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CAPÍTULO II
ASPECTOS ESENCIALES DE LAS ENCÍCLICAS RELATIVAS A LAS VIRTUDES ECOLÓGICAS
1. El horizonte verdadero: Un bien común.
El horizonte es una categoría importante que es necesario aclarar para
los efectos de la comprensión y de la ubicación histórica, personal y espiritual
de los seres humanos en el mundo. Se llama horizonte a todo aquello que es
visible desde una determinada perspectiva, por eso se habla de ampliar
horizontes, cuando lo que se logra determinar se hace desde un punto de
vista estrecho, eso significa que es necesario abrir nuevos horizontes:
“El horizonte no es una frontera rígida, sino algo que se desplaza con
uno y que invita a seguir entrando en él” ( Gadamer, G.-1994,309).
El que no tiene horizonte es un hombre que no ve suficiente y por lo tanto valora solamente lo que le cae más cerca, tener horizonte significa no
estar limitado a lo más cercano sino poder ver “más allá” de lo inmediato.
«Laudato si’, mi’ Signore» – «Alabado seas, mi Señor», hace referencia a la Carta de la Tierra que invitaba a todos a dejar atrás una etapa de autodestrucción y a comenzar de nuevo, se requiere una conciencia
universal que lo haga posible una toma de decisiones coherentes, e insiste en proponer un destino común, significa hacer un llamado a buscar un
nuevo comienzo, de un tiempo que signifique el despertar de una nueva reverencia ante la vida; donde sea posible alcanzar la sostenibilidad; por el aceleramiento en la lucha por la justicia y la paz y por la alegre celebración
de la vida:
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“El horizonte es el ámbito de visión que abarca y encierra todo lo que es
visible desde un determinado punto” Gadamer, G. I,372).
Tener horizonte es tener sentido, el horizonte desde el Magisterio social de
la iglesia es una categoría abarcante que incluye al hombre en todas sus
dimensiones, y tener sentido significa que no pueden darse limitaciones en ningún
aspecto, porque el único límite debe ser el de la Ley, tanto espiritual, que depende
de Dios, como a las leyes de los hombre, porque:
“…un verdadero horizonte es el que permite ver la verdad. Un perfecto
horizonte es la dimensión vinculante de nuestro destino” Gadamer, G.,1996, p.42.)
Aplicado a las actuaciones, acciones y comportamientos del hombre, cuando
hablamos de la estrechez de horizontes, requerimos ampliar horizontes, cuando
se necesita apertura a nuevos horizontes.
S. S., papa Francisco, explica cómo se ha desarrollado en el hombre un
encuentro entre lo que llama los desiertos exteriores y desiertos interiores, que
han dado como resultado una gran crisis personal que lleva a la crisis social y
ecológica, de donde se puede vislumbrar una confusión del horizonte:
“…Si «los desiertos exteriores se multiplican en el mundo porque se han extendido los desiertos interiores», la crisis ecológica es un llamado a una profunda conversión interior. Pero también tenemos que reconocer que algunos cristianos comprometidos y orantes, bajo una excusa de realismo y pragmatismo, suelen burlarse de las preocupaciones por el medio ambiente. Otros son pasivos, no se deciden a cambiar sus hábitos y se vuelven incoherentes. Les hace falta entonces una conversión ecológica, que implica dejar brotar todas las consecuencias de su encuentro con Jesucristo en las relaciones con el mundo que los rodea. Vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa, no consiste en algo opcional ni en un aspecto secundario de la experiencia cristiana.”(cf. Enc. Laudato Sí..,152).
En la hermenéutica contemporánea el concepto de horizonte es un tema de
estudio interesante, dado que horizonte significa el camino, la orientación hacia
donde debe dirigirse el sujeto. En las encíclicas papales también se hace
constante referencia al concepto de horizonte.
No se trata de someterse al otro, sino de comprenderse en un punto de vista
móvil que le permita moverse en diferentes puntos de vista, sin que ello signifique
que debe dominar, ni que esté bajo dominio, comprender diferentes horizontes
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significa una visión amplia, es decir se trata de ver más allá de lo cercano, y no
desatenderlo, sino verlo, integrándolo en un todo más grande y en patrones
correctos. Este es un asunto expuesto en las Encíclicas, en ellas se critica la
actitud de quienes solamente atienden el lado individual y personal, lo que se tiene
cerca, sin darse cuenta de lo que debe ser la totalidad de la persona y las
relaciones interpersonales:
“El que no tiene horizonte es un hombre que no ve suficiente y que en
consecuencia supervalora lo que le cae más cerca” Gadamer, G.-1996,373).
Ante la carencia un horizonte humano que se expresa en la encíclica
«Laudato si’, mi’ Signore», donde la situación actual del mundo es de inestabilidad
e inseguridad, donde se favorecen formas de egoísmo colectivo, y las personas
se vuelven autorreferenciales, se aíslan en su propia conciencia, con gran vacío
está el corazón, comprando objetos para poseer y consumir.
Es un contexto, no se da horizonte un verdadero bien común. Si tal tipo de
sujeto es el que tiende a predominar en una sociedad, las normas sólo serán
respetadas en la medida en que no contradigan las propias necesidades.
“Tener horizonte significa, no estar limitado a lo más cercano, sino poder ver
por encima de ellos. El que tiene horizonte puede valorar correctamente el
significado de todas las cosas que le caen dentro de ellos, según los patrones
cerca y lejos, lejos, grande y pequeño…” Gadamer, obcit., p.373).
Razón por la cual S.S. el Papa Francisco recomienda que pensemos sólo en
la posibilidad de terribles fenómenos climáticos o en grandes desastres naturales,
sino también en catástrofes derivadas de crisis sociales, porque la obsesión por un
estilo de vida consumista, sobre todo cuando sólo unos pocos puedan sostenerlo,
sólo podrá provocar violencia y destrucción en todas direcciones: Las causas de
esta violencia son evidentes porque:
“Se tiende a creer «que todo incremento del poder constituye sin más un
progreso, un aumento de seguridad, de utilidad, de bienestar, de energía vital, de
plenitud de los valores» “(cf. Laudatus Sí,83),porque no ha habido una real
comprensión del poder tecnológico y económico.
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Estas actitudes han traído graves consecuencias a la vida en general y al
ambiente en particular. Insiste en que a pesar de todo el conocimiento generado
«el hombre moderno no está preparado para utilizar el poder con acierto».
Considera que el crecimiento tecnológico no estuvo acompañado de un desarrollo
del ser humano en responsabilidad, valores, conciencia, y esta falta de conciencia
ha incidido en todos los niveles, porque hoy la humanidad no advierta la seriedad
de los desafíos que se le presentan, se ha empleado mal el poder, se aspira
constantemente a tener más cosas, y hay poco sometimiento a las norma
reguladoras de la libertad, se atiende a los imperativos de la utilidad, se permiten
los abusos contra el ambiente generalmente ante la mirada indiferente de una
gran mayoría. Eso indica que estamos ante un hombre que no tiene horizontes.
Un ser sin horizontes es aquel:
“…ser humano no es plenamente autónomo. Su libertad se enferma cuando se entrega a las fuerzas ciegas del inconsciente, de las necesidades inmediatas, del egoísmo, de la violencia. En ese sentido, está desnudo y expuesto frente a su propio poder, que sigue creciendo, sin tener los elementos para controlarlo. Puede disponer de mecanismos superficiales, pero podemos sostener que le falta una ética sólida, una cultura y una espiritualidad que realmente lo limiten y lo contengan en una lúcida abnegación…”(cf.Enc. Laudato Sí,85).
Es que está muy seguro de que si hay posibilidades para superar esas
situaciones de consumismo y desconcierto y en un acto de fe en el ser humano
expone que después de un tiempo de confianza irracional en el progreso y en la
capacidad humana,
“….una parte de la sociedad está entrando en una etapa de mayor conciencia. Se advierte una creciente sensibilidad con respecto al ambiente y al cuidado de la naturaleza, y crece una sincera y dolorosa preocupación por lo que está ocurriendo con nuestro planeta. Hagamos un recorrido, que será ciertamente incompleto, por aquellas cuestiones que hoy nos provocan inquietud y que ya no podemos esconder debajo de la alfombra. El objetivo no es recoger información o saciar nuestra curiosidad, sino tomar dolorosa conciencia, atrevernos a convertir en sufrimiento personal lo que le pasa al mundo, y así reconocer cuál es la contribución que cada uno puede aportar.”(cf. Laudato Sí, 19.).
Todo indica que no todo está perdido, porque igual como los seres humanos,
son capaces de degradarse igualmente puede sobreponerse, regenerarse, “más
allá de todos los condicionamientos mentales y sociales que les impongan…” Y
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sobre todo, son capaces de mirarse a sí mismos con honestidad, y de iniciar
caminos nuevos constantemente, y orientarse hacia la verdadera libertad, un
verdadero horizonte.
Como humanos tenemos la posibilidad de dar “… apertura al bien, a la
verdad y a la belleza,…”, pero sobre todo, hay que reconocer la capacidad de
reacción que Dios sigue alentando desde lo profundo de los corazones humanos.
Las diversas encíclicas han tratado de integrar categorías que son
esenciales para comprender los derechos, los deberes y lograr la paz. Tratan
sobre el orden en el universo, la paz en la tierra, el orden establecido por Dios y la
Ley de los hombres, la capacidad del hombre para adueñarse del progreso
científico y los adelantos técnicos, el orden en la humanidad y el desorden entre
los individuos y entre los pueblos, sobre la Observación del orden en la
conciencia humana y cómo responder estrictamente, sobre la Regulación de las
opiniones equivocadas en las comunidades políticas, las Leyes de la convivencia
humana: las Relaciones entre los ciudadanos: de los ciudadanos con las
autoridades públicas de cada Estado, de los Estados entre sí, de los individuos y
los Estados, de la comunidad mundial de todos los pueblos.
Las encíclicas, nos introducen en el mundo y ordenación de las relaciones
civiles, La dignidad de la persona y los derechos naturales, Los derechos del
hombre, como el Derecho a la existencia y a un decoroso nivel de vida, Derecho a
la existencia, a la integridad corporal, a los medios necesarios para un decoroso
nivel de vida: el alimento, el vestido, la vivienda, el descanso, la asistencia médica
y, los servicios indispensables que a cada uno debe prestar el Estado.
Esta intervención de la iglesia en la vida social y política mundial se viene
haciendo efectiva desde la aparición de la exhortación apostólica Evangeliu
Gaudium, en 1891.
