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l 7 de agosto de 2014 se cumplen 200 años de la restauración de la Compañía de Jesús, que, como el ave fénix, renacía de sus cenizas, después de un calvario de persecucio- nes por muchas cortes católicas europeas que culminaron en la supresión papal. Narramos la historia de este proceso de expulsión-supresión- restauración-regreso en sucesivos artículos. Contexto La cultura política dominante en la segun- da mitad del siglo XVIII era el despotismo ilustrado, potenciado por el regalismo, que atribuía al monarca competencias también en asuntos religiosos en detrimento de las atribu- ciones del papa. Los reyes habían ido acumu- lando prerrogativas o «regalías» como auto- rizar documentos pontificios para que fuesen promulgados en su territorio (pase regio); el Real Patronato Universal sobre la Iglesia, y otros patronatos particulares de catedrales y beneficios eclesiásticos; derecho de propo- ner (a veces un único candidato) para ocupar determinados cargos eclesiásticos, etc. Para contrarrestarlas, el papa ejercía las «reservas pontificias». Más allá de estos ejemplos, esta situación obligaba a equilibrios diplomáticos difíciles e inestables entre los estados y la Santa Sede, que a veces estallaban en hos- tilidades más o menos abiertas. En medio de esta desigual tensión estaban los jesuitas. La Compañía de Jesús, en plena fase expansiva, era una orden religiosa muy activa e influyente socialmente. Era muy estimada, pero también había acumulado grandes ene- migos, a los que quizás se minusvaloró, que orquestaron una campaña de acoso y derribo contra ella. Para explicarlo hay que referirse a un entramado de causas, entre ellas: 1. Los gobiernos absolutistas no soportaban su defensa incondicional del papado. 2. Su enérgica defensa de la ortodoxia doctri- nal católica los había enfrentado con pro- testantes, jansenistas y filósofos franceses. 3. Sus misiones provocaban recelos y sospe- chas, alentados por los mitos y fábulas que se tomaron por ciertos en Europa, como las enormes riquezas y la creación de un reino independiente en Paraguay. 4. La cercanía al poder político –a lo que aspi- raban todos los clérigos– los hizo odiosos. 5. La defensa de sus privilegios y exenciones, como el de no pagar diezmos (igual que las órdenes mendicantes), los enzarzó en plei- tos interminables con los obispos. 6. Su adaptación cultural en las misiones provocó una gran oposición a los llamados ritos chinos (China) y malabares (India) que fueron prohibidos por Roma. 7. Su predominio en la enseñanza generó celos en sus émulos. Había quejas institucionales relativas a su déficit espiritual, a la avidez por el dinero, al exceso de riqueza, incluso a la desobediencia al papa, sobre todo en cuestiones como los ritos chinos y malabares. Además, hay que contar con defectos personales de algunos jesuitas. La imagen pública, que los presenta- ba como prepotentes y autosuficientes, magni- ficó ese panorama, en el que pesaron también todas las irregularidades cometidas por la Compañía hasta entonces. Sucesión de expulsiones Los problemas para los jesuitas comen- zaron con el tratado de Madrid o de Límites (1750), por el que España y Portugal inten- taban poner fin a sus disputas territoriales e intercambiaban zonas ocupadas en la parte contraria. Pasaba a España la colonia de Sacramento (fundada por los portugueses en 1680 en la margen oriental del río de la Plata, en Uruguay), y Portugal se quedaba, entre otras cosas, con la región de las Misiones Orientales, las siete reducciones jesuitas en la margen izquierda del río Uruguay. Los jesuitas, como otros residentes en América, se opusie- ron a este pacto por considerarlo perjudicial para los indígenas, que según la legislación portuguesa podían ser esclavizados. Este es el marco histórico de la película La Misión (1986), de Roland Joffé. El tratado de El Pardo (1761) anuló el tratado de Límites, pero el primer minis- tro portugués Carvalho, futuro marqués de Pombal, exasperado, además, por las predi- caciones providencialistas del P. Malagrida con motivo del terremoto de Lisboa (1755), inició una campaña de descrédito de los jesuitas en Europa con publicaciones que alimentaron la leyenda negra que presentaba a los jesuitas como políticos, conspiradores e hipócritas. Verdades a medias, mentiras, exageraciones y manipulaciones que, a base de repetirlas, lle- garon a hacerse creíbles. Los jesuitas fueron presos en Brasil y deportados a Portugal entre 1755 y 1759, por las dificultades que encontraba el gobernador para aplicar el tratado de Límites que tuvo su mayor exponente en la Guerra Guaranítica (1752-1756). En 1759 la mayoría de los jesuitas de Portugal fueron expulsados a los E Wenceslao Soto, SJ ANTECEDENTES de la expulsión de España (1) 18 de la de la de Caricatura antijesuítica francesa sobre Portugal. uno de los panfletos antijesuitas difundidos por Pombal. Cartel de la película la Misión.

Expulsión, supresión, restauración y regreso de la Compañía de Jesús

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l 7 de agosto de 2014 se cumplen 200 años de la restauración de la Compañía de Jesús, que, como el ave fénix, renacía de sus cenizas, después de un calvario de persecucio-nes por muchas cortes católicas europeas que culminaron en la supresión papal. Narramos la historia de este proceso de expulsión-supresión-restauración-regreso en sucesivos artículos.

Contexto

La cultura política dominante en la segun-da mitad del siglo XVIII era el despotismo ilustrado, potenciado por el regalismo, que atribuía al monarca competencias también en asuntos religiosos en detrimento de las atribu-ciones del papa. Los reyes habían ido acumu-

lando prerrogativas o «regalías» como auto-rizar documentos pontificios para que fuesen promulgados en su territorio (pase regio); el Real Patronato Universal sobre la Iglesia, y otros patronatos particulares de catedrales y beneficios eclesiásticos; derecho de propo-ner (a veces un único candidato) para ocupar determinados cargos eclesiásticos, etc. Para contrarrestarlas, el papa ejercía las «reservas pontificias». Más allá de estos ejemplos, esta situación obligaba a equilibrios diplomáticos difíciles e inestables entre los estados y la Santa Sede, que a veces estallaban en hos-tilidades más o menos abiertas. En medio de esta desigual tensión estaban los jesuitas.

La Compañía de Jesús, en plena fase expansiva, era una orden religiosa muy activa e influyente socialmente. Era muy estimada, pero también había acumulado grandes ene-migos, a los que quizás se minusvaloró, que orquestaron una campaña de acoso y derribo contra ella. Para explicarlo hay que referirse a un entramado de causas, entre ellas:

1. Los gobiernos absolutistas no soportabansu defensa incondicional del papado.

2. Su enérgica defensa de la ortodoxia doctri-nal católica los había enfrentado con pro-testantes, jansenistas y filósofos franceses.

3. Sus misiones provocaban recelos y sospe-chas, alentados por los mitos y fábulas quese tomaron por ciertos en Europa, como lasenormes riquezas y la creación de un reinoindependiente en Paraguay.

4. La cercanía al poder político –a lo que aspi-raban todos los clérigos– los hizo odiosos.

5. La defensa de sus privilegios y exenciones,como el de no pagar diezmos (igual que lasórdenes mendicantes), los enzarzó en plei-tos interminables con los obispos.

6. Su adaptación cultural en las misionesprovocó una gran oposición a los llamadosritos chinos (China) y malabares (India)que fueron prohibidos por Roma.

