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La mímesis del tecnolecto
científico-tecnológico en el texto
de animación
“Digimon”
Introducción:
La animación tiene una historia relativamente dilatada, si consideramos algunos
inventos, también considerados padres de la cinematografía, como el kinetoscopio o la
“lámpara mágica”- juguete que ofrecía la ilusión de movimiento exponiendo a través de
la luz una serie de imágenes a gran velocidad que reproducían una escena simple-, sobre
la que ya escribiera Diderot un ensayo a finales del siglo XVIII. No obstante, es a
finales del XIX cuando se considera que nace el dibujo animado. El texto de animación
tratado pertenece a la animación japonesa, una de las más pujantes tanto hoy como ayer,
aunque no fuera la primera.
Nació la animación japonesa en 1916 de la mano de Noburo Ofuji, aunque se
considera a Masaoka, autor del primer corto sonoro animado japonés, el padre de la
animación japonesa. Fue un discípulo suyo, Mitsuyo Seo, quien realizó el primer
largometraje. Otro discípulo de Masaoka, Yabushita, el primero en color en 1958 de
manos de la que era la mayor productora de animación de Asia, “Toei animation”,
productora de esta misma serie. Fue Masaoka el que convirtió la actividad de la
animación en una pujante industria. La revolución de la animación japonesa, no
obstante, llegó en 1963 de la mano de Osamu Tezuka, cuando fundó su propia
compañía de animación para producir las versiones animadas para la televisión de su
manga Tetsuwan Atom (Astroboy).
El texto que pretendo tratar es un texto de ficción, una serie de animación
japonesa, lo que implica varios medios y códigos. La revolución tecnológica registrada
en el pasado siglo ha supuesto un cambio radical que ha afectado sustancialmente el
tratamiento del corpus de ficción heredado, lo que ha supuesto una auténtica revolución
cultural. La ficción, antes de la revolución tecnológica, tenía un cauce lingüístico que
podía manifestarse oralmente (relato tradicional) o por escrito (literatura) o icónico
(bellas artes). La transmisión de relatos, escenas y conceptos se hacía por estos cauces,
habiendo colaboración y trasvase de contenidos y técnicas entre estos códigos. La
revolución industrial y tecnológica desde la aparición de la imprenta hasta el actual
Internet no ha dejado intacto el edificio de lo que se ha conocido hasta ahora por arte o
literatura.
Las modernas humanidades, nacidas con la vocación de estudiar aquello que no
era sagrado (se oponía lo humano a lo divino), han devenido hoy en una teología de la
cultura, puesta en pie contra todo nuevo código de expresión estética. El tipo de texto
que voy a tratar implica reconocer la existencia como elemento fundamental de nuestra
cultura, en paridad con la escritura, de los textos creados por lo nuevos medios de
código múltiple: cinematografía, televisión, Internet… Los textos nacidos de los nuevos
códigos han recibido la acogida de intelectuales y escuelas contraculturales
(posmodernos, post-estructuralistas, deconstructivistas), en oposición a los “teólogos de
las humanidades”, conservadores, posrománticos y con una fe férrea en la inmanencia
estética del texto artístico y en los códigos tradicionales. Bloom, en su “Canon
occidental”, si bien con una argumentación penosa, carente de rigor y llena de prejuicios
nunca reconocidos (lo que no atiende el precepto de Gadamer expuesto en “Verdad y
método” para realizar una eficaz hermenéutica), desvela algo cierto: la falta de rigor y el
sesgo ideológico de los estudios culturales, hogar de acogida de todos estos textos. El
estudio de textos pertenecientes a minorías culturales o a textos marginales pretende, en
última instancia, no tanto conocer esos textos como redimir a sus realizadores, lo que,
paradójicamente, sería una reafirmación de los principios de la humanística
conservadora: el texto de ficción artístico es sagrado cuando entra en el canon porque
posee unas cualidades inmanentes ligadas a la voluntad poética de ese autor y de sus
excepcionales capacidades (el genio) que recogen el espíritu de su tiempo y lo
trascienden, convirtiéndolo en un mensaje de valor universal, por encima de cualquier
época, tradición o lugar. El texto artístico sagrado vincula pasado y presente y es
modelo de expresión ad aeternum. Los que, verbigratia, comentan estos textos para
introducirlos en el canon de Occidente, no buscan tanto entenderlos como realizar un
comentario hagiográfico cuya finalidad rebasa lo estrictamente científico.
