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LA NACION Información general SÁBADO 10 DE ABRIL DE 2004 Cerró sus puertas la Hostería El Tropezón, la antigua hostería del Delta Casa emblemática del año 1929. Funcionó como hostería durante décadas. Allí se quitó la vida Leopoldo Lugones. Actualmente se encuentra cerrado al público. Como si el tiempo allí pasara con mayor lentitud, en las islas del Delta hay lugares que permanecen intactos, intocados, resguardando la memoria como un tesoro imperdible. Por eso duele cuando, a pesar de los esfuerzos realizados, estos rincones se van perdiendo. Es el caso de la Hostería El Tropezón (Río Paraná de las Palmas y Canal La Serna - 2da sección), tradicional paseo litoraleño que cerró sus puertas definitivamente. Ya nadie podrá visitarla, y por si algún distraído se equivoca y se detiene en su muelle, los empleados y otros moradores le harán saber que la entrada está prohibida. La hostería, una construcción típica de la zona fluvial, con su extensa galería techada y sus jardines repletos de flores rodeando la casona, se fue llenando de magia con el paso de sus visitantes, desde que fue inaugurada, a principios de 1928. Ese mismo año nació Manuel Berisso en una de las habitaciones. Hoy, con las puertas cerradas, cuenta su relato sobre el hostal donde pasó toda la vida. "Trabajar honestamente es un error, hay que trabajar con lamugre", dice con mucha bronca este hombre de 75 años que se resignó al abandono del lugar. "Ultimamente bajaba la gente de la lancha y agarraban el recreo por su cuenta. Hay una gran falta de educación." Dos años tardó Manuel en tomar la decisión de clausurarlo, con tanto dolor que casi prefiere no hablar del tema.

Hosteria El Tropezon Tigre

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LA NACION Información general SÁBADO 10 DE ABRIL DE 2004

Cerró sus puertas la Hostería El Tropezón, la antigua hostería del Delta

Casa emblemática del año 1929. Funcionó como hostería durante décadas.

Allí se quitó la vida Leopoldo Lugones. Actualmente se encuentra cerrado al público.

Como si el tiempo allí pasara con mayor lentitud, en las islas del Delta hay lugares que permanecen intactos, intocados, resguardando la memoria como un tesoro imperdible. Por eso duele cuando, a pesar de los esfuerzos realizados, estos rincones se van perdiendo. Es el caso de la Hostería El Tropezón (Río Paraná de las Palmas y Canal La Serna - 2da sección), tradicional paseo litoraleño que cerró sus puertas definitivamente.

Ya nadie podrá visitarla, y por si algún distraído se equivoca y se detiene en su muelle, los empleados y otros moradores le harán saber que la entrada está prohibida.

La hostería, una construcción típica de la zona fluvial, con su extensa galería techada y sus jardines repletos de flores rodeando la casona, se fue llenando de magia con el paso de sus visitantes, desde que fue inaugurada, a principios de 1928.

Ese mismo año nació Manuel Berisso en una de las habitaciones. Hoy, con las puertas cerradas, cuenta su relato

sobre el hostal donde pasó toda la vida.

"Trabajar honestamente es un error, hay que trabajar con lamugre", dice con mucha bronca este hombre de 75

años que se resignó al abandono del lugar. "Ultimamente bajaba la gente de la lancha y agarraban el recreo por su

cuenta. Hay una gran falta de educación."

Dos años tardó Manuel en tomar la decisión de clausurarlo, con tanto dolor que casi prefiere no hablar del tema.

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Dejó la hostería un lunes y no quiere volver ni que otros vuelvan. "No quiero que vaya nadie, y tengo dos personas con escopetas para custodiar el lugar para que no baje nadie", dice, aunque esos hombres en realidad no existan. "Ahora hay que empezar a atar eslabones de por qué cerró El Tropezón."

Interés por el escritor

"La gente sólo venía a ver la habitación de Lugones", cuenta, y comienza casi automáticamente, como si encabezara un recorrido turístico, el relato del día en que el poeta se suicidó.

Manuel tenía sólo diez años, pero recuerda las imágenes desde que lo vio llegar, el 18 de febrero de 1938, hasta que lo encontraron envuelto en las sábanas, ya sin vida, esa misma noche.

"A Lugones lo recibí con un tarro de lombrices, porque siempre me daban alguna monedita. Me dijo que quería descansar porque se sentía insolado. Se le dio una pieza bien fresca y pidió que le avisaran a las diez de la noche para cenar. Entretanto salió a caminar", cuenta.

"Llevaba el frasquito de cianuro en el bolsillo, aparentemente. Donde hoy se guardan las embarcaciones se había levantado un puente para que pasara la lancha para cargar la verdura. Rompió el pico de la botella de cianuro en uno de los pilares y se volvió a la pieza", continúa.

A las diez se le preparó la mesa y lo fueron a buscar, pero la puerta estaba cerrada.

"Mi tío, que era de pocas pulgas, agarró a los peones de la quinta de verdura, prendió la luz para iluminar todo el recreo y se fueron con faroles", relata Manuel.

"Fueron dos horas de búsqueda, pero no encontraron nada. Volvieron a golpear y no contestaba nadie. La puerta estaba sin llave. Lugones había recostado la cama contra una ventana y se tomó el cianuro. Nadie sabía quién era."

La policía llegó al día siguiente. En la mesita de luz había un reloj de bolsillo de oro con una nota que decía que no ocultaran a nadie lo que había sucedido, que no culparan a nadie y que no le pusieran su nombre a ninguna calle. La fotocopia de la nota quedó en la pared de la pieza número 9, la más fresca, ubicada al final de la galería.

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Fantasmas del ayer

Las 20 habitaciones quedarán vacías, y el gran restaurante que tantas alegrías les dio a los dueños se mantendrá sólo con los fantasmas de cientos de comensales.

La hostería estuvo siempre a cargo de la familia, que nunca recibió ayuda de organizaciones gubernamentales ni de las otras. "No recibí ninguna propuesta, pero tampoco la quiero escuchar", dice Manuel con relación a posibles alternativas para evitar el cierre.

Por allí pasaron casi todos los presidentes. "Frondizi nos pintó el oro y el moro, y después se borró. Dijo "esto hay que protegerlo porque es un lugar histórico", pero nunca hizo nada."

A pesar de los rumores sobre una posible venta por 320.000 dólares, la hostería quedará para la familia. Aurora Giudice, de 94 años, y su hija Elsa seguirán viviendo allí y también los empleados, a quienes les mantendrán el sueldo para que cuiden el lugar.

Manuel prefiere quedarse en su casa de San Fernando. ¿A qué se va a dedicar ahora? "A juntar lumbrices para pescar. Quiero disfrutar lo que me queda."

Fotos bajadas de Internet

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Ubicación Hostería El Tropezón Río Paraná de las Palmas y Canal La Serna - 2da sección

El Tropezón

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