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Créditos
© Ricardo Bajo, Santiago Espinoza, Sergio de la Zerda, Gilmar Gonzáles, Mó-
nica Heinrich, Mijail Miranda, Mary Carmen Molina, Sebastian Morales, Pamela
Romano, Claudio Sánchez, Mitsuko Shimose, Sergio Zapata.
© www.olvidadosfilm.com | Flor de Loto Pictures (información sobre la película)
Edición: Sergio Zapata y Mary Carmen Molina Ergueta
Corrección de estilo: Mary Carmen Molina Ergueta
Diagramación y diseño: José Manuel Zuleta
Producción
Cinemas Cine www.cinemascine.net
Escuela Popular para la Comunicación
Agosto de 2014 | La Paz – Bolivia
ÍNDICE
Presentación
Olvidados | Bolivia, 2014
Críticas
Olvidados: un agravio a la memoria | Ricardo Bajo
Dictadura para todos | Santiago Espinoza
Los torturadores también lloran | Sergio de la Zerda
Montar/Olvidar | Gilmar Gonzales
Del olvido al no me acuerdo | Mónica Heinrich
Olvidemos Olvidados | Mijail Miranda
Olvidar la restauración de lo apolítico | Mary Carmen Molina
Olvidados: la ingenua visión de la historia | Sebastian Morales
Algunas otras cosas que ha hecho “sin querer” Carla Ortiz | Pamela Romano
Olvidados | Claudio Sánchez
Olvidados: la memoria de la represión | Mitsuko Shimose
Imágenes evanescentes | Sergio Zapata
Olvidados en la prensa boliviana y extranjera
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Presentación
E n 31 años de democracia continua en Bolivia, la pro-
ducción de objetos sensibles –en concreto, cinemato-
gráficos– no se aproximó con profundidad a la revisión del
periodo más oscuro de la historia latinoamericana contem-
poránea: las dictaduras militares. Situada en el contexto del
Plan Cóndor –estrategia militar cooperativa entre las fuerzas
armadas de Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay,
para el intercambio de información y prisioneros en la guerra
contra el comunismo en el sur del continente– Olvidados –
producida, co-escrita y protagonizada por la actriz bolivia-
na Carla Ortiz, y dirigida por el mexicano Carlos Bolado– se
presenta como la primera película de producción boliviana
en situarse temporalmente en este periodo de la historia re-
ciente en Latinoamerica.1 Algunos guiños a la historia y las
1 En Argentina y Chile, principalmente, las películas que abordan, desde diferentes aristas y enfoques, el periodo de las dictaduras militares, constituyen un subgénero con numerosas y diversas entradas. La representación de este periodo de la historia latinoamericana reciente en ambas cinematografías nacionales ha sido parte fundamental de la construcción del discurso de la memoria y su restitución social y política en las últimas décadas. El cine no solo ha significado una herramienta para dicha restitución, sino que ha devenido un eje para la consolidación del arte en tanto lenguaje de configuración de y para las identidades de las sociedades.
6
huellas de la dictadura en Bolivia aparecen en produccio-
nes nacionales anteriores: La Nación Clandestina (1989) de
Jorge Sanjinés; I am Bolivia (2006), de Anche Kalashbikova; y
Los viejos (2011), de Martín Boulocq son algunas de ellas. Sin
embargo, los abordajes a la dictadura en estas cintas fueron
claros y concretos, guiños situacionales y, en alguna medida,
elementos fuera de campo que permitieron contextualizar el
presente de las obras y sus personajes.
A través de la historia de José Mendieta, un general boli-
viano retirado que vive sus últimos días atormentado por los
recuerdos y los remordimientos del oscuro pasado de dic-
tadura en Latinoamérica, Olvidados se estrenó en salas de
cine de La Paz, Cochabamba, Santa Cruz de la Sierra, Sucre
y El Alto el 31 de julio. El estreno fue antecedido por una so-
nada campaña publicitaria en la que al menos tres elemen-
tos fueron puestos en relieve: la importancia de la evocación
histórica de la temática de la película; la calidad de la
producción realizada en Bolivia, de corte internacional por
la participación de actores y actrices de México, Argentina,
Chile y Portugal, entre otros países; y el múltiple papel de
labor protagónico de la boliviana Carla Ortiz, principal ges-
tora de la producción de la película, artífice central del film
en muchos aspectos. La cinta se perfiló, desde las primeras
noticias que circularon en prensa y redes sociales, como un
objeto de entretenimiento de corte comercial, en palabras
7
de la productora, coguionista y protagonista, Ortiz. Sin em-
bargo, la difusión previa al estreno de la película promovía
que ésta movilizaba una suerte de discurso de denuncia o
al menos una postura política clara con respecto a una de
las más devastadoras e injustas realidades de la historia en
el continente: los miles de desaparecidos durante las dicta-
duras militares.
El proyecto de Ortiz es fallido, al menos en las lecturas del
discurso sobre la historia y la memoria que propone. Que
en lo comercial no resulte un fracaso es el aspecto que más
interesa a la producción de una película que, con limitacio-
nes, intenta perfilarse como una película que atrae y vende.
Sin embargo, la garantía de la articulación de estas dos
intenciones –es decir, hacer una película que rescate la me-
moria de un país y un continente y, por otra parte, que esta
película maneje un lenguaje que funcione con un público di-
verso– no está dada. En el abordaje de una realidad injusta,
de heridas abiertas y reivindicaciones urgentes, hay que ver
para creer.
La atención que tuvo la película, desde su rodaje, por parte
de los medios de comunicación nacionales, convirtió su estre-
no en el evento cinematográfico más importante en Bolivia en
lo que va del año. La impresión es precipitada, pero es más
o menos lo que estamos conducidos a creer por el protago-
8
nismo mediático que tiene Olvidados. Lo cierto es que es la
primera película de ficción boliviana que se estrena el 2014
y que, como pocas, elaboró un plan de promoción y gestión
de difusión de información efectivo, hecho, en absoluto, irre-
prochable. Además, también como sucede pocas veces, es
una película que ha suscitado una valorable participación
de la crítica de cine. En medios impresos y digitales, Olvida-
dos ha sido objeto de mucha escritura y reflexión, cosa que,
en el pequeño ámbito cultural boliviano, es siempre valorable
y necesario. En un tiempo en el que el cine boliviano está en
coma,2 es medianamente alentador que los espectadores
tengan algún impulso de generar, escuchar y promover la
discusión. Éste libro busca responder a este impulso, medir su
intensidad, analizarlo y reconducirlo.
Extravío es una recopilación de varias críticas publicadas e
inéditas sobre Olvidados. La lectura de los textos reunidos
en este volumen señala, entre muchos otros, un sentido cen-
tral: la película es un ensayo extraviado, una vía no posible
para comprender la memoria, su restauración y su configura-
ción para las identidades en lo social y lo político.
Las reflexiones apuntan –siguiendo la forma en la que la pe-
lícula se ha presentado al público– el valor comercial de la
2 Tomamos esta afirmación del texto de Mónica Heinrich sobre Olvidados, publicado en este volumen.
9
obra, su naturaleza de mercancía, cuyo fin es generar ingre-
sos; sus caminos políticamente incorrectos, su visión ingenua
y desatina. Así, Olvidados es un objeto que puede interpelar
a la sociedad boliviana: ¿desde dónde habla esta película,
sus personajes, su historia?, ¿coinciden o entran en diálogo
con realidades y sensibilidades de aquellos que protagoni-
zaron la historia?, ¿qué conoce y qué quiere dar a conocer
esta película sobre la historia y sobre Bolivia?, ¿cuál es el
sentido que se le ha dado a los olvidados que refiere el
título?, ¿a quiénes se refiere?, ¿para quiénes está dada esta
referencia?, ¿para quién significa?
Los textos reunidos en esta publicación digital otorgan al-
gunas respuestas a éstas y otras preguntas planteadas por
Olvidados. Ésta es una película que trasciende lo cinemato-
gráfico, permea la memoria y el deseo de justicia de la so-
ciedad. Además, permite interrogar sobre la contingencia del
cine, la ética de la mirada y su representación, la estética. Si
el cine es el reflejo de su tiempo y su sociedad, Olvidados
demanda, por situarse en uno de los momentos mas sensibles
de la historia contemporánea de Bolivia, el cuestionamiento
sobre su reflejo, sea éste conforme, amorfo o deforme respec-
to de la realidad. Esta imagen puede ser situacional e inclu-
so esquiva o evanescente, pues la memoria de las víctimas
de la violencia estatal se disuelve en la película.
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Así, Extravío quiere ser un ejercicio de memoria, que surge
desde, para y con una generación educada bajo los pre-
ceptos de prohibido olvidar y la demanda de memoria, ver-
dad y justicia. El cine es soporte y archivo del imaginario que
configura y respalda quiénes somos. Reflexionar sobre este
imaginario es urgente frente a Olvidados.
Los Editores
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OlvidadosBolivia, 2014
Sinopsis
D urante la década de los años setenta las dictaduras
militares en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uru-
guay —bajo la supervisión del gobierno de Estados Unidos en
su afán por controlar la expansión del comunismo—, arreba-
taron toda esperanza de libertad y paz en una de las eras
más sangrientas y dolorosas de la historia moderna de estos
países. José, un general boliviano, después de sufrir un infarto,
atormentado por los recuerdos de esa época e invadido por
un profundo remordimiento, decide contar a su único hijo los
secretos oscuros de su pasado en busca de la redención.
Esta historia nos lleva a escenarios sórdidos y perversos don-
de presenciaremos el destino truncado de los protagonistas,
inocentes y culpables, de sus recuerdos. Es una historia de
lucha, ideales, frustraciones y dolor en la que el amor, la amis-
tad y los sueños son robados por los gobiernos represores
que dicen luchar por un país seguro, durante la denominada
Operación Cóndor. Una historia en la que volvemos a recor-
dar a aquéllos que creíamos “Olvidados”.
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Equipo técnico
Director: Carlos Bolado
Productor Ejecutivo: Frank Giustra
Productora: Carla Ortiz
Guión: Elia Petridis, Carla Ortiz y Mauricio D’avis
Director de Fotografía: Ernesto Fernández Telleria
Edicitor: Carlos Bolado, Camilo Abadia y Juan Palacio
Sonido: Ramiro Fierro
Directores de Casting: Wendy Alcázar y Manuel Teil
Director de Arte: Marta Méndez
Asistente de Dirección: Erik Baeza
Diseño de sonido: Nerio Barberis y Matías Barberis
Mezcla de sonido: Diego Gat
Productor de Línea: Paolo Agazzi
Post Productor: Alejandro Clancy
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Reparto
Damian Alcazar – José Mendieta
Rafael Ferro – Sanera
Lucía – Carla Ortiz
Tomás Fonzi – Antonio
Ana Calentano – Andrea
Eduardo Paxeco – Jorge
Carloto Cotta – Marco
Guillermo Pfening – Negro
Shlomit Baytelman – Gloria
Manuela Martelli – Ximena
Cristian Mercado – Hugo
Bernardo Peña – Pablo
Claudia Lizaldi – María
Jorge Ortiz – Justiniano
Lorenzo Quinteros – Viejo Lluveras
Liam Waite – Oficial U.S.A.
David Mondaca – Cura
Luis Bredow – General Ramos
Milton Cortéz – Dr. Benavides
Daniela Ramirez – Sofía
Información extraída de www.olvidadosfilm.com
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Olvidados: un agravio a la memoria
Ricardo Bajo H.
@RicardoBajo
O lvidados, del director mexicano Carlos Bolado, es una
película sobre el Plan Cóndor y el robo de niños por
parte de los militares (su final es sumamente previsible). Bo-
lado –cineasta con pasado en el documental y la edición–
entrega una obra donde se notan las costuras y mañas de
los telefilmes y esos documentales ficcionados de la televisión
por cable (las pausas para la publicidad son muy evidentes).
Olvidados cuenta con un reparto desigual (hay presencia
boliviana con Carla Ortiz –también guionista y productora
del filme–, Cristian Mercado, Luis Bredow y Jorge Ortiz, entre
otros) y su mayor hándicap es su extravío permanente, la
abusiva utilización de los “flash back” y las tintas sensaciona-
listas cargadas en las escenas de torturas “gore”.
El maniqueísmo simplista y el revisionismo sobre un oscuro ep-
isodio de nuestra historia (explicado para “marcianos”) ir-
ritan. El llamado a la tolerancia es políticamente correcto,
pero deslizar “sutilmente” que los responsables genocidas de
“… su mayor hándicap es su extravío permanente, la abusiva utilización de los ‘flash back’y las tintas sensacionalistas cargadas en las escenas de torturas ‘gore’.”
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30.000 desaparecidos, 50.000 asesinados y miles y miles de
torturados tuvieron la misma “responsabilidad” (ambos odi-
aban y usaban la violencia) que los luchadores y militantes
anti-dictadura es un agravio a la memoria colectiva y par-
ticular. ¿Para quién se hizo esta película? Y sobre todo, ¿qué
hace el Ministerio de Culturas apoyando una película reac-
cionaria donde los militares golpistas y torturadores se redi-
men y los guerrilleros y guerrilleras son condenados al olvido?
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Dictadura para todosSantiago Espinoza A.1
@EspinozaSanti
L a presentaron como la primera película boliviana sobre
la Operación Cóndor (afirmación que una revisión míni-
ma de nuestra filmografía podría rebatir o siquiera matizar).
Pero, en verdad, lo que les salió es la primera película decidi-
damente reaccionaria sobre la Operación Cóndor. Restaría
establecer si es la primera de su tipo solo en Bolivia o si su
“mérito” puede extenderse al resto del mundo. Entretanto al-
guien cumpla esta curiosa tarea, volquémonos de lleno sobre
Olvidados.
Producida, coescrita y coprotagonizada por Carla Ortiz,
Olvidados es una cinta que la actriz cochabambina ha
asumido como un proyecto personal. No es gratuito que su
figura sobresalga más que la del director y las de los otros
actores. Para llevarlo adelante se ha rodeado de un equipo
técnico y un elenco actoral de experiencia y cierto renombre,
tanto dentro como fuera de Bolivia. La dirección la delegó al
1 Crítico de cine. Crítica publicada originalmente en el suplemento La Ramona, del periódico Opinión de Cochabamba. Contacto: santi.espinoza@gmail.com.
“Por simplificar el análisis, podemos afirmar que Bolado se ocupa de espectacularizar las torturas sobre las víctimas de la dictadura. Y ya se sabe que el riesgo que trae consigo esta apuesta es la banalización de lo que se narra y de quienes están involucrados en la narración.”
17
realizador mexicano Carlos Bolado (Bajo California, Promises,
Tlatelolco), probablemente en virtud a la experiencia de éste
para abordar –desde la ficción y el documental– asuntos
políticos y sociales susceptibles de debate y controversia.
Asumimos que esta decisión se guió por el razonamiento de
que, por lo delicado de su temática, la dirección del filme no
podía caer en manos de cualquiera. Y bueno, quizá también
pesó la necesidad de darle un perfil más internacional de
cara a su inminente estreno fuera de Bolivia.
