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El Museo de las clarisas/Museu de les clarisses de Gandia. Un legado artístico de los Borja/Borgia, Duques de Gandia

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Fotografías: Natxo Francés, Vicent Pellicer, León Burguera, Sílvia Martínez

Dibujos: Guillermo Vinson

Grabados: Enric Bofí

Planos: Arxiu Históric Municipal de Gandia

Depósito Legal: V-1250-2014

ISBN: 978-84-616-9987-2

Edición: Vicent Pellicer i Roche

VICENT PELLICER I ROCHER

3

MUSEU DE LES CLARISSES

MUSEO DE LAS CLARISAS

Un legado artístico de Los Borja/Borgia,

Duques de Gandia

Vicent Pellicer i Rocher

Conservador del Patrimonio del

Real Monasterio de Descalzas de Santa Clara de Gandia

2002/11 de mayo de 2014

Gandia, 2014

VICENT PELLICER I ROCHER

4

ÍNDICE

Los orígenes de la colección artística……………………………………… 7

Legados artísticos de la familia Borja……………………………………. 11

Las pinturas de la antigua Sala Capitular…………………………….......25

El complejo arquitectónico del Antiguo Hospital de Sant Marc……….....30

CATÁLOGO………………………………………………………………. 33

BIBLIOGRAFIA………………………………………………………… 237

5

Los orígenes de la colección artística Desde que una rama de la estirpe de los Aragón -la del conde de Ribagorza, hijo del rey Jaime II- estableciera

en Gandia el centro feudal de sus dominios del reino de Valencia, la villa medieval y su ducado se fueron

desarrollando social y económicamente con el consiguiente programa de edificaciones civiles y religiosas

necesarias para la población.

El hijo del conde de Ribagorza, Alfons d’Aragó, más conocido como Alfons el Vell, heredó de su padre el

entonces señorío de Gandia. Cuando la coyuntura socioeconómica le fue favorable puso en marcha un

programa constructivo en el que estaban comprendidos la reforma de la iglesia de Santa María, el almudín, el

hospital de Sant Marc, la casa de la villa así como su propio palacio y la fundación del monasterio de Sant

Jeroni de Cotalba. El programa constructivo de Alfons el Vell iba unido a la tarea de creación y

asentamiento de una sociedad que, a lo largo de los siglos, llegaría a sentirse orgullosa del lugar en el que

habitaba.

Asimismo, los señores y burgueses enriquecidos patrocinaron la realización de obras de arte destinadas a

servir al culto religioso y litúrgico, tanto en las iglesias públicas como en las capillas privadas. De esta

manera se iniciaba un atesoramiento de obras artísticas que ornamentarían instituciones religiosas y palacios

señoriales.

A la muerte de Alfons el Vell, su hijo, Alfons el Jove continuó la labor de construcciones comenzada por su

padre. A la muerte de éste, su hermana sor Violant d’Aragó, con el dinero recibido en testamento de su

hermano y de su padre propició la fundación del monasterio de clarisas cuya existencia fue muy breve por la

falta de recursos y la difícil situación económica y social de la villa de Gandia. Sin embargo, pocos años

después, en 1462, la institución monacal renace y con ella la introducción de la Reforma de Santa Coleta en

los reinos de España.

El que años después iba a ser papa Alejandro VI, Roderic de Borja, arzobispo de Valencia, compró al rey

Fernando el Católico en 1485 las tierras del ducado de Gandia. Unos meses después, el rey concedió el título

de duque de Gandia a Pere Lluís de Borja, hijo mayor de Roderic de Borja.

Como los duques reales dejaron algunas construcciones sin terminar, Pere Lluís de Borja se ocupó de que el

ritmo de mejora y construcción de las iglesias de Santa Maria y de Santa Clara continuaran sin detenerse.

Entre los primeros actos realizados por Pere Lluís de Borja en Gandia estuvo el de ordenar la construcción de

una nueva iglesia que substituyera la vieja y deficiente capilla del monasterio de Santa Clara. La nueva

iglesia quedó finalizada el año 1490. En la actualidad la planta es de nave única, rectangular, -

originariamente con un corto crucero- cubierta con bóveda de crucería simple. El coro se sostenía mediante

una bóveda estrellada por aristas muy similar a las de las iglesias de los monasterios de Sant Jeroni de

Cotalba y del Corpus Christi de Llutxent.

Del primer duque Borja, Pere Lluís, tenemos referencias de su actuación en la iglesia de Santa María en la

que, ya en el año 1486, al tiempo que el Papa Inocencio VIII le concedía el derecho de presentar la rectoría,

se gastaba tres mil florines de oro en obras y ornamentación. El duque Pere Lluís volvió a Roma y murió en

una batalla cerca de Civitavecchia. Su hermano Joan fue su heredero y viajó desde Roma a Barcelona para

casarse con María Enríquez, prima hermana del rey Fernando el Católico la cual en principio estaba

destinada a casarse con el fallecido Pere Lluís.

Una vez contraído matrimonio en Barcelona en presencia de los Reyes Católicos, al poco tiempo, Joan de

Borja se trasladó a Valencia para preparar la llegada de su esposa y de sus suegros que esperaron en

Barcelona. La llegada principesca de Joan de Borja a su llegada a Valencia dejó asombrada a la vieja nobleza

valenciana. Todo el mundo se quedó maravillado porque, a pesar de su juventud, fuera de tan buen ver y de

admirables y finas maneras. Además, cuando hizo el banquete de presentación a la nobleza en su palacio de

6

Valencia, los testigos quedaron admirados de tal manera que en la carta que se escribió a Su Santidad sobre el

acontecimiento se decía lo siguiente: “...son espantados todos los de Valencia al ver tanta tapicería,

cortinajes y alfombras como había en esta casa...” Y es que el duque Joan de Borja vino cargado con objetos

de todo tipo traídos desde Roma que nunca antes se habían visto en estas tierras. Asimismo, una vez instalado

en su palacio de Gandia y antes de que la duquesa María llegara acompañada de sus padres, obsequió al

conde de Oliva con una comida “...le hizo un buen convite, al conde y a muchos caballeros, con todo tipo de

carnes. Por no ser costumbre en esta tierra, pareció un real convite, y en cierta manera lo era, en donde se

sacó toda la plata [vajilla] Les pareció muy bien a todos los que lo vieron…”.1

El duque de Gandia, siguiendo las instrucciones rigurosas y muy meditadas de su padre, el Papa Alejandro

VI, en todo momento procuró ganarse la confianza y el amor de los valencianos. Pero, sobre todo, de la

aristocracia y de la nobleza. Como acabamos de ver, el duque Joan I no lo hubiera hecho podido hacer mejor

al introducir unos signos externos de formas y comportamientos completamente nuevos y seductores en este

país por lo que fueron muy bien acogidos. Podemos asegurar que el duque Joan de Borja trajo con él las

maneras nunca vistas de un príncipe renacentista.

Al poco tiempo, Joan fue llamado a Roma para encargarse de los ejércitos pontificios y poco tiempo después,

en 1497, el duque Joan I de Borja fue encontrado muerto en las aguas del rio Tíber. La duquesa María, viuda

y con dos hijos pequeños tuvo que seguir adelante con las tareas de administración del que entonces era el

ducado más rentable y prestigioso de la Corona de Aragón. Como tutora de su hijo Joan II de Borja y

sacando coraje continuó con la difícil tarea de gobernar los territorios del ducado.

Ya hemos conocido el interés del primer duque Borja por la iglesia del monasterio de Santa Clara. En

tiempos de la regencia de María Enríquez el que el maestro de obras Bernard Puig realizó varias obras tanto

en el monasterio como en el refectorio o el dormitorio y en el altar de la iglesia.2 Junto a las primeras

actuaciones del duque Pere Lluís de Borja y la continuación de las obras de la iglesia de Santa Maria, éstas

serían las primeras noticias sobre las obras artísticas patrocinadas en Gandia por los Borja.3 Precisamente, en

1498 y en el monasterio de Santa Clara aparece por primera y única vez –en un documento escrito- la figura

del prestigioso arquitecto de la Lonja de Valencia, Pere Compte, a quien ya me he referido en otras

ocasiones, como artífice de la continuación de la iglesia de Santa Maria y muy posiblemente, de la bóveda

que sostenía el coro alto de la iglesia de Santa Clara.

María Enríquez fue es una de las figuras más sobresalientes de la historia de Gandia. Acabó de sanear las

finanzas del ducado y no contenta con ello, realizó una serie de adquisiciones para engrandecerlo aún más.

Durante los años de gobierno del ducado (1497-1509) María Enríquez quiso finalizar los proyectos

comenzados en tiempos de los duques reales y al igual que con la iglesia mayor de Santa Maria, quiso

rematar las obras del monasterio de Sant Jeroni de Cotalba. Su papel de mecenas del arte fue de gran

importancia para el reino de Valencia y para el conjunto de los reinos hispánicos pues alentó a artistas que

introdujeron el lenguaje renacentista tanto en la pintura como en la escultura y en la arquitectura. Así, entre

los artistas que trabajaron para ella y en Gandia, están el arquitecto Pere Compte, autor entre otras obras de la

Lonja de Valencia; el pintor italiano Paolo de San Leocadio que fue el primero en introducir el estilo clásico

en las pinturas al fresco del presbiterio de la catedral de Valencia y el escultor Damià Forment que después

de trabajar en la Colegiata de Gandia marchó a Zaragoza donde realizó el altar mayor de la basílica del Pilar.

1 BATLLORI I MUNNÉ, M., edición y estudio a cargo de: De València a Roma. Cartes triades dels Borja, Quaderns Crema,

Barcelona, 1998, pág. 72: Carta de Jaume Pertusa, a Alexandre VI des de Gandia el 29 de noviembre de 1493. 2 Archivo Histórico Nacional (AHN), Osuna, Protocolo Lluís Erau, leg. 1170-15/Arxiu Municipal de Gandia (AMG), Microfilm

FC-56; La Seu de Gandia. Documents, vol. II de La Seu-Col·legiata de Santa Maria de Gandia, Associació “Amics de la Seu”, Gandia, 2002, documento núm. 43, transcrito por Maite Framis en el vol. II, pág. 72 i 73. 3 AMORÓS, L., “El Monasterio de Santa Clara de Gandia y la família ducal de los Borja”, Archivo de Arte Ibero Americano, año

XXI, abril-septiembre, 1961, núm. 82-83, [págs. 227-282], pág. 228.

7

Otra de las grandes realizaciones artísticas llevadas a cabo en Gandia fue el espléndido retablo de Paolo de

San Leocadio –el mejor pintor de su época- que realizó para la Colegiata. Los encargos al pintor italiano se

extendieron también al monasterio de las clarisas, donde también se podía admirar otro retablo del mismo

pintor. Desconocemos si las tres tablas que quedan en el monasterio son los restos de aquel retablo. Otras

pinturas de este mismo pintor fueron cedidas por el monasterio de Santa Clara al Museo Diocesano de

Valencia de donde desaparecieron en el incendio de 1936. Es muy posible que de las pinturas quemadas -de

las que algunas de ellas han sido rescatadas mediante una asombrosa técnica por la profesora María Gómez-

pueda haber alguna de las obras prestadas por las clarisas de Gandia al citado Museo Diocesano. El tiempo y

la paciente labor de María Gómez nos lo confirmarán.

Una vez que su hijo Joan alcanzó la mayoría de edad y contrajo matrimonio, María Enríquez dictó testamento

el 20 de febrero de 1512 y a continuación se retiró al convento de clarisas donde se convirtió en sor Maria

Gabriela y allí vivió el resto de su vida hasta su muerte en 1538.

El VII duque de Gandia, Carles Francesc de Borja y Velasco, patrocinó la construcción de la iglesia del

Colegio de la Compañía de Jesús –la actual iglesia de las Escuelas Pías. El VII duque se casó con un

miembro de la casa Doria de Génova, Artemisa Dòria y Carretto, que hizo testamento en 1632, 1641 y

finalmente en 1644.4 Prácticamente no variaron mucho y por lo que respecta al redactado en el año 1641

5,

existe un listado de inventario que deja constancia de su interés por el arte y que todas las instituciones

religiosas relacionadas con la casa Borja recibiesen parte de su legado artístico. De entre todos los objetos

que se nombran en dicho testamento, destacan algunas obras de arte que lega a su hijo el duque, un cuadro de

San Pedro del pintor italiano Procaccini y otro con la imagen de la Virgen dando el pecho al Niño Jesús, “de

mano de Rivalta

Si en estos testamentos, como en otros de la familia Borja se menciona a un artista pintor, equivale a que el

escribano que redacta el testamento escribe lo que le dicta el testador, o bien porque hay algún factor como la

tradición oral, que le da a entender que una u otra obra de arte es de determinado artista. Cuando el escribano

apunta que una pintura “es copia” es porque de la misma forma que recibe la información sobre un autor,

también puede recibir la información sobre una copia. Pero lo más seguro es que en ocasiones, el testador o

la testadora conozca o tenga conocimiento del autor de la obra. Sin embargo, también es posible que se llegue

a confundir a los autores. Como ejemplo de lo que decimos, hemos de resaltar que la pintura de la Virgen

amamantando el Niño Jesús de Pablo de San Leocadio y que está en el Monasterio de las Descalzas Reales

de Madrid, proveniente de Gandia, parece que durante algún tiempo se creyó que era de Ribalta.

Fue Artemisa Doria y Carreto la duquesa que se encargó de apadrinar muchas de las obras artísticas que

enriquecieron el patrimonio de la Colegiata durante la primera mitad del siglo XVII. Así dejó constancia en

su testamento. Son numerosas las obras de arte y los relicarios de plata legados a la Colegiata, a Santa Clara y

al convento de San Roque. También son incontables los ternos de damasco con bordados en oro y plata que

hizo llegar a iglesias y conventos, sin olvidarnos de la capilla de San Miguel del Palacio de Gandia. Casullas,

frontales de altar y toda clase de objetos litúrgicos completan este interés por dotar con dignidad a las iglesias

que estaban bajo el patrocinio de Los Borja.

Sin embargo, en estas líneas tan sólo queremos referirnos al legado que hace referencia directa o

indirectamente al monasterio de Santa Clara. Aún así, la duquesa Artemisa Dòria y Carreto no se olvidó de la

Virgen del Rebollet ni del convento de Llutxent ni de la iglesia de Castelló de Rugat o del convento de San

Francisco de Paula de la Pobla del Duc o del convento de San Andrés de la Vall de Gallinera.

4 Artemisa Dòria i Carreto, hija de Giovanni Andrea Dòria, II príncipe de Malfi (o Melfi), marqués de Torriglia, conde de Loano,

Grande de España, Capitán General de la Mar Mediterránea, y de la princesa Zenobia Carreto, de la Casa Soberana de los

Marqueses de Final. 5 AHN, Osuna, leg. 540-23/AMG, FC-228, Gandia, Diciembre 12, año 1641; Copia del último testamento de la Señora Doña

Artemisa Doria y de Borja, Duquesa viuda de Gandia, otorgado en Castellón de Rugat, ante Agustín Lozano en 12 de diciembre

de 1641.

8

Pero no cesó ahí la hija del almirante Giovanni Andrea Dòria sino que, consciente del potencial económico

de las obras de arte, ordena que se vinculen a la Casa Borja y a su ducado entre otras cosas, (...) una cavesa

de scultura de San Juan Bautista (...) más un quadro de un Ecce-Homo de mano del Tisiano. Más un quadro

de iluminación del rostro de Cristo Nuestro Señor que está tocado al original que está en Génova y es copia

de aquel. Más un quadro de iluminación con el martirio de San Andrés apóstol. Más un Cristo de marfil en

una cruz de évano con los clavos de plata (...) más otro Cristo de marfil en una cruz de évano con clavos

d’Oro esmaltados (...) y es mi voluntad que todos los retratos de mis padres y hermanos y parientes de la

casa queden también vinculados a ella.6 Y, no contenta con ello, y para asegurar la permanencia de los

citados bienes en la ciudad de Gandia, ordena que si algún duque, descendiente o cualquier otra persona

quisiera alienar estos bienes, la Colegiata tenía poderes otorgados por ella para poder reclamarlos.

Legados artísticos de la familia Borja Todos los miembros de la saga Borja quisieron dejar constancia de su origen y de su pertenencia a la Casa de

Gandia. Casi ninguno olvidó en sus respectivos testamentos legar una cantidad de dinero a la Colegiata y al

monasterio de Santa Clara. Además, el hecho de que este último fuera el receptor de tantas mujeres de la

familia Borja posibilitó que, mediante los legados testamentarios que recibían estas monjas de la casa ducal,

el monasterio fuese enriqueciéndose cada vez más con los objetos preciosos y obras de arte que las monjas

Borja recibían de sus familiares.

Un documento muy interesante y relacionado con el primer testamento de Artemisa Dòria y Carreto –el del

año 1632- es la memoria firmada por su hijo y heredero, el VIII duque, Francesc Carles. Hemos de recordar

que en 1641 redacta otro testamento y que el del año 1644 será el definitivo. Aunque recientemente se hecho

referencia a este documento de 1632, tan sólo se ha transcrito la referencia a diez pinturas.7 Sin embargo, por

nuestra parte creyendo que es de gran importancia, pasamos a transcribir una selección de lo que

consideramos que está más relacionado con el tema que nos ocupa.

Memoria de alhajas de mi Señora la Duquesa 7ª de Gandia. Año 1632, a 24 de septiembre. Memoria firmada

del señor Don Francisco de Borxa, Duque 6º, que después de viudo fue sacerdote, de las alhaxas que fueron

de su madre la señora doña Artemisa Doria y Carreto, Duquesa 7ª viuda del señor Don Carlos su padre.8

(...)

Quadros grandes.

Un quadro con el martirio de San Sebastián.

Una Nuestra Señora con el Niño Jesús en los braços con muchos paños a los ombros que adornan la imagen

y San Joseph.

Un Cristo con la Cruz a cuestas y Nuestra Señora al lado.

Un quadro de la Madalena en el desierto.

Un San Gerónimo en el desierto con el león a sus pies.

Un Ecce Homo con dos saiones y Pilatos que le saca.

Un quadro grande de San Francisco con muchos religiosos que se allan a la resurrección de un niño.

Un quadro de la Coronación de Cristo.

Un quadro de quando le quieren enclavar en la Cruz.

Otro quadro como le alçan en la Cruz.

Un quadro de San Gavino a cavallo con otras dos figuras.

Un quadro donde está pintada la ciudad de Gerusalem.

Un quadro de la Purísima Concepción de Nuestra Señora.

6 Ibídem. 7 ARCINIEGA GARCÍA, L., La Memòria del ducat de Gandia i els títols anexos. Redactada per Basilio Sebastián Castellanos per al

duc d’Osuna (1851-1852), CEIC Alfons el Vell, Gandia, 2001, pág. 105. En este trabajo Arciniega hace referencia a los inventarios

efectuados en los años 1493, 1588, 1632, 1670, 1688, 1841 i 1851. Sin embargo, en ningún caso hace referencia de los documentos testamentarios de los Borja. A su vez, Ximo Company también hace referencia a la importancia del contenido del inventario de

1841, pero no lo transcribe: COMPANY I CLIMENT, J., “Tablas gandienses (1450-1550), Archivo de Arte Valenciano, 1983, pág. 43. 8 AHN, Osuna, leg. 540/68/AMG, FC-228.

9

Cinco quadros grandes de retratos.

El uno es de mi señora.

El otro retrato es el Duque mi señor.

El otro es el padre de mi señora.

El otro es el Señor Arçobispo de Çaragoça.

El otro es el Señor Obispo de Mallorca.

Un quadro de Nuestra Señora con el Niño Jesús en los braços y San Juanico.

Otro quadro de San Roque.

Quadros medianos.

Un San Miguel de mano de Ribalta.

Un Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, la Virgen, San Josef y diversos Ángeles.

Un quadro con el Niño que duerme y la Virgen Nuestra Señora esta devanando.

Un quadro con el Niño Jesús, la Virgen y San Juan Bautista.

Un San Gerónimo penitente leiendo en un libro, de mano de Tastelín.

Una Santa Polonia con dos saiones en el martirio de las muelas.

Un Christo con mucha gente quando perdonó a la adúltera.

Un San Francisco y su compañero curándole las llagas.

Un San Pedro llorando sus culpas, de mano del valenciano.9

Un quadro de pintura antigua del Descendimiento de la Cruz.

Un quadro del Santo fray Pasqual sacado de fray Pacífico.

Un quadro de San Bernardo.

Un quadro del Salvador.

Una Madalena antes de convertir con Santa Marta.

San Benito que resucita un niño ahogado.

Un Cristo crucificado que me dio el Inquisidor de Cáller

Quatro quadros iguales, el uno de Nuestra Señora con un Niño a los braços, pintada a lo griego. Los dos son

dos Ecce Homo y el otro quando le açotavan.

Un Santo Thomás de Aquino que me dio el Padre Granele.

Una Nuestra Señora con San Josef y el Niño con la escova en las manos, me lo dieron los Padres de la

Compañía.

Otro de la Virgen con su Niño, San Josef y San Juan Bautista, que me dio el Príncipe, mi hermano.

Una Nuestra Señora con el Niño Jesús en los braços y el cabello suelto, de mano de Ribalta.

Una Nuestra Señora de la Concepción que me embió mi hermano fray Francisco de las Indias.

Un San Josef con el Niño en los braços

Un San Francisco, de mano de Borrás.

Un quadro de Nuestra Señora del Populo.

Un quadro del Descendimiento de la Cruz pintura antigua.

Un quadro maior de Nuestra Señora, el Niño Jesús en los braços, San Josef y San Juanico; la guarnición es

dorada pintada con azul.

Una Santa Susana con los dos viejos que compré en Cáller

Un quadro del Santo Padre Francisco de Borja mi señor que me dio el Arcediano de Alzira, don Jusepe

Sans.10

Un quadro de Nuestra Señora con el Niño, San Juanico, San Josef y un ángel que haze música.

Un quadro pequeño de la degollación de San Juan Bautista.

Otro quando Judit quitava la cabeça a Olofernes.

Un quadro un poco largo del Descendimiento de la Cruz, pintura antigua.

Otro más pequeño del Descendimiento.

9 Es decir, Joan de Joanes. 10 En otras pinturas anteriores a la canonización de San Francesc de Borja, también hacen referencia a él como “santo”. En alguna

ocasión se le califica de “beato”.

10

(...)

Un quadro del siervo de Dios Mosén Simón.

Un quadro de la madre Luisa de la Ascensión.

(...)

Un Ecce Homo de buena pintura.

(...)

Dos quadros pequeños, el uno con el rostro del Salvador y el otro de la Virgen.

(...)

Una cabeça del Santo fray Pasqual.

Otra del siervo de Dios fray Andrés Yvernón.

(...)

Un rostro del Patriarca Arçobispo de Valencia.

Un rostro de Nuestra Señora, guarnecida de évano.

Una Nuestra Señora del mismo tamaño con el Niño al pecho, de mano de Ribalta.

Otra conforme a ésta un poco maior del mismo Ribalta.

Una cabeça de San Pedro de mano del Porcacino11

con guarnición negra y oro.

(...)

Dos quadricos un poco maiores, el uno es la Verónica, traslado de la de Génova es del Rey Abagar.

El otro es el martirio del apóstol San Andrés, de mano de Testelin, pintor de Génova.

(...)

Veinte quadros differentes pinturas y santos con guarniciones negras.

(...)

Otros dos quadros medianos, en el uno está retratado el Señor Cardenal Borja y en el otro el Señor

Cardenal Borja [sic].

(...)

Memoria de las relíquias que estan puestas en relicarios:

Doze medios cuerpos de santos y santas. Los diez tienen relíquias y los quatro últimos que traxeron de Roma

aún no las tienen.12

Dos pirámides de evano guarnecidas de plata y de plata sobredorada llenas de relíquias.

Dos cruzes de evano con sus peanicas llenas de relíquias.

Una cabeça de San Juan muy bien imitada en una caxa de évano.

Ocho peanas de madera doradas y pintadas para los medios cuerpos de los santos y santas.

Cinco Christos. Tres de marfíl el uno grande y los dos pequeños, el uno de plata y otro de piedra.

Dos Niño Jesús vestidos de cardenales.

Otro Niño Jesús grande

Dos Niño Jesús vestido de peregrino

Dos Niño Jesús, el uno vestido d’Ortelano y el otro de pastor.

Un San Juan Bautista bueno.

Dos imagines de Nuestra Señora con saias de tela de plata.

Una Santa Catalina mártir vestida de raso carmesí con estrellas de plata.

Una Santa Clara y Santa Catalina de Sena con sus hábitos bordados.

Las imagines del Belén que son San Josef de madera y la Madre de Dios también de madera. La mula y el

buey de madera y tres pastores de madera. Más otro nacimiento, pastores vestidos.

Un Niño Jesús de cera que se menea.

Otro Niño Jesús dormido de piedra.

Dos San Juanicos dormidos.

Dos Niños Jesuses con sus cunitas de flores.

Veinte y dos ángeles de madera que sirven para tener luzes.

Un medio cuerpo de Ecce homo que está en el altar.

11 Es decir, el Porcaccino. 12 Es posible que sean los que se exponen en el museo y mostramos en el catálogo.

11

Tres Reyes vestidos que son para la adoración.

Más dos ángeles grandes vestidos de velillo.

Una Madalena de bulto de cera en una caxa de évano con su vidriera.

Otrosí, mando al conbento de Santa Clara de Gandia, doscientas libras valencianas para que se gasten en lo

que la madre abadesa quisiera y dos monjas, las más ancianas juzgaren lo que más convenga.

Item, mando a dicho convento un frontal y casulla de damasco blanco con senefas de red de seda nacarada,

labrada d’Oro y plata.

Item, mando a dicho convento dos pirámides y dos reliquiarios con pies ovados todo de evano con

guarniciones de bronze dorado con sus relíquias. Más dos cruces de évano con sus relíquias guarnecidas de

plata.

Item, mando a dicho convento, una imagen de Christo de bulto en el sepulcro de madera dorada con su

sabana y colchonsito, y una almohadita verde bordado.

Item, mando al dicho convento, una cama dorada con velo y caidas de raso verde bordadas de canutillo

d’Oro y plata para que se ponga la imagen de tiene dicho convento de Nuestra Señora de Agosto. Y para la

misma imagen, mando una almoadita de gassa d’Oro bordada de canutillo d’Oro y alcofar para que requile

la cabesa.

Item, mando a dicho convento la lámpara de plata de mi capilla para que alumbre en la de Nuestra Señora

de Gracia que está en el claustro alto de dicho convento.

Item, mando a dicho convento de Santa Clara de Gandia, una cavessita de esclava de ámbar negro d’Oro,

esmeraldas, rubíes y perlas para que se ponga en las manos o a los pies de Nuestra Señora, por mi devosión.

Item, mando a dicho convento de Santa Clara de Gandia, dos cofressillos, el uno de évano y marfil y el otro

de madera ondeada, guarnecido de évano y marfil que tienen diversas relíquias todas en sus envoltorios de

tafetán con sus rótulos para que los pongan en la capilla de Nuestra Señora y en caso si quieren haser

algunos relicarios para su iglesia puedan sacar de ellos las relíquias que les pareciese a las madres

abadessa y vicaria y otras tres monjas las más ansianas. Las quales se hallaran presentes quando se saquen

dichas relíquias y que si no es para ese efecto, no se puedan sacar ninguna relíquia de dichos cofresitos.

(...)

Más mando a dicho convento [de San Roque] la argolla de hierro con que fue crusificado el santo frai

Pa[…]13

Bautista en el Japón con su caxón de plata.

Más mando a dicho convento dos cartelas de plata sobredorados. La una está una carta del santo Padre

Francisco mi señor y en la otra una oración de letra del Santo Padre frai Pasqual Bailón.

Más advierto que si por tiempo algún padre provincial o comisario quisiera quitar las dichas cossas de plata

quiero y mando que dicha argolla y las dichas dos cartelas se den al convento de Santa Clara de Gandia.

(...)

Otrosí. Lego y mando doscientas libras valencianas que se aian de dar al convento de Santa Clara Gandia

dentro del año que yo muriese. Las quales es mi voluntad que sirva para ayuda de la beatificación o

canonización de la madre Sor Luisa de la Ascensión quando se tratare de ello.

(...)

Otrosí, lego y mando a Doña Cenobia, mi nieta, un quadro de Nuestra Señora con el Niño en los brasos y

ensima la cabesa el Espíritu Santo y a los lados una nube con ángeles guarnesida de évano y flores de plata

y las cartelas de bronze sobredorado.

Otrosí, lego y mando a Sor Maria Luisa, mi nieta un quadro con nuestra Señora nuestro padre San

Francisco con el Niño Jesús en los braços, al otro lado el compañero de Nuestro padre guarnesido como el

de sor Cenobia, mi nieta.

Otrosí, lego y mando a doña Constanza, mi nieta, un quadro de Nuestra Señora con el Niño Jesús

guarnecido con plata que me le dio el Cardenal legado que tiene indulgencias en los cinco santos.14

Ittem, dexo al padre frai Francisco de Borja, mi hermano15

la crus de hévano que está a la cavesera de mi

cama la qual tiene pintado en ella un Christo crusificado.

13 Ilegible. Suponemos que se trata de fray Pacífico. Nota del autor 14 Se refiere al cardenal Francesco Barberini, posteriormente Papa Urbano VIII. 15 Es decir, “cuñado”

12

Ittem, dexo la cruz de madera del altar del ataúd del santo frai Diego con relíquia del mismo santo que me la

dexó mi Señora sor Ana, mi tia. Y pido a su paternidad la tráiga consigo para que se acuerde de

encomendarme a Dios.

Ittem, un quadrito con la Adoración de los Reies que agora está a la cabesera de mi cama que era de la

Infanta Margarita de la Cruz Y me la dio mi hermano frai Francisco.

Ittem, mando a dicho mi hermano todas las pastas de Agnus y relíquias que no estuvieren nombrados en este

mi testamento para que haga de ellas lo que le he comunicado y las que sobraren las de a quien quisiere.

Ittem, mando a dicho padre todas las estampas iluminadas o por iluminar de papel o pergamino que

estuvieren en mis escritorios y qualquier medallas o rossarios que en ellos ubiera y para esto le entregarán

las llaves de todos mis escritorios...

(...)

Otrosí, dexo y mando al Convento de Santa Clara de Gandia un reliquiario de plata sobredorado con una

relíquia y muela de San Francisco de Borja, mi señor.16

(…)

Item, mando a la Duquessa de Gandia, doña Artemisa Doria y Colona,17

mi muy amada hija, dos niños Jesús

vestidos de cardenales y otro que suele estar vestido de peregrino, y un san Juan Bautista, y un Niño Jesús

dormido sobre una muerte. Y muerta su Exceléncia, es mi voluntad estas cinco figuras se den al convento de

Santa Clara de Gandia sin que se puedan enagenar ni dar a otra persona alguna.

Creemos que en esta relación se pueden identificar algunos de los objetos que todavía se conservan. Es el

caso de la pintura que representa La curación de las llagas de San Francisco por el hermano León.

Asimismo, algunos relicarios adornados de bronce, los doce bustos-relicario y algunos de las imágenes del

Niño Jesús vestido de cardenal o de peregrino así como la imagen de Cristo Yacente y de la Virgen de

Agosto con sus correspondientes complementos y urnas.

Como acabamos de ver, la prioridad del monasterio de Santa Clara sobre cualquier otro monasterio queda

patente ya que los legados realizados a otras instituciones religiosas han de pasar al de Santa Clara siempre y

cuando se produjese cualquier eventualidad que impidiera la conservación allá donde, en principio, se haya

estipulado. Aparte de los legados artísticos a Santa Clara, no podemos dejar de mencionar los legados en

metálico y en rentas que los duques dejaron a sus hijas, profesas o no, en el monasterio. En su testamento, el

VIII duque Francisco que al quedarse viudo se hizo presbítero, dejó estipulado, entre otras cosas, el siguiente

legado:

(…)

Otrosí, dexo y mando a Doña Maria Luisa de Borja mi querida y amada hija y religiosa profesa en el

convento de Descalzas franciscas de Santa Clara de Gandia, ciento y sinquenta libras de renta cada año

para su [...] de sus alimentos...

Otrosí, dexo y mando a Doña Costanza de Borja mi querida hija, ciento y sinquenta libras de renta para sus

alimentos y quiero que aya de vivir y habitar y se lo ruego en compañía de sus hermanas en el convento de

Santa Clara de Gandia dentro la clausura de dicho convento en la forma que oy está y si no quiera habitar

en dicho convento quiero y es mi voluntat que mi heredero no tenga obligasión de dar dichas ciento y

sinquenta libras de renta sino tan solamente de alimentarla en su compañía (…)

Otrosí, dexo y mando a Doña Vicenta de Borja, mi hija querida ciento y sinquenta libras de renta para sus

alimentos y quiero que aya de vivir y habitar y se lo ruego en compañía de sus hermanas en el convento de

Santa Clara de Gandia dentro la clausura de dicho convento en la forma que oy està y si no quiere habitar

en dicho convento quiero y es mi voluntat que mi heredero no tenga obligasión de dar dichas ciento y

sinquenta libras de renta sino tan solamente de alimentarla en su compañía.

16 Como hemos apuntado anteriormente, el hecho de calificar de “santo” a Francesc de Borja no es porque ya estuviera canonizado

sino por “santificarlo” debido a la veneración que ya se le tenía como beato. 17 Artemisa Maria Teresa Gertrudis Dòria i Colonna, hija de Giovanni Dòria, III príncipe de Malfi (o Melfi), marqués de Torriglia y de Santo Stephano, conde de Loano, Caballero de la Orden del Toisón de Oro y Giovanna Colonna, hija de Fabrizio Colonna,

príncipe de Palliano y de su esposa Ana Borromeo, hermana de San Carlos, arzobispo de Milán. Así pues, nuera y sobrina carnal de

la duquesa Artemisa Dòria i Carreto.

13

Otrosí, dexo y mando a Doña Ana de Borja y Centelles, mi querida y amada hija trescientas libras de renta

para sus alimentos para en caso quisiese entrarse en Santa Clara mientras no se case y si se quedase en

compañía de su hermano, el marqués de Lombay, tenga la obligasión de alimentarla o darle las dichas

trescientas libras para que dicha mi hija se alimente a su disposión. Y para en caso de su casamiento la dexo

y mando cinquenta mil libras libras moneda de Valencia dexando en arbitrio a mi hijo y heredero de poder

añadir lo que quisiera para la colocasión de dicha su hermana. Y si acaso elegiere ser religiosa en Santa

Clara le dexo y mando ciento y sinquenta libras en la forma y modo que se los he dexado a sor Maria Luisa

(…)

Otrosí, dexo y mando a Doña Francisca Clara de Borja y Centelles, mi amada y cara hija doscientas libras

de renta para sus alimentos para en caso que quisiese entrarse en Santa Clara mientras no se case y si se

quedase en compañía de su hermano (...)

Otrosí, dexo y mando a Don Pasqual Francisco Ignacio de Borja, mi nieto, una concha d’Oro que tengo en

un escritorio mío de évano y marfil en mi torrezilla...

Otrosí, dexo y mando a Doña Ana Victória de Borja mi nieta, un escritorio de ámbares, vulgarmente

llamados [...]

Otrosí, dexo y mando a mi querida y amada nieta Gesualda de Borja, un escritorio de evano y marfil (...)18

Y su hijo, Francisco Carlos IX duque, en su testamento de 12 de enero de 1665 ordenó lo siguiente:

Otrosí, dexo y mando a Dª Victória de Borja, mi hija (...) quarenta mil escudos moneda de este reyno para en

caso de casamiento. Y si no casare y quisiere retirarse mientras no toma estado en el convento de Santa

Clara, se le den trescientos escudos para sus alimentos en cada un año. Y en caso quisiere entrar en religión

se le de ciento y cinquenta escudos para sus alimentos en cada un año tan solamente (...)

Otrosí, quiero y es mi voluntad que por quanto Dª Gesualda de Borja, mi hija (...) está colocada en el

convento de Santa Clara de dicha ciudad de Gandia y tengo conocido su ánimo que desea ser religiosa en

dicho convento y que el Duque mi Señor le dexó para sus alimentos se le pagase en cada un año ciento y

cinquenta libras es mi voluntad se le paguen aquellas con mucha puntualidad (...) le lego y mando una

lámina la qual quiero sea la que a su madre y señora mía bien visto fuese con lo qual se aya de tener por

contenta por parte y por legítima...

Otrosí, dexo y mando a mi hija Dª Artemisa de Borja (...) para en caso de casamiento quarenta mil escudos

en moneda de este reino y que en caso que quisiere vivir retirada en un convento se le den para sus

alimentos trescientos escudos en cada un año. Y si quisiese se religiosa: ciento y cinquenta en cada un año

(...)

Otrosí (...) dexo y mando a Dª Josepa de Borja, mi hija (...) [ídem de las otras hijas]

Otrosí, dexo, lego y mando a Don Melcior de Borja mi Señor y mi hermano, un relicario d’Oro guarnecido

de diamantes en què ay una muela del santo Francisco, mi Señor, que encargo a mi heredero cumpla con

nuestra puntualidad todo lo dispuesto y ordenado por el Excelentísimo Señor Duque mi Señor y mi padre [...]

(...) heredero universal mi hijo Don Pasqual Francisco de Borja (...) que quiero que en dicho vínculo tan

solamente se comprendan los citados de Gandia, Oliva y Lombay y demás estados y varonías, las dotes de

las Excelentísimas Señoras Doña Artemisa Doria y Carreto, mi Señora y mi abuela y mi Sra. Doña Artemisa

Doria y Colona, mi Señora y mi madre (...)

(...) y deseando hazer el entierro de los señores Duques para mayor decencia y solar la capilla mayor de la

colegial de Gandia aviendo ofrecido al Santo Francisco mi Señor repararle su yglesia del Colegio de la

Compañía de Jesús de Gandia y asimismo fundar una dobla en el día de San Simón y Judas en què nació el

Santo Francisco mi Señor, quiero y es mi voluntad que dichas obras, esto es, entierro, solar la capilla mayor

de dicha colegial, reparar la iglesia del Santo Francisco […] y fundar seis libras de renta para la dobla del

dia de san Simón y Judas...19

Hijo y hermano de duque fue Melchor de Borja Velasco, más conocido como Melchor de Centelles Borja,

miembro del Consejo de Guerra de Su Majestad, Capitán General de las Galeras de España. Este ilustre

18 AHN, Osuna, leg. 540-41/AMG, FC-228. 19 AHN, Osuna, leg. 540/AMG, FC-228

14

miembro de la familia Borja, hermano de otro gran desconocido –el cardenal Gaspar de Borja- murió sin

hijos y, al igual que su hermano el cardenal, quiso que todas sus riquezas quedaran en el seno de su familia.

De nuevo, el monasterio de Santa Clara sería el afortunado. En el testamento otorgado en Cartagena el día 16

de marzo de 1646, dejó bien claro lo siguiente:

Mando que quando Dios Nuestro Señor sea servido de me llevar desta presente vida, mi cuerpo sea

sepultado en el combento de monjas de las descalças de Santa Clara de la ciudad de Gandia y cubran mi

cuerpo con el ávito del Señor San Francisco.

(...) quiero que mis albaceas o qualquiera dellos hagan depósito de mi cuerpo por bía de depósito en

qualquiera yglesia o combento que les pareciere elegir para que de allí, llegado el caso, sea colocado al

dicho mi entierro [...] en la capilla que está detrás del altar por donde se saca el Santísimo Sacramento para

la Comunión en [...] delante de la dicha Iglesia donde a mis albaceas les pareciere y para que recivan el

dicho mi cuerpo desde luego doy y mando al dicho combento doce mil ducados de mis vienes en moneda del

Reyno de Valencia o sea Napolitana por una vez para que se le edifique una capilla más capáç y vistosa y de

más claridad y para que en el altar mayor se pueda poner y colocar un sagrario que tengo grande y de

admirable fábrica de mucho valor y vistoso. Que es necesario el altar donde sea de poner sea muy capaz y

esto se pebendrá en la redificación de la dicha iglesia y desde luego y desde luego [sic] le mando el dicho

sagrario y si aviéndose reedificado sobrare algo de los dichos doce mil ducados se pondrá en renta

perpetuas y estas se agregará a la de más renta que en este testamento para declarar para la paga de los

legados y disposiciones. Que esta es mi voluntad.

(...) mando de mis bienes diez y seis mil ducados por una vez para la canoniçación del beato Francisco de

Borja mi bisabuelo y estos serán de moneda de napolitana (...)

(...) mando que después de cumplido el legado antecedente las quatrocientas y setenta que quedan sean, las

trescientas primeras que quedaren para el dicho combento de Santa Clara en perpetuamente aplicadas a la

fábrica de la iglesia y combento y su conservación para que con toda desencia los capellanes puedan

celebrar dándoles el recado necesario para ello.

Item, mando que las ciento y sesenta libras restantes a cumplimentar a las mil y trescientas de los quatro

legados de por vida sean y las aplico para casar huérfanas de más de la manda y legado que are en este

testamento.

Item quiero que la renta que bacare de los legados de por vida que tengo hechos en este testamento, como

fueren bacando, lo primero sea instituir las capellanías y en segundo lugar la fábrica de la iglesia y en

tercero las huérfanas y ésta es mi voluntad.

Item, mando al dicho combento y monjas de Santa Clara trescientos ducados del intierro en cada un año

perpétuamente para siempre jamás de más de lo que las tengo mandado en este testamento para suplir lo

que les falta para bestuario y necesidades porque la limosna que tiene situada por los Señores Duques de

Gandia no es bastante y esto lo hago con intención que las labores que hicieren por sus manos para

particulares sean para el combento y comunidad, lo qual mando en aquello (...) forma que hubiere lugar de

derecho y esta es mi voluntad.20

Siguiendo con esta interesantísima serie de testamentos, Francisco de Borja y Aragón, Arcediano mayor de la

catedral de Valencia, sobrino del IX duque, capellán mayor de Su Magestad, administrador mayor del Real

Convento de la Encarnación de Madrid, obispo electo de Badajoz murió en Madrid el año 1685 antes de

tomar posesión. En su testamento de 22 de enero de 1681 y publicado el 16 de febrero de 1685, manda lo

siguiente21

:

(…)

Quiero que se embien a mi costa al Colegio de la Compañía de Jesús de Gandia, siete pinturas grandes de la

vida de San Francisco de Borja, mi Señor que adornaron el altar que se hizo para las fiestas de su

canonización que se hicieron en el Colegio Imperial de esta villa con dos mil reales de moneda valenciana

para el adorno y marcos de ellas.

20 AHN, Osuna, leg. 540-31/AMG, FC-238. 21 AHN, Osuna, leg. 541-16/AMG, FC-231.

15

Por quanto tengo fundada una capellanía admovible adnutum en la Santa Iglesia de Valencia en la Capilla

que edifiqué y adorné a honra de san Francisco de Borja, mi Señor, dottando su fiesta con toda la mayor

solemnidad (...)22

A la Excelentísima Señora Duquesa de Gandia, mi sobrina, el Desposorio de Santa Cathalina, sobre piedra

ágata, con marco de évano, guarnecido de plata.

Al Excelentísimo señor Duque de Gandia, mi sobrino, un retrato de mi padre, muy parecido y de gran pintor

para que su Excelencia y subzesores no olbiden lo mucho que le deven en lo que hizo en su servicio y lo

encomenden a Dios.

A mi Señora Sor Maria Luísa del Niño Jesús en Santa Clara de Gandia, un retablico de marfil con pinturas

de un Calvario, guarnecido de plata, cantoneras y cadenillas de colgadero.

Al Ilustríssimo Señor Don Antonio de Benavida, patriarcha de las Indias, un Ecce-Homo, original de

Morales el divino.

La duquesa Juana Fernández de Córdoba y Figueroa, esposa del duque Pasqual Francesc de Borja, también

tuvo presente al monasterio en su testamento. Pero en este caso, no pasaremos por alto las referencias a otras

instituciones religiosas por considerarlas de gran importancia. El testamento de la hija de los duques de Feria

es también uno de los más generosos del siglo XVII. Fechado el 31 de julio de 1704, modificado

posteriormente el 5 de junio de 1710, además de una tercera y última vez, el 23 de mayo de 1720:23

(…)

Mando a mi hija soror Pía de la Purificación y Borja, religiosa en el Real Convento de las Descalzas de esta

corte, Un Niño de Nápoles pequeño.

Mando a mi hija soror Jesualda de Borja, religiosa en el Real Convento de Santa Clara de Gandia: un

quadro de Jesús Nazareno con la Cruz a cuestas y una santa de su orden què le sigue, con marco dorado, el

qual le dejé a Gandia.

Mando que una imagen de Nuestra Señora de la Purificación que tengo en un escaparate se lleve a Gandia y

ponga en el sagrario del altar maior de la Iglesia de la Compañía de Jesús de Gandia, quitando la que está

por no ser de tan buena echura.

Mando que un Ecce-Homo de escultura que siempre he tenido en mi quarto en una urna de evano y palo

santo por la debozión que le tengo, se ponga en la capilla del palacio de Gandia en el altar colateral.

Mando que al Síndico que fuere del Convento de franciscos descalzos de Gandia que nombran de San Roque

se le entreguen zien ducados de vellón por una vez para que los empleen en corporales y cosas del culto

divino que tuviere maior necesidad.

Es mi voluntad que se haga una custódia del tamaño y ornato que pareciere a mis testamentarios para que

se pueda colocar en ella con dezéncia el Santíssimo Sacramento y que se de a la Iglesia de la Seu de

Gandia. Y que para este efecto se venda la gargantilla de las treinta y seys esmeraldas con su pendiente

delantero que traje de la casa de mis padres y de su valor se haga dicha custódia de plata sobre dorada. Y si

no fuere menester que se bendan todas las esmeraldas para hazerla, las que sobraren sirvan de adorno para

la misma custodia.

De las dos fiestas que dejo dispuesto se funden y doten en mi testamento, es mi voluntad que sólo se funde la

de la Purísima Concepción en el Convento de Santa Clara de Gandia con los ziento y zinquenta pesos que en

dicho mi testamento señalo, los quales se han de entregar a dicho convento oblilgándose a la dicha fiesta.

(...)

y asimismo por ynstrucciones presentadas consta haverse entregado la custódia que su Exceléncia dexó de

legado a la Colegiata de Gandia, como también haverse fundado la fiesta anual de la Concepción en el

Convento de Monxas de Santa Clara, asimismo de Gandia (...)

En el testamento del IX duque Lluis Ignacio, con fecha de 24 de abril de 1734, podemos leer: 24

(…)

22 Aquí observamos una clara referencia a la capilla de los Borja de la Catedral de Valencia que, más de un siglo después, se remodelaría y decoraría con pinturas de Goya y Maella, tal como podemos comprobar en la actualidad. 23 AHN, Osuna, leg. 540-58/AMG, FC-228 24 AHN, Osuna, leg. 540-61/AMG, FC-228.

16

Item, ordeno que a la Excelentísima Señora Doña Mariana de Borja, mi hermana, en señal de mi cariño se le

de un lienzo pintura del Señor San Francisco de Borja nuestro santo abuelo y que a mi hermana sor

Gesualda María de la Encarnación, religiosa en el convento de las Reales Descalzas de esta corte, se le

asista y de por el que me subcediere en los mayorazgos, trescientos ducados de vellón en cada un año (...)

Y en el último testamento de doña María Ponce de León, duquesa de Gandia, hija de los duques de Arcos,

otorgado en Madrid el 30 de septiembre de 1676, destacamos:25

(…)

(…) mando que mi cuerpo se deposite en la iglesia del combento de monjas de la Conzepción Gerónima de

esta villa [Madrid] para que de allí quando sea tiempo competente se lleve a la ciudad de Toledo y sea

sepultado en la iglesia del combento de Religiosas Capuchinas de dicha ciudad a donde está enterrado el

Excelentísimo Señor don Joseph Ponze de León, mi hermano (...)

A mi hixa sor Bernalda María del Niño Jesús, religiosa professa en el convento de Santa Clara de la ciudad

de Gandia, la mando otro Niño Jesús de escultura que tengo en mi oratorio, el que dirá mi camarera.

(...)

Y no nombro por mi heredera a la dicha sor Jesualda Maria del Niño Jesús, asimismo mi hixa y del dicho

Duque mi marido por ser la susodicha religiosa professa en el combento Real de Santa Clara de la ciudad

de Gandia y tener renunziadas sus lexítimas.

Por otra parte, las circunstancias económicas por las que atravesó la casa ducal durante gran parte del siglo

XVII cambiaron la voluntad testamentaria del Cardenal de Toledo y Primado de España, Gaspar de Borja y

de Velasco, inmortalizado por Velázquez. Nos encontramos también que en 1635, en un testamento

redactado en Roma, el citado cardenal que también era obispo de Albano (Italia) y fue arzobispo de Sevilla

lega a su sobrino, el duque de Gandia, la colgadura [el tapiz] de ynbierno de la Ystoria de Scipion (...) que

tiene seys anas de cayda (...) y, a su hermano Melchor, otro tapiz veneciano con la historia de Alejandro el

Magno.

Lo más interesante de este primer testamento es que nombra heredera universal de sus bienes a la Colegiata

de Gandia (...) sobre todos mis bienes muebles, oro, plata, dineros, colgaduras y otras cosas a mi tocantes y

pertenecientes en qualquier manera (...) más dejo seys mil libras (...) a la dicha yglesia collegiada de

Gandia, mi heredera para que se pongan en renta y se gasten en lo que allá se llama para la fábrica. Por lo

tanto, algunos de los miembros de la familia Borja continuaron teniendo presente en su pensamiento –al

menos en un primer momento- dedicar parte de sus bienes a la manutención o continuación de la nunca

acabada obra de la Colegiata, como se puede comprobar en las palabras que acabamos de leer. Pero este

testamento fue revocado y el contenido del testamento definitivo de 28 de septiembre de 1645 cambiaba

totalmente la dirección del pensamiento del Cardenal.26

La Colegiata de Gandia tan sólo debía recibir del

legado del Cardenal los ornamentos pectorales, cruces de reliquias, cálices y otros atrezzos. Tampoco salió

bien parado el hospicio y el convento de San Giovannino de Roma, a cuya iglesia le dejó seis candelabros

grandes de plata que están con las armas de la Madona y una cruz que hize labrar con ellos. Y es que, como

miembro de la familia Borja y viendo la situación económica que atravesaba el ducado, dispuso que todos sus

bienes se destinaran a ayudar a la Casa de Gandia, pues, como acto de misericordia, [había de] acudir a lo

preciso de su reparo pues no es menor la necesidad que tiene un señor grande para lo que piden las

obligaciones forçossas de su estado que la que padecen muchos de menor fortuna...27

25 AHN, Osuna, leg. 540-54/AMG, FC-228. 26 AHN, Osuna, leg. 553/AMG, FC-243. 27 Ibídem. También, leg. 540/387amg, fc-228: “Herencias del 8º Duque sobre la hacienda del señor Cardenal don Gaspar de

Borja. Copias de cartas escritas por el señor Duque don Francisco de Borxa que después fue sacerdote a su hixo el señor marqués

de Lombay que se hallava en Nápoles y a otros señores en el año de 1647 en que da cuenta en la forma que se ha ajustado con

S.M., con el Pontífice y otros acreedores de la hacienda del señor cardenal don Gaspar de Borja y Velasco, de quien fue el señor

Duque heredero”. Así pues, el heredero de la fabulosa fortuna del cardenal Gaspar de Borja, uno de los hombres más ricos de

España, fue su sobrino el VIII duque de Gandia, Francesc Dídac Pasqual, que, una vez enviudado, se hizo presbítero. Su hijo, el IX duque Francesc Carles, murió en 1665, pocos meses después de su padre. Po lo tanto, creemos que la construcción de la Galeria

Daurada, realizada a partir de 1671 por el X duque, Pasqual Francesc, fue posible gracias a la herencia del cardenal Gaspar de

Borja y no per la dote matrimonial aportada por Juana Fernández de Córdoba, como se viene afirmando.

17

Aún así, es interesante conocer cuál era el pensamiento del Cardenal Gaspar de Borja durante su estancia en

Italia antes de volver a España. Gaspar de Borja y Velasco fue un gran amante de las artes. Aparte del gran

número de obras de arte que trajo consigo desde Italia, destaca en la historia del arte por haber sido el

encargado por el rey Felipe IV de enviar a Madrid, destinadas a decorar los salones del Palacio Real del Buen

Retiro, una seria de pinturas realizadas en Nápoles dedicadas a las festividades de la Virgen María. Estas

pinturas, en principio se creían de Andrea Vaccaro pero recientes investigaciones las atribuyen a Turchi, más

conocido como il turchino.

Como hemos visto, en 1645, un hermano del Cardenal, Melchor de Centelles, ordenó ser enterrado en la

iglesia de Santa Clara. Además, legaba al monasterio de clarisas de Gandia 12.000 ducados en moneda

napolitana para que en el altar mayor se pueda poner y colocar un sagrario de mucho valor y vistoso. Que es

necesario el altar donde se ha de poner sea muy capaz y eso se prebendrá en la reedificación de la dicha

iglesia...

Es muy posible que la reedificación referida en el testamento se refiera a la restauración o remodelación del

presbiterio y a la construcción de un nuevo retablo donde debía situarse el sagrario que Melchor de Centelles

enviaba desde Cartagena. Por tanto, no sería descabellado pensar que los restos de pinturas que quedan en los

muros del presbiterio de la iglesia del convento de Santa clara fuesen de esa época28

así como el desaparecido

retablo, muy parecido, como podemos apreciar en la documentación fotográfica, al que en aquellos mismos

años se estaba construyendo en la capilla de Nuestra Señora de la Salud de la Colegiata, que mandó hacer la

duquesa Artemisa Dòria y Carreto. También es posible que dicho sagrario acabara presidiendo la

desaparecida capilla de la comunión que en su momento ocuparía parte de los espacios donde se sitúan el

coro bajo y el claustro actual.29

No contento con esta aportación artística a la iglesia de las clarisas de Gandia,

Melchor de Centelles no se olvida del convento de San Roque, al que lega 3.000 ducados de moneda

napolitana para construir su iglesia y el convento en el que residía su hermano fraile y presbítero, Francisco

de Borja.

Juana Fernández de Córdoba legó a su hija sor Jesualda de Borja, del monasterio de Santa Clara, un cuadro

de Jesús de Nazaret con una santa de dicha orden què le sigue. A su otra hija, también en las clarisas de

Gandia, sor María de la Concepción, le lega una imagen del Niño Jesús de Nápoles. Esta misma duquesa

ordenó desde Madrid que, una imagen de la Purísima que tengo en un escaparate [una urna] se lleve a

Gandia y ponga en el sagrario del altar maior de la iglesia de la Compañía de Jesús, quitando la que está

por no ser de tan buena echura. Asimismo, ordenó que un Ecce-Homo de escultura que siempre he tenido en

mi quarto en una hurna de évano y palo santo por la devoción que le tengo, se ponga en la capilla del

Palacio de Gandia en el altar colateral.30

Hay que tener presente que, si bien algunos de los Borja tuvieron cierta sensibilidad para promocionar la

realización de algunas obras de arte que con el tiempo llegarían a formar parte del patrimonio común de la

villa, no es menos cierto que otros, -sus herederos- hicieron todo lo posible por expoliarnos de todo aquel

pasado histórico y artístico que sus predecesores nos habían legado. Así, durante el siglo XIX, en plena

decadencia de la nobleza, los herederos de la Casa Borja cargaron carros y más carros de objetos valiosos y

artísticos entre los que se encontraban cortinas, tapices, muebles, vajillas y todo tipo de objetos y obras de

arte. Incluso casullas y frontales del altar de la Colegiata o las ricas telas que adornaban el altar del

monumento del Jueves Santo y que desde tiempo inmemorial legaron los duques a la Iglesia de la que eran

28 El estilo de estas pinturas y los la tipología usada está directamente relacionada con las pinturas sobre lienzo del coro alto de la

iglesia que representan a santas clarisas alternadas con los arcángeles (canónicoa y apócrifos) Estas pinturas pinturas las hemos

atribuído a sor María Evangelista Enríquez de Guzmán. 29 Así lo podemos comprobar en el plano que, con ocasión de la abertura de la actual plaza de María Enríquez y la desaparición de

la torre del Baluard así como los lienzos de la muralla de aquella zona, dibujó el maestro de obras del Ayuntamiento, Antonio Vicente i Vidal. 30 En el inventario del Palau Ducal de 1640, publicado per primera vegada per Cervós y Solà, se hace referencia a un Eccehomo

que ocupaba un altar lateral de la citada capilla.

18

patronos. Los largos inventarios elaborados en diversos momentos y a lo largo de los siglos que aún se

conservan, nos dan fe de la riqueza que cubría los muros del Palacio ducal. Respecto a la Colegiata, es sabida

la desaparición de todas sus obras de arte. Y de algunas de las piezas que se conservan en el monasterio de

Santa Clara de Gandia hacen referencia algunos documentos que figuran en este estudio.

En este caso, y tal y como hemos podido observar en nuestras investigaciones, algunas de las obras de arte

han servido para crear ciertas historias que las crónicas reflejan sobre la vida y obra de algunas de las monjas

de la familia Borja. Es el caso de un hecho prodigioso que se relata sobre sor Joana Evangelista de Borja y

Aragón –Anna de Borja y Aragón- segunda hermana de San Francisco de Borja e hija de don Juan de Borja y

de su primera esposa, Juana de Aragón.31

Esta monja sufrió muchos dolores físicos durante su juventud, por lo que estaba imposibilitada para realizar

cualquier movimiento físico. Ante estas circunstancias, la comunidad decidió que residiera en el Palacio

junto a sus padres. Sor Juana se resistió a aceptar esta decisión y se encomendó a San Pedro para que obrara

el milagro de devolverle la salud. El hecho milagroso se propagó por toda la ciudad como una mancha de

aceite y “los Duques, sus padres, con todos los de palacio, las personas más autorizadas de la ciudad, el

Cabildo con toda la clerecía de la Colegiata, acudieron al monasterio, en cuya iglesia se cantó un solemne

Te Deum con grande música. Luego se repitió el mismo acto en la Colegiata. Sor Juana pidió a sus padres

hicieran pintar un cuadro del Apóstol como se le había aparecido: con las llaves en una mano y un libro en

la otra. Este cuadro lo tuvo en su celda durante su vida. Actualmente se conserva en el monasterio de las

clarisas”.32

Efectivamente, una pintura con estas referencias aún se conserva en el monasterio y responde a la descripción

del relato. Pues bien, si tenemos en cuenta que la historia data de antes del año de su profesión de fe en el año

1526, hemos de pensar que la pintura corresponde a una fecha inmediatamente posterior, si hacemos caso de

las crónicas, sobre todo a la primera de ellas, redactada como hemos dicho, entre 1642 y 1652, años en los

que estuvo de confesor fray Alonso Pastor. En este sentido, hay que tener presente que las narraciones de las

crónicas mezcladas con relatos “biográficos” son producto del espíritu de una época. Es la interpretación que

sobre la vida de las monjas –en éste y otros conventos y monasterios- hacían algunos eclesiásticos con un

claro intento de remover los sentimientos y la religiosidad de los fieles. No olvidemos que hablamos de una

época imbuida de la parafernalia propia del barroco surgido de las directrices de Trento y aprovechadas por

los poderes absolutistas del momento.

