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Consejos y castigos en el Valerián de Hungría.
Jesús Duce García
Universidad de Zaragoza
scrito por el notario valenciano Dionís Clemente, y
financiado a medias entre éste y el impresor
Fernando Díaz Romano, responsable de la impresión,
el Valerián de Hungría salió a la luz en Valencia en 1540, con
fecha del 2 de agosto, según reza el colofón del mismo.
Recordemos que la publicación de esta obra viene autorizada
por el privilegio real anunciado en su portada, además de
exhibir el escudo imperial de Carlos V, impreso en mitad de
la plana. La dedicatoria a doña Mencía de Mendoza, marquesa
del Zenete, muestra el siguiente nivel de promoción, dado
que la marquesa pertenece a una influyente familia
aristócrata, y se trata de una mujer culta, ampliamente
formada en el Humanismo, alumna aventajada de Luis Vives.
Apuntemos asimismo que en el prólogo de la obra aparecen
algunas noticias sobre Carlos V en concreto, la famosa
Dieta de Worms de 1621, donde tuvo lugar el trascendental
encuentro con Lutero, además de proyectarse el origen
ficticio del Valerián en tierras del rey Fernando, hermano
del emperador. Por su parte, los largos poemas
encomiásticos de Andrés Martín Pineda y Miguel Jerónimo
Oliver, amigos del autor, mantienen el fomento prestigioso
del libro y desarrollan las razones de su beneficiosa
E
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lectura. Dichos poetas pertenecieron al grupo de artistas e
intelectuales que conformaron la magnífica corte literaria
y musical del duque de Calabria, a cuyo arrimo se
publicaron precisamente varios libros de caballerías y
otras obras de entretenimiento.
El Valerián de Hungría se distingue de otros libros de
caballerías por poseer un cuerpo preliminar perfectamente
estructurado en secciones independientes: el íncipit, el
prólogo, los versos laudatorios y la exhortación al lector.
Esta última sección es en realidad un texto breve en el que
Dionís Clemente, con el ropaje ficticio de atento trujamán,
se dirige directamente al lector para recomendar la lectura
de la obra presente, excusando de paso los defectos que en
ella se puedan percibir. Entran en materia, de manera
evidente, los tradicionales tópicos del exordio y la falsa
modestia, los cuales vienen a repetir el tono, la intención
y la mayor parte de las ideas que ya se habían suscrito en
el prólogo, si bien en éste, como es obligado por las
circunstancias, todos los elementos estaban subordinados a
la dedicatoria dirigida a doña Mencía de Mendoza.
Al igual que otros autores se dirigen retóricamente al
lector por medio de poemas de diferente extensión, Dionís
Clemente, usando una alternativa menos habitual, ofrece un
párrafo de veintinueve líneas donde defiende con distintos
argumentos la lectura del Valerián. En primer lugar, hace
referencia a las posibles vacilaciones que puedan surgirle
al lector por motivo de «las vidas y hazañas de los
cavalleros» y de las «hermosuras y estados de las dueñas y
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donzellas» que aparecen por doquier en la obra, amén de las
maravillas y prodigios que quizá los más críticos quieran
excluir o censurar. Clemente asegura con rotundidad que
estas incertidumbres deben ser totalmente desechadas, dado
que en la crónica del príncipe Valerián no hay cosa que se
halle «fuera de razón y del orden natural», ni existen
aspectos que no hayan sido utilizados en otras historias
antiguas o se estén utilizando en las modernas. Es un
libro, pues, que en principio no va a desarrollar elementos
novedosos más allá de los ya conocidos por cualquier lector
de caballerías, sobre todo en relación a lo asombroso o lo
sobrenatural. Aunque eso sí, la relativa novedad, ya
señalada por Clemente en el íncipit, se encuentra en los
«saludables consejos y castigos» que surgen en el discurso,
lo que, según se arguye, debería otorgar mayor credibilidad
a la historia que comienza en los folios inmediatos.
Dichos consejos y castigos, en tanto que sentencias u
orientaciones morales y políticas, no van a ser tan
abundantes como cabría esperar. A pesar del doble anuncio
efectuado a la sazón en el íncipit y en la exhortación, y
de los trescientos treinta y ocho folios y los ciento
sesenta y ocho capítulos de las dos partes que componen la
voluminosa obra de Clemente, los consejos y castigos no
ocupan excesivo protagonismo en la trabazón de las
peripecias de caballeros andantes y doncellas enamoradas.
Aunque, eso sí, casi todos ellos se plantean como elementos
complementarios en el proceso de reconocimiento y ascenso
social de los grandes personajes del relato.
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En cualquier caso, en esta primera aproximación a la
cuestión apuntada, se hace necesario establecer al menos el
recuento y la tipología de los consejos que aparecen o son
reconocibles como tales en las páginas del Valerián. En
principio, las piezas que son denominadas así en el texto,
o pueden responder en alguna medida a la calificación de
consejos y castigos, presentan una extensión y contenido
muy heterogéneos, además de tener distintas funciones y
cometidos en la historia narrada, lo que implica una
perspectiva abierta y poco definida por parte del autor.
Veamos el montante de incidencias al respecto:
I, 21: Consejo del rey Abelarín de Asiria a sus
caballeros. Se trata en principio de instrucciones
militares muy concretas, estrategias de defensa frente
a un posible ataque inminente, pero también de una
serie de orientaciones para el posterior proceso de
paz con el emperador de Trepisonda y el rey Pasmerindo
de Hungría. El episodio deriva posteriormente en un
desafío caballeresco entre ambos dirigentes.
I, 41: Consejo del príncipe Menadoro a un extraño
doncel. Ante los golpes excesivos que el joven está
propinando a su montura para que ésta cabalgue a
cierto ritmo, el príncipe le aconseja cambiar
totalmente dicha actitud y tratar al animal con
delicadeza y buenas maneras; sólo así conseguirá los
objetivos que se plantea. El doncel resulta ser el
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sabio y mago Arismenio en una de sus habituales
transformaciones con las que siempre pretende mostrar
algún tipo de lección o enseñanza.
–Si esso tú esperas, bien creo yo que no lo alcançaras en
tu vida, porque es cierto que antes te cansarás tú de
apalearlo que él de recebir los palos, según lo veo
porfiado para que passe la suya. Aunque por cierto tengo,
según es de buenas maneras e paciente, que si le diesses
tanta cevada como golpes, perdonándote su daño e injuria,
no dexaría de complazerte en correr, según quieres.
I, 44: Consejo del príncipe Finariel de Francia
al emperador griego. Extensos avisos de buen gobierno,
en concreto sobre la promoción de la igualdad y la
justicia y de cómo tratar a los súbditos del imperio,
especialmente en lo que respecta al apartado de los
castigos necesarios, donde no debe faltar el rigor y
la sobriedad, aunque también la bondad y
circunspección frente a los sinceros arrepentimientos.
Sorprende, y así se dice explícitamente en el texto,
que un joven príncipe aconseje a un maduro emperador
sobre estos temas, lo que acrecienta y desarrolla de
forma evidente la figura caballeresca y cortesana de
Finariel.
