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Trabajo de Fin de Grado
Tamara Fernández Agudo 4º de Grado de Arqueología
2014/2015
Implicaciones de la Arqueología Cognitiva en el comportamiento simbólico de los Neandertales
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ÍNDICE Resumen 3
1. Introducción 4-5
2. Objetivos 6
3. Conducta simbólica humana 7-9
3.1. Metodología de estudio 7-8
3.2. Características del simbolismo humano 8-9
4. Evidencias arqueológicas del comportamiento simbólico neandertal 10-27
4.1. Adornos personales 10-15
4.2. Pigmentos 15-19
4.3. Conductas funerarias 19-21
4.4. Útiles óseos 21-24
4.5. Arte parietal 24-27
5. Discusión y conclusiones 28-31
Bibliografía 32-35
3
RESUMEN El estudio de la conducta simbólica humana en Neandertales es un tema reciente tratado por
diversos investigadores, fundamentado en el análisis de los vestigios materiales procedentes de
yacimientos arqueológicos de Europa y Próximo Oriente. El tratamiento de dichas evidencias
nos ayuda a comprender el desarrollo y el funcionamiento de la simbología, apoyándonos, para
ello, en la Arqueología Cognitiva.
Cierto es que no podemos conocer el significado de los artefactos desarrollados por estos
homínidos, pero, poco a poco, nos acercamos al conocimiento del simbolismo, a través del
estudio, examen y análisis de los utensilios de las culturas Musteriense, Uluzziense y
Chatelperroniense.
En este trabajo no se intenta recrear el significado simbólico otorgado a los materiales, sino que
se afirma la existencia de una conducta simbólica humana entre los Neandertales, ayudándose
de los estudios de los distintos vestigios arqueológicos (pigmentos, enterramientos, arte,
ornamentos personales, etc.) a través del análisis bibliográfico.
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1. INTRODUCCIÓN
Los Neandertales y los humanos anatómicamente modernos han sido estudiados desde diversas
perspectivas. Durante la última década, muchos investigadores han determinado que ambas
especies denotaban un comportamiento y unas pautas de conducta muy similares (De la Torre
Saínz & Domínguez-Rodrigo, 2001); sin embargo, hay ciertos aspectos que recalcan la
diferencia entre nosotros y nuestros antepasados más cercanos. Uno de ellos podría ser el
desarrollo del comportamiento simbólico y la forma de concepción del mundo.
Para muchos investigadores, Homo sapiens sapiens ha desarrollado una conducta simbólica
superior a Homo sapiens neandertalensis (Gamble, 2001; Mellars, 2005), pues basan sus ideas
en la premisa de que los seres humanos actuales surgimos por evolución gradual desde unas
formas “inferiores” o primitivas, hasta alcanzar el punto álgido de la evolución: los humanos
anatómicamente modernos (Rivera Arrizabalaga, 2010). Además de esta idea, muchos otros
autores sostienen que los Neandertales no tendrían capacidad de desarrollar una conducta
simbólica (Benítez-Burraco & M. Longa, 2011).
A pesar de la existencia de estos dos enfoques, existe una tercera hipótesis que pone de
manifiesto la presencia de una conducta simbólica propia entre los grupos de Neandertales
(Caron et al., 2011; Rodríguez-Vidal et al., 2014; Zilhao, 2008).
Las visiones y concepciones que posee cada investigador derivan de las lecturas que le
proporciona el registro arqueológico. Como bien se sabe, un mismo registro puede ser abordado
desde distintas perspectivas, puntos de vista y teorías arqueológicas, de ahí que existan infinidad
de interpretaciones. Para minimizar el error y el sesgo en las lecturas del registro, la
Arqueología –y en especial la Arqueología encargada del estudio del Paleolítico- cuenta con el
desarrollo de investigaciones formadas por grupos multi e interdisciplinares. De esta forma se
obtiene una visión mucho más detallada y fidedigna de la vida y costumbres de sociedades
pretéritas, dejando a un margen las posiciones ideológicas y morales de cada autor.
No obstante, a partir de análisis empíricos, se han discutido numerosos objetos trabajados, o
elementos simbólicos, demostrando que, en ocasiones, tenían orígenes naturales (Diedrich,
2015). A través de disciplinas como la Tafonomía se ha tratado de aportar cierto objetivismo al
análisis de las evidencias encontradas en el registro arqueológico.
En el presente trabajo se abordará, desde una perspectiva bibliográfica, la cuestión del
desarrollo del comportamiento simbólico de poblaciones Neandertales, a través del análisis de
vestigios materiales –ornamentos personales, empleo de pigmentos y colorantes,
5
enterramientos, arte parietal, canibalismo, etc.- hallados en diversos yacimientos del Paleolítico
Medio del continente europeo y Próximo Oriente.
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2. OBJETIVOS
El objetivo principal de este trabajo es realizar y plasmar un estado de la cuestión del
simbolismo en las poblaciones Neandertales, a través del estudio bibliográfico.
Los principales objetivos de este trabajo son los siguientes:
• Presentar una revisión general del conocimiento actual en el campo del desarrollo del
simbolismo durante el Paleolítico Medio a través de los análisis que nos ofrece la
Arqueología Cognitiva.
• Señalar e indicar las distintas posturas sostenidas por diferentes autores en la materia.
• Proponer un reenfoque de análisis e interpretaciones de la conducta simbólica a partir
de los vestigios arqueológicos hallados en yacimientos de Paleolítico Medio en Europa
y Próximo Oriente.
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3. CONDUCTA SIMBÓLICA HUMANA
¿Pueden los vestigios y restos arqueológicos del Paleolítico Medio otorgar algún tipo de
información sobre la mente (uso del consciente y subconsciente) de aquellos seres humanos que
los realizaron? Esta pregunta puede ser respondida a través de la llamada Arqueología
Cognitiva.
Se trata de una disciplina que pretende e intenta indagar en los procesos neurológicos,
cognitivos y simbólicos de los seres humanos del pasado (Diez Martín, 2011). Para ello, la
Arqueología Cognitiva cuenta con la ayuda del estudio de las evidencias arqueológicas, en este
caso, la ornamentación personal, el arte, el desarrollo de la industria ósea, etc. entre poblaciones
de Neandertales de Próximo Oriente y Europa.
Para poder entender y comprender qué es y en qué consiste el comportamiento simbólico,
debemos hacernos la siguiente pregunta: ¿qué es el simbolismo? Según Rivera Arrizzabalaga, el
simbolismo es un proceso cognitivo en el que se relacionan las abstracciones e ideas –ya sean
aprendidas o desarrolladas- con ciertos símbolos, tales como el lenguaje (gestos y sonidos), los
objetos (elementos simbólicos) y las conductas (costumbres), llevados a cabo por un individuo o
una sociedad (Rivera Arrizabalaga 2010).
