27
Los Procesos de formación policial ante los nuevos retos de la policía en América Central. Caso El Salvador Por William Riquelmi Padilla 1. INTRODUCCIÓN El cambio social es uno de los aspectos de la vida comunitaria más complicados de estudiar. Ello se debe a que, si bien es cierto por regla general, todos los actores sociales suelen compartir la necesidad de un cambio social, no todos entienden por ello lo mismo. Para algunos es necesario un cambio radical, para otros, basta con cambios dentro de las estructuras vigentes con un impacto cualitativamente diferente a lo que existía, mientras que para otros el cambio es simplemente evolución, es decir cambios paulatinos que pueden resultar imperceptibles y que son resultado natural del devenir social. En materia policial, los procesos iniciados a finales del siglo pasado en la región Latinoamericana, y cuyos efectos aún se manifiestan en nuestros países han respondido en su diseño a una concepción revolucionaria, mientras que su ejecución ha tendido a asumir las características de una reforma. Dada la multiplicidad de procesos que se han ejecutado y estudiado bajo el mote de “reforma policial” es importante destacar que en octubre de 2012, en la ciudad de México, en un Seminario Internacional sobre reforma policial, uno de los más reconocidos expertos internacionales en materia de reforma policial, el Sr. David Bailey, afirmó durante su ponencia, que desde su punto de vista en el mundo entero solo habían dos verdaderas reformas policiales: la de El Salvador y la de Irlanda del Norte. Sobre la implementación de la reforma en El Salvador, tanto de su diseño como de su ejecución nos ocuparemos en esta oportunidad.

Los Procesos de formación policial ante los nuevos retos de la policía en América Central. Caso El Salvador

Embed Size (px)

Citation preview

Los Procesos de formación policial ante los nuevos retos de la policía en América Central.

Caso El Salvador

Por William Riquelmi Padilla

1. INTRODUCCIÓN

El cambio social es uno de los aspectos de la vida comunitaria más complicados

de estudiar. Ello se debe a que, si bien es cierto por regla general, todos los

actores sociales suelen compartir la necesidad de un cambio social, no todos

entienden por ello lo mismo. Para algunos es necesario un cambio radical, para

otros, basta con cambios dentro de las estructuras vigentes con un impacto

cualitativamente diferente a lo que existía, mientras que para otros el cambio es

simplemente evolución, es decir cambios paulatinos que pueden resultar

imperceptibles y que son resultado natural del devenir social.

En materia policial, los procesos iniciados a finales del siglo pasado en la región

Latinoamericana, y cuyos efectos aún se manifiestan en nuestros países han

respondido en su diseño a una concepción revolucionaria, mientras que su

ejecución ha tendido a asumir las características de una reforma.

Dada la multiplicidad de procesos que se han ejecutado y estudiado bajo el mote

de “reforma policial” es importante destacar que en octubre de 2012, en la ciudad

de México, en un Seminario Internacional sobre reforma policial, uno de los más

reconocidos expertos internacionales en materia de reforma policial, el Sr. David

Bailey, afirmó durante su ponencia, que desde su punto de vista en el mundo

entero solo habían dos verdaderas reformas policiales: la de El Salvador y la de

Irlanda del Norte.

Sobre la implementación de la reforma en El Salvador, tanto de su diseño como de

su ejecución nos ocuparemos en esta oportunidad.

2. El DISEÑO

Una realidad aprendida por el pueblo salvadoreño es que la paz no es tan blanca

como la pintan. Con la firma de los Acuerdos de Paz que dieron final al episodio

más negro de la historia de el Salvador, muchos se plantearon la refundación del

Estado Salvadoreño. Idea que si bien es cierto no estaba contemplada en los

acuerdos consensados, si formó parte del imaginario social salvadoreño. La idea

de cambio fue omnipresente, aun cuando no todos entendían a éste en el mismo

sentido, gradualidad, orden y velocidad.

En torno a la Policía, como sobre todo proyecto formativo, un nuevo enfoque de

sociedad, ahora con deseos de democracia, implicaba necesariamente responder

a las dos preguntas básicas a que responde todo diseño curricular, a saber: ¿Qué

tipo de sociedad aspiramos construir? y, ¿Qué profesionales, en este caso

policías, necesitamos para la concreción de ese modelo de sociedad? Si no hay

claridad y consenso en torno al modelo de sociedad, menos lo habrá en torno al

profesional de seguridad ciudadana que requiere, por lo cual se recurrirá a lo que

se conoce, el pasado y su relativa efectividad.

En el caso de El Salvador, se sabía que se aspiraba a una sociedad democrática,

el contenido concreto de ella, más allá de los aspectos formales que desde hace

décadas están consignados en el texto constitucional, aún era materia de

discusión. Con esa idea general, inclusiva y a la vez limitante (porque algunos

asumían su existencia y otros su necesaria construcción) se define el marco

general de existencia y desarrollo de la Policía Nacional Civil (en adelante PNC)

así como de la institución que formará a sus miembros: la Academia Nacional de

Seguridad Púbica (en adelante ANSP)

2.1 Naturaleza de la Función Policial.

El modelo de seguridad vigente en El Salvador, al igual que en el resto de la

región, fue el heredado de la guerra fría. En ese contexto se asumía que el Estado

salvadoreño enfrentaba la amenaza del comunismo internacional, la cual debía ser

contenida tanto en el plano político como en el militar, para lo cual era menester

comprender que la defensa por la democracia se libraba a un doble nivel. Por una

parte frente al comunismo internacional y sus aliados en la región, lo cual

implicaba la defensa de la soberanía nacional por parte de un ejército capaz de

hacer frente a la amenaza externa; pero por otra parte se requería hacer frente a

los aliados internos del comunismo internacional, mismos que se concretaban en

aquellos que demandaban cambios y transformaciones democráticas en nuestro

país. De esta suerte, profesionales progresistas, sindicalistas, campesinos

organizados, estudiantes universitarios y líderes religiosos entre otros eran

asimilados como enemigos del estado, los cuales debían ser combatidos y

reprimidos con efectividad y contundencia a fin de dar un claro mensaje a todos

aquellos que presionaban por las necesarias transformaciones sociales: el Estado

se respeta y se defiende por todos los medios posibles.

