21
ESCUCHAR Y VER De la práctica clínica a la psicoterapia práctica (en desarrollo) Autor : Jorge Sinópoli Colaborador : Marcos Urgorri 1 2012 1 Agradecemos especialmente a la Profesora María Luisa Rossi por la corrección de los originales. El autor de los diagramas de este trabajo es el Prof. Lic. Marcos Urgorri.

ESCUCHAR Y VER

  • Upload
    ucal

  • View
    5

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

ESCUCHAR Y VER

De la práctica clínica a la psicoterapia práctica

(en desarrollo)

Autor:

Jorge Sinópoli

Colaborador:

Marcos Urgorri1

2012

1 Agradecemos especialmente a la Profesora María Luisa Rossi por la corrección de los originales.El autor de los diagramas de este trabajo es el Prof. Lic. Marcos Urgorri.

Abstract: En el presente trabajo se presenta un modelo de práctica de la

psicoterapia. Se detalla el proceso desde el primer contacto hasta la definición

de las estrategias y tácticas de intervención, postulando algunos criterios

básicos para la toma de decisiones que definirán el diseño del tratamiento.

Para ello, se destaca la complejidad de la tarea a desarrollar dadas las

características de los emergentes del sistema, lo que conlleva a la necesidad

de un cambio de actitud en el terapeuta si pretende desarrollar una labor

eficiente y eficaz.

Palabras clave: Psicoterapia, cambio, relación terapéutica, complejidad,

emergencias.

Abstract: This paper presents a model for psychotherapy practice. It details the

process from the first contact to the definition of intervention strategies and

tactics, and it postulates some basic criteria for the decision making process

that define the treatment design. To that end, this document highlights the

complexity of the task that will be developed, taking into account the features of

the emerging elements in the system, which demand a change in the therapist’s

attitude if an efficient and effective work is expected to be accomplished.

Key words: Psicotherapy, change, terapeuthic relationship, complexity.

2

Introducción

La médula del acto psicoterapéutico es alcanzar la comprensión del

mismo como una complejidad que abarca tres conceptos continentes: paciente,

terapeuta y lo que ocurre entre ellos.

Al concebirlo como una complejidad podemos concluir que todo aquello

que el paciente nos relate, debe ser asumido como un emergente de las

cualidades de su sistema de organización de la experiencia, representados por

las invariantes comportamentales (en sentido amplio) del consultante.

(Bastardas - Boada, 2009)

De allí lo impredecible, imponderable y hasta cierto punto insondable de

la demanda del paciente; que hace que de antemano cualquier deducción

basada en una teoría cerrada de la mente sea más un obstáculo que un

beneficio. Lo primero es escuchar y ver.

A partir de estos emergentes podemos ir induciendo, un mapa de la

mente de este sujeto en particular, a la manera del cartógrafo, que va copiando

los accidentes de la costa, hasta alcanzar una versión de los hechos

aproximada de lo que se presenta a su percepción.

Desde este punto de vista, y siendo plenamente conscientes de ello, el

trabajo debe consistir en tomar categorías continentes que nos permitan

acercarnos de una manera simple a aquellas invariantes del modo de

significación de la experiencia del paciente. (Quiroga, 2008)

Acotar, predecir y repetir, tal como cuando se elige para comprar una

cosa entre tantas otras de acuerdo con una serie de variables subjetivas

propias del consumidor. (Buzan y Buzan, 1993)

¿Qué movimientos deben realizarse para hacer simple la demanda del

consultante y no simplificarla?

3

1. Del primer contacto al saludo:

Toda psicoterapia comienza con una presentación en la que el terapeuta

acepta las convenciones sociales generadas a nivel socio - dinámico2. Este

primer y breve momento, se caracteriza, como ocurre en cualquier encuentro

humano, por la aproximación y primera impresión. En términos clínicos da lugar

a una primera evaluación tanto del paciente como del terapeuta que va a

condicionar el devenir del tratamiento; aunque de él no pueda extraerse como

datística más que la aceptación o no del contacto/comunicación entre dos

personas a nivel intuitivo y cómo cada uno evalúa el ingreso a escena del otro.

(Bion, 1970)

Para el psicoterapeuta esto implica respetar su conocimiento sensible

(que es el único viable) para poder trascenderlo. La labor del terapeuta es leer

lo obvio, sin dejarse engañar por una semiología que, como veremos a

continuación, alteraría nuestro campo perceptual.