El desarrollo de la conciencia humana está íntimamente ligada a la denominada “Teoría de la
Mente”, es decir, «la posesión de cierto conocimiento sobre la existencia de una vida mental
semejante a la nuestra en los otros componentes de la sociedad» (Rivera Arrizabalaga, 2010:
42). Dentro del género Homo siempre ha existido esta capacidad cognitiva, aunque con ciertas
diferencias derivadas del grado de desarrollo y las capacidades de cada uno. Esta “Teoría de la
Mente” es un `proceso en el que forman parte varios sujetos, por lo que su evolución y
surgimiento estarían estrechamente vinculados a las relaciones sociales.
La individualidad, ya sea a nivel personal o grupal, se basa en la premisa de la diferencia entre
individuos y/o grupos (Hernando, 1999). La primera evidencia arqueológica de este proceso de
individualidad y diferenciación sería la creación de adornos personales, ya que impera una
necesidad de recalcar tales diferencias entre grupos de seres humanos.
3.1. Metodología de estudio
El estudio de la conducta simbólica humana es complejo, pues es un concepto empleado con
gran imprecisión que existe desde sus primeras manifestaciones
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Para poder analizar el simbolismo en sociedades sin escritura es necesario el apoyo de la
multidisciplinariedad, con ciencias como la Neurología, la Psicología, la Arqueología y la
Tafonomía. La teoría arqueológica que más se aproxima a la explicación del comportamiento
simbólico humano es el Estructuralismo, pues «se fundamenta en la aceptación de unas
estructuras o modelos genéricos, aparentemente no visibles, sobre el funcionamiento que rige
la conducta humana» (Rivera Arrizabalaga, 2010: 40).
El principal problema al que se enfrenta esta teoría es el desconocimiento de dichas reglas
comunes “ocultas” que rigen la conducta simbólica humana, pues se plasma la subjetividad del
investigador. El único objetivo que podemos conocer serían los factores estructurales, creado a partir de nuestra Neurología y Psicología –de ahí que en la pauta simbólica sea necesaria la
multidisciplinariedad científica-. Con estos factores estructurales «se podría desarrollar un
modelo teórico común a todos los seres humanos, pero independiente de los aspectos
particulares de la cultura que pueden tener diferentes poblaciones humanas en un preciso
tiempo y espacio» (Rivera Arrizabalaga, 2010: 40).
En otras palabras, el procesamiento del entorno natural (a través del sistema nervioso) y su
percepción (con la ayuda de los sentidos) son iguales para todos los miembros de un mismo
género Homo, aunque, dependiendo de la forma de apreciación y procesamiento de la realidad
que les rodea, darán como resultado una construcción cultural y simbólica distinta.
3.2. Características del simbolismo humano
En relación con lo expuesto anteriormente, el simbolismo presenta ciertas características que se
explicarán a continuación (Rivera Arrizabalaga, 2010):
• Es acumulativo, pues para su desarrollo es necesaria la existencia de conceptos
anteriores más básicos –ya sean simbólicos o no-, pero indispensables para la evolución
simbólica.
• Se trata de un desarrollo cognitivo emergente. Actualmente se piensa que determinados
procesos cognitivos, indispensables para el comportamiento humano (el simbolismo
complejo, por ejemplo) son resultado de las propiedades que emanan de la actividad
cerebral. Es decir, «de la unificación funcional de ciertas capacidades cognitivas más
elementales (mecanismos de atención seriados, memoria a corto plazo, emotividad,
etc.), se producirían nuevas y conocidas propiedades cognitivas, entre las que se
encuentra el simbolismo» (Rivera Arrizabalaga, 2010: 41).
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• Necesita de una serie de componentes básicos y fundamentales que actúen en estrecha
interrelación, posibilitando su surgimiento.
• Precisa de unas condiciones y características medioambientales determinadas para su
progreso. Dentro de estas propiedades se enmarcaría el desarrollo tecnológico, las
condiciones demográficas de cada grupo, y el avance socioeconómico y cultural.
• «La evolución cultural y simbólica es un continuum que adquiere un aspecto de
heterogeneidad temporal y espacial, pues depende de diversos factores (capacidades y
desarrollo cognitivo, existencia de un lenguaje previo, medio ambiente sociocultural,
etc.), las cuales no siempre actúan con el mismo nivel de desarrollo» (Rivera
Arrizabalaga, 2010: 41-42). Esta afirmación sugiere la existencia de grados de
desarrollo intermedios.
• Está estrechamente vinculado al lenguaje, la primera manifestación simbólica humana.
Esta declaración hace pensar que los Neandertales desarrollaban una simbología, pues
en 2007 se descubrió el gen FOXP2 modificado, encargado del habla, en restos óseos
procedentes de la cueva de El Sidrón (Asturias, España) (Krause et al., 2007).
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4. EVIDENCIAS ARQUEOLÓGICAS DEL COMPORTAMIENTO SIMBÓLICO
NEANDERTAL
4.1. Adornos personales
Los abalorios compuestos por conchas perforadas son objetos muy comunes entre los vestigios
arqueológicos elaborados por los primeros Homo sapiens sapiens. Sin embargo, este mismo tipo
de elementos también han sido encontrados en contextos neandertales, por lo que se ha
generado una gran controversia en torno a ellos: ¿Eran los Neandertales capaces de crear
adornos personales (cuentas de collar con una perforación en su extremo, por ejemplo) con
algún tipo de carga simbólica? ¿La creación de estos adornos provine de un contexto de
aculturación? ¿O, por el contrario, es una conducta/pauta que desarrollaron ellos mismos,
independientemente del contacto con poblaciones de humanos modernos?
Antes de comenzar con el análisis de estos vestigios arqueológicos debemos preguntarnos cuál
es el origen de los elementos de adorno personal, para así poder entender por qué los
Neandertales confeccionaron este tipo de piezas.
La fabricación de elementos de adorno personal, ya sean conchas o dientes perforados, o
cuentas de marfil, acarrea una serie de requisitos. En primer lugar, la elección y obtención de la
materia prima que se va a trabajar. En segundo lugar es necesario detentar un esquema mental
previo de la pieza a elaborar, lo que supone tener un conocimiento de la técnica de manufactura,
y se ha de disponer de los mecanismos para la transmisión de los conocimientos. Y en último
lugar, otorgar el carácter simbólico que se quiere atribuir al objeto en cuestión. Todos estos
requisitos suponen el desarrollo de habilidades cognitivas complejas, por lo que se considera
que los adornos personales, además de ser la primera manifestación artística humana, forman
parte del desarrollo simbólico del ser humano (Montes Gutiérrez, 2008: 4).