A partir de varios capítulos de la serie de televisión Digimon, emitida
actualmente en Telecinco, realizaré un análisis sobre los elementos tecnolectales
presentes en el discurso multimedia de este texto, incidiendo mayoritaria y
especialmente en la parte lingüística.
El objeto de mi análisis será poner al descubierto el influjo de la ciencia, como
fenómeno cultural, en nuestra sociedad, a través de las manifestaciones discursivas que
se registran de ésta. Por ello hablo de mímesis, es decir, de imitación de un tecnolecto,
el ciéntífico-tecnológico, no de la creación o uso de un auténtico tecnolecto. Sabemos
desde Aristóteles que la literatura imita la realidad para crear sus ficciones. Si el
concepto realidad lo desmomificamos y lo hacemos abarcador de todos los fenómenos
conocidos, y no sólo de la realidad natural, podremos decir que la ficción es también un
texto que imita realidades discursivas. Bajtin llamó a este proceso intertextualidad.
Dentro de la teoría marxista, él lo circunscribió al habla de las distintas clases sociales y
se refirió a la novela como texto “polifónico” por introducir en ella registros de toda
índole social. Si multiplicamos por tres el eje de las variantes lingüísticas obtendremos
un eje social (sociolecto), un eje diatópico (dialecto) y un eje diafásico (fasolecto). La
combinación de estos tres ejes da como resultado todas las variantes funcionales de una
lengua, entre ellas, los distintos tecnolectos. Esta noción de intertextualidad, revisada y
ampliada por muchos lingüistas, es definida por Dressler y Beaugrande, en su
Introducción a la lingüística del texto, como “la relación de dependencia que se
establece entre los procesos de producción de un texto determinado y el conocimiento
que tengan los participantes de la interacción comunicativa de otros textos anteriores
relacionados con él”. El tecnolecto de la biología, la física y la informática se
manifiesta a lo largo de todo el texto, como mostraremos más adelante. Asimismo,
dentro de la ficción, los elementos científicos cumplen una función que se desvela con
el análisis funcional del relato, siguiendo el útil esquema de Greimas. La diversidad
lectal en un texto multimedia ha sido ya tratada en el artículo”Análisis sociolingüístico
de South Park”, Ruiz Guerrero, Mª del Carmen, Revista Tonos, Universidad de Murcia,
Murcia, 2001.
Los textos de la animación japonesa, independiente de su valor estético, algo que
no me compete enjuiciar ahora, son de una inmensa riqueza semiótica. No sólo por su
tipología textual, como architexto multimedia, integrador de varios códigos, también
por la densa intertextualidad puesta en juego por los productores y los decodificadores
del texto. En términos de Jackobson, podría esquematizarse como sigue:
Este esquema ha sido recogido de un estudio sobre la serie de animación
Pokemon realizado por un equipo multidisciplinar de pediatras y expertos en
comunicación de la Universidad de La Matanza y el Hospital Italiano de Buenos Aires.
En él se muestran sucintamente la profunda complejidad del texto. Los emisores son
japoneses, es decir, tienen un código lingüístico propio que usan para realizar este texto.
No obstante, conscientes de que su texto va a dirigirse a un público mayoritariamente
no japonés, la lengua que interviene en su producción suele ser, junto al japonés, el
inglés. Así, hay personajes con nombre nipón (Thai), junto a personajes con nombre
inglés (Matt, Joe). Asimismo, el nombre de la serie es un acrónimo de la expresión
inglesa digital monster. Sobre la recursividad de esta dos partes del acrónimo (que
funcionan, respectivamente, como prefijo y sufijo) hablaremos más tarde. A veces, se
dan soluciones mixtas, como la de nombrar a un personaje de nombre japonés (Takeru
Takaishi) por las iniciales de su nombre (T.K.), costumbre de los países anglosajones
para producir nombres hipocorísticos. No obstante, la versión exclusivamente japonesa
tiene nombres genuinamente nipones. Es decir, ante estas dos grandes realidades
culturales, Japón y Occidente, los emisores se enfrentan a la multiplicidad de culturas
usando como lingua franca el inglés, que es también la lengua de la que toman todas las
otras lenguas mucho de su vocabulario técnico-científico, sobre todo en el campo de la
informática, fundamental en esta serie. Esta sólo es la punta del iceberg de esta colisión
