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Comunicación: oferta académica y mercado laboral

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Resumen

En este artículo pretendo responder, ¿cuál es la trayectoria histórica que ha tenido el debate en América Latina acerca de la formación de los comunicadores sociales y periodistas en las distintas escuelas y facultades, así como su correspondencia con las exigencias y demandas del mercado laboral? Cabe advertir que mi intención no es hacer un recorrido histórico ni tampoco plantear hipótesis, sino más bien alimentar esta discusión y dejar planteadas una serie de interrogantes que pudiesen servir para repensar los criterios que utilizan los centros de educación superior al momento de ofertar sus planes académicos. La investigación es documental y diacrónica, tomando como punto de partida la década de los 60 del siglo XX, bajo una lógica de revisión de la literatura.

Palabras Claves: oferta académica, demanda laboral, comunicación, diagnóstico.

Comunicación: oferta académica y mercado laboral

César Ulloa Tapia

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l cambio es una constante y se ha convertido en un elemento constitutivo de la sociedad contemporánea, al punto que autores como Bauman (2006) hablan de un mundo líquido, debido a que todo transcurre como si nada tuviese la posibilidad de quedarse estático y se moviese al compás de las velocidades con que circula la información por las redes informáticas. Otros han denominado este fenómeno

como la sociedad de la información y el conocimiento (Castells, 2009). Incluso, se dice que el poder, tal y como ha sido concebido tradicionalmente, también cambió (Naím, 2013; Toffler, 2006), porque la capacidad de adaptación de los sujetos está por encima de los recursos económicos, la agilidad sobre la fuerza, la diversidad de pensamiento sobre lo unívoco, la imagen sobre los relatos duros y las ideologías. Por lo tanto, poder y cambio, son categorías que no pueden pasar desapercibidas cuando se trata de comprender qué ocurre en la realidad, indistintamente del lugar en donde una persona se encuentre. Informes como los que desarrolló el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD, 2009) sobre la nueva geografía económica dijeron a inicios del siglo que la movilidad también es una característica del mundo actual. Todo está en movimiento y la información es el intangible donde más se evidencia esto. Entonces, poder, cambio y movilidad reconfiguran diariamente la vida cotidiana de las personas.

En este juego macabro, donde nadie duerme, porque las ciudades están despiertas las 24 horas del día y la gente se mueve en todas las direcciones posibles en los planos real y digital, la educación también ha tenido que repensarse en el plano teórico, así como en las competencias que se promueven en las universidades para que los estudiantes puedan sobrevivir al poder y al cambio. Asimismo, que los aspirantes a cualquier profesión tengan la habilidad de moverse al ritmo de las exigencias del mercado laboral; pero muchas de las veces estas exigencias son incomprensibles, pues nadie sabe para dónde camina y por qué lo hace, pero sí reconoce que si no camina está destinado al fracaso. De nuevo, poder, cambio y movilidad predominan sobre la voluntad de los sujetos.

Y si bien la comunicación es transversal a toda acción social, sin embargo lo que aquí me interesa explicar es cómo los centros de educación superior han venido debatiendo acerca de qué les interesa enseñar en sus programas de estudio para que los alumnos logren adaptarse al poder y al cambio, en un contexto de movilidad. No obstante, debo señalar que al estar delimitado este artículo entre 1960 al 2010, se pueden advertir distintas etapas en la sociedad y, por ende, en la academia.

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Los 60

Para los 60, el mundo vivía en el auge de la Guerra Fría, la industrialización de Occidente, la disputa ideológica y binaria entre capitalismo y socialismo, y la introducción de los medios masivos de comunicación que alteraron el habitus de las personas. Para ese entonces, había una guerra informativa entre una idea del mundo del Este y otra del Oeste. Se registraban pocas facultades de Comunicación y, más bien, se hablaba solamente de escuelas de Periodismo. La ecuación era medios igual a periodismo. En esta época hubo adelantos científicos y tecnológicos, pero no de la manera tan acelerada como ahora. Periodismo era informar, pero muy poco interactuar con los perceptores de la información. En esta época, los bienes tangibles estaban por sobre los intangibles. Todavía la información no era considerada como un elemento del poder. Respecto de la formación del comunicador volveré adelante.