Estas referencias a las obras y objetos de arte y el estudio minucioso de los documentos que nos hablan sobre

ellos, nos deberían servir para profundizar más en la historia de nuestra ciudad, así como para tomar

conciencia de la importancia que el patrimonio artístico tiene en la historia de los pueblos. Ojalá que todas las

obras nombradas en los diversos testamentos hubiesen llegado hasta nuestros días y estuvieran entre

nosotros. Muchas de estas obras de arte han desaparecido pero por otro lado, otras muchas –quizá la mayor

parte- están esparcidas por todo el mundo en museos y colecciones particulares. Sin embargo, gracias a su y

cuidado, las monjas del Real convento de Descalzas de Santa Clara de Gandia, en el año 1936 y ayudadas por

algunas personas del vecindario y por propios familiares, tuvieron el coraje y la osadía de salvar gran parte de

su patrimonio que hoy podemos disfrutar sin dejar de agradecer a aquellas personas su valeroso gesto.33

31 LLOPIS, op. cit., págs. 490-498, CARRIÓ, op. cit., págs. 21 i 22 y AMORÓS, op. cit., págs. 122-124. Aún así, transcribimos lo que

leemos en nuestra referencia básica, es decir el padre, es decir el padre León AMORÓS, pág. 6 [nota 4]): S. CARRIÓ, Libro de

fundación (...) “Todo lo referido hasta aquí (historia de la fundación) lo he sacado de un libro intitulado Soledades del amor divino,

del R.P. Fray Alonso Pastor [confesor de las clarisas de Gandia entre 1642 i 1652, va publicar este libro en 1655 que dedicó a sor

Maria Luisa del Niño Jesús, religiosa de Santa Clara de Gandia que se encuentra en este convento, que trata de la fundación, en

donde podrá leer el curioso los grande[s] progressos de la virtud y santidad en que florecieron las fundadoras y otras muchas

religiosas que recibieron el hábito y professaron en este santo monasterio”. [nota 5]: “El P. José Llopis fue nombrado confesor de

las clarisas de Gandía por el P. Antonio Abián, Comisario General, el 29 de noviembre de 1779. (...) Dexó casi concluída la

historia de este monasterio ...” 32 AMORÓS, L., op. cit., págs. 123 i 124. 33 Queremos agradecer al cabeza de la familia Miret que abrió un gran agujero en la pared medianera entre su casa y el convento

para poder pasar a su domicilio parte del patrimonio artístico y otros objetos de valor. Asimismo, la comunidad de monjas clarisas

19

Las pinturas de la antigua Sala Capitular A finales del siglo XIX, los proyectos de urbanización de Gandia y de otras ciudades, contemplaban la

apertura de algunas calles y plazas que, como callejones sin salida, acababan en las murallas de los siglos

XIV y XVI. Con la demolición de éstas, las calles podrían prolongarse y facilitar el tráfico rodado que en

aquel tiempo era necesario para el desarrollo económico de sus habitantes. Una de las actuaciones que más

polémica ocasionaron los proyectos de ensanche de la ciudad fue la de la expropiación del antiguo convento

de Santa Clara puesto que el edificio principal del monasterio y la muralla del siglo XIV que corría a sus

espaldas, eran un obstáculo para enlazar la actual calle de las Carmelitas con la avenida del Grau. Así pues, el

monasterio y la muralla se demolieron y se abrió la plaza que centrifugó las dependencias del complejo

monacal. Por un lado, el patio de acceso público que servía de acceso a las distintas dependencias del

monasterio sirvió para configurar la actual plaza de María Enríquez. De otro lado, el edificio principal

desapareció; la iglesia y el claustro gótico quedaron a un lado de la plaza y junto a ella se construyó el nuevo

convento. Por otro lado, la construcción que albergaba la Sala Capitular se desmembró del resto del

monasterio al quedar al otro lado de la plaza y se mantuvo enmascarada en el interior de edificio particular

hasta la década de los años setenta del siglo XX en que dicho edificio fue derruido para construir uno más

actual.

El padre Antonio de León, jesuita amante del arte y de la historia residió por un tiempo en el Palacio Ducal

de los Borja donde se habilitó una residencia jesuítica. Durante su estancia en Gandia realizó un estudio de

diferentes edificios históricos de la ciudad y al describir la sala capitular del monasterio de las clarisas dijo lo

siguiente: (...) separada hoy completamente del convento por la nueva vía pública (...) y formando parte de

las habitaciones del capellán, hay una sala con pinturas decorativas, en las que alternan los cuadros de

figuras con complicados y vistosos arabescos. El tiempo ha maltratado bastante este decorado, y los

modernos usos a que se destina aquella pieza presagian su total destrucción. Es muy de lamentar la falta de

ambiente artístico que padecemos y, lo que es consiguiente, la escasez de recursos para mantener en pie los

recuerdos de nuestros mayores...34

La planta baja de dicho edificio conservaba unas arcadas medievales y servía de almacén. La planta primera

acogía la vivienda donde residía el capellán que asistía a la comunidad de religiosas y en donde, así mismo,

se ubicaba la Sala Capitular, uno de los espacios más importantes de iglesias colegiatas, catedrales, conventos

y monasterios. En la sala capitular se reúne la comunidad religiosa para tratar sus propios asuntos y por tanto

equivaldría a la sala de sesiones de los ayuntamientos. Así pues se trata de un espacio noble que, como tal,

suele recibir un tratamiento decorativo que destaca sobre el resto de las dependencias religiosas, si

exceptuamos la iglesia. La antigua Sala Capitular de las Descalzas de Gandia estaba decorada en sus muros y

bóveda por pinturas realizadas al temple que, afortunadamente, antes de demoler el edificio fueron

arrancadas y pasadas a lienzo. Si nos guiamos por las dimensiones de las pinturas, la sala debía tener 9’50

metros de largo por 6’75 de ancho y su altura debió de ser considerable como se puede apreciar en

fotografías antiguas.

Los muros acogían cuatro escenas religiosas enmarcadas por cenefas florales que representan escenas

marianas. Tienen unas dimensiones de 3 x 2 y pertenecen al siglo XVI. Las representaciones son las

siguientes: La Virgen del Rosario acompañada de San Domingo de Guzmán y de otros santos de su orden; la

también desea hacer público el gesto de Joan Baptista Giner, vecino de Vilallonga y padre de las religiosas sor Adela, Sor Maria y

Sor Anna. Este señor se ocupó de desenmarcar todas las pinturas que pudo y enrollarlas con mucho cuidado. Los marcos de dichas

pinturas se ocultaron entre el tejado y la bóveda de la iglesia. Con estas premisas y circunstancias, Joan Baptista fue colocando las

obras de arte en una tartana y transportarlas a Vilallonga. En esta población permanecieron ocultas entre los tejidos de su comercio

hasta el fin de la guerra. Una vez que las monjas pudieron regresar al monasterio de donde fueron expulsadas, cuando fueron a

sacar los marcos escondidos sobre la bóveda de la iglesia vieron que ya no estaban. El monasterio estuvo ocupado por tropas de

miliciano que lo dejaron bastante deteriorado. 34 DE LEÓN, A, Guía del Palacio Ducal y de otros insignes recuerdos de los Borjas en la ciudad de Gandía”, Tipografía Moderna,

A C. De Miguel Gimeno, Valencia, 1926, p.182

20

Virgen entronizada con san Juan Evangelista; la Aparición de la Virgen del Pilar a Santiago y, finalmente,

la escena que representa el milagro de la fundación de la basílica de Santa María la Mayor de Roma en el

lugar donde nevó en pleno agosto.35

Ovalo central del techo de la antigua Sala Capitular

35 Según la tradición, la Virgen María inspiró la construcción de esta basílica sobre la colina del Esquilino en la ciudad de Roma después de aparecerse en sueños al papa San Liberio (352-366) y a un patricio de nombre Juan. Les mandó que construyeran una

iglesia en el lugar que Ella señalaría milagrosamente. La madrugada del 5 de agosto del año 358 la colina apareció cubierta de

nieva. El papa delimitó el terreno y Juan financió su construcción.

21

Estas pinturas tienen una fuerte carga del estilo clásico de mediados del siglo XVI pero aún así, con claras

influencias de la perspectiva de época gótica. Así lo podemos apreciar en la representación de algunos

personajes, del paisaje y de la arquitectura. Podríamos decir, que, en general el artista o artistas que las

realizaron tuvieron como referencia las pinturas de Paolo de San Leocadio. Obviamente, este pintor dejó una

fuerte huella de su estilo en todo el país y concretamente aquí, en Gandia.

Una de las pinturas de los muros de la antigua Sala Capitular

En determinados momentos de la vida del convento estas escenas se enmarcaron con cenefas de motivos

ornamentales de estilo posterior (barroco, rococó). Las pinturas de estas cenefas, ejecutadas con un excelente

conocimiento del dibujo y de la policromía cubrieron la parte perimetral de las escenas. Por la parte superior

de estas así como por todo el resto del perímetro mural corría una cenefa donde aparecen ritmados

medallones que acogen las efigies de algunas monjas destacadas en la historia del convento entre las cuales

están algunas de la familia Borja.

Las pinturas de la bóveda debieron de ser pintadas por el franciscano Vicent Ferrer que es el artista que pintó

entre 1688 y 1692 la cúpula de la iglesia del monasterio cisterciense de Santa Maria de la Valldigna en Simat

de la Valldigna. En el centro de la bóveda sobresale un gran medallón ovalado circundado de una bella

guirnalda floral que enmarca las figuras de la Inmaculada Concepción y a sus lados las imágenes de San

Francisco y de Santa Clara de Asís. En las esquinas y configurando cuatro pechinas, se encuentran

representadas cuatro monjas de las primeras fundadoras de origen francés que vinieron de Leziñán a fundar el

monasterio de Gandia: Sor Francisca Perieta, primera abadesa, Sor Marieta, la Sereníssima Infanta sor María

Escarlata y sor Antonia Segarra, abadesa. Completando el conjunto del techo, entre las pechinas y el óvalo

central se extiende un despliegue ornamental vegetal donde se entremezclan angelitos de cuerpos rechonchos

que hacen sonar toda clase de instrumentos musicales y con ello dando a la pintura un aire festivo y feliz.

Esta somera descripción la podemos ampliar si nos referimos a los gustos decorativos de la segunda mitad

22

del siglo XVII que es el momento de su realización. Un momento estilístico en el que todas las

ornamentaciones tridimensionales inundaron muros y pilares de la mayoría de las iglesias del país y donde un

ejército de angelitos pintados o en relieve eran sus protagonistas. Este es el caso de la decoración de los

muros y bóvedas de la iglesia del monasterio de Santa Maria de la Valldigna y de la Sala Capitular de las

clarisas de Gandia así como la referencia que encontramos en la antigua capilla doméstica del convento de

Sant Roc de Gandia, hoy Biblioteca Municipal.

En el primer caso podemos ver una serie de angelitos enfrascados en sus juegos entremezclados con ramas y

hojas de cardo, flores de lirio, cestas de flores y frutas, jarrones y otros objetos que recuerdan la bondad de la

tierra, el clima y la fuerza de los brazos trabajadores de los hombres y mujeres de este país. En cambio, en

Gandia, los angelitos, además de jugar y hacerse bromas, ocupan su tiempo haciendo sonar agradables

melodías con sus instrumentos musicales.36

Vista de la zona central del techo de la Sala Capitular

36 En la Iglesia de Santa Maria de la Valldigna, fray Vicent Ferrer, además de decorar las seis capillas laterales, pintó la cúpula

sobre el presbiterio entre los años 1688 y 1692. Por otro lado, Pasqual Ramos decoró toda la bóveda que cubre la nave de la Iglesia

durante el año 1699.

23

La tercera época estilística, el rococó, de la Sala Capitular se manifestaría con una decoración que se ocupan

de enmarcar algunos espacios vacíos que quedaban en los muros y que en realidad no sabemos si dichos

espacios correspondían a puertas, ventanas o algún otro elemento que quedaba integrado en los muros. El

hecho de no tener ninguna fotografía de las pinturas realizadas in situ, antes de su arranque y posterior

traslado a lienzo, nos limita en nuestras investigaciones y por lo tanto, limitarnos a suposiciones.

En su totalidad, las pinturas murales están realizadas siguiendo la técnica del temple sobre pared seca. Se

hizo uso de unos colores vivos y vibrantes, de tal manera que la rica policromía es la gran protagonista de la

sala. Así mismo, al observar de manera detallada las diferentes partes de la decoración, podemos comprobar

que hay una lectura coherente que se identifica con la función y concepción iconográfica que no es otra que

la de recordar los primeros años de la fundación del convento. La decoración de esta sala se realizó pensando

en la incidencia que su mensaje había de tener en el lugar donde se ubicaba. Es decir, siguiendo un programa

iconográfico que establecía una relación directa entre la vida celestial y la vida terrenal: por una lado, la

representación de las monjas fundadoras del convento acogidas bajo el manto de la Inmaculada y de los

santos fundadores de la Orden –San Francisco y Santa Clara- acompañados de una corte de alegres angelotes

músicos conformando una magnífica visión celestial. Por otro lado, en la realidad del momento terrenal, la

vida contemplativa y de oración de las monjas que se reunían en la Sala para deliberar sobre su vida terrenal

en el convento y a la espera de alcanzar la reunión con Dios en la vida celestial.

24

El complejo arquitectónico del Antiguo Hospital de Sant Marc. Anexo al Real Monasterio de Santa Clara de Gandia se encuentra el complejo de edificios de origen medieval

que albergaba el antiguo Hospital de Sant Marc de Gandia que estuvo operativo hasta el año 1973. Este

espacio que hasta hace poco estaba ocupado por el Museu Arqueològic ha sido totalmente remodelado y

acondicionado para albergar la gran colección artística de las clarisas de Gandia que ha sobrevivido a

revoluciones, guerras y todo tipo de calamidades propias del paso de los siglos. El Museu de les Clarisses de

Gandia ha sido posible gracias a la voluntad de la comunidad de monjas clarisas que conocen no sólo el valor

material de las obras de arte, sino las lecturas que de ellas se desprenden y lo que representan para la historia

de Gandia y de los Borja. Así pues, el Real Monasterio de Santa Clara y su Museu de les Clarisses instalado

en una joya medieval como es el antiguo Hospital de Sant Marc, se unen como una alternativa más a los

alicientes religiosos y culturales que la ciudad de Gandia ofrece a sus habitantes y a todos sus visitantes.

Situación del antiguo Hospital de Sant Marc

Tal como refiere el historiador Vicent Olaso, que es quien mejor lo ha investigado, los orígenes de este

edificio y su institución se pierden en la penumbra de los primeros tiempos de la Gandia cristiana y por lo

tanto es muy posible que estén inmediatamente después de la conquista de Gandia por Jaume I. El hospital

aparece documentado en el último tercio del siglo XIV y a lo largo de los siglos posteriores hasta su

desaparición institucional, el conjunto de edificios que lo albergaba conoció ampliaciones, modificaciones y

mejoras, como la que impulsó San Francisco de Borja. En su interior destacan dos salas emblemáticas de

gran interés arquitectónico así como otras dependencias menores; un patio central y una antigua capilla

reconocible desde el exterior pero que interiormente ha perdido su función religiosa.

25

El conjunto presenta varias puertas en la calle del hospital que está situada en su lado norte. Por la parte de

levante linda con las dependencias y huerto del monasterio de Santa Clara; el mediodía está delimitado por el

rio Serpis y la muralla que corona esta parte de su ribera izquierda; por la parte de poniente linda en parte con

una casa de vecinos y con el patio posterior del colegio de las Carmelitas. En el centro del conjunto se abre

un patio central que distribuye gran parte de las dependencias entre las que destacan la Sala de Hombres, la

Sala de Mujeres y la antigua capilla de Sant Marc. Así mismo, mediante otro pequeño patio se puede acceder

a la única puerta que queda de todo el recinto mural de la Gandia medieval.

Las salas de los enfermos conservan su estructura original a pesar de las reparaciones y restauraciones que

han sido necesarias realizar. La Sala de Hombres se cree que tiene su origen en los siglos XV o XVI y es el

mayor de los espacios y su interior asombra por su magnificencia y belleza de sus líneas.

Arquitectónicamente sigue el modelo de arquitectura gótica de tipo colonial, más conocida como “de

conquista”. Se trata de un espacio rectangular configurado mediante cinco esbeltos arcos apuntados o de

diafragma realizados con técnica de ladrillo y argamasa con voluntad decorativa por lo cual no aparecen

remozados. La sala se cubre con un entramado de vigas de madera que se apoya sobre los arcos y remata su

cubrición con tejado de tejas árabes dispuesto a dos vertientes. La cabecera de la sala tiene una puerta a la

calle y el otro extremo da a una torre de la muralla que sirve de punto de encuentro con la Sala de Mujeres.

Esta sala está concebida arquitectónicamente de manera similar a la mezquita de la Xara, junto al Monasterio

de Santa Maria de la Valldigna; un pequeño edificio de estilo mudéjar que fue cristianizado con motivo de la

expulsión de los moriscos y convertido en ermita bajo la advocación de Santa Anna. La zona central de esta

sala está configurada en base a cuatro pilares de sección cuadrada construidos con ladrillo y argamasa que

sostienen la cubierta realizada en madera y tejado de teja árabe a dos vertientes con una zona horizontal en su

parte central. También tiene forma rectangular pero las dimensiones son mucho más reducidas que las de la

Sala de Hombres. Sin embargo la Sala de Mujeres tiene dos plantas que quedan unidas mediante un espacio

abierto en el centro. La planta baja servía para ubicar las camas de las enfermas en unos espacios que

aparecen cubiertos con pequeñas bóvedas. En el suelo de la planta alta –que sólo cubre la parte perimetral- se

abrían unos agujeros que se situaban en el centro de cada una de las bóvedas para de esta manera vigilar las

enfermas sin necesidad de molestarlas.

En el lateral oeste del patio –ahora cubierto- se puede contemplar el hoyo donde en 1548 se fundió la

campana mayor de la Colegiata de Gandia. Aún se pueden observar la forma del molde de la campana.

26

27

CATÁLOGO

(Selección)

28

Santa Clara y Santa Isabel de Hungría Anónimo. (Círculo de Antoni Peris, Jaume Mateu y Gonçal Peris)

Ca. 1410-1420

Óleo sobre lienzo

1,60 x 0,90 cm.

PINTURA INÉDITA

Interesante pintura que trata de una variación sobre el mismo tema que Simone Martini realizó en fresco en la

decoración mural de la capilla de San Martín, ubicada en la basílica inferior de San Francisco en Asís.37

En

ambos casos las dos santas se representan simétricamente, una frente a la otra, de cuerpo entero y

sensiblemente ladeadas hacia el devoto. En este caso Santa Clara porta el báculo de abadesa en la mano

derecha –en lugar de unas azucenas- y con la izquierda sostiene abierto el libro de las constituciones

franciscanas. Viste túnica marrón, propia del hábito de su orden que cubre con un manto de color azul, el

mismo color de la toca que cubre su cabeza. Santa Isabel viste igual pero con la diferencia de que cubre su

cabeza con toca de color blanco porque no llegó a profesar. Sobre la toca blanca una corona real ciñe sus

sienes como símbolo de su alcurnia y distinción. También luce un collar y en su mano izquierda lleva un

libro cerrado.

La pintura no alcanza los niveles de naturalidad y realismo del original del maestro del Trecento pero los

semblantes de las dos santas y el juego de miradas con el que implican al devoto rompen con el sutil de su

posado. La iconografía difiere del original de Asís en la figura de Santa Clara pero en el caso de Santa Isabel,

es prácticamente la misma, lo cual nos ha permitido identificarla. En los dos casos, la santa de Hungría luce

un collar que toma con los dedos en un claro ademán de querer desprenderse de él. Con ello se quiere

representar lo que se conoce como “caridad de Santa Isabel” por su dedicación a ayudar a los pobres y

necesitados.

El tipo de representación es propio de la pintura de finales del siglo XIV y principios del XV. La escena tiene

lugar delante de un antepecho gótico y el suelo no presenta ninguna característica especial en el dibujo de las

losas ni en el diseño de su estructura. En este sentido, tanto la arquitectura gótica del antepecho y sus remates

en forma de florones como el dibujo de los azulejos del suelo forman parte del corpus de modelos

establecidos a los que acude el artista para representar sus escenas. Bajo un arcosolio de medio punto y de

bello decorado en su alfiz, aparece un cielo iluminado en su parte inferior, oscurecido en la superior y

sembrado de pequeñas nubes, sin ninguna otra anécdota. El tratamiento de los pliegues de los paños y el

empleo y equilibrio del color son dignos de un gran maestro.

Excepcionalmente, la pintura está realizada al óleo y el soporte utilizado es el lienzo y no la tabla por lo que

estamos ante una pintura atípica.38

37 Hemos querido encabezar este breve estudio y con la palabra “interesante” fundamentalmente por dos razones. En primer lugar,

por tratarse de una pintura inédita perteneciente al estilo Gótico Internacional del que Valencia fue uno de sus centros más

fecundos y, por el hecho de que la pintura está realizada sobre lienzo, algo inusual en aquellos momentos, aunque no excepcional. Nota del autor. 38 Tenemos conocimiento de que en la ermita de Santa Lucía de Valencia existía una pintura gótica sobre lienzo. Sin embargo

hemos estado haciendo averiguaciones y no hemos podido confirmar este hecho.

29

30

Por su tamaño, nuestra pintura entraría en los parámetros de las pinturas sobre tabla que servían de tema

principal para los retablos pero al estar realizada sobre lienzo descartamos esta posibilidad. Aún así, estas

consideraciones no descartan que el destino de esta pintura fuese la de presidir un altar, el motivo central de

un retablo o una pintura de uso conventual de las que, habitualmente suelen haber en las dependencias

comunes y claustros de los conventos. En cuanto a la atribución del artista, hemos de considerar que en la

Valencia de finales del siglo XIV y primeros del siglo XV confluían influencias, ideas y estilos artísticos y

todo ello dio como resultado un mestizaje artístico llamado Gótico Internacional que enriqueció, con

diversidad de matices, la producción de los artistas que, a su vez lo extendieron por toda la Corona de

Aragón. Aquella diversidad de creación dificulta y hace más interesante su estudio, debido a las

imbricaciones que las mismas corrientes artísticas generaron en su seno.

Son muchas las incógnitas que al estudio del Gótico Internacional en Valencia le queda por averiguar y por

ello son muchos los investigadores atraídos por el que, tal vez, fuera el mayor momento artístico de la ciudad.

La menor sutileza, cualquier pequeña observación que personalice una obra o que la relacione con otra obra

puede llegar a aislar componentes que ayuden a reconocerlos en su estado original y con ello, aportar

información sobre la obra y su creador.

En este sentido cabe tener en cuenta una serie de observaciones sobre nuestra pintura. En primer lugar, como

ya hemos apuntado anteriormente, el hecho de tratarse de una pintura al óleo sobre lienzo la convierte en una

pintura atípica. Así mismo, su representación iconográfica también es un tema inusual al haber sido realizada

expresamente para un convento de monjas. Puesto que hasta el momento no contamos con ningún documento

al respecto, lo expuesto en las líneas anteriores nos ha de servir de guía para relacionar la pintura con alguno

de los maestros que trabajaban en el Reino de Valencia en los años que nos ocupan.

Arte y artistas en Gandia entre 1380 y 1424.

Toda esta serie de planteamientos nos lleva, en primer lugar, a preguntarnos cuál fue la causa de la existencia

de esta pintura en el convento de clarisas de Gandia y la respuesta hay que buscarla en el contexto político y

social generado a la sombra del señor de Gandia, Alfons d’Aragó, más conocido como Alfons el Vell,

nombrado duque de Gandia en 1399 por su sobrino el rey Martí l’Humà en pago a sus servicios a la Corona.

Su hermano, Jaume d’Aragó, entró en la orden de los franciscanos y posteriormente fue nombrado obispo de

Valencia.

En el palacio de Gandia, centro de sus estados feudales, se reunía la flor y nata de la intelectualidad del reino

de Valencia. En sus salones se recitaban las poesías de Pere March y de su hijo Ausiàs March. Roís de

Corella y Joanot Martorell también formaban parte del entorno ducal donde no faltaban juglares y trovadores

que animaban el espíritu sensible del duque real y de la pequeña corte que le rodeaba.39

Su dedicación a la alta política y a las artes no le restó dedicación a los asuntos que concernían al bienestar

social y espiritual de sus súbditos. Alfons el Vell ocupó parte de su vida a dotar a la entonces villa de Gandia

de los recursos más necesarios para la sociedad de la época. Construyó un hospital y un almudín y así mismo

se ocupó de renovar la primitiva iglesia de Santa Maria y convertirla en un monumental edificio de piedra de

sillería. Para ello, a partir de 1385 hubo de contratar a arquitectos venidos de la ciudad de Valencia, como

Joan Franch, maestro de obras de la catedral.40

Los Llobet, una familia de escultores y arquitectos, entre

39 Hijo del Infante Pere, conde de Ribagorza e hijo del rey Jaume II de Aragón. Heredó de su padre el condado de Ribagorza y fue

primer conde de Dénia, primer marqués de Villena y primer duque de Gandia. Sus señoríos y posesiones se extendían por Aragón,

Cataluña y el Reino de Valencia. Fue Consejero Real y por sus servicios prestados al rey de Castilla, Enrique III fue nombrado por

éste, primer marqués de Villena y Condestable de Castilla. Vid. CASTILLO SAINZ, J., Alfons el Vell. Duc Reial de Gandia. CEIC

Alfons el Vell, Gandia, 1999. 40

PELLICER I ROCHER, V./COMPANY, X., “L’evolució constructiva i arquitectònica de l’església col·legiata de Santa Maria de Gandia”, La Seu Colegiata de Santa María de Gandia, Asociación “Amics de la Seu”, Gandia, 2002, pp. 80-81; FRAMIS, M.

/PELLICER I ROCHER, V., (dir. X. Company) La Seu de Gandia. Documents, Amics de la Seu, Gandia, 2002, doc. núm. 6, p. 30.

Documento transcrito por FRAMIS, M/HERRERO, A.

31

cuyas realizaciones se cuenta el cimborrio de la catedral, realizaron un apostolado en piedra destinado a

ornamentar el interior de la iglesia.41

En cuanto a la relación profesional del duque con los pintores valencianos, existe documentación sobre la

actuación de algunos artistas en la construcción de retablos y ornamentación de la iglesia de Santa María y el

monasterio de San Jerónimo de Cotalba del que también ordenó su construcción. Para éste último, encargó un

retablo sobre San Jerónimo al pintor Bernat de Vilaür así como varios retablos para la iglesia de Gandia.42

Por su parte, el más destacado de todos los pintores de su tiempo, Antoni Peris también trabajó para la iglesia

de Gandia.

Aunque no exista documentación que lo acredite, se le atribuye a Antoni Peris el retablo de Nuestra Señora

de la Esperanza de la iglesia de La Asunción de Pego. Esta villa formaba parte de los señoríos de Alfons el

Vell que durante unos años tuvo como tesorero a Pere d’Orriols, eclesiástico y canónigo de la catedral de

Valencia. Orriols fue quien contrató al pintor Pere Nicolau para realizar el que hasta el momento es el

primero trabajo documentado de este pintor. Este entramado de relaciones entre la nobleza, aristocracia y los

artistas del momento entroncan con el hecho de que, aunque a pesar de no poder compararse a la capital,

otros centros urbanos del reino de Valencia también tuvieron una gran actividad artística. Es el caso de

Morella, San Mateo, Xàtiva y también Gandia donde se mantuvieron obradores hasta mediados del Siglo XV

y quedaba pues, incluida en el área de influencia del Gótico Internacional.

Además de Bernat de Vilaür, trabajaron en Gandia y la comarca otros artistas de los que no se les conoce

obra alguna. Es el caso de Miquel Munyós o Guillem Carrasco, pintor de la duquesa según aparece en un

documento referente a Bernat de Vilaür en el que éste lo nombra albacea testamentario.43

En 1417, Miquel

Roís y Joan Pelegrí, vecinos de Gandia se comprometen a llevar a cabo la realización de un retablo para la

iglesia de la Font d'En Carrós que sería finalizado en 1430 por Pelegrí44

el cual aparece documentado en

1421 en los trabajos de decoración de la clave de la cuarta arcada de la iglesia de Santa Maria de Gandia.45

Sor Violant d’Aragó, abadesa del convento de Santa Clara y Santa Isabel

Con el traslado de las monjas a Valencia el monasterio de Gandia, fundado por Violant d’Aragó, quedó

abandonado y expoliado por los acreedores. Ahora bien, recordemos que sor Violant d’Aragó acepta el cargo

de abadesa del convento de Santa Clara y Santa Isabel de Valencia el año 1405 y en 1423 decide fundar un

convento de clarisas en Gandia que finalmente se ocupa en 1429. Por lo tanto, habremos de tener en cuenta

que la advocación del convento de Valencia era el de Santa Clara y Santa Isabel aunque de manera

simplificada se le conocía más como “de Santa Isabel” que difiere claramente de la advocación del convento

de Gandia, dedicado a Santa Clara. Por lo tanto, la pintura seria pintada para Valencia y posiblemente por

encargo de sor Violant que quizás en 1429 la enviaría a Gandia donde se ha conservado hasta nuestros días.

Así mismo creemos que la pintura quedaría en Gandia y algún vecino la mantuvo a salvo de los acreedores

del convento hasta que con la nueva fundación en 1462, volvería de nuevo al convento.

41

PELLICER I ROCHER, V.,/COMPANY, X., op. cit., p. 88. [65-127] LLONCH PAUSAS, S., “Sobre les escultures d’Apòstols procedents

de l’església de Santa Maria de Gandia”, en Miscel·lània en homenatge a Joan Ainaud de Lasarte, Volum I, Biblioteca Abat Oliba,

Museu Nacional d’Art de Catalunya, Institut d’Estudis Catalans; ARV, Mestre Racional, núm. 9486, I, f. 36-66; núm. 9602, f.

105v-169v; CASTILLO SANZ, J., Op. Cit., pp. 171-173; FRAMIS, M./PELLICER I ROCHER, V., op. cit, 7-8-21-23-32. Documentos

transcritos por FRAMIS, M.; JOSÉ I PITARCH, A., “Les arts plàstiques: l’escultura i la pintura gòtiques” en Història del País Valencià,

vol. I, Ed. 3 i 4, València, 1986, p. 206 42

ARCHIVO DEL REINO DE VALENCIA (ARV), Mestre Racional, 9586, f. 183r./CAMARENA MAHÍQUES, J., Colección de documentos

para la historia de Gandia y su comarca, vol. I, fascículo, I, Gandia, 1969, pp. 6 y 7. 43

JOSÉ I PITARCH, A., “Les arts plàstiques: l’escultura i la pintura gòtiques” en Història del País Valencià, vol. I, Editorial 3 i 4,

València, 1986, p. 197. 44 Ibídem. 45

FRAMIS, M./PELLICER I ROCHER, V., (dir. X. Company) La Seu de Gandia, op. cit., doc. 23, p. 52. Documento transcrito por

FRAMIS, M.

32

En cuanto a su atribución, hemos visto que en 1406 Antoni Peris acepta el encargo de un retablo dedicado a

los Santos Juanes para la capilla homónima de la iglesia de Santa María de Gandia. El retablo fue encargado

por n'Alamanda de Vilarig quien pagó 65 florines de oro para su realización.46

El mismo Antoni Peris realiza

entre 1415 y 1416 otro retablo para la capilla funeraria de los Cabrera en la misma iglesia.47

Así mismo,

hemos visto que realiza otro retablo para la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Pego. Por lo tanto, la

relación de Antoni Peris con la iglesia de Gandia está documentada en 1406 en tiempos de Alfons el Vell y

en 1416, cuando gobernaba Alfons el Jove. Así mismo, es interesante hacer hincapié en la figura del pintor

Bernat de Vilaür que estuvo largo tiempo relacionado con Gandia y con la ornamentación de su iglesia. Su

labor está documentada entre 1386 y 1418 en que aparece cobrando por pintar dos retablos pequeños para la

capilla mayor así como las claves de la bóveda de la misma.48

Así pues, este pintor tuvo una dilatada relación

con Alfons el Vell y Alfons el Jove. Por otro lado, existe la hipótesis de que Antoni Peris se formaría en

Valencia en el taller del pintor Bernat de Vilaür, del que no se conoce ninguna obra.49

Por lo tanto, si relacionamos ambos pintores entre ellos y cada uno de ellos con Gandia y Alfons el Vell,

podríamos dar por buena dicha hipótesis. Solo nos faltaría la justificación documental que realmente

atestiguara esa relación de maestro/alumno, en el caso de poder comparar obras de uno y otro. Además,

hemos de tener en cuenta la importancia en la política valenciana de Alfons el Vell, cuyo hermano era el

obispo de Valencia y que como hemos visto al principio de este estudio, uno de sus tesoreros, Pere d’Orriols

fue el primero en contratar a Pere Nicolau. Y si a todo ello unimos la circunstancia de que su hija sor Violant

d’Aragó es la abadesa del convento de Santa Clara y Santa Isabel de Valencia, entenderemos que la pintura

que nos ocupa bien podría ser obra de uno de los pintores más allegados a Alfons el Vell y su familia. Es más,

quizás fuera el mismo duque quien encargara la pintura para regalársela a su hija con motivo de su

nombramiento como abadesa del referido convento de Santa Clara y Santa Isabel. La primera pintura datada

de Antoni Peris que se conoce es de 1404. En 1409 ya estaba considerado un “pintor maduro”50

apto para

realizar sus mejores obras como la Virgen de la Leche o el retablo de Pego en el que hay suficientes

referentes para relacionarlo con Santa Clara y Santa Isabel de Hungría. Caso de que las referencias estén

equivocadas o no sean suficientes para establecer la relación planteada, habremos de convenir en que la

pintura forma parte del círculo de la primera generación del cual se nutre Antoni Peris que, una vez

consolidado profesionalmente, toma elementos ajenos pero próximos y los usa como suyos en un contexto

lógico de desarrollo y evolución de su profesión.

Conclusión

Tomemos pues el retablo de Pego para compararlo con nuestra pintura y veamos que podemos deducir de

este ejercicio comparativo. Respecto a nuestra pintura, debemos de partir de la base de una pérdida de

pigmentación y oscurecimiento por oxidación de algunas zonas de la pintura que, en parte, ha sido reparada

durante el proceso de su restauración. Aún así, encontramos puntos de encuentro con el retablo de Pego, en

particular con las tablas de Santa Catalina y de San Bartolomé. En ambas observamos la misma tipología en

el diseño del suelo que está realizado a base de losetas de forma cuadrada. Estas presentan el dibujo de unas

líneas perpendiculares. Las losetas quedan unidas entre ellas en sus vértices por pequeños cuadrados de

diferentes colores dando un aspecto general de sembradillo.

En la tabla de Santa Catalina el suelo aparece en todo su esplendor, recuperado en su restauración. Sin

embargo, el suelo de la tabla de San Bartolomé aparece oscurecido y su estado se parece en sumo grado al de

46

ARQUES JOVER, A., Colección de pintores escultores desconocidos sacada de instrumentos antiguos, auténticos, Caixa d’Estalvis

d’Alacant i Múrcia, Alcoi, 1982, pp. 155-156; JOSÉ I PITARCH, A., Les arts plàstiques..., op. cit., p. 197 47

SANCHIS SIVERA, J., “Pintores medievales en Valencia” Archivo de Arte Valenciano, AAV, 1928, p. 64. 48

FRAMIS, M./PELLICER I ROCHER, V., op.cit., Documentos 7, 8, 21, 23. Documento transcrito por FRAMIS, M. 49

MIQUEL JUAN, M./SERRA DESFILIS, A., “Se embellece toda, se pinta con pintura de ángeles. Circulación de modelos y cultura

pictórica en la Valencia de 1400”, Artigrama, núm. 26, 201, cita 22: “Sigue siendo una hipótesis la posibilidad que Bernat Vilaur

fuera maestro de Antoni Peris, en el caso de identificarlo con el Antoni Peris, pintor que a partir de 1404 aparece en la documentación (MIQUEL JUAN, M, Retablos, prestigio y dinero. Talleres y mercado de pintura en la Valencia del Gótico

Internacional, Universitat de València, 2011, pp. 132-133) 50 Ibídem, p. 358.

33

nuestra pintura. Otro aspecto destacado de la pintura de Gandia es la forma en que se pliegan los mantos y

túnicas de las santas que en algunos detalles se asemejan a las de la Virgen de Pego. En cuanto a los rostros,

puede que los del retablo de Pego sean deudores de los de las santas. Hay suficientes detalles para creerlo si

lo juzgamos por el grado de realismo primitivo de nuestra pintura que podemos traducir por el naturalismo

que desprenden los rostros de Pego, sobre todo, el de la Virgen y que creemos producto de la evolución de

Antoni Peris. Las manos son otro de los puntos de encuentro en los que notamos su progreso a pesar de

mantener la estilización y flaqueza que acusa su linealidad.

Santa Clara y Santa Isabel (izqda.) y Santa Catalina del retablo de Pego (dcha.) Detalles del suelo

Otros detalles a tener en cuenta son la semejanza de los nimbos y los detalles ornamentales de sus bordes así

como la corona de la Virgen de la tabla central y la corona de Santa Isabel, muy desfigurada por falta de

materia y pigmentación. Por todo ello, creemos que si bien, el retablo de Pego le está atribuido a Antoni Peris

y su datación está en torno al año 1410, no estaría de más el pensar que nuestra pintura pudiera haber sido

realizada también por Antoni Peris en los primeros años de su carrera cuando ya se había desvinculado del

taller de Pere Nicolau. Ello nos llevaría a los años en que sor Violant fue nombrada abadesa del convento de

Santa Clara y Santa Isabel.

Ahora bien, faltos de documentación y de obras para poder usar una metodología comparativa, habremos de

echar mano del estudio del contexto histórico y social al que hemos hecho referencia anteriormente. El

objetivo no es otro que el de aportar más elementos de información que ayuden a un mejor estudio de la

pintura en cuestión. Desde el puesto que ocupamos, nos congratulamos en presentar esta pintura inédita que

esperamos sirva a los especialistas para seguir adelante en sus labores de investigación de la pintura medieval

que ha llenado y llenará más páginas que cualquier otra época de la historia del arte valenciano.

34

Antoni Peris (atribuido) Tabla central del retablo de Nuestra Señora de la Esperanza Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Pego (Alacant)

35

Virgen con el Niño (Madonna del Popolo) Antoniazzo Romano o taller

Ca. 1470

Óleo sobre tabla

109 x 71'7 cm.

Bibliografia: Albi, 1981; Company, 1981, 1983, 2000; Pellicer i Rocher, 2003.

36

La esta imagen reproduce los modelos que se veneran en las iglesias romana de Santa María del Popolo y

Santa Maria Maggiore. La tradición atribuye la realización de uno de estos iconos a la mano de San Lucas.

Así mismo, reproduce casi literalmente, la pintura de Antoniazzo Romano denominada La Madonna de San

Lucas (Szent Lukács Madonnája) que se conserva en la Abadía de Pannonhalma en Hungría. Este tipo de

imágenes de marcada estandarización y aroma bizantino se expandieron, a partir de la época del

Renacimiento hasta el siglo XVII, por todo el Occidente cristiano de manera similar a los iconos que la

iglesia ortodoxa de Bizancio había difundido a lo largo y ancho de su área de influencia. Así, fueron

muchísimos los artistas de fama, o no tanto, que se dedicaron desde sus talleres italianos a sintetizar la

influencia del arte de oriente con el de occidente dando como resultado un modelo que sin dejar secular

representación filtró lo más esencial y característico del arte plástico de los dos mundos de la cristiandad: el

ortodoxo y el católico. El resultado sería la adaptación de los iconos orientales a los gustos y modas de

occidente. Iglesias, conventos, monasterios, capillas del occidente europeo se llenaron de versiones y más

versiones de los modelos orientales de ambas iglesias romanas. El nombre genérico con que se conocía esta

tipología era el mismo que el de sus modelos: Nuestra Señora del Popolo o Pópulo. Con esta misma

denominación así como con otras advocaciones, la imagen de la Virgen María con el Niño en el brazo tuvo

un éxito extraordinario. El reino de Valencia llegó a reunir una colección de pinturas de las cuales aún se

conservan un puñado. Así lo pudimos constatar cuando el pasado año 2000 una exposición organizada por

una entidad bancaria nos dio la oportunidad de contemplar y admirar gran parte de estas imágenes que

durante siglos y aún hoy, mueven la devoción de los fieles y la admiración de los amantes del arte. Entre las

obras expuestas estaba esta bellísima pintura que destacaba entre todas por su finura y delicadeza de formas y

resoluciones.

De Antonio di Benedetto Aquilo, conocido como Antoniazzo Romano no se conoce el año ni el lugar de su

nacimiento. Murió después de 1508. Fue uno de los miembros fundadores de la Compagnia di San Luca de

Roma, el gremio de pintores que trabajaban en Roma y que fue aprobado por el papa Sixto IV. Parece ser que

trabajó en la realización de los frescos de la Biblioteca Vaticana bajo las órdenes de Domenico Ghirlandaio

en 1475 y posteriormente –ya documentado- en 1480-1481 bajo la dirección de Melozzo da Forli el cual

influiría en el desarrollo de su estilo. Así mismo, está documentado en 1484 asociado al Perugino en otros

trabajos decorativos de las estancias del Vaticano; en los trabajos decorativos para la coronación del papa

Inocencio VIII y en 1492 también con el Perugino en los preparativos para la coronación de Rodrigo de Borja

como papa Alejandro VI.

Creemos que es muy importante tener en cuenta que el tiempo en que Antoniazzo Romano trabaja en el

Vaticano, junto a los artistas mencionados, coincide con los años en que el cardenal Rodrigo Borja era

Canciller de la Iglesia y como hemos visto, colaboró en los trabajos decorativos de su coronación como papa.

Con este inciso pretendemos relacionar la pintura que nos ocupa con el papa Alejandro VI puesto que su

presencia en el monasterio de Santa Clara no está documentada. La tradición habla de que fue un regalo del

papa Alejandro VI a su nuera la duquesa María Enríquez. El regalo vendría junto al bagaje que trajo consigo

de Roma el duque Joan de Borja, hijo del papa, cuando en agosto de 1493 desembarcó en Barcelona para

casarse con María Enríquez, prima hermana del rey Fernando de Aragón y esposo de Isabel la Católica, reina

de Castilla.

El duque Joan de Borja volvió a Roma temporalmente en 1496, llamado por el papa pero murió asesinado en

julio de 1497. Su viuda tuvo que hacerse cargo de la tutoría del hijo de ambos, Joan II y regentó el ducado de

Gandia hasta que una vez casado su hijo, se retiró al monasterio de Santa Clara. Según la tradición, sería

entonces cuando se llevaría consigo la pintura donde ha permanecido hasta la actualidad. Ahora bien, el

hecho de que la pintura entrara o no en ese momento en el monasterio no tiene mayor importancia.

Sin embargo, para tratar de justificar la existencia de la pintura en Gandia habremos de remitirnos a la lectura

del inventario de la duquesa Artemisa Doria y Carreto realizado en 1632 en el que aparecen algunos cuadros

que responden a la misma descripción que el que nos ocupa: "... el uno [cuadros] de Nuestra Señora con un

37

niño en los brazos pintada a lo griego".51

Este sencillo pero preciso léxico es una de las formas de describir

un icono de las características de la que hablamos. Ya hemos dicho que esta tipología de imágenes pintadas

proviene de la zona oriental, de la zona cristiana que sigue aún el rito ortodoxo griego. Por tanto, el término

"a lo griego" hace clara referencia a una modalidad de pintura que persistía en el tiempo y se conocía bajo

esta denominación.

En el mismo documento aparece "un cuadro de Nuestra Señora del Pópulo". También hemos visto cómo esta

advocación remite a las Madonas que se veneran en dichas iglesias romanas. Así pues, tenemos dos iconos

que podrían estar en relación con nuestra pintura. Por otra parte, en el inventario hecho en 167052

podemos

ver como en el oratorio de San Francisco de Borja se conservaba una "Nuestra Señora del Pópulo, un cuadro

sin marco". Asimismo, en uno de los muros de la denominada "torrecilla alta" del palacio ducal de Gandía,

en una zona descrita como "el lienzo de la lasena [alacena] se encontraba otra "Nuestra señora del Pópulo"

justo al lado de una "Nuestra Señora de la Leche".53

¿Son estas dos últimas pinturas del inventario de 1670

las mismas del inventario de 1632? Es muy posible, puesto que hemos constatado otras pinturas y objetos

aludidos en estas dos fechas y parece que hacen referencia a los mismos. El monasterio de Santa Clara de

Gandia recibió, sobre todo a lo largo de los siglos XVII y XVIII, una gran cantidad de obras de arte que fue

acumulando gracias a las donaciones que los duques y duquesas hacían directamente al convento o bien por

mediación de donaciones testamentarias a sus hijas y nietas allí ingresadas. Por otra parte y para constatar un

poco más el grado de popularidad de estas imágenes, otra Nuestra Señora del Pópulo recibía la veneración de

los frailes franciscanos del convento de San Roque en la capilla doméstica que se encontraba junto a una

escalera del convento. Por esta razón, fue conocida como la Virgen de la Escaleta. La veneración de esta

imagen tenía la concesión de una serie de indulgencias concedidas por el Arzobispo de Valencia así como del

Cardenal Carles de Borja. Esta pintura la conocemos por un grabado del siglo XVIII. Seguía el modelo de la

llamada Salus Populi Romani de la iglesia de Santa Maria Maggiore de Roma que es el mismo modelo del

que se conserva en el Real Colegio de Corpus Christi de Valencia, obra de Antonio Rizzi hacia el año

1592.54

Otro referente que está dentro del círculo familiar de las clarisas de Gandia es sin duda el convento de las

Descalzas Reales de Madrid donde se venera también una Salus Populi Romani muy similar a la del

convento de San Roque y a la del Corpus Christi de Valencia. Por otro lado, debemos dejar constancia de la

tradición que habla de la gran devoción que San Francisco de Borja sentía por la madonna romana. Sabemos

que estando en Roma, el santo duque pidió permiso al Papa Pío V con el fin de poder realizar una copia de la

imagen. Esta copia se encuentra en la iglesia de Sant'Andrea al Quirinale y de la cual se hicieron unas

cuantas copias más que fueron distribuidas por todo el mundo.55

Pues bien, una de las copias se encuentra en

una capilla lateral de la iglesia de la Compañía de Jesús de Sevilla donde es tradición la filiación de la imagen

con la figura del santo gandiense.

51 Archivo Histórico Nacional (AHN), Osuna, leg. 540/Archivo Municipal de Gandia (AMG) Microfilm FC-228. 52 Transcrito por primera vez por los jesuitas Cervós y Solà, El Palacio Ducal de Gandia y otros recuerdos de la Insigne Ciudad de

Gandia, Barcelona, 1904, p. 244. 53 Ibídem, p. 248. Hemos de tener en cuenta que se habla de “lienzo” y no de “tabla”, por lo cual, es posible que se trate de otra

pintura con la misma advocación mariana. Nota del autor. 54

BENITO DOMÉNECH, F., Pinturas y pintores en el Real Colegio de Corpus Christi, Valencia, 1980, pp. 141-3 y 309; GARCIA

CURIEL, F., ficha “Salus Populi Romani.” Oriente en Occidente. Antiguos iconos valencianos, coordinado por Núria Blaya Estrada,

Fundación Bancaja, València, 2000, p. 216. 55

AMATO, P., De Vera Effigie Mariae. Antiche Icone Romane, Arnoldo Mondadori Editore/De Luca Edicioni D’Arte,

Milano/Roma, 1988, p. 15; cita núm. 24 de BROSEL GAVILÁ, J.J., “Roma onde Maria è romana. Iconos marianos en la Ciudad

eterna”, p. 92.

38

Ángel Custodio con monja orante Anónimo. Círculo de Joan Reixach

Segunda mitad del siglo XV

Temple y oro sobre tabla

38 x 26 cm.

PINTURA INÉDITA

Sin duda se trata de una de las piezas más antiguas de las que se conservan en el convento. Representa al

Ángel Custodio, patrón del reino de Valencia que aparece llevando los atributos propios de su iconografía. La

corona real en la mano derecha y el cetro en la izquierda. El arcángel viste a la manera de diácono, tal como

se les representaba en la Edad Media. A sus pies, arrodillada, una monja levanta la mirada hacia el rostro del

ángel y junta las manos en señal de oración. De esta manera, como “orante,” se representaba al comitente que

encargaba la pintura que, en la mayoría de los casos, dedicaba al santo de su devoción o su santo patrono.

39

En este caso, del hecho de representarse una monja como orante hay que deducir que dicha monja tenía

recursos para poder pagar al artista. También cabe pensar que la pintura fuera un presente para la monja de

parte de su familia con motivo de su entrada en religión. En este sentido, hemos de tener en cuenta de que,

por sus reducidas dimensiones, se trata de una pintura devocional privado de tipo doméstico o conventual.

Debido a su cronología y al hecho de aparecer una monja, lo primero que nos viene a la mente es el de

relacionar esta pintura con alguna de las monjas que habitaron el convento en la segunda mitad del siglo XV

a partir del año 1462.56

Por la causa que fuere, tanto esta pequeña pintura como la que hemos presentado

anteriormente, Santa Clara y Santa Isabel de Hungría y que pertenecen a la misma cronología no viajaron

junto a las monjas hasta el convento de Valencia, sino que quedaron en Gandia, posiblemente en manos de

las familias o bien en el propio palacio ducal.

Todo lo referido anteriormente puede tener su justificación si nos atenemos a que, las últimas décadas del

siglo XIV y las primeras del siglo XV, las obras de construcción emprendidas por los duques reales habían

dinamizado los talleres y obradores de artistas para cubrir las ornamentaciones que aquellas necesitaban.

Eran años en los que la construcción de la iglesia de Santa María no cesaba y sólo quedó interrumpida en

1424 con la muerte del duque Alfons el Jove. Pero hasta ese momento, Gandia contaba con artistas y

artesanos que trabajaban en la construcción y ornamentación de su iglesia mayor.57

Así pues, contamos con la

posibilidad de que alguno de aquellos pintores podría ser el autor de esta pequeña tabla.

Joan Reixach. La Anunciación

Museo de Bellas Artes de Santiago de Chile

56 Recordemos que la primera fundación tiene su bula datada en 1429 y la finalización de las obras en 1431. Acto seguido las monjas se instalaron en el cenobio que estuvo activo hasta el traslado de toda la comunidad al convento de la Trinidad en 1445.

Nota del autor. 57 Sobre estos y otros artistas activos en la Safor en aquellas décadas consultad la ficha número 1 del presente catálogo.

40

En cuanto a su correspondencia estilística con las corrientes que en ese momento se daban en nuestra área

cultural, habremos de añadir que durante los mismos años en que este grupo de artistas trabajaban para los

duques reales, el célebre pintor valenciano Antonio Peris también recibió encargos para realizar retablos para

la iglesia que los duques construían en Gandia. Por lo tanto, vista la importancia de Peris y su taller es lógico

pensar que el resto de los artistas no se encontrarían fuera de las influencias propias de su época. Otro gran

referente valenciano de aquel momento es Jaume Baçó, más conocido como Jacomart (Valencia 1411-1461)

Años después, a partir de 1437 aparecería con fuerza el discípulo de éste, Joan Reixach el cual, al morir su

maestro acabaría muchos de sus encargos. Como en muchos casos, este hecho produciría confusión a la hora

de identificar las obras del maestro y de su alumno.

Reixach alcanzaría tanto éxito y renombre que la producción de su taller tendría unos resultados muy

desiguales por la alta participación de los operarios al tiempo que aumentaba la dificultad de la identificación

de sus obras.58

Formalmente y estilísticamente y salvando sutilezas, nuestra tabla no está muy lejos del

modelo del que parece que fue tomada. Se trata de una tabla que se conserva en el Museo de Bellas Artes de

Santiago de Chile donde están representados, en su parte superior, El Arcángel Gabriel en el momento de la

Anunciación y en su parte inferior el Ángel Custodio del Reino de Valencia con orantes. Esta obra que debía

de formar parte de un retablo está datada hacia 1460 y es obra de Joan Reixach. Las diferencias estilísticas y

formales las encontramos en el repujado ornamental del fondo dorado donde vemos dibujada una cenefa

similar a otras realizadas por Reixach o su taller. Así mismo, la aureola del ángel reproduce los modelos de

Reixach. Sin embargo, los cabellos lacios del ángel difieren de los cabellos al estilo flamenco que aparecen

en la obra de Reixach y más bien son iguales que los de algunos de los apóstoles que aparecen en algunos de

los temas sobre el Tránsito de la Virgen del mismo maestro.

Ahora bien, a pesar de la restauración a que ha sido sometida la pintura, el estado en que se encontraba no

deja mucho margen para dilucidar pormenores. Aún así, respecto al dibujo, el tratamiento en general de las

dos figuras es bastante aceptable. En conjunto, nos decantamos por una obra de taller, no ya de un gran

maestro como Reixach, sino de algún seguidor o alumno de éste. Tampoco podemos descartar la autoría de

algún obrador de los que en aquel momento se mantendrían en nuestra ciudad.

Por lo tanto, y desconociendo la obra de los pintores que trabajaron en Gandia en el primer cuarto de siglo

XV, y admitiendo permanencias y cambios producidos en la plástica a lo largo del siglo XV al tiempo que

persistencias en la tradición del siglo XIV, podemos adscribir la pequeña tabla del convento de las clarisas de

Gandia, bien en los años de su primera fundación -1429-1445- bien a los primeros años de la segunda

fundación –a partir de 1462- Si admitimos esta segunda posibilidad, habríamos de desvincular la pintura de

sor Violant d’Aragó o de alguna de las primeras monjas y, por el contrario, relacionarla con las monjas de la

segunda fundación y en particular alguna que tuviera una gran devoción al Ángel Custodio del Reino de

Valencia.

58 GÓMEZ-FERRER, M., “Nuevas noticias sobre retablos del pintor Joan Reixach (act. 1437-1486), Universitat de València, s/p

41

Santa María Salomé con sus hijos ¿Nicolás Falcó o taller?

Ca. 1500

Óleo/temple y oro sobre tabla.

45 x 34 cm.

Bibliografía: Company, 1983, 1985; Pellicer i Rocher, 2007

Con la restauración la pintura ha recuperado prácticamente su aspecto original. Con ello queremos apuntar

que esta tabla con un pie en el medievalismo y llamando a la puerta del renacimiento valenciano no es un

paradigma de la mejor pintura valenciana de su momento. Se aprecian algunas deficiencias en el dibujo,

como la posición de los pies respecto al cuerpo de los niños o las líneas de los gestos del rostro de la madre.

En cuanto al tratamiento de los paños, se deja ver algunas irregularidades. Sin embargo, en su conjunto la

pintura está correctamente estructurada. El buril del dibujo del fondo dorado también está aplicado con

corrección.

Ahora bien, todas las irregularidades y deficiencias se deben, bien a un pintor falto de la destreza necesaria,

bien al hecho de haber sido realizada por los aprendices del taller o bien porque en determinado momento de

su historia sufrió algún tipo de restauración que dejó una huella insalvable de dicha actuación. Fuera como

fuere, hemos de tener en cuenta que hasta el siglo XVII en Valencia no se había formado todavía ningún

gremio de pintores que protegiera la profesión de sus integrantes y alejara el intrusismo, tal como ocurría en

otras profesiones. 59

Con todo, analizando y observando la pintura, podemos apreciar algunos rasgos que

llaman la atención. Por ejemplo, los rostros de los personajes, en cuanto a sus gestos y modelado se asemejan

bastante a los rostros de los personajes que caracterizan las pinturas de Nicolás Falcó. Sobre todo, los ojos,

redondeados y oscuros así como algunas de las muecas dibujadas por la boca. Las manos tampoco están

demasiado lejanas de la manera de Nicolás Falcó. Se trata de apreciaciones que también son notorias en la

pintura anterior La Ascensión de San Juan Evangelista, atribuida al Maestro de San Lázaro. En este sentido,

las investigaciones al respecte hechas durante los últimos años han convenido en que el Maestro de San

Lázaro y el Maestro de Martínez Vallejo, son la misma personalidad y además, confluyen en Nicolás Falcó o

alguien de su familia.60

Según Company, “hay que asimilar las personalidades artísticas del Maestro de San

Lázaro y del Maestro de Martínez Vallejo con Nicolás Falcó I, uno de los pintores valencianos identificados

durante el tránsito del siglo XV al siglo XVI”.61

Las investigaciones al respecto que hemos referido al

principio de la ficha nos obligan de grato a transcribir algunas líneas de la investigadora Sabater referentes a

las múltiples personalidades que confluyen en Nicolás Falcó: “(…) la propuesta de Company relativa al

hecho de que este pintor [el Maestro de San Lázaro] y el Maestro de Martínez Vallejo se han de fundir en una

misma personalidad, el tema cambia considerablemente.

A mi parecer, es un tanto osado pensar que Nicolás Factor I es el responsable de todo el corpus adscrito a

ambos pintores y, además, al Maestro de la Puridad, pero sí que es factible pensar en un gran y único taller

con suficientes miembros para realizar “in situ” encargos importantes que, por su calidad y modernidad,

influenciarían indudablemente a los pintores mallorquines y, concretamente, Pere Terrencs. Estas son, en mi

opinión, las conexiones que se pueden hacer entre Terrencs y el Maestro de Perea o su círculo, vínculos

sugeridos por Post y mucho después por Company y que se reducen a la adopción de esquemas iconográficos

puntales. No conozco las razones que impulsaron a Gudiel a proponer el nombre de Nicolás Falcó I para

nuestra tabla, tal vez porque ya intuyó que las obras del Maestro de San Lázaro no eran sino propias de una

fase de su evolución y es de esperar que conociera la tabla que inspiró la nuestra: Ahora bien, pienso que las

diferencias de mano entre ambas son suficientemente notorias para rechazar, como Llompart hizo, esta

posibilidad”.62

59 En 1520 se frustró el intentó de creación del gremio de pintores de la ciudad de Valencia. Hubo que esperar hasta el siglo XVII. 60 Así lo creen Post (1953) London Witt (1978) Pérez Sánchez (1985) Company (1985,1991,1993) Marías (1989) Azcárete y Ristori (1990) 61 SABATER, T., La Pitura Mallorquina del segle XV, Universitat de les Illes Balears, 2002, p. 359. 62 Ibídem

42

43

En el centro de la pintura vemos la figura de Santa María Salomé que a un lado y al otro va acompañado de

sus hijos Juan y Santiago a los que toma de la mano. Cada uno de ellos está representado en edad pueril y con

los atributos que los distinguen iconográficamente. Es decir, San Juan, el Evangelista, lleva una filacteria en

el que se leen algunos caracteres pero resulta ilegible. Santiago, a la izquierda de su madre, lleva una vara de

la que en su parte alta cuelga el sombrero de peregrino. Santa María Salomé en el centro de la composición

fue una de las tres Marías de las que relatan los Evangelios que acudió a la tumba de Jesús cuando había

resucitado.

Nicolás Falcó. La Adoración de los Reyes Magos (1500-1525)

Catálogo La Huella y la Senda, Catedral de Santa Ana, Las Palmas de Gran Canaria.

Juan el Evangelista fue llamado el Apóstol predilecto de Jesús y de Santiago, el Mayor, predicó el Evangelio

en las tierras de España. A su regreso a Palestina murió mártir y su cuerpo fue trasladado a España,

concretamente a Galicia donde su descubrimiento propició el mayor centro de peregrinación de la

cristiandad, después de la tumba de San Pedro en el Vaticano. Juan se retiró a la isla de Patmos donde redactó

entre otros escritos, su evangelio y el Apocalipsis.

44

Adoración de los Pastores Paolo de San Leocadio

Ca. 1510

Óleo sobre tabla

132 x 86 cm.

Bibliografía: Company, 1985; Pellicer i Rocher, 2003, 2007

45

Podríamos decir sin temor a caer en la exageración que estas tres tablas son uno de los tesoros más preciados

de la ciudad. Todas del mismo tamaño, características y del mismo pintor. Hasta hace poco tiempo estaban

integradas en el actual retablo del presbiterio de la iglesia del convento de las Clarisas. Estas tres pinturas

son, hoy por hoy, el testimonio más tangente de los años que pasó con nosotros el pintor de Ferrara llegado a

Valencia en 1472 con el séquito del entonces cardenal Rodrigo de Borja. Paolo de San Leocadio -o Pau de

San Leocadi- contrató en 1501 la realización del retablo mayor -desaparecido en 1936- de la recién estrenada

Colegiata, el retablo mayor de la iglesia de Santa Clara -en 1507- y otras pinturas destinadas a la capilla de

San Miguel así como otras dependencias del Palacio Ducal. Por lo tanto, el artista hubo de permanecer entre

nosotros desde 1501 hasta 1513.63

Pues bien después de tantos años de producción aquí en Gandia, tan sólo

se conservan las tres tablas que acabamos de referir.64

La Adoración de los Reyes quizás nos puede servir de

paradigma del momento pictórico que está viviendo nuestro país en aquellos momentos en que la modernidad

del mundo renacentista se esforzaba por abrir una brecha en el abigarrado y cerrado mundo medieval. Éste,

anclado en los viejos presupuestos goticistas comenzaba, muy poco a poco, a dejar paso a las nuevas

tendencias estilísticas y novedades técnicas importadas de la Italia renaciente. En muchos sentidos el

nacimiento del mundo renacentista fue doloroso para nuestra sociedad. Censuras de libros, persecuciones de

librepensadores y de algunos sectores de la sociedad eran en aquellos años la realidad de un mundo que

luchaba por cerrar el paso al pensamiento del hombre libre, del hombre que se veía a sí mismo responsable de

sus actos frente a Dios y frente a él mismo ya la sociedad. Paolo de San Leocadio fue un testigo de excepción

de aquel mundo de odios y temores contrapuestos a la apertura del pensamiento que se esparcía como una

mancha de aceite entre la élite de la cultura y parte de la nobleza valenciana. Sin embargo, la producción del

maestro Paolo durante los primeros años en nuestro país refleja bien a las claras el momento pictórico

italiano en cuanto a técnica y resolución, basado en la premisa del renacimiento italo-flamenco de la zona

italiana de donde provenía. Posteriormente, el artista "da un paso atrás" y sintetiza su bagaje artístico con la

tradición valenciana heredera del camino iniciado por Jacomart y Reixach. Y así, todo bajo una sutil y

delicada pátina, el maestro Pablo rodea toda su obra de una modernidad renacentista para introducirla en el

porvenir artístico de nuestro país. Sutilezas renacentistas que son mal de llevar para el momento sociocultural

que atraviesa el país.