I, 48: Consejo del sabio Arismenio al rey
Pasmerindo de Hungría. Recomendaciones de buen
gobierno o de regimine principum y de cómo hacer cumplir
las leyes en un territorio determinado. Se insiste en
la conveniencia de unificar la justicia, el
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ordenamiento, la sensatez y la misericordia. En la
narración se avisa que poco después Arismenio
aconsejará en los mismos términos a Nestarcio,
príncipe de Alemania. De igual forma, el sabio
recomienda encarecidamente a Pasmerindo que envíe a su
hijo, el príncipe Valerián, a la exquisita corte de
Nestarcio en Colonia, donde podrá ser criado y educado
de la manera más apropiada para su estado y capacidad,
así como para su anunciada proyección de futuro gran
héroe.
II, 1: Se anuncian por primera vez los
«saludables consejos y remedios» del enano Dromisto a
sus señores Valerián y Flerisena, consejos que no
siempre van a ser palmarios en el texto. De hecho,
muchas de las veces se aludirán brevemente, sin
presentar articulación alguna. Se trata por lo general
de consejos relacionados con el comportamiento amoroso
de los protagonistas.
II, 4: Consejo de la doncella Empiralidea al
príncipe Valerián. Ante las recientes conversaciones
de los jóvenes amantes, Empiralidea pide al caballero
que aguarde un tiempo oportuno, invocando a la
prudencia y llamando a la reflexión en torno a sus
«encendidos fuegos» carnales. Se enuncian algunos
dictámenes al respecto.
–Porque según lo que mi padre me contó de vuestros fechos,
mi señor, es cosa conveniente prevenir vos para lo
venidero, [e] vos certifico que no passaran muchos días que
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vos converna esforçar para passar, allende de trabajos y
afanes que vos no faltarán, muy mayores cuitas y
pensamientos de los que fasta aquí tuvistes, los cuales sed
cierto que vos ha de aquexar tanto que, cuando por mi padre
me fueron declarados, antes recibo descanso. Pues no pueden
ser tan grandes que puedan igualar al menor quilate del
merecimiento de aquella esclarecida princesa, la cual, no
las sintiendo menores, no dexará de vos dar el mayor
galardón que jamás fue otorgado, con que assí mesmo se
remediará gran parte de los encendidos fuegos que
comúnmente abrasarán vuestras entrañas. Por donde vos
suplico, señor, que vos alegréis y esforçéis, pues en el
fin ninguna cosa será por vuestro esforçado coraçón
desseada que no la alcance, aunque los miedos sean no menos
largos que enojosos.
II, 5: Consejo de Dromisto a Valerián. En el
mismo sentido que el caso anterior, y entre diversas
indicaciones y refuerzos oportunos, el enano le
recomienda al héroe que sea discreto en sus peticiones
amorosas y utilice siempre la cordura, la templanza y
la sabiduría.
–Yo no puedo, mi señor, dezir más en estos fechos de
suplicar a Nuestro Señor Dios, que así como por agora se
muestra servido de lo que está entre vós y la princesa, mi
señora, fecho, assí lo traiga al puerto del contentamiento
y descanso que por entrambos se dessea. E juntamente que,
después de darle las gracias a vós possibles, pues las
devidas no sois bastante, aunque vos no diera más del ser
que todos los mortales alcançan, cuanto más haviendo vos
criado con tanta hermosura y dotado de tan alto estado, que
cuasi sois un dechado de sus maravillas, cuando fuera de la
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presencia de mi señora vos falláredes todo el tiempo que
turare. El cual, por breve que sea, se vos ha de
representar eterno, según todas las cosas desseadas nos
parece sobre cansado alcançar, vos çufráis y lo passéis con
el esfuerço y discreción de que no vos fizo Dios pequeña
parte, conformando vos con su voluntad. Pues allende d’esto
conviene que lo assí fagáis para demostración de vuestra
cordura, pues sabéis que ninguno se puede llamar sabio,
sino aquél que según el tiempo ordena y después si conviene
muda todas sus cosas para su mayor provecho y honra.
II, 6: Consejo de Dromisto a Flerisena. Tras le
petición de ayuda de la princesa, el enano le aconseja
que se apoye en la fuerza de la esperanza para superar
el sufrimiento de la separación. Por otra parte,
Dromisto le invita a escribir cartas para expresar su
amor y mantener el contacto con su amado, lo que
constituye uno de los motivos básicos de los libros de
caballerías, si bien no tendrá excesivo desarrollo en
la obra de Clemente.
Por ende, mi señora, pues del vencimiento de la batalla
más peligrosa los vencedores caudillos doblada corona e
triumpho alcançan, y de contar los mayores peligros y
fortunas, después de passadas, mayor descanso se recrece, y
los fines más desseados y que más tardan en alcançarse,
mayor gloria otorgan yo vos suplido, aunque no fuesse para
conservación de vuestra vida, en la cual la de mi señor
consiste sino para gozar del descanso y gloria que
desseáis, que usando del çufrimiento y esperança que antes
dixe, vos çufráis y passéis con aquel esfuerço que para tan
grandes fuerças se requiere, pues sabéis que el Alto Señor
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a ninguno permite tentar ni afligir más de aquello que
resistir y passar puede. Y a vós, mi señora, que tan
señalada en este mundo hizo, no se ha de creer que se haya
olvidado de vos dar la fortaleza que para passar y venir al
effecto, de lo que ya está por él ordenado, es conveniente,
señaladamente que sé yo muy cierto que para los poder
passar vos converna embiarle algunos socorros de cartas
vuestras, con que vea que no vos olvidáis de embiárselos,
con igual desseo de los recebir para que la vida de
entrambos se conserve, hasta venir al fin que, después de
tan enojosos y contrarios medios, se espera.
II, 24: Consejo del viejo emperador Octavio a
Nestarcio y Arinda. Son las últimas palabras del
emperador antes de morir, a modo de testamento. Una
vez sabidas las noticias del secuestro de Flerisena,
el anciano dirigente les dice que no desmayen en el
esfuerzo de la búsqueda, y les da también ciertos
consejos de buen gobierno, especialmente con respecto
a la preservación de la paz, «la cual es el más firme
y verdadero fundamento de todos los bienes». Del mismo
modo, les orienta en cuanto al uso de la justicia y la
correcta elección de los cargos que la representan.
II, 39: Consejo del rey Zenofor a su hija
Diliarda. Largo consejo de buen gobierno que aparece
escrito en un libro mágico que sólo Valerián de
Hungría ha conseguido abrir. Zenofor le brinda a su
hija orientaciones muy precisas y meditadas sobre la
correcta administración del país de Lidia. El consejo
se encuentra estructurado de forma evidente en
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diversas áreas; primero se desarrollan las
disposiciones respecto al mundo de la justicia, en las
que se habla de las leyes, los consejeros, los
delitos, y las penas y castigos consecuentes; acto
seguido se manifiestan los hábitos y ejercicios que
Diliarda debe poner en práctica para adquirir y
salvaguardar la condición de dirigente ecuánime; y por
último, se exponen ciertas recomendaciones sobre la
crianza y educación de los hijos, siempre en búsqueda
de la «provechosa doctrina». El consejo recibe un
tratamiento especial en el texto, hallándose separado
en un cuerpo propio. Se trata, sin duda, del consejo
más extenso e importante de toda la obra, y es también
el que presenta una estructura y justificación más
trabada y coherente. Desde otro punto de vista, podría
tratarse de un conjunto de recomendaciones que
Clemente quisiera exponer a su mecenas, la distinguida
marquesa del Zenete, que unos meses después de
publicarse el Valerián, se convertirá en la mujer del
duque de Calabria, virrey de Valencia.
