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II Simposio Colecciones de Museos e Investigación Patrimonio, Diversidad Cultural e Inclusión Social Salta, 26 al 29 de Septiembre de 2011 COLECCIONES IGNORADAS: COLECCIONES ARQUEOLÓGICAS EN MUSEOS DE CIENCIAS NATURALES. EL CASO DEL MUSEO ARGENTINO DE CIENCIAS NATURALES ‘BERNARDINO RIVADAVIA’ (MACN)" Vivian Scheinsohn 1 , Paula Concepción Miranda, Yamila Camera, Ana Lucia Guarido, Agustín Lebensohn, Aníbal Andrés Pérez INTRODUCCIÓN La práctica arqueológica muchas veces se dirige al estudio de colecciones albergadas en museos, las más de las veces museos arqueológicos o antropológicos. Sin embargo, la historia de la arqueología y sus especificidades en la Argentina, la historia de vidade ciertas colecciones y las diversas vicisitudes políticas y de otra índole que atravesaron los museos desde su creación en nuestro país, hace que existan colecciones arqueológicas y antropológicas en museos dedicados a otras disciplinas. Esta situación provoca que muchas veces esas colecciones permanezcan “ignoradas” tanto por sus curadores, formados en el marco de otras disciplinas, como por los profesionales antropólogos y arqueólogos, que muchas veces desconocen el paradero de las mismas. Los inicios de la arqueología en nuestro país estuvieron ligados a las actividades de una serie de investigadores catalogados como naturalistas como, por ejemplo, los hermanos Ameghino y Francisco P. Moreno, quienes coleccionaban tanto restos paleontológicos como antigüedades. Todos estos objetos eran parte del pasado y, bajo la perspectiva de estos investigadores, el fósil no era algo distinto del artefacto. Las antigüedadeseran vista como fósiles: eran reflejo del pasado, eran objetos primitivos y pertenecientes a otro mundo. Así, la historia indígena era considerada parte de la historia natural. 1 CONICET/INAPL

“COLECCIONES IGNORADAS: COLECCIONES ARQUEOLÓGICAS EN MUSEOS DE CIENCIAS NATURALES. EL CASO DEL MUSEO ARGENTINO DE CIENCIAS NATURALES ‘BERNARDINO RIVADAVIA’ (MACN)". Vivian Scheinsohn,

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II Simposio Colecciones de Museos e Investigación

Patrimonio, Diversidad Cultural e Inclusión Social Salta, 26 al 29 de Septiembre de 2011

“COLECCIONES IGNORADAS: COLECCIONES ARQUEOLÓGICAS EN MUSEOS DE

CIENCIAS NATURALES. EL CASO DEL MUSEO ARGENTINO DE CIENCIAS

NATURALES ‘BERNARDINO RIVADAVIA’ (MACN)"

Vivian Scheinsohn1, Paula Concepción Miranda,

Yamila Camera, Ana Lucia Guarido,

Agustín Lebensohn, Aníbal Andrés Pérez

INTRODUCCIÓN

La práctica arqueológica muchas veces se dirige al estudio de colecciones albergadas en

museos, las más de las veces museos arqueológicos o antropológicos. Sin embargo, la historia de

la arqueología y sus especificidades en la Argentina, la “historia de vida” de ciertas colecciones y

las diversas vicisitudes políticas y de otra índole que atravesaron los museos desde su creación en

nuestro país, hace que existan colecciones arqueológicas y antropológicas en museos dedicados a

otras disciplinas. Esta situación provoca que muchas veces esas colecciones permanezcan

“ignoradas” tanto por sus curadores, formados en el marco de otras disciplinas, como por los

profesionales antropólogos y arqueólogos, que muchas veces desconocen el paradero de las

mismas.

Los inicios de la arqueología en nuestro país estuvieron ligados a las actividades de una

serie de investigadores catalogados como naturalistas como, por ejemplo, los hermanos

Ameghino y Francisco P. Moreno, quienes coleccionaban tanto restos paleontológicos como

“antigüedades”. Todos estos objetos eran parte del pasado y, bajo la perspectiva de estos

investigadores, el fósil no era algo distinto del artefacto. Las “antigüedades” eran vista como

fósiles: eran reflejo del pasado, eran objetos primitivos y pertenecientes a otro mundo. Así, la

historia indígena era considerada parte de la historia natural.

