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Los pueblos indígenas en la revolución mexicana

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DE ANENECUILCO A HUIRIVIS

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De Anenecuilco a Huirivis

Pueblos indígenas en la Revolución Mexicana

Ricardo Ham

samsara

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ISBN 978-970-94-2679-4

De Anenecuilco a Huirivis© Ricardo Ham

Primera edición, octubre 2010

© Samsara Editorial, [email protected]://www.samsaraeditorial.com

Todos los derechos reservados.

Impreso en México

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A Celia y Juan

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INDICE

PRESENTACIÓN 13

INTRODUCCIÓN 18

ETAPA COLONIAL 21

LAS GUERRAS DEL YAQUI 28

LA SEMILLA MAGONISTA 35

EL PLAN DE SAN LUIS Y EL ZAPATISMO 41El plan de Ayala 44Los capitanes zapatistas 45Chiapas y Oaxaca 48Sinaloa y el pueblo mayo 50Las mujeres zapatistas 52

LOS YAQUIS Y EL TRIUNFO SONORENSE 54El maderismo 55De la Huerta y el pueblo yaqui 57Los fi eles de Huírivis 59Traicionados por Obregón 61

EPÍLOGO 66

ANEXO 1 68Artículo 2 de la Constitución política de los Estados Unidos MexicanosANEXO 2 69Programa del Partido Liberal Mexicano (fragmento)ANEXO 3 70Plan de Ayala (fragmento)ANEXO 4 72Primer manifi esto zapatista en náhuatl

BIBLIOGRAFÍA 75

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No necesito ser soldado para ser revolucionario,Ya que tengo mi pluma y con ello me basta para batirme

LUIS CABRERAConvención de Aguascalientes, 1914

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La crónica periodística en la memoria de los actores de la Revolución Mexicana.

Reseñar la trayectoria de Ricardo Ham no es nada sencillo, pues se debe vincularlo con diferentes temáticas, todas imbuidas en la cultura urbana independiente. Desde su época de estudiante, Ham estuvo vinculado con el estudio y la elaboración de revistas independientes de cultura, ha sido editor de la revista Lumbrera (2005-2007), que recibió la beca para revistas independientes del FONCA Edmundo Valadés, organizador del proyecto alternativo Sombra de Cloto, fotógrafo, poeta, escritor de nota roja, productor de radio en el antecedente de la Secretaría de Cultura del D. F., el Instituto de Cultura de la Ciudad de México, docente, entre otras varias afecciones que tiene en su haber el polifacético Ricardo.

De entrada no parece extraño que un periodista cultural independiente como Ricardo Ham ahora, en pleno festejo del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución, opte entre sus líneas por compartir un estudio a conciencia de algunos movimientos indígenas-campesinos de nuestro país durante la Revolución, cuya expresión es el Estado mexicano actual, quien hace referencias a la “multiculturalidad” en el artículo 2º de la Constitución de nuestro país, pero letra muerta en la práctica cotidiana sobre los derechos territoriales y el autogobierno de los grupos indígenas, cuyas motivaciones impulsaron a los Yaquis y a los campesinos de la zona de Morelos a integrase al movimiento revolucionario.

El cambio de interés informativo de Ricardo Ham, mostrado en “De Anenecuilco a Huiviris”, nos muestra un breve alejamiento a los hechos de sangre, de la comidilla de los diarios de la nota roja del país, a un tema escabroso, en el cual se sigue debatiendo en los ámbitos académicos, ejemplo de ello consta en el Congreso Internacional Los indígenas en la Independencia y en la Revolución

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Mexicana, organizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en febrero de 2010. Este cambio debe conducir a la primera refl exión, el texto que el lector tiene en sus manos no es obra de historiador, etnohistoriador o antropólogo, es una iniciativa de un periodista inquieto en búsqueda de la nota histórica que llega a salirse, como lo han hecho algunos antropólogos, de su zona de confort de la academia y los vicios personales, y se suma a las reivindicaciones de su objeto de descripción, los grupos indígenas. Es en este tenor en el cual se ubica el presente texto, es una mezcla de periodismo histórico con el periodismo comprometido, es una lectura de ciertas fuentes que aportan una versión accesible para el que no se especializa en temas históricos o antropológicos, como los participantes en el coloquio referido anteriormente.

Es extraño, y el autor debería aclararnos por qué sólo los Yaquis y los campesinos de la zona de Morelos fueron considerados en su estudio, junto con la tangencial descripción del magonismo, ya que desde la etapa de formación del Estado mexicano en el siglo XIX, numerosas fueron las rebeliones indígenas, por ejemplo la de los Olarte en Veracruz, indígenas totonacos; la de Francisco Dieguillo “Palagustín”, nahua de la Sierra Norte de Puebla; en ese mismo sentido se debe rescatar la participación de grupos nahuas de la zona de Zacapoaxtla, Puebla, en la defensa de la “nación” sumadas a las fi las de Juan Crisóstomo Bonilla y Juan Francisco Lucas en contra de los invasores franceses.1[1 Para estos casos consúltese Th omson (1991, 1993a, 1993b, 1996, 1999); Valderrama (1993); Masferrer (2005; 2006); García Torres (2010).]Erick R. Wolf (1976) ha dejado constancia de diferentes movimientos campesinos en México (como en el extranjero); Leticia Reina (1980), ha elaborado uno de los estudios más importantes para conocer los diferentes movimientos armados y rebeliones que han encabezado los indígenas-

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campesinos en México. Es decir, existe un análisis formal sobre los temas que Ricardo Ham aborda en este escrito, pero en su forma de redactar, de presentar los datos de una manera amable, denota un interés alejado de la investigación académica, ¿sería pertinente, entonces, hablar de un interés personal por entender los temas (la rebelión Yaqui, el movimiento zapatista y el magonismo) y su posterior comprensión transmitida en forma de este escrito? Me parece que la respuesta es afi rmativa, ya que la información sobre esos eventos, en el marco preciso del Bicentenario y Centenario, tuvieron que ser entendidos y (des)escritos en la individualidad de forma amigable; dicha información, para fortuna de nosotros los lectores, ahora es presentada en forma de libro.

En el texto escrito por Ricardo Ham, se intenta desmitifi car la pasividad de los indígenas y se mencionan brevemente diferentes movimientos donde éstos, junto con algunos campesinos, participaron en la confrontación con el gobierno Colonial y luego con el incipiente Estado mexicano del siglo XIX. La lista de rebeliones indígenas que nos presenta el autor, nos refi ere un panorama muy breve y conciso de algunos de esos movimientos, pero el autor decide tomar dos casos fundamentales en el país, el Ejército Libertador del Sur y el de los Yaquis. El primero de ellos tal vez por el interés despertado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y los momentos de juventud que le tocaron vivir al autor.

No obstante, en el contexto de las narraciones aparece la tierra como demanda o respeto a los derechos de los individuos, cosas ajenas a la jerga de los políticos, pero no por ello excluido de la vida social, que conduce a la convergencia de esos lugares en una sola demanda: tierra, como sustento de la vida de los campesinos e indígenas que la habitan. Esta se convierte en una motivación para que Ricardo Ham diese el salto de un tema a otro, de la nota roja a los indígenas-campesinos en su lucha y defensa de la tierra.

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Como estudiante y enseñante de la antropología que soy, considero que se debe anexar un breve panorama actual sobre los Yaquis y la visión antropológica que ha proporcionado sobre los mismos, cuyos fundamentos son contundentes en el análisis a través del parentesco, la cosmovisión, la confi guración étnica, su economía, etc. (Figueroa, 1993; Olavarría, 1995, 2003; Hernández Silva, 2003, entre otros) es decir la etnograf ía del pueblo Yaqui sobrepasa una visión instrumental de la tierra y lo concentra en su cosmovisión, su forma de organización social, en la forma en que conciben la tierra, su vida cotidiana, lo cual daría explicaciones mucho mayores a su afán de lucha. Los Yaquis, habitantes de la parte centro sur del estado de Sonora, en el norte de México, es un grupo indígena hermanado lingüística y culturalmente con los Mayos. “El gobierno tradicional de los yaquis es un complejo conjunto de instancias civiles, militares y religiosas” (Figueroa, 1993, p. 47) lo cual les ha otorgado un carácter sumamente complejo de entender, pues su tenencia de la tierra comunal, su autogobierno, ley tradicional que recae en la oralidad, el consenso en la toma de decisiones, y su vinculación con su cosmovisión (conjunto de ideas que explican el origen del humano y su relación con sus semejantes, su medio ambiente y principalmente con su deidad), son algunos aspectos que, además de lo señalado por Ricardo Ham, explicarían la presencia y participación de los Yaquis en los momentos de resistencia indígena previo y después de la revolución.

Por otro lado, en el estado de Morelos, la situación no es muy diferente de la que vivieron los Yaquis respecto a su anhelo de tierra y su participación en la lucha armada, tal como lo muestra el trabajo de investigación de Ricardo Ham, desde los altos de Morelos (los 11 municipios incluidos en esta clasifi cación, Tepoztlán, Ocuituco, Ycapixtla, etc.) hasta la zona de Cuautla y Anenecuilco, son símbolo de ese anhelo de tierra, compartido por

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Zapata y sus seguidores en la primera década del siglo XX.

Aunque como lo muestra el autor, dos lugares y circunstancias diferentes llevaron a la participación activa de los indígenas y campesinos en movimientos que determinaron un papel nacional, pero que con la construcción histórica del discurso ofi cial, se han olvidado o, mejor dicho, han quedado suplantadas por la visión de los héroes de la historia de nuestro país.

De Anenecuilco a Huiviris representa una oportunidad de leer con claridad, sin tecnicismos académicos, una visión de los impulsos, de los líderes y de las condiciones sociales, políticas, culturales de dos pueblos hermanados por el anhelo de tierra, pero involucrados en las cuestiones nacionales, como su enfrentamiento al Estado, pero sobre todo, el legado histórico representados por sus conjuntos de vivencias y situaciones narradas por Ricardo Ham. De tal forma que aplaudo la iniciativa del autor de incursionar en nuevas temáticas, en viejas-nuevas problemáticas de lo antropológico-histórico con el periodismo histórico-comprometido, como el hecho por Ricardo Ham.

La bondad del texto De Anenecuilco a Huiviris, y un aporte en esta maraña de información que nos bombardea sobre el festejo ofi cial del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución, es no recurrir a las grandes fi guras de dichos acontecimientos, ni relata uno desconocido, más bien Ricardo Ham nos trae a la memoria, con su descripción, la participación de grandes sectores del pueblo que bien propiciaron o participaron en la Revolución de nuestro país, y que ahora dicha participación debe ser revalorada con el fi n de que la historia deje de ser sólo para las grandes fi guras o íconos nacionales. La descripción de Anenecuilco y de los líderes Yaquis, nos refi ere no sólo a Emiliano Zapata o José María Leyva “Cajeme” como los héroes de dichos movimientos, sino que fueron pueblos en su conjunto,

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una forma de vida, de concebir la tierra por parte de esos habitantes la que, fi nalmente, los llevó a participar en el movimiento armado. Por eso, Ricardo Ham se encarga de recordárnoslo.

Víctor Manuel García Torres2

*Lic. En Antropología Social, estudiante del a maestría en Antropología en el Instituto de Investigaciones Antropológicas-Facultad de Filosof ía y Letras, UNAM; profesor de antropología en la Escuela Nacional de Enfermería y Obstetricia, UNAM, y en la Escuela Preparatoria Ofi cial No. 141 del Estado de México.

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INTRODUCCIÓN

Es una constante en la personalidad del mexicano suponer que los pueblos indígenas históricamente

se han comportado de manera conformista y que fácilmente se han doblegado ante las imposiciones e invasiones de factores externos a sus comunidades. Incluso esta idealización de los pueblos originarios les llevó a quedar exentos de participar en el servicios militares ya que el Presidente Santa Anna los creía sólo útiles para las labores agrarias y no para la guerra. Ambas consideraciones son erróneas, basta con decir que los pueblos indígenas fueron los primeros en levantarse en armas contra la invasión española, corrieron largos 300 años de lucha desde los primeros levantamientos Mixes y Zapotecos en 1523 hasta el movimiento armado que daría origen al grito de Dolores en 1810.