cultural. Tras cada lengua existen una estructura cultural y textual muy compleja de
tradiciones, valores, presuposiciones… Todo lo que el emisor (de Japón) y el receptor
(de cualquier otro lugar del mundo) no comparten puede ser fuente de confusión o de
interpretaciones alejadas de la voluntad comunicativa del emisor. A este fenómeno,
propio de la comunicación literaria, Pozuelo la llamó “el circuito roto de la
comunicación ficcional”. Dentro de los códigos compartidos por emisor y receptor (el
científico, por ejemplo) se halla también una inmensa riqueza. Todo ello queda cribado
y modalizado por los conocimientos, capacidades y el universo símbólico del receptor
modelo: el niño. Por último, añadamos los contextos social e histórico, que no es
menos ajeno a estas ficciones que a cualquier texto literario del Renacimiento. Es, por
tanto, imposible aquí hacer un estudio en profundidad de todo el texto, con todas sus
ramificaciones. La intertextualidad generada es ingente. Desde las adaptaciones al cine
hasta las retroalimentaciones que se producen con las conocidas como “fan fiction”
(creación de relatos a partir de los argumentos y personajes de cualquier ficción o
personaje público admirado) que realizan los propios receptores. Asimismo, métodos de
análisis como el feminista o el marxista encontrarían aquí una fuente de trabajo vasta y
sugerente, pues son manifiestas y conflictivas en el relato las relaciones de género y las
de poder. Afortunadamente, parece que son muchos los estudiosos que, olvidando a los
humanistas conservadores, están realizando estudios hermenéuticos desde múltiples
disciplinas. Los expertos en comunicación están convirtiéndose en los nuevos filólogos
de la nueva textualidad.
Sinopsis y descripción del texto:
La serie Digimon nos narra las aventuras de siete niños- Thai, T.K., Sora, Mimi,
Matt, Izzy y Joe- que, durante un campamento de verano, son transportados a una
realidad paralela y virtual: el Digimundo. Allí conocerán y trabarán relación con unos
seres conocidos como los digimon. Cada niño recibe a su cargo un digimon. Pronto
descubren la existencia de una “fuerza maligna” que puede llegar a transformar a
cualquiera de ellos en uno perverso. Aquí surge la necesidad de que los digimon estén
continuamente entrenándose en la lucha para poder combatir contra digimon malignos,
entre los que destaca Devimon. Estos están intentando unir el Digimundo con el mundo
real para destruir este último, algo que estos chicos tratarán de evitar. Así surge la
necesidad de formar un equipo unido y coordinado entre los niños y los digimon. Los
niños, denominados en la serie “niños elegidos”, mantienen cada uno una vinculación
estrecha y peculiar con cada una de estas criaturas. A cada uno le corresponde la
responsabilidad de “educar” y permitir un “correcto desarrollo” de cada una de ellas.
Curiosamente, el desarrollo de cada una de estas criaturas depende de la evolución
moral del niño en cuestión. Si, por ejemplo, el niño en cuestión manifiesta una virtud
moral determinada, el animal, momentáneamente, varía su forma (digievoluciona). Esta
transformación es momentánea y casi siempre va ligada a una mayor capacidad
ofensiva y a un mayor tamaño. Se supone que el desarrollo moral del “educador” acaba
haciendo permanente esa transformación. Las criaturas, si bien son tratadas como
especies zoológicas (imitan la forma de plantas y animales), se las considera entes
digitales cuya existencia es puramente virtual (se afirma de ellas que se alimentan de
datos y que, a su vez, ellas mismas lo son sustancialmente). Aquí se entrecruzan
biología, informática, física y robótica.
La serie fue producida por “Taoi animation.Co.Ltd.”, con permiso de
Bandai.Co.Ltd., a partir de una idea original de Akiyoshi Hongo y bajo la dirección de
Hiroyuki Kakudo en 1999 y tuvo 54 episodios. La serie tiene tres etapas (Digimon
Adventure, Digimon 02 y Digimon Tamers). Sólo he contemplado para mi análisis
capítulos de la primera etapa. He tomado el texto en su traducción española y he
ignorado deliberadamente el texto realizado originariamente en japonés o inglés. Mi
análisis se basa en su versión española.
Tecnolectos científicos, intertextualidad y mímesis:
El tecnolecto es un subsistema de una lengua cuya función es transmitir de
forma precisa, económica y manejable contenidos específicos científicos y técnicos.
