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CRISTÓBAL COLÓN Y
LOS JUDÍOS DE SEFARAD
por Marisa Azuara
Saber que Cristóbal Colón era Cristóbal
Piccolomini de Sena y Alagón de Arborea nos
permite analizar las facetas más importantes
de la vida del descubridor.
Una de ellas fue su relación con judíos y
conversos.
Colón jamás escondió sus contactos con los judíos. A Fernando el Católico le escribió: “ Trato y conversación he tenido con
Latinos y Griegos, Moros y Judíos…”
El hecho nada tiene de extraño.
Colón se había educado en la corte humanista de Pío II. Además, descendía de la dinastía Janea que fueron reyes de Israel
por los derechos heredados de los
Macabeos
Capilla de los Macabeos en la catedral de
Saint Pierre de Ginebra
Pero la religión no fue el nexo que unió a Colón con los judaizantes aragoneses.Los Janeos practicaban el Cristianismo desde las Guerras de Judea y Colón era un
cristiano convencido.
La alianza entre Colón y los hebreos
fue de índole práctica.
Para comprender las razones que la favorecieron lo
mejor es remontarnos a su
origen o, como aconsejaba el
descubridor, al huevo.
A grandes rasgos, el proceso
comenzó cuando los Católicos
decidieron expansionarse
hacia el Mediterráneo
Occidental, dominado por
los Almohades.
En dicha conquista participaban: Pisanos (Toscana), Januenses (Ginebra-Génova) y Gothlanes (Gothios o Catalanes).
Las tres Marcas, Pisa, Janua y Gothia,
ayudaron al rey Jaime I de Aragón a
conquistar Mallorca, entonces bajo
dominio musulmán.
Jaime I, además, conquistó la Taifa de
Valencia.
Los éxitos militares, la alianza con los Templarios y la protección del
Papado lo convirtieron en uno
de los reyes más encumbrados de
Europa.
Ello le permitió casarse con Doña Violante, hija del rey
Andrés de Hungría y nieta de Pedro de Courtenay, Emperador
Latino.
Con la reina Violante vinieron muchos judíos de la corte de su padre. Entre ellos se
hallaban los Nahman (Zaporta), los Cresques (Ribera) o los Chinillo (Santángel).
Los Zaporta dieron sabios tan encumbrados como Moshe
Ben Nahman (Bonastruc Zaporta), el Rabbi Nahmánides
que enseñó la Cábala en Gerona.
Tampoco los Santángel eran menestrales. Pertenecían al linaje de Isaac II Angelos, Emperador de Constantinopla.
Pronto surgió el descontento contra
los judíos en la Corona de Aragón.
El rey Jaime I no pudo protegerlos ni impedir la Disputa de Tortosa que obligó a muchos hebreos a convertirse en Cristianos Nuevos o
Anusim.
Al morir el rey Don Jaime, saltó la sorpresa. Repartía sus posesiones entre sus hijos. Al mayor, Pedro III el Grande, le dejó la Corona de Aragón (Reino de Aragón, Condado de Barcelona y Reino de Valencia). Al segundo, Jaime, le legó el Reino de
Mallorca, los Condados de Cerdeña, los Condados del Rosellón y el Señorío de Montpellier.
Muchos Judíos y Anusim aragoneses siguieron a Don Jaime a Mallorca. El monarca se había casado con Esclarmunda de Foix, de linaje davídico, y era padre
del infante Jaime, el Rex Bellator proclamado por Raimundo Llullio.
Convocados por Raimundo Llullio, y pagados por los hebreos de la corte mallorquina, acudieron a Palma y a Perpignan los mejores cosmógrafos
del mundo. La misión del Rex Bellator consistía en reconquistar
Jerusalén para la Cristiandad.
Fueron los años en que Abraham y Jehuda Cresques realizaron la Carta Catalana.
Y el calendario astronómico.
Al rey Jaime II de Mallorca le sucedió su segundo hijo, Sancho I, quien murió sin descendencia.
Designó herederos a sus sobrinos, los hijos del infante Fernando y de
Isabel de Sabrán, del linaje de
David.
