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II Simposio Colecciones de Museos e Investigación
Patrimonio, Diversidad Cultural e Inclusión Social Salta, 26 al 29 de Septiembre de 2011
“COLECCIONES IGNORADAS: COLECCIONES ARQUEOLÓGICAS EN MUSEOS DE
CIENCIAS NATURALES. EL CASO DEL MUSEO ARGENTINO DE CIENCIAS
NATURALES ‘BERNARDINO RIVADAVIA’ (MACN)"
Vivian Scheinsohn1, Paula Concepción Miranda,
Yamila Camera, Ana Lucia Guarido,
Agustín Lebensohn, Aníbal Andrés Pérez
INTRODUCCIÓN
La práctica arqueológica muchas veces se dirige al estudio de colecciones albergadas en
museos, las más de las veces museos arqueológicos o antropológicos. Sin embargo, la historia de
la arqueología y sus especificidades en la Argentina, la “historia de vida” de ciertas colecciones y
las diversas vicisitudes políticas y de otra índole que atravesaron los museos desde su creación en
nuestro país, hace que existan colecciones arqueológicas y antropológicas en museos dedicados a
otras disciplinas. Esta situación provoca que muchas veces esas colecciones permanezcan
“ignoradas” tanto por sus curadores, formados en el marco de otras disciplinas, como por los
profesionales antropólogos y arqueólogos, que muchas veces desconocen el paradero de las
mismas.
Los inicios de la arqueología en nuestro país estuvieron ligados a las actividades de una
serie de investigadores catalogados como naturalistas como, por ejemplo, los hermanos
Ameghino y Francisco P. Moreno, quienes coleccionaban tanto restos paleontológicos como
“antigüedades”. Todos estos objetos eran parte del pasado y, bajo la perspectiva de estos
investigadores, el fósil no era algo distinto del artefacto. Las “antigüedades” eran vista como
fósiles: eran reflejo del pasado, eran objetos primitivos y pertenecientes a otro mundo. Así, la
historia indígena era considerada parte de la historia natural.
1 CONICET/INAPL
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Con el correr del tiempo, las disciplinas que abarcaban los naturalistas (geología,
paleontología, arqueología, zoología) se fueron separando a medida que se iban
institucionalizando (Podgorny 1999). Así lo hicieron también las colecciones científicas que
conformaron estos naturalistas: primero en diversas secciones de un museo, luego en distintos
museos. Estas colecciones entonces no solo son valiosas por su contenido sino que llevan consigo
un valor histórico en tanto que permiten reconstruir los conceptos y los intereses de esos
investigadores. Vale como ejemplo el caso que presentaremos aquí, el de una colección de
materiales arqueológicos y bioantropológicos que se encuentra depositada en el Museo Argentino
de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACN2 en adelante) de la ciudad de Buenos
Aires. Si bien parte de estos materiales están incluidos dentro de lo que se conoce como la
Colección Ameghino, muchos de ellos no fueron catalogados por lo que se desconoce su
proveniencia y quien fue su colector. Considerando esta situación, el principal objetivo de nuestro
trabajo fue inventariar, para luego poder catalogar estos materiales, bajo una perspectiva antropo-
arqueológica. Además nos propusimos elabora un diagnóstico de la colección para luego poder
realizar trabajos de conservación preventiva. El objetivo último era que los materiales de esta
colección puedan ser estudiados por nosotros y otros investigadores que así lo deseen. En
definitiva: queríamos saber qué hay y conservarlo. Sin embargo esta colección no deja de
proponernos el desafío de un análisis histórico sobre nuestra disciplina, algo de lo cual
abordaremos en esta presentación. En este trabajo se darán a conocer los resultados parciales
obtenidos.
ANTECEDENTES
Hacia una historia de vida de la colección: El Museo Argentino de Ciencias Naturales a través
del tiempo
2 En aras de la brevedad llamaremos MACN a la institución que tratamos en este artículo, pero
hay que notar que recibió diversos nombres a lo largo de su historia (Museo del País, Museo de
Ciencias Naturales, Museo Público de Buenos Aires, etc.).
