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RETOS DE LA EDUCACIÓN ESCOLAR EVANGÉLICA CON RELACIÓN A LA CALIDAD Y PERTINENCIA DE SUS PROPUESTAS EDUCATIVAS
1 VXIII Convención de Colegios y Educadores Cristianos O.B.E.D. 2014
ASOCIACIÓN COLOMBIANA DE COLEGIOS CRISTIANOS OBED
XVIII CONVENCIÓN NACIONAL DE COLEGIOS Y EDUCADORES CRISTIANOS OBED
Marzo 7 y 8 de 2014
RETOS DE LA EDUCACIÓN ESCOLAR EVANGÉLICA CON RELACIÓN A LA CALIDAD Y PERTINENCIA DE
SUS PROPUESTAS EDUCATIVAS1
PONENCIA
Por Julio César Orozco Guzmán2
Resumen
La presente ponencia es una reflexión acerca de la tarea que deben desarrollar los colegios y
educadores privados, en este caso particular, pertenecientes al segmento de la educación cristiana
evangélica, dentro del marco de los movimientos académicos y sociales por la prestación de un
servicio educativo de calidad y pertinencia hacia sus comunidades educativas. Se destaca el reto de
diseñar propuestas educativas que generen altos niveles de aprendizaje, y que permitan hacia
mediano y largo plazo un fuerte impacto en el cambio y mejora social de sus poblaciones escolares.
Palabras clave: Protestantismo, educación, modernidad, calidad, pertinencia, equidad, cambio y
proyección.
Introducción
Dado que el auditorio objeto de la temática y reflexión sobre calidad y pertinencia en la educación
evangélica, son en su mayoría maestros y directivos docentes activos, de orientación religiosa
protestante3, amén de la asistencia de algunos líderes religiosos vinculados al movimiento de
1 Esta ponencia se presentará ante una población de cerca de 1.000 docentes, directivos docentes, propietarios de colegios y líderes religiosos de diferentes ciudades del país, quienes asistirán al XVIII Conferencia sobre Educación Cristiana a desarrollarse en la sede del Gimnasio Campestre Cristiano en el municipio de Chía entre el 7 y 8 de marzo de 2014. Este texto es producto de las reflexiones sobre las problemáticas educativas actuales, y el análisis de las políticas educativas de orden nacional e internacional que se han venido debatiendo en el marco del Doctorado en Educación y Sociedad de la Universidad de La Salle de Bogotá durante los años 2012 hasta 2014. 2 Colombiano. Educador, Licenciado en Enseñanza del Español UPN, Especialista en Educación Bilingüe UAN, Magíster en educación con énfasis en Currículo y Evaluación UEC. Estudiante de 4º semestre de doctorado en Educación y Sociedad en la Universidad de La Salle de Bogotá. Par académico y evaluador internacional de las agencias de acreditación escolar norteamericanas ICAA, NCPSA y AI. Directivo fundador de la Asociación Colombiana de Colegios Cristianos OBED (1989). En la actualidad docente del sector oficial de SEDBOGOTA y rector del Colegio Cristiano Semilla de Vida en Bogotá, D.C. Correo electrónico: julitorozco@yahoo.com. 3 Protestantismo, una de las tres principales confesiones religiosas del cristianismo, junto a las representadas por la
Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa. El protestantismo empezó como un movimiento reformador de la Iglesia cristiana occidental en el siglo XVI, que daría lugar a la Reforma protestante que separó a las Iglesias reformadas de la Iglesia católica. El objetivo declarado por los reformadores pioneros era el de restaurar la fe cristiana como había sido en sus orígenes, manteniendo lo que ellos consideraban valioso de la tradición romana que se había desarrollado en los siglos intermedios (traducción por: María Victoria Castillo. «El Protestantismo» (en español). Consultado el 3 de marzo de 2014.
RETOS DE LA EDUCACIÓN ESCOLAR EVANGÉLICA CON RELACIÓN A LA CALIDAD Y PERTINENCIA DE SUS PROPUESTAS EDUCATIVAS
2 VXIII Convención de Colegios y Educadores Cristianos O.B.E.D. 2014
educación cristiana desarrollado por colegios pertenecientes al protestantismo evangélico,
desarrollaré los planteamientos centrales de este escrito en relación directa con las problemáticas
de calidad propias de la educación privada de carácter evangélico desde su mismo origen, sus retos
y compromisos en el desarrollo de un modelo educativo pertinente no solo dentro del marco del
PEI de cada institución educativa, también acorde con las expectativas y necesidades sociales de la
Colombia actual (2014), en un contexto de cambio, transformación y globalización.
Contextualizando
Sobre el año 1821 de la mano de Joseph Lancaster, llegaron al país los primeros extranjeros de
origen británico invitados por Simón Bolívar para asesorar el sistema educativo de la naciente
República de la Gran Colombia. Durante su paso por Inglaterra y Francia, Bolívar había sido
impactado positivamente por la propuesta educativa del protestante Lancaster, razón por la cual le
trajo a junto con su equipo de maestros y académicos para que establecieran su modelo educativo,
inicialmente en Caracas y luego en Bogotá y Quito.
Fue precisamente Francisco de Paula Santander, vicepresidente de Bolívar, considerado el fundador
del primer Sistema de Instrucción Pública con notarias características modernas, quien puso en el
centro del debate nacional la educación como herramienta de modernización de la sociedad. Bajo
su dirección, el método lancasteriano se convirtió en una norma práctica para que los ciudadanos
aprendieran a leer y escribir rápidamente, y de esta manera pudieran hacer ejercicio del derecho al
voto; asunto que para Santander era imposible si la gente no sabía leer ni escribir (Echeverry 2012,
pág. 36).
Según Echeverry (2012, pág. 36), las reformas de Santander generaron una nueva concepción
educativa cuyo protagonismo abarcó desde 1826 hasta 1840, pero su impacto social hacia adelante
sería una de las causas de los conflictos que estarían por desarrollarse en la naciente nación. Al
respecto Echeverry plantea:
“Santander comprendió que una cosa era independizarse de España, y otra bien distinta
emanciparse del régimen colonial. Y por ello mismo dirigió su plan de estudios de 1826
contra los sofistas, que hacen demagogos, y contra los monarquistas, que hacen esclavos y
caracteres disimulados. De la misma manera, concibió que el clero se educará así mismo,
bajo la supervisión del Estado, en materias públicas, pero que no se encargara de formar a
nuestros abogados y estadistas, a nuestros negociantes, marineros y guerreros”. (Echeverry
2012, pág. 36)
Este grupo de profesores y académicos ingleses, franceses y alemanes, llegados a la fría y
conservadora Santafé de Bogotá, se identificaban como seguidores de una fe distinta a la religión
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católica, la cual resultó ser rara para la población y los jerarcas religiosos católicos4. Por esta razón
fueron declarados herejes, profanos y de gran peligrosidad para las creencias y doctrinas
establecidas. De la mano con el conflicto religioso surgido del encuentro de las dos religiones
(Catolicismo y Protestantismo), iban surgiendo nuevas chispas que ayudarían a prender la llama de
la intolerancia y el rechazo al Protestantismo y al modelo lancasteriano. Santander, con el propósito
de romper con la herencia colonial española, y asegurar por parte del Estado el control de la
educación pública, había firmado una serie de decretos como el Control de Patronato5 (1820) y la
Supresión de Conventos Menores6 (1821), los cuales generaron gran resistencia e inconformidad
ante las autoridades católicas y los curas de las parroquias más apartadas.
Aunque el plan de Santander era el de desarrollar un modelo educativo de Estado, con visión
modernizadora y liberal, éste fue resistido por las autoridades religiosas, desarrollando toda una
estrategia de oposición basada en la exaltación y manipulación del fanatismo religioso de las masas
ignorantes de la naciente sociedad republicana. Por esta razón, más tarde que temprano, estos
primeros cristianos protestantes fueron expulsados del país, acusados de tratar de “imponer una
cultura extranjera” diferente de la cultura hispana. Aunque ya por ese entonces la Sociedad Bíblica
Británica hacia presencia en el país de la mano de la Legión Británica, no fue fácil para los
extranjeros protestantes confesar su fe, pues estaban bajo el asedio constante de las autoridades
religiosas y civiles del país.
Por ese entonces, a mediados del siglo XIX, en el año 1856 la Iglesia Presbiteriana de los Estados
Unidos, de orientación Protestante, envió a Colombia un grupo de misioneros quienes fundaron la
Primera Iglesia Presbiteriana en Colombia, localizada en pleno centro de Bogotá. Sin embargo, por
las razones anteriores, era muy escasa en feligresía y no podían afirmarse debido a las presiones
políticas, sociales y religiosas que generaba la presencia de una confesión religiosa distinta a la
religión oficial. Luego, en 1868, con la llegada de la misionera Kate McFarren, experta maestra, la
Iglesia Presbiteriana dio inicio al primer “Colegio Americano para Señoritas”. Comenzaron labores
con 18 niñas, en medio de las más duras intimidaciones y amenazas de excomunión a los
colombianos que se atreviesen a matricular a sus hijas en este plantel. Después en 1885,
comenzaría el Colegio Americano de Varones (Ordoñez 1956, págs. 60 y 62).
Los siguientes años, marcarían el destino violento que seguiría el país, y del cual aún no se ha
podido recuperar plenamente. La lucha por la dominación política, surgía como consecuencia de la 4 De acuerdo con Bucana (pág. 41), citando a Valencia (1959) “las convicciones cristianas de Lancaster le impulsaron a divulgar la Palabra de Dios como medio para combatir la ignorancia. Por esto se interesó en la distribución de las Escrituras”. Luego anota, Los colegios lancasterianos duraron varios años, pero se fueron debilitando debido a la salida (expulsión) de los extranjeros, y a la consiguiente falta de supervisión en la aplicación del modelo. 5 Firmado por Simón Bolívar, anunciaba que de ahora en adelante el gobierno asumiría su derecho al patronato y la dirección de todos los colegios. También facultaba al gobierno para prescribir en los seminarios los contenidos de las cátedras de jurisprudencia, derecho civil y canónico, derecho público, filosofía y gramática. Con lo cual buscaba asegurar la fidelidad y sometimiento de los clérigos a la causa republicana (Echeverry 2012, pág. 36). 6 Consistía en la prohibición de la enseñanza pública a los conventos menores. Estos conventos eran considerados como una plaga que impedía el desarrollo académico de la naciente república. (Echeverry 2012, pág. 37)
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imposición de una religión hegemónica entremezclada con las concepciones ideológicas y políticas
sobre el modelo de Estado a desarrollar: Centralista, de orden católico y conservador, o Federalista,
de orden liberal, moderno y con raíces en el pensamiento protestante. Un claro ejemplo de este
aspecto se dio cuando en 1876, periodo en que Colombia era administrada bajo el modelo de
Estado Federal, el Estado de Cundinamarca, y en particular la ciudad de Bogotá había ordenado
mediante decreto, la reglamentación de la educación religiosa con base en el pensamiento liberal
de los gobernantes de ese entonces.
