación a través de 21 socios “cotistas”, que tienen
acceso al abono orgánico en cantidades iguales (una “cota” cada uno). Algunos de los
socios cotistas ceden parte de su cota de abono a otros asociados no titulares de cota,
dado que los requerimientos varían según el área cultivada. Ello permite que el fertilizante
orgánico producido se redistribuya más acorde con las necesidades de cada una de las
49 familias vinculadas a la ECOCITRUS. A modo de ejemplo, merece la pena destacar
que uno de los socios titulares de cota está representado por el Grupo PRORENDA
Mujeres Santos Reis, que reúne 13 afiliadas —todas ellas vinculadas a familias de
citricultores de la región— y se dedica a la producción comercial de frutas y hortalizas
ecológicas62. Como socio cotista, el Grupo de Mujeres tiene acceso al abono orgánico en
61 Así establece el Artículo 3º de los Estatutos sociales de la ECOCITRUS. 62 El Grupo Prorenda Mujeres Santos Reis —estimulado por dirigentes de la HARMONICITRUS—
hizo su primera reunión de trabajo en agosto de 1994 y fue constituido un año más tarde, a 23.08.1995. Durante su trayectoria como grupo organizado, además de participar de los cursos de formación patrocinados por el PRORENDA, sus socias realizaron una serie de cursos y viajes para visitar y conocer experiencias asociativas en agricultura ecológica. En base a las informaciones y conocimientos obtenidos, se decidirían por la producción de hortalizas, una vez que este tipo de actividad fue considerado por el grupo como el más adecuado al permitir que cada afiliada desarrollara su labor en la propia explotación sin grandes inversiones financieras iniciales. Pero sus integrantes nunca pensaron en trabajar con otro tipo de huerto que no fuera el ecológico: “Si vamos a trabajar con hortalizas —dijo una de sus líderes—, no hemos de competir con los grandes productores. Así, tenemos que hacer una cosa distinta, diferente, para que nuestra pequeña producción tenga más valor”. El inicio del proceso de comercialización de la producción ecológica se daría a partir de marzo de 1996, en mercados de la ciudad de Montenegro. Actualmente, la entrega de la producción a los mercados se realiza diariamente y, para hacer viable el transporte, éste se efectúa de forma colectiva.
José A. Costabeber
356
cantidad hasta ahora considerada suficiente para atender los requerimientos de los
huertos de sus 13 integrantes.
Los afiliados de la ECOCITRUS son agricultores que, en su gran mayoría, trabajan
en régimen de economía familiar, si bien también están presentes otras categorías
profesionales que no siempre tienen en la agricultura su principal fuente de ingresos. En
cualquier caso, para todos ellos la citricultura es la actividad agraria de mayor
significación económica, actividad ésta que, en los últimos años, se viene mostrando
como una de las mejores alternativas de renta para los agricultores de la región63. De
modo general, sus socios se dedican también a la producción de cultivos para el auto-
consumo (maíz, yuca, hortalizas), a la ganadería de leche y aves a pequeña escala y, en
menor medida, a la reforestación con eucalipto y acacia. La superficie media de las
explotaciones vinculadas a la ECOCITRUS es de 15 hectáreas, teniendo 6 hectáreas la
menor y 90 hectáreas la mayor explotación64.
Pero hay otros aspectos singulares que ayudan a caracterizar este pequeño grupo
de agricultores que se decidieron por la creación de una “entidad jurídica dentro de los
grupos PRORENDA”, con el fin de dar comienzo a un proceso de transición
agroecológica. Son los propios afiliados quienes ponen énfasis en la caracterización de la
base social de la actual ECOCITRUS:
“Cuando hablamos de PRORENDA, estamos también hablando de
HARMONICITRUS (...). La Dirección de HARMONICITRUS, las personas más situadas
en su línea de frente, se convirtieron en la Dirección de ECOCITRUS (...). Creo que estas
tres o cuatro personas nos llevaron a ser lo que nosotros somos hoy (...). La mayoría de
las personas que forman parte de la Asociación [ECOCITRUS] son personas
La asistencia técnica al proyecto es prestada por extensionistas de la EMATER/RS, oficina de Montenegro (EAE-22).
63 Según la EMATER/RS local, la situación socioeconómica de las familias de agricultores de Montenegro es sensiblemente mejor en las comunidades donde predomina la citricultura que en las comunidades caracterizadas por la producción de acacia negra en pequeñas explotaciones, por ejemplo. Además, en las tradicionales zonas productoras de cítricos existiría una estructura de comercialización bastante satisfactoria, con un significativo número de intermediarios y beneficiadores de frutas que vienen ejerciendo un importante papel en la apertura de nuevas vías de mercado para la producción frutícola.
64 A modo de ejemplo, merece la pena destacar que la estructura fundiaria de Montenegro se caracteriza por un elevado porcentaje de pequeñas unidades de producción. Baste con decir que las 2.805 explotaciones existentes en 1992 ocupaban 43.943 hectáreas, lo que correspondía a 15,7 hectáreas, de media, por explotación. De este total, 2.287 explotaciones (un 81,5%) poseían superficie inferior a 20 hectáreas y ocupaban 17.873 hectáreas (un 40,7%) del área total. Asimismo, un 96% de las explotaciones presenta una superficie menor de 50 hectáreas.
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
357
conscientes. Estas personas están en los Sindicatos, en las Asociaciones; están en la
comunidad. Son personas que tienen ya una ‘cabeza más abierta’. ¿Qué quiere esto
decir? Son personas que piensan de una forma diferente. Es eso lo que está sucediendo“
(EAE-19).
“Y otra cuestión importante dentro de la ECOCITRUS, es que nosotros tenemos
personas ligadas a varios sectores [EMATER/RS, HARMONICITRUS, Sindicatos de
Trabajadores Rurales, Consejos Agropecuarios Municipales, PRORENDA, etc.] (...).
Todas son personas claves en la difusión de esa idea [de la producción ecológica]. La
mayoría de los 21 socios son personas vinculadas a la comunidad (...) Estos individuos
son los irradiadores; llevan y traen; tienen conocimientos e influencias que nos permiten
salir de nuestro ámbito local; luchan por recursos que nosotros necesitamos; divulgan
nuestro trabajo. En donde vamos, llevamos el nombre [ECOCITRUS] junto. Estamos
siempre con este nombre en el bolsillo” (EAE-19).
De modo similar a la AFES y AECIA, la ECOCITRUS también presenta la
característica de “dispersión” de su cuadro asociativo en el ámbito espacial y geográfico,
lo que refleja, en buena medida, las particularidades de la dinámica asociativa que
determinaron su constitución como actor colectivo. Ello puede ser percibido en las
manifestaciones de los entrevistados cuando dicen que: “Nosotros ya nos conocíamos de
la HARMONICITRUS, del PRORENDA; era nuestra gente. Conocíamos uno al otro desde
hacía años, éramos los que más se juntaban, tenían más fuerza y gana de trabajar
juntos, porque había ya el trabajo de grupos del PRORENDA. Éramos las personas que
estaban más en el liderazgo de los grupos, y los líderes de estos grupos formaron la
ECOCITRUS” (EAE-20).
Respecto a su estructura organizativa, el órgano soberano de toma de decisiones
de la ECOCITRUS es la Asamblea General, que se reúne obligatoriamente hasta el final
del primer trimestre de cada año, con el objetivo de discutir y deliberar sobre temas de
naturaleza financiera y administrativa de interés de la asociación. Asimismo, cada dos
años, la Asamblea General de la ECOCITRUS es convocada para elegir, por votación
secreta, el Presidente y el Vicepresidente (que, a su vez, designan el Secretario, el
Tesorero y un vocal para completar la Directoria) y el Consejo Fiscal, éste compuesto por
tres miembros.
Asimismo, los socios de la ECOCITRUS se reúnen una vez al mes, por lo menos,
teniendo en cuenta el sinnúmero de decisiones que han tenido que tomar en estos pocos
José A. Costabeber
358
años de trabajo como grupo organizado. La programación de actividades y la
planificación de tareas hacen parte de la vida cotidiana de sus dirigentes y afiliados, una
vez que la labor en la fábrica de compost orgánico asumió un carácter de producción
continuada. Además, han sido frecuentes las invitaciones para que la ECOCITRUS
participe en eventos regionales, estaduales, nacionales e, incluso, internacionales,
teniendo en cuenta las características novedosas de su trabajo, tanto en los aspectos
técnicos, como en los aspectos organizativos. Y eso forma parte de sus propósitos, o
sea, la difusión de la agricultura ecológica para otros agricultores y regiones. Todo ello ha
contribuido a que el grupo esté hoy “muy atareado”, lo que también exige un mayor
esfuerzo de planificación y representación por parte de aquéllos que dinamizan la
estructura organizativa de la ECOCITRUS.
4.3. Enfoque tecnológico y estratégico
Cuando comenzaron su trabajo, que resultaría más tarde en la constitución de un
grupo de agricultores con propósito de ecologizar la producción citrícola, los
extensionistas rurales del Servicio Oficial, más directamente vinculados al proyecto,
creían necesario inducir cambios en las técnicas y métodos de cultivo que venían siendo
comúnmente utilizados por los citricultores de la región. Estos cambios se justificaban,
desde el punto de vista de estos extensionistas, por una cuestión de naturaleza
ecológica, una vez que la producción de cítricos estaba asentada en sistemas de
producción que degradaban la base de recursos naturales, especialmente el suelo
agrícola.