Tradicionalmente se ha pensado que la cualidad de crear adornos personales era una
característica única de Homo sapiens sapiens, pero actualmente se sabe –gracias al registro
arqueológico de yacimientos de Europa y Próximo Oriente-, que los Neandertales fueron
capaces de elaborar estas piezas (Rodríguez-Vidal, 2014; Zilhao et al., 2010). El debate actual
gira en torno al origen de dichos objetos y las causas que lo motivaron.
Una hipótesis ofrece la posibilidad de que Homo sapiens neandertalensis comenzara a
fabricarlos antes de entrar en contacto con los humanos anatómicamente modernos (D’Errico et
al., 2003; Zilhao, 2007), frente a otra que afirma que los Neandertales fueron capaces de
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elaborar adornos personales gracias a un proceso de aculturación, al entrar en contacto con
Homo sapiens sapiens (Stringer & Gamble, 1996).
Entre los partidarios de la primera hipótesis, es decir, que los Neandertales fueron capaces de
realizar adornos personales, encontramos a autores como D’Errico (2003), Zilhao (2007, 2010),
Henshilwood (2003) y sus colaboradores. Para ellos, los Neandertales fabricaron y emplearon
este tipo de objetos, lo que supone un claro ejemplo de comportamiento simbólico anterior al
período de transición de Paleolítico Medio a Paleolítico Superior. Esta hipótesis surge a raíz del
estudio de los vestigios arqueológicos procedentes de distintos yacimientos europeos, entre los
que caben destacar los siguientes (Montes Gutiérrez, 2008: 5):
- Bocksteinschmiede (Alemania), con una cronología en torno a 100000 años BP.
- La Quina y Pech de l’Aze (Francia), ambos con contextos musterienses.
- Bachokirian (Bulgaria), con cultura bachokiriense o protoauriñaciense.
- Uluzzian (Italia), con cultura uluzziense.
- Altmühlian (Alemania), de época chatelperroniense.
- Grotta del Cavallo (Italia), con cultura uluzziense.
- Hülle (Alemania)
- Trou Magrite (Bélgica)
- Cueva de los Aviones (Cartagena, Región de Murcia) y Cueva Antón (Mula, Región de
Murcia), con una cronología en torno a 50000 años BP.
A través del estudio de estos yacimientos, podemos determinar que realmente existen piezas de
adornos personales con carga simbólica atribuidas a Homo sapiens neandertalensis. Sin
embargo, hay que tener especial cuidado a la hora de investigar, pues son contextos con
cronologías muy tardías (Chatelperroniense); aunque no en todos los casos, como indican las
cronologías de la Cueva de los Aviones (Región de Murcia) o Bocksteinschmiede (Alemania).
La otra hipótesis que se baraja corre a cargo de los investigadores Mellars (2005), Stringer
(1996) y Gamble (2001), que aseguran que los Neandertales no fueron capaces de elaborar
adornos personales con carga simbólica ya que no disponían de un lenguaje sofisticado para
transmitir los conocimientos de su fabricación. Asimismo, cuentan con otra premisa para
elaborar su hipótesis: la mayoría de las piezas aparecen en contextos de aculturación como el
Chatelperroniense o el protoauriñaciense (Montes Gutiérrez, 2008: 6).
Sin embargo, existen yacimientos como la Cueva de los Aviones (Región de Murcia), Cueva
Antón (Región de Murcia) y Cueva Río Secco (Italia), que cuentan con evidencias de
ornamentos personales antes de la llegada de Homo sapiens sapiens a Europa.
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Cueva de los Aviones (Murcia)
Se trata de una gruta ubicada en el término municipal de Cartagena (Región de Murcia, España),
con evidencias arqueológicas y paleontológicas. La importancia de la Cueva de los Aviones
viene dada por el hallazgo de conchas perforadas asociadas a pigmentos de origen mineral, que
datan del 50 ka cal B.P., es decir, coincide con una ocupación neandertal. De igual forma,
encontramos otros vestigios arqueológicos, como pueden ser los abundantes conjuntos de
industria lítica –en su mayoría realizados sobre cuarzo, aunque también se han hallado raederas
de pedernal-, y los restos faunísticos de ciervo, caballo, cabra montesa, conejo y tortuga. En
cuanto a su morfología, esta cueva cuenta con un relleno interior erosionado por la acción
marina postglacial. De igual forma cabe destacar que en el momento de ocupación, la cavidad se
encontraba a 1.5 km de la costa, lo que supone que las poblaciones neandertales se desplazaban
para conseguir los recursos marinos (Zilhao et al., 2010).
Los hallazgos de conchas de bivalvos en este yacimiento se pueden dividir en tres categorías
(Zilhao et al., 2010):
• Acanthocardia tuberculata (Fig. 1, 1). Existen restos de al menos tres conchas
referentes a esta especie, de las cuales una está completa, otra presenta una ruptura
durante la excavación con pérdida de la zona cónica, y la tercera supone una unión de
dos fragmentos con ruptura postdeposicional. Todos estos ejemplares deben de haber
sido introducidos como bivalvos completos. Se ha de destacar que en la muestra más
pequeña, procedente del lecho/nivel II, se encuentra perforada.
• Glycymeris insubrica (Fig. 1, 2-3). Este ejemplar cuenta con un mayor número de
fragmentos, entre los que caben destacar cuatro conchas completas, y dos especímenes
completos del lecho/nivel II que presentan una perforación en su extremo proximal, así
como restos de colorante rojizo (hematita).
• Spondylus gaederopus (Fig. 2). Son tres ejemplares completos en origen. La parte
inferior de una de las valvas, procedente del lecho/nivel II del yacimiento, cuenta con
residuos de una masa de pigmentación, es decir, una mezcla de lepidrocrocita roja con
restos de tierra, hematita y pirita.
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Fig. 1. Conchas perforadas procedentes del lecho/nivel II de la Cueva de los Aviones: (1) Acanthocardia tuberculata; (2-3) Glycymeris insubrica. (Zilhao et al., 2010: 1025)
Fig. 2. Concha de Spondylus gaederopus procedente del lecho/nivel II de la Cueva de los Aviones: (izquierda) valva fragmentada durante la excavación con indicación de localización del pigmento:
(derecha) detalle de los residuos de los colorantes (Zilhao et al., 2010: 1025)
Cueva Antón (Murcia)
Cueva Antón es un abrigo rocoso localizado en el margen derecho del río Mula (Región de
Murcia, España), situado a 60 km de la costa actual. Este yacimiento debe su importancia a las
evidencias arqueológicas y paleontológicas que posee. La cavidad presenta niveles de ocupación
de MP (Middle Paleolithic) de 4 m de espesor, con una cronología aproximada de 43.5-37.4 ka
cal B.P. Los vestigios arqueológicos de mayor importancia se encuentran en los niveles II-l y I-
k (Zilhao et al., 2010).
