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UNIVERSIDAD NACIONAL DEL NORDESTE FACULTAD DE HUMANIDADES CARRERA: Profesorado y Licenciatura en Historia Informe final La mujer en las guerras culturales Alumna: MARÍA CARIDAD BONAVIDA FOSCHIATTI Fecha de Entrega: 21/06/2016 1

La mujer en la guerra

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UNIVERSIDAD NACIONAL DEL NORDESTE

FACULTAD DE HUMANIDADES

CARRERA: Profesorado y Licenciatura en Historia

Informe final

La mujer en las guerras culturales

Alumna: MARÍA CARIDAD BONAVIDA FOSCHIATTI

Fecha de Entrega: 21/06/2016

1

SUMARIOINTRODUCCIÓN

1

DESARROLLO

Marco teórico

3

De la obra y el autor

5

Análisis de la obra:

7

“Del texto…”

8

“…al contexto”

10

“…y de nuevo al texto”

17

CONCLUSIÓN

22

BIBLIOGRAFÍA 23

2

INTRODUCCIÓNEn pos de fomentar la autonomía, independencia y pensamiento crítico, y estimular la

producción y la investigación científica de los alumnos de tercer año del Profesorado y

Licenciatura en Historia, desde el área de Trabajos Prácticos de la cátedra de Historia

Moderna se planteó la participación, opcional, en un Seminario dictado por la misma

cátedra y la elaboración de un Informe Final sobre un tema a libre elección dentro del

marco del estudio de una fuente literaria perteneciente a autores alemanes, rusos,

holandeses o italianos, entre los siglos XVI a XVIII.

La obra seleccionada es una novela titulada “Confesiones de un alma bella”,

conforma el Libro VI de “Los años de aprendizaje de Wilhem Meister” escrito por Johann

Wolfgang von Goethe. Su elección estuvo signada por el gusto y la curiosidad personal de

quien escribe respecto a las producciones de su autor, y determinada por las

posibilidades reales de acceso a las mismas ya que no todos los escritos contemplados

dentro del universo seleccionado por la cátedra y previamente mencionado, pueden ser

adquiridos por los estudiantes en formato digital y en lengua castellana.

A pesar de dicho inconveniente y del mayor nivel de dificultad que representó la

presente elaboración con respecto a los trabajos prácticos anteriormente realizados en

este espacio curricular, en los que el alumnado hubo de responder guías de lectura

prestablecidas sobre textos específicos, que tenían como objetivo instaurar un espacio de

reflexión crítica, análisis e interpretación bibliográfico y de consolidación y aplicación de

saberes previos y conocimientos adquiridos en asignaturas anteriores; puede decirse que

se llevó a cabo de forma satisfactoria.

El propósito de este trabajo es exponer de qué manera el autor refleja la realidad cultural de su época a través de un escrito literario cuya característica principal es el tener a una mujer como protagonista. Para lograr tal objetivo y a fin de cumplimentar

con lo requerido por los docentes de la cátedra, el marco teórico fue elaborado a partir de

las lecturas de los textos de Peter Burke,“¿Qué es la Historia Cultural?”, El mundo como

representación. Historia cultural: entre práctica y representación de Roger Chartier, la

célebre producción de Robert Darton, “La gran matanza de gatos y otros episodios en la

historia cultural francesa” y “La Historia Cultural. Autores, obras, lugares” de los autores

Serna y Ponds, de Joan Scott “El género una categoría útil para el análisis histórico”,

“Historia de las Mujeres, Historia del Género” de Gisela Bock, y “La dominación

masculina” de Pierre Bourdieu; también se precisó el empleo de bibliografía otorgada por

3

la cátedra y fue menester complementarla con la investigación y lectura de artículos en

formato digital.

El informe consta de títulos y subtítulos que guían la lectura, y puede dividirse en tres

partes. La primera, la presentación del marco teórico desde el cual se planteó el abordaje

del análisis de la fuente, cuya considerable extensión se debe a la convergencia, que se

deja entrever en la diversidad de los títulos de los libros antemencionados, de dos

posturas epistemológicas claramente diferenciadas, la historia cultural y la de género.

Siendo la primera, en esta oportunidad, el eje vertebrador del estudio, y la segunda un,

nada desdeñable, complemento. En segundo lugar un apartado dedicado a lo referente a

la obra y su autor. Con todos estos datos, la tercera y más extensa sección está destinada

a la exposición del análisis. Por último, en la conclusión se recupera brevemente lo

expuesto, se comentan los resultados logrados y se abren preguntas para la continuación

del debate.

A lo largo de todo el desarrollo se intentará entablar una especie de dialogo con el lector,

ya que la presente producción no quiere ser una afirmación dogmática de una

interpretación correcta y unívoca, sino una indagación sobre los diversos sentidos en los

cuales pueden ser entendidos aquellos aspectos de la obra sobre los que se trabajará.

4

Marco teóricoEl objetivo de este apartado no es brindar al lector un recorrido por los avatares y

transformaciones de lo que ha devenido en llamarse “Historia Cultural” sino delimitar sus

alcances en pos de explicitar con qué enfoques y qué categorías se utilizaron en el

análisis de la obra elegida para la presente producción. No obstante se consideró

pertinente comentar las características diferenciales que fue adquiriendo dicha postura

epistemológica recorriendo el camino trazado por Peter Burke en su libro ¿Qué es la

Historia Cultural? a través de la lectura de los primeros dos capítulos y de la reseña

escrita por Anel Hernández Sotelo. Dicha obra, que presenta un panorama general sobre

sus distintas etapas, encuadra los orígenes de la historia cultural entre 1800 y 1950,

cuando “emergió la preocupación por retratar una época determinada desde el ‘canon’ de

las obras maestras (...), producidas por la sociedad estudiada”1, su fin era, en palabras de

Burke, “comprender ciertas obras ubicándolas en su contexto histórico”. En ella el trabajo

de construir las mentalidades se realizaba a partir de la identificación de lo que Buckhardt,

representante máximo de la etapa, llamaba “elementos recurrentes, constantes y típicos”.

La década siguiente se abocó a una nueva línea de estudio, la cultura popular, intentó

ser antídoto contra la exclusión de la gente corriente, y contra el predominio económico y

político en detrimento de la cuestión cultural; entre sus representantes pueden

mencionarse a Edward Thompson y Eric Hobsbawm.

El giro antropológico de los años setenta y ochenta afectó de manera radical los

fundamentos teóricos, epistemológicos, y las prácticas de la historia cultural, conformando

así, la Nueva Historia Cultural (NHC); cuyos objetos, finalidades, métodos, fuentes y

representantes son tema del primer capítulo del destacado libro de Serna y Pons, La

Historia Cultural. Luego de presentar la vastedad y variedad de registros, temas,

metodologías y campos que pueden adscribirse bajo ese nombre, proclaman, de manera

casi tautológica, que “la historia cultural es aquello que hacen los historiadores que se

reclaman o son reconocidos como tales”2. Dicha definición encuentra su complemento en

la proporcionada por Robert Darton en su renombrada obra La gran matanza de gatos y

otros episodios en la historia cultural francesa: “no es un género fácil, puede ser

imperfecto, pero no imposible”3.