Con el citado rótulo de ser la primera película sobre la Ope-
ración Cóndor, Olvidados intenta recrear los años setenta
en países como Bolivia, Chile y Argentina, que –al igual que
Brasil, Paraguay y Uruguay– padecieron gobiernos dicta-
toriales, tristemente célebres por apelar a una sistemática
e institucionalizada represión política, cuidadosamente or-
questada desde Estados Unidos, para acallar la resistencia
popular y contener la creciente ola de movimientos políticos
y armados de izquierda en Sudamérica. Con el pretencioso
objetivo de aprehender toda la complejidad de ese oscuro
periodo de la historia en la región, la historia del filme parte
de los recuerdos de José Mendieta (el mexicano Damián Al-
cázar), un coronel boliviano retirado de las Fuerzas Armadas,
que, desde su anciana comodidad, comienza a recordar las
circunstancias que lo llevaron a convertirse en un conspicuo
torturador de militantes de izquierda en distintos países de
18
la subregión. Paralelamente, el relato se ocupa de contar
las vicisitudes de algunas de las víctimas del oficial represor,
prestándole especial atención a Lucía (Carla Ortiz) y Marco
(el portugués Carlotto Cotta, al que todos deberíamos re-
cordar por su memorable papel en Tabú, de Miguel Gomes, y
no por esta ignominiosa experiencia titulada Olvidados). Ella
una inocente moza boliviana y él –presumo– un periodista
portugués (¿o francés?), ambos enamorados, casados y, a la
postre, capturados y torturados por sus vínculos con subver-
sivos. Y para completar (¿embrollar?) aún más la trama está
la historia del hijo de Mendieta (Bernardo Peña), que vuelve
de Estados Unidos para acompañar a su padre en sus horas
finales y, en el camino, sufrir una caricaturesca lección de
burocracia y venganza a manos de un resentido funcionario
de migración (Jorge Ortiz).
Si nos remitimos al material promocional de la producción, la
sinopsis promete “una historia en la que volvemos a recordar
a aquellos que creímos olvidados”, pero, si nos guiamos por
sus 110 minutos de metraje, la sensación es la de haber vis-
to una película infame sobre las dictaduras en Sudamérica.
Observaciones técnicas aparte, que sí caben, en términos de
puesta en escena hay en Olvidados un incoherente contras-
te entre la pacatería visual del melodrama de Lucía y Marco,
y la crudeza sangrienta de los rituales de tortura perpetra-
dos por los milicos contra los revoltosos de turno. Mientras
19
que el romance de los tortolitos merece un tratamiento muy
propio de la telenovela y, siendo generosos, del telefilme, la
violencia de los torturadores pone a prueba el oficio de Bo-
lado para el cine de acción y terror físico. Y aunque lo prime-
ro también puede ser reprochable, lo segundo acaba siendo
inadmisible. Tratándose de un tema tan sensible, que hurga
en la memoria de las víctimas de las dictaduras y de sus fa-
miliares, lo mínimo que valdría esperar de sus realizadores es
que hayan reflexionado sobre qué convenía o no mostrar en
pantalla, cómo hacerlo y con qué objeto, en especial en las
escenas dedicadas a las sesiones de tortura. Sin embargo, el
resultado final revela que ni Bolado ni sus guionistas parecen
haberse planteado el ineludible dilema sobre cómo y por
qué representar la violencia de las dictaduras en esta cinta.
Para entender esta ausencia de criterio estilístico y moral,
más que el propio filme, quizá resulten iluminadoras las decla-
raciones de Ortiz, sobre la elección de un director extranjero
y sin vinculación directa con la temática del filme para así
evitar que asumiera una posición (política) sobre la misma
(¿es posible no tomar una posición sobre la represión eje-
cutada por las dictaduras sudamericanas de los setenta y
ochenta?). Así pues, ese pretendido equilibrio degenera en
una puesta en escena escabrosa que podría corresponder-
se con una película de terror gore (como las que exhiben
las herederas más horteras de las sagas Hostel y Saw), pero
20
que, para una cinta basada en hechos reales que juega
con personas aún vivas y con recuerdos dolorosos, resulta
cuando menos infame.
Por simplificar el análisis, podemos afirmar que Bolado se ocu-
pa de espectacularizar las torturas sobre las víctimas de la
dictadura. Y ya se sabe que el riesgo que trae consigo esta
apuesta es la banalización de lo que se narra y de quienes
están involucrados en la narración. En su mayoría ambienta-
das en interiores, que simulan los centros clandestinos donde
torturaban a los detenidos, las escenas de violencia explícita
están iluminadas (con lámparas tenebrosas), fotografiadas
(con particular atención en los detalles sangrientos) y mon-
tadas (con un ritmo más propio del thriller de terror y excesi-
vo en flashbacks adornados por efectos inopinados), como
para que un espectador no muy atento, en lugar de indig-
narse y condenar la conducta de los represores, se divierta
y regodee con el espectáculo que está viendo y hasta dis-
frute de los regueros de sangre, las aniquilaciones sumarias,
los cuerpos heridos y las cacerías a distancia que prodiga
el filme.
Para tratar de comprender esta excesiva, aberrante y muy
morbosa fiesta de sangre (solo de recordar la escena en
que torturan al personaje de Cristian Mercado con picana
me vuelve el escalofrío), quizá valga la pena recordar otra
21
de las declaraciones de Ortiz previas al estreno de la cinta,
en la que aseguraba que con Olvidados pretendía hacer
un cine abiertamente comercial capaz de colocar a Bolivia
en todas las carteleras del mundo. Pues bien, si con eso quiso
decir que la película estaría consagrada a intentar hacer
“accesible” la dictadura, a procurar convertirla en un asunto
masticable y apto para casi todo público (ya que en las
boleterías advierten que el ingreso es para mayores de 14
años, como si la infamia fuera apta para adultos), capaz de
alimentar el morbo a plan de violencia explícita y generar un
culposo goce por el dolor ajeno, habrá que decirle “trabajo
cumplido”.
Y eso que, hasta ahora, solo nos hemos circunscrito a lo que
comunican las imágenes del filme. Pues si nos adentramos en
lo que dicen sus protagonistas, en forma de diálogos o par-
lamentos, la cosa se pone peor. Olvidados es generosa en
diálogos informativos y pedagógicos, pero, no contenta con
eso, se regodea con parlamentos inverosímiles y fascistas. El
mejor es ése en el que Ortiz, en pleno cautiverio, alecciona
a los detenidos y torturados, acusándolos de radicales. A
poco está de justificar la violencia de la que son objeto,
aduciendo que ellos mismos actuaron violentamente contra
los militares de turno y, así, se “ganaron” una reacción igual
de virulenta. Ella, en cambio, es una víctima en toda regla,
nos sugieren sus palabras. Es la que menos merece estar ahí
22
con esos revoltosos. Solo cometió el error de enamorarse de
un periodista “progre” y juntarse con los amigos “subversivos”
de éste. De ahí que ni siquiera dude en arrogarse la voz de
la sensatez y la conciliación para invocar la “tolerancia” y
“el intercambio de ideas”, mientras sus compañeros curan las
heridas sufridas a manos los represores. Parece una broma de
mal gusto que, en medio de ese baño de violencia y dolor,
Lucía se despache unas lamentables reprimendas contra los
militantes apresados y torturados, a los que trata de poco
menos que delincuentes, de asesinos que han escogido el
camino de la política.
Y ojo que el personaje de Ortiz encarna el punto de vista de
las víctimas, que acaba teniendo un peso menor frente al del
personaje de Alcázar, que es el que ocupa la mayor parte
del metraje. En efecto, Olvidados adopta fundamentalmente
el punto de vista del torturador arrepentido y, en menor me-
dida, el de la joven víctima de las torturas (pero víctima de
todos: de los gorilas represores, y también de esos “radicales”
que casi, casi se buscaron la represión) y el del hijo del milico.
Ya se sabe que la adopción de un punto de vista entraña
consecuencias narrativas, pero también morales, que, en el
caso de esta cinta, sugieren una mirada tolerante y hasta
justificadora de los torturadores y sus acciones, así como
indolente y aleccionadora de los torturados. Y si volvemos al
punto de vista del personaje de Ortiz, su desenlace parece
23
sugerir no otra cosa que el olvido travestido de perdón ha-
cia sus verdugos, hacia (alerta por spoiler) los que mataron
a su esposo y desaparecieron a su hijo. Con todo, el final
de la historia, más que reivindicar a los miles de olvidados
que dejó el Plan Cóndor, nos habla de la apuesta redentora
sobre el torturador principal del filme.
Olvidados nos deja con la indignación a flor de piel, pero no
precisamente por habernos recordado el terror que sufrieron
las víctimas de las dictaduras, sino por la infamia con la que
sus imágenes banalizan la violencia de los represores y con
la que su discurso sugiere la redención de los mismos. Y esto,
al menos para el que escribe, no es más que una lectura in-
usitadamente reaccionaria sobre la Operación Cóndor.
Ahora bien, podríamos atribuir el acabado reaccionario
del filme al exceso de ingenuidad y torpeza con que, al
parecer, operaron los realizadores. Pero, aun siendo ésa la
principal razón de este despropósito cinematográfico, el
daño está hecho. No debería sorprender que la cinta pro-
voque aún mayor indignación entre las víctimas de las dic-
taduras y sus familiares, acá o en otros países. Aunque, por
otro lado, sé que hay muchos otros que han acogido con
regocijo el filme y no han escatimado en parabienes hacia
Ortiz. Y bueno, una película puede estar abierta a más de
una interpretación.
24
Puede que, después de todo, Olvidados sea una película
apta para este país, o al menos para parte de este país,
para esa parte que está acostumbrada a olvidar a sus
caídos y redimir a sus torturadores, verdugos y dictadores.
Después de todo, por más cambios que hayan pasado y
sigan pasando, no podemos olvidar que el nuestro es el país
donde el otrora dictador Hugo Banzer Suárez, uno de los
cabecillas de la Operación Cóndor, fue elegido Presidente
ya en democracia. Quizá sea ésta la cinta que Banzer y sus
acólitos estaban esperando.
25
Los torturadores también lloran
Sergio de la Zerda1
I Imagine usted lo siguiente: un buen día, a la actriz de cu-
lebrones Verónica Castro (Los ricos también lloran) se le
ocurre hacer una película de ficción sobre la violencia polí-
tica durante el Gobierno del PRI en México. ¿Tendría alguna
credibilidad el proyecto? Salvando las grandes distancias
de personajes y hechos, algo así nos acaba de ocurrir con
la cinta boliviana Olvidados.
Antes del estreno, uno veía cierta prolijidad –ya casi milagro-
sa en el cine nacional– en el tráiler, además de que la presen-
cia del actor boliviano Cristian Mercado (Che II – Guerrilla,
2008) auguraba que la cosa no andaba tan mal, como el
caso del portugués Carlotto Cotta (Tabú, 2012). Además, se
iba uno enterando de que el guion fue trabajado a lo largo
de 11 años y de que hasta el director, el mexicano Carlos
Bolado, había competido alguna vez por un Oscar. Entonces,
que en el guion hubiera participado la actriz cochabam-
1 Crítico de cine. Crítica originalmente publicada en el suplemento La Ramona, del periódico Opinión de Cochabamba. Contacto: mirandoelhumo@yahoo.com.
“… Olvidados se esfuerza por ser un monumento a los lugares comunes tan propios de todo culebrón.”
26
bina –por lo general de telenovelas– Carla Ortiz (a la vez
productora y protagonista) podía haber sido tomado como
una anécdota, o como la cuota obligada de star system
para que los medios –tan propensos a la farándula y no a
la cultura– le den el espaldarazo al filme. Nada adelantaba
el desastre. ¿O sí?
Incluso a partir de su título, Olvidados pretende ser una evo-
cación de lo sufrido por las víctimas de las atroces dictadu-
ras digitadas por Estados Unidos en nuestro continente con
el Plan Cóndor, una necesaria reivindicación de la memoria
histórica. Sin embargo, nos venden gato por liebre. Y es que
–Banzer debe estar chocho en su tumba, al igual que uno de
sus zombies de apellido Quiroga– el filme quiere más bien lo-
grar la redención –olvido y perdón– de los gorilas de la bota
militar. Lo confiesa la misma sinopsis oficial: “José, un general
boliviano retirado, después de un infarto y viéndose postra-
do en su lecho de muerte atormentado por los recuerdos
de esa época e invadido por un profundo remordimiento,
decide contarle a su único ‘hijo’ sus secretos más grandes en
busca de redención” (si usted, por otro lado, no intuye desde
esta última línea el predecible final, debe volver a repasar la
tabla de multiplicar del uno).
Paralelamente a la historia de ese atormentadito/general/
viejito/don José, se narran las de unos dementes zurdos que
27
casi casi merecían todo lo que les iba a suceder. Acá sí
la cosa alcanza ribetes -nunca mejor dicho– siniestros por
el derroche explícito de sangre, magulladuras y babas –del
tipo Hostel o Saw–, elementos con los que, ante la pobreza
del argumento, se desea captar la atención de un especta-
dor incauto o adicto a las lacras del cine gore.
En medio, Olvidados se esfuerza por ser un monumento a los
lugares comunes tan propios de todo culebrón. Están, claro,
el sacarinado romance de una risueña Ortiz con un pe-
riodista/izquierdoso/que/descubre/la/verdad, el coronelote
malo maloso, el torturador grasa y, por supuesto, los seudo
hippies melenudos cantando una de Silvio Rodríguez para
hacer la revolución. Y, como hermoso colofón, entre tanto
violento vejamen uno puede escuchar además los –hilaran-
tes– llamados a la “tolerancia”, en la ajailonada voz de
una “apolítica” Ortiz.
Hablando de Ortices, la vergüenza ajena más notable la
consigue el actor boliviano Jorge Ortiz –nada que ver
con Carlita, que sepamos– en una tan gratuita como la-
mentable escena, encarnando a un funcionario de migra-
ción, tan solo para reforzar el franco discurso fascista del
despropósito (Parafraseando a otro zombie: Caracho, me
quiero morir. ¡¿Nadie leyó el guion antes de prestarse a
semejante absurdo?!).
28
Así las cosas, está claro que, si alguna buena suerte debe
correr Olvidados es, precisamente, la de ser borrada de
la memoria. Fuentes fidedignas nos informaron que podría
surgir un proceso judicial por la autoría del filme, en princi-
pio escrito por Mauricio d’Avis. Y yo le recomendaría a ese
joven que contrate ya nomás un abogado para el pleito,
pero, eso sí, encargándole al leguleyo que su nombre sea
eliminado de todo lo que tenga que ver con esta infamia.
Y –cuánta tristeza para los que por décadas hemos pre-
tendido seguir sus pasos en la crítica de cine– otro que
debería estar pensando ya nomás en borrar con el codo lo
que escribió con la mano es un otrora maestro de la crítica,
autor de una elogiosa e increíble reseña de la cinta. Algu-
na vez alguien me dijo que envejecer es perder el sentido
del asco. Nada más cierto. Y eso se aplica también a otro
notable actor de cine y teatro Luis Bredow, para quien que
Olvidados tenga una cierta calidad técnica (¿no es la mí-
nima obligación de cualquier artista ofrecer una obra bien
hecha?) se constituye en un “salto” para el cine boliviano.
Así estamos. Ése es nuestro nivel.
Por nuestro lado, trataremos de mantener firme el asco para
con el mal cine –así sea “hecho en Bolivia”–, para con sus
gestores, difusores y, muy especialmente, para con sus empre-
sarios. El más conspicuo de ellos, el español Jordi Chaparro,
propietario del cine Center, haciendo gala de su ya acos-
29
tumbrado descriterio, dijo que la de Bolado era la “mejor”
película boliviana, afirmación que condena a todo un movi-
miento que, aunque con escasos recursos, tiene muy prestigio-
sos representantes. Aun pasando por alto que un capitalista
del entretenimiento no tendría por qué saber de séptimo arte,
lo mínimo que se le exige es un buen trato a sus clientes. Y
es que asistimos a ver Olvidados al Center en Cochabamba
–no había de otra– tan solo para sufrir una nueva y tortuosa
experiencia (¡y van, por docenas van!).
