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·1· Fijación por los límites El “país de las últimas cosas”, donde la realidad se aleja del lenguaje. ¿Cuál es, entonces, la experiencia del lenguaje? Nos da el mundo y nos lo quita. En el mismo golpe de aliento. 1 PAUL AUSTER En este ensayo analizaremos El país de las ultimas cosas de Paul Auster relacionándola con otras poéticas del autor y de escritores que han analizado su obra, con el objetivo de dejar al descubierto una fijación que lo ha acompañado desde sus inicios como escritor y hasta la novela que hoy nos compete: los límites. Por un lado los límites de la percepción humana, por el otro, los límites del lenguaje para describir el mundo. Para profundizar en el primero de esos límites, el de la percepción, se citará a Paola Pugliatti en sus ideas sobre el punto de vista y se hará una comparación con el recurso del monologo interior. Para profundizar en el segundo límite, el del lenguaje, haremos un paralelismo entre la novela de Auster y los escritos de Laura Cerrato sobre el mundo posmoderno. Con esta investigación y análisis intentaremos demostrar que el “país de las ultimas cosas” ideado por Auster es el mundo resultante de la separación entre el yo y el lenguaje que provoca la desaparición paulatina de la subjetividad y por lo tanto del mundo. En El país de las últimas cosas se nos presenta un mundo en proceso de desaparición. Una larga y detallada carta nos describe una ciudad en la que “las cosas se desmoronan o desaparecen y no se crea nada nuevo2 ; Donde “La gente muere, pero los niños se niegan a nacer3 . Pero no conocemos esta ciudad a partir de hechos objetivos, sino a través de la experiencia de Anna Blume, una joven que se aventuró allí para buscar a su hermano desaparecido. Gracias al recurso de la novela epistolar, Auster nos cuenta sobre la ciudad desde el punto de vista de “uno de los personajes de la historia, que ve todo aquello que le es 1 Auster, Paul, Poesía completa, Barcelona, Seix Barral, 2012, p. 373. 2 Auster, Paul, El país de las ultimas cosas, Barcelona, Anagrama, 2002, p. 9. 3 Ídem.

Fijación por los límites

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Fijación por los límites

El “país de las últimas cosas”, donde la realidad se aleja del lenguaje.

¿Cuál es, entonces, la experiencia del lenguaje?

Nos da el mundo y nos lo quita.

En el mismo golpe de aliento.1

PAUL AUSTER

En este ensayo analizaremos El país de las ultimas cosas de Paul Auster

relacionándola con otras poéticas del autor y de escritores que han analizado su

obra, con el objetivo de dejar al descubierto una fijación que lo ha acompañado

desde sus inicios como escritor y hasta la novela que hoy nos compete: los

límites. Por un lado los límites de la percepción humana, por el otro, los límites

del lenguaje para describir el mundo.

Para profundizar en el primero de esos límites, el de la percepción, se citará a

Paola Pugliatti en sus ideas sobre el punto de vista y se hará una comparación

con el recurso del monologo interior. Para profundizar en el segundo límite, el

del lenguaje, haremos un paralelismo entre la novela de Auster y los escritos de

Laura Cerrato sobre el mundo posmoderno. Con esta investigación y análisis

intentaremos demostrar que el “país de las ultimas cosas” ideado por Auster es

el mundo resultante de la separación entre el yo y el lenguaje que provoca la

desaparición paulatina de la subjetividad y por lo tanto del mundo.

En El país de las últimas cosas se nos presenta un mundo en proceso de

desaparición. Una larga y detallada carta nos describe una ciudad en la que “las

cosas se desmoronan o desaparecen y no se crea nada nuevo”2; Donde “La

gente muere, pero los niños se niegan a nacer”3. Pero no conocemos esta ciudad

a partir de hechos objetivos, sino a través de la experiencia de Anna Blume, una

joven que se aventuró allí para buscar a su hermano desaparecido. Gracias al

recurso de la novela epistolar, Auster nos cuenta sobre la ciudad desde el punto

de vista de “uno de los personajes de la historia, que ve todo aquello que le es

1 Auster, Paul, Poesía completa, Barcelona, Seix Barral, 2012, p. 373. 2 Auster, Paul, El país de las ultimas cosas, Barcelona, Anagrama, 2002, p. 9. 3 Ídem.