1 HERNÁNDEZ SOTELO, Anel. Reseña de ¿Qué es la historia cultural?. Fronteras de la Historia, 2010, vol. 15, no 2, Pp. 4182 SERNA, Justo y PONDS, Anaclet. La Historia Cultural. Autores, obras, lugares. 2 ª ed. Madrid, Akal, 2013. Pp. 283 DARNTON, Robert. La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia cultural francesa. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1987. Pp.14

5

La última obra con la que concluyó este trayecto histórico esbozado anteriormente -por

demás superficial-, representa un particular paradigma de indagación, análisis,

elaboración y redacción de la historia cultural que fue tomado como modelo por el

presente informe. De la misma se extrajeron los siguientes fundamentos teóricos

expuestos por dicho autor en la Introducción: primeramente, el de la esclarecedora

distinción entre “historia de La Cultura” y la “historia cultural”, siendo la segunda el estudio

de la manera como la gente común entiende el mundo, en oposición a la primera que se

interesa por la cultura con C mayúscula; lo cual remite inmediatamente a otra concepción

adoptada para el desarrollo del análisis, el de la cultura como cosmología, representación

y reinterpretación de símbolos. Por otro lado, e intrínsecamente relacionado al anterior, el

concepto de la figura del historiador-etnográfico que tiene como objeto el estudio de la

otredad, que debe estar dispuesto a recibir electrochoques culturales que se manifiestan

con mayor violencia en la medida en que sobre la materia subsistan prejuicios. En tercer

lugar, el de mayor trascendencia, su método. Aunque él mismo reconoce cierta

asistematicidad en su “apartarse del camino trillado” no duda en explotar las posibilidades

de una metodología cuya herramienta clave es la pregunta que parte del desconocimiento

de expresiones o costumbres para indagar sobre visiones del mundo a través de aquella

pista que otorga la fuente intentando descubrir la dimensión social del pensamiento,

entender “el sentido de los documentos relacionándolos con el mundo circundante de los

significados” y lograr encontrar una ruta hacia un mundo mental extraño con “regiones

oscuras y silenciosas”. No menos importante es el de su consideración de la inexistencia

de “casos típicos o representativos”, el cual otorgó al presente informe el fundamento y

puntapié para un estudio más cercano a lo micro y la singularidad.

En este sentido, la última propuesta se encuentra dentro de los “desplazamientos”

producidos, según Roger Chartier (1996), por la reformulación de objetos de estudio a

partir de la década del ochenta, producto del desafío epistemológico planteado a la

historia: el de la renuncia a la descripción de la totalidad social y el modelo braudeliano.

Dicho movimiento implicó “intentos para descifrar de otra manera las sociedades, al

penetrar la madeja de relaciones y de las tensiones que las constituyen a partir de un

punto de entrada particular”; al mismo tiempo se desechaba “la importancia acordada a la

división social considerada como apta para organizar una comprensión de las

diferenciaciones y de las diferencias culturales”4 entendiendo que objetos y prácticas

culturales, y la distribución y uso de los mismos no se organizan inmediatamente según 4 CHARTIER, Roger. El mundo como representación. Historia cultural: entre práctica y representación. Barcelona, Gedisa, 1996. Pp. 48

6

divisiones sociales previas. De ambas tendencias se alimenta el análisis del presente

informe, en cuanto que la primera permite y ratifica la pertinencia de la metodología

expuesta en el párrafo anterior, y la segunda refuerza el tratamiento de “la cuestión

cultural” como una entidad propia y no determinada por lo social.

Así mismo, como se ha mencionado en la introducción, el desarrollo que pretende

demostrar la hipótesis planteada se completa con una consideración sobre la condición de

la mujer y es en esta necesidad que se inscribe el empleo y la pertinencia de las

categorías brindadas por los estudios de género para el análisis de la obra elegida. Las

relaciones que se establecen entre hombres y mujeres, y entre las representaciones

atribuidas a cada sexo; el género como creación social de los roles “apropiados” para

varones y mujeres; la doble reproducción del patriarcado (biológica y cultural) y su

consecuente doble moral; la consideración de la sumisión, el discurso de la completud, el

matrimonio y la maternidad como mecanismos opresivos de la lógica del patriarcado; la

naturalización de las jerarquizaciones; la necesidad del par binómico que establece la

existencia de un sexo fuerte y uno débil; son todos elementos que aportaron de forma

indiscutible a la elaboración del presente informe.

Habiendo presentado el conjunto de argumentos, enfoques y metodologías que

sustentan y abonan el análisis, se procede a la descripción de la obra elegida y de su

autor.

El autor y su obra

La obra elegida se titula “Confesiones de un alma bella”, escrita por Johan Wolfgang von

Goethe, integra el Libro VI de una obra más extensa llamada “Los años de aprendizaje del

joven Wilhem Meister”, pero aun así conserva tal coherencia interna y estatuto autónomo

que se impulsó su edición como libro independiente.

Innumerables son las referencias biográficas y cuantiosos los datos que acercan a

cualquier lector a la vida de quien impulsó el movimiento literario Sturm and Drung (1770),

se erigió como máximo representante del período de la literatura clásica alemana (1788-

1798), y que más tarde se suscribió a la corriente del Romanticismo alemán (1798-1832).

Nacido en 1749 en Frankfurt am Mein, en el seno de una familia primeramente humilde,

vivió su infancia rodeado de la alta burguesía y buena educación gracias a los esfuerzos

de su padre. Los 83 años de su vida estuvieron marcados por la constante insatisfacción

provocada por su afán de conocimiento; lo que ocasionó mudanzas y viajes que afectaron

notablemente y marcaron etapas en su producción literaria. La obra cuyo protagonista es

7

el joven Wilhem Meister fue escrita luego de unos meses de estadía en Italia que

significaron un giro radical en su carrera, ya que, desde entonces se dedicó completa y

únicamente a la producción literaria.

Junto con el “Fausto”, comporta una de las obras cumbres de Goethe, a las que el genio

alemán dedicó mayor atención. Terminada en 1796, centra su historia en el intento de

Wilhelm, el protagonista, de escapar de lo que él considera la vida vacía de un hombre de

negocios burgués. Luego de un romance fallido con el teatro, se compromete con la

Sociedad de la Torre compuesta por encumbrados aristócratas. En su carácter de

ejemplar pionero y más representativo de las novelas de formación, relata, según

Rodriguez “los años de formación de la personalidad con el señuelo de la universalidad.

El fracaso de la vocación teatral del protagonista es el hundimiento previsto de este

desiderátum formativo. Finalmente, este héroe renuncia a la idea romántica de

compleción de la personalidad”5.

Dicho esto, se procede a la reseña del Libro VI, tomada, en su gran mayoría, de la tesis

doctoral de Carlos Javier Vadillo Buenfil, titulada El bildungsroman en las narradoras

españolas de posguerra: 1940-1960.