7. Su predominio en la enseñanza generócelos en sus émulos.

Había quejas institucionales relativas a su déficit espiritual, a la avidez por el dinero, al exceso de riqueza, incluso a la desobediencia al papa, sobre todo en cuestiones como los ritos chinos y malabares. Además, hay que contar con defectos personales de algunos jesuitas. La imagen pública, que los presenta-ba como prepotentes y autosuficientes, magni-ficó ese panorama, en el que pesaron también todas las irregularidades cometidas por la Compañía hasta entonces.

Sucesión de expulsiones

Los problemas para los jesuitas comen-zaron con el tratado de Madrid o de Límites (1750), por el que España y Portugal inten-taban poner fin a sus disputas territoriales e intercambiaban zonas ocupadas en la parte contraria. Pasaba a España la colonia de Sacramento (fundada por los portugueses en 1680 en la margen oriental del río de la Plata, en Uruguay), y Portugal se quedaba, entre otras cosas, con la región de las Misiones Orientales, las siete reducciones jesuitas en la margen izquierda del río Uruguay. Los jesuitas, como otros residentes en América, se opusie-ron a este pacto por considerarlo perjudicial para los indígenas, que según la legislación portuguesa podían ser esclavizados. Este es el marco histórico de la película La Misión (1986), de Roland Joffé.

El tratado de El Pardo (1761) anuló el tratado de Límites, pero el primer minis-tro portugués Carvalho, futuro marqués de Pombal, exasperado, además, por las predi-caciones providencialistas del P. Malagrida con motivo del terremoto de Lisboa (1755), inició una campaña de descrédito de los jesuitas en Europa con publicaciones que alimentaron la leyenda negra que presentaba a los jesuitas como políticos, conspiradores e hipócritas. Verdades a medias, mentiras, exageraciones y manipulaciones que, a base de repetirlas, lle-garon a hacerse creíbles.

Los jesuitas fueron presos en Brasil y deportados a Portugal entre 1755 y 1759, por las dificultades que encontraba el gobernador para aplicar el tratado de Límites que tuvo su mayor exponente en la Guerra Guaranítica (1752-1756). En 1759 la mayoría de los jesuitas de Portugal fueron expulsados a los

EWenceslao Soto, SJ

ANTECEDENTESde la expulsión de España (1)

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Bicentenario de la restauración de la compañía de Jesús (1814-2014)de la de la de

Caricatura antijesuítica francesa sobre Portugal. uno de los panfletos antijesuitas difundidos por Pombal. Cartel de la película la Misión.

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Texto escrito a máquina
Revista Jesuitas 118 (2013) 18-20

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◆ Buscar a Dios en todas partesAnthony de Mello, SJ. Mensajero, Bilbao 2013, 216 págs.

Son reflexiones sobre los Ejercicios de S. Ignacio. Tiene algunos apartados dedicados a cómo escuchar la voz de lo divino, necesidad del arrepentimien-to y cómo mejorar el amor en la vida cotidiana.

◆ Ignacio de loyola, Como un SolPaolo Monaco, SJ (ed.). Ciudad Nueva, Madrid 2012, 120 págs.

Selección de meditaciones, pensamientos y cartas que resaltan uno de los aspectos posiblemente menos conocidos de S. Ignacio como es su experien-cia mística: un Sol que todo lo ilumina y sostiene con su amor.

◆ Ignacio de loyolaEnrique García Hernán. Taurus-Santilana Ediciones, Madrid, 2013, 568 págs.

La colección “Españoles eminentes” persigue fomentar el desarrollo del género biográfico en España a la luz de la ejemplaridad de determinadas personalidades que, por su excelencia moral o humanística, destacaron en su época y siguen teniendo vigencia en la conciencia colectiva.Esta biografía quiere separar la idealización religiosa de la realidad documen-tal para trazar el definitivo retrato, no del santo que Ignacio de Loyola llega-ría a ser, sino del hombre que fue.

◆ Puestos con el HijoCarlos Rafael Cabarrús, SJ. Desclée de Brouver, Bilbao, 2013, 425 págs.

Es una guía para un mes de Ejercicios espirituales en clave de justicia. Son apuntes, notas, sugerencias e indicaciones de algo que se explicita más en la presentación de los puntos o las charlas. El título resalta la sabiduría clave de la espiritualidad de dejarse llevar y pone de relieve la pasiva actividad que implica demandar ser puesto bajo la bandera de Jesús. Al final del libro se encuentra el texto mismo de los Ejercicios en su edición autógrafa.

◆ Historia de los papasJuan María Laboa. La esfera de los libros, Madrid, 2013, 659 págs.

Aquí se desgrana la historia de la grandeza, de la religiosidad y del pecado de unos hombres cuyos actos no siempre fueron los modelos de virtud y santidad que ellos mismos predicaban a sus fieles. Hace un recorrido fasci-nante por la vida y los hechos de los 266 papas que han ocupado la silla de Pedro y los concilios que han establecido las normas de la Iglesia. No nos hubiéramos ocupado de este libro en nuestra revista si no es porque el últi-mo papa es jesuita.

◆ San Pedro Claver. Esclavo de los esclavosDvD producido por Jesuitas de Cataluña (24 minutos). Edibesa 2013.

El joven Pedro de casa Claver, fiel al Dios de todos los hombres que le llama-ba, salió de Verdú, entró en la Compañía de Jesús y, allende los mares, en Cartagena de Indias, por amor a Dios y a los hombres, se les entregó, día a día, hasta los setenta y cuatro años, sufriendo con los que sufren, blan-co entre los negros, esclavo de los esclavos para siempre, catalán parco en palabras y pródigo de heroísmo.

Estados Pontificios, acusados de tramar un fallido atentado con-tra el rey, junto con algunas familias nobles que fueron ejecutadas (Távora y Aveiro). Sólo fue procesado formal-mente Gabriel Malagrida y condenado, pero por la Inquisición, por las herejías que le hizo decir la demencia que desarrolló en la cárcel. Algunos jesuitas dejaron la Compañía. Otros muchos fueron condenados a pri-sión perpetua sin proceso, y no serían liberados, los supervivientes, hasta la muerte de José I y la caída de Pombal en 1777.

El segundo escenario de esta tragedia fue Francia. El P. Lavalette, procurador de las misio-nes de la Isla Martinica, se lanzó a empresas comerciales aventure-ras sin permiso de los superiores, y entró en quiebra tras la captura de sus mercancías por piratas. Fue despedido de la Compañía, pero los acreedo-res reclamaron a los jesuitas y éstos apelaron al Parlamento de París. Allí se inició una causa contra la misma Compañía, acompañada de un proceso difamatorio con gran implicación de los jansenistas.

En 1762, el Parlamento de París orde-nó a los jesuitas «desalojar sus casas» y les prohibió vivir según su Instituto, lo que fue imitado por otros parlamentos. Finalmente, Luis XV, alentado por su ministro Choiseul, promulgó el edicto de noviembre 1764 por el que la Compañía quedaba disuelta en Francia, aunque sus antiguos miembros podrían conti-nuar viviendo en ella como personas privadas bajo la jurisdicción de los obispos. Sus bienes fueron ocupados y, en parte, vendidos, para pagar a algunos acreedores.

En Italia, se decretó la expulsión del reino de las Dos Sicilias, imitando a la corte de Madrid, entre el 20 y el 30 de noviem-bre de 1767, si bien en el dominio papal de Benevento no se produjo hasta junio de 1768. Del Estado de Parma fueron expelidos entre el 7 y 8 de febrero de 1768. De la isla de Malta los expulsó el 22 abril del mismo año el gran Maestre Emanuel Pinto da Fonseca, por pre-sión de Bernardo Tanucci, primer ministro de Nápoles. Finalmente, en 1773 fue suprimida por el papa.