La labor de la policía en este sentido era clave. Si bien es cierto, desarrolló

funciones de prevención, represión e investigación del delito, su característica

principal era de la servir como policía política, entendida como una policía al

servicio del poder establecido, de intereses claramente determinados, en virtud de

los cuales era menester ejercer un férreo control sobre la población limitando el

ejercicio real de las libertades públicas en tanto que estas implicaban un

cuestionamiento al status quo.

La policía debía por tanto reprimir delincuentes y actores sociales que

propugnaban por transformaciones sociales con contundencia haciendo uso

prioritario de la fuerza entendida en este punto como violencia por sobre cualquier

otro medio de resolver o transformar conflictos. A los sectores en el poder esto les

funcionaba muy bien dado que la represión tiene la temporal virtud de evitar

disidencia y generar la percepción de aceptación ante la imposibilidad fáctica de

propugnar cambios. Nadie levanta la cabeza por el temor de perderla.

A fin de garantizar que la misión fuese realizada con efectividad, los cuerpos de

seguridad pública formaban parte de la estructura de las fuerzas armadas. Se

desarrollaban por tanto labores de policía propiamente dichas, como también

labores contrainsurgentes y de control político de la población. Ello parecía lógico,

normal y necesario.

En torno a los cuerpos de seguridad en El Salvador, tan solo estamos señalando

cuál era su naturaleza, su misión, su esencia, y por qué precisamente se acordó

su disolución como parte de los Acuerdos de Paz. Huelga señalar a propósito que

los sectores que tradicionalmente se beneficiaron de ese rol de la seguridad

pública no estuvieron dispuestos a defender ese instrumento por ellos creado,

acordando su disolución como parte del costo de la transición hacia la democracia.

El cambio acordado en materia de seguridad pública, o para decirlo en términos

democráticos y actualizados, seguridad ciudadana fue radical. Se acordó la

disolución de los antiguos cuerpos de seguridad y la creación de un nuevo

instrumento social, la Policía Nacional Civil.

En el capítulo referido a este tema, los firmantes de los acuerdos definieron que

“La Policía Nacional Civil será un cuerpo nuevo, con nueva organización, nuevos

cuadros, nuevos mecanismos de formación y adiestramiento y nueva doctrina.”

Esta reiteración en torno a la novedad no responde a vicios de construcción

gramatical, sino más bien al deseo ferviente por enfatizar que no puede servirse

vino nuevo en odres viejas, a pesar de lo cual, dado que el mismo acuerdo

estipuló que un 20% de sus integrantes provendrían de los antiguos cuerpos de

seguridad (previa evaluación), un 20% de la guerrilla y un 60% de ciudadanos no

vinculados con los bandos en contienda, esta pretensión de no compromisos con

el pasado tuvo muchos valladares.

La lógica de la policía dejaría de ser la de una policía política al servicio de los

sectores en el poder, pasando a convertirse en un organismo del sistema de

protección de los derechos humanos de todas las personas, por lo cual se definió

una nueva doctrina al puntualizar que: “El régimen legal, la formación del personal,

y las líneas organizativas, las directrices operativas y, en general, la definición

institucional y la actuación de la Policía Nacional Civil se enmarcarán dentro de los

principios democráticos; de la noción de la seguridad pública como un servicio

del Estado a la ciudadanía, ajeno a toda consideración política, ideológica o de

posición social o a cualquier otra discriminación; del respeto a los derechos

humanos; del esfuerzo en prevenir el delito; y de la subordinación del cuerpo a las

autoridades constitucionales. El ejercicio de los derechos políticos de los

ciudadanos no podrá verse menoscabado por la actuación policial.

Se planteó además su carácter profesional, su independencia de la Fuerza

Armada, su no vinculación con actividad partidista alguna.

De esta suerte, se plantea un claro punto de inflexión con la predecesora Doctrina

de la Segundad Nacional. El Estado y su defensa deja de ser considerado como

un fin para auto percibirse como instrumento para el logro del bienestar de la

sociedad en su conjunto.

2.2 Doctrina.

El Acuerdo de Paz tuvo la incuestionable virtud de definir la doctrina de la PNC, la

cual en su esencia se concretó en la reforma constitucional que da rango

constitucional a la labor policial contenida en los incisos segundo y tercero del

artículo 159 de la misma.

Además de su carácter estrictamente civil, se definió como institución garante de

los derechos humanos de la población, de la investigación, prevención y represión

del delito, se retomaron instrumentos internacionales de protección de derechos

humanos relativos a la función policial. El carácter civil conferido a la naciente

institución debe entenderse como parte de la ruptura con el pasado y la misión

anteriormente ejecutada. La PNC no combatirá “enemigo internos”, prestará un

servicio a la población. Ello no niega, como algunos han pretendido, contundencia,

disciplina y responsabilidad; pero estos atributos deberán ser entendidos de la

misma suerte que en el ejercicio de cualquier actividad profesional democrática.

Es necesario señalar que aparejado a la fundación y desarrollo de la PNC, las

fuerzas armadas salvadoreñas iniciaron a su vez un proceso de redefinición y

profesionalización de cara al nuevo rol a desempeñar en la naciente democracia;

a pesar de lo cual seguridad ciudadana y defensa de la soberanía nacional son

dos tareas que eventualmente pueden converger; pero que en su esencia deben

ser realizadas en forma independiente.

En el contenido concreto de la doctrina policial incorporado en el Acuerdo de Paz y

posteriormente retomado en la Ley Orgánica de la PNC fue retomado de dos

instrumentos internacionales de protección de derechos humanos relativos a

función policial, a saber, el Código de Conducta Para Funcionarios Encargados de

Hacer Cumplir la Ley, y el Conjunto de Principios Básicos Sobre el Empleo de la

Fuerza y las Armas de Fuego por los Funcionarios Encargados de Hacer Cumplir

la Ley

Tal definición es clave para la democracia al enfatizar, entre otros puntos

igualmente importantes, que la función primaria de los miembros de la PNC no es

hacer cumplir la ley o imponer el orden público, sino más bien cumplir en todo

momento los deberes que les imponen la ley, sirviendo a la comunidad y

protegiendo a todas las personas contra actos ilegales, en consonancia con el alto

grado de responsabilidad exigido por su profesión, para lo cual respetarán y

protegerán la dignidad humana y mantendrán y defenderán los derechos humanos

de todas las personas.

De la misma suerte, se plantea la excepcionalidad en el uso de la fuerza y se

plantea cual debe ser la conducta del policía cuando deba intervenir en

manifestaciones que implican el ejercicio de las libertades públicas de los

ciudadanos, así como ante manifestaciones públicas violentas e ilegales. No

queda espacio alguno para que la discrecionalidad de la función policial devenga

en el uso indiscriminado de la fuerza o las armas de fuego.

