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Monseñor Francisco José Arnaiz / Colección Conferencia Magistral - 2009
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Comisión Nacional de Ética y Combate a la Corrupción
EQUIPO DIRECTIVO
Dr. Miguel SuazoDirector Ejecutivo CNECC
Lic. George KhouryEnc. Administrativo y Financiero
Mayra DomínguezEnc. Planificación y Desarrollo
Verónica GuzmánEnc. Fomento de la Ética
Helen HasbúnEnc. De Comunicación y Relaciones Públicas
MIEMBROS DEL CONSEJO RECTOR
Dr. Marino Vinicio CastilloSecretario de EstadoPresidente Consejo Rector
Dr. César Pina ToribioSecretario de Estado de la Presidencia
Dr. Radhamés Jiménez Peña Procurador General de la República
Monseñor Benito ÁngelesRepresentante Iglesia Católica
MIEMBROS DE LA UNIDAD TÉCNICA
Lic. Ramón Ventura CamejoSecretario de Estado de la Administración Pública Coordinador de la Unidad Técnica
Lic. Hotoniel BonillaRepresentante de la Procuraduría Generalde la RepúblicaDirector de la Dirección Nacional de Persecución de la Corrupción Administrativa (DPCA)
Lic. Daniel Omar Caamaño Representante de la Contraloría Generalde la República
Lic. Julio Aníbal FernándezRepresentante de la Secretaríade Estado de Hacienda
Lic. Cristóbal CardozaRepresentante de las Iglesias Evangélicas
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ETICA EN EL SECTOR EDUCATIVO / Monseñor Francisco José Arnaiz
EQUIPO EDITORIAL
Helen HasbúnCoordinadora Gabinete de ComunicaciónSector PresidenciaEnc. Comunicación y Relaciones Públicas CNECC
Yolanda Valdehita AznarCoordinadora de Eventos y Protocolo
Marianne AmparoAsist. Comunicación y Relaciones Públicas
Pircilio GuerreroDiseñador Gráfico
Se prohíbe la reproducción parcial y total de esta publicación sin expresa autorización.
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ETICA EN EL SECTOR EDUCATIVO / Monseñor Francisco José Arnaiz
Nuestra Portada: Monseñor Arnaiz / Obispo Emérito de Santo Domingo
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Felicito de entrada a la Comisión Nacional de Ética y Combate
a la Corrupción por la presente iniciativa. Todo cuanto haga-
mos por la moralización nacional será poco ante el reto de
luchar todos por una sociedad más sana y ejemplar en el área
del comportamiento personal y social del país, del cual tantas
cosas de importancia fundamental dependen.
Dicho esto, sin más, entro en materia. El tema es complejo y
lo asumiremos en toda su complejidad.
Etimológicamente Ética y Moralidad se identifican, aunque
en la práctica se haya usado predominantemente el primer
término para denotar la moral natural, propio de todo ser
humano en cuanto ser humano, y el segundo para connotar
una moral específica que responde a las exigencias de la fe
y vocación cristiana. Ya Santo Tomás de Aquino, fundamen-
tándose en las mismas palabras de Cristo, que él no había
venido a abolir la ley –la ley natural- ni a suprimirle una jota
ni una tilde, planteaba agudamente la cuestión de reducir la
Theología Moralis a la Ética y de llamar a la Theología Mora-
lis específicamente cristiana Theología Spiritalis. El código
sacrosanto de la Moral natural es el Decálogo, el de la Moral
cristiana, las Bienaventuranzas. De las Bienaventuranzas
escribió Papini: “Son el titulo más grande de la existencia de
los hombres. De la presencia de los hombres en el infinito
universo. La justificación de nuestro vivir. La patente de
nuestra dignidad de seres previstos de alma. La prenda de
que podremos elevarnos sobre nosotros mismos y ser más
que hombres. La promesa de esta posibilidad suprema, de
esta esperanza, de nuestra ascensión sobre la bestia”
“Ezos” del verbo “eioza” soler, tener costumbre, significa en
griego, carácter, costumbre, hábito. Aristóteles llamó en
concreto “ta ezica” a las cuestiones filosóficas sobre la con-
ducta humana y de ahí quedó estereotipada la palabra ética
como sinónimo de comportamiento bueno, para aceptarlo y
alabarlo, y malo para suspenderlo y rechazarlo.
ÉTICA EN EL SECTOR EDUCATIVOMonseñor Francisco José Arnaiz
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ETICA EN EL SECTOR EDUCATIVO / Monseñor Francisco José Arnaiz
Del griego sin variación alguna pasó al latín y del latín al cas-
tellano.
Autóctonamente los latinos del vocablo mos, moris, costum-
bre, hábito, comportamiento humano, crearon el término
Moral para significar el comportamiento humano correcto,
sano, término sinónimo y paralelo al de Ética en griego. La
lengua castellana, derivada del latín, lo asumió también.
Se trata, pues, de dos términos etimológicamente, sinónimos.
Conviene señalar que ambos términos en castellano tienen
dos formas: substantiva y adjetiva.
En su forma substantiva (La Moral, la Ética) expresan un es-
pecífico y concreto saber objetivo sobre lo que es correcto o
incorrecto respecto al actuar humano y sobre el modo como
actúa el ser humano en esa dimensión.
En su forma adjetiva (moral, ético) apuntan a una dimensión
ineludible de la dinámica humana en relación con la respon-
sabilidad del ser humano.