Pareciera que todo esto respondía a un plan preconcebido para verificar una profecía de origen incierto a la que los enemigos de la Compañía concedían toda credibilidad: En el primer siglo florecerán, en el segundo reina-rán y en el tercero perecerán.

Marqués de Pombal. Caricatura de la quema del cadá-ver del P. Gabriel Malagrida.

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Bicentenario de la restauración de la

Wenceslao Soto, SJ

¿Por qué la expulsión de España?

n España existía un ambiente hostil hacia los jesuitas, especialmente por parte de algunos gobernantes como Pedro Rodríguez Campomanes, José Moñino y Manuel de Roda. Se conocía en la corte una clasificación de la mayor parte de los miembros de los conse-jos, chancillerías y audiencias del reino en «jesuitas» (pro jesuitas) y «tomistas» (anti jesuitas), con consecuencias en su futuro político. La ridiculización de los frailes realizada por el P. Isla en Fray Gerundio de Campazas (1758), rompió definitivamente la relación con muchas órdenes religiosas, ya muy enconada por escuelas teológicas, e hizo que, unos más que otros, se congratularan por las medidas tomadas contra los jesuitas, al igual que muchos obispos.

Se esgrimió oficialmente una falsa razón de Estado, que tiene su origen en los motines contra Esquilache de 1766, de cuyo liderazgo fueron acusados los jesuitas. Esto lo desmiente la crítica histórica, que explica estos levanta-mientos como una manifestación promovida por el llamado «partido español», y provocada por el descontento general debido a la carestía de la vida y al rechazo a los ministros extranjeros.

Pero la clave es el exagerado absolutismo y regalismo de Carlos III y sus ministros cercanos. Esto suponía el acatamiento incondicional de la voluntad del rey y la sacralización de su perso-na. La Compañía de Jesús era contraria a esas teorías, por lo que fue percibida como un grave peligro para sus proyectos políticos, dada su autoridad moral sobre la población y la aristocra-cia. Sobrestimaron su poder y fue considerada un grave peligro para el Estado.

Proceso contra la Compañía

Para investigar los motines el fiscal Campomanes llevó a cabo una pesquisa secreta, con algunos testigos manipulados. A ello aña-

dió todas las irregularidades cometidas por la Compañía en sus dos siglos de Historia y algu-nas exageraciones e inventos. Obtuvo la siguien-te conclusión: de no deshacerse de esta jauría sangrienta, muy bien puede temer el Rey un atentado contra su persona. Su dictamen fiscal fue estudiado por dos consejos formados en su mayor parte por «tomistas», que concluyeron con la necesidad de la expulsión de los jesuitas.

Carlos III, por real decreto de 27 de febre-ro, encargaba al conde Aranda la ejecución de la expulsión. Por la pragmática sanción de 2 de abril de 1767 habiéndome conformado con el parecer de los de mi Consejo Real en el

Extraordinario […] estimulado de gravísimas causas relativas a la obligación en que me hallo constituido de mantener en subordinación, tran-quilidad y justicia mis pueblos, y otras urgen-tes, justas y necesarias, que reservo en mi Real ánimo; usando de la suprema autoridad eco-nómica que el Todo-Poderoso ha depositado en mis manos para la protección de mis Vasallos y respeto de mi Corona, condenaba a los jesuitas a la pena de extrañamiento, por la que perdían la nacionalidad, eran expulsados y sus bienes que-daban vacantes, siendo ocupados por la Corona.

Fue una medida injusta, pues, si bien estos religiosos tenían sus faltas y defectos –que pur-garon bien–, no se encuentran aquellas gravísi-mas, institucionales e incorregibles, dignas de tal castigo. El proceso fue el propio de un gobierno déspota, en secreto y a espaldas de los inculpa-dos, sin su citación ni comparecencia. Por ello, fueron condenados sin ser oídos y sin poder defenderse.

Detención y expulsión

Había 2.784 jesuitas en las cuatro provin-cias jesuitas de la España de entonces (Aragón, Bética, Castilla y Toledo) y 2.630 en las de Ultramar (Chile, México, Paraguay, Perú, Quito, Santa Fe y Filipinas), si bien el total de expulsos se calcula en 5.046.

Aranda diseñó un plan preciso, minu-cioso y casi perfecto, para ejecutar la expulsión con sigilo y la mayor celeridad posible, con el concurso de Hacienda, el ejército y la marina.

Despachó una carta circular a los jueces reales ordinarios de las poblacio-nes con jesuitas, con orden de mantener el secreto absoluto y no abrirla hasta la tarde del día de su ejecución. En la corte y lugares cercanos se procedió a ello en la noche del 31 de marzo al 1 de abril de 1767, en el resto de España en la del 2 al 3 de abril, y en Ultramar en los meses siguientes. Esta carta iba acompañada de una copia del real decreto, un pliego reservado y las oportunas instrucciones.

Los comisionados, armados de tropa, rodearon las casas e irrumpieron por sorpresa en ellas durante la madrugada o al abrir las puertas. Ocuparon las dependencias, se quedaron las lla-ves y aislaron a los religiosos, leyéndoles el real decreto de extrañamiento, siempre fuertemente custodiados, en algunas ciudades con más rigor que en otras, según el celo de los comisiona-dos. En algunas casas se retrasó la detención por fallos organizativos: Barcelona, cuyas órde-nes acabaron en Mallorca; San Guillermo (San Guim), cerca de Cervera (Lérida), por desco-nocimiento de esta casa; Collegium Minorissae

(Manresa) por traducirlo como colegio de Me -nor ca; Cervera y Fregenal (Badajoz), por no señalarse ningún comisionado.

En un plazo de 24 horas, o quanto mas antes, debían ponerse en camino con un esca-so equipaje. En distintos conventos quedaron recluidos de por vida algunos ancianos o enfer-mos. También fueron retenidos los administra-dores. Fueron ocupadas todas las propiedades y de esa masa se asignó una escasa pensión de 100 pesos a los sacerdotes y 90 a los herma-nos. Sólo unos pocos novicios siguieron a los jesuitas, y sin pensión al principio, pues fueron aislados para convencerlos de que regresaran con sus familias. Los desterrados tenían prohi-bido volver a España bajo penas gravísimas, y algunos que lo consiguieron, fueron detenidos y deportados a los Estados Pontificios.

Se prepararon carruajes, co -ches, calesas o animales de carga, siendo utilizadas también las vías

fluviales, como en Sevilla. La marcha del grupo de reos era normalmente precedida por uno de los comisarios con un jefe militar, seguía el equipaje y los jesuitas mezclados con los soldados de infantería y caballería y cerraba la comitiva otro comisario. En las hospederías dormían todos en la misma habitación, con las puertas custodiadas.

Fueron conducidos a las cajas de con-centración previstas, y de allí a los puertos de embarque, donde se les hizo firmar una decla-ración con sus datos personales. Tras un exa-men médico, fueron descartados otros jesuitas y recluidos, también, en distintos conventos. Los lugares por donde pasaban estaban acordo-nados por la tropa por temor a altercados, y en varias poblaciones los vecinos acompañaron su paso con lágrimas.n

Bicentenario de la restauración de la compañía de Jesús (1814-2014)de la de la de

LA EXPULSIÓNde España (2)

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Rey Carlos III, por Rafael Jimeno. El fiscal Pedro Rodríguez Campomanes, por F. Bayeu y P. Juan Francisco Isla, SJ.

motín contra Esquilache en madrid.Pragmática sanción de 1767.

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Texto escrito a máquina
Revista Jesuitas 119 (2013) 10-11

Bicentenario de la restauración de la compañía de Jesús (1814-2014)de la de la de

Navegación y estancia en Córcega

mbarcados los jesuitas y equipajes, partieron los cuatro convoyes (uno por pro-vincia jesuita) de los puertos señalados, en distintas fechas, siendo escoltados por navíos de guerra.