La capacidad bélica de los pueblos indígenas ante los invasores españoles puede ser resumida a la histórica resistencia Yaqui: según la tradición oral en la primera expedición española a territorio sonorense en 1533, un líder yaqui fl anqueado por cientos de guerreros dibujó una raya y les hizo saber a los europeos que si la cruzaban serían repelidos militarmente. En cuanto traspasaron la línea se entabló un combate en el que los españoles fueron derrotados; cien años más tarde los jesuitas serían quienes entrarían al territorio en misiones religiosas. Desde entonces el pueblo Yaqui encarnó una guerra sin cuartel contra ejércitos yoris (blancos) que fi nalmente terminaría hasta la época del gobierno Cardenista en 1937; sin mencionar el vital aporte de los habitantes de la zona en la guerra de revolución, en la que de igual forma, apoyaban y combatían en contra Álvaro Obregón y los constitucionalistas

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La astucia militar de los pueblos originarios ha servido no sólo para pelear por la autonomía de los territorios, sino para disputar por la independencia del país, incluso fueron los combatientes indígenas quienes en muchas ocasiones debieron repeler los ataques Apaches a los estados del norte de la república, basta con mencionar que el histórico líder chihene “Victorio” fue abatido por las balas de los rifl eros de Araseáchic, un grupo de tarahumaras liderados por Mauricio Corredor. Pueblos como los pimas, pames y Kikapú también pelearon contra las invasiones de indios norteamericanos, incluso los kikapú poseen su territorio en Coahuila gracias a un tratado establecido con Benito Juárez que les permite habitar territorio mexicano a cambio de defender al país contra las tribus apaches.

Podría decirse que, en gran medida, la actitud bélica de los pueblos indígenas mantuvieron la larga lucha de revolución, el Ejército Libertador del Sur, compuesto mayormente por indígenas nahuas y el batallón yaqui nombrado “Los fi eles de Huírivis” son muestra palpable de esto, no es nada lejano a la realidad decir que el éxito del grupo sonorense en la revolución mexicana tuvo un aporte indígena trascendente.

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ETAPA COLONIAL

Bajo la aparente tranquilidad que la época de la colonia representó para nuestro país, los pueblos originarios presentaron una férrea resistencia a la total ocupación española, podría decirse que en ninguna etapa del México colonial hubo un dominio español completo pues los alzamientos indígenas iniciaron tan solo dos años después de la caída de la Gran Tenochtitlan en 1521 siendo la región del Pánuco la primera en sufrir los ataques de los habitantes naturales de la región, sin olvidar que tanto indios mixes como zapotecos lanzaron sus ofensivas en 1523 y 5 años más tarde Chiapas presentó oposición armada. Fue hasta 1531 que los aztecas volvían a presentar sus armas contra los españoles, todos estos alzamientos fueron controlados por los invasores, las insurrecciones no cesaron y en algunas regiones fueron creciendo tanto en fuerza como en constancia.

Conforme se presentaba la oposición india se comenzaban a escuchar los nombres de los primeros caudillos indígenas, así Ayapín es recordado por encabezar la insurrección en Sinaloa en 1538, varios años después se iniciaría la historia de otros líderes como Canek con los mayas, Babilonio con los zuaques, Anabayuleti, Lautaro y Calixto como líderes de yaquis y mayos, Juan Cipriano en Guanajuato y Luis de Sario con los pápagos y pimas.

En 1538 en Sinaloa, el indio Ayapín encabezó la resistencia en contra de los invasores europeos que deseaban apoderarse de las mejores tierras y recursos de la zona aledaña al río Culiacán, la táctica de ataque contra los blancos se asemejaba a la hoy popular guerra de guerrilas utilizada como una constante entre los indios rebeldes de nuestro país. Ayapín atacaba de noche,

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incendiaba sembradíos, robaba caballerizas y ganado; su contraparte española liderada por Diego Fernández y Lázaro de Cebreros fueron incapaces de apresarlo y tuvieron que pedir ayuda a Nuño de Guzmán quien fi nalmente ordenó la ejecución y descuartizamiento del cuerpo de Ayapín en 1539.

El 20 de noviembre de 1761, en la iglesia Cisteil, terminada la misa religiosa, Jacinto Uc de los Santos, mejor conocido como Jacinto Canek aprovechó la asamblea de los vecinos para llamar a los presentes mayas a levantarse en armas contra la dominación española. Miles de indígenas creyeron que era el rey anunciado por la profecía y que los días de los españoles estaban contados. Jacinto Canek fue un hombre profundamente religioso al que no le importó morir por su pueblo, lo guió para poder revelarse contra los españoles por que no soportaban las humillaciones y la forma en que trataban a los esclavos. Jacinto Canek se proclamó rey y encabezó la rebelión que tenía por meta el dominio político y religioso del pueblo maya. En el primer encuentro contra los invasores murieron el capitán Tiburcio Cosgaya y diez soldados más, el gobierno español envió mayores fuerzas al mando de Estanislao del Puerto quien venció a Canek el 26 de noviembre de 1761. En la acción perecieron quemados 500 indios, Canek huyó a Huatulchac, donde fue nuevamente derrotado; fi nalmente se le aprehendió en Sibac y se le condenó a morir. La sentencia se cumplió puntualmente en la plaza mayor de Mérida el 14 de diciembre de ese año. Después fueron ahorcados ocho de sus cómplices y se ejecutaron las sentencias, azotes y mutilaciones, contra los participantes.

Las insurrecciones indígenas de 1523 a 1810 fueron:

ü Sublevación de indígenas en la región de Pánuco (1523) Cortés se ve obligado a mandar refuerzos

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para combatirlos, utilizando para ello indios tlaxcaltecas.

ü Rebelión de los indios zapotecas y mixes (1523)

ü 1524-28. Sublevaciones en Oaxaca de los mixes, se negaban a pagar tributos a los españoles. Asesinaron a los cobradores y su rebelión se extendió hasta Chiapas.

ü Sublevación de los indios de Chiapas (1528) La causa de la rebelión es la imposición de tributos. Los españoles salieron a combatir a los indios en Socton y lograron su pacifi cación; después fueron sometiendo a los pueblos Chamula, Sinacatlán y Simatlán.

ü Rebelión de los indios aztecas en la ciudad de México (1531).

ü Insurrección de los indios opilingos en Chiapas (1531)

ü Insurrección de indígenas en Sinaloa dirigida por Ayapín a fi nes de (1538)

ü Se sublevan los indios de Nueva Galicia en Mixtón, (1541) los indígenas se negaron a pagar tributos y a reconocer a los encomenderos de Tepic, Tlaltenango, Río de Juchilapa, Nochistlán y Teocaltiche. La sublevación creció hasta llegar a sitiar Guadalajara.

ü Rebelión de los indios cascanes desde Nayarit a Zacatecas en (1542 )

ü Rebelión de los indios zacatecos y guachichiles,

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en parte de los actuales estados de Zacatecas, San Luis Potosí y Jalisco.(1561) El levantamiento se extendió hasta el Peñón Blanco, Y en el Sur dejó sitiado el más importante centro minero del virreinato: El Real de Zacatecas.

ü Rebelión de los chichimecas de Saltillo. (1582)

ü Sublevación de los indios de Nueva Galicia (1584)

ü 1592 La tribu de los acaxees se separó de las misiones en las que se hallaba sometida a la explotación y vejación de los misioneros

ü Insurrección de los indios de las minas de Topia (1598)

ü Nueva rebelión de los guasaves (1600)

ü Sublevación en la Nueva Galicia (1600-1601)

ü Se rebelan tarahumaras y tepehuanes. Mueren 15,000 indígenas (1606)

ü Insurrección de los yaquis dirigida por Lautaro y Babilonio (1609)

ü Rebelión de negros en Orizaba, los habitantes de la ciudad de México esperaban un ataque de éstos para tomar la ciudad; el virrey pactó con ellos y formó la población de San Lorenzo de los Negros para que la habitaran (1609)

ü Expediciones de Diego Martínez de Hurdaide contra los yaquis (1610)

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ü Rebelión de los indios de Tekax, Yucatán (1610)

ü Nueva rebelión de tarahumaras (1616)

ü 1621 Los indios tobosos y sus tribus aliadas se sublevaron debido a que se les obliga a ser sedentarios para el trabajo en las haciendas del Valle de San Bartolomé. Estos indígenas llegaron a atacar dos reales de minas importantes: Mapimí y Parral.

ü Sublevación de los indios de Bakalal, Yucatán (1639)

ü Rebelión de los indios tobosos de Sonora, aliados con los salineros, mametes, julemes y conchos (1644)

ü Rebelión de los tarahumaras (1650).

ü Insurrección de los indios de Tehuantepec (1660).

ü Nueva rebelión de los tarahumaras (1662).

ü Se rebelan los indios conchos, sobas y pimas, 1665

ü Rebelión de los indios tobosos (1667)

ü Alzamiento de los indios en el Nuevo México (1680) Las tribus locales (taos, pecuries y tehuas) asaltan San Cristóbal y expulsan a los españoles de su territorio, negándose a pagar tributo. Durante doce años mantienen su independencia hasta que la rivalidad entre las tribus, y los fuertes tributos que exigía el cacique los debilitó, favoreciendo con ello la reconquista.

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ü Sublevación de indios en Oaxaca (1681)

ü Rebelión de tarahumaras (1688)

ü Rebelión de los pimas de las misiones de Caborca (1695)

ü Sublevación de los indios de Tuxtla, Chiapas, en (1695)

ü Rebelión de los pimas de Sonora (1697)

ü Se sublevan los indios del Reino de Nuevo León (1701)

ü Se rebelan los indios conchos. (1720)

ü Rebelión de indios seris en (1724)

ü Insurrección de los indios de las misiones en el sur de la Baja California (1733)

ü Nueva rebelión de yaquis y mayos dirigida por Calixto,(1740)

ü Alzamiento de los seris en Sonora (1748)

ü Rebelión de los pimas altos, sobas y seris (1751) se sublevan debido a su alto grado de combatividad. El gobernador mandó a separarlos de sus mujeres, esta medida intensifi có la rebelión y propició que se les unieran los pápagos, esta lucha se prolongó durante más de 10 años

ü Ataque de indios pápagos a la misión de San Marcelo (1751)

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ü Sublevación de los indios californios (1751)

ü Rebelión de los seris de la Pimería Baja (1755-59)

ü Rebelión de seris y pimas (1760)

ü Insurrección de indios mayas en Yucatán dirigida por Jacinto Caneck (1761)

ü Alzamiento de seris, pimas y sububapas en el pueblo de Suaqui, Sonora (1766)

ü Sublevación del indio Juan Cipriano en Guanajuato (1767)

ü Alzamiento de los indios sububapas (1770).

ü Rebelión del indio Mariano en Tepic (1801)

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LAS GUERRAS DEL YAQUI

¡Oh muerte de los aduares de la fanática tribu, soberbios en su ignorancia tremenda y salvaje, hijos bravíos de la sierra, de orgullo supremo que desafi aran la muerte con épico desdén...!

HERIBERTO FRÍASLos perros de Tomochic

(Fragmento)

La prolongada estancia de Porfi rio Díaz en el poder llevó al país a una polarización económica extrema. Mientras el Estado presumía logros en vías de comunicación y atraía inversiones extranjeras, festejaba en lujosas fi estas y echaba la casa por la ventana en los festejos patrios, los trabajadores del campo y los pueblos indígenas sufrían los abusos de hacendados y burgueses propietarios de medios de producción; diversos pueblos originarios se sintieron despojados de sus territorios y los obreros no veían retribuida su fuerza laboral en los bolsillos, los disidentes eran expatriados y la libertad de prensa brillaba por su ausencia. Pese a todos esto, el gobierno porfi rista mantenía su estabilidad por medio de la represión, el autoritarismo, y en caso de los pueblos indígenas, del genocidio.