2.3 Perfil

La nueva institución, creada para servir a una nueva sociedad, demandaba así

mismo un nuevo tipo de profesional, preparado no ya para la guerra y el uso

prioritario de la fuerza para la contención de las aspiraciones sociales.

Se definió su perfil señalando que: “El personal de la Policía Nacional Civil deberá

poseer vocación de servicio a la comunidad, capacidad para las relaciones

humanas y madurez emocional, así como la conducta y las condiciones físicas

necesarias para desempeñarse como policía. Deberá ser apto para servir en un

cuerpo policial cuya concepción, estructura y práctica son propias de una

institución civil, destinada a proteger y garantizar el libre ejercicio de los derechos

y las libertades de las personas; a prevenir y combatir toda clase de delitos; así

como a mantener la paz interna, la tranquilidad, el orden y la seguridad pública.

Deberá ser igualmente apto para adaptar satisfactoriamente su conducta a la

doctrina y al régimen jurídico de la Policía Nacional Civil”.

2.4 La Institución Formadora.

Para la formación de la nueva policía se crea la ACADEMIA NACIONAL DE

SEGURIDAD PUBLICA. Se definieron como sus tareas: “a. La formación básica,

la formación de los cuadros intermedios y superiores y la formación especializada

de la Policía Nacional Civil.b. Seleccionar el personal de la Policía Nacional

Civil.c. Investigar, estudiar y divulgar materias relativas a la Policía Nacional

Civil y la seguridad pública.d. Evaluar anualmente a todo el personal de la

Policía Nacional Civil. (ley Orgánica de la ANSP)

Se le confirió autonomía colocado directamente bajo la autoridad del Ministerio del

Ramo. Su Director General es nombrado por el Presidente de la República y

cuenta con un Consejo Académico formado por civiles con destacada actuación

en la vida civil, cultural, jurídica, técnica policial o académica, nombrados por el

Presidente de la República a propuesta del Ministro del Ramo con base en

criterios de pluralismo político.

A juicio del equipo técnico que trabajó en este modelo policial, esa autonomía fue

crucial para potenciar desarrollo “como institución académica, permitirle mantener

una formación siempre fidedigna a la doctrina del cuerpo y ejercer un control

adecuado sobre la PNC” (Gino Costa, La Policía Nacional Civil de El Salvador

1990-1997. UCA Editores. Página 120.)

Para la selección del personal académico inicial se conformó un cuadro de

profesores lo suficientemente amplio, pluralista y de calidad para proporcionar a la

nueva policía unos signos de identidad cultural acordes con su naturaleza y

doctrina. Muchos de los docentes de esa generación fueron previamente docentes

de la Universidad de El Salvador, particularmente de la Facultad de Jurisprudencia

y Ciencias Sociales. Se buscó así mismo que en el cuerpo académico no hubiera

predominio de una tendencia política a fin de preparar a los elementos de la PNC

para convivir en una nueva realidad, la del pluralismo y la tolerancia.

3. LA CONCRECIÓN.

El modelo definido en los Acuerdos de Paz es la base de la verdadera reforma

policial en El Salvador. En años posteriores se han implementado acciones de

orden táctico y administrativo que no han pretendido en modo alguno modificar

dicho modelo sino más bien elevar las capacidades técnicas y científicas de la

PNC en la investigación y combate a la delincuencia. Se ha modificado la

estructura policial, se han concentrado o desconcentrado funciones, se han creado

nuevas elementos organizativos, se han pretendido implementar diversos modelos

de Policía Comunitaria; pero nada de ello contraría o supera el diseño original de

la PNC en su esencia, en su función legítima de servicio del Estado a la

ciudadanía.

Ahora bien, cualquier institución policial que pretenda refundarse para estar a la

altura de las exigencias sociales en un contexto democrático debe aprender de

nuestra experiencia que del diseño a la concreción, hay un largo trecho por andar.

Que un buen diseño es el primer paso; pero que de suyo no garantiza una buena

policía. Que en la labor de contar con una policía democrática se requiere más

que buenas acciones y una clara voluntad política. Y, tal vez lo más importante,

que en un contexto de real democracia, los integrantes de la policía deben ser

vistos como actores sociales protagónicos sujetos de derechos exigibles ante el

Estado.

Revisemos la experiencia de El Salvador.

3.1 Esfuerzos por coherencia doctrinaria.

Dado el carácter fundamentalmente democrático de la nueva institución, desde

sus orígenes, autoridades y docentes asumieron el reto de formar hombres y

mujeres con una nueva mentalidad para el adecuado funcionamiento del cuerpo

policial. Para ello, se ha insistido en la formación en derechos humanos no como

la simple transmisión de información, sino además, como la creación y

fortalecimiento de valores democráticos. La experiencia regional ha demostrado

que muchos funcionarios estatales involucrados en violaciones a los derechos

humanos conocen la teoría de los mismos, pero no les han dado un significado ni

una valoración concreta en su práctica.

De la misma suerte, se ha considerado que la educación en derechos humanos

que pretenda transformar para la paz no puede ser ahistórica. Se necesita

rescatar el pasado, desmitificarlo y emplearlo como insumo para modificar el

presente. Muchos sectores pretenden olvidarlo bajo el argumento de no abrir las

heridas por éste provocadas, pero tal afirmación parece limitada si no es que

interesada.

Es necesario hacer un abordaje serio de las causas que han originado los

problemas estructurales de El Salvador, a fin de corregir esfuerzos en la

superación de las mismas. Las y los futuros agentes policiales deben conocer el

devenir histórico de sus instituciones de seguridad pública, para no incurrir en las

prácticas que condujeron al debilitamiento del Estado de Derecho y el desorden

social.

Se ha asumido que la paz no puede construirse sobre la discriminación.

Sorprende cómo se pretende afirmar que tal fenómeno es inexistente entre

nuestra población, cuando vemos cotidianamente conductas que han demostrado

ser difíciles de superar. Nuestra Nación no contará con minorías étnicas

relevantes que se vuelvan el objeto directo de prácticas discriminatorias; pero

resulta evidente el menosprecio, la marginación y la estigmatización hacia

sectores de la sociedad, tales como: menores de la calle, trabajadoras del sexo,

jóvenes de sectores populares y homosexuales. La práctica discriminatoria de

algunos y algunas agentes de la PNC hacia tales grupos aún se manifiesta; por

eso, el fomento de la tolerancia es un objetivo primario en la formación. No puede

haber paz social sin respeto a la dignidad y los derechos de todas las

personas.