63 Al parecer, los largos años de estancia de Paolo de San Leocadio en Gandia quedaron en la memoria de la gente hasta tal punto de que ANGULO IÑÍGUEZ, D., en Ars Hispaniae, vol. XII, “Pintura del Renacimiento”, Plus Ultra, Madrid, 1954, p. 31 dice: “De su

permanencia en Gandia, además del importante retablo (…) tal vez es todavía testimonio la Cruz de Maestre Pablo que se levanta

en las afueras de la población”. Así mismo, CAVANILLES, aún confundiendo los apóstoles Pedro y Pablo, en sus Observaciones

sobre la historia natural… Imprenta Real, Madrid, Libro IV, p. 142, comenta: “…un gran monte aislado, que unos llaman

Falconera y otros la Creu del Mestre Pere”; Teodoro LLORENTE también hace referencia a esta denominación del monte pero lo

hace con el nombre por todos conocido, es decir, el monte de la Creu del Mestre Pau. Muchos de nosotros todavía conocemos esta

montaña con el nombre de Molló de la Creu. La cruz se perdió hace bastantes décadas y su toponimia lo está a punto de hacerlo.

Valga esta aclaración por tal de hacer un inciso en la recuperación de la memoria histórica y de los símbolos con los que este monte

ha sido reconocido durante siglos. Vid.: PELLICER I ROCHER, V., Història de l’Art de la Safor. Segles XIII-XVIII, Alfons el Vell,

Gandia, 2007. 64 Un completo estudio de la obra de Paolo de San Leocadio en COMPANY, X., Pintura del Renaixement al Ducat de Gandia. Imatges d’un temps i d’un país, Alfons el Magnànim, València, 1985.; “La Adoración de los Reyes, de Pablo de San Leocadio,

conservada en Gandia y nueva aportación documental sobre el nacimiento del pintor” Archivo Español de Arte, 249 (1990), pp. 84-

91; Paolo da San Leocadio i els inicis de la pintura del Renaixement a Espanya, Alfons el Vell, Gandia, 2006.

46

Adoración de los Reyes Paolo de San Leocadio.

Ca. 1510

Óleo sobre tabla

132 x 86 cm.

Bibliografía: Company, 1985, Pellicer i Rocher, 2003, 2007

47

Es por ello que, en un tira y afloja, La Adoración de los Reyes refleja la dualidad de una sociedad en la que el

maestro italiano está inmerso. Sin embargo, no nos engañemos, no tratamos de hacer un panegírico gratuito

del pintor ferrarés. Toda su obra gandiense "sufre" de una inercia que se hace de notar cuando observamos

sus pinturas. En este caso, junto a la belleza del rostro de la Virgen o al tratamiento de sus vestiduras, hasta el

decorado arquitectónico que nos muestra arcos y columnas con capiteles clásicos pasando por la delicadeza

de la figura y tratamiento del Niño, todo ello nos transporta al renacimiento del Quattrocento italiano.

Aunque por otra parte, la composición abigarrada, los puestos de los personajes como Baltasar y Gaspar así

como las decoraciones doradas de las vestiduras de Melchor y Baltasar o la minuciosidad de todos los

detalles de la obra son producto de la adopción de la tradición pictórica valenciana heredera del estilo

norteuropeo filtrado por Jacomart y Reixach.

En el mismo sentido introductorio de la modernidad del Renacimiento, el "mensaje" particular de nuestro

artista -el mensaje humanista, la cita culta- parece como si se presentara de una manera tácita o velada ya que

la representación de estructuras arquitectónicas en las pinturas del momento dependía especialmente de la

iniciativa del pintor a pesar del detallismo de los textos de los contratos en los que los comitentes no sólo

elegían el tema que debía pintar del artista, sino incluso los colores de las diferentes ropas que llevaban los

personajes como podemos observar en el contrato de 1501 firmado con la duquesa María Enríquez: "... ïtem

es pactat é concordat que lo dit mestre Paulo sia tengut obligat de pintar en la spiga de dit retaule hun bell

crusifici ab les figures necesaries hi ab les que volrà hi plaurà a la dita Ilustre Seniora Duquesa ab les

vestidures de les colors que seran nesesaries les millors ques puge haber en manera que stigue bé segons

acostuma ben obrar dit mestre Paulo “ [capítulo III] Así mismo, “(...) los Set Goigs de la gloriosa Verche

Maria e l’orde é manera que volrà e elegirà Sa Ilustre Senyoria...”65

Es así que, además de emplazar la historia a representar según las directrices de los comitentes, el pintor

podía demostrar sus conocimientos sobre arquitectura clásica y su ornamentación los que adquiriría bien por

observación directa, bien mediante la consulta de grabados. Pero ¿dónde es la riqueza ornamental que

aparece en las vedutti del San Miguel del Museo Diocesano de Orihuela donde incluso figuran numerosas

estatuas a modo de acroterios y pirámides rematando las arquitecturas clásicas? ¿Dónde están los preciosos

relieves de putti y guirnaldas de la Sacra Conversazione de la National Gallery de Londres o de los sepulcros

de las Pietà? En la producción de Gandia, el maestro Paolo repite una y otra vez las arcadas, los pilares y las

columnas desnudas, la única riqueza de las cuales son los relucientes maderas y sus estilizados capiteles.66

El artista trata de expresar su mensaje bajo el prisma del pensamiento humanista, rebajando la dosis de

dramatismo o de los "puestos" al estilo flamenco prefiriendo decantarse paulatinamente hacia una explicación

de los misterios de la religión con una clave más humanitaria, pasada por el filtro del pensamiento cristiano-

platónico.

65 AHN, Osuna, Protocolos Lluís Erau, leg. 1123-2/AMG, FC-58; SANZ Y FORÉS, P., “Memorias de Gandia. Apuntes para su Historia”, Revista de Gandia, AÑO iv, NÚM. 370, 1890, PP. 3-12; GURREA CRESPO, V., Feria y Fiestas de Gandia, 1966, pp. 37-

42; FRAMIS, M/PELLICER I ROCHER, V., La Seu de Gandia. Documents, Amics de la Seu, Gandia, 2002, doc. 58, p. 92-94. 66 PELLICER I ROCHER, V., Història de l’Art... pp. 125-149.

48

La Ascensión del Señor

Paolo de San Leocadio

Óleo sobre tabla

Ca. 1510

132 x 86 cm.

Bibliografía: Company, 1981, Pellicer i Rocher, 2003, 2007

49

Una colaboración de la humanidad con el Credo de la Fe en los eventos sagrados de las ceremonias divinas

que tienen como finalidad llegar a la unión completa del hombre con Dios.

Al final, prestamos atención a lo que dice Francastel, "en esos [tipos de] cuadros están grabados los

primeros esfuerzos de los hombres por construir un universo a la medida de sus posibilidad técnicas y

especulativas. Un espacio que refleja tanto el deseo de reorganizar el mundo en función de sus nuevos

placeres y necesidades como el sentido sobrenatural que le siguen atribuyendo."67

67 FRANCASTEL, P., Pintura y Sociedad, Cátedra, Madrid, 1984, p. 60.

50

La Ascensión de San Juan Evangelista Maestro de San Lázaro/Nicolás Falcó (identificado como)

68

Ca. 1515-1520

Óleo sobre tabla

70 x 56 cm.

Bibliografía: Company, 1983, 1985, 1991, 1993; Pellicer i Rocher, 2003, 2007

68

COMPANY, X., “Una Muerte de San Martín” del Maestro de San Lázaro, Archivo de Arte Valenciano, Valencia, 1991, pp. 26-30; Una “Virgen con el Niño y Ángeles músicos”, de la Escuela Valenciana, en torno a 1500 (datos para una hipótesis de identificación

entre Nicolás Falcó y los maestros de San Lázaro, Martínez Vallejo y Puridad) Archivo de Arte Valenciano, Valencia, 1993, pp.

13-19.

51

La tabla representa el momento en que San Juan Evangelista, el discípulo predilecto de Jesús, sale de la fosa

que momentos antes había hecho excavar junto al altar de la iglesia que sus discípulos y fieles le habían

construido. El santo que entonces tenía 98 años sigue el mandato de Cristo y hace excavar una sepultura. Se

extiende acostado en ella y apenas hecho esto, Cristo lo reclama a su lado diciendo: Veni dilecto mis ad me,

es decir, "ven amigo mío conmigo". Así reza la leyenda de la filacteria que acompaña la figura de Cristo que

aparece en medio de una mandorla configurada por serafines de tonalidad muy rojizas al estilo del Trecentto

sienés. Es interesante observar en esta tabla que en la parte correspondiente a la Gloria celestial presidida por

el Redentor en una mandorla, los tipos iconográficos y los tratamientos de las figuras y sobre todo los rostros,

son diferentes de los presentados en el plano terrenal. Aquellos beben de los maestros activos en Valencia a

principios del siglo XVI-Paz de San Leocadio, Vicente Macip / Maestro de Cabanes o Miguel Esteban-

mientras que las figuras representadas en el plano terrenal pertenecen a un estilo más personal que caracteriza

y se identifica totalmente con el Maestro de San Lázaro que algunos autores asocian con la figura de Nicolás

Falcó. Fue Ximo Company quien -como él refiere, con la supervisión, una vez más, de los profesores

Buendia y Soler d’Hyver- adjudicó la autoría de esta tabla.69

En aquella ocasión, se daba cuenta de los paralelismos de este ramillete de rostros inexpresivos con los

propios de la producción del Maestro de San Lázaro. Así podemos comprobarlo si observamos la tabla La

Muerte de San Martín, del Museo de Bellas Artes de Valencia. Una vez más, estamos ante la dualidad

pictórica que roza el filo del paso del siglo XV al XVI en nuestro país. El pintor habría adquirido la

enseñanza del maestro Pablo de Santa Leocadia así como los de otros pintores que habían forjado su

experiencia en tierras italianas como fueron Fernando Yáñez de la Almedina y Fernando Llanos, también

conocidos como los Hernando. Asimismo, la técnica del óleo, material mucho más dúctil y maleable a la hora

de aplicar la pigmentación pictórica se generaliza en los maestros pintores de esta segunda década del 1500.

En este sentido llama la atención la riqueza cromática de la pintura sabiamente combinada con el reflejos

dorados de las vestiduras de ceremonia, nimbos e incluso el del pavimento. A pesar de la incorporación de la

arquitectura del fondo, esta pintura no es un avance en la introducción del código renacentista. Y esto es así

tanto por su sentido compositivo como por el tratamiento de los ropajes, actitudes y el uso del pan de oro.

Este recurso al dorado estará presente durante mucho tiempo incluso una vez consolidado del todo el código

renacentista que oraba por el paso de la tradición a la modernidad, por la imposición de una belleza

idealizada que camina en dirección contraria a los recursos expresionistas de la plástica flamenca de aquel

momento.

Debemos tener presente que hemos hecho uso del concepto "tradición", "tradicional" o de sus sinónimos -

artísticamente hablando- "gótico", "goticismo", "flamenco" o "flamenquitzante", lo hemos hecho en el

sentido ilustrador y definitorio del término; de lo que la plástica del momento -por gustos o por modas-

usaba como método de expresión. Precisamente porque la tradición no se estanca, también evoluciona dentro

de sus mismos parámetros que la caracterizan, buscando fórmulas renovadoras que la hacen seguir adelante

sin abandonar -eso sí- los rasgos que la acercan al naturalismo y a la realidad más inmediata.

69

COMPANY, X., “Tablas gandienses (1450-1550)” op. cit., p. 44; Pintura del Renaixement..., op. cit., p. 184-186.

52

San Pedro, Apóstol

Vicent Macip o taller

Óleo y oro sobre tabla.

Ca. 1520-1525

35 x 27 cm.

Bibliografía: Company i Climent, 1985

53

El Apóstol se presenta de pie, de cuerpo entero sobre un la tierra batida de un jardín puesto que detrás de él y

a modo de antepecho aparece un seto de frondosas plantas verdes sembradas de flores de diversos colores. El

santo viste túnica de una tonalidad verdiazul y sobre la cual descansa un rico manto con trabajos de brocado

dorado así como su ribeteado. La parte interior del manto es de color púrpura, símbolo de realeza. El brazo

izquierdo aparece en cabestrillo y en la mano lleva un libro cerrado. Levanta el brazo izquierdo para blandir

en su mano unas grandes llaves –las llaves del Cielo- A sus pies y en su parte izquierda, aparece una perdiz

junto a una pequeña mata verde. La presencia de esta ave no está clara pero tal vez, simbolice la traición de

San Pedro al negar por tres veces que era uno de sus seguidores.70

El manto deja ver los pies desnudos; el izquierdo reposa sobre una losa que simboliza la piedra sobre la que

Cristo edificó su Iglesia. El fondo de la pintura se asemeja al que presentan las puertas laterales del banco del

retablo mayor de la catedral de Segorbe, obra de Vicent Macip y Juan Vicent Macip, alias Juan de Juanes –o

Joan de Joanes- En dichas tablas aparecen representados los pilares de la Iglesia. A la derecha San Pedro y a

la izquierda San Pablo. Los apóstoles se representan de cuerpo entero, de pie y sobre un fondo dorado

repujado a base de cuadrados de doble perfil dispuestos rombodialmente al igual que la pintura que

presentamos. Si a ello unimos el parecido en la realización de la figura y su tratamiento, nos orientamos a

afirmar que nuestra pequeña tabla se debe a la mano de Vicent Macip o al menos a su taller71

puesto que el

tratamiento de la cabeza y el rostro denota una maestría que pocos aprendices llegan a alcanzar. Respecto a la

tabla homónima del retablo mayor de la catedral de Segorbe, el manto del San Pedro no acusa ningún

tratamiento ornamental. En cambio, el manto que luce el San Pedro de Gandia presenta un estampado de

brocado y ribeteado en oro, lo cual nos participa de su rémora tradicional o quizá haya sido una exigencia del

comitente. Ello nos confirma la autoría de Vicent Macip y su taller, quizá con la participación de su hijo.72

En general, la calidad del acabado y su tratamiento, como el brocado dorado del manto, mantiene unas

diferencias que quizá denoten un retroceso en su cronología respecto al retablo de Segorbe que los Macip

empezaron a pintar en 1529 y parece ser que acabaron alrededor de 1535. Por lo cual, habremos de datar esta

pequeña pintura antes de 1523, fecha en que está datado el retablo de San Vicente Ferrer realizado para la

iglesia de la Sangre de Segorbe -ahora en el museo catedralicio- cuya tabla central con la figura del santo

presenta un fondo dorado y esgrafiado con el mismo motivo que en nuestro caso. Muy similar al que

aparecen en las puertas de San Pedro y San Pablo del retablo de Segorbe que acabamos de mencionar.

Hay que recordar que si bien, algunos Borja tuvieron cierta sensibilidad a la hora de patrocinar la realización

de obras de arte que con el tiempo llegarían a formar parte del patrimonio común de los lugareños, no es

menos cierto que, otros -los sus herederos-hicieron todo lo posible para expoliarles de todo aquel pasado

histórico y artístico que sus predecesor les habían legado. A lo largo del siglo XIX, en plena decadencia

nobiliaria, los herederos de la casa Borja fueron cargando carros y más carros y llevándose cortinas, tapices,

muebles, ropa de menaje de mesas y camas, y todo tipo de objetos y obras de arte. Incluso casullas y

frontales de altar de la colegiata o las ricas telas que adornaban el altar del monumento de la Semana Santa y

que desde tiempos inmemorables habían entregado los duques a su iglesia patronal.

Los largos inventarios elaborados en diversos momentos y a lo largo de los siglos y que aún se conservan,

dan fe de la riqueza de objetos artísticos y obras de arte que decoraban y cubrían los muros del palacio ducal.

Respecto a la Colegiata, sabemos de la desaparición de todas sus obras de arte.

70 COMPANY I CLIMENT, X., Pintura del Renaixement al ducat de Gandia. Imatges d’un temps y d’un país, Alfons el Magnànim,

València, 1985, pp. 148 i 149 71 Íbidem 72 Si damos por buena, más o menos, y situamos la datación de esta tablita esn 1523, el joven Joan de Joanes debería tener por

entonces unos diez y seis años y por lo tanto ya es posible que realizara algunos trabajos en el taller de su padre. De lo contrario, no

podemos descartar que su padre lo mandara a Italia, un viaje que no está descartado por nadie.

54

Sin embargo, de algunas de las piezas que se conservan en el monasterio de Santa Clara de Gandia, hacen

referencia algunos de los documentos que hemos citado en este estudio. Asimismo, en este caso y, tal como

hemos podido observar en nuestras investigaciones, algunas de las obras de arte han servido para crear a su

alrededor curiosas historias sobre la vida y obra de algunas de las monjas de la familia Borja. Es el caso de un

hecho prodigioso que se relata respecto de Sor Juana Evangelista de Borja y Aragón -Anna de Borja y

Aragón- segunda hermana de San Francisco de Borja. Esta monja sufrió muchos dolores físicos durante su

juventud, de tal manera que estaba imposibilitada para cualquier movimiento físico.

Vicent Macip. Retablo de San Vicent Ferrer

Museo Episcopal de Segorbe

Ante las circunstancias, la comunidad decidió que residiera en el Palacio junto a sus padres. Sor Juana se

resistió a esta decisión y se encomendó a San Pedro para que le devolviera la salud: “(…) estando en oración,

en cierta noche, entre las once y las doce, se le apareció refulgente el Apóstol, y con voz suave le dijo: “no

tengo plata ni oro; te doy lo que tengo. En virtud del nombre de Jesús Nazareno, levántate y pasea libre de

la prisión de tu achaque”. Tomóla de la mano y le dijo: “Levántate, sor Juana, que ya estás buena”. Al verse

sana, dio voces a la enfermera sor Damiata Trilles, comunicándole la orden del Apóstol, a lo que la

enfermera le dijo: pues levantaos. Al instante se levantó y paseaba por la enfermería. Este hecho milagroso

se difundió rápidamente por toda la ciudad de Gandia. Los Duques, sus padres, con todos los de palacio, las

personas más autorizadas de la ciudad, el Cabildo con toda la clerecía de la Colegiata, acudieron al

monasterio, en cuya iglesia se cantó un solemne Te Deum con grande música. Luego se repitió el mismo acto

en la Colegiata. Sor Juana pidió a sus padres hicieran pintar un cuadro del apóstol tal como se le había

aparecida: con las llaves en una mano y un libro en la otra. Este cuadro lo tuvo en su celda durante su vida.

Actualmente se conserva en el monasterio de las clarisas.”73

73

AMORÓS, L., “El Monasterio de Santa Clara de Gandía y la Familia ducal de los Borja”, Archivo Ibero-americano, segunda

época, Año XXI, núm. 80 (octubre-diciembre, 1960), pp. 441 a 486; (1961), pp. 227-282 i pp. 399-458. Si admitimos la

cronología de la tabla, se correspondería con la historia de la monja puesto que, si Francisco nació en 1510 y aquella era su

55

Efectivamente, la pintura que hace referencia esta historia debe ser la que acompañamos y que corresponde a

la descripción del relato. Pues bien, si tenemos en cuenta que la historia corresponde antes del año de su

profesión -el año 1526- tenemos que pensar que la pintura se realizaría inmediatamente a esta fecha, si es que

tenemos que hacer caso de las ediciones que se han hecho sobre la historia del convento; sobre todo en la

primera de ellas, redactada por fray Alonso Pastor entre 1642 y 1652, época en la que estuvo de confesor de

la comunidad de clarisas de Gandia.

segunda hermana, debía de ser muy joven cuando ocurrirían los hechos. Ana de Borja –sor Juana Evangelista- murió en el

convento en 1568 a los pocos días de morir otra hermana suya también monja en Santa Clara de Gandia. (nota del autor)

56

Calvario Vicent Macip/Joan de Joanes

Ca. 1528

Óleo sobre tabla

80 x 70 cm. aprox.

Bibliografía: Pellicer i Rocher, 2003, 2007

(Fotografía: J. Costa)

57

Pintura estructurada en base al eje central formado por Cristo en la Cruz. Las figuras que componen el resto

de la escena aparecen situadas a ambos lados. A la izquierda, una dolorosa y desfallecida María, a la que su

hermana, también llamada María y esposa de Cleofás, junto con María de Betania, rodean con sus brazos

para ayudarla a sobreponerse y evitar su desfallecimiento. La tercera María de que hablan los Evangelios,

María Magdalena, aparece arrodillada al pie de la Cruz, junto al frasco de los ungüentos con los que ha

impregnado su toca para limpiar la sangre de los pies de Cristo. Detrás de María Magdalena se sitúa el

apóstol Juan, el Evangelista. Todos dirigen sus miradas tristes y compungidas hacia el cuerpo de Cristo

colgado en la Cruz. De esta manera se describe el momento después en el que Jesús, antes de morir,

dirigiéndose a su Madre y a su apóstol preferido les dice: “Madre, aquí tienes a tu hijo; hijo, aquí tienes a tu

Madre” (Jn. 19.26-27)

En la actualidad, la pintura pertenece a una colección privada aunque su origen está en el convento de

clarisas de Gandia. Es por eso que en 2003, publicamos su fotografía y una ficha con apenas datos sobre esta

pintura que ahora tratamos de ampliar.74

En aquel momento atribuimos su autoría a Vicent Macip, el más

aventajado de los seguidores de Paolo de San Leocadio, el introductor del Renacimiento italiano en los reinos

de España. Otra vertiente del renacimiento italiano -en clave leonardesca- será aportada por los pintores

manchegos conocidos como los Hernando -Fernando Llanos y Fernando Yáñez de la Almedina- los cuales

realizaron las puertas del retablo mayor de la catedral de Valencia.

Posteriormente, Joan de Joanes, el hijo de Vicent Macip que ayudaría a su padre a evolucionar su estilo,

depuraría y sintetizaría todas las influencias italianas, sobre todo de Sebastiano del Piombo, Leonardo da

Vinci y Rafael. Sus seguidores mantuvieron la línea joanesca después de su muerte en 1579 y hasta finales

del siglo XVI. Este Calvario aduce de cierta verosimilitud estilística con el Calvario de Paolo de San

Leocadio que coronaba el retablo mayor de la colegiata de Gandia y con el que supuestamente existía en la

sala capitular de la misma colegiata.

Aún así, las diferencias entre uno y otro son notables. Por ejemplo, en la figura de Cristo, se nota la

influencia del maestro italiano. Pero en este caso, la gesticulación forzada de los protagonistas de la tabla de

Paolo de San Leocadio desaparece para dar paso a unas actitudes de porte suave y naturalidad, más de

acuerdo con los presupuestos italianos del renacimiento. El dibujo de la figura de Cristo es muy correcto y

nos presenta un cuerpo magro y enjuto por las privaciones, ayunos y sufrimientos de los días previos a la

Pasión. Sus piernas, juntas, armonizan con el resto del cuerpo aunque los pies, de gran tamaño, quedan

desproporcionados, aunque también puede que sea producto de un regular acabado por parte del taller. Así

mismo, las manos, con los dedos separados y arqueados nos muestran una fuerte expresividad que tiene sus

raíces en el manierismo nordeuropeo.

Sin embargo, en esta pintura Cristo se mantiene firme en la Cruz y su postura no adopta la tradicional

inclinación del cuerpo hacia un lado. Aunque quizá sea porque aún no se ha producido la muerte y el

consiguiente desplome del cuerpo. La expresividad dramática de la sangre que mana de las heridas tiene un

mayor protagonismo que en el retablo de la Seo. Por otro lado, los rostros de la Virgen y de las dos mujeres

que la acompañan, la serenidad que acusa San Juan así como la cuidada figura de María Magdalena,

muestran las incipientes pero contenidas novedades introducidas por Vicente Macip.

El tratamiento de las telas abandona los complicados zigzag de los plegados de factura flamenca y por el

contrario, adoptan un dibujo más acorde con los modelos italianos. El rostro de Magdalena nos recuerda los

rostros que en aquellos años ya había ensayado Macip en sus pinturas pero aquí los presenta más naturales y

dulcificados. Predomina más la pincelada con la se intenta hacer desaparecer el tradicional perfil del dibujo.

74 PELLICER I ROCHER, V., Els tresors de les clarisses de Gandia, Ajuntament de Gandia/Institut Municipal d’Activitats culturals,

IMAC, Gandia, 2003, p. 60-61. En la ficha de este catalogo solamente apuntamos unos breves datos sobre la descripción de la

pintura. (Nota del autor)

58

El paisaje nos recuerda mucho al que aparece en el fondo de la tabla de Miquel Esteve (activo en Valencia

entre 1507 y 1528, aproximadamente) La Sagrada Família, del Museo de Bellas Artes de Valencia.

Prácticamente es el mismo por lo que creemos que ambos deben de estar sacados de alguna estampa o dibujo

o bien que uno sea copia del otro. La situación y composición de las montañas presentan un declive hacia un

lejano rio o mar donde se emplaza la ciudad. Los edificios, sobre todo el puente y la puerta de entrada, son

los mismos, aunque el tratamiento es bastante diferente.

En Miquel Esteve (detalle de la ilustración de la derecha) la minuciosidad flamenca está presente a pesar de

que en el conjunto de la pintura se nota la fuerte influencia leonardesca pasada por el filtro de los Hernando.

En cambio Macip trata las montañas del fondo y la ciudad con menor detalle y consigue captar la atmósfera

que con la lejanía difumina los objetos. Con ello crea una sensación de perspectiva más profunda y

naturalista.

Si admitimos esta pintura como de Vicent Macip y la comparamos con el Calvario de la Redención del

Museo de Bellas Artes de Valencia podemos observar puntos de conexión y al mismo tiempo una evolución

en la composición y tratamiento entre nuestra pintura y la del museo valenciano. En ésta, la masiva presencia

de personajes tratada con perspectiva medieval, así como la posición de Cristo en la Cruz, con las piernas

arqueadas nos retrotraen a una cronología anterior pero no muy distante respecto de la nuestra. Por el

contrario, el tratamiento de los pliegues y el cromatismo están en consonancia con las novedades

renacentistas. Así mismo, el paisaje del fondo, no varía demasiado y mantiene la influencia de los maestros

anteriores, como San Leocadio o los Osona, por ejemplo.

En cuanto a las tipologías, ya hemos apuntado que la figura de Cristo mantiene variaciones en su posición

mientras que vemos que los rostros de la Magdalena y una de las tres Marías, la que aparece arrodillada en

primer plano a la derecha, son muy similares a los de nuestra pintura. Por otro lado cabe señalar que en

cuanto a estructura, composición y tratamiento, nuestra pintura tiene mucha semejanza con el Calvario del

retablo mayor de la Catedral de Segorbe. En este sentido, creemos importante apuntar el hecho de que tal

semejanza es debida a que en esta tabla ya está la mano de Joan de Joanes el cual nació hacia 1510.

Por lo tanto, cuando contratan el retablo de Segorbe, Joan de Joanes debía de tener alrededor de veinte años.

Por este motivo, creemos que, si admitimos la participación del hijo de Macip en esta tabla, la cronología

debería de ser inmediatamente anterior a 1529, año en comienzan a pintar el retablo de la catedral de

Segorbe. Fijémonos, si no, en las figuras de las tres Marías, muy similares a las que aparecen en el retablo de

Segorbe donde se documentan pagos a Juan de Juanes y una referencia explícita en el contrato de ejecución

de las pinturas.75

En los últimos años las investigaciones sobre la pintura valenciana en el paso del siglo XV al siglo XVI han

dado como resultado muchas propuestas y muy atrayentes. Sin entrar en detalles ya que, obviamente sería

muy extenso pormenorizar y analizar opiniones, creemos que desde los principios de la historiografía actual 75 Vid. nota al pie núm. 115

59

la figura de Vicent Macip estaba definida y se aceptaba el hecho evolutivo y extraordinario de su producción.

Se aduce como justificación de este hecho sin precedentes la presencia de unas pinturas de Sebastiano del

Piombo traídas por el embajador Vich en 1521 y que Vicent Macip pudo contemplar.

A partir de ese momento, Vicent Macip cambiaría radicalmente su manera y estilo de pintar, algo inaceptable

para algunos.76

Sin embargo, a lo largo de algo más de una década, las dudas sobre la sorprendente evolución

de Vicent Macip fueron aumentando entre la comunidad de investigadores.

Vicent Macip. Calvario de la Redención Vicent Macip y Juan de Juanes. Calvario

Museo de Bellas Artes de Valencia Retablo de la catedral de Segorbe

Recuerdo que por los años de 1999, dos años después de haberme licenciado, tuve una conversación con el

historiador Ximo Company en el cual le hice saber que no podía comprender y de hecho no creía que un

pintor con sus raíces en el medievalismo de finales del siglo XV pudiera evolucionar hasta unos criterios

completamente del pleno renacimiento.

Aceptamos y de hecho así fue, su evolución tardomedieval hacia presupuestos renacentistas de corte muy

discreto. Eran años en que la frontera estilística entre Vicent Macip, padre y Juan Vicent Macip, hijo se

desdibujaron después de que los eruditos e historiadores del siglo XIX y principios del siglo XX así lo

dilucidaran basándose en la tradición oral o la simple observación positivista.77

A partir de mediados del

siglo XX, se desdibujó la línea de separación entre uno y otro y se volvió a la duda, la confusión.

76 FALOMIR, M., 1999, pp. 123-147 y BASSEGODA, 1995, pp. 165-172, citados por GÓMEZ FERRER, M./CORBALÁN DE CELIS, J.,

“Un contrato inédito de Juan de Juanes. El retablo de la Cofradía de la Sangre de Cristo de València (1539), Archivo Español de

Arte, LXXXV, 337, enero-marzo, 2012, pp. 1-16. 77 Cuenta Orellana que “según atestigua el Canónigo Villagrasa, el Obispo de Segorbe, D. fr. Gilberto Martí mandó a Joanes pintar

el Altar mayor de aquella su Iglesia Cathedral; y por de su mano se consideran sus pinturas, en especial la de la Calle de la

Amargura, la Piedad, la Resurrección del Señor, y la muerte de Nuestra Señora”. A continuación, viendo el cambio de estilo y

calidad del resto de pinturas del retablo, las atribuye a las hijas de Juanes o a algún discípulo. Evidentemente, según Orellana su

propia obra, desconocía la existencia de la figura de Vicent Macip. En cuanto a otras obras de Juanes, Orellana se remite a hacer la

relación de las atribuídas por Palomino y al acabar ésta, según su criterio y supongo que tradición oral, le atribuye otras pinturas que durante décadas se le adjudicaron a Vicent Macip. Es el caso de la célebre Inmaculada Concepción de la Iglesia de la

Compañía o de la menos célebre El Bautismo de Cristo, donde incluso hace mención del Venerable Agnés que allí aparece: Vid.

ORELLANA, M., A., Biografía Pictórica Valentina…, ed. Xavier de Salas, Ayuntamiento de Valencia, p. 44-72.

60

La aparición de nueva documentación, sobre todo la referente al contrato de realización del retablo mayor de

la catedral de Segorbe, demuestra que el hijo de Vicent Macip trabajó ampliamente y se puede decir que fue

su factótum. A partir de ahí se ha tenido que reestructurar toda la producción de Vicent Macip y Juan Vicent

Macip (Juan de Juanes) y así, gran parte de las pinturas que hasta ahora se le habían atribuido a Vicent

Macip, se han incorporado al corpus de su hijo.78

No quedan despejadas aquí todas las incógnitas generadas en torno a Vicent Macip y los problemas no son

tan “fáciles” de resolver como en el caso anterior. Ello se debe a la falta de documentación sobre las

atribuciones hechas a algunas pinturas y por el contrario, por carecer de las obras de las que sólo se tiene el

referente documental.

Algunos ejemplos los tenemos en el retablo de San Miguel, que en su día fue atribuido al Maestro de Cabanes

y que algunos autores consideraban como producto de los primeros años de Vicente Macip. Asimismo, no

podemos olvidar otras obras de este maestro como Santa Ana, La Virgen Niña, y María Magdalena, todas

ellas en el Santuario de San Miguel de Llíria o la Virgen entronizada con el Niño y rodeada de Santos

catalogada aún como del Maestro de Cabanes en el Museo Lázaro Galdiano de Madrid, así como la Predela

de las Santas del museo valenciano de Bellas Artes.

Vicent Macip/Joan de Joanes Joan de Joanes

Calvario (detalle) La Aparición de Cristo Resucitado a su Madre (detalle)

Se cree que el retablo de San Dionisio y Santa Margarita de la capilla homónima de la catedral de Valencia

es la primera obra documentada que se conoce de nuestro pintor. Así pues, podríamos tomar alguno de los

elementos de este conjunto de pinturas y tratar de usarlo de paradigma para compararlo con otras obras

realizadas en una cronología similar.

Si nos fijamos en la figura de Santa Margarita, sus rasgos son muy semejantes a los de la Magdalena de

nuestra pintura. Este mismo rostro, lo podemos ver, de frente y de perfil, a un lado y a otro, en muchas de las

pinturas de algunos de los pintores anónimos del lindar de los siglos XV al XVI a los que llamamos Maestro

de Xàtiva a quien se relaciona con Pere o Antoni Cabanes, el Maestro de Artés, el Maestro de Borbotó, el

78 COMPANY, X./TOLOSA, LL. “La obra de Vicent Macip que debe restituirse a Juan de Juanes” Archivo de Arte Valenciano,LXXX,

1999, pp. 50-61

61

Maestro de Perea o el Maestro de Cabanes a quien Fernando Benito identifica como el propio Vicent Macip

con las dudas manifiestas de otros investigadores, por poner los ejemplos más conocidos.79

Santa Ana, la Virgen, la Magdalena y el Niño Calvario. Magdalena (detalle)

Santuario San Miguel, Llíria. (Detalle de la Virgen) Colección particular. Gandia

Pues bien, al igual que ocurrió en el proceso de criba realizado en torno a Vicent Macip y su hijo Juan de

Juanes, se está deshilando la madeja que alojaba en su interior buena parte de la incógnita de la pintura

valenciana de este importante período. Hecho clave para comprender los procesos de asimilación de las

novedades italianas que luchaban por ganar espacio y protagonismo en la tradición gótica valenciana de vital

importancia en el contexto hispano de la pintura. Aún así, hay disparidad de opiniones y ello hace que el

proceso de identificación de obras y autores adquiera una dimensión más apasionante y genere más dinámica

para desentrañar el problema

.

79 BENITO DOMÉNECH, F., “El Maestro de Cabanyes y Vicente Macip”, Archivo Español de Arte, nº CCLXIII, Madrid, 1993, pp.

233-244.

62

San Antonio Abad con San Francisco de Asís y San Nicolás de Tolentino. Predela con tres escenas de los santos Nicolás Llorens

Oleo sobre tabla

Siglo XVI

156 x 117 cm.

Bibliografía: Company, 1985

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Pintura sobre tabla con remate superior en forma de arco de medio punto, quizá para poder adaptarse a una

hornacina en forma de arcosolio. Por lo tanto, por su forma y estructura debió de servir de retablo de uno de

los altares laterales de la iglesia o bien de una de las capillas de las galerías del antiguo claustro medieval. La

pintura incluye, así mismo, en su parte inferior una predela con tres pinturas. En la parte superior de la

pintura se emplazan de cuerpo entero, sobre un fondo celeste y con la línea del horizonte muy baja, San

Antonio abad, al que acompañan, a su derecha, San Francisco de Asís y, a su izquierda, San Nicolás de

Tolentino. La predela está conformada por tres pequeñas tablas. En los extremos, dos escenas de la vida

milagrosa de San Antonio de Padua: a la izquierda de la pintura la curación de una mujer tullida llamada

Cuniza que acudió a orar al sepulcro del santo poco después de ser enterrado en la iglesia de Santa María de

Padua; la escena de la derecha representa el milagro de la acémila que en lugar de comer su forraje fue a

arrodillarse delante de la forma consagrada que sostenía San Antonio entre sus brazos. Ante este prodigio, el

dueño del animal recuperó la fe. En la tabla central se muestra la representación más popular del santo; esto

es, con el Niño Jesús en sus brazos. San Antonio de Padua había nacido en Lisboa en 1195 y murió en Padua

en 1231. Entró en la orden de los benedictinos pero en 1220 abandonó la orden de San Benito para ingresar

en la orden franciscana adoptando el nombre de Antonio en honor de San Antonio Abad a quien estaba

dedicada la ermita franciscana en la que él residía. Después de enfermar de hidropesía, San Antonio, junto a

dos compañeros se retiró al bosque Camposanpiero para descansar y recobrar la salud. Al analizar

iconográficamente la pintura, en principio nos llama la atención el hecho de unir en una misma

representación las advocaciones de cuatro santos que, en principio no suelen mostrarse conjuntamente a

excepción de los dos santos franciscanos. Los tres santos de la parte superior de la pintura aparecen bajo una

iconografía muy simple. San Francisco de Asís (Asís, 1182-1226) sostiene un crucifico entre sus manos al

que le dirige fijamente su mirada. San Antonio Abad (Menfis, 251-Monte Colzim, 356) aparece apoyado por

su mano derecha con un báculo de ermitaño, símbolo de su dignidad; con su mano izquierda sostiene una

campanilla y en el hábito que viste se distingue una “Tau”. San Nicolás de Tolentino (Sant’Angelo in

Pontano, ca. 1246-Tolentino, 1305) con la mirada puesta en el devoto muestra el plato con la perdiz que le

sirvieron para comer. También podemos distinguir la estrella que desde su nacimiento le acompañó durante

toda su vida. En cuanto a la iconografía franciscana, su representación más sintetizada seria la de la

adoración de Cristo crucificado en la cruz o bien una variación mucho más sencilla y humilde como seria la

del propio símbolo de la cruz. San Antonio Abad aparece totalmente alejado de cualquier referencia a su vida

eremítica y sin ningún referente a las tentaciones que tuvo durante su años en el desierto. Por su parte, San

Nicolás de Tolentino también aparece desprovisto de alguno de los elementos iconográficos que le suelen

acompañar como es la vara de lirios, el pan o un libro.

Cabe preguntarnos pues, el porqué de esta simplicidad representativa que creemos que está motivada por el

hecho de que la pintura fuera destinada a recibir las plegarias de los enfermos, de los pobres y de los más

necesitados ya que se trata de tres santos directamente vinculados con la dedicación a aquellos y por ello se

distinguieron en sus vidas. En lo que respecta a San Antonio Abad, entre los años 1085 y 1095 y entre las

muchas epidemias cíclicas que asolaban Europa durante la Edad Media, estaba el “ergonismo” más conocida

como “cornezuelo”, “tizón” o “culebrilla”. Era una enfermedad que se transmitía por medio de un parásito

que anidaba en la harina de centeno. También se la conocía como “fuego sagrado de San Antón” puesto que

sus síntomas eran que las extremidades como los dedos, la nariz o las orejas se iban gangrenando poco a

poco. Los frailes y monjes divulgaron la creencia de que la crudeza de esta epidemia se cernía sobre las

poblaciones como castigo de Dios por su lujuria.

Por tal de atender a los enfermos que acudían a implorar ayuda y protección en los monasterios se creó una

fraternidad de laicos para atender a los enfermos que al poco tiempo se convirtió en una orden religiosa

creada por el papa Bonifacio VIII en 1297 y que se expandió rápidamente por toda Europa llegando a tener

hasta 297 hospitales. Estos caballeros hospitalarios anteriormente habían traído de regreso de las cruzadas, el

cuerpo de San Antonio Abad que quedó depositado en el monasterio benedictino de Montmajour, en Francia.

A finales del siglo XVIII la enfermedad quedó erradicada y la orden se disolvió pero la devoción a San

Antonio Abad perduró a lo largo de los siglos.

64

San Nicolás de Tolentino fue un fraile agustino muy amante de los pobres, los enfermos y los necesitados a

los que dedicó su vida. En una ocasión en que estaba enfermo le ofrecieron un plato con unas perdices asadas

pero como era gran amante de los animales y por ello, vegetariano, hizo una señal de la cruz y las aves

resucitaron y comenzaron a volar. Así mismo, la perdiz, que ocasionalmente también aparece acompañando a

San Pedro, en lugar del gallo, es símbolo de la Resurrección en la que todos los creyentes han de creer y

consuela a los enfermos terminales. Las cuatro advocaciones de este pequeño retablo estaban muy arraigadas

en Valencia y en todo su reino y aunque de los cuatro santos el menos conocido entre nosotros sea San

Nicolás de Tolentino, hay que decir que en el siglo XV se celebró un certamen literario dedicado,

precisamente, a este santo.80

Así pues, la relación que encontramos entre estos cuatro santos que aparecen representados juntamente en

una misma pintura es el papel que ejercieron en el la curación de ciertas enfermedades, pero sobre todo, en su

total dedicación al cuidado de los enfermos y de los más necesitados.

Ahora bien, no podemos dejar de pensar que quizá, en su origen, la pintura no perteneciera al monasterio de

clarisas de Gandia si no al vecino hospital de Sant Marc. Aunque, también hay que tener en cuenta que la

advocación del retablo y su misión de consuelo a los enfermos pudo que estuviera destinada a las monjas

enfermas de dicho monasterio.

En su día, la tabla fue adjudicada al pintor de Bocairent, Cristóbal Llorens81

y debido a la pocos ejemplos de

su obra y, por consiguiente de su estilo, está muy relacionada con los retablos Mayor de de San José de la

iglesia parroquial de Alaquàs, Valencia. Este hecho es de vital importancia puesto que nuestra pintura

adquiere un valor añadido al propio valor que como objeto artístico e histórico intrínsecamente ya posee.

Aunque se especula con el año 1554 como el del nacimiento de Cristóbal Llorens, sigue sin conocerse su

fecha exacta así como tampoco la de su fallecimiento. Su vida transcurre desde mediados del siglo XVI hasta

bien entrado el siglo XVII. Era notario de profesión que ejerció en varias localidades del reino valenciano.

Sin embargo, su vida artística –en realidad su verdadera vocación- fue muy prolífica y aparece documentada

también por todo el reino. Parece ser que nunca contrajo matrimonio y tampoco tuvo hijos. Ahora bien, su

sobrino homónimo siempre le acompañó como aprendiz, ayudante y finalmente, a su muerte, como heredero

del taller aunque nunca llegó a alcanzar el nivel de su tío. El sobrino, como hemos dicho, también llamado

Cristóbal Llorens, nació en Bocairent el año 1571.

Como hemos apuntado, las obra retablística de la iglesia parroquial de Alaquàs ha servido a los historiadores

que han estudiado este pintor como referente para poder agrupar un pequeño grupo de obras relacionadas o

atribuidas a Llorens “ampliando de ese modo la producción conocida de Cristóbal Llorens e incluso

señalando unas pautas para comprender la tímida evolución de su estilo”82

La fuerte impronta de la escuela

de Joan de Joanes dejó también su huella en Llorens que paralelamente a Nicolás Borrás, pero ambos con su

propia y marcada personalidad, plasmaron los presupuestos joanescos en toda su obra artística, llevándolos

hasta bien entrado el siglo XVII a pesar de las novedades que desde el círculo escurialense se habían

implantado en toda la geografía hispana, y concretamente en Valencia, de la mano de Ribalta.

Después de unos años pasados en la capital valenciana y en diversos lugares donde debía cumplir con los

encargos, en 1578 se encuentra pintando junto a su maestro, Joan de Joanes, el retablo mayor de la iglesia de

Bocairent que el célebre pintor valenciano dejó inconcluso pues murió al año siguiente. Como notario,

Cristóbal Llorens actuó como notario en la redacción del testamento de Joanes así como en la tasación que se

80 En dicho certamen se le pidió a Joan Roís de Corella su opinión sobre el escrito de un judío converso del cual dijo el escritos

gandiense que “feu certes cobles (…) en les quals havia posada una conclusió errónea dient que nostre Señor Déu l’havia

transplantat del paraís en terra al dit sant” Una afirmación de la que surgió una controversia sobre si era errónea o no puesto que el

autor acusaba de herejes a los que la negaran. Vid.: CHINER GIMENO, J. J., “Joan Roís de Corella. Una aproximació a la seua vida i

obra” en SAXONIA, L., Meditaciones vital Christi (en valenciano) “Lo Quart del Cartoixà” arromançat per Johan Roiç de Corella, facsímil de la edición valenciana de 1496, Valencia, Ajuntament de València, 1998, p. 32 81 COMPANY I CLIMENT, X., Pintura del Renaixement…, p. 82 KOWAL, D. M., Ribalta y los ribaltescos: La evolución del estilo barroco en Valencia, València, Diputació Provincial, 1985.

65

hizo del citado retablo. Unos años después, también en Bocairent, en 1584 Llorens pinta un retablo para el

convento de carmelitas. En 1592 realiza otro retablo para Elda y un año después realiza otro retablo para la

villa de Caudete. Son muchos los encargos realizados por Llorens pero disertadamente, excepto los de

Alaquàs, todos perdidos.

Cristóbal Llorens buscó su propio estilo y lo encontró y después de ello no se preocupó por introducir las

novedades que, desde luego debió conocer, pero que no le interesaron y siguió pintando según su canon que,

por otro lado, complació a toda su clientela. Así pues, como Joan de Joanes y Borrás, mantiene la base de un

correcto y perfilado dibujo para sus obras que remata con un cromatismo que reverbera una luminosidad sin

artificios ni efectos de sombras contrastadas que equilibren el color y la luz.

La pintura que ahora presentamos, después de pasar por el laboratorio de restauración ha recobrado

prácticamente su estado original y con ello se integra en el referente principal que nos queda del pintor de

Bocairent que siguió fiel a la tradición valenciana del siglo XVI que marcó exitosa tendencia ensayada por

Joan de Joanes.

66

Sagrada Familia/Virgen de la Leche Pieter Coecke van Aelst.

83

Ca. 1525.

Óleo sobre tabla

45 x 34’6 cm.

Bibliografía: Company, 1985; Pellicer i Rocher, 2003

83 En su momento, X. Company atribuyó esta tabla al círculo de Jan Gossaert.

67

Pieter Coecke nació en Aalst, cerca de Bruselas y durante su vida professional llegó a ser un reconocido

pintor que formaba parte de una conocida saga de artistas. Su padre se dedicó a la realización de tapices. Otro

famoso pintor, Joachim Beuckelaer, era tío suyo. Pieter Coecke se casó con una hija del pintor Jan van

Dornicke. Y, a su vez, una hija suya se casó con Pieter Brueghel el Viejo. Así pues, sus nietos fueron Pieter

Brueghel, el Joven y Jan Brueghel, los dos célebres pintores flamencos.

Pieter Coecke se formó con Bernaert Van Orley en el taller que éste tenía en Bruselas y forma parte de la

generación que empezó en la dècada de 1530 a la sombra de su maestro y de Metsys o Gossaert. En un

principio acusó las influencias de su maestro Van Orley pero después de un viaje que realizó a Italia y a

Estambul, su pintura evolucionó hacia una síntesis entre el estilo acaramelado de Rafael y el naturalismo

flamenco en el que también se acusaba la influencia de Jan Gossaert. Sin embargo, algunos autores como

Marlier, creen que el cambio en la pintura de Coecke se produce a partir de 1518 de la mano de su suegro Jan

van Dornicke con quien trabajaría hasta su muerte que seria cuando se haría cargo de su taller. Por este

motivo y por dar continuidad a la abundante producción del taller de su suegro se comprende el desigual

tratamiento y calidad de algunes obres como La Adoración de los Magos o La Sagrada Família. Sin

embargo, poco a poco el estilo personal de Pieter Coecke se irá imponiendo.84

Pieter Coecke. La Magdalena Benvenuto Tisi, “il Garofalo”. Santa Catalina

Museo de Bellas Artes de San Francisco Museo de las Clarisas de Gandia

El rostro de sus Virgenes en sus diferentes versiones aparecen casi siempre con un tratamiento de sombreado

que son una de sus características que podemos apreciar en nuestra pintura en la cual, los pliegues de las telas

están mejor tratados que en otras pintures de temática similar. Ahora bien, los pliegues del manto de la

Virgen presentan las angulosidades propias del gótico. Así mismo ocurre en el tríptico de La Epifanía, del

Museo del Prado, donde el manto azulverdoso presenta los pliegues de manera similar a nuestra pintura y que

denotan cierto arcaísmo más propio del gotico que del renacimiento flamenco. En este sentido, parece ser que

84 Vid. MARLIER, G., La renaissance flamanda. Pierre Coecke d’Alost, Robert Finck, Brusselles, 1966

68

Pieter Coecke está considerado como el único artista de su generación que se enfrentó a la tradición gòtica

aún vigente para introducir elementos que estarían más en línea con los cambios efectuados en el

renacimiento italiano. Según Karel van Mander, Coecke hizo un viaje a Italia entre 1525 y 1526 que influiria

profundamente en su producción posterior.

Por otro lado, ocurre que la fuerte demanda propiciará que progresivamente la ejecución de las obras correrá

a cargo de sus col·laboradores mientras que el maestro se ocuparía de la creación. Ahora bien, el estilo propio

del llamado manierismo flamenco està impregnat de recursos que ajuden a donar una major expressivitat a

les obres. Así ocurre también en Pieter Coecke que, tal como otros maestros anteriores a él, hace uso de

elementos narratives situados en primer plano, como canastas de frutas o peras y cerezas diseminadas

aleatoriamente. El hecho de continuar con la tradición y aunque denote mucha influencia italiana, Pieter

Coecke no aporta novedades a la pintura flamenca y es por eso que su figura no aparece entre los más

afamados maestros del renacimiento flamenco.

Pieter Coecke van Aelst. Virgen de la Leche Anónimo (seguidor de Coecke) Virgen de la Leche

Museo de Bellas Artes de Valencia

La Sagrada Família es uno de los temas más destacados en la historia del arte porque, a parte su componente

religioso, sirve como el mejor ejemplo a seguir por las famílias durante los primeros meses de vida del recién

nacido que es cuando se ha de tener mucha atención en cuanto a su alimentación y cuidado. De la manera

más sana y natural se ha de alimentar, procurándole los alimentos más adecuados para su condición, que,

óbviamente es la leche materna. Este es el primer mensaje que nos transmiten estas narracions pictóricas. En

este caso, vemos, en primer plano y encima de la mesa, una manzana y unas cerezas esparcidas sobre ella.

Así mismo, San José lleva en su mano derecha una pera en actitud de ofrecerla a María. Con esta actitud, San

José trata de comunicarnos la importancia de un alimento muy adecuado para las madres que se encuentran

criando a sus hijos. Ahora bien, por encima de estas directrices fisiológicas, la finalidad de la pintura es la de

transmitir el mensaje del misterio de la Encarnación por el cual, Dios nos envió a su Hijo, Jesús que había de

darnos una lección de entrega total, de sublime humanidad y así cumplir con el destino que su Padre le tenía

reservado.

La creación artística de Pieter Coecke no conocía límites y se interesó por múltiples facetas del arte (pintura,

escultura, tapices o vidrieres ) así como con la edición de libros. A ello contribuyó sin duda su curiosidad y

su afición a los viajes para aprender in situ los secretos de algunas de las producciones artísticas.

69

En 1533 viajó a Constantinopla formando parte de la embajada enviada por el emperador Carlos V con el

objeto de aprender los secretos del arte de los tapices. Una vez en la capital de Oriente, quedó admirado por

su belleza y su arte de tal manera que se quedó durante un año, aprendió a hablar turco y tomó apuntes de

todo aquello que le interesaba y se pusiera delante de su vista. Esta experiencia la plasmaría luego en sus

obras, como por ejemplo en los bordados de los mantos de algunos de los personajes de sus pinturas.85

En 1546 fue nombrado pintor de la corte del emperador y en 1549 realizó una serie de xilografías con motivo

de la entrada triunfal de Felipe II en Amberes, el cual era uno de sus coleccionistas y prueba de ello es la

presencia de las obras de este pintor que podemos contemplar en el Museo del Prado de Madrid. La

existencia de esta pintura en Gandia puede que sea debido a que Felipe II la regalara a los duques de Gandia

o al convento de Santa Clara durante su visita a Gandia en febrer de 1586. Existe otra posibilidad sobre la

presencia de esta pintura en Gandia, ya que una hija del VIII duque de Gandia, Magdalena (Gandia, 1627-

Bélgica, 1700) se casó en 1642 en Castelló del Duc, lugar de veraneo de los duques, con el duque de

Arenberg, de Arschot y de Croy. Por lo tanto, es posible que este noble flamenco trajera la pintura a Gandia

como uno de los regalos a la família de la novia.

Las obras de Pieter Coecke están presentes en los mejores museos del mundo como el Museo del Prado, el

Rijksmuseum de Amsterdam, el Royal Museums de Belles Arts de Brussel·les, el Museo de Història del Arte

de Viena, el Museo de Bellas Artes de Basilea, el Museo del Ermitage de San Petersburgo o el Metropolitan

de Nova York, entre otros.

85 CALVO CAPILLA, S., “De Dios son el Oriente y el Occidente (VI). Un insólito viajero a Oriente, Centro Virtual Cervantes.

70

Retablo de la Anunciación Joan de Joanes (La Font de la Figuera, 1524, Bocairent, 1579)

Ca. 1546-1548

Oleo sobre tabla

168 x 130 x 49 cm.

Bibliografía: Company i Climent, 1985; Pellicer i Rocher, 2007

71

En realidad se trata de una hornacina fabricada en madera para encastar en un muro con la finalidad de

acoger en su interior la representación escultórica de la Anunciación del Ángel Gabriel a la Virgen María. El

interior de la hornacina está pintado en todos sus lados como si de una sola superficie se tratara. La mitad

superior queda reservada para representar el cielo y la mitad inferior, para representar la casa de María. Por lo

tanto, pintura y escultura se combinan en una sola obra para representar el tema de la Anunciación.

El fondo de la mitad superior está pintado el éter celestial con una tonalidad azul muy característica de Joan

de Joanes y es la misma que aparece en los fondos celestiales de sus Inmaculadas o en el conocidísimo

Baustismo de Cristo de la Catedral de Valencia. En el centro de la representación, sobre un fondo dorado

aparece la figura de Dios Padre rodeado de una corona de nubes donde asoman quince de las veinticinco

cabecitas de querubines que pueblan el resto de nubes. Dios Padre lleva en sus brazos a su Hijo en un claro

gesto de entrega. Por debajo del Niño Dios y a la derecha de la pintura, aparece la paloma que simboliza el

Espíritu Santo. Por lo tanto, estamos ante una representación de la Santísima Trinidad.

Joan de Joanes. Detalles del Niño Jesús de las clarisas de Gandia y de la colección Lassala de Valencia

Obsérvese también, el gran parecido de los ángeles músicos en las dos pinturas.

La mitad inferior de la hornacina sirve para situar las imágenes de bulto de la Virgen María y del Arcángel

Gabriel. El fondo aparece pintado con una simple arquitectura formada por un dintel corrido que descansa

sobre seis pilares clásicos de perfil rectangular, cajeados en su fuste y capiteles nada ortodoxos con una clara

voluntad de imitar el orden compuesto. Entre los pilares se abren cinco espacios que corresponden tres a la

parte central o fondo y dos a las alas de los laterales.

En cada uno de estos cinco espacios se sitúa un ángel músico que forma parte del coro que acompaña el

momento de la Encarnación. De izquierda a derecha, los instrumentos que hacen sonar cada uno de los

ángeles son, una dulzaina, un arpa, una viola de mano bajo con trabajos de taracea en su mástil, una especie

de clarín o trompeta y una viola de arco. El lateral bajo aparece pintado representando un enlosado reticular

de diez y ocho baldosas de tonalidad verdosa separadas por rojizas franjas rectangulares adornadas con

losetas en sembradillo. Sobre este suelo se sitúan, a la derecha, la imagen de la Virgen María arrodillada,

delante de un ámbito donde descansa el libro que estaba leyendo hasta el momento de quedar turbada por la

aparición ante ella del ángel anunciador. San Gabriel aparece en actitud de genuflexión con el brazo derecho

72

levantado en la mano del cual luciría un ramo de azucenas. Quince filacterias con leyendas alusivas al

momento aparecen acompañando los querubines. Otras cinco filacterias aparecen junto a los ángeles músicos

del coro cuyas leyendas también hacen referencia al misterio de la Concepción de María y la Encarnación del

Hijo de Dios.

En conjunto pues, se trata de una representación tradicional del tema de la Anunciación/Encarnación a la

manera tradicional y con elementos iconográficos presentes desde la Edad Media donde la escena se

representaba combinando el plano celestial con el terrenal. En la mayoría de los casos, los elementos

representados, la combinación estructural y la iconografía presentaba poca variedad. En un ángulo del nivel

superior aparecía una pequeña representación de Dios Padre acompañado o no de algunos ángeles y del cual

salía un rayo de luz por el que se deslizaba una pequeña figura desnuda del Niño Dios –su alma- La paloma

del Espíritu Santo se situaba al final del rayo, por encima de la cabeza de María.86

En ocasiones -la mayoría-

la pequeña figura del Niño Dios o de su Alma, llevaba en brazos una Cruz. Con este nuevo elemento, el tema

de la Anunciación se enlazaba con el principio de la vida de Jesús en la tierra cuyo objetivo no era otro que el

de la Redención.

Gonçal Peris. La Anunciación (S. XV) Alejo Fernández. La Anunciación (ca. 1508)

Museo de Bellas Artes de Valencia Museo de Bellas Artes de Sevilla

En nuestro caso, los elementos iconográficos son los mismos pero se simplifica su representación. Se

prescinde del rayo de luz que emana de Dios Padre y la representación del Alma del Niño Dios pasa a ser la

imagen del propio Niño Jesús en brazos de su Padre que lo entrega, mediante el Espíritu Santo a su Madre.

86 Esta tipo de iconografias fué condenada por los teólogos hasta el punto de proponer la destrucción de las existentes. La

representación de la figura del Niño Dios en el tema de la Anunciación, bien como recién nacido, bien como representación de su Alma, no era aceptada puesto que se podria creer que había sido enviado desde el cielo a la tierra formado ya como hombre. Sin

embargo, a pesar de las prohibiciones esta iconografia continuaria usándose hasta el siglo XIX. Para más información, Vid Julio I.

Gónzález http://www.parvuluspuer.com/iconograf.htm

73

La hornacina con sus imágenes, originariamente presidía el altar de la capilla de la Anunciación que, al igual

que en otros conventos de clarisas convencionalmente se la denomina como la Casita de Nazaret por tratarse

de la reproducción ideal de la casa de María.87

La capilla estaba situada en la parte del convento derruido en

el siglo XIX con motivo de las obras de urbanización de esta zona de la ciudad.88

En la actualidad, ni

siquiera las monjas no tienen memoria de la existencia anterior de una capilla con este nombre.89

Capilla de la Anunciación (La Casita de Nazaret)

Monasterio de Las Descalzas Reales. Madrid

Las características más peculiares de Joan de Joanes en la época en que pintó esta hornacina están implícitas

en esta obra: las tipologías clásicas usadas, como el rostro y la figura del Padre Eterno; las cabezas de los

querubines y los ángeles músicos, de una impecable elegancia en sus posados y vestiduras, a lo que hay que

añadir el sutil cromatismo peculiar plasmado al estilo de los maestros italianos de los que aprendió

admirando, entre otras, las pinturas de Sebastiano del Piombo importadas en 1521 por el embajador Jeroni

Vich. Técnicamente, el hijo de Vicente Macip se desmarca de la tradición pictórica que hasta entonces se

basaba en el trazo de la línea. Juan de Juanes –o Joan de Joanes90

- desintegra el dibujo para diluirlo en la

87 Según una notícia reseñada en la página 19 del Libro de Fundación, una niña que vivía en el convento tuvo una visión en la que

tres ángeles se arrodillavan tres veces mientras decían el Te Deu Laudamus; al cabo de tres días, la niña murió. En memoria de

dicha visión las monjas hacen tres genuflexiones cuando cantan el Tedeum cada año en la Capilla de Nazaret, el día de la

Encarnación a las doce de la noche. (Nota del autor) 88

PASTOR, A., op. cit, pp. 215 y 218; AMORÓS, L., op cit. [sobre la visita de Felipe II y la Infanta Isabel Clara Eugenia al Monasterio en 1586] p. 94: "Haviendo pasado como media hora, tocaron las Guardas del Rey a la puerta de la iglesia del

monasterio comohaciendo señal de que el Rey venía, y entendiendo la Infanta que supone Magestad venía para llevársela, tuvo no

pequeño Sentimiento por hallarse bien con las religiosas. Diose gran prisa por ver la capilla del Sepulcro y de Nazareth, donde

arrodillada con Mucha devociones, hizó oración a las imágenes Sagradas que son allí veneradas." 89

Preguntadas las monjas de más edad sobre si las generaciones anteriores habían dejado memoria de la existencia en el convento

original de la capilla de Nazaret, respondieron que no tenían conocimiento de su existencia, así como del resto de las estancias, si

exceptuamos la Sala Capitular original que desapareció en los años 70 del siglo XX. En el convento de las Descalzas Reales de

Madrid, fundado por Gandia, existe una capilla bajo esta advocación. (Nota del autor)

90 COMPANY, X., Pintura del Renaixement..., p. 188-193 y 195-209; PELLICER I ROCHER, V., Història de l’Art..., pp. 220-221;

FALOMIR, M., La construcción de un mito. Fortuna crítica de Juan de Juanes en los siglos XVI y XVII. Espacio, Tiempo y Forma, Serie, VII, 12, 1999, pp. 123-147, p. 130: “…Juanes aparece con su nombre original; Joan Macip, en todos los testimonios que de

él tenemos anteriores a la década de 1550. Supuestamente es en el reverso de un pequeño Salvador conservado en la parroquia de

San Nicolás de Valencia, firmado y fechado en 1557, donde por primera vez el pintor se autodenomina “Joanes (…) Juanes jamás

74

atmósfera de la pincelada con la que configura los volúmenes haciendo uso plenamente de la técnica

renacentista del sfumatto que pusiera en práctica Leonardo da Vinci a finales del siglo XV. Así pues, Joan de

Joanes elimina la subjetiva imitación de la realidad de su padre y por otro lado, se dedica a pintar un estado

de emoción que sume al creyente, al fiel, en un ambiente espiritual que lo transporte a otra dimensión. De

esta manera Joan de Joanes se pone al servicio de la causa de la Contrarreforma.