La propuesta tecnológica, en esta fase inicial, estaba dirigida, pues, a una mayor
racionalización del proceso productivo, mediante la corrección de la acidez y fertilidad de
los suelos y la disminución del uso de maquinarías agrícolas. El manejo del suelo debería
primar por un menor revolvimiento de la capa arable y el mantenimiento de la cobertura
orgánica sobre el suelo, buscándose con ello recuperar el equilibrio suelo-planta,
equilibrio éste que más tarde vendría a ubicarse en el centro del enfoque tecnológico del
“proyecto ECOCITRUS”.
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
359
Sin embargo, hasta este momento, no había ninguna propuesta tecnológica más
concreta que considerara la cuestión ecológica como fundamental en la determinación de
los métodos y tecnologías agrarias a ser difundidos entre los agricultores. Esta situación
cambiaría de manera más sensible tras las primeras visitas a experiencias con agricultura
ecológica que se desarrollaban en otras zonas del estado, especialmente en la región de
Ipê. De facto, las actitudes favorables demostradas por algunos agricultores de comenzar
un proceso de ecologización en sus pomares implicarían la necesidad de nuevos
conocimientos técnicos por parte de los asesores (EAT-5).
La carencia de conocimientos tecnológicos consistentes para su inmediata
aplicación en el sector de producción de cítricos llevaría a estos asesores a buscar
informaciones “donde estuviesen”. Por ello, para empezar el trabajo y atender a la
demanda de los agricultores motivados por la posibilidad de comenzar un proceso de
transición, los extensionistas se valdrían de materiales de divulgación de otras entidades
involucradas en el tema de la “agricultura ecológica”, tales como el Centro de Agricultura
Ecológica y la Fundação Gaia. Desde el punto de vista específico del proceso de
producción de cítricos, obtuvieron informaciones más concretas a través del Ing. Agr.
Nasser Y. Nars, que desarrollaba sus experiencias e investigaciones en el estado de
Espírito Santo, región Sudeste del país65.
A mediados de la presente década, tras la constitución formal de la ECOCITRUS,
los extensionistas de la EMATER/RS de Montenegro habrían de recurrir también a las ya
mencionadas técnicas ecológicas sistematizadas por técnicos de la EMATER/RS de
Sobradinho. Estos conocimientos tecnológicos pasarían a ser adaptados en el esquema
de control de enfermedades recomendado por los asesores de la ECOCITRUS. Más
recientemente, estos asesores han recibido contribuciones importantes también de
técnicos vinculados al Instituto Biodinámico de Desarrollo Rural, con ocasión de las
visitas de éstos a socios de la ECOCITRUS con fines de Certificación (EAT-5).
De lo expuesto hasta aquí, es importante destacar que los extensionistas de la
oficina de la EMATER/RS de Montenegro —los más directamente implicados en el
asesoramiento a los afiliados de la ECOCITRUS— han buscado conocimientos técnicos
en varias fuentes de información, como forma de mitigar la total carencia de tecnologías
65 Esta línea de investigación en agricultura ecológica, desarrollada por Nars, es conocida en Brasil como “Biotecnología Tropical”. Véase, por ejemplo, Pinheiro, S.; Nasr, N. Y.; e Luz, D. (1993): A agricultura ecológica e a máfia dos agrotóxicos no Brasil. Porto Alegre: Edição dos Autores; pp. 243-265.
José A. Costabeber
360
probadas y adaptadas a las condiciones agroecológicas locales. El enfoque tecnológico
adoptado ha sido, pues, la resultante parcial de los conocimientos e informaciones hasta
ahora acumulados a partir de distintas fuentes. Eso es lo que parecen sugerir las
palabras de uno de los asesores entrevistados, cuando dice que:
“Estamos buscando conocimientos en todas las corrientes. El Instituto Biodinámico
tiene una orientación [técnica]; la Fundación Gaia tiene otra orientación; y el CAE-Ipê
tiene una orientación un poco diferente de las de los demás. Y todos tienen convicciones
en decir que su agricultura o es “ecológica”, o es “orgánica”, o es “biodinámica”, etc.
Nosotros, aquí, estamos buscando conocimientos para mejorar nuestra agricultura y
hacerla menos contaminante, menos agresiva y libre de agrotóxicos y productos
químicos. Esta es nuestra orientación, y no estamos siguiendo ninguna corriente.
Estamos buscando información en todas ellas para intentar llegar a una conclusión sobre
lo que es mejor para nosotros, para nuestras condiciones” (EAT-5).
Ello no significa, sin embargo, la adopción de un estilo propio de agricultura por
parte de ECOCITRUS: “Nosotros no somos teóricos de ningún movimiento; y los
agricultores tampoco, dado que recibieron informaciones de varias fuentes. En realidad,
lo que queremos es avanzar no sólo en la cuestión de las técnicas ecológicas, sino
también en un proyecto de valorización del agricultor, de su liberación de las amarras a
que está hoy sometido. Entonces, estamos buscando una agricultura que nos quite de la
dependencia, pero que sea capaz, al mismo tiempo, de preservar el máximo posible el
medio ambiente y de traer el bienestar de las personas que trabajan en el medio rural”.
Por ello, considera que el trabajo asociativo intenta quebrar la dependencia de los
agricultores respecto a otros sectores de la economía, y que las agriculturas ecológica,
orgánica, regenerativa, biodinámica u otra —con independencia de su denominación—
juegan un papel primordial para el alcance de estos objetivos66.
En cualquier caso, se puede percibir que el enfoque tecnológico de ECOCITRUS
está fuertemente basado en la idea de rescatar el complejo equilibrio suelo-planta,
objetivo que esperan alcanzar mediante la utilización del abono orgánico y de nuevas
formas de gestión del suelo. Las prácticas de cultivo de plantas de cobertura de suelo y
66 En suma, los asesores de la ECOCITRUS no estarían buscando ningún rótulo para encuadrar su enfoque tecnológico. Consideran que “ésta es una cuestión de menor importancia, pues las disputas entre corrientes o estilos de agricultura acaban simplemente dificultando la superación del modelo técnico convencional” (EAT-5).
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
361
de abonos verdes, la utilización de calizas y fosfatos naturales, así como el uso de
productos fitosanitarios de fabricación casera, son parte de la propuesta tecnológica que,
en su sentido más genérico, también se aproxima a la Teoría de la Trofobiosis, de F.
Chaboussou.
El enfoque tecnológico defendido por los asesores más directos de la ECOCITRUS
también aparece, en buena medida, en el discurso de la HARMONICITRUS —en cuanto
entidad que congrega a 350 familias de citricultores—, lo que muestra la estrecha
aproximación entre las dos entidades respecto a la orientación técnica a sus afiliados.
Ello queda claramente evidenciado en el documento titulado “Citricultura en estado de
alerta”, publicado en el periódico de la HARMONICITRUS. Esta entidad atribuye la fuerte
incidencia de enfermedades fúngicas en los pomares de la región, acaecida en 1995, a
las condiciones climáticas, aliadas al “desequilibrio nutricional [de las plantas], ya que en
los últimos años hubo un exagerado uso de fertilizantes nitrogenados, sin la necesaria
orientación técnica”. Considera, pues, que “el ataque de plagas y enfermedades es una
consecuencia de un desequilibrio de la planta, causado por mal manejo, fertilización
inadecuada y uso de productos tóxicos”, siendo preciso actuar sobre estos puntos si se
quiere reducir los problemas fitosanitarios de los pomares sin el uso de agrotóxicos67.
Como último punto, es necesario señalar que, desde el punto de vista de su
estrategia de intervención, los asesores ponen énfasis en la capacidad que tienen los
propios agricultores en cuanto sujetos del proceso de cambio que están experimentando,
tanto en los aspectos tecnológicos como organizativos. Así que, como participantes
activos desde el inicio del programa de capacitación de agricultores a través de la
metodología del proyecto PRORENDA, estos asesores consideran que los afiliados de la
ECOCITRUS alcanzaron una fase de notable autodeterminación respecto al “qué hacer”
en la búsqueda de sus propios caminos, porque “ellos saben que tienen una fuerza”
como grupo (EAT-5). Desde esta perspectiva, los extensionistas estarían no sólo
apoyando las iniciativas que tienen la ECOCITRUS y sus afiliados, sino también
apostando en sus capacidades de contribuir en la generación y difusión de técnicas y
67 En cualquier caso, la HARMONICITRUS considera que, para ello, es necesario que los citricultores tengan “ganas” para iniciar un proceso de cambio en sus explotaciones. “Sin esa ‘gana de cambiar’ no tendremos condiciones de afrontar la baja productividad y el ataque de plagas y enfermedades sin lanzar mano de abonos químicos y agrotóxicos. Sin la gana del citricultor, continuaremos en las manos de los fabricantes de abonos, que aumentaron sus precios en un 50% en los últimos meses, y de los fabricantes y vendedores de agrotóxicos, que venden cualquier cosa a los citricultores diciendo que su producto es la solución para todos los problemas de la citricultura”. Cf. HARMONICITRUS (1996): Informativo Harmonicitrus. Edición nº 3. Harmonia, ene./1996.
