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Un cuento que presenta, con gracia y ternura, una historia sobre la solidaridad y la cooperación.
María Cristina R
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Belisario y los espejos de aguaMaría Cristina RamosIlustraciones de Perica
Una nueva aventura de Belisario, el gusanito violinista. Esta vez, nuestro amigo tiene mucha sed, busca y busca agua para beber, pero no encuentra por ningún lado. Entonces, como siempre, aparecen sus amigos para ayudarlo.
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María Cristina RamosIlustraciones de Perica
Belisario y los espejos de agua
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© 2003, María Cristina Ramos© 2003, 2015, Ediciones Santillana S.A.© De esta edición:2016, Ediciones Santillana S.A.Av. Leandro N. Alem 720 (C1001AAP)Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina
ISBN: 978-950-46-4691-4Hecho el depósito que marca la ley 11.723Impreso en Argentina. Printed in Argentina.
Primera edición: xxxxx de 2016
Coordinación de Literatura Infantil y Juvenil: María Fernanda MaquieiraIlustraciones: Perica
Dirección de Arte: José Crespo y Rosa Marín Proyecto gráfico: Marisol Del Burgo, Rubén Chumillas y Julia Ortega
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.
Ramos, María Cristina Belisario y los espejos de agua / María Cristina Ramos ; ilustrado por Perica. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Santillana, 2016. 40 p. : il. ; 19 x 16 cm. - (Amarilla)
ISBN 978-950-46-4691-4
1. Literatura Infantil y Juvenil. I. Perica, ilus. II. Título. CDD 863.9282
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Belisario y los espejos de aguaMaría Cristina RamosIlustraciones de Perica
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Para los muchos lectores de Belisario y el violín.Y para los que descubren el momento justo
en que hay que preparar un tecito de alivio.
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El sol todavía no había salido. Las ventanas de la casa estaban nubladas de sueño. Belisario se sacudió la modorra, se peinó y salió. Cargaba una mochila y, dentro de ella, una botella pequeña.
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Atravesó un campo de manzanillas y otro de tréboles. Iba pasito y paso, pasito y paso, pasito y paso cuando escuchó, en lo alto, un zumbido. Creyó que era el sol, que se estaba levantando, pero era la abeja Florinda.
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—Belisario, ¿te vas de viaje? —le preguntó.—No, voy a buscar agua.—¿Para bañarte?—No, para beber.
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Como la mirada de los que vuelan llega más lejos, la amiga le avisó:
—Por aquí no hay, pero más allá del retamo vas a ver un charco que la lluvia dejó llenito de agua.
—¡Qué bueno, Florinda, muchas gracias!
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Ella saludó con las alas, se acomodó la carga de jugo de flor, y se perdió en un claro del aire.
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Belisario caminó mucho y se cansó un poco. Pero sólo cuando pudo divisar el brillo del agua descubrió que tenía ¡una sed terrible! Contento, pensó en lo bien que le vendría beber una gota y hasta dos. Pero cuando creyó que ya había llegado, no encontró nada. Ni rastro del charco.
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—¡Qué raro! —suspiró. Levantó otra vez la cabeza y vio allá, muy lejos, el brillo del agua. Volvió a caminar todo lo rápido que la sed le permitía y, cuando creyó que había llegado a la orilla fresquita, se agachó para beber. Y otra vez, nada. Como no podía entender, se enroscó a pensar.
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Florinda, que venía de regreso, le preguntó qué le sucedía. Belisario le contó.
—Había agua, estaba lejos, pero yo la vi. Sin embargo, al llegar ya no estaba.
—Es el brillo del sol, Belisario. A lo lejos el sol brilla como si fuera agua, pero no es, es nada más que sol.
—Es un agua mentirosa.—Claro, se llama espejismo, Belisario.—¡Ah! —dijo él—. No tiene gusto a nada un
espejismo.
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