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Si bien los antecedentes del actual Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN) se
remontan al Museo de Historia Natural creado en los papeles en el año 1812 y que comienza a
funcionar en 1823 a instancias de Bernardino Rivadavia, este no adquiere verdadero ímpetu sino
hasta 1854, momento en el cual se funda la Asociación de Amigos de la Historia Natural con el
objetivo de impulsar la recuperación del Museo (Lascano González 1980, Arenas 1989-1990;
Perazzi 2008). A partir de este emprendimiento, el Museo se instala en las dependencias del
edificio de la Universidad de Buenos Aires, situado por entonces en la llamada Manzana de las
Luces (Lascano González 1980; Arenas 1991) y adquiere nuevo ímpetu gracias a Germán
Burmeister, quien asume como director en el año 1862. La primera batalla que afronta
Burmeister tiene que ver con un intento de que el museo pasara a depender de la Universidad de
Buenos Aires. Burmeister pelea contra esta situación posiblemente porque, como lo señala
Podgorny (1999), el ámbito universitario es visto como “(…) un espacio donde el tiempo del
estudioso se iba en intrigas internas para conseguir recursos, mantenerse en el cargo y asegurarse
ambas cosas (…)”. Sin embargo, no por haber ganado esta batalla a Burmeister le va mejor: el
estado de endeblez del museo, sobre todo edilicia, que caracterizó sus primeros momentos, se
prolonga con el tiempo. Sin embargo, a pesar de esta precariedad, Burmeister amplia las
colecciones, arma nuevas vitrinas, reordena las colecciones iniciando el lento camino de
separación entre las antigüedades y los fósiles. En el año 1884 el Museo Público de Buenos Aires
se nacionaliza y en 1889 se funda el Museo Histórico de la Capital por lo que todos los objetos
y trofeos que hasta entonces se albergaban en el Museo Público pasan a este nuevo museo
(Lascano Gonzalez 1980; Perazzi 2008). Comienza entonces a contar el museo con el cargo de
Naturalista viajero con el nombramiento de Enrique de Carlés (Lascano González 1980).
Burmeister muere en 1892 como consecuencia de un accidente laboral y asume la dirección
Carlos Berg quien continúa con las demandas de traslado a un edificio adecuado (Perazzi 2008).
Cuando fallece, en 1902, asume Florentino Ameghino cuya gestión se prolongó hasta el año
1911. Durante este período ingresaron al Museo más de 70 mil piezas que desbordaron las
instalaciones. Si bien Ameghino reclamó constantemente que se le otorgue un edificio apropiado,
rechazó las soluciones edilicias provisorias que se le ofrecieron, una serie de edificios fiscales
entre los cuales estaba el Palacio de las Aguas Corrientes (Lascano González 1980). Claramente,
Ameghino propugnaba por un edificio propio, hecho a medida para el Museo, siguiendo el
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modelo del Museo de La Plata que había sido inaugurado en el año 1888 (Podgorny 1999). A su
muerte, Ángel Gallardo, el nuevo director, acepta uno de estos edificios fiscales ubicado en la
plazoleta Monserrat, en el predio donde hoy se yergue el Ministerio de Obras Públicas (Lascano
González 1980; Parodiz y Balech 1992; Podgorny 1999). Los grandes animales (mamíferos y
vertebrados fósiles) quedaron en la sede de la calle Perú mientras que todo el resto de los
materiales, y entre ellos los correspondientes a la sección de Antropología y Arqueología, se
trasladan la nueva sede. A pesar de los constantes reclamos, recién en el año 1925 se colocó la
piedra fundacional del edificio que ocupa actualmente y donde comenzó a funcionar en 1937
(Lascano González 1980; Arenas 1989-1990).