José A. Costabeber
362
conocimientos con potencia para sostener el proceso de transición agroecológica que
han comenzado.
4.4 La ECOCITRUS o una vía empresarial hacia la ecologización
La caracterización de la experiencia de la ECOCITRUS también requiere la
identificación de sus rasgos típicos respecto a su trayectoria como actor colectivo
orientado a apoyar la labor de carácter ecológico realizada por sus socios. Esta tarea nos
será facilitada por los análisis de las razones del proceso de cambio que manifiestan los
agricultores desde las dimensiones económica, social y ecológica, análisis éstos ya
efectuados en el capítulo V. Inicialmente, sin embargo, es conveniente recordar que los
actuales miembros de la ECOCITRUS han recorrido un largo camino de debates, cursos,
viajes de estudio y negociaciones hasta llegar a la decisión de comenzar una labor
asociativa en pro de la producción ecológica. Un grupo de agricultores que tuvo, por lo
tanto, oportunidades de mejor aproximar sus intereses, deseos y expectativas respecto a
las alternativas para el desarrollo socioeconómico de sus explotaciones. Ciertamente, los
cursos de formación y dinamización de grupos ofrecidos por el proyecto PRORENDA
favorecieron la capacidad de articulación de los agricultores en torno a las estrategias de
acción colectiva, mientras el mensaje ecológico emanado desde los técnicos de la
EMATER/RS influyó en sus decisiones en pro de la citricultura ecológica.
Respecto al alcance del proceso de ecologización, merece la pena destacar que, a
diferencia de lo observado en las demás experiencias asociativas, los asociados de la
ECOCITRUS mantuvieron la misma orientación productiva que ya tenían antes de
comenzar el proceso de cambio. Es decir, todos ellos eran citricultores y la producción de
cítricos les representaba la mayor fuente de ingresos económicos, y la opción por un
nuevo estilo de producción no significó, por lo menos hasta ahora, una disminución de la
importancia económica relativa de la citricultura: si antes eran simplemente citricultores,
ahora intentan ser citricultores ecológicos. En este caso, y tal vez por constituir una
experiencia todavía muy reciente, los asociados reconocen estar en un proceso y, por
tanto, consideran que es muy pronto todavía para evaluar los resultados o para asumir el
status de agricultor ecológico: “Yo no sé si de hecho estamos en la línea ecológica. La
ecología implica muchas cosas (...). Entonces, ¿es el monocultivo ecología? (...). No
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
363
tenemos una definición exacta de lo que es realmente la ecología (...). [En cualquier
caso,] estamos por lo menos en la línea orgánica, sin la utilización de agrotóxicos y con el
uso de abono orgánico producido por nosotros (...). Estamos intentando acercarnos el
máximo posible a lo que pueda ser considerado como ecológico” (EAE-16). O sea, “nadie
de nuestro grupo es ecológico; estamos en un proceso” (EAE-18).
En lo que respecta a la vía de la acción colectiva, el ejemplo de la ECOCITRUS
también estaría mostrando de manera clara que los socios dependen de la labor
asociativa para seguir el proceso de transición. Hoy en día, dicen, “nadie se marcharía de
la ECOCITRUS. Todos saben que el retorno está a camino” (EAE-20). De hecho, al ser
indagados sobre las posibilidades de ecologizar con independencia de pertenecer a una
asociación, las respuestas son unánimes en el sentido de que: “por un par de años
lograríamos sobrevivir”; después, “empezaríamos hacer las cosas por uno mismo. Como
la agricultura convencional está más a mano, acabaríamos volviendo a esta línea otra vez
(...). Si acabara la ECOCITRUS, si acabase la producción de compost, ¿qué íbamos
hacer?” (EAE-19). Asimismo, “sin la asociación, no lograríamos hacer la agricultura
ecológica (...). Se trata de un trabajo a largo plazo, y nadie se arriesga solo a empezar un
trabajo de esta naturaleza, incluso por una cuestión financiera” (EAE-21). Desde el punto
de vista del mercado, “solo, yo no iré muy lejos: puedo producir y decir que mi producto
está exento de agrotóxicos, pero, si no tengo el respaldo de un grupo organizado, mi
producto no valdrá tanto” (EAE-17).
Finalmente, es necesario destacar que también los miembros de la ECOCITRUS —
al exponer sobre las razones que determinan su opción por las vías de la ecologización y
de la acción colectiva— vinculan en cierta medida las dimensiones económica, social y
ecológica. Es decir, consideran que la crisis que afecta y pone en riego la continuidad de
sus actividades se percibe tanto por los altos costes económicos que supone seguir la
tecnificación convencional, como por las pérdidas de la calidad de vida que implica el uso
de agroquímicos en el proceso productivo, así como por la disminución de la capacidad
productiva de sus agroecosistemas. No obstante, y de manera similar al observado en las
asociaciones antes analizadas, el discurso de los asociados de la ECOCITRUS para
argumentar sobre el proceso de cambio se concentra en los aspectos de naturaleza
social y, especialmente, económica.
En efecto, es necesario destacar que la ideología en contra del uso del agrotóxico
aparece de manera acentuada en todas las respuestas, vinculando la necesidad de
José A. Costabeber
364
preservación de la salud de las familias y de los consumidores, con independencia de
posibles pérdidas en la producción agraria, dicen ellos. Además, ECOCITRUS no ha
ahorrado esfuerzos en divulgar la citricultura ecológica como una alternativa sana y que
respeta la vida, dirigiendo su discurso especialmente a sus colegas de la
HARMONICITRUS. Sin perjuicio de estas consideraciones de carácter social, es preciso
retener que estos agricultores presentan un discurso bastante homogéneo respecto a sus
expectativas, y éstas implican razones de naturaleza fuertemente económica.
Desde esta perspectiva, tanto la vía de la ecologización como la vía de la acción
social colectiva adoptadas por la ECOCITRUS poseen como rasgo esencial su carácter
instrumental orientado a la producción a gran escala de productos e insumos ecológicos.
Amén de garantizar la reproducción social, estos citricultores apuestan por su capacidad
organizativa, así como por las posibilidades de exportación de la producción ecológica,
como forma de lograr una cierta capitalización en el futuro. En suma, la ECOCITRUS
constituye una experiencia de producción ecológica en escala casi empresarial que, sin
ningún tipo de romanticismo, intenta asegurar a sus socios mayores oportunidades de
competición en la carrera tecnológica y de mercado. Por supuesto, el deseo de aumentar
los ingresos económicos y de mejorar la calidad de vida no dispensan, para estos
agricultores, el objetivo de preservar el potencial productivo de sus agroecosistemas a
medio y largo plazos.
5. A modo de conclusión
En este capítulo se han analizado cuatro experiencias asociativas en el proceso de
ecologización de la agricultura en Rio Grande do Sul. La primera experiencia (AFES)
representa un buen ejemplo de coexistencia entre las formas convencionales de
agricultura —guiadas por el patrón tecnológico basado en la Revolución Verde— y las
nuevas orientaciones ecológicas, mostrando cómo a través de dicha coexistencia surgen
limitaciones importantes para el avance del proceso de ecologización, un proceso que, en
el caso de la AFES, viene motivado por razones principalmente de tipo instrumental en
las que predomina la dimensión económica.
Capítulo VI - Caracterización de las experiencias asociativas
365
La segunda experiencia (AECIA) representa un caso paradigmático en el que la
opción por la agricultura ecológica no responde sólo a una lógica de tipo instrumental con
base económica. La AECIA es fundamentalmente un proceso de búsqueda de identidad
en el que los agricultores se definen como “ecologistas” y en el que esperan no sólo
garantizar su reproducción como agricultores, sino contribuir a una nueva forma de
organizar la vida social y económica en su comunidad.
La experiencia de APEMA supone un interesante caso de modernización tardía de
los pequeños agricultores familiares, cuya singularidad radica en que, a través de la
agricultura ecológica, modernizan sus prácticas agrícolas e introducen criterios de
eficiencia en la gestión de sus explotaciones. La experiencia de APEMA pone de
manifiesto cómo la opción por estilos de agricultura ecológica no significa una negación
de la modernidad, sino una nueva forma de concebir el proceso de modernización.
Finalmente, el caso de la ECOCITRUS representa una vía empresarial hacia la
ecologización. Su experiencia asociativa muestra los rasgos típicos de organizaciones
formales, con una distribución racional de las tareas y una clara orientación hacia la
conquista de nuevos nichos de mercado. Su base social de agricultores con
explotaciones especializadas, muestra que, en la opción por la agricultura ecológica no
sólo tiene que predominar una dimensión social o medioambiental, sino que, en
ocasiones, es la búsqueda de nuevos mercados y nuevas oportunidades de rentabilidad
lo que da sentido al proceso de ecologización.
367
CONCLUSIONES
369
Conclusiones
El objetivo de esta Tesis Doctoral ha sido identificar las razones que fundamentan
las acciones colectivas orientadas a generar procesos de transición agroecológica en el
contexto de la agricultura familiar de Rio Grande do Sul (Brasil), un contexto marcado por
la diferenciación social donde coexisten agriculturas altamente tecnificadas (agricultura
familiar consolidada), en proceso de tecnificación (agricultura familiar en transición) y
estancada técnicamente (agricultura familiar periférica), además de las agriculturas de
tipo patronal.