Estos textos, usados entre miembros de una misma comunidad científica o gremio, son
crípticos para el no iniciado, poseen una gran densidad semántica y léxica, valor
designativo y puede afirmarse que carecen de carga elocutiva. Su sintaxis es sencilla y
la mayor carga informativa suele residir en la categoría del sustantivo (tecnicismo). Con
ello se pretende evitar ambigüedades en el texto, eliminar la sinonimia, dar
transparencia al mensaje y facilitar la comunicación intercultural.
Frecuentemente, la cantidad de estos términos determina la naturaleza del texto
como tecnolectal. Estos términos son sólidamente monosémicos porque su uso está
restringido a un solo registro. Para formar estas unidades terminológicas se suele
recurrir a los recursos del sistema para la formación de palabras, la abreviación, el
préstamo lingüístico y la terminologización -ampliación del significado de una palabra
del lenguaje común para transformarla en una del lenguaje técnico-, lo que las hace muy
autónomas del contexto, unívocas. Su morfosintaxis es reducida y estereotipada, con
prevalencia de la voz activa de presente, la tercera persona y las construcciones
impersonales y reflexivas. Los verbos pierden totalmente su valor semántico a causa del
predominio de los sustantivos. Se usa la voz pasiva para destacar la acción sobre el
sujeto que la realiza., en beneficio de la información técnica. El desarrollo textual suele
ser de progresión lineal, progresión con tema constante y progresión con temas
derivados. En el primer tipo, el rema o un elemento remático de la oración antecedente,
se convierte en el tema de la siguiente. En la progresión de tema constante el tema se
mantiene en una secuencia de oraciones. La progresión con temas derivados se halla en
textos donde los diferentes enunciados emanan de un supertema. La superestructura
gramatical suele ser grecolatina.
Pragmáticamente, el discurso científico transmite rigor, imparcialidad y
conocimiento preciso. Asimismo, el discurso técnico –científico posee una autoridad y
carga simbólica en nuestra sociedad equiparable a la que en otro tiempo tenían los
discursos sagrados o mágicos. Esta afirmación se irá viendo con el desarrollo del
análisis.
Empezaré señalando un recurso textual que aparece en todos los capítulos, la
ficha técnica, que participa del código icónico-escrito. En todos los episodios, cada vez
que aparece una criatura nueva, una voz en off, correspondiente a un narrador
extradiegético, describe a esa criatura a la vez que se muestra una ficha en la que
aparece la imagen, debajo del nombre y junto a unos datos básicos que son convertidos
y ampliados a texto lingüístico- oral por este narrador. Todo esto se da fuera de la
acción del relato, de la diégesis, en palabras de Genette. Sería equivalente a la nota
erudita que puede hallarse en cualquier novela. Incluso, diría que sería una nota al pie
ficcionalizada, semejante a las presentes en los relatos de Borges, pues lo expuesto en
ese texto extradiegético forma parte de la ficción. En esa nota puede leerse lo siguiente:
Tokomon
Nivel: Básico
Ataque: Burbujas Venenosas
Durante la emisión de esta imagen una voz en off transmite: “Tokomon:
digimon de nivel básico. Este ser del digimundo posee como único ataque el
lanzamiento de burbujas venenosas”.
Comparemos este texto con éste de zoología sobre el ornitorrinco:
Ornithorhynchus anatinus
“El ornitorrinco es la única especie en su familia. Este animal es autóctono de
la sección oriental de Australia, también habita en la isla de Tasmania.
De longitud mide de 30 a 45 cm. y llega a pesar no más de 4 Kg. Se mantiene la
mayor parte del tiempo nadando en los ríos y lagos de agua dulce. De lo contrario se
esconde en túneles que escarba. En estos túneles construye su nido, muy semejante al
de algunos pájaros, donde deposita sus huevos.
Es más activo durante la noche, siendo las horas antes del amanecer y después
de anochecer cuando normalmente sale a comer. Aunque también se le ve durante las
horas del día descansando en las orillas de los ríos y arroyos donde vive.
Una de las muchas peculiaridades del Ornitorrinco es que tiene un pico en
forma de paleta, similar al pico de los patos. En diferencia a estas aves, el pico del
Ornitorrinco está cubierto por piel sumamente desarrollada al sentido del tacto.
Cuando nada mantiene los ojos cerrados, siendo entonces el pico su principal órgano
censor.
La alimentación de este animal consiste de plantas que crecen en el fondo del
agua, lombrices, renacuajos, camarones, y otros invertebrados que logre atrapar.
Según va atrapando su presa la mantiene en las fauces. Después, cuando regresa a la
superficie, la mastica y se la come. Son de apetito voraz y en una noche pueden ingerir
el equivalente a su propio peso”.