La práctica ha demostrado que dicho fomento pasa necesariamente por el

ejercicio real de la libertad de expresión y la convivencia con personas que

sostienen ideologías, creencias y puntos de vistas diferentes a los propios. En este

sentido, la autonomía de la ANSP ha sido clave para garantizar la conformación

de una planta docente caracterizada por su alto grado de profesionalismo y

pluralidad ideológica; este último principio consignado en su ley --el de la

pluralidad ideológica-- ha posibilitado que las y los futuros agentes aprendan a

administrar sus diferencias, sabiendo que el hecho de tener visiones diferentes del

mundo no tiene por qué implicar la exclusión de uno u otro sector social.

Ha sido importante también el apoyo brindado por instituciones promotoras de la

igualdad entre los seres humanos, ya que hemos constatado que uno de los

aspectos menos susceptibles de cambio en el corto plazo es la concepción

androcéntrica sobre el mundo. Podemos garantizar que desde la formación,

particularmente desde la formación en Derechos Humanos, se ha abierto el

espacio para reflexionar sobre la necesaria redefinición de los roles atribuidos a

hombres y mujeres en función de su género, aporte que consideramos necesario a

fin de promover la tolerancia y la igualdad. Aunado a ello, en los últimos años el

Órgano Ejecutivo ha redoblado esfuerzos a fin de contar con un abordaje de

género en desarrollo en todas sus políticas e instituciones, lo que ha sido un

apuntalamiento invaluable para la labor hasta ahora realizada desde la formación

en tal materia.

Otro de los valores fundamentales promovidos desde la formación es la opción

por la vida. Para tal fin se desarrolla una discusión seria y objetiva sobre el uso

racional de la fuerza y el arma de fuego, ya que si bien es cierto se debe erradicar

el uso abusivo de tales recursos policiales, no debe provocarse un temor

inmovilizador que degenere ya sea en conductas pasotistas de "dejar hacer, dejar

pasar", o en vacilaciones que impidan la defensa de la vida propia o de una

tercera persona.

Esta discusión y sus valoraciones sustentadas en la práctica policial y el marco

nacional e internacional que regulan su uso han dado muestras significativas de

éxito. El caso más destacado fue el 5 de junio de 2006, que en el contexto de una

manifestación universitaria, un sujeto disparó un arma automática sobre la Unidad

de Mantenimiento del Orden. En el pasado los cuerpos de seguridad hubieran

abierto fuego contra toda la manifestación; pero los elementos de la PNC en

consonancia con su formación y los principios relativos al uso de la fuerza y el

arma de fuego no cayeron en la trampa de proporcionar mártires y deslegitimar la

función policial. El autor material de este hecho guarda prisión en la actualidad.

Desde el punto de vista metodológico, el abordaje de estos puntos de reflexión ha

sido posible sólo a partir de la redefinición de las relaciones docente-alumno. La

experiencia nos fue demostrando la necesidad de romper el paradigma de la

verticalidad y el autoritarismo. Al iniciar este proceso de transformación, surgieron

opiniones contrarias que afirmaban que la horizontalidad al interior del aula no era

compatible con el carácter de una institución jerarquizada y armada, dado que

podría convertirse en el escenario ideal para la indisciplina. La práctica ha

mostrado que sólo en un ambiente de franca horizontalidad, con un docente que

no imponga su criterio sino que oriente a los sujetos del proceso para que

construyan en colectivo a partir de la experiencia cotidiana, es posible generar

condiciones que contribuyan a introyectar valores democráticos y, en definitiva, a

construir una cultura de paz en El Salvador.

3.2 Obstáculos para la introyección doctrinaria

La pregunta obligada luego de todos los planteamientos anteriores, será: si los

miembros de la PNC reciben estos estímulos tendientes a la democratización,

¿porque aún se escuchan y plantean denuncias de violaciones a los derechos

humanos por parte de la institución? A fin de responder, diremos que la

observancia plena de los derechos humanos por parte de la PNC enfrenta las

siguientes dificultades.

En primer lugar el tiempo de formación en la ANSP frente al proceso de

socialización de cada estudiante. En la actualidad contamos con once meses de

formación. Aun cuando en la Academia se considera prioritaria la formación en

derechos humanos, a grado tal que se asume como el eje transversal de la

formación policial, es muy difícil borrar años de cultura de violencia e intolerancia

en un período tan corto. No podemos romper de la noche a la mañana con un

proceso de socialización deshumanizante que incita al odio, la violencia, la

intolerancia y la exclusión social.

En segundo lugar, existe un innegable problema relativo al manejo de algunos

símbolos introyectados en la sociedad salvadoreña que fortalecen la prepotencia y

la intolerancia. Este simbolismo es por lo general a lo que se refiere el imaginario

social salvadoreño cuando se refiere a “militarismo”, el cual tiene múltiples

manifestaciones. En la actualidad aún existen sectores que asocian disciplina con

castigo físico, aceptación acrítica de la voluntad del que tiene el control, exhibición

de destrezas de patio, habilidad para dar voces de mando y demás aspectos que

si bien pueden ser vistosos, llamativas e importantes en tanto forman parte de la

disciplina de forma, no constituyen en esencia la verdadera disciplina. La

experiencia nos ha demostrado que someter la voluntad de los estudiantes tal

como se hacía en anteriores procesos de formación no contribuye a la

responsabilidad, al ejercicio de la toma responsable de decisiones. Hemos

vislumbrado que si se prioriza la disciplina de forma por sobre la verdadera

disciplina siempre será necesaria la presencia de un tercero que la exija, en cuya

ausencia, nadie podrá garantizar que los elementos de la PNC actúen como está

previsto que lo hagan en virtud de la función legítima encomendada.

Otro de los símbolos difíciles de modificar en que se manifiesta aún el peso del

pasado es el lenguaje. Aún existen expresiones que revelan lo difícil de la

transición a la democracia, porque muestran el distanciamiento interiorizado entre

algunos policías y la sociedad. Un ejemplo de esto es la triste expresión de

algunos agentes policiales, que al referirse a sectores de la población les llaman

"los civiles", olvidando que nuestra institución policial tiene nombre y apellido:

Policía Nacional Civil.