Entonces se atiende el Derecho a la seguridad personal en caso de
enfermedad, invalidez, viudedad, vejez, desempleo, Derecho a la buena fama, a la
verdad y a la cultura, Respeto a su persona, la buena reputación social, la
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Búsqueda de la verdad libremente y, dentro de los límites del orden moral y del
bien común, tendrá libertad de manifestar y difundir sus opiniones y ejercer una
profesión y, disponer de una información objetiva de los sucesos públicos.
Y unos derechos a los que con frecuencia se dejan de lado como Derecho
natural del hombre el acceso a los bienes de la cultura, Instrucción fundamental
común y una formación técnica o profesional de acuerdo con el progreso de la
cultura en su propio país, derecho a profesar la religión en privado y en público,
Derechos familiares: el varón y la mujer en iguales derechos y deberes, o seguir
la vocación del sacerdocio o de la vida religiosa, La familia, fundada en el
matrimonio libremente contraído, uno e indisoluble.
No se queda allí y tratan los derechos económicos como el derecho al
trabajo, a la propiedad privada, a la reunión y asociación, a la residencia y
emigración, Derecho a intervenir en la vida pública, Derecho a la seguridad
jurídica, a Los deberes del hombre, la Conexión necesaria entre derechos y
deberes, Derecho de hombres y mujeres a la existencia y el deber de conservarla,
Derecho a un decoroso nivel de vida, Derecho de buscar libremente la verdad.
Pero como los seres humanos somos imperfectos, olvidamos los deberes,
sin embargo, las encíclicas nos los recuerdan, entonces nos proponen atender las
obligaciones como el deber de respetar los derechos ajenos, la convivencia
humana rectamente ordenada, el sustento, el deber de actuar con sentido de
responsabilidad, el proceder por propia iniciativa y libremente, la convivencia civil
verdad, justicia, amor y libertad, fundamentos de la convivencia humana.
Yendo hacia otras implicaciones nos inducen a reflexionar sobre algunas
notas características de nuestra época como son La elevación del mundo laboral,
la presencia de la mujer en la vida pública y la emancipación de los pueblos y
dentro de cada aspecto hacen un análisis intenso, llegando a tocar un asunto de
interés mundial como es el problema de la contaminación ambiental.
Y en cuanto a asuntos más complejos hacia la ordenación de las relaciones
políticas, donde juegan un papel muy importante la autoridad, que choca con
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frecuencia con el autoritarismo, la fuerza física y la violencia. Proponen el
reconocimiento de la democracia como alternativa para participar en el bien
común, y reconocer que no solamente tenemos derechos sino que tenemos
deberes que cumplir.
Plantean el problema de los deberes de los gobernantes, la defensa de los
derechos y el cumplimiento de los deberes en todos los sectores de la vida social,
las obligaciones del poder legislativo, el poder judicial y el derecho con
imparcialidad y sobre todo sobre las cautelas y los requisitos que deben observar
los gobernantes las relaciones recíprocas de los ciudadanos, de los ciudadanos y
de los grupos intermedios con las autoridades, pero sobre todo cómo debe ser el
acceso de los ciudadanos a la vida pública.
Son propuestas muy amplias que tratan también sobre la Carta de los
Derechos del Hombre, la Organización de poderes, las Relaciones autoridad-
ciudadanos, la ordenación de las relaciones internacionales, Las relaciones
internacionales y la ley moral. Uso de los medios de información y las técnicas
modernas, el problema de las minorías étnicas, los expulsados de su patria por
motivos políticos y un trascendental problema: la carrera de armamentos y el
desarme y la propuesta de un nuevo orden, la interdependencia de los estados en
lo social, político y económico, el bien universal, que afecta a toda la familia
humana, la organización de las naciones unidas, la razón científica y técnica.
Así como las virtudes morales y valores del espíritu, la justicia; como fuerza
impulsora, la caridad, y como hábito normal, la libertad, pero especialmente tratan
la inconsecuencia en los cristianos entre su fe y su conducta. Estos aspectos son
tocados en esta investigación donde además se le dedica una sección a los
problemas ambientales que también son tratados con sumo interés en las
encíclicas, y que orientan hacia donde debe ir el horizonte en el caso del medio
ambiente que compartimos con todos los demás seres del universo.
Las encíclicas definen muy bien a esos sujetos situados en un horizonte al
proponer que deben mostrarse animados de espíritu de comprensión para las
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opiniones ajenas, y dispuestos a colaborar en la realización de que sean por
naturaleza buenas o conducir al bien.
En Laudato Si…, el asunto de la esperanza en los hombres es permanente.
Para mejorar la causa común muestra la necesidad del perdón y la comprensión
de las demás personas, porque cuando el hombre se equivoca, no se despoja de
su condición de hombre, tampoco pierde su dignidad de persona.
Lo importantes es reconocer las bondades de la naturaleza humana, donde
nunca desaparece la capacidad de superar el error y de buscar el camino de la
verdad.
Pero lo más importante es que el hombre siempre podrá contar con las
“ayudas de la divina Providencia”, puede suceder que quien en un determinado
momento carece de la luz de la fe o profesa doctrinas equivocadas, pueda más
adelante ser “ iluminado por la luz divina, abrazar la verdad, y obtener un
verdadero horizonte:
Efectivamente:
“La esperanza nos invita a reconocer que siempre hay una salida, que siempre podemos reorientar el rumbo, que siempre podemos hacer algo para resolver los problemas. Sin embargo, parecen advertirse síntomas de un punto de quiebre, a causa de la gran velocidad de los cambios y de la degradación, que se manifiestan tanto en catástrofes naturales regionales como en crisis sociales o incluso financieras, dado que los problemas del mundo no pueden analizarse ni explicarse de forma aislada. Hay regiones que ya están especialmente en riesgo y, más allá de cualquier predicción catastrófica, lo cierto es que el actual sistema mundial es insostenible desde diversos puntos de vista, porque hemos dejado de pensar en los fines de la acción humana: «Si la mirada recorre las regiones de nuestro planeta, enseguida nos damos cuenta de que la humanidad ha defraudado las expectativas divinas»(cf. Laudato Sí, 35).
De allí se desprende lo difícil, y peligroso que es ponerse al lado de uno de
los participantes en el contexto de una situación para comprenderlo desde un solo
ámbito, sin verlo integralmente, lo cual puede conducir a serios errores, porque se
puede perder de vista la totalidad, perderá el horizonte, entonces reconoce que
cualquier práctica solamente puede ser comprendida dentro de la tradición donde
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está inserta y de la comprensión del sujeto como humano, integrado en cuerpo-
mente-alma.
“El ser humano, si bien supone también procesos evolutivos, implica una novedad no explicable plenamente por la evolución de otros sistemas abiertos. Cada uno de nosotros tiene en sí una identidad personal, capaz de entrar en diálogo con los demás y con el mismo Dios…” (Laudato Sí.,81).
Es que el hombre tiene la capacidad de reflexión, la argumentación, la
creatividad, la interpretación, la elaboración artística y otras capacidades que
trasciende el ámbito físico y biológico.
En relación con la guerra y el armamentismo expresa con gran dolor, cómo
en las naciones económicamente más desarrolladas se fabrican todavía,
armamentos, dedicando a su construcción una suma inmensa de energías
espirituales y materiales, mientras los ciudadanos de esas naciones soportan
grandes sacrificios otros pueblos, y quedan sin las ayudas necesarias para su
progreso económico y social, porque no llegan a comprender que:
“La guerra siempre produce daños graves al medio ambiente y a la riqueza cultural de las poblaciones, y los riesgos se agigantan cuando se piensa en las armas nucleares y en las armas biológicas. Porque, «a pesar de que determinados acuerdos internacionales prohíban la guerra química, bacteriológica y biológica, de hecho en los laboratorios se sigue investigando para el desarrollo de nuevas armas ofensivas, capaces de alterar los equilibrios naturales» …”( cf. Laudato Sí,34).
Por ello explica, que se requiere de la política una excelente atención para
prevenir y resolver las causas que puedan originar nuevos conflictos, olvidar el
poder tan dependiente de las finanzas que se resiste a este esfuerzo, por lo cual
los diseños políticos no suelen tener amplitud de miras.
Es necesaria una recuperación ante la situación problemática que atraviesan
las sociedades modernas por carencia en la falta de formación. Entonces proponen atacar la trivialización, la osificación, y la vulgarización en la creación de dogmas extraños en la era moderna, que intentan un dominio sobre el sujeto.
Porque existen algunos dogmas que llegan hasta la dignidad humana, cuando aspiran implantar una relación dominación-sumisión, que es sumamente dañina.
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Expone cómo a veces se llega a la exageración de considerar o pretender que
todas las sociedades sean iguales e igualmente todas las personas.
Las encíclicas insisten en que la educación y la formación del hombre deberá llevarlo hacia la obtención de la dignidad humana: se entiende que para que ella exista debe prevalecer en el sujeto una actitud hacia sí mismo, de aceptarse como
requisito esencial, por eso la autoestima juega un papel tan importante y previo, donde además "se hace necesaria una aceptación hacia las demás personas". Para ello es necesario tener en consideración que hay elementos promotores de la
dignidad humana íntimamente ligados a la vida social y que hay aspectos de las relaciones humanas que ayudan a elevar la autoestima de los participantes en las
relaciones interpersonales sin detrimento de los demás.
El hombre está determinado por un medio cultural, familiar, social, y religioso
de acuerdo con estos son sus acciones en la vida. Tiene una adhesión religiosa y
en un momento determinado puede llegar a sentir repudio hacia sí mismo y hacia
los otros individuos, pero también puede desarrollar la capacidad para
reconocerse en el error y enviar al trasfondo de su conciencia los odios que
necesita superar.
El hombre tiene no solamente conciencia de sí mismo, de su capacidad, sino
de controlarse, controlar a los demás, es decir, puede actuar en forma planificada
y transformar su medio, porque sabe lo que quiere y puede hacer con lo que ha
aprendido, con sus conocimientos, y además tiene la capacidad esencial y es la
de objetivar lo que conoce a través del lenguaje.
Tiene la capacidad de teorizar alrededor de su saber y por supuesto esta
capacidad es lo que le ha dado la posibilidad de tomar distancia respecto a los
objetos inmediatos de su deseo, inhibir de avidez, y asumir un comportamiento
objetivo que se va manifestando, tanto en la capacidad para elaborar objetos,
como para el lenguaje humano. Por eso decide tomar determinaciones de acuerdo
a la sociedad en que se mueve y por lo tanto hará con unas cosas y tratará de
esconder otras de acuerdo a sus intereses y necesidades y también de acuerdo a
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los intereses de esa sociedad, pero lo que nunca debe hacer es pasar por encima
de las demás personas y negarse a comprender.
