88
MÁS ALLÁ DEL CARIBE, LA DIFERENCIA AFRICANA EN LA LITERATURA HISPANOAMERICANA CONTINENTAL: MEMORIA, VIAJE TRASATLÁNTICO, ESCLAVITUD Y REBELIÓN EN TRES NOVELAS CONTEMPORÁNEAS A Dissertation Presented by Rosario Montelongo de Swanson Submitted to the Graduate School of the University of Massachusetts Amherst in partial fulfillment of the requirements for the degree of DOCTOR OF PHILOSOPHY February 2008 Hispanic Languages and Literatures

Beyond the Caribbean, the Afro Hispanic difference in continental Spanish American literature: Memory, transatlantic journey, slavery, and rebellion in three contemporary Afro Hispanic

Embed Size (px)

Citation preview

MÁS ALLÁ DEL CARIBE, LA DIFERENCIA AFRICANA EN LA

LITERATURA HISPANOAMERICANA CONTINENTAL: MEMORIA, VIAJE

TRASATLÁNTICO, ESCLAVITUD Y REBELIÓN EN TRES NOVELAS

CONTEMPORÁNEAS

A Dissertation Presented

by

Rosario Montelongo de Swanson

Submitted to the Graduate School of the

University of Massachusetts Amherst in partial fulfillment

of the requirements for the degree of

DOCTOR OF PHILOSOPHY

February 2008

Hispanic Languages and Literatures

© Copyright by Rosario Montelongo de Swanson 2008

All Rights Reserved

MÁS ALLÁ DEL CARIBE, LA DIFERENCIA AFRICANA EN LA

LITERATURA HISPANOAMERICANA CONTINENTAL: MEMORIA, VIAJE

TRASATLÁNTICO, ESCLAVITUD Y REBELIÓN EN TRES NOVELAS

CONTEMPORÁNEAS

A Dissertation Presented

by

ROSARIO MONTELONGO DE SWANSON

Approved as to style and content by:

____________________________________

Luis Marentes, Chair

____________________________________

Dorothy Mosby, Member

____________________________________

Agustín Lao Montes, Member

____________________________________

Guillermo Irizarry, Member

__________________________________

Julie Hayes, Chair

Department of Languages, Literatures

and Cultures

A Mark quien ha estado conmigo a lo largo

de esta jornada. A Nastassja y Zachary

que también me acompañaron en este largo

camino.

AGRADECIMIENTOS

vi

Gracias. A Mark por su amor, cariño y comprensión. A Luis Marentes por su

cuidadosa lectura y comentarios. A Dorothy Mosby, Agustín Lao-Montes y

Guillermo Irizarry por escucharme y brindarme su apoyo incondicional en los

momentos más difíciles.

vii

ABSTRACTO

MÁS ALLÁ DEL CARIBE, LA DIFERENCIA AFRICANA EN LA

LITERATURA HISPANOAMERICANA CONTINENTAL: MEMORIA, VIAJE

TRASATLÁNTICO, ESCLAVITUD Y REBELIÓN EN TRES NOVELAS

CONTEMPORÁNEAS

FEBRUARY 2008

ROSARIO MONTELONGO DE SWANSON, B.A., SMITH COLLEGE

M.A., UNIVERSITY OF MASSACHUSETTS AMHERST

Ph.D., UNIVERSITY OF MASSACHUSETTS AMHERST

Directed by: Professor Luis Marentes

Este trabajo se propone como tarea principal entender el proceso a través del

cual surge la literatura afrohispanoamericana así como las causas que retardaron su

aparición en las postrimerías del siglo XX. Se propone el estudio de este largo

proceso a través de tres novelas escritas en las últimas décadas del siglo

representativas de tres literaturas nacionales que se desarrollan casi simultáneamente.

Estas novelas son: Changó, el gran putas (1983) del afrocolombiano Manuel Zapata

Olivella, Jonatás y Manuela (1994) de la afroecuatoriana Luz Argentina Chiriboga y

Malambo (2001) de la afroperuana Lucía Charún Illescas. El estudio de cada una de

las novelas desde su contexto literario permite rastrear ciertos desarrollos de índole

nacional e internacional que posibilitarion la emergencia de estas voces minoritarias.

Por otra parte, el colocar estos textos en un contexto histórico más amplio nos

permite trazar una cartografía de las raíces africanas que si bien se cuaja en el

Caribe, se extiende más allá de éste hasta lo largo y ancho del continente. Así, cada

viii

novela representa un momento de la saga africana en las Américas, una nueva visión

de su historia y entramado social; y, una nueva propuesta para el futuro. Zapata

Olivella propone el mestizaje como la base ontológica de la realidad americana y

plantea la existencia de una historia y conciencia de raigambre africana

transcontinental. Luz Argentina Chiriboga nos presenta el lado íntimo de la historia

a través de dos mujeres: Manuela Sáenz y su esclava Jonatá, que representan

diferentes dimensiones de una misma historia. Lucía Charún Illescas reconstruye la

vida de Malambo, un antiguo barracón de esclavos en la Lima colonial y con ello nos

revela mundos escondidos de nuestra historia. De modo que, cada novela

reconstruye espacios olvidados de nuestra historia y al hacerlo nos obliga a dialogar

con ella y con nosotros mismos.

ix

ABSTRACT

BEYOND THE CARIBBEAN, THE AFRO HISPANIC DIFFERENCE IN

CONTINENTAL SPANISH AMERICAN LITERATURE: MEMORY,

TRANSATLANTIC JOURNEY, SLAVERY, AND REBELLION IN THREE

CONTEMPORARY AFRO HISPANIC NOVELS.

FEBRUARY 2008

ROSARIO MONTELONGO DE SWANSON, B.A., SMITH COLLEGE

M.A., UNIVERSITY OF MASSACHUSETTS AMHERST

Ph.D., UNIVERSITY OF MASSACHUSETTS AMHERST

Directed by: Professor Luis Marentes

The main purpose of this dissertation is to understand the emergence of Afro

Hispanic American Literature and the causes that delayed its emergence at the end of

the twentieth century. I study this process through three novels written in the last

decades of the twentieth century as works representative of three national literatures

that develop concurrently. These novels are Changó, el gran putas (1983) by

Afro-Colombian writer Manuel Zapata Olivella, Jonatás y Manuela (1994) by

Afro-Ecuadorian writer Luz Argentina Chiriboga and Malambo (2001) by

Afro Peruvian writer Lucía Charún Illescas. The study of these three novels from

within their own literary contexts allows for the tracing of national and international

developments that made possible the emergence of these minority voices. On the

other hand, placing these texts in a broader historical context allows us to chart a

cartography of African roots that although begins in the Caribbean; its horizon

expands beyond the Caribbean proper and into the continent. Thus, each novel

x

represents a moment in the African saga in the Americas, a new vision of its history

and complex social landscape; and finally a new proposal for the future. Zapata

Olivella proposes mestizaje as the ontological base in which Latin American reality

was founded and points towards the existence of an African consciousness that is

transcontinental. Luz Argentina Chiriboga presents us with the intimate side of

history through the the tale of two women: Manuela Sáenz and Jonatás, her slave,

that represent two sides of the story. Lucía Charún Illescas reconstructs life in

Malambo an old slave barracks in colonial Lima and through it unveils hidden

worlds in our history. Each novel reconstucts hidden recesses of our history and thus

force us to engage in a meaningful dialogue with it and with ourselves.

xi

INDÍCE

Página

AGRADECIMIENTOS ............................................................................................ viii

ABSTRACTO ........................................................................................................... vii

ABSTRACT ............................................................................................................... ix

CAPÍTULO

INTRODUCCIÓN ...................................................................................................... 14

I. LA LITERATURA AFROHISPANOAMERICANA, RAMA

MENOR .......................................................................................................... 20

Trauma y literatura ......................................................................................... 22

La oralidad y el manejo del tiempo ................................................................ 25

II. CALANDO HONDO, ÁFRICA EN AMÉRICA ........................................... 31

Indios y africanos en la colonia ...................................................................... 38

Independencia política .................................................................................... 43

Consolidación del imaginario nacional .......................................................... 46

III. EL SIGLO XX, HACIA LA DESCOLONIZACIÓN .................................... 48

Negrismo e Indigenismo, entre el exotismo y la descolonización .................. 53

La descolonización del imaginario ................................................................. 59

IV. CUATRO MOMENTOS CLAVES EN EL DESARROLLO DE LA

LITERATURA AFROHISPANOAMERICANA

CONTEMPORÁNEA .................................................................................... 67

Primer momento clave .................................................................................... 68

Segundo momento clave ................................................................................. 73

Tercer momento clave .................................................................................... 77

Cuarto momento clave .................................................................................... 85

V. ORÍGENES DE LA LITERATURA AFROCOLOMBIANA ............... Error!

Bookmark not defined.

La literatura afrocolombiana contemporánea . Error! Bookmark not defined.

Manuel Zapata Olivella .................................. Error! Bookmark not defined.

xii

VI. CHANGÓ, EL GRAN PUTAS (1983), HACIA UN NUEVO

HUMANISMO Ó LA HISTORIA VIVA ..... Error! Bookmark not defined.

El uso del cronotopo en Changó, el gran putas ............ Error! Bookmark not

defined. El mito y la oralidad, génesis de la historia de la diáspora africana en

las Américas ....................................... Error! Bookmark not defined.

Surgimiento de una conciencia de grupo mayor que los parámetros de

la nación y etnicidad a partir de una visión transcontinental de

la historia ............................................ Error! Bookmark not defined.

El mestizaje o la historia viva ......................... Error! Bookmark not defined.

Conclusión ...................................................... Error! Bookmark not defined.

VII. ORÍGENES DE LA LITERATURA AFROECUATORIANA ............. Error!

Bookmark not defined.

La literatura afroecuatoriana ........................... Error! Bookmark not defined.

Luz Argentina Chiriboga ................................ Error! Bookmark not defined.

VIII. ANÁLISIS DE JONATÁS Y MANUELA (1994) ...... Error! Bookmark not

defined.

Manuela Sáenz en la crítica ............................ Error! Bookmark not defined.

Jonatás Error! Bookmark not defined.

Manuela Sáenz ................................................ Error! Bookmark not defined.

Jonatás y Manuela .......................................... Error! Bookmark not defined.

La figura del doble como paradigma fundacional alternativo ................ Error!

Bookmark not defined. En el principio era Ba-Lunda, madre de Nasakó, madre de Jonatás ...... Error!

Bookmark not defined. Madres e hijas, romance familiar ................... Error! Bookmark not defined.

Identificación especular en Jonatás y Manuela ............ Error! Bookmark not

defined. Homoerotismo en Jonatás y Manuela ............. Error! Bookmark not defined.

Esclavitud y resistencia .................................. Error! Bookmark not defined.

Conclusión ...................................................... Error! Bookmark not defined.

IX. ORÍGENES DE LA LITERATURA AFROPERUANA .... Error! Bookmark

not defined.

La literatura afroperuana contemporánea ....... Error! Bookmark not defined.

Malambo, recepción crítica ............................ Error! Bookmark not defined.

(Re) creación del barrio Malambo .................. Error! Bookmark not defined.

X. ANÁLISIS DE MALAMBO (2000) .............. Error! Bookmark not defined.

xiii

Malambo: en la doble margen del río, de la oralidad a la narrativa ....... Error!

Bookmark not defined. Pancha Fierro, una Eurídice afroperuana ....... Error! Bookmark not defined.

Conclusión ...................................................... Error! Bookmark not defined.

CONCLUSIÓN .......................................................... Error! Bookmark not defined.

El largo camino recorrido ............................... Error! Bookmark not defined.

OBRAS CITADAS .................................................... Error! Bookmark not defined.

14

INTRODUCCIÓN

Dentro de la literatura latinoamericana, las raíces africanas de nuestra cultura se asocian

principalmente con el Caribe afrohispano, principalmente con Cuba, Puerto Rico y la República

Dominicana; y, en el continente, con el Brasil. En Hispanoamérica esta asociación ha dado lugar

a un marco de referencia geográfico y conceptual que limita las raíces africanas de

Hispanoamérica1 al Caribe hispano. A su vez, esta cartografía conceptual de las raíces africanas,

limitadas únicamente a Cuba, Puerto Rico y a la República Dominicana, ha resultado en la

marginalización de la población africana de más allá del Caribe, dentro del continente, y como

consecuencia en la marginalización de sus manifestaciones literarias.

La escasa atención que las literaturas afrohispanas más allá del Caribe han recibido se

debe, en parte, a que los debates en torno a la identidad hispanoamericana continental, en el siglo

XIX y principios del XX, giran principalmente en torno a la integración del indio. Sin embargo,

esto no significa que la presencia africana no existiera en el continente; de hecho, la presencia

africana en la literatura española se remonta a épocas muy antiguas2 y en el continente americano

data desde el descubrimiento y la conquista. Más bien, las manifestaciones culturales de la

población negra se mantuvieron eclipsadas, debido a que desde “el descubrimiento,”3 las culturas

indígenas asumieron el papel del Otro institucional ante la cultura española, sobre todo en áreas

donde la densidad de la población indígena era mayor.

1 En este trabajo, he decidido usar principalmente Hispanoamérica debido a que mi estudio se limita a la América

continental de habla española. Sin embargo, uso Latinoamérica cuando los procesos o respuestas que describo

incluyen también al Brasil. 2 La presencia africana en la literatura española y en el continente europeo durante el medioevo y el renacimiento así

cómo la forma en la que África es concebida en el imaginario europeo ha sido ampliamente documentada, ver por

ejemplo Lemuel Johnson y Jack Forbes. 3 Entre los acompañantes de los primeros conquistadores destaca la figura de Estevanico quien junto con Cabeza de

Vaca sobrevivió el naufragio y encuentros violentos entre tribus indígenas del norte. Estevanico resucita a un

indígena y luego muere en territorio mexicano. Ver Los naufragios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca y los títulos de

Peter Gerhard y de Aguirre Beltrán. Existe una amplia bibliografía sobre las raíces africanas en el continente aunque

ésta tiende a ser de carácter histórico.

15

Sin embargo, otros factores contribuyeron a oscurecer aun más su presencia, entre ellos

las doctrinas positivistas adoptadas, a veces explícita, otras implícitamente, por ensayistas y

políticos hispanoamericanos en el siglo XIX; y, a principios del siglo XX, a la adopción de

mestizaje como discurso unificador en las nuevas repúblicas que buscaba mitigar las divisiones

de una sociedad, que recién salida de un pasado colonial doloroso y de la turbulencia de las

guerras de independencia, se encontraba profundamente dividida racial y socialmente.

En el Caribe, a diferencia de la América continental de habla española, es la figura del

negro la que ocupa un papel central en los debates en torno a la identidad, ya que desde muy

temprano la casi total desaparición de la población indígena en la zona del Caribe culmina con la

substitución de la mano de obra indígena por la de esclavos africanos. Por ello, no es

sorprendente que a principios del siglo XX el panorama literario de Hispanoamérica se encuentre

dominado por la figura del indio y del mestizo en el continente y por la figura del negro y del

mulato en el Caribe. La asociación entre la cultura africana y el Caribe afrohispano, visible ya

dentro de la novela antiesclavista cubana del siglo XIX, será reforzada aun más con la llegada de

las vanguardias entre las décadas de 1920 y 1940, principalmente en Cuba y en Puerto Rico, con

focos aislados en el Uruguay y en Colombia. En nuestros días el florecimiento y

redescubrimiento de las literaturas afrohispanas, más allá del Caribe, está propiciando el

reconocimiento de la contribución africana a nuestra literatura y cultura y con ello la

reconfiguración de las fronteras semánticas de la identidad hispanoamericana continental.

El propósito de esta tesis doctoral es doble: Primero, propone examinar el contexto dentro

del cual surgen tres novelas afrohispanoamericanas de los últimos veinte años, dada la escasa

inclusión de la literatura afrohispanoamericana dentro de las corrientes mayoritarias de la

literatura hispanoamericana más allá del Caribe; así como las causas que lo retardaron. Estas tres

16

novelas son Changó, el gran putas (1983) del afrocolombiano Manuel Zapata Olivella, Jonatás y

Manuela (1994) de la afroecuatoriana Luz Argentina Chiriboga y Malambo (2001) de la

afroperuana Lucía Charún Illescas.

El segundo objetivo de esta tesis doctoral es examinar, ya dentro de las novelas en sí,

cómo éstas al rescatar para la memoria literaria la historia olvidada del viaje trasatlántico de los

esclavos africanos a Hispanoamérica junto con la experiencia de esclavitud, su resistencia, su

participación en los movimientos de independencia de Hispanoamérica y su gran contribución a

nuestra cultura, nos hacen reexaminar la historia hispanoamericana continental y con ello las

fronteras semánticas de su literatura, cultura e identidad. Cabe señalar que la temática común a

las tres novelas: la captura, el viaje trasatlántico, la esclavitud (y, en el caso de Jonatás y

Manuela y de Changó el gran putas, la participación bélica en las guerras de independencia) es

relativamente nueva y ha sido poco tratada en la novela hispanoamericana en general y en la

novela afrohispanoamericana en particular, incluyendo la producción literaria del Caribe

hispano, de ahí que su estudio sea importante.

Ahora bien, no quiero decir con ello que el tema de la esclavitud no haya sido tratado

nunca en nuestra literatura. Después de todo, la novela cubana antiesclavista del siglo XIX es un

ejemplo de ello, la novedad en estas novelas consiste en el <<racconto>> de la captura y del

viaje trasatlántico, tema poco tratado en las letras hispanoamericanas incluyendo el Caribe

hispano. Por otra parte, la participación de los negros y en especial de la mujer negra en el

devenir histórico de Hispanoamérica es también escasa en nuestra literatura con quizás la

excepción de La negra Angustias (1944) del mexicano Francisco Rojas González, novela que

narra la historia de una soldadera negra en México que lucha por la revolución en el bando de

17

Emiliano Zapata. 4 La memoria traumática rescatada por las tres novelas a las que este estudio se

circunscribe constituye otro de los nudos en nuestra historia pues no solamente ofrece un

recuento del viaje trasatlántico y la experiencia de esclavitud sino que también aborda la

traumática participación africana en la forja de la propia esclavitud.

En el primer capítulo de esta tesis sitúo el surgimiento de la literatura

afrohispanoamericana dentro de lo que Giles Deleuze y Felix Guatari llaman “literatura menor”

y propongo su estudio según los planteanteamientos de Martha Cobb y Petar Ramanadovic.

Cobb identifica una temática común en novelas de autores afrohispanoamericanos mientras que

Ramanadovic, tomando como punto de partida el psicoanálisis, se enfoca en la reconstrucción

literaria del trauma como modo de resistencia. En este mismo capítulo se examina la manera en

que sociedades ágrafas organizan el pensamiento intelectual principalmente en narrativas y

proverbios dentro de las cuales el tiempo narrativo regresa una y otra vez al mito a medida que se

desplaza. La concepción de estos dos modos de organización del pensamiento en las culturas

ágrafas es conveniente en la comprensión de las tres obras examinadas en este trabajo y las

tradiciones orales de las cuales se desprenden.

En el segundo capítulo investigo, de modo general, los procesos históricos que

oscurecerieron la presencia africana en el continente y las causas que retardaron el surgimiento

de un movimiento hacia la descolonización a partir de la ciudad letrada.

El tercer capítulo se enfoca en las formas que el movimiento hacia la descolonización

toma a principios del siglo XX, comenzando con el Modernismo, Negrismo e Indigenismo, hasta

formalizarse como proyecto abiertamente descolonizador en las últimas décadas del siglo XX.

4 Una de las narrativas más viejas que registran la participación bélica de la mujer es el caso de la monja Alférez.

En la literatura mexicana la novela de Poniatowska, Hasta no verte Jesús mío, sería un ejemplo contemporáneo.

Pero quizá la narrativa contemporánea que más registra este fenómeno sea la escrita en Centroamérica,

específicamente Nicaragua y el Salvador.