Entre los años 70 y 80 crecen de manera exponencial las facultades de comunicación en la región. La formación del periodista se amplió y no estaba dirigida únicamente al trabajo en los medios de comunicación, sino también a la investigación, el desarrollo de las organizaciones y las relaciones públicas. La caída del Muro de Berlín (1989) también replanteó las mallas curriculares, pues la izquierda se quedó en un momento de vacuidad, mientras que la derecha auguraba el fin de la historia con el triunfo del capitalismo (Fukuyama, 1992). Esto generó en la academia, la discusión acerca de los marcos teóricos que se debía poner en marcha, así como el perfil de profesionales que la sociedad demandaba.

No solo la caída del Muro de Berlín alteró las lógicas administrativas, conceptuales y pragmáticas en las universidades, sino que tenían que enfrentar en poco tiempo una de las revoluciones más significativas, la revolución de la información y el conocimiento: “la revolución de la riqueza” Toffler (2006). Esta realidad fue decisiva para la formación de comunicadores y periodistas, pues ya no se trataba de aprender el uso de un conjunto de artilugios tecnológicos (medios y canales), sino de robustecer los contenidos (marcos teóricos, metodológicos e hipotéticos) para comprender la nueva lógica social. Como se puede observar, estos momentos significaron cambios en los planes académicos de las escuelas y facultades de periodismo y comunicación, debido a los contextos. Todos estos escenarios fueron complejos, pero los dos primeros no eran tan cambiantes como el que se vive en la actualidad por la revolución de la tecnología en las telecomunicaciones y sus impactos en todas las actividades que realizan las personas.

Para la primera década del siglo XXI, el auge del marketing, la publicidad, las relaciones públicas, el lobbyng y la propaganda contribuyó a que la malla curricular de las escuelas

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de periodismo y comunicación se transforme en América Latina, pero sin que haya un hilo conductor que homogenice contenidos y, peor aún, competencias. El auge de estas disciplinas y actividades junto con la revolución digital dieron paso a que se hable de Periodismo Digital y Periodismo Multimedia, así como también de una serie de títulos como resultado de un ejercicio de hibridación conceptual: Comunicador Organizacional, Comunicador Corporativo, Comunicador y Relacionista Público, entre los más comunes. En la actualidad, los perfiles de periodista y comunicador vuelven a estar en debate por la aceleración de los cambios y las nuevas demandas de la sociedad como el medio ambiente, los derechos humanos y el patrimonio cultural.

Primeras reflexiones

Cuando se reflexiona acerca de la comunicación en América Latina, los ejes de discusión abarcan múltiples contenidos que pasan por la oferta académica de las escuelas y facultades de comunicación y periodismo, las exigencias y demandas profesionales de un mundo cada día cambiante y más complejo, la evolución e incidencia de las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) en todos los ámbitos de la cotidianidad, entre los más importantes. Esto supone la reflexión de un nuevo tipo de sujeto, el homo videns de Sartori (2010). Este sujeto vive en un contexto de consumo cultural, netamente, audiovisual. La idea del mundo se construye, a partir de las imágenes. Por ello, la imagen es un elemento vertebrador para comprender las gramáticas de producción y decodificación de los mensajes.

Bajo esta perspectiva, se han realizado varios intentos teóricos a manera de diagnósticos de la comunicación por parte de diversas instituciones académicas y comunicadores independientes en la región. Destacan, entre estos: el Inventario de medios de comunicación de América Latina (López, 1993), inventario y análisis de la oferta académica de escuelas y facultades de comunicación y periodismo en México (Karma, 2003), y el mapa mediático y de telecomunicaciones en Brasil.

Estas iniciativas recogen visiones muy particulares de los autores y de las instituciones, por lo cual sirven como referentes específicos de acuerdo con los temas que abarcan. Estos insumos junto con otros de carácter bibliográfico permiten un recorrido histórico a manera de antecedente sobre los diagnósticos de comunicación en la región, detallándose las principales preocupaciones acerca de la comunicación.

