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Consejos y castigos en el Valerián de Hungría. Jesús Duce García Universidad de Zaragoza scrito por el notario valenciano Dionís Clemente, y financiado a medias entre éste y el impresor Fernando Díaz Romano, responsable de la impresión, el Valerián de Hungría salió a la luz en Valencia en 1540, con fecha del 2 de agosto, según reza el colofón del mismo. Recordemos que la publicación de esta obra viene autorizada por el privilegio real anunciado en su portada, además de exhibir el escudo imperial de Carlos V, impreso en mitad de la plana. La dedicatoria a doña Mencía de Mendoza, marquesa del Zenete, muestra el siguiente nivel de promoción, dado que la marquesa pertenece a una influyente familia aristócrata, y se trata de una mujer culta, ampliamente formada en el Humanismo, alumna aventajada de Luis Vives. Apuntemos asimismo que en el prólogo de la obra aparecen algunas noticias sobre Carlos V en concreto, la famosa Dieta de Worms de 1621, donde tuvo lugar el trascendental encuentro con Lutero, además de proyectarse el origen ficticio del Valerián en tierras del rey Fernando, hermano del emperador. Por su parte, los largos poemas encomiásticos de Andrés Martín Pineda y Miguel Jerónimo Oliver, amigos del autor, mantienen el fomento prestigioso del libro y desarrollan las razones de su beneficiosa E 1

CONSEJOS Y CASTIGOS EN EL VALERIÁN DE HUNGRÍA

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Consejos y castigos en el Valerián de Hungría.

Jesús Duce García

Universidad de Zaragoza

scrito por el notario valenciano Dionís Clemente, y

financiado a medias entre éste y el impresor

Fernando Díaz Romano, responsable de la impresión,

el Valerián de Hungría salió a la luz en Valencia en 1540, con

fecha del 2 de agosto, según reza el colofón del mismo.

Recordemos que la publicación de esta obra viene autorizada

por el privilegio real anunciado en su portada, además de

exhibir el escudo imperial de Carlos V, impreso en mitad de

la plana. La dedicatoria a doña Mencía de Mendoza, marquesa

del Zenete, muestra el siguiente nivel de promoción, dado

que la marquesa pertenece a una influyente familia

aristócrata, y se trata de una mujer culta, ampliamente

formada en el Humanismo, alumna aventajada de Luis Vives.

Apuntemos asimismo que en el prólogo de la obra aparecen

algunas noticias sobre Carlos V en concreto, la famosa

Dieta de Worms de 1621, donde tuvo lugar el trascendental

encuentro con Lutero, además de proyectarse el origen

ficticio del Valerián en tierras del rey Fernando, hermano

del emperador. Por su parte, los largos poemas

encomiásticos de Andrés Martín Pineda y Miguel Jerónimo

Oliver, amigos del autor, mantienen el fomento prestigioso

del libro y desarrollan las razones de su beneficiosa

E

1

lectura. Dichos poetas pertenecieron al grupo de artistas e

intelectuales que conformaron la magnífica corte literaria

y musical del duque de Calabria, a cuyo arrimo se

publicaron precisamente varios libros de caballerías y

otras obras de entretenimiento.

El Valerián de Hungría se distingue de otros libros de

caballerías por poseer un cuerpo preliminar perfectamente

estructurado en secciones independientes: el íncipit, el

prólogo, los versos laudatorios y la exhortación al lector.

Esta última sección es en realidad un texto breve en el que

Dionís Clemente, con el ropaje ficticio de atento trujamán,

se dirige directamente al lector para recomendar la lectura

de la obra presente, excusando de paso los defectos que en

ella se puedan percibir. Entran en materia, de manera

evidente, los tradicionales tópicos del exordio y la falsa

modestia, los cuales vienen a repetir el tono, la intención

y la mayor parte de las ideas que ya se habían suscrito en

el prólogo, si bien en éste, como es obligado por las

circunstancias, todos los elementos estaban subordinados a

la dedicatoria dirigida a doña Mencía de Mendoza.

Al igual que otros autores se dirigen retóricamente al

lector por medio de poemas de diferente extensión, Dionís

Clemente, usando una alternativa menos habitual, ofrece un

párrafo de veintinueve líneas donde defiende con distintos

argumentos la lectura del Valerián. En primer lugar, hace

referencia a las posibles vacilaciones que puedan surgirle

al lector por motivo de «las vidas y hazañas de los

cavalleros» y de las «hermosuras y estados de las dueñas y

2

donzellas» que aparecen por doquier en la obra, amén de las

maravillas y prodigios que quizá los más críticos quieran

excluir o censurar. Clemente asegura con rotundidad que

estas incertidumbres deben ser totalmente desechadas, dado

que en la crónica del príncipe Valerián no hay cosa que se

halle «fuera de razón y del orden natural», ni existen

aspectos que no hayan sido utilizados en otras historias

antiguas o se estén utilizando en las modernas. Es un

libro, pues, que en principio no va a desarrollar elementos

novedosos más allá de los ya conocidos por cualquier lector

de caballerías, sobre todo en relación a lo asombroso o lo

sobrenatural. Aunque eso sí, la relativa novedad, ya

señalada por Clemente en el íncipit, se encuentra en los

«saludables consejos y castigos» que surgen en el discurso,

lo que, según se arguye, debería otorgar mayor credibilidad

a la historia que comienza en los folios inmediatos.

Dichos consejos y castigos, en tanto que sentencias u

orientaciones morales y políticas, no van a ser tan

abundantes como cabría esperar. A pesar del doble anuncio

efectuado a la sazón en el íncipit y en la exhortación, y

de los trescientos treinta y ocho folios y los ciento

sesenta y ocho capítulos de las dos partes que componen la

voluminosa obra de Clemente, los consejos y castigos no

ocupan excesivo protagonismo en la trabazón de las

peripecias de caballeros andantes y doncellas enamoradas.

Aunque, eso sí, casi todos ellos se plantean como elementos

complementarios en el proceso de reconocimiento y ascenso

social de los grandes personajes del relato.

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En cualquier caso, en esta primera aproximación a la

cuestión apuntada, se hace necesario establecer al menos el

recuento y la tipología de los consejos que aparecen o son

reconocibles como tales en las páginas del Valerián. En

principio, las piezas que son denominadas así en el texto,

o pueden responder en alguna medida a la calificación de

consejos y castigos, presentan una extensión y contenido

muy heterogéneos, además de tener distintas funciones y

cometidos en la historia narrada, lo que implica una

perspectiva abierta y poco definida por parte del autor.

Veamos el montante de incidencias al respecto:

I, 21: Consejo del rey Abelarín de Asiria a sus

caballeros. Se trata en principio de instrucciones

militares muy concretas, estrategias de defensa frente

a un posible ataque inminente, pero también de una

serie de orientaciones para el posterior proceso de

paz con el emperador de Trepisonda y el rey Pasmerindo

de Hungría. El episodio deriva posteriormente en un

desafío caballeresco entre ambos dirigentes.

I, 41: Consejo del príncipe Menadoro a un extraño

doncel. Ante los golpes excesivos que el joven está

propinando a su montura para que ésta cabalgue a

cierto ritmo, el príncipe le aconseja cambiar

totalmente dicha actitud y tratar al animal con

delicadeza y buenas maneras; sólo así conseguirá los

objetivos que se plantea. El doncel resulta ser el

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sabio y mago Arismenio en una de sus habituales

transformaciones con las que siempre pretende mostrar

algún tipo de lección o enseñanza.

