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1 La teoría de las representaciones sociales medio siglo después. Marco Antonio González Pérez Coordinación de Educación a Distancia SUAyED, FES Iztacala UNAM. Introducción Si se considera, tal como lo sostiene Denise Jodelet (1984), su vitalidad, su transversalidad y su amplia difusión en el mundo académico, bien se podría concluir que, en los últimos cincuenta años, la de las representaciones sociales es una de las teorías más importantes que ha desarrollado la psicología social. Esta teoría se ha erigido como un paradigma de explicación que intenta recuperar al sujeto social, es decir aquel que es poseedor de varias identidades sociales, como el agente que crea y recrea su propia realidad social a través de la comunicación con otros sujetos y de la construcción grupal de ideologías en un mundo que está cambiando constantemente. La teoría de las representaciones sociales, generada principalmente en Europa, en los años setenta del siglo pasado, reinsertó la dimensión social en la explicación de la construcción y significación de la realidad grupal, además de que, en buena medida, logró sacudir a la psicología social de su perfil positivista y experimentalista propio de la tradición psicológica norteamericana. Las alternativas teóricas desarrolladas por académicos europeos, tales como la teoría de la identidad social (Tajfel, 1984) de las minorías activas (Moscovici, 1991), de la categorización del yo (Turner, 1990), de la retórica y la argumentación (Billig, 1989), del conflicto estructurante (Doise, 1991b) y Mugny y Pérez, 1991) y, sobre todo, de las

La teoría de las Representaciones Sociales medio siglo después

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La teoría de las representaciones sociales medio siglo después.

Marco Antonio González Pérez

Coordinación de Educación a Distancia

SUAyED, FES Iztacala UNAM.

Introducción

Si se considera, tal como lo sostiene Denise Jodelet (1984), su vitalidad, su transversalidad

y su amplia difusión en el mundo académico, bien se podría concluir que, en los últimos

cincuenta años, la de las representaciones sociales es una de las teorías más importantes

que ha desarrollado la psicología social.

Esta teoría se ha erigido como un paradigma de explicación que intenta recuperar al

sujeto social, es decir aquel que es poseedor de varias identidades sociales, como el

agente que crea y recrea su propia realidad social a través de la comunicación con otros

sujetos y de la construcción grupal de ideologías en un mundo que está cambiando

constantemente.

La teoría de las representaciones sociales, generada principalmente en Europa, en los

años setenta del siglo pasado, reinsertó la dimensión social en la explicación de la

construcción y significación de la realidad grupal, además de que, en buena medida, logró

sacudir a la psicología social de su perfil positivista y experimentalista propio de la

tradición psicológica norteamericana.

Las alternativas teóricas desarrolladas por académicos europeos, tales como la teoría de la

identidad social (Tajfel, 1984) de las minorías activas (Moscovici, 1991), de la

categorización del yo (Turner, 1990), de la retórica y la argumentación (Billig, 1989), del

conflicto estructurante (Doise, 1991b) y Mugny y Pérez, 1991) y, sobre todo, de las

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representaciones sociales (Moscovici, 1961) y (Jodelet, 1984), constituyeron una

aproximación constructivista y hermenéutica para trascender la denominada “crisis de la

psicología social” de ascendencia estadounidense de la década de los setenta, con lo cual

se instituyó una amplia corriente de psicología social con orientación sociológica.

Este capítulo pretende presentar el estado actual de la teoría de las representaciones

sociales considerando que está por cumplir medio siglo de existencia y que es necesario

hacer una valoración de sus alcances y limitaciones y los nuevos senderos de su

desarrollo.

Apuntes históricos sobre la teoría de las representaciones sociales

Hace casi medio siglo que surgió la teoría de las representaciones sociales. Fue en el año

de 1961 con la aparición del libro de Serge Moscovici El psicoanálisis: su imagen y su

público, cuando se inauguró esta importante área de investigación psicosocial.

La noción de representación social fue propuesta por su creador como una ruptura con el

concepto de representación colectiva elaborada por Durkheim. Este último es la

concreción de un proceso cultural de larga duración y por lo tanto difícilmente

modificable, mientras que el primero es un concepto psicosocial propio de la modernidad

que conforma sistemas de pensamiento grupales, que no son estáticos y que tienden a

mutar constantemente.

Esta realidad cambiante es una característica de la sociedad actual en la que intervienen

los medios de comunicación y las nuevas tecnologías cuyos mensajes fluyen de manera

incesante y masiva. Ahora los individuos sociales poseen múltiples identidades y pueden

cambiar de manera intempestiva sus pertenencias grupales, integrando y desintegrando

nuevos grupos.

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La aguda percepción de las cualidades de las sociedades modernas, llevó a Moscovici a

introducir una noción mejor facultada para explicar la construcción de la realidad de los

individuos y grupos, al mismo tiempo que desarrolló un concepto clave para la

constitución de un psicología social constructivista, hermenéutica, histórica y sociológica.

Pero los orígenes del concepto de representación social no se limitan al pensamiento de

Durkheim. Moscovici heredó, también, planteamientos de diversas teorías de las ciencias

sociales y posturas de varios científicos contemporáneos. La lista de los antecesores

intelectuales de la representación social reconocidos por Moscovici y sus discípulos, es

larga. En ella se encuentran personajes como, Marx, Heisenberg, Mead, Heider, Levy-

Bruhl, Batjin, Freud y Piaget.

Moscovici (1988b) reconoció la fuerte influencia que tuvo en su teoría las ideas freudianas y

piagetianas. De la teoría freudiana se interesó en la explicación de cómo el trauma, generado

por un conflicto en una determinada etapa del desarrollo psicosexual, daba lugar a la

elaboración de representaciones simbólicas arraigadas colectivamente a través del

mecanismo de la interiorización. De la epistemología genética le llamó la atención la forma

que utilizó Piaget para estudiar las estructuras intelectuales como representaciones mentales

del sujeto y el método que se orientaba a estudiar verbalizaciones de los infantes como la vía

de acceso para comprender los orígenes y la evolución de dichas estructuras. De los estudios

de Piaget retomó la posibilidad de analizar la estructura intelectual, y de los de Freud, el

hecho de poder acceder a las representaciones interiorizadas.

Reflexionando sobre los precursores intelectuales de la teoría de la representación social,

Moscovici identifica a los siguientes pensadores:

“1.- Vico y Marx, para quienes la gente conoce la sociedad porque la ha creado.