Lo que tienen en común estos textos es la clasificación establecida por Linneo y
Buffon a finales del siglo XVIII. Carl von Linneo fue un naturalista sueco que
desarrolló la nomenclatura binómica para clasificar y organizar los animales y las
plantas. En 1735 publicó su Systema naturae (Sistema de la Naturaleza), el primero de
una serie de trabajos en los que presentó su nueva propuesta taxonómica para los reinos
animal, vegetal y mineral. En 1751 Linneo publicó Philosophia botanica (Filosofía
botánica), su obra más influyente. En ella afirmaba que era posible crear un sistema
natural de clasificación a partir de la creación divina, original e inmutable, de todas las
especies, obra estructuralista mucho antes de Saussare, por cierto. También utilizó su
nomenclatura binómica para nombrar plantas específicas, seleccionando un nombre para
el género y otro para la especie. Linneo establece un sistema jerárquico vigente en la
actualidad, partiendo de los niveles descriptivos particulares hasta los generales,
estableciendo diferentes rangos: especies, géneros, familias, órdenes, clases, ramas o
phillum y reinos. Cada género y especie es nombrado mediante un nombre en latín. Su
clasificación se basa en caracteres externos y observables, sin atender al posible
parentesco que pueda haber entre los seres vivos. Su obra servirá posteriormente como
base para la doctrina evolucionista, pues permitirá constatar la evolución experimentada
por los seres vivos gracias a su sistema de ordenación y catalogación.
Es evidente que la clasificación de los Digimon se basa en un sistema
formalmente semejante. Lo único que varía es la superestructura gramatical, que pasa
del latín y el griego al inglés y se hace sintética en vez de analítica (ya no son dos
unidades léxicas en latín, sino una sola, un acrónimo a partir del sistema gramatical
inglés). A través del sufijo –mon, apócope de monster (monstruo) y, a menudo, de otro
nombre en inglés, se crea el nombre que especifica la especie concreta. Birdramon, ser
con forma de pájaro, se construye a través de la raíz Bird (pájaro en inglés) y el sufijo –
mon. El uso de la ficha técnica es propio de los diccionarios biológicos y obras de
consulta de zoología. Sin embargo, una observación detallada nos mostrará que las
sucesivas fichas descriptivas de cada criatura con su evolución no conforman en
absoluto un sistema, pues no se oponen las distintas categorías, sólo los niveles. De
igual forma, la categoría “ataque” es descriptiva y asistemática. Se pueden encontrar
denominaciones dentro de la categoría tipo (la cual no aparece en el ejemplo): virus
(tomado a la vez de la biología y la informática), androide (robótica), etcétera… Todas
las categorías no siempre se hallan presentes siendo sólo sistemáticos los niveles, ya que
son los únicos que forman una auténtica estructura de oposiciones. Otra clasificación
que aparece como subcategoría es la muy antropocéntrica de benigno/maligno. Se trata
de una especie de clasificación moral o etológica (depende de la entidad como sujetos
de las criaturas) que recuerda a las indicaciones de las guías prácticas y libros
divulgativos sobre micología (hongo comestible/tóxico/venenoso/alucinógeno) o
zoología. Por supuesto, la clasificación natural en los digimon no aparece sino como
forma poco rigurosa y prácticamente inoperante. Su función dentro del relato es darle
solidez y verosimilitud a la ficción. Para ello, crea una clasificación falsamente
sistemática y un aparato designativo a partir del morfema –mon. Se ha valido, por tanto
del tecnolecto concreto de la biología para crear una taxonomía fantástica.
Del tecnolecto concreto de la biología toman también la idea de evolución. La
teoría de la evolución de Darwin fue establecida basándose, precisamente, en las
clasificaciones de Linneo y Buffon. Para Darwin, la evolución se da cuando “se
producen más individuos de los que pueden sobrevivir, tiene que haber en cada caso
una lucha por la existencia, ya sea de un individuo con otro de su misma especie o con
individuos de diferentes especies, ya sea con las condiciones físicas de la vida (...).
Viendo que indudablemente se ha presentado variaciones útiles al hombre, ¿puede
acaso dudarse de que de la misma manera aparezcan otras que sean útiles a los
organismos vivos, en su grande y compleja batalla por la vida, en el transcurso de las
generaciones? Si esto ocurre, ¿podemos dudar, recordando que nacen muchos más
individuos de los que acaso pueden sobrevivir, que los individuos que tienen más
ventaja, por ligera que sea, sobre otros tendrán más probabilidades de sobrevivir y
reproducir su especie? Y al contrario, podemos estar seguros de que toda la variación
perjudicial, por poco que lo sea, será rigurosamente eliminada. Esta conservación de
las diferencias y variaciones favorables de los individuos y la destrucción de las que
son perjudiciales es lo que yo he llamado selección natural”.