En primer lugar, es del todo irrespetuoso con el espectador
–sucede todo el tiempo– no tener un horario fijo para las
proyecciones al manejar tres roles, uno en los diarios, otro en
su sitio web y otro más en la red social. ¿O es una obligación
llamar al oneroso número de pago para tener certeza de a
qué hora se debe ir a depositarles dinero? Y, puesto que la
entrada cuesta más de cinco dólares (un verdadero choreo
para un país como éste), ¿no podrían al menos garantizar
un aire acondicionado adecuado y baños medianamente
limpios? ¿Hasta cuándo?
Lejos de sus propósitos oficiales, la tragedia de Olvidados
grafica a cabalidad otra de más actualidad, la del cine
boliviano. Las crisis creativas, de rigor, producción, difusión,
investigación y apoyos (de modo irónico –y queremos creer
que sorprendido en su buena fe– el ministerio de Culturas de
30
la “Revolución Democrática y Cultural” fue uno de los patro-
cinantes de esta cursi propaganda redentora del gorilismo)
amenazan sus últimos estertores de supervivencia. Estamos en
agosto y ningún director del país ha estrenado una película
de ficción en 2014. Aunque a estas alturas ya no sabemos
si eso es bueno o malo, ¿cuándo –y con todas las de la ley–
nacionalizaremos nuestro cine?
31
Montar/OlvidarGilmar Gonzales1
N o voy a alargarme en describir, en desglosar, en desen-
trañar, en tomarme en serio una peli de mierda.
Dedicarle tantas palabras como se le están dedicando a
una telenovela, solamente por ser boliviana, cara y tener
como tema algo relacionado a la política, simplemente des-
nuda las falencias de nuestra crítica.
Al empezar a escribir sobre la película, he releído la crítica
boliviana. Me he reencontrado con la gran cantidad de
prejuicios y falencias que se tiene en relación al intento de
lenguaje que es el cine. Cómo se exige que Carla Ortiz se
ciña al sentido común, a una visión del mundo estandariza-
da, es demasiado raro de leer. “Carla Ortiz no está del lado
del bien, por amor de Dios”.
La cacería de brujas a la que ha sido sometida, solamente
por expresar lo que piensa con una ingenuidad tan grande
que se la siente a flor de piel –y es la única capa mínima-
1 esteesmiemail@gmail.com
“Una película que trata el recuerdo debería tener como fin estético, como hecho estético, la evocación misma, la forma de recordar. Por lo menos pensar cómo transmitir recuerdo.”
32
mente realista de Olvidados–, la cacería de brujas a la que
la crítica está sometiendo a esta señorita, recuerda al es-
cándalo protagonizado por el Festival de Cannes, como re-
acción frente a las famosas declaraciones de Lars Von Trier:
“entiendo a Hitler, pero yo, yo, yo ,yo, creo que hizo cosas
malas. Sí, absolutamente, pero yo, yo, yo puedo verlo sentado
en su bunker al final [...] no, solamente estoy diciendo que,
que, que lo enti...creo que entiendo al hombre. Emmm, no es lo
que llamarían un buen tipo, pero yo, sí, yo, yo entiendo mucho
sobre él, y simpatizo un poco con él, sí”.
Primero, un resumen de Olvidados. Mejor, algunas sinopsis:
Olvidados es el documental del cuerpo de Carla Ortiz des-
plegando su ideología en toda su desnudez, en toda su
distancia frente a Bolivia, en toda su desconexión de las
texturas visuales, sonoras y culturales de lo que es este lugar.
Es un documental más sobre el modo de producción firmado
por Paolo Agazzi.
Es un documental más sobre el estado de nuestra crítica ofi-
cial, que valora la factura (no el acabado, sino el vil papel
que da cuenta de los millones que se gastaron en hacer
33
cagada y media), por sobre todas las cosas, por más que
el estado de la cuestión sea el siguiente: nuestras vacas sa-
gradas, desde hace algunas décadas, dedican su vida a la
clase B, a la clase Z (clases que siempre pueden ser, también,
muy caras).
Y añadir un punteo de los temas que pensaba tenía que
contener una crítica a Olvidados.
- La locura. Una película que trata el recuerdo debería tener
como fin estético, como hecho estético, la evocación misma,
la forma de recordar. Por lo menos pensar cómo transmitir
recuerdo. El fin estético de esta peli es jugar con el género
“milk and pregnant phantasys” de manera elegante en medio
de una trama de telenovela de Carla Ortiz.
- Las nuevas películas bolivianas caras son generalmente
muy cobardes. Antes de innovar con sus recursos, se mean
de no ser iguales a las extranjeras (que, se olvidan, están
innovando dentro de sus enormes presupuestos) y terminan
calcando grillas de montaje precocinado.
- Una innovación de la película: ser “la primera peli sobre el
plan cóndor”. “La primera peli sobre la vida sexual de García
Mesa” está siendo rodada en Guanay. Un grupo de histo-
riadores están buscando la primera sobre la reforma agraria
34
y la segunda sobre la guerra del Chaco. ¿Y? O sea, ¿y
qué putas?
- Textura e ideología. El espacio neutro en el que habitan
los personajes de peli gringa, el lugar sin lugar de las teleno-
velas, la textura de los cuerpos maquillados, bien iluminados,
diseñadores de arte para los espacios de tortura, la textura
y el diseño de los carteles con la cara de Cristian Mercado,
todo esto se quiere parecer a un videojuego. ¿Quién puede
hablar de hiperrealismo así como si nada, olvidando lo más
esencial de estas imágenes, o sea el cómo se han producido,
el cómo se han montado y, por ende el, cómo se ven? Y otra
vez. ¿Quieren ponerse a hablar de factura? O sea, ese dis-
fraz de viejo de a luca solamente se lo puede tomar en serio
en una película como Trash Humpers.
- Los personajes argentinos y chilenos hablan como argen-
tinos y chilenos estereotipo, todos reconocemos los acentos.
Ya, bueno. Los personajes bolivianos hablan el dialecto neu-
tro de ese lugar sin lugar de los doblajes y las telenovelas.
Bolivia no existe en Olvidados. Se la han olvidado. Bolivia es
un nombre propio de país tercer mundista variable. Se podría
haber hecho tan desinteresadamente un psicodrama sobre
el ébola en Nigeria protagonizado por Carla Ortiz y Carlot-
to Cota. Sin negros, sin aymaras, sin mestizos, sin quechuas. La
dictadura versus los rubios y tetonas bolivianos, apolíticos e
35
incautos. Y algunos actores famosos en el medio, disfrazados,
jailones, universales como toda publicidad. Todos hablando
en un idioma sin raíz. Siempre sonrientes y orgullosos de ser
actores, aunque estén siendo torturados o estén vomitando
sus entrañas.
Ébola, la película. Los actores posan con sus nuevos disfraces. “Vamos a hacer un gran papel”.2
Sinópsis de Ébola, la película: la mujer boliviana de un di-
plomático mexicano en Nigeria contrae la enfermeded del
ébola y su última esperanza es encontrar al único hombre
inmune que se encuentra... en Portugal. Una carrera contra el
tiempo. ¿Te atreves a sobrevivir?
2 Foto: archivo Bernardo Peña. Publicado en La Razón, 21 de julio de 2013.
36
Otra vez olvidamos.
Este ensayo debería tener pocas palabras, o buscar las que
cumplan el papel de evocar. Y dejar de hablar tanto sobre
una película que, a gritos, nos está incitando al olvido.
Busquemos invocar al recuerdo. Hagamos lo que no hace Ol-
vidados. Pensemos en la enorme tradición que cada cultura
tiene dedicada a rememorar, y cómo el cine, o la escritura,
podrían, si no reproducir, al menos representar.
SOBRE HUELLAS
1. Reminiscencias
Cuando nos reunimos con Carolina Cappa y María Domin-
guez (dos cineastas que se dedicaron a armar el catálogo
del archivo fílmico de la Cinemateca Boliviana) para ver el
tercer corte de Videofilia, enorme película de Juan Daniel
Molero (Perú, 1987), musicalizada por Carlos Gutiérrez y so-
norizada por Alejandro Ustarez y “el Zamora” (menciono a los
bolivianos), las chicas se sorprendieron por el título del primer
largometraje de Molero: Reminiscencias.
“Reminiscencias era la palabra, cuando pensábamos en or-
ganizar y exhibir las imágenes en movimiento que catalogá-
bamos en la cinemateca”.
37
La película reminiscencias está dedicada “a la memoria y sus
partícipes”.
Ya de una nos encontramos en el polo opuesto de Olvida-
dos. Los primeros minutos de ambas películas nos lo confirman.
La película de Molero empieza con una captura de su sof-
tware de edición. Es decir que estamos frente a la pantalla
de su computadora mientras edita. Vemos que hay una serie
de carpetas, organizadas por año, que son la base de la
película.
Sigue, no inmediatamente, un plano bastante pixelado en el
que una chica acariciando a un caballo insulta al cama-
rógrafo. “¿Me estás filmando hijo de puta?”. Y se inicia una
secuencia “subjetiva” en la que el camarógrafo (el director)
monta caballo.
Inmediatamente, una secuencia caótica, similar en cierto sen-
tido a la que abre Olvidados (pero totalmente diferente). Se
nos bombardea con una serie de imágenes de puros píxeles
dropeados y celuloide avejentado.
38
De estas imágenes puramente texturales empiezan a brotar,
dañadas y sonoramente violentas, una serie de imágenes fi-
jas y en movimiento que, se nota, han sido realizadas casera-
mente en diferentes medios analógicos y digitales.
41
La vertiginosidad de esta secuencia da paso a un plano
de mucha más larga duración en el que vemos a una pareja
posando para la cámara y luego besándose. Se supone que
son los padres del realizador.
42
Desde antes de nacer, la familia del director siempre ha
poseído alguna cámara de filmación. Podríamos decir que
son medio jailones. El found footage, la película que lo or-
ganiza, es de su historia en particular, la de los suyos. Está el
nacimiento, están las fiestas de cumpleaños, estás los viajes
noventeros a Disney, están las primeras chupas, los primeros
rodajes, los encuentros con su país más allá de su clase, sin
embargo esta particularidad de las imágenes (es decir: la
de pertenecer a una familia en específico) nos remite a una
época muy fácil de reconocer, en la que los valores eran
muy otros, las formas de ver el mundo, y el convencimiento
de que nada podía ser más moderno. El viaje a Disney, por
ejemplo, me hizo recuerdo al amor que sentíamos por todo
lo gringo cuando nos lamentábamos, desde aquí, por un
lado de no poder ir a Disney, y por otro, de que la compe-
tencia de Banzer sea un tal Juan Carlos Durán y no nuestro
amado Goni. La nostalgia de ver creencias, movimientos,
rasgos culturales muertos, peinados, modas, etc., se hace
la materia prima de la película de Molero. Y a partir de la
capacidad de evocación colectiva que cada plano de la
peli posee, se empieza a organizar el montaje por capítu-
los. Me gustaría poner algunas imágenes al azar para dar
cuenta de estas sensaciones.
43
Reminiscencias. El director de la película come papilla.
Reminicencias. En una visita a las afueras de la ciudad, la gente se divier-te de la torpeza con la que el director bebé trata a un pichón.
44
Reminiscencias. Alien vs Clown. Alien empuja a Clown. Con sus manos y agachado. “Alien, maldito puerco!”
No me quisiera extender más con las imágenes.
Pero es que en realidad estaba por animarme a poner cada
una de ellas y describirla, intentar relatar todo lo que se
pierde al no poder transmitir los sonidos ni los movimientos
con estos fotogramas. La textura de todos estos videos pa-
rece ser muy afín a la materia perecedera donde se graba
nuestra memoria.
Alien empujando a Clown en un video de stop motion muy
incipiente, la impaciencia del niño realizador al hacer un
cuadro a cuadro, por ejemplo, nos habla de otro tipo de
factura. La realidad está pasando detrás de cámaras, fuera
45
del encuadre, y las huellas de esos momentos tienen la posi-
bilidad de hablar de un pasado más allá de lo grabado en
nuestros recuerdos, más allá de toda comprensión. Ésa es mi
interpretación al menos. La película es elocuente sin necesi-
dad de un comentarista.
Pero volvamos a Olvidados. Lamentablemente, es necesario.
Olvidados empieza con imágenes de archivo de la dictadu-
ra de Banzer. Aparentemente. Las imágenes están montadas
a tal velocidad, que en realidad lo que terminamos viendo
son flashazos visuales y flashazos sonoros que nos atacan
no por su contenido, sino por la torpeza con la que están
siendo utilizados. No voy a usar ninguna de las imágenes
aquí, pues la intención del director y del montajista parecía
ser no reparar en la especificidad de cada fragmento, sino
en un todo. Un “todo” que se funde a un plano ridículamente
espectacular que da inicio a la tele novela.
Lo que los de mi generación han olvidado desde nuestro
nacimiento, y que es enorme, y que estos cineastas clase H
han visto de frente, es decir las imágenes de nuestra historia y
nuestro archivo; lo han rebanado para hacer una secuencia
efectista, que trata a la materia de memoria, a las huellas
en movimiento de lo que fue, y que en su entereza montan
una historia detallada de lo que filmaban los que tenían los
46
medios para filmar –una historia sesgada, obviamente, pero
elocuente–... han tratado a esta materia, a estas imágenes,
otra vez, como algo variable, como fichas montando algo
que no se les parece.
Tener por más de medio segundo una imagen no “produci-
da”, es decir planeada, iluminada, ensayada, rodada, mon-
tada, colorizada, sonorizada, novelizada, parece que los
llenaba de asco. Mostrar la desnudez de lo que fue les
parecía algo indigno.
La velocidad con la que pasan estos fragmentos de nuestro
pasado en Olvidados incitan al olvido. Me acuerdo de un
par, y apenas, pues todo ese pasado real ha sido arrojado
a una masa de indiferencia. En vez de usar imágenes de la
dictadura podrían haber usado tranquilamente imágenes de
gatos, de fusiles, de niños jugando con ula ula, de hombres
peinándose de lado para tapar su calvicie, de golosinas del
ayer y hoy, de marcas de auto, de tetas, de vaginas, de pijas
sifilíticas, de atracciones turísticas, de accidentes aéreos, etc.
y hubieran tenido básicamente la misma secuencia. Y al final
el título: “olvidados”, elocuente si lo leemos así.
47
2. El entierro de Luis Espinal
Al hablar del recuerdo, de las reminiscencias, de las huellas
del pasado presentes en las imágenes de archivo, no qui-
siera que se piense que me quiero referir a la dictadura de
Banzer solamente, a los 70 como momento específico, al Plan
Cóndor como tema principal.
El asesinato de Luis Espinal se da después, pero está direc-
tamente relacionado.
Esta cinta, El entierro de Espinal, filmada por Hugo Roncal, fue
exhibida recientemente en la Cinemateca Boliviana y en el
Cineclub El Espejo, en el marco del Festival de Cine Radical,
durante la primera semana de agosto de este año. María
Domínguez y Carolina Cappa, las dos cineastas arriba men-
cionadas, se dedicaban a exhibir las películas del archivo
de la cinemateca en proyectoras de 16mm.
“Esta cinta realizada por Hugo Roncal” decía María Domín-
guez en la presentación, “no ha sido montada. El rollo está
tal cual ha sido filmado y revelado; pero en la actitud de
proyectarla así, con público y musicalización, se conforma
una obra, la podemos ver con otros ojos”.
48
Algunas voces dijeron que el motivo de esta filmación fue la
de registrar y fichar a todos los presentes en el entierro de
Luis Espinal, o sea de parte de los milicos.