2.- Heisenberg, para quien el principio de incertidumbre enseña que el conocimiento de los

fenómenos naturales depende del observador..…. y

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3.- La experiencia del mundo del sentido común definida por algunos fenomenólogos, Heider

incluido.” (Moscovici, 1997, pp. 6-7).

El profesor inglés Robert Farr sostiene que una de las teorías antecedentes de la

representación social fue el planteamiento original de actitud de Thomas, el cual era muy

cercano al de representación. El autor señala: “Las actitudes sociales tal como las concebía

Thomas establecían una diferencia entre los valores del grupo inmigrante y los de la

comunidad que los recibía. Correspondían, según este autor, al aspecto subjetivo de la

cultura. Jaspars y Fraser avanzaron en la demostración de que Allport (1935), en su clásico

capítulo incluido en el Handbook of Social Psychology de Murchison (1935), transformaba

el concepto social de actitud en una representación puramente individual. Esto constituye

un antecedente importante para la futura distinción entre formas psicológicas y

sociológicas de la psicología social”. (Farr, 2003, p. 162).

En cuanto a las convergencias entre la teoría de las representaciones sociales con otras

provenientes de la sociología, antropología y psicología social, varios académicos han

encontrado las siguientes: Isaac Deutcher (1984) sostiene que los teóricos de la

representación social comparten afinidades con los interaccionistas simbólicos como Mead y

Blumer, y con los etnometodólgos como Garfinkel; Denise Jodelet (1991) encuentra

convergencias entre la teoría de Moscovici con la sociología del conocimiento de Berger y

Luckman, con la metodología del fenomenólogo Schutz y con la etnometodología de

Cicourel; Tomás Ibáñez (1988) añade a esta lista los procesos conversacionales estudiados

por Tarde y la psicología ingenua de Heider; Gustav Jahoda (1988) encuentra similitudes

entre la noción de representación social con las ideas de Bartlett sobre el pensamiento

cotidiano y con los antropólogos Holy y Stuchlik que desarrollan los llamados "folk models";

Ian Parker (1987) desde una posición crítica, halla aspectos comunes entre la teoría de las

representaciones sociales con la sociología individualista de Weber y, finalmente, Martín

Mora (2002) añade nuevas convergencias entre la teoría moscoviciana con la teoría crítica de

Habermas, la historia de las mentalidades y los métodos interpretativos del discurso social.

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En esta lista habría que incorporar a otros autores que influyeron en las ideas originales de

Moscovici, como Marx con su planteamiento de que las ideologías dependen de prácticas

sociales determinadas por el sistema socioeconómico, Peirce con su modelo terciario que da

sustento a la visión intersubjetiva, Levy Bruhl y el conocimiento de las formas sociales de

pensamiento y Batjin con el pensamiento dialéctico y la importancia del diálogo y del

lenguaje.

La riqueza teórica de la teoría de las representaciones sociales se ve capturada, también,

en la siguiente cita: “Tiene elementos que pertenecen a la psicología social crítica, a los

modelos dominantes de la corriente principal; nos acercamos también al modelo

etogénico de Rom Harré, al modelo del construccionismo social de la psicología social

discursiva. Estas son las grandes corrientes actuales dentro de la psicología social, junto a

la representación social, que están siendo consideradas y que permiten repensar de

manera nueva la psicología social” (Jodelet, 2004).

De lo expuesto en este apartado es viable concluir que la teoría de las representaciones

sociales posee fundamentos sólidos, ya que es heredera de las tradiciones más importantes

de investigación en ciencias sociales: del marxismo al psicoanálisis y de la epistemología

genética al interaccionismo simbólico. La teoría de las representaciones sociales, como se ha

visto, ha tendido puntos de contacto con las más diversas aproximaciones al

comportamiento social originadas en la psicología social, la sociología y la antropología.

El concepto de las representaciones sociales

Una de las razones que hace que el concepto de representación social sea difícil de

comprender, en particular para aquellos que se inician en su estudio, es que hasta ahora

no exista una definición única. Moscovici ha sido defensor de esta circunstancia ya que ha

argumentado que es preferible que no exista tal enunciación, ya que al ser una teoría en

expansión podría verse limitada por la imposición de una sola interpretación.

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De acuerdo con Castellotti y Moore (2002) son tres los aspectos interdependientes que

comparten las definiciones mas aceptadas sobre la representación social en la psicología

social, las cuales son: que se desarrollan y circulan a través de la comunicación; que

construyen y reconstruyen realidades sociales; y que la dan forma a la realidad externa

que circunda a los grupos, por medio de su organización sociocognitiva.

Se ha identificado a la representación social como una forma específica de conocimiento:

la del sentido común. Las representaciones sociales se edifican, comparten y circulan en

los espacios en los que interactúan las personas, tales como los salones de clase, las

reuniones familiares, el Internet, los cafés y las cantinas. La teoría de las representaciones

sociales se enfoca a entender las características del medio comunicativo, de las

interacciones sociales entre los individuos y la forma como se construye el conocimiento

grupal en la vida cotidiana.

La teoría de las representaciones sociales, hay que mencionarlo, funciona de acuerdo con

en el modelo terciario de Peirce, en el que el objeto es construido por los sujetos sociales

que interactúan. El objeto es aprehendido mediante una construcción intersubjetiva y sus

características son determinadas por los sujetos sociales que dotan de sentido al objeto.

Las representaciones del objeto se emancipan en cierto momento y pasan a formar parte

de un mundo intersubjetivo en el que fluyen libremente.

Es importante, entonces, reconocer la forma como los sujetos sociales dentro de sus

grupos o en contraposición a otros grupos, le dan sentido a los objetos de representación.

De esta manera, la representación social, juega un papel determinante en la configuración

de la realidad social. Jean Claude Abric define lo anterior con gran claridad. “Plantearemos

que a priori no existe realidad objetiva, pero que toda la realidad es representada,

apropiada por el individuo o el grupo y reconstruida en su sistema cognitivo, integrada en

su sistema de valores que depende de su historia y del contexto social e ideológico que le

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circunda. Y es esa realidad apropiada y reestructurada lo que para el individuo o el grupo

constituye la realidad misma” (Abric, 2004, p.12).