Ambas formas son interdependientes y correlativas y presu-
ponen la existencia real de valores morales humanos.
La forma substantiva delimita y precisa el valor y los valores
morales, y formula sus principios y normas.
La forma adjetiva expresa la encarnación vital de ellos en el
ser humano.
La primera es Ética conceptualizada y formulada, y la segun-
da es Ética hecha vida.
Sería un grave error confundir lo ético con lo sociológico o
lo jurídico. Lo ético tiene entidad y valor propio. Por eso
es necesario distinguir claramente estos tres órdenes para
descubrir lo verdaderamente ético.
El nivel sociológico se manifiesta primaria y visiblemente en
el conjunto de costumbres aceptadas por un grupo humano.
La constatación de este conjunto de costumbres es un punto
de partida ineludible para detectar el nivel ético de ese grupo
que no necesariamente coincide con el nivel sociológico.
Para lograr esto es necesario traspasar el nivel sociológico
y detectar los esquemas de valores que justifican esas cos-
tumbres, las pautas de comportamiento que estructuran sus
manifestaciones y el conjunto de aspiraciones que alientan
el grupo.
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ETICA EN EL SECTOR EDUCATIVO / Monseñor Francisco José Arnaiz
La moralización de la sociedad y de todo grupo humano
pasa por el análisis, revisión y transformación de esas tres
realidades, y en modo alguno, por sólo la lírica verbal de la
moralidad o por la patética y la apocalíptica de la inmoralidad
tan del agrado de muchos seres humanos.
El orden jurídico es ciertamente un factor muy importante de
la configuración moral de una sociedad que percibe siempre
la ley como regulación del buen comportarse y constricción y
amenaza penalizadora del actuar inadecuado.
En virtud de este orden surge lo lícito y lo ilícito. Lo que se
puede hacer y lo que no se puede hacer.
Las sociedades occidentales desde los tiempos de Roma han
sentido y sienten una especial fascinación por el orden jurídi-
co y sueñan con una comprensión exclusivamente jurídica de
la vida. Lo lícito o ilícito, sin embargo, no es lo mismo que lo
justo o injusto, y pueden de hecho coincidir y diferenciarse, y
aún oponerse.
Ante el orden jurídico, la instancia ética tiene un doble de-
ber y función: la de desmitificar la ley y cuestionar constan-
temente el ordenamiento jurídico.
La desmitificación implica el impedir que el orden jurídico se
arrogue el derecho de ser la única instancia ética de la socie-
dad; el revisar a fondo el concepto de moralidad pública; y el
impedir que se confunda lo lícito jurídico con lo bueno moral.
Fenómeno este último más necesario hoy por la permisivi-
dad de la sociedad actual.
Es claro que en el orden moral es donde precisamente ad-
quieren sentido el orden sociológico y el orden jurídico.
Adentrándonos ahora más hondamente en el fenómeno
moral debemos proclamar que la persona es la realidad fun-
damental de la Ética.
Esto quiere decir que la moralidad reside en la persona y que
la fundamentación de la moral es la persona. La persona en
su doble dimensión de mismidad o intimidad y de alteridad
o apertura a cuanto lo rodea, a cuantos le rodean y a lo tras-
cendente.
Sin la alteridad el ser humano ni viene a la existencia ni per-
manece en ella, ni se perfecciona. Sin el concurso ajeno ni es
posible ni es viable.
La persona, en ese sentido, con esta característica, es indiscu-
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ETICA EN EL SECTOR EDUCATIVO / Monseñor Francisco José Arnaiz
tiblemente el lugar adecuado de la moralidad. Y lo es como
contenido y como estructura funcional.
Veamos como contenido
El supremo valor que rige los comportamientos de los seres
humanos es la persona. La persona es un fin en sí misma, y
dentro de este reino de los fines, es donde se hace posible la
moralidad y la realización humana. Sólo un ser que es para sí
mismo fin, puede ser amado por los demás como fin. Y ese
ser es únicamente la persona.
Sobre esto ha escrito páginas admirables Eric Fromm.
Veamos ahora como estructura funcional.
La base estructural de la moralidad se identifica con la per-
sona. Basta compararla con la estructura puramente animal.
“Al animal –escribe Aranguren- le está dado el ajustamiento.
El hombre tiene que hacer ese ajustamiento. Tiene que ius-
tum facere, justificar sus actos. El animal es un ser de estímu-
los, mientras que el hombre es un ser de realizaciones”, “La
justificación –el ajustamiento- es, pues, la estructura interna
del acto humano. Por eso en vez de de decir que las acciones
humanas tienen justificación, debe decirse que tienen que
tenerla para ser verdaderamente humanas”.
Muy significativamente la palabra iustitia en latín dio en
español dos palabras justicia y justeza, de las que se derivan
dos adjetivos distintos, aunque vinculados, justo y ajustado.
Es ajustado el que es en todo momento, lo que debe ser y ac-
túa como debe actuar, lo cual es raíz y fondo de la moralidad.
La moralidad, pues, se enraíza así y hasta se identifica con la
persona.