La psicoterapia en este momento se presenta como lo desconocido, un

misterio, un enigma, (un 0 absoluto) y se sugiere al terapeuta aceptarlo así

para no incurrir en procustismo3. (García Laborda, 2005)

2. Solicitud por parte del terapeuta de información simple.

Una vez hecha la presentación, el terapeuta propone un disparador que

de pie a la exposición por parte del paciente de múltiples y subjetivas

manifestaciones de lo que experimenta como sufrimiento.

En este punto consideramos pertinente aclarar dos dimensiones del

paciente que suelen confundirse. Desde la presentación el consultante viene

dispuesto a cumplir un rol - paciente en el cual se encuadra y refugia, él es

quien consulta y juega ese papel en el escenario de la psicoterapia como

interlocutor de otro de quien espera “algo”; más adelante describiremos cómo2

Hacemos referencia a uno de los cuatro niveles de Pichón Rivière quién describe, además, otros tres: el psico-dinámico, el institucional y el cultural.3 De procusto, Polipemón o Damastes: Posadero que ofrecía alojamiento a sus huéspedes para luegoasesinarlos. Si estos eran altos los hacía acostarse en camas cortas y cortaba las partes que sobresalían,mientras que a los más pequeños los descoyuntaba y estiraba hasta ajustarlos al tamaño del lecho.

4

es necesario que se centre en la tarea, como constructor de su propio

bienestar. (Martínez, 2011)

De esta manera, estos primeros momentos se convierten en una

exposición, inabarcable por parte de otra mente humana, del complejo

entramado de los pasados o futuros, lugares transcurridos, funciones

psíquicas, etc., por donde el consultante hace discurrir su padecimiento. Así,

por más simple que parezca una demanda, siempre excede el campo de

comprensión del consultado. (Quiroga, 2008)

La misión del terapeuta es solamente una: partir de lo heteróclito

(irregular, extraño, que no responde a las reglas) para llegar a lo anaclítico (lo

simple, la base o apoyo). (De Bono, 1996)

En términos concretos para la clínica, el terapeuta asiste al relato del

paciente y toma de él algun/os punto/s nodulares que le permitirán diseñar una

aproximación simple a la complejidad que se presenta.

Podría afirmarse que su función en estos primeros minutos de la primera

entrevista es la de “educando/observador”, un aprendiz que intenta acomodar

la realidad a sus esquemas.

Mientras tanto, el paciente no está “conmigo, aquí y ahora”, sino que se

conforma un mínimo espacio en el que el consultante vierte datos inasibles

provenientes de su complejidad íntima, lugar en el que ahora se encuentra y

cuyo único punto de contacto con nuestro mundo es el rol que desempeña

como se observa en la figura 1. (Buzan y Buzan, 1993)

5

Al modo de la Geometría Euclidiana, la configuración de un objeto

tridimensional en un plano siempre comienza por la determinación de los

puntos que componen la figura, después se trazan las rectas sobre o entre

ellos y comienza a aparecer una forma, un mapa, una estructura. (Joan

Calventus, 2011)

Este segundo momento de aprendizaje asimilativo, comienza con la

detección de nodos en la narrativa con los que el terapeuta configurará un

primer mapa de la subjetividad del consultante regulando su demanda interna,

cumpliendo la función de auxiliar que selecciona qué información es pertinente

y cuál no (no se la subestima, se la excluye momentáneamente) para armar un

espacio operable. Nótese aquí la diferencia con el análisis y síntesis del

positivismo, ya que consideramos, contrariamente al cartesianismo, que el

producto final de nuestra traducción no es la complejidad misma.

De esta forma la manera en que se solicita la información y cómo se la

clasifica es un problema que el terapeuta debe manejar encausando el discurso

del paciente hacia problemas, dificultades y sufrimientos que sean pasibles de

ser tratados como objetos o cuestiones “tratables” como se observa en la figura

2. (Najmanovich, 2001).

En esta labor pueden aparecer las primeras intervenciones, en tanto el

terapeuta con sus preguntas y afirmaciones va definiendo, poniendo nombre y

ordenando el material y puede así, aunque no necesariamente, generar en el

6

escenarios

P Tpasado

síntomas

futuro

presente

Funciones psi

personajes

Complejidad Íntima

conflictos

personalidad

experiencia

estilo

formación

prestigio

FIG. 2

personalidad

mapa

paciente un proceso análogo que reduce la incertidumbre (ansiedad) inicial en

la presentación de su problemática. (Vidal Ledo, 2007).