–Si esso tú esperas, bien creo yo que no lo alcançaras en

tu vida, porque es cierto que antes te cansarás tú de

apalearlo que él de recebir los palos, según lo veo

porfiado para que passe la suya. Aunque por cierto tengo,

según es de buenas maneras e paciente, que si le diesses

tanta cevada como golpes, perdonándote su daño e injuria,

no dexaría de complazerte en correr, según quieres.

I, 44: Consejo del príncipe Finariel de Francia

al emperador griego. Extensos avisos de buen gobierno,

en concreto sobre la promoción de la igualdad y la

justicia y de cómo tratar a los súbditos del imperio,

especialmente en lo que respecta al apartado de los

castigos necesarios, donde no debe faltar el rigor y

la sobriedad, aunque también la bondad y

circunspección frente a los sinceros arrepentimientos.

Sorprende, y así se dice explícitamente en el texto,

que un joven príncipe aconseje a un maduro emperador

sobre estos temas, lo que acrecienta y desarrolla de

forma evidente la figura caballeresca y cortesana de

Finariel.

I, 48: Consejo del sabio Arismenio al rey

Pasmerindo de Hungría. Recomendaciones de buen

gobierno o de regimine principum y de cómo hacer cumplir

las leyes en un territorio determinado. Se insiste en

la conveniencia de unificar la justicia, el

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ordenamiento, la sensatez y la misericordia. En la

narración se avisa que poco después Arismenio

aconsejará en los mismos términos a Nestarcio,

príncipe de Alemania. De igual forma, el sabio

recomienda encarecidamente a Pasmerindo que envíe a su

hijo, el príncipe Valerián, a la exquisita corte de

Nestarcio en Colonia, donde podrá ser criado y educado

de la manera más apropiada para su estado y capacidad,

así como para su anunciada proyección de futuro gran

héroe.

II, 1: Se anuncian por primera vez los

«saludables consejos y remedios» del enano Dromisto a

sus señores Valerián y Flerisena, consejos que no

siempre van a ser palmarios en el texto. De hecho,

muchas de las veces se aludirán brevemente, sin

presentar articulación alguna. Se trata por lo general

de consejos relacionados con el comportamiento amoroso

de los protagonistas.

II, 4: Consejo de la doncella Empiralidea al

príncipe Valerián. Ante las recientes conversaciones

de los jóvenes amantes, Empiralidea pide al caballero

que aguarde un tiempo oportuno, invocando a la

prudencia y llamando a la reflexión en torno a sus

«encendidos fuegos» carnales. Se enuncian algunos

dictámenes al respecto.

–Porque según lo que mi padre me contó de vuestros fechos,

mi señor, es cosa conveniente prevenir vos para lo

venidero, [e] vos certifico que no passaran muchos días que

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vos converna esforçar para passar, allende de trabajos y

afanes que vos no faltarán, muy mayores cuitas y

pensamientos de los que fasta aquí tuvistes, los cuales sed

cierto que vos ha de aquexar tanto que, cuando por mi padre

me fueron declarados, antes recibo descanso. Pues no pueden

ser tan grandes que puedan igualar al menor quilate del

merecimiento de aquella esclarecida princesa, la cual, no

las sintiendo menores, no dexará de vos dar el mayor

galardón que jamás fue otorgado, con que assí mesmo se

remediará gran parte de los encendidos fuegos que

comúnmente abrasarán vuestras entrañas. Por donde vos

suplico, señor, que vos alegréis y esforçéis, pues en el

fin ninguna cosa será por vuestro esforçado coraçón

desseada que no la alcance, aunque los miedos sean no menos

largos que enojosos.

II, 5: Consejo de Dromisto a Valerián. En el

mismo sentido que el caso anterior, y entre diversas

indicaciones y refuerzos oportunos, el enano le

recomienda al héroe que sea discreto en sus peticiones

amorosas y utilice siempre la cordura, la templanza y

la sabiduría.

–Yo no puedo, mi señor, dezir más en estos fechos de

suplicar a Nuestro Señor Dios, que así como por agora se

muestra servido de lo que está entre vós y la princesa, mi

señora, fecho, assí lo traiga al puerto del contentamiento

y descanso que por entrambos se dessea. E juntamente que,

después de darle las gracias a vós possibles, pues las

devidas no sois bastante, aunque vos no diera más del ser

que todos los mortales alcançan, cuanto más haviendo vos

criado con tanta hermosura y dotado de tan alto estado, que

cuasi sois un dechado de sus maravillas, cuando fuera de la

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presencia de mi señora vos falláredes todo el tiempo que

turare. El cual, por breve que sea, se vos ha de

representar eterno, según todas las cosas desseadas nos

parece sobre cansado alcançar, vos çufráis y lo passéis con

el esfuerço y discreción de que no vos fizo Dios pequeña

parte, conformando vos con su voluntad. Pues allende d’esto

conviene que lo assí fagáis para demostración de vuestra

cordura, pues sabéis que ninguno se puede llamar sabio,

sino aquél que según el tiempo ordena y después si conviene

muda todas sus cosas para su mayor provecho y honra.

II, 6: Consejo de Dromisto a Flerisena. Tras le

petición de ayuda de la princesa, el enano le aconseja

que se apoye en la fuerza de la esperanza para superar

el sufrimiento de la separación. Por otra parte,

Dromisto le invita a escribir cartas para expresar su

amor y mantener el contacto con su amado, lo que

constituye uno de los motivos básicos de los libros de

caballerías, si bien no tendrá excesivo desarrollo en

la obra de Clemente.

Por ende, mi señora, pues del vencimiento de la batalla

más peligrosa los vencedores caudillos doblada corona e

triumpho alcançan, y de contar los mayores peligros y

fortunas, después de passadas, mayor descanso se recrece, y

los fines más desseados y que más tardan en alcançarse,

mayor gloria otorgan yo vos suplido, aunque no fuesse para

conservación de vuestra vida, en la cual la de mi señor

consiste sino para gozar del descanso y gloria que

desseáis, que usando del çufrimiento y esperança que antes

dixe, vos çufráis y passéis con aquel esfuerço que para tan

grandes fuerças se requiere, pues sabéis que el Alto Señor

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a ninguno permite tentar ni afligir más de aquello que

resistir y passar puede. Y a vós, mi señora, que tan

señalada en este mundo hizo, no se ha de creer que se haya

olvidado de vos dar la fortaleza que para passar y venir al

effecto, de lo que ya está por él ordenado, es conveniente,

señaladamente que sé yo muy cierto que para los poder

passar vos converna embiarle algunos socorros de cartas

vuestras, con que vea que no vos olvidáis de embiárselos,

con igual desseo de los recebir para que la vida de

entrambos se conserve, hasta venir al fin que, después de

tan enojosos y contrarios medios, se espera.

II, 24: Consejo del viejo emperador Octavio a

Nestarcio y Arinda. Son las últimas palabras del

emperador antes de morir, a modo de testamento. Una

vez sabidas las noticias del secuestro de Flerisena,

el anciano dirigente les dice que no desmayen en el

esfuerzo de la búsqueda, y les da también ciertos

consejos de buen gobierno, especialmente con respecto

a la preservación de la paz, «la cual es el más firme

y verdadero fundamento de todos los bienes». Del mismo

modo, les orienta en cuanto al uso de la justicia y la

correcta elección de los cargos que la representan.