Joan de Joanes. La Inmaculada Joan de Joanes. Bautismo de Cristo

Iglesia de la Compañía. Valencia Catedral de Valencia

La Inmaculada Concepción de Iglesia de la Compañía, la de Sot de Ferrer o la de la colección del Banco de

Santander, son obras que estilísticamente coinciden con nuestro retablo-hornacina. No hay más que ver la

figura de Dios Padre, vestido con túnica roja y manto azul; los querubines que le acompañan han salido de

una pintura para ocupar otra sobre las mismas nubes de algodón. Las filacterias y su grafía también salen de

la misma caja tipográfica y el nimbo crucífero simbolizando la divinidad y el circular, en referencia a la

santidad. La paloma del Espíritu Santo también despliega igualmente sus alas y gira la cabeza hacia su lado

izquierdo. Así mismo, hay una fuerte conexión con la que, según Tormo, está considerada como la pintura

más hermosa de toda la pintura valenciana de todos los tiempos, el Bautismo de Cristo de la catedral de

Valencia.

Respecto al año de la realización de este peculiar retablo-hornacina, proponemos una fecha entre 1546 y

1548 basándonos en la documentación aportada por la profesora Mercedes Gómez Ferrer y Juan Corbalán de

Celis sobre Juan de Juanes.91

Aducen estos autores que entre los contratos firmados para realizar los retablos

de San Eloy para el gremio de plateros (1534-1539) y el retablo de la Cofradía de la Sangre (1539-1546) y

fue llamado en vida Juan de Juanes, lo que sí ocurrió sería en un supuesto documento autógrafo de Nicolás Borrás fechado en 1581

que se inicia: “Timoratus Vicentius Joannes Macip (Joannes de Joannes nominatus) y que fue publicado por Vicente Polero y

Toledo, “Nuevas noticias sobre Juan de Juanes”, El arte en España, VI, 1867, pp. 89-91. En este contexto, y con un hijo pintor, la expresión adquiriría un matiz valorativo (el mejor de los Juanes) ausente en la mera latinización del apellido (…) 91 GÓMEZ FERRER, M./CORBALÁN DE CELIS, J., en “Un contrato inédito de Juan de Juanes. El retablo de la Cofradía de la Sangre de

Cristo de Valencia (1539), Archivo Español de Arte, LXXXV, 337, enero-marzo, 2012, pp. 1-16

75

entre éste y el de la Font de la Figuera, contratado directamente con Joan de Joanes en 1548 existen dos años

de vacio documental en los que quizá los Macip se dedicaran a pintar otro tipo de obras. Ahora bien, no

tenemos ninguna referencia visual ni descriptiva de los retablos de San Eloy y de la Cofradía de la Sangre

para ver de comparar la evolución del estilo de Juan de Juanes trabajando junto a su padre, Vicent Macip y de

esta manera poder afinar un poco más en cuanto a la cronología de nuestro pequeño retablo. Si admitimos

que en su realización intervinieron padre e hijo, puede haberse realizado una vez terminado el retablo de

Segorbe y antes de 1539, que es cuando comienzan a pintar el de San Eloy. Así mismo, este pequeño retablo

de las clarisas de Gandia hubiera podido pintarse en el lapsus de tiempo que media entre la finalización del

retablo de San Eloy y el comienzo del retablo de la Cofradía de la Sangre. Así mismo, también cabría admitir

su realización al término de éste último; es decir, a partir de 1546.

De Joan de Joanes hay que decir, ante todo, que fue reconocido en vida como el artista de más éxito y fama

de todo el panorama pictórico valenciano y, si lo analizamos con los parámetros de la pintura hispana, es uno

de los pintores más importantes del siglo XVI. Su estilo personalísimo fue espejo de los pintores de

generaciones posteriores. La tipología de sus modelos se convertirá en un referente artístico, emparentado

con el carácter popular que aceptará de buen grado los arquetipos de belleza ideal creados por este pintor a lo

largo de una prolongada carrera artística.

En nuestro país y, por extensión e influencia, en el resto de los reinos hispánicos, el manierismo tenía como

finalidad la expresión de una idea: la de llevar a la práctica los consejos plásticos derivados de las

resoluciones del Concilio de Trento (1545-1563) Ahora bien, para llegar a materializar el mensaje de Trento,

no se necesita llevar a la práctica ningún proceso intelectual al estilo del manierismo derivado del humanismo

renacentista. Por tanto, la producción pictórica manierista de los reinos hispánicos no tiene nada que ver con

la que se realiza en otras zonas de Europa, como Italia o Francia.

En estos países el manierismo está imbuido de un contenido que pasa por un proceso intelectual que hace uso

de la forma para expresar una idea. Una vez conseguido este objetivo, no importaba que los seguidores de

Joan de Joanes no alcanzaran el nivel técnico ni las calidades de su maestro. El objetivo se había conseguido;

las nuevas iconografías y su difusión eran el siguiente paso de cara a la consolidación de la Contrarreforma y

la total conjura de cualquier intento reformista.

76

Éxtasis de San Francisco de Asís Nicolás Borrás

Ca. 1555 o 1561 a 1565

Óleo sobre tabla.

Bibliografía: Company i Climent, 1985

77

Es una de las tres versiones que existen, siguiendo el mismo original, en el que se representa al santo con

algo más de medio cuerpo.92

En la versión que aquí presentamos, el santo aparece con la cabeza erguida y

dirige la extasiada mirada a la cruz que lleva en su mano derecha y que ha sido formada con dos palos

entrecruzados y atados con un cordel. Del mismo cordel pende una rudimentaria cartela vertical en la que se

puede leer “VIVIT IN ME XPS”. La figura del santo queda enmarcada entre los límites del cuadro y

recortada por un alto seto de oscura tonalidad verdosa. Una estrecha franja celeste remata el cuadro en su

parte superior en la que se puede observar la insinuante silueta de la luna en fase creciente. La aureola está

dibujada con doble perfil –propio de Nicolás Borras- y va acompañada por un haz de rayos que salen de la

cabeza del santo, recurso iconográfico usado generalmente en las representaciones de las tres personas

divinas.

Las tres tablas representando a San Francisco de Asís en estado de éxtasis que hasta ahora se le han atribuido

al beato Nicolás Factor (1520-1583) son la de las clarisas de Gandia, la de las clarisas de Madrid y la de la

Galería Caylus, también de Madrid.

En cuanto a la autoría de la pintura, el primero en anotar la posibilidad de que esta tabla fuera del franciscano

Nicolás Factor fue X. Company por el hecho de que durante un tiempo fue confesor de las clarisas de

Gandia. Posteriormente lo fue de las clarisas de Madrid donde también se conservan otras pinturas que

tradicionalmente se le han atribuído a su mano. 93

En la actualidad, la pintura depositada en la Galeria Caylus está catalogada como obra del pintor valenciano y

religioso jerónimo Nicolás Borrás (1530-1610) bajo el título de San Francisco de Asís conversando con los

pájaros. Sin embargo, algunos autores la creen de mano de Nicolás Factor.94

En cuanto a la conservada en las

Descalzas Reales de Madrid, como hemos dicho, la tradición la atribuye a Nicolás Factor. Hay que decir que

la calidad de ésta última dista mucho de las otras dos pinturas en las que basamos el presente trabajo.

Por nuestra parte, queremos plantear algunos razonamientos que ayuden a aclarar las dudas sobre la autoría

de nuestra pintura que no está establecida con seguridad.95

Ante todo, hemos de tener en cuenta algunas consideraciones sobre las corrientes de espiritualidad surgidas

en toda Europa en el siglo XIV y que se desarrollaron a partir de finales del siglo XV. Algunas de estas

movimientos religiosos llevaban implícito un componente cultural de corte humanista que intentaba una

reforma interna de la Iglesia en base a nuevas interpretaciones de las Sagradas Escrituras. Así pues, la

espiritualidad religiosa se vivió de diversas maneras, según el grupo social o religioso que la fomentaba. Por

lo tanto, los pintores estaban condicionados, en principio, por su personal inclinación –si es que la tenían-

hacia una opción u otra de espiritualidad pero, sobre todo, por el ambiente general de la sociedad y del grado

de espiritualidad de los comitentes. Los movimientos o corrientes de espiritualidad que a lo largo del siglo

92 Nos referimos a la tabla de la Galería Caylus de Madrid, titulada como San Francisco conversando con los pájaros y atribuída al

fraile jerónimo Nicolás Borrás. La tercera versión es la de la tabla que se conserva en el convento de las Descalzas Reales de

Madrid y que tradicionalmente, junto a otras dos tablas en ese mismo convento, han sido atribuídas al beato Nicolás Factor. 93 COMPANY I CLIMENT, X., Pintura del Renaixement al Ducat de Gandia. Imatges d’un temps i d’un país, Institució Alfons el Magnànim, València, 1985, pp. 150-151. 94 COMPANY, X./PUIG, I., “San Francisco de Asís, estigmatizado”, San Francisco de Borja. Grande de España. Arte y

espiritualidad en la cultura hispànica de los siglos XVI y XVII. Ajuntament de Gandia, Universitat de Lleida, Gandia, 2010,

catálogo de la exposición. dirg. COMPANY, X/ALIAGA, J,. ficha núm. 13 pp. 206-209. 95 En ningún momento, Orellana comenta la existencia de ninguna pintura de Nicolás Factor en el convento de clarisas de Gandia:

ORELLANA, M. A., Biografía Pictórica Valentina o Vida de los Pintores, Arquitectos, Escultores y Grabadores Valencianos, ed. de

Xavier de Salas, Ayuntamiento de Valencia, 1967, pp. 73-81. Tampoco lo hace ALCAHALÍ, BARÓN DE, Diccionario biográfico de

artistas valencianos, Federico Doménech, Valencia, 1897, pp. 114-115. Al respecto, COMPANY I CLIMENT, X., op. cit., opina lo

siguiente: “De hecho, la obra que de este pintor se conserva en las Descalzas Reales de Madrid, evoca un cierto parentesco con la

tabla aquí estudiada. Sin embargo, el problema quizás tiene su origen en la imprecisión –y inseguridad- de atribuir las tres tablas

madrileñas al beato valenciano. Ciertamente, estas “San Francisco”, “Sta. Clara”, y “S. Bernardo” han sido tradicionalmente atribuídas a partir de los escritos de Orellana y del Barón de Alcahalí. Estos autores no aportan una documentación segura, a

excepción del hecho de que Nicolás Factor fue nombrado por Felipe II confesor de las Descalzas Reales de Madrid en 1571” (la

traducción del catalán es del autor)

78

XVI condicionaron el modo de vida de toda España, básicamente fueron el erasmismo, el iluminismo y el

espiritualismo místico o misticismo.

El erasmismo buscaba la manera de entender la vida bajo el prisma del humanismo cristiano. Fue auspiciado

por Erasmo de Rotterdam y se conformó como una alternativa a la Reforma protestante de Lutero. Se trataba

pues, de promover una reforma que se originara en el mismo seno de la Iglesia de Roma. La propuesta

erasmista recogía el estado de malestar religioso de la sociedad frente a la corrupción del clero. Erasmo

abogaba por una forma de piedad menos relacionada con las manifestaciones externas de religiosidad

popular; así mismo criticaba la piedad supersticiosa, el culto a las reliquias o a los santos legendarios. Por el

contrario, era partidario de una religiosidad de carácter más personal e intimista que por medio de la

meditación y la oración conectara al hombre directamente con Dios. Nunca cuestionó la Iglesia oficial ni al

papado. Con todo, a partir de la tercera década del siglo XVI los erasmistas fueron perseguidos por la

Inquisición hispana y sus obras, prohibidas. Hay que señalar que no hay que confundir al movimiento

erasmista con otros movimientos espirituales como el franciscano o el iluminismo más volcados en prácticas

ascéticas y en experiencias místicas que en el estudio e interpretación de las Sagradas Escrituras. Finalmente,

se convocó el Concilio de Trento (1545-1563) de donde surgió la llamada Contrarreforma o Reforma

católica, que sentó las bases para frenar los movimientos reformistas de corte humanista así como al

luteranismo.

En Valencia, durante las primeras décadas del siglo XVI, gran parte de los intelectuales y de la nobleza veían

con buenos ojos las corrientes renovadoras auspiciadas por los seguidores de Erasmo de Rotterdam, como

Juan Luis Vives (Valencia, 1492 – Brujas, 1540) en Valencia o Antonio de Nebrija (1441-1522) en Castilla.

El virrey de Valencia, duque de Calabria y su segunda esposa, Doña Mencia de Mendoza patrocinaron

publicaciones de intelectuales renovadores. La misma Doña Mencia era admiradora de Erasmo y mecenas de

Vives. También el duque de Gandia, padre de San Francisco de Borja y su segunda esposa, Francisca de

Castro-Pinós mantenían correspondencia con Vives y pagaron las publicaciones de las traducciones de

Erasmo realizadas por el canónigo de Gandia, Bernardo Pérez de Chinchón. Sin embargo, las cosas

cambiaron en los años centrales del siglo XVI. Ya en 1536 la Inquisición advirtió a Pérez de Chinchón y éste

se vio condenado al silencio editorial. Una vez muerto, en 1559 se prohibieron todas sus obras.96

Juan de Borja, duque de Gandia, además de sufragar las traducciones de Erasmo de Rotterdam se había

convertido en amigo y mecenas de Juan Luis Vives quien, en 1528 le dedicó algunas de sus obras. Por vía

epistolar, Juan Bautista Estrany y Honorato Juan le habían comentado al célebre humanista -autoexiliado en

Flandes por no ser procesado por la Inquisición española- que además de conocer del duque de Gandia su

ingenio y virtudes, sabían del papel de mecenas dirigido hacia “todos los sabios y hombres de estudio y el

interés que tenía por las buenas letras, y una buena prueba de ello es que has establecido en Gandia un centro

escolar de dichas letras, en la cual se enseñan con pureza y elegancia”97

Juan de Borja murió en 1543 y el relevo al frente del ducado por su hijo Francisco de Borja, comportó un

cambio espectacular en el comportamiento religioso de los ciudadanos de Gandia. Francisco de Borja, IV

duque de Gandia, como virrey de Catalunya (1539-1543) conoció en Barcelona al fraile lego franciscano

Juan de Tejeda el cual llegó a Gandia en 1543 cuando el nuevo duque fue a tomar posesión de su ducado.98

96 PONS FUSTER, F., El mecenazgo cultural de los Borja de Gandia; Erasmismo e iluminismo, Publicaciones de la Universidad de

València, p.43: “En 1547, el erasmismo y los erasmistas españoles vivían en España una situación en nada parecida a la de 1528.

Hacer públicamente fe de erasmista en 1547 era un atrevimiento que, sin duda, podía tener graves repercusiones”. 97 Monumenta Historici Societatis Iesus, (MHSI), BORGIA, VI, P. 154, citado por PONS FUSTER, F, op. cit., p. 146. 98 PONS FUSTER, F., op. cit., p. 32: “La relación con Gandia, con los Borja, con los jesuítas y con las monjas de Santa Clara del lego

franciscano fray Juan de Tejeda puso punto final a una historia personal llena de avatares donde se entremezclaron lo cotidiano y

anecdótico con lo fantástico y maravilloso. Ibídem: “Natural de Serrajón, en Extremadura, Tejeda tuvo que huir de su pueblo al

vengar de forma violenta la muerte de su padre. Se trasladó a Jerez donde, después de desempeñar los más variados oficios, decidió abandonar las “ataduras del mundo”. Primero se paseó por Jerez cargado de estacas, medio desnudo y con un crucifijo en las

manos; después, cuando ya todos lo tenían por loco, volvió a su pueblo y, construyéndose una choza, se dedió a la contemplación

espiritual haciendo vida eremítica. esta forma de vida no colmó sus inquietudes espirituales y, después de un breve paréntesis como

79

Bajo la influencia de este visionario, Francisco de Borja cambió el estilo de educar que tuvo su padre para

con sus hijos y súbditos y “quiso catequizar y escolarizar los niños moriscos con la ayuda de sus estimados

amigos jesuitas, arrancándolos de sus padres hasta el punto de castigarlos (…) Este oscuro episodio hizo que

interviniera la Inquisición romana y la hispana, recelosa ante el comportamiento del superior de los jesuitas y

la traidora pretensión del duque que quería que fuese la Inquisición romana la que solucionara los problemas,

dejando al margen la Inquisición hispana”99

Vemos pues la diferencia de mentalidad entre padre e hijo. El padre que llegó a tener una de las mayores y

mejores bibliotecas de la España del momento100

, tenía como mentores y consejeros a Bernardo Pérez de

Chinchón, a Erasmo de Rotterdam, a Juan Luis Vives,101

a Juan Bautista Estrany o a Honorato Juan. Por su

parte, Francisco de Borja se apoyaba en un fraile lego franciscano sin estudios ni capacidad para ello. No es

nuestra intención hacer una comparación entre Juan de Borja y Francisco de Borja. Sin embargo vemos

necesario apuntar estas diferencias para comprender mejor la personalidad de Francisco de Borja y su

compleja humanidad. Rompamos pues, una lanza a favor de Francisco de Borja y entendamos que, después

de tantos años de vivir en la Corte y tener el favor del emperador, con la muerte de su padre se vio obligado a

viajar a su lugar de origen para cumplir con sus obligaciones feudales. En Gandia, junto a su esposa, esperaba

que el emperador le designara un nuevo cargo en las tareas del estado o del imperio. Los intentos de ser

designado mayordomo de Catalina de Austria, futura reina de Portugal quedaron frustrados a causa de que

Leonor de Castro, su esposa, no obtuvo el placet de la Corte portuguesa. Así pues, a la espera de que el

emperador le llamara para cualquier otro empleo, Francisco de Borja se dedicó a construir un nuevo cinturón

de murallas para defensa de la ciudad. El colegio de moriscos se convirtió en la primera universidad jesuítica

del mundo donde él mismo se graduó en teología. A la par, su modo de vida ascética, llevada junto a algunos

de los jesuitas del colegio de Gandia, recibió un toque de atención por parte de Ignacio de Loyola, pues éste

no veía con buenos ojos dichas prácticas ya que no formaban parte del ideario religioso de la Compañía de

Jesús. Francisco de Borja practicaba un tipo de religiosidad espiritual ascética y mística donde no faltaban

duras penitencias y disciplinas físicas. Todo ello acompañado de oraciones mentales y conversaciones

angélicas.102

Se vivía un clima en el cual la sociedad española se sentía intimidada por la Inquisición que analizaba

cualquier manifestación cultural e incluso personal por ver si atisbaba algún rasgo de heterodoxia o

desviación del camino marcado por la verdadera interpretación de la Fe. Incluso el propio Francisco de Borja

no se vio libre de las pesquisas indagatorias de la Inquisición que llegó a procesarlo a causa de uno de sus

escritos redactados antes de entrar en la Compañía de Jesús y editado en 1550 y 1552. Se trata de Obras del

Christiano compuestas por Don Francisco de Borja, Duque de Gandia. Este título apareció en el índice de

libros prohibidos del año 1559. Curiosamente, el mismo año en que se prohibieron las obras de Bernardo

Pérez de Chinchón. Paradójicamente este hecho propició el nombramiento de Francisco de Borja como III

General de la Compañía y con ello la consolidación de la Orden en el imperio español y en el resto del

mundo.

fraile lego en el monasterio de Belvís en el campo de Azañuelo, se trasladó a Barcelona donde fue admitido como fraile lego en el

convento franciscano de Jesús” 99 Ibídem. 100 MANRIQUE ARA, M. E., (Edición) Jusepe Martínez, Discursos practicables del nobilísimo arte de la pintura, Larumbe; Textos

Aragoneses, Arte, Zaragoza, 2008, p. xiii: Bouza cita el ejemplo del Duque de Gandia, que en 1525 encargó la búsqueda de

“libros scritos de mano en latín vieios” en vez de “libros de nueva emprempta, bien correctos y bien guarnecidos”, para formar

una biblioteca. 101 De religión judía, la família de Luis Vives abjuró de sus creencias y se convirtieron al catolicismo. Sin embargo, un primo junto

con la madre de Luís Vives fueron encontrados en el interior de una sinagoga. Toda la família fue perseguida y procesada por la

Inquisición. El padre fue relajado y quemado en la hoguera el año 1524. Su madre, había muerto y después de un proceso contra

ella, fue desenterrada y sus huesos junto con una efigie suya fueron quemados en la hoguera en 1530. (nota del autor) Para obtener una completa información sobre dicho proceso inquisitorial, vid. ESCUDERO, J. A., “Luis Vives y la Inquisición”, Revista de

Inquisición (Intolerancia y Derechos Humanos) Universidad Nacional de Educación a Distancia, volumen 13, pp. 11-24. 102 MORENO, D., Francisco de Borja y la Inquisición, Universidad Autónoma de Barcelona, p. 356.

80

A grandes rasgos, este era el contexto que servía de denominador común al mundo artístico y en nuestro

caso, de los pintores que ahora tratamos y retomamos. Hay que añadir que por regla general, la pintura en

España y en Valencia era mayoritariamente religiosa. Como una excepción, Juan de Juanes llegó a pintar

temas mitológicos y algunos retratos. No obstante, los temas religiosos son los que predominaron en su

producción. Como intelectual, tenemos constancia de que tuvo relaciones con un nutrido grupo de erasmistas,

comenzando por los propios virreyes, los duques de Calabria y la mayor parte de los nobles allegados a su

corte. De dichas relaciones y no de las preferencias espirituales de los personajes nos informa el padre V,

Ximeno en su obra, publicada en 1749103

. Un ejemplo evidente de estas relaciones de Juan de Juanes con

algunos de los personajes protagonistas de la Valencia de su tiempo fue su amistad con el Venerable Juan

Bautista Agnesio a quien inmortalizó en dos de sus más famosas pinturas. Agnesio era una de las figuras

destacadas del panorama intelectual valenciano que trataba de conciliar el escolasticismo tradicional que se

basaba en los escritos de los Padres de la Iglesia, con las corrientes erasmistas que se decantaban por una

interpretación más flexible de las Epístolas de San Pablo: “quiere (…) como humanista, lucir su cultura

clásica y, como teólogo y presbítero, predicar con un arte refinado al público más selecto.”104

En el Bautismo

de Cristo, (ca. 1539-40) de la catedral de Valencia, Agnesio aparece como donante y con aspecto juvenil. Por

otro lado, Los Desposorios Místicos del Venerable Agnesio del Museo de Bellas Artes de Valencia está

dedicada a Agnesio, pues aparece retratado -ya entrado en años- como esposo místico de Santa Inés.105

Por su condición de religiosos regulares, podemos creer que tanto Nicolás Factor como Nicolás Borrás no

tuvieron una relación cotidiana con estos círculos cortesanos donde se hablaba y discutía de filosofía,

teología o arte. Como jerónimo, Nicolás Borrás debió de tender hacia la contemplación de recogimiento

mientras que, como franciscano observante, Nicolás Factor practicaba la mística ascética, lo cual, tanto a uno

como al otro debió de influir en sus respectivas prácticas artísticas. Respecto al grado de profesionalidad de

cada uno de ellos, al conocimiento de las obras de los dos pintores y al consiguiente análisis de ellas, nos

ceñiremos a las fuentes que nos hablan de dichos aspectos o bien, a la observación directa de sus obras.

También habremos de tener presente las opiniones de los estudiosos de sus obras y la bibliografía que han

generado hasta la actualidad. Con todo, no hubiéramos podido pasar por alto a Juan de Juanes y su personal

estilo en el que se mantuvo hasta su muerte, en 1579.

Nicolás Factor (1520-1583)

Nicolás Factor nació en Valencia en 1520 y murió en la misma ciudad en 1583. Como hemos dicho,

perteneció a la orden de los franciscanos observantes y fue guardián de algunos de los conventos en los que

habitó y dejó algunas de sus obras. Destacaremos que fue confesor del Real Monasterio de Descalzas de

Santa Clara de Gandia y posteriormente de las clarisas del Real Monasterio de la Consolación de Madrid,

más conocido como las Descalzas Reales. De su pintura poco se sabe y tampoco conocemos cuándo ni con

quién se formó. Sin embargo, teniendo en cuenta su cronología es lógico pensar que su producción debería

mostrar las influencias de los pintores de más éxito de la Valencia de la segunda mitad del siglo XVI. Esto es,

103 XIMENO, V., Escritores del Reyno de Valencia, cronológicamente prdemadps desde el anno MCCXXXVIII de la Christiana Conquista de la misma ciudad, hasta el MDCCXLVII, Valencia, p. 113. 104 Juan Bautista Anyés o Agnesio (Valencia, 1480-1553) fue un destacado intelectual del momento. Estudió Humanidades,

Filosofía y Teología pero su gran dedicación fue la poesia y la dramatúrgia. Fue beneficiado de la catedral y maestro del conde de

Oliva. Era admirador de Erasmo pero tenía sus reservas pues su condición era conservadora. Mantenía contacto con Luis Vives y

se movía cerca de los poderosos –nobleza y eclesiásticos- y realizó campañas de predicación para evangelizar a los moriscos del

valle de Ayora, súbditos del conde de Oliva, su mecenas y protector. Vid. ALONSO ASENJO, J., “Optimates laetificare: la Egloga in

Nativitate Christi de Joan Baptista Anyés o Agnesio, Criticón, 66-67, Universitat de València, 1996, pp. 307-368 105 Fue pintada por Juanes para la capilla de San Jorge de la Seo de Valencia. El patrono de esta capilla era Francesc Gilabert de

Centelles, conde de Oliva que también era alumno, protector y mecenas de Juan Bautista Agnesio. Al unirse los Centelles con los

Borja con motivo del matrimonio del hijo de San Francisco de Borja, Carlos de Borja y Castro con Magdalena de Centelles, la

capilla pasó a ser patrocinio de los Borja y la pintura en cuestión continuó en su lugar. Parece ser que con motivo de la beatificación del IV duque de Gandia, la capilla cambió su dedicación por la del nuevo beato. Por los años ochenta del siglo XVIII

y con motivo de la remodelación neoclásica de catedral, la pintura pasó a la casa del procurador de los duques de Gandia. En la

actualidad forma parte del Museo de Bellas Artes de Valencia.

81

Juan de Juanes y el discípulo de éste, Nicolás Borrás y tanto el uno domo el otro dedicaron su vida a pintar.

El uno, bajo su condición de laico y su estilo amable llenó de pinturas las parroquias del reino de Valencia. El

otro, como religioso, no se quedó a la zaga y también trabajó para muchas parroquias cercanas a su

monasterio de San Jerónimo de Cotalba -a poca distancia de Gandia- al cual, sobretodo, dedicó gran parte de

su producción.

Como artista, a Nicolás Factor no hay que considerarlo como un pintor profesional avant la lettre puesto que

su dedicación a la pintura fue esporádica, ocasional, pues pintaba por devoción y cuando lo creía

conveniente. De entre lo que Orellana dice de él destacaremos algunos fragmentos en los que hace referencia

a su pintura: “(…) cuyo erudito exercicio puede preciarse de haver sido el dulce entretenimiento y atractivo

de la virtuosa afición de nuestro Venerable Factor.” 106

De este párrafo deducimos, en primer lugar que,

Orellana considera la pintura de Nicolás Factor como un “dulce entretenimiento” para continuar con que se

trata de una “virtuosa afición”. Por lo tanto, ni en un caso ni en otro considera al beato Factor como un pintor

profesional –que no lo era, por anteponer ante todo su condición de religioso- Los amables calificativos que

le dedican Orellana y algunos autores contemporáneos le restan cualquier connotación de plena dedicación en

el esporádico ejercicio que tuvo como pintor. Además de dedicarse a su “afición,” al arte de la pintura,

Nicolás Factor tuvo otras inclinaciones intelectuales como la de escribir poesías, componer música y iluminar

los libros de coros de los conventos por los que pasaba. Por sus virtudes fue declarado beato por Pio VI el 18

de Agosto de 1786. Orellana nos hace una relación de las obras conocidas en su época que o bien se le sabían

de su mano, bien se le atribuían. El erudito valenciano recurre a fuentes anteriores a él para describir la

producción del beato Factor y de lo que parece que está totalmente seguro es de que fue el autor las pinturas

de las Descalzas Reales a las que nos hemos referido anteriormente y de las que dice: “hay tres pinturas de su

mano, y son un San Francisco, una Santa Clara sobre lienzo, y un San Bernardino sobre tabla.” También hace

referencia a una Nuestra Señora de la Leche en el convento franciscano de Bocairent y una Nuestra Señora

con el Niño en el convento de la Vall de Jesús [sic] “cuya pintura se dio por asunto para el Gravado en esta

Academia de San Carlos, en el año 1789 (…) Otras noticias conducentes aquí, y con elogio del mismo, nos

subministró la Academia de esta Ciudad en el papel, que antes de ser exaltada á Real Academia de San

Carlos en el año 1768 dio á luz pública en el de 1757, en el qual expresando quien fue su maestro en la

Pintura, se regocija de tan insigne Profesor, y Venerable Paysano: entre los discípulos de Joanes se distinguió

el Venerable Padre fr. Nicolás Factor de la observancia de San Francisco que para recreo de su elevada

contemplación, y fomento de su piedad, se dedicó, siguiendo el estudio de su maestro, á la pintura Sagrada.

Algunos de sus asuntos, que pintó en varios libros de coro, los jusgó el Sor. Phelipe IV dignos de ser

colocados en el Real Monasterio del Escorial”.107

Son palabras destinadas a elogiar y enaltecer la personalidad del beato Nicolás Factor que fue muy admirado,

respetado y querido por los valencianos y en honor a él y a su dedicación artíst ica, la Academia de San

Carlos quiso homenajearle con el detalle de exigir a los alumnos de grabado la realización de la prueba de

examen usando el modelo de una de sus pinturas. Ahora bien, el mayor testimonio de la devoción al beato

Nicolás Factor por parte del pueblo valenciano fue la creación de una capilla en su honor que fue construida

el año 1786 con motivo de su beatificación. Tres grandes maestros se encargaron en los años de la década de

1790 de la decoración pictórica de la iglesia de Santa María de Jesús y de la capilla del beato Nicolás Factor:

José Camarón realizaría las cuatro pinturas de las pechinas del crucero de la iglesia; Luís Planes se encargaría

de la más completa decoración de la capilla del beato y Vicente López pintaría una “Apoteosis” en el

cascarón del camarín situado tras la capilla.108

Volviendo a los calificativos artísticos que Orellana le brinda al beato Factor, se remite al padre Vicente

Ximeno que decía lo siguiente: “Escrivia (dixe Ximeno) con pulidez y rara perfección toda forma de letra.

Pintaba primorosamente no solo en tablas y lienzos, sino en paredes y vasos de cristal, en las cuales hacía

106 ORELLANA, M. A., op. cit., p. 74. 107 Ibídem, p. 76 i 77. 108

JIMÉNEZ PUCHOL, D/PELLICER I ROCHER, V., “Santa María de Jesús de València. Aspectos arquitectónicos y pictóricos.”

Archivo Ibero-Americano, T. LIX, 1999, núm 232, pp. 49-78.

82

maravillas. Aún se conserva (dice) en su Convento de Jesús (es el que se mencionó, situado cerca de

Valencia) pintura de su mano que mereció la aprobación del famoso Don Antonio Palomino, Pintor de su

Magestad. Era Poeta, tenía muy buena voz y cantaba con gran dulzura toda manera de canto, y sabía algo de

órgano y de otros instrumentos músicos. En la Aritmética fue diestríssimo, porque era tan vivo de ingenio,

que a quantas cosas se aplicaba salía de ellas.”109

En resumen, no hay muchos comentarios en cuanto a la destreza y calidad del beato Nicolás Factor del que

creemos que tendría más voluntad de realizar obras piadosas de las que no opinamos por no tener

conocimiento de su obra. Las dos pinturas que quedan en las Descalzas Reales que le son atribuidas sólo las

hemos observado durante breve tiempo en una de las visitas públicas guiadas al monasterio madrileño. Ya

hemos leído las opiniones de algunos eruditos; ahora nos remitimos a las opiniones de algunos autores que

han escrito al respecto. Por ejemplo, Rodríguez Culebras opina que: “su obra, en mayoría, fue devota y

ocasional, motivada por las circunstancias de su vida y actividad, sin que ello sea óbice para que alcance

ciertos logros mayores, conocidos sólo por testimonios literarios”110

Otros autores le atribuyen la tabla de la

Galería Caylus y, evidentemente, a la vista de la calidad de dicha pintura, la toman como referencia y se

sirven de ella como referente para el resto de las atribuciones al beato Factor.111

Con estos ejemplos, observamos, en primer lugar, una posición de reserva y precaución ante la falta de obra

documentada o conservada. En segundo lugar, unas apreciaciones que nos parecen deducidas en base a un

criterio más religioso y emocional que científico. Se califica la obra como de “gran calidad” y a su autor de

“excelente” con lo que, en nuestra modesta opinión, estamos totalmente de acuerdo, aunque no en cuanto a su

autoría.

Lo cierto es que continuamos sin tener información precisa y concisa sobre la vida y la obra del beato

Nicolás Factor que no sea su manifiesta espiritualidad mística con la que según parece llegó a tener varios

arrebatos. A este respecto, nos resistimos a admitir que en paralelo a estas experiencias místicas, el beato

Nicolás Factor pudiera transmitir dichas experiencias mediante sus pinceles. Evidentemente, se necesita un

estado de ánimo para la creación artística pero ya hemos apuntado al principio que, teniendo en cuenta las

escasas obras que supuestamente realizó y que se han conservado hasta hoy, tenemos pocos elementos para

emitir un juicio, ni siquiera aproximado. Ahora bien, si admitimos que las tres pinturas conservadas en las

Descalzas de Madrid son de Nicolás Factor y no vemos ninguna razón para dudarlo, no podemos admitir que

la tabla de la Galería Caylus se le atribuya al místico valenciano. Una vez más nos remitimos a los hechos y a

las referencias de aquellos que llegaron a contemplar alguna de sus obras. En todos los casos se refieren a

Nicolás Factor como artista pero siempre bajo el condicionamiento del respeto y admiración que como

persona y religioso se merecía. Sin embargo, nos vemos obligados a razonar algunos aspectos de lo escrito

más arriba.

Nos llama poderosamente la atención el hecho de que, de entre los eruditos a los que se remite Orellana en su

apreciación sobre la figura artística de Nicolás Factor, ninguno de ellos aporta datos sobre su formación.

109 ORELLANA, M. A., op. cit., pp. 75 y 76. 110 RODRÍGUEZ CULEBRAS, R., “Pintor y pintado. Consideraciones en torno al Beato Nicolás Factor, como pintor, y a su iconografía

en el IV centenario de su muerte”, Archivo de Arte Valenciano, 65, 1984, pp. 7-10: (...) “las obras que se conservan a él atribuidas,

llevarían a conclusiones un tanto generales y bastante problemáticas. Su formación e influjo corresponde a círculos valencianos de

la época, derivados del absoluto predominio del arte de Joanes.” Se ha alabado su ingenio y calidad pictórica. (...) Cuando se ha

analizado su producción la mayoría de los investigadores se refieren, principalmente a dos obras: un San Miguel (que no se

conserva) y el San Francisco de Asís de Gandia, en el que se encuentran reminiscencias del quattrocentismo veneciano, simplicidad

e ingenuidad que lo emparenta con otras obras menores de este autor que se conservan en las Descalzas Reales” 111 COMPANY, X./PUIG, I., “San Francisco de Asís estigmatizado”, cat. exp. San Francisco de Borja. Grande de España. Arte y

espiritualidad en la cultura hispànica de los siglos XVI y XVII, Ajuntament de Gandia/Universitat de Lleida, 2010, pp. 208:

“muestra una ejecución y acabado impecable, precisa, aporcelanada, características que solo pueden proceder de un excelente pintor; todo lo dicho lo certifica la suave calidad de la epidermis del santo de Asís. Se trata de una pintura que evoca la

espiritualidad joanesca pero a su vez el misticismo que infunde Factor a sus obras lo hace enormemente original y le distingue de

los signos más dulzones de Juan de Juanes”.

83

Todo lo más que se dice es que fue discípulo de Juan de Juanes. En principio, esto es una obviedad. También

fueron discípulos –o seguidores- del maestro valenciano, sus hijas y un sinfín de pintores más o menos

diestros que finalmente quedaron en el anonimato, así como sus obras. Ahora bien, si admitimos que Nicolás

Factor fue discípulo de Juan de Juanes y además, aventajado, como dicen las fuentes mencionadas, ¿cómo

pudo ser que se ejercitara tan poco en el arte de la pintura? Si su pintura fue de la calidad que algunos

presumen, en tal caso creemos que hubiera sido presionado por sus contemporáneos mediante una gran

demanda para que su producción hubiera resultado –relativamente- abundante. Ahí tenemos el ejemplo de

Nicolás Borrás que seguramente sería uno de sus referentes. En todo caso, su verdadero espejo artístico había

de ser su “maestro” Juan de Juanes. Así pues, ¿cómo podía Nicolás Factor crear unos tipos iconográficos

como el de la pintura de la Galería Caylus con ese peculiar rostro y esas esqueléticas manos y dedos

extremadamente alargados y delgados? ¿Cómo llegó a realizar tal misticismo anatómico modelando el

éxtasis de un rostro a base de una técnica que sólo unos cuantos maestros eran capaces de llevar a la práctica?

Es decir, ¿el sfumato leonardesco presente, en mayor o menor grado, en los Hernando y también en Juan de

Juanes y Nicolás Borrás, también lo estaría en las obras de Nicolás Factor y en esta tabla tendríamos el

ejemplo?

Resulta difícil de creer que las novedades estilísticas y técnicas, resultado de múltiples influencias que fueron

asimiladas y ensayadas en su propia producción por parte de los grandes maestros valencianos, fueran

puestas en práctica por un esporádico amante del ejercicio de la pintura que se dedicaba a ella como un

“dulce entretenimiento.” Es cierto que Nicolás Factor estaba bien considerado por sus contemporáneos, pero,

¿hasta qué punto llegaba esta consideración? ¿Se le podía comparar con sus colegas contemporáneos Juan de

Juanes, Miquel Joan Porta, Nicolás Borrás o Requena el viejo?

Por todo lo expuesto, nos es muy difícil aceptar que el San Francisco de Asís conversando con los pájaros de

la Galería Caylus sea obra de Nicolás Factor. Así mismo, tampoco podemos admitir que el beato Factor sea

el autor de la pintura del Museu de les Clarisses, teniendo en cuenta las grandes diferencias estilísticas y

técnicas que existen entre ambas. Pero habremos de razonar un poco más para llegar a una conclusión mucho

más aproximada a la que creemos pueda ser la definitiva o en su caso abrir la puerta a futuras investigaciones

al respecto. Acabamos de ver que la tabla de la Galería Caylus está atribuida por algunos autores a Nicolás

Factor y por otros -de quien o quienes no tenemos conocimiento- a Nicolau Borrás.

Nicolás Borrás (1530-1610)

Con la muerte de Juan de Juanes en 1579 y hasta finales del siglo XVI con el giro artístico propiciado por el

arzobispo Ribera o incluso antes, no apareció una figura que se le pudiera comparar o confundir en sus

primeros momentos, como ocurre en la mayoría de los casos entre un gran maestro y un aventajado discípulo.

Los seguidores de Juan de Juanes -que fueron muchos- no pudieron librarse de la influencia de su referente

así como tampoco del ambiente en que se veían obligados a trabajar.112

De cualquier manera, la fórmula entre

creación y producción, basada en la demanda, no llegó a tener lugar por cuanto no apareció una figura

adecuada con la suficiente independencia anímica y mental. Es decir, el genio creador. No obstante, hubo una

figura capital en el panorama pictórico valenciano de la segunda mitad del siglo XVI que recogería los

presupuestos estilísticos de Juanes pero, con una buena dosis de naturalismo; de aquel que pusieron en

práctica los maestros venecianos. Y el representante de esta fórmula de asimilación entre la tradición

joanesca y el naturalismo fue Nicolás Borrás.

Borrás nació en Cocentaina en 1530 y murió en el monasterio de Sant Jeroni de Cotalba –a poca distancia de

Gandia- el día 5 de septiembre de 1610. Está considerado como el más interesante de los seguidores de

Juanes por el hecho de mantener su propia personalidad en la interpretación de los tipos creados por su

maestro. Borrás crea su propio estilo en el que, a pesar de la fluctuación de la calidad de su obra, la impregna

de una naturalidad de raíz veneciana desconocida hasta el momento. También llegaría a influenciarse de otros

maestros valencianos contemporáneos con los que trató como, Joan Sariñena que, debido a sus cinco años

112 PONS FUSTER, F.,

84

transcurridos en Roma, entre 1570 y 1575, debió de hacer un viaje a Venecia donde conocería el tratamiento

que de la luz y el color hacían los artistas del momento.

Resultado pues de la fuerte influencia joanesca, en ocasiones, como en la Verónica de la Virgen del

Convento de Santa Clara de Gandia, Nicolás Borrás recoge el modelo de su maestro y sin ningún tipo de

complejos la reproduce enteramente. Sin embargo, lejos de deshacerse de las influencias de Juanes parece

que lo que quiere expresar Borrás en su icono de María no es sino rendirle un homenaje a Juan de Juanes a

pesar de los rasgos peculiares, del todo intencionados, que la distinguen de su modelo. En este caso, destacan

los almendrados ojos; el color del iris se vuelve verde, la boca se contrae ligeramente, la expresión gana en

humildad con la inclinación de la cabeza y la mirada intenta conectar con el devoto. Por otro lado, parece que

María queda ensimismada y pensativa envuelta en una halo de misterio y de indagación del que no queda

libre el observador. Ahora bien, Borrás crea su versión y por ello no llega a ser una fiel imitación pues las

variaciones introducidas le libran de su modelo113

lo cual no es óbice para rendir homenaje a su “querido

maestro”114

La producción de Borrás ha sido analizada por diversos historiadores y coinciden en la importancia del

dibujo por encima de su cromatismo a pesar de lo cual el resultado era homogéneo y armónico en su acabado.

Otros autores comentan que la pintura de Nicolás Borrás no aportaba nada de personalidad, por lo cual, se

consideraba como una imitación carente del vigor de la edulcorada manera de Juan de Juanes. Sin embargo,

las últimas revisiones de su obra desmienten esta afirmación.115

El planteamiento del uso del naturalismo en la pintura de Nicolás Borrás fue una novedad por cuanto

introdujo una nueva modalidad en la manera de pintar. Borrás trató de encontrar un nuevo camino de

expresión en su objetivo de darle un toque más naturalista a la representación. Y en este intento y salvando

las distancias, se acerca al naturalismo veneciano de los Bassano. En algunas de las pinturas de Borrás las

representaciones de los personajes sagrados no están idealizadas y las ropas que visten llegan a ser toscas y

de baja calidad, al tiempo que anulan cualquier referencia anatómica. Asimismo, como hemos dicho antes,

los interiores también se acercan a la vida cotidiana de los campesinos y artesanos y el paisaje es el mismo en

el que nacen, viven, trabajan y mueren.

A estos ingredientes que estamos tratando de combinar queremos añadir uno más que, a nuestro entender es

fundamental para comprender toda nuestra argumentación. Nos referimos a la figura del pintor Luis de

Morales a quien creemos que Nicolás Borrás conoció en Valencia.

La pretendida vinculación de Luis de Morales con Valencia.

Está por determinar –aunque algunos autores así lo afirman- la presencia de Luis de Morales en Valencia,

llamado por el patriarca Juan de Ribera.116

De ser cierta su presencia en Valencia y de ejercer alguna

actividad en la ciudad, sería un factor determinante a la hora de razonar nuestras conjeturas. 117

113 PELLICER I ROCHER, V., Els tresors de les clarisses de Gandia, Ajuntament de Gandia, 2003, p. 70 114 HERNÁNDEZ GUARDIOLA, L., “El pintor Nicolás Borrás”, en Nicolás Borrás (1530-1610) Un Pintor Valenciano del

Renacimiento, cat. exp. 2010, ed. Hernández Guardiola, Generalitat Valenciana/Consorci de Museus de la Comunitat

Valenciana/Corts Valencianes/Museu de Belles Arts de València, València, 2010, p. 18. 115 Ibídem. 116 GOLDSCHIMDT, W., “El Problema del Arte de Luis Morales”, Revista Española de Arte, pp. 274-280, p. 276: dice este autor que

Morales debió de conocer la pintura italiana en Valencia y también a Juan de Juanes “cuya fuerte influencia parece indudable que

debió ser decisiva sobre el pintor extremeño” “A ella se debe no solamente el modo de tratar los fondos de paisaje, sino también el

tipo de Cristo con barba, de lo que hace Morales una desproporción manierista.” Posteriormente a Juan de Juanes, la influencia

sería flamenca “que se revela de modo especial en la dureza de los contornos, así como en las cabezas de Cristo muerto, tratadas

muy a la manera flamenca (…) más tarde, en la madurez del artista, se delata una fuerte influencia de la escuela sevillana, en particular, de Pedro de Campaña y de Sturmus” (…) “no sucumbe eclécticamente a tan diferentes modelos, sino que se sirve de

ellos para crear un estilo muy independiente y muy peculiar” (…) “tipo de mujer espiritualizada, de cabeza estrecha y ojos

cansados” MATEO GÓMEZ, I., P. 2 : “Flandes, Portugaly Toledo en la obra de Luis de Morales: Las Vírgenes Gitanas o del

85

Alfonso Rodríguez G. de Ceballos en la nota del Museo del Prado sobre Morales dice que seguramente

conoció a Cristoforo Solario, no en un viaje a Italia sino posiblemente en Valencia, donde viajó para ponerse

al tanto de las novedades aportadas por los leonardescos Hernando y los rafaelescos Vicente y Juan Macip, es

decir, Juan de Juanes. Contrariamente, Gaya Nuño cree que, hipotéticamente Morales viajaría a Italia a

finales de la tercera década o principios de la cuarta década del siglo XVI.118

“Sin embargo no existe ningún

testimonio documental de un viaje (...) a Italia. Morales pudo conocer algunos prototipos italianos en Sevilla,

donde, como mostró Palomino, trabajó en el taller del pintor flamenco Pedro de Campaña, que había pasado

un tiempo notable en Italia. (...) Se ha manisfestado incluso la suposición de que el pintor habría recibido el

influjo italiano y particularmente de Leonardo, preferentemente gracias a los grabados. Sin embargo, de la

composición de Leonardo da Vinci no existe una gran cantidad de grabados en comparación con otros

autores y además de esto, en el grabado prácticamente es imposible lograr el sfumato que constituye

precisamente la particularidad del pintor extremeño". Esto es lo que escribe Elena O. Kaluguina119

la cual no

hace ningún tipo de referencia a la posibilidad -prácticamente casi unánime- de que Morales adquiriera su

influencia italiana en Valencia, ciudad que aún conservaba la importancia de centro artístico. Máxime con la

presencia, a partir de 1568 del arzobispo Juan de Ribera, gran amante y mecenas de las artes y protector de

Luis de Morales.

Hemos visto que existe la duda, es cierto, pero también las razones y argumentos que se inclinan por situar a

Morales en Valencia donde recibiría indirectamente la influencia leonardesca a través de las obras de

Fernando de los Llanos y Fernando Yáñez así como la influencia de otros maestros italianos por medio de

Juan de Juanes, a quien debió de conocer personalmente. También hay que tener presente que, si la mayoría

de autores creen que Morales realizó diversos viajes –Toledo, El Escorial, Sevilla- también pudo haber

pasado una temporada en Valencia llamado por su mecenas y amigo. En la colección del arzobispo Ribera

había una gran representación de pintura italiana que todavía se conserva en el llamado Museo del Patriarca

de Valencia. También, otros miembros destacados de la nobleza valenciana tenían pintura italiana en su

colección. En este sentido cabe recordar que Juan de Juanes se influenció de la presencia de la obra de

Sebastiano del Piombo en la casa del embajador Jerónimo Vich. Luis de Morales pudo haber tenido una

experiencia parecida a la de Juanes.

Con todo, hay una convicción unánime de que en la totalidad de la producción del pintor extremeño existe un

gran eclecticismo que, según el listado de referencias de uno u otro estudioso de su obra, abarcaría la

totalidad de la pintura europea des de Flandes –Gossaert, la escuela de Amberes- a Andalucía –Pedro de

Campaña- pasando por Valladollid –Bermejo- El Escorial –los escurialenses italianos- y Toledo –Correa de

Vivar- De Valencia –la escuela Veneciana, Leonardo y sus discípulos, Juan de Juanes- a Évora en Portugal y

los maestros contemporáneos que allí trabajaban. Sólo hacemos mención de algunos artistas o sus escuelas

porque el listado es abrumador. Ahora bien, sea cual fuera la extensión del listado de maestros que influyeron

en Luis de Morales, lo cierto es que la síntesis a la que llegó este pintor le convirtieron en uno de los genios

de la pintura española de todos los tiempos, sólo equiparable a El Greco o Velázquez. Harían falta muchas

páginas, horas de estudio y análisis para rastrear si no todas, la mayoría de las fuentes e influencias que

marcaron el día a día de la pintura de Morales. Por lo tanto, nos dedicaremos a una observación de referencia

para centrarnos en relacionar la pintura que nos ocupa con el universo pictórico y místico de este pintor. Su

sombrero, Archivo Español de Arte, LXXX, 317, enero-marzo, 2007, pp. 7-24, p. 8: Pero también hay que tener en cuenta la

presencia de Morales en Valencia, sin duda a partir de ser trasladado San Juan de Ribera a dicha ciudad. En ella debió conocer

también lo “leonardesco” a través de los “Hernandos”, en los que el claroscuro y el esfumato estaban presentes; Otra réplica de la

Virgen enseñando a leer al Niño Jesús de Luis de Morales, Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, tomo 63,

1997, pp. 401-409, p. 402: “Yo siempre he pensado que Correa conoció lo italiano de segunda mano viajando a Valencia. ¿No

pudo hacer lo mismo Luis de Morales? 117 Nuestro objetivo en el presente estudio no es otro que el de tratar de relacionar entre ellos a los protagonistas de la trama que

hemos urdido con vistas a dilucidar quién es quién en este enredo del que esperamos no salir muy mal parados. (nota del autor) 118 KALUGUINA, E. O., “Luis de Morales y Leonardo. Nuevas fuentes iconográficas”. Archivo Español de Arte, LXXVII, 2004, 308,

pp. 411-438, p. 418 (GAYA NUÑO, J. A., Luis de Morales, Madrid, 1961, pp. 9-11 119 Ibídem.

86

formación, como la fecha de su nacimiento y de su muerte no está contrastada. Se apunta hacia el año

1519/20 como el de su probable nacimiento y 1586 el de su muerte.

Los entendidos en su arte no acaban de dilucidar los conductos por los que Luis de Morales llegó a su

personalísimo estilo. Sus influencias son de toda índole y se entrecruzan de tal manera que no se sabe a

ciencia cierta si su italianismo le llegó indirectamente vía Valencia (Sebastiano del Piombo, Fernando de los

Llanos, Fernando de la Almedina, Juan de Juanes) o bien a través de los grabados y pinturas de los maestros

flamencos, también indirectamente o a través de los que tenían su residencia en España. La pintura de Luis de

Morales es el resultado de una síntesis a la que llega de resultas de un eclecticismo elaborado con una sabia

combinación de ingredientes de gran calidad.

Supongamos que Morales no estuvo nunca en Valencia y que su influencia italiana la recibió por otros

conductos. Uno de ellos sería el hipotético viaje a Italia; otro sería el estudio de las obras de los discípulos y

seguidores de Leonardo (Luini, Giampetrino, Solario…) presentes en colecciones hispanas y que por aquel

entonces se creían de Leonardo.120

Otro conducto sería la tradicional presencia de pintura italiana en

Valencia. Sea de una manera o de otra, el caso es que su fama llegó a tal extremo que su pintura no podía

faltar en las mejores colecciones valencianas. Por lo tanto si se admite que morales no viajó a Valencia, sus

obras, serían traídas ex profeso desde su taller de Badajoz. Ello supondría una fama extraordinaria

equivalente, pongamos por caso, a la de los grandes maestros italianos o flamencos. Tal como ocurría con

Leonardo, Rafael o cualquier otro gran maestro de cualquier lugar admirado por su talento y codiciado por

los amantes del arte. De todos modos, son muchos los autores que opinan que Morales no salió nunca de

España –excepción de Portugal- y que parte de sus italianismos le llegaron por el estudio de las obras de los

maestros transalpinos que desde principios del siglo XVI se encontraban en las colecciones valencianas.

En la actualidad existen un apreciable número de obras que, bien, corroboran su estancia en Valencia, bien,

son fruto de encargos comerciales a su taller extremeño. Por lo tanto, de una forma o de otra, su influencia no

podía quedar estéril en el panorama valenciano por la fuerte atracción que su pintura generaba en los artistas

contemporáneos y aún, posteriormente, ya con Ribalta y el tenebrismo. Tengamos presente las versiones que

tanto Morales como Ribalta y anteriormente, Juan de Juanes hicieron del Cristo con la Cruz a cuestas de

Sebastiano del Piombo. Una pintura que influyó en varias generaciones de artistas valencianos. La pintura

valenciana de finales del siglo XVI estuvo muy condicionada por los dictámenes surgidos del Concilio de

Trento. Se había de pintar de manera que aquello representado motivara al devoto un estado de desasosiego

que le llevara a un interiorismo espiritual que le obligara a reflexionar sobre aquello que estaba viendo. La

espiritualidad que transmitían las pinturas de Morales se adelantaron a Trento. Juan de Juanes y Nicolás

Borrás ya pintaron escenas de la Pasión de Cristo, sobre todo popularizaron el Ecce Homo joanesco que mira

al espectador con ojos demandadores de complicidad y compasión. Es una mirada humilde que también se

deja ver en las versiones de Cristo a la Columna, y en del Varón de Dolores. Por su parte, Morales, presenta

esos mismos modelos de Joanes o Borrás y los transforma en desgarradoras imágenes transmisoras de los

sufrimientos de Cristo. Ahora bien, tanto en un caso como en otro, el mensaje es directo y desprovisto de

anécdotas que puedan desconcentrar la contemplación y meditación del devoto. Recursos que se apoyaban en

nuevas formas de expresión basadas sobre todo en una aproximación del tema al primer plano, un tratamiento

de color que lo hacía destacar sobre el fondo y una nueva manera de presentar el naturalismo mediante la

combinación de la luz y la oscuridad, dando como resultado un juego de contrastes lumínicos, el claroscuro,

que con la acentuación de esta técnica derivó en el caravaggismo y el tenebrismo.

En el museo de Bellas Artes de Valencia se puede contemplar la pintura titulada el Calvario con el Deán

Roca atribuida a Luís de Morales pero sin fecha de realización.121

Su factura, tipología, cromatismo y sentido

dramático apuntan hacia el pintor extremeño, máxime si lo comparamos con otras pinturas similares del

120 RUIZ MANERO, J. M., Pintura italiana del siglo XVI en España. Leonardo y los leonardescos, tomo I, Madrid, 1996, p. 7, citado por KALUGUINA, E. O., op. cit., p. 416. 121 Dicha pintura procede del altar mayor de la iglesia del convento de las agustinas de Valencia y aparece citada por el marqués de

Cruilles en su Guía Urbana de Valencia de 1876.

87

mismo autor.122

En este sentido hay que poner en relación el Calvario con el Deán Roca con el Calvario con

donante de la iglesia del Salvador de Toledo, de Correa de Vivar, uno de los maestros que más influyó en

Morales en su etapa de formación.123

Con este ejemplo retomamos el tema de la supuesta estancia de Luis de

Morales en Valencia, que a falta de documentación escrita, resulta del todo lógica desde el nombramiento de

su protector Juan de Ribera como arzobispo de Valencia en 1568. En uno de los ángulos inferiores aparece

como donante el Deán Roca y por lo tanto, estamos hablando de un retrato. Y para realizar un retrato, el

artista necesita de la presencia del retratado para poder tomar apuntes de sus rasgos físicos con la finalidad de

que dicho retrato sea lo más fiel posible a su modelo. No creemos que mosén Francesc Roca viajara hasta

donde estuviere Luis de Morales para que éste lo incluyera en la escena del Calvario.124

Luis de Morales. Calvario con donante Correa de Vivar. Calvario con donante

Museo de Bellas Artes. Valencia Parroquia del Salvador de Toledo. Desaparecido

Por lo tanto, resulta muy difícil, complicado y sobre todo, arriesgado, armar un entramado de interrelaciones

de tipo estilístico, formal e intelectual unidas por un denominador común para que nos ayude a resolver el

problema que exponemos. Evidentemente estas operaciones sólo se pueden plantear cuando no existe

documentación directa sobre la obra artística en cuestión.

122 Una de las pinturas más enigmáticas del Museo de las Clarisas de Gandia es el Calvario que presenta todos los rasgos para

atribuirla a Morales o a un aventajado seguidor suyo. Abordamos su estudio en un trabajo aparte del presente en el que incluimos

documento fotográfico. Nota del autor. 123 MATEO GÓMEZ, I., “Flandes, Portugal y Toledo en la obra de Luis de Morales: las Vírgenes Gitanas o del sombrero”, Archivo

Español de Arte, LXXX, 317, enero-marzo, 2007, pp. 7-24, p. 9 124 Tuvo que ser encargada por mosén Francesc Roca de la Serna (1534-1381) natural de Valencia canónigo de la catedral y doctor

en teología. Murió en Valencia el 12 de noviembre de 1581. Ahora bien, En 1560 mosén Roca ya era Deán de la Colegiata de

Gandia124 y trece años más tarde, en 1573, todavía continuaba ejerciendo el mismo cargo. Fue amigo personal del arzobispo Ribera

(1568-1611) el cual viajaría por dos veces hasta Gandia con motivo de las periódicas visitas pastorales (1573 y 1575) y otra más en

1574 por motivos particulares para bautizar al hijo del duque de Gandia que después sería el VIII duque, Carles Francesc de Borja y Velasco. Vid. AAVV. La Seu de Gandia. Documents. edic. FRAMIS MONTOLIU, M. T., Associació Amics de la Seu, Gandia,

2002, pp. 123 y 127, doc. 126 y 137, 31 de agosto de 1560 y 12 de junio de 1573. documentos transcritos por PELLICER I ROCHER,

V.

88

Partimos de la base de nuestra duda respecto a la atribución de la pintura en cuestión a Nicolás Factor y que

tiene su origen en una serie de pronunciamientos sobre el tema que están presentes en la historiografía.

Bajo el efecto de la inversión por espejo, Nicolás Borrás y Luis de Morales realizan su versión de la misma

composición del tema del Ecce Homo.125

Hacia 1570, Juan de Juanes pinta el Ecce Homo de la Casa Profesa

de la Compañía de Jesús de Valencia bajo un concepto enteramente manierista y una iluminación focal sobre

la figura de Cristo que aparece sobre un fondo totalmente negro, para acentuar el dramatismo de la pintura.

Siguiendo los mismos postulados manieristas del Ecce Homo de Juan de Juanes (ca. 1570) Nicolás Borrás

toma el modelo de su maestro y lo coloca en su pintura en la que, haciendo un alarde de síntesis conceptual y

compositiva, realiza el añadido de la figura de Pilatos. Éste aparece detrás de Cristo, ligeramente separado, a

su derecha y detrás de un antepecho, vestido de verde, y tocado con un turbante con joya frontal. Pilatos

señala a Cristo con el índice de la mano derecha mientras pronuncia las palabras “Ecce Homo” que aparecen

sobre el fondo oscuro de la pintura.126

Nicolás Borrás. Jesús presentado por Pilatos. Luis de Morales y taller.

Museo de Bellas Artes de Valencia Colección Privada (imagen arteinfo.es)

Evidentemente, las dos pinturas son versiones del Ecce Homo de Andrea Solario (ca.1470-1524) realizada

entre 1505-1507 del Ashmolean Museum de Oxford. No podemos saber cuál de los dos pintores que nos

ocupan fue el primero en realizar la versión de Solario. Sin embargo, llama poderosamente la atención el

modelo de Cristo del que cabe la posibilidad que sirviera de modelo para los “Ecce Homo” y “Salvador” de

Juan de Juanes. En este sentido, habremos de dejar constancia de que al copiar literalmente el modelo de

Juanes, Nicolás Borrás se acerca más al original de Solario.