Aparte de que el gobierno federal buscaba una armonización entre el pensamiento liberal y la
moral católica, también pretendió reglamentar la libertad de profesión de fe, autorizando a los
colegios públicos que enseñaran dos veces por semana los dogmas católicos, en combinación con
los principios generales de las religiones más avanzadas (González 2012, pág. 172). Disposición que
desató la cólera de las autoridades católicas, quienes consideraron que el Estado había puesto al
catolicismo como una religión más de la humanidad, y al mismo nivel del protestantismo, el cual
había sido declarado herético por parte de las autoridades religiosas católicas. Esta crisis generaría
un conflicto político y social que más adelante derivaría en el cambio de Constitución Política, y la
creación del Estado colombiano como Estado Confesional, el cual fue desarrollado por el presidente
Núñez mediante la Constitución de 1886.
En este punto resalta el motivo de la guerra civil de 1876, denominada la Guerra de las Escuelas, la
cual enfrentó a la nación por razones del modelo educativo que debería desarrollar el Estado
colombiano7: Educación conservadora e hispanista de orden católico y conservador, o educación
liberal, moderna y progresista (con su notoria carga ideológica protestante). No bastaba con los
logros y avances desarrollados por el gobierno federal, la llegada de profesores ingleses, franceses y
alemanes que ahora desde el Pestalozzismo habían aportado significativamente al desarrollo
educativo y social propuesto por el modelo lancasteriano. Ahora todos estos avances pendían del
hilo del fanatismo y el sectarismo religioso e ideológico, hasta desencadenar una nueva guerra
civil8, que a la postre resultaría ser la más devastadora, y que dejaría el camino listo para una nueva
constitución y el afianzamiento del Centralismo y el Estado Confesional como modelo político de la
nación (González 2013, pág. 177).
7 La reforma educativa de 1870, durante el gobierno federal del presidente Mosquera, intentó imponer una educación laica, aunque en algunas regiones, como en Cundinamarca, se logró un acuerdo con el arzobispo en materia de educación religiosa. La pugna en torno a esta reforma fue uno de los factores que desencadenaron la guerra civil de 1876, que en algunos lugares tuvo casi carácter de guerra religiosa, lo que empeoró mucho las relaciones del grupo radical con la Iglesia católica. 8 El conflicto se desencadenó en el Estado del Cauca, donde se venían presentando serios enfrentamientos entre católicos y liberales. Choques que habían alcanzado una inusitada virulencia, incitados desde el púlpito por monseñor Carlos Bermúdez, obispo de Popayán. Mientras tanto, en Bogotá ideólogos de derecha propugnaban por una educación católica confesional: Miguel Antonio Caro, Mariano Ospina Rodríguez, José Manuel Groot, Carlos Martínez Silva, entre los más destacados (González 2013, pág. 183).
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Es en este contexto de conflicto ideológico religioso, que en 1880 asume la presidencia el liberal
Rafael Núñez, quien es descrito así por González, F. (2006, pág. 172) así:
“Su estilo pragmático de hacer política lo había distanciado paulatinamente de los
elementos utópicos del liberalismo decimonónico, cuyas debilidades internas captaba
claramente, y lo fue acercando a una concepción más activa del papel del Estado en la
sociedad. Núñez se convence de la importancia de las creencias religiosas como elemento de
unidad en la vida de los pueblos, especialmente en los de raigambre hispánica. Además,
Núñez admiraba la institución del Papado y la experiencia política multisecular de la Iglesia,
y se acercaba al pensamiento social católico de las encíclicas de León XIII, cuyas
concepciones eran muy respetadas por él. De ahí concluye que es imposible realizar alguna
tarea social y política del Estado en contra de los sentimientos religiosos de la mayoría de la
población y sin la colaboración de la Iglesia católica”.
Durante el gobierno de Núñez que se formula la Constitución Política9 de 1886, que mantendría su
vigencia hasta 1991. En ella, el modelo político se vuelve Centralista, y reconoce a la religión
católica, apostólica y romana como la religión oficial del país. Se declara a Colombia y su sistema
educativo de carácter confesional. En contraprestación por el daño sufrido por la iglesia católica
durante el periodo de gobierno liberal federal, el gobierno de Núñez opta por pactar con el
Vaticano un convenio internacional o Concordato, con el cual el Estado entrega la educación
pública, su organización y dirección a la religión católica. Del mismo modo otorga el registro civil de
los colombianos, la administración de hospitales y cementerios a la curia católica, lo que pone fin a
uno de los puntos de mayor enfrentamiento entre la Iglesia y el Estado10.
En resumen, la Iglesia hizo concesiones sobre sus derechos económicos a cambio del control
del aparato educativo y de la institución matrimonial, a la vez que recupera su autonomía
interna. Este control de la educación y de la familia significa un cierto regreso a la situación
de que había gozado durante la colonia, pero con la ventaja de que ahora la Iglesia era más
independiente frente al Estado. Este control político e ideológico impuesto por la religión
9 Paradójicamente, estas ideas coincidían bastante con las del conservador Miguel Antonio Caro, aunque éste se basara
en un punto de partida distinto. Así que las ideas de ambos van a resultar plasmadas en la nueva Constitución de 1886, que debe mucho a la labor preparatoria de Caro y del arzobispo de Bogotá, el jesuita José Telésforo Paúl, que pasaba largas horas de la noche discutiendo y redactando muchos de los artículos del acuerdo previo al texto constitucional. La base sexta de ese acuerdo reconocía a la religión católica como la de la casi totalidad de los colombianos, de lo que se seguían el reconocimiento de la personería jurídica de la Iglesia, la necesidad de una educación pública en consonancia con el sentimiento religioso de los católicos y la posibilidad de celebrar ulteriores convenios con la Santa Sede (González, 2013). 10 Este punto representaba dificultades, porque los negociadores de la Santa Sede exigían virtualmente el valor total de
las propiedades desamortizadas y que el valor de los censos eclesiásticos redimidos se convirtiera en deuda consolidada a un interés líquido del 6% anual, cuando las instrucciones del gobierno sólo autorizaban un 3%. Núñez se mostró muy preocupado por la intransigencia de los negociadores de la Santa Sede, quejándose de la "poca caridad" con que nos trataba el cardenal Rampolla del Tíndaro, secretario de Estado y negociador de la Santa Sede: en la ruinosa situación fiscal del país, esta carga sería el golpe de gracia para la república (González, 2006).
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6 VXIII Convención de Colegios y Educadores Cristianos O.B.E.D. 2014
católica sobre la educación (pública y privada), sería hacia mediados del siglo XX el
detonante de la guerra civil colombiana mal llamada “violencia política” (González 2006).
En este punto del conflicto, la educación evangélica y los escasos esfuerzos educativos de orden
protestante en Colombia, sufrirían una estocada mortal. Ser protestante se asociaba a ser liberal11,
ateo, hereje y cuanto apelativo despectivo coincidiera con los practicantes de la nueva religión
intrusa. En estas condiciones, comenzando el siglo XX, los colegios protestantes o evangélicos no
tenían cabida en el territorio nacional12., excepto algunos pocos que se habían ubicado en las
ciudades, y que estaban menos expuestos a los ataques de las hordas fanáticas y sectarias que no
aceptaban otra educación que no fuera la católica.
No obstante las dificultades sufridas, hacia 1930, ocurren dos acontecimientos importantes que
afectarían el crecimiento y desarrollo de la iglesia evangélica: Por un lado, en 1930 termina un largo
periodo de gobierno conocido como Hegemonía Conservadora13, que se encontraba fuertemente
comprometido con el catolicismo. Y por otro lado, en 1920, en el Segundo Congreso Protestante de
Latinoamérica, celebrado en Montevideo (Uruguay), se concluye que Colombia es el país menos
evangelizado de América Latina, y es declarado como objetivo misionero por parte de la agencias
misioneras protestantes europeas y norteamericanas de ese entonces (Bucana 1995, pág. 88).
Con el cambio de gobierno conservador, y el surgimiento de uno de corte liberal bajo la presidencia
de Enrique Olaya Herrera, periodo conocido como la República Liberal (1930 – 1946), se produjo la
llegada al país de las primeras agencias misioneras protestantes inglesas, americanas y australianas,
trayendo consigo sobre los años 40 la creación de los primeros colegios cristianos evangélicos,
financiados y sostenidos directamente desde sus países de origen. Fue así como agencias y
confesiones religiosas tales como Iglesia Presbiteriana, Iglesia Bautista, Iglesia Menonita, Iglesia
Episcopal, Iglesia Alianza Cristiana y Misionera, Iglesia Cruzada Mundial, Unión Misionera
Evangélica, Asambleas de Dios entre otras, a través de sus pastores y ministros extranjeros trajeron
11 En 1912, Rafael Uribe Uribe, ideólogo liberal escribiría un ensayo denominado “de como el liberalismo político no es
pecado”, en respuesta a la campaña de desprestigio que adelantaban algunos jerarcas y religiosos católicos contra los ciudadanos liberales y el grupo naciente de ciudadanos protestantes (Bucana 1995, pág. 89). 12 El artículo 12 del concordato suscrito entre Colombia y el vaticano estableció que la educación e instrucción pública
en universidades, colegios y escuelas debería organizarse y dirigirse en conformidad con los dogmas y la moral de la religión católica. En esos centros sería obligatoria la enseñanza religiosa y la observancia de las correspondientes prácticas piadosas. En consecuencia, el artículo 3 otorgó a los obispos el derecho a inspeccionar y elegir los textos de religión y moral. Además, el gobierno se comprometió a impedir que se propagaran ideas contrarias al dogma católico y al respeto debido a la Iglesia en la enseñanza del resto de las asignaturas. Finalmente, el artículo 14 concedió a los obispos la potestad de hacer retirar a los maestros la facultad de enseñar religión y moral, si no lo hacían en conformidad con la doctrina católica. (González descargado de portal banrepublica.com) 13 La Hegemonía conservadora fue el período histórico en el que el Partido Conservador de Colombia se mantuvo en el
poder de forma ininterrumpida durante 44 años. Se inició en 1886 cuando José María Campo Serrano, asumió la presidencia de la República de Colombia, en nombre de la Regeneración, liderada por Rafael Núñez, bajo la cual se promulgó la Constitución de 1886, de corte centralista y conservador. Dicha hegemonía se prolongó hasta 1930, cuando el conservatismo perdió las elecciones contra el candidato liberal Enrique Olaya Herrera.
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7 VXIII Convención de Colegios y Educadores Cristianos O.B.E.D. 2014
al país nuevas propuestas educativas de mentalidad moderna14. También, junto con estos ministros
religiosos llegaron sus esposas e hijos y personal de apoyo eclesial, quienes en su mayoría se
desplazaron a las zonas rurales y allí desarrollaron a la par con las acciones de evangelización,
proyectos de alfabetización, salud, saneamiento e higiene y promoción de nuevas tecnologías,
proyectos que para esa época y contexto eran considerados supremamente novedosos e
innovadores (Bucana 1995, págs. 110 a 114).
