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Isabel ExnerIslas inundadas por el futuro. Los paisajes invisibles de una literatura cyberpunk
cubana: Juan Abreu, Garbageland
[PUBLICADO EN: OTTMAR ETTE/GESINE MÜLLER (EDS.): PAISAJES SUMERGIDOS, PAISAJESINVISIBLES. FORMAS Y NORMAS DE CONVIVENCIA EN LAS LITERATURAS Y CULTURAS DEL CARIBE.BERLIN: TRANVÍA 2015, PP. 127-145]
I. Invisibilidad y videncia del futuro
Dentro de las metáforas espaciales utilizadas para referirse a la cultura, la metáfora del
‘paisaje sumergido’ se relaciona, en un primer momento, casi automáticamente con el tiempo
pasado. Esto es especialmente válido para el Caribe, cuyas culturas tienen una relación intensa
con una serie de traumas históricos y su correspondiente “raturage de la mémoire collective”
(Glissant 130). Una de las prácticas culturales en este contexto más importantes durante las
últimas décadas ha sido la de hacer resurgir o de reinventar las zonas invisibilizadas u
obliteradas de un pasado violento y traumático, frente al cual discursos e imaginarios oficiales
se han constituído muchas veces entre “formas de no decir” y “significados y nociones no-
dichas” (Rivera Cusicanqui 20).1 Para las memorias de la esclavitud, de la represión e
jerarquía social del régimen colonial, y para las memorias de la violencia de dictaduras,
guerras y explotaciones en tiempos más recientes, es muchas veces en la literatura donde los
eventos históricos descuidados o velados por la historia dominante encuentran una re-
articulación simbólica.2 Parece ser el poder de lo estético y de lo ficcional más que el de lo
estrictamtente histórico o testimonial que encuentra formas para lidiar, o “bregar” (Díaz
Quiñones), con lo sumergido y lo invisible, y de esta manera contribuye a transformar e
1 Silvia Rivera Cusicanqui se refiere a la situación parecida de los países latinoamericanos en gerenal y en
específico de la región andina cuando afirma que “este universo de significados y nociones no-dichas [...] vanincubándose en el sentido común, y estallan de vez en cuando, de modo catártico e irracional. [...] Yo creoque ahí se desnudan las formas escondidas, soterradas, de los conflictos culturales que acarreamos, y que nopodemos racionalizar” (Rivera Cusicanqui 20).
2 Ver, para sólo algunos ejemplos entre muchos, las novelas de Patrick Chamoiseau o Junot Díaz (Texaco /The Brief Wondrous Life of Oscar Wao).
integrar estas zonas, evitando su destructiva reaparición u irrupción en el presente.3
Un poco alejado a esta coyuntura, al menos a primera vista, existe otro ‘espacio del tiempo’
que tiene otra relación interesante e importante con la invisibilidad y con lo ficticio. – No por
sumergido, omitido o censurado, ni por represión psicológica u epistemológica en este caso,
sino en su caso por hipotético: El futuro se caracteriza sui generis por su ausencia, y se resiste
cuasi ontológicamente a la visibilidad. Puede ser que sea justamente el acceso estrictamente
restringido pero al mismo tiempo inevitable a esta región de la vida y de la cultura que genera
y estimula no sólo esperanzas, miedos y ansias, sino también deseos de anticipación, de
planificación, de saber, de videncia, y con ello muchas formas de imaginación y de
articulación simbólica de aquel otro archipiélago no-presente del tiempo, donde ‘lo objetivo’
y lo ‘actual’ no compiten con lo ficcional. Profecías, pronósticos, utopías, la ciencia ficción y
otros géneros ‘futuristas’ serían, en este sentido, siempre y necesariamente representaciones
forzadas de algo que en sí se opone a la visibilidad, pero que por supuesto está relacionado
por una serie de conexiones proyeccionales, libidinales, imaginativas y narrativas con el
pasado y el presente. En tanto negociaciones de los modelos de convivencia futuras, las
ficciones futuristas tienen mucho que ver con la interpretación de fenómenos sociales pasados
y contemporáneos, y con la situación dentro de ellos. También aquí lo estético y lo ficcional
tienen un considerable poder de intervención a través de la invención y de la imaginación.4
Las páginas que siguen pretenden indagar en las relaciones de un futuro imaginado con la
invisibilidad a partir de la novela de ciencia ficción Garbageland (2001) del autor cubano
Juan Abreu. La novela es considerada uno de los primeros textos cubanos cyberpunk o
ciberpunk, género de ciencia ficción oscura y distópica surgido primero en los años ochenta
en las culturas anglosajonas. La noción de ‘invisibilidad’ no solamente puede relacionarse con
este texto por futurista y por su pertenencia a un género supuestamente ‘menor’ y que hasta la 3 Cf. Díaz Quiñones, Sarlo, Ette.4 “Como será el mundo de mañana depende en gran parte de la imaginación de aquellos que aprenden a leer
ahora mismo” (Astrid Lindgren, autora de libros para niños, cit. en Brüns s.p.).
fecha ha obtenido poca atención crítica dentro del campo de la literatura cubana. Tecnologías
y técnicas de recusación, desaparición, silenciamiento y desprendimiento son también
elementos claves de la trama ‘futorológica’ y de la composición de la novela. A través de una
especie de poética ecocrítica, la novela interroga formas de convivencia y de modelación
cultural supuestamente futuras sobre todo en cuanto a la relación que establecen con sus
desechos, trabajándo la dialéctica de presencia y éclipse en distintos niveles textuales.