El 10 de junio de 1947, bajo el gobierno de Perón, el Poder Ejecutivo dispuso que las
colecciones de las secciones Arqueología, Etnografía y Antropología del MACN pasaran a las
instalaciones del Museo Etnográfico J. B. Ambrosetti (Facultad de Filosofía y Letras,
Universidad de Buenos Aires). Esta disposición ordena que el museo: “ (…) transfiera a la
Universidad Nacional de Buenos Aires, los materiales arqueológicos, etnográficos y aquellos
antropológicos, sustento de la Culturología, como también las publicaciones ad hoc, y que a
juicio de la Dirección del Museo no sean útiles a las disciplinas de las Ciencias Naturales (…)”
(Lascano González 1980; Roca 2005). No es claro bajo que influjos políticos se realiza ese
traspaso. Según algunos autores se debe a que el entonces director del MACN, Augusto Riggi, no
quería esos materiales por considerar que no debían estar en un museo de Ciencias Naturales
(Lascano González 1980; Parodiz y Balech 1992). Otra forma de verlo es como un crédito que
obtenía José Imbelloni, reciente director del Museo Etnográfico (1947-1955) y que había sido
director de la sección de Antropología del MACN anteriormente, gracias a su apoyo al
peronismo. Es de destacar entonces que este patrimonio, albergado bajo la esfera nacional, pasa a
la esfera de la Universidad de Buenos Aires. Así se produjo un enriquecimiento fantástico de las
colecciones del Museo Etnográfico que sumó a las 50.000 piezas con las que contaba otras 72.
000 piezas (Anónimo 1971).
En síntesis, la historia del MACN, desde sus orígenes, gira en torno a la precariedad
edilicia e institucional y sólo a partir de su instalación en el edificio que ocupa actualmente, casi
un siglo después de su creación, parece estabilizarse por lo menos desde el punto de vista
edilicio. Por otra parte y obedeciendo a la concepción de los naturalistas, en el marco del museo
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se almacenaban tanto los fósiles como los animales embalsamados y las piezas arqueológicas.
Como producto de la creciente institucionalización de la antropología, a lo cual se suman disputas
tanto académicas como políticas, las secciones de Antropología y Arqueología del museo y sus
materiales pasan a formar parte de las colecciones del Museo Etnográfico. Este había sido creado
en 1904 y había sido el primero en separar las colecciones etnográfico/antropológicas de las
históricas y las de historia natural (Podgorny 1999). Así comienza a concretarse en las
instituciones lo que ya se perfilaba en la práctica de las disciplinas: la separación de la
arqueología y la antropología como disciplinas por derecho propio. Por otro lado hay que
destacar que a partir de la historia de las instituciones científicas y museográficas del país es claro
que la pervivencia de éstas depende más de sus directores y sus contactos políticos que de una
política estatal (ver al respecto, Podgorny 1999: 39).
Todos estos eventos marcan la historia de vida de la colección de la que hablaremos aquí.
Parte de esta colección fue almacenada inicialmente en el edificio de la calle Perú. Se fue
ampliando y pasó luego a la sede de Monserrat. Finalmente terminó en el año 1937 en el actual
edificio de Parque Centenario. Sin embargo, las vicisitudes no terminaron allí: todo indicaba que
estos materiales debieron haber pasado al Museo Etnográfico en 1947 junto con los que
efectivamente habían sido del MACN y hoy se encuentran en esa institución. Sin embargo, por
alguna razón que se nos escapa, quedaron en el MACN.