La tarea educativa de estos equipos misioneros en las regiones en las que pudieron ejercer
influencia fue considerada como una verdadera solución para los graves problemas de
analfabetismo, abandono y exclusión que sufría la mayoría de la población campesina, ya que el
Estado colombiano, inmerso en antiguos conflictos y guerras de orden político y hegemónico no
proveía las soluciones que demandaban las comunidades rurales. De paso, con la enseñanza de la
doctrina protestante, estos misioneros europeos, australianos, neozelandeses y norteamericanos
promovían la actualización y capacitación en temas científicos, tecnológicos, económicos y políticos
de ese entonces (Ibarra 2012, pág. 3).
“La fuerte identidad entre modernidad y una actitud anticatólica puede ser la que genere si
no una resistencia, por lo menos una indiferencia ante las ideas liberales y modernizadoras.
La población, que no se ve mayormente beneficiada por las empresas económicas del
liberalismo, tenderá más claramente a un rechazo de las ideas que desde allí se defienden.
Todo esto en medio de las rencillas partidistas, guerras civiles, pobreza, desazón y muerte.”
(Von der Walde 1997, pág.4)
Debido al crecimiento de la comunidad evangélica y la imposibilidad física de cubrir todo el
territorio nacional con los misioneros y obreros, se urgía la preparación de ministros del evangelio
nacionales. Es así como, para el año 1933, se daría inicio a la creación de instituciones dedicadas a
la preparación de pastores, maestros y ministros, dentro de los cuales se crearon entre otros, el
seminario Bíblico de Colombia en Medellín, el Seminario Teológico Bautista de Cali, el Seminario
Bíblico de la Alianza, el Instituto Berea entre otros.
En medio de muchas dificultades, tensiones y resistencias de orden religioso, cultural, ideológico y
político que generaba la presencia de estos nuevos grupos religiosos y sus instituciones en
Colombia, las iglesias y misiones protestantes se fueron consolidando en el país, en especial en las
ciudades. Fue así como entre de los años 40 y 50 del siglo XX se produce un notable crecimiento y
expansión de éstas iglesias, en medio de una dura oposición organizada por parte de los jerarcas de
14 Jean Pierre Bastian en su estudio sobre las comunidades protestantes en Sur América, menciona que los protestantes
latinoamericanos entre 1910 – 1940 contribuyeron activamente a los cambios sociales dentro de los cauces democráticos, debido a la mentalidad moderna que traían consigo propia del desarrollo cultural, económico y social de sus países de origen (1994, pág. 76)
RETOS DE LA EDUCACIÓN ESCOLAR EVANGÉLICA CON RELACIÓN A LA CALIDAD Y PERTINENCIA DE SUS PROPUESTAS EDUCATIVAS
8 VXIII Convención de Colegios y Educadores Cristianos O.B.E.D. 2014
la religión oficial15, quienes desde su cosmovisión religiosa, consideraban que solo podían
fundamentar la unidad de la nación mediante el uso de la lengua castellana y la práctica de la
religión católica (Von Der Walde, pág. 13). De esta forma, desde finales del siglo XIX y comienzos de
siglo XX, mediante del desarrollo del Movimiento de la Regeneración16 se había desatado todo un
proceso de exclusión legal y social hacia aquellas personas que no hablaran el castellano ni
confesarán la fe católica, lo cual incluía no solamente a los nacionales y extranjeros protestantes,
también a los indígenas, los afrodescendientes, y los minoritarios grupos musulmanes que se
habían asentado en la costa norte colombiana.
La falta de religión, con la que se identificaban desde la oposición los principios liberales de
libertad de cultos, así como las expropiaciones de tierras a la iglesia y el recorte de
privilegios, se convierte en el discurso de Núñez en una de las causas del malestar nacional.
La receta que propusieron los aliados políticos de éste, tanto para resolver el problema de
las fragmentaciones regionales y consolidar una unidad, como para resolver la situación de
orden social, fue basar el nuevo fundamento de la nación en los principios del catolicismo
ultramontano. Según uno de sus más beligerantes adalides, monseñor Rafael María
Carrasquilla, en el país "no hay sino dos vínculo que unan: la lengua y la religión". (Von der
Walde 1997, pág. 2)
En este marco de oposición y exclusión religiosa, junto con el crecimiento y desarrollo de las nuevas
iglesias protestantes, surge entre los pastores la idea de crear sus propios centros educativos
debido al rechazo y persecución que sufrían los niños y jóvenes evangélicos que asistían a los
colegios católicos y aun a los públicos de aquellos años aciagos. Precisamente, durante esos años se
establece la primera generación de colegios evangélicos, como los Colegios Americanos, fundados
por las Iglesia Presbiteriana, Presbiteriana Cumberland y la Iglesia Menonita; y los colegios
Interamericanos, fundados por la Misión interamericana, los colegios fundados por la Misión
Alianza Cristiana y los colegios fundados por la Misión Cruzada Mundial.
Caso aparte merecen los colegios Americano de Bogotá (1869) y Americano de Barranquilla (1889)
que habían sido fundados hacia finales del siglo XIX, los cuales gozaban de respetabilidad y prestigio
ante la sociedad Colombia. De hecho, en las aulas del Colegio Americano de Bogotá se formaron
personalidades importantes del país como una de las hijas del General Rafael Uribe, el Dr. Enrique
Olaya Herrera, los Dres. Luis y Agustín Nieto Caballero, quienes luego fundaron el Gimnasio 15 En 1936, los jerarcas de la Iglesia Romana se reunieron durante una semana en Bogotá para protestar contra un decreto hecho ley del gobierno del presidente Alfonso López Pumarejo en el que se reglamentaba y garantizaba la libertad de cultos, la cual había sido incorporada a la Constitución colombiana desde 1920, pero hasta este año había sido posible reglamentarlo. A partir de ese año un creciente brote de intolerancia y fanatismo religioso comenzó a esparcirse sobre el país contra los grupos evangélicos (González 2000, pág. 92) 16 El movimiento de la Regeneración que encabezó el presidente Rafael Núñez aspiraba a ordenar y unificar un país fragmentado por luchas civiles y arduas condiciones geográficas alrededor de un estado autoritario y de la Iglesia católica. En gran medida esta receta para resolver la situación del país emergía de un diagnóstico sobre las condiciones creadas por las constitución liberal y federalista de 1863, que había otorgado no sólo gran cantidad de libertades sociales, sino también casi autonomía absoluta a las provincias, con el consecuente debilitamiento del poder central.
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9 VXIII Convención de Colegios y Educadores Cristianos O.B.E.D. 2014
Moderno; el Dr. Luis Carlos Galán Sarmiento, el Dr. Orlando Fals Borda, fundador de la Facultad de
Sociología de la Universidad Nacional, entre otros (tomado de la página web del Colegio Americano
2014).
A diferencia del Protestantismo europeo que a lo largo de 300 años se había consolidado como una
religión del templo hacia la sociedad, es decir, una religión con una fuerte presencia e influencia en
el desarrollo político, social, académico, científico y cultural, realizando importantes aportes a la
configuración del pensamiento moderno europeo17, el cristianismo evangélico en Colombia hasta
ahora se estaba configurando como una religión formal, de afuera hacia el templo, enfocada en la
predicación del Evangelio, particularmente en las clases populares que hacia los años 50 migraban
del campo a las ciudades huyendo de la violencia política. Este esfuerzo de evangelización y
posicionamiento protestante, en el contexto de violencia, discriminación y persecución religiosa,
restringió en gran medida la participación de los líderes eclesiales nacionales y sus feligreses en los
movimientos políticos, académicos e intelectuales.
Todo esto en un contexto social y cultural colombiano en el que ser moderno era sinónimo de anti-
catolicismo, ya que para la jerarquía católica de ese entonces la modernidad y sus valores, eran
sinónimo de liberalismo, comunismo y herejía. Este fenómeno de estigmatización ocasionaría entre
otros el cierre de la Escuela Normal Superior (1936 -1951), primera facultad de educación
colombiana de talante moderno, progresista y liberal (Herrera 2013, pág. 124 y 125). No solo la
educación evangélica sería objeto de ignominia y persecución. Iguales fueron las acciones de
violencia y descrédito contra proyectos educativos de vanguardia y modernidad como lo fue el de
Escuela Normal Superior y otros tantos de orden liberal.
Del mismo modo, durante los oscuros años de gobierno conservador, particularmente en el periodo
de Laureano Gómez, cientos de ciudadanos colombianos evangélicos fueron proscritos,
encarcelados, torturados y otros asesinados. Del mismo modo, las escuelas evangélicas a lo largo y
ancho del país fueron declaradas espurias y cerradas. En el peor de los casos, fueron incendiadas y
arrasadas por el fervor religioso del pueblo fanático azuzado desde los púlpitos por los líderes
religiosos católicos de ese entonces. La siguiente tabla ilustra en cifras la persecución religiosa
durante los años 50.
17 Max Weber afirmó que el mundo protestante es más exitoso económicamente que el mundo católico gracias al influjo de la religión protestante en cada uno de sus individuos: amor al trabajo, honradez, ahorro y un apego permitido a lo material, algo que el catolicismo solo supo predicar a medias los domingos pero no controlar ni inculcar en la cotidianeidad de su pueblo. Para Weber las “formas más puras e íntimas de la piedad cristiana” se hallan también en el área protestante. El énfasis protestante no está en la confesión sino en la conducta: trabajo, pureza, no alcohol, no fiestas, si familia, si ahorro. Los protestantes son famosos por su laboriosidad: los hugonotes en Francia eran un buen ejemplo en el seno del catolicismo. Énfasis en la conducta: “minuciosa reglamentación religiosa de la vida”. Otro ejemplo es la tolerancia de Federico I de Prusia, quien permitió que los menonitas no hicieran el servicio militar porque sabía de su enorme capacidad de trabajo (Weber 1979, pág. 13 y 89).