Afirma Kant (1984), que el hombre del futuro se podrá definir por ser lo que
no es, es decir un hombre nuevo necesariamente, y tendrá por lo tanto que ser un
hombre educado, serio, moral, pero"…sobre todo que tenga conciencia de la
historia, deberá desprenderse de cualquier filosofía de la desesperación, de la
angustia o de la decadencia, será lo único que permitirá realizar la idea de ese
hombre.
En relación con esto la encíclica dice solamente a través de un amor civil y
político se podrán superar las diferencias, obedeciendo al amor y no al temor,
porque ante todo es propio del amor orientar a los hombres a una sincera
colaboración material y espiritual, de la que tantos bienes pueden derivarse para
ellos:
“Por eso, la Iglesia propuso al mundo el ideal de una «civilización del amor»(cf. Laudato Sí…157). El amor social es la clave de un auténtico desarrollo: «Para plasmar una sociedad más humana, más digna de la persona, es necesario revalorizar el amor en la vida social –a nivel político, económico, cultural-, haciéndolo la norma constante y suprema de la acción»”(cf. Laudato Sí…158).
Y más adelante:
“En este marco, junto con la importancia de los pequeños gestos cotidianos, el amor social nos mueve a pensar en grandes estrategias que detengan eficazmente la degradación ambiental y alienten una cultura del cuidado que impregne toda la sociedad. Cuando alguien reconoce el llamado de Dios a intervenir junto con los demás en estas dinámicas sociales, debe recordar que eso es parte de su espiritualidad, que es ejercicio de la caridad y que de ese modo madura y se santifica.”(cf. Laudato Sí…158.)
Para encontrar un verdadero horizonte deberá hacerse una lucha contra las
ideas instauradas en los hombres y mujeres, que responden a la realidad por
inercia y que desconocen lo elemental sobre las normas a las cuales deben
obedecer. Se requiere abolir todo fanatismo, toda coacción y eliminar la fuerza
que con frecuencia se emplea para someter a los otros a la norma o ley, aunque
estas vayan contra su propia naturaleza porque insistir en ello sería ir en contra de
la moral, de la ética y por supuesto de la espiritualidad.
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Es indudable que ha existido una tradición empeñada en hacer tajantes
divisiones entre mente-cuerpo, alma-cuerpo, y cuerpo-voluntad y toda una serie de
diferencias en las cuales se ha olvidado del hombre, dicotomizándolo como si él
fuera una cosa, ésta será una tradición acentuada cada día que trae problemas no
solamente al hombre como individualidad, sino que se transfiere al grupo y pasa a
nivel de todo el conocimiento y que toca hasta los niveles internacionales.
Divisiones de este tipo que traen grandes peligros para la comprensión de la
realidad, porque al hombre se le ve limitadamente. Un investigador de las ciencias
humanas sabe que no va a encontrar la realidad en su totalidad en sus
investigaciones, pero tiene que insistir en ver lo real, aunque sea parcialmente por
eso nunca se deberá considerar al hombre como un dúos cuerpo-espíritu o
material-espiritual, sino como una totalidad para lograr su comprensión, porque
estas divisiones se transfieren a todas las realidades.
Los principios expuestos en las encíclicas insisten en que la ciencia no debe
convertirse en elemento para utilizar el engaño, las ilusiones o las pseudo
verdades como la Verdad. La ciencia debe ofrecer la posibilidad de juzgar
autónomamente, sin embargo las encíclicas alertan para no dejarse engañar por
las diversas corrientes que nacen cada día ofreciéndose como filosofías
alternativas, como ciencias o como modas para el consumo. Los postulados
inscritos en las encíclicas dejan ver su carácter práctico, porque pueden servir
para ayudar a formar al hombre y orientarlo en el ejercicio de la libertad, dentro de
unos principios religiosos, éticos y morales.
La Encíclica Mater et Magistra (1961), se desarrolla tomando como centro el
problema de la justicia, la paz, la guerra, el armamentismo, por eso citando a San
Agustín y a otra autoridad de la iglesia como Pío XII, considera que sus palabras
aún resuenan vibrantes en nuestros oídos, al afirmar “… Nada se pierde con la
paz; todo puede perderse con la guerra”. La guerra y el armamentismo constituyen
un gran problema de las sociedades modernas, dada la desorientación de la
sociedad en la actualidad.
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Lamenta S.S. Papa Francisco que en nuestra época, que se jacta de
poseer la mejor energía atómica, resulta un absurdo sostener que la guerra es un
medio apto para resarcir el derecho violado, donde por desgracia, muchas veces
los pueblos se ven sometidos al temor, como si esa fuera una ley suprema,
porque se invierten, grandes presupuestos en gastos militares justificando la
acción inhumana como una previsión que pretende prevenir posibles ataques.
Critica que efectivamente y con frecuencia los gobernantes se reúnan para
discutir sobre los problemas de los pueblos y sin embargo todo queda en el vacío,
porque la paz debe fundarse en un orden fundamentado en la verdad, de acuerdo
con las normas de la justicia, sustentado en la caridad y, finalmente, y “ realizado
bajo los auspicios de la libertad.”
Al plantear el significado de la paz, en la introducción en la exhortación
apostólica Pacem in Terris, S.S. Juan XXII entra a considerar que efectivamente
“La paz en la tierra, suprema aspiración de toda la humanidad a través de la
historia, es indudable que no puede establecerse ni consolidarse si no se respeta
fielmente el orden establecido por Dios…”, cf. Pacem in terris, 1.) sin embargo,
inmediatamente empieza a conectar ese sentido espiritual con el problema
terrenal al ingresar en el problema del desarrollo científico y tecnológico “… y
dice:
“El progreso científico y los adelantos técnicos enseñan claramente que en los seres vivos y en las fuerzas de la naturaleza impera un orden maravilloso y que, al mismo tiempo, el hombre posee una intrínseca dignidad, por virtud de la cual puede descubrir ese orden y forjar los instrumentos adecuados para adueñarse de esas mismas fuerzas y ponerlas a su servicio…”(cf. Pacem in terris, 2).
Estos textos encíclicos son dos maravillosos documentos que logran explicar
cómo la libertad, la inteligencia y el orden en el mundo, cuestiones con las que la
inteligencia humana ha batallado tradicionalmente, logran su concreción mediante
un orden superior. Tratan de especial urgencia el problema de la contaminación en
sus diferentes aspectos, y de cómo lo ve el hombre común, los sistemas de poder,
la iglesia y las modernas sociedades en vías de organización.
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Agrega en dicha encíclica que para imbuir la vida pública de un país con
rectas normas y principios cristianos, se requiere, penetrar en las instituciones de
la misma vida pública y actuar con eficacia desde dentro de ellas.
Hay sociedades donde se piensa que la única forma de desarrollo de un
país se encuentra en el avance tecnológico y en las disciplinas que tengan alguna
aplicación práctica en el sentido de servir para el consumo, de manera que invertir
en áreas como las espirituales se convierte en un asunto sin importancia y
considerado de lujo.
Esto se ha venido generando como un amaestramiento, que ha estado
sustituyendo la educación, que se orienta con fines impuestos por voluntad y
poderes ajenos a los intereses de los educandos. Cuestión que deberá cambiar
para que hombres y mujeres del futuro puedan responder a lo que debe ser un
hombre libre, y para eso ha de sustentarse en el poder de la educación, como lo
dijo Kant: es en ella, donde se encuentra el gran secreto de la perfección de la
naturaleza humana.
Como lo dice la encíclica «Laudato si’, mi’ Signore» – «Alabado seas, mi
Señor», (2015), explica que es necesario comprender que nos necesitamos unos
a otros, que se hace urgente asumir la responsabilidad por los demás y por el
mundo, pero sobre todo que vale la pena ser buenos y honestos:
Es que no basta solamente con entender algo a simple vista, no se trata
solamente de describir cosas, sino que se trata de ir más allá, tener horizonte es
ampliar constantemente nuestra visión del mundo, el sentido de compartir.
Debemos entonces reconocer que hemos tenido mucho tiempo de degradación
moral, burlándonos de la ética, de la bondad, de la fe, de la honestidad, por lo que
es urgente advertir que la alegre superficialidad nos ha servido de poco. Que la
destrucción de todo fundamento de la vida social daña a unos y otros, provocando
el surgimiento de constantes formas de violencia y crueldad que impiden el
desarrollo de una verdadera cultura y que dañan desde la persona en particular y
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todo cuanto le rodea. S.S., hace un llamado al amor y por supuesto a los del
cuidado del ambiente, y agrega:
“El amor, lleno de pequeños gestos de cuidado mutuo, es también civil y político, y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor. El amor a la sociedad y el compromiso por el bien común son una forma excelente de la caridad, que no sólo afecta a las relaciones entre los individuos, sino a «las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas». Por eso, la Iglesia propuso al mundo el ideal de una «civilización del amor»…(cf. Laudato Sí..156).
El amor social es la clave de un auténtico desarrollo: «Para plasmar una
sociedad más humana, más digna de la persona, es necesario revalorizar el amor
en la vida social –a nivel político, económico, cultural–, haciéndolo la norma
constante y suprema de la acción». En este marco, junto con la importancia de los
pequeños gestos cotidianos, el amor social nos mueve a pensar en grandes
estrategias que detengan eficazmente la degradación ambiental y alienten una
cultura del cuidado que impregne toda la sociedad. Cuando alguien reconoce el
llamado de Dios a intervenir junto con los demás en estas dinámicas sociales,
debe recordar que eso es parte de su espiritualidad, que es ejercicio de la caridad
y que de ese modo madura y se santifica.”