La evidencia más significativa de ornamentación personal se corresponde con una valva plana y
fracturada simétricamente en vertical de Pecten maximus (Fig. 3.), localizada en el nivel I-k.
Dicha concha presenta perforaciones en su parte superior (Fig. 3, 1-2), la más importante de 6
mm de diámetro, aunque debido a su estado de conservación, no se puede determinar si son
producto de un proceso de bioerosión o su origen se encuentra en la acción antrópica.
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Asimismo, en esta valva se puede observar restos de colorantes (Fig. 3, 3-4) (Zilhao et al.,
2010), aspecto que se destacará en el apartado 4.2. Pigmentos de este trabajo.
Fig. 3. Concha de Pecten maximus con perforaciones (1-2) y restos de colorantes (3-4) procedente del nivel I-k de la Cueva Antón (imagen modificada a partir de Zilhao et al., 2010: 1027)
Cueva Río Secco (Italia)
Cueva Río Secco se encuentra localizada en el noreste de Italia, a los pies de la cordillera de los
Alpes. Esta cavidad debe su importancia a la presencia de garras de aves rapaces, con una
cronología Musteriense, vinculadas a una posible conducta simbólica.
La morfología de esta cueva cuenta con una secuencia sedimentaria de ocupación desde el
Paleolítico Medio tardío (49,1-48,0 ka cal B.P.) hasta la mitad del Paleolítico Superior (34-35
ka cal B.P.). Entre los vestigios arqueológicos encontramos un gran número de restos óseos con
una elevada fragmentación, resultado de la acción antrópica (extracción del tuétano), acción de
carnívoros y procesos postdeposicionales. Asimismo, lo más significativo de este yacimiento es
el hallazgo, en niveles Musterienses, de tres falanges con Marcas de Corte (MC) de aves
rapaces (Fig. 4.). Dichas MC son cortas y están localizadas a lo largo del perímetro de la faceta
articular proximal, y su función sería la de desarticulación (corte de tendones y ligamentos)
(Romandini et al., 2014).
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Como datos relevantes, se ha de señalar que estas falanges son elementos que no cuentan con
ningún valor de aporte nutritivo; y, de igual forma, en esta región existe una escasa explotación
de aves rapaces.
Fig. 4. Marcas de Corte procedentes de Río Secco: (A) falange terminal completa de un Águila Dorada;
(B) primer plano de las MC orientadas según la figura A; (1-6) localización de MC efectuadas por la acción antrópica (Romandini at al., 2014: 6)
4.2. Pigmentos
Muchos de los yacimientos del Paleolítico Medio europeo cuentan con evidencias de empleo de
algún tipo de colorante. Sin embargo, al enfrentarnos a este tipo de vestigios debemos
preguntarnos la finalidad del uso de los pigmentos en las sociedades neandertales. La
intencionalidad en el empleo de colorantes se pueden dividir en dos grupos: carácter funcional y
naturaleza simbólica.
Dentro de la naturaleza simbólica se engloban los restos de pigmentos hallados en tumbas
neandertales, objetos muebles –como conchas empleadas como recipiente contenedor y restos
de bivalvos con colorantes-, soportes inmuebles –paredes-, y, posiblemente, como decoración
corporal personal –a modo de señas de identidad, como ocurre con los adornos personales-.
De igual forma, el empleo de pigmentos y colorantes también tiene un claro carácter funcional.
Entre estas utilidades cabe destacar el uso del ocre como elemento abrasivo para la elaboración
de industria lítica y ósea (Maicas Ramos, 2007: 203). Asimismo, se puede considerar que el
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manganeso y el óxido de hierro -es decir, mineral de hematita- pueden emplearse con alguna
propiedad medicinal, como repelente de insectos o para curtir el cuero.
Este ejemplo de empleo funcional del ocre lo encontramos en el yacimiento de Paleolítico
Medio de Maastricht-Belvédère (Holanda). Los investigadores encargados del estudio de este
yacimiento afirman que el empleo del ocre tiene una clara intencionalidad funcional, pues pudo
usarse como medicamento –tanto interno como externo-, para preservar y conservar los
alimentos, para el curtido de las pieles, como repelente de insectos, o como componente
adhesivo (Roebroeks et al., 2010: 1).
Cueva de los Aviones y Cueva Antón (Murcia)
En el epígrafe anterior pudimos observar cómo en estas dos cuevas de la Región de Murcia
(España) se hallaron vestigios de posible ornamentación personal (conchas perforadas) con
restos de pigmentos.
En la Cueva de los Aviones podemos destacar tres vestigios arqueológicos con restos de
pigmentación y colorantes (Zilhao et al., 2010):
• Glycymeris insubrica (Fig. 1, 2-3). Se hallaron evidencias de residuos de colorante rojo,
identificadas como hematita, tras la limpieza de la pieza (capa de carbonato), alrededor
de la perforación de la concha de mayor tamaño.
• Spondylus gaederopus (Fig. 2). Con anterioridad se mencionó que la cara interna de
esta valva (nivel/lecho II) mostraba restos de pigmentación: una mezcla de
lepidocrocita, partículas de tierra, residuos de carbón vegetal, dolomita hematita y
pirita. Estas evidencias hacen `pensar que esta concha pudo ser empleada como
recipiente contenedor o como método de almacenaje de la pintura para su posterior uso.
• Metatarso no modificado de Equus sp (Fig. 5). Este resto óseo (nivel/lecho III) cuenta
con residuos de pigmentos naranjas; sin embargo, no se ha podido establecer la
composición del mismo debido a la gran carbonatación de la pieza. Este metatarso pudo
ser empleado como un aplicador directo del colorante o como un perforador de materias
primas blandas (por ejemplo, cuero) que contaran con algún tipo de coloración.
El único vestigio arqueológico de Paleolítico Medio de la Cueva Antón que cuenta con algún
tipo de resto de pigmento es la concha de Pecten maximus (Fig. 3, 3-4.). Cabe pensar la
posibilidad de que esta pieza fuera pintada deliberadamente, pues solo una de las caras conserva
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el color original. No obstante, podemos encontrarnos ante un claro ejemplo de vestigio
arqueológico de ornamentación personal (Zilhao et al., 2010).
Fig. 5. Diferentes puntos de vista del metatarso no modificado de Equus sp., procedente de la Cueva de los Aviones (Murcia), con restos de colorante naranja (Zilhao et al., 2010: 1026)
Roc-de-Combe (Francia)
Se trata de un yacimiento arqueológico localizado en la región del Perigord, al sur de Francia.