Primeros planos de los estudiantes manifestándose, de la
gente llorando, de los políticos de la entonces izquierda de-
mostrando públicamente su indignación. Periodistas con cas-
setteras gigantes.
51
Esta cinta también nos habla del olvido. El olvido, por ejem-
plo, del cuerpo y el rostro del cura que parece organizar el
sepelio. El cura tiene una pinta de “el mejor amigo” de Espinal,
que tal vez sea producto de mi ridículo romanticismo.
Habla del olvido, digo, porque nadie es capaz de identifi-
carlo, al cura, a pesar de su protagonismo en la cinta, y esto
quizás a causa de su protagonismo, no lo sé, especialmente
si pensamos en los ambiguos fines de esta filmación y en las
voces que la describen como militar, quizás exagerando.
Estaría agradecido si alguien me podría decir de quién
se trata.
52
Si al hablar de la película de Molero me lamentaba de ser in-
capaz de transmitir los movimientos y los sonidos en un texto,
pero aún lamento no poder hacerlo con la versión musicali-
zada de esta cinta. Algún momento se podrá descargar el
audio de la música realizada por “Los Halcones Galácticos”,
conducidos por Carlos Nina. Algún rato la Cinemateca se
dedicará a exhibir lo que es necesario exhibir desde todo
punto de vista (de público y de valor cinematográfico e his-
tórico). Ojalá esto no sea recién cuando mueran, centenarios
y comodones, nuestros patriarcas y maestros, hoy fetichistas
de la clase Z hecha con millones, de la clase Z con factura.
No puedo mostrar la peli en papel, pero por lo menos voy a
intentar explicar ciertos movimientos, ciertas formas de actuar,
que nos hablan de la normalidad de entonces.
53
La parte a la que me refiero es la de la llegada al cemente-
rio. Un cordón evita que la gente ingrese a la calle y moto-
cicletas de la policía dan vueltas.
“Eran unos malditos, pisaban a cualquiera con sus motos so-
lamente para demostrar su poder. Todo el tiempo se ponían
esos cordones y la gente tenía que soportar los abusos de los
pacos porque sí, te ponías en su paso y ya te habían pisado”.
Esto me le contó mi padre después de ver la cinta, pero la
cinta muestra mucho más, incluso niega o pone en perspecti-
va al relato. Sí, se ve este abuso directamente, abuso que era
tan normal que se lo realizaba sin miedo frente a las cámaras.
Pero también vemos, en gestos, el enfrentamiento ciudadano,
el malestar generalizado, la impotencia de los pacos frente
a la gente. Lo actual también del gesto de prohibir cruzar la
20 de octubre el día del mar digamos.
54
El entierro de Luis Espinal. Los policías amedrentan a los asistentes.
El entierro de Espinal. De entre la gente sale la patada de un joven a la rueda de la moto de un oficial. La moto trastabilla, pero no cae. Una señora, tal vez su profesora, riñe al atrevido, pero tanto ella como los jóvenes se notan alegres por la acción.
55
El entierro de Espinal. Un grupo de niños rodea a las motos de los poli-cías. Las siguen, las empujan un poco. Los espectadores se ven asusta-dos; los policías, confundidos.
3. El pasado incompleto.
Dos descartes para enredarnos
Antes de llegar al final, solamente quisiera agregar a todo lo
anterior dos citas relacionadas diferentes épocas. La prime-
ra, sí, sobre la época de la dictadura de Banzer. La tomo de
las primeras entrevistas que Marcelo Guzmán, Mauricio Durán
y su equipo, hicieron para la realización de su documental
que recientemente ganó el fondo del prestigioso TalentDoc.
El hecho a partir del cual se empieza a gestar la película
es el siguiente: durante la dictadura de Banzer un grupo de
56
65 reos se escapa de la isla del sol. Toman prisioneros a los
balseros del lugar y escapan. Héroes revolucionarios, esca-
pan a Cuba. Olvidados dejan a los balseros que, chivos
expiatorios, son aprehendidos por los militares y sometidos
a todo tipo de vejamenes. Durante un año. El siguiente es
el fragmento un testimonio de uno de los balseros, Florencio
Mamani, realizado hace dos años, más de 30 años después
de salir libre.
“Cuando ya hemos entrado a central, ya lo han masacrado.
Lo han pegado. A mí solo no me ha pegado, pero tenía
que pegarme un, por eso les estoy diciendo cuando han
venido. A una casa. Había estado...ropas de pepino y pa-
los gruesos así en pedazos rombos no ve? Rotos diré. Rotos
estaban. Ahí no? Me han metido un día, cuando último he
prestado mi declaración. Me creían que yo soy otro. Mm
Y..ea tarde yo me he..”yo no quiero estar ahí” pues. Ya lo he
visto ahí pura sangre esos, esas ropas. Para que no des-
conozca al otro. ¿No ve? Lo que ha pegado no?, se ha, la
cara estaba pues masacradocultado con ropa de pepino
estaba pues. Mmm… Yo he visto pura sangre ahí el cuarto
y palos rotos. Así. Por eso. Entonces yo, yo sí, yo me he salido
de ese lado. He golpeado de la puerta y “¿para qué gol-
peas, qué haces, qué pasa?” nos han dicho. No, yo no, yo no,
yo no soy solo. Nosotros. ¿Dónde están mis compañeros que
estaban? Nosotros somos seis. Entonces ahí yo me iré, ahí ya
57
voy a estar, ahí yo junto con ellos vamos a morir vamos a
vivir. Ya todo eso.”
Don Feliciano Mamani. Toma de Mauricio Durán y Marcelo Guzmán.
Este hilo de la historia, que cuestiona mucho del sentido
común y de cómo vemos a nuestros olvidados, a quiénes
recuperamos como olvidados, hasta hoy, es un ejemplo del
laberinto que significa recordar. ¿A quiénes recordamos al
hablar de los olvidados? A Carla Ortiz y Carlotto Cota de
seguro que no.
Y otra cita, que ya ni quiero meterme a dar vueltas.
El discurso de una autoridad campesina de Challapata,
dando la bienvenida al general García Meza durante su
visita presidencial a las provincias del país. Su “Gira por
Bolivia”.
58
“Todo el pueblo le apoyamos mi general. Como estam... como
estamos demostrando en este momento en este sector del
altiplano en el departamento de Oruro mi general. Por eso
nosotros debemos sentirnos orgullosos de nuestro señor pre-
sidente de la república... porque así lo ha aplastado al ex-
tremismo, y eso es lo que tenemos que tener en cuenta. Y us-
tedes hermanos campesinos han respondido a este llamado
y están presente de las 13 provincias hermano, eso es lo que
a nosotros nos interesa. Así tenemos que defender nuestra
patria. Con orgullo, con valor, con esa hidalguía y con ese
esfuerzo para fortificar a nuestra patria que se llama Bolivia.
El campesino diría más todavía inclusive. Está en las fábricas,
el campesino está en los talleres, el campesino está en los
centros mineros, el campesino es también fabril, el campesino
está en los cuarteles, y es por eso nosotros nos sentimos feliz
y orgullosos en este momento, mi general. Es la respuesta ma-
siva de las 13 provincias del departamento de Oruro que
le ratifican a usted, con ese esfuerzo, con esa voluntad en
forma expontánea aquí no se le ha pagado, no se ha dado
un centavo así en forma expontánea se ha reunido de vez en
cuando, no como anteriores gobiernos, cuando con la plata
se había movido cualquier cantidad de gente, pero ahora
no. Le consta al señor prefecto, a todas las autoridades y al
señor ministro, no hemos recibido ni un centavo, pero sí ahí
está la muestra del hermano campesino.”
59
Lo que se puede investigar, lo que se puede rescatar, lo que se
puede cuestionar, lo que podemos recordar es mucho y ya este tex-
to no llega a tanto, pues al final es solamente sobre la forma. El tra-
bajo de recordar ya se lo hemos dejado al equipo de Olvidados.
García Meza de Lluchu recibe el abrazo de unos comunarios de la pro-vincia Challapata.
60
Del olvido al no me acuerdoMónica Heinrich V.1
@aullidosdelacalle
H ay que reconocer que la historia que Olvidados pre-
tende recrear u homenajear es necesaria, válida, dura y
con aristas muy explotables en términos históricos, documen-
tales, cinematográficos y etcéteras.
Esos aciagos años en los que el Plan Cóndor se campeó por
toda Sudamérica son sin duda una vergüenza y una mancha
en la historia de todos los países involucrados.
La sangre derramada, los desaparecidos, las torturas, las fa-
milias rotas, los hijos robados no dan como para asumir una
postura tibia o comprensiva al respecto.
O sea, no hay tales de discursitos sobre la tolerancia y
el buen vivir, aquí murió gente, aquí hay algunos que aún
no tienen tumbas sobre las que llorar, aquí se rompió un
jarrón y roto está. No hay espacio para las correcciones
1 Crítica de cine. Crítica originalmente publicada en: www.aullidosdelacalle.net y www.eldeber.com.bo.
“Uno de los grandes problemas de la película es que subestima al espectador y subraya con marcador fosforescente a los personajes, a los diálogos y a las situaciones.”
61
políticas ni mucho menos para la humanización de los
verdugos.
Por eso, el anuncio de la filmación de Olvidados hizo que
esperáramos otra cosa, algo similar a lo que menciono arri-
ba, algo equiparable en estatura al título del filme y a lo
que evoca.
Desgraciadamente y para variar, es más la bulla mediática
que el resultado, es más la intención que lo que se plasma, es
más el alboroto de la alfombra roja que la salida satisfecha
de la sala de cine.
Olvidados se queda en un desabrido sancocho de datos
picoteados por aquí y por allá con personajes esquemáti-
cos y un mensaje que si somos buenos podemos llamar in-
genuo, aunque la palabra que se me viene a golpes y con
neón es: tonto.
Y hablo de mensaje porque el cine comunica y comunica
siempre, así que pretender que no estés diciendo algo con
una cinta que toca un tema tan delicado es absurdo.
La cochabambina Carla Ortiz asume el papel de producto-
ra y de actriz protagónica y de coguionista de este produc-
to, toma un guión e idea original de Mauricio d´Avis al que
62
le hacen N tratamientos y llama al director mexicano Carlos
Bolado para que dirija el rancho.
Bolado tiene una amplia experiencia en temas documentales,
con tintes políticos-históricos, y además ha sido nominado al
Oscar, lo que aumentaba la esperanza de un buen trabajo.
A estas alturas ya ni dan ganas de saber qué dejaron de
la idea original o el papel real de Bolado en la toma de
decisiones: como público recibimos lo que recibimos y lo que
recibimos fue esto.
El actor mexicano Damian Alcázar interpreta a Jorge, un ge-
neral que anda en sus últimos días y que lleva a cuestas un
secreto. Ese secreto lo atormenta, porque pobrecito él –que
mató y torturó a harta gente– también tiene su corazoncito y
sufre pensando en algunas cosas del pasado. Oh, sí.
Su hijo, que ya hizo su vida en Estados Unidos, es llamado al
hogar patrio más o menos para darle el último adiós.
Desde el minuto uno o dos nos bombardean de flashbacks
trazando un paralelismo entre el Jorge actual y el Jorge del
pasado, entre el viejo atormentado y el sádico milico que
obedecía a la dictadura de turno, ese milico que conoció
a Lucía.
63
Carla Ortiz interpreta a la ñoña Lucía, que se encuentra em-
barazada y que se pasa constantemente la mano sobre la
barriga para que el espectador sepa que eso es un bebé y
no una hinchazón rarita.
Lucía es pareja de un periodista (interpretado por el portu-
gués Carlotto Cotta) que trabaja para Le Monde, que a su
vez es amigo de otros zurdos, que a su vez serán arrestados
y torturados por el tal Jorge y sus secuaces.
Uno de los grandes problemas de la película es que subes-
tima al espectador y subraya con marcador fosforescente a
los personajes, a los diálogos y a las situaciones. Ejemplo: Las
escenas de pareja de Lucía y su marido son empalagosas y
cursis al extremo casi casi como una telenovela de Televisa;
las escenas de tortura son gráficas y con un tratamiento de
color que refuerza la idea de que ahí lo están pasando
mal; las escenas de camaradería zurda son acompañadas
por Silvio Rodríguez, el “Solo le pido a Dios”, y los respectivos
diálogos donde se sientan las bases pseudo-ideológicas de
“ese lado”; no faltan los discursos, las frases hechas sobre “el
otro lado” (la derecha), y así.
Narrativamente hablando no hay nada que rescatar ya
que es un guión plagado de lugares comunes, entorpeci-
do por los innecesarios flashbacks, la excesiva musicaliza-
64
ción y un poco disimulado esfuerzo de imitar producciones
gringas.
El montaje es tan errático y sin rumbo como el argumento, es-
cenas de acción son editadas como aspirando a un thriller
hollywoodense y luego se pasan a la cursilería de golpe. A dife-
rencia de otras películas que pueden ser referentes del nicho al
que Olvidados apunta, aquí se siente cierto tufillo amateur, cier-
ta desprolijidad que hace poco creíble lo que ves en pantalla.
Como ya dije, queda una especie de sancocho en el que
metieron los ingredientes que dicta la receta pero no supie-
ron bien cómo cocinarlos. Al final, nos dejan un platillo en el
que toda la película se antoja un telefilme de baja factura
o el episodio de una telenovela donde las actuaciones tam-
bién tienen el molesto marcador fosforescente. Con esto último,
me refiero a que la dirección de actores apuntó siempre a
una nota más estridente de lo habitual, a un comentario inne-
cesario, a un repintado de personaje.
La violencia o lo gráfico de la violencia están tan mal usa-
dos que ni siquiera generan una conciencia real del horror.
Al tratar la trama de una manera tan superficial, llegás a las
escenas de torturas y algunas risas apagadas se escuchan
en medio del público. O sea, es una violencia vacía, hueca,
que no aporta nada a la trama.
65
Centrándonos en lo rescatable, podemos mencionar que no
se ve tan chota como las películas bolivianas que han sa-
lido en los últimos años, que además se trata de una mega
producción, que supuso un reto a nivel arte, vestuario, y
cosas así, que muchos bolivianos participaron, que artistas
conocidos del extranjero se sumaron al proyecto, que las
empresas se pusieron con el auspicio, que fue una de las
mejores alfombras rojas (¡!) que he visto, pero todo eso suena
a palmadita en la espalda. Nuestro cine ya debe aspirar a
salir del premio al esfuerzo y a mí, como público, me da cosita
resaltar elementos que en películas de otros países ya están
dados por sentado.
Además, tampoco se trata de la mejor producción visual,
estética, o de propuesta en estilo que se ha visto en el país.
Es una película más del montón, con una fotografía bastante
discreta y en la que no hay, a nivel narrativo, de montaje, o
de estilo, absolutamente ninguna sorpresa.
Por eso es que es tan importante el guión, la historia, y en
este caso doblemente importante al tocar una temática sen-
sible y que conlleva responsabilidades en su manejo. Si tenés
un guión superficial, torpe, mal manejado y encima una fac-
tura discreta, con una dirección de actores acorde al guión
superficial, torpe, mal manejado, la película que te queda es
una mala y olvidable experiencia.
66
Volviendo al contenido que es su máxima falencia: Si hacés
una campaña en que mencionás frases de Luis Espinal para
promocionar la película, me parece que la velada disculpa
a los militares está un poco de más. Esto decía Carla Ortiz en
una nota antes de la premier: “Señores del Ejército, los admiro
mucho y valoro su trabajo; en mi filme muestro un periodo de
la historia donde lamentablemente parte de los protagonis-
tas fueron militares”.