Para muchos jesuitas era su primera navegación y algunos veían el mar por prime-ra vez, sin poder acostumbrarse a los mareos. Después de un viaje de varias semanas según las distintas distancias recorridas, fueron arri-bando al puerto de Civitavecchia, cerca de Roma, donde Carlos III había decidido desem-barcarlos. Pero allí se encontraron con la nega-

tiva del papa a recibirlos, por no querer acep-tar la política de hechos consumados impuesta unilateralmente por otro soberano. Se renego-ció con los capitanes la continuación del viaje, pero alguno no aceptó, y hubo que repartir a sus viajeros en las otras naves.

Algunos navíos dieron vueltas entre Córcega e Italia mientras se encontraba una solución diplomática al problema creado. Se decidió dejar a los religiosos en el avispero de Córcega, que pertenecía a la República de Génova, que estaba dominada por los independentistas corsos liderados por Pasquale Paoli y era defendida, en parte, por el ejército francés, a petición de Génova.

Algunos andaluces fueron los prime-ros en desembarcar, después de 71 días de una azarosa, incierta e incómoda travesía, el día 14 de julio, en Algajola. El resto se fue distribuyendo entre Ajaccio (provincia de Toledo), Calvi (provincia de Castilla y resto de la Bética) y Bonifacio (provincia de Aragón; los últimos, el 25 de agosto). La isla carecía de infraestructura suficiente para albergar a tantos huéspedes improvi-sados, por lo que tuvieron que sobrevivir como pudieron, gastando casi toda la pen-sión recibida en una precaria habitación y en comprar unos escasos víveres de mala calidad.

Abandonados a su propia suerte, unos se hundieron en el desánimo del futuro incierto y comenzaron a huir de la isla, con

diversa fortuna, y otros solicitaban la dimisión de la Compañía, alentados por las autorida-des españolas. Se calcula que antes de 1773 dejaron la Compañía hasta un total de 855 jesuitas, un 17,5% de los expulsos, con una distribución desigual, pues en la provincia de Perú llegó a la mitad de sus efectivos, y una cuarta parte en las de Toledo y Andalucía. Los más ancianos y enfermos comenzaron a fallecer.

El 2 de noviembre de 1767 llega-ron en varios navíos a Ajaccio desde Cartagena los jesuitas que habían sido retenidos como administradores. Iban 240, incluidos algunos de los que habían que-

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Wenceslao Soto, SJ

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TRAVESíAY DESTIERRO (3)

Escena de la expulsión de un colegio.

dado por ancianos o enfermos. Navegaron en el mismo convoy doce jesuitas de las tres casas de las Islas Canarias, de donde fueron expulsados en la madrugada del 24 de abril de 1767 pasando por El Puerto de Santa María y Cartagena hasta Córcega, donde se unieron al resto de su provincia Bética. Los primeros americanos también se añadieron a la alta concentración de jesuitas en esta isla, la mayor que conoce la Historia.

Destierro en los Estados Pontificios

A los pocos meses, por el tratado de Versalles de 15 de mayo de 1768, Génova vendía sus derechos sobre Córcega a Francia. Puesto que la Compañía había sido disuelta en Francia en 1764, ahora tenía que actuarse contra los jesuitas italianos de los colegios de Bastia y Ajaccio, y todos los huéspedes españoles.

Se negoció que Génova no impidiese el desembarco de jesuitas, y Módena no prohibiese el paso por su territorio hacia los Estados Pontificios, donde llegarían indirec-tamente, y una vez allí, el santo padre no les negaría su hospitalidad, aceptando ahora una política de hechos consumados.

Comenzaron a zarpar el 18 de sep-tiembre de 1768 del puerto de Calvi, y nue-vamente algunos permanecieron embarca-dos en condiciones pésimas hasta el 11 de octubre. Fueron desembarcando por grupos para hacer el camino a pie. La ruta más común fue ir al Noreste de Italia cruzando los Apeninos, hacia la llanura del Po, atra-vesando las posesiones de Génova y las de los ducados de Parma y Módena, hasta lle-gar a Castel Franco, donde comenzaban los Estados Pontificios. Otros fueron por Livorno, Pisa y Florencia. En la región de Romaña le fueron asignadas determinadas ciudades para instalarse.

PROVINCIA BÉTICA

Badajoz: Fregenal de la Sierra, Higuera la Real; Cádiz: Arcos de la Frontera, Cádiz, Jerez de la Frontera, El Puerto de Santa María (2), Sanlúcar de Barrameda; Córdoba: Baena, Córdoba (2), Montilla; Granada: Loja, Granada (2), Guadix, Motril; Huelva: Trigueros; Jaén: Andújar, Baeza (2), Cazorla, Jaén, Úbeda; Las Palmas: Las Palmas de Gran Canaria; Málaga: Antequera, Málaga; Santa Cruz de Tenerife: La Laguna, La Orotava; Sevilla: Carmona, Constantina, Écija, Marchena, Morón de la Frontera, Osuna, Sevilla (7), Utrera.

PROVINCIA DE ARAGóN

Alicante: Alicante, Orihuela; Barcelona: Manresa (2), Barcelona (2), Vich; Castellón: Segorbe; Gerona: Gerona; Huesca: Graus, Huesca; Lérida: Cervera, Lérida, Sant Guim, Seo de Urgel; Mallorca: Ibiza, Palma (2), Pollensa; Tarragona: Tarragona, Tortosa; Teruel: Teruel; Valencia: Gandía (2), Onteniente, Torrente, Valencia (4); Zaragoza: Alagón, Calatayud (2), Caspe, Fonz, Tarazona, Zaragoza (2).

PROVINCIA DE CASTILLA

Álava: Vitoria; Asturias: Oviedo; Ávila: Arévalo, Ávila; Burgos: Burgos; Cantabria: Santander; La Coruña: La Coruña, Santiago de Compostela; Guipúzcoa: Azcoitia, Loyola, Oñate, San Sebastián, Vergara; León: León, Villafranca del Bierzo; Lugo: Monforte de Lemos; Navarra: Pamplona, Tudela; Orense: Monterrey, Orense; Palencia: Palencia; Pontevedra: Pontevedra; La Rioja: Logroño; Salamanca: Salamanca (3); Segovia: Segovia; Soria: Soria; Valladolid: Medina del Campo, Valladolid (3), Villagarcía de Campos; Vizcaya: Bilbao, Lequeitio, Orduña; Zamora: Zamora.

PROVINCIA DE TOLEDO

Albacete: Albacete, Alcaraz; Badajoz: Badajoz, Fuente del Maestre, Llerena; Cáceres: Cáceres, Plasencia; Ciudad Real: Almagro, Daimiel; Cuenca: Belmonte, Cuenca, Huete, San Clemente, Villarejo de Fuentes; Guadalajara: Guadalajara, Jesús del Monte; Jaén: Segura de la Sierra; Madrid: Alcalá de Henares, Madrid (5), Navalcarnero; Murcia: Caravaca, Cartagena, Lorca, Murcia; Toledo: Almonacid, Ocaña, Oropesa, Talavera de la Reina, Toledo, Yébenes.