II. ¿Invisibilidad por desfase? El cyberpunk en la literatura cubana
Como texto fundacional del género cyberpunk figura la novela de culto Neuromancer del
autor estadounidense William Gibson, publicada en 1984, que es también el texto que ha
acuñado el término ciberespacio (cyberspace) para la realidad virtual generada por
computadoras. Philip K. Dick (Do Androids Dream of Electric Sheep?) y Bruce Sterling
(Crystal Express) son otros nombres de importantes escritores del género, Blade Runner
(Ridley Scott 1982) o The Matrix (hermanos Wachowski 1999) películas conocidas del
mismo. La literatura y el cine cyberpunk marcan un hito en la ciencia ficción, por un lado
porque introducen un repertorio de hipertecnología social futurista a la ficción que es nuevo
en su momento y del cual los elementos más importantes serían los cíborgs y los implantes, el
ciberespacio, la manipulación genética, y la dominación de todo aquello por
megacorporaciones hiperpoderosas. Por el otro lado, en contraste con otros tipos de ciencia
ficción, los textos y las películas llamadas cyberpunk no se basan en la suposición que el
desarollo tecnológico en términos generales hará cada vez más cómoda la vida humana en el
futuro, sino que es un género radicalmente oscuro y distópico: las tecnologías hípermodernas
contrastan con una sociedad y relaciones humanas degradadas en un universo ficticio que
extrapola los rasgos peores del capitalismo neoliberal, la convivenvia es ultracontrolada y
fuera de control al mismo tiempo, pintada a través de ambientaciones neo-noir en escenarios
urbanos que tienen como trasfondo casi siempre la catástrofe ecológica. Si en otras
escenificaciones del futuro la ciencia ficción se sirve de una estética minimalista y
transparente, recordatoria del estilo modernista, y muestra paisajes futuristas principalmente
pacificados y gobernados por el desarollo tecnológico, que sugieren la gran limpidez de la
sociedad futura, las ‘futurologías’ cyberpunk imaginan un tecnomundo proliferante más bien
caótico. Si en otras ficciones futuristas todo es simétrico, bien decorado y aséptico, en los
imaginarios cyberpunk es de noche, llueve, y todo está sucio, desordenado y degenerado.
Contra esta contaminación generalizada y la híperexplotación de recursos naturales y
humanos por el abuso del poder de las megacorporaciones luchan un nuevo tipo de héroes, los
hackers y cibercowboys, que viven vidas invisibles en la ilegalidad de barrios bajos y que
piratéan los códigos de acceso del ciberespacio. La configuración de aspecto barroco de estos
elementos representa las características comunes del cyberpunk que dispone, como es usual en
las ficciones de género, de un repertorio relativamente estable de elementos estructurales y de
contenido (para todo el párrafo cf. Maguire y Mota).
Las emociones y suposiciones en cuanto al estado tecnológico y económico del capitalismo
que se negocian en el cyberpunk en los años 80ta y 90ta, serán distintas, por supuesto, en una
sociedad forzada a renunciar a muchos de los inventos y comodidades tecnológicas cuyo
destino se imagina en el género, y con un sistema político distinto. Parece casi lógico que el
escepticismo en cuanto al desarollo científico y en cuanto a una economía del consumo
articulado por el cyberpunk no sea compartido por la mayor parte del público cubano, ni sea
un elemento clave de las ficciones más populares en la isla en un momento en el que ni el
néon, ni la hípertecnología ni el consumo masivo forman una experiencia importante allí.