1 CONICET/INAPL

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Con el correr del tiempo, las disciplinas que abarcaban los naturalistas (geología,

paleontología, arqueología, zoología) se fueron separando a medida que se iban

institucionalizando (Podgorny 1999). Así lo hicieron también las colecciones científicas que

conformaron estos naturalistas: primero en diversas secciones de un museo, luego en distintos

museos. Estas colecciones entonces no solo son valiosas por su contenido sino que llevan consigo

un valor histórico en tanto que permiten reconstruir los conceptos y los intereses de esos

investigadores. Vale como ejemplo el caso que presentaremos aquí, el de una colección de

materiales arqueológicos y bioantropológicos que se encuentra depositada en el Museo Argentino

de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACN2 en adelante) de la ciudad de Buenos

Aires. Si bien parte de estos materiales están incluidos dentro de lo que se conoce como la

Colección Ameghino, muchos de ellos no fueron catalogados por lo que se desconoce su

proveniencia y quien fue su colector. Considerando esta situación, el principal objetivo de nuestro

trabajo fue inventariar, para luego poder catalogar estos materiales, bajo una perspectiva antropo-

arqueológica. Además nos propusimos elabora un diagnóstico de la colección para luego poder

realizar trabajos de conservación preventiva. El objetivo último era que los materiales de esta

colección puedan ser estudiados por nosotros y otros investigadores que así lo deseen. En

definitiva: queríamos saber qué hay y conservarlo. Sin embargo esta colección no deja de

proponernos el desafío de un análisis histórico sobre nuestra disciplina, algo de lo cual

abordaremos en esta presentación. En este trabajo se darán a conocer los resultados parciales

obtenidos.

ANTECEDENTES

Hacia una historia de vida de la colección: El Museo Argentino de Ciencias Naturales a través

del tiempo

2 En aras de la brevedad llamaremos MACN a la institución que tratamos en este artículo, pero

hay que notar que recibió diversos nombres a lo largo de su historia (Museo del País, Museo de

Ciencias Naturales, Museo Público de Buenos Aires, etc.).

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Si bien los antecedentes del actual Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN) se

remontan al Museo de Historia Natural creado en los papeles en el año 1812 y que comienza a

funcionar en 1823 a instancias de Bernardino Rivadavia, este no adquiere verdadero ímpetu sino

hasta 1854, momento en el cual se funda la Asociación de Amigos de la Historia Natural con el

objetivo de impulsar la recuperación del Museo (Lascano González 1980, Arenas 1989-1990;

Perazzi 2008). A partir de este emprendimiento, el Museo se instala en las dependencias del

edificio de la Universidad de Buenos Aires, situado por entonces en la llamada Manzana de las

Luces (Lascano González 1980; Arenas 1991) y adquiere nuevo ímpetu gracias a Germán

Burmeister, quien asume como director en el año 1862. La primera batalla que afronta

Burmeister tiene que ver con un intento de que el museo pasara a depender de la Universidad de

Buenos Aires. Burmeister pelea contra esta situación posiblemente porque, como lo señala

Podgorny (1999), el ámbito universitario es visto como “(…) un espacio donde el tiempo del

estudioso se iba en intrigas internas para conseguir recursos, mantenerse en el cargo y asegurarse

ambas cosas (…)”. Sin embargo, no por haber ganado esta batalla a Burmeister le va mejor: el

estado de endeblez del museo, sobre todo edilicia, que caracterizó sus primeros momentos, se

prolonga con el tiempo. Sin embargo, a pesar de esta precariedad, Burmeister amplia las

colecciones, arma nuevas vitrinas, reordena las colecciones iniciando el lento camino de

separación entre las antigüedades y los fósiles. En el año 1884 el Museo Público de Buenos Aires

se nacionaliza y en 1889 se funda el Museo Histórico de la Capital por lo que todos los objetos

y trofeos que hasta entonces se albergaban en el Museo Público pasan a este nuevo museo

(Lascano Gonzalez 1980; Perazzi 2008). Comienza entonces a contar el museo con el cargo de

Naturalista viajero con el nombramiento de Enrique de Carlés (Lascano González 1980).

Burmeister muere en 1892 como consecuencia de un accidente laboral y asume la dirección

Carlos Berg quien continúa con las demandas de traslado a un edificio adecuado (Perazzi 2008).