Como tercer obstáculo significativo para la observancia plena de doctrina

institucional definida en los Acuerdos de Paz y la Ley orgánica de la PNC

señalamos el entorno nacional caracterizado por la violencia y la intolerancia.

Parece irreal asumir que se puede tener una policía plenamente democrática

cuando el entorno social potencia conductas en el sentido inverso. Ello no implica

aceptación de prácticas contrarias a la dignidad humana, se le considera como un

factor a tomar en cuenta en un análisis objetivo de la realidad policial a fin de

evitar que argumentaciones y razonamientos basados en la cotidianidad social y

delincuencial se vuelvan justificación de abusos policiales. Una diagnóstico

acertado es el primer paso de una adecuada solución, por ello se insiste en que

las discusiones y valoraciones sobre la doctrina policial no pueden partir de negar

la complejidad de la realidad nacional y policial.

Un cuarto, es la cultura heredada de los cuerpos de seguridad anteriores, que a 20

años de ser fundada la PNC, aún quedan resabios de ella. Como se ha

mencionado, la institución fue formada por el 20% de personal proveniente de los

extintos cuerpos de seguridad, en todos los niveles jerárquicos. Y siendo los

únicos que conocían el ejercicio de la función policial, retomaron el liderato de la

conducción de la institución, respaldado por el gobierno en turno y continuado por

los sucesores. Personajes que solo conocían el accionar de una policía

desarrollada en un marco de guerra. Conduciendo con esto a la implementación y

contaminación de estas prácticas en el personal proveniente de la población que

no tenía vinculación con alguno de los dos bandos en guerra (60%) y más tardado,

pero les llego su momento, a aquellos que provenían de la exguerrila salvadoreña

(20%).

El quinto obstáculo ha sido, la injerencia política en la adopción de implementación

políticas orientadas únicamente a la represión del delito y de los supuestos

delincuentes: “plan mano dura” y “super mano dura”. Acciones que han sido muy

utilizadas en campañas políticas como soluciones que ofrecen bajar la incidencia

delincuencial y que nuestras autoridades policiales han aceptado sin cuestionar.

Aprovechándose los políticos, de la desesperación de la población de ver una luz

al final del túnel de encontrarle una pronta solución del auge delincuencial en sus

comunidades. Recordando la población que en época del General Maximiliano

Hernández Martínez, no existían estos niveles de delincuencia y que este

personaje los combatió únicamente con represión. (Demanda ciudadana de

acciones como estas)

En sexto lugar, el tiempo perdido en los primeros 10 años de la institución policial,

provocado por el conflicto y estrés generado por la no adopción de una política

clara de desarrollo institucional, generado por las diferencias ideológicas, políticas

y de formación de cada uno de sus miembros, derrochando gran cantidad de

energía en estos impases.

3.3 Desarrollo de los modelos formativos.

En sus primeros años la ANSP contó con el apoyo de instructores europeos y

americanos que aportaron mucho de su experiencia y recursos para el desarrollo

de nuestra institución. Tuvimos la dicha de contar con instructores Suecos,

Noruegos, Españoles, Chilenos, Norteamericanos y Mejicanos entre otros. Gracias

al esfuerzo de estos instructores, el personal de la PNC pudo contar con una

visión amplia en torno a lo que significa y como puede desarrollarse la función

policial en un contexto democrático.

Pero esta fortaleza constituyo, aun cuando en menor medida, una debilidad. No

puede olvidarse que todo procedimiento policial tiene a la base el marco

normativo que le sustenta, que le da sentido, que le legitima. Contar con tal

pluralidad de instructores, con nacionalidades, concepciones doctrinarias,

regímenes (civil o de policía militar) y marcos normativos en ocasiones disimiles

generó a su vez que algunos estudiantes de los distintos niveles de formación

asumieran la doctrina chilena, la española u otra como la más aplicable al trabajo

policial.

Esa original dispersión formativa fue evidenciándose en la adopción de políticas

de policía comunitaria. Todos los miembros de la PNC en todos los niveles

reconocían la necesidad de trabajar de cara a la comunidad; pero no todos se

referían a lo mismo cuando hablan de Policía Comunitaria. Uno de estos modelos

implementados con apoyo de la cooperación internacional fue conocido como

Patrullas de Intervención Policial Comunitaria (PIP-COM) y se volvió famoso el

decir de uno de sus instructores: “nosotros hemos trabajado el PIP, ustedes

deberán trabajar después el COM” señalando con ello que se había formado en

estrategias de control ciudadano, de intervención táctica en la comunidad, no en la

dimensión verdaderamente comunitaria.

En un segundo momento, a tres años casi de existencia de la ANSP, fue siendo

cada vez mayor el peso de docentes nacionales muchos de los cuales no habían

tenido relación con la formación policial al provenir del mundo académico

universitario y diferentes sectores de la sociedad civil. Estos docentes no

recibieron por lo general un proceso de inducción, por lo cual varios tuvieron

dificultades para asumirse como formadores policiales en virtud de la historia

reciente de El Salvador.

En este segundo momento se realizó un esfuerzo por estandarizar la formación.

Bajo la cooperación de Programa de Entrenamiento y Asistencia Internacional

para la Investigación Criminal (ICITAP, por sus siglas en inglés) se unificaron los

instrumentos de planificación didáctica para responder al modelo de la Comisión

de Acreditación para las Agencias de Aplicación la Ley, Inc. (CALEA, por sus

siglas en ingles). Este primer esfuerzo por contar con una acreditación

internacional contribuyó a mejorar la planificación del hecho pedagógico en

nuestra academia; pero los esfuerzos se centraron más en la documentación que

en la evaluación de lo que sucedía en el aula. Se contó además con la

implementación de varios Cursos de Desarrollo del Instructor impartidos por

ICITAP que aportaron elementos importantes pero se centraban en la instrucción,

no en el aprendizaje de los estudiantes.

En un tercer momento, una vez se abandonó la pretensión de acreditación

CALEA, se evidencia la necesidad de contar con un verdadero Sistema Educativo

Policial. Se plantea la necesidad de visibilizar y administrar más eficientemente

todos los elementos que intervienen en la formación de los elementos de la PNC.