La forma como el paciente regula y presenta su demanda lejos está de

responder a una teoría cerrada (prejuicio). Se hace necesario entonces pactar

con nosotros mismos qué vamos a escuchar y qué vamos a aclarar, aceptando

que algunos aspectos quizás nunca lleguemos a comprenderlos (preconcepto).

El principal riesgo que corre el terapeuta en este momento es pretender

captar esa complejidad total a través de edificios teóricos que supuestamente

abarcan, mediante explicaciones acerca de la constitución y funcionamiento de

la mente, la constitución y funcionamiento total de “esta” mente que se le

presenta. No olvidemos que los terapeutas llamamos a la construcción

disfuncional de realidades, neurosis y si nos disgusta un poco más la

composición, psicosis y es en este sentido que la semiología clásica se

constituye a nuestro entender en una geometría plana.

3. Comprensión teórica del evento

Esta propuesta de labor terapéutica se podría criticar por limitada y poco

ambiciosa, sin embargo, entiéndase que en cuanto actitud no es un esfuerzo

menor ni falto de fundamento. En psicoterapia no se debería pretender

comprender o abarcar la mente del otro, sino ser capaces de vivenciar en tono

e intensidad su experiencia de padecimiento. (Ávila Espada, 2003).

Existe teoría y está presente siempre en la mentalidad del terapeuta y

este no debe luchar contra ella, sino contra la mistificación de la misma.

Consideramos que la teoría es al terapeuta lo que el horizonte a nuestra

percepción, una ilusión, una certeza de la finitud de lo posible que lo hace

abarcable, pero ciertamente si seguimos en línea recta hacia él nos topamos

con el infinito.

¿Cómo usar entonces a las teorías para que no sean una limitación?

(Bion, 1965)

Desde el sentido práctico que pretendemos dar a este escrito, creemos

que de dos maneras:

7

Una válida y tranquilizadora, aunque extremadamente limitante es partir

para el análisis del evento – paciente, de la selección de una serie de vías

posibles de acciones técnicas englobadas en las grandes tradiciones

psicoterapéuticas surgidas en el siglo XX. La tarea es comparable a practicar

una selección entre varias herramientas, de acuerdo con su probada eficacia

(en el mejor de los casos), para resolver un trabajo.

El caso es que frente a un objetivo X las tradiciones en psicoterapia nos

plantean hacer A, B o C, etc. La misión del psicoterapeuta es seleccionar una y

operar con ella. Puede elegirse siempre la misma o combinar recursos de

muchas, el caso es que desde aquí se seleccionan rutas para comprender y

abordar esa experiencia del paciente. (Buzan y Buzan, 1993)

Es válido, y se ha demostrado que la eficacia de los métodos aplicados

así alcanza aproximadamente un 80 % de los tratamientos, siendo sólo un 20

% completamente exitoso y un 60 % medianamente exitosos (alcanzan

objetivos parciales).

La segunda opción requiere un esfuerzo mayor. Consiste en una mirada

meta-teórica en la que se reconocen los aportes de las diferentes tradiciones

psicoterapéuticas y se las utiliza para aquello que fueron diseñadas. Aquí la

labor terapéutica se centrará fundamentalmente en obtener recursos prácticos

para resolver aquello que paciente y terapeuta acuerdan trabajar. (Benavides,

2005)

Existe una diferencia sustancial en la mirada a – teórica (si es que es

posible), en la escucha atenta que no pretende entender más allá del relato del

consultante, y ésta consiste en que no es lo mismo escuchar pensando en

cómo se adapta el caso a la teoría, que observar en vistas de seleccionar el

mejor grupo de intervenciones para resolver una problemática. Es el relato del

paciente el que nos orienta a una comprensión de la vivencia y no es la teoría

la que nos permite predecir lo que un paciente es, hace o experimenta.

(Sánchez-Cánovas, 1994)

Más adelante nos referiremos a las intervenciones pertinentes a cada

situación terapéutica, pero por lo pronto queremos destacar lo importante y

8

oportuno de promover un cambio en nuestra forma de vivir el acto terapéutico

desde nuestra función de agentes de salud.

4. Establecimiento de una cartografía común aquí, ahora, conmigo:

En este apartado vamos a detenernos en la que será la tarea

determinante para el resto del proceso terapéutico, el establecimiento de la

relación terapéutica. Mucho se ha hablado ya de este fenómeno desde que se

lo comenzó a describir como el principal promotor terapéutico de cambio.