Nuestra historia
Este trabajo se inicia cuando dos de las autoras, Scheinsohn y Miranda, buscaban
colecciones arqueológicas relevantes para sus respectivas áreas de estudio. Scheinsohn estaba a la
búsqueda de la colección que había conformado Luis Jorge Fontana, primer gobernador del
Territorio Nacional del Chubut, en su expedición del año 1885. La única pista que se tenía sobre
ella era una mención que hacía Fontana en su crónica donde dice que ciertos materiales
paleontológicos que había recolectado durante su viaje de exploración “(…) se encuentran hoy
felizmente en manos del distinguido paleontólogo, señor Ameghino (…)” (Fontana 1886: 122)
por lo que existía la posibilidad de que este, a su turno, lo hubiera donado al MACN una vez en la
dirección del mismo. Además, hay materiales donados por Fontana en otras colecciones del
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MACN como en la de Herpetología (Faivovich com. pers.). Indudablemente esta situación bien
puede atribuirse a los estrechos lazos que había establecido Fontana con el Museo, ya que éste se
había formado como preparador en el MACN, bajo lo guía de Burmeister (Perazzi 2008). Si sus
materiales arqueológicos hubieran estado en el MACN, la lógica indicaba que debieron haber
pasado al Museo Etnográfico durante el año 1947. Sin embargo, en el catalogo del Museo
Etnográfico no había ninguna entrada que pudiera vincularse con Fontana, Ameghino o el área de
procedencia buscada. Miranda, a su vez, buscaba si el MACN aún albergaba algunos de los restos
correspondientes a la “Colección Doncellas”, producto de las expediciones realizadas entre los
años 1937 y 1944 por el Dr. Eduardo Casanova a varios sitios de la Puna de Jujuy (Casanova
1938, 1943, 1944, 1967), época en la que éste revistaba en el MACN. Ambas sospecharon que tal
vez la separación de las colecciones antropológicas y arqueológicas del MACN no habían sido
del todo sistemática, por lo que cada una por su lado se dirigió a este museo y allí les
manifestaron que había una colección de materiales arqueológicos bajo la gestión de la División
de Paleovertebrados pero parte de la misma no había sido catalogada nunca por lo que no era
posible saber si correspondía a los material buscados. Fue entonces bajo estas circunstancias que
se decidió encarar el inventariado de esta colección de manera conjunta entre ambas autoras por
medio de un acuerdo entre el INAPL (Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento
Latinoamericano) y el MACN.
Es importante mencionar que si bien gran parte de los investigadores en arqueología y
antropología, desconocían que existía una colección de este tipo en el MACN, algunos de los
materiales que la integran habían sido estudiados previamente por Bonomo (2002 y 2005) y
Solomita (2009). También hubo por lo menos dos intentos previos de hacer un inventario de esta
colección, que no fueron completados: uno por parte de Sergio Bogan y otro a cargo de Roxana
Cattaneo (Kramarz com. pers.; Cattaneo com.pers.)
MATERIALES Y MÉTODO
Los materiales se encuentran en el depósito de la División de Paleovertebrados en el
primer subsuelo del MACN y están ubicados en dos muebles de madera antiguos que poseen
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varias columnas con bandejas de madera. Estas están rotuladas siguiendo un sistema de letras
(una por columna) y números según la ubicación de la bandeja en cada columna, (Figura 1).
Algunos de los materiales que allí se encuentran han sido catalogados en la colección Ameghino
o en la colección Museo pero no siempre es posible encontrar una correspondencia entre el
número rotulado en el material y la ficha correspondiente a ese número. Mientras que otros restos
nunca fueron catalogados.
Figura 1. Vista del depósito de la División Paleovertebrados. Al fondo y arriba, se observa
uno de los muebles que alberga la colección aquí analizada.
Primera etapa: Capacitación
Se realizó un llamado a pasantías para estudiantes de la carrera Ciencias Antropológicas
de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Estos estudiantes realizaron una capacitación en el
INAPL que consistió en el adiestramiento en reconocimiento de materiales líticos y de restos
humanos. Las temáticas tratadas en esta capacitación fueron la clasificación de materiales líticos
siguiendo las pautas de Aschero (1975), el reconocimiento de materias primas líticas y la
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identificación de restos óseos y dentales humanos y faunísticos en general. Asimismo, se realizó
una capacitación en las instalaciones del Área de Antropología Biológica del Museo Etnográfico
J. B. Ambrosetti a cargo de la Lic y Prof. Claudia Aranda sobre las normas de bioseguridad
necesarias para este tipo de emprendimientos.