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posible ver e interpreta eso que ve a la luz de su mente y de su visión”4.

Consideramos que hay un fuerte fundamento para esta elección.

Años antes de la publicación de la novela, Auster garabateó entre una serie de

notas, en un cuaderno de ejercicios: “El mundo no tiene existencia objetiva.

Existe sólo en la medida en que somos capaces de percibirlo. Y nuestras

percepciones son necesariamente limitadas. Lo que significa que el mundo tiene

un límite, que se detiene en algún sitio. Pero dónde se detiene para mí no es

necesariamente dónde se detiene para ti”5. Aquí se introduce por primera vez

aquel límite que mencionamos anteriormente y que consideramos es un tema

constante en la obra del autor: el límite de la percepción humana. En la novela

que nos ocupa Auster pudo haber optado por un narrador omnisciente, o

inclusive un narrador diferido que verbalice lo que ha visto el personaje, y sin

embargo optó por un punto de vista de toma directa, la novela epistolar, en la

cual en cada enunciado se pone en evidencia la subjetividad del personaje que

ha escrito la carta, no sólo como perspectiva física sino como opinión o sistema

de valores6. No es común encontrar novelas epistolares en estado “puro”, es

decir, sin comentarios de un narrador cuyo punto de vista se yuxtapone con el

del personaje7. Y sin embargo aquí nos encontramos frente a esta singular

“pureza”, pues la aparición del narrador se restringe a unas pocas frases como

“escribía ella” o “continuaba su carta” y no más. Es decir que también el punto

de vista de Anna está en estado “puro”.

A pesar de ser ambos puntos de vista de toma directa, la novela epistolar difiere

del monologo interior directo en que la primera toma en cuenta la presencia de

un destinatario explícito que “puede influir en la orientación del sentido del que

escribe la carta”8. Sin embargo, consideramos que el destinatario de la carta

escrita por Anna genera un mínimo condicionamiento en su escritura. Esto se

evidencia ya en uno de los primeros párrafos: “No sé muy bien por qué te estoy

escribiendo. Para serte franca, apenas si he pensado en ti desde que llegué.

4 Pugliatti, Paola, “Primera mirada a la categoría de punto de vista” en Lo sguardo nel racconto. Teoria e

prassi del punto de vista, Bologna, Zanichelli, 1985, p. 1. 5 Auster, Paul, Poesía completa, Op.cit, p. 372. 6 Pugliatti, Paola, Op.cit, p 2. 7 Ibídem, p. 4. 8 Ibídem, p. 8.

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Pero de repente, después de todo este tiempo, siento que tengo algo que decir

y que si no lo escribo rápidamente, mi cabeza estallará. No importa si lo lees, ni

siquiera importa si voy a enviar estas líneas, suponiendo que eso pudiera

hacerse”9. Y más adelante, hacia el final de la carta, Anna escribe: “Sólo Dios

sabe por qué sigo, ya que no creo que esta carta llegue a ti. Es como clamar en

el vacío, como gritar en medio de un enorme y terrible vacío”10.

Pensamos que Anna no escribe para su destinatario, si no para ella misma, y

eso acerca en gran medida esta novela epistolar a un verdadero monologo

interior: una forma en la cual “el narrador no hace más que identificarse con el

personaje, con su conciencia profunda, en su pura instantaneidad”11. De esta

manera nos encontramos casi completamente inmersos en la subjetividad de

Anna y conocemos este “país de las últimas cosas” no en su totalidad sino

parcialmente, fragmentariamente y limitadamente.

¿Entonces, a que se debe la decisión de escribir una novela epistolar? Para

Auster el mundo solo existe en la medida que podemos percibirlo, es decir que

tiene un límite, el de nuestra percepción. Si en este relato su intención era darle

existencia a un mundo, a un “país de las últimas cosas”, crearlo y luego destruirlo

ante nuestros ojos, el primer paso a seguir era crear una subjetividad a través de

cuya percepción pudiera el lector conocer este mundo. El resultado será un

mundo fragmentado, con límites que se atan a la percepción Anna. Vemos como

su fijación por los límites de la percepción humana tienen una importante

influencia en la obra literaria que es objeto de nuestro análisis.