El pueblo yaqui sufrió la saña de la clase porfi rista desde su arribo al poder, la autonomía y productividad del valle despertó el malestar del Estado en su contra, la presencia del vicepresidente Ramón Corral como gobernador de Sonora fue la punta de lanza de todas los ofensivas porfi ristas que atacaban a la tribu, desde 1880 el gobierno federal preparó exploraciones que tenían por fi n la repartición de tierras pertenecientes a

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los yaquis, los decretos y comunicados de la presidencia iban encaminados a la expropiación y anunciaban la urgente ocupación militar de la zona. Ante la inminente amenaza del reparto de tierras la comunidad yaqui se vio en la necesidad de retomar las armas, esta vez bajo el mando de José María Leyva “Cajeme”.

Cajeme, (el que no bebe agua) representa un parteaguas para el pueblo yaqui, si bien es cierto que ya antes de él los yaquis se caracterizaban por ser un pueblo guerrero bajo las órdenes de caudillos como: Juan Banderas, Calixto, Muni, Anabayuleti y José Marquín; es hasta su llegada como capitán de la etnia que los ejércitos se reorganizan y, como lo afi rma el historiador Palemón Zavala, “cuando Cajeme ingresó al cosmos yaqui, llevó a la tribu a su época de oro”

José María Leyva lo mismo peleó al lado del gobierno federal que en su contra, debe mencionarse que de igual forma lidió contra yaquis, mayos y ópatas, para posteriormente colocarse a su mando militar; es recordado por su importante participación en la guerra contra los franceses pues se enroló con los patriotas bajo el mando del general José María Yánez. En 1867 dirigió una guerrilla que combatió a sus hermanos de sangre que servían como guardias armados a las compañías mineras, los comerciantes y los ganaderos; en esta campaña por méritos, fue ascendido a capitán de caballería del Ejercito Federal. Al cumplir 37 años fue nombrado alcalde mayor, el más elevado puesto jerárquico que concedía el Estado a un miembro de la tribu yaqui.

Cajeme estableció un sistema de gobierno al lado de los yaquis donde la autoridad superior era la voluntad de los ocho pueblos que conformaban la Nación yaqui, en asambleas nombraban “gobernadores” y “alcaldes” que obedecían los mandatos populares; Cajeme y su guerrilla luchó ferozmente contra las tropas al mando de Guillermo Carbo y Bonifacio Topete, en los combates de El Añil

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En 1886 Cajeme dirigió un escrito al general J. Hernández:

Desde luego nos someteremos todos a la obediencia del Gobierno, bajo la condición de que dentro de 15 días se retiren todas sus fuerzas que están en el río -Yaqui- para Guaymas o Hermosillo; de no hacerlo así, pueden ustedes obrar de la manera que les convenga; yo, en unión de mi nación estoy dispuesto a hacer la última defensa.

La respuesta fue brutal, el gobierno decomisó a cajeme 80 mil pesos depositados en un banco, los soldados lo acosaron en todo momento y lo propinaron serios fracasos que ocasionaron el descontento de la etnia, algunos grupos internos nunca estuvieron de acuerdo con su liderazgo y aprovechaban las derrotas para atacarle, incluso dentro de la propia etnia, Cajeme debió combatir a algunos insurrectos como Yorigelipe. En febrero de 1887 se refugio en Guaymas; una vez enterado el gobierno su ubicación se giraron instrucciones para su detención, Cajeme fue capturado y asesinado al día siguiente en Las Cruces, muy cerca de Cócorit.

Una vez muerto Cajeme, el gobierno creyó inútil seguir manteniendo sus tropas en territorio yaqui y emprendieron su marcha a Mazatlán, pero tan solo dos días después de que las tropas salieron de Cocorit, los Yaquis entraron a sangre y fuego a los territorios ocupados por yoris (blancos) y tras cometer varios robos y asesinatos incendiaban las comunidades. Estas nuevas incursiones fueron realizadas al mando del nuevo capitán, Juan Maldonado “Tetabiate”. Huir constantemente de las tropas federales, disparar sobre ellas ocultos en los bosques y matorrales, seguir cautelosamente sus pasos, asesinar a los soldados durante el sueño y caer por

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sorpresa fue la nueva táctica yaqui implementada por el líder; Tetabiate asumió, como capitán general, el mando de los yaquis, hasta hoy es recordado como uno de los más prestigiados caudillos de la tribu, pues, bajo su gobierno se reconstituyeron la religión y las estructuras de gobierno tradicional que persisten actualmente. Asimismo, bajo la dirección de Juan Maldonado se reforzó la capacidad militar y volvieron a la capitanía de la etnia los legendarios guerreros coyote.

Con Tetabiate al mando continuó la guerra contra el gobierno pero también se consideró fi rmar la paz con el enemigo, en 1897 se fi rma la “Paz de Ortiz” en la que los jefes militares yaquis se comprometen a entregar las armas siempre y cuando los yoris salgan por completo de su territorio. El ejército federal decide enviar una comisión de indígenas a la capital de la república para entrevistarse con Porfi rio Díaz. Hilario Amarillas y Loreto Villa, asistentes de Tetabiate, visitan en palacio nacional al primer mandatario quien inteligentemente los lleva a un recorrido por La Ciudadela, sitio donde reposaba el armamento y poderío militar del gobierno; impresionados por lo presenciado, los soldados yaqui regresan a Sonora intimidados por la experiencia vivida en la capital del país.

La paz de Ortiz es rota por Juan Maldonado y Loreto Villa bajo el argumento de presencia yori en tierras yaqui, fueron solamente dos años de “tranquilidad” en la región, dos años en los que la etnia aprovechó para armarse y reunir el sufi ciente ganado y comida para enfrentar una nueva ofensiva, los ataques recíprocos comenzaron en 1899 y no cesarían pronto. En julio de 1901, Juan Maldonado “Tetabiate” es asesinado e inicia una larga sucesión y resistencia de líderes yaquis que tuvieron que enfrentar uno de los episodios más oscuros en la hjstoria de las comunidades indígenas de nuestro país, el periodo de deportación de los yaquis, de Sonora a Yucatán, este período constituyó para el grupo un

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proceso de merma demográfi ca, pérdida de su territorio y desajustes políticos, aprovechados por el gobierno para continuar con la colonización del Valle.

En 1908, dos años antes del inicio de la lucha armada por la revolución mexicana, se publicaron a manera de crónicas periodísticas, una serie de textos fi rmados por el periodista norteamericano John Kenneth Turner, una de las crónicas llevó por título “El exterminio de los yaquis” y ponía en evidencia la crueldad con que los sonorenses eran tratados y prácticamente cazados por las autoridades civiles de la época, por el gobierno del General Diaz. Las prácticas para aniquilar al pueblo yaqui iban desde arrebatarles por decreto sus tierras poner un precio de 100 dólares por cada yaqui asesinado y el aislamiento de los poblados de la sierra del Bacatete; poner precio a la cabeza de los indígenas se había convertido en una práctica común del gobierno dictador, se sabe que durante las invasiones apaches a territorio mexicano se ofrecían 250 pesos por cada indio muerto, 200 por prisionero y hasta 2 mil por líderes tribales como el caso de Victorio, mítico jefe chihene.

Finalmente, en 1908, fue publicado en varios periódicos de Estados Unidos y de México la orden presidencial de Porfi rio Díaz disponiendo que todos los yaquis, fueran hombres mujeres o niños y donde quiera que se encontrasen, deberían ser apresados por la Secretaría de Guerra y deportados a los campos de Yucatán para ser vendidos como esclavos. Como lo menciona Kenneth Turner en México Bárbaro: “El exterminio de los yaquis empezó con la guerra y el fi n de ellos se está cumpliendo con la deportación y esclavitud; a los guerreros yaquis simplemente se les cazaba, y millares de ellos optaron por rendirse. Sus jefes fueron ejecutados, y a los que se habían rendido se les cedió para ellos y sus familias nuevo territorio más al norte donde se establecieron como si fuera tierra de promisión; pero resultó ser un desierto y uno de los lugares más inhóspitos de toda América”.

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Sin duda alguna las condiciones en que se encontraban los pueblos indígenas durante la dictadura porfi rista fue uno de los puntos clave para el levantamiento armado. Este combinado a la situación de pobreza generalizada y principalmente al enorme problema agrario que enfrentaba nuestro país; no solo los yaquis se habían puesto en armas contra el gobierno, Porfi rio Díaz se vio obligado a apaciguar otros intentos de alzamientos locales como el de los nahuas de Tlaxcala que el 27 de mayo de 1910, bajo las órdenes de Juan Cuamatzin, intentaron arrestar al gobernador Próspero Cahuantzin. La revuelta fracasó y Cuamatzin y sus hombres se replegaron a La Malinche, donde continuaron la lucha hasta febrero de 1911 cuando Cuamatzin fue arrestado y fusilado. Díaz también ordenó la aprensión de un líder rebelde mixteco de la región de la montaña de Guerrero, la orden fue llevarlo a Tlapa donde seria encarcelado, sus seguidores, los habitantes de Potoichán, lo liberaron en un enfrentamiento con soldados donde los indígenas utilizaron machetes, palos y cohetes que ahuyentaron a las fuerzas federales. La mecha de la revolución se acercaba a la dinamita y los estallamientos estaban muy cerca

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Juan Malldonado “Tetabiate”

José María Leyva “Cajeme”

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LA SEMILLA MAGONISTA

El periodismo tuvo importantes aportaciones al movimiento revolucionario de 1910, la siempre mencionada entrevista Díaz-Creelman es para muchosel detonante principal del estallido encabezado por Madero, sin embargo, ese pudiera ser el origen del alzamiento democrático de la revolución, más no del movimiento agrario que trajo consigo la lucha armada, la tierra y el territorio ya se venía exigiendo desde años antes.

Otros importantes sucesos periodísticos que explican la revolución de 1910 es la publicación a manera de crónicas de los textos de Kenneth Turner, en algo que años más tarde se conocería en México como el libro “México bárbaro”, pero quizás, mas sobresaliente que ninguna otra publicación de la época fue el periódico “Regeneración” fundado por Enrique, Ricardo y Jesús Flores Magón, precursores e ideólogos vitales para el entendimiento de la revolución mexicana. Desde “Regeneración” se combatió y exhibió las injusticias y carencias del porfi riato y toda su estructura política. De pensamiento liberal y anarquista, la familia Flores Magón pasó de la denuncia periodística a la acción política y fi nalmente a la lucha armada, en Regeneración se habló durante los años anteriores a 1910 de liberalismo, de no reelección y periodos presidenciales de 4 años y abolición de la pena de muerte, temas y propuestas que se llevaron en 1906 a la fundación del Partido Liberal Mexicano (PLM), partido del cual Ricardo Flores Magón asumió la presidencia. Desde las primeras reuniones para su fundación, el PLM ya manifestaba un acercamiento hacia las comunidades indígenas, durante el primer congreso Liberal en 1901 ya se alzaba la voz para denunciar las penosas condiciones en que eran

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tratados los pueblos mayo y yaqui. El problema étnico es mencionado también en los puntos generales del PLM expedido 5 años más tarde donde se solicita protección para los pueblos originarios

Los hermanos Flores Magón nacieron en cuna indígena, en el estado de Oaxaca, justo en la sierra mazateca donde la diversidad étnica del país se hace presente entre mixtecos, mazatecos, chinatencos y sus vecinos nahuas de Puebla, sin embargo los Flores Magón pronto dejaron la sierra para trasladarse a la ciudad de México donde fi nalmente realizarían estudios universitarios, participarían en movimientos estudiantiles contra la reelección de Porfi rio Díaz y fundarían el periódico “Regeneración”. La presencia indígena sería una constante en la lucha magonista, tanto en el impulso para la conformación del PLM, como en la lucha armada originada desde las fi las liberales; algunos delegados del partido como el mixteco Hilario C. Salas, entablaba conversaciones con popolocas invitándolos a unirse a la rebelión, Abelardo Beave recorría la sierra de Oaxaca hablando a los indios sobre la revuelta que se preparaba, lo mismo hicieron otros magonistas entre los chontales de Tabasco y los yaquis de Sonora. Los liberales impulsaron un fuerte recurso propagandístico entre las comunidades indígenas, inculcaron la semilla liberal y apoyaron luchas regionales en contra de terratenientes y empresas extranjeras, tal es el caso de la batalla de Acayucan donde la empresa “Veracruz Land and Cattle” se apoderó más de 175 mil hectáreas de tierras comunales pertenecientes a los pueblos originarios del estado. En 1906 se organizaron partidas de campesinos encabezados por Hilario Salas para lanzarse a la rebelión agraria en contra de esta acción, sin embargo, y pese a haber reunido cerca de mil combatientes indígenas, la revuelta fue reprimida rápidamente por el gobierno de Porfi rio Díaz.