“Confesiones”, explicará Buenfil, la primera bildungsroman con protagonista femenino,

es un diario, en el que una dama de nombre desconocido escribe sus primeras

experiencias intelectuales, amorosas y, sobre todo, religiosas, todas ellas configuradoras

de su maduración personal y espiritual. Este manuscrito que, dentro de la lógica de la

ficción de “Los años de aprendizaje”, un médico entrega a Aurelia para el consuelo de su

alma, se integra en el corpus de la novela en una convergencia de lectura entre el

personaje Wilhelm y el lector empírico, solapando así ambas lecturas; se lee en tiempo

real lo mismo que el protagonista lee en tiempo ficticio. Salvador Mas, autor de El mito de

una subjetividad bella, explica que se entretejen cuatro voces: la de Goethe, en tanto

autor empírico, la voz en tercera persona que narra “Los años de aprendizaje”, “la

ficticiamente autobiográfica del alma bella, la de Catharina Susanne von Klettenberg

(1723-1774), en cuyos textos y conocimiento personal […] se inspira el escritor Goethe”, y

la voz autobiográfica de un yo anónimo que guía el relato. Las confesiones son las de una

mujer que narra su camino de formación, la progresiva configuración de su personalidad.

Las etapas que recorre van desde el goce del mundo y los placeres de la vida en la alta

sociedad hasta la religiosidad introvertida, la huida de lo mundano. La experiencia del

5 RODRÍGUEZ, Fernando Díez. El trabajo transfigurado: los discursos del trabajo en la primera mitad del siglo XIX. Universitat de València, 2011. Pp. 74

8

primer amor surge hacia un adolescente que conoce en un baile; teme sucumbir ante la

pasión, apoyada por su profesor de idiomas se aleja de él. Años después, conoce a

Narciso, un diplomático extranjero, del que se enamora, ocupando el joven el centro de su

sentir. Simultáneamente, y con distintos momentos de intensidad, su vida transcurre

atravesada por la oración a Dios, que nutre poco a poco su existir y la imbuye de los

deseos de alejarse de las tentaciones y el pecado. A los veintidós años se sabe una chica

“rara” y ella posee esta clarividencia que la aparta de las “estúpidas distracciones” y de la

gente de su generación: “¿Qué produjo que mi gusto y mi sensibilidad se modificaran de

tal manera, que a la edad de veintidós años, e incluso antes perdiera todo el gusto por

actividades que a los jóvenes de esa edad divierten de forma absolutamente inocente?”6.

Su convicción es profunda y decide marginarse de toda voluptuosidad que pudiera alejarla

del “Ser Invisible”. La búsqueda de ese Ser es para la protagonista lo que complementa

su formación individual, por tanto, no deja que interfieran ni presiones familiares, ni

amistades, ni convenciones sociales que le sugieren, insistentemente, contraer nupcias.

Plenamente consciente de su situación problemática, y persuadida de sus convicciones

religiosas y de su proceso para alcanzar la fe, se transforma en un yo con voz e identidad

propias, una subjetividad construida mediante la indagación y la reflexión, alejada de

afectaciones femeninas, capaz de sentir genuino amor por las artes y las ciencias, y de

escribir su autobiografía en plena libertad y madurez espiritual. A lo largo de este relato,

se sigue la historia de un alma femenina en su búsqueda incansable para acercarse a

Dios mediante la fe y los raptos místicos prodigados por su exploración interior y su

imaginación, sumándose la lectura de textos pietistas y moravos; la cual, finalmente,

acepta su destino místico como auténtica vocación.

Análisis cultural de la obraAunque es difícil establecer una división definitiva en la práctica dialéctica del análisis

cultural planteado por Chartier, se estimó pertinente dividir, casi simbólicamente, la

conocida frase que da constitución al método propio de historia cultural –“ir del texto, al

contexto y de nuevo al texto”- en pos de poder ordenar la exposición del análisis. La Los

tres momentos se condicen con las tres etapas y temas que el mismo abordó, a saber:

descripción y estudio del género literario, explicitación del contexto cultural, y nuevamente

consideraciones referentes a la obra, sus objetivos y especificidades.

6 GOETHE, Johann Wolfgang von. Confesiones de un alma bella. 1796. Pp. 47

9

“Del texto…” Este apartado tiene como objetivo detenerse en el estudio de un género literario que

nace como una manifestación indiscutible del clima cultural que intenta develarse, y

aunque a priori es evidente la pertenencia de “Confesiones” a dicho género por integrar

“Los años de aprendizaje”, se argumentará en pos de demostrarla, la mención de la

presencia de los elementos constitutivos de la bildungs-roman en ella.

Como ya lo ha señalado Valdillo Buenfil, citado en páginas anteriores, la novela de “Los

años de aprendizaje” es el modelo, el ejemplar mas representantivo, el paradigma de las

novelas de formación. Ahora bien, ¿qué son las novelas de formación o bildungs-roman?

Al respecto Michel Fabré escribió un artículo titulado Experiencia y formación: la Bildung.

Son, dice el autor, producto de una potente corriente de inspiración novelesca del silgo

XVIII alemán; “la Bildung-roman ofrece una ilustración narrativa de la formación como

experiencia: le proporciona una densidad concreta y abigarrada.”7 Es el género

autobiográfico de la mirada retrospectiva, su contenido es la vida misma y su personaje,

diferente al de la epopeya, es un héroe incompleto en una búsqueda incierta: una

búsqueda de sí en el mundo. Es, según Beillerot, de quien Fabré toma algunos

conceptos, un individuo –en este caso una mujer-, ni noble ni genial, es simple, hábil,

auténtico pues busca la verdad, y predispuesto, busca todas las ocasiones para aprender

y lo hace pronto. Los elementos constitutivos de toda novela de formación son:

-el imaginario de vida o el mito personal del héroe, en “Confesiones” el ideal de una vida

mística, alejada de lo mundano;

-el guía con quien el héroe entra en contacto, maestro, iniciador, protector, consejero;

que en la obra de Goethe se manifiesta siempre en figuras masculinas –detalle a tener en

cuenta-, que varían según la edad y le proporcionan conocimientos distintos, el padre, el

maestro de idiomas, Narciso, Philo, el tío acaudalado, el médico. Esta relación

pedagógica, en que las modalidades de aprendizaje son de tipo experiencial, deviene

“original: ni religiosa (maestro-discípulo), ni escolar (maestro-alumno), sino que se

asemeja más bien al preceptorado aristocrático”8.

-la relación amorosa o de amistad y sus identificaciones parciales positivas o negativas,

que desencadenan la metamorfosis; en el caso de la obra analizada, la relación entablada

con los dos hermanos hijos del mayordomo de la Corte, sobre todo con Narciso y en

menor medida con Philo.

7 FABRE, Michel. Experiencia y formación: la Bildung. Revista Educación y Pedagogía, 2011, vol. 23, no 59. Pp. 2168 Op cit. Pp. 219

10

-las obras por las que el héroe se realiza, se revela parcialmente y que remiten todas a

la gran obra: la vida misma como Bildung de sí; para el “alma bella” son sus reflexiones

introspectivas, raptos místicos, encuentros, enfermedades, viajes y fiestas, entre otras.