Cuando fallece, en 1902, asume Florentino Ameghino cuya gestión se prolongó hasta el año

1911. Durante este período ingresaron al Museo más de 70 mil piezas que desbordaron las

instalaciones. Si bien Ameghino reclamó constantemente que se le otorgue un edificio apropiado,

rechazó las soluciones edilicias provisorias que se le ofrecieron, una serie de edificios fiscales

entre los cuales estaba el Palacio de las Aguas Corrientes (Lascano González 1980). Claramente,

Ameghino propugnaba por un edificio propio, hecho a medida para el Museo, siguiendo el

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modelo del Museo de La Plata que había sido inaugurado en el año 1888 (Podgorny 1999). A su

muerte, Ángel Gallardo, el nuevo director, acepta uno de estos edificios fiscales ubicado en la

plazoleta Monserrat, en el predio donde hoy se yergue el Ministerio de Obras Públicas (Lascano

González 1980; Parodiz y Balech 1992; Podgorny 1999). Los grandes animales (mamíferos y

vertebrados fósiles) quedaron en la sede de la calle Perú mientras que todo el resto de los

materiales, y entre ellos los correspondientes a la sección de Antropología y Arqueología, se

trasladan la nueva sede. A pesar de los constantes reclamos, recién en el año 1925 se colocó la

piedra fundacional del edificio que ocupa actualmente y donde comenzó a funcionar en 1937

(Lascano González 1980; Arenas 1989-1990).

El 10 de junio de 1947, bajo el gobierno de Perón, el Poder Ejecutivo dispuso que las

colecciones de las secciones Arqueología, Etnografía y Antropología del MACN pasaran a las

instalaciones del Museo Etnográfico J. B. Ambrosetti (Facultad de Filosofía y Letras,

Universidad de Buenos Aires). Esta disposición ordena que el museo: “ (…) transfiera a la

Universidad Nacional de Buenos Aires, los materiales arqueológicos, etnográficos y aquellos

antropológicos, sustento de la Culturología, como también las publicaciones ad hoc, y que a

juicio de la Dirección del Museo no sean útiles a las disciplinas de las Ciencias Naturales (…)”

(Lascano González 1980; Roca 2005). No es claro bajo que influjos políticos se realiza ese

traspaso. Según algunos autores se debe a que el entonces director del MACN, Augusto Riggi, no

quería esos materiales por considerar que no debían estar en un museo de Ciencias Naturales

(Lascano González 1980; Parodiz y Balech 1992). Otra forma de verlo es como un crédito que

obtenía José Imbelloni, reciente director del Museo Etnográfico (1947-1955) y que había sido

director de la sección de Antropología del MACN anteriormente, gracias a su apoyo al

peronismo. Es de destacar entonces que este patrimonio, albergado bajo la esfera nacional, pasa a

la esfera de la Universidad de Buenos Aires. Así se produjo un enriquecimiento fantástico de las

colecciones del Museo Etnográfico que sumó a las 50.000 piezas con las que contaba otras 72.

000 piezas (Anónimo 1971).

En síntesis, la historia del MACN, desde sus orígenes, gira en torno a la precariedad

edilicia e institucional y sólo a partir de su instalación en el edificio que ocupa actualmente, casi

un siglo después de su creación, parece estabilizarse por lo menos desde el punto de vista

edilicio. Por otra parte y obedeciendo a la concepción de los naturalistas, en el marco del museo

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se almacenaban tanto los fósiles como los animales embalsamados y las piezas arqueológicas.

Como producto de la creciente institucionalización de la antropología, a lo cual se suman disputas

tanto académicas como políticas, las secciones de Antropología y Arqueología del museo y sus

materiales pasan a formar parte de las colecciones del Museo Etnográfico. Este había sido creado

en 1904 y había sido el primero en separar las colecciones etnográfico/antropológicas de las

históricas y las de historia natural (Podgorny 1999). Así comienza a concretarse en las

instituciones lo que ya se perfilaba en la práctica de las disciplinas: la separación de la

arqueología y la antropología como disciplinas por derecho propio. Por otro lado hay que

destacar que a partir de la historia de las instituciones científicas y museográficas del país es claro

que la pervivencia de éstas depende más de sus directores y sus contactos políticos que de una

política estatal (ver al respecto, Podgorny 1999: 39).

