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LOS APORTES DE ARTURO ÚSLAR PIETRI A LA ECONOMÍA VENEZOLANA Antonio Paiva Reinoso Caracas, Junio 2001

LOS APORTES DE ARTURO ÚSLAR PIETRI A LA ECONOMÍA VENEZOLANA

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LOS APORTES DE ARTURO ÚSLAR PIETRI A LA

ECONOMÍA VENEZOLANA

Antonio Paiva Reinoso

Caracas, Junio 2001

1. La dimensión universal de Arturo Úslar Pietri.

Arturo Úslar Pietri (AUP) fue, sin lugar a dudas, el venezolano de

mayor nivel de actividad intelectual y creativa durante el siglo XX. Su obra

literaria excede las fronteras del país y del idioma para constituirse en un

baluarte de las letras universales. Fue un hombre de dilata actuación pública y

política. Su caudal cultural le permitió además enriquecer la tradición

ensayista venezolana en muchos libros y, sobre todo, en artículos periodísticos

que aun se recuerdan con el placer de la buena prosa. Otros aportes

importantes de Úslar han sido en el campo de la crítica literaria y artística: la

vigencia de sus ideas educativas, esa inmensa capacidad de comunicación que

tuvo su palabra dicha y escrita, y otras muchas contribuciones a su país, lo

colocan en una dimensión universal extraordinaria.

En este trabajo nos colocamos en la difícil tarea de analizar su obra

y sus aportes en el campo de la economía. AUP no tuvo una formación

académica económica formal. Se graduó de doctor en ciencias políticas y de

abogado y fue a Europa donde se encontró con una realidad cultural tan

diferente que, entre otras cosas, le permitió apreciar que las naciones del viejo

continente se tomaban en serio los asuntos económicos y que no era posible

una transformación de la sociedad sin un manejo acertado de los problemas

de la economía.

En aquellos años AUP comprendió las tremendas limitaciones que

tenía una Venezuela rural y atrasada en la formulación de políticas públicas

que permitieran superar la pobreza, educar la población y crear condiciones

que facilitarán la generación de riquezas en el país.

Como dice Jorge Olavaria (1), uno de sus amigos cercanos, cuando le

interrogamos sobre la formación académica de AUP en el campo económico:

“Los orígenes de su formación son muy evidentes: No tuvo ninguna

formación académica y aprendió enseñando cuando fue nombrado

catedrático de economía en la facultad de Derecho en 1936. Sabrás que en

ese momento no había facultad de economía y fue él quien lo creó.”

(Mayo, 2001).

Esta respuesta de Olavaria fue de gran ayuda, porque estuve indagando

mucho sobre sus cursos formales, sobre su amistad con Alberto Adriani y la

influencia que éste ilustre economista había tenido sobre AUP y los resultados

fueron magros: no encintré evidencia documental ni referencias de amigos ni

allegados que permitieran un perfil claro de la formación económica de AUP.

Ello genera dos reflexiones, contradictorias y complementarias: una, la

ausencia de una formación formal en el campo económico que le permitiera a

UAP una dimensión científica, acabada e integradora de los fenómenos

económicos para sus propósitos transformadores de Venezuela y, por otra

parte, la inmensa capacidad de estudio y de ilustración que le permitió a AUP

aproximarse a la dinámica de la economía y como se manifestaban los

problemas económicos del país.

Fue precisamente este venezolano universal quien creó los estudios de

economía en el país y, en alguna gran medida, quien más ha influido sobre los

conductores políticos de la nación, con su planteamiento de “sembrar el

petróleo”.

____________

(1) En este trabajo, salvo que se indique lo contrario, las notas bibliográficas

están referidas a los 4 tomos del “Análisis y ordenación de la obra económica de

Arturo Úslar Pietri” realizada por la Academia Nacional de Ciencias Económicas,

entre 1990 y 1991.

Es bastante sencillo señalar que AUP manejó, en sus años mozos,

algunas ideas económicas abiertamente favorecedoras de la intervención del

Estado en la economía. Su polémica con Enrique Pérez Dupuy sobre la

centralización del oro y de las reservas internacionales en el Banco Central de

Venezuela (BCV) lo enfrentan a tesis radicalmente liberales:

“El estado venezolano no puede permanecer indiferente ante el diario

e impune atentado que se comete contra la riqueza nacional. El Estado

está llamado a intervenir pronta y enérgicamente para poner justo

término a los inveterados abusos que un escaso sector venezolano comete

contra el progreso y la riqueza patrios. El Estado, así como está obligado

a dar a cada hombre el goce efectivo de su condición ciudadana, está

obligado a restablecer sobre bases de equilibrio, de justicia y de eficiencia

nuestra economía, con un criterio dominado exclusivamente por el

interés colectivo y nacional” (Diario Ahora, 30/5/36) .

También es notoria su conferencia para los militantes del PDV en

septiembre de 1941 donde se refiere a la libertad económica y la intervención

del Estado. AUP critica de manera precisa las ideas de Adam Smith sobre la

economía, al referirse al pensador inglés dice:

“Concebía que hay un órden económico natural, y que este es lo mejor

posible; y en consecuencia, a los hombres no les corresponde sino

respetar totalmente ese orden, no interferirlo, dejarlo seguir, sin siquiera

meter la mano en una de aquellas ruedecillas del delicado y espontáneo

mecanismo.