«Laudato si’, mi’ Signore» – «Alabado seas, mi Señor» (2015), hace
referencia a la Carta de la Tierra invitaba a todos a dejar atrás una etapa de
autodestrucción y a comenzar de nuevo, porque se requiere una conciencia
universal que lo haga posible una toma de decisiones coherentes, e insiste:
“Por eso me atrevo a proponer nuevamente aquel precioso desafío: «Como nunca antes en la historia, el destino común nos hace un llamado a buscar un nuevo comienzo […] Que el nuestro sea un tiempo que se recuerde por el despertar de una nueva reverencia ante la vida; por la firme resolución de alcanzar la sostenibilidad; por el aceleramiento en la lucha por la justicia y la paz y por la alegre celebración de la vida.”( (cf. Laudato Sí..148). Para superar en el hombre ese desencuentro latente entre lo que llama los
desiertos exteriores y los desiertos interiores, que han dado como resultado una
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gran crisis personal que lleva a la crisis social y ecológica, nos propone un modelo,
el de san Francisco de Asís, como una sana relación con lo creado como una
dimensión de la conversión íntegra de la persona. Significa que es necesario
reconocer “los propios errores, pecados, vicios o negligencias, y arrepentirse de
corazón, cambiar desde adentro.”...- y enfatiza en una acción de los Obispos
australianos quienes supieron expresar la conversión en términos de reconciliación
con la creación, debemos examinar nuestras vidas y reconocer de qué modo
ofendemos a la creación de Dios con nuestras acciones y nuestra incapacidad de
actuar. Debemos hacer la experiencia de una conversión, de un cambio del
corazón, que significa encontrar un nuevo horizonte.
Pero las situaciones de desencuentros no podrán resolverse en forma
aislada, se requiere comunidad, integración, acuerdos sociales, pactos
interlocutivos porque los individuos aislados pueden perder su capacidad y su
libertad para superar la razón instrumental y terminando a merced de un
consumismo sin ética y sin sentido social y ambiental. Por eso se requieren redes
comunitarias, y no suma de bienes individuales. Entonces plantea la necesidad de
una conversión ecológica que se requiere para crear un dinamismo de cambio
duradero es también una conversión comunitaria.
Es una conversión que supone diversas actitudes que se conjugan para
movilizar un cuidado generoso y lleno de ternura. Lo primero que se requiere para
situarse en un verdadero horizonte es la “gratitud y gratuidad,” lo cual significa un
reconocimiento del mundo como:
“…un don recibido del amor del Padre, que provoca como consecuencia actitudes gratuitas de renuncia y gestos generosos aunque nadie los vea o los reconozca: «Que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha […] y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará» (Mt 6,3-4).
Las convicciones de fe desarrolladas en esta Encíclica, ayudan a enriquecer
el sentido de conversión, la conciencia de cada criatura como reflejo de Dios y
tiene un mensaje para enseñarnos, o la seguridad de que Cristo habita en lo
íntimo de cada ser, rodeándolo con su cariño y penetrándolo con su luz. Plantea
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también el reconocimiento de que Dios ha creado el mundo inscribiendo él un
orden y el dinamismo el ser humano. Recuerda a Jesús cuando habla de los
pájaros, y expresa que: «Ninguno de ellos está olvidado ante Dios» (Lc 12,6),
Propone una vida de Gozo y paz, dentro de una espiritualidad cristiana, un
modo alternativo de entender la calidad de vida, y alienta un estilo de vida
profético y contemplativo, capaz de gozar profundamente la existencia sin
obsesionarse por el consumo. Agrega a esto una vieja enseñanza, presente en
diversas tradiciones religiosas, y también en la Biblia. Se trata de la convicción de
que « menos es más ». Insiste en que la constante acumulación de posibilidades
para consumir distrae el corazón e impide valorar cada cosa y cada momento.
En cambio, el hacerse presente serenamente ante cada realidad, por
pequeña que sea, abre muchas más posibilidades de comprensión y de
realización personal. En la espiritualidad cristiana se propone un crecimiento con
sobriedad y una capacidad de gozar con poco. Es un retorno a la simplicidad que
permite detenernos a valorar lo pequeño, para agradecer las posibilidades que
ofrece la vida sin apegarnos a lo que tenemos ni entristecernos por lo que no
poseemos. Esto supone evitar la dinámica del dominio y de la mera acumulación
de placeres y explica más concretamente. Se requiere llevar una vida de
sobriedad y la humildad porque cuando se debilita de manera generalizada el
ejercicio de alguna virtud en la vida personal y social, da como resultado múltiples
desequilibrios, también ambientales. Por lo tanto, no basta hablar sólo de la
integridad de los ecosistemas, hay que atreverse además a hablar de la
integridad de la vida humana, de la necesidad de alentar y conjugar todos los
grandes valores.
Es que la desaparición de la humildad, en un ser humano puede terminar
dañando a la sociedad y al ambiente, por supuesto que no es fácil desarrollar una
sana humildad y una feliz sobriedad, si excluimos de nuestra vida a Dios y
solamente le damos cabida a nuestro yo.
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Pero lo más importante de reconocer es que ninguna persona puede
madurar en una feliz sobriedad si no está en paz consigo mismo. Parte de una
adecuada comprensión de la espiritualidad consiste en ampliar lo que entendemos
por paz, que es mucho más que la ausencia de guerra. Es tan intensa la relación
entre el medio ambiente y las personas que la paz interior de las personas tiene
mucho que ver con el cuidado de la ecología y con el bien común, porque,
auténticamente vivida, se refleja en un estilo de vida equilibrado unido a una
capacidad de admiración que lleva a la profundidad de la vida. La naturaleza está
llena de palabras de amor, entonces se pregunta, ¿cómo podremos escucharlas
en medio del ruido constante, de la distracción permanente y ansiosa, o del culto a
la apariencia?
A veces las personas viven una vida atropellada, saltan de un lugar a otro,
hacen una cosa sin finalizar la primera porque no se concentran experimentan un
profundo desequilibrio que las mueve a hacer las cosas a toda velocidad para
sentirse ocupadas, en una prisa constante que a su vez las lleva a atropellar todo
lo que tienen a su alrededor. Esto por supuesto tiene un impacto en el modo
como se trata al ambiente:
“La ecología integral es inseparable de la noción de bien común, un principio que cumple un rol central y unificador en la ética social. Es «el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección»( Laudato Sí 122).
Pero no es un asunto sencillo:
“El bien común presupone el respeto a la persona humana en cuanto tal, con derechos básicos e inalienables ordenados a su desarrollo integral. También reclama el bienestar social y el desarrollo de los diversos grupos intermedios, aplicando el principio de la subsidiariedad. Entre ellos destaca especialmente la familia, como la célula básica de la sociedad. Finalmente, el bien común requiere la paz social, es decir, la estabilidad y seguridad de un cierto orden, que no se produce sin una atención particular a la justicia distributiva, cuya violación siempre genera violencia. Toda la sociedad –y en ella, de manera especial el Estado-tiene la obligación de defender y promover el bien común…”(cf. Laudato Sí 157).
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Propone un nuevo horizonte en una actitud de detenerse a dar gracias a
Dios antes y después de las comidas, y, reforzar la solidaridad con los más
necesitados.
Va más allá de lo personal y comunitario y propone un Amor civil y político,
que se integre en el cuidado de la naturaleza como parte de un estilo de vida que
implica capacidad de convivencia y de comunión, porque Jesús nos recordó que
tenemos a Dios como nuestro Padre común y que eso nos hace hermanos., y es
que:
“El amor fraterno sólo puede ser gratuito, nunca puede ser un pago por lo que otro realice ni un anticipo por lo que esperamos que haga. Por eso es posible amar a los enemigos. Esta misma gratuidad nos lleva a amar y aceptar el viento, el sol o las nubes, aunque no se sometan a nuestro control. Por eso podemos hablar de una fraternidad universal” (cf. Laudato Sí…228).
Tener horizonte significa tener una vida clara, significa comprender a los
demás, comprender la tradición y comprenderse a sí mismo, y no es un simple
desplazarse en la historia o hacia sus horizontes geográficos, ni mucho menos irse
a mundos extraños que nada se vinculen con nuestro ser, trata de algo muy serio
y profundo porque el sujeto que comprende claros horizontes tiene la capacidad
para desplazar la mirada razonablemente en diferentes direcciones, sin
limitaciones de razas, colores, ni posiciones privilegiadas.
Un ser sin horizontes humano no es plenamente autónomo, tiene límites en
su libertad y se puede entregar a las fuerzas ciegas del inconsciente fácilmente, o
a las necesidades inmediatas, del egoísmo, de la violencia, está expuesto frente a
su propio poder, y sometido a mecanismos superficiales, carecerá de una ética
sólida, una cultura adecuada y una espiritualidad limitada.
Sin embargo, hay esperanzas, habrá salidas, reorientando el rumbo, porque
siempre podemos hacer algo para resolver los problemas, del ser humano, que se
mueve en procesos evolutivos, que implican novedad, en cambios que no se dan
con la tenencia de objetos, sino en la comprensión del horizonte humano y
espiritual en cual nos movemos, y que le llevará a orientarse en una identidad
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personal, capaz de entrar en diálogo con los demás y consigo mismo y con Dios,
que es lo esencial para orientar su horizonte.
El horizonte es una categoría importante que es necesario aclarar para los
efectos de la comprensión y de la ubicación histórica, personal y espiritual de los
seres humanos en el mundo. Se llama horizonte a todo aquello que es visible
desde una determinada perspectiva, por eso se habla de ampliar horizontes,
cuando lo que se logra determinar se hace desde un punto de vista estrecho, eso
significa que es necesario abrir nuevos horizontes:
El horizonte no es una frontera rígida, sino algo que se desplaza con uno y
que invita a seguir entrando en él.
El que no tiene horizonte es un hombre que no ve suficiente y por lo tanto
valora solamente lo que le cae más cerca, tener horizonte significa no estar
limitado a lo más cercano sino poder ver “más allá” de lo inmediato.
Tener horizonte es tener sentido, el horizonte desde el Magisterio social de
la iglesia es una categoría abarcante que incluye al hombre en todas sus
dimensiones, y tener sentido significa que no pueden darse limitaciones en ningún
aspecto, porque el único límite debe ser el de la Ley, tanto espiritual, que depende
de Dios, como a las leyes de los hombre, porque: “…un verdadero horizonte es el
que permite ver la verdad. Un perfecto horizonte es la dimensión vinculante de
nuestro destino” Gadamer, G.1996, p.42.)
Aplicado a las actuaciones, acciones y comportamientos del hombre, cuando
hablamos de la estrechez de horizontes, requerimos ampliar horizontes, cuando
se necesita apertura a nuevos horizontes.
