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CONCEPTOS BÁSICOS DE ARGUMENTACIÓN (José Francisco Rodríguez)
Es necesario filosofar. Pues o filosofamos o no filosofamos.
Si lo primero, pues filosofamos; y si lo segundo, tenemos
que pensar por qué no filosofamos y ya estamos
filosofando. Por lo tanto, filosofamos.
Aristóteles
¿Qué es argumentar?
Al iniciar este curso abordamos el tema general del razonamiento,
considerando sus elementos, estructura y clasificación. Posteriormente
nos concentramos en el tema de la validez de los argumentos deductivos –
desde el silogismo hasta los razonamientos cuyo tratamiento formal exige
del cálculo de predicados. Dedicaremos esta segunda parte del curso al
tema de la argumentación en lenguaje natural, conocido también como
lógica informal.
Para empezar recordemos que, en su forma usual, un argumento es una
construcción intelectual en la cual llegamos a conclusiones o resultados,
apoyados en razones o premisas que se toman como verdaderas. Un buen
ejemplo de esta conducta nos lo ofrecen los filósofos de la ciencia y en
especial los filósofos estoicos. Estos no se sentían en trance oracular
cuando exponían su pensamiento; no hablaban como dioses herméticos a sus
criaturas deslumbradas. Antes bien, se ponían al nivel de sus
interlocutores, y con esfuerzo persuasivo tejían una a una las ideas; de
las más evidentes, a las menos evidentes, de modo que siguiéndolos paso a
paso, ideas tras idea, se encontraran fraternales, al final del camino,
en la misma conclusión. Es un hecho que aunque no coincidamos en los
puntos de vista sobre determinado aspecto, si alguien se toma la molestia
de razonar con nosotros ganaremos en claridad sobre el punto de
desacuerdo y éste podrá darse en mejores términos. Precisamente, la
argumentación es el ejercicio intelectual presente en el desarrollo de
esta actividad.
1
Más específicamente, podríamos decir que un argumento es la
exteriorización de una intención: La intención de mostrar la verdad de una
idea –la conclusión– en función de la verdad de otras –las premisas; de
indicar que la verdad de las premisas se traslada, por un procedimiento
razonable, a la verdad de la conclusión. ¿Y argumentar? Es proponer
argumentos; es dar razones de lo que pensamos; es explicar nuestras
decisiones, en lugar de imponerlas mediante el recurso simple de la
autoridad.
Presencia de la Argumentación
La argumentación es un ejercicio intelectual relacionado prácticamente
con todas las actividades profesionales y de intercambio cognoscitivo
entre las personas. Un médico que decide operar le explica a su paciente
las razones por las que tomó esa decisión. Un juez que dicta sentencia,
un fiscal que acusa o un abogado que defiende, aportan elementos de
juicio, argumentos, para sustentar sus respectivos puntos de vista,
aunque sean antagónicos. Un profesor, al reprobar a un alumno; un
estudiante, al defender una tesis; un administrador, al tomar una
decisión en la empresa, o un funcionario público al aplicar un
procedimiento, justifican su conducta con base en datos y reglas,
convenios, reglamentos o leyes. Dios mismo, en muchas religiones, se
toma la molestia de explicarles a sus criaturas la razón de sus
mandatos. Y en todos estos casos, desde el médico hasta la divinidad,
pasando por los administradores, economistas y filósofos hasta los
comentaristas de fútbol, la explicación de los actos requiere competencia
argumentativa. De aquí la importancia de atender al mejoramiento de esta
competencia.
La lógica y la argumentación
La argumentación como teoría se orienta a dar respuesta a las preguntas
básicas sobre nuestras capacidades naturales de inferencia, y a
explicitar los procedimientos –correctos o perniciosos– que mejoran o
entorpecen la capacidad argumentativa de cualquier persona, cuando opera
por fuera del ámbito formal. La argumentación es un esfuerzo por ver los
alcances de la racionalidad humana sin auxilio de la lógica. O con su
2
auxilio, pero en contextos prácticos. Todos sabemos que la lógica es un
sistema formal que se preocupa esencialmente por la forma de las
proposiciones y por sus relaciones, más que por el contenido de las
mismas. Con esto queremos decir que la lógica es un sistema formal de
pensamiento y que la argumentación es una disciplina informal. La lógica
maneja lenguajes técnicos, y la argumentación trabaja desde los lenguajes
naturales (español, inglés,...).
Aunque la argumentación no es una lógica aplicada como tal, sí debemos
tener presente que el criterio de corrección de la argumentación supone
un respeto a las reglas ya estudiadas de la lógica, de la silogística,
del cálculo proposicional, y del cálculo de predicados; de otra forma no
podríamos hablar con sentido. Cuando sí lo hacemos, argumentando bien, se
dice que somos racionales o razonables; cuando argumentamos mal, que
somos falaces.
El lenguaje en el que hablamos tiene variadas características. Con las
palabras podemos interrogar, ordenar, gritar, exclamar, conjurar, relatar
o argumentar. Y mientras hacemos uso de alguna de estas capacidades, no
estamos discriminando en cada momento de cual de ellas se trata;
simplemente hablamos o escribimos dependiendo de la dinámica de la
comunicación. No obstante, con algo de autoconciencia podemos
establecer, en cada momento, cuál modalidad del lenguaje estamos
empleando, y nuestros interlocutores actúan en consecuencia. En el caso
de la argumentación, esta se presenta sólo cuando existe la intención de
probar una idea, una tesis, una opinión. Si se cumple este requisito
hemos salido de los campos de la interrogación, la admiración, la
descripción, y estamos en el campo de la argumentación. Y en cuanto a la
calidad de la argumentación, decimos, usando una analogía jurídica, que
un buen argumento es aquel que, sometido al tribunal de la razón, fue
exonerado, pues resistió los ataques de la crítica y pudo mostrar un caso
o una situación favorable a su tesis.
Finalmente, la corrección de un argumento vendrá dada no porque su
estructura formal se adecua a una regla, como es el caso en lógica
formal, sino por otros criterios prácticos que, en últimas, involucran el
3
sentido común, en una práctica ancestral que se ha venido decantando con
el tiempo, y que ha tenido en los campos del derecho y de la ciencia su
lugar natural.
El texto siguiente es una invitación de Borges a la sana y amable
controversia, al diálogo argumentado y constructivo. Lo traemos a cuento
antes de presentar otros ejemplos de argumentación en los que
distinguiremos sus dos componentes básicos.
El diálogo ( Jorge Luis Borges )
Nuestra vida, como estos diálogos y como todas las cosas, ha sido
prefijada. También los temas a los que nos hemos acercado. Con el
correr de la conversación he advertido que el diálogo es un género
literario, una forma indirecta de escribir. El deber de todas las
cosas es ser una felicidad; si no son una felicidad son inútiles o
perjudiciales.
A esta altura de mi vida siento estos diálogos como una felicidad. Las
polémicas son inútiles, estar de antemano de un lado o del otro es un
error, sobre todo si se oye la conversación como una polémica, si se
la ve como un juego en el cual alguien gana o alguien pierde. El
diálogo tiene que ser una investigación –y poco importa que la
verdad salga de uno o de boca de otro. Yo he tratado de pensar, al
conversar, que es indiferente que yo tenga razón o que tenga razón
usted; lo importante es llegar a una conclusión, y de qué lado de la
mesa llega eso, o de que boca, o de qué rostro, o desde qué nombre es
lo de menos.