RETOS DE LA EDUCACIÓN ESCOLAR EVANGÉLICA CON RELACIÓN A LA CALIDAD Y PERTINENCIA DE SUS PROPUESTAS EDUCATIVAS
10 VXIII Convención de Colegios y Educadores Cristianos O.B.E.D. 2014
Las siguientes cifras tomadas de Quintero y Mejía (2013, pág. 66) documentan el horror y terror
que tuvieron que vivir los creyentes evangélicos y sus instituciones durante aquellos años
vergonzosos:
CIFRAS GLOBALES SOBRE LA PERSECUCIÓN CONTRA LOS PROTESTANTES EN COLOMBIA
PERSECUCIÓN VIOLENTA: 2046 casos documentados
Violencia contra personas 1869 casos
Arresto y confinamiento carcelario 649 casos
Tortura 38 casos
Trabajo forzado 22 casos
Lesiones personales 493 casos
Asesinatos 126 casos
Desplazamiento forzado 425 casos
Ataques contra servicios religiosos 109 casos
Abdución de niños protestantes 7 casos
Violencia contra propiedades 537 casos
Ataques a iglesias (destrucción parcial) 89 casos
Ataques a iglesias (destrucción total) 60 casos
Ataque a cementerios 11 casos
Ataque a casas (destruccion parcial) 164 casos
Ataque a casas (destrucción total) 177 casos
Ataque a contra colegios (destrucción parcial) 15 casos
Ataque contra colegios (destrucción total) 21 casos
Tomado de Quintero y Mejía (2013, pág. 66)
El siguiente es un registro histórico sucedido durante el periodo presidencial Laureano Gómez, que
ejemplifica el terror y la persecución contra la iglesia evangélica y sus colegios, tomado del libro
Patricio Symes: Vida y obra de un pionero, escrito por Valentim González. (pág. 104 y 105)
…Hace dos semanas el cura visitó la escuela, amenazó a la maestra y a los hermanos;
cuando se enteraron que usted vendría (Patricio Symes) un grupo de hombres armados lo
han estado esperando en el camino... Ahora este sitio (Mesitas del Colegio) es muy
peligroso… A la medianoche prendieron fuego a la escuela, donde pensaban que yo estaba
durmiendo…. También habían bloqueado todos los caminos… huimos por la rivera del rio y
en una cueva nos escondimos de los ataques. A lo lejos las llamas trepidaban consumiendo
los últimos escombros de la escuela… El sacerdote y sus ciegos seguidores dirigieron la
fratricida persecución en ese pacífico lugar. (González 2000, págs. 104 y 105)
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11 VXIII Convención de Colegios y Educadores Cristianos O.B.E.D. 2014
Luego, pasados los azarosos años de persecución y odio, llegan los años 70 y 80, en los que se
presenta la primera transición de liderazgo al interior de las misiones e iglesias protestantes. La
primera generación de líderes y ministros extranjeros se retiraban del país, ya fuera por vejez,
fallecimiento, enfermedad o por amenazas de muerte; transfiriendo el liderazgo religioso,
proyectos sociales, templos e instalaciones educativas a la segunda generación de líderes
nacionales, que ya por ese entonces ejercían su autoridad e influencia en el contexto evangélico
colombiano. Había pasado el tiempo, cerca de 40 años, y se avecinaba el relevo generacional de los
misioneros extranjeros por un floreciente liderazgo nacional. Precisamente, es durante este periodo
de cambio en el liderazgo cuando surge la segunda generación de planteles educativos evangélicos,
bajo la influencia y visión de un nuevo liderazgo eclesial.
Este proceso gradual de cambio de liderazgo extranjero por los nacionales conllevó una serie de
beneficios relacionados con la capacitación y proyección de nuevos pastores y ministros al interior
de las iglesias, pero también generó problemáticas con relación al tipo de cosmovisión y
comprensión del mundo. Es decir, aunque los nuevos líderes nacionales eran personas convertidas
sinceramente a la religión Evangélica, no eran herederos ni poseedores de los valores y
conocimientos propios de la modernidad protestante europea18 que traían los misioneros
extranjeros. Este cambio de visión entre liderazgo emergente pre-moderno y el liderazgo de
mentalidad moderna en retirada implicó un rompimiento en las formas de comprensión del mundo
y de los fenómenos sociales que sacudían a la nación. El nuevo liderazgo evangélico nacional era
fuerte en su formación bíblica y teológica, pero conservaba bastante arraigada la mentalidad pre-
moderna propia de la cultura y sociedad colombiana de ese entonces.
Evidentemente, aunque los nuevos líderes (pastores y ministros) poseían la formación teológica y
ministerial, que les capacitaba para ejercer como pastores en sus iglesias, sin embargo, adolecían
de la visión de modernidad, desarrollo tecnológico, académico e intelectual propio de los primeros
ministros y pastores de origen europeo. Entonces, es en medio de este contexto de crisis y cambio
del liderazgo cuando surge la segunda generación de colegios evangélicos heredando las
problemáticas propias de este cambio de visión y las derivadas de los conflictos sociales de la
segunda mitad del siglo XX.
La segunda generación de colegios evangélicos incluía planteles propios de las iglesias nacionales,
también algunos de propiedad de creyentes que asistían a las mismas, y otros de nuevos creyentes
que se convirtieron al Evangelio siendo propietarios de colegios privados. Casi que
simultáneamente, entre los años 80 y 90 surgen estos nuevos planteles educativos en las
principales ciudades del país, a la sombra de las virtudes y limitaciones en la visión y cosmovisión
18 El discurso político y religioso del Periodo de la Regeneración tuvo como dicotomía modernidad y religiosidad. Como
señala Jesús Martín Barbero, a diferencia de los Estados Unidos, en donde "ser moderno no sólo equivale, sino se fundamenta en ser creyente, y viceversa, en América Latina hemos vivido eso como una oposición irreductible, absolutamente maniquea". ("Secularización, desencanto y reencantamiento massmediático" 179).
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12 VXIII Convención de Colegios y Educadores Cristianos O.B.E.D. 2014
del nuevo liderazgo eclesial, pero también a la sombra de los procesos y problemáticas educativas
nacionales que se resistían a la modernidad y a los vientos de cambio que desde los años 70 se
intentaban asomar a la educación colombiana tales como el Movimiento Pedagógico19 y el
surgimiento del proyecto Escuela Nueva20. Así lo reconoce Mejía (1999, pág. 15), quien afirma que
“Lo que hoy se conoce con el nombre de Movimiento Pedagógico tiene una razón de ser, a
partir de la imposición de políticas estatales como el “Mapa Educativo” y la Reforma
curricular que buscaban “racionalizar” y “mejorar la calidad” de la educación. Con esta mira
de control político y pedagógico el estado creó, en efecto, el ambiente propicio para generar
un proceso de estudio, investigación y respuestas por parte del magisterio colombiano al
punto de desembocar en la idea del Movimiento Pedagógico.”
Por esos años Colombia hervía en medio de profundos conflictos sociales: narcotráfico, violencia
política de grupos de izquierda y grupos de derecha, perpetuación de los mecanismos de poder y
dominación derivados del Frente Nacional, clientelismo y corrupción estatal, elevado índice de
desescolarización y analfabetismo, pobreza y crecimiento de la deuda externa con el Banco Mundial
para desarrollar proyectos de educación y salud a un alto costo impositivo para los colombianos. En
medio de este período de resquebrajamiento y pauperización de la sociedad colombiana,
manifestado en las muchas y muy variadas formas de violencia, también se asiste al surgimiento de
nuevos grupos y organizaciones creados por la misma sociedad civil que, desde finales de los años
80, comienza a ver la revitalización de los movimientos sociales, incluyendo las iglesias evangélicas,
como organizaciones que desde los sectores más marginales y desprotegidos por el Estado,
empiezan a darse cuenta de que es su propia organización la única que les puede permitir abrir
caminos para presionar la creación de nuevas de formas de participación y desarrollo ciudadano
(Mejía, Londoño y Granda 2005).
Es en este contexto en el que los colegios protestantes de primera y segunda generación, aunque
eran producto de diferentes momentos históricos, ahora se encontraban enfrentando los nuevos
retos académicos y conflictos sociales, echando mano básicamente de su ideal filosófico educativo.
Sin embargo, la ausencia de una concepción moderna e innovadora sobre educación y sociedad en
los nuevos líderes eclesiásticos y en los docentes que estuvieron al frente de estos instituciones
educativas, los dejaron atrapados entre dos grandes problemáticas: De una parte la escasa o
ninguna formación en políticas públicas, sociología, economía y otras ciencias sociales y de la
educación por parte de la nueva generación de líderes eclesiales nacionales, falencia que les
19 Según Marcos Raúl Mejía, el Movimiento Pedagógico surgió de la confluencia de cuatro procesos históricos así: 1) La
reforma curricular que se pretendía imponer por parte del Ministerio de Educación Nacional, 2) El auge de los Movimientos Sociales que intentaban construir Proyectos Alternativos.-3) La emergencia histórica de unos sujetos de pedagogía que pugnaban contra los modelos en boga y 4) Con la emergencia de un actor social colectivo que da sentido a ese quehacer educativo (Mejía 1999, en Revista Educación y Cultura). 20 El programa Escuela Nueva inició en Colombia en año 1975 como respuesta a las diferentes problemáticas que
aquejaban a la educación rural, intentando también superar las limitaciones de sufría el programa escolar Escuela Unitaria, implementado en el país rural por la UNESCO en 1961.
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13 VXIII Convención de Colegios y Educadores Cristianos O.B.E.D. 2014
impedía ver más allá de lo teológico y doctrinal las problemáticas sociales, educativas y culturales
que afectaban a la población colombiana.
De otra, de acuerdo con Cárdenas y Boada (2013, pág. 196 y 197) entre los año 70 y 80, tanto las
escuelas normales como las universidades formadoras de maestros improvisaron la formación de
los nuevos docentes. Eran muy evidentes los vacíos en la formación pedagógica, epistemológica y
sobre filosofía de la educación que aquejaba a los docentes y directivos recién egresados de las
universidades y que estaban a cargo de los proyectos educativos evangélicos. Se debe tener
presente que en el orden nacional, el debate por el tipo de educación que requería el país había
sido puesto en el congelador durante el periodo del Frente Nacional. No era necesario hablar ni
debatir acerca del modelo de educación que requería el país cuando los dos partidos políticos
hegemónicos acordaron gobernar la nación de manera intercalada durante más de 20 años.
Entonces, ante la ausencia de ideas, de planes y de un proyecto nacional educativo, el Ministerio de
educación impone la Tecnología Educativa como salida a los problemas estructurales que
aquejaban a la educación colombiana. La tecnología educativa21 se impuso sobre el debate
académico y la formación pedagógica. El país no necesitaba docentes fundamentos en la pedagogía
y las ciencias de la educación, solo requería docentes expertos en reproducir las tecnologías
educativas; que supieran impartir un programa educativo sin preguntar de dónde y para qué.
En ese entorno, con más buenas intenciones que formación y conocimiento, los colegios
evangélicos, de la mano de sus directivos y profesores, enfrentaron las distintas problemáticas,
luchas y conflictos tanto nacionales como institucionales que emergían al interior de sus planteles
educativos, en el proceso de búsqueda de su propia identidad y un lugar en el mundo académico y
educativo de ese entonces. Al igual que les sucedió a los discípulos de Lancaster en el siglo XIX,
estos nuevos colegios, de finales del siglo XX, eran observados con rareza y prevención por las
autoridades educativas, los grupos sociales y por el mundo académico en general. Al punto que en
varias entidades municipales, las autoridades educativas se negaban a otorgar el reconocimiento
oficial de estos planteles o les exigían como requisito la enseñanza del catolicismo dentro las clases
de religión como condición para otorgar su permiso de funcionamiento.
Comenzando los años 90, con la expedición de una nueva Constitución Política (1991). En ese
entonces, el gobierno centró sus esfuerzos en la búsqueda de una economía modernizada,
orientada hacia la apertura de los mercados y a la promoción de la competitividad y la
productividad de todos los sectores económicos (apertura económica). La nueva Constitución
21 Entre 1970 y 1980, el Ministerio de Educación introdujo una serie de reformas educativas con el propósito de
modernizar y tecnificar el sistema educativo (nacionalización, mapa educativo, Escuela Nueva, Universidad a distancia entre otras), la mejor manera de lograrlo era mediante la aplicación de un nuevo modelo tecnológico que orientó el diseño curricular y los programas escolares (véase decreto 1419 de 1978). El diseño planteado por el Ministerio de Educación establecía los objetivos, estrategias e indicadores de evaluación, restringiéndose la autonomía y el desarrollo intelectual de los docentes (Cárdenas y Boada, 2013, pág. 197)..