Como se ha indicado en el Capítulo I, el surgimiento, en los últimos años, de
asociaciones de agricultores familiares para implementar estilos de agricultura ecológica
y la carencia de estudios que tratan sobre la acción colectiva y la transición agroecológica
en el ámbito local, nos llevó a optar por una investigación de carácter exploratorio,
poniendo énfasis en las manifestaciones de los propios agricultores en cuanto actores del
proceso de transición. Para ello, hemos elegido como unidad de análisis a agricultores
pertenecientes a cuatro asociaciones de agricultores ecológicos (la AFES, la AECIA, la
APEMA y la ECOCITRUS).
A lo largo de la caracterización y análisis de estas cuatro experiencias asociativas
con agricultura ecológica, hemos intentado poner de manifiesto las evidencias empíricas
necesarias para contrastar las hipótesis que guiaron el desarrollo de nuestra
investigación, hipótesis planteadas ya con ocasión de la elaboración del proyecto de tesis
doctoral. El objeto de estas conclusiones finales es señalar, a modo de síntesis, la
confirmación o no de dichas hipótesis.
José A. Costabeber
370
1ª) Los agricultores familiares en Rio Grande do Sul optan por estilos de
agricultura ecológica como forma de garantizar su reproducción social como
agricultores. La lógica que subyace a esta opción es fundamentalmente de
naturaleza económica y social, y responde a una racionalidad de tipo
instrumental.
A la luz de los análisis realizados sobre las razones que expresan los agricultores
familiares respecto a su opción por la agricultura ecológica, y teniendo en cuenta las tres
dimensiones básicas del proceso de cambio —económica, social y medioambiental—,
podemos señalar que esta primera hipótesis ha sido plenamente confirmada, si bien con
algunos elementos de diferenciación interna.
Los análisis indican que hay unanimidad en las respuestas de los agricultores
entrevistados —con independencia de la asociación a que están afiliados— de que el
deseo y las expectativas de mejorar las condiciones económicas y sociales de sus
familias constituyen la razón determinante de la opción por un estilo de agricultura
ecológica. Es decir, en el centro de las razones que dan los agricultores está la creencia
de que, a partir de la opción por la agricultura con base ecológica, es posible aumentar la
viabilidad económica de sus unidades productivas —ya sea a través de la reducción de
los costes de producción, ya sea mediante la inserción en mercados ecológicos
emergentes, ya sea a través de sistemas de venta directa al consumidor, ya sea
mediante la obtención de precios más justos por los productos sanos y libres de residuos
de agroquímicos—, permitiendo así afrontar la crisis económica que históricamente
afecta a la pequeña explotación y que pone en riesgo la continuidad del proceso de
reproducción social en cuanto agricultores familiares.
Asimismo, la investigación empírica ha puesto de manifiesto que está muy difundida
entre los agricultores ecológicos la idea de que la utilización de agrotóxicos y el consumo
de alimentos contaminados con los residuos de estos productos son extremamente
perjudiciales para la salud de sus familias y de los consumidores (dimensión social),
amén de repercutir económicamente en la elevación de los costes de la producción
agrícola. Las expectativas de garantizar mejor salud y alcanzar niveles más elevados de
calidad de vida para las familias —mediante la adopción de métodos, técnicas y procesos
de producción que reduzcan el uso de productos químicos de síntesis y que reduzcan los
Conclusiones
371
costes de producción— constituyen, por tanto, un fuerte argumento social en pro de la
implementación de estilos de agricultura ecológica.
No obstante, es necesario señalar que al percibirse la crisis socioeconómica de
modo diferente por los agricultores ecológicos, su adhesión a este nuevo modelo de
agricultura no es homogénea, sino que tiene significados y expectativas distintas. En
efecto, y en consonancia con los análisis efectuados, se observan grupos de agricultores
que optan por el nuevo estilo de agricultura para asegurar su propia permanencia en el
medio rural, una vez que, dado el estancamiento económico de sus explotaciones y el
bajo o casi nulo nivel de ingresos monetarios, se dan cuenta de que es necesario buscar
alternativas para alejar el fantasma representado por el éxodo rural como último recurso
de supervivencia. Asimismo, se observa otro importante grupo de agricultores que se
orienta a la agricultura ecológica con el objetivo de mejorar sus ingresos monetarios y
garantizar un cierto nivel de capitalización a sus explotaciones, ya que con el estilo de
agricultura convencional que venían practicando ya no les era posible obtener retornos
económicos suficientes. Finalmente, se encuentran agricultores para los que el proceso
de ecologización representa la posibilidad de avanzar técnicamente hacia niveles más
competitivos, incluso para afrontar el mercado externo y ofrecer productos sanos que
permitan una capitalización económica de la pequeña explotación familiar en el futuro.
2ª) Los agricultores familiares gauchos son los que están en mejores condiciones
para concienciarse de los efectos negativos sobre el medio ambiente que
tienen las prácticas agrícolas basadas en el paradigma productivista. Por ello,
sus opciones hacia la agricultura ecológica responden también a una
racionalidad sustantiva orientada a valores en la que está presente el deseo
de construir una nueva ética medioambiental.
Esta hipótesis también queda confirmada, si bien la dimensión medioambiental
basada en una racionalidad de tipo sustantivo orientada a valores, ocupa un lugar
secundario entre los agricultores, por detrás de las dimensiones económica y social. Los
agricultores ecológicos de Rio Grande do Sul expresan, de hecho, unos deseos,
creencias y expectativas que implican valores éticos y morales, resultantes de la toma de
conciencia de que es necesario frenar los efectos negativos causados por la agricultura
José A. Costabeber
372
moderna sobre el medio ambiente y luchar por la consolidación de formas de producción
agrícola que preserven la vida. No obstante, tales expresiones aparecen supeditadas al
deseo de obtener una recompensa financiera por sus esfuerzos de preservación, hecho
plenamente justificable al tratarse de agricultores cuya principal razón para inclinarse por
la agricultura ecológica es asegurar un incremento de los ingresos monetarios que
garanticen la propia reproducción familiar.
El tema de los agrotóxicos y sus efectos sobre la salud pública —tanto de las
familias, como de los consumidores— actúa como punto de unión entre las dimensiones
social y medioambiental en la adopción de estilos de agricultura ecológica. Más que por
su coste económico, los agroquímicos son rechazados por representar un riesgo para la
vida de las personas, siendo a través de la consciencia de este riesgo personal que los
agricultores familiares toman conciencia del riesgo de contaminación medioambiental que
el uso de agrotóxicos supone. Así, el trabajo del agricultor ecológico supone un acto de
ciudadanía, de generación de vida y no de muerte; de preservación de la vida de quienes
producen en la tierra y de quienes consumen los productos de la tierra. Esta toma de
conciencia de las externalidades negativas causadas por los productos químicos y la
satisfacción personal por el cumplimiento del deber de producir y ofrecer productos sanos
al conjunto de la sociedad estarían asentados, pues, en una racionalidad sustantiva,
guiada por valores éticos y morales respecto a la preservación de la vida sobre la tierra.
Estas manifestaciones deben, no obstante, ser contextualizadas en la realidad
socioeconómica en que se inserta la propuesta de agricultura ecológica, de manera que
ambas dimensiones (social y medioambiental) aparecen combinadas con la dimensión
económica. Es decir, son los propios agricultores ecológicos los que afirman que producir
productos limpios —y, por tanto, portadores de salud— y perder la producción por falta de
mercado o por bajos precios no constituye una solución adecuada para superar las
dificultades que afrontan en sus explotaciones y para garantizar niveles dignos de
bienestar a sus familias. Por ello, es en un mercado diferenciado y/o en la venta directa al
consumidor donde el agricultor ecológico espera recuperar la dignidad y ser reconocido
por su labor, así como ser recompensado por ofrecer productos sanos y de elevada
calidad biológica a los consumidores. Una recompensa que supone, pues, un diferencial
de precio y una remuneración mejor para la producción ecológica, lo que también se
traduce en ventajas e ingresos económicos. Por supuesto, ser pionero y optar por lo
“nuevo”, adoptando estilos de agricultura que apenas disponen de métodos y tecnologías
probadas para los diversos agroecosistemas locales, también implica correr ciertos
Conclusiones
373
riesgos económicos que no siempre el agricultor ecológico está en condiciones de
asumir, so pena de hacer inviable el mantenimiento de su explotación y la continuidad de
su actividad como agricultor que suministra productos sanos en base a sus convicciones
de naturaleza ética y moral. Aquí reside, pues, el punto que nos impide confirmar sin
restricciones la hipótesis de la racionalidad sustantiva y de la presencia de la dimensión
medioambiental, el punto en que la racionalidad sustantiva se muestra vinculada o
subordinada a las razones de carácter instrumental, como actitud prudente de los
agricultores de examinar hasta qué punto es posible mantener sus valores sin
comprometer su reproducción social y económica. Por todo ello, preferimos sugerir que
investigaciones futuras, con mayor especificidad y mejor aparato conceptual, puedan
examinar y concluir de manera más rigurosa sobre esta cuestión.