Algunos ejemplos de argumentación:
Ejemplo 1:
Séneca nos dice en sus Cartas a Lucilio: “sufre más de lo necesario el que sufre antes de
lo necesario”, sentencia comprensible por sí misma sin ningún estudio
especial, pero que, para mejor comprensión, el estoico nos aclara
agregando: “...porque sufre dos veces”. 1
Si tenemos una cita odontológica y el zumbido de la fresa nos aterroriza,
es absurdo sufrir hoy, en la comodidad de nuestra casa, si de todas1 SÉNECA, Lucio Anneo: La Consolación a Helvia y Cartas a Lucilio. Editorial Salvat. Madrid, 1971. [Traducción de Juan Carlos García-Borrón]
4
formas sufriremos mañana en la silla de torturas. La máxima del filósofo
nos invita a controlar la imaginación dañina. Tal como ya lo señalara su
maestro Epicteto. “No os aterroricéis en un terremoto como si toda la ciudad se os fuera a
caer encima. Porque un solo ladrillazo en la cabeza es suficiente para mataros.” 2
Ejemplo 2.
Queremos llegar a la conclusión de que pediatras y veterinarios están en
la misma situación con respecto a sus pacientes, pues los niños muy
pequeños y los animales no hablan. El argumento podría ser: “Si es
difícil saber el dolor que sienten los animales, porque el dolor es
subjetivo y los animales no pueden hablar, entonces veterinarios y
pediatras se encuentran en la misma situación con respecto a sus
pacientes”. Aquí se identifican claramente las premisas y la
conclusión; de dónde partimos y a dónde llegamos.
Un argumento puede tener una extensión de una línea, pero también puede
ser tan extenso como una obra de cuatro volúmenes. La cantidad de
información requerida para sustentar la conclusión no importa. Anthony
Weston, en sus Claves de la Argumentación3 nos trae un ejemplo lacónico, pero
certero de Churchill, para defender el optimismo: “Sea optimista, no
resulta de mucha utilidad ser de otra manera”. Una sola frase es
suficiente para que el lector comprenda idea sostenida por Churchill, y
puede entonces compartirla o refutarla.
En el otro extremo de la argumentación podría estar el caso del Obispo
James Usher, presentado por el paleontólogo americano Jay Stephen Gould
como un caso paradigmático de investigación científica. El obispo inglés
se planteó en 1640 una pregunta muy ambiciosa: ¿Cuándo fue creado el
mundo? Pregunta que, puesta en términos de la ciencia moderna, sería
¿Cuándo se originó el mundo?
Usher sostuvo, siguiendo la única pista con que se podía contar en su
época, la Biblia, que el mundo había sido creado entre el anochecer del 22
de Octubre del año 4004 antes de Cristo y el amanecer del día siguiente.
2 EPÍCTETO: Meditaciones. Editorial Porrúa. México, 1980.3 WESTON, Anthony: Las Claves de la Argumentación. Editorial Ariel. Barcelona, 1999.
5
Llegar a esta conclusión le demandó veinte años de trabajo y una obra de
dos mil páginas, las cuales bien podrían ser consideradas como las
premisas de su argumento. Estos ejemplos ilustran el hecho de que la
extensión y la veracidad de un argumento no son parte de sus
características constitutivas, como sí lo es y de manera muy importante,
la intención que anima a su defensor.
¿Qué es tener competencia argumentativa?
Todos tenemos competencias comunicativas, es decir, capacidad de
desenvolvernos con solvencia en el manejo del lenguaje, pues desde niños
nos entrenan directa e indirectamente en su uso. De igual manera,
también a lo largo de la vida nos adiestramos en la argumentación, y en
reiterados intercambios aprendemos a confrontar pensamientos, a razonar
con alguna precisión, a derivar ideas de ideas anteriores, y a mostrar
acuerdos y desacuerdos.
Como la capacidad de comunicarnos, también la argumentación es una
competencia. Pero a diferencia del manejo del lenguaje, el énfasis que
los padres y maestros ponen en una correcta competencia argumentativa es
menor al que ponen en corregir las oraciones, el vocabulario y la
gramática, por lo cual somos menos diestros en argumentación. El
subdesarrollo en el ejercicio de competencias se ha hecho evidente en
pruebas sobre competencias realizadas entre estudiantes de distintas
modalidades académicas: Las pruebas del ICFES a estudiantes de Educación
Básica Primaria, los Exámenes de Estado por competencias, las pruebas de
la Secretaría de Educación Distrital a los colegios de Bogotá, y las
pruebas aplicadas por un grupo de investigación de la Universidad
Pedagógica Nacional a estudiantes de los distintos programas de la
facultad de Educación de la UPTC. De los exámenes aplicados por el
Instituto de Estudios Pedagógicos de la Secretaría de Educación de Bogotá
(IDEP) a 250.000 escolares de instituciones públicas y privadas de la
capital, se hablaba en la prensa de una calificación promedio de dos
punto cuatro (2,4) sobre cinco (5.0).
Ningún padre les hablaría todo el tiempo a sus hijos con expresiones como
agugú, agagá, toto, tati, etc.; al contrario, a medida que el niño crece sus padres
6
se esmeran por enseñarle a pronunciar correctamente las palabras y a
construir frases con sentido, para que los demás le entiendan. Pero en
asuntos de argumentación, la atención es menor, y a veces nula. Más aun,
en muchas ocasiones al niño se le corrige de una manera tal que el
resultado es la atrofia de lo poco bueno que en el aspecto argumentativo
traía desde la cuna: “no me lleve la contraria, que yo soy su papá y sé
porqué se lo digo” o “los mayores siempre tenemos la razón” o “¡haga lo
que le digo si no quiere meterse en un problema!”, etc., expresiones e
indicaciones que pervierten eficazmente nuestra capacidad de razonar.
Muchos padres están más interesados en que sus hijos obedezcan que en
animarlos a adquirir y practicar habilidades argumentativas.
La competencia argumentativa es una sensibilidad particular a los
argumentos. En primer lugar, es estar dispuesto a razonar con los demás
en términos de igualdad intelectual. Si quisiéramos pensar, como lo hacen
los administradores de empresas, en términos de indicadores de gestión,
diríamos que nuestra competencia argumentativa es directamente
proporcional al tiempo que somos capaces de mantener una controversia,
sin perder el interés o la compostura. En segundo lugar, competencia
argumentativa es estar dispuesto a exigir a los demás la justificación de
sus puntos de vista, a justificar los nuestros, y a hacer el mejor
esfuerzo por presentarlos en forma coherente.
En resumen, podríamos decir que se es competente argumentativamente
cuando se está en capacidad de producir argumentos correctos. Y,
siguiendo a Weston4, a Pérez5, a Almeida6 y a Iriarte, los últimos
coincidentes con el primero, podríamos reducir a cinco las
características que identifican al buen argumentador:
1. Distinguir la conclusión que se desea probar, de las premisas con las cuales se desea apoyarla.
Cuando se pone en práctica esta sencilla regla, sale a luz una confusión
bastante generalizada entre la argumentación y la pura narración. La
4 WESTON, Anthony: Las Claves de la Argumentación. Primera reimpresión en español. Editorial Ariel, Barcelona, 1994.5 PÉREZ, Héctor: Nuevas Tendencias de la Composición Escrita. Editorial Magisterio,Santa Fe de Bogotá, 1999.6 ALMEIDA, Aires: Lógica Informal. Texto en portugués bajado de Internet
7
confusión entre narrar unos hechos y sostener un punto de vista. Veámoslo
con un ejemplo. Le preguntan a María:
– María, ¿cómo te pareció la película?
– Pues ..., fíjate que la película comienza con una escena en la que
Agamenón y Menelao discuten sobre la forma de enfrentar a los tesalios.
En la escena siguiente los tesalios a su vez tienen listo un guerrero,
con quien piensan en enfrentar al mejor de los troyanos...
Y esto bien puede continuar así, si el interlocutor inicial no interrumpe
a María, a quien no se le ha pedido contar la película sino opinar, dar
su punto de vista sobre ella. De hacerlo así, las condiciones del diálogo
obligan a argumentar. Obligan a distinguir entre premisas y conclusión.
En este caso, María pudo comenzar con una observación del tipo:
–Troya me pareció una excelente película.
–¿Por qué razón te pareció tan buena?