Por otra parte, Fernando Palomares, indígena mayo, fue

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puntal para la lucha liberal al norte del país, es recordado como uno de los más entusiastas y coherentes miembros del PLM desde su fundación. La relación de Palomares y los magonistas inició en 1904 convirtiéndose en agente de la publicación “El hijo del Ahuizote” distribuyendo el periódico en Baja California, lo mismo hizo con “Regeneración” y otros diarios más que buscaban adeptos para la causa liberal; incluso Palomares y otros indígenas magonistas como José María Leyva participaron durante el movimiento obrero en Cananea. Palomares no sólo tuvo como misión el distribuir periódicos y propaganda liberal, también llegó a dirigir la publicación “Libertad y trabajo” que manejaba exclusivamente contenido magonista. En 1910 Fernando Palomares fungió como delegado en Baja California y Sonora donde tuvo importantes acercamientos con líderes y combatientes yaquis como Sibaulame, posteriormente se concentró en preparar la insurrección armada acompañado del tarahumara Camilo Jiménez; en 1911 ocuparon militarmente Mexicali y avanzaron sobre Tecate y Tijuana permaneciendo en armas durante 6 meses hasta su enfrentamiento con tropas maderistas.

La estrecha relación entre los yaquis y el magonismo se plasmó desde los primeros intentos de formación del PLM, al momento en que se preparaba el levantamiento armado de 1908 el delegado del partido en Sonora trató de establecer una alianza con el guerrero yaqui Sibaulame. El 31 de agosto de 1911 500 yaquis tomaron por asalto el cuartel general de Pitahaya, Sonora donde plantaron una bandera roja con la inscripción “Tierra y libertad”. La comunicación entre los líderes de la etnia y el PLM fue constante como se consta a continuación:

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15 de julio de 1914

A los miembros del Partido Liberal Mexicano

Salud

Sirvan estas líneas para manifestaros nuestra simpatía por los esfuerzos que hacéis por ayudarnos a sacudir el yugo de nuestros opresores, contra quines hemos venido sosteniendo una guerra desigual desde hace más de cuarenta años.

Con la mano en el corazón os invitamos a venir a este campamento, donde seréis recibidos con los brazos abiertos a vuestros hermanos de miseria. No tenemos palabras para manifestar nuestro reconocimiento por los sacrifi cios que hacéis por nosotros, y esperamos que siempre estaréis dispuestos a tendernos la mano , hasta que el capitalismo desaparezca de esta región del Yaqui y la bandera roa de “Tierra y libertad” no tenga enemigos que combatir.

Recibid los saludos de toda la tribu yaqui y un fraternal saludo de nuestros compañeros de Tierra y libertad.

En representación de la tribu fi rman: Luis Espinoza, Juan José Sibaulame, Luis Matus, Juan José Gómez e Ignacio Mori. Representante de la junta organizadora del PLM: Juan N. Montero

Cuartel general de la tribu en Torocobampo, Río Yaqui Sonora

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No asombra la fraterna comunicación entre líderes yaquis insurrectos y el PLM, es conocido que importantes generales revolucionarios tuvieron correspondencia y siguieron atentos los pasos que daba la revuelta magonista, tal es el caso de Gertrudis Sánchez, teniente coronel del 28º Cuerpo rural a las órdenes de Madero, en pleno corazón de tierra caliente.

Del lado del pueblo yaqui, Javier Buitimea participó en las fi las del PLM entre 1906 y 1908, trabajó como delegado en Sonora y Chihuahua donde recorrió a pie enormes distancias sufriendo persecuciones y hambre, en 1908 armó 200 combatientes para entrar a la lucha armada; fue un importante ejecutor liberal y precursor del vital papel que jugaría la tribu sonorense en la revolución mexicana, no es cosa menor afi rmar que los yaquis fueron la etnia con la participación más defi nitiva en el fi nal triunfo del Obregonismo en la lucha armada.

Otro indígena y militante magonista más es José María Leyva, homónimo del histórico líder yaqui “Cajeme”, Leyva nació en El Fuerte Sinaloa se afi lió al partido liberal mexicano y participó en la huelga de Cananea así como en los movimientos de Biseca y Las Vacas, se afi lio al antireeleccionismo y fue el primero en rebelarse en Sinaloa en 1909, Leyva encabezó la disputa armada en Baja California de 1911 donde también se unieron a la lucha algunos indios cucapás y sus vecinos Kiliwas y paipais liderados por Emilio Guerrero. Más tarde Leyva se uniría al anti reeleccionismo; al asumir Madero la presidencia lo nombra jefe político de Sinaloa y posteriormente de Cuajimalpa en el Distrito Federal. José María Leyva, coincidiría en Sinaloa con otro combatiente homónimo de un histórico líder yaqui, Juan Banderas, futuro gobernador del estado, capitán zapatista y villista que sembró la revolución en tierras norteñas y a quien se le atribuye la frase:

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Lo que debería hacer Carranza es enviarnos, en vez de soldados, a ingenieros con teodolitos para que se haga el reparto de tierras

El nacimiento del Partido Liberal Mexicano y el pensamiento magonista es sin lugar a dudas el principal antecedente político de la lucha anti reeleccionista de Francisco I. Madero, el apoyo recíproco que los Flores Magón tuvieron de personajes y comunidades indígenas sería la antesala de la participación india en la lucha armada iniciada en 1910.

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EL PLAN DE SAN LUIS Y EL ZAPATISMO

La premisa de “Sufragio efectivo, no reelección” incluida en el Plan de San Luis fi rmado por Francisco I. Madero, sobre la cual se inició la guerra civil en 1910 y sobre la que se cimienta buena parte de la estructura del Estado mexicano actual no causó el mismo impacto al interior de las comunidades indígenas acostumbradas a un propio sistema de nombramiento de autoridades y de organización política, el verdadero punto contenido en dicho plan que atrajo a las comunidades fue el referente a la propiedad agraria. El plan decretaba de manera textual lo siguiente:

Abusando de la ley de terrenos baldíos, numerosos pequeños propietarios, en su mayoría indígenas, han sido despojados de sus terrenos, por acuerdo de la Secretaría de Fomento o por fallos de los tribunales dela República. Siendo de toda justicia restituir a sus antiguos poseedores los terrenos de los que se les despojó de un modo tan arbitrario, se declaran sujetas a revisión tales disposiciones y fallos y se les exigirá a los que los adquirieron de un modo tan inmoral, o a sus herederos, que se les restituyan a sus primitivos propietarios, a quienes pagarán también una indemnización por los perjuicios sufridos. Sólo en caso de que esos terrenos hayan pasado a tercera persona antes de la promulgación de este Plan, los antiguos propietarios recibirán indemnización de aquellos en cuyo benefi cio se verifi có el despojo.

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Este pequeño párrafo fue lo que ayudó a que los pueblos indígenas se acercaran a la causa maderista, el antireeleccionismo era un concepto que no cabía entre los pueblos originarios con sus propias formas de elección de líderes tradicionales, pero de igual forma, el párrafo antes citado del Plan de San Luis es motivo del distanciamiento de varios líderes agrarios que llegaron al extremo de señalar a Madero como un traidor de la revolución debido a que una vez instalado en el poder, el anti reeleccionista no mostró la capacidad necesaria para cumplir la promesa del reparto agrario.

Madero ante el reclamo indígena por la tierra solo supo reaccionar como un represor, ordenó el combate militar contra el Ejército libertador del sur, el gobierno maderista nunca vio con buenos ojos la legítima demanda campesina que había sido pagada con sangre y la destrucción de pueblos nahuas debido a los combates contra las fuerzas federales. Una de las voces más cercanas a Madero, su secretario de gobernación (y primo) Rafael Hernández Madero no tuvo más que descalifi caciones y palabras que dejaban entre ver un verdadero rencor contra los pueblos originarios, con lo que se deja abierta la pregunta sobre si este odio contra lo indio era un común denominador en el gabinete Maderista.

Rafael Hernández Madero se expresaba de Emiliano Zapata y su ejército de campesinos nahuas de la siguiente manera:

Zapata era invencible en las montañas de Morelos, Puebla y Guerrero, al frente de sus chusmas indígenas inacabables, espera la oportunidad merodeando la Ciudad de México como ave de rapiña. Por sí solo nada ha hecho. Es rústico y astuto que ha sabido imponerse a la indiada que lo sigue con fi delidad canina. Las chusmas zapatistas eran capaces de “hacer bola” pero como saldados valían un comino.

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La principal fi gura de la lucha por la tierra es el General Emiliano Zapata Salazar, brillante revolucionario de una sola pieza y un solo ideal: “tierra y libertad”.

Emiliano inició su historia como representante popular en 1903 al formar parte de una comisión de campesinos que protestaban por el abuso de un terrateniente en Yautepec, tras varios procedimientos legales que incluyeron una reunión con Porfi rio Díaz y al padecer en carne propia como el poder se ejercía contra los campesinos y a favor de los hacendados, Zapata vuelve como representante popular en 1909 al ser elegido como presidente de la Junta de defensa de las tierras de Anenecuilco, un año más tarde recuperó por la fuerza las tierras de Villa de Ayala para devolverlas a los campesinos del lugar. Meses después, tras una reunión en el mismo sitio, él y varios campesinos más deciden apoyar el Plan de San Luis, iniciando así una larga lucha que terminaría hasta el día de su muerte. En marzo de 1911 el Ejército libertador del Sur conseguiría su primera gran victoria al tomar posesión de Cuautla; algunos de los compañeros de Emiliano en los orígenes de la revolución fueron su hermano Eufemio, su primos Amador Salazar y Rafael Merino, sin olvidar al redactor del Plan de Ayala, Otilio Montaño. Las fi las zapatistas en un principio estuvieron formadas y comandadas por indígenas nahuas de Morelos y estados circunvecinos, posteriormente, en 1914, llegó al ejército un grupo de intelectuales que se acercaron con admiración y simpatía al zapatismo, entre ellos destacan las personalidades de: Gildardo Magaña, Ángel Barrios, y Antonio Díaz Soto y Gama.

El zapatismo fue quizás el mas fuerte de los movimientos componentes de la revolución mexicana, la fi gura y capacidad de dirigir de Emiliano pronto se convirtió un auténtico reguero de pólvora que corrió en los estados circundantes y la capital del país, incluso dentro de la misma Ciudad de México los zapatistas consiguieron

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la instalación de cuarteles. Probablemente la presencia indígena en las fi las del Ejército libertador del sur fue un factor determinante en la cohesión del movimiento, no solo la lucha por la tierra sino la identifi cación como indios nahuas hablantes de una misma lengua facilitó la adopción de una causa mutua entre los pobladores de Milpa Alta, Xochimilco, Puebla, Tlaxcala, Veracruz y Morelos.