II, 39: Consejo del rey Zenofor a su hija

Diliarda. Largo consejo de buen gobierno que aparece

escrito en un libro mágico que sólo Valerián de

Hungría ha conseguido abrir. Zenofor le brinda a su

hija orientaciones muy precisas y meditadas sobre la

correcta administración del país de Lidia. El consejo

se encuentra estructurado de forma evidente en

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diversas áreas; primero se desarrollan las

disposiciones respecto al mundo de la justicia, en las

que se habla de las leyes, los consejeros, los

delitos, y las penas y castigos consecuentes; acto

seguido se manifiestan los hábitos y ejercicios que

Diliarda debe poner en práctica para adquirir y

salvaguardar la condición de dirigente ecuánime; y por

último, se exponen ciertas recomendaciones sobre la

crianza y educación de los hijos, siempre en búsqueda

de la «provechosa doctrina». El consejo recibe un

tratamiento especial en el texto, hallándose separado

en un cuerpo propio. Se trata, sin duda, del consejo

más extenso e importante de toda la obra, y es también

el que presenta una estructura y justificación más

trabada y coherente. Desde otro punto de vista, podría

tratarse de un conjunto de recomendaciones que

Clemente quisiera exponer a su mecenas, la distinguida

marquesa del Zenete, que unos meses después de

publicarse el Valerián, se convertirá en la mujer del

duque de Calabria, virrey de Valencia.

II, 39: Consejo del sabio Zenofor a Valerián. Se

trata en concreto de un aviso y así se denomina en el

discurso. Esta especie de advertencia aparece también

reflejada en el libro prodigioso que Valerián ha

conseguido abrir. Por otra parte, recibe el mismo

tratamiento textual que el anterior consejo,

exponiéndose en un cuerpo segregado del capítulo. El

aviso se centra en las indicaciones que Zenofor da a

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Valerián para que encuentre el castillo donde está

apresada Flerisena, además de recomendarle el esfuerzo

y la paciencia como impulso y gobernalle de la

demanda.

II, 77: Consejo de Arismenio a Nestarcio y la

corte de Colonia. El sabio aconseja que se encierre a

la malvada Boralda en una torre, a la espera de que

los consejeros de la corte acuerden la pena

correspondiente a la grave traición que ha cometido.

Se trata de un claro apunte jurídico.

Y estando en aquello vinieron a dezir a Arismenio cómo ya

era ende llegada Boralda, por saber lo que se havía de

hazer d’ella. Cuando el emperador lo oyó, no se dexó de

conocer en su gesto la turbación de sus sentidos, según lo

havía aquella falsa dueña lastimado, después de la haver

librado de muerte y encomendado su única hija. Por donde

rogó a Arismenio que le aconsejasse lo que hazer devía

acerca de aquella dueña, porque la ira y saña que contra

ella tenía no le forçassen a hazer cosa que se le tachar

pudiesse. El cual le dixo que su parecer era que por

entonces se pusiesse en una torre a buen recaudo, y que

después con acuerdo de sus consejeros podría determinarse,

pues no era razón que en sazón de tan grande alegría

huviesse causas de interromperla.

II, 88: Consejo de Arismenio a Nestarcio y la

corte de Colonia. Nuevas indicaciones sobre la figura

de Boralda y los hechos acaecidos por su causa. Tras

la intervención mediadora de la princesa Flerisena, el

sabio se inclina por llevar a cabo un juicio donde la

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maga pueda exponer sus ideas y defenderse ante las

acusaciones. El tratamiento jurídico expuesto se halla

ligado visiblemente al derecho procesal.

Y de más le rogó, pues ya era razón que se entendiesse en el

fecho de Boralda, porque a tan grande traición no se diffiriesse

su devido castigo, que le aconsejasse lo que le parecía ser justo

que se fiziesse, porque su intención era de librarla o castigar,

según se hallaría por derecho. Al cual Arismenio, sabiendo en qué

havía de parar tan determinado castigo, dixo que en semejantes

casos más se devía regir por lo que los de su consejo le

aconsejarían que fiziesse, conforme a las leyes de su imperio,

que por otro cualquier alvedrío ni imaginado juizio,

señaladamente siendo su voluntad y la razón de se haver con ella

conforme a derecho. Por donde los devía mandar llamar y en su

presencia y d’ellos venir aquella dueña, porque, vista su

accusación y su buena defensa o contraria, se determinasse lo que

se hallaría ser justo proveerse.

La disparidad de los consejos, como se ve, es bastante

anchurosa. Hay consejos relacionados con el proceso amoroso

de los protagonistas y orientaciones que tienen que ver con

cuestiones de orden social, político e incluso legislativo,

a destacar los interesantes acercamientos al derecho penal

y procesal. Así las cosas, ciertos consejos son en verdad

recomendaciones personalizadas sobre las cualidades que

atesoran un caballero o una dama, en aras, casi siempre, de

futuros enlaces matrimoniales; y otros despliegan algunas

anotaciones y curiosidades, como las que se vierten sobre

el adecuado trato a los palafrenes o sobre las diferentes

técnicas y estrategias de guerra. También podemos encontrar

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sentencias y castigos de diversa índole,1 emitidos

habitualmente por figuras que simbolizan el conocimiento o

la formación en ciertas materias, esto es, sabios, magos,

consejeros de la corte y auxiliares específicos de los

protagonistas. Asimismo, se evidencian largos parlamentos

de buen gobierno o de regimine principum, afines a la fecunda

tradición de los doctrinales y espejos de gobernantes,2 que

Clemente y los demás autores caballerescos demuestran

conocer bastante bien.

De todos los casos expuestos, los consejos de regimine

principum son los más influyentes en el entramado narrativo

del Valerián, en tanto que elementos que aquilatan la

trayectoria de aquellos príncipes y princesas susceptibles

de tomar las máximas responsabilidades sociales y

políticas. Futuros emperadores y monarcas reciben

orientaciones cabales sobre la dirección política de

ciertos países, dictámenes frecuentemente centrados en los

intersticios del sistema judicial, en el régimen de leyes,

penas, castigos y beneplácitos, así como en las fórmulas

para tratar a los súbditos y en la cercanía y sensibilidad

que en todo momento debe mostrar el soberano con la

servidumbre y con el pueblo.

1 Véase Marta Haro Cortés, Literatura de castigos en la Edad Media: libros ycolecciones de sentencias, Madrid, Ediciones del Laberinto, 2003.

2 De la formación y regimiento de caballeros, nobles y príncipesnos hablan numerosos textos hispánicos de la Edad Media, habitualmentedenominados espejos de príncipes, cuyo modelo más importante es el Deregimine principum de Egidio Romano. Véase al respecto el trabajo deAdelina Rucquoi y Hugo O. Bizarri, «Los espejos de príncipes enCastilla: entre Oriente y Occidente», Cuadernos de Historia de España, 79.1(2005), pp. 7-30.

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Con todo, el Valerián toma lo que le conviene de cada

tradición pero no representa cualitativamente a ninguna de

ellas. La obra de Clemente es, por encima de cualquier

consideración, un libro de caballerías al uso, nacido al

calor de la cultura renacentista, aunque con evidentes

huellas del pasado medieval; vinculado con claridad al

modelo amadisiano de Rodríguez de Montalvo y en perfecta

sintonía con las obras y series caballerescas que

triunfaron en la península ibérica en la primera mitad del

siglo XVI.