(Valero Aguayo, 2011)

Desde nuestra concepción, esta tarea requiere alcanzar el acople

comunicativo a través de la creación de un campo común de registro sobre el

que se vierten las experiencias.

Para entender lo importante y complejo de esta fase (establecimiento del

campo) imaginemos que nos encontramos con la tarea del diseñador de un

juego, quien determina las reglas de tiempo y espacio, turnos, reglamento,

tablero, etc. Todo el setting que se necesita para que haya un acuerdo mínimo

en la interacción de los jugadores participantes. A esto se suma un aspecto

propio de este campo, que son las permanentes recomposiciones y

reconfiguraciones que sufre por su propia evolución, independientemente de

las acciones parciales del paciente y el terapeuta. (Minsky, 1985)

Paciente y terapeuta deambulan, en un principio, por un territorio vacío

de contenido, pero con bordes definidos, que es el campo recién establecido a

través del diálogo. Fuera de allí están el “universo paciente” y el “universo

terapeuta” convergiendo en la relación desde las diferentes áreas que

constituyen la subjetividad de cada uno de ellos. Ambos importan a esta región

contenidos que poco a poco van a ocupar un lugar en ese campo. Así, la región

específica llamada psicoterapia comienza a tomar forma a través de la

confluencia en el lenguaje de ambos vectores conversacionales. De ello deriva

que con el correr de los encuentros se va a configurar un relato común, una

región compaginada, más armada, desde la cual se convoca tal o cual

9

información que se convierte en devenir de este campo como se observa en la

figura 3. (De Bono, 1996)

Es importante destacar que el terapeuta debe preservar este campo

manteniéndolo habitable y operativo. “Habitable” se refiere a que se debe

impedir que información de otras regiones, del paciente y con más razón del

terapeuta, inunden la región de la relación, no dejando lugar para el sí mismo

del paciente y por ende para la labor del terapeuta; y “operativo” porque se

debe preservar la tarea (sí mismo) privilegiándola por sobre el rol (patología-

queja). (Vidal Ledo, 2007; Bion, 1970 & Pichón Rivière, 1975/2001).

Esto último es de vital importancia ya que representa la diferencia entre

una psicoterapia efectiva y una que no lo es.

En el título de este apartado aparecen tres componentes de una

cartografía común: “el aquí”, “el ahora” y “el conmigo”. Con lo presentado hasta

el momento se puede entender cómo funcionan los dos primeros postulados,

ahora estamos en condiciones de explicitar cómo se instaura “el conmigo”.

(Bastardas & Boada, 2009)

10

FIG. 3

síntomas paciente

flia

--------------------terapeuta

personajes

pasadopersonalidad

trabajo

pareja

fantasía

sueñosexperiencia

necesidades

hijos

teorías

amistad

sexo

Al congregar los diversos relatos que paciente y terapeuta importan a la

sesión pueden generarse diversas actitudes que serán útiles de acuerdo a que

la tarea terapéutica prime sobre el cumplimiento del rol. La labor clínica a la

hora de establecer la relación terapéutica consistirá en vencer las

convenciones sociales, con todas las expectativas referidas a los roles de

paciente y terapeuta para establecer una relación capaz de generar una

transformación real. (Bion, 1965)

Las posibilidades de establecer un vínculo empático4, sano y productivo,

están sujetas al hecho de privilegiar la tarea por sobre el rol, lo que implica que

en las sesiones se trabaje sobre el “vínculo que tenemos” y no sobre

cuestiones bizantinas, recetas o imposturas, ajenas a la idiosincrasia de este

campo vincular. (Najmanovich, 2001)

El arte de la terapia consiste en saber generar este espacio de acople a

la manera del director de orquesta, quien con sus movimientos coordina

aquello que en sí mismo no tiene una unión física, generando un emergente

estético.

Tenemos entonces una primera posibilidad: que la relación no funcione

porque no supera el poder del rol que deben cumplir ambos en un plano social.

Pero considerar que podemos acceder plenamente a la experiencia del

paciente es también un error de apreciación clínica.

Es imposible generar una identidad fusionada entre paciente y terapeuta.

Creemos que en ningún momento se superponen ambas subjetividades. Para

que la psicoterapia sea efectiva no debe darse una relación simbiótica (García

– Laborda, 2005).