El plan de Ayala

Tras la primer etapa de la guerra de revolución, la que corresponde al derrocamiento de la dictadura porfi rista, todo estaba puesto para que Francisco I. Madero asumiera la presidencia tras un breve interinato de Francisco León de la Barra, la expectación ante el triunfo maderista era mayúscula y los resultados que a la larga dio el maderisno no correspondieron a la esperanza puesta en su triunfo, el incumplimiento de lo referido en el Plan de San Luis sobre los temas agrarios originaron no solo la continuación de la rebeldía del Ejército libertador del sur sino un nuevo periodo de guerra, ahora entre los gobiernos posteriores a la dictadura y las fuerzas zapatistas. Prácticamente un año después del levantamiento maderista, el 28 de noviembre de 1911, Emiliano Zapata lanza a la ciudadanía el “Plan de Ayala” con dos ejes principales: el desconocimiento del gobierno de Francisco I. Madero por un cumplir con la promesa de la devolución de las tierras prometido en el Plan de San Luis, y la recuperación de las tierras, montes y aguas para los pueblos que pudieran comprobar mediante viejos títulos de propiedad la pertenencia de la tierra. El Plan de Ayala no fue el único de los comunicados del General Zapata al pueblo mexicano, en cada uno de ellos se puede encontrar un profundo respeto a la gente por parte los combatientes zapatistas como lo vemos en el siguiente ejemplo:

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Manifi esto del General Emiliano Zapata a la naciónOctubre de 1913

No es preciso que todos luchemos en los campos de batalla, no es necesario que todos aportemos un contingente de sangre a la contienda, no es fuerza que todos hagamos sacrifi cios iguales en la revolución; lo indispensable es que todos nos alcemos resueltos a defender el interés común y rescatar la parte de soberanía que se nos arrebata.

Llamad a vuestras conciencias; meditad un momento sin odio, sin pasiones, sin prejuicios y esta verdad luminosa como el sol, surgirá inevitablemente ante vosotros. La revolución es lo único que puede salvar a la república. Ayudad a la revolución, traed a vuestro contingente. Cumplid con vuestro deber y seréis dignos, defended vuestro derecho y seréis fuertes, después la patria se alzará sobre su pedestal y dejará caer sobre vuestra tumba un puñado de rosas

Ante convocatorias como esta no es dif ícil entender el por qué el Ejército libertador del sur se extendió de manera considerable, ahora a los nombres de Emiliano Zapata, Otilio Montaño, Genovevo de la O y Gildardo Magaña deberían sumárseles los de Domingo Arenas, Juan Banderas y Ascensión Tepal entre muchos otros

Los capitanes zapatistas

El zapatismo se extendió por varios estados de la república que vieron el paso, no siempre victorioso, de los

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seguidores de Zapata, incluso en algunas zonas el rastro de la revolución agraria fue más bien con tintes de caos y destrucción debido a los constantes ataques de ejércitos federales que siempre vieron en las tropas zapatistas una verdadera amenaza para su estadía en el poder, esto sumado a una terrible epidemia de infl uenza que asoló a los soldados y líderes zapatistas que irremediablemente caían enfermos sin contar con medicinas para combatir el virus; personajes como Gildardo Magaña y el general villista José Chávez García fueron víctimas en manos de la epidemia que colaboró con la extinción de algunos ejércitos revolucionarios.

La presencia zapatista en el centro y sur del país arrojó una gran cantidad de liderazgos regionales, aunque dispersos en el territorio nacional estaban unidos bajo la premisa fundamental de los pueblos indígenas en la revolución mexicana: “tierra y libertad”.

Genovevo de la O, Jesús Capistrán y Francisco Pacheco pelearon al interior de Morelos en Santa María Ahuacatitlán, Huitzilac y Tlaltizapán respectivamente. En Puebla Benigno Abundez, Daniel Andrade, Fortino Ayaquica, Francisco Mendoza y José Trinidad Ruiz enarbolaron la causa zapatista, en Guerrero encontramos a Jesús Salgado. En Sinaloa el feroz guerrillero Juan Banderas y el indio mayo Felipe Bachomo dieron más que dolores de cabeza a distintos líderes de la revolución, aunque de igual forma se aliaron a los máximos caudillos Villa y Zapata.

Los pueblos nahuas y campesinos en Tlaxcala tuvieron en Juan Cuamatzi uno de sus primeros referentes armados, desde muy joven simpatizó con el anti reeleccionismo y los grupos liberales, en 1910 se sublevó contra el gobierno estatal pero su revuelta fue suprimida por el ejercito de Porfi rio Díaz, Cuamatzi decide ocultarse en Puebla para posteriormente apoyar en Tlaxcala a las fi las maderistas, aunque participó en varios hechos de armas fue derrotado y fusilado por

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fuerzas federales, cabe mencionar que su hermana María tuvo una participación activa durante la campaña electoral de Francisco I. Madero. Pese a estas primeras derrotas la inquietud tlaxcalteca por las injusticias de los terratenientes se mantuvo viva hasta la aparición de nuevos caudillos.

Ascención Tepal es un ejemplo del caudilismo tlaxcalteca; Tepal, de ascendencia indígena se afi lio al partido nacional antireelecionista levantándose en armas entre 1910 y 1911, fue perseguido por el golpista Victoriano Huerta lo que lo llevó a unirse al contingente de Máximo Rojas para seguir en la lucha revolucionaria, fue coronel de la brigada Leales de Tlaxcala, años más tarde fue constituyente por el distrito de Calpulalpan en el congreso de 1917. De origen tlaxcalteca, Domingo Arenas es un referente de la lucha agraria en ese estado. El 20 de agosto de 1914 al frente de más de 500 hombres tomó la capital de Tlaxcala. Arenas por su abierta actitud agrarista, vinculada con el zapatismo realizó adjudicaciones de tierras. Rompió con los constitucionalistas y se plegó a los que habían sido leales a la convención de Aguascalientes sublevándose contra Carranza el 12 de noviembre de 1914. Arenas seguido par la brigada Xicoténcatl salió de la ciudad de Tlaxcala y sostuvo el primer encuentro en contra de los constitucionalistas en el pueblo de Panotla. Su cercanía con el zapatismo se vio quebrantada al tratar de convencer a Gildardo Magaña de aceptar la amnistía que ofrecía Carranza, esto llevó a una fuerte disputa que ocasionó la muerte de Domingo, tras su deceso, su hermano Cirilo Arenas enfrentó al zapatismo en busca de venganza pero más tarde también desconoció a los carrancistas cayendo prisionero en manos de éstos.

Aunque no afi liados al zapatismo, otros focos agraristas al interior del país pueden encontrarse en las huastecas, en la tamaulipeca con los hermanos Alberto y Francisco Carrera Torres, en la hidalguense Encarnación Díaz

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Mercado y en la potosina los hermanos Saturnino, Cleofás y Magdaleno Cedillo lucharon junto a algunos indios pames. En la región de la Laguna sobresalen Calixto Contreras y Severino Ceniceros, éstos últimos se levantaron en armas justo el 20 de noviembre de 1910 encabezando a numerosos indígenas de la región despojados de sus tierras 5 años atrás.

Chiapas y Oaxaca

Aunque alejados de los zapatistas en Morelos, Antonio León Osorio se unió a la lucha en Chiapas bajo las órdenes de Rafael Cal y Mayor, el más agrarista de los revolucionarios chiapanecos, Rafael fue comisionado para operar en Tabasco y Chiapas pero posteriormente se unió al Plan de Agua Prieta. Por el lado tzotzil, en Tuxtla Gutierrez, el líder revolucionario fue Jacinto Pérez Ch’ixtol, quien buscó la repartición de tierras en la zona hasta su trágica derrota en Chiapilla. Pérez Ch’ixtol llegó a tener bajo su mando a cerca de 1500 hombres. Mientras tanto en San Cristóbal de las Casas, la iglesia y diversos jefes oligárquicos proclamaron al Doctor Policarpo Rueda como gobernador y reivindicaron la ciudad como sede de los poderes estatales. Esta disputa desembocó en una cruenta lucha armada en la que el jefe de la sublevación involucró a las chamulas e invitó a todos los municipios a secundar la causa. Rueda, indígena chiapaneco fue fi rmante del Plan de Tacubaya que derogada el Plan de San Luis en 1911. Durante el traslado del nuevo gobernador a San Cristóbal y con ayuda de Jacinto Pérez Ch’ixtol, en una importante demostración de fuerza desfi laron por los caminos chiapanecos cerca de 10 mil indígenas armados con lanzas, bordones de punta metálica y algunas cuantas escopetas.

La revolución en Oaxaca tuvo otro tipo de aspiraciones, más allá de lo agrario el movimiento estaba encaminado a la separación del estado de la federación, Guillermo

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Meixueiro, caudillo de la sierra zapoteca operó en Oaxaca contra el constitucionalismo de 1915 a 1920, antes había sido diputado por el distrito de Villa Alta y suplente por el de Etla, Oaxaca. Encabezó el movimiento que derribó al gobernador Miguel Bolaños Cacho a fi nes del huertismo y posteriormente se lanzó contra Carranza a fi n de separar a Oaxaca de la república, Meixueiro siguió los planes de anteriores gobernadores que ya buscaban la independencia del estado como Benito Juárez Maza y José Dávila. Meixueiro lanzó en Ixtlán de Álvarez un manifi esto dirigido a los oaxaqueños y otros estados en los que les proponía desconocer el liderazgo Carrancista y originar gobiernos y estados provisionales. Sin embargo, Meixueiro al igual que otros líderes políticos de la revolución se olvidó de los cerca de 8 mil indígenas mixtecos y zapotecos que se afi liaron a las fuerzas de la soberanía pero que buscaban la resolución de eternos problemas agrarios en la entidad.

La rendición de Meixueiro se dio bajo la presión del General de División Pablo González, Meixueiro y sus separatistas: Isaac Ibarra, Onofre Jiménez, Guillermo Delgado, Pedro Castillo, Luis Iñarritu, Aureliano Hernández y Onésimo González negociaron sin armas de por medio su rendición a cambio de la destitución de líderes políticos en el estado.

En la misma línea separatista Arturo Garcilazo encabezó las armas en Yucatán, estado que por segunda ocasión buscaba separarse del país tal como lo hizo durante la guerra de castas, en las que las hostilidades duraron más de 50 años siendo el periodo más sangriento el de 1847 a 1851 arrojando alrededor de un cuarto de millón de muertos; en la guerra de castas los indígenas mayas de Yucatán deseaban independizarse de la república e incorporarse al imperio británico.

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Sinaloa y el pueblo mayo

Del lado de la etnia mayo, su participación en la guerra civil inició debido a una muy cercana relación con Obregón, cabe recordar que una partida de cerca de 500 indios mayos acompañaban al caudillo sonorense en sus primeras campañas militares, Álvaro Obregón logró reunir tal cantidad de combatientes de la tribu debido a una cercana relación con Chito Cruz líder de la etnia; los mayos acompañaron al militar sonorense y se integraron al 4to batallón reclutado en los pueblos cercanos al Río Mayo, prácticamente en su primer incursión éste fue tiroteado por guerreros yaquis al pasar por Estación Mapoli, recibiendo así su iniciación de fuego.

Felipe Bachomo, “el misi” (el gato) fue el principal indio mayo insurrecto en tiempos de la revolución, en 1911 participó en la toma de Mazatlán encabezando un pequeño contingente de mayos armados con arcos y fl echas. Posteriormente Bachomo inicia una lucha particular alentado por el deseo de regresar las tierras arrebatadas a sus hermanos de raza, las fuerzas de los mayos insurrectos se alojaron en Jahuara, ahí planeaban sus ataques con tácticas guerrileras, asaltaban los poblados cercanos en busca de dinero y víveres e irremediablemente caían en los mismos excesos que sus vecinos yaquis, robaban, asesinaban y destruían toda propiedad de blancos y asiáticos que encontraban a su paso; poblaciones como: Los Mochis, Camayeca, Tesila, Ahome sufrieron las consecuencias de la ira de los indios mayo. Fue hasta 1915 que el gobernador de Sinaloa, Ing. Rodríguez Gutiérrez, comprendió que los indígenas estaban en rebeldía por la cuestión agraria e impulsó un pequeño reparto de tierras que inició con los mayos del pueblo de Tepuche.