– Porque a pesar de ser un galán del siglo XXI, Brad Pitt, caracteriza a
Aquiles de una forma creíble. A esto se añaden escenarios espectaculares
y diálogos muy interesantes. Todo esto hizo que, en definitiva, me
pareciera una muy buena película.
Podemos observar que distinguiendo con claridad entre premisa y
conclusión, el diálogo se hace más fructífero.
2 Presentar las ideas en un orden natural buscando una óptima comprensión.
A veces un argumento confuso e incomprensible se hace completamente
claro, con sólo presentar las premisas y la conclusión en un orden
adecuado. Aunque esta es una recomendación de sentido común, lo cierto es
que pareciera existir una corriente que aboga por la oscuridad y la
confusión. Es muy común la tendencia de algunos ejecutivos a presentar
sus informes en un lenguaje retorcido pensando ganarse así la admiración
de sus jefes y colegas. No se cumple con esta segunda recomendación, no
se exponen con naturalidad y en orden las ideas, cuando la oscuridad
puede beneficiarnos. Pero si nuestro interés es comunicarnos, exponernos
honestamente al debate de ideas, nada mejor que la claridad expositiva,
8
la cual casi siempre está relacionada directamente con la extensión de
las frases. Frases largas, ideas confusas. Frases cortas, ideas claras.
El filósofo Enmanuel Kant se lamentaba de no escribir con la claridad de
su colega inglés David Hume. Bien vistos el uno y el otro, una posible
explicación de la diferencia está en la tendencia de los ingleses hacia
la frase corta y de los alemanes hacia la frase larga. El profesor
Fernando Ávila, un experto en composición escrita, recomienda construir
las oraciones siguiendo un sencillo esquema de claridad y de naturalidad
en el español. Las frases deben llevar, en lo posible el siguiente orden:
Quién, verbo, qué y a quién. Ejemplo: “Venezuela (quién) compró (verbo)
armas (qué) a Rusia (a quien)”. Si mantenemos en lo posible este esquema
y nos proponemos componer oraciones cortas, el lenguaje de nuestras
exposiciones será cada vez más claro, y menos innecesariamente rebuscado.
3 Partir de premisas fiables, bien establecidas a partir de conocimiento de calidad para que
tengamos mayor probabilidad de llegar con certeza a la conclusión.
De lo que llevemos a las premisas dependerá lo que obtengamos en la
conclusión. Nuestras conclusiones están estrechamente ligadas a las
premisas. Sabemos que en el razonamiento deductivo la conclusión está
completamente contenida en las premisas, de modo que la verdad de
aquellas garantiza, por sí sola, la verdad de esta. En el caso de la
argumentación, la relación se debilita, las premisas apoyan la
conclusión, la hacen creíble, le dan soporte, pero no la contienen. Pero
si las premisas son dudosas, no tenemos autoridad para sacar de ellas
conclusiones fiables. Normalmente no podemos saber por simple inspección
si una premisa es sólida o débil. En la mayoría de los casos la duda solo
puede zanjarse con una investigación. Si mi argumento quiere establecer
que el planeta Plutón tiene cuatro lunas y la base del argumento es una
relación numérica extraída de los otros ocho planetas, debo estar muy
seguro acerca del los datos de las premisas.
Supongamos que no tenemos información acerca de si Plutón tiene lunas o
no, pero ya sabemos que Mercurio y Venus no tienen, que la Tierra y Marte
tienen uno cada uno, que Júpiter y Saturno tienen dos, y que Urano y
9
Neptuno tienen tres. Se podría concluir, con algo de razón, que Plutón,
que es el planeta siguiente, tiene cuatro.
El punto en cuestión aquí es si las premisas son fiables. ¿Tienen los
planetas el número de lunas que estamos diciendo? En caso afirmativo, mi
conclusión es razonable; en caso contrario es perfectamente dudosa.
¿A propósito cuantas lunas tiene cada uno de los planetas?
4 Usar un lenguaje concreto, y evitar al máximo las ambigüedades.
Tener en cuenta esta recomendación trae como resultado que la
comunicación sea más fluida y más posible el acuerdo. Si los términos
empleados corresponden a intuiciones conocidas y si las palabras
empleadas no cambian constantemente de significado, la confianza en la
comprensión mutua se incrementa. En algún reglamento, por ejemplo, (y no
se crea que se trata de un caso ficticio) se presenta una norma como
esta: “Quien falte a un número importante de clases perderá el curso”,
¿podrá un alumno saber en qué momento comienza a perder el curso? Si esto
pasa en los reglamentos, que finalmente tienen administradores que dan
cuenta de ellos y pueden resolver las dudas de los afectados, ¿como será
de difícil la comunicación cuando el lector se encuentra, desamparado,
frente a un texto? En obras de connotados pensadores nos encontramos con
frases o párrafos que nos dejan confundidos, y que se prestan a
diferentes interpretaciones. Es como si algunos autores gozaran con la
ambigüedad. Algunos textos de filosofía abundan en tales situaciones.7
5 Evitar el lenguaje emotivo, pues con frecuencia desvía las discusiones del punto central a la
periferia.
7 Veamos un párrafo acerca del filósofo alemán Hegel hecha por el comentarista italiano Cornelio Fabro: “Ya en el cogito ergo sum de Descartes, observa el último Schelling, y aún más en la doctrina del Yo de Fichte, es evidente que sóloel Yo (Yo soy) es expresado y conocido, que sólo lo que es puede ser sujeto-objeto. Pero éste (como dice Hegel) no podemos ponerlo inmediatamente. Inmediatamente y primo progressu sólo puede ser puesto el Sujeto puro, y únicamente después puede ser puesto el Objeto puro; ambos, como el uno sólo puede ser lo que atrae al otro y el otro lo que es atraído por el uno, ambos con esta mutua atracción ponen de manifiesto al Ente, pues el verdadero Ente estáallí donde Sujeto y Objeto se encuentran en la autoconciencia. Queda sentado entonces que, para el idealismo, la reflexión filosófica tiene valor solamente si existe relación al Absoluto, y no como reflexión aislada. Pero el Absoluto, puesto que es producido por la reflexión filosófica por medio de la conciencia, resulta consiguientemente una totalidad objetiva, un todo de conocimiento, una organización de conocimientos donde cada parte se pone en su relación al Todo.”
10
Si fuéramos menos emotivos, muy seguramente el empleo de un lenguaje
emotivo despertaría menos emotividades. Pero es ampliamente sabido que
esa no es la realidad. Toda va bien en un debate, una controversia, un
panel hasta que alguien cae en la tentación de emplear la palabra
descalificadora, el epíteto, la ironía, contra su oponente; en ese
momento se acaban los buenos modales. La argumentación, –que está
interesada en el diálogo, no en la pelea– aconseja emplear un lenguaje
neutral, o tan neutral como sea posible, para referirse a cada situación
sin despertar molestia o innecesarias suspicacias en los receptores. Aun
en situaciones en las que estemos tentados a ofender o nos creamos con
derecho a hacerlo, el consejo sigue siendo el mismo: resistir. Si podemos
decir: “el agente de policía”, ¿por qué decir el tombo? ¿o el chafarote? ¿Por
qué la señora oficinista con la cual tenemos un desacuerdo se tiene que
convertir en esa vieja loca? Esta en una recomendación que debe reiterarse
una y otra vez hasta que su aplicación sea parte de nuestro
comportamiento cotidiano.
Estar atento a estas cinco características es un paso importante en
mejoramiento del dominio de la competencia argumentativa.
¿Por qué es importante argumentar?