Todos estos eventos marcan la historia de vida de la colección de la que hablaremos aquí.

Parte de esta colección fue almacenada inicialmente en el edificio de la calle Perú. Se fue

ampliando y pasó luego a la sede de Monserrat. Finalmente terminó en el año 1937 en el actual

edificio de Parque Centenario. Sin embargo, las vicisitudes no terminaron allí: todo indicaba que

estos materiales debieron haber pasado al Museo Etnográfico en 1947 junto con los que

efectivamente habían sido del MACN y hoy se encuentran en esa institución. Sin embargo, por

alguna razón que se nos escapa, quedaron en el MACN.

Nuestra historia

Este trabajo se inicia cuando dos de las autoras, Scheinsohn y Miranda, buscaban

colecciones arqueológicas relevantes para sus respectivas áreas de estudio. Scheinsohn estaba a la

búsqueda de la colección que había conformado Luis Jorge Fontana, primer gobernador del

Territorio Nacional del Chubut, en su expedición del año 1885. La única pista que se tenía sobre

ella era una mención que hacía Fontana en su crónica donde dice que ciertos materiales

paleontológicos que había recolectado durante su viaje de exploración “(…) se encuentran hoy

felizmente en manos del distinguido paleontólogo, señor Ameghino (…)” (Fontana 1886: 122)

por lo que existía la posibilidad de que este, a su turno, lo hubiera donado al MACN una vez en la

dirección del mismo. Además, hay materiales donados por Fontana en otras colecciones del

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MACN como en la de Herpetología (Faivovich com. pers.). Indudablemente esta situación bien

puede atribuirse a los estrechos lazos que había establecido Fontana con el Museo, ya que éste se

había formado como preparador en el MACN, bajo lo guía de Burmeister (Perazzi 2008). Si sus

materiales arqueológicos hubieran estado en el MACN, la lógica indicaba que debieron haber

pasado al Museo Etnográfico durante el año 1947. Sin embargo, en el catalogo del Museo

Etnográfico no había ninguna entrada que pudiera vincularse con Fontana, Ameghino o el área de

procedencia buscada. Miranda, a su vez, buscaba si el MACN aún albergaba algunos de los restos

correspondientes a la “Colección Doncellas”, producto de las expediciones realizadas entre los

años 1937 y 1944 por el Dr. Eduardo Casanova a varios sitios de la Puna de Jujuy (Casanova

1938, 1943, 1944, 1967), época en la que éste revistaba en el MACN. Ambas sospecharon que tal

vez la separación de las colecciones antropológicas y arqueológicas del MACN no habían sido

del todo sistemática, por lo que cada una por su lado se dirigió a este museo y allí les

manifestaron que había una colección de materiales arqueológicos bajo la gestión de la División

de Paleovertebrados pero parte de la misma no había sido catalogada nunca por lo que no era

posible saber si correspondía a los material buscados. Fue entonces bajo estas circunstancias que

se decidió encarar el inventariado de esta colección de manera conjunta entre ambas autoras por

medio de un acuerdo entre el INAPL (Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento

Latinoamericano) y el MACN.

Es importante mencionar que si bien gran parte de los investigadores en arqueología y

antropología, desconocían que existía una colección de este tipo en el MACN, algunos de los

materiales que la integran habían sido estudiados previamente por Bonomo (2002 y 2005) y

Solomita (2009). También hubo por lo menos dos intentos previos de hacer un inventario de esta

colección, que no fueron completados: uno por parte de Sergio Bogan y otro a cargo de Roxana

Cattaneo (Kramarz com. pers.; Cattaneo com.pers.)

MATERIALES Y MÉTODO

Los materiales se encuentran en el depósito de la División de Paleovertebrados en el

primer subsuelo del MACN y están ubicados en dos muebles de madera antiguos que poseen

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varias columnas con bandejas de madera. Estas están rotuladas siguiendo un sistema de letras

(una por columna) y números según la ubicación de la bandeja en cada columna, (Figura 1).

Algunos de los materiales que allí se encuentran han sido catalogados en la colección Ameghino

o en la colección Museo pero no siempre es posible encontrar una correspondencia entre el

número rotulado en el material y la ficha correspondiente a ese número. Mientras que otros restos

nunca fueron catalogados.