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reconoció tanto los derechos económicos de libertad, que garantizaron el funcionamiento de los
mercados y la autonomía privada, como los derechos sociales, que implicaban políticas públicas
para la ampliación y el suministro de bienes y servicios de interés público; en suma, una
Constitución orientada en el marco de lo que se denomina un modelo de Estado Social de Derecho.
La nueva Constitución se concibió como una Constitución normativa y valorativa de
constitucionalismo social, en la medida en que no sólo reconoció derechos liberales, sino también
derechos sociales, a los cuales les otorgó fuerza normativa. En este nuevo orden legal, se
promulgarían dos nuevas leyes que cambiarían el destino y desarrollo de los colegios evangélicos en
Colombia: De una parte la Ley General de Educación o Ley 115 de 1993, que reconfiguró el servicio
educativo colombiano, obligando tanto a los colegios públicos como privados del país a revisar su
tarea educativa y formular por primera vez su PEI (proyecto Educativo Institucional) en función de
sus comunidades de influencia.
De otra parte, en 1994, con la promulgación de la Ley 133, más conocida como Ley de Libertad
Religiosa o Libertad de Cultos, mediante la cual se reglamentó el derecho a profesar una creencia
religiosa diferente del catolicismo sin ser incomodado o molestado por ello. Del mismo modo, los
colegios evangélicos recibieron el reconocimiento social y legal como entidades educativas del
mismo nivel legal que los colegios, públicos, privados católicos y privados seculares. Esto significó
que estas instituciones educativas podrían enseñar de forma autónoma sus preceptos religiosos
desde su marco y modelo evangélico. Jamás volverían a ser tratados como instituciones educativas
de segunda categoría. De ahora en adelante, los colegios cristianos evangélicos ya no podrían volver
a ser presionados por las autoridades educativas, ni invisibilizados social, ni políticamente por el
Estado y sus órganos de control por situaciones relacionados con sus creencias religiosas.
Precisamente en ese contexto de cambio, modernización y reconfiguración institucional surge en
1998, la Asociación Colombiana de Colegios Cristianos O.B.E.D. Por primera vez los colegios
evangélicos conformaban un gremio que les asesoraría en todos los aspectos relacionados con
políticas públicas educativas, relaciones contractuales, prácticas pedagógicas y su fundamento
filosófico doctrinal. Entonces los colegios toman un nuevo aire para reformular sus propuestas
educativas, y pensar una educación más acorde y pertinente con las realidades y necesidades de
sus comunidades educativas. Este proceso de asociación tanto por ideología como por fines
comunes, generó hacia adelante procesos de reflexión y análisis que permitieron la reinvención en
la misión y visión de los colegios, y en un futuro corto, alcanzar resultados sobresalientes en su
formación y proyección social.
De cara al siglo XXI, los colegios evangélicos avanzaron en sus procesos de transformación, logrando
algunos de ellos desarrollar propuestas educativas exitosas y de alto impacto académico y social,
Sin embargo en otros tantos, aún persisten las mismas tensiones y dinámicas de conflicto entre
modernidad, ahora posmodernidad y los preceptos ideológicos derivados de un liderazgo y
RETOS DE LA EDUCACIÓN ESCOLAR EVANGÉLICA CON RELACIÓN A LA CALIDAD Y PERTINENCIA DE SUS PROPUESTAS EDUCATIVAS
15 VXIII Convención de Colegios y Educadores Cristianos O.B.E.D. 2014
configuración religiosa de espaldas a estos procesos de modernización, cambio y transformación
social. Actualmente, (2014) aún en algunos colegios evangélicos todavía persisten conflictos y
tensiones derivadas tanto de la no resolución adecuada de sus propias crisis y conflictos de
identidad y misión, como del poco entendimiento y comprensión de las problemáticas nacionales
desde su marco teológico, reflejando así serias dificultades para la formulación de un proyecto
educativo que aporte propuestas de intervención, cambio y transformación en el contexto social,
político, académico y científico.
Retos de la educación escolar evangélica
Por lo tanto, en este marco sociohistórico la siguiente ponencia pretende dejar para su análisis y
reflexión algunas recomendaciones para la reinvención, el cambio y la proyección de las
instituciones educativas evangélicas, poder identificar y establecer una serie de rutas que orienten
hacia el camino de una educación cristiana de calidad, centrada en el Evangelio, pero pertinente
con los retos de una Colombia que a pesar de sus reiterados conflictos y crisis, intenta encontrarse
a sí misma, y avanzar hacia el desarrollo y el progreso social. Sin duda alguna, pensar la educación
evangélica de cara hacia el futuro, exige mirar hacia adentro los resultados de cerca de 100 años de
predicación de la doctrina protestante. También requiere dar una mirada a la nación en su
conjunto, con sus crisis, sus logros y frustraciones. Igualmente, exige de los líderes y docentes aquí
presentes, conocer no solo las causas y orígenes que enmarcaron el nacimiento de la educación
evangélica; también obliga a pensar hacia el mañana el tipo de educación que requiere la
comunidad evangélica en el contexto de una sociedad colombiana altamente secularizada y en
permanente renovación.
De esta forma, Intentar encontrar los puntos comunes en el horizonte evangélico que permitan
impactar a la nación desde la formulación de propuestas educativas que sean capaces de articularse
e integrarse a los procesos de cambio y transformación que experimenta el país.
A continuación, algunas posibles rutas para el avance de la educación escolar evangélica:
1. Una educación evangélica que supere las barreras de los prejuicios y sectarismos
Aunque hasta la fecha no ha habido por parte de la iglesia católica22 un acto nacional de desagravio
hacia la iglesia evangélica y sus creyentes sobre este vergonzoso y oscuro periodo de la historia
22 Durante el periodo del Papa Juan XXIII, la iglesia católica de Roma públicamente pidió perdón a los “hermanos
separados” protestantes por los años de persecución, discriminación y odio generado. Asunto que no detuvo la persecución y odio en Colombia, pero que al menos marcó un precedente con relación al trato dado a los evangélicos o protestantes en Colombia. (González V, 2000, pág. 177).
RETOS DE LA EDUCACIÓN ESCOLAR EVANGÉLICA CON RELACIÓN A LA CALIDAD Y PERTINENCIA DE SUS PROPUESTAS EDUCATIVAS
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colombiana, si se hace necesario que en aras de la memoria histórica de la nación y de la misma
iglesia evangélica, se recuerde el daño y dolor sufrido, y se tenga presente que este tipo de
comportamientos irracionales, sectarios y malévolos no se vuelvan a repetir en la sociedad
colombiana, contra ningún grupo religioso, social o étnico en particular. Igualmente, así como la
iglesia católica en Colombia, actualmente ha evolucionado, superándose a sí misma sobre sus
errores históricos, contextualizándose con las necesidades y problemáticas sociales de la nación e
insertándose exitosamente en los procesos políticos, científicos, académicos y tecnológicos que
demanda el país, también se hace necesario que la iglesia evangélica en su conjunto supere los
prejuicios religiosos heredados de años de exclusión y persecución, y se proyecte hacia el futuro en
su condición de institución promotora de avance y cambio social.
Hoy en día la población evangélica en Colombia alcanza los 10 millones de habitantes (Atlas de las
religiones, 2009). Capital humano que es supremamente valioso e importante para los procesos de
cambio y transformación que viene adelantando la nación. Por lo tanto, se requiere tanto de las
iglesias evangélicas como de sus agentes educativos un mayor protagonismo y participación en
asuntos de interés nacional. Más allá de la militancia política o ideológica de los creyentes cristianos
como ciudadanos, la iglesia como cuerpo de Cristo está en la obligación de alentar y dinamizar los
procesos de construcción social, búsqueda de la paz nacional, lucha por la justicia y la equidad, y la
participación en el análisis y formulación de políticas públicas de hondo contenido social.
En este sentido, la educación evangélica debe replantearse su compromiso religioso espiritual en el
contexto de nación y sociedad que vivimos en la actualidad. Es decir, una educación religiosa y
espiritual con sentido de lo humano y lo social, ya que el Evangelio es una enorme fuente de
energía rica en valores y principios humanos, entonces se requiere de las instituciones educativas
evangélicas la capacidad de aportar a la concreción de estos principios y valores en asuntos
específicos del día a día de la interacción social de los colombianos.
De una parte, el aporte a la construcción de conciencia ética y moral es una tarea inaplazable de la
educación evangélica. Conciencia que debe proyectarse en asuntos tales como la ética de la
convivencia, la participación ciudadana y el control a las prácticas de gobierno de los líderes locales
y nacionales entre otroas. Es decir, entendiéndose la ética y la moral cristiana más allá de los
preceptos religiosos evangélicos de orden retórico y ritual, orientándose hacia una ética social
crítica, activa y participativa. Si en nuestra nación por lo menos estos 10 millones de ciudadanos
evangélicos fueran capaces de vivir y manifestar en su entorno social, académico y laboral los
preceptos éticos de la ética y la moral cristiana sin fundamentalismos, sin duda el país cambiaría y
avanzaría en la superación de sus limitaciones y frustraciones producto de siglos de andar de
manera errática.
De otra parte, este proceso de construcción moral y ética al interior de los individuos que practican
la fe cristiana evangélica, debe ir desprovisto de los errores discriminatorios y excluyentes que
RETOS DE LA EDUCACIÓN ESCOLAR EVANGÉLICA CON RELACIÓN A LA CALIDAD Y PERTINENCIA DE SUS PROPUESTAS EDUCATIVAS
17 VXIII Convención de Colegios y Educadores Cristianos O.B.E.D. 2014
pusieron a la iglesia protestante en el ostracismo y la persecución durante los tristes años de
fanatismo e intolerancia de los siglos XIX y XX. Es decir, en medio de un Estado que actualmente no
es confesional, de una sociedad altamente secularizada, la iglesia evangélica no está puesta como
un accesorio decorativo dentro del arco iris de confesiones religiosas, como tampoco está para
pretender ser el dedo enjuiciador de Dios sobre los “pecados” de la nación, o para declararse como
la única y exclusiva iglesia de Cristo.
La iglesia evangélica, al igual que sus instituciones educativas, está para ser la Luz y la Sal de la
tierra. Es decir, para ofrecer alternativas y salidas a las problemáticas sociales, y para aportar a la
construcción de propuestas educativas altamente éticas, que sean capaces de integrar desde la
diversidad y las diferencias sociales actualmente existentes a los ciudadanos a los procesos de
cambio y desarrollo que adelanta la nación en su conjunto.
2. Instituciones evangélicas inclusivas
En este punto vale la pena reflexionar sobre la metáfora “Instituciones Extractivas e Instituciones
Inclusivas” formulada por Acemoglu y Robinson (2012) en el libro ¿Por qué fracasan los países?
Estos autores proponen una hipótesis acerca del desarrollo de las naciones del primer mundo y las
naciones subdesarrolladas. Afirman que los países progresan cuando permiten el desarrollo de
instituciones inclusivas. Es decir, organizaciones económicas, políticas, sociales y educativas que
permiten la generación de riqueza, progreso, bienestar y desarrollo para todos los ciudadanos por
igual (pág. 95). Esta tesis se basa en el hecho de que cuando las instituciones públicas y privadas se
conciben en función del bienestar general de una comunidad, y en la distribución equitativa del
progreso y la riqueza, entonces se generan instituciones que vinculan, que generan desarrollo y
crecimiento a partir del ejercicio de la educación y la democracia como poderosa herramienta de
inclusión social.