Para la sistematización de este modelo se crea la Unidad de Diseño Curricular, la

cual conjunta los esfuerzos de los equipos docentes en este segundo esfuerzo

institucional más claro, mas definido de cara a las necesidades de la ANSP y la

PNC como institución receptora. Por primera vez se define la necesidad de acudir

a la PNC para incorporar en la redefinición del currículo las evaluaciones

realizadas al desempeño del personal de la PNC en los niveles Básico, Ejecutivo y

Superior. Como resultado de este proceso se crea el Sistema Educativo Policial

(SEPOL) permitiendo contar con un claro currículo actualizado desde el nivel de

Agente hasta Comisionado General, aun cuando algunos de esas categorías de la

plantilla policial no se habían cubierto aún. Se sistematizó en un solo instrumento

toda la normativa referente a la formación básica, ascensos, especialidades, así

como la referente a los diversos procesos de evaluación, disciplinarios, etc.

En este momento se trabajó además por hacer de la ANSP una institución de

educación superior, trámite que quedó a un paso de ser aprobado por el Ministerio

de Educación al darse un cambio en la conducción de la Academia como

resultado de una nueva administración al frente del Órgano Ejecutivo. Este cambio

de conducción, aun cuando fue el mismo partido político el que se mantuvo al

frente del Órgano Ejecutivo, llevó a un retroceso en esta área dado que a la nueva

administración no le pareció prioritaria la acreditación de la ANSP como institución

de educación superior.

En este cuarto momento, se potencia una visión previamente manejada por parte

del sector docente pero poco compartida al interior de la institución: la formación

por competencias. Se asume, desde la unidad central de Diseño Curricular, el

modelo de formación de competencias profesionales. Se elabora un nuevo diseño

basado en competencias apoyándose en grupos focales con oficiales de la PNC

para definir perfiles profesionales. No se toma en consideración a la sociedad en

general como usuaria última del proceso de formación recibido por los elementos

de la PNC. Se inicia luego un proceso de inducción con parte del personal

docente. Este modelo enfrentó múltiples resistencias por haber sido concebido,

diseñado e impulsado desde las estructuras centrales de planificación educativa

asumiendo que el personal docente se apropiaría de una concepción educativa

que le era extraña y que percibía como impuesta y poco reflexionada. La virtud

principal de esta fase educativa es que comienza a universalizarse al interior del

claustro docente la idea de centrarse en el aprendizaje de los estudiantes antes

que en la enseñanza. De nada sirve una clase muy bien diseñada y ejecutada si al

final del periodo no se ha logrado la adquisición de las competencias cognitivas,

procedimentales y actitudinales que requiere el desempeño de la labor policial.

En el periodo actual, iniciado con el más reciente cambio en la conducción del

Órgano Ejecutivo, hay una declarada preocupación por retomar el énfasis en los

derechos humanos, la equidad de género, los derechos de la niñez y adolescencia

y la justicia penal juvenil como ejes transversales de la formación. Se ha retomada

la idea didáctico pedagógica de que más importante que la instrucción es el

modelaje y ha existido por tanto una constante preocupación por generar

condiciones de aprendizaje acordes a las necesidades policiales, pero siempre

respetuosas de la dignidad humana en todas sus manifestaciones. Se discutió

ampliamente el modelo educativo a impulsar, concluyendo que el mismo debía

ser el de competencias para la vida, mismo que supera el de competencias

profesionales, se ha potenciado la creación de equipos docentes en el análisis de

los fenómenos policiales, y se ha retomado el proyecto de convertir la ANSP en

una institución de educación superior. Este último punto es importante dado

que, entre otras cosas, por imperativo legal se requiere título universitario para

ascender del Nivel Básico al Nivel Ejecutivo, lo cual ha devenido en gran cantidad

de elementos policiales incorporándose a carreras universitarias que satisfacen

necesidades e intereses personales; las cuales no necesariamente contribuyen a

solventar necesidades institucionales toda vez que tales carreras universitarias no

han sido concebidas para cualificar específicamente al personal policial.

3.4 El claustro docente.

Contar con docentes provenientes de la sociedad civil, algunos instructores en las

áreas de investigación científica del delito de los antiguos cuerpos de seguridad, y

personal policial de diverso origen fue a su vez enriquecedor y problemático.

Enriquecedor por la pluralidad de experiencias y enfoques de cara a la función y

desarrollo de la naciente policía. Problemático porque no se contó por años con un

real cuerpo docente con capacidad e interés de discutir trasdisciplinariamente el

proceso formativo de cara a las necesidades de la PNC en particular y de la

sociedad en general. Cada sector impulsaba sus labores desde el aula. Era común

escuchar entre los estudiantes dificultades ante las concepciones a veces

divergentes de docentes e instructores sobre temas tales como el uso racional de

la fuerza y las armas de fuego.

Este problema se logró desmontar con acciones educativas intencionadas desde

los organismos de dirección. Por una parte se crearon las “practicas integradas”,

periodo en el cual equipos docentes de las diversas áreas de formación diseñan,

conducen y evalúan ejercicios prácticos para los estudiantes. Los estudiantes

realizan juegos de roles con todos los recursos materiales de que dispone la

institución luego de lo cual son evaluadas sus intervenciones por el equipo

docente en pleno. Ello ha potenciado que los debates docentes se centren el en

interés común que es profesionalizar a la policía antes que en posiciones

academicistas o sectoriales.

Por otra parte se ha diseñado una política de manejo del clima institucional

denominada “convivencia” en la cual bajo la conducción del equipo de psicólogos

de la ANSP se trabaja por integrar al personal de docentes, instructores policiales

y personal administrativo. Ello ha sido importante. Un docente que se percibe así

mismo bien tratado, respetado, valorada, transmite esa sensación a sus

estudiantes. La democracia y tolerancia se viven, se modelan, no se enseñan en

términos cognitivos.

4 RETOS.

Así las cosas, la constante revisión de nuestro proceso formativo nos ha llevado a

identificar diversos retos cuyo abordaje lejos de constituir punto de llegada implica

más bien un nuevo punto de partida en la profesionalización del personal de la

PNC.

4.1 Clima organizacional.

Estudios internacionales en materia de educación señalan que el principal factor

que incide en el aprovechamiento de los estudiantes es el liderazgo pedagógico

de los directores, en segundo lugar el clima organizacional y en tercer lugar, la

labor docente.1 Es justamente por ello que se ha definido como un reto

permanente mejorar el clima organizacional. Una planta docente y administrativa

identificada con los objetivos institucionales, será el mejor modelaje de

convivencia democrática que podrán tener los estudiantes. Los alumnos por su

parte, al proveerles un ambiente educativo respetuoso, exigente pero claro en el

respeto a las normas y su correcta aplicación, aprenderán que la democracia y el

respeto a la ley son más que bellas declaraciones. Aprenderán que su dignidad en

tan importante que se esforzará por defender la de los demás. No es posible

pensar que un elemento de la PNC que se sienta pisoteado, maltratado, vejado en

su dignidad será un eficiente defensor de la legalidad y la dignidad humana dado

que nadie puede dar lo que no tiene ni puede luchar con pasión por aquello en lo

que no cree o le es desconocido.

