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En el texto del signo icónico, Umberto Eco menciona las
características importantes para definir a un signo como
ícono. Este es, según Peirce una representación del objeto
real al que se refiere. No es el objeto en sí. El
reconocimiento de los objetos representados a través de
un ícono se da por medio de convenciones, es decir que
tuvo que haber una experiencia perceptiva real de ese
objeto representado por el signo ícono para que se
reconozca como tal y no como otra cosa.
En el caso del ícono de la estructura del ADN, tuvo que
haber un conocimiento previo sobre lo que el ADN es y de
qué manera gráfica nos lo dan a conocer la comunidad
científica para poder identificar que eso que se está
viendo, que está interpretado por medio de una
representación gráfica, es un elemento de la genética. Por
lo tanto es preciso tener conocimiento de lo que la
genética es. Esto mismo se aplica para el ícono de átomo.
Para el ícono del satélite, la concepción de la estructura del
«satélite» que obtenemos del mundo real tiene que verse
representada, imitada, en esta muestra gráfica (dibujo,
fotografía) que se nos da a conocer y entender. El ícono se
basa en un aprendizaje adquirido a través del tiempo para
que este mismo signo tome forma de ese objeto
representado. Este ícono se elabora a través de una
estructura que no es más que la percepción de lo que
tenemos sobre el objeto en concreto, no siendo el objeto en
sí ya que las características físicas con las que el ícono del
satélite se nos presenta son distintas a las que conforman
en satélite en el mundo tangible.