18

El cuarto capítulo traza el surgimiento de la literatura afrohispanoamericana contemporánea a

partir de cuatro momentos que se consideran claves porque representan transformaciones

importantes en su desarrollo, comenzando con el Negrismo de los años treinta.

Los capítulos cinco y seis se enfocan principalmente en la literatura afrocolombiana. El

capítulo cinco examina el desarrollo de la literatura afrocolombiana contemporánea y se detiene

brevemente en los procesos que desembocaron en el reconocimiento constitucional de la cultura

afrocolombiana como cultura diferenciada en las postrimerías del siglo XX. Ambos desarrollos

son necesarios para contextualizar la obra y el pensamiento de Manuel Zapata Olivilla cuya

trayectoria forma parte de este movimiento hacia la descolonización. Ambos desarrollos

contextualizan, además, la temática de su novela Changó, el gran putas (1983) objeto de

discusión del capítulo seis. En el capítulo seis analizo la novela Changó, el gran putas a partir de

los siguientes temas: la visión continental de la historia de los pueblos de origen africano, la

función descolonizadora del mestizaje en la sociedad americana, la justicia social y la visión

zapatiana de la historia como una entidad viva.

Los capítulos siete y ocho están dedicados a la literatura afroecuatoriana. En el capítulo

siete se traza el desarrollo de la literatura afroecuatoriana contemporánea con el fin de situar la

obra de Luz Argentina Chiriboga en su contexto histórico. En este mismo capítulo hago un

breve bosquejo biográfico de Manuela Sáenz y su esclava Jonatás, protagonistas principales de la

novela Jonatás y Manuela (1994). Este bosquejo biográfico es necesario para entender la

relevancia de ambas mujeres en la historia latinoamericana y para esclarecer la interpetación que

Luz Argentina Chiriboga hace de su relevancia y momento histórico. En el capítulo ocho llevo a

cabo el análisis de Jonatás y Manuela a partir de la figura del l doble con la cual Chiriboga

19

desarrolla una visión alternativa de los procesos de formación nacional, en este caso el Ecuador,

en los que el papel de la mujer esclava, encarnada en Jonatás juega un papel importante.

En los capítulos nueve y diez se estudia la literatura afroperuana. El capítulo nueve

investiga los orígenes de la literatura afroperuana arraigados en una cultura oral hasta su madurez

como vertiente literaria en el siglo XX. En el mismo capítulo, se da una breve reseña de la

recepción crítica de Malambo (2001), necesaria por ser ésta la primera novela de Lucía Charún

Illescas. En el capítulo diez, usando documentación histórica existente, explico la relevancia del

barrio Malambo como cuna de la cultura afroperuana. En el mismo capítulo llevo a cabo el

análisis de Malambo prestando atención especial a la oralidad, a la escritura, al mestizaje, a la

figura de la mujer y a la figura del palimpsesto. Finalmente en la conclusión se hace un resumen

de la problemática que la población afro hispana en el continente ha tenido que confrontar hasta

el largo camino recorrido.

20

CAPÍTULO I

LA LITERATURA AFROHISPANOAMERICANA, RAMA MENOR

El surgimiento de la literatura afrohispanoamericana se encuadra dentro de los

parámetros de lo que Gilles Deleuze y Félix Guattari denominan “una literatura menor” (16).

Deleuze y Guattari sostienen que una literatura menor5 no es una literatura producida por una

5 Deleuze y Guattari hablan de la literatura judía, en particular de Franz Kafka, como representativa de la minoría

judía en Austria –Praga-- en la transición del siglo XIX al XX.

21

minoría lingüística, sino que es la literatura que una minoría construye “within a major

language” (16). La literatura menor representa la voz y la sensibilidad otra de una comunidad

que existe fuera de la conciencia colectiva propuesta por la lengua mayoritaria pero que debe

necesariamente expresarse en ella (Deleuze y Guattari 17). De ahí que en la literatura menor se

revele extrañeza y otredad en el uso que se hace de la lengua mayoritaria. Esta literatura se

caracteriza por tres elementos importantes: (1) la desterritorialización de sus componentes

verbales que aparecen extrañados de sus usos y sitios comunes; (2) su contenido altamente

político; (3) su valor colectivo ya que representa la voz de toda una comunidad marginada (16-

17). Para Deleuze y Guattari, en Kafka, la imposibilidad de escribir en otra lengua que no fuera

el alemán, debido a su calidad de minoría, y por la misma razón, a su extrañamiento y a su

ambigüedad con respecto a ella, marca precisamente la imposibilidad de escribir en plena

aceptación de sus normas. Es como consecuencia de ello que en Kafka se producen las

subversiones, el placer lúdico pero casi perverso y doloroso que se observa en casi toda su obra

pero sobre todo en Las metamorfosis (1915). Así, el calificativo “menor” se refiere a las

adaptaciones revolucionarias que esta literatura hace para representar su otredad dentro de la

lengua de una literatura mayoritaria, o de una gran literatura ya establecida (18).

Por su parte, Martha Cobb ha identificado una temática común en la producción literaria

de autores de origen africano en el continente americano entre las cuales figuran: (1) la

confrontación con una sociedad hostil y ajena; (2) dualismo, la sensación de ser un ser dividido

entre la autoconcepción del “yo” y la definición impuesta que ese “yo” recibe de la cultura

dominante (similar a la doble conciencia de la que hablara Du Bois); (3) identidad, una búsqueda

constante que abarca no sólo la interrogante de “quién soy yo” en el presente sino que a la vez se

sumerge en las profundidades históricas de los orígenes de África en las Américas para

22

responder a esa interrogante; y, por último, (4) la búsqueda de liberación, política y psíquica,

tema predominante en casi todas las obras de autores negros en las Américas (53). Las novelas

incluidas en este ensayo son representativas de los elementos mencionados por Deleuze y

Guatari y corresponden a la temática establecida por Martha Cobb.

Trauma y literatura

Laplanche y Pontalis definen el trauma psíquico como “An event in the subject’s life

defined by its intensity, by the subject’s incapacity to respond adequately to it, and by the

upheaval and long- lasting effects that it brings about in the psychical organisation” (465).

Como podemos ver el trauma se genera a raíz de que el sujeto carece de las herramientas

necesarias para responder a un evento cuya intensidad sobrepasa los límites de su tolerancia, de

ahí que la superación de ese trauma se posponga para el futuro.

Por su parte, Linda Belau, resumiendo a Freud, explica que existen ciertos traumas

ocurridos durante la infancia del sujeto que no pueden ser recordados debido a que ocurrieron en

un tiempo anterior a la formación del sujeto como sujeto, y por ello deben ser (re)construidos en

el presente: “since we have no direct access to the time before the time of the subject—a time

that nevertheless marks him in the most profound way—construction is the only technique at our

disposal to access our unconscious recolections” (155). Según sugiere Belau, la superación de

ese evento traumático necesariamente tiene lugar en un tiempo posterior y por ello la

(re)construcción del pasado “engenders the unconconcious repressed as something belonging to

the present, (to the scene of anlysis), not to the past” (174).

La (re)construcción del pasado en el presente produce un saber diferente al conocimiento

empírico que anteriormente se tenía de ese pasado. A su vez, este saber diferente y diferenciado,

23

forja una relación nueva con el pasado (y por lo mismo con el presente y con el futuro) que

genera resistencia a la opresión anteriormente experimentada (Bealu 175). Para Petar

Ramadanovic ésta es precisamente una de las principales funciones de la recreación de eventos

traumáticos en la literatura.6 Un ejemplo de ello, según sugiere Ramadanovic, es la novela

Beloved (1988) de Toni Morrison. Beloved es el <<racconto>> de una historia verídica del Sur

de los Estados Unidos en la que una madre asesina a su hija, que es una infante, antes de permitir

que sea una esclava. Más tarde, la madre huye hacia el norte, hacia la libertad sólo para ser

acosada por el fantasma de su hija a la que llama Beloved. En la novela, el fantasma de la

protagonista muerta, acosa a Denver, su hermana, advirtiéndole que “the past is waiting for her”

(citado en Ramadanovic 203). Aquí, la intención de las palabras pronunciadas por la fantasma

van encaminadas a hacer que Denver entienda que tarde o temprano Denver y su misma madre

deberán confrontar su asesinato y por ello en cierto modo el pasado “la está esperando” (203).

De esta manera se ilustra cómo el pasado traumático reprimido acecha constantemente al

presente y de cierta manera siempre está ahí “esperándonos.” En otras palabras, el pasado

reprimido está presente en la memoria del presente pero como ausencia.

Las tres novelas que propongo estudiar entran en diálogo con estas zonas traumáticas de

nuestra historia precisamente porque (re)construyen la captura, la esclavitud, el viaje

trasatlántico de los esclavos africanos hasta América y me parece que al hacerlo están tratando

de llegar a una mejor comprensión de nuestra historia y de nuestra cultura y a una visión más

humana de ellas, de ahí que su estudio sea importante. De cierto modo, estos eventos han

marcado la subjetividad del ser afrohispanoamericano y americano para siempre. Su

reconstrucción literaria en el presente puede ser leída como un intento por crear un saber

6 Entre otras novelas que abordan esta suerte de traumas se encuentran I Tituba, Black Witch of Salem (1986) de

Maryse Condé (de la isla de Guadalupe) y The Woman Warrior (1976) de Maxine Hong Kingston.

24

diferente del pasado y con ello generar nuevas formas de resistencia a la opresión anteriormente

experimentada y forjar nuevos lazos con el presente y el futuro.

En las tres novelas, cada uno de estos momentos, el terror de la captura, el viaje

trasatlántico y la experiencia de esclavitud se convierten en el agujero por donde nace y se gesta

la saga de “el Muntú americano” según llama Manuel Zapata Olivella en su novela Changó el

gran putas a este nuevo afrohispanoamericano (176). Zapata Olivella usa esta palabra bantú que

significa Humano (Jahn 21),7 para designar a este nuevo africano que despojado de su

humanidad en la esclavitud vuelve a nacer en América como afrohispanoamericano para cantar

en la Negritud su pérdida. Y, como nos recuerda Miriam DeCosta-Willis, aquello que se sabe

perdido es infinitamente más importante que lo que aun se tiene, de ahí la necesidad de recordar,

de rememorar (“Meditations” 5).8

De cierto modo, el viaje metafórico de los esclavos recrea su proceso interior de

conocimiento que se despliega en una dirección doble: con relación a sí mismos y con relación a

otros. Necesariamente en América, otros signos, otras maneras de ser (comunales e

individuales) hubieron de ser construidas sobre la base de una ausencia (África) y sobre la

negación de su humanidad como africanos (heterogéneos) por la cultura a la que entraban como

esclavos. En suma, su subjetividad y su humanidad hubo de ser construida de nuevo sobre las

bases de aquello que en principio se intentó borrar y que paradójicamente se convirtió en el

centro (ausente) de su identidad pero siempre en relación directa y contradictoria con la realidad

hispanoamericana. Por otra parte, los rasgos anteriormente enumerados son precisamente lo que

7 Jan Janheinz, en Muntú, las culturas de la negritud lo traduce como Hombre con mayúscula, pero prefiero Humano

que como género incluye al hombre y a la mujer, y denota al mismo tiempo, la humanidad común a todos los seres

humanos de todas las culturas. 8 DeCosta-Willis está citando a Rosemary Geisdorfer Feal; sin embargo, aunque menciona a Geisdorfer Feal, no

provee la referencia completa al final de su artículo.

25

conecta la literatura afrohispanoamericana con la literatura escrita por otros autores de origen

africano en las Américas.

Cabe notar que aunque el proyecto cultural de estos autores es ante todo el rescate y

afirmación de sus raíces africanas; todos ellos se sienten profundamente vinculados con sus

países de origen en Hispanoamérica y con los pueblos oprimidos de América pero ven la

afirmación y aceptación de su Negritud como el primer paso, necesario en la lucha contra el

racismo y la opresión para alcanzar la liberación humana; es decir para ser Muntú, ser humano

en toda la extensión de la palabra. Además de ello y como contrapunto, las novelas rescatan el

historial de resistencia de la población de origen africano y su participación en la creación de una

nueva forma de ser americano: desde su participación en la lucha por la independencia hasta las

estrategias de transculturación y sincretismo de su cultura de origen en un gesto de resistencia

cultural que ha sido de tremenda influencia en la forja de la cultura y la identidad

latinoamericanas.

La oralidad y el manejo del tiempo

Con respecto a la organización intelectual del pensamiento en sociedades ágrafas, Walter

Ong afirma que debido a su vastedad, por necesidad, el conocimiento está organizado en

fórmulas nemónicas que incluyen proverbios, mitología, folclore, múisca, poemas, aliteración,

antítesis y otras fórmulas nemónicas clavadas en la memoria del pueblo por medio de la

repetición (24-36).9 A su vez, este repertorio de fórmulas métricas y demás estrategias de

memorización estructura el pensamiento intelectual y también dictamina la sintaxis y gramática

9 Ong explica que La ilíada y La odisea nunca fueron escritas por un autor individual sino que fueron parte del

conocimiento oral recitado por cantores usando las técnicas nemónicas disponibles, únicamente transcritas o escritas

mucho más tarde, después de la invención del alfabeto pp.20-30.

26

del mismo (34). Por otra parte, según señala Ong, todo enunciado en la lengua oral tiene como

propósito principal la comunicación pues la falta de escritura precisa de la repetición del

recuento verbal a un interlocutor sea el individuo, sea la comunidad (34,45). Por eso en

sociedades orales, subraya Ong, el arte de narrar adquiere importancia suprema ya que “Human

knowledge comes out of time” y si pensamos detenidamente podemos observar cómo detrás de

“proverbs, aphorisms and philosophical speculation and religious ritual lies the memory of

human experience strung out in time and subject to narrative treatment,” por tanto, no es

sorpendente que el arte de narrar sea “paramount among all verbal art forms because of the way

it underlies so many other art forms” (140). Así, por contener la memoria de la comunidad, el

uso de la palabra adquiere atributos mágico-religiosos. Las palabras contienen dos órdenes de

significación: uno objetivo y otro simbólico, con un significado tan concentrado que su fuerza

puede ser extraordinaria (García-Cortez 475-6). Narrar es un acto mágico que en el mismo acto

de enunciación crea mundos y es la idea predominante detrás de muchos mitos de creación,

incluyendo el Génesis (García-Cortez 476, Ong 32-3) y la matriz generadora de mucha de la

ficción en el Nuevo Mundo.

Por otro lado, la vida material de la comunidad está saturada por el manto sagrado de la

religión por lo que el tiempo empírico pertenece a la comunidad y es concebido como una simple

secuencia de eventos que han ocurrido y de eventos que están tomando lugar o por ocurrir. Así,

todo aquello que aun no ha tomado lugar cae bajo la categoría de tiempo latente que pertenece a

la dimensión temporal del presente, al aquí y ahora conocido también como Sasa. El tiempo gira

alrededor de dos ejes: el pasado: profundo, vasto, extenso; y el presente, dotado de una

dimensión potencial sin un futuro infinito. El tiempo tiene que ser experimentado en términos

empíricos para poder ser asimilado como algo real: todo aquello que aún no ha tomado lugar no

27

puede ser constituido como tiempo. El futuro inmediato se transforma en presente y una vez que

un evento sucede se asimila al pasado, de tal manera que el tiempo es lo que es presente y lo que

es pasado (Mbiti 15-7). Y en cierto sentido el tiempo se mueve a la inversa. No se mira hacia el

futuro, se torna siempre hacia el pasado que es más rico, más grande, más vasto y el lugar donde

se guarda la memoria del origen.10 De hecho entre los Akamba y Gikuy de Kenia, el pasado es

considerado como el Zamani. El Zamani es una especie de camposanto del tiempo, el océano

mítico de tiempo al que toda realidad entra, base del tiempo empírico que todo lo absorbe y a lo

que todo se integra (Mbiti 22). En otras palabras, el concepto de tiempo lineal concebido desde

una perspectiva secular moderna (ya africana u occidental) con un pasado indefinido, un presente

y un futuro infinito es ajeno a las religiones africanas tradicionales.11

La memoria oral registra la historia pero a diferencia de la concepción moderna de la

historia, la memoria oral no recuerda fechas sino eventos;12 eventos que a fuerza de repetición

adquieren una cualidad mítica que marcan el espacio que los contiene como un espacio sagrado

(Mbiti 23-26). Por tanto, no es sorprendente que el pensamiento intelectual en las religiones

africanas tradicionales gire alrededor del pasado y exista como pareja primordial de la palabra

hablada. Después de todo, la palabra hablada es el lugar donde se guarda la memoria de la

comunidad, el vehículo que permite acceso a la memoria y el medio por el cual se transmite

oralmente de generación en generación la historia y el conocimiento de la comunidad que habita

un espacio marcado por el tiempo (Mbiti 22). En este sentido, y a diferencia de lo que estamos

10 Para una comparación del tiempo cíclico desde la perspectiva azteca; ver el capítulo sobre este tema en Todorov,

Octavio Paz y también Mircea Eliade. 11 Y según Mircea Eliade esta concepción del tiempo existe en sociedades agrarias apenas tocadas por la

modernidad, independientemente de su localidad. 12 En la época medieval y en épocas anteriores existía en Europa una concepción del tiempo similar a la africana,

unida a la palabra hablada que más tarde habría de ser transcrita en las grandes obras de la era medieval que tienen

como base una tradición oral; consultar el texto de Walter J. Ong.

28

acostumbrados a pensar, la mitología y el folclore de estos pueblos orales, aún no tocados por la

letra, constituye una forma de historizar y organizar el conocimiento desde su propia praxis oral.

Mircea Eliade explica que el tiempo histórico secular generalmente se deriva de la

recolección de eventos vistos desde una perspectiva personal y no de eventos derivados de un

paradigma o arquetipo original como es el caso del tiempo mítico que pertenece a la comunidad

(The Myth 75). El tiempo mítico retorna al tiempo sagrado del primer comienzo por medio de

rituales (que incluyen actividades cotidianas y ritos iniciáticos) que tienen como objetivo recrear

el paradigma arquetípico cuyo ritual o sacrificio primero dio principio al tiempo humano (34).

Este regreso metafórico al paradigma fundacional de la realidad ontológica del ser humano,

según esta perspectiva, es conocido como el “mito del eterno retorno.” El objetivo principal de

la práctica del eterno retorno es abolir el tiempo mortal, el tiempo humano y reconectarse con las

fuentes sagradas del origen en el illo tempore. En el tiempo sagrado anterior al tiempo humano

para dar comienzo a un nuevo ciclo y subsanar así el terror que el ser humano siente ante su

propia mortalidad, terror que Eliade llama el “terror de la historia” (The Sacred 3-12).

En la confrontación ideológica entre el tiempo mítico y el tiempo lineal, la perspectiva

mítica del tiempo resurge en la literatura afrohispanoamericana en momentos claves como signo

de resistencia que retorna simbólicamente al origen, a la fuente primordial, sea África o los ritos

de la cultura original, o el momento de renacer en el Nuevo Mundo, sea la esclavitud, el viaje

trasatlántico o la rebelión. De cierta manera, la literatura registra esta confrontación europeo-

africana entre mito e historia (Barthold 27).13

13 Según Silverman, es durante el Renacimiento que la perspectiva moderna se cristaliza en la emergencia del sujeto

cartesiano (cogito, ergo sum) como base absoluta del conocimiento dando paso a la secularización de casi todos los

ámbitos de la experiencia humana fenómeno que sienta las bases para el surgimiento de la historia y las ciencias

como disciplinas científicas, en los siglos XVII y XVIII.

29

Dentro de las tres novelas estudiadas en este trabajo, las estrategias narrativas responden

a un doble código: por un lado van encaminadas a significar dentro de la tradición oral africana

de la cual se desprenden y a la cual le hacen eco; pero, por otro, su proceso de significación

depende también de la tradición literaria hispanoamericana, de su mitología indígena y de su

problemática social. Este proceso de doble vía es conocido como double consciousness, término

acuñado por el intelectual afro-americano W. E. B. Du Bois en The Souls of Black Folk (1903).