Adam Smith asienta que el hombre está movido por su interés

individual, y lo descubre y analiza en aquel análisis cabal y hermoso que

hace de la división del trabajo; y luego afirma que ese interés individual

coincide con el interés general siempre y en toda circunstancia. Aquí está

la contradicción profunda del credo liberal, la enfermedad mortal del

principio del liberalismo económico que lo llevará a la desaparición” (La

libertad económica y la intervención del estado. Septiembre, 1941).

En la misma conferencia aboga por concentrar el poder en el Estado,

como palanca transformadora de Venezuela, y dice sin ambages:

“...en Venezuela no hay sino dos caminos: o dejar que la

transformación económica operada por el petróleo juegue libremente, y

esto se transforme en ese gigantesco Caripito, en un inmenso Curazao; o

que se haga punto de interés nacional que el gobierno intervenga

enérgicamente, canalice ese flujo de riqueza, lo dirija y lo obligue a

invertirse en forma reproductiva y permanente, a fin de ir creando una

actividad económica que garantice que, el día en que desaparezca el

petróleo, Venezuela será una nación normal, que podrá seguir viviendo.”

” (La libertad económica y la intervención del estado. Septiembre, 1941).

AUP sufrió un duro exilio, le correspondió dar clases en la Universidad

de Columbia y vivir en los Estados Unidos. Al caer el gobierno de AD regresó a

Venezuela y trabajó en la principal empresa de publicidad del país. Sus

lecturas y viajes, así como su talento le hicieron variar su pensamiento en

muchas de sus concepciones intervensionistas y del exagerado papel que

atribuía al Estado en la economía venezolana. Sus páginas periodísticas y sus

intervenciones en el Congreso y en un sin número de coferencias y entrevistas

dejan ver a un venezolano defensor de la libre empresa, propenso a la libertad

de invertir:

“Esa empresa privada es lo que hasta este momento ha asegurado en

gran parte el desarrollo de Venezuela”. (Discurso en el Congreso de la

República. Julio, 1959).

AUP devino en una voz mas crítica frente al papel desbordado del

Estado y de la incapacidad de los venezolanos de manejar acertadamente el

petróleo, al cual le acuñó una de sus famosas frases: el del “minotauro”

indómito e incontrolable:

“Digo, sencillamente, que el capitalismo de Estado en Venezuela ha

conducido a un despilfarro continuo de los dineros públicos y que no hay

razones para pensar que, dentro de las circunstancias presentes de

nuestro país, los futuros ensayos de capitalismo de Estado que hayamos

de realizar de apartarse de esta línea.” (Discurso en el Congreso de la

República. Julio, 1959).

Sin embargo, su pensamiento no puede alinearse bajo ninguna

escuela o corriente del pensamiento económico, como tal vez corresponda a

un humanista como AUP. Es necesario decir, en justicia, que poco a poco fue

convirtiéndose en una referencia obligada para el análisis de los grandes

problemas del país y en cuyas coordenadas económicas expresaba la angustia

de sentir que había en su alrededor una economía rentista, distributiva y no

productiva, esencialmente inútil para el esfuerzo creador.

En las siguientes páginas analizaremos los aspectos esenciales de su

aporte a la economía venezolana.

2. El principal aporte.

En nuestra opinión el principal aporte de AUP a la economía

venezolana fue la creación de los estudios de economía del país.

Efectivamente, durante su paso por Europa en sus años mozos crearon en él la

clara conciencia de la necesidad de crear, de manera formal y con sentido

científico, los estudios de economía en el país:

“...es un aporte fundamental para la formación de una conciencia

venezolana activa y dirigente.” (Palabras pronunciadas en la instalación

de la Escuela Libre de Ciencias Económicas y Sociales. Octubre, 1938).

Para AUP la economía es una ciencia viviente y actuante que se

relaciona directamente con el bienestar de una nación, con su grandeza y

prosperidad. Pensaba que además del estudio de los clásicos y de las técnicas

económicas, era necesario contemplar y analizar profundamente los

complejos problemas de la producción y de la distribución de los bienes y de

la riqueza.

AUP no vislumbraba un profesional dogmático y estéril, sino un

hombre capaz y eficaz en el camino del conocimiento y la investigación de los

problemas económicos y del equilibrio social de las naciones.

Ser economista en Venezuela -o en cualquier país- no ha sido ni será

fácil. Con frecuencia se acusa a estos profesionales de ser insensibles ante la

realidad social, el hambre y la miseria. Algunos graduados de otras disciplinas

tienen la ventaja de la experimentación o simulación previa, otros sólo

trabajan sobre el pasado, los códigos, lo dicho y/o hecho por seres que ya no

existen. AUP desde el principio, advirtió sobre las desviaciones y la

indiferencia, sobre los pronósticos caóticos y, sobre todo, erráticos.