Segunda etapa: Diagnóstico de la colección
El primer objetivo que nos propusimos fue realizar un diagnóstico de la colección al
momento de iniciar los trabajos sobre ella. El protocolo diseñado para esta etapa contempló los
siguientes pasos:
1.- Descripción, registro y fotografiado del lugar físico donde se encuentran alojados los
materiales.
2.- Registro visual: antes de realizar cualquier tipo de procedimiento, se fotografió cada bandeja
en donde se encuentran depositados los materiales de la colección en el estado en que fueron
encontrados (Figura 2a y b). Se realizaron tomas fotográficas durante y al final del proceso y se
tomaron imágenes de cada espécimen o conjuntos de especímenes.
Figura 2.a. Bandeja con calcos paleoantropológicos. b. Bandeja con escorias y tierras cocidas.
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3.- Descripción de los contendores: en el caso de los materiales que se presentaban en
contenedores dentro de las bandejas (en su mayoría cajas pequeñas de cartón), se realizó la
descripción de estos y se registró la información consignadas sobre ellos, en los casos en que
contaban con inscripciones o etiquetas (Figuera 3a y b).
4.- Descripción de los especímenes: estos se encontraban sueltos dentro de las bandejas o en
diversos tipos contenedores. Se realizó la identificación del material, cantidad y estado de
preservación. En el caso de los restos humanos, se identifico el tipo de hueso, lateralidad y se
señalaron algunas características particulares que presentaran como marcas, patologías, etc. (Bass
1971; White y Folkens 1991; Buikstra y Ubelaker 1994). En el caso de los artefactos líticos, para
su reconocimiento y clasificación se utilizaron las categorías propuestas por Aschero (1975).
Figura 3.a. Contendedor de cartón (caja sin tapa). b. Contenedor de cartón (caja con tapa) con
inscripciones.
5.- Registro de la información contextual asociada: se llevó a cabo el relevamiento de la
información de las etiquetas que se encontraba asociadas a los materiales que estuvieran dentro
de los contenedores y/o sueltas (Figura 4a). Se consideró el tipo de papel (etiquetas del Museo,
post it, fragmentos de papel blanco, etc.), de tinta, de escritura (esquema impreso dentro del papel
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o etiqueta, idioma, etc.) y su estado de preservación. Asimismo, se registró la información de las
inscripciones que presentaban de los especímenes que estaban rotulados (Figura 4.b).
Figura 4.a. Distintos tipos de etiquetas que se encuentran asociados a los materiales de las
colecciones. b. Fragmento de cráneo con rotulación y cinta adhesiva con inscripción.
6.- Verificación de la catalogación del material: se constató la existencia de los especímenes en el
fichero de materiales correspondiente a la Colección Ameghino o la Colección Museo. En el caso
de los materiales que están ingresados, se corroboró la coherencia entre la información escrita en
las fichas con el espécimen en cuestión y con la evidencia contextual asociada (por ejemplo,
etiquetas).
7.- Registro de la Información: se elaboró una base de datos en formato Excel con el propósito de
realizar el inventario de la colección y el registro de información de tipo contextual que pudiera
estar asentados en los rótulos y sobre los restos. Es necesario señalar que en esta etapa no fue
posible establecer la procedencia de algunos materiales ya que no contaban con documentación
asociada.
RESULTADOS PRELIMINARES
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Resultados del diagnóstico
Hasta el momento hemos inventariado el 50% de la colección. Los resultados obtenidos a
partir del diagnóstico implementado permitieron tener una idea parcial de su origen. Las
actividades que se están desarrollando en la actualidad permitirán ampliar los datos obtenidos
hasta el momento. Los resultados conseguidos pueden sintetizarse en los siguientes puntos:
Composición de la colección y documentación
Las colecciones estaban formadas por restos humanos (óseos y dentales), restos óseos de fauna,
instrumentos líticos, tiestos cerámicos, instrumentos óseos, calcos de especímenes
paleoantropológicos, valvas, trozos de tierra quemada y escorias. En cuanto a la documentación,
algunos de los problemas más comunes fue la presencia de materiales sin información asociada,
con rótulos repetidos o que no corresponden al contenido de la caja, materiales de diferentes
sitios y unidades espaciales contenidos en un mismo embalaje o restos de diferente tipo (óseos,
líticos, cerámica, etc.) depositados juntos y/o mezclado en el mismo contenedor y/o bandeja sin
medidas de protección y, por ende, generándose daños entre ellos. Por otro lado, varios de los
restos presentan uno o dos números de rótulos los cuales están realizados en tinta roja y/o negra.