COMUNIDADES EN ESPAñA EN 1767, POR PROVINCIAS CIVILES ACTUALES

PLAN PARA EL TRASLADO DE LOS JESUITASProcedencia de

los jesuitasCaja de

concentraciónPuerto de embarque

Salida del convoy

Mallorca Palma Palma

Salou-Palma

Cataluña Tarragona

Salou Aragón Teruel

Valencia Segorbe

Navarra y Guipúzcoa San Sebastián San

Sebastián

El FerrolRioja y Vizcaya Bilbao Bilbao

Castilla la Vieja Burgos Santander

Asturias Gijón Gijón

Galicia La Coruña La Coruña

Extremadura Fregenal de la Sierra

El Puerto de Santa María

El Puerto de Santa María-Málaga

Reinos de Córdoba, Jaén y Sevilla

Jerez de la Frontera

Reino de Granada Málaga Málaga

Castilla la Nueva Cartagena Cartagena Cartagena

Canarias Santa Cruz de Tenerife

Santa Cruz de Tenerife

Santa Cruz de Tenerife

n BIBLIOGRAFíA SOBRE LA ExPULSIóN DE LOS JESUITAS DE ESPAñA: http://www.cervantesvirtual.com/portales/expulsion_jesuitas/bibliografia/

EL DIARIO DEL P. LUENGO: http://www.cervantesvirtual.com/bib/bib_autor/luengo/pcuarto-nivel3599.html?conten=obra

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Texto escrito a máquina
Revista Jesuitas 120 (2014) 10-11

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Bicentenario de la restauración de la compañía de Jesús (1814-2014)de la de la de

Jesuitas de ultramar

uba fue la primera provincia ultramari-na donde se llevó a cabo el extrañamiento, siendo los cubanos los primeros en arribar a El Puerto de Santa María el 8 de septiembre de 1767. Las últimas detenciones fueron las de las reducciones de Paraguay, en agos-to de 1768, por la dificultad de encontrar sustitutos para las misiones. Después de un largo viaje por tierra y por mar, pasan-do por La Habana, fueron llegando hasta el año 1774 los 2.275 jesuitas americanos a El Puerto, donde algún contingente fue recibido por sol-dados con bayoneta calada. De ahí iban siendo remitidos a Italia. Los misione-ros no españoles (fundamentalmen-te centroeuropeos) fueron trasladados a Génova, para resti-tuirlos a sus países.

Los 114 jesui-tas de Filipinas habían seguido dos rutas desde Manila: una por Acapulco y Veracruz (México) y otra por el cabo de Buena Esperanza rodeando África. Casi un año después llegaron a Cádiz el 10 de agosto de 1770 y en la primavera siguiente estaban ya en los Estados Pontificios, des-pués de haber pasado el invierno en la casa profesa de Génova.

Esta operación tuvo un colofón más dramático aún. Una treintena de misione-ros de los lugares más aislados y remotos,

Sinaloa y Sonora (México) fueron los más rezagados y recibieron un trato singular, del que también fue-ron objeto algu-nos misioneros de Chiloé (Chile). Una última reme-sa de mexicanos llegó a El Puerto el 10 de julio de 1769, y fueron detenidos, parece que por sospecha de que actuaban como espías para potencias extranjeras al encon-trarse en los límites del imperio español. Los extranjeros fueron reclamados por sus soberanos, pero los españoles permanecie-ron como rehenes de Carlos III, reclusos en conventos repartidos por toda España, hasta que los supervivientes fueron libera-dos en 1798.

Temporalidades

Se llaman temporalidades al conjunto de bienes ocupados a los jesuitas tras su expulsión (haciendas, tierras, bienes inmue-bles y todo tipo de bienes muebles) para cuya gestión se formaron las juntas munici-pales y provinciales de temporalidades. Se elaboró un estado de dichas propiedades y todo lo vendible fue pregonado, subastado y vendido al mejor postor. Ante la desconfianza de los compradores y lentitud de las ven-tas, se publicó una real orden en 1769 que aseguraba con la real palabra todas las com-

pras. Muchos de los bienes estaban gravados con misas, capellanías y otras obligaciones, que fueron subrogadas, debiendo pasar a los nuevos propietarios estos productos con sus gravámenes.

Los obispos, de acuerdo con los comi-sionados, repartieran los ornamentos, vasos sagrados y otros objetos de culto, tendiendo a entregarlos a las parroquias con menos recursos y las de las nuevas poblacio-nes creadas por Carlos III. Igualmente se repartieron las reliquias, imágenes, altares y obras de arte. Las bibliotecas siguieron distinta suerte, según el destino de los edi-ficios de las respectivas casas; algunas per-manecieron para el posterior uso docente, otras fueron donadas a las universidades o a biblioteca episcopales. Los archivos fue-ron llevados a los Reales Estudios de San Isidro (Colegio Imperial), de Madrid, y ahora sobrevive una buena parte en el fondo Jesuitas del Archivo Histórico Nacional y en otros archivos.

A los edificios principales de los cole-gios y las iglesias se les cambió el emble-ma jesuítico de la portada por el escudo de Carlos III, en señal de posesión, como se puede observar aún en los edificios jesuitas antiguos. Algunos fueron vendidos, pero

a la mayoría se les dio un uso relacionado con la docencia: universidad, seminario, reales escuelas, etc. La mayor parte de las iglesias quedaron a disposición de los obis-pos, si no tenían utilidad para la institución a la que fue entregado el resto del edificio. Se quiso borrar la huella jesuita y se supri-mieron las cofradías y hermandades vincu-ladas a los jesuitas, así como las cátedras de su escuela teológica; se dificultaron las devociones promovidas por los jesuitas, como la del Sagrado Corazón de Jesús y casi se extinguieron otras, como la de la Madre Santísima de la Luz.

La supresión pontificia

No se contentó el monarca borbón con la expulsión de los jesuitas, sino que forzó la supresión pontificia, idea expresa-da por primera vez por el ministro francés Choiseul en 1767. Manuel de Roda sondeó la opinión de los obispos de España en 1769, ya propuestos, en su mayoría, por una corte regalista, y se mostraron ahora sospechosa y servilmente favorables a la extinción de los jesuitas en un 70%. Según uno de los recuentos posibles, respondie-ron 55 de 59 prelados; cuarenta y uno eran favorables a la extinción (algunos de ellos habían apoyado y defendido a la Compañía poco antes), en contra estaban ocho y declinaron pronunciarse seis, entre ellos, el de Málaga, al tiempo que hacía una buena defensa de la Compañía.

A la muerte del papa Clemente XIII fue elegido Clemente XIV en 1769, un papa “hecho por los españoles” según el embajador español Azpuru. José Moñino

C

Wenceslao Soto, SJ

EL GOLPE DEFInITIVO:La supresión (4)

18

Monumento funerario de Clemente XIV de Antonio Canova en la basílica de los Santos Apóstoles, Roma

Lorenzo Hervás y Panduro,

por Angélica Kauffman.

Breve Dominus ac Redemptor

Portada de un cua-derno del diario del

P. Pedro Pérez de Valdivia, archivo jesuita de Alcalá

de Henares

Revista Jesuitas 121 (2014) 18-20

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Bicentenario de la restauraciónde la

◆ Los jesuitas y la cienciaAgustín Udías, SJ (ed.), Mensajero. Bilbao, 2013, 372 págs.

Por primera vez se presenta una historia completa de la contribución de los jesuitas a las ciencias naturales desde el año 1540 al 2000. La raíz de este trabajo y dedicación está en la espiritualidad ignaciana que trata de encon-trar a Dios en todas las cosas.

◆ El liderazgo de los jesuitasChris Lowney, Sal Terrae. Santander, 2014, 342 págs.

Por fin se traduce al castellano este interesante libro publicado en el 2003. Parte de la observación de ver que los jesuitas centraron sus esfuerzos en el cultivo de cuatro valores especiales que constituyen la sustancia de su idea de liderazgo: autoconciencia, ingenio, amor y heroísmo. Esta fórmula usada en el siglo XVI sirve para formar lideres en todos los ámbitos de la vida y del trabajo.