Los economistas toman decisiones, o mejor: recomiendan

decisiones, que afectan a la población. Y estas orientaciones son tomadas

considerando un comportamiento racional de los agentes económicos: se

acepta que entre 2 alternativas de igual costo, siempre se preferirá aquella que

genere mayor beneficio y, por lo tanto, una persona tratará siempre de

obtener el mayor provecho (renta, beneficio, satisfacción) al menor costo

posible. Este principio es una tendencia general y como tal debería ser

aceptada. Aunque no siempre es tomado en cuenta, como lo demuestran los

ayatolas que han regido por años la economía venezolana. El problema surge

cuando, para realizar su elección, las expectativas de los agentes se alejan de

lo racional. Allí se constata y desde los orígenes de los estudios de economía,

ya AUP advertía que el análisis económico es incompleto si no se ponderan los

factores culturales, históricos y de la psicología social e individual.

En este peregrinar de formar una Escuela y una Facultad universitarias

pasó AUP muchos años, en una sociedad donde se compartía la función

ministerial con la de la docencia y todavía algunos recuerdan como los

estudiantes y profesores de otras facultades se agolpaban a su salón de clases

a ver a un profesor que, por primera vez en el país, utilizaba un rústico mapa

de Venezuela para indicar la localización de las actividades económicas.

En un principio, la economía se centraba en explicar la causa de la

riqueza. Luego se concentró en explicar el crecimiento relativo de las naciones

y la propia teoría del bienestar que, a pesar de la crasa ignorancia de esta

realidad por parte de muchos críticos, se centra en la redistribución del

ingreso y la erradicación de la pobreza. Recientemente se han incorporado a

las valoraciones económicas el concepto de desarrollo sostenible, acogiendo

las crecientes preocupaciones por el medio ambiente. Ha sido un inacabado

proceso de reflexión bien alejado, por cierto, de la enseñanza manualesca de

algunas escuelas de economía del país y del mundo, tal y como lo aspiraba

AUP.

En consecuencia, para AUP un economista debía ampliar su horizonte

cultural y científico de manera muy amplia. Tener una mente amplia, como lo

vislumbraba su esencial humanismo, para no ser ajenos a lo que hoy son las

elaboraciones de la nueva economía, los avances en biotecnología, las

manifestaciones de retorno del fundamentalismo religioso o los avances en la

informática. Hay de aquel economista, señalaba AUP, que crea que ya lo sabe

todo, que el determinismo marxista tiene la respuesta completa, que no lea la

prensa, ni participe en congresos ni conferencias. Desde los desarrollos

matemáticos hasta las novísimas investigaciones historiográficas inciden en la

calidad de los análisis profesionales y un economista debe conocerlos.

En una ocasión, con motivo de un homenaje que le rindió la Sociedad

Venezolana de Economistas Consultores, AUP refirió que había asistido a una

conferencia sobre la renta petrolera del brillante economista venezolano

Asdrúbal Baptista y que sintió, en lo mas íntimo, la satisfacción de haber

creado unos estudios que habían producido un profesional de la calidad y

profundidad del conferencista.

3. Sembrar el petróleo.

La frase mas famosa de AUP es la de “sembrar el petróleo”. En su

famoso editorial consagra, mas que una opinión, lo que ha sido un programa

de gobierno:

“Si hubiéramos de proponer una divisa para nuestra política económica,

lanzaríamos la siguiente que nos parece resumir dramáticamente esa

necesidad de invertir la riqueza producida por el sistema destructivo de

la mina en crear riqueza agrícola productiva y progresiva: sembrar el

petróleo” (Editorial del Diario Ahora. Julio, 1936).

AUP estudió el impacto del petróleo sobre la sociedad venezolana, y

desde muy joven se angustiaba por los cambios definitivos que la economía de

los hidrocarburos estaban provocando en el país. La riqueza petrolera iba a

desplazar las otras actividades productivas de Venezuela. La renta petrolera

produciría inmensos presupuestos que se iban a gastar, a derrochar y

despilfarrar. Los gobiernos y la población estaban cayendo en una gigantesca

danza de millones que produciría una borrachera perversa. Y, al final, cuando

ya no hubieses más petróleo, el país quedaría sumido en una desolación y una

pobreza inclementes. Una vez mas se perdería la oportunidad de cambiar al

país y crear una riqueza estable y permanente.

En consecuencia, era necesario utilizar los recursos del petróleo

para crear una economía alternativa, basada en la agricultura y en la

industria. El petróleo había de ser utilizado en mejorar la salud y la educación

de los venezolanos, en crear una infraestructura que permitiera el desarrollo

del país y la prosperidad de sus pobladores.

Este planteamiento de AUP es, en el fondo, el programa de gobierno de

todos los partidos políticos de Venezuela desde los años 30 hasta el presente.

Fue la política económica que utilizó el partido Acción Democrática y su líder

Rómulo Betancourt; fueron las acciones del gobierno militarista y

desarrollista de Pérez Jiménez; las políticas públicas que aplicó el pacto de

Punto Fijo y el que ha venido instrumentando el gobierno de Chávez.