Du Bois elabora un análisis de la música y de los himnos espirituales de los negros del Sur de los

Estados Unidos; para Du Bois es en la música que las tradiciones africanas en el Nuevo Mundo

sobreviven y vuelven a ser reimaginadas, subrayando la base músico-oral del pensamiento

intelectual afroamericano en los Estados Unidos. La misma vertiente crítica es abordada por

Houston A. Baker en Blues, Ideology, and Afro-American Literature (1984) y más tarde por

Gates en The Signifying Monkey: A Theory of African American Literary Criticism (1988).

Baker ve a los blues como una matriz generadora de un idioma de sensiblidad y estética

vernacular: los blues como matriz generadora son un “womb, a network, a fossil bearing rock, a

rocky trace of a gemstone’s removal, a principal metal in an alloy... a web of intersecting,

crisscrossing impulses always in productive transit” (3). De esa matriz generadora emerge “an

anonymous (nameless) voice issuing from the black (w)hole” (5). El vacío del desarraigo

adquiere contornos comunitarios y se convierte en el signo de toda una comunidad al ser

cantado: “Negro de nación / sin la libertad no puedo vivir” canta el afrocubano Ibrahim Ferrer,

mientras que la afroperuana Susana Baca se lamenta “María sólo trabaja / sólo trabaja / sólo

trabaja / sólo trabaja / y su trabajo es ajeno.”14

14 Ibrahim Ferrer, Buena Vista Social Club Presents Ibrahim Ferrer, World Circuit, 1999 y Susana Baca, Los

clásicos afro-peruanos. El alma del Perú negro, Warner Bros, 1995.

30

Las tres novelas estudiadas en este trabajo provienen de fuertes tradiciones orales

(afrocolombiana, afroecuatoriana y afroperuana) que han sabido preservar su acervo cultural en

su música, en sus refranes, en sus ritos religiosos, en su medicina, pero sobre todo en la poesía,

principalmente en la Décima.15 La Décima es una forma poética popularizada en 1591 por el

músico y novelista español Vicente Espinel (1550-1624); de ahí que también se conozca por el

nombre de “espinela.” La Décima deriva su nombre del número de versos que la componen: una

Décima está compuesta por diez versos de ocho sílabas generalmente con rima ABBAACCDDC.

El ritmo inherente a la décima así como la rima y la división silábica la convierten en fórmulas

fáciles de recordar ya que ayudan a la memorización y apelan a un público que usa la palabra

hablada y la música como forma predilecta de expresión (Santa Cruz, La décima 29).16

En estas tres tradiciones la marca oral emerge como profunda huella de la palabra viva de

todo un pueblo. Ya la literatura y producción cultural de la corriente mayoritaria había invocado

la voz de ese pueblo aunque se lo hubiera excluido de manera concreta por las prácticas de dicha

ciudad letrada. Las tres novelas, junto con las tradiciones orales de las que se desprenden,

demuestran que el discurso de la ciudad letrada, aunque excluyente de sus sujetos subalternos –

los esclavos, los indios, las mujeres—siempre ha estado intervenido por la oralidad y las

prácticas culturales del pueblo. ¿De qué otra manera podemos imaginar los juicios entablados a

lo largo de la colonia por indios y negros iletrados ante jueces y legisladores ostentando una

15 En este trabajo se usa Décima con mayúscula para distinguir entre el género y los ejemplos de poemas en sí, a los

que me referiré como décima o décimas con minúscula 16 En toda Latinoamérica existen versiones de este tipo de composición, (el huapango y el corrido mexicano, los

payadores y el tango argentino, la música cubana, el bolero y los sones, la canción llanera de Venezuela). La

tradición se remonta a la poesía mozárabe y al romancero gitano; se encuentran rasgos de ella en los hemistiquios

del poema del Mio Cid, en Sor Juana y también en José Martí; más recientemente forma parte de la llamada nueva

canción. Descripción detallada en el apéndice.

31

pluma para transcribir la palabra oral de éstos últimos?17 Es en estos momentos que podemos ver

cómo la ciudad letrada nunca pudo estar separada de la cultura oral del pueblo aun cuando así se

haya imaginado a sí misma.

CAPÍTULO II

CALANDO HONDO, ÁFRICA EN AMÉRICA

El objetivo principal de esta sección es entender, de manera general, las causas por las

que, en el período posterior a la independencia, la presencia africana en la América continental

llega a ser casi borrada del imaginario nacional, aun cuando haya sido de importancia capital en

el desarrollo económico y cultural de las colonias españolas y posteriormente en las luchas por la

17 Por ejemplo, Castellanos lo demuestra de manera magistral en su novela Balún Canán (1957). En ella el discurso

judicial de la propiedad de tierras es constantemente intervenido por las voces ancestrales de los pueblos indios y

por el discurso oral de la nana. Otra escritora que recoge voces negras e indias en la colonia es Sor Juana.

32

idependencia latinoamericana. El segundo objetivo es entender las causas que en

Hispanoamérica dilataron el proceso de descolonización a partir de la ciudad letrada.

Durante los siglos XI, XII y XIII, en el continente africano, la consolidación de varios

imperios en la región del Sudán y en las costas de Guinea generó la esclavitud de ciertos clanes y

dinastías, capturadas en la guerra, que coexistía con otras formas de servidumbre y vasallaje

(Pescatello, The African 5-7). Al mismo tiempo, en Europa y en toda la península ibérica, se

consolidó el poder de los países cristianos, dando lugar a las cruzadas y a la reconquista, que a su

vez generó en Europa, además del vasallaje y servidumbre feudales ya existentes, la esclavitud

de los soldados capturados en estas guerras.

En Europa, a diferencia de África, las guerras tienen un substrato religioso bastante fuerte

porque se generan para asegurar el poder de la religión cristiana. Como consecuencia, los

primeros esclavos en Europa eran un grupo bastante heterogéneo que incluía no solamente

negros sino también judíos, musulmanes, turcos, libaneses y hasta cristianos renegados de la fe

católica, tomados en “buena lid” (Rout 17). Por otra parte, según el dogma cristiano, los

esclavos capturados en estas guerras eran humanos que habían equivocado la fe, por eso debían

ser evangelizados y convertidos a la religión cristiana. Después de todo, el objetivo final de las

guerras había sido la propagación de la religión cristiana, la verdadera religión.

Ya en 1250 Portugal había sometido a la religión cristiana a los reinos musulmanes

dentro de su territorio y ahora tornaba su afán de reconquista religiosa hacia los reinos

musulmanes del norte de África. La posición estratégica de Portugal, el clima político favorable

a la exploración marítima, inflamado por el espíritu religioso, junto con el desarrollo de avances

tecnológicos en la navegación hicieron posibles los primeros viajes de exploración a las costas de

33

África bajo los auspicios del Rey Enrique “el navegante,” caballero de la Orden de Cristo, en los

que se “descubren” las islas Madeira y las Azores, Cabo Verde y el río de Senegal (Rout 5).

Mientras tanto, en África las guerras de expansión y consolidación se prolongaron hasta

los siglos XV y XVI, generando, como había señalado anteriormente, la esclavitud de numerosos

grupos, fenómeno que coincide con la aparición de comerciantes portugueses en las costas de

África. En la etapa inicial de las relaciones de comercio entre África y Portugal, los esclavos

representaban una parte minúscula de éste. Para mediados del siglo XV, el interés de Portugal

por conquistar los territorios musulmanes de África cercanos a Portugal había sido sustituido por

intereses netamente más comerciales: de 1455 a 1460 Portugal estableció puntos de comercio en

Cabo Verde, los ríos Gambia y Geba, y en la Sierra Leone que ahora incluía un mayor número de

esclavos (6-10).

Al principio, en el continente africano, se resiste el comercio de esclavos porque la labor

de estos esclavos se considera indispensable; pero, poco más tarde, particularmente en reinos del

África Occidental, se comienzan a intercambiar esclavos por armas de fuego porque “the

strenght of neighboring African rivals, was more dangerous than the loss of manpower”

(Pescatello, “Slavery and the Slave Trade” 400-401). Sin embargo, existe evidencia que aunque

las armas de fuego obtenidas por la venta de esclavos jugaron un papel importante en el poderío

de estos reinos, los gobernantes únicamente exportaban un número de población que no

amenzaba con destruir el equilibrio de su sociedad (401).

Por otra parte, Herman L. Bennett, nos recuerda que durante los siglos XV y XVI, no

existe en África la conciencia de “ser africano,” más bien la autodefinición tomaba como punto

de partida el linaje o reino al que se pertenecía. Según Bennett, aunque es verdad que por esta

época comenzaron a circular más esclavos de procedencia africana en toda Europa,

34

principalmente en la península ibérica, aún no existía una identificación fundamental entre

África, africanos, el color de piel y la esclavitud, debido a que no todos los africanos podían ser

esclavos (6). Bennett explica que el rey del Congo fue reconocido como sujeto soberano por la

corona portuguesa, y por ello los comerciantes portugueses no podían capturar vasallos

congoleses para ser vendidos como esclavos; lo cual, explica la escasez de esclavos de origen

congo en América en los inicios del comercio trasatlántico (6). Este hecho nos permite deducir

la existencia de otros grupos que también gozaban de una posición privilegiada como sujetos

soberanos ante comerciantes europeos.

No obstante, Bennett especula que en el período maduro del comercio de esclavos, tanto

comerciantes portugueses como españoles se dieron a la práctica de usar categorías geográficas

pertinentes al sitio donde se había capturado al esclavo, sin mencionar el linaje o clan, contrarias

a la autodefinición africana, para evitar problemas con los reyes africanos con quienes la corona

de sus respectivos países había entrado en sociedad (6-7). Es decir, al únicamente registrar la

región geográfica general donde el esclavo había sido capturado sin mencionar su linaje, se

legitimaba su esclavitud con más facilidad; cosa que hubiera sido imposible si se admitiera que

el esclavo pertenecía a uno de los grupos que gozaban de soberanía. Bennet explica que en

muchas ocasiones las categorías geográficas se convertirían en las categorías administrativas en

uso en los documentos de las cortes de Sevilla y Cádiz desde donde se dirige el comercio

trasatlántico español hacia las Américas (6-7).

Durante la segunda mitad del siglo XV, el comercio de esclavos adquiere un carácter

institucional. Por ejemplo, en 1468, la corona portuguesa concede uno de los primeros

“asientos” de venta de esclavos por cinco años, a Fernão Gomes. Pero ya para entonces Portugal

había importado a la península ibérica entre 40,000 y 100,000 esclavos. Por otra parte, la

35

rivalidad entre España y Portugal se intensifica en esta época dando lugar al tratado de

Alcaçovas en 1479, mediante el cual España accede a limitar su penetración en África solamente

hasta las islas Canarias (Rout 15). Cabe recordar que debido a las guerras de reconquista y a las

cruzadas, los reinos de la península ibérica atraviesan por una aguda escasez de mano de obra,

mitigada inicialmente con esclavos africanos pero, como había señalado anteriormente también,

más o menos hasta mediados del siglo XV no existe en Europa una identificación fundamental

entre ser esclavo, ser negro y ser africano; hasta este momento, África es una entidad plural,

heterogénea y multicultural.

Paulatinamente, sin embargo, a medida que el comercio de esclavos entre África y

Portugal se vuelve más lucrativo, con África como el único proveedor mediante el monopolio

establecido por Portugal en 1486, se comienza a generar la asociación de África con la

esclavitud, por una parte; y, por otra, a legitimar el comercio como comercio y ya no como

empresa evangelizadora. Las bases de legitimación del comercio de esclavos fueron

encontradas en una combinación de los estatutos aplicados a los prisioneros de las guerras de

reconquista de territorios musulmanes y la filosofía de Aristóteles (Tannenbaum 16-18, Wade,

Race and Etnicity 26).

Por otra parte, existen algunos paralelos entre el imperio español y el imperio portugués.

Primero recuérdese que también la zona bajo dominio castellano en la península ibérica entra en

un proceso de reconquista en el siglo VIII, y que en el siglo XV la reconquista está en pleno

apogeo. En 1472 España se lanza a la conquista de las islas Canarias precisamente porque se

cree que están habitadas por enemigos de la santa fe católica (Dussel 56). En 1492 cuando cae el

último reino moro y Colón “descubre” las Américas, la ideología de la reconquista y la

experiencia de la conquista de las islas Canarias servirían como patrón de conducta ante

36

América. Colón habría de comparar a los pueblos indígenas en las Américas con los habitantes

de las Canarias: “Dellos se pintan de prieto, y ellos son de la color de los canarios, ni negros ni

blancos...” (Colón 56).

En La conquista de América. La cuestión del Otro (1984), Todorov explica que en

principio Colón intentó tomar esclavos indígenas para exportación a Europa, principalmente a

España siguiendo los procedimientos del formato africano. Todorov cita a Michel de Cuneo,

acompañante de Colón en su segunda expedición. Según Cuneo, en Febrero de 1495, se les

informó a los tripulantes que de los mil seiscientos hombres y mujeres ahí reunidos podían tomar

como esclavos a quienes deseasen pero, aclara Cuneo, de los quinientos que se embarcaron

solamente trescientos llegaron a España con vida y enfermos (citado en Todorov 48-9).18 La alta

mortalidad indígena debido a la falta de defensas naturales contra la viruela y otras enfermedades

infecciosas no permitió su transportación como esclavos al otro lado del Atlántico. La labor

indígena, necesaria pero insuficiente para la extracción de recursos naturales, sería explotada

primero mediante el repartimiento y la encomienda; y más tarde complementada por mano de

obra esclava en el contienente; en el Caribe la mano de obra indígena sería sustituida por mano

de obra africana.

Por otra parte también es verdad que los primeros esclavos de origen africano llegaron a

América como parte del ejército conquistador y que en una primera instancia su estatus social

fue superior al indígena –como se observa en la obra de Guaman Poma de Ayala—

precisamente por ser negros ladinos o criollos; es decir, negros que sabían español y funcionaban

dentro de los parámetros culturales españoles. No obstante, una vez aclimatados a América, los

llamados negros ladinos no siempre se sometían dócilmente a las normas de vida que como

18 Todorov cita también las cartas de Cristóbal Colón a los reyes de España en donde manifiesta su deseo de llevar

esclavos.

37

esclavos se les imponía. Así, en 1503, Nicolás de Ovando, primer gobernador de la Española,

ruega a la reina Isabela que prohíba traer a más negros criollos al Nuevo Mundo por ser

responsables de numerosos motines lo cual podía ser un mal ejemplo para la población indígena,

la reina accede (Rout 23). Sin embargo, debido a la fuerte necesidad de mano de obra, en 1505,

al año de la muerte de la reina Isabela, el rey Fernando permite el envío de diecisiete negros,

pedidos por el mismo Ovando. En el mismo año, Ovando, quejándose de la dificultad de minar

sin suficiente mano de obra en la isla pide más esclavos: en 1510, Ovando recibe doscientos

cincuenta esclavos más (23). La prohibición de esclavos ladinos en Hispanoamérica sería

renovada una vez más por el Cardenal Jiménez Cisneros en 1516.

Sin embargo, la suprema necesidad de mano de obra y la intervención del padre Las

Casas en defensa de los indios operaron un cambio drástico en la política real ante la necesidad

económica, así en 1518 el rey Carlos otorga el primer asiento

–monopolio—de esclavos venidos de África (24). Aquí, Rout subraya que Las Casas nunca

sugirió la importación directa de esclavos, más bien su defensa aceleró un proceso que ya había

empezado y que habría de seguir aun sin su intervención. Rout apunta a la evidencia histórico-

económica de las cédulas reales, la cual sugiere que el comercio trasatlántico de esclavos era casi

inevitable ante la necesidad de mano de obra para la explotación de recursos naturales en las

Américas (24-6).

De esta manera el “descubrimiento” de América está unido a dos de los primeros

sistemas de explotación de labor humana en América en la época colonial --la encomienda y la

esclavitud—que permitiría el auge y la modernidad europea. En efecto, Enrique Dussel explica

que el “descubrimiento” de América fue instrumental en la acumulación de capital –vía

explotación de labor humana—necesaria para la constitución de Europa como centro de la

38

modernidad. América Latina sería la primera periferia de Europa, figurada ya como centro de la

modernidad, y razón por la cual América, como otras sociedades no europeas, sería “obligada a

seguir un proceso de ‘Modernización,’ que no es lo mismo que ‘Modernidad’” (47). Por su parte

Walter Mignolo sostiene que es en el siglo XVI que se configura, a través del Atlántico –un

océano menor hasta entonces y casi desconocido para la imaginación europea—lo que Aníbal

Quijano denomina la colonialidad del poder (Local Histories / Global Designs 3).

Indios y africanos en la colonia

Baltasar Fra Molinero, citando a Michel Wieviorka, explica que en la sociedad americana

colonial (y también en la peninsular) existían dos tipos de racismo hacia mulatos y negros: uno

excluyente y otro dominador. Por racismo excluyente se entiende como aquel que intenta

diferenciar al Otro racializándolo para justificar su exclusión de una comunidad nacional; el

racismo dominador incluye al sujeto racializado como siervo en un esquema jerárquico de

dominación en el que este sujeto ocupa siempre el último peldaño (123).

En la América colonial estos dos tipos de actitud habrían de gobernar las relaciones entre

europeos, negros y mulatos y también entre europeos e indígenas aunque éstos encajaran de

diferente manera en las leyes coloniales.19 En las leyes coloniales, el estatus de esclavo era

considerado “temporal,” pues existía la posibilidad legal de obtener la libertad. Es decir, los

esclavos africanos podían salir “legalmente” del estado de esclavitud comprando su libertad

individualmente. Los indígenas, en cambio, representaban una categoría totalmente desconocida

en la mentalidad europea de la época, llegando a debatirse su humanidad. Sin embargo, aunque

19 En realidad el contacto entre África y Europa se remonta a épocas antiquísimas ya que fenicios y cartagineses

penetraron la península ibérica mucho antes de la llegada de los moros en el siglo VIII. La posición de las minorías

latinas en los Estados Unidos ofrece una posible comparación.

39

los indígenas no se consideraban propiedad privada eran considerados como “esclavos

naturales,” categoría derivada del pensamiento aristótelico según la cual debían estar bajo la

supervisión de un hombre de razón (Wade, Race and Ethnicity 26). Mas, pese a esta opinión

generalizada el debate entre Ginés de Sepúlveda y Las Casas ponía en tela de juicio la

posibilidad de llamar “justa” a una guerra contra quienes nunca habían conocido el cristianismo,

se consideraban vasallos de la corona y habían sido capaces de construir grandes monumentos en

Lima y Ciudad de México (27). Así, en 1542, las Nuevas Leyes de Indias eliminaron por

completo la esclavitud indígena y otorgaron protección a los indios, aunque a la vez, estas

mismas leyes permitían extraer su labor como tributo a la corona.

Con respecto a la población esclava, no es sino hasta finales del siglo XVIII, en 1789,

que la corona española aprueba un código, similar a las Nuevas Leyes de Indias, que los protegía

como grupo. Sin embargo, aunque este código suponía protegerles de maltratos sufridos a

manos de sus amos, más que proteger sus derechos como esclavos, el código enfatizaba el

control de su vida diaria.

Por otro lado en Hispanoamérica, por encima de la figura del amo, se encontraba la fe

cristiana misma que en la colonia permitía la esclavitud de africanos y la explotación de indios, y

que al mismo tiempo que apoyaba la colonización declaraba que ambos grupos, a pesar de

pertenecer a un estatus inferior, eran también poseedores de almas y por tanto acreedores a la fe

cristiana (Bennet 4). Y, he aquí una de las contradicciones más grandes de la fundación de

Hispanoamérica, responsable hasta cierto punto de la paulatina erosión de los mecanismos que

justificaban la esclavitud. Por una parte, el no pertenecer a la religión cristiana, en el caso de los

indígenas y esclavos, proporcionaba a la corona una justificación para la conquista, colonización

y esclavitud; pero, por otra, una vez que estas poblaciones se convertían al cristianismo, podían

40

aspirar a ser tratadas como sujetos cristianos con todos los privilegios que esta doctrina les

confería. De esta manera, la misma fe cristiana que los designaba como esclavos les abría

avenidas para alcanzar el estatus de sujetos soberanos aun cuando fuera éste un proceso largo y

azaroso. Para los esclavos africanos la misma fe cristiana que les permitía imaginarse como

sujetos completos en un futuro lejano, abría también la posibilidad de un retorno al tiempo mítico

del origen y de reconexión con las deidades africanas, aun cuando éstas estuvieran recubiertas

con el manto de la religión cristiana.