No se trata de someterse al otro, sino de comprenderse en un punto de vista
móvil que le permita moverse en diferentes puntos de vista, sin que ello signifique
que debe dominar, ni que esté bajo dominio, comprender diferentes horizontes
significa una visión amplia, es decir se trata de ver más allá de lo cercano, y no
desatenderlo, sino verlo, integrándolo en un todo más grande y en patrones
correctos. Este es un asunto expuesto en las Encíclicas, en ellas se critica la
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actitud de quienes solamente atienden el lado individual y personal, lo que se tiene
cerca, sin darse cuenta de lo que debe ser la totalidad de la persona y las
relaciones interpersonales:
Un ser sin horizontes es aquel:
…ser humano no es plenamente autónomo. Su libertad se enferma cuando se entrega a las fuerzas ciegas del inconsciente, de las necesidades inmediatas, del egoísmo, de la violencia. En ese sentido, está desnudo y expuesto frente a su propio poder, que sigue creciendo, sin tener los elementos para controlarlo. Puede disponer de mecanismos superficiales, pero podemos sostener que le falta una ética sólida, una cultura y una espiritualidad que realmente lo limiten y lo contengan en una lúcida abnegación…”(cf...Enc. Laudato Sí, p. 85).
Es que está muy seguro de que si hay posibilidades para superar esas
situaciones de consumismo y desconcierto y en un acto de fe en el ser humano
expone que después de un tiempo de confianza irracional en el progreso y en la
capacidad humana.
2. El Papa Francisco: La raíz humana de la crisis ecológica. religión, ciencia, tecnología, política, ambiente y trabajo.
Antes de iniciar los conceptos que tiene SS. Papa Francisco sobre el medio
ambiente, debemos reflexionar sobre algunas preguntas que él hace y que luego
nos responde, preguntas donde insiste en que nos hagamos con valentía
entonces dice: ¿Para qué pasamos por este mundo? ¿Para qué vinimos a esta
vida? ¿Para qué trabajamos y luchamos? ¿Para qué nos necesita esta tierra?
Estas interrogantes son la clave del asunto, porque a veces la ciencia, la
tecnología y algunas filosofías decadentes se prestan para hacer propuestas y dar
explicaciones un tanto indecorosas, donde participan hasta algunas religiones.
S.S. papa Francisco expresa que “la Iglesia no pretende definir las cuestiones
científicas ni sustituir a la política,” sin embargo, hace un llamado hacia un debate
honesto y transparente, de tal manera que las necesidades particulares o las
ideologías no afecten al “bien común”.
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En la Exhortación apostólica Evangelii Gaudium (2013), pide contemplar ante
todo la inmensa dignidad del pobre a la luz de las más hondas convicciones
creyentes e insiste en superar la inequidad, donde reina la pobreza, de personas
privadas de derechos humanos básicos y en que reconozcamos que el ambiente
es nuestra habitación, nuestra casa, nuestro lugar de trabajo y en nuestro barrio,
usamos el ambiente para expresar nuestra identidad.
Plantea que cuando existe un ambiente “desordenado, caótico o cargado de contaminación visual y acústica, el exceso de estímulos nos desafía a intentar configurar una identidad integrada y feliz.”
Propone que para que pueda hablarse de un auténtico desarrollo, se
requiere una mejora integral en la calidad de vida humana, lo cual supone
detenerse y dar una revisión intensa sobre el espacio donde se desarrolla
nuestra existencia, y cuando dice “nuestra”, se refiere a todos y todas, donde
incluso están registradas todas las especies.
Todos los escenarios donde se desarrolla nuestra existencia influyen en
nuestro modo de ver la vida, de sentir y de actuar, en ese sentido desde la
habitación, en nuestra casa, en nuestro lugar de trabajo y en nuestro barrio, todo
cuanto expresar nuestra identidad. Insiste entre creyentes y no creyentes a
reconocer que la tierra es una herencia común, “cuyos frutos deben beneficiar a
todos.” Y para los creyentes, esto debe considerarse como una cuestión de
fidelidad al Creador, “porque Dios creó el mundo para todos.”
Recuerda a San Juan Pablo II, quien puso mucho énfasis en la doctrina
social de la iglesia, y dijo que «Dios ha dado la tierra a todo el género humano”,
para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a
ninguno.
De tal manera que toda visión que se haga llamar ecológica debe tener una
perspectiva social, donde no se dejen de lado los derechos fundamentales de los
más postergados, porque el principio de la subordinación de la propiedad privada
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al destino universal de los bienes es una «regla de oro» del comportamiento social
y el «primer principio de todo el ordenamiento ético-social.”
Y en esto hace un énfasis especial cuando critica las posturas acomodaticias
que por entretenerse en atender alguna especie se hacen los desentendidos ante
otras realidades.
Pero si con algo se muestra fuerte S. S, es con la problemática de las
ciencias empíricas, que intentan explicar completamente la vida, y el entramado
de todas las criaturas y el conjunto de la realidad, desde posturas limitadas, y
solamente desde el hombre, lo cual significa que se intenta sobrepasar
indebidamente “todos los confines metodológicos.”
Considera que pensar de tal manera, es estar conectado con un marco
cerrado, da lugar para que desaparezcan la sensibilidad estética, la poesía, y
más aún la capacidad de la razón para percibir el sentido y la finalidad de las
cosas, es un “estado de cerrazón”
Hace un llamado hacia los textos religiosos clásicos porque ellos pueden
ofrecer un significado para todas las épocas, tienen una fuerza motivadora que
abre siempre nuevos horizontes de manera que negarse una reflexión sobre ese
cúmulo de saber que ofrecen sería relegarlos a la oscuridad, sólo por haber
surgido en el contexto de una creencia religiosa.
Insiste en que estas realidades no deben mirarse de manera abstracta,
desligadas de todo contexto, porque todos los problemas del mundo deben ser
objetos de debate público. Debe hacerse énfasis en los principios éticos que
pueden ser expresados “con lenguajes diversos, incluso religioso”,
Reconoce, y ya lo veremos más adelante con cuanta intensidad, cualquier solución técnica que pretendan aportar las ciencias será importante, porque la
inteligencia que el Dios Creador ha dado al hombre, es reflejo de su bondad.
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El planeta como patria y la humanidad como pueblo que habita una casa de todos, por eso:
“…Un mundo interdependiente no significa únicamente entender que las consecuencias perjudiciales de los estilos de vida, producción y consumo afectan a todos, sino principalmente procurar que las soluciones se propongan desde una perspectiva global y no sólo en defensa de los intereses de algunos países…Somos interdependientes y eso nos obliga a pensar en un solo mundo, en un “proyecto común”. (cf.Laudato Sí…, 164.)
Sin embargo, reconoce que la misma inteligencia que se utilizó para un
enorme desarrollo tecnológico no logra encontrar formas eficientes de gestión
internacional en orden a resolver las graves dificultades ambientales y sociales:
“… y para afrontar los problemas de fondo, que no pueden ser resueltos por acciones de países aislados, se requieres un consenso mundial que lleve, programas de agricultura sostenible y diversificada, que se oriente a desarrollar formas renovables y poco contaminantes de energía, “para fomentar una mayor eficiencia energética, a promover una gestión más adecuada de los recursos forestales y marinos, a asegurar a todos el acceso al agua potable…”. (ibídem).
Su preocupación gira alrededor del futuro de quienes nos sucederán, de los
niños que están creciendo. Entonces deberá entenderse que la preocupación es
integral, se trata sobre todo su orientación general, su sentido, sus valores.
Solamente así podrá entenderse una posición ecológica como importante.
El asunto del ambiente es tan serio que su desequilibrio significa que
estamos desequilibrando nuestra propia identidad, la dignidad de la persona. Por eso debemos ser los primeros interesados en dejar un planeta habitable para la humanidad que nos sucederá, porque al drama de nosotros mismos, le
agregamos el del futuro, poniendo en crisis el sentido del propio paso por esta tierra. Se requiere pues, una reacción global más responsable, que implique
encarar al mismo tiempo la reducción de la contaminación y el desarrollo de los países y regiones pobres.
Critica los sistemas de gobierno que tienen característica del pasado, donde
se dan condiciones de debilitamiento de poder de los Estados nacionales, porque
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la dimensión económico-financiera, de características transnacionales, tiende a
predominar sobre la política, olvidándose del hombre.
Por eso cita a Benedicto XVI, cuando solicitaba encarecidamente que para
gobernar la economía mundial, sanear las economías afectadas por la crisis,
prevenir su empeoramiento y tantos desequilibrios consiguientes, así como para
lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimenticia y la paz, para
garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios, se hace
inminente la presencia de una verdadera Autoridad política mundial.
Para ello se requiere la maduración de instituciones internacionales más
fuertes y eficazmente organizadas, con autoridades designadas equitativamente
por acuerdo entre los gobiernos nacionales, y dotadas de poder para sancionar.
Esto lo afirmaba Benedicto XVI en la línea desarrollada por la doctrina social
de la Iglesia, porque es desde la perspectiva de la diplomacia de donde se
pueden promover estrategias internacionales para prevenir los problemas más
graves que terminan afectando a todos.
Pero el llamado insistente lo hace al diálogo, que se dirija hacia nuevas
políticas nacionales y locales. Reconoce la capacidad que tienen algunas
personas y grupos, con creatividad y generosidad para revertir los límites del
ambiente, que ayuden a modificar los efectos adversos de los condicionamientos y
para que la gente pueda aprender a orientar su vida en medio del desorden y la
precariedad.
Propone una vuelta a la casa, al hogar, a cuidar con mucha dignidad el
interior de las viviendas, a sentirse cómodos en cordialidad y la amistad de la
gente, a llevar una vida social positiva y benéfica entre los habitantes y
especialmente a derramar luz sobre un ambiente aparentemente desfavorable.
Es a partir de allí desde donde es posible comprender lo que significa una
verdadera ecología humana que pueden desarrollar los más necesitados, en
medio de tantas limitaciones.
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No se le escapa una referencia a la sensación de asfixia que se produce
por el crecimiento el crecimiento desmedido y desordenado de muchas ciudades:
“…que se han hecho insalubres para vivir, debido no solamente a la contaminación originada por las emisiones tóxicas, sino también al caos urbano, a los problemas del transporte y a la contaminación visual y acústica. Muchas ciudades son grandes estructuras ineficientes que gastan energía y agua en exceso. Hay barrios que, aunque hayan sido construidos recientemente, están congestionados y desordenados, sin espacios verdes suficientes. No es propio de habitantes de este planeta vivir cada vez más inundados de cemento, asfalto, vidrio y metales, privados del contacto físico con la naturaleza.” (cf. Laudato Sí, 44).
Es una manera de aminorar el crecimiento económico que generalmente
produce automatismos, que aspira homogeneizar, que lleva a simplificar
procedimientos y a reducir costos. Se requiere una ecología económica, que
considere la realidad de manera más amplia, que incluya un proceso de desarrollo
de manera integral, se necesita de un humanismo, que invite a los distintos
saberes, especialmente al económico, y que nos oriente hacia una mirada más
integral e integradora.