Cuando en la cotidianeidad cubana se convive durante los años 1980ta, y sobre todo durante
el ‘período especial’ de los 90ta, con apagones regulares, metrobuses improvisados y la
precariedad de casi todas las infraestructuras básicas, no es de sorprender que el cyberpunk no
haya cobrado mucha importancia o atención crítica en este contexto. “Resulta imposible”,
afirma incluso Eric Mota, “que un público lector que no conoce las ventajas y defectos de una
sociedad de su tiempo aprecie un relato, novela o serie de novelas que se desarrollan en un
ambiente basado en la extrapolación de dicha sociedad” (Mota 9). En este sentido, la menor o
desfasada exposición de los cubanos isleños tanto a las nuevas tecnologías digitales como a
las dinámicas del capitalismo a fines del siglo XX, podría explicar la relativa invisibilidad del
género llamado cyberpunk dentro de los paisajes de la literatura y cultura cubanas cuando
tiene su auge en otra parte. El acceso, ahora todavía limitado y restringido, en Cuba a lo que
desde Gibson se llama ciberespacio recuerda también hoy que los estandares tecnológicos y
las infraestructuras de la modernización, y con ellos la circulación de saberes, prácticas y
bienes, no son tan globales como a veces se hace parecer, sino más bien nodales.5 Allende de
esto, para el tipo de “no simultáneidad de lo simultáneo” (Rincón) aludido juegan un papel
obviamente también las rupturas y conexiones políticas características del campo cultural
cubano durante la segunda mitad del siglo XX. Con la literatura ‘de género’ pasa en Cuba
algo que se puede comparar con las dinámicas del cine y de subculturas juveniles como el
rock o el hiphop: Debido a la situación política, el campo cultural cubano no había estado tan
masivamente expuesto a las imposiciones de nociones de género y de estilo norteamericanos
y globalizados que influenciaron cultura popular y cine en el mundo occidental entero sobre
todo desde los años 1950ta.6 Las ficciones cyberpunk llegan a la esfera de la traducción y del
encuentro cultural con fenómenos culturales globales en Cuba con un alcance reducido
solamente desde los años 90ta.7
El hecho que desde principios del siglo XXI, no obstante, hayan aparecido en la isla una serie
de cuentos y relatos con las características del cyberpunk puede servir como prueba de que las
ficciones no pueden entenderse como reflejos demasiado directos de una supuesta realidad 5 Cf. Pratt.6 Cf. Monsiváis, Exner.7 Cf. Toledano Redondo.
extraliteraria, y de la agilidad del género y de sus creadores, así como del hecho que la
literatura cubana (ya) no se puede entender principalmente según el criterio del ‘dentro u
afuera’ de la isla.8 Por el otro lado, dado el contexto expuesto, tampoco es sorprendente que el
texto que se considera como la primera novela larga cyberpunk en la literatura cubana
provenga de la pluma de un escritor del exilio. Juan Abreu, poeta cubano salido de la isla con
el éxodo de Mariel en 1980, publica su novela Garbageland en Barcelona en el año 2001. La
publicación coincide no solamente con el interés despertado por el género también en Cuba,
sino además con un interés aumentado de la crítica en general por los llamados generos
menores. Mientras que durante mucho tiempo, las ficciones de género habían sido tildadas de
triviales y sospechadas de manipular emocionalmente al lector para promover imaginarios
consensuales, pacificantes en un sentido negativo de afirmación de lo hegemonial, los
estudios de la cultura desde hace algunas décadas han trabajado para mostrar que son lugares
importantes de negociación de afectos, donde se articulan experiencias colectivas, y que
pueden producir y cuestionar modos de vivir y de pensar contemporáneos de una manera
impactante.9 En este sentido, la novela de Abreu, que imagina Cuba y las otras islas del
Caribe hundidas debajo de los inmensos vertederos materiales de una sociedad mundial
futurista, y las relaciones humanas sumergidas bajo densas capas de virtualidad, está
escenificando y cuestionando algunas esferas que parecen estar estructuralmente condenadas
a la invisibilidad en cualquier configuración cultural. Estas serían, por un lado, la esfera de lo
invisibilizado por in-deseado, es decir, el espacio de los desechos, lo que una cultura excluye
por rechazo, la parte abyecta, con la noción de Kristeva, de un particular orden simbólico,
muchas veces tratada como tabuizada y/o sagrada (cf. Kristeva y Douglas). El segundo 8 Cf. por ejemplo los cuentos de Michel Encinosa Fú (Niños de Neón) o de Vladimir Hernández Pacín (Nova
de Cuarzo), con un cyberpunk cubano cuya emergencia Juan Toledano Redondo interpreta, muy a contrariode Mota, dentro de las circunstancias socioeconómicas de la crísis del período especial: “What cyberpunkoffered them was a literary style suitable for the representation of the decadence of that particular Cubanreality. Cuba presented a perfect scenario for cyberpunk style” (Toledano Redondo 449). Para una colecciónretrospectiva cf. Yoss. Para lecturas detalladas de textos de la literatura cyberpunk cubana escrita en la isla,cf. además Maguire.
9 Cf. por ejemplo Martín-Barbero, Monsiváis.
invisible con el que se brega en Garbageland es lo que se llamaría la condición de posibilidad
de una configuarión cultural, el a priori de un (des)orden, aquella especie de ley estructural
que se tiene que hacer invisible para mantener su autoridad de normalizar las normas. Si se
piensan las formas de convivencia en la metáfora del archipiélago, sería lo que está
sumergido, el sostén subaquático del paisaje cultural, y ese fundamento no se invisibiliza por
no-deseado, sino por indispensable e intocable para el funcionamiento de la forma o norma en
cuestión. Rastrear las relaciones del texto de Abreu con estas dos esferas de invisibilidad,
induce, por lo tanto, a preguntar también por los modos mismos de conzeptualizar la cultura y
los respectivos modelos de convivencia que contraen.