Según Wade, en el imaginario social de la colonia, idealmente los tres grupos debían

existir como categorías separadas, República de españoles, República de indios y esclavos

africanos es decir “rulers, tributaries, and slaves” (Race and Ethnicity 27). Mas no obstante el

énfasis en la separación de estas tres categorías, los procesos de manumisión, mestizaje y el

desplazamiento de la población indígena a zonas urbanas crearon una población intermedia:

esclavos libertos y las llamadas castas. Las castas, aspecto saliente del período colonial maduro,

eran una categoría socioracial cuyo fin era limitar el acceso de las castas a los espacios y

profesiones destinadas a criollos y peninsulares.20 Rout explica que a pesar de la variedad de

fenotipos y mestizajes las castas pueden reducirse a tres tipos de mestizaje: euroafricano

(mulatos), euroindígena (mestizos) y afroindígena (zambos) (126). De estos tres grupos, los

afroindígenas ocupaban el renglón social más bajo por integrar elementos étnicos considerados

inferiores. Así, en 1543 en un intento por limitar el crecimiento de este sector, la corona

prohibió el matrimonio entre indígenas y negros (127).

20 Existen numerosas tablas de castas, Rout cita una tabla de castas de Perú diseñada para el mejoramiento de la raza

y otra en la que se señala el retroceso de la población; Rout también cita dos tablas de castas pertenecientes a

México, una reducida y otra más completa proveniente del Museo Nacional de México. Ver las páginas 128-29 y

129-30 respectivamente. Muchas denominaciones (prieto, chino, chino mulato, moreno, zambo, etc.) sobreviven

en el habla popular como rastro de su existencia en la colonia.

41

Sin embargo, según James Lockhart y Jaime Schwartz, a mediados del siglo XVIII,

debido al gran crecimiento de la población intermedia, la estratificación socio racial implícita en

el sistema de castas había entrado en crisis, y aunque la crisis era una crisis de nomenclatura más

que de organización, desembocó en cierto grado de fluidez social cuya flexibilidad dependía de

factores locales (316). En parte debido a estas dificultades y para simplificar el sistema se dio la

práctica de designar a todo aquel que no fuera indio o español como casta (317). El estatus

social que este grupo global denominado como castas ocupaba era ligeramente superior al de

esclavos e indios (Race and Ethnicity 27). Sobrevive hasta nuestros días la categoría de indio;

siendo ésta tanto una categoría fiscal como una identidad institucionalizada en las leyes de

gobernación de las colonias españolas de América (28-9). La institucionalización de la otredad

indígena en las leyes ayudó a que sobrevivieran como grupo culturalmente diferenciado y

socialmente empobrecido, y por lo mismo marginal a la cultura nacional.

En contraste con el estatus de la población indígena, el estatus cultural y social de la

población negra en la víspera de la independencia era bastante ambiguo: algunos eran esclavos,

otros eran libres, otros pertenecían a las llamadas castas. Todos ocupaban un lugar social muy

bajo debido a su historia de esclavitud. Además, y más importante aun, como agravante a su

bajo estatus social se encontraba el hecho de que no se les reconociera como grupo etnocultural

diferenciado pues se esperaba su integración en la sociedad americana vía un proceso de

criollización en orden desde su llegada a América en calidad de esclavos. Como agravante a esta

supuesta invisibilidad cultural la población negra (y también la indígena) fue sujeta a los dos

tipos de racismo identificado por Michel Wieviorka --excluyente y dominador— que

efectivamente los marginaba de la cultura nacional (123).

42

Sin embargo, existe amplia evidencia de la diferencia cultural de la población negra en la

era colonial. Los negros bozales por ejemplo, tardaban años en integrarse a la nueva cultura y en

muchas ocasiones se integraban a ella como negros cimarrones en el palenque un espacio

político y cultural propio. Por otra parte, también es verdad que los negros citadinos

desarrollaron una cultura sincrética con su propio dialecto como se demuestra en la novela

Malambo de Lucía Charún Illescas y en la existencia de las cofradías de negros. En el caso de

los negros criollos, éstos frecuentemente usaron la escritura para inscribir su perspectiva

subalterna en los anales de la ciudad letrada. Por ejemplo, el afromexicano Baltasar de Esquivel

perseguido por la Inquisición en 1753, desea que la enamorada blanca de este verso “más pobre

te veas que Amán / y cuando a casarte haces / sea un negro con quien te cases / que de él mismo

vivas harta / y que te traiga la cuarta / y negros trabajos pases.” José Vasconcelos, conocido

como “el negrito poeta mexicano,” escribe “Calla la boca embustero, / y no te jactes de blanco /

saliste del mismo banco / y tienes el mismo cuero” (citados en José Piedra 303-10). Ambos

poetas incluyen una protesta velada hacia la discriminación de la que eran objeto por su color.

De modo que en la víspera de la independencia, la expectativa de criollización, el bajo

estatus social, el racismo, a veces excluyente, otras dominador, retardarían el reconocimiento de

una cultural negra e india fuera de las múltiples rebeliones que son en sí pruebas fehacientes de

un pensamiento intelectual otro, no legitimado pero sí reconocido como peligroso por los

aparatos legales, militares e intelectuales de la ciudad letrada.

Con respecto a la población española en las Américas, según documentan Lockhart y

Schwartz, es a mediados del siglo XVIII que en los documentos oficiales se comienza a marcar

la diferencia entre españoles criollos y españoles peninsulares. Anterior a este momento, el

vocablo criollo había sido un término peyorativo reservado exclusivamente para denominar a los

43

esclavos que habían aprendido español para diferenciarlos de los esclavos bozales procedientes

de África considerados como primitivos (320-1).21 En el uso de esta nomenclatura podemos ya

vislumbrar las batallas que se librarían en América entre la civilización y la barbarie.

Independencia política

Es conveniente recordar que el imperio español, abarcaba toda la península ibérica,

Sicilia, partes de Italia, Francia y Alemania, partes del norte de África, islas en el Mediterráneo y

en la costa oeste de África así como Hispanoamérica, islas en el Pacífico y las Filipinas

(Rodríguez 133). La emancipación de Hispanoamérica, en sus inicios, es una reacción española

a la invasión francesa de la península ibérica por los ejércitos de Napoleón en 1808, que más

tarde se convertiría en una reacción adversa a las reformas borbonas que intentaban limitar el

poder de criollos vis à vis peninsulares en América (143).22 Como subraya Jaime Rodríguez, en

sus inicios la independencia de Hispanoamérica

did not constitute an anti-colonial movement, as many assert, but formed part not

only of the revolution within the Spanish world but also of the dissolution of the

Spanish Monarchy. Indeed, Spain was one of the new nations that emerged from

the break-up of that worldwide polity. (142)

Cabe destacar que los líderes de la independencia hispanoamericana se consideraban a sí mismos

como españoles criollos nacidos en América sí, pero con fuertes nexos culturales con la madre

patria (131-139).23 De modo que, la independencia hispanoamericana es un proyecto liberal

criollo y la diferencia americana, si bien latente en la diferencia legal entre criollos y

21 En Brasil el uso contemporáneo del término “criollo” denomina a una persona afromestiza. 22 Ver también “The Roots of Independence” en Modern Latin America (1992) de Thomas E. Skidmore y Peter H.

Smith. 23 Existen dos estudios excelentes sobre el efecto duradero del Hispanismo o Hispanidad en América Latina después

de la independencia. El primero es de Mark Van Aken, Pan-Hispanism: Its Origins and Development to 1866

(1959) e Hispanismo, 1898-1936: Spanish Conservatives and Liberals and Their Relations with Spanish America

(1971) de Fredrick B. Pike.

44

peninsulares, sería el producto de un proceso de búsqueda de identidad de intelectuales criollos

basado en sus memorias compartidas de América, en su legado común como conquistadores,

colonizadores y por último como hijos rebeldes de la madre patria (Mignolo, Local Histories/

Global Designs 130-2). Vale la pena subrayar que dentro de este proyecto liberal, desde la

periferia de Europa, aun no era posible la inclusión de la perspectiva del Otro, debido a que se

buscaba ante todo la modernización.

De ahí que desde muy temprano el debate sobre la identidad en las antiguas colonias se

dé en términos de progreso y civilización o barbarie: “El tema de civilización y barbarie

atraviesa toda la historia cultural de América Latina y hunde sus raíces en la misma acción del

descubrimiento de América: la acción civilizadora de los españoles con respecto a las

poblaciones indígenas, que representaban la encarnación de la barbarie” dice Sarmiento en

1845.24

De esta manera se explica, por una parte, que en Hispanoamérica la independencia

política no desembocara abiertamente en la descolonización del imaginario desde la nación como

espacio emancipado sino hasta pleno siglo XX. Por otra parte, explica también que los primeros

esfuerzos por descolonizar el imaginario desde el espacio emancipado de la nación surjan desde

la ciudad letrada, con la voz del Otro constantemente mediada por sus discursos y por sus

intelectuales.25 Lo cual no significa que no hubiera pensamiento intelectual indígena y negro o

resistencia por parte de estas poblaciones (palenques y rebeliones indígenas son testigos de ello)

sino que dentro del espacio emancipado de la nación, la población indígena carece de los

derechos de ciudadanía más básicos (el derecho al sufragio y a la educación, por ejemplo) y son

24 Esta cita abre la obra Facundo: Civilización y Barbarie escrita por Domingo Faustino Sarmiento en Argentina en

1845. 25 Mignolo localiza el surgimiento del pensamiento intelectual indígena en la década de los setenta, sin olvidar que

todas las insurrecciones indígenas constituyen también manifestaciones tempranas del mismo.

45

vistos como un problema de la nación ante la disyuntiva de la modernidad. Lo mismo sucede

con la población de origen negro.

Así, conforme a los ideales de libertad y fraternidad del proyecto liberal criollo, José de

San Martín declara a los otrora indígenas “hijos y ciudadanos del Perú” a quienes debía

reconocerse simplemente como peruanos (citado en Lourdes Arizpe 340). Sin embargo, apunta

Arizpe, la propuesta de San Martín, por amenazar con destruir la identidad etnocultural

diferenciada de sus pueblos, fue rechazada por los mismos indígenas. Asimismo, la estructura

económica permaneció casi intacta por lo que la población originaria siguió sirviendo como

mano de obra en haciendas, plantaciones y pequeñas empresas industriales, perpetuándose de

este modo la existencia del indio, con todas las ramificaciones que este estatus social conlleva

(340). El sistema de castas comenzaría a ser desmantelado legalmente en las dos primeras

décadas del siglo XIX; mientras que el proceso de eliminación de la esclavitud en

Hispanoamérica no terminaría sino hasta 1854, con la excepción de Puerto Rico (1873) y Cuba

(1886) que para esta época aun son colonias españolas (Wade, Race and Ethnicity 30-1).

En su mayor parte, se adopta el mestizaje como elemento unificador en las nuevas

repúblicas. Sin embargo, el mestizaje postulado era un mestizaje distanciado de las raíces

indígenas y negras pues se favorecía el mestizaje como método de blanqueamiento de la

población, debido en parte a que en el siglo XIX y hasta mediados del siglo XX, el discurso

político sobre la población está dominado por las teorías raciales de la época basadas en el

modelo de evolución de las razas humanas que postulaba a algunos grupos como inferiores

(Graham 1; Wade, Race and Ethnicity 32).26 Por otra parte, también es verdad que en muchos

26 Ver por ejemplo Nuestra América (1903) de Carlos Octavio Bunge, Bases y puntos de partida para la

organización política de la República Argentina (1852) de Juan Bautista Alberdi, La raza cósmica: misión de la raza

iberoamericana, Argentina y Brasil (1925) de José Vasconcelos, Café con leche: Race, Class, and National Image in

Venezuela (1990) de Winthrop Wright y también José Vasconcelos (2000) de Luis Marentes.

46

casos intelectuales latinoamericanos, en un gesto de desafío, postularon la identidad de sus

naciones como mestiza.

Consolidación del imaginario nacional

Una vez consolidada la emancipación política, se inaugura en Hispanoamérica una etapa

caracterizada por la búsqueda de identidad ligada al proyecto político de la nación. Con esta

búsqueda de identidad nacional surgen desde el espacio de la ciudad letrada los primeros debates

oficiales sobre el lugar de las culturas indígenas y negras en el panorama nacional:

Romanticismo, Indianismo, Abolicionismo (y más tarde Criollismo) son movimientos literarios

que emanan desde la ciudad letrada en los que se debate la integración del Otro en la nación pero

se sitúan aun dentro de la visión maníquea entre civilización y barbarie (La vorágine, Cecilia

Valdés, Cumandá, por ejemplo).

En la etapa inicial de consolidación nacional, los debates sobre la identidad nacional son

inseparables de la construcción discursiva de la nación. Como subraya Neil Larsen, “not nation

as narration –or only this—but nation and narration both as, simultaneously and inseparably

[come into being as] a problem of history and a problem of form”(viii). En las palabras de

Antonio Benítez-Rojo, en el siglo XIX27

one of the most practical ways to consolidate the unstable and divided societies

emerging from the wars of liberation was to connect them, by means of the

written word, to a common nature, a common land, the pre-Columbian land which

had always been there. In this way the National Territory, recently surveyed and

described with pride in republican cartography, would seem to be legitimized by a

story that flowed towards an immemorial past. (418)

27 Huelga mencionar el ya consabido Foundational Fictions: the National Romances of Latin America, (1991) de

Doris Sommer; menos conocido es el excelente artículo de Antonio Benítez-Rojo, “Nineteenth Century Spanish

American Novel” de donde proviene esta cita.

47

De hecho, los debates sobre los contornos de la identidad en las diferentes naciones son parte

fundamental del desarrollo de las letras americanas: Sarmiento, Ercilla, Bello, González

Echevarría, Domingo del Monte, Fernández de Lizardi, Eugenio María de Hostos, José Martí,

Rodó; pero también Gallegos, Güiraldes, Azuela, Yáñez, Villaverde, Avellaneda; y más tarde,

Rulfo, Arguedas, Castellanos, Vargas Llosa, Paz, Fuentes y más. De modo que, los primeros

discursos oficiales en torno a sujetos subalternos (los indios, los negros, las mujeres, las masas)

estarán mediados por el proyecto político de la nación desde la ciudad letrada. Lo cual, cabe

reiterar, no significa que estos sujetos subalternos carecieran de voces, cultura, e ideología

propia; más bien su cultura se desarrolló y floreció en la periferia, en los márgenes, en la sombra

pero siempre en relación dialéctica con el discurso de la ciudad letrada.28

Inicialmente, tanto en el Caribe como en la América continental de habla española la

figura del indígena adquiere un papel protagónico. La literatura Indianista y el Ciboneísmo

cubano, conocido también como Siboneísmo, son movimientos literarios de las dos últimas

décadas del siglo XIX que toman al indígena como foco central. El Ciboneísmo evocaba la era

de felicidad y libertad de los indios de la Cuba precolombina como el edén perdido para instigar

al pueblo a la lucha por la independencia (Gutiérrez de la Solana 22). En la literatura Indianista

la figura del indígena es la del noble salvaje. Como subraya Prieto, aunque en ambos

movimientos se registra un sentimiento de compasión hacia el indígena, su problemática social

se deja de lado porque lo que se busca es establecer cierto nacionalismo (140). Salta a la vista el

hecho de que, en ambos movimientos, tanto en el Caribe como en el continente es la figura del

indio la que es invocada como punto de apoyo para promover el fervor nacional.

28 Por ejemplo, René Prieto nos dice que la historia colonial y republicana de América es también en sus márgenes y

notas de pie de página la historia de los pueblos indios (138).

48

Sin embargo, ya para principios del siglo XX, en el Caribe hispano, sobre todo en Cuba,

la población negra había pasado a ocupar un lugar central mientras que la figura del indio

seguiría ocupando un papel central en el continente. El proceso de descolonización en

Hispanoamérica no se abriría sino hasta finales del siglo XIX con el Modernismo,29 movimiento

finisecular que abarca hasta más o menos las dos primeras décadas del siglo XX.

CAPÍTULO III

EL SIGLO XX, HACIA LA DESCOLONIZACIÓN

El Modernismo aunque es conocido internacionalmente como un movimiento poético,

fue en realidad, un movimiento polifacético de debate sobre el futuro de Hispanoamérica en

ensayos de corte político e intelectual, manifiestos poéticos, narrativa y artículos de crítica

literaria y crónicas que aparecían en diarios capitalinos.30 En las palabras de Iris Zavala, el

29 Según lo fechan Cathy Jrade e Iris Zavala. 30 Benedict Anderson sugiere que hay una estrecha conexión entre la comunidad imaginada y el capitalismo impreso

de los periódicos. Para una excelente discusión de lo que significó el Modernismo en términos de descolonización

y establecimiento de un movimiento americano ver los textos de Iris Zavala y de Cathy Jrade.

49

movimiento modernista, en tanto que se lanzó a la conquista del signo para americanizarlo

(Zavala usa la expresión criollizar), abrió un espacio para el reconocimiento del carácter

heterogéneo y otro de la realidad americana y en este sentido al proceso de descolonización.

Zavala explica que,

Writing and the problem of meaning were recurrent preoccupations among the

modernists as a means of approaching the real and its double-edged modern

hermeneutics in their efforts to re-accentuate signs, against Eurocentric fixed and

uni-accentual universals. Liberatory struggle was not reduced to economic and

political battles, and modernists deployed language to redefine their culture and

selves. (74)

Ya en 1891, el mensaje de descolonización es evidente en el ensayo “Nuestra

América”31 de José Martí:

La universidad europea ha de ceder a la universidad americana. La historia de

América, de los Incas a acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de

los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra.

Nos es más necesaria. Los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos

exóticos. Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de

nuestras repúblicas... Los gobernadores, en las repúblicas de indios, aprenden

indio... los pensadores de lámpara, enhebran y recalientan las razas de librería...

El alma emana, igual y eterna, de los cuerpos diversos en forma y en color. Peca

contra la Humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de las

razas. (250)

En esta cita Martí nos invita a descolonizar el pensamiento intelectual aprendiendo de nuestras

culturas indias y rechazando el racismo contra el negro y el indígena. Sin embargo, el mensaje

descolonizador se encuentra enganchado a una agenda política que promueve primero que nada

la independencia cubana. En las palabras de Martí, “En Cuba no hay temor alguno a la guerra de

razas. Hombre es más que blanco, más que mulato, y más que negro. Cubano es más que blanco,

más que mulato, más que negro.” Y, en otra parte, el cubano negro “no aspira a la libertad

humana en la independencia, no aspira –decimos—a todo esto el cubano negro como negro, sino

31 Cita proveniente de José Martí: Antología Crítica (1968) de Susana Redondo y Anthony Tudisco.

50

como cubano” (Guerra 96).32 En este sentido las necesidades de la población negra en Cuba se

subordinan al proyecto nacional y revelan la necesidad de que, como dijera Fanon, exista

primero la nación como tabula rasa para que exista la igualdad entre sus ciudadanos.33

Aquí es importante recordar que a finales del siglo XIX Cuba es aun colonia española y

la batalla por la independencia, la eliminación del racismo y la esclavitud todavía está en proceso

(la esclavitud no se elimina sino hasta 1886). Sin embargo, y más importante aun es el hecho de

que sobre el Caribe y sobre Hispanoamérica se cierne el espectro imperial de los Estados Unidos

que desea establecerse como poder hegemónico en el continente. De modo que, justo en el

momento en que en Hispanoamérica se da inicio al proceso de descolonización con el

Modernismo, Hispanoamérica entra en una nueva fase colonial pero esta vez bajo la órbita de los

Estados Unidos y otras naciones europeas.34 Según apunta Mary Louise Pratt, a finales del siglo

XIX y principios del XX, Inglaterra, Francia y Estados Unidos reinventan a las nuevas naciones

de Latinoamérica como espacio de desarrollo económico “nuevo” así, se da comienzo a una

nueva fase Neocolonial en las recién emancipadas naciones de Hispanoamérica (112).