-por último, la satisfacción del héroe de la novela de aprendizaje será descubrir de

manera retrospectiva el sentido de su vida, su unidad bajo las variaciones; en la obra

elegida: “sigo con libertad mis sentimientos y desconozco tanto las restricciones como el

arrepentimiento”9

Luego de la descripción de la estructura de la novela y sus componentes más

relevantes, Fabré extiende su análisis sobre el fundamento filosófico que sustenta este

género y el contexto en el cual nace. El concepto de bildung remite a “imagen (Bild),

modelo (Vorbild), imitación (Nachbild). Es una síntesis y, a la vez, una superación de

Form (forma), de Kultur (cultura) y de Aufklärung (Ilustración). El origen de la bildung se

sitúa en la mística medieval en la que el hombre lleva en su alma la imagen (Bild) de Dios,

a partir de la cual ha sido creado y la cual debe desarrollar”10. Ya en el XVIII, con la

tradición del idealismo alemán, se separa progresivamente del concepto de “forma

exterior natural”, y tiende a reencontrar —de manera enriquecida y renovada— su original

significado místico y así asociarse a Kultur. En este sentido, la bildung será trabajo sobre

sí mismo, cultivo de los talentos para el perfeccionamiento propio, tiene como objetivo

hacer de la individualidad una totalidad armoniosa, lo más rica posible, totalidad que en

cada uno permanece vinculada a su estilo singular, a su originalidad. De lo que se deduce

que en su forma literaria designará, progresivamente a través de la narración, el proceso

temporal e histórico por el que un individuo o una nación atraviesan.

Así mismo, dirá el autor, “la bildung no puede ser pensada sin desplegar igualmente su

significado político, es decir, el conjunto de sus relaciones problemáticas con el siglo XVIII

francés”.11 Y en este aspecto, la bildung se muestra ambigua: por un lado, se arraiga en el

individualismo de la Ilustración: trata de enriquecer el sujeto abstracto, de conferirle todos

los predicados que le faltan: armonía, totalidad, perfección. Por el otro la idea misma se

integra a la respuesta alemana de frente a los ideales de la Revolución francesa. Se

propone una idea de la cultura como oposición del espíritu a sí mismo: cultivarse no es,

como lo quería la Ilustración, desarrollar armoniosamente sus facultades; es “oponerse y

reencontrarse más allá del desgarramiento y la separación. Así, la educación del

gentilhombre lo sustrae en primer lugar de la vida inmediata, aquella del yo singular y de

9 GOETHE, Ibid. Pp. 13910 FABRÉ, Ibid. Pp. 21611 Op cit. Pp. 217

11

la vida natural. Gracias a lo cual, el sujeto accede a lo universal en que primero se pierde

y se hace extraño de sí mismo: tal es, por ejemplo, la educación en la sociedad refinada

del siglo XVIII francés. Pero una vez superado ese momento de separación, el espíritu se

encontrará en sí mismo en el mundo de la cultura que aparecerá entonces como su propia

obra.”12

En el clima idealista, la idea de bildung busca reactivar su origen místico y humanista al

desmarcarse de las proposiciones de la Ilustración; intenta elevarse por encima de la

Kultur, comprendida como simple educación de los talentos o de las facultades; y se

emplea como antídoto y contrapropuesta.

“… Al contexto”Ahora cabe preguntarse ¿a qué se refiere el citado autor con “el conjunto de sus

relaciones problemáticas con el siglo XVIII francés”? Para responder entran en escena

las pistas proporcionadas por el texto para el acceso a nuevas mentalidades

desconocidas. La lectura de la siguiente frase, trajo consigo el primer electrochoque

cultural provocado por el desconocimiento de expresiones:

“Más de un año tuve que sentir que, si una mano invisible no me hubiera

trabado, habría podido ser un Girard, un Cartouche, un Damien, o cualquier

otro ser monstruoso que se quiera nombrar”.13

¿Quiénes eran Girard, Cartouche y Damien? O mejor dicho, ¿qué representaban? Un

matón, un asesino, y un ladrón, que tenían en común tres cosas: estar íntimamente

relacionados con la Corte, ser contemporáneos de Sussanne –protagonista de la novela-

y ser franceses. Eran ante todo, símbolos de la degradación en la que, según literatos

alemanes –como Goethe- había caído la vecina Francia en el siglo XVIII.

“Según literatos alemanes” porque fueron ellos los que activamente se resistieron al

avance de “lo francés”, su manifestación más concreta fue el movimiento del Sturm and

Drung y más tarde el Romanticismo, ambos impulsados por el autor de la obra elegida.

No se pretende aquí hacer un análisis de los postulados de ambos movimientos, pero se

considera prudente recordar que a grandes rasgos en ambos: prima el sentimiento sobre

la racionalidad y la técnica, el estilo vital que desprecia el materialismo burgués y

preconiza el amor libre, el liberalismo en política en rechazo del autoritarismo de las

instituciones absolutas y el idealismo extremo; amaba la naturaleza frente a la civilización

como símbolo de todo lo verdadero y genuino. Es, ante todo, la defensa del sentimiento y 12 FABRÉ, Ibid. Pp. 21813 GOETHE, Ibid, Pp. 79

12

de la imaginación frente a la razón. Nada más lejano a la corriente neo-clasicista que

predominaba en Europa a finales de la centuria dieciochesca.

No obstante, no fue esta reacción de signo radicalmente contrario y sobre todo público,

la única manifestación. Además de asestar contra el arte y, en última instancia, contra la

corriente filosófica que lo sustentaba, columna vertebral de la cultura francesa y fuente de

orgullo, se expresaron profundamente opuestos a las otras dos partes del tríptico: la

lengua y la política.

Antoine de Rivarol afirmaba, en respuesta a la pregunta planteada por la Academia de

Ciencias de Berlín en un concurso de 1784: ¿Por qué se había convertido el francés en la

lengua universal de Europa?, que “algo que no era claro no podía ser francés”. Según él,

existía un vínculo natural entre la lengua francesa y la claridad de pensamiento y de

expresión. Esta afirmación tuvo su réplica: desde mediados del XVIII, poetas y filósofos

alemanes decidieron escribir en su idioma vernáculo y “cargaban las tintas sobre la

imprecisión y la incapacidad para llegar a la esencia del conocimiento científico de la

lengua francesa”14. Aunque para los habitantes del siglo XXI parezca casi una banalidad,

para el hombre moderno este ataque no era menor, ya que, citando a Nebrija en su

publicación de la primera Gramática en el emblemático 1492: “la lengua siempre fue

amiga del imperio”. Y la expansión del francés por toda Europa Occidental, e incluso en

Alemania, era esto mismo, la expansión de un imperio, producida ya desde antes, y con

mayor énfasis bajo la supremacía política de Luis XIV.