Debe su importancia a la aparición de fragmentos de pigmentos y colorantes modificados por la
acción antrópica, de época Chatelperroniense.
El aspecto más relevante es la aparición de numerosas porciones de colorantes, tanto negros
como rojos, en el nivel 8 de la excavación (cuadrículas de la I a la K), correspondiente a época
Chatelperroniense. Se han analizado y estudiado 34 piezas de pigmentos individuales de dichos
colores, así como 68 fragmentos adicionales que, en origen, formaron parte de un gran bloque
(Fig. 6) (Dayet et al., 2014).
Tal y como se ha mencionado con antelación, los pigmentos se han dividido por colores (negro
y rojo). Los pigmentos negros están formados por 10 piezas -compuestas en su mayoría por
óxidos de manganeso- , constituidas, a su vez por fragmentos de concreciones, con una altura
máxima de 4 cm. De igual forma, los pigmentos de este color o bien disponen de una textura
arcillosa con partículas finas, una textura de arenas con granos de cuarzo gruesos, o bien una
mezcla de ambas. Lo más significativo de los colorantes negros es que en uno de ellos se puede
observar un punto de impacto y una cicatriz en forma de escamas (Fig. 7), lo que puede
significar la reducción de la pieza original por percusión, es decir, una clara acción antrópica
sobre esta materia prima. Asimismo, se ha hallado un pequeño trozo que muestra dos facetas
ligeramente convexas que están cubiertas por estrías paralelas, un claro indicio de que este
fragmento de pigmento fue molido (Fig. 8, RDC 6). Lo más relevante de los pigmentos de color
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rojo es el gran número de fragmentos estudiados: casi 1 kg de material (978 g), procedente del
nivel 8 de Roc-de-Combe. Tres de los fragmentos de este color de pigmento también presentan
evidencias de haber sido modificados por los seres humanos que habitaron este abrigo (Fig. 8,
RDC 13-RDC26) (Dayet et al., 2014).
Fig. 6. Fragmentos de pigmentos negros (RDC6 y RDC10) y rojos (RDC13, 15, 26, 30)
Chatelperronienses, procedentes del yacimiento Roc-de-Combe (Dayet, et al., 2014: 182)
Fig. 7. Vista de puntos de impactos (flechas negras) en fragmentos de pigmentos de Roc-de-Combe.
(Dayet, et al., 2014: 186)
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Fig. 8. Facetas y estrías de abrasión paralelas y subparalelas en un colorante negros (RDC6) y dos rojos
(RDC13 y RDC26), procedentes del yacimiento de Roc-de-Combe (imagen modificada a partir de Dayet et al., 2014: 187).
4.3. Conductas funerarias
Los seres humanos somos los únicos animales que enterramos a nuestros congéneres,
experimentamos la angustia de la muerte y pensamos en la idea del “más allá”, es decir,
tenemos una importantísima capacidad de abstracción sustentada sobre un comportamiento
simbólico complejo.
Muchos autores creen en la imposibilidad de realización de conductas funerarias en los
Neandertales (Debénath & Jelinek, 1998; Benítez-Burraco & M. Longa, 2011); sin embargo,
actualmente, casi la totalidad de la comunidad científica afirma que existía este comportamiento
simbólico en etapas anteriores al Paleolítico Superior (Hovers et al., 2000; Rendu et al., 2014).
A la hora de estudiar las conductas funerarias en estos homínidos, se han establecido tres
posibles formas de enterramiento: 1) guaridas de animales, 2) sepulturas de fosas simples
(inhumaciones), y 3) restos en suelos de habitación (Garralda, 2009).
El tema de los enterramientos Neandertales es extenso, por lo que se han seleccionado los
yacimientos de mayor importancia tanto en Europa como en Próximo Oriente.
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Skhül (Israel)
Este yacimiento se encuentra localizado en Israel, en la cueva de Es Skhül (Monte Carmelo,
Haifa). Este yacimiento posee importancia por ser uno de los que presenta conductas funerarias
más antiguas para Neandertales (100-130 ka B.P.).
En Skhul se hallaron restos, completos o casi completos, de al menos diez individuos, cuatro de
los cuales fueron enterrados intencionadamente (Skhul I, IV, V y IX) –las seis sepulturas
restantes no pueden considerarse inhumaciones formales por falta de documentación- (Maureille
et al., 2008). Se ha de indicar que este yacimiento fue excavado durante los años 20 y 30 del
siglo pasado, por lo que las técnicas de excavación y documentación fueron limitadas y no muy
metodológicas.
Skhul cuenta con al menos dos tumbas importantes por los vestigios que se encontraron en su
interior:
• Skhul VIII. Debe su importancia al descubrimiento de restos óseos humanos
depositados en un canal natural, sin realización de fosa previa. Este aspecto puede
sugerir un almacenamiento funerario.
• Skhul V. Supone la sepultura por antonomasia de este yacimiento. Se trata de una fosa
pequeña y ovalada, con unas dimensiones aproximadas de 90 x 50 cm, en la que se
encontró un individuo en posición fetal (decúbito lateral), así como una mandíbula de
Sus sp. e industria lítica. Estos artefactos pueden denotar evidencias de un enterramiento
intencionado (DeFleur, 1993).
La Ferrasie (Francia)
Se trata de un yacimiento localizado en Savignac-de-Miremont (Francia). Debe su importancia a
la existencia de restos arqueológicos de época Musteriense, entre los que caben destacar las
inhumaciones de individuos adultos e infantiles.
Para otorgar otra visión al estudio de las conductas funerarias entre Neandertales, a continuación
se analizarán los enterramientos infantiles de La Ferrasie, pues ofrecen gran cantidad de
información, como por ejemplo la alta mortalidad infantil de la época, la igualdad de
tratamiento de los cuerpos con respecto a los adultos, y la gran importancia de este grupo de
edad.
21
En este yacimiento se han encontrado tres sepulturas organizadas en dos grupos, acorde a la
edad de los individuos. El primer grupo está compuesto por una inhumación infantil, La
Ferrasie 3, que se corresponde con un niño de 10-12 años. El segundo está formado por dos
inhumaciones: La Ferrasie 4, un bebé, y La Ferrasie 4b, un niño de tan solo 15 días de edad
(Olaria, 2008).
Ambos grupos se encuentran separados por 4 metros, encontrando la sepultura La Ferrasie 3
sola. Las inhumaciones La Ferrasie 4 y 4b son un claro ejemplo de enterramiento neandertal,
pues los cuerpos se hallaron en sendas fosas, realizadas de forma intencionada, de forma
semiesférica, con unas dimensiones de 0,7 m de largo x 0,3 m de profundidad; asimismo, ambas
fosas se encuentran depositadas sobre los restos de un hogar y separadas entre sí por 40 cm.