Eso sí: hay que resaltar la presencia de dos

personajes carismáticos que se conducen en numerosas

ocasiones como consejeros, asesores e incluso garantes de

disposiciones varias, si bien su diferencia atributiva, su

desigual peso actuante y narrativo en el relato, llega a

ser muy notable. Nos referimos al enano Dromisto, escudero

ocasional, y al sabio Arismenio, cronista de la historia en

la que ambos se circunscriben. Los dos personajes se apoyan

en modelos literarios de gran arraigo que provienen

fundamentalmente de la materia artúrica, haz y envés de las

fuentes del género caballeresco en el que el Valerián se

inserta.

1. El enano

La figura tradicional del enano bufonesco, de aspecto

ridículo y feo, casi siempre amparado por oscuras

intenciones y relacionado con el ámbito de la magia y la

maravilla, aunque también centro de las risas en las salas

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de la corte, adquiere en el Valerián el papel de consejero

amoroso y confidente de los máximos protagonistas. Desde su

aparición en el capítulo sesenta y tres de la primera

parte, el enano Dromisto, personaje de extracción social

baja, sorprende por su sensatez y buen juicio, por sus

rectas palabras y su exquisita formación. Recordemos el

momento de su puesta en escena: el enano se halla pescando

apaciblemente en la orilla de un río cuando asoman,

inquietos, los caballeros Aspalión y Laurén, que andan

buscando una manera de cruzar al otro lado. Sin ningún tipo

de reparo, los caballeros se burlan de las características

físicas del enano, ante lo que el aludido, sin perder la

compostura, les viene a responder lo siguiente:

Por más que digáis, cavalleros, no creáis que tengo de me

enojar ni menos de correr, pues lo que a mí quitó Dios de

piernas y cuerpo, no lo dexó a vosotros de discreción y de

seso.

Tras las excusas obligadas por parte de los paladines,

que se sienten avergonzados por su mal comportamiento,

Dromisto actúa de guía casi mágico y les enseña el vado

secreto entre las aguas, lo que viene a representar un

viejo motivo folklórico, con tintes cristianos y evidentes

raíces bíblicas. A partir de estos hechos, la importancia

actuante de Dromisto va creciendo por momentos; tal es así

que, mientras las doncellas continúan riéndose de su

aspecto y asombrándose por sus ejemplares y oportunas

respuestas, el enano se transforma en el escudero fiel de

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Valerián y su compañero inseparable durante muchas

aventuras, y lo que es más importante, en el consejero

amoroso que reconforta al héroe con el recuerdo y la

esperanza de los amores de Flerisena.

En parecidos términos se va a comportar con la dama, a

quien también anima y predispone sentimentalmente respecto

al príncipe de Hungría, recomendándole que escriba cartas

donde pueda expresar con mayor libertad su pasión y el

sufrimiento que le origina la lejanía de su amado. No

obstante, la alusión repetida en el texto de los consejos y

remedios de Dromisto se convierte pronto en una frase

recurrente que no responde a un desarrollo verificable,

dado que muchos de esos consejos no llegan a explicarse en

medida alguna y deben sobreentenderse en el curso de la

acción. En cualquier caso, frente a otros enanos del

género, la figura de Dromisto se distingue por sus

cualidades retóricas y su capacidad argumentativa, de las

que hace gala desde el primer momento que aparece en el

relato. Ni el enano Ardián del Amadís de Gaula, abocado a la

comicidad, aunque también «mensajero o anunciador de las

fuerzas indómitas o relacionadas con la muerte», en

palabras de Cacho Blecua,3 ni Busendo del Amadís de Grecia,

3 José Manuel Cacho Blecua, Amadís: heroísmo mítico cortesano, Madrid,Cupsa / Universidad de Zaragoza, 1979, p. 119. Sobre los enanoscaballerescos hay que ver el estudio de José Manuel Lucía Megías yEmilio José Sales Dasí, «La otra realidad social en los libros decaballerías castellanos. I. Los enanos», Revista di Filologia e LetteratureIspaniche, V (2002), pp. 9-23; y también Emilio José Sales Dasí, Laaventura caballeresca, Alcalá de Henares, Centro de Estudios Cervantinos,2004, en concreto el cap. III, 7.3. «El enano», pp. 92-97. Igualmenteresulta de interés el trabajo de Eduardo Urbina, «El enano artúrico enla génesis literaria de Sancho Panza», en Actas del VII Congreso de la AsociaciónInternacional de Hispanistas (Venecia, 25-30 de agosto de 1980), Roma,

16

que en principio es objeto de risa pero después se

convierte en intermediario amoroso entre el héroe y Niquea,

ni otros enanos del género de caballerías, alcanzan las

coordenadas narrativas de Dromisto, el cual, sin llegar a

ocupar un espacio de alto o singular protagonismo, cumple

un necesario papel como amigo y asesor de Valerián y

Flerisena.

2. El sabio

La otra figura, el sabio Arismenio, es un personaje de

gran relevancia en el desarrollo de la historia, empezando

por la responsabilidad que se le confiere de la propia

materia narrada. En efecto, desde el propio arranque del

libro se dice que Arismenio es el autor del Valerián, obra

que escribió en latín y que Clemente ha hecho traducir para

que sea leída en las dependencias de doña Mencía. También

en el íncipit se ha indicado que Arismenio es el autor de

los consejos y castigos que aparecen en la segunda parte,

lo cual, como vemos en el resumen de incidencias, no es del

todo exacto. Claro que, según creemos, Clemente puede estar

aludiendo únicamente a cierta clase de consejos, en

concreto a los de buen gobierno y organización de eventos,

varios de los cuales, eso sí, los formula el mago y

protector de los héroes del Valerián. Sin embargo, tampoco

es el promotor de todos ellos, entre los que destaca el

Bulzoni Editore, 1982, vol. II, pp. 1023-130; y el de Ana Carmen BuenoSerrano, «Motivos literarios de la representación de la violencia enlos libros de caballerías castellanos (1508-1514): enanos, doncellas ydueñas anónimas», en Actes del X Congrés Internacional de l'Associació Hispànica deLiteratura Medieval, ed. Rafael Alemany, Alacant, InstitutInteruniversitari de Filologia Valenciana, 2005, vol. I, pp. 443-452.

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extenso y substancial consejo que aparece revelado en la

aventura del libro mágico, consejo escrito por el sabio rey

Zenofor, con el fin de orientar a su hija, la joven

Diliarda, en el regimiento político y social del reino de

Lidia.

La raíces de la figura de Arismenio se hallan en el

mítico Merlín, personaje que bebe en remotas fuentes

célticas y que conforma la imagen del gran consejero y

amigo del rey Arturo y los héroes de la Tabla Redonda; mago

de grandes ingenios y luengos poderes, cuya evolución en la

materia bretona abarca desde apariciones ocasionales hasta

obras enteras dedicadas a su vida y figura.4 La herencia de

Merlín, a la que su suma el legado de Morgana, la Dama del

Lago y otros personajes similares del ciclo artúrico, se

traduce en una vasta comparencia de magas y sabios que

abarrotan los libros de caballerías, originando

encantamientos de toda índole y asesorando o protegiendo a

los caballeros y damas protagonistas, según se tercie. La

incorporación de esta figura articula diversas modalidades

en las aventuras caballerescas, aunque en general prevalece

la enseña de un mago cada vez más cercano y familiar,

reorientado en el marco de la religión cristiana y formado

en artes de magia blanca y positiva, además de mostrar un

4 Resulta imprescindible el clásico estudio de Paul Zumthor,Merlin le Prophète. Un thème de la littérature polémique de l’historiographie et des romans,Genève, Éditions Slaktine, 2000 [1943]. También deben verse lostrabajos de Jean Markale, Merlín l’Enchanteur ou l’éternelle quête magique, Paris,Albin Michel, 1992 [1981]; Richard Trachsler, Merlin l’enchanteur. Étude sur leMerlin de Robert de Boron, Malesherbes, SEDES, 2000; y especialmenteSantiago Gutiérrez, Merlín y su historia, Madrid, Alianza, 1999.

