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Entre citas y suturas

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Editado por eMe Comunicación y CuentosEnero 2017Entre citas y suturasRedacción: Mireia CorachánIlustración: Cecilia JiménezDiseño y maquetación: Kris Varela

Desde joven me enseñaste a seguirte como ejemplo, aunque en tu trabajo no todos los días fueron buenos,

siempre ofreciste tu mejor sonrisa a los demás, pues sabías que lo que estabas haciendo

era importante y útil para ellos.

Tú me mostraste todo esto y muchas cosas más, y es por eso que hoy

quiero brindar por tu jubilación.Nadie se la merece más que tú.

Laura y Juan Carlos

No hay nada más especial que obtener por fin el fruto del esfuerzo de años de trabajo constante. Nos han contado que ya estás estrenando una nueva etapa de la vida, llena de descanso y satisfacciones. Y algunas personas muy especiales para ti, quieren demostrarte su alegría por esta merecida pausa en esta fiesta de celebración, un momento especial en el que estás rodeada por todos tus seres queridos y la mayoría de compañeros y compañeras que te han acompañado en algunas etapas de este viaje.

Podríamos decirte muchas cosas, tópicos como que ahora podrás vivir tranquila y en compañía de los tuyos, después de tanto tiempo trabajando para darles una buena vida; que nos enorgullece que vayas a poder descansar y pasar más tiempo con tu familia; que ahora la vida te recompensa con un relax merecido; o que tus compañeros siempre te recordarán por las ganas y el empeño que ponías en hacer las cosas bien.

Pero no es sólo eso lo que pretendemos, como buenas palomas mensajeras que somos. Porque sabemos que siempre has dedicado tiempo a tu familia, y que no vas a descansar mucho... ¿Por qué? Porque, Amparo, tú eres vital, alegre y activa. Tenemos la certeza de que no vas a pararte a ver la vida pasar desde la ventana. Te dedicarás a viajar y a divertirte con las cosas que siempre te gustó hacer. Vas a ser dueña de tu propio tiempo. Vamos a recordar tu historia, la de una jovencita llamada Amparo con ganas de comerse el mundo.

“Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me ha dicho que estamos hechos de historias”. Decía Eduardo Galeano. Y Amparo está hecha de muchas historias, las laborales, las personales, sus recuerdos de la infancia, su familia, sus amores… Nos encantan las historias, las buenas historias. Y Laura nos ha dado la oportunidad de recordar. Porque es tiempo de balance y de mirar al pasado, no sólo con nostal-gia sino con orgullo.

Esta historia laboral está tejida de momentos brillantes, horas duras, sonrisas y alguna lágrima. Instantes hilvanados entre citas y suturas. En este telar que son los años de trabajo se esparce toda una vida, la carrera profesional que inevitablemente llevará a mirarse en su reflejo paralelo, simultáneo en el tiempo: esa vida global, los años dedicados a su hija, a la familia, al reto de la conciliación, a disfrutar con amigos, a vivir el amor y a exprimirlo al máximo.

Dicen que los inicios son duros, y no vamos a ser nosotros quiénes lo contradigamos.

Corría el año 76/77 del siglo pasado, cuando Valencia se convulsionaba en los años de la transición, vacilando entre dejar exhalar los últimos suspiros del franquismo o abrirse paso poco a poco a los nuevos aires de modernidad, aderezados por manifestaciones, pasos presurosos que huían de los grises o movimientos sindi-cales que retomaban su fuerza en Universidades y centros de trabajo.

Amparo trabajaba duro con sus veintipocos años. Una mujer de armas tomar, de esas que empezaban a mover España con su incorporación al mundo laboral y su reinventada maternidad, imposible de combinar pero que ellas, con sus súperpoderes, lo lograban.

Amparo compaginaba por entonces su trabajo como administrativa con sus estudios de Enfermería, así que cuando le llegó el momento de hacer malabares con vida laboral y familiar, ya estaba más que acostumbrada a practicar el equilibrismo entre múltiples facetas. Y lo lograría, por supuesto.

Esta formación dual le permitió entrenarse durante sus primeros años de vida laboral en el laboratorio, donde puso en práctica todo su ingenio para hacer más divertida la rutina diaria. Un día, se llevó al trabajo un disfraz de oso entero (con cabeza y todo) y fue por el laboratorio disfrazada, entre bromas y sustos. No es casualidad que sus compañera a lo largo de los años coincidan en describirla como una persona muy alegre, divertida y con un montón de ocurrencias.