4.2 Pasantías docentes

Contar con personal docente actualizado es una necesidad inobjetable, para tal fin

se trabaja desde hace algún tiempo en un plan de pasantías que acerque al

personal docente a la cotidianidad del trabajo policial. Con ello no se pretende

afirmar que la formación recibida no es de calidad o que se de valor absoluto a la

crítica que todas las policías hacen sobre sus academias. Afirmamos que las

Academias, en tanto parten de los marcos normativos vigentes, imparten la

formación que deben impartir, que la cotidianidad no puede ser pretexto para

invalidar las normas vigentes o torcer procedimientos. Pero ello no niega que la

dinámica de toda realidad social exige una evaluación permanente, una reflexión

seria y reposada en torno a sus múltiples aristas y, como en nuestro caso, algunos

replanteamientos al proceso formativo a fin de preparar mejor sobre el deber ser al

elemento policial.

1 ¿Quién dijo que no se puede? Escuelas efectivas en sectores de pobreza. Unicef, 2004

4.3 Correcto sentido de la disciplina

Como en todas las sociedades latinoamericanas, aún se escuchan voces de

aquellos que asimilan disciplina con anulación de la voluntad de los individuos,

quienes creen que aceptación ciega y acrítica es el ideal de personal policial. Con

quienes asumen que sin las formalidades de los desplazamientos o formaciones

que otrora realizaban los cuerpos de seguridad pública no habrá disciplina.

Quienes así piensan se rasgan las vestiduras con las nuevas generaciones de

policías que se ven así mismos como sujetos de derecho, que respetan al mando

pero no aceptan se les vulnere su dignidad. Es necesario aún trabajar por

generalizar al interior de la PNC un correcto sentido de la disciplina. Trabajar

porque se comprenda que disciplina es más que marchar con elegancia, vestir el

uniforme con pulcritud, o dar voces de mando con energía. Debemos aun trabajar

desde la formación por que se comprenda que el verdadero policía disciplinado

será aquel que ahí donde le toque desarrollar su labor y esté sólo con su

conciencia no necesite de un tercero que le demande que actué con rectitud.

Debemos trabajar aún porque se comprenda que la verdadera disciplina es la que

forma responsabilidad en un marco democrático.

4.4 Calidad sobre cantidad

Durante los últimos 15 años, los directores de la ANSP han afirmado al asumir el

cargo que trabajaran más por la calidad que por la cantidad. Han afirmado que se

priorizarán ascensos y especialidades sobre la formación inicial, Han afirmado

incluso algunos mandos policiales que debiera cerrarse por un tiempo la formación

inicial y perfeccionar al personal que actualmente labora en la PNC. Esta

pretensión, por demás válida, choca dramáticamente con las demandas sociales,

y por tanto con los compromisos políticos asumidos desde el Órgano Ejecutivo.

En un contexto en el cual la población asume que sólo hay seguridad cuando se

visibiliza la policía en la calle, donde se cree que a mayor número de detenciones

mayor efectividad policial, y donde los políticos en todas sus campañas prometen

más policías, es normal que se haya impuesto la lógica de la cantidad sobre la

calidad. No estamos afirmando que nuestros policías sean deficientes; pero si

estamos señalando que los indicadores de seguridad ciudadana dan claras

señales sobre la necesidad de elevar aún más las capacidades técnicas y

científicas de la PNC de cara al combate y prevención de la delincuencia. Dicha

tarea se ve limitada para la ANSP en la medida que la crisis nacional e

internacional dificulta contar con mayores recursos para ampliar y dar mayor

cobertura a sus procesos de formación. Este es un reto que obviamente supera

las capacidades reales de la ANSP y cuya concreción requiere de acciones a nivel

del Estado salvadoreño, pero no por ello debe dejar de ser señalado. Es imperante

que el personal policial, lejos de hacer una labor de presencia en la comunidad

“pateando las calles”, debe de generar un cambió en el que se vea involucrado,

insertado, volviéndose en un gestor de la seguridad pública, trabajando junto a su

comunidad en buscarle solución o procurar incidir en erradicar las causas que

vulneran la seguridad de la comunidad, sin caer en el error de convertirse en

“promotores sociales” o hacerse notar o considerarse como los únicos invitados a

buscarle solución a los problemas relativos a la seguridad.

4.5 Medición de impacto de la formación

Por imperativo legal, la ANSP tiene la obligación de evaluar anualmente a la PNC

en todas las áreas en que es formado el personal con énfasis en materia de

Derechos Humanos. Lamentablemente aún no se han diseñado mecanismos que

posibiliten hacer de tales evaluaciones un insumo para la discusión del claustro

docente y los diseñadores del currículo de modo tal que el proceso de adecuación

curricular sea más expedito.

Para resolver esta y otras dificultades se está trabajando en un sistema de

evaluación del impacto que permita determinar no solo si un evento formativo se

desarrolló o no, sino más bien el impacto que este evento formativo pudo tener en

la modificación de la dinámica policial local, en la mejora de las capacidades

técnicas y científicas en el terreno de la cotidianidad policial. Importa evaluar el

impacto más que el logro de metas numéricas.

Con este sistema de evaluación del impacto se pretende también disminuir, si es

que no eliminar la tendencia a enviar a procesos de capacitación a personal

considerado por el mando como poco eficiente a fin de “no perder” en procesos

formativos a personal verdaderamente competente. De la misma suerte se

pretende romper con la lógica de formar personal para áreas o tareas que luego,

al llegar de nuevo a su destino no tiene posibilidades reales de desarrollar por falta

de oportunidades o condiciones objetivas.

4.6 Visibilizar la continuidad de la formación en la PNC.

Una vez la ANSP finaliza su proceso de formación teórico práctica con los

alumnos de formación inicial, estos deben desarrollar un periodo de práctica al

interior de la PNC previo a su graduación y juramentación. Ese periodo es

evaluado por elementos de la PNC que dirigen y orientan a los futuros elementos

de la PNC durante la práctica. La supervisión de esta fase es responsabilidad de

la división de Estudios de la ANSP y la Unidad de Formación Profesional de la

PNC.