3ª) Los agricultores familiares gauchos se agrupan en formas de acción colectiva
para superar las dificultades que les crea la introducción de nuevos estilos de
agricultura ecológica en un contexto poco favorable marcado por el
paradigma de la modernización productivista. Este proceso de integración en
experiencias asociativas no es sólo un proceso instrumental, sino que tiene
una base de búsqueda de identidad y de construcción de intereses
compartidos, lo que convierte a las asociaciones de agricultores ecológicos en
formas de organización próximas a los movimientos sociales.
De manera similar a la anterior, esta hipótesis se confirma tan sólo parcialmente,
habiendo serias restricciones para su aceptación. Es decir, hay evidencias de que, de
hecho, existen dificultades para que los agricultores se impliquen de manera individual en
la implementación de estilos ecológicos de producción agrícola, abriendo paso a la
creación de formas asociativas orientadas a favorecer el proceso de transición
agroecológica, especialmente en lo que respecta a la inserción en un mercado distinto y
que remunera económicamente a los agricultores por sus productos ecológicos,
caracterizando así como instrumentales las acciones colectivas desarrolladas en el
contexto de las asociaciones estudiadas. Por otra parte, y esto constituye la principal
restricción a una plena confirmación de nuestra tercera hipótesis, la investigación
empírica muestra que no parece haber una base de búsqueda de identidad y de
construcción de intereses compartidos de tipo movimiento social en las experiencias
José A. Costabeber
374
asociativas investigadas, si bien en una de las asociaciones, la AECIA, hay evidencias de
que la acción colectiva asume algunas de estas características al entender la agricultura
ecológica como un proyecto social alternativo e incluyente.
En realidad, y ello está bastante reflejado en nuestros análisis, la adhesión a formas
asociativas sigue principalmente una lógica de tipo instrumental, en el sentido de que los
agricultores familiares se enfrentan a dificultades y barreras casi insuperables para
implicarse en proyectos de producción ecológica de manera individual. El éxito de la
agricultura ecológica depende tanto del acceso a nuevas tecnologías, como de la
comercialización en mercados que preferentemente reconocen la mejor calidad intrínseca
de los productos, así como de la transformación de la producción agrícola en productos
con mayor valor añadido. Las posibilidades de intercambiar experiencias y de participar
directamente en la experimentación de tecnologías constituyen, por tanto, un primer paso
y representan un bien colectivo conquistado por la integración de los agricultores en
grupos organizados como vía para mitigar la falta de conocimientos tecnológicos
adecuados a los contextos agroecológicos locales. La oportunidad de participar en un
mercado diferenciado y que valorice mejor la producción ecológica comparada con la
convencional, parece constituir, por tanto, la clave que explica la adhesión de la mayoría
de los agricultores —con independencia de la asociación en que participan— a
estrategias de acción colectiva. La industrialización de la producción ecológica y la
producción de insumos para promover la agricultura ecológica son objetivos de difícil
alcance por los agricultores a título individual, lo que estimula la acción organizada en
base a una lógica instrumental, sin que ello represente necesariamente una búsqueda de
identidad.
La AECIA, como hemos dicho antes, parece constituir la única —entre las cuatro
experiencias asociativas analizadas— que presenta determinadas características que
aproxima sus estrategias de acción a la búsqueda de construcción de una identidad
colectiva más típica de los movimientos sociales. Su orientación religiosa, desde su
creación, y la firme convicción de sus afiliados de que la agricultura ecológica y el
asociacionismo representan un proyecto social alternativo con potencia para rescatar la
dignidad y la ciudadanía de los agricultores que quedaron al margen del proceso de
modernización, le convierte en una experiencia asociativa comprometida en apoyar a
otros grupos de agricultores que asuman el desafío de desarrollar una agricultura
orientada a principios ecológicos compatibles con la preservación de la vida. Tan sólo en
el caso de la AECIA, pues, nuestra hipótesis puede ser confirmada en su totalidad.
Conclusiones
375
4ª) Las instituciones públicas, como la extensión rural, o privadas, como las
ONGs, desempeñan un papel fundamental en la dinamización de los
agricultores familiares en pro de la ecologización de sus prácticas agrícolas.
Los discursos y concepciones de estas instituciones acercas de los
problemas ecológicos de la agricultura están en sintonía con la realidad que
experimentan los agricultores familiares en Rio Grande do Sul.
De manera similar a la primera, esta hipótesis también queda confirmada por la
investigación realizada, sin bien es necesario matizarla en algunos de sus aspectos. En
primer lugar, merece la pena destacar que hay unanimidad en las manifestaciones de los
agricultores ecológicos respecto al papel relevante que ejercen los asesores técnicos,
tanto en las cuestiones tecnológicas como en el tema de la organización y dinamización
de grupos. Ninguna de las experiencias asociativas analizadas surgió por iniciativa
directa o espontánea de los agricultores, sino que todas ellas tuvieron, en alguna medida,
la influencia de agentes externos —extensionistas, técnicos de ONGs y miembros de la
Iglesia— interesados en promover estilos de agricultura alternativos al modelo
agroquímico convencional, poniendo énfasis en la necesidad de adecuar las tecnologías
agrícolas a las condiciones socioeconómicas de los agricultores familiares y destacando,
además, los temas de la salud y del medio ambiente como puntos de partida para la
configuración de nuevas formas de producción. La participación en cursos sobre ecología
y en viajes para el intercambio de experiencias, así como la participación en
experimentos con tecnologías ecológicas, aparecen en las entrevistas de los agricultores
como factores que han favorecido su adhesión a estilos ecológicos de producción. La
mayoría de los agricultores destaca, asimismo, que su despertar por la cuestión ecológica
se debe a las enseñanzas emanadas de los asesores técnicos, depositando en ellos su
confianza para seguir adelante con el proceso de transición agroecológica, sin
desconocer ni olvidar que necesitan mayores apoyos también de otros sectores de la
sociedad (investigación agrícola y crédito rural adecuados a sus propósitos, por ejemplo).
Respecto a la segunda parte de la hipótesis, puede decirse que tanto los técnicos,
como los agricultores ecológicos perciben de un modo bastante similar la crisis que
afecta a la agricultura familiar en la región. Es decir, desde la perspectiva de las tres
dimensiones básicas que componen nuestro modelo explicativo —económica, social y
medioambiental—, los agricultores que se adhieren a la agricultura ecológica y toman
José A. Costabeber
376
parte en estrategias de acción colectiva para potenciar el proceso de transición expresan
sus razones en términos del deseo y expectativa de superar las debilidades económicas
de sus explotaciones, resistir la presión de la exclusión social a que están sometidos y
emprender cambios técnicos capaces de mantener y/o recuperar la capacidad productiva
de sus agroecosistemas. Por parte de los asesores, tanto de las ONGs, como de la
extensión rural, su percepción de la crisis y los argumentos para justificar su intervención
en pro de una agricultura conducida en base a principios ecológicos también se ajusta a
estas tres dimensiones. Esencial en sus discursos es la idea de que la renta de los
agricultores está siendo apropiada por sectores situados fuera de la agricultura misma. La
dependencia de los agricultores respecto a los insumos industriales no sólo constituye un
factor que eleva los costes de producción agrícola, sino que también agrava los
problemas ecológicos y degrada la base de los recursos naturales. Asimismo,
concuerdan al afirmar que el agricultor no debe ser un simple objeto de los programas de
intervención en el medio rural, sino, todo lo contrario, sujeto y actor principal de su
proceso de desarrollo económico y social, haciéndole recuperar su status de ciudadanía y
la dignidad en cuanto productor de alimentos sanos y portadores de salud. No obstante,
en el discurso de los asesores se sitúa en un lugar central la utilización racional de los
recursos naturales, aspecto éste que es colocado en la base de las propuestas de
cambio hacia una agricultura ecológica y constituye el fundamento básico de la
sustentabilidad agraria. En este punto, nuestra hipótesis encuentra alguna debilidad, ya
que, como ha quedado claro en el capítulo V, son minoría los agricultores que enfatizan
la dimensión medioambiental como factor explicativo de su opción por la agricultura
ecológica. Dicho en otras palabras, aunque hay una fuerte coincidencia en los
argumentos de los técnicos y de los agricultores respecto a la crisis que se percibe desde
las dimensiones económica y social, el tema de la degradación de los ecosistemas y de
la pérdida de su potencial para fines agrícolas se muestra poco evidente en el discurso
de la mayoría de los agricultores y no puede decirse que constituya la principal razón de
sus decisiones en pro de la adopción de estilos de agricultura ecológica.