Figura 1. Vista del depósito de la División Paleovertebrados. Al fondo y arriba, se observa

uno de los muebles que alberga la colección aquí analizada.

Primera etapa: Capacitación

Se realizó un llamado a pasantías para estudiantes de la carrera Ciencias Antropológicas

de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Estos estudiantes realizaron una capacitación en el

INAPL que consistió en el adiestramiento en reconocimiento de materiales líticos y de restos

humanos. Las temáticas tratadas en esta capacitación fueron la clasificación de materiales líticos

siguiendo las pautas de Aschero (1975), el reconocimiento de materias primas líticas y la

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identificación de restos óseos y dentales humanos y faunísticos en general. Asimismo, se realizó

una capacitación en las instalaciones del Área de Antropología Biológica del Museo Etnográfico

J. B. Ambrosetti a cargo de la Lic y Prof. Claudia Aranda sobre las normas de bioseguridad

necesarias para este tipo de emprendimientos.

Segunda etapa: Diagnóstico de la colección

El primer objetivo que nos propusimos fue realizar un diagnóstico de la colección al

momento de iniciar los trabajos sobre ella. El protocolo diseñado para esta etapa contempló los

siguientes pasos:

1.- Descripción, registro y fotografiado del lugar físico donde se encuentran alojados los

materiales.

2.- Registro visual: antes de realizar cualquier tipo de procedimiento, se fotografió cada bandeja

en donde se encuentran depositados los materiales de la colección en el estado en que fueron

encontrados (Figura 2a y b). Se realizaron tomas fotográficas durante y al final del proceso y se

tomaron imágenes de cada espécimen o conjuntos de especímenes.

Figura 2.a. Bandeja con calcos paleoantropológicos. b. Bandeja con escorias y tierras cocidas.

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3.- Descripción de los contendores: en el caso de los materiales que se presentaban en

contenedores dentro de las bandejas (en su mayoría cajas pequeñas de cartón), se realizó la

descripción de estos y se registró la información consignadas sobre ellos, en los casos en que

contaban con inscripciones o etiquetas (Figuera 3a y b).

4.- Descripción de los especímenes: estos se encontraban sueltos dentro de las bandejas o en

diversos tipos contenedores. Se realizó la identificación del material, cantidad y estado de

preservación. En el caso de los restos humanos, se identifico el tipo de hueso, lateralidad y se

señalaron algunas características particulares que presentaran como marcas, patologías, etc. (Bass

1971; White y Folkens 1991; Buikstra y Ubelaker 1994). En el caso de los artefactos líticos, para

su reconocimiento y clasificación se utilizaron las categorías propuestas por Aschero (1975).

Figura 3.a. Contendedor de cartón (caja sin tapa). b. Contenedor de cartón (caja con tapa) con

inscripciones.

5.- Registro de la información contextual asociada: se llevó a cabo el relevamiento de la

información de las etiquetas que se encontraba asociadas a los materiales que estuvieran dentro

de los contenedores y/o sueltas (Figura 4a). Se consideró el tipo de papel (etiquetas del Museo,

post it, fragmentos de papel blanco, etc.), de tinta, de escritura (esquema impreso dentro del papel

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o etiqueta, idioma, etc.) y su estado de preservación. Asimismo, se registró la información de las

inscripciones que presentaban de los especímenes que estaban rotulados (Figura 4.b).

Figura 4.a. Distintos tipos de etiquetas que se encuentran asociados a los materiales de las

colecciones. b. Fragmento de cráneo con rotulación y cinta adhesiva con inscripción.

6.- Verificación de la catalogación del material: se constató la existencia de los especímenes en el

fichero de materiales correspondiente a la Colección Ameghino o la Colección Museo. En el caso

de los materiales que están ingresados, se corroboró la coherencia entre la información escrita en

las fichas con el espécimen en cuestión y con la evidencia contextual asociada (por ejemplo,

etiquetas).

7.- Registro de la Información: se elaboró una base de datos en formato Excel con el propósito de

realizar el inventario de la colección y el registro de información de tipo contextual que pudiera

estar asentados en los rótulos y sobre los restos. Es necesario señalar que en esta etapa no fue

posible establecer la procedencia de algunos materiales ya que no contaban con documentación

asociada.