Se insiste en la dignidad de las personas que depende de la relación de
cada persona consigo misma, y que genera un determinado modo de relacionarse
con los demás y con el ambiente. Hay una interacción entre los ecosistemas y
entre los diversos mundos de referencia social, y así se muestra una vez más que
“el todo es superior a la parte”.
Considerando que todo está relacionado, igualmente la salud de las
instituciones de una sociedad tiene consecuencias en el ambiente y en la calidad
de vida humana, porque cualquier menoscabo de la solidaridad y del civismo
produce daños ambientales, dada la relación tan íntima entre los elementos de la
naturaleza.
“El estar todo integrado,” es lo que se considera, la ecología social, la cual
es institucional, y alcanza las distintas dimensiones que van desde el grupo social
primario, la familia, pasando por la comunidad local y la nación, hasta la vida
84
internacional, por eso se requiere la participación de todos en el amparo
ambiental.
Todo lo que dañe una institución significa efectos nocivos, como la perdida
de la libertad, la injusticia y la violencia. Por eso los países que se rigen con un
nivel institucional precario, a costa del sufrimiento de las poblaciones y en
beneficio de quienes se lucran con ese estado de cosas, sufren un desequilibrio y
todas sus instituciones se desmoronan.
Esto por supuesto, toca también la administración del Estado, así como
todas las expresiones de la sociedad civil, y las relaciones de los habitantes entre
sí, donde se pueden registrar conductas alejadas de las leyes, considerándolo
como de suma gravedad. Refiere que con frecuencia se da en algunos países
leyes que se convierten en letra muerta, que pueden ser correctas, pero que se
orientan en favorecer tendencias individuales.
La situación es de tal gravedad a nivel ambiental, que pone como ejemplo, el
consumo de narcóticos en algunas sociedades opulentas que puede provocar una
demanda de productos originados en regiones empobrecidas, lo cual induce a
corromper conductas, destruir vidas y degradar el ambiente.
De tal manera que tenemos una responsabilidad ante una tierra que es de
Dios, donación de Dios, significa que el ser humano, dotado de inteligencia, debe
respetar las leyes de la naturaleza y los equilibrios entre los seres de este mundo
debe existir, porque « él lo ordenó y fueron creados, él los fijó por siempre, por los
siglos, y les dio una ley que nunca pasará» (Sal 148,5b-6).
Por eso es tan importante volver al tema de la legislación bíblica que propone
al ser humano normas, no sólo en relación con los demás seres humanos, sino
también en relación con los demás seres vivos, por eso dice “…« Si ves caído en
el camino el asno o el buey de tu hermano, no te desentenderás de ellos…”
Y en otra ocasión
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“… Cuando encuentres en el camino un nido de ave en un árbol o sobre la tierra, y esté la madre echada sobre los pichones o sobre los huevos, no tomarás a la madre con los hijos» (Dt 22,4.6).
Entonces podemos observar cómo la Biblia no da lugar a un
antropocentrismo despótico que se desentienda de las demás criaturas. Por ello la
alternativa es hacer un uso responsable de las cosas, porque estamos llamados
a reconocer que los demás seres vivos tienen un valor propio ante Dios y, «por su
simple existencia, lo bendicen y le dan gloria», porque el Señor se regocija en sus
obras (cf. Sal 104,31).
Somos por lo tanto sistemas abiertos, estamos en comunicación unos con
otros, donde es posible descubrir múltiples formas de relación y participación.
Pero lo más importante es la fe, que nos permitirá interpretar el sentido y la
belleza misteriosa de lo que acontece. Y sobre todo, la libertad humana que
puede orientar hacia una evolución positiva. Por supuesto, es lo ideal, aunque se
dan casos, al contrario, y agrega “….nuevos males, nuevas causas de sufrimiento
y verdaderos retrocesos…”
La acción de la Iglesia nos recuerda el deber de cuidar la naturaleza, y al
mismo tiempo, la necesidad de «proteger sobre todo al hombre contra la
destrucción de sí mismo».
Por supuesto, esto nos introduce en un mundo caótico, pero algunas veces
apasionante, donde se lucha por la liberación y no se deja de sufrir, porque se
despliegan en el ser humano también actos de salvación y de amor.
Refiere como los Obispos de Brasil (2013) insisten, que toda la naturaleza,
manifiesta a Dios, y es lugar de su presencia, la naturaleza llama a una relación
con él. Es a partir de esa concepción donde podemos decir que se estimulan en
la persona el desarrollo de las «virtudes ecológicas», explican, que las criaturas de
este mundo no pueden ser consideradas un bien sin dueño: «Son tuyas, Señor,
que amas la vida» (Sb 11,26)., y que por el hecho de haber sido creados por el
mismo Padre, todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y
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conformamos una especie de familia universal, una sublime comunión que nos
mueve a un respeto sagrado.
Sin embargo, habrá de tenerse mucho cuidado, habrá de tenerse con la
concepción que pretende igualar a todos los seres vivos y quitarle al ser humano
el valor particular que implica una gran responsabilidad. Estamos comprometidos
con la tierra, debemos colaborar con ella, y proteger su fragilidad, lo contrario nos
induce a constantes desequilibrios y a querer escapar de la realidad, dándole a la
tierra un carácter divino. Es que con frecuencia se encuentran hombre que
niegan preeminencia a la persona humana, llevan adelante luchas por otras
especies, mientras se olvidan de acciones orientadas a defender la igual dignidad
entre los seres humanos.
Debe preocuparnos que otros seres vivos sean tratados irresponsablemente,
las enormes inequidades que existen entre nosotros, algunos se arrastran en una
degradante miseria, sin posibilidades reales de superación, mientras otros ni
siquiera saben qué hacer con lo que poseen, ostentan vanidosamente una
supuesta superioridad y dejan tras de sí un nivel de desperdicio que sería
imposible generalizar sin destrozar el planeta.
Entra luego a nivel de la Tecnología: Propone ir más allá de lo aparente y no
solamente dedicarnos a describir los síntomas de las graves circunstancias. Existe
una raíz humana de la crisis ecológica. Ha habido una situación desviada, que
contradice la realidad hasta dañarla. Por eso propone analizar bien el paradigma
tecnocrático dominante y el lugar ser humano y de su acción en el mundo.
Se ha desarrollado una nueva era: estamos en un poderío tecnológico. Si
nos da muchas comodidades, nos ha causado algunos daños., por eso dice
“…Somos los herederos de dos siglos de enormes olas de cambio: el motor a vapor, el ferrocarril, el telégrafo, la electricidad, el automóvil, el avión, las industrias químicas, la medicina moderna, la informática y, más recientemente, la revolución digital, la robótica, las biotecnologías y las nanotecnologías…”(cf. Laudatos Sí, 103).
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Reconoce que es bueno alegrarse ante estos avances, y entusiasmarse
frente a las amplias posibilidades que nos abren estas constantes novedades,
porque
“…«la ciencia y la tecnología son un maravilloso producto de la creatividad humana donada por Dios». La modificación de la naturaleza con fines útiles es una característica de la humanidad desde sus inicios, y así la técnica «expresa la tensión del ánimo humano hacia la superación gradual de ciertos condicionamientos materiales».- (cf. Laudatos Sí, 105).
Hay que reconocer que la tecnología ha remediado innumerables males que
dañaban y limitaban al ser humano. No podemos dejar de valorar y de agradecer
el progreso técnico, especialmente en la medicina, la ingeniería y las
comunicaciones.
Agrega, reconociendo los favores de la tecnología que:
“…la tecnociencia bien orientada no sólo puede producir cosas realmente valiosas para mejorar la calidad de vida del ser humano, desde objetos domésticos útiles hasta grandes medios de transporte, puentes, edificios, lugares públicos. También es capaz de producir lo bello y de hacer «saltar» al ser humano inmerso en el mundo material al ámbito de la belleza. ¿Se puede negar la belleza de un avión, o de algunos rascacielos? Hay preciosas obras pictóricas y musicales logradas con la utilización de nuevos instrumentos técnicos. Así, en la intención de belleza del productor técnico y en el contemplador de tal belleza, se da el salto a una cierta plenitud propiamente humana…” (ibidem).
Insiste en que no podemos ignorar que la energía nuclear, la biotecnología,
la informática, el conocimiento de nuestro propio ADN y otras capacidades que
hemos adquirido nos dan un tremendo poder, y que nunca la humanidad tuvo
tanto poder sobre sí misma, pero “…nada garantiza que vaya a utilizarlo bien,
sobre todo si se considera el modo como lo está haciendo…”, un caso que ilustra
el asunto es el ya referido de las bombas atómicas lanzadas en pleno siglo XX,
como el gran despliegue tecnológico ostentado por el nazismo, por el comunismo
y por otros regímenes totalitarios al servicio de la matanza de millones de
personas, sin olvidar que hoy la guerra posee un instrumental cada vez más
mortífero. Entonces es un riesgo tanto poder en manos inconscientes.
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Es que generalmente se cree que «que todo incremento del poder constituye
sin más un progreso, un aumento de seguridad, de utilidad, de bienestar, de
energía vital, de plenitud de los valores, pero es un asunto sobre lo que hay que
reflexionar muy bien.
Existe el problema sobre el modo como la humanidad asume la tecnología y
su desarrollo junto con un paradigma homogéneo y unidimensional. Estamos en
una era de consumismo y tecnología donde lo que interesa es extraer todo lo
posible de las cosas por la imposición de la mano humana, y hasta se olvida la
realidad misma de lo que tiene delante, el ser humano y las cosas han dejado de
tenderse amigablemente la mano para pasar a estar enfrentados. Es que hay la
tendencia, no siempre consciente, a constituir la metodología y los objetivos de la
tecno ciencia en un paradigma de comprensión que condiciona la vida de las
personas y el funcionamiento de la sociedad.
Actualmente el paradigma tecnocrático se ha vuelto tan dominante que es
muy difícil prescindir de sus recursos, y más difícil todavía es utilizarlos sin ser dominados por su lógica, la técnica tiene una inclinación a buscar que nada quede fuera de su férrea lógica, y «el hombre que posee la técnica sabe que, en el
fondo, esta no se dirige ni a la utilidad ni al bienestar, sino al dominio; el dominio, en el sentido más extremo de la palabra», se «intenta controlar tanto los
elementos de la naturaleza como los de la existencia humana», donde la capacidad de decisión, la libertad más genuina y el espacio para la creatividad alternativa de los individuos se ven reducidos.