Bachomo no fue simpatizante de líderes como Carranza o el grupo sonorense, él y los suyos tenían una guerra particular en contra de los caciques locales,

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sin embargo, al paso del tiempo “el misi” se unió a las fuerzas villistas sosteniendo varios combates hombro a hombro con las tropas de Juan Banderas, juntos se rindieron ante el ejército de Enrique Estrada pese a que contaban con más de 1200 hombres armados. Felipe Bachomo fue fusilado en Los Mochis, él mismo eligió a los hombres que jalarían el gatillo en el paredón; antes de su fusilamiento fue torturado para que confesara donde tenía escondido el dinero robado en sus múltiples asaltos. Los restos de Bachomo fueron entregados al cobanahue o gobernador indígena de la tribu mayo. Tras su muerte mucho se habló sobre la inocencia de Bachomo en lo que respecta a las violaciones y asesinatos ocurridos durante su llegada a los pueblos sinaloenses, se aseguraba que “el misi” no daba la orden de éstas atrocidades, sino que eran cometidas por algunos yoris infi ltrados entre los indios seguidores de Bachomo.

Por su parte, Juan Banderas, uno de los pocos líderes insurrectos que peleó tanto en el norte como en el centro y sur del país junto a Francisco Villa y Emiliano Zapata, fue asesinado una vez terminada la guerra de revolución en la ciudad de México a manos de un congresista con quien tuvo un altercado verbal en plena tribuna legislativa.

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“Chito Cruz” Cobanahue de la tribu mayo

Las mujeres zapatistas

Los ejércitos zapatistas se distinguieron por una constante presencia femenina, más allá del estereotipo de la “Adelita” las combatientes de Zapata tuvieron nombre y apellido: Dina Querido Viuda de Moreno, se incorporó en mayo de 1914 al Ejército Libertador del Sur, a las órdenes de Genovevo de la O, aportó dinero, granos y forraje para la causa revolucionaria; fue enfermera y estuvo presente en varios hechos de armas, como en el de Contreras, Distrito Federal, donde zapatistas combatieron a carrancistas. Sara García Sabido, entró a la revolución a consecuencia de la traición de Huerta contra Madero, en febrero de 1913 llamó a la rebelión a la población maya de la Villa de Maxcanú, Yucatán.

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María de Jesús León Fajardo también fue enfermara del Ejército Libertador del Sur, estuvo a las órdenes de Genovevo de la O recolectando parque y medicamentos para utilizarlos al servicio del movimiento zapatista, fue comisionada para llevar correspondencia a los campamentos sureños. Rosa Bobadilla de Casas, obtuvo el grado de Coronel zapatista y secretaria de acción femenil de la Confederación Nacional Campesina, se levantó en armas en San Lorenzo de las Guitarras, estado de México, al frente de 50 hombres en 1911, luchó hasta 1919 en más de 168 acciones de armas. María Cavaría, Coronel zapatista participó en los sitios de Cuautla, Morelos, Puebla, y Chilpancingo. Un caso singular es el de Ángela Jiménez, mejor conocida como “Teniente Ángel Jiménez”, de origen zapoteco, juró matar federales tras el intento de violación sufrido por su hermana, se vistió de hombre y se unió a la Revolución junto con su padre, fue soldadera experta en explosivos. Abandonó su estado natal y luchó en el centro y norte del país con villistas y zapatistas.

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LOS YAQUIS Y EL TRIUNFO SONORENSE

Mientras los indígenas nahuas hermanados en la lucha agraria y zapatista tuvieron presencia natural y pelearon a lo largo de varios estados de la república, la tribu yaqui se limitó a combatir dentro del estado de Sonora, más como resultado de la defensa del territorio que en un sentido ocupacionista de otras posiciones militares. Si los indios yaquis llegaban a salir de sus tierras para unirse a la revuelta lo hacían incorporados y bajo las órdenes de líderes ajenos a la comunidad como Álvaro Obregón y Francisco Villa, lo que incluso pudo provocar combates fraticidas entre miembros de la tribu. Como se ha mencionado anteriormente el aporte yaqui al triunfo revolucionario del grupo sonorense fue vital, la tribu era capaz de unirse con el fi n de defender el estado entero pero de igual manera podía adoptar posiciones contrarias a los ejércitos sonorenses, las posturas tomadas por los yaquis a lo largo de la guerra de revolución fueron tan diversas como los líderes de la tribu participantes en la misma; y no es para menos ya que el pueblo yaqui tiene una larga tradición guerrera prácticamente arraigada en sus usos y costumbres, la férrea defensa de los poblados yaquis tiene lugar desde la primer expedición de la conquista en 1533 y no termina sino hasta la segunda mitad de la década de los 30.

Luis Matus, José Sibaulame, Luis Espinosa, Juan José Gómez e Ignacio Mori, además de Lino Morales y los Fieles de Huírivis serán nombres comunes que relacionan la guerra de revolución en México y el pueblo yaqui. Prácticamente todos ellos, como líderes revolucionarios, tuvieron representantes en la Convención de Aguascalientes.

El pueblo yaqui, de larga tradición bélica, durante la

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revolución mexicana simplemente aplicó tácticas de guerra aprendidas de sus históricos líderes de armas como Cajeme y Tetabiate. La técnica tradicional de la guerra de guerrillas, el pica y huye utilizado por casi todos los caudillos revolucionarios encontró entre los yaquis un alto nivel de efi ciencia, atacar a los ejércitos yoris y replegarse a la Sierra del Bacatete fue la constante entre los combatientes yaquis, principalmente los liderados por Sibaulame, encargado de liquidar a todo aquel soldado federal que se atreviera a acercarse a la sierra. Incluso se han llegado a mencionar en algunas crónicas que los ejércitos yaqui llegaban a sincronizarse en sus batallas a través de tambores y demás instrumentos utilizados en las danzas de pascola, a partir de silencios y redobles los guerreros sabían exactamente que movimiento realizar, lo cual desconcertaba completamente al ejército federal que irremediablemente caía rendido ante las armas de los indios sonorenses

El Maderismo

La convocatoria revolucionaria lanzada por Francisco I. Madero en 1910 no tuvo mucho eco entre los yaquis, la tribu venía del largo periodo de guerra que derivó en la diáspora, se calcula que el exterminio yaqui patrocinado por Díaz costó a la tribu cerca de 15 mil indios separados de su territorio. Madero conoció la problemática de los sonorenses y tras visitarlos en campaña prometió ayudarlos y dar a cada jefe de familia 50 hectáreas en propiedad particular, propuesta rechazada por el pueblo que no entendía la posibilidad de pequeños territorios para cada quien y exigía la totalidad de la tierra para el conjunto de la etnia. Pese a esta clara diferencia Sibaulame bajó de la sierra para colaborar con los maderistas en la lucha contra los gobiernos federales del General Díaz, esta fugaz ayuda dio origen a un nuevo acuerdo con Madero que consistió en que al momento de asumir la

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presidencia le sería restituida a la tribu la totalidad de su territorio y devueltos sus hermanos enviados a Yucatán y Oaxaca. Al igual que ocurrió con la promesa del reparto agrario, Madero fue incapaz de cumplir sus acuerdos y la desesperación de la tribu se veía muy próxima.

En marzo de 1912 Orozco se levanta en armas en contra del Maderismo, este momento fue aprovechado por los líderes yaquis para continuar su propia disputa contra los yoris (blancos) invasores en su territorio, para esto los líderes Sibaulame, Espinoza y Gómez llegaron a un acuerdo, entrarían a la guerra pero sin alinearse al Maderismo ni al Orozquismo; incluso Luis Espinoza concentró a más de mil hombres en Tocorobampo listos para la insurrección, hecho que molestó de sobremanera el gobernador sonorense Maytorena, quien no tuvo más remedio que cumplir la orden de mesura dada por Madero.

Una vez triunfante el maderismo, Adolfo de la Huerta presionó al anti reeleccionista para solucionar rápidamente el problema yoreme, incluso logró reunir algunos representantes de la tribu con Madero en plena ciudad de México, tras aquella visita, el vicepresidente Pino Suárez visitó Sonora con el fi n de terminar de una vez por todas el problema entre yoris y yaquis. Madero por su parte facultó al inglés Viljoen como representante e interlocutor con la tribu, Viljoen quiso resolver el problema colocando a todos los indios en las tierras del río Yaqui ante lo que De la Huerta protestó directamente con Madero y el comisionado, que desconocía la raíz histórica del problema y además hablaba muy poco español, fue retirado defi nitivamente de la negociación.

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Madero y los capitanes yaquis

.De la Huerta y el pueblo yaqui

Una de las grandes fi guras sonorenses durante la revolución mexicana fue Adolfo de la Huerta, amigo cercano del pueblo yaqui, llegó a ser gobernador del estado y presidente interino de la República. Durante muchos años la familia De la Huerta cultivó una sólida relación con los yaquis, inclusive eran reconocidas entre diferentes jefe revolucionarios las claras intenciones de De la Huerta por alcanzar la pacifi cación de la zona de los 8 pueblos yaqui, era notoria la forma en que la tribu y el político se respaldaban mutuamente.

De la Huerta buscó en varias ocasiones el apoyo militar del pueblo yaqui, principalmente del general Sibaulame, cabe mencionar que de acuerdo el Plan de San Luis, los representantes del maderismo en cada estado serían aquellos que contaran con una mayor cantidad de

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hombres en armas, para lograr esto De la Huerta pidió el respaldo de los guerreros yaquis que fácilmente podían vencer en cantidad a cualquier otra fuerza armada del estado. Los yaquis, encabezados por Sibaulame respaldaron en varias batallas a las fi las de De la Huerta, tal es el caso de la ofensiva de Santa María, en la que vencieron por completo a 4 mil federales, les quitaron las armas y las guardaron en la sierra del Bacatete. Otra de las acometidas donde los yaquis estaban resueltos a apoyar a De la Huerta fue en el sitio de Ortiz, aquí De la Huerta solicitó a Dolores Amarillas, el cobanahue o gobernador yaqui, su participación en la batalla, la respuesta fue el envío del general Sibaulame al frente de 800 hombres dispuestos a deshacer cualquier resistencia federal, como obsequio ante esta demostración de amistad, De la Huerta obsequió a la tribu un fonógrafo comprado en una tienda de chinos. Ya en campaña militar los yaquis tuvieron dos encuentros más con tropas ofi ciales de las que salieron triunfantes.

Cuando De la Huerta ocupó provisionalmente el gobierno de Sonora, en mayo de 1916, encontró la oportunidad de fi rmar la paz con los yaquis, aunque se hallaba en comunicación con la tribu desde 1903. En las memorias de Adolfo De la Huerta se recuerda una conversación entablada por el político y un emisario yaqui durante una de las muchas negociaciones de pacifi cación, el indio de nombre José Crispín, enviado por los generales yoremes Matus, Mori y Espinoza, se presentó en la casa del entonces gobernador para decirle lo siguiente:

Pues aquí me tienes para hacer la paz contigo; pero que no vaya a creer el gobierno que nos rendimos; nosotros no nos rendimos nunca, siempre estamos listos para pelear y no nos vamos a acabar, porque al venado lo persigue el yaqui, lo persigue el yori, lo

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persigue el gringo y no se acaba ... y no tiene armas. Y a nosotros no nos persigue más que el yori; porque el gringo no nos persigue; allá tenemos nuestros parientes, del otro lado, y no nos hacen nada. Así es que no nos acabamos. Vamos a hacer la santa paz porque te tenemos confi anza.

Los fi eles de Huírivis

Tras el asesinato de Madero en 1913 la tribu entraría en una nueva etapa de lucha, algunas facciones yaquis se acercarían en demasía a la fi gura de Álvaro Obregón, futuro líder constitucionalista encargado de atacar e impedir que las fuerzas del usurpador Victoriano Huerta entraran a territorio sonorense, a Obregón se sumaron varios grupos de guerreros yaqui entre los que destacan:

ü José María Cajeme, sobrino del histórico líder de la tribu

ü Wistano Gaytán en Potamü Concepción Gamez en Cocoritü Fructuoso Méndez seguido de varios voluntarios

yaquis.