Los resultados no pueden ocultarse, la siembra del petróleo ha sido un

terrible fracaso para Venezuela:

1) Las actividades manufactureras se limitaron a la sustitución de

importaciones, al mero ensamblaje. No se construyó una

industria estable, que evolucionara con los tiempos y la

competencia mundial. La industria de bienes de capital es un

parapeto y, al inicio del siglo XXI, contemplamos un curioso

fenómeno de desinversión y desindustrialización, a pesar de los

enormes recursos aplicados al desarrollo industrial.

2) Sólo muy pocos sectores manufactureros que han logrado

importantes avances en tecnología y competitividad, por estar

ligados a la actividad de bienes de capital para la industria

petrolera o a las exportaciones y, en consecuencia, sometidos a

una fuerte competencia internacional, las empresas

transformadoras siempre se han amparado en protecciones

arancelarias y para arancelarias, en créditos blandos y en un

mercado cautivo para manejar un esquema que no produjo, a la

postre, los beneficios deseados de valor agregado, empleos

estables y bien remunerados. Los aportes a la industria nacional

no han sido compensados con ganancias de mercados externos

que garantice una sólido flujo de divisas para la nación, ni por

los ahorros en sustitución de importaciones ni por la conquista

estable de mercados internacionales.

3) El estado venezolano se sobredimensionó y desmedido aumento

del ingreso fiscal que generó una descomunal expansión del

gasto público, que se concentró en obras públicas,

infraestructura y servicios. La estructura del sector público se

acomodó a las presiones sectoriales de grupos, que disputaban

asignaciones presupuestarias y contrataciones de obras públicas

con una alta discrecionalidad y, en consecuencia, ineficiencias y

corruptelas que ha producido poco bienestar y muchos

beneficiarios.

4) La agricultura venezolana ha sido objeto de protección,

subsidios, créditos blandos y un sinfín de planes con escasos

resultados, una producción insuficiente sin posibilidades de

competir. Miles de millones de bolívares han ido a parar en

equipos, plantaciones y rebaños incapaces de cubrir el mercado

interno y con escasa capacidad exportadora.

5) Las industrias mal llamadas ”Básicas” que pretendieron

solidificar una economía basada en la explotación del hierro, el

aluminio y la hidroelectricidad no pudieron, debido a la

incapacidad gerencial y las corruptelas, crear cadenas de

producción integradas, ni aumentar el valor agregado y, al cabo

de 40 años, muestran un desolador panorama de inestabilidad,

insolvencia , poca capacidad de empleo y una enorme

ineficiencia.

Es evidente que este fracaso del programa de “Sembrar el petróleo”

estuvo en la insuficiencia del diseño de las políticas aplicadas, en no haber

comprendido ni AUP ni los partidos y líderes que siguieron su consigna que

no era posible mantener un estado distribuidor y rentista, sin caer en la

tentación del populismo y la corrupción. Por otra parte, no es posible

violentar el principio económico de las ventajas comparativas. Un país no

puede ser productor de todo tipo de productos, debe especializarse y atender

al modelo de especialización que el mercado impone. Estas dos razones, junto

al problema no resuelto de la propiedad estatal de la riqueza petrolera,

explican porque se derrumbó y se seguirá cayendo a pedazos el sueño de

sembrar el petróleo.

El propio AUP percibió y denunció estas desviaciones. Sobre el

gigantismo e ineficiencia del Estado, sentenció implacable:

“Mientras los precios del petróleo aumentaban en galopante

sucesión 17 veces, la capacidad de gastar se abría sobre perspectivas

aparentemente ilimitadas. Se gastó todo lo que el petróleo

proporcionaba como dinero y aun más., pues se acumulo una deuda

pública muy alta y totalmente injustificada.” (Venezuela hoy, Marzo

de 1983).

El presupuesto del Estado fue otra de las preocupaciones de AUP que,

sin lograr desentrañar la inevitable consecuencia entre la siembra del petróleo

y la conducta populista, señaló:

“La riqueza petrolera fue distribuida y puesta en circulación en el

país por medio de los agentes principales; de una parte las compañías

productoras , por medio del pago de sus empleados, trabajadores,

servidores, proveedores y contratistas y el otro agente lo constituyó el

Gobierno nacional, con la inversión de la renta petrolera por medio

del presupuesto. La forma en que ambos agentes, Gobierno y

compañías, han venido invirtiendo el dinero proveniente del petróleo

han sido ciertas características peculiares. Han concentrado su

inversión en una determinada zona geográfica, constituida por los

campos petroleros u sus ciudades adyacentes, y además, han

circunscrito a ciertas actividades y sectores sociales como son:

empleados y trabajadores petroleros, empleados y trabajadores del

Gobierno, comerciantes e intermediarios, construcción y bienes de

consumo. Esta clientela del petróleo constituye numéricamente una

minoría dentro del país y geográficamente una zona reducida, pero

en cambio disfruta mayoritariamente de la riqueza petrolera.

Constituye en realidad lo que pudiéramos llamar la minoría de los

privilegiados del petróleo.” (La cuestión venezolana, Julio de 1958).