III. Invisible por indeseado
La primera relación con un espacio denominable como ‘paisaje invisible’ que establece la
novela de Abreu —de una manera bastante obvia y omnipresente— la indica ya su título,
Garbageland (tierra del desperdicio): es la relación con la esfera de los desechos y de la
basura material. En su narración ‘futurológica’, la novela extrapola más que nada las
negligencias del progreso tecnológico y sus repercusiones ecológicas catastróficas,
acumulándo en sus páginas los residuos de los futuros diseños inovadores de la humanidad.
La trama de la novela se situa en el año 2500, en la Época tras las “Guerras de Reorden”
(Abreu, Garbageland 37) que distribuyeron el planeta tierra en espacios habitables por un
lado y basureros gigantes por el otro. El centro del nuevo orden es “Tierra Firme” (Abreu,
Garbageland 24), con su capital Manhattan, un reino del consumo perfeccionado gobernado
por hipercorporaciones, donde las reglas del mercado son las únicas reglas. Sus habitantes son
clasificados entre sí por una escala de consumo, y estimulados constantemente para agotar su
capacidad máxima de consumir a través de una oferta permanente de entretenimientos y
novedades que inunda todas las percepciones, éstas últimas casi exclusivamente virtuales. El
espacio de convivencia organizado según estas reglas tiene cada vez más dificultades para
alejar sus externalizaciones, y la novela figura con mucho esmero los costes ecológicos y las
fuerzas cada vez más masivas que se necesitan para repulsar los desperdicios producidos por
una cultura económica basada en la inovación constante. Para eclipsar la materialidad
indeseada, Tierra Firme precisa de un gran techo. Aprovechado como pantalla para proyectar
anuncios a toda hora, un firmamento de publicidades envuelve y cubre su espacio,
protegiendo a los habitantes de la lluvia ácida que destruye al instante a cualquiera que entra
en contacto con ella, y del sol desnudo, cancerígeno en pocos segundos. Del otro lado de esta
burbuja protegida por su techo-pantalla, la isla patria del autor y las otras islas del Caribe han
sido condenadas a transformarse en ‘Garbageland’, el vertedero de las monstruosas cantidades
de basura de Tierra Firme:
[E]l archipiélago quedó arrasado a consecuencia de las operaciones del Primero, Segundo y Tercer
Reorden... el consumo descendió a niveles intolerables... las islas antiguamente conocidas como Cuba,
Haití, Jamaica, Santo Domingo fueron clasificadas por las autoridades competentes como territorios
aprovechables Clase C4 y destinados a Tareas de Reciclaje A3Z... (Abreu, Garbageland 33s.)
En las islas-vertederos sobreviven unos pocos luchadores que se resisten al poder de las
corporaciones. Sobreviven subterráneamente, en cuevas y túneles debajo del exceso de
detritus del consumo mundial, y forman una especie de homini sacri (Agamben), una “tribu”
(Abreu, Garbageland 24) de seres humanos clasificados por las leyes de la sociedad de Tierra
Firme como “especie no consumidora no civilizada e inferior no humana eliminable” (Abreu,
Garbageland 34). Son usados y perseguidos como presas de caza por los habitantes de Tierra
Firme en sus excursiones vacacionales, ya que en el futuro imaginado por Abreu, el Caribe
sigue siendo destino turístico a pesar de su estado de basurización. “[U]n insignificante
número de nativos [...] escapó a las labores de limpieza y reorden y, gracias a la disposición
de extinción vigente, son recuperados socialmente a ser usados como ‘objetivos’ en las
maravillosas y mundialmente famosas Cacerías NewAfrica” (Abreu, Garbageland 34). Los
turistas futuros del Caribe siguen viajando ‘todo incluído’, protegidos de la realidad cotidiana
de su destino turístico encerrados en naves flotantes, e illusionados por ventanas-pantalla que
hacen parecer ‘Garbageland’ como un paisaje natural bonito (de una ‘Nueva Africa’, donde la
población humana ha sido exterminada), y las víctimas humanas de la cacería como leones:
El ómnibus de la Package Caribe volaba despacio, a baja altura, y llevaba desplegados todos los sensores.
Una cálida y agradable voz recorría el vehículo ofreciendo información sobre Garbageland. [...] Las
praderas ondulantes, las verdes colinas cruzaban a lo largo de las ventanas-pantalla. La sensación de los
excursionistas de estar participando de un safari en el Continente Negro era perfecta. [...] Una gran idea,
sin duda. De todas formas bastaba con ponerse las gafas especiales, al alcance de la mano de todos, para
contemplar la cacería real (Abreu, Garbageland 33ss.).