En el Ecce Homo con Pilatos de Morales, Cristo aparece en primer plano y Pilatos a su lado, con las cabezas

casi rozándose, haciendo el gesto de desprender a Cristo del manto rojo con el que momentos antes y después

de ser azotado, había cubierto su cuerpo. El frio cromatismo del conjunto es homogéneo en las dos versiones

125 Se trata de dos pinturas poco conocidas hasta el momento por el hecho de que una ha estado almacenada en los fondos del

Museo de Bellas de Valencia mientras que la otra, catalogada como pintura del taller de Morales, pertenece a una colección privada. 126 GÓMEZ FRECHINA, J., “Ecce Homo con Pilatos” en Nicolás Borrás (1530-1610) Un Pintor Valenciano del Renacimiento, cat.

exp. comisario HERNÁNDEZ GUARDIOLA, L., Generalitat Valenciana, 2010, p. 43 i 44.

89

así como el fondo neutro en el que Borrás apenas insinúa la columna donde Cristo sufre la flagelación. En

ambas pinturas, Pilatos hace el ademán de presentar al pueblo al Hombre que acaba de sufrir el tormento de

la flagelación para aplacar las iras del pueblo. Y en ambas, el mismo rostro y mirada de Pilatos, barbado y

tocado con turbante acaba de pronunciar las palabras “Aquí tenéis al Hombre al que no haya ninguna culpa

para infringirle más condena”. En la pintura de Borrás, Pilatos señala a Cristo con el dedo índice de su mano

derecha mientras que en la versión del taller de Morales, Pilatos toma el manto con ambas manos para

despojarle de él y mostrar al pueblo el cuerpo desnudo y lacerado por los flagelos. En este caso la escena

varía sensiblemente en la manera en que Pilatos presenta a Cristo puesto que el ademán de desprender el

manto parece realizarlo con tal cuidado que hasta resulta conmovedor.

Andrea Solario. Ecce Homo. Ashmolean Museum. Oxford

Otra coincidencia importante es la existencia de leyendas escritas en latín, alusivas al drama representado.

Aparecen en los cuatro costados de los marcos originales de las dos pinturas. En el marco de la pintura del

taller de Luis Morales, aparece escrito QVOS OMNES QVI TRANSIT IS PER VIAN ATTENDITE ET

VIDETE SI EST DOLOR SIMILIS DOLORI MEO QIA ELIGABERUNT OCVLI MEI (Los que pasáis por

el camino parad y ved si hay dolor como el mío que no puedan ver mis ojos) Por su parte, en el marco de la

pintura de Borrás podemos leer: CONSIDERABAM AD DEXTERAM ET VIDEVAM ET NON ERAT QVI

COGNOSCERET ME. PSAL (Miré a mi diestra y observé, y no había nadie que quisiera conocerme. Salmo

141)

En cuanto a la imagen icónica de Cristo, ya hemos dicho que Borrás copia literalmente la archifamosa figura

de Juan de Juanes mientras que el taller de Morales remite a los modelos del pintor extremeño. Con todo, y

como hemos apuntado anteriormente, observando las dos pinturas es como si pusiéramos una de ellas ante el

espejo donde veríamos invertida su imagen. Ante esta serie de evidencias resulta casi imposible de creer que

un artista no copiara del otro usando de la complicidad y mutua admiración. Por otro lado, si como parece

ser, todo lo más lejos que viajó Nicolás Borrás desde su monasterio de Gandia fue hasta Valencia. Como

estudioso de la obra y vida de Nicolás Borrás, Hernández Guardiola no asegura que Borrás hubiera realizado

un viaje a El Escorial acompañado de su mejor discípulo, Vicente Requena (1550-1605) Cree este autor, que

90

de ser así, parte del naturalismo patente en sus pinturas, como algunas tablas de santos emparejadas y

realizadas al estilo escurialense, explicaria su presencia en aquel monasterio. Ahora bien, Hernández

Guardiola nos aclara que “ya fuera a través de los pintores italianos que trabajaron esos años en El Escorial;

ya fuera por la influencia de Juan de Sariñena, Borrás, en su última etapa pictórica muestra cierto interés por

el uso veneciano de la luz y por una pintura más suelta, aunque sin abandonar jamás su cerrado dibujo...” 127

Así pues, ¿llegaron a conocerse Nicolás Borrás y Luis de Morales? Hemos hecho referencia a la dudas

existentes respecto a un hipotético viaje de Morales a Italia donde conocería la pintura del norte, en concreto

la escuela leonardesca. Ahora bien, la mayoría de autores niega el viaje a Italia y justifica sus italianismo por

observación de obras italianas en El Escorial o bien, en Valencia. Por su parte José María Torres, opinan que

el italianismo de Morales le llega a través de las pinturas y grabados de artistas flamencos que asimilaron en

sus obras la influencia italiana por los viajes realizados a la península transalpina.128

Seguidor de Morales. Cabeza de Franciscano Nicolás Borrás. San Francisco de Asís. (Detalle)

Colección particular. Museo de las Clarisas de Gandia.

Con estos ejemplos que acabamos de exponer, queda establecida la relación y cierto paralelismo en el

desarrollo y adopción de las lógicas influencias estilísticas que les llegaron a ambos pintores. Sus vidas puede

que se cruzaran en determinado momento como confirman algunos aspectos puntuales que, aún así, llaman

poderosamente la atención, como acabamos de exponer y que desde el principio de este estudio tratamos de

demostrar. En nuestro empeño nos acompañan las pinturas de Luis de Morales a que hemos hecho referencia

poco antes y a continuación estableceremos más referencias y puntos de conexión entre los dos artistas.

La conexión entre Luis de Morales y Nicolás Borrás.

A la vista de todo lo expuesto, convendría hacernos algunas preguntas ¿Se conocieron Luis de Morales y

Nicolás Borrás en Valencia? ¿Llegaron a colaborar juntos en algún proyecto? ¿Visitó Morales el monasterio

de Cotalba? ¿Cómo se explica la existencia de un Calvario en el convento de Santa Clara de Gandia, de

fuerte impronta de Morales? Trataremos ahora de contestar a estas cuestiones cuyas respuestas no están

exentas de dificultad pero con cierto grado de confianza en su argumentación que avalaremos con los

ejemplos pertinentes. Morales está ocupado hasta 1568 pintando retablos en Extremadura y ese mismo año,

Juan de Ribera su protector es nombrado arzobispo de Valencia. La mayoría de autores creen que Morales

viaja a Valencia con motivo de encontrarse en esta ciudad su protector, el cual, lógicamente lo llamaría para

que conociera la pintura valenciana y las colecciones de arte italiano que allí se encontraban. Por otro lado,

definir, ni siquiera aproximadamente, una acotación cronológica del paso de Morales por Valencia es

sumamente compleja.

127 HERNÁNDEZ GUARDIOLA, L., op. cit., p. 19 y 20. 128 TORRES PÉREZ, J. M., Las complejas fuentes de inspiración en la pintura de Luis de Morales, Diput. Prov. de Badajoz,

Institución de Servicios Culturales, Badajoz, 1975, pp. 11-13

91

Son pocos los autores que se atrevan a datar la mayoría de sus obras, si exceptuamos las que están

documentadas, como el retablo de Arroyo de la Luz (1560-1565) Entre los estudiosos del tema, Torres Pérez

nos dice que Trapier cree que Morales no viajó a Italia y que los italianismos le vienen de El Escorial. Las

pinturas italianas comienzan a llegar a este monasterio entre 1565 y 1570 aunque el mayor contingente de

obra italiana se produjo con posterioridad al año 1574.129

Ahora bien, Torres Pérez discrepa de Trapier por

cuanto “(…) Morales en estos años 1570-1574, está ya próximo a la última década de su vida y (…) no pudo

aprender de las pinturas de El Escorial.

Luis de Morales. Tríptico.

Museo de Bellas Artes de Cádiz. (Detalle)

Lo mejor y más representativo de su producción en estas fechas había quedado ya muy lejano. Desde 1560,

en que comienza el retablo de Arroyo de la Luz, Morales parece entrar en visos de decadencia.130

Vemos

pues dos puntos de vista totalmente distintos. Torres Pérez opta por situar la etapa italianizante de Morales

entre 1545 y 1560, alargando el período hasta 1568 en que cesan de documentarse retablos suyos en

Extremadura. En cuanto a la cronología italianizante propuesta por Elizabeth Trapier, dice que “la más fiel

defensora de las influencias italianas en la pintura de Morales no acierta a situar cronológicamente estas

obras, pues las lleva a un período tardío y decadente en que Morales, ya viejo, no pudo producir lo más

hermoso de su arte”.131

Si tomamos como buena la cronología al respecto señalada por Torres Pérez, es posible que Morales viniera a

Valencia inmediatamente después de la toma de posesión como arzobispo de Juan de Ribera; es decir,

después de 1568, fecha que coincide con el final de la documentación existente en Extremadura. Según este

mismo autor, los italianismos ya los había adquirido muy anteriormente, entre 1545 y 1560. O sea, entre el

final de su formación y su madurez. Por su parte, Trapier opina que esa misma cronología italianizante hay

que situarla a partir del año 1574 que es la fecha de máximo apogeo italiano en El Escorial.

Por lo tanto, nos queda elegir entre situar el viaje de Morales al principio de su carrera, o bien, unos años

antes de producirse su muerte en 1586. Por nuestra parte y contradiciendo a Torres Pérez, creemos que viajar

a Valencia en una fecha aproximada a la segunda mitad de los años setenta no nos parece del todo

desacertado. Como justificación de este último razonamiento, habremos de admitir, y con ello volvemos a

retomar el ejemplo del Calvario con donante, de Luis de Morales del Museo de Bellas Artes de Valencia que

129 Ibídem. 130 Ibídem. 131 Ibídem.

92

el maestro extremeño debió de realizar después de 1573, última fecha en que el Deán Roca –retratado en el

calvario como donante- deja de aparecer, -junto al arzobispo Juan de Ribera-, en la documentación de la

Colegiata de Gandia ejerciendo el cargo de Deán. Posteriormente, años antes de su muerte (1581) como

canónigo de la catedral de Valencia, encargaría la citada pintura para el convento de las Agustinas de

Valencia. Así pues, tenemos a Morales en Valencia en tiempo que hay que situar entre 1575 y 1581, año éste

último en que Nicolás Borrás también reside en Valencia como veremos a continuación.

Luis de Morales. San Esteban Nicolás Borrás. Magdalena Penitente

Nicolás Borrás tuvo un paréntesis en su vida monacal jerónima en Cotalba pues, una vez finalizado el retablo

mayor de la iglesia de su monasterio en 1479, tomó la decisión de cambiar de orden y hacerse franciscano.

Ingresó en el convento de los franciscanos descalzos de San Juan de la Ribera, situado en las afueras de la

ciudad de Valencia. Con el cambio de jerónimo a franciscano, Nicolás Borrás también cambió su nombre de

pila y pasó a llamarse José Borrás. Se cree que el cambio de orden se debió a que Borrás quería estar cerca de

los talleres de pintura de Valencia y poder ponerse al día de las novedades.

También, para recibir encargos con más facilidad así como el hecho de que aquel mismo año de 1579 tuvo

lugar la muerte de Juan de Juanes y por lo tanto, Borrás quedaba como el más importante de los pintores

valencianos.132

Algunas fuentes dicen que el nuevo estado religioso y de residencia no duraron más allá de un

año –en 1581 se documenta su presencia en Valencia con el nombre de José Borrás. Acabada esta

experiencia franciscana, Nicolás Borrás solicita de nuevo su acogida en los jerónimos de Cotalba. De nuevo

es admitido en esta comunidad y con ello comienza una fabril actividad en la realización de nuevos retablos

para todas las estancias del monasterio.

Para ello se cree que entre sus oficiales estarían Vicente Requena, su mejor discípulo, y su sobrino Francisco

Doménech que seguiría el estilo de su maestro de manera fiel.133

Contamos pues, con un corto período de

tiempo – un año y poco más- en que hubo la posibilidad de que Luis de Morales y Nicolás (José) Borrás se

encontraran en Valencia, trabajaran e intercambiaran influencias y estudios técnicos en sus propias maneras

de pintar. En uno y otro existen lagunas biográficas y no podemos asegurar ninguna de nuestras propuestas.

Sin embargo, existen las conexiones estilísticas así como ciertos paralelismos en el desarrollo de sus

132 HERNÁNDEZ GUARDIOLA, L., op. cit., p. 18. 133 Ibídem.

93

respectivas técnicas, como por ejemplo, la adopción del tratamiento de la luz y del color al estilo veneciano y

el uso de tonalidades frías y fondos oscuros con la consiguiente iluminación de las figuras. El personal estilo

de Luis de Morales tuvo mucho eco en algunos artistas contemporáneos suyos.134

En Borrás, los cambios

más profundos de su producción se producen a partir de la segunda mitad de la década de los ochenta y por lo

tanto, si algo aprendió de Morales, lo puso en práctica en la última etapa de su vida.135

En este sentido, hemos de incorporar a nuestro corpus de probabilidades la influencia de Juan de Sariñena,

presente en Valencia a partir de 1575. Por otro lado, en 1588, Borrás ya había realizado el Cristo a la

Columna para el monasterio de San Miguel de los Reyes (Museo de Bellas Artes de Valencia) que, según

Orellana es deudora del Cristo a la Columna de Juan de Juanes (Museo de Terrassa) Esta obra ya presenta la

huella de la influencia de Sariñena por el tratamiento de la luz y los fuertes contrastes136

con que Borrás

envuelve la figura de Cristo, algo que ya habría conocido, con toda probabilidad, en la pintura de Luis de

Morales. Creemos pues que, fue a partir de de 1581, año en el que Morales y Borrás pudieron coincidir en

Valencia cuando el entonces franciscano José Borrás apreció y asimiló el componente místico con el que el

pintor extremeño impregnaba sus obras.

Seria a partir de entonces cuando Borrás creó el San Juan en Patmos o la impactante Maria Magdalena y así

mismo reelaboraría algunas pinturas creadas años atrás, como el Éxtasis de San Francisco de Gandia que

convertiría en el Éxtasis de San Francisco de la Galería Caylus de Madrid, una tipología que incorporaría en

el retablo de la sacristía del convento franciscano de San Sebastián de Cocentaina.

134 Existe un caso curioso por su impacto en el pintor flamenco afincado en España después de haber llegado –junto a otro artista

flamenco, Roland de Mois- acompañando al duque de Villahermosa, Martín de Gurrea (1526-1581) casado con Luisa de Borja y

Aragón, hermana de San Francisco de Borja. La anécdota o, más bien, el hecho histórico nos lo cuenta el pintor y tratadista

aragonés, Jusepe Martínez; Jusepe Martínez, Discursos practicables del nobilísimo arte de la pintura, edición de María Elena Manrique Ara, Larumbe: Textos Aragoneses, Arte, Zaragoza, 2008. p. 140: (…) Pablo Esquert (Pablo Schepers) (…) En este

tiempo, traxeron a esta ciudad una cabeça de un Ecce Homo de mano de Morales, de Badajoz, natural de Sevilla, cosa tan prolija

que no sé si el buril en la plancha pudo hacer cosa más sutil y delicada. Este género de pintura es tenida entre los grandes pintores

por cosa ociosa y tiempo mal gastado. Perdió con esta pintura algo de su opinión nuestro mister Pablo entre los ignorantes i

mecánicos bachilleres y, para volver por su crédito y dar a entender que era hombre para todo, hizo unas caveças semejantes a las

de nuestro Morales, añadiéndoles manos, que aunque se las pagavan a 200 ducados cada una no quiso atender a semejante ejercicio

sino volverse a su primera manera, que ganó muchos ducados. 135 HÉRNÁNDEZ GUARDIOLA, L. op. cit. p. 22, “Es cierto que Borrás imitó a su maestro Joan de Joanes, pero también lo es que en

las últimas tres décadas de su vida orientó su arte hacia la nueva estética nacida de la Contrarreforma, buscando la realidad –sobre

todo en sus fondos de paisaje identificables hoy en día, en el tratamiento de la luz y en algunas naturalezas muertas-, el directo

contacto con la piedad popular, en ocasiones con carácter catequético, dirigida a la numerosa población morisca recién convertida a la fuerza, con el tratamiento de personajes como si fuesen campesinos, aunque idealizados, preparando sin duda el terreno para la

posterior, aunque inmediata, revolución ribaltesca. 136 Ibídem. p. 25.

94

Nicolás Borrás. Detalle de la tabla principal del retablo de la Virgen, San Francisco y San Sebastián (desaparecido) de la sacristía

del convento franciscano de San Sebastián de Cocentaina. ca. 1600.

95

El Prendimiento

Anónimo

Siglo XVI

Óleo sobre lienzo

92 x 112 cm.

Bibliografía: Pellicer i Rocher, 2003

Pintura anónima que nos muestra la figura de Cristo justo en el momento de ser prendido por los soldados del

Sanedrín para ser conducido ante Caifás. Los personajes están presentados con algo más de medio cuerpo y

la escena tiene lugar de noche, en el Huerto de los Olivos y después de que Jesús hubiera rogado a su Padre

que le apartara del martirio. Cristo aparece resplandeciente en el centro de la escena rodeado de cinco

soldados. El soldado que está en primer plano y a una altura inferior a Jesús estira del cabo de la cuerda con

la que le ha atado las manos. El soldado de su derecha sostiene la soga que le rodea el cuello y los otros tres

asisten a la escena al tiempo que se burlan de Cristo que, resplandeciente, con la mirada baja, humilde y con

la serenidad reflejada en su rostro, soporta los improperios. El manto, blanco, refuerza la conformidad

alcanzada por el condenado y contrasta fuertemente con las tonalidades oscuras del resto de la pintura de las

que surgen los rostros caricaturescos que simbolizan la maldad humana.

96

Generalmente, y desde sus orígenes, la escena del Prendimiento en la historia de la pintura se ha representado

mediante la presencia de Judas y el beso que éste le da a su Maestro para que los soldados supieran quien era

aquel a quien debían prender. Ahora bien, en esta pintura, la figura de Judas no aparece. Tampoco se ven a

los Apóstoles y todo ello se debe a que el artista ha querido recoger de manera directa, en un primer plano, el

instante, el reflejo del sentimiento de Jesús en el mismo momento de su detención. Por lo tanto, no estamos

contemplando la narración de uno de los pasajes de la Pasión, sino un momento preciso de ella. El instante en

el que -como si se tratara de una fotografía y de forma desprevenida- el artista capta la acción sin que los

retratados se aperciban de ello. Un recurso ya empleado en Flandes a finales del siglo XV y durante los siglos

XVI y XVII que fue recogido y mejorado hasta sus últimas consecuencias por Caravaggio y sus seguidores

así como por Josep de Ribera y todos los maestros del Barroco.

Bartolomé E. Murillo. Eccehomo Tiziano Vecellio. El Tributo

Gemaldegalerie. Dresde

Su composición y estructura aparentan sencillez y tiene sus fuentes en la pintura primitiva flamenca, la cual,

paradójicamente, para representar las escenas de la Pasión hace uso de complicadas composiciones con el

objetivo de centrar la atención en el hecho que se quiere representar. Se trata de representaciones en los que

los personajes aparecen abigarrados, cercanos unos a otros y rodeando la figura de Crista que destaca de entre

toda la maraña de rostros. En este caso, el artista anónimo funde hasta tres escenas de la Pasión para realizar

la síntesis que presentamos. Para llegar a este punto se supone que el artista debe de tener una gran formación

no sólo técnica, también de conocimiento de los grandes pintores y sus obras. Podemos tomar como ejemplo

el tríptico de La Pasión, de Hieronyimus Bosch, “El Bosco” del Museo de Bellas Artes de Valencia en la que

están representados, a la izquierda, El Prendimiento; a la derecha, La Flagelación y en el centro La

Coronación de Espinas. En este sentido, no estaría de más el pensar que, si bien, esta pintura no presenta un

alto grado de calidad y por lo tanto no pertenece a ningún gran maestro, tampoco está realizada por alguien

que no conozca el oficio. Para conseguir el efecto sobrecogedor y dramático que esta pintura irradia en el

devoto que la contempla, el artista hace uso de la técnica del chiaroscuro. Un recurso que consiste en hacer

uso de fuertes contrastes de luz iluminando unos volúmenes y apagando otros para destacar con más efecto

algunos de los elementos de la pintura.

Y este efecto está verdaderamente conseguido en esta pintura donde la luz que proviene de la zona donde se

sitúa el devoto es absorbida por el blanco del manto de Cristo y el cuello impoluto de la camisa de uno de los

verdugos que sobresale a la parte izquierda para así compensar el resplandor que el manto de Cristo produce

97

en el ropaje del verdugo de la derecha. Esta estudiada iluminación ayuda a estructurar la composición en la

que por encima de todo, resalta la humildad del rostro de Cristo, perfectamente dibujado mediante la técnica

del sfumato y realizado con un acabado de gran calidad. Así pues, el bello rostro de Cristo -que nos recuerda

algunos de los modelos usados por Tiziano- realzado por la luz que emana de su manto, es el objetivo último

de la pintura que no es otro que el de centrar toda la atención del devoto.

Caravaggio. El Prendimiento. Copia de 1603 El Bosco. La Coronación de Espinas

Museo del Patriarca. Valencia Monasterio de San Lorenzo de El Escorial

Los artistas flamencos fueron los iniciadores de esta técnica a lo largo del siglo XVI de la que también

hicieron uso los manieristas. También los italianos como Caravaggio que supieron tratar la técnica del uso y

combinación conocida como tenebrismo. Después de Caravaggio, José de Ribera fue el pintor más destacado

de esta técnica que creó escuela en Nápoles desde donde se irradió por el resto de Europa. A finales del siglo

XVI y principios del XVII la técnica se implantó en España de la mano de Sariñena, Orrente, Ribalta y

Espinosa, entre otros.

98

Santa Catalina de Alejandría

Benvennuto Tissi, il Garofalo

Óleo sobre lienzo

Ca. 1525-1530

61 x 39 cm.

PINTURA INÉDITA

99

El obispo de Génova Jacobo de la Vorágine (1230-1298) pertenecía a la orden de Santo Domingo y es una de

las fuentes más recurrentes por su labor hagiográfica que le ocupó más de treinta años de su vida. La Leyenda

Dorada compila las leyendas y biografías de los santos hasta aquel momento. Así pues, respecto de Santa

Catalina, nos dice que era de estirpe real y por lo tanto había recibido una esmerada educación por su gran

inteligencia y destacó sobremanera en elocuencia. Según la leyenda que recoge La Vorágine, Catalina de

Alejandría se enfrentó al emperador Majencio al negarse realizar sacrificios a los falsos dioses romanos de

los que negó su existencia y por el contrario, sostuvo un elocuente razonamiento para probar la existencia de

Dios con un planteamiento filosófico que sorprendió a los presentes y al propio emperador. Impotente éste de

rebatir el debate filosófico, condenó a Catalina a morir en la hoguera. Para salvarla de esta muerte, el

emperador le propuso matrimonio pero Catalina rehusó y fue condenada a morir, esta vez, atada a una rueda

dentada que al ponerse en funcionamiento se rompió. Los martirios se sucedieron y ninguno de ellos

conseguía su propósito. Por lo tanto, finalmente Catalina fue decapitada. Su cuerpo fue trasladado

milagrosamente por ángeles hasta el monasterio del monte Sinaí que desde la invención de sus restos en el

siglo IX tomó el nombre de la santa de Alejandría.137

Esto es lo que, a grandes rasgos, cuenta la leyenda sobre el martirio de Catalina de Alejandría. Sin embargo

las investigaciones sobre textos antiguos no recogen en absoluto ninguna noticia relacionada con la leyenda.

Algunas fuentes opinan que todo es producto de la información que aparece en los textos de Eusebio del siglo

IV sobre una mujer alejandrina que se negó a los requiebros amorosos del emperador. Ahora bien, una

atractiva versión sobre la posible existencia de Catalina de Alejandría nos la da otro historiador el cual,

siguiendo una biografía de la santa escrita en el siglo IX la cree inspirada en la historia de Hipartía, filósofa

alejandrina, famosa por su sabiduría y erudición que murió en el año 415 por defender a los cristianos

durante una revuelta en contra éstos instigada por grupos fanáticos de religiosos paganos. Aún existen otros

autores que opinan sobre los orígenes de la historia de Catalina de Alejandría pero el caso es que, todos las

historias, biografías y leyendas surgidas durante la Edad Medio sirvieron para que La Vorágine elaborara su

propia versión.

Ya en el siglo XI, un monje del monasterio de Santa Catalina del Monte Sinaí viajó hasta Europa llevando

consigo unas reliquias -el cráneo y una mano- de la santa para entregarlas al duque de Normandía. A cambio,

el monje obtendría grandes limosnas para el mantenimiento del monasterio y del culto. Este hecho introdujo

el culto y la devoción de Santa Catalina de Alejandría en Europa que se acrecentaron a partir de los siglos

XIV y XV. En estos siglos se introdujeron en la iconografía de la santa otros hechos milagrosos de su vida

que fueron recogidos por los diversos artistas plásticos. Comenzó a representarse a la santa asociada a la

rueda dentada, su atributo más popular, así como en Sacra Conversación en la que es desposada con el Niño

Jesús.

Su culto y devoción llegó a todos los rincones europeos, incluido el Reino de Valencia en cuya capital se

levantó una de las primeras iglesias dedicadas a su advocación. Santa Catalina de Alejandría es aclamada por

los oradores, filósofos, notarios, sastres, modistas, hilanderas, carreteros, nodrizas y amas de cría. Ahora

bien, en el año 1969 la Iglesia Católica y al igual que otros santos legendarios del calendario litúrgico,

consideró que su biografía legendaria no era fundamento para que continuara recibiendo el culto que hasta

aquel momento se le había concedido.

Otros santos afectados fueron Santa Bárbara y San Jorge. Sin embargo, el año 2002 el culto a estos santos

fue restaurado como memoria opcional lo cual refuerza el poder de convicción que tiene la devoción popular

frente a los hechos contrastados y razonados. Este fue el caso de Santa Catalina de Alejandría cuya devoción

estaba arraigada en lo más profundo de la memoria de los fieles ya que desde siempre fue venerada como uno

de los catorce santos auxiliadores. A esto, hay que tener en cuenta que la iconografía de la santa es una de las

más ricas y reproducidas en la historia del arte. En la actualidad, Santa Catalina puede considerarse como un

137 GONZÁLEZ HERNANDO, I., “Santa Catalina de Alejandría”, Revista Digital de Iconografía Medieval, vol. IV, nº 7, 2012, pp. 27-

47, Universidad Complutense de Madrid, 2012.

100

personaje que representa los derechos y aspiraciones de todas las mujeres para ser consideradas iguales en

sabiduría, elocuencia e inteligencia al varón. Unas libertades en las que la mujer de hoy en día, a pesar de los

avances logrados, continúan luchando sin descanso.

En cuanto al autor de esta pintura, Benvenuto Tisi (Ferrara, 1481-1559) fue uno de los pintores más

prolíficos de su generación, sino el que más. De corta edad, ya trabajaba como ayudante en el taller de un

pintor desconocido de Ferrara llamado Domenico Panetti. En el año 1495 cambió de taller y lo encontramos

trabajando en Cremona bajo las órdenes de Boccaccio Vocación. En este taller adquirió una de sus

características principales que le hicieron famoso como fue el uso armónico de las tonalidades coloristas de

los maestros venecianos.

Galería MacDougall. Abril 2011 Galería Doria-Pamphili. Roma

Tisi, conocido como il Garofalo fue un artista de grandes inquietudes y por ello, un gran viajero que llegó a

conocer un gran número de talleres y escuelas de pintura italianas. En 1500 viajó a Roma por primera vez y

un año después se trasladó a Bolonia donde estuvo trabajando dos años con el famoso Lorenzo Costa, el

Viejo. Volvió a Ferrara en 1504 para trabajar junto a Dorso y Battista Dossi para dos años después viajar

hasta Mantua y posiblemente, también a Venecia. De nuevo visitó la Ciudad Eterna en los primeros años de

la segunda década y tuvo la oportunidad de conocer a Rafael que influiría notablemente en su estilo a partir

de entonces. Su ecléctico y estilizado clasicismo recuerda mucho, si bien no al propio Rafael, sí a su maestro,

Giulio Romano.

101

Con todo este bagaje, Benvenuto Tisi volvió a su ciudad natal donde gobernaba el duque Alfonso d’Este,

casado con Lucrecia Borgia. En Ferrara estuvo trabajando en diversas iglesias y en la decoración del palacio

ducal. Y en esta misma ciudad tendría ocasión de conocer a Tiziano que en el año 1516 estuvo trabajando

también bajo las órdenes del duque para el que pintó La moneda del tributo (Museo de Dresde)

Landesmuseum. Oldenburg

Existen varias réplicas de taller de Santa Catalina de Alejandría: Galería Doria-Pamphili de Roma; en el

Landsmuseum de Oldenburg, Alemania así como en el comercio libre (en 2011 en Mac Dougall’s Fine Arts

Auctions) a las cuales hay que añadir la del Museo de las Clarisas de Gandia que tiene unas dimensiones

exactas a la de Oldenburg.

102

Verónica de la Virgen Anónimo

Óleo sobre cobre

Siglo XVI

27 x 21 cm.

Bibliografía: Albi, 1983; Company i Climent, 1985, Pellicer i Rocher, 2003

103

Esta verónica -vero icon, verdadera imagen- es uno de los muchos ejemplos que testimonian los diferentes

modelos iconográficos que presentan el rostro de la Virgen María. Todos ellas derivan del aludido prototipo

de la Salus Populi Romani. Vestida con túnica de color rojo y tocada con un velo de color marrón de suave

tejido, el attrezzo de la Virgen se complementa con el inconfundible manto -maphorion- de color azul que

cubre la cabeza; ribeteado y ricamente adornado con pasamanería de oro acompañada de perlas, de manera

muy similar a la Verónica de la iglesia parroquial de Pego. Generalmente, sobre el manto aparecían tres

estrellas: una sobre cada hombro y la tercera en la parte frontal. Son símbolos que hacen referencia a la triple

virginidad de María: antes, durante y después del parto. A lo largo de los años, este elemento no llega a

manifestarse de manera completa y con el tiempo acaba perdiéndose. Pero en este caso, la estrella sólo

aparece representada en uno de los hombros de la Virgen. Por otra parte, si el fondo dorado de la imagen y la

ligera inclinación de la cabeza siguen la tradición iconográfica bizantina, sus redondeadas facciones acusan la

contemporaneidad del momento de su factura. Se ha abandonado el hieratismo de los modelos originales y se

ha entrado de lleno en la humanización de los rostros que camina cada vez más hacia el naturalismo de

finales del siglo XVI. Aquí vemos unos ojos grandes bajo arcos ciliares de cejas bien perfiladas, una nariz

correctamente modelada así como las redondeadas mejillas y el suave dibujo de los labios y del mentón. Su

observación nos recuerda modelos posteriores como el de Joan de Joanes de la parroquia de Sant Nicolás de

Valencia o el del convento de Santa Clara de Gandia.

Verónica de la Virgen. Siglo XV

Iglesia de la Asunción. Pego (Alicante)

Obra referida por Company, este autor, al contrario que Albi, la cree obra anónima y resultado de las

influencias de los maestros valencianos de finales del siglo XV.138

Una influencia que viene dada por la

tradición copista de los iconos italianizados de los originales orientales que con el tiempo y según la mano

fueron marcando el sello del estilo personal de una escuela y también de determinados maestros como

Rodrigo de Osona y Paolo de San Leocadio. De este último, el Museo del Prado conserva junto a un icono de

El Salvador, otro de la Virgen Dolorosa, la cual está representada siguiendo la línea de la tradición

iconográfica italo-bizantina de las verónicas que, modas aparte, se extendió hasta los siglos XVIII y XIX.

Verónica de la Virgen

138

ALBI, J., “Tres madones inèdites en Gandia”, Passió, 1983, s/p; COMPANY, X., Pintura del Renaixement..., pp. 144 y 145;

PELLICER I ROCHER, V., Els Tresors de les clarisses... p. 66

104

Joan de Joanes o taller

Siglos XVI / XVII

Óleo sobre lienzo

41,5 x 32 cm.

Bibliografía: Albi, 1983; Company, 1985; Pellicer i Rocher, 2003

105

Por encargo de la parroquia de Sant Nicolás y Sant Pere Mártir de la ciudad de Valencia, Joan de Joanes

realizó en 1572 un bifaz con los iconos de El Salvador y de la Virgen Dolorosa. Posteriormente las imágenes

se desmembraron en 1882 y desde entonces están individualizadas. El retrato de Maria que Joanes realizó es

una interpretación de la verónica de Gonçal Peris que se conserva en la catedral de Valencia. Joanes también

rodea el rostro de Maria con un velo de doble vuelta que le cae por los lados formando pliegues y

ondulaciones propias de una tela de fina elaboración. Un doble nimbo conformado por pequeños rayos de oro

se sobrepone a un fondo neutro de azuladas tonalidades. Ahora bien, Joanes adopta una posición más natural

manteniendo enderezado el rostro de María que redondeado, rosado y hermoso, dirige al devoto su dulce,

sugestiva y cautivadora mirada con el objeto de atraer toda su atención.

En un estudio anterior a la restauración y debido a la suciedad que acumulaba la pintura, opinamos que esta

pintura era una copia bien dibujada pero de mediocre calidad pictórica. Una vez el lienzo ha recuperado su

estado original, nos desdecimos de aquella opinión para situar esta bella imagen de María en el nivel que le

corresponde y que a nuestro entender no es otro que la mano de un buen artista. Hilando más fino, podríamos

decir que es una obra de taller con ligeras variaciones, como las observadas más arriba, así como en los

pliegues del velo y en el espacio que hay entre estos y el rostro de María. Variaciones que no desdicen de la

calidad de la obra en su conjunto.

Joan de Joanes. Verónica de la Virgen

Parroquia de San Nicolás y San Bartolomé. Valencia

La técnica pictórica realizada a base de superpuestas capas de suaves veladuras así como el modelado de las

ligeras sombras –sfumato- hacen prosperar la belleza de un rostro precioso, idealizado según el estilo y los

modelos de Joanes para atraer la atención y la piedad del devoto. Valga esta pintura como un ejemplo, entre

muchos, de la popularidad que llegaron a tener las iconografías creadas por Joan de Joanes. La gran demanda

de estas imágenes posibilitaría este tipo de producción y popularización de esta variedad iconográfica de la

verónica de María. Muchas de estas pinturas salieron de su taller y por lo tanto, la pintura en cuestión,

posiblemente fuera pintada bajo la tutela y dirección del maestro de Bocairent. La belleza y la calidad de la

pintura así nos lo confirman.

106

Verónica de la Virgen Nicolás Borrás

Siglo XVI

Óleo sobre lienzo

37,3 x 29 cm.

Bibliografía: Albi, 1983; Pellicer i Rocher, 2003, 2010

107

A lo largo de la historia del arte y durante su trayectoria profesional, son muchos los artistas que, movidos

por los encargos o de motu propio, contribuyen con la tradición de pintar "verdaderos iconos" de la Virgen.

De esta manera se recoge y continúa con el legendario capítulo del retrato de María que en su momento

realizó el apóstol San Lucas. Parece ser que son muchos los iconos marianos de los primeros siglos del

cristianismo que se atribuyen el honor de ser el original de San Lucas o, al menos, una copia fedataria de

aquella. Según investigadores, una de las imágenes más antiguas que reclama la autoría del santo evangelista

sería la conocida como la Madonna de Filermo del Museo Nacional de Cetinje, Montenegro. Otra tradición

muy extendida por Occidente estima que todas las verónicas de la Virgen derivan del icono que se conserva

en la iglesia de Nuestra Señora del Popolo de Roma y que se conoce como la Salus Populi Romani y la de la

basílica de Santa María la Mayor, también en Roma.

Sea como fuere, la representación de la verónica mariana presenta un formalismo matriz que muestra sólo el

rostro de la Virgen ligeramente girado hacia su derecha y con una suave inclinación de la cabeza, sin dejar de

mirar al espectador. Asimismo, los hombros presentan una posición frontal que sigue el modelo icónico

convencional. En algunos casos, la inclinación de la cabeza conlleva también que los párpados aparezcan

semi cerrados dándole un sentimiento añadido de sumisión y humildad -como en los modelos de la

Anunciación. La versión de Nicolás Borrás no se sale del prototipo a pesar de las variaciones y derivaciones

que muestran a la Virgen ataviada con túnica de color rojo, tocada con velo de color marrón de suave tejido y

complementado con el inconfundible manto -maphorion- de color azul que le cubre la cabeza.

A veces, el maphorion está ribeteado con rica pasamanería de oro acompañada de piedras preciosas (de

forma similar a la Verónica de Pego) Así aparece en la Verónica pintada al óleo sobre cobre que también

presentamos en este catálogo. En otros ejemplos posteriores, las variaciones se hacen más de notar por cuanto

si bien, el modelo formal apenas cambia, su presentación prescinde de las ricas ornamentaciones de los

tejidos así como los atributos que desde sus orígenes aparecen en el manto de la Virgen. Nos referimos a las

tres estrellas simbólicas: una sobre cada hombro y, la tercera en la parte frontal. Son símbolos que remiten a

la triple virginidad de María: antes, durante y después del parto. Sin embargo, como hemos visto en otros

ejemplos, también en esta ocasión estos elementos simbólicos no llegan a manifestarse. Por otra parte, si bien

la ligera inclinación de la cabeza sigue la tradición iconográfica bizantina, sus facciones redondeadas, son

resultado de su cronología y por tanto la síntesis a la que llegaron los artistas valencianos de finales de la

segunda mitad del siglo XVI. Se ha abandonado el hieratismo de los modelos medievales originales y se ha

entrado de lleno en la humanización de los rostros, envueltos en el color y el naturalismo de los maestros

venecianos. Un ejercicio de síntesis que tiene su origen en los modelos bizantinos entronizados en las iglesias

y monasterios de nuestro país pasando hasta llegar a los modelos creados por Joan de Joanes y sus

seguidores.

Sin embargo, lejos de deshacerse de las influencias de Juanes parece que lo que quiere expresar Borrás en su

icono de María no es sino rendirle homenaje al pintor de Bocairent a pesar de los rasgos peculiares, del todo

intencionados, que la distinguen del su modelo: Pero en este caso, los ojos son menos almendrados que los

del original, el color del iris se vuelve verde, la boca se contrae ligeramente, la expresión gana en humildad

con la inclinación de la cabeza y la mirada intenta conectar con el devoto pero no llega a conseguirlo del

todo. Más bien, parece que María queda ensimismada y pensativa envuelta en una halo de misterio y de

indagación del que no queda libre el observador.

Continuando con el contexto creador de las diversas interpretaciones icónicas de la imagen mariana, los

pintores tenían que hacerse eco de la gran devoción que nuestro país siempre ha demostrado hacia la Virgen.

Como acabamos de ver, parece que el origen estuvo en algunos iconos que procedente del extranjero fueron

muy populares entre los valencianos y todas ellas se disputaban el honor de ser el retrato fiel de María. Así,

además de los pedidos particulares de tipo devocional, todas las iglesias querían tener una verónica de la

Virgen y así, los artistas recibían encargos con el fin de contentar a los fieles de todas las iglesias, ya fueran

parroquiales o de comunidades religiosas.

108

Los seguidores de Joan de Joanes -que fueron muchos- no pudieron librarse de la influencia de su maestro así

como tampoco del ambiente en que se veían obligados a trabajar. De cualquier manera, la fórmula entre

creación y producción, basada en la demanda, no llegó a tener lugar por cuanto no apareció una figura

adecuada con la suficiente independencia anímica y mental. Es decir, el genio creador. Sin embargo, hubo

una figura capital en el panorama pictórico valenciano de la segunda mitad del siglo XVI que recogería los

presupuestos estilísticos de Joanes pero, con una buena dosis de naturalismo de aquel que pusieron en

práctica los maestros venecianos. Y el representante de esta síntesis fue Nicolás Borrás. Si bien, Joan de

Joanes se inspira en la Verónica de la catedral de Valencia, Nicolás Borrás recoge el modelo joanesco y sin

ningún tipo de complejos -pues se trata de versionar el modelo de su maestro- la reproduce enteramente, sin

llegar a ser una fiel imitación y con las consiguientes variaciones que, al tiempo que le libran de su modelo,

no abandona del todo el estilo de su “querido maestro”139

Nicolás Borrás. Virgen con el Niño

Escuelas Pías de Gandia

Borrás nació en Cocentaina en 1530 y murió en el monasterio de Sant Jeroni de Cotalba el día 5 de

septiembre de 1610. Está considerado como el más interesante de los seguidores de Joanes por el hecho de

mantener su propia personalidad en la interpretación de los tipos. Borrás crea su propio estilo en el que, a

pesar de la fluctuación de la calidad de su obra, la impregna de una naturalidad desconocida hasta el

momento resultado de la asimilación de las corrientes llegadas de Italia, sobretodo, por el tratamiento de la

luz al modo de los venecianos Bassano.

139 HERNÁNDEZ GUARDIOLA, L., “El pintor Nicolás Borrás”, en Nicolás Borrás (1530-1610) Un Pintor Valenciano del

Renacimiento, cat. exp. 2010, ed. Hernández Guardiola, Generalitat Valenciana/Consorci de Museus de la Comunitat

Valenciana/Corts Valencianes/Museu de Belles Arts de València, València, 2010, p. 18.

109

Sin embargo, Borrás también llegaría a influenciarse de otros maestros valencianos contemporáneos con los

que trató como, Joan Sariñena que, debido a sus cinco años transcurridos en Roma debió de hacer un viaje a

Venecia donde conocería el tratamiento de la luz y el color de sus artistas.

Para terminar con esta breve reseña sobre la obra que nos ocupa, diremos que Nicolau Borrás es producto de

su tierra y de su tradición pictórica y si en este ejemplo realiza una variación de un icono que en aquel

momento era tenido por toda la sociedad valenciana como un referente. Borrás realiza un homenaje a su

maestro y continúa con la vieja norma por la que se debía seguir copiando la verdadera imagen de María.

Efectivamente, el artista copia, y ésta debe reflejar el grado de destreza y personalidad de la mano del que

guía los pinceles. Así, el resultado estará en función del saber hacer y no en la voluntad de copiar lo más

fielmente posible lo que se está copiando.

Por otra lado, debemos tener presente que cuando se trataba de copiar, los artistas tomaban apuntes ante el

original y remataban la obra en el taller, por lo que, era imposible realizar el trabajo fielmente. Por lo tanto,

queramos o no, la fidelidad de la copia no estaría en función de la habilidad artística del pintor o de la

improbabilidad –aunque no imposibilidad- de realizarla in situ, si no de su interpretación.

110

Verónica de la Virgen Círculo de Scipione Pulzone

Siglos XVI / XVII

Óleo sobre lienzo

52 x 42 cm.

Bibliografía: Albi, 1979; Company, 1985; Pellicer i Rocher, 2003

Pintura anónima que nos muestra una más de las variaciones a que llegó la iconografía mariana derivada de

aquellas “vero icono” que provenientes del Oriente cristiano arraigaron fuertemente en el marco de la

religiosidad popular de nuestro país y de todo el Occidente católico. En esta ocasión, la Virgen viste túnica de

color rojo y el tradicional maphorion de color azul cubre un sutil velo de grisáceas tonalidades.

111

El modelo no se desdice de los anteriores aunque habría que hacer algunas reflexiones sobre si realmente

estamos delante o no de una verónica de la Virgen. El modelo iconográfico de la Virgen sigue el referente de

Gonçal Peris; esto es, la cabeza ligeramente inclinada hacia su derecha, como el modelo de las verónicas de

la tradición pictórica valenciana. Sin embargo, en esta ocasión, debemos tener presente la mirada baja por la

que, se aparta de los modelos convencionales de las verónicas. Pensamos cuál es el motivo que hace que la

Virgen adopte esta postura que estaría del todo justificada si conociéramos el objeto de su atención.

Iconográficamente hablando, hay dos posibilidades. La primera sería la de que el inusual formato del lienzo

sea producto de un recorte de otra pintura de mayor tamaño. Si pensamos en una “anunciación” por ejemplo,

la postura de la Virgen y su mirada sería la correcta: la mirada baja y gesto de humildad ante el mensaje que

le transmite el ángel Gabriel. La otra posibilidad estaría en el hecho de que la Virgen estuviera acompañada

de su Hijo, bien en sus brazos, bien sentado sobre sus rodillas.

Scipione Pulzone. Madonna

Ahora bien, si admitimos que la pintura es original así como su formato, de lo que estamos seguros, es que,

en su origen, el tratamiento iconográfico de esta "verónica" de la Virgen difiere mucho del modelo

tradicional, a pesar de sus intencionadas variaciones. Sin embargo, vemos que la Virgen no mira

directamente al devoto.

Su actitud está más cerca del recogimiento humilde y reflexivo perteneciente a un momento de meditación

sobre los acontecimientos que le han de sobrevenir. El semblante de María refleja la aceptación de unos

hechos que conoce desde el mismo en que el Arcángel Gabriel le anuncia que va a concebir al Hijo de Dios

que había de morir en el tormento de la Cruz para remisión de los pecados de la humanidad. Al mismo

tiempo, suavidad, finura, delicadeza y un sinfín de ternura emana de este rostro en el que se refleja la plenitud

de la gracia de Dios con que se ve recompensada por el sufrimiento que había de experimentar. Unos ojos

almendrados acogen una mirada humilde y resignada, lejos pero de cualquier aliento de dramatismo. Cejas,

nariz, boca, mentón, todo está tratado con la misma delicadeza que irradia la totalidad del retrato, el cual, no

podemos obviar que está originado en una de las célebres madonas de Scipione Pulzone. Convendría destacar

que San Juan de Ribera, arzobispo y virrey de Valencia fue un gran coleccionista de pintura italiana entre la

cual había varias pinturas de este artista como podemos comprobar en la colección del Museo del Patriarca

de Valencia.

112

San Joaquín, Santa Ana y la Virgen con una monja. Nicolás Borrás

ca. 1548140

Óleo sobre lienzo.

96 x 78 cm.

Bibliografía: Pellicer i Rocher, 2010

140 Vid. nota núm. 130

113

La prolífica condición de Joan de Joanes y de su taller hizo que su producción se esparcirá por parroquias,

monasterios y conventos. A su maestría y fama le siguió una corte de imitadores de su estilo. Todos y cada

uno de los seguidores de Joan de Joanes no pudieron librarse de la fuerte personalidad de su maestro ni del

ambiente en que se vieron obligados a trabajar. Nicolás Borrás fue uno de sus seguidores más relevantes

pues, a pesar de no poder desembarazarse de la fuerte influencia del maestro de la Font de la Figuera, sus

obras aducen de un contenido naturalista que, sin embargo no aparece en Joanes. Ello fue resultado de la

influencia que en aquellos años del último tercio del siglo XVI irradiaba el naturalismo de los maestros del

norte de Italia, sobre todo, de los venecianos. La obra de Borrás ha sido analizada por diversos historiadores

y coinciden en la importancia del dibujo por encima de su cromatismo que le daba un acabado armónico a la

obra. Otros autores comentan que la pintura de Nicolás Borrás no aportaba nada de personalidad, por lo cual,

se consideraba como una imitación carente del vigor de la edulcorada manera de Joan de Joanes. Sin

embargo, las últimas revisiones de su obra desmienten esta afirmación.141

Nicolás Borrás. Sagrada Familia con Santa Ana

Museo de Bellas Artes. Valencia

La representación de la escena que aquí presentamos recibe un tratamiento de autenticidad y de naturalidad

que se aleja de los planteamientos idealistas de Joan de Joanes. En esta pintura, Borrás presenta la escena en

el interior de humilde habitación que en realidad es una celda del monasterio de San Jeroni de Cotalba,

donde residía. El exterior, un simple cielo azul se deja entrever a través de los barrotes de hierro de una 141 Vid., Nicolás Borrás (1530-1610) Un Pintor Valenciano del Renacimiento, ed. L. Hernández Guardiola, op. cit.

114

pequeña ventana situada en lo alto del muro de la habitación. En su interior, los personajes están tratados

como verdaderos campesinos de los alrededores del monasterio. El planteamiento del uso del naturalismo en

la pintura de Nicolás Borrás es una novedad por cuanto introduce una nueva modalidad en la manera de

pintar. Borrás trata de encontrar un nuevo camino de expresión para dirigirse a una vertiente más naturalista

de la representación. Y en este intento, se acerca al naturalismo veneciano de los Bassano. En algunas de sus

pinturas las representaciones de los personajes sagrados no están idealizadas y las ropas que visten llegan a

ser toscas y de baja calidad, al tiempo que anulan cualquier referencia anatómica. Asimismo, como hemos

dicho antes, los interiores también se acercan a la vida cotidiana de los campesinos y artesanos y el paisaje es

el mismo en el que viven, trabajan y mueren.

La pintura nos muestra una representación de carácter intimista porque se trata de una obra destinada a la

devoción particular. Así lo demuestra la presencia de la figura orante de una monja. Se expuso por primera

vez en la muestra que con motivo de los cuatrocientos años de la muerte de Nicolás Borrás, se celebró el año

2010 el Museo de Bellas Artes de Valencia. A grandes rasgos, la pintura está en la línea de la Sagrada

Familia del Museo de Bellas Artes de Valencia aunque la creemos de una cronología anterior.

Según la tradición oral de las clarisas de Gandia, la monja en cuestión es la hermana del vizconde de Xelva,

Anna Fernández Ladrón de Guevara.142

Esta dama tenía un problema en la garganta que no le permitía hablar

y en consecuencia no podía ingresar en el convento. Sin embargo, la dama se aclamó a Santa Ana para que le

concediera el milagro de recobrar el habla. Con motivo de su gratitud hizo pintar esta escena donde aparece

ella misma en actitud orante y vestida de monja. Sor Anna Ladrón de Guevara fue elegida abadesa en 1548 al

renunciar de su cargo sor Francisca de Jesús de Borja. Ejerció de abadesa durante 27 años pues, entonces el

cargo aún era vitalicio según las constituciones coletinas. A partir de la muerte de sor Anna se reformaron las

constituciones y el cargo de abadesa se elegía por períodos trienales.

142 El Padre Alonso Pastor, en su libro Soledades del amor divino... op. cit., p. 239 dice que sor Ana Ladrón “fue de linage ilustre,

hija de los vizcondes de Chelva y descendiente de los Manrique[s]

115

Cristo Yacente Anónimo

Madera tallada y policromada

Siglo XVI

74 x 16 x 23 cm.

Urna: 51 x 85 x 33’5 cm.

INÉDITO

Imagen de Cristo Yacente en su urna-sepulcro original. De dimensiones cercanas a la mitad del tamaño

natural, esta imagen parece anticiparse al Cristo Yacente de la Capilla de la Comunión del Colegio del

Corpus Christi de Valencia, obra del mallorquín Gaspar Giner realizada en 1608 para el patriarca Juan de

Ribera. La anatomía de las dos imágenes es ampliamente deudora del estilo de Miguel Ángel pues los

músculos del cuerpo están resaltados y bien definidos, contrariamente a la flaccidez con que se muestran los

ejemplos de la época barroca. La posición de los brazos cruzados con las manos sobre el bajo vientre es una

convención clásica de tradición tardomedieval. Observemos similar rasgo en el Cristo Yacente de Niccolò

dell’Arca que forma parte del grupo Compianto Della Vita –ca. 1460- de Bolonia.

El escultor presenta la imagen del cuerpo de Cristo después de que las tres Marías hayan limpiado las heridas

y preparado con ungüentos para su entierro. Sólo son visibles las marcas de las heridas producidas por el

martirio y la sangre reciente que todavía fluye de la herida del costado. La diferencia más notable entre el

Cristo Yacente de Gaspar Giner y el de las clarisas de Gandia es la posición de la cabeza que en la imagen de

Valencia esta posicionada de forma erguida, y en la de Gandia, ligeramente ladeada hacia su costado

derecho. Por otro lado, notamos un cierto grado de relación en el modelado de los dos rostros así como en el

resto de la cabeza, aunque las ondulaciones del cabello de la imagen de Gandia sean más acusadas que en la

de Valencia.

116

No se conoce más obra de Gaspar Giner que el Cristo del Privilegio -1586- y el mencionado Cristo Yacente

del Colegio del Corpus Christi -1608- Tampoco se conoce nada sobre la vida de este escultor; tan sólo que

era natural de la isla de Mallorca.143

En este sentido no estaría de más el pensar en la gran tradición de

relaciones de todo tipo que existía entre la isla y la península italiana. Por lo tanto, cabe la posibilidad de que

Gaspar Giner se formara en Italia y, evidentemente, conociera la obra de Miguel Ángel (1475-1564) y la de

los más afamados maestros escultores italianos.

Gaspar Giner. Cristo Yacente. (1608) Colegio del Corpus Christi, Valencia

La posición yacente de las tres imágenes (Bolonia, Valencia y Gandia) es idéntica y podríamos decir que,

tanto la imagen de Gaspar Giner como la anónima de Gandia son el resultado de la síntesis del modelo

bajomedieval y los presupuestos clásicos del renacimiento manierista de Miguel Ángel. Sea como fuere, lo

cierto es la gran relación estilística y formal existente entre las imágenes de Valencia y Gandia. Y una vez

más hemos de hacer referencia a los lazos que unían al Patriarca Ribera y los duques de Gandia. Por ello, no

nos ha de extrañar la existencia en Gandia de obras de arte que supuestamente guardan relación con el

mecenazgo artístico que durante toda la vida ejerció el arzobispo y virrey de Valencia, Juan de Ribera.

Niccolò dell’Arca. Cristo Yacente (ca. 1464) Bolonia

Si las referencias formales de nuestro Cristo Yacente son evidentes con Gaspar Giner y con las décadas

finales del siglo XVI, la urna-sepulcro no hace sino confirmar la cronología de su realización así como la de

la propia imagen que alberga. De diseño renacentista, evidente por sus dobles columnas de capital dórico en

143

ORELLANA, M. A., Biografía pictórica..., op cit., p. 568: “Sábese haver recibido en Valencia en la centuria de 1500 un Escultor de Mallorca llamado de apellido Giner, y que fué famoso en su Profesión, circunstancia que nos basta para reproducirlo en nuestra

memoria. En el Convento de Santo Domingo existe un Santo Christo llamado del Privilego, que está en la Capilla de enfrente del

púlpito, cuya imagen en el año 1586 executó dicho Giner, y le costeó el Venerable Padre Maestro fr. Vizente Justiniano Antist”.

117

las esquinas achaflanadas, el alzado del sepulcro aparece rematado por un arquitrabe, (desaparecido) friso

decorado y cornisa con remate de tipo cimacio. Los fustes de las columnas son de estrías de perfil

redondeado y su primer tercio está decorado con franjas en espiral a modo de estrías.

Todo ello, siguiendo un armonioso y proporcionado orden arquitectónico que denota la huella de un experto

ensamblador de retablos y muebles religiosos. La parte lateral frontal de la urna aparece totalmente

descubierta –sólo resguardada por un vidrio- y toda la urna aparece dorada y en algunas partes policromada.

El interior de la urna está decorado con dibujos geométricos renacentistas de fuerte influencia mudéjar. La

cubierta del sepulcro es de forma tronco-piramidal en la que la parte inclinada frontal está formada por un

vidrio para facilitar la visión de la imagen y de la leyenda que con caracteres humanísticos aparece en el

reverso de la parte posterior de la tapa en la que podemos leer el comienzo del Salmo 15’9: caro mea

requiescet in spe (mi carne descansará en la esperanza)

Obligada referencia de este Cristo es el párrafo del testamento de 1641 de la duquesa Artemisa Doria y

Carreto. Esta duquesa dejó estipulado que se enviara al convento de Santa Clara “una imagen de Christo de

bulto en el sepulcro de madera dorada con su sábana y colchonsito, y una almohadita verde bordada.” 144

144 AHN, Osuna, legajo 540, D. 23; AHMG, FC-228, Gandia, diciembre, 12, año 1641; Copia del último testamento de la Señora Doña Artemisa Doria y de Borja, duquesa viuda de Gandia, otorgado en Castellón de Rugat, ante Agustín Lozano en 12 de

diciembre de 1641.

118

Virgen de agosto-Dormición de la Virgen- Anónimo

Imagen de vestir.

Siglo XVI

150 x 50 cm.

Urna: 169 x 72 x 81

Bibliografía: Pellicer i Rocher, 2003

Conocida en nuestras latitudes como Virgen de Agosto o Asunción, la Dormición de la Virgen es una de las

tres advocaciones con que se conoce el misterio de la muerte, asunción y coronación de María. Todo ello lo

que se trata es evitar de hacer uso del término "muerte" que aplicado a la Virgen no satisfacía la piedad

mariana a la hora que también se convertía en motivo de dudas teológicos respecto a los dogmas marianos.

Las primeras referencias sobre el misterio de la Dormición de María proceden de textos posteriores al siglo

IV. A pesar de la variedad de ellos, tienen en común el hecho de la asistencia milagrosa de los Apóstoles en

el óbito de la Virgen. De esta manera lo que se trataba era de darle un sentido solemne en el hecho de la

muerte de María, a su Tránsito.

Si bien era y es un motivo muy querido de la devoción de los fieles ortodoxos, no lo es menos para la Iglesia

de occidente. Entre nosotros, casi todas las iglesias mayores de los pueblos y ciudades están consagradas bajo

la advocación de la Asunción de la Virgen María. Es el caso de la catedral de Valencia o la colegiata de

Gandia. Por otra parte, la festividad de la Asunción de María se celebra desde la Edad Media con

representaciones denominadas "misterios" una de las cuales la tenemos en la celebrada dentro de la basílica

de Santa María de Elx conocida como El Misteri o La Festa d'Elx.

119

María, después de la Ascensión de Jesús se retiró a vivir junto a San Juan Evangelista tal como lo había

pedido Jesús cuando aquellas estaban al pie de la Cruz. Al llegar su tiempo, María murió pues a pesar de los

privilegios a ella concedidos por Dios, estaba sujeta al dolor y la muerte como el resto de mortales. Sin

embargo, la muerte de la Virgen María se la define como "Tránsito de la Virgen”, “Asunción” o bien

“Dormición”. Con todo, la muerte de María quiere simbolizar la imagen original de nuestra resurrección. En

los tratados de iconografía del oriente cristiano, se dictan normas para la representación de este misterio.

Además de los Apóstoles que rodean a la Virgen en el momento de su muerte, hay tres testigos de excepción

y son los tres Arcángeles Mayores que se llevan el cuerpo de María y Cristo le coloca, una vez despierta y en

la Gloria, una corona imperial, nombrándola "Reina de todo lo que ha sido creado".

Volvemos otra vez al testamento de 1641 de la duquesa Artemisa Doria y Carreto donde podemos ver una de

las referencias más claras de esta imagen: “Ítem, mando al dicho convento, una cama dorada con velo y

caídas de raso verde bordadas de canutillo de oro y plata para que se coloque la imagen que tiene dicho

convento de Nuestra Señora de Agosto. Y para la misma imagen, mando una almoadita de gasa de oro

bordada de canutillo de oro y alcofar para que requile la cabeza”.145

Como veremos a continuación, la imagen

de la Virgen de Agosto del monasterio de Santa Clara de Gandia está ligada a una dilatada época de la

historia del monasterio y de la familia Borja. Tenemos que hacernos eco de la muy conocida leyenda

milagrosa que cuenta la realización de la imagen de la "Virgen del Tránsito" del convento de las clarisas de

Zamora y patrona canónica de dicha ciudad. A finales del siglo XVI, un matrimonio de zamoranos -Ana

Osorio y Juan de Carvajal- decidieron legar sus bienes para que se fundara un convento de monjas

franciscanas de la regla de Santa Clara en aquella ciudad castellana.

El obispo de Zamora hizo las gestiones oportunas para que las monjas de Santa Clara de Gandia se hicieran

cargo de la constitución del cenobio zamorano. Cumpliendo con los deseos de unos y otros, salieron de

Gandia sor Ana de la Cruz- hija del VI duque, Francisco Carlos de Borja- junto a otras compañeras.

Esta parte histórica tiene su componente legendario y milagroso que continúa así: después de unos años de

estar consolidado el convento y de su residencia en Zamora, las monjas provenientes de Gandia echaban de

menos la imagen de la Dormición de la Virgen del convento de Gandia a la que le tenían una gran devoción.

Como eran muy pobres, las plegarias iban dirigidas en la dirección de poder contar un día con una imagen

parecida a la de Gandia.

El caso es que, cuenta la tradición legendaria que el 2 de mayo de 1618 tres peregrinos que volvían de

Santiago de Compostela llegaron a la puerta del convento de Zamora a pedir refugio y comida y así poder

continuar su camino. Las monjas les acogieron y al cabo de unas horas las monjas llamaron a la puerta de la

estancia donde habían hospedado a los peregrinos para ver si necesitaban cualquier cosa. Los peregrinos no

respondieron y al abrir la puerta de la habitación las monjas vieron que los "peregrinos" ya no estaban. En

cambio, las monjas se encontraron con una imagen de la Dormición de la Virgen María.