Pocas veces el gran humanista fue tan certero en las consecuencias de

esta política económica:

“Frente a ello a quedado rezagada y olvidada la inmensa

Venezuela rural, que continua viviendo en los miserables ranchos que

no han variado desde la colonia, cultivando con rudimentarios

instrumentos de mano, produciéndose a un nivel tan bajo que apenas

alcanza para su propio sustento y los mantiene en una situación

marginal respecto a la producción y al consumo nacionales. En otras

palabras; son varios millones de Venezolanos que se hacen presentes

de un modo insignificante en la economía del país, pues no pesan en el

mercado nacional ni como consumidores ni como productores.” (La

cuestión venezolana, Julio de 1958).

Cuando ya era evidente la insuficiencia de las políticas públicas sobre la

base del reparto petrolero, AUP insistía:

“Sino somos capaces los venezolanos, por una firme e irrevocable

decisión nacional, de emplear al máximo de recursos de la actividad

petrolera en fines justos, eficaces y serios de desarrollo, sino somos

capaces de detener el despilfarro y el gasto corriente y no

reproductivo, estaríamos y llanamente jugándonos al más trágico

azar el destino nacional.” (Sembrar el petróleo, Julio de 1996).

La sobredimensión del Estado se fundamentan en las innumerables

responsabilidades que el gobierno asume, muy por encima de lo que la razón y

la experiencia, demostrada en otras economías del mundo. En vez de

concentrarse en las labores de educación, salud, infraestructura, seguridad y

resguardo de fronteras, el gobierno ha mantenido funciones y empresas de

muy diversa índole, administradas con mucho despilfarro, sin eficiencia ni

justificación. Durante el Siglo XX, el papel preeminente del aparato

gubernamental ha pesado demasiado sobre la economía en su conjunto y ha

sido responsable de las enormes desigualdades que este fenómeno provoca

sobre la sociedad venezolana.

El otro problema esencial que AUP no abordó de manera integral es el

de la propiedad del subsuelo, que Venezuela ha preservado, en todas sus

legislaciones. Esta vieja norma colonialista de reservar “para la corona” (luego

“para el estado”) la propiedad del subsuelo, especialmente los yacimientos y

las minas. De allí surge la ficción de que es el “pueblo” o los “ciudadanos” los

dueños de la riqueza petrolera, cuando en realidad han sido los gobiernos,

desde Gómez hasta fines de siglo, quienes han dispuesto todo lo relativo al

manejo de la actividad petrolera.

AUP y las élites venezolanas no lograron resolver el verdadero problema

de la comprensión económica del petróleo. Durante el siglo XX los gobiernos y

los sectores dirigentes de la sociedad han creado una “mitología” del petróleo que

se resume en los siguientes criterios:

1) El petróleo no es producto del esfuerzo ni del trabajo de los

venezolanos.

2) Frente al petróleo hemos asumido una actitud rentista: disfrutar de

unos ingresos no merecidos.

3) Es un recursos natural que cuando se agote volverá más pobres a los

venezolanos.

4) La única respuesta posible a este dilema es “sembrar el petróleo”,

que significa el desarrollo de otras actividades, industriales y

agropecuarias, que permitan alcanzar el desarrollo. Cuando este

recurso se agote, tendremos otras fuentes de trabajo y de ingresos.

5) El gobierno es el representante del pueblo y, en consecuencia, puede

disponer de los recursos fiscales y definir la política petrolera a su

leal saber y entender.

La realidad, dura y angustiosa, ha demostrado que estas premisas son

falsas desde el punto de vista económico. Si se someten a un riguroso análisis,

alejado de otros sentimientos por respetables que parezcan, las conclusiones

son otras y la conducta de quienes tienen poder de decisión y de ejercer

opinión deberían ser diferentes a lo que ha sido durante el Siglo XX.

Un verdadero análisis de estos postulados de estos indica como,

durante un siglo, los venezolanos hemos dejado de percibir mayores ingresos,

de construir una economía más competitiva y de producir mayores niveles de

bienestar y empleo estable y bien remunerado para la población.

El petróleo como recurso natural, no tiene ningún otro valor que el de

un activo fijo de reserva. Sometido incluso a la eventualidad de que si no es

explotado mientras el mercado lo valore como un bien de intercambio, puede

ocurrirle lo que al salitre o al balatá: dejaron de ser bienes comercializables y

hoy son un monumento a lo que pudo haber sido una fuente de riqueza y se

limitan a ser objeto de curiosos trabajos de investigación. Es importante

asimilar que, ante todo, el petróleo es un negocio con fuertes limitaciones de

mercado y de inversión de ingentes volúmenes de capital. Como lo señalan

Baptista y Mommer:

“En efecto, para que en su totalidad éste pudiera convertirse en

capital productivo, se requería que la capacidad de absorción de capital

fuera lo suficientemente elevada como para asimilar de manera

productiva no sólo el propio excedente nacional sino lo que es más, la

cuantiosa renta petrolera, de suyo es un excedente. “ (BAPTISTA y

MOMMER. 1987)

Para que el petróleo fluya, se almacene, exporte y comercialice se

requiere una voluminosa inversión en recursos humanos, materiales y

financieros. Los niveles de competitividad que ha alcanzado la industria

petrolera venezolana son notables y se mantienen entre los parámetros más

exigentes de un mercado globalizado muy competitivo y exigente. Decir que el

petróleo es una maldición es, al menos, una afirmación no demostrada

económicamente. La actividad petrolera es de alto nivel técnico y lo que los

venezolanos deben establecer es una política clara para agregar valor al

producto, mediante la incorporación de tecnologías, nacionales o en joint-

venture, nuevas aplicaciones (Orimulsión) y sistemas de información que

generen mayor número de empleos productivos y eficientes.