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gran conocimiento en lenguas antiguas y modernas y en otros

conocimientos de carácter potencialmente humanístico.

Arismenio revalida los nuevos ingredientes que

presenta el género hispánico y continúa la estela, entre

otros, de la carismática Urganda la Desconocida, maga

consejera de Amadís y Esplandián, creadora de la fantástica

embarcación de la Gran Serpiente y autora de múltiples

profecías y transformaciones. Pero, además, Arismenio asume

el importante rol de cronista de la historia, responsable,

pues, en primera instancia de la materia que se está

narrando, como también lo hacen numerosos sabios y magas en

buena parte de las series y obras caballerescas: el médico

Helisabad en las Sergas de Esplandián de Rodríguez de Montalvo;

el sabio Alquife en el Lisuarte de Grecia y el Amadís de Grecia de

Feliciano de Silva; la pagana Zirfea en las dos primeras

partes del Florisel de Niquea, también de Silva; el moro Xartón

en el anónimo Lepolemo o Caballero de la Cruz; la maga Califa en

el igualmente anónimo Félix Magno; el sabio Doroteo en el

Cristalián de España de Beatriz Bernal; el quijotesco Fristón

en el Belianís de Grecia de Jerónimo Fernández; los sabios

Artemidoro y Lirgandeo en el Espejo de príncipes y caballeros de

Diego Ortúñez de Calahorra; y la fabulosa Ipermea en el

Olivante de Laura de Antonio de Torquemada.5

El sabio Arismenio se une a todos ellos y reproduce

las funciones de cronista o historiador de la fábula, lo

que lleva a cabo mediante la observación directa y la

5 Sobre la figura del mago en los libros de caballerías, véaseEmilio José Sales Dasí, ob. cit., el cap. III, 7.2, «El mago», pp. 78-91.

19

participación en los acontecimientos que están relatándose,

si bien la voz narradora utiliza la tercera persona como

técnica de alejamiento, modelo en el que ya se habían

apoyado los providenciales Dares y Dictis con sus famosas

versiones de las crónicas troyanas.6 En el suma y sigue de

su particular etopeya, el cronista del Valerián materializa

las facetas de mago y donante benéfico, produciendo

encantamientos, transformaciones y profecías que le

convierten en el representante de la magia conciliadora,

frente a la magia negra y demoníaca protagonizada por la

hechicera Boralda, que utiliza añagazas perversas y engaños

indebidos. Pero la evolución más notable de Arismenio es la

que supone su desenvolvimiento como primer consejero y

asesor de príncipes y reyes, especie de camarlengo real con

capacidad decisoria y organizativa. En el capítulo cuarenta

y ocho de la primera parte, Arismenio habla con Pasmerindo,

rey de Hungría, y le hace diversas observaciones sobre el

buen gobierno de los reinos y sobre cómo deben

interpretarse las leyes y ordenaciones de los mismos,

6 Respecto al recurso literario aludido, en el que los sabios ymagos suelen alcanzar gran protagonismo, véase el trabajo de Mª CarmenMarín Pina, «El tópico de la falsa traducción en los libros decaballerías españoles», en Actas del III Congreso de la Asociación Hispánica deLiteratura Medieval (Salamanca, 3-6 de octubre de 1989), ed. María IsabelToro Pascua, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1994, vol. I, pp.541-548. No están de más los trabajos de Daniel Eisenberg, «ThePseudo-Historicity of the Romances of Chivalry», en su obra Romances ofChivalry in the Spanish Golden Age, Newark, Delaware, Juan de la Cuesta, 1982,pp. 119-130; Victoria Cirlot, «La ficción del original en los librosde caballerías», en Actas do IV Congresso da Associaçâo Hispânica de LiteraturaMedieval (Lisboa, 1-5 outubro 1991), coords. Aires A. Nascimiento yCristina Almeida Ribeiro, Lisboa, Cosmos, 1993, vol. IV, pp. 367-373;Carlos García Gual, «Un truco de la ficción histórica: el manuscritoreencontrado», 1616, 1 (1996), pp. 47-60; y Emilio José Sales Dasí, ob.cit., el cap. V, «La ficción de la escritura», pp. 147-155.

20

siempre tomando a Dios como referencia suprema, en total

acomodo con el ordo iuris medieval. Le aconseja, en fin,

hacer cumplir la justicia, «acompañándola de mucha

misericordia». A partir de ese momento, Arismenio va

creciendo en las atribuciones de consejero y coordinador de

actividades, sin dejar de cumplir por ello su misión

preservadora con Valerián, ni sus orientaciones con la

princesa Flerisena, lo que además hace con ayuda de

Empiralidea, su hija. Tras la gran aventura en el castillo

encantado de Boralda, el buen sabio organiza el regreso de

los héroes, conduce al grupo en su viaje por tierras

orientales y prepara posteriormente las bodas y fiestas en

la admirable corte de Colonia.

Su presencia activa junto a Nestarcio, príncipe y

después emperador de Alemania, es sin duda la mejor

evidencia de su condición de primer ministro y consejero.

Recordemos que Nestarcio representa la mayor promoción

política en toda la obra, además de acaparar múltiples

aventuras caballerescas y de responsabilizase de la

educación y crianza del héroe protagonista. En torno a

Nestarcio y su familia, la ciudad de Colonia se transforma

en el ámbito cortesano por antonomasia, donde acuden

caballeros y damas para participar en celebraciones de

diversa índole, y donde precisamente Arismenio tiene

ocasión de combinar sus variadas tareas y obligaciones.

Entre otros asuntos, y ante la petición expresa del

emperador, el sabio cronista organiza el proceso penal de

Boralda, llegando a considerar la realización de un juicio

21

en el que pueda oírse la defensa de la maga traidora, todo

lo cual representa un oportuno y relevante apunte jurídico,

nada corriente en los libros de caballerías. De esa forma,

los episodios de la reclusión de Boralda, así como los

dedicados a las múltiples ceremonias acaecidas en Colonia,

terminan de concretar el perfil de Arismenio como factótum

de la consejería de príncipes, y ello a pesar de dos

excelentes lecciones de gobernación emitidas por otros

personajes: el asesoramiento del joven Finariel al

emperador griego, en el capítulo cuarenta y cuatro de la

Parte Primera, y, especialmente, el sesudo y acabado consejo

que deja escrito el rey Zenofor para su hija Diliarda, como

puede verse en los episodios treinta y ocho y treinta y

nueve de la Parte Segunda, destinados a la fundamental y

emblemática aventura del libro encantado, de la que sale

exitoso Valerián, el mejor caballero del mundo.