Argumentar es importante básicamente por tres tipos de razones:
Académicas, Políticas y Morales:
Las Razones Académicas a favor de la argumentación son claras: No existe
conocimiento, antiguo ni moderno, ni mucho menos progreso en el
conocimiento, si no se vive en una cultura del debate y la controversia
racional de ideas. El profesor José Granés Sellars hablando de la
formación de una cultura académica, la identifica con la formación de la
universidad misma, y destaca como rasgos fundamentales, dos
características directamente vinculadas a la propuesta formulada aquí: “El
primero de estos rasgos podría ser enunciado como un rechazo explícito a los argumentos de
autoridad. Por principio se considera que toda afirmación es discutible. No hay verdades sagradas.
Todo debe ser sometido a la crítica. En este sentido este rasgo es un principio democrático en el
interior de las comunidades académicas... El segundo rasgo de la cultura académica podría
enunciarse en términos de un privilegio por la argumentación racional. La discusión académica se
11
da sobre la base de razones explícitas que se pueden exponer coherentemente en el lenguaje”
(Intervención en el segundo encuentro nacional de egresados del programa
de Docencia Universitaria en la UIS. Junio de 2000)
No abundaremos aquí en detalles acerca de la importancia académica del
ejercicio argumentativo; éste, y el siguiente capítulo, constituyen un
alegato mucho más amplio en su favor. Tal vez sólo sea necesario
apuntalar una de las ideas presentadas por el profesor Granés, para
redondear una aproximación: Cuando dice que en la esfera académica, y
especialmente universitaria, todas las ideas son susceptibles de crítica,
nos viene a la mente el reclamo tan frecuentemente escuchado: “Esa es mi
idea, respétemela, si quiere que le respete las suyas”. Curiosamente, lo interesante de
la universidad, y de la universalidad del conocimiento, es la claridad
alcanzada respecto de a quién se le debe guardar respeto. Está claro que
no es a las teorías, ni a los puntos de vista, ni a las perspectivas; se
debe respeto a las personas que las sostienen. De aquí la importancia de
distinguir entre las ideas u opiniones, y las personas, en una pedagogía
incesante que no tendrá fin. Las personas, cuando debaten, al calor de la
controversia tienden a confundir personas con puntos de vista, lo cual
genera resistencias e incomprensiones. Esperamos que estas reflexiones
sean un aporte positivo en el esclarecimiento de este punto.
Por Razones Políticas. Los griegos mostraron desde hace dos mil
quinientos años que la democracia y la argumentación son actividades
inseparables, y que los buenos ciudadanos y los buenos gobernantes deben
dar razones válidas de sus acciones y creencias. Esta convicción los
llevó a desarrollar hasta un alto grado lo que hoy se conoce como
retórica, entendida como el arte de persuadir con razones (y con
emociones) a un auditorio.
Hablando de los orígenes de la Retórica, James Murphy8 afirma que se
atribuye a los eleatas Corax y Tisias el estudio sistemático de la
retórica, y la elaboración del primer libro sobre el tema. Afirma también
que curiosamente la retórica sólo tomó fuerza entre los atenienses casi8 MURPHY, James (ed.): Sinopsis histórica de la Retórica. Biblioteca Universitariade la Editorial Gredos. Madrid, 1989. [Título original: A Synoptic History ofClassical Rhetoric (1983). Versión española de A. R. Bocanegra.]
12
un siglo después. Se pregunta entonces si existió una colonización
intelectual desde la periferia a la metrópoli y encuentra que no pues
entre los griegos, un pueblo con tradiciones democráticas, ya existía de
antemano una sensibilidad grande hacia el debate y el choque civilizado
de ideas. De suerte que las enseñanzas de Gorgias alumno destacado de
Tisias encontraron el terreno abonado para su pedagogía.
Es desafortunado el contraste de las prácticas anteriores, con la amplia
difusión entre nosotros de la mala retórica, especialmente en la
tribuna parlamentaria y en los estrados sindicales, notable por su
abundancia de lugares comunes: los deberes patrióticos, la paz esquiva, la explotación
imperialista, la violencia consuetudinaria, la investigación exhaustiva, el compromiso histórico, el
papel del maestro, construir nación, las decisiones trascendentales etc., etc., etc.,
frases machacadas, trilladas, molidas en polvo fino. Discursos emotivos,
deshilvanados y aburridores pagados al precio justo de un bostezo.
Contrasta, añadimos, esta circunstancia nacional, con el tiempo sereno en
que los hombres despiertos, ciudadanos nobles, dueños de sus actos y de
su destino, se tomaban la asamblea, la plaza pública, el ágora, el
estrado judicial, o las galerías en la Atenas de Pericles. Para ventilar
inquietudes, opiniones y verdades, sin temor a las consecuencias. O
mejor, con la certeza integra de las responsabilidades acarreadas.
En su inigualable obra Guerras del Peloponeso, Tucídides se refiere a las
deliberaciones de los espartanos en la plaza pública, sobre la
conveniencia o no de decretar la guerra a los atenienses: En el estrado,
el rey, los senadores y algunos jueces presiden el debate. Abajo, el
pueblo libre, los ciudadanos, escuchan atentos el desarrollo de los
acontecimientos. Muchos hablan y exponen sus razones, en pro y en contra.
La plaza atiborrada deja escapar una emoción contenida. Un grupo de
atenienses está de paso en Esparta, por un asunto de negocios. Se enteran
de las delicadas deliberaciones, escuchan a algunos oradores y piden la
palabra. Quieren explicar lo inconveniente de una confrontación
fratricida. Se les cede la palabra. Argumentan a favor de la concordia y
las negociaciones. Los espartanos escuchan en silencio, respetuosos, a
sus enemigos, pues la palabra es sagrada. Luego habla un magistrado
13
espartano e invita a la guerra. Pide que no les crean a los atenienses a
quienes acusa de pérfidos en el pasado. El rey espartano intercede. Se
opone a la beligerancia: "una paz justa para la Hélade" es su deseo más
profundo. Y da sus razones. Interviene luego, y en último lugar, el
ciudadano Estenelaidas, quien en una intervención de pocos minutos, –
Tucídides consigna sus palabras en una página de sus Guerras– inclina la
balanza. Viene luego la votación. Los espartanos, separándose de la
solicitud de su rey, decretan las hostilidades. Espartanos y atenienses
lucharán con grandes pérdidas durante años. Y Estenelaidas pasa a la
primera línea de combate: su opinión implica compromisos.
¡Qué lejos estamos de esos tiempos¡ Tiempos en que el gusto por la
palabra, el respeto por ella, y su cultivo inteligente eran una
preocupación académica y civil. Los griegos amaban el uso de las palabras
y a ellos, tal como lo reconoce Nietzsche9 en su Lección de Retórica, les
apasionaba la controversia. No de otra forma se explican su atención y
concentración en la elaboración de sus discursos.
Tengámoslo presente siempre: En una democracia activa la argumentación es
una condición inherente a su naturaleza.
Y por Razones Morales. Argumentar es un esfuerzo por convencer a otros de
que la verdad está de nuestro lado y tenemos cómo mostrarlo. Así mismo,
en caso de estar en un error, es imperativo mudar de opinión hacia la que
consideremos correcta. La argumentación tiene sin duda un componente
ético, en la medida en que supone la sinceridad como condición necesaria,
si tomamos a los otros como interlocutores legítimos, tal como si
dialogáramos con nosotros mismos.
Habermas y la Escuela de Frankfurt han desarrollado todo un sistema de
ética basado en el principio de la comunicación argumentada –llamado
Teoría de la Acción Comunicativa– en el cual uno de los principios
básicos en la construcción de un sistema moral de convivencia pasa por el
respeto al otro y por la pretensión de sinceridad en todos nuestros
9 NIETZSCHE, Federico: El Libro del Filósofo. Editorial Taurus, Barcelona,1998.
14
enunciados. O como dice Savater: Si de verdad quieres dialogar conmigo,
ponte en mi lugar.
Un pensamiento que ilustra muy bien esta actitud es la famosa frase de
Voltaire acerca de la tolerancia: “Sé que no estamos de acuerdo, pero
daría mi vida por defender un sistema de gobierno y una sociedad en la
cual pudieras defender tu punto de vista.” Como se advierte de
inmediato, moral y política se tocan íntegramente.