La imagen permaneció en clausura del convento de Zamora hasta el año 1747 en que se trasladó a la capilla

pública y desde entonces es venerada como la patrona de la ciudad bajo la advocación de la Virgen del

Tránsito Una vez cumplido el deseo y después de 20 años, sor Ana de la Cruz, que había sido abadesa en

aquel convento, volvió al convento de Gandia. Aquí fue elegida abadesa, así como en siguientes ocasiones

para lo que tuvo que necesitar de la dispensa Papal.

En el monasterio se conservan dos breves de dispensa escritos sobre pergamino. Uno expedido en Valencia el

24 de agosto de 1626 por el entonces Nuncio Apostólico, el cardenal Francesco Barberini, sobrino del Papa

Urbano VIII y el otro breve, expedido por el propio Urbano VIII, en Roma el 24 de enero de 1636.

145145 Ibídem..

120

Cristo yacente Anónimo

Siglo XVII

Madera tallada y policromada

134 x 36 x 36 cm.

Urna: 160 x 45 x 60 cm.

Bibliografía: Pellicer i Rocher, 2003

Los monasterios de clarisas de la geografía española son receptáculos de ciertas imágenes de devoción

comunes a todas las comunidades. Son imágenes "imprescindibles" en un convento de clarisas la imagen de

Cristo yacente, también llamada Piedad. Asimismo, la Virgen de Agosto o Dormición, formaría "pareja" con

el anterior. Otras imágenes presentes en muchos conventos de clarisas son las representaciones de la Virgen

María como Dolorosa así como la imagen del Ecce Homo. Asimismo, los santos y santas de la Orden como

san Francisco de Asís y santa Clara. Pero también San Pascual Bailón, San Antonio de Padua o San Pedro de

Alcántara o las santas más representativas de las clarisas, como la reformadora Santa Coleta, Santa Isabel de

Portugal o Santa Gertrudis. Junto a la imagen del Cristo Yacente de la capilla del Santo Sepulcro de la

Colegiata de Gandia, ésta que aquí presentamos despertaba una gran devoción entre los fieles de Gandia

durante el día del Viernes Santo. Todos los años, en este día de conmemoración de la Pasión se exponía en la

iglesia del convento por lo que aún conserva en los pies las marcas ennegrecidas del roces de los labios y

manos de los fieles.

La imagen sigue el modelo realizado por Francisco Salzillo para la iglesia de san Juan de la Penitencia de

Orihuela (1774) así como el modelo del convento de las clarisas, también de la ciudad de Orihuela. Ambas

imágenes son muy parecidas, por no decir, iguales. Hay que destacar que, según los expertos, Salzillo no se

prodigó demasiado en la realización imágenes representando a Cristo Yacente.

121

Es más, el hecho de dar a conocer al público la imagen que hasta hace muy poco se conservaba en la clausura

de las clarisas de Orihuela ha abierto la puerta a la identificación de otras imágenes de este tipo de la mano de

Salzillo o de su taller. Por lo tanto, en Orihuela se conservan dos Cristo Yacente del escultor murciano. Otro

hecho a tener en cuenta es que la posición de los brazos y de las manos, son idénticas en ambas imágenes y si

observamos la imagen de las clarisas de Gandia, vemos que ésta también sigue los mismos parámetros en

cuanto la posición de los brazos y manos. Sólo con una pequeña diferencia. En nuestra imagen, la palma de la

mano está hacia abajo, al contrario de las imágenes de Orihuela. En cuanto a la mano izquierda, tiene una

ligera variación por cuanto en Gandia queda un poco más extendida. El resto de la anatomía presenta las

mismas características; la posición de las piernas, ligeramente arqueadas, y los pies inclinados hacia adelante.

Asimismo, la imagen de Gandia, apenas gira la cabeza hacia su lado derecho, cosa que es más evidente en las

imágenes de Orihuela.

Francisco Salzillo. Cristo Yacente (1776) Convento de Clarisas. Orihuela

Francisco Salzillo. Cristo Yacente (1774) Iglesia San Juan de la Penitencia. Orihuela

Por otro lado, desconocemos las medidas de las imágenes de Orihuela, que son de menor tamaño que el

natural. Asimismo la imagen de las clarisas de Gandia también es menor que el tamaño natural aunque mide

1’34 metros. Creemos que es un poco mayor que las otras dos. No estaría pues de más, el pensar que el Cristo

Yacente de las clarisas de Gandia, Museo de las Clarisas, puede haber salido del ejemplar taller que Salzillo

dirigió a partir de la segunda mitad de los años sesenta del siglo XVIII.

122

Virgen Dolorosa Giovanni Battista Salvi, il Sassoferrato (1609-1685)

Óleo sobre lienzo

Siglo XVII

52 x 42 cm.

Bibliografía: Pellicer i Rocher, 2003

123

Giovanni Battista Salvi toma el nombre artístico de su villa de nacimiento, Sassoferrato. Allí recibió las

primeras lecciones en el taller de su padre Tarquinio Salvi. Completó sus estudios en Roma y Nápoles. Se

sabe que el maestro de quien recibió más influencias fue un tal Domenico de quien sólo se conocía el nombre

de pila. Sin embargo, las investigaciones formales de las pinturas de uno y otro han dado como resultado la

aceptación general de que el desconocido maestro es en realidad el Domenichino que, en 1631 trasladó su

taller desde Roma a Nápoles. Ahora bien, la obra y estilo del Sassoferrato tiene mucho que ver con Rafael y

su idealizado clasicismo. Además, las pinturas de Sassoferrato presentan también una gran variedad de

influencias por el hecho de inspirarse y tomar modelos del Quattrocento.

Asimismo, el Renacimiento flamenco de artistas como Joos van Cleve, Durero o Mignard, el cromatismo

veneciano del Tiziano y el naturalismo barroco de Guido Reni forman parte del amplísimo abanico del

corpus ecléctico de Salvi que se ganó la vida con la exitosa venta de pinturas devotas, especialmente de la

Virgen María. La mayoría de estas pinturas eran originales múltiples. Es decir, réplicas del original que

salían del taller del maestro que no daba abasto para satisfacer la demanda de particulares e instituciones

religiosas así como la de los peregrinos que llegaban a Roma. El trabajo de Salvi, al igual que el de Dolci es

bastante atractivo por su rasgo sentimental.

Por encima de un preciso dibujo, Salvi usa el pincel de una manera suave, lánguida y reposada. De esta

manera su pincelada produce matices de luminosidad en los colores azules ultramarinos, blancos y rojos que

quedan plasmados en las pálidas tonalidades y transparencias de los tejidos. El contraste entre los brillantes

colores y las sombras surgidas por el sutil tratamiento de la luz y producidas por el manto que oculta

parcialmente el rostro de María enfatiza la humildad y el dolor contenido que transmite su observación. Todo

ello, a pesar de la dulzura del rostro que provoca un fuerte sentimiento de atracción hacia la imagen.

Sassoferrato creó una nueva tipología mariana que surgió como contrapunto a la tradición italiana de la

producción de "verónicas". Con esta actitud, complacía a un gran sector del público devoto, inflamado por el

ferviente culto mariano impulsado por la Contrarreforma. El éxito de estas pinturas llegó hasta mitad del

siglo XIX. Fue entonces cuando, John Ruskin se convirtió en firme defensor del estilo gótico y por el

contrario detractor del barroco y las corrientes neoclasicistas. A principios del siglo XX y, con la

revalorización del barroco naturalista de Guido Reni, este tipo de pintura conoció de nuevo la estima de los

amantes y críticos de arte. Son numerosas las pinturas similares a esta de las clarisas de Gandia que se

encuentran esparcidas por museos y colecciones particulares de todo el mundo. Entre ellas y por su

verosimilitud con la nuestra, destacamos la pintura del Chateau de Chenonceau, la del Museo de Clermont-

Ferrand, la del Museo degli Uffizi de Florencia o la del Ashmolean Museum de la ciudad de Oxford. Todas

ellas son réplicas del mismo modelo pero sus medidas son ligeramente distintas. En unos casos dejan ver

completamente los brazos y en otras, son las manos entrelazadas las que, junto con la serenidad del bello

rostro, cierran y conforman la atención de la pintura.

124

Supuesto retrato de Juana Fernández de Velasco146

¿Juan Pantoja de la Cruz?

Ca. 1600

Óleo sobre lienzo

87 x 66 cm.

Bibliografía: Pellicer i Rocher, 2003

146

Valga la observación de la moda del vestido de aquellos años para reparar el error historiográfico que ha querido vincular este

personaje con Leonor de Castro, esposa de san Francisco de Borja que evidentemente tenía que vestir ropa de acuerdo a la moda de

la primera mitad del siglo XVI.

125

Exceptuando los innumerables retratos hagiográficos del IV duque de Gandia, San Francisco de Borja, son

muy pocos los retratos identificados de la familia ducal de Gandia. Me vienen a la memoria el de la hermana

de San Francisco de Borja, Luisa de Borja, duquesa de Villahermosa y el de su hijo Fernando, ambos del

pintor flamenco Roland de Mois.147

Siguiendo un orden cronológico, vendría el que ahora presentamos para

continuar con las diversas versiones del retrato de Velázquez sobre el cardenal Gaspar de Borja, fechadas en

1645. El retrato del duque Pascual de Borja y el de la duquesa Juana Fernández de Córdoba con su hijo, el

futuro duque Ignacio de Borja; el supuesto retrato de éste último y cierra la lista el magnífico y monumental

retrato del cardenal Carlos de Borja y Ponce de León del italiano Procaccini del año 1721. De este mismo año

es el retrato post mortem de sor María Luisa Borja y Doria que veremos más adelante.

En cuanto a esta pintura, dejando de lado el grado de calidad plástica, convendremos en que se trata de un

documento de gran importancia para ilustrar la historia de los duques de Gandia de la que, como hemos

apuntado, son pocos los retratos que se han conservado hasta nuestros días. El interés aumenta si tenemos en

cuenta que el personaje retratado es una de las duquesas más desconocidas y cuyos sus hijos destacaron en

los distintos roles que asumieron en el contexto político, social y religioso de su época. Surgida de una de las

familias más poderosas e influyentes del reino de Castilla, la duquesa Juana Fernández de Velasco, más

conocida como Juana de Velasco era hija de Iñigo Fernández de Velasco (VIII Condestable de Castilla, título

que ostentaba la familia desde el año 1473; IV duque de Frías, VI conde de Haro y II marqués de Berlanga,

entre otros títulos) y de Ana Pérez de Guzmán y Aragón, hija de Juan Alfonso Pérez de Guzmán, VI duque

de Medina Sidonia, que ostentaba una de las mayores fortunas de España.

Juana casó en 1572 con el entonces marqués de Llombai, Francisco Tomás de Borja y Centelles (1521-1595)

hijo del IV duque de Gandia y de la condesa de Oliva, Magdalena de Centelles. Fue madre de ocho hijos

entre los que cabe destacar al primogénito el VII duque de Gandia, Carlos Francisco, el cardenal Gaspar de

Borja, el obispo y virrey de Mallorca, Baltasar de Borja así como a Melchor, general de las galeras del rey,

más conocido como Melchor de Centelles. Casi todos sus hijos nacieron en el castillo que los Condestables

de Castilla tenían en Villalpando (Zamora) del cual, hoy en día queda una torre junto con algunos restos de

sus murallas.

Antes de su matrimonio, Juana Fernández de Velasco fue designada por Felipe II Camarera Mayor (1588-

1598) de las infantas Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela. Al enviudar ejerció el mismo cargo con la

reina Margarita de Austria (1598-1599) a la que acudió a recibir a Ferrara y entró a caballo detrás de la

princesa a la que esperaba el papa Clemente VIII para casarla por poderes con el rey Felipe III de España.

Junto a la duquesa madre de Gandia, iba también a caballo, la duquesa de Frías, María Téllez-Girón, primera

esposa de Juan Fernández de Velasco, gobernador del milanesado y hermano de nuestra duquesa. La duquesa

madre de Gandia sólo ocupó el cargo de Camarera Mayor de la reina Margarita de Austria hasta diciembre de

1599 -apenas un año- ya que el duque de Lerma, valido de Felipe III y enemigo de la reina Margarita quería

controlar los actos de la reina y al efecto, la hizo sustituir por su propia esposa Catalina de la Cerda.

A pesar de las protestas de la reina, a finales de diciembre de 1599, la duquesa madre de Gandia tuvo que

abandonar el palacio real y marchar a su casa madrileña. Sin embargo, en 1621 el conde duque de Olivares la

restituyó en el mismo cargo al lado de la nueva reina, Isabel de Borbón, primera esposa del rey Felipe IV.

Murió el 19 de septiembre de 1627 ejerciendo su cargo de Camarera Mayor. Así pues, la duquesa Juana de

Velasco pasó casi toda su vida en Madrid y en Gandia sólo pasó algunas temporadas.

Sin embargo, los años que ejerció de Camarera Mayor de las infantas Isabel Clara Eugenia y Catalina

Micaela nos hacen comprender el hecho de que en los inventarios de los bienes realizados en el palacio ducal

de Gandia a partir de 1640, figure más de un retrato de la infanta Isabel Clara Eugenia y de otros miembros

de la realeza de las cortes de Felipe III y de Felipe IV. También personajes de la nobleza como el conde

duque de Olivares. Creemos que ello es producto del grado de relación al que durante diez años llegarían a

147 El de Fernando de Villahermosa y Borja, de Roland de Mois, en el Museo de Bellas Artes de Valencia. (nota del autor)

126

tener dichas infantas con nuestra duquesa. Así mismo, la presencia de retratos del valido de Felipe IV se

justifica por lo mismo y porque fue el mismo conde duque de Olivares el que la restituyó -1621- en el cargo

del que la apartó el duque de Lerma.

Pantoja de la Cruz . Margarita de Austria Pantoja de la Cruz. Antonia de Toledo Colonna

Museo del Prado VI duquesa de Medinaceli

La presente pintura se puede incorporar al corpus de Juan Pantoja de la Cruz, pintor nacido en Valladolid en

1553. Fue alumno de Alonso Sánchez Coello y la obra de ambos se llega a confundir. Siguiendo la tradición

y el estilo flamenco, sus retratos se distinguen sobre todo por plasmar con gran minuciosidad los detalles de

los vestidos de los personajes como los encajes de las gorgueras y sus pliegues o en las joyas que lucen en el

vestido o en el tocado. Los personajes retratados suelen estar representados de pie, de cuerpo entero o bien,

de tres cuartos. Nuestra pintura ha sido mutilada en su parte inferior y por ello el personaje quedó en el

anonimato pues, en muchos casos el nombre del personaje aparecía escrito, sobre todo, en la parte inferior de

la pintura, como en el retrato de la duquesa de Medinaceli, Antonia de Toledo y Colonna, en el que su

nombre aparece escrito en el ángulo inferior izquierdo del lienzo. Si nos fijamos en el rostro y en la gorguera

de este retrato realizado en 1606 por Juan Pantoja de la Cruz, advertiremos muchas similitudes con nuestra

pintura hasta el punto de que ambos personajes se parecen. En ambos rostros, el tratamiento usado viene a ser

el mismo para realzar los rasgos físicos de uno –la de la plena belleza juvenil- y otro –la madurez que

conserva las huellas de la belleza juvenil-. Ambas damas sirvieron a la reina Margarita de Austria de la cual,

Pantoja de la Cruz realizó muchos retratos. Por todo ello, la reina, como las damas y el artista, así como los

años de mayor producción de éste coinciden con los años de madura belleza de nuestra duquesa que quizá fue

retratada por el pintor vallisoletano en su retiro doméstico del palacio de los Borja de Madrid, después de

dejar su cargo de Camarera Mayor de la reina Margarita de Austria.

Gran parte de los retratos de Pantoja de la Cruz suelen presentar un fondo neutro, oscuro, en el cual se funden

los negros vestidos que seguían la moda española de la época de Felipe II y de Felipe III. El fondo neutro

también servía para hacer destacar los ricos y enjoyados tejidos de los vestidos de la realeza que se

distinguían de los más severos que lucían los miembros de la nobleza y aristocracia que no debían de

competir en lujo y riquezas con los retratos de la familia real.

127

El rostro de la retratada es ovalado y la técnica usada por el pintor dibuja sus facciones perfilándolas con

suaves toques de luces y sombras con el objetivo de resaltar las tonalidades rosadas de las mejillas y los

labios. La mirada fija hacia el observador, sin llegar a ser escudriñadora, nos delata un carácter firme que no

oculta rasgos de bondad pues, en conjunto, su rostro no resulta arrogante. El tocado del cabello de color

castaño claro luce una diadema conformada por brillantes y rubíes. Una serie de agujas con perlas perfilan la

trenza que cierra el peinado por su parte posterior. Viste ropa de color negro en la que destacan las largas

filas de botones que disimuladamente pretenden contornear la silueta femenina.

Un elemento a destacar en los vestidos femeninos son las gorgueras de finísimos trabajos de encaje de

bolillos de complicados dibujos y almidonadas ondulaciones. Según la importancia del personaje o su

personalidad, los adornos de los vestidos y las joyas de los tocados de los peinados se representaban con

mayor o menor suntuosidad y lujo. En este sentido, en muchos casos, el artista centraba más su trabajo en el

acabado del vestido y de todos sus complementos que en el toque naturalista y psicológico que se supone

debía de presentar tanto el rostro como la mirada del personaje representado. Pantoja de la Cruz murió en

Madrid en 1608.

Como hemos dicho, al primer golpe de vista, uno se da cuenta de que la pintura en cuestión está recortada por

su parte inferior. No podemos asegurar si se trataba de un retrato de cuerpo entero o de tres cuartos. Es

evidente que nuestra deducción se debe a la falta de la mano izquierda que posiblemente sostuviera un

pañuelo entre los dedos. En la mano derecha sostiene un pequeño libro de oraciones. Los puños de las

mangas parecen de piel de armiño. La gorguera almidonada, de finos pliegues y primorosos brocados sigue la

moda de finales de siglo XVI y principios del XVII.

128

San Francisco de Borja Anónimo.

Óleo sobre lienzo

Siglo XVII

90 x 88 cm.

Bibliografía: Pellicer i Rocher, 2003

129

El IV duque de Gandia, Francesc de Borja fue declarado beato en 1624 y su iconografía empezaría a darse a

conocer poco tiempo después de su muerte. Y es que, apenas se producían los tránsitos, los jesuitas ponían en

marcha una serie de mecanismos dirigidos a propagar la santidad de algunos de sus miembros más

relevantes. De esta manera, trataban de dar prestigio a su orden confirmando su papel evangelizador y

representativo del pensamiento de Trento y de la Contrarreforma, de la que fueron los máximos

representantes. Así pues, San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier fueron canonizados en 1622.

Francisco de Borja fue beatificado a continuación, en 1624 y canonizado poco después, en 1671. Así, el santo

gandiense también estuvo incluido dentro del rápido proceso de exaltación y veneración de algunos de los

miembros más destacados de la Compañía de Jesús.

Uno de los personajes que más trabajó en promover el culto del nuevo beato fue su bisnieto, el cardenal

Gaspar de Borja y Velasco quien en 1617 se hizo cargo del proceso de traslado de los restos de su bisabuelo

desde Roma a la iglesia de la Compañía de Jesús en Madrid donde se colocó el cuerpo del beato en el interior

de una rica urna para su veneración. Años más tarde, la nobleza de la capital castellana erigió un templo

conmemorativo para acoger la reliquia del Santo duque. Por otro lado, en el momento de su muerte se le hizo

una mascarilla en yeso de la que existe una copia en el Palacio Ducal de Gandia, aunque el hecho de morir en

olor de santidad comportaba que a veces se presentara el caso de hacer el retrato del personaje justo después

de su muerte. Así ocurrió con el patriarca arzobispo de Valencia, San Juan de Ribera de quien Sariñena

realizó su retrato post-mortem.

En Gandia tenemos un caso parecido ya que en 1602, horas después de morir el beato Andrés Hibernón, el

pintor Nicolás Borrás también realizó su retrato. Así pues, tanto con el cuerpo como con la mascarilla, los

rasgos fisonómicos de Francisco de Borja estaban al alcance de los artistas. Hay que tener presente que, justo

cuando muere Francisco, Sariñena se encontraba en Roma ampliando sus estudios de pintura. Rápidamente,

los maestros más destacados de la pintura y la escultura comenzaron a realizar imágenes de Francisco de

Borja: En el mismo año de su beatificación el escultor Juan Martínez Montañés realizó una imagen de vestir

por lo que sólo esculpió la cabeza y las manos que Francisco Pacheco se encargó de policromar. También en

ese mismo año de 1624, Alonso Cano, pintó la primera obra que se le conoce y que se encuentra en el Museo

de Bellas Artes de Sevilla. Se trata de una pintura en la que el artista sevillano muestra al santo gandiense con

una gran severidad, meditando sobre la intrascendencia de esta vida y del poder de la muerte sobre lo

humano. Así estaba representado en una imagen que presidía un retablo que existía en la Capilla del

Nacimiento del Palacio Ducal de Gandia. San Francisco de Borja aparecía vestido con la sotana jesuítica,

llevando la mano izquierda la calavera ceñida con corona -símbolo de la muerte y de la emperatriz Isabel de

Portugal- a la que mira de manera reflexiva mientras con la mano izquierda hace el gesto de rechazar la vida

y los placeres mundanos, representados por una esfera situada a la derecha de sus pies.

La meditación sobre la muerte y el desprecio del mundo es la escena peculiar, aunque no única, de la

representación iconográfica de San Francisco de Borja. Otra manera de representar al santo es esta que

presentamos. Se trata de la iconografía de san Borja muy conocida por los gandienses por el hecho de que es

la misma que la de la imagen procesional de la Colegiata.

El santo está representado elevando con la mano derecha la Custodia en señal de adoración al Santísimo

Sacramento. Asimismo, a los pies de la imagen aparece una calavera con una corona real, que simboliza la

muerte de la emperatriz Isabel. Estas son los rasgos iconográficos que aparecen en la pintura que ahora

presentamos.

Respecto a la posible autoría del lienzo, la primera impresión que produce su observación remite al San

Ignacio de Loyola, de Juan Sariñena que se conserva en el Colegio del Corpus Christi de Valencia. La

técnica y estilo de ambas pinturas son muy similares. Por otro lado, Sariñena pasó unos años en Roma, entre

1570 y 1575 y por tanto pudo conocer a San Francisco de Borja. Además, en aquella misma época algunos

pintores italianos estaban realizando este tipo de retratos imbuidos de un cierto minimalismo técnico por

cuanto el retratado aparece totalmente aislado de cualquier anécdota que no sea la estrictamente referencia

iconográfica.

130

Esta pintura sigue el aliento tenebroso enmarcado dentro del naturalismo que algunos pintores como Juan de

Sariñena usaban para representar a sus personajes. Es en las manos, sobre todo, donde se puede entrever el

trabajo de Sariñena. Son muy peculiares de este maestro las manos grandes y los dedos muy alargados. Sobre

todo en el extremadamente alargado dedo gordo de la mano derecha con la que el santo sostiene la custodia.

El pintor pudo adquirir en Roma esta nueva técnica de representación que se centraba sobre todo en presentar

al retratado surgiendo de las penumbras, iluminando el rostro y las manos que es donde tenía que concentrar

la mirada piadosa del fiel. Sería el caso de la serie de retratos del Patriarca Juan de Ribera, o en las

representaciones de San Luis Beltrán. Por otro lado, hemos de tener en cuenta que, a pesar de que, aunque no

hubieran sido proclamados beatos o santos, fueron muchos los personajes que en vida, el pueblo los revestía

de santidad y aún más, después de muertos recibían el fervor y “veneración” de sus seguidores. Por ejemplo o

de la monja Agullona y otros personajes venerados en la Valencia de entonces, todos realizados por Sariñena

o los de Francesc de Ribalta sobre la vida del venerable padre Simó.

Juan Sariñena. San Ignacio de Loyola Bernardo Lorente. San Francisco de Borja. 1726

Museo del Patriarca de Valencia Museo de la Universidad de Loyola. Chicago

En Gandia tenemos el ejemplo comentado más arriba del beato Andrés Hibernón el cual, justo en el momento

de su muerte -1602 - fue retratado por Nicolás Borrás. Por tanto, no era necesario que Francisco de Borja

fuera proclamado beato para que algún pintor lo representara por la devoción que en torno a su figura ya se

habría desarrollado.

Pensemos que en 1617 sus restos mortales fueron trasladados a Madrid y depositados en una urna en la

iglesia de los jesuitas. Años más tarde se erigió un templo en su honor para venerar sus restos.148

Además,

debemos pensar que Sariñena murió en 1619 y por lo tanto tuvo tiempo de realizar un retrato sacado de su

mascarilla, si no lo hizo directamente ante su cuerpo.

148

El templo quedó totalmente destruido durante la Guerra Civil de 1936-1939.

131

En otro orden de cosas, aún siendo una pintura de devoción y por tanto religiosa, es también una pintura que

representa al santo duque de Gandia. Francisco de Borja y Aragón fue el IV duque de Gandia y primer

marqués de Llombai. Al quedarse viudo, en 1550 ingresó en la Compañía de Jesús de la que llegó a ser III

General. Murió en Roma en 1572. Todos sus descendientes le veneraron y obviamente no habría miembro de

la familia Borja que no tuviera una pintura representando a su santo abuelo, como coloquialmente se le

llamaba. En las lecturas de los testamentos encontramos pinturas referentes a San Francisco de Borja. Por

reseñar algunas, en el inventario del cardenal Gaspar de Borja, arzobispo de Toledo, realizado el 22 de enero

de 1646, tres semanas después de su muerte en Madrid, encontramos “un retrato del Beato Francisco de

Borja en lienzo, que tiene de alto cinco palmos y de ancho tres y medio, con cornisa de palo negro. (…) otro

retrato del Beato Francisco de Borja en rama [es decir, en cobre] que tiene de alto un palmo y dos tercios y de

ancho, uno, con cornisa de ébano. (…) Un cuadro del Beato Francisco de Borja, mi señor, de cuatro palmos

de alto más o menos, con guarnición dorada a trechos”.149

La duquesa Artemisa Dòria y Carretto, viuda del VII duque Francisco de Borja y Velasco, redactó tres

testamentos (1632, 1641 y 1644) Prácticamente no variaron demasiado y en uno de los inventarios realizados

encontramos la presencia de “(…) un quadro del Santo Padre Francisco de Borja, mi señor que me dio el

arcediano de Alzira, don Jusepe Sans (…) Un quadro del Santo Padre Francisco de Borja, mi señor (…) Un

San Francisco de Borja, mi señor, pintado quando era viudo”.150

Finalmente, para completar el listado de

ejemplos, en el testamento del XI duque, Luís Ignacio, otorgado el 24 de abril de 1734 de la que resultó

heredera del ducado y de sus bienes al haber fallecido sin hijos, su hermana Mariana, XII duquesa de Gandia

a la que” (…) se le de un lienzo pintura del Señor San Francisco de Borja, nuestro santo abuelo”.151

Creemos que de todas las pinturas que acabamos de reseñar, posiblemente la pintura que presentamos en este

catálogo sea una de las dos que aparecen en el inventario del testamento del cardenal Gaspar de Borja pues

sus medidas, “de alto cinco palmos y de ancho tres y medio” y “de cuatro palmos de alto más o menos”

coinciden con la que nos ocupa.

149 Archivo Histórico Nacional (AHN) Osuna, legajo, 553; Archivo Histórico Municipal de Gandia (AHMG) FC-243, Madrid, 22

de enero de 1646. 150 AHN, Osuna, legajo 540, D. 23; AHMG, FC-228, Gandia, diciembre, 12, año 1641; Copia del último testamento de la Señora Doña Artemisa Doria y de Borja, duquesa viuda de Gandia, otorgado en Castellón de Rugat, ante Agustín Lozano en 12 de

diciembre de 1641. 151 AHN, Osuna, legajo 540, D. 61; AHMG, FC-228. 24 de abril de 1734.

132

Cáliz de San Francisco de Borja

Plata dorada cincelada y repujada

Punzón de Valencia

Ca. 1550

26 x 17’5 x 9’50 cm.

INÉDITO

Cáliz renacentista de plata dorada, torneado, repujado y cincelado. Presenta copa acampanada, propia de los

modelos usados a mediados del siglo XVI, base gallonada de reminiscencias góticas propias de la primera

mitad del siglo XVI conformada por una combinación de arcos conopiales con escotaduras, todo ello

alternado por ángulos sobre los que están representados los símbolos de la Pasión. En el centro del astil, el

nudo tiene forma de bellota que en su parte superior se proyecta hacia arriba para llegar a tener,

prácticamente forma de jarrón al que se añaden cuatro asas en forma de “S”. Dicho nudo está decorado en su

base y de manera superpuesta, con ovas, cabecitas de querubines y gallones. La subcopa también aparece

decorada con cabezas de querubines y festones vegetales. La técnica, el diseño y las excelentes

proporciones, unidas a la calidad del trabajo y su acabado conforman la belleza de esta pieza que, según la

tradición oral de las monjas del convento de Santa Clara de Gandia, pertenecía a San Francisco de Borja y

fue realizada para decir su primera misa que, una vez acabada, mandó que se llevara a dicho convento donde

se conserva desde entonces.

El cáliz de San Francisco de Borja solo se usa en determinadas ocasiones como en el día de la festividad del

santo o con motivo de la visita a Gandia de alguna autoridad eclesiástica. Últimamente han dicho misa con

este cáliz, el arzobispo de Valencia, Carlos Osoro y en 2010 el Prepósito General de la Compañía de Jesús,

Adolfo Nicolás Pachón.

133

Medalla de la Orden de Santiago Oro y esmaltes

Anónimo

1539

INÉDITO

Colgante de forma oval realizado en filigrana de oro y pequeñas perlas sobre la que se incrusta la cruz de

Santiago esmaltada de rojo. Se trata de una pieza de orfebrería de rasgos renacentistas del siglo XVI que se

lleva colgada del cuello por medio de una cadena de eslabones o cordón de oro.

Por registros documentales del siglo XVI sabemos que Francisco de Borja, marqués de Llombai fue admitido

en la Orden de Santiago por medio de cédula de profesión del año 1539. Con este motivo se le concedió la

encomienda de la Villa la Reyna. Estando en Barcelona, Francisco de Borja recibió una carta del emperador

Carlos V en la que le ruega que como Lugarteniente del Principado y como caballero de la Orden de

Santiago, vigile el buen comportamiento y honestidad de las monjas del monasterio de Les Jonqueres de la

ciudad de Barcelona: A don francisco de borja marqués de lonbay, pariente nuestro, viso Rey Tenyente

General del principado de catalunia, cavallero de la horden de santiago, cuya admynistración perpetua yo

tengo por autoridad apostólica. Por la confiança que de vuestra persona tengo, fué acordado por el my

consejo de la dicha horden que os devía encomendar y prover, é por la presente os encomyendo las cosas

tocantes al monasterio de junqueras de la cibdad de barcelona, ques de la dicha horden; y os rruego y

134

encargo que myreys por ellas y ensamynéis é obréis todo lo que conviene al servicio de Dios nuestro señor é

bien é honestidad del dicho monesterio é de las religiosas dél, y hebyteys lo contrario; é por esta my cédula

mando á las nuestras rreligiosas priora é freylas del dicho monesterio que en quanto á lo de suso contenydo

os obedezcan é cunplan vuestros mandamientos y no pugnen contra vuestros defendimientos por las penas

que de my parte les pusyéredes, las quales yo por la presente les pongo y doy por puestas; para todo lo qual

ó para cada una cosa ó parte dello os doy poder cumplido, con sus providencias é dependencias anexidades

é conexidades. E los unos é los otros non fagades ni fagan ende al por alguna manera. Fecha en Madrid, a

postrero de marzo de mill é quinientos é quarenta años. J. Cardinalis.- Por mandado de su magestad, el

governador en su nombre.

El emperador ajusta este mandato con la designación de una persona de confianza para que se cumplan las

órdenes para lo cual sean dadas por su lugarteniente: Madrid 23 de Agosto de 1541.- Cédula para que

Garcerán Albanel en todo lo concerniente al monasterio de Junqueras de la ciudad de Barcelona, oiga el

parecer de Don Francisco de Borja.- Fol. 159 v. El Rey .Garcerán albanel caballero de la horden de

Santiago, cuya administración perpetua yo tengo por autoridad app.ca

Por una my cédula que con esta os

será dada os encomyendo las cosas tocantes al monasterio de junqueras de la ciudad de barcelona, ques de

la dicha horden, por la confianza que de vuestra persona tengo. Y porque al servicio de Dios nuestro señor y

myo, y bien de la dicha horden conviene que en lo contenido en la dicha my cédula se haga é cumpla con

parecer de don francisco de borja marqués de lonbay, nuestro viso Rey y tenyente general en el principado

de catalunya, yo vos mando que useys de la dicha my cédula con parecer del dicho marqués, é que no

recedays dél en cosa alguna. Hecha en madrid, á XXIII de agosto de mill é quinientos é quarenta años.

Carlos;- y por mandado de su magestad, el governador en su nombre, pedro de los covos.

Los establecimientos de la orden de Santiago no permitían que sus caballeros hicieran ostentación de vestidos

lujosos ni tampoco de joyas u otros distintivos de su condición nobiliaria. Sin embargo, no sabemos las

causas del porqué, el entonces marqués de Llombai solicitó al Maestre de la Orden el poder lucir joyas y

vestidos propios de su rango. Así, atendiendo a dicha solicitud, se despachó por el rey una cédula por la cual

a Francisco de Borja y Aragón se le permitía vestir de color y usar joyas:

“El Rey. Por quanto según establecimientos de la horden de Santiago, cuia administración yo tengo por

autoridad apostólica, los comendadores y caballeros de la dicha horden no pueden vestir sino vestiduras

blancas, prietas ó pardas, ó pieles corderiñas o otras de poco prescio sin licencia del maestre o mya como

administrador susodicho so cierta pena, é don francisco borja, marqués de Lombay, caballero de dicha

horden, me suplicó le mandase dar licencia para vestir las rropas joyas e aforras e cadenas de oro y piedras

preçiosas que quisiere; e yo tóvelo por bien; y por la presente doy licencia e facultad al dicho marqués don

francisco Borja para que pueda vestir y traer las rropas e aforros y cadenas de oro y joyas y piedras

preciosas, sin que por ello haya ny incurra en pena ny desovidiencia alguna. Fecha en Madrid a VII de

febrero mil quinientos e cuarenta años.- J. cardinales.- Por mandado de su magt; el gobernador en su

nombre. P. de los Cobos.” 152

Una vez en Gandia, en 1549 Francesc de Borja tuvo que renunciar al honor de pertenecer a la Orden de

Santiago por estar presto para partir a Roma a formar parte oficialmente de la Compañía de Jesús en la que

secretamente había ingresado hacía poco tiempo. Creemos que esta insignia perteneció a San Francisco de

Borja y que cuando visitó el convento de Santa Clara para despedirse de la comunidad y de sus familiares

antes de partir para Roma, es muy probable que regalara algunas joyas entre la que estaría este colgante

distintivo de pertenencia a la Orden de Santiago que, evidentemente sólo podían lucir los miembros de esta

prestigiosa orden de caballeria.

152 Archivo secreto de la Orden de Santiago, Cédula para vestir colores y usar joyas, Fol., 93r y v. Madrid, 7 de febrero de 1540.

Este documento y los anteriores a los que nos hemos referido, fueron transcritos por Francisco Rafael Uhagón el 23 de diciembre

1892 y se pueden leer completamente en la web de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

135

Calvario Anónimo

Óleo sobre lienzo

1581-1612

191 x 112’5 cm.

INÉDITO

136

Existe un apreciable número de estudiosos que pretenden colocar en la vida del pintor Luis de Morales una

estancia en Valencia que le serviría de gran influencia en el desarrollo posterior de su arte.153

A su vez, la

maestría y estilo de Morales no podía quedar estéril en el panorama valenciano por la fuerte atracción que su

pintura generaba en los artistas contemporáneos y aún, posteriormente, ya con Ribalta y el tenebrismo.

Tengamos presente las versiones que tanto Morales como Ribalta y anteriormente, Juan de Juanes hicieron

del Cristo con la Cruz a Cuestas de Sebastiano del Piombo. Una pintura que influyó en varias generaciones

de artistas valencianos. Esto por un lado; por otro, la pintura valenciana de finales del siglo XVI estuvo muy

condicionada por los dictámenes surgidos del Concilio de Trento. Se había de pintar de manera que aquello

representado motivara al devoto un estado de desasosiego que le llevara a un interiorismo espiritual que le

obligara a reflexionar sobre aquello que estaba viendo. Sin embargo, desde comienzos de su carrera artística,

la emotiva espiritualidad que transmitían las pinturas de Morales se adelantaron a Trento.

En el panorama de la pintura valenciana de la segunda mitad del siglo XVI, Juan de Juanes y Nicolás Borrás

pintaron escenas de la Pasión de Cristo que se llegaron a popularizar sobremanera. Entre los ejemplos, resalta

el Ecce Homo joanesco que mira al espectador con ojos demandadores de complicidad y compasión. Es una

mirada humilde que también se deja ver en los Cristo a la Columna, y en los Varón de Dolores. Por su parte,

Morales, presenta esos mismos modelos de Joanes o Borrás y los transforma en desgarradoras imágenes

transmisoras de los sufrimientos de Cristo. Ahora bien, tanto en un caso como en otro, el mensaje es directo y

desprovisto de anécdotas que puedan desconcentrar la contemplación y meditación del devoto. Recursos que

se apoyaban en nuevas formas de expresión basadas sobre todo en una aproximación del tema al primer

plano, un tratamiento de color que lo hiciera destacar y una nueva manera de presentar el naturalismo

mediante la combinación de la luz y la oscuridad. El resultado era un juego de contrastes de sombras y color;

el ciaroscuro que con la acentuación de esta técnica derivó en el caravaggismo y posteriormente a la época

tenebrista de José de Ribera.

A raíz de la supuesta estancia de Luis de Morales en Valencia -si dejamos aparte la colección del arzobispo

Juan de Ribera, su protector y mecenas- las pinturas del maestro extremeño se contaban entre las mejores

colecciones de arte de nobles y aristócratas. En el testamento de Francisco de Borja, arcediano de la catedral

de Valencia, otorgado el 22 de enero de 1681 se estipula el legado de varias pinturas a distintos miembros de

su familia, entre ellos, el duque de Gandia, su tío. Sin embargo destaca el hecho de que lega “al Ilustrísimo

Señor Don Antonio de Benavides, patriarca de las Indias, un Ecce Homo, original de Morales el Divino”. Si

bien, lo que nos interesa es la noticia a que hacíamos referencia sobre la presencia de pinturas de Morales en

las colecciones valencianas, no es menos interesante el hecho de que en una fecha como 1681, en un

documento oficial se le nombre con el apelativo de “el Divino”.154

Así pues, con esta particularidad, se

confirma y afianza el grado de prestigio que ya en su tiempo –o inmediatamente después de su muerte-

alcanzó Morales la consideración de gran artista, hasta el hecho de que el profundo sentimiento con que

impregnaba sus obras le llevaron a que entre sus admiradores se le denominara como “el Divino.”

En el museo de Bellas Artes de Valencia se puede contemplar el Calvario con el Deán Roca, pintura

atribuida a Luís de Morales pero sin fecha de realización.155

Su factura, tipología, cromatismo y sentido

dramático apuntan hacia el pintor extremeño, máxime si lo comparamos con otras pinturas similares del

mismo autor. En este sentido hay que poner en relación el Calvario con el Deán Roca con el Calvario con

donante de la iglesia del Salvador de Toledo, de Correa de Vivar, uno de los maestros que más influyó en

153 Sobre la supuesta estancia de Luis de Morales en Valencia, a falta de documentación escrita, resulta del todo lógica desde el

nombramiento de su protector Juan de Ribera como arzobispo de Valencia en 1568. 154 AHN, Osuna, legajo, 540/AHMG, FC-228. Antonio Acisclo Palomino lo califica con este apelativo en su obra El parnaso

Español pintoresco laureano, editado en 1724. Por lo tanto, Palomino recogió lo que era un apelativo surgido entre los admiradores de Morales, en vida del pintor o quizá inmediatamente después de su muerte en 1586. (Nota del autor) 155 Dicha pintura procede del altar mayor de la iglesia del convento de las agustinas de Valencia y aparece citada por el marqués de

Cruilles en su Guía Urbana de Valencia de 1876.

137

Morales en su etapa de formación.156

En uno de los ángulos inferiores aparece como donante el Deán Roca y

por lo tanto, estamos hablando de un retrato. Y para realizar un retrato, el artista necesita de la presencia del

retratado para poder tomar apuntes de sus rasgos físicos con la finalidad de que dicho retrato sea lo más fiel

posible a su modelo. No creemos que mosén Francesc Roca viajara hasta donde estuviere Luis de Morales

para que éste lo incluyera en la escena del Calvario.157

Luis de Morales. Calvario con donante Correa de Vivar. Calvario con donante

Museo de Bellas Artes. Valencia Parroquia del Salvador de Toledo. Desaparecido

Así pues, resulta muy difícil, complicado y sobre todo, arriesgado, armar un entramado de interrelaciones de

tipo estilístico, formal e intelectual unidas por un denominador común para que nos ayude a resolver el

problema que exponemos. Evidentemente, estas operaciones sólo se pueden plantear cuando no existe

documentación directa sobre la obra artística en cuestión.

Nos atrevemos a proponer entre los posibles autores de esta pintura a un aventajado seguidor de Morales que

podría ser su hijo, puesto que es evidente que quien pintó este cuadro conocía perfectamente la obra de “el

Divino.” Utiliza los mismos recursos en cuanto al tratamiento de la luz y del color. En esta pintura, el

manierismo se acentúa haciendo los personajes más estilizados; los rostros se dulcifican; el fondo es

totalmente oscuro y la iluminación llega directamente a los personajes situados en un riguroso primer plano,

fuera de las tinieblas que embargan la escena.

156 MATEO GÓMEZ, I., “Flandes, Portugal y Toledo en la obra de Luis de Morales: las Vírgenes Gitanas o del sombrero”, Archivo

Español de Arte, LXXX, 317, enero-marzo, 2007, pp. 7-24, p. 9 157 Tuvo que ser encargada por mosén Francesc Roca de la Serna (1534-1381) natural de Valencia canónigo de la catedral y doctor

en teología. Murió en Valencia el 12 de noviembre de 1581. Ahora bien, En 1560 mosén Roca ya era Deán de la Colegiata de

Gandia157 y trece años más tarde, en 1573, todavía continuaba ejerciendo el mismo cargo. Fue amigo personal del arzobispo Ribera

(1568-1611) el cual viajaría por dos veces hasta Gandia con motivo de las periódicas visitas pastorales (1573 y 1575) y otra más en

1574 por motivos particulares para bautizar al hijo del duque de Gandia que después sería el VIII duque, Carles Francesc de Borja y Velasco. Vid. AAVV. La Seu de Gandia. Documents. edic. FRAMIS MONTOLIU, M. T., Associació Amics de la Seu, Gandia,

2002, pp. 123 y 127, doc. 126 y 137, 31 de agosto de 1560 y 12 de junio de 1573. documentos transcritos por PELLICER I ROCHER,

V.

138

Entre los posibles candidatos no podemos descartar al mismo Nicolás Borrás que pudo realizarla durante la

última etapa de su vida en la que experimentó un profundo cambio de estilo. Así se ha podido comprobar a

raíz de la exposición sobre el pintor de Cocentaina que tuvo lugar en 2010 en el Museo de Bellas Artes de

Valencia.158

El manierismo de El Calvario, de las clarisas de Gandia muestra unas figuras inusualmente

estilizadas, incluso con cierta desproporción anatómica en el caso de la cabeza y el resto del cuerpo de Cristo.

Borrás es un pintor que está dentro de la corriente manierista, al igual que su maestro Juan de Juanes.

Fijémonos en el “San Juan” de nuestra pintura y en el que años antes había pintado en la Transfiguración.

Así pues, deberíamos de plantearnos si Luis de Morales y Nicolás Borrás pudieron conocerse en Valencia. Si

fue así, ¿llegaron a colaborar juntos en algún proyecto? ¿Visitó Morales el monasterio de Cotalba? ¿Cómo se

explica la existencia de un Calvario en el convento de Santa Clara de Gandia, de fuerte impronta de Morales?

Trataremos ahora de contestar a estas cuestiones cuyas respuestas no están exentas de dificultad pero con

cierto grado de confianza en su argumentación que avalaremos con los ejemplos pertinentes. Morales está

ocupado hasta 1568 pintando retablos en Extremadura y ese mismo año, Juan de Ribera su protector es

nombrado arzobispo de Valencia. La mayoría de autores creen que Morales viaja a Valencia con motivo de

encontrarse en esta ciudad su protector, el cual, lógicamente lo llamaría para que conociera la pintura

valenciana y las colecciones de arte italiano que allí se encontraban.

Por otro lado, definir, ni siquiera aproximadamente, una acotación cronológica del paso de Morales por

Valencia es sumamente compleja, máxime cuando son muy pocos los autores que se atrevan a datar la

mayoría de sus obras, si exceptuamos las que están documentadas, como el retablo de Arroyo de la Luz

(1560-1565) Entre los estudiosos del tema, Trapier cree que Morales no viajó a Italia y que los italianismos le

vienen de El Escorial. Sin embargo, las pinturas italianas comienzan a llegar a este monasterio entre 1565 y

1570 aunque el mayor contingente de obra italiana se produjo con posterioridad al año 1574.159

Ahora bien,

Torres Pérez discrepa de Trapier por cuanto “(…) Morales en estos años 1570-1574, está ya próximo a la

última década de su vida y (…) no pudo aprender de las pinturas de El Escorial. Lo mejor y más

representativo de su producción en estas fechas había quedado ya muy lejano.

Desde 1560, en que comienza el retablo de Arroyo de la Luz, Morales parece entrar en visos de

decadencia.160

Vemos pues, dos puntos de vista totalmente distintos. Torres Pérez opta por situar la etapa

italianizante de Morales entre 1545 y 1560, alargando el período hasta 1568 en que cesan de documentarse

retablos suyos en Extremadura. En cuanto a la cronología italianizante propuesta por Elizabeth Trapier,

Torres Pérez dice que “la más fiel defensora de las influencias italianas en la pintura de Morales no acierta a

situar cronológicamente estas obras, pues las lleva a un período tardío y decadente en que Morales, ya viejo,

no pudo producir lo más hermoso de su arte”.161

Así pues, si tomamos como buena la cronología al respecto

señalada por Torres Pérez, es posible que Morales viniera a Valencia inmediatamente después de la toma de

posesión como arzobispo de Juan de Ribera; es decir, después de 1568 fecha que coincide con el final de la

documentación existente en Extremadura. Ahora bien, según este mismo autor, los italianismos ya los había

adquirido muy anteriormente, entre 1545 y 1560. O sea, entre el final de su formación y su madurez.

Por su parte, Trapier opina que la cronología de máxima influencia italiana en Morales hay que situarla a

partir del año 1574 que es la fecha de máximo apogeo italiano en El Escorial. Por lo tanto, nos queda elegir

entre situar el viaje a Valencia de Morales al principio de su carrera, o bien, unos años antes de producirse su

muerte en 1586. Por nuestra parte y contradiciendo a Torres Pérez, creemos que viajar a Valencia en una

fecha aproximada a la segunda mitad de los años setenta no nos parece del todo desacertado.

158 Esta exposición fue comisariada por HERNÁNDEZ GUARDIOLA, L. Ahora bien, en este caso, Borrás habría prescindido de sus

“clásicas” aureolas y nimbos con los que suele rodear las cabezas de las imágenes. (Nota del autor) 159 TORRES PÉREZ, J. M., “Las complejas fuentes de inspiración en la pintura de Luis de Morales”, Revista de Estudios

Extremeños, t. XXXI, nº 1, Badajoz, 1975, pp. 21 y 22 (DU GUE TRAPIER, E., Luis de Morales y las influencias leonardescas en España, Badajoz, 1956. 160 Ibídem. 161 Ibídem.

139

Como justificación de este último razonamiento, habremos de admitir, y con ello volvemos a retomar el

ejemplo del Calvario con donante, de Luis de Morales del Museo de Bellas Artes de Valencia que, el

maestro extremeño debió de realizarlo después de 1573, última fecha en que el Deán Roca –retratado en el

calvario como donante- deja de aparecer en la documentación de la Colegiata de Gandia ejerciendo el cargo

de Deán. Posteriormente, años antes de su muerte (1581) como canónigo de la catedral de Valencia,

encargaría la citada pintura para el convento de las Agustinas de Valencia. Así pues, tenemos a Morales en

Valencia en un momento que hay que situar entre 1575 y 1581, año éste último en que Nicolás Borrás

también reside en Valencia como veremos a continuación.

Atribuido a Morales. Calvario Nicolás Borrás. Calvario

Colección particular Museo de Bellas Artes. A Coruña

Nicolás Borrás tuvo un paréntesis en su vida monacal jerónima de Cotalba ya que, una vez finalizado el

retablo mayor de la iglesia de su monasterio en 1579, toma la decisión de cambiar de orden y hacerse

franciscano. Ingresó en el convento de los franciscanos descalzos de San Juan de la Ribera, situado en las

afueras de la ciudad de Valencia. Con el cambio de jerónimo a franciscano, Nicolás Borrás también cambió

su nombre de pila y pasó a llamarse José Borrás. Se cree que el cambio de orden se debió a que Borrás quería

estar cerca de los talleres de pintura de Valencia y poder ponerse al día de las novedades. También, para

recibir encargos con más facilidad por el hecho de que aquel mismo año de 1579 tuvo lugar la muerte de Juan

de Juanes y por lo tanto, Borrás quedaba como el más importante de los pintores valencianos.162

Ahora bien,

algunas fuentes dicen que el nuevo estado religioso y de residencia no duraron más allá de un año –en 1581

se documenta su presencia en Valencia con el nombre de José Borrás.

Acabada esta experiencia franciscana, Nicolás Borrás solicita de nuevo su acogida en los jerónimos de

Cotalba. De nuevo es admitido en esta comunidad y con ello comienza una fabril actividad en la realización

de nuevos retablos para todas las estancias del monasterio. Ya en edad avanzada, Borrás no podría llevar a

cabo por sí mismo tan ardua tarea. Por lo cual necesitaría de un equipo de oficiales y ayudantes para su taller.

Se cree que, entre sus oficiales estaría Vicente Requena, el Joven, su mejor discípulo, así como su sobrino,

Francisco Doménech que seguiría de manera fiel el estilo de su maestro.163

Si esto es así, no podemos

descartar la participación de Requena en la realización del Calvario del Museo de las Clarisas de Gandia. 162 HERNÁNDEZ GUARDIOLA, L., op. cit., p. 18. 163 Ibídem.

140

Contamos pues, con un corto período de tiempo –un año y poco más- en que hubo la posibilidad de que Luis

de Morales y Nicolás (José) Borrás se encontraran en Valencia, trabajaran e intercambiaran influencias y

técnicas en sus propias maneras de pintar. Aunque, si bien en Luis de Morales como en Nicolás Borrás

existan lagunas biográficas, -y nuestras propuestas ahora mismo son limitadas- habremos de admitir la

existencia de conexiones estilísticas así como ciertos paralelismos en el desarrollo de sus respectivas

técnicas, como por ejemplo, la adopción del tratamiento del color al estilo veneciano como el empleo de

tonalidades frías y fondos oscuros con la consiguiente iluminación de las figuras. En Borrás, los cambios más

profundos de su producción se producen a partir de la segunda mitad de la década de los ochenta164

y por lo

tanto, si algo aprendió de Morales, lo puso en práctica en la última etapa de su vida. En este sentido, hemos

de incorporar a nuestro corpus de probabilidades la influencia de Juan de Sariñena, presente en Valencia a

partir de 1575. Ahora bien, en 1588, Borrás realiza el Cristo a la Columna para el monasterio de San Miguel

de los Reyes (Museo de Bellas Artes de Valencia) que, según Orellana es deudora del Cristo a la Columna de

Juan de Juanes (Museo de Terrassa) Esta obra ya presenta la huella de la influencia de Sariñena por los

fuertes contrastes de luces y sombras165

con que Borrás envuelve la figura de Cristo, algo que ya habría

conocido, con toda probabilidad, en la pintura de Luis de Morales.

Luis de Morales. Calvario con donante F. Ribalta. Calvario con Mosén Simón

El Calvario del Museo de las Clarisas de Gandia, no entra en los parámetros de este tenebrismo ensayado por

Borrás y otros pintores durante los primeros años del siglo XVII. Está a medio camino entre el manierismo

valenciano de finales del siglo XVI y la pintura de Francisco Ribalta (1565-1628) que en 1599 ya se había

establecido en Valencia. Ribalta había nacido en Solsona y se había formado en la Corte, bajo la influencia

de la pintura escurialense. Con él, el manierismo valenciano daría sus últimos estertores y se abriría la puerta

al naturalismo barroco que marcaría la pintura valenciana del siglo XVII.

164 Íbídem, p. 22, “Es cierto que Borrás imitó a su maestro Joan de Joanes, pero también lo es que en las últimas tres décadas de su

vida orientó su arte hacia la nueva estética nacida de la Contrarreforma, buscando la realidad –sobre todo en sus fondos de paisaje

identificables hoy en día, en el tratamiento de la luz y en algunas naturalezas muertas- el directo contacto con la piedad popular, en

ocasiones con carácter catequético, dirigida a la numerosa población morisca recién convertida a la fuerza, con el tratamiento de personajes como si fuesen campesinos, aunque idealizados, preparando sin duda el terreno para la posterior, aunque inmediata,

revolución ribaltesca. 165 Ibídem. p. 25.

141

San Juan Bautista José de Ribera

Óleo sobre lienzo

Siglo XVII (ca 1625)

104,5 cm. x 77'5 cm.

Bibliografía: Pellicer i Rocher, 2003, 2007

142

La iconografía del precursor de Jesús siempre le ha representado parcamente vestido. Una piel de camello o

de cordero atada al cuerpo es el símbolo de la extrema austeridad en la que vivía el santo. En las pinturas

góticas de los siglos medievales siempre era representado como un varón adulto y de rasgos fisonómicos un

poco duros para relacionarlo con las difíciles condiciones de su hábitat. Al llegar el primer Renacimiento, la

iconografía lo rejuvenece e incluso se le representa en edad adolescente o infantil. Donatello también lo

representa en su etapa de adolescente. Más tarde, los artistas del pleno Renacimiento popularizan la imagen

de un niño o de un joven de rostro y sonrisa andrógina al que acompaña el Cordero. Durante el período

barroco, a las ásperas vestiduras del santo se le añadirá un manto de color rojo; gran recurso plástico que

introducirá y simbolizará el dramatismo del martirio del santo y con ello, a veces, llegará a protagonizar gran

parte de la representación.

Juan bautizaba a la gente que iba a escucharlo diciendo estas palabras: "Yo os bautizo con agua pero, después

de mí vendrá el Mesías que os bautizará con sangre y fuego." Así, a la piel de cordero, símbolo de austeridad,

de pobreza, de renuncia, se le contrapone el manto rojo, que, además de su alto significado de energía vital

propia del color, también es exponente del fuego y de la sangre. Y además, es símbolo de realeza, atributo de

poder y de alta dignidad que se le quiere conferir y reconocer a esta figura emblemática de los primeros

momentos de la vida pública de Jesús.

La devoción a San Juan Bautista está muy generalizada y nuestro país no es una excepción. Todo lo

contrario, en el ámbito de la Corona de Aragón, la víspera del 24 de junio se encienden hogueras por toda la

orilla del mediterráneo y el día de san Juan está considerado como una fiesta unitaria de los territorios de la

Corona de Aragón. Esta devoción se confirma por la notable presencia de pinturas representando al Bautista

en las colecciones y testamentos de la nobleza y la aristocracia.

Leemos en el testamento del año 1643 del cardenal Gaspar de Borja (...) un cuadro de San Juan Bautista en

lienço con un cordero y una cruz en la mano y Tiene de alto siete palmos y medio y de ancho cinco palmos.

(...) Otro cuadro de la Magdalena en lienço que tiene de alto cinco palmos y de ancho tres y medio con

cornisa de pero negro dorado a trechos, la cornisa quedó en Roma. Un San Juan desnudo el medio cuerpo

con un manto rojo y un parche de pellejo sentado en el pie de un tronco de un árbol con su cordero y una

Cruz de caña en la mano hisquierda con tres letras "ead", y es de lienço.” Asimismo, en el inventario del

Palacio Ducal de Gandia de 1670 transcrito por los padres Cervós y Solà aparece: (...) En la cuadra de San

Miguel se halla lo siguiente (...) diez y seis cuadros, un apostolado, dos de vírgenes y otros de San Juan

Bautista encima de la puerta.

Cuando la vi por primera vez, esta pintura estaba colgada en la parte más alta de una de las paredes de la

sacristía de la iglesia del convento de Santa Clara. Como en otras tantas pinturas, el paso del tiempo había

dejado sobre el lienzo una pátina amarillenta que ocultaba la belleza que, sin embargo, a primera vista se

podía adivinar. Debo confesar que desde el primer momento que la contemplé, me tuvo intrigado por lo que

en ella intuía. El análisis visual me dirigía hacia un gran maestro y de repente me decidí a incluirlo en el

primer grupo de piezas que se habían de restaurar. Una vez terminada la restauración, el resultado me

confirmó que estaba contemplando la obra de un gran maestro del que no me atrevía a pronunciar su nombre.

En las primeras observaciones de la pintura me fijé, en el rostro del santo que, desde el primer momento me

marcó el camino a seguir en mis pesquisas. Creí y creo que el joven representado como San Juan Bautista es

el mismo que sirvió de modelo para algunas de las pinturas de tema mitológico como, por ejemplo, las

versiones sobre Apolo y Marsias del pintor de Xàtiva, Josep de Ribera más conocido como “il Spagnoletto”.

El dibujo es impecable y el tratamiento de las carnes es propio de la escuela napolitana de principios del siglo

XVII, más concretamente, de Ribera. Así se puede ver si comparamos nuestra pintura con las otras versiones

sobre el mismo tema y con las series de apóstoles –Apostolados-o con las series sobre los Filósofos.

Se diferencias varias etapas artísticas en el desarrollo de la pintura de Ribera. Sus principios napolitanos

están relacionados con el duque de Osuna, virrey de Nápoles desde 1616 a 1620. Es entonces cuando pinta el

Calvario y otras obras para la Colegiata de Osuna así como el Martirio de san Bartolomé. La caída en

143

desgracia de su protector, encarcelado por Olivares, indujo a Ribera a dejar la pintura para dedicarse al

grabado. Unos años más tarde, tras ingresar en la Academia de San Lucas volvió a la pintura. A partir de

entonces se establecen tres períodos en su creación artística: el inicial (1626-1630) en el que abundan los

intensos contrastes de luces y sombras inspirados en Caravaggio; el de madurez (1630-1639) el más rico y

productivo, caracterizado por un creciente naturalismo y por la iluminación diurna y la última fase (1640-

1652) de estilo más suave y tranquilo.

Josep de Ribera. San Juan Bautista

Colección privada. Nápoles

Casi nueve años más tarde de buscar referentes, por fin, apareció anunciada en un comercio de arte de

Nápoles, la subasta de una pintura de Josep de Ribera, prácticamente igual a la del Museo de las Clarisas de

Gandia. Con estas armas, me decidí consultar a la máxima autoridad sobre Ribera, el profesor Nicola Spinosa

que durante años ha sido superintendente de los museos de la región de Nápoles y director del Museo de

Capodimonte de la misma ciudad. Concerté una entrevista para enseñarle una fotografía de la referida

pintura. Muy amablemente me recibió en las oficinas de la superintendencia del Museo del Castillo de San

Telmo. Una vez observó la fotografía, sin dudarlo ni un momento, me confirmó que Ribera era el autor del

San Juan Bautista del Museo de las Clarisas de Gandia. La del comercio napolitano era una copia del taller

de Ribera de menor calidad que la de Gandia. Después de transmitirle la invitación de la Alcaldía de Gandia

para visitar la ciudad, me despedí de tan eminente personalidad y contento y feliz regresé con la satisfacción

de que mi sospecha estaba más que justificada. Ahora bien, ante la presencia de esta pintura en Gandia cabe

preguntarse cómo se explica la existencia de esta pintura en el Monasterio de las Clarisas de Gandia. La

respuesta es simple si tenemos en cuenta que en dicho monasterio y ahora en el Museo de las Clarisas hay

una serie de obras de arte realizadas por grandes maestros de todos los tiempos. Solo hemos de tener en

mente una palabra: Borja. Hay que recordar que la mayor parte de las obras del convento de Santa Clara

provienen de donaciones de la familia Borja. Y los Borja, en el siglo XVII, aún en su lamentable estado

financiero, seguían siendo los Borja; emparentados con las más prestigiosas familias nobiliarias y con

muchos de sus miembros ocupando cargos en altos niveles del Estado y de la Iglesia. Uno de estos miembros

fue el cardenal Gaspar de Borja y Velasco, bisnieto de San Francisco de Borja, embajador de España en

144

Roma, virrey de Nápoles, arzobispo de Sevilla, arzobispo de Toledo y primado de España. Amigo personal

de Felipe IV y del conde duque de Olivares y poseedor de una de las fortunas más grandes de su tiempo, el

heredero de la cual fue su sobrino el duque de Gandia. Tengamos presente que Velázquez realizó un retrato

del que existen hasta cuatro versiones, todas atribuidas al pintor sevillano y un dibujo original conservado en

la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid.