Vale la pena hacer un breve paréntesis y recordar que ya en 1848, la guerra entre México

y Estados Unidos había resultado en la anexión de territorio mexicano –los estados del sureste

americano—mediante el Tratado de Guadalupe Hidalgo. En 1898, estalla la guerra entre Estados

Unidos y España35 que resulta en la anexión de Puerto Rico y la independencia cubana bajo la

32 Cita proveniente del texto de Armando Guerra Martí y los negros. 33 Es importante subrayar que Fanon menciona constantemente a Latinoamérica como lugar donde puede comprobar

las tesis que avanza en The Wretched of the Earth; valdría la pena desarrollar el lugar de América Latina en los

escritos de Fanon. 34 Según Larsen, a la vez África y Asia entran en una nueva etapa imperial bajo la órbita Neo imperialista de las

naciones que participaron en la Primera Guerra Mundial --Inglaterra, Francia y los Estados Unidos, por un lado y,

Alemania, Japón e Italia por otro (13). 35 En España, la independencia de las colonias americanas produce la generación del ’98, en la que los intelectuales

españoles tornan la mirada hacia dentro, de ahí el concepto de “intrahistoria” de Miguel de Unamuno y la visión de

la identidad española emanada de la gente del campo como sugiere Fernán Caballero en La gaviota.

51

protección de Estados Unidos (Skidmore y Smith 260). De cierta manera, 1848 y 1898 marcan

la entrada de territorios del norte de México y de la isla de Puerto Rico como territorios

doblemente colonizados.36 Además 1848 y 1898 son fechas claves en el desarrollo de la

conciencia chicana y puertorriqueña en los Estados Unidos. Para Mignolo y Lao Montes, 1898

es el momento de reconfiguración del signo de imperio en el continente, anteriormente territorial

(España, Portugal) ahora económico y político (los Estados Unidos) y el comienzo de la división

continental entre Anglo y Latinoamérica.37 Para mí, ambas fechas marcan puntos importantes en

el desarrollo de una relación tensa entre el español como lengua de minorías en territorio

estadounidense y el español como lengua oficial de veintiún países. A partir de estas dos fechas

la frontera es el lugar de encuentro o de desencuentro en donde lo anglo es lo extraño ante lo

mexicano y lo puertorriqueño y / o viceversa.38 Por otro lado, las vivencias de mexicanos y

puertorriqueños serán preservadas en corridos fronterizos, boleros, canciones y otras formas de

expresión cultural popular no necesariamente reconocidas como dignas de ser estudiadas hasta

recientemente.

En Estados Unidos, en cambio, la conquista de estos territorios vendría a ser recodificada

como el triunfo de la civilización sobre la barbarie en formas de entretenimiento como tiras

cómicas producidas para la televisión y luego exportadas a Latinoamérica (El llanero solitario,

Speedy González e innumerables películas de vaqueros) como nos recuerda Ariel Dorfman. La

lucha estadounidense por supremacía sobre el continente americano resulta en la

“independencia” de Panamá, de Colombia, en 1903, y en el control estadounidense de la zona del

36 De hecho Gloria Anzaldúa, reclama la frontera como un territorio y como un estado colonial cuya hibridez es el

resultado de múltiples colonialismos internos y externos (raza, lengua, género, orientación social). 37 Ver Local Histories / Global Designs y “Reconfigurations of Empire.” 38 Ver por ejemplo, "Ariel y Calibán: El reencuentro desdoblado de chicanos y mexicanos” de Enrique Lamadrid en

Cuadernos Americanos 55 (1996): 89-109. Ver también “Puerto Rican Literature in the United States: Stages and

Perspectives” de Juan Flores y “Before the Diaspora: Early Dominican Literature in the United States” de Silvio

Torres-Saillant.

52

canal. El espectro imperial estadounidense es mencionado una y otra vez en casi toda la

producción literaria del Modernismo, en algunos casos a modo de crítica y preocupación (Darío,

Martí),39 otros con temor y admiración (Rodó, Darío).40

En resumen, en el siglo XX el Modernismo abre el movimiento hacia la descolonización,

evidente en el mensaje de José Martí y en los debates arielistas suscitados por la elección de

Ariel (1900) como símbolo representativo de Hispanoamérica y casi un siglo más tarde de

Calibán, según apunta Roberto Fernández Retamar en Calibán y otros ensayos (1989).41 Sin

embargo, esta misma época es testigo de nuevas formas de colonialidad en el hemisferio que en

las siguientes décadas explotarán en una lucha de carácter internacional en la que la literatura

afrohispanoamericana juega un papel importante.

39 En Cantos de vida y esperanza (1905) Darío dice “Si en estos cantos hay política, es porque aparece universal. Y

si encontráis versos a un presidente [Roosevelt], es porque son clamor continental. Mañana podremos ser yanquis (y

es lo más probable); de todas maneras, mi protesta queda escrita sobre las alas de los inmaculados cisnes tan ilustres

como Júpiter”(21). En “A Rooselvet” yuxtapone el español, la cultura, la religión católica y las raíces indígenas de

América Latina a los Estados Unidos anglosajones, capitalistas y rapaces. 40 Para Rodó, “Ariel es el imperio de la razón y el sentimiento sobre los bajos estímulos de la irracionalidad; es el

entusiasmo generoso, el móvil alto y desinteresado en la acción, la espiritualidad de la cultura, la vivacidad y la

gracia de la inteligencia, —el término ideal a que asciende la selección humana, rectificando en el hombre superior

los tenaces vestigios de Calibán, símbolo de sensualidad y de torpeza.” Luego: “La obra del positivismo

norteamericano servirá a la causa de Ariel, en último término. Lo que aquel pueblo de cíclopes ha conquistado

directamente para el bienestar material, con su sentido de lo útil y su admirable aptitud de la invención mecánica, lo

convertirán otros pueblos, o él mismo en lo futuro, en eficaces elementos de selección. Así, la más preciosa y

fundamental de las adquisiciones del espíritu, —el alfabeto, que da alas de inmortalidad a la palabra,— nace en el

seno de las factorías cananeas y es el hallazgo de una civilización mercantil, que, al utilizarlo con fines

exclusivamente mercenarios, ignoraba que el genio de razas superiores lo transfiguraría convirtiéndole en el medio

de propagar su más pura y luminosa esencia. La relación entre los bienes positivos y los bienes intelectuales y

morales es, pues, según la adecuada comparación de Fouillée, un nuevo aspecto de la cuestión de la equivalencia de

las fuerzas que, así como permite transformar el movimiento en calórico, permite también obtener, de las ventajas

materiales, elementos de superioridad espiritual” (50). 41 Más recientemente, Enrique Dussel en El encubrimiento del otro. El origen del mito de la modernidad (1992)

renueva el debate al tratar de crear una filosofía de liberación desde las ruinas del pensamiento indígena. Entre otros

estudios que abordan esta problemática está The darker side of the Renaissance: literacy, territoriality, and

colonization (1995) de Walter Mignolo. Según algunos Ariel y Calibán son un rejuego de las dimensiones de

civilización y barbarie, (aunque también en cierta medida de los polos escritura y oralidad). Ver Ariel (1900) de

José Enrique Rodó, Calibán (1989)de Fernández Retamar y Travesía de lo popular (2000) de Sofía Paredes.

53

Negrismo e Indigenismo, entre el exotismo y la descolonización

En esta sección comparo brevemente algunos rasgos del Negrismo y el Indigenismo

corrientes que coinciden cronológicamente y que aunque se gobiernan por estéticas similares son

diferentes. El Negrismo poético forma parte de la literatura de vanguardia que rescata las raíces

étnicas de Latinoamérica (Carpentier, Asturias, Rulfo) mientras que el Indigenismo literario es de

las primeras manifestaciones de literatura de compromiso social, además de un proyecto de

debate sobre la integración de las culturas indígenas en la nación. No obstante, debo aclarar que

no es mi intención hacer aquí un análisis detallado del Indigenismo y del Negrismo sino que en el

espacio de esta breve sección me limitaré a explorar ciertos aspectos de ambas corrientes que

esclarecen la opacidad de la raíz africana en el imaginario nacional del continente. Por otra

parte, antes de proseguir con mi reflexión deseo subrayar que en mi opinión, el Indigenismo y el

Negrismo representan pasos importantes en el movimiento hacia la descolonización porque es

bajo su sombra que germina la literatura comprometida.

La década de los treinta celebra la llegada de las vanguardias en medio de una atmósfera

apocalíptica debido al avance del fascismo, figurado en la Guerra Civil española, que explotaría

en la Segunda Guerra Mundial. La explosión de la Segunda Guerra Mundial pondría al

descubierto que la misión “civilizadora” europea en los países del tercer mundo estaba dominada

por un corazón de tinieblas evidente en el nazismo de Hitler, según apunta Aimé Céisare

(Discourse 14). Por otra parte en Latinoamérica, el impacto trascendental de la Revolución

Mexicana de 1910, desencadena la reivindicación de las culturas autóctonas en el continente

(Rama, Transculturación 209).

La reivindicación de las culturas autóctonas produce una vasta variedad de formas

estéticas y proyectos sociales que comienzan a valorizar el papel de las culturas indígenas y

54

negras en la formación de la cultura latinoamericana Jean Franco explica que en Europa y

Latinoamérica el interés por las culturas autóctonas se produce en parte como rechazo a los

principios racionales y científicos en los que se basaba la cultura europea (115). Las vanguardias

con su actitud antintelectual y antirracional produjeron un renovado interés en las culturas

primitivas como una reacción y crítica a la naturaleza fragmentaria de la vida moderna. Para los

seguidores de estas corrientes las culturas primitivas por ser más espontáneas y naturales estaban

destinadas a vivir una vida más saludable que la de los europeos que vivían en constante estado

de represión y habían perdido la espontaneidad de los sentimientos (116). 42

Según René de Costa el período de 1910-1940 se caracteriza por la reafirmación de las

culturas autóctonas del continente que se despliegan en varias corrientes estéticas (Criollismo,

Indigenismo, Afrocubanismo, Negrismo) (450). La figura del indio cobra importancia capital en

países donde la población indígena era mayor como México y Perú mientras que en Cuba, la

búsqueda de la identidad nacional torna la mirada hacia las raíces africanas y desemboca en el

afrocubanismo de los círculos literarios ilustrado en la narrativa de Alejo Carpentier y en la

poética de Nicolás Guillén. El movimiento afrocubano nace con la publicación de poemas que

combinan ritmo de rumba y que habrían de marcar las pautas de la poesía negrista, entre los más

conocidos se encuentran un ballet de Amadeo Roldán llamado La rebambaramba (1928) y un

Poema negro (1930) para un cuarteto de cuerdas del mismo Roldán (Franco 131).

El interés por las culturas autóctonas permite que en esta época surjan herramientas y

formas estéticas que permitirían, en lo futuro, la inclusión de voces subalternas: transculturación

y Negrismo en el Caribe, Indigenismo en el continente.

42 Para una discusión más amplia ver Primitivism and identity in Latin America de Erik Camayd-Freixas y José

Eduardo González.Ver

55

El concepto de transculturación, acuñado por Fernando Ortiz en 1940, permite ver la negociación

cultural como un proceso más dinámico y orgánico en el que, a pesar de las grandes diferencias

en poder, la influencia de las culturas indígenas y negras en la cultura hispanoamericana

sobrevive y se valora como característica definitoria de la hibridez americana. El Negrismo

poético, (Palés Matos, Carpentier, Nicolás Guillén y otros) recuperaba la oralidad y el ritmo de

las culturas negras y aunque presentara una visión a veces folclórica del negro, ponía en primera

plana la contribución africana a las culturas del Caribe hispano, y al hacerlo, establecía un debate

sobre el carácter del sujeto nacional sobre todo en Cuba y Puerto Rico.43

En1930, con la publicación de Motivos de son de Nicolás Guillén el Negrismo poético se

transforma en un movimiento más radical, similar a Negritud, cuyos exponentes ven el

Marxismo como doctrina viable para combatir la opresión.

Es en este momento que las voces de escritores que se identifican como negros comienzan a

entremezclarse más fuertemente con las voces emandas de la ciudad letrada. Los autores de esta

corriente usan la literatura como foro para crear un sujeto afrocubano que habla desde el interior

de su problemática social en diálogo constante con sus centros de poder. Cabe recordar que la

construcción de este sujeto afrocubano se inserta dentro de una trayectoria de intentos de

autoconstrucción más larga que se remonta a las primeras autobiografías escritas por esclavos en

el siglo XIX. Mucho más tarde, la llamada teoría del barroco de Indias elaborada por Lezama

Lima, Carpentier y Sarduy, ampliaría ese marco de referencia. El barroco de Indias, o nuevo

barroco como también se le conoce, toma el discurso arquitectónico y las artes barrocas como

piedras de toque pero las trabaja en un sistema de códigos narrativos que incluye varias

43 Ver por ejemplo, La negritud de Luis Palés Matos : poesía para la descolonización cultural de los pueblos

antillanos de María E. Castro de Moux, “Negrismo: The American ‘Real” de Elzbieta Sklodowska y también Iris

Zavala.

56

disciplinas: la historia, la ciencia, la música, las artes, la arquitectura y en Lezama Lima y

Sarduy, la sexualidad. 44

Cabe subrayar que más o menos a partir del Modernismo, las tendencias literarias y los

movimientos de descolonización en Latinoamérica comienzan a intersectarse con otros procesos

de carácter internacional. De modo que es posible ver la primera y segunda olas del Negrismo

poético como partes de un diálogo internacional que escritores de las diferentes diásporas

africanas a través del mundo comienzan. Es este diálogo que abre el camino hacia el giro

descolonial que estamos viendo en las últimas décadas y que se discute en la siguiente sección.

Retomando el tema, en el continente el Indigenismo fue, además de un movimiento

literario, un programa de acción que intentaba comprender la realidad y problemática indigena

desde una perspectiva social.45 Sin embargo, como señala Joanna O’Connell, dentro de las

prácticas discursivas del Indigenismo literario, el indígena estaba ausente en sus textos y apenas

participaba como sujeto en decisiones sobre su comunidad aunque dentro de ellos fuera el

emblema de la resistencia y de la hibridez latinoamericana (51).46

Por ejemplo, en Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana (1928) Mariátegui

plantea el problema del indio desde una perspectiva marxista y reivindica su cultura en el plano

social. Por otra parte, a pesar de que Mariátegui buscaba la integración social del indio en la

44 Ver el artículo de César Augusto Salgado “Hybridity in New World Baroque Literature” en Journal of American

Folklore 45 La literatura indigenista se divide en tres períodos: Indianismo, Indigenismo y Nuevo Indigenismo. En el

Indianismo predomina la idea romántica del indio como noble salvaje, en el Indigenismo el indio se presenta como

problema social y como uno de los elementos explotados por la oligarquía (Raza de bronce del boliviano Alcides

Arguedas (1919), Huasipungo del ecuatoriano Jorge Icaza, El mundo es ancho y ajeno (1941) de Ciro Alegría y

Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana de Mariátegui). El Nuevo indigenismo o neo-indigenismo es

representado por Balún Canán (1957)de Rosario Castellanos y Los ríos profundos (1958) de José María Arguedas,

en ellas predomina la visión interior del mundo y de los conflictos indígenas. Al respecto ver La novela Indianista en

Hispanoamérica de Concha Meléndez y La narrativa indigenista: un planteamiento y ocho incisiones de Tomás

Escajadillo. Para Jean Franco y René Prieto los textos de Las Casas y del Inca Garcilaso son precursores tempranos

del indigenismo. 46 O’Connell lo compara con el concepto de Orientalismo de Edward Said.

57

nación, su definición de literatura nacional los excluía. La literatura nacional “es en el Perú,

como la nacionalidad misma, de irrenunciable filiación española” dice Mariátegui (165).

Antonio Cornejo Polar, señala que a pesar de que el proyecto de Mariátegui incluye dentro del

ámbito social la integración del indígena; su interpretación de la literatura peruana se limita

únicamente a la escrita en español por lo cual resulta ser excluyente (Escribir en el aire, 193).

Este hecho se explica en parte por el hecho de que Mariátegui se suscribe a una perspectiva

marxista que ambiciona la integración de los pueblos indios vía un proceso de modernización

que a la larga resultaría en la erosión de su indianidad.

En México, impera una perspectiva similar: José Vasconcelos, y más tarde Manuel

Gamio, promovían la integración de los pueblos indios en la nación mexicana moderna a través

de su educación en una lengua nacional –el español (Samano Rentería 143).47 De modo que,

tanto en México como en Perú, la integración del indígena estaba atada a los procesos de

modernización en los que se promovía la homogeneización como modo de integrar a los

indígenas como ciudadanos modernos. En ambos casos, se recupera el glorioso pasado indígena

como cimiento de una identidad nacional híbrida pero se espera su criollización en el futuro

como se esperó la criollización del esclavo africano.

Aquí es oportuno comparar la actitud de Mariátegui hacia el legado africano según se

observa en la siguiente cita,

la reivindicación de lo autóctono no puede confundir al ‘zambo’ o al mulato con

el indio. El negro, el mulato, ‘el zambo’ representan, en nuestro pasado,

elementos coloniales. El español importó al negro cuando sintió su imposibilidad

de sustituir al indio y su incapacidad de asimilarlo. El esclavo vino al Perú a

servir los fines colonizadores de España. La raza negra constituye uno de los

aluviones humanos depositados en la Costa por el Coloniaje. Es uno de los

estratos, poco densos y fuertes, del Perú sedimentado en la tierra baja durante el

Virreinato y la primera etapa de la República. Y, en este ciclo, todas las

47 Cómparese Vasconcelos y Mariátegui con la discusión sobre la educación (centrada en las antiguas civilizaciones

latinas) que se hace en José Enrique Rodó.

58

circunstancias han concurrido a mantener su solidaridad con la Colonia. El negro

ha mirado siempre con hostilidad y desconfianza la sierra, donde no ha podido

aclimatarse ni física ni espiritualmente. Cuando se ha mezclado al indio ha sido

para bastardearlo comunicándole su domesticidad zalamera y su psicología

exteriorizante y mórbida. Para su antiguo amo blanco ha guardado, después de su

manumisión, un sentimiento de liberto adicto. La sociedad colonial, que hizo del

negro un doméstico --muy pocas veces un artesano, un obrero—absorbió y

asimiló a la raza negra, hasta intoxicarse con su sangre tropical y caliente. Tanto

como impenetrable y huraño el indio, le fue asequible y doméstico el negro. Y

nació así una subordinación cuya primera razón está en el origen mismo de la

importación de esclavos y de la que sólo redime al negro y al mulato la evolución

social y económica, que convirtiéndolo en obrero, cancela y extirpa poco a poco

la herencia espiritual del esclavo. El mulato, colonial aun en sus gustos,

inconscientemente está por el hispanismo, contra el autoctonismo. Se siente

espontáneamente más próximo de España que del Incario. Sólo el socialismo,

despertando en él conciencia clasista, es capaz de conducirlo a la ruptura

definitiva con los últimos rezagos de espíritu colonial. (103)

En nuestros días resulta contradictoria la posición de Mariátegui con respecto a la cultura

afroperuana reflejada en esta cita. Mariátegui percibe a la población afroperuana como carente

de cultura autóctona (el negro “Se siente espontáneamente más próximo de España que del

Incario”) en parte porque define la autenticidad cultural como aquello relacionado con los

pueblos originales del Perú. Y también porque imagina que la población afroperuana, debido a

que perdió su cultura original vía el proceso de criollización, carece de conciencia de clase que,

según su propuesta, sólo el socialismo podrá despertar.