Aquí la evolución se troca en “digievolución” (digi- es el otro morfema que se
usa recursivamente para designar realidades en la ficción y proviene del apócope de la
palabra inglesa digital). La diferencia, aparte de designar que se trata de las
transformaciones propias del Digimundo, es que estas no son adaptaciones al medio
sino transformaciones coyunturales en caso de necesidad y que dependen de la moral
del niño ligado a la criatura correspondiente. Los niveles a los que se refieren (bebé o
básico, “rockie”, campeón, “ultimate” y mega) corresponden a unas etapas fijas en el
desarrollo de las criaturas. La evolución, en este caso, implica, además de un cambio
temporal de tamaño, un aumento de la capacidad ofensiva/defensiva. Si leemos el texto
del propio Darwin veremos que, metafóricamente, se expresa la misma idea en el relato.
Las criaturas se adaptan a los peligros para garantizar su supervivencia y la de sus
criadores. La teoría de la lucha por la vida se moraliza en un enfrentamiento entre los
Digimon del bien y los del mal y contra las vicisitudes de un entorno hostil. Con
respecto a Darwin, digamos que más bien se han inspirado en el contenido de sus teorías
y han tomado para sí el término evolución, aunque aplicándole el prefijo digi-. Digi-,
como prefijo, también designa el digimundo, dimensión en la que se hallan y que recibe
ese nombre.
Formalmente, el uso en ambos del presente de indicativo, verbos con poco valor
semántico frente a los sustantivos, nombres con función designativa, uso de acrónimos y
morfología propia (Tokomon, Birdramon), lo convierten en un discurso tecnolectal
científico.
Hemos señalado la presencia de otros tecnolectos, como los de la informática y
la robótica. En varias ocasiones, Izzy, el personaje que, como un amuleto, porta consigo
siempre una computadora portátil y que mejor conoce esta ciencia, explica:
Este mundo es un lugar donde los datos y los programas han adquirido
personalidad; no tenemos sustancia y sólo existimos como datos. Como ellos -los
digimon-, ellos son monstruos digitales, sólo existen como datos de un programa. Pero,
aunque este mundo esté formado exclusivamente por datos, existe en el mismo lugar
que la tierra como una especie de sombra suya.
Su tesis se basa en que, su caída en el Digimundo (se muestra como caída en la
presentación de la serie), ha supuesto una transustanciación en la que han cambiado de
materia sin variar su entidad como sujetos. Se sostiene igualmente que se hallan en un
mundo donde datos- unidades de información en lenguaje binario- y programas-un
programa es una lista de instrucciones u órdenes, escritas usando un lenguaje
informático, que se le dan a un ordenador para que éste realice alguna tarea encaminada
a resolver un problema- han devenido en sujetos. Se parte de la hipótesis sobre
inteligencia artificial de Turing, (según la cual cualquier ingenio mecánico que se
comporte como un sujeto, lo es ciertamente, sin que podamos aducir nada en contra)
para afirmar la personalidad de datos y programas. Volveré sobre Turing en mis
conclusiones. La idea de los mundos paralelos parece basarse en las hipótesis de
Einstein sobre las relaciones entre espacio y tiempo, inspiración fecunda de múltiples
textos de ciencia-ficción.
Las características del texto citado son propias, por su contenido, del tecnolecto
de la informática (programa, datos, digital). Sin embargo, la presencia de una metáfora,
no como recurso creador de tecnicismos sino como recurso explicativo (como una
especie de sombra suya), son propias del lenguaje científico divulgativo, lo que ya no es
estrictamente tecnolectal, si bien lo divulgativo y lo didáctico son textos anfibios que
tienen como misión introducir al neófito en el campo de conocimiento en cuestión y,
por tanto, familiarizarlo con, al menos, parte de su discurso. Por lo demás, sigue
manteniendo un discurso en presente de indicativo, con verbos con poca sustancia
semántica, sustantivos precisos y técnicos y poca subordinación sintáctica, es decir,
plenamente tecnolectal. Si bien, repite una y otra vez su aserto (no tenemos sustancia y
nuestra existencia en este mundo es virtual y presente en las mismas coordenadas de
espaciales) sin argumentar con nada que no sea su propia autoridad y la mostración del
propio fenómeno. Más abajo añade:
“Aunque sólo seamos datos, debe tratarse de una gran cantidad de ellos. Si un
volumen tan inmenso de datos ha sido transferido a este mundo, la retroalimentación
ha debido ser enorme.”