Para la psicoterapia es absolutamente necesario que se dé un acople

empático al modo de Carl Rogers y, para ello, se debe tender entre ambos un

puente epistemogénico que permita alcanzar una perspectiva común, aunque

no idéntica.

Como en cualquier relación humana se da un espacio vincular

epistemofilico en el que ambas personas mantienen un correlato perceptual -

4 En el sentido rogeriano del término. Un vínculo auténtico, cálido, de mutuo respeto que facilita lasensación de comprensión, aceptación y experiencia correctiva por parte del cliente.

11

interpretacional, que no debe confundirse con una comunidad de perspectivas

o fusión de subjetividades.

Así, esta nueva relación que se abre genera una evolución

transformacional del campo común y como consecuencia de los actores

terapéuticos. A medida que se amplía la plataforma epistemogénica

(cartografía común) se desarrolla el “aquí – ahora - conmigo”, no porque

estamos mixturados, o porque sabemos todo acerca del otro, sino porque

“somos estando” en un lugar y tiempo común y en sincronismo perceptual

(Minsky, 1985).

Entre las dos subjetividades se conforma un campo que a medida que

ambos lo van nutriendo va creciendo en complejidad interna y se va ampliando

como se observa en la figura Nº 4 (Olavarría, 2007).

La relación que se establece puede metaforizarse con la sinapsis, en

donde dos células se comunican a través de una membrana fluida sin entrar en

contacto físico en ninguno de sus puntos.

Una vez establecida la relación, el terapeuta debería empezar a

funcionar como un disparador evolutivo. Al no haber un contacto real entre

paciente y terapeuta, este último debe proponer un tratamiento que genere la

suficiente complejidad en el campo intersubjetivo como para proponer una

evolución (cambio), sin desestructurar al paciente (Valero Aguayo, 2011).

Gráficamente la relación terapéutica y el desarrollo de la psicoterapia en

general pueden ser representadas como en la siguiente figura:

12

P T

FIG. 4

Desde el punto de vista del terapeuta, es fundamental, y por eso lo

reiteramos, la perspectiva desde la que se coloca como observador. Decíamos

en el punto dos que el terapeuta puede partir de los aportes de las diferentes

líneas teóricas, es decir, la Perspectiva Diacrónica o la Perspectiva Sincrónica,

que parte de la fluidez del campo dinámico con los múltiples matices que

presenta el paciente al momento actual. Ambas posturas son perfectamente

legítimas y, si bien cada una aporta “algo”, no se pueden sostener

simultáneamente. Si optamos por observar los fenómenos interpretándolos a

través de una teoría y centrándonos en aquello que propone trabajar, es

imposible estar observando aquí y ahora conmigo lo que ocurre: las múltiples,

intrincadas y muy complejas condiciones del comportamiento humano

proyectadas en sesión. (Rodríguez Zoya, 2008 & Vidal Ledo, 2007)

Esto implica dos cambios fundamentales en la actitud del terapeuta:

primero, el reconocimiento de lo absolutamente eventual del hecho que trae el

paciente y que lo convierte en un emergente impredecible; segundo, y en

consecuencia, la profesionalidad del terapeuta depende de la capacidad de

tolerar lo anterior y saber ofrecer un cambio que sea postulado estratégica y

tácticamente y al mismo tiempo, preciso y eficaz (Martínez, 2011).

La simplicidad explicativa consiste entonces en, a partir de la aceptación

de lo inacabado de nuestro conocimiento, poder tener un marco referencial, lo

13

Diversidad explicativa

T

T

P

Simplicidad operativa

ABCDE

1

2

Complejidad estructural

3

FIG. 5

Proyección de la complejidad

subjetiva

más amplio, flexible y rico posible, para poder traducir la complejidad

estructural del paciente en todas sus manifestaciones.

El paciente plasma su complejidad subjetiva en el espacio de la relación

terapéutica. El profesional debe responder frente a esa complejidad de manera

simple y funcional, para darle pregnancia a la misma. Además, él debe

convertir la comunicación en algo simple y funcional pasible de ser modificado

a través del vínculo, y manejar los emergentes que surjan de la interacción

entre el dato del paciente transformando, simplificando y operando. A mayor

complejidad estructural, mayor simplicidad táctica. (Najmanovich, 2001)

La psicoterapia es un acto de comunicación y como tal requiere del

esfuerzo de construcción de una plataforma epistemogénica común. Con esto

queremos decir que el terapeuta tiene que simplificar para ser operativo.