Con su aristocrático estilo lo ha dicho agudamente Ortega
y Gasset: “Me irrita este vocablo moral. Me irrita porque
en su uso y abuso tradicionales se entiende por moral no
sé qué, añadido de ornamento, puesto a la vida y ser de un
hombre o de un pueblo. Por eso yo prefiero que el lector lo
entienda por lo que significa, no en la contraposición moral-
inmoral, sino en el sentido que adquiere cuando de alguien
se dice que está desmoralizado. Entonces se advierte que la
moral no es una performance suplementaria y lujosa que el
hombre añade a su ser para obtener un premio, sino que es
el ser mismo del hombre cuando está en su propio quicio y
vital eficacia. Un hombre desmoralizado es simplemente un
hombre que no está en posesión de sí mismo, que está fuera
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ETICA EN EL SECTOR EDUCATIVO / Monseñor Francisco José Arnaiz
de su radical autenticidad y por ello no vive su vida y por ello
no crea, ni fecunda ni hincha su destino”.
En esta línea resulta interesante que al acto inmoral los lati-
nos llamasen “pecatum” pecado.
Pecatum participio pasivo del verbo pecarse o pecuare y
pecus pecudis significa en latín animal. Pecar según esto es
olvidarse de obrar como persona y obrar como un animal,
degradarse, animalizarse.
Situada ya la moralidad en la persona, vamos a exponer
ahora cómo se concreta objetivamente lo moral en un valor
específico que llamamos por eso valor moral.
Los valores morales no son otra cosa que la concreción de la
moralidad. Objetiva o personalizada en el ser humano.
Todo valor es el resultado de una síntesis entre una realidad
objetiva y una realidad subjetiva. “Los valores –dice Ortega
y Gasset- no son un don que nuestra subjetividad hace a
las cosas, sino una extraña sutil casta de objetividades que
nuestra conciencia encuentra fuera de sí como encuentra los
árboles y los hombres”. Las encuentra y las asume e integra
a su actuar.
Lo típico, por otro lado, de los valores es poseer bipolaridad,
rango y materia.
La bipolaridad consiste en que mientras las cosas son lo que
son, los valores se desdoblan en un polo positivo y en un polo
negativo, valor o contravalor, su contrario. Rango significa
que pueden ser inferiores y superiores o equivalentes a otros
y que por lo tanto, demandan jerarquización.
La materia es el bien que encarnan. Y el bien que encarnan
es la primacía y dignidad de la persona. Siendo bueno, justo,
ajustado aquello que la respeta, favorece y perfecciona. Y
malo, desajustado y perverso aquello que la maltrata, la
envilece o la destruye.
Supuesto este su carácter objetivo, el valor moral tiene tam-
bién su dimensión subjetiva. Una dimensión subjetiva que
incluye y exige en el ser humano intencionalidad, libertad y
compromiso interno.
Otra característica del valor moral es la de imponerse por sí
mismo, la de urgir. Tal urgencia no se sitúa en el orden de las
mediatizaciones, sino que pertenece al orden de lo que se
autojustifica por sí mismo.
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ETICA EN EL SECTOR EDUCATIVO / Monseñor Francisco José Arnaiz
Otra característica muy especial suya es la de su relación
ineludible con todos los otros valores. Todos los órdenes
de valores (Scheler nos habla de valores sensoriales, vitales,
estéticos, teóricos y éticos, valores de lo santo y lo profano)
están interrelacionados.
El valor moral, sin embargo, tiene la peculiaridad de estar
presente en todos los demás valores, aunque no los prive de
su autonomía y peculiaridad.
Otra característica, en fin, peculiarísima es que el valor moral,
es el que condiciona a la persona en su realización. Por ello,
es un valor constante en la vida del ser humano.
Los valores morales, lo mismo que el orden general del va-
lor, se organizan siempre dentro de una tabla jerárquica de
valoración. Jamás se debe olvidar esto. No es lo mismo el
valor del respeto a la vida que el de la veracidad.
El valor moral está profundamente vinculado a la norma.
La norma no es otra cosa que la expresión de un valor moral.
Puede formularse de modo negativo o de modo positivo “no
mentirás” o “dirás siempre la verdad”.
Una norma según esto no es una restricción arbitraria de la
libertad humana. Es un llamamiento a la libertad humana
para moverla a salvaguardar y cultivar el valor que encierra.
Una norma que no incluya un valor o un “deber valioso”
estaría consecuentemente privada de toda fuerza moral
obligatoria.
Toda norma, sin embargo, por muy clara que sea, encierra
siempre la realidad objetiva de un valor, pero al mismo tiem-
po un ocultamiento de él. Al no poder recoger toda la rique-
za del valor, lo desvirtúa un tanto y hasta puede traicionarlo.
El célebre moralista Haring advierte algo muy importante:
“En las normas se encierra un grave peligro: el de no prestar
atención a los valores que en ellas se traducen y tomarlas de
un modo puramente formal, o sea como fórmulas rígidas y
sin vida… Quien sólo se fija en las fórmulas normativas, sin
atender al valor que las fundamenta, llegará a una moral
muerta, por no ser más que un fenómeno legalista.
La norma o ley, de la que estamos hablando puede ser natu-
ral o positiva.
La norma o ley natural, no es otra cosa que la naturaleza
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ETICA EN EL SECTOR EDUCATIVO / Monseñor Francisco José Arnaiz
humana y racional del ser humano, la razón en cuanto que
descubre lo que es bueno o malo en sí y para el ser humano.
La razón, sin embargo, no crea la ley natural, sino que la
descubre progresivamente haciéndola suya. Ella descubre
pronto que hay un principio ineludible que debe formularse
así: debe siempre hacerse el bien y evitar el mal.