José de Ribera, San Juan Bautista

Ayuntamiento de Valladolid

Aunque nos podríamos extender mucho más, con esta pequeña muestra curricular debemos creer que Gaspar

de Borja debió de conocer y tratar a algunos de los mejores pintores de su época, incluyendo, claro está, a

José Ribera. Sin embargo, Ribera tenía mucha relación con el duque de Osuna, el virrey al que el Borja fue a

sustituir por orden del rey. Es posible que por este hecho Ribera no tuviera muchas simpatías hacia el nuevo

virrey. Así lo demuestra la biografía del pintor setabense que, como hemos visto más arriba, cuando

arrestaron a su protector, dejó de pintar y se dedicó a realizar grabados. Por lo tanto, cabe suponer que el

cardenal no podría acceder a este gran pintor de una manera fácil y distendida.

Por otro lado, dos duquesas de Gandia pertenecían a la familia Doria, los príncipes de Génova, los famosos

almirantes Doria. Los Doria, que encargan y compran pinturas de los mejores maestros italianos, algunas de

las cuales llegan a Gandia como el "tiziano" y el "procaccini" que aparecen en uno de los testamentos.

Marcantonio Doria también fue durante un tiempo mecenas de Caravaggio. Y hermano de la duquesa de

Gandia, virrey de Sicilia, el cardenal Gianettino Doria, mantenía una estrecha relación con Josep de Ribera, il

spagnoleto, el más célebre de los pintores de Nápoles de la primera mitad del siglo XVII.

Si repasamos las últimas líneas, veremos que era completamente imposible que los Borja no contaron con

una amplia colección de obras de los mejores pintores y más aún del pintor de Xàtiva, admirado por todos.

No nos debe extrañar que, del extenso patrimonio artístico con que contaban los Borja, y que sus herederos -

los Osuna- dilapidaron, nos haya quedado, gracias a las donaciones a las clarisas y posterior salvaguarda,

algunos de los testimonios artísticos que nos hablan de aquellos años de esplendor. Y uno de esos testigos, de

primer orden, puede ser esta pintura. A estas alturas no tenemos ninguna duda sobre su autoría. Así nos lo ha

demostrado la aparición -en 2008- en una casa de subastas de Nápoles de una pintura firmada por el artista

setabense exactamente igual a la que aquí presentamos y que ha sido incluida en el último catálogo sobre

Ribera realizado por Nicola Spinosa, director de los museos napolitanos y máximo conocedor de la obra de il

spagnoletto que, desinteresadamente, nos ha certificado la autoría de Ribera para nuestra pintura.

145

San Francisco y el hermano León ¿Francisco Ribalta o taller?

Óleo sobre lienzo

ca. 1620

134 x 109,5 cm.

Bibliografía: Pellicer i Rocher, 2003, 2007

146

Junto con el San Juan Bautista de José de Ribera, esta pintura es uno de los dos ejemplos más destacados del

naturalismo barroco de principios de siglo XVII de la colección del Museo de las Clarisas de Gandia.

Actualmente está catalogada como pintura anónima que relacionamos con el círculo de los pintores que

trabajaron en la Valencia de las primeras décadas del siglo XVII, sobre todo con el catalán Francisco Ribalta

(Solsona, 1565, Valencia, 1628) Creemos que esta pintura, en su origen, se encontraba en el Palacio Ducal

por la descripción que de ella se hace en la memoria referida de los objetos de arte de la duquesa Artemisa

Doria y Carreto efectuada por su hijo en 1632. Entre los cuadros de tamaño mediano aparece "Un San

Francisco y su compañero curándole las llagas."166

En 1224, Francisco de Asís se trasladó, una vez más, a un paraje conocido como Monte della Verna que dista

unos 160 kilómetros de Asís. En el viaje estuvo acompañado por varios compañeros entre los que se

encontraba il fratello León y allí permanecieron en unas celdas construidas años antes por ellos mismos. Sin

embargo, Francisco se apartó del resto de compañeros y se retiró a una especie de cueva que había en las

proximidades.

Tan sólo il fratello León estaba autorizado a llevarle pan y agua y no admitía ninguna otra visita. Fue

entonces cuando sucedió el milagro de los estigmas de la Pasión de Cristo que quedaron llagadas en el cuerpo

de Francisco. Il fratello León se encargaba de curarle las heridas que sufriría desde entonces hasta su muerte.

La estigmatización de San Francisco de Asís fue representada por primera vez por Giotto y Lorenzetti en los

frescos de la basílica superior e inferior de Asís, respectivamente.

La escena de la pintura representa uno de los momentos en que fray León limpia las heridas para con ello

aliviar el dolor de Francisco. Los dedos del compañero enfermero denotan la delicadeza con que aplica la

compresa y su postura recuerda la posición de la Magdalena que besa los pies de Cristo en la Piedad de José

de Ribera de la National Gallery de Londres de 1620. A los pies de la pintura, aparecen una serie de objetos

que integran esta zona del cuadro la denominada “pintura de género” de la que derivaría el “bodegón”; tema

que llegó a atraer cada vez más la atención de los artistas.

Podemos apreciar la alpargata, fabricada con cáñamo, como las que aún hoy usan los agricultores

valencianos. Se observan también dos objetos de cerámica blanca -uno de ellos decorado con motivos en

azul- siguiendo modelos de la cerámica tradicional valenciana. También está presente la calavera, el atributo

por excelencia de los santos en sus etapas de penitencia y meditación; referente de la muerte que a todos nos

espera y por lo tanto, recordatorio de la condición perecedera del ser humano. Este simbolismo tuvo mucha

fortuna a partir de la Contrarreforma ya que era un motivo que invitaba a la introspección del alma y de su

destino.

El espacio donde se sitúa la escena es la de una cueva en la que al fondo y a un lateral de la composición se

deja ver la entrada a través de la cual se aprecia en la lejanía una pequeña capilla que los compañeros de San

Francisco habían construido años antes. La estructura y dimensiones son muy parecidas a las de la capilla de

la Porciúncula, que se conserva en el interior de la basílica de Santa María de los Ángeles, cerca de Asís.

En cuanto al estilo, una primera observación del lienzo nos transmite los ecos del tenebrismo italiano

introducido por Caravaggio (1571-1610) y sus seguidores. Con todo, es notable la parquedad del colorido así

como el tratamiento del claroscuro y cierta indefinición del dibujo que en algunos aspectos llega a ser

abocetado. El cromatismo cercano a los colores terrosos, ocres y anaranjados participa de la influencia

veneciana de los Bassano que también llegó a influir la escuela boloñesa de los Carracci y con ellos, a Guido

Reni.

166

AHN, Osuna, lee. 540-23 [olim 540, doc. 25] Gandia, Diciembre 12, año 1641; Copia del último testamento de la Señora Doña Artemisa Doria y de Borja, duquesa viuda de Gandia, otorgada en Castellón de Rugat, ante Agustín Lozano en 12 de diciembre de

1641. y 540-23; AMG, FC-228.

147

Creemos que nuestra pintura debió de realizarla un maestro del ámbito valenciano que conociera el

eclecticismo de la pintura del norte de Italia así como el tenebrismo caravaggista asimilado por José de

Ribera en Italia antes de su traslado definitivo a Nápoles. Son muchos los maestros de la pintura española que

se trasladaron hasta Italia para conocer de primera mano el estilo y la técnica de los maestros de las diversas

escuelas italianas. Se especula que uno de los pintores que viajaron al país transalpino fue Francisco Ribalta

años. Su formación tuvo lugar en Madrid y estuvo muy influenciado por el eclecticismo de los pintores

italianos que decoraban la iglesia y el monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Entre ellos, Juan Fernández

Navarrete “el Mudo” le introduciría en la técnica del claroscuro.

G.B. Carracci (Battistello) San Francisco de Asís Guido Reni. Cabeza de San Francisco de Asís

Abadía de Montserrat National Gallery. Washington

Seguidor de Francisco Ribalta. Francisco Ribalta. Nazareno

San Francisco meditando Parroquia de Benissanó (Valencia)

148

La huella de Navarrete en Ribalta es patente en sus primeras obras realizadas en Valencia a partir de 1599,

sobre todo en el retablo mayor de la iglesia de Algemesí. También en el gran lienzo de la Santa Cena

destinado al retablo mayor de la iglesia del Colegio del Corpus Christi de Valencia. Sin embargo, es muy

notable el hecho del cambio de estilo que experimentó hacia el año 1620. A partir de entonces, el pintor de

Solsona realizó un transvase estilístico desde el lenguaje manierista escurialense hacia un naturalismo de raíz

tenebrista que algunos estudiosos creen que asimiló de Caravaggio y más aún, de Ribera (1591-1652) en el

supuesto viaje a Italia que debió realizar durante un poco espacio de tiempo y en una época anterior a 1620.

La supuesta influencia de Ribera en la obra de Ribalta debió de producirse durante la primera etapa del pintor

setabense que transcurre durante los años anteriores a su viaja a Nápoles donde comienza su etapa de mayor

tenebrismo en la que el tratamiento de la luz y la intensidad de los contrastes sirven para enfatizar el

dramatismo de la representación donde los colores presentan un cromatismo que se diluye entre las sombras

que envuelven los personajes de las escenas. Por el contrario, en esta pintura anónima, aunque la luz ilumina

selectivamente las zonas que requiere la composición. No apreciamos el dramatismo de una zona oscura

porque en este caso, el tema no lo requiere y así la relativa dosis de tenebrismo queda atenuada por una suave

iluminación de la cueva donde se refugió el santo de Asís para hacer vida eremítica de estudio y meditación.

De ahí la referencia del libro cerrado con las marcas de lectura entre las hojas.

Por otro lado, la cálida tonalidad crepuscular del paisaje que se ve a través de la entrada de la cueva es muy

similar a las pinturas de Francisco Ribalta con las que impregna algunas de sus representaciones como la

temprana Preparativos para la crucifixión (1582) del Museo del Hermitage o las versiones sobre temas de

Sebastiano del Piombo como el Encuentro del Nazareno con su Madre (ca. 1612) del Museo de Bellas Artes

de Valencia. Las tonalidades predominantes son las resultantes del empleo de colores ocres, terrosos y

marrones, muy propios de Ribalta.

La pintura valenciana que arranca del último manierismo para adentrarse de lleno en el barroco que marcaría

todo un siglo, nos encamina hacia la técnica que Francisco Ribalta usó a partir de 1620 y concretamente en

algunas de las pinturas que realizó sobre la vida de San Francisco de Asís. Es entonces cuando la

historiografía sitúa el cambio que Ribalta experimenta en su obra. Parece ser que la pintura que marca la

línea de separación entre el antes y el después en la manera de pintar de Francisco Ribalta está en el Ramón

Llull del Museo Nacional de Arte de Cataluña de Barcelona. Algunos autores opinan que este retrato del

filósofo mallorquín está realizado durante una breve estancia en Madrid entre los años de 1618 y 1620 y sería

allí donde pudo conocer algunas de las pinturas importadas de Italia que reflejaban el tenebrismo que dio

como resultado la síntesis de una nueva composición estructural, cromática e iluminativa.

Observando el Ramón Llull de Ribalta, algunos estudiosos opinan que esta pintura guarda cierta relación

estilística e iconográfica con la serie de los “filósofos” de José de Ribera que fechan antes de 1616 durante su

estancia en Roma. A la influencia de Ribera se debía de añadir la asimilación indirecta del tenebrismo

naturalista de Caravaggio por medio de la copia de la Crucifixión de San Pedro traída de Italia por el propio

arzobispo Juan de Ribera. Por lo tanto, Francisco Ribalta experimentó un cambio en su pintura que

encontraría su reflejo en las pinturas destinadas al convento de capuchinos de la ciudad de Valencia y

posiblemente sea éste el momento donde deberíamos situar nuestra pintura y con ello, introducirla en el

círculo de Francisco Ribalta y, por qué no, de su taller.

Hemos hecho un estudio visual comparativo entre nuestra pintura y la mayoría de las obras conocidas de

Ribalta. En este ensayo hemos observado muchos detalles coincidentes entre ellas. Por ejemplo, vemos que

Ribalta el dibujo de las manos y sus estilizados dedos coinciden totalmente con las manos y dedos de San

Francisco y del hermano León. Así mismo, la mayoría de las veces, el dedo anular y el corazón aparecen sin

apenas separación entre ellos, tal como ocurre en nuestro ejemplo así como el escorzo en algunos de los pies

desnudos que aparecen en algunas obras de Ribalta y en la nuestra -San Francisco y el ángel músico (Prado,

Wadswort Atheneum de Hartford, Ct.) Cristo sostenido por dos ángeles (Prado) San Sebastián (Museo

BBAA, Valencia) Sor Margarita Agulló (Colegio Patriarca, Valencia) Visión del Padre Francisco Jerónimo

149

Simón (National Gallery, Londres) Calvario con el Padre Francisco Jerónimo Simón (Museo Nacional de

Escultura, Valladolid)- Y por descontado, el tejido de estameña con sus característicos pliegues que Ribalta

emplea en las representaciones de San Francisco.

Una vez hechas estas apreciaciones, habría que pensar que antes de su muerte en 1628, Francisco Ribalta

conociera otras obras de Ribera de las muchas que fueron llevadas a España pues como parece que ya está

confirmado, las especulaciones sobre el viaje de Ribalta en Italia están fuera de lugar. Asimismo, como han

apuntado los estudiosos del tema, la presencia en Valencia, en 1616 - y en años posteriores- de Pedro Orrente

ayuda a comprender mejor tanto la pintura de Francisco Ribalta como de su hijo Juan.

Aún así, y según los estudios que sobre la figura Francisco Ribalta se han hecho, se confirma que las obras

producidas durante la última década de su vida no se comprenden sin el conocimiento de la obra de Ribera de

antes de 1630 y que llevaron al pintor de Solsona a expresarse con un nuevo y vigoroso estímulo que marcó

la pintura valenciana a lo largo de todo el siglo XVII.

150

Adoración de los Pastores con monja y niños orantes Sor María Eva Enriques

Año 1659

Óleo sobre lienzo

105 x 171'5 cm.

Bibliografía: Pellicer i Rocher, 2003

El fenómeno de la devoción popular, fortalecido por el Concilio de Trento -con la creación de nuevos santos

y beatos- se esparcía cada vez más y las instituciones religiosas y civiles necesitaban de representaciones

artísticas que satisficieran la fuerte demanda. Los talleres de los grandes maestros no daban abasto y además

los precios no eran asequibles para todos. Por tanto, si bien, ésta no es una obra maestra, tiene mucha

importancia para el seguimiento del desarrollo de la escuela valenciana del siglo XVII por parte de los más

directos seguidores de Ribalta como de los colaboradores e imitadores de estos últimos. Este fue un

fenómeno que, si bien ha sido estudiado en cuanto al estadio inmediato al círculo de Ribalta -es decir, a sus

discípulos más directos y conocidos- no lo ha sido tanto en el campo de los discípulos de estos últimos o de

sus colaboradores y de otros pintores y pintoras anónimos como es el de este caso. Unos y otros

contribuyeron a que este tipo de pinturas, de menor coste que las obras maestras, realizadas con todo el

respeto y la dignidad de un profesional, fueran asequibles para numerosas instituciones religiosas y

domicilios particulares.

Aunque murió en 1628, durante gran parte de la primera mitad del siglo XVII, los modelos, el estilo de

Ribalta, sobre todo, eran los referentes para los muchos seguidores de su escuela. Su pintura no sólo fue

aceptada de manera general, sino que, además se convirtió en un objeto de deseo por parte de las

instituciones religiosas y por la sociedad más acomodada del momento. Esta situación forzaría la aparición de

un grupo de profesionales que podían complacer las aspiraciones de una parte de la sociedad civil y religiosa

ansiosa de poseer una obra de arte que recordara las obras maestras de los pintores más afamados del país.

Sin embargo, no se trataba de realizar copias literales o recreaciones de conocidas obras de arte. Lo que se

151

perseguía era recrear la atmósfera creativa del maestro de manera que, queriendo o no, llegara a convencer a

los menos entendidos en la materia. Sin embargo, no se trataba de plagiar sino de pintar "a la manera de"

pero no en el sentido conceptual de "manierismo" sino de imitación iconográfica y de estilo. El artista, el

profesional, el seguidor de los seguidores del maestro sólo tenía que poner toda la atención en recrear de la

manera más sutil y generosa, a la vez que sincera, las líneas maestras surgidas de aquellos que marcaron el

camino que decenas de pintores siguieron durante décadas a lo largo de todo el siglo XVII y más allá.

En cuanto al análisis estilístico, la pintura, tiene las influencias -fuertes, por cierto- de las escuelas

valencianas del siglo XVII iniciadas por Ribalta y continuadas por Espinosa y sus seguidores. Tan sólo nos

quedaría por hacer un análisis detallado de la técnica usada por la artista y por la forma de resolver los

problemas que se le plantean a la hora de realizar la pintura. En este caso, así como en el anterior, la pintora

es más una "profesional" de la pintura y no tanto una artista creadora. Hace uso de una paleta cromática

extensa y agradecida. En cuanto a la presentación de la escena, la composición, centralizada, consigue atraer

la atención del devoto que además de meditar sobre el misterio representado, puede recrear la mirada dentro

de un amplio abanico de anécdotas y personajes que amenizan la escena que, queda enlazada de principio a

fin con el fondo del anuncio a los pastores y la posterior adoración de éstos con orantes incluidos.

En el año 2002, cuando comenzamos la primera fase del inventario artístico del convento de las clarisas de

Gandia, pudimos apercibir que entre varias de las pinturas anónimas -que por su estilo las situábamos en el

siglo XVII- existía un fuerte grado de relación entre ellas, por lo cual nos llevaba a creer que eran de la

misma mano. Alguna de ellas, con la ayuda de ayudantes o aprendices. En el otoño de 2009 cuando

realizamos una limpieza superficial a la pintura que ahora nos ocupa, bajo la capa superior de suciedad

acumulada durante siglos, apareció el nombre de la autora y la fecha de su realización: “María Eva Enriques,

año 1659”. Durante los siglos XVI y XVII no eran muchas las mujeres que se dedicaban a la pintura y las que

lo hacían, por lo corriente, eran hijas de un gran maestro del que, desde su infancia aprenderían de su

progenitor. Es el caso de las hijas de Juan de Juanes, por ejemplo. Ahora bien, este hecho no era muy

frecuente; así pues, ante el descubrimiento del nombre de la pintora, en un primer momento deducimos que

probablemente se tratara de una de las monjas que vivían por entonces en el convento. Por lo tanto,

comenzamos una serie de investigaciones para tratar de averiguar la verdadera personalidad de esta monja

pintora

Pero antes, apuntemos que no ocultamos que, el hecho de descubrir la firma de una monja en una de las

pinturas del convento nos produjo emoción y cierta inquietud por cuanto, como hemos dicho antes, al haber

relacionado varias pinturas anónimas como del mismo autor/autora, nos indujo a pensar que ello era el

resultado de la existencia durante muchos años de una escuela de pintura dentro del mismo convento. Y ello

nos conmovía; el convento alojó durante un siglo una actividad que, por desconocimiento de su existencia no

ha sido estudiada hasta el momento por el hecho de tratarse de un convento de monjas de clausura. La rama

masculina de las órdenes religiosas, como los jerónimos o los franciscanos han contado entre sus miembros

destacados maestros de los pinceles. El ejemplo más patente lo tenemos, en el jerónimo de Cotalba, Nicolás

Borrás y, en menor medida, el franciscano Nicolás Factor. Por otro lado, gran parte de la pintura anónima de

muchos de los monasterios y conventos de España son obra de anónimos monjes, frailes o monjas. Por lo

tanto, no nos tiene que extrañar la presencia de una monja pintora en el monasterio de Santa Clara de Gandia.

Lo que sí resulta extraño es que esta monja produjera tal cantidad de pinturas –las que nos han llegado a la

actualidad- y además que, según nuestra opinión, su labor fuera continuada anónimamente por otras monjas,

décadas después de su muerte.

En cuanto a la personalidad de la autora, tuvimos ocasión de consultar el Libro de Fundación del convento de

Santa Clara de Gandia para tratar de conseguir noticias al respecto. Así pues, pudimos comprobar que sor

María Eva Enriques era en realidad sor María Evangelista Enríquez de Guzmán que recibió el hábito de

religiosa el día 11 de mayo de 1595 y profesó el día de San Juan Evangelista del año 1596 y por este motivo

adoptó el nombre religioso de María Evangelista. Murió el 15 de mayo de 1673, a los 76 años de vida

religiosa. El hábito se podía recibir excepcionalmente en la niñez, pero para profesar se habían de tener al

152

menos 20 años. Por lo tanto, debió de nacer hacia el año 1576 y, en el momento de su muerte debía de tener

97 años. Fue elegida 36ª abadesa el 27 de julio de 1650; de nuevo, 39ª abadesa, el 21 de julio de 1657 y

reelegida cuatro años más tarde. Antes de ser abadesa, fue elegida vicaria en el año 1644 y designada maestra

de novicias; un cargo que sólo las más preparadas intelectualmente podían ejercer. Generalmente, este cargo

era un paso previo a la posterior elección de abadesa. En este sentido, hay que destacar que en el Libro de

Fundación no suele aparecer la designación de maestra de novicias más que en contadas ocasiones. Vistos

sus apellidos –“Enríquez” y “de Guzmán”- consultadas las fuentes genealógicas, vemos que uno de los hijos

de San Francisco de Borja, Álvaro de Borja y Aragón, se casó en 1564 con su sobrina Elvira Enríquez [de

Guzmán] y Almansa,167

IV marquesa de Alcañices, la cual era hija de Juan II Enríquez, Almansa y Rojas,

III168

marqués de Alcañices y de Juana Francisca de Borja y Aragón, hija, a su vez, de San Francisco de

Borja. Por lo tanto, Álvaro se casó con su sobrina carnal.

Álvaro (1534/35-1594) y Elvira (1551-1596) tuvieron tres hijos, los cuales cambiaron el orden de los

apellidos.169

El primer hijo, Antonio Enríquez de Almansa y Borja, muerto en 1597 heredó el título de

marqués de Alcañices. Se casó con Leonor Álvarez de Toledo y Vega, hija de Diego Enríquez de Guzmán,

III conde de Alba de Liste. Este matrimonio tuvo tres hijos: Álvaro Enríquez de Almansa y Álvarez de

Toledo (1587-1643) VII marqués de Alcañices que casó con Inés de Guzmán Pimentel, hermana del conde

duque de Olivares. El segundo hijo de Antonio y Leonor fue Pedro Enríquez de Almansa y Vega que fue

nombrado caballero de Santiago en 1622 (1593 -murió soltero después de 1622) y el tercer –que no

necesariamente puede seguir este orden- hijo fue María Enríquez [de Guzmán] de Almansa y Vega de la que

tan sólo se conoce que vivía en 1594 y que murió soltera, lo cual equivale a decir que no murió siendo niña.

En este sentido, llama poderosamente la atención el hecho de que no se conozca ninguna noticia al respecto.

En la mayoría de los casos, esto se debía al hecho de que las mujeres ingresaban desde muy corta edad en

algún monasterio para que pasasen allí el resto de su vida, como residentes o como monjas. Si aceptamos

como cierto que sor María Evangelista Enríquez de Guzmán se corresponde con María Enríquez de Guzmán,

Almansa y Vega, hija del VI marqués de Alcañices y visto el orden en que aparece en la documentación

consultada en tercer lugar de nacimiento, habremos de tener en cuenta algunos aspectos. En primer lugar, la

fuente consultada dice que vivía en 1594 y murió soltera y otra fuente genealógica dice que vivía en 1593. Al

respecto no contamos con más datos. Algo similar ocurre con su hermano Pedro que, murió soltero en 1622

poco después de ser nombrado caballero de Santiago. Ninguna noticia más ni en un caso ni en el otro.

María Evangelista Enríquez de Guzmán170

profesó en 1596. Si tenemos en cuenta esta fecha, María debió de

nacer antes que su hermano, el primogénito, que lo hizo en 1587. Hacemos esta deducción partiendo de la

base de que las monjas debían tener más de 16 años para poder profesar; así pues, María debió de nacer hacia

1580. Por lo tanto, habríamos de admitir que, a pesar de que las fuentes consultadas la sitúan en tercer lugar

de nacimiento y, vista la nula información sobre ella, no podemos descartar que, en realidad, fuera el primer

hijo nacido del matrimonio entre Antonio Enríquez de Guzmán, Almansa y Borja y Leonor Álvarez de

167 Hay que hacer notar que esta rama de los Enríquez de Guzmán pertenecientes al marquesado de Alcañices obvia el apellido “de Guzmán” después que Juan Enríquez de Guzmán, Señor de Verver y Cabreros (hijo tercero de de Enrique Enríquez de Mendoza y

de María de Guzmán, casó con doña Constanza de Almansa, hija de Diego de Almansa, señor de los Estados de Almansa,

Alcañices, Tavara y otros. La ilustre ascendencia y sucesión de don Diego de Almansa quedó referida en el apellido “Almansa”

que fue el que adoptaron todos los descendientes en lugar del de “de Guzmán” aunque éste nunca llegaron a perderlo. Eran

convenciones de prestigio. 168 Algunos lo hacen IV marqués por suponer que su hermano Francisco, primogénito, que murió siendo niño, llegó a poseer el

título del marquesado. 169 El VI marqués de Alcañices, Álvaro Enríquez “llevó en primer término aún siendo nieto de San Francisco de Borja, los

apellidos Enríquez y Almansa en conformidad con las prescripciones de la fundación de la Casa de Alcañices, de su línea materna.

Falleció joven. Fue caballero de Santiago en 1600, conde de Almansa, Gobernador de las Galeras de Nápoles. Felipe IV le creó

Grande de España de primera clase en 1640. Nació en Zamora en 1587. Falleció hacia 1642. De su matrimonio con Inés de Guzmán tuvo seis hijos que fallecieron en la infancia (MERINO GAYUBAS, C., Genealogía del Solar de Guzmán, 2001, p. 816) 170 Es importante notar que el nombre con los apellidos Enríquez de Guzmán sólo aparecen en la firma de la pintura. En el Libro de

Fundación, sólo aparece con el nombre de María Evangelista Enríquez.

153

Toledo y Vega.171

Si admitimos estas deducciones que acabamos de exponer, la presencia de María

Evangelista en el convento de Santa Clara de Gandia, estaría del todo justificada por su condición de

pertenecer a la familia Borja ya que sería bisnieta de San Francisco de Borja. Otras nietas de San Francisco

de Borja, -Leonor, Juana y Ana María Enríquez de Guzmán, Almansa y Borja- tías de María Evangelista,

fueron monjas dominicas en el convento del Espíritu Santo de Toro.

Volviendo a la faceta artística de sor Maria Eva[ngelista] Enríquez de Guzmán –que es como firma sus

pinturas- y a la espera de nuevos datos que nos confirmen la autoría de otras pinturas del convento, de

momento podemos atribuirle la Adoración de los Pastores y el Nacimiento de la Virgen María. Respecto a

esta pintura, es muy posible que, como ocurrió con la Adoración de los Pastores, al levantar el marco que

ocupa unos centímetros de lienzo, aparezca la signatura de su autora. Ambas pinturas debieron de realizarse

con poca diferencia de tiempo. En una y otra pintura, se repiten los presupuestos formales y estilísticos que

nos remiten al fuerte enraizamiento de la pintura de Francisco Ribalta y de su hijo Juan, así como de sus

discípulos y colaboradores más aventajados. Realmente, el estilo de Ribalta llegó a crear “escuela” en la que

destacaron Vicente Castelló y Abdón Castañeda. Asimismo, como hemos apuntado más arriba, hay que tener

en cuenta a los numerosos seguidores que actuaban de manera amateur y ello debido a la gran de manda de

encargos de instituciones civiles y religiosas así como de particulares que no disponían de los emolumentos

necesarios para pagar a un gran maestro como Ribalta o Espinosa. Ello era posible porque en Valencia, desde

el siglo XV en que se intentó por primera vez, no se aprobaron los estatutos del colegio de pintores hasta el

año 1617. Así, muchos de estos amateurs formaban parte de comunidades religiosas que primordialmente

surtían a su convento de pequeños retablos y pinturas de devoción. Trabajoso que, evidentemente les

resultaban mucho más económicos que si los hubieran encargado a los verdaderos profesionales de la pintura.

Con ello, no descartamos la vocación y dedicación artística de algunos de estos religiosos y religiosas que por

falta de mejor preparación no llegaron a destacar en el mundo del arte. Aunque, en algunas de las obras

anónimas que se encuentran dentro de estos parámetros o de otras de las que se conoce su autoría, como es

nuestro caso, apreciamos un sustrato que lleva implícita la preparación técnica en el taller de un profesional.

En la escena de esta Adoración de los Pastores se introducen varias figuras orantes: en primer lugar, la figura

de una monja o santa clarisa arrodillada y en actitud de adoración y oración. Asimismo, podemos ver tres de

niños -parecen ser un niño y dos niñas- que aparecen juntos, también en acción orante junto al pesebre del

Niño Jesús. Y en este sentido, tendremos que decir que si bien, la presencia anacrónica de un personaje

orante -como el caso de la monja clarisa- es un recurso que está presente desde sus orígenes en las obras que

han sido pagadas por comitentes particulares laicos o religiosos, no deja de llamar la atención la presencia de

estos niños. En cuanto a la monja clarisa, puede representar a toda la comunidad de manera general. Ahora

bien, por su apariencia física, también podría tratarse de sor María Luisa del Niño Jesús que en el momento

de realizarse la pintura tendría veintisiete años. En cuanto a los niños, por su disposición y orientación de las

miradas hacia el espectador, parece que se trata de los retratos de tres hijos de los duques de Gandia -

Francisco Carlos Borja-Centelles Colona y María Ponce de León- que serían el heredero Pascual Francisco

que en el año 1659 tenía seis años; Jesualda, de ocho años y Victoria Ana, de nueve años.172

De las dos niñas,

Jesualda ingresaría como monja con el nombre de sor Jesualda del Niño Jesús. Así pues, está pintura tiene el

valor añadido de ser un documento histórico por los retratos de tres hermanos, de los cuales, Pascual

Francisco Ignacio (1653-1716) sería el X duque de Gandia.

171 El sucesor de Antonio y Leonor nace en 1587 en Zamora y muere en 1643. El segundo hijo, Pedro Enríquez, nace en 1593 y

esta fuente no informa sobre cuando muere. La tercera hija María Enríquez de Guzmán, Almansa y Vega no se sabe cuando nace ni

cuando muere. (consultar SALAZAR Y CASTRO, L., Índice de las Glorias de la Casa Farnesio, p. 376, nota 7523) 172 Victoria Ana se casaría con su tío Diego Mesía Carrillo, conde de Santa Eufemia y marqués de Tavara. Sor Jesualda moriría el

año 1680. Por la edad que aparentan en la pintura, los tres niños estan bien representados pues entre las dos niñas apenas se nota el

año de diferencia que había entre ellas y el niño, está representado con la apariencia de tener seis años. De este duque se conserva

un retrato de cuerpo entero en el Palacio Ducal de Gandia, copia de un original de Jerónimo Jacinto de Espinosa. (nota del autor)

Hemos de hacer notar la presencia, en aquellos años de una niña de la família Borja en el convento de Santa Clara. Se trata de sor María de la Cruz Borja, hija de don Melchor de Borja y nieta del VIII duque de Gandia, Francisco Diego Pascual. Esta niña recibió

el hábito –no la profesión- el dia 28 de julio de 1654 con dispensa del Nuncio por tener solamente la edad de tres años. (Libro de

Fundación del Real Monasterio de Descalzas de Santa Clara de Gandia, página 44.

154

Nacimiento de la Virgen Sor María Eva Enríquez

Año 1659

Óleo sobre lienzo

104'5 x 174 cm.

Bibliografía: Pellicer i Rocher, 2003

A pesar de pertenecer a los evangelios apócrifos, el relato del nacimiento de la Virgen María fue

frecuentemente representado en la pintura medieval valenciana. Este esquema, pero aparece por primera vez

en un mosaico de Pietro Cavallini en Santa María del Trastevere, de Roma. También lo representa Andrea

Arcagna en uno de los tabernáculos de Or San Michele de Florencia. Puede ser que el tema se acercaba, con

mucho a la realidad doméstica de casi todas las familias y este hecho propiciaba que la tangible cotidianidad

de esta humana representación conectara muy directamente con la más pura realidad. San Joaquín y Santa

Ana son personajes sagrados que a pesar de estar integrados en la Familia Sagrada de Jesús, parece que están

más cerca del hecho terrenal. El Nacimiento de la Virgen está fuera de todo misterio -salvo la avanzada edad

del matrimonio- pero ningún evento extraordinario lo rodea y los hechos ocurren de la manera más "natural".

Esto hace que las representaciones del nacimiento de María estén rodeadas por rasgos de carácter doméstico.

De esta manera, se aprovecha para testimoniar los utillajes que se utilizaban y, además, para ilustrar el hecho

extraordinario -ahora sí- de un nacimiento y todos los preparativos que se hacen necesarios antes como

después del parto. Todo es humano, todo es anecdótico, todo es terrenal. Es la escena en la que todo el

mundo ha sido testigo alguna que otra vez.

Este Nacimiento de la Virgen también participa del hecho celestial bajo unos presupuestos naturalistas pues

un grupo de ángeles músicos se incorporan a la escena como si fueran seres humanos y acompañan al grupo

de mujeres que atienden en el momento posterior al parto, de tal manera que no "rompen" con el sentido

doméstico del momento. Así, la integración del mundo celestial en lo terrenal se realiza sin ninguna

diferenciación entre ambo.

155

En la pintura podemos observar una serie de detalles que formaban parte del momento del parto de cualquier

mujer. Es el caso de la joven que junto a la cama lleva una camiseta para la Niña mientras otra joven acude

llevado un plato con una escudilla que contiene un caldo y que remueve con la cuchara para que su

temperatura esté a gusto del paladar; la otra mujer que en el extremo derecho de la pintura y casi inapreciable

está calentando con unas brasas, los pañales de la Niña María. Y para redondearlo, un par de animalitos

domésticos amigos de todos los niños: el perro y el gato. Con todo, la historia del nacimiento de María se

completa con el referente del anuncio de la buena nueva de Santa Ana a San Joaquín. Este, también en un

primer plano, recibe gozoso a la recién nacida que le presenta su esposa Santa Anna. Todo es muy cotidiano

y muy cercano a la realidad social en la que se vivía en el siglo XVII. La escena queda enmarcada por dosel

de la cama y por los arcos y columnas clásicas que cierran la escena por la parte derecha. Por otro lado, la

riqueza ornamental de la colcha e incluso el detalle de la labor de "ganchillo" de las cenefas de la sábana y

del cobertor así como la dorada ornamentación a juego de estos y del dosel. Los tipos de los personajes, tanto

en lo referente a las doncellas como los ángeles músicos son modelos literalmente copiados de algunas de las

pinturas de Ribalta o de sus seguidores.

La paleta cromática, los modelos de los personajes, la configuración y las dimensiones nos confirman que es

una pintura pareja en la anterior en la que no hay presunción ni falta de sinceridad en su realización. Sin

embargo, por su formalismo y composición, la pintura parece un compendio de figuras recortadas,

sabiamente dispuestas pero que denotan la falta de relación entre ellas si descontamos las figuras centrales

que conforman la atracción visual y el tema central de la pintura. El detalle de la "repetición" del ángel que

toca la guitarra nos confirma que la autora de las dos pinturas es sor María Eva Enríquez.

Si en la Adoración de los Pastores el tratamiento del dibujo es correcto, en este caso, la anatomía de brazos y

manos no responden a los mismos parámetros que en el caso anterior. Sin embargo, el sentido de la

composición y el aprovechamiento del espacio con un correcto uso de los colores nos parecen correctos.

Ambas pinturas son deudoras del estilo de la escuela de Ribalta que, como hemos apuntado anteriormente,

tuvo muchos seguidores entre algunos miembros de comunidades religiosas que con mayor o menor fortuna

también se dedicaban a pintar en su tiempo de ocio. En principio, no podíamos asegurar que estas pinturas

respondieran a nuestras argumentaciones pero con la limpieza y con los consiguientes trabajos de

restauración, hemos visto aparecer bajo del marco que la escondía, la firma de la autora así como la del año

de su realización. De esta manera se confirmaba, al menos, la datación que habíamos propuesto y que

responde a la época de máxima difusión de la pintura valenciana del seiscientos ya que Ribalta había muerto

en 1628 pero su escuela y seguidores perduraría a lo largo de todo el siglo.

156

Santa Coleta ¿Sor María Evangelista Enríquez de Guzmán?

Siglo XVII

Óleo sobre lienzo

90 x 71'5 cm.

Bibliografía: Pellicer i Rocher, 2003

157

Santa Coleta fue la reformadora de la Orden franciscana de las monjas de Santa Clara. Nicolette Boellet -su

verdadero nombre- nació en Corbie, en la diócesis de Amiens, Francia, en 1381. Ingresó en las franciscanas

en 1402. En 1406, en Aviñón, obtuvo del Papa Benedicto XIII la autorización de la reforma. El Papa la

revistió con el hábito de las clarisas y la nombró dama, madre y abadesa a perpetuidad. Se dedicó a fundar

nuevos monasterios y a reformar los existentes sin abandonar el deseo de vivir con humildad y pobreza hasta

su muerte en 1447. Esta es una de las variedades iconográficas menos conocidas de la santa. Entre sus

atributos lleva un báculo de abadesa en su mano derecha; la presencia del querubín portador de tres coronas

que son símbolo del carácter sagrado con el que quedó revestida por el papa con las dignidades de dama,

madre y abadesa. Condiciones que, por venir del Papa, se ve obligada a aceptar. Finalmente, la corona de

flores que ciñe alude a la pobreza con la que la santa deseaba vivir.

Vicente Requena, el Joven ¿Sor María Evangelista? Santa Coleta

Muerte de San Jerónimo. Detalle Detalle. Museo de las Clarisas. Gandia

Museo de Bellas Artes de Valencia

Al hablar de sor María Evangelista como pintora no nos hemos olvidado de plantearnos la pregunta sobre

quien -o quienes- pudo ser su maestro. Se trata de una pregunta necesaria a la que no encontramos una

respuesta fácil o una mínima satisfacción. Una vez más habremos de recurrir a la especulación; máxime

cuando no se conoce ningún taller de pintura en Gandia, si descontamos, claro está el de Nicolás Borrás que,

desaparece con la muerte de éste, en 1611.

Ahora bien, como la mayoría de artistas y por los muchos encargos, así como por su edad, en las últimas

décadas de su vida, Nicolás Borrás no trabajaba solo. Tenía un equipo de auxiliares que le ayudaban en el

cumplimiento de sus numerosos encargos. Anteriormente hemos tratado la posibilidad apuntada por

Hernández Guardiola de que Vicente Requena, el Joven, trabajó en el grupo de auxiliares de Nicolás Borrás a

partir del año 1580 o 1581 cuando éste regresa a Cotalba después de su aventura franciscana en Valencia.

Asimismo, no olvidemos que desde su fundación, el monasterio de jerónimos de Cotalba ha estado vinculado

a Gandia. Desde los tiempos de la duquesa María Enríquez –y anteriormente con su fundador, el duque

Alfons de Aragón”, el convento de jerónimos mantenía fuertes lazos de unión con los duques de Gandia.

María Enríquez contribuyó a la realización del claustro alto del monasterio. Posteriormente y hasta la llegada

de los franciscanos alcantarinos a Gandia, la mortaja tradicional con la de los duques era el hábito jerónimo.

Dicho esto, nuestra intención es la de barajar la posibilidad de que Vicente Requena, el Joven pudo entrar en

contacto con la comunidad de clarisas de Gandia con el objetivo de realizar algún trabajo artístico para la

iglesia del monasterio o bien para la propia clausura o bien para dar unas lecciones a nuestra monja artista.

158

Sabemos de la irregularidad de su producción. Sus obras más destacadas son las que realizó para el

monasterio jerónimo de San Miguel de los Reyes, la Muerte de San Jerónimo y San Jerónimo azotado por

los ángeles. Los modelos, la técnica y el tratamiento de la luz, están en deuda con el foco de El Escorial pero

con una paleta más atemperada, de colores más fríos. En la pintura que nos ocupa, Santa Coleta, vemos que

el ángel que le ofrece las tres coronas es muy similar en cuanto a modelo y colorido a uno de los ángeles que

aparecen en el ángulo superior izquierdo de la Muerte de San Jerónimo. Evidentemente, son notorias las

diferencias entre los dos ángeles pero tampoco podemos negar su familiaridad.

Santas Clarisas y Arcángeles (I) Sor María Evangelista Enríquez

Óleo sobre tela

Siglo XVII (ca. 1630-1640)

120 x 350 cm.

Santas Clarisas y Arcángeles (II) (en el coro alto) Sor María Evangelista Enríquez

Óleo sobre tela

Siglo XVII (ca. 1630-1640)

119 x 361 cm.

159

Santas Clarisas y Arcángeles (III) (en el coro alto) Sor María Evangelista Enríquez

Óleo sobre tela

Siglo XVII (ca. 1630-1640)

120 x 166 cm.

Santas Clarisas y Arcángeles (IV) (en el coro alto) Sor María Evangelista Enríquez

Óleo sobre tela

Siglo XVII (ca. 1630-1640)

119 x 237 cm.

PINTURAS INÉDITAS

160

Santa Clara con la custodia ¿Sor María Evangelista Enríquez?

Óleo sobre lienzo

Ca. 1650-1660

157 x 110 cm.

INÉDITA

161

La Anunciación ¿María Evangelista Enríquez de Guzmán?

Siglo XVII-XVIII

Óleo sobre lienzo

160 x 130 cm.

INÉDITA

162

Como otras tantas piezas del patrimonio artístico de las clarisas, la suciedad acumulada y los desperfectos

ocasionados por el paso de los tiempos ocultaban esta interesante pintura Los trabajos de limpieza y de

restauración han recuperado la riqueza cromática de la pintura y la perfección de su dibujo.

El Ángel Gabriel y la Virgen María se representan según la tradición iconográfica proveniente del fraile

franciscano autor de las Meditaciones sobre la vida de Jesucristo en las que se relata la posición de

genuflexión del ángel y la de María con la mirada baja en señal de humildad y las manos cruzadas sobre el

pecho. Los pintores del Renacimiento también solían representar a la Virgen arrodillada sobre un atril con un

libro abierto que leía en el momento de ser súbita ante la presencia del enviado de Dios. La Anunciación de

María o lo que es lo mismo, el misterio de la Encarnación es una de las advocación de algunos de los

conventos de clarisas más conocidos, como el Convento de la Encarnación de Madrid, más conocido como

las Descalzas Reales.

La pintura representa el anuncio del arcángel Gabriel a María en su casa de Nazaret. Está presidida por la

figura de Dios Padre que aparece en una rompimiento de Gloria acompañado de una pequeña corte de

querubines y la representación del Espíritu Santo en forma de paloma. El esquema de la composición de la

pintura está realizado en base a dos diagonales que se cruzan en el tercio superior de la pintura y que

conforman dos triángulos donde en el vértice invertido del superior aparece el Espíritu Santo que centra toda

la escena. Así, la composición es totalmente equilibrada, centrada y equidistante en todas sus partes.

Estilísticamente está cerca del clasicismo boloñés de Guido Reni pero más barroco.

Por sus características, técnica, tipología y cromatismo creemos que esta obra forma parte del corpus de

pintura que sor María Evangelista Enríquez de Guzmán realizó en su taller del convento.

163

Santa Isabel de Hungría ¿María Evangelista Enríquez de Guzmán?

Siglo XVII

Óleo sobre lienzo

98 x 67.5

INÉDITA

164

Santa Isabel ciñe una corona -símbolo de su condición de reina de Hungría- sobre la toca del hábito de las

clarisas por su entrada en la orden después de quedar viuda. El ramo de flores que lleva es el atributo por el

que se le reconocen las obras de misericordia que practicó durante toda su vida. La luz, cenital, recorre la

imagen de arriba a abajo y al llegar a las manos las modela con ayuda de las sombras que junto al rostro son

los detalles que más llaman la atención en la pintura. El tratamiento del color en la zona del rostro está más

acusado que en otras pinturas, como Santa Coleta o las santas clarisas del grupo de pinturas con ángeles.

Los paños también difieren por la disposición de sus pliegues, mucho más acusados en la toca que en el

hábito. En cuanto a la figura, presentada en tres cuartos, tiene una corporeidad que no emparenta con las

figuras de las otras santas clarisas. La cabeza está ligeramente ladeada, con sutileza, y contrasta con el

carácter frontal del resto del cuerpo en el que destacan poderosamente unas sutiles manos que levantan el

hábito ligeramente para mostrar las flores en que milagrosamente se han convertido los panes que llevaba

para repartir a los pobres. Por la forma de los pliegues del hábito se denota la tosquedad de los paños.

Todas estas características que unen al mismo tiempo que separan esta pintura de las otras dedicadas a las

santas clarisas, nos obligan a dotarla de una cronología más retardada así como la intervención más acusada

del taller aunque, en el rostro y las manos demuestran la dirección de una mano experta.

165

Santa Clara y San Francisco de Asís Anónimo (copia de modelo de Scipione Pulzone)

Óleo sobre lienzo

Siglo XVII

64 x 59 cm.

INÉDITA

166

Virgen con el Niño Anónimo. Escuela valenciana. Copia del original de S. Pulzone

Siglos XVII-XVIII

Óleo sobre lienzo

90 x 88 cm.

Bibliografía: Pellicer i Rocher, 2003

167

Una de las modalidades iconográficas que tienen su raíz en la pintura ortodoxa griega es la que representa la

relación amorosa de la Virgen María con su Hijo y que recibe el nombre de Theotokos. Su desarrollo

posterior en el occidente cristiano se produce con la adopción de las tendencias naturalistas que poco a poco

va adoptando la escultura gótica. Fue entonces cuando se empezaron a aparecer interpretaciones plásticas de

tendencia naturalista en las que el sentimiento de ternura entre la Madre y el Hijo es muy acusado. Esta

tendencia se enfatiza en el momento en que aparece cualquier elemento simbólico que refuerza y acentúa el

amor incondicional y la entrega total del amor maternal. En algunos casos el simbolismo se representa con el

ofrecimiento de flores o frutas. Además, el naturalismo con el que se ha querido tratar el grado de

acercamiento físico entre Madre e Hijo esta imagen llega al extremo de dibujar una cierta mueca en el rostro

de la Virgen, consecuencia de la presión de su rostro sobre la cabeza del Niño. Por otro lado, la mirada

ausente y el pensamiento absorto que se adivina en la Virgen María por la preocupación del futuro de su Hijo

queda reflejado por la simbólica caducidad de la flor que le ofrece a su Hijo que distraído de los

pensamientos de su Madre, observa el devoto espectador con una mirada en la que parece transmitirle la

esperanza de la Redención de la Humanidad.

Scipione Pulzone. Virgen con el Niño Abdón Castañeda. Virgen con Niño y Ángeles

Galleria Borghese. Roma Museo de Bellas Artes. Valencia

La pintura es una copia con muy pocas variaciones del original Madonna con il Bambino, de Scipione

Pulzone, que se conserva en el Museo Borghese de Roma. Con toda seguridad y al igual que otros pintores

creadores de modelos similares que transmitían un sentimiento recíproco, este modelo de Theotokos tuvo

mucho éxito entre los devotos de su tiempo. Puede que incluso la impresión de estampas llegara a

popularizarse de tal manera que fue fácil para los artistas poder reproducirlo para satisfacer la gran demanda.

Evidentemente, la copia no es del todo literal y por eso el anónimo artista muestra en la pintura influencias de

algunos de los pintores de más éxito del siglo XVII valenciano. En este caso, los rostros de la Virgen María y

de su Hijo tienen bastante similitud con algunos de los tipos usados por Abdó Castanyeda. En el caso de

María, su rostro se parece a uno de los ángeles que acompañan la Virgen con Ángeles del Museo de Bellas

Artes de Valencia. Así pues, esta pintura forma parte de un corpus de pinturas anónimas que confirman el

ejército de seguidores que, como Abdó Castanyeda tenían una fuerte carga de influencia italiana. Las obras

de estos se conocían, como hemos dicho, por la distribución de copias de mediante reproducciones o

estampas.

168

Por otro lado, se ha de tener presente la fuerte influencia de las escuelas de Ribalta y de Espinosa de las que

sus seguidores hicieron uso durante décadas posteriores. Por todo eso, esta pintura es un valioso ejemplo del

eclecticismo al que llegaron estos artistas valencianos de la segunda mitad del siglo XVII en cuanto a la

realización de estos tipos de pinturas de devoción.

Abdó Castanyeda. Santa Catalina de Alejandría.

Colección particular

En este sentido creemos que por menos cotizados, algunos de los discípulos directos de los grandes maestros

valencianos de principios del siglo XVII tuvieron una gran demanda y por este motivo llegaron a crear

talleres para cubrir los encargos que les llegaban. Uno de esos artistas fue el referido Castanyeda que creemos

que, bien de manera directa o indirectamente tuvo una gran influencia en la escuela de pintura que se formó

alrededor de sor María Evangelista Enríquez de Guzmán. Muchos de los personajes de esta monja clarisa de

Gandia se parecen asombrosamente a los tipos usados por Abdó Castanyeda y por medio de éste, se deja

entrever también la influencia de Ribalta. Los rostros redondeados; los ojos medio saltones; la mirada directa

y penetrante y los marcados arcos ciliares son casi invariables en las obras de sor María Evangelista y en las

de Castanyeda aunque, el uso de pigmentos de mayor calidad unido y la maestría de un profesional formado

en los mejores talleres del momento se hagan evidentes en el resultado final de una y otro. Todo ello sin el

menor ánimo de menospreciar la magnífica labor artística que sor María Evangelista Enríquez realizó a lo

largo de su vida.

169

Jesús entre los Doctores ¿Jerónimo Jacinto Espinosa o taller?

Óleo sobre lienzo

Siglo XVII

95 x 76 cm.

INÉDITA

170

Ya en la Edad Media, mediante iluminaciones en los libros de horas, a principios del siglo XIV en los frescos

de Giotto de la capilla de los Escrovegni de Padua y durante los siglos posteriores y en todos los estilos

artísticos que se sucedieron se representa esta escena de la infancia de Cristo. El joven Jesús había viajado

junto a sus padres a Jerusalén para celebrar la Pascua. En el momento del regreso a Nazaret y sin que se

apercibieran, se desentiende de sus padres, María y José para ir a discutir con los sabios de la Sinagoga los

misterios de las Sagradas Escrituras. Los doctores hebreos quedan asombrados ante las respuestas a sus

preguntas del joven de doce años. Mientras que sus padres, preocupados, después de tres días de búsqueda

acaban por encontrarle en el interior del templo.

Las representaciones plásticas de dicha escena se han venido sucediendo con ligeras variaciones a través de

los siglos. De manera general, Jesús, un adolescente imberbe, aparece sentado en un distintivo sillón situado

sobre unas gradas en el centro del templo que suele presentar un gran despliegue arquitectónico acorde a la

época en que se represente la pintura. A los pies de las gradas y distribuidos por la sala, los doctores,

agrupados en grupos, intercambian opiniones que van acompañadas de los correspondientes ademanes de

brazos y manos. La representación sitúa la discusión de Jesús con los doctores en el momento en que es

encontrado por sus padres que, preocupados, no aciertan a entender lo que está sucediendo.

El hecho de situar la escena en el interior de un templo –una sinagoga- era motivo para que el artista hiciera

uso de un despliegue arquitectónico con que demostrar sus conocimientos teutónicos. Con el Renacimiento,

los pintores tenían ante sí el reto de calcular las perspectivas de los interiores en que habían de situar las

escenas y en este caso diseñaban imponentes escenarios de gran profundidad para demostrar su maestría en el

uso de la perspectiva. Durante la época del pleno barroco, y con la adopción de la pintura de género esta

técnica se desarrolló hasta el punto en que las figuras reducían su tamaño hasta quedar casi como meras

anécdotas y así cedían el protagonismo en aras del gran despliegue arquitectónico que lucían algunas

pinturas.

Esta pintura del convento de Santa Clara presenta un dilatado cromatismo cargado de intenso colorido que,

bien marcado y bien distribuido, ayuda a animar la composición, recurso muy característico y muy usado por

Espinosa, a pesar de la escasez de movimiento que se apercibe, si exceptuamos los suaves ademanes de los

personajes. Es muy propio de Espinosa la minuciosidad que emplea en destacar los complejos pliegues de los

paños que con muy bien iluminados destacan en el conjunto de las composiciones. Con todo, la pintura tiene

su referente más directo en la tabla del mismo tema que Francisco Ribalta que formaba parte del retablo de

San José que realizó para la iglesia de San Jaime de Algemesí donde trabajó entre los años 1603 a 1610.

Por otro lado, si nos fijamos en la Virgen María y en San José observamos un gran parecido con los tipos que

caracterizaron la pintura de Jerónimo Jacinto Espinosa (Cocentaina, 1600-Valencia, 1667) Durante sus

primeros años, Jerónimo se formó junto a su padre, reconocido pintor en su momento. Muy joven aún, pasó a

Valencia donde destacaría como uno de los seguidores de la escuela valenciana del siglo XVII de la cual su

máximo representante era el catalán Francisco Ribalta. Como hemos dicho, nuestra pintura es deudora de la

realizada por Ribalta. Estructura y composición son totalmente iguales aunque difiere en algún aspecto como

es el de la reducción de personajes respecto de la de Ribalta.

Quizá por ello, adolece del dinamismo que emana de la composición de las figuras y de la estructura en

general, así como en la densidad que se percibe en la atmósfera de la composición por el uso de la

iluminación y el claroscuro. En conjunto Ribalta demuestra la maestría y experiencia adquiridas en sus años

de formación en Madrid.

En nuestra pintura, sin embargo, observamos cierta inercia que quizá sea producto del taller. En Ribalta se

palpa la discusión y la extrañeza que se aprecia en las actitudes de los doctores ante las respuestas de Jesús a

las preguntas planteadas. Sin embargo, en la pintura de Espinosa, las posturas son estáticas, amables,

demasiado amables y por lo tanto no llega a captar el momento álgido de unas divergencias de opinión que

con graves y sabias argumentaciones llegarían a producirse.

171

El ambiente al que nos traslada Espinosa en su pintura es mucho más relajado, los ademanes, suaves, y aún

más, los intercambios de opinión no se producen a nivel general entre todos los personajes. Por el contrario,

se reproducen hasta cuatro veces entre cuatro pequeños grupos de personajes –incluido un par de ángeles- y

por lo tanto, no participan en la discusión de carácter general, como así ocurre en la pintura de Ribalta.

Francisco Ribalta. Jesús entre los Doctores

Iglesia-Basílica de San Jaime. Algemesí

Espinosa fue un pintor prolífico opero, aún así, de una gran personalidad artística que quedó reflejada en su

estilo que apenas varió a lo largo de su vida. Este hecho lo diferenciaría de Francisco Ribalta y de otros

pintores contemporáneos suyos entre los que destacó de tal manera que llegó a ser conocido como el

“Zurbarán valenciano”. Y es que, Jerónimo Jacinto Espinosa se reiteró en la solemne monumentalidad,

simetría y modelado escultórico pero también en la iluminación que, en ocasiones llena de claridad las

pinturas y en otras, recurre a un tenebrismo repleto de tonalidades ocres y marrones y, como es el caso de

esta pintura, con algún toque de color más vivo y destacado. El pintor de Cocentaina tuvo mucha relación con

la ciudad de Gandia y su ducado. Prueba de ello son La Sorpresa de San Diego de la iglesia de las Escuelas

Pías –originaria de la ermita de Santa Ana- la Virgen del Rosario del Palacio Ducal y el retrato original del

duque Pascual Francisco de Borja del que ahora sólo existe una copia, obra del hijo de Jerónimo Jacinto, que

también fue pintor.

172

San Jerónimo, penitente Anónimo

Siglo XVII

Óleo sobre lienzo

110 x 75 cm.

INÉDITA

173

Con las consideraciones iconográficas y estilísticas emanadas de los dictados del Concilio de Trento y que

marcan el inicio del período barroco, el santo comienza a representarse en su faceta de anacoreta o ermitaño

en una clara referencia al tiempo en que se retiró al desierto a meditar. Así pues, pues su iconografía cambió

radicalmente y los hábitos cardenalícios se trucaron por toscas túnicas que apenas cubrían un enjuto cuerpo

mortificado por los ayunos y penitencias. Sin embargo, los atributos iconográficos anteriores no llegaron a

desaparecer del todo y en algunos casos su representación de eremita aparece acompañada con la capa

púrpura haciendo las veces de paño de pureza así como el capelo cardenalício.

Según Nicola Spinosa, la primera representación de San Jerónimo como penitente la realizó José de Ribera

hacia el año 1614 durante la temporada que pasó en Roma y poco tiempo antes de su marcha a Nápoles.

Pérez Sánchez recoge la opinión del experto napolitano.173

Sin embargo, algunos estudiosos de la obra de

Ribera discrepan del parecer de Spinosa y opinan que dicho San Jerónimo, junto con otras pinturas, fueron un

encargo del duque de Osuna, virrey de Nápoles con destino a la colegiata de Osuna, localidad cercana a

Sevilla.174

Sea como fuere, no es el momento ni la ocasión para ahondar en este dilema sobre la primera representación

eremítica del santo realizada por Ribera. Por otro lado, de entre las muchas versiones originales y copias

existentes, creemos que nuestra modesta pintura tiene suficiente interés como para relacionarla con otra

versión perdida del mismo tema realizada por il Spagnoleto que, en su momento, copiaron algunos artistas

españoles. Dichas copia pudieron realizarse tomando como modelo el original o una réplica de taller o bien,

basarse en un grabado de dicho original. Europa. Es el caso, entre otros, de los pintores Francisco Collantes

(Madrid, ca.1599-ca.1652) y Antonio Puga (Orense, 1602- Madrid, 1648).

Del primero de estos pintores, algunas de sus obras llegaron a considerarse durante muchos años, salidas de

la mano de Ribera, como el célebre San Onofre del Museo del Prado. Así pues, se cree que el San Jerónimo

de Collantes del Statens Museum for Kunts, de Copenhague es una traducción literal de un original de Ribera.

Así mismo, el San Jerónimo del gallego Antonio Puga del Bowes Museum, Barnard Castle es también una

copia del citado original o bien del de Collantes. Con lo dicho y lo observado en las fotografias de las

pinturas de Collantes y Puga no nos queda más que añadir que nuestro San Jerónimo es otra más de las

versiones realizadas sobre el mismo modelo original de Ribera. En nuestro caso –como en Collantes y Puga-

se introducen ligerísimas variantes del original aunque en lo esencial sigue las pautas de los citados pintores.

En los tres casos, la posición del santo es la misma.

El santo Padre de la Iglesia aparece representado como ermitaño, aunque sin desprenderse de la capa púrpura

de la dignidad de cardenal que le concedió el Papa y que sostiene sobre su hombro y brazo izquierdo. Su

figura se representa de frente, de medio cuerpo que queda semioculto por los atributos que aparecen en

primer plano: la roca que le sirve de mesa de estudio sobre la que reposan tres libros. Uno de ellos está

abierto y se supone que debe ser la Biblia sobre la que estaba trabajando en su traducción al latín, conocida

por La Vulgata. Sobre el libro, una calavera en una posición inusual. Esto es, con la parte del cráneo

sirviendo de base y por lo tanto, transmitiendo una sensación de inestabilidad. En la pared de roca que

aparece a la izquierda de la pintura podemos ver colgado el capelo cardenalício y debajo de él asoma una

gran cabeza de león, animal que forma parte de la leyenda eremítica del santo. Éste, con la cabeza

ligeramente ladeada hacia su izquierda dirige su mirada hacia la trompeta que aparece justo en el ángulo

superior izquierdo de la pintura. El santo sostiene en su mano izquierda, ligeramente levantado el brazo, un

crucifico y con la mano derecha sostiene una enorme piedra con la que se golpeaba el pecho en sus prácticas

mortificadoras.

173 AAVV, Ribera.1591-1652, Catálogo de la exposición del Museo del Prado, dirigida por PÉREZ SÁNCHEZ, A.E./SPINOSA, N., Madrid, 1992, p. 180 174 FINALDI, G., “El Conjunto de Osuna en la exposición El Joven Ribera”, Cuadernos de los Amigos de los Museos de Osuna, nº

13, 2011, p. 66.