En algunos casos estos números coinciden con lo asentado en la ficha pero hay casos donde no
hay correspondencia.
Tratamiento de los materiales
Se pudo establecer que algunos de los restos tuvieron algún tipo de tratamiento sobre su
superficie ya que se observó que varios especímenes (mayormente, los restos humanos)
presentaban alteraciones como coloraciones más oscuras debido al uso de adherentes para
realizar remontajes de las piezas. Asimismo, se observó que varios especímenes habían sido
barnizados. Otros presentaban papeles o cintas adhesivas con inscripciones (ver Figura 4b). Se
puede inferir que estos pequeños papeles adheridos cumplieron la función de rótulo durante algún
tipo de análisis efectuado con los restos. Además, en algunos casos se identificaron la presencia
de hongos.
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Contenedores y soportes
Estas colecciones se encuentran ubicadas en bandejas de madera dentro de las cuales, algunos
elementos se encontraban depositados en cajas de cartón (con o sin tapa), sobre soportes de
algodón (Figura 5), envueltos en diarios, o directamente, depositados sobre la superficie de las
bandejas. Asimismo, algunos especímenes se hallaban envueltos en paquetes hechos con papeles
y/o con cordeles (Figura 2b).
Conservación
Las condiciones de conservación observadas son inadecuadas según los estándares básicos de
conservación preventiva3. De no mediar algún tipo de acción, se traducirá en el deterioro de los
bienes, sumado al que ya tienen por haber estado años en estas condiciones.
Figura 5. Bandeja con restos humanos sobre un soporte de algodón.
3 Conservación preventiva: se refiere al no-tratamiento de los bienes culturales y se enfoca, por el
contrario, en el estudio, monitoreo y control de los entornos ambientales y su acción sobre los
distintos materiales (Cronyn 1990; Perdigón Castañeda 2004-2005).
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Considerando los aspectos mencionados en este diagnóstico y en base a los lineamientos
planteados en distintos trabajos efectuados sobre colecciones arqueológicas y bioarqueológicas
(Lemp Urzúa et al. 2008; Aranda et al. 2009;), se procedió a diseñar un Programa de
conservación preventiva el cual tiene por objetivo la estabilización y conservación de los
especímenes de la colección. Este programa está siendo diseñado por la Mg. María José
Fernández (INAPL) atendiendo a las circunstancias específicas de esta colección y será
implementado al finalizar inventariado.
El origen de la colecciones
A partir del relevamiento de los materiales, etiquetas, rótulos y de la información de las fichas
se pudo verificar que algunos materiales pertenecen a la Colección Ameghino y que otros fueron
obtenidos por diversos investigadores del MACN con posterioridad. Entre ellos, se encuentran
materiales recolectados por Alfredo Castellanos y Lucas Kraglievich procedentes de
expediciones al río Carcarañá en el año 1925 (Solomita 2009). También están presentes los
materiales que entre 1920 y 1922, Alfredo Castellanos y Enrique de Carlés, recolectan en las
márgenes del río Salado del Norte, del arroyo Cululú (Castellanos 1921, 1922, 1924 a y b, 1926 a
y b) y aquellos producto de las excursiones de Carlés al Río Dulce. Como se dijo, las colecciones
que proceden del litoral de Santa Fe están siendo estudiadas por Fátima Solomita como parte de
su tesis doctoral. Otros materiales fueron recolectados en la costa bonaerense, lugar donde el
MACN se hizo fuerte en esa época (Bonomo 2005) y fueron estudiados por Mariano Bonomo en
su tesis doctoral (2002, 2005). Parte de esta colección de la costa corresponde a la conformada
por Lorenzo Parodi en las barrancas de Miramar. La autenticidad de muchas de estas piezas fue
cuestionada (Daino 1979; Tonni et al. 2001) pero junto con éstas, hay otras que son auténticas
piezas arqueológicas aunque podrían tener otra procedencia. Este material será objeto de un
estudio más detallado a futuro a propósito del rol de las falsificaciones en la arqueología
argentina (Scheinsohn en prep.).