Como acertadamente lo señalan GÓMEZ y ROSS (1999) la renta

petrolera venezolana no es el resultado de la utilidad en un mercado sin

competencia. Por el contrario, es el fruto de una intensa comercialización

donde, en no pocas oportunidades durante el siglo, Venezuela llevó la peor

parte.

La otra alternativa, ha sido la del rentismo petrolero, sustentada en la

siembra del petróleo, cuyos efectos AUP los percibió y denunció:

“El verdadero mal, el mal casi irreparable,... está en que... se ha

pervertido, Dios sabe hasta qué profundas fibras, el sentido de la

economía en el pueblo venezolano. Se le ha enseñado, en todas sus capas

sociales, a desdeñar el trabajo por el maná, a pensar en términos de

magia y no de contabilidad, a perder la noción de los precios, de los

costos y del equilibrio económico..” (Venezuela en el petróleo. 1948)

Venezuela ha debido convertirse en un productor de bienes y servicios

para la industria petrolera nacional, en una primera instancia y, luego,

abordar los mercados de exportación de insumos y valor agregado para el

mercado internacional.

4. La agricultura y la industria.

AUP defendió, con pasión si se quiere, la posibilidad de una agricultura

y una industria desarrollada para Venezuela:

“En el polo contrario de esa política económica consecuentemente

minera, estaría otra cuyo objeto consistiría contrarrestar de un modo

positivo y creador de los efectos adversos de la economía minera en la

producción nacional no minera. El gran obstáculo de esa política

proteccionista, que tiene que ser vencida para que no resulte nugatoria

hasta contraria a sus propios fines, es el alza de los costos de la

producción nacional suben desproporcionadamente por sobre todo los

costos mundiales, el costo de los artículos de primera necesidad

producidos en el país llega a ser dos, tres hasta más veces superior a los

costos de los productos similares en los principales mercados típicos del

mundo. Una producción que no logra rebajar esos costos y acercarse a

los niveles mundiales es, por definición, artificial, malsana y

antieconómica. Este es el caso actual de Venezuela: un país de economía

minera con una política económica proteccionista de las actividades

económicas no mineras.” (El dilema de la economía venezolana. Julio de

1952).

En su pensamiento queda claro que esta sustitución de importaciones

no llevaría al país a ninguna parte, salvo al despilfarro y a la pérdida de

oportunidades.

La agricultura no puede sostenerse en lo artificial y AUP lo expresa con

gran claridad:

“Toda nuestra agricultura es hoy artificial. Las caraotas y el maíz

son tan artificiales como los aviones de la Línea Aeropostal. Son

artificiales porque sus costos son artificiales. No esta determinados por

los costos mundiales. Sube por el capricho de quienes controlan el

dispendio de la riqueza petrolera convertida en bolívares. No puede ser

maíz lo que se vende cuarenta bolívares. Nadie en el mundo vende maíz a

ese precio. Es un producto artificial hecho para un mercado artificial,

sostenido, como una bola de un prestigitador, sobre un chorro de

petróleo.” (El minotauro, Octubre de 1948).

La industria basada en el proteccionismo y la falta de competitividad,

también preocupó a AUP:

“La industria es también artificial. Nuestros costos crecientes

sobrepasan como torres los costos mundiales. Son industrias artificiales

que a precios artificiales que nada tienen que ver con el mecanismo de la

economía mundial, vende para un mercado artificial cuyo poder

adquisitivo no se deriva de su capacidad propia de trabajo y producción

sino del dinero petrolero que pone en marco de los consumidores un

Estado pródigo.” (El minotauro, Octubre de 1948).

Por supuesto, en el otro polo se ubica también un consumidor artificial:

“La población es también tan artificial como su poder adquisitivo. En

artificiales actividades de importación o de servicios crece una población

que esta en desequilibrio creciente con la capacidad efectiva actual de

producción y de sustentación de la tierra venezolana.” (El minotauro,

Octubre de 1948).

En resumen, los males seculares de una industrialización postiza y de

una agricultura sobreprotegida, fueron detectados por AUP y buena parte de

sus escritos y discursos políticos se dedicaron a tratar de influir en los

gobiernos para que, frente a sus alertas, cambiaran las políticas económicas

que generaban dichos males.