La retroalimentación consiste en el proceso de comparar las salidas de un sistema
con las salidas esperadas, si estas no son iguales se origina una entrada al proceso para
que se ajusten sus operaciones, para lograr que la salida se acerque a la esperada.
Existen dos tipos de retroalimentación: la negativa, que sirve para mantener el sistema
que retroalimenta, dentro de un margen crítico de operación, y la positiva, que sirve
para reforzar la operación de un sistema, para que continúe así sin modificar sus
actividades. Con este concepto, Izzy alude a la circunstancia no accidental de su
presencia en ese mundo. Mantiene los mismo rasgos formales ya señalados pero añade
marcas de coloquialidad como ponderativos subjetivos (enorme, inmenso).
Pragmática y semiología del tecnolecto ficcional:
Hemos identificado la presencia de tecnolectos en el presente discurso y hemos
intentado encontrar su genealogía y describir su estructura. Debemos aceptar que no son
auténticos tecnolectos, sino imitaciones de los mismos, pues no son operativos- no
sirven para hacer ciencia ni han sido concebidos para ello- ni sistemáticos- no
conforman estructuras sólidas de oposiciones lógicas-. Podríamos decir que son
tecnolectos de atrezzo. Sin embargo, estas mímesis, se basan en auténticos tecnolectos
científicos y participan, incluso, de temas y conceptos de la ciencia que se han hecho de
dominio público, no sólo de sus recursos formales. Ahora debemos preguntarnos qué
función cumplen estos elementos dentro de este discurso y sobre su significado dentro
del texto y como entidad autónoma.
Partiendo de Genette, se podría decir que hay una función cuyo ámbito es
diegético y otra que lo trasciende. Dentro de la diégesis, los elementos del discurso
tecnolectal científico dotan de verosimilitud al relato. Aristóteles ya describió esta
categoría en su Poética. Este concepto, más modernamente, se ha entendido como
creación de mundos posibles o mundos de ficción. El discurso científico, que dota de
lógica a nuestro mundo y explica la naturaleza, es útil para construir mundos de ficción
donde nuestras presuposiciones sobre el mundo natural han de quedar en suspenso, pues
expone las leyes naturales que rigen ese mundo. Por eso es más frecuente encontrar
enunciados explicativos o sencillamente mostrativos (“Este mundo es un lugar donde
los datos y los programas han adquirido personalidad “) que argumentaciones.
Si indagamos en el origen del texto, podremos dar cuenta de su función como
elemento discursivo. Este texto nació a partir de un juego de Bandai en el que un niño
se hacía responsable de una mascota virtual (en España se popularizó como
Tamagotchi), apenas un pequeño repertorio de imágenes portátil que simbolizaba
icónicamente a una pequeña criatura. Este sujeto, dentro del imaginario infantil, tenía
entidad como sujeto (llegó a causar problemas porque esa responsabilidad ficticia
producía tensiones en los niños). Si aceptamos esta premisa infantil, debemos inducir
que el sujeto debía tener un mundo propio que no podía reducirse al estrecho margen
del minúsculo juguete. La serie de imágenes que reproducían la vida de ese ser se
basaban en presuposiciones y elipsis que invitaban a pensar que aquello no era el
mundo, sino una vía de acceso e interacción con ese mundo (¿Dónde estaba la criatura
cuando se iba? ¿De dónde salían los huevos que le daban vida?). Se basó la iconografía
de estos seres en la fisonomía y fisiología de los dinosaurios. Esa relación creo la idea
de la existencia de otro mundo, de otro sitio que, sin embargo, estaba con el niño
simultáneamente. La revolución que supuso Internet en todos los órdenes hizo nacer un
concepto que sería útil para componer una explicación para este enigma. El todo es aquí
superior a la suma de las partes, es decir, la suma de todos los servidores y bases de
datos conectadas y el flujo constante de esa información dan lugar a una realidad
superior, lo que conocemos como ciberespacio.