Desde la década de los años 60 del siglo XX, la academia en América Latina provocó un debate sobre la formación de los comunicadores sociales. De relieve destacó la relación entre teoría y práctica. Es decir, unos se inclinaban a que el alumnado fortalezca

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su formación desde la teoría, otros creyeron que se debía dar prioridad a la práctica y un tercer sector a una corriente que combine teoría y práctica.

Como advierte Karma:

Para Fuentes Navarro la evolución del campo académico se resume en tres grandes modelos de formación de comunicadores de acuerdo más o menos con orientaciones por década, así tenemos el “modelo de formación de periodistas” (cincuenta), el del “comunicador intelectual humanista” (sesenta) y el “científico social de la comunicación”. El primer modelo de difusión internacional fue facturado por la (sic) CIESPAL, que promovió la idea de la investigación centrada en los medios, con métodos procedentes de la sociología cuantitativa […] Una última orientación (si queremos evitar el apelativo de modelo) es aquel que deviene de la sociedad de la información, del conocimiento y la manera en que las nuevas tecnologías han impactado la formación del profesional de la comunicación (Karma, 2003: 66).

Este contexto que diferencia a los tres tipos de comunicadores tiene un alto componente teórico, poniendo en competencia al profesional de la comunicación con el de otras disciplinas de las Ciencias Sociales. Estos tres perfiles contemplaban en la malla curricular cátedras como sociología, antropología, psicología, antropología, ciencia política, historia y filosofía, por lo cual el comunicador era una especie de científico social con una perspectiva enciclopedista o todólogo. La idea era que el comunicador debía saber de todo y salir de las aulas como un sujeto “teórico”, divorciado –en su concepción- muchas veces de la realidad.

Este debate fue interminable, al punto que en 1991 [31 años después] Joaquín Sánchez, cuando era el principal de la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social (Felafacs), escribió:

Cuando uno analiza los planes de comunicación de una gran mayoría de las Escuelas de América Latina, parece estar todavía viendo lo que existía en la década de los años 60. Parecería que el problema se resuelve separando la teoría de la práctica, sin observar que la realidad en la que se desenvuelve el profesional no le permite hacer estas separaciones y que no es posible pensar una práctica sin un trasfondo teórico como tampoco pensar una teoría alejada totalmente de la realidad práctica en la que se mueven los fenómenos sociales (Sánchez, 1991: 10).

En la actualidad, esta polémica persiste bajo similares matices y va tomando cuerpo, parafraseando a Morales y Neira (2007). Es decir, las preguntas se mantienen:

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¿acaso los planes que ofrecen las escuelas y facultades de comunicación tienen correspondencia con las exigencias del mundo actual, las demandas de la sociedad y el mercado laboral? Y por el contrario, la sociedad en su conjunto y el mercado laboral ¿están actualizados acerca de los desarrollos y nuevas elaboraciones del pensamiento comunicacional que surgen de las aulas universitarias? ¿Hasta qué punto de vista los centros de educación superior estudian lo que significan el poder, el cambio y la movilidad como elementos constitutivos de la revolución de la riqueza?

“A este fenómeno, se suma otro: el incremento de escuelas y facultades de comunicación, lo cual conduce al análisis de temas como la demanda del mercado laboral. Según cifras de la Felafacs al 2008, en América Latina hay mil escuelas de comunicación, una cantidad muy grande si se compara con el resto del planeta” (Zepeda y Prieto, 2008: 18).

Adicionalmente, y para tener un dato de carácter comparativo, en 1950 en Latinoamérica

[…] existían 13 escuelas de Periodismo en apenas 8 países; para 1960: 44 escuelas de Comunicación Social; en 1970: 81; en 1980:220 y en 1988: 304 escuelas de Comunicación Social repartidas en 20 países. Y entre los países con mayor número de centros de enseñanza en Comunicación Social nos encontramos a México con 102 escuelas; Brasil con 74; Chile con 26; la Argentina con 20; Perú con 16 y Colombia con 12 […] México y Brasil cubren entonces el 57.8 por ciento de los programas de formación de toda la América Latina (Bisbal, 2001: 12).