RESULTADOS PRELIMINARES

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Resultados del diagnóstico

Hasta el momento hemos inventariado el 50% de la colección. Los resultados obtenidos a

partir del diagnóstico implementado permitieron tener una idea parcial de su origen. Las

actividades que se están desarrollando en la actualidad permitirán ampliar los datos obtenidos

hasta el momento. Los resultados conseguidos pueden sintetizarse en los siguientes puntos:

Composición de la colección y documentación

Las colecciones estaban formadas por restos humanos (óseos y dentales), restos óseos de fauna,

instrumentos líticos, tiestos cerámicos, instrumentos óseos, calcos de especímenes

paleoantropológicos, valvas, trozos de tierra quemada y escorias. En cuanto a la documentación,

algunos de los problemas más comunes fue la presencia de materiales sin información asociada,

con rótulos repetidos o que no corresponden al contenido de la caja, materiales de diferentes

sitios y unidades espaciales contenidos en un mismo embalaje o restos de diferente tipo (óseos,

líticos, cerámica, etc.) depositados juntos y/o mezclado en el mismo contenedor y/o bandeja sin

medidas de protección y, por ende, generándose daños entre ellos. Por otro lado, varios de los

restos presentan uno o dos números de rótulos los cuales están realizados en tinta roja y/o negra.

En algunos casos estos números coinciden con lo asentado en la ficha pero hay casos donde no

hay correspondencia.

Tratamiento de los materiales

Se pudo establecer que algunos de los restos tuvieron algún tipo de tratamiento sobre su

superficie ya que se observó que varios especímenes (mayormente, los restos humanos)

presentaban alteraciones como coloraciones más oscuras debido al uso de adherentes para

realizar remontajes de las piezas. Asimismo, se observó que varios especímenes habían sido

barnizados. Otros presentaban papeles o cintas adhesivas con inscripciones (ver Figura 4b). Se

puede inferir que estos pequeños papeles adheridos cumplieron la función de rótulo durante algún

tipo de análisis efectuado con los restos. Además, en algunos casos se identificaron la presencia

de hongos.

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Contenedores y soportes

Estas colecciones se encuentran ubicadas en bandejas de madera dentro de las cuales, algunos

elementos se encontraban depositados en cajas de cartón (con o sin tapa), sobre soportes de

algodón (Figura 5), envueltos en diarios, o directamente, depositados sobre la superficie de las

bandejas. Asimismo, algunos especímenes se hallaban envueltos en paquetes hechos con papeles

y/o con cordeles (Figura 2b).

Conservación

Las condiciones de conservación observadas son inadecuadas según los estándares básicos de

conservación preventiva3. De no mediar algún tipo de acción, se traducirá en el deterioro de los

bienes, sumado al que ya tienen por haber estado años en estas condiciones.

Figura 5. Bandeja con restos humanos sobre un soporte de algodón.

3 Conservación preventiva: se refiere al no-tratamiento de los bienes culturales y se enfoca, por el

contrario, en el estudio, monitoreo y control de los entornos ambientales y su acción sobre los

distintos materiales (Cronyn 1990; Perdigón Castañeda 2004-2005).

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Considerando los aspectos mencionados en este diagnóstico y en base a los lineamientos

planteados en distintos trabajos efectuados sobre colecciones arqueológicas y bioarqueológicas

(Lemp Urzúa et al. 2008; Aranda et al. 2009;), se procedió a diseñar un Programa de

conservación preventiva el cual tiene por objetivo la estabilización y conservación de los

especímenes de la colección. Este programa está siendo diseñado por la Mg. María José

Fernández (INAPL) atendiendo a las circunstancias específicas de esta colección y será

implementado al finalizar inventariado.

El origen de la colecciones

A partir del relevamiento de los materiales, etiquetas, rótulos y de la información de las fichas

se pudo verificar que algunos materiales pertenecen a la Colección Ameghino y que otros fueron

obtenidos por diversos investigadores del MACN con posterioridad. Entre ellos, se encuentran

materiales recolectados por Alfredo Castellanos y Lucas Kraglievich procedentes de

expediciones al río Carcarañá en el año 1925 (Solomita 2009). También están presentes los

materiales que entre 1920 y 1922, Alfredo Castellanos y Enrique de Carlés, recolectan en las

márgenes del río Salado del Norte, del arroyo Cululú (Castellanos 1921, 1922, 1924 a y b, 1926 a

y b) y aquellos producto de las excursiones de Carlés al Río Dulce. Como se dijo, las colecciones

que proceden del litoral de Santa Fe están siendo estudiadas por Fátima Solomita como parte de

su tesis doctoral. Otros materiales fueron recolectados en la costa bonaerense, lugar donde el