Marc Fumaroli, en su estudio publicado en formato de libro titulado Cuando Europa

hablaba francés (Marsella, 1932), muestra claramente que en el siglo XVIII la comunidad

internacional de los eruditos solía hablar, escribir y publicar todo en francés. Ya fuesen

rusas o prusianas, suecas o españolas, austriacas o estadounidenses, las mejores

mentes de la Ilustración se inclinaban por el francés llevadas por su veneración

compartida por la sofisticación del saber vivir de los franceses y los agudos intercambios

intelectuales de los salones parisinos. Para este eminente especialista en retórica clásica

francesa y miembro de la Academia Francesa, la adopción de esa lengua conllevaba

necesariamente la asimilación de todo un sistema de valores culturales, “era en esencia

una lengua engorrosa, difícil, aristocrática y literaria", inseparable de "unos modales

distinguidos, de un cierto saber estar en sociedad, y de una calidad del ingenio en la

conversación alimentada por la literatura"15; que no solo cumplía la función de ser una

14 LEPENIES, Wolf. La seducción de la cultura en la historia alemana. Ediciones AKAL, 2008. Pp. 11415 FUMAROLI, Marc. Cuando Europa hablaba francés. Extranjeros francófilos en el Siglo de las Luces. El acantilado, 2015.

13

herramienta de comunicación sino que ponía de manifiesto las cualidades de la

aristocracia francesa: inteligencia, ocio, refinamiento y carisma. Tanto el uso extendido

del francés, como los valores que subyacían en él son constatables en la obra en la

afirmación: “Aprendí francés, danza, y dibujo” y en el uso, por parte de la protagonista de

expresiones como: “honnete”, “renomee”, “fetê”, que nombran conceptos que se

condicen, a todas luces, con los ideales de refinamiento, ocio y consideración de la

opinión pública, y cuyo empleo no es ingenuo. Es en este sentido que pueden ponderarse

las líneas antes citadas, cuyo autor es el mismo Goethe, como lo que realmente

representaban: un ataque a la cultura francesa.

El último aspecto, el del gobierno y los acontecimientos políticos, exige un abordaje

mucho mayor del que el marco de este informe permite, por lo que su explicación se

restringirá a la exposición de algunas consideraciones y a la mención de un evento

particularmente ilustrativo. Los ideales del Romanticismo, como ya se ha señalado

presentaban la libertad como contrapropuesta de los regímenes absolutistas, los

alemanes contemporáneos a los sucesos de 1789 no creían en la Revolución Francesa ni

la estimaban como una solución ni mucho menos como un evento trascendental; es así

que Friedrich Schlegel (1772-1829) afirmó que la Revolución francesa, La teoría del

conocimiento de Fitche y la novela Los aprendizajes de Wilhem Meister de Goethe eran –

no necesariamente en ese orden- las mayores hazañas de la época16, concediendo así la

misma importancia a una obra filosófica y a una novela alemanas que al acto político

erigido como el fin del Antiguo Régimen.

Ahora bien, si se retoma el texto de Wolf Lepienes puede leerse que “la cultura francesa

había invadido Alemania, y a partir de 1648, el francés se había convertido en la lengua

de las cortes alemanas”. Esta fecha, símbolo del fin de la Guerra de los Treinta Años y la

firma del Tratado de Westfalia otorga otro elemento al análisis: la diplomacia, que según

el ya citado Fumaroli, era otra cara y no podía entenderse separado de la cultura. Cortes

en paz, eran cortes en las que la comunicación y circulación de las ideas era inevitable, y

en este caso en particular, muy desigual. Y en este aspecto, como en otros, Versalles era

centro neurálgico y modelo a seguir.

De lo antedicho se deducen dos situaciones: la primera, que los cortesanos alemanes se

afanaban por parecerse a los miembros de las cortes parisinas; el autor de Germanofilia.

Origen, estado de la cuestión y perspectivas (2012) lo ilustra diciendo “en las distintas

cortes alemanas, desde Potsdam hasta Stuttgart, y desde Viena hasta Luxemburgo, las

16 LEPENIES, Wolf. Ibid. Pp 114

14

aristocracias hablaban francés, vestían a la francesa, comían y bebían según la etiqueta

francesa, leían exclusivamente literatura francesa y se carteaban con pensadores

franceses”17. La segunda, que los intelectuales alemanes no estarían muy conformes con

la actitud de sus cortesanos. También “Confesiones de un alma bella” proporciona a

través de sus comentarios, pruebas indudables de la situación:

“Las gentes por las que estaba rodeada no tenían ni idea de las ciencias; se

trataba de cortesanos alemanes, y esta clase de individuos no tenía por aquel

entonces la más mínima cultura.”

“La sociedad estaba excesivamente mezclada, y con frecuencia se

encontraban allí (en la Corte) hombres de la condición si no más grosera, sí al

menos del talante más vulgar.”

“pues precisamente de estas personas (los cortesanos) se escuchan las

más amargas quejas sobre la desquiciada marcha del comercio mundial, la

esterilidad de las ciencias, la frivolidad de los artistas, la vacuidad de los

poetas y todo lo que se quiera añadir. No piensan ni por asomo que

justamente ellos mismos, y la muchedumbre que es igual a ellos, no leerían el

libro que hubiera sido escrito como ellos lo exigen, que la poesía auténtica les

es ajena y que incluso una buena obra de arte sólo gracias al prejuicio podría

obtener su aprobación. Pero no hace falta continuar; no es el momento ni de

censurar ni de quejarse”.

Estos son testimonios claros de la existencia de un descontento por parte de la

protagonista, y de la clase que ella representaba, para con el sector compuesto por

cortesanos y aristócratas; descontento que se extendía sobre toda Alemania en un

enfrentamiento, bastante explícito entre “intelectuales y cortesanos” que cristalizaba la

guerra cultural franco-alemana.

El análisis de esta “guerra interna” que se ofrecerá en las siguientes páginas se debe a

la lectura de la antes citada obra de Luis Alberto Lugo Amador y de la reconocida obra El

proceso de la civilización (1997) escrita por un representante indiscutible de la Nueva

Historia Cultura, Norbert Elías.

A partir de mediados del XVIII, los sectores medios de la sociedad alemana aumentan

su bienestar, y comienzan a experimentar un importante ascenso económico,

convirtiéndose en una potencial amenaza para la hegemonía nobiliaria, lo que los lleva a

tener, en cierta medida, una incipiente conciencia de sí mismos reflejada en la percepción

17AMADOR, Luis Alberto Lugo. Germanofilia. Origen, estado de la cuestión y perspectivas. 2012. Pp. 129

15

de la diferencia con otros. Se enfrentan no solamente a la indiferencia del pequeño sector

cortesano que tiene arriba, sino, también a la escasa comprensión de las amplias capas

de abajo; en “Confesiones”: “era un cuchillero (…) y su manera de pensar no podía

ocultar su origen artesanal”18. No obstante el ascenso social y económico, no tuvieron

espacio para la actividad política, ni tampoco lo reclamaron.