◆ Obras de San Ignacio de LoyolaManuel Ruiz Jurado, SJ (ed.), BAC. Madrid, 2013, 1144 págs.

Después de treinta años de la anterior edición, el profesor Ruiz Jurado la pone al día. Incorpora en las introducciones correspondientes, los avances logrados en la investigación de estos últimos años sobre la composición de los Ejercicios y de las Constituciones, sobre los tiempos de elección y su apli-cación dentro y fuera de los Ejercicios, sobre el Diario espiritual etc..

◆ El obispo Palafox y los jesuitasJosé A. Ferrer Benimeli, SJ , Mensajero. Bilbao, 2014, 227 págs.

Este libro comprende dos partes concernientes a dos periodos distantes en el tiempo. El primero en vida del prelado, presenta el conflicto con los jesuitas en relación con las licencias para confesar en cuaresma. Cien años después, en el segundo periodo y fallecido el prelado, a propósito del proceso de su beatificación vuelve a surgir el conflicto vinculado a la política antijesuita.

◆ Las causas "gravísimas" y secretas de la expulsión de los Jesuitas por Carlos IIITeófanes Egido-Isidoro Pinedo, SJ , Fundación Universitaria Española. Madrid, 1994, 191 págs.

Es un libro clave para conocer las causas que barajó la corte para la expul-sión de los jesuitas de España, con documentos extraídos del archivo per-sonal de Campomanes. En este libro se publican y estudian las actas de la pesquisa secreta y del consejo real extraordinario que precedieron a la toma de decisión, donde se contienen las razones que Carlos III guardó en su real pecho.

◆ Misión Roma. Floridablanca y la extinción de los jesuitasEnrique Giménez, Universidad de Murcia. Murcia, 2009, 302 págs.

El autor analiza la delicada gestión en Roma para hacer posible el objetivo político, que logró al presionar al papa para convencerlo en 1773. Se basa en la documentación que se conserva en los archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores, General de Simancas, Histórico Nacional de Madrid, y diarios de jesuitas depositados en el archivo de Loyola. Se reconstruyen en su comple-jidad las relaciones que Moñino tuvo con el papa Clemente XIV.

20 21

Se ofreció a los ex jesuitas pasar a otras órdenes religiosas, pero la mayoría permaneció como sacerdotes seculares, sin vida comunitaria y sin sotana jesuita. Se sintieron víctimas de una persecución con-tra la Iglesia y la sublimaron identificándose con Jesús en su pasión, por lo que se ilu-sionaban con presuntas profecías sobre su pronto regreso a España. No podían acceder fácilmente a los ministerios sacerdotales y se dedicaron a fomentar la cultura, la investigación y la literatura, sobresaliendo muchos, entre ellos Hervás y Panduro. Los propios jesuitas se encargaron de redactar diarios de su navegación y destierro, tanto desde España como desde Sudamérica y Filipinas, siendo el más completo el del P. Manuel Luengo, de la provincia de Castilla.

Algunos de los hermanos coadjutores y estudiantes se ordenaron sacerdotes, y otros ciento treinta y seis se casaron, jun-tando entre todos 429 hijos. n

José Moñino, conde de Floridablanca, por Goya, El Prado.

Medalla conmemorativa-de la supresión: “Jesús

con S. Pedro y S. Pablo expulsa a los jesuitas de la Iglesia”.

recibió la misión de ir como embajador a Roma en 1772 para conseguir la supresión de

los jesuitas. Se entrevistó con cardenales y con una

política de acoso al papa y a su entorno, consiguió

su objetivo. Así, siguiendoel proyecto español, el 21 de julio de

1773, el pontífice firmó el breve Dominus ac Redemptor donde después de enumerar las supresiones de religiosos a lo largo de la Historia y recoger las quejas contra la Compañía declaraba: suprimimos, y extinguimos la sobredicha Compañía, abolimos, y anulamos todos y cada uno de sus oficios, ministerios, y empleos, Casas […]. […] las presentes Letras ni puedan ser impugnadas, invalidadas, ó revocadas. Antes, se calcula que 855 jesuitas españoles habían solicitado la salida de la Compañía. Moñino recibió como premio el título de conde de Floridablanca.

Bicentenario de la restauración de la compañía de Jesús (1814-2014)de la de la de

a Compañía fue suprimida pero no extinguida. Tampoco quedó en hibernación, sino que experimentó un paulatino y progresi-vo desarrollo vital, que es el mejor argumento contra la supresión.

Catalina II de Rusia había prohibido a los obispos publicar cualquier documento de la Iglesia Católica y ahora quiso conservar a la Compañía con sus colegios. Semejante decisión tomó Federico II de Prusia. Así, la Compañía de Jesús, hostigada por los reyes que ostentaban los títulos de católico (espa-ñol), fidelísimo (portugués) y cristianísimo (francés), fue protegida por un soberano pro-testante y una zarina ortodoxa, ambos, de dudosa reputación, amparados en el mismo absolutismo regalista que los otros. Federico II cedió a las presiones de Carlos III suprimiendo a la Compañía en Silesia en 1776 y en Prusia Oriental en 1780, pero Catalina se mantuvo firme.

A los dos años de la supresión, en 1775, el viceprovincial Czerniewicz pidió permiso a Pío VI para admitir ex jesuitas de fuera de Rusia. Obtuvo una respuesta ambigua que fue interpretada como autorización tácita. El papa, a petición de la zarina, concedió al obis-po Siestrzencewicz en 1778 autoridad espe-cial por tres años sobre las órdenes religiosas de Rusia Blanca, con cuyo poder autorizó la apertura de un noviciado en Polotsk al año siguiente. En 1782, el viceprovincial obtu-vo permiso para convocar una congregación que lo eligió vicario general con autoridad de prepósito general para toda la Compañía. Ya estaba estructuralmente salvada la Compañía. En 1783 recibió aprobación verbal pontificia y el breve Catholicae Fidei de Pío VII de 7 de marzo de 1801 aprobaba formalmente a la Compañía de Jesús, pero limitada al imperio ruso.

Curiosamente, no había jesuitas en Rusia antes de 1772, pero como consecuencia del primer reparto de Polonia (1772), Rusia se anexionó la Rusia Blanca o Bielorrusia, donde 201 jesuitas tenían cuatro colegios, dos resi-dencias y once puestos misionales. Allí fueron

amparados el tiempo suficiente, hasta seis años después de la restauración, cuando el zar Alejandro I los expulsó por un decreto que no se mitigó hasta 1905. En 1989, con la caída del muro de Berlín, se pudo crear una «región independiente rusa».

Muchos ex jesuitas se incorporaron a la Compañía de Rusia, y a partir de 1801, secre-

tamente y con autorización del papa, algunos de ellos se fueron repartiendo por Inglaterra, Estados Unidos, Suiza y Holanda, donde tam-poco se había publicado claramente el breve de supresión.

Restauración pontificia

El infante duque D. Fernando de Parma, sobrino de Carlos III de España, puso en manos de los ex jesuitas la educación de sus súbditos y pidió tres jesuitas de Rusia para abrir un noviciado en Colorno, al frente del cual puso al zara-gozano José de Pignatelli (1799), que reorganizó a antiguos jesuitas españoles e italianos dis-persos y formó a nuevos candidatos que habían de adherirse, como él, a la Compañía de Rusia. José era hijo de Anto-nio Pignatelli de Aragón, príncipe del Sacro Imperio Romano Germá-nico, hermano del conde de Fuentes (embajador en París), primo del conde de Aranda y tuvo otro herma-no jesuita, pero rechazó las ofer-tas de un trato de favor en la expulsión. Después fue provincial de Italia por nombramiento del vicario general de Rusia (1803) y se convirtió una pieza clave para la restauración de la orden, que no llegó a ver ya que falleció en 1811.