II, 39: Consejo del sabio Zenofor a Valerián. Se
trata en concreto de un aviso y así se denomina en el
discurso. Esta especie de advertencia aparece también
reflejada en el libro prodigioso que Valerián ha
conseguido abrir. Por otra parte, recibe el mismo
tratamiento textual que el anterior consejo,
exponiéndose en un cuerpo segregado del capítulo. El
aviso se centra en las indicaciones que Zenofor da a
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Valerián para que encuentre el castillo donde está
apresada Flerisena, además de recomendarle el esfuerzo
y la paciencia como impulso y gobernalle de la
demanda.
II, 77: Consejo de Arismenio a Nestarcio y la
corte de Colonia. El sabio aconseja que se encierre a
la malvada Boralda en una torre, a la espera de que
los consejeros de la corte acuerden la pena
correspondiente a la grave traición que ha cometido.
Se trata de un claro apunte jurídico.
Y estando en aquello vinieron a dezir a Arismenio cómo ya
era ende llegada Boralda, por saber lo que se havía de
hazer d’ella. Cuando el emperador lo oyó, no se dexó de
conocer en su gesto la turbación de sus sentidos, según lo
havía aquella falsa dueña lastimado, después de la haver
librado de muerte y encomendado su única hija. Por donde
rogó a Arismenio que le aconsejasse lo que hazer devía
acerca de aquella dueña, porque la ira y saña que contra
ella tenía no le forçassen a hazer cosa que se le tachar
pudiesse. El cual le dixo que su parecer era que por
entonces se pusiesse en una torre a buen recaudo, y que
después con acuerdo de sus consejeros podría determinarse,
pues no era razón que en sazón de tan grande alegría
huviesse causas de interromperla.
II, 88: Consejo de Arismenio a Nestarcio y la
corte de Colonia. Nuevas indicaciones sobre la figura
de Boralda y los hechos acaecidos por su causa. Tras
la intervención mediadora de la princesa Flerisena, el
sabio se inclina por llevar a cabo un juicio donde la
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maga pueda exponer sus ideas y defenderse ante las
acusaciones. El tratamiento jurídico expuesto se halla
ligado visiblemente al derecho procesal.
Y de más le rogó, pues ya era razón que se entendiesse en el
fecho de Boralda, porque a tan grande traición no se diffiriesse
su devido castigo, que le aconsejasse lo que le parecía ser justo
que se fiziesse, porque su intención era de librarla o castigar,
según se hallaría por derecho. Al cual Arismenio, sabiendo en qué
havía de parar tan determinado castigo, dixo que en semejantes
casos más se devía regir por lo que los de su consejo le
aconsejarían que fiziesse, conforme a las leyes de su imperio,
que por otro cualquier alvedrío ni imaginado juizio,
señaladamente siendo su voluntad y la razón de se haver con ella
conforme a derecho. Por donde los devía mandar llamar y en su
presencia y d’ellos venir aquella dueña, porque, vista su
accusación y su buena defensa o contraria, se determinasse lo que
se hallaría ser justo proveerse.
La disparidad de los consejos, como se ve, es bastante
anchurosa. Hay consejos relacionados con el proceso amoroso
de los protagonistas y orientaciones que tienen que ver con
cuestiones de orden social, político e incluso legislativo,
a destacar los interesantes acercamientos al derecho penal
y procesal. Así las cosas, ciertos consejos son en verdad
recomendaciones personalizadas sobre las cualidades que
atesoran un caballero o una dama, en aras, casi siempre, de
futuros enlaces matrimoniales; y otros despliegan algunas
anotaciones y curiosidades, como las que se vierten sobre
el adecuado trato a los palafrenes o sobre las diferentes
técnicas y estrategias de guerra. También podemos encontrar
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sentencias y castigos de diversa índole,1 emitidos
habitualmente por figuras que simbolizan el conocimiento o
la formación en ciertas materias, esto es, sabios, magos,
consejeros de la corte y auxiliares específicos de los
protagonistas. Asimismo, se evidencian largos parlamentos
de buen gobierno o de regimine principum, afines a la fecunda
tradición de los doctrinales y espejos de gobernantes,2 que
Clemente y los demás autores caballerescos demuestran
conocer bastante bien.
De todos los casos expuestos, los consejos de regimine
principum son los más influyentes en el entramado narrativo
del Valerián, en tanto que elementos que aquilatan la
trayectoria de aquellos príncipes y princesas susceptibles
de tomar las máximas responsabilidades sociales y
políticas. Futuros emperadores y monarcas reciben
orientaciones cabales sobre la dirección política de
ciertos países, dictámenes frecuentemente centrados en los
intersticios del sistema judicial, en el régimen de leyes,
penas, castigos y beneplácitos, así como en las fórmulas
para tratar a los súbditos y en la cercanía y sensibilidad
que en todo momento debe mostrar el soberano con la
servidumbre y con el pueblo.
1 Véase Marta Haro Cortés, Literatura de castigos en la Edad Media: libros ycolecciones de sentencias, Madrid, Ediciones del Laberinto, 2003.
2 De la formación y regimiento de caballeros, nobles y príncipesnos hablan numerosos textos hispánicos de la Edad Media, habitualmentedenominados espejos de príncipes, cuyo modelo más importante es el Deregimine principum de Egidio Romano. Véase al respecto el trabajo deAdelina Rucquoi y Hugo O. Bizarri, «Los espejos de príncipes enCastilla: entre Oriente y Occidente», Cuadernos de Historia de España, 79.1(2005), pp. 7-30.
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Con todo, el Valerián toma lo que le conviene de cada
tradición pero no representa cualitativamente a ninguna de
ellas. La obra de Clemente es, por encima de cualquier
consideración, un libro de caballerías al uso, nacido al
calor de la cultura renacentista, aunque con evidentes
huellas del pasado medieval; vinculado con claridad al
modelo amadisiano de Rodríguez de Montalvo y en perfecta
sintonía con las obras y series caballerescas que
triunfaron en la península ibérica en la primera mitad del
siglo XVI.
Eso sí: hay que resaltar la presencia de dos
personajes carismáticos que se conducen en numerosas
ocasiones como consejeros, asesores e incluso garantes de
disposiciones varias, si bien su diferencia atributiva, su
desigual peso actuante y narrativo en el relato, llega a
ser muy notable. Nos referimos al enano Dromisto, escudero
ocasional, y al sabio Arismenio, cronista de la historia en
la que ambos se circunscriben. Los dos personajes se apoyan
en modelos literarios de gran arraigo que provienen
fundamentalmente de la materia artúrica, haz y envés de las
fuentes del género caballeresco en el que el Valerián se
inserta.