Mariátegui atribuye su falta de cultura o autenticidad a cierto bagaje colonial arraigado en

su criollización que resultó no sólo en la identificación casi total de los esclavos con la cultura

española sino también en su superioridad inicial, aun como esclavos, por encima de la población

indígena. Sin embargo, Mariátegui, olvida mencionar que la posición del esclavo en el Perú

decayó una vez que el comercio de esclavos se formalizó.48 Por otro lado, resulta problemática la

actitud de Mariátegui hacia los negros ya que ése es precisamente el proceso al que tácitamente

48 Ver el capítulo dedicado a Perú.

59

se pretende someter a la población indígena. En esta época no se anticipaba la integración

indígena a la nación moderna como población indígena con lenguas y culturas diferenciadas sino

como ciudadanos nacionales homogéneos y modernos.

Por supuesto, eso no significa que la labor de Mariátegui y de otros exponentes del

Indigenismo no sea valiosa. Por el contrario, su obra marca momentos claves en la formación de

un pensamiento descolonial netamente latinoamericano. Las voces indígenas no entrarían en

diálogo con los discursos de la ciudad letrada sino hasta la década de los setenta y noventa

cuando resurge con fuerza la literatura indígena propiamente dicha.49 Cabe recordar que el

surgimiento de la literatura indígena se inscribe dentro de una trayectoria más larga que, como

decía anteriormente, incluye rebeliones, documentos (por ejemplo Nueva corónica y buen

gobierno, 1585 de Guaman Poma de Ayala, los lienzos y poemas recogidos Miguel León

Portilla) y una gran cantidad de folclore y mitología.

La descolonización del imaginario

En la década de los cuarenta y hasta finales de la década de los cincuenta, la confluencia

de varios factores desemboca en un proyecto de descolonización más abierto liderado, en su

mayor parte por voces de minorías que irrumpen armadas con la palabra –y como lo hicieran

antaño también con las armas—en el escenario de la ciudad letrada.

49 En la década de los cincuenta el Nuevo Indigenismo (Balún Canán, 1957, Los ríos profundos,1958) intentaría

presentar una visión interior del mundo y de los conflictos indígena. Para el surgimiento de la literatura indígena

propiamente dicha ver: Local Histories, Global Designs de Walter Mignolo y La literatura actual en las lenguas

indígenas de México de Carlos Montemayor. Según Walter Mignolo el pensamiento crítico indígena surge en la

década de los setenta y estalla en la rebelión Zapatista. Por su parte, Sámano Rentería hace un recorrido por la

política indigenista en México hasta la rebelión Zapatista.

60

En los Estados Unidos se emerge de la gran depresión y se celebra la contribución

norteamericana a la Segunda Guerra Mundial sólo para internarse en la época de McArthy que

da comienzo a la guerra fría. La época de McArthy inaugura también la persecución de las

minorías judías, negras, y más importante aun la persecución de las minorías hispanas en los

Estados Unidos. Por ejemplo, en el sur de los Estados Unidos se persigue a minorías negras y

mexicanas; se naturaliza el uso de la violencia hacia los negros bajo el sistema de Jim Crow. La

represión y violencia de los años de Jim Crow sientan las bases para el movimiento por los

derechos civiles.

El final de esta misma década, cierra con las primeras obras que hablan sobre la

experiencia de los chicanos y los puertorriqueños en los Estados Unidos: en El laberinto de la

soledad (1950) Octavio Paz inmortaliza la figura del “pachuco” como portador de la otredad

mexicana en los Estados Unidos; mientras que en Down These Mean Streets (publicado muy

tarde en 1967) Piri Thomas documenta la vida de los puertorriqueños en Harlem durante los años

treinta e inicia una exploración sobre el racismo del mestizaje que culmina con la aceptación de

sus raíces negras.

Por otra parte, el poder de las potencias europeas que participaron en la Segunda Guerra

Mundial comienza a decaer, emerge la resistencia en algunas de sus antiguas colonias: en 1947

India y Pakistán, liderados por Ghandi y Nehru, respectivamente, repudian abiertamente el poder

colonial de Inglaterra y se independizan. La independencia de estas dos naciones inaugura una

segunda etapa de descolonización con importantes repercusiones en la independencia de las

colonias europeas de África (Larsen 13-4).

En las Américas, la causa africana encuentra eco en las vicisitudes de la comunidad negra

en el Caribe –incluyendo el Caribe hispano—y en el movimiento de los derechos civiles en los

61

Estados Unidos.50 En 1952 Franz Fanon publica Black Skins, White Masks (Peau noire,

masques blancs) en París. Black Skins, White Masks es un estudio sobre los efectos de la

colonización basados principalmente en su propia experiencia con el racismo francés que como

estudiante negro nacido en Martinica, colonia francesa en esa época, había experimentado. Para

Fanon, ser colonizado por una lengua, con todas las ramificaciones discursivas que ello conlleva,

condiciona el pensamiento, la conciencia, el ser mismo: "To speak . . . means above all to

assume a culture, to support the weight of a civilization" (17-8). Al hablar se acepta,

tácitamente, la conciencia colectiva de esa lengua que define al hombre negro como inferiores,

en este sentido, hablar es aceptar ese lugar en el mundo. Como forma de contrarrestar la

inferioridad que se le asigna, el hombre negro asume una máscara blanca –la lengua y la cultura

francesas, creando de este modo un desfase entre su realidad en Martinica y la civilización

francesa. De este modo, en su conciencia de ser, el hombre negro, vive en estado de alienación

perpetua. Y ya aquí podemos las coyunturas entre los procesos en Latinoamérica y los procesos

de carácter mundial que tienen que ver con la reivindicación de las culturas africanas pero desde

las respectivas diásporas.

En 1957, Fanon se une al Frente de Liberación Nacional en contra de la ocupación

francesa de Argelia. En Argelia, su trabajo como psiquiatra y a favor de la descolonización del

pensamiento se cristaliza en A Dying Colonialism (L'an cinq de la revolution algerienn)

publicado en 1959, The Wretched of the Earth (Les damnes de la terre) publicado en 1961 y

Toward the African Revolution (Pour la revolution africaine) en 196451. Es en conexión a estas

luchas que en la década de los sesenta irrumpen en la academia los estudios culturales de base

50 El apartheid en Sudáfrica, sin embargo, habría de esperar hasta la década de los noventa con la liberación de

Nelson Mandela. 51 Los títulos en español son: Piel negra, máscaras blancas, Los condenados de la tierra, Hacia la revolución africana.

62

marxista y se comienza a generar una línea crítica que hoy conocemos como teoría o crítica

postcolonial (Larsen 4; Mignolo, Local Histories 29).

Por otro lado, es después de la segunda guerra mundial que surge el bloque soviético

socialista como respuesta a las grandes injusticias del sistema aristocrático anterior y que el

rechazo de este sistema en los Estados Unidos se cristalizará en la guerra fría. En retrospectiva,

es durante las décadas de los cincuenta y sesenta que se fraguan los movimientos revolucionarios

latinoamericanos más importantes del siglo XX: la Revolución boliviana de 1952, el

derrocamiento de Juan Jacobo Árbenz en Guatemala en 1954 por Castillo de Armas con apoyo

norteamericano, la gestación de la Revolución cubana y posteriormente la teología de la

liberación, vertiente marxista que fue otra de las expresiones latinoamericanas de

descolonización en la época de los sesenta.52

El advenimiento de la guerra fría tendría una enorme repercusión en el Caribe

afrohispano y en toda Latinoamérica ya que la revolución cubana de 1959 adquiriría un sesgo

comunista y por tanto las dos regiones se convertirían en focos de atención del gobierno

estadounidense. Por ejemplo, Kennedy crea la Alianza para el Progreso, un fondo monetario

para promover reformas sociales otorgadas únicamente a gobiernos “democráticos” en América

Latina. Además se crea USAID o Agencia para el Desarrollo Internacional que provee

entrenamiento a las fuerzas policíacas para “preservar” la paz urbana en ciudades

latinoamericanas claves (Skidmore y Smith 365-72). También, en 1961 se crea el Instituto de

Estudios Latinomericanos en la Universidad de Columbia como respuesta a la necesidad de

entender y mejorar las bases de las relaciones Inter-americanas en el ámbito cultural (Mörner v).

52 El primer antecedente sería la Revolución mexicana que se cristaliza en el gobierno populista de Lázaro Cárdenas

del Río (1934-40).

63

En Hispanoamérica, la revolución cubana permitió que Cuba sirviera como ejemplo de

resistencia al imperialismo de los Estados Unidos (con la revolución cubana se genera la

emigración moderna de cubanos a los EEUU). En 1960, justo cuando la literatura del boom

comienza a alcanzar popularidad, se funda la Casa de las Américas. La labor editorial de Casa

de las Américas junto con la publicación de la revista Lunes de Revolución, dirigida por

Guillermo Cabrera Infante, y los premios otorgados por ésta tenían como objetivo terminar con

el estado de subdesarrollo en el que se encontraba la cultura y las casas editoriales de

Latinoamérica (Luis, “History and Fiction” 11). A partir de su fundación, Casa de las Américas

se convertiría en un centro promotor de toda la literatura latinoamericana, incluyendo a autores

del boom y a autores afrohispanos.

Sin embargo, en cierto momento los objetivos políticos de la revolución llegaron a ser

una especie de obstrucción de la libertad de expresión de los escritores latinoamericanos que la

apoyaban como ilustra el caso del escritor Herberto Padilla, autor de Fuera del juego, a quien en

1968 se le negara el premio Casa de las Américas por sus opiniones. El caso Padilla, como se le

conoce, creó división entre los escritores latinaomericanos, algunos de los cuales retirarían su

apoyo de la Revolución cubana (Luis, “History and Fiction” 12). A pesar de estas divisiones,

Casa de las Américas ha sido y sigue siendo un centro importante de promoción de la cultura y

literatura latinoamericana; y más importante aun, de rescate y aceptación de las raíces africanas

de Cuba y de toda Latinoamérica.

En Cuba, la eliminación de las desigualdades arraigadas en la historia de esclavitud

cubana por la revolución puso un énfasis en la historia y la cultura afrocubana como partes

centrales del ser cubano y del ser americano.53 De hecho, Casa de las Américas ha realizado una

53 El cine cubano merece especial atención como área donde el proyecto de descolonización es puesto a prueba, pero

no puede ser investigado dentro del espacio de este trabajo; veáse al respecto el texto de Michael Chanan.

64

labor importante en la publicación y reedición de obras de autores negros de otras partes del

mundo, entre las publicaciones más importantes destacan: Corral de negros (1964) de Manuel

Zapata Olivella, manuscrito ganador del premio Casa de las Américas en 1963, una traducción al

español de Gobernadores del rocío (Masters of the Dew) (1971) de Jacques Romain, Nosotros,

esclavos de Surinam (1981) de Gerard Anton de Kom y una edición bilingüe de Cuentos del

Caribe: Barbados, Guyana, Jamaica, Trinidad y Tobago de Blanca Acosta (Caribbean Stories:

Barbados, Guyana, Jamaica, Trinidad y Tobago) (1977) (Luis, “History and Fiction” 13). Este

movimiento hacia la descolonización se concreta además en la producción de acercamientos

teóricos que evalúan críticamente nuestra historia: en 1971 Roberto Fernández Retamar publica

Calibán donde refuta las ideas de José Enrique Rodó.54

En el plano político, Cuba se solidarizaría con otros países de Latinoamérica y del tercer

mundo llegando a mandar 30,000 tropas y personal de servicio social para apoyar gobiernos

prosoviéticos en Angola y Etiopía (Skidmore y Smith 278-79).

En 1975 Cuba apoyó la revolución angolana, principalmente el Movimiento Popular de

Liberación de Angola (MPLA), justificando su intervención como un paso en la lucha contra

“the colonialists [who] thought that Angola could not move forward” sin ellos (Castro 354). En

África, la revolución angolana culminó en la victoria del MPLA y en la liberación de Angola

presidida por su primer presidente negro, Agostinho Neto siendo ésta otra dimensión de Negritud

que debido a su vastedad no será abordada en este trabajo.55

54 Existen además dos obras importantísimas de Roberto Fernández Retamar: Ensayo de otro mundo (1967) que

podría ser caracterizado como un ejemplo temprano de estudio trasatlántico pues investiga las conexiones entre los

modernistas hispanoamericanos y los escritores españoles de la llamada generación del noventa y ocho; y Para una

teoría de la literatura hispanoamericana y otras aproximaciones (1975). 55 La trayectoria de Agostinho Neto es similar a la de Aimé Césaire y Fanon. Como Césaire y Fanon, Neto se inició

en la lucha de liberación de Angola en Portugal, donde estudiaba medicina como tantos otros estudiantes del imperio

como así se les llamaba. En Portugal, Neto se integró al Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA)

asociado con el Movimiento Dos Novos Intelectuais de Angola (MNIA) cuyo lema“Vamos descobrir Angola”

invitaba intelectuales angolanos, educados en Portugal dentro de la tradición europea, a conocer su país. El lema del

65

En Estados Unidos, en la década de los sesenta, el movimiento de los derechos civiles y

el movimiento de black power, nacidos de años de empobrecimiento social y cultural de la

población de origen africano, generan un tremendo interés por las culturas negras de todo el

continente y se comienzan a forjar de manera consciente y consistente lazos con la región del

Caribe, Hispanoamérica y el Brasil a través de revistas y centros creados específicamente para

ello. Las universidades negras en los Estados Unidos juegan también un papel muy importante

en esta explosión de interés por la diáspora afroamericana: en 1964, Manuel Zapata Olivella es

invitado como profesor visitante de la Universidad de Howard y posteriormente es profesor

visitante en la universidad de Kansas. De hecho, Zapata Olivella admite que el ser testigo del

black power movement y de los asaltos a las Panteras negras, las marchas de los musulmanes y la

marcha de Luther King durante su estancia en estas universidades fue de suma importancia en la

afirmación de su propia negritud: “desde esta época llevo mis cabellos alborotados con el

insumiso ‘african look’ que tanto asombró a mis colegas y profesores bogotanos” (“Los

ancestros” 53).

Mas esto no significa que en Hispanoamérica no haya existido la descolonización, sino

que, por las razones anteriormente expuestas, ésta no se desencadena sino hasta finales del siglo

XIX con el Modernismo. En este sentido el Modernismo y los diálogos que se entablan en las

Américas en torno a esta problemática, incluyendo la obra de Fanon, se encuadran dentro de la

rúbrica de crítica postcolonial. Walter Mignolo subraya que a partir del siglo XV se inicia en

América un proceso de occidentalización que en Latinoamérica se cristalizará en un

cuestionamiento profundo de hasta qué punto Latinoamérica es parte de Occidente, o si

MNIA evoca la invitación “peruanicemos al Perú” que Mariátegui hace a otros intelectuales en Siete ensayos sobre

la realidad peruana (1928). Al igual que Césaire, Neto publicó varios poemarios entre los cuales destaca la

colección de poemas titulada Sagrada esperança (1987) en la que resume sus deseos y esperanzas por una Angola

libre y mejor. Ver Pires Laranjeira en la lista de obras citadas.

66

Latinoamérica es un espacio en donde lo occidental es lo extraño ante los legados de las culturas

amerindias y africanas (“Occidentalización, Imperialismo” 27).

Con respecto a los debates en cuanto a si la rúbrica postcolonial es aplicable al contexto

hispanoamericano dadas las circunstancias históricas en Hispanoamérica, Walter Mignolo apunta

que la teoría postcolonial se entiende como el momento en que se comienza a adoptar una

posición crítica frente a los legados de la colonia y de la modernidad, y no como –

equivocadamente asumen algunos críticos-- el momento en el cual se han superado todos los

colonialismos (“Occidentalización, Imperialismo” 29).56

En este sentido, la crítica soterrada de Sor Juana y la ambivalencia crítica y sutil del Inca

Garcilaso, las rebeliones indígenas y la práctica de cimarronaje, por ejemplo, se podrían

considerar esfuerzos tempranos descolonización y es en esta manera en la que para los propósitos

de este trabajo se entiende la teoría y crítica postcolonial. Sin embargo, el carácter revisionista

de las mismas, en cuanto a que entablan un diálogo con textos y contextos anteriores, sugiere que

han sido respuestas a circunstancias históricas cambiantes y que ello siempre vuelve necesaria la

revisión. Es en el trasfondo de estos desarrollos y tendencias que emerge la literatura

afrohispanoamericana como rama menor de la literatura hispanoamericana.

56 Para algunos críticos, la rúbrica de teoría o literatura postcolonial, susbtituye lo que antes se solía llamar literatura

y crítica del tercer mundo (Larsen, Said); para otros, es un efecto de la globalización del capitalismo (Appiah,

Dirlik); otros como Spivak llaman la atención a la adopción del término “tercer mundo,” un término económico,

para designar un margen generalizado con el que se denomina la periferia del Occidente en términos culturales,

económicos y lingüísticos. Spivak también apunta a la asociación general de la “teoría postcolonial” para designar

la producción intelectual de críticos del tercer mundo en la academia del mainstream, sea latinoamericanos o

africanos afincados en la academia de los Estados Unidos, o intelectuales del tercer mundo en el primer mundo. Al

respecto ver Contemporary Postcolonial Theory (1996) y Latin Americanism (1999). Por otro lado, algunos críticos

en Latinoamérica, como por ejemplo Culturas híbridas de García Canclini usan el concepto de hibridez --y no el de

transculturación-- para entender la realidad mexicana; sin establecer ninguna conexión conceptual con

transculturación.

67

CAPÍTULO IV

CUATRO MOMENTOS CLAVES EN EL DESARROLLO DE LA

LITERATURA AFROHISPANOAMERICANA CONTEMPORÁNEA

En esta sección se propone como tesis principal la existencia de cuatro momentos claves

en el desarrollo y estudio de las letras afrohispanoamericanas. Estos cuatro momentos claves

abarcan una cronología que va desde principios del siglo XX hasta más o menos nuestra época,

con, por supuesto, infinitas permutaciones entre momento y momento. Los dos primeros

momentos claves son de carácter poético y se gestan bajo la sombra de las vanguardias. El

primer momento surge con el Negrismo poético de los años veinte y termina más o menos con la

publicación de Motivos de son de Nicolás Guillén en 1930; con la cual el Negrismo poético

adquiere una dimensión social y se aproxima al movimiento de Negritud. En el tercer momento,

68

el vehículo principal de expresión es la narrativa, el cuento y la novela, dominada principalmente

por escritores. En el cuarto momento vemos la incursión de la escritora afrohispanoamericana

por una parte, y por otra, la entrada de la mujer como crítica literaria consumada que activamente

se interesa en el estudio y publicación de la obra de escritoras afrohispanoamericanas. Para los

propósitos de esta tesis, estos cuatro momentos se consideran claves porque representan

transformaciones importantes en el desarrollo y estudio de la literatura afrohispanoamericana.

Mas no se pretende aquí proponer esta tesis como planteamiento definitivo sino como una

entrada viable al estudio y comprensión de esta importante rama de nuestra literatura.

No obstante, en este trabajo se ha decidido no hacer un estudio minucioso de obras

representativas de Nicolás Guillén y de Palés Matos, importantes exponentes del Negrismo

poético, primer momento clave en el desarrollo de la literatura afrohispanoamericana, pues éstas

ya han sido ampliamente estudiadas por la crítica. Pese a ello, es imposible ubicar las obras de

Manuel Zapata Olivella, Luz Argentina Chiriboga y Lucía Charún Illescas dentro de la rama

afrohispanoamericana sin antes dar un resumen breve del Negrismo y de sus características más

sobresalientes.

Primer momento clave

El primer momento clave en el desarrollo de las letras afrohispanoamericanas tiene como

centro el Caribe afrohispano. Este primer momento clave le corresponde a la poesía Negrista

cuya primera década, 1920-1930, coincide con el Harlem Renaissance en los Estados Unidos57 y

con los primeros esfuerzos por valorar la cultura negra en el Brasil, expresados en el

57 Houston A. Baker en Modernism and the Harlem Renaissance (1987) lo fecha de 1920-1930; Mary Schmidt

Campbell de 1920-29; Henry Abrams de 1914-1925. Me adhiero a las fechas presentadas por Baker pues abarca

poesía, fotografía, pintura y escultura.