Si Olvidados fuera lo que su título promete, si Olvidados
fuera lo que los olvidados y las familias de los olvidados me-
recen, sería la excusa perfecta para exigir fuerte y claro que
se diga dónde están los desaparecidos, dónde botaron a
esa gente que ahora es usada para publicitar la película,
sería un motivo para que en lugar de disculparse con los
militares por “cómo se ven en la película” se exija más bien
una disculpa pública por las muertes, por las torturas, por el
oscuro papel de las Fuerzas Armadas antes y hoy, porque
hoy tampoco hay memoria, tampoco hay un mapita que nos
diga dónde recoger a nuestros muertos.
Por ahí la explicación está en lo que Ortiz dijo sobre las
intenciones del filme: “…es una película que pretende hacer
una fotografía de ese periodo histórico. No pretendemos to-
mar una posición, simplemente contar lo que pasó en nuestros
países”.
67
…
En una premier llena de brillos y lentejuelas, entre agrade-
cimientos y felicitaciones, alguien vaticinaba que Olvida-
dos marcaría un antes y un después del cine boliviano. Al
salir a la calle y caminar bajo el manto de la noche cruceña,
me quedó la reflexión de que sí, sí tuvo la oportunidad de
marcar un antes y un después en el cine boliviano, la tuvo en
su temática, en su presupuesto, en sus recursos, pero sencilla-
mente no alcanzó. La idea les quedó grande.
No alcanzó para tomársela en serio ni como película que no
asume posición (como si fuera posible no asumir posición en
algo así), ni como cine denuncia, ni siquiera como película
comercial que solo aspira a entretener usando un tema duro.
Con Olvidados no pasa nada.
La fotografía que tomaron de ese periodo histórico es una
polaroid ajada y fuera de foco, sin otro uso que el de ador-
nar las páginas socialeras y de espectáculos.
Lo mejor: Que hay cosas que no se pueden dejar en el ol-
vido.
68
Lo peor: Incoherente en su trama, en lo que se dice en la
prensa, en lo que pretende y en lo que es. También la huma-
nización del general, esos personajillos tienen un perfil abso-
lutamente carente de remordimientos, son similares al sicario
Popeye de Pablo Escóbar.
La escena: El discursito pro tolerancia del personaje Lucía,
rozando un razonamiento infantil.
Lo más falsete: Muchas cosas, pero por resaltar algo, la secuen-
cia de Jorge Ortiz no tiene asidero alguno argumentalmente ni
nada. Parece una secuencia hecha para quemar segundos.
El mensaje manifiesto: El cine nacional está en coma.
El mensaje latente: No se puede quedar bien con Dios y con
el diablo.
El consejo: Igual vela, alguna conclusión sacarás.
El personaje entrañable: Los olvidados.
El personaje emputante: Los verdugos.
El agradecimiento: Solo por lo que evoca con el título y la
temática.
69
Olvidemos Olvidados
Mijail Miranda Zapata1
@mijail_kbx
D esde hace algunas semanas, incluso meses, se ha visto
un gran despliegue publicitario alrededor de la última
película boliviana, Olvidados. Los detalles: elenco interna-
cional, director mexicano, producción local, con Carla Ortiz
al frente. El discurso manejado por la actriz, ahora también
guionista y productora, siempre fue claro: busca hacer cine
de entretenimiento. Propósito nada desdeñable. Lastimo-
samente, el entretenimiento no siempre es inocuo, peor aún
cuando se intenta dar algunos pasos por fuera de él.
Como todos saben, Olvidados intenta retratar uno de los
periodos históricos más oscuros de la Latinoamérica del siglo
XX. Busca, según la premisa planteada desde el título mismo,
traer a la memoria colectiva aquellos capítulos signados por
el intervencionismo norteamericano y el nefasto Plan Cóndor.
Principalmente, aquellos que se escribieron y vivieron desde
el anonimato. Encomiable.
1 Crítico de cine. Crítica publicada originalmente en el suplemento La Ramona, del diario Opinión de Cochabamba. Contacto: revolucionkbx@gmail.com.
“Esta propuesta podría haber resultado interesante, considerando lo sugerente que resulta abordar una reconstrucción histórica partiendo de la memoria o los impulsos del criminal, el torturador.”
70
Ya en los primeros minutos de proyección quedan en evi-
dencia los recursos que signaran el resto del metraje: mon-
taje vertiginoso y efectista, flashbacks híper didácticos, mu-
sicalización y fotografía pretenciosa, preciosismo vacuo. La
cinta apela, sobre todo, al chantaje emocional, al impacto
por encima de la reflexión, al maniqueísmo antes que la
crítica, a la redención imponiéndose por sobre la justicia.
Gato por liebre.
El relato en la primera mitad es confuso y parece la sublima-
ción de cualquiera de las abuelas de Plaza de Mayo. Lu-
gares comunes y prejuicios. La segunda parte, se desenvuel-
ve con mayor aplomo narrativo, aunque al mismo tiempo, va
decantando hacia una fábula de lágrima fácil. Hay heridas
que, de no tener la pericia suficiente, es mejor no tocar.
La historia es narrada desde la perspectiva de un viejo ge-
neral del ejército boliviano atribulado por los fantasmas de
su pasado. Esta propuesta podría haber resultado intere-
sante, considerando lo sugerente que resulta abordar una
reconstrucción histórica partiendo de la memoria o los impul-
sos del criminal, el torturador.
Sin embargo, el recurso es desaprovechado y deviene en
una sucesión confusa de coincidencias que únicamente de-
jan claro el ánimo de Bolado (¿Ortiz?) por remarcar una con-
71
vicción “humanista” y apolítica. Es decir, más que invitarnos a
un diálogo con nuestro pasado, la película dirigida por el
mexicano alienta un ejercicio autómata de rememoración o
asimilación, según sea el caso, de caricaturas y anécdotas
enmarcadas, con poco tino, en un régimen dictatorial.
En el final, tras tener claro –a fuerza de repetición– que los
planos y diálogos referidos a los niños nacidos en aquellos
años son intencionales, nos queda la pregunta: ¿cuál es el rol
que juegan los hijos de las dictaduras? La respuesta, para
los realizadores, no entraña mayores dificultades: perdón y
olvido.
¿Merece ser vista una película que es incapaz de cumplir
siquiera medianamente con su premisa fundamental? La res-
puesta también es fácil.
Olvidados intenta copiar las edulcoradas fórmulas del cine
hollywoodense y lo hace mal. No porque haya sido incapaz
de seguir el manual a la perfección, sino porque opta por el
peor rostro de la industria y, además, toma como leitmotiv he-
chos de gran complejidad simbólica. Se vale de la violencia
como entretenimiento y, para amainar ese cauce morboso,
le añade un discurso facilón de reconciliación, tolerancia y
amor. Un trago dulce y aburguesado, pero embriagante e
infame.
72
El entretenimiento, lo saben Ortiz y Bolado, tiene su explica-
ción y fortaleza en la experimentación de sensaciones y pa-
siones extremas, pero sin correr riesgos ni asumir compromisos.
“Pop, pop para divertirse”, diría un entrañable personaje de
la televisión argentina. Aplicar esa lógica, coronándola de
moralejas reaccionarias de fingida hondura, en un periodo
de nuestra historia aún irresoluto, tiene algo de indigno. Es
completamente indigno.
En algunas entrevistas, Bolado dejó constancia de lo difícil
que fue conciliar con Ortiz algunas perspectivas y propues-
tas referidas al filme. Al parecer, el mexicano no supo hacer
prevalecer su criterio artístico y cedió ante las formas del
peor culebrón televisivo, a los tediosos e insoportables mo-
nólogos de la cochabambina, cargados de ignominia y de
tufillo adolescente. Pero, como dijo en una entrevista la pro-
ductora y coguionista, “éste es un negocio” y son los “núme-
ros” los que marcan la pauta.
Queda claro que para hacer cine de calidad no bastan
desorbitados presupuestos, buenas intenciones, ni siquiera la
simple concreción de ambiciones. Hay algo más que Bolado
y Ortiz no supieron encontrar en este experimento.
Sin embargo, a la mediática actriz local no se le puede qui-
tar el mérito de haber reunido un gran elenco nacional e
73
internacional. Con un Tomás Fonzi correcto, un Cristian Mer-
cado brillante, pero desaprovechado, al igual que Manuela
Martelli, Fernando Arze y la lista podría seguir. Tampoco es
posible reprochar el gran despliegue técnico y profesional, ni
la impecable factura comercial del producto, alfombra roja
incluida.
Es por eso que a futuro, por el bien del cine nacional, espe-
ramos tener una Carla Ortiz cada vez más entregada a la
producción y menos vinculada al guión o, cuando menos,
tenerla detrás de cámaras mucho más que frente a ellas.
74
Olvidar la restauración de lo apolítico
Mary Carmen Molina Ergueta1
@MolinaErgueta
H ace pocas semanas, las Abuelas de Plaza de Mayo en-
contraron al nieto número 114. En noviembre de 1977,
durante la última dictadura militar en Argentina, Laura Carlo-
tto fue secuestrada por un grupo de tareas cuando estaba
embarazada. En cautiverio, el 26 de junio de 1978, dio a
luz un niño, al que llamó Guido. Luego, fue asesinada y, ese
mismo día, su cuerpo fue entregado a su madre, Estela de
Carlotto. Después de 36 años de búsqueda, Estela, ahora
presidenta de la asociación Abuelas de Plaza de Mayo,
encontró a su nieto. “Es una reparación, para él, para nues-
tra familia, para la sociedad en su conjunto”, dijo la abuela
al anunciar la noticia.
Casualmente, junto a esta reparación histórica se ubica en
nuestro contexto el estreno de Olvidados, película co-guio-
nizada, producida y protagonizada por Carla Ortiz, sobre
el Plan Cóndor que implementaron las dictaduras militares
1 Crítica de cine. Crítica originalmente publicada en el periódico mensual El Desacuerdo. Contacto: mcmolinaergueta@gmail.com.
“… lo apolítico es una vía de lectura insólita y poco justa para la realidad de crimen e impunidad de los regímenes dictatoriales.”
75
en Latinoamérica, los crímenes y represiones que se gesta-
ron a partir de esta sanguinaria congregación política y, en
particular, la historia de apropiación-secuestro de un me-
nor en Argentina. Con un aparato de marketing y prensa
casi incomparable en el medio, la película se presenta como
una interpelación para la recuperación de la memoria. “¿Te
atreves a recordar?”, slogan de la cinta, es, antes de ver-
la, un enganche comercialmente efectivo, pero políticamente
un tanto mediocre. ¿De pronto la urgencia histórica deviene
atrevimiento curioso que sostiene la cadena de consumo?,
¿dónde cabe esta pregunta sino en la seducción fácil de un
espectador en el que conviene preservar la ingenuidad? Sin
embargo, los alcances de este slogan y la información difun-
dida sobre la película se quedan cortos en la sala de cine,
donde el despliegue de una ostentosa producción no ter-
mina de obnubilar al espectador y cubrir el desconcertante
discurso de condonación de culpas y crímenes.
Desde un inicio, el montaje de las imágenes trabaja la arti-
culación entre tiempos y espacios diferentes: pasado y pre-
sente confluyen a través de los personajes y sus historias, en
el cruce del respaldo de las imágenes de archivo y la esce-
nografía de lo contemporáneo. Estas historias viajan por el
continente, de un país a otro: ágiles y serviles, las imágenes
ilustran el flujo y la consolidación de acuerdos, poderes y
personas que sostuvieron el Plan Cóndor. La didáctica de
76
este planteamiento es deducible e, incluso, aburrida: la idea
parece ser ubicar al espectador en un terreno distante a la
realidad que ve en pantalla y, de esta manera, presentar la
trama sin cargas subjetivas que participen en la comprensión
de las imágenes y las interfieran.
Rápidamente, la película va descubriendo el punto de vis-
ta desde el que emana la narración, en los personajes del
Coronel José Mendieta y Lucía, secuestrada y torturada por
la dictadura. Viejo y solo, el coronel pasa sus últimos días en
Bolivia, atormentado por los fantasmas del pasado, imágenes
de angustia y desesperación que lo conducen hacia una
suerte de catarsis: aunque parte de un operativo criminal,
el coronel es una persona que cometió errores y está arre-
pentida. La voluntad de borrar y reparar el pasado sería
suficiente para dejar de lado la condena a la impunidad. El
hecho de que sea él el personaje central de la película impli-
ca que, de manera sutil, el espacio privilegiado de la trama
sea el de los altos mandos militares: conocemos de cerca los
detalles del Plan Cóndor y no tan de cerca el movimiento
social que éste reprimía. De este lado de opositores al ré-
gimen militar, Lucía es la figura central: ella es la esposa de
un periodista europeo relacionado con grupos opositores
socialistas, no una opositora activa. No es casual la latera-
lidad de este personaje: esta decisión narrativa la ubica en
un lugar ambiguo, que conviene para la preservación de la
77
mirada apolítica que busca la trama. Aquí reside el peligro
de este discurso: lo apolítico es una vía de lectura insólita y
poco justa para la realidad de crimen e impunidad de los
regímenes dictatoriales. Esta osada mirada tiene su momento
culminante en una escena, en la que un personaje equipara
la criminalidad del régimen dictatorial militar con el “radica-
lismo” de sus opositores, entregados a ideales inútiles por los
que no valdría la pena luchar.
Lo insólito se vuelve incorrecto y ofensivo en las secuencias
que muestran las torturas que sufrieron los secuestrados y
desaparecidos. La pretensión de fidelidad histórica –pre-
sente, por ejemplo, en la intención del uso de imágenes de
archivo– halla una desafortunada ruta en la búsqueda de
realismo en estas secuencias: violencia y sangre excesivas, en
imágenes repetitivas y dilatadas innecesariamente, revelan
torpeza en la comprensión de la responsabilidad de la re-
presentación de estos hechos históricos. Al parecer, a mayor
cantidad de golpes y sangre, mayor fidelidad o correspon-
dencia con la realidad, en la visión violenta de esta mirada,
que no revela características diferentes a las de cualquier
película comercial de acción, terror o gore. La violencia es
gratuita, no restaurativa, es ofensiva porque su realismo no
responde a la condena si no al afán de la seducción del
espectáculo.
78
El aplauso para la calidad del trabajo de actores, actri-
ces, técnicos y profesionales del cine en Bolivia se enmu-
dece completamente cuando descubrimos la consolidación
de una propuesta narrativa y ética que no es responsable
con la historia, que no recurre a la memoria para restaurar
el presente sino para relativizar la injusticia y criminalidad
de los hechos, a favor de quienes asesinaron impunemente y
dejaron una huella de violencia y represión en la historia de
Latinoamérica.
79
Olvidados: la ingenua visión de la historia
Sebastian Morales1
@SMoralese
Modos de producción y autoría
A l reflexionar sobre una película, es de vital importancia
preguntarse por los modos de producción con los que
fue hecha. Analizar la organización de la realización del
filme, desde la idea hasta el montaje final, permite detectar
el grado de responsabilidad creativa que tiene cada uno
de los involucrados en una película particular. Esto en el cine
es muy importante, puesto que, en general, es necesario un
equipo amplio para realizar una película, pero las decisiones
artísticas son tomadas por una cabeza o un grupo reducido
de personas. Al reconocer esta cabeza o este grupo es po-
sible reconocer quien es el “autor” de la película.
Las películas en Bolivia, en general, tienen un modo de pro-
ducción bastante artesanal y es sencillo reconocer el autor
en dichos filmes. El director, en la mayoría de los casos, es
el que concibe la idea, escribe el guion (a veces acompa-
1 Crítico de cine. Contacto: sebastian.morales.escoffier@gmail.com.
“… es posible decir que Olvidados es una película pionera en el cine nacional, al llevar a tal magnitud la idea de una película industrial boliviana.”