Apéndice

CONSEJOS de regimine principum

22

De Finariel al emperador griego:

–Aunque yo, mi señor, con estos hombres y por parte

del emperador Octavio, sea venido para el effecto que se

vos ha dicho, y traxesse propósito de entender en ello como

cualquier de los dos embaxadores que principalmente el

cargo traen, y de me no dar a conocer fasta que, o por vía

de cocordia o de lo contrario, fuesse despachado, agora que

por ser ya conocido no puedo ni devo hazer lo que traía

propuesto, pues no sería razón, siendo la emperatriz, mi

hermana, y la princesa, mi sobrina, hablar yo por parte de

aquel honrado emperador. Tengo, aunque no quiera de mirar,

por lo que a esta otra cumple, como aquel a quien de todo

vuestro bien y honra ha de caber igual parte y de lo

contrario. Por donde, viniendo a lo que dezir entiendo, yo

no sé, poderoso señor, ni alcanço que en este caso del cual

se tracta, vós ayáis de consultar ninguno de vuestros

deudos y altos hombres, porque si ante ellos se propone que

el imperio griego de grandes tiempos aca no ha salido de

vuestro linage, y que haziéndose este casamiento se ha de

enagenar, cierto es que vós mesmo buscáis ocasión. Por

donde alguno de los que de vuestro linage son, se ponga en

el pensamiento que como a vuestro deudo le pertenece el

imperio, y que por razón él ha de ser emperador, para

cumplir lo cual no dexará de buscar todos los medios con

que su mala intención e peor pensamiento pueda traer a

effecto.

23

»E lo que más se ha de considerar es que si algún

aparejo para ello viere, no atenderá el fin de vuestros

días, antes al primero que trabajará de matar seréis vós,

señor, haziendo cuenta que, siendo vós muerto e faltando

legítimo sucessor en el imperio, y otrosí quien lo

defienda, antes que se determine quién será emperador, se

podrá apoderar del imperio o de la mayor parte, lo que

después sería tan diffícil de cobrar como por la vía que

digo fácil de perder. Por donde, señor, en este cabo de

consultar vuestros deudos y los otros que dexistes, a mí

parece que se debe poner silencio, pues ningún provecho

puede d’ello suceder, señaladamente que como mejor que yo

sabéis, los hombres a quien Dios tales estados como a vós,

señor, encomendó, no han de subordinar sus voluntades en

semejantes casos a sus vasallos ni deudos, siquiera porque

no tomen aquella posseión que después por no perderla

suelen aventurar las vidas e destruir las haziendas. Porque

el amor que los prínicipes han de mostrar a sus súbditos,

no ha de estenderse para más de honrarlos y no quitarles lo

suyo, galardonarles sus servicios, serles liberales en las

mercedes que les pidieren, pues sean justas, mantenerlos en

igualdad e justicia, defenderlos de quien los quisiere

dañar, pues con ellos conservan sus estados, tratarlos con

humildad, y en los casos que pudieren serles tan

misericordiosos cuanto en los que no devieren justicieros

rigurosos, porque con lo primero se gana el amor, y con lo

segundo el temor, los cuales no concurriendo en uno, agora

por la parte más flaca o por la más fuerte, no pueden mucho

24

tiempo sostenerse. Pero si allende d’esto les consienten

estender las manos para que alcancen y entiendan en las

cosas de voluntad, como ésta que no requiere sino la

vuestra, la cual han de seguir, aunque no quieran. Si otra

vez o muchas quisiéssedes usar de la libertad y señorío que

Dios vos dio sin consultarlos, luego vos irían a la mano

diziendo que semejantes cosas no las devéis ni podéis

despachar ni determinar sin consejo e intervención d’ellos,

trayendo vos en consecuencia y exemplo las que de la mesma

cualidad, concurriendo el voto y assistencia d’ellos,

determinastes.

»Y lo que siento peor es que cuando esto se osa dezir,

ya está más aparejada la resistencia que el castigo, el

cual en tales casos no se debe dexar de hazer sin mucha

rigurosidad, todo lo cual pudiendo se debe escusar, porque,

en fin, aunque los castigos sean provechosos en los casos

que hazer se deven para conservación de los estados, todos

redundan en daño de los príncipes que fazer los mandan. No

digo yo, señor, que sin haver consejo vos determinéis,

porque las cosas que sin acuerdo y repentinamente se hazen,

por igual traen las más vezes el arrepentimiento. Pero digo

que el consejo sea regulado y tomado de aquellas personas

de quien necessariamente y de las otras que sabéis que con

sanas intenciones vos han de aconsejar, y de cada uno por

su parte y sin interposición de largo tiempo, porque en los

votos no se concierten, y después que vos determinéis en

aquello que principalmente viéredes ser conforme al

25

servicio de Dios y después a vuestra honra y conservación

de vuestro estado.

»Y pues con cuanto he dicho aun no he declarado mi

parecer, puesto que sea atrevimiento dezirlo no me lo

pidiendo, por no bolver más a esta plática, digo, señor,

que por lo que yo he visto e conocido de la persona y

estado del emperador Octavio, y por lo que he oído de la

bondad e valor del príncipe, su hijo, y por lo que después

que lo he conocido alcanço, que puesto que no precediera

tan gran servicio como vos hizo en la liberación de mi

sobrina, por el cual sólo le sois deudor de tanto que con

todo vuestro imperio no se lo podéis satisfazer, merece no

solamente a la princesa por muger, aunque mucho valga y

tenga. Pero aunque sobre lo que tiene y espera se le

añadiesse cuanto el Sol circuye y ve, suplico vos, señor,

me perdonéis por el trabajo que para escuchar mi simple

razón y parecer, vos he dado. Y otrosí por el atrevimiento

que para ello he tenido, pues el desseo de serviros, junto

con lo que dixe que de vuestro bien y honra, o de lo

contrario me ha de caber, han dado para ello causa. (I, 44,

ff. 77r-78r)

De Arismenio a Pasmerindo:

Dicho aquello, passando los otros adelante para tener

compañía a la princesa, Arismenio comencó de hablar al rey

Pasmerindo, que con él quedava, en esta manera:

26

–El don que yo a vós pedí, y desseo que cumpláis, mi

señor, es que, pues el Alto Señor sobre todos los otros

príncipes de vuestro tiempo vos ha dotado d’estado y de

otras gracias que en vos florecen, señaladamente haviendo

vos elegido por padre del más hermoso fijo y esforçado

cavallero que en nuestros tiempos y en muchos antes se a

visto, no desconozcáis su soberano poder sino que en todos

vuestros fechos vos conforméis con su voluntad, siguiendo

siempre aquello que sea su servicio, desechando lo

voluntario. Pues ninguna cosa ay de que más se sienta

desservido que del desconocimiento e ingratitud, porque

quiere principalmente que lo reconozcan por señor, y que no

crean que por sí mismos, por grandes o mayores príncipes

que sean, tienen cosa buena. Porque es cierto que aquellos

que se goviernan por sus propias voluntades y no las

sojuzgan a la razón, desconocen a quien les otorgó el poder

para regir y governar, señaladamente si con la libertad que

de señorear y mandar tienen, interpretan las leyes e

ordinaciones a su sabor, y no según la intención del

instituidor d’ellas. Porque, por grandes príncipes y

señores que sean, ley tienen y ley han de guardar, y

siempre que la rompieren, contravienen a la voluntad de

quien la impuso, de la cual contravención se siguen los

açotes, los cuales muchas vezes padecen los reinos más por

culpa de sus señores que de aquellos a quien alcançan,

mayormente, cuando la tal voluntad emplean en

rigurosidades. Porque en tal caso sin ninguna comparación

es mala y dañada, porque no ay razón para hazer creer que

27

el cruel y riguroso pueda ante Dios fallar misericordia, a

lo menos en el otro siglo, en el cual es cierto que no se

pueden hazer cosas con que se satisfaga la menor de las

culpas cometidas, dexada aparte la satisfación que por la

penitencia se alcança.