La especialización, la fragmentación de los saberes suele llevar a perder el sentido de la totalidad, de las relaciones que existen entre las cosas, del horizonte amplio, que se vuelve irrelevante. Esto mismo impide encontrar caminos
adecuados para resolver los problemas más complejos del mundo actual, sobre todo del ambiente y de los pobres, que no se pueden abordar desde una sola
mirada o desde un solo punto de vista.
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Si la ciencia pretenda ofrecer soluciones a los grandes asuntos,
necesariamente debería sumar todo lo que ha generado el conocimiento en las
demás áreas del saber, incluyendo la filosofía y la ética social. Actualmente la
vida se entrega a las circunstancias condicionadas por la técnica, entendida como
el principal recurso para interpretar la existencia, así aparecen diversos síntomas
que muestran el error, como la degradación del ambiente, la angustia, la pérdida
del sentido de la vida y de la convivencia, y se muestra una vez más que “la
realidad es superior a la idea”.
Entonces entramos en el problema de la gente, que ya no parece creer en un
futuro feliz, no confía en un mañana mejor a partir de las condiciones actuales del
mundo y de las capacidades técnicas, sabe que el avance de la ciencia y de la
técnica no equivale al avance de la humanidad y de la historia, y sabe además
que son otros los caminos fundamentales para un futuro feliz. Sin embargo, no
quiere renunciar a las posibilidades que ofrece la tecnología.
Por los dilemas de la sociedad actual nos pone;
“…ante la urgencia de avanzar en una valiente revolución cultural. La ciencia y la tecnología no son neutrales, sino que pueden implicar desde el comienzo hasta el final de un proceso diversas intenciones o posibilidades, y pueden configurarse de distintas maneras…” (cf. Laudatus… Sí..114).
– insiste en que no es que se
“… pretende volver a la época de las cavernas, pero sí es indispensable aminorar la marcha para mirar la realidad de otra manera, recoger los avances positivos y sostenibles, y a la vez recuperar los valores y los grandes fines arrasados por un desenfreno megalómano…”(cf.Laudato Sí..114).
Porque el antropocentrismo moderno, ha terminado colocando la razón
técnica sobre la realidad, porque el ser humano «ni siente la naturaleza como
norma válida, ni menos aún como refugio viviente. La ve sin hacer hipótesis,
prácticamente, como lugar y objeto de una tarea en la que se encierra todo,
siéndole indiferente lo que con ello suceda».
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Es necesario volver a prestar atención a la realidad con los límites que ella
impone, que a su vez son la posibilidad de un desarrollo humano y social más
sano y fecundo. Ratifica S.S. papa Francisco que la crisis ecológica es una
eclosión o una manifestación externa de la crisis ética, cultural y espiritual de la
modernidad, no podemos pretender sanar nuestra relación con la naturaleza y el
ambiente sin sanar todas las relaciones básicas del ser humano. Cuando el
pensamiento cristiano reclama un valor peculiar para el ser humano por encima de
las demás criaturas, da lugar a la valoración de cada persona humana, y así
provoca el reconocimiento del otro.
La apertura a un «tú» capaz de conocer, amar y dialogar sigue siendo la gran
nobleza de la persona humana. Por eso, para una adecuada relación con el
mundo creado no hace falta debilitar la dimensión social del ser humano y
tampoco su dimensión trascendente, su apertura al «Tú» divino. Porque no se
puede proponer una relación con el ambiente aislada de la relación con las demás
personas y con Dios. Sería un individualismo romántico disfrazado de belleza
ecológica y un asfixiante encierro en la inmanencia…”
En la Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, S.S. papa Francisco se
refiere al relativismo práctico que caracteriza nuestra época, y que es «todavía
más peligroso que el doctrinal»., porque a veces el ser humano se coloca a sí
mismo en el centro y termina dando prioridad absoluta a sus conveniencias
circunstanciales, entonces todo lo demás se vuelve relativo y otras veces atiende
solamente al paradigma tecnocrático. Son dos posiciones desviadas, es necesario
un equilibrio.
La encíclica en su parte final hace insistencia sobre la necesidad de
preservar el trabajo. Dice que una ecología integral, que no excluya al ser
humano, debe incorporar el valor del trabajo, lo cual fue sabiamente desarrollado
por san Juan Pablo II en su encíclica Laborem exercens.
Hay que recordar que según el relato bíblico de la creación, Dios colocó al
ser humano en el jardín recién creado (cf. Gén. 2,15) no sólo para preservar lo
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existente (cuidar), sino para trabajar sobre ello de manera que produzca frutos
(labrar). Así, los obreros y artesanos «aseguran la creación eterna» (Si 38,34). En
realidad, la intervención humana que procura el prudente desarrollo de lo creado
es la forma más adecuada de cuidarlo, porque implica situarse como instrumento
de Dios para ayudar a brotar las potencialidades que él mismo colocó en las
cosas: «Dios puso en la tierra medicinas y el hombre prudente no las desprecia»
(Si 38,4).
Y es que el trabajo viene desde nuestra creación, por eso:
“…no debe buscarse que el progreso tecnológico reemplace cada vez más el trabajo humano, con lo cual la humanidad se dañaría a sí misma. El trabajo es una necesidad, parte del sentido de la vida en esta tierra, camino de maduración, de desarrollo humano y de realización personal. En este sentido, ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo…”. (cf. Laudatos Sí, 128).
Hay un tipo de avance tecnológico que para reducir costos de producción en
razón de la disminución de los puestos de trabajo, reemplaza al hombre por
máquinas. Este es un modo más como la acción del ser humano puede volverse
en contra de él mismo. Se disminuyen los puestos de trabajo que «tiene también
un impacto negativo en el plano económico por el progresivo desgaste del “capital
social”, es decir, del conjunto de relaciones de confianza, fiabilidad, y respeto de
las normas, que son indispensables en toda convivencia civil».
En definitiva, «los costes humanos son siempre también costes económicos
y las disfunciones económicas comportan igualmente costes humanos». Se deja
de invertir en las personas para obtener un mayor rédito inmediato, es muy mal
negocio para la sociedad.
Recoge la posición de san Juan Pablo II (1961), quien resaltaba los
beneficios de los adelantos científicos y tecnológicos, que «manifiestan cuán noble
es la vocación del hombre a participar responsablemente en la acción creadora de
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Dios», pero al mismo tiempo recordaba que «toda intervención en un área del
ecosistema debe considerar sus consecuencias en otras áreas».
Expresaba que la Iglesia valora el aporte «del estudio y de las aplicaciones
de la biología molecular, completada con otras disciplinas, como la genética, y su
aplicación tecnológica en la agricultura y en la industria», aunque también decía
que esto no debe dar lugar a una «indiscriminada manipulación genética», que
ignore los efectos negativos de estas intervenciones. No es posible frenar la
creatividad humana.
Si no se puede prohibir a un artista el despliegue de su capacidad creadora,
tampoco se puede inhabilitar a quienes tienen especiales dones para el desarrollo
científico y tecnológico, cuyas capacidades han sido donadas por Dios para el
servicio a los demás. Al mismo tiempo, no pueden dejar de replantearse los
objetivos, los efectos, el contexto y los límites éticos de esa actividad humana que
es una forma de poder con altos riesgos…”
Le preocupa que cuando algunos movimientos ecologistas defienden la
integridad del ambiente, y reclaman ciertos límites a la investigación científica, no
apliquen estos mismos principios a la vida humana. Se suele justificar que se
traspasen todos los límites cuando se experimenta con embriones humanos vivos.
Se olvida que el valor inalienable de un ser humano va más allá del grado de su
desarrollo. De ese modo, cuando la técnica desconoce los grandes principios
éticos, termina considerando legítima cualquier práctica, entonces se vuelve
irracional.
Cuando se habla de «medio ambiente», se indica particularmente una
relación, la que existe entre la naturaleza y la sociedad que la habita. Estamos
incluidos en ella, somos parte de ella y estamos interpenetrados. Las razones por
las cuales un lugar se contamina exigen análisis del funcionamiento de la
sociedad, de su economía, de su comportamiento, de sus maneras de entender la
realidad.
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La concepción integral se aprecia al considerar que efectivamente “…no
hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja
crisis socio-ambiental…”
Las soluciones requieren un acuerdo integral para combatir la pobreza, para
devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza.
El reconocimiento de la dignidad peculiar del ser humano muchas veces
contrasta con la vida caótica que deben llevar las personas en nuestras ciudades.
Pero esto no debería hacer perder de vista el estado de abandono y olvido que
sufren también algunos habitantes de zonas rurales, donde no llegan los servicios
esenciales, y hay trabajadores reducidos a situaciones de esclavitud, sin derechos
ni expectativas de una vida más digna.
Sin embargo, no se puede pensar en recetas uniformes, porque hay
problemas y límites específicos de cada país o región. Aunque el realismo político
puede exigir medidas y tecnologías de transición, siempre que estén
acompañadas del diseño y la aceptación de compromisos graduales vinculantes.
Pero en los ámbitos nacionales y locales siempre hay mucho por hacer, como
promover las formas de ahorro de energía. “…Esto implica favorecer formas de
producción industrial con máxima eficiencia energética y menos cantidad de
materia prima, quitando del mercado los productos que son poco eficaces desde el
punto de vista energético o que son más contaminantes.
También podemos mencionar una buena gestión del transporte o formas de
construcción y de saneamiento de edificios que reduzcan su consumo energético y
su nivel de contaminación. Por otra parte, la acción política local puede orientarse
a la modificación del consumo, al desarrollo de una economía de residuos y de
reciclaje, a la protección de especies y a la programación de una agricultura
diversificada con rotación de cultivos.
Es posible alentar el mejoramiento agrícola de regiones pobres mediante
inversiones en infraestructuras rurales, en la organización del mercado local o
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nacional, en sistemas de riego, en el desarrollo de técnicas agrícolas sostenibles.
Se pueden facilitar formas de cooperación o de organización comunitaria que
defiendan los intereses de los pequeños productores y preserven los ecosistemas
locales de la depredación. ¡Es tanto lo que sí se puede hacer!...”
A nivel de la política y de los gobiernos expone que es indispensable la
continuidad en los programas dedicados al ambiente, siempre y cuando sean
adecuados, porque no se pueden modificar las políticas relacionadas con el
cambio climático y la protección del ambiente cada vez que cambia un gobierno.
Los resultados de los programas requieren mucho tiempo, y suponen costos
inmediatos con efectos que no podrán ser mostrados dentro del actual período de
gobierno.