A pesar de la coordinación interinstitucional existente, dada la especificidad de la

terea encomendada a la ANSP, muchos al interior de la PNC han asumido la

postura de demandar que los estudiantes una vez egresados de la academia

estén plenamente formados. Estos mismos sectores argumentan, como suele

suceder en muchas realidades, que los nuevos elementos policiales carecen de

todas las competencias para desempeñarse como tales.

A fin de mejorar cualitativamente el proceso de formación de nuestros estudiantes,

uno de los retos más grandes hasta ahora enfrentados y no necesariamente

resueltos satisfactoriamente es el lograr modificar la percepción errónea arriba

indicada. Se ha insistido con la PNC que la formación de los estudiantes inicia en

la Academia pero continuará en la PNC, no sólo durante la práctica sino más bien

durante toda su vida profesional. El estudiante en práctica policial aún no es

policía, cuenta con las herramientas teóricas, metodológicas y procedimentales

básicas que, bajo la guía de policías con experiencia podrá desarrollar y aplicar

adecuadamente. Será la experiencia, conducción y modelaje adecuado de los

agentes evaluadores los que posibilitaran el cierre adecuado del proceso de

formación inicial y será de todos los miembros de la corporación policial el

compromiso de ofrecer una formación continua en el desarrollo de sus actividades

diarias.

Este reto es importante porque ha llevado a la mesa de discusiones, que más allá

de la transmisión de disposiciones normativas y deontológicas, será la

configuración de la cotidianidad policial la que finalmente formará a los

elementos de la PNC durante toda su vida. Con ello no se pretende restar

importancia o negar responsabilidad en la ANSP en la adecuada formación del

personal policial. Se trata más bien de ser coherente con un enunciado formativo

clave asumido por nuestra institución: la formación para la vida.

4.7 Generalización del Enfoque de Policía Comunitaria. .

Al anterior de la ANSP se han mantenido desde sus orígenes múltiples

discusiones en torno a la relación policía-sociedad. Esta discusión se ha

materializado en contenidos curriculares e incluso en el diseño e implementación

de una asignatura otrora denominada “policía y Sociedad”. A pesar de tales

esfuerzos internos, dada la dispersión antes aludida al interior de la PNC en virtud

de la cual se le consideró acciones para contar con informantes, relaciones

públicas, un área especializada o una forma particular de proceder

específicamente en seguridad pública, es hasta la actual administración que la

PNC definió institucionalmente su modelo de policía comunitaria. En este proceso,

la Academia no fue protagonista aun cuando acompañó el proceso. Ahora, una

vez superadas las dispersiones conceptuales, se definió que la policía comunitaria

es una filosofía de trabajo a ser asumida por todos los elementos de la PNC en

todas sus actividades. Corresponde a la PNC verificar su implementación, y a la

ANSP formar efectivamente a los aspirantes y personal en servicio sobre esta

nueva visión del trabajo policial.

Esta nueva filosofía de “ser policía” y de “hacer función policial” ha sido diseñada a

partir de la revisión de diferentes experiencias en varios países del planeta y

adoptando una definición de policía comunitaria muy propia, adaptada a la

realidad de nuestro país y construida por miembros de nuestra policía.

Filosofía de concebir la vida del y la policía en comunidad ha tenido sus

dificultades en su implementación. Ha existido mucha resistencia en su desarrollo

por parte de los mandos superiores, medios y del nivel básico, a pesar de

concebirse como eje transversal de la institución a partir del año 2009. Esta

resistencia se ha venido debilitando en cuanto se han podido percibir los

resultados, de una forma medible, obtenidos en diferentes sectores de la sociedad

que están siendo monitoreadas por las autoridades de la PNC con participación de

la ANSP.

El reto o tiene la PNC, en concientizar a los mandos superiores al punto que sean

un referente del policía que se pretende construir, realizando ejercicios de

democracia, transparencia, tolerancia al interior de la unidad. Aplicando las

habilidades sociales que se le demanda tener al nuestro compañero policía.

4.8 Rendición de cuentas.

Finalmente, es importante insistir sobre el origen de la PNC. Los acuerdos de paz,

de los que nacen la ANSP y la Policía, fueron el fruto de años de sufrimiento para

el pueblo salvadoreño. Consideramos necesario que la sociedad civil recuerde

este hecho y se preocupe en forma decidida por un control efectivo de la PNC. La

cultura de paz no se puede fundamentar en el pasotismo; exige que la sociedad

civil asuma los compromisos ciudadanos que incluyen, obviamente, velar por el

adecuado funcionamiento de las instituciones democráticas y exigir el respeto a

sus derechos humanos, haciendo uso de los recursos propios de un Estado

democrático de Derecho.

Desde el proceso de formación se prepara al policía para comprender y asumir su

compromiso de rendir cuentas a la sociedad; pero ingentes sectores de la

sociedad no tienen aún un interés real por interactuar con la institución policial

más allá de las demandas de auxilio. ¿Problema de la sociedad?, no. Es un

problema de la institución policial. Debemos ganarnos la confianza de la

ciudadanía. Ellos nos están esperando para trabajar juntos.

4.9 Dignificación de la carrera Policial

Como resultado de esto, el policía no es visto siquiera como un trabajador sino

como un “elemento” con miles de obligaciones y pocos derechos. Lejos parece

estar el día en que la población abogue por mejoras salariales, reconocimiento de

horas extras, organización laboral y demás derechos que el resto de la sociedad

civil demanda para sí pero niega al policial. Sobre el particular es relevante

recordar que el antepasado Consejo Académico de nuestra institución definió

como parte del perfil del policía nacional civil no el lógico y esperado espíritu de

servicio. A su juicio el policía debe tener en realidad un “espíritu de sacrificio”.

Nuestra sociedad por tanto espera que el PNC le asegure el goce de algunos

derechos que a él le son contravenidos. Con asignarle o no estos derechos,

estamos convencidos que al Policía de la región centroamericana, no les

quitamos el espíritu de servicio y de sacrificio que hasta el momento han

demostrado tener.

La Policía debe estar al servicio de la sociedad, pero dependerá de la sociedad en

última instancia que este orden de prioridades no se vea invertido mediante un

acercamiento a la sociedad que posibilite comprender por fin que más que un ellos

y nosotros, todos conformamos un NOSOTROS.