Ramiro Beltrán (citado por Bisbal, 2001), diría que:

En Bolivia se ha dado recientemente una irracional proliferación de escuelas universitarias de comunicación. En ellas estudian muchos más hombres y mujeres que los que el mercado actual de empleo pueda absorber [….] Ni las empresas comerciales, ni los organismos estatales, ni las entidades no gubernamentales aumentan puestos para comunicadores a la tasa irracional a la que aumentan hoy dichas instituciones de enseñanza (Bisbal, 2001: 14)

Al respecto surgen varias interrogantes, en el sentido de conocer si el incremento de escuelas y facultades responde a los retos de un mundo cambiante, competitivo, complejo y caótico, en palabras de Morin (2007). El debate, en este sentido, evidencia que el análisis de la comunicación por parte de varios actores de la región gira en torno de varios fenómenos. Uno de los hechos que más convoca es la irrupción de las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) y los Sistemas de Comunicación,

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porque han introducido nuevas formas de entender, comprender y practicar las relaciones sociales.

La era de la información

Dentro de este contexto, pensadores de la comunicación como Echeverría (1995) y Castells (2009) coinciden en denominar a esta época histórica como la era de la información, sociedad red, sociedad virtual, entre otros términos, debido a las nuevas prácticas sociales que se han introducido a partir del uso, consumo y reciclaje de las TIC y la comunicación, lo cual ha generado nuevos espacios de socialización e interacción inimaginables en relación a los últimos cincuenta años. Un ejemplo que destaca este fenómeno es la globalidad o espacio plano que se deriva desde el surgimiento de internet y la telefonía móvil, en donde los sujetos están en todas partes sin limitaciones de espacio-tiempo. Esta situación introduce en el debate el tema de la conectividad, como uno de los más importantes, incluso como indicador de desarrollo. En otras palabras, los comunicadores tienen que saber entender, interpretar y moverse en otro mundo.

Estos hechos han modificado la oferta académica, las demandas del mercado laboral y las exigencias de la sociedad, ya que los programas de estudio de las escuelas y facultades de comunicación no pueden omitir el vertiginoso avance de las telecomunicaciones, así como los fenómenos de un mundo cada vez más complejo. Asimismo, el mercado laboral tampoco puede soslayar el cambio de paradigmas respecto de la comunicación (concepciones y prácticas) y la sociedad no puede negar los beneficios de la inmediatez, el reciclaje de la información, el acceso universal a enormes bases de datos a través de la red.

“En nuestros días, la velocidad con que se producen en el ámbito informático, es decir, la base de la comunicación binaria, puede hacer que el software visto en un primer año, se totalmente obsoleto cuando el estudiante llega al último año de carrera” (Ficarra, 2001: 16). Además, “la fascinación por las nuevas tecnologías nos ubica en un período de éxtasis comunicacional provocado por el efecto combinado de la informática y las telecomunicaciones, en virtud de las fronteras nacionales y las identidades regionales que quedan disueltas bajo el paso vertiginoso de las comunicaciones (de los Santos, 2007: 184).

Bajo este marco, pensar la comunicación implica un análisis multidimensional, global, complejo y crítico que permita construir un diagnóstico de la comunicación que considere como un todo: la oferta académica, las exigencias sociales y el mercado laboral.

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Conclusiones

Si bien, la sociedad actual cambió a un paradigma en donde la información y el conocimiento han revolucionado la riqueza; sin embargo, esta transformación no puede reducir y agotar el debate al papel que desempeñan los medios y las TIC como meros instrumentos; sino más bien se podría ampliar la discusión acerca de cómo la vida cotidiana se vio alterada, precisamente, por la introducción de estos artilugios y cómo se los podría potenciar en función de un mundo más comunicativo, no solo más informativo.

Habría que analizar si la proliferación de las escuelas de periodismo y de comunicación en América Latina obedece a las exigencias del mercado y las demandas sociales. Dentro de este contexto, también es necesario conocer en qué países se valora de mejor manera el rol que cumple el comunicador, debido a su formación y competencias.

Debido a que los cambios son más evidentes y suceden con mayor rapidez, el contexto obliga a que la formación de los profesionales del periodismo y la comunicación tengan rigurosos marcos teóricos para entender lo que sucede y cómo sucede en la realidad; pues las herramientas tecnológicas pasarán a ser parte de la canasta de necesidades y no, necesariamente, patrimonio exclusivo de los periodistas y comunicadores.

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