»Y sobre todo, señor, que no vos ensobervezcáis por

grandes felicidades que vos avengan, pues sabéis que ésta

es la madre, la cual concibe y después pare aquellos fijos

que, dando en la juventud infinitos desatientos a sus

padres, los rematan en la vegez, que es la muerte, con

eternas penas, sino conformando vuestra voluntad y obras

con la intención del dador, que de la ley dixe, vos rijáis

por la justicia, acompañándola de mucha misericordia,

siempre que hazerlo pudiéredes, no siguiendo las pisadas de

muchos príncipes que, teniendo en sus casas por consejeros

y muy favorecidos hombres, que desirviendo a Dios y siendo

de sus almas homicidas, y de todos sus pueblos, son

rigurosos executores contra los baxos. Porque siendo mal

regidos y peor tratados, se quexan de los que tiránicamente

los goviernan, con que muestran anteponer sus honras y

poder a los del Alto Señor, los cuales sin ninguna

comparación devrían más zelar y hazer guardar e temer.

Otrosí que vos guardéis de aquellos que conociéredes, que

por aprovechar sus casas y enriquecer sus hijos y deudos

porpornan la fidelidad que vos devieren y trabajarán de

poner vuestra honra en condición, y vuestra alma, que es

más de temer, en perpetua pobreza y miseria. Y que honréis

e hagáis mercedes a los que vos irán a la mano con sanas

28

intenciones ni saludables consejos, no curando de sus

propios interesses, porque, puesto que el coraçón e

intención de los hombres no se puedan en un instante

conocer, por las palabras que d’ellos proceden, según a la

parte que las endereçan, aunque más lo dissimulen, muy

fáciles son de comprehender.

»Todo esto vos he querido dezir, poderoso rey e mi

señor, no porque en vos dexe de conocer de presente vuestra

voluntad como se deve regulada, sino porque el desseo que

de serviros tengo, y voluntad de vos prevenir para lo

venidero, me han dado para ello causa. E otrosí porque

podría ser que, no teniendo cura de vos conservar en ella,

cayésedes de tan alto que la subida al mesmo lugar fuesse

muy diffícil. Y por dexar vuestro coraçón, en lo que a mí

se otorga, satisfecho y alegre, vos certifico que allende

que vuestro fijo será tan hermoso y esforçado como dixe, su

ventura y maneras serán tan buenas que no menos será

estremado en esto segundo. Por donde verná a señorear tan

grandes estados que el vuestro, puesto que sea grande, ante

los suyos es pequeña cosa. Y porque a los fijos, cuando en

casa de sus padres se crían, siempre los regalos les

impiden que alcançar no puedan las cosas que cumplen para

su dotrina y criança, tan cumplidamente como conviene, será

bien que el príncipe, vuestro hijo, cuando huviere cumplido

siete años, en la cual edad mayores serán sus fuerças y

saber de lo que extimar se puede, lo embíeis a la casa

d’este, vuestro buen amigo, el príncipe Nestarcio. En la

cual, señor, podéis ser cierto que todas las cosas de

29

criança y virtuosos exercicios florecen, y adonde el

príncipe Valerián, no con menos cura de la que vós, señor,

si ende fuéssedes presente terníades, sera criado y

enseñado, allende que de su criança y conocimiento nacerán

los principios del bien que le está guardado. Y porque

tengo de hablar a estos dos príncipes, pido vos, señor, por

merced, me perdonéis mi atrevimiento, pues sabéis la causa

que para ello he tenido. (I, 48, ff. 86v-88r)

De Octavio a Nestarcio y Arinda:

Y porque no sería bien que, por nos acordar tanto de

nuestros fechos, nos olvidemos los de vuestros vasallos que

como los propios somos tenidos de mirar. Por donde no

usaríamos de la perfeta virtud de charidad, sin la cual

todas las otras pueden obrar pequeños o ningunos effectos.

Otrosí vos mandamos que a los vasallos que diximos, los

cuales mejor dixéramos vuestros, tratéis con aquella

misericordia que agora nosotros desseamos alcançar. Porque

en semejante y cualquier otra jornada no temáis que vos sea

negada, pues es cierto que por una regla y medida han de

ser la satisfación y el castigo. Y que juntamente uséis de

la virtud de la justicia, atendiendo siempre las divinas

más que las humanas, pues las primeras son tan verdaderas

cuanto las otras pueden ser erróneas, por la differencia de

los instituidores d’ellas. Trabajando no menos de los

conservar en paz, la cual es el más firme y verdadero

30

fundamento de todos los bienes, assí para este como para el

otro siglo. Y que vos contentéis con lo vuestro y aun

dexando algo d’ello, sin usurpar lo ageno, porque si una

vez començásedes de gustar la dulçor que el allegar

thesoros trahe consigo, para aquellos que no sienten o no

quieren sentir la ponçoña que dentro tienen enxerida, por

ventura, aunque después quisiéssedes dexar vos d’ellos, no

se vos otorgaría, assí por la pena y descontentamiento que

se vos recrecería, como porque havría de preceder la gracia

del Señor, sin la cual ninguna conversión de mal a bien

puede hazerse, allende que se vos impornía nombre de

codiciosos, que es el peor que los príncipes tener pueden.

»Y si después por quererlo perder usássedes de grandes

liberalidades, no dirían sino que distribuís en público lo

que robastes en secreto por ganar nombre de liberales. El

cual con razón vos trocarían con el de pródigos y

vanagloriosos, porque esta virtud de liberalidad tiene dos

imperfeciones tan annexas consigo, a saber es de

prodigalidad y vanagloria, que pocas o ningunas vezes en

los semejantes se halla sin una d’ellas y aun con las dos

juntas. Y sobre todo que miréis que los cargos de justicia

no los tengan hombres que, allende de ser sabios, dexen de

ser virtuosos y ricos, porque la ignorancia y el vicio o la

necessidad no los tuerce que desvíen del derecho camino.

Pues, faltando en ellos cualquier d’estas tres cosas, con

gran peligro podrán bien juzgar.

»Y porque ya nos parece tiempo, según sentimos que nos

queda poco, para atender en nos adereçar para lo ál que en

31

este último camino conviene, amados fijos, quedad con Dios.

Al cual plega dar vos su santa bendición, assí como vuestra

madre y yo vos damos la nuestra, supplicándole vos otorgue

que el tiempo que biviéredes sea con mucha paz y concordia,

feneciendo en su santo servicio. (II, 24, ff. 177r-177v)

Del sabio Zenofor a Diliarda:

¡Consejo

En el tiempo que tú, mi hija Diliarda, pascieres las yervas de la greciana selva, a

todo el estremo de tus cuitas y penas serás llegada, hasta que caminando por

sus veredas y sotos llegues a la cueva en que su principal guarda y pastor

acogerse acostumbra con sus domésticos ganados, entre los cuales fallarás un

blanco y estraño herminio, en quien las manzillas que se demostraren negras

señalarán los claros señales de su tristeza, de la cual en aquella sazón havrá

tomado el nombre. En cuyas blancas uñas venido el libro, que por me no doler

menos de su pena de tu daño, para el remedio d’entrambos he querido dexar,

por la virtud de la lealtad que sobre todas las otras animalias del Universo en él

florecerá, será sin fuerça ni sabiduría abierto. Con que, pareciéndose en ti

carecer de juizio en aquella sazón y punto, arremeterás para te abraçar con sus

pieles, besando su rostro y manos, sin que pueda ni se lo otorgue contradezir

tu alegre furia. Pero después que la razón sobrare tu movimiento y huviere

oído tus justos clamores, ten por cierto que vencido de su virtud propia y de la

piedad de tus penas, te leera lo que hasta aquí oíste y lo demás que agora

oirás.