A parte de su enfoque en la basura, la novela figura todo un repertorio de refinadas prácticas
ilusionistas, que sirven para invisibilizar o desaparecer lo indeseado o desagradable, haciéndo
que los habitantes de ‘Tierra Firme’ vivan en una ‘matrix’ de virtualidad cómoda, que
recuerda los media landscapes de Ballard (cf. Gallina 176) o la matrix de la película
homónima (cf. Wachowski). Con diferencia a esta última, no obstante, en el futuro de Abreu
cualquiera puede y desea prescindir de las tecnologías de deslumbramiento y ofuscación del
‘desierto de lo real’ (cf. Wachowski y Zizek) en el momento de la últimativa y más antigua
técnica de desaparecer, la de matar:
Stefanni se puso las gafas. El paisaje africano desapareció de golpe. En su lugar, los basureros humeantes,
salpicados de múltiples incendios, surgieron al instante. Se extendían en todas direcciones hasta donde
alcanzaba la vista [...]. El habitante de Garbageland, apenas un muchacho, estaba de pie en la
supercarretera. Desnudo. [...] El sol no demoraría mucho en roerlo, haciendo brotar pústulas cancerosas en
su piel blanquísima. [...] Los ojos de Stefanni recorrieron asqueados el cuerpo pálido de la alimaña de los
túneles, su rostro repugnantemente natural, la grotesca y aburrida facha que emanaba como el hedor de su
naturaleza degradada. Sintió crecer en sus entrañas un furor inmenso, una necesidad irrefrenable de hacer
desaparecer aquel ser que ofendía el equilibrio social con su sola presencia (Abreu, Garbageland 58ss.).
La últimativa economía de desecho figurada y exaltada en Garbageland parece ser, según la
teoría de la modernidad de Zygmunt Bauman, nada más que la consecuencia necesaria de
cualquier imaginación del futuro basada en el pronóstico del constante desarollo de diseños
tecnológicos nuevos, tan característico de la modernidad. Cualquier novedad, sostiene
Bauman, reprime algo, no hay afirmación sin negación, no hay diseño sin desecho. Cada
cultura se basa necesariamente en la operación de la basurización, y el modelo de cultura que
es extrapolado por Garbageland para su sociedad futura condensa y concentra esta dinámica.
Escribe Bauman:
It is human design that conjures up disorder together with the vision of order, dirt together with the project
oft purity. [...] Where there is design, there is waste. [...] Blots on the otherwise elegant and serene
landscape. Flawed beings from whose absence or obliteration the designed form could only gain [...]. The
modern condition is to be on the move. [...] Modern history has therefore been a history of designing and a
museum / graveyard of designs tried, used up, rejected and abandoned (Bauman 19-30).
El mundo ficticio de Garbageland no sólo obviamente extrapola e engrandece estas
dinámicas en una proyección exagerada de los rasgos de su contemporaneidad, sino que se
propone ser al mismo tiempo museo y archivo de lo usado, rechazado, abandonado por el
futuro antropocéntrico-modernista, y por otros de sus pronósticos, rescatándo tanto cuánto
puede del ‘cementerio de diseños’.10 No solamente deambulan por sus páginas ciborgs,
creaciones virtualcarnales, clonaciones fracasadas y otras figuras híbdridas de toda especie
10 Para una relación de la novela con el pensamiento de Bauman, cf. tambien Gallina 179.
que desafían el ‘trabajo de limpieza’ que caracteriza la modernidad antropocéntrica también
según Bruno Latour (Nous n'avons jamais été modernes: Essai d'anthropologie symétrique).
Al mismo tiempo se celebran objetos tecnológicos demodés ya en la fecha de origen de la
novela, como un casete con cintas de Beny Moré, e incluso la novela misma se parece
autogenerar como una especie de ‘trapero textual’ de restos y fragmentos en un mecanismo de
reciclaje literario, mediante el cual se llaman al resurgimiento distintas tradiciones literarias y
pedazos intertextuales, por ejemplo del diario de campaña de José Martí y el ‘Monte’ de
Lydia Cabrera, que contribuyen al collage del texto sin ser suturardos de forma limpia. La
solidarización, a la que el texto invita a sus lectores, es claramente con lo impuro, y lo
rechazado. Son los habitantes, objetos y el archipiélago sumergido de Garbageland, a los que
la novela dedica sus descripciones identificatorias. A pesar de su condición apocalíptica,
Garbageland parece todavía ser el sitio preferible frente a Tierra Firme. Mientras que los
habitantes de la última viven vidas cómodas de abundancia material, pero emocionalmente
vaciadas, los ‘sobrevivientes’ de Garbageland cultivan la solidaridad, el aprecio y la sabiduría
de cara a la extrema carencia de víveres y necesidades primarias.
Encontrar en el basurero una fruta de verdad, natural, resultaba tan improbable como hallar aquel mítico
territorio interior más allá del Ending. [...] Darma dijo, alzándola con gesto firme sobre su cabeza: - Se
llama melón. Melón. La palabra, suntuosa, opulenta, planeó. Derramada como gordo deleite empapó a los
miembros de la tribu, congregados en la explanada del Ending. Luego, el líder de los habitantes del
bausurero, como era costumbre, la pasó al anciano más próximo. Éste la sostuvo un momento ante su
rostro, olfateándola, sintiéndola. La entregó a un compañero. Pasó de mano en mano (Abreu,
Garbageland, 102s.).