1. El enano
La figura tradicional del enano bufonesco, de aspecto
ridículo y feo, casi siempre amparado por oscuras
intenciones y relacionado con el ámbito de la magia y la
maravilla, aunque también centro de las risas en las salas
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de la corte, adquiere en el Valerián el papel de consejero
amoroso y confidente de los máximos protagonistas. Desde su
aparición en el capítulo sesenta y tres de la primera
parte, el enano Dromisto, personaje de extracción social
baja, sorprende por su sensatez y buen juicio, por sus
rectas palabras y su exquisita formación. Recordemos el
momento de su puesta en escena: el enano se halla pescando
apaciblemente en la orilla de un río cuando asoman,
inquietos, los caballeros Aspalión y Laurén, que andan
buscando una manera de cruzar al otro lado. Sin ningún tipo
de reparo, los caballeros se burlan de las características
físicas del enano, ante lo que el aludido, sin perder la
compostura, les viene a responder lo siguiente:
Por más que digáis, cavalleros, no creáis que tengo de me
enojar ni menos de correr, pues lo que a mí quitó Dios de
piernas y cuerpo, no lo dexó a vosotros de discreción y de
seso.
Tras las excusas obligadas por parte de los paladines,
que se sienten avergonzados por su mal comportamiento,
Dromisto actúa de guía casi mágico y les enseña el vado
secreto entre las aguas, lo que viene a representar un
viejo motivo folklórico, con tintes cristianos y evidentes
raíces bíblicas. A partir de estos hechos, la importancia
actuante de Dromisto va creciendo por momentos; tal es así
que, mientras las doncellas continúan riéndose de su
aspecto y asombrándose por sus ejemplares y oportunas
respuestas, el enano se transforma en el escudero fiel de
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Valerián y su compañero inseparable durante muchas
aventuras, y lo que es más importante, en el consejero
amoroso que reconforta al héroe con el recuerdo y la
esperanza de los amores de Flerisena.
En parecidos términos se va a comportar con la dama, a
quien también anima y predispone sentimentalmente respecto
al príncipe de Hungría, recomendándole que escriba cartas
donde pueda expresar con mayor libertad su pasión y el
sufrimiento que le origina la lejanía de su amado. No
obstante, la alusión repetida en el texto de los consejos y
remedios de Dromisto se convierte pronto en una frase
recurrente que no responde a un desarrollo verificable,
dado que muchos de esos consejos no llegan a explicarse en
medida alguna y deben sobreentenderse en el curso de la
acción. En cualquier caso, frente a otros enanos del
género, la figura de Dromisto se distingue por sus
cualidades retóricas y su capacidad argumentativa, de las
que hace gala desde el primer momento que aparece en el
relato. Ni el enano Ardián del Amadís de Gaula, abocado a la
comicidad, aunque también «mensajero o anunciador de las
fuerzas indómitas o relacionadas con la muerte», en
palabras de Cacho Blecua,3 ni Busendo del Amadís de Grecia,
3 José Manuel Cacho Blecua, Amadís: heroísmo mítico cortesano, Madrid,Cupsa / Universidad de Zaragoza, 1979, p. 119. Sobre los enanoscaballerescos hay que ver el estudio de José Manuel Lucía Megías yEmilio José Sales Dasí, «La otra realidad social en los libros decaballerías castellanos. I. Los enanos», Revista di Filologia e LetteratureIspaniche, V (2002), pp. 9-23; y también Emilio José Sales Dasí, Laaventura caballeresca, Alcalá de Henares, Centro de Estudios Cervantinos,2004, en concreto el cap. III, 7.3. «El enano», pp. 92-97. Igualmenteresulta de interés el trabajo de Eduardo Urbina, «El enano artúrico enla génesis literaria de Sancho Panza», en Actas del VII Congreso de la AsociaciónInternacional de Hispanistas (Venecia, 25-30 de agosto de 1980), Roma,
16
que en principio es objeto de risa pero después se
convierte en intermediario amoroso entre el héroe y Niquea,
ni otros enanos del género de caballerías, alcanzan las
coordenadas narrativas de Dromisto, el cual, sin llegar a
ocupar un espacio de alto o singular protagonismo, cumple
un necesario papel como amigo y asesor de Valerián y
Flerisena.
2. El sabio
La otra figura, el sabio Arismenio, es un personaje de
gran relevancia en el desarrollo de la historia, empezando
por la responsabilidad que se le confiere de la propia
materia narrada. En efecto, desde el propio arranque del
libro se dice que Arismenio es el autor del Valerián, obra
que escribió en latín y que Clemente ha hecho traducir para
que sea leída en las dependencias de doña Mencía. También
en el íncipit se ha indicado que Arismenio es el autor de
los consejos y castigos que aparecen en la segunda parte,
lo cual, como vemos en el resumen de incidencias, no es del
todo exacto. Claro que, según creemos, Clemente puede estar
aludiendo únicamente a cierta clase de consejos, en
concreto a los de buen gobierno y organización de eventos,
varios de los cuales, eso sí, los formula el mago y
protector de los héroes del Valerián. Sin embargo, tampoco
es el promotor de todos ellos, entre los que destaca el
Bulzoni Editore, 1982, vol. II, pp. 1023-130; y el de Ana Carmen BuenoSerrano, «Motivos literarios de la representación de la violencia enlos libros de caballerías castellanos (1508-1514): enanos, doncellas ydueñas anónimas», en Actes del X Congrés Internacional de l'Associació Hispànica deLiteratura Medieval, ed. Rafael Alemany, Alacant, InstitutInteruniversitari de Filologia Valenciana, 2005, vol. I, pp. 443-452.
17
extenso y substancial consejo que aparece revelado en la
aventura del libro mágico, consejo escrito por el sabio rey
Zenofor, con el fin de orientar a su hija, la joven
Diliarda, en el regimiento político y social del reino de
Lidia.
La raíces de la figura de Arismenio se hallan en el
mítico Merlín, personaje que bebe en remotas fuentes
célticas y que conforma la imagen del gran consejero y
amigo del rey Arturo y los héroes de la Tabla Redonda; mago
de grandes ingenios y luengos poderes, cuya evolución en la
materia bretona abarca desde apariciones ocasionales hasta
obras enteras dedicadas a su vida y figura.4 La herencia de
Merlín, a la que su suma el legado de Morgana, la Dama del
Lago y otros personajes similares del ciclo artúrico, se
traduce en una vasta comparencia de magas y sabios que
abarrotan los libros de caballerías, originando
encantamientos de toda índole y asesorando o protegiendo a
los caballeros y damas protagonistas, según se tercie. La
incorporación de esta figura articula diversas modalidades
en las aventuras caballerescas, aunque en general prevalece
la enseña de un mago cada vez más cercano y familiar,
reorientado en el marco de la religión cristiana y formado
en artes de magia blanca y positiva, además de mostrar un
4 Resulta imprescindible el clásico estudio de Paul Zumthor,Merlin le Prophète. Un thème de la littérature polémique de l’historiographie et des romans,Genève, Éditions Slaktine, 2000 [1943]. También deben verse lostrabajos de Jean Markale, Merlín l’Enchanteur ou l’éternelle quête magique, Paris,Albin Michel, 1992 [1981]; Richard Trachsler, Merlin l’enchanteur. Étude sur leMerlin de Robert de Boron, Malesherbes, SEDES, 2000; y especialmenteSantiago Gutiérrez, Merlín y su historia, Madrid, Alianza, 1999.
18
gran conocimiento en lenguas antiguas y modernas y en otros
conocimientos de carácter potencialmente humanístico.