Para la teoría que estamos abordando el sujeto es un ser social, que posee distintas

pertenencias grupales, diversas identidades sociales y que desempeña un papel activo en

la construcción de su realidad social. Es un individuo cuya práctica social lo orienta a elegir

y activar los procesos de representación social de los objetos que le son significativos. Una

característica de las representaciones sociales es que es siempre y de forma simultánea la

representación de un objeto y de un sujeto social que la construye. Al respecto Belarbi

(2004) sostiene que cuando se generan representaciones sociales en grupos

culturalmente diferenciados: “el otro se convierte en un objeto y, al describirlo, lo que se

proyecta es el yo con sus esquemas de pensamiento, sus marcos de referencias”. (p.87)

Pues bien, y ahondando un poco más en sus características, hay un acuerdo mayoritario

entre los psicólogos sociales en considerar al sentido común, diferente al conocimiento

científico, como el ámbito en el que se construyen y comparten las representaciones

sociales. El mundo reificado de la ciencia está limitado por un especializado código de

lenguaje que sólo permite la participación en él de expertos en la materia. Es un espacio

restringido a los neófitos. La ciencia plantea la necesidad de que sus miembros efectúen

un razonamiento lógico y sistemático que se contrapone al pensamiento sesgado y

automático de la gente común y corriente.

Al contrario del conocimiento científico, el del sentido común no exige credenciales para

participar en él, ya que todas las personas expresan sin cortapisas las ideas que les vengan

en gana. A diferencia del conocimiento científico, el universo del sentido común no opera

mediante un método formal sino que hace uso de sesgos interpretativos, percepciones

selectivas, reducciones categoriales y de atribuciones de causalidad, entre otras.

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Son varias las funciones que cumplen las representaciones sociales, de acuerdo con Abric

(2004) algunas de ellas son:

Función de conocimiento: misma que facilita a los miembros del grupo la

comprensión y explicación de la realidad.

Función de identidad: ya que provoca que los miembros del grupo

conserven su identidad social, apreciando las características propias de su

colectivo social con base en normas y valores que tienen una determinación

histórica.

Función de orientación: toda vez que determina los comportamientos y las

prácticas sociales propias del grupo.

Función de justificación: la que permite validar las posturas y conductas

correctas del propio grupo.

Las funciones señaladas nos indican que las representaciones sociales se concretan en

formas de pensamiento práctico, que activan sujetos y grupos en la vida diaria.

Es importante referir ahora las tres principales escuelas que estudian las representaciones

sociales. De acuerdo con Banchs (2000) la primera aproximación es la que indaga las

representaciones desde una perspectiva antropológica y cultural liderada por Serge

Moscovici y Denise Jodelet. Una segunda aproximación la encabeza Jean Claude Abric y

sus colaboradores en la Universidad de Aix en Provence, la cual se orienta a develar las

características del núcleo central a un nivel sociocongnitivo. La tercera aproximación la

representa Willem Doise y sus colaboradores ginebrinos, la cual se enfoca a estudiar las

condiciones (muchas de ellas sustentadas en el conflicto y las posturas intergrupales) que

generan y difunden las representaciones sociales en el medio social.

Estas aproximaciones se diferencian también en cuanto al acento que ponen en el sujeto

de la representación. La sociocognitiva de Abric se enfoca hacia el sujeto social y la

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manera como se estructura el núcleo central de las representaciones sociales; en el

enfoque grupal se incluye la Escuela de Ginebra que está orientada a descubrir las

representaciones sociales intergrupales generadas en el conflicto social y, finalmente, en

el enfoque cultural se ubica la aproximación más tradicional de las representaciones

sociales, es decir, la encabezada por Moscovici, Jodelet y Marková la cual posee una

orientación más cultural, antropológica e histórica.

Para finalizar la introducción es importante anotar que las investigaciones actuales de las

representaciones sociales están orientadas a entender problemas sociales concretos

dentro de las áreas de la psicología social de la salud, la psicología social de la

cotidianeidad y la psicología de género. Rodríguez (2003), con base en reflexiones de

Wagner y Elejabarrieta, indica los campos de investigación más importantes en Europa,

utilizando la teoría que nos ocupa.

“En la investigación de representaciones sociales pueden distinguirse al menos tres

campos fundamentales:

a) La ciencia popularizada, que caracteriza la perspectiva de investigación

original de las representaciones como conocimiento de sentido común que

populariza y se apropia de la divulgación científica. Los temas de este campo de

indagación son las teorías científicas, el psicoanálisis, el marxismo, etcétera.

b) La imaginación cultural, que aborda la construcción cultural de los objetos

que pueblan el mundo social, centrándose en el análisis de objetos con una

historia larga, como el género, la sexualidad, la mujer, el matrimonio, la

enfermedad y la locura, entre muchos otros.

c) Condiciones y acontecimientos sociales, que trata sobre condiciones y

acontecimientos sociales y políticos, donde las representaciones que prevalecen

tienen un corto plazo de significación para la vida social. Los temas característicos

de este campo giran alrededor del conflicto social, tales como la desigualdad

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social, la xenofobia, los conflictos nacionales, los movimientos de protesta, el

desempleo, el aborto, el debate ecológico y el movimiento feminista, entre

muchos otros” (Rodríguez, 2003, pp.57-58).

La investigadora brasileña Angela Arruda sintetiza las principales características de la

teoría de las representaciones sociales:

“La realidad es socialmente construida, por lo tanto se disipan los límites

entre el sujeto y objeto.

Esta realidad construida está basada en el proceso de interacción-

comunicación.

Las formas de conocimiento, que construyen la realidad y que igualmente

constituyen formas de comunicación, son diferentes unas de otras, aunque

equivalentes – los universos consensuales y reificados son formas diferenciadas de

comunicación, aunque cada una sirva a su propia función y se comunica con la

otra-.

El sujeto que conoce es activo y creativo y hace uso de su almacén de

nociones así como de sus valores, intereses y proyectos para descifrar cualquier

cosa que sea nueva para él.

En sociedades complejas y multifacéticas en la era de la información y la comunicación de

altas velocidades, la representación social es característica de la organización del

pensamiento social”. (Arruda, 1998, p. 349).

Los niveles de explicación de las representaciones sociales

Se pueden identificar, de acuerdo con las diferentes perspectivas de investigación, la

existencia de tres niveles de aproximación al estudio de las representaciones sociales. En

primer lugar, se encuentra una orientación que considera que la representación social es

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una teoría social del conocimiento. La segunda explicación se enfoca a describir los

procesos sociocognitivos de construcción de las representaciones sociales y una tercera

aproximación es la que indaga las características de la representación social como un

producto.