Le recuerda a los políticos que deben asumir sus responsabilidades con los
costos que implican, aunque a veces no responden a la lógica eficientista e
inmediatista de la economía y de la política actual,”… pero si se atreve a hacerlo,
volverá a reconocer la dignidad que Dios le ha dado como humano y dejará tras su
paso por esta historia un testimonio de generosa responsabilidad. Hay que
conceder un lugar preponderante a una sana política, capaz de reformar las
instituciones, coordinarlas y dotarlas de mejores prácticas, que permitan superar
presiones e inercias viciosas…”
Reafirma S.S. papa Francisco que para que surjan nuevos modelos de
progreso, necesitamos «cambiar el modelo de desarrollo global» eso implica
reflexionar responsablemente «sobre el sentido de la economía y su finalidad,
para corregir sus disfunciones y distorsiones». Se requiere una política que
piense con visión amplia, y que lleve adelante un planteamiento integral,
incorporando en un diálogo interdisciplinario los diversos aspectos de la crisis.- por
eso afirma;
“… Muchas veces la misma política es responsable de su propio descrédito, por la corrupción y por la falta de buenas políticas públicas. Si el Estado no cumple su rol en una región, algunos grupos económicos pueden aparecer como benefactores y detentar el poder real, sintiéndose autorizados a no cumplir ciertas
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normas, hasta dar lugar a diversas formas de criminalidad organizada, trata de personas, narcotráfico y violencia muy difíciles de erradicar…” (cf. Laudato Sí, 197)
Se ha vuelto en algunos casos perversos y dañinos:
“Si la política no es capaz de romper una lógica perversa, y también queda subsumida en discursos empobrecidos, seguiremos sin afrontar los grandes problemas de la humanidad. Una estrategia de cambio real exige repensar la totalidad de los procesos, ya que no basta con incluir consideraciones ecológicas superficiales mientras no se cuestione la lógica subyacente en la cultura actual. Una sana política debería ser capaz de asumir este desafío…” ( cf. Laudato Sí, 197).
Expone que a pesar de que la política y la economía tienden a culparse
mutuamente por lo que se refiere a la pobreza y a la degradación del ambiente, lo
que se espera es que reconozcan sus propios errores y encuentren formas de
interacción orientadas al bien común. Y es que mientras “…unos se desesperan
sólo por el rédito económico y otros se obsesionan sólo por conservar o
acrecentar el poder, lo que tenemos son guerras o acuerdos espurios donde lo
que menos interesa a las dos partes es preservar el ambiente y cuidar a los más
débiles. Aquí también vale que «la unidad es superior al conflicto…”
Insiste S.S. papa Francisco en que todo este asunto no puede explicarse
por encima de una gran realidad y es que efectivamente si se reflexiona con ese
marco cerrado, desaparecen la sensibilidad estética, la poesía, así como la
capacidad de la razón para percibir el sentido y la finalidad de las cosas.
Los principios éticos que la razón es capaz de percibir pueden reaparecer
siempre bajo distintos ropajes y expresados con lenguajes diversos, incluso
religiosos… Por otra parte, cualquier solución técnica que pretendan aportar las
ciencias será impotente. Dado que el mercado tiende a crear un mecanismo
consumista compulsivo para colocar sus productos, las personas terminan
sumergidas en la vorágine de las compras y los gastos innecesarios. El
consumismo obsesivo es el reflejo subjetivo del paradigma tecnoeconómico.
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Ocurre lo que ya señalaba Romano Guardini (en Laudatus Sí, 203), cuando
nos explicaba que el ser humano tiene tendencia a aceptar los objetos y las
formas de vida, tal como le son impuestos por la planificación y por los productos
fabricados en serie y, después de todo, actúa así con el sentimiento de que eso es
lo racional y lo acertado. Es que se deja someter por un paradigma que le hace
creer a todos que son libres, siempre y cuando tengan una supuesta libertad para
consumir, así el hombre no llega a comprender que quienes en realidad poseen
libertad son aquellos que integran la minoría que detenta el poder económico y
financiero. De tal manera que se desata una confusión, en la humanidad
posmoderna, donde el sujeto no encuentra una nueva comprensión de sí mismo.
Entonces, hace falta una orientación ante esta carencia de identidad, que se vive
con angustia.
Se puede concluir entonces que SS. Papa Francisco sobre el medio
ambiente, propone que debemos reflexionar sobre algunas preguntas que
debemos hacernos y respondernos con valentía entonces dice: ¿Para qué
pasamos por este mundo? ¿Para qué vinimos a esta vida? ¿Para qué trabajamos
y luchamos? ¿Para qué nos necesita esta tierra?
Estas interrogantes son la clave del asunto, porque a veces la ciencia, la
tecnología y algunas filosofías decadentes se prestan para hacer propuestas y dar
explicaciones un tanto indecorosas, donde participan hasta algunas religiones.
S.S. papa Francisco expresa que “la Iglesia no pretende definir las cuestiones
científicas ni sustituir a la política,” sin embargo, hace un llamado hacia un debate
honesto y transparente, de tal manera que las necesidades particulares o las
ideologías no afecten al “bien común”.
Propone que para que pueda hablarse de un auténtico desarrollo, se
requiere una mejora integral en la calidad de vida humana, lo cual supone
detenerse y dar una revisión intensa sobre el espacio donde se desarrolla
nuestra existencia, y cuando dice “nuestra”, se refiere a todos y todas, donde
incluso están registradas todas las especies, en una actitud ecológica.
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Toda visión que se haga llamar ecológica debe tener una perspectiva social,
donde no se dejen de lado los derechos fundamentales de los más postergados,
porque el principio de la subordinación de la propiedad privada al destino universal
de los bienes es una «regla de oro» del comportamiento social y el «primer
principio de todo el ordenamiento ético-social.”
Hace un llamado hacia los textos religiosos clásicos porque ellos pueden
ofrecer un significado para todas las épocas, tienen una fuerza motivadora que
abre siempre nuevos horizontes de manera que negarse una reflexión sobre ese
cúmulo de saber que ofrecen sería relegarlos a la oscuridad, sólo por haber
surgido en el contexto de una creencia religiosa.
El asunto del ambiente es tan serio que su desequilibrio significa que estamos desequilibrando nuestra propia identidad, la dignidad de la persona. Por eso debemos ser los primeros interesados en dejar un planeta habitable para la
humanidad que nos sucederá, porque al drama de nosotros mismos, le agregamos el del futuro, poniendo en crisis el sentido del propio paso por esta tierra. Se requiere pues, una reacción global más responsable, que implique
encarar al mismo tiempo la reducción de la contaminación y el desarrollo de los países y regiones pobres.
Para ello se requiere la maduración de instituciones internacionales más
fuertes y eficazmente organizadas, con autoridades designadas equitativamente
por acuerdo entre los gobiernos nacionales, y dotadas de poder para sancionar.
Una actitud ecológica insiste en la dignidad de las personas que depende
de la relación de cada persona consigo misma, y que genera un determinado
modo de relacionarse con los demás y con el ambiente. Hay una interacción entre
los ecosistemas y entre los diversos mundos de referencia social, y así se muestra
una vez más que “el todo es superior a la parte”.
“El estar todo integrado,” es lo que se considera, la ecología social, la cual
es institucional, y alcanza las distintas dimensiones que van desde el grupo social
primario, la familia, pasando por la comunidad local y la nación, hasta la vida
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internacional, por eso se requiere la participación de todos en el amparo
ambiental.
La situación es de tal gravedad a nivel ambiental, que pone como ejemplo, el
consumo de narcóticos en algunas sociedades opulentas que puede provocar una
demanda de productos originados en regiones empobrecidas, lo cual induce a
corromper conductas, destruir vidas y degradar el ambiente.
Pero se Insiste en que no podemos ignorar que la energía nuclear, la
biotecnología, la informática, el conocimiento de nuestro propio ADN y otras
capacidades que hemos adquirido nos dan un tremendo poder, y que nunca la
humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma, pero “…nada garantiza que vaya a
utilizarlo bien, sobre todo si se considera el modo como lo está haciendo…”, un
caso que ilustra el asunto es el ya referido de las bombas atómicas lanzadas en
pleno siglo XX, como el gran despliegue tecnológico ostentado por el nazismo, por
el comunismo y por otros regímenes totalitarios al servicio de la matanza de
millones de personas, sin olvidar que hoy la guerra posee un instrumental cada
vez más mortífero. Entonces es un riesgo tanto poder en manos inconscientes.
Es que generalmente se cree que «que todo incremento del poder constituye
sin más un progreso, un aumento de seguridad, de utilidad, de bienestar, de
energía vital, de plenitud de los valores, pero es un asunto sobre lo que hay que
reflexionar muy bien.
Las soluciones requieren un acuerdo integral para combatir la pobreza, para
devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza.
El reconocimiento de la dignidad peculiar del ser humano muchas veces
contrasta con la vida caótica que deben llevar las personas en nuestras ciudades.
Pero esto no debería hacer perder de vista el estado de abandono y olvido que
sufren también algunos habitantes de zonas rurales, donde no llegan los servicios
esenciales, y hay trabajadores reducidos a situaciones de esclavitud, sin derechos
ni expectativas de una vida más digna.
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Lo grave es que con frecuencia a nivel de la política y de los gobiernos
expone que es indispensable la continuidad en los programas dedicados al
ambiente, siempre y cuando sean adecuados, porque no se pueden modificar las
políticas relacionadas con el cambio climático y la protección del ambiente cada
vez que cambia un gobierno. Los resultados de los programas requieren mucho
tiempo, y suponen costos inmediatos con efectos que no podrán ser mostrados
dentro del actual período de gobierno.
Por eso se les recuerda a los políticos que deben asumir sus responsabilidades
con los costos que implican, aunque a veces no responden a la lógica eficientista
e inmediatista de la economía y de la política actual,”… pero si se atreve a
hacerlo, volverá a reconocer la dignidad que Dios le ha dado como humano y
dejará tras su paso por esta historia un testimonio de generosa responsabilidad.
Se puede señalar entonces, que las encíclicas, nos introducen en el mundo y
ordenación de las relaciones civiles, La dignidad de la persona y los derechos
naturales, Los derechos del hombre, como el Derecho a la existencia y a un
decoroso nivel de vida, Derecho a la existencia, a la integridad corporal, a los
medios necesarios para un decoroso nivel de vida: el alimento, el vestido, la
vivienda, el descanso, la asistencia médica y, los servicios indispensables que a
cada uno debe prestar el Estado, y todo orientado hacia la búsqueda de horizonte
humano.
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