Pero aún hay más para esta idea. En 1967 Auster también escribió: “Pero no

sólo nuestras percepciones son limitadas; el lenguaje (nuestro medio para

expresar estas percepciones) también es limitado”12. Aquí entra en juego el

segundo de los límites que mencionamos en la introducción. Auster es un escritor

que no puede dejar de sentir que, “en boca de George Steiner, el contrato entre

palabra y mundo se ha roto”13. Sin embargo, no siempre fue así para él. Cuando

9 Auster, Paul, El país de las últimas cosas, Op.cit, p. 5. 10 Ibídem, p. 179. 11 Tacca, Oscar, “El monologo interior” en Las voces de la novela, Madrid, Gredos, 1980, p. 102. 12 Auster, Paul, Poesía Completa, Op.cit, p. 373. 13 Doce, Jordi, “Manos que se abren, la poesía de Paul Auster” prólogo de Poesía completa, Barcelona, Seix Barral, 2012, p. 11.

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comenzó su carrera, Auster tuvo la intención de utilizar el lenguaje para explicar

el mundo que lo rodeaba: “El mundo era una lengua extraña que había que

traducir. ¿Cómo se puede traducir el mundo? Paul Auster empezó a transformar

el mundo en palabras, palabras suyas: así Paul Auster empezó a convertirse en

el novelista Paul Auster”14.

La poesía y los ensayos fueron lo primero en lo que volcó esta intención y allí

fue donde descubrió por primera vez la limitación del lenguaje que se convertiría

en fijación: “El ojo mira el mundo en estado de flujo. La palabra es un intento de

detener el flujo, de estabilizarlo. Y, sin embargo, nos empeñamos en el intento

de traducir la experiencia en lenguaje. De ahí la poesía, de ahí las vocalizaciones

de la vida cotidiana”15. Es que la distancia entre palabra y mundo es, para Auster,

irreparable. Al comentar la poesía de André du Bouchet, Auster explica estas

ideas con notable claridad: “Avanzamos hacia un punto que no deja de alejarse,

hacia un destino al que es imposible acceder, y al final este movimiento se

transforma en un objetivo en sí mismo; el simple hecho de avanzar se convierte

en una forma de estar presente en el mundo, aunque el mundo permanezca

siempre más allá de nuestro alcance”16.

¿Qué ocurriría si en base a estas premisas pensamos en el personaje de Anna

Blume? ¿No es acaso, ella también, una escritora que busca traducir el mundo

caótico que la rodea en palabras? Con la esperanza de entenderlo mejor, de

ordenarlo, de hallar un punto de referencia a partir del cual darle sentido. Como

dijimos antes, las líneas de la carta no están escritas sino para ella misma, que

no puede resistirse al fuertísimo impulso del decir. “Ahora lo que realmente

quiero es tener la oportunidad de expresarme, de escribirlo todo en estas páginas

antes de que sea demasiado tarde”17. Pero al igual que para Auster, poco a poco

se va haciendo evidente para ella la distancia que separa sus palabras de la

realidad. Hacia el final de la novela, Anna toma conciencia de que jamás podrá

explicar todo lo que quisiera: “Las palabras no permiten estas cosas. Cuanto más

cerca estás del final, más tienes que decir. El final es sólo imaginario, un destino

14 Navarro, Justo, “Cazador de Coincidencias”, prólogo de El cuaderno rojo, Barcelona, Anagrama, 1994, p. 5. 15 Auster, Paul, Poesía completa, Op.cit, p. 373. 16 Doce, Jordi, Op.cit, p. 21. 17 Auster, Paul, El país de las últimas cosas, Op.cit p. 79.

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que te inventas para seguir andando, pero llega un momento en que adviertes

que nunca llegarás allí”18.