IV. Escritura/basura: identificación
La inclinación y afinidad por lo rechazado es un rasgo característico de la escritura de Juan
Abreu, en muchas de cuyas obras se le da importancia a un aspecto que hasta entonces había
permanecido relativamente invisible. Sea en su antología Cuentos desde Miami (Abreu 2004),
una colección que incluye a autores “seleccionados precisamente por la cualidad de no ser
apenas conocidos”, “escritores”, como escribe Jorge Ferrer en su reseña “casi invisibles cuya
vocación literaria ha persistido gracias a una tozudez verdaderamente colosal” (Ferrer, s.p.). O
sea en los escritos memoriales de su biografía personal, en las que predominan las referencias
a las políticas de invisibilización y represión que Abreu había experimentado junto a Reinaldo
Arenas y otros artistas inadaptados en Cuba antes de 1980. A todos los que fueron
denunciados famosamente por el régimen castrista como ‘escoria social’, Abreu dedica, por
ejemplo, su ensayo “Pequeño elogio de la escoria” (Abreu 1998).11 En la obra de Abreu
resuena también la larga historia de la marginación del Caribe, y las circunstancias del exilio
prolongado características de su propia vida.12 De manera más plástica, tal vez, la inquietud
de visibilizar y reivindicar las regiones de la vida menos apreciadas por las sociedades
humanas se articula en una excursión un poco excéntrica de Abreu a otro género
supuestamente ‘menor’ de la literatura, y cuyo propósito pedagógico sea quizás más obvio:
En 2005 publica un libro de literatura infantil, y la parentela con su texto cyberpunk se intuye
ya por el título, El niño que quiso ser excremento (Abreu 2005).
11 “lo único que se me ocurre es sentarme al borde de la cama y pedirle a Borges que no nos falle, que tenga
razón. Que Dios, si existe, se acuerde de salvar la escoria” (Abreu, “Pequeño elogio de la escoria” 137).12 “Volví a ser lo que más soy, un marielito, una escoria. Es decir, una forma de ser transgresor, marginal”
(Abreu, “Pequeño elogio de la escoria” 138).
(Abreu, El niño que quiso ser excremento 22-23 y portada)
En el libro ilustrado, un grupo de niños se va de excursión al campo con su maestra. La
maestra les quiere dar una lección sobre la naturaleza y cada niño debe tomar el papel de un
elemento del entorno rural. Todos los niños quieren ser jabalí, el elemento supuestamente más
fuerte, solo hay un niño que es diferente. Cuando la profesora reparte el papel del excremento,
hay un gran silencio, hasta que “una vocecita dulce, una voz que no había gritado ni una sola
vez ¡jabalíes! que apenas se oía, brotó del grupo: a mí, susurró, no me importaría ser
excremento” (Abreu, El niño que quiso ser excremento 28). La voz le pertenece a un niño
tímido y no muy popular. Y mientras el niño que recibe el papel del jabalí, en lo que sigue del
libro, experimenta que lo persiguen por el bosque hombres armados que se lo quieren comer,
el que es excremento siente que “se diluía en la tierra, que la enriquecía, que era recibido con
alegría por las raíces de las plantas. Que, convertido en alimento, ascendía por los troncos
hasta la misma punta de los árboles, que era útil y necesario” (Abreu, El niño que quiso ser
excremento 36). Al fin recibe incluso la máxima calificación de la clase, por generoso y
valiente, y a partir de allí todos los otros niños se quieren sentar a su lado.
La crítica a la percepción dominante, el romanticismo pastoral y el objetivo pedagógico
propios de esta historia infantil de formación ambiental parecen estructurar como
configuración fundante también muchos episodios de Garbageland. Allí, el esquematismo un
poco maniquéico de sus composiciones dicotómicas y escenas placativas, le permite al texto
interrogar formas de vivir contemporáneos por medio de la proyección extrema o grotesca. Al
mismo tiempo, la identificación con lo rechazado en Abreu resulta ser también una
identificación con el pasado, de la cual surge el diagnóstico curioso que la futurología de
Garbageland es una futurología nostálgica.
V. Nostalgia del pasado. ¿Cultura memorial vs. cultura futurista?
La manía de desechar propia de la sociedad dominante futura en Garbageland no solamente
se articula en una territorialización excluyente (espacio privilegiado – espacio basura), sino
también en un manejo específico del tiempo. Tierra Firme se muestra como lo que Horacio
Castellanos Moya llamaría en otro contexto una cultura con “ninguna vocación de registro o
memoria histórica, sin ninguna percepción de pasado, una ‘cultura-moscardón’” (Horacio
Castellanos Moya 84). Dentro del régimen de cosumo máximo, la gente es entrenada para el
olvido con sofisticadas tecnologías de desprendimiento libidinal de los objetos. Los “Barbie-
clones”, por ejemplo, juguetes sexuales y acompañantes temporales que los habitantes de
Tierra Firme escogen en catálogos, tienen una caducidad máxima de 6 meses, para que no se
desarollen lazos afectivos irreversibles. En el reino del consumismo como economía del
olvido, la innovación y la sustitución constante de los objetos de deseo cubren y reemplazan
continuamente lo pasado y producen no sólo un pobreza de experiencia (en el sentido
benjaminiano de la modernidad), sino la ausencia completa de fijación emocional. Cada
pérdida es instantáneamente reemplazada, hasta el grado de que se está evitando cualquier
sentimiento de pérdida por anticipado. Una obsolescencia planificada y estrictamente
controlada evita los lazos culturales, familiares, emocionales, capaces de crear solidaridades
colectivas. La única atadura permitida es la atadura hacia el futuro y lo nuevo.