Extremos de la argumentación: opinar y demostrar
La argumentación es una capacidad y una destreza que se aprende con el
ejercicio y con la ayuda del talento natural, como jugar fútbol,
interpretar un instrumento musical, jugar ajedrez, etc. Es un hecho que
unas personas argumentan mejor que otras, así como hay unos futbolistas,
músicos o ajedrecistas mejores que otros, ya porque entrenan todos los
días, ya porque tienen una mejor predisposición. Y como en estos campos,
también en argumentación habrá unos rezagados y otros adelantados. En un
extremo se ubicarán quienes tienen sólo opiniones, que repiten sin
fundamento y, en el otro, quienes no sólo saben el por qué de lo que
sostienen, sino que además son capaces de demostrarlo.
Ejemplo de Opinión: “El partido liberal es mejor que el conservador; así
ha sido siempre.”
Ejemplo de Demostración: Tales de Mileto, el primer filósofo natural,
estableció la redondez de la Tierra analizando la sombra que ésta
proyectaba sobre la Luna durante los eclipses. Encontrando que la Tierra
siempre proyectaba una silueta circular sobre la Luna, advirtió que un
objeto que siempre proyecta una sombra circular sobre otro, sin importar
desde donde se ilumine, tiene por fuerza que tener forma esférica. Luego
la Tierra es una esfera.
Con estos dos elementos Tales estableció la redondez de nuestro planeta
más allá de cualquier duda razonable. Y no sólo esto; también calculó su
tamaño relativo: cuantas veces es más grande la Tierra que la Luna.
En síntesis podemos decir que la argumentación, como actividad
intelectual, es un complemento importante de la lógica, en la medida en
15
que da herramientas para defender las ideas en ámbitos donde la ciencia y
la demostración no tienen cabida. Por ejemplo, en el terreno de la
política o en el de la ética no se pueden esperar demostraciones
definitivas. De hecho, alrededor de esta idea la argumentación muestra
que ese es el caso: después de siglos de debate no se ha dado la última
palabra en temas candentes como la libertad o la felicidad, pero se sigue
pensando y argumentado a favor de una u otra tesis en diferentes
aspectos. ¿Debe tener más poder el presidente de la república?, ¿Están
vigentes los diez mandamientos?, ¿Hay un solo camino para llegar a la
felicidad?, ¿Son necesarias las notas para el sistema académico?, ¿Es un
crimen el aborto?
Son asuntos que en algún momento nos preocupan y sobre los que sentamos
una posición, con razones de apoyo, si queremos ser escuchados. No es
suficiente que exterioricemos nuestras opiniones, que digamos nuestros
pareceres, nuestros prejuicios. Para ser tenidos en cuenta se requiere
algo más, que se llama argumentación. Y en la medida en que nos
entrenemos desarrollaremos cada vez más esa competencia que todos
llevamos dentro pero que necesita la ejercitación. De hecho el mundo
académico es el lugar donde esperamos que las opiniones puedan ser
debatidas y en cierto sentido “irrespetadas”. Las personas merecen todo
el respeto del mundo independientemente de su condición social, racial o
sexual, pero sus opiniones son para irrespetarse, en el buen sentido de
la palabra, oponiéndoles razones en contra cuando sea pertinente y se
tenga un punto de vista opuesto más sustentado.
De no haberse impuesto esta metodología, la ciencia no hubiese progresado
nunca. Los científicos son campeones del “irrespeto” y a lo hacen al
precio de una muy sólida defensa de sus puntos de vista. Galileo Galilei
tuvo que pasar momentos amargos y trabajar muy duro para poder darse el
lujo de “irrespetar” la ciencia aristotélica, bendecida por dos mil años
de tradición y por una iglesia interesada en mantenerla como verdadera.
Hoy sabemos quien tuvo la razón. En fin, la argumentación es una
invitación a seguir pensando en comunidad qué es lo verdadero y qué es lo
mejor en este misterioso universo en el que vivimos.
16
Ejercicios
Identifique las premisas y la conclusión en los siguientes casos.
1. Dice el fiscal Francisco Álvarez en un célebre caso de asesinato
que conmovió a Santa Fe de Bogotá en el año de 1851, que el asesino
de Manuelito Ferro fue José Raimundo Russi. La víctima lo señaló
como culpable en la indagatoria que le hicieron en su lecho de
muerte, y un moribundo a las puertas del juicio divino no va a
mentir.
2. Yo no maté a Manuelito Ferro, mi amigo, se defiende José Raimundo
Russi y esa declaración es mentirosa: “Manuel Ferro, según el dicho
de varios individuos, durante el tiempo de su agonía deliraba con
venganzas y maldiciones; sus costumbres consta que eran impuras;
hay pruebas de que era hombre de taberna, que se embriagaba
siempre, que su señora lo espiaba por celos, y que en la misma
noche que fue herido, ésta le seguía los pasos para observar sus
acciones en prostitución. Semejantes antecedentes no pueden ser una
buena base de razonamiento.”10
3. Dado que hay verdades eternas, y que el hombre, por definición,
siendo contingente, no puede ser el origen de las mismas, existe
entonces un Dios como auténtica garantía. Las matemáticas son un
ejemplo de verdades eternas, o verdades necesarias, válidas en todo
tiempo y en cualquier lugar. La universalidad de las matemáticas se
demuestra advirtiendo la presencia de los mismos descubrimientos en
diferentes latitudes sin que los autores tuvieran comunicación
previa entre sí. Caso concreto: el teorema de Pitágoras.
Descubierto tanto en el Grecia, como en la India, como en Egipto,
como en China, en épocas diferentes de la historia y con el mismo
grado de generalidad y precisión.
4. Silenciar la opinión de una persona es un atentado contra la
sociedad, tanto si tiene razón como si no la tiene. Pues si lo
10 CORDOVEZ M. José María: El episodio del doctor Russi. Norma, Bogotá, 2002
17
primero, nos priva de conocer una verdad; y si lo segundo, se le
priva a él del sano debate en el que podría corregir su error.
5. Las observaciones de Galileo por el telescopio son fantasías, no
pueden existir en el cielo más cuerpos celestes que el sol la luna
y los cinco planetas Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno
todos rondando la Tierra, pues el número siete es sagrado como lo
comprobamos mirando que solo existen siete colores en el arco iris,
siete agujeros en la cara y siete metales.
Argumentación inductiva
Aproximación
En forma genérica llamaremos argumentación inductiva a toda argumentación
diferente de la deductiva, y en la cual las conclusiones no encierren
necesidad con respecto a las premisas ni a las inferencias seguidas para
alcanzar el resultado.
Siguiendo a Copi11, en la inferencia inductiva las premisas aportan apoyo
y plausibilidad a las conclusiones, haciéndolas creíbles dentro de un
campo temático de acción. A diferencia de la deducción, en la que las
11 COPI, Irving: Introducción a la Lógica. Editorial Limusa. México, 1995.
18
conclusiones obtenidas son, en cierta forma, definitivas y necesarias con
respecto a las premisas. En la deducción válida no puede dar el caso en
el que las premisas sean verdaderas y la conclusión falsa: Esta es la
regla de oro de la lógica. Pero en la inducción esta restricción no
existe: son posibles los argumentos con premisas verdaderas y
conclusiones falsas... corregibles en el futuro.
Sin embargo, la inducción, el proceso por el cual generalizamos la
experiencia, para anticipar el futuro, tiene a su favor la posibilidad de
examinar el conocimiento establecido y aprender de él, en un
procedimiento indefinidamente reiterado de ensayo y error.
Nuestro conocimiento empírico se ensancha con ayuda de la inducción, sin
desconocer, por supuesto, la falibilidad del camino. Cada peldaño que
trepemos estará, hasta el fin de los días, sometido a la duda razonable.