Del mismo modo, las instituciones extractivas son aquellas que son concebidas exclusivamente para
extraer la riqueza y capacidad productiva de sus ciudadanos en función y beneficio de unos pocos,
sin dejar mayores beneficios sociales y económicos para la mayoría de la población. El
planteamiento central de esta hipótesis radica en que las instituciones extractivas tienen su origen
en el comportamiento conquistador y despojador de los primeros colonos que se afirmaron en
América, para quienes las riquezas de la tierra y sus habitantes no eran más que una posibilidad de
enriquecimiento personal e imperial. Esta teoría parte de la base de la negación del concepto de
persona y sujeto de derecho social y legal que imponían los conquistadores a los aborígenes.
Estas dos formas opuestas de concebir a la sociedad, al ser humano y a las instituciones públicas y
privadas, produjeron las tendencias de desarrollo o atraso; de riqueza o pobreza que demarcarían
hacia el futuro el destino de las naciones americanas. Algunas naciones lograron el desarrollo y la
vinculación de sus poblaciones por igual a los derechos y beneficios que ofrecía el Estado. Otras,
RETOS DE LA EDUCACIÓN ESCOLAR EVANGÉLICA CON RELACIÓN A LA CALIDAD Y PERTINENCIA DE SUS PROPUESTAS EDUCATIVAS
18 VXIII Convención de Colegios y Educadores Cristianos O.B.E.D. 2014
como la nuestra, se convirtieron en naciones frustradas en sus propósitos nacionales de desarrollo
y progreso, debido a que sus instituciones públicas y sociales en su mayoría se fundaron sobre la
base de la exclusión, negación del otro, despojo, extracción y explotación.
En este punto vale la pena reflexionar sobre cuál es el motivo y propósito mayor (ideal) de las
instituciones evangélicas; llámese iglesia, colegio, hospital, ONG etc. Es decir, las instituciones
evangélicas como organizaciones incluyentes que generan bienestar y desarrollo para todos,
incluyendo sus miembros y los que no lo son, como lo fueron en su tiempo las instituciones
protestantes de la modernidad europea. Aquí se requiere, reflexionar y tomar distancia de los
modelos erróneos y extractivos con los que se configuraron la mayoría de las instituciones y
organizaciones económicas, sociales y políticas de la nación colombiana, para pensar en el
desarrollo de otro tipo de institución: organizaciones evangélicas configuradas desde el poder
incluyente del Evangelio. Instituciones enfocadas en la generación de progreso, desarrollo, riqueza
y mejoramiento de la calidad de vida en igualdad para todos los que pertenecen a ellas, a partir del
ejercicio de una tarea educativa centrada en la calidad, equidad y el desarrollo de los preceptos
democráticos y la convivencia social.
En este punto surgen algunas inquietudes para el análisis en este auditorio. Respetuosamente
planteo las siguientes interrogantes de orden reflexivo, no con el propósito de ofender o criticar.
Más bien con la idea de revisar y orientar nuestra práctica religiosa y educativa: ¿Son las
instituciones evangélicas instituciones inclusivas o extractivas? ¿Se pueden pensar instituciones
sociales inclusivas a partir del pensamiento evangélico protestante? ¿Es posible que los colegios
evangélicos, como colegios privados, se tornen en instituciones extractivas? ¿Cuáles deben ser los
aportes de la educación evangélica hacia la configuración de instituciones inclusivas y de desarrollo
social?
En este sentido, el DANE (2011, pág. 17) ofrece algunas luces con relación al fenómeno de pobreza
en Colombia. Afirma que existe una estrecha relación entre educación y pobreza. Entre una mayor y
mejor educación reciban los ciudadanos colombianos, mayores posibilidades tendrán de superar los
esquemas y condicionamientos de pobreza. Del mismo modo entre menor nivel educativo posean
los ciudadanos, mayores serán los riesgos de pobreza, atraso y exclusión social. Por lo anterior se
requiere de la educación evangélica una toma de conciencia acerca de las posibilidades de progreso
y desarrollo que puede generar una educación incluyente, es decir de calidad, eficaz y equitativa,
para todos sus estudiantes. O, en caso contrario, condenar a nuestras comunidades educativas a
situaciones futuras de pobreza y atraso, producto de una configuración equivocada de la institución
educativa como institución extractiva enfocada en el “rentismo” y mercantilismo del servicio
educativo.
3. Renovación de la mentalidad y visión del liderazgo religioso y educativo
RETOS DE LA EDUCACIÓN ESCOLAR EVANGÉLICA CON RELACIÓN A LA CALIDAD Y PERTINENCIA DE SUS PROPUESTAS EDUCATIVAS
19 VXIII Convención de Colegios y Educadores Cristianos O.B.E.D. 2014
Es muy difícil en el mundo actual no tener conciencia acerca de los enormes cambios que están
produciéndose en los diferentes escenarios sociales, culturales, tecnológicos, económicos y
políticos. Tal y como lo expone Bauman (pág. 13, 2002), los tiempos actuales (posmodernidad) son
tiempos difusos, volátiles y líquidos. Es decir, tiempos de cambio y transitoriedad, de la precariedad
de los vínculos humanos en una sociedad individualista y privatizada, marcada por el carácter
transitorio y efímero de sus relaciones. Una sociedad sin apegos a ideologías ni a doctrinas. No
porque así lo quieran las personas y hayan decidido vivir de ese modo. ¡No! Han optado por esta
apatía o escepticismo religioso, simplemente porque una buena cantidad de los ministros y las
religiones de ahora, están descontextualizadas de las problemáticas actuales y se han quedado sin
respuesta, sin discurso y sin lentes para entender y ver las crisis sociales de estos tiempos. Desde la
compleja realidad de la naturaleza humana el desencanto es una puerta abierta a la pérdida de la fe
y la esperanza.
Se requiere de los actuales líderes eclesiales protestantes propender por un acercamiento entre la
teología y las ciencias sociales para poder comprender de forma más amplia los conflictos y
problemáticas de la sociedad colombiana en su conjunto. Es cierto que la biblia, la teología y la
doctrina cristiana aportan significativas luces para la comprensión e intervención en las situaciones
de conflicto social, pero también es cierto que sin el acompañamiento y mediación de otras ciencias
como la sociología, la sicología, la economía, la antropología, la política, muy difícilmente podremos
comprender en su complejidad la magnitud de las problemáticas que ocasionan las crisis y
conflictos al interior de nuestra sociedad.
En este punto, cuando se desconoce a fondo tal complejidad social, entonces la tarea religiosa,
espiritual y educativa cae en un vacío de sinsentido e impertinencia social. Las instituciones
educativas al igual que las iglesias, no deben confinarse a los límites estrictos de su liturgia y
currículo. Al igual que en los tiempos de la modernidad europea, deben enraizarse en los procesos
de transformación sociohistórica y convertirse en espacios generadores de respuestas para las
demandas y contingencias de las sociedades posmodernas (Hargreaves 2003, pág. 50).
En cuanto a los directivos, rectores, coordinadores y gerentes educativos, les es necesario acercarse
cuantas veces sea necesario a los espacios académicos, a la investigación social y educativa, a la
revisión e innovación de las prácticas escolares y académicas desde la perspectiva de los programas
de posgrado. En una sociedad del conocimiento en la que cada vez más docentes acceden a
programas de maestría y doctorado, obliga a que el personal con rango de directivo, se inscriba en
las dinámicas de aprendizaje y profundización de su campo de estudio.
No es posible ser director de una institución educativa, sea secular o evangélica, con los diplomas
de hace 20 años o más, o presumiendo de una enorme experiencia laboral en ese cargo, mientras
los cambios sociales, académicos y epistemológicos avanzan a pasos veloces. Las complejidades
sociales actuales y el cambio histórico de nuestras comunidades impulsan tanto a docentes como a
RETOS DE LA EDUCACIÓN ESCOLAR EVANGÉLICA CON RELACIÓN A LA CALIDAD Y PERTINENCIA DE SUS PROPUESTAS EDUCATIVAS
20 VXIII Convención de Colegios y Educadores Cristianos O.B.E.D. 2014
directivos a aceptar nuevos retos en su formación académica, disciplinar, inter y transdisciplinar, y
desde luego a fundamentar su preparación en lo teológico para lograr una mejor comprensión y
entendimiento de las problemáticas sociales y darles el abordaje e intervención de una forma
holística e integral.
De otra parte, para los actuales directores surge el reto de preparar y proyectar a la generación de
relevo. Según la OCDE (2009, pág. 30) directores y rectores en porcentajes superiores al 50% de los
países asociados, se jubilarán y retirarán del servicio escolar dentro de los próximos 10 años.
Aunque significa una gran pérdida en términos de experiencia y conocimiento, es también una
oportunidad sin precedente para reclutar y preparar la nueva generación de líderes escolares con
los conocimientos y habilidades necesarias para enfrentar la dirección y administración de los
centros educativos (ibídem).
Por consiguiente, es importante resaltar la importancia estratégica que adquiere la formación del
nuevo liderazgo educativo evangélico. Los colegios necesitan pensar y desarrollar nuevas formas de
innovación y desarrollo del liderazgo escolar para enfrentar las complejidades de los entornos
educativos de ahora y de los próximos años. Las condiciones de las comunidades y los perfiles
sociodemográficos tanto de los colegios como de las iglesias evangélicas, como nunca antes se han
transformado. Pasamos de evangelizar y educar comunidades de los estratos sociales más bajos
(años 50 y 60) a educar e intervenir también en comunidades de los estratos sociales más altos.
Comunidades cuyos padres de familia en buen número han accedido a programas de formación de
pregrado y posgrado.
Estas nuevas realidades demandan de nuevas calidades y requisitos por parte de los futuros
directores escolares. Ofrecer mejores estímulos e incentivos desde lo salarial hasta mejores
oportunidades de mejoramiento académico y profesional. Solo así, de esta forma evitaremos la
deserción y migración de nuestros mejores profesionales para la educación pública u otras
instituciones privadas. Solo así podrán ser retenidos para asegurar en el mediano plazo la transición
adecuada del liderazgo de los colegios evangélicos, y de paso asegurar hacia el futuro el desarrollo
de propuestas educativas de alto impacto social para la siguiente generación.
4. Docentes altamente calificados y comprometidos con la educación cristiana evangélica
La Iglesia Evangélica en su conjunto debe promover espacios para el reconocimiento y valoración
de los docentes cristianos como agentes de cambio y transformación social desde la base de la
teología bíblica, las ciencias de la educación y las demás áreas del conocimiento. Sin duda alguna, la
tarea de los docentes de la actualidad es compleja y crucial para el momento histórico que vive
nuestro país. Lo anterior demanda una alta formación en el manejo de las ciencias de la educación,
amén del conocimiento didáctico y pedagógico, administrativo, y de la especificidad de su disciplina
de estudio; y desde luego la conciencia de su potencial de cambio y transformación desde su rol de
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creyente cristiano. Como nunca antes el Evangelio toma sentido en su papel de punto de encuentro
de comunidad y potencial transformador de las vidas de los seres humanos desde las prácticas
educativas excelentes al interior de nuestras instituciones escolares.