5. La vocación por el trabajo.

Si existe un tema persistente en la obra económica de AUP es su

permanente llamado al trabajo y a la eficiencia en las actividades que deben

realizar los venezolanos para obtener su sustento. Para AUP el problema es

muy complejo:

“Todo lo que no consista en tratar de convertirlo en un productor,

estará condenado al fracaso. Esto implica una de las operaciones de

transformación y reeducación más vastas, complejas y difíciles que

puedan intentarse. Contra ese cambio conspiran activa y poderosamente

la costumbre, la tradición, la mentalidad heredada, la imitación y la

inercia. Se trata, nada más y nada menos, que de convertir al retardado

hijo y heredero de la América rural del Siglo XVIII en el trabajador

calificado de la sociedad industrial. Esto implica no sólo nuevos y

adecuados conocimientos, sino además hábitos de disciplina social, de

ahorro, de cooperación y de previsión que no son precisamente los que la

sociedad tradicional ha creado. Nada menos que sacar al hombre de una

sociedad de subsistencia y magia para llevarlo a un mundo nuevo de

productividad, tecnología e integración social.” (La receta para el atraso,

1968)

Por su vocación pedagógica la preparación para el trabajo es una

función de la educación:

“El porvenir de nuestro país es una vasta empresa de

trabajo y de técnica que requiere de millones de hombres capaces,

que hayan recibido en la escuela un aprendizaje suficiente para

realizar a cabalidad una tarea específica. Nuestro actual sistema

educacional no está dando esos hombres, sencillamente porque

carecemos de una educación para el trabajo. La reforma

educacional que cada día requeriremos con más urgencia es la

creación de un sistema de educación para el trabajo que le asegure

a cada venezolano un destino económico y, por lo tanto, una

función específica dentro del progreso nacional. Una educación

para el trabajo es una educación para Venezuela.” (Materiales para

la construcción de Venezuela. 1959)

6. Una huella permanente.

La gran lección de AUP fue su inquebrantable espíritu de lucha por la

superación de los problemas nacionales. En su aporte a la economía

venezolana la gratitud será eterna por sus esfuerzos exitosos para crear los

estudios de economía, con alto contenido científico y pedagógico, en un país

que desconocía ese desarrollo académico. Allí queda una huella permanente.

En otros aspectos de su pensamiento económico hay espacio para la

polémica y para discutir porque no redondeó su tesis de “sembrar el petróleo”

con un enfoque económico más integral. Sin embargo, la pregunta no se

queda en su figura destacada: ningún otro personaje ni sector de la nación

planteo la alternativa y sólo fue hasta finales de siglo que comenzaron los

planteamientos sobre la otra dimensión, la real y económica, del destino

petrolero de Venezuela.

Es un reconocimiento a lo serio de sus planteamientos, en un país

donde el costo de pensar con independencia siempre ha pasado por anatemas.

Valga entonces el tributo a quien no sólo tuvo un pensamiento propio, sino la

valentía de sostenerlo sin importarle cuan solitario se encontrara.

7. Bibliografía.

1. ACADEMIA NACIONAL DE CIENCIAS ECONÓMICAS. “Análisis y

ordenación de la obra económica de Arturo Úslar Pietri”. 4 Tomos.

Ediciones de la Academia. Caracas, 1990.

2. BAPTISTA, Asdrúbal y Bernard MOMMER. “El petróleo en el

pensamiento económico venezolano. Un ensayo”. Ediciones IESA.

Caracas, 1987.

3. CÍRCULO METROPOLITANO DE POESÍA. “Circunvalación del Sur.

Uslar Pietri escribiendo toda la vida”. Ediciones Pavilo. N° 5. Caracas,

2001.

4. MAGALLANES, MANUEL VICENTE. “Los Partidos Políticos en la

evolución histórica venezolana”. Ediciones Centauro. Sexta Edición.

Caracas, 1993.

5. TARRE MURZI, ALFREDO (Seudónimo: SANIN). “López Contreras, de la

Tiranía a la Libertad”. Editorial Ateneo de Caracas. Tercera edición.

Caracas, 1983.

6. TORRES, GERVER. “Un sueño para Venezuela, ¿Cómo hacerlo

realidad?”. Ediciones Banco Venezolano de Crédito. Caracas, 2001.

7. UNIVERSIDAD METROPOLITANA. “Acto de Instalación de la cátedra de

Economía Venezolana Arturo Uslar Pietri”. Ediciones UNIMET. Caracas,

1999.

ANEXO

SEMBRAR EL PETROLEO

Editorial DIARIO “AHORA” 14 de Julio de 1936

Cuando se considera con algún detenimiento el panorama

económico y financiero de Venezuela se hace angustiosa la

noción de la gran parte de economía destructiva que hay en la

producción de nuestra riqueza, es decir, de aquella que consume

sin preocuparse de mantener ni de reconstituir las cantidades

existentes de materia y energía. En otras palabras la economía destructiva es

aquella que sacrifica el futuro al presente, la que llevando las cosas a los

términos del fabulista se asemeja a la cigarra y no a la hormiga.

En efecto, en un presupuesto de efectivos ingresos rentísticos de 180 millones,

las minas figuran con 58 millones, o sea casi la tercera parte del ingreso total, sin

hacer estimación de otras numerosas formas indirectas e importantes de

contribución que pueden imputarse igualmente a las minas. La riqueza pública

venezolana reposa en la actualidad, en más de un tercio, sobre el

aprovechamiento destructor de los yacimientos del subsuelo, cuya vida no

solamente es limitada por razones naturales, sino cuya productividad depende

por entero de factores y voluntades ajenos a la economía nacional. Esta gran

proporción de riqueza de origen destructivo crecerá sin duda alguna el día en

que los impuestos mineros se hagan más justos y remunerativos, hasta

acercarse al sueño suicida de algunos ingenuos que ven como el ideal de la

hacienda venezolana llegar a pagar la totalidad del Presupuesto, con la sola

renta de minas, lo que habría que traducir más simplemente así: llegar a hacer

de Venezuela un país improductivo y ocioso, un inmenso parásito del petróleo,

nadando en una abundancia momentánea y corruptora y abocado a una

catástrofe inminente e inevitable.