Muy al contrario de otras burguesías europeas como las de Inglaterra y Francia, el

destino peculiar de la burguesía alemana, su prolongada impotencia política, la tardía

unificación nacional, dieron impulsos a, por un lado, la autoconciencia de una

intelectualidad basada en la esfera de la literatura, la ciencia, la religión, el arte, la

filosofía, el enriquecimiento interior, y la "formación" del individuo, principalmente a través

del libro. Y por otro, al fortalecimiento de las nociones y los ideales que encontraban en

“lo puramente espiritual” (das rein Geistige) lo único realmente valioso. Se conformaron,

en palabras de Elías como un conjunto de “muchos individuos con la misma posición y

con un origen social parecido, esparcidos por todo el país, individuos que se entendían

unos con otros porque ocupaban la misma posición. Sólo ocasionalmente los individuos

de la vanguardia se encontraron juntos en algún lugar como grupo durante más o menos

tiempo; con frecuencia vivían en el aislamiento o en la soledad, como una élite frente al

resto de la gente, personas de segundo rango a los ojos de la aristocracia cortesana.”19

Esta autoconciencia burguesa sumada a la adhesión de los intelectuales, quienes tendían

a posicionarse junto a la burguesía, no necesariamente porque fuesen parte de la misma

o porque simpatizasen con dicho sector, consolidaron unos ideales específicos y un

arsenal conceptual muy eficaz especialmente dirigido en contra de la clase alta

cortesana.

Sin embargo, y aquí vuelve a manifestarse la diferencia con las burguesías vecinas,

este arsenal conceptual se dirige principalmente contra el comportamiento humano de la

aristocracia y no, como podría esperarse, contra sus privilegios económicos, políticos o

sociales. Lo más rechazable de esta clase superior, según este sector medio, era su

fosilización, superficialidad en la educación, carencia de cultura -entendida esta última

por los alemanes como un concepto contrapuesto al de la civilización20-, y por sobre todo,

18 GOETHE, Ibid. Pp. 12819 ELIAS, Norbert. El proceso de la civilización. Fondo de Cultura Económica, 1997.

20 MARRADES MILLET, Julián. Cultura y civilización. A propósito de las" Consideraciones de un apolítico" de Thomas Mann. 2008.

16

o mejor dicho, sintetizando todo lo anterior, su “afrancesamiento”, rasgo que para muchos

equivalía a ser un traidor a la nación alemana, cosmopolita y anti-germano.

Y, siguiendo con el análisis de Elías, ésta distinción vital entre una burguesía y otra

radica en la intrínseca relación entre “el desmembramiento y fragmentación política de

Alemania y una estructura específica de la intelectualidad alemana, así como una

estructura también específica de su comportamiento humano y de su configuración

espiritual.” Comparándola con su vecina y rival arguye “en Francia toda la intelectualidad

se reúne en un lugar, donde mantiene su cohesión en el trato continuo con una buena

sociedad más o menos centralizada; en Alemania, en cambio, con sus múltiples pequeñas

capitales, no hay ninguna buena sociedad central y unificada, sino que la intelectualidad

se encuentra diseminada a lo largo de- todo el país. Allí, uno de los medios de

comunicación más importantes es la conversación, convertida, además, en un arte desde

hacía siglos; aquí, en cambio, el medio de comunicación más importante es el libro y lo

que desarrolla la intelectualidad alemana es más un lenguaje escrito unitario que un

lenguaje hablado unitario”21.

La burguesía alemana estaba excluida de todas las actividades políticas y

prácticamente apartada de los canales de movilidad social a través, de los cuales

emergieron otras burguesías occidentales. Sin embargo, o tal vez como consecuencia de,

fue este sector el que lideró toda actividad conectada con la cultura escrita, ellos eran,

mucho más que la nobleza, capaces de manejar una cultural local, y es con ellos que se

asiste al “descubrimiento del pueblo” que Burke menciona en su ya citado libro, “la idea

de la cultura popular o Volkskultur surgió en el mismo tiempo y lugar que la historia

cultural en la Alemania de finales del XVIII. Los intelectuales de clase media de esa

época descubrieron las canciones y los cuentos populares los bailes, los rituales, las

artes y los oficios”22. Marrades, autor de Cultura y civilización. A propósito de las"

Consideraciones de un apolítico" de Thomas Mann afirma, con toda razón que “la kultur

alemana fue construida en simultánea oposición a las aristocracias alemanas y a la

otredad francesa”23 y sus valores le fueron atribuidos a la burguesía por ser el único

sector social lo suficientemente poderoso y emprendedor como para desbancar a la

detestada aristocracia.

Dado que su punto fuerte radicaba, en primer lugar, en las actividades escritas e

intelectuales, el repertorio cultural que podía ser distinguido como “genuinamente

21 ELÍAS, ibid22 BURKE, Peter. ¿Qué es la Historia Cultural? Barcelona, Paidós, 2006. Pp. 3223 MARRADES MILLET, Ibid.

17

alemán” fue en muchos casos un repertorio literario: el gusto literario, los modelos

literarios y los modelos críticos, los modelos de estilo de vida intelectual y literaria.

Si la intelectualidad alemana desarrolla más un lenguaje escrito unitario que uno

hablado, y a ella le perteneció el campo de lo literario se confirma lo ya insinuado en

páginas anteriores del presente informe, que Rakefet Sheffy en su artículo Estrategias de

canonización: la idea de la novela y de campo literario en la cultura alemana del siglo

XVIII sintetiza de esta manera: “La tensión entre la burguesía emergente y la decadente

sociedad cortesana ya en declive no constituyó una batalla política en el estricto sentido

de la palabra, sino que más bien se desarrolló en el terreno literario”24.

A todas estas cuestiones subyacía, en última instancia, una concepción diferente de la

vida, una cosmovisión opuesta que cristalizó de forma nítida en la construcción, por parte

de los intelectuales alemanes del concepto de Kultur. En el siglo XVIII hace su aparición la

palabra “civilización”, que desde su origen estuvo asociada al refinamiento de las

costumbres en un contexto de progreso, entendida como el estado de la humanidad en el

que la ignorancia había sido abatida y las costumbres se encontraban en una etapa

“avanzada” de perfeccionamiento, las cuales “evolucionaban” a la par con el

conocimiento. El resultado de dicho proceso sería, entonces, un mayor estado de

bienestar colectivo, que se manifestaría a través de los campos de lo intelectual, lo

espiritual, y de lo tecnológico. De lo que se deduce que si la civilización implicaba el

fomento de la cultura, ambos términos podían ser utilizados en forma casi indistinta.

Antagónicamente e inscribiéndose en aquello que Lepienes denominó “la seducción de

la cultura alemana”, se buscó purgar el concepto de la Kultur de cualquier connotación

progresista, cientificista, y política, al tiempo que se atribuían estas cualidades al de

“civilización”, que desde esa centuria en adelante, para los intelectuales, estaría

estrechamente vinculado a “lo francés”. Retomando el concepto de “la seducción”

Lepienes afirma lucidamente en su texto La seducción de la cultura en la historia

alemana: “Si existe algo parecido a una ideología alemana, es la costumbre de enfrentar

el Romanticismo a la Ilustración, la Edad Media a la Moderna, la cultura a la civilización, y

la Gemeinschaft a la Gessellschaft. (…) El mundo interior creado por el Idealismo alemán,

la literatura del clasicismo de Weimar y los estilos culturales Clásico y Romántico existían

ya un siglo antes de que se fundara la nación política. Desde esa época, se le otorga

cierta dignidad al hecho de que el individuo se aparte de la política y se refugie en el

ámbito de la cultura y la vida privada. Se considera que la cultura es un noble substituto 24 SHEFFY, Rakefet. Estrategias de canonización: la idea de la novela y de campo literario en la cultura alemana del siglo XVIII. En Teoría de los polisistemas. Arco Libros, 1999. Pp. 127

18

de la política”25. Resta decir entonces que el antagonismo entre cultura y civilización tenía

raíces sociales y políticas, y que la adscripción al primero formaba parte de la auto

interpretación de los, todavía en formación, círculos alemanes. Los que escogían la

primera se consideraban a sí mismo defensores y reivindicadores de las particularidades

nacionales, ante la amenaza de una “globalización” afrancesada; mientras que la segunda

era adoptada por aquellos sectores que no veían una contraposición entre “ser alemán” y

“ser civilizados”.