La representación social como una teoría social del conocimiento

En la literatura sobre este tema, hay varios investigadores que conciben a las

representaciones sociales como una teoría social del conocimiento, toda vez que ha

establecido una serie de principios que describen la manera como se construye, comparte y

difunde el conocimiento social. Esta perspectiva describe los procesos de comunicación y

simbólicos que ocurren en el medio social y que determinan la generación de

representaciones propias de los grupos sociales.

Sobre este ámbito Jodelet (1991) estableció que en la psicología social la de las

representaciones sociales es el único ejemplo de una teoría sistémica y global vigente hasta

ahora. En este mismo sentido, Marková y Wilkie (1987) sostuvieron que la teoría de las

representaciones sociales es una teoría social del conocimiento que ha formulado con

claridad la determinación social de la mente. El mismo Moscovici señaló que "las

representaciones sociales pueden llevarnos hacia una psicología social del conocimiento que

nos permita comparar a los grupos y las culturas" (Moscovici, 1988. p. 214).

Nociones como las de la sociedad pensante, la representación social como medio, la

generación de representaciones sociales a partir del conocimiento científico, la era de las

representaciones sociales y las naturalezas prescriptiva y convencionalizadora, fundamentan

la teoría social del conocimiento.

Para la teoría de las representaciones sociales, los sujetos interactúan para crear significados

compartidos y dotar de sentido a su vida cotidiana. Para lograr este objetivo, los individuos

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deben interactuar sistemáticamente con miembros de sus propios grupos, así como con

representantes de exogrupos. Vivimos, pues, en una sociedad pensante en el que sus

integrantes se comunican todo el tiempo.

Los espacios para esa interacción son aquellos en los que se manifiesta el sentido común y

que están abiertos para la libre comunicación. Entre los escenarios que cumplen con esta

función están, como ya se ha referido, los parques, los cafés, los chats entre otros. Es ahí

donde los individuos intercambian nociones, procesan significados e interpretan eventos

inesperados.

Es importante tener en cuenta que las representaciones sociales se encuentran tanto dentro

de nuestras cabezas como en el medio intersubjetivo de significados. Este último se

constituye mediante la emancipación de ciertas representaciones que trascienden a los

grupos sociales que las edificaron y que ahora están disponibles para que los individuos

puedan acudir a ellas con el objetivo de manejarse en el medio social.

Sobre la existencia del medio de significados en el que habitan las representaciones sociales

emancipadas, Moscovici (1984), afirma que en todo momento nos encontramos rodeados de

imágenes, debates, ideologías, informaciones y reflexiones que transitan alrededor de los

sujetos sociales y que se adentran en ellos de manera imperceptible, sin requerir anuencia

alguna. Las representaciones autónomas se incorporan, simbólicamente, en un mundo

intersubjetivo, el cual es característico de las sociedades contemporáneas y que ha sido

concebido por varios teóricos como la “era de las representaciones sociales”. A este respecto

la psicología colectiva sostiene que “todo puede y debe ser visto como Comunicación, que el

mundo en sí mismo es una Intersubjetividad, y por lo tanto, su desarrollo consiste en

sistemáticamente ver todo como comunicación, y en asumir la obligación de no ver las cosas

de otra manera” (Fernández, 1994, p.111).

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Son varios los autores que otorgan un papel especial a la teoría en el estudio de las

sociedades contemporáneas. El profesor ginebrino Doise (1991b) concluye que la teoría se

aboca a estudiar las plurales relaciones simbólicas que se establecen en las comunidades

modernas, Farr (1987) sostiene que la línea psicosocial de investigación en representaciones

sociales será la antropología que estudie a las sociedades contemporáneas y Jodelet (1991)

considera que las indagaciones de las representaciones sociales son necesarias dados los

incesantes cambios sociales, la pluralidad de las sociedades y el desarrollo científico y

tecnológico.

El desarrollo de las telecomunicaciones y la informática, el avance de la ciencia, el flujo

incesante de la información y la mutación constante de los escenarios políticos, económicos

y sociales juegan un rol principal en esta era de las representaciones sociales. Parece ser que

para las sociedades modernas la permanencia es algo inexistente y la incertidumbre es la

característica de nuestros tiempos.

Es evidente que la ampliación de la comunicación generada por el crecimiento de los medios

de información es el principal proveedor de la construcción de representaciones sociales. Los

medios de comunicación e información masivas se encargan, entre otras tareas, de divulgar

los conocimientos provenientes de la investigación científica, para popularizarlos en el

universo del sentido común. De acuerdo con Moscovici, esta función es la más importante en

la creación de representaciones sociales, ya que pone a disposición de los individuos

significados aceptables del objeto de representación a compartir. Los sujetos dependen cada

vez más de los medios de comunicación, ya que éstos proporcionan los significados de los

objetos de representación que son necesarios para construir o actualizar el sentido común.

Al considerar las fuentes de generación de representaciones es importante no limitarse a

considerar como si fuera la única a la popularización y masificación de la ciencia. Diversos

autores han identificado varias orígenes que generan representaciones sociales. Jodelet

(1991), por ejemplo, menciona las experiencias anteriores de los individuos, los sistemas de

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creencias, la cultura, los afectos y la condición social. Ibáñez (1988) señala a los sistemas

ideológicos y de valores que predominan en la sociedad, así como a las condiciones sociales,

económicas e históricas. Moscovici (1984, 1988b) incluye a los hechos actuales, el

conocimiento objetivo de los grupos para controlar su propio mundo, la religión y las

representaciones sociales previas.

Vale la pena hacer mención de la relación que existe entre diversos tipos de comunicación y

su relación con la generación de las representaciones sociales, Doise diferencia tres

modalidades de comunicación: “en primer lugar se encuentra la difusión, en la que el

articulista, que recaba información de las fuentes científicas o directamente con los

especialistas, hace las veces de divulgador científico intentando popularizar las teorías y/o los

conceptos entre el público lector. La propagación es la segunda modalidad de comunicación.