Tanto para Anna como para Auster el mundo se aleja continuamente del

lenguaje, en un movimiento infinito. Hay otro personaje en la novela que persigue

igualmente traducir la realidad, y ese objetivo llega a convertirse en una

obsesión. Es Sam, quien está esbozando un libro sobre la ciudad. No obstante,

el límite de las palabras lo alcanza, como explica Anna en su carta: “A veces,

ante la necesidad de dar una forma coherente al material tan dispar que había

recogido, de repente perdía toda su fe en el proyecto. Lo llamaba inútil, una pila

de papeles insustanciales intentando decir algo que no podía decirse”19.

Centrémonos por un momento en aquel mundo que Anna y Sam intentan traducir

en palabras. Con este propósito precisaremos apropiarnos de ciertos conceptos

desarrollados por Laura Cerrato para generar un paralelismo entre el “país de

las ultimas cosas” y lo que ella llama el mundo posmoderno. La primera

característica que Cerrato atribuye a este mundo es la destemporalización: la

noción de tiempo se ha transformado y “experimentamos el presente como algo

completamente volátil e inverificable, devorado por pasado y futuro, que se

sobreponen casi al punto de simultaneidad”20. Ahora leamos el siguiente párrafo

escrito por Anna: “…tarde o temprano intentaré decirlo todo y no tiene

importancia en qué orden lo haga, si lo primero es lo segundo o lo segundo lo

último. Todo se arremolina a la vez en mi mente y el solo hecho de recordar una

cosa el tiempo suficiente para decirla es toda una victoria”21. Coincidentemente,

según Cerrato son la discontinuidad y erratismo el resultado de querer registrar

el proceso de destemporalización. Además, en este mundo en el cual presente,

pasado y futuro se superponen continuamente, “las únicas marcas del paso del

tiempo son las marcas de la decadencia”22. Veremos que Anna vive algo muy

similar: “Por lo general, la gente sostiene la teoría de que por muy mal que la

situación estuviera ayer, siempre será peor hoy; lo que pasó hace dos días, mejor

18 Ibídem, p. 179. 19 Ibídem, p. 108. 20 Cerrato, Laura, “La postmodernidad y una estética del fracaso” en Beckett: el primer siglo, Buenos Aires, Ediciones Colihue, 2007,p. 19. 21 Auster, Paul, El país de las últimas cosas, Op.cit, p. 40. 22 Cerrato, Laura, Op.cit, p. 20.

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que lo de ayer. (…) Cada mañana resurges forzosamente del sueño para

enfrentarte a algo mucho peor que lo que nos tocó vivir el día anterior”23.

La segunda característica que define al mundo posmoderno, según Cerrato, es

la destotalización: se cuestiona el concepto de totalidad, de sistema, y el mundo

se torna múltiple, provisorio y aleatorio24. Paralelamente, Anna escribe: “todo

pasa tan rápido, los cambios son tan súbitos que lo que parece cierto en un

momento determinado ya no lo es al siguiente”25. Pero además, esta segunda

característica tiene dos consecuencias: llevara al derrumbe de las ideologías y a

la imposibilidad de afirmar valores26. Estas consecuencias existen también en el

país de las ultimas cosas: “En nuestras mentes reina la confusión;” escribe Anna,

“todo cambia a nuestro alrededor, cada día se produce un nuevo cataclismo y

las viejas creencias se transforman en aire y vacío”27.