Consideramos válido comparar la psicoterapia con los avances tecnológicos

que han complejizado la ingeniería de los utensilios volviéndolos simples y

funcionales en su uso (Minsky, 1985).

Por otro lado, la conjunción entre las Perspectiva Sincrónica y

Diacrónica dan como resultado que con el paso del tiempo, y dependiendo del

acuerdo entre paciente y terapeuta en sucesivos contratos, el tipo de procesos

e informaciones a trabajar se puede ir complejizando hasta cada vez más altos

niveles de procesamiento.

Por lo tanto, la psicoterapia consiste en ajustar los niveles de

complejidad operativa a la capacidad de asimilación y acomodación del

paciente para poder perturbar sus esquemas de interpretación y así generar

transformaciones que se conviertan en nuevos equilibrios emergentes.

5. Comienzo de las intervenciones

El diseño de las intervenciones debe respetar los principios anteriores de

aumento progresivo de la complejidad de los procesos y contenidos

involucrados en el acto psicoterapéutico.

Una vez finalizado el mapa común en que se acuerda qué trabajar y

cómo, se inaugura un momento de receptividad por parte del paciente en el

14

que el terapeuta inocula dosis sencillas de información y energía (entendida

como motivación o fuerza para el cambio) manejables para el paciente.

Comienza así a predominar la tarea por sobre los roles sociales (Rambaut,

2002).

Está en el terapeuta saber graduar la sencillez de la información y

plantear el lenguaje propicio para ir generando transformaciones tolerables,

asimilables por el cliente, de modo tal que se amplíe la conciencia, se

configuren nuevas entidades cognitivas (evolución) y se desencadene un

proceso de autopoiesis (Maturana, 1984). Esta concepción respeta los

procesos neurofisiológicos y psicosociales del aprendizaje humano, aspecto

absolutamente necesario para el inicio de cualquier actividad provechosa

(Frege, 1884).

Se dan cuatro procesos transformacionales humanos que pueden

operacionalizarse como tácticas psicoterapéuticas:

A) Intervenciones enunciativas

Consiste en crear rutinas. En este sentido conviene generar

simplicidades y poco más, lo que ya es todo un pequeño gran cambio,

comparable a adquirir más experiencia en un área de desempeño.

Las simples normas que rigen nuestra vida, son iterativas, somos seres

capaces de generar cambios circulares permanentemente y los necesitamos

para vivir. Preservar el equilibrio en nuestro sistema mental a través de rutinas

cotidianas, nos permite alcanzar un grado mínimo de estructuración y, por lo

tanto, de bienestar.

En este rango de intervención encontramos todas las técnicas directivas

cuyo objetivo es el aprendizaje o la modificación de conductas, en general

formas básicas de entrenamiento (Copi, 1962).

B) Intervenciones acumulativas

Se le propone a estos clientes un cambio paradojal por medio de la

enseñanza de la discriminación sí - no, 0 - 1, “o haces esto o haces aquello”.

15

Es más difícil, y consiste en malear la tarea del paciente, manteniéndolo o

cambiándole de tema y configurando así diferentes campos en los que ocurren

diferentes cosas. Así el paciente empieza a captar que existen dos planos: el

analógico (repetición) y el digital (introducir variantes o pequeñas

combinaciones de conducta).

El objetivo de intervenir en estos procesos es que se salga de esa zona

confusional, indiferenciada y vaya ordenándose, pudiendo habitar zonas más

tranquilas o no de su mente, pero de una manera más organizada.

Aparece lo digital y lo serial como una sucesión de opciones entre A y B.

(Joan Calventus, 2011). Estas intervenciones son aquellas que además de

buscar la modificación de conductas exploran y modifican aspectos cognitivos

que las sustentan.

C) Intervenciones lineales

Consiste en desarrollar entre los dos (menos directividad)

procedimientos aplicables a diversas situaciones cualitativamente similares; por

ejemplo: cómo hacer para que una persona que se inhibe en situaciones

sociales pueda hablar en público.

En la aplicación del procedimiento aprendido el paciente debe postular

variaciones cognitivas, emocionales, comportamentales, etc., que hacen más

rica, diversa y adaptable la experiencia ensayada. Se da así una variedad de

opciones además de 0 y 1 (2, 3, 4, etc.).