32

¡Otro día después de abierto el libro, trabajarás que sean cavalleros

Soranter y Sedanel, tus cormanos, por mano del que havrá sido dichoso de lo

abrir. Con los cuales, bolviendo lo más presto que se te otorgare a tu reino e

ciudad de Lidia. A la puerta por donde vernás a entrar, hallarás un viejo con las

barvas muy largas. El cual no dudará de levarte a una pobre casa, adonde sin

recelo con tus cormanos podrás alvergar, contándole después de llegada tus

fechos, porque con mayor brevedad puedan por consejo de aquel buen hombre

venir a su devido fin. Pero cata que prevengas a tus cormanos que la noche que

irán a las casas de tu mayor enemigo, que solía llamarse mi hermano, la

voluntad ni la saña no los mueva a essecutar lo que levarán ordenado, hasta el

punto que traherán señalado, en la cual sei cierta que el dolor de su muerte no

impedirá sólo un punto la alegría con que serás recebida.

Por donde no has de olvidarte de satisfazer ni ser desagradecida a los

que en aquella sazón y después te havrán servido. Pues no dexa de ser justo

que antes quedes tú sin hazienda, que ellos con quexa, ni menos seas cruel

contra el cuerpo de aquel que de ti no se apiadó, pues las venganças no se han

de executar en los que son fuera d’esta humana vida. No destierres sus criados

ni amigos, ni menos te sirvas d’ellos, porque cuanto es lo primero cruel, tanto

es lo segundo peligroso. No dexes de honrar a todos conforme a lo que

merecen, pues con pequeño precio alcançarás lo que no podrías con gran

thesoros. No te determines presto porque menor es el trabajo del pensamiento

que el dolor del arrepentimiento.

Harás la justicia igual porque no çufre excepción. No seas rigurosa

porque más cierto es el galardón que los misericordiosos esperan, que los que

usaron de grandes rigores. No te halaguen lisonjeros porque sus palabras no

carecen de veneno. No halle en tus oídos mayor entrada el grande que el

pequeño, porque no dude el pobre venirte a pedir justicia. Visita tus pueblos a

menudo, remediando lo que conviene y no dexando las malas costumbres

33

permanecer. No los rijan los que regir los dessean, sino los que por ti,

precediendo verdadera información de sus vidas, nombrados fueren. No

tengan cargos de justicia, hijos ni deudos de tus consegeros, porque si erraren

cierto es que no te aconsejarán que los castigues, por no causar destientos ni

daños a los que dessean enriquecer.

No otorgues officios perpetuos porque el continuo mandar causa

sobervia al que era antes humilde y gran menosprecio si después lo perdiere.

Cata que por importunidad de ruegos no hagas cosa indevida, pues con

desechar los dos vezes cobrarás tanta libertad como de lo contrario fatigosa

servidumbre. No seas larga en proceder contra los presos, porque no reciban

dos castigos de su delito, el uno de la prisión y el otro de la pena que se les

manda dar por las leyes. No salgas a menudo de tus palacios porque el pueblo

te vea siempre con desseo. En los pequeños casos no muestres admiración,

pues sin ella has de castigar los grandes. En tu presencia ni fuera d’ella no

permitas que se atrevan a hazer a alguno injuria sin castigarlo, porque de

semejantes floxezas se causan los atrevimientos que después no conviene

dexarlos sin exemplar castigo. No consientas en tus tierras juegos desonestos

ni blasphemias, porque de los pecados estraños no padezcas tú la pena.

Hablarás pocas vezes y aquéllas sobrepensado, porque de la velocidad

de tus palabras no se te cause ser juzgada por ligera o ignorante. No muestres

ser amiga de novedades, porque mayor sería el trabajo de despedirlos que con

ellas te vernían que el deleite que de oírlas se te podría recrecer. No estés jamás

ociosa porque el ocio es padre de los vicios, aunque otros le dizen ociosidad

madrastra de las virtudes, sino que te exercites en mugeriles e honestos

exercicios, o en leer libros de auctos virtuosos y de hombres sabios, porque no

pierdas el tiempo que es irrecuperable. Sea tu dormir aquello y no más que

según tu complexión te consejarán los maestros, porque allende que sería para

34

tu salud dañoso, no dexarías de perder el tiempo que dixe, en el cual puedes

cobrar grande doctrina.

Da siempre de lo tuyo antes que de lo ageno tomes, porque los príncipes

no pueden alcançar mejor nombre que de francos ni peor de codiciosos.

Favorece la iglesia sin poner mano en los que de Dios son por malos que te

parezcan, pues cada pastor ha de dar cuenta de su manada. Viste tu persona y

criados más honestamente que rica, porque allende que no es provehoso ni

honesto pornías tu fama en peligro y tu casa en necessidad. Considera los fines

antes de hazer los principios, porque no comiences sino lo que acabar

pudieres. No tengas para tu servicio más criados de aquellos que sustentar

pudiéredes y galardonar sus trabajos, porque de otra suerte ni tú podrás ser

devidamente servida, ni ellos según sus servicios satisfechos.

No consientas en tu casa estrados ni conversaciones que no sean

honestas, porque de la diffamación y sospecha la mayor parte sería tuya. No

tengas tus mugeres encerradas ni oppressas, ni menos gozen de toda libertad,

porque entrambos estremos son peligrosos. No atiendas para casarlas que

envejezcan ni menos las cases muy moças, porque lo primero trahe consigo

aborrecimiento y lo segundo orgullo y poco çufrimiento, con que, teniendo sus

maridos malas vidas, no las passan ellas buenas. Trata siempre a los tuyos y

estraños con amor, porque de lo contrario son mal quistos los príncipes. No

tengas ni muestres en ningún caso saña, sino que forçada por las leyes lo

hagas, porque allende que para lo de Dios es peligroso, siempre te sería

atribuido a vengança y no a la administración y essecución de la justicia. En fin,

no hagas bien sin desseo ni castigo sin pesar, pues de lo contrario no podrías

sino ser castigada o sobradamente arrpentida.

Y porque mi saber e juizio no alcança que tu hayas de ser ayuntada a

varón, occupado de mis dolencias no quise tomar trabajo de escribir lo que

para aquel género de vida te convernía hazer. Pues cuando de casar huvieres y

35

haver fijos, con sola obediencia que a tu marido tengas como a principal,

complacencia como a amigo, conformidad como a compañero, y

permaneciente voluntad de seguir la suya, no podrás sino bivir con él en mucha

paz, con la cual todos los bienes no acrecientan menos que de la discordia

disminuyen. De la criança de tus hijos aún más breve será la regla, pues con

criarlos sin regalos y enseñarlos de personas que sus vidas son conformes a sus

sciencias, no pueden sino recebir provechosa doctrina, para la cual el principal

fundamento es temor, halagos lo contrario cuando los conocen. Por donde la

discreción de los padres ha de sobrar al amor de los hijos, pues nunca se halló

que el hijo castigado acarreasse mala vegez al padre ni el vicioso buena.

Y pues teniendo este orden y regla, con tu natural proprio, lo podrás

mejor servir que yo de tan lexos aconseja. Trabaja de lo cumplir como vieres ser

más conveniente, porque si te no desmandas ten por cierto que no podrás sino

bivir los días d’este humano siglo muy leda, recibiendo en el fin d’ellos el

galardón que a los que bien governaron esta aparejado. (II, 39, ff,

210v-211v)

36