174

Esta descripción con ligerísimas variaciones podría aplicarse a las versiones citadas realizadas por Francisco

Collantes y Antonio Puga. De este pintor podemos añadir que en su profesión se dedicaba principalmente a

realizar los paisajes que completaban los retratos que hacían otros pintores como Juan de la Corte. Sin

embargo, también llegó a realizar retratos de miembros de la nobleza como el conde de Lemos o el duque de

Ariscot. En este sentido, habremos de recordar que, por unión matrimonial, tanto el uno como el otro, estaban

emparentados con los duques de Gandia. En el inventario realizado a la muerte del cardenal Gaspar de Borja,

aparecía un retrato en lienzo de Francisco de Lemos, conde de Lemos y otro sobre cobre de la condesa de

Lemos.

Francisco Collantes, San Jerónimo, penitente. Ca. 1630-1636

Statens Museum for Kunts, Copenhague

En este sentido, habremos de recordar que, por unión matrimonial, tanto el uno como el otro, estaban

emparentados con los duques de Gandia. En cuanto a la época de la pintura y de los artistas que acabamos de

citar, corresponde con los años en que el gran coleccionista de arte de la família Borja, el cardenal Gaspar de

Borja, vivió en la Corte madrileña.175

En lo concerniente a la autoría de la pintura, no encontramos referentes

para, ni siquiera relacionarla con alguna otra pintura anónima de la colección de las clarisas. Ahora bien, por

el estilo, tamaño y temática, podríamos aventurarnos a unirla a la María Magdalena penitente que a

continuación tratamos.

175 La hija del VIII duque de Gandia, Francisco de Borja, y de Artemisa Doria y Colona, Magdalena de Borja y Doria casó con

noble flamenco Philippe-François-Albert de Ligne, príncipe de Aremberg y duque de Arischot. Por otro lado, en el inventario

realizado a la muerte del cardenal Gaspar de Borja, aparecía un retrato en lienzo de Francisco de Lemos, conde de Lemos y otro

sobre cobre de la condesa de Lemos. En este sentido, también hemos de tener en cuenta que una hermana de la anterior, Ana

Francisca, casó en segundas núpcias con Pedro Antonio Fernández de Castro, X conde de Lemos y virrey del Perú. El retrato aludido de Francisco de Lemos se debe de referir al padre del anterior, IX conde de Lemos, nieto por parte de madre del I duque de

Lerma y por tanto, bisnieto de San Francisco de Borja. (nota del autor)

175

María Magdalena, penitente

Anónimo

Siglo XVII

Óleo sobre lienzo

91 x 72 cm.

INÉDITA

176

Vemos a María Magdalena en su retiro penitencial, sorprendida en plena meditación por un querubín

portador de un flagelo y una palma de martirio. Al igual que el anterior San Jerónimo Penitente y otros

santos ermitaños pintados durante el período barroco, éste cuadro presenta algunas de las características que

vemos en las representaciones de San Jerónimo como penitente, sobre todo en las que popularizó José de

Ribera. El hecho de retirarse al desierto a meditar y mortificarse; el desprendimiento de ropas comunes y

vestir sayones u otro tipo de cubrimiento de material vegetal; el habitar en cuevas, chozas o abrigos rocosos y

aparecer todos ellos en una actitud de oración contemplativa o meditación así como en el acto de sufrir

penitencias acompañadas de dolor físico, son características propias de las pinturas sobre temas emanados

por el Concilio de Trento que se popularizaron durante el período Barroco. Su objetivo buscaba despertar en

el devoto que contempla la pintura los sentidos más emocionantes que impresionaran en su estado anímico y

lo hiciera recapacitar y meditar sobre lo efímero de la vida y la vanidad del ser humano. Todos estos resortes

estan presentes en la pintura sobre San Jerónimo que hemos tratado anteriormente y de manera menos cruda

y, por lo tanto, más delicadamente, en esta María Magdalena penitente. Algunos repintes y la oxidación de

los pigmentos por el paso del tiempo han desfigurado el fondo de la pintura en el que se vería la pared rocosa

de la cueva donde María Magdalena se retiró a meditar.

Como hemos apuntado anteriormente, los paralelismos de la estructura y composición con la pintura de San

Jerónimo, son bastante acusados. En primer lugar, la santa se presenta en primer plano, de medio cuerpo y

con una mesa que la separa del espectador. Su cabeza gira suavemente hacia su derecha y levanta la mirada

ante la presencia en la entrada de la cueva de un querubín que porta en su mano derecha, la palma del

martírio, y en su mano izquierda un pequeño flagelo; símbolos de martírio y penitencia. María Magdalena

tiene su mano derecha en su pecho y entre los dedos de su mano izquierda, apoyada sobre una calavera,

sostiene una pequeña cruz de madera. A su vez, la calavera reposa sobre un libro abierto que está sobre la

mesa sobre la que también recan las dobleces del manto que cubre un recatado y noble vestido sembrado de

ramilletes vegetales. Sobre los hombros, a ambos lados, la rojiza cabellera cae como pequeñas cascadas. El

rostro de la santa es amplio, de marcadas facciones: carnosos y rojos labios, sonrosadas mejillas, nariz

prominente y grandes ojos resguardados por poderosos arcos ciliares. La tonalidad cromática general de la

pintura está basada en colores neutros en el fondo. Los colores pardos y rojizos predominan por toda la

superficie del lienzo llegando a las carnosidades sonrosadas de la Magdalena que no muestra, ningún síntoma

de ayuno ni abstinencia. Más bien, parece ser que la santa está representada en el momento en el que el

querubín portador de los símbolos referidos, le anuncia que la oración y meditación en la que está dedicada

debe ir acompañada de ciertos dolores físicos que la ayuden a apartarse de las tentaciones y centrarse en el

pensamiento sobre la muerte. Ésta está representada por la calavera que simboliza la brevedad de la

existencia y con ello, la inutilidad de los placeres del mundo. Hemos visto cómo la pintura de San Jerónimo

seguía el modelo, casi literal, de las supuestas versiones del original de Ribera que tanto Antonio Puga como

Francisco Collantes hicieron. En este caso, el referente más directo que hemos encontrado está en la

Magdalena Penitente realizada por Guido Reni. En nuestra pintura, la posición de la santa y la colocación de

los brazos, incluso la manera con que sujeta la cruz entre los dedos de su mano derecha, sigue literalmente el

modelo de Reni. Ahora bien, las diferencias las encontramos fácilmente pues saltan a la vista cuando

comparamos las dos pinturas. Guido Reni sigue el modelo barroco clasicista de la escuela de Bolonia e

infunde a sus modelos femeninos de un toque sensual que se manifiesta en el tratamiento de las carnes el

rostro y el cabello. Así mismo, la perfección del dibujo y la suave pincelada aterciopelada retratan una

Magdalena que podria pasar por una diosa de la Antigüedad Clásica. En nuestro caso, María Magdalena está

concebida como una mujer de carnosas cualidades pero sin presentar connotaciones sensuales. Se trata de una

dama de clase media que deducimos por su vestimenta y por el manto que la cubre. El cabello rojizo -como

marcan los cánones- y un ligero toque femenino en el carmín de los labios es todo aquello que compensa las

barrocas desnudeces con las que durante el Barroco se solían representar los santos penitentes ermitaños,

máxime si se trataba de figuras femeninas. Durante el período clásico y manierista, se trataba el cuerpo

humano en todo su esplendor y se prodigaban las Venus y otros dioses de la Antigüedad que escondían en su

representación un claro componente erótico. Sin embargo, Tiziano representó su María Magdalena del

Palazzo Pitti –ca.1531/1535- desprovista de cualquier sensualidad y a ello contrapuso el añadido de un libro

y una calavera, símbolos más de acuerdo con lo que en principio se quería transmitir. Con ello, el pintor

177

veneciano contribuía y acataba los predicamentos emanados por el Concilio de Trento y evitaba ser

censurado. Los ropajes que viste María Magdalena en nuestra pintura se acercan mucho a los que nuestra

monja pintora, sor María Evangelista Enríquez, hacía uso en sus representaciones. No obstante, la

monumentalidad con que está tratado el personaje, el naturalismo de sus carnes y la abundancia de pliegues

redondeados debido a la cualidad del tejido con que está realizado el manto, contrasta con el mejor

tratamiento del vestido estampado muy similar a los que nos tiene habituados. Es el caso de los ángeles que

acompañan a las santas clarisas de las pinturas del coro de la iglesia del monasterio de Santa Clara de Gandia.

Con todo, adivinamos muchas diferencias en el tratamiento entre aquellos y ésta aunque no por ello

descartamos cierto grado de relación.

Tiziano. María Magdalena

Palazzo Pitti. Florencia

Advertimos también, ciertas incorrecciones en el dibujo y aún en el modelado pictórico y en el tratamiento

del claroscuro. La luz es rasante y proviene del frontal izquierdo con lo que la zona de la derecha de la

pintura queda inundada por las sombras que se agudizan por la oxidación de los pigmentos, como ya hemos

dicho al principio. Por este motivo, la mejilla izquierda de la santa y parte del cuello queden en la penumbra

sin que se haya sabido solucionar el problema del tenebrismo que marca la totalidad del lienzo y que en esta

zona no se llega resolver con acierto. Lo mismo ocurre con el dibujo de los dedos de la mano izquierda cuya

posición quiere imitar literalmente el modelo de Guido Reni, con un resultado desastroso. Con sus aciertos y

defectos, esta pintura cumple con el cometido para el que fue concebido. El rostro y la mirada de María

Magdalena llegan a transmitir al devoto el sentimiento de intrascendencia de la vida y con ello marcar el

camino hacia Dios mediante la oración –el libro- la penitencia –el flagelo- y la meditación –la calavera.

La pintura, de regular factura no parece corresponder a la época de la historia referida sino más bien a unas

décadas posteriores o incluso bien entrado el siglo XVII. Debemos pensar sin embargo, que estas relaciones a

que se refieren las crónicas respecto de algunos de los relatos "biográficos" son producto del espíritu de una

época. Es decir, el reflejo de la interpretación que sobre la vida de las monjas -en este y otros conventos y

monasterios- hacían algunos eclesiásticos con un claro intento de manipular los sentimientos y la religiosidad

de los fieles. Intenciones y estrategias creadas para alimentar la parafernalia propia del barroco surgida de las

directrices de Trento y aprovechadas por los poderes absolutistas del momento

178

Jesús camino del Calvario con una monja lo imita

Anónimo

Siglo XVII

Óleo sobre lienzo

86.5 x 117.5 cm.

Bibliografía: Pellicer i Rocher, 2003

Esta pintura fue legada en testamento de la duquesa Juana Fernández de Córdoba-esposa del X duque,

Pasqual Francesc- a su hija Jesualda de la Encarnación, monja de Santa Clara en Gandia. Esta monja fue la

última descendiente de los Borja que profesó en el convento de Gandia. Murió sin embargo, en el convento

de las Descalzas Reales de Madrid según cuentan las crónicas de Carrió y de Llopis. Sor Jesualda nació en

Gandia hacia el año 1684 y murió en Madrid después de 1750.176

Los autores mencionados y posteriormente el padre León Amorós relatan en sus respectivas crónicas que sor

Jesualda era una monja revestida de una extrema humildad y muy dada a las penitencias rigurosas. Tanto es

así que una monja compañera suya de penitencias, sor Cecilia Espí, tuvo una visión mística donde vio a sor

Jesualda "en este santo, ejercicio cargada con una pesada cruz, y delante de ella, al Señor con la cruz en sus

hombros." El padre Amorós da constancia de que este hecho está representado en una pintura que se

conserva en la clausura del convento.177

176 AMORÓS, L., “El Monasterio de Santa clara de Gandia y la familia ducal de los Borjas,”, Archivo Ibero Americano, XXI,

octubre-diciembre, pp. 152 y 153 177 Ibídem.

179

Lo cierto es que en el testamento legado por Juana Fernández de Córdoba dice claramente lo siguiente:

"Mando a mi hija Soror Jesualda de Borja, religiosa en el Real Convento de Santa Clara de Gandía: un

cuadro de Jesús Nazareno con la Cruz a cuestas y una santa de su orden que le sigue, con marco dorado que

le dejé en Gandia."178

Tanto en la documentación testamentaria como en la crónica de Amorós, la descripción

de la escena es la misma pero, la protagonista no es la misma puesto que si el testamento dice "y una santa de

su orden que le sigue..." no puede ser pues, sor Jesualda de la Encarnación, tal como dicen las crónicas que la

vio su compañera. Por otra parte, debemos tener presente que la pintura, a pesar de tener una clara referencia

a la vida conventual, no estaba en el convento de las clarisas sino en el Palacio Ducal, pues el testamento dice

bien claro que la duquesa en el momento de la primera redacción del testamento de 1704 estaba en Madrid y

el cuadro había quedado en el palacio de Gandia.

Las crónicas cuentan que, para huir de la guerra, el duque mandó que su hija sor Jesualda viajara en el

convento de las Descalzas Reales en 1705.179

Y en aquel convento se quedó para siempre.180

La duquesa sin

embargo, un año antes estaba está en Madrid y es por eso que el testamento dice que su hija estaba en

Gandia. Puede ser pero que sor Jesualda recibiera la pintura antes de su partida a Madrid y muchos años antes

también de la muerte de su madre. Y si no fue así, entonces la pintura debió de quedar en el palacio de

Gandía y desde allí pasaría al convento de las clarisas de Gandia, quizá a la espera de que sor Jesualda

regresara al convento de Gandia. Por lo tanto, sor Jesualda no pudo visualizar nunca la escena allí

representada.

Tras recibir una esmerada limpieza y restauración en los talleres de Romà Calafat, la pintura nos ha

descubierto un sublime tratamiento del color que no puede ser más adecuado para reflejar el drama de Cristo

en el Camino del Calvario llevando la pesada Cruz. En un gesto de complacencia y resignación, Cristo

vuelve la cabeza y dirige la mirada a la monja que le sigue y le acompaña con otra Cruz, imitándolo y

tratando de consolarlo en su sufrimiento. Los colores del atardecer que aparecen en el fondo de la pintura ser

deslizan acariciando algunos de los monumentos de la ciudad de Roma que en aquellos momentos se pensaba

que formaban parte del legado arquitectónico romano, como la pirámide de Gaius Cestius. En realidad se

trata de una tumba de evidente influencia egipcia que se conserva en la zona desde donde arranca la Vía

Apia. Todo un detalle y confirmación de la, por otra parte, vertiente arqueológica –que aparece en muchas de

las pinturas del siglo XVI y XVII- que el diestro artista quiso dejar constancia en un intento de

contextualizar, todo lo más fielmente posible, la escena previa a la Muerte de Cristo en la Cruz.

178 AHN, Osuna, leg. 5540, doc. 58; AMG, FC-228, Testamento de Juana Fernández de Córdoba, esposa de Pasqual Francisco de

Borja, de 31 de julio de 1704. Testamento confirmado en uno posterior de 5 de junio de 1710 y aún otro posterior, de 23 de mayo

de 1720. 179 Encontramos muy interesante hacer esta incisión por cuanto Amorós, en la página 152 de la obra a la que nos hemos remitido,

dice lo siguiente: “En el año 1705 la guerra de sucesión entre el archiduque de Austria y Felipe V de Borbón dejó sentir sus efectos

bélicos en Gandia. El duque de esta ciudad, don Pascual Francisco de Borja, puso sus tropas a favor de la causa del Archiduque”.

Sin embargo, en 1702, el duque hizo llegar una carta al pretendiente francés en la cual le expresaba su alarma por la fuerte

implantación que la causa austracista estaba teniendo en la comarca gandiense: Vid PÉREZ APARICIO, C., “La Guerra de Sucesión”,

Actes del Primer Congrés d’Història del País Valencià, vol. III, València, 1980. 180 Una noticia recogida en el Llibre de Records núm. 6 de la Colegiata de Gandia y, posteriormente transcrita por el canónigo

Andrés Martí, habla que, efectivamente, sor Jesualda viajó a Madrid con el canónigo Antonio Abargues. Vid. HERRERO, A.,

“Miscelánea”, La Seu-Colegiata de Santa María de Gandia, vol. I, Amics de la Seu, Gandia, 2002, 1 de octubre de 1708, p. 478.

180

Niño Jesús de la Pasión Anónimo

Siglo XVII

Óleo sobre lienzo

83 x 60'5 cm.

Bibliografía: Pellicer i Rocher, 2003

181

La multiplicación de la imagen del Niño Jesús -pintada o esculpida- en los conventos y monasterios

femeninos es una característica constante de la existencia de una de la iconografía más popular de estos

recintos religiosos. Si la iconografía del Niño Jesús siempre ha sido abundante, el fervor piadoso surgido a

raíz del Concilio de Trento, en época del Barroco, enfatizó, más si cabe, su devoción todo liberándose el de

cualquier otro elemento contextual.

La imagen tierna de un niño, del niño de Dios favorecía una comunicación más directa Cristo que ya, desde

la más tierna infancia, advertía de los dolores que tenía que sufrir durante su Pasión y Muerte. Todo ello, la

devoción que estas imágenes movían en las monjas se mezclaba con un sentimiento pseudo maternal por el

hecho de que las imágenes fueron usadas, también, de manera inconsciente, como una especie de muñecos

con los que las monjas les gustaba cambiar de ropa y peinar los mismos. Sin embargo sentimiento se giraba

cuando se recordaba el dramático final que tenía que sufrir aquel bello Niño.

Díaz Ferreras. Niño Jesús de la Pasión. ca. 1680

Zamora. Parroquia de San Frontis.

El Niño de la Pasión se representa de varias formas. Unas veces, pinchándose en un dedo con una espina de

la corona que le había de atormentar, otros jugando y llevando la totalidad de los atributos de la Pasión: la

propia Cruz y la lanza así como los clavos, las tenazas, el martillo, todo dentro de un cubo.

182

En nuestro caso, el Niño Jesús se presenta ataviado con una transparente tela que muestra la desnudez del

Niño; símbolo de la pureza y la inocencia del Cordero de Dios que debe ser sacrificado mediante el tormento

de la cruz. La víctima expiatoria de los pecados de la Humanidad aparece, asimismo, como un príncipe que

toma sus juguetes para compartirlas con sus compañeros de juego.

El peinado y los complementos con que se adorna la figura, así como el rico cojín bajo los pies, aumenta la

factura cortesana con la que ha sido tratada la pintura. No debemos ir más lejos, si pensamos que los

peinados de los niños y las infantas de las pinturas de Velázquez, propios también de la época barroca,

debieron de influir a la hora de presentar este bellísimo, casi andrógino niño vestido como un cortesano.

En el Colegio del Corpus Christi de Valencia se conserva una pintura muy similar a la nuestra aunque con

ligeras variaciones y de inferior calidad. Asimismo, hemos podido constatar la existencia de muchas

versiones, muy parecidas a las que aquí presentamos, por todas partes de la geografía hispana. Por ejemplo en

la parroquia de San Frontis, en Zamora, existe otra pintura de características similares a las ya mencionadas

pero tratada con cierto carácter naif.

183

Dolorosa

Pedro de Mena (Granada, 1628 - Málaga, 1690)

1671-1674

Madera tallada y policromada

85 x 70 x 40 cm.

Bibliografía: Pellicer i Rocher, 2003, 2007

184

Ecce Homo Pedro de Mena

1671-1674

Madera tallada y policromada

85 x 40 x 70 cm.

Bibliografía Pellicer i Rocher, 2003, 2007

185

Pedro de Mena (1628-1688) forma parte del grupo de escultores que llegaron al culmen del arte escultórico

del siglo XVII español. Su obra es elogiada por historiadores, artistas y estudiosos del arte sin excepciones.

Después de haber dado los primeros pasos en el taller de su padre -Alonso de Mena- completó su formación

de aprendiz junto a Alonso Cano. Posteriormente se le supone un viaje a la Corte y por el interior de Castilla

donde tuvo ocasión de conocer las obras de los grandes escultores y pintores castellanos como Gregorio

Fernández o el andaluz Martínez Montañés. Este hecho fue de gran importancia para la concreción de su

estilo. A lo largo de su vida se constatan los diversos períodos en que su obra refleja los condicionantes que

le conducen a un estado de continua búsqueda de su personalidad artística. Fruto de su talento y de su

capacidad de trabajo fue el gran éxito alcanzado y a la gran demanda de sus obras. En 1663 fue nombrado

maestro de escultura de la catedral de Toledo y era solicitado por los grandes personajes de la época. Incluso

personajes extranjeros, pero fuertemente relacionados con España. Una de sus obras más populares es una

imagen de San Francisco de Asís de la catedral de Toledo en el que los estudiosos han visto las influencias de

Alonso Cano, Gregorio Fernández y Zurbarán.

Diseminadas por toda la geografía española, estos modelos de imágenes de “Pasión” creados por Pedro de

Mena son el mayor exponente de la escultura, resultado de la síntesis escultórica entre la escuela castellana y

la andaluza a la que llegó el maestro granadino. Belleza y elegancia, no exentas de un fuerte dramatismo que

se transmite al devoto por medio de un sentimiento de dolor y sufrimiento llevado con sumo grado de

dignidad y humanidad. La mirada se eleva al cielo clamando compasión o se pierde buscando la complicidad

de otra mirada que ayude soportar el dolor y la humillación. Sentimientos de dolor que transmite un ser

humano a otro ser humano; una madre a otra madre; un hijo a sus padres, un hermano a su hermanos. Pedro

de Mena humaniza el dolor y el sufrimiento de la Pasión para que el devoto que contemple las imágenes

llegue a comprender en su totalidad el dramatismo del sacrificio de Dios hecho Hombre.

El estilo de Pedro de Mena sintonizaba de una parte, con el pensamiento eclesiástico oficial y por otro, con la

devoción popular por el sentimiento dramático, la carga de sentimiento y la humanidad que emanan de sus

figuras. Cualidades que se unían a la mística de raíces castellanas y la vivacidad barroca de Andalucía. Todo

ello evidenciaba la admiración que por sus obras tenían todos los estamentos sociales. Desde príncipes y

eruditos hasta las clases más humildes y populares. Así, la demanda de sus imágenes fue muy grande. Eran

muy numerosos las iglesias, instituciones religiosas, conventos, oratorios y palacios que poseían obras de

Mena. El éxito de su estilo propició una serie de realización de réplicas del mismo Mena o bien de su taller

así como posteriormente de imitadores y discípulos, lo que ha supuesto una especial atención en la tarea de

identificación y precisión cronológica de muchas de las obras atribuidas al maestro malagueño. Una de las

iconografías de gran éxito creadas por Pedro de Mena fueron las representaciones de la Dolorosa y del Ecce

Homo. Tenemos algunos ejemplos muy relacionados con las clarisas de Gandia como las dos Dolorosas y el

Ecce-Homo -1674 - de las Descalzas Reales de Madrid.

Estos temas se reprodujeron en una gama de variedades como fueron los bustos, los bustos con brazos, de

cuerpo entero o las imágenes de vestir. Las que aquí presentamos pertenecen a la variedad de bustos con

brazos, que casi vienen a ser medias figuras. Además, dentro de esta tipología también están las lógicas

variaciones que vienen determinadas por la posición de los brazos y las manos o bien por la dirección de la

cabeza y la mirada. Estas características acentúan el grado de patetismo que siempre se encuentra

concentrado en los rostros, la mirada y la gesticulación dramática de brazos y manos. Los ojos suelen ser de

vidrio y a veces las pestañas, de pelo natural pegadas. Su iconografía se complementa con las vestiduras -

túnica, manto, pañuelo- que generalmente responden a los colores litúrgicos asignados a la Virgen. Así, la

túnica suele tener totalidades rojas y el manto de color azul celeste. La toca sufre de más variedades aunque

su generalidad se decanta hacia el color blanco o blanco con tonalidades de marfil un poco apagado. El éxito

de estas representaciones de la Dolorosa propició que Mena realizara algunas réplicas y variaciones que se

encuentran esparcidas por museos y colecciones particulares. La estilizada sinuosidad de la figura queda

subrayada por los pliegues del manto, el movimiento de la cabeza, el alargamiento del cuello y la posición de

las manos entrelazadas. Todo ello nos familiariza, por un lado con el manierismo clasicista de los maestros

italianos y por otro, con la escultura de la escuela de Fontainebleau también de finales del siglo XVI.

186

El modelo iconográfico que presentamos, está en la línea de los que Pedro de Mena creó y desarrolló entre

1670 y 1680 siguiendo el modelo de Stabat Mater. Pero es en la estructura y diseño de los pliegues del manto

donde Mena demuestra mejor sus habilidades en el tratamiento sutil de la madera de pino y la aplicación de

lienzos enyesados de gran verismo. Es precisamente en el trabajo de los paños donde radica la mayor

originalidad de las Dolorosas de Pedro de Mena, pues las mangas y el manto azul están elaborados con

finísimas piezas cortadas en madera de forma independiente y después superpuestas y encajadas sobre el

cuerpo central. La toca blanca está realizada con lienzo enyesado enmarcando el rostro y dejando entrever

parte de la túnica roja. El conjunto crea un juego de sutiles volúmenes que adquieren una marcado sentido

pictórico en forma de cortes con grandes pliegues, muy efectista a la luz de las velas.

El gran hallazgo plástico de esta indumentaria, invariable en todas las versiones, constituye una envoltura, un

cuidado abstracto que contribuye a enfatizar los valores del rostro y del gesto. Nuestra Dolorosa es una de las

más bellas de toda la producción de este tema de Pedro de Mena. Así lo podemos observar en las diversas

variaciones que sobre el tema efectúa como las existentes en el monasterio de las Descalzas Reales de

Madrid fechadas, como hemos visto, en 1674. Así, tanto la Dolorosa como el Ecce Homo de las clarisas de

Gandia estarían fechadas, tal como reza el documento referido, entre 1671 y 1674.

Si el sentido dramático y patético de la Dolorosa es grande, en el Ecce Homo se acentúa más si cabe por

propio carácter del tormento de la flagelación y de las heridas que deja marcadas en la piel. El dolor físico se

nos transmite mediante la aguda expresión del patetismo del rostro de Cristo. El dolor físico se contrapone al

dolor anímico de la Dolorosa que contempla el sufrimiento del Hijo. Cristo aparece coronado de espinas, las

manos atadas y una cuerda alrededor del cuello. Su desnudez sólo está cubierta con una clámide de color

rojo. Al igual que en el caso anterior, el modelo de Ecce Homo del convento de Santa Clara de Gandia sigue

los tipos originales creados por Mena.

En esta ocasión sin embargo, se trata de una imagen de medio cuerpo, ya que en la mayoría de estas

imágenes salidas de las manos de Pedro de Mena lo son de tres cuartos. Sin embargo, las dimensiones de las

imágenes de Gandia son más reducidas que las de las Descalzas Reales de Madrid. Ahora bien, su factura es

impecable y con la restauración -que tan sólo se ha limitado a su limpieza y alguna que otra reparación sin

importancia- los colores lucen con todo el simbolismo cromático referente a la iconografía de la Pasión de

Cristo.

187

El Descendimiento de la Cruz. Paolo de Matteis (1662-1728)

Ca. 1690

Óleo sobre lienzo

240 x 180 cm.

Bibliografía: Pellicer i Rocher, 2003, 2007

188

Monumental pintura por la que el barroco napolitano de finales del siglo XVII realizada en Nápoles y

firmada por su autor: Paolo Matthei f. Neapolis.

Paolo de Matteis nació en Piano del Cilento, una pequeña población del sur de Nápoles. Desde muy joven,

cuando aún no tenía veinte años, viajó a Roma donde realizó dibujos y copias de las pinturas de los grandes

maestros del cinquecentto. En estos menesteres estaba cuando un día, en San Pedro del Vaticano, el

embajador español, Gaspar de Haro y Guzmán, marqués del Carpio, se dio cuenta de las aptitudes del joven

aprendiz y le encargó la realización de una serie de dibujos de obras que se encontraban no sólo en la basílica

de San Pedro sino también de otras iglesias de la ciudad de Roma. Gómez de Haro lo puso bajo su protección

asignándole un estipendio económico y colocándolo de aprendiz en el taller de Giovanni Maria Morandi, uno

de los mejores retratistas del momento y miembro de la Accademia di S. Luca de Roma. Además, la fortuna

de Paolo quiso que el marqués del Carpio fuera nombrado virrey de Nápoles y, en estas circunstancias,

volvió con su protector hacia su país, el reino de Nápoles. Esta vez, su maestro sería Luca Giordano, cuyo

arte influiría en las generaciones posteriores, y marcaría un hito en la pintura barroca italiana y europea de la

segunda mitad del Siglo XVII y gran parte del Siglo XVIII.

A mediados del siglo XVII Luca Giordano irrumpió en el panorama artístico napolitano proponiendo nuevas

soluciones y nuevos efectos a las experiencias compositivas y técnicas de Ribera. La manera de pintar de

Giordano equilibró el componente naturalista ensayado años atrás con otras soluciones de carácter

academicista surgidas de las escuelas de Bolonia y Roma. Las influencias adquiridas durante su formación

junto al denso ambiente artístico napolitano de la segunda mitad del siglo XVII caracterizado por la fuerte

impronta dejada por Ribera, ayudan a comprender las confusiones entre el maestro Giordano y el discípulo

Matteis así como entre éste y otros pintores napolitanos del momento. Son muchas las controversias que se

han producido y continúan produciéndose a la hora de atribuir a uno u otro artista muchas pinturas que no

están firmadas por el autor. En este sentido, debemos tener en cuenta que, por regla general, los artistas

napolitanos hacían uso entre ellos de estrechas relaciones de trabajo. Sin embargo esto no quitaba para que

cada uno de ellos mantuviera su autonomía y personalidad. La protección y la amistad con el virrey Gaspar

de Haro, la introducción en el taller de Luca Giordano así como su innata predisposición a introducirse en el

mundo de la cultura, posibilitó que Matteis entrara en contacto con el círculo intelectual napolitano.

Frecuentaba salones y academias donde conoció alentados científicos, notables abogados, ilustres letrados así

como otros artistas. Con este bagaje, el joven Paolo comenzó a trabajar vigorosamente ampliando su

formación clasicista adquirida en Roma con la influencia de los grandes maestros napolitanos como

Giordano, Maratta o Pretti.

En el transcurso de su carrera, la fama de Paolo de Matteis iba en aumento y los pedidos no cesaban: Cuadros

de altar, retablos, pinturas al fresco de bóvedas y cúpulas. A lo largo de su vida adquirió gran fama y entre

sus comitentes se contaban papas, reyes, cardenales abades, nobles, aristócratas y políticos, no sólo de Italia

sino de cualquier parte de Europa. En Francia permaneció entre finales de 1702 y el verano de 1705.

Siguiendo la tradicional relación comercial de los virreyes españoles con los mejores artistas napolitanos, el

sucesor del marqués del Carpio, Francisco de Benavides y Aragón, conde de Cocentaina le encargó unas

pinturas que irían destinadas a decorar los muros de la nueva iglesia del convento de las clarisas de

Cocentaina. Las pinturas fueron entregadas al convento en 1697.

Hemos llegado al punto que me proponía y que no era otro que el de relacionar nuestra pintura con la

hermana del conde de Cocentaina, Rosalía de Benavides que en 1694 se casó con el duque de Gandia, Luis

Ignacio de Borja (1673-1740) Por lo tanto, la presencia de esta pintura de Paolo de Matteis en el convento de

Santa Clara de Gandia tiene su explicación. Por un lado, es muy probable que la pintura fuera un regalo del

conde de Cocentaina a su hermana, la cual, posteriormente, la dio para un altar de la iglesia conventual: “La

Excelentísima Señora Doña Rosalía, mujer del Excelentísimo Señor Don Luis de Borja dejó en su testamento

todos los adornos de su oratorio a esta comunidad y el altar que está en la iglesia, del Descendimiento”.181

181 Archivo de las Clarisas de Gandia. Nota suelta transcrita de un original perdido (nota del autor)

189

Es probable que esta pintura fuera realizada al mismo tiempo que las de Cocentaina. Así lo podemos observar

en las gradaciones cromáticas de los colores atenuados, pasteles, de los que hace uso el pintor en las

vestiduras de los personajes: el azul del manto de la Virgen María, el rojo del de San Juan y el amarillo del de

María Magdalena. Tres colores sabiamente combinados dentro de la composición de color que sirve de

contrapunto al blanco iluminado del cuerpo sin vida de Cristo. Éste, con la cabeza girada sobre el hombro

izquierdo queda dentro del área oscurecida de la pintura, entre las sombras que conforman la dramática

atmósfera del momento en que es bajado de la Cruz por José de Arimatea, ayudado por San Juan. La Virgen

María es confortada por una de las Marías que la acompañaron en el Calvario. Destaca la delicadeza con que

María Magdalena besa los pies de Cristo; instante en que el artista llega a un alto grado de expresión

dramática y naturalidad. En cuanto al tratamiento de la anatomía del cuerpo de Cristo, se nota la gran

influencia de los maestros del renacimiento romano que Matteis tuvo ocasión de estudiar. Así, el cuerpo de

Cristo es muy parecido al del Pianto ante Cristo muerto de la iglesia de San Sebastián, obra de Guardia

Sanframondi. Sin embargo, Matteis realiza un estudio del cuerpo con un resultado más estilizado que junto al

tratamiento de la luz sobre el cuerpo, enfatiza el dramatismo del momento.

190

Santa Gertrudis Anónimo

Siglo XVII

Óleo sobre lienzo

88 x 77 cm.

Bibliografía: Pellicer i Rocher, 2003

191

Monja benedictina, mística y escritora del siglo XIII, residió en el monasterio de Eisleben, en Sajonia. Se

dedicó durante gran parte de su vida a redactar las Revelaciones. Un libro en el que cuenta los estados de

éxtasis a que llegaba disfrutando de la visión del rostro de Jesucristo. Aquí se nos presenta revestida con la

dignidad de abadesa con el báculo como atributo, símbolo de dignidad de abadesa. Sin embargo, Santa

Gertrudis no fue abadesa y por lo tanto en su iconografía de debería figurar este atributo. Muy significativa es

la presencia de los anillos que lleva en la mano derecha. Con el índice de esa mano, señala el libro de sus

Revelation. Otro atributo de esta santa es el corazón con la figura del Niño Jesús, que es el símbolo del amor

a Cristo. Rodeando el corazón aparece la leyenda in venías me in corazón de Gertrudis.

Creemos que esta pintura, no está relacionada con las otras dos representaciones de Santa Coleta y Santa

Isabel que atribuimos a sor María Evangelista y su taller. Sin embargo, por su tipología y composición forma

parte de un género de pintura que se realizaba de manera exclusiva para los conventos y monasterios. Este

género retratista estaba destinado a conformar una galería de monjas santas y venerables relacionadas con la

Orden de San Francisco y de Santa Clara.

F. Ribalta. Desposorios místicos de Santa Gertrudis. José García Hidalgo. Santa Gertrudis

Parroquia de San Esteban. Valencia.

La santa aparece sobria y solemnemente retratada al estilo de cualquier obispo o arzobispo. Por tanto no

parece un retrato de devoción como habitualmente son las pinturas de santos y santas. Ahora bien,

apreciamos cierto rasgo de misticismo que viene reflejado en el candor del rostro y la mirada baja, dirigida

hacia el libro que señala con el dedo. Su puesto, aunque lucir los anillos y el lujoso báculo responde a su

condición de entrega a la oración como monja y de abadesa de su monasterio.

Así pues, a pesar de ser una pintura discreta, encontramos que, por lo que respecta a su planteamiento,

tratamiento y técnica, está dentro del baremo que requiere una pintura con un mínimo de calidad. El

tratamiento de las manos, está bien resuelto; la belleza serena del rostro, los pliegues de la toca y el reflejo

metálico del báculo, conforman un conjunto bastante equilibrado que demuestra la mano de un profesional,

discreto pero aventajado en su quehacer.

192

Sor María Luisa del Niño Jesús de Borja y Doria Anónimo

Año 1721

Óleo sobre lienzo

87 x 134 cm.

Bibliografía: Pellicer i Rocher, 2003

Interesante pintura por cuanto es un documento que nos presenta las facciones de un miembro femenino-

posiblemente el único-de la familia Borja. La pintura lleva la fecha del óbito que tuvo lugar en el año 1721 y

concretamente el 24 del mes de mayo.

Sor María Luisa Borja y Doria -1632/1721- era hija del octavo duque, Francisco Diego Pascual de Borja y

Doria -1596/1664- y de Artemisa Doria y Colonna -ca 1604/ca 1654. Fue el octavo hijo de un total de doce

de los cuales 3 fueron varones y el resto, hembras. Entre estas, Constanza y Vicenta-ambas sordo-mudas-

también ingresaron en el convento de las clarisas. Sor María Luisa recibió el hábito en 1640 de manos de su

tía sor Ana de la Cruz y profesó en el año 1648, a la edad de 16 años, siendo abadesa sor Clara Francisca de

Borja. Tuvo una formación que incluía un perfecto conocimiento del latín y su vasta preparación la llevó a

regentar la comunidad durante seis trienios por lo que necesitó de las correspondientes dispensas del Nuncio

193

Apostólico. Murió a los ochenta y nueve años y fue la última Borja que residió en el convento de Santa Clara

de Gandía. Respecto a la pintura, es fácil suponer que el autor debería ser de Gandia o bien se encontraba

trabajando por aquí en aquellos momentos. Por otro lado, el hecho de que, las mismas monjas o bien la

familia, decidieron hacer un retrato post-mortem es porque seguro sor María Luisa debió de ser una mujer

muy querida y por supuesto se tenía constancia de que era la última descendiente directa de la rama

masculina de los Borja que había de pisar las dependencias conventuales. En el momento de la muerte de sor

María Luisa, el duque Luis Ignacio, casado con Rosalía Bernarda de Benavides y Aragón, y después de 27

años de matrimonio, aunque no habían tenido descendencia. Por tanto, parecía que todos daban por hecho

que el ducado le había de `heredar su hermana María Anna desde la que el título pasó a los Benavente y de

éstos a los Osuna. Así, era fácil adivinar que las monjas habían decidido perpetuar la efigie de sor María

Luisa de manera premeditada y consciente del acto histórico que estaban realizando.

Entre sus ancestros, de parte de la familia Colonna, nos podemos remontar hasta Marcantonio Colonna

(1535-1584), duque y príncipe de Paliano, uno de los héroes de la victoria de Lepanto (1571) que en 1577 fue

nombrado por Felipe II, virrey de Sicilia. Su hijo Fabrizio Colonna (1557-1580) contrajo matrimonio en 1597

con Lucrezia Tomacelli cuya hija, Giovanna Colonna casó con Giovanni Andrea Doria, 570-1612) príncipe

de Melfi que, a su vez tuvieron a Artemisa María Doria, la cual casó con Francesc Diego de Borja y Doria

(1596-1664) duque de Gandia los cuales tuvieron a Francesc de Borja y Doria-Colonna (1626-1665) duque

de Gandia y hermano de sor María Luisa.

En cuanto a la autoría y teniendo en cuenta que la pintura está realizado horas después de la muerte de sor

María Luisa, hemos tenido en cuenta que, puesto que desde hacía un siglo, existía un taller de pintura

bastante aventajado en el interior del convento. Conocemos algunas pinturas firmadas por sor María

Evangelista Enríquez de Guzmán y suponemos que esta monja, de la familia Borja, debió de crear un círculo

de aprendices de las cuales unas destacarían más que otras. No tenemos constancia documental ni tampoco

nos ha aparecido ninguna firma de alguna otra monja en pinturas posteriores a las de sor María Evangelista.

Sin embargo, teniendo en cuenta que las monjas más preparadas intelectualmente realizaban la tarea de

maestra de novicias que querían profesar –cargo que ejerció también sor María Evangelista- hemos pensado

en la posibilidad de que alguna monja aventajada siguiera los pasos artísticos de sor María Evangelista.

Indagando en el Libro de Fundación, encontramos que Sor Antonia de Santa Anna y Arnau recibió el hábito

siendo niña, con 7 años más o menos el día 2 de mayo de 1683 y profesó junto a sor María de la Cruz y Borja

el día de san Pedro de Alcántara de 1691.182

Sor Antonia fue nombrada maestra de novicias en 1720 y si hemos de buscar alguna responsable de esta

pintura, sor Antonia es una de las candidatas. Esta monja fue nombrada abadesa el 12 de junio de 1723, dos

años después de morir sor María Luisa. Otra de las alternativas respecto a la autoría de esta pintura –y

posiblemente de otras más- es la posibilidad de que este retrato post mortem haya sido realizada por una

monja que según veremos tendría dotes para estos menesteres. En el apartado dedicado a la vida de las

religiosas del libro Soledades del amor divino… el padre Alonso Pastor nos informa sobre algunos aspectos

de la personalidad de sor Gerónima Clara Ivars de la localidad de Palma de Gandia. Esta monja ingresó a los

26 años y según el padre Alonso “tenía muy lindo ingenio y era ábil para todo buen empleo, pintava,

iluminava y escrivia con la destreza que pudiere hacerlo el varón más experto como se vió en los libros que

escribió del Coro.”

De otro modo, de no ser esta monja o alguna otra, habremos de convenir que en aquel momento -1721- debía

de haber un pintor en la ciudad de Gandia lo suficientemente apto en su manera de pintar como para entrar en

la clausura del convento y realizar este retrato post mortem.

182 Libro de Fundación, p. 41

194

Niño Jesús del Pesebre

Francisco Salzillo

Madera tallada y policromada

Siglo XVII

Bibliografía: Pellicer i Rocher, 2003

195

La atribución a Francisco Salzillo (Murcia, 1707-1783) de esta deliciosa imagen del Niño Jesús está fuera de

toda duda. Lo confirma la magnífica talla, el tratamiento naturalista de la anatomía de un bebé y a que la

fisonomía de su rostro pertenece a los rasgos característicos usados por el artista en sus "angelitos” que

acompañan algunas de sus realizaciones más notables como La Dolorosa de Murcia o la Virgen de las

Angustias de Benavente.

Francisco Salzillo está considerado como uno de los grandes imagineros del período barroco español.

Decimos imaginero y no escultor, no porque creamos que sean dos conceptos diferentes. La distinción entre

uno y otro no está del todo definida. Si bien el concepto de escultura tiene un referente más clásico y

académico, la imaginería, en contraposición a la escultura, tiene un componente prosaico que ha quedado

ligado a aquel profesional que se ha dedicado, casi exclusivamente, a la producción de imágenes realizadas

en madera o mampostería. Por otra parte, la escultura, entendida a la manera clásica, se ha relacionado

generalmente con la producción realizada con materias nobles como, los diferentes tipos de piedra y mármol

o bien con la fundición en bronce. Asimismo, habría que tener en cuenta, tanto el precio de la materia prima

como el proceso de realización y el consiguiente aumento del precio final del producto. Durante el período

barroco europeo iniciado a partir del Concilio de Trento se produjo una gran demanda de imágenes

destinadas a las nuevas iglesias, conventos y ermitas que se construían por todas partes. Debido quizá a esta

coyuntura, el período barroco contribuyó a marcar ciertas diferencias entre la escultura académica de tipo

religioso realizada en piedra o mármol y la talla en madera -o modelado en yeso- más fácil de trabajar, más

rápida de realizar y más asequible económicamente para las iglesias, ermitas, conventos y asociaciones

religiosas de carácter popular.

Sin embargo, aunque casi la totalidad de la producción de Salzillo haya sido realizada dentro de los

condicionamientos de la religiosidad popular, debemos corregir las apreciaciones que consideramos erróneas

y deshacernos de cualquier tacha que nos impide el reconocimiento de Salzillo como un gran maestro de la

escultura como lo son también Gregorio Fernández, Martínez Montañés o Pedro de Mena, por citar unos

cuantos.

A raíz de la exposición Huellas, celebrada durante el año 2002 en la catedral de Murcia tuvimos ocasión de

admirar una selección de las mejores obras de Salzillo y poder seguir los avances estilísticos del maestro

escultor. Francisco Salzillo se formó en el taller de su padre Nicola Salzillo, de origen napolitano. Por otra

parte, recibe una gran influencia de otros maestros extranjeros que durante los años de formación de

Francisco estuvieran trabajando en el área de Murcia y Valencia: Konrad Rudolf y Nicolás Bussy, de origen

alemán y los italianos Antonio Aliprandi, Jacobo Bertessi o Capua, fueron los introductores de las corrientes

barrocos italianos que influenciados por la escultura de Bernini, desplegaron una gran actividad durante los

últimos años del siglo XVII y primeros del XVIII.

En este interesante contexto artístico realizado en esta zona, se formó Juan Bautista Borja (ca. 1648-1756)

uno de los grandes escultores valencianos de aquel momento. Borja trabajó en la decoración y realización de

retablos para la iglesia del monasterio de Santa Maria de la Valldigna pero, gran parte de su producción la

realizó en la zona de Alicante y Orihuela. Su obra resume sintéticamente el italianismo enquistado en la

tradición valenciana. Una anécdota del conde de la Viñaza nos ilustra bien a las claras este fenómeno: ante

los deseos de Francisco Salzillo de realizar un viaje a Roma para adquirir conocimientos escultóricos de los

grandes maestros italianos, su madre le replicó diciéndole: “¿Para qué ir tan lejos, cuando aquí cerca, en

Orihuela y Alicante, está Juan Bautista Borja llenando de adornos y floripondios, al gusto del día, los retablos

y sillerías corales?”

Aparte de la posibilidad apuntada por la madre de Salzillo, la verdad es que el deseo de viajar a Italia no

necesitaba de los obstáculos o los consejos maternales ya que Nicolás Salzillo murió dejando toda la

responsabilidad familiar y profesional en manos de Francisco que entonces tenía 20 años. Por tanto, el joven

196

escultor tuvo que resignarse a no viajar a Italia para asumir el papel de cabeza de familia. Así, Salzillo

permaneció para siempre en su Murcia natal, trabajando exhaustivamente para hacer frente al alud de

encargos. En su taller le ayudaron sus hermanos, sobre todo Inés y Patricio.

Además de las influencias a que nos hemos referido, Salzillo también basó su formación mediante la

observación directa de la naturaleza así como el estudio de dibujos y grabados y con ello, la fuerte

personalidad del escultor quedó muy pronto totalmente definida. El Niño Jesús del Monasterio de Santa Clara

de Gandía es un bello ejemplo de lo que decimos. Su forma serpenttinata articula el pequeño cuerpo del

Divino Bebé, de perfecta anatomía y cuidado estudio del movimiento corporal, dándole un fuerte sello

naturalista. Una hermosa talla en madera con una magnífica policromía reflejada en las carnaciones que

suponemos es obra de Patricio Salzillo, experto en estos menesteres.

La gran demanda de obras que tenía Salzillo promovió la creación de un gran taller y en este sentido, hay un

gran número de obras designadas como "de taller" en las que trabajaban sus hermanos con la colaboración de

Francisco. Ahora bien, por el alto grado de calidad de esta imagen creemos que la mano del maestro es

incuestionable. Como hemos dicho antes, no hay ninguna duda de que este Niño Jesús es "hermano" de los

angelitos de la famosa Dolorosa de Salzillo que se exponen separadamente en su museo particular de la

ciudad de Murcia.

197

Sagrada Familia con ángeles ¿Sor María Evangelista Enríquez y taller?

Óleo sobre lienzo

Siglos XVII-XVIII.

149 x 109 cm.

Bibliografía: Pellicer i Rocher, 2003

198

Ante esta pintura no podemos dejar de decir que está inmersa dentro de la propuesta colorista y de las

caprichosas composiciones de la figuración manierista del foco pictórico de El Escorial pero imbuida de un

fuerte naturalismo al incorporar los ángeles músicos y los querubines en el ambiente terrenal conde se

produce la escena. La escuela escurialense se expandió en el espacio y el tiempo a través de los artistas que la

conocieron o se formaron bajo los maestros italianos que la formaron. Su influencia llenó el deseo de muchos

jóvenes aprendices llegados al centro de poder de los Austrias. Uno de esos jóvenes fue el catalán Francisco

Ribalta, el cual pasó su juventud en Madrid -1582-1598 - aprendiendo del quehacer de artistas tan diversos e

influenciados mutuamente como ahora, Navarrete "el mudo", Cincinnati, Luca Cambiaso, Tibaldi, Zuccaro o

Carducho. También tuvo la oportunidad de estudiar las obras de Tiziano de las colecciones reales.

Una vez terminada su formación, Ribalta viajó a Valencia donde permaneció el resto de su vida. Aquí

desarrolló el aprendizaje asimilado durante su estancia en la Corte madrileña. Tonalidades coloristas, figuras

libres que, en combinaciones manieristas, conformarán sus primeros años en Valencia. Todo ello, pensamos

que nuestra pintura tiene una gran dosis de los ingredientes que la harían deudora del eclecticismo de Ribalta

al que nos acabamos de referir. El lienzo ha sufrido mutilaciones por todos sus lados. En su parte derecha, la

mutilación es muy evidente y así mismo otro tanto, en menor proporción, ocurre en su lado izquierdo y en su

base. Esta circunstancia ha hecho que la escena quede descentrada hacia la derecha y la figura de San José

haya quedado en medio de la pintura y por consiguiente, la figura de María ha quedado desplazada a un lado.

Asimismo, los tres querubines de la parte alta de la pintura tampoco están bien posicionados.

Es por ello que, para centrar estos angelitos y para que la Virgen María no pierda el protagonismo que le

pertenece, se hace evidente la pérdida de otro ángel músico al lado de María que debería servir de

contrapunto al ángel de la izquierda de la escena. Tres ángeles músicos completan una composición con

resonancias musicales y una lluvia de flores para hacer grato el sueño del Niño. Todos estos recursos

iconográficos equilibran la pintura que reafirma la composición derivada de las influencias de los maestros

de El Escorial. La tipología de los personajes está muy cerca del estilo de Ribalta.

Las figuras de San José y la Virgen María, los rostros y tipo de los ángeles músicos, el tratamiento de las

telas son propias del maestro de Solsona tal como podemos apreciar, por ejemplo, en el San Juan Bautista de

colección particular de Madrid. Por otra parte, la variedad de totalidades de color y la fuerza de estos sin

apenas sombras ni fuertes contrastes responderían a una primera época que como hemos dicho, tendría sus

raíces en la pintura colorista de los italianos que decoraban El Escorial.

Hasta ahora no se conoce ninguna obra de Ribalta de aquella época y esta que nos ocupa tampoco parece que

esté dentro de los presupuestos del retablo de Algemesí y mucho menos dentro de la producción de su última

década. En última instancia, la pintura es obra de un conocedor de su oficio que estaría dentro del círculo de

seguidores del maestro de Solsona. Vistos los tipos, tratamiento de los paños y del color, la adscribimos al

corpus de sor María Evangelista Enríquez.

199

San Francisco de Asís con Santa Clara y Santa Inés

Mariano Salvador Maella (1739-1819)

Ca. 1787-1792

Óleo sobre lienzo

85'5 cm. x 64 cm.

Bibliografía: Pellicer i Rocher, 2003, 2007

200

De marcada composición piramidal, una dorada luz ilumina las nubes y da color a la escena donde, a medio

camino entre el mundo celestial y el terrenal, destaca San Francisco de Asís en el centro de la composición.

Arrodilladas, a un lado y otro del santo se sitúan santa Clara que lleva en las manos la custodia con el

Santísimo Sacramento y al otro lado santa Inés de Asís, hermana de Santa Clara, que cruza sus manos sobre

su pecho.

San Francisco aparece sentado sobre el éter, pero sus pies reposan sobre una roca que simboliza la firmeza y

seguridad que emana de su figura y de la Orden por él fundada. En las manos lleva la calavera y un crucifijo,

símbolos de meditación. Las santas están arrodilladas: una con las manos cruzadas sobre el pecho, dirige la

mirada hacia el rostro del santo mientras que santa Clara, en una actitud casi de éxtasis, adora el Santísimo

Sacramento. La posición sentada de San Francisco presenta una forma serpenttinata que empieza por la

cabeza del santo, ligeramente inclinado hacia la derecha y termina en la punta del pie derecho, dirigido hacia

su izquierda. El hábito del santo deja entrever la forma de sus piernas que aparecen cruzadas. Con todo, la

posición del santo recuerda las composiciones manieristas del siglo XVI.

El tratamiento de la pintura tiene una base de grises tonalidades propias de los hábitos franciscanos. Pero las

coloristas anécdotas que acompañan la narración pictórica de la escena rompen con la aparente sobriedad

cromática de la pintura. Por un lado, tenemos la destacada presencia de un ángel de hermoso rostro, rubio y

luminoso, con un manto de sutil turquesa que aparece entre la dorada atmósfera celestial, llevando un ramo

de lirios que hacen referencia a la pureza espiritual de los santos. Por otro, en primer plano y justo en el

ángulo derecho inferior, un angelito de gruesas carnes, rostro ruborizado y con una pequeña túnica de color

rojo mira el espectador. Extiende su brazo izquierdo en dirección a la escena a la que señala con el índice.

Con la mirada y el gesto quiere hacer partícipe al espectador de lo que está ocurriendo. Con la mano

izquierda sostiene un libro cerrado que debe hacer referencia a las constituciones de la orden franciscana.

Asimismo, a los pies de san Francisco y entre las dos santas, aparece una hermosa guirnalda de flores que

como hábil recurso, enriquece el cromatismo de la composición. Completando la escena, dos cabecitas de

querubines llenan el ángulo superior izquierdo de la pintura. Aunque parece que la figura del santo alcanza el

protagonismo principal de la pintura, no es así puesto que las miradas de Santa Inés y del ángel portador de

los lirios se dirigen hacia el rostro de San Francisco que, a su vez, desvía su mirada hacia el Santísimo

Sacramento que lleva santa Clara en la custodia. El efecto de este juego de miradas cruzadas queda reforzado

y confirmado por la atención que santa Clara presta al verdadero tema central de la pintura: la adoración del

Santísimo Sacramento.

Mariano Salvador Maella es uno de los máximos representantes de la pintura barroca de finales del siglo

XVII y de los intentos de la introducción del lenguaje neoclásico en España. Nació en Valencia en 1738 y

murió en Madrid en 1819. Está considerado el discípulo más destacado de Antonio Rafael Mengs, pintor

italiano que, por muchos años trabajó en la Corte de Madrid. Maella viajó a Roma donde residió entre 1758 y

1765. Durante su estancia en aquella ciudad se familiarizó con la técnica de la pintura al fresco, técnica con

la que decoraría las estancias del Palacio Real de Madrid. Su obra está basada en la disciplina del dibujo

academicista y su proyección de artista reconocido en los ambientes cortesanos le llevó a ser nombrado

Pintor de Cámara en 1774, cargo que compartía con Francisco de Goya. Con el genio de Fuendetodos,

compartió el encargo de decorar la capilla de San Francisco de Borja de la catedral de Valencia. A tal efecto,

la duquesa de Gandia, María Josefa Pimentel Téllez-Girón, también duquesa de Osuna, le encargó una

pintura para la capilla de San Francisco de Borja de la Catedral de Valencia, de la que ella era patrona y

estaba remodelando. Maella realizó una gran pintura que preside el altar en la que se representa a san Borja

en el momento en que se despide de sus hijos para dirigirse a Roma y dedicarse a la vida religiosa como

miembro de la Compañía de Jesús. Goya pintó los lienzos laterales en que se representan a la izquierda de la

capilla, el despido de Francisco de Borja de sus hijos cuando marcha hacia Roma ya la derecha, la asistencia

de un moribundo impenitente. Ambos pintados en 1738. Así pues, esta pintura podría estar realizada, bien en

1787, junto a la de la capilla de la catedral o bien en 1793 con motivo de la visita a Gandia de los duques, los

cuales regalarían esta pintura a la comunidad de clarisas de esta ciudad.

201

Virgen con el Niño Escuela valenciana

Siglo XVIII/XIX

Óleo sobre lienzo

101 x 81,5 cm.

Bibliografía: Pellicer i Rocher, 2003

202

Un gran sentimiento de ternura es lo que nos transmite esta pintura en la que vemos el grado de

humanización de lo divino al que llega esta actitud de aproximación entre la Madre y el Hijo. Esta no es sino

una versión más que, alternativamente contemporiza uno de los prototipos occidentales que imitaban los

tradicionales iconos orientales de la Virgen con el Niño. Esta es la versión actualizada de estos iconos

tradicionales que a lo largo de los siglos tanta devoción despertaban entre los fieles cuando veían en ellas la

auténtica representación del rostro de María.

Estamos refiriéndonos a las imágenes denominadas Eleusis en las que se suele presentar a la Virgen y al Niño

abrazados y con una mejilla contra la otra y otros gestos de mutuo cariño. Algunos ejemplos de los que nos

han llegado los podemos ver en la Virgen con el Niño del convento de monjas dominicanas de Corpus Christi

de Vila-real, la Virgen del Carmen, de La Yesa o la Virgen del Capítulo del Monasterio de Gratia Dei, de

Benaguasil entre otros. Todas ellas pertenecen al tipo de Eleusis o "ternura".

A lo largo de los siglos XVI y XVII continuaron perpetuándose estos modelos originarios del oriente

europeo y que no hacían más que tratar de reproducir los rasgos fisonómicos del rostro de María que según la

tradición pintó San Lucas. Al margen del retrato atribuido a San Lucas, los artistas también podían seguir las

descripciones que de ella hicieron algunos de los Santos Padres de la Iglesia y santos orientales como

Nicéforo Calixto, San Juan Damasceno, San Anselmo o San Epifanio: "Tenía el cabello rubio, los ojos vivos,

de bajo color y parecido al de las aceitunas. Era un tanto morena, tenía arqueada las cejas, la nariz larga,

labios hermosos y acompañados de una gran suavidad de palabras, el semblante ni redondo y agudo, si no un

tanto alargado, y largas las manos y los dedos". Descripción que, por una parte casa perfectamente con la

pintura que presentamos y por otro, las actitudes de la Madre y el Hijo están en relación directa con los

prototipos establecidos en los que también nos hemos referido.

En el ejemplo que presentamos, el artista no realiza una variación del tema y tampoco copia ni trata de

realizar una versión del modelo tradicional. Partido de la tradición iconográfica de la Eleusis, esta es una

representación que transmite el mismo sentimiento que sus referentes pero con una actualización de la

imagen respecto a los modelos preestablecidos. Aquí se prescinde del clásico maphorion y de las vestiduras

del Niño. Por el contrario, la Virgen aparece con toda su larga cabellera desplegada majestuosamente como si

de un manto se tratara mostrando el color y la textura de sus cabellos. El niño, totalmente desnudo, sonríe de

una manera un tanto irónica y con un claro contraste con el rasgo melancólico y triste de la Madre que no se

está de pensar en su futura Pasión y Muerte.

Creemos que esta Virgen con el Niño no podía quedar fuera de las suspicacias que nos han movido a crear un

"círculo Ribalta" entre las pinturas que aquí mostramos. Con una iconografía inusual, la Virgen está

representada con una larga melena que se extiende por la espalda, los hombros y por encima de estas le llega

hasta los codos. Recientemente, Fernando Benito ha atribuido a Juan Sariñena una Virgen de la Esperanza

con ángeles músicos (Museo de Valencia) con una cabellera esparcida por encima de la espalda y los

hombros. Pues salvo este ejemplo, no hemos encontrado ningún otro referente a nuestra pintura. Tan sólo las

"inmaculadas" suelen representarse con los cabellos sueltos y largos.

Y parece que no somos los únicos a los que les llama la atención el hecho de que la Virgen María se presente

con esta estética, con este fashion, dirían algunos. Porque si no, al confeccionar el inventario de las obras de

arte de la duquesa Artemisa Doria y Carreto, el escribano apunta "Una Nuestra Señora con el Niño Jesús en

los brazos y el cabello suelto..." Y, además, continúa escribiendo: "... de mano de Ribalta". ¿Podemos creer

que el escribano era un experto en pintura? Lo lógico es pensar que al anotar los objetos no hiciera sino

copiar otro inventario anterior. También podría darse el caso en que su mano siguiera el dictado de alguien

que lo indicaba los detalles que debían figurar en la descripción de los objetos que estaba inventariando. Sin

embargo, lo que a nosotros nos importa es el hecho de que en el inventario aparece anotado "... de mano de

Ribalta". Con esto no queremos afirmar que estamos frente a una pintura de Ribalta.

203

Tan sólo queremos constatar dos apreciaciones. La primera es el hecho iconográfico del pelo suelto de la

Virgen María con su Niño y la segunda es la de hacer constar la existencia de una Virgen con el Niño con el

cabello suelto, de mano de Ribalta.

Adriaen Isenbrandt. Virgen con el Niño. Museo de Bellas Artes de Budapest

Respecto a otros aspectos referentes hemos podido observar la fotografía de la Virgen con el Niño y ángeles

de Francisco Ribalta –ca. 1607- y nos damos cuenta de la verosimilitud del Niño con el de nuestra pintura.

Sus rostros son los mismos. En cuanto a la Virgen, aunque esta muestra un rostro más estilizado, sus

apreciaciones estilísticas generales están dentro de los parámetros de la pintura ribaltesca. Asimismo, los

pliegues de las telas, la finura estilización de las manos de la Virgen o la delicadeza de la transparencia de la

tela que cruza por delante de la pierna derecha del Niño Jesús son fruto del esmerado trabajo de un buen

pincel.

204

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