Arismenio revalida los nuevos ingredientes que
presenta el género hispánico y continúa la estela, entre
otros, de la carismática Urganda la Desconocida, maga
consejera de Amadís y Esplandián, creadora de la fantástica
embarcación de la Gran Serpiente y autora de múltiples
profecías y transformaciones. Pero, además, Arismenio asume
el importante rol de cronista de la historia, responsable,
pues, en primera instancia de la materia que se está
narrando, como también lo hacen numerosos sabios y magas en
buena parte de las series y obras caballerescas: el médico
Helisabad en las Sergas de Esplandián de Rodríguez de Montalvo;
el sabio Alquife en el Lisuarte de Grecia y el Amadís de Grecia de
Feliciano de Silva; la pagana Zirfea en las dos primeras
partes del Florisel de Niquea, también de Silva; el moro Xartón
en el anónimo Lepolemo o Caballero de la Cruz; la maga Califa en
el igualmente anónimo Félix Magno; el sabio Doroteo en el
Cristalián de España de Beatriz Bernal; el quijotesco Fristón
en el Belianís de Grecia de Jerónimo Fernández; los sabios
Artemidoro y Lirgandeo en el Espejo de príncipes y caballeros de
Diego Ortúñez de Calahorra; y la fabulosa Ipermea en el
Olivante de Laura de Antonio de Torquemada.5
El sabio Arismenio se une a todos ellos y reproduce
las funciones de cronista o historiador de la fábula, lo
que lleva a cabo mediante la observación directa y la
5 Sobre la figura del mago en los libros de caballerías, véaseEmilio José Sales Dasí, ob. cit., el cap. III, 7.2, «El mago», pp. 78-91.
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participación en los acontecimientos que están relatándose,
si bien la voz narradora utiliza la tercera persona como
técnica de alejamiento, modelo en el que ya se habían
apoyado los providenciales Dares y Dictis con sus famosas
versiones de las crónicas troyanas.6 En el suma y sigue de
su particular etopeya, el cronista del Valerián materializa
las facetas de mago y donante benéfico, produciendo
encantamientos, transformaciones y profecías que le
convierten en el representante de la magia conciliadora,
frente a la magia negra y demoníaca protagonizada por la
hechicera Boralda, que utiliza añagazas perversas y engaños
indebidos. Pero la evolución más notable de Arismenio es la
que supone su desenvolvimiento como primer consejero y
asesor de príncipes y reyes, especie de camarlengo real con
capacidad decisoria y organizativa. En el capítulo cuarenta
y ocho de la primera parte, Arismenio habla con Pasmerindo,
rey de Hungría, y le hace diversas observaciones sobre el
buen gobierno de los reinos y sobre cómo deben
interpretarse las leyes y ordenaciones de los mismos,
6 Respecto al recurso literario aludido, en el que los sabios ymagos suelen alcanzar gran protagonismo, véase el trabajo de Mª CarmenMarín Pina, «El tópico de la falsa traducción en los libros decaballerías españoles», en Actas del III Congreso de la Asociación Hispánica deLiteratura Medieval (Salamanca, 3-6 de octubre de 1989), ed. María IsabelToro Pascua, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1994, vol. I, pp.541-548. No están de más los trabajos de Daniel Eisenberg, «ThePseudo-Historicity of the Romances of Chivalry», en su obra Romances ofChivalry in the Spanish Golden Age, Newark, Delaware, Juan de la Cuesta, 1982,pp. 119-130; Victoria Cirlot, «La ficción del original en los librosde caballerías», en Actas do IV Congresso da Associaçâo Hispânica de LiteraturaMedieval (Lisboa, 1-5 outubro 1991), coords. Aires A. Nascimiento yCristina Almeida Ribeiro, Lisboa, Cosmos, 1993, vol. IV, pp. 367-373;Carlos García Gual, «Un truco de la ficción histórica: el manuscritoreencontrado», 1616, 1 (1996), pp. 47-60; y Emilio José Sales Dasí, ob.cit., el cap. V, «La ficción de la escritura», pp. 147-155.
20
siempre tomando a Dios como referencia suprema, en total
acomodo con el ordo iuris medieval. Le aconseja, en fin,
hacer cumplir la justicia, «acompañándola de mucha
misericordia». A partir de ese momento, Arismenio va
creciendo en las atribuciones de consejero y coordinador de
actividades, sin dejar de cumplir por ello su misión
preservadora con Valerián, ni sus orientaciones con la
princesa Flerisena, lo que además hace con ayuda de
Empiralidea, su hija. Tras la gran aventura en el castillo
encantado de Boralda, el buen sabio organiza el regreso de
los héroes, conduce al grupo en su viaje por tierras
orientales y prepara posteriormente las bodas y fiestas en
la admirable corte de Colonia.
Su presencia activa junto a Nestarcio, príncipe y
después emperador de Alemania, es sin duda la mejor
evidencia de su condición de primer ministro y consejero.
Recordemos que Nestarcio representa la mayor promoción
política en toda la obra, además de acaparar múltiples
aventuras caballerescas y de responsabilizase de la
educación y crianza del héroe protagonista. En torno a
Nestarcio y su familia, la ciudad de Colonia se transforma
en el ámbito cortesano por antonomasia, donde acuden
caballeros y damas para participar en celebraciones de
diversa índole, y donde precisamente Arismenio tiene
ocasión de combinar sus variadas tareas y obligaciones.
Entre otros asuntos, y ante la petición expresa del
emperador, el sabio cronista organiza el proceso penal de
Boralda, llegando a considerar la realización de un juicio
21
en el que pueda oírse la defensa de la maga traidora, todo
lo cual representa un oportuno y relevante apunte jurídico,
nada corriente en los libros de caballerías. De esa forma,
los episodios de la reclusión de Boralda, así como los
dedicados a las múltiples ceremonias acaecidas en Colonia,
terminan de concretar el perfil de Arismenio como factótum
de la consejería de príncipes, y ello a pesar de dos
excelentes lecciones de gobernación emitidas por otros
personajes: el asesoramiento del joven Finariel al
emperador griego, en el capítulo cuarenta y cuatro de la
Parte Primera, y, especialmente, el sesudo y acabado consejo
que deja escrito el rey Zenofor para su hija Diliarda, como
puede verse en los episodios treinta y ocho y treinta y
nueve de la Parte Segunda, destinados a la fundamental y
emblemática aventura del libro encantado, de la que sale
exitoso Valerián, el mejor caballero del mundo.
Apéndice
CONSEJOS de regimine principum
22
De Finariel al emperador griego:
–Aunque yo, mi señor, con estos hombres y por parte
del emperador Octavio, sea venido para el effecto que se
vos ha dicho, y traxesse propósito de entender en ello como
cualquier de los dos embaxadores que principalmente el
cargo traen, y de me no dar a conocer fasta que, o por vía
de cocordia o de lo contrario, fuesse despachado, agora que
por ser ya conocido no puedo ni devo hazer lo que traía
propuesto, pues no sería razón, siendo la emperatriz, mi
hermana, y la princesa, mi sobrina, hablar yo por parte de
aquel honrado emperador. Tengo, aunque no quiera de mirar,
por lo que a esta otra cumple, como aquel a quien de todo
vuestro bien y honra ha de caber igual parte y de lo
contrario. Por donde, viniendo a lo que dezir entiendo, yo
no sé, poderoso señor, ni alcanço que en este caso del cual
se tracta, vós ayáis de consultar ninguno de vuestros
deudos y altos hombres, porque si ante ellos se propone que
el imperio griego de grandes tiempos aca no ha salido de
vuestro linage, y que haziéndose este casamiento se ha de
enagenar, cierto es que vós mesmo buscáis ocasión. Por
donde alguno de los que de vuestro linage son, se ponga en
el pensamiento que como a vuestro deudo le pertenece el
imperio, y que por razón él ha de ser emperador, para
cumplir lo cual no dexará de buscar todos los medios con
que su mala intención e peor pensamiento pueda traer a
effecto.