80
ñado por alguien), busca los fondos necesarios, recluta su
equipo de colaboradores e influye de manera notable en
el montaje.
Muy diferente a este modo de producción es el que es usual
en las grandes películas industriales y, sobre todo, en las pro-
ducciones de Hollywood. Aquí, es el productor, que ya tiene
un capital para iniciar el proyecto, el que arma el equipo de
rodaje, empezando por el director y por el guionista. En mu-
chos casos, el productor incluso se inmiscuye en los aspectos
artísticos del filme. Son clásicos los casos de directores que
fueron despedidos en plena filmación por peleas creativas
con el productor (después de todo, éste tiene que cuidar su
inversión).
Olvidados, producida por Carla Ortiz, sigue esta lógica, en
la que la actriz boliviana ha armado un equipo internacional
e incluso ha comprado el guion de Mauricio d’Avis para lle-
varlo a la pantalla. Asumiendo que Ortiz es la que ha impul-
sado el proyecto, que es además la cara visible del filme, es
posible reconocer en ella la autoría, asumiendo además, por
el modo de producción empleado, que Ortiz ha debido te-
ner un peso fuerte en las decisiones artísticas de la película.
De ahí que el filme, más que un proyecto de vocación artís-
tica, es uno de índole comercial e industrial. En este sentido,
81
es posible decir que Olvidados es una película pionera en
el cine nacional, al llevar a tal magnitud la idea de una pe-
lícula industrial boliviana. Como tal, su vía de distribución no
puede ser otro que las grandes salas de cine. Esto implica
que la película debe ser concebida para un público de ma-
sas. Es decir, un espectador homogenizado, acostumbrado
a un cierto estándar de calidad técnica que busca un pro-
ducto de consumo rápido y no demasiado complejo.
La estética del hiperrealismo
Asumiendo estas intenciones, el director del filme, Carlos Bola-
do, y la flamante productora Ortiz deciden construir la pelí-
cula a partir de una estética hiperrealista. En Olvidados la
cámara aparece como omnipresente, para que el especta-
dor no se pierda nada, ni en el mínimo detalle de los elemen-
tos de las historias cruzadas. Para esto, se hace mucho uso
de planos detalles y de corta duración, que le dan al filme
un ritmo frenético y sin pausas.
La decisión de hacer uso de esta estética hiperrealista, com-
binada con los elementos narrativos, hace que la película
desemboque (queriendo o sin querer) en un filme que bien
podría entrar en el género gore. Bolado parece sentir una
especie de placer al mostrar los cuerpos electrocutados, las
heridas (también hiperrealistas) y los gritos de los prisioneros
82
revolucionarios de la dictadura. Así pues, el montaje del filme
va a privilegiar los momentos más escabrosos, saltando de un
vejamen a otro, puesto que el espectador debe mirar todo.
La violencia, en Bolado y Ortiz, se convierte en un perverso
espectáculo. La dictadura, en la visión de los creadores del
filme, es una potencial fuente de diversión masoquista.
Se plantea pues, desde el principio del proyecto, una con-
tradicción insalvable, un abismo entre los modos de produc-
ción y las “intenciones” de Ortiz. Evidentemente, la película,
no busca redimir o escarbar en la historia del país para
hacer aparecer algo medianamente nuevo. El negocio del
espectáculo de masas requiere la repetición eterna de lo
mismo. Como afirman Adorno y Horkheimer, en las industrias
culturales hay siempre la necesidad de efectos nuevos, pero
manteniendo esquemas viejos. Olvidados deslumbra con sus
saltos tecnológicos, que son altamente apreciados para el
público de masas, pero es incapaz (porque no quiere) de
remover el pensamiento sobre un tema polémico.
Si Olvidados ha levantado cierto grado de polémica entre
los críticos y los espectadores, no es necesariamente por el
contenido o la forma del filme, sino simplemente por un ade-
cuado diseño de marketing, que invita a ver una película
controvertida, pero que en el fondo se basa en esquemas
viejos y fácilmente entendibles por el público. Siguiendo a
83
Adorno y Horkheimer, Olvidados ofrece un placer mecaniza-
do, que no exige al espectador demasiados esfuerzos (salvo
el de aguantarse sendas escenas de tortura, filmadas, por
supuesto, con altos estándares de calidad técnica). Todo
debe ser discernible y predecible, y aun así se tiende hacia
el absurdo: los cortes abruptos, la velocidad del montaje,
terminan haciendo relaciones sin sentido, con tal de que la
narración logre los efectos de espectacularidad buscados.
Ingenuidad en la mirada
El filme se afianza en esta línea, demostrando en Ortiz una
enorme ingenuidad sobre lo que está tratando, pero al mis-
mo tiempo, una gran comprensión sobre la forma de cautivar
a un público de masas. Sin duda son memorables los diálo-
gos en donde el personaje encarnado por la propia Ortiz
justifica los vejámenes recibidos en contra de los revolucio-
narios, con un ridículo “se lo merecen”. O cuando en medio
de las torturas (que en este momento de la película, parecen
ser por puro placer, sin ninguna función narrativa y menos ci-
nematográfica) Ortiz afirma que es necesario ser tolerantes.
Así pues, la violencia termina siendo banalizada en cuanto
se eliminan los elementos que pueden llegar a ser “polémicos”,
haciendo de los detenidos meros cuerpos, simples objetos a
los que se les produce un efecto. Con esto, el espectador no
84
tiene cargo de conciencia y es libre de satisfacer sus deseos
de violencia. Al suprimir los aspectos controversiales del filme,
al espectador solo le queda para sí un gran silencio, no es
necesario juzgar las acciones de los personajes en términos
morales o políticos y puede lanzarse a disfrutar de la pelícu-
la sin miramiento de ningún tipo.
La supresión de los elementos polémicos del filme apare-
ce también en las elecciones del montaje. Además de los
planos cortos, la película utiliza una serie de flashback que
permiten conectar la historia gore de la dictadura con lo
que sucede con el hijo de uno de los coroneles que par-
ticipa en la tortura. Por extrañas razones (que la película
no logra explicar) el hijo es detenido en migración cuando
intenta volver a Bolivia. Ahí se enfrenta a un funcionario de
migración que masca coca (ojo con el guiño político ahí),
que increpa al hijo del coronel por lo que hizo su padre.
Si se entabla una relación entre el discurso naif de Ortiz
acerca de la tolerancia y el uso del montaje paralelo que
relaciona las dictaduras con esta escena, esta secuencia
tiene por lo menos algo de intrigante. ¿Es que Ortiz insinúa
que hay punto de comparación entre lo que ha pasado en
los años 70 y la actualidad? ¿Puede llegar a tanto su in-
genuidad? ¿O es que esto hace parte del ridículo discurso
de la tolerancia? ¿O es simplemente un descanso del ritmo
frenético y violento del film?
85
No es descabellado pensar que el uso de estas historias
paralelas no hacen parte de un discurso político, sino más
bien, de un intento de su supresión. Los cortos planos que
se van juntando en ritmo frenético terminan por marear al
espectador, al que le cuesta encontrar las relaciones reales
de lo que se muestra en pantalla. De ahí que la supuesta
complejidad de la historia busque suprimir cualquier tipo de
discurso (a excepción, por supuesto, del de Ortiz, ya que la
cámara tiene tiempo para eso).
Los capítulos filmados en el presente, por tanto, no parecen
buscar relaciones entre las dos épocas (aunque esta hipó-
tesis puede llegar a ser desmentida con un análisis más pro-
fundo del personaje que interpreta Jorge Ortiz, el funcionario
de migración). Sino más bien, hacer patente que las torturas
de las dictaduras son algo pasado, superado y que solo se
puede volver a ellas desde la perspectiva de la inocua fic-
ción. Otra vez, el filme opera un “lavado de conciencia” del
espectador para un mayor disfrute. Con esto, Ortiz fortalece
pero traiciona a la vez el título de la película.
Para finalizar con las puntualizaciones, habría que hacer no-
tar un elemento sumamente político del filme, pero que por su
“normalización” en nuestras sociedades aparece casi desa-
percibo. Hay que cuestionarse sobre el papel que juegan las
mujeres dentro de la película. En general, las protagonistas
86
de la historia tienen un carácter abnegado y, sobre todo, si-
guen ciegamente a sus esposos. Así, en la demonización que
hace Ortiz de los revolucionarios, las mujeres encarceladas
parecen salvarse. Ellas no son “culpables” de nada, más que
de seguir por amor los sueños descabellados de sus espo-
sos. En esta “solidaridad femenina”, Ortiz vuelve a mostrarse
ingenua: en la película parece que hay un desprecio hacia
la mujer, puesto que su función en la vida es ser el cuerpo de
la cabeza que piensa.
El filme hace patente una ingenuidad bochornosa desde sus
aspectos estéticos y políticos, aunque se demuestra magistral
en su lado industrial. Ortiz toca temas de importancia capi-
tal para nosotros como bolivianos, presentando estos temas
como un juego para la farándula. Para ella, el cine se reduce
a una buena iluminación sobre su rostro y una alfombra roja.
Lo demás parece no importar. Y no importaría si Ortiz, con sus
grandes dotes de productora, se dedicara a hacer come-
dias románticas o teleseries, y no filmes en donde no parece
darse cuenta en dónde se sitúa. Pero de esta ingenua visión
de nuestra historia no parece ser simplemente responsable
solamente Ortiz, sino todo el equipo con ciertas decisiones
creativas. Incluso, el Ministerio de Culturas que presta su logo
para un filme que en ningún sentido puede ser considerado
como de interés nacional. Lo mejor que se puede hacer es
simplemente olvidarnos de este mal trago.
87
Algunas otras cosas que ha hecho “sin querer” Carla Ortiz
Pamela Romano1
Olvidados, un film de Bolado-Ortiz, parecería no saber
mucho sobre cine de dictadura, no saber mucho ni si-
quiera sobre dictadura. Parecería ser un capricho, en sí bas-
tante vacuo, sin decisión clara sobre lo que va a trabajar;
lo único que se sabe –desde el discurso publicitario de la
película– es que es un film que quiere reivindicar la memoria,
traer fielmente del pasado ruinas reconstruidas de nada me-
nos que de la época de la implementación del Plan Cóndor
en Sudamérica. Sobre dictadura y en Bolivia lo primero que
recuerdo es que el general Hugo Banzer fue electo demo-
cráticamente en 1997, después de su gobierno de facto en
los 70; la película de alguna manera no hace sino hacerme
entender las razones. Olvidos ambos, podría decirse.
Siendo Olvidados una película que podría considerarse
histórica, no hay una posición descriptiva oficial ni críti-
ca respecto a la Historia, ni tampoco una posición (traba-
jo consistente de focalización) de la historia en términos
1 Montajista. Contacto: pamela.romano.a@gmail.com.
“Ortiz ha puesto bien en claro que para ella el cine no tiene nada que ver con la política, por tanto las lecturas o reflexiones de ese tipo son “malas lecturas”.
88
narrativos: si bien trata de ser un film sustentado por dos
puntos de vista (el de Lucía y el del Coronel) y de dos tem-
poralidades, las líneas narrativas construyen una colección
de imágenes o trozos recortados, bastante exagerados, sin
fuera de campo activo ni duración clara. Semejante manio-
bra del montaje no llega a construir ni un tiempo ni un espa-
cio cinematográfico, más bien una saturación y acumulación
dispersa de rostros, de pedazos de cuerpos, de tiempos
inventados, de ruidos y de sangre. La película, en ésa su
política violenta de mostrar, es completamente vertiginosa
y desemboca en algo bastante parecido a lo abyecto.
Como diría Santiago Espinoza, “el resultado final revela que
ni Bolado ni sus guionistas parecen haberse planteado el
ineludible dilema sobre cómo y por qué representar la vio-
lencia de las dictaduras en esta cinta”.2
La introducción al film definitivamente es honesta en este
sentido: el material de archivo, fotografías de dictadura, es
saturado por los efectos sonoros y visuales sobre él, lo mismo
que por el corte rápido. Ese material base, que muchos po-
drían considerar un documento, es tratado de una manera
sensacionalista, televisiva, ornamental y bastante estetizado-
ra, políticamente hablando. Yo intuyo que si en Bolivia habría
“un cine de dictadura”, o sea una constelación de películas
que haya explorado esa época de nuestra historia, Olvida-
2 Crítica publicada en este volumen.
89
dos vendría a ser algo así como una parodia políticamente
incorrecta, a la manera quizás de lo que hizo Tarantino al
“género de guerra” y respecto al genocidio de los judíos en
Inglourious Basterds (2009), pero ya desde el título del film
notamos la distancia respecto a la ingenuidad vacua de
Bolado-Ortiz.
De la película no se puede decir mucho más porque para
eso habría que hablar en términos estéticos y/o narrativos,
trabajo que rotundamente escasea en el film. Si bien hay
deseos de trabajar sobre todo el tiempo y los personajes,
se ven solo frustraciones estructurales. Sobre el tiempo hay
un exceso de falseamiento en el uso del flashbacks (algo así
escribió Ricardo Bajo, yo ni llamaría a esas intervenciones
flashbacks).3 Lo mismo sucede con la construcción de perso-
najes y los puntos de vista. Sabemos que un punto de vista
es una elección formal y es sumamente apremiante en este
tipo de películas, pero en Olvidados solo vemos elecciones
inconsecuentes; baste recordar la presentación y progresión
del personaje principal –obviamente Carla en el personaje
de “la embarazada”, que además de ser el lugar más este-
reotípico funcionalmente de la mujer, viene a ser un rótulo
simplificador sobre el actante.
Esta película que no se admite a sí misma como codirigida,
3 Crítica publicada en este volumen.
90
hace priorizar la imagen de Ortiz, la directora-producto-
ra-actriz del film, y la única persona que ha respondido
a las entrevistas de la prensa. Parecería ser una mirada
femenina la que guía el goce por la explicites y las imáge-
nes saturadas, su voz llevar diálogos rotundamente con-
servadores, que particularmente me desagradan. Más aún,
en el film se nota el lugar de enunciación como el de una
mujer calada hondamente por el sistema y el star system,
tanto que ha decidido cosificarse a sí misma en pro de
la imagen vacía, superficial y de consumo. Alguien me hizo
dar cuenta de esto en esa innovación-arbitrariedad de
“la última escena después de los créditos”: esa escena solo
existe para el goce del ojo consumidor (que es ella).4 Así,
la mirada femenina termina siendo tremendamente machista
y la película, además de ser reaccionaria, parecería ser la
acumulación de varias de las aristas más hegemónicas del
pensamiento occidental-capitalista.
Lo más capcioso es que esto no nace de una postura deci-
dida, una que quisiera conscientemente promulgar el pensa-
miento hegemónico sino, como lo recalca Sebastián Morales,
nace de una alta ingenuidad proveniente de Carla Ortiz. A
4 Podríamos aquí reflexionar sobre un narcisismo bien capitalista (burgués) que se expresa transparentemente en las imágenes: el héroe, la primera persona, la subjetivad, el psicologismo, el individualismo, el selfie.