Este mundo posmoderno, en constante transformación, se vuelve imposible de

colocar bajo la etiqueta de una palabra totalizadora, sistematizadora, y es aquí

donde surge la tercera característica de la posmodernidad, resultado de las dos

anteriores: la designificacion. Para Cerrato, las palabras han perdido la

capacidad de significar, de explicar el mundo, y es lo que da lugar a una

“literatura de la despalabra”: la literatura se ha adaptado a este mundo

posmoderno y por lo tanto se vuelve discontinua, fragmentada, aleatoria,

contradictoria y cambiante28. Así ocurre también en la escritura de Anna. En

diferentes oportunidades se disculpa con su destinatario por mantener un

discurso desordenado, fragmentado, arremolinado e incluso contradictorio. Dice

“Ten paciencia. Sé que ahora empiezo a balbucear, pero las palabras no acuden

en mi ayuda para decir lo que quiero”29. Es que Anna no puede evitarlo, el mundo

en el que vive es contradictorio y cambiante, y ella misma no es capaz de

expresarse de otra manera: “Si esto te confunde, lo siento; pero no tengo

elección, tengo que tomar las cosas tal como puedo asimilarlas.”30

23 Auster, Paul, El país de las últimas cosas, Op.cit, p. 12. 24 Cerrato, Laura, Op.cit, p. 21. 25 Auster, Paul, El país de las últimas cosas, Op.cit, p. 27. 26 Cerrato, Laura, Op.cit, p. 20. 27 Auster, Paul, El país de las últimas cosas, Op.cit, p. 22. 28 Cerrato, Laura, Op.cit, p. 25. 29 Auster, Paul, El país de las últimas cosas, Op.cit, p. 154. 30 Ibídem, p. 40.

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Si consideramos esta novela epistolar como una especie de monologo interior,

podemos atribuirle una función muy interesante que Oscar Tacca le asigna:

funcionar como “imagen de mundo, reflejo de la realidad en la conciencia”31. El

devenir de la mente subjetiva de Anna, errático y caótico, funciona como reflejo

del mundo en el que habita, un mundo que no puede ser puesto en palabras, un

mundo posmoderno. Como expresó Auster:

En la imposibilidad de la palabra,

en la palabra no hablada

que asfixia,

me encuentro a mí mismo.32

Casi sin advertirlo, hemos regresamos a la fijación de Paul Auster: la distancia

entre el lenguaje y la realidad. Además de la dificultad de los personajes para

traducir el mundo que los rodea, hay otras evidencias distribuidas en la novela

que demuestran este fuerte interés del autor por el límite del lenguaje.

Consideremos un pasaje al inicio de la novela que habla de cómo hay personas

que se juntan a escuchar con lujo de detalle la descripción del consumo de una

comida. Desde los aromas y sabores hasta las sensaciones físicas que produce.

“Incluso hay algunos que creen que estas conversaciones pueden tener un valor

nutritivo si se llevan a cabo con la concentración suficiente y un sincero deseo

de creer en las palabras de aquellos que participan”33. Explica Anna. En este

llamado “lenguaje fantástico” la distancia entre palabra y realidad se ha hecho

tan grande que funciona independientemente una de la otra. A la palabra se le

ha arrancado el objeto, ya no tiene referencia en el mundo, y sin embargo tiene

valor por sí misma. Ya no necesita significar, sino que tiene una existencia

propia, tan palpable que hasta puede quitar el hambre. Sin embargo, a esta

separación le sigue la desaparición: “La gente que usa el lenguaje fantástico

siempre muere mientras duerme. Durante uno o dos meses andan con una

31 Tacca, Oscar, Op.cit, p. 102. 32 Auster, Paul, “Interior” en Poesía completa, Op.cit, p. 131. 33 Auster, Paul, El país de las últimas cosas, Op.cit, p. 12.

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extraña sonrisa en la boca y los rodea un extraño halo de enajenación, como si

ya hubieran comenzado a desaparecer”34.

En el caso anterior, el quiebre entre lenguaje y realidad precede a la

desaparición. En otros casos funciona inversamente, y es la desaparición la que

sucede primero: a medida que desaparecen los objetos, solas quedan las

palabras que solían significarlos, sin referente posible más que el sonido que les

da existencia: “Tu mente la escuchará, pero la registrará como algo

incomprensible, un término de un idioma que no conoces, y como se agregan

más y más de estas palabras de sonido «extranjero», las conversaciones

resultan bastante confusas”35. No obstante, esta situación tampoco se prolonga

demasiado, y termina igualmente en la desaparición: “Las palabras suelen durar

un poco más que las cosas, pero al final también se desvanecen, junto con las

imágenes que una vez evocaron”36. Así van desapareciendo de la mente los

recuerdos, tanto de los objetos como de las palabras que solían designarlos.