En Nápoles, el breve Per alias de 30 de julio de 1804 de Pío VII extendía a este reino las concesiones hechas a Rusia. En Sicilia, la Compañía se desenvolvió con independencia de hecho tras el nombramiento de un vicepro-vincial con facultades de provincial en 1807, y con un provincial desde 1810.

El resto superviviente de ex jesuitas reci-bió con júbilo la buena nueva de la restaura-ción de la Compañía por el Papa Pío VII, por la bula Sollicitudo omnium ecclesiarum del 7

agosto 1814 que universalizaba las restaura-ciones parciales de Rusia y Dos Sicilias. Por «urgentes y apremiantes solicitudes para la restauración de la misma Compañía de Jesús», autorizaba a admitir libremente a cuantos pidieran su ingreso, a «conformar su manera de vivir según las prescripciones de la regla de San Ignacio de Loyola aprobada y confir-mada por las constituciones apostólicas de Pablo III», a trabajar en colegios y seminarios

y tener ministerios sacerdotales de acuerdo con los obispos. Puesto que sólo se aludía a la primera aprobación

de 1540 y se limita-ban los ministerios, quedó la duda de si la santa sede había restaurado la anti-gua Compañía de Jesús o había crea-do algo nuevo, lo que fue zanjado por León XII por la bula Plura inter de 14 de febrero de 1826 que restituyó a la Compañía las pre-rrogativas conce-didas entre 1540 y

1773. León XIII con-firmó el Instituto y pri-vilegios de la Compañía por Dolemus inter alia de 13 de julio de 1886. Así se completó el res-tablecimiento.

Vuelta a España

Tras la ocupación francesa de Italia, muchos jesuitas se

negaron a realizar el juramento cívico, por lo que, presionados, algunos regre-saron furtivamente a España. Carlos IV, aconsejado por Godoy, autorizó su vuel-ta en 1797 y 1798, pero cuando habían regresado casi 650, volvió a expulsarlos en 1801, como represalia por el recono-

cimiento pontificio de la Compañía en Rusia. En Italia, de nuevo fueron perseguidos en 1808 por no realizar el juramento de fidelidad previsto en la constitución de Bayona, ordena-do por José Bonaparte, como rey de España, a cuantos percibían pensión de la Corona de España.

Fernando VII había pedido al papa el restablecimiento de la Compañía, y una vez restablecida recibió peticiones para la vuelta de los jesuitas a más de 50 ciudades, siendo Sevilla la primera. Sometió el tema a estu-

LWenceslao Soto, SJ

12 13

Como el ave Fénix RENACE DE SuS CENIzAS (y 5)

Monumento funerario de Pío VII, Vaticano (1). Vidriera sobre la res-tauración de la Compañía, La Haba-na (2). Bula Sollicitudo omnium ecclesiarum (3). Real cédula de 1815 para el restablecimiento de los jesuita en España (4)

(1)

(3)

(4)

(2)

Wmini
Texto escrito a máquina
Revista Jesuitas 122 (2014) 12-14

dio de su consejo real y el fiscal Francisco Gutiérrez de la Huerta no localizó las actas con los motivos de la expulsión de 1767, que debieron ser secuestradas por Campomanes, ya que se encontraron a finales del siglo XX en la parte de su archivo heredada por una rama de su familia. El fiscal concluyó que las razones de la expulsión se reducían a los rumores y supo-siciones de los folletines de la campaña antijesuítica del S. XVIII, sin ninguna verifica-ción judicial o histórica positiva.

El rey, al derogar el 29 de mayo de 1815 la pragmática sanción de 1767, autorizó la reinstauración de la Compañía de Jesús en España en las ciu-dades que lo habían solicitado; la extendió el 10 de septiem-bre a Ultramar, y la generalizó ilimitadamente el 3 de mayo de 1816. Creó una Real Junta de Restablecimiento para decidir las casas que debían ser devueltas y atender a su dotación, aplicando parte del producto de las antiguas temporalidades.

Después de 48 años fuera de España, de los aproximadamente 460 supervivientes oriundos de las antiguas provincias españo-las, sólo pudieron reincorporarse a la Compa-ñía en España 117 sacerdotes y 10 hermanos, con edades comprendidas entre los 65 y los 92 años, con el P. Manuel de Zúñiga como comisario. Con inusitada ilusión comenzaron su actividad si bien solo pudieron asumir 16 antiguas casas de las pocas disponibles, por falta de personas, y volvieron a los apostola-dos que les eran familiares: la enseñanza (por ejemplo, en el antiguo Colegio Imperial de Madrid), la predicación, confesiones, visitas a hospitales, misiones populares, etc. Abrieron noviciados en Madrid, Sevilla, Loyola, Manre-sa y Villagarcía, a donde llegaron 467 candi-datos antes de 1820, de los que 268 dejaron el noviciado.

Persecuciones recurrentes

El hecho de que la Compañía fuese res-tablecida en el ambiente de restauracionismo político y religioso por el absolutista Fernan-do VII la estigmatizó y la hizo blanco de los gobiernos liberales revolucionarios. Así, el trienio liberal (1820-1823) dejó sin efecto la restauración realizada por Fernando VII cuando había 400 jesuitas. A la muerte del monarca en 1834 el Colegio Imperial de Madrid sufrió el asalto en la llamada «matanza de frailes» y fue de nuevo suprimida la Compañía, tras lo cual llegó el turno a todas las órdenes religiosas con la desamortización de Mendizábal. Los jesui-tas vivieron como clérigos seculares en grupos semiclandestinos y continuaron con el apostola-do que era posible, sobre todo a partir del con-cordato de 1851. Una nueva disolución sufrió con la revolución «la Gloriosa» en 1868, tras la cual, volvió a comenzar de cero y a desarrollar-se, sobre todo con la restauración alfonsina de 1875, experimentando una gran expansión que sólo se vio interrumpida por la supresión decre-tada por la II República Española (1932-38).n

Bicentenario de la restauraciónde la

14

n el incomparable marco de la ciudad de Salamanca, en el Centro de Espiritualidad san Ignacio, tuvo lugar los pasados 12, 13 y 14 de junio el congreso La Restauración de la Compañía de Jesús: 1814-2014. A él acudieron jesuitas, religiosas de varias con-gregaciones, así como seglares interesados en conocer la historia de la Compañía. Los que allí estuvimos pudimos empaparnos de momentos interesantísimos del discurrir histórico y huma-no de la orden.

Aunque es difícil resumir en pocas líneas unos días tan intensos, lo intento. El primer día comenzó con el reparto de carpetas y la apertura a cargo de Pascual Cebollada SJ, director del congreso. En sus palabras de bien-venida recordaba la recomendación de Adolfo Nicolás, General de la Compañía, animando a los jesuitas a aprender de las luces y sombras del pasado para percibir con mayor claridad lo que el Señor pide en el momento presente. Son palabras que han motivado conferencias, congresos y exposiciones tanto en España como en otros lugares del mundo.

El ciclo de conferencias lo abrió José García de Castro, SJ contándonos la vida e importancia del P. Polanco, SJ que, desde su papel de secretario de san Ignacio, comenzó a poner los pilares de la estructura de la orden. Un sencillo ejemplo, pero no por ello carente de importancia, fue usar el sistema epistolar para tener contacto con las comunidades de jesuitas dispersas por el mundo.