❋❋❋❋❋ ❋❋❋
❋
Conclusiones
377
Dado que las investigaciones de tesis doctorales no deben ser nunca puntos de
llegada, sino puntos de partida para futuras líneas de investigación, cabe señalar algunas
observaciones finales. Creemos haber demostrado que, al menos en el contexto de las
experiencias asociativas analizadas, la acción social colectiva se transforma de
“consecuencia” en “motor” del proceso de transición agroecológica, dependiendo de su
éxito el logro de resultados económicos, sociales y medioambientales que aseguren la
continuidad del proceso de ecologización. En determinadas circunstancias socio-
económicas y ambientales, la acción colectiva y la ecologización pueden dar como
resultado una interacción positiva y necesaria para orientar la búsqueda y la construcción
de alternativas superadoras de la actual crisis agro-ambiental. Esta crisis, percibida en
diferentes grados de intensidad y desde diversas perspectivas por los actores sociales
por ella afectados, estaría proporcionando el fermento para la elaboración de nuevas
estrategias por parte de los agricultores familiares, como forma de ampliar sus espacios
de producción y reproducción social y económica desde una perspectiva de gestión
sostenible de los recursos naturales. Interesa recordar, pues, que la interacción de los
dos procesos expresa la búsqueda y el deseo de construcción de una alternativa
tecnológica y organizativa que sea capaz de superar dicha crisis agro-ambiental que
afecta y pone en riesgo la continuidad de la reproducción socioeconómica de aquellos
sectores de la agricultura familiar de Rio Grande do Sul que no pueden seguir en el
proceso de modernización según el patrón convencional de intensificación tecnológica.
No obstante, también es preciso indicar que la adhesión a formas asociativas para
implementar estilos de agricultura ecológica no está siendo protagonizada por
agricultores familiares periféricos, o sea, los pobres del campo, sino más bien por
agricultores familiares en transición, es decir, aquéllos que, a pesar de no haber
alcanzado el status de agricultores modernos consolidados, poseen unas condiciones
socioeconómicas básicas que les permite seguir el proceso de reproducción social
aunque por otras vías. Estas experiencias asociativas surgieron donde había agentes
externos interesados en su promoción, ya sean asesores técnicos de ONGs, ya sean
extensionistas del servicio de extensión rural oficial. En el caso de las ONGs —y el CAE
Ipê constituye un ejemplo de un proyecto exitoso—, éstas ya nacieron con objetivos de
difundir estilos alternativos o ecológicos de producción agrícola entre los agricultores. Por
parte de los extensionistas del servicio público, nuestra investigación sugiere que ellos
asumen proyectos de esta naturaleza no por orientación institucional, sino más bien por
convicciones técnicas y políticas personales, poniendo énfasis en la necesidad de
José A. Costabeber
378
articular la dimensión socioeconómica con la dimensión medioambiental en que se
insertan las pequeñas unidades familiares de producción.
De todo ello, lo que hay que retener es que la propuesta de implementación de
estilos de agricultura ecológica se encuentra limitada a una élite; es decir, que son
relativamente pocos los agricultores que disponen de una ONG o de técnicos de la
EMATER/RS a su lado para poder embarcarse en experiencias de esta naturaleza. Un
proceso de difusión más amplio de estilos de agricultura ecológica entre los agricultores
—especialmente entre los que quedaron como periféricos en el proceso de
modernización productivista— dependerá del apoyo del Estado que, a través de políticas
públicas adecuadas, garantice, por ejemplo, la generación de nuevos conocimientos y
tecnologías ecológicas, la asistencia técnica y extensión rural, y los recursos financieros
básicos que faciliten a los agricultores superar las barreras que supone el proceso de
transición agroecológica.
De todas maneras, un supuesto avance de la agricultura ecológica —según las
pautas observadas en las experiencias asociativas investigadas— constituiría una nueva
fuente de diferenciación social en el campo gaucho. Dicho en otras palabras, aunque la
agricultura ecológica se está difundiendo como una alternativa con potencialidad no sólo
para reducir la agresión medioambiental —asociada, frecuentemente, a la agricultura
convencional—, sino también para hacer viable social y económicamente la pequeña
explotación familiar en el marco del desarrollo capitalista, también parece que —al menos
en los casos en que esta alternativa se consolida y presenta una evolución tecnológica,
organizativa y mercantil— tiende a seguir un tipo de treadmill of technology. Constituye,
por ello, una fuente en potencia para alimentar el proceso de diferenciación social y crear
nuevas contradicciones. En definitiva, se abre una brecha entre agricultores que pueden
contar con el asesoramiento —ya sea de ONGs, ya sea de la extensión rural— para
organizarse en formas asociativas y para su avance tecnológico, así como para afrontar
los retos que supone conquistar mercados diferenciados que mejor remunera a la
producción ecológica, y los que no tienen esa capacidad, tema éste que debería ser
objeto de investigaciones futuras.
379
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405
ANEXOS
407
Anexos
Anexo I
Cuestionario utilizado para el registro de las Organizaciones de Agricultores con Orientación Ecológica en el Estado de Rio Grande do Sul:
Campo I - EMATER/RS
1. Oficina Regional: ...............................................................................................................
2. Oficina Local: ....................................................................................................................
3. Extensionista informante: ..................................................... 4. Fecha: ............................
Campo II - Cuanto a naturaleza y objetivos de la Organización
1. Nombre y sigla: .................................................................................................................
2. Municipio: ................................................... 3. Comunidad: ..............................................
4. Nombre del dirigente: ........................................................................................................
5. Naturaleza jurídica de la Organización:
( ) Registrada, con estatutos
( ) No registrada, con estatutos
( ) No registrada, sin estatutos
6. Año del inicio de las actividades como grupo organizado: ................
7. Fecha oficial de fundación o registro: ................................................
José A. Costabeber
408
8. Composición del cuadro asociativo:
( ) Sólo agricultores
( ) Agricultores y otros profesionales
9. Número total de asociados: .............................................................
10. Objetivos de la Organización:
( ) Estimular el intercambio de experiencias en tecnologías conservacionistas
( ) Incentivar la producción ecológica entre sus asociados
( ) Buscar nuevos canales de comercialización para la producción ecológica de sus asociados
( ) Organizar la comercialización conjunta de la producción ecológica de sus asociados
( ) Industrializar y/o procesar la producción ecológica de sus asociados
( ) Organizar la compra conjunta de insumos y materias-prima para uso agrícola
( ) Organizar la compra y la utilización conjunta de máquinas y equipamientos agrícolas
( ) Proporcionar educación ecológica, tecnológica y organizativa a sus asociados
( ) Otros: .......................................................................................................................
11. ¿Como los asociados identifican el estilo de agricultura que realizan?
( ) Agricultura Ecológica
( ) Agricultura Agroecológica
( ) Agricultura Orgánica
( ) Agricultura Natural
( ) Agricultura Sin Veneno
( ) Agricultura Biodinámica
( ) Agricultura de Bajos Inputs
( ) Otro: ........................................................................................................................
Anexos
409
Campo III - Cuanto a los aspectos productivos y comercialización
1. Principales cultivos donde se emplean métodos y técnicas de carácter ecológico: ...............................................................................................................................................
2. Entre los productos mencionados en el ítem anterior, destaque aquello(s) que tenga(n) mayor representatividad en la renta de los asociados: ......................................................... ...............................................................................................................................................
3. Principales prácticas de carácter ecológico actualmente utilizadas por los asociados:
( ) Fertilización orgánica y/o verde
( ) Cultivo en consorcio
( ) Manejo integrado y/o control biológico de plagas y/o enfermedades
( ) Siembra directa y/o cultivo reducido
( ) Recuperación y utilización de variedades tradicionales
( ) Rotación de culturas
( ) Uso de productos fitosanitarios de baja toxicidad (comercial)
( ) Uso de productos fitosanitarios de baja toxicidad (caseros)
( ) Otras: ....................................................................................
4. Principales canales utilizados por los asociados para la comercialización de los productos producidos con el auxilio de métodos y técnicas de carácter ecológico:
( ) Asociación de vecinos
( ) Cooperativa de productores y/o consumidores
( ) Feria de Productores
( ) Intermediarios
( ) Supermercados, tiendas, frutería o restaurantes
( ) Venta directa en la sede de la asociación
( ) Venta directa en el propio local de producción
( ) Otros: .......................................................................................
5. Principales productos agropecuarios, aún producidos por métodos convencionales, que son importantes en los sistemas de producción de los asociados, sea por el tamaño del área sea por el volumen comercializado: .............................................................................. ...............................................................................................................................................
José A. Costabeber
410
6. Característica predominante de la topografía en la región de alcance de la Organización:
( ) Gran declividad
( ) Mediana declividad
( ) Pequeña declividad
7. Área total media de las propiedades de los asociados: ................................
8. Área total de la menor propiedad vinculada a la Organización: ....................
9. Área total de la mayor propiedad vinculada a la Organización: ....................
Campo IV - Cuanto a las actividades colectivas
1. Principales actividades y/o emprendimentos realizados de forma asociativa por los asociados:.............................................................................................................................................................................................................................................................................
2. ¿Las reuniones y/o encuentros y/o asambleas de la Organización son acompañadas por la elaboración de actas o de cualquier otro tipo de registro?
( ) Sí, siempre ( ) Sí, a veces ( ) No
Campo V - Cuanto a la asesoría técnica y organizativa
1. ¿La Organización recibe actualmente asesoría técnica, organizativa o gerencial de alguna entidad?
( ) Sí ( ) No
2. Si la respuesta del ítem anterior haya sido “Sí”, mencione el nombre de esa(s) entidad(es): ...........................................................................................................................
Campo VI - Informaciones complementares
1. En ese espacio puede agregar informaciones o hacer comentarios que juzgar oportuno sobre características o aspectos particulares de la referida Organización: .......................... ............................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................
Nombre del Jefe de la Oficina Local: ................................................................................