Hay otra situación en la novela en la cual es la desaparición la que provoca el

quiebre palabra-realidad. Es la secuencia de la enfermedad de Isabel, que

finalmente alcanza su garganta y le impide el habla. Esta vez lo que se

desvanecen son las palabras, y quedan solamente los objetos innombrables. “Un

cuerpo que se desintegra es algo horrible, pero cuando la voz también

desaparece, es como si esa persona ya no estuviera allí”37. Dice Anna. Como

vemos, en este caso se suma otra ruptura, la de Isabel con el lenguaje. Incapaz

de expresarse a través de las palabras, Isabel misma es la que comienza a

desaparecer hasta la muerte. “Al final, la mató lo mismo que le había quitado la

voz; su garganta dejó de funcionar por completo y ya no pudo tragar nada más”38.

Se nos presenta frente a estos casos una incógnita. ¿Es el quiebre entre

lenguaje y realidad lo que lleva a la desaparición o es en cambio la desaparición

la que provoca aquel quiebre? Creemos que no es la distancia entre el lenguaje

y la realidad la causante de la desaparición, si no la distancia del yo con el

lenguaje, que es su consecuencia directa. Cuando el lenguaje ya no sirve para

34 Ibídem, p. 13. 35 Ibídem, p. 88. 36 Ídem. 37 Ibídem, p. 78. 38 Ibídem, p. 79.

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explicar nuestra realidad, nos vemos separados de él, ya no nos representa ni

nos ayuda a desenvolvernos en ese mundo. Y sin un lenguaje con el cual

expresar nuestra individualidad, nuestra subjetividad, eventualmente

desapareceremos. En los casos que analizamos anteriormente, se da la ruptura

del yo con el lenguaje tanto ante la necesidad de recurrir al “lenguaje fantástico”

para sobrevivir como cuando las palabras, sin referencia, se vuelven extranjeras

y solo llevan a confusión. Ambos casos llevan a la desaparición. Como escribió

Auster: “Sentirte separado del lenguaje es perder tu propio cuerpo. Cuando las

palabras te fallan, te disuelves en una imagen de la nada. Desapareces”39. Y si

las subjetividades desaparecen ¿Cómo es posible que haya mundo? Si según

Auster éste solo existe en la medida en que es percibido. Ha dicho “El mundo es

mi idea. Yo soy el mundo. El mundo es tu idea. Tú eres el mundo”40. Según este

razonamiento, junto con la desaparición del yo, desaparecerá también el mundo.

Hemos llegado al origen del “país de las últimas cosas”. A medida que la

distancia entre el lenguaje y el mundo se agranda, termina por quebrar la relación

del yo con el lenguaje. El yo, sin las palabras, ya no podrá expresar su

subjetividad, y por lo tanto irá desapareciendo y junto con él desaparecerá

también el mundo, ya que éste no puede existir sino subjetivamente. Así irán

quedando las últimas palabras, que estarán separadas de las ultimas cosas. Y

eventualmente todo desaparecerá.

Y cada cosa, aquí, como si fuera lo último

en ser dicho: el sonido de una palabra

casada con la muerte, y la vida

que es este afán en mí

por desaparecer.41

Rocío González

Comisión T1

3 de Marzo de 2016

39 Auster, Paul, Poesía completa, Op.cit, p. 375. 40 Ibídem, p. 372. 41 Auster, Paul, “Interior” en Poesía completa, Op.cit, p. 130.

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Bibliografía

Auster, Paul, El país de las últimas cosas, Barcelona, Anagrama, 2002.

Auster, Paul, Poesía completa, Barcelona, Seix Barral, 2012.

Cerrato, Laura, “La postmodernidad y una estética del fracaso” en

Beckett: el primer siglo, Buenos Aires, Ediciones Colihue, 2007.

Doce, Jordi, “Manos que se abren, la poesía de Paul Auster” prólogo de

Poesía completa, Barcelona, Seix Barral, 2012

Navarro, Justo, “Cazador de Coincidencias”, prólogo de El cuaderno rojo,

Barcelona, Anagrama, 1994.

Pugliatti, Paola, “Primera mirada a la categoría de punto de vista” en Lo

sguardo nel racconto. Teoria e prassi del punto de vista, Bologna,

Zanichelli, 1985. Trad. E. Vinelli.

Tacca, Oscar, “El monologo interior” en Las voces de la novela, Madrid,

Gredos, 1980.