Esta característica ha llevado a Popper a sostener que la ciencia en su
conjunto no es nada diferente a Conjeturas y Refutaciones (nombre de uno de sus
obras más célebres). Y tiene razón; eso ha sido la ciencia en estos
últimos dos mil quinientos años: una Búsqueda sin término, como se llama otro
de sus libros.
Sabiendo, o por lo menos sospechando que no existe un método inductivo
pero sí una inferencia inductiva, veamos algunos rasgos que nos ayudarán
a perfilar una idea más cercana de ella. La inferencia inductiva tiene un
enorme campo de aplicación en el mundo empírico. Y en ella se pueden
distinguir principalmente dos tipos: la argumentación con ejemplos y la
argumentación con analogías.
Argumentación con ejemplos.
Tal vez sea esta la forma más universal de argumentar. Posiblemente no
existe profesor en el mundo que no acuda a los ejemplos para persuadir a
sus estudiantes de la verdad de una ley: la de la gravitación; de una
regla: la de tres; de una formula: un caso de factorización, etc. Los
ejemplos, por ser más intuitivos que las teorías o las fórmulas, se fijan
más rápidamente en la conciencia y operan como persuasores, y como
fundamentadores de una idea más general.
19
Siguiendo de nuevo a Weston, pero dando un paso adelante, mostraremos
cómo se debe elaborar un argumento basado en ejemplos. En su libro, Claves
de la Argumentación, Weston postula cuatro características básicas de esta
estrategia, y las ilustra con ejemplos. Nosotros incluimos una más,
porque preferimos no suponerla; es la que figura primera en la lista
siguiente. Además, presentamos un artículo periodístico en el cual se
identifican estas características básicas y algo más, como se mostrará
más adelante.
Características de un argumento basado en ejemplos:
1. Se identifica y se entiende la tesis defendida.
2. Se proporciona más de un ejemplo para respaldar la tesis.
3. Los ejemplos utilizados son ciertos y representativos.
4. Se examina el trasfondo, el contexto en el que se ubican los ejemplos.
5. Se examinan contraejemplos, si existen, que podrían derrotar el punto
de vista que se sostiene.
Es posible que algunos lectores encuentren conveniente consultar el libro
de Weston, para una explicación de las características anteriores
(excepto la primera). Sin embargo, en aras de la brevedad, y por
considerar que ellas se explican por sí solas, preferimos presentar de
inmediato el artículo aludido.
Ejemplo 1. El siguiente artículo lo escribió el analista político Alfredo
Rangel para el periódico El Tiempo durante el desarrollo de la Guerra de
Kosovo, ya olvidada por muchos a raíz del atentado a las Torres Gemelas
en Nueva York, y de la más reciente guerra en Irak.
Para mayor precisión, anotemos que Rangel escribió su artículo en el
primer semestre del año 1999. Se enfrentaban, por la recuperación de
Kosovo, las fuerzas combinadas de Europa y Estados Unidos (la OTAN)
contra los ejércitos de Serbia liderados por Milosevic. El artículo
apareció cuando había transcurrido un mes y medio desde inicio de los
ataques de la OTAN a Milosevic, unos dos meses antes del final de la
guerra. Recordemos que la OTAN negoció durante años la retirada serbia
20
del terreno kosovar y que en el último año, antes de las hostilidades,
Milosevic se burló descaradamente de los plazos y de los ruegos de la
comunidad internacional, hasta el punto de que el mundo estaba a la
expectativa de un ataque aliado, que con toda la fuerza de la tecnología
del primer mundo pusiera fin al exterminio kosovar.
El artículo de Rangel es una ocasión propicia para ejercitar la
identificación de las reglas de la argumentación basada en ejemplos. La
pregunta en este caso es ¿Cumple el articulista con las normas de la
argumentación por el ejemplo? Léalo y analícelo.
LAS LECCIONES DE LOS BOMBARDEOS
21
22
Tomahawk no es Superman
La historia sigue demostrando que solamente
con las fuerzas de tierra se ganan lasguerras.
En Yugoslavia,EU. y la OTAN no aprenden.
Desde el momento en que terminó la
Primera Guerra Mundial se ha venido
pronosticando el fin de la guerra
tradicional basada en la utilización de
fuerzas terrestres de infantería y
artillería, y su sustitución por
terroríficos bombardeos aéreos
dirigidos a minar la moral de la
población civil y a inducir la
rendición del adversario.
En efecto, ya en 1924 el mariscal
inglés del aire Sir Hugh Trenchard,
partidario de la idea del bombardeo
estratégico independiente, declaraba:
“La próxima guerra se podrá ganar
solamente bombardeando, destruyendo la
voluntad de resistencia del enemigo”.
También Giulio Douhet, un general
italiano, anunciaba ese mismo año que
la próxima guerra se podría decidir en
cuestión de días mediante ataques
relámpago de los bombarderos.
Sin embargo, el curso y los resultados
de la segunda Guerra Mundial empezaron
a demostrar las limitaciones de esta
estrategia. El poderío aéreo alemán,
que incluyó la utilización de cohetes
dirigidos V2 –antecedente de los
modernos mísiles Tomahawk- fue incapaz
de conseguir la rendición de los
ingleses. También se equivocaron los
estrategas norteamericanos y británicos
que creyeron que con los bombardeos
ofensivos podrían destrozar a los
alemanes. Winston Churchill fue de los
pocos que previnieron contra ese falso
optimismo. En octubre de 1944 declaraba
que, incluso aunque todas las ciudades
alemanas quedasen prácticamente
inhabitables, ello no significaría que
se debilitara el control militar o que
la industria militar no pudiese seguir
adelante. Es más, Churchill creía que
lejos de destruir la moral, los
bombardeos en realidad fortalecían la
resistencia del adversario.
El fracaso de la campaña de bombardeos
estratégicos de los aliados se
evidencia en el hecho de que luego de
meses de bombardeos de día y de noche,
la producción de material de guerra
continuó creciendo en Alemania hasta
1944.
Pero parece que Estados Unidos no
aprendió la lección. Años después, en
Vietnam, quiso minar la disposición de
combate de su adversario por medio de
bombardeos estratégicos masivos contra
Vietnam del Norte, pequeño país sobre
el que cayeron varias veces más bombas
que las que estallaron en Europa
durante toda la Segunda Guerra Mundial.
Al final, con su país destrozado pero
con la moral muy en alto, las fuerzas
regulares de Vietnam del Norte
invadieron el sur y ganaron la guerra.
El caso del Golfo Pérsico está más
fresco en la memoria. Con los
bombardeos a Irak los Estados Unidos no
solo no derrocaron a Hussein sino que
lo fortalecieron, y si lo sacaron de
Kuwait fue con intervención de tropas
terrestres.
La lección es clara: si se exceptúa el
bombardeo atómico –como el que obligó a
Japón a su rendición incondicional, con
un costo humano y moral desorbitado- la
historia sigue demostrando que
solamente con las fuerzas de tierra se
ganan las guerras. Es por ello por lo
que la OTAN y Estados Unidos actúan en
contra de toda la historia militar y
muestran una increíble persistencia
obstinada frente a evidencias
contrarias, cuando anuncian que para
detener la limpieza étnica en Kosovo de
ninguna manera enviarán fuerzas de
tierra y calculan que bastará con
bombardear Yugoslavia para obligar a
Milosevic a firmar un acuerdo.
Obnubilados por su potencial
tecnológico y pasando por encima de
todas las normas del derecho
internacional, decidieron intervenir en
Kosovo con una estrategia que no solo
fortalece a Milosevic sino que le
brinda la oportunidad de hacer de
manera sistemática y masiva lo que
antes estaba haciendo de forma poco
menos que subrepticia: limpiar Kosovo
de población de origen albanés. Sin que
los bombardeos se lo impidan sino más
bien se lo faciliten, ya que la
situación le permite a Milosevic,
además, trasladar a los miembros de la
OTAN el inmenso problema humano,
político y económico que significa
atender y reubicar a centenares de
miles de desplazados por la guerra.