91
su vez, Ortiz ha puesto en claro su decisión a la impostura y
a despolitizar la película, aunque Olvidados quiera tratar la
dictadura. Ortiz ha puesto bien en claro que para ella el cine
no tiene nada que ver con la política, por tanto las lecturas
o reflexiones de ese tipo son “malas lecturas”. Yo insisto y me
pregunto: ¿será esta película algo así como un síntoma de
las consecuencias peligrosas de la ingenuidad política, de
la desmemoria histórica y sobre todo de esa postura de “no
tomar una postura”? Hay algo muy peligroso aquí dado que
esa acción que podríamos llamar desinteresada, desinforma-
da y blanda no hace sino enfatizar el discurso hegemónico,
aunque “sin querer”. Ortiz parecería haber estado jugando
con uno de los dispositivos más potentes de construcción de
sentido, y también con uno de los más caros. Si es corrien-
te, por ejemplo en el cine de Hollywood, ese capricho en la
producción por derrochar capital humano y económico, no
entendemos por qué eso sucede aquí y con el capital de lxs
bolivianxs. Otra vez capciosamente, esta película pone en
evidencia el total desinterés, menosprecio y ninguneo que
nuestro estado plurinacional tiene respecto al cine nacional.
Aunque el estado, que ha financiado este espectáculo, con-
siderase el cine y esta película bajo la lógica de producir un
nuevo producto novedoso, ¿qué es lo novedoso aquí? A tra-
vés del modo de producción de esta película, el film quisiera
hacerse ver como parte de una industria cultural-comercial
92
(que es inexistente en nuestro país): de industria lo único que
tienees ese deseo de querer inculcar la guerra como el show
predilecto de entretenimiento, del gozar con el aniquilamien-
to de otro ser humano. Esto lo hemos visto una y mil veces,
ya hemos normalizado y naturalizado esas imágenes ante
nuestros ojos, “cada uno de nosotros ya se ha habituado
hipócritamente al horror” (Rivette). Pero también hemos visto
películas que han puesto en crisis esa mirada complaciente
hacia la espectacularidad y el totalitarismo. Esta estetiza-
ción que pasa por entretenimiento ya sabemos lo que dice
del mundo-imperio actual, también sobre esa “guerra real”
de la que vemos poco o nada, de la que hablamos poco
o nada, como para olvidarnos. Pero, ¿esta película qué dice
de “nosotros” dizque en proceso de cambio, en proceso de
descolonización y no sé qué más vocablos? Lo que sé es que
por ahí dicen que el cine boliviano está hace rato oliendo a
muerte, y parecería ser todavía peor, por lo menos en estas
lindes donde participa financieramente el Ministerio de Cul-
tura y el Fondo de Fomento a la Educación Cívico Patriótica.
93
OlvidadosClaudio Sánchez1
@ufoabduccion
N o es necesario que la película sea de dibujos anima-
dos para ver una caricatura, ya que esta exageración
y/o distorsión de la realidad puede ser un efecto más de la
construcción argumental. Y si bien en la parodia, por ejemplo,
lo caricaturesco puede ser parte fundamental de la denun-
cia, sucede lo contrario cuando la intención no fue hacer ni
parodia ni caricatura. Es decir, esta caricatura involuntaria
que resulta ser Olvidados se convierte en una ofensa a la
historia de los países que sufrieron las operaciones interna-
cionales del Plan Cóndor.
Quiero creer que no hay una intención de deslindar de cul-
pas a los coroneles y generales que en un movimiento de cá-
mara en las primeras escenas reconocemos como presidentes
de facto de los países que vivieron el terror. El coronel Banzer
(Bolivia), Videla (Argentina) y Pinochet (Chile) entre otros, son
rostros y voces, pero no son nombres. Sin embargo, tienen
1 Crítico de cine. Crítica publicada originalmente en www.cinemascine.net. Contacto: mardecine@gmail.com.
“Si fuera Olvidados una película de denuncia no habrían temido tanto por tomar partido con alguno de los bandos enfrentados.”
94
apellido y grado los otros militares que se reúnen para or-
ganizar las operaciones militares conjuntas en las diferentes
geografías del sub continente.
Si fuera Olvidados una película de denuncia no habrían te-
mido tanto por tomar partido con alguno de los bandos en-
frentados. Si la intención era retratar un episodio del pasado
no era necesario hacer esta ficción, un reportaje podía per-
filar cierta neutralidad –tal vez incluso a favor del crimen– de
la misma manera que sucede en este largometraje dirigido
por Carlos Bolado.
Esta historia de un militar retirado que fue parte (cómplice)
del Plan Cóndor en Bolivia, nos lleva a descubrir los años
de las dictaduras. Con una estructura sostenida por el flash
back continuo en el que recordamos junto a este general
retirado algunos episodios de la atrocidad de una época,
queda inquietantemente abierta la posibilidad de olvidar la
esencia criminal de los gobiernos dictatoriales, incluso res-
ponsabilizando a las propias víctimas de ser quienes provo-
caron aquello que sufren y esto ya no como un subtexto, sino
como un diálogo explícito que corona la absurda puesta en
escena del terror por el terror.
Olvidados es una innecesaria muestra de lo que puede ge-
nerar la total abstracción de la historia en favor de un fin
95
comercial. Este encubrimiento del horror con la banalización
de la violencia y la insoportable insistencia con la que los
métodos de la tortura son expuestos en secuencias comple-
tas que incluso hacen plano detalle sobre las víctimas es un
incuestionable homenaje al morbo de quienes no compren-
den qué fue lo que sucedió.
O es también Olvidados la historia de este joven boliviano
que vive en los Estados Unidos y que un día se ve obligado
a volver a su país para ver a su padre antes de que este
muera. Si fuera esta segunda opción la que guíe al espec-
tador estaríamos ante la mirada de alguien, quien tal vez
por la distancia con su país, desconoce toda la realidad.
Pero siendo así, ¿a quién representa Pablo (Bernardo Peña)?
La debilidad en la construcción del relato que beneficia la
presencia de la protagonista en desmedro de un elenco que
queda como un coro de secundarios ante la indiscutible
presencia impuesta de esta señorita, falsa víctima de un error,
hace que la película tambaleé continuamente entre la re-
flexión de Lucía (Carla Ortíz) y el prolijo / constante enfoque
de la sangre y la representación de los dolores de la tortura.
La película dirigida por el mexicano Carlos Bolado es un
intento mayúsculo por descontextualizar una historia que ha
herido no solo a un país sino a una región continental, esta
falsa intención de recuperar la memoria no hace más que
96
encubrir a los genocidas y asesinos; y con ellos a quienes
supieron desmantelar las estructuras económicas, sociales y
políticas de los países que se vieron agredidos por el terror
extranjero operado por súbditos locales.
97
Olvidados: la memoria de la represión
Mitsuko Shimose1
S egún diccionarios enciclopédicos especializados,
la dictadura es una forma de gobierno en la cual el po-
der se concentra en torno a la figura de un solo individuo
(dictador) o élite, generalmente a través de la consolidación
de un gobierno de facto, que se caracteriza por una au-
sencia de división de poderes, una propensión a ejercitar
arbitrariamente el mando en beneficio de la minoría que la
apoya, la independencia del gobierno respecto a la presen-
cia o no de consentimiento por parte de cualquiera de los
gobernados, y la imposibilidad de que a través de un pro-
cedimiento institucionalizado la oposición llegue al poder.
Desde este marco, las primeras imágenes de la película Ol-
vidados son de archivo y muestran la toma de posesión de
dictadores sudamericanos a la presidencia vía golpes de
Estado: Videla en Argentina, Pinochet en Chile, Stroessner en
Paraguay, Bordaberry en Uruguay y Banzer en Bolivia. Dirigi-
1 Crítica de cine. Una versión más breve de esta crítica fue publicada en la sección dominical de www.cinemascine.net en el periódico La Razón. Contacto: mitsuko_shimose@hotmail.com.
“Esta visión apolítica de Lucía causa –en medio de flashbacks producidos por la fragmentariedad de una memoria violentada– indignación al espectador que experimentó la represión de esta época.”
98
da por el mexicano Carlos Bolado y producida, coguioniza-
da y protagonizada por la boliviana Carla Ortiz, este filme
es una clara reconstrucción de una memoria de la represión.
Esta memoria de la represión –o del período dictatorial y
posdictatorial– está construida por el secreto y la mentira. En
el libro compilado por Nelly Richards, Políticas y estéticas de
la memoria, Gloria Elgueta señala en su artículo “Secreto, ver-
dad y memoria” que “el secreto y la mentira son por definición
intencionales, el olvido en cambio, difícilmente puede ser un
acto intencional y voluntario”. Explica además que la mentira
es intencional porque conlleva “el deseo explícito de enga-
ñar”, en tanto queel secreto es también deliberado porque
implica “una voluntad decidida a sostenerlo”.2
De este modo, tanto el secreto como la mentira, siendo in-
tencionales constructores de la memoria de la represión, son
la base fundamental con la que se concibió la perspectiva
desde la que se iba a contar la película Olvidados. Así, el
film pone el foco en los recuerdos del atormentado Coronel
José Mendieta –encarnado por el mexicano Damián Alcá-
zar–, un anciano retirado de las Fuerzas Armadas, que fue
parte del Plan Cóndor en la aterradora década del 70.
2 En Nelly Richard (comp.). Políticas y estéticas de la memoria. Santiago: Editorial Cuarto Propio. p. 35.
99
Haciendo un poco de referencia histórica, el Plan Cóndor es
el nombre con que se conoce el plan de coordinación de
operaciones entre las cúpulas de los regímenes dictatoria-
les del Cono Sur de América –Chile, Argentina, Brasil, Para-
guay, Uruguay y Bolivia– con la CIA de los Estados Unidos, lle-
vada a cabo en las décadas de 1970 y 1980.
Esta coordinación se tradujo en el seguimiento, vigilan-
cia, detención, interrogatorios con tortura, traslados entre
países ydesaparición o muerte de personas consideradas
por dichos regímenes como subversivas del orden instaurado
o contrarias al pensamiento político o ideológico opuesto, o
no compatible con las dictaduras militares de la región.
De esta manera, desde el foco del Plan Cóndor y del coro-
nel boliviano que lo integraba, el pensar diferente queda
censurado. La lógica patriarcal, por tanto, prima en el film,
no por nada una misma frase es dicha primero por la esposa
del coronel y luego por Marco (representado por el portu-
gués Carloto Cotta), un periodista francés corresponsal de
Le Monde: “Para que una mujer esté con el hombre de sus
sueños, primero debe ayudarlo a realizar los suyos”, palabras
cuyos receptores son las parejas de quienes las emiten: el
coronel Mendieta y Lucía, el personaje de Carla Ortiz, res-
pectivamente.
100
Este punto de vista da, sin lugar a dudas, una estética par-
ticular al film, de la cual surge, inevitablemente, una ética
que se revela a través de Lucía. Ella, pues, está en contra
de cualquier ideal que conduzca al radicalismo, dando a
entender incluso, que ella es víctima gracias a los amigos
subversivos de su esposo Marco.
Esta visión apolítica de Lucía causa –en medio de flash-
backs producidos por la fragmentariedad de una memoria
violentada– indignación al espectador que experimentó la
represión de esta época; mientras que al mismo tiempo, sien-
te mucha angustia por las desapariciones (las de film, que
proyectan las suyas propias) y una gran impotencia ante los
primeros planos de las imágenes sangrientas de las torturas
provocadas por la injusticia del poder.
En Memoria y espanto o el recuerdo de la infancia, Néstor
Braunstein resalta que “recordar es re-presentar. Es atrapar
una ausencia y volver a hacerla presente al contarla o con-
tárnosla a nosotros mismos en nuestro ‘fuero interno’”.3 Olvi-
dados, por lo tanto, trae a la memoria de las víctimas y de
sus familiares las heridas que se pensaban cicatrizadas, pero
que con las imágenes de las desapariciones y especialmente
de las torturas vuelven a sangrar.
3 Memoria y espanto o el recuerdo de la infancia. México D. F.: Siglo XXI. p. 18.
101
Estas cicatrices hechas recuerdos son rascadas de una me-
moria que reconstruye hechos represivos, ya sea a través de
huidas intempestivas de las víctimas del autoritarismo, o bajo
las luces tenues del horror que retrotraen las torturas en só-
tanos húmedos y oscuros.
Finalmente, Olvidados alude a uno de los hijos de la revo-
lución criado por el autoritarismo, además de principal he-
redero portador de la desmemoria colectiva, la misma que
después de dos décadas, eligió voluntariamente como rey
a su antiguo tirano. Dado el caso, entonces, la idea del pe-
riodista extranjero, esa que reza que “hay que dejar algo a
las futuras generaciones para que la historia no se repita”,
tampoco funcionaría.
No obstante, esta amnesia social parecería tener una justi-
ficación desde William Rowe en “Memoria, continuidad, mul-
titemporalidad”: para él, la desmemoria está ligada con el
trauma. La desmemoria organizada estaría dada por la in-
terrupción de los procesos de la memoria y su posterior re-
emplazo por un nuevo régimen de la memoria social. En ese
sentido, la razón de ser de la instauración de nuevos regíme-
nes de la memoria estaría dada, entonces, por la violencia
vivida durante la época de las dictaduras militares.4
4 En Cuadernos de Literatura Nº 37. La Paz: Universidad Mayor de San Andrés. p. 19.
102
Esto nos lleva a pensar en que “si toda evocación implica una
convocación”,5 como lo diría Ana Rebeca Prada, y tomando
en cuenta que el recuerdo no es una función individual, sino
más bien, una construcción colectiva, ¿hacia dónde nos está
convocando precisamente esta película? ¿O es que acaso
la evocación que se hace de tiempos tan duros resulta so-
lamente fortuita? En fin, solo nos queda pedirle a Dios que lo
injusto no nos sea indiferente, como dice la canción con la
que termina el film.
5 “Notas en torno a muerte y política en la narrativa de Jesús Urzagasti”. En Josefa Salmón (edit.). Construcción y poética del imaginario boliviano. La Paz: Plural. p. 49.
103
Imágenes evanescentes Sergio Zapata1
C on el apoyo del Ministerio de Culturas, a través del
Fondo de Fomento a la Educación Cívico-Patriótica
Eduardo Avaroa, Olvidados sitúa su relato en la nebulosa
época represiva en el Cono Sur durante los años setenta,
teniendo como telón de fondo al Plan Cóndor –incluso se
llega a promocionar la película de esa manera–, en el que la
represión estatal y complicidad entre los gobiernos militares
de Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay están coor-
dinadas en la más tenebrosa confabulación entre estados.
En este contexto pretende situarse Olvidados, desatendien-
do un elemento constitutivo al fenómeno, lo que hace al film
permeable al abandono como producto de entretenimiento,
simplemente cual mercancía inofensiva, pues la situación a
representar, para sorpresa de los productores, no es materia
de olvido. Esto genera una primera tensión, por la pretensión
inofensiva de cualquier mercancía y la demanda, acusada
de trasnochada, de verosímil.
1 Crítico de cine. Contacto: srgzapata@gmail.com.
“… la pretensión pedagógica que envuelve el prólogo de Olvidados contribuye al vaciamiento simbólico del fenómeno, arrastrándolo inmisericordemente a la banalidad de la memoria.”
104
En este entendido, la pretensión pedagógica que envuelve
el prólogo de Olvidados contribuye al vaciamiento simbóli-
co del fenómeno, arrastrándolo inmisericordemente a la ba-
nalidad de la memoria.