69

Modernismo brasileño que surge en 1922 y entra en decadencia a mediados de los años treinta

(Pontiero 247-54).58

Con la llegada de las vanguardias en la segunda y tercera décadas del siglo XX se genera

en Hispanoamérica un renovado interés por las culturas autóctonas producido parcialmente como

rechazo y crítica a los principios racionales y científicos de la cultura europea (Franco 115). La

figura del indio se convierte en símbolo de identidad nacional en países donde la población

indígena era mayor, como México y Perú, donde se crean institutos dedicados al estudio de las

culturas indígenas, y se comienza a abordar el “problema del indio” desde una perspectiva

marxista (Wade, Race and Ethnicity 33). El surgimiento del Negrismo poético más o menos

coincide con el surgimiento de la literatura indigenista en el continente; ambos movimientos son

un esfuerzo intercontinental por reivindicar las raíces étnicas de Latinoamérica. Además, ambos

son movimientos polifacéticos que también encuentran expresión en las artes plásticas. Por

ejemplo, la reivindicación de las raíces étnicas de América se observa fácilmente en el

Muralismo mexicano y en la obra de Enrique Grau en Colombia y Wilfredo Lam en Cuba.

En Cuba y en Puerto Rico la búsqueda de la identidad nacional se torna hacia las raíces

africanas y desemboca en el afrocubanismo de los círculos literarios ilustrado en la narrativa de

Alejo Carpentier y en la poética de Nicolás Guillén y Palés Matos. Entre los primeros estudios

en enfocarse en la figura del negro se encuentran Hampa afrocubana: los negros esclavos (1916)

de Fernando Ortiz quien más tarde acuñaría el término transculturación en su texto Contrapunteo

cubano del tabaco y el azúcar (1940). Sin embargo, el movimiento afrocubano nace un poco más

tarde con la publicación de poemas que combinan ritmo de rumba y poesía, entre los más

58Giovanni Pontiero dice que el Modernismo nace en febrero de 1922 en las jornadas artísticas del Teatro Municipal

de Sãu Paulo donde participan Graça Aranha, Mario de Andrade y Ronald de Carvalho y entra en decadencia en la

década de los treinta; participan también Carlos Drummond de Andrade, Francisco Peixoto, Ascenso Ferreira y

otros.

70

conocidos se encuentran un ballet de Amadeo Roldán llamado La rebambaramba cuyo

argumento es escrito por Carpentier (1928) y Poema negro (1930) para un cuarteto de cuerdas

del mismo Roldán con la participación también de Alejo Carpentier (Franco 131).

En el Caribe afrohispano la vanguardia poética alcanza su máxima expresión en la poesía

Negrista de Luis Palés Matos y de Nicolás Guillén (Mansour 9) y en las novelas de Alejo

Carpentier. La poesía Negrista fue ante todo un movimiento poético que buscaba celebrar la

cultura negra del Caribe, aunque la visión que presentara de ella fuese, en ocasiones, una visión

primitiva, sensual, casi folclórica. En ella, la evocación de África y la invocación de la presencia

africana en el Caribe se lleva a cabo por medio del ritmo, del tambor, de la cadencia de cuerpos y

de la energía sexual que despiden sus bailes y sus cantos. Además capta lo que el mexicano

Alfonso Reyes denominara jitanjáforas (Mansour 159).59 Las jitanjáforas son palabras

onomatopéyicas que imitan, de manera escrita, sonidos rítmicos de la música y del habla popular

afrocubana en una temprana celebración y reconocimiento de lo que mucho más tarde Ngugui

Wa’Thiongo, refiriéndose a las culturas totalmente orales de África, habría de llamar oratura –

oralidad en español. En este sentido la oratura de la que habla Ngugui Wa’Thiongo es una

oralidad propia de las culturas ágrafas, cuya pervivencia y transmisión cultural no se apoya en la

escritura sino en la memoria y en la palabra hablada.60

Cabe mencionar que la oralidad de las culturas de origen africano en Hispanoamérica, a

diferencia de las culturas ágrafas de África, se forja como resultado del sistema esclavista que no

permitió la educación formal de los esclavos

59 Alfonso Reyes utiliza por primera vez esta palabra para describir neologismos en la poesía del poeta cubano

Mariano Brull. 60 Recuérdese que la palabra literatura tiene su origen etimológico en la palabra letra, de ahí que el estudio de la

literatura también sea llamado el estudio de las letras.

71

--aun cuando existieran esclavos auto didactas capaces de leer y escribir. Este hecho es de

extrema importancia porque explica cómo una tradición literaria europea de carácter escrito fuera

adoptada por los negros en Hispanoamérica y sirviera como soporte a una memoria y tradición

oral afrolatinoamericana sincrética. Por tanto, su oralidad se encuentra firmemente ligada a otros

textos culturales como la música o los refranes transmitidos oralmente de generación en

generación que luego, en otra metamorfosis más, serían plasmados de manera escrita en la poesía

y en la literatura de esta comunidad. De manera que, al ser adoptada por una comunidad no

educada, la tradición europea escrita se convierte en una tradición oral, y más tarde, sufre una

metamorfosis más y vuelve a ser plasmada en la escritura pero esta vez imbuida por el ritmo

afrolatinoamericano.

En los Estados Unidos, el Renacimiento negro buscaba reconocimiento para la nueva

cultura negra creada por antiguos esclavos, que en la transición del campo a la ciudad, poco

después de la guerra civil, con sus himnos espirituales y su cultura oral, después de tanto

sufrimiento, emerge viva en el jazz y en los blues a los que Langston Hughes habría de rendir

homenaje (Johnson 107-35). Vale la pena recordar que el Negrismo poético fue un movimiento

de debate acerca del sujeto nacional –Palés Matos y Nicolás Guillén— como también un

fenómeno temático y por lo mismo practicado por escritores de todas las razas. En Brasil, el

Modernismo brasileño reivindicaba las culturas negras e indígenas por su énfasis en la síntesis de

razas y en el rechazo a la estética burguesa al hablar de y para todas las razas en una lengua

sencilla y directa. El Modernismo brasileño con sus múltiples manifiestos fue una búsqueda por

la identidad nacional ejemplificada en la elección del nombre “Manifiesto de Pau – Brasil,”

recurso natural autóctono, como emblemático de esta nueva literatura nacional (Pontiero 247-

72

54). No así el Renacimiento negro en los Estados Unidos que fue un fenómeno de afirmación

cultural étnica producido por artistas que se identificaban como afroamericanos.

Esta década se caracteriza por el contacto personal e íntimo entre intelectuales negros de

los Estados Unidos e intelectuales latinoamericanos que más tarde se transformaría en estudios

comparativos de la diáspora africana en revistas académicas. Por ejemplo, Edward J. Mullen

habla de los viajes de Langston Hughes a México y de sus lazos con el grupo de escritores

conocido como Contemporáneos formado por Carlos Pellicer y Xavier Villaurrutia entre otros.

Sus impresiones de México se encuentran recogidas en los ensayos “Mexican Games,” “Up to

the Crater of an Old Volcano” y la nota “The Virgin of Guadalupe,” mientras que su poema más

famoso, “A Negro Speaks of Rivers,” fue escrito durante sus viajes a México (11). Mullen cita

la siguiente entrada del diario de Hughes escrita poco después de visitar México, “here nothing is

barred from me. I am among my own people, for... México is a brown man’s country. Do you

blame them for fearing a ‘gringo’ invasión, with its attendant horror of colored hatred?” (11).

Esta consciencia de las raíces étnicas de Latinoamérica en Hughes sería consolidada casi una

década más tarde en sus viajes a Cuba donde conocería a Nicolás Guillén (Mullen 14).

Por otro lado es interesante notar el hecho de que algunos artistas del Renacimiento negro

también encontraron inspiración en el movimiento muralista mexicano porque reivindicaba las

raíces étnicas de México como ilustra el caso de la escultora Elizabeth Catlett. Catlett viajó a

México en 1946 como becada de la Escuela de Pintura y Escultura de la Secretaría de Educación

Pública y en 1947, formó parte del Taller de Gráfica Popular donde participó plenamente con los

creadores de Estampas de la Revolución Mexicana. Su serie de grabados The Negro Woman

revela la adatapción de recursos técnicos y estéticos, propios de las artes asociadas con el

Muralismo mexicano, a un mensaje social similar y diferente: el heroísmo y el arduo trabajo de

73

la mujer negra en los Estados Unidos. Elizabeth Catlett fue también profesora de escultura en la

Escuela nacional de Artes Plásticas de la Universidad Nacional Autonóma de México (Herzog

49-65).

En un proceso de emigración inverso, el pintor y caricaturista mexicano Miguel

Covarrubias (1904-1954), miembro de la escuela muralista, trabajó como caricaturista de la

revista Vanity Fair con sede en Nueva York hasta 1936. Covarrubias se interesó en la vida de

los negros del barrio de Harlem como ilustran sus Negro Drawings (1929), el cuadro Adventures

of an African Slaver (1928) y la pasta del texto The Weary Blues de Langston Hughes (1926),

obras frecuentemente antologadas en los textos del Renacimiento negro.61 Lizzetta LeFalle-

Collins ha identificado, por otro lado, una conexión mexicana en la obra de algunos artistas del

Renacimiento negro, principalmente en las obras de Charles Alston, John Biggers, Elizabeth

Catlett, Sargent Claude Johnson, Jacob Lawrence, Charles White, John Wilson and Hale

Woodruff (4). Según LeFalle-Collins, “The struggle of Mexican artists to liberate workers from

the dominance of the upper class was attractive to black artists” (5). Es dentro de este marco de

relaciones personales e íntimas que emerge, empero, una cartografía de descolonización

transcontinental poderosa: la consciencia de pertenecer a un grupo étnico surge en el entrecruce

de miradas, en la trayectoria de desplazamientos y emigraciones que artistas latinoamericanos

realizan de manera personal pero que más tarde repercuten en la reafirmación colectiva de sus

raíces étnicas.

Segundo momento clave

El segundo momento clave se pone en juego a partir de la publicación de Motivos de son

(1930) de Nicolás Guillén, momento más maduro de la poesía Negrista, que coexiste y se

61 Ver Blues, Ideology, and Afro-American Literature de Baker y la biografía de Covarrubias en

http://redescolar.ilce.edu.mx/redescolar/publicaciones/publi_quepaso/miguel_covarrubias.htm.

74

aproxima al movimiento de Negritud, por su énfasis en los problemas sociales del negro y por su

postura antiimperialista en el ámbito internacional. Con la publicación de Motivos de son, la

poesía Negrista adquiere un nuevo giro. Uno de los cambios más significativos en Motivos de

son es el planteamiento de la problemática psicológica y social de los negros debido a su historia

de esclavitud y racismo (Kubayanda 1-2). Entre los temas que esta nueva dirección aborda se

encuentran el racismo desplegado contra el negro, la pobreza, la falta de educación y la crisis

psicológica del mulato. Mas esto no quiere decir que el ritmo y la danza desaparezcan como

tropos privilegiados dentro de la poesía sino que a estos elementos se les añade la dimensión

social. A partir de entonces la poesía Negrista conservaría un sesgo social radical que adquiriría

tonos aun más radicales al declararse en contra del imperialismo yankee como antes lo hiciera

José Martí. Para algunos críticos, (Kubayanda, Cobb y hasta cierto punto Richard Jackson) la

poesía Negrista, posterior a la publicación de Motivos de son (1930), se aproxima al movimiento

de Negritud.

Tanto la poesía Negrista como el movimiento de Negritud son parte de un movimiento

internacional de reivindicación de la cultura negra que en las Américas tiene focos importantes

en regiones y lenguas marcadas por la presencia negra: en el Caribe afrohispano, en partes del

Río de la Plata, en Colombia, en el Caribe de habla francesa, en Guayana, en el Brasil y en los

Estados Unidos.62 De hecho, Martha Cobb (Harlem, Haití, and Habana, 1979), Kubayanda (The

Poet’s Africa, 1990) y en menor grado Kesteloot (Black Writers in French, 1974), se han

62Existe un esfuerzo por trazar nuevas cartografías culturales con el fin de elucidar similitudes y diferencias, sobre

todo en regiones donde la división lingüística se percibe como barrera insuperable aun cuando estudios

comparativos de historia, sociología y literatura revelan múltiples conexiones. Por ejemplo, The Caribbean Studies

Program (CUNY) incluye otras islas del Caribe, además de Puerto Rico y Cuba. Otro ejemplo son las

investigaciones de Martha Cobb y Miriam De Costa Willis.

75

encargado de estudiar la influencia de Langston Hughes y de Nicolás Guillén en el poeta haitiano

Jacques Roumain y la influencia de Hughes en Guillén.

En el Uruguay las revistas Nuestra Raza (1917-1931 y 1933-1948), La Vanguardia

(1928-1930), Rumbos (1938-1945), Revista Uruguay (1945-1948) y Revista Bahía Hulan Jack

(1958-hasta el presente) se convirtieron en los portavoces de la comunidad afrouruguaya (Lewis

12). En ellas se publicaron las obras más famosas de la literatura afrouruguaya de esa época,

Piel negra (1947) de Pilar Barrios y Pregón de la marimorena (1946) de Virginia Brindis de Salas

(Lewis 13-14).

El movimiento de Negritud tuvo sus inicios entre los estudiantes negros de las colonias

francesas en París,63 pero adquirió nombre y mayor dirección con la publicación del Diario de un

retorno a mi país natal (1939) del poeta martinico Aimé Césaire (Kesteloot 159-93). El

movimiento de Negritud, veía en África, no un pasado lejano al que se tratara de regresar, aun

cuando se la evocara, sino una condición presente constante encarnada en el color de piel, al

cual, junto con la madre África se debía afirmar para combatir el racismo contra el hombre

negro. De ahí que se llamase Negritud (Kesteloot 102-15). En su período más maduro, el

movimiento de Negritud encarnado en las teorías de Fanon, principalmente The Wretched of the

Earth y Black Skins, White Masks, se declararía en contra de los modelos culturales exteriores

porque transformaban la subjetividad del hombre de color llevándolo a un rechazo de sí mismo.

Por otro lado, esta vertiente más crítica de Negritud, inspirada sobre todo en The Wretched of the

63 El movimiento de Negritud da inicio con las revistas Defensa Legítima (1932) y El estudiante negro (1934)

publicadas en París por estudiantes del imperio que comienzan a articular una crítica a la mediocridad de la poesía

de las colonias a la que califican de “tracing paper poetry.” Este grupo formula también una crítica a la pobreza

social y cultural de las islas y al menosprecio por el patois y por las costumbres propias que ciertos intelectuales

predican. Este mensaje cobra mayor formulación en la obra de Césaire y de Fanon que desde una perspectiva

marxista lanzan una fuerte crítica a las bases materiales de este empobrecimiento racial, cultural, social y

económico: la explotación. Al respecto ver Black Writers in French. A Literary History of Negritude de Kesteloot.

76

Earth,64 sería de tremenda importancia para el movimiento del black power en los Estados

Unidos en la década de los sesentas y para el movimiento de emancipación de las antiguas

colonias africanas.

En restrospectiva estas cuatro vertientes del rescate de las raíces negras

(Renacimiento negro, Negrismo, Negritud y Modernismo en Brasil) son pruebas patentes de un

movimiento de proporciones continentales y globales de lo que en retrospectiva solo se puede

catalogar como un proceso de descolonización, similar y diferente al iniciado por los modernistas

hispanoamericanos en el siglo XIX. Pero la diferencia es que Negrismo –en su fase madura,

posterior a Motivos de son en 1930—y Negritud no únicamente buscaban integrar la cultura

negra a un espacio nacional imaginario sino que sobrepasaban los límites geográficos de la

nación, debido a que tomaban como punto de partida la opresión del ser humano por su color en

el ámbito internacional. Ambos se convertirían en movimientos diásporicos, transnacionales,

cuyos orígenes surgieron, como nos recuerda Aimé Césaire, entre la partida y el retorno al país

en que se nace.

Además, por otra parte, es durante esta época que comienzan a aparecer las primeras

narrativas que abordan la problemática del negro en otras partes del continente: Mene (1936) de

Ramón Díaz Sánchez primera novela venezolana que protesta la explotación petrolera a través de

una familia negra y Nochebuena negra (1943) de Juan Pablo Sojo novela que se enfoca en la

64 Fanon es psiquiatra de profesión y Black Skin, White Masks (1952) es, sobre todo, un análisis de los efectos de la

colonización en la psiquis colonizada y una protesta en contra de las estructuras del poder colonial implantadas en la

lengua y de las ramificaciones de esto en la conciencia de los colonizados, pero desde una perspectiva más bien

personal. En 1953 Fanon trabaja como psiquiatra en Argelia donde es testigo de los efectos nefastos de la

colonización. The Wretched of the Earth (1961) y Toward the African Revolution son un análisis de los efectos de

la dominación tanto en colonizadores como en colonizados, temas anteriormente tocados en Black Skin, White

Masks. Ambos libros son, ante todo un pronunciamiento en contra de la ocupación francesa en Argelia y un llamado

hacia la rebelión. Son pronunciamientos también contra el imperialismo occidental en los países del tercer mundo y

por lo tanto fuentes de inspiración del movimiento de black power en los Estados Unidos y de otros movimientos de

resistencia cultural.

77

problemática de la población negra en la región venezolana de Barlovento. En el mismo año

aparece Juyungo en el Ecuador, en Colombia Arnoldo Palacios publica Las estrellas son negras

(1949), novela que se enfoca en el subdesarrollo de la población negra en la región colombiana

del Chocó. En esta misma década aparece el estudio paradigmático La población negra en

México (1946) de Gonzalo Aguirre Beltrán importante precursor del proyecto contemporáneo

Nuestra Tercera Raíz en México.

Por esta época, Manuel Zapata Olivella, siguiendo la trayectoria de Elizabeth Cattlet y

Miguel Covarrubias comienza a viajar fuera de Colombia, a México en 1943 y más tarde, en

1946, cruzaría, junto con los braceros mexicanos, la frontera rumbo a los Estados Unidos, donde

conocería a Langston Hughes, posteriormente viajaría a las Antillas. En He visto la noche

(1953) Zapata Olivella traza su viaje en busca de sus raíces étnicas comenzando con su

experiencia entre los braceros mexicanos a los Estados Unidos, con los cuales se identifica, hasta

su encuentro con las comunidades negras estadounidenses en California, Chicago y Nueva York

donde entraría en contacto con la población afro puertorriqueña, experiencia que luego

aparecería en su drama Hotel de vagabundos publicado en 1954 (“Los ancestros” 52).

Tercer momento clave

El tercer momento clave se forja bajo la turbulencia de la década de los sesenta y se

distingue del momento anterior en que su vehículo principal de expresión es la narrativa --el

cuento y la novela-- dominada principalmente por escritores cuya obra devendrá en el núcleo

principal del corpus de literatura afrohispanoamericano. La producción literaria del colombiano

Manuel Zapata Olivella, cuya novela Changó, el gran putas (1983) forma parte de este estudio,

se ubica dentro de este núcleo fundacional. Este período fundacional, que se gesta en los años

78

finales de la poesía Negrista, culmina con la cristalización de relaciones literarias y culturales

entre escritores y críticos de origen africano en Hispanoamérica, en el Caribe y en los Estados

Unidos, vía la creación de revistas literarias y la publicación y reedición de obras de autores

afrohispanoamericanos en la década de los ochenta. En estas publicaciones se da inicio a una

conversación sobre el lugar de las letras afrohispanoamericanas en la tradición hispanoamericana

y a una comparación entre las literaturas de escritores negros en otras partes de las Américas

principalmente Haití, Brasil y los Estados Unidos. La transformación de las relaciones literarias

entre intelectuales de las Américas, que abarca más o menos la década de los setenta y ochenta,

es un aspecto saliente del tercer momento clave en el desarrollo de las letras

afrohispanoamericanas.