Dirección de la Oficina Local: ............................................................................................
Anexos
411
Anexo II
Relación de las asociaciones visitadas:
1. AFES — Associação dos Fruticultores Ecológicos de Sobradinho. Sobradinho (RS).
2. AECIA — Associação dos Agricultores Ecologistas de Ipê e Antonio Prado. Antonio Prado (RS).
3. ECOCITRUS — Associação dos Citricultores Ecológicos do Vale do Caí. Montenegro (RS).
4. APEMA — Associação dos Produtores Ecologistas da Linha Pereira Lima. Ipê (RS).
5. APEVS — Associação dos Agricultores Ecologistas da Vila Segredo. Ipê (RS).
6. APESC — Associação dos Agricultores Ecologistas da Capela Santa Catarina. Ipê (RS).
7. APESAA — Associação dos Agricultores Ecologistas de Santo Antão do Abade. Ipê (RS).
8. APEJ — Associação dos Agricultores Ecologistas da Capela São José. Ipê (RS).
9. APESJ — Associação dos Agricultores Ecologistas da Capela São João. Ipê (RS).
10. APO — Associação dos Produtores Orgânicos de Panambí. Panambí (RS).
Relación de las entrevistas con agricultores:
Nº 01 - Dirigente de la AFES
Nº 02 - Miembro de la AFES
Nº 03 - Miembro de la AFES
Nº 04 - Miembro de la AFES
Nº 05 - Miembro de la AFES
Nº 06 - Miembro de la AFES
José A. Costabeber
412
Nº 07 - Miembro de la AFES
Nº 08 - Miembro de la AFES
Nº 09 - Dirigente de la AECIA
Nº 10 - Miembro de la AECIA
Nº 11 - Miembro de la AECIA
Nº 12 - Miembro de la AECIA
Nº 13 - Miembro de la AECIA
Nº 14 - Miembro de la AECIA
Nº 15 - Dirigente de la ECOCITRUS
Nº 16 - Miembro de la ECOCITRUS
Nº 17 - Miembro de la ECOCITRUS
Nº 18 - Miembro de la ECOCITRUS
Nº 19 - Miembro de la ECOCITRUS
Nº 20 - Miembro de la ECOCITRUS
Nº 21 - Miembro de la ECOCITRUS
Nº 22 - Miembro de la ECOCITRUS
Nº 23 - Dirigente de la APEMA
Nº 24 - Miembro de la APEMA
Nº 25 - Miembro de la APEMA
Nº 26 - Miembro de la APEMA
Nº 27 - Miembro de la APEMA
Nº 28 - Dirigente de la APEVS
Nº 29 - Dirigente de la APESC
Nº 30 - Dirigente de la APESAA
Nº 31 - Dirigente de la APEJ
Nº 32 - Miembros (05) de la APESJ
Nº 33 – Líder de la APAR
Anexos
413
Relación de otras entrevistas con agricultores
Nº 1 – Miembro de la APO
Nº 2 - Miembro de la APO
Nº 3 - Miembro de la APO
Nº 4 - Miembro de la APO
Nº 5 - Miembro de la APO
Nº 6 - Miembro de la APO
José A. Costabeber
414
Anexo III
Guión para entrevistas con dirigentes e informantes-clave de las asociaciones de agricultores ecológicos:
TEMA “A” - Sobre la transición agroecológica
Cuestión 1 - Descripción del proceso de agricultura ecológica:
¿Cuándo comenzaron sus primeros trabajos con la agricultura ecológica y cuál es la situación actual de sus experiencias con este nuevo sistema de producción agrícola?
A partir de esta cuestión se esperaba conocer:
- el origen del proceso de cambio hacia la agricultura ecológica;
- las entidades y/o personas que contribuyeron a que se iniciara la agricultura ecológica;
- las principales características y el actual estadio de desarrollo del nuevo estilo de agricultura practicado por el agricultor.
Cuestión 2 - Descripción del proceso de agricultura convencional:
¿Como practicaba Usted la agricultura antes de hacer la opción por el nuevo estilo de producción agrícola?
A partir de esta cuestión se esperaba conocer:
- los rasgos distintivos de la agricultura convencional anteriormente practicada por el agricultor;
- las principales diferencias entre el actual estilo ecológico de producción y el estilo de agricultura antes practicado;
- los rasgos distintivos que caracterizan al agricultor ecológico en relación a otros agricultores.
Anexos
415
Cuestión 3 - Explicación del proceso de cambio de la agricultura convencional a la agricultura ecológica:
¿Cuáles han sido las principales razones que ha tenido en cuenta Usted para cambiar el estilo de hacer agricultura?
A partir de esta cuestión se esperaba conocer:
- los motivos, preferencias, creencias y oportunidades consideradas por el actor para el cambio del estilo de agricultura;
- las expectativas pasadas, presentes y futuras en relación a la práctica de la agricultura ecológica;
- las posibles influencias de instituciones y/o personas y/o incentivos selectivos en la toma de decisión del agricultor;
- las limitaciones que enfrentaba el agricultor para la continuidad de la agricultura convencional.
Cuestión 4 - Balance del proceso de cambio de la agricultura convencional a la agricultura ecológica:
A partir de sus experiencias pasadas y presentes, haga Usted una evaluación general sobre los resultados —positivos y/o negativos— hasta ahora alcanzados con el nuevo estilo de agricultura que se propone realizar.
A partir de esta cuestión se esperaba conocer:
- los beneficios y ventajas proporcionados por la agricultura ecológica;
- los costes y desventajas derivados de la agricultura ecológica;
- el balance general sobre las dificultades y facilidades para el cambio hacia la agricultura ecológica.
Cuestión 5 - Asesoramiento técnico y organizativo:
Comente Usted la participación y/o contribución —pasada y presente— de instituciones o personas en la asesoría técnica para el cambio del estilo de hacer agricultura.
A partir de esa cuestión se esperaba conocer:
- las fuentes de asesoría técnica utilizadas por el agricultor antes de la opción por la agricultura ecológica;
- las fuentes de asesoría técnica actualmente utilizadas por el agricultor ecológico;
José A. Costabeber
416
- los principales problemas técnicos actualmente enfrentados por los agricultores y las expectativas y planes para su solución.
Cuestión 6 - Recapitulación:
¿Tiene Usted alguna razón especial para el hecho de haber se convertido en un agricultor ecológico?
TEMA “B” - Sobre las acciones individual y colectiva
Cuestión 1 - Desarrollo organizativo:
Comente Usted cómo surgió la idea de formar una Asociación de Agricultores para la producción ecológica y el actual estadio de desarrollo del trabajo asociativo hacia la agricultura ecológica.
A partir de esta cuestión se espera conocer:
- el origen del proceso de formación del grupo de agricultores ecológicos;
- las entidades y/o personas que contribuyeron a la dinamización del grupo y a la organización de estrategias colectivas de acción;
- las principales características y el actual estadio de desarrollo del trabajo asociativo.
Cuestión 2 - Explicación del proceso de acción colectiva:
¿Cuáles fueron sus principales razones para decidir formar parte de una Asociación de Agricultores Ecológicos?
A partir de esta cuestión se esperaba conocer:
- los motivos, preferencias, creencias y oportunidades considerados por el actor para tomar parte de acciones colectivas;
- las expectativas pasadas, presentes y futuras en relación al trabajo asociativo hacia la agricultura ecológica;
- las posibles influencias de instituciones y/o personas y/o incentivos selectivos en la toma de decisión del agricultor;
- las limitaciones que enfrentaba el agricultor para la continuidad del trabajo de modo individual.
Anexos
417
Cuestión 3 - Peso del grupo en el desarrollo de la agricultura ecológica:
¿Se consideraba Usted un agricultor ecológico antes de afiliarse a la Asociación de Agricultores Ecológicos?
A partir de esta cuestión se esperaba conocer:
- la conexión entre el surgimiento y formación de la asociación y el inicio de la práctica de la agricultura ecológica;
- las expectativas que tenía el agricultor sobre las posibilidades y límites para desarrollar la agricultura ecológica tomando parte o estando fuera de la asociación.
Cuestión 4 - Valoración del trabajo asociativo:
A partir de sus experiencias como afiliado de la asociación, haga Usted una evaluación general sobre los resultados —positivos y/o negativos— hasta ahora alcanzados con esta estrategia asociativa de trabajo.
A partir de esta cuestión se espera conocer:
- los beneficios y ventajas proporcionados por las estrategias colectivas de acción;
- los costes y desventajas derivados del trabajo asociativo;
- el balance general sobre las dificultades y facilidades para compatibilizar los intereses individuales y los intereses colectivos.
Cuestión 5 - Previsión de futuro del trabajo asociativo:
¿Cómo ve el futuro de la Asociación de Agricultores Ecológicos y lo que espera de ella?
A partir de esta cuestión se esperaba conocer:
- las expectativas del agricultor en relación al papel que debe asumir la asociación en el futuro;
- las expectativas presentes y futuras del agricultor sobre sus posibilidades y límites para desarrollar la agricultura ecológica formando parte o estando fuera de la asociación;
- las entidades o personas que espera el agricultor contribuyan al desarrollo de la agricultura ecológica y del asociacionismo.