La inundación por el futuro de las islas del Caribe en Garbageland por lo tanto es triple. Están
inundadas por el futuro temporal concreto, el año 2500, tiempo que las hunde materialmente
debajo de los desperdicios objetuales que la sociedad futura está produciendo en exceso, pero
el tiempo futuro imaginado por Abreu es además en sí un tiempo futurista / modernista en el
sentido que lo único que cuenta en él es el futuro y lo nuevo. La orientación o el alíneamiento
hacia el futuro rigen la organización emocional de los seres y sus ataduras, produciendo
sujetos incapacitados tanto de duelo como de la melancolía – seres amnésicos. A esta distopía
de convivencia despersonalizada, Abreu contrapone el mundo de los basureros del Caribe:
funciona como habitat alternativo, si bien precario, y como zona de latencia y de valores
potenciales. A pesar de la predominancia de “porquería acumulada” (Abreu, Garbageland,
103) aquí hay un orden de convivencia bien organizado, basado en el respeto por lo antiguo y
la edad (“los ancianos serían los primeros. Era ley”, 103). Además, los sobrevivientes de
Garbageland son dueños del único archivo existente: En las profundidades de los
desperdicios, buscan lo bello y a veces son estéticamente consolados por objetos del pasado.
Su rito tribal más importante es el buceo en el Black, una gigantesca laguna de líquido negro
dónde de vez en cuando encuentran objetos memoriales de un pasado remoto que veneran
como reliquias. Las descripciones de este ritual tribal parecen funcionar como reflexión y
pequeña mise-en-abyme de la función literaria postulada por el texto, ya que muy a final de la
novela y muy a fondo del basurero, el lector se encuentra con el santuario de la tribu, el Libro
Sagrado del cual el Viejo Darma, su dirigente, les lee para educar y edificarlos. Es el Diario
de campaña de José Martí: “El Viejo Darma lee y la tribu devora los sonidos. [...]
Desperdigados por el suelo, los ojos cerrados, las bocas entreabiertas, la respiración
anhelante, oyen la música de las frases que parece abarcar todos los misterios contenidos en el
aguanegra, todos los enigmas del tiempo” (Abreu, Garbageland, 193s.). El refugio que
encuentran los habitantes de Garbageland al final de la novela está situado dentro de otro
libro, y es otro libro también concreto, el Monte, cuyas paginas se abren “como una puerta
giratoria” (Abreu, Garbageland 215) hacía un idilio bucólico, un mundo literario arcadico y
consolador.
¿Cual es el modelo metacultural que la novela contrapone a su futurología distópica? ¿Se trata
de la idealización y romantización de un mundo otro que se desvanece, localizado en el
Caribe y basado en la memoria, la lectura, lo desechado, frente a la acceleración del orden
mundial guiado desde la caída del muro por el neoliberalismo y las sociedades capitalistas de
occidente, orientadas hacia el futuro, la virtualidad, lo nuevo? ¿Serían el Black y el basurero
incluso una alegoría nostálgica de la Cuba contemporánea, isla de resistencia frente al delirio
innovador occidental, pensada como taller de enseñanza de prácticas y saberes de reciclaje, de
bricolaje, de sustentabilidad? ¿Una reivindicación de saberes de convivencia y sobrevida
guardados en el Caribe, en la que asoma la estructura de sentimiento descrita por Jorge
Duany13 como característica para los paisajes transnacionales del exilio y de la diáspora, ya
que tiende a exaltar ‘mi país’ (de origen) frente a ‘este país’ (de residencia)?
VI. Invisible/Imprescindible. A priori distópico
Leer la novela de esta forma no solamente sería incongruente con las actitudes políticas
conocidas de Abreu y su vehemente y contínua protesta contra el gobierno de Castro en Cuba.
El texto mismo complica sus alusiones a las distintas sociedades de su presente y a futuros y
pasados en un enredo de alegorizaciones que no se desentrañan sino en una crítica feroz de
todos los modelos de convivencia y cultura disponibles en el presente, frente a la cual los
idílicos contra-espacios eco-poéticos que inventa la novela parecen ser nada más que
fantasmagorías ingenuas e impotentes. Los sobrevivientes en los basureros de Garbageland
son asimismo dobles literarios de aquellos ‘Olvidados’ (cf. Buñuel) que a finales del siglo XX
viven en circunstancias precarias en basureros reales sobre todo en los países del llamado
‘tercer mundo’, como son legibles de alusión a aquellos ‘indeseados sociales’, perseguidos y
tratados como no-personas en la Cuba de Castro, sobre todo desde los años 70ta.14 Las
referencias a dos modelos de sociedad aparentemente opuestos (la dictadura castrista y las
democracias neolibrales occidentales) no solamente se sobrelapan y contaminan mutuamente,
sino que el libro condensa y combina en su narrativa los peores rasogs de ambos. Las
superposiciones de alusiones y lógicas distinas en el libro se pueden leer también como
referencias a las formas políticas y económicas en Cuba desde los años 1990ta, cuando se
empieza a mezclar el control autoritario del socialismo tropical con nuevos tipos de economía
capitalista, disciplina con regulación.