En las memorias de Álvaro Obregón se resalta la labor de Méndez al mando del 3er. Batallón de Infantería con un efectivo de 757 plazas, Méndez colabora en la toma del cerro de Batuecas y el sitio de Guaymas; Años más tarde, el mismo Fructuoso Méndez combatiría en contra de Obregón al mando de cerca de 2 mil hombres

Lino Morales y Francisco Urbalejo liderarían la famosa sección sonorense llamada “Los Fieles de Huírivis” compuesto por 22 ofi ciales y 300 individuos de tropa, pelearían primero contra Orozquistas y posteriormente se sumarían a la guerra contra el Huertismo, en los Fieles de Huírivis destacaría la participación de:

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ü Capitán primero Tiburcio Amarillasü Capitán segundo José Amarillasü Teniente José Bacaseuaü Teniente Antonio Amarillasü Teniente Exiquio Chávezü Teniente Joaquín Valenciaü Subteniente Manuel Valenciaü Subteniente Antonio Floresü Subteniente Agustín Gutiérrezü Subteniente Antonio Molinaü Subteniete Ramón Valenciaü Soldado Vicente Buitimea

Ignacio Mori se sumó al Ejército del Noreste con más de 900 hombres armados, este contingente participó desde las primeras batallas que el constitucionalismo sostuvo contra Huerta. Dos años después los yaquis que se encontraban en Yucatán levantados en armas desde un año antes, se unieron a Mori, este grupo fue designado como el 20º batallón de Sonora, comandado desde 1914 por Lino Morales ya como coronel constitucionalista. Obregón sabía muy buen la necesidad de contar con la mayor cantidad de combatientes posibles, si estos tenían una casta guerrera como la del pueblo yaqui convertiría a las fuerzas obregonistas en un ejército prácticamente invencible; sin embargo, las bajas llegarían pronto y en la batalla de Santa Rosa de 1913 murió Luis Bule de un tiro en la cabeza.

El 20º batallón sería una pieza importante en las victorias Obregonistas, sobresalieron sus combatientes en las batallas de Celaya en que vencieron a las tropas villistas y que prácticamente acabó con la fuerza militar del centauro del norte, pese a que éste contaba entre sus fi las con por lo menos 30 yaquis dispuestos a morir a su lado. Obregón acostumbraba seleccionar tiradores yaquis y mayos con el fi n de derrumbar los aeroplanos que buscaban estudiar sus campamentos y movimientos

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militares. El 20º Batallón fue el único en no tener ninguna baja en la primer batalla de Celaya y el que tuvo menos merma en la segunda.

Mientras tanto, en la sierra, Sibaulame continuaba la guerra tradicional en la que atacaba poblaciones yoris para sustraer víveres y llevarlos a la tribu. El poderío de sus fuerzas los llevó a cometer excesos durante sus incursiones en territorios blancos; Joaquín Ochoa, uno de los soldados de Sibaulame, atacó Guaymas acompañado de 100 indígenas yoremes, iban por provisiones y se las arrebataron a un grupo de comerciantes chinos del lugar, pese a la resistencia los guerreros coyote de Sibaulame asesinaron a todos los asiáticos presentes, tal pareciera que la tribu deseaba vengar la afrenta que signifi caban los matrimonios entre mujeres yaquis y chinos impuestos por los hacendados henequeneros durante el destierro a Yucatán. Esta acción de Joaquín Ochoa provocó que un grupo de soldados les siguieran la pista sólo para morir en una emboscada a manos de los compañeros de Ochoa.

Traicionados por Obregón

Tras la derrota de Villa y la salida del gobernador Maytorena el constitucionalismo regresó al valle del Yaqui. Álvaro Obregón sabía de los excesos de los guerreros coyote, ese tipo de acciones y la eterna exigencia yaqui de la devolución de los territorios motivó a Obregón a traicionar a la tribu que lo había apoyado y ordenó una ofensiva en su contra a fi nales de 1915. Como nunca el gobierno federal destinó miles de soldados para romper la resistencia yaqui, para 1916 la avanzada militar se complementó con un registro de indígenas que no participaban en batalla creándose para ellos la Ofi cina Central de registro Yaqui bajo el gobierno estatal de Plutarco Elías Calles. Sin embargo la ofensiva militar no tuvo éxito y las negociaciones de

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paz volvieron a escucharse, ahora bajo la palabra del gobernador interino Adolfo de la Huerta, se llegó a un acuerdo entre el gobierno federal y los jefes tradicionales yaquis, el Estado se comprometía a retirar a las tropas y entregar territorios a las orillas del Río Yaqui para la tribu, de esta forma Vicam y Potam fueron los primeros en desocuparse. La aparente paz a la que se llegaba fue rota demasiado pronto, volvieron los ejércitos a abrir fuego, esta vez debido al ataque sufrido por un grupo de yaquis que llevaban a cabo una ceremonia tradicional llamada “pascola”, en el ataque murieron 60 indígenas, entre hombres, mujeres y niños. Del lado yaqui, los soldados del general Luis Matus balearon a federales que alimentaban a sus caballos en territorio del líder sonorense; obviamente los acuerdos de paz volvieron a romperse.

La nueva guerra entre constitucionalistas y yaquis retomó el camino de la deportación, los gobiernos de Yucatán y Sonora se preparaban para la expulsión de 10 mil indígenas rumbo al sur. Plutarco Elías Calles lanzó un manifi esto a los pobladores de Sonora en el que se explicada las causas que llevaban al gobierno estatal a reanudar hostilidades contra los yaquis, aseverando que su actitud era contraría al desarrollo del estado, por tal motivo el General Calles buscaría la rendición, sometimiento y reconocimiento incondicional del pueblo yaqui ante las autoridades del gobierno de la República. La cruzada contra los yaquis sublevados fue puesta en manos de militares como Juan Torres y Roberto Cruz, gente de toda la confi anza de Calles que seguían la táctica de atracción y rendimiento de los indios rebeldes.

En 1917 Adolfo de la Huerta retomaba la gobernatura en Sonora y obtuvo la palabra de Carranza para iniciar negociaciones con líderes yaquis, solo que el constitucionalista aceptaba el reparto de tierras a la tribu, siempre y cuando, se llevara a cabo fuera de Sonora. Esto representó una contradicción tanto por parte del

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gobierno carrancista Federal y el callista local, ambos utilizaron tropas de indios yaquis para perseguir a sus enemigos; Felipe Ángeles y Francisco Villa sufrieron el acoso a través de las montañas de Sonora de mil guerreros yaquis encabezados por el General Manuel Diéguez, campaña que fi nalmente capturaría al brillante militar Felipe Ángeles y lo entregaría al gobierno carrancista, que por su parte no dudó nunca en poner miles de pesos y de hombres a la orden de cualquiera que se animara a combatir a los indígenas sonorenses.

De la Huerta logra el diálogo con los jefes Espinoza, Matus y Mori y en 1920 la etnia regresa al Río yaqui para negociar la entrega de la tierra. Ese mismo año, con el triunfo del plan de Agua Prieta encabezado por Obregón, Calles y De la Huerta, éste último es elegido presidente provisional de la República para que convocara a elecciones, De la Huerta se dirige a la capital escoltado por guerreros yaquis y apresura la fi rma de la paz.

Una nueva traición por del grupo político sonorense se daría en 1926, Obregón y Calles decididos a colonizar el Yaqui ordenaron desaparición total de los indígenas yoremes en Sonora, para esto el gobierno de Calles dispuso de 19 batallones, artillería y varios aviones para bombardear a la tribu. En septiembre del mismo año los combatientes yaquis al mando de Luis Matus, cansados de esperar las resoluciones del grupo sonorense decide interceptar a Obregón, quien estaba de gira electoral el Hermosillo, dinamitan las vías del tren y detienen durante largas horas al futuro presidente del país con el propósito de pedirle cuentas sobre los acuerdos nunca cumplidos. Los yaquis tenían fama de actos atroces en contra de viajeros y convoyes ferroviarios y Obregón los conocía muy bien, él mismo los utilizó para combatir a los zapatistas en la ciudad de México, los indios sonorenses atacaban y robaban el armamento que el ejército libertador del sur transportada por las vías del tren, sobre todo en los largos caminos de San Ángel,

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Mixcoac y Tulyehualco. El mismo Obregón, como secretario de guerra de Carranza nunca dudó en plantar oposición armada a los zapatistas del Ajusco y Contreras usando para ello tropas compuestas exclusivamente por indígenas mayos y yaquis.

En 1927 el gobierno decide poner fi n a los largos años de guerra yaqui con dos sencillas acciones, el ofrecimiento de paz a la tribu y la construcción de un cuartel militar en la estación de Ortiz, sede de la 4ta zona militar y base de aviación. Después de años de cruel guerra desigual, el presidente Portes Gil volvió a las negociaciones de paz, para esto dispuso un tren que llevaría a 400 yaquis a la ciudad de México para las conversaciones, a la cabeza de los indios estaban Ignacio Mori y Luis Espinoza, quienes desaparecieron a manos federales, fueron tomados presos y encarcelados en Perote donde fi nalmente murieron; el resto de los 400 soldados yaquis fueron nuevamente deportados, sólo que ahora no terminaron en Yucatán sino en Marruecos, África.

Según lo mencionado en las memorias de Obregón, la justifi cante del General para no atender los reclamos yaqui es la siguiente:

[...] en este tiempo el general Diéguez me hizo conocer las pretensiones de los yaquis rebeldes, las que, desde luego, me parecieron inadmisibles, pues entrañaban la exigencia de un absoluto dominio por parte de ellos en la región que comprende los pueblos de que fueron despojados, con la intransigente condición de eliminar, en sus dominios, a todo elemento extraño a su raza y a sus atavismos. Acceder a ello hubiera signifi cado una retrógrada complacencia, que desvirtuaría las tendencias de la Revolución, trocándolas de bienhechoras en malsanas, si, equivocadamente, a título

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de una justa reparación debida a las tribus del Yaqui, se sancionaba, en aquella forma, la perpetuación de la barbarie entre ellas y se le extendía dominio aún donde la civilización lo había ya implantado.

La última acción militar yaqui se da en junio de 1928 tras una feroz y mortífera emboscada contra uno de los batallones de la 4ta zona militar que salió en busca de un pequeño grupo de guerreros coyote alzados que merodeaban el norte de Sonora, la batalla fue de un solo lado, cayendo víctimas de las balas yaquis la totalidad de los soldados del batallón.

Capitanes yaquis

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EPILOGO

Las comunidades indígenas tuvieron una larga, entusiasta y activa disputa durante los años de la guerra de revolución, como se ha mostrado los pueblos originarios apoyaron la lucha en todo momento y tuvieron que aportar la cuota de sangre que toda querella armada exige además de presenciar en su propio territorio la crudeza de la guerra e incluso tuvieron la desdicha de encontrarse en ocasiones en luchas fraticidas entre hermanos de raza.

Sin embargo, el aporte indígena no tuvo la respuesta esperada, el reparto agrario buscado por Emiliano Zapata y los nahuas que lo acompañaron nunca llegó en la medida que ellos lo deseaban. Los indios yaqui de Sonora jamás vieron recuperado la totalidad de su territorio ni el regreso de sus hermanos perdidos en los dos periodos de diáspora impuestos desde el gobierno federal. Ni la revolución mexicana, ni el anti reeleccionismo, ni el constitucionalismo dieron soluciones a los cientos de años de pobreza y marginación que los pueblos originarios han sufrido. Es hasta el gobierno de Lázaro Cárdenas que el Estado comienza con la creación de Instituciones gubernamentales orientadas a la atención de las comunidades, sin embargo, al transcurso de los años éstas han caído en manos de la burocracia, inmovilidad e insensibilidad que caracteriza a las administraciones de nuestro país.