A través de ella los grupos organizados intentan influir en los demás presentando

persuasivamente sus creencias y visiones particulares sobre asuntos determinados. La

propaganda es el tercer y último tipo de comunicación. Esta se inscribe dentro de una

situación intergrupal conflictiva y se presenta en forma dialógica en la que se intenta falsear

la argumentación del exogrupo, mientras que se hace resaltar la veracidad y justeza de la

argumentación del endogrupo. La primera modalidad produce opiniones; la segunda,

actitudes y la tercera, estereotipos” (González, 2001, p. 136).

Las representaciones sociales cumplen con dos importantes papeles en el mundo de

significado en el que participan: uno de ellos es el rol convencionalizador y otro el

prescriptivo. Es convencionalizador ya que logra que los objetos, personas o conceptos se

incluyan en categorías sociales previamente establecidas facilitando la comprensión y

manejo de nuevas realidades. La prescripción se refiere a la fuerza que las representaciones

tienen para imponer interpretaciones de la realidad. Serán más intensas si son generadas por

una representación social hegemónica que ha permanecido vigente durante mucho tiempo

en la cultura de determinado grupo social. A este respecto, Duveen y Lloyd (1986) muestran

la manera en que los procesos de socialización que conforman las identidades de género, son

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prescritas en los niños con base en las representaciones sociales de la masculinidad y la

feminidad que poseen los padres.

Para concluir con este apartado presentaremos unos apuntes de Ivana Marková en la que

establece las características de la representación social como una teoría social del

conocimiento, realzando los aspectos dialécticos y dialógicos. “Lo que hace que la teoría de

las representaciones sociales sea una teoría del conocimiento social es la conceptualización

de que:

las dinámicas del pensamiento, lenguaje y prácticas sociales a través de los

fenómenos individuales y socioculturales se crean por medio de la tensión, el

conflicto y la polarización de oposiciones.

hay una serie de conceptos interrelacionados y definidos de manera dialógica,

que siempre generan hipótesis”. (Marková, 2000, p. 442).

Procesos sociocognitivos participantes en la construcción de representaciones sociales

Como se comentó antes, además de ser una teoría social del conocimiento, la teoría de las

representaciones sociales explica los mecanismos sociocognitivos que construyen formas

compartidas de pensamiento social. La que daremos cuenta ahora.

Son dos los procesos sociocognitivos que se activan para generar en los grupos sociales

nociones compartidas sobre objetos, personas o conceptos. Uno de ellos es la objetivación y

el otro el anclaje.

La objetivación es el proceso que encarna los conceptos abstractos, es el que se encarga de

hacerle comprensible a los sujetos aquello que resulta inasible o borroso. Su función es

otorgarle una imagen a una entidad intangible para hacerla real, por lo que le da existencia y

voz, a todos los conceptos que no han sido incorporado a la red previa de conceptos.

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Son varios los ejemplos de objetivación que han tenido un impacto relevante en la

comprensión de la realidad social. La objetivación de la necesidad de usar el cinturón de

seguridad de los automóviles, la de darle sentido al virus AH1N1 y la de entender la

computadora personal en nuevos usuarios, son ejemplos de ello.

Este proceso sociocognitivo de construcción de lo real está comprendido por tres

subprocesos: la construcción selectiva, la esquematización estructurante y la naturalización.

La primera de ellas se refiere al subproceso a través del cual los sujetos que edifican la

representación social filtran el objeto a representar. Lo anterior se ejecuta con base en

intereses particulares del grupo de pertenencia, ya que se eliminan o envían al olvido los

elementos conceptuales que podrían resultan peligrosos para la identidad social positiva del

mismo colectivo, en términos de sus valores, cultura, ideología, etcétera. Este subproceso, tal

como indica Páez (1987), tiene como función principal lograr una descontextualización del

discurso o concepto, en el que se abstrae de sus condiciones de producción y de su sentido

ideológico. En el estudio primigenio de Moscovici sobre el psicoanálisis se muestra muy

claramente la construcción selectiva que llevaron a cabo varios grupos sociales en su

representación social de la teoría freudiana. Es revelador observar cómo los grupos católicos

apartaron de su conceptualización del psicoanálisis todo lo relacionado con el desarrollo

psicosexual y la función libidinal.

Otro de los subprocesos de la objetivación es la esquematización estructurante y se refiere a

la elaboración gráfica del concepto a representar, en el que se incluyen los principales

elementos que lo integran. Ejemplos de estos son los niveles de conciencia del psicoanálisis y

la pirámide estructural del marxismo. Moscovici (1988) afirma que en las sociedades

contemporáneas, con las características que se mencionaron previamente, existe una mayor

creación de estructuras icónicas que sostienen la elaboración de símbolos propios de la

objetivación.

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Posterior a la elaboración de las esquematizaciones figurativas, se hace necesario dotarlas de

sentido, humanizarlas. A este subproceso de la objetivación se le denomina naturalización.

El psicosociólogo Pablo Fernández (2004) reflexiona sobre este proceso y plantea que el

mundo de los objetos no es mismo que el de las cosas, ya que éstas últimas no interpelan a

los sujetos. Por lo contrario, los objetos son cosas a las que se les ha asignado un sentido

humano y que, en consecuencia, objetan algo a las personas ya que poseen un significado

particular.

El nombramiento, que en esencia es la creación de objetos, es importante ya que “esta

actividad no se reduce al mero acto bautismal sino que, al dotar de un nombre al concepto,

se le está confiriendo un sentido y una genealogía que la ubica dentro del fondo común de

representaciones al que todos podemos acceder. Al nombrar sacamos del anonimato aquel

concepto abstracto o no familiar que nos intriga dada la imposibilidad de poder referirnos a

él. Una vez que lo hemos etiquetado, el concepto a representar adquiere una serie de

características y tendencias que lo distinguirán. El concepto nombrado pasa a ser compartido

por los grupos que lo valoran de la misma forma y hacia el que tendrán una actitud social

similar” (González, 2001, p. 140).

La naturalización es, pues, dotar de dimensión humana a los objetos de representaciones

sociales. El decir que el que el cima está “loco”, o que el balón “se negó a entrar a la

portería”, son ejemplos de naturalización. A la objetivación, que es hacer concretos los

conceptos de la representación social, le sigue el anclaje que es el proceso que busca insertar

las nuevas nociones en la red de conceptos previos, lo que determina, en última instancia el

sentido del objeto de representación.