23
»E lo que más se ha de considerar es que si algún
aparejo para ello viere, no atenderá el fin de vuestros
días, antes al primero que trabajará de matar seréis vós,
señor, haziendo cuenta que, siendo vós muerto e faltando
legítimo sucessor en el imperio, y otrosí quien lo
defienda, antes que se determine quién será emperador, se
podrá apoderar del imperio o de la mayor parte, lo que
después sería tan diffícil de cobrar como por la vía que
digo fácil de perder. Por donde, señor, en este cabo de
consultar vuestros deudos y los otros que dexistes, a mí
parece que se debe poner silencio, pues ningún provecho
puede d’ello suceder, señaladamente que como mejor que yo
sabéis, los hombres a quien Dios tales estados como a vós,
señor, encomendó, no han de subordinar sus voluntades en
semejantes casos a sus vasallos ni deudos, siquiera porque
no tomen aquella posseión que después por no perderla
suelen aventurar las vidas e destruir las haziendas. Porque
el amor que los prínicipes han de mostrar a sus súbditos,
no ha de estenderse para más de honrarlos y no quitarles lo
suyo, galardonarles sus servicios, serles liberales en las
mercedes que les pidieren, pues sean justas, mantenerlos en
igualdad e justicia, defenderlos de quien los quisiere
dañar, pues con ellos conservan sus estados, tratarlos con
humildad, y en los casos que pudieren serles tan
misericordiosos cuanto en los que no devieren justicieros
rigurosos, porque con lo primero se gana el amor, y con lo
segundo el temor, los cuales no concurriendo en uno, agora
por la parte más flaca o por la más fuerte, no pueden mucho
24
tiempo sostenerse. Pero si allende d’esto les consienten
estender las manos para que alcancen y entiendan en las
cosas de voluntad, como ésta que no requiere sino la
vuestra, la cual han de seguir, aunque no quieran. Si otra
vez o muchas quisiéssedes usar de la libertad y señorío que
Dios vos dio sin consultarlos, luego vos irían a la mano
diziendo que semejantes cosas no las devéis ni podéis
despachar ni determinar sin consejo e intervención d’ellos,
trayendo vos en consecuencia y exemplo las que de la mesma
cualidad, concurriendo el voto y assistencia d’ellos,
determinastes.
»Y lo que siento peor es que cuando esto se osa dezir,
ya está más aparejada la resistencia que el castigo, el
cual en tales casos no se debe dexar de hazer sin mucha
rigurosidad, todo lo cual pudiendo se debe escusar, porque,
en fin, aunque los castigos sean provechosos en los casos
que hazer se deven para conservación de los estados, todos
redundan en daño de los príncipes que fazer los mandan. No
digo yo, señor, que sin haver consejo vos determinéis,
porque las cosas que sin acuerdo y repentinamente se hazen,
por igual traen las más vezes el arrepentimiento. Pero digo
que el consejo sea regulado y tomado de aquellas personas
de quien necessariamente y de las otras que sabéis que con
sanas intenciones vos han de aconsejar, y de cada uno por
su parte y sin interposición de largo tiempo, porque en los
votos no se concierten, y después que vos determinéis en
aquello que principalmente viéredes ser conforme al
25
servicio de Dios y después a vuestra honra y conservación
de vuestro estado.
»Y pues con cuanto he dicho aun no he declarado mi
parecer, puesto que sea atrevimiento dezirlo no me lo
pidiendo, por no bolver más a esta plática, digo, señor,
que por lo que yo he visto e conocido de la persona y
estado del emperador Octavio, y por lo que he oído de la
bondad e valor del príncipe, su hijo, y por lo que después
que lo he conocido alcanço, que puesto que no precediera
tan gran servicio como vos hizo en la liberación de mi
sobrina, por el cual sólo le sois deudor de tanto que con
todo vuestro imperio no se lo podéis satisfazer, merece no
solamente a la princesa por muger, aunque mucho valga y
tenga. Pero aunque sobre lo que tiene y espera se le
añadiesse cuanto el Sol circuye y ve, suplico vos, señor,
me perdonéis por el trabajo que para escuchar mi simple
razón y parecer, vos he dado. Y otrosí por el atrevimiento
que para ello he tenido, pues el desseo de serviros, junto
con lo que dixe que de vuestro bien y honra, o de lo
contrario me ha de caber, han dado para ello causa. (I, 44,
ff. 77r-78r)
De Arismenio a Pasmerindo:
Dicho aquello, passando los otros adelante para tener
compañía a la princesa, Arismenio comencó de hablar al rey
Pasmerindo, que con él quedava, en esta manera:
26
–El don que yo a vós pedí, y desseo que cumpláis, mi
señor, es que, pues el Alto Señor sobre todos los otros
príncipes de vuestro tiempo vos ha dotado d’estado y de
otras gracias que en vos florecen, señaladamente haviendo
vos elegido por padre del más hermoso fijo y esforçado
cavallero que en nuestros tiempos y en muchos antes se a
visto, no desconozcáis su soberano poder sino que en todos
vuestros fechos vos conforméis con su voluntad, siguiendo
siempre aquello que sea su servicio, desechando lo
voluntario. Pues ninguna cosa ay de que más se sienta
desservido que del desconocimiento e ingratitud, porque
quiere principalmente que lo reconozcan por señor, y que no
crean que por sí mismos, por grandes o mayores príncipes
que sean, tienen cosa buena. Porque es cierto que aquellos
que se goviernan por sus propias voluntades y no las
sojuzgan a la razón, desconocen a quien les otorgó el poder
para regir y governar, señaladamente si con la libertad que
de señorear y mandar tienen, interpretan las leyes e
ordinaciones a su sabor, y no según la intención del
instituidor d’ellas. Porque, por grandes príncipes y
señores que sean, ley tienen y ley han de guardar, y
siempre que la rompieren, contravienen a la voluntad de
quien la impuso, de la cual contravención se siguen los
açotes, los cuales muchas vezes padecen los reinos más por
culpa de sus señores que de aquellos a quien alcançan,
mayormente, cuando la tal voluntad emplean en
rigurosidades. Porque en tal caso sin ninguna comparación
es mala y dañada, porque no ay razón para hazer creer que
27
el cruel y riguroso pueda ante Dios fallar misericordia, a
lo menos en el otro siglo, en el cual es cierto que no se
pueden hazer cosas con que se satisfaga la menor de las
culpas cometidas, dexada aparte la satisfación que por la
penitencia se alcança.