No solo las instituciones de gobierno deben acercarse a los grupos indígenas y reconocerles su participación en la arquitectura del Estado mexicano contemporáneo; de igual forma deben ser mirados por la sociedad civil que desafortunadamente no deja de observarlos desde el punto de vista cultural y tradicionalista. Los pueblos originarios deben considerarse como uno de los ejes

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sobre los que se sostiene la nación en su conjunto, cientos de años de lucha armada les dan ese derecho. El reconocimiento a los pueblos y comunidades indígenas debe mostrarse desde las perspectivas social e histórica.

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ANEXO 1

Artículo segundo de la constitución política de los Estados Unidos Mexicanos

ü La nación mexicana es única e indivisible.

ü La nación tiene una composición pluricultural, sustentada en sus pueblos indígenas que son aquellos que descienden de poblaciones que habitaban el territorio actual del país al iniciarse la colonización y que conservan sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y políticas o parte de ellas.

ü La conciencia de su identidad indígena deberá ser criterio fundamental para determinar a quienes se aplican las disposiciones sobre pueblos indígenas

ü El derecho de los pueblos indígenas a la libre determinación se ejercerá en un marco constitucional de autonomía que asegure la unidad nacional.

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ANEXO 2

Plan del Partido Liberal Mexicano(Fragmento)

ü Obligar a los patronos o propietarios rurales a dar alojamiento higiénico a los trabajadores, cuando la naturaleza del trabajo de estos exija que reciban albergue de dichos patronos

ü Declarar nulas las deudas actuales de los jornaleros de campo para con los amos

ü Adoptar medidas para que los dueños de tierras no abusen de los medieros

ü Los dueños de tierras están obligados a hacer productivas todas las que poseen

ü El Estado dará tierras a quien quiera que lo solicite, sin más condición que dedicarlas a la producción agrícolas y no venderlas

ü Reorganización de los municipios suprimidos y robustecimiento del poder municipal

ü Medidas para suprimir o restringir el pauperismo y la carestía de los artícuilos de primera necesidad

ü Protección a la raza indígena

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ANEXO 3

Plan de Ayala(Fragmento)

6. Como parte adicional del plan que invocamos hacemos constar: que los terrenos, montes y aguas que hayan usurpado los hacendados, científi cos o caciques á la sombra de la tiranía y de la justicia venal entrarán en posesión de estos bienes inmuebles desde luego, los pueblos o ciudadanos que tengan sus Títulos correspondientes de esas propiedades, de las cuales han sido despojados por la mala fe de nuestros opresores, manteniendo á todo trance, con las armas en la mano la mencionada posesión, y los usurpadores que se consideren con derechos á ellos, lo deducirán ante tribunales especiales que se establezcan al triunfo de la Revolución.

7. En virtud de que la inmensa mayoría de los pueblos y ciudadanos mexicanos, no son mas dueños que del terreno que pisan, sufriendo los horrores de la miseria sin poder mejorar su condición social ni poder dedicarse á la industria o á la agricultura por estar monopolizados en unas cuantas manos las tierras, montes y aguas; por esta causa se expropiarán previa indemnización de la tercera parte de esos monopolios á los poderosos propietarios de ellos, á fi n de que los pueblos y ciudadanos de México, obtengan ejidos, colonias, para pueblos ó campos de sembradura ó de labor y se mejore en todo y para todo la falta de prosperidad y bienestar de los mexicanos

10. Los Jefes Militares insurgentes de la República, que se levantaron con las armas en la mano á la voz de Don. Francisco I. Madero para defender el Plan de San Luis Potosí y que ahora se opongan con fuerza armada

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al presente Plan, se juzgarán traidores á la causa que defendieron y á la Patria, puesto que en la actualidad muchos de ellos por complacer a los tiranos, por un puñado de monedas, ó por cohecho ó soborno están derramando la sangre de sus hermanos que reclaman el cumplimiento de las promesas que hizo á la Nación Don Francisco I. Madero.

15. Mexicanos: considerad que la astucia y la mala fe de un hombre está derramando sangre de una manera escandalosa por ser incapaz para gobernar; considerad que su sistema de gobierno está agarrotando á la Patria y hollando con la fuerza bruta de las ballonetas, nuestras instituciones; y así como nuestras armas las levantamos para elevarlo al Poder, ahora las volvemos contra él por faltar á sus compromisos con el pueblo mexicano y haber traicionado la revolución iniciada por él: No somos personalistas, somos partidarios de los principios y no de los hombres.

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ANEXO 4

1er Manifi esto zapatista en náhuatl

Tlaltizapan, Morelos, 27, abril, 1918

A la división Gral. Domingo ArenasTlaxcala, Tlaxcala

An jefes, ofi ciales huan soldado de la división Arenas

Tlen tonochtin oticchiaia yo tiquitaque

Axcan,yegua non o mo chihuazquia axcan nozo moztla denan

moxelozquia de necate non aquihque quitlacachihuan in

Venustiano Carranza, yehuan aic nan mech mapalehuihque,

ni an aic nan huel titlazohtlaque ihuan quema nan mech

tlalilihque miac necah cayahualiztli huan miac nexicoaliztli ica non coali nan quitaque de que amo nan mech

tlacapohque qui nequia quicocozque nan momahuizo

huan

nan mech tlah tlaczazque nonques aic nan mech

ititihque nepech teca oquich matiliztli non aic mochia

de necate oquichtin tlen cazihcamati zan de

teco tlazohtlaliztli huan de nepech tecaliztli

tlanequilizticayopa, huan de netlaca matiliztli i tlaca

tiampa ipan tlen te huaxca huan itech aquin tequit

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quichihua non neiz cuepaloni ipan amocualli tlahtuani

nan

mahuizotia huan qui tlipoloa neca inamiquiliztli de nan

mo tlahtlacol

tehuani tlen tic icxi chia man tlatlani ipehualoni

netehuiliztli huan nezetiliztli de to nochtin ti

mo tehuianime itlampa ze bandera

huan ihco mo hueichihuaz non neyolo cetiliztli

tlen aic quitlanizque non quez tecamacayahque huan nochtin aquihque

quin micahuia non qui tlacachihuan Carrancismo; tehuanti

ica nochi toyolo ticmati ilcahuazque nan yehuahca nexicoaliztli

tan mech yolehua nan mo nochtin ihuan aquí quinequiz

de namehua nan mo pohuazque itlampa to bandera ca huel

yehua ihuaxca in altepetl ihuan tonahuac nan tequitizque

ipampa nezetil-netehuialoni,yehuan nan axcan y huan axcan

in cachi huei tequitl tlen ticcihuazque ixpan to

tlalticpac-nantzi, mihtoa patria

man tic tehuica neca, amo cualli oquichtli, Carranza, to

nochtin huel yehuatl, totecococayo; man ti mo palehuica

to zepamiampa ihun ihcantic tlanizque neca huey tlanahuatile

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ipehualoni tlale, libertad ihun justicia; man ti cumpliroca

to tequi de nete huiloanime huiztique yhuan quimati tlen

quichihuazque; nan, tlen huei ihuan tlen tlalticpac tlazohnantzi, nan mech yolehua nin cuartel general den

Ejercito libertador

Icanon nicchihua nin tlahtol tlanahuatiliztli, ihuan nochi necate

Aquihque quitzizque to netehuiliz, yehuatl man ye aquin zazo

Qui pahpaquilizpias hueli, huan melahuac cualinemiliz

Itech inin yahui to mahuiztica tlahtol, de cualli oquichtin ihuan de cualli netechhuiloanime.

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BIBLIOGRAFÍA

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Breve historia de la Revolución MexicanaSilva Herzog, JesúsFondo de Cultura Económica

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El magonismo en Sonora (1906 – 1908)Cienfuegos Torúa AlfonsoColección Alforja del tiempoUniversidad de Sonora

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Memorias de Rafael L. HernándezSerrano Migallón FernandoInstituto Nacional de Estudios Históricos de las revoluciones de MéxicoColección memorias y testimonios

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Obras históricas, reseña histórica del estado de SonoraCorral RamónBiblioteca sonorense de geograf ía e historia

El indio Tetabiate y la nación del Río YaquiZavala Castro, PalemónSecretaría de Fomento Educativo y CulturaInstituto sonorense de cultura

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Ricardo Flores Magón, AntologíaAguirre Beltrán, Gonzalo, (selección)Universidad Nacional Autónoma de México

Historia social y económica de MéxicoCué Canovas, AgustínEditorial Trillas

Del árbol de la noche triste al cerro de las campanasLecturas de historia de MéxicoEditorial pueblo nuevo

La condición de la mujer indígena y sus derechos fundamentalesGaleana Patricia, (compiladora) Federación Mexicana de Universitarias

La revolución y los revolucionarios, Tomo IIValadés JoséInstituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México

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La revolución mexicana en Baja CaliforniaMaderismo, magonismo, fi libusterismo y la pequeña revuelta localSamaniego López, Marco AntonioColegio de México

Así fue la revolución mexicanaComisión nacional para las celebraciones del 175Senado de la república

Las razas indígenas de Sonora y la guerra del YaquiHernández FortunatoTalleres de la casa editorial J. Elizalde

Las guerras con las tribus yaqui y mayo del estado de SonoraDel Paso y Troncoso, Francisco

La revolución en la Ciudad de México. 1900 – 1920Zarauz López Héctor, Carlos SilvaBi100 Rumbo al BicentenarioCiudad de México

Pueblos indígenas del México contemporáneo: TzotzilesObregón Rodríguez, María ConcepciónComisión Nacional para el desarrollo de los pueblos indígenas

Pueblos indígenas del México contemporáneo: PamesOrdóñez Cabezas, GiomarComisión Nacional para el desarrollo de los pueblos indígenas

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Pueblos indígenas del México contemporáneo: YaquisMoctezuma Zamarrón, José LuisComisión Nacional para el desarrollo de los pueblos indígenas

Pueblos indígenas del México contemporáneo: Nahuas de Milpa AltaWacher Rodarte, MetteComisión Nacional para el desarrollo de los pueblos indígenas

Pueblos indígenas del México contemporáneo: Nahuas de TlaxcalaLuna Ruiz, JuanComisión Nacional para el desarrollo de los pueblos indígenas

Pueblos indígenas del México contemporáneo: KikapuMager Hois, ElisabethComisión Nacional para el desarrollo de los pueblos indígenas

Historia de la Revolución en MichoacánRomero Flores, JesúsBiblioteca del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana

Breve historia de la Revolución en Sinaloa (1910 – 1917)Olea HéctorBiblioteca del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana

La Revolución en el estado de DurangoGamis Olivas, EverardoBiblioteca del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana

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La Revolución en el estado de SonoraAlmada, FranciscoBiblioteca del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana

Historia de la Revolución en OaxacaFrancisco Ramírez, AlfonsoBiblioteca del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana

Ocho mil kilómetros en campañaObregón ÁlvaroBiblioteca del ofi cial mexicano

Memorias de Don Adolfo De La HuertaHuerta, Adolfo De La Trascripción y comentarios de: Roberto Guzmán Esparza

Tolerancia e identidades hacia el nuevo milenioCisneros Isidro, Magdalena Gómez, Lourdes ArizpeBabel Ciudad de MéxicoGobierno del Distrito Federal

México en 100 reportajes. 1891 – 1990PIPSA Grupo industrial y comercial

Hemeroteca El Universal, 1916 – 1925Editorial Cumbre S.A.

Los movimientos armados en México, 1917 – 1994El Universal

Raíz y razón de TotolapanEl drama de la guerra zapatistaCamacho de la Rosa, GerardoCe- Acatl, A.C.

80

De Anenecuilco A Huirivis de Ricardo Ham se terminó de imprimir en octubre de 2010 en los talleres de Tipográfi ca, S.A. de C.V., Imagen 26. Lomas de San Ángel Inn. Está compuesto en tipos Warnock. El papel de los forros es cartulina sulfatada SBS de 12 puntos y el de interiores ahuesado de 75 g. La edición y diseño estuvo al cuidado del autor.