El primogénito, Jaime III, ocupó el
trono.
El resto de hermanos tomó el apellido Sánchez
en honor a su tío y a su antepasado,
el conde Nuño Sánchez de Cerdeña.
Los Sánchez, además, simpatizaron con el Judaísmo, secretamente profesado por su madre, y emparentaron con los nobles Anusim de la corte
mallorquina.
Pero las cosas pronto se complicaron.
El rey de Aragón quería dominar el Mediterráneo tras obtener el permiso papal para conquistar Córcega y Cerdeña.
A Jaime III de Mallorca no le quedó otro remedio que
aceptar los hechos consumados y gastar su
peculio en ocupar Cerdeña, donde los nobles del
Rosellón poseían antiguos feudos.
La campaña sarda arruinó el Tesoro mallorquín, circunstancia que aprovechó el rey Pedro IV de Aragón para apoderarse del Reino de Mallorca.
A tal fin, Pedro IV envió su ejército a las Baleares.
En el transcurso de la batalla de Llucmajor
resultó muerto Jaime III de Mallorca y su hijo, Jaime IV, fue hecho prisionero.
En apariencia, el proceso de anexión de Mallorca
había terminado, y ahí se detienen muchos investigadores.
Sin embargo…
Jaime IV de Mallorca huyó de su prisión y se casó con la reina Juana de Nápoles. El matrimonio no funcionó y, poco después, se separaron.
Tras una fracasada invasión del Rosellón, Jaime IV murió
en Soria en extrañas circunstancias.
Poco antes había designado heredera a su hermana,
Isabel I de Mallorca.
La reina Isabel de Mallorca estaba casada con el Duque del Monferrato, de la dinastía Palaiologos. Tenían tres hijos varones. Todos murieron jóvenes y en
extrañas circunstancias.
Viuda y con grandes apuros económicos, Isabel de
Mallorca se vio obligada a vender sus derechos sobre
el Reino de Mallorca a Renato de Anjou.
Pero los beneficios sobre Cerdeña y los Condados del Rosellón , así como el título
de Rex Bellator, pasaron íntegros a su hija, Margarita del Montferrato, esposa del
conde Pedro de Urgell.
Algunos judíos de la corte mallorquina, como los
Cresques, siguieron a Doña Margarita a la corte
pirenaica donde permanecieron al servicio de su hijo, el malogrado conde Jaime de Urgell.
Allí conocieron la muerte del heredero aragonés en Cerdeña y el fin de la Casa de Barcelona. El conde Jaime de Urgell quedaba como el pretendiente
con mayor derecho a ocupar el trono de Aragón, pero el complicado Interregno y el desenlace del Compromiso de Caspe truncaron sus
expectativas.
Tras terribles vicisitudes, la hija mayor del conde de Urgell, Isabel, se casó con el duque de Coimbra. Los Cresques formaban parte del séquito que la
acompañó a Portugal.
Pronto se acomodaron en la Escuela de Cosmógrafos de
Sagres, fundada por el infante Enrique el
Navegante para impulsar la misión de sus sobrinos
Coimbra-Urgell.
Mientras vivió en Portugal, Colón se relacionó con los
herederos del infante Enrique y buscaba a
cualquier marinero que hubiese pasado por Sagres.
Para entonces, los tres hijos de Isabel de Urgell, Juan (Rey de Chipre y Jerusalén), Jaime (Cardenal de Portugal) y Pedro (Rey “Intruso” de Aragón),
habían muerto en circunstancias sospechosas.
Los conversos mallorquines que no
siguieron a la pretendiente, Isabel
de Mallorca, acompañaron a
Aragón, de donde era originaria, a la reina
viuda, Doña Constanza.
Junto a ella se instalaron en Daroca, dote tradicional de las
infantas aragonesas que lograban reinar.
En los archivos de Daroca, precisamente, se encuentra el grueso de la
documentación acerca de los Santángel, los Sánchez y Juan Cabrero.
Con la protección de la reina Constanza, los conversos leales a su persona alcanzaron puestos importantes en la Casa Real de Aragón, sobre todo
durante el reinado de Alfonso V.