»Y sobre todo, señor, que no vos ensobervezcáis por
grandes felicidades que vos avengan, pues sabéis que ésta
es la madre, la cual concibe y después pare aquellos fijos
que, dando en la juventud infinitos desatientos a sus
padres, los rematan en la vegez, que es la muerte, con
eternas penas, sino conformando vuestra voluntad y obras
con la intención del dador, que de la ley dixe, vos rijáis
por la justicia, acompañándola de mucha misericordia,
siempre que hazerlo pudiéredes, no siguiendo las pisadas de
muchos príncipes que, teniendo en sus casas por consejeros
y muy favorecidos hombres, que desirviendo a Dios y siendo
de sus almas homicidas, y de todos sus pueblos, son
rigurosos executores contra los baxos. Porque siendo mal
regidos y peor tratados, se quexan de los que tiránicamente
los goviernan, con que muestran anteponer sus honras y
poder a los del Alto Señor, los cuales sin ninguna
comparación devrían más zelar y hazer guardar e temer.
Otrosí que vos guardéis de aquellos que conociéredes, que
por aprovechar sus casas y enriquecer sus hijos y deudos
porpornan la fidelidad que vos devieren y trabajarán de
poner vuestra honra en condición, y vuestra alma, que es
más de temer, en perpetua pobreza y miseria. Y que honréis
e hagáis mercedes a los que vos irán a la mano con sanas
28
intenciones ni saludables consejos, no curando de sus
propios interesses, porque, puesto que el coraçón e
intención de los hombres no se puedan en un instante
conocer, por las palabras que d’ellos proceden, según a la
parte que las endereçan, aunque más lo dissimulen, muy
fáciles son de comprehender.
»Todo esto vos he querido dezir, poderoso rey e mi
señor, no porque en vos dexe de conocer de presente vuestra
voluntad como se deve regulada, sino porque el desseo que
de serviros tengo, y voluntad de vos prevenir para lo
venidero, me han dado para ello causa. E otrosí porque
podría ser que, no teniendo cura de vos conservar en ella,
cayésedes de tan alto que la subida al mesmo lugar fuesse
muy diffícil. Y por dexar vuestro coraçón, en lo que a mí
se otorga, satisfecho y alegre, vos certifico que allende
que vuestro fijo será tan hermoso y esforçado como dixe, su
ventura y maneras serán tan buenas que no menos será
estremado en esto segundo. Por donde verná a señorear tan
grandes estados que el vuestro, puesto que sea grande, ante
los suyos es pequeña cosa. Y porque a los fijos, cuando en
casa de sus padres se crían, siempre los regalos les
impiden que alcançar no puedan las cosas que cumplen para
su dotrina y criança, tan cumplidamente como conviene, será
bien que el príncipe, vuestro hijo, cuando huviere cumplido
siete años, en la cual edad mayores serán sus fuerças y
saber de lo que extimar se puede, lo embíeis a la casa
d’este, vuestro buen amigo, el príncipe Nestarcio. En la
cual, señor, podéis ser cierto que todas las cosas de
29
criança y virtuosos exercicios florecen, y adonde el
príncipe Valerián, no con menos cura de la que vós, señor,
si ende fuéssedes presente terníades, sera criado y
enseñado, allende que de su criança y conocimiento nacerán
los principios del bien que le está guardado. Y porque
tengo de hablar a estos dos príncipes, pido vos, señor, por
merced, me perdonéis mi atrevimiento, pues sabéis la causa
que para ello he tenido. (I, 48, ff. 86v-88r)
De Octavio a Nestarcio y Arinda:
Y porque no sería bien que, por nos acordar tanto de
nuestros fechos, nos olvidemos los de vuestros vasallos que
como los propios somos tenidos de mirar. Por donde no
usaríamos de la perfeta virtud de charidad, sin la cual
todas las otras pueden obrar pequeños o ningunos effectos.
Otrosí vos mandamos que a los vasallos que diximos, los
cuales mejor dixéramos vuestros, tratéis con aquella
misericordia que agora nosotros desseamos alcançar. Porque
en semejante y cualquier otra jornada no temáis que vos sea
negada, pues es cierto que por una regla y medida han de
ser la satisfación y el castigo. Y que juntamente uséis de
la virtud de la justicia, atendiendo siempre las divinas
más que las humanas, pues las primeras son tan verdaderas
cuanto las otras pueden ser erróneas, por la differencia de
los instituidores d’ellas. Trabajando no menos de los
conservar en paz, la cual es el más firme y verdadero
30
fundamento de todos los bienes, assí para este como para el
otro siglo. Y que vos contentéis con lo vuestro y aun
dexando algo d’ello, sin usurpar lo ageno, porque si una
vez començásedes de gustar la dulçor que el allegar
thesoros trahe consigo, para aquellos que no sienten o no
quieren sentir la ponçoña que dentro tienen enxerida, por
ventura, aunque después quisiéssedes dexar vos d’ellos, no
se vos otorgaría, assí por la pena y descontentamiento que
se vos recrecería, como porque havría de preceder la gracia
del Señor, sin la cual ninguna conversión de mal a bien
puede hazerse, allende que se vos impornía nombre de
codiciosos, que es el peor que los príncipes tener pueden.
»Y si después por quererlo perder usássedes de grandes
liberalidades, no dirían sino que distribuís en público lo
que robastes en secreto por ganar nombre de liberales. El
cual con razón vos trocarían con el de pródigos y
vanagloriosos, porque esta virtud de liberalidad tiene dos
imperfeciones tan annexas consigo, a saber es de
prodigalidad y vanagloria, que pocas o ningunas vezes en
los semejantes se halla sin una d’ellas y aun con las dos
juntas. Y sobre todo que miréis que los cargos de justicia
no los tengan hombres que, allende de ser sabios, dexen de
ser virtuosos y ricos, porque la ignorancia y el vicio o la
necessidad no los tuerce que desvíen del derecho camino.
Pues, faltando en ellos cualquier d’estas tres cosas, con
gran peligro podrán bien juzgar.
»Y porque ya nos parece tiempo, según sentimos que nos
queda poco, para atender en nos adereçar para lo ál que en
31
este último camino conviene, amados fijos, quedad con Dios.
Al cual plega dar vos su santa bendición, assí como vuestra
madre y yo vos damos la nuestra, supplicándole vos otorgue
que el tiempo que biviéredes sea con mucha paz y concordia,
feneciendo en su santo servicio. (II, 24, ff. 177r-177v)
Del sabio Zenofor a Diliarda:
¡Consejo
En el tiempo que tú, mi hija Diliarda, pascieres las yervas de la greciana selva, a
todo el estremo de tus cuitas y penas serás llegada, hasta que caminando por
sus veredas y sotos llegues a la cueva en que su principal guarda y pastor
acogerse acostumbra con sus domésticos ganados, entre los cuales fallarás un
blanco y estraño herminio, en quien las manzillas que se demostraren negras
señalarán los claros señales de su tristeza, de la cual en aquella sazón havrá
tomado el nombre. En cuyas blancas uñas venido el libro, que por me no doler
menos de su pena de tu daño, para el remedio d’entrambos he querido dexar,
por la virtud de la lealtad que sobre todas las otras animalias del Universo en él
florecerá, será sin fuerça ni sabiduría abierto. Con que, pareciéndose en ti
carecer de juizio en aquella sazón y punto, arremeterás para te abraçar con sus
pieles, besando su rostro y manos, sin que pueda ni se lo otorgue contradezir
tu alegre furia. Pero después que la razón sobrare tu movimiento y huviere
oído tus justos clamores, ten por cierto que vencido de su virtud propia y de la
piedad de tus penas, te leera lo que hasta aquí oíste y lo demás que agora
oirás.