De este principio frontal brotan inmediatamente una serie
de preceptos que han sido llamados primarios y que corres-
ponden a las tendencias fundamentales de la naturaleza
humana: respeto a la vida, respeto a la verdad, respeto a
los derechos fundamentales del ser humano, etc. Existen
también principios secundarios que no son otra cosa que
conclusiones lógicas y coherentes de los primarios.
Como características de la ley natural se enumeran las si-
guientes: inmutabilidad, obligatoriedad y cognoscibilidad
universal.
La ley o norma positiva es la promulgada exteriormente por
medio de signos sensibles. Es decir, es la manifestación oral
o escrita de una exigencia que proviene de su coherencia con
la norma general.
Tiene evidentemente un carácter secundario. Ilumina la ley
interior y dispone a ella. No está inscrita en el corazón sino
escrita.
Es revelación y explicitación de valores morales e invitación
a ellos. Debe ser cumplida desde el interior de la persona, so
pena de hacer en el mero legalismo como advertía Haring o
en el fingimiento o inautenticidad.
El fenómeno de la norma nos impone tocar ahora el funda-
mental y complejo tema de la conciencia moral en el ser hu-
mano en la que radica su genuina libertad y responsabilidad.
La conciencia es la realidad más decisiva en la vida de cada
ser humano y de la sociedad. En ella está el fondo más in-
sobornable de la persona y su autenticidad más profunda.
El horror a la alienación no entra en el sagrario de su con-
ciencia, ya que es aquí donde el ser humano se encuentra
consigo mismo y descubre, y define su mismidad más ge-
nuina.
La indiscutible dignidad del ser humano está en la conciencia.
Para la humanidad entera la conciencia ha sido y es el factor
más decisivo en la dinámica de la historia. En ella está la fe-
cunda fuente de la crítica, de la acusación y de la creatividad.
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ETICA EN EL SECTOR EDUCATIVO / Monseñor Francisco José Arnaiz
Eric Fromm ha escrito sagazmente: “No existe aseveración
mas soberbia, que el hombre pueda hacer, que la de decir:
“obraré de acuerdo a mi conciencia”. Sin la existencia de la
conciencia la raza humana se hubiera quedado estancada
hace mucho tiempo en su azarosa carrera”.
Es interesante, previamente a un análisis más riguroso, ras-
trear ciertas expresiones populares o literarias que apuntan
a la naturaleza y complejidad del fenómeno de la conciencia.
Orestes en Grecia la llama “genio” o “furia” que persigue
al criminal llevándolo a un remordimiento que linda con el
delirio y la locura.
La tradición cristiana la llama voz de Dios. Y la literatura pa-
trística, “Juez, testigo y acusador”.
Calderón de la Barca, en el gran teatro del mundo la denomi-
na “apuntador”.
La conciencia tiene vitalmente tres tiempos: vivencia ele-
mental, conciencia y conciencia refleja en la que se toma
posición sobre lo vivido y vivenciado.
Irreducible al mero sistema nervioso, su actuar está profun-
damente vinculado al sistema nervioso central y en él puede
encontrar fallas parciales y hasta su quiebra total.
Como hemos dicho la conciencia moral presupone la con-
ciencia psíquica que se prolonga en ella y en ella culmina.
Mientras que la conciencia psíquica es una conciencia- testi-
monio que solamente atestigua la presencia de las funciones
en el Yo, la conciencia moral es una conciencia- juez que ana-
liza, discierne, testifica y valoriza.
Se distinguen también ambas en el carácter imperativo de la
conciencia moral.
En virtud de este carácter ella orienta e impulsa a la realiza-
ción del Yo y lo compromete ineludiblemente.
No es fácil, sin embargo, el análisis completo de la conciencia
moral. Son muchos y diversos los elementos que hay que
ensamblar.
A veces se la identifican con la responsabilidad moral. En este
caso significaría sentido y sensibilidad moral del ser humano.
Otras veces el término y concepto de conciencia se refiere al
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ETICA EN EL SECTOR EDUCATIVO / Monseñor Francisco José Arnaiz
núcleo de principios fundamentales que constituyen el mun-
do de la moral o de la ética.
Se emplea finalmente el término para expresar “sede de la
moralidad”, queriendo resaltar que ella es el instrumento
fundamental, mediante el cual se realiza la responsabilidad
moral.
Todas estas concepciones tienen su verdad parcial. Explican
significativamente que cada escuela filosófica- sobre todo
la aristotélica, la escolástica, la cartesiana, la kantiana, la
existencialista y la fenomenológica, etc.- hayan elaborado su
propia definición de conciencia moral, todas tienen su cuota
de verdad.
Lo importante de ellas, sin embargo, es la aportación que han
hecho a la complejidad de la conciencia moral.
Gerado (conciencia laxa); tendencia al ocultamiento (con-
ciencia farisaica); tendencia a la perplejidad (conciencia
perpleja) y tendencia al escrúpulo (conciencia escrupulosa).
Algo que está ya dicho implícitamente a lo largo de lo expues-
to, pero que deseo hacerlo de modo más explícito, es que el
sujeto del comportamiento moral, no es ni la buena voluntad
ni la voluntad deliberada de ninguna de cualesquiera otras
potencias humanas, sino el ser humano integral, unidad to-
talizante, que manifiesta siempre su totalidad y unicidad en
cada una de sus expresiones.