En aquel contexto, en el que el término cultura adquirió una connotación

pretendidamente superadora sobre el de civilización, y en que las burguesías peleaban su

lucha en el campo de lo literario se proyectó el ideal de la Kultur en la formación integral

(bildung) del individuo, que se materializó en las novelas de formación.

“…y de nuevo al texto”De esta forma se retorna al punto de partida, la bildung, género literario, pero también

ideal de formación que adquirió las características propias del clima cultural alemán

dieciochesco; nacido para ser un “antídoto” de la superficialidad ilustrada y una afirmación

de la Kultur, que se sabía -o creía saberse- por ese entonces de un mayor alcance que la

Zivilization (civilización).

Sin embargo, a esta ruta a un mundo mental extraño le falta todavía un último tramo,

menos extenso, pero de igual importancia. No puede finalizarse este camino si no se

repara en una cuestión nada desdeñable de este bildungs-roman: el protagonista es una

mujer.

Si se vuelve sobre la primera sección del trabajo podrá leerse la mención de que

“Confesiones” es el primer ejemplar del sub-género “bildungs-roman con protagonista

femenino26”. Una vez más es preciso detenerse para preguntarse: ¿qué significa que sea

la voz de una mujer la que hable? ¿Por qué esta mujer en particular?

No se consideró necesario realizar una exhaustiva investigación sobre la biografía de

quien inspiró a Goethe para escribir el Libro VI de “Los aprendizajes”; baste con saber los

siguientes datos de Catharina Susanne von Klettenber: era alemana, burguesa,

canonesa, y amiga de Katharina Elisabeth Textor –madre del genio alemán-. Tuvo su

primer y único contacto con el literato durante la convalecencia de este último por una

25 LEPIENES, Ibid. Pp. 1726 Aunque se utilice a fines de corresponder al nombre particular del subgénero literario, es imprescindible subrayar la impertinencia del término “protagonista femenino”, pues esta filiación nada inocente entre sexo biológico y categorías sociales es poco acertada, especialmente en un apartado que tratará sobre las representaciones sociales y simbólicas que pesan sobre la genitalidad.

19

enfermedad en 1768, a quien cuidó e inclinó deliberadamente hacia el pietismo de la

confesión protestante.

Ahora bien, este análisis no tiene como objetivo comprobar la autenticidad, veracidad,

fiabilidad o correspondencia del relato con las experiencias genuinas de Catharina. Por el

contrario, es en el hecho de que sea una mujer que se ve un punto de entrada particular

para indagar sobre las representaciones y “penetrar la madeja de relaciones y de las

tensiones que constituyen las sociedades” y es sobre este punto que se quiere avanzar.

Aun así, resta decir que, a juzgar por la distancia temporal de casi treinta años entre el

encuentro de Goethe con Catharina (1768) y el momento en que escribe (1796), no sería

aventurado decir que son, ante todo, elucubraciones del autor.

Entonces, si el objetivo de Goethe, claro está, no era escribir las memorias de esta

canonesa, ¿para qué le da espacio en un relato marcadamente androcéntrico? Para

entender esto es necesario indagar sobre la condición social de la mujer en la segunda

mitad del XVIII.

El clima generado por la Ilustración en toda Europa, y por el Romanticismo,

contrapartida propuesta por la burguesía alemana, generó y permitió indudablemente una

difusión y un gusto por el conocimiento que en épocas anteriores había sido aún más

restringido; las condiciones para la producción y consumo de las artes y las ciencias se

hacían cada vez más accesibles, sin por eso intentar ser universales. En este contexto,

las mujeres -privilegiadas- vinieron a formar parte y engrosas las filas de ese nuevo y

ampliado espectro que participaba en la demanda27.

De lo anterior se podría deducir que la actitud de Goethe responde a una disposición

mayor por parte de los hombres a abrir espacios a las mujeres en estos campos.

Paradójicamente, o muy consecuentemente, esto no fue así. Pueden tomarse muchos

ejemplos, pero tal vez el más emblemático es aquel episodio en que Olympe de Gouges

es decapitada en 1793 por pretender para las mujeres las mismas reivindicaciones que

las alcanzadas por los hombres. “Racionalidad ad intra, irracionalidad ad extra”28; la mujer

a lo largo de la historia, y también en esta época, nunca dejó de ser “el otro”, el sexo débil,

susceptible de toda violencia, y una violencia que se creyó por demás legitimada.

La mención de un hecho francés no es inocente, se intenta remarcar con ella que en

este aspecto particular, Alemania, la gran contestataria, no fue foco de nuevas ideas. Esto

27 PERUGA, Mónica Bolufer. Mujeres e Ilustración: una perspectiva europea. Cuadernos de Historia Moderna, 2008. Pp. 18528 DUSSEL, Enrique. Europa, modernidad y eurocentrismo. Revista de Cultura Teológica. ISSN (impreso) 0104-0529 (eletrónico) 2317-4307, 1993, no 4, Pp.48

20

no es así porque no quisiera aprovechar toda oportunidad para autodefinirse distinta (y

mejor), sino porque la lógica del patriarcado imperaba y obstaculizaba, por lo menos para

la mayor parte de la sociedad, una reflexión profunda acerca de los hechos. Es lo que

Bourdieu, en el primer capítulo de su obra La dominación masculina denomina “la

paradoja de la doxa”; haciendo “que el orden establecido, con sus relaciones de

dominación, sus derechos y sus atropellos, sus privilegios y sus injusticias, se perpetúe,

en definitiva, con tanta facilidad, dejando a un lado algunos incidentes históricos, y las

condiciones de existencia más intolerables puedan aparecer tan a menudo como

aceptables por no decir naturales.”29

El patriarcado y su lógica sumergen a quienes lo practican, o mejor dicho, a quienes son

practicados por él, en una contradicción dialéctica sustentada en una doble moral.

“Proteger” y “someter(se)”, son los verbos (y por ende las acciones) fundantes de esta

dinámica.