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¡Otro día después de abierto el libro, trabajarás que sean cavalleros
Soranter y Sedanel, tus cormanos, por mano del que havrá sido dichoso de lo
abrir. Con los cuales, bolviendo lo más presto que se te otorgare a tu reino e
ciudad de Lidia. A la puerta por donde vernás a entrar, hallarás un viejo con las
barvas muy largas. El cual no dudará de levarte a una pobre casa, adonde sin
recelo con tus cormanos podrás alvergar, contándole después de llegada tus
fechos, porque con mayor brevedad puedan por consejo de aquel buen hombre
venir a su devido fin. Pero cata que prevengas a tus cormanos que la noche que
irán a las casas de tu mayor enemigo, que solía llamarse mi hermano, la
voluntad ni la saña no los mueva a essecutar lo que levarán ordenado, hasta el
punto que traherán señalado, en la cual sei cierta que el dolor de su muerte no
impedirá sólo un punto la alegría con que serás recebida.
Por donde no has de olvidarte de satisfazer ni ser desagradecida a los
que en aquella sazón y después te havrán servido. Pues no dexa de ser justo
que antes quedes tú sin hazienda, que ellos con quexa, ni menos seas cruel
contra el cuerpo de aquel que de ti no se apiadó, pues las venganças no se han
de executar en los que son fuera d’esta humana vida. No destierres sus criados
ni amigos, ni menos te sirvas d’ellos, porque cuanto es lo primero cruel, tanto
es lo segundo peligroso. No dexes de honrar a todos conforme a lo que
merecen, pues con pequeño precio alcançarás lo que no podrías con gran
thesoros. No te determines presto porque menor es el trabajo del pensamiento
que el dolor del arrepentimiento.
Harás la justicia igual porque no çufre excepción. No seas rigurosa
porque más cierto es el galardón que los misericordiosos esperan, que los que
usaron de grandes rigores. No te halaguen lisonjeros porque sus palabras no
carecen de veneno. No halle en tus oídos mayor entrada el grande que el
pequeño, porque no dude el pobre venirte a pedir justicia. Visita tus pueblos a
menudo, remediando lo que conviene y no dexando las malas costumbres
33
permanecer. No los rijan los que regir los dessean, sino los que por ti,
precediendo verdadera información de sus vidas, nombrados fueren. No
tengan cargos de justicia, hijos ni deudos de tus consegeros, porque si erraren
cierto es que no te aconsejarán que los castigues, por no causar destientos ni
daños a los que dessean enriquecer.
No otorgues officios perpetuos porque el continuo mandar causa
sobervia al que era antes humilde y gran menosprecio si después lo perdiere.
Cata que por importunidad de ruegos no hagas cosa indevida, pues con
desechar los dos vezes cobrarás tanta libertad como de lo contrario fatigosa
servidumbre. No seas larga en proceder contra los presos, porque no reciban
dos castigos de su delito, el uno de la prisión y el otro de la pena que se les
manda dar por las leyes. No salgas a menudo de tus palacios porque el pueblo
te vea siempre con desseo. En los pequeños casos no muestres admiración,
pues sin ella has de castigar los grandes. En tu presencia ni fuera d’ella no
permitas que se atrevan a hazer a alguno injuria sin castigarlo, porque de
semejantes floxezas se causan los atrevimientos que después no conviene
dexarlos sin exemplar castigo. No consientas en tus tierras juegos desonestos
ni blasphemias, porque de los pecados estraños no padezcas tú la pena.
Hablarás pocas vezes y aquéllas sobrepensado, porque de la velocidad
de tus palabras no se te cause ser juzgada por ligera o ignorante. No muestres
ser amiga de novedades, porque mayor sería el trabajo de despedirlos que con
ellas te vernían que el deleite que de oírlas se te podría recrecer. No estés jamás
ociosa porque el ocio es padre de los vicios, aunque otros le dizen ociosidad
madrastra de las virtudes, sino que te exercites en mugeriles e honestos
exercicios, o en leer libros de auctos virtuosos y de hombres sabios, porque no
pierdas el tiempo que es irrecuperable. Sea tu dormir aquello y no más que
según tu complexión te consejarán los maestros, porque allende que sería para
34
tu salud dañoso, no dexarías de perder el tiempo que dixe, en el cual puedes
cobrar grande doctrina.
Da siempre de lo tuyo antes que de lo ageno tomes, porque los príncipes
no pueden alcançar mejor nombre que de francos ni peor de codiciosos.
Favorece la iglesia sin poner mano en los que de Dios son por malos que te
parezcan, pues cada pastor ha de dar cuenta de su manada. Viste tu persona y
criados más honestamente que rica, porque allende que no es provehoso ni
honesto pornías tu fama en peligro y tu casa en necessidad. Considera los fines
antes de hazer los principios, porque no comiences sino lo que acabar
pudieres. No tengas para tu servicio más criados de aquellos que sustentar
pudiéredes y galardonar sus trabajos, porque de otra suerte ni tú podrás ser
devidamente servida, ni ellos según sus servicios satisfechos.
No consientas en tu casa estrados ni conversaciones que no sean
honestas, porque de la diffamación y sospecha la mayor parte sería tuya. No
tengas tus mugeres encerradas ni oppressas, ni menos gozen de toda libertad,
porque entrambos estremos son peligrosos. No atiendas para casarlas que
envejezcan ni menos las cases muy moças, porque lo primero trahe consigo
aborrecimiento y lo segundo orgullo y poco çufrimiento, con que, teniendo sus
maridos malas vidas, no las passan ellas buenas. Trata siempre a los tuyos y
estraños con amor, porque de lo contrario son mal quistos los príncipes. No
tengas ni muestres en ningún caso saña, sino que forçada por las leyes lo
hagas, porque allende que para lo de Dios es peligroso, siempre te sería
atribuido a vengança y no a la administración y essecución de la justicia. En fin,
no hagas bien sin desseo ni castigo sin pesar, pues de lo contrario no podrías
sino ser castigada o sobradamente arrpentida.
Y porque mi saber e juizio no alcança que tu hayas de ser ayuntada a
varón, occupado de mis dolencias no quise tomar trabajo de escribir lo que
para aquel género de vida te convernía hazer. Pues cuando de casar huvieres y
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haver fijos, con sola obediencia que a tu marido tengas como a principal,
complacencia como a amigo, conformidad como a compañero, y
permaneciente voluntad de seguir la suya, no podrás sino bivir con él en mucha
paz, con la cual todos los bienes no acrecientan menos que de la discordia
disminuyen. De la criança de tus hijos aún más breve será la regla, pues con
criarlos sin regalos y enseñarlos de personas que sus vidas son conformes a sus
sciencias, no pueden sino recebir provechosa doctrina, para la cual el principal
fundamento es temor, halagos lo contrario cuando los conocen. Por donde la
discreción de los padres ha de sobrar al amor de los hijos, pues nunca se halló
que el hijo castigado acarreasse mala vegez al padre ni el vicioso buena.
Y pues teniendo este orden y regla, con tu natural proprio, lo podrás
mejor servir que yo de tan lexos aconseja. Trabaja de lo cumplir como vieres ser
más conveniente, porque si te no desmandas ten por cierto que no podrás sino
bivir los días d’este humano siglo muy leda, recibiendo en el fin d’ellos el
galardón que a los que bien governaron esta aparejado. (II, 39, ff,
210v-211v)
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