La maternidad le obligó a hacer un necesario parón para coger impulso, y sobre todo, para criar a su pequeña Laura. Meses que pasaría, entre llantos, pañales, biberones y ternura, salpicada de sonrisas. Hasta que retomó su trabajo en el laboratorio con ganas renovadas.

Pasarían después años menos agradecidos en Admisión o en Atención al Cliente desde el SAIP, donde tocaba atender reclamaciones y quejas con la mejor de las sonrisas.

Después reemprendió su andadura profesional y pasó a formar parte del centro donde vivirá su período más largo. De esa etapa guarda los mejor recuerdos, algunos recientes, otros desdibujados en antiguas fotos y postales.

Completan el círculo Cita Previa, Administración y, posteriormente y por mucho tiempo, admisión en el Centro de Salud de la Calle Alboraia de su ciudad natal, Valencia (¿dónde si no puede nacer una Amparo?)

Una de sus anécdotas más divertidas seguro que la recreáis todos mientras leéis estas líneas:

Estamos en el despacho: vemos dos filas de mesas a lo largo de la sala.

Acaban de visitar el centro los directores de área de la Fe –imaginadlos trajeados y serios-.

Amparo dibuja en el suelo con rotulador un sambori, y cuando entra el séquito de médicos y directores del área,

uno de ellos le pregunta que qué es eso.

- “Es que el doctor Garrigues, como estamos mucho tiempo sentadas, nos ha recomendado que hagamos cada media

hora una serie de ejercicios para evitar dolores musculares, de espalda, cervicales...”- contesta nuestra protagonista con

decisión e inventándoselo todo.

Creo que todavía os acordáis de aquel sambori, por lo que costó de limpiar… frotando con lejía.

Posteriormente, en Cita Previa, también tenemos un pasaje divertido. La jefa era algo estricta y exigente con sus compañeras, y siempre insistía

en que dieran cita y atendieran el teléfono.Cuando sonaba el ‘riiing’ siempre les gritaba:

¡El teléfonooooo!.

Así que Amparo cogió uno de los teléfonos y lo desconectó: se lo metió en el bolsillo de la bata y cuando estaba dando cita por ventanilla, les hizo creer a los pacientes y a la misma jefa, que estaba atendiendo a la vez a la gente presencial y por teléfono.

Los pacientes se indignaban por el abuso laboral que eso suponía, mientras sus compañeras por detrás se morían de la risa.

Un día, en una de tantas, se fueron al parador de El Saler y se encontraron a todo el equipo del Valencia CF, que estaba concentrado para un partido. Todas ellas alborotando a los jugadores y al entrenador -que por aquella época era Rainieri-. Estaban encantadas y acabaron haciéndose fotos con todos y enviando las fotos a sus hijos, que casi se mueren de envidia porque son muy futboleros y valencianistas.

Amparo guarda muy buenas vivencias con sus compañeras, y especialmente con Rosa (su más ‘antigua’ compañera de batallas). Todas ellas aseguran que Amparo siempre se ha apuntado a un bombardeo.

Pero más allá de despachos y ventanillas, Amparo ha vivido junto a sus compañeras otras experiencias más lúdicas. ¡Disfrutaba tanto viajando con ellas!

Seguro que repetirán con alguna escapada ya jubiladas, ¿verdad Rosa? Amparo y Rosa han vivido tanto sus viajes, que no podían evitar meterse tanto en el papel hasta mimetizarse hasta con el vestuario folclórico local.

Su capacidad para divertirse no ha estado nunca reñida con su responsabilidad en el trabajo. El marido de Amparo y padre de Laura, Paco, resume el carácter e implicación de su mujer en el trabajo con la siguiente anécdota:

“Amparo siempre se ha llevado el trabajo a casa. Tanto es así que una vez mientras dormíamos por la noche,

empezó a hablar en sueños y decía: “pasen, pasen, el siguiente, pasen... Y yo pensé, dentro de nada tengo la habitación llena de gente”.

Después de años entre citas y suturas, “pase el siguiente” y llamadas de teléfono interminables….ha llegado el momento de Amparo, esa hora en que con una sonrisa se despedirá desde la ventanilla y dirá: “Vuelva usted mañana”.

No podemos adivinar si cerrará la cortinilla o la dejará entreabierta para que todos admiren los nuevos paisajes que conformarán su vida a partir de ahora: palmeras, playas tropicales, cocoteros, mojitos, o tal vez algunas ruinas, góndolas, Venecia, París, Nueva York….

Pero detengámonos, estamos todos reunidos en la fiesta y es momento de brindar, reír, bailar y festejar porque este cuento, no ha hecho más que empezar.

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