Con su intervención militar, la OTAN ha
entrado en un camino de incertidumbre
del que probablemente no sabe a ciencia
cierta cómo salir. Porque los
bombardeos no rinden los frutos
esperados y una invasión terrestre
podría darle un alcance indeseable y
crítico a la guerra.
Además, porque ninguno de los países
miembros de la OTAN parece dispuesto a
sumir el riesgo político que significa
hacer morir a sus jóvenes en tierras de
Kosovo, para luego tener que dar
explicaciones a una opinión pública que
no apoya masivamente esa intervención.
Por eso, tal vez tenía razón el general
Powell cuando proponía como uno de los
puntos básicos de la doctrina militar
de Estados Unidos el que nunca empezara
una guerra que no supiera cómo
terminar.
Es la gran contradicción en que está
sumida la Alianza Atlántica. La única
forma en que podría lograr sus
objetivos sería mediante una invasión
con fuerzas terrestres, pero desde el
comienzo ha anunciado que no dará este
paso, con lo cual ha renunciado a
lograr sus propósitos. Milosevic, que
es un verdadero zorro de la política,
lo sabe. Y espera.
23
24
Ejercicio de Comprensión.
1. El artículo, ¿tiene una tesis? Sí. Está claramente enunciada en
el subtítulo.
2. ¿Se presenta más de un ejemplo? Sí. La Primera Guerra Mundial, la
Segunda Guerra Mundial, la Guerra de Vietnam, la Guerra del
Golfo, etc.
3. ¿Son ejemplos ciertos y representativos? Sí. Se trata de
acontecimientos reales. Y se presentan opiniones de expertos para
justificar el fin de las guerras con base en la infantería.
Súmese a esto la autoridad de las opiniones de Churchill.
4. ¿Examina la situación de trasfondo donde se ubican los ejemplos?
Sí, nos habla de las guerras en las que supuestamente fueron
eficaces esas ideas y aquellas en las cuales no.
5. ¿Examina contraejemplos? Sí. Examina el caso de la Bomba atómica,
el único que podría refutar su tesis de que los bombardeos no son
Supermán, y concluye que esa opción está descartada.
Por lo tanto, la tesis sostenida con un argumento basado en ejemplos
queda en pie con relativa fuerza. Pero como lo dijimos al comienzo
de esta exposición, la inducción nos juega malas pasadas y sus
conclusiones quedan siempre sujetas a la duda razonable. En este
caso, la historia no le dio la razón a Rangel. La OTAN, doblegó a
Milosevic desde el aire; las tropas sólo entraron a Serbia después
de la rendición. Esta es la primera guerra que se gane con fuerzas
aéreas exclusivamente. Y un ejemplo más reciente del poderío aéreo
en la definición del conflicto se encuentra en el desarrollo de la
guerra de Irak.
Sin embargo, el artículo de Rangel tiene una enorme virtud.
Contrario al estilo de algunos analistas políticos que se contentan
con predecir el pasado como los astrólogos, él sí aventura una
hipótesis y asume el riesgo de tratar de anticipar el futuro.
Aunque, también hay que decirlo, el título del artículo, y en
general su tesis, eran no solamente resultado de su análisis sino
del desarrollo mismo de la guerra que, como se dijo inicialmente,
en ese momento ya llevaba más de cuarenta y cinco días.
Recordemos: argumentar es defender, con razones, una idea. Las razones
pueden ser básicamente de dos tipos. Lógicas, cuando razonamos siguiendo
una estructura formal; el silogismo, por ejemplo. O empíricas, si nos
apoyamos en datos bien rubricados; observaciones de laboratorio, por
ejemplo, que van en la dirección de nuestro punto de vista. Cuando no
tenemos a mano ninguna de estas dos opciones y aun así queremos defender
una tesis, debemos investigar hasta encontrar las bases de nuestro
edificio. Y no es repetir hasta el cansancio la misma idea sin darle
sustento alguno, cambiando apenas el orden de las palabras, en una
estrategia que podría llamarse argumentación por cansancio del oponente
(en su campo, los matemáticos hablan de “demostración por reducción al
cansancio”), que no es muy honesta por lo que se ve. Sin duda en el
bachillerato muchos estudiantes se acostumbran a “echar carreta”, repetir
y repetir la misma frase con distintas palabras, estimulados por algunos
maestros que consideran como desafortunadas las respuestas concretas y
puntuales.
Ejemplo 2.
El siguiente ejemplo, muy sencillo –trivial si se quiere– muestra el uso
de la argumentación con ejemplos en la composición escrita. Se trata de
un texto corto que ilustra, con la mayor ingenuidad, cuatro de los cinco
requisitos de la argumentación basada en ejemplos. Tomado de un texto
para la enseñanza de inglés en octavo grado (de la colección Lado English),
lo traemos a cuento por su valor eminentemente ilustrativo de una
correcta argumentación con ejemplos y no por la vigencia del contenido.
En efecto, el lector encontrará de inmediato que los ejemplos utilizados
–novedosos y representativos en su tiempo, hacen hoy por hoy parte de lo
que comprensiblemente llamaríamos “clásico”.
Lectura
El siglo XX es un siglo de cambio. Hoy son muchas las ocupaciones y
profesiones nuevas, como resultado de muchos nuevos inventos. Antes,
25
teníamos las clásicas profesiones de medicina, farmacia, leyes,
enseñanza, y dentistería. Había también las clásicas ocupaciones de
carpintero, granjero, marino, herrero y minero. Ahora tenemos, por
ejemplo, que ingeniero de vías y mecánico automotriz son dos nuevas
ocupaciones que han sido desarrolladas como resultado de la invención del
automóvil. Desde la invención del televisor han aparecido los
presentadores de televisión, y los ingenieros y los técnicos de
televisión. El avión es otro invento que está cambiando nuestras vidas.
La gente que trabaja para las aerolíneas (pilotos, azafatas, ingenieros
de tráfico aéreo, etc.) representa muchas profesiones y ocupaciones
nuevas.
Hay otro importante invento que está produciendo nuevas profesiones –el
computador electrónico. La gente que trabaja en esta excitante invención
incluye los ingenieros de sistemas y los programadores. El siglo XX es
claramente un siglo de cambio. Hay siempre algo nuevo.12
Ocupémonos en primer lugar del aspecto argumentativo del texto;
posteriormente lo miraremos bajo la óptica de la composición escrita.
Estructura argumentativa
La primera oración, “El siglo veinte es un siglo de cambios”, delimita el tema; la
segunda, “Hoy son muchas las ocupaciones y profesiones nuevas como resultado de muchos
nuevos inventos”, lo precisa un poco más y orienta el sentido de la
composición. Así, con estos dos aspectos, se fija el rumbo del escrito;
se nos informa cómo habrá de sustentarse la idea de que el siglo veinte
es un siglo de cambios.
El primer paso en la construcción del argumento es un contraste entre el
antes del siglo veinte y el ahora del escrito: “Antes, teníamos las clásicas
profesiones de medicina, farmacia, leyes, enseñanza y dentistería.”
Y sigue el autor con el contraste: “Había también las clásicas ocupaciones de
carpintero, granjero, marino, herrero y minero”. Continuando con los ejemplos,
ilustra directamente la tesis de que el siglo veinte es un siglo de
12 LADO, Robert: Lado English series. Book 3. Simon and Schuster publication. New York 1970. Pag 11. Traducción libre..
26
cambio: Ahora tenemos, por ejemplo, que ingeniero de vías y mecánico automotriz son dos
nuevas ocupaciones que han sido desarrolladas como resultado de la invención del automóvil.