A partir de entonces fijaron su residencia en Valencia,
primer puerto de la Corona y estratégica plaza para dirigir sus operaciones
comerciales que se extendían por todo el
Mediterráneo aragonés.
Así encontramos ramas de los Santángel y de los Sánchez en todos los estados de la Corona de Aragón: Barcelona, Mallorca, Aragón, Cerdeña, Sicilia
o Nápoles.
Los conversos prestaron grandes servicios a la Corona. En innumerables ocasiones solventaron sus apuros con los préstamos y servicios hechos a los
reyes de Aragón.
Sin ir más lejos, pagaron la boda de Fernando el
Católico con la princesa Isabel de Castilla.
Pero las ansias unionistas del Rey Católico no
tardaron en borrar de su memoria los favores
recibidos de los Anusim.
Tan pronto el papa Sixto IV autorizó la creación de la Inquisición Española en Castilla, Don Fernando la extendió a todos sus reinos ante la indignación
general.
Las revueltas se desataron
en las principales ciudades de la Corona de
Aragón.
Las más violentas se sucedieron en Zaragoza
donde los rebeldes asesinaron al Inquisidor
Mayor de Aragón, Pedro de Arbués, en la Seo de
Zaragoza.
Las sospechas recayeron sobre los conversos, los judíos y los nobles que se oponían a Fernando el Católico. Era una oportunidad de oro para eliminar
enemigos.
Don Fernando no la desaprovechó.
Comenzaron los juicios
inquisitoriales y las hogueras se
encendieron en la plaza del Mercado
de Zaragoza.
Entre los principales acusados estaban los familiares de Luís
de Santángel y de Gabriel Sánchez.
También se había acusado a Sancho Paternoy, abuelo de Juan Cabrero, y a Alonso Alagón, hermanastro de la madre de Cristóbal Colón.
El asunto se convirtió en un escándalo debido a la alta alcurnia de los acusados. Sirva como ejemplo saber que la madre de Luís Santángel, Doña Brianda, estaba estrechamente emparentada con el vizconde de Fenollet y con Narcis Viñoles, dos de los humanistas más importantes de la Corona de
Aragón.
Santángel, Sánchez y Cabrero se apresuraron a dirigirse a Córdoba, donde se encontraba el rey, a fin de solicitar clemencia para sus familiares.
Allí encontraron a Colón y allí fraguaron la
empresa descubridora.
Tan presentes estaban los sucesos de Zaragoza en el inconsciente de Colón que
éste confundió el nombre del Tesorero y lo llamó Rafael.
Así se llamaba el hermano de Gabriel Sánchez que había sido jefe de la aduana de Cagliari y había muerto
quemado por la Inquisición en la capital aragonesa.
Don Fernando, dueño de una inteligencia política prodigiosa,
pronto vio las ventajas de utilizar a los conversos
aragoneses como testaferros para ocultar los tratos que
mantenía con Colón.
Incluso, el Anusim Santángel hubo de adelantar el dinero para la expedición y pagar los principales gastos de la misma.
La reina Isabel no financió un maravedí del
descubrimiento ni, mucho menos, empeñó sus joyas
para llevarlo a cabo.
Tampoco la coincidencia
entre la Expulsión de los
Judíos de Sefarad y el
descubrimiento fue casual.
Algún día el Occidente Cristiano
reconocerá al Pueblo Judío los
sacrificios realizados para hacer posible la
empresa
Con su ayuda, Cristóbal Colón alcanzó su empeño. Las primeras personas a las que notificó el hallazgo fueron Luís de Santángel y Gabriel Sánchez.
Años más tarde, Fernando el Católico cumplió su promesa y otorgó a los conversos aragoneses cuanto les había prometido.
Desgraciadamente, el plan no salió en su totalidad como habían previsto. La muerte del heredero de Aragón torció las cosas.
Aunque nadie podrá negar a los Anusim aragoneses su contribución a la gesta más
importante de la Humanidad:
El hallazgo del Nuevo Mundo.
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