Otro aspecto muy importante de estos dos grupos de inhumaciones es que, junto a ellos, se
hallaron restos de un posible ajuar (puntas, readeras, etc.); de igual forma, las tres sepulturas se
encuentran dispuestas de forma paralela con dirección este-oeste, lo que hace pensar que nos
encontramos ante una clara intencionalidad de conductas funerarias (Olaria, 2008).
Dentro de las conductas funerarias propias de Homo sapiens neandertalensis también podemos
encontrar la antropofagia, pues puede suponer la manipulación de individuos una vez muertos.
Es un tema bastante delicado, ya que muchos autores optan por determinar que el canibalismo
entre estos homínidos supone una pauta de conducta simbólica (Garralda, 2009), gracias a los
vestigios procedentes de yacimientos como Kaprina 3 (Frayer et al., 2006).
Sin embargo, otros investigadores afirman que esta práctica antropofágica es producto de la
alimentación (Mariani-Costantini et al., 2001), pues muchas marcas halladas en restos óseos de
Homo sapiens neandertalensis coinciden con Marcas de Corte –desarticulación y descarnado-
efectuadas a animales (Villa et al., 1986).
4.4. Útiles óseos
Es bien conocida la relación existente entre el desarrollo de unas tecnologías complejas
(herramientas de industria lítica-ósea y técnicas de elaboración) y el aumento de las capacidades
cognitivas de los seres humanos. Según Montes Gutiérrez «esta relación se debe a que estas
tecnologías exigen el conocimiento de diferentes estrategias para el tratamiento de los diversos
materiales con las que se utilizan, estrategias que deben ser transmitidas por vía oral» (Montes
22
Gutiérrez, 2008: 5). Es por esta razón que el desarrollo de la industria ósea y de herramientas
compuestas son consideradas como un ejemplo de conducta simbólica humana.
A lo largo de las décadas se ha considerado que las industrias efectuadas con hueso y/o marfil
eran un rasgo único y exclusivo de los seres humanos anatómicamente modernos (Klein, 2000;
Ambrose, 2001). Sin embargo, gracias a los hallazgos arqueológicos, se ha podido determinar
que este tipo de herramientas también fueron realizadas por homínidos anteriores a Homo
sapiens sapiens, como los Neandertales (D’Errico, 2003; Mozota Holgueras, 2008).
Axlor (Dima, Bizkaia)
La Cueva de Axlor se localiza en el término municipal de Dima (Bizkaia), a una altitud de 320
m.s.n.m. En esta cavidad se han diferenciado tres niveles de ocupación musteriense más tardíos
(B, C y D), con una cronología en torno a 42-44 ka B.P. La característica más importante de
Axlor es la existencia de utillaje óseo en los niveles mencionados, destacando conjuntos
formados por retocadores de hueso, entre muchos otros (Mozota Holgueras, 2008).
Lo más destacable de este yacimiento es la pieza AX.G8.1.2.535 (Fig. 9) (fragmento de fémur
de gran bóvido), procedente del nivel C, pues es considerado como un útil doble
“cincel/retocador”, a partir de las huellas y alteraciones que presenta su superficie. Se valora la
posibilidad de que fuera empleado como retocador gracias al análisis de las huellas de abrasión,
percusión y saltados de la superficie cortical. De igual forma, se piensa que pudo haber sido
usado como “cincel” debido a las huellas que se encontraron relacionadas con labores de
percusión y extracción cárnica (Mozota Holgueras, 2008).
Fig. 9. Útil doble “cincel/retocador” procedente del nivel C del yacimiento de Axlor (Mozota Holgueras, 2008: 220).
23
De igual forma, se han encontrado objetos similares, también empleados como retocadores, en
otros yacimientos Musterienses como la Cueva Corazón (Yravedra et al., 2013).
La Quina (Francia)
El yacimiento de La Quina, localizado en el suroeste de Francia, es uno de los más importantes
y famosos yacimientos para el estudio del Paleolítico Medio europeo. Entre sus vestigios
arqueológicos más significativos caben destacar los cincuenta y tres restos óseos que se
encontraron en las trincheras de una de las zonas de La Quina.
Hace tres años se produjo la revaloración de tres fragmentos craneales humanos, procedentes
del mismo cráneo del nivel Musteriense del yacimiento –LQ23a, LQ23b, LQ23c- (Fig. 10), y se
llegó a la conclusión de que podrían tener una posible modificación antrópica. LQ23a es un
fragmento del hueso parietal izquierdo que presenta una incisión en forma de “V”; LQ23b es un
fragmento, también izquierdo, del hueso fronto-parietal que presenta modificaciones por acción
antrópica, caracterizadas por huellas de uso de un útil óseo como retocador (Fig. 11); por
último, LQ23c se trata de un pequeño fragmento del hueso parietal izquierdo, que tiene una
muesca que, probablemente, fue producida por un agente percutor sobre la cara externa del
hueso (Verna & D’Errico, 2011).
Fig. 10. Fragmentos de cráneo LQ23a-c procedentes del yacimiento de La Quina, y su posición anatómica. Escala de 5 cm. (Verna & D’Errico, 2011: 150).
24
Fig. 11. Fragmento óseo LQ23b; (a) primer plano del fragmento; (b) vista al detalle del área con impactos
producidos por el uso como retocador (Verna & D’Errico, 2011: 151).
En este apartado únicamente se han mencionado dos ejemplos arqueológicos, pero desde la
década de los 90 del siglo XX hasta nuestros días, se ha podido constatar la presencia de útiles
de hueso en numerosos yacimientos del continente europeo, pertenecientes a una cronología
propia del Paleolítico Medio. Entre dichos yacimientos encontramos los siguientes (Mozota
Holguera, 2014):
- Prolom II y Kabazi V, en Crimea
- Barakaevskaia, en el Cáucaso
- Vidinja, en Croacia
- Fumane, Tagliente y San Bernadino, en Italia
- Covalejos, Prado Vargas y Valdegoba, en España
- Figueira Brava, en Portugal
- Lazaret, Chez-Piraud y Artenac, en Francia
4.6. Arte parietal
Definir el arte paleolítico supone una tarea ardua y complicada, tanto para Paleolítico Medio
como para Paleolítico Superior. Sin embargo, sabemos que «toda manifestación artística o
producción de imágenes lleva consigo un componente comunicativo» (Montes Gutiérrez, 2008:
12). Es decir, el arte pone de manifiesto las capacidades lingüísticas y cognitivas (abstracción)
25
de la sociedad o grupo que lo compone, de ahí que podamos incluirlo dentro de las pautas del
comportamiento simbólico.