Nos sentiríamos incómodos si no dijéramos algo explícito,
aunque sea breve, sobre la dignidad de la persona humana
como lugar de apelación ética.
Históricamente ha sido una realidad indiscutible.
La regla de oro de la ética fue y sigue siendo la dignidad hu-
mana de acuerdo a aquella afirmación radical de Protágoras
de que el hombre es la medida de todas las cosas.
La escuela estoica repetía que el hombre era una cosa sagra-
da para el hombre. Marco Aurelio enfatizó: “En cuanto yo soy
Antonio, mi patria es Roma, pero, en cuanto soy hombre, mi
patria es el mundo”.
Kant no dudó en formular su imperativo categórico en estos
términos: “Obra de tal modo que uses a la humanidad, tanto
en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre
como un fin y nunca como un medio”. Para él la persona
humana es el centro de los valores morales.
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ETICA EN EL SECTOR EDUCATIVO / Monseñor Francisco José Arnaiz
El mismo Marx sitúa el aliento ético de su pensamiento en el
valor del hombre. La desfiguración del hombre por la aliena-
ción es descrita por él como el reverso de la dignidad humana
que hay que reivindicar y conseguir.
Asumiendo el giro antropológico de la cultura moderna, el
Concilio Vaticano II ha proclamado: “Creyentes y no creyen-
tes están generalmente de acuerdo en este punto: todos los
bienes de la tierra deben ordenarse en función del hombre,
centro y cima de todos ellos”.
Contrarias a esta posición no han faltado, sobre todo en
nuestro mundo moderno, voces que muestren serias reser-
vas a la formulación de una ética crítica sobre el fundamento
del humanismo, del personalismo o dignidad del ser humano.
Se trata más bien de una reacción histórica contra el existen-
cialismo, reacción que consiste en presentar otro horizonte
teórico desde el que se piense y se viva la realidad humana.
Este horizonte es el del pensamiento dialéctico en el que a la
importancia de las categorías existencialistas sucede el pre-
dominio de las mediaciones sociales de la existencia histórica.
Aceptados los elementos positivos de estas perspectivas
científico-culturales, que a modo de correctivos, aportan
una comprensión más crítica del hombre, no hay dificultad
en articular un discurso ético sobre el hombre que integre
el valor de la persona y el valor de las mediaciones en una
síntesis que supere las desviaciones ideológicas del persona-
lismo, pero también las reducciones abusivas del horizonte
dialéctico.
Hay que estar claros que la categoría moral de la dignidad
humana se fundamenta en la realidad premoral u óntica del
valor absoluto del ser humano.
Con su densidad y penetración típica lo ha dicho Karl Rah-
ner: “El hombre es persona que consciente y libremente se
posee. Por tanto, está objetivamente referido a sí mismo y
por ello no tiene ontológicamente carácter de medio sino de
fin. Posee, no obstante, una orientación- saliendo de sí- hacia
las personas. Por todo ello, le compete un valor absoluto y
por tanto, una dignidad absoluta, y lo que nosotros conside-
ramos como vigencia absoluta e incondicional de los valores
morales, se basa fundamentalmente en el valor absoluto y en
la dignidad absoluta de la persona consciente y libre”.
Perteneciendo, sin embargo, ineludiblemente al ser humano
la apertura a los demás, y siendo la alteridad parte de su mis-
midad, es evidente que su dignidad incluye necesariamente
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ETICA EN EL SECTOR EDUCATIVO / Monseñor Francisco José Arnaiz
todo tipo de mediaciones sociales y políticas, y la realidad de
las estructuras existentes o posibles.
Entendida de este modo la dignidad humana como lugar
ético primario y fuente de la moralidad, se comprende
perfectamente la función decisiva de ésta en el proceso de
humanización, sentido y meta del auténtico dinamismo ético.
Mientras la moral consolida y perfecciona más y más al ser
humano, lo ennoblece y dignifica, la inmoralidad lo degrada,
envilece y hasta puede destruirlo.
Hasta aquí el complicado y esotérico, huesudo y congelado
mundo, y lenguaje del saber científico. No sin razón, se ha
dicho de varias ciencias que lo que hacen es decir, de modo
incomprensible, lo que todos sabemos.
Déjenme ahora por un momento hacerles algunas reflexio-
nes sapienciales, jugosas y cálidas, sobre el tema que hemos
expuesto.
Ante una persona o sociedad moral e íntegra siente uno ins-
tintivamente satisfacción, paz y gozo. Si es al revés, inmoral,
lo que uno siente es defraudación, temor y pena.
El delincuente no es solamente un desajustado, uno que
actúa como no debiera actuar, sino que es también y por ello
un desajustador, un perturbador del medio y la sociedad en
la que está integrado. Una sociedad, en la que la persona se
pierde, será siempre una sociedad de perdidos.
El gran drama del ser humano es su libertad, su autodetermi-
nación que, al ser ejercida se convierte en responsabilidad o
irresponsabilidad. La moralidad es responsabilidad y la inmo-
ralidad irresponsabilidad, consigo mismo y con la sociedad.
Cuando las actitudes y los actos inmorales se generalizan se
tornan entonces cultura, modo como un grupo humano en-
frenta la vida, e influyen negativamente con mucha fuerza
sobre todo.