Los actuales maestros evangélicos deben estar familiarizados con los conocimientos, innovaciones e
investigaciones más recientes propias de su área de estudio. Deben ser conscientes del potencial
para generar riqueza social y la comprensión de la cultura (Jakku-Shivoven y Niemi 2013, pág. 65).
Del mismo modo, deben estar familiarizados con destrezas para formular, revisar, ajustar y adecuar
los planes de estudio, el currículo, el manejo de las TIC en su campo de enseñanza, y al manejo de
las distintas dinámicas del aprendizaje de su disciplina hoy (cómo se enseña y cómo se aprende).
También, los docentes evangélicos deben estar familiarizados con las técnicas más recientes y
avanzadas de investigación educativa, de orden disciplinar y transdisciplinar, junto con la
comprensión de sus dinámicas y potencialidades al interior de las comunidades educativas.
En este sentido, y siguiendo a los mencionados investigadores, los docentes de hoy deben ser
“metacognocitivos”. Es decir, profesores conscientes de cómo se aprende de manera exitosa. Hoy
en día el aprendizaje del conocimiento es diferente de la forma como se aprendía hace algunos
años. En ese entonces se trataba de contenidos inamovibles, que debían ser aprendidos de
memoria y trasmitidos sin variación alguna. Ahora entendemos que el conocimiento no solo es
renovable, también se puede volver desechable, lo que obliga tanto a los docentes como a los
estudiantes a construir el conocimiento de forma conjunta, interactiva, intencionada y significativa.
Por lo tanto, los docentes evangélicos de nuestros días necesitan metaconocimiento sobre los
procesos de aprendizaje, saber acerca de las distintas teorías del aprendizaje y ayudar a sus
estudiantes a encontrar estrategias y métodos que les permitan gestionar sus propios aprendizajes
y convertirles en agentes activos de su propio conocimiento (ibídem págs. 66 y 67).
Una puerta de llegada a una educación de calidad radica precisamente en esa alta competencia y
destreza profesional para manejar la disciplina de estudio, a estudiarla, a prepararla, a jugar con ella
y disfrutarla. Cuando un estudiante observa que su profesor es un entusiasta y fanático de su propia
disciplina, tendrá más de un motivo para curiosear el porqué de ese interés, llevándole también a
convertirse en un posible entusiasta de la disciplina de estudio de su maestro. Es decir, los maestros
de estos tiempos deben enfrentarse seriamente a la reflexión de qué enseñar, para qué y cómo
enseñarlo desde el desarrollo del interés y el gusto por el aprendizaje y el conocimiento por parte
de sus estudiantes.
5. Docentes y directivos docentes altamente éticos
En esta misma línea, no se puede dejar de lado el componente ético y moral que implica el ejercicio
de la profesión docente en el contexto de las comunidades escolares evangélicas. Casi que por
inercia el comportamiento, actitudes, valores y principios de los estudiantes están ligados
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directamente al comportamiento que asuman sus maestros. Para bien o para mal, los profesores
nos convertimos en ejemplo y modelo a seguir dentro de nuestras comunidades estudiantiles. La
interacción social de los docentes con sus comunidades obliga más que en cualquier otra profesión
u oficio a pactar y desarrollar un código mínimo de entendimiento ético y moral, que asegure el
mejor ejemplo formativo para sus estudiantes23 (Cortina 2000, pág. 182).
En este sentido, las posibilidades de formación ética, moral y social desde la perspectiva del
Evangelio son ilimitadas. Para bien de nuestras comunidades educativas, la religión evangélica al
igual que la católica, poseen un bagaje teológico y doctrinal suficiente para diseñar y formular
propuestas de formación espiritual, ética y moral ricas en valores y principios que son capaces de
transcender afectando y/o modificando de manera positiva la cultura y la sociedad. El reto del
maestro ejemplar, derivado del testimonio de Jesús como modelo a seguir, invita a reflexionar
acerca de nuestras actitudes y comportamientos como modelo y parámetro de vida para los
estudiantes y comunidades.
Desde el la perspectiva del Evangelio como factor de cambio y transformación, no se puede ser
neutral acerca del tipo de formación espiritual y religiosa que se debe ofrecer al interior de los
colegios. Mientras en Colombia exista la libertad de culto y de enseñanza religiosa, las instituciones
contarán con el potencial de desarrollar propuestas innovadoras de formación religiosa, ética y
moral de alto impacto social y cultural. Del mismo modo, mientras en Colombia existan
problemáticas de pobreza, exclusión, desigualdad y todos los males que se derivan de estos, la
formación en valores y principios derivados de la doctrina cristiana, enseñados más allá de simples
preceptos religiosos, como prácticas sociales necesarias para la sana convivencia y ciudadanía,
tendrán sentido y razón de ser enseñados al interior de los colegios cristianos. Es decir, la educación
cristiana como una opción de vivencia de valores ciudadanos y democráticos.
6. El valor agregado de los colegios cristianos evangélicos
Según el Atlas de las religiones 2009, la población evangélica de origen protestante en Colombia era
de alrededor de 10.400.000 personas, cerca del 20% de la población total del país. Sin embargo,
datos más recientes indican, que esta población está por el orden del 30% de la población
colombiana, considerando a nuestro país como uno de las naciones con mayor índice de
crecimiento evangélico (consultado en infolatam.com). Si en un porcentaje moderado calculáramos
la población evangélica en 7.000.000 de personas correspondiente a un 15% del total de
colombianos (47.000.000 de habitantes a la fecha según el DANE). Calculando de forma moderada
que de esos siete millones de evangélicos alrededor del 35% correspondan a niños y jóvenes,
23 De acuerdo con Cortina, la ética de mínimos o ética civil propone mínimos axiológicos o normativos (morales y
jurídicos) que deben ser compartidos por toda sociedad pluralista. Principios de convivencia que se obtienen mediante consenso social (maduración ética de la sociedad). Esta es una ética cívica y social mínima requerida para vivir en armonía en medio de una sociedad pluralista.
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tendríamos una población en edad escolar cercana a 2.450.000 personas. Esta contingencia de
crecimiento poblacional exponencial obliga a las misiones, iglesias y colegios evangélicos a pensar
en la expansión de su propuesta educativa, a mejorar la calidad de su servicio educativo, a construir
más planteles escolares y aún instituciones universitarias.
El reto por venir para la educación cristiana evangélica escolar incluyendo la educación superior es
grande en términos poblacionales. Del mismo modo, debe ser asumido por las iglesias e
instituciones educativas evangélicas. Es decir, la necesidad de pensar una educación
auténticamente cristiana humanista, que defienda y promueva frontalmente los valores y principios
del protestantismo evangélico, dentro del marco del respeto, la tolerancia y la diversidad religiosa,
aun dentro del mismo sector evangélico. Este tipo de educación evangélica no se refiere al
proselitismo religioso. Más bien hace referencia a la interacción y articulación entre fe y valores, y
estos integrados a las prácticas académicas y pedagógicas escolares de excelencia. Es decir, la
promoción y práctica de los valores del protestantismo que hicieron posible la modernidad europea
(Bastián 2002, pág. 87): trabajo, disciplina, innovación, emprendimiento, tolerancia, democracia y
ciudadanía24.
En consecuencia, el valor agregado de la educación evangélica ya está establecido por el mismo
Evangelio. Radica precisamente en su riqueza y potencial enorme para la formación en valores y
principios humanos que aporten luz y sabor al desarrollo tanto eclesial como nacional, de la mano
con el diseño de propuestas educativas innovadoras y de avanzada; propuestas que permitan un
desarrollo armónico entre fe, cultura, arte, ciencia y conocimiento. Precisamente, es esta propuesta
de valores y principios cristianos la que motiva cada día a más familias colombianas a matricular a
sus hijos en los colegios evangélicos. No solo por sus referentes éticos y morales que pueden
ayudar a la formación de los ciudadanos colombianos, también por el desarrollo y fortalecimiento
de propuestas educativas de calidad educativa y de alto impacto tanto en los institucional como en
lo social.
7. Pensar una educación evangélica que ofrezca una enseñanza de calidad
Desde los primeros estudios sobre eficacia escolar (años 60 y 70 del siglo XX), se ha considerado
como educación de calidad aquella que es capaz de formar mejores seres humanos, ciudadanos
con valores éticos, que ejercen los derechos humanos, capaces de convivir en paz, y desde luego
competentes para el aprendizaje (MEN 2012, pág. 7). Sin duda alguna, la interacción efectiva entre
un liderazgo escolar visionario más un equipo docente altamente calificado y comprometido,
sumado a una propuesta educativa pensada y deliberada permitirán a las instituciones educativas
evangélicas ofrecer y mantener altos niveles de calidad escolar.
24 Reforma del s. XVI constituye una cima en la Historia de la Humanidad, tal y como lo han señalado historiadores no
protestantes, el inicio de la modernidad. A ella debemos avances extraordinarios como la democracia moderna con la división de poderes, la revolución científica o el desarrollo del sistema capitalista.
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Debemos considerar que una educación de calidad es una herramienta poderosa para superar las
brechas de pobreza, inequidad y desigualdad social, una educación de calidad genera
oportunidades legítimas de progreso y prosperidad para todos, incluyendo a los menos favorecidos.
En este sentido, una educación de calidad desempeña un papel fundamental en el cambio y la
transformación social, ésta tendrá el potencial de determinar cómo y en qué condiciones se vivirá
en la edad adulta. Una educación de calidad desde el prescolar aportará al alcance satisfactorio de
los otros niveles educativos. Entre mayor sea el alcance de otros niveles educativos en nuestros
estudiantes, mejores posibilidades tendrán obtener ingresos más altos, una mejor salud y una vida
más larga (OCDE 2009, pág. 1).
Por lo tanto, una educación evangélica de calidad debe fundamentarse sobre la base de seleccionar
a los mejores docentes, emplear los mejores recursos y “pensar” diseñar el mejor plan o propuesta
educativa de alto impacto en las comunidades a intervenir. En caso contrario, es decir, el no ser
conscientes de rol estratégico de los colegios y los docentes, veremos hacia adelante consecuencias
tristes y lamentables de profunda afectación social en el desarrollo del país:
“En el mismo tenor, los costos financieros y sociales de largo plazo del fracaso educativo son
elevados. La gente sin las aptitudes para participar social y económicamente genera costos
más altos para la salud, el apoyo al ingreso, el bienestar de la infancia y los sistemas de
seguridad social. Así que un sistema justo e incluyente que permita que todos dispongan de
las ventajas de la educación es una de las palancas más eficaces para que la sociedad sea
más equitativa. La educación se ha ampliado considerablemente en los últimos cincuenta
años, pero las esperanzas de que eso originara automáticamente una sociedad más justa se
han hecho realidad sólo en forma parcial. Las mujeres han logrado avances espectaculares,
pero la movilidad social en general no ha aumentado y en algunos sitios las desigualdades
en ingresos y riqueza han aumentado”. (Ibídem)
8. Educación Evangélica, internacionalización y las Misiones
Si hay un punto en que no debe quedar duda en este auditorio, es que los colegios aquí presentes,
se deben a la audacia y temeridad con la que los primeros misioneros europeos asumieron el reto
evangelizar al país menos evangelizado del continente americano. Esa temeridad y arrojo permitió
una siembra valiosa del Evangelio que hoy tiene despedazados los pronósticos más optimistas que
se daban acerca de la sobrevivencia del Protestantismo en Colombia.