Estas intervenciones son aquellas orientadas a generar procedimientos

complejos de conducta al estilo sistémico o neo-comportamental, en las que no

sólo se aprende una conducta o no–conducta, sino una sucesión modificable,

variable, adaptable de comportamientos adecuados a una situación.

La descripción de la progresión que debe llevarse a cabo (paso 1, paso

2, etc.) se constituye en una progresión aritmética que sigue una lógica

cartesiana clásica (Frege, 1884). De todas maneras, el comportamiento no deja

de ser lineal, por lo que siguen siendo intervenciones menos complejas que las

que se mencionan a continuación:

16

D) Intervenciones condicionales (simples y complejas)

Las intervenciones en este nivel se refieren al empleo del lenguaje, en el

sentido de cómo el ser humano crea realidades por medio de la construcción

de narrativas. Desde este punto de vista el terapeuta no tiene un rol directivo,

sino que es solamente un “perturbador cognitivo-emocional estratégicamente

ubicado” que genera un shock gnoseológico que pone al paciente en posición

de experimentar en sesión vivencias significativas y de necesitar

autoorganizarse reformulando patrones básicos de funcionamiento

responsables y motivadores de conducta (Lem, 1961).

Este es el más alto y complejo de los niveles de intervención, porque

aquí el terapeuta no puede dirigir la operación hacia una certeza, sino hacia

procesos internos que el paciente reconfigurará de acuerdo a su propio sistema

en evolución. Es en este nivel en el que se inscriben todas las líneas

constructivistas, post constructivistas y narrativas, aunque queremos destacar

el valor de vigencia de todos los recursos antes mencionados (Benavides,

2005). Nos referimos a dos niveles dentro de los condicionales:

La intervención condicional simple se refiere a colaborar con el paciente

en la comprensión y/o ampliación de conciencia respecto de procesos de

complejidad de detalle, en donde se construye una realidad en la que las partes

se relacionan entre sí en una complejidad en cuanto a la cantidad de elementos

que la componen pero no por las relaciones posibles entre los mismos. Así, si

A, entonces B, entonces NO C. Por ejemplo: Si trabajo, entonces no puedo

estudiar; o estudio, o trabajo. Es diferente a la intervención acumulativa porque

es un nivel de equilibrio en el que se combinan dos elementos cualitativamente

diferentes (de dos clases diferentes), aunque sigue respondiendo a una

representación digital. Hay evolución en el sentido de que el paciente cambia al

tomar conciencia de su vivencia.

La intervención condicional compleja, en cambio, supone operar en una

dinámica en la que la modificación “si A”, genera una perturbación estructural

que altera y modifica a “A” junto con todo el sistema. Se produciría un cambio

catastrófico en el sí mismo: un movimiento emocional incontenible, el

17

surgimiento de una nueva configuración (paradigma) y la presencia de algunas

invariantes del estado anterior (Bion, 1975, 1977 & 1979).

Es la intervención en la sesión sobre la relación aquí-ahora-conmigo,

desestructurando un equilibrio que afecta al terapeuta porque no puede

sustraerse del efecto que produce la activación del paciente con él-ahora y

aquí.

Estas intervenciones se ven vehiculizadas por el uso del lenguaje como

agente promotor del cambio, no sólo en cuanto a su contenido, sino en relación

a su poder perturbador y reconstructor (Bastardas - Boada, 2009).

Comprende a las intervenciones de todas las tradiciones narrativas

(psicoanálisis, cognitivismo constructivista, terapias narrativas), etc. Por

ejemplo: Si en sesión se llega a la conclusión: “qué pasa si lo que usted cuenta

no es así, o es diferente o… o…”

Estos niveles se repiten y replican todo el tiempo evolutivamente en la

vida y en la terapia, la selección de uno de los mismos como blanco de

intervención marca el punto de apalancamiento sobre el que se operará

(Maturana, 1984). Es decir, que el terapeuta debe elegir en qué nivel intervenir

a cada momento y como objetivo general de tratamiento, porque de ello

depende la capacidad de comprensión evolutiva del paciente respecto a la

maniobra del terapeuta.

Nos resulta sumamente difícil recortar la información para no exceder el

alcance del presente trabajo. Este ensayo se refiere a conceptos y prácticas en

constante evolución y, por lo tanto, será desarrollado más ampliamente en

posteriores presentaciones, especialmente la parte táctica final que

consideramos de capital importancia para la clínica (Ávila Espada, 2003).