La introducción del arte parietal dentro de la conducta simbólica de Homo sapiens
neandertalensis es un hito muy reciente. Los primeros resultados de las investigaciones llevadas
a cabo en distintos yacimientos del continente europeo son de, aproximadamente, dos y tres
años.
Debido a la modernidad del tema, muchos autores niegan la existencia de un arte realizado por
Neandertales (Ortega Guevara, 2004; Lewis-Williams, 2005). Sin embargo, día a día se van
conociendo nuevos exámenes que ponen de manifiesto la existencia de esta cualidad entre estos
homínidos.
Para poder comprender con detalle la realización de arte parietal durante el Paleolítico Medio,
es necesario recalcar la idea defendida con anterioridad en este trabajo: las cualidades
simbólicas han de estudiarse en conjunto, en relación. Es importante recalcar esta afirmación,
pues muchos de los vestigios arqueológicos estudiados dentro de este apartado, aparecen
asociados a otros elementos, como puede ser el empleo de algún tipo de pigmento o colorante
sobre la pared de una cueva.
Gorham’s Cave (Gibraltar)
Goham’s Cave está localizada en el peñón de Gibraltar, y se formó durante la época Jurásica. La
importancia de este yacimiento arqueológico viene dada por el hallazgo de abundante industria
lítica, y, sobre todo, por el descubrimiento de un grabado en la cavidad (Fig.12, A), atribuido
Neandertales.
Dicho grabado se encuentra en una zona llana situada en el centro de una plataforma natural de
1 m2 de roca madre, elevado 40 cm sobre el suelo de la cueva. Con una superficie aproximada
de 300 cm2, el grabado consta de ocho líneas profundamente grabadas (Fig. 12 B, L1-L8) que
forman un patrón incompleto de entrecruzamiento, cortado de forma oblicua por dos grupos de
tres (Fig. 12 B, L9-L11) y dos (Fig. 12 B, L12-L13) líneas cortas y finas.
La cronología que se atribuye a este hallazgo es de 39 ka cal B.P., y fue realizado antes de la
acumulación del nivel IV, atribuido a cultura Musteriense, es decir, nos encontramos ante uno
de los más importantes hallazgo atribuidos a Homo sapiens neandertalensis.
En este grabado se puede apreciar cómo la mayoría de las líneas, realizadas con algún útil lítico,
han sido efectuadas con un patrón de repetición y de forma muy cuidadosa, por lo que se puede
26
descartar el hecho de que sea no-intencionado; existe una clara intencionalidad y premeditación
en la realización del grabado (Rodríguez-Vidal et al., 2014).
Fig. 12. Grabado de Gorham’s Cave (A); visualización de las líneas grabadas, L1-L13 (B) (Rodríguez-
Vidal et al., 2014: 13303)
Cueva de El Castillo (Cantabria)
Esta cavidad se encuentra localizada en Puente Viesgo (Cantabria, España). Su localización está
estrechamente relacionada al hito natural que representa el Monte Castillo. La Cueva de El
Catillo debe su importancia a nivel mundial gracias a las abundantes representaciones de arte
paleolítico que alberga en su interior, ya que contiene casi la totalidad de temáticas, técnicas y
estilos conocidos (Moure et al., 1996).
A lo largo de los años se ha pensado que esta cavidad solo contaba con arte del Paleolítico
Superior. Sin embargo, en los últimos 3-4 años, y gracias a la toma de nuevas dataciones
efectuadas con series de Uranio, se ha podido identificar un disco –muestra O-69- (Fig. 13),
27
localizado en el Corredor de los Discos, cuya cronología se retrasaría hasta 34275 años cal B.P.
(± 170 años), es decir, podría atribuirse a los últimos Neandertales. Pero esta no es la única
evidencia de arte parietal atribuido a Neandertales, pues se estimó una cronología corregida de
41,4 ka cal B.P. (±570 años) para el disco rojo del Panel de las Manos de esta misma cavidad –
muestra O-83- (Fig. 14) (Pike et al., 2012)
Fig. 13. Muestra O-69 (disco rojo) localizado en el Corredor de los Discos de la Cueva de El Castillo (Pike et al., 2012: 466)
Fig. 14. Muestra O-83 (disco rojo) localizado en el Panel de las Manos de la Cueva de El Castillo (Pike et al., 2012: 467)
28
5. DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES Gracias a esta revisión bibliográfica de vestigios materiales realizados por Neandertales,
podemos determinar con seguridad y contundencia que estos homínidos sí poseían una conducta
y unas pautas propias de un comportamiento simbólico complejo.
Durante los últimos años, se ha intentado explicar la simbología humana desde un punto de
vista evolutivo, desde unas formas “inferiores” y/o “primitivas” hasta la complejidad absoluta,
realizada por Homo sapiens sapiens (Tabla. Niveles de Simbolismo) (Rivera Arrizabalaga,
2010). Aunque la anatomía corporal, y sobre todo la capacidad cerebral, esté relacionada con la
creación y el desarrollo de una cultura, «no es legítima la expectación de que, en nuestros
orígenes, a cada especie paleontológicamente reconocida (le) habrá correspondido un modelo
de comportamiento exclusivo de ella» (Zilhao, 2008: 55). Cierto es que, como cualquier aspecto
tecnológico, la simbología ha sufrido una evolución, pero no es necesario enmarcar a cada
homínido en un determinado “nivel de simbolismo”, pues estaríamos ensalzando a nuestra
especie por encima de las demás.
Tabla. Niveles de Simbolismo, según Rivera Arrizabalaga (cuadro realizado a partir de Rivera
Arrizabalaga, 2010: 45)
Durante años, numerosos autores han afirmado que los Neandertales eran inferiores a los
humanos anatómicamente modernos en términos de adaptación al entorno, desarrollo
tecnológico, y por supuesto, comportamiento simbólico (Stiner, 1994; Mellars, 1998).
Sin embargo, los vestigios procedentes de yacimientos de Próximo Oriente atestiguan que no
existen diferencias claras de conductas entre Homo sapiens sapiens y los Neandertales (De la
Torre Saínz & Domínguez-Rodrigo, 2001). De igual forma, los primeros humanos modernos de
29
Próximo Oriente y África meridional no presentan desigualdades en la tecnología ni en las
pautas conductuales, con respecto a otros grupos humanos del Pleistoceno superior inicial en el
continente europeo, es decir, Homo sapiens neandertalensis (De la Torre Saínz & Domínguez-
Rodrigo, 2001).
Esta idea es fundamental, pues en diversas ocasiones se ha asociado una revolución simbólica,
económica y cultural con la aparición de Homo sapiens sapiens (Noble & Davidson, 1991)1, a
pesar de que dicha revolución fuera posterior.