El anclaje tiene como finalidad el incluir el nuevo concepto representado dentro de la trama

de nociones ya elaboradas. De esta forma el significado del concepto se otorga por la

relación significativa que le da los conceptos ya introyectados pero, al mismo tiempo, la

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nueva inserción modifica la representación social configurada por los conceptos añejos. El

anclaje es el proceso que actualiza y modifica de manera dinámica las representaciones. Los

mecanismos del anclaje son la clasificación y el nombramiento.

La clasificación es el subproceso que tiene como resultante que el nuevo concepto a

representar se incluya dentro de una categoría social establecida. Esta incorporación no

ocurre de una manera natural, ya que siempre se realiza una evaluación positiva o negativa

del concepto producto de la identidad social del grupo que genera la representación social.

La prototipicalidad es el fenómeno que guía esta clasificación, misma que se puede observar

siguiendo dos caminos: la generalización y la particularización.

En la generalización, los sujetos sociales que están incorporando un nuevo concepto intentan

reducir las distancias entre éste y el prototipo perteneciente a la categoría en la que se

pretende insertar. La particularización ocurre cuando el concepto a representar no se ajusta

a las categorías sociales existentes, por lo que se establece una distancia entre el concepto y

el prototipo. La singularidad de la representación es el producto de este subproceso. Lo casos

de pederastia por parte de sacerdotes católicos se aleja del comportamiento típico de un

clérigo, lo que obliga a que las representaciones sociales, sobre todo las que provienen de

grupos de esa religión, se fundamenten en la particularización.

El anclaje es un proceso importante que determina y sostiene las relaciones sociales

intergrupales ya que, como bien señalan autores como Ibáñez (1988), Páez (1987) y Doise

(1991b), los sistemas de pensamiento grupales o ideologías son los que determinan la red de

conceptos previos en los que se incluyen nuevos elementos de representación social,

determinando, de esta manera, las relaciones entre los diferentes grupos en la sociedad.

Marková hace una interesante reflexión sobre la importancia tanto de la objetivación y el

anclaje en su contribución al mantenimiento o cambio de representaciones sociales. La

autora afirma que “aun cuando el anclaje como la objetivación contribuyen a la

19

estabilidad y cambio de las representaciones, el anclaje está orientado hacia la estabilidad

o hacia la permanencia del estado existente, mientras que la objetivación, por su parte,

está orientado hacia el cambio” (Marková, 2000, p. 448).

La representación social como un producto sociocultural

Se han abordado las perspectivas analíticas de índoles epistemológica y sociocognitiva, y

ahora se describirá el tercer nivel de estudio de la representaciones sociales, es decir, el

de entenderlas como un producto sociocultural.

Es importante tener en cuenta que las representaciones sociales son al mismo tiempo un

proceso y un producto. En el primer componente se integran los procesos que operan en

el mundo inter subjetivo y los que acontecen a nivel sociocognitivo y en el segundo se

encuentran los elementos que constituyen sistemas de creencias o ideologías. Lo anterior

se define muy puntualmente en la siguiente idea: “podríamos entonces distinguir entre

pensamiento constituyente, es decir procesual, y pensamiento constituido, es decir, el

producto o contenido que se realiza alrededor de una estructura” (Banchs, 2000, p. 4).

Como un producto sociocultural se pueden identificar, de acuerdo con Herzlich (1975), las

dimensiones de actitud, nivel de información y campo representacional.

La actitud se refiere a la evaluación positiva o negativa que el sujeto social hace del objeto de

representación a constituir, la cual se determina por valores, afectos, normas y sistema de

creencias del grupo de pertenencia. Es por eso que los objetos más polémicos y que reflejan

posturas intergrupales mas diferenciadas, son los más viables a convertirse en

representaciones sociales.

La información puede ser analizada con base en su cantidad y calidad. De acuerdo con Tomás

Ibáñez (1988) el nivel de información refleja la inserción social de los grupos que detentan la

20

representación social, ya que la clase social determina las prácticas sociales y, en buena

medida, la accesibilidad a las fuentes de información.

El campo representacional, muestra la forma en que se interrelacionan las nociones que

componen una determinada representación social. En el campo de la representación se

identifican el núcleo central y los elementos periféricos.

Como se ha podido observar, la teoría de las representaciones sociales puede ser estudiada

en tres niveles diferentes de aproximación. Es importante hacer hincapié en que lo

conducente es abordar, en toda investigación sobre representaciones, los tres niveles para

así entender el contexto de comunicación que evidencie el medio de significados, los

procesos constructivos desde una perspectiva sociocognitiva y la representación social como

producto sociocultural.

La estructura de las representaciones sociales y la tesis del núcleo central

Muchas de las actuales aproximaciones teóricas se han orientado a indagar la estructuración

de las representaciones sociales. La tesis fundamental es que existe un núcleo central que

determina la permanencia o modificación de toda representación. La importancia de la

estructura que conforman los elementos periféricos en su relación con el núcleo central

consiste, principalmente, en una serie de funciones, que de acuerdo a Araya (2002) son:

De concreción: Son dependientes del contexto, anclan la representación en la

realidad social de los sujetos y la hacen transmisible, además de que expresan el

presente y los contenidos relevantes para las personas.

De regulación: La flexibilidad de los elementos periféricos facilitan la adaptación de

las representaciones sociales a nuevos contextos, ya que dejan estable al núcleo

central, mientras incorporan nuevos elementos periféricos de representación.

21

De defensa: La organización de las nociones periféricas sirven de contención a las

presiones de modificación del núcleo central, ya que hace operar diversos

mecanismos para detener la modificación. Acciones como las reinterpretaciones,

las deformaciones defensivas de información, los cambios de ponderaciones y

otros mecanismos cognitivos.

Este planteamiento es importante ya que diferencia entre los elementos periféricos que

definen, en buena medida, el sentido de la representación y su núcleo central, de la que

depende su permanencia.

A este respecto Huotilainen (2005) señala que junto al núcleo central puede coexistir otro

núcleo denominado themata (del que habrá una explicación poco más adelante), cuyas

principales características son que contiene elementos arquetípicos o preconcepciones

establecidas, que son resultado de procesos de larga duración, y que pueden manifestarse

como historias retóricas y creencias sociales.