El melodrama entre Lucia y Marco –deudor del lenguaje te-
levisivo de finales del siglo XX– ofrece a los personajes como
víctimas azarosas de las circunstancias externas, como pri-
vilegiados sujetos contemplativos de una guerra entre ban-
dos irreconciliables, donde no se establecen las condiciones
materiales de la lucha. Por un lado, están las fuerzas repre-
sivas de los estados del sur, con todos los aparatos a su
disposición; frente a estas fuerzas, jóvenes cargados, en la
mayoría de los casos, de propaganda e ideas. En este sen-
tido, el melodrama no es funcional, pues si entablamos algún
tipo de contrato con la propuesta del director debiéramos
considerar la guerra sin cuartel como un estado permanente
y Olvidados debiera homenajear a los caídos y desapare-
cidos por sus ideales y no caricaturizarlos como aventureros,
más aún con la posición moralista del fenómeno a partir del
nombre de la película. Al parecer, la producción del film con-
sidera que el Plan Cóndor es materia de olvido y la labor
del cine es recordar los fenómenos (hipótesis que ahonda
junto al melodrama televisivo el extravío de la película, como
mercancía y como objeto didáctico).
105
Sin embargo, el melodrama es uno de los mundos que construye
Bolado, donde los tonos ocres ocupan el espacio, que se pre-
senta algo evanescente, dislocado de su tiempo, solo adecua-
do a una geografía mediante textos situacionales e informati-
vos. Otro mundo posible, aislado del anterior, es la construcción,
mediante apropiación del genero gore, de los campos de la
muerte, para, de manera inconexa, intentar dialogar con otro
mundo tan desafortunado como los anteriores: el burocrático
de nuestra actualidad, donde el hijo del general Medina re-
torna a Bolivia y se ve estancado por el servicio migratorio de
Bolivia, en una suerte de situación o sketch televisivo.
Espejos
Como una promesa al inicio del film, el código se ofrece en la
mirada especular del militar Mendieta, cuando se contempla
en el espejo, entre su solitaria vida en retiro y los recuerdos;
y Lucia es el espejo, flagelada, tendida sobre el suelo en los
campos de represión. Similar tratamiento se desprende de un
anciano que exige no olvidar a las víctimas del Plan Cóndor,
momento que disparará toda la trama. Un presunto olvidado
le permite recordar al asesino la forma en que torturó y, pos-
teriormente, salvó a una jovencita.
La construcción de los personajes siguiendo esquemas opo-
sitivos responde a la deuda televisiva de la película, pues es
106
necesario construir objetos planos que emitan algún diálogo.
Los militares resultan los más afortunados, porque, a diferen-
cia de los revoltosos de la época, sí tienen aristas y bemoles,
y despliegan todos sus atributos. Mientras tanto, los muertos
son cuerpos que ocupan el paisaje: son, como el título lo re-
frenda, olvidados, y tienen funciones concretas en la película,
que permiten crear las atmosferas de acción protagonizadas
por Lucia, a quien acompañan en sus moralistas reflexiones.
La estrategia binaria del director –régimen opositivo– hun-
de irremediablemente la película en la moralina unilateral de
todo relato redentor. Sin embargo, la sorpresa es que los de-
rrotados de la historia no son redimidos por ninguna arista,
como suele ocurrir en este subgénero, sino que se libera a los
torturadores y asesinos de toda culpa.
El espejo de olvidados no solo se presenta desdibujado, sino
que está manchado con sangre de la impunidad. Mediante
la oposición de situaciones y personajes, se embarca irrefre-
nablemente en un discurso moral redentor de un bando, en
ese combate desproporcional a favor de los vencedores.
Pensar el cine como lugar de encuentro, espacio donde las
miradas se funden en su presente, pasado e incluso futuro, es
un rastro propio del cinematógrafo. En el caso de Olvidados,
si admitimos que la película busca posicionar el olvido como
107
elemento de entretención y/o reflexión, está obviando al otro,
al que mira, a nosotros como espectadores, pues el espejo
de esta cinta se presenta como un espejo roto, manchado e
incluso desprolijo.
Olvido
Las claves del gore edulcorado, para adolescentes, emergen
desde el inicio: sonidos estridentes que habitan el fuera de
campo, habitaciones manchadas de sangre, colores de tono
ocre, claro oscuros, primeros planos sobre cuerpos fragmen-
tados y la constante mirada sobre la carne lacerada com-
ponen, con la saturación de rojos (sangre), el manual de uso
para el cine adolescente actual, en clave de terror soft. Sin
embargo, el olvido recayó, para salir del genero, en la misma
construcción del objeto de deseo, convirtiéndolo en objeto
doloroso, en cuerpo flagelado desprovisto de toda digni-
dad en detrimento de la carne y sangre, padeciendo golpe
a golpe el olvido que infringe Olvidados, contribuyendo en
este caso ya no solo a la banalización de la memoria, sino a
la banalización del dolor.
Asimismo el gore, propio de los campos de muerte, contrasta
con el melodrama televisivo de Lucia y sus recuerdos román-
ticos, contribuyendo al vaciamiento simbólico del que ado-
lece la cinta.
108
Otra forma del olvido se nos ofrece al inicio del metraje. Tras
la apertura frenética entre imágenes de archivo y una suer-
te de recreación –televisiva– de la Escuela de las Américas,
junto con la firma, transparente, de la puesta en marcha del
Plan Cóndor, es que el general Medina empieza a recordar y
escribir sus memorias. Este gesto de desagravio con la histo-
ria es solo posible por la confrontación del militar Mendieta
consigo mismo, a través del encuentro con el espejo: en esta
mirada especular los dos universos formales que trabaja el
director –el melodrama televisivo y el gore– se hacen eviden-
tes. Ambos casos fallidos hacen de Olvidados un pastiche
cuyos signos son la transgresión de formas, la redención de
los asesinos y la negación de las víctimas.
Pero el olvido (y la acción de recordar), así como los espejos
de Medina son, además de guiños que permiten la bifurca-
ción entre los dos universos formales, un símbolo sugerente
sobre la identidad, pues solo en los ojos del otro nos encon-
tramos. Como sentencia, está la secuencia final, cuando el
hijo raptado se encuentra con la madre: en la otredad nos
vemos y nos encontramos, pero esto no sucede en la pelícu-
la, que se constituye en una mirada que reclama no olvidar
pero es un agravio a la memoria, un agravio a quien la mira,
pues no encontramos un objeto concreto que permita reco-
nocernos, sino desdibujarnos, negarnos y ofendernos.
109
Para evitar el olvido es menester nombrar la infamia. Esto es
algo que la cinematografía toma como fundamento ético,
pero en formas visibles. Sin embargo, la producción de Olvi-
dados parece desconocer este fundamento, como también
desconoce el marco del Plan Cóndor, cómo actuaron los
asesinos y qué ocurrió con las víctimas.
110
Olvidados en la prensa boliviana y extranjeraCarla Ortiz impulsa un film boliviano que trata sobre el Plan Cóndorhttp://www.lapaz.bo/index.php?option=com_content&view=article&id=7971:carla-ortiz-impulsa-un-film-boliviano-que-trata-sobre-el-plan-condor&catid=143&Itemid=538
Boliviana Ortiz será la productora de filme sobre dictaduras en Latinoamérica
http://lapatriaenlinea.com/?nota=120703
Mexicano Carlos Bolado dirigirá película en Bolivia sobre Plan Cóndorhttp://www.lanacion.com.py/articulo/93548-mexicano-carlos-bolado-dirigira-pelicula-en-bolivia-sobre-plan-condor-.html
Bolado retratará las dictaduras en América Latina
http://www.eluniversal.com.mx/notas/874735.html
Carla Ortiz presenta Olvidados, un filme sobre el Plan Cóndor http://www.paginasiete.bo/cultura/2014/5/21/carla-ortiz-presenta-olvidados-filme-sobre-plan-condor-22019.html
En pleno rodaje el film Olvidadoshttp://www.frombolivia.com/index.php?option=com_content&view=article&id=208:en-pleno-rodaje-el-film-los-olvidados&catid=1:latest-news&Itemid=50
Olvidados, la película que busca potenciar el cine bolivianohttp://lifestyle.americaeconomia.com/articulos/olvidados-la-pelicula-que-busca-potenciar-el-cine-boliviano
111
Olvidados, la película boliviana sobre el Plan Cóndor se estrenará en juliohttp://www.la-razon.com/la_revista/Olvidados-boliviana-Plan-Condor-estrenara_0_2055394535.html
Olvidados, de Carlos Bolado, tendrá preestrenos a final de meshttp://www.abcguionistas.com/noticias/guion/olvidados-de-carlos-bolado-tendra-preestrenos-a-final-de-mes.html
La actriz boliviana Carla Ortiz presentó el tráiler del largometraje Olvidados, película que refleja la dictadura
http://www.infodiez.com/tag/carlos-bolado/
Carla Ortiz: “Quiero hacer cine comercial”http://www.la-razon.com/la_revista/Actriz-Carla_Ortiz-quiero-hacer-comercial_0_2094390583.html
Se estrena Olvidados, una historia boliviana del Plan Cóndor dirigida por Carlos Bolado http://www.latamcinema.com/noticia.php?id=6273
Hoy en cines: Olvidados, la megapelícula nacional http://www.eldeber.com.bo/Escenas/hoy-en-cines-olvidados-la-megapelcula-nacional/140730213544
Olvidados es la película de Boliviahttp://www.eldiario.net/noticias/2014/2014_08/nt140817/laguia.php?n=22&-olvidados-es-la-pelicula-de-bolivia
Olvidados, la más ambiciosa producción del cine boliviano http://www.lostiempos.com/diario/actualidad/tragaluz/20140730/%E2%80%9Colvidados%E2%80%9D-la-mas-ambiciosa-produccion-del-cine_268375_588656.html
Llega Olvidados, la gran apuesta del cine nacional http://www.laprensa.com.bo/diario/entretendencias/cultura/20140729/llega-olvidados-la-gran-apuesta-del-cine-nacional_59364_97987.html
112
Carla Ortiz estrena Olvidados en tres ciudades de Boliviahttp://www.conacinebolivia.com.bo/index.php/publishing/174-carla-ortiz-estrena-olvidados-en-tres-ciudades-de-bolivia
Carla Ortiz presenta Olvidados, un filme sobre el Plan Cóndorhttp://www.paginasiete.bo/cultura/2014/5/21/carla-ortiz-presenta-olvidados-filme-sobre-plan-condor-22019.html
Presentaron Olvidados, una película boliviana sobre la Operación Cóndorhttp://memoria.telam.com.ar/noticia/-olvidados--un-film-sobre-la--operacion-condor-_n4388
Olvidados, una película latinoamericana hecha en Bolivia como instrumento para recuperar la historiahttp://www.noticiasfides.com/g/sociedad/olvidados-una-pelicula-latinoamericana-hecha-en-bolivia-como-instrumento-para-recuperar-la-historia--26523/
Carla Ortiz estrena Olvidados en La Paz para que sea una película inolvidablehttp://www.oxigeno.bo/node/2736
Olvidados es la película de Bolivia http://www.fmbolivia.com.bo/noticia148286-olvidados-es-la-pelicula-de-bolivia.html
Se estrena Olvidados. La cinta revive lo que fue el Plan Cóndorhttp://www.elpotosi.net/2014/07/28/19.php
Recuperan memoria de víctimas de torturahttp://www.reforma.com/aplicacioneslibre/preacceso/articulo/default.aspx?id=286636&v=2&urlredirect=http://www.reforma.com/aplicaciones/articulo/default.aspx?Id=286636&v=2
113
Olvidados, el filme del país sobre el Plan Cóndorhttp://www.paginasiete.bo/cultura/2014/7/29/olvidados-filme-pais-sobre-plan-condor-27924.html
Olvidados una película para recordarhttp://cineypunto.blogspot.com/2014/07/olvidados-una-pelicula-para-recordar.html
Olvidados, el filme sobre Plan Cóndor que quiere enamorar a los bolivianoshttp://www.laprensa.com.ni/2014/07/28/cultura/205198-olvidados-filme-plan-condor
El cineasta debe ser crítico con la sociedad: Boladohttp://www.elfinanciero.com.mx/after-office/el-cineasta-debe-ser-critico-con-la-sociedad-carlos-bolado.html
El director de Olvidados revela por qué Bolivia es un diamante por pulirhttp://elsol.com.bo/index.php?c=&articulo=El-director-de--Olvidados--revela-por-que-Bolivia-es-un-diamante-por-pulir&cat=400&pla=3&id_articulo=91768
Olvidados reabre heridas de la Operación Cóndor
http://www.sexenio.com.mx/articulo.php?id=50331
Carla Ortiz en Cala, de CNN
https://www.youtube.com/watch?v=r5LNSZ3duTM
Estreno de Olvidados – Megacenter Cine Centerhttp://lapaz.metro-blog.com/estreno-de-olvidados-megacenter-cine-center/
Impresiones de la premier de Olvidados – Película bolivianahttp://lapaz.metro-blog.com/impresiones-de-la-premier-de-olvidados-pelicula-boliviana/
114
Brillo y glamour en los Olvidados
http://www.eldia.com.bo/index.php?cat=356&pla=3&id_articulo=151266
Olvidados en Cine Center
http://www.hoybolivia.com/Especial.php?IdEspecial=14172
Olvidados, de Carlos Bolado, aspira a presentarse en Venecia y Toronto http://www.noticine.com/iberoamerica/36-iberoamerica/20944-qolvidadosq-de-carlos-bolado-aspira-a-presentarse-en-venecia-y-toronto.html
Claudia Lizaldi festeja cumpleaños 36, tras estreno de Olvidadoshttp://www.unomasuno.com.mx/claudia-lizaldi-festeja-cumpleanos-36-tras-estreno-de-los-olvidados/
Cinta Olvidados se estrenará en Festival de Toronto: Lizaldi. Con Matilde Obregón
http://www.radioformula.com.mx/notas.asp?Idn=338575
Ortiz: Olvidados es para los jóveneshttp://www.la-razon.com/la_revista/Actriz-Ortiz-Olvidados-jovenes_0_2103989595.html
Olvidados se estrena en El Alto y se debate hoyhttp://www.la-razon.com/la_revista/Cinta-Olvidados-estrena-El_Alto-debate-hoy_0_2109389150.html
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Críticas y otras notas publicadas en medios
impresos y digitales
“Olvidados”, de Pedro Susz K. http://www.la-razon.com/suplementos/tendencias/Olvidados_0_2099190185.html
“Olvidados”, de Ernesto Joaniquina Hidalgo
http://www.liberacion.se/secciones/cultura/589-olvidados.html
“Respecto a Olvidados”, de Agustín Echalarhttp://www.paginasiete.bo/ideas/2014/8/17/respecto-olvidados-29527.html
“Intento válido para rescatar la memoria”, de Carlos Soria Galvarrohttp://www.la-razon.com/suplementos/animal_politico/Intento-valido-rescatar-memoria_0_2108189242.html
“Olvidados: de cuando tienes todo, menos un buen guión”, de Sergio Marcio Palacios
http://www.aldeacultural.com/blog/2014/08/07/peliculaolvidados/
“Crítica a las críticas de Olvidados”, de Luis Bredowhttp://www.laveridica.com/luis-bredow-critica-a-las-criticas-de-olvidados/
“Mauricio D’Avis, el origen de Olvidados”, de Mabel Francohttp://cartaaunfenix.blogspot.com/2014/07/mauricio-davis-el-origen-de-olvidados.html
“Olvidados”, de Julio Aliagahttp://julioaliaga.net/?p=2285
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Mauricio D’Avis: “El cine puede devolver la memoria”http://www.la-razon.com/suplementos/escape/Mauricio-DAvis-puede-devolver-memoria_0_1826217442.html
“Los Olvidados y una crítica cochambina”, de Gastón Cornejohttp://solopoemasbolivianos.blogspot.com/2014/08/blande-gaston-cornejo-argumentos.html
“Olvidados, una película para recordar”, de Mónica Oblitashttp://www.lostiempos.com/oh/entrevista/entrevista/20140712/olvidados-una-pelicula-para-recordar_266375_583948.html
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