Por aquello de corruptio-optimi pessima, (La peor corrupción
es la de lo óptimo) es una tragedia que valores indiscutibles,
son percibidos y rechazados por muchos como contravalores;
y que manifiestos contravalores sean percibidos como valo-
res y sean aceptados.
Los grandes y pequeños valores morales tienen entidad
propia, bondad intrínseca, -la sinceridad, la veracidad, la ho-
nestidad, la justicia, el respeto total a la vida, la laboriosidad,
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ETICA EN EL SECTOR EDUCATIVO / Monseñor Francisco José Arnaiz
el rendimiento en el trabajo, la tenacidad, la fidelidad, la so-
lidaridad, la atención preferencial a los necesitados y despo-
seídos, etc.- pero no son verdaderamente valores y morales
hasta que el ser humano valore y asuma su bondad.
Lo intrínsecamente malo no es lo malo porque está prohibido,
sino que está prohibido porque es malo.
El valor moral es objetivo y no lo crea por lo tanto, el ser
humano. El ser humano lo descubre, lo acepta y lo hace
comportamiento, vida. Por eso, en cierta manera el compor-
tamiento correcto es ejercicio de veracidad, de respeto a la
verdad.
El ser humano por racional, consciente y libre está obligado
a no fiarse de su percepción subjetiva y a descubrir afano-
samente la verdad objetiva y acatarla. Si actúa así, es lo que
debe ser, responsable. De lo contrario, es un irresponsable.
El sujeto y objeto de la moralidad no es el ser humano abs-
tracto, sino el ser humano concreto e histórico. Ahora bien, el
ser humano concreto no es posible ni viable, sin el concurso
de los demás seres humanos y del mundo material que le
rodea.
Por eso, los otros y lo otro- la alteridad- es parte constitutiva
de él. A ellos y a ello, les debe y se debe. Sería, según esto, la
gran inmoralidad del desentendernos de ellos y del mundo
material que nos rodea, y encerrarnos en nosotros mismos.
La ética social, política, económica y ecológica es un impera-
tivo enraizado en nuestra misma subjetividad.
La dimensión histórica del ser humano concreto tiene tam-
bién sus exigencias, sus reclamos que deben ser atendidos.
Lo ha resaltado soberbiamente el español Aranguren: “El
hombre moral de nuestro tiempo debe tomar sobre sí como
principal la tarea de la lucha por la justicia. Nadie puede
permanecer ya neutral ante su demanda. El que no milita en
pro de la justicia, en realidad ha elegido –inhibitoriamente,
que es la peor manera de elegir- la injusticia. La conciencia y
asunción de todas nuestras responsabilidades es una de las
virtudes más necesarias al hombre de hoy”.
La conciencia moral bien formada –existe la deformada- es
una voz insobornable en lo más hondo de nuestro ser que
nos reprueba el comportamiento indigno y nos alaba el digno,
facilitando así nuestra responsabilidad ante la vida.
La fe cristiana no exime en modo alguno, de la ley natural. La
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ETICA EN EL SECTOR EDUCATIVO / Monseñor Francisco José Arnaiz
radicaliza, la ensancha y la facilita con la luz y la fuerza que
proviene de la presencia activa del Espíritu Santo que nos es
infundido en el bautismo y cuyo despliegue es total en virtud
del sacramento de la confirmación.
Recuerdo una cita de San Pablo y un pasaje evangélico.
El texto de San Pablo dice así: “No nos ha sido dado un Es-
píritu de pusilanimidad sino de fortaleza, amor y valentía (2
Tim. 1, 7).
Y este es el pasaje evangélico que lo relata Mateo, Marcos y
Lucas. Elijo la versión de Mateo:”Se le acercó un joven y le
dijo: Maestro, ¿Qué obra buena he de realizar para alcanzar
la vida eterna?
El le dijo: ¿Por qué me preguntas sobre lo bueno? Uno sólo es
bueno. Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.
Díjole él: ¿Cuáles?
Jesús respondió: no matarás, no adulterarás, no hurtarás, no
levantarás falso testimonio. Honra a tu padre y a tu madre, y
ama al prójimo como a ti mismo.
Díjole el joven: todo esto lo he guardado, ¿Qué me queda aún?
Díjole Jesús: si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes,
dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos. Y ven y
sígueme.
Al oír esto el joven se fue triste, porque tenía muchos bienes.
Y Jesús dijo a sus discípulos: En verdad os digo, qué difícil-
mente entra un rico en el Reino de Los Cielos. De nuevo os
digo: es más fácil que un camello entre por el ojo de una
aguja que un rico en el Reino de los Cielos” (Mt. 19, 16-24).
Dada la importancia del valor ético en la personalidad y com-
portamiento del ser humano y de su ineludible persecución
en la sociedad es imperativo que me detenga ahora en su
relación con el sistema educativo.
La humanidad está pagando muy caro que la Escuela Prima-
ria y Secundaria y aún Universitaria, haya ido restringiendo
su función a sólo la trasmisión de conocimientos científicos,
olvidándose de su función de educativa o modeladora de
la personalidad y de la conducta sana y correcta del ser hu-
mano, como era antaño. Se ha originado así una generación
más equipada de conocimientos, más precisa en conoci-
mientos, más informada y más culta, pero más inmoral, más
psicópata, más confusa, más instintiva, más delictiva y conse-
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ETICA EN EL SECTOR EDUCATIVO / Monseñor Francisco José Arnaiz
cuentemente más negativa. Al fin de cuentas, una sociedad
será siempre lo que sean sus ciudadanos, y unos ciudadanos
serán siempre lo que sean sus valores, y entre éstos, lo que
sean sus valores éticos.