Los elementos periféricos se modifican constantemente, pero la representación social sólo

cambiará cuando el núcleo central deje de operar. Sobre este aspecto en particular Abric

sostiene que: “El núcleo central – o núcleo estructurante - de una representación garantiza

dos funciones esenciales:

Una función generadora: es el elemento mediante el cual se crea y se

transforma la significación de los otros elementos constitutivos de la

representación. Es por su conducto que esos elementos toman un sentido, un

valor;

Una función organizadora: es el núcleo central que determina la naturaleza

de los lazos que unen, entre ellos, los elementos de la representación. Es en este

22

sentido, el elemento unificador y estabilizador de la representación” (Abric, 2001,

pp. 20-21).

Conocer la estructura de la representación y hallar el concepto central tiene importantes

alcances en el terreno de la psicología social aplicada, ya que se pueden establecer

estrategias para modificar representaciones sociales relacionadas con, por ejemplo,

comportamiento proambientales, utilización del preservativo, campañas de información

sobre adicciones, entre otras. Al identificar los elementos estructurales conocemos las

características que son relevantes de la representación social de un grupo. “En cada caso el

investigador debe identificar lo que Lucien Goldmann llama estructura significante,

aludiendo a una estructura que tiene importancia funcional para un determinado grupo.

Las representaciones sociales como estructuras significantes identifican tanto al grupo

que construye una representación como al contenido representado” (Duveen y Lloyd,

2003, p.33).

Por otra parte, es importante señalar que existe tanto una determinación social, como

otra lateral en la estructura de las representaciones sociales. La determinación social está

relacionada con aspectos socioculturales y determina el contenido histórico de la

representación, mientras que la determinación lateral tiene un origen en las experiencias

propias del sujeto. “Banchs (1984) conceptualiza a sendas determinaciones puntualizando

que la influencia de las condiciones socioeconómicas e históricas de una sociedad aluden a

la determinación social central; mientras que la huella del individuo, su aporte como

sujeto de una colectividad, se traduce en la determinación social lateral” (Mora, 2002,

p.13). Por otra parte, Araya (op.cit) hace hincapié en la necesidad de observar en el núcleo

central de una representación, la existencia de la realidad histórica-social en la evolución

del concepto.

Podemos concluir este apartado señalando, en el mismo sentido que Rodríguez (2003),

que el núcleo central es el elemento estable que le da permanencia a la representación,

23

ya que en él se incluyen significados culturales propios de la memoria colectiva, mientras

que los elementos periféricos son los que explican la variabilidad de las representaciones

sociales y su característica dinámica.

Los grupos y la representación social

Sobre la supuesta circularidad de las definiciones en las que participan los conceptos de

representación social y grupo, se puede afirmar que ambas nociones son, en realidad, dos

caras de la misma moneda. Por un lado está el grupo social integrado por sujetos social

concretos que a través de la interacción cotidiana establece representaciones

endogrupales y exogrupales y, por el otro, los procesos sociocognitivos de construcción de

representaciones.

Existen, además, varias opiniones académicas que sostienen que las representaciones

sociales sólo se constituyen como tales cuando forman parte de la identidad social de un

grupo y que es, precisamente, en situaciones de conflicto intergrupal cuando se

manifiestan representaciones sociales más claras, con mayor consenso y una mejor

estructura.

La importancia de los grupos como generadores de representaciones es fundamental ya

que si se quisiera hacer una teorización sobre representaciones sociales individuales,

pronto se caería en la cuenta de que el investigar tales procesos, podría resultar en un

estudio de cognición social individualista, pero no de representaciones sociales, toda vez

de que las representaciones sociales son construcciones de pensamiento llevadas a cabo

por individuos sociales que pertenecen a grupos sociales específicos, los cuales comparten

una visión común de la realidad.

24

La importancia de las prácticas sociales

Jean Claude Abric (2004) sostiene que las representaciones sociales no son simples

elaboraciones sociocognitivas respondientes que se activan en individuos que crean

conocimientos comunes, sino que están determinadas por prácticas concretas que llevan

a cabo sujetos sociales pertenecientes a grupos determinados.

Este aserto resulta determinante desde una perspectiva teórica ya que define las

condiciones sociales que hacen que surjan de manera natural las representaciones

sociales, por lo que resulta equivocado abstraerlas de la actividad de los grupos que las

construyen. Por lo tanto se puede concluir que es inexistente una representación social

que no esté relacionada directamente con la práctica social del grupo que las establece.

La relación entre la práctica social y la generación de representaciones sociales la definen

con claridad Prado y Krause (2004): “El proceso de elaboración de conocimiento

generalmente se produce a partir de modificaciones en las condiciones de vida al interior

de una sociedad. Un fenómeno desconocido para un grupo, si es suficientemente

relevante, inicia un proceso de comunicación colectiva para hacerlo inteligible y

manejable y para adaptar simbólica y prácticamente al grupo a las nuevas condiciones de

vida. El resultado de los procesos comunicativos y discursivos son las representaciones

sociales, que caracterizan el estilo de pensamiento de los miembros de un grupo. El grupo

da origen a un bagaje común de conocimiento, sentido común y modelos de justificación.

El discurso y la comunicación que crean las representaciones sociales tienen lugar en los

grupos reflexivos, que son aquéllos definidos como grupos por sus miembros”. (p.60-61)

Se puede afirmar, entonces, que las representaciones sociales son el producto de la

interacción social de individuos pertenecientes a diversos grupos sociales, y que en ella se

observa la marca de su actividad social. Las representaciones sociales trasmiten y

actualizan las prácticas sociales de los grupos.

25

Nuevos persepectivas en el estudio de la teoría de las representaciones sociales

Entre los desarrollos actuales más interesantes de la teoría de las representaciones

sociales destaca, principalmente, la perspectiva de la profesora Ivana Marková quien

manifiesta que es indispensable estudiar las representaciones sociales desde una

aproximación dialéctica y dialógica.

Recurriendo a los postulados del lingüista ruso Batjin, la académica de la Universidad de

Sterling, aborda las representaciones sociales en su dimensión de proceso y producto de

la comunicación, por lo que el diálogo intersubjetivo es algo inherente en la construcción

de conceptos. “La teoría de las representaciones sociales en la formulación de Moscovici,

pertenece a una muy amplia familia de aproximaciones teóricas que resaltan una

epistemología dialógica. La epistemología dialógica, sostengo yo, es en el presente la única

alternativa viable a la tradición individualista y a la epistemología estática, que, como

muchos han argumentado, son totalmente inapropiadas para la investigación social

científica (Marková, 2000, pp.420- 421)”.