Desde la invención del televisor han aparecido los presentadores de televisión, y los ingenieros y los
técnicos de televisión. El avión es otro invento que está cambiando nuestras vidas. La gente que
trabaja para las aerolíneas (pilotos, azafatas, ingenieros de tráfico aéreo, etc.) representa muchas
profesiones y ocupaciones nuevas.
Hay otro importante invento que está produciendo nuevas profesiones –el computador electrónico.
La gente que trabaja en esta excitante invención incluye los ingenieros de sistemas y los
programadores.
En resumen:
1. El texto plantea la tesis en la primera frase.
2. En la segunda la amplía, la delimita y da la orientación a seguir.
3. En los otros cuatro párrafos aporta ejemplos que ilustran la tesis
ampliada.
4. En el último párrafo se cierra el escrito con las mismas palabras con
las que fue iniciado.
Estamos listos para establecer los requisitos básicos de una buena
argumentación basada en ejemplos:
Cinco requisitos para argumentar con ejemplos
Primero: Tener un punto de vista para defender o para ilustrar con los
ejemplos. En la lectura vista arriba lo tenemos: “El siglo veinte es un siglo de
cambios” es la tesis.
Segundo: Aportar varios ejemplos que la sustenten o la hagan creíble. En
este caso están: el automóvil, la TV, el avión y el computador y las
nuevas profesiones asociadas a ellos.
Tercero: Presentar ejemplos variados. En esta ocasión igualmente se
cumple el requisito. Unos se refieren a aparatos caseros, otros a medios
de transporte; unos son pequeños, otros supremamente grandes; es decir,
los ejemplos son variados.
Cuarto: Dar ejemplos ilustrativos de la tesis anunciada al comienzo y no
de otra tesis distinta. En el caso de las nuevas profesiones y
27
ocupaciones los ejemplos apoyan la tesis anunciada en el primer párrafo
de la lectura.
Con estos cuatro requisitos la exposición se tiene en pie con el apoyo de
los ejemplos. Como no se trata de un escrito polémico, de un artículo
profundo acerca de la Modernidad, no se le exige cumplir con el quinto
requisito:
Quinto: Buscar contraejemplos que limiten la tesis defendida. Requisito
necesario cuando ella es más ambiciosa o más polémica, como la que
propone Marx en la primera línea de su Manifiesto Comunista: “La historia de
las sociedades humanas es la historia de la lucha de clases.” Tesis que
veinte años después matiza y modera con un pie de página, en el que
aclara que todas las sociedades, menos una, han estado marcadas por la
lucha de clases, se refiere a la sociedad comunista primitiva en la que los hombres no
explotaban a los hombres. Esta última aseveración es un contraejemplo de la
tesis inicial y la delimita.
Hasta aquí lo relacionado con los requisitos básicos para presentar un
escrito apoyado en ejemplos. O para sostener una inducción o
generalización inductiva basada en casos.
Escribir con claridad
Ahora bien, si estamos pensando en escribir un ensayo, una reseña, un
resumen, o un artículo, el texto de Robert Lado, nos da una mano y tiene
mucho que enseñarnos todavía.
El artículo comienza con la misma frase con la que termina: “El siglo veinte es
un siglo de cambio.” Y, al final, la misma oración con un pequeño giro. “El
siglo veinte es claramente un siglo de cambio.” Como se ve, el final es un cierre, no
una conclusión. A no ser que pensemos que “claramente” es una conclusión y
no simplemente, un giro idiomático.
Esta estrategia de comenzar y terminar con la misma frase, (frase cuya
extensión será proporcional a la extensión del artículo, o del ensayo o
de la monografía) es muy saludable para el escritor y para el lector: Al
primero, le ayuda a ordenar las ideas, a jerarquizarlas y a no perder de
vista para dónde va. Y al lector le ayuda a entender al escritor. Saber
28
para dónde se dirige y si va orientado o no. Tenga en cuenta que en esas
primeras líneas se adquiere un compromiso con el lector. Y no atender al
compromiso acarrea malos entendidos. Suele suceder que muchas personas,
tanto en la vida como en la política, hacen promesas que no cumplen. Para
que esto no suceda y armonizar sea más fácil, es conveniente, en
ocasiones, redactar la introducción en último término. En fin, comenzar
un escrito y cerrarlo con la misma frase o con una parecida, da una
sensación de unidad muy saludable a los escritores noveles.
Vuelva a la lectura del texto de Robert Lado y note lo corto de las
frases. Muchas de ellas, incluida la frase principal, (“El siglo XX es
un siglo de cambios.”) ocupan apenas medio renglón. Las frases cortas
obligan al escritor a ser claro y preciso, con lo cual no enreda al
lector. Y si le va mal en una frase, en la siguiente puede enderezar el
rumbo. Las frases cortas tienen esa ventaja
Finalmente, los párrafos. Vuelva sobre los párrafos. Son modelos de
concisión y brevedad. En cada uno, una idea; y punto aparte. Para no
enredarnos, para no saturar al lector... para dejarlo respirar,
mentalmente hablando.
Argumentar con ejemplos y escribir con claridad pueden ir de la mano.
Ejercicio
Examine si el siguiente artículo cumple con las reglas de la
argumentación basada en ejemplos:
Trascribimos un artículo de prensa aparecido el Periódico The New York
Times en octubre de 2004:
¿Tiene barba? No se postule para presidente de los EE.UU.
Por: Jaime Malanowski
La elección presidencial estadounidense está cada vez más cerca y ninguno
de los dos candidatos tiene gran ventaja. Pero una cosa es clara: a menos
que tome una asombrosa decisión sobre su apariencia personal, el hombre
que ocupe la Oficina Oval en los próximos cuatro años no tendrá ni barba
ni bigote.
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Ese resultado seguro significa que EU estará a una sola elección de
distancia de cumplir un siglo entero de Presidentes sin barba ni bigote.
Desde 1913, cuando el bigotudo William Howard Taft fue reemplazado por el
bien afeitado Woodrow Wilson, no ha habido un Presidente con cabello
facial.
¿Y qué?, pregunta la gente. No tener cabello facial es la norma en EU. Es
verdad que alrededor del 10 por ciento de los hombres estadounidenses
tiene barba o bigote; en términos estadísticos, por lo tanto,
probablemente deberían haber tenido uno o dos nominados de los partidos
políticos más y quizá hasta un Presidente que luciera algo de pelo en el
rostro.
Pero hay una segunda tendencia, que hace a la primera más reveladora. En
este casi siglo de liderazgo presidencial imberbe, ¿quién ha dirigido a
los enemigos de EU? Considere algunos ejemplos:
Pancho Villa. Un hombre bigotón.
Hitler. Bigotito tonto.
El Emperador Hirohito. Bigote.
Stalin. Bigote grande.
Fidel Castro. Barba grande y tupida.
Ho Chi Minh. Barba rala estilo Fum Manchú.
Ayatollah Khomeini. Barba grande y larga.
Osama bin Laden. Barba larga.
Saddam Hussein. Bigote poblado.
Sí, casi todos contra quienes EU ha entrado en guerra han tenido cabello
facial. Entonces, durante 100 años, cuando los estadounidenses creían que
combatían el militarismo, el despotismo, el fascismo, el comunismo y el
islamismo militante, lo que realmente han combatido es el bigotismo y el
barbismo.
¿Podría esto cambiar algún día? “El Senador Jon Corzine y su barba nos
demostraron en Nueva Jersey que si gastas suficiente dinero, todo es
30
posible”, expresó Lawrence O’Donnell Jr., comentarista político, acerca
del exbanquero de inversión que gastó 60 millones de dólares de su dinero
en su campaña. “Desde la Segunda Guerra Mundial, el etilo político
estadounidense, al igual que la cultura popular, han conquistado al
mundo. No me cabe duda que si el Senador Corzine algún día logra ser
electo Presidente, en espacio de tres o cuatro cumbres del G-8 veríamos
unas barbas más en la foto del grupo con él”.
31