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DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
En este trabajo se propuso como primera medida poner en valor la colección
bioantropológica y arqueológica que se encuentra en el MACN mediante su inventario y su
puesta a disposición para investigadores que desconocen su existencia. Al mismo tiempo, esta
colección nos llevó a investigar sobre su historia de vida Las nuevas tecnologías disponibles en la
actualidad, como las dataciones por AMS o la posibilidad de extracción de ADN fósil, les otorga
a los materiales óseos disponibles en esta colección un valor renovado, además de las
posibilidades que brinda su reestudio. Pero además tiene un gran valor histórico. Precisamente, es
nuestra idea comenzar a trabajar estos aspectos una vez finalizado el inventario, investigando en
los archivos del museo con el fin de poder conectar ciertas piezas con sus lugares de procedencia
o las campañas o investigadores que las colectaron. Por ejemplo, la importancia de las tierras
cocidas y escorias de esta colección radica en lo que significaba para Ameghino, quien las
consideraba producto de la acción humana aunque en la actualidad éstas son interpretadas como
impactitas (ver Folguera y Zárate 2009). Asimismo, la presencia de calcos antiguos de restos
paleontropologicos (homínidos y primates) nos hace pensar que estos fueron adquiridos o
intercambiados, posiblemente durante la gestión de Ameghino o antes. En este sentido, esta
situación nos habla una vez más de la importancia y cantidad de relaciones y redes de
colaboración que habían tendido los diversos directores del museo y en especial, el caso de
Ameghino lo cual refrenda materialmente lo que señala Podgorny (1999 y ver sobre todo la Tabla
1). De todas formas, resta mucho por investigar sobre esta temática y el acceso al material de
archivo será de suma importancia.
El estado de conservación de esta colección también nos llevó a plantear un programa de
conservación preventiva para garantizar su perduración en el tiempo y minimización de daños
que será implementado al terminar las tareas de catalogación. Una clave de este trabajo es y será
el trabajo multidisciplinario que hemos conseguido abordar entre arqueólogos, bioantropólogos,
paleontólogos y conservadores. Los compartimientos estancos que surgieron entre nuestras
disciplinas hicieron que existiera una falta de reconocimiento de problemas que son comunes y
que merecen discusiones interdisciplinarias. Esta colección nos ha forzado a intentar superar esas
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barreras a partir del diálogo con el fin de que esta y otras colecciones, ya no sean más
“ignoradas".
AGRADECIMIENTOS
Deseamos agradecer a Edgardo Romero (Director del MACN) y a Diana Rolandi
(Directora del INAPL), quienes se entusiasmaron y sostuvieron la idea de poder afrontar el
inventario de la colección que aquí presentamos. En el MACN agradecemos a Alejandro
Kramarz (Curador de la colección de Paleovertebrados), Stella Maris Álvarez (Collection
Manager de esa colección), Marta del Priore (Jefa de la Biblioteca) y Julián Faivovich (Jefe del
Área de Herpetología del MACN) por toda la ayuda prestada. Asimismo, agradecemos a María
José Fernández, Gabriela Guraieb (INAPL), Claudia Aranda (Museo Etnográfico J. B.
Ambrosetti, Facultad de Filosofía y Letras, UBA), Roxana Cattaneo (Museo de Antropología,
Universidad Nacional de Córdoba), Mariano Bonomo (UNLP) y Fátima Solomita (UNR) por el
apoyo y ayuda.
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