La perspectiva dialógica, como Billig (1996) también lo concebía, permite a los sujetos

sociales reconocer las posturas de los otros a través de la identificación de los

planteamientos del exogrupo, lo que genera reflexiones endogrupales más profundas.

Para Marková la epistemología dialógica es propia de las ciencias humanas y sociales, a

diferencia de las ciencias naturales cuyo objeto de estudio no tiene la capacidad de

generar lenguaje simbólico.

La dialéctica, por otra parte, está también fundamentada en el diálogo, pero ocurre a un

nivel de conciencia más abstracto. “Tanto para Heráclito, como para Hegel, todos los

fenómenos vivos sostienen tensiones internas de fuerzas contradictorias. Hegel observó

contradicciones en la realidad social, en la naturaleza y en el pensamiento y concluyó que

26

esas contradicciones son encabezadas por un movimiento dialéctico en la mente (op. cit.,

p.428).

La epistemología dialéctica enriquece a la teoría de las representaciones sociales en el

sentido de que todo concepto posee una noción antitética y que es en el conflicto entre

estos elementos donde nace la construcción de redes de conceptos diferenciados

grupalmente, ya que talas nociones son atribuidas a los miembros de los grupos que se

están diferenciando socialmente. De hecho, se ha creado una categoría de análisis

representacional que incluye a las nociones antitéticas como parte de un todo. A ésta

categoría se le ha denominado temata.

Los temata son en esencia díadas (aunque pueden presentarse como tripletas) de

conceptos que incluyen antítesis. Estos temata son muy comunes en el mundo científico y

se observan en polarizaciones como las de análisis/síntesis, racional/irracional,

simple/complejo, evolución/involución, concreto/abstracto, y deducción/inducción, entre

otras. Aquí es necesario mencionar que también en el pensamiento social se encuentran

estos temata cuyo origen se remonta a la socialización misma de los individuos y que se

aplican en la vida cotidiana al utilizar díadas como bueno/malo, justo/injusto y amor/odio.

Los temata son importantes para explicar la generación de representaciones sociales ya

que muestran la condición social del pensamiento de los individuos, los cuales están

acostumbrados a razonar con base en antinomias y oposiciones. Aunque algunas veces

puedan ser inconscientes, los temata enfocan el debate grupal, incrementan las tensiones

y son una vía para la posible resolución de representaciones sociales intergrupales en

conflicto.

Los temata, se puede concluir, son la base de las representaciones sociales culturalmente

determinadas, las cuales se imponen, como en el caso mencionado, a la realidad social

intergrupal. Son, como se argumentó antes el elemento que expresa un conflicto

27

sociocognitivo que tiene su fundamento en las prácticas sociales y que alienta el cambio

social a través de la superación de ese conflicto.

Otra aproximación teórica muy interesante y, por demás, oportuna dados los tiempos de

cambio social y tecnológico que vivimos, es la presentada por Denise Jodelet, quien

propone una recuperación del sujeto en las investigaciones sobre representaciones

sociales.

La autora señala que un predominio en la orientación colectivista en el estudio de las

ciencias sociales, que se instauró en los años setenta del siglo pasado, convirtió al sujeto

social en algo inexistente, manipulado o en actor de roles que sólo le son impuestos. El

planteamiento de la psicóloga francesa va en el sentido de rescatar al “agente” que

participa en los cambios sociales. Expresa que teóricamente la representación social

siempre ha considerado al sujeto como un ente activo que se comunica y construye su

propia realidad. El problema fundamental es que en un buen número de investigaciones,

estos principios los da como una obviedad, por lo que se enfocan a describir la estructura

o los procesos sociocognitivos de la representación.

Sobre la subjetividad, Jodelet (2008) refiere: “La noción de subjetividad nos lleva a

considerar los procesos que operan a nivel de los mismos individuos. Por más de que

nuestras indagaciones apuntan a detectar los elementos representacionales compartidos,

sería reductor eliminar de nuestro examen lo que corresponde a los procesos por los

cuales el sujeto se apropia de y construye tales representaciones. Estos procesos pueden

ser de naturaleza cognitiva y emocional, y depender de una experiencia en el mundo de

vida (Jodelet, 2006). Ellos remiten, igualmente, a estados de sujetamiento o de

resistencia, de los que hemos hablado anteriormente. Desde este punto de vista conviene

distinguir las representaciones que el sujeto elabora activamente de las que el mismo

integra pasivamente, en el marco de las rutinas de vida o bajo la presión de la tradición o

de la influencia social”. (pp. 51-52).

28

Una última tendencia en el estudio de las representaciones sociales es otra reflexión de la

ex profesora de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de Paris, Denise Jodelet.

Ella considera que los estudios sobre las representaciones sociales no deben contentarse

con los resultados obtenidos en sus estudios, sino intervenir para transformar la realidad

social.

Jodelet (2007) señala las razones para realizar intervenciones en los grupos que

participaron en un estudio de representaciones sociales y que son: para devolver los

resultados de los estudios a quienes participaron en él, lo que presupone un respeto por

las personas que aportaron sus datos y para incidir, con información, en la concientización

y cambio social proveniente de la comunidad misma. Afirma, además, que toda

intervención social debe partir de un reconocimiento de las representaciones sociales que

comparten los miembros de la comunidad sobre un problema específico. Este

conocimiento es fundamental para llevar a cabo un cambio deseable. Ella señala: “Fals

Borda, Paulo Freire, Ignacio Martín Baró, Alain Touraine, por citar apenas a los más

importantes, subrayan que toda intervención social cuyo objetivo es la transformación de

lo social depende de las posibilidades y recursos de los grupos entre los cuales se destacan

sus saberes. Toda intervención centrada en el cambio de la realidad social implica una

valorización de los saberes populares, la imprescindible necesidad de tomar en cuenta

esos saberes en la interacción entre los investigadores y los grupos sociales. También

aparece la importancia del trabajo sobre los saberes ingenuos, en términos de

desideologización, de concientización y de formulación de nuevas necesidades e

identidades” (pp.198 – 199).

La línea recomendada por la doctora Jodelet significa no solo dotar a la teoría de las

representaciones sociales de mayor relevancia social, sino que se podría construir una

metodología de intervención social de largo alcance, con base en el desarrollo teórico que

por casi cincuenta años se ido construyendo en diversas universidades del mundo.

29

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