18

Bibliografía:

Ávila Espada, A. (2003) ¿Hacia donde va la psicoterapia? Reflexiones sobre

las tendencias de evolución y los retos profesionales de la psicoterapia en

Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, Nº 87, Madrid.

Bastardas - Boada, A. (2009) Complejidad y emergencia en Lingüística y

Ciencias de la Comunicación. Glossa, Vol. 4, Nº 2.

Benavides, M. Y Gómez-Restrepo, C. (2005) Métodos en investigación

cualitativa: triangulación. Revista Colombiana de Psiquiatría, Vol. 34, Nº 1.

Bogotá.

Bion, W. R. (1965) Transformations, London: Heinemann.

- (1970) Attention and interpretation. London: Tavistock pub.

- (1975) A memoir of the future, Book I: The dream. Rio de Janeiro: Imago

Editora Ltda.

- (1977) A memoir of the future, Book II: The past presented. Rio de

Janeiro: Imago Editora Ltda.

- (1979) A Memoir of the Future, Book III: The Dawn of Oblivion. London:

Roland Harris. Trust Library.

Buzan, J y Buzan, B. (1993) The mind map book, London: BBC books.

Copi, I. M. (1962) Introducción a la Lógica. BS. As.: Eudeba.

De Bono, E (1996) Lógica fluida. Bs As: Paidós.

Frege, G. (1884/1950) The Foundations of Arithmetic. Oxford: Basil Blackwell.

19

García Laborda, A y Rodríguez Rodríguez, J. C. (2005) Factores personales en

la relación terapéutica en Revista de la Asociación Española de

Neuropsiquiatría, Nº 96, Madrid.

Joan Calventus, S. (2011) La lógica borrosa como aporte a una nueva

epistemología en ciencias sociales: una aproximación conceptual, Revista de

Psicología, Vol. 1, Antofagasta, Chile.

Lem, S. (1961/1998) Solaris. Barcelona. Minotauro.

- (1965/1988) Ciberíada. Madrid. Alianza editorial.

Martínez, C. (2011) Mentalización en psicoterapia, discusión sobre lo explícito e

implícito de la relación terapéutica. Terapia Psicológica, Vol. 29, Santiago de

Chile.

Maturana, H. y Varela, F. (1984/1999) El árbol del conocimiento. Las bases

biológicas del conocimiento humano, Madrid. Debate.

Minsky, M. (1985 - 2005) Selected Publications of M. Minsky. MIT media

laboratory & MIT AI Laboratory. Disponible en: Marvin Minsky, Home Page.

media.mit.edu. http://web.media.mit.edu/~minsky/.

Najmanovich, D. (2001) Pensar la subjetividad. Complejidad, vínculos y

Emergencia. Utopía y praxis latinoamericana, Vol. 6, Nº 14, Pág. 106-111.

Olavarría, B. y Vázquez, P. (2007) El cambio psicoterapéutico en la

investigación clínica desde el modelo sistémico. Revista de la Asociación

Española de Neuropsiquiatría, Vol. 27, Nº 1, Madrid.

Pichón Rivière, E. (1975/2001) El proceso grupal – del psicoanálisis a la

Psicología Social- (comp.), Nueva Visión, Bs. As.

-. (1971/1987) El proceso creador, Nueva Visión, Bs. As.

20

Quiroga, A. (2008) Pichón Rivière: vida y obra - Psicoanálisis e

intersubjetividad, Nº 3, Bs. As.

Rambaut, L. (2002) Diccionario crítico de Psicología Social, según la teoría del

Dr. Enrique Pichón Rivière, Ediciones del autor, Bs. As.

Rodríguez Zoya, L (2008, diciembre) Complejidad: la emergencia de nuevos

valores epistémicos y no epistémicos en la historia de la ciencia

contemporánea, Ponencia presentada en el Primer Encuentro Latinoamericano

de Metodología de las Ciencias Sociales, La Plata, Argentina.

Sánchez - Cánovas, J. (1994) Psicología Diferencial, Madrid: Centro de

estudios Ramón Areces.

Valero Aguayo, L. et al. (2011) Therapeutic change processes in functional

analytic psycotherapy, Clínica y Salud, Vol. 22, Nº 3, Madrid.

Vidal Ledo, M y Rivière Michelena, N. (2007) Investigación acción en Revista

de Educación Médica Superior, Vol. 21, Nº 3.

21