Esta “doble moral” sobre los roles hunde sus raíces en el género y se identifica siempre

y en todos los casos con el poder (de imponer una visión y cargar de significados); la

visión dicotómica distribuye características y labores “propios” en los que el género

masculino salvaguarda sus posiciones frente a la mujer –sometiéndola-, pero al mismo

tiempo precisa de ella, lo que lleva a protegerla. Se citan a continuación dos fragmentos

de “Confesiones” que lo ilustran claramente:

“Él hacía como todos los varones: se burlaba de las mujeres ilustradas y me

ilustraba incesantemente. (…) A la par que constantemente me traía libros de

todos los tipos, me repetía con frecuencia la grave doctrina de que una mujer

de su hogar debe mantener en secreto su saber, al igual que el calvinista su

fe en tierras católicas. Y mientras que yo, de una forma totalmente natural, no

acostumbraba a mostrarme al mundo más inteligente y más formada que

antes, él era el primero que no podía resistir la vanidad de exhibir mis

perfecciones.”30

“Me proporcionaba y me enviaba algún libro agradable, pero esto tenía que

mantenerse más en secreto que si se tratara de una relación amorosa

prohibida. Se ridiculizaba a las mujeres ilustradas, y ni siquiera se quería

sufrir a las que habían recibido algún tipo de educación, probablemente

porque se consideraba descortés avergonzar a tantos varones ignorantes.

29 BOURDIEU, Pierre. La dominación masculina. Revista de estudios de género. La ventana, 2015, no 3, p. 1-95. Pp. 1130 GOETHE, Ibid 39

21

Incluso mi padre, que había acogido muy favorablemente esta nueva ocasión

de formar mi espíritu, exigía expresamente que este comercio literario

permaneciera en secreto.”31

La naturalización de la jerarquización establecida todavía no alcanzaba a ser puesta en

duda, ni tampoco lo sería por estos hombres que cada vez más se autodefinían como

comandantes de sus propios destinos y de los de su Estado, pues quien está seguro no

alberga lugar a la duda ni a los cuestionamientos. No obstante si el lugar, rol y posición

social de las mujeres no iban a cambiar por lo menos ya se veían (y denunciaban,

“Confesiones” es un claro ejemplo) signos externos de esta dicotomía. “Ridiculizar para no

sufrir”. El hecho, la capacidad intelectual de las mujeres, se presentaba claro, pero esto

no era, o no “debía ser” lo natural, por lo que invisibilizar, desestimar, humillar y vilipendiar

eran las armas más utilizadas entre géneros, pero también intragénero.

Volviendo entonces a las preguntas iniciales, la lógica actual podría llevar a pensar que

en este contexto Goethe intenta, a través de lo que le era más propio, la denuncia de la

opresión sufrida por la mujer de su tiempo. Sin embargo, el texto vuelve a presentar otra

pista, en un fragmento de la página 46 de la novela, la protagonista se describe así

misma: “ataviada como los locos con un gorro de cascabeles”. Luego de una búsqueda

rápida sobre esta expresión en Internet lo primero que se encuentra son imágenes de

arlequines; si se indaga un poco más sobre la significación de esta figura se lee que este

personaje típico de la comedia italiana era aquel que no tenía máscara, y al que su

“locura” lo legitimaba para decir toda la verdad impunemente; pues en última instancia, su

condición no permitía jamás que sus afirmaciones fueran tomadas totalmente en serio.

Esta mención no solo aproxima al lector a una cosmovisión bastante común en la época,

y más aún entre los literatos alemanes que habían sufrido “una prolongada fascinación

por la moda literaria inglesa”32 y adulación por su máximo representante Shakespeare,

tendiente a considerar a la vida como un teatro. En “Confesiones” se leen comentarios

como: “Me quite la máscara y actué en toda ocasión como me lo dictaba el corazón”,

“entrada en el escenario del mundo”. Sino también a una posible respuesta a los

interrogantes planteados. La misma protagonista se autodefinía como “rara”, se lee:

“¿Qué pudo ser aquello que transformó mi gusto y mi mentalidad de modo

tal que yo, a mis veintidós años, incluso antes, no encontrara ninguna

satisfacción en cosas que a la gente de esta edad divierten inocentemente?

¿Por qué para mí no eran inocentes?”31 GOETHE, Ibid. Pp. 2132 SHEFFY, Ibid. Pp.134

22

“Mi historia se había hecho pública, y había muchos hombres curiosos por

ver a la muchacha que apreciaba más a Dios que a su novio.”33

¿Quién consideraría seriamente las palabras de una mujer que había transgredido todas

las reglas sociales impuestas? ¿Quién mejor que esta mujer para oficiar de loco con gorro

de cascabeles y “avergonzar (sin tapujos) a tantos varones ignorantes”?

Goethe no pretendía una afrenta a la jerarquía del patriarcado, él mismo se jactaba de

ser un conservador y defensor del orden. El literato alemán juega aquí con un arma de

doble filo, utiliza una voz a la que no se considera para expresar abiertamente su

descontento contra los cortesanos y aristócratas, malestar que sólo había plasmado

explícitamente en correspondencia epistolar con su amigo Eckmann34.

33 GOETHE, Ibid. Pp 5834 El 23 de octubre de 1828 dice Eckermann a Goethe: "Una formación tan sólida como la que parece haber tenido el Gran Duque es poco frecuente entre la gente principesca''. "Muy poco frecuente", contestaba Goethe, "hay muchos, incluso, que son capaces de charlar con fortuna sobre todos los temas posibles; pero no tienen nada en su interior y únicamente arañan en la superficie. Lo cual no es de extrañar cuando se recuerda la pérdida de tiempo y la dispersión de esfuerzos que suelen acompañar a la vida en la corte".

23

CONCLUSIÓNA lo largo de la presente producción, a través del análisis de la fuente literaria elegida, la

investigación e indagación, lectura de diversos textos, y elaboración propia de

argumentos, se intentó mostrar de qué manera Johann Wolfgang von Goethe refleja la

situación de descontento sentido por los intelectuales alemanes de finales del siglo XVIII.

Inscripta en el marco de la guerra cultural con Francia en la que los ataques no era

unilaterales, pese a lo expuesto en el desarrollo; la reacción de este sector, en marcado

ascenso en dicha época, en contra de la clase aristocrática y cortesana que cada vez más

buscaba adoptar costumbres y estilos de vida provenientes de su más enérgico rival se

manifestaron a través del arma con la que eran más hábiles, la literatura.

Por esto, y sobre la redefinición de la Kultur alemana como contrapartida y expresión

antagónica y superadora de la Civilisation francesa, nace el género literario de la

bildungs-roman, tipo al cual pertenece la obra analizada.

Esta prestidigitación antes mencionada, residía justamente en explicitar algo de forma

implícita, en otras palabras, decir sutilmente. Aquí se inserta el uso de la voz de una

mujer, que no es cualquier mujer, sino una que, habiendo conscientemente rehuido de

todas las normativas impuestas por la sociedad patriarcal y transgredido la identidad que

se le era otorgada en calidad de miembro del “sexo débil”, no puede ser considerada

seriamente por las personas a quien ataca. Esta licencia que le da el haberse desplazado

y haber sido desplazada de los marcos sociales “aceptados”, le permite expresarse, y a

Goethe a través de ella, sin reservas.

El debate sobre cuestiones como la concepción de la vida como un teatro, el papel

jugado por Francia, las opiniones y el sentir de los aristócratas, y la profundización en el

estudio de las características del “hombre proveedor” y las controversias entre los ideales

y la consideración de la mujer no pudieron ser tratados, no obstante no se deja de

mencionarlos ya que dejan abierta la posibilidad de un próximo análisis de los mismos

para lograr un panorama más completo de la situación de la historia cultural del siglo XVIII

alemán.

24

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