Pero no sólo llega a esta grave proporción el carácter destructivo de nuestra

economía, sino que va aún más lejos alcanzando magnitud trágica. La riqueza

del suelo entre nosotros no sólo no aumenta, sino que tiende a desaparecer.

Nuestra producción agrícola decae en cantidad y calidad de modo alarmante.

Nuestros escasos frutos de exportación se han visto arrebatar el sitio en los

mercados internacionales por competidores más activos y hábiles. Nuestra

ganadería degenera y empobrece con las epizootias1, la garrapata2 y la falta de

cruce adecuado. Se esterilizan las tierras sin abonos, se cultiva con los métodos

más anticuados, se destruyen bosques enormes sin replantarlos para ser

convertidos en leña y carbón vegetal. De un libro recién publicado tomamos este

dato ejemplar: "En la región del Cuyuní trabajaban más o menos tres mil

hombres que tumbaban por término medio nueve mil árboles por día, que

totalizan en el mes 270 mil y en los siete meses, inclusive los Nortes, un millón

ochocientos noventa mil árboles. Multiplicando esta última suma por el número

de años que se trabajó el balatá, se obtendrá una cantidad exorbitante de

árboles derribados y se formará una idea de lo lejos que está el purgüo". Estas

frases son el brutal epitafio del balatá, que, bajo otros procedimientos hubiera

podido ser una de las mayores riquezas venezolanas.

La lección de este cuadro amenazador es simple: urge crear sólidamente en

Venezuela una economía reproductiva y progresiva. Urge aprovechar la riqueza

transitoria de la actual economía destructivo para crear las bases sanas y

amplias y coordinadas de esa futura economía progresiva que será nuestra

1 Epizootia (epi- + gr. zoon, animal): 1.- f. Enfermedad de una o más especies de animales, que reina transitoriamente en una región o localidad, atacando simultáneamente a gran número de individuos. 2.- Chile. Glosopeda o fiebre aftosa.

2 Garrapata, nombre común de unos arácnidos de mayor tamaño que los ácaros que son parásitos del ganado vacuno, los perros, las aves, los reptiles y algunos otros animales, incluido el ser humano. Viven en los bosques o entre la vegetación densa. La garrapata tiene un cuerpo similar al del ácaro con una piel correosa y cuatro pares de patas terminadas en garra. Las piezas bucales consisten en un órgano par de anclaje, llamado rostro, cubierto de garfios curvados hacia atrás, equivalente a un 'labio maxilar' o a los pedipalpos de otros arácnidos, y un par de mandíbulas afiladas que se deslizan hacia atrás y hacia adelante a lo largo de dos canales longitudinales presentes en el rostro. La garrapata se fija sobre la piel de un animal, la perfora y le chupa la sangre. Las garrapatas transmiten varias enfermedades al hombre a través de su mordedura o de sus excrementos (véase Rickettsia). Clasificación científica: las garrapatas pertenecen al orden Acari.

verdadera acta de independencia. Es menester sacar la mayor renta de las

minas para invertirla totalmente en ayudas, facilidades y estímulos a la

agricultura, la cría y las industrias nacionales. Que en lugar de ser el petróleo

una maldición que haya de convertimos en un pueblo parásito e inútil, sea la

afortunada coyuntura que permita con su súbita riqueza acelerar y fortificar la

evolución productora del pueblo venezolano en condiciones excepcionales.

La parte que en nuestros presupuestos actuales se dedica a este verdadero

fomento y creación de riqueza es todavía pequeña y acaso no pase de la

séptima parte del monto total de los gastos. Es necesario que estos egresos

destinados a crear y garantizar el desarrollo inicial de una economía progresiva

alcance por lo menos hasta concurrencia de la renta minera.

La única política -económica sabia y salvadera que debemos practicar, es la de

transformar la renta minera en crédito agrícola, estimular la agricultura científica

y moderna, importar sementales y pastos, repoblar los bosques, construir todas

las represas y canalizaciones necesarias para regularizar la irrigación y el

defectuoso régimen de las aguas, mecanizar e industrializar el campo, crear

cooperativas para ciertos cultivos y pequeños propietarios para otros.

Esa sería la verdadera acción de construcción nacional, el verdadero

aprovechamiento de la riqueza patria y tal debe ser el empleo de todos los

venezolanos conscientes.

Si hubiéramos de proponer una divisa para nuestra política económica

lanzaríamos la siguiente, que nos parece resumir dramáticamente esa necesidad

de invertir la riqueza producida por el sistema destructivo de la mina, en crear

riqueza agrícola reproductiva y progresiva: sembrar el petróleo.