Sobre ese término de creación metafórica se creo en el universo simbólico de los
niños que trabaron relación con las nuevas tecnologías, un nuevo lugar, un ámbito
nuevo de existencia para todos aquellos entes digitales dotados de alma por el instinto
animista infantil. Vuelve a manifestarse, intuitivamente, en la infancia el principio ya
mencionado de Turing sobre la inteligencia artificial. Intentando darle solidez a esa
visión del mundo, se erige este discurso tecnolectal. Nada aquí es superfluo. La
combinación de conceptos biológicos con informáticos atiende a esa visión del mundo.
Si se afirma que los digimon se alimentan de datos, se designa con un tecnolecto
ficcticio a un ser que se nutre (biología) de información (informática).
Como hemos explicado, son discursos que imitan la forma de los tecnolectos y
mantiene relaciones de intertextualidad con los discursos de varias disciplinas
científicas, no obstante, se trata de un discurso de otra índole. Esto puede descubrirse
aplicando otros análisis al texto.
La narración expuesta es rica y compleja y, entre otras fuentes, bebe de la
tradición literaria popular. En ella se manifiestan, como en cualquier relato destinado a
la infancia, una serie de universales, tradiciones culturales, valores y enseñanzas,
arquetipos, todo un tejido semiótico que incorpora a su entramado elementos temáticos
e iconográficos actuales sin alterar apenas su estructura profunda. En esta serie se
manifiestan choques de fuerzas sobrenaturales, dilemas morales universales, jerarquías
y roles presente en toda la literatura tradicional universal. Si aplicamos el análisis
actancial de Greimas, obtenemos que existe un objetivo (salvar el Digimundo y el
mundo real de las fuerzas del mal) y, con respecto a él, unos actantes primeros (Thai,
Matt), unos actantes oponentes (villanos, monstruos), los auxiliadores de los oponentes
y los de los actantes primeros. Entre estos últimos se hallan los propios Digimon y uno
de los personajes, Izzy. Si comparamos este relato con otros de la tradición oral
universal, veremos que las funciones de Izzy se corresponden con las del hechicero de
otros cuentos. En la literatura tradicional, el hechicero o la bruja poseen un saber
críptico que les permite dominar la naturaleza y, a través de ella, a otros sujetos. El
discurso mágico está vedado al profano (muchos son los relatos tradicionales de
sortilegios mal realizados por error o imprudencia que se vuelven contra el profano,
como aparece en el magnífico poema de Goethe ”El aprendiz de Brujo”). Izzy, a través
de sus conocimientos de informática, domeña una naturaleza hostil. Evidentemente, no
se trata de un discurso mágico, pues su enunciación no tiene un efecto perlocutivo sobre
las fuerzas de la naturaleza ni lo pretende. Es un discurso explicativo o mostrativo. No
obstante, realiza rituales como introducir los datos en su PC, que, sin más explicación,
generan energía o resuelven enigmas. El ancestral rol que en las narraciones populares
tenía el mago lo actualiza este personaje a través de la tecnología.
Bacon decía ufano en uno de sus escritos”la naturaleza ha sido vencida por el
hombre que le arranca a través de la Razón todos sus secretos”. En este texto se
manifiesta esa mitificación de la ciencia como conocimiento críptico y mágico. Son
muchos (no he podido detenerme en todos) los conceptos y términos científicos que
tienen un valor metafórico o connotativo. La ciencia y la tecnología moderna han
inundado la cultura occidental, pero eso no ha hecho desaparecer, como suponían los
positivistas decimonónicos, elementos claves de la cultura humana como la
trascendencia. La batalla de la ciencia contra la superstición ha convertido a la ciencia
en parte de la superstición. La estructura cultural de Occidente, su aparato simbólico, ha
asimilado los avances de la ciencia y la tecnología y los ha hecho formar parte del
imaginario colectivo sin alterar su arquitectura. Este parece ser el significado último del
discurso tecnolectal científico dentro de esta ficción.
Un análisis del discurso científico no debe quedar reducido a un muestrario de
formas manifestadas en los distintos niveles de la lengua. El marco adecuado para estos
análisis está en los estudios de ciencia, cultura y sociedad, donde puede ejercerse un
auténtico análisis, que conduzca a una hermenéutica profunda y cabal del que es algo
más que el sistema más preciso de conocimiento que poseemos. Las sucesivas
revoluciones científicas y tecnológicas han redibujado el mapa genético de nuestra
cultura. Con auténtico espíritu científico debemos los estudiosos del discurso acercarnos
a estas realidades y contribuir a recomponer y entender el mosaico cultural que
constituye hoy la posmodernidad.
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