MACN se hizo fuerte en esa época (Bonomo 2005) y fueron estudiados por Mariano Bonomo en

su tesis doctoral (2002, 2005). Parte de esta colección de la costa corresponde a la conformada

por Lorenzo Parodi en las barrancas de Miramar. La autenticidad de muchas de estas piezas fue

cuestionada (Daino 1979; Tonni et al. 2001) pero junto con éstas, hay otras que son auténticas

piezas arqueológicas aunque podrían tener otra procedencia. Este material será objeto de un

estudio más detallado a futuro a propósito del rol de las falsificaciones en la arqueología

argentina (Scheinsohn en prep.).

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DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES

En este trabajo se propuso como primera medida poner en valor la colección

bioantropológica y arqueológica que se encuentra en el MACN mediante su inventario y su

puesta a disposición para investigadores que desconocen su existencia. Al mismo tiempo, esta

colección nos llevó a investigar sobre su historia de vida Las nuevas tecnologías disponibles en la

actualidad, como las dataciones por AMS o la posibilidad de extracción de ADN fósil, les otorga

a los materiales óseos disponibles en esta colección un valor renovado, además de las

posibilidades que brinda su reestudio. Pero además tiene un gran valor histórico. Precisamente, es

nuestra idea comenzar a trabajar estos aspectos una vez finalizado el inventario, investigando en

los archivos del museo con el fin de poder conectar ciertas piezas con sus lugares de procedencia

o las campañas o investigadores que las colectaron. Por ejemplo, la importancia de las tierras

cocidas y escorias de esta colección radica en lo que significaba para Ameghino, quien las

consideraba producto de la acción humana aunque en la actualidad éstas son interpretadas como

impactitas (ver Folguera y Zárate 2009). Asimismo, la presencia de calcos antiguos de restos

paleontropologicos (homínidos y primates) nos hace pensar que estos fueron adquiridos o

intercambiados, posiblemente durante la gestión de Ameghino o antes. En este sentido, esta

situación nos habla una vez más de la importancia y cantidad de relaciones y redes de

colaboración que habían tendido los diversos directores del museo y en especial, el caso de

Ameghino lo cual refrenda materialmente lo que señala Podgorny (1999 y ver sobre todo la Tabla

1). De todas formas, resta mucho por investigar sobre esta temática y el acceso al material de

archivo será de suma importancia.

El estado de conservación de esta colección también nos llevó a plantear un programa de

conservación preventiva para garantizar su perduración en el tiempo y minimización de daños

que será implementado al terminar las tareas de catalogación. Una clave de este trabajo es y será

el trabajo multidisciplinario que hemos conseguido abordar entre arqueólogos, bioantropólogos,

paleontólogos y conservadores. Los compartimientos estancos que surgieron entre nuestras

disciplinas hicieron que existiera una falta de reconocimiento de problemas que son comunes y

que merecen discusiones interdisciplinarias. Esta colección nos ha forzado a intentar superar esas

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barreras a partir del diálogo con el fin de que esta y otras colecciones, ya no sean más

“ignoradas".

AGRADECIMIENTOS

Deseamos agradecer a Edgardo Romero (Director del MACN) y a Diana Rolandi

(Directora del INAPL), quienes se entusiasmaron y sostuvieron la idea de poder afrontar el

inventario de la colección que aquí presentamos. En el MACN agradecemos a Alejandro

Kramarz (Curador de la colección de Paleovertebrados), Stella Maris Álvarez (Collection

Manager de esa colección), Marta del Priore (Jefa de la Biblioteca) y Julián Faivovich (Jefe del

Área de Herpetología del MACN) por toda la ayuda prestada. Asimismo, agradecemos a María

José Fernández, Gabriela Guraieb (INAPL), Claudia Aranda (Museo Etnográfico J. B.

Ambrosetti, Facultad de Filosofía y Letras, UBA), Roxana Cattaneo (Museo de Antropología,

Universidad Nacional de Córdoba), Mariano Bonomo (UNLP) y Fátima Solomita (UNR) por el

apoyo y ayuda.

BIBLIOGRAFIA

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