Siguió la conferencia de Isidoro Pinedo, SJ, gran conocedor del perio-do de la expulsión y extinción de la

Compañía y, sobre todo, de los escritos del P. Luengo, SJ en los que trabaja junto con la profesora Inmaculada Fernández Arrillaga. Ella misma intervino brevemente para recordar a los presentes la importancia de conocer la his-toria de la Compañía para comprender el pasa-do, caminar en el presente y avanzar hacia el futuro.

Pedro Miguel Lamet, SJ expuso, de forma amena y fiel a su estilo periodístico, cómo consiguió crear su novela El último jesuita, el contexto en el que se desarrolló toda la trama de la expulsión y posterior vivencia de los jesuitas.

La primera conferencia de la tarde corrió a cargo de José Antonio Ferrer Benimeli, SJ. Nos hizo comprender cómo un incidente como la disputa entre el obispo Palafox y los jesuitas, volvió a cobrar fuerza en tiempos de Carlos III al ser usada en la expulsión. Además, nos contó cómo se man-tuvo la Compañía durante su extinción y cómo resurge de las cenizas en la figura

EAna Ángeles Retamero

Cuadro de San José de Pignatelli en Ariccia (Italia) y Fernando VII, por Goya.

Congreso sobre LA RESTAuRACIóN

DE LA COMPAñíA

16 17

de san José Pignatelli, SJ, puente entre las dos etapas.

El día lo cerró Manuel Revuelta, SJ, gran experto en la historia contemporánea de la Compañía que nos resumió lo irreducible y nos mostró, de forma clara y ordenada, cómo fue el camino de la Restauración desde el cambio de opinión de muchos con respec-to a la orden, la pervivencia en Prusia y en Rusia, hasta la bula de Restauración del papa Pío VII, con las vicisitudes que todo ello con-llevó.

Aquella tarde noche algunos recorrimos la Salamanca ignaciana; otros lo harían a la tarde siguiente. Pudimos visitar el convento de los dominicos de San Esteban, donde pisamos el mismo suelo que pisó san Ignacio mientras los padres dominicos decidían si el conoci-miento que tenía sobre Jesús y lo divino era

obra de Dios o del diablo. Siguió el recorrido por diferentes lugares emblemáticos, como la Universidad Vieja, la Universidad Pontificia, la calle Compañía, etc. Un trayecto por lugares llenos de historia.

El día 13 asistimos a conferencias como la de Alfredo Verdoy ,SJ que nos hizo una exposición de qué era y cómo se ha consi-derado el ultramontanismo a lo largo de la historia. Diego Molina, SJ nos habló sobre el sentido de la Iglesia en el siglo XIX y hoy, es decir, qué visión eclesiológica ha tenido la Compañía desde su creación hasta la expul-sión y después de su Restauración. Por su

parte, Miguel Coll, SJ nos contó qué papel habían jugado los jesuitas en la división y posterior unificación de los católicos duran-te los cambiantes tiempos que España vivió en el siglo XIX y parte del XX, teniendo en cuenta la alternancia en el poder de liberales y conservadores, aunque esto es decirlo de forma muy simplificada.

Ya por la tarde, José Carlos Coupeau, SJ nos mostró de forma clara y organizada las dife-rentes biografías que se hicieron de san Ignacio durante el siglo XIX y que, curiosamente, no se solían usar en la propia Compañía.

Terminó el día con la ponencia de Urbano Valero, SJ acerca de cómo diferentes generales de la Compañía (J. Roothaan, F. X. Wernz, J. B. Janssens y A. Nicolás) han conmemorado la Restauración de la Compañía, siempre toman-do el pasado como referencia para vivir el pre-

sente y planear el futuro.El último día fue abierto por Pas-

cual Cebollada, SJ que nos dejó muy claro que los Ejercicios Espirituales son algo más que trascendencia e intangibi-lidad; son fuente de conocimiento para el desarrollo de la vida diaria. De igual forma nos mostró que, aunque la base de los Ejercicios se mantiene, son diná-micos y se han ido adaptando a los dife-rentes tiempos.

Terminó el ciclo de conferencias con Benjamín González Buelta, SJ, que bajo el título de Supresión y Restauración: tiempo de poda nos dio una visión de la compleja situación que vivieron los jesui-tas expulsos y los que se mantuvieron en Prusia y la Rusia Blanca al sentirse dividi-

dos entre la obediencia al papa y sus manda-tos y la necesidad interior de seguir desarro-llando su labor.

El congreso se cerró con la intervención del Provincial de España, Francisco José Ruiz Pérez, que agradeció a todos su asistencia y participación en un momento que es para recordar con respeto y admiración por aquellos que vivieron tiempos tan difíciles.

Agradezco esta oportunidad que he teni-do para conocer y tratar a tantos jesuitas inte-resados en la historia de la Compañía, pues me han ofrecido el contexto vital en el que realizar mis investigaciones históricas.n

iguel González Martín (Bilbao, 1972) coor-dina el Servicio Jesuita a Migrantes (SJM) de España desde septiembre de 2013, y forma parte de la ejecutiva del sector social de la Provincia de España. Es licenciado en Derecho y Diplomado en Ciencias Religiosas. Trabajó en Alboan, la ONG de cooperación para el desarrollo de los jesuitas en Euskadi y Navarra, puesto que dejó para incor-porarse durante unos años al área de Asuntos Sociales del Gobierno Vasco. Al terminar su peri-plo en la Administración, le fue encomendada la dirección de la Fundación Social Ignacio Ellacuría en Bilbao, desde donde asume también su labor de coordinación del SJM. Con él hablamos sobre el trabajo que lleva a cabo la Compañía de Jesús en el ámbito de las migraciones.

Háblanos de la historia del SJM de España. Cuéntanos cuál ha sido el camino recorrido por esta organización y su relación con una red internacional como es el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS).

El germen del SJM lo constituyó la comisión de migraciones de la antigua CIAS (Comisión Interprovincial de Apostolado Social), a partir del año 2000, cuando en el importante encuentro de Alcalá de todos los que trabajaban en este campo

de la Compañía en España se estableció que la inmigración era una de las tres líneas prioritarias que atender. A partir de ahí, bajo el liderazgo de Pep Buades, SJ, se fue tejiendo la red, se consti-tuyó jurídicamente la entidad SJM y, más impor-tante, se fueron abordando temas de manera conjunta. En ese camino, un hito importante fue el comienzo de la participación del SJM en JRS Europa, como «representante» u oficina nacional de éste en España. Aunque no somos miembros estatutarios del mismo, formamos parte opera-tiva de JRS Europa, participamos y contribuimos en proyectos conjuntos y nos sentamos en los órganos de coordinación.

Las últimas congregaciones generales jesui-tas han señalado el tema de los refugiados y de los migrantes como prioridad para la Compañía. Vuestro trabajo es también una respuesta a esa llamada.

Efectivamente, esta prioridad de las migra-ciones y trabajo con personas refugiadas fue rati-ficada en la última congregación general, la 35ª. En el decreto 3º sobre los desafíos de la misión señala este tema como una de las preferencias globales de misión. No en vano, el propio decre-to lleva por subtítulo enviados a las fronteras. Y, aunque éstas no se refieren en exclusiva a las fronteras geográficas, sí es cierto que en ellas se pone en juego, como en pocos lugares, el sentido de humanidad de nuestra especie.

En el ámbito internacional, además del tra-bajo del JRS con los refugiados y desplazados,

MXabier Riezu

Entrevista a:

Miguel González, director del Servicio Jesuita a Migrantes

HOSPITALIDAD CON EL MIGRANTE A veces nos toca denunciar con contundencia