José A. Costabeber
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Cuestión 7 - Recapitulación:
¿Tiene Usted alguna razón especial para haberse integrado en una Asociación de Agricultores Ecológicos?
TEMA “C” - Sobre cuestiones generales
Cuestión 1 - Proceso de trabajo:
¿Qué ha cambiado en la organización, cuantidad y cualidad de su trabajo después de la opción por la producción ecológica?
Cuestión 2 - Visión subjetiva del proceso:
Aunque las primeras experiencias en Rio Grande do Sul se hayan iniciado desde hace 10 años, la agricultura ecológica es todavía un estilo de agricultura desarrollado por pocos agricultores. En su opinión, ¿por qué la mayoría de los agricultores sigue en la agricultura “convencional”?
Cuestión 3 - Valoración de la acción institucional:
¿Cómo ve Usted las actuales políticas agrícolas institucionales en relación al desarrollo de la agricultura ecológica?
¿Qué tipo de políticas agrícolas cree Usted serían fundamentales para un mayor desarrollo de la agricultura ecológica?
Cuestión 4 - Problemas de la agricultura ecológica:
Mirando la agricultura ecológica en todas sus etapas —desde antes de la decisión de plantío hasta después de la comercialización—, ¿Cuáles son los mayores problemas que identifica Usted?
Cuestión 5 - Evaluación subjetiva del proceso:
¿Ha merecido la pena hasta ahora ser un agricultor ecológico y participar de una asociación? ¿Por qué?
Cuestión 6 - Perspectivas futuras del proceso:
Hay quienes afirman que la agricultura ecológica es una moda que como otras tantas se va agotar. ¿Cómo ve Usted esta cuestión?
Anexos
419
Anexo IV
Relación de las entrevistas con técnicos
Nº 01 - Extensionista de la EMATER/RS - Oficina Central
Nº 02 - Extensionista de la EMATER/RS - Oficina Regional
Nº 03 - Extensionista de la EMATER/RS - Oficina Local
Nº 04 - Extensionista de la EMATER/RS - Oficina Local
Nº 05 - Extensionista de la EMATER/RS - Oficina Local
Nº 06 - Extensionista de la EMATER/RS - Oficina Local
Nº 07 - Extensionista de la EMATER/RS - Oficina Local
Nº 08 - Asesor Técnico del CAE-IPÊ
Nº 09 - Asesor Técnico del CAE-IPÊ
Nº 10 - Asesor Técnico del CAE-IPÊ
Relación de otras entrevistas con técnicos
Nº 11 - Extensionista de la EMATER/RS - Oficina Regional
Nº 12 - Extensionista de la EMATER/RS - Oficina Local
Nº 13 - Asesor Técnico del CAPA
Nº 14 - Asesor Técnico de la Fundação Gaia
Nº 15 - Técnico del Ministerio da Agricultura e Reforma Agrária
José A. Costabeber
420
Anexo V
Guión para las entrevistas con asesores técnicos de las asociaciones de agricultores ecológicos:
TEMA “A” - Sobre la dimensión tecnológica
Sobre el inicio del trabajo:
1. ¿Desde hace cuánto tiempo participa Usted en trabajos de asesoría a agricultores ecológicos? ¿Por qué decidió trabajar con esa categoría de agricultores?
2. ¿Dónde y de qué forma ha tenido los primeros contactos con las tecnologías, métodos y procesos ecológicos de producción que hoy recomienda a los agricultores? ¿Cree que las tecnologías que conoce son suficientes para desarrollar un trabajo técnico eficaz?
Sobre el enfoque tecnológico:
3. ¿Hay algún principio básico o teoría específica que orienta el estilo de agricultura ecológica que Usted cree e intenta ponerlo en práctica? ¿Como denominaría Usted el estilo de agricultura desarrollado por los agricultores?
4. ¿Considera Usted que el conjunto de las orientaciones tecnológicas prestadas a los agricultores ecológicos constituye realmente un modelo tecnológico distinto del modelo de la Revolución Verde? ¿Cuáles son las principales diferencias?
5. ¿Las directrices y orientaciones técnicas transmitidas a Usted por su institución —a través de materiales bibliográficos, cursos de capacitación, reuniones técnicas, etc.— favorecen su trabajo con la agricultura ecológica?
6. ¿Cree Usted que sólo tienen validez las tecnologías testadas y aprobadas en Centros Oficiales de Investigación? ¿Cuál es la orientación de su empresa o entidad en ese sentido?
7. ¿Al agricultor se les ha reservado algún papel en el diseño, experimentación y evaluación de técnicas y métodos ecológicos de producción? En caso afirmativo, ¿de qué forma se da esa participación? Ejemplifique alguna mejoría tecnológica que haya sido obtenida con la participación de los agricultores ecológicos?
Anexos
421
Sobre el estadio actual y resultados del trabajo:
8. Describa, de una manera general, el actual estadio tecnológico en que se encuentra el trabajo y destaque las principales prácticas, métodos y técnicas de producción que están siendo adoptadas por los agricultores ecológicos y que mejor caracterizan el “modelo alternativo” propuesto.
9. Hoy se habla mucho sobre el desarrollo rural sostenible, agricultura sostenible y sostenibilidad como metas a alcanzar. Ejemplifique algunos resultados prácticos de su trabajo que muestren la conexión entre la agricultura ecológica y la sostenibilidad.
TEMA “B” - Sobre la dimensión estratégica y organizativa
Sobre el inicio del trabajo:
1. En su opinión, ¿qué razones llevaron a esos agricultores a hacer agricultura ecológica? ¿Hubo influencia de agentes externos para esa iniciativa? En caso afirmativo, ¿qué agentes tuvieron mayor influencia?
2. ¿En su opinión, qué razones llevaron a esos agricultores a crear una asociación? ¿El trabajo asociativo ha sido una iniciativa de los propios agricultores o fue una propuesta emanada de agentes externos? ¿Qué agentes externos?
Sobre el enfoque estratégico-organizativo
3. En su evaluación, ¿ha sido la agricultura ecológica la que generó la necesidad de la asociación o ha sido el hecho de los agricultores de estar vinculados a una organización lo que propició las condiciones para la implementación de la agricultura ecológica?
4. ¿Cuál ha sido la metodología y estrategia de intervención básica utilizada para el trabajo de asesoría a los agricultores ecológicos y a su respectiva asociación?
5. ¿Cuáles son las principales facilidades y/o dificultades encontradas en su trabajo de asesoría a la asociación de agricultores ecológicos?
6. ¿Asiste Usted a agricultores ecológicos que no pertenezcan a ninguna asociación ecológica? En caso afirmativo, ¿cuál es la diferencia en su estrategia de intervención en uno y otro caso?
7. ¿Asesora Usted a otras asociaciones o grupos de agricultores que no sean de carácter “ecológico”? En caso afirmativo, ¿qué diferencía su estrategia de trabajo en un y otro caso? ¿Por qué?
José A. Costabeber
422
Sobre el estadio actual y resultados del trabajo
8. Desde el punto de vista organizativo, caracterize el estadio actual de desarrollo de la asociación. Haga su evaluación personal sobre los principales avances que ha tenido el grupo de agricultores, así como sus principales dificultades para el trabajo asociativo.
9. ¿Considera Usted de hecho necesaria la articulación de agricultores en torno a una asociación para que la agricultura ecológica pueda ser desarrollada? ¿Por qué? En su opinión, ¿estarían esos agricultores en condiciones de seguir haciendo la agricultura ecológica sin pertenecer a la asociación? ¿Por qué?
TEMA “C” - Sobre la dimensión social
Sobre la importancia del trabajo:
1. En su punto de vista, ¿cuál es la mayor relevancia de ese trabajo que está Usted desarrollando con la asociación y los agricultores ecológicos?
2. ¿Cuál es el grado de importancia que atribuye Usted a su trabajo con agricultura ecológica en relación a los demás trabajos que ejecuta como extensionista rural?
3. ¿Considera Usted el trabajo con agricultura ecológica un ejemplo que puede ser seguido por otros agricultores de su municipio o de la región o del estado de Rio Grande do Sul? ¿Por qué?
Sobre el estadio actual y perspectivas futuras:
4. Teniendo en cuenta las actuales políticas agrícolas oficiales, ¿cuáles son las principales barreras y/o facilidades para su trabajo con la asociación y los agricultores identificados con el manejo ecológico?
5. ¿Merecerían esos agricultores ecológicos algún incentivo gubernamental especial o deben ser tratados de manera igual a los demás agricultores, teniendo que demostrar competitividad y productividad tal como aquellos que siguen en la agricultura convencional?
6. Los servicios de asistencia técnica y extensión rural han sido muy criticados en los últimos años por su papel de “difusor” de paquetes tecnológicos capital-intensivos y agresivos al medio ambiente. ¿Cómo ha sido su postura de trabajo con los agricultores ecológicos? ¿Eso representa una iniciativa personal suya, una orientación de su institución o una exigencia de los propios agricultores?
7. ¿No cree Usted que las agriculturas ecológica, agroecológica, orgánica, alternativa, regenerativa, biodinámica, etc., son tan sólo una moda y que en breve se van a agotar?
8. ¿Cree posible Usted que los agricultores identificados con la ecología podrán algún día tener sus propiedades manejadas totalmente según principios ecológicos?
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