Actualmente, en medio de los cambios más sorprendentes de globalización e internacionalización
que cabalgan sobre la economía, la política, la educación y la tecnología en la sociedad colombiana,
surge como voz de trompeta el llamado misionero a las nuevas generaciones de cristianos en edad
escolar. Si los colegios cristianos evangélicos no tienen claro dentro de su Proyecto Vida Cristiana el
asunto esencial de preparar el terreno para las nuevas generaciones de misioneros, pensaría que
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aparte de que no estaríamos acertando adecuadamente con la visión misionera del Evangelio, se
estaría perdiendo la oportunidad de conectar al valioso talento humano de niños y jóvenes
cristianos con la tarea de la Gran Comisión.
En este sentido, los colegios evangélicos deben planear y articular sus programas misioneros
“semilla” con entidades de orden nacional e internacional. Un reto de la ASOBED es generar los
vínculos entre estos colegios y entidades tales como COMIBAM, FRONTERAS, JUCUM, entre otras,
que aportan a la formación de los futuros misioneros. En el mismo sentido, teniendo en cuenta que
los procesos de internacionalización que se están dando en la actualidad, llevan cada día a más y
más estudiantes egresados de nuestros colegios a cursar estudios en el extranjero, nos motiva a
pensar en estrategias de entrenamiento a misioneros no intencionales.
Sin ir más lejos, una formar de proyección misionera es la derivada de una intervención planeada y
deliberada por parte de equipos misioneros escolares en los sectores rurales colombianos. Es
posible que los colegios e iglesias evangélicas puedan enviar profesores misioneros a los campos
colombianos. Al igual que los pioneros europeos, desarrollar programas de emprendimiento social,
uso de tecnologías, saneamiento y ayuda, acompañados de todos los mecanismos y recursos de
evangelización. El campo colombiano, y aún las ciudades siguen siendo un campo blanco para
desarrollar programas escolares de evangelización acompañados de todos los programas de
intervención social para las comunidades más necesitadas.
9. Pensar la educación superior evangélica
La educación superior todavía es un espacio poco colonizado por la educación evangélica en
Colombia. En este punto, surge el reto para las misiones e iglesias evangélicas de la creación de
instituciones de educación superior que permitan la continuidad del servicio educativo ofrecido por
los colegios evangélicos. Precisamente, el desarrollo de las naciones protestantes se produjo
acompañado de las más prestigiosas universidades evangélicas tales como Harvard, Oxford, Yale,
Princeton, entre muchas otras, las cuales en sus orígenes fueron levantadas por iglesias
protestantes.
Evidentemente, en la medida en que crece la población evangélica en Colombia, incrementará en
número de colegios evangélicos, los cuales demandarán de más docentes, administrativos y
directivos docentes. Sin desconocer el aporte y desarrollo que han generado en Colombia las
universidades públicas, privadas y católicas; se requieren también universidades evangélicas que
debidamente cualificadas, ofrezcan programas de formación en educación y pedagogía con los más
altos estándares de calidad y enfocados en los avances e innovaciones educativas que se han
venido desarrollando de cara al siglo XXI. Los nuevos modelos educativos, el manejo del
conocimiento, las didácticas propias de la posmodernidad, y en fin, todas aquellas intencionalidades
que se deben planear y prever desde el contexto evangélico hacia la educación superior.
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Del mismo modo, se deben pensar universidades evangélicas que ofrezcan programas de formación
claves para el desarrollo de la iglesia y del país, tales como las tecnologías, las ciencias sociales, las
ciencias naturales y las ingenierías, amén de los programas de teología que ya algunas instituciones
vienen ofreciendo. La educación superior evangélica es un escenario que permitiría formar
académicamente a los líderes eclesiales y profesionales que requiere la iglesia y la sociedad
colombiana. Líderes que se entrecrucen con los procesos científicos, culturales, políticos y sociales.
Todo esto enmarcado dentro de la cosmovisión cristiana de ser la Sal de la tierra (Mateo: 5: 23) y la
Luz del mundo (Mateo 5:14).
10. Eficacia y equidad el gran propósito institucional
El concepto eficacia escolar contempla dos objetivos fundamentales de toda política sobre calidad
educativa: la calidad y la equidad del servicio. La calidad está dada por el desempeño de los
alumnos y se busca que éste sea lo más alto posible. La equidad, por su parte, representa el poder
compensatorio de cada escuela con respecto al contexto de sus estudiantes (Piñeros 2012, pág. 78
citando a Bryk & Raudenbush, 1992; Brandsma & Knuver, 1989). Es decir, en comunidades
educativas como las nuestras, en las que podemos encontrar diversidad en los contextos y
condiciones socioeconómicas de nuestros estudiantes, la equidad como política institucional, nos
obligará a asegurarnos que todos nuestros estudiantes aprendan con las mismas calidades, los
mismos aprendizajes, con el mismo rigor y excelencia con el que se enseña y aprende en los
mejores colegios del país.
Por lo tanto, una educación de calidad tiene implicaciones directas con relación a la eficacia de los
docentes a la hora de enseñar a todos sus estudiantes, y de todos ellos a la hora de aprender. Es
decir, educación de calidad, eficaz y equitativa como aquella que promueve de forma efectiva y
duradera el desarrollo integral de todos y cada uno de sus alumnos, más allá de lo que sería
esperable, de acuerdo a sus características individuales, su desempeño académico inicial y su
situación social, cultural y económica (ibídem, pág. 77).
Del mismo modo, en cuanto a los resultados académicos como producto final de la eficacia escolar
afirma la OCDE que estos dependen de las dos dimensiones de la equidad: La primera como
imparcialidad, que básicamente significa asegurar que las circunstancias sociales y personales,
como el sexo, la condición socioeconómica o el origen étnico, no sean un obstáculo para realizar el
potencial educativo. La segunda es la inclusión, es decir, garantizar un estándar mínimo básico de
educación para todos; por ejemplo, que cada persona sepa leer, escribir y hacer operaciones
simples de aritmética. Las dos dimensiones están estrechamente entrelazadas: atacar el fracaso
escolar ayuda a superar los efectos de las privaciones sociales que a menudo provocan dicho
fracaso. Evidentemente, un mal desarrollo de la equidad como la imparcialidad e inclusión, es uno
de los riesgos más incidentes sobre la educación que ofrecen los colegios evangélicos. Según la
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OCDE, los niños de los hogares más pobres tienen entre el triple y el cuádruple de probabilidades
de obtener las puntuaciones más bajas en matemáticas a la edad de 15 años, y estos a su vez
dentro del círculo vicioso perverso que genera la mala calidad, tienden a repetir y perpetuar las
tendencias de pobreza, exclusión y atraso social (OCDE, Diez pasos para la equidad, pág. 2).
11. Pensar el observatorio de la educación evangélica
Otra tarea importante de los lideres escolares cristianos incluyendo a los docentes, es la de
mantener los criterios de unidad y asociación como gremio. Solo desde el sentido de solidaridad y
unidad gremial se podrán construir puentes de amistad, fraternidad e integración entre los
diferentes colegios evangélicos. La proyección y sostenibilidad de la Asociación OBED dependerá en
gran medida de los esfuerzos de unidad e identidad que ésta genera hacia las instituciones
educativas.
Del mismo modo, se requiere desde la misma Asociación OBED en conjunto con las agremiaciones
eclesiales y de pastores, crear un espacio para el análisis y revisión tanto de las políticas públicas
colombianas como de las políticas educativas evangélicas. Estudiar de manera detenida la gestión,
resultados e impacto de los colegios evangélicos. Su relación con su objetivo misión y con las
necesidades, realidades y expectativas locales, regionales y nacionales en el contexto de la
globalización.
De cumplirse esta visión, se dará un paso significativo en la consolidación de estrategias y
programas de investigación científica y social sobre los avances, retos y necesidades de la educación
evangélica y de la población colombiana. Se hace necesario e imprescindible avanzar desde la
agremiación y el trabajo unido, en políticas investigativas que permitan proyectar hacia el futuro los
avances y expectativas tanto de la iglesia evangélica como de sus instituciones educativas.
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CONCLUSIONES:
La educación evangélica ha pasado a ser protagonista de los cambios sociales y culturales que se
desarrollan en el país debido al notable incremento de la población evangélica. Asunto que obliga a
las Iglesias, Misiones e Instituciones Educativas a pensar y rediseñar sus proyectos educativos de tal
forma que permitan ofrecer la cobertura suficiente para atender a los nuevos estudiantes, y a la vez
impactar positivamente desde el marco del Evangelio los procesos sociales de cambio y
transformación que entrecruzan a nuestra nación.
Las instituciones evangélicas deben pensar en una educación de cara hacia el futuro de la iglesia y
de la nación, desprovista de fanatismos y sectarismos religiosos; enfocada en la formación y
proyección de los creyentes evangélicos como ciudadanos y sujetos sociales con un alto potencial
de cambio e influencia social, reconfigurando las enseñanzas del Evangelio desde lo espiritual hacia
lo terrenal transformacional. Es decir, como en los tiempos de la modernidad europea, una religión
con el potencial de afectar de manera positiva y progresista a los ciudadanos colombianos, las
políticas públicas y el desarrollo de la nación.
Del mismo modo, se hace necesario que la educación evangélica sostenga los altos niveles y
estándares éticos y morales derivados de la creencia en el Evangelio. Ser sal y luz no tiene sentido si
no se cree y vivencia la verdad del Evangelio de Jesucristo. La religión como una vivencia íntima y
personal demanda una buena fundamentación de la doctrina cristiana y el auto-examen conforme
a la Biblia y a los postulados del protestantismo.
La unidad de la iglesia y sus instituciones sociales es una posibilidad enorme y una herramienta
poderosa para la creación de instituciones universitarias evangélicas pertinentes con las realidades
del país y las necesidades y expectativas de la iglesia como un cuerpo unido. Se requiere de parte
de las autoridades evangélicas conversar con sus instituciones educativas, reflexionar acerca del
tipo de educación que demanda la iglesia protestante y la nación colombiana. Así tomar hacia
adelante las acciones correspondientes para formular una educación evangélica de calidad,
incluyente, pertinente y responsable con las expectativas y necesidades de la sociedad colombiana
del siglo XXI.
Por último, el principio de autoexamen reta a las instituciones educativas evangélicas a revisarse a
la luz de su marco filosófico en el contexto de iglesia y nación actual. Esto conlleva la necesidad de
dedicar tiempo para el análisis, la reflexión y la investigación. Será tarea de la Iglesia y sus
instituciones promover la creación de observatorios sociales y centros de investigación social y
educativa que ayuden a mejorar la comprensión de los fenómenos y problemáticas sociales
actuales y aporten luces para la formulación de debates, foros, planes, proyectos de alto impacto
social y transformacional.
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