13 Ver su artículo en el presente volumen.14 Y la novela depara un episodio de grotesca venganza simbólica en cuanto a esto, cuándo un personje en un
viaje de “Entretenimiento Sexual” (Abreu, Garbageland 184) viaja al pasado de una isla, antiguo Caribe,“gobernada por un tirano carismático y atractivo” (Abreu, Garbageland 183) quien se transformará en objetode dominio sexual violento.
El Caribe ha sido durante siglos una región de tránsito y de contactos entre fuerzas imperiales,
personas de variadas culturas y distintos mercados y sistemas económicos (cf. Ortiz). Como
tal, Ashcroft et al. han afirmado que las empresas imperiales europeas han hecho que en la
región se hayan combinado en tiempos del colonialismo global los peores rasgos de variada
procedencia. Para el incipiente siglo XXI y su respectiva fase de globalización accelerada,
Abreu hace del Caribe un espacio imaginativo y narrativo distópico del nuevo orden mundial,
donde se densifica una especie de hibridación apocalíptica.
El olvido como técnica cultural dominadora esbozada en ‘Tierra Firme’ de Garbageland no
se refiere solamente al olvido del pasado, sino en úlitma instancia, las técnicas de
desprendimiento sirven también para el olvido del futuro más propio y personal, la muerte.
Pasado y futuro, en este sentido, no salen como opuestos, sino como pertenecientes ambas a
regiones dónde la actividad simbólico-cultral no tiene acceso, las zonas de tránsito no-
conocidas con las que la vida empieza y termina, dónde el productivismo frenético de la
économia futurista figurada no tiene vigencia. Trabajar simbólicamente la finitud en este
sentido sería algo radicalmente diferente que trabajar en la producción de más futuros, tendría
más similitud con el trabajo simbólico alrededor de un pasado inaccesible.
Todo esto demuestra que una aproximación con las categorías de desfase o atraso le tiene que
quedar corto a este texto de cyberpunk cubano, que a pesar de sus esquematismos presenta
una visión compleja de una realidad futura constituida por entre-espacios y contaminaciones.
No obstante, con esto, el texto también contradice a la imagen muchas veces positiva de un
Caribe de muchas lógicas que se contaminan y complican mutuamente mientras su
complejidad serviría de antídoto a las homogeneizaciones represivas. El modelo cultural
caribeño de creolización positiva (cf. p.e. Lionnet / Shi) aquí se reemplaza por un modelo de
creolización siniestra, dónde la mezcla de órdenes distinos lleva a una nueva configuración
represiva de dimensiones catastróficas. Incluso los seres intersticiales, los ciborgs, que Donna
Haraway había proyectado en algún momento como seres híbridos epítomes de un uso y una
apropiación crítica de la tecnología, capaces de quebrar y reconfigurar construcciones e
identidades cerradas y endurecidas, y de proyectar nuevos modelos y nuevos espacios de
pensamiento poshumanos, en Garbageland son parte y contra-parte del sistema operativo
dominante de la sociedad futura.
Esta imaginación conmociona el modelo de Bauman referente al a priori cultural. Aquí no hay
orden que produzca basura / híbridos que desafían el orden y por lo consiguiente tienen que
ser desechados o invisibilizados. Sólo hay desechos de distintos ordenes. En este sentido, la
manera en la que la novela de Abreu establece un vínculo con la invisibilidad es ambigua. Se
puede leer como intervención literaria que enfoca y vindica esferas concretas ‘invisibilizadas’
de la cultura, pero también como una propuesta literaria que induce a reconceptualizar la
manera misma de pensar la cultura y su relación con las dicotomías presencia / ausencia,
visibilidad / invisiblidad. Es una ficción producente no sólo de imaginarios impactantes, sino
un texto ficticio que interroga la teoría cultural. No lo hace, sin embargo, en tanto implícita
proposición de modelos otros u alternativos convincentes, sino en tanto que lleva a todos los
modelos disponibles a sus límites y contradicciones. “La narrativa distópica”, repara Pratt,
„será convincente, y conducirá a la parálisis. [...] Los intelectuales son responsables tanto de
hacer el mundo como de describirlo. Se les pide que identifiquen en el mundo existente los
elementos de los mundos que quisieran construir” (Pratt 285). Si bien estos elementos no se
encuentran en Garbageland, “contar el relato de otra forma” puede consistir también en
hilvanar un espacio imaginativo gnóstico, que ofrecza una residencia negadora de cara a los
imaginarios de posibilidad, vitalidad y productividad, visibles desde todos lo ángulos no
solamente en el firmamento publicitario de ‘Tierra Firme’.
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