Como se ha podido comprobar, los vestigios examinados en este trabajo no suponen la totalidad
del registro, pero sí los casos más llamativos o de mayor importancia. El estudio de los
materiales realizados por Neandertales con connotación simbólica, ha de realizarse en conjunto.
No se puede entender el comportamiento simbólico de una sociedad (sea cual sea) si aislamos
los atributos que la componen. Es decir, las representaciones simbólicas de poblaciones
Neandertales están estrechamente vinculadas y relacionadas entre sí: generalmente, la
realización de ornamentos de decoración personal acarrea consigo el empleo de algún tipo de
pigmento; de igual forma, en los enterramientos podemos observar cómo los adornos
personales, los pigmentos, y los útiles líticos/óseos forman parte de las conductas funerarias
(DeFleur, 1993; Olaria, 2008).
Respecto a las evidencias arqueológicas expuestas, podemos determinar los siguientes aspectos:
1) La realización de arte parietal, tanto de pinturas como de grabados, está considerada como
una de las mayores capacidades cognitivas de los seres humanos modernos. Sin embargo,
gracias a hallazgos como los de Gorham’s Cave (Rodríguez-Vidal et al., 2014) o la Cueva de El
Castillo (Pike et al., 2012) demuestran que entre las poblaciones Neandertales también existía
una capacidad simbólica, fundamentada en la abstracción de ideas.
El grabado de Gorham representa el primer caso demostrable directamente de la capacidad
técnica de los Neandertales, pues se trata de una talla cuya producción requiere un elevado
empleo de tiempo, así como de un trabajo repetitivo (Rodríguez-Vidal et al., 2014).
2) La fabricación, ostentación o exhibición de adornos personales es un claro indicio de
conducta simbólica, pues estos materiales pueden acarrear, o bien una idea de estética, o el
concepto de pertenencia a un grupo/familia (individualidad grupal, no personal).
Para los casos analizados en este trabajo se ha de indicar que dos de las conchas perforadas
fueron producidas de forma natural, es decir, los orificios de Acanthocardia tuberculata y
1 Noble y Davidson escribían: «There are no signs of symbols in the archaeological record prior to about 32,000 years ago» (Noble & Davidson, 1991: 223).
30
Glycymeris insubrica (Cueva de los Aviones) se realizaron por acción de la naturaleza. Sin
embargo, las poblaciones Neandertales que habitaron esta zona, recogieron y seleccionaron las
conchas de animales muertos, llegando a trasladarse hasta 60 km para conseguirlas, como es el
caso del Pecten maximus (Cueva Antón) (Zapata, 2010).
Aunque las perforaciones de estas conchas tengan un origen natural, no se podría descartar su
empleo como adorno personal, ya que algunas contienen restos de pigmentos y colorantes.
3) Los pigmentos y colorantes están estrechamente vinculados con los adornos personales, lo
cual puede indicar la misma función: estética y/o individualidad grupal. No obstante, no
podemos olvidar que estos elementos pueden tener una característica funcional, tal y como se ha
mencionado en páginas anteriores.
Lo cierto es que, sea cual sea su función, podemos afirmar, gracias al registro arqueológico, que
el empleo de pigmentos se produce antes de la llegada de Homo sapiens sapiens a Europa, pues
se han hallado evidencias del uso de colorantes en Próximo Oriente –MP-, con una cronología
similar (Zilhao et al., 2010).
4) Las prácticas funerarias entre Neandertales suponen la primera evidencia de enterramiento
en el género Homo debido a la presencia de ajuar (industria lítica, flores, etc.) y elementos de
adorno corporal (pigmentos y cuentas). A través del análisis de las sepulturas encontradas,
podemos afirmar que los Neandertales establecieron algún tipo de vínculo o conexión con el
difunto; esta declaración viene dada por la pequeñísima parte de individuos que se enterraron.
Por esta razón, entre otras, se pone de manifiesto la conducta simbólica neandertal en las
prácticas funerarias, pues durante el acto de enterramiento se está atribuyendo una simbología al
difunto. Además, no podemos descartar la posibilidad de algún tipo de danza, lengua o ritual
que no ha llegado hasta nuestros días (cultura inmaterial).
5) El trabajo de la industria ósea es visible a principios del Paleolítico Superior en la Europa
Occidental (Leroi-Gourham, 1968), incluyendo la cultura Chatelperroniense (D’Errico et al.,
1998), pero también a finales del Paleolítico Superior (Averbouh & Buisson, 2004). Los útiles
óseos son una herramienta eficaz para producir presión sobre un área de reducidas dimensiones,
sin llegar a fracturarla, y, de igual forma, cuando se aplica a pieles de animales, produce una
superficie más dura, brillante e impermeable (Sorresi et al., 2013).
Para poder haber conocido, experimentado y ejecutado esta práctica, es necesario un desarrollo
cognitivo bastante elevado, que tiene su origen en poblaciones Neandertales del Paleolítico
Medio, tal y como se ha expresado en el doble útil “cincel/retocador” de Axlor (Mozota
Holgueras, 2008).
31
Propuesta de futuro
La cuestión de la conducta simbólica entre Neandertales es un tema relativamente moderno, en
el que se encuentran infinidad de hipótesis, ninguna de ellas desechable. Se puede ser más
partidario de unas o de otras, pero ninguna es falsa, ni todas verdaderas.
Indagar en el pensamiento humano siempre es algo complejo, incluso si tratamos con
sociedades actuales, de ahí que no vea posible que la Etnoarqueología aporte datos decisivos en
este estudio, debido, principalmente, a que esta disciplina trata con grupos humanos actuales, es
decir, Homo sapiens sapiens. No tenemos ninguna cultura viva Neandertal que pueda arrojar luz
a los vestigios arqueológicos con los que contamos en el campo del desarrollo del simbolismo.
A pesar de esta imposibilidad, creo necesaria la investigación en esta especialidad porque nos
acerca, aún más, al entendimiento y visualización de las sociedades del pasado a través del
estudio de los vestigios materiales que han llegado a nuestros días, que, al fin y al cabo, es el
objetivo de la Arqueología.
Para poder realizar una buena labor de investigación en la conducta simbólica neandertal, son
necesarios grupos de trabajo multi e interdisciplinares, en los que haya especialistas en materias
como Psicología, Neurología, Tafonomía, y, por supuesto, Arqueología. Es cierto que
actualmente queda por recorrer un largo camino dentro del Simbolismo realizado por el género
Homo, pero, gracias a los avances en tecnología, investigación, y preparación de nuevos
profesionales, dicho recorrido se hará más corto y pequeño, pudiendo llegar al conocimiento
máximo de la conducta simbólica humana.
32
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