Esto no quiere decir que anteriormente no existieran lazos entre intelectuales –

mencionaba el ejemplo de Langston Hughes y su conexión con Guillén y con Manuel Zapata

Olivella-- sino que, de cierta manera, éstos eran más espontáneos. Además recuérdese que

Puerto Rico también jugó y sigue jugando un papel instrumental en el juego de conexiones pues

su doble estatuto lo ha convertido en una especie de cruce de culturas. Por ejemplo el

puertorriqueño Arturo Alonso Schomburg es uno de los primeros coleccionistas de textos,

artefactos y obras de arte de las culturas africanas de todo el mundo y es con su biblioteca que se

funda el Centro de investigación de la Cultura Negra Schomburg en Nueva York. En el ámbito

popular la música puertorriqueña y cubana han sido verdaderos varaderos de convergencia y

reconversión de influencias y de nuevos derroteros mucho antes de que este fenómeno se

registrara en la literatura.

En 1960, la apertura de la editorial Casa de las Américas en Cuba permite la reedición y

publicación de obras de autores de origen africano no sólo provenientes de Cuba sino de toda

79

Hispanoamérica. En la siguiente década se crean el Centro de estudios afroecuatorianos en

Quito (1979), Cuadernos Afroamericanos (Caracas, 1975), Negritud (Bogotá, 1977), Studies in

Afro-Hispanic Literature (Purchase, Nueva York, 1977) y Afro-Hispanic Review (Washington,

D.C., 1982 ahora en Vanderbilt, Memphis) y se organizan congresos importantes entre ellos el

Coloquio de Negritud y América Latina en la Universidad de Dakar en Senegal (1974) y el

Primer Congreso del Negro Panameño (1981) y los congresos de la Cultura Negra organizados

por la Casa de las Américas en 1977, 1980 y 1982 en Colombia, Panamá y Brasil

respectivamente (Kutzinski 164). Cabe mencionar que la labor de Manuel Zapata Olivella en

ellos es de suma importancia, sus memorias sobre estos congresos se encuentran recogidas en el

texto La rebelión de los genes (1997).

Una examinación del programa de la College Language Association, organización

estadounidense que se dedica al estudio de las letras afroamericanas, revela el impulso diásporico

y comparativo de la época con congresos sobre los siguientes temas: “Le Circuit Triangulaire:

Africa, the Americas and the West Indies” (1975) en Nueva Orleáns y “The Plantation-America

Culture Sphere: Caribbean and Southern Literatures” encuentro realizado una vez más en Nueva

Orleáns en 1981.

Además, en Black Writers in Latin America (1979), Richard Jackson menciona también

como antecedentes importantes el panel sobre el escritor negro titulado “The Black Writer in

Latin America” que tuvo lugar en la Sixth National Convention of Popular Culture en Chicago

(1976), el Simposio en Literatura Afrohispana auspiciado por el Centro de Relaciones

Interamericanas en Nueva York (1976), la fundación de las revistas Studies in Afro-Hispanic

Literature y Revista de Estudios Negrigenistas en Nueva York, el Congreso de Literatura Afro-

Americana en la Universidad Internacional de Miami (1976) y el Primer Congreso de la Cultura

80

Negra de las Américas que tomó lugar en Cali, Colombia en 1977 (ix). En su autobiografía

Levántate mulato, Manuel Zapata Olivella lo fecha en 1978 y nos dice que tuvo el honor de

presidirlo y de participar en los dos siguiente congresos realizados en Panamá y en Brasil

presididos por Gerardo Maloney y Abdías do Nascimento, respectivamente (340). En estos

congresos podemos observar las coyunturas de carácter internacional acerca del lugar de las

culturas africanas en sus respectivas diásporas, procesos descolonizadores en los que sujetos

latinoamericanos subalternos participan de lleno. Es en estos diálogos que el proceso a la

descolonización de las cadenas mentales interiores y exteriores avanza y se fortalece. En todo

ello, la publicación de textos que incluyan la perspectiva del Otro y desde el Otro se acelera y se

comienzan a abrir nuevos espacios de producción cultural e intelectual o de saberes desde otras

perspectivas.

Se publican también los primeros estudios de carácter histórico en español: La presencia

negra en el Nuevo Mundo (1968) de José Luciano Franco, El negro en las Américas: esclavo y

ciudadano (1968) de Frank Tannembaum, Documentos para el estudio de los esclavos negros en

Venezuela (1969) editado por Ermila Troconis de Veracoechea, Introducción a la cultura

africana en América Latina (1970) publicado por la UNESCO, Estudios afros: Brasil, Paraguay,

Uruguay, Ecuador (1971) de Paulo de Carvalho Neto, Negros e indios; un estamento social

ignorado en el Perú colonial (1973) de Emilio Harth-Terré, Los palenques de los negros

cimarrones (1973) de José Luciano Franco, El elemento afronegroide en el español de Puerto

Rico (1974) de Manuel Alvarez Nazario, Indios y negros en América Latina (1979) de Pablo

González Casanova.

En inglés se publican: In Quest of Identity. Patterns in the Spanish American Essay of

Ideas, 1880-1960 (1967) de Martín Stabb, Race and Class in Latin America (1970) de Magnus

81

Mörner, African Civilizations in the New World (1971) de Roger Bastide, Slavery and Race

Relations in the Americas (1973) de H. Hoetnik, The African Experience in Spanish

America:1502 to the present day (1976) de Leslie B. Rout, Discrimination Without Violence:

Miscegenation and Racial Conflict in latin America (1973) de Solaún y Kronos y The African

Slave in Colonial Perú, 1524-1650 (1974) de Frederick Bowser.

En esta misma década aparecen estudios paradigmáticos sobre la poesía Negrista en

América como Lo negro y lo mulato en la poesía cubana (1970) de Idelfonso Pereda Valdés, La

poesía negrista (1973) de Mónica Mansour, estudio muy completo que abarca desde la

representación del negro en la literatura española y la colonia hasta su evolución en Negrismo y

Negritud y los componentes temáticos y formales de estas dos vertientes. Se publican también

La poesía negroide en América (1970) de Rosa E. Valdés-Cruz, Iniciación a la poesía

afroamericana (1973) de Oscar Fernández de la Vega y en 1976 Poesía Afroantillana y Negrista

(Puerto Rico, República Dominicana, Cuba) de Jorge Luis Morales, quien tomando como base la

teoría sobre el panantillanismo, latente en la poética del puertorriqueño Luis Palés-Matos, realiza

una “Navegación por el tema negro.”

Todos estos acontecimientos confluyen para crear un interés mayor en la literatura

afrohispana y una perspectiva diferente en su valoración y recepción crítica. A partir de

entonces, se comienzan a ponderar no sólo los elementos formales (el ritmo, la música y la

oralidad) sino la representación del hombre y de la mujer negros y de la cultura negra en la

literatura hispanoamericana y con ello los discursos de poder que saturan la estética en la novela

y la poesía negrista o en las obras que abordan al negro como tema. Por ejemplo, Lemuel

Johnson (The Devil, The Gargoyle, and the Buffon: The Negro as Metaphor in Western

Literature, 1971), Zenón Cruz (Narciso descubre su trasero: el negro en la cultura puertorriqueña,

82

1975), Richard Jackson (“Black Phobia and the White Aesthetic in Spanish American Literature”

(1975) en Hispania y The Black Image in Latin American Literature, 1976), Miriam DeCosta

Willis (Blacks in Hispanic Literature, 1977), Marvin Lewis (Afro-Hispanic Poetry 1940-1980:

From Slavery to Negritud, 1983), y Andrés Bansart (El negro en la literatura hispanoamericana,

1986) y más recientemente Lourdes Martínez Echezábal (Para una semiótica de la mulatez,

1990) analizan la representación del negro en obras donde se aborda al negro como tema desde

una perspectiva exterior. Podemos decir entonces que el papel del crítico literario como tal

asume importancia tremenda en estas dos décadas ya que al asumir una actitud crítica ante la

tradición literaria abre brecha hacia otros enfoques y da comienzo a una descolonización interna

de nuestra producción literaria.

Ahora bien, una vez abierto el margen de discusión a una crítica de representación de la

figura del hombre y la mujer negros en la literatura, el radio de acción se desplaza a la exclusión,

a veces sistemática, de autores de origen africano dentro de las corrientes mayoritarias de la

literatura hispanoamericana y a la forma cómo se ha generado esta exclusión. Se reexaminan

entonces los trabajos de autores como el peruano Ricardo Palma y el llamado “negrito poeta

mexicano” José Vasconcelos;65 y se genera todo un movimiento por rescatar y encontrar

precursores de este corpus afrohispanoamericano como el modernista panameño, Gaspar Octavio

Hernández, conocido como “el cisne negro;” y, los poetas afrouruguayos Virginia Brindis de

Salas y Pilar Barrios.66 Entre los estudios más importantes de este período se encuentran Black

Writers in Latin America (1979) y Black Writers and the Hispanic Canon (1992) de Richard

Jackson; Harlem Haití, and Habana (1979) de Martha Cobb; Voices from Under: Black Narrative

65 En el siglo XIX existe en México un poeta negro de nombre José Vasconcelos que se auto-nombra “el negrito

poeta.” Para mayor referencia ver José Piedra en la bibliografía. 66 Ver Marvin Lewis y Richard Jackson en la bibliografía.

83

in Latin America and the Caribbean (1984) editado por William Luis y La novela negrista en

Hispanoamérca (1986) de Shirley Jackson.

Una vez que se critica la historia literaria de la corriente mayoritaria, el foco de discusión

se mueve a la posible existencia de una estética afrohispana que justifique un canon afrohispano

separado de la literatura hispanoamericana, precisamente por su exclusión anterior y a la

nomenclatura del corpus literario, debate que sigue en pie.

Entre los primeros proponentes de un canon afrohispanoamericano separado se encuentra

el crítico Richard Jackson. Jackson observa que uno de los factores definitorios de nuestra

identidad americana como americana, especialmente entre los escritores mundonovistas de mitad

del siglo XX, es el énfasis en “the local ethnic essence of America,” por esta razón concluye

Jackson, “emphasis should be shifted from Indigenismo literario and literatura negrista, for

example, to the more authentic literature written, where possible, by Indians and by Black

themselves” (“Literary Blackness” 5). A partir de entonces, Jackson aboga por la adopción de

términos “afrocéntrico” y “etnopoética” para denominar el corpus de literatura étnica que asume

una poética desde el Otro (indígena o negro) y que representan voces alternativas de la

experiencia y de la lucha por la justicia en Latinoamérica (Black Literature and Humanism xiv-

xv, 104-106).

Por su parte Vera Kutzinski subraya que aunque con justas y sobradas razones sea

seductor crear un corpus separado y aunque los críticos de las literaturas hispanoamericanas

mayoritarias no pueden seguir ignorando el abundante corpus de literatura

afrohispanoamericana, sería poco deseable tratarla como un corpus separado porque esta

literatura está sumamente entreverada “with other mainstream and marginal traditions”(194).

Sin embargo, pese a que Kutzinski no aboga por la creación de un canon separado, subraya que

84

la existencia de este corpus tiene ramificaciones extraordinarias para la escritura de la historia

literaria latinoamericana que no puede seguir ignorando a estos escritores porque de otro modo

resulta incompleta sin ellos (194). El verdadero desafío para críticos en ambos lados del debate,

apunta Kutzinski, no es crear un canon separado sino leer los textos afrohispanoamericanos

como evidencia de las inconsistencias e irregularidades que caracterizan nuestra historia

literaria, social y política (194).

No obstante esta advertencia, debido a su exclusión anterior, la tendencia en casi todas las

antologías y estudios mencionados en este trabajo es la de crear un canon –como en los estudios

de Richard Jackson-- con la excepción de los estudios paradigmáticos de la poesía Negrista que

toman un enfoque temático e incluyen a autores que no siendo afrohispanoamericanos se

encuadran en la poesía Negrista por su uso de elementos temáticos y formales de la misma. Por

otro lado, se debe recalcar que el Negrismo poético, como la literatura Indigenista, se considera

una corriente literaria importante en las antologías y estudios de literatura hispanoamericana

mayoritaria, no así las obras de autores afrohispanoamericanos o indígenas cuya literatura aun no

se incorpora totalmente al canon, con la excepción, quizás, de Cuba.

En “Afro-Hispanic Writers in Latin American Literary History” Rosemary Geisdorfer

Feal concuerda con Vera Kutzinski y oberva que más allá de la poesía, la obra narrativa de

autores de origen africano no ha sido estudiada o incorporada dentro de la literatura

hispanoamericana mayoritaria y propone que su estudio se realice a partir de tres elementos: (1)

la afirmación de la identidad o raíces afrohispanoamericanas, (2) el contenido temático en cuanto

a la experiencia de ser negro en Hispanoamérica, (3) la interconexión entre raza, clase, género,

política, lengua y su conexión con la diáspora. Según Geisdorfer Feal, la inclusión de estas tres

categorías nos permitirá profundizar en la naturaleza de las tensiones entre la literatura

85

afrohispana, una literatura emergente y marginal, y la literatura hispanoamericana de las

corrientes mayoritarias o entre cómo y sobre qué bases se define lo que llamamos margen y

centro (244).

Sin embargo, la reciente incorporación de autores afrohispanoamericanos en estudios de

literatura mayoritaria frecuentemente no considera el significado de su anterior exclusión. Tal es

el caso de Changó, el gran putas de Manuel Zapata Olivella, novela que aunque ha generado

bastante crítica literaria ésta se limita a tratarla desde una perspectiva formal sin examinar a

fondo su lugar en la literatura colombiana o las tensiones que su novela revela.67 La tendencia a

incorporar obras de autores afrohispanoamericanos al canon de literatura colombiana en nombre

de la heterogeneidad literaria y cultural sin explicar las tensiones que esto implica corre el riesgo

de no leerlas como ejemplos de resistencia cultural y de afirmación de raíces negadas.

El debate ha sido reinvigorado por los comentarios de las críticas Miriam DeCosta Willis

y Rosemary Geisdorfer Feal, quienes apuntan a la escasa inclusión de la mujer inclusive en el

llamado “canon” afrohispanoamericano --en las obras de Richard Jackson, por ejemplo-- y a la

homofobia y el sexismo imperante aun entre los mismos autores afrohispanos (“Can(n)on

Fodder” 53). Ambas críticas han reposicionado el debate hacia cuestiones de género y

comenzado a reevaluar el corpus ya existente de literatura afrohispanoamericana desde estas

perspectivas, giro que sienta las bases del cuarto momento clave.

Cuarto momento clave

El cuarto momento clave se distingue por dos factores de suma importancia: primero,

emerge la escritora afrohispanoamericana como voz poderosa dentro del corpus

67 Ver por ejemplo, La novela colombiana ante la crítica, 1975-1990 en la que se incluye y se propone como novela

de denuncia social aunque no se discute la problemática que este corpus representa para la literatura nacional.

86

afrohispanoamericano anteriormente dominado por escritores. Segundo, entra en escena la

mujer como crítica literaria consumada que activamente se interesa en el estudio y publicación

de la obra de escritoras afrohispanoamericanas. La entrada de la mujer como escritora y crítica

literaria torna el debate hacia cuestiones de género y hacia la discusión del lugar de la mujer

escritora en la tradición afrohispanoamericana ya establecida y a su frecuente marginalización y

olvido en las letras latinoamericanas de las corrientes mayoritarias.

La mujer negra como crítica literaria consumada ha tenido un efecto determinante en el

estudio de la escritura y de la representación de la mujer afrohispana. Así lo sugiere Miriam

DeCosta-Willis quien señala que en la década de los noventas se consolida la producción y el

estudio de la producción literaria de la escritora afrohispanoamericana (Daughters xi). Como ya

había dicho Octavio Paz, con respecto a la literatura hispanoamericana, la literatura no puede

existir sin antes ser inventada por la crítica (Corriente alterna 41-4). Entre los primeros estudios

paradigmáticos de este cuarto momento clave merecen mención especial Common Threads:

Afro-Hispanic Women’s Literature (1998) de Clementina R. Adams, Daughters of the Diaspora:

Afra-Hispanic Writers (2003) de Miriam DeCosta-Willis y Place, Language, and Identity in

Afro-Costa Rican Literature (2003) de Dorothy Mosby.

Clementina Adams aborda una perspectiva continental diásporica e identifica una

temática común (el deseo de reconexión con sus raíces africanas y el deseo de reconocimiento de

éstas en el ámbito nacional e internacional) en las obras de las escritoras no únicamente del

Caribe sino también de México y Centroamérica. Al igual que Adams, De Costa Willis también

aborda una perspectiva diásporica y ginocéntrica con una cobertura que abarca desde el Caribe

hasta el Cono Sur. Mosby se encarga de trazar una cartografía de las raíces africanas en Costa

Rica que descubre “otras” migraciones y vínculos entre el Caribe de habla inglesa y

87

Centroamérica. El contacto entre comunidades de habla inglesa y española ocurre fuera de la

división continental Norte-Sur a la que estamos acostumbrados, sin la mediación del inglés como

lengua únicamente asociada con Inglaterra y los Estados Unidos ya que éste contacto se da entre

jamaiquinos y centroamericanos. En el plano histórico merecen ser mencionados los estudios de

la antropóloga Luz María Martínez Montiel, coordinadora del proyecto Nuestra Tercera Raíz que

se encarga de investigar las raíces africanas de México, Afro América: La ruta del esclavo

(2006). Otro texto importante es la colección de artículos editada por Adriana Naveda Chávez-

Hita Pardos, mulatos y libertos (2001) que compila los resultados del Sexto encuentro de

afromexicanistas realizado en Jalapa, Veracruz en 1996 bajo los auspicios del programa Nuestra

Tercera Raíz. En resumen, la década de los noventa se caracteriza por la entrada de la mujer

como escritora, historiadora y como crítica literaria consumada que evalúa su propio lugar como

mujer y como escritora dentro de su propia tradición y en la tradición de la corriente mayoritaria.

Las novelas Jonatás y Manuela (1994) de la afroecuatoriana Luz Argentina Chiriboga y

Malambo (2001) de la afroperuana Lucía Charún Illescas objeto de estudio del presente trabajo

se ubican dentro de esta coyuntura crucial.

Por último cabe subrayar que el proceso de desarrollo de esta literatura no ha sido un

proceso aislado sino que por el contrario, como se apunta en esta sección, su desarrollo se sitúa

en medio de coyunturas histórico mundiales (Negrismo, Negritud, Descolonización) que revelan

cierta tensión entre lo nacional y lo internacional. Es decir, entre las literaturas definidas como

literaturas nacionales étnicas (literatura afrocolombiana, afroperuana y afroecuatoriana) y la

conexión de éstas últimas con las otras diásporas africanas pero en particular la diáspora africana

en nuestro continente. Observamos esta conexión claramente a través de los viajes que estos

intelectuales realizan y las conexiones que dearrollan con escritores afroamericanos en los

88

Estados Unidos on con otros escritores del Caribe, como por ejemplo Manuel Zapata Olivella.

Zapata Olivella no solamente viaja por toda Latinoamérica, Cuba, los Estados Unidos, Brasil y

África sino que participa en congresos desarrollando en sus viajes lo que bien podríamos llamar

cosmopolitismo subalterno. Por tanto, una mirada diásporica y comparativa, arrojaría una

cartografía más amplia de las raíces africanas.

Por otra parte, el estudio de estas novelas evidencia la existencia de una región

afroandina que en las novelas se manifiesta como una hibridez primordial, entre indígenas y

africanos. El creciente corpus de esta literatura y la incursión de escritores de origen africano,

particularmente la de la mujer como escritoras y críticas literarias, ha marcado una nueva pauta

dentro de nuestra tradición de letras hispanoamericanas: ampliación del horizonte epistémico y

descolonización más profunda de las cadenas mentales que desembocan en una visión más

amplia, más completa de la cultura y literatura de esta nuestra América. 68

68 Faltaría, sin embargo, incluir además las crecientes voce indígenas que ya han reanudado su tradición literaria,

interrumpidas por el doloroso nacimiento de Nuestra América.

89