Una sociedad de perdidos será siempre una sociedad perdida
y prevaricadora. En la raíz de la demoledora crisis económica
y financiera que estremece hoy a la humanidad entera, está
la gran crisis moral de nuestra generación.
Regenerarla no será tarea fácil y es el gran reto del sistema
total educativo. En efecto, la conducta moral, encarnación
vital del valor ético, que hemos descrito y ponderado, des-
de el punto de vista psicológico, no es otra cosa que una
actitud. Actitud es un modo concreto igual de reaccionar el
ser humano ante situaciones iguales o parecidas. Se origina
no espontáneamente sino con virtud de una serie de ideas
y convicciones, de una serie de experiencias positivas y de
repetición de actos- requiere por lo tanto un proceso. Hay
que iluminar, según esto, a nuestro mundo de hoy de la per-
versidad de los falsos valores inmorales de que nos dominan
y de la excelsitud y trascendencia de los genuinos valores
éticos que deben regir nuestro comportamiento personal
y social. Hay que someter esas ideas a experiencias gratifi-
cantes, y hay que repetir esas experiencias. En una de las
últimas Cartas Pastorales de la Conferencia del Episcopado
Dominicano, decíamos los Obispos Dominicanos: “En vez del
egoísmo y el individualismo comencemos a cultivar la soli-
daridad. En vez de la apariencia, la autenticidad. En vez del
tener, el ser, en vez de las prácticas corruptas, la integridad y
honestidad. En vez del despilfarro la sobriedad. En vez de la
prepotencia, la servicialidad. En vez de la violencia, el respeto
y la armonía. En vez de la emotividad e instintiva, la raciona-
lidad y reflexión. En vez del enfrentamiento, el diálogo y la
concentración. En vez de la ociosidad, la laboriosidad. En vez
del capricho, el imperio de la ley, en vez de pensar tanto y
vociferar los derechos propios, pensar mucho más y respetar
los derechos ajenos y los deberes propios”.
Termino ya. Es evidente que pretender que todos y cada
uno de nosotros los dominicanos y dominicanas, estemos y
actuemos siempre animados por los altos valores del espíritu
y por innegociables valores éticos, sería una imperdonable
ingenuidad. No lo es, sin embargo, que el modo común ma-
yoritario de enfrentar la vida como pueblo, esté regido por
ellos. Que así sea. Muchas gracias.
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ETICA EN EL SECTOR EDUCATIVO / Monseñor Francisco José Arnaiz
BIOGRAFIAMonseñor Francisco José Arnaiz Zarandona
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ETICA EN EL SECTOR EDUCATIVO / Monseñor Francisco José Arnaiz
Nació el 9 de marzo de 1925 en Bilbao (España), es
actualmente uno de los hijos más preclaros de la República
Dominicana, país al que arribó en 1961 y que, además de
concederle la bien ganada ciudadanía, ha sido beneficiado
durante 47 años por la fecunda labor de quien ha sido un
ejemplo de sacerdote, maestro y orientador.
Ingresó a la Compañía de Jesús el 30 de mayo de 1941. Ha
permanecido sirviendo por más de 67 años, en esta institución
que fundara San Ignacio de Loyola, con entusiasmo y lealtad.
Como buen hijo ignaciano adquirió una sólida formación
intelectual y académica habiendo obtenido los títulos de:
Licenciatura en Humanidades (La Habana, Cuba); Licenciatura
en Filosofía (Universidad de Comillas, España);
Doctorado en Teología (Universidad Gregoriana, Roma), y
Especialización en Psicología y Psiquiatría y en Espiritualidad
Ignaciana.
Desde muy joven, Arnaiz ha ocupado importantes cargos,
entre los que se destacan: 1949-52 formador y profesor
en el Seminario de San Ildefonso (Aibonito, Puerto Rico);
1959-61 rector del Noviciado-Juniorado “San Estanislao de
Kostka” (La Habana y director de la Casa de Ejercicios San
Ignacio de Loyola (La Habana); 1962-64 fundador y director
del Centro de Información y Acción Social (CIAS) de Santo
Domingo; fundador del Centro de Formación y Acción Social
Agraria (CEFASA) y asesor de la Confederación Autónoma
de Sindicatos Cristianos (CASC) y de la Federación de Ligas
Agrarias Cristianas (FEDELAC); 1964-75 Rector del Seminario
Pontificio Santo Tomás de Aquino, Santo Domingo, República
Dominicana; 1975-2002 Secretario General de la Conferencia
del Episcopado Dominicano, Delegado de la Conferencia
a todos los diálogos sociales y presidente de la Comisión
Doctrinal; 1989 Obispo Auxiliar de Santo Domingo, Vicario
Episcopal par la Universidad Católica Santo Domingo;
1990-95 Presidente del Departamento de Vida Consagrada
del CELAM, Presidente de la Asociación Dominicana de
Autoevaluación y Acreditación (ADAA) de las Universidades
Privadas y encargado de la Cátedra Beras de la PUCMM.
Como obispo le fue aceptada su renuncia en julio de 2002.
Una de las facetas más relevantes de Monseñor Arnaiz, es
su ejercicio magisterial para cuya tarea ha estado dotado
de verdadera vocación, admirables virtudes y enormes
capacidades que asombran por su diversidad y por la
solidez de los contenidos enseñados. A lo largo de su
fructífera existencia, Arnaiz ha enseñado a nivel secundario
y preuniversitario: Humanidades Clásicas y Retórica, Latín
y Griego, Literatura Universal, Literatura Latinoamericana,
Monseñor Francisco José Arnaiz ZarandonaObispo Emérito de Santo Domingo
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ETICA EN EL SECTOR EDUCATIVO / Monseñor Francisco José Arnaiz
Arte, Física y Química, Mineralogía. A nivel superior
(universitario): Teología sistemática (Trinidad, Cristología,
Tratado de Gracia, Escatología, Mariología), Antropología
Física y Cultural, Historia de la Iglesia, Psiquiatría y Psicología
Clínica, Sociología, Doctrina Social de la Iglesia y Pastoral.
La Iglesia Católica dominicana debe sentirse orgullosa de
contar con los servicios de una figura de tanto talento y
capacidad de trabajo como Francisco José Arnaiz, S.J. Por
eso no es de extrañar que en su vida de sacerdote y obispo
haya asistido como teólogo del Cardenal Beras, primero en
nuestra historia, a los seis primeros Sínodos Mundiales de
Obispos, y como Delegado de la Conferencia del Episcopado
Dominicano a los dos últimos (sobre la formación de los
futuros sacerdotes y sobre la Vida Consagrada); como
teólogo del CELAM a la III Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano (Puebla), como miembro a la IV Conferencia
en Santo Domingo y como presidente del Departamento
de vida consagrada del CELAM, y como ponente a diversos
Congresos Mundiales y semanas de estudio de Sociología,
Teología y de Ejercicios Espirituales de San Ignacio.
En su calidad de docente se ha preocupado no sólo de la
cátedra o del trabajo estrictamente pastoral, sino que se
ha prestado su atención durante décadas a fungir de eficaz
orientador social como lo demuestran sus libros y su columna
en el periódico Listín Diario.
La lucidez de su pensamiento ha quedado plasmada en sus
cerca de 20 libros, entre los cuales se destacan: Dinámica
egocéntrica, 1967; María sponsa Spiritus Sancti, 1967; Los
Ejercicios Espirituales a la luz del Concilio Vaticano II, 1968;
Los Ejercicios Espirituales para el hombre de hoy, 1973; Datos
y Análisis para la Historia, 1981; Albores de la fe en América,
1989; San Ignacio de Loyola por dentro, 1991; Más luces que
sombras, 1992; Bitácoras, yelmos y cruces, 1992; Catecismo
y catecismos, 1993; El Cardenal Beras Rojas, 1994; Jesús de
Nazareth, 1996; Lecturas Pascuales, 1997; San Ignacio de
Loyola, maestro de la vida en el Espíritu, 2001; El Celibato,
2003; Fisonomía de Cristo, 2005, y La madurez de los pueblos
exige tiempo, 2006.
Como columnista del Listín Diario, decano de los diarios
dominicanos, empezó a colaborar en diciembre de 1966, primero
en el Suplemento Sabatino y después en la página de opinión
de la edición sabatina, cuando fue suprimido el Suplemento. La
columna lleva el título de “Pensamiento y vida” por tocar temas
teológicos, filosóficos o culturales o hacer comentarios sobre la
vida nacional. De diciembre de 1966 al día de hoy ha escrito en
dicho medio informativo más de 1.650 artículos.
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ETICA EN EL SECTOR EDUCATIVO / Monseñor Francisco José Arnaiz
Por todos sus méritos y servicios al país ha recibido las
siguientes condecoraciones: “Pro Ecclesia et Pontifice” (Santa
Sede); “Medalla del mérito de la Emigración” (España);
Doctorado Honoris Causa por UTESA (Santo Domingo);
Doctorado Honoris Causa por la Pontificia Universidad
Católica Madre y Maestra; Condecoración Duarte, Sánchez
y Mella en el grado de Gran Oficial, y Gran condecoración
de la Orden de Malta. Mons. Francisco José Arnaiz, S.J. es
querido y admirado por toda la sociedad porque, entre otras
razones, es un auténtico maestro y un ciudadano ejemplar.
Así también lo fueron, en sus respectivas épocas, Eugenio
María de Hostos, Pedro Henríquez Ureña y Ercilla Pepín, por
solo citar tres figuras emblemáticas en el campo educativo.
De ahí que, como expresara el 20 de abril de 1999, en ocasión
de la presentación de su obra Palabras breves y palabras
largas, reitero que “nuestro país necesita, para crecer
como tal, muchos Arnaiz. Hombres que con sus vidas y sus
palabras se conviertan en ejemplos a imitar y desempeñen,
siendo excepcionales testigos de excepción, el rol de ángeles
guardianes del pueblo dominicano como Mons. Arnaiz lo ha
sido a lo largo de más de cincuenta años entre nosotros”.
Fuente consultada: Revista INAFOCAM
Fotografía portada: INAFOCAM
Edic. noviembre 2008, vol.5
Conferencia Magistral:
Ética en el Sector Educativo
Monseñor Francisco José Arnaiz
Obispo Emérito de Santo Domingo
23 de noviembre, 2009, Santo Domingo,
República Dominicana.
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